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1 INFORME LA STC DE 13 DE DICIEMBRE DE 2018 SOBRE LA LEY DE LAS MAL LLAMADAS CORRIDAS DE TOROS A LA BALEAR, DE 2017 UN PASO MÁS EN LA CONSOLIDACIÓN CONSTITUCIONAL DE LA TAUROMAQUIA Dr. Dionisio FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ Profesor Titular de Derecho Administrativo. Facultad de Derecho. Universidad de Salamanca. RESUMEN La complicada situación actual de la Tauromaquia se debe a varios factores, algunos que provienen de hace tiempo y otros han surgido hace unos años, pero se han agravado últimamente, en particular por su indebida integración en el ámbito de lo políticamente incorrecto. En este contexto, debe incluirse asimismo la ley regional de las mal llamadas “corridas de toros a la balear” de 2017, que las desnaturalizaba y eliminaba aspectos esenciales de su celebración. Recurrida en su día, la Sentencia del Tribunal Constitucional de 13 de diciembre de 2018 ha resuelto el recurso, declarando inconstitucional y nula la mayor parte de la ley, y, por ello, dando un importante paso más en la consolidación constitucional de la Tauromaquia. OPINIÓN La Tauromaquia se encuentra en la actualidad en una de las situaciones más complicadas de su larga historia, al estar siendo acosada permanentemente por los contrataurinos antihumanistas y los partidarios intolerantes del pensamiento único de lo políticamente correcto, a lo que han contribuido incluso algunas desafortunadas declaraciones de algunos responsables políticos, a pesar de su consideración como patrimonio cultural común de los españoles en 2013. Además, a esta situación han contribuido, y no poco, ciertos “inventos” jurídicos, posteriores a la inconstitucional prohibición taurina catalana, como la ley de las mal llamadas “corridas de toros a la balear” de 2017, que procedía a desnaturalizar y liquidar las corridas de toros, tal como se conciben desde hace siglos, para convertirlas en un festejo verdaderamente chusco; ley que naturalmente, con buen criterio, fue recurrida por el Presidente del Gobierno de la Nación de entonces. La STC de 13 de diciembre de 2018 resuelve el recurso y declara inconstitucional y nula casi la totalidad de la ley balear (de hecho, jurídicamente es lo que tenía que haber hecho el Tribunal), aunque únicamente desde el punto de vista competencial; si bien se ha perdido otra vez la ocasión de vincular la Tauromaquia con los derechos fundamentales y libertades públicas implicados (en particular, la libre elección de profesión y la libertad de empresa). Sin embargo, el Tribunal Constitucional establece una doctrina de interés, dando un paso importante en la consolidación constitucional de la Tauromaquia. Así, confirma

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INFORME

LA STC DE 13 DE DICIEMBRE DE 2018 SOBRE LA LEY DE LAS MAL LLAMADAS CORRIDAS DE TOROS A LA BALEAR, DE 2017

UN PASO MÁS EN LA CONSOLIDACIÓN CONSTITUCIONAL DE LA TAUROMAQUIA

Dr. Dionisio FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ

Profesor Titular de Derecho Administrativo. Facultad de Derecho. Universidad de Salamanca.

RESUMEN

La complicada situación actual de la Tauromaquia se debe a varios factores, algunos que provienen de hace tiempo y otros han surgido hace unos años, pero se han agravado últimamente, en particular por su indebida integración en el ámbito de lo políticamente incorrecto. En este contexto, debe incluirse asimismo la ley regional de las mal llamadas “corridas de toros a la balear” de 2017, que las desnaturalizaba y eliminaba aspectos esenciales de su celebración. Recurrida en su día, la Sentencia del Tribunal Constitucional de 13 de diciembre de 2018 ha resuelto el recurso, declarando inconstitucional y nula la mayor parte de la ley, y, por ello, dando un importante paso más en la consolidación constitucional de la Tauromaquia.

OPINIÓN

La Tauromaquia se encuentra en la actualidad en una de las situaciones más complicadas de su larga historia, al estar siendo acosada permanentemente por los contrataurinos antihumanistas y los partidarios intolerantes del pensamiento único de lo políticamente correcto, a lo que han contribuido incluso algunas desafortunadas declaraciones de algunos responsables políticos, a pesar de su consideración como patrimonio cultural común de los españoles en 2013. Además, a esta situación han contribuido, y no poco, ciertos “inventos” jurídicos, posteriores a la inconstitucional prohibición taurina catalana, como la ley de las mal llamadas “corridas de toros a la balear” de 2017, que procedía a desnaturalizar y liquidar las corridas de toros, tal como se conciben desde hace siglos, para convertirlas en un festejo verdaderamente chusco; ley que naturalmente, con buen criterio, fue recurrida por el Presidente del Gobierno de la Nación de entonces.

La STC de 13 de diciembre de 2018 resuelve el recurso y declara inconstitucional y nula casi la totalidad de la ley balear (de hecho, jurídicamente es lo que tenía que haber hecho el Tribunal), aunque únicamente desde el punto de vista competencial; si bien se ha perdido otra vez la ocasión de vincular la Tauromaquia con los derechos fundamentales y libertades públicas implicados (en particular, la libre elección de profesión y la libertad de empresa).

Sin embargo, el Tribunal Constitucional establece una doctrina de interés, dando un paso importante en la consolidación constitucional de la Tauromaquia. Así, confirma

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nítidamente que los preceptos impugnados constituyen un obstáculo a la normal celebración de las corridas de toros, provocan una desfiguración de ella hasta hacerla irreconocible; que la protección cultural de la Tauromaquia incluye la cría del toro de lidia, especialmente atenta al trapío, peso y características zootécnicas de las reses; que la suerte suprema constituye uno de los elementos necesarios para la reconocibilidad de la corrida de toros moderna como institución perteneciente al patrimonio cultural español, y, finalmente, que la regulación estatal y la autonómica en la materia integra en la España actual aquello que hace reconocible al espectáculo taurino, en términos de garantía institucional, como manifestación cultural común con independencia de las variantes territoriales que puedan existir, sin que pueda excluirse del ámbito de los rasgos o elementos tradicionales de la corrida moderna la división de la lidia en tres tercios diferenciados (varas, banderillas y muleta) ni el hecho de dar muerte al toro mediante estoque o descabello.

I. La complicada situación actual de la Tauromaquia en España.

El principal problema que tiene desde hace algún tiempo la Tauromaquia es que se

considera política y socialmente incorrecta, contraria al pensamiento único que existe en

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la actualidad; mencionar esta palabra y decir que eres aficionado taurino, y que la defiendes, te lleva a las críticas, a las malas caras y a actitudes que pasan al odio (como se ha reflejado en los procesos penales que la Fundación del Toro de Lidia ha iniciado, y ganado judicialmente, en los últimos años) y a los insultos; poco menos que te consideran un retrógrado (o algo peor) que vienes de la Prehistoria o de la Edad Media.

Esta situación, que no tiene nada que ver con una sociedad democrática que respeta la libertad, se ha agravado desde hace algún tiempo, llevando a situaciones verdaderamente insostenibles e injustas para quien las sufre, y deriva de algunas cuestiones y problemas, que no son nuevos, pero que se han enconado desde hace algún tiempo, por diversas razones.

