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Un gran humanista francés: Jean Jaurès Texto de la Conferencia pronunciada el día 6 de junio, por el Sr. Marceau Pivert En la sala de Conferencias del Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México, pronunció una interesante conferencia el dio 6 de Junio último, el culto Secretario General del Instituto Francés de la América Latina, Sr. Marceau Pi- vert, bajo el titulo: Un gran humanista francés: Jean Jaurès. Los interesantes conceptos expuestos por el Sr. Pivert acerca de la perso- nalidad del gran socialista francés Jean Jaurès, motivó que un grupo de jóve- nes socialistas entre los que se contaba el camarada Jacinto Lozano, Presidente de la Sección de México, D. F.. solicitaran del ilustre profesor autorización para publicar su interesante disertación. Con gran amabilidad, el Sr. Pivert accedió gustoso a lo que se le pedía y tuvo la gentileza de autorizarlo en una fraternal caria, de la que copiamos el párrafo siguiente: ”Entre los que solicitaban realizar la publicación del téxto que acababan de escuchar, se encontraba una delegación de las Juventudes Socialistas Espa- ñolas. Yo les di inmediatamente mi conformidad y les autoricé para la edi- ción de esta publicación. Porque esta manifestación de fraternidad entré so- cialistas franceses y españoles tomaba entonces un sentido que habría cierta- mente complacido al gran apóstol de la Unidad Socialista: una unidad en la li- bertad.; una unidad en la claridad; una unidad en la lealtad; una unidad en la voluntad de conquistar un mundo mejor ...” Hace algunas semanas, un oficial de los F .F .I. explicaba una conferencia, en la Escuela de Oficia- les del nuevo ejército francés, sobre las 'relaciones entre el Ejército y la Nación. Tras de recordar las fechas trágicas de’ la historia de Francia, en qite el ejército se opuso a la voluntad de las masas popu- lares — junio de r848, diciembre de 1851, mayo' de 18(71— , el conferenciante propuso a su auditorio una interpretación general: la de Jean Jaurès. "Un ejér- cito sólo puéde ser fuerte Cuando exptesa una rea- lidad social viva". El joven oficial instructor ex- plicó, .1 la ‘luz de esta'interpretación, los nuevos ele- mentos de la organización militar de la Resistencia’: su fe revolucionaria, su idealismo, su impulso hacia la liberación totál del pueblo. Y volvía a citar a Jean Jaurès: "Si los oficiales franceses hubieran de cerrar los ojos ante el desarrollo det movimiento so- cialista internacional, no podrían darse cuenta ja- más de la nobleza contenida en la esperanza de los trabajadores, la fuerza moral, es decir, la fuerza de- fensiva de Francia veríase dividida contra sí misma y la nación armada quedaría reducida a una pobre y débil máquina medio destruida". I.a reseña de esta conferencia ha sido publicada en el número de r* de 'marzo de "Free France", órgano del Servicio Informativo creado en Nueva York por el Gobierno Provisional de la República. He aquí un aspecto inesperado del pensamiento de Jean Jaurès, ignominiosamente calumniado y lue- go asesinado por los pretendidos patriotas, cuyo je- fe intelectual, Charles Ma urcas, acaba de ser con- denado a cadena perpetua por su colaboración con los nazis. Iuts citas que ilustran la enseñanza dada a los futuros oficiales del nuevo ejército francés han sido extractadas de un libro escrito hace cincuen- ta años: "El Nuevo Ejército” . Este estudio, lleno de rasgos proféticos, justificarla en estos momentos por sí sólo los sentimientos de fiel admiración que profesan los trabajadores franceses hacia la memo- ria de lean Jaurès. Sin embargo, estos no son sino los aspectos secundarios de una vida y de una obra conteniendo enseñanzas infinitamente más ricas. No nos detendremos en los rasgos característicos de su personalidad política ni en lo que ésta tiene de re- presentativo como expresión de una época en que Jos impulsos generosos de un período ascendente se entremezclaban casi inevitablemente con las (ilusiones cruelmente desmentidas por las crisis violentas en medio de las- cuales se , debate, todavía la 1humani- dad; buscaremos, por el contrario, lo que hay de permanente, dé definitivo y d e universal en. la ins- piración filosófica que anima tanto al hombre co- mo su oh ta, y aquí, como vamos a ver por sus pro- pias palsbfgs, descubriremos por qué el ,cincel de la Historia patece haber grabado el perfil de Jean Jaurès en, un granito indestructible, Es que el huma- nismo jimrtsntno es el mismo que inspira las gran- des lineas espirituales que atraviesan nuestra histo- ria, que se confunde con la historia de los hombres libres de ,todos . los. países. ,Es que este hombre de acción, muerto al servicio, de su ideal, fué al mismo tiempo un hombre de .pensamiento - que respondía a la definición de Paul, Valéry en .su Monsieur Tes- te; "Hombre, siempre de pie sobre el cabo Pensa- miento, abriendo, desmesuradamente, los ojos sobre los límites, de las cosas o dé la vista. . Jean Jaurès nació en Castres, en 1859. Ingresó . en |a Escuela Normal .Sjuperior p j, tS 7 Íh eopfntt&a- <jose en Jos mismos Jiatjcos que Henri . B cfgson,. Le- vy-Brühl... .......... . . , , , , . Fué recibido coqio agregado de Fj(osofíu en i 83 r_ Veíase atraído por la vida política: fué elegido dipu- tado por el Tarn en 1885, derrotado eq, 1H89, reele- gido por Albi en 1893, y, derrotado de nqevo en 1898, volvió a la Cámara en 1902, después de ha- ber participado enérgicamente en la defensa del ca- pitán Dreyfus en el curso de una gran crisis de la .conciencia pública, que colocó gl servicio de la justicia escarnecida individualidades tan diversas co- mo Charles Péguy, Anatole France, Paul Painlevé, Emilio Zola. .. Después de dirigir el periódico "Le Petite Républi- que", Jean Jaurès funda en 1904, para ponerlo al servicio de la unidad socialista, cl diario "l'Huma- nité". Se entrega luego a una prodigiosa actividad de tribuno, de periodista, de hombre de acción, mez- clada intimamente a todas las manifestaciones de la vida obrera internacional anteriores a la primera guerra mundial. Y sobreviene su muerte, bajo la bala de un fanático, unas cuantas horas antes de la movilización general... Aun veo, hace ahorí( veinte años, a la inmensa muchedumbre parisién acompañando su féretro, tras- ladado del cementerio natal, por un grupo de obre- ros mineros con sus trajes de trabajo, al Panteón, donde reposan sus restos al lado de íós más grandes y gloriosos recuerdos: Voltaire, Rousseiu, Hugo, Lá- zaro Carnot, Lagrange, B e r t h e l o t Y veo también, pintado en los luminosos muros del Palacio del Capitolio, de Toulouse, donde fué profesor y segun- do alcalde, encargado de las Escuelas, el cuerpo in- clinado del paseante meditativo, en medio de un grupo de amigos, a orillas del Carona, a donde Jean Jaurès gustaba ir'com o para impregnar mejor coa Ja calma de los -paisajes familiares la doctrina de su humanismo, reelabonida y corregida constante- mente al contacto de las cosas y de los hombres. Podríamos citar mil testimonios demostrativos de que esta doctrina sigue más viva que nunca en el alma dolorida de una nación destrozada por indes- criptibles tragedias. Me limitaré a invocar uno sólo, que demuestra que toda la filosofía jauresíana se proyecta con relación al hombre: "El hombre recla- ma su derecho, todo su derecho de hombre. El obre- ro, el proletario, el desheredado se afirma plena- mente como persona. La propiedad social debe crear- se como garantía de la verdadera propiedad indivi- dual : aquella que el individuo humano tiene o de- be tener de sí mismo..-. El objetivo consiste en crear por fin la Humanidad, en proceder de mane- ra que el hombre, en lugar de quedar sometido a las cosas pueda determinar la marcha de las cosas.. .” Ahora bien, las recientes publicaciones que em- piezan a llegarnos de Francia nos revelan que la Re- sistencia ha reencontrado o continuado esta tradi- ción de la perspectiva jauresíana; lo vemos, por ejemplo, por el libro de André Haufíou, delegado a la Asamblea Consultiva por la Región de Toulouse — de cuya Facultad de Derecho es Profesor— peste libro, intitulado "Hacia una doctrina de la Resis- tencia; el Socialismo humanista”, es resultado de las discusiones y las reflexiones realizadas en la ilega- lidad y expresa "l« razón del combate y de la muer- te" que inspiraba a los heroicos Combatientes del Maquis. Y las-ideas contenidas en este trabajo son las mismas de Jean: Jaurès: "Hay que lograr un tipo de hombre nuevo, dueño de su cerebro y de sus manos,’ poseyendo un estilo de vida que le per- míta su plena realización en una sociedad en la que la Sea posible alcanzar el lugar que merezca por su capacidad y su esfuerzo. . . hay que "establecer la economía'con relación al'horpbfé. . . " Puede ase- sinarse al hombre que lleva la' antorcha, pero ho por esc se asesinará jamás su idéa 'si ésta responde' a una necesidad histórica. Se la podrá eliminar Un momento; pero volverá a Ofrecerse,■ incansablemen- te, a los hombres hasta que éstos se apoderen de ella y adapten su vida a las exigencias del proceso social... 