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Trotski y su tiempo (1879 - 1940)

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Biografía de Trotsky escrita por el historiador español Antonio Liz

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Antonio Liz

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За тебе Роси, най-важен в моя живот A Pierre Broué y Ted Grant In memoriam

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Introducción para Kaos en la Red

Desde la publicación en español de mi biografía de Trotski, en el 2007, han sido editadas al menos otras tres. De ellas la única importante desde el punto de vista historiográfico es la de Jean-Jacques Marie, Trotsky, revolucionario sin fronteras, Fondo de Cultura Económica (México DF, 2009). Es una buena biografía, muy bien documentada. Este marxista francés ya había publicado con anterioridad una sólida biografía de Stalin. Marie trabajó en más de una ocasión con Pierre Broué, el mayor conocedor de la obra y de la vida de Trotski y cuya documentadísima biografía aún hoy no está traducida al español, que yo sepa sólo está editada en francés y en italiano. Las posteriores biografías de Robert Service y de Joshua Rubenstein se pueden dejar tranquilamente en el olvido ya que son un quehacer académico clásico, un producto de la lucha ideológica y política contra la revolución social. La de Service, Trotski, una biografía, Ediciones B, S.A. (Barcelona, 2010) es sencillamente un panfleto anticomunista. Ya en su día a este autor le puntualicé su verborrea anticomunista y su cínica metodología en una extensa crítica de su obra Camaradas, breve historia del comunismo. Como este título era absolutamente engañoso titulé mi paciente crítica Camaradas, un alegato anticomunista –se puede encontrar en la red, está en las webs de la Fundación Andreu Nin y en la de Viento Sur. La última de las tres biografías es la de Joshua Rubenstein, miembro del Davis Center for Russian Studies de la Universidad de Harvard, León Trotsky, una vida revolucionaria, Península (Barcelona, 2013). Para que se capte rápido su espiritualidad “democrática” podemos citar unas palabras de su propio prólogo en el que nos informa que “no me he sentido atraído por su ímpetu revolucionario cuando intentó debilitar al Gobierno Provisional en 1917”. Un poco más adelante, y a modo de sentencia, añade que el Viejo “jamás reconoció que Lenin y él habían sido responsables de un rechazo de los valores democráticos que Stalin aprovechó muy pronto para fines más perversos”. De esta manera, el autor nos alerta que todo lo que sea

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traspasar los límites de una democracia burguesa le es inadmisible, además de situar –como tantos “demócratas”- la fuente del stalinismo en la Rusia soviética de Lenin y Trotski. Apuntar que sólo anota las fuentes que consultó al final, de forma genérica y sin relacionar directamente el texto escrito con ellas. En el apartado bibliográfico cita a varios biógrafos pero no al más importante biógrafo de Trotsky, Pierre Broué, cosa que si hace Service –aunque a este tampoco le sirve de mucho. Trotsky es objeto permanente de atención editorial, de forma continuada se editan biografías y se reeditan obras suyas –la última reedición de la autobiografía de Trotsky, Mi vida, la acaba de hacer meritoriamente el CEIP. No es casualidad este proceder, la Revolución rusa marca un antes y un después en la Historia Contemporánea por la sencilla razón que fue la primera Revolución socialista de la Historia Universal, el primer ensayo de una República social. Esta revolución no pertenece al museo de la Historia porque el capitalismo sigue vivo y coleando. Como en ella Trotski jugó un papel central se convierte automáticamente en un referente para las nuevas generaciones de militantes, razón por la que la historiografía burguesa tiene que combatirlo “democráticamente”, alejando el foco de atención de lo fundamental, que Trotsky ha sido uno de los grandes líderes políticos de la clase trabajadora y que sólo militó para ella. Por contra, los intelectuales orgánicos de la clase trabajadora hacen hincapié en su proceder revolucionario, que por si mismo es una fuente de enseñanzas políticas. Así, la lucha política también se da en el terreno historiográfico, algo normal en una sociedad clasista. En esta sociedad nadie es políticamente imparcial –ni los tontos-, por mucho que se esfuercen los “democráticos” integrantes de los Aparatos Ideológicos del Estado en presentarse como gente ecuánime.

Aprovecho para felicitar públicamente a las compañeras y compañeros de Kaos en la Red que con su trabajo han convertido la web en una fuente de información para la izquierda social.

Antonio Liz Madrid, 13, mayo, 2013

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ÍNDICE

Introducción.........................................................., 6

Prólogo a la edición en español…………………, 8

I. EL AMANECER

1. Los años de formación......................................................., 9 2. En la primera revolución:1905......................................., 13 3. Diagnosticando el futuro................................................., 15 4. Rusia en revolución:1917................................................, 19 5. Brest-Litovsk............................................................. ....., 27

6. Guerra civil................................................................. ...., 29 7. La III Internacional........................................................, 33

8. El comunismo de guerra......................................... ......., 35 9. Del X Congreso a Kronstadt ........................................., 36 10. Rapallo…………..........................................................., 41 11. Arte y revolución..........................................................., 43

II. LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA

12. La naciente burocracia..............................................., 46 13. Lenin, la última batalla................................................,51 14. Alemania, la revolución fracasada..............................,54 15. La troika, una dirección fraccional............................,55 16. La muerte de Lenin…………………………………..,60 17. Individuo e Historia………………………………….,62 18. Un camino diferente……………………………... …..63 19. Socialismo en un solo país......................................... .,71 20. La oposición de izquierdas..........................................,72 21. Stalin, sepulturero de la revolución...........................,75 22. La revolución china.....................................................,76

III. LUCHANDO PARA EL PORVENIR

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23. El programa de la Oposición.......................................,80 24. Eliminación de la izquierda.........................................,83 25. En el destierro: Almá-Atá ...........................................,86 26. Prinkipo, comienza el exilio.........................................,91 27. Viaje de ida y vuelta.....................................................,97 28. Contra el nazismo........................................... …….....100 29. En Francia...................................................................,107 30. El asesinato de Kírov..................................................,111 31. Noruega........................................................................,114 32. La revolución española...............................................,116 33. Trotski, Nin y el POUM.............................................,123 34. El primer proceso de Moscú............... …………......,126

IV. EL FINAL DEL CAMINO

35. México........................................................................,131 36. Más horror stalinista................................................,134 37. La IV Internacional..................................................,137 38. Tambores de guerra.................................................,139 39. El Pacto nazi-soviético..............................................,143 40. Comienza la guerra...................................................,145 41. La naturaleza del Estado soviético..........................,147 42. El método marxista...................................................,152 43. Una biografía inconclusa..........................................,156 44. Testamento político...................................................,157 45. El asesinato de Trotski..............................................,158

Apéndices:

I) Congresos del Partido Bolchevique................,161

II) Congresos de la Internacional Comunista.....,172 III) Cronología (1879-1940)....................................,175

Bibliografía....................................................................,183

Cuatro páginas web........................................ .............,190

Películas y documentales.............................................. 190

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Introducción:

¿Por qué hoy una biografía sobre Trotski?

El historiador no escoge casualmente su objeto de estudio. Entonces, ¿es posible que el historiador sea objetivo? Sí, si lo que pretende es acercarse a la causalidad de los fenómenos sociales. Sí, si el historiador pretende descubrir, comprender y no justificar. Su grado de objetividad dependerá de su nivel de aproximación a la realidad histórica.

¿Por qué hemos tomado a Trotski como objeto de estudio, de reflexión? Por dos razones completamente interrelacionadas. Una, porque su quehacer intelectual y político nos da la posibilidad de exponer lo íntimo de la vida de un hombre cuyo objeto existencial fue emancipar a la humanidad a través de la lucha política de la clase trabajadora. Otra, porque le tocó vivir un tiempo histórico donde se dieron las primeras revoluciones y contrarrevoluciones del siglo XX por lo que su vida transcurre en un periodo que es sumamente rico en enseñanzas políticas.

¿Hacemos “política” al escoger como objeto de estudio a Trotski? Por supuesto. El historiador puede ser objetivo pero nunca es imparcial, algo absolutamente imposible en una sociedad clasista. No podemos ser imparciales sino que queremos presentar el epicentro de la vida de un hombre que obró, conjuntamente con muchos otros, para la mayoría de la especie humana, que reflexionó y militó con el único objetivo de conquistar un mundo armonioso en lo social y en lo internacional. Como este mundo aún no está sustentado sobre esas bases, una reflexión sobre su vida y su obra no es un mero ejercicio académico sino un ejercicio social.

La biografía

Esta biografía comenzó cuando nos pusimos a elaborar un artículo sobre Trotski en el sesenta aniversario de su muerte. El conjunto de artículos que vinieron a continuación constituyeron el borrador de esta biografía. Biografía confeccionada sin prisas para poder acoplar los años de lectura y relectura de las principales obras conocidas del biografiado y la reflexión sobre el caminar de la Historia. Así, su elaboración se realizó con calma, en un tejer sereno en lo narrativo aunque apasionado en lo intelectual.

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Bibliografía

En la bibliografía están citadas tanto las obras más importantes de Trotski, pacientemente trabajadas por nosotros, como sobre él. También hay textos generales tanto de carácter teórico como histórico. Decir aquí que a nosotros la mayoría de las obras recogidas en la bibliografía nos parecen aprovechables, algunas sublimes y más de una deleznable. Mas todo esto le compete descubrirlo al propio lector ya que el objeto de este libro no es hacer un análisis de dichas obras aunque es obvio que cuando nuestro discurso histórico diverge del de los autores anotados en la bibliografía es porque no estamos de acuerdo con su línea interpretativa.

Advertencia

Esta obra no recibió apoyo económico de ninguna institución,

asociación o grupo político. Por lo tanto, es el producto de un quehacer intelectual absolutamente independiente. Ahora bien, anotar que nadie puede estar en el limbo de los justos, por encima de las clases sociales; quien pretenda tal o es un tonto o un demagogo. No se puede ser imparcial pero sí libre si entendemos que el compromiso intelectual y político conscientemente adquirido es la esencia de la libertad.

11, septiembre, 2004

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Prólogo a la edición en español

Al pasar esta biografía del gallego al español no hice sólo un

ejercicio de traductor. El pesado privilegio de traducirse a uno mismo posee la ventaja, eso sí, de no tener que seguir la traducción lo más posible al pie de la letra para no traicionar el espíritu del autor. Así fue. Al hilo de la traducción he ido retocando el texto allí donde consideré que debía hacerlo. Esto no quiere decir que la versión gallega y la española de la biografía sean textos diferentes. No, su estructura y su línea argumental son exactamente las mismas. Lo que sí varía son contadas matizaciones que estimé que mejoraban la comprensión del discurso histórico, matizaciones que basé en la relectura de la obra y de todos los textos citados y en el estudio de nueva bibliografía. En este ejercicio de traducción/concreción tuve también en cuenta comentarios de compañeros y amigos que leyeron con detenimiento mi obra. Escuchar a cercanos lectores de mi libro me recordó algo que ya sabía, que aún el más honesto de los textos, es decir, aquel que se asienta en lo que el autor considera íntimamente como cierto, es una pálida aproximación a la realidad histórica. Pero también las diversas opiniones de estos cariñosos pero críticos lectores me han hecho ver que acerté en el objetivo narrativo que me había propuesto: describir el hilo conductor del proceder de Trotski en el proceso histórico. Ahora sólo resta conseguir lo más importante, que esta obra sirva para ayudar a comprender el auténtico significado del quehacer de Trotski y de sus camaradas y que, por añadidura, estimule el interés reflexivo por un tiempo histórico tan colmado de enseñanzas políticas para aquellos que no se conforman con el pesimista y alienador discurso del fin de la historia.

Madrid, 15, septiembre, 2006

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I. EL AMANECER

1. Los años de formación

Lev Davídovich Bronstein nacía, según el calendario Juliano imperante en la Rusia Zarista, que, ironías de la Historia, será derogado en 1918 por la revolución de la que el propio Trotski será uno de sus líderes, el 26 de octubre del año 1879 en una aldea del sur de Ucrania, Ianovka, en la provincia de Jerson, en el seno de una familia judía de pequeños agricultores. Cuando el niño vino al mundo el Imperio Ruso estaba regido por el zar Alexander II, que gobernaba desde el año 1855 y que murió en un atentado con bomba el 1 de marzo de 1881 en San Petersburgo. Lo sucedió Alexander III (1881-1894), que va a fenecer en la cama por culpa de una enfermedad renal a los cuarenta y nueve años. Su hijo, Nicolai II, el que iba a ser el último monarca de la Dinastía de los Románov, accedió a la jefatura de la autocracia en 1894, tiempo en el que nuestro biografiado ya era un adolescente que concluía sus estudios en el instituto y que estaba a piques de iniciarse en la política revolucionaria. Nicolai II, zar en el periodo 1894-1917, estaba completamente imbuido de la idea de que tenía que seguir siendo un autócrata porque se sentia un monarca absoluto elegido por la gracia de Dios. Así, estimaba que no tenía que ceder ningún poder ya no a una Duma (Parlamento), lo que él consideraba sencillamente un ultraje para su regia persona, sino ni tan siquiera a un gobierno operativo que aun dependiendo de él tuviera autonomía suficiente para dirigir aquel inmenso y plurinacional imperio. Nicolai II nada quería saber de la realidad, ni tan siquiera se percataba que la industrialización que venía posibilitando el propio Estado zarista estaba dinamizando al campesinado y pariendo un proletariado concentrado. Pero la realidad caminaba a pesar de la absoluta incomprensión del zar. Efectivamente, en una sociedad de 130 millones de personas, mayoritariamente campesina, se estaban dando unas concentraciones industriales y obreras desconocidas en los propios países capitalistas desarrollados. Unos pocos datos ilustran esto, en 1890 el 46 por 100 de los obreros fabriles trabajaban en fábricas de al menos mil obreros; en el mismo año, en Ucrania siete grandes fábricas empleaban los dos tercios de todos los obreros metalúrgicos de la Rusia zarista y, por la misma fecha, las minas de carbón del Donetz juntaban los 3/5 de los trabajadores del carbón y generaban el 70% de la producción

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carbonífera. No era difícil colegir que esta dinámica socioeconómica traería implicaciones políticas.

Retrocedamos un instante a la aldea de Ianovka, allí pasará el futuro Trotski parte de su infancia. Vivirá al ritmo del campo, marcado por las cuatro estaciones. Será un tiempo sin lujos pero sin apreturas. A los nueve años ya va a estudiar a Odesa, ciudad en la que residirá con unos parientes que estaban empezando a montar una editorial, lo que le posibilitará corregir pruebas de imprenta convirtiéndose en el pasatiempo favorito del chaval. Estudiará en el Instituto San Pablo, destacando como buen alumno en materias tan diversas como matemáticas y lengua y literatura rusas, entre otras. Aprende los rudimentos del alemán y del francés y también los de la rebeldía ya que por participar en una protesta escolar tarareando con la boca cerrada lo van a expulsar temporalmente del colegio.

Concluidos los cursos en el instituto marcha, en 1896, a Nikolaiev. Allí el contacto premilitante con la realidad política y social lo pondrá en la primera encrucijada de su vida: ¿universidad o revolución? Un hecho vendrá a ayudarle en su decisión: en febrero de 1897 una estudiante presa en la fortaleza petersburguesa de San Pedro y San Pablo se prende fuego. Bajo el impacto de aquel acto comienza su camino de revolucionario. Empieza a ejercer de escritor y agitador político. Eran los primeros pasos. En este círculo conoció a Alexandra Sokolovskaia, revolucionaria que será su primera compañera y con la que tendrá dos hijas, Zina y Nina. Los contactos políticos se van acrecentando. Las relaciones con trabajadores y estudiantes dan nacimiento a la “Unión de Obreros del Sur de Rusia”, en la que Lev Davídovich, que tiene 18 años, va a cumplir un papel político importante. Los miembros de la “Unión” llegan a 200. Editan un modesto periódico intitulado “Nashe Delo” (Nuestra Causa ).

Por su proceder agitativo es detenido por la policía a comienzos de 1898. Llevado a la prisión de Nikoláiev y luego a la de Jerson. De allí fue enviado al centro penitenciario de Odesa, donde se enterará del Congreso Fundacional del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), que se había celebrado del 13 al 15 de marzo de 1898 en Minsk. En la prisión acometerá un sinfín de lecturas.

A finales de 1899 Lev y sus camaradas son condenados al destierro siberiano. De camino a Siberia pasan por Moscú. Conoce allí a revolucionarios experimentados, oye hablar de Lenin por primera vez y lee “El desarrollo del capitalismo en Rusia”. Escribe ensayos y panfletos. En la misma prisión de Moscú se casa con su compañera Sokolovskaia. Marchan juntos al destierro, ya que las parejas casadas tenían ese derecho. Llegan a la aldea siberiana de Ust-Kut. Allí empezará a leer “El Capital”. Lev y Alexandra tienen una niña, Zina. Se Instalan en Verjolensk, en el este de Siberia. Aquí la actividad política es frenética: estudios, debates, artículos. Se va consolidando su formación marxista. Ya se auto-

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identifica como “socialdemócrata”, que es como se denominaban por entonces los comunistas. Se convierte en uno de los líderes de la Unión Socialdemócrata Siberiana. Escribe infinidad de textos y los firma con el sobrenombre “La Pluma” (Piró, como se dice en ruso), pseudónimo que se hará muy conocido entre los revolucionarios rusos.

En el verano de 1902 el correo clandestino le trajo el “¿Qué hacer?” de Lenin y una serie de números de “Iskra” (La Chispa) que Lenin, Mártov, Plejánov y otros socialdemócratas habían fundado y cuyo primer número había salido a la luz el 24 de diciembre de 1900.

Lev decide huir de Siberia. Así lo acuerda con su compañera que quedará al cargo de las dos hijas, ya que había nacido otra niña, Nina. En este verano del 1902 se da a la fuga, primero en un carro y después en tren. Llega a Irkutsk. Allí unos camaradas le proporcionan un pasaporte falso al que había que ponerle un nombre inmediatamente. Lev escoge el nombre de un ex carcelero suyo: “Trotski”. Con este nombre pasará a la Historia.

En octubre del mismo 1902 llega a Londres y va directamente al apartamento donde vivían Lenin y Krupskaia, que se trasladaran a la capital inglesa para poder imprimir Iskra. Cuando Krupskaia abre la puerta Trotski se presenta con su pseudónimo siberiano: “La Pluma”. Lenin y Trotski se conocen personalmente. Hablan. Caminan. La Historia acaba de reunir por vez primera a los futuros líderes de la venidera Revolución de Octubre.

El mismo día de su llegada se instalará en una casa contigua a la de Lenin, que compartirá con Mártov y Vera Zasúlich, que junto con Lenin, Plejánov, Áxelrod y Potrésov componían la redacción de Iskra. Precisamente, al poco de su llegada, Lenin propondrá a Trotski como nuevo redactor de Iskra. Plejánov se opondrá rotundamente. No obstante, Trotski se convierte en colaborador del periódico y en conferenciante político entre la colonia de emigrados rusos. Así viaja a Suiza, Bélgica, Francia. En un viaje a París conocerá a Natalia Sedova quien será su definitiva compañera, con la que tendrá dos hijos, Lev y Sergei. En julio-agosto de 1903 se celebra el II Congreso del POSDR, primero en Bruselas y después, por razones policiales, en Londres. El congreso había sido organizado por la redacción de Iskra, que era en la práctica el órgano teórico del partido. En el congreso los iskristas formaban la mayoría lo que posibilitó que se rechazara considerar al Bund como la organización exclusiva de los trabajadores de origen judío, derrotar a los economicistas, que proponían que los trabajadores pasasen de la política y se dedicasen exclusivamente a reivindicaciones económicas, y aprobar el programa teórico y reivindicativo del partido. Las disensiones entre los iskristas comenzaron con la discusión del artículo primero de los estatutos del partido. En esencia, los iskristas liderados por Mártov, los “blandos”, proponían un partido de meros afiliados, donde pudiesen convivir tanto los militantes revolucionarios como los colaboradores y simpatizantes. Los

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“duros”, liderados por Lenin, proponían un partido formado exclusivamente por militantes revolucionarios. Se produjo la votación y se aprobó la propuesta de Mártov por 28 votos a favor y 23 en contra. Posteriormente se efectuó el debate para elegir el Consejo de Redacción de Iskra. Como se habían retirado del congreso los bundistas y los economicistas, que antes habían votado a favor de los “blandos”, ahora tenían mayoría en el congreso los “duros”. Así, cuando se presentó la propuesta de Lenin para que la redacción de Iskra estuviera compuesta por Plejánov, Mártov y el propio Lenin, retirando de ella a dos viejas glorias de la socialdemocracia rusa, Zasúlich y Axelrod, el congreso la aprobó por 25 votos a favor, 2 en contra y 17 abstenciones. Esta votación es la que da nacimiento a la famosa división entre “bolcheviques” (mayoría), los iskristas “duros”, y “mencheviques” (minoría), los iskristas “blandos”. No obstante las votaciones, Mártov rechazó participar en el Consejo de Redacción y los mencheviques se retiraron del Congreso lo que llevó a reuniones por separado de las dos nacientes fracciones del POSDR. Así, los bolcheviques contaban con la mayoría en el Consejo de Redacción de Iskra y en el Comité Central del partido. Pero Plejánov, que había defendido en el congreso las tesis de Lenin, no supo soportar la presión que para él significó dejar a un lado del camino a sus viejos compañeros de armas, se reconcilió con ellos y con los mencheviques lo que posibilitó que fuera Lenin el que tuvo que terminar por dimitir de la redacción de Iskra, aunque su propuesta sobre la organización del periódico había sido votada mayoritariamente en el congreso. La desavenencia sobre el primer artículo de los estatutos, y el clima de enfrentamiento político que generó, era realmente un choque primerizo de principios entre las dos emergentes grandes fracciones del POSDR, bolcheviques y mencheviques. En el fondo era la cuestión de optar por un partido reformista o por un partido revolucionario. Ahora bien, la inmensa mayoría de los implicados aún no lo veían así de claro. Como siempre ocurre, será el proceso histórico el que dé y quite razones. De momento, Lenin hará una reflexión post-congresual en su extenso e intenso folleto “Un paso adelante, dos pasos atrás” que le llevará a insistir en la imperiosa necesidad de crear el partido de la clase trabajadora, la palanca que permitirá que los trabajadores hagan rodar cuesta abajo, hacia el basurero de la Historia, a la clase dominante. Trotski, que aún no tenía la conciencia organizativa de Lenin y, además, impresionado con la rotundidad de éste para librarse del peso muerto a nivel político-organizativo de las viejas glorias de la socialdemocracia rusa, votó en contra de las tesis de Lenin. Eso sí, pasada la fiebre congresual se apartará políticamente de los mencheviques, como él mismo nos lo explica: “En el año 1904 (...) rompí con la minoría del segundo congreso (los mencheviques), y durante los siguientes trece años no pertenecí a ninguna facción” (V.123, p.155). No

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obstante, en el terreno organizativo fue, como muchos otros, un “conciliador” hasta la revolución del diecisiete ya que intentó casar a bolcheviques y mencheviques, lo que le valió en ocasiones la dura crítica de Lenin. Trotski reconocerá que en la construcción del Partido Lenin tenía toda la razón. La revolución de 1917 solucionará esta divergencia. Desde entonces, para Trotski la primera exigencia para enfrentar las tareas políticas tiene “tres condiciones: el partido, el partido y una vez más el partido” (V.103, p.48).

2. En la primera revolución: 1905

A comienzos de 1904 va a estallar la guerra ruso-japonesa. Los imperialistas rusos y japoneses competían por Manchuria y Corea. Cuando tropas y colonos rusos cruzaron, en 1903, el río Yalu, que hace frontera hoy entre Corea del Norte y la República Popular China, el gobierno japonés rompió las relaciones diplomáticas y organizó un ataque contra la base naval de Port Arthur, en la península de Liaodong. Port Arthur era una de las dos bases navales que tenía la Rusia zarista en el Océano Pacífico, la otra estaba en Vladivostok. El ataque se llevó a cabo, sin previa declaración de guerra, el 8 de enero de 1904; con este proceder el ejército japonés hirió a la flota rusa y le puso cerco a la base naval que capituló el 2 de enero de 1905. Era el comienzo del fin en Asia frente al emergente imperialismo japonés. Las derrotas se sucedieron una tras otra en el río Yalu (abril, 1904), Mukden (marzo, 1905) para concluir en el desastre naval de la Batalla de Tsushima (27, mayo,1905), que llevaría a la Rusia zarista a la mesa de negociaciones y a reconocer en el Tratado de Portsmouth, firmado en los EEUU el 23 de agosto de 1905, los intereses japoneses en el Extremo Oriente. Mas no fue la derrota ante el competidor japonés el único efecto ya que la pérdida de esta guerra tendrá consecuencias internas, tantas que, en palabras de Trotski, “la revolución de 1905 surgió directamente de la guerra ruso-japonesa” (V.111, p.11). Efectivamente, una semana después de la caída de Port Arthur se daba el “Domingo Sangriento”.

El 9 de enero de 1905 una muchedumbre popular se manifiesta frente al Palacio de Invierno de San Petersburgo. A su cabeza iba el pope Georgei Gapón, quien posiblemente fue el redactor de la petición que las miles de hijas e hijos del pueblo trabajador le hacían al “padre zar” para que los eximiese de la burda explotación y de las miserables condiciones materiales de existencia. Mas Nicolai II non sólo no recibió a la delegación portadora de las reivindicaciones populares sino que hizo que la caballería cosaca y la infantería zarista masacrasen a los trabajadores. Cientos de muertos tuvo el pueblo. Esta masacre encendió la mecha de la Primera Revolución Rusa.

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Motivado por los acontecimientos, Trotski llegaba a Kiev en febrero. Se puso en contacto con la rama clandestina bolchevique de la socialdemocracia rusa. Con su ayuda se traslada a San Petersburgo a donde llega entre el 14 y el 15 de octubre. Inmediatamente se inserta en la actividad clandestina, pero en el verano al ser detectado por un agente zarista se traslada a Finlandia, donde comienza a esbozar los rudimentos teóricos de la “revolución permanente”. En septiembre regresa a San Petersburgo. Notoria tuvo que ser su actividad política porque el 17 de octubre, cuando el Sóviet de San Petersburgo elige su Comité Ejecutivo, Trotski, un revolucionario sin organización concreta, está entre los electos. Se elige como Presidente del Sóviet a Jrustalev Nosar, pero será Trotski el verdadero líder político del Sóviet. Él dirigirá “Izvéstia” (Noticias), la voz escrita del Sóviet, así como redactará la mayor parte de sus manifiestos, además de ser su principal orador.

Agitación social, motines en el ejército y en la marina – el celebérrimo Potemkim, por ejemplo- culminan en el mes de octubre en una huelga general que se extiende por toda la Rusia zarista. El zar Nicolai II, presionado, publica el Manifiesto del 17 de octubre que, redactado por el conde Vitte, prometía una constitución, libertades democráticas y el sufragio universal para eligir la Duma. Ese mismo día aparecía el primer número de Izvéstia. En San Petersburgo la muchedumbre sale a la calle exigiendo: ¡amnistía, amnistía!. Marcha cara la Universidad en cuyo patio se concentra. Trotski, desde un balcón de dicha institución, se dirige a aquella impresionante concentración popular y advierte: “¡Ciudadanos! Ahora que hemos puesto el pie sobre el pecho de los bandidos que nos gobiernan, se nos promete la libertad (…) ¡Buen triunfo! Pero no os apresuréis a cantar victoria: no es completa” (V.111, p.113).

El 19 de octubre el Sóviet llama a la conclusión de la huelga general y a la convocatoria de una manifestación donde honrar a los héroes caídos en la lucha. Mas cuando se supo que se preparaba una matanza contra los obreros y un pogrom contra los judíos se suspende ya que la clase obrera no estaba armada. El Sóviet centró sus esfuerzos en pedir libertad de prensa y jornada de ocho horas. También organiza una recepción a “delegados de la Polonia oprimida” y proclama el derecho de Polonia a la autodeterminación.

A principios de noviembre, entre el ocho y el diez, cuando Lenin llega a San Petersburgo, Lunacharski le dice: “el hombre fuerte en el Sóviet es Trotski”, a lo que Lenin responde: “Trotski se ha ganado eso con su trabajo excelente e infatigable” (V.23, p.135). Incansable quehacer que llevaba a Trotski a codirigir tres periódicos: Izvéstia, Rúskaia Gazeta (Gaceta Rusa) y Nachalo (El Comienzo). En este último escribían Vítor Adler, Babel, Kautski, Rosa Luxemburg, Franz Mherig, Clara Zetkin..., en

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fin, las plumas consagradas por entonces de la socialdemocracia europea, lo que indica el prestigio de Trotski también fuera de las fronteras de la Rusia zarista.

El gobierno ruso, consciente de su fuerza, le echa un pulso al Sóviet arrestando, el 22 de noviembre, a varios de sus dirigentes. El Sóviet decide prepararse para la insurrección, pero la clase obrera aún no estaba organizada lo suficiente para dar este paso trascendente y el gobierno zarista procede a la detención, el tres de diciembre, del Comité Ejecutivo del Sóviet con Trotski a la cabeza, que ya era su presidente. La contestación de la clase trabajadora no se hace esperar. Huelgas en San Petersburgo, huelga general en Moscú, donde se va a luchar en las barricadas durante diez días, y enésimas movilizaciones en el conjunto del territorio de la Rusia zarista.

Trotski en la cárcel se puso a organizar la defensa del proceder político del Comité Ejecutivo del Sóviet de San Petersburgo. Rechaza una misiva del menchevique Mártov que llamaba a la moderación. Trotski entiende que se debe convertir el juicio en una tribuna política contra el régimen zarista y convence a sus compañeros para que sigan este proceder. El 19 de septiembre de 1906 Trotski se sentó en el banco de los acusados. El tribunal civil recibió infinidad de comunicaciones firmadas por miles de trabajadores que protestaban contra el proceso. El 4 de octubre Trotski toma la palabra para defender el derecho de la clase obrera a preparar la insurrección, es decir, a organizar la conquista armada del poder. El 2 de noviembre se pronuncia el veredicto del Tribunal: Trotski y sus 14 compañeros fueron deportados por vida a Siberia, hacia donde partieron el 5 de enero de 1907.

Su papel en la dirección y en la defensa de la Revolución de 1905 hará de Trotski un auténtico líder revolucionario. Con esta aureola, ganada en la realidad histórica, parte para Siberia en la compañía de sus correligionarios. No estará en Siberia mucho tiempo. Al comenzar el viaje ya tiene en mente la evasión. Esta se producirá en seguida. Llegó a Berezov el 12 de febrero y el día 18 ya empezaba la fuga en un trineo tirado por renos que lo lleva hasta Bogoslovsk y desde allí por tren hasta llegar a San Petersburgo. Desde aquí pasa a Finlandia donde se encontró con Lenin y Mártov que lo felicitaron por su comportamiento durante el proceso. A finales de abril se encontraba en Londres para asistir al V Congreso del POSDR.

3. Diagnosticando el futuro Los más de 300 delegados que asisten a este Congreso, que se celebró entre abril y mayo de 1907, fueron designados por unos 77.000 militantes. Allí estaban, Lenin, Rosa Luxemburg, Mártov... y Stalin, quien

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no participa en los debates y por entonces responde al pseudónimo de Koba. Era la primera vez que Stalin y Trotski coincidían físicamente, aunque para Trotski el primer recuerdo de Stalin será años después en Viena, cuando el georgiano esté elaborando, bajo la estricta dirección de Lenin, el ensayo “El marxismo y la cuestión nacional”. Ante el Congreso, Trotski expuso por vez primera un esbozo de la “teoría de la revolución permanente” cuyos rudimentos elaborara en Finlandia y en la prisión y desarrollará en Viena. El Congreso vuelve a sacar a la luz las diferencias que Lenin tenía con otros líderes revolucionarios en la concepción del Partido. Trotski abogaba por la unificación entre la fracción bolchevique y la menchevique.

Concluido el Congreso, Trotski se fue a vivir a Viena donde residió hasta el comienzo de la Iª Guerra Mundial. En este espacio de tiempo, 1907-1914, editó “Pravda” (La Verdad), conoció y frecuentó a los líderes de la socialdemocracia alemana (Kautski, Babel...), a los austro-marxistas (Otto Bauer, Vítor Adler...) y a la rama revolucionaria de la socialdemocracia (Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht, Franz Mherig...). En este periodo vienés escribe, entre 1908 y 1909, una de sus obras clásicas “1905, resultados y perspectivas”. En esta obra reflexiona sobre la primera revolución rusa, en la que él tan decididamente participara, y formula más detenidamente la “teoría de la revolución permanente” donde afirma que en el próximo periodo revolucionario la revolución empezará siendo democrático-burguesa pero debido a la incapacidad política de la burguesía rusa para dirigirla el proletariado tomará la dirección y la propia dinámica del proceso revolucionario lo llevará a sobrepasar el marco político burgués para enfrentarse a tareas socialistas ya que tendrá que hacerse cargo del proceso productivo. En este quehacer el proletariado deberá contar con la alianza de las masas campesinas. Alianza que el proletariado debe dirigir políticamente por lo que no se puede dar una “dictadura revolucionaria-democrática del proletariado y del campesinado” como decía Lenin por entonces, sino que deberá ser una “dictadura socialista” en la que el proletariado sea el director de la alianza obrera-campesina. La segunda parte de la “teoría de la revolución permanente” hace mención a la necesidad de la revolución mundial para que el socialismo triunfe.

Ya en el destierro, en Almá-Atá, Trotski repasará la argumentación de la “teoría de la revolución permanente”. A este repaso le pondrá una introducción en Prinkipo, fechada el 30 de noviembre de 1929. En ella dice: “La revolución permanente, en el sentido que Marx daba a esta idea, quiere decir una revolución que no se aviene a ninguna de las formas de predominio de clase, que no se detiene en la etapa democrática y pasa a las reivindicaciones de carácter socialista (…), una revolución en la que

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cada etapa se basa en la anterior y que no puede terminar mas que con la liquidación completa de la sociedad de clases (…). Separemos las tres series de ideas aglutinadas en dicha teoría. En primer lugar, ésta encierra el problema del tránsito de la revolución democrática a la socialista (…). El segundo aspecto de la teoría caracteriza ya a la revolución socialista como tal. A lo largo de un periodo de duración indefinida y de una lucha interna constante, van transformándose todas las relaciones sociales. La sociedad sufre un proceso de metamorfosis. Y en este proceso de transformación cada nueva etapa es consecuencia directa de la anterior (…). El carácter internacional de la revolución socialista (…) constituye el tercer aspecto de la teoría de la revolución permanente (…). El internacionalismo no es un principio abstracto, sino únicamente un reflejo teórico y político del carácter mundial de la economía, del desarrollo mundial de las fuerzas productivas y del alcance mundial de la lucha de clases. La revolución socialista empieza dentro de las fronteras nacionales pero no puede contenerse en ellas. La contención de la revolución proletaria dentro de un territorio nacional no puede ser más que un régimen transitorio, aunque sea prolongado” (V. 115, pp.51-55).

El concepto “Revolución Permanente” lo utilizaron por vez primera Marx y Engels en el año 1850 en el “Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas” (V. 67, pp. 104 y 111). Allí se afirma que la clase obrera debe tener una posición política absolutamente independiente de los demócratas pequeño-burgueses para organizar su propio partido y, añadirá Trotski, su propia revolución.

El año 1914 traerá el comienzo de la primera matanza en masa de la Historia, la Iª Guerra Mundial (1914-1918). Supondrá también la bancarrota política de la Segunda Internacional ya que su sección más poderosa, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), votó a favor del presupuesto de guerra en el Reichstag el 4 de agosto de 1914. Todos los diputados socialdemócratas votaron a favor en el Parlamento por una mal entendida disciplina de partido, cuando en la votación en el seno de la propia fracción parlamentaria de los 110 diputados 14 habían votado en contra. Rosa Luxemburg explicaría después que el programa está por encima de un acuerdo coyuntural. Si este vulnera el programa el acuerdo no hay que acatarlo. Fue con esta filosofía con la que en diciembre de 1914, cuando el gobierno alemán volvió a solicitar nuevos créditos para la guerra, Karl Liebknecht y Otto Rühle votarán en contra. No obstante, la votación de agosto fue un proceder tan inesperado que Lenin, aún después de leer la noticia en la prensa socialdemócrata, pensaba que era mentira, que aquel número de “Vorwärts” (Adelante) era una falsificación del Estado Mayor Alemán. Normal esta creencia, porque, como dirá Trotski, el SPD para los revolucionarios de la Rusia zarista “no era uno de los partidos de la

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Internacional, sino el partido” (V.23, p.203). Para Trotski, la votación del día 4 “fue una de las decepciones más trágicas de mi vida” (V. 101, p.250).

Al estallar la guerra Trotski estaba en Viena, pero el día 3 de agosto partirá a toda prisa para Zurich porque se estimaba que los rusos residentes en Viena podían ser detenidos de un momento a otro. En Zurich se encontrará con Lenin y juntos leerán la noticia de la votación del SPD el día cuatro. Trotski se pondrá a redactar el folleto “La Guerra y la Internacional”, que será introducido en la misma Alemania. Sus introductores fueron procesados, también el propio Trotski que será acusado del delito de lesa majestad y sentenciado a prisión. Por suerte para él estaba fuera del alcance de los jueces alemanes. Desde Suiza Trotski pasará a Francia. El periódico “El pensamiento de Kiev” lo nombrará corresponsal en París y, posteriormente, corresponsal de guerra en los Balkanes.

Dada la traición de la IIª Internacional, un pequeño grupo de revolucionarios marxistas se van a teunir para defender el internacionalismo y lanzar una proclama contra la matanza imperialista. La reunión se da desde el 5 al 8 de septiembre de 1915 en Zimmerwald, un pueblo de la montaña suiza que está a unos diez kilómetros de Berna. Son sólo 38 delegados: Lenin, Trotski, Zinóviev, Mártov...Condenan la guerra como un producto del imperialismo capitalista pero no hay unanimidad para llamar a la transformación de la guerra entre naciones a una guerra entre clases. Desde entonces los dirigentes de la IIª Internacional serán calificados por Lenin y Trotski como “social-chovinistas”, como “traidores” a la causa del socialismo.

Trotski vivirá en París codirigiendo el periódico “Nashe Slovo” (Nuestra Palabra), el otro codirector era Mártov. Se empezó a publicar el 29 de enero de 1915. Aún teniendo muy pocas hojas contará con una nómina de escritores notables tales como Lunacharski, Riazánovk, Rádek, Kolontai, Sokolnikov... Será una publicación claramente internacionalista, opuesta frontalmente a la matanza imperialista. Por este insistente quehacer las autoridades francesas suspenderán el periódico el 15 de septiembre de 1916. Trotski será expulsado de Francia y llevado hasta la frontera española, donde lo dejan. Desde Irún va a Donostia y desde allí a Madrid. Estaba solo y completamente perdido ya que no tenía ni amigos en la ciudad ni sabía español. Por una carta recibida desde París se ve con un socialista español. Se instala en una pensión. Localizado por la policía española es detenido y conducido a la Cárcel Modelo. De allí la policía lo lleva a Cádiz y le dicen que lo embarcarán para La Habana. Protesta. Pues a New York. El 20 de diciembre parte para Barcelona, donde se reune con su mujer y los dos niños. En Barcelona se verá obligado a embarcar cara New York. La policía lo instala en el

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trasatlántico Monserrat. Sale de Barcelona el 25 de diciembre y llega a New York el domingo 13 de enero de 1917. Allí se encuentra con Bujarin, entra en la redacción de “Novi Mir” (Nuevo Mundo), escribe artículos en ruso, da conferencias en alemán. Enterado que había estallado la revolución en Rusia, el 25 de marzo se presenta en el consulado ruso y recoge la documentación para viajar a Rusia. El 27 de marzo Trotski, Natalia y los dos niños embarcan hacia Rusia. En Halifax (Canadá) suben al barco autoridades inglesas. El 3 de abril oficiales ingleses obligan a Trotski, a los suyos, y a cinco pasajeros más, a que abandonen el barco. Después de verse obligado a desembarcar por la fuerza es trasladado a un campo de prisioneros alemanes. Allí, en Amherts, había 800 prisioneros, unos marineros y otros obreros. Da mitin tras mitin, bien acogidos por la tropa y no tan bien por la oficialidad. El 25 de abril es liberado de la cárcel militar merced a la presión que los revolucionarios hicieran en Petrogrado ( tal era el nombre entonces del antiguo San Petersburgo). Sale de allí vitoreado por los soldados por su proceder internacionalista. De Halifax parte para Finlandia y desde allí en tren a Petrogrado, a donde llega el 4 de mayo. Lo recibe una apasionada muchedumbre revolucionaria.

4. Rusia en revolución: 1917

Lenin había llegado a Petrogrado el 3 de abril. En aquel momento el Gobierno Provisional, salido de la última Duma zarista y constituido en febrero, gobernaba gracias al apoyo que le otorgaba el Sóviet de Petrogrado. Este doble poder existía porque el gobierno presidido por el príncipe Georgi Lvov necesitaba imperiosamente del respaldo de las masas petrogradenses, como reconoce claramente un miembro del gabinete, el Ministro de la Guerra Alexander Guchkov, en carta al General en Jefe del Ejército, Mijaíl Alexéiev: “El Gobierno provisional no tiene poder real de ninguna clase, y sus órdenes se aplican sólo en la medida en que lo permite el Sóviet de diputados de trabajadores y soldados. Este último controla las fuerzas más esenciales del poder, pues las tropas, los ferrocarriles y los servicios postales y telegráficos están en sus manos. Se puede afirmar con franqueza que el Gobierno provisional existe sólo en la medida que lo permite el Sóviet” (V.33, p.407). Así pues, aunque al gobierno le horrorizaba depender del respaldo de las masas populares no podía desprenderse de su apoyo porque los trabajadores y soldados conformaban la masa revolucionaria. Por lo tanto, el Gobierno Provisional no tuvo más remedio que legalizar la jornada de ocho horas, la amnistía, la libertad de prensa y otras medidas democráticas conquistadas por la

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masa popular de obreros y soldados. No obstante, en lo esencial, que era ponerle fin a la guerra, siguió exactamente el mismo camino que los gobiernos zaristas. Tanto era así que por boca de Pável Miliukov, Ministro de Asuntos Exteriores, el gobierno ruso le dio a los gobiernos de Francia, Gran Bretaña y EEUU garantías de que iban continuar la guerra. Los “aliados” ratificaron los tratados secretos que le aseguraban a Rusia la toma de Constantinopla, el control de los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos y otras ventajas territoriales. Mas el gobierno “democrático” ruso no sólo estaba interesado en continuar la guerra para incrementar el espacio vital de su burguesía sino porque una desmovilización del ejército aceleraría la revolución agraria en el campo y consolidaría las conquistas democráticas de la clase trabajadora y de los soldados. Una victoria militar era la única salida posible que tenía el gobierno democrático para conseguir que la burguesía rusa impusiera su dominio político, seguramente a través de la restauración de la monarquía. Entonces, ¿por qué el Sóviet de Petrogrado apoyaba a este gobierno? Porque la inmensa mayoría de los soldados y obreros seguían a los mencheviques y eseristas. Los bolcheviques eran una ínfima minoría en el Sóviet de Petrogrado. Mencheviques y socialistas-revolucionarios (eseristas) estimaban que aquella era una revolución burguesa y que por lo tanto era la burguesía la que debería tener el poder político mientras que los obreros, soldados y campesinos sólo tenían que vigilar que no se anulasen las conquistas democráticas. Esta también era la visión de muchos “dirigentes” bolcheviques, tales como Kámenev y Stalin. Sin embargo, la llegada de Lenin iba a impedir que el PB continuase tras la estela de mencheviques y eseristas.

Lenin fue recibido el día 3 en la estación Finlandia de Petrogrado por una multitud. Sus actuales representantes políticos le dieron una recepción en la sala de espera, lo obsequiaron con un ramo de flores y le echaron un banal discurso de bienvenida. Mas Lenin, apartándose de la recepción oficial presidida por Chjeidze, el Presidente del Sóviet de Petrogrado, saluda a la muchedumbre de obreros y soldados en clave revolucionaria: “La quiebra del imperialismo europeo puede producirse cualquier día, incluso hoy o mañana. La revolución rusa, hecha por vosotros, es el comienzo de esa quiebra y el inicio de una nueva época. ¡Viva la revolución socialista mundial!” (V.14, p.95). Era el primer indicio de su línea argumental, novedosa tanto para sus camaradas como para los ajenos. Línea argumental que inmediatamente va a profundizar y a defender en público. El núcleo de esta reflexión de Lenin está recogido en el texto que la Historia conoce como las “Tesis de Abril”, “el documento más importante de la Revolución” (V.124, p.20), en apreciación de Trotski. Allí, además de calificar el conflicto bélico de guerra imperialista de rapiña, de negarle el más mínimo apoyo al

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Gobierno Provisional y de exigir que todo el poder del Estado pase a los Soviets, afirma que “la peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el Poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y organización, a su segunda etapa, que debe poner el Poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado” (V.56, p.36). El hilo conductor coincidía con lo que venía defendiendo Trotski en su “revolución permanente”, cuya redacción no había leído Lenin, según la opinión del propio Trotski.

Por la noche de ese mismo día, Lenin habló durante dos horas en una reunión bolchevique celebrada en el palacio que fuera de la bailarina Ksechskaia. Sujánov, menchevique e historiador de la Revolución Rusa, que estuvo presente, nos cuenta la impresión que la intervención de Lenin le causó a él mismo y al auditorio: “Nunca olvidaré este discurso, que como un trueno sorprendió y sacudió, no ya a un herético como yo, sino incluso a sus propios fieles. Nadie se lo esperaba” (V.29, p.281). Cuando Sujánov mismo le pregunta a Kámenev por el discurso de Lenin se encuentra con una respuesta evasiva, “esperemos, esperemos”, que explica la incomprensión de la cúpula del Partido.

El día 4 Lenin lee sus tesis en el Palacio de Táuride, que era el lugar donde se celebraban las reuniones del Sóviet de Petrogrado. Primero en una junta ampliada de bolcheviques, y acto seguido, en una conjunta de mencheviques y bolcheviques. Aquí la respuesta al discurso de Lenin por parte de los mencheviques no se hizo esperar, orador tras orador descalificaron las tesis de Lenin. El filósofo Bogdánov, uno de los destinatarios en el pasado de la crítica que Lenin lanzara contra el misticismo en su única obra filosófica, “Materialismo y empiriocriticismo”, gritó “¡Delirios! ¡Los delirios de un loco!” (V.14,p. 96). Otro participante en la misma reunión, un ex bolchevique, Goldenberg, lo calificará de anarquista en su intervención: “Lenin se ha presentado como candidato para un trono europeo, vacante durante treinta años: el trono de Bakunin” (V.14, p.96). Stalin dirá inmediatamente en Pravda que “estas tesis non son más que un esquema que carece de hechos” (V.66, p.154). Cuando el día 7 Lenin publica sus decires en Pravda aparece un editorial del consejo de redacción, donde estaban Kámenev y Stalin, que subraya que las “Tesis” solamente representaban la opinión personal de Lenin. Kámenev, en un artículo en Pravda, estimará que “en lo que respecta al esquema general de Lenin, nos parece inaceptable, ya que parte del supuesto de que la revolución burguesa está terminada y confía en la inmediata transformación de esa revolución en una revolución socialista” (V.14, p.97). Pero Lenin se va a apoyar en los obreros bolcheviques petrogradenses, cuyos representantes, dicho sea

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de paso, habían sido desbancados de la dirección de Pravda por “viejos” bolcheviques como Kámenev y Stalin al regresar estos de la deportación. Así, Lenin insiste y el 14 de Abril, en la Conferencia del Partido de Todo Petrogrado, sus tesis fueron aprobadas por mayoría. Diez días después la Conferencia del Partido de Toda Rusia las vuelve a ratificar. El Partido Bolchevique ya tenía clara la línea política a seguir.

Trotski, según arriba a Petrogrado, va al Instituto Smolni, sede del Sóviet de la capital de la revolución. Cuando él llega el Comité Ejecutivo está en sesión. Los miembros bolcheviques del organismo rector de las masas petrogradenses se apresuran a señalar que el líder del Sóviet de 1905 debería de estar en el Ejecutivo del Sóviet actual. Los mencheviques y social-revolucionarios, que conformaban la mayoría, consienten en admitir a Trotski como miembro adjunto aunque sin derecho a voto.

El 5 de mayo, recordemos que Trotski había llegado el 4, los “ministros socialistas” que iban a participar en el Gobierno Provisional acuden a él para pedirle que apoye la coalición. Trotski les contestó que la guerra que se estaba librando no era una pelea de naciones contra naciones sino una lucha de las clases oprimidas contra las clases opresoras y que, por lo tanto, el próximo paso debía ser el de poner todo el poder en las manos de los Soviets. Así, el dirigente del Sóviet de 1905 y el creador del Partido coincidían plenamente. La Revolución ya tenía a sus líderes naturales.

Dos días después, el 7, los “meiraiontsi” (una organización inter-radios a la que se sumó Trotski nada más llegar a Petrogrado, que se componía de antiguos bolcheviques, mencheviques internacionalistas y colaboradores de Trotski en las publicaciones: Ioffe, Manuilski, Riazánov, Lunacharski...) y los bolcheviques hacen un acto conjunto para darle la bienvenida a Trotski. El día 10 ya se reunen para considerar la integración de los meiraiontsi en el Partido Bolchevique, integración que se dará en julio, con Trotski a la cabeza. Lenin y Trotski no se veían desde la Conferencia de Zimmerwald. Ahora pudieron comprobar sus afinidades teóricas y políticas.

Trotski se iba convirtiendo en el tribuno de la revolución. Hablaba en enésimas asambleas. Daba infinidad de mítines. En las fábricas, escuelas, teatros, circos, calles y plazas se hacían apretadas reuniones populares. La masa popular quería saber para actuar. Una tribuna habitual de Trotski era el Circo Moderno. Allí hablaba por las tardes y, a veces, por las noches. Soldados y obreros, muchas veces acompañados de sus madres y de sus hijos, abarrotaban el local. Tanta era la multitud allí congregada que en más de una ocasión el orador tenía que llegar a la tribuna en volandas.

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El 3 de junio se reunía en el edificio de la Academia Militar de Petrogrado, el Primer Congreso de los Soviets de Toda Rusia. De los 822 delegados con derecho a voto, 285 eran eseristas (social-revolucionários), 245 mencheviques y 105 bolcheviques. Otros 268 delegados tenían voz pero no voto. Lenin y Trotski acudieron a esta primera junta de los Consejos Pan-rusos. La esencia del debate era si había que apoyar o no a la coalición de gobierno con la burguesía. A favor estaban los mencheviques y eseristas. En contra los bolcheviques. El argumento básico de mencheviques y eseristas se encontraba en la afirmación de Irakli Tsereteli, Ministro socialista de Correos y Telégrafos, que sentenciaba que no había ningún partido obrero dispuesto a tomar el poder. Lenin contestó: “ese partido existe” (V.14, p.106). Trotski recordó que no se puede compartir el poder con la burguesía si se quiere gobernar. El Congreso aprobó por mayoría absoluta, 443 votos, la coalición de gobierno con la burguesía.

La reunión Pan-soviética también trató la cuestión nacional. En este punto se volvió a poner en evidencia la formalidad política de eseristas y mencheviques ya que se bien es cierto que votaron a favor del derecho a la autodeterminación de las naciones encuadradas bajo la aún no finiquitada superestructura de la Rusia zarista, también es cierto que este derecho no se le otorgaba a las propias naciones oprimidas sino a una futura Asamblea Constituyente rusa.

Mas las votaciones del Congreso Pan-ruso de los Soviets eran ya un lento reflejo de lo que se estaba gestando socialmente. Las masas de obreros, campesinos y soldados estaban tomando conciencia política a pasos agigantados por la propia dinámica del proceso revolucionario, que todo lo acelera. Tanto es así, que el 3 de julio, tan sólo un mes después de la apertura de la reunión pan-soviética, se produjo una espontánea insurrección popular en Petrogrado. Su causa estaba en que nada se avanzaba en las condiciones de vida de los obreros, campesinos y soldados ya que el paro aumentaba, los precios de los productos de consumo básico se acrecentaban, la reforma agraria no se concretaba y la guerra no sólo no se detenía sino que el Gobierno Provisional lanzaba una ofensiva militar en Galitzia que ocasionó gran número de muertos entre los soldados rusos. El primer ministro Lvov dimitió el día 7 y en su lugar fue nombrado Alexander Kerenski. Pero la masa popular en Petrogrado ya estaba calentando motores. En las fábricas y en los cuarteles los obreros y los soldados se agitaban. Deciden ir a la insurrección. Los bolcheviques, con Lenin a la cabeza, llaman a la calma porque Petrogrado todavía no cuenta con apoyos suficientes en las provincias y en el mismo frente. En vano. Los obreros y soldados se insurreccionan. Los bolcheviques se les unen ya que el partido político que abandone a las masas populares en una

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situación insurreccional está finiquitado políticamente. Los bolcheviques tratan de canalizar las energías de las masas. Van a procurar que la derrota política que vendrá, porque la relación de fuerzas en el conjunto de Rusia aún no es favorable a la conquista del poder, excepto en Petrogrado, no sea irreparable. Mas el elemento popular petrogradense no hace esta reflexión política y se moviliza bajo la consigna “todo el poder a los Soviets”.

Huelgas en las fábricas, agitación en los cuarteles, manifestaciones en las calles, mítines en todas partes. La masa popular se apodera por abarrotamiento de la burguesa Avenida Nevski. Miles de obreros y soldados se dirigen al Palacio de Táuride, sede del Comité Ejecutivo de los Sóviet, con una sola exigencia: “todo el poder a los Soviets”. Mencheviques y social-revolucionarios se asustan. Kámenev y Trotski proponen que el Comité Ejecutivo de los Soviets dirija la movilización popular para coronar el deseo soberano de la masa. Los debates se acaloran. Al ver el cariz que toman los acontecimientos, eseristas y mencheviques rehuyen el debate, se van de la sala. Se procede a votar la resolución que pide que el Comité Ejecutivo de los Soviets tome en sus manos todo el poder del Estado: es aprobada por 276 votos a favor. El Palacio de Táuride se convierte en el punto de encuentro de interminables columnas de obreros y soldados. Trotski da un mitin en el que afirma que todavía no llegó el momento de tomar el poder porque la relación de fuerzas sólo es favorable en Petrogrado. No dice lo que quiere oír la masa, dice la verdad política. Así hablan los revolucionarios.

Los mencheviques y eseristas, que siguen detentando la mayoría de delegados en el Comité Ejecutivo, mayoría que ya no representa el sentir de las masas, esperan que lleguen tropas fieles al Gobierno Provisional para doblegar la insurrección en Petrogrado. Antes de que lleguen se producen enfrentamientos armados con destacamentos pro-gubernamentales. El de más resonancia es el que se produce en la calle Liteinaia. Dos centurias de cosacos, que traían artillería, son obligados por la tralla de los fusiles revolucionarios a recular. En la calle sigue la movilización popular. En el Palacio de Táuride un diálogo de sordos entre la mayoría del Comité Ejecutivo y los representantes de la masa. Las tropas leales al Gobierno llegan. A las cuatro de la madrugada del 5 de julio penetran en el Palacio de Táuride. Los mencheviques y eseristas les dan la bienvenida.

Viene la represión. Se ataca públicamente a Lenin y a Trotski acusándolos de ser agentes al servicio del Estado Mayor Alemán. Lenin y Trotski contestan por escrito. Lenin, el creador del Partido, pasa a la clandestinidad. Trotski, el tribuno de la Revolución, permanece en la palestra política. Se presenta en el Sóviet y defiende el quehacer de Lenin

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y el suyo propio. Para que quede bien claro recuerda la evidencia: “Lenin ha luchado por la revolución durante 30 años. Yo he luchado contra la opresión de las masas populares durante veinte años. Nosotros no podemos sino odiar al militarismo alemán (…). No dejéis que nadie en esta sala diga que somos mercenarios alemanes, pues esa es la voz de la villanía” (V.23, p.259). La actitud de Trotski era un desafío público al gobierno. La noche del 23 de julio es detenido en compañía de Lunacharski y trasladado a la prisión de Kresti, cárcel en la que ya había estado recluido en 1905 por orden del gobierno zarista.

Esto no era ahora suficiente para las fuerzas reaccionarias. Estas ya depositaban su esperanza en que un puño militar impusiera el orden burgués. Este puño era el general Lavr Kornílov. El 28 de agosto se iniciaba la korniloviada. Pero los elementos revolucionarios ya se recuperaran. Como buenos tácticos dirigen las energías de la masa a aniquilar de raíz el Golpe de Estado dirigido por Kornílov –golpe que supuso una subida inmediata de los valores bursátiles- y no a combatir al gobierno de Kerenski ni a los mencheviques y eseristas. Por iniciativa de los revolucionarios se crea, un día antes de la korniloviada, un Comité de Defensa que será el embrión del futuro Comité Militar Revolucionario, que al poco presidirá la Revolución de Octubre. Si bien el Golpe de Estado comenzara el 28 de agosto el 31 ya estaba paralizado, lo que nos informa de la simbiosis entre la dirección revolucionaria y las masas populares.

La nueva relación de fuerzas que se estableció tras el fracaso del Golpe de Estado contrarrevolucionario tiene una fecha simbólica en el 23 de septiembre, cuando el Sóviet de Petrogrado elige a Trotski como su Presidente. Al acceder a la tribuna una tempestuosa ovación lo recibe. En su discurso exige la renuncia de Kerenski y que el poder del Estado pase a los Soviets, y Trotski era para las masas el tribuno bolchevique por excelencia.

Lenin, el motor y el espíritu rector del Partido, el “jefe de la revolución” (V.108, p.123), en palabras de Trotski, entendía que la correlación de fuerzas ya permitía llamar a la insurrección, a la toma, a la conquista, del poder político. Lenin, refugiado en Finlandia, escribe una serie de cartas al Comité Central del Partido Bolchevique apremiándolo a que prepare la insurrección. Pero el CC bolchevique no acredita en las tesis de Lenin. Por lo tanto, Lenin da comienzo a la batalla política para convencer al Partido de la imperiosa necesidad de conquistar el poder político a través de la insurrección.

El 9 de octubre Lenin llega clandestinamente a Petrogrado, y el 10 asiste a una junta del CC del Partido Bolchevique que se va a convertir en un referente en la Historia porque en ella se decide preparar la

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insurrección por 10 votos (Lenin, Trotski, Sverdlov, Stalin, Uritski, Dzeryinski, Kollontai, Búbnov, Sokólnikov y Lomov) contra 2 (Kámenev y Zinóviev). Unos días después el Sóviet de Petrogrado daba nacimiento al Comité Militar Revolucionario, que estará presidido por Trotski y que realizará los preparativos de la Insurrección de Octubre, de la conquista del poder político por las masas populares.

El CC del Partido Bolchevique decide efectuar la insurrección armada antes de la reunión del IIº Congreso de los Soviets de Toda Rusia, que estaba previsto que diese comienzo el 25 de octubre. El Comité Militar Revolucionario emite una serie de órdenes cuya aceptación por los soldados muestra a las claras la decisiva influencia política de los bolcheviques también entre los obreros y campesinos de uniforme.

