Transición y consolidación democrática - Carlos Durán Migliardi

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  • 8/9/2019 Transicin y consolidacin democrtica - Carlos Durn Migliardi

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    devino en la consolidacin de un rgimen poltico democrtico estableda sentido a la necesidad de responder a estos interrogantes1.

    Para ello, se dar cuenta de los supuestos que guiaron el com-portamiento estratgico de los actores polticos que protagonizaron el

    proceso de transicin poltica a la democracia en Chile. Nos centrare-mos en la lgica interna del discurso transitolgico encarnado en lasciencias sociales chilenas, en el entendido que este fue dando cuenta a lavez que configurando exitosamente el nuevo escenario sociopoltico quecomienza a abrirse una vez desplazado el protagonismo autoritario.

    La primera cuestin, entonces, es cmo fue posible, en mediode un contexto autoritario, el inicio del trnsito democrtico en Chile?Sobre esto, el dato bsico a partir del cual se genera la reflexin transi-tolgica es que todo rgimen autoritario, constitutivamente, se encuen-

    tra sumido en un estado de permanente inestabilidad y precariedad.Por ello mismo es que, siendo una de las condiciones bsicas para lamantencin de un rgimen autoritario la generacin de prcticas deanulacin del espacio pblico y de la deliberacin poltica, es el mismorgimen autoritario el que, tarde o temprano, reconoce la imposibilidadmanifiesta de la mantencin eterna de tal condicin2.

    Sobre lo dicho, la sociologa transitolgica ha hurgado en losprocesos que se viven al interior de los regmenes autoritarios y quehan dado como resultado la generacin de instancias de apertura del

    espacio poltico. Estos procesos, rotulados bajo el nombre de liberali-zacin, son los que en ltima instancia se constituyen como la condi-cin necesaria de los procesos de transicin.

    Salvo en aquellas situaciones en las cuales los procesos de de-mocratizacin son el resultado del colapso del rgimen autoritario3, la

    1 Al decir de Adam Przeworski (1995: 63): Una democracia que se impone por s misma noes el nico desenlace posible de las transiciones, de las situaciones estratgicas que se plan-tean tras la cada de una dictadura. El desmoronamiento de un rgimen autoritario puede

    recomponerse o puede desembocar en una nueva dictadura. Incluso cuando llega a esta-blecerse una democracia, esta no necesariamente se sostendr por s sola; las institucionesdemocrticas pueden generar sistemticamente resultados que induzcan a algunas fuerzaspolticamente importantes a la subversin. En consecuencia, una democracia consolidada esslo uno de los resultados posibles del derrumbe de los regmenes autoritarios.

    2 Existe plena coincidencia, en el marco de la produccin sociolgica relativa al autorita-rismo, sobre el vnculo (problemtico y accidentado) entre autoritarismo y anulacin delespacio pblico. Sobre este tema ver Francisco Delich (1982). En relacin al caso chileno,la proyeccin de un escenario democrtico previsto en la Constitucin pinochetista de1980 y el tmido proceso de apertura poltica generado a partir de 1983 dan clara cuentade la presencia, en el seno del autoritarismo chileno, de un efectivo reconocimiento de lo

    imposible que significa perpetuar una situacin de dictadura. Y es este reconocimiento elque, a fin de cuentas, permite la eventual posibilidad de la transicin.

    3 Para Latinoamrica, la literatura transitolgica suele colocar como ejemplo detransicinpor colapso el caso argentino. Como es conocido, en este pas fue una situacin gatillada

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    liberalizacin puede ser entendida como la prehistoria misma de lastransiciones. Y es que, al decir de Adam Przeworski, la liberalizacinse propone mitigar las tensiones sociales [...] a travs de una amplia-cin de la base social del rgimen, permitiendo un cierto grado de

    organizacin autnoma de la sociedad civil e integrando a los nuevosgrupos en las instituciones autoritarias (1995: 97)4.

    Con la insercin de la categora de liberalizacin, la transitologadespeja un dilema terico relevante: si los procesos de transicin polticaa la democracia requieren de la presencia de actores polticos constituidoscapaces de establecer vnculos activos con la sociedad civil, estos alcanzansu condicin de posibilidad en el marco mismo de un rgimen autoritarioque, para evitar su colapso, elabora mecanismos de apertura que devienenen la emergencia de espacios autnomos de organizacin social y poltica.

    Los mecanismos de apertura y organizacin autnoma que emer-gen como resultado de los procesos de liberalizacin, en consecuencia,y dndose determinadas condiciones, conducen en un mediano plazo ala consolidacin de procesos de transicin a la democracia5. La estrate-gia autoritaria de liberalizacin, obsrvese, debe fracasar. Notable para-doja entonces: aquello que posibilita el inicio de una transicin, aportaprecisamente en la medida en que fracasen sus objetivos (relativos a laconsolidacin del orden autoritario).

    Resta ahora despejar un segundo interrogante: cul es la dispo-

    sicin estratgica que deben seguir los actores del campo opositor parahacer posible la conversin del proceso de liberalizacin en proceso dedemocratizacin? La respuesta a esto es clara y directa: as como el au-toritarismo reconoce la imposibilidad de su perpetuacin, la oposicinpoltica debe reconocer la inviabilidad de la insurreccin como frmulavlida y legtima de superacin del autoritarismo.

    Sobre esta afirmacin se debe sealar que, a nivel general, la tran-sitologa alude a la existencia de cuatro grandes actores en el escenariopoltico inmediatamente anterior al fin de los regmenes autoritarios.

    Ellos son: moderados, radicales (ambos pertenecientes al bloque opo-

    por factores externos (la humillante derrota del ejrcito argentino en Las Malvinas) la quederrumb al bloque autoritario en el poder y permiti la puesta en marcha del proceso dereconstruccin democrtica.

    4 La categora de liberalizacin, en la forma en que aqu ha sido planteada, es posible deser rastreada en ODonnell y Schmitter (1986).

    5 Adam Przeworski elabora una notable argumentacin a este respecto. De acuerdo a ella,la liberalizacin puede conducir a: a) su fracaso y la reactivacin de un orden autoritariorgido; b) su xito y la instauracin de una dictadura ampliada; c) su fracaso y la activacin

    de procesos insurreccionales; y d) su fracaso y el inicio de procesos de transicin democr-tica. Como puede observarse, el destino posible de los procesos de liberalizacin no es cer-tero, y depende de la conducta estratgica de los actores el que estos conduzcan a la salidadeseada por la agenda democratizadora. Sobre este tema, ver Przeworski (1995: Cap. II).

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    sitor), reformadores e intransigentes (ubicados al interior del bloqueautoritario en el poder)6.

    En el caso de los actores del bloque opositor, las diferencias giranen torno a sus respectivas definiciones estratgicas: mientras los radica-

    les optan por una estrategia de ruptura plena con el autoritarismo (ca-mino insurreccional), los moderados reconocen la ineludible necesidadde construir puentes de acercamiento con el rgimen autoritario paraalcanzar el objetivo democratizador.

    El bloque autoritario, en tanto, define sus diferencias en relacinal lugar que sus actores ocupan en el aparato institucional: mientras elsector intransigente corresponde al ncleo duro del rgimen (miem-bros de las FF.AA. y los aparatos represivos, por ejemplo), los reforma-dores se ubican en la periferia que opera como base poltica y social de

    apoyo al orden autoritario.Dispuestos los actores, resta por indicar cul es la ecuacin que hace

    viable un proceso de democratizacin. Sobre ello, Adam Przeworski indica:

    La emancipacin slo puede ser fruto de un acuerdo entre reforma-dores y moderados. La emancipacin es posible si reformadores ymoderados consiguen llegar a un acuerdo para instaurar unas ins-tituciones que permitan una presencia poltica significativa de lasfuerzas que cada uno representa en el sistema democrtico; los re-formadores pueden obtener el consenso de los intransigentes o lo-gran neutralizarlos; y los moderados son capaces de controlar a losradicales (Przeworski, 1995: 116).

    Como es posible observar, la transicin democrtica ser posible en lamedida en que moderados y reformadores sean capaces de hegemo-nizar el proceso poltico, anulando el protagonismo de radicales e in-transigentes. Slo as, las probabilidades de perpetuacin de las formasimpolticas de resolucin del dilema autoritario (insurreccin o agudi-zacin del orden dictatorial) podrn ceder ante la reconfiguracin del

    escenario poltico-democrtico.Este axioma transitolgico permite concluir que todo proceso de

    democratizacin, por definicin, mide su xito en la capacidad estrat-gica y el grado de racionalidad contenidos en los actores que protago-nizan esta escena.