El primer elemento que ha agravado esta situación es la importante incidencia de las teorías y acciones de los animalistas y contrataurinos (cuyo inicio interesado es la manipulación del denominado “efecto Disney”, derivado de sus series de dibujos animados y películas que presentan a animales salvajes y fieros, incluidos los toros bravos, como amigos del hombre y con una naturaleza nada peligrosa, incluso amigable y buena). Sin embargo, detrás de esas acciones e ideas se esconden financiaciones y ayudas poco claras legalmente y teorías supremacistas y antihumanas (el Prof. De la Oliva Santos se refiere a las mismas como “una excrecencia ideológica contraria a las personas”), y con ciertos tintes perversos al priorizar a los animales (que obviamente no tienen derechos subjetivos, al no ser racionales; por lo que son los hombres los que tienen obligaciones en relación con ellos) frente a los seres humanos.

En segundo término, la Sentencia del Tribunal Constitucional 177/2016, de 20 de octubre, declaró la inconstitucionalidad y nulidad de la prohibición catalana de las corridas de toros, adoptada en 2010. A pesar de que debe considerarse positiva en casi todos sus aspectos, pues anuló una ley claramente inconstitucional y poco respetuosa con la libertad, sin embargo no permitió eliminar los posibles peligros que se ciernen sobre la Tauromaquia desde el ámbito jurídico, al dejar abierta (de hecho, se ha señalado que la STC insinúa y marca el camino) la posibilidad de que sea prohibida por el Estado, y con efectos en toda España.

Asimismo, a esta compleja situación (quizás la más complicada que puede recordarse en mucho tiempo) desde luego no contribuyen positivamente, sino todo lo contrario, las declaraciones de algunos Ministros del Gobierno actual y de algún otro dirigente político.

Así, el Ministro de Cultura y Deporte declaró, en junio, que no es muy aficionado a los toros, aunque poco después, en julio, lo matizó[1]. Posteriormente, el pasado 19 de diciembre, en el Congreso de los Diputados, el mismo Ministro parece que hizo más visible su “talante pseudoconciliador-dialogante” sobre la cuestión, al señalar que “la tauromaquia es una tradición y las tradiciones no se prohíben por decreto, pero del mismo modo tampoco se imponen por decreto”, añadiendo que el Gobierno no tiene intención de “suprimir los toros”, pues “la supresión de algo regulado se hace a través de la propuesta de los grupos parlamentarios o a iniciativa del Gobierno en las Cortes Generales y en

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ningún caso está en nuestras previsiones traer eso aquí”, y después ha regresado a sus ideas anteriores al afirmar que “la opinión que tienen muchos españoles a favor de la tauromaquia es una opinión tan respetable como la que tienen los antitaurinos en defensa de los animales. Todos son españoles y todas las opiniones son respetables” (pero el acoso únicamente lo sufren los aficionados taurinos), y finaliza haciéndose una pregunta (con tintes políticos falsos): “¿Por qué en el ADN de la derecha está imponer algo que tiene que asumir como tradición todo el mundo? ¿Por qué no dejan ustedes que cada uno tenga la opinión que quiera tener? De lo que se trata es de respetarlas” (cuando, ciertamente, son los adalides del pensamiento único de lo políticamente correcto quienes quieren imponer sus ideas a toda costa, y llevándose por delante a cualquiera que argumente, diga algo o insinúe en su contra).

Unos días antes, el 4 de diciembre, fue la nueva Ministra para la Transición Ecológica la que, en un programa de radio, declaró que “me gustan los animales vivos y no soy muy partidaria de los toros ni de la caza”[2], mostrándose partidaria de prohibir ambosi afirmaciones que reiteró en el Senado, el 18 de diciembre, aunque, a modo de disculpa, afirmó que las mismas las realizó a título personal, y no como Ministra, y que, además, no eran materias sobre las que tuviera competencias su Departamento.

Y no ha faltado a esta lista de desafortunadas declaraciones otro Ministro, concretamente el Ministro de Fomento, que el pasado 16 de diciembre cargó contra el mundo de la caza y de los toros llamándolos “españolismo trasnochado y antiguo”; añadiendo que tenemos una visión que no tiene por qué coincidir con esa casposa, de una España en la que todos tenemos que ser toreros y cazadores. Y lo dice alguien que lo puede decir, porque mi padre fue matador de toros. Pero eso no me lleva a imponer a nadie su gusto ni afición. ¿Quién tiene derecho a decir lo que hay que hacer? Sólo ha faltado alguno que dijera que tenemos que ser cazadores y recolectores previos al neolítico. ¿Pero esto qué es?”. Y esto lo ha declarado alguien cuyo padre fue torero (concretamente, Heliodoro Ábalos, que se hacía llamar en los carteles Carbonerito) y a quien se le ha visto a menudo en los burladeros de algunas plazas de toros (Las Ventas en Madrid, Valencia,…); aunque luego intentó una larga cambiada, que no consiguió, matizando sus palabras. En fin, los epítetos utilizados son los que son, aun con los matices.

Pues,…menos mal que, en un sistema democrático sano, las funciones que corresponden, legalmente, a un Ministerio no dependen de los gustos del Ministro de turno (tendríamos que retrotraernos al siglo XIX para ver algunos casos); debiendo resaltarse, además, que en el caso del Ministerio de Cultura y Deporte debe tenerse en cuenta, indudablemente, que la tauromaquia constituye uno de los elementos esenciales de la cultura española, por lo que la atención a ésta ha de ser, al menos, similar a la que corresponde a las otras áreas funcionales del Ministerio, y de acuerdo con la legalidad vigente.

Por si fuera lo anterior de poca importancia, mediante el Real Decreto 1520/2018, de 28 de diciembre (BOE del 29) se concede la Medalla al Mérito en las Bellas Artes, en su

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categoría de oro, a diversas personas y entidades, pero ninguna del mundo taurino (en palabras de A. Amorós, no hay pues “ningún casposo”); cuando en el pasado, desde 1996 (salvo el año 2012), se han concedido con normalidad.

Y mucho más inapropiada, y poco acorde con lo que debe ser una democracia de libertades y no de imposición del pensamiento único, es la petición del dirigente político del partido “Podemos”, el 21 de septiembre, de celebrar un referéndum para prohibir los toros.

Además, habría que considerar los aspectos económicos de la fiesta de los toros, la situación de las ganaderías, los modelos empresariales de gestión de los festejos, los problemas específicos de toreros y demás participantes de las corridas, la presidencia de los festejos taurinos así como la situación de los festejos taurinos populares.

Sin embargo, debe resaltarse la importancia de la Ley de 12 de noviembre de 2013 que considera la Tauromaquia parte del patrimonio cultural común de los españoles, al darle una protección jurídica nada desdeñable (aunque, el optimismo que proporciona esta Ley ha de ser realista, pues no elimina todos los peligros, en particular los derivados de ciertos políticos aventureros).