1 . - Pero para alcanzar, tel,, objetivo que se proponía Jean Jaurès y . que se proponen hoy sus discípulos de la Resistencia, es necesario poseer una teoria g e - neral del ■ hombre, de la historia, de. la- sociedad, del conocimiento, d.l universa físico .y. de sus mutuas relaciones. Desde..sus primeros trabajos filosóficos, se adivina la poderosa originalidad, de Jean Jaurès frente a las escuelas de su época; trata de dominar las contradicciones en . una poderosa síntesis, •que es la del materialismo marxista y del idealismo de los viejos utopistas franceses: Babeuf, Saint-Simón, Fou- r¡er„ Pecqueur...;, síntesis del subjetivismo y del rea- lismo; síntesis del pensamiento y de la acción; sín- tesis de los sentimientos reales y de la atmósfera ideal, (como en el arte de Racine y. de Lamartine), es decir, de la individualidad del poeta y del uni- verso que la determina; síntesis del "alma cambian- te y profunda" y del "espacio abierto, inmutable y sa- grado" como definición del gran arte; síntesis de la "cantidad" y de Ja “sensación"; síntesis hecha de imá- genes: “el bosque es una arquitectura, pero es asimis- mo el cielo estrellado” ; "extraños cristianos aquellos que desean gozar del recogimiento y del misterio de las catedrales suprimiendo los altos pilares y los mu- ros de piedra y todo el resistente equilibrio sobre el que se sostiene el aliento del sueño..." Tales son el lenguaje y el esfuerzo sintético del pensador que se nos aparece tan poeta como filósofo, tan his- toriador como sociólogo, tan psicólogo como meta- físico; de| político que a través de su extraordinaria elocuencia recoge todos los esplendores del clasicis- mo y todas las audacias de la revolución permanente contra la injusticia. Su famosa tesis intitulada "La realidad, del mundo sensible" se termina con estas palabras: "Es menester que el mundo de los sentidos 00, constituya un obstáculo pata las claridades, del espíritu...; es necesario que la claridad interior y Ja claridad citerior se confundan ,y se penetren y que çl hombre vacilante no discierna ya en la nueva realidad lo qúe antaño conocía con dos nombres apa- rentemente contradictorios: lo ideal y lo real. ¡Cuán bello será el mundo el día en que, contemplando la puesta del sol en el extremo del prado, el hombre sienta de repente, por medio de un extraño enterne- cimiento de su corazón y de sus ojos, que a la serena luz del atardecer viene a mezclarse un reflejo de la dulce lámpara de jesús!" Esta tentativa de reunir en un solo sistema las doctrinas idealistas y las doc- trinas materialistas fué llevada a la Historia en una conferencia famosa, explicada por Jean Jaurès ante los Estudiantes Colectivistas de Arras en 1894. Si- gamos de cerca las principales partes de su desarro- llo: "Desde hace cuatro siglos, el esfuerzo del pensa- miento humano es la síntesis de los contrarios..." Expone, desde este punto de vista, los sistemas de Descartes, de Leibnitz, de Spinoza, de Kant, de Hegel... “ Hasta entonces — añade— , y en cierto modo, la humanidad parecíase a un pasajero dor- mido y arrastrado por la corriente de un rio sin con- tribuir en nada al movimiento o, por lo menos, sin darse cuenta de la dirección, despertándose a inter- valos y dándose cuenta de los cambios del paisaje. .. Esta vida inconsciente constituía la condición mis- ma y Ja preparación de la vida consciente del ma- ñana. También aquí, la historia se encarga de resol- ver una contradicción esencial". ¿Acaso el desarrollo de las cosas seria mecánico y sin posibilidad alguna de intervención humana? Por el contrario: "Todo el desarrollo ulterior no es sino la reflexión de los fenómenos económicos en el cerebro,' pero asimis- mo, en ese cerebro, por el sentido estético, por la simpatía imaginativa y por la necesidad de unidad, las fuerzas fundamentales intervienen en la vida económica. Hay en el hombre una penetración tal del hombre mismo y del medio económico, que re- sulta imposible disociar la vida económica de la vida moral. De la1 misma minera que- no es posible cortar al hombre en dos y disociar en él la. vida orgáhica de la vida consciente, no es posible dividit a la humanidad histórica en dos y disociar en ella la vida ideal de la Vida económica'-'. Según él, el motor de la historia reside en el hecho de que "las relaciones de producción " se dirigen a los‘ hombres". Y mientras la iibertad plèna y la plena solidaridad de los hombres no se hayan realizado, ia contradic- ción esc-ncisl subsistirá inevitablemente. Jaurès si- gue en-esto la línea de Hegel: "La üontrailición esen- cíal de toda tiranía’ política o económica reside en el hecho de que,se ve obligada a tratar como, ins- trumentos inertes a los hombres que, sean cuales fueren, no piensan descender jamás a la condición inerte de las máquinas materiales". Y añade: "Todo el. movimiento de la hi.storig es el resultado de la contradicción esencial entre el hombre y el uso que se hace del hombre, y este movimiento tiende, en su límite, hacia un orden económico donde se hará del hombre el uso propio del hombre. Por eso pre- cisamente este movimiento de la historia es a la vez una protesta idealista de la conciencia contra los regímenes que rebajan al hombre y una reacción automática de las fuerzas humanas contra todo arre- glo social inestable y violento. La humanidad, a tra- vés de formas económicas que repugnan cada vez menos a su idea, se realiza a si misma. Y en la historia humana existe,no sólo una evolución nece- saria, . sino una dirección inteligible y un sentido ideal. De todo lo cual .resulta que, a través de los siglos, el hombre no ha podido aspirar a la justi- cia sino aspirando a un orden social menos con- tradictorio para el hombre que el orden presente. Así, pues, la evolución de sus, ideas morales se ve determinada por la evolución de las fuerzas eco- nómicas ; al propio tiempo, un mismo aliento de que- ja y de esperanza sale de, la boca , del esclavo, del siervo, del proletario, , y este: aliento inmortal de humanidad constituye el alma de eso . que se llama derecho". Luego podemos hablar, yon fundamento de causa, de un "humanismo jauresiano". Por; otra parte, serla grandemente interesante comparar este esfuerzo de síntesis «Je la filosofía social con aqueí otro al cual nos ha preparado el comienzo de siglo en el dominio de la filosofía científica. • Sobre con- ceptos aparentemente' contradictorios también, divi- díanse igualmente los de continuidad e incontinui- dad, ondas1 y corpúsculos, energía y materia, etc. La física moderna nos ha revelado,- en efecto, que eran éstos aspectos complementarios de una misma realidad y que el hombre, al elevarse, percibe en su conjunto: Pero limitémonos a algunos de los aspec- tos siempre vivos de la doctrina de Jaurès. Uno de los problemas qué preocupan más a los escritores y a los pensadores contemporáneos, sobre todo después de ciertas experiencias abusivamente calificadas dé socialistas, es lu conciliación entre las exigencias de la organización económica planifica- da, racional, científica y el respeto del individuo. Me refiero, por ejemplo, a los trabajos de Sidney Hook (Freedom and Socialism), a las reflexiones de Mau- riac sobre el humanismo socialista, etc. Gustosos aconsejamos a estos autores que relean a Jean Jau- rès. Ha tratado veinte veces este problema, sobre todo en sus brillantes exposiciones sobre la obra de Ibsen o sobre la de Tolstoi. S"gún él, socialismo e individualismo no son sino los aspectos comple- mentarios del mismo ideal. "Protestamos — aseve- ró en 1900— contra una sociedad que lo falsifica todo, que propaga por doquier la mentira y el error, qué bajo las apariencias más pomposas y más bellas expende toda suerte de mercancías emponzoñadas, que engaña, que crea el derecho de todos al voto por medio del sufragio universal y luego Ib falsifica por medio de la corrupción, de la ignorancia y de la opresión. Sí; tenemos derecho a protestar contra la sociedad actual no sólo con Marx, en nombre del proletariado que sufre, sino con Ibsen, en nombre de la verdad que se m uere..,’’ Pero la protesta verbal no basta. Y Jean Jaurès, de año en año, des- pués del magnífico desarrollo creador de su opti- mismo fundamental, descubrió c-1 papel de los le- vantamientos sociales y su necesidad; después de ha- ber creído que bastaría con la persuación, que la igualdad de los espíritus podía realizarse mediante la educación y que la potencia de los argumentos razonables arrastraría todos los obstáculos, descu- b rió poco a poco que "la cadena estaba en el co- razón1’', Una noche se aventuró por una barriada obrera de París y se sintió presa de lo que él mismo definió como Un verdadero "espanto social". Esta Angustia puede hacer mella en los hombres más ro- bustos. Jean Jaurès se dió cuenta entonces de que la incomprensión, la ignoranciá, la aceptación del estado de esclavitud y la resignación aceptada por lyKbito constituían obstáculos casi infranqueables. Eran loi propios trabajadores, a los que se dirigía a -veces, los que llegaban a juzgar "menos insensato ' y menos difícil tomar todas las piedras del gran París para la construcción de una casa nueva que refundir el pesado -y protector sistema sócial en el que podían disponer apenas de un pobre lugar ha- bitual- de miseria” . Lejos- de dejarse abatir por lies resistencias y las incomprensiones, Jaurès se persua- dió cada día más de que su esfuerzo era necesario y de que .el día de las grandes cóleras populares cobraría todo su -sentido constructivo. Puedo apor- tar el >testimonio de lo que afirmo-por haber te- nido ocasión de hablar con una de sus más fieles colaboradores desde el -tiempo de “ El- Nuevo Ejér- cito" : el Coronel Gérard. Es lo que explica el si- guiente pasaje, escrito en 1911, refiriéndose al dra- mático fin dt-1 gran Tolstoi : "La revuelta consti- tuye -una etapa necesaria1pata el progreso de la vida humana. Elíseo Reclus lo' ha dejado bien sentado, Con una fúerzá extraordinaria, en' su libro "Evolu- ción ÿ RevolUciófi": han existido largos períodos dé la existencia humana én que la tierra, mal cultiva- da, no sümihistrab'a la suficiente subsistencia a los hombres y en C|ue la resignación constituía, en cier- to modo, una necesidad psicológica; pero hoy la re- signación constituye en 1los que la sufren una su- pervivencia de tales periodos, ya que la tierra po- dría alimentar a todos los seres humanos si la so- ciedad 'estuviera mejor organizada, y las, plagas hu- manas, como, por ejemplo, el paro forzoso, podrían desaparecer si la clase obrera, unánime en su re- vuelta, exigiera su desaparición". Existe, sin embar- go, una escuela filosófica, la de la no violencia, que niega la eficacia de las revueltas. "Toda la obra de Tolstoi parece llevarlo a su gran crisis mís- tica. Tolstoi era un oriental y deploraba que la re- volución rusa de 1905 hubiera adoptado el cami- no de la revolución occidental; temía, (como le ocurre hoy a Gandhi), c-l desarrollo industrial; es imposible, sin embargo; detener la revolución del mundo; las industrias se desarrollan, incluso en Oriente, incluso en Rusia, donde el proletariado ha conseguido despertar a las masas campesinas de su largo sueño; incluso en Persia, en la India, en el Japón, en China, en todo el Oriente dor- mido hasta ahora; es la fiebre de la actividad eu- ropea, que se extiende a través del universo ente- ro, con sus taras, sus malevolencias, sus crueldades, pero también con sus grandezas. No es pues, re- nunciando a la producción industrial como asegu- raremos el equilibrio en medio. del progreso, sino organizando la producción sobre la base de una nue- va justicia..," Al mismo tiempo que criticaba la

