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Un viaje Ondas libres de pecado Un viaje de cuento Larreadio Nº1 por las ondas

Un viaje por las ondas // Revista Horizontes Nº1

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Un viaje

Ondas libresde pecado

Un viaje de cuento

Larreadio

Nº1

por las

ondas

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INDICEREDACCIÓN

Nº1 Un viaje por las ondas

-Editorial

-Ondas libres de pecado El derecho a la comunicación como un pilar ciudadano a reivindicar

-Radio itinerante a paso de mulaLarreadio: el proyecto de Alejandro, sus bestias y una idea nómada

-A bordo de dos ruedasSalva Rodríguez, protagonista de un viaje de cuento alrededor del mundo

-Viajes de página vueltaUn recorrido por la literatura de viajes

-FotografíaLara San RománI Concurso de Fotografía

-Relatos hasta el bordeAntonio RuizAlvaro Zafra

-Muro LibreMiquel AguilóLola Bortolotti

Queremos que cualquiera que esté interesado en el proyecto pueda formar parte y participar activamente. Si es tu caso, contacta con nosotros a través de:

[email protected] “Horizontes”

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EdiciónIvan RuizArturo Triviño

RedacciónMiquel AquilóLola BortolottiAmal El MohammadianeAntonio RuizIván RuizArturo TriviñoAlvaro Zafra

FotografíaLara San Román

Diseño de portadaSin Prisas

IlustracionesLaura SánchezoMiLuis Fernando Marquez (Ponxx)

MaquetaciónArturo Triviño

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EDITORIAL

Después de una prueba piloto, nos ponemos a escribir de nuevo con un gran sabor de boca, el de haber

recibido un buen número de felicitaciones y palabras de ánimo para continuar con esta idea cuyo $ n último es el de poder compartir re% exiones, dudas, voces y pensamientos que viajan con esta publicación allá donde nos movemos.

Hemos decidido continuar con la mendicidad periodísti-ca del fertilizante de ideas. Seguimos escribiendo, y cada vez somos más; seguimos creyendo en que merece la pena esta denostada labor de los que se dedican a la comunicación o, en general, a la creatividad; seguimos saliendo ahí fuera intentando dar a conocer nuestro romance con el papel, que siempre será en alta de$ nición; y seguimos guiándonos por la intuición de dar a conocer pequeñas dosis de la realidad, sin más.

Desde que imprimimos aquella primera intentona so-lemos llevar con nosotros alguna copia para dejarla en cualquier lugar donde pueda ser leída, desde una bibliote-ca, pasando por churrerías ambulantes o alguna pequeña librería. No sabemos si contra pronóstico -al menos para nosotros ha sido una sorpresa- ha tenido frecuentemente una buena aceptación, entre personas de todo tipo, de edades y orígenes diferentes, que aceptaban el ejemplar con la expectativa de descubrir qué había entre esas páginas. El sentimiento de apoyo ha sido bastante generalizado, y mu-chos han alargado su mano para “disfrutar del otro” -que en este caso eramos nosotros-, eso que, como nos sugiere Salva Rodriguez, “es sin lugar a duda lo mejor de este planeta”. Y no lo dice como una generalización, sino que este viajero de dos ruedas debe saber de esto, ya que está ahora mismo en su etapa $ nal por Europa de una vuelta al mundo que dura ya casi nueve años.

A lo largo de este tiempo repartiendo la revista nos han pasado algunas historias curiosas. Desde el encontrona-zo con proyectos supuestamente éticos que al $ nal tienen como valor último la competición “sin ánimo de lucro”, has-ta la permuta de un puñado de páginas por una docena de huevos, o la inspiración que recibimos de ciertos poetas de algún lugar de la costa. Cada uno da lo que tiene, y para no-sotros solo caben palabras de agradecimiento, aunque solo sea por el respeto a su tiempo.

Un tiempo que se empequeñece y se expande según el ritmo de cada uno: Alejandro con su mula, Salva con su bici, y las ondas radiofónicas con las voces que las hacen moverse. Porque “los caminos son de la gente que anda por ellos”, como dice Alejándro Pérez, el conductor de ese pro-grama de radio itinerante a paso de mula por las serranías

andaluzas; y las vidas son de los que las experimentan, de los que ponen en juego los esquemas y la cotidianidad para hacer del tiempo un continuo juego de sucesos impredecibles. Es ahí donde cobra sentido el azar, es ahí donde se entiende que todo deba ocurrir de un modo, ni mejor ni peor, sim-plemente “no estar en, sino ser el movimiento”, que canta Jorge Drexler.

De movimientos trata el viaje, aunque más que un fenómeno espacial pueda ser una actitud. Los hay que pisan los lugares para llevarse sólo recuerdos, los que tienen una ruta premeditada evitando el vaivén del camino. Esos se desplazan, por mar, tierra o aire, siempre con billetes de vuelta. Pero también están los viajeros inmóviles, los poetas, que tienen un contacto con una realidad en la que viajan a través de sus palabras, produciéndose casos paradójicos como el de Kava$ s, “un funcionario gris que jamás viajó”, pero que según Salva escribió uno de los poemas más em-blemáticos de los viajeros.

Porque a pesar de las dudas, uno se rea$ rma que a través de las palabras se puede construir el espacio, se puede enri-quecer la mirada, y cada una de las que utilizamos de$ nen nuestro imaginario, nuestra realidad. Una cultura piedra por piedra a través todas las voces que participan en ella. Y es que no se entiende cultura, sociedad o comunidad sin comunicación. Ese “fenómeno de intercambio de múltiples experiencias”, como lo de$ ne Ramiro Beltrán, que ha ido perdiendo su signi$ cado con el tiempo hasta la de$ nición de la que los “medios de comunicación” se apropian hoy en día. Sin embargo, siguen existiendo propuestas como Onda Color o Larreadio que tratan de reivindicar el derecho a co-municar, la necesidad de democratizar la comunicación, de buscar su horizontalidad, de romper las jerarquías de me-dios y hacer partícipe a las poblaciones más aisladas de sus frecuencias.

