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Antonio Una raya larga y roja en el polvo de la historia BIBLIOTECA DIGITAL DE AQUILES JULIÁN Muestrario de Poesía 66 Biblioteca Digital Pablo Cuadra

UNA RAYA LARGA Y ROJA EN EL POLVO DE LA HISTORIA, POR PABLO ANTONIO CUADRA, NICARAGUA

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Bellísimo poemario de uno de los poetas mayores de América, el nicaragüense Pablo Antonio Cuadra, precedido de un ensayo sobre su vida y obra.

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Antonio Una raya larga y roja en el

polvo de la historia

BIBLIOTECA DIGITAL DE

AQUILES JULIÁN

Muestrario de

Poesía 66 Biblioteca Digital

Pablo

Cuadra

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Una raya larga y roja en el polvo de la historia.

Pablo Antonio Cuadra, Nicaragua

Muestrario de Poesía 66 Editor: Aquiles Julián, República Dominicana. Primera edición: Diciembre 2010 Santo Domingo, República Dominicana Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se envía por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los derechos de autor de cada libro pertenecen a quienes han escrito los textos publicados o sus herederos, así como a los traductores y quienes calzan con su firma los artículos. Agradecemos la benevolencia de permitirnos reproducir estos textos para promover e interesar a un mayor número de lectores en la riqueza de la obra del autor al que homenajeamos en la edición. Este e-libro es cortesía de:

Coeditores: MÉXICO

Fernando Ruiz Granados José Solórzano

José Eugenio Sánchez ARGENTINA

Mario Alberto Manuel Vásquez Francisco A. Chiroleu

Patricia del Carmen Oroño Ángel Balzarino

Fernando Sorrentino Claudia Martin Trazar ESTADOS UNIDOS

José Acosta Aníbal Rosario

José Alejandro Peña César Sánchez Beras

ESPAÑA Henriette Wiese Giulia De Sarlo

María Caballero Elena Guichot

Teresa Sánchez Carmona Losu Moracho Rocío Parada HONDURAS

Dardo Justino Rodríguez VENEZUELA

Milagros Hernández Chiliberti Tony Rivera Chávez

URUGUAY Marta de Arévalo

APLA Uruguay COLOMBIA

Ernesto Franco Gómez Julio Cuervo Escobar

PERU Luis Daniel Gutiérrez

Nicolás Hidrogo Navarro Juan C. Paredes Azañero

REPÚBLICA DOMINICANA Ernesto Franco Gómez

Eduardo Gautreau de Windt Félix Villalona

Ángela Yanet Ferreira Cándida Figuereo

Enrique Eusebio Julio Enrique Ledenborg

Vaugn González Efraím Castillo

Oscar Holguín-Veras Tabar Edgar Omar Ramírez Carmen Rosa Estrada

Roberto Adames Valentín Amaro Alexis Méndez

Juan Freddy Armando Sélvido Candelaria

NICARAGUA Radhamés Reyes-Vásquez

CHILE Claudio Vidal

Eliana Segura Vega Astrid Fugellie Gezan

SUIZA Ulises Varsovia

HOLANDA Pablo Garrido Bravo

PUERTO RICO Mairym Cruz-Bernal

ECUADOR Anace Blum

EL SALVADOR Manuel Sigarán COSTA RICA

Ramón Mena Moya

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Extravíos, desventuras y aciertos de un escritor / Aquiles Julián 5 Oración por Joaquín Pasos 24 El cacao 24 Nonantzin 29 República de poetas 29 Epitafio de un poeta 30 Una nueva cerámica india 30 Pedro Urdemales 31 Por los caminos van los campesinos 32 La estrella vespertina 33 Niña cortada de un árbol 33 Tigre muerto 34 Escrito junto a una flor azul 34 Lamento de la doncella en la muerte del guerrero 35 La noche es una desconocida 35 Interioridades de dos estrellas que arden 36 Escrito en una piedra del camino cuando la primera erupción 36 El nacimiento de Cifar 37 Escrito en un árbol 38 Tomasito, el cuque 38 Juana Fonseca 39 El maestro de Tarca 42 El niño 43 Abuelo, en la noche 43 Exilios 44 El testamento 45 El Panamá 47 Autosoneto 49 Albarda 49 Camino 51

Contenido

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El ángel 52 El cementerio de los pájaros 52 El indio y el violín 53 Mujer reclinada en la playa 54 Riverside 55 Meditación ante un poema antiguo 56 Canción de Granada y el mar 57 Elegía al Gozquemudo o perrillo de indias 58 Una raya larga y roja en el polvo de la historia 59 Patria de tercera 64 El vaquero de Apompoa 65 Thálatta, memoria y navegaciones 66 Memorias / La Tribu 76 El abuelo / memoria 85 La calavera de 88 Invención de la sirena 89 Paco Monejí 90 Ars poética 91 Piolín 92 El nacimiento del sol 93 Mitología del jaguar 93 Himno nacional en vísperas de la luz 94 Si la poesía nace junto al verbo 96 El otro 97 Apólogo con elefante 98 El hijo de septiembre 101 Canto de los cortadores de madera 101 Epigramas 102 La ceiba 103 En el calor de agosto 105 Mis cariátides 105 Urna con perfil político 107 Manuscrito en una botella 107 Pablo Antonio Cuadra / biografía 109

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Pablo Antonio Cuadra: extravíos, desventuras y aciertos de un escritor

latinoamericano.

Por Aquiles Julián

“Si Darío es el poeta que universalizó a Nicaragua, y le dio a América Latina una proyección mundial que para 1900 no tenía, Pablo Antonio Cuadra es el poeta que le dio a Nicaragua una voz propia y auténtica, expresando en palabras simples y símbolos plurívocos, la complejidad del ser nicaragüense, la contradicción y el sentido del mestizaje, la conjunción de fe y poesía, la búsqueda de la belleza en la justicia, la independencia de pensamiento y la responsabilidad de la acción. No hay, a mi juicio, en la Literatura Nicaragüense, obra más sólida y más sostenida que la de PAC”

Nicasio Urbina Profesor de Tulane University

El nicaragüense Pablo Antonio Cuadra, exquisito y extraordinario poeta, voz mayor de la poesía centroamericana, es a la vez un exponente de las trampas y altibajos políticos que han asediado y atrapado a tantos escritores e intelectuales. Muchos: Neruda, Vallejo, Guillén, Benedetti… , seducidos por el fascismo de izquierda: el estalinismo y el castrismo. Otros, entre los que se inscribe Cuadra, por el fascismo de derechas y las tendencias más conservadoras y reaccionarias. Todos, en su momento, negadores y críticos jurados de la sociedad abierta, de la tolerancia y las normas de convivencia democrática. En su caso, felizmente hubo la evolución, a finales de los años ´40, hacia los valores, principios, creencias y comportamientos que rigen la sociedad abierta, plural y democrática. Y esa evolución se acrecentó en su constatación diaria de los tristes resultados de los regímenes de fuerza, tanto los de derechas como los de izquierdas. Su historia es, en muchos aspectos, extraordinaria. Mucho más su evolución, desde las fantasías totalitarias hasta las modestas y sensatas lindes de la sociedad abierta y plural.

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La mayoría de sus contemporáneos nunca pudieron desatar los nudos ideológicos que los ataban a modelos inhumanos y terribles. Él pudo. Y eso le hace una excepción.

Primeros años Pablo Antonio Cuadra Cardenal nació el 4 de noviembre de 1912 en Managua, capital de Nicaragua. Su padre, Carlos Cuadra Pasos fue destacado intelectual y hombre público: jurista, canciller y diplomático; fundador, siendo canciller de la Academia Nicaragüense de la Lengua en 1928. Su madre lo fue la señora Merceditas Cardenal. En 1916, su familia regresa a Granada, ciudad de fuerte raigambre hispana, al pie del volcán Mombacho y situada en la ribera noroccidental del lago Cocibolca, voz náhuatl, o Lago de Nicaragua, “mar dulce” como le llamaron los conquistadores, el segundo más grande de América Latina. Emparentado y contemporáneo de poetas nicaragüenses de categoría continental como José Coronel Urtecho, Ernesto Cardenal y Joaquín Pasos, sus primos, Pablo Antonio estudia en el Colegio Centroamérica, de Granada, regenteado por jesuitas españoles, mexicanos y franceses. Allí uno de sus profesores, el jesuita mexicano Miguel A. Pro, beatificado en 1988, estimula su vocación de escritor. En los meses de vacaciones, Cuadra viaja a la hacienda familiar, un contacto intenso con la naturaleza y con los campesinos nicaragüenses que nutrirá su poesía y fundamentará su vida, tanto como definirá su vocación de agricultor. En 1923, con apenas once años de edad, empieza a florecer su vocación literaria, alimentada por la biblioteca y el ejemplo paternos. En 1924 retorna desde París, Francia, a Granada el poeta Luis Alberto Cabrales. Allí entró en contacto con las corrientes renovadoras de las letras: el dadaísmo, el surrealismo, el cubismo, el futurismo, etc., y al retornar a Nicaragua llevó muestras y noticias de aquella convulsión, en medio de un ambiente que practicaba un modernismo ya esclerosado, ritualizado.

Antecedentes del Movimiento Vanguardista Y en 1927, Cuadra tiene entonces 15 años de edad, retorna de los Estados Unidos su primo hermano José Coronel Urtecho, quien no sólo trae información sobre los movimientos literarios europeos, sino también sobre la new american poetry, así como sus autores. Urtecho retorna con una alforja llena de libros, antologías, revistas, y una pasión en torno a la cual se congregan los jóvenes escritores de Granada.

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El 29 de mayo de 1927, “El Diario Nicaragüense”, de Granada, publicó la hoy famosa “Oda a Rubén Darío” de José Coronel Urtecho, poema escrito por éste un año antes, en 1926, en San Francisco, California, al calor del encuentro de Coronel Urtecho con la new american poetry. Fue una auténtica revolución expresiva que ponía en cuestión al paralizante modernismo en que bostezaba la literatura por entonces. Al final de la oda, con humor y sarcasmo (“Soy el asesino de tus retratos”), Coronel Urtecho escribe: En fin, Rubén, paisano inevitable, te saludo con mi bombín, que se comieron los ratones en mil novecientos veinte y cinco. Amén. Y antes, en su poema “Contrarrima”, de 1925, escribió: Al fin murieron las princesas de Rubén. Después cambiaron las cosas en las revistas francesas… La reacción antimodernista se apegaba, en el fondo, al espíritu mismo de Darío que escribió: “El clisé verbal es dañoso porque encierra en sí el clisé mental, y, juntos, perpetúan la anquilosis, la inmovilidad”. Coronel Urtecho y Dionisio Cuadra dirigen una revista: Criterio. Allí, siendo todavía un colegial, empieza a publicar Pablo Antonio Cuadra sus poemas, varios de los cuales luego conformarían su libro, por décadas inédito, “Canciones de pájaro y señora” (1929-1931), adscritos a la nueva sensibilidad. José Emilio Balladares juzga que estos poemas fueron “un contrapunto pertinente a la pomposidad y las sonoridades excesivas de lo menos eximio de Rubén y de sus epígonos, llamando la atención de los distraídos hacia la verdadera esencia de la poesía”.

El inicio de Vanguardia Los poetas se reúnen en el campanario de una iglesia en su natal Granada. Allí leen y comentan poemas, y reaccionan contra el modernismo, devenido caricatura exótica,

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fórmulas verbales y parafernalia de ninfas, cisnes, heliotropos y canéforas. Frente a la academia formal, proponen la anti-academia, frente a una fosilización del modernismo en temas, registros verbales y recursos, que eran burdas copias de Darío, un coloquialismo que recupera el lenguaje cotidiano, una recuperación del color, la imaginería; frente al europeísmo y el exotismo modernistas, referentes locales, la tierra, el indio, el mestizo, el entorno y la cultura nacional. Una gacetilla publicada en el periódico “El Diario Nicaragüense”, el 17 de abril de 1931 da cuenta de que nació una “reacción literaria de los jóvenes”, los que se agrupaban en una Anti-Academia de la Lengua, que integraban José Coronel Urtecho, Luis Alberto Cabrales, Cristino Paguaga Núñez, Manolo Cuadra, Octavio Rocha, Pablo Antonio Cuadra, José Román, Joaquín Pasos y otros. Nueve días después, publican su “Ligera exposición y Proclama de la Anti-Academia Nicaragüense”, manifiesto que firman Bruno Mongalo, José Coronel Urtecho, Luis Castrillo, Joaquín Pasos, Pablo Antonio Cuadra, Octavio Rocha, Luis Alberto Cabrales, Mano Cuadra, Joaquín Zavala Urtecho. En aquel escrito exponían un programa que incluía un Café de las Artes, que dirigiría luego Coronel Urtecho, un teatrito, cuadernos vernáculos, antologías e informes. Y su pretensión excedía la puramente literaria: se proponían incidir políticamente en el presente y el futuro de Nicaragua, como, de hecho, sucedió. Pablo Antonio empieza a publicar a partir del 14 de junio de 1931 en El Correo, diario de Granada, junto a Octavio Rocha, un suplemento bisemanal, jueves y domingos, dedicado a la nueva literatura, que llamó “Rincón de Vanguardia” y que, tras suspenderlo, reaparece el 10 de abril de 1932 como “Vanguardia”. En esas páginas, el 28 de junio de 1931, Cuadra establece: “Nuestro movimiento (Movimiento de Vanguardia que llamamos) es dinamizado por dos fuerzas. Una: Nacionalizar. Dos: Hacer un empuje de reacción contra las roídas rutas del siglo XIX. Mostrar una literatura nueva (ya mundial). Regar su semilla.” Jorge Luis Arellano puntualiza que estos jóvenes escritores se expresan con pasión y entusiasmo:

En contra de la intervención norteamericana, con la que habían crecido. A favor del ejército y la proeza del general Augusto César Sandino Contra el “espíritu burgués y comercialista” que identifican con los

interventores

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Contra el “amado enemigo”, Rubén Darío y la retórica modernista Por “la conquista del indio que llevamos dentro”

Entorno político y social del Movimiento Nicaragua vivía para esos años la segunda intervención militar norteamericana. La primera intervención norteamericana transcurrió de 1912, autorizada por el presidente William Taft, a 1925, 13 años. Y de nuevo invadieron en enero de 1927 para intervenir en la guerra civil entre conservadores y liberales, a favor del poder usurpado por el conservador Adolfo Díaz, provocando la resistencia militar de los caudillos liberales. En la intervención de 1912-25, para el año 1924 el U.S. Marine Corps había creado, por indicación del Departamento de Estado, una fuerza subordinada local: la Constabularia, “para que establezca el orden una vez que se retiren los infantes de marina estadounidenses” (Carlos Solórzano). En 1928, la Constabularia daría origen a otra institución, la Guardia Nacional, bajo el control del Cnel. Robert Y. Rhea (USMC), fuerza punitiva local para funciones tanto de policía como de contrainsurgencia. Cuando en 1927 se producen los Acuerdos de Tipitapa o “Pacto del Espino Negro”, árbol bajo el que se negoció el acuerdo, para poner fin a la guerra civil en Nicaragua, y que firma el general José María Moncada, líder de los liberales, uno de sus generales, Augusto Nicolás Calderón Sandino, se niega a suscribir y aceptar el acuerdo, y decide mantener la lucha hasta la salida de los norteamericanos y constituye el llamado Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, el “pequeño ejército loco”. Desde Las Segovias, Sandino enfrenta a los norteamericanos y al gobierno de su ex –líder, el general Moncada (1928-1932). Derrota a los norteamericanos y los lleva, en 1933, a salir de Nicaragua. En las elecciones de noviembre de 1932 fue elegido Juan B. Sacasa. Los poetas del Movimiento Vanguardista, que habían crecido durante los años de la primera intervención (1912-1925), muestran expresas simpatías por Sandino y su proeza y denuncian la intervención norteamericana. Simultáneamente, la reacción nacionalista rechaza los valores, el sistema de gobierno, el sistema económico y la cultura norteamericanos. La democracia liberal, el sistema de partidos, el capitalismo, todo es rechazado por provenir de los odiados invasores. Así, Pablo Antonio Cuadra en su poema “Intervención” se burla: Ya viene el yanqui patón

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y la gringa pelo e´miel. Al yanqui decile: go jon Y a la gringuita: very güel Y posteriormente, Cuadra escribirá al respecto: “Todo lo que se puede decir de la obra de nuestro grupo de vanguardia: de José Coronel, de Luis Alberto Cabrales, de Joaquín Pasos, debe iluminarse con el fuego de ese momento histórico en que nos arrasaba el volcán, no geológico, sino político, del Imperialismo. Es el momento en que el pueblo de Nicaragua suscita una respuesta: la del inmortal guerrillero Augusto César Sandino”.

El maurrasianismo juvenil Influidos, quién lo duda, por los sacerdotes jesuitas del colegio Centroamérica, en plena adolescencia y todavía cursando el colegio, Cuadra y sus amigos desarrollan un entusiasmo por España y sus antiguas glorias, que es evidencia de la frustración que experimentan frente a la intervención norteamericana y el desorden impuestos por caciques y caudillos locales, levantiscos y venales. Frente al modelo político norteamericano proponen la vuelta al imperio español. Caen bajo la seducción de Maurras a través de su epígono español, Ramiro de Maetzu, al que escriben llenos de entusiasmo juvenil. Se hacen pro monárquicos y pro fascistas. Eugenio Vegas Latapie escribe en sus “Memorias políticas” una muestra de ese entusiasmo juvenil: “Un día recibí en Acción Española un sobre procedente de Nicaragua, patria del inmortal Rubén, con algunos recortes de periódico enviados por un corresponsal para mí desconocido: Pablo Antonio Cuadra. Leí con atención los artículos y decidí, sobre la marcha, incluir dos de ellos en el número de la revista que estaba preparando. Uno era del propio Cuadra y otro la reproducción de un discurso de José Coronel Urtecho.” El pensamiento del joven poeta y sus amigos es influido por el falangismo español y el fascismo italiano, que deploran y desacreditan la tolerancia liberal, la sociedad abierta y plural, y proponen Estados corporativos con gobiernos autoritarios y líderes absolutos. Al igual que sus referencias peninsulares: Maetzu y demás pro monárquicos de Acción Española, contraparte hispana de la Acción Francesa de Maurras, proclaman el autoritarismo, el menosprecio a los valores e instituciones de la sociedad abierta y la declarada nostalgia del imperio perdido, sublimizado y mitificado, junto a la aspiración

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de un líder mesiánico que encarne el ideal platónico del gobierno de los mejores, conforman la ideología dominante en este grupo. En una carta de 1935 a José María Pemán, Cuadra emocionado declara: “Nuestro nacionalismo aspira a recobrar la tradición nacional, la cual, lógicamente, nos llevará a la tradición imperial de la unión centroamericana sólo factible y posible dentro de los cauces de la Hispanidad.” La ideología que predominaba en la época es el totalitarismo, estalinista o fascista: desprecio hacia la tolerancia y la aceptación de la diversidad; nacionalismo exacerbado, discurso del aplastamiento, la opresión y la exclusión; odio cerval al oponente, exaltación del exterminio, del derecho a dominar, sea una clase: los estalinistas; o una raza, los fascistas. Algo semejante sucedió en mi país, República Dominicana, alrededor de 1930: un amplio sector de la pequeña burguesía urbana, hastiada de los caudillos semianalfabetos o abiertamente iletrados que anarquizaban el país y lo mantenían en un estado continuo de guerra civil; influida por el fascismo italiano, que tuvo como uno de sus promotores al Lic. Rafael Estrella Ureña, y su concepción del Estado corporativo y del hombre fuerte, providencial; y rechazando el modelo norteamericano, país que hacía poco nos había intervenido, se congregó alrededor del hombre fuerte del momento: el general Rafael Leónidas Trujillo, y lo estimularon a dar un golpe de Estado y asumir el control del país. Y parecido a Nicaragua, nos condenaron a una cruenta y despiadada tiranía que, en nuestro caso, duró 31 largos y mortíferos años.