Con este panorama, no parece probable (¡¡ojalá me confundiera!!) que el Gobierno de la Nación quiera abordar normativamente esta situación, y poner un cierto orden jurídico en la Tauromaquia, mediante las modificaciones adecuadas de su marco normativo.

Y esto es más que necesario, a la vista de lo ocurrido en la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, con su intento legal de prohibir las corridas de toros por la puerta de atrás; aunque dicho intento abolicionista (pretendidamente encubierto) ha sido parado en seco por el Tribunal Constitucional, como veremos.

II. La Ley regional balear de 2017 desnaturalizadora de las corridas de toros: historia de un despropósito.

Antes de la Ley de 2017, la Comunidad Autónoma ya había dado muestras

abolicionistas con la Ley de 8 de abril de 1992, de protección de los animales que viven

en el entorno humano, al establecer que las corridas de toros solo podían celebrarse en

plazas de toros de carácter permanente y puestas en funcionamiento antes de la entrada

en vigor de la propia ley y que no se permitiría la entrada a menores de dieciséis años.

La historia del despropósito que constituye la Ley balear de 2017, que arrasó las

corridas de toros al desnaturalizarlas, comenzó con el impulso de varias asociaciones

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abolicionistas, de filosofía claramente antihumanista, a pesar del nombre de alguna de

ellas (como Humane Society International, de Estados Unidos, que constituye una de las

entidades, junto con la holandesa CAS International, entre otras, que financian las

campañas y los grupúsculos contrataurinos), por la declaración en 2015 de Palma de

Mallorca como ciudad antitaurina, a la que se unirían otros municipios. El Tribunal

Superior de Justicia de las Islas baleares, en sentencia de 28 de marzo de 2018, estimó

que la misma es “una declaración de intenciones o voluntad sin efectos jurídicos” y que

“no se prohíben las corridas de toros”, y que dicho acuerdo “debe ser entendido como una

declaración de intenciones o voluntad, sin efectos jurídicos, ya que [de otra forma]

incurrirían en ilegalidad manifiesta”.

A continuación, y ya teniendo en cuenta la puerta que dejó abierta a la regulación

regional la STC de 2016 sobre la prohibición taurina catalana, el 11 de mayo de 2017

varios partidos de las Islas (Partido Socialista, Podemos, Más Mallorca y Más Menorca),

asesorados por algunas asociaciones nacionales e internacionales (como la Fundación

Franz Weber, de Suiza) presentaron una proposición de ley para regular las corridas de

toros en la Comunidad (Boletín Oficial del Parlamento de las Islas Baleares, nº 96, de 19

de mayo de 2017), que acabaría por convertirse en la Ley 9/2017, de 3 de agosto, de

Regulación de las Corridas de Toros y de Protección de los Animales en las Islas

Baleares (Boletín Oficial de las Islas Baleares de 10 de agosto).

En relación con el desafortunado contenido de las denominadas, por sus partidarios,

“corridas de toros a la balear”, nada menos, debe señalarse que constituye todo un

despropósito jurídico y cultural, al desnaturalizar completamente las corridas de toros (y

convertirlas en una “pasarela ecológica taurina o algo parecido”, en palabras de A. Ollero

Tassara), y que en su Exposición de Motivos utiliza la doctrina constitucional sobre la

prohibición catalana de una manera sesgada y algo torticera. No obstante el texto no tiene

desperdicio alguno. Veamos algunos ejemplos.

El art. 1 de la ley balear somete la regulación de las corridas de toros

exclusivamente a esta ley y a la de 1992 sobre protección de los animales, sin referencia

alguna a la normativa del Estado. Por su parte, su art. 3 obliga a que la ganadería

suministradora de los toros sea la más cercana a la plaza de toros en la que se vaya a

celebrar el espectáculo (olvidando la unidad de mercado y la libertad de empresa), y se

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establecen obligatoriamente la edad y el peso de los toros (art. 5). A continuación, no se

permite que los toros salgan a la plaza desde los chiqueros, sino que deben salir

directamente desde los corrales (art. 6); con lo dificultoso, y a veces imposible, al estar

todos los toros juntos, que puede resultar tal operación. Inmediatamente, se prohíbe la

presencia de caballos en las corridas de toros (art. 7), suprimiendo de un plumazo la

estrecha relación caballo-toro existente desde hace siglos, sin la cual no se entenderían

bien las corridas de toros modernas. Sin embargo, el despropósito mayor en la norma

balear se produce al regular la celebración de las corridas de toros (arts. 8 y 9), al prever

que solo puedan participar matadores de toros de la sección I del Registro General

(excluyendo a novilleros y otros profesionales) y que el número de toros que podrían

darse el paseo por la plaza (pues es a lo que se parece) será de tres únicamente, y

durante 10 minutos, debiendo regresar a los corrales inmediatamente (obviamente, no

permitiéndose la muerte del toro en la plaza); y para “este entretenimiento” del personal y

de los toros, se prevé (en una redacción políticamente correcta, según los cánones

actuales) que “[l]os únicos utensilios que podrán usar el o la profesional taurino o taurina y

los o las auxiliares durante la celebración de los espectáculos taurinos son el capote y la

muleta. No se podrán utilizar divisas, puntas de pica, banderillas, picas, farpas, estoques

o espadas, verduguillos puñales ni ningún instrumento punzante que pueda producir

heridas y/o la muerte del toro. Tampoco se podrá usar o lanzar ningún objeto en contra

del animal, y el capote y la muleta serán el único contacto del o la profesional taurino o

taurina y los o las auxiliares con el toro”. Aun con este absurdo pseudofestejo taurino, no

se permite la entrada a los menores de…18 años, e incluso se obliga a colocar un cartel

con el aviso correspondiente (como si los jóvenes de esa edad no estuvieran curados de

espanto por ver a un toro correr un rato, .…y herir su sensibilidad). Además, entre lo más

destacable, también lo es la minuciosidad de las infracciones previstas (art. 15) o las

desmesuradas exigencias de servicios de enfermería (art. 10).

III. La STC de 13 de diciembre de 2018 que declara inconstitucional la ley regional balear de 2017 sobre las corridas de toros.

De acuerdo con la Legislación vigente, como requisito previo a la interposición del

recurso de inconstitucionalidad contra la ley citada por el Presidente del Gobierno, se

sometió al Consejo de Estado, cuya Comisión Permanente emitió el dictamen 896/2017,

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de 8 de noviembre, que avala la interposición del recurso de inconstitucionalidad (con dos

votos particulares contrarios de los Consejeros Srs. Ledesma Bartret y Alonso García).