El 23 el Comité Militar Revolucionario ya tiene un plano detallado de actuación militar que hace ejecutar la noche del 24-25 de octubre (6 –7 de noviembre en el calendario occidental) en la que los puntos claves de la ciudad de Petrogrado fueron ocupados: Palacio de Táuride, oficinas de Correos, estaciones de ferrocarril, centrales telefónicas, Banco Nacional...El 25 se asaltaba el Palacio de Invierno que es tomado en su totalidad a las dos de la madrugada del día 26. Todo esto se hace sin derramamiento de sangre lo que indica que la inmensa mayoría de la masa popular está a favor de la insurrección.

El Segundo Congreso de los Soviets de Toda Rusia comienza. La mayoría de los delegados son bolcheviques. El Instituto Smolni está abarrotado. Mártov, en nombre de los mencheviques, protesta por la insurrección. Trotski le contesta: “El levantamiento de las masas populares no necesita ninguna justificación. Lo que ha ocurrido es una insurrección, no una conspiración (…). Hemos templado abiertamente la voluntad de las masas para un levantamiento, no para una conspiración. Nuestro levantamiento ha triunfado. Ahora se nos dice: renunciad a vuestra victoria, ceded, transigid (…). Estáis en quiebra. Habéis agotado vuestro papel. Id adonde debéis estar: ¡al basurero de la historia!” (V.23, p.291). El Congreso aprueba el paso de todo el poder a los Soviets y nombra el nuevo gobierno, el “Consejo de Comisarios del Pueblo”, presidido por Lenin.

El primer gobierno soviético fue compuesto exclusivamente por bolcheviques porque ni mencheviques ni eseristas quisieron asumir el reto de formar parte del Primer Gobierno Socialista de la Historia Universal. Trotski, fue nombrado “Comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores”.

Excepto la Comuna de Paris (1871), no había precedente en la Historia de un gobierno obrero. No obstante, esto no fue ninguna

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dificultad para que el gobierno del pueblo trabajador se pusiese a gobernar. Con celeridad el gobierno revolucionario propone una serie de decretos. El “Decreto sobre la Tierra”, que Lenin lee en el II Congreso de los Soviets, dice que queda abolida la propiedad de los terratenientes y de la Iglesia sobre sus tierras y que estas pasan a disposición de los Soviets de Diputados Campesinos. Así mismo, un decreto nacionaliza la banca declarando el sistema bancario como monopolio del Estado. Otro viene a abolir todos los rangos y grados en el ejército, desde cabo hasta general. Un decreto más certifica la abolición de los estamentos, rangos y títulos civiles proclamando como exclusiva denominación para los habitantes de la Rusia Soviética el título de “ciudadano de la República de Rusia” (V. 85, p.387).

El Decreto sobre la Paz, aprobado el 26 de octubre por el IIº Congreso de los Soviets, “propone a todos los pueblos beligerantes y a sus gobiernos entablar negociaciones inmediatas para una paz justa y democrática (…) El Gobierno considera la paz inmediata, sin anexiones (es decir, sin conquistas de territorios ajenos, sin incorporación de pueblos extranjeros por la fuerza) ni contribuciones, como una paz justa y democrática” (V.85, p.145). Este decreto, a pesar de estar formulado en un lenguaje político meramente democrático, obtuvo la callada por respuesta por parte de los gobiernos occidentales. Trotski todavía insistirá en una nota dirigida, a finales de noviembre, a los embajadores aliados. Estos no contestan.

5. Brest-Litovsk El gobierno bolchevique insiste en el camino para concluir las hostilidades y le envía al ejército alemán una petición de armisticio. El Alto Mando Alemán acepta negociarlo y las conversaciones comienzan el 19 de noviembre de 1917, según el calendario ruso. Se firma el armisticio el 2 de diciembre. Las negociaciones para establecer un Tratado de Paz dan comienzo en Brest-Litovsk (Bielorrusia) el 9 de diciembre. La delegación soviética está encabezada por Ioffe hasta la llegada de Trotski. La delegación alemana estaba presidida por el general Hoffman quien presentó un ultimátum: quedaría bajo el poder alemán todo el territorio polaco, lituano, ruso-blanco, parte de Letonia y discutirían con la Rada Ucraniana, y no con el gobierno soviético, el destino de Ucrania. Trotski volvió a Petrogrado. La aceptación o el rechazo de estas condiciones únicamente se podía decidir en el seno del Partido Bolchevique y de los Soviets.

Empieza un duro debate en el Partido Bolchevique. Tres van a ser las posturas sobre las que girará la discusión que comienza en el Comité Central el 8 de enero de 1918 (a esta primera reunión asistirán los

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delegados bolcheviques al IIIº Congreso de los Soviets) y que se prolongará hasta la ratificación del tratado en el mes de marzo. Lenin propone que se acepten las condiciones del Estado Mayor Alemán. Trotski propone ni guerra ni paz. Bujarin propone la guerra revolucionaria. Esta última es la que recibe más votos, 32, contra los 16 de la propuesta de Trotski y los 15 que recibe la de Lenin. Mas como a la reunión acudieran bolcheviques que no eran miembros del Comité Central esta votación no era vinculante. El Comité Central se tendría que reunir de nuevo. Mientras tanto el clima en el seno del IIIº Congreso de los Soviets era a favor de la guerra revolucionaria, aunque se deja al gobierno soviético la última decisión. Nueva convocatoria del Comité Central el 11 de enero. En esta junta la propuesta de Trotski, ni guerra ni paz, consigue la mayoría de votos. También se vota una propuesta de Lenin para autorizar a Trotski a que demore todo lo posible las negociaciones con la delegación alemana.

¿Por qué el CC del PB se decidió por la propuesta de Trotski “ni guerra ni paz”? Aunque los bolcheviques estaban obligados a firmar una paz humillante con el militarismo alemán en función de la relación de fuerzas, que les era completamente desfavorable, los restos del ejército zarista se negaban de plano a continuar la guerra (no en vano la “paz” fue una de las consignas que posibilitó la conquista del poder en Octubre) y el ejército revolucionario simplemente no existía, firmarla sin más podía ser una hecatombe política para la revolución porque los “aliados”, Inglaterra y Francia, estaban divulgando por el mundo entero, a través de su prensa, que los bolcheviques eran agentes del imperialismo alemán y que las conversaciones de Brest-Litovsk eran sencillamente una cortina de humo, una tapadera, para ocultar el proceder bolchevique que al firmar la paz con la Alemania gullermina le posibilitaba al Segundo Reich trasladar sus tropas del frente ruso al frente occidental para asestarle el definitivo mazazo bélico a Francia. Que esta mentira pudiese penetrar en amplios sectores de la clase trabajadora occidental no se lo podían permitir los bolcheviques porque hubiese desprestigiado su internacionalismo revolucionario y hubiese afectado negativamente a la moral de la clase trabajadora alemana que estaba en plena ebullición revolucionaria, tanto que se estimaba que la revolución alemana estaba al caer. Así, los bolcheviques querían dejar claro que si firmaban una paz con la Alemania guillermina era porque no les quedaba más remedio, que era una imposición del militarismo germano. Lenin, que veía perfectamente la lógica de la propuesta, decía “es tentador, pero arriesgado, demasiado arriesgado” (V.92, p.178).

El 17 de enero se reanuda la Conferencia de Brest-Litovsk. No se llega a ningún acuerdo. La delegación austroalemana no acepta la propuesta ni

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guerra ni paz, aunque la debatieron y mucho, tanto que fue la intervención del kaiser a favor de su Estado Mayor lo que inclinó la balanza a favor de la no aceptación. Trotski regresa a Petrogrado. El 18 de febrero el ejército alemán reanuda las operaciones militares en territorio ruso y avanza sin encontrar la más mínima resistencia. El Comité Central del Partido Bolchevique se reúne. ¿Qué hacer? Lenin aboga por firmar la paz inmediatamente. Advierte que no hacer nada equivale a entregar la revolución al imperialismo alemán. Ya nadie está a favor de la guerra revolucionaria porque no hay ejército revolucionario. No obstante, entregar al imperialismo alemán tanto territorio es difícil de digerir. Las discusiones se suceden en el Comité Central. Mientras tanto, el ejército alemán penetra en Ucrania. El día 18 de febrero el Comité Central vota, por 7 votos contra 5, la declaración de que está dispuesto a firmar las condiciones que propuso en su día el Alto Estado Mayor Alemán. Pero el mando alemán contesta que las condiciones han variado ya que ahora también exigen que los soviéticos se retiren de Ucrania, Estonia y de toda Letonia. Se reanuda, una vez más, el 23 de febrero, la discusión en el seno del Comité Central bolchevique. Lenin amenaza con dimitir del gobierno si se continúa con la “política de pura fraseología revolucionaria” (V.16, p.54). Se vota la propuesta de Lenin de aceptar las humillantes condiciones de paz del Estado Mayor Alemán: 7 votos a favor ( Lenin, Zinóviev, Sverdlov, Stalin, Sokólnikov, Smilga y Stasova), 4 en contra (Bujarin, Lomov, Bubnov y Uritski ) y 4 abstenciones ( Trotski, Ioffe, Krestinski y Dzeryinski ). A las cuatro y media de la mañana del 25 de febrero, y después de un discurso de Lenin, el Comité Ejecutivo de los Soviets de Toda Rusia aprobaba por 116 votos contra 84 firmar el ultimátum del ejército alemán. Nadie quería estampar su firma en un tratado tan ultrajante. Por fin, una delegación soviética encabezada por Sokólnikov y Chicherin parten para reunirse con la delegación alemana. Se firma el Tratado de Brest-Litovsk el 3 de Marzo de 1918. La dirección del Partido Bolchevique había estado al borde de la escisión. La Rusia Soviética se veía privada del 27 por 100 de su superficie cultivada, del 26% de sus vías férreas y del 75% de su producción de hierro y acero. La República Soviética era lo más parecido a un niño pequeño y enfermizo.

6. Guerra civil La revolución se debía rearmar en lo político y armarse en lo militar. El Partido Bolchevique celebró en marzo de 1918 un Congreso en el Palacio de Tauride en el que si bien salió a la luz lo cerca que se estuviera de la escisión merced a las diferencias tácticas que se dieran entre los dirigentes, también quedaba plasmada la naturalidad dialéctica de las

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fracciones en el proceso revolucionario. Al elegir al Comité Central, Lenin y Trotski son los más votados.

Pero si la fortaleza del Partido Bolchevique estaba en su lozana vida interior el futuro inmediato de la Revolución dependía de su capacidad de defenderse militarmente. El 4 de marzo de 1918, es decir, al día siguiente de la firma del Tratado de Brest-Litovsk, Trotski es nombrado “Presidente del Consejo Supremo de Guerra” y, a principios de Abril, “Comisario del Pueblo para la Guerra”. Así, recaía sobre Trotski la responsabilidad de crear el ejército de la revolución. Ejército que hará falta con urgencia porque el 25 de mayo comenzará formalmente la Guerra Civil en la Rusia Soviética –que se prolongará hasta noviembre de 1920- con el alzamiento de los 50 mil soldados de la Legión Checoslovaca.

Trotski, venciendo infinitas resistencias en el seno del propio Partido Bolchevique, consigue construir el Ejército Rojo en un plazo de tiempo irrisorio; tanto es así, que la Legión Checoslovaca levantada en armas en mayo ya será derrotada en septiembre por el Ejército de la Revolución. Si la Guardia Roja, lo que podemos entender como el precursor del Ejército Rojo, había nacido en Petrogrado en el verano de 1917, el comienzo de la organización del Ejército de la Revolución en sentido estricto se pospondrá hasta las negociaciones de Brest-Litovsk, que ponen al descubierto la debilidad militar de la Revolución. En pleno proceso negociador se publicó en Pravda (22 de febrero de 1918) una proclama del Consejo de Comisarios del Pueblo intitulada “La patria socialista está en peligro”, que dará formalmente el pistoletazo de salida para la creación del Ejército Rojo, que se conmemorará a partir de entonces el 23 de febrero, es decir, el día después de la proclama.

El método de Trotski, grosso modo, fue formar una columna vertebral de proletarios comunistas, sumándole levas obligatorias e integrando en la estructura militar a ex oficiales zaristas como especialistas militares poniéndole al lado a comisarios políticos para controlarlos. Todo esto, fusionado con una perspectiva revolucionaria superadora de infinitas dificultades y con una disciplina de hierro adecuada a una coyuntura donde se decidía la supervivencia o la muerte del proceso revolucionario, puso en pie, para asombro de propios y ajenos, un Ejército Revolucionario que semejaba creado de la nada y que llegará a contar con cinco millones de soldados.

Los éxitos militares de la Legión Checoslovaca en el Volga que llevaron a la conquista de Kazán, trajeron en junio el desembarco inglés en Murmansk (en la Península de Kola) y en Arkángel (en el Mar Blanco) y, en agosto, la coalición imperialista desembarca a 100 mil hombres en la punta oriental de Vladivostok, que van a sumarse a los de una previa

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expedición japonesa. Trotski había partido de Moscú, en lo que luego seria su legendario tren, el 7 de agosto. Puso dirección al frente de Kazán. Se instala en Sviask. La movilización ideológica, motivadora para la clase trabajadora, y la severidad disciplinaria, para los cobardes y desleales, junto con la capacidad organizativa y la incorporación de obreros comunistas venidos de Petrogrado, posibilitó el rearme totalizador del Ejército Rojo. Con la moral y con los medios restablecidos la reconquista de Kazán ya se veía como un hecho más que posible, seguro. Pero es en este renovado clima político-militar cuando Trotski recibe un más que preocupante telegrama: “Ven inmediatamente. Ilich herido. Ignoráse grado de gravedad. 31.8.1918. Sverdlov” (V.101, p.426). Sale ipso facto para Moscú y al comprobar que Lenin está fuera de peligro retorna inmediatamente al frente. El día 10 de septiembre entraban las tropas del Ejército Rojo en Kazán. El 12 otra sección del Ejército de la Revolución, al mando de Tujatchevski , tomaba Simbirsk. Eran las primeras trascendentales victorias del Ejército de los Soviets. Los soldados de la Revolución ya sabían que también era posible derrotar a los militares en el campo de batalla.

El atentado contra Lenin el 30 de agosto de 1918, había estado precedido del asesinato de dos cuadros bolcheviques, Volodarski y Uritski, aquel mismo verano. Este proceder era producto del quehacer de los eseristas (social-revolucionarios) que retomaban el terrorismo como método de actuación política. En la Revolución de Febrero se opusieran a entregarle el poder a los Soviets, cuando ellos y los mencheviques conformaban la mayoría, prefiriendo pactar con la burguesía y así posibilitar el doble poder (Gobierno Provisional sostenido por el Sóviet de Petrogrado). Su fracción de izquierdas había terminado por entrar en el gobierno soviético pero ahora por un desacuerdo coyuntural, estar en contra del Tratado de Brest-Litovsk, atentaban contra el partido que había llevado a la clase trabajadora y al campesinado pobre a la conquista del poder y que quería consolidar la revolución. Se situaban, por lo tanto, en el campo contrarrevolucionario. El atentado contra Lenin lo llevó a cabo la militante eserista de izquierdas Fanny Kaplan, cogida y fusilada. Estos atentados, que recibían el apoyo de los aliados, le hicieron sentir a los bolcheviques la necesidad política de reforzar la institucionalización del Terror Rojo. Así, el 2 de septiembre el Comité Ejecutivo de los Soviets advierte: “Todos los contrarrevolucionarios y los que les instigan serán considerados responsables de todos los atentados contra los operarios del Gobierno Soviético y los que sostienen los ideales de la revolución socialista. Al terror blanco de los enemigos del Gobierno de los Obreros y los Campesinos, los obreros y los campesinos replicarán con un terror rojo masivo contra la burguesía y sus agentes” (V.14 ,p.185). En la concreción del Terror Rojo en el interior el papel vital lo ejercía la Cheka, que había

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sido creada en diciembre de 1917, y a cuyo frente estaba Félix Dzeryinski. Este había dicho, “la Cheka no es un tribunal; es la defensa de la Revolución como lo es el Ejército Rojo” (V.14, p.184).

La reconquista de Kazán y Simbirsk le restó peligro militar a la Revolución pero no lo eliminó. En el sur avanzaba el Ejército Blanco del general Deninkin. Por el este también avanzaba otro Ejército de la Contrarrevolución, el del almirante Kolchak. Por si esto no fuese suficiente, tropas de la democrática Francia desembarcan en Odesa y ocupan el sur de Ucrania y Crimea, mientras tropas de la democrática Inglaterra ocupan Bakú y controlan el Cáucaso. A esto aún había que añadir que el general “blanco” Yudenich, desde el norte, se plantaba a las puertas de Petrogrado. Parece que la Rusia de los Soviets va a ser estrangulada. Pero el proceder internacionalista de los trabajadores occidentales va a influir en el ánimo del Primer Ministro inglés, Lloyd George, que comienza a preocuparse por los motines que se dan entre los soldados “aliados” en Odesa y Arkángel, y por el clima movilizador entre el proletariado de su propio país merced a la simpatía que despierta la Revolución de Octubre entre la clase trabajadora europea. Así, los aliados imperialistas terminan por colegir que es más previsor para la salud interna de sus propios sistemas democráticos ayudar con armas y bagajes a los “blancos” que intervenir directamente.

El día 19 de octubre de 1919, Yudenich planta su vanguardia a 15 km. de Petrogrado. La conquista de la capital espiritual de la Revolución sería un terrible varapalo para el militarmente acorralado Estado Soviético. Ya días antes, conforme el avance de Yudenich se tornaba imparable, el mismo Lenin considerara que Petrogrado estaba perdido militarmente por lo que propone abandonarlo tácticamente. Trotski se opone vehementemente. Argumenta que hay y que se puede defender Petrogrado. Su ardorosa insistencia hace que Lenin y otros camaradas del Politburó, entre ellos Stalin, terminen por aceptar su punto de vista político y militar.

Trotski llega a Petrogrado en su tren. Viene en compañía de camaradas ya bien bregados en las lides militares revolucionarias. Hace un llamamiento a los comunistas de base petrogradenses y comunica a toda la población que si hace falta se peleará en las calles pero que Petrogrado no caerá en manos de los “blancos”. Los barrios obreros se levantan. Los cuadros bolcheviques y los asesores militares se ponen bajo su mando. La motivación y la disciplina instaura una vez más el deseo de pelear. El día 21 el Ejército Rojo resiste la embestida de los “blancos”. El 22 el Ejército de la Revolución contraataca. Avanza. La “locura heroica” de los rojos (V.101, p.450), como se dirá desde el Estado Mayor de Yudenich, los lleva a la victoria. Los “blancos” retroceden y

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retroceden hasta llegar a la frontera de Estonia. El gobierno de este país procede a desarmar a las tropas derrotadas. Petrogrado seguía encarnando a la Revolución. Como colofón, en el sur también se retirarán las tropas de Deninkin así como del este siberiano lo harán las de Kolchak.

La guerra civil estaba ganada. La ofensiva de Wrangel en la cuenca del Donetz hay que verla en el contexto de la invasión de Ucrania por las tropas polacas de Pisudski. El enfrentamiento en Ucrania por un periodo de ocho meses entre o Ejército Rojo y el Ejército Negro liderado por el anarquista Néstor Majnó, que concluye con la derrota de los anarquistas, fue un episodio interior del propio proceso revolucionario.

En Abril las tropas polacas del general Pilsúdski invaden Ucrania y el 7 de mayo ocupan la capital, Kiev. La reacción del Ejército Rojo no se hace esperar y en una rápida contraofensiva expulsan a las tropas de los reaccionarios polacos de Ucrania y Bielorrusia, además de derrotar a Wrangel, con lo que formalmente concluye la guerra civil. Este ambiente de victoria coincidía con las sesiones que el IIº Congreso de la Internacional Comunista estaba celebrando en Moscú. Es en esta coyuntura cuando Lenin decide transformar la guerra defensiva contra las tropas de Pilsudski en una ofensiva que lleve a la toma de Varsovia para que se desencadene la revolución en Polonia. Trotski se opone frontalmente a este proceder porque estima que el clima político entre la clase obrera polaca no es el adecuado para que esta se lance a la conquista del poder y porque también considera que el Ejército Rojo no cuenta con las reservas militares precisas para alcanzar la victoria. Por lo tanto, lo que procede es concluir un acuerdo de paz. Queda en minoría. El Ejército Rojo invade Polonia y es derrotado a las puertas de Varsovia. Es una derrota política para la Internacional Comunista y una victoria política para el reaccionario Pilsudski, que pasa de agresor al país de los Soviets a defensor de la nación polaca.

7. La III Internacional

Lenin en sus “Tesis de Abril” había formulado la necesidad de crear la IIIª Internacional al producirse la bancarrota política de la Segunda por haber apoyado el militarismo alemán. Que hiciera hincapié en organizar la Internacional Comunista justo cuando se estaba dando un proceso revolucionario en la propia Rusia no era casual. Para Lenin era abecé marxista que la Revolución Socialista o se daba a nivel mundial o no habría una auténtica revolución. Trotski mantenía la misma postura

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internacionalista, postura explicitada en su “teoría de la revolución permanente”, lo que, andando el tiempo, lo llevaría a un radical enfrentamiento político con Stalin que al parir la “teoría del socialismo en un solo país” atacaba frontalmente las tesis internacionalistas mantenidas por Lenin y por la inmensa mayoría de los cuadros bolcheviques.

La Internacional Comunista (Komintern, en abreviatura rusa) fue fundada en 1919, es decir, en plena guerra civil en Rusia. Celebró su Primer Congreso en Moscú del 2 al 6 de marzo. Fue en IIº Congreso (Petrogrado-Moscú, 19 de julio al 7 de agosto de 1920) cuando gracias a la parcial consolidación de la Rusia Soviética, por tener los bolcheviques prácticamente ganada la guerra civil, se entró en la tarea de organizarla como el instrumento político de la clase trabajadora para la consecución de la Revolución Socialista Mundial. Que la Komintern era entendida de esta manera se prueba no solo por las nítidas declaraciones de los líderes bolcheviques sino también por el trabajo militante invertido en ella en el periodo leninista (1919-1924). No sólo Lenin y Trotski eran sus ponentes y tribunos principales sino que su presidencia también se le encargó a un dirigente bolchevique, Zinóviev.

El IIº Congreso de la Tercera Internacional fue el de la concreción organizativa e ideológica. Se estructura como un Partido Comunista Internacional y se elaboran las 21 condiciones a aceptar para toda organización que quiera adherirse. También es una coyuntura donde se estima que la Revolución se podría extender pasando de la Rusia Soviética a otros países de Europa, sobre todo a Alemania. Una oportunidad para esta extensión vendría derrotando al ejército polaco de Pisudski. Cuando las tropas del Ejército Rojo avanzaban sobre Varsovia la IIIª Internacional estaba sesionando en Moscú. De su sala congresual pendía un enorme mapa que ilustraba la marcha de las operaciones militares. El avance sobre Varsovia se seguía apasionadamente ya que se consideraba que podía ser el desencadenante de la revolución polaca. La derrota del Ejército Rojo fue una derrota que resultaría negativamente trascendente en el quehacer internacionalista pero que no minó la idea bolchevique de la necesidad de la revolución a escala planetaria ya que la Revolución Socialista Mundial se entendía como un objetivo estratégico y no como algo meramente coyuntural.

Ante la imposibilidad de extender de inmediato la revolución a través de Polonia (agosto,1920), delante del fracaso de la Acción de Marzo en Alemania (1921) y la necesidad de implantar la NEP en la Rusia Soviética (marzo,1921), el Tercer Congreso de la IC (Moscú, 22 de junio al 12 de julio de 1921) va a cambiar de táctica y hacer una llamada “A las masas” (V.87, p.84), proceder que se concretará en la reunión del Comité Ejecutivo del 18 de diciembre de 1921 de la que saldrá la consigna “Frente Único

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Proletario” (V.130, p.113). Este viraje táctico a la derecha, defendido como necesario por Lenin y Trotski, tenía su razón de ser en la comprensión de que la extensión inmediata de la revolución no era posible por lo que había que llamar a la unidad de las diversas fracciones del movimiento obrero para resistir, para conservar lo obtenido. En este clima se dará la Conferencia de Berlín (25, abril, 1922). Esta junta de representantes de la Komintern, de la IIª Internacional y de la Internacional Dos y Media va llevar a la constitución del Comité de los Nueve. A pesar de las buenas intenciones iniciales la operación terminó en un rotundo fracaso. La Internacional Comunista se salió del Comité de los Nueve y en mayo se creaba la Internacional Socialista. La división del movimiento obrero era un hecho.

8. El comunismo de guerra

Llegados aquí, nos tenemos que preguntar como un Estado con una base económica subdesarrollada y destruido por la guerra fue capaz de obtener los recursos materiales que posibilitaron el triunfo militar sobre el Ejército Blanco y sus aliados imperialistas. La respuesta es: a través del “comunismo de guerra”. ¿Qué fue el “comunismo de guerra”? Grosso modo, un sistema de requisas impuesto al campesinado, la inmensa mayoría de la población, para avituallar al Ejército Rojo y a las ciudades con el objeto de defender por encima de todo a la revolución.

Este sistema de requisas para avituallarse de los productos alimentarios básicos para darle de comer a los soldados de la revolución y a los obreros que laboraban para equipar al Ejército Rojo, se dio en un tiempo histórico de escaseces materiales y de sufrimientos humanos difícilmente narrables. Tronzó el orden capitalista al eliminar las relaciones de mercado pero no como producto de un diseño político apriorístico sino por la imperiosa necesidad de enfrentar y vencer en la impuesta guerra civil.

Finiquitada la guerra el sistema de requisas se tornó socialmente inviable porque el campesinado, la mayoría social, ya no veía sentido a la apropiación de sus excedentes porque sus enemigos, los que restaurarían las propiedades a los terratenientes, ya estaban vencidos. Reflexionando ante esta nueva coyuntura, Trotski estima “que había que ir pensando en abandonar el comunismo de guerra” (V.101, p.484), por lo que presenta al Comité Central, en febrero de 1920, un proyecto que dice: “La política que se viene siguiendo en materia de requisiciones niveladoras con arreglo a la norma de lo necesario para subsistir (…) lleva a la ruina a la agricultura

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y a la descomposición del proletariado industrial, amenazando con arruinar totalmente la vida económica del país” (V.101, p.484). Ante tal diagnóstico propone “los siguientes métodos: 1º Sustituir el régimen de requisición del sobrante por un impuesto porcentual fijo (una especie de impuesto progresivo sobre los frutos naturales) (…). 2º Implantación de un criterio proporcional entre el suministro de productos industriales a los campesinos y la cantidad de frutos entregada por ellos” (V.101, p.485). Esta propuesta no encontró acogida ni en Lenin ni en la mayoría del CC, que por once votos contra cuatro la rechazó. No sería hasta el X Congreso del Partido cuando se tomase una decisión en la línea propuesta por Trotski.

Este rechazo llevó a Trotski a proponer la “militarización de la clase obrera” (V.15, p.225) en el IX Congreso del Partido (29, marzo/5, abril, 1920). El congreso bolchevique aprobó la utilización de unidades del Ejército Rojo en el campo económico y también a “llevar cuenta de todos los obreros especializados para dirigirlos hacia el trabajo productivo con la misma precisión y rigor con que se hacía, y se hace, con la oficialidad, para las necesidades del ejército” (V.15, p.226). Este debate continuó en el III Congreso Pan-soviético de los Sindicatos (abril, 1920). En él fue Trotski el encargado de presentar la defensa bolchevique de la militarización del trabajo. Afirmó que reconocía “el derecho del estado de los obreros a enviar a todos los hombres y mujeres trabajadores al lugar donde sean necesarios para el cumplimiento de las tareas económicas. Por tanto, reconocemos el derecho del estado, del estado de los obreros, a castigar al hombre o mujer trabajador que se niegue a cumplir sus órdenes, que no subordine su voluntad a la de la clase trabajadora y a sus tareas económicas” (V.14, p.228). Esta política, presentada con un lenguaje descarnado por Trotski, fue aceptada por el congreso obrero. Pero los obreros, como los campesinos habían hecho con el comunismo de guerra, entendían esta política como coyuntural y, por lo tanto, transitoria. No obstante, Trotski insistirá en esta política tanto en el seno de los sindicatos como en el seno del partido, donde se dará un enconado debate. La cuestión se dilucidará definitivamente en el décimo congreso bolchevique, en él las tesis de Trotski, que las presentará en alianza con Bujarin, son rotundamente rechazadas ya que sólo recibieron 50 votos. El cónclave comunista decidirá, por el contrario, el paso a la NEP, que no estaba nada alejado de aquella propuesta que Trotski le hiciera al Comité Central en febrero de 1920.

9. Del X Congreso a Kronstadt

Lo cierto era que la Rusia Soviética estaba al borde del colapso por lo que los bolcheviques tocaron a congreso para dilucidar la táctica a seguir. El Xº Congreso del Partido Bolchevique (8-16, marzo, 1921) tuvo una

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importancia capital ya que en el se decidió la introducción de la Nueva Política Económica (NEP, en las siglas rusas), se prohibió el fraccionalismo en el seno del Partido y se hizo frente a la insurrección de Kronstadt.

La Rusia de los Soviets estaba en la más completa ruina económica. Esta ruina no sólo afectaba a la estructura económica sino a la relación de la mayoría social, el campesinado, con el Estado Soviético y, además, estaba disolviendo a la clase trabajadora, sostén último del proceso revolucionario. El caos económico, social y político era total. La inflación estaba sencillamente sin control. El hambre y las enfermedades mataban a millones de personas. La industria estaba bajo mínimos, alrededor de un 20 por 100 de lo que se producía antes de comenzar la Primera Guerra Mundial. Sólo la industria del petróleo alcanzaba el 41 por 100, mientras la del carbón andaba por el 27%. El 63 por 100 de las vías férreas estaban inutilizadas y el 60 por 100 de sus locomotoras fuera de servicio. La producción agrícola estaba, como mucho, al 43% de la media de anteguerra. Los intercambios entre la ciudad y el campo estaban reducidos al mínimo, prácticamente solo contaban el trueque y la requisa. Las ciudades perdían población a pasos agigantados: sólo un dato, Petrogrado pasó de 2,4 millones de habitantes en 1917 a 574 mil en 1920. La clase trabajadora se vio reducida a menos de la mitad por culpa del cierre de las fábricas, del hambre y de liderar las fuerzas de choque de la revolución. Por todo el país pululaban cuadrillas de bandidos como productos de la miserable situación. El caos no podía ser mayor.

El Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia comenzó. Lo abrió Lenin. En primer lugar va a llamar la atención sobre el hecho de que la Internacional Comunista ya es una organización operativa. Pasa a referirse a la realidad interior advirtiendo que en la “transición de la guerra a la paz” esperan “tareas de inverosímil dificultad” tanto en el “plano económico” como en las “relaciones entre las clases” (V.60, p.185). El mismo Lenin presentó ante la asamblea comunista, el día 15, la propuesta de la sustitución del sistema de requisas por el impuesto en especie. Este giro táctico tenía por objeto no alejar al campesinado de la revolución, en una realidad donde los pequeños productores agrícolas eran la inmensa mayoría de la población. Esta circunstancia imponía, según el criterio de Lenin, la necesidad de ir a la conquista del sistema socialista “a través de toda una serie de medidas transitorias especiales.” (V.60, p.234). Además, había que ser sumamente conscientes del hecho de que “el pequeño agricultor no quiere lo que quiere el obrero” (V.60, p.235). Y sentencia, “sólo el acuerdo con el campesinado puede salvar la revolución socialista en Rusia, en tanto que no estalle la revolución en otros países” (V.60, p.235). Mas el acuerdo en los hechos con el campesinado no va a

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caer del cielo, sólo puede traerlo “la base material, la maquinaria, el empleo en gran escala de tractores y otras máquinas en la agricultura, la electrificación en escala masiva” (V.60, p.237). Por lo tanto, para salvaguardar las relaciones con el pequeño productor agrícola, que era lo mismo que decir para salvaguardar el proceso revolucionario mientras no se extienda la revolución por el occidente europeo, se deben atender las necesidades del campesinado que, en opinión de Lenin, son básicamente dos: la libertad de intercambio entre el campo y la ciudad, y la necesidad de que o proletariado produzca bienes de consumo y bienes de producción para que se pueda dar este comercio. Advierte Lenin que la libertad de comercio significa un retroceso cara el capitalismo, mas si el proletariado “hace las cosas con medida” (V.60, p.239), si produce y controla el proceso de circulación de mercancías añadirá al poder político el poder económico. Claro que para que el proletariado se ponga a producir mercancías tiene que tener comida para alimentarse y las fábricas funcionando. Para esto hay que comerciar con el occidente capitalista pagando en oro y, a ser posible pedir empréstitos que, a buen seguro, tendrán intereses usureros o serán pagaderos en materias primas o concesiones. Pero con conciencia política esto permitirá poner en marcha la industria lo que posibilitará el intercambio de productos entre el campesinado y el proletariado. Sin perder el control político, este paso atrás le permitirá un posterior impulso al proletariado. Lenin le pide al congreso comunista que trace la línea general de actuación: la sustitución del sistema de requisas por el impuesto en especie. De esta manera, al campesinado se le dirá que ya no se le requisará su excedente sino que tendrá que abonar un impuesto en especie sobre él al Estado y podrá cambiar el resto de su excedente por mercancías industriales. El congreso de los bolcheviques dio el plácet. Nacía la NEP.

La otra obsesión de Lenin era fortalecer el Partido poniéndole coto a las fracciones. Dada la catastrófica situación económica, y a las enésimas complicaciones sociales y políticas que de ella se derivaban, consideraba imprescindible cohesionar al Partido. Esto no significaba una llamada a finiquitar los debates, la discusión franca, los diversos análisis. No. El ataque a las fracciones no era una petición para cercenar la pluralidad en el interior del Partido sino un toque a rebato para eliminar las fracciones mini-partidos enquistadas en el Partido. Así, no era una llamada a eliminar las fracciones dialécticas nacidas en el calor de los debates, era un ataque, en palabras del propio Lenin, contra “la formación de grupos con una plataforma especial y con la tendencia a aislarse hasta cierto punto y crear su propia disciplina de grupo” (V.57, p.598). Este carácter ya lo tenían, por ejemplo, los grupos denominados “Oposición Obrera” y “Centralismo Democrático”. Él quiere, “en la lucha práctica contra el fraccionalismo”, dos cosas, que “la crítica absolutamente necesaria de los defectos del Partido hay que organizarla de modo que toda proposición práctica sea

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expuesta con la mayor claridad posible y sometida en el acto, sin dilación oficinesca, a la consideración y decisión de los organismos locales y del organismo central del Partido (…) [y que] todo análisis de la línea general del Partido o la apreciación de su experiencia práctica, el control del cumplimiento de las decisiones del mismo, el estudio de los métodos para corregir los errores, etc., no deben ser sometidos, en ningún caso, a las discusión previa de los grupos que se forman a base de cualquier 'plataforma', etc., sino que deben ser sometidos exclusivamente a la discusión directa de todos los miembros del Partido” (V.57, pp.599-600). Por lo tanto, Lenin quería que el Partido fuera un todo y no una suma aritmética de las diversas partes. El congreso comunista declaró disueltas las fracciones, los mini-partidos dentro del Partido. La vulneración de este acuerdo acarrearía, después de pasar por los controles orgánicos establecidos, la expulsión del Partido.

A posteriori el stalinismo utilizará este acuerdo para eliminar por la vía administrativa a sus opositores políticos. Así, lo que para Lenin non era más que una medida excepcionalísima (“esperamos que su aplicación no llegue a hacerse necesaria, se trata de una medida extrema”, V. 60, p.270) en una coyuntura brutal y que para tomarla había que conseguir muchos acuerdos en los órganos del Partido, para Stalin será a posteriori la perfecta justificación formal para librarse de los militantes revolucionarios.

Aún no empezara el Xº Congreso del PB cuando estalló la insurrección de Kronstadt. Los insurrectos, como dijo Lenin, “no quieren a los guardias blancos ni quieren nuestro poder” (V.60, p.249). Palabras bien significativas, que ilustran por si solas que el levantamiento no fue un acto contrarrevolucionario consciente sino una acción nacida en el descontento social. Lenin, delante de la asamblea comunista se preguntó: “¿Cuál es su significado? El paso del poder político de manos de los bolcheviques a un indefinido conglomerado o bloque de elementos heterogéneos, aparentemente sólo algo más derechistas y hasta tal vez “más izquierdistas” que los bolcheviques: así es de impreciso el conjunto de grupos políticos que ha intentado en Kronstadt tomar el poder (…). Este movimiento se ha reducido a una contrarrevolución pequeñoburguesa, a un movimiento del elemento anarquista pequeñoburgués (…). Esta circunstancia, relacionada con todas las crisis, debe ser tenida muy en cuenta desde el punto de vista político y examinada con todo detalle. En este caso se ha manifestado el elemento anarquista, pequeñoburgués, con la consigna de libertad de comercio y dirigido siempre contra la dictadura del proletariado. Y este estado de ánimo se ha reflejado con gran amplitud en el proletariado (…). Esta contrarrevolución pequeñoburguesa es más peligrosa, indudablemente, que Denikin, Yudénich y Kolchak juntos, porque el proletariado constituye en nuestro país la minoría y la ruina abarca a la

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propiedad campesina (…). Por pequeño e insignificante que pudiera parecer al principio este, llamémoslo así, desplazamiento del poder que reclaman los marinos y los obreros de Kronstadt (…), la realidad es que los elementos sin partido han servido sólo de estribo, de escalón, de puente por el que luego aparecieron en escena los guardias blancos” (V.60, pp.203-204). Trotski, años después, contestando a los detractores de la Revolución de Octubre que quieren utilizar Kronstadt como un episodio que invalida la revolución, dice en un artículo del 15 de enero de 1938: “El levantamiento de Kronstadt fue sólo un episodio en la Historia de las relaciones entre la ciudad proletaria y la aldea pequeñoburguesa (...). La consigna de Kronstadt, “Soviets sin comunistas”, de la cual se apoderaron inmediatamente no sólo los socialrevolucionarios sino también la burguesía liberal (...). Como representante sagaz del capital, el profesor Miliukov comprendió inmediatamente que liberar a los Soviets de la dirección bolchevique significaría, en poco tiempo, la destrucción misma de los soviets” (V.125).

La insurrección de Kronstadt se dio por culpa de las paupérrimas condiciones de existencia material en la Rusia soviética. Esta era la base. Así lo indica Lenin con toda claridad: “el Poder soviético vacila como consecuencia de la situación económica” (V.60, p.204). Esta ruina era producto de la primera Guerra Mundial y de la Guerra Civil, ninguna de las cuales comenzaran los bolcheviques. El objetivo político declarado de los insurrectos, que no contaban con el apoyo de los trabajadores de Petrogrado, era formalmente democratizar a los Soviets expulsando a los bolcheviques, un poder soviético sen bolcheviques. Esto era irreal, a lo largo de todo el proceso revolucionario sólo los bolcheviques estuvieran a favor del poder soviético. Mencheviques y eseristas no sólo se retiraran de los Soviets sino que algunos de ellos se asociaron a los blancos en la Guerra Civil. Descabalgar a los bolcheviques del poder era posibilitar la entrada de los enemigos declarados del proyecto de Estado socialista, los blancos y sus aliados: la burguesía inglesa y francesa. La única salida política para los intereses de la clase trabajadora era llamar a profundizar la democracia en el seno de los Soviets, llamar a profundizar en la construcción del Estado socialista y no a derrumbar sus raquíticas estructuras existentes. En política revolucionaria las buenas intenciones no son suficiente. Allí donde sectores de la clase trabajadora no tengan claro que su futuro político descansa exclusivamente en la construcción del Estado socialista y se dejen guiar por la pequeña-burguesía verán siempre traicionadas sus profundas aspiraciones sociales. Las buenas intenciones abstractas siempre son la puerta por donde entran los contrarrevolucionarios conscientes.

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El gobierno soviético atacó Kronstadt porque no podía permitir el descontento pequeñoburgués triunfante ya que debilitaría el su más que condicionado poder para sacar del marasmo a la Rusia soviética. Así, ordenó tomar por asalto a la otrora emblemática base naval. El asalto dio comienzo el 7 de marzo de 1921 y concluyó el día 17. Antes Trotski, como jefe del Ejército Rojo, exigió la rendición incondicional de los amotinados en estos términos: sólo los que se rindan “podrán contar con la clemencia de la República soviética. Simultáneamente con esta advertencia estoy impartiendo órdenes de hacer todos los preparativos para la supresión del amotinamiento por medio de la fuerza armada (…). Esta es la última advertencia” (V.23, p.468). La advertencia cayó en el vacío. La batalla fue espiritual y físicamente muy cruel. El 3 de abril Trotski afirmó: “esperamos cuanto nos fue posible a que nuestros enceguecidos camaradas marinos vieran con sus propios ojos adónde los llevaba el amotinamiento” (V.23, p.470). “Camaradas”, en Kronstadt también los había, eran los buenos intencionados, los que querían profundizar la democracia soviética. Las revoluciones no se dan en estado puro, Kronstadt lo testifica.

10. Rapallo

Finalizada la Guerra Civil, Trotski se trasladó a Moscú. Se instaló en el Kremlin, junto con su compañera Natalia y los dos hijos varones. Fueron a vivir en el edificio Kavalerski, que en su día había sido residencia de los funcionarios de la corte zarista. En un apartamento del mismo corredor estaban instalados Lenin y Krupskaia, con los que compartían comedor y cuarto de baño.

Terminara la Guerra Civil pero no la lucha por la supervivencia. Las condiciones materiales de existencia seguían siendo terribles. La Rusia de los Soviets se encontraba en el absoluto aislamiento material, producto de su soledad política. Si en la realidad bélica las heroicidades sin ser determinantes son valiosas, en la prosaica vida cotidiana sólo la perspectiva permite la lucha constructiva. El dominio de la perspectiva era una de las grandes capacidades de Trotski. Ella le permitió ojear con frialdad y esperanza aquella brutal coyuntura. A analizarla y a combatirla se dedicó con su característica pasión revolucionaria.

Trotski seguía siendo el Comisario del Pueblo para la Guerra y el Presidente del Consejo Militar Revolucionario, además de miembro del Politburó del Partido Bolchevique. Como comisario se ocupaba directamente del Ejército Rojo, y como miembro del máximo organismo político del Partido participaba en la elaboración de la alta política.

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Lev Davídovich tuvo que instruir y equipar al Ejército Rojo, herramienta imprescindible para la defensa de la Rusia de los Soviets. Uno de sus quehaceres fue dotar al Ejército de la Revolución de un reglamento acorde con el pensamiento revolucionario. Este reglamento salió mayoritariamente de la pluma del propio Trotski Así, por ejemplo, el “Reglamento de la Infantería” instruía al soldado sobre la democracia revolucionaria en el ejército: “Tú eres un igual entre tus camaradas. Tus superiores son tus hermanos con mayor experiencia y mejor educados. En el combate, durante el adiestramiento, en los cuarteles o en el trabajo, debes obedecerlos. Una vez que hayas salido de los cuarteles, eres absolutamente libre” (V.24, pp.37-38). También se instruye al soldado en la idea de que es un combatiente revolucionario por lo que aun en la milicia debe ejercitarse en el internacionalismo ya que el soldado de la revolución no es una vulgar máquina de matar sino un luchador por un mundo nuevo: “Lucho con el rifle, la bayoneta y la ametralladora. Pero también lucho con la palabra de la verdad. Se la dirijo a los soldados del enemigo, que son también obreros y campesinos, para que sepan que en realidad yo soy su hermano, no su enemigo” (V.24, p.38).

Pero no sólo con honradas palabras puede luchar el soldado rojo. Además, tiene que tener armas bélicas: fusiles, cañones... La Rusia soviética no las produce en la cuantía necesaria. ¿Dónde conseguirlas si la República Soviética Federal Socialista Rusa está aislada por el bloqueo político, militar y económico de las potencias occidentales? Sólo había una posibilidad, en la Alemania de la República de Weimar.

La Alemania del IIo Reich fuera la principal enemiga de la Rusia zarista y de la democrática en la Iª Guerra Mundial. Además, en la República de Weimar se dieran insistentes pronunciamientos revolucionarios que habían sido aplastados por las fuerzas republicanas. Pero ahora, a comienzos de la década de los veinte, la Rusia Soviética y la Alemania de Weimar tenían en común que los Estados capitalistas europeos triunfantes en la Gran Guerra querían aislarlos. A la Rusia Soviética para que no propagara la revolución y a la Alemania de Weimar para que no se volviera a convertir en una potencia capitalista.

Por el Tratado de Versalles (28, junio, 1919) la Alemania capitalista se quedara sin colonias (sin fuentes de materias primas), sin ejercer su influencia en gran parte del continente europeo (sin mercados), y con la prohibición explícita de reconstruir su ejército ya que no le estaba permitido tener carros de combate, aviones, submarinos y otras imprescindibles herramientas militares. A todo esto añadir que Alemania tenía que pagarle a los vencedores grandes sumas de dinero en concepto de reparaciones de guerra. Era obvio que bajo la férula de este tratado Alemania no podría volver a convertirse en una potencia capitalista. Su

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burguesía no podría sobrevivir en este corsé, tenía que buscar una solución, una salida.

La política exterior de la Rusia soviética era analizada con frenesí por Trotski, a pesares de los enormes problemas internos de la Federación Rusa. Pero era un proceder lógico que Trotski le prestase una gran atención a la política exterior porque él acreditaba, como Lenin y la gran mayoría de los bolcheviques, en la necesidad de extender la revolución por Europa si se quería construir el socialismo. Esta necesidad política le ayudaba a estar muy al tanto de la política internacional, sobremanera de lo que acaecía en Alemania, de la que era además un perfecto conocedor por razones político-biográficas. Así, sabedor de la situación en la que se encontraba la alta burguesía alemana por el corsé de Versalles no es de extrañar que ya a comienzos de 1921 despachase a Vítor Kopp a Alemania con el objeto de establecer contactos con los magnates de la industria pesada y con los jerarcas del ejército. El propósito de contactos como este era efectuar un sondeo sobre la disposición de estos extractos sociales alemanes a saltarse a la torera el Tratado de Versalles a través de la colaboración en el campo económico-militar con la Rusia soviética. Contactos que resultaron positivos aunque en sectores dirigentes de la Alemania de Weimar vinculados a la industria ligera había la esperanza de llegar a acuerdos con las potencias occidentales.

Los contactos previos se dieron al margen del gobierno alemán. Cuando el canciller Joseph Wirth, que era también Ministro de Hacienda, fue informado las conversaciones ya estaban muy avanzadas. Fue este el momento para principiar a cubrir con el manto diplomático unos acuerdos en el terreno militar que posibilitarían el rearme e instrucción de los dos ejércitos a través de la instalación de fábricas e instructores alemanes en el territorio soviético.

La cobertura diplomática vino con el Tratado de Rapallo, firmado a las cinco de la tarde del 16 de abril de 1922. Se firmó justo cuando se estaba celebrando la Conferencia de Génova entre las potencias occidentales y la Rusia soviética. Fue precisamente el miedo de la burguesía alemana a quedarse aislada, cosa que hubiera ocurrido si Inglaterra y Francia llegaran a un pacto con el gobierno soviético, lo que aceleró la decisión alemana de rubricar el pragmático Tratado de Rapallo.

11. Arte y revolución

En octubre de 1920 la “Organización de la Cultura Proletaria” (Proletkult) celebró su primer congreso general en Moscú. Un discurso congresual de Lunacharski, en calidad de comisario de educación, que no

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se ceñía a lo acordado previamente con Lenin llevó a este a redactar el día 8 un breve “proyecto de resolución” para el propio congreso. Al recordar que el fin último de la dictadura del proletariado es “el derrocamiento de la burguesía, la supresión de las clases y la abolición de toda explotación del hombre por el hombre” (V.57, p.498), ponía en su dinámica política lógica que la cultura del Estado socialista se fundamenta en la asimilación, reelaboración y superación de toda la pretérita Historia de la cultura humana por lo que es “inexacta teóricamente y perjudicial en la práctica, toda tentativa de inventar una cultura especial propia” (V.57,p.499), es decir, una “cultura proletaria”, como venían a proponer Lunacharski y Bujarin, entre otros.

La idea que encerraba el concepto “cultura proletaria” hacía furor entre algunos intelectuales revolucionarios patrocinados por los propios Lunacharski, comisario de educación, y Bujarin, director de Pravda. Lenin con esta intervención congresual salía al paso de este posicionamiento político. No obstante, fue Trotski quien explicitó por extenso la posición marxista en este terreno. Lo hizo en una serie de artículos y, sobremanera, a través de su texto intitulado “Literatura y revolución”, que elaboró en el periodo 1922-23 y prologó el 29 de julio de 1924.

Trotski, como Lenin, parte de la evidencia argumental de que al ser el objeto último de la revolución proletaria la abolición de las clases sociales la cultura no será clasista sino del conjunto de la sociedad. Claro que una lógica histórica mecanicista llevaría a pensar que como cada clase dominante en la Historia creó su propia cultura el proletariado también tendría que crear la suya. Mas, este es un argumento viciado de partida porque ninguna clase anterior al proletariado tenía un proyecto emancipador para el conjunto de la humanidad. Como recalcaba Trotski, “el proletariado ha tomado el poder precisamente para terminar de una vez por todas con la cultura de clase y para abrir la vía a una cultura humana” (V.106, p.146). Pero, “¿quiere esto decir que el Partido (…) adopta una posición ecléctica ante el tema del arte? (…). El marxismo ofrece diversas posibilidades: evaluar el desarrollo del arte nuevo, seguir todas las variaciones, alentar las corrientes progresistas por medio de la crítica; apenas si se le puede pedir más. El arte debe labrarse su propia ruta por sí mismo. Sus métodos no son los del marxismo. Si el Partido dirige al proletariado, no dirige los procesos históricos. Sí, hay dominios en que dirige directa, imperiosamente. Hay otros en que controla y alienta, algunos en que se limita a alentar, otros incluso en que no hace más que orientar. El arte no es un dominio en que el Partido esté llamado a dirigir. Protege, estimula, sólo indirectamente dirige. Concede su confianza a los grupos que aspiran con sinceridad a acercarse a la revolución y alienta de este modo su producción artística. No puede situarse en las posiciones de un

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círculo literario. Ni puede ni debe” (V.106, p.173). Por lo tanto, “durante el periodo de transición, nuestra política artística puede y debe consistir en ayudar a los diferentes grupos y escuelas artísticas salidos de la revolución a captar correctamente el sentido histórico de la época y una vez haberles colocado ante el siguiente criterio categórico, “por la revolución o contra la revolución”, concederles una total libertad de autodeterminación en el terreno del arte” (V.106, p.11). Trotski insiste en que “el arte nuevo (…) sólo podrá ser creado por aquellos que se identifiquen con su época”. Por lo tanto, “carece de todo fundamento oponer la cultura burguesa y el arte burgués a la cultura proletaria y al arte proletario. De hecho, estos últimos no existirán jamás porque el régimen proletario es temporal y transitorio. La significación histórica y la grandeza moral de la revolución proletaria residen precisamente en que ésta sienta las bases de una cultura que no será ya una cultura de clase, sino la primera cultura auténticamente humana” (V.106, pp.10-11)

La conclusión de Trotski salta a la vista, es nocivo que el Partido dicte sentencias sobre el arte como pretenden desde Proletkult. A posteriori, el stalinismo no sólo impondrá las directrices en el arte sino también en la ciencia, tanto en la histórica como en la experimental.

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II. LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA

12. La naciente burocracia

En 1922 se dio una cosecha tan buena que alcanzo las tres cuartas partes de la producción de antes de la guerra. Mientras sucedía esto en la agricultura la industria apenas llegó a ¼ de la producción de anteguerra. No obstante, en la industria hay que hacer una diferencia básica entre la pesada, que estaba prácticamente en ruínas, y la de consumo, que fue donde se dio esta modesta recuperación.

Se estaba asistiendo a los primeros compases de la NEP. La buena cosecha benefició al campesinado. Pero el campesinado no era socialmente homogéneo ya que la revolución no había podido traer el socialismo al campo sino sencillamente la revolución democrática, es decir, el reparto de la tierra de los terratenientes y de la Iglesia ortodoxa entre los campesinos pero no la igualdad social entre ellos. Así, en la Rusia soviética había pequeños, medianos y más que medianos propietarios, además de unas pocas granjas del Estado. Entre los más que medianos y medianos al tener mayor capacidad productiva por poseer más tierras y más aperos, fueron naciendo campesinos ricos. No sólo producían más, sino que pudieron ir contratando a otros labriegos para jornadas a tiempo parcial o total y adquiriendo tierras. Estos campesinos ricos, los “kulaks”, terminaron por poseer el 10 por 100 de los más de veinte millones de granjas y pasar a ser el único sector del campesinado que obtenía excedentes agrícolas que el Estado necesitaba imperiosamente para alimentar a las ciudades, para la exportación y para las inversiones en la industria.

Mientras se desarrollaba esta dinámica en el campo, las ciudades habían recuperado algo de su antiguo peso demográfico y en ellas se le daba una importancia capital a que la industria trabajase para el “mercado”. Esta reorientación que introdujo la NEP al finiquitar el “comunismo de guerra” trajo procederes capitalistas en las empresas. Estas laboraban para el mercado, tenían un responsable único por unidad de producción y los “gerentes rojos”, de extracción social pequeño-burguesa, querían imponer, con osadía neocapitalista, el número de trabajadores y el ritmo de trabajo en las fábricas. Otra consecuéncia de la NEP fue el nacimiento de una clase de intermediarios, “nepistas”, que se encargaban de gran parte de la distribución con lo que encarecían los precios de las mercancías y empezaban a pesar social y politicamente.

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Todo esto ocurría en una sociedad que tenía una superestructura teóricamente socialista. Pero para que el Estado sea de verdad socialista la clase trabajadora tiene que ser la clase dirigente, ser propietaria real de la economía, de la política y de la cultura. Y lo cierto era que el proletariado soviético además de estar inmerso en una formación social mayoritariamente campesina, estaba muy fragmentado porque a su descenso numérico por culpa del cierre de las fábricas había que añadirle los incontables cuadros que murieran en la Guerra Civil y muchos otros que fueran a ocupar puestos políticos y administrativos en el Partido y en el Estado. Por si todo esto no fuera ya suficiente obstáculo para la cohesión de la clase trabajadora, la coyuntura nepista trajo también el desempleo en las filas de los obreros industriales, 381 mil obreros fabriles desempleados daban las inexactas estadísticas al 1 de julio de 1923. Ni que decir tiene que por culpa de aquella destructiva coyuntura los conocimientos culturales del proletariado soviético eran muy bajos. Así, la clase trabajadora por falta de peso numérico, por carencia de cuadros políticos y por debilidad cultural no podía ser empiricamente la clase dirigente del Estado soviético.

Quedaba el Partido Bolchevique que, teoricamente, representaba al proletariado y al campesinado pobre. Mas el PB estaba sufriendo la penetración no sólo de arribistas sino de miembros de los sectores sociales que nacieran y crecían al calor de la NEP ya que el Partido Comunista Ruso (bolchevique) era el único partido de la realidad política soviética. Estaba la “vieja guardia”, los revolucionários que dedicados en cuerpo y alma a la revolución, y guiados por Lenin y Trotski, llevaran a la clase trabajadora a la conquista del poder. Pero la “vieja guardia” tampoco era politicamente homogénea. Hagamos notar, para que esto salte a la vista, que de la “troika” dirigente que formarán Zinóviev, Kámenev y Stalin a raíz de la muerte de Lenin, los dos primeros se opusieron a la Insurrección de Octubre y el tercero no jugó ningún papel rector en ella. Asi, Lenin y Trotski lideraban sólo al sector de la “vieja guardia” que realmente eran los representantes conscientes de los intereses estratégicos del proletariado, los que tenían la certeza de que la NEP era un paso atrás que si bien fuera coyunturalmente necesario de manterse indefinidamente llevaría a la restauración del capitalismo. ¿Qué hacer?

Trotski empezó a insistir en la necesidad de la planificación de la economía como salida a la coyuntura nepista proponiendo que se dotara de auténticas competencias a la Comisión Estatal de Planificación, el Gosplan. Así, el 3 de mayo de 1921 le escribía a Lenin: “Lamentablemente, nuestro trabajo sigue efectuándose sin planificación y sin ninguna comprensión de la necesidad de un plan. La Comisión Estatal de Planificación representa una negación más o menos planificada de la necesidad de formular un plan económico práctico y realista para el futuro

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inmediato” (V.24, pp.51-52). Su propuesta no tuvo éxito ni ante el Politburó ni ante el propio Lenin que en aquel momento estimaba que era suficiente con el plan de electrificar todo el territorio soviético y que presentó bajo el eslogan “Soviets más electrificación es igual a socialismo”. Posteriormente, en diciembre de 1922, Lenin empezará a tomar en consideración la idea de dotar al Gosplán de poder legislador. Así, dirá: “Esta idea la sugirió el camarada Trotski, me parece, hace ya tiempo. Yo me manifesté en contra (…). Pero un examen atento del problema me lleva a la conclusión de que, en el fondo, aquí hay una idea sana” (V. 57,p. 768).

Pero Trotski no solo insistía en la necesidad de la planificación de la economía sino que empezaba a argumentar que esta en la Rusia soviética se tenía que hacer a través de la “acumulación primitiva socialista”, es decir, creando capital para poder invertirlo en la industria a expensas de los jornales de los obreros y de los excedentes campesinos. En el Congreso de la Komsomol (Unión de la Juventud Comunista ) celebrado en octubre de 1922 Trotski argumentó la necesidad de la acumulación primitiva socialista en la ruinosa realidad material soviética: “Nos hemos hecho cargo de un país arruinado. El proletariado, la clase gobernante en nuestro Estado, está obligada a emprender una fase que puede describirse como la de acumulación primitiva socialista. No podemos contentarnos con utilizar nuestros establecimientos industriales de antes de 1914. Éstos han sido destruidos y deben reconstruirse paso a paso por medio de un esfuerzo colosal de nuestra fuerza de trabajo (…) [la clase obrera] puede acercarse al socialismo sólo mediante los mayores sacrificios, agotando toda su fuerza y entregando su sangre y sus nervios” (V.24, p.54). Trotski se expresaba con esta crudeza porque daba por sentado que el proletariado soviético debía convertirse en “la clase gobernante” del Estado y de aquí que le pareciese lógico que esta clase no regatease esfuerzos, por muy titánicos que fuesen, para construir su propio Estado.

Sin industria pesada y sin proletariado no podía haber socialismo. La industria pesada sería la base económica, el proletariado la base social. Sin planificar a marchas forzadas para crear la base económica y social socialista no podía darse el Estado proletario. Pero esto a comienzos de la coyuntura nepista debía sonar a teoría abstracta porque la NEP trajera un respiro en las miserables condiciones materiales de existencia. Así, cuando se reunió el XIIº Congreso del PB (Abril,1923), sin la asistencia del gravemente enfermo Lenin, no se tomó la decisión de cambiar de rumbo a pesar de que la exposición de Trotski sobre la “crisis de las tijeras”, es decir, la diferencia creciente entre los altos precios de los productos industriales y los bajos precios agrícolas, ponía en solfa la idea de construir el Estado proletario a través de la NEP, “a paso de tortuga”, como le gustaba decir a Bujarin. Sólo el poder creciente de los kulaks y de los

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nepistas en la sociedad soviética hará variar a posteriori la nao, mas en una coyuntura política en el interior del Partido donde el poder de la burocracia ya será dominante.