El mito de la “superioridad espiritual” Permitámonos aquí una breve digresión. El rechazo latinoamericano a la sociedad abierta, al modelo democrático, tenía diversos motivos, pero una base material fundamental: nuestra realidad de sociedades agrarias, en donde la propiedad de la tierra, los inmensos latifundios, la semiesclavitud de indios, mulatos, mestizos, la hacía inviable. ¿Iban los grandes hacendados y terratenientes a permitir que sus peones impusieran el poder político y asumieran una fuerza que pusiera coto a sus desmanes y abusos? Sólo la progresiva urbanización de nuestras sociedades, la creciente industrialización y el desarrollo de las industrias de servicio, y la continua pérdida de importancia política, económica y social de la agricultura y la ganadería dieron origen a la progresiva liberalización de nuestras sociedades y a su democratización.

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Debo a una mente preclara, al venezolano Carlos Rangel, el más brillante ensayista político latinoamericano que he leído, y a un libro fundamental: “Del buen salvaje al buen revolucionario”, que fue entusiastamente prologado por un pensador de la talla de Jean Francois Revel, la mejor explicación que conozco para entender los desatinos que nuestro atraso y nuestro rechazo a la sociedad liberal que los norteamericanos querían imponernos, nos llevó a cometer. Incluso una mente preclara como la de José Martí cae en inventarse una supuesta superioridad espiritual de los hispanoamericanos sobre la pragmática sociedad norteamericana, cuyo desarrollo industrial, cuyo empuje económico y político, cuya efervescencia, nos sorprendía y desafiaba (es la función de la ideología: disfrazarnos la realidad). Pretendimos establecer nuestros propios términos de comparación. Y de allí nació aquel “Ariel” del uruguayo José Enrique Rodó, que verbalizó nuestro rechazo al modelo económico, político y social norteamericano y nos brindó el falso caramelo de la “superioridad espiritual” de nuestros pueblos y sociedades en comparación con la norteamericana. La política expansionista de Theodore Roosevelt y su aplicación del Big Stick (Gran Garrote), continuada por los presidentes norteamericanos posteriores y que sólo la Gran Depresión del 1930 pudo romper (irónicamente, bajo el liderazgo de un pariente de Theodore, Franklin Delano Roosevelt), produjo en nuestros pueblos no sólo un rechazo al imperialismo y a la abusiva política de fuerza de los gobiernos norteamericanos de entonces, sino a toda el modelo social, económico y político, rechazado en bloque.

Poemas nicaragüenses Para fines de 1933, Cuadra viaja a América del Sur acompañando a su padre que asistía como delegado nicaragüense a la Conferencia Panamericana en Montevideo, Uruguay. Consigo carga los manuscritos de sus poemas escritos entre 1930 y 1933. Al llegar a Chile, pone en mano de la Editorial Nascimiento aquellos poemas, agrupados bajo el nombre (que es, simultáneamente, declaración y denuncia, afirmación y desafío), de “Poemas nicaragüenses”. Jorge Eduardo Arellano expresa que fue “…el primer libro nuevo de tendencia vernácula en Centroamérica, a partir del cual comenzó una obra fiel a lo nicaragüense que, tras cuatro décadas de quehacer, llegó a la más serena y hermosa universalización”. El libro se publicó en Santiago de Chile en 1934. Su primo, el sacerdote y poeta de renombre continental, Ernesto Cardenal, sobre quien Pablo Antonio Cuadra ejerció una fuerte influencia tanto literaria como política, dice que “Poemas nicaragüenses” y la rebelión guerrillera dirigida por César Augusto

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Sandino fueron dos expresiones de un mismo fenómeno de emancipación nacional: en poesía, contra un extranjerizante Modernismo, vuelto clisé, fórmula consagrada; en política, contra la sumisión perruna al interventor norteamericano y por una soberanía inexcusable y merecida. Una opinión similar expresó Carlos Tünnermann Bernhein. De ese primer libro impreso y segundo producido, escribió Pablo Antonio: “Poetas amigos de Chile me precipitaron bondadosamente a publicar los originales que llevaba para leer en mi primer viaje por América del Sur.” El libro suscitó comentarios formales de autores como la uruguaya Juana de Ibarbourou y el salvadoreño Salarrué.

“…Our son of a bitch” En 1933, agobiado por la escasez de recursos debido a la Gran Depresión, el rechazo del pueblo norteamericano a una presencia onerosa y carente de sentido en Nicaragua, las derrotas que les propinaba el ejército del general Sandino, en el cual los dominicanos estuvimos honrosamente representado con nuestro Gregorio Urbano Gilbert, y la imposibilidad probada de vencerlo, el presidente Roosevelt resolvió evacuar las tropas norteamericanas de Nicaragua. Se decidió escoger un líder militar local. Y la elección cayó en Anastasio Somoza García, Tacho. Tacho Somoza, que no terminó sus estudios primarios, había estudiado Comercio, enviado por su padre, modesto hacendado, en el Pierce Commercial College de Filadelfia, período en que por igual aprendió el idioma inglés. Retornó a Nicaragua sin concluir sus estudios. Durante la revolución chamorrista de 1926 participa y se autoabroga el título de general. Al acordar los líderes conservadores y liberales respaldar la creación de una Guardia Nacional bajo la dirección norteamericana, Somoza al igual que muchos otros miembros de los partidos Conservador y Liberal se incorpora a dicha institución. Un complejo proceso de consultas entre el entonces presidente de Nicaragua, general José María Moncada, el jefe de la Guardia Nacional, general Calvin B. Matthews y el embajador estadounidense de entonces Matthew Elting Hanna, en comunicación con el secretario de Estado Henry L. Stimson llevó a la escogencia de Somoza.

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Evacuadas las tropas norteamericanas y electo un nuevo presidente, el liberal Juan Bautista Sacasa, tío de la esposa de Tacho Somoza, se convence a Sandino de deponer las armas y cooperar en la pacificación de Nicaragua. El 21 de febrero de 1934, luego de que Sandino asistiera a una cena en el Palacio Presidencial con el presidente Juan Bautista Sacasa, es apresado por una patrulla de la Guardia Nacional, institución cuyos mandos había determinado ejecutar a Sandino, en connivencia con el embajador de los Estados Unidos en Nicaragua, Arthur Bliss Lane, con quien Somoza había consultado antes de ordenar el crimen. Simultáneamente, tropas asaltan la casa del principal negociador del gobierno, Sofonías Salvatierra, y asesinan a Sócrates Sandino. Y posteriormente, tropas de la Guardia Nacional arriban a la población de Wiwilí, donde masacran a más de 300 ex –combatientes del ejército de Sandino, incluyendo mujeres y niños. Roosevelt solía decir tanto de Rafael Trujillo como de Anastasio Somoza, con sorna: “He is a son of a bitch, but he is our son of a bitch”. Él sabía de lo que hablaba. Tal vez debió autoaplicarse a sí mismo y muchos de sus colaboradores igual expresión. Si aquellos eran los hijos, ¿quién era the bitch? ¿Estados Unidos?

Los “camisas azules” El entusiasmo por el autoritarismo fascista, la identificación con el falangismo peninsular, originó que en julio de 1934, los poetas granadinos junto a otros intelectuales jóvenes crearan los “camisas azules”, versión local de los “camisas negras” fascistas italianos. Los promotores de esta iniciativa fueron, entre otros, Diego Manuel Chamorro, Diego Manuel Sequeira, Pablo Antonio Cuadra, Joaquín Cuadra Zavala, José Coronel Urtecho y Luis Alberto Cabrales. Muerto Sandino, los “camisas azules” ven en Somoza al líder fuerte, autoritario, que aspiran. Incluso quieren remedar una “marcha sobre Roma” mussoliniana. Alborotan y llegan a promover la consigna “Somoza Forever”. En 1935, Pablo Antonio y su primo José Coronel Urtecho, dirigen el periódico “La Reacción”, órgano de un efímero movimiento político que integró a exvanguardistas.

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Ese mismo año, 1935, Pablo Antonio Cuadra contrae matrimonio con la joven Adilia Bendaña Ramírez, su compañera de por vida. Con ella procrearía con el correr del tiempo cinco hijos. Asociado con su hermano Carlos inicia actividades de explotación agrícola, ganadera y maderera, mientras viaja por Nicaragua y navega en el “mar dulce”. Al año siguiente, 1936, obtiene la licenciatura en Leyes por la Universidad de Oriente y Mediodía, de Granada, Nicaragua. Aunque se graduó en Derecho, no quiso ejercer la abogacía y renunció a la carrera. En 1936 Acción Española publica en España “Hacia la cruz del sur. Manual del navegante hispano”, textos de Cuadra surgidos a raíz de su viaje a América del Sur. Anastasio Somoza García, alias Tacho, desde su posición de jefe de la guardia pretoriana impuesta por los invasores y que él, al igual que hizo Trujillo acá, en Rep. Dominicana, torció para que sirviera a sus fines personalistas, inició una serie de acciones populistas que le granjearon simpatías en la población, oportunamente asesorado. El historiador Aldo Díaz Lacayo cita una declaración del doctor Crisanto Sacasa: “Somoza se impone porque así lo quiere el pueblo entero de Nicaragua: vean ustedes, vengo de León y allí encontré que mi padre, mis hermanos y demás familiares son todos somocistas, hasta los sirvientes de la casa. En Granada, hasta los conservadores en su mayoría simpatizan con Somoza, lo mismo que en los otros Departamentos. Veo y palpo que así es la cosa, y creo que nos debemos tragar la píldora del somocismo y buscar la manera de que sea legal, pues de lo contrario, Tacho (Anastasio) será presidente el primero de Enero de 1937, con formalismos legales o sin ellos” (citado por Adolfo Miranda Sáenz: Polémico testimonio). En mayo de 1936, Tacho Somoza encabeza una sublevación con el tío de su esposa, el presidente Sacasa. Impotente, Sacasa dimite y Somoza impone su candidatura. Asume la presidencia formal el 1ro. de enero de 1937.

Del somocismo al antisomocismo Pablo Antonio, Coronel Urtecho y demás “Camisas Azules” habían incitado a Tacho Somoza a alzarse con el poder. Ahora eran parte del nuevo poder instalado. Tacho Somoza tenía en su despacho, según cuenta Knut Walter (The regime of Anastasio Somoza), fotos de los caudillos nicaragüenses Zelaya, Moncada y del líder fascista italiano Mussolini, el Duce (Tras la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra

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Mundial, sustituyó la foto de Mussolini por la de Roosevelt). Pero Cuadra no necesitó mucho tiempo para darse cuenta de que Tacho Somoza era un gángster, no ese hombre fuerte de sus fantasías totalitarias. Incómodo con el nuevo régimen, al que sus amigos “Camisas Azules” adulan y apoyan incondicionalmente, Cuadra se dedica, provocativamente, a pegar carteles de Sandino. Esa conducta inesperada provoca que Somoza lo encarcele. Liberado posteriormente, asume la dirección de “Trinchera”, sección del periódico El Correo, de Granada. En la Constituyente de 1938, los “Camisas Azules”, inspirados en el ejemplo italiano, piden para Anastasio Somoza García la “presidencia vitalicia”, una especie de monarquía bastarda. Cuadra mantiene contactos con sus amigos del bando autodenominado “nacionalista” en la guerra civil española y en una arenga por radio declara: “Somos fascistas”. En 1939 el gobierno fascista italiano le invita a visitar Italia. Aprovechará para también visitar España, tras el triunfo del bando liderado por Francisco Franco. Sus amigos le despiden “brazo en alto”, el saludo fascista y falangista. Cuadra visita Italia y España. Su idea en Italia era visitar en Roma al Duce y “a nuestro amado príncipe D. Juan”. Además, hacer en el Aventino el “contrajuramento bolivariano para la reconstrucción de nuestro Imperio”, como escribió en una carta a E. Vegas Latapié. Tras su visita a Italia, llega a Tetuán en un avión italiano, procedente de Roma, en agosto de 1939, lugar donde está destinado su amigo Vegas Latapié. Visitó Cádiz, Sevilla, Santander y estuvo varias semanas en Madrid, donde fue agasajado por sus amigos monárquicos de Acción Española. Le pide a Franco apoyo en armas para derrocar a Somoza. Franco la deniega. Al partir, en una carta a Vegas Latapié, declara: “Bien lo sabes que mi desilusión ante la realidad del nuevo régimen fue casi instantánea. Bastaba un poco de solidez doctrinaria y el haberle dado aunque fuera una mediana raíz a mis ideales para que, al conocer España y al palpar sus esencias vitales, comprendiera que el camino iba torcido, demasiado torcido.”

Al retornar a finales de 1939 a su país, sus amigos del Movimiento de Vanguardia y el sacerdote Azarías Pallais, su capellán, le agasajan con una cena de bienvenida. Joaquín Pasos lee un poema coral de bienvenida, en cuya conclusión declama: “¿Juráis ante Dios y los hombres, sobre la Cruz y la Espada, dedicar alma y cuerpo a la Cruzada; hacer en paz o en guerras la reconquista de las almas y las tierras;

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recobrar lo perdido, devolver a la Patria su sentido; darle su eterna ley su aliento puro, vivir para las Españas del futuro morir por Cristo nuestro Rey? Sí juro. Si así lo hiciéreis, Dios os pague en su Gloria, y el Imperio os lo deba en su Victoria.”

El Taller de San Lucas Para 1940 publica en España “Breviario imperial”. Cuadra expresa su entusiasmo ideológico por el fascismo y la restauración imperial hispánica. Como Alfonso Lazo cita en su libro “La Iglesia, la Falange y el Fascismo”, Cuadra escribe: “La postura propiamente reaccionaria es la que busca la salud perdida en donde realmente se encuentra: en la tradición”. Y más adelante, con respecto a los jóvenes indica que estos “han reaccionado ante el liberalismo y la gran engañifa democrática, pero en lugar de caer en el materialismo marxista… se han acogido a la política clásica. Política que se funda en la autoridad unipersonal… y cuya sustancia es la aplicación social de la filosofía católica”. Ese año dirige la publicación semanal “Los Lunes”, del periódico La Prensa, propiedad de sus parientes, la familia Chamorro. En 1942, los principales escritores vanguardistas se reagrupan en la “Cofradía de escritores y artistas católicos del Taller San Lucas”. Editan una revista que rápidamente adquiere prestigio internacional. De 1942 a 1946 reside en México. Allí su primo, Ernesto Cardenal, se aloja como huésped en la residencia de Cuadra, dado el cierre por la dictadura de Somoza de la Universidad de Managua, en que estudiaba. Mientras Pablo Antonio trabaja en una editorial y ejerce otras actividades, Cardenal estudia filosofía y letras en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM. En 1943, Cuadra publica su poema “Canto temporal”. El 26 de junio de 1945, Pablo Antonio Cuadra ingresa a la Academia Nicaragüense de la Lengua, institución que su padre fundó en 1928, siendo canciller de Nicaragua. Su

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discurso de orden fue “Introducción al pensamiento vivo de Rubén Darío”, un homenaje al “amado enemigo”. En 1945 publica su ensayo “Promisión de México y otros ensayos”. En 1946 retorna a España. Es miembro de la delegación oficial de Nicaragua a XIX Congreso Mundial de Pax Romana junto, entre otros, a Julio Ycaza Tigerino y Carlos Martínez Rivas. Un resultado positivo de ese evento es la constitución del Instituto Cultural Iberoamericano. En El Escorial le nombran presidente de la recién creada institución. Este Instituto dio origen, posteriormente, a lo que fuera el Instituto de Cultura Hispánica, hoy transformado en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Publica el libro de ensayos “Entre la cruz y la espada”. En ese mismo año sale el último número de la revista Taller San Lucas. Tras la Segunda Guerra Mundial y la derrota del fascismo experimenta una crisis espiritual. Ese sacudimiento le aleja definitivamente de la ideología y cosmovisión fascistas. Se produce una poderosa conversión en términos emocionales y espirituales al catolicismo y una asunción de los valores cristianos.

Justicia poética contra el hijo de nuestras vilezas Para 1947, PAC, como le gustaba firmar sus artículos, Julio Ycaza Tigerino y Carlos Martínez Rivas figuran como colaboradores de la revista española “Alférez”. En 1948 viaja de nuevo a España y “Alférez” le dedica una cálida bienvenida. En 1949 es nombrado Encargado de Negocios en la Embajada de Nicaragua en España. Publica su libro “Poemas con un crepúsculo a cuestas”. Para 1950 retorna a Nicaragua e inicia la explotación agrícola de algodón. Dirige, simultáneamente “Semana”, en Managua. En 1951 funda la Casa de la Cultura. Y en 1952 fracasa como agricultor, tras perder toda la cosecha de algodón. Publica su poemario “La tierra prometida”. En 1954 es nombrado codirector del diario “La Prensa”, propiedad de la familia Chamorro, sus parientes. El medio es visto como opositor al gobierno de Somoza, además de que comercialmente le hace competencia al periódico de los Somoza “Novedades”.

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Una revuelta contra la tiranía de Tacho Somoza, el 4 de abril de 1954, en la que se involucran fuertemente su primo y discípulo, el poeta Ernesto Cardenal, y también su pariente Pedro Joaquín Chamorro, ambos miembros de la Unión Nicaragüense de Acción Popular, UNAP, fracasa. Los fusilamientos, torturas y persecusiones arrecian. Somoza masacra despiadadamente a los insurrectos. En 1955, Cuadra fija residencia en Managua. En 1956 en León, el poeta Rigoberto López Pérez se cuela en una fiesta en La Casa del Obrero en honor de Tacho Somoza y lo tirotea. Trasladan a Tacho de emergencia a una clínica de Panamá, donde fallece. Tras la muerte del dictador, por orden del hijo de Tacho y nuevo hombre fuerte, Luis Somoza Debayle, apresan a Pablo Antonio Cuadra por trabajar en el diario de la oposición. En la cárcel presencia las torturas y maltratos a que son sometidos los detenidos. Uno de sus “Epigramas”, el VIII, Cuadra escribió: Tanta vileza preñó la ciudad Ciro: esta ciudad está preñada y temo que alumbre un nuevo tirano Será el hijo bastardo de todos El hijo bastardo de todos, al que había ayudado a alcanzar el poder y contra el que casi de inmediato reaccionó, recibió justicia poética.

