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1 Túpac Amaru: Entre la redención y la independencia Renzo Ibáñez Noel Con ilustraciones de Liliane Cheverier “Su búsqueda de libertad con justicia social, justifica que su nombre sea evocado hoy por los hombres y pueblos oprimidos del mundo como una promesa de redención social”. Carlos Daniel Valcárcel 1 Uno de los hechos más relevantes en América fue la insurrección contra el orden colonial que lideró Túpac Amaru II, levantamiento popular de ancha base en cuya convocatoria se encontraba toda la gama de castas y clases sociales con las cuales se quería fundar una sociedad más inclusiva y un Estado menos abusador. Así, el auge del Cusco colonial en el siglo XVIII tuvo como contrapartida una drástica opresión de la población indígena en los aspectos económico y cultural. Se les imponía tributos excesivos y abusos físicos por parte de los “gobernadores de indios”, llamados primero encomenderos y luego corregidores 2 . Se les obligaba a prestar servicios gratuitos en los obrajes (centros de explotación laboral indígena dedicados a la manufactura de textiles) y por supuesto, en la minería mediante el sistema de la mita, muchas veces en condiciones inhumanas. A pesar de ser la mita un trabajo forzado pero temporal, se convertía arbitrariamente en trabajo perpetuo debido a los adelantos que pedían los patrones o aduciendo el incumplimiento por parte de los mitayos de sus obligaciones. Son muy gráficas algunas versiones de la época sobre las terribles injusticias que pesaban sobre la población indígena: “Es notable y auténtico el caso de haberse ausentado un indio de su casa, dejando a su mujer con cuatro hijos, y para su alimento una sola vaca, cuya leche y requeson lo pasaban estos infelices; mandó un corregidor sela quitasen para hacer cecina (cuya granjeria, comprándola por cuatro pesos; producia lo menos doce), y exclamando la india quedaria con sus hijos a perecer, se la despreció su clamor y mataron á la vaca; echósela pobre sobre ella, juzgando darle vida con sus ruegos y llantos; pero rindió el suyo al dolor, y quedaron huérfanos sus hijos.” 3 1 Refiriéndose a Túpac Amaru II en la introducción a su libro Túpac Amaru precursor de la Independencia (1977). 2 Las encomiendas fueron fundadas en el Perú por Francisco Pizarro en 1532. Estas consistían en la asignación de reparticiones de indios a los expedicionarios españoles que habían arriesgado su vida y riqueza con el fin de recibir tributos en metales preciosos y especies, de esta manera también se articulaba el gran territorio. La Corona pedía a los beneficiarios de este derecho velar por el buen recaudo de los nativos y su cristianización, por supuesto, ello no sucedía y hubo abusos contra los indios. Este régimen no fue sostenible en el tiempo y luego del fracaso de la rebelión de los encomenderos solo sobrevivieron algunas encomiendas y la cobranza de tributos pasó a manos directamente de la Corona a través de funcionarios llamados Corregidores. 3 “Representación de la ciudad del Cuzco, en el año 1768, sobre excesos de corregidores y curas” (Academia de Historia de Madrid, Colección Matalinares, Tomo 4), en La rebelión de Túpac Amaru II, Tomo II Vol 1, Lima, 1971, pp. 13-14 (colección documental de la Independencia del Perú).

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Ensayo de Renzo Ibañez sobre la revolución de Tupac Amaru

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Túpac Amaru: Entre la redención y la independencia Renzo Ibáñez Noel Con ilustraciones de Liliane Cheverier “Su búsqueda de libertad con justicia social, justifica que su nombre sea evocado hoy por los hombres y pueblos oprimidos del mundo como una promesa de redención social”. Carlos Daniel Valcárcel1

Uno de los hechos más relevantes en América fue la insurrección contra el orden colonial que lideró Túpac Amaru II, levantamiento popular de ancha base en cuya convocatoria se encontraba toda la gama de castas y clases sociales con las cuales se quería fundar una sociedad más inclusiva y un Estado menos abusador. Así, el auge del Cusco colonial en el siglo XVIII tuvo como contrapartida una drástica opresión de la población indígena en los aspectos económico y cultural. Se les imponía tributos excesivos y abusos físicos por parte de los “gobernadores de indios”, llamados primero encomenderos y luego corregidores2

. Se les obligaba a prestar servicios gratuitos en los obrajes (centros de explotación laboral indígena dedicados a la manufactura de textiles) y por supuesto, en la minería mediante el sistema de la mita, muchas veces en condiciones inhumanas. A pesar de ser la mita un trabajo forzado pero temporal, se convertía arbitrariamente en trabajo perpetuo debido a los adelantos que pedían los patrones o aduciendo el incumplimiento por parte de los mitayos de sus obligaciones.