La comunicación no puede sólo persuadir, destacar siempre las calamidades, crear la concepción de que la realidad es un desastre inevitable, sino que debe servir como catalizador, capaz de potenciar en las personas su independencia intelectual, su capacidad de decidir. En resumidas cuentas, tenemos fe en las “ondas libres de pecado”, para que dejen el purgatorio de la alegalidad, en que la palabra sea algo más que un instrumento para la persuasión y el control de la racionalidad, y que pueda ser un mecanismo de liberación, de intercambio, de em-poderamiento.

Un camino, el de la comunicación y el viaje, con distin-tos recorridos pero un mismo $ n: la libertad.

Caminos de libertad

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Para de$ nir un medio de comu-nicación generalmente nos ba-samos en la estructura y el modus

operandi que los grandes grupos in-formativos han impuesto como forma de proceder, es decir, noticias rápidas, descontextualizadas y un abuso de agenda institucional. Este modelo con-cuerda bastante con la idea aristotélica de la comunicación en la que un suje-to emisor envía mensajes a un recep-tor con el $ n último de persuadirlo. El oyente, lector o televidente, entretenido y desinformado, quedaría en el último escalón del proceso, y simplemente se se le podría adjudicar un papel pasivo, sirviendo los medios de comunicación a intereses económicos y políticos que $ nancian sus infraestructuras.

Ahora bien, la comunicación no puede ser sólo persuasión, ya que su papel es evidentemente crucial como puente entre personas que a lo largo del tiempo van conformando las diferentes culturas. La verdadera esencia del término podría decirse que es “un proceso en el cual todos los elementos actúan dinámicamente […], un fenómeno de intercambio múltiple de experiencias y no un ejercicio uni-lateral de in% uencia individual”1, como lo explica Luis Ramiro Beltrán, uno de los pioneros de la Escuela Crítica Lati-noamericana de Comunicación, en la que por primera vez se puso en tela de juicio el proceder de los medios occi-dentales.

De acuerdo a esta tesis, existen en la actualidad, fuera de las grandes audi-encias de masas, medios que predican otra forma de informar y ser informa-do, medios en los que el oyente es a la vez locutor, en los que no necesitas titulación para alzar la voz, en los que

cualquiera puede compartir sus necesi-dades e ideas para conformar una ver-dadera cultura a través de la partici-pación de múltiples puntos de vista: las radios comunitarias.

Democratizar la comunicaciónLa vida pública tiende cada vez más a crear sociedades individualistas, con la nueva deidad tecnológica como principal estandarte. Cada vez más la pertenencia a una comunidad se dis-persa. Si prestamos atención al origen etimológico de “comunicación” y “comunidad”, podemos com-probar que ambas tienen una relación muy estrecha entre sí, e incluso un origen común, pues provienen de la misma palabra griega koinoonía2. Esto quiere decir que sin una buena comunicación la conse-cuencia directa será la pérdida de los lazos de una comunidad, con el dete-rioro evidente que esto conlleva en as-pectos culturales y sociales.

A estos $ nes, la radio se presenta como un formato idóneo capaz de crear un tejido comunicativo sólido que sir-va a los intereses de una población. Así, miles de radios comunitarias reparti-das por el mundo ofrecen un servicio que, basado en un proyecto político –sin sentido partidista-, “asume com-promisos y toma posesión respecto a la problemática en que vive, y se ubica en el contexto social donde se desarrolla”3.

Las emisoras comunitarias, también llamadas culturales, asociativas, al-ternativas o libres, dan respuesta a las necesidades informativas y de cohesión social de una parte de la ciudadanía excluida de la cobertura en medios de comunicación generalistas. Y es que uno de los requisitos para que una po-

blación comience a involucrarse en la comunicación es que no vea lejanos y ajenos los mensajes que se le proponen, sino que los sientan suyos y cercanos.

Este proceso de empoderamiento viene denominado como “democra-tización de la comunicación”, a partir de procesos horizontales donde las condiciones de acceso y participación son libres e igualitarias para todos, cumpliendo con lo dictado sobre co-municación en la Decalaración Uni-versal de Derechos Humanos4. Como

Ondas libres de pecadoLas radios comunitarias, en el purgatorio de la alegalidad, son un exponente del derecho a comunicar que ostenta la ciudadanía

“La comunicación es un fenómeno de intercambio múltiple de

experiencias”, Ramiro Beltrán

Arturo Triviño / Amal El Mohammadiane

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uno de los grandes exponentes de este proceso podemos considerar a las ra-dios comunitarias, en las que la voz de la ciudadanía se difunde sin $ ltros, haciendo conscientes a la población de que otra forma de comunicación es posible.

Un buen ejemplo, Onda ColorApelando a este derecho universal, en uno de los barrios más humildes de Málaga hay un edi$ cio en el que se le añade algo de color al panorama grisáceo que componen los medios de información en España. Allí podemos encontrar Onda Color, una radio co-munitaria malagueña que emite desde 2008 en el barrio de Palma Palmilla, con una programación en varios idio-mas repleta con espacios de todo tipo –musicales, magazines, tertulias, etc.- realizados y producidos por vecinos, universitarios, asociaciones e incluso gente de toda la ciudad que por cuenta propia participan en este proyecto.

Apostando por la comunicación como pilar imprescindible para el ejer-cicio público de cualquier ciudadano, el Plan Comunitario de esta barria-da promovió la instauración de estos equipos de radio con un objetivo orientado principalmente a cubrir una de las necesidades mayores del entorno: la educación. A día de hoy, pasados ya casi seis años, esta radio comunitaria realiza una labor muy ac-tiva hacia tal $ n, incluyendo espacios dedicados exclusivamente a contenidos pedagógicos -con un plan actual de hacer colaboraciones incluso con pro-fesores de colegios-, al mismo tiempo

que da la oportunidad a personas del barrio a participar en un entorno en el que se promulga libertad de expresión y el sentimiento de pertenencia a una comunidad.