El pez y la serpiente Para 1957, PAC publica su obra de teatro “Por los caminos van los campesinos”. Su primo, el poeta Ernesto Cardenal, ingresa en el monasterio trapense Our Lady of Getsemaní, en Kentucky, Estados Unidos. Allí se relaciona, y por su vía relaciona a Pablo Antonio Cuadra, con una amistad que a ambos les enriquecerá poderosamente, la del poeta y sacerdote norteamericano Thomas Merton, maestro de novicios en la trapa. Con Merton mantendrá un copioso intercambio epistolar. En 1958 publica el ensayo “Torre de Dios”. En 1959, PAC obtiene el Premio Centroamericano de Poesía Rubén Darío y publica en Managua “El jaguar y la luna”, uno de sus poemarios de mayor relevancia. La influencia de Merton se acrecienta. Una carta del 13 de junio de 1959 de Thomas Merton a Pablo Antonio Cuadra expresa: “Las

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tiranías y las compulsiones bajo las cuales vivimos en estos días son una afrenta moral para el hombre, la imagen de Dios. Y se está volviendo cada vez más claro que nuestra obligación moral fundamental es resistir la complicidad y la sumisión a cualquier poder abusivo, ya sea físico, moral o espiritual. Y esto es complicado y peligroso a la vez.” En 1961 funda la revista y la editorial “El pez y la serpiente”, la que dirige por más de cuarenta años. Ese mismo año se integra a la Junta Directiva que establece la primera universidad privada de Centroamérica, la Universidad Católica de Managua, de la cual será Decano de la Facultad de Humanidades y director de su Departamento de Extensión Cultural. En 1964, y desde ese año hasta su muerte en el 2002, asume la dirección de la Academia Nicaragüense de la Lengua, institución a la que había ingresado en 1945. El escritor Julio Ycaza Tigerino fue el secretario de la institución durante dicho período. Ese año, 1964, inicia en “La Prensa” su columna “Escritos a máquina”. Ediciones Cultura Hispánica, en Madrid, publica “Poesía” (selección 1929-1962). En 1965 el Instituto de Cultura Hispánica le galardona con el premio Rubén Darío. En 1967 publica tal vez el más importante de sus libros de ensayos: “El nicaragüense”, una reflexión sobre la gente de su país, honda y perspicaz. En 1968, la Editorial Universitaria, de León, Nicaragua, le publica “Poesía escogida”. En 1970 publica sus libros de cuentos “Vuelva, Güegüense” y “Agosto”. Y en 1974, la Editorial Universitaria Centroamericana, de San José, Costa Rica, le publica el poemario “Tierra que habla”. Para 1976 publica, editado por El Pez y la Serpiente, en Managua, su poemario “Esos rostros que asoman en la multitud”. También ese mismo año publica su libro de ensayos “Otro rapto de Europa”. Durante todos esos años, desde 1954, va reformando poderosamente sus creencias, valores y criterios políticos, incorporando aquellos liberales, los que favorecen regímenes democráticos, abiertos, plurales, que respetan las normas legales, se ajustan a poderes que poseen contrapeso y límites establecidos, que acuerdan y aplican derechos ciudadanos y civiles, promueven la alternabilidad, las libertades públicas y el derecho a la crítica y al debate abierto de las ideas, todo lo contrario de sus ideas juveniles. Eso le convirtió en una persona con autoridad moral en su comunidad, que se granjeó el aprecio y respeto de sus conciudadanos.

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La efervescencia neototalitaria La tiranía de Tachito Somoza Debayle, que había sustituido en el poder a su hermano Luis, tras su muerte por infarto en 1967, hacía agua. Una rebelión de la juventud y el pueblo nicaragüense, hastiado de un gobierno inepto, inmoral, corrupto y mediocre, era reprimida cruentamente por la dictadura. Pero los tiempos habían cambiado. En los Estados Unidos, la presidencia de Jimmy Carter abogaba tomaba distancia de los regímenes de fuerza y promovía la vigencia de los derechos humanos. Las simpatías hacia la lucha de los nicaragüenses se acrecentaba. En 1978, Tachito Somoza ordena la muerte del periodista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, director del diario “La Prensa”. Pablo Antonio Cuadra asume, en ese tiempo luctuoso, la dirección del principal medio discrepante. Se involucra en el apoyo a las fuerzas contestatarias sandinistas. El régimen cubano se compromete en dar soporte al Frente Sandinista de Liberación, organización de orientación marxista fundada en 1961 por Carlos Fonseca Amador, hijo de Fausto Amador, administrador de los bienes de la familia Somoza. Oficiales cubanos participan en los combates de la ofensiva final. La tiranía se tambalea y, finalmente, el 19 de julio de 1979, Tachito Somoza escapa de Nicaragua y el FSLN y sus comandantes asumen el poder. Cuadra, que celebra junto al pueblo nicaragüense la liberación, presencia cómo la revolución sandinista es trágicamente orientada a buscar transformar a Nicaragua en una nueva colonia soviética en América, al igual que Cuba. Los comandantes sandinistas que apropian de las propiedades de Somoza y sus colaboradores y se mudan a las mansiones abandonadas o incautadas. Asesores cubanos pululan por doquier. Medidas de recorte a las libertades empiezan a imponerse de manera dictatorial. Los Ortega buscan acallar cualquier crítica, cualquier disensión. Y eso le enfrenta a Cuadra, quien desde las páginas de “La Prensa” denuncia los nuevos desafueros. En 1979, en edición de la Academia Nicaragüense de la Lengua, se publica su poemario “Cantos de Cifar y del Mar Dulce” y en 1980, en edición de la Presidencia de la República, de Caracas, Venezuela, su poemario “Siete árboles contra el atardecer”. En 1983 se inicia la publicación de su Obra Poética Completa, que finaliza en 1989.

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En 1985 es catedrático en la Universidad de Austin, Texas, EE.UU. En 1986 obtiene el premio “Rímini”, en Italia. Y en 1987 publica su ensayo “Aventura Literaria Del Mestizaje”. En las elecciones celebradas el 25 de febrero de 1990, Violeta Chamorro, viuda de Pedro Joaquín Chamorro y ex miembro de Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional que gobernó tras la caída del somocismo, gana las elecciones al Frente Sandinista, encabezando una coalición de partidos, con más del 54% de los votos. Un respiro democrático volvía a la atribulada nación. Y la labor editorial y de opinión de Pablo Antonio Cuadra había contribuido no poco a este resultado. En 1991, la Organización de Estados Americanos, OEA, le otorga el premio “Gabriela Mistral”. Publica su libro de teatro “El coro y la máscara”, compuesto por tres piezas; “Death”, “Johana Mostega” y “Un muerto pregunta por Julia”. Ese mismo año su nieto, Pedro Xavier Solís Cuadra, publica un Diccionario filosófico de Pablo Antonio Cuadra. Solís Cuadra es director ejecutivo de la Asociación Pablo Antonio Cuadra, subdirector de la revista El pez y la serpiente, miembro de la Academia Nicaragüense de la Lengua y presidente del Instituto Nicaragüense de Cultura Hispana. En 1992 se le propone como candidato al Premio Nobel de Literatura. Se le concede la Orden Fulgencio Vega y es declarado Hijo Dilecto de Managua.

Ultimos años de vida En 1993, mientras ejercía como director de “La Prensa”, es nombrado Rector de la “Universidad Católica Redemptoris Mater”, función que ejerció hasta su deceso. En 1998, siendo su nieto Pedro Xavier Solís Cuadra subdirector ejecutivo de “La Prensa”, la familia Chamorro, propietaria, le sugirió a Solís presentar su renuncia. Cuando su nieto le visita y le informa el caso, Pablo Antonio, que fungía como director, se indigna pues ignoraba el caso. Se reúne con los Chamorro y se produce un fuerte altercado que da origen a que abandone el diario junto a su nieto. En 1999 recibe el Premio Nacional de Humanidades y publica su libro “Cuentos escogidos”.

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En el año 2000 fue declarado Ciudadano del Siglo. Y en febrero del 2001 le es otorgado el Doctorado Honoris Causa, por la Universidad Americana, UAM. Fue el último acto público al que asistió, pues venía con una salud muy quebrantada. Finalmente, a raíz de una enfermedad respiratoria, fallece el 2 de enero del 2002 en su residencia de Las Colinas, en Managua. Fue sepultado en 4 de enero en Granada. El novelista norteamericano Paul Berman, quien lo entrevistó, dice de él en un artículo póstumo publicado en “Letras libres”: “Sus méritos como autor de mitologías poéticas y nacionalistas eran, después de todo, enormes. La nota mestiza en el nacionalismo nicaragüense, el prestigio mítico de Sandino y de los guerrilleros en las montañas, la grandiosidad de aspiraciones nacionales de Nicaragua (una grandiosidad que, según creo, no comparte ningún otro país de tamaño equivalente), el toque de milenarismo en la concepción revolucionaria nacionalista: todo ello era, en buena medida, obra suya”. Y para el escritor e historiador Jorge Eduardo Arellano, Pablo Antonio Cuadra reúne las características del verdadero intelectual, porque “integró el concepto de intelectual por antonomasia, lo encarnó totalmente, porque opinaba con autoridad moral. Diría que es el intelectual del siglo XX, y eso lo manifestó en sus escritos”. Su vida, en muchos aspectos, reflejó los excesos, las fantasías y delirios, los arrebatos que obnubilaron el juicio de muchos escritores e intelectuales latinoamericanos, atrapados en la seducción totalitaria, sea fascista, como en su caso, o estalinista, como en el de muchos otros. Eso no le impidió producir una obra ejemplar y extraordinaria. Más importante aún, la evolución de su pensamiento, su alejamiento del culto al hombre fuerte del fascismo, su adscripción a valores democráticos, a la sociedad abierta y plural, a los derechos ciudadanos y a las libertades, le llevó a ser un referente de valiosísima importancia en la Nicaragua de las últimas décadas del siglo XX. Una vida y una obra de indudable valor. Y de indudable enseñanza.

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Oración por Joaquín Pasos Señor, si es posible, ¡qué no regrese más a conocer su ausencia! Veo sus cosas ya insostenibles, deshabitándose. Lejanas cosas, coincidentes, caen junto a su fecha como ceniza de un fumador invisible. ¡Nadie sabe, Señor, cuántas aves o estrellas interrumpen su destino si un niño cesa o si un poeta deja de murmurar su primavera! He visto el azul caserío del patio elemental y contemplativo. Su árbol, casi profesor, recitando sus últimos rumores. Y su mesa en la comunidad de la noche donde la luna tendía su mantel para los ágapes… Todo esto –Señor- es parte de su presencia. Te rogamos, pues, que él ignore lo que ha destruido.

El cacao A Juan Aburto Lo bebían con flores. En xícara pulida, batido con molinillo hasta levantar espuma. Era como beber la tierra: un trago amargo

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y dulce. Linneo lo llama “Theobroma”: manjar de dioses. Oviedo, el Cronista, lo encuentra: “precioso y sano” “E dicen los indios que bebido el cacao en ayunas, no hay víbora o serpiente que los pique”. Pero Benzoni, el italiano, lo rechaza: “más bien parece un brabaje para perros más que para hombres”. Colón encuentra en su ruta una gran canoa con indios transportando cacao. Los lejanos caciques del Caribe trocaban oro y jade por almendras. Ana de Austria lleva en sus bodas a la Corte de Francia la fragante bebida. Y el Doctor Juan de Cárdenas –médico de Virreyes- descubre que es bebida contradictoria:

- “Fría, seca, terrestre y melancólica, como también aérea, blanda, lenitiva y amorosa” Por eso Madame de Segviné, moviéndose como una gaviota en su salón bebe en la fina taza de porcelana y sentencia: “Esta bebida actúa según los deseos de quien la toma”. Y el reverendo Bruce en Londres, sorbe puritano un trago de chocolate y opina:

- “Es un enardecedor romántico más peligroso que una novela.”

No es con vino sino con tiste que brinda el Güegüence. Ahora somos materia prima. Los precios del Cacao en las pizarras de la bolsa de Wall Street. Y Ezra, en su canto: “Con usura el campesino no consume su propio grano.” El cacique don Francisco Nacatime dijo a su hijo:

- “¿Quieres ser rico? - Siembra tu palito de cacao.” Pero murió pobre. El árbol juega con sus hojas alternas (ovaladas y grandes), luego de cubre, como de estrellas, de inflorescencias laterales (miles de pequeñas flores rojizas o amarillas). Y las flores caen y sólo de unas pocas nacen sus “grandes marzorcas verdes o alumbradas de roxo”

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con cinco celdas de semillas o almendras envueltas en una pulpa jugosa. Pero es árbol exigente. Y delicado. “No vive sino en lugar cálido y umbroso y de tocarlo el sol se moriría.” Por eso siembran siempre un árbol a su lado –el Madrecacao-, que lo cubre con su sombra gigante como un ángel. Porque es uno de los árboles del Paraíso y requiere –como la libertad-, un cultivo laborioso

y permanente. Su nombre viene de “caua”, tardarse, y “ca-caua” es tardarse mucho porque no es planta silvestre sino un don de Quetzalcoatl a los pueblos que escogieron la libertad. Antes del Tolteca y del Maya Cuando Quetzalcóatl no era dios sino un hombre entre nosotros Cuando no se inmolaban hombres sino flores y mariposas a los dioses Quetzalcóatl nos dijo: “Somos pueblos en camino” y nos dio el pinol –que se hace del maíz- y nos dio el tiste –que se hace del cacao y del maíz -: bebidas para pueblos peregrinos. Porque esta es tierra de transterrados. Gentes que sólo llamamos Patria a la libertad. Pero vinieron los nahuas. Voy cruzando caminos donde los tractores desentierran ollas funerarias. Allí quedaron sus huesos. (-Abuelo: traes a cuestas la memoria de tu pueblo y es pesada como un fardo de piedras.) Aquí quedaron sus huellas. Toltecas. Pueblo de artífices. Fragmentos de un ánfora policromada tan exquisita como una urna griega. (Abuelo ¿qué fuego encienden tus pedernales?) Y leo en el Libro de los Orígenes, en los anales de los hijos de Tula: Año 1 Acatl. Año del llanto. Cayeron sobre nuestra tierra los Olmecas. Fuertes yelmos de cuero cubrían sus cabezas, gruesas corazas de algodón cubrían sus pechos

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lluvias de flechas cubrían como un toldo su avance pelotones con macanas seguían a los flecheros y a la retaguardia rechonchos enanos con cuchillos de obsidiana brotaban de la tierra exterminando a los vencidos. Y ya no habían páginas en nuestros libros para escribir nuestra historia sino la lista interminable de nuestros tributos: Cien gallinas por tribu más cien cargas de cacao Cien cargas de algodón más cien cargas de plumas Cien cargas de maíz y 20 piedras de jade Y cien piezas de loza y 20 piezas de oro. Y los hijos de Tula comían lagartijas y gusanos. Y esperaban la noche y uno a otro se decían:

- ¿Hemos castrado al sol que ya no alumbra? Y fueron al templo y ayunaron y sangraron sus miembros y con lágrimas y sangre interrogaron a sus dioses y los dioses les ordenaron partir. Así emprendieron su éxodo los de la lengua nahua. -“Encontraréis una Mar dulce, al sur que tiene a la vista una isla de dos volcanes”. Y bajaron los exilados. Bajaban buscando la tierra prometida. Y ahí donde llegaban, los pueblos los rechazaban. -¿Quiénes son estos? se preguntaban. -¿Conocemos acaso sus rostros? ¿No llevan en su pecho un corazón extranjero? Y los Mayas los atacaron con sus cuchillos de Zaquitoc. Y los Cachiqueles los atacaron con sus mazos de Guayacán. Y los Sutiavas les dieron batalla con sus dardos de Huiscoyol. Y las guerras fueron produciendo jefes guerreros. Y los jefes guerreros instituyeron al Gran Jefe. Y el Gran Jefe no pisaba el suelo –le tendían mantas. Y la tiranía de los Olmecas les parecía pálida comparada con la tiranía de Ticomega, el viejo a quien sucedió Ticomega, el joven a quien sucedió Ticomega, el nieto

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Ahora estamos en la tierra de los lagos También nosotros fuimos peregrinos. Fuimos Emigrantes y estas tribus llegan cansadas. Duelen sus lamentos en el corazón de los Chorotegas. “¡Traemos heridos y enfermos!” –nos lloran. Son mexicanos. Son toltecas. Son artistas en el barro y en la piedra. Son maestros en el arte plumario. Tocadores de ocarina. Orfebres. Conocedores de los astros. Y entonces les damos cargadores para que se ayuden. Les damos nuestros guerreros para que carguen sus cargas. -“Van de paso”, nos dicen. Pero llega la noche. Y entonces con su lengua de pájaro los nahuas imitan Al búho. Y cantaletean: “Tetec –tetec” (cortar, cortar) Y los otros responden: “Iyollo –illoyo” (corazones, corazones). Y esta fue la señal y cayeron sobre los cargadores Y luego que los pasaron a cuchillo cayeron sobre nosotros Y nos despojaron de lo mejor de nuestras tierras – ¡todo el sur del cacao!- Y apenas fueron dueños de sus árboles usaron sus semillas como monedas. No bebió el pueblo ya más el cacao -Sólo los teytes, los gamonales, sólo los ricos señores y los jefes guerreros- “E la gente común no osa ni puede usar para su gana o

paladar aquel brebaje porque no es más que empobrecer adrede e tragarse la moneda.” Y se vende un conejo por diez almendras. Y por 2 almendras se adquiere una paloma. Y el valor de un esclavo es 100 almendras. Y una mujer vende su cuerpo por 10 cacaos. “Quiero decir que ninguna cosa hay que no se venda” Cacao: Dólar vegetal.

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Nonantzin

Amada, si yo muriera, entiérrame en la cocina bajo el fogón. Al palmotear la tortilla me llamará a su manera tu corazón. Mas si alguien, amor, se empeña en conocer tu pesar, dile que es verde la leña y hace llorar.

(Traducido de Netzahualcoyolt)

República de poetas Mi bandera pretende, como el cielo, unir el azul y el blanco. Equivocados los próceres quisieron juntar abajo lo que solamente arriba se hermana y no siempre. Pero algo logras, paisano, izando el cielo en tu mástil, ¡somos un millón de hombres con la cabeza a pájaros!

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Epitafio de un poeta

Yo canté las cosas naturales en el momento en que las cosas naturales se extinguían.

Amé la tierra y las cosas de la tierra cuando la tierra y las cosas de la tierra eran destruidas por el hombre.

Mi poesía cabalgó hacia el campo huyendo de la ciudad cuando la gente del campo abandonaba el campo y se venía a la ciudad.

El canto no se escuchaba en la ciudad porque la ciudad estaba llena de ruido pero mi canto no se escuchó tampoco en el campo porque el campo estaba lleno de soledad.

He abandonado la prosa y me he ido en busca de la poesía cuando la poesía abandonaba la poesía y se entregaba en manos de la prosa.

El poeta siempre llega donde nadie lo recibe y así vive hasta que llega a la muerte; solo entonces, cuando la muerte tampoco lo recibe, es cuando todos reciben su canto.

Una nueva cerámica india Los viejos signos pintados en el barro se olvidaron. Largos siglos cayó sobre nosotros la ignominia. Largos olvidos, el tiempo. Entonces vino un hombre con su mecapal lleno de ollas -esta tinaja tiene un signo nuevo- dijo

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y la alcé en las manos y vino el llanto a mis ojos: el signo estaba escrito con la sangre del pueblo.

Pedro Urdemales Pedro Urdemales, profesor de aquella misteriosofía mágica, dulce mentira que hizo verdad tu boca de hablador. ¡Tus cuentos, Pedro Urdemales: pantalón de prosa y camisa de fantasía! !Refrán con sombrero de palma! Fuiste burlero metiéndote en berenjenales y llenando de mentira y risa los caminos de Chontales. Con tu olor a monte y a sajino --caminero, logrero, palabrero-- vendedor de cotonas y cususa cruzaste las lomas y los llanos. Terror de los alcaravanes. Ladino. Inventor de los cuentos de camino.

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Por los caminos van los campesinos

De dos en dos, de diez en diez, de cien en cien, de mil en mil, descalzos van los campesinos con la chamarra y el fusil. De dos en dos los hijos han partido, de cien en cien las madres han llorado, de mil en mil los hombres han caído, y hecho polvo ha quedado su sueño en la chamarra, su vida en el fusil. El rancho abandonado, la milpa sola, el frijolar quemado. El pájaro volando sobre la espiga muda y el corazón llorando su lágrima desnuda. De dos en dos, de diez en diez, de cien en cien, de mil en mil, descalzos van los campesinos con la chamarra y el fusil. De dos en dos, de diez en diez, de cien en cien, de mil en mil, ¡por los caminos van los campesinos

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a la guerra civil!

