43

Una Carta a Santa Claus

Embed Size (px)

Citation preview

Una Carta a Santa

Claus

Carolina Devell

Edición: Diciembre 2012

Portada: Dian Dominique

Todos los derechos reservados.

Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados

internacionales.

Este libro contiene algunas escenas sexualmente explícitas

hombre/hombre, y lenguaje adulto que podría ser considerado

ofensivo para algunos lectores.

No es apto para menores de edad.

Santa Claus recibe la carta de un niño pidiendo que le consiga un

novio a su papá. Así que Santa decide enviar a Darien, un elfo que había

perdido la alegría y estaba sumido en una profunda tristeza, para que ayude

a Oliver a encontrar a la persona indicada.

Darien tiene una misión, buscar un novio al papá de Kyle, pero con

el transcurso de los días él termina enamorándose del hermoso hombre de

ojos castaños. No sabe qué hacer, seguir con su misión y buscarle un novio a

Oliver, o dejar salir los sentimientos que tiene por él, y hacerlo suyo para

siempre.

¿Conseguirá Kyle su deseo de navidad?

Hola mis queridos lectores, sólo quiero desearles un Feliz Año Nuevo,

que se cumplan todos los objetivos que se han trazado para este año que

empieza. También espero hayan pasado una linda Navidad rodeados de sus

seres queridos.

Esta historia era un regalo para Navidad, pero tuve algunos

problemillas y no pude terminarla a tiempo. Pero aquí está, y espero la

disfruten tanto como lo hice yo al escribirla.

Bueno, un año más se termina, y el mundo no se acabó, y sigue igual o

más loco que antes. Sólo hay una cosa importante que quiero resaltar de este

2012, ya que es el año en que conocí a una gran amiga, que siempre me

apoya y con la que converso casi todos los días. Gracias por la portada de

este libro, quedó maravillosa. Dian, eres una chica increíble, no encuentro

ninguna palabra que pueda definir la inmensa alegría que me da tu amistad.

Valoro mucho tus opiniones, y gracias a tu ayuda pude tener un blog al fin.

Gracias, por todo tu apoyo, y por las porras que me echas cuando estoy

bloqueada en algún libro.

Gracias también a mis blogs favoritos: El Olimpo del Amor sin

fronteras, Los deseos de Gaby, The dream of desire, Pasion Yaoi Love,

Gangue dos livros Homo, y El Mundo de la luna Roja (al cual extraño

mucho). Gracias a todos ellos por su apoyo incondicional.

Y ustedes mis queridos lectores, gracias por leer las extrañas historias

que crea mi imaginación. Los aprecio mucho, sin ustedes y sus comentarios

de apoyo, creo que hace mucho hubiera dejado de escribir. ¡Gracias! ;)

Besos, y si Dios lo permite, hasta la siguiente historia.

Carolina Devell

“Querido Santa:

Quiero darte las gracias por el guante y la pelota de béisbol que me trajiste la navidad pasada. Papá siempre dice que debo agradecer cuando recibo obsequios, así que gracias.

Un niño de la escuela se burló de mí hace poco, él dijo que era un tonto por creer en ti. Yo sólo me quedé en silencio, porque sabía que él estaba equivocado. Yo sé que eres real, y es por eso que esta navidad no quiero ningún regalo para mí. Yo… sólo quiero tener otro papi.

Papá está tan solo desde que mi papi Sean murió, y yo… yo quiero verlo feliz. Él ya no sonríe, y quiero verlo reír. Lo extraño, ya no es el mismo papá de antes, y es por eso que quiero pedirte que le consigas un novio. Quiero verlo feliz otra vez. Sabes que me he portado muy bien este año, y era para pedirte este regalo.

Por favor Santa. ¿Puedes encontrarle un novio que haga feliz a mi papá?

Confío en ti, y esperaré emocionado la mañana de navidad para ver la sonrisa de felicidad en la cara de papá. Ese es regalo que quiero.

Bueno, eso era todo.

¡Feliz Navidad!

Con cariño,

Kyle Johnson.

PD: Te dejaré como siempre galletas y leche junto a la chimenea.”

Ewan, el elfo jefe encargado de las cartas, observó atentamente el

rostro del Gran Jefe. Su mirada brillaba de cariño y ternura cuando recibía

este tipo de cartas. No era muy común que un niño prefiriera olvidar los

obsequios para pedir algo para alguien más, y eso emocionaba mucho al jefe.

—Este niño es tan tierno —murmuró Santa, con una sonrisa de

felicidad en su rostro—, y las galletas que me deja siempre son deliciosas.

Ewan sonrió, amaba esta parte de su trabajo. Cuando el jefe

descubría que la inocencia y el cariño de los niños no cambiaba a pesar del

paso del tiempo.

El Gran jefe acarició su tupida y blanca barba, pensando.

—Necesitamos encargarnos de cumplir el deseo de Kyle lo antes

posible. Faltan tres semanas para navidad, y quiero que el niño obtenga su

regalo en nochebuena —dijo, mientras seguía acariciando su barba.

Ewan asintió. —¿Y a quién enviamos, Santa? —preguntó curioso, ya

que nunca enviaban al mismo elfo a este tipo de misiones. Santa siempre

encontraba al elfo adecuado para el trabajo.

El Gran jefe se puso en pie, y se acercó al gran ventanal que daba a la

fábrica de juguetes. Desde allí podía verse gran parte de la actividad de los

elfos y duendes mientras producían los regalos para los niños. Ewan observó

al jefe, barriendo la mirada sobre los elfos trabajando, hasta que su mirada se

detuvo en un punto fijo bajo ellos. Ewan no podía contener más su

curiosidad, y se acercó a la gran ventana, deteniéndose junto al jefe. Se

quedó sorprendido al ver a quien su jefe miraba.

—¿Él?

Santa asintió. —Sí, él es el indicado —dijo, observando al elfo de

cabellos oscuros que registraba la producción de juguetes—. Además necesita

volver a creer en la navidad…—suspiró—, y también quiero volver a verlo

sonreír como antes.

Ewan miró atentamente al elfo, y tuvo que darle la razón al jefe. El

elfo de cabellos oscuros había dejado de sonreír hace mucho tiempo, y tenía

una mirada de tristeza y anhelo que era imposible de ocultar. Sí, él era el

indicado, y quizás, estando allá en la ciudad, pudiera encontrar algo que lo

hiciera feliz una vez más.

—Háblale sobre la misión especial, y dile que tiene que partir hoy

mismo. Puede usar su magia sólo cuando sea absolutamente necesario, lo

demás debe hacerlo como cualquier humano normal. Y debe elegir

sabiamente al nuevo novio de Oliver, el papá de Kyle —dijo Santa cuando

volvió a sentarse tras su escritorio.

—Sí, Santa. Lo haré ahora mismo.

Ewan se volvió y salió de la oficina en busca de Darien.

Oliver gruñó cuando el ruido de su reloj despertador sonó con un

pitido estridente. Levantó una mano y apagó esa cosa de un solo golpe.

Trató de ponerse en pie, pero estaba demasiado cansado para hacerlo.

¡Joder! Parecía como si se hubiera acostado sólo hace unos minutos.

Tenía que dejar de sumergirse en su trabajo. Enfocarse sólo en

escribir sin descanso, días tras día, y sólo para olvidar a su amor, lo estaba

consumiendo. Pero no podía evitarlo, a pesar de que él y su hijo se habían

mudado de la casa que compartió con su esposo. Aun así, no podía olvidar.

Los recuerdos siempre venían a él en momentos inesperados, dejándolo

destrozado. El dolor seguía fresco en su corazón, y joder, era una agonía.

Aún podía recordar la tarde en que Bill, el detective de homicidios y

compañero de Sean en la policía, llegó con la noticia. Sólo con mirar sus

ojos lo había sabido. Apenas pudo escuchar lo que había sucedido, Bill

hablaba y hablaba, y Oliver sólo pudo captar algunos retazos de la historia.

