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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE SAN CARLOS DE GUATEMALA FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y SOCIALES LOS ENTES COLECTIVOS Y EL PROBLEMA DE SU RESPONSABILIDAD EN LOS ORDENES CIVIL Y PENAL (ALGUNOS ASPECTOS SOBRE ESTA IMPORTANTE CUESTION) TIPOGRAFIA NACIONAL GUATEMALA, C. A— 1945

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U N IV E R S ID A D A U T O N O M A D E SAN C A R LO S DE G U A TEM A LA

FA C U LTA D D E C IE N C IA S JU R ID IC A S Y S O C IA LES

LOS ENTES COLECTIVOSY EL PROBLEMA DE SU RESPONSABILIDAD

EN LOS ORDENES CIVIL Y PENAL

(ALGUNOS ASPECTOS SOBRE ESTA IMPORTANTE CUESTION)

TIPOGRAFIA NACIONAL GUATEMALA, C. A — 1945

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U N IV E R S ID A D A U T O N O M A D E SAN C A R LO S D E G U A TEM A LA

FA C U LTA D D E C IE N C IA S JU R ID IC A S Y S O C IA LES

LOS ENTES COLECTIVOSY EL PROBLEMA DE SU RESPONSABILIDAD

EN LOS ORDENES CIVIL Y PENAL

(ALGUNOS ASPECTOS SOBRE ESTA IMPORTANTE CUESTION)

TESISPRESENTADA A LA JUNTA DIRECTIVA DE LA

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y SOCIALES

POR

C A R L O S G A R C IA BAUER

PARA OBTENER LOS TITULOS DE

ABOGADO Y NOTARIO

DICIEMBRE DE 1944

TIPOGRAFIA NACIONAL GUATEMALA, C. A— 1945

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JU N TA DIRECTIVADE LA

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD AUTONOMA DE SA N CARLOS

Deca n o ....................................................Vocal 19..............................................................

Vocal 29 ...............................................................

Vocal 3 9 ..............................................................

Secretario ............................................

TRIBUNAL QUE PRACTICO EL

De ca n o ....................................................Vocal 19 ..............................................................

Vocal 2 9 ...............................................................

Vocal 3 9 ..............................................................

Secretario ............................................

TRIBUNAL QUE PRACTICO

Decano Su plen te ................................Magistrado de la Corte Suprema

de J u st ic ia ........................................A bogado en E je r c ic io ......................

Lie. don Gregorio Aguilar Fuentes. Lie. don A rturo Peralta A.Lie. don Marcial Méndez Montenegro. Lie. don Gonzalo Menéndez de la Riva. Lie. don Feliciano Fuentes Alvarado.

EXAMEN GENERAL PRIVADO

Lie. don Luis Barrutia.Lie. don Federico Ojeda Salazar.Lie. don Julio Camey Herrera.Lie. don José María Moscoso.Lie. don Salomón Pivaral.

L EXAMEN DE ABOGACIA

Lie. don Eladio Menéndez.

Lie. don Federico Ojeda Salazar.Lie. don Salomón Pivaral.

TRIBUNAL QUE PRACTICO

De ca n o ..................................................Registrador General de la P ro

piedad In m u e b l e ..........................E scribano de Cá m a r a ......................

EL EXAMEN DE NOTARIADO

Lie. don Luis Barrutia.

Lie. don Juan Manuel Jiménez Pinto. Lie. don Eduardo Rivera Morales.

Artículo 19 de la Ley O rgánica de la U niversidad de G uatem ala: “ P o r las ideas desarro lladas en la tesis, sólo el cand ida to será responsable; pero la desaprobación del T ribunal acerca de estas ú ltim as, no será p a rte en la calificación del examen, ni m otivo p a ra negar el tí tu lo ” .

NO. 2 9 3 8 -4 C -2 -4 5 IM P R E S O N U M ER O 2 1 9 5

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Dedico este trabajo:

mis padres

don ^Alfonso Qarcía <2. y doña Elisa 'Bau.er de Qarcía

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Guatemala, 2 de diciembre de 1944.

Señor Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales,

Ciudad.Señor Decano:

De acuerdo con sus deseos, tengo el honor de rendir dictam en acerca de la interesante tesis que lleva el título: “Los entes colectivos y el problema de su responsabilidad en los órdenes civil y penal”, presentada por el d istin ­guido alum no de esa Facultad, bachiller Carlos García Bauer, para su exa­m en público, previo a optar los títulos de ABO G AD O Y N O T A R IO .

En tres capítulos divide el autor su trabajo; en el prim ero expone las generalidades indispensables para ilustrar la materia; en el segundo, da a conocer las doctrinas elaboradas hasta hoy para explicar la naturaleza de las personas jurídicas colectivas; y en el tercero, trata de la responsabilidad de las m ism as, tanto bajo el punto de vista civil, como penal. E l trabajo en general acusa un valioso esfuerzo de investigación científica; las doctrinas se exponen con claridad y m étodo y el autor va señalando con oportunidad, los defectos de nuestra legislación sobre esta materia, dando una orientación para su reform a de acuerdo con los adelantos de la ciencia.

La lectura de esta monografía deja un conocim iento com pleto de todos los problemas relacionados con la materia de que trata, teniendo gran valor como trabajo de divulgación científica.

Por los motivos expuestos, soy de opinión que debe aceptarse la tesis del bachiller García Bauer para los fines que fu e presentada y a la vez m e perm ito insinuar la conveniencia de editarla por la Universidad Nacional.

Aprovecho esta oportunidad, para reiterar ál señor Decano, las m ues­tras de m i consideración, suscribiéndom e su m uy a tento servidor.

A R TU R O P E R A LTAC atedrático que d ic tam inó.

s

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INTRODUCCION

D esde el prim er m om ento, y aún antes de iniciar el desarrollo de este trabajo que he titulado “Los entes colectivos y el problem a de su responsa­bilidad en los órdenes civil y pena l” com prendí cuán d ifíc il tarea m e impo­nía. Tratar de las personas jurídicas, de los entes colectivos, es embarcarse en el estudio de un problema complejo, de tan m últip les aspectos, que ade­m ás de una amplia preparación científica requiere de bastante dedicación y meditación. Aunque m e falta la primera en el grado necesario para cum plir m is deseos, abundo en entusiasm o para suplir con las segundas — aunque sea en parte— dicha deficiencia. Y así em prendí el desarrollo que hoy pre­sento como trabajo de tesis para obtener los títulos de Abogado y Notario en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de San Carlos de Guatemala, que para bien de la cultura del país ha logrado re­cientem ente su autonomía.

D urante cerca de dos mil años, el problema de las personas jurídicas colectivas ha sido objeto de m uchos estudios de parte de destacados juristas de los países que en materia de derecho han marchado a la vanguardia en las d iferen tes épocas de la historia, sin que hasta la fecha haya sido resuelto en sus m últiples aspectos. N o se espere encontrar en el presente trabajo, por consiguiente, un estudio completo, que agote el tema. Por eso hago la aclaración, en el título de la tesis, de que sólo considero algunos aspectos de esa importante cuestión. D e esos aspectos quiero destacar los relativos a la responsabilidad de las personas jurídicas colectivas en los órdenes civil y penal, tem a sobre el cual — efectivam ente— m uy poco se ha escrito y que es urgente e im portante abordar dado el increm ento que en el m undo m o­derno han venido tom ando los en tes colectivos. Las legislaciones de los d ife ­rentes países m uy poco o nada se refieren a esta responsabilidad y lo hacen con cierta vacilación e inseguridad que no concuerda con la form a enfática — y hasta pudiéram os decir extensa— en que hablan de otros aspectos de dichas personas. Reconocen su existencia y que pueden actuar como entes distintos de las personas individuales, pero casi no se ocupan de las trans­gresiones legales que pueden com eter y que com eten a m enudo. Y esa situa­ción debe cam biar; el establecim iento de normas para sancionar a las per­sonas jurídicas colectivas, que incurran en responsabilidad, se va haciendo cada día m ás indispensable, m ás imperativo. E ste convencim iento m e im ­pulsó al desarrollo de este trabajo de tesis, no obstante que conocía de ante­m ano las innum erables d ificultades que se presentaban. Que yo sepa es uno de los prim eros trabajos — si no el primero— que sobre esta m ateria se ela­

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bora en el país y quisiera tener la fortuna de poder despertar con él el interés para que personas m ás entendidas se ocuparan de este asunto, que reclama atinada resolución en nuestra legislación positiva.

E l prim er capítulo del desarrollo del punto de tesis sirve, en parte, de base para la m ejor com prensión del último, aun cuando com prende estudios sobre los aspectos que trata de las personas jurídicas colectivas, en los cua­les procuré ir haciendo referencia a las disposiciones legales guatemaltecas. La parte segunda es un somero análisis de las más im portantes teorías fo rm u ­ladas acerca de la personalidad jurídica de los en tes colectivos. Las conclu­siones a que he llegado las encontrará el lector al fina l de este trabajo. En ellas indico las que, a m i juicio, son las más convenientes soluciones sobre los tem as que com prende este estudio.

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PRIMER CAPITULO

GENERALIDADES SOBRE LAS PERSONAS JURIDICAS

1.— La persona jurídica y el su jeto del derecho

El sujeto del derecho no es el hom bre sino la persona. Las teorías que hacían coincidir al hom bre físico con el sujeto nato de derecho están decidi­dam ente aventajadas. Hoy en día ya no se identifica a la persona con el hom bre. E n su empeño por d ep u ra r la técnica juríd ica, los tratad istas han logrado, después de veinte siglos, precisar el concepto del ente sujeto de derecho.

E l hom bre es persona, no por la naturaleza, sino por obra del derecho. E n el proceso seguido para precisar el concepto de “persona”, se ha llegado a descubrir que lo que.en la ciencia juríd ica funciona como ta l no es propia­m ente el ser hum ano en su totalidad, sino solam ente ciertas dim ensiones genéricas y comunes, objetivadas y unificadas por el ordenam iento jurídico. E l hom bre es el ser estrictam ente individual, con su propia e in transferib le existencia, que cada día hace su vida, que tiene rasgos esencialm ente típicos, inconfundibles, que le perfilan como él sólo, como un ser enteram ente dife­ren te de los dem ás. E l derecho sólo tom a en consideración esquemas gené­ricos y típicos de conducta, dibujados en la norm a y aplicables en principios a todos los sujetos. Son esquemas que encierran posibles situaciones ju rí­dicas en los que los hom bres se pueden hallar, pasando entonces a actuar como personas sujetos de derecho. En el derecho no funciona como sujeto el individuo sino el ciudadano, el heredero, el contribuyente, el soldado, el arrendatario , el padre, el vendedor, el delincuente, el juez, el m agistrado, el funcionario público, categorías genéricas o papeles jurídicos —diseñados de antem ano— aplicables a cualquier ser hum ano que se halle en las m ismas situaciones. La regulación juríd ica es siem pre parcial respecto a la plenitud de la vida hum ana; siem pre deja al m argen una p arte de ésta.

D urante m ucho tiempo se creyó que sólo el ser hum ano, biológica­m ente considerado, era el único sujeto real, posible, de la ciencia juríd ica y, por ende, que sólo él — en últim a instancia— podía jugar el rol de persona en el derecho. Pero la circunstancia de que a m uchos seres hum anos (los esclavos y los extranjeros en la Rom a Antigua) se les negase la cualidad de sujetos de derecho; de que a algunos dioses como Apolo y Jú p ite r se les atribuyese personalidad; de que en la Edad M edia se reconociera el carácter de personas a Jesucristo , a M aría y a los santos; de que en los derechos orientales se reconociera, subjetividad juríd ica incluso a los anim ales, a las

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plantas y a las cosas in an im ad as; así como del aparecim iento y desarrollo de los entes colectivos, dió cabe a que los ju ristas en tra ran en conciencia de que lo que se había venido considerando como persona en el derecho no correspondía a la realidad, de que la identificación que se hacía de la persona con el hom bre era errónea, de que en el campo del derecho privaba una acepción especial de la persona, de que ésta tenía un concepto propio, técnico, jurídico, diferente del que hasta entonces se le hab ía venido dando.

A través de los tiempos, en tres significados principales ha sido tom a­do el nom bre de persona: (1) en sentido fisio-antropológico, en sentido teóló- gico-filosófico y en sentido jurídico. Se hace coincidir en el p rim er sentido con el hom bre, con el individuo h u m an o ; en el segundo con el ente racional, consciente, capaz de querer; y dándosele en el tercero el significado de ente que tiene función jurídica, cualidades en el derecho, capacidad. La persona llega, así, en último térm ino, a denotar una cualidad abstracta, ideal, propor­cionada por la capacidad jurídica y no resu ltan te de la individualidad corpo­ra l y psíquica. Pero para llegar a este últim o térm ino, a darle a la persona un sentido estrictam ente jurídico h a sido m enester el transcurso de m uchos siglos y que la ciencia del derecho se desarrollara lo b astan te como para poder deslindar suficientem ente su campo de acción, como para constituirse en la máxim a ciencia social.

La subjetividad no está in n ata en el hom bre, dice el ilustre profesor de la U niversidad de Pisa, Francisco F errara, no es una cualidad inherente al individuo, sino una realización ideal que sin el orden jurídico es inconce­bible. A nteriorm ente a una organización estatal el hom bre no es persona. Se atisba, así, que la personalidad es un producto del orden jurídico, que sin éste aquélla no puede existir. Surge la persona (m e refiero a la persona que actúa en el derecho) como una categoría jurídica, que aunque tiene de substrato al individuo hum ano no coincide con éste. El derecho crea la p e r­sona y reviste de personalidad al individuo. Como dice Kelsen, la personifi­cación es un procedim iento técnico auxiliar de que se vale el conocimiento jurídico para hacer paten te la unidad de un sistem a de norm as.

E sta nueva posición que se adoptó para considerar a la persona bajo un plano estrictam ente jurídico, ha tenido considerables repercusiones en la ciencia del derecho, principalm ente en lo relacionado con las personas colec­tivas. Causaba preocupación a los ju ristas el poder explicar satisfactoria­m ente la actuación de estas personas en el derecho, toda vez que el pensa­m iento hum ano —esencialm ente antropom órfico— buscaba siem pre al ser físico detrás del ente colectivo, negando prácticam ente a éste la personalidad que se le suponía y que se pre tendía explicar. La nueva concepción técnico- juríd ica ha orillado, sobrepasándolo, el problem a —arduo como el que m ás— respecto a la personalidad de las personas morales o colectivas, poniendo de relieve, gracias a los estudios de los em inentes profesores H ans Kelsen y Francisco F errara, que la personalidad juríd ica individual es tan construida y fabricada por el derecho como la personalidad del ente colectivo. La rea­lidad de las personas m orales, en tanto que objetividad o subjetividad, ha quedado atrás en el devenir histórico de la filosofía del derecho. Se habla

(1) Ferrara : “Teoría de las personas jurídicas” .

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hoy de realidad de las personas jurídicas (sin hacer distingos entre la perso­na individual y la persona colectiva) como centro en donde convergen o de donde parten las m anifestaciones jurídicas de un sujeto de derecho.

