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Título:
Lo que me contó mi abuela / Henry A. Petrie
(Poemas escritos en los años 2016-2020).
Primera edición digital.
Managua, Nicaragua, 2020.
© Henry A. Petrie
© Ediciones Pensar
© Acción Creadora Intercultural (ACIC)
Diseño y diagramación : Walter J. Petrie
Fotografía de autor : Sharon N. Petrie
Imagen de portada : Mauricio Rayo
Título de la Imagen : Hacia las raíces de mi abuela
Técnica : Mixta
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta
publicación, incluido el diseño de la portada, puede ser
reproducida de manera impresa, sin permiso previo por
escrito de la editorial o del autor.
En memoria de mi abuela,
a 30 años de su fallecimiento
Guadalupe Navarro González,
la Lupita
(Bluefields, Nicaragua, 12 de diciembre de 1919 –
Managua, 13 de abril de 1990)
que nos entregara tantas alegrías,
que nos enseñara tanto de la vida y del ser humano,
que nos entregara imágenes imperecederas
de su Caribe nicaragüense, de sus campos azules,
de su bahía, y que
nos dejara una tormenta de recuerdos,
que cada uno de sus nietos
y de las personas que la conocieron,
la revivimos, la vivimos y continuamos disfrutándola
en nuestras conversaciones, como si el aire fuera ella
y nuestras palabras su voz.
30 años han pasado,
y siempre ha estado aquí, dentro, muy dentro,
hasta de sus bisnietos y tataranietos que
a través de nosotros, la conocen, y se divierten
con sus aventuras y ocurrencias,
contadas como si ella estuviera entre nosotros,
sentada, fumándose un cigarrillo y degustando
una taza de café con una tortilla de harina.
A la Costa Caribe de Nicaragua
cuya autonomía debe ser plena y auténtica,
que desarrolle integralmente sus comunidades
étnicas;
donde la interculturalidad sea el patrón
de vida y convivencia que asegure entendimiento,
respeto,
armonía, paz y bienestar de los pueblos indígenas,
afrodescendientes, mestizos y caribeños todos,
llamados a defender sus recursos naturales
y el espacio vital de interconexiones felices,
hacia una visión común de desarrollo
entre las diferencias.
Agradezco el apoyo de amigas y amigos por la
oportunidad que me brindaron de profundizar en el
conocimiento de realidades culturales étnicas, de las
historias particulares y la historia general de la Costa
Caribe de Nicaragua; por ser promotores incansables
de la interculturalidad y de las distintas expresiones
del ser caribeño:
Alta Suzzane Hooker Blandford
Fernando Saavedra Areas
Raúl Davis
Urania del Carmen Rodríguez Medina
Jhonson Alberto López
Prólogo
¿Qué puedo decir yo de orígenes, cuando los
míos son tan diversos?
Sé que mi verdadero origen está más allá de
quienes me engendraron y me criaron, con quienes
he pasado tiempo de vida y a quienes he procreado;
pertenezco a varias historias y he sido un protagonista
activo.
No existe una sola historia que nos constituya o
edifique, como la vida misma estamos hechos con
fragmentos de historias; en la amalgama del ente en
que logramos erigirnos, éstos se expresan con
determinada claridad. Entrañamos raíces, sí. Raíces,
no raíz. Aquí se contienen sustancias esenciales
diversas. En nuestros engramas los signos culturales
se interconectan, reconociéndose en las esquinas del
mundo, por muy advenedizo que creamos sea el Otro.
Soy producto de varias culturas y en el
transcurso de mi vida he conocido otras tantas en
diversos puntos del planeta Tierra; he tratado de
penetrar en cada una, de sentirlas, entronizarme…
porque no creo en terruños ni cunas definitorias, los
gentilicios me parecen más una necesidad de
Lo que me contó mi abuela
6
identificación que de definición humana. La geología
terrestre es cambiante y dinámica como para creer
que Managua, por ejemplo, seguirá tal como la
conocemos dentro de algunas décadas o un par de
siglos más. Quizá desaparezca por algún evento y sus
sobrevivientes han de hacerse de otro asiento terreno
para vivir. Prefiero ser multicultural en mí mismo, en
búsqueda e inquieta relación con aquellas culturas que
desconozca.
Soy de los que se adaptan con facilidad, de los
que asumen familia donde el espacio-tiempo ha
dispuesto. Más que sangre es otra esencia, aquella
cósmica que siempre nos ha determinado, solo que se
ha olvidado, o se prefiere dar la espalda, por temor o
ignorancia. Por tanto, soy yo, pero también muchos
otros, algo así como Yotros, aunque no haya licencia
académica que jamás me ha inquietado. Yotros he
estado en muchos lugares, donde he dejado alguna
huella.
Nací en Los Ángeles, un barrio popular histórico
de la ciudad de Managua. Y desde el mismo 18 de
mayo de 1961, cuando mi madre me parió a las 2:45
de la madrugada, ahí estuvo, a la par de la partera, mi
abuela nacida en Bluefields, al sur de la costa Caribe
Henry A. Petrie
7
de Nicaragua. Sus progenitores llegaron hasta aquella
ciudad caribeña desde la ciudad de Masaya. ¿Dónde
no están los masayas?
Desde mi infancia conocí el Caribe en Managua,
con mi padre Henry Alexander y mi abuela
Guadalupe, también a través de sus hermanos, mis
tíos abuelos que la visitaban cada cierto tiempo:
Gabriel (Bilwi), Trini (Siuna) y Zoila (Bonanza).