La estrella vespertina Vimos las llamas y levantar la noche y ensangrentar las aguas como un sol ahogado. -¡Es la isla de Inés!- gritaron los marinos y tiré la red y puse mano al remo hundiéndolo en las aguas rojas. Gritos se alzaban de ribera a ribera y aves despertadas de sus nidos giraban como cenizas. ¡Ya era tarde! Como una Y griega escarlata escrita sobre mi sueño la vi desnuda correr y hundirse entre las olas. Hablo de Inés. Siempre hablo de Inés cuando la triste y vesperal estrella baja a las ondas y su desnudo ardor baña en las aguas.

Niña cortada de un árbol Las aves nicaragüenses se forman de los árboles: de frutas enternecidas por la lluvia de hojas suavizadas por el viento de susurros que la savia amansa [y pule en trinos. Mi patria es entendida en vegetales que cantan; en primaveras

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que he besado; en frutales que tú eres cuando me dices desde el árbol --¡adiós!-- con mariposas.

Tigre muerto Sueña el cadáver del jaguar su última rapiña y en el pequeño cielo frío y azul

que guarda su pupila zopilotes insomnes cierran círculos negros sobre el esqueleto de vaca de la luna.

Escrito junto a una flor azul

"Temo trazar el ala del gorrión porque el pincel no dañe su pequeña libertad".

Anote el poderoso esta ley del maestro cuando legisle para el débil.

Escuche este adagio del alfarero la muchacha cuando mis labios se acerquen.

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Lamento de la doncella en la muerte del guerrero

Desde tiempos antiguos la lluvia llora.

Sin embargo, joven es una lágrima, joven es el rocío. Desde tiempos antiguos la muerte ronda.

Sin embargo, nuevo es tu silencio y nuevo el dolor mío.

La noche es una mujer desconocida

Preguntó la muchacha al forastero: --¿Por qué no pasas? En mi hogar está encendido el fuego. Contestó el peregrino: --Soy poeta, sólo deseo conocer la noche. Ella, entonces, echó cenizas sobre el fuego y aproximó en la sombra su voz al [forastero: --¡Tócame! --dijo--. ¡Conocerás la noche!

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Interioridad de dos estrellas que arden

A Mario Cajina-Vega

Al que combatió por la Libertad se le dio una estrella, vecina a la luminosa madre muerta al alumbrar. --¿Fue grande tu dolor? --preguntó el Guerrero.

--No tanto como el gozo

de dar un nuevo hombre al mundo. --¿Y tu herida --dijo ella-- fue honda y torturante?

--No tanto

como el gozo de dar al hombre un mundo nuevo. --¿Y conociste a tu hijo?

--¡Nunca!

--¿Y conociste el fruto de tu lucha? --Morí antes.

--¿Duermes? --preguntó el Guerrero. --Sueño --respondió la madre.

Escrito en una piedra del camino cuando la primera erupción…

¡Lloraremos sobre las huellas de los que huyen de [Acahualinca!

Aquí comenzó nuestro éxodo. Oyeron la gran voz cavernosa del monstruo. Desde los altos árboles miraron [el sucio gigante decapitado,

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la espalda rugosa, solamente el rugoso pecho vomitando ira. Abandonaremos nuestra Patria [y nuestra parentela porque ha dominado nuestra tierra [un dios estéril. Nuestro pueblo miró el gigante sin mente, oyó el bramido de la fuerza sin rostro. ¡No viviremos bajo el dominio [de la ciega potencia! ¡Quebraremos nuestras piedras de moler,

nuestras tinajas, nuestros comales,

para aligerar el paso de los exilados! Allí quedaron nuestras huellas,

sobre la ceniza.

El nacimiento de Cifar

Hay una isla en el playón pequeña como la mano de un dios indígena. Ofrece frutas rojas a los pájaros y al náufrago la dulce sombra de un árbol. Allí nació Cifar, el navegante cuando a su madre se le llegó su fecha, solitaria remando a Zapatera. Metió el bote en el remanso

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mientras giraban en las aguas tiburones y sábalos atraídos por la sangre.

Escrito en un árbol

De la verdad de la leyenda doy ahora fe. Marineros burlones me dijeron: --Si le hablas será trocada en árbol. ¡Vedme bajo su sombra! Nunca el corazón dio frutos tan numerosos!

Tomasito, el cuque

--¿En qué lancha las llevaron? ¡Contesta, Tomás, contesta!

--¿Desde cuál isla zarparon? ¡Jodido, Tomás, contesta!

--¿A quiénes las entregaron? ¡Hijo de puta, Tomás!

--¿Quiénes llevaron las armas?

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¡Cabrón, contesta, Tomás! Pero no habla Tomás. ¡Qué huevos de hombre. No habla!

¡Ya nunca hablará Tomás!

Juana Fonseca Rogad a Dios por el eterno descanso del alma de Juana Fonseca Sus hijos: Emérita, Fidelina, Juan Ramón, Justo Pastor, Camila y Pedro están aquí de negro. Doblan las campanas y Emérita solloza. Emérita fue la última en acostarse. Planchó la ropa de los varones y el vestido de Camila. Lloró pensando en la madre. "Un día como hoy se estaba yendo." Pero pensó en las flores, en las rosas del barrio. "Fídelina: mojá las flores para que amanezcan frescas:' ("Los pobres no tenemos tiempo de llorar", pero lloraba.)

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y vio que Pedro llevaba los zapatos sucios y sacudió los zapatos del niño con el borde del rebozo y los ojos rojos mientras las campanas doblaban. La viva estampa de la madre abandonada, como ella, del marido con sus tres hijos con sus cinco hermanos planchadora como ella Juana Fonseca. "Libra, Señor, el alma de tu sierva Juana como libraste a David de las manos de Saúl y de las manos de Goliat:" Veníamos esa tarde huyendo y los soldados nos esperaban en la bocacalle. Juana tiró de mí, me metió en su tijera bajo la chamarra y acostó a la Emérita -que era hermosa entoncesy escuché las voces del Sargento y la voz de Juana: -¡Aquí no hay nadie; sólo mi hija enferma que deben respetar! y Emérita se reía; pero ahora lloraba. "Apartaos de mí todos los que obráis en la maldad porque ha oído el Señor la voz de mi llanto. Señor, Dios mío, en Ti he esperado; sálvame de mis perseguidores y líbrame." Juana Fonseca, te recuerdo bajo la lámpara y vos de pronto llegando, demudada: -¡Me mataron a Pedro! (Tan estupendo

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carpintero, pero borracho. Mi ropero de cedro jamás lo terminaba hasta que un día llegó con el mueble y era como un altar) ... ¡Me mataron a Pedro! y no tenemos ni ropa para vestirlo porque todo lo empeñaba, hasta sus fierros. y fui a 'buscar con los amigos y reuní para su caja y lo enterramos con dignidad. Y ella quiso pagarme. Desquitarme planchando y lavando. -Juana Fonseca, no es así que se paga. La amistad del pobre es la honra De mi casa. "Oh Dios, de quien es propio el compadecerse y perdonar, humildemente te rogamos por el alma de tu sierva Juana" que madrugaba para alistar a los muchachos y encendía el fuego y ponía las primeras brasas en el fogonero cuando se apagaban las últimas estrellas y cocinaba el desayuno y ya estaba planchando, golpeando la plancha sobre el burro de planchar desde la aurora y ordenando a la Emérita, su oficio a la Fidelina, su oficio (y regañándola: -Ese muchacho que se te acerca no tiene oficio ni beneficio). A Juan Ramón: -Me puso quejas el Maistro, Hijo no hay que ser divagado. A Justo Pastor -mi compañero- el que se iba conmigo a los arroyos a matar iguanas: -Justo Pastor, el día que yo sepa que no vas a la escuela te mato. y Camila, la que iba y venía de la casa a la pulpería de la pulpería a la casa

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con las tortillas, con el pinol y las chiltomas y la sal y las candelas y Pedrito en el suelo, dando guerra en el suelo siempre con hambre. Ahora están todos mirando el humilde catafalco y los cuatro candelabros y llorando a la finada. "Dale el eterno descanso, la luz perpetua brille para ella." ¡Emérita, si supieras qué pedazo de mundo, qué territorio vasto y dulcísimo está cediendo al golpe de esas campanas!

El maestro de Tarca

Dijo el maestro de Tarca: Coge la cigarra del ala Al menos llevas en la mano el canto.

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El niño

El niño que yo fui no ha muerto queda en el pecho toma el corazón como suyo y navega dentro lo oigo cruzar mis noches o sus viejos mares de llanto remolcándome al sueño.

Abuelo, en la noche Esta es la casa que he perdido habito en ella en sueños y no quisiera hablar de ella después que todo [ha sido consumado. Mis hijos han edificado sus casas en Babilonia y yo atravieso el desierto para pasar [veladas con ellos escuchando afuera, al borde de la puerta impotente el ruidoso río de automóviles que [filtra sus aguas turbias en el umbral.

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Hablamos de esto y de lo otro en la [apretada salita como conspiradores bajo el sofocante y ordenado itinerario de los relojes porque todos trabajan, duramente, invirtiendo su vida en el negocio de perderla y llegan llenos de cifras como [los carpinteros de virutas fatigados de información. Entonces, [si yo recuerdo si fácilmente caigo en las viejas historias si abro para ellos las puertas de la casa abren los ojos y me reconfortan con su alegría --piensan tal vez que es posible el retorno-- porque ellos vivieron, ellos nacieron [y se criaron en la casa que perdimos en la vieja casa grande junto al río donde yo vuelvo ahora donde yo vuelvo siempre apenas cae un poco de sueño en mis ojos vacíos.

Exilios

Dedicado a Stefan Baciú

Cuando canta el gallo me levanto y veo el amanecer de mi patria. Es hermosa y radiante y mi corazón es un rey que recibe su trono. No. No me iré de mi patria. Aquí moriré. Pero se pone el sol y vuelvo mis ojos al país de mis sueños

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y toda la ceniza del mundo cae sobre su faz. Entonces quisiera ser extranjero para regresarme a mi patria. Entonces oigo el rumor feliz de las ciudades que no son mías. Oigo la noche llena de exilios. Debo partir, me digo. Y mi sueño es un viaje bajo la tutela de los astros. Hasta que canta el gallo y otra vez el amanecer se apodera de mi canto. No. No me iré. Y vuelvo a levantar el muro con las piedras que cayeron.

El testamento

Llegó la abuela con su pausado balanceo de navío. Cuando ella entraba la Historia con un fru-fru de páginas innumerables en el ruido de sus enaguas. Sus ojos gobernaban por decretos de dulces mimos y maternas severidades, pero esta vez avanzó cargando la mansedumbre con fatiga, se sentó quejumbrosa en el monárquico taburete de las amonestaciones y puso su canasta de tejedora al pie de la silla. -Hija mía Juliana -murmuró-·: este delantal de bambas es para que bailés al Doctor Jerónimo en nombre de tu raza.

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Sé que te gusta el baile y la tremolina ¡bailá, muchacha! ¡que no se acabe el ritmo de este pueblo! El día que nuestros huesos pierdan su música seremos desplazados por extranjeros. -y a vos, Celedonio, te dejo el puño de plata del bastón de tu padre. Eres el mayor y tengo años de esperar que presidas al Cabildo con la vara de Alcalde en la mano. ¿Qué te pasa muchacho? ¿Se hizo horchata tu sangre de cacique? ¡A la casa de tu padre el pueblo entraba y salía a buscar sus palabras! -A Dámaso díganle que le dejo la. cutacha del abuelo. Está colgada del clavo. Nunca la saqué de su vaina pero el muchacho es levantisco y anda metiéndose en problemas. Me gustan sus azares. Dámaso es un peligro, pero no será por él que mi pueblo acepte el yugo. -y a vos, rinconero, que te gusta fatigarte con letras, te dejo este libro de cantos que cantaron tus antecesores. ¡Que no se rompa el hilo! ¡Escribe! ¡Pobre muchacho: Cuando tu padre sembraba y te daba el arado nunca trazaste un surco derecho! Te dejo indefenso contra el hambre ¡pero mi pueblo necesita soñadores! -y a vos, Lupita, que te estás quedando suelta sin tu voluntad, te dejo mi canasta de tejidos con algunos ahorros en el fondo. A ver si te cambiás de peinado y te empolvás y hacés un esfuerzo. Lupita: ¡no hay que ser tan pasiva, hija mía! enciende lirios, enciende pájaros, quema el borde de la noche,

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el oficio de la mujer es encender el cielo de estrellas en el ojo del varón. ...¿A dónde vamos si se apaga la aventura? y se recostó en el taburete cansada de su testamento y se quedó suavemente dormida. y nunca despertó.

El panamá A Gloria Guardia

En el clan de los Sterculia este hermano mayor del Cacao y del árbol / de Cola, este gigantesco pariente del Castaño australiano de tronco en forma / de botella, y del venerado Parasol chino, bajo el cual soñó Tu Fu su extraño sueño / sobre Li Po, prefirió entre nosotros el suelo calizo y arenoso y la vecindad y el ruido de las aguas dulces. Aquí creció fortificando su tronco con jambas o contrafuertes que avanzan contra el viento como el pie de los faraones colosales de Luxor. Esta inmensa lámpara verde da luz a la asociación y a la simplicidad. Oyes el ruido sordo del bote arrastrado por los pescadores a la arena las voces que se avivan a la sombra del gran árbol. Tiran de la red a la playa y las mujeres ríen contando y escogiendo los pescados. Aún salta el Sábalo. Colea agónico el Guapote. Boquea la Machaca, la Guavina, el Bagre. Ensartan en bejucos las Mojarras de colores.

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Perlan el Gaspar y sube el humo azul. Los niños pepenan semillas del árbol y las tuestan al fuego. Entonces recuerdas la sentencia antigua: “Los más hermosos presentes de los dioses son siempre gratuitos.” Una ave grande y blanca transportó la semilla de este árbol. Una ave solitaria y desgarbada venida del mar o de la luna. Ellos recuerdan, junto a la fogata, la noche cuando el Jaguar cazó al hijo del Pez Gaspar dormido entre las jambas. El Jaguar lo creyó muerto, lo cubrió de hojas y lo dejó allí para llamar a su hembra y devorarlo. Pero el árbol, compasivo, cerró sus jambas y lo ocultó en el tronco. Por eso, cuando el árbol cayó y el pescador quiso aprovechar su madera una voz le ordenó: - “No cortes ahí, corta más abajo” y la voz lo fue dirigiendo y le ordenó cavar el tronco y ahuecarlo con fuego y el hombre echó el tronco al aguay vio que navegaba como el Pez Gaspar y el hombre construyó la primera canoa. Conoce este árbol: “Sterculia Apétala” “Sterculia carthaginensis” Conoce la mano verde de su hoja corácea, palmada, profundamente triloba. Conoce sus pequeñas flores campanuladas, amarillas con manchas púrpuras / olorosas a estiércol y a corral. Conoce sus frutos de cinco folículos verde-pálidos abiertos como un estuche y sabe extraer sus cinco semillas negras y brillantes envueltas en terciopelo gualda cuyos pelos erectos se clavan urticantes en / tus dedos. Llámalo “Panamá”, que es su nombre y significa en náhuatl “farmacia” o / “venta de medicinas” porque el indio descubrió que su semilla tostada tiene el sabor del maní y / alimenta y cura, descubrió que su semilla molida produce un fino aceite, que la concha de su fruto picada y cocida es un efectivo emoliente contra el reumatismo y los golpes endurecidos. Luego la ciencia analizó su fruto y descubrió la Cortisona.

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Autosoneto

Llaman poeta al hombre que ha cumplido. Llevo mundo en mis pies ultravagantes. Un pájaro en mis venas. Y al oído Un ángel de consejos inquietantes. Si Quijote, ¡llevadme a mi apellido! - De La Cuadra –: cuestor de rocinantes, y así tenga pretextos cabalgantes mi interior caballero enloquecido. Soy lo sido. Por hombre, verdadero. Soñador, por poeta, y estrellero. Por cristiano, de espinas coronado. Y pues la muerte al fin todo lo vence, Pablo Antonio, a tu cruz entrelazado suba en flor tu cantar nicaragüense.

Albarda Soy mi memoria. Piel errante, subsistiendo entre mi último balido Y mi eterna obligación de partir. Yo Dona Albarda Mariposa inválida de mi forma sobreviviendo al sueño y al tropel.

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Toro en mi torso -con mis cuernos en vacío como una antigua furia que se cubre de olvido. Novillo en mi piel -deseo limítrofe en mis cascos perdidos como un antiguo cansando que no llega al recuerdo. Buey en mi cuero -testículos arrancados a la sucesión conjugando solteramente mi amor con la carreta como una vieja madera conyugal quemada por el viento. Yo Doña Albarda Vaca en mi soledad y piel -con mis fervientes ubres excluidas de la sed con el candor de mis pupilas hundidas bajo los ríos con mi antigua maternidad creciendo bajo los árboles. Yo con mi linaje con mi bandera de muertos repitiendo el deseo de horironte caminando eternamente sonando el tambor de mi piel como la luna. Caminando sobre la llanura estúpida y fangosa caminando sobre la abierta senda pisoteada caminando bajo la lluvia torrendal y lacrimosa caminando bajo la garúa susurrante caminando bajo el sol insolente y fogonero caminando entre la música metal de los lecheros caminando tras de la tarde herida bajo el ala caminando tras de la noche caminando tras de la muerte, de nuevo caminando…

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Camino Pasa un hombre cuyo nombre se olvida, repicando la tierra dilatada con un trotecito lento. El sol tirante y brutal reverbera sobre la meada de una bestia desconocida. -¿Cuánto tardaremos? -Poco, patroncito ... y el silencio, arrastrando sus caites, como una brisa anciana, se me acerca al oído. (Junto al camino, llena de sueño, una sombra humilde se echa al pie de un árbol florecido.) Así es la tarde. Dobla la senda sin ruido hasta inquietar a la pupila la lejanía de la sabana. -Ahí nomasito queda, patrón: doblando aquel cerrito, como quien va a la montaña. Así será su voz y siempre así su extraña medida, aunque el cerrito azul se nos ofrezca tal vez hasta mañana. No hay prisa en caminar. .. El camino diluye sus formas en la tarde serrana y se desnuda de luces un aire crepuscular y felino. Arboles en lontananza y aves nocturnas sin canto rompen las primeras quietudes del cielo. Mientras tanto él se persigna como dibujando una flor, y dice: -Aquí mataron a Juan Hernández, el concierto de San Julián, y yo pregunto: -Faltarán tres horas? -Puede, patrón. Pero. .. ¿dónde vagarán las horas? Ya la distancia pierde su medida en la distancia y con la luna el cielo tiene una tierna mirada azul como la infancia, ¡oh!, tú lo sabes, como la infancia.

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El Ángel De pie, con su estatura de recuerdo, limpio, como agua erguida a contraluz, el enamorado de la mendicidad construye mi biografía. Amo este ser incansable que me hiere a silencios. Mas, día y noche, como un perro macilento, giro alrededor de mi paraíso donde dejé mi nostalgia ahora dulcemente mortal. ¡ Si su espada, incandescente de memoria, durmiera como mi sangre en sus noches! Pero aquí estás como álamo empecinado en tu exactitud, poniendo tu ala lenta, casi fluvial, sobre mi hombro, sobre este lugar de carne deliberante y libertaria, palpando si hay cruz, si hay al menos un vago dolor cirineo, y vuelves tu rostro, tu faz poderosa, como una dalia con la fuerza intolerable del roble, como una estrella, con la ira amotinada y luminosa del relámpago.