Un gran humanista francés: Jean Jaurès · Este estudio, lleno de rasgos proféticos, justificarla en estos momentos por sí sólo los sentimientos de fiel admiración que ... piración

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Page 1: Un gran humanista francés: Jean Jaurès · Este estudio, lleno de rasgos proféticos, justificarla en estos momentos por sí sólo los sentimientos de fiel admiración que ... piración

Un gran humanista francés: Jean JaurèsTexto de la Conferencia pronunciada el día 6 de junio, por el Sr. Marceau Pivert

En la sala de Conferencias del Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México, pronunció una interesante conferencia el dio 6 de Junio último, el culto Secretario General del Instituto Francés de la América Latina, Sr. Marceau P i­vert, bajo el titulo: Un gran humanista francés: Jean Jaurès.

Los interesantes conceptos expuestos por el Sr. Pivert acerca de la perso­nalidad del gran socialista francés Jean Jaurès, motivó que un grupo de jóve­nes socialistas entre los que se contaba el camarada Jacinto Lozano, Presidente de la Sección de México, D. F .. solicitaran del ilustre profesor autorización para publicar su interesante disertación. Con gran amabilidad, el Sr. Pivert accedió gustoso a lo que se le pedía y tuvo la gentileza de autorizarlo en una fraternal caria, de la que copiamos el párrafo siguiente:

” Entre los que solicitaban realizar la publicación del téxto que acababan de escuchar, se encontraba una delegación de las Juventudes Socialistas Espa­ñolas. Yo les di inmediatamente mi conformidad y les autoricé para la edi­ción de esta publicación. Porque esta manifestación de fraternidad entré so­cialistas franceses y españoles tomaba entonces un sentido que habría cierta­mente complacido al gran apóstol de la Unidad Socialista: una unidad en la l i ­bertad.; una unidad en la claridad; una unidad en la lealtad; una unidad en la voluntad de conquistar un mundo m ejor. . . ”

Hace algunas semanas, un oficial de los F .F .I . explicaba una conferencia, en la Escuela de Oficia­les del nuevo ejército francés, sobre las 'relaciones entre el Ejército y la Nación. Tras de recordar las fechas trágicas de’ la historia de Francia, en qite el ejército se opuso a la voluntad de las masas popu­lares — junio de r848, diciembre de 1851, mayo' de 18(71— , el conferenciante propuso a su auditorio una interpretación general: la de Jean Jaurès. "Un ejér­cito sólo puéde ser fuerte Cuando exptesa una rea­lidad social viva". El joven oficial instructor ex­plicó, .1 l a ‘luz de esta'interpretación, los nuevos ele­mentos de la organización militar de la Resistencia’: su fe revolucionaria, su idealismo, su impulso hacia la liberación totál del pueblo. Y volvía a citar a Jean Jaurès: "Si los oficiales franceses hubieran de cerrar los ojos ante el desarrollo det movimiento so­cialista internacional, no podrían darse cuenta ja­más de la nobleza contenida en la esperanza de los trabajadores, l a fuerza moral, es decir, la fuerza de­fensiva de Francia veríase dividida contra sí misma y la nación armada quedaría reducida a una pobre y débil máquina medio destruida". I.a reseña de esta conferencia ha sido publicada en el número de r* de 'marzo de "Free France", órgano del Servicio Informativo creado en Nueva York por el Gobierno Provisional de la República.

