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CHRISTIAN FERRER (Compilador) EL LENGUAJE LIBERTARIO Antología del pensamiento anarquista contemporáneo

TP3 (2015) Ferrer, Christian - El Lenguaje Libertario (Selección)

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  • CHRISTIAN FERRER(Compilador)

    EL LENGUAJELIBERTARIOAntologa del pensamientoanarquista contemporneo

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    SOBRE LOS LIBERTARIOSCHRISTIAN FERRER

    No hay muchas ideas que hayan merecido su nombre. Elanarquismo pudo reclamar ese derecho, y a ello contribuyeronlas impugnaciones gubernamentales y las connotaciones pnicasque fue acumulando su historia. Los anarquistas afrontaronpor un siglo entero el repudio y la persecucin por parte detodos los Estados por igual, irritados por los rasgos excntri-cos y extremos de ste pensamiento del afuera y tan refrac-tario a los smbolos de su tiempo. Originados en una hormaanmala, los anarquistas aprestaron y difundieron propuestasque no estaban contempladas en el pacto fundador del ideariorepublicano moderno y que daran contorno a la imaginacinantagonista del dominio del hombre por el hombre. No sor-prende que una leyenda negra haya acompaado la historiadel movimiento libertario: utopa, nihilismo, asociales, quime-ra poltica, fogoneros de asonadas violentas, maximalistas in-tratables. Las recusaciones no han sido escasas pero, aunquediversas y proferidas con buena o mala fe, no dejan de ser tri-viales, pues la cualidad absoluta o purista de las deman-das anarquistas no las transform necesariamente en el cerrojode una peticin imposible sino en el tnico de un pensamientoexigente que nunca ha favorecido fciles transacciones polti-cas o ticas. De all tambin que el anarquismo jams se bene-ficiara de la indiferencia pblica.

    La democracia es considerada por muchos el rgimen queha logrado conceder al habitante el mayor grado de hospitali-dad poltica posible. Pero la hegemona de que disfrutan en laactualidad las instituciones asociadas a la representacin quizsea consecuencia de una abdicacin, efecto de decepciones his-tricas. Y an, no es difcil reconocer en los regmenesrepresentacionales realmente existentes la yerra del aprendiza-je de la sumisin humana, que en el siglo XX se impuso, biencon maneras despiadadas, bien sofisticadas. Con ms razncausar asombro al lector de la historia de las ideas que en untiempo casi olvidado haya podido promoverse una sociedad

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    sin jerarquas e instaurado instituciones y modos de vida regi-das por costumbres y valores libertarios, cuyo rango abarc elanarcosindicalismo y el individualismo anrquico, el grupo deafinidad y la prctica del amor libre, la enseanza delantiautoritarismo en las escuelas racionalistas y la difusinde una mstica de la libertad hasta los confines geogrficos msinhspitos del planeta. Los anarquistas conformaron una co-rriente migratoria hormiga, en cuyo corazn y tripa se al-bergaba la proyeccin de un atlas indito en cuestiones econ-micas, polticas y culturales. Quien releve los actos histricosdel anarquismo, en los que se grabaron a fuego una moral exi-gente y tenaz, actitudes disidentes e imaginativas, humorpardico de ndole anticlerical e innovaciones en el mbito pe-daggico, se encontrar con una reserva de saber refractario,fruto de un maceramiento que hoy est olvidado o es descono-cido por la cultura de izquierda. De hecho, la supervivencia delanarquismo es, por un lado, casi milagrosa, dada la magnitudde hostilidad que debi sobrellevar y las derrotas que hubo deencajar; por otro lado su perseverancia es comprensible, puesno ha surgido hasta el momento antdoto terico y existencialcontra la sociedad de la dominacin de mejor calidad. Auncuando el alarmista se apresure en tacharla por fantasiosa, oincluso por peligrosa.

    El anarquismo se propag al modo de las antiguas herejas,como una urgencia espiritual que impuls al ideal de emanci-pacin madurado durante la Revolucin Francesa a corrersems all de los lmites simblicos y materiales permitidos porlas instituciones a las que se haba otorgado el monopolio de laregulacin de la libertad. Quiz porque los anarquistas fueronlos albaceas ms fieles de los afanes jacobinos, tanto como co-rreas de transmisin de la antigua llamada milenarista, pudie-ron transformar el lema de la libertad, la igualdad y la fraterni-dad en el trpode de una mstica poderosa. El anarquismo trans-mita un linaje de resistencia: fue en el siglo XIX la reencarna-cin de las rebeliones campesinas europeas, de las sectas radi-cales inglesas y de los sans-culottes. En los acontecimientosanimados por los libertarios se encarnaron energas polticasque esparcieron el reclamo de una sociedad antpoda, aun cuan-do los padres fundadores de la Idea no hayan ofrecido con-

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    tornos excesivamente planificados del futuro. Sirva esto paratranquilizar a quienes gustan de hacer enroques entre las pala-bras socialismo y totalitarismo.

    Tres doctrinas, liberalismo, marxismo y anarquismo, cons-tituyeron los vrtices del tenso tringulo de las filosofas pol-ticas emancipatorias modernas. El siglo XX se nutri de susconsignas, esperanzas y sistemas tericos tanto como los pusoa prueba y los extenu. De acuerdo con troqueles distintos,tanto Stuart Mill como Marx y Bakunin estaban atravesadospor la pasin por excelencia del siglo XIX: la libertad. Hay,entre las tres ideas, canales subterrneos que las vinculan conel mismo lecho ilustrado del ro moderno. Pero tambin abis-mos separan a las ideas libertarias de las marxistas, comen-zando por el nfasis puesto por los anarquistas en la correla-cin moral entre medios y fines, siguiendo por su escepticismoen cuanto a los privilegios que se arrogaron para s el partidode vanguardia y el Estado en los procesos revolucionarios, yculminando en la firme confianza depositada por losanarquistas en la autonoma individual y en los criterios per-sonales. Del liberalismo, los anarquistas nunca pudieron acep-tar su asuncin de que libertad poltica y justicia econmicafueran, eventualmente, polos difcilmente conciliables. Losanarquistas prefirieron no elegir uno u otro desidertum mo-ral y dejaron que el impulso informante y fundante de sus ideas,la libertad absoluta, resolviera esa tensin al interior de unhorizonte mental ms amplio.

    Para Mijail Bakunin, quiz la figura emblemtica de la his-toria del anarquismo, la libertad era un mito, una acua-cin simblica capaz de contrapesar las creencias estatalistasy religiosas; pero tambin un medio ambiente pregnante, eloxgeno espiritual de espacios inditos para la accin huma-na. Bakunin insisti en que era abyecto aceptar que un supe-rior jerrquico nos diera forma. En el rechazo de las palabrasautorizadas y de las liturgias institucionales los anarquistascifraban la posibilidad de implantar avanzadillas de un nuevomundo, forjando una red de contrasociedades a la vez aden-tro y afuera de la condicin oprimida de la humanidad.De all que el anarquismo no consistiera solamente en un modode pensar al dominio sino fundamentalmente en un medio de

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    vivir contra el mismo. En su voluntad de dar vuelta el ima-ginario jerrquico el anarquismo postul los fundamentos deuna ciencia y de una experiencia de la libertad: la ciencia de ladesobediencia como camino de autoconcientizacin y la expe-riencia de vivir cotidianamente como espritus libres, puesla historia es, para el anarquista, el campo de pruebas de lalibertad.