Conocí de las artes culinarias caribeñas desde antes
que conociera Muelle de los Bueyes, Rama, Nueva
Guinea, Bluefields, El Bluff, Kukra Hill, Laguna de
Perlas, Corns Island, Siuna y Puerto Cabezas (Bilwi).
Para mi familia, con una madre rivense, fue habitual
el gallo pinto con coco, el wabul, la fritura de fruta de
pan, pijibay, tortilla de harina, rondón, pescado con
coco, patí, pan bon, ceviches en sus diversas variantes,
etc.; así también el vaho, indio viejo (o picadillo),
vigorón, nacatamal, bollo dulce, tamal pisque, atoles,
etc.
Mis dos hermanos, Eddy José y Walter José, y
yo, fuimos hijos de una madre soltera y obrera, de la
primera generación de sindicalistas textiles de
Nicaragua, fallecida el 5 de septiembre de 2015, a la
edad de 76 años; también fuimos nietos de otra madre
Lo que me contó mi abuela
8
soltera con hijo único, de oficio costurera. Ambas
trabajaron como tayacanas, no se doblegaron al
imperio de ningún hombre, y nos criaron con alto
espíritu de lucha. También nos influyeron e
inspiraron nuestras tías maternas: Isabel, Casta y
Dora, extraordinarias mujeres de lucha por la vida.
Es decir, soy producto del matriarcado. La
jefatura en nuestra gran familia, desde que tengo uso
de razón, estuvo a cargo de mujeres fajadas con el
trabajo, siempre alegres. Y debo decir que mis madre,
abuela y tías, jamás conocieron de feminismo ni cosa
que se le pareciera en términos conceptuales en sus
tiempos, sencillamente fueron mujeres
autodeterminadas y no se dejaron de nadie. En ellas
no conocí la derrota ni estados depresivos, eran
fuertes, dinámicas y populares.
Mi abuela, Guadalupe Navarro González, nació y
creció en Bluefields. Se vino a Managua porque no
toleró jamás que mi abuelo, marinero cuyos
antepasados vinieron de Gran Caimán, le levantara la
mano en una sola ocasión; alistó sus maletas, agarró a
su chavalo como de doce o trece años y partió rumbo
a la capital sin mirar atrás. En Managua, superando
dificultades y obstáculos, pero bien afirmada en su
Henry A. Petrie
9
ingenio y carácter, logró asentarse e hizo una nueva
vida «sin depender ni aguantar a ningún cabrón»,
decía.
Crió a mi padre Henry Alexander Petrie
Navarro, hasta que llegó a su juventud temprana y lo
reclutaron como cadete de la Guardia Nacional, solo
duró la intentona de invasión desde Managua a Costa
Rica en 1955.
Luego de esta breve estación y algunos años
después, él conoció a mi madre, una jovencita llegada
a la capital desde Pica Pica, municipio de Belén, Rivas,
y se enamoraron. En términos laborales se desempeñó
como taxista en la vieja Managua. Él tenía el alma
libertina y se separaron, aunque en términos legales el
matrimonio quedó intacto hasta el momento de su
fallecimiento en 1978.
Mi abuela paterna se quedó con mi madre, jamás
nos abandonó. Integró el dúo de mujeres que nos
criaron. Mi abuela me contaba historias, cuentos o
leyendas que me parecían fantásticas. Me contaba
aventuras y travesuras. Aquellos campos azules eran
un mundo maravilloso en sus historias, contadas con
humor y picardía.
Mi abuela fue una mujer pícara, jocosa,
Lo que me contó mi abuela
10
desenfadada, con humor decía verdades: «para que la
gente mala entienda hay que decirles sus cuatro
cosas»; «no seás tonta, amiga, si tu macho está
desganado de aquello, levantale el apetito sin
vergüenza y desnudita». No fue moralista ni se
anduvo con formas «delicadas estúpidas», «como si no
viviéramos en el mundo». Me habló de curas «chilitos
calientes» y de monjitas «pancitos inquietos». Fue
creyente a su modo, para nada religiosa, tampoco
temió a dios.
Ella y gente costeña radicada en Managua se
visitaban cada cierto tiempo. Recuerdo que, en 1975,
hasta nuestra casa en la colonia 10 de Junio ‒antes
Luis Somoza Debayle‒, llegaron tres moravos a
visitarla, con el propósito de convertirla a su religión.
Mi abuela los escuchaba con atención, pero de pronto
salía con sus ocurrencias: «Jesús debió haber sido
zángano, el bandido», dijo. Los dos negros y el
mestizo que conformaban el trío, no menores de 30
años, se pusieron serios ante el comentario. Ella, como
si ya esperaba dicha reacción, se sonrió y les dijo:
«Como me pintan a Jesús debió ser muy guapo, ya
imagino a las mujeres detrás de él, ¿no creen?» Se
soltaron en carcajadas, no sé si por cortesía o porque,
Henry A. Petrie
11
en realidad, habían entendido el humor de mi abuela.
Y le dijeron: «Ah, doña Lupita, es usted muy
agradable».
Doña Lupita, entonces, fue muy blufileña aun
viviendo más de la mitad de su vida en Managua,
adonde llegó «por culpa del padre de mi hijo que me
quiso trompear y yo no me dejé. ¡Ja!, apenas levantó
la mano pegué la guinda sin darle oportunidad de
que me buscara», decía a las vecinas en sus amenas
conversaciones.