El Xº Congreso del PB había intentado disciplinar al conjunto de la militancia en un tiempo de crisis profunda. Pero lo que militantes como Lenin y Trotski consideraban como una retirada momentánea, meramente coyuntural, la burocracia naciente en el Partido lo va a entender como el pistoletazo de salida para el mando y ordeno. La coyuntura nepista trae el incremento del aparato del PB. Hay que controlar una realidad neocapitalista con sólo un partido político. Un partido que se tiene que ocupar del Estado y que representa en la práctica a todos los sectores sociales soviéticos. Pero viejos bolcheviques conscientes de la nueva situación protestan contra el auge del aparato, contra la designación a dedo de los cargos. Así, los revolucionários bolcheviques son conscientes del peligro de deformación que corre el PB. Para luchar contra esto van a efectuar una purga política y a potenciar el “Rabkrin”.

La primera purga política tuvo lugar en el año 1921. El PB creó unos tribunales internos que examinaron los antecedentes y el comportamiento de los miembros del PB. Estos tribunales eran abiertos, con luz y taquígrafos. A través de ellos se decidió que entre 150 ó 200 mil miembros del Partido, un tercio de su militancia, eran indignos de pertenecer al PB por corruptos, arribistas o, simplemente, por carencia de conciencia política revolucionaria. La sanción era la expulsión del Partido, lo que conllevaba, en la mayoría de los casos, que los expulsados no pudiesen ocupar puestos relevantes en la superestructura soviética.

El objeto de esta purga era exclusivamente conservar puro el Partido para manter la perspectiva revolucionaria. No obstante, ocurrió con esta medida lo mismo, mutatis mutandis, que pasó con la prohibición de formar fracciones que dictó el Xº Congreso del Partido Bolchevique, que con el tiempo se convirtió en una herramienta en las manos de la burocracia para eliminar estatutariamente del PB a los portadores de la línea bolchevique. La Rusia soviética sufría una y otra vez las deformaciones propias de una revolución aislada.

Otra herramienta creada para luchar contra la degeneración burocrática en el seno del Partido y del Estado había sido el Rabkrin (Comisariado del Pueblo para la Inspección por Obreros y Campesinos ). En él depositara Lenin mucha confianza. Fuera creado en el 1920, y desde entonces a mayo de 1922 había estado presidido por Stalin. Ya en el mismo año de 1920 Trotski atacara al Rabkrin argumentando que lejos de motivar el funcionamento de los aparatos del Estado lo que hacía era entorpecerlos por sus ineficaces métodos de inspección. En un primer momento Lenin defendió al Rabkrin. Pero en febrero de 1923 escribe un artículo, que verá

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la luz en la Pravda del día 4 de marzo, intitulado “Más vale poco y bueno”. En este texto ataca frontalmente el funcionamiento del Rabkrin y, por lo tanto, a sus responsables pretéritos y presentes.

Lenin en este artículo afirma que “nuestro aparato se encuentra en un estado tan lamentable, por no decir detestable” (V.57, p.801), que requiere una reflexión profunda para crear un instrumento que luche contra la deformación burocrática en el Estado y en el Partido ya que “en nuestro país suele haber burocracia no sólo en las instituciones de los Soviets, sino también en las del Partido” (V.57, p.808). El instrumento para combatir la burocracia no puede ser el Rabkrin porque, dice Lenin, hablando “con franqueza, el Comisariado del Pueblo de la Inspección Obrera y Campesina no goza actualmente ni de la más ligera sombra de prestigio” (V.57, p.804). Tenía que ser un nuevo Rabkrin que liderado por obreros conscientes y funcionarios cultos pueda combatir el burocratismo ya que “sólo depurando al máximo nuestro aparato, reduciendo al máximo todo lo que no sea absolutamente indispensable en él, nos mantendremos con seguridad [política]”. (V.57, p.814). Y remata diciendo que si se consigue la depuración, “estaremos en condiciones de mantenernos no al nivel de un país de pequeños campesinos, no al nivel de esta estrechez generalizada, sino a un nivel que se eleva y avanza continua e ininterrumpidamente hacia la gran industria mecanizada. He aquí las elevadas tareas con que yo sueño para nuestra Inspección Obrera y Campesina” (V.57, p.814).

Como siempre, Lenin proponía transitar nuevos caminos y esto no lo asimilaban algunos “dirigentes” soviéticos, además de no encajar nada bien las críticas. Es muy importante señalar, para comprender el auge que se estaba dando de estructura y mentalidad burocráticas, que antes de publicarse el artículo en Pravda este fue debatido en el Politburó. El Politburó estaba compuesto de aquellas por el propio Lenin, que no acudía ya a las juntas por estar enfermo, Trotski, Stalin, Zinóviev, Kámenev, Bujarin y Tómski. Excepto Trotski, todos estaban en contra de la publicación del artículo de Lenin. Mas como Lenin insistía por su publicación a través de Krúspkaia, un miembro de la Secretaría General del PB, Kuibishev, propuso imprimir ¡un número falso de Pravda para mostrárselo a Lenin! No obstante, esto por entonces todavía resultaba escandaloso, mas la sola idea de censurar maquiavelicamente al propio Lenin ya indica el nivel burocrático que se estaba gestando en la cúspide del PB. Kámenev se puso de parte de Trotski y el Politburó tuvo que publicar el artículo de Lenin, eso sí, poniéndole fecha del 2 de marzo para no tener que dar explicaciones de las causas que llevaran a demorar su publicación.

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13. Lenin, la última batalla Los años 1922-23 van a ser cruciales para el futuro de la Rusia

soviética por la merma de la capacidad política de Lenin, como producto de su incurable enfermedad, y al fracaso de la revolución en la Alemania de Weimar. Ambas cosas posibilitarán el proceso de derechización y burocratización del Partido Bolchevique, al que se opondrán Trotski y una nueva Oposición nacida alrededor del “Programa de los 46”.

A mediados del año 1922 Lenin estaba irremediablemente enfermo. Si ya en el año 1921 se había visto forzado a reducir su larga jornada de trabajo y a tomar un descanso en Gorki, el 25 de mayo de 1922 sufría un ataque de apoplejía que le paralizaba toda la parte derecha de su cuerpo. Consciente del poco tiempo que le restaba, se apresuró a dar sus últimas batallas políticas, en las que Trotski será su aliado natural.

Lenin comenzó a dictarle a sus secretarias una serie de notas el 23 de diciembre de 1922, que la posterioridad las reconocerá como el “Testamento”. Su retirada forzosa del timón del PB y del Gobierno Soviético trajo el nacimiento de la troika formada por Zinóviev, Kámenev y Stalin. Los tres, miembros del Politburó, hacían juntas fraccionales donde decidían su postura común antes de las reuniones del Politburó, órgano político máximo del PB.

La natural alianza política entre Lenin y Trotski ya se pusiera de manifiesto en la cuestión del monopolio del comercio exterior. En una ocasión el Comité Central decidió, en ausencia de Lenin y Trotski, debilitar el control sobre las transacciones comerciales con el exterior. Lenin enseguida reaccionó y en una carta a Trotski, fechada el 13 de diciembre de 1922, le pidió ayuda política en estos términos: “Le suplico encarecidamente que se encargue de defender en la próxima sesión plenaria [del CC] nuestra opinión común sobre la imperiosa necesidad de mantener y reforzar el monopolio del comercio exterior” (V.24, p.73). Trotski defendió esta posición común con total éxito ante el Comité Central lo que le supuso la entusiástica felicitación política de Lenin: “Camarada Trotski: Por lo visto, hemos conseguido tomar la posición sin disparar un solo tiro, por medio de una simple maniobra. Mi parecer es que no debemos detenernos aquí, sino seguir atacando” (V.101, p.504).

En la cuestión nacional también coincidían plenamente Lenin y Trotski, tanto es así que Trotski en su “Historia de la Revolución Rusa” sentenciará: “la política nacional de Lenin entrará para siempre en el patrimonio de la humanidad” (V.108, p.285). Pues bien, en diciembre de

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1922 el Congreso de los Soviets aprobó la creación de la “Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas”. Sin embargo, Lenin no las tenía todas consigo. Le habían llegado noticias del proceder chauvinista ruso de Stalin –a pesar de ser el georgiano- y de su aliado político Ordyonikidze con los camaradas gergianos. Estos, ante las actuaciones chauvinistas que venían de Moscú con el objetivo de someter a Georgia a la Federación Rusa a través de la Unión, acusaron a Ordyonikidze de “emisário imperial”. La tensión entre los dirigentes comunistas georgianos y los enviados de Stalin fue tal que Ordyonikidze le dio una bofetada a un comunista georgiano. Ecos de este enfrentamiento le llegaron al enfermo Lenin. Una comisión investigadora, presidida por Dzeryinski, partió para Tiflis. A la vuelta a Moscú Dzeryinski tuvo una conversación con Lenin. El 30 de diciembre de 1922 Lenin le dictaba a la secretaria María Volódicheva el texto “Acerca del Problema de las Nacionalidades o sobre la <Autonomización>” que dice, entre otras importantes cosas: “Me parece que he incurrido en una grave culpa ante los obreros de Rusia por no haber intervenido con la suficiente energía y dureza en el decantado problema de la autonomización (…). He podido conversar con el camarada Dzeryinski (...). Lo que me ha dicho el camarada Dzeryinski, que presidía la comisión enviada por el CC para “investigar” lo relativo al incidente de Georgia, no ha podido dejarme más que con los temores más grandes (...). Se dice que era necesaria la unidad del aparato ¿De dónde han partido estas afirmaciones? ¿No será de ese mismo aparato ruso que (…) hemos tomado del zarismo, habiéndonos limitado a ungirlo ligeramente con el óleo soviético? (…). Nosotros llamamos nuestro a un aparato que en realidad nos es aún ajeno por completo y constituye una mezcla burguesa y zarista (…). En estas condiciones es muy natural que la “libertad de separarse de la unión”, con la que nosotros nos justificamos, sea un papel mojado incapaz de defender a los no rusos de la invasión del ruso genuino, chovinista, en el fondo un hombre miserable y dado a la violencia como es el típico burócrata ruso (...). Yo creo que en este asunto han ejercido una influencia fatal las prisas y los afanes administrativos de Stalin (...). Se plantea ya un importante problema de principio: cómo comprender el internacionalismo” (V.57, pp.773-775). Lenin volvió a la carga al día seguinte, 31 de diciembre, insistiendo: “Es necesario distinguir entre el nacionalismo de la nación opresora y el nacionalismo de la nación oprimida, entre el nacionalismo de la nación grande y el nacionalismo de la nación pequeña (...). El internacionalismo de la nación opresora (...) no debe reducirse a observar la igualdad formal de las naciones, sino también a observar una desigualdad que de parte de la nación opresora, de la nación grande, compense la desigualdad que prácticamente se produce en la vida. Quien no haya comprendido esto no ha comprendido la posición verdaderamente proletaria frente al problema nacional” (V.57, pp.775-776). Ante la

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imposibilidad física de poder defender su propia postura en los órganos del Partido, Lenin le envía una nota a Trotski, con fecha 5 de marzo de 1923, en la que, después de advertir que es rigurosamente secreta, dice: “Estimado camarada Trotski: Querría rogarle a usted muy encarecidamente que se encargase de defender en el Comité Central del partido la causa de Georgia. El asunto está encomendado de momento a los cuidados de Stalin y Dzeryinski, de cuya imparcialidad no puedo fiarme. Antes al contrario. Si usted quisiera hacerse cargo de la defensa, me quedaría tranquilo” (V.101, p.506).

Pero el pensar de Lenin iba al epicentro del problema político: a la dirección del PB. Tal es así que su “Testamento” comenzado el 23 de diciembre de 1922 empieza precisamente por el CC, proponiendo su ampliación, y sigue el día 24 caracterizando a los más significativos dirigentes del CC y, en lo tocante a Stalin y Trotski, los “dos destacados jefes del CC actual”, dice: “ El camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia (…). Por otra parte, el camarada Trotski (…) no se distingue únicamente por su gran capacidad. Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual CC, pero está demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente administrativo de los asuntos” (V.57, p.764). Mas Lenin le sigue a dar vueltas al asunto y unos días después, el 4 de enero de 1923, insiste, centrándose en la figura de Stalin, de la siguiente manera: “Stalin es demasiado brusco, y este defecto (…) se hace intolerable en el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas” (V.57, p.765). Esta era una bomba política contra Stalin, y así la tomó el georgiano que al conocer las notas a través de las dos secretarias de Lenin, Lidia Fótieva y María Volódicheva, a su vez pasmadas de espanto político, quedó petrificado. Sin embargo, la diosa Fortuna vino a sonreír al georgiano ya que Lenin empeoraba por momentos por lo que estaba claro que no iba a poder acudir al XIIº Congreso del PB y Trotski, desoyendo pretéritas recomendaciones de Lenin, no atacará ni a Stalin ni a su política. Que el “Testamento” lo redactó Lenin en un estado de plena lucidez lo demuestra la anticipación que hace de la lucha que se dará en el PB entre Stalin y Trotski, por lo que había que “prevenir la escisión” (V.57, p.765). En este momento no se le pasaba a nadie por la cabeza que Stalin pudiera sustituir a Lenin, sólo Lenin previó esa posibilidad: “lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre Stalin y Trotski, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que puede adquirir importancia decisiva” (V.57, p.765). Así fue. Podemos considerar que a

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estas alturas Lenin ya se había decantado claramente por Trotski. Los datos son obvios: mientras que pidiera en varias ocasiones que Trotski fuese nombrado vicepresidente del gobierno soviético, que defendiera en nombre de los dos en el CC el monopólio del comercio exterior asi como la cuestión georgiana, ahora pide la destitución de Stalin. Su proceder evolutivo está claro. Stalin estaba políticamente acabado para Lenin, y este seguía siendo el líder indiscutible del Partido. De haber vivido más Lenin la muerte política de Stalin estaba cantada.

El XIIº congreso del PB dio comienzo a mediados de abril de 1923. Previamente Trotski le hiciera saber a Stalin, a través de Kámenev, que él no quería que rodasen cabezas y que sólo deseaba una colaboración honrada entre camaradas. De esta forma, Trotski no hizo uso de la información que tenía durante el Congreso. Al revés, se mostró distante ante las críticas que se lanzaron contra la troika, que aquí se hizo oficial, y se limitó a hablar sobre la planificación económica. Y aún por encima, no sólo no atacó la burocratización galopante sino que se mostró solidario con las llamadas que la troika hizo para extremar la disciplina. Trotski no supo prever la futura lucha en el seno del PB. En lo tocante al partido seguía siendo un “conciliador”, como en los tiempos en que el POSDR estaba dividido entre bolcheviques y mencheviques y él se situaba por encima de las dos fracciones. Su indecisión le impidió presentar su candidatura a líder del Partido, que en rigor histórico le pertenecía. ¿No se percató que aquí la lucha entre personas era una lucha entre programas? Es difícil pensar esto. Seguramente tenía la esperanza de que Lenin se recuperara y tuvo pudor a presentarse como lo que era, el continuador de la obra de Lenin. Este error táctico lo pagará caro Trotski y lo que él representa, la revolución. El Congreso volvió a elegir a Stalin como Secretario General. La nueva Comisión Central de Control estaría presidida por Kuibishev, aquel que muy poco tiempo atrás propusiera mostrarle a Lenin un ejemplar de Pravda falso para acallar sus críticas.

14. Alemania, la revolución fracasada

Si la irreversible enfermedad de Lenin había posibilitado la subida política pública al poder de la troika, la coyuntura política europea la consolidará. Al batacazo que sufrieron los comunistas búlgaros en su propio país se vino a sumar el fracaso de la revolución en Alemania, país que por su desarrollo científico-técnico y por su enorme masa proletaria su proceder era determinante para el triunfo de la revolución o de la contrarrevolución en Europa.

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La Alemania de Weimar está convulsionada por la crisis económica. La megainflación nos informa vivamente, si una libra esterlina se cotizaba a 50 mil marcos en el mes de enero del año 1923, en agosto se cotizará a más de 5 millones. El Estado no tiene fondos, la pequeña-burguesía se hunde, el nivel de subsistencia de la clase trabajadora baja cada día y el campesinado almacena vituallas. Debido a la catastrófica realidad económica la agitación social es continua. La enorme convulsión social pone a la revolución en el orden del día. Manifestaciones constantes, huelgas continuas. En el seno de la clase operaria se organizan grupos armados, las “centurias proletarias”. En los laenders de Sajonia y Turingia socialdemócratas de izquierda y comunistas forman gobierno. ¿Puede triunfar la revolución? Puede, en este momento en Alemania hay un poderoso Partido Comunista (KPD), con más de 200 mil militantes y muy influyente en la vida social. Además, está asistido por la Internacional Comunista. Pero los dirigentes del KPD no se sienten politicamente autosuficientes. Así, su secretario general, Heinrich Brandler, viaja a Moscú para pedir intrucciones y solicitar que Trotski se traslade a Alemania para dirigir la insurrección. La troika no lo permite, sólo faltaba que Trotski volviese como líder victorioso de la revolución alemana. Se Comisiona a Rádek y Piatakov. Se formula un plan de actuación para efectuar la insurrección, pero ni los comisionados por la troika ni el mismo Brandler acreditan en el triunfo. A última hora, el 21 de octubre, suspenden la insurrección, pero esta se da aisladamente en Hamburgo lo que posibilita que el gobierno berlinés envie tropas y la aplaste después de varios días de combate. El desánimo cunde. Otra oportunidad perdida. La Rusia soviética sigue aislada. En la Alemania de 1923 se vio, en palabras de Trotski, “una demostración clásica de la manera cómo puede desaprovecharse una situación revolucionaria excepcional y de importancia histórica mundial” (V.109, p.16).

15. La troika, una dirección fraccional

La enfermedad sin retorno de Lenin dio impulso a la troika formada por Stalin, Zinóviev y Kámenev, que junto con Trotski, Bujarin, Tomski y el ausente Lenin formaban el Politburó del Partido Bolchevique.

Como el triunvirato hacía juntas fraccionales, es decir, se reunía para decidir a priori, era sencillo que obtuviera la mayoría ya que los otros no formaban un bloque. De esta manera el proceder de la troika viciaba los debates. Y todo esto acaecía en una durísima realidad económica que generaba movilizaciones de la clase obrera y dialéctico malestar en la militancia histórica del PB.

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Para combatir las fisuras políticas en el PB nacidas de la prosaica realidad, la troika propuso la directa represión de los militantes díscolos, algunos de los cuales calificaban a la NEP como la “Nueva Explotación del Proletariado”, entre ellos la fracción “Grupo Obrero” encabezada por los trabajadores Miasnikov, Kuznetsov y Moiseiev, todos ellos miembros del Partido desde 1905. Otra fracción semejante era “Verdad Obrera”. A su represión se dedicó Dzeryinski, que era el jefe de la Cheka (GPU) desde su fundación. En sus indagaciones se encontró con que muchos militantes los consideraban buenos camaradas por lo que no se prestaban a declarar en contra de ellos. Ante esta hecho Dzeryinski recurrió al Politburó exigiendo que todo militante del PB tenía la obligación de denunciar a la GPU a los díscolos.

Trotski reaccionó de inmediato. Una cosa era utilizar a la policía política contra los enemigos de la revolución y otra muy diferente era utilizarla para acallar las críticas en el seno del PB, algo que no tenía precedentes en la historia del Partido. Así las cosas, Trotski escribió una carta al CC el 8 de octubre de 1923, que, entre otros decires, aseveraba: “El régimen actual (…) dista mucho más de cualquier democracia obrera que el régimen del período más riguroso del comunismo de guerra” (V.24, p.111). Es más, se diera “un extraordinario deterioro de la situación en el seno del partido después del XII Congreso” ya que “la burocratización del aparato del partido se ha desarrollado en unas proporciones inauditas merced a la utilización del método de selección que lleva a cabo el secretariado” (V.8, p.242).

Como si esta carta fuese un toque a rebato, al cabo de una semana, concretamente el día 15, cuarenta y seis membros eminentes del PB le envían una carta al Politburó. Esta carta, conocida en la historiografía como “El programa de los 46”, comenzaba así: “ La extrema gravedad de la situación nos obliga (en interés de nuestro partido, en interés de la clase trabajadora) a manifestar con entera claridad que continuar con la política que sigue la mayoría del Politburó amenaza con acarrear a todo el partido lamentables reveses” (V.17, p.364). Se hablaba sin tapujos de “la incapacidad de la jefatura del partido, tanto en el dominio económico como en el de las relaciones internas del partido” (V.17, p.364). Y advertía, “si en el futuro inmediato no se cambiara radicalmente esta situación, la crisis económica de la Rusia soviética y la crisis de la dictadura fraccional dentro del partido asestará rudos golpes a la dictadura de los trabajadores de Rusia y al Partido Comunista Ruso” (V.17, p.366).

Los 46 pidieron que el CC pusiera este documento en conocimiento de toda la militancia tal y como establecía la práctica común en el PB. La troika rehusó ese pretérito procedimento político. Ahora bien, no se podía dar un simple carpetazo a la Carta de los 46 porque todos ellos eran

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significados cuadros del PB: Preobrayenski, por ejemplo, era junto con Bujarin el economista más prestigioso del partido; Antonov-Ovseenko era el principal comisario político del Ejército Rojo; Iván Smirnov fuera el vencedor de Kolchak; etcétera.

Los triunviros acusaron a Trotski de ser el instigador de la Carta de los 46 y de ambicionar el poder. Calificaron las internas y claras manifestaciones de Trotski y de los 46 como un ejercicio fraccional, contrario a los acuerdos del Xº Congreso (1921). No obstante, la troika se vio obligada a manifestarse y el 7 de noviembre, por boca de Zinóviev, prometió restaurar la democracia en el interior del PB. La discusión se extendió a Pravda, a células del partido, al CC de la Juventud Comunista y a células del Ejército Rojo.

El 7 de noviembre Zinóviev abre el debate en Pravda reconociendo formalmente que “desgraciadamente, la mayoría de las cuestiones esenciales se arreglan de antemano desde arriba” (V.8, p.244). El día 28 interviene Preobrayenski: “Resulta característico que, en la época en que estábamos rodeados de frentes, la vida del partido revelase mucha más vitalidad y la independencia de las organizaciones fuera mucho mayor (…). [Hoy] resulta que no sólo no hemos avanzado ni un paso respecto al período del comunismo de guerra sino que, por el contrario, hemos intensificado el burocratismo, la petrificación y el número de cuestiones que se deciden a priori desde arriba” (V.8, p.246). El 2 de noviembre Stalin no tiene mejor argumento que decir: “Es necesario poner límites a la discusión, impedir que el partido, que constituye una unidad combatiente del proletariado, se convierta en un club de discusiones” (V.8, p.246). El día 5 el Politburó, para intentar controlar los ánimos, emite una resolución en la que cínicamente se asume la necesidad de que “el partido debe emprender una seria modificación de su política en el sentido de una aplicación metódica y estricta de la democracia obrera” (V.8, p.247).

El 11 de diciembre Pradva publica el artículo de Trotski “El nuevo curso. (Carta a una asamblea del partido)”. En él hace una reflexión sobre la necesidad de la osmosis generacional en el seno del partido, sobre el imperioso requisito de un régimen sano en el interior del partido y un alegato sobre la base en que debe asentarse el apasionado y consciente proceder de los jóvenes comunistas: “La inmensa autoridad del grupo de veteranos del partido es universalmente reconocida. Pero sería un gran error el considerarla como absoluta. Sólo por medio de una colaboración activa y constante con la nueva generación, en el marco de la democracia, la vieja guardia conservará su carácter de factor revolucionario (…). Es necesario que el partido propicie nuevamente la iniciativa colectiva, el derecho de crítica fraternal, que tenga la facultad de organizarse a sí mismo. Es necesario regenerar y renovar el aparato del partido y hacerle entender que sólo es el ejecutor de la voluntad colectiva (…). La

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renovación del aparato del partido –en el marco preciso del estatuto- debe tener como objetivo el remplazo de los burócratas momificados por elementos vigorosos estrechamente vinculados a la vida de la colectividad. Y, ante todo, es preciso alejar de los puestos dirigentes a aquellos que, ante la primera palabra de protesta u objeción, levantan contra los críticos las amenazas de sanciones (…). Nuestra juventud no debe limitarse a repetir nuestras fórmulas. Debe conquistarlas, asimilarlas, formarse una opinión, una fisonomía propias y ser capaz de luchar por sus objetivos con el coraje que dan una convicción profunda y una total independencia de carácter. ¡Fuera del partido la obediencia pasiva que hace seguir mecánicamente las huellas de los jefes! ¡Fuera del partido la impersonalidad, el servilismo, el carrerismo! El bolchevique no es solamente un hombre disciplinado; es un hombre que, en cada caso y para cada problema, se forja una opinión firme y la defiende valerosamente no sólo contra sus enemigos sino en el seno de su propio partido” (V.126, pp.89-91).

Se hacen asambleas del partido en Moscú (11, diciembre) y Petrogrado (día 15) donde los argumentos de Trotski y de los 46 toman impulso. Todavía salen artículos en Pravda, pero ya su director es despedido por escribir el 16 de diciembre que “la calumnia y las acusaciones infundadas se han convertido en las armas de discusión de numerosos camaradas” (V.8, p.252). Efectivamente, el día anterior Stalin había acudado a Trotski de “menchevique infiltrado” (V.8, p.251) en el partido. Se estaba empezando a utilizar por parte de la troika y sus corifeos la mentira y el insulto como método político. Lógico ejercicio burocrático porque los argumentos políticos de los que se oponían al proceder de la troika ya impactaban en el seno del partido. Una muestra, el 11 de diciembre se celebró una junta de la organización del partido en Moscú en la Casa de los Sindicatos. Pues bien, allí sólo Iaroslavski, secretario de la comisión central de control, habló directamente en contra de Trotski y fue abucheado por la asemblea comunista. El propio triunviro Kámenev reconoció que “suena bien decir: <Yo estoy de acuerdo con Trotski>” (V.17, p.314). Efectivamente, la base del Partido veía a Trotski como el compañero de Lenin.

El 28 y el 29 de diciembre Pravda publica dos artículos de Trotski que enfatizaban la línea argumental del “Nuevo Curso”. Advierte que “el partido vive, de alguna manera, en dos niveles: el nivel superior, donde se decide, y el nivel inferior, que se limita a tomar conocimiento de las decisiones” (V.126, p.27). Insiste en la denuncia de que “el burocratismo del período de guerra no era nada en comparación con el burocratismo actual, que se desarrolló en tiempo de paz” (V.119, p.29).También reflexiona sobre las fracciones en el seno del partido. Este no es un problema mecánico sino nacido de la necesidad de la dictadura del partido para mantener el Estado soviético. Pero al ser el PB el único partido en él

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se expresan los intereses coyunturalmente contrapuestos de las dos clases sobre las que se asienta el partido, el campesinado y los obreros. Así, surgen las contradicciones y, por lo tanto, las fracciones. De esta manera, lo que se impone es “elaborar la línea que corresponda a la situación real del momento (…), no basta declarar que los grupos y las fracciones son perjudiciales para impedir su aparición. Sólo se los prevendrá con una política justa, adaptada a la situación real” (V.126, p.40). Hay que eliminar el régimen burocrártico del partido, causa de que las fracciones coyunturales se enquisten. Pero, advierte, “es indigno de un marxista el considerar que el burocratismo es sólo el conjunto de los malos hábitos de los empleados de oficina. El burocratismo es un fenómeno social (…). Sus causas más profundas son la heterogeneidad de la sociedad, la diferencia de los intereses cotidianos y fundamentales de los diferentes grupos de la población. El burocratismo se complica debido a la carencia de cultura de las masas. Entre nosostros, la causa esencial del burocratismo reside en la necesidad de crear y sostener un aparato de Estado que una los intereses del proletariado con los del campesinado en una armonía económica perfecta de la que estamos aún muy lejos. La necesidad de mantener permanentemente un ejército es también otra causa importante del burocratismo (…). El burocratismo en el aparato de Estado y en el partido es la expresión de las peores tendencias inherentes a nuestra situación, de los defectos y de las desviaciones de nuestro trabajo que, en ciertas condiciones sociales, pueden socavar las bases de la revolución” (V.126, p.53). Señala que “el instrumento histórico más importante para la realización de todas estas tareas [combatir la contradictoria realidad] es el partido” (V. 126, p.54), por lo que es absolutamente imprescindible mantenerlo sano.

El éxito de las tesis de Trotski y de los 46 es tan importante que la troika echará mano del aparato para decapitar a esta naciente oposición, que no está organizada como fracción. Se corta el debate en Pravda, se nombra a eminentes oposicionistas (Ioffe, Rakovski, etc.) como diplomáticos para alejarlos de la lucha política, se destituye a Antonov-Ovseenko como comisario político del Ejército Rojo porque las células del ejército votan a favor de las tesis de la oposición. Asimismo, es destituido en su totalidad el CC de las juventudes del partido porque estaba a favor de los argumentos de Trotski y de los 46. Y como colofón, se escoge a dedo a los delegados a la XIIIª Conferencia del PB para darle la puntilla a la naciente oposición.

La XIIIª Conferencia da comienzo el 16 de enero de 1924. En ella el triunvirato prepara y hace aprobar una resolución en la que denuncian a Trotski y a los 46 como una “desviación pequeñoburguesa del leninismo” (V.24, p.130). Ante este brutal ataque de la troika refrendado por el aparato del partido algunos oposicionistas, que vieran como en los debates previos muchos militantes se posicionaban con ellos, se desmoralizan. Es

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más, habrá militantes que incluso lleguen al suicidio, como Lutovinov, Evguenia Bosch y Glazman, entre otros. Esto nos informa que la degeneración que se estaba a dar en el partido era literalmente insoportable para algunos militantes.

16. La muerte de Lenin

Así estaban las cosas en el PB mientras Lenin agonizaba. El 18 de

enero Trotski, que por enfermedad ya no había podido asistir a la Conferencia, parte por prescripción médica para el Mar Negro en un intento de reponerse de unas extrañas fiebres que no lo dejan. Al llegar a Tbilisi el día 21 recibe una contundente noticia: ¡murió Lenin! Efectivamente, Lenin muriera ese mismo día 21 a las 18,50 en Gorki. Inmediatamente Trotski se pone al habla con Stalin y le comunica su intención de regresar ipso facto a Moscú. Stalin le dice que el entierro se efectuará al día seguinte, el 22, y que por lo tanto no le daría tiempo a volver. Era una mentira calculada ya que el entierro de Lenin se celebrará el día 27. La ausencia de Trotski le pareció anormal a propios y ajenos.

En Tbilisi le piden a Trotski que diga unas palabras sobre la muerte de Lenin. Se pone a escribir aunque se siente incapaz y necesita estar solo. No obstante, redacta unas líneas en las que su orfandad política queda diáfanamente reflejada: “Ya no existe Lenin. No tenemos ya a Lenin (…).Ya no existe Vladímir Ilich. El partido ha quedado huérfano (…) ¿Cómo seguiremos adelante? (…) Camaradas, hermanos, Lenin no está ya con nosotros ¡Adiós, Ilich! ¡Adiós, jefe nuestro!” (V.78, pp.544-545). Al poco continuaba viaje a la ciudad de Suchum, en la costa del Mar Negro. Su sentir, su estado de ánimo, nos lo trasmite a la perfección el propio Trotski: “En Suchum hube de pasar días y días tendido en el balcón, con la cara vuelta al mar (…). La constante sensación de la fiebre se mezclaba con el pensamiento de la muerte de Lenin, que no dejaba de atenazarme ni un instante” (V. 101, p.535). Estando allí recibe una carta de la camarada y ahora ya viuda de Lenin, Krupskaia, que dice:

“Querido Lev Davídovich: Le escribo a usted para comunicarle que Vladímir Ilich se puso a leer

su libro apróximadamente un mes antes de morir, y lo dejó en el pasaje en que traza usted la fisonomía de Marx y de Lenin. Me pidió que volviese a leerle estas páginas, y, después de escuchar la lectura atentamente, él mismo quiso tomar en la mano el libro y volverlas a repasar.

Otra cosa quería decirle, y es que las relaciones que unieron a Vladímir Ilich con usted desde el día en que se presentó en Londres, viniendo de Siberia, no cambiaron un punto hasta la hora de su muerte.

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Le deseo a usted, Lev Davídovich, fuerzas y salud. Un fuerte abrazo de N. Krupskaia” (V.101, p.536).

Nos explica el mismo Trotski que el libro al que hace mención Krupskaia era un pequeño texto donde él trazaba una semblanza de Lenin, y, en el pasaje citado, una semejanza entre Marx y Lenin. Recordando su propia comparación, Trotski reafirma su pensar: “Marx y Lenin, dos figuras tan íntimamente unidas por la historia, y a la par tan diferentes, son para mí las dos cumbres más altas a que puede llegar el poder espiritual del hombre” (V.101, p.537).

Mientras, en Moscú se hacían los preparativos para enterrar -nunca mejor dicho- al indiscutible líder de la revolución. En la víspera del entierro el Congreso de los Soviets celebró una sesión en memoria de Lenin en la que hablaron, por este orden, Kalinin, Krupskaia, Zinóviev y Stalin. El georgiano introdujo una letanía en vez de hacer una reflexión sobre el camarada fallecido. Así, haciéndose el apocado alumno que aspira a sumo sacerdote, dijo, al menos por seis veces, “Te juramos, camarada Lenin, que cumpliremos con honor este mandamiento” (V.17, pp.345-346). Los “mandamientos” eran, entre otros, “cuidar la unidad de nuestro partido”, “conservar y fortalecer la dictadura del proletariado” y “robusteceremos y ampliaremos la unión de los trabajadores de todo el mundo: la Internacional Comunista” (V.17, pp.345-346). La Historia lo convirtió en un perjuro.

También se decidió en esta junta cambiar el nombre de Petrogrado por el de Leningrado, propuesta con la que todo el mundo estuvo de acuerdo; y conservar el cadáver de Lenin en un mausoleo al lado de las murrallas del Kremlin, a lo que se opuso tajantemente Krupskaia, oposición en la que insistió públicamente en una carta en Pravda de 30 de enero, que reproducimos:

“Tengo que pedirles un gran favor: no permitan que su duelo por Ilich tome la forma de una reverencia externa por su persona. No le levanten monumentos conmemorativos, no pongan su nombre a los palacios, no celebren actos solemnes en su honor, etc; cuando él vivió, todo esto le tenía sin cuidado y le fastidiaba. Recuerden que en nuestro país hay todavía mucha pobreza y mucho abandono. Si ustedes desean honrar la memoria de Vladímir Ilich, construyan jardines de infancia, casas, escuelas, librerías, centros médicos, hospitales, hogares para los impedidos, etc., y, sobre todo, pongamos en vigor sus preceptos” (V.17, p.347).

También Trotski, al enterarse de esta decisión, se opondrá frontalmente: “La actitud respecto a Lenin, que era la que cumplía frente a un caudillo revolucionario, fue suplantada por el culto rendido al pontífice máximo de una jerarquía sacerdotal. A pesar de mi protesta, se hubo de erigir en la Plaza Roja aquel mausoleo indigno y humillante para un revolucionario” (V.101, p.541).

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El entierro se celebró el domingo 27 de enero de 1924. El ataúd se trasladó desde la Casa de los Sindicatos, donde fuera visitado por miles de personas, a la Plaza Roja, depositándolo en un improvisado monumento que será sustituido por un mausoleo.

17. Individuo e Historia

Si la sola enfermedad de Lenin había posibilitado el funcionamento

de una troika fraccional y el incremento del burocratismo y del centralismo, su muerte va a ser catastrófica para el desarrollo de la revolución. ¿Por qué?, Lenin sólo era un hombre. Para contestar adecuadamente se impone una reflexión sobre el papel del individuo en la Historia. La persona juega un papel en el proceso histórico, este papel está condicionado por la realidad histórica pero no determinado. Un líder político es un producto de la Historia pero también lo es de su propia individualidad. Historia y Naturaleza se interrelacionan. La coyuntura es el marco histórico concreto donde el individuo vierte su propia experiencia y actitudes. Si en una coyuntura dada la victoria o la derrota de una clase social aún no está decidida por la relación de fuerzas la personalidad juega un papel vital, trascendente. Así, de haber vivido Lenin unos años más en buenas condiciones físicas y psíquicas el rumbo de la Historia podría haber cambiado. ¿Es esto una exageración? Veamos. Por el pasado proceder de Lenin es lógico colegir que si hubiese estado en plenas facultades en 1924 tendría aconsejado y apoyado en 1923 adecuadamente a la dirección del KPD para que esta intentase llevar a la victoria a la clase trabajadora alemana, aún así la conquista del poder no estaba asegurada. Lo que sí estaba asegurado es que por el liderazgo que Lenin tenía en el Partido, ganado en el proceso histórico, Stalin habría sido destituido como secretario general del PB; que los órganos de dirección del PB bajo la batuta y la experiencia acrecentada de Lenin habrían sido un dique contra el arribismo, preservando la pureza política del Partido, y contra los privilegios, ya que mantendría la escala de salários de los funcionarios sin despegarse de la de los obreros. El PB hubiera dinamizado su propia dirección, con lo cual Lenin habría tenido sucesores políticos naturales. El PB se hubiera dedicado a potenciar el proceder revolucionario de la Internacional Comunista, lo que hubiese llevado a los Pecés a tener más influencia en la clase trabajadora de sus respectivos países. El PB hubiese apoyado todo proceso revolucionário externo (piénsese en la revolución española, lo que tendría acontecido si la Unión Soviética hubiera mandado apoyo militar masivo y cuadros revolucionarios), que de triunfar supondría el fin del aislamiento de la URSS, nuevo impulso político para la clase trabajadora soviética y, de darse en un país occidental, apoyo técnico para ayudar y proseguir con una mejor base tecnológica la industrialización y la

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colectivización, que aún sin apoyo exterior se habrían hecho pero contando con la participación política de la clase trabajadora y sin violencias extremas en el campo. Todo esto hubiera supuesto el debilitamiento, la muerte política, de la casta burocrática porque su consolidación se asentaba en el aislamiento político y en la miseria material que trajeran la Primera Guerra Mundíal, la Guerra Civil y el cordón sanitario de los gobiernos “democráticos”. En aquella coyuntura, en la que se decidía el avance o la distorsión de la revolución, la muerte de Lenin fue una casualidad causal. Esto no es hacer ucronía, es hacer una reflexión sobre la capital importancia de una personalidad dada en un momento concreto del proceso histórico. El caminar de la Historia procede del hilo causal, y la personalidad forma parte de él. Trotski hizo, en su autobiografía, la siguiente reflexión: “¿Le hubiera sido dado a Lenin llevar a cabo la renovación de personas que se proponía dentro del partido? En aquellos momentos, indudablemente” (V.101, p.504). Bien, prosigamos con el relato histórico.

. 18. Un camino diferente

Ríkov sustituyó a Lenin como Presidente del Consejo de Comisarios

del Pueblo, pero no era aquí desde donde se iba a decidir la marcha de la Rusia de los Soviets. A los pocos días de enterrar a Lenin el Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) Ruso decide ejecutar una campaña de reclutamiento político, acordada en la XIIIª Conferencia, denominada cínicamente “Alistamiento Lenin”. Esta “promoción leninista” llevará al PC(b)R unos 250 mil afiliados, más del 50 por 100 de la militancia del partido. ¿Por qué calificamos de cínica esta leva? Porque el alistamiento no se hacía bajo el baremo político de Lenin, que exigía que cada miembro del Partido fuese un cuadro revolucionário. Y aquí se hacía justo al revés, ya que estos miles de trabajadores son reclutados por el aparato del partido, no seleccionados entre los miembros más conscientes de la clase trabajadora, con el objetivo predeterminado de utilizarlos políticamente por ser una masa fácilmente manipulable por su bisoñez ideológica y porque le deberán su ingreso, y las seguridades que esto supone en una realidad material miserable, al aparato del partido. La degeneración del Partido Bolchevique se va a acelerar por esta mera aportación cuantitativa. Los cuadros revolucionarios, bolcheviques, no sólo se verán atacados por el aparato sino también anegados en una masa amorfa políticamente, lo que acentuará su sensación de aislamiento. Este proceder reclutador fue hecho con toda la conciéncia política por el aparato como lo demuestra el decir del aparatchik Molotov: “En el futuro, el progreso del partido descansará sobre la base de esta <campaña leninista de enrolamiento>” (V.17, p.353). Trotski, años después, en su libro “La revolución traicionada”, dirá: “Aprovechando la

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muerte de Lenin, la burocracia comenzó la campaña de reclutamiento llamada de la <promoción de Lenin>. Las puertas del partido, hasta entonces bien vigiladas, se abrieron de par en par a todo el mundo (…). Políticamente, se trataba de absorber la vanguardia revolucionaria en un material humano desprovisto de experiencia y personalidad pero acostumbrado, en cambio, a obedecer a los jefes (…). Al liberar a la burocracia del control de la vanguardia proletaria, la <promoción de Lenin> dio un golpe mortal al partido de Lenin (…). El centralismo democrático cedió su lugar al centralismo burocrático” (V.122, pp.115-116).

Se empieza a preparar el XIIIº Congreso del PC(b)R. En una junta previa se decide que se lea el “Testamento” de Lenin, no en el Congreso del Partido, como quería Krupskaia, sino en una reunión ampliada del CC a celebrar el 22 de mayo. El “Testamento” cae como una bomba política entre la mayoría de los congregados, que desconocían la propia existencia del texto. Stalin está en apuros ya que a estas alturas su poder, ejercido a través del aparato, no es todavía absoluto, totalitario. El “Testamento” demuestra sin paliativos que Stalin no gozaba de la confianza política de Lenin. ¿Se impone, entonces, seguir la recomendación de Lenin y relevar a Stalin de la Secretaría General? No, dice Zinóviev, “los temores de Ilich no se han confirmado” (V.8, p.267). Acto seguido, con el apoyo de Kámenev, pide, y obtiene, que Stalin conserve la Secretaría General. Trotski, que ya había regresado a Moscú y estaba presente en la reunión, no dice nada, no interviene. ¿Por qué? ¿Considera que aún se puede dar a estas alturas, donde arrecian los insultos, las presiones y las purgas contra los oposicionistas, una lucha política productiva en el seno del partido? Con la protesta de Krupskaia, el CC vota por mayoría que el “Testamento” no se dé a conocer públicamente.

El XIIIº Congreso del PC(b)R se inaugura el 23 de mayo. Si en la 13ª Conferencia ya se atacara a Trotski y a la desorganizada Oposición acusándoles de tener “desviaciones pequeñoburguesas” (V.17, p.361), ahora se ratifica el veredicto y se acrecienta el ataque ya que se pide a Trotski, por boca de Zinóviev, que se retracte de sus críticas y que confiese sus errores ante el Congreso. Esta petición era un hecho completamente insólito en el PB, que no tenía ningún precedente. Krupskaia, en su intervención, afirma que la petición de Zinóviev es una “exigencia psicológicamente imposible” (V.24, p.136). Trotski hará una réplica breve y serena, que le valdrá los insultos de algunos burócratas. En una parte de su intervención comunica que “ya he dicho que nada sería más fácil que decir ante el Partido que todas estas críticas y todas estas declaraciones, advertencias y protestas eran totalmente erróneas. Sin embargo, camaradas, yo no puedo decir tal cosa porque no la creo” (V.24, p.136).

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Se cierra el Congreso ratificando lo decidido en la 13ª Conferencia y el proceder del CC. Trotski es elegido por el Congreso para el CC. Zinóviev y Kámenev le exigen a Stalin que se excluya a Trotski del Politburó pero este no acepta. Este comportamiento no era ninguna honesta mano tendida, como iban a demostrar los inmediatos acontecimentos, sino un taimado quehacer de un supino maquinador.

Pasaran ya casi dos años de la ultima convocatoria de la Internacional Comunista, por fin se convoca el V Congreso a celebrar en Moscú del 17 de junio al 8 de julio de 1924.

El acontecimiento político más importante que se diera a nivel internacional antes de esta junta congresual fue, sin duda alguna, la revolución alemana de 1923. Pues bien, nada se hizo desde la dirección de la IIIª Internacional para sacar lecciones políticas de aquella derrota tan trascendente para el futuro caminar de la Rusia soviética y de Europa entera. No se reconoció que la mayor parte de la culpa de la impresentable dirección en la fracasada revolución fuera del Comité Ejecutivo de la propia Komintern. Al revés, se le echa toda la culpa al CC del Partido Comunista Alemán (KPD). No obstante, militantes como Rádek y el italiano Bordiga critican a la dirección de la IC. En vano, para la troika, liderada formalmente a nivel internacional por Zinóviev, que seguía siendo el presidente de la IC, lo importante era “bolchevizar” la Komintern.

Como ya sucediera en el caso del “Alistamiento Lenin”, se imponía el cinismo conceptual ya que la denominada “bolchevización” de la IC no era otra cosa que el sometimiento de la IIIª Internacional a los dictados de Moscú. De ahora en adelante, la IC ya no sería el Estado Mayor de la Revolución, como siempre quisieron Lenin y Trotski, sino un instrumento para la defensa de los intereses de la naciente casta burocrática soviética. Así, cuando verdaderamente finiquitaba el período bolchevique de la IIIª Internacional la troika decía que la “bolchevizaba”, ironías de la Historia.

Para esta “bolchevización” era imprescindible eliminar a los críticos y descalificar a Trotski, hasta entonces su teórico por excelencia y uno de sus máximos líderes. La descalificación vino a través del insulto político. Para este menester Zinóviev utilizó a la joven militante alemana Ruth Fischer que calificó a Trotski, Rádek y Brandler de “liquidadores mencheviques” (V.8, p.271). A la vez, Trotski fue desposeído de su puesto en el Comité Ejecutivo de la IC, que pasó a ocupar Stalin. La IC estaba muerta como instrumento revolucionario de la clase trabajadora.

La casualidad quiso que la Editorial del Estado tuviera prevista para octubre de 1924 la publicación del tercer volumen de las obras de Trotski, dedicado a 1917. Trotski va a prologar este texto con su folleto titulado “Lecciones de Octubre”. En este escrito descalifica indirectamente el

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quehacer pseudobolchevizador que la troika efectuara en el V Congreso de la IC. Dice Trotski: “En estos tiempos se ha hablado y escrito con frecuencia respecto a la necesidad de bolchevizar la Internacional Comunista. Se trata, en efecto, de una tarea urgente, indispensable, cuya proclamada necesidad hácese sentir de modo más imperioso aún después de las terribles lecciones que el año pasado nos diera en Bulgaria y Alemania. El bolchevismo no es una doctrina, o no es sólo una doctrina, sino un sistema de educación revolucionaria para llevar a cabo la revolución proletaria. ¿Qué significa bolchevizar los partidos comunistas? Significa educarlos y seleccionar en su seno un personal directivo, de modo que no flaqueen al venir el momento de su Revolución de Octubre” (V.109, p.84). Sin embargo, lo más importante de este texto era que por vez primera se acometía un análisis de las etapas de la Revolución Rusa de 1917 y de los procederes que se dieran en la dirección del PB. Todo esto se decía con el objetivo de que el Octubre Bolchevique pudiera servir de guía para la acción a futuras generaciones revolucionarias.

Al analizar el comportamiento de la dirección bolchevique se ve que una parte de ella no había estado a la altura de los acontecimientos revolucionarios, ni antes de la insurrección, a la que llegan a denunciar públicamente, ni después de la conquista del poder, cuando querían pactar con los enemigos de la propia toma del poder. Partiendo del análisis de un hecho histórico concreto, Trotski explica como se debe comportar una auténtica dirección revolucionária. Con la lectura del texto se hace obvio que Zinóviev y Kámenev, dos de los componentes de la troika que gobierna el Estado Soviético en ese momento, no estuvieran a la altura de las obligaciones que imponía el proceso revolucionario ya que no habían tenido voluntad política para conquistar el poder ni para conservarlo. Y ambas cosas las documenta Trotski citando por extenso textos coetáneos a los hechos de la autoría de Zinóviev y Kámenev. De esta manera, los dos triunviros no aparecen como unos avezados revolucionarios dignos alumnos de Lenin sino como unos timoratos políticos opuestos a Lenin. Stalin no era mencionado por la sencilla razón de que en Octubre estuviera en segunda línea, lo que le ponía a salvo de la crítica.

La crítica implícita al presente en el texto continúa, si la revolución alemana de 1923 fracasó fue porque el Partido Comunista Alemán (KPD) no tuvo la dirección adecuada. Ahora bien, el CC del KPD había sido asesorado por el Comité Ejecutivo de la IC, del que Zinóvieve era presidente, sin olvidar que la troika no tomara en consideración la petición de los comunistas alemanes de que Trotski fuese a Alemania a dirigir la insurrección.

El texto de Trotski se publica en octubre. Al principio reina el silencio, pero apartir del 12 de noviembre el aparato desencadena una

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campaña de tal magnitud que poco menos que lo sepulta. Cientos de notas, artículos y protestas se publican con cadencia diaria contra Trotski. Los triunviros entran públicamente en liza en noviembre con unos artículos cuyos títulos por si mismos ya son suficientemente clarificadores de lo planificado del ataque y de la línea divisoria que se quiere trazar entre Lenin y Trotski: “Leninismo o Trotskismo”, de Kámenev; “Trotskismo o Leninismo”, de Stalin; y “Bolchevismo o Trotskismo”, de Zinóviev. En ellos se acusa a Trotski de revisionista, de liquidador del leninismo, etcétera.

Pero el ataque a Trotski no se detiene aquí. Se le saca el polvo y el contexto a los fuertes debates políticos que hubo en determinados momentos entre Lenin y Trotski. Se desentierran textos de antes de la revolución donde Lenin y Trotski polemizaron con ardor verbal. De esta manera, Trotski queda convertido en un antileninista visceral que osara insultar a Lenin. Pero hay más, se comienza a reescribir la Historia: el papel de Trotski en la Revolución de Octubre no fuera tan importante... Era el inicio de la falsificación de la Historia, que andando el tiempo eliminaría a Trotski de los textos escolares, de las películas sobre Octubre e inclusive de las fotografías históricas.

La tralla fue terrible, Trotski había recibido el ataque combinado del aparato; pero por si esto fuera poco, el CC advierte el 17 de enero de 1925 que hay que “continuar con la empresa de desvelar el carácter antibolchevique del trotskismo (…) e introducir en los programas de enseñanza política la explicación de sus características pequeño-burguesas” (V.8, p.277). La lucha contra el “Trotskismo” ya era oficial.

Como colofón, Trotski es destituido del cargo de Comisario de la Guerra a comienzos de 1925, no sin cierto temor por parte de algunos de los gobernantes soviéticos, que habían manifestado en conversaciones internas el temor de que Trotski pudiera utilizar el Ejército Rojo para dar un Golpe de Estado. Lo que no podían entender aquellos que se estaban alejando de las tradiciones revolucionarias de Octubre, fue lo mismo que, años después de estos hechos, no comprendían las personas que insistentemente le preguntaban a Trotski por qué se dejara descabalgar del poder, cuando la respuesta es muy sencilla: porque el objetivo estratégico para un marxista es construir el socialismo, y esto sólo se puede hacer apoyándose en la clase trabajadora y no en el ejército, por muchas tradiciones revolucionarias que este tenga. Así, Trotski no estaba interesado en ser el Napoleón soviético, sino en esperar por la clase trabajadora, en que esta recuperase el ánimo, el entusiasmo y el impulso perdido por culpa de las derrotas de la revolución fuera de la Rusia Soviética y de los fracasos materiales y políticos que traían estas derrotas a la propia Rusia de los Soviets. Trotski lo explicará a la perfección en un artículo fechado el 12 de

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noviembre de 1935: “Es indudable que hubiera sido posible dar un golpe de estado militar contra la fracción de Zinóviev, Kámenev, Stalin y compañía sin la menor dificultad, sin siquiera derramar sangre; pero eso sólo hubiera servido para acelerar el ritmo de la burocratización y el bonapartismo contra los cuales luchaba la Oposición de Izquierda” (V. 125).

Con la intención de neutralizar políticamente a Trotski, la troika va a nombrarlo, en mayo de 1925, presidente de tres comités técnicos: Comité de Concesiones, de Explotaciones Electrotécnicas y de la Dirección Científico-Técnica de la Industria. Trotski se pone a estudiar sobre química, hidráulica, visitar laboratorios, ojear experimentos, elaborar estudios comparativos entre la economía soviética y la mundial, lo que le permite demostrar estadísticamente el atraso soviético; cotejar el proyecto de la construcción de la central hidráulica sobre el Dnieper , que le lleva a perdirle estudios a especialistas soviéticos, alemanes y estadounidenses; echarle una mirada al imperialismo norteamericano y afirmar lo que será una obviedad años después, los EEUU “pondrían a Europa a vivir de raciones norteamericanas y luego le dictarían su voluntad. Después de ocupar el lugar de Gran Bretaña como el taller y el banco del mundo, los Estados Unidos también estaban ocupando el lugar de Gran Bretaña como la primera potencia naval e imperial del mundo (…). Estamos entrando en una época de desenvolvimiento agresivo del militarismo norteamericano” (V.24, p.203). Así, Trotski no se para, estudia, da charlas y...espera.

La continuación de la NEP está consolidando el capitalismo en el campo, impidiendo el despegue industrial y agudizando las contradicciones sociales, realidad que se verá reflejada en los órganos de dirección del PC(b)R. La agricultura sigue estando muy atrasada, pero con el agravante de que los kulaks (campesinos ricos en la realidad soviética) generan el 60 por 100 de los productos agrícolas puestos en el mercado, poseen el 50 por 100 de las tierras de labranza, tienen el 60 por 100 de la maquinaria agrícola y son los patrones de los más de 5 millones de agricultores pobres que están obligados a alquilar su fuerza de trabajo para sobrevivir, recibiendo salarios inferiores a los que había antes de la guerra. Por lo tanto, los kulaks controlan el campo económicamente y necesitan el control político. La industria está obsoleta y esto impide que la clase trabajadora crezca a nivel numérico y político. En la ciudad se impone el intermediário y el funcionario. En la Rusia de los Soviets está germinando la restauración del capitalismo.

Dos fornidos economistas, Evgueni Preobrayenski y Nikolai Bujarin, que en el pasado trabajaran teóricamente en común produciendo el manual marxista “ABC del Comunismo”, y que hoy representan la izquierda y la derecha del partido en el campo económico, se van a enfrentar radicalmente. Preobrayenski clama por la necesidad de la industrialización

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para salir del atraso económico. Dado que la Rusia Soviética es un país atrasado, la industrialización se tendría que efectuar a través de la “ley de acumulación primitiva socialista” que subordina el campo a la ciudad y el consumo a la producción. Para esto es imperioso planificar y centralizar la economía. En este período la escasez de artículos de consumo y la burocratización son dos peligros continuados y será función del partido su control. Es imprescindible atravesar esta etapa de transición lo más aprisa posible para pasar a disfrutar de las ventajas de una economía socialista, base de la solidaridad y de la democracia.

Bujarin califica este programa de “monstruoso”. Se opone vehementemente a él. Considera que motivando y controlando la acumulación privada se pondrá al kulak y a la pequeña-burguesía al servicio del socialismo. Por lo tanto, lo que es imprescindible es quitarle trabas al kulak para que produzca y acumule. Hay que darle prioridad al consumo sobre precios de mercado. Estas tesis se harán públicas en su sonado discurso en el Teatro Bolsoi en abril de 1925: “Debemos decir a los campesinos, a todos los campesinos: Enriqueceos, ampliad y desarrollad vuestras granjas y no temais que se ejerza limitación alguna sobre vuestra actividad” (V.8, p.286).

El PC(b)R va a avalar en la práctica las tesis de Bujarin, aunque lo llame a la moderación verbal, con una serie de medidas como la autorización para contratar fuerza de trabajo, créditos para maquinaria agrícola, disminución de los impuestos, precios de mercado para los productos agrícolas... Pero esta política pone en pie de guerra a los obreros de Leningrado, la ciudad donde hay más concentración proletaria, que sienten como se encarece su cesta de la compra, y como la falta de materias primas para los astilleros y para muchas fábricas acrecienta el paro obrero, ya elevado. En 1925 de los 90 mil afiliados con los que cuenta allí el PC(b)R, en cifras redondas, el 72 por 100 son obreros. Leningrado es el feudo de Zinóviev, aquí él controla el aparato y no Stalin. Zinóviev trasladará a los organos de dirección del partido la presión de la base obrera. En palabras de Trotski: “en su lucha por sobrevivir, los líderes de la oposición se vieron obligados a adaptarse a la conciencia de clase del proletariado de Leningrado” (V.19, p.69). Es el comienzo de nuevas alineaciones políticas.

El ataque de Zinóviev a las tesis de Bujarin se hacen cada vez más contundentes hasta desembocar en la denuncia pública a través, sobre todo, de dos opúsculos imprentados en septiembre de 1925, “El leninismo” y “La Filosofía de la Época”. En estos textos ataca a la NEP, porque, dice, supone el retraso de la revolución y el peligro de su degeneración, además de condenar la “teoría del socialismo en un solo país” ya que “la empresa de los comunistas consiste en consolidar la victoria en su propio país

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abriendo, al mismo tiempo, camino a los obreros de los restantes países” (V.8, p.291).

Precisamente, la primera divergencia en el seno del CC del PC(b)R que Zinóviev y Kámenev tuvieran con Stalin fuera a respecto de una propuesta para proclamar la “teoría del socialismo en un solo país” que el Secretario General trajera, en abril de 1925, para incluir en la próxima Conferencia del Partido. Zinóviev y Kámenev se opusieran, y a pesar de que se aprobó un texto de compromiso el enfrentamiento ya era un hecho.

A estas alturas el Politburó estaba formado por Ríkov, Bujarin, Tomski, Stalin, Zinóviev, Kámenev y Trotski. Stalin se apoya ahora en los tres primeros, que son la derecha del partido, para preparar el XIVº Congreso del PC(b)R y poder enfrentar a la organización del partido en Leningrado, la fortaleza de Zinóviev. Kámenev ya había sido neutralizado en Moscú.

En la elección de delegados para el Congreso los stalinistas-bujarinistas y los zinovietistas emplearán el mismo método: cada fracción elige en sus feudos exclusivamente a sus propios delegados. Pero como la fracción gobernante tiene el control del aparato en todo el Estado, excepto en Leningrado, y las votaciones se hacen con un criterio apriorístico, independientemente de los “argumentos”, el resultado del Congreso ya está decidido.

El XIVº Congreso del PC(b)R se inaugura el 18 de diciembre de 1925. El enfrentamiento entre las das fracciones va a ser contundente y tendrá a Trotski como espectador atónito.

Zinóviev, Kámenev, Krupskaia y Sokólnikov van a pedir la restauranción de la democracia en el seno del partido. Se denuncia que el aparato, y no los argumentos, es lo que cuenta. Se critica abiertamente a Stalin. Kámenev dice con rotundidad: “Nos oponemos a crear la teoría de un <líder> (…) nos oponemos a la formación de un líder. Nos oponemos a que la secretaría combine en la práctica tanto la política como la organización, y a que se coloque por encima de los organismos políticos (...). Lo que tengo que decir, he de decirlo hasta el final. Porque se lo he dicho más de una vez a un grupo de delegados del partido, es por lo que lo repito ahora en el congreso: He llegado a la conclusión de que el camarada Stalin no puede realizar la función de unir al órgano supremo bolchevique” (V. 19, p. 146).

