José Joaquim Cesário Verde nació en Lisboa el de febrero de
.
Como otros importantes poetas portugueses, ha vivido bajo la
sombra
que proyecta la enorme figura de Fernando Pessoa. Sin embargo, es
sa-
bido que el mismo Pessoa consideraba a Cesário Verde el padre
involun-
tario del sensacionismo, corriente a la que se adhieren sus tres
heteróni-
mos más conocidos y él mismo. Fue Cesário Verde quien introdujo
de
manera exitosa la temática urbana en la poesía portuguesa, aunque
es a
la vez un poeta que cantó al ámbito rural. Afectado por la
tuberculosis,
mal que cobraría la vida de dos de sus hermanos, Cesário Verde
murió
el de julio de . O Livro de Cesário Verde fue publicado
de mane-
ra póstuma por Antonio José Silva Pinto, amigo y albacea literario.
Su
poema Contrariedades , además de presagiar la futura muerte
del autor,
es sin duda un antecedente indiscutible del célebre poema
«Tabaquería»
de Fernando Pessoa.
Mouros, baixéis, heróis, tudo ressuscitado!
Luta Camões no Sul, salvando um livro a nado!
Singram soberbas naus que eu não verei jamais!
C V
Oscuro y desgastado, la madrugada lo encuentra evocando las
hazañas
de los capitanes. No sospecha de qué modo
se convierte en la ciudad y en su renuncia.
Es como si las avenidas recorrieran un camino hasta su
pecho.
Sabe tomar su parte
pero una tristeza que va de los Navegantes a él
le va a pasar tañendo telégrafos urgentes.
Refugiado en el campo no logrará curar el desamparo
que le hormiguea en los muelles:
un foco de infección que le carcome.
Hay días en que un golpe le atenebra la mirada
y en el pecho le crece un ave de infortunios:
una noche que el día
ya no puede extinguir.
Hoy escupí una flema en mi pañuelo,
Conde de Monsaraz
Mi buen amigo António:
Sobre la mesa hay papeles manchados,
un cenicero, colillas... Alrededor, en desorden, se van acumulando
las cajas de cigarros.
En un paisaje fétido de puertos y
estaciones
la carga que transportan los barcos y los trenes es un ritmo
constante en mi cabeza.
Una empresa de sombras afina maquinarias y un batallón de
niebla que todo lo carcome nos dice entre silbatos: la ciudad, un
cadáver, que no se da por enterado.
Una mujer de ojos hundidos deambula por los muelles, reclama su
botín y un filo de impaciencia anida y rompe el pecho.
[En todo esto hay una insatisfacción de la que nadie escapa.]
Muy cerca de los muelles las putas se alimentan con el deseo
ambulante de los hombres que bajan de los barcos cansados de sus
propias caricias.
Qué ganas de que exploten las vitrinas o se incendien los teatros
y al final no saber que la noche, al girar en la esquina,
aguza su cuchillo y aquellos que en la sombra construyeron su
casa tomarán por asalto todo lo que era suyo por derecho.
Así sería feliz y rápida la muerte, no como en ese irse gota a
gota, como un pesado
oscuro martilleo que todo lo ensordece.
una antigua novedad, un largo nacimiento entre melancolías.
Un estertor de flemas hace eco en mi garganta y en lugar de
mi voz sólo queda un silbido.
Hay un invento cruel al que llaman la noche donde el terror anida
y las pesadas mantas de la fiebre van cubriéndolo
todo.
El miedo es ese frío que recorre mi espalda.
El sol atisba entre las nubes,
se arremolina el polvo y todo se desgarra en la
memoria.
El viento iba marcando el final de febrero.
No recuerdo las flores, se imponen más el árbol y el reto de
ascender.
Levantamos cometas en el último cuarto de la tarde, el parque era
la pista de despegue y una telegrafía de papeles de china
marcaba el firmamento. La bitácora entonces nos podía confirmar
puros buenos despegues y una que otra corriente de viento
sacudía nuestra holgura.
En esta línea puede o no extinguirse el sol.
Sólo nos permitimos regresar cuando el hilo tronaba sin aviso y el
vuelo a la deriva.
Qué bien se respiraba entonces.
Cómo no recordar las crónicas marítimas
de una ferretería.
Bosquejaba poemas en las notas de encargo,
en diminutos papeles o en el menú de algún café del rumbo.
Por la rua dos Fanqueiros pasaban las mujeres
y él, muy atento a su paso,
saldría de su escritura para verlas.
Alguna voltearía de reojo y su corazón
que pugna desde adentro,
Los rostros más altivos,
las cabelleras blondas, las helénicas diosas de figuras turgentes
—su fugitivo fruto tiene amarga semilla— siempre fueron esquivas a
mi tacto; desdén era su signo.
Cuando todos ya duermen, el silencio es una pesada perra que vigila
la
casa, pero que llega tarde. Mi hermana María Julia y mi hermano
Tomás no dejan de morir en estos cuartos, casi puedo escuchar
esa renuencia a desaparecer.
