Trento - Documentos Del Concilio de Trento

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    SACROSANTO, ECUMNICO Y GENERALCONCILIO DE TRENTO

    Esta es la fe del bienaventurado san Pedro, y de los Apstoles;esta es la fe de los Padres; esta es la fe de los Catlicos

    INICIO DEL CONCILIO DE TRENTOConcil. Trident. Sess. XXV in Acclam.

    AL EXCELENTISIMO E ILUSTRISIMOSEOR DON FRANCISCO ANTONIO LORENZANA,

    ARZOBISPO DE TOLEDO, PRIMADO DE ESPAA, ETC.

    EXCMO. SEOR.

    La santidad, y certidumbre de las materias que defini el sacrosanto Conciliode Trento, no dan lugar a que busque patrocinio, pues no lo necesitan. Pero ses debido que esta traduccin se publique autorizada con el nombre delArzobispo de Toledo, Primado de Espaa, para que se aseguren los fieles deque esta es la doctrina Catlica, este el pasto saludable, y este el tesoro quecomunic Jesucristo a sus Apstoles, y ha llegado intacto a manos de V. E. que

    lo entregar a otros, para que lo conserven en su pureza hasta la consumacinde los siglos. Las virtudes Pastorales de V. E. y su anhelo por mantener, ypropagar la buena doctrina, me dan confianza de que recibir la traduccin deeste santo Concilio con el gusto que practica sus decretos, y cuida de que losobserven sus ovejas.

    Excmo. e Illmo. Seor, A. L. P. de V. E. D. Ignacio Lpez de Ayala

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    PROLOGO

    Aunque los eclesisticos y seglares sabios puedan disfrutar plenamente ladoctrina del sagrado Concilio de Trento en el idioma latino en que se public,es tan importante y necesaria su lectura a todos los fieles en general, tansencilla, y acomodada su explicacin a la capacidad del pueblo, que no debeextraarse se comunique en lengua castellana a los que no tienen inteligenciade la latina. El conocimiento de los dogmas, o verdades de fe, es necesario atodos los cristianos; y en ningn concilio general se ha decidido mayor nmerode verdades catlicas sobre misterios de la primera importancia, cuales son losque pertenecen a la justificacin, al pecado original, al libre albedro, a lagracia, y a los Sacramentos en comn y en particular. Como la divina

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    - 2 -misericordia conduce los fieles por medio de estos a la vida eterna, y susverdades son prcticas; es necesario ponerlos con frecuencia en ejecucin. Deaqu es que no slo es conveniente este conocimiento a los eclesisticos que

    administran los Sacramentos, sino tambin a los fieles que los reciben. A loslegos pertenece igualmente la instruccin en muchos puntos de disciplina queestableci este sagrado Concilio. Y esta es la razn porque l mismo mandformar su Catecismo, y orden que algunos de sus decretos se leyesenrepetidas veces al pueblo cristiano.

    Ninguno de cuantos se gloran con este nombre tiene mayor derecho que losEspaoles para aprovecharse de la doctrina, y saludables mximas de aquelcongreso sacrosanto. Estas son las mismas verdades, cuya decisinpromovieron y ampararon sus Monarcas; estos los puntos que ventilaron,probaron y defendieron sus Telogos; y estos los dogmas y disciplina que

    decidieron y decretaron sus Prelados. Ningunos Obispos ms celosos nidesinteresados que los Espaoles en promover la gloria de Dios, la santidad delas costumbres, y la pureza de la religin, fueron los ms prontos en asistir,aunque eran los ms distantes; y a pesar de los grandes obstculos que lesopusieron, fueron los ms firmes en continur esta obra grande, de queesperaban volviese al seno de la Iglesia la Alemania, confundida ydespedazada con execrables errores.

    Durar sin duda con la Iglesia la memoria de su celo; y resonarn con losnombres de Don Fray Bartolom de los Mrtires, de Don Pedro Guerrero, delCardenal Pacheco, de Don Martn de Ayala, de Don Diego de Alava, y de otrosmuchos espaoles, los tiernos y vehementes clamores con que pidieron lareforma de costumbres, anhelando por ver renacer aquellos primitivos y felicesdas en que florecieron a competencia el celo y desinters de los eclesisticos,y el candor, pureza y sumisin de los seglares. Cunto no ayudaron con susluces los sabios espaoles Domingo y Pedro de Soto, Carranza, Vega, Castro,Carvajal, Lainez, Salmern, Villalpando, Covarrubias, Menchaca, Montano yFuentidueas? Los puntos ms importantes se cometieron a su examen, ycontribuyendo con su talento y sabidura a la defensa de la fe catlica, y allustre inmortal de la nacin espaola, correspondieron ampliamente al honorcon que los distingui el santo Concilio, y a la expectacin de la Iglesiauniversal. Qu dificultades no vencieron tambin los Reyes de Espaa paralograr la convocacin del santo Concilio, para principiarlo, proseguirlo, y

    restablecerlo despus de haberse interrumpido en dos ocasiones? AlEmperador Carlos V, a su hermano Ferdinando y a Felipe II se debe la victoriade tantos obstculos como fue necesario superar para llevar al cabo tan santay necesaria obra. Los Espaoles, pues, tienen justsimo derecho de disfrutar ensu idioma la misma doctrina que promovieron sus Reyes, ventilaron susTelogos, y decidieron sus Obispos.

    La traduccin que se presenta es literal, aunque la diferencia de los dosidiomas, y del estilo propio del Concilio haya obligado a seguir muy diferenterumbo en la colocacin de las palabras. No obstante, el original es la norma denuestra fe y costumbres, y la nica fuente adonde se debe recurrir cuando se

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    - 3 -trate de averiguar profundamente las verdades dogmticas y de disciplina,sobre cuya inteligencia se pueda suscitar alguna duda. Con este objeto, y pordar una edicin bien corregida, se ha impreso en el mismo tomo el texto latino,

    revisto con suma diligencia, y confrontado con la edicin que pasa por original;es a saber, la de Roma hecha por Aldo Manucio en 1564, con la de Alcal porAndrs Angulo en el mismo ao, con la de Felipe Lab en 1667, y con la quepublic ltimamente en Amberes en 1779 Judoco Le Plat, doctor de Lobayna.Tambin se han tenido presentes las Sesiones que se estamparon en Medinadel Campo en 1554, y en fin la edicin de Madrid de 1775, que no correspondepor cierto al buen deseo de los que la publicaron; porque habiendo copiado a lade Roma de 1732, sac los mismos yerros que esta, y en una y otra faltanpalabras, y a veces lneas. Este esmero, siempre necesario para dar a luz unaobra de tanta consecuencia, ha sido mayor despus que el supremo Consejode Castilla se sirvi ordenar que adems del sabio telogo que aprob esta

    traduccin, nombrase otro el M. R. Arzobispo de Toledo, con cuyo auxiliocotejase el traductor cuidadosamente esta vez con dicho original, para que noslo en lo sustancial, sino aun en la ms mnima expresin vayan en todoconformes, y se logre que salga esta obra al pblico perfecta en todas suspartes. Ojal que el cuidado puesto en la edicin corresponda a lasintenciones del supremo Consejo, y al celo con que el Excelentsimo seorArzobispo de Toledo ha encomendado la exactitud en la correccin! Consta a lomenos, que el texto latino que publicamos, tiene menos defectos qu el de laedicin de Roma estimada por original, y certificada como tal por el secretarioy notarios del mismo santo Concilio.

    Por lo dems, no parece se debe advertir a los lectores legos, sino que losdecretos pertenecientes a la fe son siempre certsimos, siempre inalterables,siempre verdaderos, e incapaces de mudanza o variacin alguna. Pero losdecretos de disciplina, o gobierno exterior, en especial los reglamentos quemiran a tribunales, procesos, apelaciones, y otras circunstancias de estanaturaleza, admiten variacin, como el mismo santo Concilio da a entender. Enconsecuencia, no hay que extraar que no se conforme la prctica en algunospuntos con las disposiciones del Concilio; porque adems de intervenirautoridad legtima para hacer estas excepciones, la historia eclesisticacomprueba en todos los siglos que los usos loables, y admitidos en unostiempos, se reprobaron y prohibieron en otros, y los que adoptaron unasprovincias, no los recibieron otras.

    Para que los lectores tengan presentes los puntos histricos principales, y losmotivos que hubo para congregar el Concilio, para disolverlo en dos ocasiones,y para volverlo a continuar hasta finalizarlo, basta por ahora la lectura de lasbulas de convocacin de Paulo III, Julio III y Po IX: pues consta en ellas as laurgente necesidad de convocar como los obstculos humanamenteinsuperables que es necesario vencer para continuarlo, y conducirlo hasta sufin. Solo me ha parecido conveniente insertar la acta de la abertura, necesariasin duda para conocer los Legados que presidan, proponan, y preguntaban, yel mtodo y solemnidad con que se celebraban las Sesiones. El nmero ynombres de los Prelados, Embajadores y otros concurrentes, conta de los

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    - 4 -Apndices, que se han descargado de muchas noticias pertenecientes a losPadres, y Doctores espaoles, por no permitirlas la magnitud del volumen.Espero no obstante dar noticias ms individuales e importantes de estos sabios

    y virtuosos hroes en la historia del Concilio de Trento, de que tengo trabajadamucha parte, ntimamente persuadido a que ningunos sucesos del siglodcimosexto pueden dar ms alta y noble idea del celo, entereza y sabidurade los Espaoles.

    BULA CONVOCATORIA DEL CONCILIO DE TRENTO,EN EL PONTIFICADO DE PAULO III

    Paulo Obispo, siervo de los siervos de Dios: para perpetua memoria.Considerando ya desde los principios de este nuestro Pontificado, que no pormrito alguno de nuestra parte, sino por su gran bondad nos confi la

    providencia de Dios omnipotente; en qu tiempos tan revueltos, y en qucircunstancias tan apretadas de casi todos los negocios, se haba elegidonuestra solicitud y vigilancia Pastoral; desebamos por cierto aplicar remedio alos males que tanto tiempo hace han afligido, y casi oprimido la repblicacristiana: mas Nos, poseidos tambin, como hombres, de nuestra propiadebilidad, comprendamos que eran insuficientes nuestras fuerzas parasostener tan grave peso. Pues como entendisemos que se necesitaba de paz,para libertar y conservar la repblica de tantos peligros como la amenazaban,hallamos por el contrario, que todo estaba lleno de odios y disensiones, y enespecial, opuestos entre s aquellos Prncipes a quienes Dios ha encomendadocasi todo el gobierno de las cosas. Porque teniendo por necesario que fueseuno solo el redil, y uno solo el pastor de la grey del Seor, para mantener launidad de la religin cristiana, y para confirmar entre los hombres la esperanzade los bienes celestiales; se hallaba casi rota y despedazada la unidad delnombre cristiano con cismas, disensiones y herejas. Y deseando Nos tambinque estuviese prevenida, y asegurada la repblica contra las armas yasechanzas de los infieles; por los yerros y culpas de todos nosotros, ya aldescargar la ira divina sobre nuestros pecados, se perdi la isla de Rodas, fuedevastada la Ungra, y concebida y proyectada la guerra por mar y tierracontra la Italia, contra la Austria y contra la Esclavonia: porque no sosegandoen tiempo alguno nuestro impo y feroz enemigo el Turco; juzgaba que losodios y disensiones que fomentaban los cristianos entre s, era la ocasin msoportuna para ejecutar felizmente sus designios. Siendo pues llamados, como

    decamos, en medio de tantas turbulencias de herejas, disensiones y guerras,y de tormentas tan revueltas como se han revuelto, para regir y gobernar lanavecilla de san Pedro; y desconfiando de nuestras propias fuerzas, volvimosante todas cosas nuestros pensamientos a Dios, para que l mismo nosvigorase y armase nuestro nimo de fortaleza y constancia, y nuestroentendimiento del don de consejo y sabidura. Despus de esto, considerandoque nuestros antepasados, que tanto se distinguieron por su admirablesabidura y santidad, se valieron muchas veces en los ms inminentes peligrosde la repblica cristiana, de los concilios ecumnicos, y de las juntas generalesde los Obispos, como del mejor y ms oportuno remedio; tomamos tambin laresolucin de celebrar un concilio general: y averiguados los pareceres de los

