Upload
others
View
1
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
Bilbaouanito de Orúe
La memoria musical de BilbaoJaime Pinedo Goiría
E RA otro Bilbao. Las salas de cine aún tenían explica y pianis-
J ta, se cantaban bil- baínadas en los txakolis, no había baile sin orquesta y la música se hacía siempre, no podía ser de otra manera, en riguroso directo.
Juan de Orúe (Bilbao, 1902- 1984) fue uno de los personajes más populares en aquel Bilbao gracias tanto a su actividad como pianista y director de orquesta como a las numerosas obras que compuso y que contribuyeron al esplendor de la música vasca de la época. Jua- nito, como se le conocía popularmente, comenzó sus estudios musicales en el Conservatorio de la calle Santa María y completó su formación en Madrid. siendo discípulo de José Cubiles y el Padre Luis Iruarri- za^a. A su vuelta a Bilbao dirigió el Orfeón de Juventud Vasca. En él conoció a María Itu- rregui, con quien se casó en 1926, el mismo año en que dejó el Orfeón para ocupar la plaza de pianista del Cinema Ideal de Portugalete. Poco después fue contratado para tocar el )iano en la Orquesta Elola, de a que fue su director a la
muerte del maestro Enrique Elola. Con ella amenizó incontables veladas en los salones del Club Marítimo de El Abra
José Antonio Larrínaga Bernárdez
E
y del Hotel Carlton. Sus excepcionales dotes de pianista llevaron a Juanito a formar parte de una orquesta inglesa que acompañó a los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia en un crucero a bordo del buque «María Cristina». Los ingleses quisieron llevárselo con ellos, pero su apego a Bilbao pudo más que las promesas de aventura y la fama que se- g u r a m e n t e hubiera alcanzado fuera de su bocho. Dirigió, asimismo, la Banda Nacional Vasca del Lehendakari José Antonio de Aguirre. Las actividades musicales de Juanito de Orúe abarcaron también el campo de la docencia como profesor en las escuelas García Rivero y la Escuela de Sordomudos de Deusto.
Con ser sobrada su contribución a la música vasca como pianista, director de orquesta y profesor, la popularidad de
Juan de Orúe
Juanito se debe en gran parte a sus abundantes composiciones. Una de ellas, «El Va s del Riau
Riau», traspasó los límites de Bilbao hasta llegar a los mismísimos oídos de Ava Gardner,
Tyrone Power, Errol Flynn y Mel Ferrer, que forma
ban cartel en «The Sun Also Rises» (El sol también sale), una película, dirigida en 1957 por Henry King, basada en la novela del mismo título de Ernest Hemingway, y que incluía la pieza de Orúe en su banda sonora.
Juanito aportó de esta manera su música a Hollywood, pero su fuente de inspiración y el escenario de sus obras fue
siempre el País Vasco y en especial Bil
bao. Entre todas ellas destaca la zarzuela de
ambiente vasco «Naste Borraste», estrenada con
gran éxito en la Sala de la Filarmónica, el 30 de no
viembre de 1930, en el transcurso de una «Gran Velada Teatral a Beneficio de las Cantinas Escolares de Bilbao», que servía, a su vez, de «Presentación del Grupo Artístico La- gun Artea, integrado por señoritas y jóvenes pertenecientes a la Sociedad Coral de Bilbao», en ia que destacaba la voz de la
Fuerteventura y UnamunoDiario de un viaje
1 N el mes de agosto tuve la ocasión d̂ e visitar la isla de Fuerte-
J ventura, que junto a Lanzarote y otras islas menores pertenece a la más oriental del archipiélago canario, distando sólo 95 kilómetros del continente africano.
Aunque la forma más corriente para el turista de ir a ésta «infortunada isla de Fuerte- ventura» es el avión, también se puede llegar por barco. Nosotros lo hicimos en un moderno feri7, que en tan sólo 45 minutos fíace la travesía entre las poblaciones turísticas de Playa Blanca (Lanzarote) y Corrafe- jo.
A pesar de ser la segunda más grande de las islas Canarias, después de Tenerife, su índice de población se sitúa en el más bajo. Su clima es extremadamente árido y un sol de justicia amainado por un viento ra- cheado y constante que provie
ne del Sáhara, la hace casi inhabitable. No hay más que ver su paisaje desolado de colinas pe- adas, donde sólo algún que
otro valle conserva un lívido verdor. Unamuno, al referirse a su clima, diría; «Aquí no se estanca más que ia tierra... este paisaje de Fuerteventura es un paisaje bíblico. Evangélico más bien. Este es un clima evangélico. Aquí se funden y se derriten en el (echo del alma las parábolas, las metáforas y las paradojas evangélicas»^'\
Fuerteventura guarda también las huellas de su actividad volcánica en su paisaje, aunque en menor escala que su vecina Lanzarote. Ese paisaje desértico, que a muchos puede pare- cerle fuerte y hosti en un principio, si lo contemplamos mejor vemos que guarda en su interior primitivo encanto y belleza. Pero lo que más me sedujo de todo el viaje, v que realmente es el motivo de este artículo, fue recordar que nuestro querido bilbaino Miguel de Unamuno, el más grande pensador y
Diario de un viaje«¡Oh, fuerteventurosa isla africana, sufrida y descarnada cual camello, en tu mar compasiva vi el destello
del sino de mi patria!»