    Cules son las condiciones, entonces, para la ptima articula-cin de aquellos actores (moderados y reformadores) que monopolizanla necesaria racionalidad transicional? El primer elemento a considerara este respecto corresponde a la generacin de un espacio poltico fun-

    6 Seguimos aqu las tipologas desarrolladas por ODonnell y Schmitter (1986) y porPrzeworski (1995).

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    dado en el mutuo reconocimiento entre dichos actores. La transicin,as, es posible s y slo s sus protagonistas reconocen lo que eufemsti-camente se denomina la libertad del otro7.

    En los aos previos al fin del rgimen militar chileno, este im-

    perativo se tradujo tanto en el reconocimiento de facto de la dictaduracomo de la oposicin poltica en tanto interlocutor vlido.

    De parte del gobierno militar, ello comenz a verificarse en losmomentos en que, tras las jornadas de protesta que inundaron la esce-na pblica desde 1983, el en ese entonces ministro del Interior, SergioJarpa, acept la propuesta episcopal del dilogo con la oposicin quese aglutinaba en la Alianza Democrtica8. Ello significaba el reconoci-miento, acertado o no, de que exista una oposicin poltica articuladacapaz de ser el interlocutor de el rgimen, y que portaba la capacidad de

    control sobre el ritmo de las movilizaciones antidictatoriales9.De parte de la oposicin poltica al rgimen militar, el reconoci-

    miento de la dictadura comenzaba a operar con claridad hacia 1987,momento en el cual se opta finalmente por el ingreso al itinerario ple-biscitario fechado para 1988. El costo de ello era el reconocimiento de lainstitucionalidad fundada en 1980. De este modo, una institucionalidadsin legitimidad de origen se converta, mediando decisiones racionalesde los actores polticos, en una institucionalidad legitimada de facto10.

    7 Sobre la categora de libertad del otro y sus implicancias para la configuracin de unaracionalidad poltica funcional a los objetivos de una transicin poltica a la democracia,ver Flisfisch (s/f).

    8 La Alianza Democrtica se constituy como un conglomerado poltico compuesto pormiembros de la as llamada oposicin moderada. Dentro de sus participantes se incluandesde representantes de grupos de centroderecha hasta dirigentes de diversas orgnicassocialistas vinculados al espacio de la renovacin, incluyendo adems al Partido Dem-crata Cristiano. El objetivo central de este referente poltico era producir la regresin delproceso de radicalizacin del accionar opositor, buscando proyectar unasalida democr-tica que impidiera al mismo tiempo la bunkerizacin del rgimen y la insurreccin, esta

    ltima pregonada por amplios sectores de la izquierda chilena y del accionar de los secto-res populares urbanos.

    9 El dilogo gobierno-oposicin result finalmente fracasado. Independiente a la lecturade la apertura como un paso tctico del rgimen o como un intento real, lo cierto es que,al momento de dialogar con los sectores opositores, el gobierno opt por los nicos inter-locutores vlidos que conceba: los partidos polticos.

    10 El paso definitivo para la consolidacin de la salida poltico-electoral (participacinen el plebiscito establecido por la dictadura) puede fecharse en 1987 cuando, luego deltriunfo de la candidatura de P. Aylwin a la direccin del PDC, este partido decide asumirlos plazos establecidos por la institucionalidad de 1980. Al respecto, uno de los miembrosdel equipo de Aylwin que asumi la direccin del PDC en 1987, seala: Ante la pronta

    evidencia de que tampoco la Demanda de Chile lograra cambiar el escenario poltico, laAlianza Democrtica tuvo que rendirse a la dura realidad de que su aspiracin de siem-pre, sacar a Pinochet del poder, no iba a lograrse por el camino de la movilizacin socialrupturista [...] se enunciaban, por primera vez, algunas condiciones bsicas que deban

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    El llamado a inscripcin en los registros electorales realiza-do hacia 1987 por un amplio espectro de partidos opositores (re-conocimiento implcito de la institucionalidad dictatorial) alcanzuna fuerte acogida en los ms diversos espacios sociales opositores,

    que vean en el acto plebiscitario una nueva oportunidad de derroca-miento de la dictadura (demanda explcita). Sin embargo, la victoriaen el plebiscito, lejos de significar la inmediata cada de la dictaduramilitar, abri un proceso de ms de un ao, marcado por el signo dela negociacin gobierno-Concertacin, el que trajo como resultadola aprobacin plebiscitaria de una serie de reformas constituciona-les que terminaba por legitimar definitivamente la institucionalidadilegtimamente fundada11.

    De este modo, la transicin poltica chilena se condicionaba

    al mutuo reconocimiento entre gobierno militar y oposicin pol-tica. Este reconocimiento, en concreto, slo poda producirse me-diante un accionar estratgico que reconociera la validez de hechode la institucionalidad autoritaria, al igual que del itinerario deter-minado por esta.

    Lo expuesto, en definitiva, podra ser sumariado de la siguientemanera: una transicin poltica a la democracia slo es posible si susactores encarnan un comportamiento estratgico fundado en el re-conocimiento del antagonismo como condicin bsica de la poltica.

    Ello implica asumir la presencia de actores frente a los cuales se debedesarrollar un dispositivo de reconocimiento para la reconstruccinde un espacio poltico (la democracia) que elimine el horizonte impo-ltico del mutuo aniquilamiento (fsico y/o simblico).

    Enunciada esta primera condicin necesaria para el ptimodespliegue del itinerario transicional, indicaremos entonces una se-gunda condicin: la generacin de un proceso acotado a la dimensinpoltico-formal de la reconstruccin democrtica.

    cumplirse para que las FF.AA. aceptaran traspasar el poder: el aislamiento poltico del PC(no su exclusin legal) y la aceptacin de hecho de la constitucin de 1980, sin perjuicio deintroducirle reformas sustanciales, porque para los militares descalificarla por ilegtima ypretender sustituirla en su integridad constitua una ofensa al honor militar (Boeninger,1997: 328). Cabe sealar que esta decidida opcin por la salida institucional acus reciboen amplios sectores del campo poltico de laIzquierda Renovada, la que prontamente sesum a dicha estrategia.

    11 Algunas de las reformas constitucionales de mayor relevancia (de un total de 54 refor-mas) que fueron acordadas y aprobadas plebiscitariamente en 1989 son: derogacin delArtculo 8 (proscripcin de ideas y partidos); disminucin del peso relativo de los senado-

    res designados y aumento del nmero de senadores emanados por votacin popular; in-corporacin de los tratados internacionales sobre DD.HH. al ordenamiento constitucional;modificacin parcial de los miembros del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA); ymodificacin de los requerimientos para posteriores reformas constitucionales.

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    La configuracin de un itinerario poltico acotado a la recons-truccin de la democracia en su carcter formal y guiado por una lgicaeminentemente poltica, es lo que precisamente permite sealar que eltrmino que en sentido estricto corresponde a la caracterizacin de este

    proceso sea precisamente el de transicin poltica. En este sentido, y talcomo seala Manuel A. Garretn, cabe constatar que las transicionespolticas dejan pendientes los problemas de democratizacin social [...]y esta pasa a ser, como hiptesis general para este tipo de pases, una delas condiciones de la consolidacin democrtica (1995: 104).

    Por qu esta reduccin del proceso de transicin a una dimen-sin estrictamente poltica? Sucede que la revaloracin de la dimensinpoltica de la democracia (dicho en otros trminos, la revaloracin de lademocracia en tanto rgimen especficamente poltico o procedimental)

    constituy para los cientistas sociales adscriptos al campo de la renova-cin una de las principales lecciones del perodo autoritario. Reconocerello, implicaba concretamente la construccin de una agenda polticacentrada en la recuperacin de aquelorden compartido capaz de dictarlas condiciones para un futuro tiempo de gobernabilidad y estabilidad.

    La renuncia al horizonte de democratizacin social que ti laaccin poltica propia de los contextos preautoritarios, entonces, emer-ge como resultado de una ponderada racionalidad capaz de medir losefectos autodestructivos que las nocionesextrapolticas de la democracia

    contienen. En otras palabras, de lo que se trataba era de agendar un pro-ceso alertado respecto a las consecuencias de la inflacin de la poltica.