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    - 5 -Prncipes, cuyo consentimiento en particular nos pareca til y conducente paracelebrarlo; hallndolos entonces inclinados a tan santa obra, indicamos elconcilio ecumnico y general de aquellos Obispos, y la junta de otros Padres a

    quienes tocase concurrir, para la ciudad de Mantua, en el ao de laEncarnacin del Seor 1537, tercero de nuestro Pontificado, como consta ennuestras letras y monumentos, asignando su abertura para el da 23 de mayo,con esperanzas casi ciertas de que cuando estuvisemos all congregados ennombre del Seor, asistira su Majestad en medio de nosotros, como prometi,y disipara fcilmente por su bondad y misericordia todas las tempestades deestos tiempos, y todos los peligros con el aliento de su boca. Pero comosiempre arma lazos el enemigo del humano linaje contra todas las obraspiadosas; se nos deneg primeramente contra toda nuestra esperanza yexpectacin, la ciudad de Mantua, a no admitir algunas condiciones muyajenas de la conducta de nuestros mayores, de las circunstancias del tiempo,

    de nuestra dignidad y libertad, de la de esta santa Sede, y del nombre y honoreclesistico; las que hemos expresado en otras letras Apostlicas. Nos vimosen consecuencia necesitados a buscar otro lugar, y sealar otra ciudad, que noocurrindonos por el pronto oportuna ni proporcionada, nos hallamos en laprecisin de prorrogar la celebracin del concilio hasta el primer da denoviembre. Entre tanto nuestro cruel y perpetuo enemigo el Turco invadi laItalia con una grande y numerosa escuadra; tom, destruy y saque algunoslugares en las costas de la Pulla, y se llev cautivas muchas personas. Nosestuvimos ocupados, en medio del grande temor y peligro de todos, enfortificar nuestras costas, y ayudar con nuestros socorros a los comarcanos, sindejar no obstante de aconsejar entre tanto, ni de exhortar los Prncipescristianos a que nos manifestasen sus dictmenes acerca del lugar quetuviesen por oportuno para celebrar el concilio. Mas siendo varios y dudosossus pareceres, y creyendo Nos que se dilataba el tiempo mas de lo que pedanlas circunstancias; con muy buen deseo, y a nuestro parecer tambin con muyprudente resolucin, elegimos a Vincencia, ciudad abundante, y que ademsde tener la entrada franca, gozaba de una situacin enteramente libre y segurapara todos, mediante la probidad, crdito y poder de los Venecianos, que nosla concedan. Pero habindose adelantado el tiempo mucho, y siendo necesarioavisar a todos la eleccin de la nueva ciudad; y no siendo posible por laproximidad del primer da de noviembre, que se divulgase la noticia de la quese haba asignado, y estando tambin cerca el invierno; nos vimos otra veznecesitados a diferir con nueva prrroga el tiempo del concilio hasta la

    primavera prxima, y da primero del siguiente mes de mayo. Tomada yresuelta firmemente esta determinacin, habindonos preparado, as comotodas las dems cosas, para tener y celebrar exactamente con el auxilio deDios el concilio; creyendo que era muy conducente, as para su celebracin,como para toda la cristiandad, que los Prncipes cristianos tuviesen entre s pazy concordia; insistimos en rogar y suplicar a nuestros carsimos hijos en Cristo,Carlos emperador de Romanos siempre Augusto y Francisco rey cristiansimo,ambos columnas y apoyos principales del nombre cristiano, que concurriesen aun coloquio entre s, y con Nos: en efecto con ambos habamos procuradomuchsimas veces por medio de cartas, Nuncios y Legados nuestros a latere,escogidos entre nuestros venerables hermanos los Cardenales, que se

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    - 6 -dignasen pasar de las enemistades y discordias que tenan a una piadosaalianza y amistad, y prestasen su auxilio a los negocios de la cristiandad quese arruinaban; pues teniendo ellos el poder principal concedido por Dios para

    conservalos, tendran que dar rgida y severa cuenta al mismo Dios, si no lohiciesen as, ni dirigiesen sus designios al bien comn de la cristiandad. Por finmovidos los dos de nuestras splicas, concurrieron a Niza, adonde Nos tambinemprendimos un viaje largo y muy penoso en nuestra anciana edad, llevadosde la causa de Dios y del restablecimiento de la paz: sin que entre tantoomitisemos, pues se acercaba el tiempo sealado para principiar el concilio,es a saber, el primer da de mayo, enviar a Vincencia Legados a latere desuma virtud y autoridad, del nmero de los mismos hermanos nuestros loscardenales de la santa Iglesia Romana, para que hiciesen la abertura delconcilio, recibiesen los Prelados que vendran de todas partes, y ejecutasen ytratasen las cosas que tuviesen por necesarias, hasta que volviendo Nos del

    viaje y conferencias de la paz, pudisemos arreglarlo todo con la mayorexactitud. En el tiempo intermedio nos dedicamos a aquella santa, y enextremo necesaria obra, es a saber, a tratar de la paz entre los Prncipes; loque por cierto hicimos con sumo cuidado, y con toda caridad y esmero denuestra parte. Testigo nos es Dios, en cuya clemencia confibamos, cuandonos expusimos a los peligros de la vida y del camino. Testigo nos es nuestrapropia conciencia, que en nada por cierto tiene que reprendernos, o por haberomitido, o por no haber buscado los medios de conciliar la paz. Testigos sontambin los mismos Prncipes, a quienes tantas veces, y con tanta vehemenciahemos suplicado por medio de Nuncios, cartas, Legados, avisos,exhortaciones, y toda especie de ruegos, que depusiesen sus enemistades, seconfederasen, y ocurriesen unidos con sus providencias y auxilios a socorrer larepblica cristiana, puesta en el mayor y ms inminente peligro. En fin,testigos son aquellas vigilias y cuidados, aquellos trabajos que da y noche,afligan nuestro nimo, y aquellos graves y frecuentsimos desvelos que hemostenido por esta causa y objeto: sin que aun todava hayan tocado el fin quehan pretendido nuestros designios y disposiciones. Tal ha sido la voluntad deDios; de quien sin embargo no desesperamos que mirar alguna vez conbenignidad nuestros deseos. Nos por cierto, en cuanto ha estado de nuestraparte, nada hemos omitido de cuanto era correspondiente a nuestro Pastoraloficio. Y si hay algunos que interpreten en siniestro sentido estas nuestrasacciones de paz; lo sentimos por cierto; mas no obstante en medio de nuestrodolor damos gracias a Dios omnipotente, quien por darnos ejempo y

    enseanza de paciencia, quiso que sus Apstoles se tuviesen por dignos depadecer injurias por el nombre de Jesucristo, que es nuestra paz. Y aunque enaquel nuestro congreso, y coloquio que se tuvo en Niza, no se pudo, pornuestros pecados, efectuar una verdadera y perpetua paz entre los Prncipes;se hicieron no obstante treguas por diez aos: y esperanzados Nos de que conesta oportunidad se podra celebrar ms cmodamente el sagrado concilio, yadems de esto efectuarse la paz por la autoridad del mismo; insistimos conlos Prncipes en que concurriesen personalmente a l, condujesen los Preladosque tenan consigo, y llamasen los ausentes. Mas habindose excusado losPrncipes en una y otra instancia, por tener a la sazn necesidad de volver asus reinos, y ser debido que los Prelados que haban trado consigo, cansados

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    - 7 -del camino, y apurados con los gastos, descansasen, y se restableciesen; nosexhortaron a que decretsemos otra prrroga para la celebracin del concilio.Como tuvisemos alguna dificultad en concederla, recibimos en este medio

    tiempo cartas de nuestros Legados que estaban en Vincencia, en que nosdecan, que pasado ya, con mucho, el da sealado para principiar el concilio,apenas haba venido a aquella ciudad uno u otro Prelado de las nacionesextranjeras. Con esta nueva, viendo que de ningn modo se poda celebrar enaquel tiempo, concedimos a los mismos Prncipes que se difiriese hasta elsanto da de Pascua, y fiesta prxima de la Resurreccin del Seor. Las Bulasde este nuestro precepto, y decreto sobre la dilacin, se expidieron ypublicaron en Gnova el 28 de junio del ao de la Encarnacin del Seor 1538:y con tanto mayor gusto convenimos en esta demora, cuanto los dos Prncipesnos prometieron que enviaran sus embajadas a Roma para que ventilasen ytratasen en ella con Nos mas cmodamente los puntos que quedaban por

    resolver para la conclusin de la paz, y no se haban podido evacuar todos enNiza por la brevedad del tiempo. Ambos soberanos nos haban tambin pedidopor esta razn, que precediese la pacificacin a la celebracin del concilio;pues establecida la paz, sera sin duda el mismo concilio mucho ms til ysaludable a la repblica cristiana. Siempre por cierto han tenido mucha fuerzasobre nuestra voluntad las esperanzas que se nos daban de la paz para asentira los deseos de los Prncipes; y estas esperanzas las aument sobre manera laamistosa y benvola conferencia de ambos soberanos entre s, despus dehabernos retirado de Niza; la cual entendida por Nos con extraordinario jbilo,nos confirm en la justa confianza de que llegsemos a creer que al fin Dioshaba odo nuestras oraciones, y aceptado nuestros deseos por la paz; puespretendiendo y estrechando Nos la conclusin de esta, y siendo de dictamen noslo los dos Prncipes mencionados, sino tambin nuestro carsimo en Cristohijo Ferdinando, rey de Romanos, de que no convena emprender lacelebracin del concilio a no estar concluida la paz, y empendose todos conNos por medio de sus cartas y embajadores, para que concedisemos nuevasprrrogas, e instando con especialidad el serensimo Csar, demostrndonosque haba prometido a los que estn separados de la unidad catlica, queinterpondra con Nos su mediacin para que se tomase algn medio deconcordia; lo que no se poda hacer cmodamente antes de su viaje a laAlemania; persuadidos Nos con la misma esperanza de paz que siempre, y porlos deseos de tan grandes Prncipes; viendo principalmente que ni aun para elda asignado de la fiesta de Resurreccin haban concurrido a Vincencia ms