El cementerio de los pájaros

Arribé al islote enfermo fatigado el remo buscando el descanso de un árbol. No vi tierra sino huesos. De orilla a orilla

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huesos y esqueletos de aves, plumas calcinadas, hedor de muerte, moribundos pájaros marinos, graznidos de agonía, trinos tristes y alguna trémula osamenta aún erguida con el pico abierto al viento. Con débil brazo moví los remos y di la espalda al cementerio del canto.

El indio y el violín Cuando Mondoy toca el violín las nubes de diciembre se desmenuzan en plumas y al Este cruzan seres celestes en bandos de Calandrias de Paujiles de Jilgueros de Zorzales. Mondoy cierra los ojos y ladea la cabeza como los ciegos porque la música es una ceguera dulce una laguna de aguas azules. Por su escala bajan la siete muchachas, las madrugadoras a recoger en su red el lucero matutino ¿coletea entre los juncos en el agua orillera? y Tonantzin lo toma de las agallas y lo ilumina el alba. El aliento de Tonantzin es el país ilimitado donde aletea el violín de Mondoy y gira

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volátil con un plumaje de palabras secretas. He oído cánticos en las cerámicas chorotegas ¿ocarinas lunares de vientos lentos que levantan olas en la laguna como escamas de peces? pero no esta lluvia, no esta ternura cuando Mondoy toca el violín y llueve en Diorimo, en Diriá, en Dirita, en Nindirí. (¿Acaso no has tenido en el pecho, empapándote en música, el rostro de una mujer que llora?) Volverá, tal vez, Agosto, el opresor azuzando sus perros de fuego en la canícula. Husmean los caminos del sueño. Saben que la libertad es un vuelo. O un pensar. O un cantar cuando Mondoy toca el violín. Pero nada muere. En el aire hemos sembrado nuestras estrellas y podemos levantar el pensamiento y sostenerlo sobre el puro azul. Mondoy traza una cruz de música en la constelación del Sur. Mondoy toca el violín y nuestros pueblos indios peregrinan al lugar de la promesa. Una línea blanca marca el borde tiernísimo del horizonte. Es la hora en que bajan las siete muchachas ¿las soñadoras?con sus sábanas blancas a recoger el lucero vespertino y Tonantzin lo toma entre sus brazos y escuchamos el llanto de un niño cuando Mondoy toca el violín.

Mujer reclinada en la playa No ajena a la melancolía Casandra me profetiza la gloria y el dolor, mientras la luna emana su orfandad.

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Todo parece griego. El viejo Lago y sus hexámetros. Las inéditas islas y tu hermosa cabeza de mármol– mutilada por la noche.

Riverside Perros olfatean nuestras huellas y ladran. Flota lento el tiempo con su espalda mojada. Miro nuestras estrellas también desterradas. La carreta que lleva a la madre de Darío con dolores de parto hasta Metapa. El camión que lleva a Sandino atado desde el cuartel de la Guardia hasta el lugar emboscado donde lo fusilan La Patria que pensó la madre sintiendo los dolores del amanecer la Patria que pensó el guerrillero sintiendo las angustias de la noche. Esta es tu Patria y también el polvo de ese bus lleno de nicaragüenses que cruzaron el río Pregúntales por qué olvidaron sus arpas en las ramas de los sauces los aduaneros nos cierran sus puertas porque estamos contaminados por la pobreza. El río recibe exilios afluentes Verbos tristes. Mexicanos. Lunas marchitas. Y el tiempo en sus orillas hiede. Todo río hiede. De turbia aleonada crueldad sus aguas en éxodo arrebatan los dorados racimos de la noche y pudren

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los astros estancados en los juncos. Fuimos guerreros que cortamos la garra del león para colgarla de nuestra cintura. Pero los jefes juraron en vano el nombre de nuestros muertos. La opresión volvió de noche con su uniforme. La guerra se detuvo de casa en casa: Dejó pájaros ciegos Memorias de cenizas y el silencio de los que huyeron -¡Ojalá no se te borre el rostro de tu madre!, le dijo en la madrugada de la despedida bajo la misma estrella que ahora flota ahogada en las aguas oscuras. El muchacho se bajó el ala del sombrero para llorar a gusto. (1988)

Meditación ante un poema antiguo

Preguntó la flor: ¿el perfume acaso me sobrevivirá? Preguntó la luna: ¿guardo algo de luz para después de perecer? Mas el hombre dijo: ¿por qué termino y queda entre vosotros mi canto?

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Canción de Granada y el mar

¡Granada, linda Granada

entre arroyos apresada!

Mercader y navegante

salieron a navegar;

hoy en el viento del lago

Granada suspira por el mar.

Granada:

desleal con la sombra

asoleada.

Altas torres divisaban

piratas y marineros,

hoy sólo vienen las frutas

de los isleños remeros.

Granada, puerto de mar,

ya no la puedo olvidar.

Circulan nuevos olores

por avenidas y calles.

En bajeles se fugaron

al mar sus buenos olores.

Granada,

grande y sin nada.

Viajera de monte y llano,

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Granada había una mano

con que agarraba a la mar.

Granada,

la de la mano cortada,

llora en el Río San Juan.

Granada, lejano puerto,

c on el corazón abierto.

Elegía al gozquemudo o perrillo de indias

En el Quinto Centenario de su extinción “Per tropo variar, natura é belle” cita Oviedo a propósito del gozque prudente de las Indias que no ladraba -igual que las Cigarras de Seripho la isla que son mudas y que las ranas de Cirene que no cantan Es también el indio inclinado al silencio por dar posada mejor al pensamiento. Pero llegaron gentes de climas excitados o locuaces como algunos abuelos incansables y amontonaron sonoras voces en el alto tono del español hablante -voces sobre voces y el perrillo invadido de palabras –triste

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fuese perdiendo. Pero dejó en el alma del mestizo un respetuoso silencio que hizo de la Casa del Ser su Templo

Una raya largo y roja en el polvo de la historia

Esa era nuestra ambición: ser pequeños y diáfanos y libres. John Ashbery

I El hijo del domador odiaba a los leones Entraba a la jaula -como a la historia de su pueblo lastimado por el fracaso de la mansedumbre. Odiaba la excesiva potestad de la melena heráldica y hedionda y la zarpa con su sello arbitrario de uñas rampantes en el mismísimo escudo de sus reyes. Odiaba el miedo -ese dominio inestable

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entre el rugido y el látigo- La sonrisa fósil del Rey odiaba “Un león es militar y mata en sueños” dijo. Y huyó del circo.

II Unos indios güetares lo descargaron de la

hamaca náufrago, de blanca sal su barba y azul su fiebre. Entonces el mar de Poseidón se unía con el mar de Chalchihuitl -la diosa de las faldas de esmeralda- por la aventura de un río oscuro y bárbaro, en cuyas riberas todavía acechaban los pululantes silencios de la selva. Así se conocieron. El horóscopo la hacía inviolable a las codiciosas miradas de las Ixcuinanes -las cuatro diosas del amor-. Pero el prestigio del Mar, ese muro de la casa de los astros donde se cría el viento, hirió su corazón.

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III En el principio todos los caminos eran filosofía. El hijo del domador decía: no he cruzado la mar para encontrar otra vez la espada. No he cruzado la mar para repetir el mundo. Ticay callaba. Venía de una áspera geología. (Los bebedores, los que rescatan los ocasos: es del Golfo -decían-, de la sonriente tierra totonaca.) Pero era Chorotega -de Imabite- y bajó de la falda del volcán con el andar de pie descalzo que es danza y es dominio y adorable cautela de jaguar. Por eso -porque de niña- pasó su mano sobre la áspera pelambre azul de Momotombo y oyó la voz del monstruo-: “Odio los volcanes, dijo odio la arenga aniquilante de su lava No tienen mente y se alzan sobre las muestras más arcaicas de la indiferencia: arena y roca”. Iban abriendo un sendero inédito en la sagrada selva. Sentían la misteriosa presión de su silencio que igualaba a los hombres. Su desazón que impele al viaje -desazón del “aquí” convertido en eterno transeúnte del “allá”.-

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I V Por la noche al levantarse el primer viento de la luna unieron las riberas de dos mundos. -Cavila, español, cavila- dijo Ticay, la silenciaria: Hemos juntado tales lejanías que he perdido mis dioses. Ellos iban a la aurora. “Esa era su ambición: ser pequeños, y diáfanos, y libres”.

V Pero rasgó la tiniebla un viento oscuro y al ladrido nocturno de los perros, respondió una luna verdosa y funeraria. Lejos -entre el vocerío y los gemidoslas antorchas quemaban los harapos de la noche. Avanzaba una rugiente correntada humana y en los vírgenes llanos sobre delgadas sendas abiertas por el pie dos mil bueyes mugían arrastrando la cureña de hierro y el inmenso féretro. Había muerto Pedro Arias

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el de Avila, el que antes de tocar tierra ahorcó a un grumete en el mástil de su nave. El que llevaba, junto al poder sin límites doquiera su ataúd; el que salió del Romancero a Panamá a cortar la cabeza al muy noble / Núñez de Balboa -inventor del mar del Sur-. Los mastines abrían el desfile. Aullaban y el pueblo gemía. (El miedo gime). Caballeros con pendones. Alcaldes. Regidores.

Jueces y tambores. Dos mil bueyes con banderolas negras, mugían arrastrando al Poder, al Hombre, al Justador al Bravo al galán al que salió del Romancero para matar en la plaza de León al buen Don Gil. -El que inventó a Nicaragua

y su Cacique. (“El paese scoperto é molto bello”) y avanzaban los bueyes y los huesos próceres crecían Los fémures crecían a fuerza de elegías de gritos, a fuerza de mandos, de discursos,

/ el húmero, el cúbito, la tibia, el peroné, crecían en

/ futuro, en muerte fundaban tiranías sonaban en el tiempo en el féretro sonaban los huesos y los siglos y su mano huesuda y empuñada iba rayando el polvo. Mano de mando y muerte/ su huesuda

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mano/ iba rayando una línea adversa, como un áspero hierro que rasga su futuro una raya un surco, hondo y sangriento como un grito, como una raya oscura una raya larga y roja en el polvo de la historia..

Patria de tercera

VIAJANDO EN TERCERA he visto un rostro. No todos los hombres de mi pueblo óvidos, claudican. He visto un rostro. Ni todos doblan su papel en barquichuelos para charco. Viajando he visto el rostro de un huertero. Ni todos ofrecen su faz al látigo del “no” ni piden. La dignidad he visto. Porque no sólo fabricamos huérfanos, o bien, inadvertidos, criamos cuervos. He visto un rostro austero. Serenidad o sol sobre su frente como un título (ardiente y singular). Nosotros ¡ah! rebeldes

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al hormiguero si algún día damos la cara al mundo: con los rasgos usuales de la Patria ¡un rostro enseñaremos!

El vaquero de Apompoa

TELÓN Rodríguez Vaquero De Apompoa. Esa noche Venía de cantar A Rosa Reyes No quiso Tomar. Guardó Silencio Y nos dormimos. Cuando tocamos Puerto nadie Supo de él. Cayó En la noche Del agua. Eso Dijeron. Conocí después A Rosa Reyes. Era hermosa y alunada

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Cuando Telón Canto su serenata Ella dormía Con Víctor El de Tisma. Todo era secreto Y música Cuando El caballo de Víctor Relincho en la milpa.

Thálatta, memoria y navegaciones (* Thallassa: mar, en griego)

Voyage qui n’enfinissait pas, qui se tenait toujours a distance. Henri Michaux

A Ricardo E. Molinari, agradeciéndole Las sombras del Pájaro Tostado, “agora que só (también) viejo”

I Esa noche bebíamos frente a la ruidosa tumbazón de [noviembre. Una bombilla azul atrae gaviotitas lacustres al rótulo [iluminado de La Perla del Gran Lago.’ Éramos Joaquín, Louis y Octavio los lectores [de Cendrars, de Morand, de Valery Larbaud. Abríamos la noche con la llave de Huidobro: “un verso sea como una llave que abre mil puertas”.

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Burbujeaba el vaso de cerveza y cada poeta escribía un verso en una carta de naipe -barajábamos- y una secreta musa nos dictaba el [oráculo del poema. Todo era posible. “Un puerto, nos decía Pessoa, [es la ebriedad de lo diverso”. Louis no tardaría mucho en encontrarse con Barnaboot [en una floristería de Oslo. Octavio lentamente recordaría a Ekelof: -“Quiero estar lejos quiero lejanías quiero otra cosa”.’ Pero la luna a veces alumbra al sesgo zonas intransigentes de la noche: un trozo de muelle robado a las soledades [de Giorgio de Chirico y la mendiga con su hijo en brazos cubierto con el

[rebozo y el viento resbalando en su enagua sucia

[y la voz de la mendiga -una voz sin tiempo, repetida, llorosa, en cantinela: ¡Hoy regresó de la guerra! ¡Hoy volvió a puerto! Y contaba las cicatrices de sus heridas y sus hazañas temerarias en una guerra civil

[que enloquecía a Nicaragua ¿Por que esta imagen, este pólipo de la sangre retorna a mi recuerdo con el verso del Vidente: ‘la joven madre difunta desciende de la escalinata”? Porque esa noche el pescador que cargaba sus remos [y su atarraya se acercó a la mujer y levantó la punta del rebozo y vio el rostro azulado del recién nacido en un sueno

[sin retorno y dijo a los compañeros: -¡Ese niño está muerto! y gritó la madre con el grito de una gaviota herida y subió la escalinata del muelle repitiendo: -¡Hoy vino de las islas a mis brazos!, mientras el

[viento tremolaba su oscura cabellera. Joaquín se sirvió en silencio ron en un vaso

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y volvimos a Homero. Buscábamos a nuestros contemporáneos en la fuga del tiempo: la antigüedad de lo nuevo. Dante cruzando

[el territorio del llanto o el inefable del éxtasis. El mar apresado en octavas reales por Camõens. La carta de Penélope a Odiseo que escribió Horacio. Y aquel que cantó: “Era gia l’ora che volge il disio ai naviganti”. -Esa mujer es la madre de Ulises, dijo de pie Joaquín mirando la luna enfurecida de la

[mendiga “Solamente ella y Joyce nos han dado a Odiseo en un

[sólo día”. Y hablamos de Joyce, miope y jesuítico: los dos filos de su peligrosa pluma cirujana que llegaba hasta el oscuro límite que separa a la bestia del ángel. Y hablamos del mar. Hablábamos: la juventud es la hora torrencial en que la carne se

[hace verbo. Mis amigos me despedían porque partía para el Sur. Joaquín sólo viajó en sueños o en alcohol Louis en cambio cayó en la trampa -como

[Apollinaire- y desembarcó en Normandía. La artillería rompió la débil resistencia de sus nervios y sobrevivió entre la clínica y la poesía; pero ya desde entonces un hombrecito azul, como una

[llama de acetileno salía de su pupila invitado por los horizontes. Yo jure en mi corazón: ¡He de partir! ¡oh Thállatta!, ¡rasga mis rutinas! ¡cuelga mis hábitos en los obenques de tus naves! Beberé el vino que se hace substancia de una lengua, tomare los alimentos que nos entregan los misterios de

[una raza. ¡El trigo de Castilla cuya tierra roja parece escrita para

[sembrar espadas! Y en un puente sobre el Amo, el Chianti de Boticelli

[“boca de botella” “París es su cocina”

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“Tes menús / sont la poésie nouvelle”, canta Cendrars. Pero ahora no era el Atlántico -el viejo de verdosas barbas que esculpió el perfil de

[mi Patria- ni la historia escolar de sus carabelas transportando palabra por palabra toda la lengua

[castellana hasta convertir a España en una lejana provincia de

[America. Ahora se desplegaba ante mí la inmensidad cósmica

[del Pacifico. A espaldas de América el mar de las soledades indias. Y vi el rebano andino de inmensos volcanes nevados y escuché pronunciaciones de quena o de ocarina de

[nuestras palabras usuales como si un diptongo fuera un caramillo y una “elle” una herida en la garganta de la mujer

[amada

II Fue en el Sur -bajo su cruz de plata incaica- bajando [en el ascensor del Hotel Cryllón de Santiago con mi flamante Ministro de Relaciones de barbas

[tenidas que coincidimos con Chocano (Jose Santos) el que fue

[llamado poeta de América y me saludó con mano rústica y de inmediato me habló del “paisano inevitable” y “del tropel de potros”, etc,. de su generoso preludio. -No se recitaba un poema en los colegios de América -dijo Octavio- que no fuera de este poeta que Darío

[avala como “el decir de todo un continente”, pero arrepentido agrega: “Tal vez es desigual”. Y Joaquín nos recuerda: Goldberg lo señala: “He is an

[Inca”. Pero luego también repara y agrega: “He is a Viceroy”. ¡Ni virrey, ni inca! ¡Retórica!, dijo enconado Louis -el

[alcohol es dogmático-

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y me dolió un poco el recuerdo de aquel poeta peruano cargado de espalda que cargaba entonces el “Oro de Indias” y que había montado un negocio de buscador de tesoros. Pocos meses después un socio estafado lo apuñaleó en

[un tranvía y volvió a mi memoria su mano fuerte, su perfil de capataz y una cierta zona

[de sueño en sus ojos voraces. Fue en el Sur, en el pago de los Güiraldes que comí un

[asado con los gauchos que me hablaban de Don [Segundo Sombra.

En una sola noche -en el olor milenario de la barbacoa, con la pampa negra detrás de las llamas codiciosas- viví el Martín Fierro, fui huésped del corazón de

[Sarmiento y ubique el Sur con Borges “del otro lado de Rivadavia”, esa calle que si tú la atraviesas te introduce “en un mundo más antiguo y más firme”. Pero fue en Santiago de Chile donde yo publiqué mi

[primer libro cuando la poesía en guerra civil te obligaba a evitar el fuego cruzado entre Pablo de Rocka -con su Canto de Trinchera- el impulsivo poeta disfrazado de “maldito” o las severas exigencias de Alone o la sombra de Huidobro que todavía ganaba batallas

[como el Cid Altazor. “Es la tempestad sobre nuestras palabras -decía el

[verso de Rosamel- cada vez que abrimos la boca surge un planeta de larga

[cabellera”. En la noche lacustre hablamos del chileno Ángel

[Cruchaga’ el único que ha escrito un Apocalipsis dulce y pacifico con Luzbel cansado de su atroz monotonía o imitaba yo la voz en susurro de Juvencio Valle cuando me leyó los borradores de El hijo del

/guardabosque. Pero en Santiago el mayor incendio venía de la primera

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[Residencia en la Tierra de Neruda -una edición inasequible: ¡cien ejemplares! que sin embargo encendía la sorpresa y los celos-. De muchos labios oí como una nueva fundación de la

[lengua: “Angela Adónica” Y así descubrimos esa noche un estilo que tejía las

[materias dormidas de la lengua desde los dos Valles desde Rojas (Gonzalo) a Díaz Casanueva, desde el Gemido de Rokha hasta Neruda, proa de ese nuevo esquife romántico y

[onírico. -Fue del Pablo residente en la tierra que José Coronel

[Urtecho comentaba: “Neruda repite dormido lo que Withman dijo

[despierto”. Luego trepé a los Andes en un viejo y osado tren de cremallera.