E n un plano rigurosam ente filosófico-jurídico el ente colectivo y el ente individual no ofrecen ninguna distinción substancial. La d iferencia que- se puede no tar es m ás bien una diferencia de dim ensión que de substan- tividad. La persona individual hace referencia a la conducta de un hom bre, en tanto que la persona colectiva hace referencia a la conducta recíproca de una serie de hom bres. El ilustre fundador de la escuela vienesa, Kelsen, al desarrollar de m ano m aestra su doctrina sobre la personalidad, de la que m ás adelante hablaré, hace no tar que las personas jurídicas constituyen una cadena, que comenzando en la persona individual, y a través de una serie de órdenes jurídicos y agrupaciones parciales m ás y m ás amplios (sociedad, corporación, municipio, etc.), desemboca en la com unidad m ás compleja, en el orden jurídico to tal: en el Estado, (1) y m ás allá del Estado, en la unión de Estados, y en la com unidad juríd ica in ternacional si se considera que por encim a de cada orden jurídico estatal hay un orden jurídico internacional que com prende a todos aquéllos como órdenes parciales. (2) La esencia de la personalidad jurídica es, pues, la misma, y la diferencia en tre las diversas personas jurídicas —que se incluyen en la serie, en la cadena, como dice Kelsen— depende de la m ayor o m enor am plitud del orden jurídico parcial que les inform a. La personalidad juríd ica colectiva y la personalidad juríd ica individual devienen, así, enteram ente hom ogéneas filosóficam ente conside­radas. Las diferencias que entre ellas m edian se refieren a la especial realidad ajena al derecho que cada una tiene: (3) m ientras que la personalidad ju rí­dica individual se proyecta sobre una realidad substante, la del sujeto hum a­no, la personalidad colectiva se atribuye a algo que no constituye una reali­dad substantiva, independiente, sino sólo un complejo de realidades sociales. Pero así como en el caso de la persona jurídica individual ésta no representa en el derecho la plenitud del sujeto individual, sino solam ente algunos de sus aspectos y dim ensiones (de índole genérica), así tam bién la persona juríd ica colectiva no traduce las auténticas realidades individuales ni la realidad social plenaria que le sirve de soporte.

2,— Acepciones del vocablo “persona”

El concepto de persona, según R ecaséns Siches, tiene su sede en el campo jurídico. Sin embargo, cabe llam ar la atención sobre que la palabra es usada tam bién en otras ciencias (en la Etica, en la Sociología, e incluso en Filosofía), en sentidos diversos al que se le d a en la ciencia del derecho. Por eso, no debe perderse de vista que persona en sentido jurídico significa una categoría abstracta y genérica, construida si se quiere sobre el individuo psico-físico pero que no coincide con éste, en tanto que en sentido ético persona es el sujeto dotado de voluntad y razón, es decir, un ser capaz de

(1) Recuérdese que Kelsen identifica el Estado con el Derecho y que para él el Estado es una personificación metafórica del orden jurídico total.

(2) Kelsen: “Teoría General del Estado” . Recaséns Siches: “ Direcciones contemporáneas del pensamiento jurídico” .

(3) Recaséns Siches: “Vida humana, sociedad y derecho” .

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proponerse fines librem ente y encontrar medios p ara realizarlos (1) o, como dice el profesor alem án Nikolai H artm ann, el sujeto cuya conducta es sus­ceptible de realizar valores m orales. La persona, éticam ente, constituye una m edida o instancia individual concreta de valo res; constituye la intersección del m undo ideal de los valores con el m undo de la realidad, como instancia libre y adem ás como titu lar de lo ético. La personalidad resu lta así, como anota H artm ann, no sólo una estruc tu ra real sino tam bién una estructura axiológica, es decir, una estructura de valor. No hay que olvidar que el m un­do de la m oral es m ás amplio que la órbita del derecho, pues la prim era regula la vida hum ana en toda su plenitud, m ientras que el segundo sólo regula determ inados aspectos de la m ism a. La persona en sentido social se presenta, en form a parecida a la persona jurídica, como u n a dim ensión co­m ún, funcionaría, esquemática, fungible, pero d iferen te en todo caso de la auténtica realidad individual. E l sujeto que actúa en la v ida colectiva no es el individuo entrañable, sino que es el vecino, el colega, el cam arada, el caballero, el aristócrata, el m iem bro de la clase media, el deportista, el pro­fesional. (2) Pero obsérvese (y en esto precisam ente estriba la diferencia) que la personalidad social del individuo o de los entes colectivos — aparte de que tengan o no personalidad juríd ica— es siem pre algo vaga y difumi- nada, en tanto que la personalidad juríd ica tiene perfiles exactos y bien defi­nidos. (3) La persona, en sentido filosófico, según el decir del ilustre filó­sofo argentino Francisco Romero, (4) no es sustancia ni el ente del que los actos sean la m anifestación o la consecuencia; es el conjunto de los actos espirituales en cada sujeto, pero conjunto rigurosam ente unitario, de m a­nera que “la persona se m anifieste al mismo tiem po como un complejo de actitudes espirituales, y como el centro ideal del cual estas actividades irrad ian .”

La palabra persona se hace derivar del vocablo latino “persona”, que en el lenguaje tea tra l antiguo significaba la m áscara, larva histrionalis, que cubría el rostro del actor cuando recitaba en escena con el fin de hacer su voz vibrante y sonora, pues los anfiteatros griegos y rom anos eran tan vas­tos, que se hacía im posible que los espectadores oyeran las voces de los acto­res. M ás tarde, la palabra pasó a significar el personaje que representaba el autor. Del lenguaje escénico la palabra se introdujo bien pronto en la vida y así como para el actor que en el dram a represen taba la parte de alguno se usaban las expresiones personam gerere, agere, snstinere, así tam bién se llegó a denom inar gerit personam (principis, consulís, etc.) al que en la vida representaba alguna función. Llega persona a significar, pues, posición, fu n ­ción, cualidad. Pero por un u lterior desarrollo lingüístico, persona pasó luego a denotar el hom bre, en cuanto reviste aquel sfatns, dice F errara, aquella determ inada cualidad, y así se habla de persona consulís, de persona sociis. E n estas form as de coligación persona va perdiendo gradualm ente todo significado h asta que se llega a ver en la palabra la indicación del género, de la especie hum ana, del individuo hum ano. (B)

(1) Eduardo García M aynes: “ Introducción al estudio del derecho”, tomo II, pág. 72.(2) Recaséns Siches: “Vida humana, sociedad y derecho”, pág. 177.(3) E l mundo jurídico representa la suprema expresión del mundo social, el grado avanzado

de la convivencia colectiva.(4) Francisco Romero: “Filosofía de la persona” , pág. 12.(5) F errara : “Teoría de las personas jurídicas” , pág. 314,

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Schlossm ann (1) ha sostenido recientem ente que en derecho romano el térm ino “persona” nunca ha tenido un especial significado jurídico y que la palabra “persona” ha sido em pleada en sentido general de hom ­bre. Sin embargo, esta opinión no parece ser exacta. Todo hace creer que en la antigua Roma, junto a las expresiones vulgares de la palabra, persona ten ía un significado técnico jurídico, en el sentido de individuo pro­visto de capacidad jurídica. P ru eb a de ello era que en el derecho rom ano no se le reconoció capacidad de derechos y obligaciones a todos los hom bres, pues se las negaba a los esclavos, y que la capacidad juríd ica se extendiera a entidades, como las corporaciones. (2) Persona se usaba, pues, en el dere­cho rom ano en el sentido de función, cualidad y, así, al negarle este derecho la personalidad a los esclavos y otorgarle la capacidad jurídica a las corporaciones, quería hacer ver que los prim eros no ten ían n inguna parte en la vida del derecho, que no ten ían existencia fren te a la ley, y que las entidades sí la tenían . P ara tener la personalidad juríd ica completa, en Rom a había que reun ir tres elem entos o status: el sta tus libertatis o calidad de ser libre y no esclavo; el sta tus civitatís, es decir, ser ciudadano rom ano y no latino ni peregrino, y el sta tus fam iliae: ser jefe de fam ilia y no estar bajo ninguna potestad. (3) 4 5

La tendencia de distinguir al hom bre de la persona, señalada por los jurisconsultos romanos, es seguida decididam ente por la doctrina jurídica de la E dad M edía y, después de algunas vacilaciones, sostenida y afianzada por los m ás reputados filósofos y tratad istas del derecho m oderno.

E n lo relacionado con los entes colectivos, aun cuando el derecho rom ano sintió la necesidad de extenderles la capacidad jurídica, reconocién­doles una cierta aptitud legal para ser titu lares de derechos y obligaciones, es­pecialm ente en lo que se refiere a los derechos patrim oniales (adquirir bienes y trasm itirlos, contraer obligaciones, ejercitar las acciones correspondientes a estos derechos) ; aun cuando conoció prim eram ente las corporaciones y en épocas m ás adelantadas las fundaciones con el carácter de persona, no se halla en sus textos una doctrina, pues la teoría de la ficción no es propia­m ente de origen rom ano. <4) Sin embargo, no es sino hasta en la Edad M edia, cuando los canonistas introducen en la ciencia del Derecho la palabra persona aplicada a las corporaciones, y hablan de una persona universitatis, persona collegi, y luego de una persona ficta, persona repraesentata, de acuerdo con la doctrina elaborada por ellos sobre la esencia de la corpo­ración. (B)

(1) Citado por Ferrara, pág. 315.(2) E. F. Camus: “ Curso de derecho romano”, volumen IV , pág. 31.(3) Flavio H errera: “ Curso de derecho romano”, pág. 71.(4) E. F. Camus: “ Curso de derecho romano”, volumen IV, pág. 191. Sin embargo, cabe hacer

ver que se consideraba a las personas colectivas como entes que estaban a la par del hombre en la posición jurídica (véase Doctrina de la pariíicación en el capítulo segundo de este trabajo).

(5) F errara : “Teoría de las personas jurídicas” , pág. 11. Antes de la edad media, a los entes colectivos se les daba diversas denominaciones. En derecho romano, a los antiguos colegios sacer­dotales y a otras asociaciones de culto se les denominaba sodalites, sodalicia, collegia; a los entes pú­blicos: respublica, municipia, colonia. Pero las palabras que más se usaban para designar las corpo­raciones eran universitas, collegium y corpus. La palabra universitas tenía un significado general e indeterminado, y con la misma se designaba cualquier pluralidad de personas o cosas reunidas en un todo. La palabra collegium designaba las asociaciones voluntarias, y la Corpus servía técnicamente para indicar las asociaciones jurídicam ente reconocidas que tenían personalidad. Cuando, después, todas las asociaciones hubieron de obtener el reconocimiento del Estado, las diferencias entre collegium y corpus fueron desapareciendo. En el derecho justinianeo, para denominar las fundaciones aparecen las palabras pia causae, pia corpota.

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3. — Terminología

Es indudable que en el estado actual de la ciencia del derecho es im ­propio (y hasta se p resta a confusiones) designar, como lo hace nuestro Código Civil en sus capítulos I y III, con el nom bre de “personas individua­le s” a las personas hum anas y con el de “personas ju ríd icas” a los entes colectivos, toda vez que tan artificiales y productos del derecho son las p ri­m eras como los segundos, y adem ás porque esos vocablos no precisan los conceptos técnico-jurídicos de las dos clases de sujetos de derecho.

Los entes colectivos han sido denom inados, en su desenvolvimiento histérico-jurídico, con diferentes vocablos, de los cuales los m ás generaliza­dos han s id o : personas m ísticas, personas morales, personas im personales, personas incorporales, cuerpos morales, entes m orales, personas colectivas, personas jurídicas y personas sociales. Pero hoy en día, de estos térm inos ya no se usan, como resabio de una term inología inspirada en conceptos di­ferentes de los que privan en la actualidad, m ás que las denom inaciones personas m orales, personas colectivas, personas incorporales y personas ju ­rídicas. Sin embargo, creemos que esta term inología debe m ejorarse —de acuerdo con el pensam iento m oderno sobre la esencia de la personalidad juríd ica— dejándose el térm ino persona jurídica como genérico y designán­dose como persona jurídica individual al sujeto de derecho que tiene de sus­trato al individuo hum ano y como persona jurídica colectiva al sujeto de derecho que se levanta sobre u n a realidad social, que tiene de soporte un complejo de relaciones sociales. Se h a dicho que el térm ino “colecti­va", p a ra designar este últim o tipo de persona juríd ica, es insuficiente puesto que si bien sirve para caracterizar las corporaciones que están consti­tu idas por una colectividad de individuos no puede com prender a las fu n d a ­ciones. Pero esta objeción se supera al considerar que las fundaciones se traducen en últim a instancia en colectividades.

4. — Elem entos constitutivos de la persona jurídica colectiva

Citan los autores, por lo general, como elem entos constitutivos de la persona juríd ica colectiva, los siguientes:

a ) Q ue exista una pluralidad de personas que por abstracción pueda considerarse como u n a sola persona, es decir, que haya una aso­ciación de hom bres o una institución.

b ) Q ue por los asociados se persiga un fin común.c ) E l reconocim iento estatal.d ) La existencia de un patrim onio o de medios para que el fin pueda

ser alcanzado.e ) Que la intención de los socios o del fundador sea la de que el patri­

monio se considere como perteneciente a una sola persona.f ) E l carácter de perpetuidad de las corporaciones, pues consideran

que no puede haber personas jurídicas para fines transitorios.g ) E l territorio.h ) La naturaleza de utilidad pública de los entes colectivos.

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De todos estos elementos que por diversos autores son enum erados como constitutivos de las personas jurídicas colectivas, sólo reconocemos, como esenciales, a los tres prim eros. Sin embargo, antes de ocuparnos de ellos, hablarem os brevem ente del patrimonio, que casi con regularidad es presentado como uno de los requisitos de las personas jurídicas, con el fin de desvanecer —hasta donde nos lo perm ite este estudio —la idea que se tiene de que éste es uno de los elem entos constitutivos de las personas jurídicas colectivas.

La antigua doctrina, dice F errara, (1) al clasificar las personas ju rí­dicas en corporaciones y fundaciones, indica que las unas tienen por sustra­to una reunión de personas (uníversítas personarum ) y las otras un con­junto de bienes (universitas bonorum ); que, por lo menos, el patrim onio es indispensable para una categoría de personas jurídicas. Extrem ando la im ­portancia del patrim onio, Brinz unifica toda form a de persona juríd ica bajo su concepto. La necesidad del patrim onio en la persona juríd ica colectiva es puesta de relieve, preferentem ente, por todos aquellos escritores que, como Bonelli, hacen de la persona juríd ica una unidad patrim onial. Pero a la luz de las m odernas teorías, la existencia del patrim onio no es necesaria para la constitución de las personas jurídicas, pues aun en las funciones (en donde h a sido m ás discutida la im prescindible necesidad del patrim onio) se da la posibilidad de que éstas existen sin patrim onio actual y en espera de obtener los medios para su funcionam iento de las donaciones y subsidios. E l patrim onio es un medio para el desarrollo de la actividad de las personas jurídicas colectivas, m as no un elemento esencial para su existencia. Los bienes económicos sirven a los entes colectivos para el logro de sus fines: pueden aum entar, dism inuir y h asta fa lta r sin que por eso la persona ju rí­dica deje de existir. Aún m á s : se da el caso de que algunas corporaciones, como ciertas asociaciones científicas o de propaganda, no tengan necesidad de u n patrim onio, sino que su actividad se agota, según el decir del ilustre profesor de la U niversidad de P isa, en la obra personal de los asociados.