    Prelados, escarmentados ya con el nombre de prrroga, que tantas veces sehaba repetido en vano; tuvimos por mejor suspender la celebracin delconcilio general a arbitrio nuestro y de la Sede Apostlica. Tomamos enconsecuencia esta resolucin, y despachamos nuestras letras a cada uno de losmencionados Prncipes, fechas en 10 de junio de 1539, como claramente sepuede ver en ellas. Hecha, pues, por Nos de necesidad aquella suspensin,mientras esperbamos tiempo ms oportuno, y algn tratado de paz quecontribuyese despus a dar majestad y multitud de Padres al concilio, yremedio ms pronto y saludable a la repblica cristiana, de un da en otrocayeron los negocios de la cristiandad en estado mas deplorable; pues losUngaros, muerto su rey, llamaron a los Turcos; el Rey Ferdinando les declar

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    - 8 -la guerra; una parte de los Flamencos se tumultu para rebelarse contra elCsar, quien pasando a sujetarlos a Flandes por la Francia, amistosamente,con gran conformidad del Rey Cristiansimo, y con grandes indicios de

    benevolencia entre los dos, y de all a la Alemania, comenz a celebrar lasdietas de sus Prncipes y ciudades, con el objeto de tratar la concordia quehaba ofrecido. Pero frustradas ya todas las esperanzas de paz, y pareciendotambin que aquel medio de procurar y tratar la concordia en las dietas erams eficaz para suscitar mayores turbulencias que para sosegarlas; Nosresolvimos a volver a adoptar el antiguo remedio de celebrar concilio general;y esto mismo ofrecimos al Csar por medio de nuestros Legados, Cardenalesde la santa Romana Iglesia; y lo mismo tambin tratamos ltima yprincipalmente por su medio en la dieta de Ratisbona, concurriendo a ellanuestro amado hijo Gaspar Contareno, Cardenal de santa Praxedes, nuestroLegado, y persona de suma doctrina e integridad: porque pidindosenos por

    dictamen de aquella dieta lo mismo que habamos recelado antes que haba desuceder; es a saber, que declarsemos se tolerasen ciertos artculos de los queestn apartados de la Iglesia, hasta que se examinasen y decidiesen por elconcilio general; no permitindonos la fe catlica cristiana, ni nuestra dignidad,ni la de la Sede Apostlica que los concedisemos; mandamos que ms bien sepropusiese abiertamente el concilio para celebrarlo cuanto antes. Ni jamstuvimos a la verdad otro parecer ni deseo, que el que se congregase en laprimera ocasin el concilio ecumnico y general. Esperbamos por cierto quese podra restablecer con l la paz del pueblo cristiano, y la unidad de lareligin de Jesucristo; mas no obstante desebamos celebrarlo con laaprobacin y gusto de los Prncipes cristianos. Mientras esperbamos suvoluntad; mientras observbamos este tiempo recndito, este tiempo de tuaprobacin, o Dios! nos vimos ltimamente precisados a resolver, que todoslos tiempos son del divino beneplcito, cuando se toman resoluciones de cosassantas y conducentes a la piedad cristiana. Por tanto viendo con gravsimodolor de nuestro corazn, que se empeoraban de da en da los negocios de lacristiandad; pues la Ungra estaba oprimida por los Turcos, los Alemanes ensumo peligro; y todas las dems provincias llenas de miedo, tristeza yafliccin; determinamos no aguardar ya el consentimiento de ningn Prncipe,sino atender nicamente a la voluntad de Dios omnipotente, y a la utilidad dela repblica cristiana. En consecuencia, pues, no pudiendo ya disponer deVincencia, y deseando atender as a la salud eterna de todos los cristianos,como a la comodidad de la nacin Alemana, en la eleccin de lugar que

    habamos de hacer para celebrar el nuevo concilio; y que aunque sepropusieron otros lugares, conocamos que los Alemanes deseaban se eligiesela ciudad de Trento; Nos, aunque juzgbamos que se podan tratar mscmodamente todos los negocios en la Italia citerior; conformamos noobstante, movidos de nuestro amor paternal, nuestra determinacin a suspeticiones. En consecuencia elegimos la ciudad de Trento para que secelebrase en ella el concilio ecumnico en el da primero del prximo mes denoviembre, determinando aquel lugar como que era a propsito para quepudiesen concurrir a l los Obispos y Prelados de Alemania, y de otrasnaciones inmediatas con suma facilidad; y los de Francia, Espaa y provinciasrestantes ms remotas, sin especial dificultad. Dilatamos no obstante la

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    - 9 -abertura hasta aquel da sealado, para dar tiempo a que se publicase estenuestro decreto por todas las naciones cristianas, y tuviesen todos los Preladostiempo para concurrir a l. Y para haber dejado de sealar en esta ocasin el

    trmino de un ao en la mudanza del lugar del concilio, como hemos prescritoen otras ocasiones en algunas Bulas; ha sido el motivo nohaber Nos queridodiferir por ms tiempo la esperanza de sanar en alguna parte la repblicacristiana, que tantas prdidas y calamidades ha padecido. Vemos no obstantelas circunstancias del tiempo; conocemos las dificultades; comprendemos quees incierto cuanto se puede esperar de nuestra resolucin; pero sabiendo queest escrito: Descubre al Seor tus resoluciones, y espera en l, que l lascumplir; tuvimos por ms acertado colocar nuestra esperanza en la clemenciay misericordia divina, que desconfiar de nuestra debilidad. Porque sucedemuchas veces al principiar las buenas obras, que lo que no pueden hacer losconsejos de los hombres, lo lleva a debida ejecucin el poder divino. Confiados

    pues, y apoyados en la autoridad de este mismo Dios omnipotente, Padre, Hijoy Espritu Santo, y de sus bienaventurados Apstoles san Pedro y san Pablo, dela que tambin gozamos en la tierra; y adems de esto, con el consejo yasenso de nuestros venerables hermanos los Cardenales de la santa IglesiaRomana; quitada y removida la suspensin arriba mencionada, la misma queremovemos y quitamos por la presente Bula; indicamos, anunciamos,convocamos, establecemos y decretamos, que el santo, ecumnico y generalconcilio se ha de principiar, proseguir y finalizar con el auxilio del mismoSeor, a su honra y gloria, y en beneficio del pueblo cristiano, en la ciudad deTrento, lugar cmodo, libre y oportuno para todas las naciones, desde el daprimero del prximo mes de noviembre del presente ao de la Encarnacin delSeor 1542; requiriendo, exhortando, amonestando y adems de estomandando en todo rigor de precepto en fuerza del juramento que hicieron aNos, y a esta santa Sede, y en virtud de santa obediencia y bajo las demspenas que es costumbre intimar y proponer contra los que no concurrencuando se celebran concilios, que tanto nuestros venerables hermanos detodos los lugares los Patriarcas, Arzobispos, Obispos y nuestros amados hijoslos Abades, como todos los dems a quienes por derecho o por privilegio espermitido tener asiento en los concilios generales, y dar su voto en ellos; quetodos deban absolutamente concurrir y asistir a este sagrado concilio, a nohallarse acaso legtimamente impedidos, de cuya circunstancia no obstanteestn obligados a avisar con fidedigno testimonio; o asistir a lo menos por susprocuradores y enviados con legtimos poderes. Rogando adems y suplicando

    por las entraas de misericordia de Dios, y de nuestro Seor Jesucristo, cuyareligin y verdades de fe ya se combaten por dentro y fuera tan gravemente, alos mencionados Emperador, y Rey Cristiansimo, as como a los dems Reyes,Duques y Prncipes, cuya presencia si en algn tiempo ha sido necesaria a lasantsima fe de Jesucristo, y a la salvacin de todos los cristianos, lo esprincipalmente en este tiempo; que si desean ver salva la repblica cristiana;si comprenden que tienen estrecha obligacin a Dios por los grandes beneficiosque de su Majestad han recibido; no abandonen la causa, ni los intereses delmismo Dios; concurran por s mismos a la celebracin del sagrado Concilio, enel que ser en extremo provechosa su piedad y virtud para la comn utilidad ysalvacin suya, y de lo otros, as la temporal, como la eterna. Mas si (lo que no

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    - 10 -quisiramos) no pudieren concurrir ellos mismos; enven a lo menos susEmbajadores autorizados que puedan representar en el Concilio cada uno lapersona de su Prncipe con prudencia y dignidad. Y ante todas cosas que

    procuren, lo que les es sumamente fcil, que se pongan en camino, sintergiversacin ni tardanza, para venir al Concilio, los Obispos y Prelados de susrespectivos reinos y provincias: circunstancia que en particular esabsolutamente conforme a justicia, que el mismo Dios, y Nos alcancemos delos Prelados y Prncipes de Alemania; es a saber, que habindose indicado elConcilio principalmente por su caus y deseos, y en la misma ciudad que elloshan pretendido, tengan todso a bien celebrarlo, y darle esplendor con supresencia, para que mucho ms bien, y con mayor comodidad se puedancuanto antes, y del mejor modo posible, tratar en el mismo sagrado yecumnico Concilio, consultar, ventilar, resolver, y llevar al fin deseadocuantas cosas sean necesarias a la integridad y verdad de la religin cristiana,

    al restablecimiento de las buenas costumbres, a la enmienda de las malas, a lapaz, unidad y concordia de los cristianos entre s, tanto de los Prncipes, comode los pueblos, as como a rechazar los mpetus con que maquinan losBrbaros e infieles oprimir toda la cristiandad; siendo Dios quien gue nuestrasdeliberaciones, y quien lleve delante de nuestras almas la luz de su sabidura yverdad. Y para que lleguen estas nuevas letras, y cuanto en ellas se contiene,a noticia de todos los que deben tenerla, y ninguno de ellos pueda alegarignorancia, principalmente por no ser acaso libre el camino para que lleguen atodas las personas a quienes determinadamente se deberan intimar;queremos, y mandamos que cuando acostumbra juntarse el pueblo en labaslica Vaticana del Prncipe de los Apstoles, y en la iglesia de Letran a or lamisa, se lean pblicamente, y con voz clara por los cursores de nuestra Curia,o por algunos notarios pblicos; y leidas se fijen en las puertas de dichasiglesias, y adems de estas, en las de la Cancelara Apostlica, y en el lugaracostumbrado del campo de Flora, en donde han de estar expuestas algntiempo para que las lean y lleguen a noticia de todos; y cuando las quitaren deall, queden no obstante colocadas sus copias en los mismos lugares. En efectonuestra determinada voluntad es, que todas y cualesquiera personas de lasmencionadas en esta nuestra Bula, queden tan obligadas y comprendidas porla lectura, publicacin y fijacin de ella, a los dos meses despus de fijada,contados desde el da de su publicacin y fijacin, como si se hubiese ledo eintimado a sus propias personas. Mandamos tambin y decretamos, que se dcierta e indubitable fe a los ejemplares de ella, que estn escritos o firmados

    por mano de algn notario pblico, y refrendados con el sello de algunapersona eclesistica constituida en dignidad. No sea, pues, lcito a personaalguna quebrantar, o contradecir temerariamente a esta nuestra Bula deindiccin, aviso, convocacin, estatuto, decreto, mandamiento, precepto yruego. Y si alguno presumiere atentarlo, sepa que incurrir en la indignacinde Dios omnipotente, y en la de sus bienaventurados Apstoles san Pedro ysan Pablo. Dado en Roma, en san Pedro, en 22 de mayo del ao de laEncarnacin del Seor 1542, y octava de nuestro Pontificado. Blosio. Hier.Dan.