He aquí un aspecto inesperado del pensamiento de Jean Jaurès, ignominiosamente calumniado y lue­go asesinado por los pretendidos patriotas, cuyo je­fe intelectual, Charles Ma urcas, acaba de ser con­denado a cadena perpetua por su colaboración con los nazis. Iuts citas que ilustran la enseñanza dada a los futuros oficiales del nuevo ejército francés han sido extractadas de un libro escrito hace cincuen­ta años: "El Nuevo Ejército” . Este estudio, lleno de rasgos proféticos, justificarla en estos momentos por sí sólo los sentimientos de fiel admiración que profesan los trabajadores franceses hacia la memo­ria de lean Jaurès. Sin embargo, estos no son sino los aspectos secundarios de una vida y de una obra conteniendo enseñanzas infinitamente más ricas. No nos detendremos en los rasgos característicos de su personalidad política ni en lo que ésta tiene de re­presentativo como expresión de una época en que Jos impulsos generosos de un período ascendente se entremezclaban casi inevitablemente con las (ilusiones cruelmente desmentidas por las crisis violentas en medio de las- cuales se , debate, todavía la 1 humani­dad; buscaremos, por el contrario, lo que hay de permanente, dé definitivo y d e universal en. la ins­piración filosófica que anima tanto al hombre co­mo su oh ta, y aquí, como vamos a ver por sus pro­pias palsbfgs, descubriremos por qué el ,cincel de la Historia patece haber grabado el perfil de Jean Jaurès en, un granito indestructible, Es que el huma­nismo jimrtsntno es el mismo que inspira las gran­des lineas espirituales que atraviesan nuestra histo­ria, que se confunde con la historia de los hombres libres de ,todos . los. países. ,Es que este hombre de acción, muerto al servicio, de su ideal, fué al mismo tiempo un hombre de .pensamiento - que respondía a la definición de Paul, Valéry en .su Monsieur Tes­te; "Hombre, siempre de pie sobre el cabo Pensa­miento, abriendo, desmesuradamente, los ojos sobre los límites, de las cosas o dé la vista. .

Jean Jaurès nació en Castres, en 1859. Ingresó . en |a Escuela Normal .Sjuperior p j, tS 7 Íh eopfntt&a- <jose en Jos mismos Jiatjcos que Henri . B cfgson,. Le- vy-Brühl. . . .......... . . , , , , .

Fué recibido coqio agregado de Fj(osofíu en i 8 3 r_ Veíase atraído por la vida política: fué elegido dipu­tado por el Tarn en 1885, derrotado eq, 1H89, reele­gido por Albi en 1893, y, derrotado de nqevo en 1898, volvió a la Cámara en 1902, después de ha­ber participado enérgicamente en la defensa del ca­pitán Dreyfus en el curso de una gran crisis de la .conciencia pública, que colocó gl servicio de la justicia escarnecida individualidades tan diversas co­mo Charles Péguy, Anatole France, Paul Painlevé, Emilio Z o la . . .

Después de dirigir el periódico "Le Petite Républi­que", Jean Jaurès funda en 1904, para ponerlo al servicio de la unidad socialista, cl diario "l'Huma­nité". Se entrega luego a una prodigiosa actividad de tribuno, de periodista, de hombre de acción, mez­clada intimamente a todas las manifestaciones de la vida obrera internacional anteriores a la primera guerra mundial. Y sobreviene su muerte, bajo la bala de un fanático, unas cuantas horas antes de la movilización gen eral...

Aun veo, hace ahorí( veinte años, a la inmensa muchedumbre parisién acompañando su féretro, tras­ladado del cementerio natal, por un grupo de obre­ros mineros con sus trajes de trabajo, al Panteón, donde reposan sus restos al lado de íós más grandes y gloriosos recuerdos: Voltaire, Rousseiu, Hugo, Lá­zaro Carnot, Lagrange, B e r t h e l o t Y veo también, pintado en los luminosos muros del Palacio del Capitolio, de Toulouse, donde fué profesor y segun­do alcalde, encargado de las Escuelas, el cuerpo in­clinado del paseante meditativo, en medio de un grupo de amigos, a orillas del Carona, a donde Jean Jaurès gustaba ir'com o para impregnar mejor coa Ja calma de los -paisajes familiares la doctrina de su humanismo, reelabonida y corregida constante­

mente al contacto de las cosas y de los hombres. Podríamos citar mil testimonios demostrativos de que esta doctrina sigue más viva que nunca en el alma dolorida de una nación destrozada por indes­criptibles tragedias. Me limitaré a invocar uno sólo, que demuestra que toda la filosofía jauresíana se proyecta con relación al hombre: "El hombre recla­ma su derecho, todo su derecho de hombre. El obre­ro, el proletario, el desheredado se afirma plena­mente como persona. La propiedad social debe crear­se como garantía de la verdadera propiedad indivi­dual : aquella que el individuo humano tiene o de­be tener de sí mismo..-. El objetivo consiste en crear por fin la Humanidad, en proceder de mane­ra que el hombre, en lugar de quedar sometido a las cosas pueda determinar la marcha de las cosas.. . ”

Ahora bien, las recientes publicaciones que em­piezan a llegarnos de Francia nos revelan que la Re­sistencia ha reencontrado o continuado esta tradi­ción de la perspectiva jauresíana; lo vemos, por ejemplo, por el libro de André Haufíou, delegado a la Asamblea Consultiva por la Región de Toulouse — de cuya Facultad de Derecho es Profesor— peste libro, intitulado "Hacia una doctrina de la Resis­tencia; el Socialismo humanista” , es resultado de las discusiones y las reflexiones realizadas en la ilega­lidad y expresa "l« razón del combate y de la muer­te" que inspiraba a los heroicos Combatientes del Maquis. Y las-ideas contenidas en este trabajo son las mismas de Jean: Jaurès: "H ay que lograr un tipo de hombre nuevo, dueño de su cerebro y de sus manos,’ poseyendo un estilo de vida que le per­míta su plena realización en una sociedad en la que la Sea posible alcanzar el lugar que merezca por su capacidad y su esfuerzo. . . hay que "establecer la economía'con relación al'horpbfé. . . " Puede ase­sinarse al hombre que lleva la' antorcha, pero ho por esc se asesinará jamás su idéa 'si ésta responde' a una necesidad histórica. Se la podrá eliminar Un momento; pero volverá a Ofrecerse,■ incansablemen­te, a los hombres hasta que éstos se apoderen de ella y adapten su vida a las exigencias del proceso social. . . 1 • . -

Pero para alcanzar, tel,, objetivo que se proponía Jean Jaurès y . que se proponen hoy sus discípulos de la Resistencia, es necesario poseer una teoria g e ­neral del ■ hombre, de la historia, de. la- sociedad, del conocimiento, d .l universa físico .y. de sus mutuas relaciones. Desde..sus primeros trabajos filosóficos, se adivina la poderosa originalidad, de Jean Jaurès frente a las escuelas de su época; trata de dominar las contradicciones en . una poderosa síntesis, • que es la del materialismo marxista y del idealismo de los viejos utopistas franceses: Babeuf, Saint-Simón, Fou- r¡er„ Pecqueur...;, síntesis del subjetivismo y del rea­lismo; síntesis del pensamiento y de la acción; sín­tesis de los sentimientos reales y de la atmósfera ideal, (como en el arte de Racine y. de Lamartine), es decir, de la individualidad del poeta y del uni­verso que la determina; síntesis del "alma cambian­te y profunda" y del "espacio abierto, inmutable y sa­grado" como definición del gran arte; síntesis de la "cantidad" y de Ja “ sensación"; síntesis hecha de imá­genes: “ el bosque es una arquitectura, pero es asimis­mo el cielo estrellado” ; "extraños cristianos aquellos que desean gozar del recogimiento y del misterio de las catedrales suprimiendo los altos pilares y los mu­ros de piedra y todo el resistente equilibrio sobre el que se sostiene el aliento del s u e ñ o ..." Tales son el lenguaje y el esfuerzo sintético del pensador que se nos aparece tan poeta como filósofo, tan his­toriador como sociólogo, tan psicólogo como meta- físico; de| político que a través de su extraordinaria elocuencia recoge todos los esplendores del clasicis­mo y todas las audacias de la revolución permanente contra la injusticia. Su famosa tesis intitulada "La realidad, del mundo sensible" se termina con estas palabras: "Es menester que el mundo de los sentidos 00, constituya un obstáculo pata las claridades, del e sp ír itu ...; es necesario que la claridad interior y Ja claridad citerior se confundan , y se penetren y que çl hombre vacilante no discierna ya en la nueva

realidad lo qúe antaño conocía con dos nombres apa­rentemente contradictorios: lo ideal y lo real. ¡Cuán bello será el mundo el día en que, contemplando la puesta del sol en el extremo del prado, el hombre sienta de repente, por medio de un extraño enterne­cimiento de su corazón y de sus ojos, que a la serena luz del atardecer viene a mezclarse un reflejo de la dulce lámpara de jesús!" Esta tentativa de reunir en un solo sistema las doctrinas idealistas y las doc­trinas materialistas fué llevada a la Historia en una conferencia famosa, explicada por Jean Jaurès ante los Estudiantes Colectivistas de Arras en 1894. Si­gamos de cerca las principales partes de su desarro­llo:

"Desde hace cuatro siglos, el esfuerzo del pensa­miento humano es la síntesis de los con trarios..." Expone, desde este punto de vista, los sistemas de Descartes, de Leibnitz, de Spinoza, de Kant, de H e g e l... “ Hasta entonces — añade— , y en cierto modo, la humanidad parecíase a un pasajero dor­mido y arrastrado por la corriente de un rio sin con­tribuir en nada al movimiento o, por lo menos, sin darse cuenta de la dirección, despertándose a inter­valos y dándose cuenta de los cambios del paisaje. . . Esta vida inconsciente constituía la condición mis­ma y Ja preparación de la vida consciente del ma­ñana. También aquí, la historia se encarga de resol­ver una contradicción esencial". ¿Acaso el desarrollo de las cosas seria mecánico y sin posibilidad alguna de intervención humana? Por el contrario: "Todo el desarrollo ulterior no es sino la reflexión de los fenómenos económicos en el cerebro,' pero asimis­mo, en ese cerebro, por el sentido estético, por la simpatía imaginativa y por la necesidad de unidad, las fuerzas fundamentales intervienen en la vida económica. Hay en el hombre una penetración tal del hombre mismo y del medio económico, que re­sulta imposible disociar la vida económica de la vida moral. De la1 misma minera que- no es posible cortar al hombre en dos y disociar en él la . vida orgáhica de la vida consciente, no es posible dividit a la humanidad histórica en dos y disociar en ella la vida ideal de la Vida económica'-'. Según él, el motor de la historia reside en el hecho de que "las relaciones de producción " se dirigen a lo s‘ hombres". Y mientras la iibertad plèna y la plena solidaridad de los hombres no se hayan realizado, ia contradic­ción esc-ncisl subsistirá inevitablemente. Jaurès si­gue en-esto la línea de Hegel: "La üontrailición esen-

• cíal de toda tiranía’ política o económica reside en el hecho de q u e ,se ve obligada a tratar como, ins­trumentos inertes a los hombres que, sean cuales fueren, no piensan descender jamás a la condición inerte de las máquinas materiales". Y añade: "Todo el. movimiento de la hi.storig es el resultado de la contradicción esencial entre el hombre y el uso que se hace del hombre, y este movimiento tiende, en su límite, hacia un orden económico donde se hará del hombre el uso propio del hombre. Por eso pre­cisamente este movimiento de la historia es a la vez una protesta idealista de la conciencia contra los regímenes que rebajan al hombre y una reacción automática de las fuerzas humanas contra todo arre­glo social inestable y violento. La humanidad, a tra­vés de formas económicas que repugnan cada vez menos a su idea, se realiza a si misma. Y en la historia humana existe,no sólo una evolución nece­saria, . sino una dirección inteligible y un sentido ideal. De todo lo cual .resulta que, a través de los siglos, el hombre no ha podido aspirar a la justi­cia sino aspirando a un orden social menos con­tradictorio para el hombre que el orden presente. Así, pues, la evolución de sus, ideas morales se ve determinada por la evolución de las fuerzas eco­nómicas ; al propio tiempo, un mismo aliento de que­ja y de esperanza sale de, la boca , del esclavo, del siervo, del proletario, , y este: aliento inmortal de humanidad constituye el alma de eso . que se llama derecho". Luego podemos hablar, yon fundamento de causa, de un "humanismo jauresiano". Por; otra parte, serla grandemente interesante comparar este esfuerzo de síntesis «Je la filosofía social con aqueí

otro al cual nos ha preparado el comienzo de siglo en el dominio de la filosofía científica. • Sobre con­ceptos aparentemente' contradictorios también, divi­díanse igualmente los de continuidad e incontinui­dad, ondas1 y corpúsculos, energía y materia, etc. La física moderna nos ha revelado,- en efecto, que eran éstos aspectos complementarios de una misma realidad y que el hombre, al elevarse, percibe en su conjunto: Pero limitémonos a algunos de los aspec­tos siempre vivos de la doctrina de Jaurès.

Uno de los problemas qué preocupan más a los escritores y a los pensadores contemporáneos, sobre todo después de ciertas experiencias abusivamente calificadas dé socialistas, es lu conciliación entre las exigencias de la organización económica planifica­da, racional, científica y el respeto del individuo. Me refiero, por ejemplo, a los trabajos de Sidney Hook (Freedom and Socialism), a las reflexiones de Mau­riac sobre el humanismo socialista, etc. Gustosos aconsejamos a estos autores que relean a Jean Jau­rès. Ha tratado veinte veces este problema, sobre todo en sus brillantes exposiciones sobre la obra de Ibsen o sobre la de Tolstoi. S"gún él, socialismo e individualismo no son sino los aspectos comple­mentarios del mismo ideal. "Protestamos — aseve­ró en 1900— contra una sociedad que lo falsifica todo, que propaga por doquier la mentira y el error, qué bajo las apariencias más pomposas y más bellas expende toda suerte de mercancías emponzoñadas, que engaña, que crea el derecho de todos al voto por medio del sufragio universal y luego Ib falsifica por medio de la corrupción, de la ignorancia y de la opresión. Sí; tenemos derecho a protestar contra la sociedad actual no sólo con Marx, en nombre del proletariado que sufre, sino con Ibsen, en nombre de la verdad que se m u e re ..,’ ’ Pero la protesta verbal no basta. Y Jean Jaurès, de año en año, des­pués del magnífico desarrollo creador de su opti­mismo fundamental, descubrió c-1 papel de los le­vantamientos sociales y su necesidad; después de ha­ber creído que bastaría con la persuación, que la igualdad de los espíritus podía realizarse mediante la educación y que la potencia de los argumentos razonables arrastraría todos los obstáculos, descu­

b r ió poco a poco que "la cadena estaba en el co­razón1’', Una noche se aventuró por una barriada obrera de París y se sintió presa de lo que él mismo definió como Un verdadero "espanto social". Esta Angustia puede hacer mella en los hombres más ro­bustos. Jean Jaurès se dió cuenta entonces de que la incomprensión, la ignoranciá, la aceptación del estado de esclavitud y la resignación aceptada por lyKbito constituían obstáculos casi infranqueables. Eran loi propios trabajadores, a los que se dirigía a -veces, los que llegaban a juzgar "menos insensato