Un enfrentamiento con una pandilla, disparos por todos lados, un niño

escondido entre la balacera, Sean yendo a rescatar al niño antes de que

saliera herido, Sean recibiendo tres disparos por la espalda, y… Sean

desangrando hasta morir en la ambulancia camino al hospital.

Había estado en shock varias horas hasta que Kyle había llegado de

la casa de su mejor amigo Matt, y allí Oliver dejó salir en gruesas lágrimas el

dolor acumulado en su pecho. Contarle al pequeño que su papi Sean había

muerto, había sido lo más difícil que había hecho en su vida. Ambos se

habían abrazado intentando calmar el dolor que sentían.

Oliver cerró los ojos, no quería recordar ese día, ni los días

posteriores a ello. Abrió los ojos, giró su rostro hacia la mesa junto a su

cama, y suspiró. Sean. La fotografía de ellos dos riendo con su hijo, siempre

lo ponía melancólico. Aún lo extrañaba. Sabía que debía olvidar y seguir

adelante, pero era tan difícil. Jamás se acostumbraría a vivir sin Sean. Si no

fuera por Kyle, su tierno y dulce hijo, él se hubiera dado a la pena y

abandono hace mucho tiempo.

Respiró profundamente, tratando de ahuyentar las lágrimas que se

acumulaban en sus ojos. Dios. Era tan difícil. Ya había pasado casi un año, y

él no podía superarlo. El dolor desgarrando su corazón era insoportable.

Se levantó lentamente, y caminó hacia el baño, limpiando las

lágrimas que habían escapado de sus ojos. Necesitaba calmarse, no quería

que Kyle lo viera así como estaba. Se miró en el espejo y suspiró. Su piel

pálida se veía translúcida, sus ojos castaños ya no brillaban, y las bolsas bajo

sus ojos parecían parte permanente de su rostro ahora. Había bajado de

peso, se podía notar a simple vista, ya que sus pómulos estaban más

marcados que antes.

Suspiró cansado.

Tenía que seguir adelante. Kyle lo necesitaba más que nunca. Una

pequeña sonrisa se dibujo en su rostro mientras pensaba en su hijo. Amaba

mucho a su pequeño. Se echó agua fría al rostro, y volvió a respirar

profundamente. Tenía que apresurarse en despertar a Kyle y hacer el

desayuno. No quería que llegara tarde a la escuela.

Se aseó rápidamente, se vistió, y fue a la habitación de su hijo. Sonrió

al verlo dormir abrazado a su oso. Era tan lindo, sus cabellos castaños eran

del mismo color que el suyo, al igual que sus ojos. Sus padres siempre

decían que era una copia exacta de él, y a Oliver le gustaba escuchar eso. Se

acercó lentamente a la cama y acarició el desordenado cabello de Kyle. Bajó

su cabeza y besó su pequeña frente.

—Despierta, dormilón —murmuró junto a su oído—. Ya es hora de

ir a la escuela.

Kyle gimió, y se cubrió la cabeza con la colcha. Oliver río, era lo

mismo cada mañana, y como cada mañana, empezó a hacerle cosquillas,

arrancándola esas hermosas carcajadas a su hijo.

—Para…papá —risas—…ya…me…levanto…—risas.

Oliver se detuvo, y bajó la colcha. El rostro de su hijo brillaba feliz, y

él correspondió a la sonrisa que le daba su hijo. Amaba estos momentos en

las mañanas, era cuando el pasado quedaba atrás, y sólo disfruta del presente

con su hijo.

—Bien, aséate y vístete. Iré a preparar el desayuno.

Kyle asintió. —Sí, papá.

Oliver volvió a besar a su hijo en la frente, y caminó hacia la puerta.

—¿Papá?

Oliver se giró, y observó a su pequeño. —¿Si?

—¿Puedes hacer waffles hoy? —preguntó, mirándolo con esas grandes

ojos, como si fuera un cachorrito.

Oliver jamás podía decirle que no cuando lo miraba así. —Esta bien,

pero apresúrate a vestirte.

—¡Sí! —gritó el pequeño mientras se levantaba y corría hacia el baño.

Oliver sacudió la cabeza, divertido, y caminó hacia la cocina. Pasó

por su estudio, y gruñó fastidiado al ver el desorden total sobre su escritorio.

Tenía que limpiar eso pronto si quería terminar con el libro a tiempo. Al

menos su editor era bastante flexible con el tiempo de entrega de este libro.

Ya que era uno de los más esperados de la serie que estaba escribiendo.

Todos los anteriores habían sido bestsellers, y estaba seguro que este sería el

que más ventas tendría.

Hoy pensaba descansar un poco e ir de compras ya que la alacena

estaba casi vacía, además, necesitaba pensar muy bien sobre el final del libro,

y salir un rato podía traerle nuevas ideas. Cerró la puerta del estudio, y siguió

caminando hasta la cocina.

Cuando Kyle bajó de su habitación, Oliver ya tenía el desayuno listo.

Comieron mientras Kyle le comentaba todo lo que iban a hacer hoy en la

escuela. Oliver sólo asentía, y miraba con atención a su hijo. Era un niño tan

inteligente, que a veces lo sorprendía cuán maduro era para su edad.

—Bien, ¿ya tienes todo listo? —preguntó Oliver mientras se levantaba

y dejaba los platos y tazas en el lavavajilla.

—Sí —respondió Kyle, tomando su mochila.

—Bueno, entonces vamos.

Oliver terminó de guardar los víveres que había comprado hace unos

minutos. Miró a su alrededor, y el silencio en la casa era un poco agobiante.

Necesitaba respirar aire fresco. Miró hacia el reloj y comprobó que aún

faltaba mucho tiempo para ir a recoger a Kyle a la escuela. Así que caminar,

le haría bien en esos momentos.

No tardó mucho en llegar al parque cerca de la casa. Se sentó en un

banco al pie de un roble, y miró fascinado la actividad de las personas

reunidas allí a pesar del aire frío y la nieve cubriendo el suelo y los árboles.

Había madres con niños pequeños jugando en la nieve, parejas caminando

muy juntas, y adolescentes patinando en el pequeño lago artificial congelado,

cuyas risas llenaban el ambiente amistoso del parque.

La vida parecía vibrar a su alrededor.

—Hola

Oliver se sobresaltó al notar a un hombre grande y fornido de pie

junto a él. ¡Diablos! Había venido aquí por paz y tranquilidad, y ahora este

tipo acababa de arruinarla. Sonrió de manera cortés, tratando de no alentar

al tipo de sentarse a su lado. No quería su atención ni nada por el estilo, y

además el hombre no era su tipo. Demasiado grande, y demasiados

músculos.

—Hola —respondió, y giró su mirada hacia la viejecita a unos pasos

de allí, que jugaba con su perro caniche, esa cosita peluda llevaba una

pequeña chaquetita que hacía juego con la chaqueta de invierno de la

anciana.

—Es la primera vez que te veo por aquí —murmuró el tipo mientras

se sentaba a su lado—, ¿Vienes a menudo?

Oliver gruñó internamente. Esa era la frase para ligar más tonta que

jamás había oído. Se alejó un poco del tipo de una manera muy sutil, y borró

la sonrisa de su rostro. Quería que el hombre se fuera de una vez por todas y

lo dejara relajándose, que era a eso a lo que había venido.

—No, no vengo a menudo. Sólo estoy esperando a alguien.

El hombre lo miró de pies a cabeza, con una mirada hambrienta,

causándoles escalofríos, y no de los buenos. Oliver tragó el nudo en su

garganta. Y ahora, ¿Qué demonios iba a hacer para deshacerse de ese

hombre?

—Eso es una mentira, cariño. Te he visto sentado aquí desde hace

media hora.

Oliver se tensó con ese comentario. ¡Oh mierda! ¿Este tipo era algún

loco que había estado observándolo desde que llegó al parque? Eso era

aterrador.

—¿Media hora? ¡Entonces me dejó plantado! —dijo con un voz llena

de indignación, digna de un Oscar. Se puso en pie, pero el agarre de acero

en su brazo lo detuvo.