Una radio como herramienta comu-nicativa que sirve para dar voz a esa parte de la población invisibilizada por los medios generalistas, para atender a las necesidades e intereses de cada ciu-dadano y de colectivos que requieren de este “medio” para que se les escuche y puedan promover su integración so-cial, ya sean asociaciones de personas con movilidad reducida, mujeres en situación desfavorable o de personas que están terminando sus condenas penitenciarias en el CIS (Centro de Inserción Social). Vecinos como Ra$ Virella, encargada de los mandos téc-nicos de forma voluntaria desde los inicios de la radio; o Pepe Montes, que organiza el programa “En la Palma de tu mano”, para hablar de los problemas que actualmente sufren los jóvenes, son algunos de los ejemplos de este proyecto repleto de color. Personas a las que se les enseña para que puedan ser independientes en sus funciones, ya que no se trata de que la actividad se termine cuando salgan por la puerta del estudio.

En vías de extinción económica Sin contar con apenas $ nanciación, más que alguna subvención local por su labor social como asociación, y la aportación de una cuota por progra-ma, el valor principal de esta radio no son sus lazos comerciales, sino sus la-zos entre personas. Toda una parrilla

hecha por y para la ciudadanía, que, por desgracia, encuentra muchas tra-bas y problemas para su supervivencia.

Una de las di$ cultades principales que plantea Alejandro Blanco, su ac-tual presidente, se encuentra en las vías de ingresos económicos, ya que cuentan con medios muy limitados y, además, legalmente no pueden incluir publicidad. “España es un país en el que se prohíbe la publicidad comer-cial en las emisoras comunitarias, en contra de una resolución de Naciones Unidas y en contra de una resolución

del Parlamento Europeo”, a$ rma sor-prendido ante una situación bastante absurda por la que parece que las otras cadenas “temen que Onda Color les robe la publicidad del Corte Inglés”.

Y es que mientras aquí hacemos oí-dos sordos a este tipo de iniciativas, desde las instituciones comunitarias se ha puesto por escrito la importante labor de los medios del “tercer sec-tor” (aquellos que no son comerciales ni públicos), ya que “crean cohesión, dan identidad, fomentan comunidades y preservan la diversidad cultural y lingüística”, cumpliendo un papel fun-damental en “el fomento de la toleran-cia y el pluralismo en sociedad”5.

Sobre la situación legal de los medios ya se cuestionaba Walter Lippam en 1920 con su ensayo “Libertad y prensa” una

Una radio como herramienta para dar voz a esa parte de la población invisibilizada por

los medios generalistas

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cuestión que, aún a día de hoy, no ha cambiado ni un ápice: “¿Un gobierno basado en el consenso puede sobrevi-vir en una época en que la manufactura del consenso está en manos de una ac-tividad que carece de regulación?”. En España no hay un consejo regulador de estas medidas, y así, la legislación sobre medios de comunicación suele quedar estancada en vacíos burocráticos.

El espacio radiofónico, por donde circulan las ondas hertzianas, es como un viejo solar propiedad del estado, que divide y reparte sus trozos a con-curso para que entidades privadas lo exploten. Siendo el aire un espacio públi-co, sería justo que tuvieran un espectro del reparto de frecuencias dedicado en exclusiva a esta actividad. Sin embargo, por ejemplo en las últimas leyes au-tonómicas andaluzas que se re$ eren a este tipo de emisoras, todavía no se ha planteado la posibilidad6.

Estos medios comunitarios de pe-queña difusión siguen siendo cataloga-dos de “alegales”, puesto que no tienen los mecanismos jurisdiccionales que las respalden, a pesar de que desde 2010 la LGC reconoció por $ n a estos “servicios de comunicación audiovis-ual comunitarios concebidos única-mente sin $ nalidad comercial”. En el artículo 32 de la misma ley se le dedica un capítu-lo propio a este tipo de medios, aunque a día de hoy ha sido de nula aplicación ya que falta un regla-mento que desarrolle lo planteado por esta ley.

Limbo de la alegalidadAlegal, según la RAE, signi$ ca “no regulado ni prohibido”, y, casual-mente el ejemplo que dan para que

todos lo entendamos es el signi$ cado es el de las “emisoras de radio alegales”. Difícilmente se puede encontrar en la jurisdicción una situación más esper-péntica, que lleva años sin resolverse y con una serie de derechos plasmados sobre el papel sin que nadie cree los instrumentos necesarios para que se cumplan.

Un limbo legal del que, por suerte, parece que se están dando pasos en la buena dirección, como por ejemplo la creación del Foro Andaluz de Edu-cación, Comunicación y Ciudadanía, compuesto por más de cuarenta aso-ciaciones que desde hace dos años trata promover la participación de la población, y en el que se apuesta sól-idamente por las radio comunitarias como un sector es-tratégico.

En esta comunidad autónoma hay casi una treintena de este tipo de emisoras asociativas, algunas con una larga experiencia en la labor, y hoy en día están poniéndose de ac-uerdo para la elaboración de un pro-ceso legal que las ampare. Podemos decir que por primera vez en España los responsables de los medios comu-

nitarios han tomado asien-to junto a los órganos

institucionales para debatir sobre la

democratización de la comuni-cación, pues-to que dichos medios comu-nitarios, educa-

tivos y culturales son un instru-

mento indispensa-ble de participación

ciudadana que deben ser promocionados y protegidos,

asegurándoles, al menos, un tercio del

espacio radioeléctrico para garantizar el acceso a este bien público por parte de la sociedad civil.

“Hacen falta medios de comuni-cación que tengan a la ciudadanía in-corporada dentro”, a$ rma Alejandro Blanco, para que en cualquier vía de participación pública cada ciudadano pueda decidir con pleno derecho, ha-biendo adquirido la información perti-nente. “La protección de la autonomía de los medios de comunicación por la teoría liberal-democrática va a tener como consecuencia que el debate pú-blico esté in% uenciado decisivamente por los que dominan la estructura social. El mercado no asegura que las opiniones de todos sean escuchadas y, por lo tanto, que no se produzca un

debate vigoroso, desinhibido y comple-tamente abierto”7, tres señales estas de la buena salud de un estado democráti-co, en su sentido esencial, algo que se parece poco a la realidad que nos ro-dea.

El ejemplo de Onda Color repre-senta el de un medio que trata de garantizar un derecho fundamental para cualquier sociedad, para que estos instrumentos comunicativos sirvan como intercambio cultural en-tre miembros de una población y no se conviertan los espacios públicos, como el radiofónico, en un terre-no en el que tiburones mediáticos se reparten la presa y especulan con sus concesiones. A través de las radios comunitarias se rede$ nen la con$ gu-ración de las herramientas o “medios” de comunicación, una oportunidad de darles el verdadero valor que se mere-cen, citando a Ramiro Beltrán, como “elemento vital de cambio”.