III Nuestro sueño del Sur se llamaba entonces Buenos

[Aires. Todos viajamos a la invención de Buenos Aires. Por eso no pocas veces confundo mi invención de Buenos Aires con mi recuerdo de

[Buenos Aires. Joaquín esa noche no conocía el decreto de su destino. Sólo un viaje realizó y en el mástil de su barco ebrio se

[posaba el cuervo de Poe. Se adelantó al naufragio correspondiente y no pudo bajar de su sueño precoz al puerto del

[tango. Yo llegue con Marcelo Sánchez Sorondo a la Calle

[Alsina y estaban los poetas escuchando una conferencia del

[Doctor Pico. Los poetas jóvenes que hacían joven entonces a la

[ciudad de Buenos Aires. Francisco Luis Bernárdez que encontró la forma de

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[rescatar el Siglo de Oro para las nuevas enumeraciones y éxtasis de la lengua

[de América. O Marechal,” ese otro rigor, que tampoco quiso sentarse en el poema como en una cátedra (porque la poesía no tiene por fin ni por oficio conocer, sino crear). O Máximo Etchecopar, o Jacobo Fijman y su Estrella

[de la Mañana o Girondo, o Jijena Sánchez cuya palabra acarreó con

[paciencia de hormiga las creaciones del pueblo y sus dictados. O el mensajero del tenue viento del Sur y sus largas

[melancolías: Molinari, Ricardo E. Molinari, el celebrado huésped de la “Hostería de la Rosa y el Clavel”. Me invitaron a una noche de teatro La Lola Membrives cortaba los azahres de la luna “con un cuchillo, con un cuchillito que apenas cabe en la mano” y después de los aplausos Federico se vino con

[nosotros. Acababa de recibir su Romancero gitano editado por SUR y se golpeó con la mano la pierna y

[nos dijo: -‘Ya soy de bronce”. Luego tocó el piano en el bar. Había una España lejanísima como una alondra en el fondo de su cante. Y no era tan andaluz, viéndolo bien, sino por la luna de los olivares que le daba siempre en [el rostro. Que le dio siempre en el rostro hasta su muerte.

IV En todos los países busque la poesía de mi generación y encontré a los poetas sin insignias ni melenas inaugurando la normalidad.

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No hablábamos de renovar la lengua. Buscábamos la alegría de la lengua -no la palabra “en estado de diccionario” sino “en estado de gracia”-no el castizo neo-rico y académico en su torre de marfil, menos las “encanalladas revoluciones” en su torre de [Babel. Todos “sentíamos cercano -con Demián- un ocaso de lo actual y una nueva aurora” pero una tarde en el hall del Hotel City de Buenos (Aires Darío II, medico y pianista, me llamó: -Te presento a Leopoldo Lugones. (Mi admiración por Lugones no la pudo derribar ni el mismo Lugones con sus

[artificios). Y mire al poeta: “¡Así que este embajador japones con traje gris impecable de ejecutivo cuello blanco bombín en la mano y corteces ojos orientales” es el gran Lugones, el Laforgue porteño y lúdico que agotó la adjetivación de siglos conquistados por la

[luna; el payador de Río seco, casi un gaucho, el de Poemas solariegos, el que escribe bajo el argentino sol de sus 60 anos los poemas que Darío ya no pudo escribir bajo el nicaragüense sol de su precoz crepúsculo. -¡Escríbalos usted!, me dijo sin saber que me alentaba a seguir la estrella de mi

[canto. Hablamos de Sandino. Me habló de Einstein y yo le ola

[rodeado de teoremas Luego atacó a mi generación que arrancaba al cometa

[del verso la cofa luminosa de la rima. Yo le hable de nuestra pampa chontaleña, menos

[solemne, pero cruzada también por misteriosos [y analfabetos payadores

No le enseñe, por timidez, mis poemas

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Ni pude entonces conocer a Borges” -su mas joven y genial antagonista- pero conocí calle por calle, el fervor de Buenos Aires de

[los sueños de Borges.

V Fue en la casa de Juana de Ibarbourou en Montevideo donde por primera vez leí mis Poemas nicaragüenses. Los leí con miedo, bajo sus ojos. Dentro de mi corazón hablan luchado dos musas

[irritadas: la que sólo se da tendida en la caverna y la que se entrega perseguida en la lontananza. ¿Era acaso posible esta lírica bigamia? ¿El delicado equilibrio entre la tímida musa

[provinciana y la pretenciosa musa cosmopolita? Fui leyendo a tientas, bajo los ojos de esa mujer donde se daban cita los ojos de todo el Mediterráneo

(fenicias, griegas, egipcias, andaluzas y la emigrante osadía de la mirada de la mujer del Sur) y fui perdiendo el espanto a ser tomado por un “poeta

[nativo”. ¡Nunca se conocen los secretos asedios del poema! pero vienen a mi memoria los rostros de Julio

Casal, de [Sara Bolho, de Falcao Espalter, de Ernesto Pinto

atentos, quizá sorprendidos de esa intromisión de la lejanía nicaragüense, donde un joven jinete enamorado -que había perdido la fe en Pegaso- cruzaba sin alas la fatigada esperanza de su pueblo.

VI

Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, misa del Mar en La smaar, raag, braam, toomb, aar. Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, misa del Mar en La

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thaa, llaa, ssaa! thaa, llaa, ssaá! Azarías H. Pallais

“El mar, el acechado mar de los navegantes” que cantó Molinari. El mar de Bernárdez: “el inmenso solitario, el mar que pregunta por nosotros en el lenguaje de sus olas

[más oscuras”. El mar de Joaquín Pasos donde “los marinos están un

[poco excitados”. (“Los marineros quieren lanzar el ancla Los marineros quieren saber qué pasa.. . Pero no es nada. Están un poco excitados ‘El agua del mar tiene un sabor más amargo. No pasa nada. Están un poco excitados. Nunca volverá a pasar nada. Nunca lanzarán el

[ancla” En ese mar -que alcanza en Coquimbo, frente a la altura de

[Aconcagua, su mayor profundidad- los pasajeros están un poco excitados: ¿en qué turbia hondura de su abismo flotará todavía una bella muchacha que dio una fiesta en su camarote y su intrépido corazón saltó de la copa a la muerte? Preguntaron por cable a la familia si pagaba su retorno

[en un féretro y todos creímos escuchar el canto del músico de Saint / Merry. “Canto la alegría de vagar y el placer de morir errante”” Era una linda golondrina norteamericana de ojos violetas y luminosa cabellera roja. En una tabla inclinada, con un peso en los pies se hundió en el dominio de las sirenas. Y allí “donde hubo pájaros hay viento, y oscuridad donde hubo peces. Y en el abismo solitario todas las formas del olvido están presentes”.‘

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Memorias / La Tribu

Las memorias son ficciones del ego, mejor que sean poemas: invenciones más puras. PAC.

En aquel tiempo nuestra juventud regresaba de una temporada en el infierno Comenzaban las Grandes Palabras, temidas por Joyce, a desenvainar sus homicidios. Una guerra. Una generación débil y desdichada obligada a cargar de nuevo el inmenso cadáver de la Esperanza. Fue entonces que un ángel nos llevó aparte para enseñarnos a purificar las palabras de la Tribu. (Darío había regresado a nuestras playas con “los azoramientos del cisne entre los charcos”. Sobre la vieja cama de su agonía estaba todavía abierto el antifonario: “¡Oh Señor Jesucristo! ¿por qué tardas? ¿qué esperas?” ¡Era el grito de nuestra impaciencia!). Era el grito de nuestra generación. Dibujábamos sobre la arena del circo la figura del Pez y nos reconocíamos -nos reconocíamos por el hambre como se reconocen los mendigospero el tren corría hacia los tristes horizontes y en los postes telefónicos se balanceaban los ahorcados. Pagaban el precio de nuestras culpas, el precio de nuestros sueños. Siglo cruel. “Fréres humains, qui aprez nous vivez, nayez les coeurs contre nous endurciz”’ (no hagáis gala de duro corazón). Años después oí a un sacerdote de la liberación.. . desdeñar a un amigo que por hambre había servido a los Somoza: ¿para qué mierda sirve?. ¡ ‘ ‘Fréres bumains.. “!. “La Revolución no tiene amigos!“, le dijo. Y yo intervine y le pregunté: -Si una revolución no se hace para la amistad del hombre

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Fue entonces que recorrimos paso a paso, las frías losas de Notre Dame rezando el Vía Crucis de un extraño converso: Un hombre llamado Pablo que encontró a Cristo a través de las blasfemias de Rimbaud. Fue entonces también que los truenos de Léon Bloy quebraron los vitrales del templo antiguo (“áspero como la verdad” nos dijo en sus Raros, Darío) “rugiendo en el vacío”, descendiendo de la ebúrnea torre a la ingrata mendicidad -arte contra el Arte- “ese parásito aborigen en la piel de la primera serpiente”. Fue entonces que llegó a nosotros Azarías... a quien llamamos “nuestro Archipreste” y a quien enloquecía Francis -el de Tournay- con su cielo aldeano (el mismo delicado azul del cielo nicaragüense pisoteado por los Coroneles y los Generales). Fue entonces que conocí a Peguy con su carbón encendido quemando los labios de la conformidad porque este mundo moderno “no es solamente un mal mundo cristiano, sino un mundo incristiano, a - cristiano, absolutamente anti - cristiano”, decía. Y nos pedía el asombro de la poesía el inefable asombro de la primera noche cuando unos nobles seres luminosos anunciaron a unos pastores el nacimiento de ese ineludible desconocido. Eran azul”. los primeros vientos del movimiento de renovación. El profesor jesuita Jaime Castiello nos sentó en el aula llena de brisas y rumores lacustres y levantó, ante nuestro asombro, el velo del misterio: “La Naturaleza es templo de cuyos cimientos suben -de tiempo en tiempo- palabras oscuras”... Tierra, aire, agua y fuego eran columnas de un bosque de inéditas correspondencias

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mientras nosotros, jubilosos, perseguíamos los infinitos enlaces entre la mujer y el adjetivo. Teníamos 18 años. Pensé entonces: La Naturaleza alcanza la perfección de sus formas en el Caracol y el Árbol, el Caballo y la Mujer. “Pero vuela un pájaro -corrigió el maestro y es tuyo el infinito Teníamos 18 años y éramos los buscadores de la Belleza splendor veri, nos decían los platónicos splendor ordinis, decía San Agustín splendor fomae, decía Santo Tomás. “El diablo tiene un odio sobrenatural a la naturaleza y se vale del arte para mostrárnoslo”, nos advertía Maritaín. Teníamos entonces 18 años. Luis Alberto Cabrales llegaba de Paris con libros fragantes para remover el envejecido París dariano: Él tradujo «La noche» de Peguy, ese “invento de la sagacidad de Dios”. ¡ Ah!. ! desde entonces, cuando tú escuches en un poema mío el rumor de estrellas y tinieblas de las noches nicaragüenses piensa que fue un lejano hermano de Francia quien colocó sobre mis hombros esa nocturna capa pontifical que pesa siglos y sueños infinitos. Cabrales fechaba su fe de hierro en 1523. Con tanto indio, con tanto africano en sus venas, el hidalgo don Pío Castillo de la Llana, su antepasado, prevalecía en su corazón mudéjar con la espada en la mano repitiendo en altas y sonoras voces: “Si hay alguna persona que pretenda negar este Evangelio, salga conmigo a singular combate!“. Eran años militares Legiones de pies embotados marchaban con el terrible paso mecánico de los hombres que saben que pasan sobre cadáveres. Los pies del mundo eran los pies de Caín. “Sentíamos, con Demián, cercano y perceptible ya

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un ocaso de lo actual y una nueva aurora”. -“Me joden los cóndores”, nos había dicho Vallejo. Y Gerardo nos alertaba sobre el hombre guillermosecundario cuyos cuchillos duelen en el paladar. Conocía Gerardo Diego en Santander ejecutando a Pulcinelli en un piano de sobrecogedoras beatitudes ¡nunca dí con un poeta tan diferente a su poesía! Entre más parpadeaba, más seguridad adquirían sus adjetivos. Entre más timidez, era mayor la osadía de sus metáforas. Conocí en España, también, a Evelyn Waugh, el novelista inglés. Por el equívoco de su nombre le llevaron al muelle en África un ramo de rosas creyéndolo mujer. Enrojecía cuando le elogiaba su obra. Era un católico británico tímido como todos los británicos y terco como todos los católicos británicos. Toreamos al alimón un becerro en Salamanca Nada nos unía salvo aquel pañuelo blanco frente a los cuernos de Mefistófeles que me recordarían a Max Jacob en Paris hablando del diablo ermitaño y su hoz de luna que corroe las rocas (se le apareció Cristo en un cine!). En cambio Cocteau irónico, olfateando la celebridad con su nariz de mirlo, nos señaló proyectada en la pared la joroba de un ángel. Luego cambió. Descendió a los infiernos con Orfeo y yo no sé si falsificó una conversión cuando dijo: La poesía, Dios mío, eres tú,. Ingenia como Cocteau Coronel el chispeante cambiante versátil maromero mi maestro José Coronel Urtecho todos los días exorcizaba un demonio a quien había acogido como ángel y “tantas veces dijo Ecce Horno frente al espejo que nunca supo cuál de los dos era el verdadero si acaso era alguno”. Tú ya no lo recuerdas.

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En mi juventud -pasadas las tinieblas los poetas preguntaban a Felipe: - “¿Dónde mora el Señor?“. -“En Europa sólo tú no eres viejo, oh Cristianismo”, cantaba Apollinaire. Pero en mi ancianidad la moda es la blasfemia de barba blanca. Estaba escrito: “He de sufrir de los ancianos, de los escritores y de los sacerdotes” (Mateo ). Y Joyce nos anunciaba “una horda de herejías con mitras medio caídas”. Pasó a mi derecha, buscando una patria, Stefan Baciu el rumano. Pasó a mi siniestra la corneja cantándole utopías a los poetas. Lezama” desde su gordura sufriente nos escribía atravesado de flechas marxistas: “urge que cambiemos el futuro urge adelantar el desengaño. Viene la repetición y debemos adelantarnos. Debemos adelantarnos. Este es el fin. Ya no habrá generaciones sino degeneraciones”. Jorge de Lima llegó también pidiendo a Dios un caballo para dirigirse a Damasco y así cayó en los brazos de su Anjo - da - Guarda. “Louvado seja N.S. Jesús Cristo e a Mâe d’Ele, Nosa Senhora, minha madrinha!“. Atrapado por el cáncer, Jorge arrojó su ingenua profecía contra una América erizada de armas: “Las ametralladoras serán fundidas y se transformaran en velocípedos para los nirios huérfanos”. De otro temple, de otra materia agresiva y compasiva se me viene ahora el recuerdo de Francisco, mi hermano, mi compañero cuando buscábamos en la lejana inocencia de las aldeas el decir y el cantar de nuestro pueblo. Francisco, nuestro rebelde Bloy mulato, golpeó con sus puños impacientes las puertas eternas. Dios en persona le abrió. (‘Voy a ser otro”, me dijo en su agonía y no sé si creía que iba a sanar

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o si me hablaba de su resurrección. Luego Mario nuestro experto en metáforas, conoció a otro fulminante mensajero que le arrebató a su linda hija y tuvo fe para bendecir a Dios. “Sólo yo sé lo que me cuesta” me dijo. Pero el día que ella murió los científicos descubrieron una nueva galaxia. ¡Ya vamos quedando pocos, muy pocos poetas aferrados al parpadeante “lucero puro que brilla en la diadema de la muerte”. Recuerdo una tarde lluviosa metida en lágrimas: Azarías debía regresar a su Brujas de Flandes. Fue su despedida. Me señaló en la penumbra de la iglesia el rostro de la Señora -el rostro más parecido al de Cristo-” y me dijo: “Ella es la Madre del Verso”. Fueron años negros. Stalin mataba Hitler mataba Somoza también mataba. Las legiones marchaban triturando el Antiguo y el Nuevo Testamento Recuerdo a Gertrud Von le Fort tan pálida por el exilio pero fuerte en su fe. -¡No he conocido un genio de llama tan pura y luminosa como esta mujer que me escribía con bella letra germana llena de firmeza en su debilidad de “última en el cadalso”! Fueron años negros. Y fue en el oscuro fondo de su desesperanza que Rouault pintó como quien abre una ventana entre la Osa y las Pléyades la Serena Faz. Fue la mirada de ese rostro en el vitral de la noche fue una naranja musical que arrojó a la calle, a mi paso, Erik Satie -como el salto de un gato angélico sobre un piano- fue aquel poema que me leyó Alfonso Cortés” demente con los ojos en éxtasis a la orilla de una ventana en una calle leonesa

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fue Pascal en el comentario de Romano Guardini o fue Dante... porque Dios pasa a tu lado -conversando entre sus Tres Personas- no en la pretenciosa tempestad, ni en el rayo autocrático sino en la humilde brisa (en puntillas) como aquella Sor María ¡oh! aquella hermanita cualquiercosa que bordaba uvas y espigas sacramentales ¿qué puede el ruidoso domador de palabras, qué puede decir de este cielo - en - tierra, cursimonjita, ¡y sin embargo tú correrías por los tejados si vieras el monstruo que ella dominaba con un hilo! Y aquí oscilan “los fides” -dice Gerard Manley - “resbalan”, y “los sin fe fabulan y yerran”, ¡oh Sor María! ¡oh Sor María!... ¡oh Sor María! Todos huíamos de algo en la edad de los exilios Parecía terminado el diluvio y Noé abrió la ventana y entraron rompiéndose las alas la paloma y el cuervo. Huyendo del tirano llegué a México en la negra decena de los 40. (La corrupción mexicana nos sumergió en una tosigosa capa de sarcasmos -la Sátira: ceniza de las Utopías-). Un hombre había dado su espíritu a la Revolución. “Casi todo lo bueno que en México tenemos ahora es fruto de su vastísima mirada” me decía Pellicer**. Pero ese hombre ahora maldecía la Revolución. Y lo maldecían. Era José Vasconcelos. Era el hombre de fuego que Orozco pintó en la cúpula del Hospital de Cabañas. -“¿Cómo pusiste tus esperanzas en un Generalísimo?” me dijo, derribando mis apasionamientos católicos por la rebelión de Franco. Porque fue su precavida voz civil la que me dio a conocer el peligro de la espada; peligro

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que no se manifiesta en el filo de su espiga sino en su empuñadura, allí donde la mano cobra conciencia del dominio. Y su inflamada voz civil condenaba a los Generales de la zaga mexicana a la mediocridad perpetua: “Aquí donde toda riqueza es posible sólo es ya posible la pobreza; aquí donde todo sueño ha sido cultivado somos un desierto sin metafísica”. Ebrio de Cristo, recién convertido, me dijo una tarde: “Triste América, en el amanecer de tus revoluciones tus héroes fusilan Y en el ocaso roban!” Tom fue otra cosa. Tom Merton subía la Montaña de los Siete Círculos cuando fue arrebatado. Lo conocí en el silencio de la Trapa, en Getsemaní, en los pastos azules de Kentucky, con su tosca chamarra de labrador sobre su inmaculado hábito de trapense. Trataba de salvar la hendidura geológica de América entre la creación y el plagio. Buscaba al indio (como Benito en Europa buscó al campesino) para unir los bordes sangrantes de la universalidad herida. América: un Occidente de regreso a la humildad. América: el grito de dignidad de la pobreza. Lo rodeaban muchachos que habían regresado con canas en las sienes de los cielos de Hiroshima, ejecutivos sucios de números que venían de lavarse el polvo del Mercado, en la secreta “fonte”, amores, dulces memorias, filosofías crepitando en las brasas del incensario y a la hora de maitines, anticipando el amanecer, arcángeles labradores se levantaban de sus lechos a fabricar la Esperanza. La Trapa es silencio, pero le permitieron hablarme: “La Belleza que produce el poeta es parte del Reino”, me dijo.