    Por haber demandado libertades irrestrictas el anarquismopudo realizar una autopsia poltica de la modernidad que calsus instituciones hasta el hueso, exponiendo impotencias y de-fectos de nacimiento. Esa autopsia le estuvo vedada al marxis-mo, obsesionado con la toma del poder, y al reformismo,que una y otra vez trastabill con paradojas a las que no pudodestrabar y sobre las que se arroja incombustiblemente hastanuestros das. Si suele decirse que Marx devel el secreto de laexplotacin econmica, fue Bakunin quien descubri el se-creto de la dominacin: el poder jerrquico como constantehistrica y garanta de toda forma de iniquidad. La intuicinterica de los padres fundadores del anarquismo coloc la cues-tin del poder separado en su mira: insistieron en que las des-igualdades de poder son determinantes, e histricamente pre-vias, de las diferenciaciones econmicas. Es entonces en el do-minio poltico (y no slo en las actividades cumplidas en losprocesos industriales) donde se debe hallar la clave de com-prensin de la sociedad de la dominacin. Sus colofones mo-dernos, el Estado liberal o el autocrtico, se constituan en pe-rros guardianes de la jerarquizacin del mundo. Hoy quizshabra que identificar esos cancerberos, adems, en otras insti-tuciones. Pero a los anarquistas siempre les ha sido indiferentesi un territorio es gobernado con puo de hierro o con pala-bras suaves, pues la zona opaca que combatieron es la volun-tad de sometimiento a la potencia estatal (un principio de so-berana antes que un aparato), centro unificador de una geo-metra concntrica y vertical. Todas las invenciones culturalesy polticas de ndole libertaria confluyeron en una estrategiahorizontal de la contrapotencia, negacin de la representacinparlamentaria que reduce las artes lingsticas y vitales de unacomunidad al juego de birlibirloque en que coinciden mayo-ras y minoras. Para Bakunin, las modalidades de la domina-

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    cin se adaptaban a los grandes cambios histricos pero lassignificaciones imaginarias asociadas con la jerarqua persis-tan, y se constituan en interdicto, en condicin de imposibili-dad para pensar el secreto del dominio. A lo largo del siglo XX,ha circulado en el espacio pblico la cuestin de la dignidadeconmica y ha podido tematizarse la opresin de gne-ro: ya han adquirido alguna suerte de carta de ciudadana entanto problemas tericos, polticos, gremiales, acadmicos operiodsticos. Pero la jerarqua contina siendo un tab.

    La camaradera humana exenta de jerarqua podr parecerun argumento de novela buclica o de ciencia-ficcin, pero esen verdad un tab poltico. Ese tab es combatido, sin embar-go, no slo en ciertos momentos histricos emblemticos sinotambin por medio de prcticas cotidianas que suelen pasardesapercibidas a los filsofos polticos nicamente obsesiona-dos con las condiciones de gubernamentalidad de un territo-rio, por la legitimidad de la forma-estado o de las institucionesrepresentativas, o por la fiscalizacin de sus actos. La posibili-dad de abolir el poder jerrquico es lo impensable, lo inimagi-nable de la poltica; imposibilidad garantizada por las tecnolo-gas de la subjetividad que regulan los actos humanos, que fo-mentan el deseo de sumisin, y que muy tempranamente seenrazan en el aparato psquico. Para Hobbes o Maquiavelono puede existe unidad entre el pueblo y su gobierno si no haysumisin voluntaria o involuntaria, legtima o ilegtima, yno hay sumisin sin terror, en alguna dosis. Fundar una polti-ca sobre la camaradera comunitaria y no sobre el miedo fue larespuesta anarquista, y para ello era preciso anular o debilitarlas instituciones autorreproductoras de la jerarqua a fin depermitir que la metamorfosis social no sea orientada por elEstado. Esta pretensin no poda sino ser considerada comouna anomala riesgosa por los bienpensantes y como un peli-gro por la polica.

    El genio del anarquismo no slo consisti en la promo-cin de un ideal de redencin humana sino tambin en la ins-tauracin de nuevas instituciones y modos de vivir al interiorde la sociedad impugnada que a su vez intentaban relevarla(sindicatos, grupos de afinidad, escuelas libres, comunidadesautoorganizadas y modos autogestionarios de produccin). De

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    all la obsesin del anarquismo por garantizar la correspon-dencia entre fines y medios. La disciplina partidaria, las elitesiluminadas y las maquinas electoralistas son la negacin delgrupo de pertenencia conformado por espritus afines, de lacapacidad organizadora de la comunidad y de la independen-cia poltica personal. El marxismo an no sabe cmo salir desus viejas certezas autoritarias ni sacar una enseanza libertariade setenta aos de desastre sovitico. En el caso del liberalis-mo, las expectativas de sus promotores estn fijadas en la posi-bilidad de hacer imperar la ley en las instituciones polticas.Pero el hecho de poder elegir en comicios a un amo bueno(del padrecito zar al demcrata bienintencionado laimaginera heroica de los entusiastas de la representacin pol-tica no ha cambiado sustancialmente) no mejora a un sistemade dominacin as como la fiscalizacin de los actos de gobier-no es una tarea defensiva que, por otra parte, suele reforzar elimaginario jerrquico. El problema de la legitimidad de ungobierno, tan importante para los filsofos polticos liberaleses, para un pensamiento contrainstitucional como el anarquis-ta, un problema mal planteado. Bakunin sostena en el sigloXIX que los parlamentos democrticos eran sociedadesdeclamatorias. Y hablaba de hombres que se tomaban en se-rio al arte del buen gobierno y al bien comn y no de lasmafias polticas de la actualidad, encadenadas a alianzas depoder de las que son inextirpables. La preocupacin por lainstitucionalizacin de formas democrticas y por la legitimi-dad de los gobiernos electos menosprecia la sustancia de larazn de Estado, plagada de decisionismo tecnocrtico, buro-cracias partidarias que dedican casi todas sus energas aautorreproducir sus condiciones de perdurabilidad, y por ase-sores y operadores gubernamentales, subespecie cuyos cubilesse ocultan tras bambalinas.

    Si las tumultuosas vicisitudes de la multitud del siglo XIXencontraron en las ideas libertarias una suerte de confirmacinpoltica es porque ellas se adecuaban dctilmente a las pasio-nes populares ansiosas de desencadenamiento. La energa os-cura del lumpenproletariado o de las sediciones populares nuncaha gozado de estima entre los que suponen que el funciona-miento automtico de las sociedades es precondicin y clave

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    de seguridad a la hora de permitir la discusin pblica de laslibertades. Pero las necesidades del perseguido son distintas alas del perseguidor. La poltica y la tica anarquista confiaronen artes comunitarias que eran an ajenas al proceso deinstitucionalizacin de poderes modernos tanto como en lagarra personal, que otorg estilo y temple a la potencia einsistencia de su rechazo. Tambin fueron la causa de que elanarquismo haya sido generador de un desorden frtil y de unaimaginera poltica impugnadora que son extraas a otras tra-diciones polticas. Por eso es inevitable que en los momentosfebriles de la historia se atisbe la presencia de anarquistas, tan-to en los pronunciamientos disidentes como en las asonadasespontneas, porque los anarquistas siempre han sido aves delas tormentas.

    En las prcticas histricas del movimiento libertario no seencontrar tanto una teora acabada de la revolucin comouna voluntad de revolucionar cultural y polticamente a la so-ciedad. De hecho, difcilmente podra acontecer lo que el sigloXIX conoci como revolucin si previamente no germinanmodos de vivir distintos. En la educacin de la voluntad,que tanto preocupaba a los tericos anarquistas, resida la po-sibilidad de acabar con el antiguo rgimen espiritual y psicol-gico del dominio. En esto reside la grandeza del pensamientolibertario, incluyendo a la variante anarcoindividualista, quees menos una voluntad antiorganizativa que una demandaexistencial, una pulsin anticonformista. La confianzaantropolgica en la promesa humana, tpica del siglo XVIII, fueel centro de gravedad a partir del cual el anarquismo despleguna filosofa poltica vital que intua en la libertad, no unaabstraccin o un sueo sino un sedimento activo en las relacio-nes sociales existentes. Bakunin o Kropotkin crean que el ori-gen de los males sociales no se encontraba en la maldad huma-na sino en la ignorancia. Indudablemente, en esto, losanarquistas son herederos de la ilustracin y justamente poreso crean en la educacin racionalista, incluso cientificista,aunque ello no los transform en meros positivistas.