“Hacen falta medios de comunicación que tengan a la ciudadanía incorporada

dentro”, Alejandro Blanco

Referencias1. RAMIRO BELTRÁN, Luis.“Adiós a Aristóteles: la comunicación “horizontal”; en Comunicología de la liberación, desarrollismo y políti-cas publicas. Málaga: Luces de Gálibo, 2014, pp. 269-307 2. PASQUALI, Antonio. Comprender la comunicación. Caracas: Monte Ávila Editores, 1978.3. CALLEJA, Aleida. “La Radiodifusióin comunitaria. Espacio de con-strucción ciudadana”. En VEGA MONTIEL, Aimée (coord.), POR-TILLO, Maricela (Coord.) y REPOLL, Jerónimo (Coord.). Las Claves necesarias de una comunicación para la democracia. Tabasco, México: Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación A.C. y Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, 2008, p. 394. Artículo 19 de la Declaración de Derechos Humanos: “Todo in-

dividuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.5.Resolución del Parlamento Europeo, “Sobre los medios del tercer sector de la comunicación”. 24 de junio de 2008.6. Ley General de Comunicación Audiovisual (7/10) y la Orden de 24/9/2003.7. ALEGRÍA, Antonio Magdaleno. “El derecho de acceso a los medios de comunicación públicos de los grupos sociales y políticos signi$ ca-tivos en el estado social y democrático de derecho” Teoría y Realidad Constitucional, UNED, 2006, num 18, pp. 223-250

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Alejandro Pérez y Jose Manuel Alguacil son dos arrieros modernos que ya no cargan

a lomos de sus bestias carbón o ali-mentos, sino que van transportando de pueblo a pueblo la materia prima más preciada de nuestra era: la comuni-cación. A través de un pequeño equipo de radio que instalan en la parte más alta de cada localidad, ya sea un cam-panario o en el propio ayuntamiento, lanzan al aire su programa de radio nó-mada. Esto es Larreadio.

A pie cambiado de los medios de co-municación generalistas, no buscan el sensacionalismo, la sangre derramada por pueblos remotos de gente áspera y tradicionalista que parecen vivir alejada del mundo por decisión propia. Todo lo contrario. Sus historias son relatos de gente corriente “que permitan a nuestra

generación conocer cómo vivían la generación de nuestros abuelos”, como explica Alejandro en la entrevista audiovisual que se puede ver a través de la versión digital de Horizontes (www.colectivohorizontes.com).

Historias de o$ cios, lugares, for-mas de divertirse, anécdotas, y todo aquello que compone la idiosincrasia de cada pequeña localidad alejada de la vorágine de homogeneización glo-balizadora. Un viaje por el espacio y por el tiempo con un objetivo claro orientado a crear mecanismos “para conciliar la memoria del pasado y la re-alidad presente, contribuyendo a trazar un futuro respetuoso con nuestra tierra, nuestra historia y la de los que vivimos en ella”.

Durante dos meses estos pintorescos arrieros viajaron principalmente zonas fronterizas del interior de Andalucía, en las que todavía se mantienen tradi-ciones y costumbres poco in% uencia-das por una modernidad que carcome el pasado de las culturas oriundas, de-jando a las ciudades vacías de historia. Desde Santa Ana (Jaén) hasta Tarifa (Cádiz), su hazaña se cumple silen-ciosa, por carriles por los que apenas circulan automóviles, teniendo como $ eles compañeras a Amparo y Estrella, una mula y una burra que cargan con el equipo y son las que marcan el ritmo del camino. Un viaje lento, contempla-tivo, con el tiempo necesario para per-cibir cada palmo de tierra que pisan sus pies.

En cada parada en su camino, nor-malmente entre dos o tres días, produ-cen y realizan un programa radiofónico que se emite en un radio de apensas un

par de kilómetros, lo su$ ciente para que se escuche la propia gente del pueblo. De esta forma este proyecto revindica un espacio público, emitiendo siem-pre a través de frecuencias libres: “Los caminos son de la gente que anda por ellos y las frecuencias, en la medida en que no hay un ánimo de lucro, y no es-tás haciendo más que dar un contenido cultural en un momento determinado, yo no siento que esté haciendo nada il-egal”.

Aunque no es la primera vez que Alejandro se embarca en una iniciativa como ésta –lleva dos años haciendo via-jes de este tipo por la zona sur de Jaén, incluso promocionando los festivales de música que se celebran en verano-, en esta ocasión tiene un compañero de caminos especial: Jose Manuel Al-guacil, realizador audiovisual de El Padul (Granada), que se apuntó al carro de esta estación radiofónica itinerante nada más conocer el proyecto. Una colaboración que surgió espontánea-mente y que ha catalizado este nuevo viaje que será registrado en un futuro documental que ya ha titulado “Alejan-dro, la mula y la radio”.

El 19 de julio llegaron a su destino, dejando por el camino un murmullo en muchos pueblos de Andalucía en los que se dice que dos jóvenes con un par de bestias estaban interesados en es-cuchar a los mayores, en conocer cómo fueron sus vidas; que dos extranjeros fueron caminando hasta sus casas para dar a conocer esas historias perdidas de las que, si no somos nosotros ahora dignos herederos, nadie se hará cargo y se perderán para siempre entre los férreos muros de piedra del olvido.

Radio itinerantea paso de mulaDos arrieros que llevan consigo una emisora por los caminos de Andalucía para dar a conocer las voces de sus pueblos

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Hay sueños sin retorno. Ex-pediciones en los que no hay posibilidad de volver a la segu-

ridad de los pasos andados. Estabilidad económica, sueldo $ jo, viajes de ida y vuelta; todo ello fue lo que dejó atrás Salva Rodríguez, profesor de instituto, para “vivir precisamente en la aventu-ra”. Desde 2006 lleva recorriendo los cinco continentes a bordo de su galeón de dos ruedas. Después de todos es-tos años viajando decidió escribir su odisea personal para compartir ese via-je. Una generosidad que nos catapulta

desde la literatura hasta los caminos más recónditos del planeta.