Com seu tipo tão nobre e tão de sala,
Com seus gestos de neve e de metal.
C V
Su talle, su cintura,
en mí se consumían, y mis manos seguras le explicaban el
mundo. En su boca el aliento se volvía entrecortado y su
cuerpo temblaba.
Pero ella no recuerda, pasa de largo y yo que voy cayendo más
rápido que un ave muero entre estas paredes.
Y ni siquiera eso.
Si pudiera asomarme a la ventana, si pudiera diría que todo esto no
es más que un oscuro...
un naufragio.
y la duda es un hueso muy duro de roer.
Ahora todo viene a mi memoria como una maldición. El viaje que no
hicimos lo guardo en un adiós ya muy cercano. No me queda ni un
gesto, ni siquiera un desplante que tú me hayas dejado. Sólo queda
un papel en que me pides que ya olvide tu nombre.
Yo quise cantar la flor para tus labios y en su lugar
dibujé una rosa de sangre en mi pañuelo.
A otra más cruel
Ella no duerme nunca, hace ronda en mi pecho. Ella respira música
entre líneas de sangre y deterioro.
Va montada en el lomo oscuro de los pianos, o se va cabalgando
yeguas de la noche.
Hay voces que no duermen al otro lado de estos muros.
una parvada oscura
de tristes carroñeros
Mientras tanto aguardan en la respiración.
Son un solo latido,
un solo aliento turbio.
es más que el dependiente
de una ferretería.
La fiebre entre las sombras
del espejismo de la fiebre.
Fragmentos de la razón quedan confusos
y la mitad del cuerpo en la neblina.
Lo sabe mientras crece
Un gusto de metales en la boca,
un restañar de herida penetrante, un corazón que apenas galopante
en su carrera alcanza lo que toca.
Y lo que toca ahora es la caída, el golpe de la mano que
anhelada a la bestia que somos acabada deja por tierra torpe y
aturdida.
Y el nudo que se siente en la garganta es fracaso y es polvo
y es espina de quien caerá muy bajo en su derrota.
y una música que viene de la calle
despierta su interés;
y ocultos en las sombras
algunos Contrincantes.
Sin decepción
sin miedo
y justo entonces
Versión libre de Caranguejola , poema de Mário de
Sá-Carneiro.
Me quedaré acostado todo el día, dejaré que la luz, la puerta y las
cortinas se queden apagadas. Todos se irán a trabajar y no van a
volver hasta muy tarde, así que no estoy para otra cosa que
no sea dormir.
Yo siempre fui el pulso de las cosas que toqué, pero hay en
mí una congestión en el orgullo de ser, una jaqueca de tener
abiertos los ojos. Hoy voy a ser el pasto de un invierno que nadie
toca, la ropa sucia al fondo de la cesta, el polvo debajo de los
muebles que alguien ha olvidado barrer.
Cuando respiro el aire de la calle me envuelven mil carraspeos, así
que no me levanten para nada, ni para la conferencia magistral por
años repetida. ¿Para qué asistir a los salones donde cantan lo
sagrado un par de viejas vacas?
Mi vida
que sólo los que han muerto pueden reconocer
se asoma a la ventana.
L ARGA , onda fatiga
Ustedes levantaron este canto:
Poema de los misterios
Ellas van perfumando la mañana en esa correría tic toc de los
tacones, dejan vibrando el aire que abandona su paso.
Ellas al mediodía combaten el calor restándole al vestido prendas
y el sudor va dejando cristales en el camino que hay entre
sus senos.
Por la tarde, terminada la faena en la oficina o en las tiendas de
moda, esconden su cansancio —por eso es que su bolso pesa mucho—
y se salen sonriendo, porque allá afuera Ellos las están
esperando.
¿Qué es lo que Ellos esperan? ¿Unos ojos cansados y una boca que
incendia su carmín anhelante? ¿Un cuerpo que desnuda el ansia de
hace tiempo?
Cantiga al viejo modo
La niña me mira Con sus ojos negros Como si la noche Se estuviera
en ellos. La niña morena.
Como si estuviera En ellos la noche Yo nunca podría Hacerles
reproche. La niña morena.
Hacerles reproche Yo nunca podría Su mirar gracioso Mal no
pagaría. La niña morena Mal no pagaría Su cabello oscuro Su
paso es tranquilo Cuando le procuro. La niña morena.
Cuando la procuro Yo canto por ella
Por su piel umbría Que la hace más bella. La niña morena.
Ella salvó mis ojos al comenzar el día.
Se despojó de todo en esa espera, la lengua entre los dientes, los
labios que en el frío se cortaron.
Al borde del otoño ella fue la mañana y me tendía su
cuerpo
su oscura piel su sombra
sus manos que palparon toda mi oscuridad.