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    - 11 -ABERTURA DEL CONCILIO DE TRENTO

    Decreto en que se declara la abertura del Concilio.

    "En el nombre de la santsima Trinidad. Siguen las ordenanzas, constituciones,actas, y decretos hechos en el sacrosanto, ecumnico y general Concilio deTrento, presidido a nombre de nuestro santsimo en Cristo Padre y SeorPaulo, por divina providencia Papa III de este nombre, por los Reverendsimose Ilustrsimos seores los Cardenales de la santa Romana Iglesia, Legados alatere de la Sede Apostlica, Juan Mara de Monte, Obispo de Palestina;Marcelo Cervini, Presbtero de santa Cruz en Jerusaln; y Reginaldo Polo,Ingls, Dicono de santa Mara in Cosmedin".

    "En el nombre de Dios, Amen. En el ao del nacimiento del mismo Seornuestro de M. D. XLV, en la Indiccin tercera, domingo tercero del Adviento del

    Seor, en que cay la festividad de santa Luca, da trece del mes dediciembre, ao duodcimo del Pontificado de nuestro Santsimo Padre y Seornuestro en Jesucristo, Paulo por divina providencia Papa III de este nombre, secelebr una procesin general en la ciudad de Trento desde la Iglesia de lasantsima e individua Trinidad hasta la iglesia catedral, para dar feliz principioal sacrosanto, ecumnico y general Concilio de Trento; y asistieron en ella lostres Legados de la Sede Apostlica, y el Reverendsimo e Ilustrsimo seorCristbal Madruci, Presbtero Cardenal de la santa Iglesia Romana, del ttulo desan Cesario, y tambin los Reverendos Padres y seores los Arzobispos,Obispos, Abades, doctores, e ilustres y nobles seores que despus semencionan, con otros muchos doctores as telogos, como canonistas ylegistas, y gran nmero de Barones y Condes, y juntamente el clero y pueblode dicha ciudad. Finalizada la procesin, el referido primer Legado,Reverendsimo e Ilustrsimo seor Cardenal de Monte, celebr la misa deEspritu Santo en la santa iglesia catedral, y predic el Reverendo Padre yseor Obispo de Bitonto. Despus de acabada la misa dio la bendicin alpueblo el expresado Reverendsimo seor Cardenal de Monte; y compareciendodespus ante los mismos Legados y Prelados la distinguida persona delmaestro Zorrilla, secretario del Ilustrsimo seor don Diego de Mendoza,Embajador del Emperador y Rey de Espaa, present las cartas en que dichoEmbajador excusaba su ausencia, y fueron ledas en alta voz. Despus de estose leyeron las Bulas de la convocacin del Concilio, e inmediatamente elexpresado Reverendsimo Legado de Monte, volvindose a los Padres del

    Concilio, dijo:"

    SESION I

    Celebrada en tiempo del sumo Pontfice Paulo III,en 13 de diciembre del ao del Seor 1545

    Decreto en que se declara la abertura del Concilio. Tenis a bien decretar ydeclarar a honra y gloria de la santa e individua Trinidad, Padre, Hijo, yEspritu Santo, para aumento y exaltacin de la fe y religin cristiana,extirpacin de las herejas, paz y concordia de la Iglesia, reforma del clero y

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    - 12 -pueblo cristiano, y humillacin, y total ruina de los enemigos del nombre deCristo, que el sagrado y general Concilio de Trento principie, y quedeprincipiado? Respondieron los PP.: As lo queremos.

    ASIGNACIN DE LA SESIN SIGUIENTE

    Pues estando prxima la fiesta de la Natividad de Jesucristo nuestro Seor, ysiguindose otras festividades de este ao que acaba, y del que principia;tenis a bien que la primera Sesin que haya, se celebre el jueves despus dela Epifana, que ser el 7 de enero del ao del Seor 1546? Respondieron: Aslo queremos.

    SESION II

    Celebrada el 7 de enero de 1546

    DECRETO SOBRE EL ARREGLO DE VIDA,Y OTRAS COSAS QUE DEBEN OBSERVARSE EN EL CONCILIO

    El sacrosanto Concilio Tridentino, congregado legtimamente en el EsprituSanto, y presidido por los mismos tres Legados de la Sede Apostlica,reconociendo con el bienaventurado Apstol Santiago, que toda ddivaexcelente, y todo don perfecto viene del cielo, y baja del Padre de las luces,que concede con abundancia la sabidura a todos los que se la piden, sin darlesen rostro con su ignorancia; y sabiendo tambin que el principio de la sabidura

    es el temor de Dios: ha resuelto y decretado exhortar a todos, y cada uno delos fieles cristianos congregados en Trento, como a presente los exhorta, a queprocuren enmendarse de los males y pecados hasta el presente cometidos, yprocedan en adelante con temor de Dios, sin condescender a los deseos de lacarne, perseverando segn cada uno pueda en la oracin, y confesando amenudo, comulgando, frecuentando las iglesias y en fin cumpliendo lospreceptos divinos, y rogando adems de esto a Dios todos los das en susoraciones secretas por la paz de los Prncipes cristianos, y por la unidad de laIglesia. Exhorta tambin a los Obispos, y dems personas constituidas en elorden sacerdotal, que concurren a esta ciudad a celebrar el Concilio general, aque se dediquen con esmero a las continuas alabanzas de Dios, ofrezcan sussacrificios, oficio y oraciones, y celebren el sacrificio de la misa a lo menos en

    el domingo, da en que Dios cri la luz, resucit de entre los muertos, einfundi en sus discpulos el Espritu Santo, haciendo, como manda el mismoSanto Espritu por medio de su Apstol, splicas, oraciones, peticiones, yacciones de gracias por nuestro santsimo Padre el Papa, por el Emperador, porlos Reyes, por todos los que se hallan constituidos en dignidad, y por todos loshombres, para que vivamos quieta y tranquilamente, gocemos de la paz, yveamos el aumento de la religin. Exhorta adems a que ayunen por lo menostodos los viernes en memoria de la Pasin del Seor, den limosnas a lospobres, y se celebre todos los jueves en la iglesia catedral la misa del EsprituSanto, con las letanas y otras oraciones establecidas para esta ocasin; y enlas dems iglesias se digan a lo menos en el mismo da las letanas y

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    - 13 -oraciones; sin que en el tiempo de los divino oficios haya plticas niconversaciones, sino que se asista al sacerdote con la boca, y con el nimo. Ypor cuanto es necesario que los Obispos sean irreprensibles, sobrios, castos, y

    muy atentos al gobierno de sus casas; los exhorta igualmente a que cuidenante todas cosas de la sobriedad en su mesa, y de la moderacin en susmanjares. Dems de esto, como acontece muchas veces suscitarse en lamisma mesa conversaciones intiles; se lea al tiempo de ella la divinaEscritura. Instruya tambin cada uno a sus familiares, y enseles que no seanpendencieros, vinosos, desenvueltos, ambiciosos, soberbios, blasfemos, nidados a deleites; huyan en fin de los vicios, y abracen las virtudes,manifestando en sus vestidos, alio, y dems actos la honestidad y modestiacorrespondiente a los ministros de los ministros de Dios. Adems de esto,siendo el principal cuidado, empeo e intencin de este Concilio sacrosanto,que disipadas las tinieblas de las herejas, que por tantos aos han cubierto la

    tierra, renazca la luz de la verdad catlica, con el favor de Jesucristo, que es laverdadera luz, as como el candor y la pureza, y se reformen las cosas quenecesitan de reforma; el mismo Concilio exhorta a todos los catlicos aqucongregados, y que despus se congregaren, y principalmente a los que estninstruidos en las sagradas letras, a que mediten por s mismos con diligencia yesmero los medios y modos ms convenientes para poder dirigir lasintenciones del Concilio, y lograr el efecto deseado; y con esto se pueda conmayor prontitud, deliberacin y prudencia, condenar lo que deba condenarse, yaprobarse lo que merezca aprobacin; y todos por todo el mundo glorifiquen, auna voz, y con una misma confesin de fe, a Dios, Padre de nuestro SeorJesucristo. Respecto del modo con que se han de exponer los dictmenes,luego que los sacerdotes del Seor estn sentados en el lugar de bendicin,segn el estatuto del concilio Toledano, ninguno pueda meter ruido con vocesdesentonadas, ni perturbar tumultuariamente, ni tampoco altercar condisputas falsas, vanas u obstinadas; sino que todo lo que expongan, de talmodo se tempere y suavice al pronunciarlo, que ni se ofendan los oyentes, nise pierda la rectitud del juicio con la perturbacin del nimo. Despus de estoestableci y decret el mismo Concilio, que si aconteciese por casualidad quealgunos no tomen el asiento que les corresponde, y den su dictamen, aunvalindose de la frmula Placet, asistan a las congregaciones, y ejecutendurante el Concilio otras acciones, cualesquiera que sean; no por esto se les hade seguir perjuicio alguno, ni otros tampoco adquirirn nuevo derecho.

    Asignse despus el da jueves, 4 del prximo mes de febrero, para celebrar laSesin siguiente.

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    - 14 -EL SMBOLO DE LA FE

    SESION III

    Celebrada en 4 de febrero de 1546

    DECRETO SOBRE EL SMBOLO DE LA FE

    En el nombre de la santa e indivisible Trinidad, Padre, Hijo, y Espritu Santo.Considerando este sacrosanto, ecumnico y general Concilio de Trento,congregado legtimamente en el Espritu Santo, y presidido de los mismos tresLegados de la Sede Apostlica, la grandeza de los asuntos que tiene quetratar, en especial de los contenidos en los dos captulos, el uno de laextirpacin de las herejas, y el otro de la reforma de costumbres, por cuya

    causa principalmente se ha congregado; y comprendiendo adems con elApstol, que no tiene que pelear contra la carne y sangre, sino contra losmalignos espritus en cosas pertenecientes a la vida eterna; exhortaprimeramente con el mismo Apstol a todos, y a cada uno, a que se confortenen el Seor, y en el poder de su virtud, tomando en todo el escudo de la fe,con el que puedan rechazar todos los tiros del infernal enemigo, cubrindosecon el morrin de la esperanza de la salvacin, y armndose con la espada delespritu, que es la palabra de Dios. Y para que este su piadoso deseo tenga enconsecuencia, con la gracia divina, principio y adelantamiento, establece ydecreta, que ante todas cosas, debe principiar por el smbolo, o confesin defe, siguiendo en esto los ejemplos de los Padres, quienes en los ms sagradosconcilios acostumbraron agregar, en el principio de sus sesiones, este escudocontra todas las herejas, y con l solo atrajeron algunas veces los infieles a lafe, vencieron los herejes, y confirmaron a los fieles. Por esta causa hadeterminado deber expresar con las mismas palabras con que se lee en todaslas iglesias, el smbolo de fe que usa la santa Iglesia Romana, como que esaquel principio en que necesariamente convienen los que profesan la fe deJesucristo, y el fundamento seguro y nico contra que jams prevalecern laspuertas del infierno. El mencionado smbolo dice as: Creo en un solo Dios,Padre omnipotente, criador del cielo y de la tierra, y de todo lo visible einvisible: y en un solo Seor Jesucristo, Hijo unignito de Dios, y nacido delPadre ante todos los siglos, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Diosverdadero; engendrado, no hecho; consustancial al Padre, y por quien fueron

    criadas todas las cosas; el mismo que por nosotros los hombres, y por nuestrasalvacin descendi de los cielos, y tom carne de la virgen Mara por obra delEspritu Santo, y se hizo hombre: fue tambin crucificado por nosotros,padeci bajo el poder de Poncio Pilato, y fue sepultado; y resucit al terceroda, segn estaba anunciado por las divinas Escrituras; y subi al cielo, y estsentado a la diestra del Padre; y segunda vez ha de venir glorioso a juzgar losvivos y los muertos; y su reino ser eterno. Creo tambin en el Espritu Santo,Seor y vivificador, que procede del Padre y del Hijo; quien igualmente esadorado, y goza juntamente gloria con el Padre, y con el Hijo, y es el quehabl por los Profetas; y creo ser una la santa, catlica y apostlica Iglesia.