    Contra lo que muchos suponen, el pensamiento anarquistaes muy complejo y no es sencillo articularlo en un declogo, puesnunca dispuso de un dogma sellado en un libro sagrado, y eso

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    concedi libertad terica y tctica a sus adherentes. Tampoco elanarquismo se preocup de construir una teora sistemtica so-bre la sociedad. Quiz la propia diversidad de las ideas y prcti-cas anarquistas favoreci su supervivencia: cuando alguna desus variantes decaa o se demostraba ineficaz, otra la sustitua.Del anarcoindividualismo al sindicalismo revolucionario, de lasexperiencias comunitarias a la difusin de ideas en grupos pe-queos, o bien las experiencias autogestionarias de la revolucinespaola, los anarquistas se han sostenido sobre una u otra face-ta de su historia. Por lo dems, los anarquistas saben que suideal constituye una ardua aspiracin porque sus exigencias loscolocan en un afuera de los discursos polticos socialmenteaceptados, tanto como sus prcticas son incompatibles con eldominio en cualquiera de sus formas. Pero si las ideas anarquistasan pertenecen al dominio de la actualidad es porque sostieneny transmiten saberes impensables, o al menos inaceptables, porotras tradiciones tericas que se pretenden emancipatorias. En elresguardo de ese saber antpoda reside su dignidad y su futuro.

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    APUNTES SOBRE EL ANARQUISMONOAM CHOMSKY

    Un escritor francs simpatizante del anarquismo escribien la dcada de 1890 que el anarquismo tiene espaldas muyanchas, y lo aguanta todo, igual que el papel, incluyendosealaba a aquellos adeptos cuyos actos son de tal naturale-za que ni siquiera un enemigo mortal del anarquismo hubierapodido hacerlo mejor1. Han existido muchas clases de pensa-miento y de actividad a las que se ha aplicado el calificativo deanarquistas. El intento de encerrar todas estas tendenciasconflictivas en alguna teora o ideologa general estara conde-nado al fracaso. E incluso si procedemos a extraer de la histo-ria del pensamiento libertario una tradicin viva y en desarro-llo, como hace Daniel Gurin en su obra El anarquismo, siguesiendo difcil formular sus doctrinas como una teora especfi-ca y determinada de la sociedad y del cambio social. El histo-riador anarquista Rudolf Rocker, que presenta una concepcinsistemtica del desarrollo del pensamiento anarquista hacia elanarcosindicalismo, segn una lnea comparable a la de la obrade Gurin, pone las cosas en su punto al escribir que el anar-quismo no es

    un sistema fijo y encerrado en s mismo, sino ms bien unatendencia definida en el desarrollo histrico de la humanidadque, en contraste con el tutelaje intelectual de todas las insti-tuciones clericales y gubernamentales, se esfuerza por impul-sar el libre desarrollo sin trabas de todas las fuerzas individua-les y sociales de la vida. Incluso la libertad es slo un conceptorelativo y no absoluto, puesto que tiende constantemente aensancharse cada vez ms y a afectar a crculos cada vez ma-yores de muy variadas maneras. Para el anarquista, libertadno es un concepto filosfico abstracto, sino la posibilidad vi-tal concreta para cada ser humano de llevar a su pleno desplie-gue todas las potencias, capacidades y talentos con que lo hadotado la naturaleza y ponerlos al servicio de la sociedad.Cuanto menos se vea el desarrollo natural del hombre influido

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    por la tutela eclesistica o poltica, tanto ms armoniosa llega-r a ser la personalidad humana, tanto ms ser la medida dela cultura intelectual de la sociedad en la que se produzca2.

    Cabra preguntarse qu valor tiene el estudio de una ten-dencia definida en el desarrollo histrico de la humanidad queno articule una teora social especfica y detallada. De hechomuchos comentaristas desechan el anarquismo como algo ut-pico, carente de articulacin, primitivo y lastrado por otros ras-gos que lo haran incompatible con las realidades de una socie-dad compleja. Sin embargo, cabra razonar de un modo com-pletamente distinto: que en cada estadio de la historia nuestrapreocupacin debiera ser la de poner fin a aquellas formas deautoridad y de opresin que sobreviven a una era en la quequizs estuvieran justificadas en aras de la seguridad, la super-vivencia o el desarrollo econmico, pero que ahora contribuyena mantener las insuficiencias materiales y culturales en lugar dealiviarlas. Si las cosas son as, no habr una doctrina del cambiosocial fijada de una vez para el presente y el futuro; ni siquiera,necesariamente, un concepto especfico e inmutable de los fineshacia los que el cambio social deba tender. Probablemente nues-tra comprensin de la naturaleza del hombre o del conjunto delas formas sociales viables es tan rudimentaria que toda doctri-na de largo alcance debe ser tratada con un gran escepticismo,de modo parecido a como resulta natural la reaccin escpticacuando omos decir que la naturaleza humana, los requisi-tos de la eficiencia o la complejidad de la vida modernarequieren tal o cual forma de opresin o de dominio autocrtico.

    No obstante, en una poca determinada est plenamentejustificado desarrollar, en la medida que lo permita nuestracomprensin, una realizacin especfica de esta tendencia defi-nida en el desarrollo histrico de la humanidad, apropiada alas tareas del momento. Para Rocker, el problema que se plan-tea en nuestro tiempo es el de librar al hombre del azote de laexplotacin econmica y de la sumisin poltica y social; y elmtodo no es la conquista y el ejercicio del poder del Estado, niel parlamentarismo embrutecedor, sino ms bien el recons-truir la vida econmica de los pueblos desde los cimientos yedificarla en el espritu del socialismo.

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    Pero slo los propios productores son aptos para esta tarea,puesto que constituyen el nico elemento creador de valor enla sociedad del cual puede brotar un nuevo futuro. A ellos lescorresponde la tarea de liberar la fuerza de trabajo de losgrilletes que la explotacin econmica ha impuesto sobre ella,de liberar la sociedad de todas las instituciones y actuacionesdel poder poltico y de abrir la va a una alianza de gruposlibres de hombres y mujeres basados en el trabajo cooperativoy en una administracin planificada de las cosas en inters dela comunidad. Preparar a las masas laboriosas de la ciudad yel campo para este gran objetivo y unificarlas como fuerzamilitante constituye el fin del moderno anarcosindicalismo, yen ello se agotan sus propsitos [pg. 108].

    Como socialista, Rocker da por supuesto que la emanci-pacin verdadera, final y completa de los trabajadores slo esposible bajo una condicin: la apropiacin del capital, es de-cir, de las materias primas y todos los instrumentos de traba-jo, incluyendo la tierra, por el entero conjunto de los trabaja-dores3. Como anarcosindicalista insiste, adems, en que lasorganizaciones de los trabajadores crean no slo las ideas,sino tambin las realidades del futuro mismo en el perodoprerrevolucionario que materializan en s mismas la estructu-ra de la futura sociedad, y espera una revolucin social quedestruir el aparato del Estado y expropiar a los expropia-dores. Lo que ponemos en lugar del gobierno es la organiza-cin industrial.

    Los anarcosindicalistas estn convencidos de que un ordeneconmico socialista no puede ser creado mediante los decre-tos y leyes de un gobierno, sino slo mediante la colaboracinsolidaria de los trabajadores de la mano y el cerebro en cadarama de la produccin; esto es, mediante la asuncin de lagestin de todas las fbricas por los propios productores, detal manera que los grupos, las fbricas y las ramas de indus-tria, tomadas separadamente, sean miembros independientesdel organismo econmico general y procedan sistemticamentea la produccin y distribucin de los productos en inters de lacomunidad sobre la base de libres acuerdos mutuos [pg. 94].