Conoció las culturas caribeñas y aprendió de
cada una. No concibió su vida sin el Caribe, a pesar de
Managua; los campos azules eran su adoración. Sus
recuerdos fueron tan intensos que los convirtió en
historias que nos contaba a mis hermanos y a mí;
también las contaba a sus amistades, quienes creían
que Bluefields, Puerto Cabezas o cualquier ciudad o
poblado del Caribe nicaragüense, se trataba de otro
país habitado por brujos o gente que hacía brebajes y
sontín. En muchísimas ocasiones los vecinos se le
acercaron para preguntar si ella no era de las que
pintaban a la gente, o hacía que las personas se
enamoraran, por ejemplo. Siempre les respondió muy
divertida, pícara y con malicia de la buena, como para
Lo que me contó mi abuela
12
ponerlas a prueba y pasar riéndose de la ignorancia
de los managuas de aquel entonces.
Aquí pues, Lo que me contó mi abuela, su esencia,
su espíritu, su voz, todo conjugado a mis recuerdos; a
sus historias se han incorporados otros zumos,
emanaciones poéticas de mi imaginación y los
destellos que desde aquellos territorios me han
llegado, o que de alguna manera también he vivido y
que, como un instrumento percutivo que entraña
aquellas vibraciones, devuelvo en poemas.
El autor
Henry A. Petrie
13
0.0
Fumadora y cafeinómana,
desmochadora hasta el amanecer
con antologías de historias;
su picardía fluía con el pensamiento.
El suyo era perspicaz y atrevido,
hasta ganar admiración de mujeres
ingenuas y conservadoras,
también mojigatas, negándose
libertades y placeres.
Se reía como jaguar lunar,
preparando la celada en su juego;
y el embrujo de sus palabras
se burlaba de la vida, viviéndola
como quería, a sorbos de café
y quema de cigarrillos,
aguardando la noche,
la madrugada.
Lo que me contó mi abuela
14
1.4
Mi abuela era blanca,
del blanco que mezcla con la noche,
con el azul de sus campos infantiles;
era blanca come pijibay y fruta de pan,
el pan de coco, leche, leche,
del coco dulce, un pan bon 1
y patí 2 también.
Aquellos campos de plural natural,
donde el hombre no fue primero,
sí,
sí,
el animal, las aves, los peces
que en las aguas jugaban, el ser,
sí,
1 Pan bon: pan especiado oscuro, derivado del pan de jengibre de origen
inglés, muy tradicional del Caribe afrodescendiente.
2 Patí: especie de empanada frita rellenada con carne de res, cerdo o pollo,
marinado en especias. Es un bocadillo caribeño kriol que está teniendo
bastante auge en el Pacífico de Nicaragua, especialmente en Managua.
Henry A. Petrie
15
ahí estaba,
el ser,
armonía, gozo, aliento,
el humano llegó después,
bastante después.
Aquí no es tierra de piel barro,
negro, cenizo o blanco,
es del verde, azul,
de todos los colores,
tierra y agua, aire y sueño,
en cada caño y río y laguna,
y en cada sueño un hogar,
tras cada hogar otro mayor,
la gigante sombra del árbol
tataratatarabuelo,
solo se es cuando se ama
estas entrañas que hablan
como pecho de madre,
leche de entraña, agua,
agua fresca de vientre.
Mis abuelos eran blancos
y comieron como los que ya estaban
Lo que me contó mi abuela
16
y bailaron, bebieron sus pasados,
de los que llegaron más allá del mar
y los del lado español aquí.
Los senos de la madre son anchos
como campos azules,
sus venas suben y bajan,
Wangki 3 - Escondido
Rama – Grande
todo verde, multicolor,
con el canto de todas partes,
lenguas vivas, música en el viento,
todo un solo corazón, el ave
que besa y absorbe el alma,
néctar de esta esencia marina
y selvática,
rítmica, fiestera, colorida,
libre
en sus temblores de cuerpo,
como el alma que va a la bahía
a llorar, sí,
a llorar la tragedia histórica.
3 Wangki: nombre miskitu del Río Coco.
Henry A. Petrie
17
2.2
Sus senos eran de manatí
y la claridad de sus ojos alcanzaban
copetes de palmeras gigantes y robustas
en plenitud solar y danza
del palo de mayo, ¡algarabía de ritmos!
Más que a su cuerpo delgado,
agitaba su alma que era encanto
del marinero ancestral que en su voz
encontró calma y tormenta,
vuelo de garzas con sueños azules;
decía que el saber costeño,
su embrujo hasta el éxtasis
estaba en el coco,
salpicando sangre, clamando
yuca y pescado.
Lo que me contó mi abuela
18
3.1
Le encantaba hacer el amor en la bahía de Bluefields,
desnudos en el agua mi abuelo la suspendía con
[brazos fuertes
y ella a horcajadas lo arrebataba, bebiéndoselo
como la noche a las estrellas.
Mi abuela soñaba ser manatí de piel brillosa y lucia,
escabullirse en la piel de su hombre,
como agua cálida inundar su cuerpo,
cada vez en la bahía;
no hubo noche que no temblara
ni luna que no pariera sombras;
la manatí se hace mujer, espléndida
como la silueta de la noche en celo.
Ella miraba a la manatí bajo la Luna
y se sumergía en las aguas serenas
hasta esculpir su sombra en la costa
y disfrutar de icacos en alfombra.
Henry A. Petrie
19
4.5
El negro llegó llorando
con marcas en la piel;
el negro tenía otro tiempo,
también dioses.
En el océano se ahogó.
Hay llanto, dolor, ardor,
en la piel gruesa del tormento
y en el tambor, ahí,
con manos colibríes percutiendo
el alma que se eleva
en busca de lo allá dejado.
Hubo una negra hermosa,
de largas piernas y duros senos,
se entregó como pantera al destello
que apareció en la noche de huracán.
Me contó ella, mi abuela,
como si fuera la negra llorosa
en su recuerdo elevado a las estrellas.