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    - 15 -Confieso un bautismo para la remisin de los pecados: y aguardo laresurreccin de la carne y la vida perdurable. Amen.

    ASIGNACIN DE LA SESIN SIGUIENTE

    Teniendo entendido el mismo sacrosanto, ecumnico y general Concilio deTrento, congregado legtimamente en el Espritu Santo, y presidido de losmismos tres Legados de la Sede Apostlica, que muchos Prelados estndispuestos a emprender el viaje al Concilio de varios pases, y que algunosestn ya en camino para venir a Trento; y considerando tambin que cuantoha de decretar el mismo sagrado Concilio, de tanto mayor crdito y respetopodr parecer entre todos, cuanto con mayor, ms nmero y pleno consejo dePadres se determine y corrobore; resolvi y decret que la Sesin prxima seha de celebrar el jueves siguiente a la inmediata futura Dominica Laetare; mas

    que entre tanto no se dejen de tratar y ventilar los puntos que parecieren almismo Concilio dignos de su ventilacin y examen.

    LAS SAGRADAS ESCRITURAS

    SESION IV

    Celebrada en 8 de abril de 1546

    DECRETO SOBRE LAS ESCRITURAS CANNICAS

    DECRETO SOBRE LA EDICIN Y USO DE LA SAGRADA ESCRITURA

    DECRETO SOBRE LAS ESCRITURAS CANNICAS

    El sacrosanto, ecumnico y general Concilio de Trento, congregadolegtimamente en el Espritu Santo y presidido de los mismos tres Legados dela Sede Apostlica, proponindose siempre por objeto, que exterminados loserrores, se conserve en la Iglesia la misma pureza del Evangelio, queprometido antes en la divina Escritura por los Profetas, promulgprimeramente por su propia boca. Jesucristo, hijo de Dios, y Seor nuestro, ymand despus a sus Apstoles que lo predicasen a toda criatura, como fuentede toda verdad conducente a nuestra salvacin, y regla de costumbres;considerando que esta verdad y disciplina estn contenidas en los librosescritos, y en las tradiciones no escritas, que recibidas de boca del mismoCristo por los Apstoles, o enseadas por los mismos Apstoles inspirados porel Espritu Santo, han llegado como de mano en mano hasta nosotros;siguiendo los ejemplos de los Padres catlicos, recibe y venera con igual afectode piedad y reverencia, todos los libros del viejo y nuevo Testamento, puesDios es el nico autor de ambos, as como las mencionadas tradicionespertenecientes a la fe y a las costumbres, como que fueron dictadasverbalmente por Jesucristo, o por el Espritu Santo, y conservadasperpetuamente sin interrupcin en la Iglesia catlica. Resolvi adems unir a

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    - 16 -este decreto el ndice de los libros Cannicos, para que nadie pueda dudarcuales son los que reconoce este sagrado Concilio. Son pues los siguientes. Delantiguo Testamento, cinco de Moiss: es a saber, el Gnesis, el Exodo, el

    Levtico, los Nmeros, y el Deuteronomio; el de Josu; el de los Jueces; el deRuth; los cuatro de los Reyes; dos del Paralipmenon; el primero de Esdras, yel segundo que llaman Nehemas; el de Tobas; Judith; Esther; Job; el Salteriode David de 150 salmos; los Proverbios; el Eclesiasts; el Cntico de loscnticos; el de la Sabidura; el Eclesistico; Isaas; Jeremas con Baruch;Ezequiel; Daniel; los doce Profetas menores, que son; Oseas; Joel; Amos;Abdas; Jons; Micheas; Nahum; Habacuc; Sofonas; Aggeo; Zacharas, yMalachas, y los dos de los Macabeos, que son primero y segundo. DelTestamento nuevo, los cuatro Evangelios; es a saber, segn san Mateo, sanMarcos, san Lucas y san Juan; los hechos de los Apstoles, escritos por sanLucas Evangelista; catorce Epstolas escritas por san Pablo Apstol; a los

    Romanos; dos a los Corintios; a los Glatas; a los Efesios; a los Filipenses; alos Colosenses; dos a los de Tesalnica; dos a Timoteo; a Tito; a Philemon, y alos Hebreos; dos de san Pedro Apstol; tres de san Juan Apstol; una delApstol Santiago; una del Apstol san Judas; y el Apocalipsis del Apstol sanJuan. Si alguno, pues, no reconociere por sagrados y cannicos estos libros,enteros, con todas sus partes, como ha sido costumbre leerlos en la Iglesiacatlica, y se hallan en la antigua versin latina llamada Vulgata; y despreciarea sabiendas y con nimo deliberado las mencionadas tradiciones, seaexcomulgado. Queden, pues, todos entendidos del orden y mtodo con quedespus de haber establecido la confesin de fe, ha de proceder el sagradoConcilio, y de que testimonios y auxilios se ha de servir principalmente paracomprobar los dogmas y restablecer las costumbres en la Iglesia.

    DECRETO SOBRE LA EDICIN Y USO DE LA SAGRADA ESCRITURA

    Considerando adems de esto el mismo sacrosanto Concilio, que se podrseguir mucha utilidad a la Iglesia de Dios, si se declara qu edicin de lasagrada Escritura se ha de tener por autntica entre todas las ediciones latinasque corren; establece y declara, que se tenga por tal en las lecciones pblicas,disputas, sermones y exposiciones, esta misma antigua edicin Vulgata,aprobada en la Iglesia por el largo uso de tantos siglos; y que ninguno, porningn pretexto, se atreva o presuma desecharla. Decreta adems, con el finde contener los ingenios insolentes, que ninguno fiado en su propia sabidura,

    se atreva a interpretar la misma sagrada Escritura en cosas pertenecientes a lafe, y a las costumbres que miran a la propagacin de la doctrina cristiana,violentando la sagrada Escritura para apoyar sus dictmenes, contra el sentidoque le ha dado y da la santa madre Iglesia, a la que privativamente tocadeterminar el verdadero sentido, e interpretacin de las sagradas letras; nitampoco contra el unnime consentimiento de los santos Padres, aunque enningn tiempo se hayan de dar a luz estas interpretaciones. Los Ordinariosdeclaren los contraventores, y castguenlos con las pensas establecidas por elderecho. Y queriendo tambin, como es justo, poner freno en esta parte a losimpresores, que ya sin moderacin alguna, y persuadidos a que les espermitido cuanto se les antoja, imprimen sin licencia de los superiores

  • 8/6/2019 Trento - Documentos Del Concilio de Trento

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    - 17 -eclesisticos la sagrada Escritura, notas sobre ella, y exposicionesindiferentemente de cualquiera autor, omitiendo muchas veces el lugar de laimpresin, muchas fingindolo, y lo que es de mayor consecuencia, sin nombre

    de autor; y adems de esto, tienen de venta sin discernimiento ytemerariamente semejantes libros impresos en otras partes; decreta yestablece, que en adelante se imprima con la mayor enmienda que sea posiblela sagrada Escritura, principalmente esta misma antigua edicin Vulgata; y quea nadie sea lcito imprimir ni procurar se imprima libro alguno de cosassagradas, o pertenecientes a la religin, sin nombre de autor; ni venderlos enadelante, ni aun retenerlos en su casa, si primero no los examina y aprueba elOrdinario; so pena de excomunin, y de la multa establecida en el canon delltimo concilio de Letran. Si los autores fueren Regulares, debern adems delexamen y aprobacin mencionada, obtener licencia de sus superiores, despusque estos hayan revisto sus libros segn los estatutos prescritos en sus

    constituciones. Los que los comunican, o los publican manuscritos, sin queantes sean examinados y aprobados, queden sujetos a las mismas penas quelos impresores. Y los que los tuvieren o leyeren, sean tenidos por autores, sino declaran los que lo hayan sido. Dese tambin por escrito la aprobacin desemejantes libros, y parezca esta autorizada al principio de ellos, seanmanuscritos o sean impresos; y todo esto, es a saber, el examen y aprobacinse ha de hacer de gracia, para que as se apruebe lo que sea digno deaprobacin, y se repruebe lo que no la merezca. Adems de esto, queriendo elsagrado Concilio reprimir la temeridad con que se aplican y tuercen a cualquierasunto profano las palabras y sentencias de la sagrada Escritura; es a saber, abufonadas, fbulas, vanidades, adulaciones, murmuraciones, supersticiones,impos y diablicos encantos, adivinaciones, suertes y libelos infamatorios;ordena y manda para extirpar esta irreverencia y menosprecio, que ninguno enadelante se atreva a valerse de modo alguno de palabras de la sagradaEscritura, para estos, ni semejantes abusos; que todas las personas queprofanen y violenten de este modo la palabra divina, sean reprimidas por losObispos con las penas de derecho, y a su arbitrio.

    ASIGNACIN DE LA SESIN SIGUIENTE

    Item establece y decreta este sacrosanto Concilio, que la prxima futuraSesin se ha de tener y celebrar en la feria quinta despus de la prximasacratsima solemnidad de Pentecosts.

  • 8/6/2019 Trento - Documentos Del Concilio de Trento

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    - 18 -EL PECADO ORIGINAL

    SESION V

    Celebrada el 17 de junio de 1546.

    DECRETO SOBRE EL PECADO ORIGINAL

    Para que nuestra santa fe catlica, sin la cual es imposible agradar a Dios,purgada de todo error, se conserve entera y pura en su sinceridad, y para queno flucte el pueblo cristiano a todos vientos de nuevas doctrinas; constandoque la antigua serpiente, enemigo perpetuo del humano linaje, entremuchsimos males que en nuestros das perturban a la Iglesia de Dios, aun hasuscitado no slo nuevas herejas, sino tambin las antiguas sobre el pecado

    original, y su remedio; el sacrosanto, ecumnico y general Concilio de Trento,congregado legtimamente en el Espritu Santo, y presidido de los mismos tresLegados de la Sede Apostlica, resuelto ya a emprender la reduccin de losque van errados y a confirmar los que titubean; siguiendo los testimonios de lasagrada Escritura, de los santos Padres y de los concilios mas bien recibidos, yel dictamen y consentimiento de la misma Iglesia, establece, confiesa y declaraestos dogmas acerca del pecado original.

    I. Si alguno no confiesa que Adan, el primer hombre, cuando quebrant elprecepto de Dios en el paraso, perdi inmediatamente la santidad y justicia enque fue constituido, e incurri por la culpa de su prevaricacin en la ira e

    indignacin de Dios, y consiguientemente en la muerte con que Dios le hablaantes amenazado, y con la muerte en el cautiverio bajo el poder del mismoque despus tuvo el imperio de la muerte, es a saber del demonio, y noconfiesa que todo Adn pas por el pecado de su prevaricacin a peor estadoen el cuerpo y en el alma; sea excomulgado.