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    Rocker escriba en un momento en que estas ideas se ha-ban llevado a la prctica de una manera dramtica en la re-volucin espaola. Justo antes de estallar la revolucin, eleconomista anarcosindicalista Diego Abad de Santilln habaescrito:

    al abordar el problema de la transformacin social, la revolu-cin no puede considerar el Estado como medio, sino que debedepender de la organizacin de los productores. Hemos segui-do esta norma y no hallamos ninguna necesidad para la hip-tesis de un poder superior al de los trabajadores organizados,con objeto de establecer un nuevo orden de cosas. Agradece-mos a quienquiera que fuese que nos sealara qu funcin puedetener el Estado, suponiendo que tenga alguna, en una organi-zacin econmica en la que ha sido abolida la propiedad pri-vada y en la que no tienen cabida el parasitismo ni los privile-gios especiales. La supresin del Estado no puede ser un pro-ceso que se prolongue mucho tiempo; es la revolucin la quetiene la tarea de acabar con el Estado. O bien la revolucin dala riqueza social a los productores, y en tal caso los producto-res se organizan a s mismos para la debida distribucin colec-tiva y el Estado no tiene nada que hacer; o la revolucin no dariqueza social a los productores, y en tal caso la revolucin hasido un engao y el Estado sigue existiendo.Nuestro consejo federal de economa no es un poder polticosino un poder regulador de carcter econmico y administra-tivo. Recibe su orientacin desde abajo y acta de acuerdocon las resoluciones de las asambleas regionales y nacionales.Es un ente coordinador y nada ms4.

    Engels, en una carta de 1883, expresaba su desacuerdo conesta concepcin en los trminos siguientes:

    Los anarquistas ponen las cosas cabeza abajo. Declaran que larevolucin proletaria debe empezar eliminando la organiza-cin poltica del Estado... Pero destruirla en este momentosupondra destruir el nico organismo gracias al cual el prole-tariado victorioso puede afirmar su poder recin conquistado,tener sujetos a sus adversarios capitalistas y emprender esa

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    revolucin econmica de la sociedad sin la cual la entera vic-toria debe desembocar en una nueva derrota y en un asesinatoen masa de los trabajadores semejante al que tuvo lugar des-pus de la comuna de Pars5.

    En contraposicin a esto, los anarquistas y entre ellosBakunin con particular elocuencia advirtieron de los peligrosde la burocracia roja, que resultara ser el engao ms vil yterrible que habra engendrado nuestro siglo6.

    El anarcosindicalista Fernand Pelloutier pregunt: Tieneque ser acaso el estado de transicin al que debemos someter-nos necesaria y fatalmente la crcel colectivista? No puedeconsistir en una organizacin libre limitada exclusivamente porlas necesidades de la produccin y el consumo, una vez des-aparecidas todas las instituciones polticas?7.

    No pretendo saber la respuesta a esta pregunta. Pero pare-ce claro que a menos que haya, en una u otra forma, una res-puesta positiva, las probabilidades de una revolucin verdade-ramente democrtica que haga realidad los ideales humansticosde la izquierda no son muy grandes. Martin Buber plante elproblema sucintamente al escribir: No se puede esperar, porla naturaleza misma de las cosas, que un arbolito que hayasido transformado en un garrote siga dando hojas.8 Conquis-ta o destruccin del poder del Estado: eso es lo que Bakuninconsideraba como la principal cuestin que lo separaba deMarx 9. De una u otra forma el problema ha surgido repetida-mente a lo largo del siglo desde entonces, distanciando a lossocialistas libertarios de los autoritarios.

    Pese a las advertencias de Bakunin sobre la burocracia rojay su realizacin bajo la dictadura de Stalin, sera evidentemen-te un grosero error interpretar que los debates de hace un siglodescansaban en lo que los movimientos sociales contempor-neos reivindican como sus orgenes histricos. En particular, esuna perversin considerar que el bolchevismo es marxismopuesto en prctica. La crtica izquierdista del bolchevismo,que toma en consideracin las circunstancias histricas de larevolucin rusa, es mucho ms justa10.

    El movimiento obrero izquierdista antibolchevique se opona a

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    los leninistas porque stos no fueron consecuentes hasta el finalen el aprovechamiento de los desrdenes sociales que se produ-jeron en Rusia con fines estrictamente proletarios. Quedaronprisioneros de su medio y utilizaron el movimiento internacio-nal extremista para satisfacer necesidades especficamente ru-sas, que pronto se convirtieron en sinnimo de las necesidadesdel Estado-Partido bolchevique. Entonces quedaban al descu-bierto en el propio bolchevismo los aspectos burgueses de larevolucin rusa: el leninismo apareca como una parte de la so-cialdemocracia, que difera de sta slo en cuestiones tcticas11.

    Si hubiera que buscar una nica idea dominante dentro dela tradicin anarquista, debera ser, a mi juicio, la expresadapor Bakunin cuando, al escribir sobre la Comuna de Pars, seidentificaba a s mismo de la manera siguiente:

    Soy un amante fantico de la libertad, y la considero la nicacondicin bajo la cual la inteligencia, la dignidad y la felicidadhumanas pueden desarrollarse y crecer; no la libertad puramenteformal concedida, distribuida y regulada por el Estado, eternoengao que en realidad no representa ms que el privilegio dealgunos fundado en la esclavitud de los restantes; no la libertadindividualista, egosta, ruin y ficticia enaltecida por la escuelade J.-J. Rousseau y las dems escuelas del liberalismo burgus,que consideran los supuestos derechos de todos los hombres,representados por el Estado que limita los derechos de cadauno de ellos, idea que lleva inevitablemente a la reduccin delos derechos de cada uno a la nada. No, me refiero a la nicaespecie de libertad que merece este nombre, la libertad que con-siste en el pleno desarrollo de todas las potencias materiales,intelectuales y morales que estn latentes en cada persona; lalibertad que no reconoce ms restricciones que las impuestaspor las leyes de nuestra propia naturaleza individual, las cualesno pueden propiamente ser consideradas restricciones puestoque tales leyes no son impuestas por un legislador exterior si-tuado fuera o por encima de nosotros, sino que son inmanentese inherentes a nuestro ser y constituyen la base misma de nues-tro ser material, intelectual y moral; no nos limitan, sino queson las condiciones reales e inmediatas de nuestra libertad12.

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    Estas ideas provienen de la Ilustracin; sus races se encuen-tran en el Discurso sobre la desigualdad, de Rousseau, en Loslmites de la accin del Estado, de Humboldt, y en la insistenciade Kant, al salir en defensa de la Revolucin Francesa, de que lalibertad es la condicin previa para alcanzar la madurez para lalibertad y no un don que haya que reservar para cuando estamadurez se haya alcanzado (vase cap. 9, pgs. 561-564). Conel desarrollo del capitalismo industrial, nuevo e imprevisto sis-tema de injusticia, es el socialismo libertario el que ha preserva-do y extendido el mensaje humanista radical contenido en laIlustracin y en los ideales liberales clsicos, que se pervirtierontransformndose en ideologa destinada a justificar el ordensocial naciente. De hecho, a partir de los mismos supuestos quellevaron al liberalismo clsico a oponerse a la intervencin delEstado en la vida social, las relaciones sociales capitalistas sonigualmente intolerables. Esto queda claro, por ejemplo, a partirde la obra clsica de Humboldt, Los lmites de la accin delEstado, que anticip y quizs inspir a Mill, y a la que volvere-mos ms adelante (cap. 9, pgs. 567-578). Esta obra clsica delpensamiento liberal, terminada en 1792, es en su esencia pro-fundamente, aunque prematuramente, anticapitalista. Sus ideasdeben diluirse hasta resultar irreconocibles para transmutarseen una ideologa del capitalismo.