Son muy gráficas algunas versiones de la época sobre las terribles injusticias que pesaban sobre la población indígena: “Es notable y auténtico el caso de haberse ausentado un indio de su casa, dejando a su mujer con cuatro hijos, y para su alimento una sola vaca, cuya leche y requeson lo pasaban estos infelices; mandó un corregidor sela quitasen para hacer cecina (cuya granjeria, comprándola por cuatro pesos; producia lo menos doce), y exclamando la india quedaria con sus hijos a perecer, se la despreció su clamor y mataron á la vaca; echósela pobre sobre ella, juzgando darle vida con sus ruegos y llantos; pero rindió el suyo al dolor, y quedaron huérfanos sus hijos.”3

1 Refiriéndose a Túpac Amaru II en la introducción a su libro Túpac Amaru precursor de la Independencia (1977). 2 Las encomiendas fueron fundadas en el Perú por Francisco Pizarro en 1532. Estas consistían en la asignación de reparticiones de indios a los expedicionarios españoles que habían arriesgado su vida y riqueza con el fin de recibir tributos en metales preciosos y especies, de esta manera también se articulaba el gran territorio. La Corona pedía a los beneficiarios de este derecho velar por el buen recaudo de los nativos y su cristianización, por supuesto, ello no sucedía y hubo abusos contra los indios. Este régimen no fue sostenible en el tiempo y luego del fracaso de la rebelión de los encomenderos solo sobrevivieron algunas encomiendas y la cobranza de tributos pasó a manos directamente de la Corona a través de funcionarios llamados Corregidores. 3 “Representación de la ciudad del Cuzco, en el año 1768, sobre excesos de corregidores y curas” (Academia de Historia de Madrid, Colección Matalinares, Tomo 4), en La rebelión de Túpac Amaru II, Tomo II Vol 1, Lima, 1971, pp. 13-14 (colección documental de la Independencia del Perú).

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Pero la crueldad no solo era debido al trato inhumano por parte de las autoridades coloniales, sino también debido las evidentes condiciones de miseria que les imponía tanto las estructuras económicas como climáticas, un mundo donde la condición humana era privilegio muy pocos: “En otra provincia de esta misma jurisdiccion se hizo repartimiento de géneros inútiles á los indios de un pequeño pueblo, de cuyo importe les cobraron alguna parte, quitándoles sus ganados y sus sementeras, por lo que se retiraron a una quebrada distante, donde hicieron sus siembras, y habiendo tenido noticias de ella el corregidor de su destino, envió á sus cajeros á su cobranza de lo que restaban, y llegaron á tiempo de estar recogiendo sus cosechas, con las que cargaron íntegramente; y al ver esta resolucion, exclamaron sus mujeres diciendo: que si habian de ver sus hijos en igual trabajo, sería mejor que muriesen y con desesperacion quitaron la vida á dos criaturas sus mismos padres, y por su propia necesidad se las comieron.”4

También sufrían una drástica represión de sus creencias ancestrales y la violenta imposición de los ritos católicos, en ese sentido, la Iglesia se erigía como un poder paralelo tan o más grande que la propia administración civil, pues sus autoridades, en especial el arzobispo de Lima desafiaban a los representantes del monarca con los que muchas veces hubo fricciones al punto de las excomulgaciones, así, sendos miembros del clero, con el prurito de evangelizar y educar a los indios se volvieron en corregidores de facto. Contra este orden de cosas fue generándose, en forma soterrada, una nueva cultura indígena anhelante de recuperar el perdido “esplendor incaico”, en ese sentido, es justo decirlo, la sensación de que el incanato tenga características de superior es generalizada en los indios después de la conquista, pues en la primera etapa de esta los españoles representaron la esperanza libertadora para la gran mayoría de pueblos subyugados por el poder Inca. Una de las manifestaciones de este sentimiento de urgencia del resurgimiento incaico era el mito de Inkarrí (personaje legendario que iba a resucitar y devolver al Cusco su señorío imperial) y danzas rituales como el taqui onccoy (‘baile enfermizo’), que anunciaba la resurrección de los dioses o huacas vencidos por el hombre blanco. Estas figuras ritualistas eran la resultante de las crisis en las que se sumergieron las alianzas hispano-indígenas que permitieron el triunfo de los conquistadores.5 El efecto inmediato fue provocar el deterioro de los ayllus debido principalmente a la fuerte cohesión cultural y organizativa de los españoles con respecto a los indios nativos. Ello permitió el sometimiento de las poblaciones nativas con el consecuente control de la explotación de las riquezas de la región. Entonces, como respuesta, comenzó a brotar en los indios un sentimiento de revitalización de la identidad incaica, el Taqui Onccoy dirigido principalmente por sacerdotes andinos, encaminados a destruir el poder colonial. Ello ocurrió en 1564-1565.6