Krupskaia, citando el pasaje de “El Estado y la Revolución” en el que Lenin advierte que a veces en la Historia los revolucionários después de muertos son adulterados y convertidos en iconos, está diciendo con franqueza que se está manipulando la obra de Lenin. Además, delante de la mayoría mecánica del Congreso advierte: “En la historia de nuestro partido

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ha habido Congresos en los que la mayoría estaba equivocada. Recordemos por ejemplo el Congreso de Estocolmo” (V.8, p.297). Zinóviev va a atacar la NEP y la “teoría del socialismo en un solo país”. Apoyándose en citas de Lenin afirmará: “La victoria final del socialismo es imposible en un solo país (…). Habrá de decidirse a escala internacional” (V.8, p.298).

Trotski, que sin saberlo asiste por última vez a un congreso de lo que fuera el PB, está un tanto perplejo. Zinóviev y Kámenev, los que han pedido una y mil veces su expulsión del Politburó y del propio partido, los que inventaran el “Trotskismo” como una doctrina anti-leninista, en fin, estos ahora se están enfrentando directamente a Stalin, reclamando la democracia obrera y denunciando la NEP y el “socialismo en un solo país”. Trotski no sube a la tribuna, no obstante las bases políticas para un acercamiento con los zinovietistas están dadas. Será cuestión de tiempo.

La mayoría stalinista-bujarinista de este Congreso queda perfectamente reflejada en la votación del informe final que presentan Stalin y Molotov: 559 votos a favor y 65 en contra. Se comprende que en el nuevo CC los zinovietistas pierdan poder.

En este Congreso se acuerda retocar el nombre del partido para adecuarlo a la realidad constitucional del Estado Soviético: Partido Comunista (bolchevique) de la URSS. Una formalidad

.

19. Socialismo en un solo país

Hagamos un receso narrativo para echarle una breve ojeada a esa “teoría del socialismo en un solo país” sobre la que se comienza a debatir. La primera formulación que hizo Stalin de esta “teoría” data de octubre de 1924. Nació para oponerla a la “revolución permanente” de Trotski, que este formulara en su obra “1905” y que el triunfo de la propia Revolución de Octubre confirmara, pero que en su contexto histórico trajera alguna que otra pendencia con Lenin, al que posteriormente acusarán de hacerse “trotskista” a través de sus “Tesis de Abril”. Por lo tanto, la “teoría del socialismo en un solo país” era al comienzo un apoyo táctico más en la lucha de la troika contra el “trotskismo”, en la campaña por convertir a Trotski en un anti-leninista. Pero lo que había nacido por motivos de estricta utilidad coyuntural se iba a convertir andando el tiempo en una pauta de conducta del Estado Totalitario construido por el stalinismo. Así, esta “teoría” estaba aquí en sus comienzos y se desarrollará en el contexto de la lucha contra la Oposición hasta conseguir el sello oficial del proceder stalinista en política internacional en la relación clase trabajadora planetaria/ estado soviético. La susodicha “teoría” afirmará que sí se podía construir el socialismo en un país rodeado por el capitalismo, por lo que la

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revolución mundíal ya no era necesaria para la Rusia soviética. Por lógica deducción vendrá la defensa de la “patria socialista” como el único proceder útil de la clase trabajadora a nivel mundial para la casta burocrática soviética.

La “teoría del socialismo en un solo país” le venía de perlas a la naciente casta burocrática soviética que basaba su poder usufructuario en la consolidación del Estado Soviético y no en la extensión de la revolución. Además hacía de Trotski un aventurero y un pesimista. Aventurero porque lo único que deseaba era continuar la guerra por el mundo adelante. Pesimista porque negaba que el socialismo se pudiese construir en una URSS aislada. De esta manera, el “socialismo en un solo país” se transformó en la teoría de paz y orden, del statu quo, de la “optimista” burocracia soviética. Stalin le daba a la burocracia lo que necesitaba, incluso la justificación teórica de su contrarrevolucionario proceder.

20. La Oposición de Izquierda

Retomemos el hilo narrativo. Concluido el Congreso, la fracción dirigente ataca rápida y decididamente a la organización leningradense. A comienzos de enero de 1926 una delegación del aparato del partido llega a Leningrado y con la excusa de que los zinovietistas amañaran las elecciones de delegados al Congreso, lo cual era cierto, pero era lo mismo que había hecho el aparato central, sólo que a mayor escala, destituye a la redacción del periódico Leningradskaia Pravda, y con amenazas como perder el puesto de trabajo o finiquitar la carrera burocrática, según la base social a la que se dirigen, son eliminados los zinovietistas del aparato del partido en Leningrado, y hasta el propio Zinóviev pierde su puesto de secretario del partido en Leningrado y también el de presidente del Soviet de Leningrado, la Comuna del Norte. El aparatchik Sergei Kírov toma su lugar. Zinóviev quedaba desposeído de su poder organizativo.

Será en abril de 1926, después de una sesión del CC, cuando Zinóviev y Kámenev tendrán una reunión con Trotski. Van a reconocerle que fueron ellos los que orquestaron la campaña política para eliminarlo del poder, los que inventaron el “Trotskismo”, y que así lo reconocerán públicamente. También le dicen que Stalin sólo desea el poder y que utilizará para defenderlo cualquier método excepto el debate alrededor de las ideas. Le manifiestan la creencia de que la Nueva Oposición va a tener un éxito político inmediato, a lo que Trotski responde que la batalla será larga y dura. La Nueva Oposición tendrá renombrados cuadros políticos, entre ellos la mayor parte de la vieja guardia bolchevique: 10 de los 18 supervivientes del CC bolchevique de Marzo do 1919, de los que forma parte la propia Krupskaia. Pero la fracción stalinista-bujarinista cuenta con

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el dominio del aparato, con una amplia mayoría en el CC y en el Politburó, que desde el XIV Congreso tiene nueve miembros, de los cuales siete son de ellos: Stalin, Bujarin, Ríkov, Tomski, Kálinin, Molotov, Voroshílov, Zinóviev y Trotski. En números, la Nueva Oposición contará con un máximo de 8.000 militantes, de los 750 mil afiliados que tiene el partido.

La creación de la Nueva Oposición no se organiza sin dificultades ya que hay muchas heridas personales que cerrar, no obstante los acuerdos políticos de base posibilitan el entendimiento. Esta naciente oposición pasará a autodenominarse “Oposición de Izquierda”. Será la izquierda del PC(b) de la URSS. Después de un viaje de Trotski de seis semanas a Berlin para intentar curarse de esa fiebre que no lo deja, la “Oposición de Izquierda” va a dar la última batalla por cambiar el rumbo político del partido y de la Rusia soviética.

La “Oposición de Izquierda” hace su presentación oficial en julio de 1926, en la junta que el CC celebró entre los días 14 y 23. Trotski da lectura a la “Declaración de los 13”, que es una reiteración de los principales argumentos de la vieja oposición y un esbozo del programa de la nueva oposición. Esta declaración política se hace en “defensa del proletariado” y, por lo tanto, es contraria a los intereses del kulak, del nepista y de la burocracia. Afirma que hay que tomar medidas inmediatas como la subida de los salarios del proletariado industrial, exención de impuestos al campesino pobre, reducción de impuestos al campesino medio y subida de los mismos para los kulaks y para la burguesía intermediaria (nepistas). Si esto es necesario ya, también es imprescindible acometer rápidamente la colectivización de la agricultura y la industrialización. La colectivización se tiene que llevar a cabo de manera gradual, apoyándose en una política crediticia y en el desarrollo de la industria. La industrialización será la base en la que se sustente el Estado Soviético a nivel económico y social, ya que la riqueza industrial posibilitará el despegue material y acrecentará el papel social y político de la clase trabajadora. También aborda la descalificación de la “teoría del socialismo en un solo país” porque no es posíble construir aislados el verdadero socialismo, ni es de recibo pensar que no se van a dar otros procesos revolucionarios en el mundo. Después de criticar la creación del Consejo Sindical Anglo-Soviético (1925), por ser una alianza con la reformista dirección de las Trade-Uniones que sólo traicionará a la clase trabajadora inglesa como ya puso en evidencia el boicot que esta dirección le hizo a la huelga general en Inglaterra en mayo de 1926, declara que la Oposición quiere llevar esta lucha programática en el seno del partido y en colaboración con todos sus sectores.

Las discusiones fueron tensísimas, Dzeryinski murió de un ataque al corazón al poco de intervenir contra la Oposición. La fracción gobernante

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rechazó totalmente las propuestas de los oposicionistas y acusó a la Oposición de formar una fracción. Expulsó al oposicionista Ossovski por defender públicamente la necesidad de crear otro partido, el Partido, y expulsó a Zinóviev del Politburó. A la Oposición no le quedaba otra solución que recurrir a la base del partido y a la clase obrera. En septiembre de 1926 Trotski, Piatakov, Rádek, Smilgá, todos ellos líderes de la Oposición, acuden a la célula de los ferroviarios de Riazán-Ural. Esta célula obrera votó a favor del programa oposicionista: democracia en el partido, aumento de los salarios industriales, reforma fiscal que grave al kulak y exima al campesino pobre... Prende la esperanza en la Oposición y la alarma en el aparato. Cuando unos días después comparecen líderes oposicionistas en la célula de la fábrica de aviones Aviopribor el aparato todavía no consigue impedir que Trotski hable ante los obreros. Sin embargo, el aparato contraataca con expulsiones por la base para amedrentar a los trabajadores, organiza grupos para romper los actos de la Oposición a través de abucheos y agresiones y se apropia demagógicamente de algunas consignas de la propia Oposición. De ahora en adelante este será el método. Así, en la mítica fábrica Putilov Zinóviev apenas consigue hablar y la Oposición sólo obtiene para sus tesis 25 votos contra los 1.375 que recaudan las tesis oficiales.

Si por el momento el gansterismo del aparato no puede romper todos los actos oposicionistas, sí lleva la división a su seno. La izquierda de la oposición considera que el PC (b) de la URSS ya no es el Partido, es el caso, por ejemplo, de los grupos “Centralismo Democrático” y “Oposición Obrera”, en los que figuran militantes bolcheviques tales como Shliápnikov y Medvédiev. La derecha, con Zinóviev y Kámenev a la cabeza, estima que hay que recular en todo ante el aparato para evitar la expulsión. El centro, que lidera Trotski, adopta la posición de no ceder programaticamente en nada delante del aparato pero se niega a crear otro partido ya que de momento considera que hay que resistir en el seno de la organización. La división política de la recién nacida Oposición es un hecho.

Trotski al ver que Zinóviev y Kámenev están a punto de derrumbarse políticamente decide inclinarse por negociar una tregua con el aparato. Así, el 4 de octubre de 1926 da comienzo la negociación con la fracción dirigente. Si bien es cierto que los seguidores de Trotski y Zinóviev no ceden en nada a nivel programático, también es cierto que para no ser expulsados aceptan la imposición de Stalin de desmarcarse de la izquierda oposicionista y de no actuar como fracción. La Oposición sufría una derrota política contundente: se quedaba sin una parte de sus partidarios y maniatada en su proceder militante. En palabras de Trotski: “La oposición no tuvo más remedio que emprender la retirada. El día 16 de octubre

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firmamos una declaración en la cual, después de decir que teníamos por ciertas nuestras opiniones, y que nos reservábamos el derecho a luchar para imponerlas dentro de los cuadros del partido, nos comprometíamos a abstenernos de todos cuantos actos pudieran entrañar el peligro de una escisión” (V.101, p.557-558).

21. Stalin, sepulturero de la revolución

Mas el intento de la Oposición por obtener un respiro no dio resultado. Stalin, tomando como excusa la publicación del “Testamento” de Lenin por el New York Times el 18 de octubre, va a atacar frontalmente a la Oposición en la decimoquinta conferencia del partido.

La XVª Conferencia del PC (b) de la URSS se celebró desde el 26 de octubre hasta el 3 de noviembre. Previamente, el día 25, se dió una tormentosa reunión del Politburó, en la que participaban también bastantes miembros del CC, en la que al presentar Stalin las tesis que defendería en la Conferencia contra la Oposición, a la que calificaba de “socialdemócrata” y a la que le exigía que se retractara de sus decires y haceres, Trotski contestó acusando a Stalin de desleal y de ser el candidato a ejercer de “sepulturero de la revolución” (V.24, p.276-277). Al día siguiente el CC expulsaba a Trotski del Politburó y a Zinóviev de la presidencia de la IC.

Empezaba pues la Conferencia con un enfrentamiento absoluto entre las partes. El 1 de noviembre Stalin presenta su informe. Su intervención duró tres horas y en ella acusó a la Oposición de cometer fraccionalismo y de ser unos superindustrializadores. Concluyó exigiendo la capitulación política de los oposicionistas.

Kámenev, frío ante los abucheos con los que es obsequiado por la mayoría de los conferenciantes, después de defender su alianza política con Trotski para caminar en la defensa y construcción del socialismo, no está nada profético cuando asegura que “¡No vivimos en la Edad Media! (…). No podéis quemarnos en la hoguera” “(V.24, p.278-279).

Acto seguido Trotski sube a la tribuna. Los conferenciantes, expectantes, guardan silencio, callan. El tribuno de la Revolución de Octubre habla sereno. El hilo argumental es nítido. Decir como está verdaderamente la realidad no es derrotismo, exigir impuestos al kulak no es ser socialdemócrata, querer construir el socialismo en la URSS aislados del mundo es un imposible, pensar que la clase trabajadora europea no va a luchar por derrocar al capitalismo es inimaginable. Una y otra vez la presidencia de la Conferencia le concede la prolongación de su turno de

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palabra. Sigue a decir: “Si no opinásemos que nuestro Estado es un Estado proletario, si bien con determinadas deformaciones burocráticas, es decir un Estado que es preciso aproximar más a la clase obrera a pesar de ciertas falsas opiniones burocráticas; si no creyésemos que estamos emprendiendo una edificación socialista; si no opinásemos que existen en nuestro país recursos suficientes para desarrollar en él una economía socialista; si no estuviésemos convencidos de nuestra victoria completa y definitiva, es evidente que nuestro lugar no estaría ya entre las filas de un partido comunista. Mas aquel que crea que nuestro Estado es un Estado proletario con un cierto número de deformaciones burocráticas, que provienen de la presión del sector pequeño-burgués y del cerco capitalista, aquel que esté convencido de que nuestra política no garantiza suficientemente una nueva repartición de los recursos nacionales, debe luchar con los medios que le ofrece el partido”(V.8, p.328). Pero ojo, advierte que la deslealtad política en el seno del partido lleva a la creación de fracciones y a la escisión.

Cuando Zinóviev sube a la tribuna es recibido con un rugido desaprobador que no cesará durante toda su intervención, absolutamente lacrimógena.

Fue un Bujarin atípico, dada su agresividad y cinismo, el que ejerció de martillo de herejes. Él, que no tardaría en ser masacrado por la fracción stalinista, fue el encargado de vilipendiar a la Oposición. Elogió a Stalin como el líder comedido y se burló de la serenidad con que Trotski se dirigiera a la Conferencia. De Zinóviev y de Kámenev simplemente se rió groseramente, acusándolos de estar totalmente sometidos a Trotski.

La fracción dirigente anuncia la defección de Krupskaia de la Oposición, conseguida por Stalin, posiblemente bajo chantaje, para restarle credibilidad política a los oposicionistas. La conferencia ratificó la expulsión del Politburó de Trotski y Zinóviev, que eran miembros de pleno derecho, y de Kámenev, que era suplente. La Oposición quedaba sin representación en el máximo órgano político del partido. La derrota política de la Oposición en el seno del PC (b) de la URSS era un hecho incontestable y fue trasladada mecánicamente a la IC por estar ésta ya sometida por entero al aparato moscovita. El aislamiento organizativo de la Oposición era absoluto.

22. La revolución china

En palabras de Trotski, “el invierno de 1926 a 1927 fue un alto en la campaña” (V.101, p.558) en la lucha de la Oposición. En la primavera se reanudará la batalla política alrededor de la revolución china.

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El Partido Comunista Chino se había fundado en julio del año 1921 en Shanghai. Entre sus fundadores se encontraba Mao Tse-tung, que no será el líder del partido hasta la Larga Marcha (1934-1935). Era por entonces una organización diminuta que pasó a formar parte del Kuomintang, un frente patriótico interclasista liderado por Sun Yat-sen (1866-1925) que tenía por objetivo político liberar a China de la depredación de las potencias imperialistas e instaurar un régimen democrático-burgués.

El nacionalista Sun Yat-sen y el bolchevique Adolf Ioffe firman un acuerdo en enero de 1923 por el que la Rusia de los Soviets se compromete a apoyar la revolución nacional-democrática china. Así, el Politburó manda a Borodin a China como consejero permanente del Kuomintang y con él marchan cuadros militares bolcheviques y, al mismo tiempo, oficiales chinos van a Moscú a recibir entrenamiento militar, entre ellos estará Chang Kai-chek, el futuro sucesor de Sun Yat-sen al frente del Kuomintang. Por aquel tiempo el PCCh debía tener tan sólo unos trescientos militantes. Pero a raíz del Movimiento del 30 de mayo de 1925, que comenzó en protesta por el asesinato de un obrero chino a manos de un capataz japonés y que continuó y se extendió por China adelante en forma de manifestaciones y huelgas por culpa de la matanza que en la primera manifestación de protesta hizo la policía de Shanghai, va a crecer mucho en militancia y en influencia social. En esta nueva coyuntura, en la que el PCCh moviliza por si mismo a masas sociales y crea organizaciones obreras, es cuando la dirección del partido le propone a la IIIª Internacional, por boca de su líder Chen Tu-hsiu, salirse del Kuomintang. El Comité Ejecutivo de la IC se opone. Stalin y Bujarin, que le ocultaban a la Oposición información sobre las peticiones de los comunistas chinos y sobre las noticias provenientes de China, afirman que como la revolución china es democrático-burguesa y la burguesía china es “objetivamente revolucionaria” (V.8, p.339) el PCCh no puede salirse del Kuomintang. Pero no sólo la IC, siguiendo las directrices de la fracción dirigente del partido comunista ruso, le impide al PCCh que abandone las filas del frente popular chino sino que, aún por encima, asocia el Kuomintang a la IIIª Internacional y hace de Chang Kai-chek, el futuro matador de obreros y comunistas, miembro asociado del Comité Ejecutivo de la IC. A todo esto Trotski contestará afirmando que es una aberración.

En marzo de 1927 estalla en Shanghai una huelga general que por el impulso y el entusiasmo de la clase trabajadora se transforma en insurrección. Si el día 21 se proclama la huelga general el 22 ya está la ciudad en manos de la clase trabajadora. Por directrices de Moscú el PCCh entrega la ciudad, el más importante enclave colonial en China, al ejército de Chang Kai-chek que el 12 de abril desata una brutal represión sobre la

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clase trabajadora y sobre el PCCh ilegalizando las organizaciones obreras y asesinando a miles de proletarios y comunistas chinos. Como escribirá más adelante el delegado de la IC en Shanghai, Voitinski, “hemos dejado pasar un momento histórico extraordinariamente favorable. El poder estaba ya en la calle y el partido [comunista ruso] no ha sabido hacerse con él, o lo que es peor, no quiso hacerlo, tuvo miedo de hacerlo” (V.8, p.340). Efectivamente, el partido de Stalin tenía pánico a la revolución, lo que será una constante histórica.

Trotski había remitido una carta al CC del PC (b) de la URSS ya el 31 de marzo en la que preguntaba por qué no se lanzaba la consigna de formaciones de soviets y por qué no se impulsaba la reforma agraria dado el poderoso movimiento de masas que se estaba experimentando en China. El 3 de abril escribe un artículo, que el Politburó se niega a publicar, en el que afirma que someter al PCCh, que tenía por entonces una base militante y social fundamentalmente obrera, en rehén del Kuomintang supone traicionarlo. El día 5 escribe que Chang Kai-chek prepara un Golpe de Estado y que sólo la formación de soviets puede pararlo. El día 12, cuando se está dando la matanza de obreros y comunistas en Shanghai, de la que él todavía no tiene noticias, replica a un artículo aparecido en Pravda del ex menchevique Martínov, convertido ahora en fervoroso stalinista, que alababa al Kuomintang y defendía la “teoría de las dos etapas”, es decir, que primero se daría la revolución democrático-burguesa y después, en un tiempo histórico indefinido, la socialista. Trotski rechaza de plano tal planteamiento político, el Kuomintang no llevará a la revolución china a la victoria porque, como escribirá posteriormente en Almá-Atá, “el desarrollo ulterior de la revolución china no puede efectuarse más que por medio de la lucha del proletariado chino, arrastrando a cientos de millones de campesinos pobres a la conquista del poder. La solución de los problemas fundamentales, burgueses y democráticos, conduce necesariamente en China a la dictadura del proletariado” (V.102, p.300). Por lo tanto, “la tarea vital que consiste en realizar la alianza entre los obreros y los campesinos pobres incumbe directa y exclusivamente, en China, al Partido Comunista. Su cumplimiento es una de las condiciones del triunfo de la tercera revolución china (V.102, p.309).

Empiezan a llegar informaciones de lo sucedido en China. Stalin y Bujarin le restan importancia. Ante las insistentes críticas de la Oposición, y aprovechando la mala relación entre el gobierno británico y el soviético por culpa del allanamiento por la policía inglesa de las oficinas de la misión comercial soviética en Londres, Stalin lanza la calumniosa consigna del “frente único que va desde Chamberlain hasta Trotski” (V.24, p.311) a lo que Trotski contesta afirmando que “nada ha facilitado tanto la labor de

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Chamberlain como la falsa política de Stalin, especialmente en China” (V.24, p.311).

Para intentar salir del paso, la dirigente fracción stalinista-bujarinista le pide a los comunistas chinos que se adhieran a la “izquierda” del Kuomintang, a lo que Trotski responde que eso sería un nuevo error. Cuando la “izquierda” del Kuomintang también reprime a los comunistas chinos y a sus bases sociales, el propio representante soviético, Borodin, tiene que huir de Wuhan, donde estaba instalada la sede de la “izquierda” del Kuomintang, Stalin propone, para salvar políticamente la cara, un giro ultraizquierdista: la insurrección de Cantón, justo cuando la correlación de fuerzas estaba a favor de la burguesía y no de la clase trabajadora. Como no podía ser de otra manera, a pesar del heroísmo desplegado por la clase trabajadora la insurrección de octubre en Cantón, ejecutada por los enviados rusos Lominadze y Neumann, fue un estrepitoso y cruento fracaso.

Stalin y Bujarin se ven en la necesidad de censurar las noticias provenientes de China ante el completo fracaso de sus tesis políticas. En sectores de la Oposición renace el optimismo, infinidad de camaradas, entre ellos muchos jóvenes, van a ver a Trotski pensando que las acertadas tesis de la Oposición en la cuestión china iban a llevar a la Oposición al triunfo político dentro del partido. Trotski se ve en la obligación de rebajar esas quiméricas expectativas. Él mismo relata en su autobiografía: “Había muchos camaradas jóvenes que creían que aquel descalabro tan evidente de la política de Stalin no tenía más remedio que llevar al triunfo a la oposición. En los días que siguieron al golpe de Estado de Chang-Kai-chek hube de echar muchos jarros de agua fría por las febriles cabezas de mis amigos jóvenes y de algunos que ya no lo eran. Hice todo género de esfuerzos por demostrarles que la oposición no podía incorporarse sobre la derrota de la revolución china, que la confirmación de nuestros pronósticos nos valdría, acaso, mil, cinco mil, diez mil afiliados nuevos, pero que para millones de gentes lo importante y lo decisivo no eran los pronósticos, sino el hecho de que el proletariado chino hubiese salido derrotado. Que después del descalabro de la revolución alemana en el año 23, después de la derrota con que se había liquidado la huelga general inglesa del 26, este nuevo revés experimentado en China no haría más que confirmar a las masas en su desengaño respecto a la revolución internacional. Y que precisamente este desengaño era la fuente psicológica de donde manaba la política estalinista del reformismo nacional” (V.101, p.559).

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III. LUCHANDO PARA EL PORVENIR

23. El programa de la Oposición

Si el fracaso de la revolución china consolidaba objetivamente a la

burocracia el debate sobre la misma allegó a la Oposición nuevos militantes por la validez de sus tesis. Por lo tanto, se imponía un enfrentamiento decisivo.

La fracción dirigente, liderada por Stalin y Bujarin, echó mano del aparato para reprimir a una renovada Oposición. Por la base expulsó y despidió a la militancia obrera. Por la cúspide trasladó a los cuadros de la Oposición a lugares distantes para quebrar su dirección. Si Rakovski ya estaba de embajador en Paris se van a reunir con él, para una supuesta misión, Piatakov y Preobrayenski. A Antónov-Ovseienko se le envía a Praga, y se manda de embajador a la Italia fascista a Kámenev. Otros cuadros son esparcidos por Asia y Siberia. Un caso de estos fue el de Smilgá, líder de la flota del Báltico durante la Revolución de Octubre. A Smilgá lo traladaba el aparato a Jabarovsk, en la frontera con Manchuria.

A estas alturas la Oposición ya estaba encrespada por la represión que se ejercía sobre su base y por la separación de sus cuadros dirigentes. En este clima psicológico la despedida que los oposicionistas le hacen a Smilgá en la misma estación del tren se convierte en un acto multitudinario de protesta de la Oposición. Así, en esta Manifestación de la Estación de Iaroslav de junio de 1927, se van a reunir miles de personas. Tanta es la muchedumbre y tanta la furia acumulada que se impone que los dirigentes de la Oposición hagan uso de la palabra. En aquel mitin improvisado intervienen Trotski y Zinóviev. A pesar del tono moderado de sus discursos el aparato va a acusar a la Oposición de comportamiento anti-partido.

Stalin solicita la expulsión de Trotski y Zinóviev del Comité Central. En junio, en la sesión de la Comisión de Control del CC, Trotski interviene en respuesta a esta petición. Hace un canto al optimismo revolucionario, ataca con contundencia teórica la falacia política que supone el “socialismo en un solo país”, critica el régimen stalinista imperante en el partido por ser nefasto para la revolución, y se ve obligado a reivindicar su propia Historia de revolucionario marxista por culpa de las calumnias que sobre él está vertiendo el aparato. Recogiendo la analogía que hizo un miembro de la fracción dirigente entre la revolución francesa y la rusa, pregunta en base a qué etapa del proceso revolucionario se va a fusilar a los oposicionistas,

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con lo que se desata un barullo notable en la sala. Camino de concluir su intervención hace hincapié en la imperiosa necesidad de la Revolución Mundial para que el verdadero socialismo triunfe: “No podemos vencer más que como parte integrante de la Revolución internacional. Es menester durar hasta la revolución internacional, incluso si esta tarda varios años. A este respecto, la orientación de nuestra política es de una importancia decisiva. Si nuestro curso revolucionario es justo, nos consolidaremos para varios años, consolidaremos la Internacional Comunista, avanzaremos por el camino del socialismo y llegaremos a este resultado si la revolución mundial nos lleva a remolque de la Historia” (V.113, p.124).

Para finalizar lanza una advertencia sobre el camino catastrófico que la fracción dirigente está tomando y sobre cuyas implicaciones la casta burocrática jamás se puso a cavilar y que el proceso histórico convirtió en cruenta y trágica realidad: “Planteáis, además, la cuestión de nuestra exclusión del Comité Central. Todos nosotros seguiremos trabajando donde podamos y como simples miembros del Partido. Pero esto no puede resolver la cuestión. Deberéis avanzar aún más en vuestras deducciones. La vida os obligará a ello. Sería preferible que os detuviérais antes y que modificáseis el curso político” (V.113, p.125).

Por ahora el CC no expulsa a Trotski y a Zinóviev de su seno. La fracción dirigente todavía alberga dudas del paso a dar. Pero Stalin tiene esta vez prisa porque se acerca el XVº Congreso del partido y no puede permitir que la Oposición exponga allí sus tesis ya que airearía la hecatombe táctica e ideológica de la fracción dirigente. Fracción que ya tiene fisuras en su interior por culpa de la NEP ya que su derecha la quiere profundizar, pero la denuncia de la Oposición es una clara advertencia de que por ese camino se va directo a la restauración del capitalismo. Para darse tiempo en la lucha contra la Oposición de Izquierda, Stalin hará retrasar la convocatória del Congreso un mes, de noviembre a diciembre.

La Oposición se prepara para el Congreso. Elabora su programa y le pide al CC que lo dé a conocer al conjunto del partido como era estatutariamente preceptivo. El programa de la Oposición se denomina “La Plataforma de la Oposición”, su elaboración estaba concluida en el mes de agosto. El programa consta de doce capítulos. En él se hace una defensa tajante de la clase trabajadora y del Estado proletario, cuestiones que están indisolublemente relacionadas. Así, se aboga por el mejoramiento de las condiciones materiales de existencia del proletariado urbano, de los jornaleros agrícolas y del campesinado pobre, que constantemente están disminuyendo mientras que se acrecientan las de los nepistas, burócratas y kulaks. Además, se hace hincapié en la defensa de los derechos laborales de la mujer trabajadora y de la juventud obrera. Al mismo tiempo se exige que sea la clase trabajadora la que se ponga al frente del Estado, que se respete en la práctica la independencia de los sindicatos y que se restaure la

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democracia en el seno del partido y de los Soviets. Que se elabore un plan económico siguiendo las directrices que Lenin dio cuando afirmó: “Sólo podremos considerar garantizada la victoria del socialismo sobre el capitalismo y su perdurabilidad cuando el poder del Estado proletario (…) reorganice toda la industria sobre la base de la producción colectiva en gran escala y la técnica más moderna” (V.127, p.33). En esta base teórica se apoyan los oposicionistas porque entienden que “toda la política de nuestro partido debe basarse en este principio, presupuesto, impuesto, industria, agricultura, comercio interior y exterior, todo en fin. Esta es la base fundamental de la Oposición. Este es el camino del socialismo” (V.127, p.33). Efectivamente, esto es imprescindible tanto para convertir a la clase trabajadora en clase dirigente del Estado soviético, como para incrementar el nivel material de las masas populares, como para crear la base industrializadora que permita la defensa militar de la Unión Soviética. El programa también reclama la finalización de la política chauvinista en el interior del propio Estado Soviético. Critica tanto la torpeza política de la fracción dirigente, que lleva a la derrota política a la clase trabajadora una y otra vez, el caso de China es paradigmático; como su deslealtad política, que en vez de debatir utiliza la calumnia y la represalia contra los oposicionistas. Pide la unidad del partido, oponiéndose a la escisión y exige la renuncia de la política oportunista y de zigzag de la dirección del partido.

El CC no sólo se negó a publicar y a distribuir entre la militancia del partido el programa de la Oposición sino que además prohibió su impresión y difusión. Entonces la Oposición decidió publicarlo y distribuirlo clandestinamente. Consigue imprimir unos 12 mil ejemplares de su programa en una imprenta del Estado; celebra mítines y reuniones clandestinas con obreros en Moscú, Leningrado y otras ciudades y consigue cinco o seis mil firmas para su programa. El aparato responde montando una provocación. La noche del 12-13 de septiembre la GPU asaltó la imprenta donde se estaba confeccionando el programa de la Oposición deteniendo a varios oposicionistas y a un agente de la propia policía política, Stroilov, ex oficial del general blanco Wrangel. La “detención” de este agente de la GPU sirvió para acusar a la Oposición de conspiradores contrarrevolucionários en la prensa, donde se anuncia que se desarticuló un complot anti-soviético. El viejo bolchevique Mrachkovski, que dirigía la impresión clandestina es detenido y expulsado del partido. Preobrayenski y Serebriakov, que asumen públicamente la responsabilidad política de la impresión del programa oposicionista, son expulsados del partido. Siguen otras expulsiones de oposicionistas. La Oposición consigue que el director de la misma GPU, Menyinski, reconozca que toda la operación fue una provocación. Aún más, el propio Stalin la reconoce al mismo tiempo que la justifica.

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Mas a pesar de las calumnias vertidas en la prensa y de que la fracción dirigente hace aprobar demagógicamente la jornada de siete horas y la semana de cinco días en el Comité Ejecutivo de los Soviets para restarle apoyos a la Oposición, el 17 de octubre en Leningrado el CC organiza una manifestación en la que la muchedumbre en vez de saludar a la dirección oficial del partido va a saludar a los líderes de la Oposición que estaban encaramados en un camión, fuera de la tribuna oficial. Mientras en la Oposición renace la esperanza, Stalin decide presionar para conseguir la expulsión del CC de los líderes oposicionistas.

24. La eliminación de la izquierda

El Comité Central del PC (b) de la URSS está de junta desde el 21 al

23 de octubre. Stalin pide la expulsión de Trotski y de Zinóviev del CC. La sesión del CC del día 23 estuvo marcada por el comportamiento soez de los stalinistas y bujarinistas y por el discurso político de Trotski, que tuvo que ser protegido por los suyos ya que durante su intervención desde las filas de la fracción dirigente le tiraron a la cabeza libros, vasos y hasta un tintero. Trotski, además de contestar con ironía el zafio comportamiento de la dirección (“Vuestros libros no pueden leerse, pero aún pueden servir para ser arrojados a la cabeza de la gente”, (V.8, 354)), va a levantar una contundente denuncia contra la dirección del partido donde “la brutalidad y la deslealtad han crecido a tal punto que se han convertido en perfidia criminal (...). Queréis excluirnos del Comité Central (...). La fracción directora que excluye del Partido a centenares y centenares de los mejores militantes, de obreros bolcheviques inquebrantables; la pandilla del aparato que se atreve a excluir a bolcheviques como Mratchkovski, Serebriakov, Preobrayenski, es decir, a camaradas que podrían constituir por sí solos un Secretariado del Partido con una autoridad y una mayor preparación, más leninista, que el actual Secretariado; la fracción Stalin-Bujarin, que encarcela en la Prisión Interior de la GPU a admirables militantes como Nechaev, Stykhold, Vassiliev, Schmidt y tantos otros; la fracción del aparato que se mantiene violentando al Partido, ahogando su pensamiento, desorganizando a la vanguardia del proletariado, no sólo en la URSS, sino en el mundo entero; esta fracción, completamente penetrada de oportunismo, que ha arrastrado tras de sí y sigue arrastrando todavía a los Chang Kai-chek, Feng Yu Siang, Wan Tin Wei, Purcell, Hichs, Ben-Tillet, Kussinen, Smeral, Peper, Heinz-Neumann, Rafés, Martinov, Kudratiev y Ustrialov no puede tolerarnos a nosotros en el Comité Central ni siquiera un mes antes del Congreso (…). El objetivo inmediato de Stalin es: dividir al Partido; dividir a la oposición; acostumbrar al Partido a los métodos de agotamiento físico; constituir equipos de reventadores fascistas, de hombres que trabajan a puñetazos, a pedradas; meter a la gente en la carcel.

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En estos métodos se ha detenido momentáneamente, el curso staliniano antes de ir más lejos. Pero su camino está trazado (...). Es la voz de Termidor. Los peores burócratas, corrompidos por el Poder, cegados por el odio, preparan esta política termidoriana con todas sus fuerzas (...). Nosotros le decimos abiertamente al Partido: la dictadura del proletariado está en peligro (...). El oposicionista excluido sigue y seguirá sintiéndose miembro del Partido. Puede arrancársele por la violencia el carnet del Partido al verdadero bolchevique-leninista; pueden serle retirados, momentáneamente, sus derechos de miembro del Partido; pero no por eso dejará nunca de cumplir sus obligaciones de miembro del Partido (…). Tenemos en mano la clave del bolchevismo, y no seréis vosotros quienes nos la quitéis (…). Le disputaremos la Revolución de Octubre a la política de Stalin, cuya esencia puede ser expresada en algunas palabras: Amordazamiento del núcleo proletario; fraternización con los conciliadores de todos los países; capitulación ante la burguesía mundial. Excluidnos, pues, del Comité Central” (V.113, pp.149-157). Y termina su último discurso ante el CC con una afirmación superadora del estricto marco coyuntural: “La oposición es invencible (…). Excluidnos. No por eso impediréis las victorias de la oposición. Estas victorias serán las de la unidad revolucionaria de nuestro Partido y de la Internacional Comunista” (V.113, p.158).

Trotski y Zinóviev son expulsados del CC. El 4 de noviembre la dirección de la Oposición decide participar en los actos conmemorativos que se van a celebrar el 7, día del X aniversario de la Revolución de Octubre. La Oposición participa en las manifestaciones con sus propias consignas: “Que se cumpla el Testamento de Lenin”, “Abajo el kulak, el nepista y el burócrata”, “No a la escisión, viva la unidad del partido leninista”. Pero el aparato está muy alerta para que no se repitan adhesiones como las que se produjeran en la manifestación leningradense del 17 de octubre. Así, en Leningrado se retiene a Zinóviev y a Rádek con la excusa de que pueden sufrir un atentado mientras se controla la marcha de los oposicionistas. En Moscú, cuando Trotski llega en coche a la manifestación un soldado de las milicias dispara contra su automóvil y un bombero borracho sube a su estribo y después de escupir insultos rompe el cristal de una de las ventanillas de un puñetazo, mientras a los manifestantes oposicionistas se les arrancan a golpes las pancartas. La presión gángsteril del aparato se mostraba claramente.

El fracaso movilizador oposicionista y la expulsión de Trotski y Zinóviev del PC (b) de la URSS el día 14 de noviembre, así como la expulsión del CC de Rakovski, Evdokímov, Smilgá y Kámenev va a escindir definitivamente a la Oposición. Es en este clima cuando se da el suicidio del viejo revolucionario marxista Adolf Abramovich Ioffe, el día 16. Trotski recibe la noticia por teléfono a través de una voz anónima que

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le comunica que el fallecido le dejó una carta. Inmediatamente se traslada a la casa de Ioffe. Ya había llegado la GPU. La carta no aparece por ningún sitio, se apropiara de ella la policía política. Tuvo que esperar a recibir una copia de la misma. Era una carta de camarada a camarada:

“Querido Lev Davídovich: (…) ha llegado el momento en que es necesario poner témino a esta

vida. Bien sé que la opinión predominante del partido es contraria al suicidio (…). Si me encontrara en buen estado de salud tendría fuerzas y energía para luchar contra la situación creada en el partido; pero en el estado en que me encuentro no puedo tolerar una situación en que el partido presta su mudo consentimiento a la exclusión de usted de sus filas (…). En este sentido, mi muerte es una protesta contra los que han conducido al partido a tal situación (…).

Querido Lev Davídovich, estamos unidos por diez años de trabajo en común, y creo también que de amistad personal, y esto me da derecho a decirle en este momento de despedida lo que juzgo en usted una debilidad. Jamás he dudado del acierto de su opinión, y bien sabe que desde hace más de veinte años, incluso desde la cuestión de la “revolución permanente”, he estado siempre a su lado. Pero siempre me ha parecido que le faltaba a usted la inflexibilidad, la intransigencia de Lenin, su resolución de continuar la tarea solo a ser preciso por el camino que él indicaba, seguro de una mayoría futura, seguro del futuro reconocimiento unánime de la justeza de ese camino. Siempre ha tenido usted razón políticamente, empezando desde 1905, y frecuentemente le he dicho que yo mismo le he oído reconocer a Lenin que en 1905 no era él quien estaba en lo cierto, sino usted (…). Pero frecuentemente usted ha renunciado a su certera posición a favor de un acuerdo, de un compromiso cuyo valor ha sobreestimado. Eso era un error. Vuelvo a repetirle que políticamente ha estado siempre en lo cierto, y que ahora lo está más que nunca. Algún día lo comprenderá el partido y la historia se verá obligada a reconocerlo (…). Usted está en lo cierto; pero la seguridad del triunfo de su opinión estriba precisamente en una intransigencia estricta, en la más severa rigidez, en la denegación de todo compromiso, cosas que constituían siempre el secreto de los triunfos de Ilich (…).

P.D. Le he escrito esta carta durante la noche del 15 al 16 (…) Adiós, querido Lev Davídovich. Sea fuerte. Necesita serlo y ser

enérgico también. Y no me guarde rencor”. (V.127, pp.175-180). A buen seguro que esta carta influyó positivamente en Trotski, que lo

ayudó a continuar una lucha que se volvería titánica. El entierro de Ioffe se celebró el día 19, que a pesar de ser laborable

por decisión de la fracción dirigente, fue un acto multitudinario que atravesó calles y plazas de Moscú hasta llegar al cementerio de Novodevichi donde la muchedumbre comunista barrió el muro policial que

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quería impedir el paso al camposanto. Trotski, despidiendo al camarada dijo: “La lucha continúa. ¡Que todos permanezcan en su puesto! ¡Que nadie lo abandone!” (V.24, p.353). Mas Zinóviev y Kámenev enseguida comenzaron una retirada que se iba a convertir en derrota total. Así, el 27 de enero de 1928 Pravda publicará una carta con su firma donde atacan al “trotskismo”, para ellos era el comienzo del fin.

En diciembre de 1927 se celebra el XVº Congreso del PC (b) de la URSS. Este congreso del aparato expulsó del partido al conjunto de la Oposición. El 12 de enero de 1928 la GPU le comunica a Trotski que iba a ser deportado a Almá-Atá por contrarrevolucionário.

25. En el destierro: Almá-Atá

La GPU le informa a Trotski que la partida para el destierro será el día 16 de enero de 1928 a las 22,00 horas. No obstante, como en esa fecha se concentraran miles de personas en la estación para despedir a Trotski, inclusive había mucha gente tumbada en la vía para impedir la salida del tren, la policía política decide cambiar el día de partida y darle a Trotski una fecha falsa. Así, se anula el viaje y se le comunica al viejo revolucionario que la nueva salida será para el día 18, pero la GPU se presenta de improviso en el domicílio de Trotski, que se encontraba en la casa de su camarada Beloborodov, el día 17. Sacan a Trotski en brazos, ya que él se niega a ir por su propio pie, lo meten en un coche y lo llevan a la desierta y acordonada estación de Kazán.

El día 25 Trotski, su mujer Natalia y Liova, el hijo mayor de ambos, llegan a Almá-Atá, en kazajo Almati. Almá-Atá, hoy en día capital de Kazajstán con el nombre ruso de Astana y Akmola en kazajo, era entonces una pequeña población donde a la falta de las infraestructuras más elementales como la electricidad y el auga corriente en las casas se le sumaba la peste y la lepra. Sin embargo, en sus alrededores había abundante pesca y caza y ya que Trotski gustaba mucho de practicarlas aquello al menos era un motivo de alegría.

Trotski se volcó en el trabajo político inmediatamente. Como Stalin también lo privara de la ayuda de sus dos secretarios, Posnanski y Sermux, este último viajara de incognito hasta la propia Almá-Atá pero enseguida sería detenido por la GPU, fue su hijo Liova quien hizo de secretario. Los Trotski vivieron tres semanas en una fonda, después pudieron trasladarse a una casa porque Trotski se lo pidió a Moscú insistentemente a través de telegramas.

En Almá-Atá Trotski no sólo hubo de dedicarse al trabajo político, también tuvo que ejercer de traductor. Fue así porque la pensión que le pasaba el Estado no daba ni para cubrir los gastos mínimos de su espartana vida material. Gracias a que el camarada Riazánov era el director del

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Instituto Marx-Engels de Moscú, Trotski se puso a traducir para dicha institución el “Herr Vogt” de Marx y a cotejar la traducción de otros textos de los padres del marxismo. De esta manera, él y los suyos pudieron soportar los gastos básicos y los derivados de la extensa correspondencia con los camaradas de ideas y destierro, correspondencia que alcanzaba un volumen notabilísimo ya que se carteaba con los principales dirigentes políticos, Rakovski, Rádek, Preobrayenski, Smilgá, Beloborodov, Smirnov y otros, y cada vez era mayor el número de oposicionistas desterrados.

El pan no sólo estaba escaso y caro en Almá-Atá, en toda la Unión Soviética ocurría lo mismo. Esto no era el producto de una mala cosecha sino del acaparamiento de los kulaks. Estos no querían vender los excedentes agrícolas al precio fijo que estipulaba el Estado, que además no les ofrecía las mercancias industriales deseadas. El acaparamiento creó una situación de emergencia ya que las ciudades podían quedar desabastecidas. El fantasma del hambre podía materializarse. Esta realidad generó enfrentamientos en el interior del CC del PC (b) de la URSS. Eliminados del partido los oposicionistas de izquierda, la lucha se daba ahora entre dos fracciones: la bujarinista y la stalinista, la “derecha” y el “centro”. Los primeiros eran claros defensores de dejar hacer a los kulaks. Estos eran los que más producían y, por lo tanto, los que más poder e influencia tenían entre el campesinado. Realmente, estaba en juego la propia existencia del Estado soviético. La restauración capitalista de continuar por este camino era mucho más que una hipótesis teórica, una certeza.

En esta coyuntura Stalin giró a la izquierda, aunque al comienzo tímidamente. Ya en el mes de febrero Pravda incluía titulares como “El kulak levantó la cabeza” y el aviso de que los kulaks cada vez tenían más fuerza económica, más poder en el mercado soviético. Este giro supuso el principio del fin para la fracción bujarinista, que irá perdiendo poder en el aparato del Partido y del Estado al ir siendo destituidos muchos de sus cuadros, y una cuña en el seno de los oposicionistas desterrados ya que algunos empezaron a pensar que Stalin iba a llevar a la práctica el programa industrializador de la izquierda.

La oposición de derechas, la única oposición que quedaba en el interior del Politburó y del CC, tenía en Bujarin a su teórico. En la Pravda del 10 de septiembre sacó un artículo intitulado “Notas de un economista” donde argumentaba que “el ritmo máximo de desarrollo industrial no se conseguirá arrancando todos los años la mayor cantidad posible de recursos al campesinado para invertirlos en la industria. El ritmo permanente óptimo se obtendrá a partir de una combinación en la que la industria crezca apoyándose en una economía en rápido crecimiento” (V.8, p.369). Pero estos argumentos no tranquilizaban a la naciente casta burocrática que se daba cuenta de que su caída sería un hecho si se profundizaba por un camino que llevaba a la restauración del capitalismo. Eso sí, Bujarin lanza

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una advertencia completamente acertada cuando afirma que “los funcionarios están dispuestos a elaborar cualquier tipo de plan” (V.8, p.371) para conservar el poder. Efectivamente, Stalin iba a demostrar enseguida la validez de esta reflexión. Por lo pronto, su primera medida administrativa fue hacer aprobar que el partido requisase productos al campesinado pero afirmando que “la NEP es la base de nuestra política económica y seguirá siéndolo durante un largo período histórico” (V.8, p.367) para al poco tiempo llevar a cabo una brutal colectivización, concretamente a partir de diciembre cuando anuncia en la Pravda del día 27 “Al diablo con la NEP” (V.8, p.390).

Por el momento, el giro a la izquierda de Stalin no fue la colectivización en masa por decreto sino una serie de medidas para frenar a los kulaks. Entre esas medidas estaba requisar los excedentes de grano con la contundencia que fuese necesaria e imponer un precio fijo al pan. Los miembros del aparato que no acatasen las órdenes con celeridad serían destituídos sin miramientos. Este empírico giro a la izquierda fue suficiente para que algunos oposicionistas desterrados flaquearan, para que estimasen que se podía renunciar a la lucha política contra la fracción stalinista, que ya era a todas luces la dominante, con tal de participar desde el aparato en la lucha contra el poder del kulak, poder que como oposicionistas denunciaran en su día.

Cuando Trotski se enteró por la correspondencia con sus camaradas de este estado de ánimo entre bastantes oposicionistas llamó al apoyo crítico al viraje de Stalin pero insistiendo en que un verdadero giro a la izquierda sólo se podía sustentar en la libertad de discusión, en la existencia de democracia en el seno del partido. No fue precisamente así como planteó Stalin la cosa. Al revés. Stalin tocó a nivel individual a miembros de la oposición de izquierdas. Este proceder le dio rápidos resultados ya que eminentes oposicionistas como Piatákov, Antonov-Ovseienko, Safárov y, posteriormente, Rádek, Preobrayenski, Smirnov y Smilgá, tiraron la toalla y se entregaron con armas y bagajes a Stalin. Más adelante, a finales de julio de 1929, Trotski hará la siguiente reflexión sobre la defección de estos cuadros revolucionarios: “La capitulación de Rádek, Preobrayenski y Smilgá constituye en cierto modo un hecho político relevante. Demuestra hasta qué punto se ha desgastado la gran generación heroica de revolucionarios a la que correspondió pasar por la guerra y por la revolución de Octubre. Tres viejos revolucionarios pertenecientes a la élite se tachan así, por su propia voluntad, del mundo de los vivo” (V.8, p.377).

La deserción de estos antiguos líderes del proletariado del campo de la revolución no deja a la oposición restante en un estado de homogeneidad política. Los radicales estiman que el Estado y el partido ya están irremediablemente perdidos. Trotski se opone decididamente a esta estimación y a sus consecuencias prácticas: fundar un nuevo partido y

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renegar del Estado soviético. La oposición de izquierdas apenas llegada al destierro ya estaba dividida y parte derrotada.

El día 9 de junio muere en Moscú Nina, la hija menor de Trotski y Alexandra. Su salud se había deteriorado hasta el extremo cuando llevaran a la cárcel a su marido, un militante comunista. A posteriori Trotski recibió una carta que su hija pequeña le había enviado, este retraso era producto de la censura. Era hija y camarada, y así la lloró su padre. Su muerte sucede justo cuando Trotski está preparando dos documentos políticos para enviar al VIº Congreso de la IIIª Internacional, que se iba celebrar en Moscú desde el 17 de julio al 1 de septiembre. Estos dos documentos, datados en el mes de julio, son “Carta al VI Congreso de la Internacional Comunista” y “Crítica del programa de la Internacional Comunista”. Posteriormente añadirá otros dos documentos más, “La cuestión china después del VI Congreso”, fechado también en Almá-Atá el 4 de octubre del mismo 1928, y “¿Quién dirige hoy la Internacional Comunista?”, sin fecha. Todos estos textos se conocen en la actualidad por el título genérico de “La Internacional Comunista después de Lenin”.

Pasaran cuatro años desde la celebración del Vº Congreso de la IC, retraso que nunca se diera en tiempos de Lenin. Esto ya indicaba el nuevo papel político que para Stalin cumplía el Komintern. Trotski lo percibió con meridiana claridad. La nueva etapa de la IC se asentaba en la “teoría del socialismo en un solo país”. De la nueva doctrina “puede y debe deducirse, a pesar de todas las declaraciones solemnes del proyecto de programa, una política de colaboración con la burguesía del exterior” (V.102, p.142), por lo que “la tarea de los partidos de la Internacional Comunista toma entonces un carácter secundario: proteger a la URSS de las intervenciones, y no luchar por la conquista del poder”, de esta manera “su papel fundamental de herramienta de la revolución mundial pasa inevitablemente al último plano” (V.102, pp.142-143). Trotski advierte insistentemente que sin la victoria de la revolución proletaria mundial no se construirá el socialismo en la URSS por lo que es imperiosa la extensión de la revolución por otros países para que el socialismo triunfe. Señala claramente la causa profunda de los grandes problemas económicos, políticos y culturales de la Unión Soviética: “La causa fundamental de la crisis de la Revolución de Octubre reside en el retraso de la revolución mundial, tras una serie de graves derrotas del proletariado” (V.102, p.48).

Si el texto de Trotski es un ataque diáfano a la aberración política y económica que es para un marxista la “teoría del socialismo en un solo país” no por eso deja en el olvido la tesis de Bujarin del “socialismo a paso de tortuga”: “La dialéctica revolucionaria e histórica ha sido sustituida por una utopía reaccionaria, la de un socialismo de migajas que se edificaría sobre una base técnica inferior, que se desarrollaría <a paso de tortuga> dentro de los límites nacionales, y que no tendría otra relación con el

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mundo exterior que el miedo a la intervención” militar. (V.102, pp.127-128). Y formula una pregunta cuya respuesta hizo veraz la Historia, cuarenta años después de su muerte: “¿Puede ocurrir –y en que caso preciso- que la productividad de nuestro sistema social se retrase cada vez más con respecto a la del capitalismo? Porque, a fin de cuentas, eso llevaría ineluctablemente al derrumbamiento de la República socialista” (V.102, p.131). Y continúa Trotski utilizando el método díaléctico: “Pero intentar responder al problema de la competencia entre dos sistemas nos lleva ya a la arena de la economía y la política mundiales, es decir, a la arena en la que actúa y decide la Internacional revolucionaria (y no una República soviética que viva para sí misma y reclame de vez en cuando la ayuda de la Internacional)”. (V.102, p.131).

Con lógica díaléctica Trotski demostró que ni la fracción bujarinista ni la stalinista son marxistas. Pero no es sólo Trotski quien llega a esta hoy en día obvia deducción sino que también saca esta conclusión por entonces la burguesía internacional al identificar a Trotski como el auténtico enemigo de clase: “importante –escribe Trotski- es el juicio formulado por la burguesía sobre las tendencias de la lucha en el seno del Partido Comunista de la URSS y la Internacional Comunista: la burguesía no tiene ninguna razón para tergiversar o disimular nada en esta cuestión. Y sobre este punto hay que decir que todos los órganos de cierta seriedad, autoridad e importancia del imperialismo mundial, a ambos lados del océano, consideran a la Oposición como su enemigo mortal: en el curso del período transcurrido, o bien han manifestado una simpatía interesada y prudente ante toda una serie de pasos de la dirección oficial, o bien han expresado el consejo de la liquidación completa de la Oposición, su destrucción total (Austen Chamberlain –un secretario británico de Asuntos Exteriores- exigía incluso fusilamientos) era la condición indispensable para la <evolución normal> del poder soviético hacia el régimen burgués. Incluso de memoria (…) se pueden citar numerosas declaraciones de este tipo: boletín de información de la industria pesada francesa (enero de 1927), memoria del informador de los ministros y millonarios americanos, apreciaciones del Times, del New York Times y de Austen Chamberlain reproducidas en numerosas publicaciones y en particular en el diario americano The Nation, etc.” (V.102, pp.40-41). Como el mismo Trotski señala, “estos juicios revelaban de manera demasiado clara la naturaleza revolucionaria de la Oposición” (V.102, p.41).

Las tesis de Trotski parece que tuvieron más divulgación entre los 515 delegados al VIº Congreso que lo que deseaba el aparato. No obstante, los delegados estaban ya muy filtrados. Pero que ese filtro no funcionó a la perfección lo demuestra la asistencia de delegados como James P. Cannon, que de vuelta a los EEUU fundará allí la Oposición de Izquierdas, sacará el 18 de noviembre de aquel mismo año 1928 el primer número del periódico

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“The Militant” y se convertirá en uno de los líderes del Partido Socialista Obrero (Socialist Workers Party) de los Estados Unidos. Trotski no estaba solo.

La lucha política de Trotski, a pesar de estar aislado a tres mil setecientos kilómetros de Moscú, continuaba con insistencia por lo que a buen seguro era el punto de referencia para los miles de oposicionistas que estaban siendo represaliados por el sistema. A finales de 1928 entre 6.000 y 8.000 oposicionistas de izquierda fueron deportados o encarcelados. Trotski, que duda cabe, tenía masa militante, y cada vez más. Por eso Stalin decidió actuar sin miramientos. Cortó el correo entre los oposicionistas deportados, de tal forma que en el mes de octubre Trotski dejó de recibir prácticamente correspondencia. Trotski protestó con una carta a Moscú por el “bloqueo postal” al que lo tenían sometido. Ante este proceder, el 16 de diciembre el agente de la GPU Wolinski, enviado directamente desde Moscú, le entrega a Trotski en mano un ultimátum político en el que se le exige que ponga fin a su actividad política y que de no hacerlo se deberá atener a las consecuencias. Trotski contesta al ultimátum a través de una carta al CC del Partido y a la presidencia de la Internacional Comunista, donde se niega en redondo a hacer tal cosa ya que “renunciar a toda actuación política equivaldría a deponer las armas” (V.101, p.590), algo a lo que no está nada dispuesto. Además, señala que “sólo una burocracia corrompida hasta el tuétano podía exigir de un revolucionario semejante renuncia (a seguir actuando políticamente al servicio del partido y de la revolución internacional), y sólo unos renegados despreciables podrían aceptarla” (V.101, pp.593-594). Se reune el Politburó y Stalin plantea que Trotski tiene que ser expulsado de la URSS. Los dirigentes de la fracción bujarinista: Ríkov, Tómski y el propio Bujarin, se opusieron. Otro miembro más se opuso, posiblemente fue Kuibishez. Los demás miembros del Politburó en ese momento eran Stalin, Molotov, Kalinin, Rudzutak y Voroshilov. Esta mayoría del Politburó, galvanizada por Stalin, vota a favor de la expulsión. Sólamente quedaba comunicárselo a Trotski. El día 20 de enero del año 1929 el policía político Wolinski, que se había quedado en Almá-Atá para recibir instrucciones del centro, le comunica a Trotski que el día 18 la GPU había decretado que sea expulsado de la URSS.

26. Prinkipo, comienza el exilio

El 22 de enero de 1929 Trotski, acompañado de su mujer y de su hijo mayor, es metido por la GPU en un autobús hasta Pichpek (Frunze) donde cogerán el tren con rumbo desconocido. Durante el viaje, los agentes de la GPU le informan que su destino es Turquía, concretamente Constantinopla

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(Estambul). Trotski se opone y los policías piden instrucciones a Moscú, que después de doce días, que pasan en una estación perdida, ratifica la orden.

Trostki había pedido poder ver a su hijo menor, Sergei, le fuera concedido, y se incorporara al grupo. El tren los lleva a través de Kazajstán, sur de Rusia y Ucrania hasta Odesa, a orillas del Mar Negro, a donde llegan el 10 de febrero por la noche. En el puerto, que estaba rodeado de policías, lo esperaba el desierto barco “Ilich” que de madrugada partiría para el exilio. Antes de partir se despide de su hijo pequeño, ya no lo volvería a ver, Stalin lo hará asesinar. Pero no sólo de su chaval más joven se despidió, también de la Rusia soviética en la que no volvería a poner el pie. El 12 el barco atraca en Constantinopla. Una vez que los guardas fronterizos turcos suben a bordo, Trotski les entrega una nota de protesta dirigida al presidente turco Kemal Pachá en la que comunica que viene aquí por la fuerza y no por propia voluntad. Algunos días después, el presidente turco, a través del gobernador de Constantinopla, le hace saber a Trotski que no será recluido en Turquía y que podrá permanecer en el país el tiempo que estime y que se podrá ir cuando lo desee.

Padre, madre e hijo fueron trasladados por la GPU al consulado soviético en Constantinopla. Trotski inmediatamente se sumerge en la lucha. Había que combatir políticamente y, además, ganarse la vida. Escribe a camaradas de Europa. Algunos le contestan enseguida como fue el caso del matrimonio francés Alfred y Marguerite Rosmer, de cuya amistad gozará hasta el final. Contaba con 1.500 dólares que le entregara la GPU en el barco. Establece contactos con periódicos occidentales con el doble objetivo político/económico. Publica artículos explicando las luchas políticas en el seno del partido en periódicos tales como el New York Times y el Daily Express. Era el pretexto que estaba esperando Stalin. Al momento hizo que publicaciones soviéticas y afines afirmaran que Trotski se había vendido a la burguesía imperialista. El clima en el consulado soviético se enrareció y los Trotski abandonaron el 5 de Marzo el consulado para traslardarse al Hotel Tokatliyan y después a un apartamento y, ya por fin, a finales de abril se van a vivir a una casa alquilada en la Isla de Prinkipo (Isla de Príncipes), la mayor de un pequeño archipiélago del Mar de Mármara, por entonces a hora y media de Constantinopla en barco de vapor.