El Consejo de Estado efectivamente considera que la ley balear es contraria al orden

constitucional de competencias, teniendo muy en cuenta la STC 177/2016, sobre la

prohibición catalana, ya que establece “una regulación que, …, desnaturaliza las corridas

de toros tal y como se definen y regulan en la legislación estatal, ya sea a través de

previsiones que desvirtúan su configuración esencial como parte del patrimonio cultural

español definido y protegido por el Estado, ya mediante la imposición de requisitos que

dificultan o impiden de facto su celebración en el territorio de la comunidad autónoma”,

que “altera la configuración tradicional de las corridas de toros, perturbando con ello el

normal desenvolvimiento y aplicación de las normas estatales orientadas a su protección”

y que “se fundamenta en la finalidad de eliminación, alteración sustancial u

obstaculización de los espectáculos taurinos tal y corro se encuentran regulados en la

legislación estatal dictada al amparo del artículo 149.2 de la Constitución”; haciendo

referencia expresa de tal desnaturalización y alteración de las corridas de toros en los

arts. 9 (sobre los utensilios prohibidos y los que pueden utilizarse), 7 (no utilización de

caballos), 5 (que impide utilizar toros con edades y pesos distintos a los previstos), 4 a 6

(sobre transporte y embarque, reconocimientos previos de los toros y corrales), 8 (sobre

la celebración de las corridas), entre otros. Por todo lo cual, el Consejo de estado

considera que procede la interposición del recurso de inconstitucionalidad contra la ley

balear.

El recurso de inconstitucionalidad contra algunos de los preceptos de la ley balear lo

interpuso el Abogado del Estado, en representación del Presidente del Gobierno de la

Nación, el 11 de noviembre de 2017, invocando la suspensión de los mismos, de acuerdo

con la Constitución Española (art. 161-2º) y la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional

(art. 30). Recurso que fue admitido a trámite el 28 de noviembre, produciéndose la

suspensión de los preceptos impugnados.

Esta suspensión, como es sabido, deberá ratificarla o levantarla el Tribunal

Constitucional en un plazo no superior a cinco meses. Pues bien, mediante Auto 37/2018,

de 22 de marzo, el Tribunal Constitucional procedió a levantar la suspensión de todos los

preceptos impugnados, principalmente por entender que el Gobierno, como recurrente, no

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solo debe invocar la existencia de perjuicios públicos y privados, sino que debe demostrar

o, al menos, razonar consistentemente su procedencia y su imposible o difícil reparación,

ya que debe partirse en principio de la existencia de una presunción de constitucionalidad

a favor de las normas o actos objeto de conflicto; estimando que en este caso no lo

realiza, ya que entiende el Tribunal Constitucional, en contra de lo afirmado por el

Abogado del estado, que el impacto económico derivado de la ley es modesto debido a

las pocas corridas de toros que se celebran en las Islas Baleares, y que el mismo se basa

en una premisa errónea, cual es la prohibición de hecho de cualquier festejo taurino,

cuestión que el Tribunal Constitucional no acepta; por todo lo cual procedió a levantar la

suspensión de los preceptos impugnados. Levantamiento de la suspensión que provocó

desasosiego y pesimismo en el ámbito taurino, por lo que parecía que presagiaba (en

particular por la posible tardanza del Tribunal Constitucional en dictar sentencia, dado el

precedente de la prohibición catalana), y ciertamente tuvo efectos directos y negativos

inmediatos, como la suspensión de un festival taurino a celebrar el 1 de abril en Inca.

La STC de 13 de diciembre de 2018 estima parcialmente el recurso planteado y

declara inconstitucional y nulo el contenido esencia de la ley balear; en concreto, declara

inconstitucionales el inciso “de acuerdo con esta Ley” del art. 1-2º; los apdos. 1º, 2º, 6º y

7º del art. 5; los arts. 6 a 9; el art. 15-3º, b, y el inciso “Para que la duración del viaje

desde la ganadería hasta la plaza de toros sea la mínima indispensable, […], que […]

será la más cercana, en términos de distancia, a la plaza de toros donde se celebre el

espectáculo taurino” del art. 4, quedando vigente el inciso “La ganadería suministradora

de los toros […] tiene que estar inscrita en el Libro genealógico de la raza bovina de lidia”.

La STC comienza analizando el objeto del recurso interpuesto contra la ley balear por

el Presidente del Gobierno de la Nación, concluyendo que “se trata de un recurso de

inconstitucionalidad con un exclusivo objeto competencial en que deben analizarse los

límites del ejercicio de competencias conforme al bloque de la constitucionalidad, pero que

no controvierte ni plantea aspectos materiales o sustantivos en relación con el nivel

constitucional de protección de los derechos de los animales o su bienestar” (FJ nº 1).

Planteada así la Sentencia del TC, debe resaltarse que no sólo deja fuera de resolución lo

que señala expresamente (el nivel constitucional de protección de los animales o su

protección), sino, lo que es más importante, la incidencia negativa de estas normativas

abolicionistas, prohibitivas o limitadoras del ejercicio de derechos fundamentales y libertades

públicas, tales como el derecho la producción y creación artística y técnica (art. 20-1º,b-CE)

y la libertad de empresa (art. 38-CE); teniendo en cuenta que el TC puede fundar la

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declaración de inconstitucionalidad en la infracción de cualquier precepto constitucional,

haya o no sido invocado en el curso del proceso (art. 39-LOTC). Indudablemente, desde el

punto de vista del anclaje definitivo de la tauromaquia en la Constitución Española, se echa

en falta la profundización de la doctrina del TC en relación con tales aspectos tan esenciales,

una vez apuntalada la cuestión competencial, y eliminar jurídicamente las tentaciones

abolicionistas de algún gobierno pseudopopulista sobre la base de las competencias del

Estado.

A continuación, para resolver el problema competencial planteado (reiterando que se

“plantea una controversia exclusivamente conflictual”), el TC (FJ nº 2 y 3) señala que las

competencias autonómicas ejercidas en la ley recurrida son las relativas a agricultura y

ganadería y protección del medio ambiente, espectáculos públicos y cultura, y, en relación

con la competencia estatal en materia de patrimonio cultural y su ejercicio en protección

de la tauromaquia, siguiendo la doctrina anterior (en particular, la Sentencia 177/2016,

sobre la prohibición catalana), confirma que “en materia de cultura ‘corresponde al Estado

la preservación del patrimonio cultural común’, así como de ‘lo que precise de

tratamientos generales o que no puedan lograrse desde otras instancias’ (SSTC 49/1984,

de 5 de abril, 157/1985, de 15 de noviembre, 106/1987, de 25 de junio, y 17/1991, de 31

de enero, y 177/2016, de 20 de octubre)”, y que “en ejercicio de esa competencia se ha

promulgado, mediante la Ley 18/2013, un mandato general a todos los poderes públicos

en todo el territorio nacional para garantizar la conservación y promover el

DibujoycomposicióndeManuelSánchezFernándezdeGatta,2003.

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enriquecimiento de la tauromaquia” (afirmaciones confirmadas verdaderamente

importantes, al resaltar la trascendencia cultural de la Tauromaquia; cuestiones, por

cierto, que no quieren o no acaban de entender los contrataurinos).