Lo que me contó mi abuela
20
5.3
Se andaba entre los árboles de icaco,
con sus cabellos castaños y piel blanca,
su mirada siempre al mar Caribe
cercano y profundo en sus raíces,
diferentes entre semejantes,
con un sueño tallado en el horizonte
y encarnado en caños hasta Laguna de Perlas,
donde del barro y la humedad
surgen los amantes creoles.
Henry A. Petrie
21
6.8
Al vuelo de la mirada
la intensidad del recuerdo,
la nostalgia por el pájaro azul
en su refugio fruta de pan.
Aunque en la noche profunda
reine el silencio, la sombra
suspira con respaldo de luna.
Busca su cuerpo, el pájaro,
su trino, sus alas,
líquido denso en sus formas,
el alma de mujer.
La mirada en su vuelo
retiene el tiempo a tantos,
como cuando mi abuela
retenía las chispas, sus poemas.
Lo que me contó mi abuela
22
7.9
Rayitos de sol entre palmeras,
viajeros, amantes,
abrazan al mar Caribe.
Un niño kriol
escucha voces lejanas
en la marejada;
una doncella miskitu
busca el róbalo herido
en su corazón;
la garífuna,
señora de anchas caderas
y cabellos telarañosos,
celebra nuevo ritmo timbal;
el viejo rama ata su lengua,
para que no escape su alma
y siga jugando a los vientos
del remoto sur;
Henry A. Petrie
23
el joven mestizo,
que nació caribe y come yuca,
coco y plátano,
sueña con el rumor del río
y el trino de las aves,
donde se encuentra su mayangna;
la mayangna tiene color barro,
azabaches sus ojos,
en sus cabellos retozan rayitos
de sol y luna.
Dicen que hay un cuento, leyenda,
un extenso poema,
en la imagen del agua y la selva,
en el lienzo de la palma africana,
en las luces que llegaron desde el mar.
Y desde el mar
no solo llegaron los barcos del dolor,
de la matanza y la esclavitud.
Lo que me contó mi abuela
24
8.6
Cuando mi tío visitó a mi abuela,
llevaba a su esposa y dos hijos,
una niña y un niño,
la madre miskitu que los criaba.
El blanco de mi tío
revivía en la piel de su mujer
que era de barro;
hablaba del amor extraño,
de la naturaleza, la vida, las aguas,
la comunidad que es hogar,
tierra y mar en cópula,
pariendo frutos.
La naturaleza es diosa,
viento y pinos, desde allá
el norte hacia donde fue
siendo del sur, mas
ser de uno y otro lugar
no es la cuestión que niegue
el cóctel, o luk luk 4
Henry A. Petrie
25
o wabul. 5
Hay voces en el viento.
Música entre palmeras.
Ritmo en el oleaje.
Hay almas hechas de yuca,
coco, plátano y pescado,
como del agua a la danta,
decía el tío con ojos brillosos
sobre la mujer que acariciaba
su brazo robusto y velludo.
La miskitu tiene mucho corazón
y sabe cómo pescar, curar,
parir con la danza de los pinos,
al cuidado de los colibríes.
4 Luk luk: sancocho que lleva trozos de carne de res, yuca, sal y bastante
agua.
5 Wabul: atol de plátano, guineo verde o maduro o yuca. Se cocina y
posteriormente se machuca con un mazo de madera (tuskaya) y después
se mezcla y se revuelve con leche de coco.
Lo que me contó mi abuela
26
9.13
El amor no es tontera,
tampoco dulce ni ilusión,
basta mirar la Tierra
que alberga a todos.
Aquí no hay princesas ni príncipes,
solo mujer y hombre manatí;
caracoles que cuentan amores
en eco lejano de la mar;
luz y sombra se juntan
en un hilillo apenas perceptible,
de lo que puede ser diferente,
sin engaños ni prolongación
de cruz a cuesta
ni tiempo aburrido
de costumbres sordas y mudas.
Y mi abuela,
con palabras de higo,
enseñaba el amargo de la higuera;
Henry A. Petrie
27
como del rugoso placer
del pan en fruta
y la dura envoltura del coco.
El amor es uno para el otro,
mas no el otro de otro,
así como el aire y el viento,
el agua y la tierra,
uno es en el otro,
mas el otro no es de otro.
Todo vaga en esencia
de lo que es y no puede aprisionarse.
Mi abuela amó y desamó,
con la dureza del desapego
y la ternura de ser,
sin sombras, sin cruz,
el amor es la vida
y vida no hay
sin libertad.
Lo que me contó mi abuela
28
10.7
Los nietos de mi abuela
comimos la comida ajena al Pacífico,
chupamos las mieles de los frutos
y supimos de vergel en patio
en la Managua de barrios crecientes;
granadilla, guayaba, icaco,
papaya, uva, yuca,
todo en vergel casero
con rostro colorido de la vida,
cada día el sabor.
Los nietos de mi abuela,
encantados en su lecho,
escuchábamos sus cuentos, sí,
cuentos y más cuentos inventados,
de barcos y sirenas,
de garzas y manatíes,
perritos de mar que no solo caballitos,
también de princesas negras y miskitus,
poetas y cantores de bahía y laguna,
amantes perdidos en los caños,
Henry A. Petrie
29
piratas que enamorados se quedaron;
muchos cuentos en estelas de humo
y otros de misterios, de llantos,
como la Ceiba que va muriendo
por la sierra mala y cruel.
Hubo una soñadora en Rama Cay,
en las aguas buscó su amor.
Navegó y en otro islote invisible,
murió tan joven de congoja.