Desde su arribada a Constantinopla, Trotski batalló por conseguir un visado en un país de Europa, o en los Estados Unidos, porque Turquía estaba alejada del teatro político de operaciones y porque, además, en Constantinopla había muchos rusos “blancos” emigrados que podían ser una perfecta tapadera para un atentado de la GPU, si no lo realizaban ellos mismos.

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Cuando la GPU le dijo a Trotski que en Alemania no le daban visado, no lo creyó. Él mismo había leído en un periódico de Berlín que el presidente socialdemócrata del Reichstag, Paul Lobe, había manifestado en un discurso público que “nada tendría de particular que llegásemos incluso a brindar al señor Trotski un asilo de libertad en nuestro país” (V.101, p.600). Pero como iba a comprobar enseguida, este era un decir exento de de honradez, vulgar retórica. Así fue, ipso facto Trotski le telegrafió a Lobe para comunicarle que por sus palabras había pedido el visado en el consulado alemán. Un abogado socialdemócrata tomó la iniciativa de gestionar en la propia Alemania el visado. Al comienzo se trataba de que Trotski aceptase ciertas restricciones de movimiento en Alemania para conseguirlo. Sólo era una manera de dar largas. No hubo visado.

Tampoco le otorgaron visa los gobiernos del Ducado de Luxemburgo, el estadounidense, el austriaco, el holandés, el noruego, el checo, el inglés, el francés y el español. El español ni respondió. El gobierno francés simplemente dijo que estaba en vigor la orden de expulsión dictada en 1916. El caso inglés fue un ejercicio de puro cinismo. Trotski recibió en Prinkipo (Buyuk Ada, en turco) en mayo la visita del laborista Sidney Webb que le dijo que haría todo lo posible pero que los conservadores eran un gran obstáculo. El Partido Laborista gana las elecciones en mayo y Ramsay MacDonald forma un gobierno en el que Sidney obtiene plaza de ministro. Trotski envía un telegrama. El gobierno laborista le niega el visado, por cierto, con gran alegría para Winston Churchill que calificaba a Trotski de “Ogro de Europa” y “odre de maldad” (V.25, p.31), claro que previamente Trotski ya le dijera al futuro premier en un artículo periodístico que no entendía nada de nada de Lenin ya que “Lenin pensaba en términos de épocas y de continentes, Churchill piensa en términos de fuegos artificiales parlamentarios” (V.25, p.31). Unos años después, en 1937, Churchill hizo una semblanza de Trotski donde cada palabra respira un profundo y continuo odio de clase, aunque no puede evitar mostrar un explícito reconocimiento al invencible militante comunista. Advertir que como representante bien consciente de la burguesía señala que Lenin veía a Trotski “como su heredero político” (V.12, p.142). Recordar que a Churchill le dieron el premio Nobel de literatura también por esta joya anti-comunista.

Con Trotski en el exilio, Stalin atacó a fondo a la fracción bujarinista. El rompimiento con la Oposición de Derechas da comienzo en febrero de 1929 cuando Stalin pide a la Comisión de Control una investigación de la conversación sostenida entre Bujarin y Kámenev. Efectivamente, en el verano de 1928, con Trotski en Almá-Atá, Bujarin se acerca a la casa de Kámenev para tratar de llegar a un acuerdo con la Oposición de Izquierdas por su intermedio. Bujarin llegara a la conclusión de que Stalin “es un intrigante sin principios que todo lo supedita a sus

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ansias de poder” (V.8, p.374). Para él está claro a estas alturas que con Stalin no hay debate posible ya que “altera sus teorías según la necesidad que experimente en determinado momento de eliminar a uno u otro” (V.8, p.375). También le dice a Kámenev que Stalin tiene adversarios como Ordyonikidze, Tómski: que cuando está bebido le dice en el oído a Stalin que “nuestros obreros pronto pronto empezarán a dispararle a usted, ya lo verá” (V.24, p.404), y el mismo jefe de la GPU, Iagoda. Llegadas las noticias a Trotski contesta que él consideraría la posibilidad de colaborar con el único objetivo de restaurar la democracia en el partido.

De esta conversación, y posteriores contactos, revelada en panfletos por oposicionistas de izquierda en Moscú, Stalin le pedía ahora cuentas a Bujarin. Este la reconoce como cierta y ataca la burocratización de un aparato donde ningún secretario regional fue electo por la base, y demanda la reducción del ritmo previsto para la industrialización.

En abril, en una sesión del Comité Central y de la Comisión de Control, Stalin ataca directamente a Bujarin. Los hechos se desencadenan. En junio Tomski es destituido de la dirección de los sindicatos. El 3 de julio Bujarin es expulsado de la Presidéncia de la III Internacional y de su Comité Ejecutivo, para ser expulsado del politburó del partido al poco tiempo. El 26 de noviembre la Oposición de Derechas capitula ante Stalin haciendo “autocrítica”: a partir de aquí ya son cadáveres políticos. Stalin gira ya definitivamente a la “izquierda”: iba a poner en marcha la colectivización forzosa y la industrialización acelerada.

¿Por qué da Stalin este giro a la izquierda si a él poco o nada le interesa la teoría y el debate? Trotski, ya en México, lo explicará a la perfección en la biografía inacabada de Stalin: “El crecimiento de las relaciones burguesas amenazaban no sólo la base socialista de la propiedad, sino los cimientos sociales de la misma burocracia. Puede haberse sentido inclinada a repudiar la perspectiva socialista de desarrollo a favor de la pequeña burguesía; pero a ningún precio consentiría en repudiar sus propios derechos y privilegios para beneficiarla. Esta contradicción es la que condujo al durísimo conflicto entre la burocracia y el kulak (…). Defender la nacionalización de los medios de producción y de la tierra es ley de vida o muerte para la burocracia, pues tal es el origen social de su posición dominante” (V.124, pp.286-288).

Ante esta nueva coyuntura la mayor parte de los dirigentes de la Oposición de Izquierdas en el destierro van a capitular definitivamente. En abril de 1929 Preobrayenski escribe una epístola intitulada “A Todos los Camaradas de la Oposición”. En ella afirma que los oposicionistas de izquierda se deben reintegrar en el partido para defender el giro a la izquierda de Stalin. Este será el hilo conductor para justificar la capitulación de todos los oposicionistas política y moralmente derrotados. No obstante, Preobrayenski no se hace ilusiones de las condiciones que van

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a encontrar al reingresar en el partido ya que aceptar la militancia en esta ocasión será como llevar “una pesada cruz” (V.25, p.76). En mayo viaja a Moscú. Teoricamente va a negociar el reingreso en el partido, en la práctica va a firmar su capitulación política. En junio, siguiendo la estela de Preobrayenski viajan a Moscú Rádek y Smilgá. Al mes siguinte catorce oposicionistas deportados más anuncian su rendición. Otros comienzan a “negociar”. Empiezan haciendo lo que se convierte en práctica habitual: piden la vuelta de la democrácia en el partido y el retorno de Trotski a la URSS para al final aceptar la rendición incondicional.

Los que se arrodillaban ante el aparato de Stalin no eran personas menores. Al revés, habían sido grandes luchadores sociales y altos cuadros revolucionarios. Si Stalin estaba interesado en reintregrarlos formalmente al partido era precisamente por estas cualidades pretéritas ya que así desarmaba políticamente a la base oposicionista, que pasados los años serían millones, y, aun por encima, utilizaba sus conocimientos técnicos y organizativos para el proceso industrializador. La excusa que ponían todos estos desertores del campo revolucionário era que debían participar en la ejecución del Plan quinquenal, que al fin y al cabo era de ellos porque la Oposición de Izquierdas fue la que había señalado su imperiosa necesidad si no se quería ver la restauración del capitalismo en la Unión Soviética. Tomaban una parte por el todo para autoexcusarse. Cuando Trotski en Prinkipo conoció esta ondonada de deserciones calificó a los oposicionistas de “capituladores de la tercera hornada” (V.25, p.79), y dijo “ellos afirman que las diferencias entre Stalin y la Oposición casi se han esfumado. ¿Cómo explican entonces el furioso carácter de las represalias?” (V.25, p.79). Hizo hincapié en el axioma de que “el régimen interno del Partido es para el marxismo un elemento irremplazable de control sobre la línea política” (V.25, p.80).

Entre los desterrados todavía había líderes históricos que mantenían erguida la bandera. Los lideraba Kristian Rakovski, que afirmaba que “nosotros luchamos por todo el programa de la oposición” (V.25, p.82). Sin embargo, el desasosiego estaba instalado en sus filas. Una manifestación pública de este desasosiego fue la “Carta Abierta al Comité Central” que firmaron quinientos de ellos. Cuando Trotski recibió este documento en diciembre se solidarizó públicamente con el pero en una comunicación privada a Rakovski le dijo que “ni un paso más allá” (V.25, p.85). Rakovski aguantó a pie firme hasta 1934. Delante de su capitulación Trotski escribirá el 10 de marzo de 1934: “Tomamos nota de la declaración puramente formal del viejo guerrero” (V.125).

Trotski se pone a trabajar para organizar la Oposición de Izquierdas. Su criterio político y táctico es muy claro, lo explicita en un artículo de marzo de 1929: “El programa es, mejor dicho, debe ser, el criterio más importante. Este criterio será más preciso en la medida que cada grupo,

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independientemente de las fuerzas con que cuenta en la actualidad, sea capaz de sacar conclusiones políticas justas de las luchas actuales. Me refiero en primer término al programa nacional. Porque si la Oposición no interviene constantemente en la vida del proletariado y en la vida del país, se convertirá inexorablemente en una secta esteril (…). Sin embargo, es necesario elaborar al mismo tiempo un programa internacional de la Oposición, que sirva de puente hacia un futuro programa de la Internacional Comunista (…). El instrumento para elaborar el programa internacional debe ser una publicación internacional de la Oposición, que al principio aparezca mensual o bimensualmente. Esta es hoy la tarea más impostergable y apremiante” (V.125). Contacta con militantes de diferentes países europeos. No son personas y grupos ideologicamente coherentes pero tienen en común que no están subordinados a la burocrácia moscovita. Francia es donde cuenta Trotski con más partidarios potenciales: Alfred Rosmer, Raymond Molinier, Pierre Navije, Gerad Rosethal, Pierre Monatte y Boris Souvarine son una muestra de militantes con influencia en el movimento obrero francés. También contacta con Leninbund en Alemania, con Maring Sneevliet en Holanda, con Van Overstraeten en Bélgica, etcétera. Del Estado español, Andreu Nin era por entonces un seguidor. Los camaradas franceses Alfred y Marguerite Rosmer llegan en mayo a Prinkipo. Al poco llegan otros camaradas franceses. Comienzan a debatir sobre la posibilidad de fusionar a los díscolos del stalinismo en Francia. A pesar de las dificultades, en julio de 1929 saldrá el “Biuleten Opozitsii” (Boletin de la Oposición), editado en su primera etapa en Paris, que será el portavoz oficial de Trotski. En agosto ve la luz el jornal “La Verité” (La Verdad) y en 1930 se creará la Liga Comunista francesa.

Dentro de los esfuerzos organizativos de Trotski estaba el no perder el vínculo con los oposicionistas que resistían en la Unión Soviética. Para contactar con ellos y obtener información de lo que ocurría en la URSS, Trotski se valía de simpatizantes entre el cuerpo diplomático y comercial soviéticos, y en la misma GPU. Un caso sonado entre la policía política soviética fue el de Iakob Blumkin. Este seguía trabajando en la GPU a pesar de manifestarle a la dirección sus simpatías por la Oposición de Izquierdas. Estas simpatías tenían causa en el pretérito, cuando Blumkin, siendo agente de la Cheka, pero como miembro convencido de los eseristas de izquierda, asesinó al embajador alemán en Moscú, conde Mirbach, por no estar de acuerdo con la Paz de Brest-Litovsk. Detenido fue llevado ante Trotski y este le hizo comprender el error político que suponía aquel acto terrorista. A pesar de que el gobierno soviético llegó a notificar su fusilamiento a las autoridades alemanas, Blumkin siguió trabajando para el Estado soviético. Blumkin, que ahora trabajaba en la sección de contraespionaje, visitó a Trotski en Prinkipo en el verano de 1929, con el que conversó durante varias horas. Quedaron en que él llevaría un mensaje

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para los oposicionistas desterrados y que se encargaría de hacer entrar clandestinamente el “Biuleten” en la URSS. A su regreso a la Unión Soviética fue arrestado y fusilado. Fue el primer caso de un miembro del partido pasado por las armas por oposicionista, todo un precedente: Stalin quería dejar bien claro lo que le iba a suponer a un funcionario soviético colaborar con Tróstki. Cuando lo llevaron al paredón alzó la voz para gritar: “Viva Trotski” (V.25, 91), grito reivindicador que pronto se iba a hacer muy familiar en la Rusia de Stalin

27. Viaje de ida y vuelta

El giro a la izquierda que impone Stalin a través del aparato a finales

de 1929 lleva a la Unión Soviética a una realidad social completamente nueva. La colectivización forzosa va a eliminar al kulak como clase pero a costa de sumir al campo soviético en un caos indescriptible. No disponer de tiempo, de maquinaria agrícola y de productos químicos para el campo imposibilitaba que la colectivización se hiciera gradual, sólidamente. Al no poder el Estado soviético favorecer a un sinfín de granjas colectivas con maquinaria, productos, creditos, exenciones e inversiones el conjunto del campesinado no podía ver enseguida las mejoras en la productividad y en las condiciones de existencia que traería la colectivización del agro. Como la colectivización se hará de prisa y corriendo y por la fuerza no sólo se opondrá a ella el kulak sino también muchos sectores del campesinado medio. Si es cierto que en 1931 el 51 por 100 de las famílias campesinas se encontraban agrupadas en koljoses, y un año después será el 61%, también es cierto que, según las propias estadísticas oficiales, entre 1929 y 1934 se perdió el 55% de los caballos, el 40% de los bovinos, el 55% de los cerdos y el 66% de las ovejas. Es decir, millones y millones de cabezas de ganado. A esto añadirle la quema de campos y el desplazamiento de más de 10 millones de personas. El resultado: hambre brutal en el campo y racionamiento espartano en las ciudades.

La industralización a marchas forzadas era la otra cara de la misma moneda. Se crean infinidad de infraestructuras, fábricas, presas. Se incrementa la producción de carbón, de hierro, de electricidad. En fin, la URSS aumenta un 250 por 100 su producción industrial. Esto se hace sometiendo a la clase trabajadora a unas condiciones de vida durísimas: bajos salarios, inflación galopante, alimentación mínima, alargamiento de la jornada, introducción del trabajo a destajo. En 1933 el 75% de los obreros van a destajo, el 20% de los trabajadores reciben el 40% del total de los salarios. Por si esto no fuese suficiente, desde el otoño de 1930 se van a ir emitiendo por el gobierno soviético una serie de decretos que culminarán en la Carta Obligatoria de Trabajo de septiembre de 1932. Si a esto le añadimos que protestar puede acarrear la perdida del trabajo y de la

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vivienda y que cambiar de tajo es casi un imposible, podemos decir que el obrero soviético se asemeja a un siervo de la fábrica. La cosa llegará a tales extremos que los sindicatos no podrán ni discutir las normas de trabajo fijadas por la dirección de la empresa.

De esta nueva realidad económico-política Trotski tendrá un conocimiento directo a través de un memorándum que Iván Smirnov le hará llegar en el otoño de 1931. En febrero el hijo mayor de Trotski, Liova, se traslada a Berlin para cursar estudios y para ocuparse allí del trabajo de la Oposición. En el mes de julio se va a encontrar en una calle berlinesa con Smirnov, oposicionista derrotado por Stalin pero no fiel a él. Acuerda con Liova mandarle a Trotski un análisis pormenorizado de la situación económica y política que atraviesa la URSS. Así lo hará, por un intermediario llega en el otoño a Prinkipo el memorando, que será la base de un número del Boletín de la Oposición.

Para Trotski la colectivización y la industrialización eran necesarias desde tiempo atrás, pero no por decreto. Trotski resumió de forma magistral la manera de medir la vida de las masas en el socialismo: “la situación económica del país es el nivel de vida de los trabajadores y el papel que ellos desempeñan en el Estado” (V.25, p.103). Por eso era imprescindible la centralización de la economía por arriba por técnicos y el control de la misma por abajo por la clase trabajadora. Instó a que la colectivización por la fuerza se detuviese para que se hiciera gradualmente, organizando granjas colectivas que con la ayuda técnica y financiera del Estado se convirtieran en modelos de productividad y sirviesen así de ejemplo real para el conjunto del campesinado. Trotski no negaba la necesidad de la colectivización y de la industrialización, sino que como pionero teórico de las mismas exigía que se hicieran con luz y taquígrafos para corregir errores y evitar de esta manera esfuerzos innecesarios de la clase trabajadora y del campesinado. Esto sólo se podía efectivizar con una vida democrática plena en el seno del partido y no a través de la infabilidad del Secretario General.

Estos decires de Trotski no eran meras reflexiones teóricas de un exiliado ya que el Boletin entraba clandestinamente en la Unión Soviética y tenía curso entre gobernantes (el propio Stalin era asiduo lector) y administradores del Estado y más de uno consideraba correcto lo que se decía al final del propio memorando: “dada la incapacidad de la dirección actual para salir del callejón sin salida económico y político, aumenta nuestra convicción de la necesidad de reemplazar la dirección del partido” (V.8, p.443).

Stalin respondió al batallar político de Trotski retirándole la ciudadanía soviética el 20 de febrero de 1932. Era un intento más de aislar al viejo revolucionário de la URSS. Esto le era más que necesario a Stalin que se veía obligado a reprimir hasta a su propia fracción para poder

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convertirse en el amo indiscutible y gobernar exclusivamente a través del aparato, sin crítica ninguna. Pero para convertirse en dictador también necesitaba reescribir la Historia de la Revolución de Octubre y del Partido Bolchevique. Someter a los historiadores a los deseos del aparato suponía que la historiografía se tendría que acomodar a las necesidades coyunturales del propio aparato y de su máximo representante, Stalin. Así, primero había sido necesario afirmar que Trotski no había cumplido un papel político relevante en la Revolución de Octubre y en la Guerra Civil, después simplemente se le borró de la Historia y ahora había que afirmar que Stalin fuera el líder nato de todo el proceso revolucionario para poder convertirlo en jefe infalible en el presente. La lógica del proceso le imponía a Stalin que para ser el dueño y señor del aparato tenía que ir borrando de la Historia y de la realidad a todos sus oponentes. De esta forma, la mecánica del proceso era la eliminación física constante de todo adversario real o potencial.

Trotski se exasperaba por no poder salir de Turquía, anhelaba acercarse al corazón de Europa ya que consideraba que allí se iba a dilucidar el futuro político del viejo continente. Vio una oportunidad en la invitación que le cursaron estudiantes daneses para que diera una conferencia en Copenhague sobre la Revolución Rusa. El gobierno socialdemócrata de Dinamarca consintió un visado de ida y vuelta, aunque Trotski no perdía la esperanza de poder alargar su estancia.

El 14 de noviembre de 1932 Trotski, en compañía de su mujer y de tres secretarios, sale de Constantinopla rumbo a las costas danesas, donde llegó el día 23. La espectación que despertó su visita fue grande. En el puerto lo esperaba una muchedumbre, en parte potencialmente contraria porque provenía de la movilización de los estalinistas. No obstante, a la arribada de Trotski el instinto de clase debió serenar a más de un trabajador. Al poco de llegar, un miembro de la familia real danesa, el príncipe Aage, lo acusó de ser el asesino del zar y de su familia, y la embajada soviética protestó por su visita. El 25 dio la conferencia en alemán, delante de unas dos mil personas. Fue desgranando la Revolución Rusa cuyo estudio acababa de concluir en Prinkipo. Esta intervención está filmada, se ve a un Trotski apasionado, vehemente.

Trotski aprovechó su estancia para verse con camaradas de diversos países, y así celebrar una informal reunión internacional. Como era de esperar, solicitó la ampliación de su visa. Le fue denegada, como también se le denegó el visado para Suecia. Por lo tanto, no le quedaba más remedio que iniciar el viaje de vuelta. El 2 de diciembre sale en barco de Copenhague. Cuando llega al puerto de Amberes, repleto de policías, no le dejan desembarcar ni por un momento. Sigue viaje a Dunkerque, de allí a Paris adonde llega el 6. De la capital francesa a Marsella, aquí la gendarmería lo quiere meter por la fuerza en un barcucho de carga. Solicita

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la visa de transito por Italia y el gobierno de Mussolini se la concede. Fueron hasta Venecia y desde allí por tren a Brindisi, donde cogieron el barco que los llevó de vuelta a Turquía. El día 12 desembarcaban en Prinkipo.

La conferencia que diera en Copenhague le había permitido a Trotski exponer en público las reflexiones que sobre la revolución rusa de 1917 vertiera en su “Historia de la Revolución Rusa”. Esta es la obra histórica de Trotski por excelencia, un clásico de la historiografía marxista. Si en su autobiografía, “Mi vida”, que también concluyó en Prinkipo, Trotski se ve obligado a reivindicarse a sí mismo y aporta una serie de datos vitales para el historiador, en la Historia de la Revolución Rusa hace un analisis pormenorizado del proceso revolucionario, de las clases sociales en lucha, de las diversas etapas y del método político marxista que posibilitó llevar a la clase trabajadora a conquistar el poder por primera vez en la Historia Universal. No se puede entender adecuadamente la Revolución Rusa sin leer esta obra.

En enero de 1931 Zina, la hija mayor de Trotski y de Alexandra Sokolovskaia, llegara a Prinkipo con su niño Vsevolod Volkov, al que llamaban Seva, que era fruto de su matrimonio con Platón Volkov, deportado en Siberia por orden de Stalin. Era una mujer sensible, debilitada y desestabilizada por la muerte de su hermana y por la represión que caía sobre su madre y su marido. Después de pasar un tiempo con su padre en Prinkipo, fue a Berlin en octubre con el objeto de recibir tratamiento psiquiátrico, aunque ella no estaba muy de acuerdo. Su salud mental la derrotó de manera definitiva. Posiblemente la noticia de que jamás podría volver a la Unión Soviética, ya que la privación de la ciudadanía a Trotski también alcanzaba a sus familiares, fue el golpe final. Saber que no podría ver más a su madre, al hijo que allí dejara y a su marido fue definitivo. Desesperada, se suicidó el 5 de enero de 1933. Se encerró en su apartamento berlinés y abrió el gas. El día 6 llega a Prinkipo el telegrama con la trágica noticia. Trotski y Natalia se encerraron durante varios días en su habitación cuya puerta sólo se abría para pedir una taza de té. A los días, Trotski salió encanecido.

28. Contra el nazismo

La República de Weimar (1919-1933) está en el año 1930

brutalmente sacudida por la crisis económica. Para muestra un botón, el paro real estaba en unos cinco millones de personas. Esta coyuntura económica tenía un marco político que nada ayudaba: el Tratado de Versalles, que no era más que el pálido reflejo de la necesidad que tenían las burguesías de Inglaterra y Francia de frenar la expansión de la burguesía alemana. En realidad, sólo en la revolución o en la

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contrarrevolución estaba la salida. O una revolución que pusiera la economía al servicio de la clase trabajadora, que en alianza con la Unión Soviética consolidaría el socialismo en la URSS y en la propia Alemania, lo que supondría un toque a rebato para otras revoluciones, por ejemplo en el Estado español; o por contra, una contrarrevolución que sometiera a la clase trabajadora a los designios expansionistas de la burguesía alemana, lo que conllevaba el aplastamiento sindical y político de la clase trabajadora.

Ante esta coyuntura, la dirección de la Internacional Comunista va a señalar, con una torpeza táctica absoluta, a la socialdemocracia como el principal enemigo de la clase trabajadora. Así, por boca del nuevo presidente, Manuilski, dirá en julio de 1929: “La socialdemocracia irá quitándole progresivamente a la burguesía la iniciativa de la represión contra la clase obrera (…). Se hará fascista. Este proceso de conversión de la socialdemocracia en socialfascismo ha empezado ya” (V.8, p.450). No contento con esta estúpida declaración política, afirmará que “en muchos países capitalistas intensamente desarrollados el fascismo será la última fase del capitalismo, previa a la revolución social” (V.8, p.450). En un alarde de idiotez suprema para alguien que se dice marxista, venía a afirmar que el triunfo de la contrarrevolución precedería al triunfo de la revolución. Increible. Es abecé que en un proceso revolucionario triunfa la revolución o la contrarrevolución, por lo que es imposible que la derrota de la revolución sea el prólogo de su victoria. Esta línea política, que suponía el suicidio colectivo para la clase obrera alemana, la mantendrá la dirección de la IIIª Internacional hasta el final.

El 14 de septiembre de 1930 se celebran elecciones al Reichstag (Parlamento) que con una participación del 82% del electorado, le dan 6,4 millones de votos al Partido Nazi (DNSAP, Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán). Era un incremento brutal de los votos nazis en comparación con los que obtuvieran en las elecciones de 1928. Así, pasaban del 2,6% al 18,3%. El avance era espectacular. Aún así, el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán) obtenía más de 8,5 millones de votos y el KPD (Partido Comunista Alemán) 4,6 millones. Es decir, los partidos de la clase obrera alemana tenían el doble de votos. El pero, no sólo estaban divididos sino que estaban enfrentados.

Trotski desde Prinkipo dará la voz de alarma. A partir del 26 de septiembre, y hasta el final, hilvanará una serie de artículos donde someterá a una crítica severa el desnorte político de las direcciones de la IC y del KPD. Así, en el artículo “El giro de la Internacional Comunista y la situación en Alemania” señala como principio que “la primera cualidad de un partido revolucionario es saber mirar cara a cara la realidad” (V.117, p.14). Informa que “la gran burguesía alemana, hoy, vacila; esta dividida” entre buscar la salida a través de “la terapéutica socialdemócrata”, lo que supone pactos sobre la legislación social y los salarios, es decir, disminuir

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la tasa de explotación de la fuerza de trabajo; o a través de “la intervención quirúrgica fascista”, que supone someter al látigo a la clase trabajadora. Indica Trotski que “las vacilaciones de la gran burguesía entre la socialdemocracia y el fascismo son el síntoma más evidente de una situación prerrevolucionaria” (V.117, p.14). Y advierte, “para que la crisis social pueda desembocar en la revolución proletaria es indispensable, aparte de otras condiciones, que las clases pequeñoburguesas se inclinen de forma decisiva del lado del proletariado. Esto permite al proletariado tomar la cabeza de la nación y dirigirla. Las últimas elecciones revelan una tendencia en sentido inverso (…). Bajo los golpes de la crisis, la pequeña burguesía ha basculado, no del lado del proletariado, sino del lado de la reacción imperialista más extremista, arrastrando a capas importantes del proletariado (…). El crecimiento gigantesco del nacionalsocialismo refleja dos hechos esenciales: una crisis social profunda (…) y la ausencia de un partido revolucionario” (V.117, pp.14-15). Y alerta: “la revolución proletaria ha sufrido globalmente en estas elecciones una grave derrota, que evidentemente no es decisiva (…). Puede convertirse en decisiva, e inevitablemente lo hará, si el partido comunista no es capaz de valorar su victoria parlamentaria parcial en relación con esta derrota <preliminar> de la revolución, y de sacar todas las conclusiones necesarias (…). La subestimación del fascismo por la dirección actual del partido comunista, puede llevar a la revolución a una derrota todavía mucho más grave para muchos años (…). El curso de los acontecimientos puede, en un futuro muy próximo, hacer resurgir en Alemania, a un nivel histórico nuevo, la contradicción trágica entre la madurez de la situación revolucionaria, por una parte, y la debilidad e insuficiencias estratégicas del partido revolucionario por la otra” (V.117, p.16).

Para Trotski es vital que el KPD esté “cotidianamente a la escucha en profundidad del proletariado y de los trabajadores en general” porque “sólo un partido que tenga por todas partes decenas de millares de antenas, que recoja sus testimonios” podrá orientarse adecuadamente. Pero si esto es imprescindible no es suficiente. El Partido tiene que tener una vida interior sana para poder hacer análisis verdaderos por lo que para el KPD es indispensable “el cambio del régimen del partido (...). El partido debe escapar de esa atmósfera hipócrita, convencional, en la que se silencian los males reales y se glorifican los valores ficticios, en una palabra, la atmósfera perniciosa del stalinismo”. Una vez hecho esto el partido tiene que ejecutar una política de “frente único”. Pero advierte, esta política “ofrece al partido comunista enormes posibilidades. Pero la condición del éxito estriba en el abandono de la práctica y la teoría del <socialfascismo>”. Por lo tanto, “deberemos, inevitablemente, concluir acuerdos contra el fascismo con las diferentes organizaciones y fracciones socialdemócratas, planteando a sus dirigentes condiciones precisas ante las

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masas”. Señala que hay que “volver a la política de frente único tal como fue formulada por Lenin y aplicada siempre por los bolcheviques, y muy particularmente en 1917”. Insiste, hay que llevar “una política de acercamiento con la mayoría de la clase obrera alemana y el frente único con los obreros socialdemócratas y sin partido contra el peligro fascista (…). El partido comunista debe llamar a la defensa de las posiciones materiales e intelectuales que la clase obrera ha conquistado ya en el estado alemán. Lo que está en juego es la suerte de las organizaciones políticas y sindicales, de su prensa, de sus imprentas, de sus clubs y sus bibliotecas. El obrero comunista debe decirle al obrero socialdemócrata: <La política de nuestros partidos es inconciliable; pero si los fascistas vienen esta noche a destruir el local de tu organización, yo vendré en tu ayuda con las armas en la mano. ¿Prometes tú acudir en mi ayuda en el caso de que ese mismo peligro amenaze a mi organización?>. Ésa es la quintaesencia de la política del período actual. Toda la agitación debe ser desarrollada en este espíritu” (V.117, pp.24 –26).

La dirección de la IC y del KPD no tomaron en consideración el mensaje de Trotski. Al contrario, en agosto de 1931 los nazis quieren derrocar al gobierno socialdemócrata del Lánder de Prusia a través de un plebiscito. El KPD en vez de llamar a la clase obrera a votar a favor del gobierno socialdemócrata, una vez formuladas las necesarias críticas a su proceder, pide el voto en contra lo que en la práctica suponía una alianza con los nazis. Para ocultar esta alianza en los hechos el KPD le da al referendo el nombre de Plebiscito Rojo. El referéndum fue favorable a los socialdemócratas. La dirección del KPD se cubría de oprobio a los ojos de la mayor parte de la clase trabajadora.

Trotski va a criticar este necio proceder político. El 25 de agosto escribe: “Los errores del partido comunista alemán sobre la cuestión del plebiscito figuran entre los que se volverán más claros a medida que el tiempo pase y terminarán por entrar en los libros de texto de la estrategia revolucionaria como ejemplo de lo que no se debe hacer. En la conducta del comité central del partido comunista alemán está todo equivocado (…), la burocracia stalinista embarcó a los trabajadores revolucionarios en un frente único con los nacionalsocialistas contra la socialdemocracia” (V.117, pp.39-40).

Un ejemplo más de que la dirección del KPD iba totalmente a la deriva está en que en vez de lanzar sus proprias consignas frente a los nazis utilizan lemas tomados de los propios nacionalsocialistas. Una muestra, y no menor, es la consigna de “revolución popular” que empleaban los nazis. En vez de enfrentarla con la consigna marxista de “revolución socialista” utilizan la nazi: “Es difícil para uno imaginarse una capitulación más vergonzosa en los principios que el hecho de que la burocracia stalinista

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haya sustituido la consigna de la revolución proletaria por la de revolución popular” (V.117, p.45).

La bancarrota táctica e ideológica de la dirección del KPD es absoluta. Trotski dice: “la burocracia stalinista se esfuerza cada vez más por actuar contra el fascismo con sus propias armas, borrando los colores de su paleta política e intentando gritar más fuerte que él en la subasta del patriotismo. Estos no son los métodos de una política de clase con principios, sino los de la competencia pequeñoburguesa” (V.117, p.45). Trotski explica que “esta infame competencia con el fascismo” tiene la causa en la <teoría del socialismo en un solo país>: “Hay varios años, la Oposición de Izquierda advirtió que la teoría <auténticamente rusa> del socialismo en un solo país llevaría al desarrollo de tendencias socialpatriotas en otras secciones de la Comintern (...). El partido comunista alemán, en un breve período, ha sido introducido en la esfera del socialpatriotismo (...). El referéndum rojo no cayó del cielo: surgió de una degeneración ideológica avanzada del partido” (V.117, pp.47-51).

La crisis económica y política proseguía en Alemania. En marzo y abril de 1932 se celebran Elecciones Presidenciales. Los socialdemócratas en un alarde de ceguera política pedirán el voto para el viejo reaccionario Hindenburg. Los comunistas presentan candidato propio, Thaelmann. El resultado de que los partidos obreros no votaran a un candidato común fue la victoria de Hindenburg, y que Hitler obtuviera más de 11 millones de votos en la primera vuelta y más de 13 en la segunda. El candidato comunista no llega a los 5 millones en la primera ronda y baja a 3,7 en la segunda. Hinderbung fue electo con algo más de 19 millones de votos.

El 30 de julio se celebran Elecciones al Reichstag. Por vez primera el Partido Nazi consigue ser el partido más votado: 13.745.000 votos. Pero no sólo eso, consigue más votos que el SPD (7.959.700) y el KPD (5.282.600) juntos. Era el resultado del pánico de los líderes socialdemócratas a la revolución socialista y de la imbecilidad política de la dirección estalinista que convirtiera al SPD en el principal enemigo de la clase trabajadora en vez de insistir en los hechos en un frente único con los obreros socialdemócratas.

La estulticia política de Stalin sólo iba a la par de su ceguera. Impedía la política de frente único con la socialdemocracia imposibilitando el triunfo de la revolución socialista y no veía que su derrota llevaría a la guerra con la Alemania nazi, lo que no era un secreto ya que el líder nacionalsocialista se encargaba de decirlo a diario.

Trotski explicaba y explicaba. Ya en abril dijo que “Hitler en el poder significaría la guerra (...) contra la Unión Soviética” (V.117, p.190). Era esta una deducción díaléctica: “Para que sea posible una intervención [contra la URSS], se precisa un gran país, altamente industrializado y además continental, que pueda y quiera asumir la carga principal de una

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cruzada contra la Unión Soviética (…). Un vistazo sobre el mapa político de Europa muestra que sólo una Alemania fascista podría encargarse de esta tarea. Más aún, una Alemania fascista no tendría otra elección (…). Una guerra entre el Estado hitleriano y la Unión Soviética sería inevitable; y eso a corto plazo. Las consecuencias de esa guerra serían incalculables” (V.117, pp.191-192).

En una entrevista que Trotski concedió en mayo sintetiza su posición. Veamos:

“Pregunta. ¿Cree usted inminente la toma del poder político por los nacionalsocialistas?

Respuesta. Sí, creo que si las organizaciones más importantes de la clase obrera alemana prosiguen su política actual, la victoria del fascismo estará asegurada casi automáticamente, y en un espacio de tiempo relativamente breve (…).

P. ¿No considera usted como el deber urgente del momento que socialdemócratas y comunistas, dejando de lado sus diferencias de principio, creen una organización común de lucha?

R. Sí, creo que el partido comunista debe proponer un acuerdo de lucha al partido socialdemócrata y a la dirección de los Sindicatos Libres, de la base a la cumbre (…), el frente único de la clase obrera contra el fascismo debe tener un carácter completamente concreto, práctico y combativo (…).

P. ¿Estaría usted dispuesto a trabajar por semejante organización en su persona y con su nombre?

R. Por supuesto (...). La cuestión del destino de Alemania es la cuestión del destino de Europa, de la Unión Soviética y, en gran medida, del de toda la humanidad durante un largo período histórico (…).” (V.117, pp.193-194).

Hindenburg, que había sido electo presidente con el apoyo de los socialdemócratas, le va a dar la puntilla a la República de Weimar. Obliga al canciller Bruning, que hiciera un tímido intento para ilegalizar a las tropas de choque nazis, a que dimita el 30 de mayo para al día siguiente nombrar canciller a Franz von Papen que destituirá por decreto al gobierno socialdemócrata de Prusia, un gobierno que resistiera un referendo nazi-estalinista era ahora derribado sin lucha.

Un cierto cansancio de las masas, de uno y otro signo, se adivina en las Elecciones al Reichstag de noviembre de 1932. Los nazis pierden dos millones de votos, el SPD y el KPD pierden entre los dos 1,7 millones. No obstante, la contrarrevolución iba en línea recta a la conquista del poder por la vía legal por falta de obstáculos. Así, el 30 de enero de 1933 Hitler es nombrado canciller. Trotski explica por qué la burguesía le da el apoyo definitivo a Hitler: “La época de Bismarck ha pasado a mejor vida. La Alemania actual no surge de las victorias, sino de la derrota (…). El

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capitalismo decadente no produce ningún beneficio, no abre ninguna perspectiva. El único cemento que une a las clases poseedoras es su miedo a los obreros (…). La investidura de Hitler con el poder servía un doble objetivo: primero, embellecer a la camarilla de propietarios con los dirigentes de un <movimiento nacional>; segundo, poner a las fuerzas de combate del fascismo a la disposición directa de los propietarios. No fue con el corazón ligero que la poderosa camarilla superior pactó con los hediondos fascistas. Detrás de los advenedizos desenfrenados hay demasiados, demasiados puños; y en eso reside el aspecto peligroso de los aliados camisas pardas; pero en eso mismo está su ventaja fundamental, o más exactamente, su única ventaja. Y ésta es la ventaja decisiva, puesto que ésta es una época tal que no hay otra forma de garantizar la propiedad que mediante los puños. No hay manera de prescindir de los nazis” (V.117, pp.258-259).

Pero todavía ahora Trotski dice que hay tiempo para enfrentar a la bestia nazi: “La toma del poder por Hitler es indudablemente un golpe terrible para la clase obrera. Pero esto no es todavía una derrota decisiva o irremediable. El enemigo, que podía haber sido aplastado mientras sólo se esforzaba por llegar al poder, ha ocupado en la actualidad toda una serie de puestos de mando (…), queda un trecho no pequeño entre el ministerio encabezado por el canciller fascista y la victoria completa del fascismo. Esto significa que el campo revolucionario todavía dispone de tiempo. ¿Cuánto? Es imposible de calcular de antemano. Sólo las batallas pueden medir su duración” (V.117, p.260).

Trotski repasa lo que es el proceder miedoso de la socialdemocracia en la sociedad burguesa y el quehacer ruin estalinista en el proceso revolucionario: “Cuando la burguesía la llama al poder, la socialdemocracia vota a favor del régimen capitalista. La socialdemocracia tolera (soporta) a cualquier gobierno burgués que tolere a la socialdemocracia. Pero incluso cuando es completamente excluida del poder, la socialdemocracia sigue sosteniendo la sociedad burguesa, recomendando a los obreros que reserven sus fuerzas para batallas a las que jamás está dispuesta a llamar. Al paralizar la energía revolucionaria del proletariado, la socialdemocracia proporciona a la sociedad burguesa una oportunidad de sobrevivir bajo condiciones en que no puede vivir mucho tiempo, convirtiendo así el fascismo en una necesidad política” (V.117, p.260).

Sobre la línea política estalinista dice: “Durante los pasados dos o tres años de avance fascista, la política de la burocracia stalinista no ha sido más que una cadena de crímenes [políticos] que salvaron literalmente al reformismo, y con ello prepararon los éxitos subsiguientes del fascismo” (V.117, p.261).

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A pesar de los miedos y errores de las direcciones socialdemócratas y estalinistas, se pregunta: “¿Es posible el viraje? A eso se reduce la tarea en el momento actual (…). Sólo el desarrollo y la agudización del antagonismo entre nacionalsocialistas y socialdemócratas puede sacar a los comunistas de su aislamiento, tras todos los errores cometidos, y abrir el camino hacia la revolución (…). El camino para ello es a través de la política audaz de frente único (…). La política audaz de frente único es, en este momento, la única base correcta incluso para la campaña electoral” (V.117, pp.262-263).

Los nazis se van consolidando en el poder gracias a la apatía de la dirección socialdemócrata y a los errores de la estalinista. Así, los nacionalsocialistas pueden jugar al ataque. El asalto a la casa de Karl Liebknech y el incendio del Reichstag son dos episodios que ilustran que el terror nazi se va imponiendo socialmente. En esta coyuntura política se dan, el 5 de marzo, las últimas Elecciones al Reichstag. Los 17 millones de votos a los nazis indican, sin lugar a dudas, su fuerza creciente, pero los 12 millones de votos a las dos organizaciones obreras también señalan que la clase trabajadora alemana no habría sido derrotada con facilidad, ni en esta coyuntura, si las direcciones del SPD y del KPD la hubiesen llevado a la lucha.

La dirección del SPD no reacciona. La del KPD está aislada. Unos y otros continúan su viaje sin retorno al pricipicio. Todavía el 1 de abril la dirección de la IC tiene la desvergüenza de declarar que “la política que lleva a cabo la dirección del partido comunista alemán, encabezado por el camarada Thaelmann, era absolutamente correcta antes y durante la toma del poder por el fascismo” (V.8, p.457). No hay peor ciego que el que no quiere ver. Fuera del reino de la metafísica, los nazis aplastan los partidos, los sindicatos, los periódicos y las asociaciones de la clase obrera alemana. La contrarrevolución había triunfado. La próxima batalla revolucionaria se dará en el Estado español.

29. En Francia

Después de la derrota de la clase trabajadora alemana, Trotski va a matinar en las implicaciones políticas de este trascendente hecho. La primera conclusión que tira en el artículo de 14 de marzo de 1933, intitulado “La tragedia del proletariado alemán”, explícita ya en escritos anteriores, es culpar de la derrota a la dirección estalinista de la Internacional Comunista. Trotski afirma que si “el proletariado más poderoso de Europa, por su lugar en la producción, su peso social y la

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fuerza de sus organizaciones, no ha ofrecido ninguna resistencia desde la llegada de Hitler al poder y sus violentos ataques contra las organizaciones obreras (…), si el proletariado se encontraba impotente, desarmado y paralizado en el momento de su mayor prueba histórica, la culpa directa e inmediata recae en la dirección de la Comintern posleninista. Esa es la primera conclusión que hay que extraer de inmediato” (V.117, pp.285-286).

Mientras Trotski perfila la contestación política global que el proceder de la burocracia estalinista merece, a primeros de julio llega a Prinkipo la noticia de que las autoridades francesas dejaron sin efecto su decreto de expulsión vigente desde 1916. Efectivamente, gracias a las diligencias de Maurice Parijanine, traductor de obras de Trotski al francés, el gobierno galo de Daladier no pone ningún problema a que Trotski resida en Francia. Inmediatamente comienzan los preparativos para el viaje. El 12 de julio uno de los secretarios de Trotski, Jean van Heijenoort, va al consulado francés de Estambul para obtener los visados de Trotski y Natalia, lo que consigue sin dificultades.

Precisamente a estas alturas Trotski perfilará el nuevo proceder táctico que va a tomar contra la política estalinista: la creación de una nueva Internacional. Este renovado quehacer es argumentado en su artículo del día 15, cuyo título ya es bien ilustrativo: “Es necesario construir nuevos partidos comunistas y una nueva Internacional”. Comienza explicando que hasta ahora la Oposición de Izquierdas se había fijado la tarea de reformar la IC. Pero desde el triunfo de la contrarrevolución en Alemania y su justificación por la casta stalinista el proceder reformista de la Oposición era inviable, imposible. No era suficiente con la catrástofe sino que aún por encima “la dirección de Moscú no sólo ha proclamado como infalible la política que garantizó la victoria a Hitler, sino que también ha prohibido toda discusión sobre lo ocurrido” (V.117, p.328). Ante el nuevo giro táctico que va a adoptar aclara: “Lo más peligroso en política es quedar atado por la propia fórmula que ayer era adecuada, pero que hoy está despojada de todo contenido” (V.117, p.328). Así, de ahora en adelante “en toda nuestra labor subsiguiente, es necesario tomar como punto de partida el hundimiento histórico de la Internacional Comunista oficial” (V.117, p.329). Efectivamente, esta será la demarcación, la inflexión, del quehacer táctico de Trotski. Pero ya en este mismo momento aclara lo que será en él una constante hasta su muerte: “La existencia de la Unión Soviética, a pesar de la avanzada degeneración del Estado obrero, sigue siendo aun ahora un hecho de inconmensurable significación revolucionaria” (V.117, p.331). Así, Trotski defenderá apasionadamente el carácter histórico progresista del Estado soviético a pesar de su brutal deformación. La Historia se encargó de darle la razón, hoy es sabida la catástrofe política y social que trajo el derrumbe de la URSS y de todos los demás regímenes de

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“socialismo real”. Él siempre procedió con una gran perspectiva histórica, pero entendía la resistencia que iba causar su inmediato quehacer: “Indudablemente, en las filas de las organizaciones stalinistas se encuentran comunistas sinceros, que recibirán con recelo e incluso con indignación nuestra nueva orientación. Algunos tal vez sustituirán temporalmente un sentimiento de simpatía por el de hostilidad. Pero es necesario no guiarse por consideraciones personales y sentimentales, sino por criterios de masas” (V.117, p.330). Era hora, pues, de ir preparando el camino para crear nuevos partidos comunistas y una nueva internacional. A esto le dedicará un pertinaz esfuerzo.

El 17 de julio Trotski, en la compañía de Natalia, de tres secretarios, van Heijenoort, Rudolf Klement, Sara Jacobs y el camarada Max Shachtman, parte desde Constantinopla con destino a Francia. Veía así cumplido un apasionado deseo: acercarse al corazón de Europa para poder luchar en el epicentro de la batalla. No lo iban a dejar los gobiernos “democráticos”, como comprobará enseguida. El “Bulgaria”, el barco en el que viajaban, hace escala en el Pireo, en Catania, en Nápoles. No obstante, Trotski permanece en su camarote. Una semana después de su partida, el día 24, el barco se detiene en alta mar frente a Marsella. Una lancha, en la que viene su hijo mayor, Lev Sedov, en compañía de gendarmes, los recoge y los desembarca en una villa de pescadores, Cassis, cerca de Marsella. Estaban en Francia. Comenzaba el periplo europeo. Lejos estaba de prever que México sería su destino final. No hubo tiempo para alegrías, la prensa de derechas y la stalinista protestan por su estadía. Desde Cassis van a ir en coche hasta Burdeos y desde allí hasta Saint-Palais, en la costa atlántica, donde un camarada francés Raymond Molinier alquilara una casa aislada, a orillas del Atlántico, rodeada de un amplio jardín. “Les Embruns” (Las Brumas), donde se instalan el día de su llegada, el 25, es como se llama este primer domicilio en territorio galo. Comienzan esta nueva etapa con mal pie, se declara un incendio en la casa. Fue casual, no intencionado como pensaron en un primer momento. Trotski se va a refugiar en un coche y no es reconocido por nadie. Anonimato obligado. Aquí residirán hasta octubre. En este intervalo Trotski va a recibir muchas visitas de camaradas, simpatizantes y amigos. No menos de 50 personas pasaron por la casa de Las Brumas. Entre ellos representantes de las organizaciones alemanas KPD y SAP (Sozialistische Arbeitpartei), del británico Independent Labour Party, del holandés Partido Socialista Independiente, entre otros. Muchas de las visitas tenían relación con la conferencia que a finales de agosto se iba a celebrar en París con el objeto de debatir la idea de una nueva Internacional, la Cuarta. También en Las Brumas recibió a André Malraux, que en un paseo por la orilla del mar se puso metafísico y le dijo a Trotski: “Hay algo que el comunismo nunca podrá vencer: la muerte” (V.128, p.62), a lo que contestó Trotski: “Cuando un hombre ha

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cumplido la tarea que se le ha dado, cuando ha hecho lo que quería hacer, la muerte es sencilla”. (V.128, p.62). Malraux, que se vinculará enseguida con el stalinismo y a posteriori con el gaullismo, escribirá la novela “La condición humana” que Trotski ensalzará en carta a un editor estadounidense en un decir que nos amplía lo que le contestó a la orilla del mar al propio Malraux: “Sólo un gran propósito sobrehumano, por el que el hombre esté dispuesto a pagar con su vida, le da sentido a la existencia personal. Tal es la significación final de la novela, que está exenta de didacticismo filosófico y es de principio a fin una verdadera obra de arte” (V.25, p.250).

A pesar de las numerosas visitas recibidas, se pudo mantener la incógnita sobre su paradero por lo que las autoridades francesas no pusieron pegas para que Trotski se trasladara más cerca de París. Después de unas variadas excursiones, Trotski se mudó a Barbizon en noviembre, a unos pocos kilómetros al sudeste de París. Tenía la esperanza de trabajar con cierta tranquilidad. Había pensado en elaborar una “Historia del Ejército Rojo” pero ante la petición de un editor se pone a redactar una biografía sobre Lenin, de la que apenas pudo concluir el comienzo.

Trotski quería que sus partidarios estuvieran ligados a la clase trabajadora. Así, cuando el 6 de febrero de 1934 se dio un levantamiento de las organizaciones de la extrema derecha contra el gobierno Dalaier, que llegaron a asaltar la Cámara de los Diputados, socialistas y comunistas se unieron por la base y así, juntos, fueron a la huelga general que salvó al gobierno francés. Este hecho de frente único por la base que tanto recomendara Trotski en Alemania seguro que lo hizo meditar. Será en junio cuando Trotski le propondrá a sus camaradas franceses que entren en la SFIO (Section Française de l´Internationale Ouvrière), el Partido Socialista francés dirigido por León Blum. Era el “giro francés”, el comienzo de la táctica del “entrismo”. Táctica que hay que entenderla en su contexto exacto, en una coyuntura donde los pecés enarbolaban la bandera de la Revolución de Octubre porque el Estado soviético era para la inmensa mayoría de los comunistas de base la patria de los trabajadores. La consigna ya suscitó muchos debates y escisiones entre los marxistas franceses en aquellos momentos. Cuando se extendió esta consigna al Estado español, que los trotskistas entraran en el PSOE, no fue tenida en cuenta por buena parte de los seguidores de Trotski, que andando el tiempo participarán en la fundación del POUM.

En febrero le llegó la noticia de la capitulación de Rakovski, el líder moral de la Oposición de Izquierda en la URSS. Esto tuvo que causarle un profundo dolor, aunque no podía saber los pormenores de la resistencia de este viejo y sólido revolucionario. Escribió, “Rakovski era virtualmente mi último contacto con la vieja generación revolucionaria. Después de su capitulación, no queda nadie” (V.25, p.258). Trotski sólo se refería a los

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integrantes de la vieja guardia ya que en los campos de concentración de la Rusia de Stalin Trotski tenía, posiblemente sin saberlo, miles de seguidores. Muchos lanzarán el “¡Viva Trotski!” cuando los manden al paredón. El “Viejo” no estaba tan aislado como podía parecer. Esto lo sabía bien Stalin, por eso masacrará a sus seguidores para terminar ordenando la muerte del propio Trotski. El asesinato de Kírov será el pistoletazo de salida.

Una casualidad hizo que la polícia local se enterase de la estancia de Trotski en Barbizon. El 12 de abril por la noche un secretario de Trotski, Rudolf Klement, venía de Paris con correspondencia. Viajaba en moto, las luces no estaban bien y dos gendarmes lo pararon y como la documentación de la motocicleta no estaba a su nombre lo llevaron a la comisaría donde descubrieron una correspondéncia en varios idiomas, el ruso entre ellos. Estaba claro, Trotski residía en Barbizon. La gendarmería local se puso al habla con el procurador de la República, Melun. A éste un funcionario le dice que Trotski poseía una visa que le permitía residir sólo en Córcega. Esto era falso, Trotski tenía un visado que le posibilitaba afincarse prácticamente en cualquier parte de Francia. Mas el procurador acepta la información del funcionario. Se decide realizar una pesquisa en la residencia de Trotski, la villa “Ker Monique”. Enterados los periódicos, se desencadenó una campaña de prensa en la que se pedía que Trotski regresara a Córcega, donde nunca estuvo. En esta campaña también participó el Ministerio de Propaganda nazi dirigido por Goebbels que difundió la “noticia” de que Trotski estaba preparando una insurrección. Para el nuevo gobierno francés estos hechos son una excusa perfecta para cancelarle la visa a Trotski. Este gobierno estaba presidido por Gaston Doumergue. Su Ministro de Estado era el mariscal Petain. El Ministro del Interior era Albert Sarraut que tenía por consigna: “El comunismo, he aquí el enemigo” (V.7, p.748). El 16 de abril este gobierno democrático decide anular el permiso de residencia de Trotski. Deciden expulsarlo, aunque de momento no tienen donde echarlo. Gran cantidad de gente empieza a concentrarse alrededor de la casa que habita Trotski por lo que éste se ve obligado a comenzar un peregrinar semiclandestino por la geografía francesa: Lagny, Chamonix, La Trouche, Saint-Pierre-de-Chartreuse, Grenoble, Lyon hasta ir a parar a Domène, donde residió un tiempo antes de pasar por Paris camino de Noruega.

En la primera quincena de julio de 1934 ya estaba Trotski en Domène. Fue a vivir en la casa de Laurent Beau, maestro en el propio Domène. Como se sintió aquí Trotski lo sabemos a la perfección por su propio decir : “Nuestra vida aquí difiere muy poco del encarcelamiento” (V.25, p.255).

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30. El asesinato de Kírov

Estaba Trotski en Domène cuando le llegó la notícia de que Sergei Kírov, el jefe del PC(b) de la URSS en Leningrado y cuadro de gran estima entre la casta burocratica, había sido asesinado. Efectivamente, a las cuatro y media del 1 de diciembre de 1934 Kírov se dirigía a su despacho del Instituto Smolni cuando un joven comunista, Nicoláiev, le da un tiro en la nuca. Kírov muere en el momento. ¿Cuál fue la causa del asesinato? Nicoláiev había sido expulsado del partido, su mujer era secretaria de Kírov, Kírov era amado por la burocracia del partido. Así, ¿fue asesinado por venganza, por celos o por qué pesaba mucho en el aparato? No está claro, lo que sí está claro es que su muerte desencadenó unas purgas de una virulencia inimaginable. Tanto fue así que en el plazo de unos pocos años toda la vieja guardia bolchevique y miles de autenticos comunistas serán aniquilados. A ellos les seguirán supuestos saboteadores, espías al servicio del nazismo, y traidores a la revolución.

Stalin va a acusar a Trotski, Zinóviev y Kámenev como instigadores del crimen. Hay quien tiene la certeza que la muerte de Kírov le será de gran utilidad a Stalin. Bujarin le dice a Ilya Ehrenburg. “¿Comprendes lo que eso significa? Él ahora podrá hacer con nosotros todo lo que quiera” (V.66, p.470). Ríkov le dice a su hija: “Han matado a Kírov en Meter. Es la señal del desencadenamiento del terror” (V.66, p.470). Más por extenso se explica Trotski en un artículo del día 28: se prepara “un intento conscientemente falso de implicar en el asesinato de Kírov a individuos y grupos que no tienen ni pueden tener nada en común con el acto terrorista (…). [Es] un hecho que el grupo burocrático dirigente no se inclina en lo más mínimo a considerar el crimen de Nicolaev como un fenómeno accidental y aislado, un episodio trágico. Por el contrario, este acto reviste para ellos una importancia política tan excepcional que no vacilan en construir una amalgama que los compromete, ni en poner un signo igual entre los actos terroristas y cualquier tipo de oposición, descontento o crítica. El objetivo de la maniobra es bastante evidente: aterrorizar completamente a todos los críticos y opositores, esta vez no con la expulsión del partido, no privándolos de su pan cotidiano, ni siquiera con la prisión y el exilio, sino con el pelotón de fusilamiento. Stalin reacciona ante el acto terrorista de Nicolaev redoblando el terror contra el partido” (V.125).

¿Por qué la fracción dirigente de la casta burocrática tiene que ejercer constantemente la represión? Por su papel contradictorio de explotadora de la clase trabajadora, usufructuando la riqueza que esta genera, y de dique a la restauración del capitalismo, al tener que mantener la estatalización de la economía para poder perpetuar su status. Trotski, en el mismo artículo del 28 de diciembre, lo explica a la perfección: “la burocracia soviética explota

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despiadadamente, en función de su propia dominación y prosperidad, su rol de control y regulador de las contradicciones sociales y su lucha preventiva contra la reconstitución de las clases. Concentra en sus manos todo el poder y, a las buenas o a las malas, consume una enorme parte de la renta nacional. De este modo logró alejarse tanto de la masa de la población que ya resulta imposible controlar sus actos o sus ingresos (…). Una clase económica dominante presupone un sistema de producción y propiedad que le es peculiar y propio. La burocracia soviética no es más que el reflejo de la etapa transicional entre dos sistemas de producción y propiedad, el capitalista y el socialista. Este régimen transicional no puede tener un desarrollo independiente. El rol de la burocracia soviética sigue siendo dual. Sus propios intereses la obligan a resguardar el nuevo régimen económico creado por la Revolución de Octubre contra los enemigos de dentro y de fuera. Esta tarea es históricamente necesaria y progresiva (…). [No obstante] los instintos posesivos y el espíritu de casta privilegiada de la burocracia soviética (…) paralizan cada vez en mayor medida su tarea progresiva. El avance de la industria y la incorporación de la agricultura a la esfera de la planificación estatal complican extraordinariamente las funciones de la dirección de la economía. Sólo se puede lograr un equilibrio entre las distintas ramas de la producción, y sobre todo una proporción correcta entre la acumulación y el consumo nacional, con la participación activa del conjunto de la población trabajadora en la elaboración de los planes, que debe tener libertad para criticarlos y la posibilidad de remover de sus cargos a toda la burocracia (…). La burocracia se saca de encima las dificultades provocadas por sus errores descargando sus consecuencias sobre los hombros de los trabajadores. Las crisis parciales convergen hacia la crisis general, que avanza y se expresa en que la economía sigue rezagada y la inmensa mayoría de la población continúa viviendo en la pobreza, pese a la titánica energía desplegada por las masas y a los grandes éxitos tecnológicos. Así, la situación peculiar de la burocracia soviética, producto de causas sociales muy definidas, conduce a una contradicción cada vez más profunda e irreconciliable con las necesidades fundamentales de la economía y la cultura soviéticas. En estas condiciones la dictadura de la burocracia (…) se traduce en una permanente crisis política. La fracción stalinista se ve de continuo obligada a destruir totalmente los <restos> de viejas y nuevas oposiciones, a recurrir a métodos cada vez más violentos y poner en circulación amalgamas cada vez más emponzoñadas. Al mismo tiempo, esta fracción se eleva por encima del partido e incluso de la propia burocracia. Proclama abiertamente el principio puramente bonapartista de la infabilidad de un líder eterno. De aquí en adelante, la única virtud que se le reconocerá al revolucionario será la fidelidad al dirigente. Los agentes de la Comintern

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trasladan a sus secciones extranjeras esta desmoralizante y servil filosofía de la burocracia” (V.125).

Así, a través del análisis de Trotski, el proceder de la burocracia soviética queda explicado como un quehacer que viene dado por su necesidad de perpetuarse y no por la característica criminal de un solo hombre. De esta forma, la personalidad de Stalin sólamente explica porqué él representó tan bien las necesidades de la burocrácia soviética, pero no explica el proceso histórico. El desarrollo del proceso histórico nunca lo captó el empirista Stalin, mientras que Trotski, aplicando el método dialéctico, se adelanta a los propios hechos históricos previendo de antemano la necesidad de las matanzas que la fracción stalinista y su líder iban a efectuar en el inmediato futuro, sin poder imaginar su espantosa brutalidad ya que la perspectiva permite prever las líneas generales de un fenómeno pero no su realización concreta.

