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MUJERES
Un encuentro a través de la Arqueología
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expoenfrentandosealavida.blogspot.com
https://www.facebook.com/expoenfrentandosealavida
Del 2 de octubre al 15 de noviembre de 2015
Y MUJERES
MESOAMERICANASPREHISPÁNICAS
Diseño: Laura García Blas ([email protected])
Comité español (UAM): Lourdes Prados Torreira,
Raquel Castelo Ruano y Clara López Ruiz.
Comité mexicano (INAH): María Rodríguez-
Shadow y Cristina Corona Jamaica.
Esta exposición surge de la colaboración
entre un grupo de investigadoras de la
Universidad Autónoma de Madrid (UAM)
y del Instituto Nacional de Antropología
e Historia de México (INAH).
A través de las imágenes de los restos
arqueológicos, se muestra cómo se
enfrentaban a la vida cotidiana, las
mujeres de las culturas Ibera y
Prehispánicas en Mesoamérica, culturas
muy lejanas en el tiempo y el espacio
pero con las mismas necesidades
cotidianas.
Museo de Arte Ibérico
“El Cigarralejo”
C/ Marqués, 1
30170 Mula (Murcia)
Tel. +34 96 866 1422
Fax +34 96 866 14 22
Entrada gratuita
Contacto exposición
Horarios
Martes a viernes: 10 a 14h.
Sábados, domingos y
festivos: 11 a 14h.
Segundo domingo de cada
mes: 11 a 14:30h. Visitas
guiadas: 11, 12, 13 y 13:45h.
Cerrado: lunes, 25 de
diciembre, 1 de enero,
Viernes Santo.
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AS
CULTURAS IBÉRICA Y MESOAMERICANA
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LAS ACTIVIDADES DE MANTENIMIENTO
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MANUFACTURA TEXTIL
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DE LOS MIEMBROS DE LA COMUNIDAD
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REEMPLAZO GENERACIONAL
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DE
SOCIALIZACIÓN Y APRENDIZAJE
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FAMILIARES Y PRÁCTICAS SIMBÓLICAS
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LOS DIFUNTOS
La cultura ibérica se desarrolla entre los siglos VI y I a.C. desapareciendo lentamente con la romanización de la Península Ibérica. Se caracteriza por una importante jerarquización social y territorial que se desarrolló en la zona oriental y meridional de la península ibérica extendiéndose hasta el sur de lo que hoy es Francia. Una cultura mediterránea coetánea de etruscos, griegos, púnicos y romanos. Mesoamérica comprende la mitad meridional de México y las regiones de Guatemala, El Salvador y Belice, así como el occidente de Honduras, Nicaragua y Costa Rica. En esta región, durante varios siglos, se desarrolló una pluralidad de civilizaciones indígenas que conformaron un mosaico de gran diversidad étnica, religiosa o lingüística, si bien compartieron varios rasgos culturales.
Tras el surgimiento en España y México de la Arqueología de Género, se planteó el rechazo a la visión androcéntrica del pasado donde la mujer era prácticamente invisible o jugaba unos roles siempre secundarios. Tanto en la cultura ibérica como en las prehispánicas en Mesoamericana, el registro arqueológico permite observar que las mujeres fueron las encargadas de llevar a cabo la producción doméstica. Eran las responsables de los procesos de socialización del grupo y el cuidado de los miembros de la comunidad, de las actividades domésticas, de la elaboración de la cestería, el trabajo textil o la cerámica de cocina. Es decir, todas las tareas que resultaban imprescindibles para lograr la reproducción de la unidad doméstica y de la propia comunidad: las llamadas “actividades de mantenimiento”.
Las mujeres ibéricas y mesoamericanas debieron participar en muchas de las tareas cotidianas que ayudaban al sustento de la comunidad. Intervinieron en las tareas agrícolas relacionadas con el cultivo de los huertos, la recolección de plantas y frutas silvestres. Serían las encargadas de garantizar la supervivencia del grupo familiar, prevenir las enfermedades por desnutrición y transmitir las pautas culturales de la alimentación, que se aprenden durante la infancia, generación tras generación.