El garífuna de Orinoco danzó
hasta el alma del caracol cantor;
en la unión del Caribe y Atlántico
la voz africana viajó en eco
con todos los rostros grabados
y los ritmos penetrados con brisa.
Los nietos de mi abuela
la vimos llorar, reír;
la vimos con ojos alegres, pícaros;
ella menuda y activa,
que no dejaba de hacer
ni de andar.
Lo que me contó mi abuela
30
Los nietos de mi abuela
la amábamos tanto, tanto,
con su palabra cuento leyenda,
pisando tambos y chapoteando suampos.
Henry A. Petrie
31
11.15
Mar adentro,
en superficie los saltos
de un alma libre;
las estrellas juegan
y la quietud de las aguas
colman su pecho.
La criatura salta y llama.
Cada año cinco noches
allá adentro lejano,
donde no penetra la Luna
y los barcos están ausentes,
aparece el alma a saltos,
del fondo a la superficie
a los ojos del marinero,
allá en el Bluff
con mirada ya cansada
donde el Sol se pierde
y la Luna ha dejado de brillar.
Lo que me contó mi abuela
32
La negra bella
jamás se fue de sus recuerdos,
aquellas noches en tierra
con palmeras danzantes,
se amaron.
Sobreviviente del naufragio,
en la costa aún sufre, la invoca,
mar adentro,
de donde ya no regresó.
Henry A. Petrie
33
12.12
Me decía,
nos decía,
cuando en su lecho, atentos
escuchábamos las maravillas
que fluían de su sangre memoria,
fugándose de su boca desdentada
con delgados labios rosados;
nos arrebata la luz de sus ojos,
el ritmo de sus historias
y la imaginación volaba
hacia el puerto de nuestras mentes.
Me decía,
nos decía,
que las culebras de aguas
-como rutas y caminos-
nacieron de grandes estanques,
desde las conchas de tortugas,
cuando emergió la tierra.
Lo que me contó mi abuela
34
Así la gran culebra Escondido,
entre selva y sonidos del Cosmos,
se andaba firme y caudaloso,
alargado cuerpo de agua y niebla.
No hubo un solo paraíso…
Desde el principio las culebras
entre conchas de tortugas,
El Escondido y sus hermanos
Rama, Siquia y Mico,
y su primo Wangki al norte,
jugaron encantos y portentos
en el vuelo del alma
o el alma del pajarito
con trino de selva profunda.
Me decía,
nos decía,
con melancolía adherida,
machacando historias y secretos,
que venía de un paraíso
en su corazón soñado.
Henry A. Petrie
35
Y callaba. Callaba.
Lo que me contó mi abuela
36
13.10
Acompasado oleaje.
Bongó suena, vibra, llama.
En movimiento los cuerpos,
sudorosos, arcilla fértil.
Las negras tienen poder.
Sus cinturas, piernas y pantorrillas,
hechas con poder,
empujan al hombre:
«Vaya pa´ fuera a buscar la llave».
Marcan tiempo, las mujeres.
La diosa demanda, la arcilla espera.
Hay que engendrar, poner los hijos.
Quien pierde la llave no engendra.
La llave de la casa hay que buscar.
Es mayo negro; Mayaya 6 negra.
¡A mover los cuerpos!
Henry A. Petrie
37
Danzar alrededor del palo
y sudar,
para que vengan los frutos,
los hijos de Mayaya.
La diosa demanda, la arcilla espera.
Poderosa negra que danza,
se abre a la llave del negro
con ritmo de noche húmeda.
6 Mayaya: diosa de la fertilidad. Representa el culto a la tierra.
Lo que me contó mi abuela
38
14.11
Duelen, duelen,
Tasba Misri 7 y Wan Aisa
8;
el mordisco del hombre demonio,
duele, duele.
El espíritu del Niki Niki 9
Llora en el Wangki,
el róbalo y la niña se perdieron
entre raíces y huellas resecas.
Los pies se queman
en los senderos que recorren
7 Tasba Misri: Madre Tierra (Naturaleza), pareja de Wan Aisa o Dawan.
8 Wan Aisa (o Dawan): Gran Creador o Padre Grandioso. Junto a Tasba
Misri, su pareja, creó al hombre desde las montañas sagradas, a quien
enseñaron el arte de la caza, la pesca y los secretos de las montañas y los
ríos.
9 Niki Niki: jefe miskitu que, según la leyenda, dio origen el Río Coco (o
Wangki) y a los árboles de pino, cuando, en busca de su hijo perdido,
esparció semillas de pino. Murió de tristeza porque jamás los encontró.
Henry A. Petrie
39
jóvenes miskitus
con miedo al sin sueño,
a la caída de las estrellas,
a que se marchiten los besos.
Duele el hacha, la sierra,
la profunda herida que causa el colono,
la gula del poderoso.
Niki Niki enjuga sus lágrimas
y su amigo Kuridan 10
enfurecido
remueve los bosques en pie,
en compañía de Liwa negro 11
para que lave mal y miserias.
En las raíces y huellas resecas,
no se escuchan lamentos ni cantos,
se levantan espíritus de dioses
10 Kuridan: grupos de gigantes destructores que viven en las grandes
montañas.
11 Liwa: gran espíritu de las aguas. Es dueña de la fauna acuática. El Liwa
negro es cruel, extremadamente peligroso; defiende con mucho ahínco su
mundo.
Lo que me contó mi abuela
40
para llevarse a humanos
al infierno de su creación.
Henry A. Petrie
41
15.14
La guerra de Zelaya no fue nuestra,
decía el mayangna amigo de mi abuela.
Ninguna guerra fue nuestra.
Bailábamos y andábamos
en campos llenos de frutos;
bebíamos y comíamos alegres.