Trotski no podía seguir en Francia, donde estaba imposibilitado para ejercer su trabajo político. Además, pende sobre él la espada del gobierno francés, a ver si lo va a deportar a una de sus colonias. Por todo esto el entorno de Trotski va a intentar conseguir el visado en otro país europeo. En Noruega venía de ganar las elecciones el Partido Laborista, que forma gobierno. Se le pide la visa. El 8 de junio de 1935 Jean van Heijenoort, un secretario de Trotski, llega a Domène con la noticia de que el gobierno noruego había concedido el visado. Después de alguna que otra vacilación del propio gobierno noruego, el día 13 la visa noruega para Trotski era una realidad; tenía una validez de seis meses. Desde París, a donde se trasladaran ya el día 10, van a tomar el tren de las 00,15 del día 14 para Amberes. Viajan Trotski, Natalia, Jean Rous y Heijenoort.

31. Noruega

El 14 por la mañana llegan a Amberes y el 15 por la tarde parten en

el barco “París” para Oslo, adonde arriban el día 18. Al principio van a residir en un hotel pero tan pronto como el día 23 pasan a compartir la casa del matrimonio Knudsen, en Wexhall, una aldea a unos setenta kilómetros al norte de Oslo. Konrad Knudsen era diputado socialista en el parlamento noruego. En aquella casa van a gozar de paz hasta que se desencadenen los acontecimientos. Al comienzo todo va sobre ruedas, miembros del gobierno y del Partido Laborista lo agasajan. Inclusive sale una entrevista en el periódico del partido avalada por el propio Ministro de Justicia. Trotski principia una de sus obras más importantes “La revolución traicionada”, que la concluirá el 4 de agosto de 1936, aunque no se editará hasta un año después, ya en México.

“La revolución traicionada” es una obra imprescindible a nivel teórico. En ella defiende los logros de la revolución a la par que explica y

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critica el nacimiento de la casta burocrática. Ya vimos antes que para Trotski la burocracia soviética no es una nueva clase social sino una casta parasitaria que usufructúa una parte importante de la riqueza nacional que genera la clase trabajadora. En este texto lo va a dejar muy claro. Explica: “Las tentativas de presentar a la burocracia soviética como una clase <capitalista de Estado>, no resiste la crítica. La burocracia no tiene títulos ni acciones. Se recluta, se completa y se renueva gracias a una jerarquía administrativa, sin tener derechos particulares en materia de propiedad. El funcionario no puede transmitir a sus herederos su derecho de explotación del Estado. Los privilegios de la burocracia son abusos. Oculta sus privilegios y finge no existir como grupo social. Su apropiación de una inmensa parte de la renta nacional es un hecho de parasitismo social” (V.122, p.219). Claro, con esta dirección el régimen soviético no puede perdurar eternamente. Así, Trotski plantea tres hipótesis: primera, que haya una revolución política en la URSS conducida “por un partido revolucionario que tenga todas las cualidades del viejo partido bolchevique” (V.122, p.221), lo que supondría la restauración de la democracia en los soviets y los sindicatos y el reparto de la renta nacional, es decir, el resurgimiento de la revolución socialista. Segunda hipótesis, que un partido burgués derrumbe a la casta soviética dirigente, lo que equivaldría a que se restaurase la propiedad privada de los medios de producción. Tercera hipótesis (ojo, ahora es cuando sus pensares nos parecen hoy proféticos ya que conocemos la caída de la URSS. Recordemos que lo que viene fue escrito en el año 1936), la burocracia continúa a la cabeza del Estado: “La evolución de las relaciones sociales no cesa. Es evidente que no puede pensarse que la burocracia abdicará a favor de la igualdad socialista. Ya desde ahora se ha visto obligada, a pesar de los inconvenientes que esto representa, a restablecer los grados y las condecoraciones; en el futuro, será inevitable que busque apoyo en las relaciones de propiedad (…). Los privilegios que no se pueden legar a los hijos pierden la mitad de su valor; y el derecho de testar es inseparable del derecho de la propiedad. No basta ser director de trust, hay que ser accionista. La victoria de la burocracia en ese sector decisivo crearía una nueva clase poseedora” (V.122, p.222). ¿Qué pasaría si cayese la Unión Soviética? Trotski afirma: “La caída del régimen soviético provocaría infaliblemente la de la economía planificada y, por tanto, la liquidación de la propiedad estatalizada (…). La caída de la dictadura burocrática actual, sin que fuera reemplazada por un nuevo poder socialista, anunciaría, también, el regreso al sistema capitalista con una baja catastrófica de la economía y de la cultura” (V.122, p.220). Hoy sabemos que fue esto exactamente lo que acaeció. Trotski volvía a predecir el futuro gracias a su extraordinario dominio del método dialéctico.

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Tan sosegado se sentía Trotski en Wexhall que hasta pensó en continuar con la biografía de Lenin. Mas, el Hombre propone y la Historia dispone. Dos acontecimientos de gran magnitud histórica se iban a dar casi al unísono: el comienzo de la Revolución española y el primer juicio de Moscú. Él iba a estar maniatado, no podrá participar verdaderamente en estos procesos. Aunque Trotski pensó en ir a Barcelona, inclusive de manera clandestina, en la revolución no podrá intervenir. Escribirá artículos y comunicados a los que no se le sacó verdadero provecho por culpa de las desavenencias que tenían él y Andreu Nin, al que la casualidad histórica acababa de poner en solitario al frente del POUM ya que el otro líder de la organización, Joaquín Maurín, había sido detenido por los fascistas y pasaría toda la revolución y la guerra en la cárcel. Tampoco iba a poder actuar con libertad de acción contra las viles acusaciones que se le lanzaban desde Moscú porque el gobierno noruego lo va a maniatar. Será su hijo mayor, Liova, que está en Francia, quien dé respuesta a las calumnias stalinistas a través del “Libro Rojo”.

32. La revolución española

El Golpe de Estado del 17-19 de julio de 1936 dado por los militares

reaccionarios y fascistas trajo lo que quería evitar: la Revolución. El 17 de julio comienza el pronunciamiento de los militares

desafectos a la IIª República en Melilla, Ceuta, Tetuán y Larache. Cuentan los sublevados con la parte más profesional y salvaje del ejército, compuesto por la Legión (lumpens de cualquier parte) y por los Regulares (cuyos tabores están formados por marroquís alienados por los colonizadores) acostumbrados a obedecer y a matar. De inmediato, la clase trabajadora de estas colonias españolas se opone a la sublevación, pero dado su corto número y la falta de apoyo peninsular es derrotada militarmente a pesar de resistencias aguerridas como la de Larache, donde los trabajadores resisten más de un día la embestida del fiero ejército colonial. La obsesión del líder del ejército colonial, general Francisco Franco, va a ser pasar este ejército a la península porque sin él el Golpe de Estado estaba abocado al fracaso. La ineptitud del gobierno republicano, la falta de un liderazgo revolucionario centralizado y las ayudas de nazis y fascistas le posibilitarán el paso del Estrecho.

Mientras el Golpe de Estado se desarrollaba el gobierno republicano, presidido por el incapaz Santiago Casares Quiroga, no sólo no hacía nada real, material, para enfrentarlo, sino que aún por encima impedía la distribución de armas a la clase obrera en el conjunto del Estado bajo la reaccionaria amenaza de que quien tal cosa hiciera sería fusilado. Pero los acontecimientos se aceleran y Casares Quiroga dimite absolutamente desbordado por los sucesos. No obstante Azaña, presidente de la República

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y tan indeciso con los insurrectos como Casares, intenta la conciliación con los militares sublevados y para este fin le pide a Martínez Barrio que forme gobierno. ¿Por qué este proceder tan vacilante en una situación tan extrema? Porque los políticos republicanos le temen más a la clase trabajadora que a los militares, a la revolución que a la contrarrevolución. Cuando este proceder llega a la calle, la clase trabajadora en Madrid se dirige por miles hacia la Puerta del Sol gritando “traidores, traidores” y “armas, armas”. Ante la imposibilidad gubernamental de pactar con los militares alzados – porque estos se niegan – es nombrado José Giral jefe del gobierno. Este republicano comprende la imprescindible necesidad de armar a la clase trabajadora, como se está pidiendo desde las organizaciones obreras, si se quiere enfrentar el Golpe de Estado, por lo que decreta la entrega de armas a los trabajadores – que ya se estaban organizando en milicias a través de sus sindicatos y partidos.

La indecisión del gobierno republicano y la carencia de un plan insurreccional en las organizaciones de la clase obrera, que siempre fueron a remolque de los acontecimentos, impidieron que la clase trabajadora enfrentara política y militarmente a los fascistas allí donde estos no demoraron el Golpe de Estado. La conjunción de estos tres factores posibilitó que el pronunciamento triunfase en Galicia, Extremadura, Castilla-León, Teruel, Huesca, Zaragoza y una parte de Andalucia, a pesar de la decidida resistencia de la clase trabajadora como testimonian casos bien conocidos como los de Sevilla y Vigo. Sólo en casos como en Álava y Navarra se puede entender el éxito de la sublevación de los fascistas por el apoyo social, y a la credulidad obrera hay que anotar que Oviedo y Zaragoza se perdiesen para la causa republicana. Pero no todo estaba perdido. Básicamente armada y un poco coordinada, la clase trabajadora derrota en toda la línea a los fascistas en el resto del territorio.

El 19 de julio, la clase obrera en Barcelona, donde se decide el destino de toda Catalunya, le asesta una derrota total a los militares sublevados. Tampoco aquí Companys, el presidente de la Generalitat, quería entregar armas a la clase trabajadora, pero el proletariado las había requisado donde había podido: buques del puerto, cuarteles, armerías. La orden que tenían los militares sublevados en Barcelona era la de converger sobre la Plaza de Catalunya. La clase obrera no permitió tal encuentro porque le fue dando la batalla a los militares y fascistas allí donde los encontraba. No obstante, las columnas de sublevados que consiguieron llegar a la Plaza de Catalunya ocupando el Hotel Colón y el edifício de Telefónica fueron inmediatamente rodeados por un mar de trabajadores que tomaron los enclaves al asalto, con la ayuda de militares, guardias de asalto y guardias civiles leales a la República. En la mañana del lunes 20 el general Goded, que había venido desde Mallorca para dirigir la sublevación y, al parecer, uno de los mejores estrategas militares de los alzados, viendo

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que la insurrección obrera había abortado el alzamiento militar y que la capitanía general, donde se encontraba, estaba sitiada y bombardeada, se rinde. La mayoría de los oficiales insurrectos fueron fusilados en el lugar mientras Goded fue conducido a la Generalitat desde donde radió su derrota. No obstante, aún otras instalaciones militares debieron ser tomadas al asalto perdiéndose más vidas de trabajadores, entre ellas la del militante anarquista Francisco Ascaso. Catalunya estaba en poder de la clase obrera.

En Madrid, la clase trabajadora estaba en huelga general desde el día 18. En las calles se levantan barricadas. Patrullas de obreros armados comienzan a recorrer la ciudad. A pesar de las fuerzas militares que había en la capital del Estado, los militares sublevados comandados por el general Fanjul, no sólo no pudieron conquistar la capital sino que sólamente pudieron convertir en parcial bastión el Cuartel de la Montaña, ya que también alojaba la disensión. La clase trabajadora, apoyada por algunos militares, guardias de asalto y aviadores leales a la República, lanzó un ataque en masa y tomó el cuartel, pagando un elevado precio en vidas. Casi la totalidad de los sitiados fueron pasados por las armas allí mismo, a excepción de Fanjul y algunos oficiales que fueron apresados. Los obreros se repartieron las armas de los vencidos. Madrid quedaba en las manos de la clase trabajadora.

En el País Vasco, excepto Álava, fue la decisión da clase obrera y la lealtad del PNV a la República lo que permitió que no triunfase la sublevación militar. En Valencia, los militares no salieron ni de los cuarteles porque se vieron rodeados por la clase obrera cuyas organizaciones levantaron un comité revolucionário denominado “Comité Ejecutivo Popular”. Santander y Asturies, con la excepción de Oviedo, también quedaron en poder de la clase trabajadora.

A día 21, el Golpe de Estado como tal había fracasado ya que sólo una parte del território peninsular estaba en manos de los golpistas. Comenzaba la Revolución y la Guerra.

El Estado republicano se había derrumbado, tanto en la zona fascista como en la zona revolucionaria. Allí porque las fuerzas reaccionarias lo desmantelaron, aquí porque la clase trabajadora lo sustituyó. En el territorio en manos de la clase obrera, ésta construyó una estructura propia de poder a través de comités de base para enfrentar todo tipo de necesidades: militares, de transporte, de producción, de educación, de subsistencias. El poder republicano, el Estado de la IIª República, sólo existía formalmente. Así, el gobierno de José Giral estaba en Madrid pero su dependencia de la clase obrera era absoluta. Aquí, en la nominal capital de la República, la clase trabajadora se expresaba mayoritariamente por medio del PSOE, de la UGT y de la CNT; el PCE sólo adquirirá fuerza real a posteriori, gracias a la medida ayuda stalinista y a plegarse a los dictados de Moscú.

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Barcelona era el Petrogrado de la Revolución española. En ella los grandes edificios, oficiales o privados, y los hoteles estaban ocupados por los partidos y sindicatos de la clase trabajadora. Sus comités habían organizado la producción, la enseñanza, las patrullas, las milicias. Casi todas las iglesias fueran incendiadas, la catedral era una excepción y permanecía cerrada al culto. Aquí las organizaciones dominantes de la clase obrera eran las anarquistas CNT y FAI, los comunistas del POUM y los estalinistas del PSUC. De estas organizaciones salían los representantes de los comités y los líderes de la clase trabajadora.

En la zona “republicana” el poder real, de base, estaba en los comités. El poder productivo (fábricas, cooperativas, colectivizaciones), educativo (enseñanza), policial (patrullas, detenciones, fusilamientos), jurídico (juicios sumarísimos), militar (milicias), de infraestructuras (telefonía y transportes). En fin, todo el poder. Estos comités estaban formados y dirigidos por la clase trabajadora. Las diversas organizaciones obreras estaban representadas en función de su influencia social real, aunque también se le permitió en algunos comités una representación a los partidos republicanos, a pesar de que su presencia social era comparativamente escasa. Pero si el poder práctico, real, de base, le pertenecía exclusivamente a estos comités; si estos comités eran la manifestación del poder en todas las esferas de la vida real, este poder era fragmentario porque ninguna de las organizaciones obreras mayoritarias, la CNT en Catalunya y el PSOE en Madrid, tenía un plan revolucionario, un programa que soldase los comités para convertirlos en el embrión del Estado obrero. Las organizaciones proletarias fueron siempre a remolque de los acontecimientos. Fue al calor de los sucesos cuando la clase trabajadora creó los comités necesarios tanto para la continuación de la vida cotidiana como para enfrentar a los fascistas. Pero las direcciones de las organizaciones obreras no estuvieron a la altura de la coyuntura revolucionaria porque no fueron capaces de llevar a la clase trabajadora a la conquista del Estado socialista, y eso que los obreros ya lo estaban creando empíricamente por la base. Las direcciones y líderes del PSOE, UGT, FAI y CNT, no supieron que hacer con la revolución. El POUM no supo que hacer en la revolución. Esto llevó a la paulatina restauración de la estructura del Estado republicano, que resurgió de las cenizas por la incapacidad política de las direcciones de las organizaciones proletarias.

Cuando el 21 de julio una representación de las organizaciones obreras se presenta en el Palacio de la Generalitat en Barcelona, es recibida por un Companys que reconoce su absoluta insignificancia política al no tener el poder social de la calle. En esta tesitura, le pregunta a los representantes de la clase trabajadora que ya que han vencido y como todo está en su poder qué hace él, si les es útil. Los representantes de los obreros en vez de mandarlo para casa, a él y a la sombra de gobierno que

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representa, le permiten seguir siendo el presidente de la Generalitat. Craso error permitir la existencia nominal de un gobierno de la pequeña-burguesía en vez de afianzar el de la clase obrera, como se verá en el inmediato futuro. El liderazgo político de la clase obrera en Barcelona, y por extensión, en Catalunya y en buena parte de Aragón, era detentado fundamentalmente por la CNT y la FAI. Así, uno de sus líderes, el faísta Diego Abad de Santillán dirá que pudieron tomar mil veces el poder pero que no lo quisieron hacer. Aquí está implacablemente demostrada la profunda torpeza política que presidía la dirección del anarcosindicalismo en Catalunya. La carencia de la más mínima perspectiva revolucionaria, de no tener ni idea de qué hacer con el poder, de ser incapaces de construir un Estado obrero, posibilitó la supervivencia de unas estructuras políticas republicanas que fueran en todo impotentes para parar el Golpe de Estado de las reaccionarias clases dominantes españolas pero que podrán emerger de las cenizas por la increible estulticia de los “líderes” obreros. Líderes que crearon un Comité Central de las Milicias Antifascistas de Catalunya donde dejan entrar a sectores políticos de la pequeña-burguesía, además de dejar en pie a la moribunda Generalitat. La derrota política estaba servida por este camino, aunque tardaría casi un año en venir gracias a la energía revolucionaria de la clase trabajadora. El POUM no tenía una influencia social en Catalunya equiparable a la CNT, pero cometió un error táctico gravísimo al entrar en el Gobierno de la Generalitat porque con ello dejó escapar la oportunidad de ser un punto de referencia político para las propias masas de la CNT que una y otra vez verán traicionados sus profundos deseos revolucionarios por la dirección de la CNT sin tener ninguna referencia política de masas hacia donde girar. Dejar de ser esta referencia fue el gran error político del POUM.

Pero el PSOE no le andaba a la zaga a la CNT-FAI en la carencia de una estrategia revolucionaria. Esto no era producto de falta de energía revolucionaria por parte de la clase obrera. Al revés. Ella consolida los poderes locales, zonales, es decir, el poder de base, el poder real. Así, en Valencia forma un Comité Ejecutivo Popular que derrota a los regimientos facciosos, que aquí habían retrasado su sublevación, y se impone políticamente a una Junta Delegada republicana que quería detentar el poder. En Asturies, un sinfín de comités controla el poder de base, mientras que el Comité de Guerra, producto del acuerdo entre anarquistas y socialistas, se instala en Gijón. En Santander también manda un Comité de Guerra. Mientras en Málaga el organismo político rector es el Comité de Salud Pública. En Aragón el Consejo de Defensa, mayoritariamente anarquista, detenta todo el poder. Caso aparte fue el País Vasco, donde el PNV fue capaz de mantener el Estado republicano. Excepto este caso, toda la zona “republicana”estaba en las manos de la clase trabajadora. Pero la

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perspectiva revolucionaria de las “direcciones” de las organizaciones obreras seguía siendo nula.

El PSOE tenía un líder obrero socialmente notable, Largo Caballero. Era querido y respetado por una gran parte de la clase trabajadora. Hombre honrado, carecía de la preparación política necesaria para elaborar una estrategia revolucionaria, aunque intuyó la necesidad de consolidar el proceso revolucionário. La falta de preparación en la política revolucionaria lo convirtió en jefe de un gobierno burgués y no proletario. El 4 de septiembre de 1936 dimitía el gobierno de José Giral y se constituía el gobierno presidido por Largo Caballero. La importancia social de Largo Caballero se ve claramente en el hecho de que fue elevado a la presidencia del gobierno republicano por todos los que no lo soportaban, pero que sí lo necesitaban. Así, Indalecio Prieto, que encarnaba la derecha del PSOE, y el embajador de la URSS, Marcel Rosenberg, que representaba los intereses de la burocrocia stalinista, tuvieron que apoyar su designación a la jefatura del gobierno. ¿Por qué? Por la influéncia que Largo Caballero tenía sobre una buena parte de la clase trabajadora. Influencia que provenía del apoyo que la clase obrera le otorgaba porque lo consideraba, con razón, como uno de los suyos. Esta, y no otra, fue la razón por la que elementos antisocialistas no se oposuieron a elevar a la presidencia del gobierno republicano al socialista Largo Caballero. Esto demuestra que el poder real estaba en las manos de la clase obrera. Pero que un líder obrero se convirtiese en presidente de un gobierno democrático-burgués sólo podía consolidar el Estado burgués. Efectivamente, el gobierno republicano se legitimaba ante la clase obrera al tener al frente del ejecutivo a un líder obrero. Consolidación que se reforzará con la entrada de la CNT en el gobierno republicano el 4 de noviembre. García Oliver, Federica Montseny, Juan López y Juan Peiró fueron los ministros anarquistas. Así quedaba ratificada la absoluta bancarrota política del anarquismo ibérico que no había querido tomar el poder para la clase obrera pero que sí colaborará en un gobierno de la pequeña-burguesía democrática. El programa de este gobierno era “ganar la guerra”, después vendría la revolución.

Si el 4 de septiembre se formó un gobierno republicano frentepopulista en Madrid presidido por Largo Caballero, el 26 del mismo mes los revolucionários en Catalunya le permitían al nominal presidente catalán, Companys, la formación de un gobierno de la Generalitat, presidido por Josep Tarradellas, en el que figuraban representantes de todos los partidos y sindicatos proletarios. Era el comienzo del fin de la revolución. El 1 de octubre el Comité Central de las Milicias Antifascistas se integra en el Gobierno de la Generalitat, el 9 del mismo mes un decreto de la Generalitat disuelve todos los comités locales y el 12 de diciembre el POUM es expulsado del gobierno de la Generalitat por presiones del

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PSUC. Así, las organizaciones obreras en vez de consolidar el poder revolucionario creando a través de los comités de base una sólida estructura estatal socialista y poner en marcha un programa de gobierno que consolidase la socialización del poder que se daba por la base, legitima el renacer del Estado republicano, es decir, del Estado democrático-burgués. Estado que ni servía para construir el socialismo ni para enfrentar a los militares sublevados ya que las “democráticas” Francia e Inglaterra no podían ser sus valedores porque un triunfo político-militar del Estado republicano sobre los fascistas volvería a poner en el orden del día la revolución. Por eso, Francia e Inglaterra en vez de apoyar al renacido Estado republicano crearon el cínicamente denominado “Comité de No Intervención” que lo único que hizo fue posibilitar la descarada ayuda nazi-fascista a los militares insurrectos, mientras que cortaba la ayuda de las “democracias” al gobierno republicano. ¿Y la URSS? ¿No mandó material bélico al gobierno republicano? Sí, mandó material bélico, pero con cuentagotas y previo pago. Como sabemos a estas alturas del relato, en el año 1936 la burocracia stalinista estaba sólidamente instalada en la URSS. Ella le tenía tanto miedo a la revolución como las democracias occidentales porque de triunfar el proceso revolucionario en el Estado español habría puesto en el orden del día la revolución socialista en Europa, lo que de producirse vendría a descabalgar del poder a la casta burocrática stalinista. Por eso, la URSS condicionó su ayuda militar a que se constituyese un gobierno frentepopulista que sólamente luchase en pro de la legalidad republicana (burguesa) y no por la revolución socialista. Para garantizar el éxito de su política envió cuadros que guiaron políticamente al PCE e instaló a su policía política para eliminar a los auténticos comunistas, como era el caso de los militantes del POUM y sus juventudes comunistas (JCI), y a la izquierda del movimento libertario.

El gobierno del Frente Popular se dedicó a consolidar los aparatos de poder del Estado republicano. Así, se reconstituyó la policía, por medio de un Consejo Superior de Seguridad, separándola de la clase obrera ya que se les prohibió a los carabineros y a los guardias civiles pertenecer a un partido o a un sindicato. Se transforman las milicias revolucionarias en un ejército clasista: ahora se reclutan los soldados a través de ortodoxos llamamientos a quintas para cumplir un vulgar servicio militar y no por intermedio de los partidos y sindicatos de la clase obrera; se restablecen los grados militares y el saludo militar (aún fuera de los cuarteles); se pone de nuevo en vigor el antiguo código de justicia militar; se le quitan los nombres políticos a las columnas.

La clase obrera no pudo contestar adecuadamente este quehacer restaurador del poder republicano porque dicha restauración venía avalada por la participación de sus organizacioness políticas en el gobierno frentepopulista. Aún así, en la base de la CNT y en el POUM se dio una

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franca oposición a todas estas medidas ya que se entendió, acertadamente, que sólo se podría ganar la guerra consolidando la revolución. Esta oposición de las bases cenetistas y de los poumistas se manifestó abiertamente en las Jornadas de Mayo en Barcelona, capital de la revolución. La tensión acumulada entre el gobierno y las bases militantes de la CNT y del POUM estalló el lunes 3 de mayo de 1937 con el incidente de la Central Telefónica. Los estalinistas del PSUC, con el aval de Companys, quisieron tomar por las armas la Central Telefónica, que estaba desde el comienzo de la revolución en poder de un comité CNT-UGT. No sólo fue imposible la toma del edificio sino que además la clase obrera en Catalunya se puso espontáneamente en huelga. Barcelona se cubrió de barricadas. Las calles de la capital de la revolución volvían a estar directamente en poder de la clase obrera. Sólamente el jueves 6 de mayo se volvió al aparente statu quo anterior ya que una vez más la CNT llamó a la retirada de la lucha a sus militantes y el POUM se plegó a la consigna. Fue el canto del cisne de la revolución. Las Jornadas de Mayo trajeron la consolidación definitiva del Estado republicano. La revolución estaba definitivamente perdida. Quedaba la puntilla. El estalinista PCE, con los ánimos renovados, pide en el seno del gobierno republicano, del que forma parte, la disolución del POUM y la detención de sus dirigentes. Largo Caballero se niega y los ministros de la CNT lo apoyan. Pero tal es la presión sobre el viejo socialista y tal es el cambio en la relación de poder (la clase obrera ya estaba sometida políticamente al Estado republicano) que Largo Caballero tiene que dimitir. El 17 de mayo de 1937 se anuncia la formación del gobierno Negrín. En él no participarán ni la UGT ni la CNT. El asesinato de Andreu Nin y el proceso contra los dirigentes del POUM fue la guinda contrarrevolucionaria. La revolución era cosa del pasado, en el futuro esperaba la derrota.

33. Trotski, Nin y el POUM

El POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), se creara en

Barcelona el 29 de septiembre de 1935 en una reunión entre representantes del Bloc Obrer i Camperol y de la Izquierda Comunista. Sus líderes más conocidos eran Joaquín Maurín (del BOC) y Andreu Nin (de la IC). Maurín nunca había gozado de la confianza de Trotski, que llegó a calificarlo de “charlatán provinciano” (V.103, p.207). Nin, en cambio, fue su camarada, traductor y miembro de la Oposición de Izquierdas.

En abril de 1921 un Pleno Nacional de la CNT envía una delegación a la Rusia de los Soviets, al IIIº Congreso de la Internacional Comunista. En ella va Andreu Nin. Allí, ante la imposibilidad del retorno a Catalunya, por correr peligro su vida, va a ser nombrado miembro del secretariado de la Internacional Sindical Roja (Profintern), cuyo secretario era Losovski.

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Como agente de la Profintern estuvo en varios países europeos, entre ellos Alemania e Italia. Estaba precisamente en este último país cuando le llegó la noticia de la muerte de Lenin. Nin fue durante su estancia en la URSS el guía de los catalanes y españoles que acudían a la Unión Soviética por razones políticas. Así, cuando Francesc Macià fue a Moscú en octubre de 1925 en petición de ayuda para llevar a cabo un levantamiento armado en Catalunya, Nin le hizo de traductor. Nin contempló la lucha de fracciones que se estaba dirimiendo en el Partido Bolchevique. Nunca simpatizó con Stalin y terminó por incorporarse a la Oposición de Izquierdas, lo que le acarreó la expulsión del secretariado de la Profintern y del Sóviet de Moscú, para el que fuera electo en 1922. Cuando desterraron a Trotski a Almá-Atá, Nin mantuvo correspondencia con él, incluso le envió un libro de arte con murales de Diego Rivera, que, casualidad de la Historia, terminará siendo el anfitrión de Trotski en México. Imposibilitado para ejercer un trabajo político en la Unión Soviética, quería regresar a Catalunya pero las autoridades moscovitas no se lo permiten hasta que Nin escribió una rotunda carta al CC del partido por la que fue expulsado de la URSS. De esta manera, en septiembre de 1930 Nin, con su mujer, Olga Tareeva, y sus dos hijas, Ira y Nora, salen de la URSS. Ese mismo mes llegaba a Barcelona y se ponía a trabajar de traductor para ganarse la vida.

Desde Barcelona Nin mantuvo una extensa correspondencia epistolar con Trotski, hasta el año 1933, en el que rompieron políticamente. Trotski le pedía información de la realidad en el Estado español y le hacía sugerencias políticas. Nin era por entonces miembro de la Oposición de Izquierdas, sección española, que en 1932 se va a transformar en la “Izquierda Comunista”. La IC y el Bloc van a impulsar la creación de la Alianza Obrera, cuyo éxito mayor se dará en Asturies en 1934 ya que pasarán a formar parte de ella el PSOE, la UGT, la CNT y el PCE. Será precisamente a raíz del Octubre asturiano cuando Nin, entre otros, estime que es necesario crear un “partido revolucionario” (V. 98, p.41).

A partir de junio de 1934 Trotski a través del “giro francés” va a proponer seguir la táctica del “entrismo” en los partidos socialistas. Esto conectó con las propuestas de algunos miembros de la propia Izquierda Comunista, que se terminaron yendo al PSOE. Pero la mayoría de los integrantes de la Izquierda Comunista, que serían alrededor de unos 50 en toda Catalunya y unos 800 en el conjunto del Estado, permanecieron en la propia IC. En septiembre de 1934 su órgano, la revista “Comunismo”, publicó un editorial en el que se decía que había que manter “la independencia de la vanguardia del proletariado”, posición que se afirmaba haber “aprendido de nuestro dirigente [Trotski], aún a riesgo de tener que hacer una parte del camino separados de él” (V.1, pp.372-373). El fracaso de la revolución asturiana va a reafirmar el sentir de la mayoría de la Izquierda Comunista de construir el embrión del partido marxista en el

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Estado español. Nin y Maurín hablarán ya de esta necesidad a finales de 1934.

A comienzos de 1935 se convoca una reunión donde participan, además de la IC y el Bloc, Unió Socialista de Catalunya, Partit Catalá Proletari, Partit Comunista de Catalunya y Agrupación Catalana del PSOE. Al final sólo el Bloc de Maurín y la IC de Nin llegan a un acuerdo. Nace el POUM porque, como se dice en el documento de su Comité Ejecutivo de febrero de 1936, que podemos considerar como el Manifiesto Fundacional del POUM: “sin partido revolucionario de la clase trabajadora, no es posible la victoria de la revolución socialista. El fracaso de la insurrección de Octubre, en nuestro país, fue debido, en primer lugar, a la falta de ese partido” (V.76, p.2). Afirma que el POUM nace con el “objetivo capital” de conseguir “la unidad revolucionaria de la clase trabajadora, premisa indispensable para el triunfo de la revolución democrático-socialista en nuestro país” (V.76, p.2). Que la creación del POUM fue un acierto nos lo dice su rápido crecimiento: si en julio de 1936 contaba con unos 6.000 afiliados (la mayoría del Bloc), en diciembre de ese año ya tenía entre 30 y 45.000 mil. Asimismo, contaba con seis periódicos diarios, varios semanarios, la Editorial Marxista, y se estaba extendiendo por el conjunto del Estado: Galicia, Madrid, Asturies, Extremadura, País Vasco, Santander. También contará con unas dinámicas juventudes, la Juventud Comunista Ibérica (JCI).

Que el nacimento de el POUM fue un acierto táctico nos lo ratifican los datos que acabamos de dar. Ahora bien, ¿la dirección del POUM estuvo a la altura de las circunstancias revolucionarias? Es aquí donde se deben encuadrar las críticas políticas de Trotski. Cierto es que Trotski empleó a veces un lenguaje innecesariamente descarnado, que hirió muchas honradas sensibilidades y que no ayudó a sumar adeptos. Una crítica que le formula Trotski al POUM es su participación en la coalición del Frente Popular, que en Catalunya se denominaba “Frente de Izquierdas”. Aquí Trotski no contó con información suficiente sobre el exacto proceder del POUM porque si bien su crítica general al significado del Frente Popular es impoluta desde la óptica de la defensa de los intereses de la clase trabajadora, no supo que el POUM lo había subscrito críticamente. De no haberlo firmado corría el riesgo de quedarse aislado de la clase trabajadora que veía el frentismo como la manera de sacar a los miles de sus presos a la calle gracias a la amnistía. De tal manera fue así que la misma “apolítica” CNT no sólo no se opuso a que su base votase al Frente Popular sino que conocidos militantes suyos pidieron el voto. El deseo de unidad de la clase obrera era claro. Había que participar en las elecciones a través de la coalición frentepopulista pero criticando el programa político del Frente Popular, ya que no era el programa que defendía los intereses de la clase trabajadora. Y así lo hizo el POUM.

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Cuando en julio de 1936 se dio el Golpe de Estado que trajo el comienzo de la Revolución, el POUM cometió un error político de enorme trascendencia para el inmediato futuro: entrar en el Gobierno de la Generalitat. El POUM no supo tener la paciencia revolucionaria necesaria para criticar y criticar públicamente la entrada de las organizaciones obreras en el gobierno pequeño-burgués de la Generalitat. Aquí no podía haber concesiones ya que la entrada de una organización obrera en un gobierno pequeño-burgués sólo fortalace a la pequeña-burguesía, como sucedió. Las críticas de Trotski fueron severísimas, como no podían ser de otra manera desde la óptica marxista. En el propio POUM la decisión no fue unánime, mucho menos en sus juventudes, la JCI. Esta decisión impidió que el POUM se convirtiese en un punto de referencia para la base militante de la CNT, mayoritaria en Catalunya. Así, cuando se dieron las Jornadas de Mayo de 1937, en las que el proletariado barcelonés se echó espontáneamente a la calle para parar la contrarrevolución orquestada desde el Gobierno de la Generalitat, el POUM no pudo jugar un papel dirigente y su proceder se puede calificar de timorato o de querer y no poder. El POUM pagó con el asesinato de Nin y de otros camaradas, con su ilegalización y con el proceso a su dirección, sus propios errores políticos. En la revolución sólo existe la victoria o la derrota. Ahora bien, el POUM, a pesar de todos sus errores políticos tácticos, fue, en palabras de Trotski “la organización política más honesta de España” (V.104, p.148). Erró pero no traicionó.

Estaba Trotski en México cuando le llegó la noticia de que los stalinistas habían asesinado en junio a Nin. El 8 de agosto de 1937 hizo la siguiente declaración: “Nin es un viejo revolucionario incorruptible. Defendía los intereses del pueblo español y combatía a la burocracia soviética (…). A pesar de mis divergencias con el POUM, debo reconocer que, en la lucha de Nin contra la burocracia soviética, la justicia estaba enteramente de su lado. Se esforzaba por defender la independencia del proletariado español contra las maquinaciones diplomáticas de la camarilla que ocupa el poder en Moscú. Se negó a colaborar con la GPU para arruinar los intereses del pueblo español. Ese fue su único crimen. Ese es el crimen que ha pagado con su vida” (V.104, p.69-70). Y Trotski no se dedicaba a hacer obituarios formales. Nin era un camarada suyo porque deseaba apasionadamente el triunfo de la revolución socialista. Trotski lo criticó rudamente cuando consideró que sus errores tácticos le imposibilitaban a la clase trabajadora avanzar. La discrepancia no estaba en el objetivo a conquistar sino en como conquistarlo. No entender esto es no entender la relación Trotski-Nin.

34. El Primer Proceso de Moscú

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Era el 15 de agosto de 1936, Trotski y Knudsen estaban de excursión

en una isla desierta de un fiordo del sur de Noruega. En un transmisor escucharon la noticia de que en Moscú se acababa de anunciar que Zinóviev, Kámenev y otros catorce miembros del partido iban a ser procesados por terrorismo y traición. Además se decía que Trotski era el director de los acusados y que estaba mandando desde Noruega terroristas a la URSS. Regresaron a toda prisa a Vexhall. Trotski se puso inmediatamente a rechazar aquellas viles acusaciones. Dio la explicación íntima del proceso: “Stalin está montando este proceso con el fin de reprimir el descontento y la oposición. La burocracia gobernante considera toda crítica y toda forma de oposición como una conspiración” (V.25, p.303). El 19 y el 20 de agosto siguió por radio la información sobre el proceso, los decires surrealistas del fiscal y de los acusados. La razón, la lógica, eran prostituidas. Los diálogos entre el fiscal Andrei Vishinski y Grigori Zinóviev se asemejaban a una conversación de tarados. Zinóviev reconocía ser un pérfido, un traidor, un-cualquier-cosa menos una persona. Era el comienzo del Primer Proceso de Moscú, que se celebró del 19 al 24 de aquel mes de agosto. Zinóviev era el encausado de más renombre, pero estaban también otros ex bolcheviques bien conocidos: Kámenev, él y Zinóviev fueron íntimos colaboradores de Lenin en el exilio. Iván Smirnov, que había dirigido la derrota del general blanco Kolchak y que perteneciera al Consejo Militar Revolucionario que presidiera Trotski, el creador del Ejército Rojo y el primerísimo tribuno de la Revolución de Octubre y al que ahora denunciaban como “el organizador de este bloque terrorista contrarrevolucionário” (V.25, p.306), por boca de Bakáiev, un jefe de la Checa durante los años heroicos de la guerra civil. En total eran dieciséis encausados, que fueron fusilados una hora después de pronunciarse la sentencia, el 24 de agosto. El acusador de todos estos ex militantes revolucionarios era el ex menchevique Andrei Vishinski cuyo papel en la revolución fue de ausente. Él era el látigo de Stalin, su fiscal general desde 1935.

Trotski se pone a responder todo aquel infamante andamiaje, concede una extensa entrevista al periódico de los socialdemócratas suecos, Arbeiderbladet, que se publica el día 21 y que presenta con el titular “Trotski afirma que las acusaciones de Moscú son falsas” (V.25, p.307). Prepara declaraciones para la prensa de diferentes países, quiere explicar el por qué de los procesos y defender el honor de los revolucionarios. Pero en esta lucha también va a entrar en liza el gobierno socialdemócrata noruego, maniatando, aislando a Trotski, impidiéndole que se defienda. Primero le exige que firme una declaración en la que se le pide que se abstenga de intervenir directa o indirectamente, de manera oral o por escrito, en las cuestiones políticas de otros países. Venía a ser una petición calcada de la

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que hiciera presentar Stalin en Almá-Atá. Trotski rechaza una de la misma forma como había rechazado la otra, con desprecio. La policía noruega le puso entonces bajo arresto domiciliario. De esta manera, Trotski quedaba imposibilitado para hacer frente al torrente de calumnias que provenían de Moscú. Ahora Moscú no sólo contaba con el inmenso poder de su Estado y de sus amigos y plumíferos del orbe para divulgar a los cuatro vientos la calumnia sino que además el democrático gobierno de Noruega amordazaba a Trotski. Stalin no quería ni tan siquiera un combate desigual, por lo que presionó sobre el gobierno noruego para que hiciera callar a Trotski. Si Trotski seguía en el uso de la palabra peligraba el comercio con la URSS. Los negocios son los negocios, y el gobierno noruego maniató a Trotski, lo recluyó en la casa impidiéndole toda actividad pública.

El día 28 Trotski comparece en los juzgados de Oslo para testimoniar sobre un asalto que unos seguidores del pro nazi noruego Quisling, que pasará a la Historia como prototipo de lacayo nacional vendido a Hitler, hicieran a la casa donde estaba alojado. El interrogatorio se tornó en un ataque contra el agredido y no en un intento de descubrir el por qué del proceder de los asaltantes. Resultó que quien violara las leyes fuera Trotski y no los asaltantes pro nazis que le robaran algunos papeles. A continuación, la policía noruega condujo a Trotski al Ministerio de Justicia donde el propio ministro le presentó a Trotski un documento para que este lo firmara en el cual se volvía a recoger la esencia de la petición que ya le formularan el día 26 dos policías mandados para tal fin. La petición era similar: que se abstuviera de toda actividad política y que sometiera toda su correspondencia a la censura. Trotski le respondió al ministro Trygve Lie con desprecio, cómo se atrevía a hacerle tal petición a un revolucionario. Por qué entonces el propio ministro hizo de periodista en la primera entrevista que Trotski concediera en Noruega si esto contravenía lo acordado. Le preguntó al ministro si el gobierno de Noruega, delante de las peticiones de la prensa pro nazi, iba a permitir que unos esbirros de Hitler le dijeran lo que tenía que hacer. Y sentenció: “Este es vuestro primer acto de capitulación frente al nazismo en vuestro propio país. Pagaréis por ello. Os sentís seguros y en libertad de tratar a un exiliado político como os venga en gana. Pero el día está cerca -¡recordadlo!- el día está cerca en que los nazis os expulsarán de vuestro país, a todos vosotros junto con vuestro Pantoffel-Minister President” (V.25, p.312). Efectivamente, esto ocurrió cuando Hitler invadió Noruega. El método le permitía ejercer de profeta. La contestación del ministro fue incrementar los rigores de la reclusión de Trotski deportando a sus dos secretarios y colocando guardias en el interior de la casa del matrimonio noruego que acogiera a Trotski para que éste no pudiera ni comunicarse con ellos. Como todo este proceder no era ni tan siquiera legal, el ministro consiguió que el rey noruego firmara el 29 de octubre un decreto único para aplicárselo en exclusiva a Trotski. Así, el 2

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de septiembre ordenó el traslado de Trotski y Natalia a Sundby, una aldea a 36 kilómetros al sudoeste de Oslo. Allí lo encerró en una casa con veinte policías. Nadie tenía permiso para entrar, excepto sus abogados, el noruego y el francés. Tenía que someter su correspondencia a la censura y solicitar un permiso para obtener un periódico. Se le prohibió hasta pasear fuera de la casa. Inclusive se le llegó a prohibir escuchar la radio. Trotski intentó eludir aquella reclusión demandando ante los tribunales noruegos por difamación a un nazi y a un stalinista que en la prensa noruega repitieran las acusaciones que le hacía el fiscal Vishinski en Moscú. El abogado noruego formuló la demanda y cuando ya el juzgado iba citar a Trotski intervino el Ministro de Justicia y suspendió los trámites. Pero esto todavía no era suficiente para el democrático gobierno noruego, también le impidió demandar a alguien en el extranjero.

Trotski le escribe a su hijo Liova: “el ministro de Justicia ha confiscado todas mis cartas importantes relativas a mi defensa personal. Ahora me enfrento a calumniadores, ladrones, bribones… y estoy completamente indefenso. Debes obrar por tu propia iniciativa y enterar de esto a todos los amigos” (V.25, p.315). Liova se puso manos a la obra. El fruto más importante de su quehacer fue el “Libro Rojo de los Juicios de Moscú”, donde rebatía por extenso las falsificaciones del primer proceso de Moscú. En un artículo de 20 de febrero de 1938 Trotski contará lo que sintió cuando recibió el primer ejemplar: “¡Qué don tan valioso fue para nosotros (…) el libro de León, la primera respuesta aplastante a los falsificadores del Kremlin! Las primeras pocas páginas, me acuerdo, me parecieron deslucidas. Se debía a que en ellas sólo se trataba de reafirmar una apreciación política ya hecha con anterioridad, sobre la situación general de la URSS. Pero a partir del momento en que el autor se hizo cargo de un análisis propio del juicio quedé completamente absorto. Cada capítulo que leía me parecía mejor que el anterior” (V.125).

Mientras tanto, en Francia se había formado una comisión investigadora sobre este primer juicio en Moscú, presidida por el abogado francés de Trotski, Gérard Rosenthal. Pero fue en el Estado español donde las denuncias contra el proceder del Kremlin le dolieron más a este. Se estaba en pleno proceso revolucionario y el Comité Ejecutivo del POUM, por iniciativa de Andreu Nin, rechazaba públicamente, en su periódico “La Batalla” del 28 de agosto, los fusilamientos de los viejos bolcheviques y las calumnias a Trotski: “Somos socialistas revolucionarios, marxistas. En nombre del socialismo y de la clase obrera revolucionaria protestamos contra el crimen monstruoso que acaba de perpetrarse en Moscú (…). Trotski es, para nosotros, al lado de Lenin, una de las grandes figuras de la Revolución de Octubre y un gran escritor socialista revolucionario. Injuriado, perseguido, le expresamos nuestra solidaridad revolucionaria, sin ocultar por esto nuestras discrepancias con algunas de sus apreciaciones”

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(V.1, pp.401-402). Justo lo contrario de lo que decían las publicaciones del PSUC y del PCE, que justificaban el cínico y criminal proceder de Stalin e injuriaban a los verdaderos comunistas, los militantes del POUM.

Para Trotski Noruega era una prisión. Tenía que escapar de ella. Aunque Trotski no quería dejar Europa, porque era el teatro de operaciones, la realidad se imponía y partidarios y amigos estaban intentando conseguir un visado para México. En estas peticiones a Lázaro Cárdenas, el Presidente de México, también participó un emisario de Andreu Nin cuando este ejercía de Consejero de Justicia en el Gobierno de la Generalitat. El Presidente de México le concedió asilo a Trotski. El Viejo no pudo evitar cierta aprensión debido a que el Ministro de Justicia noruego le dijo que tenía que embarcar ipso facto para México. Y aunque Trotski le pidió que primero lo pusiera en libertad, que le permitiera arreglar sus asuntos y comunicarse con sus amigos y con el gobierno mexicano obtuvo un no rotundo por respuesta. Por fin, el 19 de diciembre de 1936, Trotski y Natalia son embarcados en el petrolero “Ruth” en compañía de una escolta policial, que cuenta entre sus filas con el nazi Jonas Lie, que se encargó de manter aislado a Trotski aún en mitad del Atlántico, no le permitían ni escuchar la radio. Era el último proceder democrático que el gobierno noruego ejercía sobre el viejo bolchevique. México era el destino, el final del camino.

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IV. EL FINAL DEL CAMINO

35. México

Era el 9 de enero de 1937 cuando Trotski y Natalia entraban en el

Golfo de México a bordo del petrolero Ruth y atracaban en Tampico, ciudad mexicana en la desembocadura del río Pánuco. Una barcaza se acercó para recogerlos y desembarcarlos en el puerto. Allí estaban para recibirlos Frida Kahlo, la compañera de Diego Rivera, George Novack, que en una cena con el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt le había pedido el visado para Trotski y ante la sorpresiva petición dijo que tenía que consultar con el Departamento de Estado, que nunca lo otorgó. También estaban el camarada Max Shachtman y el general mexicano Beltrán, en representación del presidente Lázaro Cardenas. Este puso a disposición de Trotski su tren privado “Hidalgo”, nombre con claras connotaciones revolucionarias porque es el de aquel cura que el 16 de septiembre de 1810 hizo repicar la campana de la iglesia de Dolores, el “grito” que comenzó la lucha para liberar a la nación mexicana de la imperialista España. Entraron todos emocionados en el tren y se pusieron a cantar corridos de la revolución mexicana y otras canciones revolucionarias. Trotski y Natalia debieron pensar que estaban en otro mundo. Efectivamente, así nos lo dice el mismo Trotski: “Saliendo de una atmósfera desalentadora y de cansadas incertidumbres, encontramos en todos lados atención y hospitalidad” (V.11, p.22).

Diego Rivera, el más grande de los muralistas mexicanos, puso a disposición de Trotski y Natalia su “Casa Azul” del barrio federal de Coyoacán, en la Avenida Londres. Una residencia que Natalia describió como “una casa azul de un solo piso, un patio lleno de plantas, unos salones frescos, colecciones de arte precolombino, cuadros en profusión” (V.11, p.23). Aquí iban a vivir hasta mayo de 1939.

A este ambiente general vino a sumarse Frida Kahlo, mujer hermosa, culta y apasionada. Para ella Trotski no debió ser sólo ese eslavo maduro de ojos azules de mirada profunda y porte viril, sino también el mítico tribuno de la Revolución de Octubre y el férreo creador del Ejército Rojo. Para él Frida debió suponer las renovadas ganas de vivir, de sentirse aún joven y deseado. Se cruzaron notas y cartas en presencia de Natalia y Diego Rivera en un proceder que nos indica una ondonada de pasión frenética, primeriza. ¿Consumaron sexualmente su pasión? No lo sabemos, pero ojalá por ellos ya que el amor apasionado es la forma suprema de

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goce. Lo que sí sabemos es que la aventura amorosa de Trotski trajo una pequeña crisis a su matrimonio. Natalia resultó herida aunque Trotski se reafirmó en el amor y la pasión que sentía por ella. Además, el deber político que él se había impuesto no permitía continuar la aventura. Las augas volvieron al cauce consumido este desborde.

No todo era color de rosa, el Partido Comunista de México (PCM) y la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM) eran bastiones stalinistas y gracias a su importancia social tenían un importante peso político en el país. Desde el principio estuvieron en desacuerdo con la decisión de Cárdenas, por lo que recibieron a Trotski como “el jefe de la vanguardia de la contrarrevolución” (V.25, p.326). Además, a México, por su carácter de país hospitalario con los luchadores anti-fascistas, arribaron con todo tipo de facilidades colaboradores y agentes de la GPU. Había, pues, que proteger a Trotski, esa fue la primera preocupación de sus amigos y camaradas.

Al poco de estar instalado Trotski se daba en Moscú el segundo proceso, durará una semana, entre el 23 y el 30 de enero. Son acusados diecisiete miembros del fenecido Partido Bolchevique. Las acusaciones son tan delirantes, surrealistas, como en el primer juicio. Entre los acusados están Piatákov, Rádek, Sokólnikov... que son presentados como unos peleles de Trotski y que tenían como objetivo derrocar por la violencia el poder soviético para restaurar el capitalismo. Eran el “centro trostkista paralelo”. (V.10, p.24). Su jefe, Trotski, era un agente de Hitler. Trece de los encausados son condenados a muerte y otros cuatro a prisión. Allí serán enviados Rádek y Sokolnikov por diez años, pero en mayo de 1939 unos reclusos les machacarán la cabeza ante la indeferencia de los guardias. Pero la inquina de Stalin no termina aquí, de hecho los procesos no son más que la punta del iceberg de la gigantesca y brutal matanza de opositores. Esta alcanza hasta a los propios stalinistas, tanto es así que un íntimo seguidor de Stalin, Ordyonikidze, se suicida el 18 de febrero después de que le fusilen a su hermano.

Sabemos por Natalia como les impactó a ella y a Trotski esta espiral de calumnias y violencia: “escuchábamos la radio, abríamos la correspondencia y los periódicos de Moscú y sentíamos que la locura, el absurdo, el ultraje, el fraude y la sangre nos inundaban por todas partes” (V.25, p.329). Trotski se aprestó a la lucha, aquí no estaba maniatado como en Noruega. Así, la víspera de finalizar el segundo proceso, el día 29, retó públicamente a Stalin. Qué pidiera la extradición. Él se entregaría voluntariamente si una sola de las acusaciones que se le hacían fuera verdad: “Estoy dispuesto a comparecer ante una Comisión de Investigación pública e imparcial con documentos, datos y testimonios (…). Declaro que: si esa Comisión decide que soy culpable en el mínimo grado de los crímenes que Stalin me imputa, me comprometo de antemano a colocarme

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voluntariamente en manos de los verdugos de la GPU (…). Pero si la Comisión certifica -¿me escucháis?, ¿me escucháis?- que los procesos de Moscú son un fraude consciente y premeditado, no pediré a mis acusadores que se coloquen voluntariamente frente a un pelotón de fusilamiento. ¡No! ¡La eterna deshonra en el recuerdo de las generaciones humanas será suficiente para ellos! ¿Me escuchan los acusadores en el Kremlin? ¡Les arrojo mi desafío al rostro y espero su respuesta!” (V.25, p.330). No la hubo porque de darse, de haber pedido Stalin la extradición, se tendría que celebrar un juicio fuera de la URSS y Stalin sabía que Trotski lo convertiría en una tribuna pública desde donde denunciaría sus crímenes. Mas el Viejo no se conformó con la callada por respuesta y se puso a trabajar para organizar un tribunal que lo juzgase. Quería dejar limpio para la Historia su honor de revolucionario. Su hijo, camaradas y amigos no estaban muy de acuerdo porque aquello supondría un enorme esfuerzo y consideraban que no era necesario, pero Trotski insistió y el proyecto se llevó a cabo. De esta manera, en marzo se formó una comisión de investigación que se encargaría del proceso. Estaba formada por Alfred Rosmer, Otto Ruhle, Wendelin Thomas, Carlos Tresca, Suzanne La Follette, Benjamin Stolberg, John R. Chamberlain, Edwar Ross, Carleton Beals y Francisco Zamora. La presidía el filósofo estadounidense John Dewey, de aquí el nombre con que se conoce a la comisión.

La “Comisión Dewey” sesionó del 10 al 17 de abril, en la “Casa Azul”, protegida para la ocasión por la policía mexicana. John Dewey afirmó, antes de inaugurarse las sesiones, que “nuestra función consiste en escuchar cualquier testimonio que el señor Trotski tenga a bien presentarnos, interrogarlo y presentar los resultados de nuestra investigación al pleno de la Comisión de la cual formamos parte” (V.25, p.340). Dewey invitó a la embajada soviética y a los Partidos Comunistas de México y los EEUU a participar en el interrogatorio a Trotski. No obtuvo respuesta.

Las sesiones se dieron en general en un buen clima pero esto no evitó los enfrentamientos ideológicos por la diferente concepción del mundo habida entre algunos de los interrogadores y Trotski. Así, John Dewey entendía que el stalinismo era una prolongación, no una deformación, del bolchevismo. Trotski, por el contrario, afirmó que el stalinismo existía porque la revolución no se había extendido fuera de la Rusia soviética. Dewey le preguntó a Trotski: “Quisiera saber qué razones nos permiten pensar que la dictadura del proletariado, o lo que sea, no degenerará en dictadura del secretariado” (V.11, p.33). La respuesta fue: “La fórmula es excelente, pero debo contestar que aunque hoy la dictadura del secretariado domina Rusia, es un progreso importante si la comparamos con la dictadura del zar. Además, la dictadura del secretariado es provocada por el atraso del país y su aislamiento. Los países más civilizados, menos aislados,

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conocerán entonces una dictadura más sana, más democrática y mucho más corta” (V.11, p.33).

Para los colaboradores de Trotski este proceso significó una ardua tarea. Cientos de documentos fueron desembalados, traducidos y explicados a la Comisión. Asimismo, Trotski se impuso hablar en inglés para tener un contacto directo con la comisión. De esta forma, Trotski se privó del poder de su oratoria ya que el inglés lo hablaba muy mal pero era el idioma que entendían todos los integrantes de la comisión. No obstante, errores de vocabulario y de sintaxis no fueron obstáculos para que él explicara su actividad política de revolucionario a lo largo de los años porque la verdad florece incluso entre las equivocaciones formales. Trotski resumió sus argumentos el día 17, en la última audiencia pública de la comisión. Después de exponer el método obligatoriamente contradictorio de los procesos de Moscú por estar construidos en la mentira, concluye su exposición con una apasionada declaración: “La experiencia de mi vida, en la que no han escaseado ni los triunfos ni los fracasos, no sólo no ha destruido mi fe en el claro y luminoso futuro de la humanidad, sino que, por el contrario, me ha dado un temple indestructible. Esta fe en la razón, en la verdad, en la solidaridad humana, que a la edad de dieciocho años llevé conmigo a las barriadas obreras de la ciudad provinciana rusa de Nikoláiev, la he conservado plena y completamente. Se ha hecho más madura, pero no menos ardiente” (V.25, p.346).

La comisión emitió su veredicto pasados unos meses, el 12 de diciembre. Sentencia que Trotski y su hijo Liova son inocentes de los cargos que les imputan desde Moscú. Trotski había conseguido su objetivo, restaurar su honor de revolucionario ante un tribunal. No obstante, los ecos del proceso fueron pequeños en la Europa convulsionada por la Guerra Civil española y por el ascenso del fascismo, pero allí quedaba ante la Historia. No es casual esta insistencia de Trotski, es un proceder propio de un revolucionário que trabaja no sólo para el presente sino también para el porvenir. Así se comprende la semejante insistencia de los comunistas del POUM por reivindicar su esencia de revolucionarios en el juicio que los stalinistas forzaron en Barcelona en octubre de 1938. Para los revolucionarios el don más preciado es la verdad.

36. Más horror stalinista

El mariscal Mijail Tujachesvski era detenido el 22 de mayo de aquel

1937. Al poco se procede a la detención de otros altos mandos militares. Todos ellos formarían parte de un supuesto “complot militar-fascista-trotskista” (V.66, p.545). Además, se les dice que son unos espías al servicio de la Alemania nazi y del Japón imperialista. Son procesados y fusilados. Esto era un brutal ataque directo a la seguridad del Estado

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soviético. Todos ellos tenían experiencia bélica ganada en la Guerra Civil y un gran nivel teórico. Bajo la dirección de Tujachesvski el alto mando del Ejército Rojo es teóricamente el más avanzado de Europa: diseña, antes que nadie, batallas de carros de combate y la utilización de los tanques como punta de lanza de los ejércitos en lo que denominaron “batallas profundas” (V.75, p.35). Los militares soviéticos crearan su primer cuerpo mecanizado en el otoño de 1932, tres años antes que las primeras divisiones blindadas alemanas. Los paracaidistas del Ejército Rojo habián hecho ya su primer lanzamiento en masa en el año 1936, mucho antes que los alemanes. Trabajaran por tener una infraestructura que posibilitase una poderosa fuerza aérea, y se iba por el camino correcto. Stalin no contento con atacar a la élite del Ejército Rojo, continúa con la purga en los cuadros intermedios, en la oficialidad. La salvaje purga de Stalin se puede resumir en números: asesinó a 3 de los 5 mariscales, a 14 de los 16 comandantes de ejército, a 60 de los 67 comandantes de cuerpo, a 136 de los 199 comandantes de división, a todos los comisarios adjuntos de defensa y a todos los comandantes de distrito militar, a 35.000 oficiales, la mitad de los que tenía el ejército. Stalin debilitó de tal manera al Ejército Rojo que este no sabrá oponerse al ataque nazi lo que le supondrá a la URSS la perdida de millones de vidas, el derrumbe de una grandísima parte de sus infraestructuras e industrias y la perdida temporal de buena parte de su territorio europeo. Toda una catástrofe social y económica producida por la parasitaria casta burocrática encabezada por Stalin. La aniquilación del cerebro y de la columna vertebral del propio Ejército Rojo era una demostración empírica más de que la casta gobernante ya era un cuerpo parasitario en la sociedad soviética. En la Segunda Guerra Mundial el pueblo soviético derrotará al ejército nazi a pesar de esta casta burocrática.

El 4 de septiembre se descubre el cuerpo sin vida de Ignace Reiss cerca de Lausana, Suiza. Había sido asesinado. Reiss era jefe de una sección del servicio secreto soviético de espionaje en Europa. Delante de tanta purga, de tanta violencia sin sentido, se acercó a las tesis de Trotski y se puso en contacto con este a través de Liova. Informó que Stalin pretendía aniquilar físicamente a los trotskistas también fuera de la URSS y de que la GPU tenía espías en su seno. No sólo narró la brutalidad con la que la GPU conseguía las confesiones sino que también contó que los jóvenes comunistas no se sometían al régimen de la burocracia. El 18 de julio mandó desde París una carta a Moscú en la que comunicaba que rompía con el stalinismo y se adhería a la Cuarta Internacional.