Seguidamente, y teniendo en cuenta que considera, como hemos visto, que estamos

ante un problema competencial exclusivamente, el Tribunal mantiene textualmente la

argumentación de la Sentencia 177/2016 (FJ nº 7) sobre la prohibición catalana. De esa

argumentación, interesa resaltar ahora las consideraciones siguientes, al enmarcar

perfectamente la trascendencia de la Tauromaquia en nuestra historia y en la actualidad:

“La conservación de la tradición de las corridas de toros ya fue destacada

por la Ley 10/1991, de 4 de abril, cuya exposición de motivos pone de relieve la

dimensión cultural de las corridas de toros, determinante de su relación con la

competencia estatal de fomento de la cultura del art. 149.2 CE. Aspecto

igualmente destacado en la Sentencia de la Sección Sexta de la Sala de lo

Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo de 20 de octubre de 1998

que señala la conexión existente entra la fiesta de los toros y el patrimonio

cultural español. Se trata, en todo caso, de regulaciones relativas a una

actividad, las corridas de toros, existente con anterioridad a las normas que

sobre ella inciden dado que la calificación de la lidia del toro como tradición

integrante del patrimonio de nuestro país, no resulta ajena ni a los

pronunciamientos de la jurisdicción ordinaria ni a su tratamiento en el derecho

positivo. Así las cosas, la consideración de la tauromaquia, y, por tanto, de las

corridas de toros, como patrimonio cultural inmaterial español que operan las

leyes estales antes citadas podría discutirse desde el punto de vista de la

opción tomada por el legislador pero, en la perspectiva que nos es propia, no

puede considerarse un ejercicio excesivo de las competencias que

corresponden al Estado en materia de cultura (art. 149.2 CE), sin que tampoco

tales decisiones hayan sido discutidas ante este Tribunal.

No altera la anterior conclusión, la existencia de rechazo, desafección o

desinterés de parte de la población respecto a este espectáculo. En este

momento, el hecho que la aceptación de ese carácter no sea pacífico, no priva

a las corridas de toros, en la decisión del legislador estatal, de su carácter

cultural pues, existiendo en la realidad social española, el Estado contribuye así

a su conservación mediante una acción de salvaguarda de una manifestación

subyacente que entiende digna de protección en tanto que integrada en el

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genérico concepto constitucional de cultura, cuya salvaguarda incumbe a todos

los poderes públicos en el ejercicio de sus respectivas competencias”.

El recurso de inconstitucionalidad se apoya en dos argumentaciones (FJ nº 5). La

primera hace referencia a que “frente a la prohibición taxativa de las corridas de toros

establecida en la Ley catalana que fue objeto de censura por parte del Tribunal, la Ley

balear ha optado por llegar al mismo fin, esto es, la prohibición de facto de las corridas de

toros, a través del establecimiento de prohibiciones y requisitos singulares que conducen

a que la fiesta de los toros, tal y como se reconoce en España y constituye parte de su

Patrimonio Cultural, sea absolutamente irrecognoscible”, produciéndose así un

menoscabo de la competencia estatal en materia de protección cultural de la tauromaquia,

a la que se añade la eliminación de la lidia a caballo o rejoneo, las novilladas, los

festivales taurinos, las becerradas y el toreo cómico; y, en segundo lugar, se produce una

eliminación en el territorio balear de la corrida de toros moderna, al establecerse

alteraciones cuantitativas y cualitativas que desvirtúan su reconocimiento como institución

perteneciente al patrimonio cultural español.

Por ello, el TC estima que procede realizar un examen de cada uno de los preceptos

legales, aunque llama la atención sobre el hecho de que este examen está en gran parte

condicionado por la valoración conjunta de todos ellos, puesto que la visión global de las

medidas adoptadas por la ley balear es la perspectiva adecuada para valorar si

determinan que la institución de la Tauromaquia se convierta en una institución no

reconocible y ajena a lo que constituye el patrimonio cultural en esta materia, cuya

defensa se atribuye al Estado.

De acuerdo con los razonamientos anteriores, la Sentencia analiza, con buen

criterio, los preceptos de la ley regional dividiendo su análisis, en función de su incidencia

sustantiva sobre la Tauromaquia y las corridas de toros, en tres grupos: aquellos que

impiden o dificultan el normal desarrollo de las corridas de toros (FJ nº 6), los que alteran

sustancialmente el desarrollo de las corridas de toros modernas (FJ nº 7) y aquellos que

inciden sobre la unidad de mercado y sobre la igualdad de todos los españoles en el

ejercicio de sus derechos (FJ nº 8).

En relación con los artículos que tratan de impedir o dificultar las corridas de toros

(FJ nº 6), se impugna el art. 1-2º de la ley en relación con que prescribe que “[s]olo se

podrán celebrar corridas de toros de acuerdo con esta ley […]”, considerando el TC que

“su finalidad es la de imponer con carácter imperativo la regulación contenida en la ley

13

impugnada respecto de las corridas de toros y demás espectáculos taurinos”, pero,

añade, “[e]l precepto no establece una expresa exclusión de la normativa estatal”, lo que

conduce en el caso a la conclusión de que “el precepto impugnado solamente podría

considerarse conforme a la Constitución en el caso de que la normativa contenida en la

ley impugnada en su conjunto no comportase una regulación que haga imposible el

normal desarrollo de las corridas de toros o desfigure su reconocimiento como institución

cultural”, y precisamente es esto lo que considera el Tribunal que se produce, pues “el

examen conjunto de los restantes preceptos impugnados… impone la conclusión de que

constituyen un obstáculo a la normal celebración de las corridas de toros, provocan una

desfiguración de ella hasta hacerla irrecognoscible y, por consiguiente, vulneran la

competencia estatal para la protección de la tauromaquia en cuanto forma parte del

patrimonio cultural inmaterial de España”, por lo que el inciso impugnado debe ser

declarado inconstitucional y nulo.

A continuación, el art. 5-1º y 2º establece unas rígidas, y únicas, características de

edad y peso para los toros, que se impugnan por suponer la imposición de un obstáculo

que dificulta seriamente el normal desarrollo de las corridas de toros como institución

integrante del patrimonio cultural español, y también porque impiden la celebración de

otro tipo de manifestaciones taurinas; lo que es asumido por el TC pues, señala, “del

establecimiento del peso de las reses en determinadas magnitudes que solo tienen

sentido en relación con las corridas de toros se deriva la exclusión de otro tipo de

espectáculos taurinos”, ya que, “[e]n ellos, tal como se desprende de los reglamentos

estatal y autonómicos, las características de edad y peso exigidas en ese precepto con

carácter absoluto no son viables”. Además, se impugna el hecho de que la ley fija

TorosdelaganaderíadeElPuertodeSanLorenzo(Salamanca).FotodePaulaFernándezdeGattaPérez,2010.

14

imperativamente una horquilla muy estrecha entre el peso máximo y el mínimo de los

toros, sobre lo que el TC, de forma impecable señala que “[e]n atención a que la

protección cultural de la tauromaquia incluye también la cría del toro de lidia,

especialmente atenta al trapío, peso y características zootécnicas de las reses, el

establecimiento con carácter general y absoluto para todos los espectáculos taurinos de

unos límites de peso muy estrictos, conformando una horquilla reducida que no guarda

relación con los pesos tradicionalmente aplicados a las corridas de toros, debe

considerarse un obstáculo al normal desarrollo de la tauromaquia también en este

aspecto”. Por lo cual, declara inconstitucionales y nulos los apartados 1º y 2º del art. 5.