¿”Las Itacas no son más que el impuso para lo que realmente importa: el cami-no”? Es paradójico que uno de los poemas más emblemáticos de los viajeros lo es-cribiera un funcionario gris que jamás viajó, Kava$ s. Tras haber recorrido casi todo el mundo no puedo sino darle la razón a esta frase que escribí, Ítaca nada tiene que enseñarte. Un destino es necesario para salir a viajar, pero nada más; cuando llegas a él te das cuenta de que todo sucedió durante el camino.

Vivir en la incertidumbre es un mie-do muy común, sobretodo para el concepto de viaje moderno asociado al turismo, ¿cómo es la experiencia de viajar con la falta de certeza de no saber “que hay tras la curva”?Honestamente, los viajes modernos

organizados empiezan a parecerse de-masiado a la experiencia de un centro comercial, demasiado consumo y ga-rantías de que todo saldrá bien. Es jus-to lo opuesto a lo que yo buscaba. Yo disfruto de la incertidumbre porque no le tengo miedo, sé que voy a salir de los lugares en los que entro y de los líos en que me meto. Y parto del principio de que si no salgo pues ahí se acabó todo y mereció la pena. En mi opinión, para disfrutar este azar la clave es dejar el miedo atrás y, cuando vas disfrutando sorpresa tras sorpresa, entonces la dro-ga de lo inesperado se inocula en tu ser, ya no quieres vivir sabiendo qué harás mañana.

¿Detrás de esa intuición que te guía, dic-es, está “la cocina de los dioses”?Ese es un lugar inesperado donde no imaginabas estar el día anterior y a donde jamás hubieras llegado de seguir por el camino correcto. Un lugar que además suele mostrarte tu fragilidad. Las posibilidades de que algo salga mal y todo se arruine son tan altas que te sientes ‘en manos de los dioses’, y que si ellos lo deciden estás perdido.

Tras tanto tiempo transcurrido desde tu partida, ¿qué piensas de esa vida que de-jaste atrás como profesor, una plaza & ja, y todo eso que te recomiendan para una vida “digna”?Esa vida posibilita hacer muchas co-sas: tener una familia, escribir, tocar el piano, estudiar antropología, bailar o ayudar a otros con menos suerte en la vida. Yo la dejé porque lo que quería vivir era precisamente la aventura y no podía sentir nada de eso como un profesor de instituto. Creo que la vida digna es aquella en la que descubres qué quieres hacer con la única vida

A bordo de dos ruedasHablamos con Salva Rodríguez, un granadino que un buen día decidió cumplir un sueño: dar la vuelta al mundo en bicicleta

Iván Ruiz / Arturo Triviño

“Él marcha solo, infatigable, encarcelado en su in& nito,

como un solitario pensamiento, como un fantasma

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que tienes y puedes ponerte manos a la obra. Eso es un privilegio de un pequeño porcentaje de la humanidad, hay millones de personas que querrían otra vida y no pueden acceder a ella.

El amor debe ser también un difícil com-pañero para esta experiencia, porque quizás es un viaje en sí mismo, como tú mismo escribes “una tierra sin caminos ni destino que cruzar”.El amor y el mundo son incompati-bles para un viajero solitario. Otra cosa son los romances. Si tienes la fortuna de que el amor aparezca en tu camino, entonces hay que dejar el mundo a un lado y emprender ese viaje que, efecti-vamente, no tiene destino.

¿Es el viaje una evasión o una forma de vida? He visto viajeros que huyen de su pasa-do y no funciona: lo llevan encima. Creo que los viajeros que hacen del camino su forma de vivir sí lo disfrutan con alegría. Salir a viajar para huir de algo termina por ser un desastre. Mejor solucionar las cosas y después irse.

¿Cómo es el presente en un viaje sin billete de vuelta? ¿cuál es tu Horizonte? Libre. Hago planes que puedo cambiar. Incierto. Feliz.

¿Viajando de esta forma te da la posibi-lidad de acercarte más a ese “otro” que nuestra sociedad occidental se encarga de asociar constantemente con la idea de “peligro”? Tenemos muchas cosas, mucha ri-queza, así que pensamos que nos las pueden robar, sea como individuos

o como naciones. Somos esclavos no solamente de nuestras pertenencias sino también del miedo a perderlas, y eso nos hace descon$ ar del otro. Una lástima. Yo he viajado con poco dinero y pocas cosas, sin miedo a ser robado, y he disfrutado del ‘otro’, que es sin lugar a dudas lo mejor de este planeta.

Rosa Maria Calaf escribe en el prólogo de tu libro Asia: “los mundos de este mundo parecerán menos hostiles y mu-cho más próximos”, ¿es ese el efecto que produce un viaje de este tipo?Es una percepción general de todos los viajeros que pasan un largo tiempo fuera. El cotidiano del viaje no tiene nada que ver con la hostilidad que los medios de comunicación muestran. Ellos muestran un 0,5% de la reali-dad y los espectadores toman el 95,5% restante del mismo modo.

Seguro que te habrán preguntado mil veces sobre esa “soledad” de tu viaje que, por lo que se puede leer en tus libros, más que aterrarte te inspira a cantar como Moustaki: “Nunca estoy solo con mi soledad”. ¿Cómo ha sido tu relación? Existe y es maravillosa. La quietud, la pausa, el silencio más profundo, el no poder moverte. Donde no existe es en la ciudad, con tanto bombardeo de estímulos, y es una lástima que tan-tos millones de personas mueran sin conocerla.

“Si en la ciudad se creó la tecnología, del desierto brotó la hospitalidad”, te cito a ti mismo ¿Qué dice esto del ser humano?Creo que cuanto menos tienes más presente está la esencia de la vida;

cuantos más juguetes y lucecitas tienes, más pierdes de vista lo importante.

Después de tanto tiempo sin hacer via-jes de ida y vuelta, sin tener un punto cardinal en el que concretar tu vida, ahora leemos en tu web tus últimos pasos, entre los que escribes la palabra por tanto tiempo omitida en tu rum-bo: “volver” ¿qué signi& ca para ti?Un sueño, el que cierra el círculo de este viaje. Volver para mí son perso-nas a las que voy a abrazar de nuevo.