    Y ello era posible pues, tal como plantea Guillermo ODonnell, laexperiencia autoritaria permiti reconocer que la democracia polticaes deseable per se, incluso despus de haber reconocido las concesionessignificativas que su establecimiento y eventual consolidacin puedeninvolucrar en los trminos de oportunidades ms efectivas y rpidaspara reducir las desigualdades sociales y econmicas (ODonnell ySchmither, 1986: Vol. II, 25).

    De lo que se trata precisamente es de refundar una escena demo-crtica capaz de acoger en su seno la diversidad poltica, a condicinde que esta asuma al mismo tiempo las reglas formales del juego de-mocrtico. Y es que la refundacin de la poltica luego de la barbariedictatorial era posible en la medida en que esta debe siempre consi-derarse en su precariedad fundante, ms an asumiendo el contextode un voluble tiempo transicional. As lo seala claramente el cientistapoltico ngel Flisfisch:

    Si toda estrategia, racionalidad o intencionalidad, provoca contraes-trategias en el resto de los actores, y si en las condiciones prevale-cientes en los pases latinoamericanos ningn actor es capaz de neu-tralizar eficazmente las respuestas de los otros, entonces es posible

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    pensar en un espacio poltico cuyas caractersticas favorezcan unaprogresiva resolucin cooperativa de conflictos que pueda generarracionalidades colectivas satisfactorias y razonablemente duraderas(Flisfisch, s/f: 324).

    Las condiciones para el logro de este objetivo de reduccin del procesodemocratizador a su dimensin esencialmente poltica son complejas12.Los actores polticos que dirigen este itinerario deben para ello contro-lar la explosin de demandas sociales y neutralizar la presencia del asllamadosector radical.

    En relacin a la primera accin requerida, el control de las de-mandas sociales, es preciso sealar que la explosin de demandas socia-les producto de su acumulacin durante el perodo autoritario es unaposibilidad de todo contexto postautoritario. En el caso chileno, esta

    posibilidad aumentaba al reconocer que el proceso de transformacinestructural llevado a cabo durante el perodo autoritario gener efectossociales complejos (flexibilizacin y pauperizacin laboral, reducciny/o privatizacin de los servicios sociales bsicos, crisis econmica acomienzos de la dcada del ochenta, entre muchos otros). Las posibi-lidades de xito del proceso transicional, entonces, se encuentran me-diadas por la capacidad que los actores polticos tengan para elaborarun discurso propedutico de diferenciacin entre la demanda poltica(democratizacin) y la demanda social. Una propedutica que, en de-

    finitiva, permite acotar el tiempo transicional a una agenda de conso-lidacin de las instituciones democrticas (Estado y partidos polticos,fundamentalmente), desplazando para tiempos mejores (la democraciapor venir) a la expectante demanda social13.

    La exclusin o neutralizacin de los grupos polticos radicales,por su parte, se funda en el hecho de que las alternativas maximalistasde oposicin al autoritarismo generan la dificultad de impedir la ins-talacin de una institucionalidad poltica estable que permita la pti-ma consolidacin del tiempo transicional. Esta mxima de los sectores

    moderados que conducen los procesos de democratizacin se traduceen la necesidad de generar acciones que hagan posible la exclusin oneutralizacin de estos grupos.

    12 No est de ms advertir nuevamente que la apelacin a la nocin depoltica ydemocra-cia poltica es, en el contexto transicional, tributaria directa de la reformulacin concep-tual que a este respecto se desarroll a lo largo del proceso de renovacin socialista.

    13 En relacin a este tema, Manuel Antonio Garretn sostiene que una de las virtudes delproceso de reconstruccin democrtica chilena anida en la consolidacin de una alianza

    poltica y social amplia (la Concertacin de Partidos por la Democracia) capaz de resolverel drama de las transiciones en que unos administran las demandas sociales retrocedien-do a situaciones de gran inestabilidad y reproduciendo las polarizaciones que terminaroncon el rgimen democrtico precedente (Garretn, 1990: 14).

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    Paradojalmente, este objetivo neutralizador encuentra un ines-perado aliado en los sectores intransigentes del bloque autoritario. Yes que la sola presencia de un sector duro al interior del bloque autori-tario (para el caso chileno, lase la camarilla pinochetista y los grupos

    militares vinculados a la actividad poltica partidaria) se convierte enslido argumento para la prdida del peso especfico de discursos maxi-malistas que puedan generar efectos regresivos en el proceso democra-tizador. La consecuencia? Consolidacin de la hegemona de discursosreferidos a un itinerario acotado,pragmtico,realista y responsable deconstruccin de la institucionalidad democrtica.

    En definitiva, se puede afirmar que los requerimientos transitol-gicos de configuracin de una escena de mutuo reconocimiento entre losactores polticos protagonistas del proceso de democratizacin y la cons-

    truccin de un itinerario poltico acotado, son satisfechos cabalmente enel proceso poltico chileno. Slo a partir de este momento lgico comien-za a abrirse un nuevo momento en el proceso transicional: la consolida-cin de un nuevo modelo y una nueva institucionalidad democrtica.

    Ahora bien, cmo surge este nuevo modelo de democracia?Cules son sus elementos constitutivos? En la misma caracterizacinque anteriormente hemos realizado, anida una primera caractersticade la concepcin de la democracia que comienza a tornarse hegemni-ca luego del ascenso al poder poltico del primer gobierno democrtico:

    la democracia constituye un fenmeno estrictamente poltico de cons-titucin de un rgimen de competencia entre partidos.Este carcter de la democracia en tanto instancia procedimental

    de organizacin del sistema poltico es percibido como una clara conclu-sin de la experiencia autoritaria. En el marco de la transicin poltica,

    ms importantes han sido las reflexiones propiamente institucio-nales acerca de la democracia. La presuncin de que un orden de-mocrtico puede fundarse en el respeto, comnmente acordado, aciertas reglas y procedimientos formales que regulan las diferencias

    y conflictos sociales ha gozado de mucha mayor estimacin. El pun-to central en este caso ha sido la recuperacin de la dimensin es-trictamente procesal de la democracia, incluso como ncleo de todadefinicin correcta y de toda orientacin legtima hacia ella. La de-mocracia como reglas del juego remite el problema del orden a lapresencia de estructuras de coordinacin puramente formales entrelos sujetos, similares a las que constituyen el mercado como espaciocolectivo (Valenzuela, 1993: 116).

    A partir de lo anterior es que se torna comprensible la ya referida dis-tincin entre democracia poltica y democratizacin social propia de laestrategia poltica transicional. Es as como la transicin derivar enuna superacin del proceso de radicalizacin y de polarizacin polti-

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    ca. En el primer caso, se trata de la revalorizacin de la democracia [...]en el segundo, de la recomposicin del sistema poltico entendido comoun sistema de actores recprocamente orientados hacia la cooperacin(Valenzuela, 1993: 118). De este modo, la democracia, en tanto rgimen

    poltico, logra autonomizarse de contenidos que pudieran validarlaexgenamente a partir de criterios econmicos, sociales o culturales14.

    Este centramiento en una concepcin procedimental de la demo-cracia es el que subyace a los objetivos que tuvo el primer gobierno de laConcertacin de Partidos por la Democracia, centrados exclusivamenteen la recuperacin del poder poltico por parte de las instituciones de-mocrticas:

    Este gobierno de la transicin chilena va a protagonizar un procesode transferencia gradual del poder poltico. Naturalmente la trans-ferencia formal del gobierno [...] va a ser impecable; pero vamos aprotagonizar un proceso ms lento de transferencia gradual del po-der. Es obvio que no aludo en ningn caso a nada que huela al podertotal, ni tan siquiera algo que est cercano a eso: me refiero a lo quepudiramos llamar el poder normal que un presidente tiene en cual-quier pas democrtico de corte occidental (Correa, 1990: 19).

    Es as como hacia 1989, la Concertacin de Partidos por la Democracia,pronta a alcanzar parte del poder poltico, se constitua en una coali-

    cin de partidos polticos centrada en el objetivo exclusivo del restable-cimiento del orden democrtico, en los trminos arriba definidos. Ello,de modo contrario a las primeras iniciativas que, en el contexto de lacrisis econmica de los aos ochenta, se haban alzado en torno a laidea de Concertacin, entendida en ese entonces como una propuestade amplia articulacin poltica, econmica y social en torno a un pro-yecto de carcter nacional15.