—¿No quieres ir a mi apartamento a tomar algo, cariño?

¿Quién demonios se había creído este tipo? Trató de soltarse del

agarre pero fue imposible. ¡Mierda! ¡Mierda! Esto ya estaba saliéndose de

control.

—Mira…

Se vio interrumpido al ver al hombre gruñendo unas cuantas

maldiciones mientras lo soltaba y se alejaba rápidamente. ¡Oh joder! Era tan

divertido. Un perro lo había salvado. Un lindo perro caniche de chaquetita

rosa se había acercado furtivamente a ellos, y había levantado su linda patita,

orinándose sobre la pierna del hombre.

Soltó unas cuantas carcajadas por lo divertido y extraño de la

situación, y no era el único que reía. La viejecita dueña del perrito también

reía junto con varias personas que habían estado observándolos. Paseó su

mirada alrededor, y se topó con unos ojos azul cielo que brillaban con

diversión, el chico no reía como los demás, pero la sonrisa llena de travesura

lo hacía lucir tan hermoso.

—Bien hecho, princesa. Eres una buena damita —murmuró la

anciana acariciando a su perra, haciéndolo salir del trance en que estaba y

girar a mirarla.

Oliver le sonrió a la viejecita, y volvió a girar su mirada hacia el

hombre de ojos azul cielo, pero ya no estaba.

Agradeció a la mujer por la ayuda de su perrita, y decidió que

encontraría la paz y tranquilidad otro día. Regresó a casa con una sonrisa en

su rostro.

Darien sabía que no debió hacer eso, lo sabía. Pero eso no evitó la

risa que escapó de sus labios.

Sus órdenes habían sido muy claras. No usar magia si no era

absolutamente necesario. Pero esto podría clasificarse como absolutamente

necesario. El fortachón había estado acosando y molestando al papá de

Kyle, así que había bastado con tan sólo un chasquido de sus dedos para

enviar al pequeño perrito a espantar al hombre. Y vaya que lo había logrado,

pensó, riendo. Hace mucho tiempo que no se había divertido así, y quizás

ésta misión era lo que necesitaba para volver a hacerlo.

Observó a escondidas a Oliver, el papá de Kyle, mientras se alejaba.

Aún podía recordar las carcajadas que Oliver había soltado, el brillo en sus

ojos castaños había sido mágico. La tristeza había desparecido por unos

minutos, y observarlo reír había sido fascinante.

Sacudió la cabeza, y regresó a su nuevo hogar. Era increíble lo que

un toque de magia podía conseguir, miró la casa y sonrió. Con un poco de

persuasión y un chasquido de sus dedos, había logrado conseguir alquilar la

casa al lado de la de Oliver. Quería estar cerca a ellos para poder cumplir

mejor con su misión. Pero primero tenía que averiguar que tipo de hombre

sería el indicado para Oliver.

Entró a su nueva casa, y miró alrededor. El mundo de los humanos

era algo extraño, pero tenía que acostumbrarse. Sólo tenía que estar aquí

hasta navidad, y luego volvería a su rutina. Suspiró cansado al llegar a la

cocina, llevaba un día en este mundo, y a pesar de que tenía que ocultar lo

que era, se sentía mejor aquí que en el polo norte.

Aún no entendía porqué Santa lo había elegido a él para esto. Ni

siquiera sabía que era lo que los hombres buscaban en otros. ¿Cómo iba a

saber quién era el adecuado para Oliver?

Se preparó una taza de chocolate caliente, y admiró la vista a través

de la ventana. El clima estaba cambiando y pronto empezaría a nevar. Bebió

un tragó y gimió. Amaba el chocolate, siempre lo llenaba de paz cuando

estaba agitado.

El rostro de Oliver se había empeñado en no abandonar su mente, y

eso lo desconcertaba. No debía pensar más en ese hombre que lo que su

misión mandaba. Pero aun así, la sonrisa titilando en esos ojos castaños era

inolvidable.

Ya habían pasado dos días, y Darien aún no había avanzado mucho

en la misión. Echó una mirada hacia su izquierda, mirando cómo Oliver

conversaba animadamente con un hombre mientras hacía sus compras.

Tenía que averiguar quién era ese tipo antes de permitir que Oliver lo

tomara en serio. Pero observándolo bien, el tipo no parecía confiable.

Tomó una camisa de seda azul, mientras seguía observando

furtivamente. Había sido toda una odisea seguir a Oliver y Kyle a través de la

muchedumbre en el Centro Comercial, pero lo había logrado. Miró la

camisa, y notó que le gustaba, y quizás mientras los seguía, él también podía

hacer compras.

Volvió su mirada hacia Oliver, y lo vio reír con diversión. Un extraño

malestar llenó su pecho. ¿Por qué demonios estaba riendo? El tipo no se

veía muy divertido, y aun así, Oliver estaba riendo. Eso lo fastidiaba, y no

entendía por qué.

—¿Te gusta mi papá? —preguntó una voz a su lado.

Darien se sobresaltó, dejando caer la camisa al suelo. Miró hacia su

costado y se topó con unos ojos castaños llenos de calidez y curiosidad. Kyle.

—¿Qué? —preguntó mientras recogía la camisa.

Kyle se cruzó de brazos, y giró su cabeza a un lado, como si lo

estuviera evaluando. Lo vio asentir y sonreírle. —Pregunté si te gusta mi

papá.

—Yo… —murmuró mirando otra vez hacia Oliver y ese hombre.

—Es Stephen, trabaja con papá y no es su novio.

Darien giró su mirada otra vez al niño de ocho años. —¿Por qué me

lo dices?

—Porque sé que te gusta mi papá—murmuró convencido—. Lo has

estado observando desde que entramos a la tienda.

¡Oh santos renos! Estaba en problemas. No había sido muy hábil

siguiendo a Oliver.

—Bueno, aun así. No creo que debas decirle eso a un extraño.

Kyle asintió. —Lo sé —giró su mirada a su padre, y luego la volvió

hacia Darien—. Soy Kyle —dijo mientras levantaba su mano.

Darien sonrío y tomó la mano de Kyle en saludo. —Soy Darien. Me

da gusto conocerte.

La sonrisa de Kyle brilló, y Darien se sorprendió lo parecidos que

eran padre e hijo. Ambos tenían la misma radiante sonrisa, aunque Oliver

no la mostraba muy a menudo.

—Aún no me has respondido la pregunta.

—¿Qué pregunta?

—¿Te gusta mi papá?

Darien sintió a su rostro ruborizarse, y no entendía por qué. Sólo

debía responder la pregunta. —Sí —murmuró en voz baja antes de que se

diera cuenta de lo que había dicho.

La sonrisa de Kyle se ensanchó más, y sus ojos brillaran contentos.

—¿Kyle?

Ambos giraron a ver a Oliver acercándose a ellos, el tipo con quien

hablaba ya no estaba por ningún lado. Darien miró esos hermosos ojos

castaños, y su corazón se detuvo por unos segundos. No pudo moverse ni

respirar. Sólo se quedó quieto allí, contemplando la belleza de Oliver que no

había notado antes.

—Hola papá, éste es mi amigo Darien —dijo Kyle, tomando su mano.

Darien salió de su estupor y miró al niño. ¿Sería su magia la que

hacía que el niño confiara en él? Volvió a mirar a Oliver, y paseó su mirada

de arriba abajo, admirando al papá de Kyle. Oliver lucía un brillo saludable

en su piel, la palidez que vio hace unos días se estaba atenuando poco a

poco. Lucía menos triste, como si estuviera dejando el pasado atrás.

Volvió a mirarlo de pies a cabeza, guardando cada detalle en su

memoria. Sentía la boca seca cuando su mirada quedó trabada en esos labios

llenos. ¿Qué era esto que estaba sintiendo?¿ Y por qué no se había dado

cuenta antes de lo atractivo que era Oliver?

Se lamió los labios sin estar consciente de ello, y sin darse cuenta de

la mirada hambrienta que Oliver le daba a su boca.