    La versin de Humboldt de una sociedad en la que las cade-nas sociales son sustituidas por lazos sociales y en la que el tra-bajo es efectuado libremente hace pensar en el joven Marx (va-se cap. 9, nota 15), con su tratamiento de la alienacin deltrabajo cuando el trabajo es externo al trabajador y no formaparte de su naturaleza... [de tal manera] que no se realiza a smismo en su trabajo, sino que se niega a s mismo... [y queda]fsicamente exhausto y mentalmente degradado, trabajo aliena-do que retrotrae a algunos de los trabajadores a un tipo de tra-bajo brbaro y que convierte a otros en mquinas, privandoas al hombre de su rasgo especfico de actividad libre y cons-ciente y de vida productiva. Anlogamente, Marx imagina aun nuevo tipo de ser humano que necesita a su semejante... [Laasociacin de trabajadores se convierte] en el esfuerzo construc-tivo real para crear la textura social de las futuras relacioneshumanas13. Es cierto que el pensamiento libertario clsico se

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    opone a la intervencin estatal en la vida social, como conse-cuencia de ciertos supuestos ms bsicos acerca de la necesidaddel hombre de libertad, diversidad y libre asociacin. Sobre labase de los mismos supuestos, las relaciones de produccin capi-talistas, el trabajo asalariado, la competitividad, la ideologa delindividualismo posesivo, etc., deben considerarse como fun-damentalmente antihumanos. El socialismo libertario debe con-siderarse propiamente como el heredero de los ideales liberalesde la Ilustracin.

    Rudolf Rocker describe el moderno anarquismo como laconfluencia de las dos grandes corrientes que durante la Revo-lucin francesa y despus de ella han encontrado una expre-sin tan caracterstica en la vida intelectual de Europa: el so-cialismo y el liberalismo. Los ideales liberales clsicos, argu-ye, naufragaron en medio de las realidades de las formas eco-nmicas capitalistas. El anarquismo es necesariamenteanticapitalista por cuanto se opone a la explotacin del hom-bre por el hombre. Pero el anarquismo tambin se opone ala dominacin del hombre por el hombre. Subraya que elsocialismo ser libre o no ser en absoluto. La genuina y pro-funda justificacin de la existencia del anarquismo reside en elreconocimiento de esta verdad por parte suya14. Desde estepunto de vista, el anarquismo puede considerarse el ala libertariadel socialismo. Es con esta mentalidad que Daniel Gurin haabordado el estudio del anarquismo en su obra El anarquismoy en otras15.

    Gurin cita a Adolph Fischer, que dijo que todo anarquis-ta es un socialista, pero no necesariamente todo socialista esun anarquista. De modo anlogo, Bakunin, en su manifiestoanarquista de 1865, el programa de su proyectada fraterni-dad revolucionaria internacional, estableci el principio de quecada miembro debe ser, de entrada, un socialista. Todo anar-quista coherente debe oponerse a la propiedad privada de losmedios de produccin y a la esclavitud asalariada, que formaparte integrante de este sistema, como algo incompatible conel principio de que el trabajo debe ser realizado libremente ybajo el control del productor. Segn la expresin de Marx, lossocialistas prevn una sociedad en la que el trabajo llegar aser no slo un medio de vida, sino tambin la ms alta aspira-

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    cin de la vida16, cosa imposible mientras el obrero sea con-ducido por una autoridad o una necesidad exterior y no por unimpulso interior: ninguna forma de trabajo asalariado, aunqueunas puedan ser menos odiosas que otras, puede eliminar lamiseria del trabajo asalariado mismo17. Un anarquista conse-cuente debe oponerse no slo al trabajo alienado sino tambina la pasmosa especializacin del trabajo que tiene lugar cuan-do los medios para desarrollar la produccin

    mutilan al obrero convirtindolo en un ser humano fragmen-tado, lo degradan hasta hacer de l un mero apndice de lamquina, convierten su trabajo en un suplicio tal que su signi-ficacin esencial resulta destruida; lo despojan de las poten-cialidades intelectuales del proceso de trabajo proporcional-mente a medida que la ciencia es incorporada a ste comopotencia independiente...18.

    Marx vio esto no como algo fatalmente inseparable de laindustrializacin, sino ms bien como un rasgo de las relacio-nes de produccin capitalistas. La sociedad del futuro debepreocuparse por sustituir al trabajador parcelario de hoy re-ducido a ser humano meramente fragmentario por el indivi-duo plenamente desarrollado, apto para una multitud de tra-bajos, para quien las diversas funciones sociales son otros tan-tos medios de dar libre juego a sus propias potencialidadesnaturales19. La condicin previa es la abolicin del capital ydel trabajo asalariado como categoras sociales (por no hablarde los ejrcitos industriales del Estado de los trabajadores olas diversas formas modernas de totalitarismo o capitalismode Estado). La reduccin del hombre a apndice de la mqui-na, a instrumento especializado de la produccin, podra enprincipio ser superada, y no vigorizada, con un desarrollo y unuso adecuados de la tecnologa, pero no bajo las condicionesde control autocrtico de la produccin por quienes hacen delhombre un instrumento que sirva a sus fines, dejando a unlado sus propsitos individuales, segn la expresin deHumboldt.

    Los anarcosindicalistas trataban de crear, incluso bajo elcapitalismo, asociaciones libres de productores libres que se

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    lanzaran al combate militante y se prepararan para hacersecon la organizacin de la produccin sobre una base democr-tica. Tales asociaciones serviran como escuela prctica deanarquismo20. Si la propiedad privada de los medios de pro-duccin es, segn la frase de Proudhon tantas veces citada, unamera forma de robo la explotacin de los dbiles por losfuertes21 el control de la produccin por una burocracia deEstado, por muy benevolentes que sean sus intenciones, tam-poco crea las condiciones bajo las cuales el trabajo, tanto ma-nual como intelectual, puede llegar a ser la ms alta necesidadde la vida. Ambas deben ser, pues, superadas.

    En su ataque contra el derecho al control privado o buro-crtico sobre los medios de produccin, el anarquista se colocaal lado de los que luchan por dar paso a la tercera y ltimafase emancipadora de la historia, habiendo sido la primera laque contempl el paso de la esclavitud a la servidumbre, lasegunda el paso de la servidumbre al trabajo asalariado y latercera la abolicin del proletariado en un acto final de libera-cin que pone el control sobre la economa en manos de aso-ciaciones de productores libres y voluntarias (Fourier, 1848)22.El peligro inminente que acecha a la civilizacin fue adverti-do por Tocqueville, tambin en 1848:

    Mientras el derecho de propiedad fue el origen y el fundamen-to de muchos otros derechos, era fcilmente defendible, o,mejor dicho, no era objeto de ataques; era entonces la ciuda-dela de la sociedad, mientras que los dems derechos eran losfortines y la obra exterior; no soportaba el embate ms fuertede los ataques y, en realidad, no haba ningn intento serio deasaltarlo. Pero hoy, cuando el derecho de propiedad es consi-derado como el ltimo reducto no liquidado del mundo aris-tocrtico, cuando es lo nico que queda en pie, el nico privi-legio de una sociedad donde se da una igualdad mayor, la cosaes distinta. Vase lo que est ocurriendo en el seno de las cla-ses trabajadoras, aunque admito que hasta ahora permanecentranquilas. Cierto es que estn menos inflamadas que en otrostiempos por pasiones polticas propiamente dichas; pero noos dais cuenta que sus pasiones, lejos de ser polticas, se hanconvertido en sociales? No veis que, poco a poco, se estn

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    difundiendo entre ellas ideas y opiniones que apuntan no sloa suprimir tales y tales leyes, tal ministerio o tal gobierno, sinoa destruir los fundamentos mismos de la sociedad?23.