P rim er elem ento constitutivo.— El prim er elemento esencial constitu­tivo de la persona juríd ica colectiva es el elemento hum ano, el que sirve de soporte a la construcción técnico-jurídica de dicha persona. E n las corpora­ciones el sustrato resu lta de una asociación de hom bres; en las instituciones de una m asa inorgánica de destinatarios que queda fu e ra de la constitución del ente.

La asociación im plica una pluralidad de hom bres reunidos para la consecución de un fin y puede presentarse en form a voluntaria u obligatoria. E n el p rim er caso, los individuos se asocian espontáneam ente para el logro del fin, como sucede en las sociedades de beneficencia, de higiene, deporti­vas, etc.; en el segundo, no se tra ta de una determ inación individual volun­taria, sino de una determ inación coactiva: los m iem bros de la asociación no son los que quieren en tra r a form ar parte de ella, sino todos aquellos que se encuentran en una relación preestablecida por la ley. Asociaciones obliga­torias hay, por ejemplo, en las denom inadas corporaciones necesarias como los colegios de abogados, los colegios notariales, sanitarios, etc., es decir, en

(1) Obra citada, pág. 387.

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las corporaciones cuyos componentes son determ inados por la profesión que ejercen, en razón de una determ inada circunscripción territorial, y en los sindicatos obligatorios de seguros m utuos para accidentes de trabajo.

E n las fundaciones e instituciones el sustrato se encuentra en la obra a realizar por medio de una ordenación de hom bres y de bienes puestos a su servicio. E ste sustrato es creado directam ente por el instituyente o fundador que ordena la obra, que deberá realizarse en lo futuro.

Segundo elem ento constitutivo.— Las asociaciones o instituciones tien­den a realizar un fin , el cual constituye la razón de su existencia. E ste fin es el que incita a la cooperación de los individuos, a la asociación; el que sirve de centro de atracción, en torno al cual se agrupan los seres h u m an o s; el que da a la m asa de asociados su unidad teleológica, forjándole su propia personalidad.

El fin cuyo logro se proponen las asociaciones o instituciones debe ser determ inado, posible y lícito, esto es preciso, capaz de ser logrado y no opuesto a la ley, la m oral social o al orden público. Asi, por ejemplo, según la legislación guatem alteca, no pueden ser personas jurídicas las congrega­ciones conventuales y las instituciones o asociaciones m onásticas, así como toda asociación que conocidam ente atente contra la m oral pública o procure el cambio de las instituciones por medios violentos o ilegales. (1) Tampoco podrán ser personas jurídicas las asociaciones cuyo funcionam iento o fines sean contrarios al orden público o a las instituciones vigentes. (2)

No es forzoso que un solo fin sea el que se proponga la persona ju rí­dica colectiva. Una asociación o institución puede proponerse sim ultánea­m ente, varios fines, o b ien en form a disyuntiva, es decir, en el sentido de que cuando el fin perseguido falte se substituya por el otro fin previsto. Tal cosa pasa, por ejemplo, en todas las entidades de carácter mixto, en que se proponen —sim ultáneam ente— fines religiosos y de instrucción, como en los sem inarios; fines de beneficencia y previsión, como en las cajas de aho­rro. P ara apreciar el carácter de la institución en estos casos debe tenerse en cuenta el fin predom inante. No es tampoco necesario que el fin sea pú ­blico; tam bién —como anota Coviello— puede ser privado, con tal de que sea com ún a una pluralidad de personas. Tampoco es preciso que sea per­petuo; basta que tenga alguna duración. (3)

Como toda necesidad del hom bre o el avance de la civilización puede determ inar el nacim iento de una persona juríd ica y las prim eras son inago­tables y el segundo no tiene límite, la gam a de fines que los entes colectivos se pueden proponer es tan extensa que la enum eración de éstos es imposible y siem pre quedaría incompleta. Así, nos concretarem os a exponer sólo algu­nos de los principales fines que se pueden dar en las personas jurídicas colectivas: fines de educación y de cultura, en las universidades libres, aca­demias, liceos musicales, sociedades científicas, artísticas, etc.; fin es de be­neficencia, en los hospitales, asilos, colegios de sordom udos, de ciegos, casas de niños, de atención a la infancia, cruz roja, etc.; fin es de beneficencia y de créditos, como en las cajas de ahorro y en los m ontes de piedad; fines

(1) Artículo 25 de la Constitución de la república.(2) Artículo 18 del Código civil.(3) Nicolás Coviello: “Doctrina general del derecho civil’*, pág. 223.

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religiosos, como en las instituciones eclesiásticas; fines de previsión, como en las cajas de subvenciones para la vejez, en las sociedades de socorros m utuos en los institutos de seguros para los accidentes de trab a jo ; fines de recreo, como en las asociaciones deportivas, de ciclistas, de automovilistas, de excursiones, de tiro, etc.; fines de especulación y de lucro, como las socie­dades industriales y m ercantiles, sociedades de transporte, químicas, m ine­ras, de crédito, de banca, de seguros, etc. Además, hay otra clase de personas jurídicas para fines especiales como las sociedades protectoras de animales, sociedades para la lucha contra el alcoholismo, sociedades patrióticas, etc.

El fin de las personas jurídicas colectivas puede ser general o espe­cia/, según se dé un fin m últiple, es decir una universalidad de fines, que tiende al bienestar común, como en el Estado y en el municipio, o un fin concreto y singular, ya fijado por la ley, como en las sociedades cooperativas, en las sociedades de socorros m utuos, en los institutos de beneficencia públi­ca, o bien no establecido por la misma. Así, pues, los fines singulares que persiguen las personas jurídicas pueden ser fines típicos fijados por la ley y fines no considerados por la ley.

Tercer elem ento constitutivo.— El reconocimiento legal, dice Ferrara, tiene por objeto elevar a las totalidades colectivas o establecim ientos a la categoría de personalidades autónom as, a un único sujeto de derecho. El reconocimiento es, entre los elementos constitutivos de las personas jurídicas colectivas, el de rango m ás auténticam ente jurídico. U na persona jurídica de hecho es un con trasen tido : de hecho —anota Coviello— sólo existen plu­ralidades de personas que pueden, para ciertos efectos, ser tra tadas como una persona sola. Lo que a los entes colectivos da nacim iento en la vida del dere­cho es, precisam ente, el reconocimiento estatal. “El reconocim iento hace que allí donde había una pluralidad de titulares unidos para la consecución de un fin, haya en cambio un sujeto único, en el que aquéllos han venido a fundirse y a concentrarse; que allí donde había una institución en propiedad del fundador, haya un sujeto ideal que cum pla perm anentem ente el fin. E sta profunda transform ación jurídica —la separación de patrim onio y la responsabilidad de una m ultitud de individuos o de la persona del institu- yente— en una unidad juríd ica im personal en la que viene a concentrarse, es efecto del reconocim iento.” (1) 2

De acuerdo con la intervención m ás o m enos señalada del Estado en lo que respecta a las actividades de los entes colectivos, a través de los tiem ­pos el carácter del reconocimiento se h a venido m odificando. E n Derecho romano, según el decir del ilustre P rofesor de la U niversidad de P isa, F ran ­cisco F errara, <2) la autorización era el permiso del derecho de asociación, puesto que la personalidad derivaba naturalm ente de la existencia del cole­gio ; en la jurisprudencia medieval, im pregnada de la concepción canonística de que la “universitas” es una persona fingida, el reconocimiento de la auto­ridad superior valía como una concesión de privilegio, que correspondía al r e y ; en la ordenación del Estado Policía la concesión tiene un carácter em i­nentem ente político, y se presenta como una incorporación a la adm inistra­ción pública; en el derecho moderno, habiendo desaparecido la desconfianza

(1) F errara : obra citada, pág. 375.(2) Idem, páginas 378 y 379.

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y las sospechas de poder político con la instauración de un régimen de libertad y separado el derecho de asociación de la atribución de personalidad, el reconocimiento obtiene un valor jurídico normativo. De todas m aneras, se puede asegurar que en el decurso de la historia siem pre se encuentra una intervención del poder público en la form ación de las personas jurídicas.

El reconocimiento puede ser directo o indirecto. Es directo cuando expresam ente se atribuye al ente colectivo la capacidad juríd ica e indirecto cuando, sin hablar expresam ente de reconocimiento, se aprueba el estatuto de una asociación o se autoriza a ésta para ejecutar actos que presupongan el reconocimiento de dicha capacidad, tales como para adquirir bienes o com­parecer en juicio. El reconocimiento puede ser congénito a la constitución del ente o sucesivo, según que las corporaciones e instituciones sean creadas u ordenadas directam ente por la ley, como pasa con los municipios, o que el reconocimiento sea subsiguiente a la constitución de la entidad. El reconoci­m iento sucesivo puede ser dado en form a general para toda clase de asocia­ciones que persigan un determ inado fin y llenen ciertos requisitos especifi­cados en la ley o por acto especial a cualquier ente singular determ inado. Cuando el reconocimiento se hace en form a general, la ley declara que el Estado reconoce como personas jurídicas a las asociaciones que se constituyen observando determ inados requisitos. P ara com probar que se h a llenado este extremo, el Estado delega en una autoridad adm inistrativa o judicial, la que —en caso afirm ativo— dispone la publicación de la escritura constitutiva o de sus puntos esenciales y la inscripción en un registro especial. (1) Este sistem a de reconocimiento en form a general se denom ina sistem a de reco­nocimiento por disposición normativa. El reconocimiento especial es el que se hace caso por caso. La facultad para hacer estos reconocim ientos espe­ciales de personas jurídicas se otorga generalm ente al Poder Ejecutivo.

E n qué consiste propiam ente el reconocim iento es cosa en que los tra ­tadistas no susten tan un parecer unánim e, si bien todos están de acuerdo en que dicho reconocimiento es, en la m oderna técnica del derecho, necesario para que los entes colectivos gocen de personalidad jurídica. Siguiendo la opinión del ilustre m aestro italiano Francisco Ferrara, podemos distinguir tres teorías a este resp ec to : P —La que sostiene que el reconocimiento tiene un valor constitutivo; 2^—La que sostiene que tiene un valor declarativo; y 3^—La que atribuye al reconocimiento un carácter confirm ativo. Som era­m ente me ocuparé de cada una de estas teorías.

(1) Tal pasa en Guatemala, por ejemplo, con las sociedades mercantiles. El testimonio de la escritura de constitución de la sociedad debe ser presentado al Registro de Personas jurídicas, registro que después de constatar que se han llenado los requisitos establecidos por la ley, dispone su inscripción y ordena la publicación de los avisos en que se da a conocer la formación de la sociedad. (Artículos 286 y 287 del Código de comercio).

(2) El artículo 15 del Código civil establece que son personas jurídicas el Estado, las municipa­lidades, las instituciones, fundaciones y corporaciones de carácter público, creadas o reconocidas por la ley; las asociaciones que se proponen fines políticos, científicos, artísticos, económicos, de beneficencia, de recreo o cualquier otro fin permitido por la ley, que no tengan por objeto el lucro y cuya constitu­ción fuere aprobada por el Gobierno; y las compañías, sociedades, consorcios y cualesquiera otros que permitan las leyes y oue tengan por objetivo el lucro. E l artículo 30, que la nacionalidad de una persona jurídica es la del Estado a cuyas leyes debe su existencia y reconocimiento. E l artículo 288 del Código de comercio establece, en su inciso 2*?, que para que las sociedades puedan actuar como personas jurídicas se requiere autorización gubernativa cuando se trate de sociedades lucrativas por acciones y en los demás casos en que, conforme a la ley, sea necesaria. E l artículo 387 del mismo cuerpo legal, dice que las sociedades anónimas sólo podrán actuar con autorización del E jecutivo y que quedarán suje­tas a la vigilancia del Departamento monetario y bancario de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y el 388 que dicha autorización deberá solicitarse por el órgano de la aludida Secretaría de Estado. E l decreto gubernativo número 1543, que contiene la Ley sobre registro e impuesto de socieda­des lucrativas por acciones, prescribe que las sociedades, compañías, consorcios y demás empresas nacionales o extranjeras, que tengan por objetivo el lucro y que deban, por ley, obtener autorización del Gobierno, lo harán por el órgano de la Secretaría de Hacienda.

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La prim era de las teorías enum eradas es sostenida por los partidarios de la teoría de la ficción y una parte de los individualistas. P ara ellos, la ley es la que crea la cualidad de persona jurídica. Según Savigny, el re ­conocimiento tendría una virtud certificativa de la creación de los entes colec­tivos, significaría el testimonio del nacim iento de la nueva persona jurídica. En apoyo de su teoría, Savigny dice que las asociaciones no pueden adquirir el carácter de personas jurídicas sino por la autorización del poder soberano, autorización que puede obtenerse en form a expresa o tácitam ente por m e­dio de una tolerancia consciente. Se critica a esta teoría, que es rechazada por los que se niegan a ver en las personas jurídicas una ficción, su sentido utilitario que, reduciendo todo a consideraciones de utilidad, hace perder de vista las razones jurídicas que justifican la intervención del Estado (se dice que si la publicidad es lo que se quiere que basta con un registro de las personas jurídicas sin precisar de reconocimiento) ; se le critica tam bién que perm ita que pueda bastar una tolerancia consciente a m anera de recono­cimiento.

La teoría que sostiene que el reconocimiento tiene un valor declarativo, m encionada en segundo lugar, es seguida por Beseler, G ierke y casi todos los realistas. Concibe Gierke la existencia de u n principio general jurídico por el cual todos los cuerpos sociales dotados de voluntad deben reconocerse como sujetos de derecho, pues todo ente capaz de tener obligaciones y derechos es persona jurídica. Así, según él, el Estado —al reconocer las corporaciones y fundaciones— no hace otra cosa que declarar su existencia, asignándoles el puesto que les estaba reservado en el orden jurídico. Según esta teoría el reconocimiento no es producción sino aplicación de un principio general que presta la personalidad y sólo tiene una im portancia declarativa. Pero en esta teoría, si bien se adm ite (1) que el Estado obra en el reconocimiento como órgano del derecho y que reviste de personalidad a las existencias que ya se encuentran en la vida social no puede aceptarse el pensam iento de que el derecho declara sujetos a los portadores de potestad volitiva, o que exista un principio general jurídico por el cual todos los cuerpos sociales dotados de voluntad deban reconocerse como sujetos de derecho, pues no puede explicar de dónde resulta tal principio.

La tercera teoría atribuye al reconocimiento un carácter confirmativo. Es una teoría interm edia entre las dos anteriores, sostenida principalm ente por Karlowa. Establece que cuando el Estado reconoce a un ente colectivo no hace m ás que confirm ar la existencia de una realidad jurídica anterior, por lo cual el reconocimiento obra retroactivam ente, adm itiendo la vida ju rí­dica de la asociación o fundación a partir de la fecha de su formación. E n la constitución de las colectividades cooperan, según Karlowa, tanto los p a r­ticulares como el E s tad o : los prim eros dando lugar al nacim iento de las asociaciones o fundaciones y el segundo confirm ando ese nacimiento. Se objeta a esta teoría que el ente colectivo no puede estim arse como persona jurídica im perfecta antes del reconocimiento y que por lo tanto éste no puede significar una confirm ación; además, que la retroactividad de la eficacia del reconocimiento contradice el derecho positivo y colocaría en una situación

(1) Ferrara : “Teoría de las personas jurídicas” , pág. 381.