Seguidamente, se impugna el art. 5-6º, al dar carácter vinculante al acta del servicio

veterinario relativa a los toros y a otras cuestiones de las celebraciones. El TC afirma que

“la atribución de carácter vinculante al acta de reconocimiento, fundada,…, en

circunstancias difícilmente objetivables dificulta en la práctica de modo notable la

celebración de la corrida de toros y puede comportar un óbice insuperable, pues supone

imponer la opinión subjetiva de los veterinarios encargados del examen sobre el criterio

de la autoridad a la que corresponde la autorización de la corrida, a la cual, según las

normas vigentes en las diferentes comunidades autónomas y en el reglamento estatal

corresponde decidir sobre la procedencia de su celebración”; por lo que declara el

apartado señalado inconstitucional y nulo.

Asimismo, se impugna el art. 5-7º de la ley, relativo al reconocimiento veterinario de

los toros posterior al espectáculo, sobre lo que el TC señala que el mismo “está

directamente relacionado con la regulación de la ley que impide la muerte de la res”, y,

“[d]ado que,…, la suerte suprema constituye uno de los elementos necesarios para la

recognoscibilidad de la corrida de toros moderna como institución perteneciente al

patrimonio cultural español, el carácter imperativo del art. 5.7 de la ley impugnada lo hace

incompatible,…, con la normal celebración de las corridas de toros”, por lo que se declara

inconstitucional y nulo.

También se recurre el art. 6, relativo a la prohibición de que los toros sean recluidos

en los chiqueros de la plaza, y a que su salida a la plaza deba ser imperativamente desde

los corrales. El Tribunal Constitucional señala que

“…todo el artículo [citado] gira en torno a la prohibición de

enchiqueramiento y la correlativa obligación de salida de cada uno de los toros

a la plaza desde corrales, lo cual, unido a la alteración que el conjunto del

precepto comporta del sistema tradicional regulado en el Reglamento de

15

espectáculos taurinos sobre el transporte y desembarco de los toros y posterior

estancia en los corrales de la plaza hasta el enchiqueramiento de las reses,

supone,…, una grave dificultad para el desarrollo tradicional del espectáculo –

con arreglo al cual se recluyen separadamente las reses en los chiqueros tras

el sorteo de los lotes que corresponde lidiar a cada uno de los toreros y

aquellas acceden desde los chiqueros al coso taurino sucesivamente mediante

la apertura de cada portón–, ya que obliga a mantener a todas las reses

conjuntamente en un corral desde el cual debe efectuarse la salida al ruedo de

cada toro aislando a los demás, cosa que puede suponer considerables

dificultades, retrasos y alteraciones en el desarrollo del espectáculo

incompatibles con su normal celebración en unas condiciones razonables de

agilidad y continuidad. Esta dificultad solo sería susceptible de ser neutralizada

mediante la imposición a los empresarios de la obligación de disponer de un

número de corrales contiguos a la plaza equivalente al número de reses que

vayan a ser lidiadas y esta obligación se muestra a todas luces incompatible

con la normal configuración de las plazas y con el desarrollo de la corrida”.

Por todo lo cual se declara el precepto inconstitucional y nulo.

Finalmente, en esta parte, se impugnan el art. 8, relativo a la inscripción de los

profesionales taurinos y a la fijación de 3 toros por espectáculo y durante un máximo de

10 minutos para cada uno, y el art. 15-3º, b, sobre las infracciones y sanciones

consiguientes por su incumplimiento. Prescripciones que, por su carácter imperativo, se

declaran inconstitucionales y nulas, por ser incompatibles con el tradicional desarrollo de

la corrida de toros. Además, en relación con la participación de 10 minutos por cada toro y

su devolución a corrales después, debe resaltarse que el TC afirma que esta cuestión

“está en conexión directa con la prohibición de darles muerte como parte del espectáculo,

establecido en el art. 9 de la Ley 9/2017, la cual, dado el carácter consustancial que la

suerte suprema tiene hoy para el reconocimiento como tal de la corrida de toros moderna,

comporta una desfiguración de la corrida como institución cultural”. Por todo lo cual,

ambos preceptos se declaran inconstitucionales y nulos.

El segundo grupo de preceptos impugnados, lo son por alterar sustancialmente el

desarrollo de la corrida de toros moderna (FJ nº 7). En primer término, se recurrió el art. 7

que prohíbe la presencia de caballos durante las corridas de toros, y el art. 9 prohíbe el

uso de cualquier utensilio al torero que no sea el capote y la muleta (por lo tanto se

prohíbe el uso de picas, banderillas, estoques, espadas, etc.), pues del art. 7 deriva la

16

imposibilidad de celebración de otros tipos de espectáculos taurinos como son las

novilladas con picadores y el rejoneo o lidia del toro a caballo, y, además, el contenido

de ambos preceptos, materialmente, “suprime el tercio de varas, el tercio de banderillas y

la muerte del animal en el último tercio, por cuanto se limita el contenido de la corrida de

toros al toreo con el capote y la faena de muleta”; añadiendo el Tribunal que “[l]a

regulación impugnada, en consecuencia, implica una importante innovación del desarrollo

de la corrida de toros que la diferencia sustancialmente de la regulación contenida en la

reglamentación taurina estatal y autonómica”, para lo cual repasa la regulación moderna

de las corridas de toros (desde el Reglamento taurino de 1962 hasta la actualidad),

confirmando el carácter esencial de los tres tercios en que se divide la corrida moderna,

invariablemente, en tales regulaciones, afirmando que “[a]dmitir este carácter

consustancial a la corrida moderna de ciertas suertes o particularidades en el desarrollo

de la lidia no implica, como argumentan los escritos de oposición del recurso, conferir un

carácter de parámetro de constitucionalidad a una norma de carácter reglamentario

(reglamento taurino estatal), sino que comporta la aplicación del método habitual de

análisis por parte de los tribunales para hacer efectiva la garantía de cualquier institución

mediante el examen de su recognoscibilidad en este caso desde el punto de vista del

reconocimiento social”. Y en este punto, se produce, quizás, la afirmación más

trascendental del Tribunal en relación con el sentido cultural de las corridas de toros tal

como se conciben en la actualidad, al afirmar nítidamente que

“en el preciso momento de promulgarse las leyes 18/2013 [que declara la

Tauromaquia patrimonio cultural común de los españoles] y 10/2015 [sobre

patrimonio cultural inmaterial], con la llamada a los usos tradicionales de la

tauromaquia moderna se reconocen determinados rasgos integradores de la

tauromaquia como institución cultural en España que derivan, en el momento

en que se produce la expresada llamada con la promulgación de las leyes

sobre tauromaquia, de los rasgos que son compartidos por la regulación estatal

y la autonómica, la cual integra en la España actual aquello que hace

reconocible al espectáculo taurino, en términos de garantía institucional, como

manifestación cultural común con independencia de las variantes territoriales

que puedan existir. El Tribunal concluye así que no pueden excluirse del ámbito

de estos rasgos o elementos tradicionales la división de la lidia en tres tercios

diferenciados (varas, banderillas y muleta) ni el hecho de dar muerte al toro

mediante estoque o descabello” (el subrayado es nuestro).