' y menos difícil tomar todas las piedras del gran París para la construcción de una casa nueva que refundir el pesado -y protector sistema sócial en el que podían disponer apenas de un pobre lugar ha­bitual- de miseria” . Lejos- de dejarse abatir por lies resistencias y las incomprensiones, Jaurès se persua­dió cada día más de que su esfuerzo era necesario y de que .el día de las grandes cóleras populares cobraría todo su -sentido constructivo. Puedo apor­tar el >testimonio de lo que afirmo-por haber te­nido ocasión de hablar con una de sus más fieles colaboradores desde el -tiempo de “ El- Nuevo Ejér­cito" : el Coronel Gérard. Es lo que explica el si­

guiente pasaje, escrito en 1911, refiriéndose al dra­mático fin dt-1 gran Tolstoi : "La revuelta consti­tuye -una etapa necesaria1 pata el progreso de la vida humana. Elíseo Reclus lo' ha dejado bien sentado, Con una fúerzá extraordinaria, en' su libro "Evolu­ción ÿ RevolUciófi": han existido largos períodos dé la existencia humana én que la tierra, mal cultiva­da, no sümihistrab'a la suficiente subsistencia a los hombres y en C|ue la resignación constituía, en cier­to modo, una necesidad psicológica; pero hoy la re­signación constituye en 1 los que la sufren una su­pervivencia de tales periodos, ya que la tierra po­dría alimentar a todos los seres humanos si la so­ciedad 'estuviera mejor organizada, y las, plagas hu­manas, como, por ejemplo, el paro forzoso, podrían desaparecer si la clase obrera, unánime en su re­vuelta, exigiera su desaparición". Existe, sin embar­go, una escuela filosófica, la de la no violencia, que niega la eficacia de las revueltas. "Toda la obra de Tolstoi parece llevarlo a su gran crisis mís­tica. Tolstoi era un oriental y deploraba que la re­volución rusa de 1905 hubiera adoptado el cami­no de la revolución occidental; temía, (como le ocurre hoy a Gandhi), c-l desarrollo industrial; es imposible, sin embargo; detener la revolución del mundo; las industrias se desarrollan, incluso en Oriente, incluso en Rusia, donde el proletariado ha conseguido despertar a las masas campesinas de su largo sueño; incluso en Persia, en la India, en el Japón, en China, en todo el Oriente dor­mido hasta ahora; es la fiebre de la actividad eu­ropea, que se extiende a través del universo ente­ro, con sus taras, sus malevolencias, sus crueldades, pero también con sus grandezas. No es pues, re­nunciando a la producción industrial como asegu­raremos el equilibrio en medio. del progreso, sino organizando la producción sobre la base de una nue­va ju s tic ia ..," A l mismo tiempo que criticaba la

Page 2: Un gran humanista francés: Jean Jaurès · Este estudio, lleno de rasgos proféticos, justificarla en estos momentos por sí sólo los sentimientos de fiel admiración que ... piración

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sociologia de Tolstoi, Jean Jaurès se apresuraba a poner de relieve el valor inestimable de su ética individualista: "Le debemos una singular gratitud al hombre que nos ha recordado a todos el senti­do moral y la importancia de la vida. En casi to-< das las condiciones, nos vemos expuestos a desco­nocer los verdaderos bienes, la tranquilidad del co­razón, la serenidad del espíritu: el patrón se ve absorbido por las responsabilidades de la dirección de su empresa; los obreros se sienten perdidos en los obscuros abismos de la miseria y no emergen de ellos más que para gritar su protesta; nosotros, los políticos, en medio de la batalla y de la intri­ga de cada día, estamos siempre expuestos a olvi- . dar que somos hombres, es decir, conciencias a la vez autónomas y efímeras, perdidos en universo inmenso y lleno de misterios; estamos expuestos a echar en olvido, en una palabra, la importancia de la vida y a descuidar la búsqueda de su verdadero sentido. Tolstoi nos ayuda a encontrar el sentido de la simplicidad, dé la fraternidad, de la vida profun­da y misteriosa. Y al mismo tiempo nos advierte. Advierte a los conservadores, él que no es un re­volucionario banal, violento, destructor; él que és el hombre dé la paz, del amor, del cristianismo reno­vado; advierte a los conservadores que ej sistema de la sociedad actual no puede subsistir, que se ve condenado no solamente por las reivindicaciones irri­tadas de (os que sufren, sino por la protesta in­terior de las más nobles conciencias, que se sien­ten oprimidas por todo Id que la sociedad tiene de inicuo, de confuso, dé miserable. Y ya que con Toistoi está permitido recordar un texto de los Sal­mos, les diré a todos: tened cuidado y meditad, tra­bajad, pensad, preparad unas instituciones fraterna­les para que la inevitable revolución social advenga pacíficamente. Y asi como el salmodista decía a Dios: Podéis remontaros a las alturas del cielo y le ha­llaréis; podéis déscender a las profundidades de la tierra y le hallaréis; no podréis escapar a su mi­rada ni en Oriente ni en Occidente, yo les digo a todos: la Revolución está ahí; está en todas partes; está en la organización de los que sufren, en la ele­vada protesta de los que piensan, en el soplo que llega del Oriente y en la cólera del proletariado de Occidente, en el misticismo oriental de Tolstoi; y todo esto se mezcla én un torbellino de tempestad en torno de la vieja sociedad rolda como el tronco vacio de una vieja encina carcomida, Preparad una sociedad nueva y más justa. . . Y seis años más tarde, día por día, se hundía en efecto la sociedad zarista, podrida hasta la médula con sus Raputín sangrientos. Pero el esfuerzo revolucionario que de­be "tender a la formación de los hombres libres” está todavía en sus balbuceos... No ha alcanzado su objetivo puesto que no ha sabido construir en el espíritu de libertad. También en esto la ense­ñanza legada por el humanismo jauresiano tiene una actualidad impresionante. Hay quien se pre­gunta: ¿Es cierto que los términos "Socialismo" y

"Libertad" se excluyen mutuamente? Un conocido escritor ha llegado incluso a afirmar que todo so-1 cialismo contiene un germen de totalitarismo. Sin embargo, hace ya medio siglo que Jean Jaurès de­finió las condiciones de lo que podríamos llamar "socialismo libertaria' en oposición al socialismo au­toritario o estático. "Estamos dispuestos a discutir con quien quiera que c! orden social soñado por nosotros no es imposible. Y si es realizable, es in­dudable que la libertad tendrá su lugar en él, o, mejor dicho, que la libertad será su alma, el espí­ritu de fuego. Si vamos hacia la igualdad y hacia la justicia, ello no será a costa de la libertad; no queremos encerrar a los hombres en estrechos com­partimentos, numeradas por la fuerza pública. No nos seduce lo más mínimo el ideal de una reglamen­tación intrincada y asfixiante. Nosotros poseemos también un alma libre y sentimos la impaciencia de toda presión exterior. Y si en el orden social soñado por nosotros no encontráramos la libertad, la verdadera, la plena y viviente libertad; si no nos fuera posible andar, cantar y hasta delirar bajo los cielos, respirar a pleno pulmón y coger las flores al azar del camino, retrocederíamos hacia la socie­dad actual a pesar de sus desórdenes, sus iniquida­des y sus opresiones, pues si en ella la libertad no es más que una mentira, por lo menos es una mentira a la que los hombres llaman todavía una verdad que a veces nos acaricia el corazón. Para nosotros, la justicia es inseparable de la libertad".

Y añadía Jaurès: "El socialismo pretende orga- uizar la libertad humana; no se trata, sin embargo, de una organización de fuerza; bajo su ley general de justicia y de armonía, previsora contra toda ten­tativa de explotación, dejará a las naciones la li­bre disposición de sí mismas en los cuadros de la humanidad de la misma manera que respetará la li­bre disposición de los individuos en los cuadros de la nación". El optimismo de Jean Jaurès arroja una clara luz sobre todos los problemas por él abor­dados. Con frecuencia exclamaba: "A pesar de la división de la sociedad en clases, nuestro ideal es hoy tan poderoso, tan verdadero, tan bello; respon­de tan plenamente a la evolución económica y a las necesidades de, la conciencia, que nadie puede pen­sar boy sin pensar un poco en nosotros, y esto les sucede incluso a los que creen combatimos".