    Otra temtica de profunda relevancia para la comprensin del ca-rcter del proceso transicional en Chile, y de la concepcin de democra-

    cia subyacente a este proceso, lo constituye la del consenso poltico.La crisis del proyecto poltico de la Unidad Popular produjo en

    las elites polticas e intelectuales un profundo cuestionamiento respec-to a las formas de accin poltica que haban producido el quiebre de1973. Luego del impacto inicial, diversos crculos polticos (en espe-cial al interior del PS) e intelectuales (con especial nfasis en los cien-tistas sociales) comenzaron a buscar las causas del colapso de 1973

    14 Una visin distinta respecto a la articulacin entre democracia poltica y democratiza-cin social, puede verse desarrollada en Ruiz (1993).

    15 Una interesante mirada retrospectiva acerca de las concepciones originales de concer-tacin econmico-social puede encontrarse en Albuquerque y Rivera (1990).

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    en la estructura misma del sistema de partidos vigente en Chile desde1932 hasta 1973, caracterizado (especialmente en su ala izquierda)por la inflacin ideolgica, la concepcin instrumental de la polticay la pesada carga de expectativas sociales, entre otros fenmenos que

    explicaran el despliegue in crescendo de una inestabilidad polticaque hacia 1973 lleg a su punto de saturacin.

    El proceso sealado devino en el vislumbramiento de una nue- va forma de accin poltica, que comenzaba a ver en el consensopoltico un objetivo poltico resultante del reconocimiento de la he-terogeneidad del campo poltico y de la revalorizacin del orden y laestabilidad poltica16.

    Este proceso comenzaba a verse plasmado hacia 1983 con laya sealada constitucin de la Alianza Democrtica. Ello quiere decir

    que, con anterioridad a la reflexin acerca de la inviabilidad de lasprotestas y la movilizacin social como estrategia antidictatorial, laclase poltica civil, abastecida por el marco analtico proveniente delas ciencias sociales, haca sus primeros ensayos para el posterior des-pliegue de su estrategia poltica.

    Un primer paso para la consolidacin de la idea del consensopoltico fue la que se produjo al interior mismo de los partidos oposito-res, nucleados mayoritariamente desde 1983 alrededor del eje PDC-PS(Renovado). Hacia 1989 esta idea, manifestada primariamente como

    intencin de consolidacin de un bloque poltico estable (que superarala inestabilidad de los gobiernos de minora del perodo 1932-1973),deriv en la adopcin del as llamado Modelo Consociativo o Concerta-cional de Democracia.

    Gruesamente, este modelo sostiene la siguiente idea:

    En sociedades plurales, la regla de mayora significa dictadura dela mayora y contienda civil ms que democracia. Lo que necesitanestas sociedades es un rgimen democrtico que enfatice el consensopor sobre la oposicin, que incluya en lugar de excluir y que trate demaximizar el tamao de la mayora gobernante, en lugar de satisfa-cerse con una mayora simple: una democracia consensual17

    La conformacin de la Concertacin de Partidos por la Democracia,la aceptacin de la institucionalidad de 1980, la negociacin que deri-v en las reformas constitucionales de 1989 y la adopcin de unapol-tica de acuerdos durante los gobiernos de la Concertacin, en sntesis,

    16 Existe una gran variedad de cientistas sociales que han desarrollado esta temtica. Anuestro parecer, la nueva concepcin de la poltica a la que hemos aludido puede verseclaramente abordada en Flisfisch (s/f) y en Lechner (1984).

    17 Arend Lijphart en Ruiz (1993: 169).

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    ms que una simple estrategia sostenida en un criterio de realismopoltico, pareciera corresponder a una concepcin de democracia delargo alcance.

    Cul es el locus de operatoria de los consensos polticos propios

    de las prcticas consociativas? Claramente, el espacio privilegiado de pro-duccin de consensos se encuentra en la as llamadasociedad poltica, es-pacio contractual de accin y deliberacin de actores heterogneos que

    designa variedades diversas de interaccin poltica cuyo elementocomn reside en que en ellas juegan un papel central orientacionesde cooperacin poltica, a las que se subordina el empleo del poder.Aqu, la poltica se concibe como una elaboracin cooperativa deefectos colectivamente aceptados, bajo el supuesto de que los actoresno operan sobre una realidad objetiva independiente de ellos, sinoque contribuyen a configurar una realidad de interacciones interde-pendientes, de la cual son partes (Flisfisch, s/f: 303).

    Es as como, si en el siglo XIX la conduccin de los asuntos polticosy del Estado confluan en el abstracto concepto de Nacin; si durantegran parte del siglo XX la centralidad de la categora de progreso se an-cl en un Estado cuya conduccin disputaba la clase poltica civil; hacia1989, la poltica se centra en la categora de sociedad poltica, lugar dedespliegue de una prctica poltica contractual, altamente tecnificada y

    de mutuo reconocimiento18.Como vemos, tanto el proceso de transicin poltica, como la

    concepcin de democracia y, en particular, la de consensos polticos(modelo consociativo) que subyacen a ese proceso, tienen como prota-gonistas exclusivos a las elites polticas.

    Bajo la gida del consenso poltico, los sucesivos gobiernos de-mocrticos no requerirn, para mantener la central demanda polticade gobernabilidad, de la activacin de la participacin social o ciuda-dana. Ello ha devenido en un eficiente divorcio sustantivo, que cruza

    todo el perodo democrtico, entre la clase poltica civil y los demsespacios de construccin social. La rutinizacin de la poltica, la im-

    18 La articulacin entre la nocin contractualista de la poltica y la as llamada tica delconsenso, puede verse claramente expresada en la siguiente afirmacin: El tema del con-senso tambin deriva del desencanto del mundo: desencantamiento es reconocimiento delpluralismo de los valores, vale decir, del carcter esencialmente subjetivo de las valoracioneshumanas y, por consiguiente, de la imposibilidad de construir un orden con validez objetiva.Dentro de la perspectiva del desencantamiento, sin embargo, la construccin de consenso noser vista como creacin de una voluntad o conciencia colectiva: el concepto gramsciano de

    hegemona es todava una apelacin a reconstruir la totalidad, a superar las diferencias depunto de vista y realizar una identidad comn. El recurso a las teoras contractualistas de lademocracia ofrece una representacin ms adecuada: el consenso es simplemente acuerdoque carece de toda pretensin de realizar la totalidad (Valenzuela, 1993: 115).

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    posibilidad de distinguir entre (inexistentes) proyectos de sociedadexpresados polticamente, han convertido a la actividad poltica enuna esfera aislada de la dinmica del mundo social y de sus antago-nismos, pero que obtiene precisamente de esta disposicin el premio

    mayor de la gobernabilidad y la estabilidad institucional. En fin, queobtiene el premio de una transicin poltica exitosa.

    CONSOLIDACINDEMOCRTICAEN CHILE: LASPARADOJASDEUNATRANSICINEXITOSA

    En el contexto de la reinstalacin del rgimen democrtico chileno,el socilogo Manuel Antonio Garretn planteaba lo que deban ser losdos grandes problemas a abordar por la naciente coalicin de gobier-no. En primer lugar, se deba avanzar en la elaboracin de una estra-

    tegia poltico-institucional que progresivamente diluyera la incmodapresencia de los as llamados enclaves autoritarios; en segundo lugar,y en pos de la solidificacin de la alianza de gobierno, deba alcan-zarse el objetivo de reforma del sistema poltico con el fin de dotarde un marco de estabilidad a las dinmicas de unidad y competenciapropias de la Concertacin de Partidos por la Democracia19.

    El primero de los objetivos planteados, claro est, se recoga delos requerimientos propios de todo proceso transicional, caracteriza-do por la ausencia de un momento de quiebre respecto a la escena

    autoritaria y la persistencia de esta en algunos espacios del nacientergimen democrtico.

    El segundo objetivo, en tanto, se insertaba al interior de la nece-saria estabilizacin del naciente bloque gobernante, estabilizacin quepermitira consolidar un rgimen democrtico estable y duradero.

    Estas tareas se ubicaban en el contexto de lo que el mismo Garre-tn entiende como un sub-proceso de la alternativa transicional de refun-dacin democrtica, definido como de consolidacin democrtica.