La rebelión de Tinta expresó los anhelos del hombre andino, anhelos que no sólo comprendían la aspiración del indio por ser reivindicado sino también otros grupos sociales como la incipiente clase media, los criollos y algunos peninsulares que veían en el cambio de régimen una gran oportunidad para la mejora de su condición económica y social; por ello no faltaron levantamientos dirigidos y sostenidos por

4 L. Cit. 5 «Luego de la muerte de Atahualpa, Pizarro comenzó a recibir a diversos comisionados enviados por distintas aristocracias provincianas que ofrecían su apoyo y colaboración para marchar al Cuzco y aniquilar el poderío de los incas. Entre esos colaboracionistas más destacaban los chachapoyas, cañaris y huancas». Waldemar Espinoza, Virreinato Peruano, Lima, 1997 p. 32. 6 Waldemar Espinoza, Op. Cit., p. 78.

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criollos como la conspiración de los plateros del Cusco, también llamada conspiración de Farfán de los Godos, ocurrida a principios de 1780, siendo reprimida rápidamente. Por esta razón, muchos criollos y peninsulares fueron identificados dentro del movimiento tupacamarista en noviembre del mismo año, donde encontramos nombres como el del español Juan Antonio Figueroa o el cordobés Francisco Cisneros.7

Túpac Amaru II: Su Bando de la Libertad constituye el primer grito libertario de la América hispánica En 1780 el Cusco fue conmovido por la gran rebelión del curaca indígena José Gabriel Condorcanqui Noguera, Túpac Amaru II tuvo como propósito “sacudir el yugo de la tirana dominación española proclamándose legítimo soberano y libertador”, según afirman las crónicas de la época, sin embargo, cabe acotar que dicho título no necesariamente estaba ligado a la idea de reemplazar la autoridad del rey de España sino más bien de ejercer el liderazgo indiscutido de la nación india tomando en cuenta que esta era un componente más de la compleja sociedad colonial. Por eso es importante recordar sus continuos reclamos por el reconocimiento de su estirpe incaica ante la Audiencia de Lima, instancia que desconoció por completo su petición, de esta manera resulta coherente el grito de “Viva el Rey, muera el mal gobierno”, muy extendido en la rebelión y que denotaba la aceptación de la legitimidad de la carona española y a la vez la angustiosa necesidad de suprimir el régimen opresor del Estado personificado en los funcionarios de gobierno como virreyes y corregidores. Esta necesidad diseñó un marco propicio para el alzamiento y cobertura del movimiento pues tuvo amplia repercusión en todo el territorio americano aunque ciertamente fue mayor en el mundo andino. Cabe acotar que hay múltiples señales de que no fue un 7 S. O´Phelan Godoy, “La Rebelión de Túpac Amaru: organización interna, dirigencia, alianzas” Histórica (revista de historia de la PUCP), Vol III N°2 pp 112, 114.

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levantamiento aislado, sino que se situaba dentro de un complejo de revueltas menores8

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El caudillo indígena nació en Surimana, provincia de Canas, departamento del Cusco, el 19 de marzo de 1738. Se llamó José Gabriel Condorcanqui Noguera, siendo estos sus apellidos como “individuo” y su apellido genérico de noble fue el de Túpac Amaru de claro significado totémico: Túpac=resplandeciente y Amaru=serpiente, era descendiente del inca Túpac Amaru, último de los monarcas rebeldes de Vilcabamba, que fuera ejecutado en 1572.