El aviso de Reiss, que Stalin quería exterminar a los trotskistas, no cayó en saco roto. Militantes trotskistas comenzaron a sentirse seriamente preocupados por la seguridad del hijo mayor de Trotski, Lev Sedov, Liova para los camaradas y “El Niño” para la GPU. Tanto fue así que llegaron cartas a México pidiendo que Liova fuera sacado de París. Liova dirigía la

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edición del “Boletín de la Oposición” en ruso, era punto de referencia para los que huían del stalinismo y hacía mil encargos de Trotski. No obstante, no se relacionaba demasiado con los trotskistas en Francia, que muchas veces andaban a la greña. Confiaba decididamente en Étienne Zboroswski, que era un agente de la GPU. Liova llevaba una vida de mucha tensión y de privaciones materiales por lo que no es de extrañar que enfermara. Lo que es difícil de comprender es cómo fue a parar a una clínica privada regentada por exiliados rusos cuando los trotskistas franceses contaban con simpatizantes entre eminentes médicos. La cuestión es que fue a esa clínica en la compañía de su compañera Jeanne y de Étienne. Así, el 8 de febrero de 1938 ingresaba en la clínica para que lo operasen de apendicitis. Lo operan aquel mismo día sin complicaciones. Sin embargo, cuatro días después Liova deambula desnudo y semi-inconsciente por la clínica. El médico francés que lo operara no se explicaba lo que le ocurría al muchacho. Lo vuelven a operar. Ahora en vano. Muere el 16 de febrero, tenía 32 años.

Cuando llega la noticia a Coyoacán Trotski está en Chapultepec, en la casa de un simpatizante por temor a un atentado. La noticia la recibe Jan van Heijenoort, que se la oculta a Natalia y va en busca de Diego Rivera para recoger a Trotski. Diego le da la noticia a Trotski, que pregunta si la sabe Natalia. Inmediatamente parten los tres en coche a Coyoacán. Allí Trotski y Natalia se cierran en su habitación durante días. Lo que sintió Trotski por la muerte de su hijo mayor se puede entrever en sus escritos. En el artículo del 20 de febrero queda expuesta con argumentada claridad que Liova no era sólo su hijo sino que también era su camarada. Un camarada íntimo por decisión propia y no por ser el hijo de Trotski. Un camarada que estando en la URSS se fue a vivir fuera del Kremlin y que se negaba a utilizar los coches oficiales de los gobernantes soviéticos. Un camarada imprescindible en el destierro y en el exilio gracias a su variadísimo trabajo, incluso político-literario cuando Trotski estaba impedido como fue el caso del “Libro Rojo de los Juicios de Moscú”. Tal era el nivel de camarada que tenía Liova para Trotski que este afirma que “nuestra solidaridad ideológica se había hecho carne en nosotros” (V.125). Liova era un camarada porque “era fiel a sí mismo, sirvió a la causa de los oprimidos sin vacilaciones. De las manos de la naturaleza y de la historia salió como un hombre de temple heroico” (V.125). La GPU sabía bien a quien hacía morir. Liova no era sólo un hijo de Trotski, era un comunista con una experiencia tan directa de la Revolución de Octubre y de la burocracia soviética que lo hacían un militante marxista formidable. Un militante así que, aún por encima, fuera el hijo de Trotski y, por lo tanto, su heredero ideológico era demasiado. Había que acabar con él. Claro, Trotski también sintió dolor de padre: “Junto con nuestro muchacho ha muerto lo que quedaba de joven en nosotros. Adiós, León, adiós querido e

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incomparable amigo. Tu madre y yo nunca pensamos, nunca esperamos que el destino nos fuera a imponer esta terrible tarea de escribir tu obituario” (V.125).

El horror stalinista continúa. Del 2 al 13 de marzo se da el tercer proceso de Moscú. Es el último. Ahora bien, los denominados procesos de Moscú no son más que una pálida muestra de esa represión brutal que se conoce como la “Iejovchina”, por ser Iejov, el sustituto de Iagoda al frente de la NKVD, el máximo organizador, y que liquidó a toda la vieja guardia bolchevique. Este último proceso es el de los 21: Bujarin, Rakósvski, Ríkov, Krestinski...e Iagoda, el antiguo jefe de la NKVD. Las acusaciones que se vierten sobre los acusados son las típicas (espionaje, terrorismo, sabotaje) más otras novedosas como querer provocar la guerra contra la URSS y su partición. Añadir, que a Bujarin lo acusan de intentar asesinar a Lenin en 1918. En fin, como nuevo absurdo es mayor que el anterior. De los 21 acusados 18 son condenados a muerte, entre ellos Bujarin.

El 7 de abril de 1930 el Politburó creara en el seno de la GPU una dirección de los campos de concentración rebautizados como “campos de trabajos correctivos”, el GULAG. El sistema de campos de trabajo adquiere una gran dimensión, contará casi con 2 millones de internados a finales de 1940. Pero en ellos los bolcheviques-leninistas (trotskistas) se organizan y exigen condiciones de trabajo, de alojamiento y de comida. Entonces Stalin, en 1936, agrupa a los opositores de izquierdas en los gulags de Kolima y Vorkuta para controlarlos. En uno de ellos, en el de Vorkuta, en la República de los Komi, en los Urales polares, que tendría unos 100 mil reclusos, los trotskistas habían protagonizado en el pasado huelgas victoriosas pero a finales de marzo y a comienzos de mayo de 1938 el régimen stalinista los va a masacrar. Serán fusilados sistematicamente hasta exterminarlos, a un ritmo de 30 o más por día. Cuando los verdugos los llevan a la tundra por grupos para fusilarlos marchan cantando la Internacional y muchos de ellos mueren al grito de “¡Viva Trotski!”

37. La IV Internacional

Como ya sabemos por las páginas precedentes, Trotski en julio de

1936 tenía completamente asumido la necesidad de crear una nueva internacional por la bancarrota ideológica que sufre la IIIª al propiciar que la pequeña-burguesía y el lumpem-proletariado dirigidos por los nazis derrotaran sin lucha a la clase trabajadora alemana, la más poderosa de Europa. No obstante, Trotski desde que saliera de Prinkipo apenas había tenido un momento de respiro. Ya en México pudo retomar la idea gracias, también, al apoyo de los trotskistas estadounidenses cuyo Socialist Workers Party (SWP) iba a ser la sección más importante de la IV internacional. Para concretar su organización se desplazaron a México

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dirigentes del SWP, tales como Cannon y Shaschtman. En Coyoacán discutieron con Trotski el programa. Además, Cannon era un firme partidario de fundar ya la nueva Internacional, en lo que coincidía plenamente con Trotski. Este iba a escribir un artículo, fechado a 29 de agosto de 1937, donde daba las claves ideológico-políticas de la perentoria necesidad de la nueva Internacional: “Las épocas reaccionarias como las que estamos viviendo no sólo desintegran y debilitan a la clase obrera y su vanguardia, sino que también rebajan el nivel ideológico general del movimiento y retrotraen el pensamiento político a etapas ya ampliamente superadas. En estas circunstancias, la tarea más importante de la vanguardia es no dejarse arrastrar por el flujo regresivo, sino nadar contra la corriente (…) aferrarse a sus posiciones ideológicas (…), la única manera de preparar un nuevo y enorme avance cuando se produzca el siguiente ascenso de la marea histórica” (V.125). El 31 de mayo de 1938 ante las dudas de un camarada, que eran las dudas de bastantes otros, Trotski argumenta: “nuestra Internacional es aún joven y débil. Pero esta no es razón para renunciar a nuestro nombre. En las sociedades civilizadas una persona lleva el mismo nombre en su niñez, madurez y vejez, este nombre se funde con su individualidad (…), <pro> parece ser una expresión de <modestia> política. A mi me parece expresión de indecisión y de falta de confianza en sí mismo. Un partido revolucionario que no está seguro de su propia significación no puede ganarse la confianza de las masas” (V.125). Trotski hará una concisa reflexión al método doctrinario por el que se debe guiar la nueva internacional el 11 de octubre, y volverá a hacer hincapié en la firmeza programática siete días después, el 18. El día 11: “La nueva Internacional no se puede crear por medio de encíclicas. Cada paso adelante debe ser el resultado de la investigación científica, de la crítica abierta y de la discusión colectiva” (V.125). Explicitado la esencia del método, insiste el día 18 en la fortaleza ideológica: “Ahora es necesario permanecer fieles a nosotros mismos y a nuestro programa. No es fácil. Las tareas son tremendas, los enemigos innumerables” (V.125).

El Congreso Constituyente de la IV Internacional se celebró el 3 de septiembre de 1938 en la localidad francesa de Périgny, cerca de París. Estuvieron presentes veintiún delegados que representaban núcleos organizativos en once países del orbe. Los delegados polacos consideraron que las fuerzas y la coyuntura no eran las adecuadas para fundar formalmente la nueva Internacional. Se votó, y 19 delegados decidieron proclamar en este mismo momento la Cuarta Internacional contra el parecer de 3 delegados que votaron en contra. Nacía la IV Internacional. El desarrollo de esta Internacional va a estar absolutamente mediatizado por la novedosa realidad post-bélica, que Trotski no podrá analizar porque lo asesinaran. El Estado soviético, a pesar de su brutal represión interna, de su ceguera política con la Alemania nazi y de haber desarmado a su propio

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ejército en vísperas de la guerra, terminará reforzado políticamente por el triunfo militar sobre el IIIº Reich y por la creación de las “democracias populares”. Esto posibilitó que la URSS mantuviese formalmente la bandera de la Revolución de Octubre, que nutriera económica y políticamente a los pecés y que fuese, así, para millones y millones de trabajadores la “patria socialista”. A esto añadir, que la reconstrucción de Europa traerá toda una época de desarrollo del capitalismo occidental donde el reformismo jugará un papel político muy importante ya que las plusvalías eran grandes y los empresarios podían atender las reivindicaciones económicas y sociales de la clase trabajadora. Esta realidad postbélica tan novedosa va a obstaculizar el trabajo político de los trotskistas que sin la dirección del Viejo se van a escindir en varias ocasiones. No obstante, la IV Internacional dará importantes organizaciones de masas y conocidos líderes, aunque esto ya corresponde al estudio de la Historia de la IV Internacional.

38. Tambores de guerra

El 29 de septiembre de 1938 se reunían en Munich los primeros

ministros de Inglaterra, Neville Chamberlain, y Francia, Edouard Daladier, con Adolf Hitler y Benito Mussolini. Los presidentes de las democracias liberales iban a ceder en todo a las peticiones de Hitler, presentadas por Mussolini: incorporar los Sudetes checoslovacos al IIIº Reich y atender las reivindicaciones polacas y húngaras sobre otros territorios checoslovacos. El Pacto de Munich se firmó el día 30, y se le comunicó a los checoslovacos, a los que se les impidiera participar en la conferencia. A partir de aquí el reparto de los demás territorios en poder del Estado checoslovaco será cuestión de días. Polónia ocupó Teschen, y Hungría la parte meridional de Eslovaquia. Además, eslovacos y rutenos pidieron la independencia. ¿Por qué los gobiernos “democraticos” de Francia e Inglaterra cedían tanto ante Hitler? Francia porque seguía la estela de Inglaterra, ya que era incapaz de enfrentarse sola a la Alemania nazi. Inglaterra quería pactar con Hitler, aún a costa de hacerle muchas concesiones en el este de Europa, donde no estaba su espacio vital ya que este radicaba en las colonias. Además, los gobernantes británicos le tenían pavor a la revolución mundial, y de aquí su miedo al futuro papel de la Unión Soviética. No podían comprender que la burocrácia soviética sólo aspiraba a mantener el statu quo porque tenía pánico a perder sus privilegios. Sobre estos miedos se asentó la expansión primeriza del IIIº Reich.

¿Qué dijo Trotski públicamente sobre el Pacto de Munich? ¿Y qué decían en la intimidad los representantes políticos del capital británico y francés? Trotski escribe en un artículo del 10 de octubre: “Inglaterra y

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Francia arrojaron a Checoslovaquia en las fauces de Hitler para darle algo que digerir durante un tiempo y postergar así el problema de las colonias” (V.125). Lo mismo que escribiera el conocido historiador de la burguesía británica Arnold J. Toynbee ya en 1936: “No cabe duda de que un sector considerable de la opinión británica, que incluía a varios partidarios del gobierno en la Cámara de los Comunes, veía favorable a los intereses del Imperio Británico abandonar Europa oriental a su suerte, si así podía archivarse la cuestión de una redistribución de territorio colonial” (V.13, p.312). Continúa Trotski: “el acuerdo entre las Cuatro potencias, si alguna vez se concreta, llevará a nuevas crisis que no se harán esperar mucho tiempo. El imperialismo se encamina inevitable e irresistiblemente a una nueva división del mundo, más adecuada al cambio en la relación de fuerzas (…). Sólo un idiota irrecuperable puede creer que los antagonismos imperialistas mundiales están determinados por la irreconciliabilidad entre democracia y fascismo. De hecho, las camarillas gobernantes de todos los países consideran la democracia, la dictadura militar, el fascismo, etcétera, como distintos medios para someter a sus pueblos a los objetivos del imperialismo” (V.125). Trotski, al criticar el proceder de la burocracia soviética, dice y concluye: “En 1933 Stalin intentó, antes que nada, hacerse aliado de Hitler. Pero Hitler rechazó su mano tendida, ya que, para hacerse amigo de Inglaterra, se presentaba como el hombre que salvaría a Alemania y Europa del bolchevismo. En consecuencia, Stalin se dio a la tarea de demostrarle a la Europa capitalista que Hitler no le hacía falta, que el bolchevismo no entrañaba ningún peligro (…). Con estas maniobras baratas Stalin no se ganó la amistad ni la confianza de nadie. Los imperialistas se acostumbraron a no caracterizar una sociedad por las declaraciones de sus <dirigentes>, ni siquiera por su superestructura política, sino por sus bases sociales. En tanto en la Unión Soviética se mantenga la propiedad estatal de los medios de producción protegida por el monopolio del comercio exterior, los imperialistas, incluso los “democráticos”, continuarán considerando a Stalin con tanta desconfianza y con tan poco respeto como la Europa monárquico-feudal consideraba al primer Bonaparte (…). El único obstáculo en el camino de la guerra es el temor a la revolución que sienten las clases propietarias” (V.125). Efectivamente, este miedo está perfectamente reflejado en el diario de Oliver Harvey, secretario de Anthony Eden, ministro de Asuntos Exteriores británico: “Una guerra traería consigo cambios sociales profundos y desconocidos –tanto si vencemos como si somos derrotados [ya que lo que importa en último extremo es la propiedad de los medios de producción]- y ninguna guerra es la solución –véase 1914 [trajo la Revolución de Octubre]. Por lo tanto, ganemos tiempo y evitemos la lucha a cualquier precio excepto si se trata de un interés británico vital (…). [Las] clases acomodadas del Partido [Conservador] (…) creen que los nazis en general

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son más conservadores que los comunistas y los socialistas: cualquier guerra, independientemente de su resultado, destruiría a las clases ociosas acomodadas y por eso desean la paz a cualquier precio” (V.13, p.303). Escuchemos ahora lo que le dijo, en mayo de 1938, el ministro francés de Asuntos Exteriores, George Bonnet, al embajador nazi en París, conde von Welczeck: “cualquier arreglo”, entre la Alemania nazi y la Francia democrática, es preferible a la guerra “pues en ese caso toda Europa perecería y tanto los vencedores como los vencidos serían víctimas del comunismo mundial [de la revolución]” (V.13, p.300).

A pesar de los miedos la realidad se impone: la guerra entre los países capitalistas es inevitable porque sólo a través de la fuerza pueden llegar a un nuevo reparto del espacio vital, de las materias primas y de los mercados. En un artículo del 4 de noviembre, Trotski lo explica con tanta apriorística lucidez que nos obliga a citarlo por extenso: “Chamberlain proclamó que el Acuerdo de Munich inauguró <la paz en nuestra época> (…). La explicación [de este decir] está en que los que guían el destino del mundo, especialmente en Europa temen enfrentarse con el futuro (…). ¿<Paz en nuestra época>? [Imposible. ¿Por qué?]. Recapitulemos el abecé. La esencia de la crisis del mundo actual está condicionada por dos circunstancias fundamentales. Primero, el capitalismo clásico del libre cambio se transformó en capitalismo monopolista y superó hace tiempo las fronteras del estado nacional (…). El segundo factor histórico es la desigualdad del desarrollo económico, político y militar de los distintos países. Se ha detenido el avance de los primeros países capitalistas como Inglaterra y Francia. Los de desarrollo capitalista más reciente, como Alemania, Estados Unidos y Japón avanzaron un largo trecho. Como consecuencia de esta radical y febril alteración de la relación de fuerzas cada vez hay que modificar con más frecuencia el mapa del mundo. El Acuerdo de Munich no cambió nada estas condiciones básicas (…). Los fundamentos económicos actuales de [Inglaterra y Francia] no se corresponden en absoluto con el tamaño y la riqueza de sus imperios coloniales. Por otra parte, la economía alemana logró restablecer su dinámica, temporalmente paralizada por el Tratado de Versalles, y nuevamente comienza a romper sus fronteras. No nos referimos específicamente a Italia porque la guerra y la paz no está en sus manos. Hasta que Hitler llegó al poder, Mussolini se quedó quieto como un ratón. En la lucha por la supremacía mundial, está destinado a cumplir en lo sucesivo el rol de satélite. Inglaterra y Francia temen cualquier catástrofe, ya que no tienen nada que ganar y todo que perder. Por eso el pánico las lleva a hacer tantas concesiones. Pero las concesiones parciales sólo les garantizan breves respiros, sin eliminar ni debilitar la fuente fundamental de los conflictos. Como resultado del Acuerdo de Munich, las bases alemanas en Europa se ensancharon mientras que las de sus opositores se

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estrecharon (…). Se podría hablar con alguna justificación de <la paz de nuestra época> si las exigencias de materias primas y mercados del capitalismo alemán quedaran satisfechas con la incorporación de los <hermanos de sangre> de Alemania o con su influencia creciente en el centro y sur de Europa. Pero de hecho, la incorporación de la región del Saar, Austria y los Sudetes estimula las tendencias agresivas de la economía alemana. El imperialismo alemán busca en el plano mundial la solución de sus contradicciones internas. No es casual entonces que el general von Epp, el futuro ministro de las futuras colonias, siguiendo las instrucciones de Hitler plantee, inmediatamente después de abierta la <era de paz>, la exigencia de que se le devuelvan a Alemania sus antiguas colonias (…). Todo esto suena demasiado infantil, sí no a burla. Antes de la guerra mundial las colonias de Alemania eran insignificantes (…). Por lo tanto, recuperar sus viejas posesiones ultramarinas no resolverá ninguno de los problemas del capitalismo alemán. Los viejos trozos de terreno colonial de los Hohenzollern no le sirven a Hitler más que de puntos de apoyo para su lucha por las <verdaderas> colonias, es decir, por la redivisión del mundo. Pero ésta exige la liquidación de los imperios británico y francés (…). ¿Y entonces? De ningún modo se puede decir que Alemania presente sus exigencias a un ritmo lento y paciente. Aun si Inglaterra y Francia decidieran liquidarse a plazos, la ofensiva alemana cobraría nuevas fuerzas. Más aún, Estados Unidos no podría permanecer pasivo ante una ruptura tan evidente del <equilibrio de fuerzas> en el mundo. Al coloso norteamericano no le hace ninguna gracia la idea de encontrarse enfrentado a una Alemania dueña de las colonias y de las principales rutas marítimas. Por eso utilizará todo su poder para empujar a Alemania y Francia a la resistencia, no a la conciliación. Y mientras tanto Konoye, el príncipe de Tokio, proclamó la necesidad de <revisar todos los tratados en pro de la justicia>, es decir, en pro de Japón. Es muy difícil que el Océano Pacífico sea durante los próximos diez años una fuente de paz. En los buenos viejos tiempos, solamente Inglaterra pensaba en términos continentales. Y pensaba lentamente, con una perspectiva de siglos. Actualmente todos los estados imperialistas aprendieron a pensar en esos términos. Y los plazos ya no son de siglos, sino de décadas o de años. Este es el verdadero carácter de nuestra época, que después de la reunión de Munich sigue siendo la de un desenfrenado y violento imperialismo (…). El estado de la economía alemana exige a Hitler poner en juego lo más pronto posible su fuerza militar. Por otro lado, el ejército necesita una postergación; es un ejército nuevo, y no todo en él está coordinado y ajustado a las proporciones adecuadas. Pero la contradicción entre estas dos exigencias no se puede medir en décadas sino en uno o dos años, tal vez en meses (…). No caben dudas de que pronto la frase de Chamberlain <paz en nuestra época> adquirirá [una] amarga connotación irónica. Por nuestra parte, analizamos

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el futuro con los ojos bien abiertos. Europa, y con ella toda la humanidad, marcha hacia la guerra” (V.125).

39. El Pacto nazi-soviético

Las relaciones entre Trotski y Diego Rivera se deterioraran. La causa habría que buscarla en el diletantismo político de Rivera y en la ortodoxia marxista de Trotski. Diego era un genio como artista pero sin la disciplina y el rigor necesarios para el trabajo político, como se pondrá en evidencia en el futuro inmediato con su acercamiento al PCM después del asesinato de Trotski. Por el contrario, Trotski en cuestión de principios era intransigente. El incidente formal que puso la relación entre ambos en el disparadero fue una carta que Diego escribió para André Breton en la que acusaba a Trotski de dar un golpe de estado en la redacción de una revista mexicana nombrando el secretario. Lo paradójico es que en la reunión en la que se decidió este nombramiento asistió Rivera, y no dijo nada. Además, un artículo de Rivera fue presentado como una carta a la redacción y este hecho el pintor lo achacó a Trotski, que no tenía nada que ver. Enterado de la carta, Trotski le pide a Rivera que le escribiera otra a Breton aclarándole aquellos dos puntos. Diego se negó y las relaciones se tornaron tensas. Se rompieron cuando Diego se puso a hacer política por sua propia cuenta, sin contar con la organización a la que formalmente pertenecía. Trotski estaba viviendo en una casa de Diego por lo que se imponía encontrar una nueva morada. En marzo uno de los secretarios de Trotski, van Heijenoort, localiza una casa de bajo alquiler, que no está en muy buen estado pero es espaciosa. La alquilan y la arreglan. El 5 de mayo de 1939 Trotski se traslada a la nueva vivienda, conocida como la Casa de la Avenida Viena, también en Coyoacán. Como había rumores de que la GPU la pudiera comprar a través de sus emisarios fue Trotski quien la compró, después de pedir dinero prestado. También se hicieron algunas obras para reforzar la seguridad de la casa ante una potencial agresión stalinista.

En el mes de agosto Trotski tuvo una alegría personal por partida doble. Sus amigos Alfred y Marguerite Rosmer venían a visitarlo y traían a su nieto, Seva (Esteban Volkov). No obstante, la dinámica política prebélica no daba para muchas alegrías. Desde el pasado mes de marzo se venía especulando en la prensa con la posibilidad de un pacto entre Stalin y Hitler. El día 6 de aquel mes Trotski escribió un artículo donde explicaba el método político en el que se tenía que basar un Estado obrero para pactar con un Estado capitalista: “Un acuerdo con una nación imperialista –al margen de si es fascista o democrática- es un acuerdo con esclavistas y explotadores (…). Es imposible decir categóricamente que los acuerdos con los imperialistas no se pueden permitir en ningún caso; sería lo mismo

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que decir que en ninguna circunstancia un sindicato tiene derecho a llegar a un arreglo con el patrón (…). Mientras el estado obrero permanezca aislado, son inevitables los acuerdos episódicos de uno u otro tipo con el imperialismo. Pero debemos entender claramente que la cuestión se reduce a aprovechar los antagonismos entre los dos bandos de potencias imperialistas, y nada más. No cabe discusión alguna sobre la posibilidad de disfrazar tales acuerdos con consignas que reclamen ideales comunes, como por ejemplo la <defensa de la democracia>, consignas que sólo significan el más infame engaño a los trabajadores. Es esencial que los obreros de los países capitalistas no se vean atados en la lucha de clases contra su propia burguesía por los acuerdos empíricos firmados por el estado obrero” (V.125).

De esta forma tan pedagógica, Trotski explica que el problema no es que un Estado obrero se vea obligado a pactar coyunturalmente con un Estado capitalista, el problema reside en que el Estado soviético es “un estado obrero degenerado y putrefacto (…) [por lo que] cualquier acuerdo de la camarilla del Kremlin con una burguesía extranjera se dirige inmediatamente contra el proletariado del país con el cual concluye el acuerdo (…). El rasgo fundamental de la política internacional de Stalin en los últimos años ha sido este: negocia con el movimiento obrero lo mismo que con petróleo, manganeso y otros bienes (…). Stalin considera las secciones de la Comintern de los distintos países y la lucha de liberación nacional de las naciones oprimidas como cambio menudo en sus tratos con las potencias imperialistas (…). El acuerdo entre Stalin y Hitler no alteraría esencialmente en nada el rol contrarrevolucionario de la oligarquía del Kremlin. Sólo serviría para poner al descubierto este rol, hacerlo resaltar más nítidamente y acelerar el colapso de las ilusiones y las falsificaciones” (V.125).

En un artículo posterior, del 11 de marzo, Trotski insiste en la manera de proceder de la casta soviética: “La camarilla bonapartista quiere vivir y gobernar. Cualquier otra cosa es para ella una cuestión de <técnica>. En realidad, los métodos políticos de Stalin no se distinguen de ninguna manera de los de Hitler” (V.125). ¿Está a decir Trotski que no hay diferencia entre la Alemania nazi y la Rusia soviética? No. Trotski aclara la cuestión con meridiana claridad: “Está de moda actualmente en los superficiales círculos radicales meter en la misma bolsa a los regímenes de Alemania y la URSS. Esto no tiene sentido. En Alemania, a despecho de todas las <regulaciones> estatales, existe un régimen de propiedad privada de los medios de producción. En la Unión Soviética la industria está nacionalizada y la agricultura colectivizada. Conocemos todas las deformaciones sociales que produjo la burocracia en la tierra de la Revolución de Octubre. Pero sigue en vigencia la economía planificada

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sobre la base de la propiedad estatal y la colectivización de los medios de producción” (V.125).

Trotski da así las claves políticas para poder situarse a favor del Estado soviético y contra la casta burocrática, relación díaléctica que no van entender algunos “trotskistas”, por lo que Trotski insistirá más adelante profundizando en el argumento. Stalin y Hitler son dos bestias infrahumanas pero sus Estados no juegan el mismo papel para la clase trabajadora, que en último extremo es lo trascendente para Trotski.

No deja de recordar el viejo revolucionario el cinismo político de Stalin, que tantas veces denunciara: “Durante los últimos tres años Stalin llamó agentes de Hitler a todos los compañeros de Lenin. Exterminó a la flor y nata del Estado Mayor. Fusiló, dio de baja y deportó a treinta mil oficiales, todos bajo el mismo cargo de ser agentes de Hitler o de sus aliados. Después de haber desmembrado el partido y decapitado al ejército, Stalin ahora postula abiertamente su propia candidatura para el papel de…principal agente de Hitler” (V.125).

Efectivamente, el 23 de agosto Molotov y Ribbentrop firmaban en Moscú el Pacto de No Agresión nazi-soviético, en presencia de Stalin. Éste, en la recepción que se organizó por la noche para celebrar el pacto, dijo en un brindis: “Conozco el cariño que la nación alemana siente por su Führer. Me gustaría, pues, beber a su salud” (V.66, p.616). En otro brindis dice: “Por Heinrich Himmler, el hombre que ha traído orden a Alemania” (V.75, p.134). Por si esto no fuera suficiente también le dirá en un aparte a Ribbentrop que “el gobierno soviético se toma este pacto muy en serio. Puedo dar mi palabra de honor de que la Unión Soviética no engañará a su colega” (V.66, p.616), y no era un decir táctico sino la ratificación de que se disponía a cumplir lo pactado al dedillo, como lo demostrarán las continuas remesas de materias primas que facilitarán el quehacer bélico nazi. La parte pública del tratado era de no agresión, los apartados secretos señalaban un reparto del espacio situado entre las fronteras de los dos Estados. Para Hitler era un aplazamiento, para Stalin un acuerdo en firme.

40. Comienza la guerra

El 1 de septiembre de 1939 las tropas del IIIº Reich invaden Polonia.

Era el pistoletazo de salida de la Segunda Guerra Mundial. La conquista del espacio vital para el desarrollo del capitalismo alemán era el objeto de la agresión bélica nazi, la única opción para lidiar con los otros Estados imperialistas. El mantenimento del statu quo era el objetivo de la política de la casta burocrática stalinista, una utopía ridícula en una coyuntura convulsa al extremo. Los líderes nazis acreditaban en su propia fuerza para trastocar las relaciones intraimperialistas. La casta soviética no podía

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confiar en sus obreros y campesinos, a los que pisoteaba, por lo cual el miedo a la guerra era el producto del pánico stalinista a la revolución.

Trotski sigue a insistir en las claves del proceder de la casta burocrática y de sus implicaciones políticas. Así, ya el 2 de septiembre afirma: “Lo que determina la política interna del Kremlin es el interés de la nueva aristocracia en mantenerse, su odio al pueblo, su incapacidad de conducir una guerra. Cualquier combinación internacional reviste algún valor para la burocracia soviética en tanto la libera de la necesidad de recurrir a la fuerza de los campesinos y los obreros armados (…). El pacto germano-soviético es una alianza militar en todo el sentido de la palabra, pues sirve a los objetivos de la guerra agresora imperialista. En la guerra anterior la derrota de Alemania se produjo fundamentalmente porque no recibía materias primas de la [Rusia zarista] (…). Las ventajas inmediatas que obtiene el Kremlin de la alianza con Hitler son bastantes concretas. La URSS queda fuera de la guerra. Hitler elimina de su programa inmediato su campaña por una <Gran Ucrania>. Japón queda aislado. Como consecuencia de la postergación del peligro de guerra en la frontera oriental, tal vez hasta llegar a un acuerdo con Japón [efectivamente, el día 5 de septiembre la URSS y el Japón firman un acuerdo en Moscú que interrumpe el enfrentamiento que sostenían en la frontera manchú; el 13 de abril de 1941 la URSS y el Japón firman un pacto de no agresión]. Más aún, es bastante probable que, a cambio de Polonia, Hitler le deje a Moscú las manos libres respecto a los estados del Báltico fronterizos con la URSS [así fue, esto estaba previsto en los apartados secretos del pacto]. Sin embargo, aunque las <ventajas> sean grandes, son, en el mejor de los casos, pasajeras; la única garantía es la firma de Ribbentrop en un <pedazo de papel>” (V.125). Garantía que caducó el 22 de junio de 1941, cuando la Wehrmacht invadió la Unión Soviética.

En base a los acuerdos secretos del pacto nazi-soviético, el 17 de septiembre la URSS cruza la frontera oriental de Polonia y el 30 de noviembre invade Finlandia. A pesar de que el Ejército Rojo dispone de una superioridad militar abrumadora no es capaz de doblegar al ejército finlandés hasta marzo de 1940. Esta campaña demuestra que el ejército soviético carece de mandos competentes, no sólo tardó meses en vencer a un adversario muy inferior sino que además sus bajas fueron infinitamente superiores a las del ejército finlandés. La bancarrota operativa del Ejército Rojo salta a la vista, lo que dará impulso al plan nazi de invadir la Unión Soviética. El 12 de marzo el gobierno finlandés firma la rectificación de fronteras a favor de la URSS.

La invasión de Finlandía produce estupor en general e indignación entre los sectores de la izquierda. En un artículo fechado el 13 de marzo Trotski enjuicia el proceder soviético: “[Stalin] comenzó una guerra vergonzosa, sin perspectivas claras, sin preparación moral ni material (…).

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Durante dos meses y medio el Ejército Rojo no conoció más que la derrota, el sufrimiento y la humillación. No se había previsto nada, ni siquiera el clima (…). El hecho de no haber obtenido el brillante triunfo prometido sobre un adversario más débil constituyó en sí mismo una derrota (…). Stalin se asustó ante el peligro de una intervención de Inglaterra y Francia (…), y se retiró. La trágica aventura acabó en una paz bastarda (…). Es cierto que Rusia consiguió algunas ventajas estratégicas, ¡pero a qué precio! Se ha socavado el prestigio del Ejército Rojo, se perdió la confianza de las masas trabajadoras y los pueblos oprimidos de todo el mundo. En consecuencia, se debilitó la situación internacional de la URSS en lugar de fortalecerse” (V.125).

Con la agresión a Finlandía la URSS corrió el peligro de verse atacada por los futuros aliados, Inglaterra y Francia. Los Estados Mayores de esos países hicieron planes no para contener a Hitler sino para ayudar a Finlandia y para apoderarse de los pozos petrolíferos del Cáucaso. El ataque de Hitler en la Europa Occidental, que comenzó el 10 de mayo de 1940, y que tenía como objetivo la conquista de Francia, que capituló el 22 de junio, paralizó este potencial proceder, pero también le metió miedo a Stalin porque la fulgurante victoria de los ejércitos de Hitler en el Oeste dejaban a la máquina bélica nazi en disposición de atacar a la URSS. Al amparo de la marcha triunfante de la Wehrmacht en el Oeste, la Unión Soviética va ocupando Letonia, Lituania y Estonia, a las que al poco tiempo convertirá en repúblicas de la URSS: el 21de julio a Letonia, el 3 de agosto a Lituania y el 6 de agosto a Estonia. Pero estos incrementos territoriales no se podían convertir en triunfos estratégicos militares porque el Ejército Rojo estaba acéfalo. Ahora que el triunfo nazi estaba consolidado y que la invasión de la URSS es cuestión de poco tiempo, es imprescindible librarse ya de Trotski. Stalin teme que la guerra traiga consigo la revolución, cuyo portaestandarte es Trotski. Éste ya señalara perfectamente su proceder político en multiples ocasiones, atacar a Stalin y defender la URSS. Proceder que el viejo revolucionario volverá a ratificar públicamente en el artículo del 13 de Marzo: “Considero que el principal peligro para la URSS en la actual situación internacional lo representan Stalin y la oligarquía que él encabeza. La lucha abierta contra ellos, a la vista de toda la opinión pública mundial, es para mí inseparable de la defensa de la URSS” (V.125). Trotski ahora estaba aislado pero la guerra y la revolución podrían acabar con este aislamiento. Había que matarlo ya.

41. La naturaleza del Estado soviético

Para un sector de los seguidores de Trotski el proceder del gobierno

soviético hace de la URSS un Estado indefendible desde la óptica de los intereses políticos de la clase trabajadora. Su degeneración es máxima. Ya

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no tiene nada de progresista, dicen. Sin embargo, Trotski insistirá en sus escritos, una y otra vez, sobre el carácter históricamente progresista del Estado soviético, a pesar de su aberrante superestructura política.

La tentación de ver la Historia en blanco y negro y no en todos los colores del arco iris impulsa a más de uno. Este proceder también se instaló entre algunos seguidores de Trotski. Así, el Viejo tuvo que insistir en el argumento de que la defensa de la URSS no era la defensa de su casta burocrática. Concretamente, en una parte del estadounidense Socialist Workers Party, la sección más importante por entonces de la IV Internacional, no se entendía el dialéctico proceder de Trotski: defender la URSS y atacar a su gobierno. Por eso el sólido revolucionario tuvo que reiterarse en sus argumentos. El 12 de septiembre de 1939 le remitía una carta a James Cannon en la que le comunicaba: “Querido Jim: Estoy escribiendo un estudio sobre el carácter social de la URSS en relación con el problema de la guerra” (V.105, p.7). Efectivamente, en aquel primer artículo, intitulado “La URSS en guerra” empezaba preguntando “¿Es posible, una vez concluido el acuerdo germano-soviético, seguir considerando a la URSS como un estado obrero?” (V.105, p.9). Y pasaba a la explicación: “El tratado con Hitler no es sino un dato más del grado de degeneración de la burocracia soviética, y de su desprecio por la clase trabajadora internacional, incluido el Comintern, pero no la base para una revaluación de nuestra concepción sociológica de la URSS (…). Si consideramos a la burocracia soviética como una <clase>, debemos reconocer inmediatamente que no se parece a ninguna de las clases basadas en la propiedad que hemos conocido en el pasado. Frecuentemente llamamos <casta> a la burocracia soviética, tratando de simbolizar así su carácter cerrado, su gestión arbitraria y la altanería de su estrato dirigente (…). Un órgano social (y esto son las clases, incluidas las clases dominantes) sólo puede comprenderse como el resultado necesario del desarrollo de las necesidades de la producción (…). La justificación histórica de toda clase dominante consiste en afirmar que el sistema de explotación que capitanea lleva al desarrollo de las fuerzas productivas a un nuevo nivel. Fuera de toda duda, el régimen soviético ha dado un gran impulso a la economía. Pero la fuente de este impulso fue la nacionalización de los medios de producción y la planificación económica, y no el hecho de que la burocracia usurpara el mando de la economía. Por el contrario, el burocratismo, como sistema, ha sido el peor enemigo del desarrollo técnico y cultural del país (…). Durante algún tiempo, esto estuvo oculto por el hecho de que la economía soviética tuvo que dedicar dos décadas a asimilar la tecnología y la organización de la producción de los países capitalistas avanzados (…). Pero cuanto más se desarrolla la economía y experimente demandas más complejas, más insoportable es el obstáculo del régimen burocrático. La aguda y constante contradicción

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entre ambos elementos conduce a constantes convulsiones políticas y a la eliminación sistemática de los elementos más creativos en todas las esferas de actividad. De este modo, antes que la burocracia haya conseguido producir una <clase dominante>, ha entrado en contradicción irreconciliable con las exigencias del desarrollo. La explicación de esto debe basarse precisamente en el hecho de que la burocracia no es el portador de un nuevo sistema económico peculiar e imposible sin ella, sino un parásito que crece en un estado obrero. La oligarquía soviética posee todos los vicios de las antiguas clases dominantes, pero carece de su misión histórica (…). Las dos condiciones de la omnipotencia de la burocracia –el atraso del país y el entorno imperialista- tienen, sin embargo, un carácter temporal y transitorio y deben desaparecer con el triunfo de la revolución mundial (…). La revolución mundial suprimiría la amenaza exterior, que es otra de las causas de la burocratización. La eliminación de la necesidad de gastar una parte enorme del producto nacional en armamento elevaría aún más el nivel cultural y de vida de las masas” (V.105, pp.10-12).

Es muy común que ante un fracaso político coyuntural la pesimista fracción pequeño-burguesa de una organización de izquierdas se instale en la angustia existencial. Así, la deformación de la dirección del Estado soviético sumió a más de uno de los “seguidores” de Trotski en el pesimismo y fue para algunos la excusa perfecta para alejarse de la lucha política en pro del socialismo. Trotski explica: “La crisis de la sociedad capitalista, que tomó un carácter manifiesto en julio de 1914, produjo, desde el primer día de guerra, una profunda crisis en la dirección del proletariado (…). El proletariado de los países avanzados todavía no ha sido capaz de producir una dirección a la altura de las tareas históricas de nuestro tiempo. El ejemplo de Rusia nos revela, sin embargo, que es posible (…). Los desilusionados y aterrorizados pseudo-marxistas de todo tipo responden (…) que la bancarrota de la dirección <refleja> simplemente la incapacidad del proletariado para cumplir su misión histórica (…). Todos ellos –ultraizquierdistas, centristas, anarquistas, por no hablar de los stalinistas y los socialdemócratas- cargan el peso de sus propios errores sobre las espaldas del proletariado” (V.105, p.17).

La Historia es la gran maestra. Ni un científico-social tan genial como Marx pudo pensar que el primer intento de conquistar el socialismo se daría en un país con una base capitalista atrasada. Ni la impresionante profundidad análitica de los dos más grandes líderes revolucionarios de la clase trabajadora, Lenin y Trotski, pudieron prever que el primer Estado Obrero de la Historia Universal iba a ser derrotado por su degeneración y no por las armas bélicas del capitalismo. Trotski, porfiado reflexionador del caminar histórico, dice: “La Revolución de Octubre no fue un accidente. Fue un anticipo del futuro (…). Esperábamos la caída del Estado soviético, no su degeneración (…). La degeneración ha de acabar necesariamente en

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caída al llegar a un determinado punto [recordemos que esto lo escribió en el ¡año 1939!]. Un régimen totalitario, sea del tipo stalinista o fascista, puede ser, esencialmente, un régimen temporal y transitorio (…). Un régimen totalitario es capaz de suprimir las contradicciones sociales durante un tiempo, pero es incapaz de autoperpetuarse” (V.105, p.18). Qué “profético” suena este decir a los ciudadanos que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundíal. Qué “proféticos” le parecerán a las generaciones del siglo XXI que se vayan asomando a la ventana de la Historia. Pero estos decires no tenían nada de profecías, eran, sencillamente, producto del genio dialéctico.

Ver, comprender, la realidad inmediata es el mejor anticipo de futuro. Trotski insiste: “¿Qué defendemos de la URSS? No precisamente aquello en lo que se parece a los países capitalistas, sino en lo que se diferencia (…). La propiedad estatal. Sólo en este sentido defendemos a la URSS (…). Los trabajadores soviéticos deben defender la propiedad estatal no sólo contra el parasitismo de la burocracia, sino también de todo tipo de tendencia hacia la propiedad privada (…). La política exterior es la continuación de la política interna. Si en política interna consideramos que la defensa de las conquistas de la Revolución de Octubre implica una lucha a muerte con la burocracia, debemos hacer lo mismo en política exterior (…). Si Hitler gana la guerra, empezará por devolver a los capitalistas alemanes todo lo expropiado (…). Hoy Hitler es amigo y aliado de Stalin; pero en cuanto consiga una victoria en el Frente Occidental con la ayuda de Stalin, volverá sus armas contra la URSS” (V.105, pp.20-21). Por lo tanto, en el caso de guerra entre dos sistemas totalitarios como la Alemania nazi y la Rusia soviética no se puede ser imparcial. Trotski lo expresa claramente: “Supongamos que Hitler dirige sus armas hacia el Este y ocupa los territorios en que se encuentra ahora el Ejército Rojo. En esas condiciones, los partidarios de la IV [Internacional], sin cambiar para nada su actitud hacía la oligarquía del Kremlin, serán los primeros en el frente porque considerarán que la tarea más urgente del momento es la resistencia frente a Hitler (…). Esta clase de <defensa de la URSS> es diferente, tan diferente como el cielo de la tierra, de la defensa oficial que se está haciendo bajo el slogan <¡Por la Patria! ¡Por Stalin!>. Nuestra defensa de la URSS se lleva a cabo bajo el slogan <¡Por el socialismo! ¡Por la Revolución Mundial! ¡Contra Stalin!>” (V.105, p.25).

Dado que el objeto del marxismo es diagnosticar para actuar socialmente, Trotski concluye este artículo dando una recomendación táctica a sus camaradas: “Debemos formular nuestros slogans de forma que los trabajadores vean claramente lo que estamos defendiendo de la URSS (propiedad estatal y economía planificada) y contra quien dirigimos nuestra lucha sin cuartel (la burocracia parasitaria y la Comintern). No debemos perder de vista ni por un momento el hecho de que para nosotros la

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destrucción de la burocracia soviética está subordinada a la preservación de la propiedad estatal de los medios de producción en la URSS” (V.105, p.26).

Max Schatman era el camarada más relevante de la minoría disidente del SWP. Trotski, al final de una breve carta, le dice: “Los camaradas están indignados por el pacto Hitler-Stalin. Es natural. Quieren tomarse la revancha con Stalin. Muy bien. Pero hoy no estamos preparados para destruir el Kremlin inmediatamente. Algunos camaradas se conforman con una satisfacción puramente voluntarista: le quitan a la URSS el título de Estado Obrero, como le quita Stalin a un funcionario caído en desgracia la Orden de Lenin. A mí esto me parece, querido amigo, un poco infantil. La sociología marxista y la histeria son absolutamente irreconciliables” (V.105, p.28). En otra carta, Trotski le insiste: “La defensa incondicional de la URSS significa, simplemente, que nuestra política no está determinada por la hazañas, maniobras o crímenes de la burocracia del Kremlin, sino solamente por nuestra concepción de los intereses del estado soviético y de la revolución mundial” (V.105, p.47). Posteriormente, ya en un extenso artículo, dedicado al conjunto de la organización, Trotski hace una síntesis pedagógica: “¿Qué significa <estado obrero degenerado> en nuestro programa? (…). 1) los rasgos que, en 1920, eran <deformaciones burocráticas> del sistema soviético, se han convertido en un régimen burocrático independiente que ha devorado los soviets; 2) la dictadura burocrática, incompatible con las tareas internas e internacionales del socialismo, ha introducido, y sigue introduciendo, profundas deformaciones en la vida económica del país; 3) sin embargo, el sistema de economía planificada, sobre la base de la propiedad estatal de los medios de producción, se ha conservado básicamente, y sigue siendo una conquista colosal de la humanidad. La derrota de la URSS por el imperialismo significaría no sólo la liquidación de la dictadura burocrática, sino de la economía planificada; el desmembramiento del país bajo esferas de influencia diferentes; una nueva estabilización del imperialismo, y un nuevo debilitamiento del proletariado mundial” (V. 105, p.146). En fin, no nos queda más remedio que volver a llamar la atención sobre la capacidad “profética” del método dialéctico en manos competentes. Esta cita tiene fecha del 24 de enero de 1940.

La mayoría del SWP, liderada por James Cannon, se posicionaba con las tesis de Trotski. El partido estaba preparando su congreso y Trotski pone énfasis en la necesidad de la libertad de discusión y nada de expulsiones. También hace otra recomendación más de dialéctica táctica: “cada delegado elegido por su sección debe tener derecho a sopesar todos los argumentos expuestos en el congreso y a votar según le dicte su juicio político, y si, después del congreso, no es capaz de convencer a su

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organización de lo correcto de sus apreciaciones, ésta debe privarle consecuentemente de su confianza política” (V.105, p.39).

No todos sus seguidores entendieron este sencillo análisis, entendiendo por sencillo la síntesis de lo complejo y no el simple, vulgar, ramplonismo. En el SWP se terminó por dar una escisión de aquellos que consideraban que la URSS era del todo indefendible. Crearon un nuevo partido que al poco también se escindió. Pero no fueron los únicos que se desnortaron por culpa de la stalinofobia. A la muerte de Trotski, su propia inseparable compañera, cuyo apoyo emocinal fuera tan trascendente para Trotski, la camarada Natalia, perdió la orientación política al negarle a la URSS el carácter que tenía de progresista y que tanto defendiera su hombre. En la misma onda se situó un espíritu revolucionario como Manuel Fernández Grandizo (Munis), miembro que fuera de los Bolcheviques-Leninistas del Estado español. Más allá del paraguas político protector de Trotski, Julián Gorkin, valeroso militante del POUM en la revolución española y estudioso clarificador del entramado que llevó al asesinato de Trotski, terminó haciendo el objeto de su existencia luchar contra la superestructura de la URSS sin defender sus conquistas históricas, lo que le llevó a buscar aliados en el Aparato Ideológico de los EEUU. No es fácil ser “profeta”.

42. El método marxista

Ante el despiste ideológico y político que generó el proceder del

gobierno soviético entre las filas de los propios seguidores de Trotski, éste se vió en la necesidad de defender la utilidad social del materialismo dialéctico. De su aplicación a la política lo hizo en una serie de artículos, algunos de los cuales acabamos de citar, que están recogidos bajo el genérico título de “En defensa del marxismo”. De su aplicación a las ciencias sociales ya se dedicara antes, en un breve texto que lleva por título “¿Qué es el marxismo?”. Hacer hincapié en que estos decires los elaboró al final de su vida, en los años 1939-1940, cuando su intelecto estaba en la cúspide creativa.

La necesidad política de reverdecer entre sus seguidores los argumentos que lleven a comprender que la dialéctica es el estudio del movimiento de la naturaleza, de la sociedad y del pensar, práctica de imprescindible dominio para una correcto quehacer partidario revolucionario, hizo que elaborara una “Carta abierta al camarada Burham”, datada el 7 de enero de 1940. Éste camarada era miembro de la minoría del SWP, minoría que terminará escindiéndose por propia voluntad. En ella va a reflexionar sobre la dialéctica aunque el camarada citado sólo quería discutir “cuestiones concretas”, como si para hacer esto fuese suficiente el vulgar empirismo. Dice Trotski: “La dialéctica,

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permítame recalcarlo una vez más, es la lógica de la evolución (…). Conozco sólo dos sistemas lógicos dignos de atención: la lógica de Aristóteles (lógica formal) y la lógica de Hegel (dialéctica) (…). Las formas del pensamiento lógico se desarrollan en nuestro proceso de adaptación a la naturaleza (…). Una doctrina filosófica correcta, esto es, un método de pensamiento adecuado, es de importancia tan significativa para un partido revolucionario como un buen almacén es importante para la producción (…). El materialismo dialéctico no es, por supuesto, una doctrina eterna e inmutable. Pensar lo contrario es, precisamente, traicionar el espíritu de la dialéctica. El desarrollo futuro del pensamiento científico creará una doctrina más profunda en la que el materialismo dialéctico no será más que un elemento estructural. Sin embargo, carecemos de base para suponer que esta revolución filosófica se produzca antes que la decadencia del régimen burgués, sin mencionar el hecho de que no nace un Marx todos los días, ni todas las décadas. La misión, a vida o muerte, del proletariado de hoy consiste en rehacer el mundo de arriba abajo, no en reinterpretarlo de nuevo. En un futuro próximo, podemos esperar grandes revolucionarios de acción, pero no un nuevo Marx. La humanidad sólo sentirá la necesidad de revisar la herencia cultural del pasado cuando haya sentado las bases de una cultura socialista, y entonces la sobrepasará ampliamente, no sólo en el campo de la economía, sino también en el de la creación intelectual (...). [Que el manejo de la dialéctica es trascendente para el correcto desarrollo de un partido revolucionario radica en que] la experiencia histórica demostró que la mayor revolución conocida en la historia no la dirigió el partido que empezó poniendo bombas [el narodni] sino el partido que empezó con el materialismo dialéctico [el bolchevique] (…). Lenin siempre explicaba a los enamorados de las <tareas políticas concretas> que nuestra política es de principios, y no coyuntural; que la táctica está subordinada a la estrategia; que, para nosotros, el contenido principal de cada campaña política es guiar a los trabajadores de los problemas concretos a los generales, para enseñarles el verdadero carácter de la sociedad moderna y de sus fuerzas fundamentales (…). Sólo es posible una discusión fructífera sobre <cuestiones concretas> si establecemos previamente, con toda claridad, las premisas de clase de las que partimos (…). Toda discusión seria lleva de lo particular, incluso accidental, a lo general y fundamental (…). El carácter dialéctico de la discusión procede del hecho de que su curso objetivo se determina por el conflicto vivo entre tendencias opuestas, y no obedece a ningún plan lógico predeterminado. El carácter materialista de la discusión se debe a que refleja las presiones de las distintas clases (…). La política del partido tiene carácter de clase. Es imposible llegar a establecer una orientación política correcta sin un análisis de clase del estado, los partidos y las tendencias ideológicas. El partido debe condenar, como vulgar oportunismo, el intento de establecer políticas en relación a la

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URSS de incidente en incidente e independientemente de la naturaleza de clase del Estado soviético” (V.105, pp.87-110).

El trabajo intitulado “¿Qué es el marxismo?” fue la introducción que elaboró para el libro-resumen que el economista marxista Otto Rühle hizo de “El Capital” de Marx. En este texto hace una síntesis tan clara del materialismo dialéctico aplicado a las ciencias sociales (materialismo histórico) que convierte la exposición en una joya pedagógica. Trotski va explicando la importancia del método de Marx para comprender la causalidad de los fenómenos sociales: “Mientras las realidades del proceso económico son el trabajo humano, las materias primas, las herramientas, las máquinas, la división del trabajo, la necesidad de distribuir los productos terminados entre los participantes en el proceso de trabajo, etc., las categorías como <mercancía>, <dinero>, <jornales>, <capital>, <beneficio>, <impuestos>, etc., son únicamente reflejos semimísticos en las cabezas de los hombres de los diversos aspectos de un proceso económico que no comprenden y que no pueden dominar. Para descifrarlos es indispensable un análisis científico completo (…). Quienquiera que no haya razonado, siguiendo los pasos de Marx, la naturaleza esencial de la mercancía como célula básica del organismo capitalista, estará incapacitado para comprender científicamente las manifestaciones más importantes de nuestra época (…). [Marx considera al hombre] como un eslabón natural en el proceso evolutivo de la naturaleza material; a la sociedad como la organización para la producción y la distribución; al capitalismo como una etapa en el desarrollo de la sociedad humana. La finalidad de Marx no era descubrir las <leyes eternas> de la economía. Negó la existencia de semejantes leyes. La historia del desarrollo de la sociedad humana es la historia de la sucesión de diversos sistemas económicos, cada uno de los cuales actúa de acuerdo con sus propias leyes (…). Marx no estudia en “EL Capital” la economía en general, sino la economía capitalista, que tiene sus leyes específicas propias (…). Los fenómenos objetivos del capitalismo fueron formulados antes de que la ciencia comenzara a pensar seriamente sobre ellos. Hasta hoy en día la mayoría preponderante de los hombres nada saben acerca de las leyes que rigen la economía capitalista. Toda la fuerza del método de Marx reside en su acercamiento a los fenómenos económicos, no desde el punto de vista subjetivo de ciertas personas, sino desde el punto de vista objetivo del desarrollo de la sociedad en su conjunto (…). Para la ciencia económica lo que tiene un significado decisivo es lo que hacen los hombres y cómo lo hacen, no lo que ellos piensan con respecto a sus actos. En la base de la sociedad no se hallan la religión y la moral, sino la naturaleza y el trabajo. El método de Marx es materialista, pues va de la existencia a la conciencia y no en el orden inverso. El método de Marx es dialéctico, pues observa como evolucionan la naturaleza y la sociedad, y cómo la misma evolución es la lucha constante de las fuerzas

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en conflicto (…). Las leyes que rigen las diversas esferas de la economía capitalista –jornales, precios, arrendamiento, beneficio, interés, crédito, bolsa- son numerosas y complejas. Pero en último término todas proceden de una única ley descubierta por Marx y examinada por él hasta el final: es la ley del valor del trabajo, que es ciertamente la que regula básicamente la economía capitalista” (V.120, pp.24-26).

Trotski alerta que no todas las clases sociales están interesadas en una comprensión científica del desarrollo de la sociedad: “La lucha de los trabajadores contra los capitalistas obligó a los teóricos de la burguesía a volver la espalda al análisis científico del sistema de explotación y a ocuparse en una descripción vacía de los hechos económicos, el estudio del pasado económico y, lo que es inmensamente peor, una falsificación absoluta de las cosas tales como son, con el propósito de justificar el régimen capitalista (…). [¿Por qué? Porque] la lucha de clases no es otra cosa que la lucha por la plusvalía. Quien posee la plusvalía es el dueño de la situación, posee la riqueza, posee el poder del Estado, tiene la llave de la Iglesia, de los tribunales, de las ciencias y de las artes” (V.120, pp.25-26).

Vivimos en la etapa del imperialismo capitalista y, por lo tanto, nos dice Trotski, “la vida del capitalismo monopolista de nuestra época es una cadena de crisis. Cada una de las crisis es una catástrofe (…). La lucha por conseguir mercados, materias primas y colonias hace inevitables las catástrofes militares. Y todo ello prepara catástrofes revolucionarias (…). La libertad del comercio internacional es inconcebible sin la libertad de comercio interno, es decir sin la competencia. Y la libertad de la competencia es inconcebible bajo el dominio del monopolio (…). La libertad de comercio, como la libertad de competencia (…) pertenecen al pasado irrevocable. Traer de vuelta el pasado es ahora la única prescripción de los reformadores democráticos del capitalismo” (V.120, pp.31-34).

El socialismo será la única manera de racionalizar la vida económica y social: “Si el propio equipo de trabajo fuese reequipado en base a un plan socialista unificado, los cálculos sobre la producción podrían ser superados considerablemente y se podría asegurar a todo el pueblo un nivel de vida alto y cómodo en base a una jornada de trabajo extremadamente corta (…). Lo que es indispensable y urgente es separar los medios de producción de sus actuales propietarios parásitos y organizar la sociedad de acuerdo con un plan racional (…). Todos los que sean capaces de trabajar deben encontrar un empleo. La jornada de trabajo debe disminuir gradualmente (…). Las palabras <pobreza>, <crisis>, <explotación> podrán ser arrojadas de la circulación. La humanidad podrá cruzar finalmente el umbral de la verdadera humanidad (…). La abolición de la propiedad privada de los medios de producción es el primer prerrequisito para la economía planificada, es decir, para la introducción de la razón en la esfera de las relaciones humanas, primero en una escala nacional y, finalmente, en una

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escala mundial (…). Con el ejemplo y la ayuda de las naciones adelantadas, las naciones atrasadas serán también arrastradas por la corriente del socialismo (…). Las contradicciones que despedazan a Europa y al mundo entero encontrarán su solución natural y pacífica dentro del marco de los Estados Unidos Socialistas de Europa, así como de otras partes del mundo. La humanidad liberada llegará a su cima más alta” (V.120, pp.34-39). Aquí están reflejadas las líneas maestras del programa socialista, el objeto de la lucha política por el socialismo, derrumbar para siempre las bases de la explotación y de la alienación, el leit motiv del quehacer del propio Trotski.

43. Una biografía inconclusa

Trotski se había puesto a escribir la biografía de Iosiv Visarionóvicht

Djugachvili, bien conocido por el seudónimo de Stalin. Aún inconclusa, se puede asegurar que es una biografía que quiere explicar al personaje a través de la relación dialéctica individualidad/proceso histórico. En coherencia, Trotski hace un repaso de la historia del camino de la revolución, desde su gestación hasta su deformación. Es en el recorrido histórico donde busca las claves que expliquen la importancia de Stalin, que no se puede entender de otra manera. Importancia que no proviene precisamente de sus dotes intelectuales. Así se explica que una ocasión Riazanov le dijera: “Déjalo, Koba, no te pongas en ridículo. Todo el mundo sabe muy bien que la teoría no es tu fuerte” (V.66, p.247) Otro miembro del partido, Smirnov, apostillará: “es un hombre completamente oscuro e insignificante” (V.66, p.247). Kámenev, que lo conocía a la perfección dirá: “es exactamente un político provinciano” (V.66, p.247). Trotski afirmará, en una valoración más totalizadora, “tiene sentido práctico, perseverancia y tenacidad para conseguir lo que se propone. Pero su mentalidad política no puede ser más limitada, ni más bajo y primitivo su nivel teórico (…), es la más destacada mediocridad que hay en el partido” (V.101, pp.532 y 539). Entonces, es imposible pensar que el hombre con menos dotes para la política revolucionaria de toda la vieja guardia del Partido Bolchevique pueda conquistar el poder si no es por causas históricas que favorezcan el encumbramiento de un político tan ramplón. Trotski explica el objeto de su ejercicio analizador a la perfección en la, también inconclusa, introducción: “La finalidad de esta biografía política es mostrar cómo se formó una personalidad de este género y cómo subió al Poder usurpando el derecho a un papel tan excepcional” (V.123, p.5). Pero él en la introducción va dando algunas claves que ya las sabe, por el conocimiento directo que tiene del personaje, aunque quiere precisarlas en el análisis del proceso histórico: “Stalin tomó posesión del Poder, no valiéndose de sus cualidades personales [positivas], sino con ayuda de una máquina impersonal. Y no fue él quien creó la máquina, sino la máquina

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quien lo creó (…). Stalin no creó la máquina, sino que tomó posesión de ella. Para esto se necesitaban cualidades [negativas] especiales y de excepción” (V.123, pp.11-12). Efectivamente, claro que Stalin tenía unas cualidades negativas excepcionales, tanto que le posibilitaron representar y controlar al primer gran Estado Totalitario del mundo contemporáneo. Stalin, fue, como todos somos, un producto de la Naturaleza y de la Historia. El proceso histórico que trajo el triunfo de la contrarrevolución explica que destacase en él su naturaleza ruin, mezquina, en dosis mayúsculas, excepcionales. Así, su carácter envidioso y cínico, pero férreo, le permitió ejercer el liderato político que necesitaba la casta burocratica para poder absorber buena parte de las riquezas de la nación. Stalin lideró el Estado burocrático porque su personalidad era la que tenía los caracteres negativos más desarrollados para poder hacerlo. Así, el proceso histórico explica el desarrollo de la concreta personalidad. Cada época histórica requiere la personalidad adecuada. Asi como la revolución necesita hombres y mujeres que representen los deseos emancipadores de las masas trabajadoras, la contrarrevolución necesita individuos que encarnen el retroceso histórico. Leer la biografía de Trotski sobre Stalin es volver a repasar el proceso histórico que les tocó vivir juntos a los dos antagonistas; proceso, que al ser analizado, le ratifica a Trotski lo que personalmente siente como cierto.