Nadie puede sorprenderse, por consiguiente, de encontrar en su obra páginas magistrales relativas a la libre investigación, al espíritu laico que debe animar a la enseñanza en una democracia, a la ele­vada función que llenan, los maestros. Encontramos • a

este respecto las expresiones de nuestro viejo Mon­taigne: "Nada hay tan bello y tan legítimo como formar bien y débilm ente al hombre, ni hay cien­cia tan ardua como la de vivir bien y naturalmente esta vida .. No es un cuetpo ni es un alma lo que se forja; es un h o m b re ..." St; Jaurès es una pro­longación de Montaigne, pero asimismo de Drdérot, del cual cita la dedicatoria escrita para su drama "El padée de familia": "Quiero — dice Diderot— que los niños vean la. miseria para que sean sensi­bles y sepan por propia experiencia que existen en torno suyo hombres como ellos, quizá más esen­ciales que ellos, que carecen de pan". En el curso de los debates parlamentarios sobre la organización de la enseñanza pública, en 1886, Jaurès definió de una manera definitiva . las bases filosóficas de esta enseñanza: "toda doctrina que no se apoye en la razón se excluye a sí misma de la enseñanza pri­maria; debe existir siempre una sinceridad y una franqueza absolutas; no le disimuléis nada al pueblo, allá donde la duda se mezcle a la fe, impulsad la duda, y cuando domine la negación, dejadle libre curso". Y a los maestros ' les dirige los siguientes consejos: "Vuestros alumnos serán hombres y deben tener una idea del hombre; es menester que sepan cuál es la raíz de puestras miserias: el egoísmo bajo múltiples formas, y que conozcan el principio de nues­tra grandeza: el orgullo unido a la ternura. Es prc- ciso que se representen a grandes rasgos a la espe­cie humana dominando poco a poco las brutalidades de la naturaleza y las brutalidades del instinto y que sepan distinguir los principales elementos de esta obra extraordinaria que se llama civilización. Hay que hacerles comprender la grandeza del pen­samiento. . . y es necesario también que todas nues­tras ideas se vean como impregnadas de infancia, es decir, de generosidad pura y de serenidad. . . El bien inestimable conquistado por el hombre a través de , todos los prejuicios, de todos los sufrimientos y de todos los combate,s es la idea de que no existe una verdad sagrada, « decir, prohibida a la plena inves­tigación del hombre; la idea de que ningún poder interior o exterior, ninguna fuerza ni ningún dog­ma deben limitai- el eterno esfuerzo y la eterna in­vestigación de la razón humana; la idea de que la humanidad no es en el universo sino una inmensa comisión de encuesta cuyas operaciones no deben verse restringidas o falseadas por ninguna interven­ción gubernamental ni ninguna intriga celeste o te­rrestre; la idea de que toda verdad que no proven­ga de nosotros mismos es una mentira; que hasta en nuestras adhesiones nuestro sentido crítico debe intervenir en todas nuestras afirmaciones y todos nuestros pensamientos; que si incluso la idea de Dios cobrara una forma palpable, si el propio Dios se le­vantara, en forma visible, sobre las muchedumbres, el primer deber del hombre sería el de negarle obe­diencia y tratarlo como a un igual con el que se dis­cute, pero no como a un dueño y señor al que se soporta: tal es el sentido de lo grande y de lo bello de nuestra enseñanza laica en su principio” .

Jean Jaurès nos muestra aquí en qué sentido la sociedad moderna es mucho menos apta que la Edad Media en la distribución de una educación coheren­te: "Entonces existía, por lo menos, una concordan­cia entre las ideas y los hechos, entre las cosas y las palabras: existía una jerarquía social de la misma manera que existía una jerarquía religiosa corres­pondiente, y una resignación social al mismo tiem­po que una resignación religiosa, asi como una esca­la de la creación en la cúspide de la cual se encon­traban las potencias superiores y el propio Dios y una escala dominada por el noble, el clérigo y el rey; no había allí ni engaño ni equívoco, pues el siervo sabía que era ante Dios el igual que el noble, pero sabia asimismo que, por orden del mismo Dios, y mientras existiera sobre la tierra, no dejaría de ser un siervo. No habla ninguna hipocresía social y el desdén que se manifestaba hacia ios de abajo se empezaba por inspirárselo a ellos mismos. . .

Por el contrario, lo que caracteriza a la sociedad actual es su absoluta incapacidad para enseñarse y formularse a si misma una regla moral; y es que lleva en si una contradicción esencial entre los he­chos y las palabras. No hay una sola palabra hoy que tenga su sentido verdadero, pleno y leal: FRA­TERN ID A D y se combate por doquier; IG U ALD AD y las desproporciones son cada vez maydres; LIBER­T A D y los seres débiles se sienten cada día más juguetes de la fuerza; PROPIEDAD, es decir, la relación estrecha y personal entre el hombre y la cosa, entre el hombre y una parte de la naturaleza transformada por él. Utilizada por él; sin embar­go, la propiedad se convierte cada vez más en una ficción monstruosa que pone en manos de al­gunos hombres unas fuerzas naturales cuya ley des­conocen y unas fuerzas humanas cuyo nombre ig­noran. SI; por doquier el vacio, la hipocresía de las palabras. . . ; si los maestros toman en serio ■ las palabras se convierten en unos seres inútiles ly si toman en serio las cosas se convierten én unos re­volucionarios. . . " "Los que lucharon durante los pasados siglos, a cualquier partido, religión o doc­trina que hayan pertenecido, por el solo hecho de haber sido hombres que pensaban, que sufrían, que buscaban una salida, se convirtieron, por la fuerza invencible de la vida en fuerza; en movimiento, impulsoras y transformadoras, y somos nosotros quié­nes recogemos ahorá sus inquietudes y sus movimien­tos, los que permanecemos fieles a toda esta acción del pasado, de la misma manera que yendo hacia el mar el rio permanece fiel a su nacim iento..."

Semejante concepción de la herencia de los va­lores tradiuionaíqs tenia que conducirle, naturel- mento, i una de sus más emocionantes síntesis: Ja Je k patria y la Internacional. Volvemos a encon­trar aquí una continuación de Montaigne: N o por­que lo haya dicho Sócrates, sino porque en verdad Jo quiete mi humor, yo estimo que todos los hombres son mis compatriotas y abrazo a un polaco lo mismo que a un francés, posponiendo este lazo nacional al universal y c o m ú n ..." Pero en Jaurès no se trata de un internacionalismo abstracto, descuidando las condiciones de lucha en el interior de cada nación. "D e la misma manera que el socialismo no se se­para de la vida, no puede separarse de la nación, no deserta la pabia, sino que se sirve de ella para trans­formarla y engrandecerla. La unidad humana sólo puede ser realizada mediante la libre federación de las naciones autónomas, repudiando las empresas de

.fuerza y sometiéndose a las reglas del derecho. Las naciones se elevarán asi hasta la humanidad, sin per­der en nada su independencia, su, originalidad y la libertad de su genio. ' Cuando un sindicalista revo- lutionario grita, como en el reciente Congreso de Toulouse (hace cincuenta años), "¡Abajo las pa­trias!” , con ello quiere' decir: "¡Abajo las patrias de opresión, de destrucción; abajo el antagonismo entre Iás patrias; abajo los prejuicios chovinistas y ciegos Ia,’ lo que equivale a proclamar de todo Co­razón la patria universal de los trabajadores libres, de las naciones independientes y amigas . . La nue­va humanidad no será rica y viva sino a condición de que la originalidad de cada pueblo se prolongue en una armonía total y de que todas las patrias se sientan vibtar en la lita humana. Cuando la clase proletaria cree maldecir la patria, lo que maldice en realidad son las miserias que Ja deshonran, las injusticias que la dividen, los odios que la enloque­cen y las mentiras que la explotan".

Jean Jaurès juzgó que la lucha contra la guerra debía constituir el mayor de los combates y a ella se consagró hasta el último momento de su vida. ¿Cómo hubiera podido reclamarse de la más elevada tradición humanista sin maldecir la guerra y sin tra­tar de comprender sus causas profundas con el fin de librar de ellas a la sociedad moderna? "La más grande y pomposa de las acciones humanas — ha dicho Montaigne— , yo sabría si la tomamos como argumento de alguna prerrogativa o, por el contra­rio, como testimonio de nuestra imbecilidad y nues­tra imperfección". La amenaza de guerra ha consti­tuido una verdadera obsesión en el ánimo de Jaurès, que veía que "la sociedad capitalista la lleva en sus flancos como las nubes llevan la tempestad". Con esta obsesión en la mente se propuso ir a Berlín en 1905, a hablarle? directamente a los trabajadores alemanes. El señor de Bulow le prohibió, naturalmen­te, el paso de la frontera, pero su discurso apareció al misólo tiempo en el Vorvaerst y en l'Humanité. Este documento es de tonos elevadísimos. "N o con­cibamos ilusiones. Sabemos perfectamente que el mundo capitalista contiene formidables fuerzas de conflicto que el proletariado universal no es capaz todavía de dominar. La concurrencia económica entre pueblo y pueblo y entre individuos, la ambi­ción de realizar beneficios, la necesidad de conquistar a toda costa — incluso a cañonazos— nuevos merca­dos para la producción capitalista, abrumada y poco menos que asfixiada por su propio desorden, todo esto mantiene a la humanidad actual en estado de guerra permanente o latente. Es menester encontrar clien­telas lejanas, exóticas, sel viles, ya que el sistema, arrebatándoles a los obreros una parte del producto de su trabajo, restringe el libre consumo nacional.