¿Crees en el viajero inmóvil?No. Tal vez en la poesía, no en la re-alidad.

Salva Rodriguez tiene publicados hasta la fecha dos libros sobre este viaje de cuento, el primero sobre África, y un segundo acerca de Asia. El tercer libro, América, saldrá en los primeros meses del año 2015

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Viajes de pági na vueltaUn recorrido por la literatura de los que decidieron girar el glo bo como la única trama de sus vidas

El viaje ha sido siempre uno de los temas más re-currentes en la historia de la literatura universal. Desde tiempo atrás la humanidad ha intentado

descubrir que el globo no solo es esférico, sino que contiene oníricos rincones que desvelar. Cuando al primer alpinista que hizo cumbre en el Everest le pre-guntaron por qué lo hizo su respuesta fue clara. Sim-plemente porque estaba ahí. La razón de ir “hacia rutas salvajes” deberíamos buscarla en aquellos primeros nómadas que, aun sin saberlo, estaban satisfaciendo una curiosidad natural de conocer lo desconocido en la necesidad de desplazarse.

Pompeyo el Grande exclamaba aquello de “vivir no es necesario, navegar sí”, siendo una de las revela-ciones que durante siglos ha guiado los propósitos de muchos desplazados en cualquiera de sus formas. Y aunque el movimiento fue perpetuo, siempre existió, las razones son diferentes. Hoy se le llama viajar, con su extensa amplitud de variantes. La Real Academia de la Lengua, sin ir más lejos, le concede una visión parcelaria re$ riéndose a viajar como un hecho mer-cantil. Sin embargo, Ramón Lobo no está de acuerdo con este signi$ cado, y para él “viajar es dejarse ir, mez-clarse, contaminarse de los otros, de sus costumbres y su cultura. Viajar es buscar y encontrar la aventu-ra, la transformación. Viajar es poner por delante los sentidos, desnudarse”. (“El sel$ e, la última revolución social” tintaLibre nº 17, Septiembre 2014).

Para los que no han podido experimentar la volatilidad del viento y la relatividad de la libertad “siempre tendrán París”, y los libros. Esos pequeños volúmenes que son conquistados como el ritmo al caminar, paso a paso, página a página. Sin llegar a desplazarnos Gerald Brenan nos invita en “Al sur de Granada” a disfrutar esta literatura a “quienes gustan de viajar sentados en su sillón preferido…” que puede deslizarnos a distinguir otras perspectivas, hojear las fronteras naturales, inspirar fragancias evocadoras, enfrentar lo extraño en nuestra intrínseca inquietud de avance.

Pero recordemos, la hoja tiene doble cara, esta literatura traduce, al unísono, una interpretación del escritor. Por ello encontraremos desde la más alta fas-cinación por lo exótico hasta el prejuicio más férreo de la propia visión estereotipada, que también viaja. En “Bhutan secreto” Michel Peissel relata la añoran-za que sentía al recordar cuánto disfrutaba de las comodidades de sus coches deportivos, sus comidas copiosas en castillos, de sus caballos; mientras seguía tratando de vasallos a los porteadores que le acom-pañaban en su viaje en el país himalayo. Esto le

acarrearía más de un problema ya que cuando nos encontramos fuera de nuestro “castillo” una de las pri-meras palabras que aprendemos será la del agradeci-miento, al depender constantemente de los demás.

¿Quién gobierna la nave cuando pilotamos a través de la lectura?, ¿el autor, o nosotros? A pesar de la creación del autor somos nosotros únicamente los pa-trones del imaginario propio dentro de una univer-salidad literaria. Sin embargo, esa es una de nuestras diferencias, las que nos hace únicos, las que nos lleva a imaginar individualmente desde una historia colec-tiva. La que va desde la lectura colectiva hasta la sole-dad del individuo mientras lee. De este modo nuestra ilusión al crear se puede convertir en nuestra evasión.

“Creo que el principito aprovechó una migración de pájaros silvestres para evadirse”. Aún siento en mis propias carnes la fuga de Hainrich Harrer en “Siete años en el Tíbet”, que narra el propio exilio del autor hacia las montañas asiáticas mientras era perseguido por los nazis. Un viaje, no solo como huida en este

Iván Ruiz

Luis Fernando Márquez - P

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Viajes de pági na vueltaUn recorrido por la literatura de los que decidieron girar el glo bo como la única trama de sus vidas

caso, sino como salvación. Un res-cate para el escri-tor -no desvelaré el $ nal del libro- y para el lector, que pasea por el Tíbet llevándolo fuera de la rutina diaria.

En alguno de es-tos libros además de la experiencia del viaje se apor-ta un completo manual de super-vivencia, en caso de necesidad. Ul-ises, después de haber naufragado y estando cautivo en la isla de Calipso, describe la construcción de una balsa para su escapa-toria, y similar proceder encontramos en Daniel De-foe con “Robinson Crusoe” o en “La isla misteriosa” de Julio Verne. Siglos después, Doucham Gersi, au-tor de “Explorador”, se valdría de las mismas técnicas para pasar las noches más frías. La manta con la que cubrirán sus sueños será el abrigo caído de los árboles en invierno, y así como Ulises se acostó y se echó enci-ma un montón de hojas, a los exploradores modernos no les quedó más remedio que cubrirse con hojas a modo de manta.

En el refugio de la literatura se pueden apreciar valores humanos ocultos tras las narraciones. Libros como “El Quijote” de Cervantes o “La Odisea” de Homero han

pasado a la historia como monumen-tos de la lengua o como alter ego de muchos lectores que persiguen sus sueños. El prime-ro en la locura de alcanzar un ideal, y el de Itaca como un sufridor que padece las adversi-dades del camino y sale victorioso. De lo que tratan, en resumidas cuen-tas, es de un viaje, el viaje de una vida con esas páginas

por pasar que todos compatimos.

La popularidad de los libros de viajes no siempre es-tuvo tan aceptada y a principios del siglo XVIII gozaba de poco prestigio. De hecho, algunas obras fueron cen-suradas por el público lector debido al carácter popular de la época la cual las consideraba de poca valía. Al-gunos de estos bastardos ni siquiera fueron $ rmados, como por ejemplo “Robinson Crusoe”, que nació huér-fano en 1710.