    Los trabajadores de Pars, en 1871, rompieron el silencio yprocedieron

    a abolir la propiedad, base de toda civilizacin! S, caballe-ros, la Comuna trat de abolir esa propiedad de clase que hacedel trabajo de los muchos la riqueza de los pocos. Aspiraba ala expropiacin de los expropiadores. Quera hacer de la pro-piedad individual una realidad efectiva transformando losmedios de produccin, la tierra y el capital, que ahora sonprincipalmente los medios de esclavizar y explotar el trabajo,en meros instrumentos de un trabajo libre y asociado24.

    La Comuna, desde luego, fue ahogada en sangre. La natu-raleza de la civilizacin, que los trabajadores de Pars trata-ron de eliminar con su ataque contra los fundamentos mis-mos de la sociedad, se puso nuevamente de manifiesto cuan-do las tropas del gobierno de Versalles reconquistaran Pars demanos de sus propios habitantes. Como escribi Marx, conamargura pero con exactitud a la vez:

    La civilizacin y la justicia del orden burgus se presenta consus resplandores crdenos cuando quiere que los esclavos y lossujetos de este orden se alcen contra sus amos. Entonces estacivilizacin y esta justicia aparecen con su verdadera faz desalvajismo sin embozos y de venganza sin ley... las gestas infer-nales de la soldadesca reflejan el espritu que anima a esta civi-lizacin, cuya defensa mercenaria es asumida por ellos... Laburguesa del mundo entero, que contempla complacida lamatanza en masa desencadenada despus de la batalla, estconvulsa de horror ante la profanacin del ladrillo y el morte-ro. [Ibid., pgs. 74, 77.]

    Pese a la violenta destruccin de la Comuna, Bakunin escri-bi que Pars abre una nueva era, la de la definitiva y comple-ta emancipacin de las masas populares y su autntica solida-

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    ridad futura, por encima y a pesar de las fronteras nacionales...la prxima revolucin del hombre, internacional y solidaria,ser la resurreccin de Pars, revolucin que el mundo anest esperando.

    El anarquista consecuente, pues, ser un socialista, pero unsocialista de una clase particular. No slo se opondr al traba-jo alienado y parcelario y luchar por la apropiacin del capi-tal por el conjunto de todos los obreros, sino que adems insis-tir en que tal apropiacin sea directa y no ejercida por algunafuerza elitista que acte en nombre del proletariado. En suma,se opondr

    a la organizacin de la produccin por el Gobierno. Esto sig-nifica el socialismo de Estado, el mando de los funcionariosdel Estado sobre la produccin y el mando de directivos, cien-tficos y jefes de taller en los talleres... El fin de la clase obreraes liberarse de la explotacin. Este fin no se alcanza ni puedealcanzarse por medio de una nueva clase dirigente y gober-nante que sustituya a la burguesa. Slo es realizado por lospropios trabajadores convertidos en dueos de la produccin.

    Estas observaciones proceden de Cinco tesis sobre la lu-cha de clases, del marxista de izquierdas Anton Pannekoek,uno de los tericos ms destacados del movimiento comunistade los consejos. Y de hecho el marxismo extremista se fundecon las corrientes anarquistas.

    En la siguiente caraterizacin del socialismo revoluciona-rio puede verse una ilustracin adicional de este hecho:

    El socialista revolucionario niega que la propiedad del Estadopueda desembocar en algo que no sea un despotismo burocr-tico. Hemos visto ya por qu el Estado no puede controlardemocrticamente la industria. La industria slo puede serposeda y controlada democrticamente por los trabajadores,que para ello elegirn directamente entre ellos mismos comi-ts para la administracin de las industrias. El socialismo serfundamentalmente un sistema industrial; su organizacin po-ltica tendr una base industrial. As, los que desempeen lasactividades sociales y los que hagan marchar las industrias de

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    la sociedad estarn directamente representados en los conse-jos locales y centrales de la administracin social. De estamanera los poderes de estos delegados procedern de abajoarriba, a partir de los que efecten el trabajo y de los conoce-dores de las necesidades de la comunidad. Cuando se rena elcomit industrial administrativo central, en su seno estarnrepresentadas todas las facetas de la actividad social. As, elEstado capitalista poltico o geogrfico ser sustituido por elcomit para la administracin de la industria del Socialismo.El paso de un sistema social al otro ser la revolucin social.El Estado poltico a lo largo de la historia ha significado elgobierno de hombres por las clases dominantes; la Repblicadel Socialismo ser el gobierno de la industria administradaen beneficio de la comunidad entera. El primero supona lasujecin econmica y poltica de los muchos; la segunda su-pondr la libertad econmica de todos; ser, por consiguiente,una verdadera democracia.

    Estas afirmaciones programticas pertenecen a la obra deWilliam Paul, The State, its Origins and Function, escrita acomienzos de 1917, poco antes de El Estado y la Revolucin,de Lenin, que es quiz la obra ms libertaria de este autor (va-se nota 9). Paul era miembro del Partido Socialista Marxista-De Leonista del Trabajo y posteriormente uno de los fundado-res del Partido Comunista Britnico25. Su crtica del socialismode Estado se parece a la doctrina libertaria de los anarquistasen su principio segn el cual, dado que la propiedad y la ges-tin del Estado llevar al despotismo burocrtico, la revolu-cin social debe sustituirlo por la organizacin industrial de lasociedad con el control directivo de los trabajadores. Podrancitarse muchas otras afirmaciones similares.

    Lo que tiene mucha mayor importancia es que estas ideashan sido llevadas a la prctica en la accin revolucionaria es-pontnea, por ejemplo en Alemania e Italia despus de la pri-mera guerra mundial y en Espaa (no slo en las zonas agra-rias sino tambin en la industrial Barcelona) en 1936. Se po-dra argir que el comunismo de los consejos, en una u otraforma, es la plasmacin natural del socialismo revolucionarioen una sociedad industrial. ste refleja la percepcin intuitiva

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    de que la democracia resulta severamente limitada cuando elsistema industrial est bajo el control de una u otra forma deminora autocrtica, ya sea de propietarios, de directores y tec-ncratas, de un partido de vanguardia o de una burocraciaestatal. Bajo estas condiciones de dominacin autoritaria, losideales libertarios clsicos desarrollados por Marx y Bakuniny todos los verdaderos revolucionarios no pueden realizarse; elhombre no ser libre de desplegar sus propias potencialidadeshasta su culminacin y el productor seguir siendo un serhumano fragmentado, degradado, un instrumento en el pro-ceso productivo dirigido desde arriba.

    La expresin accin revolucionaria espontnea puedeinducir a confusin. Los anarcosindicalistas, por lo menos, setomaron muy en serio la observacin de Bakunin de que lasorganizaciones de trabajadores deben crear no slo las ideas,sino tambin las realidades del futuro mismo en el perodoprerrevolucionario. Las realizaciones de la revolucin popularen Espaa, en particular, se basaban en la labor paciente demuchos aos de organizacin y educacin, uno de los compo-nentes de una larga tradicin de entrega y de militancia. Lasresoluciones del Congreso de Madrid de junio de 1931 y elCongreso de Zaragoza de mayo de 1936 anunciaron de mu-chas maneras los hechos de la revolucin, y los anunciarontambin las ideas algo distintas esbozadas por Santilln (vasenota 4) en su descripcin muy concreta de la organizacin so-cial y econmica que haba de ser implantada por la revolu-cin. Gurin escribe: La revolucin espaola estaba relativa-mente madura en las cabezas de los pensadores libertarios, ascomo en la conciencia popular. Y existan organizaciones obre-ras con la estructura, la experiencia y la comprensin necesa-rias para emprender la tarea de la reconstruccin cuando, conel alzamiento de Franco, el estado de agitacin de comienzosde 1936 desemboc en la revolucin social. En su introduc-cin a una antologa de documentos sobre la colectivizacin enEspaa, el anarquista Augustin Souchy escribe:

    Durante muchos aos los anarquistas y sindicalistas de Espa-a consideraron que su tarea suprema era la transformacinsocial de la sociedad. En sus asambleas de sindicatos y de gru-

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    pos, en sus peridicos, en sus panfletos y libros, el problemade la revolucin social se discuta incesantemente y de unamanera sistemtica26.