    Para comprender esta distincin, cabe sealar que, estrictamen-

    te, para el anlisis planteado por Garretn la transicin democrtica enChile culmina en marzo de 1990, una vez que las instituciones polticasson recuperadas por el poder civil democrticamente elegido. La faseque se inaugura, llamada de consolidacin democrtica, contiene unaagenda poltica distinta a la agenda transicional, y se refiere ms bien alos siguientes aspectos:

    Por un lado, la consolidacin hacia atrs, que significa la creacinde condiciones que impidan la regresin autoritaria. Por otro lado,la consolidacin hacia delante, que implica la profundizacin demo-

    19 Ambas propuestas se encuentran planteadas en Garretn (1990).

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    Los enclaves autoritarios son tipologizados por Garretn enfuncin de tres categoras: enclaves institucionales (sistema electoralbinominal, Consejo de Seguridad Nacional, Tribunal Constitucional,composicin no plenamente democrtica del Poder Legislativo, entre

    otras instituciones o normativas constitucionales y legales que entor-pecen los procesos democrticos); enclaves tico-simblicos (funda-mentalmente, cuestin de los DD.HH.: problema del esclarecimiento,reparacin y sancin relativa a las violaciones a los Derechos Huma-nos); enclaves actorales (actores que operan de acuerdo a la lgica au-toritaria y que manifiestan dificultades para insertarse en la nacienteescena democrtica: sectores de las FF.AA. y del Poder Judicial, empre-sarios, ncleos civiles de derecha, herederos de la oposicin armada alrgimen militar, entre otros)21.

    Los enclaves autoritarios, en definitiva, expresaran la presen-cia de situaciones, instituciones y disposiciones actorales propias delcontexto autoritario en el seno mismo del proceso de consolidacindemocrtica. La gestacin de un rgimen democrtico pleno, as, sebloquea frente a la presencia del pasadoenclavado en el presente.

    Concretamente, la disposicin crtica frente a la perpetuacin delos enclaves autoritarios planteada por Garretn supone que el nacientergimen democrtico y los actores polticos desplegados en l no mani-festaron la capacidad de ampliar los lmites poltico-jurdicos hereda-

    dos del autoritarismo. Consecuencia?: una democracia limitada queno habra sido capaz de ampliar su soberana hacia todos los registrosde la vida poltica. En definitiva, una democracia limitada por la fuertepresencia de los enclaves autoritarios.

    PROBLEMASDEREPRESENTACINSOCIAL

    Tal como se expres anteriormente, una de las condiciones para la ac-tivacin eficaz y eficiente de la alternativa transicional corresponde a la

    construccin de una agenda capaz de distinguir entre demanda polticay demanda social. La transicin, as, deba asumirse como un procesoacotadamente poltico de reconstruccin de las instituciones democr-ticas, distanciando para mejores tiempos la satisfaccin de las deman-das sociales acumuladas durante el perodo autoritario.

    Consecuentemente, esta distincin deba traducirse en un distan-ciamiento entre actores polticos y actores sociales, siendo los primeroslos protagonistas exclusivos y excluyentes de dicho proceso. Y es quesus altos grados de racionalidad, su capacidad de establecer acuerdos

    21 Sobre la nocin de enclaves autoritarios ver Garretn (1995). Una lectura crtica sobreesta nocin puede verse expresada en Salazar (2000).

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    programticos y estratgicos, al igual que su mirada de totalidad y ellugar central que en estos actores adquiere el problema del orden, losconvertan en los nicos capaces de direccionar un proceso polticoacentuadamente complejo y precario.

    El problema? Ante la centralidad de la agenda transicional,los actores polticos habran abandonado la preocupacin por acoplarla demanda social a las dinmicas polticas produciendo, tal como loplantea Garretn, un efecto de orfandad para con las demandas emer-gentes de la sociedad civil:

    La coalicin de gobierno est formada por partidos que expresaronhistricamente los principales conflictos de la sociedad chilena, y alos sectores sociales que encarnaban el cambio social. Su responsa-

    bilidad de administracin del proceso de transicin y consolidacin,deja a los actores sociales hurfanos de representacin en aquelloque no se refiere directamente a la transicin o les exige subordinarsu dinmica a los requerimientos de esta (Garretn, 1999: 64)22.

    Es as como, si para el contexto anterior a 1973 Garretn consider unproblemtico efecto de imbricacin entre los componentes de la ma-triz sociopoltica clsica, para el contexto de consolidacin democrti-ca el objetivo de triple reforzamiento del Estado, el sistema partidarioy la sociedad civil no se estara cumpliendo. Ello, por cuanto no sera

    posible detectar lazos de articulacin efectivos entre la sociedad civily un rgimen poltico que, en ltima instancia, no estara cumpliendosu rol vinculante23.

    Lo que en un primer momento se abra como la superacin dela tradicional imbricacin de los actores sociales respecto a los actorespolticos, habra devenido finalmente en una desarticulacin total entreestos niveles de accin social. En nombre del realismo, la racionalidadpoltica y la lgica del consenso, el sistema de partidos habra devenido

    22 Asumiendo que los partidos polticos oficiales son los nicos que lograran articularseeficientemente con la demanda social, el diagnstico planteado por Garretn cobrara unacomplejidad an mayor: Quienes pueden asumir esta representacin de la conflictualidadson ms bien actores polticos de ruptura que no poseen la capacidad poltica de respuestaque no sea la pura expresin del descontento, como ocurre con el Partido Comunista olos agrupamientos polticos alternativistas, en general de corta vida (Garretn, 1999: 64).

    23 Bsicamente, el concepto de matriz sociopoltica es entendido por Garretn como laforma segn la cual se expresa, en un determinado contexto sociopoltico, la relacin en-tre Estado, sistema o actores polticos (partidos) y sociedad civil (base social) (Garretn,1999: 22). Cabe destacar que, para el anlisis planteado por Garretn, la consolidacin

    democrtica debiera traer consigo la configuracin de una nueva matriz sociopoltica, estavez configurada a partir de relaciones de articulacin y ya no de dependencia, imbricacino anulacin, entre los componentes ya sealados. Esta reconfiguracin, tal como lo seala-mos, no se habra producido durante el perodo de consolidacin democrtica.

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    en espacio irrelevante para el conjunto de una ciudadana que slo asis-te a los cada vez ms rutinizados actos eleccionarios.

    En definitiva, los problemas de representacin social detectadospor Garretn tienen relacin con las dificultades que el rgimen poltico

    y sus estructuras de representacin manifiestan respecto a la reposicinde un rol articulador de las demandas emergentes del mundo social, loque acarrea como consecuencia una rutinizacin de las prcticas polti-cas que bien podra traducirse en una compleja prdida de legitimidaddel rgimen democrtico.

    AUSENCIADEDEBATESSUSTANTIVOS

    La necesidad de recomposicin de las instituciones democrticas y elconsecuente imperativo normalizador que se impusieron en el contextotransicional generaron una agenda temtica centrada en torno a aspec-tos tales como la gobernabilidad, la estabilidad poltica, social y econ-mica, y la recomposicin de lasconfianzas entre los agentes polticos ylos agentes econmicos (empresariado), entre otros elementos propiosde un tiempo poltico en cuya precariedad e inestabilidad constitutivasrequeran desplazar todo debate sustantivo referido a los contenidos ydirecciones futuras del naciente rgimen democrtico.

    El perodo de consolidacin democrtica se habra hecho car-go de la agenda antes enunciada, arrastrndola hasta ms all de loprudente. Ello habra generado, segn la perspectiva de Garretn, unefecto de rutinizacin de las prcticas polticas segn el cual nada im-portante se estara jugando all. Todo ello, en aras de una inefectiva ilusin del consenso que deviene en el desalojo del debate sobre losgrandes temas que definen la sociedad y las bases fundacionales de lademocracia. La crtica planteada por Garretn en relacin a la ausen-cia de debates sustantivos en el contexto de la consolidacin democr-tica, en definitiva, implica la proyeccin de un escenario en el cual lasdiferencias sustantivas entre los actores que copan la escena polticanacional finalmente se tornen visibles. En sntesis, se tratara de:

    Dar una razonable vuelta de tuerca al modelo socioeconmico, po-ltico y cultural que movilice y canalice las energas sociales de estepas, sin lo cual la erosin, la banalidad y la irrelevancia de la polticase harn inevitables, lo que afectara indudablemente la legitimidadde la democracia (Garretn, 1999: 87).