Estas $ cciones viajeras puede que no sean más que una respuesta al imaginario colectivo de una época, de una situación, de una vida perdida en el tiempo, pero su creación ha bastado para ser la culpable de espolear nuestras alas para emprender el vuelo. Sea como fuere, bon voyage.

Le tour du mond en quatre vingt jours / M. Lix (dominio público)

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Fot! rafiaLara San Román

Un tendedero no define a nadie, pero sí cuenta un

poco la historia de cada casa, cada familia,

cada individuo que lo llena con sus intimidades . .

Puede que estemos locos, que no

tenga sentido alguno. Será por eso que

“estamos colgados” o que de tanto

viajar se nos “ha ido la pinza” por completo

Tan solo mediante un fugaz

vistazo y un poco de imaginación

se puede describir la vida

de aquel que viste sus ropas .

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I CONCURSO DE FOTOGRAFÍA “HORIZONTES”

GANADOR POR VOTACIÓN POPULAR

FOTOGRAFÍA ELEGIDA POR LA REDACCIÓN

Nana Parra

Ismael Muela / Ella.

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relatos hasta el borde

Comenzó temprano, demasiado para mi gusto. Todavía era de noche y los bostezos me acompañaron hasta que empezó a amanecer. Suelo ser desorganizado, así que me dio el alba metiendo una cosa aquí y otra allí. Pertenezco a esa minoría mayoritaria que lo deja todo para el $ nal, esos que dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy. No hice ni lista, ni escrita, ni de memoria, ni tenía una ligera idea. La mochila acabó por no cerrar y la maldita sensación de que siempre se te olvida algo no se me quitó en todo el viaje.

Era una distancia rela-tiva, como todas en esta vida. Sobre las 8 a.m. esta-ba en la carretera nacion-al, con el pulgar en alto y la sonrisa que siempre me acompaña a todas partes. Hacer autostop en estos tiempos es una locura, casi tanto como la bon-dad del que para a reco-gerte. Aun así, la bondad existe, y esas es una de las pocas cosas que me hace tener esperanza cuando salgo. Sobre las 9 a.m. me recogió un campesino que iba a regar, como todas las mañanas. Las conversa-ciones entre dos me sue-len incomodar, pero aprender me apasiona, y siempre me llevo algo nuevo. El hombre me contó la realidad de su trabajo, lo que cuesta, lo poco que renta y lo mucho que le apasiona. Dar con gente así es un verdadero gus-tazo. Me soltó en una intersección, donde se separaba mi camino y el suyo.

Me regaló una radio a pilas, consciente de que el cami-no siempre es relativo, y aunque libros no me faltaban, me dijo que la compañía se agradece. Hombre sabio.

Me ubiqué donde aún la sombra no se había ido y en-cendí ese pequeño artilugio con dos altavoces. Sonaba algo de jazz, tranquilo, con leves subidas y fuertes ba-jadas. Había poco tránsito en ese cruce y no sé por qué se me antojó que esos cuatro caminos eran una señal.

La música cambió y paró un coche. Era una mujer de unos 40 años; me dijo que me acercaba has-ta otro cruce. Dudé en-tre quedarme o cambiar de paraíso. Aunque me guste moverme, también me atrae quedarme quie-to. La duda se me notó y la mujer me metió prisa; recogí y me subí. Con las prisas la radio se quedó encendida. Cuando iba a apagarla la mujer me dijo que no lo hiciera; su coche no tenía apenas cuatro ruedas y decía que llevaba horas sin sentir ritmo.

Íbamos callados, escu-chando el leve swing de los altavoces, los roces de los cambios de marcha, sintiendo la brisa en las manos, los giros en las curvas. Yo miraba hacia adelante, como casi siem-pre, apreciando dos de las cosas que más me gustan de esta vida: viajar y la música.

Me bajé en uno de esos cruces en mitad de la nada, uno de esos sitios que no se sabe el por qué son espe-ciales, pero que lo notas cuando pisas el suelo. El calor apretaba más que nunca y de un leve vistazo a mi alre-dedor me topé con un árbol de tronco grueso. Caminé hacía él como el que sobrevive en el desierto buscan-do agua, soñando con el oasis que aparece detrás de la duna, no para descansar, sino para vivir.

Encrucijadas texto de Antonio Ruiz y diseño de oMi

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¿Qué signi$ ca viajar?, ¿qué implica realmente hacer un viaje? Por lo general, ambas palabras conlle-van una certeza de desplazamiento hacia otro lugar de la geografía. Pensamos en una persona buscando un vuelo y pesando la maleta para no superar la carga permitida. Imaginamos búsquedas de alojamiento, an-denes, DNI, mochilas, maletas, relojes, últimos avi-sos, gasolina y coches. Un “llámame cuando llegues”, un “ te espero a la vuelta”, un “ me alegro por tí aunque, en parte, me jode que te vayas”, fotografías, mapas, caminos….

Si de$ nimos un viaje como un trayecto de una parte a otra transportando una carga, o viajar como desplazamiento siguiendo una ruta o trayectoria, ¿podemos ajustarnos a ambos conceptos permane-ciendo estáticos en un lugar?, ¿transportaríamos una carga si la respuesta es a$ rmativa?

Imaginemos una intención de estancia larga en un lugar desconocido. Pensemos en una persona que se aventura con$ ando en que encontrará respuestas (o más preguntas) para lograr calmar o agitar sus deseos de cambio. Quizás busca una “cura geográ-$ ca”(aquella que consiste en distanciarse de una per-sona o situación que nos hace daño) o tal vez lo hace por una ferviente motivación de crecimiento y desarrollo personal.

Ahora olvidemos estos motivos. Centrémonos en el coche que lleva a nuestro viajero al $ nal de su ruta: una pensión que reservó en el lugar de destino para alojarse las primeras noches en aquella ciudad, país y/o continente.

En el maletero sus kilos de carga

dentro de una mochila y en su cabeza el peso de la

incertidumbre, del deseo, del no-deseo, de la culpa o de la liberación (inevitable volver a pensar en los motivos).