escritor vasco, estuvo desterrado en estas desoladas y cálidas tierras por el régimen autoritario del general golpista Miguel Primo de Rivera.
Si hacemos memoria de aquellas fechas, recordamos que el 20 de febrero de 1924 Unamuno es condenado al destierro por su campaña contra el Directorio militar de Primo de Rivera, y al día siguiente sale para Fuerteventura. El 10 de marzo llega a la isla y, aunque es indultado por el dictador el 4 de julio junto a otros desterrados, Unamuno permanece en Fuerteventura hasta el 9 de julio del mismo año, en que el director del periódico francés «Le Quotidien», M. H. Dumay, le sacó de la isla a bordo de un viejo bergantín goleta llamado «L’Aglión», para continuar su exilio voluntario en Francia hasta 1930, donde publicaría su primer libro de sonetos del destierro, titulado «De Fuerteventura a París» (1925).
Unamuno, al llegar a ia isla, se hospedó en el Hotel Fuerte-
ventura de la capital Puerto del Rosario (antes Puerto Cabras), hoy sede del Cabildo Insular, y actualmente en reconstrucción para museo. Su habitación estapa orientada al naciente, dándole el sol al amanecer: «En estas mañanas, cuando el sol al salir de la mar me da recién nacido un beso en la frente, cojo mi Nuevo Testamento griego, lo abro al azar y /eo»'"’.
Unamuno recibió afecto y amistad de mucha gente de la isla, sin embargo, su mejor amigo parece ser que fue Ramón Castañeyra, persona culta y liberal, con quien se carteó hasta el final de su vida. Otra buena amistad que le acompañó en sus paseos y tertulias, según nos exp icaba personalmente una lugareña de la localidad de Tin- daya, muy cerca de donde se encuentra el Monumento a Unamuno, fue Marcial Martín, un comerciante vecino del pueblo de Villaverde, situado a unos 11 km. al norte del citado monumento y a 26 km. de la capital, a donde solía bajar con
recordada María Luz Beráste- gui.
El éxito de «Naste Borraste» fue tal que hubo de representarse también en el Coliseo Al- bia. Campos Elíseos, Buenos Aires y Arriaga. En todos los casos con fines benéficos y es que la batuta del maestro Orúe acompañó siempre las causas más nobles.
«Naste Borraste» fue su mayor éxito, pero no deben olvidarse obras como «Kaitarrak», «Gabon Gabean» o «Euskal Pizkundea» v muchas otras en las que colaSoró junto a Elias Gallastegui, Enrique Orueta o Manu de la Sota. Igualmente compuso infinidad de bilbaina- das, comedias musicales infantiles y música ligera para orquesta: tangos, boleros, chotis, pasodobles, etc., que acompañaron los bailes de tantos bilbaínos y bilbaínas.
«Era poco farol y demasiado sencillo. No le daba ninguna importancia al dinero y poca a tooo lo que hacía. Eso sí, se sentía terriblemente bilbaino. Para él no había mejor lugar en el mundo que Bilbao...».
María Iturregui, la viuda de Juanito, desgrana así, uno por uno, recuerdos de toda un vida. Memorias de 58 años compartidos junto a este chimbo, bilbaino por los cuatro costados, que no sólo nos dejó su música sino el recuerdo de su magnífica persona.
frecuencia.El monumento erigido a
nuestro escritor bilbaíno en 1971, otra del escultor Juan Borges Linares, está situado en el centro de la histórica región de Majorata, al norte de la isla, concretamente en la ladera de la Montaña Quemada (375 m.). A mi juicio, tanto la plataforma de apoyo como la estatua tienden a una grandiosidad casi megalítica, pero está llena de propósito. Ojalá nosotros pudiéramos rememorar su figura con un monumento de la misma proporción.
Unamuno recordó aquellos parajes por los que gustaba pasearse con este soneto que escribió en París:¡Oh, la trágica sed de la Montaña Quemada bajo el sol que se reía! Ni llorar su dolor ella podía; cenizas de volcán visten su entraña»'“^
(*) «Este nuestro clima» («Paisajes del Alma»(**) «De Fuerteventura a París»