Oliver sonrió al ver otra vez esos ojos azules color cielo. Era el chico

del parque. Había creído que sus recuerdos sobre el chico eran exagerados,

pero al verlo allí de pie junto a su hijo, se dio cuenta que sus recuerdos no le

hacían justicia al chico frente a él. Era el hombre más sexy y caliente que

haya visto alguna vez. Ojos azul cielo cubiertos por largas y rizadas pestañas,

piel blanca, labios rojos y sensuales, cabello oscuro, y con un cuerpo en muy

buena forma. Se tragó el gemido que quiso escapar de sus labios.

—Hola papá, este es mi amigo Darien.

Salió de la ensoñación en que estaba al escuchar la voz de su hijo, y

se acercó a ellos.

—Hola —murmuró, deteniéndose junto a su hijo— Soy Oliver

Johnson.

—Hola Oliver, soy Darien Delfos. Es un placer conocerte —susurró

Darien en voz ronca mientras tomaba su mano en saludo.

La corriente de electricidad cuando sus pieles entraron en contacto

los sobresaltó a los dos, haciendo que se soltaran rápidamente. Darien le dio

una sexy sonrisa provocando que su corazón latiera rápidamente y sin

control. ¿Qué demonios le sucedía? Jamás nadie le había provocado una

reacción así, ni siquiera Sean. La tristeza que siempre sentía cuando pensaba

en Sean volvió a él con fuerza, borrando la sonrisa que tenía en su rostro.

No se sentía bien pensar en otro hombre cuando aún sufría por Sean. Sentía

que le estaba engañando.

Paseó la mirada por Darien y su hijo, y observó sorprendido que

Kyle lo sostenía de su mano. Nunca antes su hijo había confiado fácilmente

en alguna persona extraña. Pero ahí estaba, sonriéndole junto a Darien

como si fueran grandes amigos desde hace mucho tiempo. Fijo su mirada en

Darien, y a pesar del recuerdo de Sean, su traicionero corazón aún no había

disminuido su loco latir, y se volvió un latir desenfrenado cuando su vista

quedó atrapada en esa húmeda lengua que bañaba los provocativos labios de

Darien.

Se sintió endurecer, y gimió sin que pudiera contenerlo. Las pupilas

dilatadas en esos ojos azul cielo volvieron a atrapar su mirada, y se quedó sin

respiración. Algo extraño estaba sucediéndole, y lo asustaba. Parecía que la

tensión sexual crujía en el ambiente, poniéndole la piel de gallina y

causándole deliciosos escalofríos de placer.

—Papá, ¿puede Darien acompañarnos en las compras? —Oliver

volvió a sobresaltarse, había olvidado que su hijo estaba presente.

—Kyle, Darien debe estar ocupado. Quizás otro día pueda

acompañarnos —logró decir a pesar del nudo de frustración alojado en su

garganta.

Kyle frunció el ceño y giró su mirada hacia Darien. —¿Estás

ocupado? Quisiera que nos acompañaras a mi papá y a mí en las compras.

Será divertido, y luego podemos ir por chocolate caliente y malvaviscos —

terminó de decir con una sonrisa luminosa.

Oliver ya sabía la respuesta. Nadie podía resistir esa sonrisa, y su hijo

lo sabía.

—Bueno… —murmuró Darien mirándolo. Oliver suspiró, y asintió.

Logrando una sonrisa de Darien—, está bien. Déjenme pagar por esta camisa

y podemos continuar con las compras.

—¡Sí! —gritó Kyle, saltando hacia Darien y consiguiendo un abrazo.

Oliver tuvo un pequeño arranque de celos. No estaba bien sentir celos de su

hijo, pero no pudo evitarlo.

Terminaron siendo arrastrados por Kyle, quien iba entre ellos

tomándolos de la mano y llevándolos de tienda en tienda. Oliver quedó

fascinado con la paciencia de Darien. A pesar del parloteo de Kyle, Darien

lo escuchaba y bromeaba con el pequeño como si lo conociera de toda la

vida. Ver a su hijo interactuar con Darien, hacía que su corazón se apretara

en su pecho por tantas emociones pululando en su interior.

El tiempo que pasaron en el Centro Comercial se sintió como una

tarde en familia, y a pesar del recuerdo de Sean siempre volviendo a él en

los momentos menos esperados, Oliver pasó un tarde increíble junto a su

hijo y Darien.

Sin darse cuenta, su corazón estaba empezando a sanar.

Darien sonreía, jamás se había sentido tan feliz. Ni siquiera trabajar

para Santa en la fábrica de juguetes lo había hecho sentir de este modo.

Pasar el tiempo con Oliver y Kyle, era una experiencia única. Pero sabía que

su tiempo en el mundo humano era limitado, pronto tendría que regresar al

polo norte, a su vida vacía y solitaria.

Ese último pensamiento borró la sonrisa de su rostro.

Una semana había pasado desde su tarde en el Centro Comercial.

Aún podía recordar el rostro sorprendido de Oliver y la sonrisa de felicidad

de Kyle cuando ambos habían descubierto que Darien era su nuevo vecino.

Desde entonces, Darien pasaba la mayor parte del tiempo en casa de Oliver.

Sabía que no debía apegarse a ellos, pero era una tarea imposible de

cumplir, así como lo era su misión. Le era doloroso buscar a un novio para

Oliver. Simplemente no lo podía hacer. Y menos ahora que estos

sentimientos llenando su corazón estaban empezando a crecer en su interior.

Se miró en el espejo y lanzó un hechizo a sus orejas puntiagudas. No

quería que notaran que no era humano. Y ese era el principal problema. Él

no era humano, y nunca podría tener la vida que quería junto a Oliver, era

por eso que no había vuelto a estar cerca de Oliver a solas. Su sola presencia

causaba estragos a su control, y tener a Kyle junto a él era lo único que

evitaba que saltara sobre el hombre de ojos castaños.

Hacía sólo un par de días que había descubierto que le gustaba

Oliver. Algunas partes de su cuerpo se ponían en tensión cuando estaba

cerca de él. Nunca antes se había sentido atraído por nadie, pero Oliver

despertaba en él, deseos, anhelos, y una fiebre incontrolable. Pero no sólo

eso, sino también… amor.

Y eso último lo asustaba.

El timbre de la puerta lo sacó de sus pensamientos. Sabía sin siquiera

usar su magia de que se trataba de Oliver y Kyle. Hoy era la representación

navideña en la escuela de Kyle donde el pequeño participaría como un elfo

de Santa. Tenía cierta ironía que Kyle tuviera que disfrazarse de un elfo

cuando conocía a uno muy de cerca.

Al abrir la puerta se encontró con un sexy y caliente Oliver

sosteniendo la pequeña mano de Kyle.

—¡Darien! —gritó Kyle mientras se soltaba de su padre y saltaba a sus

brazos. Darien siempre tenía que estar alerta a estas muestras de cariño, y a

pesar de eso el chico lo sorprendía muchas veces con ellas.

—Hola, mi pequeño elfo. ¿Listo para ayudar a Santa? —preguntó

sonriendo, y fijando su mirada en los ojos castaños de Oliver.

Se maravillaba que en estos últimos días la sonrisa de Oliver se

mostrara más frecuente. Ya que le encantaba observar esos llenos labios

mientras sonreía.

—¡Sí! Papá lleva mi traje en su bolso.

—Bien —dijo mientras bajaba a Kyle—, creo que es hora de irnos. No

podemos dejar esperando a Santa y a los demás elfos—volvió a levantar la

mirada, viendo brillar tantas emociones en los ojos de Oliver—. Hola.

—Hola.

Darien sonrió, y tomó la mano de Kyle. Los tres se encaminaron

hacia el auto de Oliver.

No sabía que iba a hacer con su misión. Sólo tenía nueve días para

conseguirle un novio a Oliver. Y a pesar del dolor que sentiría, sabía que

tendría que concluir su misión.