Ahora escuchemos la radio del coche mientras nuestro viajero observa luces, edi$ cios y locales cer-rados a través del cristal del asiento trasero. Dos pitidos cortos y uno largo indican que el reloj marca la me-dianoche. Comienza un suave compás de baquetas con varillas metálicas y, tras cuatro compases, Frank Sinatra entra a escena acompañado de un contrabajo, una guitarra y elegantes notas de % auta travesera que parecen remarcar la invitación de Sinatra para acom-pañarle en un vuelo hacia la Luna, Júpiter o Marte.

El coche se desplaza hacia una trayectoria y siguien-do la ruta que el conductor autóctono conoce. Pero, ¿y nuestro viajero? No sigue ninguna ruta y aún menos una trayectoria, simplemente está ahí, estáti-co en su asiento, dejándose llevar en la travesía. Su carga ahora es el recuerdo de aquella tarde de domin-go en la que la que Fly me to the moon era la banda sonora de su despedida.

Su desplazamiento ahora era tan relativo como el lugar en el que se encontraba. Aunque la realidad objetiva estimula sus sentidos para mostrarle el mo-

mento y entorno en el que se hallaba inmerso, retrocede a esos besos,

a esa tarde de domingo, a aquella habitación desorde-

nada, a ella, a ellos. Viaja, pero ¿se ha det-

enido su viaje?,¿es aho-ra la radio y la canción de Sinatra su medio de transporte?, ¿es con-

sciente mientras la es-cucha de que se desplaza

siguiendo una trayec-toria?, de ser así, ¿se podría decir que per-manece estático a pe-sar del movimiento

del coche?Y aún más, se pre-

gunta, será necesario soltar esta carga de recuerdos para concluir mi viaje o ten-dré que aprender a llevarla sin que me haga daño? En otras palabras: ¿dónde estoy?, ¿dónde estás?, ¿dónde estamos? En la luna.

Viajemos a la Luna texto de Alvarro Zafra y diseño de Laura Sánchez

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muro libre

No son pocas las personas que se embarcan en un viaje con razones que apoyen la elección de su destino. Pero sí son pocas las personas que convierten al viaje mismo en su destino prescindiendo de toda razón. Estas últimas, sin pensárselo dos veces, andan, corren, pedalean, pisan el acelerador y aumentan la velocidad hasta el punto de llegar a volar. Todo ello para ser participes de un único $ n: el cambio. De esta manera, movidos por una auténtica pul-sión de verdad, materializan la idea de viaje y la confunden no solo con su propia esencia particular, sino también con el ser esquivo de todas las cosas.

Siendo consecuentes con lo dicho parecería que existen dos tipos distintos de viajeros. Sin embargo, cabría desta-car que la cantidad de categorías en las que se descompone el concepto de viajero depende de la decisión terminológi-ca que se adopte a la hora de analizarlo. Así pues, nosotros por lo pronto dividiremos el concepto en dos: por un lado en el viajero convencional, y por otro lado en el auténtico viajero. Y seguidamente, llevados de la mano por este últi-mo, nos veremos en condiciones de realizar el movimiento de la re% exión que nos conducirá desde el sentido del viaje hasta el viaje del sentido.

El viajero convencional es aquel que encuentra razones para viajar y, por lo tanto, le da un sentido al viaje. El tu-rista, por ejemplo, viaja para divertirse, relajarse o conocer mundo; el hombre de negocios viaja para formarse o cerrar un trato; y el peregrino lo hace para expiar sus faltas. Aho-ra bien, los viajes del viajero convencional son medios via-jes porque continúa anclado a la razón que da sentido al hecho de viajar. No llega a efectuar el autentico despegue porque aún se identi$ ca con un espacio relacional mucho más amplio que estructura su psique y dónde realiza sus proyectos y expectativas; dónde la existencia tiene aún un sentido. De alguna manera, el viajero convencional sigue sujeto a un universo simbólico a través del cuál interpreta el mundo e incluso se construye una propia identidad. Por eso sabe que viaja en calidad de turista, emprendedor o peregrino; y por eso conoce cuál es el valor de su viaje.

El autentico viajero, en vez de eso, dinamita las estruc-turas que ordenan su mundo liberando al sentido de las cadenas que lo mantienen preso. Así, al romper todo vin-culo con unidades relacionales de la estructura - como podrían ser la familia, el trabajo o la nación – pierde la conciencia de sí mismo y del valor de las cosas. El goce, la adquisición de bienes o el perfeccionamiento de uno mis-

mo no son para él verdaderos valores que den sentido a la existencia. Para el autentico viajero la única verdad es la verdad del movimiento. De ahí que al viajar transforme al sentido del viaje en el viaje del sentido. Y es que el sentido de las cosas vaga errante entre universos simbólicos cuan-do el auténtico viajero se desvincula una y otra vez de los distintos espacios relacionales que va encontrando en su camino. En de$ nitiva, si nuestro auténtico viajero fue en algún momento hijo o amigo; si durante la travesía fue en algún momento padre o trabajador; si fue en algún punto del trayecto artista o $ lósofo, después de haber emprendi-do el verdadero viaje es solamente viajero y, como tal, cum-ple el ideal romántico de ser uno y todo con la naturaleza.

Desde el sentido del viajeal viaje del sentido Miquel Aguiló

Tantas palabras como ideas en el horizontefrases, oraciones como rocas tiene el monteDemasiadas letras para explicar una emociónabundantes estrategias para engañar a la razón

Lo complejo de lo simple y los grandes malentendidosno saber contemplar la mirada del incomprendido.Los prejuicios, la vanidad, la desazónmis ganas de querer volar como el gorrión

Entonces se un pajarito y canta sin cesarbusca prados verdes, para a reposar.Revolotea por este amplio mundonunca dejas de volar.Pia solo los sonidos justos,no derroches fuerzas al gritar

Porque en demasía se abusa del lenguajey no se le trata de sirviente a este paje.Porque reina el gran monarca de la palabra,estira tus alas, despega y canta

Tralarala gorgoritos, volteretas; ¡a bailar!Lalaralalito ahora eres pajaritoQue nadie te calle, canta tralaralaLaralalito riete de todo, de ti y de este escrito.

Lola Bortolotti