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difícil los actos del ente antes del reconocimiento, pues no siem pre éste tiene lugar inm ediatam ente después de form arse la asociación sino que a veces perm anece por años ésta sin ser reconocida. Los dos factores que se hacen aparecer como concurrentes a la form ación (los particulares y el Estado) son, si no antagónicos, por lo m enos de diversa índole pues m ientras que la declaración de voluntad de los asociados o fundadores es un acto privado, el reconocimiento es un acto público. Así, la persona jurídica resultaría, más que un producto de dos factores tan heterogéneos para una combinación, una superposición de dos diversos elementos.

Las m odernas teorías y especialm ente la de F errara, que han contri­buido a com probar que las personas jurídicas son productos del derecho y que en la ciencia jurídica es tan construida o artificial la personalidad individual como la colectiva o la fundacional, han arrojado nueva luz sobre este tema, dando al reconocimiento un valor constitutivo, pero no inspirado en conceptos utilitarios (como en la teoría de Savigny que dice que el reconocimiento valdría para la seguridad del comercio en el interés de terceros), sino en razones jurídicas. El ente colectivo al ser reconocido se constituye para la vida del derecho, se crea para el mundo jurídico. Las colectividades u or­ganizaciones de hom bres, como dice F errara, existen en la vida social produ­cidas por el espíritu de asociación y por la voluntad de los fundadores, pero no son todavía personas jurídicas, ni iniciales, ni en incubación, ni en el devenir; son pluralidades de hom bres que sólo a través de la personalidad llegan a ser unidades jurídicas. “Las personas jurídicas existen sólo en el derecho y por el derecho : faltando el reconocimiento no hay m ás que colec­tividades de individuos”. (1) 2 La elevación a sujeto de derecho no es consta­tación de lo que ya existe, no es perfeccionam iento o confirmación de lo que está en vía de form arse, sino que es creación y atribución de una cualidad juríd ica que deriva del derecho objetivo. ,2) Hablando Recaséns Siches de la persona colectiva, dice que lo que en el ámbito del derecho tiene personali­dad jurídica no es la realidad concreta del ente social, sino un sujeto cons­truido jurídicam ente, en suma, una categoría jurídica atribuida por el orde­nam iento a un complejo de situaciones o relaciones. (3)

5.—Clasificación de las personas jurídicas colectivas.

Las personas jurídicas colectivas pueden clasificarse:a) A tendiendo a su estructura: en corporaciones e instituciones y en

complejas y lim itadas;b) Considerando su función y capacidad: en públicas y privadas; yc ) Teniendo en cuenta el Estado a que pertenecen: en nacionales y ex­

tran jeras.

M e ocuparé de cada una de estas clasificaciones.Corporaciones e instituciones.— La doctrina sobre las corporaciones

data del derecho rom ano; la de las instituciones es de fecha más reciente.

(1) Ferrara: obra citada, pág. 384.(2) F errara : obra citada, pág. 384.(3) “ Filosofía del derecho” , por Giorgio del Vecchio y extensas adiciones por Luis Recasens

Siches, tomo II, pág. 73.

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La distinción en corporaciones y fundaciones ( universitates personarum y universitates bonoram ), dice Coviello, es la clasificación de las personas ju rí­dicas m ás antigua y más común. Según los antiguos escritores (1) en las corporaciones hay un conjunto de personas que tienden a un fin, m ientras que en las fundaciones hay un conjunto de bienes destinados a un fin. Así se tom aba como substratum m aterial de las prim eras a las personas y de las segundas a los bienes. Tal criterio ya no se acepta, como veremos en el curso de estas páginas, pues tanto en las corporaciones como en las fundaciones hay asociación de personas constituyendo el elemento personal, como con­junto de bienes constituyendo el elem ento patrim onial.

El derecho rom ano sólo conoció, como personas jurídicas colectivas, las corporaciones. En tiempos del imperio aparecieron las fundaciones entre vivos y m ortis causa, pero en la form a de fundaciones fiduciarias y no propia­m ente con el concepto que sobre esta clase de entidades ha privado en el derecho. Dichas fundaciones (2) eran disposiciones en favor de una ciudad o de un colegio con la carga de ejecu tar la voluntad del fundador; el patrim o­nio pasaba en propiedad al aceptante, que contraía la obligación personal del cum plimiento de la carga, por ejemplo de la distribución de alimentos. En la época cristiana surgen las prim eras fundaciones de beneficencia y de culto, pero aún se encuentran incorporadas y confundidas con la personalidad de las iglesias. Constantino reconoce las com unidades eclesiásticas cristianas y, así, éstas adquieren capacidad privada, llegan a ser titulares de patrimonio, pueden recibir donaciones, legados, etc. En los últim os tiempos del imperio romano, las fundaciones pías (piee causee) van adquiriendo personalidad ju ­rídica, presentándose como instituciones públicas eclesiásticas. Pero aún así, tanto la ecclesia como la pice causee no revelan su carácter institucional, <3) sino que se incluyen tradicionalm ente bajo el concepto de corporaciones. E n ­tre las corporaciones, los rom anos hacían figurar el Estado o el populus rom a­nas, los municipios, las colonias, las ciudades libres, los colegios de los em plea­dos del Estado, el colegio de los sacerdotes, el de las vírgenes vestales, los decuriones, las societates publicanorum (que arrendaban al Estado el derecho de percibir los im puestos), las asociaciones para la explotación de m inas de oro y de salinas, los gremios, herm andades, sindicatos de artesanos, etc. (4> E s­tas corporaciones, según la autorizada palabra del profesor Camus de la Universidad de La H abana, poseían un patrim onio y su personalidad jurídica hacía que pudieran ejercitar derechos y contraer obligaciones con absoluta independencia de los miem bros que la constituían.

E n el derecho germánico no se encuentra la noción de personas ju rí­dicas colectivas, como unidades orgánicas y entes d iferentes de las personas que in tegran su substrato. Este derecho no llegó nunca a la concepción de un ente ideal distinto de la colectividad de los individuos asociados. Las corporaciones resultan aquí colectividades de personas, que tienen derechos juntos, gozan de ellos con un determ inado destino y pueden disponer de e llo s; pluralidades de personas coligadas, cosas en m ancom ún en donde es necesa-

(1) Coviello: “Doctrina general del derecho civil” , pág. 219.(2) F errara : obra citada, pág. 36.(3) Idem, pág. 39.(4) E. F. Camus: “Curso de derecho romano”, volumen IV , “ Personas y derecho de fam ilia”,

pág. 192.

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rio el consentim iento de todos los comuneros para disponer de los bienes. Este carácter de com unidad se revela (1) en todas las form as de asociación alem ana, como en las asociaciones agrarias de bosques o prados, consorcios de presa, asociaciones m ineras, etc. La corporación, germ ánica se traduce en la m era sum a de los miem bros que la componen, a d iferencia de la cor­poración rom ana que, desde luego que constituye un ente, aunque integra su substrato con personas físicas, está por encim a de éstas. El concepto de ins­titución tampoco llegó a cristalizar en el derecho germánico. Los bienes de los institutos eclesiásticos se consideran como pertenecientes a Dios o a los santos; las fundaciones p ías fueron tom adas como instituciones eclesiásticas; los hospitales, asilos, etc., eran dedicados a un santo, estaban bajo la direc­ción de personas eclesiásticas, pero el santo aparecía como el sujeto propie­tario de los bienes, recibía donaciones, etc. Estas instituciones, según dice Ferrara, se consideraban m aterialm ente como cosas, fragm entos de un patri­monio que del fundador pasaban a la propiedad del santo.

E n la edad m edia dominó tam bién otra concepción, la de considerar como sujetos de los bienes, de los hospitales o refugios a los enferm os mismos, los pobres, los leprosos, y en varios docum entos se encuentran estas donacio­nes pauperibus, m erced a las cuales los pobres se organizaban corporativa­mente, nom brando una comisión para adm inistrar el instituto.

El derecho canónico nos da por prim era vez el concepto espiritual y trascendental de institución, anota F errara. El derecho canónico delinea este nuevo tipo de persona jurídica, “el de un establecimiento creado y ordenado desde fuera, por su voluntad superior para conseguir un fin que forma un nuevo sujeto ideal (corpas m ysticam )”. Desde la Iglesia universal, suprem a institución divina, al imperio, institución suprem a terrena, desde los obispados a los claustros, desde las obras de beneficencia a las fundaciones religiosas, todas se presentan como personas institucionales, cuerpos autónom os consti­tuidos por una voluntad trascendente ''. (3) Y aun se va m ás lejos puesto que se reconoce tam bién a la voluntad privada el poder de llam ar a la vida institu ­ciones para un fin de utilidad común, dando lugar así a la aparición de las fundaciones autónom as.

E n esta época ya la Iglesia se concibe como una unidad espiritual, m ística, invisible, como una institución creada por Dios para la salvación de los hom bres. “Los cristianos están en el seno y bajo la protección de la Igle­sia, pero no form an la Iglesia; ésta encuentra su unidad en su jefe divino y en su representan te terreno ; es una institución sagrada, inm utada e inm uta­b le’’. La Iglesia ha pasado, así, a ser una institución diferente de los fieles, fundada por una suprem a voluntad, con lo cual el sentido corporativo ha desaparecido. A im agen de la iglesia universal sigue la personificación de las iglesias particulares. La personalidad de la iglesia substituye al Señor u ltraterreno , al san to ; se presenta ya como un ente jurídico, como sujeto de derechos. El carácter institucional se extiende a todos los entes eclesiásticos. Se elabora el concepto de fundación autónoma. Como en la iglesia particular, tam bién en los hospitales o refugios se personifica el instituto y se reconoce

(1) F errara : obra citada, pág. 53.(2) Ferrara : obra citada, pág. 59.(3) Idem, pág. 656.

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sujeto de patrim onio. “El santo de que tom a el nom bre la fundación, aparece ahora como un simple p ro tec to r: la participación eclesiástica, estatual o cor­porativa, en la adm inistración de la fundación, se transform a en simple vigi­lancia ; los órdenes de los religiosos que estaban perm anentem ente al servicio de la fundación, aparecen como simples órganos colegiales de la institución; las personas que sacaban ventajas de la fundación se m ostraron como simples destinatarios; y el sujeto fué la unidad invisible de la fundación, el ente insti­tucional ordenado de la voluntad del fundador. Por eso en este tiempo la fundación no se efectúa ya en la form a oblicua de una disposición modal, sino de un. modo directo la fundación es un acto de creación, de soberan ía”. n ’ Las donaciones y legados se hacen directam ente a las instituciones. Con estas facilidades, el núm ero de instituciones se multiplica, ya con carácter religioso (beneficios) o de instrucción (sem inarios) o de beneficencia (instituciones para pobres, refugios de ancianos, hospicios para niños abandonados), y se introduce tam bién el nuevo principio de que los particulares pueden hacer librem ente fundaciones, apareciendo así, al lado de las fundaciones eclesiás­ticas, o conexas con entidades eclesiásticas, las fundaciones privadas.

Pero este nuevo concepto elaborado por el derecho canónico sobre la institución no penetra inm ediatam ente en la legislación com ún y aún a princi­pios del siglo XIX sólo se enum era una clase de personas jurídicas colectivas, la nniversítas personarum . Por fin, se impone gradualm ente en la doctrina la distinción bipartita de los entes colectivos en corporaciones y fundaciones.

¿ Cuál es la estructura de las dos categorías de personas jurídicas co­lectivas, a que nos venimos refiriendo? Gierke, con la agudeza que le carac­teriza, diferencia —no la corporación y la fundación— sino la corporación y la institución, ,2) diciendo que la prim era se origina de la colectividad que en ella vive, m ientras que la persona institucional proviene de una única voluntad solitaria que, o se pone a sí m isma como persona, o in funde en otro cuerpo colectivo un trozo de sí misma. En las corporaciones tenem os una voluntad colectiva que nace de sí m ism a; en las instituciones una voluntad im plantada del exterior, del fundador que provoca y dom ina su v id a : allá una voluntad inm anente, aquí una voluntad trascendente. En esta tesis de Gierke, sin dejar de reconocer la exactitud de su punto de vista, se hace una corrección en lo que se relaciona con los alcances e influencia de la v o lu n tad : en la fundación, se dice, no perdura la voluntad del fundador sino lo querido, o m ás bien, los efectos de lo querido. El institu tor o fundador, señala Ferrara, determ ina la norm a de vida del ente, que aparecerá sólo como vínculo y lím ite para la voluntad de los que adm inistran la institución.

La doctrina m oderna a este respecto no ha hecho m ás que desarrollar el concepto de Gierke. Crome dice que la corporación es un organismo de personas, un organismo vivo e interiorm ente animado, capaz por su voluntad colectiva de regular su suerte ju ríd ica ; frente a la fundación existe una or­ganización, a quien las personas que la rigen se contraponen, de tal m anera que la suerte de la fundación está prescrita desde el principio. La corpora-

(1) “Teoría de las personas jurídicas” , Ferrara, pág. 64.(2) Téngase en cuenta que el término “ institución” es genérico y que en el mismo queda com­

prendida la “fundación” . Las fundaciones son una forma especial de instituciones, la forma perteneciente al derecho privado, y pueden designarse como las personalidades institucionales privadas.

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ción se rige por sí, las instituciones y fundaciones son regidas según la volun­tad inm utable del fundador. Kohler señala que hay personas jurídicas con órganos autoseñores, los cuales tienen su poder, el ser o no ser de la persona ju ríd ica: son las personas jurídicas con miembros (corporaciones) ; hay otras, en cambio, en que faltan éstos (las instituciones). En el prim er caso, agrega, la persona jurídica puede tener m odificaciones; es una persona que vive y se mueve en antítesis con la otra, que invariablem ente sirve para el fin destinado.

E n las instituciones hay personas que obran para la consecución de un fin, pero m ientras en las asociaciones estas personas representan el ele­m ento dom inante, en las instituciones representan el elemento sirviente; allí son los señores, aquí dos sirvientes de la obra. (1) E n las asociaciones el fin es com ún a los asociados, en las instituciones el fin es ajeno; en las prim eras, los m iem bros actúan para su consecución, en las segundas los adm inistradores p restan su actividad para el logro de dicho fin ajeno. Las corporaciones se pueden definir “como colectividades hum anas asociadas para conseguir un fin común, con medios propios, y en principio con libre actividad”. Las in stitu ­ciones como “establecim ientos y obras creadas por otros, para realizar un fin extraño, y con un patrim onio a tal objeto destinado, conform ándose en su acción a una constitución invariable, establecida en el acta de constitu­ción". (2) Con base en estas definiciones, el em inente m aestro de la Uni­versidad de Pisa, Ferrara, señala como caracteres diferenciales entre ambas clases de personas jurídicas colectivas los sigu ien tes:

E n las corporaciones E n las instituciones

Una agrupación solidaria de los in ­teresados.

In terés com ún de los miembros. Patrim onio formado por éstos. Actividad en principio libre.