    II. Si alguno afirma que el pecado de Adn le da a l solo, y no a sudescendencia; y que la santidad que recibi de Dios, y la justicia que perdi, laperdi para s solo, y no tambin para nosotros; o que inficionado l mismocon la culpa de su inobediencia, solo traspas la muerte y penas corporales atodo el gnero humano, pero no el pecado, que es la muerte del alma; seaexcomulgado: pues contradice al Apstol que afirma: Por un hombre entr el

    pecado en el mundo, y por el pecado la muerte; y de este modo pas lamuerte a todos los hombres por aquel en quien todos pecaron.

    III. Si alguno afirma que este pecado de Adn, que es uno en su origen, ytransfundido en todos por la propagacin, no por imitacin, se hace propio decada uno; se puede quitar por las fuerzas de la naturaleza humana, o por otroremedio que no sea el mrito de Jesucristo, Seor nuestro, nico mediador,que nos reconcili con Dios por medio de su pasin, hecho para nosotros

    justicia, santificacin y redencin; o niega que el mismo mrito de Jesucristose aplica as a los adultos, como a los prvulos por medio del sacramento delbautismo, exactamente conferido segn la forma de la Iglesia; sea

  • 8/6/2019 Trento - Documentos Del Concilio de Trento

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    - 19 -excomulgado: porque no hay otro nombre dado a los hombres en la tierra, enque se pueda lograr la salvacin. De aqu es aquella voz: Este es el cordero deDios; este es el que quita los pecados del mundo. Y tambin aquellas: Todos

    los que fuisteis bautizados, os reveststeis de Jesucristo.

    IV. Si alguno niega que los nios recin nacidos se hayan de bautizar, aunquesean hijos de padres bautizados; o dice que se bautizan para que se lesperdonen los pecados, pero que nada participan del pecado original de Adn,de que necesiten purificarse con el bao de la regeneracin para conseguir lavida eterna; de donde es consiguiente que la forma del bautismo se entiendarespecto de ellos no verdadera, sino falsa en orden a la remisin de lospecados; sea excomulgado: pues estas palabras del Apstol: Por un hombreentr el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte; y de este modo pasla muerte a todos los hombres por aquel en quien todos pecaron; no deben

    entenderse en otro sentido sino en el que siempre las ha entendido la Iglesiacatlica difundida por todo el mundo. Y as por esta regla de fe, conforme a latradicin de los Apstoles, aun los prvulos que todava no han podido cometerpecado alguno personal, reciben con toda verdad el bautismo en remisin desus pecados; para que purifique la regeneracin en ellos lo que contrajeron porla generacin: Pues no puede entrar en el reino de Dios, sino el que hayarenacido del agua, y del Espritu Santo.

    V. Si alguno niega que se perdona el reato del pecado original por la gracia denuestro Seor Jesucristo que se confiere en el bautismo; o afirma que no sequita todo lo que es propia y verdaderamente pecado; sino dice, que estesolamente se rae, o deja de imputarse; sea excomulgado. Dios por cierto nadaaborrece en los que han renacido; pues cesa absolutamente la condenacinrespecto de aquellos, que sepultados en realidad por el bautismo conJesucristo en la muerte, no viven segn la carne, sino que despojados delhombre viejo, y vestidos del nuevo, que est creado segn Dios, pasan a serinocentes, sin mancha, puros, sin culpa, y amigos de Dios, sus herederos ypartcipes con Jesucristo de la herencia de Dios; de manera que nada puederetardarles su entrada en el cielo. Confiesa no obstante, y cree este santoConcilio, que queda en los bautizados, la concupiscencia, o fomes, que comodejada para ejercicio, no puede daar a los que no consienten, y la resistenvaronilmente con la gracia de Jesucristo: por el contrario, aquel ser coronadoque legtimamente peleare. La santa Snodo declara, que la Iglesia catlica

    jams ha entendido que esta concupiscencia, llamada alguna vez pecado por elApstol san Pablo, tenga este nombre, porque sea verdadera y propiamentepecado en los renacidos por el bautismo; sino porque dimana del pecado, einclina a l. Si alguno sintiese lo contrario; sea excomulgado. Declara noobstante el mismo santo Concilio, que no es su intencin comprender en estedecreto, en que se trata del pecado original, a la bienaventurada, e inmaculadavirgen Mara, madre de Dios; sino que se observen las constituciones del PapaSixto IV de feliz memoria, las mismas que renueva; bajo las penas contenidasen las mismas constituciones.

  • 8/6/2019 Trento - Documentos Del Concilio de Trento

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    - 20 -DECRETO SOBRE LA REFORMA

    CAP. I. Que se establezcan ctedras de sagrada Escritura

    CAP. II. De los predicadores de la palabra divina, y de los demandante.

    CAP. I. Que se establezcan ctedras de sagrada Escritura

    Insistiendo el mismo sacrosanto Concilio en las piadosas constituciones de lossumos Pontfices, y de los concilios aprobados, y adoptndolas y aadindolas,estableci, y decret, con el fin de que no quede obscurecido y despreciado elcelestial tesoro de los sagrados libros, que el Espritu Santo comunic a loshombres con suma liberalidad; que en las iglesias en que hay asignadaprebenda, o prestamera, u otro estipendio, bajo cualquier nombre que sea,

    para los lectores de sagrada teologa, obliguen a los Obispos, Arzobispos,Primados, y dems Ordinarios de los lugares, y compelan aun por la privacinde los frutos, a los que obtienen tal prebenda, prestamera, o estipendio, a queexpongan e interpreten la sagrada Escritura por s mismos, si fueren capaces,y si no lo fuesen, por substitutos idneos que deben ser elegidos por losmismos Obispos, Arzobispos, Primados y dems Ordinarios. En adelanteempero, no se ha de conferir la prebenda, prestamera, o estipendiomencionado sino a personas idneas, y que puedan por s mismas desempearesta obligacin; quedando nula e invlida la provisin que no se haga en estostrminos. En las iglesias metropolitanas, o catedrales, si la ciudad fuesefamosa, o de mucho vecindario, as como en las colegiatas que haya enpoblacin sobresaliente, aunque no est asignada a ninguna dicesis, con talque sea el clero numeroso, en las que no haya destinada prebenda alguna,prestamera, o el estipendio mencionado; se ha de tener por destinada yaplicada perpetuamente para este efecto, ipso facto, la prebenda primera quede cualquier modo vaque, a excepcin de la que vaque por resignacin, y a laque no est anexa otra obligacin y trabajo incompatible. Y por cuanto puedeno haber prebenda alguna en las mismas iglesias, o no ser suficiente la quehaya; deba el mismo Metropolitano, u Obispo, dar providencia con acuerdo delcabildo, para que haya la leccin o enseanza de la sagrada Escritura, yaasignando los frutos de algn beneficio simple, cumplidas no obstante lascargas y obligaciones que este tenga; ya por contribucin de los beneficiadosde su ciudad o dicesis, o del modo ms cmodo que se pueda; con la

    condicin no obstante de que de modo ninguno se omitan por estas otraslecciones establecidas o por la costumbre, o por cualquiera otra causa. Lasiglesias cuyas rentas anuales fueren cortas, o donde el clero y pueblo sea tanpequeo que no pueda haber cmodamente en ellas ctedra de teologa,tengan a lo menos un maestro, que ha de elegir el Obispo con acuerdo delcabildo, que ensee de balde la gramtica a los clrigos y otros estudiantespobres, para que puedan, mediante Dios, pasar al estudio de la sagradaEscritura; y por esta causa se han de asignar al maestro de gramtica losfrutos de algn beneficio simple, que percibir solo el tiempo que se mantengaenseando, con tal que no se defraude al beneficio del cumplimiento debido asus cargas; o se le ha de pagar de la mesa capitular o episcopal algn salario

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    - 21 -correspondiente; o si esto no puede ser, busque el mismo Obispo algn arbitrioproporcionado a su iglesia y dicesis, para que por ningn pretexto se deje decumplir esta piadosa, til y fructuosa determinacin. Haya tambin ctedra de

    sagrada Escritura en los monasterios de monjes en que cmodamente puedahaberla; y si fueren omisos los Abades en el cumplimiento de esto, oblguenlesa ello por medios oportunos los Obispos de los lugares, como delegados eneste caso de la Sede Apostlica. Haya igualmente ctedra de sagrada Escrituraen los conventos de los dems Regulares, en que cmodamente puedanflorecer los estudios; y esta ctedra la han de dar los captulos generales oprovinciales a los maestros ms dignos. Establzcase tambin en los estudiospblicos (en que hasta ahora no se haya establecido) por la piedad de losreligiossimos Prncipes y repblicas, y por su amor a la defensa y aumento dela fe catlica, y a la conservacin y propagacin de la sana doctrina, ctedratan honorfica, y mas necesaria que todo lo dems, y restablzcase donde

    quiera que antes se haya fundado y est abandonada. Y para que no sepropague la impiedad bajo el pretexto de piedad, ordena el mismo sagradoConcilio, que ninguno sea admitido al magisterio de esta enseanza, seapblica o privada, sin que antes sea examinado y aprobado por el Obispo dellugar sobre su vida, costumbres e instruccin: mas eto no se entienda con loslectores que han de ensear en los conventos. Y en tanto que ejerzan sumagisterio en escuelas pblicas los que ensearen la sagrada Escritura, y losescolares que estudien en ellas, gocen y disfruten plenamente de todos losprivilegios sobre la percepcin de frutos, prebendas y beneficios concedidospor derecho comn en las ausencias.

    CAP. II. De los predicadores de la palabra divina, y de los demandante.