17

Confirmando seguidamente que la ley de las Islas Baleares “efectúa una regulación

con tal grado de divergencia o separación del uso tradicional que hace imposible

reconocer las características nucleares de la corrida de toros que ha protegido el Estado”;

añadiendo, con precisión, que “la Ley 10/2015, de 26 de mayo, para la salvaguardia del

Patrimonio Cultural Inmaterial, establece como principio general de las actuaciones de

salvaguardia la evitación de ‘las alteraciones cuantitativas y cualitativas de sus elementos

culturales’ (art. 3, letra h])”, por lo que, concluye que “[l]a desaparición de dos de los tres

tercios de la lidia tradicional, unida a la obligación de devolver al toro a los corrales sin

darle muerte, hacen de los preceptos impugnados, a los que se atribuye carácter

imperativo, un ejercicio competencial no ajustado a la Constitución en cuanto menoscaba

la competencia estatal”. Es más, confirma el Tribunal que “en ningún caso el ejercicio de

la competencia autonómica alcanza tal grado de divergencia que pueda llegar a

comprometer la declaración de patrimonio cultural inmaterial efectuada por el Estado”.

En definitiva, añade, “la regulación balear contenida en los artículos 7 y 9, concebida

como imperativa para el desarrollo de las corridas de toros, altera la lidia tradicional en

cuanto a su estructura, sus suertes y la muerte final de la res ante el público. Con ello se

desfigura la concepción del espectáculo tal y como se entiende en España donde, según

la definición de la Real Academia de la Lengua, debe entenderse por lidiar (primera

acepción): ‘Burlar al toro esquivando sus acometidas según las reglas de la tauromaquia

hasta darle muerte’…”, y que, “[a]l imponer un modelo espectáculo taurino en sustitución

de las corridas de toros que se separa radicalmente de una manifestación paradigmática

de la fiesta tradicional española, impidiendo, al propio tiempo, la celebración de otro tipo

de espectáculos, la ley… impide, perturba o menoscaba la competencia estatal sobre

patrimonio cultural inmaterial”.

Por lo cual, y por la relación entre ellos, el TC declara inconstitucionales y nulos los

arts. 7, 8, 9 y 15-3º, b, de la ley recurrida.

Finalmente, la Sentencia analiza la competencia estatal en materia de unidad de

mercado y de establecimiento de las condiciones básicas que garanticen la igualdad de

todos los españoles en el ejercicio de los derechos (FJ nº 8), en relación con el art. 4 de la

ley recurrida, relativo al embarque, transporte y desembarque de los toros, principalmente

al prescribir que la ganadería suministradora de los toros será la más cercana, en

términos de distancia, a la plaza de toros donde se celebre el espectáculo taurino, al

incidir negativamente sobre las competencias estatales en materia de unidad de mercado

y de libre circulación (arts. 149-1º-13ª y 139-2º-CE) y de establecimiento de las

18

condiciones básicas que garanticen la igualdad de todos los españoles en el ejercicio de

los derechos (art. 149-1º-1ª-CE), pues se otorga una ventaja económica a una ganadería

respecto de otras, basada exclusivamente en la ubicación geográfica.

De acuerdo con la normativa aplicable, tanto de la Unión Europea como española

Sobre unidad de mercado y libre acceso a las actividades), y con la jurisprudencia

constitucional, el Tribunal comienza su análisis confirmando que la norma regional

impugnada introduce una restricción geográfica a la libertad de empresa mediante la

imposición de una contratación obligatoria según determinada localización del

establecimiento suministrador, como es la proximidad a la plaza donde va a celebrarse el

espectáculo (cuestión que ninguna de las partes pone en duda); para seguidamente

examinar si esta restricción está fundamentada en una razón imperiosa de interés general

que pueda justificarla, y si es proporcionada a la consecución de dicha razón, no

existiendo medio menos restrictivo o distorsionador para la actividad económica.

En relación con la primera cuestión, y dado el carácter abierto de la normativa sobre

unidad de mercado, el TC concluye que “la finalidad expresa de la norma regional

impugnada de protección del bienestar animal como fundamento para establecer este

mandato de ubicación de la ganadería debe entenderse relacionada con ‘la protección del

medio ambiente’ y ‘la sanidad animal’ y directamente comprendida en ‘los objetivos de la

política social y cultural’ dentro de las razones imperiosas de interés general a las que se

refiere la legislación estatal básica”, citada.

Y en relación con la segunda cuestión (si la medida adoptada es proporcionada a la

consecución de dicho objetivo de interés general y no existe un medio menos restrictivo o

distorsionador para la actividad económica para su consecución), el Tribunal estima que

“la medida (restrictiva) [obligación de contratación con la ganadería más cercana de la

plaza de toros] está relacionada con la finalidad que pretende [protección del bienestar

animal], ya que a menor distancia, menor duración del proceso de transporte de los

animales; y resulta adecuada al fin perseguido, pues limita el sufrimiento del animal al

garantizar su mínimo desplazamiento”. Pero, la STC no admite que no exista un medio

menos restrictivo o distorsionador de la actividad económica para la consecución de este

objetivo, de acuerdo con la normativa europea e interna aplicable en la materia, que

analiza con detalle, y “constata que limitar la consecución de ese objetivo de minimización

del sufrimiento de los toros al mandato de contratación con la ganadería más próxima a la

plaza de toros excluye otras regulaciones y medidas que, incidiendo en otras condiciones

del transporte de los animales, son susceptibles de alcanzar el mismo objetivo de

19

bienestar animal de una manera menos restrictiva o distorsionadora para la unidad de

mercado”.

Por tanto, concluye el Tribunal, “la restricción impuesta no es el medio menos

restrictivo o distorsionador de la actividad económica para la consecución de objetivo

pretendido, por lo que no es constitucionalmente adecuada para el sacrificio a los

derechos de libre circulación, libre empresa y unidad de mercado. Con ello se vulneran las

competencias estatales en materia de unidad de mercado y de libre circulación (arts.

149.1.13.ª y 139.2 CE) y de establecimiento de las condiciones básicas que garanticen la

igualdad de todos los españoles en el ejercicio de los derechos (art. 149.1.1.ª CE)”; y

consecuentemente declara inconstitucional y nula tal exigencia.

En base a los argumentos anteriores, como ya hemos señalado, la STC de 13 de

diciembre de 2018 estima parcialmente el recurso planteado y declara inconstitucional y

nulo el contenido esencia de la ley balear; en concreto, declara inconstitucionales el inciso

“de acuerdo con esta Ley” del art. 1-2º; los apdos. 1º, 2º, 6º y 7º del art. 5; los arts. 6 a 9;

el art. 15-3º, b, y el inciso “Para que la duración del viaje desde la ganadería hasta la

plaza de toros sea la mínima indispensable, […], que […] será la más cercana, en

términos de distancia, a la plaza de toros donde se celebre el espectáculo taurino” del art.

4, quedando vigente el inciso “La ganadería suministradora de los toros […] tiene que

estar inscrita en el Libro genealógico de la raza bovina de lidia”.