Mi abuela con sus ojos aguados,
jamás olvidó su terruño, a su gente,
todo aquel mundo contenido en su alma,
conviviendo con el de sus nietos,
hasta hacerlo familiar y entrañable.
Las guerras no son nuestras,
aquellas que arrebatan vidas
y mutilan el vuelo del ser,
aquellas que transfiguraron rostros,
que usurparon voces y ecos.
No, no son nuestras las guerras,
mas sí la vida y el ritmo,
Lo que me contó mi abuela
42
esta naturaleza que brota
en los ojos del viento
y los ovarios de la Tierra.
Henry A. Petrie
43
16.19
Alma palmera extendida al viento,
como un silbido hecho canto,
cabellera torbellino y espalda alargada,
piel como fuego en ritmo conjugado,
danza de miradas y labios carnosos.
Al amanecer el misterio,
tetas descubiertas con sabor a coco,
en la isla mayor del maíz, profundo
su cuerpo con noche revolcada
en la trenza de viento, brisa y amor.
Lo que me contó mi abuela
44
17.18
No hay dinero y el pan está escaso,
el pescado subió, el aceite dijo adiós,
hasta el coco arrebataron
y la tortilla de harina casi no se ve.
Del Pacífico llegaron las hordas,
la guerra, la revolución de Zelaya,
incorporación a fuerza de la Mosquitia.
Pero aquí no se va más que al mar,
estos vientos que besan la piel,
la laguna que esconde amores.
Se escuchan balas por ahí,
no hay dinero, todo escasea,
hasta el seso de quien solo ve
pasar hordas ajenas, hordas de allá.
¡Ay, la vida del pobre caribe!
No hay pescado, no hay pan.
Se comieron el coco o se secó,
las palmeras están tristes, ya no bailan.
Henry A. Petrie
45
De las balas que suenan fuertes,
se esconden las cabezas preocupadas
y salen a cortar icacos y guayabas
como sombras en rincones de tambo;
la negra asustada no baila,
pero sus nalgas se mueven,
¡Ayayay, Old Bank!
Hoy comeremos una sola vez,
cantando sin Mayaya saltarina,
con sus frutos en los patios para comer,
porque el pescado se fue a saber dónde
y nadie sale al mar por las balas
de un tal Cabezas por orden de Zelaya.
Lo que me contó mi abuela
46
18.17
Si te contara cómo besa la negra…
Con sus labios gruesos y húmedos,
encanta a quien la vea, pasa
con sus tetas de galaxia chocolate
y de reojo seduce, ¡Ay, negra!
La danza, el huracán, el canto,
su vientre mar, trópico húmedo,
para derrame de besos y encanto
aromado en sus trenzas rastas.
¡Ay negra!, tus besos me tragan
y en tus brazos Mayaya me dice:
«Duerme, duerme, mestizo,
mis senos son mar y luna;
duerme, duerme, mestizo,
en mi concha de la vida,
para tanta hambre de amor».
Henry A. Petrie
47
19.16
Silenciosa,
o con las palabras bullentes en su pecho,
los recuerdos convertidos en sueños
cuando la mente y el corazón
sabe el lenguaje del mar, la noche
y la Luna.
Desnuda su silueta,
su larga cabellera acaricia el mar,
como si viniera en concha caracol
en pleno incendio lunar,
Liwa Mairin 12
la amamantó.
Sedosa cabellera estela del Cosmos
en el Caribe,
conjugación de mar y noche
en cobijo de Luna y canto de piel.
El cuerpo dispuesto
12 Liwa Mairin: deidad miskitu. Sirena dueña del agua, de los ríos, lagunas,
lagos y mares. Según leyendas y cuentos miskitus, la describen como una
hermosa mujer de cabello largo y cola de pez. Puede hacer el bien o el mal.
Lo que me contó mi abuela
48
al fondo nostálgico con lamento
para bien amar en el susurro
y el oleaje acompasado.
Liwa Mairin y Yemayá 13
en contubernio,
subvierten la esencia de mujer y mar,
mujer silueta, cuerpo astro,
mar Cosmos, navegación,
bocanada de pasión conjugada al sueño,
tiembla, gime, abraza,
acaricia el recuerdo de la mano amante,
su lamento poético, húmeda soledad,
con el abrazo a sí misma, compasivo,
en pleno incendio lunar y vientre palpitante,
panorámica nocturna de mujer marina.
La silueta en el mar,
aura cuyo brillo apenas asoma
en el callado rumor del Caribe.
13 Yemayá: diosa (orisha) africana de los mares o de las aguas saladas.
También diosa de la maternidad; se le considera fuente de vida. El color
azul la identifica. Es la reina de todos los orishas (dioses). Cuando castiga es
inflexible.
Henry A. Petrie
49
20.20
Quiero patí con chile,
patí sabroso de buen color,
de los que se parten perfectos
para dos de antojo,
patí del encanto y el amor.
¡Negro, negro! Ella se mueve.
Va con ritmo tuya hermosa.
Esa negra no cansa
ni se casa con bimbanero 14
.
Come come que pica pica
el patí envuelto con amor.
¡Oye negra! Él sabe pescar.
¿Patí con cabro fuerte?
Busca el agua y apaga el fuego.
Si patí va con besos, sontín.
14 Bimbanero: persona que hace negocios de forma inescrupulosa, no se le
puede tener confianza. Actúa sin ética en los negocios.
Lo que me contó mi abuela
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21.24
En las minas vio pulmones negros;
en los huecos de infiernos,
los hombres no tenían rostros y
la esperanza respiraba aire quemado.