    DEBILITAMIENTODELAACCINESTATAL

    Tal como ya ha sido sealado ampliamente, todo itinerario transicionaldebe desplazar el sentido social y econmico de la accin poltica aefectos de concentrar las energas en el central proceso de democrati-

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    zacin poltica. No obstante, ello habra generado un efecto de debili-tamiento de la capacidad de intervencin estatal en lo que se refiere alcontrol de las fuerzas econmicas.

    Sucedera entonces que el proceso de consolidacin democrtica

    mantiene pendiente la tarea de generar un vnculo entre poltica y eco-noma. Y es que, tal como plantea Garretn:

    Se supone que en democracia poltica todos los distintos actores ofuerzas se constituyen en ciudadanos y que, por lo tanto, estn so-metidos a las reglas del juego de la mayora y la minora, de la repre-sentacin de los partidos, etc. La economa no lo est. Y ello plantea[...] ms all de la necesaria autonomizacin de una economa queen un momento puede haber estado demasiado sometida a la pol-tica y al Estado, la necesidad de reconstruccin de la relacin entreeconoma y poltica. Porque si no, no hay sociedad, y sin sociedad elrgimen poltico es una ilusin (Garretn, 1999: 65).

    De lo que se tratara, entonces, sera de generar un proceso pendiente deampliacin de la accin estatal hacia sectores vedados por el imperativode la normalizacin poltica. Este proceso permitira alterar algunos delos componentes del modelo neoliberal impuesto por el rgimen au-toritario, y superar el carcter prescindente del Estado respecto de losfenmenos ubicados en el mbito de la vida econmica nacional.

    En definitiva, los cuatro aspectos arriba mencionados vendrana constituir un escenario poltico en el cual el rgimen democrtico noha alcanzado su estado pleno. Democracia incompleta entonces, queno habra sido capaz de radicalizar su distancia respecto a la herenciaautoritaria.

    Claramente, las causas que originan este nimo crtico encar-nado en los planteos de Garretn se restringen en ltima instancia ados aspectos24.

    En primer lugar, la permanencia en el rgimen poltico nacional

    del legado autoritario, tanto en lo que respecta a los as llamados encla-ves autoritarios como a las dificultades para superar los componentesdel modelo econmico-social generado en dicho contexto.

    En segundo lugar, la mantencin, en tiempos de consolidacindemocrtica, de una lgica poltica acotada al objetivo de la normaliza-

    24 Si bien se ha concentrado la perspectiva crtica respecto a los procesos de consolida-cin democrtica en los argumentos del socilogo Manuel Antonio Garretn, es necesarioadvertir que el malestaraqu retratado trasciende incluso al espacio de la discusin aca-

    dmica. El debate generado al interior del espacio concertacionista hacia mediados de ladcada del noventa (autoflagelantes-autocomplacientes) grafica claramente la extensin delos tpicos aqu tratados hacia el campo de la discusin poltico contingente. Sobre estedebate ver y Menndez-Carrin y Joignant (1999).

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    cin poltica, situacin que impedira el libre despliegue de dinmicaspolticas propias de un contexto plenamente democrtico.

    Ambos aspectos, cabe destacar, pueden ser rastreados en ampliosy heterogneos espacios crticos respecto al rgimen poltico chileno

    (Salazar, 2000), los que coinciden en construir una poltica del recla-mo25 que demanda la superacin de las lgicas polticas configurado-ras del proceso de reconstruccin democrtica. Todo ello, subyaciendoal principio de una democracia plena que espera el despliegue de acto-res polticos capaces de colocarse a su altura.

    Ahora bien, constituye efectivamente nuestro rgimen po-ltico actual una escena limitada por la herencia autoritaria? Esposible suponer que ms all de los lmites jurdicos y polticos delChile actual aguarda un tiempo de plenitud democrtica? Tales in-

    terrogantes bien podran ser contestados afirmativamente desde laperspectiva de una lectura crtica que, como la expresada ms arri-ba, supone la incompletitud del proceso de transicin y/o de conso-lidacin democrtica.

    Bien podran ser contestados afirmativamente, a fin de cuentas,si el dilema del Chile actual se encontrara acotado a la perpetuacin deuna lgica autoritaria que impide el despliegue definitivo de la inmacu-lada democracia que aguarda su hora.

    Si la transicin poltica a la democracia, entonces, hereda un

    tiempo democrtico incompleto, se debera situar la responsabilidad enerrores estratgicos, incapacidades actorales y contingencias crticas queno tienen relacin con el proyecto mismo de refundacin democrtica.Sostendremos, a contrapelo de estas conclusiones, que dichos errores,incapacidades ycontingencias no son tales, sino que ms bien constituyenel ethos mismo de una arquitectura democrtica ya consumada.

    El trayecto realizado hasta ahora permite aventurar, en conse-cuencia, que las disposiciones crticas retratadas anteriormente se en-cuentran inadvertidas respecto a la radical relevancia de un proceso

    de resignificacin poltica, en relacin al cual el proceso de transicinpoltica a la democracia no constituye ms que un contingente, acotadoy temporal momento de expresin.

    Primera cuestin entonces: han constituido los as llamadosenclaves autoritarios un obstculo para la transicin y consolidacindemocrtica? Por otro lado, permite la hiptesis de su superacin en-trever un contexto de plenitud democrtica?

    Sobre este tema es necesario indicar que, tal como ya fue sea-lado, toda transicin poltica a la democracia encuentra su prehistoria

    25 La frase se la debemos a Juan Pablo Arancibia (1999). Ver su interesante collage sobrelos decires en la transicin chilena.

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    en procesos de liberalizacin que responden a una doble dinmica dereconocimiento de los lmites del proyecto autoritario de clausura to-tal y definitiva del espacio pblico (liberalizacin desde arriba) y derecomposicin de espacios de sociabilidad al nivel de la sociedad civil

    (liberalizacin desde abajo).Se debe entender, por lo tanto, que la liberalizacin, si se asu-

    me como prehistoria de la transicin poltica, constituye al mismotiempo su condicin de posibilidad. Y si adems se asume que esta,para el caso chileno, lejos de ser el resultado de descomposicionesinternas al interior del bloque autoritario en el poder, no fue sinola ecuacin resultante del proyecto de normalizacin anticipado yaen la Constitucin de 1980 y su articulado transitorio, se debe ne-cesariamente concluir que la posibilidad misma de la refundacin

    democrtica iniciada en 1988 haba sido anticipada desde la propialgica autoritaria26.Proyecta el bloque autoritario entonces la transicin democrti-

    ca? Categricamente, se debe responder que s. El proyecto de recons-truccin democrtica, entonces, ya no es privativo de la oposicin pol-tica y su transitolgico horizonte.

    Ahora bien, y ya situados en el contexto mismo del proceso detransicin poltica a la democracia, es necesario interrogarse respecto asi efectivamente el autoritarismo opera como un enclave entorpecedor

    del itinerario democratizador. En relacin a ello, basta con recordar lapropedutica transitolgica que nos indica lo siguiente:

    El caso de transicin por colapso del rgimen es el que con mayorprobabilidad conduce a un tipo ms completo [...] de democraciapoltica [...] Pero por las mismas razones, es tambin ms probableque la pauta de democratizacin por colapso conduzca al surgi-miento de fuertes oposiciones desleales y a confrontaciones direc-tas entre partidos, facciones e intereses organizados (ODonnell ySchmitter, 1986: Vol. II, 23).

    Por qu el itinerario de consolidacin democrtica es ms precario enel caso de las transiciones por colapso? Bsicamente, por cuanto el des-plazamiento del dato autoritario (vivido institucional y actoralmente)genera dos consecuencias desestabilizadoras, a saber:

    En primer lugar, dificultades para controlar una demanda socialexpandida ante la ausencia decontrapesos yamenazas de regresin.

    26 La proyeccin de un escenario democrtico previsto en la Constitucin pinochetista de

    1980 y el tmido proceso de apertura poltica generado a partir de 1983 dan clara cuentade la presencia, en el seno del autoritarismo chileno, de un efectivo reconocimiento de loimposible que significa perpetuar una situacin de dictadura. Y es este reconocimiento elque, a fin de cuentas, permite la eventual posibilidad de la transicin.