Micaela Bastidas fue su leal colaboradora en la gesta revolucionaria Según uno de los historiadores que más estudió su línea genealógica, el vínculo directo con la nobleza Inca y en particular con Túpac Amaru I era irrefutablemente auténtico. De hecho, el entronque generador de la línea genealógica, tiene su historia. Al llegar prisionero al Cuzco el Inca Túpac Amaru en 1572, trajo consigo a dos hijas suyas. Por orden del Virrey Toledo, vivieron en la casa de una familia española principal. Una murió. La otra, llamada doña Juana Pilcowaco continuó protegida hasta que casó en la provincia de Tinta con Diego Felipe Condorcanqui9

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8 S. O’Phelan Godoy, “Túpac Amaru y las sublevaciones del s. XVIII, en antología de Alberto Flores Galindo, “Túpac Amaru 1780” 1976 pp. 70, 79. 9 Carlos Daniel Valcárcel, “Túpac Amaru, Precursor de la Independencia”. Lima, 1977, p. 12.

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El caudillo fue curaca o cacique de Tungasuca, Surimana y Pampamarca. Quedó huérfano a temprana edad y su educación estuvo a cargo de sus tíos quienes le brindaron la educación elemental, siendo luego los eclesiásticos quienes le impartieran educación más específica. Después se educó en el colegio de San Francisco de Borja, llamado también Colegio de Caciques del Cusco, para indios nobles, donde mostró sus primeras inquietudes libertarias. Es importante señalar que la educación impartida por este plantel no siempre impactó de igual forma a sus alumnos, tan es así que de esa misma formación salieron dos personajes en bandos totalmente antagónicos: por un lado el rebelde Túpac Amaru II y por otro, el fidelísimo cacique hispanista Mateo Pumacahua Chihuantito. El 25 de mayo de 1760 José Gabriel casó con doña Micaela Bastidas Puyucahua, nacida en Abancay hacia 1745, quien fue su leal colaboradora en la gesta revolucionaria y es quien convoca a un vasto sector popular para el proyecto rebelde. Tuvo con ella tres hijos: Hipólito (nacido en 1761), Mariano (nacido en 1762) y Fernando (nacido en 1768). No obstante disfrutar de una posición social aventajada por su condición de cacique y por los beneficios que obtenía de la actividad del arrieraje, José Gabriel Condorcanqui se interesó por hacer cumplir, efectivamente, aquellos acápites de las Leyes de Indias que favorecían a los indios. En 1777 llevó adelante una esforzada querella, ante la Real Audiencia de Lima, contra el corregidor de Tinta, reclamando entre otros puntos que no se obligue a los indios a trabajar como mitayos en las minas de Potosí, que no correspondían a su jurisdicción. Apoyó su reclamo en una Real Cédula de Carlos III que limitaba el alcance de las mitas y los obrajes y prohibía claramente que los indios de edad temprana trabajen en ellas, lo cual tampoco se cumplía. Esta experiencia en Lima le permitió tomar contacto con grupos de criollos progresistas entre los que se encontraba Baquíjano y Carrillo, ello podría sustentar a la solidez de sus postulados libertarios en lo sucesivo. Hastiado de trámites inútiles, de la contemplación de la corrupción administrativa y las nuevas medidas contributivas introducidas por el visitador Areche, Túpac Amaru inició en Tungasuca, Tinta, el 4 de noviembre de 1780, su rebelión contra la opresión española, propugnando un “reino libre” de la “tirana dominación española”, sus reclamos iban en un principio alrededor de la supresión de la mita de Potosí, el régimen opresivo que se sostenía alrededor de los obrajes y la creación de la Real Audiencia del Cusco. Inmediatamente capturó y condenó a muerte al corregidor Antonio Juan de Arriaga, a quien denunciara sin éxito ante la Real Audiencia por abuso de autoridad y defraudación de la Real Hacienda. La sentencia se cumplió el 10 de noviembre, sentando un insólito precedente en la historia de la América colonial. Emilio del Solar es muy claro al respecto: “Túpac quiso, en un principio, con procedimientos pacíficos y legales conseguir algo a favor del bienestar de los de su raza, aliviarla un tanto de su triste situación; pero, la indiferencia de unos, el egoísmo de otros y la corrupción de los más, así como el formulismo interminable y desesperante de cualquier alegación, condujeron al fracaso sus bien intencionados propósitos y lo llevaron al único expediente factible: la rebelión.”10