Neptuno no era planeta
ni La Luz alguna verdad o trascendencia;
eran empresas de machos que pagaban con créditos,
minas de esclavitud y quebranto,
justicia abortada a la que apenas asomó
Sandino en Pis Pis 15
.
Ella vio el aborto de Marlen desgarrada,
coronó la guerrera su voluntad:
ningún hijo al violador, aquel
que cazaba monos y guardatinajas,
que miraba como bichos a los niños.
15 Pis Pis: además de ser un río afluente del Waspuk en el municipio de
Bonanza, constituía un distrito minero.
Henry A. Petrie
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Marlen era selva, aire puro,
sirenita en el Waspuk 16
,
muchacha de la Ceiba con alma de anaconda.
El oro asesina y construye armas,
no se ha visto que liquide hambre y enfermedad;
los güiriseros buscaban un hoyo profundo en el río,
de donde vertiera la señal de Mapapac,
su voz que llamara a Alwana 17
fiero
y liquidara a los mata-árboles,
a los que venden sus carnes y huesos
en madera atada para el aserrío.
El oro es poder para muchos,
imperio perverso, hipoteca de futuro.
Los hijos del padre Sol tienen reino,
el poder del silencio que es trueno en el tiempo,
condena y sentencia milenaria.
16 Waspuk: significa Rio nublado. Es uno de los ríos importantes en
Bonanza, con varios afluentes. Desemboca en el Wangki o Río Coco.
17 Alwana: divinidad Trueno, protector de los indígenas.
Lo que me contó mi abuela
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Quizá la madera luzca brillosa en la lejanía,
la sangre del tuno 18
está aquí, floreciendo
como piel que se curte en el barro,
que guarda cálido el sueño
y se entrega al beso del sol,
al rugido de un jaguar celoso,
fraguando como tapir la venganza noble.
Ella vio tanta sed como para incendio,
visiones que sufrió en vuelos de murciélagos.
Wakambai 19
anduvo montado por Walalau 20
,
buscando la grieta del tiempo
para que el dolor acabe, se riegue el llanto
y que la honda herida fecunde otro tiempo,
18 Tuno (o Tikan): árbol sagrado. El de color café específico, crece en la
selva tropical de la Reserva Bosawás. Tanto miskitus como mayangnas
convierten su corteza en artículos artesanos, utilitarios o decorativos.
También elaboran una tela suave para el vestuario étnico ancestral y la
sábana.
19 Wakambai: mitología miskitu-mayangna; ser alto parecido al caballo;
tiene una pata delantera y dos traseras. Vuela por los aires montado por un
señor o dueño.
20 Walalau: loro en mayangna.
Henry A. Petrie
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en el que ya no exploten los pulmones
ni se envenene la sangre,
ni se violen sirenas, ni mueran niños
como bichos que caen al suelo
o desechos orgánicos de machos.
Desde el profundo sur
llegarán los ancestros en cuerpos nuevos,
con rayos al encuentro de la arcilla,
para nuevas lecturas de historia.
Lo que me contó mi abuela
54
22.28
Bilwi está alunando
con rumor de mar y soledad de muelle
Susan llama a su marino
sus pensamientos son garzas y gaviotas
Las estrellas se prenden en las palmeras
el viento es caricia, sensación plantada
Ella no tolera las noches solas
aunque desde algún confín
alguien le dice con voz de trino
que espere y recuerde su corazón.
Henry A. Petrie
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23.21
Por ahí anda el espíritu del bosque,
de la noche en almas de animales,
de las aguas que saben a tierra,
del corazón del viento en las aves.
Anda en la comunidad de leyendas,
la historia que vive lacustre,
rivereña y del llano; la montaña
con sus cantos alegres y de llantos,
cada vez que arrancan de la carne
el recuerdo del abuelo siempre vivo,
ancestros revividos en retoños
de cada tiempo del gran espíritu,
con la Madre Tierra que jamás olvida.
Lo que me contó mi abuela
56
24.23
(A los Hombres rebeldes ‒Alal‒)
Nuestra madre está herida
este lamento es un grito
muy herida y no cicatriza,
porque el dolor está en el aire
este dolor es rebeldía
y el viento arrasará con todo.
Desde allá vinieron,
la tierra que dilapida, hiere y mata,
hijos hambrientos de Wauwabs 21
,
hirieron y mataron
21 Wauwabs: en la mitología mayangna es un dios menor, el Espíritu del
diablo.
Henry A. Petrie
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a los hijos de Mapapac 22
,
los que nacieron de sus rayos.
¿Cuántos vinieron?
¿A cuántos mataron?
¿Por qué quemaron casas?
Solo quieren comer y dañar
Aquí hemos estado,
respirando el sueño del bosque,
bebiendo de las aguas
en estas venas de la historia.
Somos hijos de Mapapac
Los sin alma vinieron
y quemaron
22 Mapapac: en la mitología mayangna es el dios mayor, el Padre Sol. Ma,
Sol; Papac, padre.
Lo que me contó mi abuela
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mataron y explotó el dolor
de toda esta comunidad
que danza y canta a la vida
Nuestro lamento es un poema
que envuelve el aire,
escrito con sangre
profundo abismo de dolor
en la mirada del anciano
ramal de sangre
hilos de fuego
Los hijos de Wauwabs
mataron hijos de Mapapac
y la sangre del viento
salpicó en nuestros rostros,
como brisa que arde
y no consuela
el espíritu ancestro
Henry A. Petrie
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el lamento del pueblo
está llamando sin dormir
Alal… Alal… Alal… 23
23 Alal: significa Hombres rebeldes. La comunidad del mismo nombre
equivale a decir: Comunidad de los hombres rebeldes, etnia Mayangna.