    Siendo no menos necesaria a la repblica cristiana la predicacin delEvangelio, que su enseanza en la ctedra, y siendo aquel el principalministerio de los Obispos; ha establecido y decretado el mismo santo Concilioque todos los Obispos, Arzobispos, Primados, y restantes Prelados de lasiglesias, estn obligados a predicar el sacrosanto Evangelio de Jesucristo por smismos, si no estuviesen legtimamente impedidos. Pero si sucediese que losObispos, y dems mencionados, lo estuviesen, tengan obligacin, segn lodispuesto en el Concilio general, a escoger personas hbiles para quedesempeen fructuosamente el ministerio de la predicacin. Si algunodespreciare dar cumplimiento a esta disposicin; quede sujeto a una severa

    pena. Igualmente los Archiprestes, los Curas y los que gobiernan iglesiasparroquiales u otras que tienen cargo de almas, de cualquier modo que sea,instruyan con discursos edificativos por s, o por otras personas capaces siestuvieren legtimamente impedidos, a lo menos en los domingos yfestividades solemnes, a los fieles que les estn encomendados, segn sucapacidad, y la de sus ovejas; ensendoles lo que es necesario que todossepan para conseguir la salvacin eterna; anuncindoles con brevedad yclaridad los vicios que deben huir, y las virtudes que deben practicar, para quelogren evitar las penas del infierno, y conseguir la eterna felicidad. Mas sialguno de ellos fuese negligente en cumplirlo, aunque pretenda, so cualquierpretexto, estar exento de la jurisdiccin del Obispo, y aunque sus iglesias se

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    - 22 -reputen de cualquier modo exentas, o acaso anexas, o unidas a algnmonasterio, aunque este exista fuera de la dicesis, con tal que se hallenefectivamente las iglesias dentro de ella; no quede por falta de la providencia y

    solicitud pastoral de los Obispos estorbar que se verifique lo que dice laEscritura: Los nios pidieron pan, y no haba quien se lo partiese. Enconsecuencia, si amonestados por el Obispo no cumplieren esta obligacindentro de tres meses, sean precisados a cumplirla por medio de censuraseclesisticas, o de otras penas a voluntad del mismo Obispo; de suerte, que sile pareciese conveniente, aun se pague a otra persona que desempee aquelministerio, algn decente estipendio de los frutos de los beneficios, hasta quearrepentido el principal poseedor cumpla con su obligacin. Y si se hallarenalgunas iglesias parroquiales sujetas a monasterios de ninguna dicesis, cuyosAbades o Prelados regulares fuesen negligentes en las obligacionesmencionadas; sean compelidos a cumplirlas por los Metropolitanos en cuyas

    provincias estn aquellas dicesis, como delegados para esto de la SedeApostlica; sin que pueda impedir la ejecucin de este decreto costumbrealguna o exencin, apelacin, reclamacin o recurso, hasta tanto que seconozca y decida por juez competente, quien debe proceder sumariamente, yatendida sola la verdad del hecho. Tampoco puedan predicar, ni aun en lasiglesias de sus rdenes, los Regulares de cualquiera religin que sean, si nohubieren sido examinados y aprobados por sus superiores sobre vida,costumbres y sabidura, y tengan adems su licencia; con la cual estnobligados antes de comenzar a predicar a presentarse personalmente a susObispos, y pedirles la bendicin. Para predicar en las iglesias que no son de susrdenes, tengan obligacin de conseguir, adems de la licencia de sussuperiores, la del Obispo, sin la cual de ningn modo puedan predicar en ellas;y los Obispos se la han de conceder gratuitamente. Y si, lo que Dios nopermita, sembrare el predicador en el pueblo errores o escndalos, aunque lospredique en su monasterio, o en los de otro orden, le prohibir el Obispo el usode la predicacin. Si predicase herejas, proceda contra l segn lo dispuestoen el derecho, o segn la costumbre del lugar; aunque el mismo predicadorpretextase estar exento por privilegio general o especial: en cuyo caso procedael Obispo con autoridad Apostlica, y como delegado de la santa Sede. Mascuiden los Obispos de que ningn predicador padezca vejaciones por falsosinformes o calumnias, ni tenga justo motivo de quejarse de ellos. Evitenadems de esto los Obispos el permitir que predique bajo pretexto de privilegioninguno en su ciudad o dicesis, persona alguna, ya sea de los que siendo

    Regulares en el nombre, viven fuera de la clausura y obediencia de susreligiones, o ya de los Presbteros seculares, a no tenerlos conocidos yaprobados en sus costumbres y doctrina; hasta que los mismos Obisposconsulten sobre el caso a la santa Sede Apostlica; de la que no es verismilsaquen personas indignas semejantes privilegios, a no ser callando la verdad,y diciendo mentira. Los que recogen las limosnas, que comnmente se llamanDemandantes, de cualquiera condicin que sean, no presuman de modo algunopredicar por s, ni por otro; y los contraventores sean reprimidos eficazmentecon oportunos remedios por los Obispos y Ordinarios de los lugares, sin que lessirvan ningunos privilegios.

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    - 23 -Asignacin de la Sesin siguiente.

    Adems de esto, el mismo sacrosanto Concilio establece y decreta, que la

    prxima futura Sesin se tenga y celebre el jueves, feria quinta despus de lafiesta del bienaventurado Apstol Santiago.

    Prorrgose despus la Sesin al da 13 de enero de 1547.

    LA JUSTIFICACIN

    DECRETO SOBRE LA JUSTIFICACINDECRETO SOBRE LA REFORMA

    PROEMIOCAP. I. Que la naturaleza y la ley no pueden justificar a los hombres.CAP. II. De la misin y misterio de la venida de Cristo.CAP. III. Quines se justifican por Jesucristo.CAP. IV. Se da idea de la justificacin del pecador, y del modo con que se haceen la

    ley de gracia.CAP. V. De la necesidad que tienen los adultos de prepararse a la justificacin,y de

    dnde provenga.CAP. VI. Modo de esta preparacin.CAP. VII. Que sea la justificacin del pecador, y cules sus causas.CAP. VIII. Cmo se entiende que el pecador se justifica por la fe, ygratuitamente.CAP. IX. Contra la vana confianza de los herejes.CAP. X. Del aumento de la justificacin ya obtenida.CAP. XI. De la observancia de los mandamientos, y de cmo es necesario yposible

    observarlos.CAP. XII. Debe evitarse la presuncin de creer temerariamente su propiapredestinacin.

    CAP. XIII. Del don de la perseverancia.CAP. XIV. De los justos que caen en pecado, y de su reparacin.CAP. XV. Con cualquier pecado mortal se pierde la gracia, pero no la fe.CAP. XVI. Del fruto de la justificacin; esto es, del mrito de las buenas obras,y de la

    esencia de este mismo mrito.Cnones sobre la justificacin

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    - 24 -PROEMIO

    Habindose difundido en estos tiempos, no sin prdida de muchas almas, y

    grave detrimento de la unidad de la Iglesia, ciertas doctrinas errneas sobre laJustificacin; el sacrosanto, ecumnico y general Concilio de Trento,congregado legtimamente en el Espritu Santo, y presidido a nombre denuestro santsimo Padre y seor en Cristo, Paulo por la divina providencia PapaIII de este nombre, por los reverendsimos seores Juan Mara de Monte,Obispo de Palestina, y Marcelo, Presbtero del ttulo de santa Cruz enJerusaln, Cardenales de la santa Iglesia Romana, y Legados Apostlicos alatere, se propone declarar a todos los fieles cristianos, a honra y gloria deDios omnipotente, tranquilidad de la Iglesia, y salvacin de las almas, laverdadera y sana doctrina de la Justificacin, que el sol de justicia Jesucristo,autor y consumador de nuestra fe ense, comunicaron sus Apstoles, y

    perpetuamente ha retenido la Iglesia catlica inspirada por el Espritu Santo;prohibiendo con el mayor rigor, que ninguno en adelante se atreva a creer,predicar o ensear de otro modo que el que se establece y declara en elpresente decreto.

    CAP. I. Que la naturaleza y la ley no pueden justificar a los hombres.

    Ante todas estas cosas declara el santo Concilio, que para entender bien ysinceramente la doctrina de la Justificacin, es necesario conozcan todos yconfiesen, que habiendo perdido todos los hombres la inocencia en laprevaricacin de Adn, hechos inmundos, y como el Apstol dice, hijos de irapor naturaleza, segn se expuso en el decreto del pecado original; en tantogrado eran esclavos del pecado, y estaban bajo el imperio del demonio, y de lamuerte, que no slo los gentiles por las fuerzas de la naturaleza, pero ni aunlos Judos por la misma letra de la ley de Moiss, podran levantarse, o lograrsu libertad; no obstante que el libre albedro no estaba extinguido en ellos,aunque s debilitadas sus fuerzas, e inclinado al mal.

    CAP. II. De la misin y misterio de la venida de Cristo.

    Con este motivo el Padre celestial, Padre de misericordias, y Dios de todoconsuelo, envi a los hombres, cuando lleg aquella dichosa plenitud detiempo, a Jesucristo, su hijo, manifestado, y prometido a muchos santos

    Padres antes de la ley, y en el tiempo de ella, para que redimiese los Judosque vivan en la ley, y los gentiles que no aspiraban a la santidad, la lograsen,y todos recibiesen la adopcin de hijos. A este mismo propuso Dios porreconciliador de nuestros pecados, mediante la fe en su pasin, y no slo denuestros pecados, sino de los de todo el mundo.

    CAP. III. Quines se justifican por Jesucristo.

    No obstante, aunque Jesucristo muri por todos, no todos participan delbeneficio de su muerte, sino slo aquellos a quienes se comunican los mritosde su pasin. Porque as como no naceran los hombres efectivamente injustos,

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    - 25 -si no naciesen propagados de Adan; pues siendo concebidos por l mismo,contraen por esta propagacin su propia injusticia; del mismo modo, si norenaciesen en Jesucristo, jams seran justificados; pues en esta regeneracin

    se les confiere por el mrito de la pasin de Cristo, la gracia con que se hacenjustos. Por este beneficio nos exhorta el Apstol a dar siempre gracias al PadreEterno, que nos hizo dignos de entrar a la parte de la suerte de los santos enla gloria, nos sac del poder de las tinieblas, y nos transfiri al reino de su hijomuy amado, en el que logramos la redencin, y el perdn de los pecados.

    CAP. IV. Se da idea de la justificacin del pecador, y del modo con que se haceen la ley de gracia.

    En las palabras mencionadas se insina la descripcin de la justificacin delpecador: de suerte que es trnsito del estado en que nace el hombre hijo del

    primer Adan, al estado de gracia y de adopcin de los hijos de Dios por elsegundo Adan Jesucristo nuestro Salvador. Esta traslacin, o trnsito no sepuede lograr, despus de promulgado el Evangelio, sin el bautismo, o sin eldeseo de l; segn est escrito: No puede entrar en el reino de los cielos sinoel que haya renacido del agua, y del Espritu Santo.

    CAP. V. De la necesidad que tienen los adultos de prepararse a la justificacin,y de dnde provenga.

    Declara adems, que el principio de la misma justificacin de los adultos sedebe tomar de la gracia divina, que se les anticipa por Jesucristo: esto es, desu llamamiento, por el que son llamados sin mrito ninguno suyo; de suerteque los que eran enemigos de Dios por sus pecados, se dispongan por sugracia, que los excita y ayuda para convertirse a su propia justificacin,asintiendo y cooperando libremente a la misma gracia; de modo que tocandoDios el corazn del hombre por la iluminacin del Espritu Santo, ni el mismohombre deje de obrar alguna cosa, admitiendo aquella inspiracin, pues puededesecharla; ni sin embargo pueda moverse sin la gracia divina a la justificacinen la presencia de Dios por sola su libre voluntad. De aqu es, que cuando sedice en las sagradas letras: Convertos a m, y me convertir a vosotros; senos avisa de nuestra libertad; y cuando respondemos: Convirtenos a ti,Seor, y seremos convertidos; confesamos que somos prevenidos por la divinagracia.

    CAP. VI. Modo de esta preparacin.

