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A toda persona le llega el momento de preguntarse: ¿Sigo como si nada? ¿O debo hacer algo?
Las mujeres de América Latina viven una crisis insólita a causa de la epidemia del zika.
El sentido común, la compasión y nuestra tradición de justicia social nos indican, sin duda, que las mujeres deben poder acudir a personal médico calificado y contar con acceso seguro y legal a los medios que sean necesarios para protegerse. Sin embargo, numerosos gobiernos de América Latina siguen pidiendo que las mujeres se protejan con los métodos más alejados del rigor científico: sin métodos anticonceptivos modernos y sin la posibilidad de interrumpir el embarazo. Las mujeres, y en especial las pobres, sufren y mueren cuando carecen de opciones.
El estar a favor de la vida implica interesarse por la vida de las mujeres, y especialmente la de las pobres que carecen de recursos para poder evadir las restricciones en materia de salud femenina, tal como pueden hacerlo las ricas de todo el mundo.
Cuando usted viaje mañana a América Latina, le pedimos, Francisco, que aclare ante sus hermanos obispos que las buenas católicas pueden seguir su propia conciencia y usar métodos anticonceptivos para protegerse a sí mismas y a sus parejas. Le pedimos que aclare ante la jerarquía católica que las decisiones de las mujeres en torno al embarazo, incluida la decisión de interrumpirlo, son dignas de respeto y no de condenación.
Le pedimos, Francisco, que se solidarice de verdad con las pobres.
Que sea un buen samaritano.
Que ejerza la función pastoral y que no haga política con la vida de las mujeres.
Francisco, le pedimos que haga lo correcto.
Todo esto lo rogamos.
Un mensaje al papa Francisco
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