AlejandroTalavanteenlaFeriadeSalamancade2013.FotodeMiguelVillegasBorrás

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La sentencia cuenta con tres votos particulares (contrarios a la declaración de

inconstitucionalidad de los preceptos de la ley) y uno concurrente (de bastante interés, y

que va más allá del contenido de la Sentencia). El primero es del Magistrado Cándido

Conde-Pumpido Tourón quien subraya que el hecho de que se haya considerado

inconstitucional la prohibición total de las corridas de toros en Cataluña, no quiere decir

que las Comunidades Autónomas, en el ejercicio de sus competencias en materia de

espectáculos públicos y protección de los animales, no puedan establecer modalidades

diferenciadas de los espectáculos taurinos, como limitar sus aspectos más cruentos

(eliminar la muerte del toro), ya que esta modalidad de corridas de toros es habitual en

países de nuestro entorno como Portugal, y estima que la uniformidad en materia cultural,

en un país plural como es España, no puede imponerse por leyes o sentencias y no

aporta fortaleza sino debilidad.

Por su parte, el segundo voto particular es de los Magistrados Fernando Valdés Dal-

Ré y María Luisa Balaguer Callejón. A su juicio, no es admisible dispensar a la

tauromaquia, o a alguna de sus manifestaciones, la protección propia de garantía

institucional porque protegería a la “corrida moderna de toros” en términos que rozan la

intangibilidad, al considerar que es un rasgo que el Tribunal no ha aceptado ni siquiera

para las instituciones que sí disponen de expresa protección constitucional, como, p. ej.,

la autonomía universitaria o la autonomía local. Además, afirman, según la STC 198/2012,

“la categoría garantía institucional persigue la protección de determinadas instituciones

constitucionalmente reconocidas frente a la acción legislativa que pueda intentar

suprimirlas o desnaturalizarlas”; doctrina ésta que entienden que no concurre en la

Tauromaquia.

El tercer voto particular es del Magistrado ponente de la sentencia Juan Antonio Xiol

Ríos, quien mantiene su rechazo a considerar que la competencia estatal de protección

cultural de la Tauromaquia pueda imponerse a las regulaciones autonómicas sobre

espectáculos taurinos basadas en el ejercicio de sus competencias exclusivas sobre

espectáculos públicos y bienestar animal sin una adecuada ponderación; estimando que

se ha renunciado a hacer una lectura progresiva de la previa jurisprudencia constitucional

que hubiera posibilitado concluir la constitucionalidad la normativa impugnada por tratarse

de medidas tendentes a la pervivencia y preservación de una forma evolucionada de la

Tauromaquia, que no eliminan los aspectos artísticos esenciales de la corrida de toros

moderna y están en línea de coherencia histórica con su evolución de mitigación de los

21

principales aspectos de crueldad animal interpretados en función de la sensibilidad de

cada conjunto social.

Por último, el Magistrado Andrés Ollero ha formulado un interesante voto particular

concurrente, en el que manifiesta que su principal discrepancia deriva de considerar que

el recurso planteado debería haberse estimado en su totalidad y no parcialmente como

señala la Sentencia, pues estima que el Abogado del Estado formuló, en su recurso, una

enmienda a la totalidad, fruto de la falta de competencia de la Comunidad Autónoma

balear, y que no tiene sentido proceder a analizar la posible inconstitucionalidad de los

artículos de la ley como meros argumentos para reforzar la justificación de la enmienda al

todo.

BIBLIOGRAFÍA

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*HURTADO GONZÁLEZ, L.: -“Presente y futuro de los toros en la doctrina del Tribunal Constitucional”, Diario La Ley, nº

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-“Toros: de la prohibición a la desregulación”, Taurología, 18 de abril de 2017 [https://www.taurologia.com/toros-prohibicion-desregulacion-4655.htm].

-“Toros en Cataluña: sentencia de muerte”, Taurología, 21 de noviembre de 2016 [https://www.taurologia.com/toros-cataluna-sentencia-muerte-4366.htm].

-“El anclaje constitucional de los toros”, Actualidad Administrativa, nº 12/2014, pp. 1322-1352 [ver también Taurología, 2 de diciembre de 2014 https://www.taurologia.com/anclaje-constitucional-toros-3372.htm ].

22

-Toreros y derecho: una aproximación al régimen jurídico de la profesión taurina, Ed. Tirant Lo Blanch, Valencia, 2013.

*HERRERA DEL REY, J. J., “Ni habrá nadie que la abole”, Taurología, 28 de noviembre de 2016 [https://www.taurologia.com/habra-nadie-abole--4372.htm]. *OLLERO TASSARA, A., “Prohibido a los caballos ir a los toros”, Diario ABC, 22 de diciembre de 2018, La Tercera, p. 3. *PETIT CARO, A.-REDACCIÓN:

-“Dos debates sobre los toros en 24 horas”, Taurología, 20 de diciembre de 2018 [https://www.taurologia.com/debates-sobre-toros-horas-5558.htm].

-“Se comenzó hablando de los dineros; lo siguiente debiera ser sentarse a resolver el futuro”, Taurología, 3 de diciembre de 2018 [https://www.taurologia.com/comenzo-hablando-dineros-siguiente-debiera--5548.htm].

*VAN HALEN, J., “Animalistas e hipocresía”, Diario ABC, 3 de noviembre de 2016, p. 15.

(1) En declaraciones realizadas el 28 de junio de 2018, el Ministro decía: “Personalmente, yo soy un absoluto defensor

de la naturaleza, del reino animal y el reino vegetal, y por otra parte nos encontramos con una tradición en España y de nuestra cultura. Una tradición que es mediterránea y que viene desde el Minotauro, Teseo y Ariadna, y eso también hay que respetarlo. Voy a intentar ser equilibrado. No vengo aquí a hacer mi proyecto personal, vengo para intentar responder a un proyecto colectivo, y en ese proyecto colectivo están los antitaurinos y los taurinos. Tengo que gestionar esas dos cosas”. Y el 11 de julio, en el Congreso de los Diputados, afirmaba: “Las tradiciones no se quitan o se ponen por decreto…/…Piense lo que piense yo, tengo que respetar el pensamiento de todos los españoles. El 52% de los españoles se ha manifestado en contra, pero no es mayoría suficiente para hacer cambios radicales, sino que es una mayoría para el diálogo”.

(2) Las declaraciones fueron las siguientes: “La verdad es que me gustan los animales vivos y no soy muy partidaria de

los toros ni de la caza. Ninguno de los dos forma parte de las responsabilidades de mi ministerio, por lo que soy prudente. Evidentemente, desde el punto de vista personal tengo clara cuál es mi opción, y mi opción es disfrutar de los animales vivos y siempre me ha resultado muy llamativo que haya gente que disfrute de ver morir o ver sufrir animales. No lo entiendo. Creo que eso está cambiando rápidamente y que los patrones culturales y valores sociales lo hacen a ese ritmo. Por tanto, sin interferir en lo que no me toca, simpatizo con ese tipo de planteamientos”.

Este trabajo se ha publicado en Diario La Ley (Grupo Wolters Kluwer), nº 9350, de 4 de febrero de 2019 (ISSN Electrónico: 1989-6913)

© Dionisio Fernández de Gatta Sánchez/Diario la Ley/2019.