    Todo esto est en el trasfondo de las realizaciones espont-neas, de la obra constructiva de la revolucin espaola.

    Las ideas del socialismo libertario, en el sentido descrito,han sido sumergidas en las sociedades industriales del pasadomedio siglo. Las ideologas dominantes han sido las del socia-lismo de Estado o del capitalismo de Estado (de carctercrecientemente militarizado en los Estados Unidos por razonesperfectamente claras)27. Pero en los aos ms recientes se hareavivado el inters por aquellas ideas. Las tesis que he men-cionado de Anton Pannekoek han sido tomadas de un recientepanfleto de un grupo de trabajadores izquierdistas franceses(Informations Correspondance Ouvrire). Las observacionesde William Paul sobre el socialismo revolucionario se citan enuna intervencin de Walter Kendall ante la Conferencia Na-cional sobre Control Obrero en Sheffield, Inglaterra, en marzode 1969. El movimiento para el control obrero se ha converti-do en una fuerza significativa en Inglaterra en los aos lti-mos. Ha organizado varias conferencias y ha dado lugar a laaparicin de numerosos panfletos, y cuenta entre sus partida-rios activos a representantes de algunos de los sindicatos msimportantes. El sindicato de obreros de las industrias mecni-cas y de fundicin, por ejemplo, ha adoptado, como polticaoficial, el programa de nacionalizacin de las industrias bsi-cas bajo el control obrero a todos los niveles28. En el conti-nente hay evoluciones semejantes. El mayo de 1968, natural-mente, aceler el creciente inters por el comunismo de los con-sejos y por las ideas emparentadas con l en Francia y Alema-nia, as como en Inglaterra.

    Dada la configuracin conservadora general de nuestra so-ciedad altamente ideolgica, no es demasiado sorprendente quelos Estados Unidos no se hayan visto apenas afectados por esteproceso. Pero tambin esto puede cambiar. La erosin de lamitologa de la guerra fra hace que por lo menos sea posiblesuscitar estas cuestiones en crculos muy amplios. Si la actualoleada represiva puede ser rechazada, si la izquierda puede

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    superar sus tendencias ms suicidas y edificar algo sobre lo queha sido realizado en la pasada dcada, entonces el problema decmo organizar la sociedad industrial segn lneas verdadera-mente democrticas, con control democrtico en el lugar detrabajo y en la comunidad, debera convertirse en una cuestinintelectual dominante para los que conservan sensibilidad antelos problemas de la sociedad contempornea, y a medida quese desarrolla un movimiento de masas de signo socialista liber-tario la especulacin debera transformarse en accin.

    En su manifiesto de 1865, Bakunin predijo que uno de loselementos de la revolucin social sera esa parte inteligente yverdaderamente noble de la juventud que, aun perteneciendopor nacimiento a las clases privilegiadas, en la generosidad desus convicciones y sus aspiraciones ardientes, abraza la causadel pueblo. Quizs en el surgimiento del movimiento estu-diantil de la dcada de 1960 pueden verse pasos hacia el cum-plimiento de esta profeca.

    Daniel Gurin ha emprendido lo que l llama un procesode rehabilitacin del anarquismo. Sostiene, a mi parecer demodo convincente, que las ideas constructivas del anarquismoconservan su vitalidad, que si son reexaminadas y pasadas porel cedazo pueden ayudar al pensamiento socialista contempo-rneo a tomar un nuevo punto de partida... [y] contribuir aenriquecer el marxismo29. De las anchas espaldas del anar-quismo ha seleccionado las ideas y acciones que pueden carac-terizarse como socialistas libertarias para someterlas a un exa-men ms intensivo. Esto es natural y justo. Este marco abrazatanto a los principales portavoces del anarquismo como lasacciones de masas que han sido animadas por sentimientos eideales anarquistas. Gurin se ocupa no slo del pensamientoanarquista, sino tambin de las acciones espontneas de lasfuerzas populares que crean de una manera efectiva nuevasformas sociales en el curso de la lucha revolucionaria. Se ocu-pa tanto de la creatividad social como de la intelectual. Ade-ms, trata de sacar de las realizaciones constructivas del pasa-do lecciones que puedan enriquecer la teora de la emancipa-cin social. Para quienes quieran no slo comprender el mun-do sino tambin transformarlo, sta es la manera adecuada deestudiar la historia del anarquismo.

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    Gurin describe el anarquismo del siglo XIX como esencial-mente doctrinal, mientras que el siglo XX, para los anarquistas,ha sido una poca de prctica revolucionaria30. El anarquis-mo refleja esta apreciacin. Su interpretacin del anarquismoapunta conscientemente hacia el futuro. Arthur Rosenberg se-al en cierta ocasin que las revoluciones populares se carac-terizan por tratar de sustituir una autoridad feudal o centrali-zada que gobierna por la fuerza por una u otra forma de siste-ma comunal que supone la destruccin o desaparicin de lavieja forma del Estado. Un sistema de esta clase ser o biensocialista o una forma extrema de democracia [que constitu-ye] la condicin previa para el socialismo, en la medida en queel socialismo slo puede ser realizado en un mundo que gocedel mayor nivel posible de libertad individual. Este ideal, se-ala, era compartido por Marx y los anarquistas31. Esta luchanatural por la liberacin se contrapone a la tendencia domi-nante a la centralizacin en la vida econmica y poltica.

    Hace un siglo Marx escribi que los trabajadores de Parsse dieron cuenta de que no haba sino una alternativa, la Co-muna o el imperio, independientemente del nombre con queste reapareciera.

    El Imperio los haba arruinado econmicamente por el derro-che que haba hecho de la riqueza pblica, por la corrupcinfinanciera en gran escala que haba estimulado, por el impulsoque haba dado a la centralizacin artificialmente aceleradadel capital y a la expropiacin correlativa a que haba someti-do a muchos de ellos [Marx se refiere en todo este prrafoconcretamente a la clase media (Nota del traductor)]. Loshaba suprimido polticamente, los haba escandalizado mo-ralmente con sus orgas, haba insultado su volterianismo ce-diendo la educacin de sus hijos a los frres ignorantins, habasublevado su sentimiento nacional de franceses precipitndo-los de cabeza en una guerra que no dejaba ms que una solacompensacin por las ruinas que haba provocado: la desapa-ricin del Imperio32.

    El miserable Segundo Imperio era la nica forma de go-bierno posible en una poca en que la burguesa haba ya per-

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    dido la facultad de gobernar la nacin y en que el proletariadono la haba adquirido todava.

    No es demasiado difcil reformular estas observaciones detal manera que resulten apropiadas para los sistemas imperia-les de 1970. El problema de liberar al hombre del azote de laexplotacin econmica y de la esclavizacin poltica y socialsigue siendo el problema de nuestra poca. Mientras sea as,las doctrinas y la prctica revolucionaria del socialismo liber-tario servirn de inspiracin y de gua.

    Traduccin: Joaquim Sempere

    NOTAS

    * Este captulo es una versin revisada de la introduccin a la obra de DanielGurin Anarchism: From Theory to Practice. Apareci en una versinligeramente distinta en la New York Review of Books, 21 de mayo de 1970.

    1. Octave Mirbeau, citado en James Joll, The Anarchists, pgs. 145-146.(Trad. cast.: Los anarquistas, Grijalbo, Barcelona, 1968.