Lo que me contó mi abuela
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25.22
Quiero bombón
que no es pan bon
ni platintá 24
;
jalea de guayaba,
icaco en miel,
todo quiero dulce
hasta el pijibay.
Quiero beso rico
de la mujer que baila,
traigan patí,
fruta de pan,
tortilla de harina,
para comer y cantar,
besar y amar.
En la bahía hay un bote
con un negro solo
al caer el sol;
24 Plantintá (Planten ta): empanada dulce con plátano maduro y coco,
propia del Caribe.
Henry A. Petrie
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desde aquí lo veo,
va aprisa a los brazos
de mujer miskitu
con cuerpo Liwa
Mairin desde el Wangki,
Niki Niki en el corazón
desde todos los vientos
y las almas de bosques,
Oh, Maya ya
el negro quiere wabul.
Quiero un beso de coco
y el amor de una rama
que por aquí se anda
con su pelo largo,
lacio y negro,
hasta la cintura de la noche
con viento fresco,
suave como sus manos
un beso quiero con leche,
coco rallado, oh mujer rama,
que va a Monkey Point
y yo sin malanga en atol.
Lo que me contó mi abuela
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26.27
El niño desnudo bajo la lluvia,
juega a libertad y placer;
bajo el tambo el misterio,
un silencio plano con taconeo arriba.
El niño Davis sueña
comiendo guayaba ya de grande,
cuando mar adentro
un rayo enciende luces en la noche;
los juegos y recuerdos
tienen nombre de hijos y nietos.
Henry A. Petrie
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27.26
Del bus al muelle en Rama.
Abordemos el Bluefields Express
y disfrutemos la travesía.
A lo largo del Escondido el parloteo,
música y carcajadas,
ranchitos más allá de las márgenes
y niños que nadan desnudos,
muchachas con sus cántaros
mueven sus caderas subiendo
el Edén de sus días y noches.
Las horas acercan la bahía
y el óleo en su fondo
revive paisajes de casas
con vergeles coloridos
y abundantes de frutas
cuyos aromas encantan.
Bluefields canta y danza,
disfruta el cielo y sus campos
en un eterno azul,
Lo que me contó mi abuela
64
aunque mustia sea la ingratitud.
Chaina sabe que se comparte
la cosecha frutal;
los olores seductores
de la buena sazón con canto
y chile cabro, viaja en el viento
para dar la probadita.
El corazón no debe perderse,
menos morir.
La pintura de Tito Chamorro
impregna sus colores
en la sonrisa de Lisandro Chávez,
sus signos germinan
en la voz de ensueño de Ángela Brooks.
Henry A. Petrie
65
28.25
Nació una niña
son suyos los colores
y sabores
de esta bella mañana
Muy contento
baila el mundo
en bote navega
la risa
y los icacos en miel
es ternura de la Tierra
Tininiska 25
es la niña
ya abrió sus ojos
y las flores cantaron
Somos todos los colores
ritmos y olores
un alma sola
Caribe que es viento
25 Tininiska: en miskitu, significa colibrí, pájaro muy pequeño.
Lo que me contó mi abuela
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mar y selva
avecillas y animalitos
con espíritus de fiesta
El arco iris
besa a la niña
y se levanta
siempre la mañana
siempre el día
porque la noche
está por cantar
Así como la niña
somos un solo canto.
Henry A. Petrie
67
29.29
Abuela,
este ya no es tu tiempo,
cuando desde el Caribe
regaste brisas y alegría
a esta Managua.
El ritmo que enseñaste
ahora cunde; rondón y ostiones
son un dúo de perdición.
Café, historias, chistes;
tu sonrisa y mirada pícaras;
las jugadas de naipes
y los amaneceres desvelados.
Tu palabra, la frase sabia,
resuenan como tambor y corazón,
aquí conmigo, con tus nietos,
como aliento y pilar
de la fuerza fémina y materna.
El Caribe tan cercano
Lo que me contó mi abuela
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y profundo,
como sustancia de coco,
tortilla de harina y patí,
aquí adentro,
muy hondo,
más allá de la carne,
de la sangre,
hasta el engrama del no olvido nunca
jamás.
Abuela Lupita.
Henry A. Petrie
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Henry A. Petrie
Managua, Nicaragua, 18 de mayo de 1961. Escritor. Cofundador de Acción Creadora Intercultural (ACIC) y columnista de Nuevas Miradas. Obras poéticas publicadas: Lo que me contó mi abuela (2020), Señal para mito oscuro (2012), Urbanidad marginal (2010), Penacho de ilusiones (1997) y Alma navegante (1995).
Poemas y cuentos suyos han sido incluidos en las siguientes antologías: InterCybercambio (Horizonte de Palabras, 2016); La generación del fin del mundo. Poesía centroamericana comprometida (Revista hispanoamericana de Cultura No. 29, 2013); Antología de teatro nicaragüense. Nuevos dramaturgos (FNC, 2011); El Güegüense al pie de Bobadilla: poemas escogidos de la poesía nicaragüense (García-Obregón y Palacios, 2008); Antología del minicuento nicaragüense (Horizonte de Palabras, 2005) y Muestra poética hispanoamericana del siglo XXI (Promoteo, España, 2005). Isidro Rodríguez Silva, crítico literario, en su ensayo Señal para mito oscuro: la palabra mística y planetaria, acerca de Henry A. Petrie, apunta: «con su poesía al mito inicial, al ritual poético, sacando a luz la memoria enterrada en el olvido. La palabra poética que es revelación, nos guía a nosotros, perdidos en nosotros. Nosotros, que, ante el menoscabo de nuestra identidad cultural y espiritual, nos buscamos y no nos encontramos».