Oliver sonrió feliz al ver la última página de su libro, por fin lo había

terminado, y ahora tenía que mandarle una copia a Stephen para que lo

revisara y le diera el visto bueno.

Al fin tendría el tiempo suficiente para pasarlo con Kyle ahora que el

pequeño estaba de vacaciones de invierno y él había terminado su libro. Aún

podía recordar lo fantástico que estuvo su hijo en la representación navideña

de la noche anterior. Había sido lindo verlo vestido de elfo.

El brillo de unos ojos azul cielo llenó su mente de improviso.

Suspiró. Darien era el hombre más fascinante que había conocido. Aunque

había veces en que lo desconcertaba, como hacía un par de días en el

zoológico. Todos los animales a los cuales visitaron se habían acercado para

que Darien les diera una pequeña caricia, hasta los más peligrosos lo habían

hecho. Y cuando Darién sonreía mirándolos, Oliver estaba casi seguro que

había visto destellos de colores rodeándolo.

Extraño era poco para describir todo lo relacionado con Darien,

pero aun así, Oliver estaba encantado con el hombre.

Ya era casi normal que su corazón palpitara desbocado en su pecho

cada vez que veía a Darien, y la tensión sexual entre ellos seguía creciendo a

pasos agigantados. Aún no entendía porque Darien no había iniciado algún

contacto entre ellos. Podía ver claramente en sus ojos azul cielo que Darien

lo quería, pero no entendía aún porqué se refrenaba.

Era aun peor ahora con los sueños. Podía recordar cada sueño con

detalle, y hasta podía decir cómo se sentía la piel de Darien y a qué sabían

sus besos. Era una locura, pero se estaba obsesionando con el hombre.

Los recuerdos de Sean ya no eran dolorosos como antes, no desde

que había ido al cementerio a decirle adiós la tarde anterior. Siempre lo

tendría en su corazón, pero necesitaba superarlo y seguir adelante. Y los

sentimientos que habían empezado a crecer en su corazón por Darien, eran

fuertes y lo hacían feliz. Y quería ser feliz, y con Darien sentía que podía ser

el hombre más feliz del mundo.

Sonrió al sentir a su corazón latir agitado cada vez que recordaba a

Darien.

Guardó el archivo de su libro, y salió de su estudio. Las risas

proviniendo de la sala de estar lo llevaron hasta allí. La escena frente él lo

hizo sonreír, Darien y Kyle estaban jugando con espadas de juguete como si

estuviera en alguna batalla medieval, y se veían tan lindos mientras reían.

—¡Papá! —gritó Kyle mientras corría hacia él—¿Quieres jugar con

nosotros?

Oliver le dio una mirada a Darien, y tembló al ver la mirada azul

cargada de deseo. ¡Dios! Ese hombre iba a matarlo de una combustión

espontánea. Su cuerpo ardía cada vez que veía esa mirada. Giró a ver a su

hijo, y le sonrío. —Sólo hay dos espadas.

Kyle lo miró arrugando el entrecejo.

—Te daré la mía —murmuró Darien—, así este caballero puede

descansar un poco.

—¡Bien! —Kyle corrió al centro de la sala de estar, y lo esperó con la

espada en alto—. ¡En guardia Sir Oliver!

Darien sonrío, y le entregó la espada a Oliver, sus dedos se tocaron

unos segundos, y ambos tomaron una respiración profunda por el extraño

cosquilleo que provocó el contacto. Oliver miró esos labios que lo tentaban,

y acercó su boca. Podía sentir el calor viniendo del cuerpo de Darien, y eso

lo excitaba incluso más. Sus labios estaban tan cerca, que Oliver podía sentir

el caliente aliento de Darien rozando su boca. Levantó la mirada de esos

labios, y se encontró con los ojos azul cielo más brillantes que había visto en

su vida.

La espada cayó al suelo sin que ellos le tomaran importancia, y sus

bocas se encontraron en un caliente y devorador beso. Calor y deseo se

mezclaban en cada movimiento de sus labios. Oliver gimió, y se apretó al

cuerpo de Darien, deslizando sus dedos por su cabello, y devorando su boca

como un hombre sediento en un desierto.

Mmmm. Había olvidado lo maravilloso que era besar, y la boca de

Darien se sentía muy bien junto a la suya. Las manos de Darien recorrían su

espalda, y lo atraían más hacia su cuerpo. ¡Demonios! La boca de Darien era

tan dulce, y su lengua se hundió profundamente, arrancándole varios

gemidos de placer.

Darien lo devoraba sin control, con su lengua empujándose en su

boca, explorando y saboreando su interior sin vacilaciones, mordisqueando

sus labios eróticamente provocándole estremecimientos de placer. El beso

era dulce, apasionado y hambriento, las emociones que ambos habían

estado conteniendo fueron expresadas en cada movimiento de sus bocas. Se

besaron una y otra vez, olvidando el paso del tiempo, sólo estaban ellos,

descubriendo lo maravilloso que era estar juntos.

Cuando se hizo necesario llevar aire a sus pulmones, ambos se

separaron jadeando e intentando respirar normalmente.

Oliver miró a Darien, y su eje que se había puesto duro con el beso,

latió dolorosamente al ver el cabello desordenado, los labios hinchados y los

ojos enfebrecidos de Darien mientras éste respiraba profundamente.

Hermoso, así se veía Darien, simplemente hermoso.

Levantó su mano y acarició la mejilla de Darien muy suavemente,

podía ver en sus ojos la miríada de emociones pululando en su interior.

—¿Son novios? —la alegre voz de Kyle los sobresaltó. Darien lo miró

asustado y se alejó de su contacto.

Oliver se sentía avergonzado. Había besado a Darien frente a su hijo,

y no había sido un beso casto. Se ruborizó, y miró al pequeño que los

observaba con una sonrisa en su rostro.

—Yo… —la voz de Darien hizo girar su mirada hacia él—, debo irme.

Tengo cosas de suma importancia que atender —murmuró con voz plana y

sin emociones.

Oliver observó a Darien alejarse y caminar hacia la puerta—. Nos

vemos luego —escuchó decir a Darien en un murmullo bajo antes de salir y

cerrar la puerta.

—¿No son novios? —preguntó Kyle mientras se acercaba a Oliver, sus

ojos brillaban confundidos.

Oliver acercó a su hijo a su lado, y acarició su cabello. —No lo sé.

Y eso era lo que más lo asustaba, no saber que había entre ellos.

Había pensado por unos instantes que Darien al fin aceptaría lo que pasaba

entre ellos, pero al parecer había estado equivocado.

Suspiró con pesar mientras miraba la puerta cerrada. Sus labios aún

latían por el increíble beso que Darién y él habían compartido. Se lamió sus

hinchados labios, saboreando a Darien. Si Darien creía que por salir

huyendo Oliver se daría por vencido, estaba muy equivocado.

Estaba enamorado de Darien, había batallado contra eso, pero había

sido inevitable, y ahora iba a luchar por el terco chico de ojos azul cielo.

Darien caminó como un sonámbulo hacia el parque, y se sentó en el

banco donde había visto por primera vez a Oliver. En los últimos días ese

lugar se había cubierto con más nieve, haciéndolo sentir como en casa cada

vez que iba allí. Pero ahora, a pesar del ambiente tranquilo a su alrededor,

no sabía cómo sentirse.

Sus labios aún hormigueaban hinchados, y todavía podía saborear a

Oliver en su boca. ¡Santos Renos! Había sido el beso más fantástico de su

vida. Su corazón latía al ritmo de los villancicos de navidad, y sentía la magia

en su interior crujir por ser liberada. Besar a Oliver lo había hecho el elfo

más feliz del mundo.

Cerró los ojos, y recordó cada segundo que duró ese beso, cada

movimiento de sus bocas, cada gemido amortiguado entre sus labios.

El beso había confirmado lo que tanto había temido. Amaba a

Oliver, y eso no estaba entre los planes de su misión. Metió la mano en su

chaqueta, y sacó la pequeña esfera de cristal con luces de colores brillando

en su interior. Ewan se la había dado para comunicarse, y hasta ahora no

había sido capaz de hacerlo. Temía que cuando el elfo lo mirara iba a

descubrir que Darien se había enamorado del hombre de su misión.