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Luego me alertó, en una carta, contra los Gigantes contra Gog Y Magog (porque el hombre de América no ha superado la etapa de los Gigantes). Y hablamos bajo la luna de la fundación de Solentiname. Pero ya no vio a Ernesto de boina y metralleta convertir su sueño benedictino en una escuela donde se enseñaba a matar con amor. En su última carta Tom me anunció que viajaba al Asia (trazaba su sueño sobre la vieja ruta al Austro que salía de Granada, puerto nicaragüense, puerto de soledad donde los barcos se anuncian pero desaparecen) porque él quería regresar y morir en Nicaragua: “garganta pastoril de América’ ’ . Pero en la oscuridad de su noche, tocó las torres de alta tensión del siglo XX y quedó fulminado. ¡Aún no acabo de reponerme de su muerte eléctrica! Luego, cuando el recuerdo de Merton es ya una escultura de tiempo que se desmorona en olvidos Cuando busco fotografías que aprisionen su realidad entre fechas, surge Eliot, casi viviente, entreverado con quienes fueron sus amigos y mis amigos: como Archivald McLeish o su confidente, el padre de Grate Schulman (“Burn Down the Icons’ ’ , mi maravillosa traductora) ¡Tanto Eliot leído en cátedra, señalándome sueños favorables y ayudándonos a “explorar la bondad, comarca inmensa” “Veinte anos tratando de aprender a usar palabras”. Muchas veces he pensado si sólo leí a Eliot o si la lectura es .una amistad secreta. También él reclamaba los ojos del indio para mirar nuestra civilización enrarecida de racionalismo. “Redeem the time, redeem the dream

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-redime el tiempo, redime el sueño- nos repetía Eliot y subían al barco voces nahuas y quichuas, voces aymaras, voces mayas y mískitas, y decían: “superemos el logos en el ágape” y se escuchó en la apretujada tripulación -de los desterradosel canto de la Salve. Cruzábamos la vigilia y mirábamos en el mástil al muerto levantado en alto. Su luz pálida nos reanimaba en la tiniebla o en la culpa -esa hija de la noche. Y el viento gemía. El viento que mueve lo mismo un mar que una margarita y rezábamos “ea! pues, Señora vuelve tus ojos” y esa era el alba y la luz eran sus ojos los que devuelven a la fe la certidumbre “after this our exile” -después de este destierro- 1985/1993 Las Colinas Managua

El abuelo / Memoria

Mi abuelo encontraba las brumosas soledades de su nieto más dulces que la sociedad humana. Robert Lowel

Al caer la tarde, después de cerrar su comercio mi abuelo se encaminaba al lago con su hermoso perro

[y su nieto. Bajaba por la calzada, una rambla sombreada de

[almendros,

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una calle porteña abierta a la aventura: al fondo el muelle. Vapores y lanchas que atracaban o

[zarpaban. Los vecinos se sentaban en las puertas de sus casas. Un paseo al lago era un paseo orlado de saludos. Mi abuelo los distribuía con el sombrero. Mi abuelo se sentaba en los cimientos ruinosos

[del viejo fuerte. Colocaba sus dos manos sobre el puño del bastón y sobre sus manos el poderoso y voraz mentón de

[hombre de presa mientras sus ojos azules elaborados

[hace siglos por el mar Cantábrico lo traicionaban y se perdían en el horizonte

[nublados por la nostalgia. Ya era rico entonces. Ya había cruzado veinte veces

[el Atlántico. Compraba en París, en Londres, en Hamburgo,

[vendía en Nicaragua. Pero amaba el mar. Y nunca pude saber, como se dice

[de los fenicios, si navegó para comerciar o comerció para navegar. -Abuelo -le decía- cuéntame otra vez de tu barco

[en el Mediterráneo escoltado por los delfines. Y le preguntaba por Julio Verne a quien conoció

[en una tómbola. Y por la Torre de Eiffel, fea como una jirafa de hierro. Me miraba entre fastidiado y sorprendido. No era locuaz. No era como mi padre que me hacía

[vivir sus relatos. Me decía, numeral y añorante: en ese viaje salimos de Génova a Nápoles, a Mesina, al Pireo,

[a Atenas, a Constantinopla; recuerdo que navegamos de noche con luna hasta

[la isla de Rodas... Y yo lo detenía: --¡Pero, abuelo!... Y la isla de Rodas me llenaba de expectativas y ansiedades en el azul

[nocturno del Egeo. El me miraba entre fastidiado y sonriente y encendía su puro que mascaba con fuerza

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[como los pescadores en las borrascas mientras las olas golpeaban contra los

[cimientos del viejo fuerte con sus viejos cañones llenos de herrumbre apuntando

[al infinito pretérito. Mi padre, agricultor como Hesíodo, citaba del aeda su temor “al mar de ruidos

[sin número” y me decía: -“De tu madre te viene

[el gusto por las aguas. Yo soy marinero en tierra”. Y mi abuelo asentía y me contaba de su abuelo don Lorenzo -un vasco de Tolosa, un tipo barojiano,

[“piloto de puerto y de derrota” que cruzó los mares, entonces de España

[como timonel de veleros y en su última ruta guió su barco de 500 toneladas

[al equívoco Pacífico; cruzó Magallanes, subió el lento litoral del Sur y cuando alcanzaba el Golfo de Fonseca un huracán lo hizo naufragar frente al Realejo. Así entró a León, amargado y náufrago el fundador de la familia de mi madre. (A este país no sólo lo hicieron conquistadores,

[gloriosos capitanes y destinos manifiestos sino también náufragos, oscuros exilados

[y destinos adversos.) Cuando mi abuelo llegaba a este punto la historia sobrecogía la imaginación del nieto que por entonces cruzaba el dulce tiempo

[de las iniciaciones Cuando Dios tiende al pequeño Adán y lo adormece para que el sueño fabrique doncellas inasequibles y mi abuelo acentuaba la expectación con una chispa

[de malicia en los ojos porque en la casona leonesa donde el náufrago se hospeda hay un jardín y en el jardín una higuera

[traída de los jardines mudéjares y bajo la sombra de la higuera, como Eva,

[una muchacha que corta los frutos

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y cruza luego los soñolientos corredores [con un cestillo, con una cinta.

Años más tarde leí las amarillentas cartas cruzadas entre los padres de Lorenzo, de Tolosa y los padres

[de Manuelita. (En el cuadro del pintor provinciano los dedos de Manuelita ofrecen un higo del cestillo

[al invisible amado) y en las cartas unos padres hablan de

[dote y otros de virtudes y en la casa de Tolosa de España queda esperando al navegante un aposento con una cama con una mesa con una lámpara y unos libros de astronomía y un tratado de geografía y un cuaderno de cálculos y una vieja brújula marcando inútilmente la ruta

[del retorno. Porque en este país siempre hay un poema

[en el origen de las especies. Y Manuelita engendró a Pedro que casó con Marcelina Y Marcelina engendró a Salvador que casó con Isabel e Isabel engendró a Mercedes y así entró el mar

[hasta el borde de mi cuna en los ojos verdes de mi madre

La calavera de Arqueólogos desempolvan interrogaciones junto a mis huesos. Mayo ya no es vida ni sus lluvias recubren la risa de mi calavera. ¿En balde mi dolor?

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¿Sobrancero mi canto? Ríe. ¿Fue acaso lo reído más tuyo, posteridad que mi palabra? Estoy tendido a la usanza de los creyentes y busco entre las amapolas restos de mi corazón. ¡Ah! Mis cantos ¿serán también arqueología? Investigadores cavan el lugar de mi sueño. oigo sus términos. Escucho. No dicen: "amó como nosotros." Miden mi cráneo.

Invención de la sirena Una mujer en aguas dulces. Una estrella mojada en el límite del mar. Dejar que la sonrisa se desnude de su traje de lágrimas. Una mujer en el centro de todas las navegaciones y lo vientos. El oleaje su poema -versos de espuma- y alguna gaviota gira arriba coronándola y alguna mariposa que parpadea un revuelo de sorprendidos amarillos. No conocí el aviso clásico: "Huye de las playas de Circe". Nuestros antepasados no concibieron la sirena: ni Chalchiuhtlicue de la falda de agua la celeste diosa de los ríos

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ni Huixtocihuatl, la diosa azul de las aguas saladas del mar dejaron oír al hombre sus cantos. Nuetros antepasados no escucharon la voz de las aguas en el vientre de la mujer. Pero yo inventé un reino sumergido cuya música esculpía en agua el silencio del pez, líquido beso, y el embeleso de su voz, líquido canto. En el dulce mar de Nicaragua antes de que arribaran a vela las fábulas antiguas yo inventé la sirena.

Paco Monejí AHORA, desde la selva oscura, mi infancia es alta como la montaña donde los héroes indiferentes –"vestidos de aire"-- apartan las nubes con desdeñosos gestos de la mano. Asciendo a la cumbre casi fatigado y reconozco que era mucho más alto el mundo. Los que transitan el cosmos no llegarán donde nosotros colocamos nuestros ojos: ninguna nave a tres mil pájaros por hora se acercará siquiera al país secreto donde un niño lisiado extraía al silencio las cosas del misterio. ¡Paco Monejí a menudo un niño perdido es hallado en el poema! Tus palomas de barro

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susurraban el secreto del Katún antiguo. Y las risas de los invisibles cuando bajaban de las cándidas galaxias en una piedrecita blanca… Luego te ladeaste hacia el astro y salió entre llantos escasos tu ataúd de cosmonauta. Reposa diocesillo! ¡Aún te miro –en papel de la China, lejanísimo como Buda y así de sutil-- elevando tu cometa! Ah! Mi paraíso –mecido por el viento-- pende aún de tu mano dulce patria en un hilo!

Ars poética Volver es necesario a la fuente del canto: encontrar la poesía de las cosas corrientes, cantar para cualquiera con el tono ordinario que se usa en el amor, que sonría entendida la Juana cocinera o que llore abatida si es un verso de llanto y que el canto no extrañe a la luz del comal; que lo pueda en su trabajo decir el jornalero, que lo cante el guitarrero y luego lo repita el vaquero en el corral. Debemos de cantar como canta el gurrión al azahar:

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encontrar la poesía de las cosas comunes, la poesía del día, la del martes y del lunes, la del jarro, la hamaca y el jicote, el pipián, el chayote, el trago y el jornal; el nombre y el lugar que tienen las estrellas, las diversas señales que pinta el horizonte, las hierbas y las flores que crecen en el monte y aquellas que soñamos si queremos soñar. Decir lo que queremos. Querer lo que decimos. Cantemos aquello que vivimos!

Piolín

Una isla picoteada por las gallinas Un pedazo de estrella- fue el país de Piolín el niño de los gallos. A la vela llega Magdaleno vela de cuerpo ausente el remo del niño y cuatro candelas Piolín: Salvaste a la niña Rina salvaste a Teo /mi hijo! Tocan violines Lloran alto las abuelas y los pescadores con lámparas buscan el cuerpecito Entonces canta el gallo de Piolín: ¿Dónde estará? La noche llena de gallos ¿Dón-de-es-taraaá ? De isla en isla los gallos preguntan por el niño y con preguntas van haciendo el alba.

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El nacimiento del sol

He inventado mundos nuevos. He soñado noches construidas con sustancias inefables. He fabricado astros radiantes, estrellas sutiles en la proximidad de unos ojos entrecerrados. Nunca, sin embargo, repetiré aquel primer día cuando nuestros padres salieron con sus tribus de la húmeda selva y miraron al oriente. Escucharon el rugido del jaguar. El canto de los pájaros. Y vieron levantarse un hombre cuya faz ardía. Un mancebo de faz resplandeciente, cuyas miradas luminosas secaban los pantanos. Un joven alto y encendido cuyo rostro ardía. Cuya faz iluminaba el mundo.

Mitología del jaguar La lluvia, la más antigua creatura —anterior a las estrellas— dijo: «Hágase el musgo sensitivo y viviente.» Y se hizo su piel; mas el rayo, golpeó su pedernal y dijo: «Agréguese la zarpa.» Y fue la uña con su crueldad envainada en la caricia. «Tenga —dijo el viento entonces, silabeando en su ocarina— el ritmo habitual de la brisa». Y echó a andar como la armonía, como la medida que los dioses anticiparon a la danza. Pero el fuego miró aquello y lo detuvo: Fue al lugar donde el «sí» y el «no» se dividieron —donde bifurcó su lengua la serpiente—

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y dijo: «Sea su piel de sombra y claridad.» Y fue su reino de muerte, indistinto y ciego. Mas los hombres rieron. «Loca» llamaron a la opresora dualidad cuando unió al crimen el Azar. Ya no la Necesidad con su adusta ley (no la luna devorada por la tierra para nutrir sus hambrientas noches o el débil alimentando con su sangre la gloria del fuerte), sino el Misterio regulando el exterminio. La fortuna, el Sino vendando a la Justicia —«¡dioses!»— gritaron los rebeldes —«leeremos en los astros la oculta norma del Destino». Y escuchó el relámpago el clamor desde su insomne palidez. —«¡Ay del hombre!» —dijo y encendió en las cuencas vacías del jaguar la atroz proximidad de un astro.

Himno nacional en vísperas de la luz En el límite del alba, mi pequeño país toma las aguas tendidas –las grandes aguas desnudas que descansan–. «Haré lagunas este día», piensa. Cuenta, de dos en dos, sus árboles, sus aldeas cubiertas de rocío, sus territorios que salen despacio noche afuera. Antes del hombre, mi dulce país arregla su pequeña porción de paisaje. «Colocaré este azul sobre una nueva mujer.» «Este lugar proyecto para mejores vientos.» Va diciendo. A vosotros os antecede, hombres de mi tierra. Pulsa el alba, otras corrientes pulsa para buscar el ángel que circula de sueño a sueño alrededor de nuestros aires. Mi pequeño país, entre tantos, va historiando sus flores, la biografía más difícil de la golondrina, fechas de ceibos, de conejos, historias revolucionarias de hombres, otros destinos en una fuente, en una comarca apenas designada.

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Países hay que escogieron calendarios afanosos para eclipsar las antiguas escrituras. Llámase Imperio el dolor de unos hombres lejanos. Se llamará Inmortal un nombre arrojado contra el bronce. Pero esta vez existe este lugar dispuesto para ser eterno por esta palabra que un ángel dicta recorriendo los maitines. Mi pequeño país es habitado por vegetales menos solemnes. Por silencios naturales que van de canto a canto, entre hombres así, entre montañas asequibles al llanto, y ríos prudentes que transportan con mansedumbre sus estrellas. Aquí hemos criado olvidos elementales para ser comunes, vegetaciones insistentes para cubrir a tiempo nuestras huellas. Existe un ángel que repudia nuestras oportunidades –cierra con insolencia las pequeñas ventanas de los oficinistas– y viene urgiendo una palabra más, un canto más, en la pobre aldea que no trasciende donde habita ese niño pálido que nosotros desconocimos. Por eso el alba toma un hilo al sueño desde los pájaros y va penetrando a todos los que tienen inscrito su silencio. Mi pequeño país cristiano se compone de unas pocas primaveras y campanarios, de zenzontles, cortos ferrocarriles y niños marineros. –«Tenemos este quehacer, esta palabra entre todos» –ha dicho–, y así comienza, a punto de los albores, reclamando a ti, zafiro, llamado último lucero, al venado, al güis, al chichitote –un pájaro madrugador–; su coro de claridad para alabar la luz. «Voy recorriendo a tantos, llamando a cuantos tienen ganado su silencio.» «A ti, José Muñoz, carpintero de oficio, que sabes hacer mi mesa, toma este lucero. Sale a guiar su hora. ¡Arréglalo! Y tú, Martín Zepeda, pues vas, de caminante, arrea estos pájaros. Dales canto o diles lo que sabes del pan y la guitarra. Y a ti, Pedro Canisal, vaquero, muchacho agreste, ensilla el horizonte, monta al final la noche, dómala! Todos sueñen. Todos muestren que están contigo haciendo este futuro día, esbelto y sin zozobras. Busca a Juan, el «chato», en este barrio de albañiles; y a Gumersindo, jornalero de caminos; tengo un ancho espacio que llenar de Chontales a León, de norte a río, de río a corazón.

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Quiero tierra y voz. Esta voz tuya, Gregorio Malespín, cantador de Cuiscoma, ¡levántate!, mira la gente que va conmigo. Ya lo están cantando: Lagos, lagunas, madreselvas, árboles y campesinos dicen:

«Alabado sea el Justo y Buen Señor que va dando a cada país lo suyo. Esta noche al nuestro. Este descanso conseguido.»

Por tanto, en alabanza y canto merecido, árboles y campesinos dicen:

«Alabado sea el Dueño de esta posesión. Levantó una noche más y fuese andando, a cubrir otro lugar de más necesidad.»

Porque así agradecemos debidamente este lugar. Así volvemos a vivir debidamente nuestro lugar. Mi pequeño país te solicita para la oración y el himno de los que vamos a despertar. Recuerda, hermano, las lomas de Colojá y su césped verde. Tú, Jacinto Estrada, regocíjate de tu isla, con sus frutales que rondan en susurro las abejas. Madre mía, desde el balcón de tu casa bendice mi respiración. Porque yo sueño con un canto donde va amontonándose todo este ritmo patrio de ángeles celestes y verdes palmas mecidas, de babor a estribor, por un viento de flautas lentas.

Si la poesía nace junto al verbo Si la poesía nace junto al verbo junto a la danza junto al andar, el correr,

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el marchar, ella verbi gracia, verbi marcha verbi corre verbi anda verbi danza.

El otro En Managua, capital de los temblores por pura casualidad nací. Se equivocaron los ángeles pastores y un niño campesino pusieron en vez de mí. Yo venía equipado con la flor de la albahaca, la piel de algún vaquero y un sueño de refresco para nacer en un rancho, en un viejo tapesco y beberme la inocencia de la leche de vaca. Se equivocó mi abuelo, honrado comerciante, se equivocó mi padre, hidalgo y pensador: cuando lloré, lloraba buscando a Rocinante, el caballito flaco de una aventura en flor. Canto por eso ahora lo que lloré en mi cuna, el corral que no hallaba en mi casa burguesa, el arbolón del rodeo donde anida la luna y la sabana inmensa que el camino atraviesa. Canto la vida errante a lomo de caballo, la muchacha que espera en la casa del estero y la otra que saluda a mediados de Mayo y la otra que se olvida a finales de Enero. Canto el cielo abierto, sin cercos y sin dueño, canto el canto libre que siembra cosas bellas, canto al que laza desde su potro un sueño y al pobre que tiene cien millones de estrellas. Canto lo que no he sido porque en mi canto lo fui: al ganadero de todo lo perdido y al campesino que llevo dentro de mí.

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Apólogo con elefante

“Allí donde la razón adapta monstruos *’ Roberto Juárroz

A través de los agujeros de la carpa vimos tendido al Empresario con el rostro todavía enharinado y su gran boca roja de payaso envenenado -decían- por el Domador. La vieja lucha entre el Poder y la Sátira reinvestida luego por una aura de leyenda cuando cruzó galopante las calles del pueblo el caballo blanco y se perdió en la noche llevando de pie en la silla de plata a la pecosa amazona de cabellera opalescente. Se disolvió el GRAN CIRCO AUGUSTO. Desapareció el enano como por encanto. Desaparecieron las trapecistas y los prestidigitadores. Los perros maromeros -sabios de hambrebuscaron las casas de los ricos y en los cofres abandonados, los trajes de luminoso esplendor resultaron harapos con lentejuelas de brillo fatuo. Solo quedó el elefante. El pueblo lo hizo suyo. Amó su forma huérfana, sin orígenes, que convertía en habitual lo exótico Allí donde pasaba con su pesado paso lento creaba un paisaje insólito. Los indios viejos, sentados bajo los almendros, escrutaban suspensos indicios de la deidad

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que el tiempo destronara. Y temían la azarosa amistad de su potencia. El elefante les tendía su trompa desde una edad remota meneando en su extremo un dedo anacrónico y deforme como si el oler y el tocar pertenecieran a un reino todavía indiviso En las noches de silencios rutinarios los estudiantes y los enamorados lo veían moverse como una oscura enciclopedia de piel rugosa y texto indescifrable. Sus pequeños ojos eran tristes, prisioneramente tristes bajo su enorme frente comba, como si un peñasco o un vetusto árbol abriera el secreto párpado de lo inanimado. Comenzamos, entonces, a inventar nuestros recuerdos. Comenzamos a notar que nuestras casas reducían su estatura, que nuestros árboles degradaban la elevación de sus anhelos, que crecía un dominio, que crecía la incontrolable fascinación de lo gigante. ¿Qué puede un pueblo de musas rústicas y pesadumbres provincianas cuando recorre sus noches, con sus colmillos de marfil, la corpulencia del Orden con el sello lunar de su pezuña y el manto de su piel, el ominoso manto de un pasado insondable como el tedio? Los poetas preguntaron: ¿es lúcida o es ciega la potestad que rebasa nuestras formas? Porque el tiempo iba pesando, denso y paquidermo. Y su peso era un arma. Y su tamaño un reino.