Sus manos en mis muslos ingles verga quietud se conservan muy
vivas.
Por el río desciende su cuerpo
Por su cuerpo desciende el río y su leyenda de Nobles
Caballeros Navegantes
Caballeros Capitanes y un Rey desaparece
dicen que este país ya no es lo que antes era
Por las calles que desembocan en el muelle las personas van
felices
porque partirán en barcos por el río que lleva al mar
en esta parte del poema el río se confunde con el mar
Cesário también parte y todos ignoran que se aleja
como un acorazado entre Héroes
Capitanes Caballeros Navegantes
algunos todavía
De prédios sepulcrais, com dimensões de montes,
A Dor humana busca os amplos horizontes,
E tem marés, de fel, como um sinistro mar!
C V
Quieto, la oscuridad anida en mí
y no hay mañana. Sólo el pensar es lince, aguja que se hunde
entre los ojos. La tristeza del puerto es un pañuelo que se agita,
el muelle es un latir en mi cabeza.
John Keats el canto acaba; hermanos en la muerte y el
desprecio, tú y yo vamos dejando magros cuerpos quebrados. El canto
acaba, ruiseñor ¿despierto estás o duermes a mi lado?
No ha mucho yo fui un hombre de empresas comerciales. ¿Dónde ha
quedado aquella pragmática elocuencia que mi pluma trazaba? Los
barcos descargaron en el puerto mercancías que yo traté en
negocios. Telégrafos monótonos cantaron mi alabanza...
[Escribo la palabra Naufragio con la punta del lápiz
Y el mar enorme ruge y me amedrenta, pues nunca es
conquistado por completo, pues nunca se resigna; vigila y no
descansa en su rencor. Puedo sentir su pulso mientras me estoy
quebrando por el pecho.
¿Dónde queda el valor, altivos navegantes? ¿Dónde estarán los
héroes sin descanso de una nación llevada entre sus velas?
Vivir nunca es preciso,
que ahora es necesario
Ulises inflexibles os saludo: leyendas de bajeles y arcabuces,
tesoros del oriente al abordaje, sus cuerpos hace tiempo se pudren
en lo hondo.
Alguna vez dijiste que el más grande placer que habría en tu vida
sería el de acompañarme al cementerio.
Sospecho que muy pronto te lo voy a cumplir.
Recado para ella
C V
Ya sólo queda un derrumbar de aceros
Del pan de la abundancia
tan sólo he conseguido llevar para mi boca una miga de rabia que
adereza el rencor.
Una piedra en mi mano espera reventar vidrios del alba y un
trago de ceniza me hace guardar silencio.
Desapacible el rostro, contengo la explosión de las arcadas. Me
arrellano en el lecho, me visto de vergüenza y un calor
escarlata me adornará de insultos.
Más de una vez la envidia me descompuso el rostro, mientras hoy no
consigo esconder esa furia que golpea en mi pecho.
A oscuras este canto no puede nivelar esta balanza.
y el vértigo de estos papeles también es un
desprendimiento.
Estas palabras son un oscuro salmo en labios partidos.
La inmolación del día es ráfaga que corta el horizonte.
Es antes de la noche y pronto el miedo retumba en nuestro
cráneo.
Estamos solos.
Escribo esta canción que es santo y seña,
Últimas palabras dichas a su hermano Jorge Verde
Índice
Oscuro y desgastado, la madrugada lo encuentra evocando
.............. Hoy escupí una flema en mi pañuelo
............................................. C C V A M P, C M
............................................ Sobre la mesa hay
papeles manchados
............................................
En un paisaje fétido de puertos y estaciones
.................................... En esta sensación algo
se fija
.........................................................
El sol atisba entre las
nubes..........................................................
Cómo no recordar las crónicas marítimas
......................................
Adivinaba el mundo detrás del mostrador
..................................... Los rostros más altivos
.................................................................
Cuando todos ya duermen, el silencio es una pesada perra
.............. Su talle, su cintura
.......................................................................
El aire se resiste en la quietud del cuarto
....................................... A
.................................................................
Algo se está pudriendo ahí en el pecho:
.......................................... La fiebre entre
las sombras
...........................................................
Él sabe que un enfermo nunca vuelve del todo
............................... Un gusto de metales en la
boca......................................................
Tiene catorce años
........................................................................
A ...............................................
C .........................................................
Ella salvó mis ojos al comenzar el día.
.......................................... Por el río desciende su
cuerpo ........................................................
Quieto, la oscuridad anida en mí
.................................................. R
.................................................................
Ya sólo queda un derrumbar de aceros
........................................... Del pan de la
abundancia
............................................................ Las
palabras que escribe
...............................................................
Cede a la destrucción toda la luz
...................................................
Canción del navegante de sí mismo, de Mijail Lamas,
se terminó de imprimir en Manjarrez Impresores, S. A. de C.
V.,
José Aguilar Barraza Poniente, Almada, Culiacán,
(Sinaloa)