Acarició la pequeña esfera, ésta también servía para volver a casa, pero no

pensaba usarla aún. La volvió a guardar en su chaqueta hasta que el tiempo

se acabara, y llegara navidad. Sabía que tendría que usarla para avisar de su

fracaso en la misión, pero aún no era la hora.

Quería disfrutar del amor que sentía por Oliver. Quería seguir

bebiendo de sus labios, y disfrutar de los besos más dulces que había

probado en su vida, quería experimentar la alegría que sentía al tener una

familia, quería vivir como un humano unos días más, y quería quedarse con

Oliver estos ocho días que aún le quedaban en el mundo humano.

Suspiró, y se puso en pie. Debía volver con Oliver. No se había

comportado muy bien ante la pregunta de Kyle, y debía decirle a Oliver lo

que sentía.

Que lo amaba.

Caminó rápidamente a casa de Oliver. Se detuvo frente a la puerta, y

respiró profundamente. Sólo necesitaba decir lo que sentía, pero los nervios

estaban minando su resolución. Tocó el timbre y esperó.

Fueron los dos minutos más largos de su vida. Cuando la puerta se

abrió, y miró dentro de los ojos castaños del hombre que lo había cautivado,

las palabras no pudieron salir de su boca. Sólo pudo gruñir antes de tomar la

boca de Oliver en un beso. Mmmm. Nunca se cansaría de besar su boca.

Sus manos se aferraron al cuerpo de Oliver, atrayéndolo más fuerte junto a

él.

Oliver gimió, levantó las manos y las deslizó por su cabello. Sus

bocas lamían y chupaban intentando aprender cada detalle. Muy lentamente

fueron separándose, dándose pequeños besos antes de alejarse del todo.

—¿Darien?

Darien miró maravillado la alegría brillando en los ojos castaños, y

sonrió al saber que era él quien la había puesto allí. Acarició la mejilla de

Oliver, amando la textura de su piel.

—Oliver, mi dulce Oliver, me haces sentir cosas que nunca antes

había sentido…—delineó sus hinchados y rojos labios con su pulgar—, no

quiero alejarme de ti, ni de Kyle. Ustedes son la familia que siempre había

querido —tomó una de las manos de Oliver, la puso sobre su pecho—. Mi

pecho duele cuando no estás cerca, y siento que me falta el aliento si no

estás junto a mí. Yo... —apoyó su frente contra la de Oliver, y cerró los ojos—

…te amo.

La magia vibrando en lo más profundo de su ser emergió de su

pecho y los rodeó. Pequeñas chispas de colores brillaban a su alrededor. Su

piel blanca lució más suave y tersa, sus ojos azul cielo cambiaron de color

pareciendo casi blancos, y sus orejas puntiagudas podían verse entre las

hebras negras de sus cabellos. El hechizo que lo hacía verse como un

humano, se había roto.

El jadeo sorprendido de Oliver lo sacó rápidamente del estado de

felicidad en que estaba. Pero fue verlo retroceder aterrado lo que le destrozó

el corazón. Sabía que se veía diferente, pero seguía siendo el chico que

Oliver conoció en el parque, el chico que jugaba con su hijo, el chico que

había besado. Pero parecía ser que Oliver había olvidado eso, y ahora lo

observaba como si fuera un demonio listo para atacarlo.

Darien bajó la cabeza, sintiendo su alma rota en mil pedazos. Nunca

hubiera imaginado que verse diferente, alejaría al hombre que amaba. No

era humano, y debió recordar eso antes de confesar sus sentimientos. Debió

recordar que los humanos siempre temían a lo que desconocían. Debió

recordar que fingir ser un humano en estas semanas, no lo hacía uno de

ellos.

Había cometido un error, y lo estaba pagando muy caro con el

horrible dolor que sentía por el rechazo de Oliver.

Había sabido que tendría que volver a casa uno de estos días, pero

jamás pensó que lo haría de esta forma. Jamás creyó que éste sería el día en

que renegaría de ser un elfo.

Un dolor profundo presionaba su corazón, y una solitaria lágrima

recorrió su mejilla antes de dar un paso atrás. Sacó la esfera mágica que tenía

en el bolsillo de su chaqueta y la apretó junto a su pecho.

Le dio una última mirada a Oliver, que seguía viéndolo como si de

un monstruo se tratara. —Yo… —el nudo en su garganta le impidió decir otra

vez esas dos palabras que había guardado en su pecho estos días y que había

roto el hechizo, sólo le dio una triste sonrisa.

—Adiós —logró pronunciar, agitó la esfera, y murmuró suavemente

dos palabras antes de desaparecer.

“A casa”

Oliver salió del estupor en que estaba en el momento en que oyó a

Darien murmurar esas dos palabras. Sacudió la cabeza, saliendo de su

aturdimiento, y corrió al lugar donde Darien había estado de pie, pero no

había nada. Había desaparecido.

Miró alrededor, sintiendo un vacío en su corazón. ¡Oh demonios!

¿Qué había hecho?. Oliver pasó las manos por su cara y sintió la humedad

en su rostro. Estaba llorando. Darien se había ido, y él estaba llorando sin

siquiera darse cuenta.

Todavía podía ver el dolor desgarrador en los ojos de Darien. Había

sido un idiota. El hombre de sus sueños se había confesado con infinita

ternura, diciéndole las palabras que nunca creyó escuchar. Pero al verlo

cambiar frente a sus ojos, Oliver se había apartado como un idiota. Sabía

que Darien jamás le haría daño, pero aún así, había actuado como un tonto

al alejarse y mirarlo aterrado.

¿Dónde había ido Darien?

Las palabras volvieron a su mente. “A casa”. Así que corrió a la casa

de a lado, esperando encontrarlo allí.

—¡Darien! ¡Darien! —gritó mientras corría, tocó la puerta principal y

la encontró abierta. Su corazón latía agitado mientras buscaba en cada

habitación. La casa estaba vacía. No había nada ni nadie en la casa, como si

nunca hubiera habido alguien viviendo allí en las últimas semanas. Cayó de

rodillas en el piso de la sala de estar, su corazón dolía, y gruesas lágrimas

bañaron sus mejillas. Había cometido el peor error de su vida al alejarse de

Darien.

Sollozos ahogados salían de su pecho. No podía perderlo, a él no. Se

abrazó a si mismo y dejó que el dolor que sentía en el corazón brotara de su

pecho con cada sollozo.

Darien se había ido, había vuelto a su hogar. Y todo era su culpa.

—¿Papá? —la voz de Kyle logró sacarlo de la bruma de dolor en que

estaba—. ¿Dónde está Darien?

Oliver cerró los ojos, y se limpió las lágrimas que seguían bañando

sus mejillas. —Se fue.

—¿Qué? —murmuró mientras se arrodillaba frente a su padre—. ¿Por

qué?

—Yo vi algo que me sorprendió, y me asusté de él. Lo lastimé, y se

fue.

Kyle limpió el rostro de su papá. —¿Viste sus orejas?

Oliver levantó la mirada rápidamente, sosteniendo las manos de su

hijo. —Lo sabes… pero cómo.

Kyle sonrío, y se sentó de piernas cruzadas frente a él. —El día del

zoológico, ¿recuerdas que vimos una película después de la cena? —Oliver

asintió—. Bueno, todos nos quedamos dormidos en el sofá, pero yo me

desperté para ir al baño. Así que los vi, ustedes estaban abrazados, pero yo

ya sabía que se gustaban —Oliver sonrió, y le hizo un gesto para que

continuara—. Ahí fue cuando vi sus orejas. Eran puntiagudas, y su piel blanca

como la nieve y parecía brillar. Entonces recordé mi carta, y supe que era un

elfo. Santa lo envió porque yo se lo pedí —dijo el niño con una sonrisa

satisfecha en su rostro.