La lucha entre Alemania e Inglaterra, disputándose a cañonazos el mercado mundial, revivirla todos los dolores y todas las tragedias de la época napoleónica. Las clases directoras no deberían olvidar que de la guerra europea puede surgir la revolución. También pueden surgir, durante un largo periodo, crisis con­trarrevolucionarias, militarismos, una larga cadena de violencias retrógradas y de bajos odios, de represa­lias y de servidumbre. Y nosotros no queremos ex­poner, bajo tan sangrientas circunstancias, la certi­dumbre en la emancipación progresiva de los prole­tarios". Esto les decía Jean Jaurès en 1905 a los proletarios alemanes. Inútil sería deplorar que su voz no fuera escuchada ni en Alemania ni en Francia, donde los caricaturistas obcecados lo presentaban to­cado con un casco de punta. Sin embargo j era lógico con su doctrina, la reconciliación de la lucha — "inclu­so revolucionaria", como decía en "El Nuevo Ejérci­to"— contra la guerra y la salvaguardia de la inde­pendencia de las naciones". Tarea harto difícil, “ como reconocía él mismo", la de arrancar las patrias de manos de los mercachifles de la patria, de las castas militaristas y de los grupos financieros. Permitiendo a todas las naciones el desarrollo indefinido de la democracia y de la paz, no sólo se sirve al proleta­riado universal, por el que se realizará la humanidad, sino a la propia patria. Un poco de internacionalismo nos aleja de la patria, mientras que un grán inter­nacionalismo nos conduce a ella; un poco de pa­triotismo nos aleja de la Internacional, mientras que un grande y sincero patriotismo nos conduce a ella.

El final de este grán combate es digno de la tra­gedia anticua. El 25 de julio dé 1914, éh Vaise, cerca de Lyon, pronuncia Jaurès su último discurso público. Está a purito de estallar la tempestad; Jau­rès la presiente, analiza la responsabilidad de las clases directoras y las denuncia: "Le dijimos a Italia: Puedes ocupar la Trijíblitania puesto que nosotros

ocuparemos Marruecos; puedes robar en el otro ex­tremo de la calle puesto que yo he robado err éste. Cada pueblo se presenta a través de las calles de Europa con su antorcha én la mano ÿ ahora nos en­contramos ante el incendio". Denuncia, por otra paite, con acento colérico la "astucii > la brutalidad de la diplomacia alemana" y concluye de esta suerte: "C iu­dadanos: si la tempestad llega a estallar, todos noso­tros, socialistas, procuraremos salyarnos lo antes posi­ble del crimen cometido por los dirigentes". Sabido es lo que sucedió después: salió para Bruselas, donde se reunió el Comité Ejecutivo de la Internacional, el cual no pudo hacer otra cosa que comprobar su impotencia; de regreso a París, redactó su último artículo para l'Humanité del 1* de agosto; después, en aquella calurosa velada del 31 de ju lio de 1914, se fue a cenar a un pequeño restaurante popular de la rue du Croissant, acompañado por Renaudel, Jean Longuet, Poisson, Danois... . Un periodista le enseña la fotografía de su hijito y, cuando Jaurès lo felicita, una mano se introduce desde la acera y separa la ligera cortina de la ventana abierta; suena un tiro y Jean Jaurès se desploma con una bala en la cabeza. La movilización general es decretada unas horas más

tarde.

N o creo que sea posible proponer ahora un juicio de conjunto sobre el hombre y sobre su obra. Per­mítanme subrayar, sin embargo, dos rasgos que creo pertenecen a la humanidad entera, dos gestos indica­tivos que todos los pueblos pueden apropiarse, sobre todo en Jas horas que estamos viviendo; uno es un gesto dé valor, por el que sanciona el verdadero humorismo, y que no se refiere tan sólo al pensa­miento, sino a la acción; el otro es un gesto Je clarividencia, es decir, de salvaguardia de la huma­nidad, sin la cual el humorismo de las viejas civi­lizaciones se reduciría a la condición de los monu­mentos arqueológicos, testigos de las civilizaciones desaparecidas.

Un gesto de valor, ante todo. Jean Jaurès definió el válor en su famoso Discurso 'a la Juventud, pro­nunciado en 1903, con motivo de la distribución de los Premios del Liceo de A lb i: "El valor consiste en amar la vida ÿ en contemplar la muerte Con mirada tranquila, en ir hacia el ideal y en comprender lo feál, en actuar y en entregarse a las grandes causas sin preguntarse qué recompensa le reserva a nuestro esfuerzo el profundo universo y si tan soló le reserva una recompensa cualquiera. El valor consiste en bus­car la verdad y en decirla, en no someterse a la ley de la mentira triunfante y pasajera, en no hacernos eco con nuestra alma, con nuestra boca y cdn nues­tras manos de los aplausos imbéciles y de los gritos fanáticos". Y esta gran voz encuentra ct eco dé la - de Charles Peguy que, desde otro horizonte, pero con la misma sinceridad y el mismo valor, Constituyó un estado de vibración análogo de la conciencia huma­na universal. Peguy deda; "Una sola injusticia, un solo Crimen -— sobre todo si es oficialmente registra­do— , una sola injuria a la humanidad, cómodamente aceptada, bastan para romper todo el pacto social y un solo abuso basta para deshonrar a todo un pueblo. Cuanto más grande Sea nuestro pasado mayor es nuestra obligación de defenderlo y de conservarlo pu­ro. ' "Devolveré mi sangre pura tal como la recibí". El honor de un pueblo es uno, es como un bloque". ¡Qué contraste con el cinismo bestial de un Goebbels, que proclamaba: "Lo esencial no es tener razón, sino vencer". Así es como Jean Jaurès, personificación del valor, "esa exaltación del hombre", fué incontestable­mente el representante de las tradiciones humanistas más puras, y, como tal, supo elevarse al rango de los grandes "ciudadanos del mundo” .

Y respecto de la otra lección, la de la clarividencia, se trata en efecto de saber si, a pesar de las dos es­pantosas tragedias que lian ensangrentado a la hu­manidad después de la muerte de Jaurès, las ideas de paz y de unidad humana no van a ser una vez m is sino "una alta claridad ilusoria que ilumina iró­nicamente las matanzas continuadas” . Primero diez millones de cadáveres y, después de una tregua más que dudosa, cuarenta o Cincuenta millones de cadá­veres mis. Es decir, además, todas las predicciones de Jaurès aumentadas según el mismo coeficiente, tor­turas, ruinas, dictaduras, desprecio del hombre. . . ¿No es hora ya de reexaminar las falsas soluciones de fuerza en las que parece obstinarse el viejo mundo? ¿No es hora ya de que fios inspiremos en el método de análisis histórico y sociológico del gran humanis­ta? Se puede tratar siempre de quimérica la visión del porvenir de un gran apóstol y burlarse de su creencia en la perfección humana, pero dos guerras mundiales durante un cuarto de siglo son dos prue­bas capaces de conmover los pensamientos más ruti­narios. En todo caso el pueblo francés, tan cruel­mente castigado, parece dispuesto a evitar el retorno de una tercera catástrofe, más sangrienta, más larga y más próxima que las otras dos. Se vuelve hacia una filosofia que no lia tenido ocasión todavía de probar su bondad, se vuelve hacia Jean Jaurès. Es muy pro­

bable que antes de que el mundo haya podido salir

completamente del caos en que lo han hundido, les

proponga a sus amigos d d mundo entero, y parti­

cularmente a sus hermanos de la América Latina, tan

preparados para comprenderlo, que emprendan jun­

tos ese viaje tan valeroso y tan lejano hacia la jus­

ticia por medio de un acuerdo de las voluntades

libres, ese viaje trazado por Jean Jaurès y que, según

el poetá griego, "conducirá a Ja humanidad :al extre­

mo límite de los vientos y de las olas ",