    Dispnense, pues, para la justificacin, cuando movidos y ayudados por lagracia divina, y concibiendo la fe por el odo, se inclinan libremente a Dios,creyendo ser verdad lo que sobrenaturalmente ha revelado y prometido; y enprimer lugar, que Dios justifica al pecador por su gracia adquirida en laredencin por Jesucristo; y en cuanto reconocindose por pecadores, ypasando del temor de la divina justicia, que ltimamente los contrista, aconsiderar la misericordia de Dios, conciben esperanzas, de que Dios losmirar con misericordia por la gracia de Jesucristo, y comienzan a amarle

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    - 26 -como fuente de toda justicia; y por lo mismo se mueven contra sus pecadoscon cierto odio y detestacin; esto es, con aquel arrepentimiento que debentener antes del bautismo; y en fin, cuando proponen recibir este sacramento,

    empezar una vida nueva, y observar los mandamientos de Dios. De estadisposicin es de la que habla la Escritura, cuando dice: El que se acerca aDios debe creer que le hay, y que es remunerador de los que le buscan.Confa, hijo, tus pecados te son perdonados. Y, el temor de Dios ahuyenta alpecado. Y tambin: Haced penitencia, y reciba cada uno de vosotros elbautismo en el nombre de Jesucristo para la remisin de vuestros pecados, ylograris el don del Espritu Santo. Igualmente: Id pues, y ensead a todas lasgentes, bautizndolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo,ensendolas a observar cuanto os he encomendado. En fin: Preparadvuestros corazones para el Seor.

    CAP. VII. Que sea la justificacin del pecador, y cules sus causas.

    A esta disposicin o preparacin se sigue la justificacin en s misma: que noslo es el perdn de los pecados, sino tambin la santificacin y renovacin delhombre interior por la admisin voluntaria de la gracia y dones que la siguen;de donde resulta que el hombre de injusto pasa a ser justo, y de enemigo aamigo, para ser heredero en esperanza de la vida eterna. Las causas de esta

    justificacin son: la final, la gloria de Dios, y de Jesucristo, y la vida eterna. Laeficiente, es Dios misericordioso, que gratuitamente nos limpia y santifica,sellados y ungidos con el Espritu Santo, que nos est prometido, y que esprenda de la herencia que hemos de recibir. La causa meritoria, es su muyamado unignito Jesucristo, nuestro Seor, quien por la excesiva caridad conque nos am, siendo nosotros enemigos, nos mereci con su santsima pasinen el rbol de la cruz la justificacin, y satisfizo por nosotros a Dios Padre. Lainstrumental, adems de estas, es el sacramento del bautismo, que essacramento de fe, sin la cual ninguno jams ha logrado la justificacin.Ultimamente la nica causa formal es la santidad de Dios, no aquella con quel mismo es santo, sino con la que nos hace santos; es a saber, con la quedotados por l, somos renovados en lo interior de nuestras almas, y no sloquedamos reputados justos, sino que con verdad se nos llama as, y lo somos,participando cada uno de nosotros la santidad segn la medida que le reparteel Espritu Santo, como quiere, y segn la propia disposicin y cooperacin decada uno. Pues aunque nadie se puede justificar, sino aquel a quien se

    comunican los mritos de la pasin de nuestro Seor Jesucristo; esto, noobstante, se logra en la justificacin del pecador, cuando por el mrito de lamisma santsima pasin se difunde el amor de Dios por medio del EsprituSanto en los corazones de los que se justifican, y queda inherente en ellos.Resulta de aqu que en la misma justificacin, adems de la remisin de lospecados, se difunden al mismo tiempo en el hombre por Jesucristo, con quiense une, la fe, la esperanza y la caridad; pues la fe, a no agregrsele laesperanza y caridad, ni lo une perfectamente con Cristo, ni lo hace miembrovivo de su cuerpo. Por esta razn se dice con suma verdad: que la fe sin obrases muerta y ociosa; y tambin: que para con Jesucristo nada vale lacircuncisin, ni la falta de ella, sino la fe que obra por la caridad. Esta es

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    - 27 -aquella fe que por tradicin de los Apstoles, piden los Catecmenos a laIglesia antes de recibir el sacramento del bautismo, cuando piden la fe que davida eterna; la cual no puede provenir de la fe sola, sin la esperanza ni la

    caridad. De aqu es, que inmediatamente se les dan por respuesta las palabrasde Jesucristo: Si quieres entrar en el cielo, observa los mandamientos. Enconsecuencia de esto, cuando reciben los renacidos o bautizados la verdaderay cristiana santidad, se les manda inmediatamente que la conserven en todasu pureza y candor como la primera estola, que en lugar de la que perdi Adanpor su inobediencia, para s y sus hijos, les ha dado Jesucrito con el fin de quese presenten con ella ante su tribunal, y logren la salvacin eterna.

    CAP. VIII. Cmo se entiende que el pecador se justifica por la fe, ygratuitamente.

    Cuando dice el Apstol que el hombre se justifica por la fe, y gratuitamente; sedeben entender sus palabras en aquel sentido que adopt, y ha expresado elperpetuo consentimiento de la Iglesia catlicaa; es a saber, que en tanto sedice que somos justificados por la fe, en cuanto esta es principio de lasalvacin del hombre, fundamento y raz de toda justificacin, y sin la cual esimposible hacerse agradables a Dios, ni llegar a participar de la suerte de hijossuyos. En tanto tambin se dice que somos justificados gratuitamente, encuanto ninguna de las cosas que preceden a la justificacin, sea la fe, o seanlas obras, merece la gracia de la justificacin: porque si es gracia, ya noproviene de las obras: de otro modo, como dice el Apstol, la gracia no seragracia.

    CAP. IX. Contra la vana confianza de los herejes.

    Mas aunque sea necesario creer que los pecados ni se perdonan, ni jams sehan perdonado, sino gratuitamente por la misericordia divina, y mritos deJesucristo; sin embargo no se puede decir que se perdonan, o se hanperdonado a ninguno que haga ostentacin de su confianza, y de lacertidumbre de que sus pecados le estn perdonados, y se fe slo en esta:pues puede hallarse entre los herejes y cismticos, o por mejor decir, se hallaen nuestros tiempos, y se preconiza con grande empeo contra la Iglesiacatlica, esta confianza vana, y muy ajena de toda piedad. Ni tampoco sepuede afirmar que los verdaderamente justificados deben tener por cierto en

    su interior, sin el menor gnero de duda, que estn justificados; ni que nadiequeda absuelto de sus pecados, y se justifica, sino el que crea con certidumbreque est absuelto y justificado; ni que con sola esta creencia logra toda superfeccin el perdn y justificacin; como dando a entender, que el que nocreyese esto, dudara de las promesas de Dios, y de la eficacia de la muerte yresurreccin de Jesucristo. Porque as como ninguna persona piadosa debedudar de la misericordia divina, de los mritos de Jesucristo, ni de la virtud yeficacia de los sacramentos: del mismo modo todos pueden recelarse y temerrespecto de su estado en gracia, si vuelven la consideracin a s mismos, y asu propia debilidad e indisposicin; pues nadie puede saber con la certidumbrede su fe, en que no cabe engao, que ha conseguido la gracia de Dios.

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    - 29 -a otros, yo me condene. Adems de esto, el Prncipe de los Apstoles sanPedro dice: Anhelad siempre por asegurar con vuestras buenas obras vuestravocacin y eleccin; pues procediendo as, nunca pecaris. De aqu consta que

    se oponen a la doctrina de la religin catlica los que dicen que el justo pecaen toda obra buena, a lo menos venialmente, o lo que es ms intolerable, quemerece las penas del infierno; as como los que afirman que los justos pecanen todas sus obras, si alentando en la ejecucin de ellas su flojedad, yexhortndose a correr en la palestra de esta vida, se proponen por premio labienaventuranza, con el objeto de que principalmente Dios sea glorificado;pues la Escritura dice: Por la recompensa inclin mi corazn a cumplir tusmandamientos que justifican. Y de Moiss dice el Apstol, que tena presente,o aspiraba a la remuneracin.

    CAP. XII. Debe evitarse la presuncin de creer temerariamente su propia

    predestinacin.

    Ninguno tampoco, mientras se mantiene en esta vida mortal, debe estar tanpresuntuosamente persuadido del profundo misterio de la predestinacindivina, que crea por cierto es seguramente del nmero de los predestinados;como si fuese constante que el justificado, o no puede ya pecar, o debaprometerse, si pecare, el arrepentimiento seguro; pues sin especial revelacin,no se puede sabe quines son los que Dios tiene escogidos para s.

    CAP. XIII. Del don de la perseverancia.

    Lo mismo se ha de creer acerca del don de la perseverancia, del que dice laEscritura: El que perseverare hasta el fin, se salvar: lo cual no se puedeobtener de otra mano que de la de aquel que tiene virtud de asegurar al queest en pie para que contine as hasta el fin, y de levantar al que cae.Ninguno se prometa cosa alguna cierta con seguridad absoluta; no obstanteque todos deben poner, y asegurar en los auxilios divinos la ms firmeesperanza de su salvacin. Dios por cierto, a no ser que los hombres dejen decorresponder a su gracia, as como principi la obra buena, la llevar a superfeccin, pues es el que causa en el hombre la voluntad de hacerla, y laejecucin y perfeccin de ella. No obstante, los que se persuaden estarseguros, miren no caigan; y procuren su salvacin con temor y temblor, pormedio de trabajos, vigilias, limosnas, oraciones, oblaciones, ayunos y castidad:

    pues deben estar posedos de temor, sabiendo que han renacido a laesperanza de la gloria, mas todava no han llegado a su posesin saliendo delos combates que les restan contra la carne, contra el mundo y contra eldemonio; en los que no pueden quedar vencedores sino obedeciendo con lagracia de Dios al Apstol san Pablo, que dice: Somos deudores, no a la carnepara que vivamos segn ella: pues si vivireis segn la carne, moriris; mas simortificareis con el espritu las acciones de la carne, viviris.

    CAP. XIV. De los justos que caen en pecado, y de su reparacin.

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    - 30 -Los que habiendo recibido la gracia de la justificacin, la perdieron por elpecado, podrn otra vez justificarse por los mritos de Jesucristo, procurando,excitados con el auxilio divino, recobrar la gracia perdida, mediante el

    sacramento de la Penitencia. Este modo pues de justificacin, es la reparacino restablecimiento del que ha cado en pecado; la misma que con muchapropiedad han llamado los santos Padres segunda tabla despus del naufragiode la gracia que perdi. En efecto, por los que despus del bautismo caen en elpecado, es por los que estableci Jesucristo el sacramento de la Penitencia,cuando dijo: Recibid el Espritu Santo: a los que perdonreis los pecados, lesquedan perdonados; y quedan ligados los de aquellos que dejeis sin perdonar.Por esta causa se debe ensear, que es mucha la diferencia que hay entre lapenitencia del hombre cristiano despus de su cada, y la del bautismo; puesaquella no slo incluye la separacin del pecado, y su detestacin, o el corazncontrito y humillado; sino tambin la confesin sacramental de ellos, a lo

    menos en deseo para hacerla a su tiempo, y la absolucin del sacerdote; yadems de estas, la satisfaccin por medio de ayunos, limosnas, oraciones yotros piadosos ejercicios de la vida espiritual: no de la pena eterna, pues estase perdona juntamente con la culpa o por el sacramento, o por el deseo de l;sino de la pena temporal, que segn ensea la sagrada Escritura, no siempre,como sucede en el bautismo, se perdona toda a los que ingratos a la divinagracia que recibieron, contristaron al Espritu Santo, y no se avergonzaron deprofanar el templo de Dios. De esta penitencia es de la que dice la Escritura:Ten presente de qu estado has cado: haz penitencia, y ejecuta las obras queantes. Y en otra parte: La tristeza que es segn Dios, produce una penitenciapermanente para conseguir la salvacin. Y adems: Haced penitencia, y hacedfrutos dignos de penitencia.

    CAP. XV. Con cualquier pecado mortal se pierde la gracia