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Y mendigaba como todo rey. Extendía su trompa imponiendo el tributo demoledor de su ternura. El pueblo lo hizo suyo. Amó su forma huérfana, sin orígenes, que convertía en habitual lo exótico. Los sembradores dijeron: “pisotea nuestras milpas” Las vivanderas del mercado: “destruye nuestros tiangues”. Y el párroco abrió el Libro donde Eleazar, hijo de Saura -el Macabeo- mató con hacha al mamut de Siria y pereció aplastado por su masa. ¡Mas ya era tarde! El plenilunio hirió su sexo con el salvaje filo de su hoz. Y fue el amor su furia. Olfateó en el viento, hacia Oriente -donde rugía el mar - la hembra inaccesible. Y embistó sobre nosotros barritando su brama. Con gritos con piedras con antorchas la multitud lo echó del pueblo al cenagoso páramo. Costó vidas su muerte. Como antaño aplausos, levantó aleteos y chillidos de aves agoreras. Y lo vimos hundirse por su propio peso fangoso sol arcaico deforme y extranjero.

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El hijo de septiembre Yo pelié con don Gil en la primera guerra nicaragüense. De muchacho era indio y español y al unísono me herían. Tengo el grito bilingüe en las dos fosas porque me dieron flechas en el lado blanco y balas en mi dolor moreno. Más tarde, en el 21, se batieron mis dos mitades fértiles en sueños: el ORDEN con el Rey y fui colgado; la AVENTURA –demócrata- a empellones de alegre libertad y… ¡fusilado! ¡Lindo túmulo Septiembre para flores! Pasando a sangres más fáciles la pólvora sonó después en funerales bipartitos: Me fueguié liberal hasta el sepelio con discursos en León. Pero en Granada me enterraron de verde y con tambores ¡Histórica es mi muerte en dos versiones! Hoy de pobre peleo con el rico: me soy patrón o me declaro obrero en huelga general mi sindicato. ¡Bicéfalo ataúd lleva mis restos, pues cuando quiero libertad me mato y cuando tengo libertad me muero!

Canto de los cortadores de madera En San Miguel, al sur, nacimos desgraciados, el agua a la cintura,

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soles sonando sus tambores, lunas zumbando zancuderos, chingueros, labradores, madereros, fuimos mojoneando el país con sepulturas. Trochas maláricas abrimos Cruzando los esteros toboberos Y podridos de frío nos bebimos El sol en rones coyoleros. Patria talada tu patria, maderero, se lleva la madera al extranjero y al nativo nos queda el lodazal. Dimos muebles, altares, sillas, sillones y sillares y techos y lechos a millares a los señores de otras latitudes, mientras nosotros del fangal cautivos quedamos entre tumbas vivos labrando nuestros propios ataúdes.

Epigramas I Que yo pueda tomar lo ajeno y hacerlo mío. Que yo pueda tomar lo tuyo y hacerlo propio Que tu aventura sea mi canto Que tu amor

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sea mi canto Ladrón de cantares llamaron los indios al indigente corazón IV Jenófanes reconoció la voz de su amigo en el perro que apaleaban. Yo la reconocí en el que me mordía. VIII Tanta vileza preñó la ciudad Ciro: esta ciudad está preñada y temo que alumbre un nuevo tirano Será el hijo bastardo de todos

La ceiba Cuando vinieron nuestros progenitores -“e viniéronse porque en aquella tierra tenían amos, a quien servían, e los tractaban mal”- subieron al gran árbol el día en abre sus frutos y soplaron sus semillas aéreas para trazar la ruta del éxodo. Y unas semillas tomaron la ruta de las aves que se nutren de gusanos y otras las de los pájaros chicos que vuelan en solidaridades y se alimentan de granos y otras tomaron la ruta de los buitres y quebrantahuesos que viven de la carroña y desde su altura sólo ven la muerte y otras tomaron la ruta de las águilas y cóndores, la más alta,

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la que sólo es cruzada por las mariposas y por los pensamientos de los pensadores. Este es el árbol de la contradicción. Este es Vahonché que cita Landa y “que quiere decir palo enhiesto de gran virtud contra los demonios.” Este es el árbol gigante que Gómara vio y quince hombres cogidos de las manos no podían abarcarlo. Este es el árbol de los Trévedes que cuenta Oviedo más alto que la torre de San Román de la ciudad de Toledo. Y es el que cuenta Núñez de la Vega que tienen los moradores de esta tierra en todas las plazas de sus pueblos y debajo de ellos hacen sus cabildos y los sahúman con braceros porque tienen por asentado que de las raíces de la Ceiba les viene su linaje. Yo he recordado su sombra antigua recorriendo esta ciudad en ruinas. En la Calle Candelaria donde esta mi casa -hablo de la vieja casa donde yo nací- ya no queda piedra sobre piedra. Y la luna ese cuervo blanco diciendo ¡Nunca más! Yo he recordado su antigua sombra aquí donde no hay amor suficiente para levantar estas piedras. “¡Sal de ellas, pueblo mío!” Un techo nuevo cubra tus exilios. Un madero extienda sus ramas. He aquí lo que estaba dicho en el libro de los profetas de Chumayel: “Se alzará Yaax-Imixché, la Verde Ceiba, en el centro de la provincia como señal y memoria del aniquilamiento”. Allí donde nace este Árbol es el centro del mundo. Lo que tú ves desde su copa es lo que tu corazón anhela. Este es el árbol que amorosamente sienta tu infancia en sus rodillas. Con el algodón liviano y sedoso de su fruto tu pueblo fabriicó sus almohadas donde reclina su descanso y elabora sus sueños.

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Si suben a este árbol, la serpiente se hace pájaro y la palabra, canto. Esta es la Madre Ceiba en cuyo tronco hinchado tu pueblo veneró la preñez y la fertilidad. De su madera blanca y fácil de labrar tu pueblo construyó una embarcación de una sola pieza y esa embarcación es su cuna cuando inicia su ruta y es su féretro cuando llega a puerto. De este árbol aprendió el hombre la misericordia y la arquitectura, la dádiva y el orden.

En el calor de agosto Como las rondas de ángeles que Fra Angélico pintó junto al establo, vi a los gráciles, gárrulos y excitados pájaros lacustres danzar con ingenua alegría alrededor del cadáver de la serpiente, como si el Mal hubiera con su muerte terminado para siempre. Así el pueblo saltó a las calles jubiloso agitando banderas, creyendo que un hombre solo resumía su daño, danzando al sol mientras en la grieta oscura de uno o dos corazones calladamente anidaba la nueva tiranía…

Mis cariátides Tía Trinidad tenía un tacto de pétalo afinado por el pasar incontable de las cuentas del rosario y era el verbo dar vestido de blanco

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con una dulce contribución de lágrimas en sus ojos verdes otoñales La otra -alta y doméstica-, pero también dadivosa como los árboles del Paraíso era tía Isidora, el otro crepúsculo de ojos cenicientos como la región donde los pájaros duermen Ellas sostenían, como las Cariátides, las tardes municipales De la historia antigua donde ahora es Grecia o Granada o Tula con sus columnas rotas y el mismo cielo azulísimo repleto de aventuras y Atenea, tan agorera, tan diosa de barrio ayudándonos en la lucha contra la noche siempre inquietante y adusta Leo a Homero y tía Trinidad espanta las preguntas sobre Circe Los navegantes que ciñeron la húmeda cintura de las islas conocieron la leyenda y la esparcieron en nuestra ciudad Así llegaron los jóvenes desoyendo (decía) desoyendo la precavida voz de los viejos y anclaron en la ensenada Ahora, cuando el solitario marino escucha El gruñido de los cerdos recuerda en blanco mármol a la vejezuela y se aconseja y sabe cuánto exige el áspero corazón pero tía Isidora era de tierra. De aquella familia que bajó con Booz a nuestros valles para encontrarse con los domadores de caballos gentes de finos tobillos peregrinos que fundaron en el corazón de la patria la tierra de promisión “Ganadería es historia” decían mis abuelos -ganaderos ellos y nuestros padres- Nubes de polvo anunciaban a los caminantes en las cansadas lejanías y tía Isidora había aprendido el verbo recibir con un corazón de posada evangélico y aromado de panadería

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Pero cuando el regreso de mi padre (“los príncipes aqueos durmieron toda la noche vencidos por el plácido sueño / más no probó sus dulzuras Agamenón / pastor de hombres / porque en su mente resolvía muchas cosas”) cuando el regreso de mi padre mi casa estaba en ruinas. Once veces mártir mi ciudad se levantó de sus cenizas urgiendo un canto de Fénix para sus muros arrasados Pero pasaron sobre ella los mercaderes y no queda piedra sobre piedra excepto este mármol, esta Cariátide alta y doméstica soportando el techo donde el soldado resguarda su infancia de una lluvia insistente

Urna con perfil político El caudillo es silencioso (dibujo su rostro silencioso). El caudillo es poderoso (dibujo su mano fuerte). El caudillo es el jefe de los hombres armados (dibujo de las calaveras de los hombres muertos)

Manuscrito en una botella Yo había mirado los cocoteros y los tamarindos y los mangos las velas blancas secándose al sol el humo del desayuno sobre el cielo del amanecer

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y los peces saltando en la atarraya y una muchacha vestida de rojo que bajaba a la playa y subía con el cántaro y pasaba detrás de la arboleda y aparecía y desaparecía y durante mucho tiempo yo no podía navegar sin esa imagen de la muchacha vestida de rojo y los cocoteros y los tamarindos y los mangos me parecía que sólo existían porque ella existía y las velas blancas sólo eran blancas cuando ella se reclinaba con su vestido rojo y el humo era celeste y felices los peces y los reflejos de los peces y durante mucho tiempo quise escribir un poema sobre esa muchacha vestida de rojo y no encontraba el modo de describir aquella extraña cosa que me fascinaba y cuando se lo contaba a mis amigos se reían pero cuando navegaba y volvía siempre pasaba por la isla de la muchacha de vestido rojo hasta que un día entré en la bahía de su isla y eché el ancla y salté a tierra y ahora escribo estas líneas y las lanzó a las olas en una botella porque ésta es mi historia porque estoy mirando los cocoteros y los tamarindos y los mangos las velas blancas secándose al sol y el humo del desayuno sobre el cielo y pasa el tiempo y esperamos y esperamos y gruñimos y nos llega con las mazorcas la muchacha vestida de rojo.

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Pablo Antonio Cuadra / biografía

(Managua, Nicaragua; 4 de noviembre de 1912 - 2 de enero de 2002) fue un poeta, ensayista, crítico de arte y de literatura, dramaturgo, artista gráfico e ideólogo nicaragüense.

Pablo Antonio Cuadra Cardenal, más conocido como Pablo Antonio Cuadra, por lo cual se le solía llamar "PAC". Fue hijo del jurista, estadista, canciller y diplomático nicaragüense Carlos Cuadra Pasos (1879-1964) y de la señora Merceditas Cardenal. Se casó con Adilia Mercedes Bendaña Ramírez, con quien compartió su vida hasta fallecer.

Históricamente, su famila ha estado ligada a la la política y a la poesía de Nicaragua, evidencia de esto son sus primos: José Coronel Urtecho, poeta, ensayista y dramaturgo, y el presbítero Ernesto Cardenal, poeta, escritor, escultor, religioso y político, quien incluso fue Ministro de Cultura durante el gobierno sandinista (1984-

1990).

En 1931 PAC, junto con José Coronel Urtecho, Joaquín Pasos y otros escritores como Manolo Cuadra y Luis Alberto Cabrales, funda en Granada el movimiento literario denominado "Vanguardia", que procuraba innovar o liberar la cantidad de reglas y estamentos que ya estaban establecidos por los movimientos anteriores, por lo que su única regla era no respetar ninguna regla.

PAC se opuso a la intervención de los Estados Unidos en Nicaragua contra Augusto César Sandino a inicio de la década de los 1930's y rompió con la dinastía de los Somoza en los años 1940's. Este compromiso político y social con su pueblo, lo llevó más tarde a abogar de manera franca y directa por los pobres de Nicaragua, abrazando la teología de liberación y otras corrientes intelectuales que el gobierno de Somoza consideraba subversivas,1 razón por la cual fue brevemente encarcelado por el régimen de Somoza en 19562 y por muchos años se autoimpuso un exilio en Costa Rica y Texas.

Muchos años más tarde, también criticó al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional por comprometer la independencia cultural de Nicaragua.3

En 1936 se licencia en Leyes en la Universidad de Oriente y Mediodía de Granada, Nicaragua. En 1939 pudo viajar por primera vez a España, visitó Cádiz, Sevilla, Santander y estuvo varias semanas en Madrid, a finales de ese año regresa a Nicaragua.

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El 26 de junio de 1945, Pablo Antonio Cuadra ingresa en la Academia Nicaragüense de la Lengua (que precisamente había fundado su padre en 1928, siendo Canciller de Nicaragua), con un discurso titulado "Introducción del pensamiento vivo de Rubén Darío". Fue director de esta Academia desde 1964 hasta su muerte en 2002.

Vuelve a España en 1946, como parte de la delegación oficial de Nicaragua al XIX Congreso Mundial de Pax Romana. En esa asamblea, se constituye el Instituto Cultural Iberoamericano (presidido por el propio Pablo Antonio Cuadra), que sería la base para la creación del Instituto de Cultura Hispánica unos meses más tarde; en la actualidad Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Nuevamente viaja a España en 1948.

A partir de 1964 comenzó a publicar en el diario "La Prensa" de Nicaragua sus "Escritos A Máquina", en los que desde una perspectiva política y filosófica, comentó sobre la agitada historia de su natal Nicaragua. Llega a ser codirector de este diario en1954 junto con su sobrino Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, quien fuera asesinado por la dictadura somocista en enero de 1978.

En 1960 funda la revista centroamericana de cultura "El pez y la serpiente" y funge como director ésta durante más de cuarenta años.

En 1988 formó parte del jurado que concedió en España el Premio Cervantes a María Zambrano. En octubre del mismo año, se presentó en el Palacio Nacional de la Cultura de Caracas, Venezuela una recopilación de la poesía religiosa de PAC: "El Libro De Las Horas", ocasión en la que él declaró a la prensa: "América sólo puede encontrar y realizar a plenitud su propia identidad si logra, con los elementos de su propia historia, realizar la síntesis entre cultura y fe".4

En 1991 fue galardonado con el Premio Interamericano de Cultura Gabriela Mistral, concedido por la Organización de los Estados Americanos (OEA).1

En 1993 es nombrado Rector de la Universidad Católica (ÚNICA), conservando simultáneamente el cargo de Director del Diario "La Prensa", dirección ésta, que abandona en 1999.

El 15 de octubre de 1999 el Gobierno nicaragüense, le otorgó el "Premio Nacional de Humanidades", consistente en 5,000 dólares, por sus aportes al rescate de la "nicaraguanidad" y porque la literatura es parte sustantiva de las humanidades".5

En diciembre de 2001, el día 4, PAC, ya bastante desmejorado de su salud, recibió un merecido homenaje dentro de las actividades conmemorativas del aniversario número 32 del Teatro Nacional Rubén Darío de Managua, durante el cual se contó con la participación de muchos jóvenes poetas que le rindieron tributo, casi un mes después, el 2 de enero de 2002, fallece PAC a causa de un paro respiratorio tras una prolongada enfermedad. Fue sepultado en Granada, ciudad donde vivió por muchos años, el 4 de enero de 2002.

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Obra

Poesía "Poemas Nicaragüenses", Editorial Nascimento, Santiago 1934 "Canto Temporal", 1943 "Poemas Con Un Crepúsculo A Cuestas", 1949 "La Tierra Prometida", 1952 "El Jaguar Y La Luna", Editorial Artes Gráficas, Managua 1959 "Poesía (selección. 1929-1962)"Ediciones Cultura Hispánica, Madrid 1964 "Poesía Escogida", Editorial Universitaria, León 1968 "Tierra Que Habla", Editorial Universitaria Centroamericana, San José 1974 "Esos Rostros Que Asoman En La Multitud", Ediciones El Pez y la Serpiente,

Managua 1976 "Cantos De Cifar Y Del Mar Dulce", Ediciones de la Academia Nicaragüense de la

Lengua, Managua 1979 "Siete Árboles Contra El Atardecer", Ediciones de la Presidencia de la República,

Caracas 1980 "Obra Poética Completa" (7 vols.), Libro Libre, San José 1983-1989

Ensayo "Hacia La Cruz Del Sur", 1936 "Promisión De México Y Otros Ensayos", 1945 "Entre La Cruz Y La Espada", 1946 "Torres de Dios", 1958, 1985 "El Nicaragüense", 1967 "Otro Rapto De Europa", 1976 "Aventura Literaria Del Mestizaje", 1987

Cuento "Agosto", 1970, 1972 "Vuelva, Güegüense", 1970 "Cuentos Escogidos", 1999

Teatro "Por Los Caminos Van Los Campesinos", 1957 "El coro y la máscara", 1991, que contiene tres piezas: "Death", "Johana Mostega"

y "Un Muerto Pregunta Por Julia" Tomado de Wikipedia

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Muestrario de Poesía

32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo Rojas 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio Gamoneda 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa Szymborska 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas / Seamus Heaney 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas / Eugenio Montejo 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano Brull 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir Holan 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas / Gastón Baquero 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín Giannuzzi 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados 51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo Torres 53. Territorios Extraños /José Acosta 54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam 55. La traición de los sueños / Francisco de Asís Fernández 56. Quemaremos los días por venir / Radhamés Reyes-Vásquez 57. Sobre toda palabra / Rafael Guillén 58. Días de Carne / César Sánchez Beras 59. Bajo la noche enemiga y otros poemas / Ulises Varsovia 60. La imperfección es la cima / Yves Bonnefoy 61. Voluntad de la luz / Luis Armenta Malpica 62. Ciudad en llamas y otros poemas / Oscar Hahn 63. Iniciación final / José Alejandro Peña 64. Gente desarraigada y otros poemas / Cesare Pavese 65. La luz interrumpida y otros poemas / Luis Rosales 66. Una raya larga y roja en el polvo de la historia / Pablo Antonio Cuadra

1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos 4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza 5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Burgos 6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Delgado. 8. Haikus / Matsuo Basho 9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Darwish 10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas 11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Drummond de Andrade 13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Enzersberger 14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes contemporáneos 16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego 17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom Raworth 18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú 19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James Rawlings 20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza 22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos Martínez Rivas 24. Antología esencial / Joseph Brodsky 25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova 27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome Rothenberg 28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio Pacheco 29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot 30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas Elytis 31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth Rexroth

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Colección

Muestrario de Poesía

2010