Oliver trató de asimilar todo lo que Kyle había dicho. Su hijo lo

había sabido, y se había comportado mejor de lo que Oliver lo había hecho.

Un elfo.

Era sorprendente.

—¿Darien es un elfo de Santa? —preguntó asombrado.

Kyle frunció el entrecejo y asintió. —Sí, creí que él te lo había dicho.

¿Papá? —murmuró mientras miraba alrededor—. ¿Dónde está Darien?

—No lo sé… —susurró, recordando que lo había perdido. Darien le

había confesado su amor, revelando su verdadero ser, y Oliver lo había

lastimado al retroceder asustado. No sabía qué iba a hacer para pedirle

perdón.

Kyle se puso en pie y lo miró decidido. —Podemos escribirle otra

carta a Santa Claus para pedirle que Darien regrese.

Oliver suspiró con tristeza, miró alrededor y sintió las lágrimas

acumularse en sus ojos. La casa tenía toda la decoración navideña, el

hermoso árbol de pino con las luces de colores, las esferas, y la estrella

dorada en la punta, las maravillosas guirnaldas sobre la chimenea y en las

escaleras, y el infaltable muérdago colgando junto a la puerta. Todo se veía

listo para recibir la navidad, pero faltaba lo más primordial en estas fechas, el

calor navideño.

La tristeza en el ambiente era abrumadora. Oliver y Kyle habían

estado emocionados cuando enviaron la carta hace una semana, pero la

esperanza había languidecido con el pasar de los días. Aún no habían

obtenido una respuesta. Y quizás esa era la respuesta, quizás Darien no iba a

volver jamás.

Se limpió las lágrimas que habían logrado escapar de sus ojos. No

podía creer que había perdido al hombre de su vida todo por un simple y

estúpido error.

Se sentía exhausto, y más miserable que nunca. Estos últimos días

habían sido un infierno. Había echado de menos a Darien. Su risa, el brillo

de sus ojos, la sonrisa traviesa, su corazón gentil. Jamás había creído cuán

profundamente podía meterse una persona en su alma y corazón hasta

ahora, pero Darien lo había hecho, y estar sin él era una absoluta agonía.

Miró el reloj sobre la chimenea, faltaban dos horas para navidad e

iba a ser la segunda peor navidad de su vida. La primera fue el año anterior

cuando perdió a Sean, pero ésta era aun más dolorosa. Porque el amor que

sentía por Darien era más grande y profundo.

Se sentó sobre el sofá, y observó el fuego bailando en la chimenea.

Se sentía vacío y sin fuerzas, cerró los ojos y poco a poco se fue quedando

dormido.

Observó al hombre durmiendo en el sofá, y sacudió la cabeza. Tal

vez no debió esperar hasta navidad para entregar este regalo especial. El

hombre reposando frente a la chimenea lucía agotado y miserable. Pero

cuando despertara, todo estaría mejor.

Dejó los regalos bajó el árbol, y el presente especial junto al hombre

dormido. Le hubiera gustado estar allí cuando el hombre despertara y viera

su obsequio.

Muy suavemente dejó una carta sobre la mesita de café, y se alejó

otra vez a la chimenea. Las galletas prometidas estaban allí esperándolo, se

comió dos, y cerró los ojos mientras las saboreaba lentamente. Sí, en

definitiva, éstas eran unas de sus favoritas.

Chasqueó los dedos y el fuego se apagó por un instante. Dio una

última mirada alrededor y sonrió. Esperaba que Kyle estuviera feliz con sus

obsequios. Salió rápidamente por la chimenea, y subió a su trineo cargando

su bolsa roja.

Tenía aún muchos regalos más que entregar.

Oliver se sobresaltó con el extraño ruido viniendo del techo, y

despertó rápidamente. Quedó paralizado unos segundos al notar un cuerpo

caliente acostado a su lado. ¿Qué demonios?. Se giró y sintió a su corazón

volver a latir otra vez de alegría. Lágrimas de felicidad corrían por sus

mejillas. Levantó la mano, y trató de asegurarse de que no era un espejismo.

La suave piel rozando sus dedos, le arrancó un ronco sollozo.

—¿Darien? —murmuró entre lágrimas.

Observó atentamente a esos ojos azul cielo que lo miraban con una

sonrisa bailando en ellos.

—Hola —respondió Darien mientras sonreía.

Oliver lloró y se abrazó a Darien como si su vida dependiera de ello,

y lo hacía, al fin tenía al hombre que amaba otra vez en sus brazos. Sollozos

incontenibles llenaron el silencio en la sala de estar.

—Lo… siento… lo siento… —pudo decir entre sollozos—…te amo… te

amo mucho,… y… no… vuelvas… a dejarme… por favor —sus brazos se

aferraron fuertemente alrededor de Darien, tratando de conseguir que ese

maravilloso calor irradiando de su cuerpo, alejara el frío que se había

instalado en su alma desde que Darien desapareció. Fuertes brazos lo

apretaron y pequeños besos cayeron sobre su cabello, y Oliver pudo sentir

que todo estaría bien. Que podía ser feliz con su familia al fin reunida.

Darien y Kyle eran su familia y por fin estaban juntos.

—Shh… ya estoy aquí Oli… ya estoy aquí, junto a ti, y no pienso

alejarme nunca más —Oliver suspiró feliz con esa afirmación, y poco a poco

sus sollozos se fueron calmando— Leí tu carta, pero quiero escuchar de tu

boca lo que sientes por mí.

—Te amo —susurró junto a la piel del cuello de Darien, respirando

ese aroma maravilloso que siempre le recordaría a la navidad.

Cerró los ojos y suspiró cuando una cálida mano acarició su mejilla y

levantó su barbilla. El calor y el amor brillando en la mirada azul de Darien

aceleraron el palpitar de su corazón cuando abrió los ojos.

—Te amo —dijo Darien mientras bajaba su rostro.

El beso fue dulce y tierno, labios tomando cálidamente el sabor del

otro, acariciando y reconociendo la dulzura en cada beso. Oliver suspiró, y

dejó que Darien bebiera de su boca muy suavemente. Se separaron después

de varios minutos, con sonrisas brillando en sus rostros.

—¿Cuándo volviste?

Darien acarició su mejilla y sonrió. —Hace unos minutos. Mi exjefe

me ayudó a venir.

Oliver se sentó rápidamente, y lo miró con sorpresa.

—¿Santa estuvo aquí? —preguntó con un chillido—, espera un

momento… dijiste tu exjefe —murmuró, dándose cuenta del significado de

las palabras de Darien, lo miró atentamente, y descubrió que ya no tenía

orejas puntiagudas—. Tus orejas…

Darien se sentó junto a él y tomó una de sus manos. —Ya no soy un

elfo —murmuró mientras ponía la mano de Oliver sobre su oreja.

Oliver tocó maravillado la curva normal de la oreja de Darien,

conteniendo la respiración. —¿Eso qué significa? —miró atentamente esos

ojos azul cielo, esperando ansiosamente la respuesta.

—Soy un humano —susurró mientras acercaba su boca—, con todo lo

que con lleva serlo. Tengo hasta mi ID que confirma que soy un ciudadano

de este pequeño pueblo —murmuró con una sonrisa bailando en sus ojos—.

Y volví porque te amo,… te amo más que nada en el mundo.

¡Oh Dios!

Oliver sentía que pronto tendría un ataque al corazón con tantas

emociones embargándolo en ese momento. Darien era humano. ¡Un

humano! Y eso significaba que podían pasar su vida juntos, envejecer juntos

y mirar a Kyle crecer y tener su propia familia.

Se abalanzó sobre Darien, tomando su boca en un beso cargado de

emociones. Sus bocas se movían frenéticas y hambrientas, y el calor

recorriendo sus cuerpos era incontrolable.

Cada segundo que pasaba, Oliver deseaba mucho más a Darien. Lo

quería. Quería tocar su piel, lamer cada curva de su cuerpo, y sentirlo

moviéndose muy profundo en su interior.