10 Emilio del Solar, “La insurrección de Túpac Amaru” Tesis doctoral. 1926 p. 62.

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Uno de los hitos más importantes de la rebelión es sin duda aquel que se dio el jueves 16 de noviembre de 1780. Ese día Túpac Amaru proclamó en el Santuario del Señor de Tungasuca, en Pampamarca, su célebre “Bando de la libertad”, disponiendo la abolición de la esclavitud, del trabajo servil en mitas y obrajes así como de la servidumbre y vasallaje de todo tipo. Ello representa uno de los elementos más avanzados de la época no sólo a nivel latinoamericano sino también mundial, pues es prueba evidente de su intensión profundamente integradora en la que cabían mestizos, criollos, blancos españoles, indios y ahora, los negros. Aunque el caudillo tuvo algunos encuentros con criollos progresistas, como Baquíjano y Carrillo, no encontramos suficientes elementos para vincular esta acción con un razonamiento propio de la Ilustración francesa, aunque sí con algunos rasgos de la española por algunas lecturas que se supone ya conocía, por lo cual podríamos afirmar que fue un proceso autóctono y que nació de su hondo compromiso con la justicia social, elemento que se va evidenciando a medida que la rebelión avanza. Así mismo, es notable la redacción categórica así como amplia de dicho bando; cabe destacar que el esclavo era tratado también como un instrumento más de los terratenientes corregidores y demás funcionarios empoderados por el régimen colonial, situación que llamó la atención de Túpac Amaru emprendiendo una lucha por la defensa global del conjunto humano. Acerca del “Bando de la libertad” Carlos Daniel Valcárcel nos señala: “(…) documento de gran importancia para la historia del país, del continente y del mundo, en aquella época histórica. Comienza por una exhortación a los vecinos del cusco para que rompan con los españoles. Pide después a criollos, mestizos de quienes sintieran verdadera amistad hacia el pueblo, incorporarse a su causa, llamado que hizo extensivo aún a los españoles civiles o eclesiásticos, inconformes con los abusos de la sociedad imperante. Soslayando la importancia de su intención, que muchos podían no captar en su verdadera dimensión y significado, el caudillo invita a sumarse al movimiento a quienes vivan en el grado máximo de la subordinación, o con la propias palabras de Túpac Amaru: Aunque sean ESCLAVOS á sus AMOS, con aditamiento de que quedarán libres de la servidumbre y la esclavitud en que estaban.”11

Todos los “naturales”, reza el documento, “quedarán libres de la servidumbre y esclavitud en que estaban”, advirtiendo que “experimentarán los contraventores el rigor más severo”. Este bando constituye el primer grito libertario de la América hispánica. Se conserva en el Archivo General de Indias (Audiencia del Cuzco, legajo 33) y lleva la firma de “Joseph Gabriel Thupa Amaro Inca”, por ello es conocido también como el primer antiesclavista superando incluso a egregios personajes en la materia como Toussaint Loverture, Bolívar, San Martín, Castilla o Lincoln. De acuerdo con este llamado pluriclasista a nivel ideológico se van sumando voluntarios de toda la región cusqueña, permitiendo a Túpac Amaru formar un ejército con el cual presentó batalla a la Junta de Guerra del Cusco en Sangarará, el 18 de noviembre de 1780, obteniendo una resonante victoria. El 7 de diciembre de 1780, las tropas de Túpac Amaru cruzaron La Raya e invadieron territorios del virreinato de Buenos Aires, incentivando la rebeldía en las poblaciones aimaras. En un edicto emitido el 23 de diciembre, el caudillo informó que había logrado imponer su autoridad en Paucartambo, Urubamba, Tinta, Chumbivilcas, Lampa, Azángaro, Carabaya y Chucuito; y que en estos lugares sus habitantes estaban libres de “pagar pechos” (impuestos personales) y “del mal gobierno de los corregidores”.