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    En segundo lugar, dificultades para anular la presencia de losgrupos radicales siempre presentes en todo proceso de consolidacindemocrtica.

    Ambas consecuencias devienen en la constitucin de procesos

    polticos marcadamente inestables en los cuales la convivencia entrelgicas moderadas y maximalistas, al igual que la disputa clientelar delos sectores que encarnan la demanda social, bien pueden concluir enla destruccin misma del proceso democratizador.

    Ahora bien, qu hace posible afirmar que los procesos de tran-sicin, en los cuales la institucionalidad y los actores de la escena au-toritaria constituyen undato para la accin poltica democratizadora,aseguran una mayor estabilidad?

    Precisamente, la clave para la comprensin de la estabilidad que

    estos ltimos procesos polticos ofrecen anida en la presencia mismadeldato autoritario. Y es que, paradjicamente, el sector moderado queconduce el proceso transicional requiere, estructuralmente, de condi-ciones que tornen verosmil el argumento de la regresin autoritaria.Y tales condiciones, claro est, se traducen en la presencia de los asllamados enclaves autoritarios27.

    Inevitablemente entonces, la presencia autoritaria en el ncleode los procesos de consolidacin democrtica debe ser entendida comouna presencia que garantiza el xito de los mismos. Y ello, en un doble

    sentido. Por una parte, torna verosmil la domesticadora hiptesis dela regresin autoritaria, la que genera claros rendimientos en lo quetiene relacin con el control de los grupos radicales, la auto-restriccinde la demanda social y la legitimacin de una razonabilidad polticamoderada. Por otra, permite instalar un horizonte programtico de ac-cin poltica que, sobre la base de lapromesa democratizadora , legitimalas carencias de todo tiempo transicional.

    En definitiva, es posible concluir que la presencia de los as llama-dos enclaves autoritarios en el proceso democratizador, lejos de consti-

    tuirse como una traba para la consolidacin del rgimen democrtico,opera como un componente estructural del mismo, sin el cual los efectosde la doble promesa transitolgica (huida del pasado autoritario-cons-truccin de una democracia plena) pierden su necesaria consistencia.

    Ahora bien, y frente a la observancia crtica relativa a los proble-mas de representacin poltica que la demanda social manifestara comoefecto de la extensin (ms all de lo deseable) de la operatoria transito-lgica, es necesario interrogarse acerca de si ello constituye efectivamen-te un problema que impide la expresin de una democracia plena.

    27 Aludimos a la presencia de enclaves autoritarios, advertidos del carcter discursivo,aunque no por ello sin efectos de realidad, de esta categora.

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    Tal como ya ha sido sealado, el gesto de resignificacin de lapoltica llevado a cabo por el proceso de renovacin poltica de la iz-quierda chilena contena, entre otros aspectos, la reivindicacin de lapoltica en tanto campo de accin especfico. Ello implicaba recono-

    cer los efectos autodestructivos que la comprensin poltica clsicageneraba, al maximizar sus contenidos y entenderla como momentode expresin de conflictos situados en espacios trascendentes a su pro-pia constitucin (poltica como expresin de conflictos en el mbitoeconmico y social).

    Este gesto de resignificacin, pensado proyectualmente, debatraducirse en la configuracin de una poltica liberada de determinacio-nes exgenas, centrada ahora en la pregunta referida a la consolidacinde las condiciones de un orden social estable y duradero que impidiera

    la suspensin de la poltica misma.Dicha disposicin reconstructiva, ya lo hemos dicho, se hizo efec-

    tiva durante el proceso poltico de transicin. En concreto, se exprestanto en el gesto programtico de comprensin de la superacin delautoritarismo como un proceso acotado a la refundacin de una insti-tucionalidad poltica democrtica (desplazando la demanda social quese haca parte de la accin antidictatorial), como en el desplazamientode la alternativa de la movilizacin social y el copamiento del espaciopoltico pblico por parte de los as llamadosactores polticos.

    La configuracin de las dicotomas demanda social-demanda po-ltica, actores sociales-actores polticos, y los problemas de representa-cin posibles de evidenciar como resultado de tales desplazamientos, sedebe concluir, forman parte de la concepcin misma de la poltica quesubyace a los procesos de transicin.

    No obstante, lo expuesto no significa que la resignificacin de lapoltica que subyace y posibilita los procesos de transicin se reduzcaa esta temporalidad. Muy por el contrario, la transicin inaugura unanueva razonabilidad poltica. La transicin es la nueva razonabilidad

    poltica, desplegada en su total magnitud y radicalidad. Ms all de ello,slo queda su consolidacin.

    Los problemas de representacin poltica de la demanda social,entonces, no son un efecto no deseado del rgimen poltico que se inau-gura. No constituyen una expresin incompleta del rgimen democrti-co proyectado desde el paradigma poltico hegemnico.

    De hecho, las dinmicas polticas asumen, como aspecto consti-tutivo de la nueva escena democrtica, fenmenos tales como la desar-ticulacin de las identidades polticas colectivas y las dificultades parala vinculacin entre sistema poltico y ciudadana, resolviendo los even-tuales conflictos que ellos puedan generar desde una nueva program-tica, tal como se expresa en la siguiente afirmacin.

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    La erosin de la identidad colectiva [...] puede ser sorteada a travsde los carismas electorales que resuelven, muchas veces artificial-mente, las necesidades de identificacin cultural. La ausencia departidos de masas se supera con la publicidad, que se revela como

    un mecanismo de acceso a los electores tanto o ms eficaz que unacohorte de militantes de base. Los dficits ideolgicos, por ltimo,se sustituyen cada vez ms por tcnicas de formacin e intervencinsobre la opinin pblica. La poltica se organiza crecientemente entorno a estos elementos: agrupamiento en torno a lderes con imagenpblica, hiperinversin en publicidad y sustitucin de los idelogose intelectuales doctrinarios por expertos en la exploracin y manejode la opinin (Valenzuela, 1993: 132).

    Y es que, en la nueva escena poltica, la legitimacin del rgimen demo-crtico, ya definitivamente, no se juega en la generacin de identidadescolectivas ni en la relacin clientelar con la masa electoral. El hori-zonte de una ciudadana deliberante, integrada a los procesos polticosy que genera una accin protagnica en la vida democrtica, ya no estal. Y ello, no como falla, sino como resultado del rotundo giro para-digmtico al cual se ha hecho referencia28.

    El vaciamiento del espacio sustantivo de deliberacin poltica yasealado, alude a la mantencin de las lgicas de consenso y negocia-cin poltica propias del contexto de transicin, y la clausura de todo

    espacio poltico entendido como expresin de proyectos sustantivos.La crtica enunciada, no obstante, reconoce la necesidad del con-

    senso y la suspensin de la conflictividad como momento necesario dela poltica vivida en tiempos de transicin. Ello nos permitira suponerque la incompletitud de una transicin incapaz de abrirse a debatessustantivos sobre el tipo de sociedad que se quiere construir debe serasumida, a fin de cuentas, como una condicin inalterable de la refun-dacin democrtica. As parece entenderlo Adam Przeworski al afirmarla inevitabilidad del malestar con la transicin.

    Las fuerzas que intentan alcanzar la democracia deben mostrarseprudentes de entrada y desearan actuar con firmeza despus. Pero

    28 En relacin al distanciamiento entre la accin poltica y la ciudadana, se ha seala-do que fue precisamente ese distanciamiento, caracterizado entre otros aspectos por lacapacidad de accin y negociacin autnomas de los actores polticos, lo que aport a lareinstalacin de la poltica en el contexto post dictatorial: [la capacidad de negociacin]dignific el papel y el prestigio de la poltica; dignific el protagonismo del negociador. Enun pas como Chile, donde por 16 aos se demoniz la negociacin poltica, que es sin

    duda el nico modo en que en la poltica la razn puede predominar sobre la pasin,ese fue un punto de gran valor, de gran importancia. Demostr que el poltico de cpula,estigmatizado por tanto tiempo, serva en verdad para algo: nada menos que para ofrecera Chile un horizonte de estabilidad (Correa, 1990: 21).