In terés establecido por un tercero. Patrim onio destinado de fuera al

servicio del objeto.Actividad vinculada a la ley de la

fundación.

La corporación es constituida para satisfacer el interés com ún de los mismos asociados, en tanto que la institución representa una organización para realizar un interés ajeno. El móvil que determ ina la asociación parte, en las corporaciones, de los mismos asociados, m ientras que en las institucio­nes el estím ulo viene de fuera, de la orden del fundador.

Las fundaciones no son m ás que una especie de las instituciones. Por eso, en el derecho canónico, dentro del concepto de institución se com prendían las fundaciones autónom as, que eran los cuerpos creados por una voluntad privada para la consecución de un fin de beneficencia o de utilidad común. Sin embargo, en la actualidad, para distinguir las instituciones de las fu n d a ­ciones se dice que las instituciones pertenecen al derecho público y las fu n ­daciones al derecho privado. En. tal virtud, las fundaciones no son m ás que instituciones privadas.

Las corporaciones pueden clasificarse:

a) Según su modo de form ación;

(1) Feriara , ídem, pág. 7.(2) E stas definiciones las da Ferrara en su obra “Teoría de las personas juríd icas” , pág. 675.

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b) Según el núm ero de sus com ponentes ;c ) Según el modo de determ inación de sus m iembros.

Según su modo de form ación se distinguen corporaciones sociales-ne- cesarias, voluntarias y coactivas. Según el núm ero de sus com ponentes, cor­poraciones con m iem bros en núm ero cerrado (como ciertas academ ias) o en núm ero variable. Según el modo de determ inación de sus m iembros, hay corporaciones con determ inación individual (con registro de los socios) y cor­poraciones con determ inación ob rem . E stas últim as se subdividen en cor­poraciones profesionales (colegios de abogados), corporaciones culturales (universidades), corporaciones fam iliares o gentilicias (casas reales, parti­cipaciones agrarias), corporaciones fundiarias (consorcios de bonificaciones) y corporaciones territoriales (estado, provincia, m unicipio).

Sin embargo, conviene advertir, como lo h an dem ostrado Gierke, Sa- vigny, M ichoud, F errara y otros más, que en esta m ateria son frecuentes los tránsitos y las form as interm edias. E ntre corporaciones y fundaciones hay transiciones y pasajes de tal m anera entrelazados que a veces es imposible clasificar una especie en una o en la otra categoría. Por otra parte, en el transcurso de los tiem pos, una m ism a especie ha pertenecido a una y a otra clase. “H ay ejem plos de personas jurídicas que, habiendo surgido con ca­rácter corporativo, asum ieron después una estructura institucional; así las antiguas “universitatas” o corporaciones de estudiantes se convirtieron des­pués en instituciones públicas de in strucc ión ; análogam ente ha sucedido con ciertas cajas de ahorro, constituidas prim eram ente como corporaciones de un núm ero determ inado de ciudadanos". (1) Así, se encuentran corporaciones de tipo institucional e instituciones de estructura corporativa. Las prim eras tienen la base y el tejido de una verdadera corporación, pero las funciones que ejercen no están encam inadas al in terés de los asociados, sino al interés público (órdenes m onásticas, cofradías, por ejem plo) ; en las segundas se encuentra la estructura de una verdadera institución, pero con estas particu­laridades según el decir autorizado de F e rra ra : que, o el gobierno de la m isma es confiado a un cuerpo electivo en el seno de los m ismos interesados, como en las cám aras de comercio que son adm inistraciones que funcionan de modo objetivo para perseguir intereses m ercantiles o industriales, o b ien que la ins­titución, aun gobernada por otros, aproveche a un círculo conscripto de des­tinatarios los que contribuyen con sus expensas a conseguir dicha ventaja, como las cajas y montes de pensiones para los empleados y las cajas de p re­visión, que funcionan en el in terés exclusivo de un círculo determ inado de interesados (inscritos en un registro), los cuales a veces partic ipan en la adm inistración o la vigilan, pero en todo caso contribuyen a form ar el capital que será la base de la pensión que se les asigne.

Personas jurídicas colectivas com plejas y limitadas.— Las personas ju ­rídicas colectivas com plejas son las que se form an por las asociaciones de varias personas jurídicas colectivas que form an una nueva para un fin es­pecial, como en los consorcios y en los trusts. Las personas jurídicas co­lectivas lim itadas son las que tienen una capacidad lim itada al fin para que

(1) Del Vecchio: “Filosofía del derecho’’, pág. 27.

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fueron instituidas. Pueden llam arse tam bién simples porque su substrato se integra con personas individuales.

Personas jurídicas colectivas públicas y privadas.— La distinción de los entes colectivos en públicos y privados es relativam ente reciente, pues la idea de persona jurídica colectiva se mueve durante m ucho tiempo en el derecho público y sólo poco a poco va adm itiéndose en el derecho privado. Según Coviello, las personas de derecho público son las que ejercitan el ju s ímperii y las de derecho privado las que no tienen tal potestad, aun cuando reconoce las dificultades que esta distinción en traña debido a lo incierto del criterio distintivo entre derecho público y derecho privado y a los no bien fijados lí­mites que separan a uno del otro. Con base en tal criterio, serían de derecho público el Estado, las provincias, los municipios y todos aquellos institutos que realizan una función del Estado y pueden considerarse como una em anación del mismo.

F errara, en su extensa e im portantísim a obra sobre la Teoría de las personas jurídicas, subclasifica las personas públicas y las privadas en la form a que se indica en el cuadro que reproduzco: (1)

Personas públicas

Políticas y adm in istra tivas: estado, provincia, municipio, consorcios públicos.

C iviles: cám aras de comercio e industriales, colegios de los abogados y procuradores.

Económ ico-financieras: institutos de emisión, de bene­ficencia, congregaciones de caridad, eclesiásticas, es­tablecim ientos de la iglesia católica, fondo para el culto.s

de utilidad pública <

Personas privadas <

de utilidad privada

Obras pías, la cruz roja, cajas de ahorro, comités agrarios, m ontes de piedad, etcétera.

Sociedades de recreo, deporti­vas, m ercantiles, cooperativas de consumo y de crédito, socie­dades profesionales, fundacio­nes fam iliares, etcétera.

Las personas públicas son las que d isfru tan del ja s impertí, las que reciben —por consiguiente— , aunque sea en una esfera lim itada, poderes y atribuciones de naturaleza igual a la del Estado. E l ju s im pertí es la potestad pública y existe cuando se tiene el señorío de mando, cuando puede desarro­llarse una voluntad im perante que vincula a todos los dem ás a la obediencia. Las personas privadas de utilidad pública son las que reciben una organiza­ción y una vigilancia gubernativa y las personas privadas de utilidad particu­la r las que agotan su vida en la satisfacción de intereses particulares. Las personas privadas de utilidad pública desarrollan una actividad de in terés

(1) Página 703.

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social y se encuentran en una relación de dependencia con el E s tad o ; las personas privadas de utilidad privada sólo sufren una ingerencia bastan te pequeña del Estado, reduciéndose —por lo general— sólo a las violaciones de la ley o a las perturbaciones de orden público.

Personas jurídicas colectivas nacionales y extranjeras.— Esta distinción obedece a la circunstancia de pertenecer las personas al Estado en que des­arrollan sus actividades o bien a otro, si bien el criterio norm ativo de tal diferenciación varía en la doctrina. El doctor José M atos, en su “Curso de derecho internacional privado”, m enciona los siguientes sistem as elaborados para resolver el problem a de la nacionalidad de las personas ju ríd icas :

a) El de los que opinan que la nacionalidad de una sociedad la deter­m ina el Estado al que esa sociedad está vinculada política y juríd ica­m ente ;

b) E l de los que piensan que dicha nacionalidad debe ser la del país donde fueron constituidas, pues allí, bajo los auspicios de la ley, adquirieron existencia legal;

c) E l de los que creen que la nacionalidad de las personas jurídicas debe fijarse atendiendo al lugar donde existe el principal estable­cimiento o centro de explotación;

d ) El que señala que esa nacionalidad debe establecerse tom ando en consideración el lugar en que esté la sede adm inistrativa de la sociedad, donde está el centro de su actividad juríd ica y de sus negocios, es decir, su domicilio;

e ) El sistem a que determ ina como nacionalidad de las personas ju ríd i­cas colectivas la del país donde ejercen sus actividades; y

f ) E l de los que sostienen que esa nacionalidad es la del país donde se han emitido las acciones y suscrito el capital social, atendiendo a que es bajo el imperio de la ley de ese país que se estableció la garantía de los suscriptores y se formó el contrato que le dió exis­tencia. (1)

(1) Según el Código de derecho internacional privado de Bustamante, el concepto y reconocimiento de las personas jurídicas se regirán por la ley territorial, de ta l manera que para distinguir en la legislación guatemalteca las personas nacionales y extranjeras, debe acudirse al artículo 20 del Código civil, que establece que la nacionalidad de una persona jurídica es la del Estado a cuyas leyes debe su existencia y reconocimiento.

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SEGUNDO CAPITULO

TEORIAS ACERCA DE LA PERSONALIDAD JURIDICA DE LOS ENTES COLECTIVOS

E n el transcurso de los siglos se han enunciado m uchas teorías res­pecto a la personalidad jurídica de los entes colectivos a cuan m ás opuestas y a cuan m ás diversas, sin que los autores hayan llegado a conciliar sus pa­receres. Sin embargo, en los últim os tiempos se ha notado, en la doctrina, una evolución en el sentido de ver en las personas jurídicas colectivas una unidad jurídica, producto del derecho, que no es la sum a ni la síntesis de las personas individuales que le sirven de substrato sino una categoría que re ­presenta la unificación (el centro a que hacen referencia o el punto de en­trelace) de las norm as de conducta de un conjunto de hom bres para la actua­ción externa del grupo.

E sa variedad de teorías a que me refiero proviene del diferente punto de vista del que se enfoca el tem a sobre la naturaleza del ente colectivo. Con ánimo de hacer luz sobre este punto, Recaséns Siches, en sus extensos y ju ­gosos com entarios a la Filosofía del derecho del em inente tra tad ista italiano Giorgio del Vecchio, clasifica en dos grupos las m ás im portantes teorías for­m uladas sobre este particular. (1) E n el prim er grupo incluye las teorías que atienden a la cuestión sobre la realidad de las personas colectivas, sobre la realidad prejuríd ica o extrajuríd ica del ente social; en el segundo, las que afrontan el problem a de la naturaleza de los en tes colectivos desde u n plano esencialm ente jurídico. D e cada una de las teorías m ás im portantes com­prendidas en esta clasificación me ocuparé.

1.—TEORIAS QUE TRATAN DE LA REALIDAD DE LAS PERSON AS COLECTIVAS.—E n este grupo com prende Recaséns Siches las teorías orga- nicistas, la teoría del alm a o voluntad colectiva, las del organismo social y la teoría de la institución. Brevem ente me referiré a ellas.

Teorías organicistas.— P ara las doctrinas organicistas los entes colec­tivos son verdaderos organismos, com parables al organismo hum ano, y con

(1) E sta clasificación supera, llevándola a un plano más técnico y colocando ya las teorías dentro del ámbito de la ciencia del derecho, la clasificación tradicional que distingue la teoría de la ficción de la teoría de la realidad, subdividiendo la primera en teoría de la ficción legal y teoría de la ficción artificial y la segunda en teoría de la realidad técnica y teoría de la realidad objetiva. Se entiende por teoría de la ficción legal la que sostiene que las personas jurídicas colectivas son ficcio­nes creadas por el legislador por razones de interés general para que jueguen un papel análogo al de las personas hum anas; y por teoría de la ficción artific ial la que indica que la persona jurídica colec­tiva es pura ficción, mero artificio, creado inútil y abusivamente por la doctrina y que, por tanto, debería eliminarse de la ciencia jurídica. La teoría que explica que la persona jurídica colectiva es una rea li­dad técnica sostiene que ninguna im posibilidad hay en concebir derechos que pertenezcan a otros seres que no sean los individuos humanos; la teoría de la realidad objetiva se esfuerza en demostrar que las personas jurídicas colectivas presentan los mismos caracteres objetivos que las personas físicas.

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una voluntad social de mecanismo análogo a la del hom bre aislado. Consi­deran que entre el individuo y el ente colectivo existe la m isma relación que en tre el ser hum ano y las células que lo form an y que así como el ser hum ano representa una unidad distinta de las células así tam bién el ente colectivo constituye una “unidad" diferente de los individuos que lo integran. De­fienden la teoría organicista biológica, entre otros, W orms, Liüenfeld, Schaffle, Novicov y Fouillée.

Teoría del alma o voluntad colectiva.— En cada sociedad, dicen los par­tidarios de esta teoría, existe un alma o espíritu colectivo distinto de las almas individuales que la componen. Esta alma o voluntad colectiva, distinta, aparte e independiente de las almas individuales, constituye la base real de la persona jurídica colectiva. Si la teoría anterior tiene una base biológica, ésta tiene una base psicológica. Es sostenida por Fricker, Bekker, etcétera.

Pero esta supuesta voluntad colectiva, hace ver Recaséns Siches, es tan sólo una arbitraria creación de la fe rom án tica; es sólo una afirmación gra­tu ita e indem ostrable. “Que haya unas m anifestaciones en la vida de los individuos que no procedan de ellos, que no se expliquen por ellos y que los rebasen como tales, no quiere decir en m anera alguna que necesariam ente esas m anifestaciones tengan tras de sí una realidad substantiva o substancial —existente como soporte independiente y activo— un alma o espíritu colectivo como una cosa o como un ente ap arte”. ,n

Teorías del organismo social.— E ntre éstas la m ás famosa ha sido des­arrollada por Otto Gierke, aunque —con algunas variantes— han expuesto doctrinas sim ilares Santo Tomás de Aquino, el clásico español Franciso Suárez, Rousseau, W undt, Lasson, Preuss, Z ittelm ann, Boistel, etcétera. G ierke no equipara los entes colectivos ni a los seres vivos ni a las psiquis individuales pero sostiene que “constituyen organismos propios de carácter social, con una unidad de vida, ligados por una tram a de conexiones espirituales, for­m ando un todo, que si bien está integrado por los individuos, no puede redu­cirse a la sum a de éstos, sino que forma una realidad independiente”. Estos organismos de carácter social difieren de los organismos individuales tanto en su acepción corpórea como psíquica, pues tienen tam bién una voluntad ge­neral propia, que no es la simple sum a de varias voluntades autónomas, ni la voluntad de una unidad ideal separada de los particulares, sino una vo­luntad p lural y única, voluntad com ún de todos ordenadamente declarada, a diferencia de la voluntad colectiva de la teoría anterior que se concibe distinta, aparte e independiente de las voluntades individuales.

Teoría de la institución.— Esta teoría, de índole propiam ente socioló­gica, ha sido elaborada por H auriou, por Georges Renard, Délos y otros más. H auriou define la institución en su grado de plenitud como “una idea de obra (es decir, de em presa), que se realiza y dura jurídicam ente en un medio so­cial. A virtud de la realización de esta idea se organiza un poder que procura ó rganos; por otra parte, entre los m iem bros del grupo social interesado en la realización de esta idea, se producen m anifestaciones de comunión, dirigi­das por los órganos de poder y reguladas por procedim ientos”. <2) La ins­

(1) Recaséns Siches: “ Comentarios a la Filosofía del derecho” de del Vecchio, pág. 77.(2) Reproducción de la pág. 10 de “ La Théorie de l’institution et de la fondation” de Hauriou,

que hace Recaséns Siches en sus “ Comentarios a la Filosofía del derecho” de del Vecchio.