Una importante tarea doméstica, en ambas culturas, fue transformar la lana y elaborar hilos para fabricar tejidos. En la cultura ibérica la presencia en los enterramientos femeninos de elementos relacionados con la actividad textil, transmite el carácter simbólico de género que se otorga a estos objetos, también presentes en santuarios como ofrenda a una divinidad femenina. El trabajo textil tuvo un aspecto social, podía realizarse en grupo al tiempo que se transmitían relatos orales. En Mesoamérica, mientras que las mujeres del pueblo fabricaban la indumentaria de su familia con tejidos toscos, las nobles solo hilaban y tejían algodón con técnicas sofisticadas. De hecho, los lienzos textiles llegaron a utilizarse como moneda de cambio. Hay constancia de diversas divinidades femeninas, en distintas áreas de Mesoamérica, que actuaron como protectoras de esta actividad.
Las mujeres ibéricas y mesoamericanas fueron las encargadas del cuidado del grupo familiar, y por extensión de toda la comunidad. Debieron tener conocimientos de hierbas medicinales y tratamientos terapéuticos; siendo expertas en el cultivo y recolección de plantas con propiedades curativas. El embarazo fue una fuente constante de temor debido a la alta mortalidad tanto de la madre como de los hijos, tal y como se constata en el registro arqueológico.
Las uniones matrimoniales en la cultura ibérica tuvieron por objeto perpetuar las casas, ya que las familias eran la base de la incipiente vida urbana. En Mesoamérica sirvieron para consolidar los linajes patriarcales. En ambas sociedades, las bodas fueron una importante transacción económica expresada en la dote y en el intercambio de regalos. Uno de los roles fundamentales de las mujeres fue la reproducción biológica y social, existiendo divinidades femeninas a las que se les solicitaba un buen embarazo, parto y lactancia.
Las mujeres ibéricas y mesoamericanas serían las encargadas de transmitir experiencias relacionadas con la propia identidad del grupo como el lenguaje. Las costumbres, mitos, creencias religiosas, tradiciones y comportamientos sociales se transmitirían por vía oral en el entorno del hogar a través de cuentos y narraciones. Para perpetuarse a través de su descendencia debieron de arbitrarse una serie de reglas mediante las cuales los individuos infantiles y juveniles aprenderían lo necesario para incorporarse adecuadamente al grupo de los adultos. A través del juego y el trabajo las nuevas generaciones aprenderían sus propios roles.
El ritual funerario de la cultura ibérica fue la cremación, mientras que en los pueblos prehispánicos se constataron la cremación e inhumación. Los rituales celebrados incluirían diversas ceremonias que variarían según el grupo social. Posiblemente, las mujeres serían las encargadas de la preparación del cadáver en el hogar: lavarlo, ungirlo, vestirlo y adornarlo. Serían también las responsables de preparar los alimentos del banquete funerario y del cuidado de las tumbas, manteniendo la memoria del grupo familiar. En el mundo ibérico se enterraron en necrópolis próximas a los poblados, mientras que en las culturas mesoamericanas fue frecuente enterrarse bajo las casas.
Las mujeres iberas participaban activamente en los rituales realizados en viviendas y santuarios. Entre las ofrendas, destacan los exvotos en forma de figuritas masculinas y femeninas, animales o partes anatómicas del cuerpo. Muchas prácticas reflejan la existencia de rituales de iniciación, como el matrimonio, y la presentación de recién nacidos ante una divinidad protectora, posiblemente femenina. En Mesoamérica, los rituales asociados a la petición de lluvia y al maíz fueron constantes en templos y áreas domésticas. Por su parte, las diosas mexicas Xochiquétzal y Tlazoltéotl, amparaban las labores textiles. El sacrificio humano estaba asociado a las prácticas de las curanderas y parteras mexicas.