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    las decisiones previas crean condiciones difciles de modificar a pos-teriori, puesto que preservan el poder de las fuerzas asociadas conel antiguo rgimen. Las fuerzas democrticas lamentarn luego suprudencia, pero de antemano no les queda ms remedio que actuar

    con cautela (Przeworski, 1995: 134)29.Cautela entendida como aceptacin de las condiciones que todo proce-so de transicin impone. Cautela entendida, a fin de cuentas, como re-conocimiento de la distancia entredeber seryposibilidad, actualizandopara tiempos de democratizacin la sentencia elaborada por el campopoltico-cultural de la renovacin en el contexto de la derrota del pro-yecto socialista ante la arremetida autoritaria.

    Y es que el reconocimiento de esta distancia, claro est, cons-tituir uno de los soportes discursivos ms relevantes al momento deargumentar la necesidad de la transicin.

    Ello permita reconocer, por ejemplo, que la derrota de la opcinSI en el plebiscito de 1988 se constituy como una coyuntura de derro-ta de Pinochet, pero una derrota que se gestaba en su propio escena-rio30. Permite reconocer al mismo tiempo que el itinerario finalmenteseguido por el proceso transicional representar, en alguna medida,una victoria estratgica de la institucionalidad poltica fundada bajola gida militar. Victoria estratgica, por cuanto cada uno de los mo-mentos que se debieron dar para que finalmente, en 1990, asumiera la

    29 Ntese que, sin aludir directamente al caso chileno, esta afirmacin anticipa total-mente la disposicin crtica frente al proceso de transicin chileno a la que se ha hechoreferencia. Obsrvese, por ejemplo, la siguiente afirmacin realizada por Manuel Anto-nio Garretn: Las fuerzas democrticas en el gobierno no tuvieron una estrategia detratamiento global de estos enclaves y no pusieron la reforma institucional como tareaprioritaria, no aprovechando as el perodo de estado de gracia del gobierno inauguradoen marzo de 1990 y la ausencia de la crisis econmica que caracteriz a casi todas lastransiciones. Prolongar desde el Estado los acuerdos que se hicieron con sectores dederecha democrtica en 1989 para flexibilizar el marco constitucional y completar la re-

    forma institucional o poltica, concentrando en ello todas las energas polticas, habrapermitido transformar la mayora social, poltica y electoral en mayora institucionalque superara el conjunto de los enclaves heredados. El tratamiento por negociacionespuntuales de cada uno de estos problemas hizo que al llegar el fin del primer gobiernodemocrtico no se hubieran resuelto los problemas de los enclaves autoritarios (Ga-rretn, 1995: 40).

    30 Respecto al doble efecto de la derrota de Pinochet en el plebiscito, Garretn sealaque la derrota poltica sufrida por Augusto Pinochet y el rgimen militar en el ple-biscito del 5 de octubre de 1988 tuvo un doble significado. Por un lado, puso fin a lapretensin de proyectar la dictadura a travs de un rgimen autoritario como el previstopor la Constitucin del 80 y al proyecto de Pinochet de mantenerse en el poder para

    asegurar ese paso de dictadura militar a rgimen autoritario. Por otro lado, desenca-den un proceso de transicin a la democracia, que se desarrolla dentro de plazos ymecanismos establecidos por el rgimen pero modificados en parte por la oposicin(Garretn, 1995: 111).

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    primera magistratura el candidato concertacionista Patricio Aylwin, seencontraban claramente establecidos en el articulado transitorio de laConstitucin de 1980.

    El malestar con la transicin, entonces, sera un malestar pre-

    decible ah donde la poltica ha superado la dimensin egocntrica ca-racterstica del realismo poltico clsico, ah donde la poltica ha logra-do constituirse como el arte de lo posible.

    Y es que la posibilidad de fundar un orden poltico estable resideprecisamente en la necesidad de adscripcin a la nueva forma de ex-presin del realismo poltico, esta vez consistente en el establecimientode un marco regulatorio fundado en la observacin de la posibilidadcomo factor determinante para la accin poltica.

    De este modo, la poltica opera como reconocimiento de la ro-

    tunda imposibilidad de la utopa. Y precisamente en respuesta a estaimposibilidad es que debe ser entendida la operatoria transitolgica delconsenso, que legitima su necesidad a partir de la siguiente frmulaplanteada por Norbert Lechner (1984: 200): La utopa del consenso eslo imposible por medio del cual discernimos lo mejor posible.

    Utopa amordazada por el reconocimiento de su imposibili-dad; orden poltico como fundacin del mundo posible. Reconoci-miento del contrato, en definitiva, como momento que asegura lapaz social, como lugar de huida de la barbarie (dictatorial o revolu-

    cionaria). Fundacin, a fin de cuentas, de una transicin poltica quereconoce su radical impotencia, atemorizndose ante la posibilidadde la vuelta al siempre latente peligro de la barbarie, una barbarieque, en su sola enunciacin, se reconoce como la condicin de posi-bilidad de la democracia.

    Pero constituye la lgica realista del consenso el verdadero l-mite para la expansin de la democracia? Ello supondra pensar en unhorizonte amordazado por la operatoria procedimental de reconstruc-cin democrtica, un horizonte sustantivo que se reconoce como im-

    posibilidad.Existe tal horizonte? Constituye el desplazamiento de los deba-

    tes sustantivos el verdadero dilema de nuestra transicin poltica? Fren-te a ello, es necesario constatar que el xito del trnsito democrtico noslo reside en los altos grados de racionalidad de una accin polticacapaz de anteponer el consenso al conflicto. Y es que el rgimen polticodemocrtico fundado en 1990 no slo alcanz su estabilidad a partir deldispositivo del consenso poltico procedimental. Bajo la superficie deestabilidad poltica y acuerdos procedimentales al interior de la clasepoltica civil, reside tambin un consenso sustantivo: el consenso eco-nmico-social en torno a la mantencin del modelo (neoliberal) de eco-noma de mercado. Ya en 1989, este hecho se haca patente.

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    En ese mismo perodo se fue produciendo, de modo ms inci-piente y con mayor lentitud, un primer avance hacia un consen-so en relacin a la economa, al descartarse tanto el proyectosocialista de planificacin central y estatizacin de los medios de

    produccin, como el comunitarismo o socialismo comunitariocomo opciones de un nuevo orden econmico [...] las propuestasdel programa [de gobierno del candidato Patricio Aylwin] com-prometieron un marco para el orden econmico que [...] tuvo elsentido ms profundo de reducir el temor y la desconfianza delempresariado y la clase media propietaria, condicin necesariapara poder sostener, en democracia, el crecimiento sostenido dela economa logrado a partir de 1985. De este modo indirecto,el xito econmico postrero del gobierno militar influy signi-

    ficativamente en las propuestas de la Concertacin, generandode hecho una convergencia que polticamente el conglomera-do opositor no estaba en condiciones de reconocer (Boeninger,1997: 368-369)31.

    En definitiva, el actual rgimen democrtico tambin se funda en tornoa consensos sustantivos. Ante ello, cules son las posibilidades de lapoltica? Asistimos a algn horizonte de politicidad trascendente alde una consolidacin democrtica inocua? Al parecer, el engendro de

    la poltica y el saber transicional, ms que la refundacin de la poltica,parece ser el dominio de una politicidad cada al presente, una politici-dad que define su posibilidad en torno a consensos sustantivos frente alos tiempos de mercado.

    Espera entonces un tiempo poltico distinto? Es posible supo-ner que, al interior del campo simblico hegemnico de comprensinde la poltica, aguarda la posibilidad de una nueva democracia?

    Frente a estos interrogantes es necesario reconocer que, desdeel discurso del giro paradigmtico que se ha querido retratar, nuestro

    presente constituye el tiempo pleno de la democracia, de aquella demo-cracia posibilitada por el reconocimiento de su propio lmite.

    31 Respecto a este consenso econmico-social, Carlos Ruiz seala que el modelo dedemocracia consociativa en Chile, ha podido lograr este resultado de estabilidad demo-crtica a partir no de un consenso sobre las reglas del juego democrtico, sino de unconsenso sobre fines: el acuerdo sobre el rgimen econmico-social y sobre la economade mercado. Es este una especie de principio metapoltico que se encuentra en el fun-damento del consenso sobre la democracia en Chile. No estamos, pues, en presencia de

    un puro acuerdo sobre las reglas del juego democrtico como suelo constitucional de lapoltica y de la deliberacin sobre fines, sino que, a la inversa, es porque se concuerdasobre fines, con la sociedad de mercado, que se acepta pactar sobre las reglas del juegodemocrtico (Ruiz, 1993: 170).

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