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titución, dice Recaséns Siches, es una idea que se ha objetivado y positivizado; una idea que ha devenido hecho, que se ha encarnado en la realidad. Y como es una idea de obra, es decir, de em presa, la institución es algo activo. Se­gún advierten Renard y Délos, la institución no es un ser substancial, sino sim plemente una textura de relaciones, una realidad accidental cuyo soporte es el conjunto de individuos. La personalidad jurídica, según la teoría de que hablamos, es una “personificación del grupo para su uso exterior, para su actuación externa en el comercio jurídico con los demás, una especie de un i­dad simple, form ada para adquirir b ienes; algo así como una m áscara apli­cada sobre una cara, pero que no la re fle ja exactam ente”.

Todas estas teorías que tra tan de la realidad de las personas colectivas son de carácter ajurídico, pues no tocan el problem a del concepto jurídico de la personalidad social, sino sólo atienden a sus dim ensiones m etajurídicas.

2.—TEORIAS PURAM ENTE JURIDICA S. — Atienden sólo el aspecto jurídico de los entes colectivos. Se incluyen en este grupo las teorías de la ficción, de la equiparación, de los derechos sin sujeto, de los destinatarios de los bienes, de la inutilidad de las personas colectivas, la de Ferrara, de Kelsen, de Recaséns Siches y otras más de m enor im portancia.

Teoría de la ficción.— G eneralm ente se cree que es de origen romano. Sin embargo, como advierte Ferrara, no es cierto que esta teoría haya nacido en el derecho romano. En este derecho se constató, eso sí, el hecho de que el corpus es un sujeto nuevo y distinto de los miembros corporados. “El que esta unidad ideal deba tratarse como persona física, deba tener un patri­monio, no quiere decir que esta unidad sea concebida de una m anera antro- pomórfica, sino solam ente que es parificada al hom bre en la posición jurídica. El hom bre servirá como paralelo, como tipo de parangón en la m edida de la capacidad, pero es inexacto decir que la “universitas” se finge como un hom bre entre los dem ás asociados; por el contrario, la “universitas” es reconocida como el hom bre, capaz de derechos patrim oniales. Y así no hay ficción, sino parificación”. (1)

Se funda esta teoría de la ficción en el principio de que sólo el hom bre, por estar dotado de razón y de voluntad, es capaz de derechos y deberes, pero por razones de interés general la ley reconoce personalidad jurídica a ciertos entes colectivos fingiéndoles subjetividad y haciéndoles jugar, en consecuen­cia, un papel análogo al de las personas hum anas. Las personas jurídicas colectivas, según esta teoría, son creaciones arbitrarias del Estado; la exis­tencia de que d isfru tan es, por consiguiente, puram ente artificial.

El más ilustre representante de esta tendencia es Savigny, jefe de la escuela histórica.

Teoría de la equiparación.— Es seguida por Bóhlau, B runs y otros au­tores más. E sta teoría niega, en substancia, la realidad de las personas ju rí­dicas y adm ite sólo que existen ciertos complejos de bienes, ciertos patrim onios equiparados, en el modo de ser tratados jurídicam ente, a las personas.

Teoría de los derechos sin sujeto.— Tiene como principales partidarios a W indscheid, Brinz, G íanturco y Bonelli y afirm a que el derecho puede existir independientem ente del sujeto. W indscheid dice que "El derecho es

(1) Ferrara : obra citada, págs. 34 y 35.

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una facultad de querer, pero im personal; el sujeto de voluntad puede faltar, no es necesario para la existencia del derecho, sino solam ente para su ejer­cicio”. Brinz, otro de sus defensores, distingue entre los patrim onios que se refieren a una persona y los asignados a un fin, que, según él, no tendrían sujeto alguno.

La principal objeción que se hace a esta teoría es la de que no pueden existir derechos sin sujeto, pues todo derecho es facultad jurídica de alguien, por lo que hablar de derechos sin titu lar es un contrasentido. El derecho pone siempre en relación varios sujetos atribuyendo facultades y pretensiones a las que corresponden obligaciones.

Teoría de los destinatarios de los bienes.— Según Ihering, su principal exponente, los sujetos de las personas jurídicas colectivas son los destinata­rios de los bienes en los cuales aquéllas consisten. La persona jurídica co­lectiva la entiende, así, sim plemente como “una fórm ula de mediación, un instrum ento técnico para distribuir los bienes, un vehículo para poner en re­lación a los interesados con los ex traños”. El ente jurídico no tiene in te re se s ; el interés es de los individuos.

A esta teoría se le hace la seria objeción de que el derecho no está constituido por el disfrute, sino por la facultad, por la posibilidad de pre ten­der un d isfru te dado, por lo que éste es sólo una consecuencia y no la esencia del derecho.

Teoría de la inutilidad de las personas colectivas.— Van der Heuvel, uno de sus principales partidarios, considera el concepto de persona colectiva como algo inútil, porque “todo cuanto a ellas suele referirse no es más que un conjunto de m odalidades de los derechos de las personas físicas”. La persona jurídica colectiva es, pues, según esta teoría, un mero artificio creado inútil­m ente por la ciencia del derecho.

Teoría de Ferrara.— P ara Francisco Ferrara, la personalidad no es un ente en sí, sino una form a jurídica de unificación de relaciones. Como las re­laciones jurídicas son relaciones hum anas y su fin es siempre la realización de intereses hum anos, dice Recaséns Siches explicando la teoría de Ferrara, (1’ la personalidad no sólo se concede al hom bre individual, sino tam bién a co­lectividades o a otro sustrato o base estable para la realización de obras o intereses comunes.

P ara Ferrara, la personalidad jurídica es un producto del derecho, que éste puede ligar a cualquier sustrato y que “por sí no implica necesariam ente ninguna condición de corporalidad o espiritualidad en quien la recibe”. Tanto para el individuo como para el grupo la personalidad no es una realidad, un hecho, sino una categoría jurídica, producto del derecho. “Vana es la tentativa de encontrar tras de la persona jurídica, asienta Ferrara, 121 una entidad es­pecial orgánica o psicológica que la ley eleva a sujeto de derecho : detrás de la persona jurídica no hay otra cosa que asociaciones y organizaciones sociales. La personalidad juríd ica es la vestidura orgánica, con la que ciertos grupos de hom bres o establecim ientos se presentan en la vida del derecho, es la con­figuración legal que asum en para partic ipar en el comercio. La personalidad

(1) Recaséns Siches: “ Comentarios a la Filosofía del derecho” de del Vecchio, pág. 83.(2) F errara : “ Teoría de las personas jurídicas” , pág. 342.

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es un sello jurídico que viene de fuera a sobreponerse a estos fenómenos de asociación y de ordenación social". Oponiéndose a las teorías que han que­rido encontrar en los entes colectivos, con un criterio antropomórfico, una individualidad colectiva, orgánica, funcional, un superhom bre que pudiese servir de substrato a la personalidad, F errara indica que se tra ta de “unidad de nuestro pensam iento, no de la sustancia del agregado hum ano”. (1) La per­sona jurídica colectiva tiene un diverso sustrato, irreductible a un esquema fínico. El derecho, al concederles personalidad a las colectividades, unifica idealmente, jurídicam ente, la actuación de las pluralidades de individuos que persiguen un interés com ún ; al considerar como persona las fundaciones, subjetiva y unifica las obras y actividades que encarnan el fin a cuyo ser­vicio fueron creadas.

En la doctrina de F errara hay que destacar dos grandes aciertos, asienta Recaséns S ich es: (2) el haber afirm ado claram ente que la personalidad ju ­rídica individual es tan construida o fabricada por el derecho como la perso­nalidad del ente colectivo; y el haber caracterizado la personalidad como unificación ideal de relaciones.

Teoría de Kelsen.— Esta teoría, desarrollada por el fundador de la es­cuela vienesa, H ans Kelsen, constituye la culm inación de la doctrina pu ra­m ente jurídica de la persona colectiva. Según esta teoría, al p lantear el problem a de la persona juríd ica (tanto individual como colectiva) no nos encontram os en el plano de la realidad, sino que estam os dentro de la esfera inm anente de lo jurídico, que tiene su propia contextura y su propia lógica. El problem a de la persona jurídica no consiste en ninguna realidad, sino en una imputación normativa. Esto nos lleva a la necesidad de explicar lo que en la doctrina de Kelsen se entiende por "im putación norm ativa”. Según Kelsen, (3) la estructura lógica denom inada imputación es el modo de enlace típico de dos hechos en la norm a. "Los elem entos contenidos en la norm a jurídica se relacionan entre sí, no por el principio de causalidad, sino por el vínculo del deber se r”. La imputación viene a constituir en el reino del sistem a jurídico lo que en el reino de la N aturaleza es la causalidad. E n la norm a jurídica aparecen vinculados unos determ inados supuestos con unas deter­m inadas consecuencias; por ejem plo: un contrato de seguro (hecho jurídico) produce como consecuencias, la obligación de pagar la prim a por parte del asegurado y de satisfacer la indem nización por parte del asegurador cuando el riesgo previsto se realice (otros hechos jurídicos). Estos hechos se relacionan en tre sí no por un proceso de causalidad natu ra l sino por un proceso de causalidad jurídica, por una vinculación norm ativa del precepto jurídico, a la que se llam a im putación norm ativa, y que hace que en la cuerda de la ley la obligación de pagar la prim a y de satisfacer la indem nización sea im putada al contrato celebrado. Pero adviértase que en la doctrina del m aestro vienés —y esto se ve principalm ente en la llam ada imputación personal normativa— se explica por qué un hecho es im putado en m uchos casos a una persona que ni lo ha querido ni lo ha realizado (a diferencia de lo que sucede en la causalidad natu ra l), como pasa en el caso del padre

(1) Ferrara : “Teoría de las personas jurídicas”, pág. 338.(2) Recaséns Siches: “Vida humana, sociedad y derecho” , pág. 162.(3) Recaséns Siches: “ Direcciones contemporáneas del pensamiento jurídico” , pág. 132.

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de familia que está obligado responder por los perjuicios que causen sus hijos que están bajo su patria potestad y en los casos de los dueños de animales que deben de reparar los males que dichos animales causen.

El ilustre m aestro del formalismo jurídico, fundador de la escuela vienesa distingue dos clases de im putación : (1) la impatación normativa o imputación periférica, que consiste en la im putación de un hecho a otro hecho y la imputación personal o imputación central, que es la im putación de un hecho a una persona, la forma de enlace normativo en tre el sujeto del deber ser y el objeto del mismo. E jem plo: “El castigo es imputado' al delito (im pu­tación norm ativa), y el delito a la persona castigada (im putación personal) porque la norm a así lo establece”. La im putación “parte de un hecho externo del sujeto, pero no se detiene en él, sino que se refiere a un todo unitivo, a la persona, este punto ideal que funciona como térm ino de una im putación, es lo que la jurisprudencia llam a voluntad. Voluntad jurídicam ente es, pues, una construcción normativa, que representa un punto final y término de im ­putación”. (2)

Según Kelsen, la persona para el derecho no es una realidad, sino un concepto inm anente al mismo orden jurídico, común a todas sus m anifesta­ciones posibles, por lo que en el derecho no se puede distinguir en tre persona física y persona colectiva, pues "para el conocimiento jurídico no hay más que personas jurídicas, cuyo concepto es el denom inador común de todo sujeto de derecho, lo mismo del individual que del colectivo”. Pero si en cuanto a la esencia jurídica de las personas no hay diferencia, pues “en la idea de la persona se verifica únicam ente la referencia a la unidad de un sistem a parcial de facultades y deberes juríd icos”, si se registra ésta en cuanto se refiere a la extensión, del ordenam iento parcial o sistem a parcial de norm as ju rí­dicas, a que es atribuida la conducta hum ana. Cuando el sistem a u ordena­miento parcial de norm as jurídicas es delimitado por la unidad hum ana, te­nemos la persona jurídica individual; cuando dicho ordenam iento delimita la conducta recíproca de varios individuos en vista de un cierto fin, tenemos la persona jurídica colectiva; y “si concebimos unitariam ente la totalidad del sistem a jurídico vigente, referida a un com ún punto ideal de im putación, entonces tendrem os el concepto de la personalidad del Estado”. (3) Así, per­sona jurídica individual sería el conjunto de todas aquellas norm as que tienen por objeto la conducta de un hom bre, y persona jurídica colectiva el complejo de norm as jurídicas que regulan la conducta recíproca de un conjunto de hom bres dirigida hacia un fin común. En todo caso la perso­nificación, como explica Kelsen, (4) resu lta siendo un "procedim iento técnico auxiliar de que se vale el conocimiento jurídico para hacer patente la unidad de un sistem a de norm as”.

Teoría de Recaséns Siches.— En su afán por superar las teorías ju rí­dicas elaboradas hasta hoy para explicar la naturaleza de la persona sujeto de derecho, nuestro em inente com patriota, sin d ejar de reconocer los grandes aciertos de algunas de ellas y sobre todo de ia doctrina de Kelsen, aporta

(1) K elsen: “ Teoría general del Estado”, pág. 85.(2) Recaséns Siches: “Direcciones contemporáneas del pensamiento jurídico” , págs. 133 y 134.(3) Recaséns Siches: “ Vida humana, sociedad y derecho” , pág. 170,(4) Idem, pág. 168.

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algunas ideas originales que contribuyen a ilum inar con más claridad el tema. Piensa, con F errara y con Kelsen, que tan construida por el derecho es la personalidad jurídica que se atribuye al sujeto individual, como aquella que se concede al ente colectivo. Fuera del derecho, dice, lo que hay son los in ­dividuos entrañables e irreductibles, los hom bres de carne y hueso, los sujetos auténticam ente individuales, únicos, incanjeables; y hay, además, relaciones sociales y complejos colectivos; pero nada de eso, ninguna de esas realidades, funciona como persona. “Lo que jurídicam ente funciona como persona in­dividual, no es la totalidad de la persona hum ana, no es la plenitud del sujeto individual, sino solamente algunos de sus aspectos y dim ensiones, y cierta­m ente aspectos no estrictam ente individuales, sino genéricos, dimensiones no puram ente privativas sino tópicas, funcionarías, que son aquella parte de su conducta eterna y tipificada que está prevista en la norm a jurídica, que está d ibujada en ella como supuestos de determ inadas consecuencias”. (1) A la observación de Kelsen de que la persona jurídica individual no es el hom bre como realidad biológica ni psicológica, añade Recaséns que no es el hom bre ni como sujeto hum ano plenario, aun cuando ambos concuerdan en que dicha persona es una construcción jurídica de su conducta, en cuanto ésta constituye el contenido de norm as jurídicas. Del comportamiento h u ­mano según Recaséns, el derecho sólo tom a en consideración esquemas ge­néricos y típicos de conducta, dibujados en la norm a y aplicables en principio a todos los sujetos. “La dimensión del hom bre que funciona como persona en el derecho es la dimensión que éste tiene de común con otros sujetos ju ­rídicos, todos aquellos otros que puedan encajar en la figura prevista por la norm a ju ríd ica”. En el derecho funciona como sujeto el ciudadano, el h e ­redero, el delincuente, el juez, dim ensiones de la personalidad jurídica, fu n ­ciones o papeles previam ente escritos, m áscaras moldeadas de antem ano, que pueden ser ocupadas o desem peñadas por cualquiera en quien concurran las condiciones previstas. Tener en derecho personalidad significa, según acer­tada expresión de Recaséns Siches, ser sujeto de papeles previstos en la re­gulación jurídica.