11 Carlos Daniel Valcárcel, Túpac Amaru precursor de la Independencia; 1977. Pp. 46, 47.

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Una vez conocida en Lima la noticia de la rebelión —y del pánico generado en ciudades con importante población española como Cusco, Puno, Potosí e inclusive Arequipa—, el virrey Jáuregui envió dos expediciones militares, una al mando del coronel Gabriel de Avilés y otra al mando del mariscal José del Valle, acompañado este último por el visitador José Antonio de Areche. Mientras tanto, Túpac Amaru emprendió el sitio del Cusco con un numeroso ejército entre el 2 y el 10 de enero de 1781. Consideró demasiado audaz su posición ante el inminente arribo de las tropas del virrey y optó por fortalecerse defensivamente y organizarse para una guerra de largo aliento. De ello podría interpretarse una vez más que la intención de Túpac Amaru no era simplemente la venganza sino más bien la unidad en torno a un programa de realizaciones que constituía una legítima forma de supresión de injusticias que no se debía desbocar por el miedo generado en determinados sectores que fueron convocados por la causa del caudillo. Una vez llegados a la región, los españoles actuaron en forma similar, concertando con caciques amigos —como Pumacahua, el de Chinchero; y Rozas, el de Anta— para atacar a los rebeldes desde varios frentes. Durante el mes de febrero hubo diversos conatos de batalla con el fin de asegurar posiciones estratégicas. El 5 de marzo Túpac Amaru II dirigió una carta al visitador Areche en la que explicó los justificados motivos sociales de la rebelión y reiteró su lealtad al rey Carlos III, momento en que se cristaliza el famoso grito “Viva el Rey, muera el mal gobierno”, lo que prueba también que la intención esencial era la anulación de las presiones tributarias, laborales y demás pesos sociales y económicos en beneficio del grueso de la población, así como un mejor posicionamiento de las autoridades indígenas dentro del esquema colonial. Aunque ciertamente la rebelión se había radicalizado en algún momento ello fue más por la personificación del régimen y de la corona en manos de los temibles corregidores y demás funcionarios, que los indios y otras castas identificaron directamente con la autoridad del rey de España. Areche emitió una despectiva respuesta el 12 de marzo que radicalizó las aspiraciones del caudillo cusqueño, quien preparó con fecha 18 de marzo un edicto en el que se proclamaba “Dn. Josef primero, por la Gracia de Dios Inga Rey del Perú, Santa Fe, Quito, Chile, Buenos Ayres y Continentes de los Mares del Sur”. Es un documento que debía hacerse oficial después de la toma del Cusco. En él Túpac Amaru fijó como límites de sus dominios la extensión que tenía el virreinato peruano en tiempos del virrey Toledo, cuando fue ejecutado Túpac Amaru I. El 22 de marzo, Túpac Amaru intentó sorprender en Pucacasa a las tropas de del Valle pero no tuvo la rapidez suficiente para completar la maniobra, viéndose obligado a retroceder. El 6 de abril, en Tungasuca, intentó realizar la contraofensiva, pero nuevamente la mayor habilidad militar de los realistas —cuya tropa era profesional y no basada en voluntarios como la del cacique— le impuso un nuevo retroceso. El 6 de mayo, mientras se dirigía al pueblo de Langui, Túpac Amaru fue objeto de una celada urdida por el traidor Francisco Santa Cruz. Otro tanto ocurrió con Micaela Bastidas y otros jefes, a manos del traidor Ventura Landaeta. Todos los líderes fueron entregados al visitador Areche. En el Cusco, el caudillo enrostró con gran valor a sus captores y resistió con sorprendente fortaleza los tormentos de los interrogatorios. Fue ejecutado, luego de crueles suplicios, en la plaza Aucaypata (la Plaza Mayor) del Cusco, el 18 de mayo de 1781. Reza el parte oficial de la ejecución que “habiendo el indio (…) visto con sus ojos ejecutar estos suplicios —la ejecución de sus lugartenientes, su hijo mayor Hipólito y su mujer, Micaela Bastidas— (…) se le sacó a media plaza; allí le cortó la lengua el