    2. Rudolf Rocker, Anarchosindicalism, pg. 31.3. Citado por Rocker, ibid., pg. 77. Esta cita y la de la prxima frase son de

    Mijail Bakunin, The Program of the Alliance, Bakunin on Anarchy,edicin y traduccin de Sam Dolgoff, pg. 255.

    4. Diego Abad de Santilln, After the Revolution, pg. 86 (en castellano, Ed.Tusquets). En el ltimo captulo, escrito varios meses despus que larevolucin hubiera empezado, expresa su insatisfaccin con lo que hastaentonces se haba logrado siguiendo estas lneas de accin. Sobre lasrealizaciones de la revolucin social en Espaa, vase mi obra AmericanPower and the New Mandarins, cap. I, as como las referencias all citadas;posteriormente ha sido traducido al ingls el importante estudio de Brou yTmimme. Tambin han aparecido desde entonces algunos otros estudiosimportantes, en particular: Frank Mintz, LAutogestion dans lEspagnervolutionnaire, Editions Blibaste, Pars, 1971; Csar M. Lorenzo, LesAnarchistes espagnols et le pouvoir: 1868-1969, Editions du Seuil, Pars,1969. (Trad. cast.: Los anarquistas espaoles y el poder, Ruedo Ibrico,Pars, 1971.) Gaston Leval, Espagne libertaire, 1936-1939: LOeuvre cons-tructive de la Rvolution espagnole, Editions du Cerole, Pars, 1971. (Trad.cast.: Colectivizaciones: La obra constructiva de la revolucin espaola, 3ed., Ed. CNT, Toulouse, 1973). Vase tambin la obra de Vernon Richards,Lessons of the Spanish Revolution, Londres, 1953. (Ed. cast. ampliada:Lecciones de la revolucin espaola, Belibaste-La Hormiga, Pars, 1972.)

    5. Citado por Robert C. Tucker, The Marxian Revolutionary Idea, en suexamen crtico del marxismo y el anarquismo.

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    6. Bakunin, en una carta a Herzen y Ogareff, 1866. Citado por Daniel Gurin,Jeunesse du socialisme libertaire, pg. 119.

    7. Fernand Pelloutier, citado en la obra de Joll, The Anarchists. La fuente esLAnarchisme et les syndicats ouvriers, Les Temps nouveaux, 1895. Eltexto entero aparece en la excelente antologa histrica del anarquismo bajoel ttulo Ni Dieu, ni Matre, reunida por Daniel Gurin.

    8. Martin Buber, Paths in Utopia, pg. 127 (trad. cast. Caminos de utopa, FCE).9. Ningn Estado, por democrtico que sea, escribi Bakunin, ni siquiera

    la ms roja de las repblicas, puede dar a la gente lo que realmente quiere,a saber, la libre autoorganizacin y administracin de sus asuntos propiosde abajo arriba, sin ninguna interferencia o violencia de arriba, porquecualquier Estado, incluso el pseudo-Estado del Pueblo urdido por el seorMarx, no es ms en esencia que una mquina para gobernar a las masasdesde arriba, a travs de una minora privilegiada de intelectuales engredos,que imaginan saber lo que el pueblo necesita y quiere mejor que el propiopueblo... La gente, no obstante, no vivir mejor si el bastn con el que esgolpeada lleva el nombre de bastn del pueblo (Statism and Anarchy,1873, en Dolgoff, Bakunin on Anarchy, pg. 338); el bastn del puebloes en este caso la repblica democrtica. Marx, por supuesto, vea las cosasde otra manera. Puede verse un examen del impacto de la Comuna de Parssobre esta disputa en los comentarios de Daniel Gurin en el volumen NiDieu, ni Mate; estos comentarios figuran tambin, algo ampliados en Pourun marxisme libertaire (trad. castellana en Ed. Proyeccin, Buenos Aires).Vase tambin la nota 24.

    10. Sobre la desviacin intelectual de Lenin hacia la izquierda durante el ao1917, ver Robert Vincent Daniels, The State and Revolution: a Case Studyin the Genesis and Transformation of Communist Ideology, AmericanSlavic and East European Review, vol. 12, N 1, 1953.

    11. Paul Mattick, Marx and Keynes, pg. 295.12. Mijail Bakunin, La Commune de Paris et la notion dtat, reproducido

    en Gurin, Ni Dieu, ni Matre. La observacin final de Bakunin sobre lasleyes de la naturaleza individual como condicin de la libertad puedecompararse con el enfoque del pensamiento creador desarrollado en lastradiciones racionalistas y romnticas. Vanse mis obras Cartesian Linguis-tics y Language and Mind.

    13. Shlomo Avineri, The Social and Political Thought of Karl Marx, pg. 142,refirindose a ciertos comentarios sobre La sagrada familia. Avineri afirmaque dentro del movimiento socialista slo los kibbutzim israeles se handado cuenta de que los modos y formas de la organizacin social presentedeterminarn la estructura de la futura sociedad. sta era, precisamente,una idea caracterstica del anarcosindicalismo, segn se ha sealadoanteriormente.

    14. Rocker, Anarchosyndicalism, pg. 28.15. Vanse las obras de Gurin antes citadas.16. Karl Marx, Crtica del Programa de Gotha.17. Karl Marx, Grundrisse der Kritik del Politischen konomie, citado por

    Mattick, Marx and Keynes, pg. 306. A este respecto, vase tambin elensayo de Mattick, Workers Control, en la obra de Priscilla Long, ed.,The New Left; y Avineri, Social and Political Thought of Marx.

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    18. Karl Marx, El capital, citado por Robert Tucker, que subraya con razn queMarx ve al revolucionario ms como productor frustrado que comoconsumidor insatisfecho (The Marxian Revolutionary Idea). Esta crticams radical de las relaciones capitalistas de produccin es una consecuenciadirecta del pensamiento libertario de la Ilustracin.

    19. Marx, El capital, citado por Avineri, Social and Political Thought of Marx,pg. 83.

    20. Pelloutier, Lanarchisme.21. Quest-ce que la proprit? La expresin la propiedad es el robo no

    gustaba a Marx, debido a consideraciones lgicas, puesto que el robopresupone la existencia de una legtima propiedad. Vase Avineri, Socialand Political Thought of Marx.

    22. Citado en la obra de Buber Paths in Utopia, pg. 19.23. Citado en la obra de J. Hampden Jackson, Marx, Proudhon and European

    Socialism, pg. 60.24. Karl Marx, The Civil War in France, pg. 24. Avineri observa que ste y

    otros comentarios de Marx sobre la Comuna se refieren nicamente aintenciones y proyectos de sta. Como Marx explic en otros lugares, suvaloracin ms detenida de la experiencia era ms crtica que en estaalocucin.

    25. Pueden encontrarse algunos antecedentes en Walter Kendall, The Revolu-tionary Movement in Britain.

    26. Collectivisations: LOeuvre constructive de la Rvolution espagnole, pg. 8.27. Esta cuestin es examinada en Mattick, Marx and Keynes, y en Michael

    Kidron, Western Capitalism Since the War. Vase tambin el debate y lasreferencias citados en mi obra At War with Asia, captulo 1, pgs. 23-26.

    28. Vase Hugh Scanlon, The Way Forward for Workers Control. Scanlon esel presidente del sindicato de obreros de las industrias mecnicas y defundicin, uno de los sindicatos ms numerosos de Gran Bretaa. Tras laSexta Conferencia sobre Control Obrero, de marzo de 1968, se cre uninstituto que sirve de centro para difundir informacin y fomentar lainvestigacin.

    29. Gurin, Ni Dieu, ni Matre, introduccin.30. Ibid.31. Arthur Rosenberg, A History of Bolshevism, pg. 88.32. Marx, Civil War in France, pgs. 62-63.