La persona jurídica está constituida por la unidad de im putación de una serie de funciones actuales y posibles previstas en la n o rm a : cuando ese centro de im putación coincide con la unidad real y viviente del hom bre que le sirve de soporte, tenem os la persona jurídica ind iv idual; cuando la un i­dad de im putación es de una serie m últiple de conductas de ciertos hombres, “conductas que el derecho no adscribe a los sujetos que las efectúan, sino a otro sujeto ideal, construido por la norm a, como punto term inal de im pu­tación de un determ inado repertorio de relaciones ju ríd icas”, tenem os la persona jurídica colectiva. La personalidad jurídica de los entes colectivos difiere de la personalidad social que los mismos puedan tener, pues ésta cons­tituye una especie de organización al servicio de un fin común, teniendo sus m iem bros conciencia de esa unidad teleológica, en tanto que aquélla es una unificación producida por el derecho para la actuación externa del grupo en el comercio jurídico con los dem ás, algo así como una m áscara aplicada sobre una cara, pero que no la refleja exactam ente, según la expresión de H auriou. (2)

(1) Recaséns Siches: "V ida humana, sociedad y derecho", pág. 170.(2) Idem, pág. 175.

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La personalidad social de los entes colectivos constituye algo relativam ente di­fuso y difum inado, que podemos concebir en su conjunto, pero sin perfiles rigurosos y exactos, m ientras que la personalidad jurídica colectiva está per­fectam ente delim itada y perfilada por la norm a del derecho, que crea un centro ideal de imputación, que construye un sujeto ideal dibujado con toda precisión. <n

(O Recaséns Siches: “Vida humana, sociedad y derecho’*, pág. 183.

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TERCER CAPITULO

RESPONSABILIDAD DE LOS ENTES COLECTIVOS

1.— GENERALIDADES.—El problem a de la responsabilidad de las per­sonas jurídicas colectivas ha preocupado, desde mucho tiempo ha, a los tratadistas, sin que hasta la fecha se haya podido llegar a un acuerdo para su satisfactoria resolución. Y ello es lógico, puesto que siempre se ha exami­nado el punto con criterio antropomórfico, tratándose de resolverlo con fu n ­dam ento en consideraciones análogas a las que sirven para fundar la respon­sabilidad de las personas hum anas. El mismo criterio, de ver detrás de los entes colectivos a los individuos y de desconocer la verdadera realidad ju ­rídica de aquéllos, que ha dominado por siglos en la ciencia del derecho, ha enm arañado el campo en que se ha venido discutiendo dicho problem a de la responsabilidad, toda vez que esto está estrecham ente ligado con la concep­ción de la naturaleza de las personas colectivas y respecto a ésta los sistem as doctrinarios y legislativos elaborados han variado, por lo cual las soluciones al problem a que nos ocupa han tenido que ir cambiando.

El delito corporativo fué reconocido sin discusión y se difundió y se arraigó en la legislación y en la práctica de la Edad M edia. La teoría de la capacidad de delinquir y de la responsabilidad de las personas jurídicas se hace dom inante y es aplicada, según apunta Ferrara, <n tam bién del lado penal. D urante toda la Edad M edia fueron reconocidos delitos y penas cor­porativas : el derecho canónico ten ía la excomunión y el interdicto religioso; se dieron num erosos ejemplos de condenas de ciudades y m unicipios; las ordenanzas penales de Francia de 1670 tenían un título entero consagrado a los procesos contra ciudades, burgos y villas. M estre recuerda, en su obra “Les personnes morales et le problém e de leur responsabilité pénale” (página 109), que en 1331 la ciudad de Tolosa fué condenada por el Parlam ento de París a perder su derecho de cuerpo y com unidad con confiscación del pa­trimonio, y que en 1379 la ciudad de M ontpelier fué condenada por una re­vuelta a perder su Universidad y todos sus privilegios y condenada a una fuerte m ulta. Esta doctrina se m antiene hasta cerca de la m itad del siglo XVIII, época en que —por la influencia de la teoría de la ficción— comenzó la oposición, especialm ente en lo relativo a la responsabilidad penal. Fué Savigny, sobre todo, el m ás ilustre representan te de la teoría de la ficción, el que decide el cambio conceptual en m ateria de responsabilidad de los entes colectivos, prim ero en la doctrina y después en la legislación, soste­

(1) Ferrara : “Teoría de las personas jurídicas” , pág. 817.

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niendo que u n sujeto artificial y sin voluntad no puede obrar ilícitam ente y estar sujeto a responsabilidades y penas. Si se realizan actos ilícitos, dice, son actos personales de los adm inistradores o representantes, es decir de los individuos singulares. La teoría de la ficción sanciona, así, la plena irrespon­sabilidad de la persona juríd ica colectiva en lo ilícito.

Pero el criterio de los teóricos de la ficción no podía sostenerse en su pureza. Los hechos, que siem pre van adelante de las teorías, m ostraron las lagunas de que adolecía esta construcción doctrinal. No podía adm itirse que m ientras los entes colectivos gozaban de los beneficios y ventajas de su ac­tividad jurídica, estaban inm unes de riesgos y daños, y asegurados contra las consecuencias de sus m ismas culpas y dolo de sus representantes o auxi­liares. Los partidarios de la teoría de la ficción tuvieron que adm itir la re s­ponsabilidad derivada del incum plim iento de sus contratos, con lo cual dejaron ver claram ente la insuficiencia de su teoría, puesto que esta concesión im ­plicaba una contradicción con los postulados esenciales de la m isma, dando lugar —así—, al vigoroso resurgim iento de la teoría de la realidad, la cual, partiendo de una asimilación de los entes colectivos a los sujetos hum anos y concibiendo a aquéllos como entes reales, vivos y volentes, afirm ó la plena capacidad para delinquir civil y penalm ente de las personas jurídicas colec­tivas. Hoy en día, en tre las corrientes m ás m odernas del derecho, se puede decir, hay una m arcada tendencia hacia adm itir la responsabilidad de los entes colectivos. (1) Ing laterra y Estados Unidos llevan a este respecto la delan­te ra ; en Francia, en donde no se adm ite la responsabilidad de las personas jurídicas colectivas, los autores y la jurisprudencia de la Corte de Casación, aceptan ya que las personas jurídicas puedan ser sujetos pasivos de ciertas penas; en Chile y en la República A rgentina se nota una evolución en este sentido; (2) igual cosa se registra en E spaña y en C uba; (3) entre nosotros (artículo 16 del Código civil de G uatem ala), y o tras disposiciones que ade­lante se citan), tam bién se adm ite la responsabilidad civil de las personas jurídicas colectivas. Y es que, como dice F errara en su obra tan tas veces m encionada (página 821), es indudable que una persona jurídica pueda co­m eter actos ilícitos, desde el m omento en que puede realizar actos jurídicos. E l que directa o indirectam ente tiene el derecho de tom ar parte en la vida jurídica, puede obrar bien o m al y debe igualm ente recoger los frutos de su ac tiv idad : ventajas y riesgos, ganancias o daños. “Sólo un prejuicio h a podido hacer creer que los actos ilícitos de los representantes no sean im putables al representado, porque contienen siem pre una transgresión de poder en cuanto la persona juríd ica no h a dado u n m andato para delinquir. C iertam ente la persona juríd ica no h a dado este m andato, hace observar el ilustre profesor italiano, pero ha llam ado a ciertas personas a obrar en nom bre suyo, ha consti­tuido para éstas una esfera general de poder en un campo de relaciones dentro del cual pueden moverse para realizar el fin. Pero el cum plimiento de ta l fin

(1) , León M ichoud: “ La Théorie de la personnalite morale” , tomo II, pág. 260. F errara : obra citada, pág. 823; Jiménez de Asúa en “Adiciones al programa de Carrara” , citado en la pág. 172 de su obra sobre derecho penal, en colaboración con Antón Oneca. A lessandri: “ Derecho civil” , tomo II, pág. 166.

(2) A lessandri: obra y tomo citados, pág. 166. Arturo Barcia López: “ Responsabilidad civil de las personas jurídicas por actos ilícitos.—Cambio de rumbo en la jurisprudencia de la Suprema Corte” , publicado en la “ Revista del Colegio de Abogados de Buenos Aires” , año X V III, tomo X V II, N? 6, pág. 541.

(3) Jiménez de Asúa: “ Proyecto de Código penal de Silvela y Código penal español de 1928”, citados en la pág. 173 de su obra aludida. Enrique Córdova: “ Estudios penales” , pág. 37.

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lleva consigo la posibilidad de una aberración en los medios para conseguirlo. La responsabilidad del com itente se basa en el principio de justicia de que quien emplea a una persona en su provecho la em plea a propio riesgo. (1) 2 José Agustín M artínez, en una conferencia pronunciada en el Colegio de Abo­gados de La H abana sobre “La responsabilidad crim inal de las personas ju ríd icas”, dijo que “si la persona juríd ica puede contratar y puede dejar incum plidas sus obligaciones, independientem ente de la obra individual de cada uno de sus miembros, o de la intención de cada uno de sus com ponentes, ¿por qué no ha de poder com eter un delito? Si puede prom eter que pagará y luego negar su deuda, ¿por qué no podrá com eter una estafa? Y si la persona juríd ica puede com eter un delito, ¿por qué no ha de ser susceptible de pena?" Ahora bien, aun cuando se adm ite que los entes colectivos puedan ser sujetos responsables por los actos ilícitos que cometan, no por eso debe perderse de vista la estructura que sirve de soporte a la personalidad juríd ica de los mismos, la cual es diferente de la de las personas jurídicas individuales, y pre tender hacer objeto a aquéllas de las mismas sanciones que a éstas se aplican. A los entes colectivos deben aplicárseles sanciones adecuadas. La especial característica de las personas jurídicas colectivas reclam a especial sistem a punitivo. Los principios de la responsabilidad subjetiva, que exigen una voluntad y una culpa personales, apunta el profesor Alfredo Orgaz, de la Universidad Nacional de Córdoba, han sido creados sólo en m ira de la persona hum ana, que es la única dotada de subjetividad. Pero las personas jurídicas colectivas, que carecen de toda subjetividad, no pueden ser tra ­tadas sino objetivam ente: aquellos principios les son necesariam ente ex­traños. (3)

2.—ELEM EN TO S DE LA RESPONSABILIDAD.—P ara que las perso­nas jurídicas colectivas incurran en responsabilidad se requiere la concurrencia de los siguientes elem entos:

l 9—Que haya un acto ilícito;29—Que esa lesión sea im p u tab le ;39— Que sean cometidos por medio del patrim onio o en provecho del

patrim onio colectivo; y,49—Que no sean delitos que necesiten hechos personalísim os del ser

físico.

Que haya un hecho ilícito quiere decir que se registre la violación de un derecho ajeno; que la lesión sea im putable, quiere decir que se haya rea ­lizado con dolo o culpa. Ahora bien, respecto a este segundo elem ento hay que observar que para que la lesión sea im putable se necesita que el acto sea de naturaleza p/ropries, d ispuesta a su ejecución por los órganos de la persona colectiva o sus representan tes y ejecutado por éstos (órganos o re ­p resen tan tes). Los actos que pueden e jecu tar los entes colectivos son de dos c la se s : propries e impropries. "Los prim eros son queridos y ejecutados por la

(1) F errara : obra citada, pág. 823.(2) Citado por Luis Antonio Díaz Vasconcelos en la pág. 173 de su obra de tesis: “ El delito

financiero, estudio jurídico contable sobre la estafa cualificada’*.(3) Alfredo Orgaz: “ Observaciones sobre la responsabilidad de las personas jurídicas” , artículo

incluido en el tomo “Estudios de derecho civil” , que como homenaje a Dalmacio Vélez Sarsfiel publicó la Universidad nacional de Córdoba» Rep. Argentina.

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agrupación; es la voluntad de ella la que los engendra. Son los órganos, los particulares que la integran, los que con sus votos perm itieron que se realizase el acto. Los impropries no son efectivam ente el resultado de un acuerdo de las voluntades integrantes del ser social. Aunque m aterialm ente han sido ejecutados por uno o algunos de sus órganos, no han tenido origen en el común acuerdo para ser llevados a térm ino. De esa m anera, la legitim idad del acto para que pueda decirse que es proprie de la sociedad, tiene que esta r basado en la voluntad de la m ism a; no es necesario que la ejecución se haya efectuado por alguno de sus órganos antes que todo debe estar influ ida del soplo vital “voluntario” de la m isma agrupación”. (1) De acuerdo con este segundo ele­mento, para que haya responsabilidad es necesario que el agente haya operado en calidad de representan te o de ejecutor, por cuenta del ente, del acto dispues­to por los órganos de la persona colectiva, pues si obra como individuo privado, por cuenta propia, despojado y sin ninguna referencia a la posición jurídica que ocupa respecto del ente, h ab rá un hecho individual suyo que com prom eterá eventualm ente su responsabilidad personal pero nunca la de la persona colec­tiva. Conviene aclarar aquí que hay diferencia entre el órgano y el represen­tan te del ente colectivo, pues m ientras el prim ero es elemento in tegrante de la voluntad de la agrupación, el segundo no es m ás que un m andatario, que responde ante el derecho de acuerdo con las norm as especiales para esta clase de personas.

Con el cuarto de los elem entos enum erados se ratifica lo que antes dijimos respecto a que no debe perderse de vista la estructura que sirve de soporte a la persona juríd ica colectiva. Estas por su m isma naturaleza, no pueden com eter delitos que necesiten hechos personalísim os del ser físico, como el homicidio, estupro, infanticidio, lesiones u otros sim ilares; en cambio si pueden com eter otra clase de delitos, de que adelante tratarem os, como estafas, quiebras, daños, traiciones, etcétera.

3.—RESPONSABILIDAD CIVIL.—E n tre las dos clases de responsa­bilidad de los entes colectivos, la civil está hoy en día generalm ente aceptada, pues h asta los mismos partidarios de la teoría de la ficción se han visto preci­sados a adm itirla, en lo atingente al incum plim iento de los contratos. E l mismo W indscheid, no obstante considerar que la persona juríd ica colectiva encubre solam ente “derechos sin sujeto", ha admitido la responsabilidad civil, con fundam ento en las necesidades sociales. Así dice: “Si se reflexiona que la persona juríd ica adquiere la posibilidad de conseguir sus fines obrando sólo por medio de sus representantes, no se puede dudar en encontrar justo que la persona juríd ica tome sobre sí los efectos dañosos de estos actos, como tiene ella las v en ta jas”.