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verdugo y, despojado de los grillos y esposas, lo pusieron en el suelo; atáronle a las manos y pies cuatro lazos, y asidos estos a la cincha de cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes, espectáculo que jamás se había visto en esta ciudad; no sé si porque los caballos no fuesen muy fuertes, o porque el indio en realidad fuese de hierro, no pudieron absolutamente dividirlo, después que por un largo rato lo estuvieron tironeando de modo que lo tenían en el aire, en un estado que parecía una araña; tanto que el visitador (…) despachó (…) una orden, mandándole cortase el verdugo la cabeza, como se ejecutó”. Los cuerpos de los sentenciados fueron despedazados y exhibidos con escarnio en distintas localidades de la región. Otro grupo de partidarios de Túpac Amaru fue ejecutado el 18 de julio de 1781. Los hijos menores de Túpac Amaru y otros parientes y colaboradores que no tomaron las armas fueron enviados de por vida a prisiones lejanas. Con la muerte de Túpac Amaru y Micaela Bastidas no se extinguió la llama insurgente en los Andes. El primo Diego Cristóbal Túpac Amaru y el sobrino Andrés Túpac Amaru prosiguieron la guerra contra los españoles en el Altiplano. En los meses siguientes también se alzaron en armas, Felipe Velasco Túpac Inca Yupanqui en Huarochirí; y Túpac Catari en el Alto Perú. Este último tomaba la posta de otros líderes aimaras que compartieron los ideales de Túpac Amaru. Recién entre 1782 y 1783, estos movimientos fueron debilitados y derrotados y sus líderes ejecutados. Sin embargo, el ejemplo heroico de Túpac Amaru y el anhelo de poner fin al dominio colonial hispano siguió fortaleciéndose en toda América. Parte de las consecuencias del levantamiento popular más importante de América meridional son la cruel represión cultural, social y política que tuvieron los indígenas, pues el castigo físico concluyó en repetidas ocasiones con la muerte; quintadas y diezmadas fueron decretadas para los pueblos que se alzaron, dejando el trágico saldo de 100 mil muertos de una población de 1.2 millones de indios. Asimismo, se dispuso la supresión de toda manifestación artística, fiestas regionales, bailes —la prohibición de la lectura de los Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega da una idea de la repercusión que tuvo la rebelión en los grupos sociales con acceso a la cultura—; es en esta época que indígena se vuelve sinónimo de campesino pues se radicalizaron las medidas contra curacas y demás miembros de estirpe inca, restringiendo sus pequeños privilegios. Sin embargo, hubo modificaciones en el Estado y en las costumbres que llevan a pensar que aunque fracasada la rebelión esta trajo consigo mejoras en el sistema colonial como por ejemplo la creación de intendencias en vez de corregimientos con lo cual menguaron los altísimos tributos y sus veces de pago; también es notable que con la creación de la Real Audiencia de Cusco en 1787, se prohibieron las carimbas12

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Túpac Amaru II, representó la gran oportunidad de redención dentro del mundo andino colonial. Siendo un hombre luchador por la igualdad y la equidad respondió a las expectativas de todo un pueblo, un pueblo conformado por todas las clases y castas sociales bajo un régimen cada vez más insostenible. Su actitud nos involucra con la idea de nación por primera vez. Buscando la unidad de todas las sangres de los oprimidos en un espacio de convivencia, así, el caudillo pasa a ser parte de los precursores de la fraternidad peruana y no de la confrontación entre indios y criollos como muchas veces lo han querido maniqueamente utilizar.

12 Marcas de las firmas de los dueños de esclavos en rostro, pecho, espalda u hombros con fierro al rojo vivo, esta prohibición se decretó en 1784 y se considera parte de las consecuencias de la rebelión de Túpac Amaru II y su vínculo fraternal con todas la clases y castas, entre ellos la negra, muchas medidas como esta fueron decretadas para disminuir cualquier tipo de alzamiento pues el miedo inundó Lima y muchas otras ciudades del virreinato ya que temían que haya un nuevo alzamiento de las mismas magnitudes.

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«Lo pusieron en el suelo; atáronle a las manos y pies cuatro lazos, y asidos estos a la cincha de cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes, espectáculo que jamás se había visto en esta ciudad; no sé si porque los caballos no fuesen muy fuertes, o porque el indio en realidad fuese de hierro, no pudieron absolutamente dividirlo».

** ** ** ** Bibliografía Academia de la Historia de Madrid. Colección Matalinares, Tomo IV. 1971 Representación de la Ciudad del Cusco 1768, La Rebelión de Túpac Amaru, Tomo II, Volumen I. En: Colección Documental de la Independencia del Perú. Lima. Choy, Emilio 1976 «Contradicciones y trascendencia de la Revolución». En: Alberto Flores Galindo, Túpac Amaru II- 1780. Antología. Retablo de Papel Ediciones. Lima.

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