44. Testamento político

Sabedor de que le quedaba poco tiempo de vida y de que era muy

posible que Stalin se adelantara a la factura de la naturaleza, Trotski redactó su testamento político en febrero de 1940. En él está reflejado el amor y el reconocimiento al papel de su compañera en su vida personal. Natalia no fue por casualidad la compañera de Trotski. Hay que tener dosis mayúsculas de amor a la lucha por un mundo mejor para mantener las fuerzas incólumes ante el vendaval reaccionario y ayudar al Viejo a combatirlo. Por eso Trotski dice: “Además de la felicidad de ser un luchador por la causa del socialismo, el destino me dio la felicidad de ser su marido” (V.25, p.430).

Su vida estuvo presidida por la lucha política en pro del socialismo. Por eso él mismo nos dice: “En mi vida personal no hay nada que merezca de por sí la publicidad. Todo lo que en mi pasado pueda haber de más o menos extraordinario, hállase asociado íntimamente a las luchas revolucionarias y recibe de éstas su relieve y valor” (V.101, p.13). Él estuvo siempre al timón de su proceder, por lo que no tiene nada de lo que arrepentirse y si un quehacer que legar: “Durante cuarenta y tres años de mi vida consciente he sido un revolucionario, y durante cuarenta y dos años he luchado bajo la bandera del marxismo. Si hubiera de comenzar otra vez,

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trataría de evitar tal o cual error, pero el curso general de mi vida permanecería inalterado. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, por consiguiente, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es menos ardiente, sino más firme hoy, de lo que era en los días de mi juventud (…). La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la limpien de todo mal, opresión y violencia, y la disfruten a plenitud” (V.25, pp.430-431).

45. El asesinato de Trotski

El asesinato de Trotski se gestó directamente en el Kremlin. A finales de marzo de 1939 Lavrenti Beria, que desde el 8 de diciembre de 1938 está al frente del Comisariado de Interior (NKVD), lleva a la presencia de Stalin a un joven agente de la NKVD, Pavel Sudoplátov. Beria le propone a Stalin que Sudoplátov se ocupe de eliminar a Trotski. Stalin asiente y dice: “En el movimiento trotskista no hay figuras políticas importantes aparte del propio Trotski. Eliminado Trotski, la amenaza desaparece. Trotski debe ser eliminado antes de que acabe el año y la guerra estalle irremediablemente. Como prueba la experiencia de España, sin la eliminación de Trotski no podemos confiar en nuestros aliados de la Internacional Comunista” (V.99, p.103).

La operación de asesinar a Trotski recibe el nombre en clave de “Utka” (Patraña). Sudoplátov pide 300 mil dólares para financiarla, Stalin se los concede. En comunión con Sudoplátov, coordinará la Operación Utka el también agente de la NKVD Naum Eitingon, llamado Leonid. De esta manera, Sudoplátov y Eitingon serán los organizadores en la cúspide del asesinato de Trotski. Los seguirán en la jerarquía de este trabajo Grigori Rabinóvitch (el “judio francés”) y Vittorio Vidali (el Carlos Contreras de la guerra civil española, o el Eneas Sormenti, sicario y organizador de sicarios). Para ello contarán con los servicios del PC de los EUU y del PCM, asi como de agentes llegados a México al amparo de la acogida que el gobierno mexicano le otorga a los refugiados de la guerra civil española.

El primer intento de liquidar físicamente a Trotski se le va a encargar al pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, miembro del PCM y que participara en la guerra civil española mandando la Brigada 82, donde se le conocía por el sobrenombre de El Coronelazo. El atentado vino precedido de una campaña de prensa brutal en los periódicos controlados por los stalinistas, tales como el rotativo “El Popular” y la revista “Futuro”. El 19 de mayo de 1940 el propio órgano del PCM, “La Voz de México”, pide la expulsión de Trotski del país “por su actividad antiproletaria y antimexicana” (V.7, p.898). Delante de este ataque de prensa Trotski afirmará con pleno convencimento que “la gente escribe así sólo cuando está dispuesta a cambiar la pluma por la ametralladora” (V.25, p. 437).

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A las cuatro de la madrugada del 24 de mayo un comando de unas veinte personas, disfrazadas de policías unos y de soldados otros, liderado por Siqueiros, se va a introducir en la Casa de la Avenida Viena de Coyoacán después de maniatar a los policías que guardan la entrada y de que un miembro de la guardia personal de Trotski, Bob Sheldon Harte, les abra la puerta. Penetran en el recinto y se dirigen a los aposentos de Trotski y Natalia. Hacen más de cien disparos, a pesar de lo cual Trotski y Natalia salen ilesos por el básico método de tumbarse en el suelo. Sólo el nieto de Trotski, Seva, resultó ligeramente herido. Que un atentado tan bien preparado no tuviera éxito hizo sospechar al propio jefe de la policia secreta mexicana, el coronel Sánchez Salazar, de que aquel acto fuera un autoatentado, tanto fue así que hasta detuvo a colaboradores de Trotski. La prensa pro stalinista también escribe en esa dirección. El PCM emite un comunicado donde afirma que el atentado es en realidad una provocación del propio Trotski. Sin embargo, el ágil trabajo de la policía mexicana va a llevar a la detención de varios asaltantes y del propio Siqueiros, que se había ido a refugiar en el campo.

El clamoroso fracaso lleva a Sudoplátov a la presencia de Stalin. Éste insiste en que hay que atentar una vez más contra Trotski, por lo que se aprueba un plan de repuesto. Esta insistencia en matar a un viejo que está en otro continente, a miles de quilómetros de la URSS, es producto de la certeza de Stalin del papel que Trotski jugaría como revolucionario en la revolución que puede desencadenarse por culpa de la guerra. No era el único que hacía esta valoración. El 25 de agosto de 1939 el embajador francés Coulondre ya le había dicho a Hitler: “Me temo que al final de la guerra no haya más que un vencedor: el señor Trotski” (V.66, p.632). Así, no es ilógico pensar que si Stalin tenía miedo en marzo de 1939 del papel que Trotski jugaría en una revolución traída por la guerra, este miedo se acrecentaría el 22 de junio de 1940 con la claudicación de Francia ante el IIIº Reich, lo que posibilitaba el ataque nazi a la URSS. Este temor a buen seguro que incrementó las presiones para que se acabase ya de una vez con Trotski.

¿Cuál era el plan de repuesto? Ramón Mercader del Río. Éste nació en Barcelona el 7 de febrero de 1913. Era hijo de Pablo Mercader y Caridad del Río. Su madre, conocida como Caridad Mercader, era militante del PSUC y agente de la NKVD. El propio Eitingon era su amante. Ramón siguió los pasos de su madre. Como agente de la NKVD va a conocer en París, por intermedio de la stalinista Ruby Weil, a Sylvia Agelov. Ramón, buen mozo, conquista enseguida el corazón de la no muy agraciada Sylvia. Ésta era una decidida militante trotskista que tenía acceso al propio Trotski, motivo por el cual se le ordenará a Ramón acercarse a ella. Lo hizo bajo la falsa identidad belga de Jacson Mornard. Sylvia partió para New York y hasta allí la siguió Jacson al cabo de unos meses. Le explica a la moza que

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tuvo que huir de Europa para no combatir y que por eso traía un pasaporte falso a nombre de Frank Jacson. Al poco, el agente Ramón le dice a la enamorada Sylvia que le salió un trabajo en México y le propone que ella vaya a vivir con él, lo que ella acepta gustosa.

La introducción de Ramón en el círculo de la Casa de la Avenida Viena se hace con parsimonia. Él se limita a acompañar a Sylvia y la espera fuera de la casa, con el coche. El cauteloso agente se va dando a conocer. Entra en la casa por vez primera en el mes de marzo, acompaña a Sylvia que se viene a despedir de Trotski ya que parte para New York. Pero tras el fracasado atentado de Siqueiros hay prisa en la NKVD. El 28 de mayo de 1940 Ramón franquea una vez más la puerta de la casa de Trotski, convertida después del atentado en una pequeña fortaleza. La excusa no podía ser más natural, el matrimonio Rosmer, amigos íntimos de Trotski, finalizan su visita al viejo revolucionario y parten para Francia. Van a coger el barco en Veracruz y Ramón se ofrece a llevarlos. Entra para recogerlos. Casualmente conoce a Trotski. En junio Ramón parte para New York. Allí Eitingon y Rabinóvitch le darían la orden de matar a Trotski. Retorna haciéndose pasar por un neófito trotskista, la excusa perfecta para presentarle al propio Trotski el borrador de un artículo político. Trotski, para ojearlo, lo pasa a su despacho. Sin saberlo le propiciaba al agente stalinista ensayar su acto criminal.

La tarde del martes 20 de agosto, Ramón Mercader se presenta en la Casa de la Avenida Viena. Le trae a Trotski el artículo corregido. Trotski lo pasa a su estudio. Se inclina para leerlo, lo que aprovecha Ramón Mercader para sacar de su abrigo un piolet con el que le asesta un golpe brutal a Trotski en la frente. Éste, en vez de caer derrumbado en silencio por el impacto, lo que le hubiera permitido a Mercader salir tranquilamente y huir, da un grito tremendo que alerta a los guardias que entran, apresan y golpean al terrorista. Trotski sangra a mares por la mortal herida. Natalia lo acuna en el suelo. Trotski le dice: “Te amo, Natalia”. Ella pone una almohada debajo de la cabeza y le aplica hielo en la herida. Al poco llega la ambulancia. Lo trasladan al hospital. Natalia lo desviste para la operación y lo despide con un tierno beso que él siente porque lo contesta. Entra en coma. Los cirujanos lo operan. Trotski todavía aguanta horas con vida. Pero a las 19.25 horas del 21 de agosto de 1940 moría. El viejo León dejara de rugir.

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Apéndices

I) Congresos del Partido Bolchevique

A) Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, POSDR 1º Congreso (1898): nueve socialdemócratas que representaban a organizaciones locales de San Petersburgo, Moscú, Kiev, Ekaterinoslav y a los trabajadores judíos del Bund se juntaron en Minsk (Bielorrusia), en el piso del ferroviario Rumiántsev, del 1 al 3 de marzo para fundar el “Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia” (explicitando que no se referían a la Rusia étnica y sí al territorio de la Rusia zarista). Se aprobó un “Manifiesto” del partido cuyo autor fue el intelectual Peter Struve, un “marxista legal”. En él se decía que “cuanto más hacia el este se camina en Europa, más débil, ruin y cobarde es políticamente la burguesía y mayores las tareas culturales y políticas que debe asumir el proletariado. La clase obrera rusa deberá llevar sobre su fuerte espalda la carga de conquistar la libertad política”. Al poco, los congresistas eran detenidos. Ninguno de los fundadores desempeñó un papel dirigente en las revoluciones rusas, pero el ejemplo tuvo continuadores.

2º Congreso (1903): se celebró de manera intermitente, por culpa de la policía, desde el 17 de julio al 10 de agosto, primero en Bruselas y después en Londres. Este congreso fue posible por el trabajo preparatorio del grupo Iskra. Estuvo presidido por Plejánov, el primer introductor y defensor del marxismo en la Rusia zarista. Asistieron en total 57 delegados, que representaban a cientos de trabajadores. 43 de ellos disponían de 51 votos y los otros 14 delegados tenían voz pero no voto. Este fue el verdadero congreso fundacional. Ya representaba a una masa proletaria, sumaba a los viejos del grupo Emancipación del Trabajo y a los nuevos militantes que se estaban fogueando en la convulsa realidad rusa. Muchos de sus delegados participarán en las revoluciones de 1905 y 1917. Se aprobó por amplísima mayoría el programa, sólo tuvo un voto en contra. Se pedían reformas democráticas tales como sufragio universal, libertad de asociación y prensa, jornada de ocho horas, prohibición del trabajo infantil, seguros de vejez e invalidadez, prohibición de las multas a los obreros en las fábricas y algunas reivindicaciones para los campesinos. No se hacía alusión a la

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conquista del socialismo por razones tácticas. El debate sobre el artículo primero de los Estatutos enfrentó a Lenin y Mártov. El primero quería militantes y al segundo le era suficiente con afiliados. Lenin perdió la votación, 28 votos en contra. Mas los delegados del Bund se retiraron del congreso porque la mayoría no reconocía al Bund el derecho exclusivo para representar al proletariado de origen judío. Como los delegados del Bund votaran en contra de la redacción de Lenin este se encontró con la mayoría. Lenin propuso, por razones de operatividad política, reducir a tres los miembros de la redacción de Iskra (Mártov, Plejánov y Lenin), retirando de ella a viejas glorias. La propuesta tuvo 25 votos a favor, 2 en contra y 17 abstenciones. No obstante, Martov rechazó participar en la redacción de Iskra. Aún más, la minoría (mencheviques) se retiró del congreso. La mayoría (bolcheviques) nombró el Comité Central, pero la posterior defección de Plejánov y la salida de Lenin de la redacción de Iskra terminó dejando al CC y a Iskra bajo la batuta de los mencheviques. El POSDR estaba temporalmente escindido. Por entonces esto no se veía como definitivo. Trotski, que participó en este congreso, estará durante años a favor de la unificación. De hecho, los congresos de 1906 y 1907 fueron unitarios.

3º Congreso (1905): Se efectuó en Londres desde el 12 hasta el 27 de abril. Asistieron 38 delegados, 14 de ellos con voz pero sin voto. Este fue un congreso exclusivamente de los bolcheviques; en rigor, el primer congreso bolchevique. Los mencheviques organizaron una conferencia en Ginebra. Este congreso se dio al calor de la revolución, por lo que la cuestión de la insurrección tuvo mucha importancia. Esta se tenía que hacer con el apoyo de las masas y organizadamente ya que nada tenía que ver con un golpe de mano, putsch, dado por unos pocos iluminados tal y como en el siglo XIX hacían los blanquistas y sus seguidores en el XX. También se le prestó mucha atención a la cuestión agraria, cuestión esta de vital importancia porque la inmensa mayoría de la población era campesina y los eseristas sus representantes políticos. Se produjo un choque de Lenin con los “hombres del comité” (komitechiki), que haciendo un trabajo organizativo clandestino imprescindible para el partido estaban acostumbrados al ordeno y mando y no le daban entrada a los obreros en los comités del partido. El congreso eligió un nuevo comité central y decidió sacar un nuevo periódico semanal, “Proletari”.

4º Congreso (1906) : este congreso fue convocado por un comité central unificado, compuesto de bolcheviques y mencheviques. Fue pues, el congreso de la unidad de las dos

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fracciones de la socialdemocracia rusa. Se celebró en Estocolmo durante el mes de abril. Se decidió la participación en la primera Duma. Lenin, en un informe sobre el congreso que escribió para los obreros de San Petersburgo, recomendaba este proceder muy encarecidamente: “Durante las elecciones a la Duma es obligatoria la unidad completa de acción. El congreso decidió la participación en todos aquellos sitios en los que haya elecciones. Durante estas, ninguna crítica de la participación en las elecciones. La acción del proletariado debe ser una”.

5º Congreso (1907): Se celebró en Londres del 30 de abril al 19 de mayo. También fue un congreso unitario, el último. Asistieron a él los grandes cuadros de la socialdemocracia de la Rusia zarista, entre ellos: Plejánov, Mártov, Axelrod, Dan (mencheviques). Lenin, Zinóviev, Kámenev, Tomski (bolcheviques). Trotski, que no pertenecía a ninguna de las dos fracciones. Rosa Luxemburg, el cuadro más importante de la socialdemocracia polaca. El escritor Máximo Gorki y, también, un georgiano desconocido que respondía al seudónimo de Ivanov y que pasará a la Historia como Stalin. Asistieron 336 delegados que representaban a unos 77 mil militantes. El congreso debatió sobre la Duma, los sindicatos, la lucha guerrillera, el quehacer en el ejército, la crisis económica y la organización, entre otros apartados. Un punto de muchísima importancia fue la actitud ante los partidos burgueses. Aquí estaba el epicentro del proceder político a ejercer en la futura revolución, que la Historia traerá en 1917: ¿la revolución la lideraría la burguesía o el proletariado? Para los mencheviques la clase trabajadora sería la fracción izquierda de la revolución liderada por la burguesía, por lo que el objetivo a conquistar sería el Estado democrático-burgués donde la clase trabajadora vigilaría para mantener sus derechos políticos. Para Lenin serían los obreros la clase que lideraría el proceso revolucionario si sabían atraerse al campesinado, la inmensa mayoría social. Para Trotski, dado el retraso histórico con el que la burguesía rusa llegaba al periodo revolucionario, sería la clase trabajadora la que encabezaría la revolución y una vez conquistado el poder la propia dinámica del proceso revolucionario le impediría detenerse en la fase democrático-burguesa viéndose obligado a pasar a la lucha por el socialismo. Las divergencias teóricas llevaron a que en la práctica mencheviques y bolcheviques caminaran por separado aunque este congreso unitario no podía, por su propia composición, dilucidar la cuestión de una vez por todas. Esto le correspondería a la propia Revolución, el irrefutable juez.

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6º Congreso (1917): se inauguró el 26 de julio. Hacía años ya que las dos fracciones de la socialdemocracia rusa, bolcheviques y mencheviques, iban por separado. Separación que el propio proceso revolucionario estaba ensanchando ya que los mencheviques, en coherencia con su visión de que aquella era una revolución burguesa, se negaban a darle el poder a los Soviets, donde eran mayoría, y apoyaban al Gobierno Provisional. Como la rama bolchevique se había visto incrementada por el grupo de los “meiraiontsi”, con cuadros políticos tales como Trotski, Lunatcharski y Ioffe, esta reunión congresual se denominó “Congreso de la Unificación”. Fue presidido por Mijáilovich Sverdlov. Como a raíz de las Jornadas de Julio Lenin y Zinóviev tuvieran que huir a Finlandía y Trotski, Kámenev y otros líderes bolcheviques estaban presos, el congreso no tomó verdaderamente ninguna decisión. Stalin, que se encargó de la ponencia política, simplemente cubrió el expediente y no se entró a debatir la propuesta de Lenin que consistía en retirar la vieja consigna de “todo el poder a los Soviets”, visto que ese Sóviet de mayoría menchevique y eserista se apoyaba en el Gobierno Provisional y en el Ejército para represaliar a los trabajadores y soldados petrogradenses y perseguir a los bolcheviques, por la nueva consigna de “todo el poder a los comités de fábrica”. Si la coyuntura era confusa para el propio Lenin, que pensaba que los Soviets estaban perdidos para la revolución, cuanto más para un congreso sin dirección política. Así, este congreso, celebrado en pleno proceso revolucionario, no tomó ninguna decisión política trascendente. Los 134 delegados que votan al nuevo Comité Central le otorgan 133 votos a Lenin, 132 a Zinóviev, 131 a Trotski y a Kámenev. Stalin sale electo en séptimo lugar por número de votos. De los 21 integrantes del CC Lenin es el más viejo con 47 años, 11 miembros están en el abanico de los 30-40, tres tienen menos de 30 y el más jovén es Iván Smilgá con 25 años. A partir de ahora este partido será conocido popularmente como “el partido de Lenin y Trotski”.

B) Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, PC(b)R 7º Congreso (1918): se reunió en Petrogrado del 6 al 8 de marzo. Asistieron 104 delegados. Lenin presentó el informe político, que él mismo denominó “un bosquejo de nuestra revolución en conjunto”, el informe do CC, la discusión del programa, y las resoluciones sobre la Paz de Brest-Litovsk y el cambio de nombre del partido. Así el congreso ratificó el Tratado de Brest, que había estado a punto de producir una escisión en el partido, considerado durísimo, muy humillante pero necesario. En coherencia con lo que

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propusiera en sus Tesis de Abril, Lenin defendió la necesidad política de que se cambiase el nombre al partido. El congreso votó a favor y a partir de aquí la organización se denominará “Partido Comunista de Rusia y, entre paréntesis, bolchevique”.

8º Congreso (1919): se celebró en Moscú del 18 al 23 de marzo. Lenin abrió la asamblea comunista afirmando que “las primeras palabras en nuestro congreso deben ser dedicadas al camarada Yákov Mijáilovich Sverdlov” y proponiendo “que honremos su memoria puestos en pie”. No era un homenaje nada baladí, formal. Sverdlov, que acababa de morir por una epidemia de fiebre, era el gran organizador natural del partido, “poseedor de una memoria extraordinaria, inverosímil”. Tanto era así que Lenin volverá a recordar su memoria aún un año después, en el noveno congreso, diciendo: “Nuestro partido acaba de vivir el primer año sin Y.M. Sverdlov (…). Nadie como el camarada Sverdlov sabía coordinar el trabajo político con el de organización, y nosotros hemos tenido que hacer el intento de remplazar su trabajo personal por el de un organismo colectivo”. No hay que ser adivino para percatarse de lo mucho que Lenin lo echaba de menos. Su muerte va a ser una casualidad causal para Stalin, aunque esto no lo sabía ni él. Esta defunción hará que en el Pleno del CC se cree el Buró Político (Politburó), al que pertenecerán Lenin, Trotski, Kámenev, Stalin y Krestinski, más el Buró de Organización y el Secretariado, que estaría encargado de coordinar el trabajo político con el organizativo. Krestinski asumirá el papel de coordinador, por lo que será miembro de los tres organismos. Esta función la asumirá Stalin en el año 1922. La cuestión de los especialistas militares en el Ejército Rojo soliviantaba los ánimos de muchos, tanto es asi que algunos congresistas llegaron a las manos. Lenin se posicionó a favor de ellos, que era reafirmar la política de Trotski, que estaba en el frente, y el congreso los ratificó. Sobre la cuestión nacional, Lenin fue tan explícito como siempre, afirmó que “todas las naciones tienen derecho a la autodeterminación” y que querer “sustituirla por la autodeterminación de los trabajadores es totalmente erróneo, porque semejante manera de plantear las cosas no tiene en cuenta las dificultades, la vía tortuosa que sigue la diferenciación en el seno de las naciones”. Lenin hizo muchísimo hincapié en la cuestión agrária. Insistió en la relación que el partido tenía que llevar con el campesino medio con el que había que “llegar a establecer una alianza sólida” que la política del partido tenía que ser “incorporarlos de una manera paulatina y metódica a la labor de la construcción socialista. El partido se plantea la tarea de apartarlos de los kulaks, de atraerlos al lado de la clase obrera, mediante una solícita

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preocupación por sus necesidades (...) y nunca con medidas represivas”. Se ratificó la creación de la Internacional Comunista, cuyo informe presentó Zinóviev, su presidente. La “revolución proletaria en Hungría” fue un estimulante para el congreso, mas Lenin ya advertía que “las dificultades de la revolución húngara son inmensas, camaradas. Este país, pequeño en comparación con Rusia, puede ser estrangulado por los imperialistas con mucha mayor facilidad”. Lenin clausuró el congreso comunista con un decir optimista e internacionalista: “por duras que sean las pruebas que tengamos que afrontar aún, por grandes que sean las calamidades que pueda causarnos todavía la fiera agonizante del imperialismo internacional, esa fiera morirá y el socialismo vencerá en el mundo entero”

9º Congreso (1920): también se celebró en Moscú. Su desarrollo se dio entre el 29 de marzo al 5 de abril. En el discurso de apertura de Lenin ya se señala lo esencial que van a debatir los congresistas: la edificación económica. Esta tarea es mil veces más compleja que la guerra. Se da una discusión sobre la pertinencia de la dirección colectiva o de la dirección unipersonal de las industrias. Lenin hace hincapié que en esta coyuntura se impone la personal. Recuerda a todos que eso ya había sido aprobado por el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de Toda Rusia en 1918 y cita pasajes de un folleto suyo para refrescar la pretérita argumentación: “Hay que aprender a conjugar la democracia de las discusiones públicas de las masas trabajadoras, que fluye briosa con el ímpetu de las aguas primaverales desbordadas, con la disciplina férrea durante el trabajo, con la subordinación incondicional a la voluntad de una sola persona, del dirigente soviético, en las horas de trabajo”. Esta línea de conducta es la que aprueba el congreso. Se crean ocho ejércitos de trabajo, uno de ellos rehará kilómetros y kilómetros de vía férrea. No obstante, el “comunismo de guerra” una vez que acabó la guerra civil no es de recibo. El próximo congreso tendrá que hacer frente a esta realidad. Lenin se muestra preocupado por la salud política del partido, en el que entraran miles de militantes a través de la Semana del Partido, que se organizara por mandato del congreso anterior: “debemos decir que el inmenso número de militantes de nuestro partido alcanzado y realizado –inmenso en comparación con los congresos precedentes- infunde algunos temores. Existe el peligro, completamente real, de que el rápido crecimiento de nuestro partido no haya marchado siempre al nivel de nuestra labor educativa de esta masa para cumplir las tareas actuales. Debemos tener en cuenta en todo momento que este ejército de 600.000 hombres debe ser la vanguardia de la clase obrera (…). Nuestra tarea durante el año

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próximo, después de los brillantes éxitos en la guerra, consiste no tanto en ampliar el partido, sino en la labor interna, en el sentido de desarrollar su composición (…). Hay que conseguir a toda costa que esta vanguardia proletaria, este ejército de 600.000 mil miembros, esté a la altura de las tareas que recaen sobre ella”

10º Congreso (1921): se celebró en Moscú, del 8 al 16 de marzo. Lenin en su informe al congreso va a hacer hincapié en que la guerra civil había obligado a dedicar todo el esfuerzo de la arruinada economía a vencer a los blancos y a sus aliados. Esto trajo enormes distorsiones que ahora había que corregir. La insurrección de Kronstadt, “contrarrevolución pequeñoburguesa que presenta la consigna de la libertad de comercio”, era un producto de la catastrófica situación económica que el poder soviético no podía enfrentar por culpa de la guerra. Lenin va a proponer tres medidas concretas para enfrentar la inmediata realidad: sustituir el “sistema de requisa” por el “impuesto en especie” para posibilitar el incremento de la arruinada pequeña propiedad campesina, otorgarle “concesiones” a grandes empresas capitalistas para que exploten las materias primas soviéticas con el objeto de tener capital para poder comprar bienes de equipo para industrializar el país y, por último, exige la rotunda “unidad” del partido para efectuar todo este trabajo. La sustitución de la requisa por el impuesto en especie, tema al que por su importancia Lenin le dedica una intervención monográfica, es imprescindible porque en la Rusia soviética la inmensa mayoría de la población está compuesta de campesinos medios. Era el final del “comunismo de guerra” y el comienzo de la NEP. Las “concesiones” no van a tener aplicación porque el gran capital internacional no aceptó la jugada soviética. La llamada a la unidad va precedida de un ataque político a la denominada “oposición obrera” a la que Lenin califica de pequeño-burguesa. Afirma que existe relación ideológica entre la “oposición obrera” y la contrarrevolución pequeño-burguesa, mas insiste en integrar en el trabajo político del partido a los elementos “sanos” de dicha oposición. El congreso prohibe las fracciones, “se trata –en palabras de Lenin- de una medida extrema. Espero que no tengamos que emplearla”

11º Congreso (1922): se reunió en Moscú desde el 27 de marzo al 2 de abril. Fue el último congreso del PB al que asistió Lenin. Era el primer año de la NEP y Lenin en su informe político va a insistir en la incapacidad de la mayoría de los miembros del partido como gestores. Afirma: “En el transcurso de este año hemos demostrado con entera claridad que no sabemos administrar. Esta es la lección principal. O el año próximo demostramos lo contrario, o el

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Poder soviético no podra existir”. Llama a aprender el “abc” de la gestión. Es una crítica feroz al burocratismo y una llamada a poner a administrar a los que saben, bajo la dirección política del partido. Este análisis descarnado debió llevar el pánico a los cuadros de la burocracia. Era el primer año de paz y Lenin los sacudía. Temblaron, en una realidad económica completamente arruinada la perdida del trabajo en la administración suponía la perdida de los privilegios que iban relacionados con el cargo. En una sesión se discutió la “Declaración de los 22”, carta firmada por veintidós militantes de la antigua “Oposición Obrera” que enviaran al Comité Ejecutivo de la IC el 26 de febrero. En ella denuncian atentados a la democracia en el seno del PB. De los delegados, 227 votaron en contra de las alegaciones de los oposicionistas y 215 votaron a favor de una moción que exigía “un cambio de actitud respecto a los disidentes”. La votación nos indica que los delegados eran soberanos y que votaban en conciencia. El PB estaba vivo políticamente. El 4 de abril, el CC electo en el Congreso elige a Stalin como Secretario General del Comité Central.

12º Congreso (1923): se dio en el mes de abril. Este congreso inaugura un hecho que se revelará catastrófico para la vida revolucionaria del partido: el Secretariado, controlado por Stalin, designa al 83% de los delegados. Así, el aparato por vez primera controla al partido, y no a la inversa. No obstante, los saludos remitidos al congreso, y leídos desde la presidéncia del mismo, agasajaban mayoritariamente a Lenin y Trotski, en ellos apenas se mencionaba a Stalin. De esta manera quedaba claro el sentir de la base, mas por la cúspide la “troika” (Zinóviev, Kámenev y Stalin) controlaba el desarrollo del congreso, tanto que si bien Lenin, irreversiblemente enfermo, ya dictara el “Testamento”, donde se pedía que se retirara a Stalin de la Secretaría General, el congreso nada sabrá de él. El informe político en nombre del CC, que siempre hiciera Lenin, va a correr a cargo de Zinóviev. Trotski había rechazado hacerlo. Trotski se mantenía en segundo plano por pudor ante la falta por enfermedad del líder natural del partido mientras el triunvirato ejercía entre bastidores. Ante la ausencia de Lenin, a Zinóviev no se le ocurrió otra cosa que señalar que cualquier crítica a la línea del partido “es ahora, objetivamente, una crítica menchevique”. Las críticas al triunvirato, que reconoció su existencia sin pudor, vinieron por parte de integrantes de la “Oposición Obrera”. Trotski se mantuvo imperturbable, no sólo no participó en los ataques a la troika sino que se mantuvo distante con los que los efectuaron, es decir, con su propia base política. Se limitó a hacer un

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discurso sobre la necesidad de la planificación económica. El PB sin Lenin al timón hacía aguas.

13º Congreso (1924): se inauguró el 23 de mayo, en Moscú. Vino precedido por dos hechos. El primero el “Alistamiento Lenin”, que subordinaba todavía más el partido al aparato ya que entraron miles de nuevos miembros sin cultura política partidaria. El segundo, una junta restringida de miembros del partido celebrada la víspera del congreso. En ella se dio lectura al “Testamento” de Lenin. Reinaba la consternación. Krupskaia quería que se leyese en el congreso. Kámenev y Zinóviev salieron en defensa de Stalin. Trotski permaneció callado. Por 30 votos contra 10 se decidió que el “Testamento” no se iba a leer en el congreso. Desde antes del congreso el triunvirato venía atacando a Trotski, tanto es así que Zinóviev pidió su expulsión del partido, a lo que Stalin hábilmente se opuso, dando imagen de moderado. No obstante, en el propio congreso Zinóviev vuelve a atacar a Trotski. Le pide que se retracte de sus opiniones delante de todo el congreso. Esta era una petición insólita, ajena por completo a la tradición del partido. Krupskaia calificó esta petición de “exigencia psicológicamente imposible”, dicho que el congreso coreó con una ovación. Trotski hará una réplica moderada a la petición inadmisible de Zinóviev: “Ya he dicho que nada sería más fácil que decir ante el Partido que todas estas críticas y todas estas declaraciones, advertencias y protestas eran totalmente erróneas. Sin embargo, camaradas, yo no puedo decir tal cosa porque no la creo”. Mientras el desarrollo de la NEP agudizaba la conflictividad social, en el moribundo PB la casta burocrática iba consolidando su poder a través de su ínclito representante, Stalin. Será este el último congreso donde brille la figura de Zinóviev. Apartado Trotski de la sucesión de Lenin, la troika ya no le será útil a Stalin.

C) Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, PC(b) URSS 14º Congreso (1925): se juntó en Moscú del 18 al 31 de diciembre. Fue el congreso que escenificó el divorcio de la troika y la nueva alianza de Stalin con Bujarin. El enfrentamiento Zinóviev-Kámenev, éstos apoyados en el aparato del partido en Leningrado, y Stalin-Bujarin, con el apoyo del conjunto del aparato, fue tan directo, tan visceral, insultos y abucheos incluidos, que Trotski, completamente perplejo delante de un enfrentamento que le pilla por sorpresa, permanece callado. No interviene en el congreso. Quien sí interviene es Krupskaia, que afirma que al no darse discusión precongresual en la Pravda el partido no estaba preparado para el

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congreso y, además, que eran inaceptables los ataques a los camaradas por exponer sus opiniones. Harta de que se intente convertir a su hombre en una reliquia cita el pasaje que el propio Lenin escribiera en su obra “El Estado y la Revolución” donde afirma que muchas veces en vez de seguir las enseñanzas de los revolucionarios muertos se les convierte en iconos para castrar su quehacer revolucionario. La cita era tan procedente que no sentó nada bien. Se dieron unos debates primerizos alrededor de la NEP y de la teoría del “socialismo en un solo país”, pero en ellos no estaba el deseo de percibir la realidad para transformarla, era la excusa para detentar el poder por si mismo. Lo que encrespó a Stalin y a sus seguidores fue el contundente decir de Kámenev rechazando el “líder” mesiánico para el partido: “Nos oponemos a crear la teoría de un <líder>”. Pero dice más: “He llegado a la conclusión de que el camarada Stalin no puede realizar la función de unir al órgano supremo bolchevique”. Los corifeos de Stalin salieron a escena; por primera vez en la historia del partido había lacayos que alababan al jefe delante de todo el congreso. Escuchemos a Kuíbishev: “En nombre de toda la comisión central de control declaro que el camarada Stalin, como secretario general de nuestro partido, es precisamente la persona que, junto con la mayoría del comité central y con su apoyo, ha sabido rodearse de las mejores fuerzas del partido y ponerlas a trabajar (…). Con base en la experiencia y en el conocimiento real y efectivo de nuestra jefatura, declaro en nombre de la comisión central de control que esta jefatura y este secretario general son los que necesita el partido para ir de victoria en victoria”. Pero la fracción dominante no se conformaba con elogiar al jefe, quería eliminar toda disidencia. Así, Iaroslavski predice el futuro de la oposición: “Estoy convencido de que en el decimoquinto congreso no sufriremos un espectáculo tan vergonzoso como el que hemos tenido aquí”. No obstante, aún no llegara ese momento por lo que el CC también elige para el Politburó a los líderes de la disidencia. Era una ficción porque para que estuvieran más aislados el Politburó pasaba de siete a nueve miembros: Stalin, Bujarin, Ríkov, Tómski, Mólotov, Kalinin, Voroshílov, más Zinóviev y Trotski. Kámenev fue relegado a “aspirante”. La derrota política de Zinóviev y Kámenev en el congreso, cosa que se sabía a priori porque los delegados del conjunto del aparato eran mayoría, privará a Zinóviev del apoyo del aparato del partido en Leningrado. De ahora en adelante la fracción gobernante dominará todo el aparato. Sergei Kírov fue nombrado jefe del partido en Leningrado. Este congreso decidió cambiar el nombre del partido. Pasaría a ser “Partido Comunista (bolchevique) de la URSS”, para adecuarse a la nueva denominación del Estado

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soviético. Este fue el último congreso al que asistieron Trotski y Zinóviev.

15º Congreso (1927): aunque comenzó el 2 de diciembre, este congreso estaba previsto para antes. Pero Stalin lo aplazó. Antes tenía que conseguir la expulsión de Trotski y de Zinóviev del partido para que no pusieran desde la tribuna del congreso en evidencia su política exterior (fracaso de la Revolución china) e interior (fracaso de la política prokulaks). Conseguido esto se celebró el congreso. Ningún oposicionista tenía derecho a voto. Por la oposición hablaron Kámenev y Rakovski. E primero ya está psicólogicamente derrotado, tanto es así que según termina el congreso él y Zinóviev capitularán ante Stalin. Rakovski defiende las ideas de la oposición como correctas. El congreso ratifica las expulsiones de Trotski, Zinóviev y de todos los demás oposicionistas. Se habían acabado los debates en el partido. Stalin está tan seguro de su control del aparato que hace distribuir entre los 1.669 delegados el “Testamento” de Lenin. Stalin es reelegido por unanimidad. El PB dejaba de existir.

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II) Congresos de la Internacional Comunista

A) Periodo leninista (1919-1924), se caracteriza por estar al servicio de la revolución mundial

1º Congreso (1919): se celebró del 2 al 6 de marzo en Moscú, en el Kremlin. Tomaron parte 52 delegados que representaban a 35 partidos de 30 países. Los bolcheviques estaban representados por Lenin, Trotski, Zinóviev, Bujarin y Chicherín. Se eligió como presidente a Zinóviev. El Comité Ejecutivo quedó formado por Zinóviev, Lenin, Trotski, Rakovski y Fritz Platten. Se decide publicar la revista “La Internacional Comunista”. Al comezar la sesión Lenin le pedió a todos los delegados que se pusieran en pie para honrar la memoria de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, “los mejores representantes de la IIIª Internacional”, que fueron asesinados el 15 de enero en Berlín. Lenin presentó una resolución que hacía hincapié en la necesidad de la estrutura de los soviets, tanto para la revolución rusa como para la revolución en occidente.

2º Congreso (1920): se dio del 19 de julio al 7 de agosto, primero en Petrogrado y después en Moscú. Asistieron más de 200 delegados en representación de partidos de 37 países. En una coyuntura revolucionaria (contra-ofensiva del Ejército Rojo al ataque del ejército reaccionario polaco, revolución en Hungria y continuación del fermento revolucionario en la Republica de Weimar) se aprueban los estatutos y las 21 condiciones de ingreso. En estas se hace una llamada a romper con los reformistas y se caracterizaba, en el punto 12, de esta manera a los partidos adherentes: “Los partidos que pertenezcan a la IC tienen que estar organizados sobre la base del centralismo democrático. En el actual periodo de guerras civiles encarnizadas, un PC está sólo en condiciones de cumplir su deber si se organiza de la manera más centralizada posible y reina en él una disciplina férrea, casi militar; si el núcleo central del partido constituye un órgano fuerte y autoritario dotado de amplios poderes y gozando de la confianza general de la militancia del partido”.

3º Congreso (1921): se juntó en Moscú desde el 22 de junio al 12 de julio. Asistieron 600 delegados en representación de partidos de 52 países. Lenin y Trotski lideran un giro táctico a la derecha, giro que se refleja en el slogan “¡A las masas!” y que se concretará en la consigna de “frente único” elaborada por el Comité Ejecutivo, no sin resistencias ya que Trotski y Zinóviev tuvieron que dar una dura batalla política en el Pleno del Comité Ejecutivo celebrado del 21 de febrero al 4 de Marzo de 1922, a lo largo de ocho sesiones y delante de 105 delegados.

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4º Congreso (1922): se celebró del 5 de noviembre al 5 de diciembre. Las sesiones, a las que asistieron 408 delegados, comezaron en Petrogrado y continuaron en Moscú. Fue el último congreso de Lenin. Se consolida la táctica de “frente único”, cuyo objetivo era apelar a la unidad de acción de los trabajadores sin tener en cuenta el partido al que pertenecieran. Se reforman los estatutos en la línea de darle más poder a los congresos internacionales y a su dirección.

5º Congreso (1924): 406 delegados sesionaron en Moscú del 17 de junio al 8 de julio. Es el congreso del interregno. La lucha de los triunviros contra Trotski se comienza a reflejar en el seno de la IIIª Internacional. En el debate sobre el fracaso de la revolución en Alemania Zinóviev va a protagonizar un nocivo precedente: culpar de la derrota a la dirección del KPD y librar de toda responsabilidad a la dirección de la propia Internacional. No obstante, la táctica de echarle la culpa a los demás fue contestada por notorios militantes: Rádek, Clara Zetkin, Bordiga. El Congreso llamó a la lucha contra el fascismo, aunque la dirección de la Internacional adelantó otro gravísimo precedente: identificar a la socialdemocracia con el fascismo. Se reafirma la línea centralista en los estatutos.

B) Periodo stalinista (1928-1935), se caracteriza por estar al servicio de los intereses de la casta burocrática soviética.

6º Congreso (1928): se dio en Moscú entre el 17 de julio y el 1 de septiembre. Un primer dato clarificador: este congreso tardó cuatro años en convocarse. Este no sólo era un hecho totalmente insólito sino también antiestatutario ya que los estatutos de la IC obligaban a una junta congresual cada año. Este lapso de tiempo le permitirá a Stalin eliminar a la Oposición de Izquierda dentro y fuera de la URSS. Trotski estaba desterrado en Almá-Atá, desde aquí criticará el programa detenidamente. Los dirigentes de la IC ya no eran revolucionarios, eran funcionarios: Togliatti, Thalmann... Bujarin fue formalmente el orador más importante del congreso pero su peso político estaba ya en claro declive. Posiblemente fue un mensaje subliminal del propio Bujarin la lectura de una carta que en su día le remitiera Lenin en la que advertía que si se cambiaban los críticos y capaces por acríticos e inútiles la IC estaba perdida. La IC se propone como tarea la salvaguarda de la Unión Soviética y no la extensión de la revolución, esto era el proceder coherente con la “teoría del socialismo en un solo país”. Mientras, Trotski insistía en la necesidad del proceder

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internacionalista: “sin la victoria de la revolución proletaria mundial no construiremos el socialismo”.

7º Congreso (1935): se celebró en Moscú del 25 de julio al 20 de agosto. Contó con 510 delegados en representación de 65 partidos comunistas. Trotski se encontraba en Noruega. Entre los asistentes estaban José Díaz, miembro del CE de la IC, y la Pasionaria, suplente del CE. La figura central fue el búlgaro Georgi Dimitrov, que traía la aureola de vencer políticamente a los nazis en el Proceso de Leipzig. Fue electo Secretario General. La táctica de “frente único” de la clase trabajadora se va a cambiar por la de “frente único contra el fascismo”, que llevara a los interclasistas frentes populares, una coalición con las organizaciones de la pequeña-burguesía radical para defender la democracia burguesa, lo que no le impedirá a Stalin firmar posteriormente el Pacto názi-soviético (23-agosto-1939). La desaparición en el papel de la IIIª Internacional se dio en 1943, Stalin procedió a disolverla.

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III) Cronología (1879-1940)

I. El comienzo

1879

26, Octubre: nace Lev Davídovich Bronstein en la aldea de Ianovka (Ucrania).

1898

Comienzos de año: Lev es detenido y posteriormente condenado al destierro siberiano. Allí se le conoce por el seudónimo “La Pluma”.

13-15, Marzo: congreso constituyente del POSDR en Minsk (Bielorrusia).

1902

Verano: Lev huye de Siberia. En el falso pasaporte pone el nombre de “Trotski”

Octubre: Trotski (La Pluma) llega a Londres y conoce a Lenin. 1903 Julio: se celebra el IIº Congreso del POSDR. Trotski participa en él.

II. La primera revolución

1905 9, Enero: Domingo Sangriento. Febrero: Trotski llega a Kiev. Abril: se celebra, en Londres, el IIIº Congreso del POSDR. Octubre: Trotski llega a San Petersburgo. Se convierte en el líder del Sóviet.

3, Diciembre: es detenido el Comité del Sóviet con Trotski a la cabeza. 1906

Septiembre-Octubre: juicio al Comité del Sóviet. Trotski defiende la revolución. 2, Noviembre: el tribunal condena a la deportación a los miembros del

Sóviet. 1907 5, Enero: camino de Siberia. Febrero: Trotski se fuga. Abril-Mayo : se celebra el V Congreso del POSDR. Asiste Trotski.

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1914 28, Junio: el archiduque Francisco Fernando es asesinado en Sarajevo. 1, Agosto: comienza la Primera Guerra Mundial. 4, Agosto: El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) vota a favor del presupuesto de guerra.

1915 5-8, Septiembre: Conferencia de Zimmerwald.

III. La revolución 1917 13, Enero: Trotski arriba a New York. Febrero: estalla la Revolución en Rusia. 27, Marzo: Trotski sale de New York hacia Rusia. 3, Abril: Lenin llega a Petrogrado 4, Mayo: Trotski arriba a Petrogrado. 3, Junio: Primer Congreso de los Soviets de Toda Rusia. Julio: Día 3, insurrección en Petrogrado. Comienzo de la Jornadas de Julio. Lenin pasa a la clandestinidad. 23, Trotski es detenido.

28-31 Agosto: Golpe de Estado del general Kornílov 23-Septiembre: Trotski es electo presidente del Sóviet de Petrogrado. Octubre: 10, bajo la batuta de Lenin, el CC del PB decide preparar la

insurrección. Días después el Sóviet de Petrogrado crea el Comité Militar Revolucionario, presidido por Trotski. 24-25, Insurrección de Octubre. 25, Segundo Congreso de los Soviets de Toda Rusia. Primer Gobierno Obrero y Campesino de la Historia Universal, Lenin lo preside. Decretos de la Paz y de la Tierra.

7-Diciembre: se crea la Cheka 1918

Marzo: 3, se firma el Tratado de Brest-Litovsk. Día 4, Trotski es nombrado Presidente del Consejo de Guerra. 6-8, 7º Congreso del PB que ratifica la Paz de Brest.

Abril: Trotski es nombrado Comisario del Pueblo para la Guerra. Mayo: comienza la Guerra Civil. 30-Agosto: atentado contra Lenin. Se refuerza el Terror Rojo . 1919 15-Enero: asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg

2-6, Marzo: se funda la IIIª Internacional, la Internacional Comunista. Abril: las tropas del general Pilsúdski invaden Ucrania. 28-Junio: Tratado de Versalles. 1920 Noviembre: fin de la Guerra Civil. 1921

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Marzo: Insurrección de Kronstadt. 8-16, Xº Congreso del PB en el que se decide introducir la NEP. 1922 16, Abril: Tratado de Rapallo. 25, Mayo: Lenin sufre un ataque de apoplejía. Diciembre: Día 13, Lenin le pide a Trotski que defienda en el CC el monopolio del comercio exterior. 23, Lenin principia la redacción de su “Testamento”. 30, nace la URSS.

1923 4, Enero: En un añadido al Testamento, Lenin propone la destitución de Stalin como Secretario General. Octubre: 8, Trotski le envía una carta al CC donde critica la degradación de la democracia en el seno del partido. 15, Programa de los 46. Finales, fracaso del Octubre Alemán.

Diciembre: Pravda publica “Nuevo Rumbo” (Nuevo Curso), de Trotski.

IV. Después de Lenin

1924 21, Enero: Muere Lenin. Octubre: Lecciones de Octubre, de Trotski. Noviembre: el triunvirato (Stalin, Zinóviev y Kámenev) desencadena una furiosa campaña contra Trotski.

1925 Enero: el CC destituye a Trotski del Comisariado de la Guerra.

Mayo: para intentar neutralizarlo, el CC nombra a Trotski presidente de tres comités técnicos. 18-31, Diciembre: XIV congreso del PB. Ruptura pública de la troika. Stalinistas-bujarinistas, es la nueva fracción gobernante.

1926 5, Enero: el CC nombra a Kírov reponsable del partido en Leningrado. Julio: en una junta del CC Trotski, Zinóviev y Kámenev proclaman la existencia de la Oposición Conjunta. Tensos debates. Dzeryinski muere de un infarto en plena reunión. Octubre: 25, en una junta ampliada del Politburó, Trotski califica a Stalin de “sepulturero de la revolución”. 26, Trotski es expulsado del Politburó y Zinóviev de la presidéncia de la IC.

1927 Marzo: estalla la revolución china en Shanghai. Por orden de Moscú, el PCCh le entrega la revolución a Chang Kai-chek que desata una sanguinaria represión sobre los trabajadores y comunistas. A la Oposición no se le informa.

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27-Septiembre: se expulsa a Trotski del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Octubre: para ocultar su fracaso, la fracción dirigente da un giro ultraizquierdista y ordena la insurrección de Cantón que es aplastada. Stalin/ Bujarin censuran las noticias provenientes de China. Noviembre: 14, Trotski y Zinóviev son expulsados del partido. 16, se suicida Ioffe. Diciembre: XV congreso del PC(b) de la URSS. Expulsión en masa de la Oposición. El PB deja de existir.

V. El destierro: Almá-Atá

1928

Enero: 12, la GPU le comunica a Trotski que el 16 será deportado a Alma-Atá. 16, concentración de miles de personas en la estación del tren para despedir a Trotski; la GPU pospone su marcha. 18, la GPU deporta en secreto a Trotski. 25, Trotski llega a Almá-Atá en la compañía de su hijo mayor, Liova, y de su mujer, Natalia. 27, Zinóviev y Kámenev reniegan de Trotski y piden el reingreso en el partido.

9, junio: muere en Moscú la hija menor de Trotski, Nina.

17, Julio: comienza el VI Congreso de la IC. Trotski previamente hace un análisis del programa al que califica de “colaboración con la burguesía exterior”.

10, Septiembre: Pravda publica el último artículo de Bujarin, “Notas de un economista”.

26, Noviembre: el Politburó condena a Trotski por “contrarrevolucionario”.

27, Diciembre: Stalin anuncia en Pravda: “Al diablo con la NEP”.

1929

Enero: 7, el Politburó vota la expulsión de Trotski de la URSS. 22, la GPU saca a Trotski de Almá-Atá rumbo a Turquía.

10, Febrero: el tren con Trotski a bordo llega a Odesa. Se despide de su hijo pequeño, Sergei, al que no volverá a ver. Embarca con dirección a Constantinopla.

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VI. Exilio

A) Turquía (1929-33)

12, Febrero: el barco que trae a Trotski atraca en Constantinopla.

5, Marzo: los Trotski abandonan el consulado soviético y se traladan a un hotel.

Abril: en una junta del CC, Stalin ataca a Bujarin. Finales de mes, los Trotski se van a vivir a la Isla de Prinkipo, en el Mar de Mármara

Junio: Tomski es destituido de la dirección de los sindicatos. 3, Julio: Bujarin es expulsado de la presidencia y del CE de la IC.

Noviembre: el CC destituye a Bujarin del Politburó. 7, se publica el artículo de Stalin donde este anuncia la colectivización forzosa. 26, la “Oposición de Derechas” capitula ante Stalin.

1930 14, Septiembre: Elecciones al Reichstag. Con una participación del 82%, el Partido Nazi (DNSAP) tiene un incremento enorme de votos alcanzando los 6,4 millones. No obstante, el SPD obtiene 8,5 millones y el KPD 4,6.

1931 Enero: la hija mayor de Trotski, Zina, llega a Prinkipo con su hijo Seva.

14, Abril: se proclama la IIª República española. 28, Junio: Elecciones a Cortes Constituyentes en el Estado español, triunfan los republicanos y socialistas. Gobierno republicano-socialista. Agosto: los comunistas se alían en la práctica a los nazis en el referendo contra los socialdemócratas en Prusia. El plebiscito es favorable a los socialdemócratas.

1932 20, Febrero: Stalin hace que se le retire la ciudadanía soviética a Trotski.

Marzo/Abril: Elecciones presidenciales en Alemania. Socialdemócratas y comunistas van desunidos; los socialdemócratas votan por Hindenburg; los comunistas por su propio candidato, Thaelmann. El Partido Nazi consigue 13 millones de votos. Hindenburg presidente con 19 millones de votos Noviembre: 14, Trotski sale de Constantinopla para ir a dar una conferencia sobre la Revolución Rusa en Copenhague. Sólo lleva visado de ida y vuelta. 23, llega a Dinamarca. 25, da la conferencia, en alemán. Elecciones al Reichtag, los nazis ganan con 13,7 millones de votos, más

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que la suma de los votos conseguidos por los dos partidos obreros, SPD y KPD. Diciembre: 2, Trotski sale de Copenhague con dirección a Prinkipo: Amberes-Dunkerque-París-Marsella-Veneza y Brindisi, donde toma el barco para Turquía. 11, en Turquía.

1933

Enero: 5, la hija mayor de Trotski, Zina, se suicida en Berlín. 30, Hitler es nombrado canciller. 27, Febrero: incendio del Reichstag. 5, Marzo: últimas Elecciones al Reichstag, los nazis completan la fase legal de la contrarrevolución: 17,2 millones de votos.Aún así, los votos del SPD y del KPD suman 12 millones. 17, Julio: Trotski sale de Turquía camino de Francia.

B) Francia (1933-35)

Julio: 24, Trotski llega a Cassis, cerca de Marsella. 25, se instalan en Saint-Palais, en “Las Brumas”.

Noviembre: 1, Trotski se instala en Barbizon. 19, Elecciones Legislativas a las Cortes españolas: triunfan las derechas, gobierno Lerroux. 1934 16 Abril : el gobierno de Gaston Doumerge anula el permiso de residencia de Trotski. Junio: Trotski propone el “giro francés”, la táctica del “entrismo”. Julio: Trotski va a residir en Domène. Diciembre: 1, Asesinato de Kírov. 6, Stalin inventa un “centro trotskista-zinovietista” en Leningrado y Moscú. 16, Detención de Zinóviev. 1935 Enero: 9, La GPU condena a prisión y exílio a 77 miembros de un supuesto “grupo contrarrevolucionário” de Leningrado. 16, Condena de 5 a 10 años de 19 miembros de un mítico “centro” de Moscú. 17, Circular de Stalin que ordena el censo de los miembros del partido que tengan discrepado en alguna ocasión con la dirección.

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14, Junio: Trotski toma el tren en París hasta Amberes, camino de Noruega.

C) Noruega (1935-36)

Junio: 18, Trotski llega a Oslo. 23, se instala en la aldea de Wexhall.

25, Julio: Comienza el séptimo y último Congreso de la IIIª Internacional. En él se decidirá la política de los “Frentes Populares”.

1936

16, Febrero: Elecciones legislativas a las Cortes españolas. Triunfo del Frente Popular.

17-19 Julio: Golpe de Estado. Comienza la Revolución y la Guerra civil española.

19-24, Agosto: Primer Proceso de Moscú, el juicio de los 16: Zinóviev, Kámenev...Los encausados son fusilados (día 24).

Septiembre: 4, Primer Gobierno de Largo Caballero. 26, Primer Gobierno de la Generalitat.

19, Diciembre: Trotski y Natalia son embarcados en el petrolero Ruth rumbo a México.

D) México (1937-40)

1937

Enero: 9, Trotski y Natalia desembarcan en Tampico (México). 23-30, Segundo Proceso de Moscú. Juicio de los 17: Piatákov, Karl Rádek...

10-17, Abril: período de trabajo de la Comisión Dewey.

Mayo: 3-6, Jornadas de Mayo en Barcelona: último acto de la Revolución vencida por la pequeña-burguesía y el stalinismo. 22, El mariscal soviético Tujachesvski es detenido por “espía”.

Junio: 11, Izvestia anuncia la apertura del proceso a los generales por “alta traición”. 16, Andreu Nin es detenido, torturado y asesinado por la GPU.

4, Septiembre: se descubre el cadáver de Ignace Reiss.

12, Diciembre: la Comisión Dewey emite su veredicto: Trotski y Liova son exculpados de las acusaciones stalinistas.

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1938

16, Febrero: muere en una clínica parisina Liova, el hijo mayor de Trotski.

2-13, Marzo: Tercer Proceso de Moscú. El juicio de los 21: Bujarin, Rakosvski, Krestinski...

Finales Marzo/Comienzos Mayo: ejecutan a los bolcheviques-leninistas del Campo de Concentración de Vorkuta.

Septiembre: 3, se funda la IV Internacional. 29-30, Conferencia de Munich.

1939

Marzo: por divergencias con Diego Rivera Trotski abandona la “Casa Azul”.

1, Abril: termina la Guerra Civil española con el triunfo de los fascistas.

4, Mayo: Litvinov, judío de origen, es destituido como Comisario de Exteriores, le sustituye Molotov.

23, Agosto: Pacto nazi-soviético.

Septiembre: 1, La Alemania nazi invade Polonia. 3, Inglaterra y Francia le declaran la guerra a Alemania.

24, Octubre: La URSS y la Alemania nazi firman un acuerdo comercial. 30, Noviembre: el Ejército Rojo ataca Finlandia.

1940 27, Enero: Trotski redacta su “Testamento”. 11, Febrero: la Unión Soviética y el III Reich firman otro acuerdo comercial.

Marzo: Finlandia capitula ante la URSS. 24, Mayo: atentado fallido contra Trotski dirigido por el stalinista David Alfaro Siqueiros. 3-6, Agosto: la URSS se anexiona las Repúblicas bálticas. 20, Agosto: atentado mortal contra Trotski: el stalinista y agente de la GPU Ramón Mercader golpea la cabeza de Trotski con un piolet. 21, Agosto: muere Trotski, a las 19.25

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CUATRO PÁGINAS WEB :

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PELÍCULAS Y DOCUMENTALES

A) Película: --El asesinato de Trotsky. Director: Joseph Losey. Guión: Nicholas Mosley. Actores principales: Richard Burton (en el papel de Trotski), Valentina Cortese (Natalia), Romy Schneider (Silvia Agelov), Alain Delon (Mercader). Año de producción: 1972.

NOTA: Hay que decir aquí, que el largometraje de Sergei M.

Eisenstein “Octubre”, filmado en 1927, contenía en el original 3.800 m. Como Stalin hizo eliminar toda referencia a Trotski, la película se quedó reducida a 1.600 m.

. B) Documentales:

• Trotsky (I) . Revoluciones. Director-realizador: Patrick Le Gall.

Francia, 1988. Emitido por TVE el 22 de enero de 1999 • Trotsky (II ). Exilios. Director: Patrick Le Gall. Francia, 1988.

Emitido por TVE el 22 de enero de 1999 • Asaltar los cielos. Dirección: Javier Rioyo y José L. López

Linares. España 1996. Emitido porTVE el 22 de enero de 1999 • Trotsky y México. Dos revoluciones del siglo xx. Guión y

dirección de Adolfo García-Videla. Coproducido por TV UNAM y Museo Casa de León Trotsky. México, 2005