—Ven… —murmuró, mordisqueando sensualmente el labio inferior

de Darien, y tomando su mano mientras se ponía en pie—, vamos a mi

habitación. Quiero amarte completamente éstas primeras horas de navidad y

de nuestras vidas juntos.

Darien gimió, y se levantó, siguiéndolo mientras se besaban cada

pocos pasos, brindando caricias bajo sus ropas.

Oliver cerró la puerta, y le demostró a Darien en muchas y traviesas

maneras, el amor y la pasión que sentía por él en esas largas horas de la

madrugada de Navidad.

Oliver suspiró feliz, al sentir el cuerpo caliente de Darien a su

espalda. Un posesivo brazo lo tenía aferrado de la cintura, impidiéndole

alejarse, y tampoco estaba loco como para hacerlo.

Recordar todo lo que habían hecho entre sus sábanas hace unas

horas, era simplemente alucinante; y más aun cuando su cuerpo recordaba

perfectamente las sensaciones que había experimentado, cada caricia, cada

beso, cada gemido. Recordar todo aquello lo puso caliente en un instante.

Mmmm.

Había sido la mejor noche de su vida.

Movió sus caderas, y gimió. El grueso eje de Darien estaba alojado

entre las mejillas de su trasero, como si quisiera volver a meterse en su

interior. Su agujero seguía lubricado con el semen de Darien, así que levantó

su pierna muy lentamente, y bajó su mano, introduciendo poco a poco la

gruesa erección de Darien, necesitando estar lleno otra vez.

Darien gimió, y de una sola estocada estuvo dentro del cálido

interior de Oliver.

—Mmmm… me encanta sentir el calor de tu apretado agujero. Y

quiero más… —murmuró mientras deslizaba sus manos, sujetando las

caderas de Oliver apretadamente para poder moverse una y otra vez,

embistiendo y provocando varios gemidos de placer.

Oliver gimió, aferrándose a las sábanas mientras Darien lo follaba

con pasión desenfrenaba. ¡Demonios! Su cuerpo se sentía como si estuviera

recibiendo descargas de electricidad bajo la piel. Sus gemidos subieron de

volumen cuando Darien cambió el ángulo de penetración, golpeando con

cada estocada su punto de placer.

—Más… más… sí… ahí… oh Dios… —jadeó.

Un ligero estremecimiento bajó por su vientre, deslizándose por sus

bolas y contrayéndolas dolorosamente, convirtiéndose en una oleada

ardiente de placer que se extendió por todo su cuerpo.

Giró su cabeza, y recibió el beso que tanto deseaba. Su cuerpo vibró,

y se corrió con un gritó ronco de placer. Darien lo embistió tres veces más

antes de correrse en su interior, llenándolo con su semilla.

Les tomó varios minutos para que pudieran recuperar la respiración.

—Te amo —susurró Darien mientras salpicaba pequeños besos por el

cuello de Oliver.

—Te amo —murmuró Oliver, sonriendo satisfecho.

El ruido de pasos apresurados viniendo del pasillo los paralizó.

—¡Papá! ¡Papá! ¡Ya es navidad! —gritó Kyle mientras se alejaba.

Suspiraron aliviados cuando escucharon los pasos bajando las escaleras.

Oliver gimió cuando Darien salió de su interior, queriéndolo tener

allí por mucho tiempo más. Se giró y abrazó a su amor, mientras le daba un

beso.

—Feliz Navidad —susurró contra sus labios.

—Feliz Navidad —respondió Darien sonriendo antes de besarlo otra

vez.

Darien y Oliver bajaron tomados de las manos, sonriendo al notar a

Kyle sentado sobre la alfombra, abriendo sus regalos bajo el árbol.

—¡Papá! ¡Darien! —gritó cuando los vio, y corrió hacia ellos—, ¡Feliz

Navidad!

Darien rió, y acarició el cabello despeinado de Kyle mientras miraba

los alegres ojos castaños que lo miraban con cariño.

—Hola, pequeño. ¿Has recibido buenos obsequios?

—¡Sí! —dijo, mientras le daba un apretado abrazo, rodeando sus

pequeños brazos por la cintura de Darien—. ¡Tú! Tú eres el regalo que le

pedí a Santa —sonrió mientras miraba a su papá y luego a Darien.

—¿Sí? —preguntó Oliver, soltando la mano de Darien mientras se

arrodillaba frente a su hijo—. ¿Ahora puedes decirme que le pediste a Santa

Claus en tu carta?

Kyle bajó la mirada, su piel se llenó de un lindo rubor mientras

murmuraba: —Quería que tuvieras un novio, pero lo que más quería era

verte sonreír feliz otra vez. Extrañaba mucho tu sonrisa —la última frase le

salió en un murmullo bajo.

Darien tuvo que contener las lágrimas cuando vio a padre e hijo

abrazados cariñosamente. Era una imagen enternecedora. Se arrodilló junto

a ellos, y los abrazó fuertemente.

Kyle rompió el abrazo, y los miró detenidamente. —¿Ahora son

novios?

Darien se levantó y jaló a Oliver junto a él, dándole un pequeño beso

en los labios antes de mirar a Kyle. —Sí, ahora somos novios.

—¡Sí! —gritó Kyle mientras daba saltitos, les sonrió y se acercó a la

mesita de café, tomando la carta que había sobre la superficie. —Esto es para

ti, papá.

Darien observó a Oliver leerla. Una solitaria lágrima recorrió su

mejilla, la limpió descuidadamente antes de abrazar a Darien y besarlo.

—Te amo —susurró Oliver.

—¿Qué dice? —preguntó Kyle con curiosidad.

Oliver les sonrió y empezó a leer:

—“Querido Oliver:

Espero aprecies mucho el regalo especial que tu hijo pidió para

ti en esta navidad. La felicidad es algo que pocos conocen, y que tú has

conseguido gracias a un sincero deseo de corazón.

Así como Darien fue lo que necesitaste para volver a sonreír y

ser feliz, tú también fuiste lo él que necesitó para recuperar la alegría.

Gracias por devolverle el brillo que había perdido con el pasar del

tiempo.

Sean muy felices, y ¡Feliz Navidad!

Santa Claus.

PD: Gracias por las galletas que preparas y que Kyle siempre

deja junto a la chimenea.”

Darien sólo pudo sonreír, no había otra manera de demostrar

la inmensa felicidad que sentía en esos momentos. Lo habían enviado a

una misión para buscarle un novio a Oliver, sin que pudiera imaginarse

que terminaría enamorándose de él.

Metió la mano en el bolsillo de su pantalón, sintiendo la hoja de

papel que lo había hecho renunciar a su vida en el polo norte y a la

magia con la que había nacido. La carta que Oliver escribió a Santa

había contenido tanto sentimiento y amor, que con tan sólo tocarla,

pudo sentir todas las emociones que Oliver había experimentado

mientras la escribía. Y tan sólo dos palabras habían sido las necesarias

para regresar a su lado.

„Te amo‟.

Con esas dos palabras, su vida y la de Oliver habían cambiado.

Ambos habían descubierto un gran amor, y todo gracias a una carta a

Santa Claus.

Soy una adicta a la lectura, eso es algo que debo confesar. Amo los

libros de romance, de todos los tipos. Pero también tengo libros de terror y

suspenso en mi colección.

Hace un par de años decidí comenzar a escribir novelas

homoeróticas para un blog de traducciones, y así comenzó una nueva etapa

en mi vida. A cada una de mis historias le entrego una parte de mi ser. Y

espero uds, mis lectores, disfruten de los mundos que crea mi imaginación.

Tengo muchos libros en mi Pc en la carpeta “En proceso”. Las ideas

vienen a mí de manera inesperada, y así, hay varios archivos con los

primeros capítulos, esperando que les dé su final feliz. Pronto uno de ellos

lo tendrá, y ustedes podrán leerlo, sólo tengan paciencia.

Si quieren comunicarse conmigo, escríbanme a: [email protected]

En Facebook: http://www.facebook.com/carolina.devell

O en mi blog: http://carolinadevell.wordpress.com/