La responsabilidad civil puede provenir de un acto doloso o de un acto culpable. El prim ero se da cuando se comete con la intención de dañar y se denom ina delito civil: el segundo, cuando el acto no es intencional y si se causa el daño a otra persona es sólo por negligencia de parte del au to r: se llama cuasidelito civil. E l delito civil puede definirse como el acto doloso, o cometido con la intención de dañar, que causa daño a otra persona; el cuasidelito, como

(1) Díaz Vasconcelos: “El delito financiero”, pág. 176.

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el acto culpable, pero no intencional, que causa daño a otra persona. No hay que confundir el delito y cuasidelito civil con el delito y cuasidelito penal. E n los prim eros, como dice el ilustre tratad ista chileno don Arturo A lessandri Ro­dríguez, priva el factor económico (se tra ta de dar lugar a indem nización con motivo del perjuicio que sufre el patrim onio de una persona) ; en el delito penal priva el factor moral, se tra ta de castigar un hecho inm oral. “Además, los intereses en juego son distintos, porque en el delito penal es el interés de la sociedad el que induce al legislador a establecer este d e lito ; en el delito civil, es únicam ente el in terés particu lar el que tra ta el legislador de re s­guardar. E n seguida, la noción del delito civil es mucho m ás amplia que la del delito penal, porque para que haya delito civil, basta que se produzca un daño, y para que haya delito penal se requiere que la ley haya establecido expresam ente una pen a : no hay m ás delitos penales que los castigados por la ley. E n cambio, sería absurdo hacer una enum eración de los delitos ci­viles : los hay toda vez que una persona sufre un daño por causa de o tra”. (1) Un delito penal puede no constituir un delito civil y un delito civil puede existir sin que exista delito penal, como en los casos que establece el artículo 448 de nuestro Código penal. (2)

La responsabilidad delictual y cuasidelictual existe “cuando una persona causa, ya por sí misma, ya por medio de otra de la que responda, ya por una cosa de su propiedad o de que se sirve, un daño a otra persona, respecto de la cual no estaba ligada anteriorm ente por vínculo obligatorio alguno”. E n los prim eros tiempos, abarcando el Derecho rom ano primitivo, hace observar el profesor A lessandri Rodríguez, se tenía una noción n eta­m ente objetiva de la responsabilidad delictual, porque bastaba exclusivamente que una persona sufriera el daño para que tuviera derecho a la indem niza­ción correspondiente. Pero m ás tarde, esa noción se abadona poco a poco, siendo substitu ida por o tra fundam entalm ente d is tin ta : la noción de la res­ponsabilidad subjetiva, que exigía la culpa o el dolo de parte del au tor del daño. La in justicia de la noción subjetiva de la responsabilidad, puesta de m anifiesto a m edida que la civilización cobraba desarrollo, determ inó que fuera severam ente criticada, dando lugar —en consecuencia— al nacim iento de la noción de responsabilidad objetiva fundada en el riesgo que se causa, la cual puede enunciarse así: (3) “Todo el que lesiona a otro en su persona o patrim onio, debe indem nizarle, haya o no culpa o dolo de su p arte ; o b ien : quien crea un riesgo, debe soportar sus consecuencias si llega a realizarse”.

E sta m oderna postura de la ciencia del derecho para juzgar la respon­sabilidad por actos ilícitos, que superó la teoría clásica, h a facilitado gran­dem ente la admisión de la responsabilidad civil de las personas jurídicas colectivas (responsabilidad objetiva basada en el riesgo), puesto que sobre­pasó los obstáculos que oponían los tratadistas que exigían u n a voluntad capaz de com eter delitos o cuasidelitos civiles, voluntad psicológica (y no juríd ica), que querían encontrar en el ente colectivo al igual que en el ente

(1) Alessandri Rodríguez: ' ‘Derecho civil” , tomo IV , pág. 860.(2) Artículo 448.—Están exentos de responsabilidad crim inal y sujetos únicamente a la civil,

por los hurtos, defraudaciones o daños que recíprocamente se causaren: 1?—Los ascendientes y descen­dientes o afines en la misma línea; 29—El consorte viudo respecto de> las cosas de la pertenencia de su difunto cónyuge, mientras no hayan pasado a poder de otros; 39—Los hermanos y cuñados si vivieren juntos; 49—Los cónyuges, salvo que estuvieren separados de bienes o personas.

(3) Alessandri Rodríguez:- obra citada, tomo IV , pág. 858.

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individual, para aceptar la responsabilidad. Esta teoría objetiva del riesgo es la que inform a las disposiciones respectivas de la ley de ferrocarriles (D e­creto gubernativo núm ero 556) y la ley de accidentes (D ecreto legislativo núm ero 1827) (1) de nuestro derecho positivo.

El profesor español don Calixto Valverde y Valverde, además de la responsabilidad basada en el riesgo, anota la responsabilidad civil basada en el abaso del derecho, como otra de las dos nociones m odernas que han venido a superar a la teoría clásica de la responsabilidad. La doctrina científica mo­derna, dice Valverde, (2) apartándose del principio antiguo, y observando que en la época actual no se deben perm itir actos y hechos que sin ser propia­m ente delictivos son antisociales, no perm ite el abuso del derecho y exige responsabilidad por los daños causados en el ejercicio de éste. “El ejercicio de los derechos cada día está más lim itado por la concurrencia de los demás, y la solidaridad social va ejerciendo su influencia en la autonom ía de la vo­luntad, puesto que cada vez serán m ayores las restricciones de lo que hasta aquí se ha llam ado el libre ejercicio de los derechos que en adelante no puede ser otra cosa que el uso de las facultades jurídicas de un modo racional y prudente, cuidando de no dañar los in tereses de otro, ni con intención n i por negligencia". La jurisprudencia contem poránea, al decir del mismo autor, distingue el uso y el abuso del derecho, adm itiendo la responsabilidad del autor de este abuso, que no puede ser considerado como acto ilícito. Cita como ejem plo de responsabilidad por abuso del derecho, en tre otros, la de un agente de seguros que después de haber hecho una gran clientela es des­pedido arbitrariam ente (la ley lo sanciona dando derecho al despedido a re­clam ar una indem nización) ; el del industrial que realizara contratos de ventas a condición de que los com pradores no pudieran vender a un tercero, a quien se perjudicaría indudablem ente por tal prohibición. La jurisprudencia fran ­cesa ya ha consagrado la teoría de la responsabilidad civil basada en el abuso del derecho, lo mismo que otras jurisprudencias extranjeras. E n tre nosotros, el artículo 59 de la ley del trabajo (D ecreto legislativo núm ero 1434), establece esta clase de responsabilidad civil al decir, refiriéndose a la locación de ser­

(1) LEY DE FER R O C A R R ILES: Artículo 70.—Es responsable la empresa por los daños y per­juicios que causen los trenes, cuando el motivo que los produce fuere originado por el mal estado de la línea o del m aterial, o por mala fe o por descuido de sus empleados. La responsabilidad es sólo civil si no hay prueba de que procediera con imprudencia tem eraria por conocer el mal estado de la línea, de las locomotoras o carros.

Artículo 71.—Cuando por culpa de uno o varios empleados o por descuido punible, pasa algún accidente, la responsabilidad crim inal es de los empleados, y la c iv il de la empresa.

Artículo 72.—No hay responsabilidad por acontecimientos puramente fortuitos o por fuerza mayor imprevista.

Artículo 87.—Por pérdida o extravío de un bulto o de varios, las empresas pagarán el precio que el interesado justifique plenamente; pero no se las podrá exigir indemnización de perjuicios que no sean de evidencia. No habiendo la justificación completa, abonará la empresa un valor prudencial.

Artículo 89.—Los bultos, mercaderías o efectos que se m anifestaren especialmente a los empleados de la Compañía, serán indemnizados, caso de pérdida, según la prueba del dueño.

LEY DE A C C ID EN TES: Artículo 19—Las empresas de ferrocarriles, vapores, tranvías, automó­viles, aeronaves y los dueños de cualquier medio de transportes, por tierra, agua o aire serán solidaria­mente responsables en la acción civil con los autores y cómplices de los daños y perjuicios que causen las personas encargadas de los vehículos, aun cuando la persona que los cause no sea empleada de dichas empresas, siempre que el verdadero encargado de los vehículos se los haya encomendado, aunque fuere de manera transitoria .

Artículo 49—La muerte de una persona o los daños graves que reciba por causa de un accidente, serán objeto de indemnización pecuniaria, cuyo monto fijarán dos expertos, a presencia, del juez y que, en caso de fallecimiento, no excederá de cinco mil quetzales, ni será menor de quinientos quetzales, y siendo daños graves, no será mayor de dos mil quinientos quetzales, ni bajará de doscientos cincuenta quetzales. Los expertos serán nombrados uno por cada parte, y en caso de desacuerdo entre ellos, resolverá el juez.

Artículo 10.—Las disposiciones de esta ley se aplicarán también a las. empresas de luz y fuerza eléctricas o de cualquier otro género que sea, así como a toda clase de fábricas o ta lleres que puedan producir daños por impericia, embriaguez, malignidad o torpeza de los empleados.

(2) Valverde: ‘‘Derecho civil español”, tomo I, pág. 579.

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vicios por tiempo indeterm inado, que “la rescisión por voluntad de una sola de las partes puede dar lugar a la acción de daños y perjuicios, cuando se pruebe que ha habido dolo o abaso del derecho de rescisión”.

Es in teresante hacer notar, ahora que hablam os de que las personas jurídicas colectivas son capaces de delito y cuasidelito civil y que responden por el daño que con culpa o dolo causen las personas que obran en su nom ­bre, o las representan o están a su servicio, es in teresante hacer notar, de­cimos, que tam bién el Estado y los entes públicos son responsables como sujetos privados, en el ejercicio de su actividad patrim onial. Sin embargo, conviene no confundir la responsabilidad civil del Estado y de los otros entes públicos con la responsabilidad de los mismos que pudiéram os llam ar, como lo hace Ferrara, responsabilidad de derecho público. La prim era cae bajo el dominio p rivado ; la segunda se da cuando el Estado y los entes públicos actúan en ejercicio del ja s ím perii (órdenes, prohibiciones, e tcétera). El ilus­tre tratad ista italiano citado, distingue las actividades del Estado y de los entes públicos que dan lugar a responsabilidad civil de las que dan lugar a respon­sabilidad de derecho público, diciendo que tiene lugar la responsabilidad civil: (1) a ) en la gestión patrim onial o de em presas y regalías (servicio de correos, telégrafos, sal, tabacos, etcétera, m unicipalización de servicios m u­nicipales) ; b) en la actividad para la satisfacción de servicios públicos u obras de interés general (construcciones de carreteras, acueductos, m ataderos, e t­cétera), creaciones de escuelas, teatros, hospitales; c) en la actividad in stru ­m ental o accesoria de un acto de imperio (custodia de objetos secuestrados o depositados para fines judiciales) ; d ) en la ejecución culposa o im prudente de un acto adm inistrativo. Según el mismo profesor Ferrara, la responsabi­lidad de derecho público se reg istra : a) si el acto adm inistrativo es ilegítimo (por incom petencia, abuso de poderes, violación de la ley) ; b) si el acto ad­m inistrativo es legítimo (pero por razones de oportunidad adm inistrativa es revocado o anulado a instancias de los interesados) ; c ) si el acto adm inistra­tivo es legítimo, pero impone un sacrificio especial del derecho del individuo, que debe ser resarcido por razones de equilibrio y de justicia reparativa (ex­propiación).

4.—RESPONSABILIDAD PENAL.—Las tendencias recientes del de­recho penal ya no son desfavorables a la idea de la penalidad colectiva. Esta idea, dice M ichoud, (2) está en arm onía con la tendencia general que con­siste en no separar al crim inal del medio en el cual se h a cometido el acto, y a tener en cuenta la in fluencia determ inante de este medio para atenuar, y a veces para suprim ir, la penalidad. Dos escuelas se d isputan en el derecho m oderno la facultad de dar solución al tem a de la responsabilidad penal de los entes colectivos: la escueta germánica y la escuela francesa. De acuerdo con las doctrinas de la prim era, la pena aplicada a la corporación excluye la pena individual para los entes individuales que com ponen su substrato ; de acuerdo con la doctrina francesa, la pena im puesta a las personas colec­tivas no excluye la responsabilidad individual de los seres que sirven de soporte a las m ism as: hay, pues, una doble penalidad. M estre, fundador

(1) F errara : “Teoría de las personas jurídicas*’, pág. 850.(2) León M ichoud: “La Théorie de la personalité morale” , tomo I I , pág. 260.

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de la escuela francesa, opina que debe haber doble penalidad, pues la pena corporativa recae sobre todos los m iem bros de la asociación, en tre los cuales puede haber algún inocente, y porque sin pena individual quedarían medidos por igual inocentes y culpables, directores y dirigidos. En la actuación “cor­porativa”, según la escuela francesa, dice José Agustín M artínez en su confe­rencia pronunciada en La H abana que antes he citado, todos participan, pero d iversam ente: unos tan sólo como m iem bros inactivos, por solidaridad involun­taria, en algunos casos, con absoluta ignorancia en otros ; otros participan como m iem bros activos, directores, consejeros, gerentes, votantes o ejecutantes del acuerdo o del acto antijurídico. La responsabilidad corporativa no puede, pues, ser única, ni la pena aplicarse a todos, de idéntica m anera. Castigúese a la sociedad, dice, y en ella a todos, pero no se olvide la represión individual. La responsabilidad colectiva, según M ichoud, está en razón inversa de la responsabilidad individual.

D ista mucho, sin embargo, de haber uniform idad en la doctrina susten tada por los diversos tratad istas en torno a la responsabilidad pe­nal de los entes colectivos, pues n i aun entre los que en principio la ad­m iten, hay acuerdo en lo que respecta a la posibilidad de sancionar esa responsabilidad, con lo cual en cierto sentido desvirtúan su posición en cuando adm iten que pueden responder penalm ente las personas jurídicas colectivas. Ciertos autores, como Jellinek, lim itan expresam ente a las con­travenciones la posibilidad de perseguir penalm ente a las personas colec­tivas ; otros, como Kohler, adm iten el delito corporativo pero no la capacidad de ser castigado. Nos inclinam os del lado de los que sostienen, como Gierke, la responsabilidad penal de los entes colectivos, declarando solam ente que no pueden com eter aquéllos delitos que presuponen un organism o corporal (homicidios, delitos contra el honor, etcétera), pero pueden, en cambio, p ro­ducir violaciones variadísim as que caen en el ámbito de la vida corporativa, E stá patente, que las personas jurídicas colectivas pueden com eter delitos como los de estafa, usura, quiebra, traición, piratería, falsificaciones, am ena­zas, coacciones, incendios, daños, actos atentatorios a la libertad de trabajo, etc. A lgunas legislaciones lo han reconocido así, como la de Cuba, el proyec­to Silvela del Código penal español, y otras. E n Argel, por la ley francesa del 17 de julio de 1874 se organizó una responsabilidad colectiva contra las tribus en casos de incendios de bosques y otros delitos que in teresa a la seguri­dad del E stado”. La historia (1) presenta ejem plos dolorosos de castigo im pues­to a ciudades y a corporaciones, por suponer que toda la identidad universitas puede ser capaz de im putabilidad crim inal. La Convención Nacional francesa, a propuesta de la Comisión de salud pública, expidió un decreto trem endo para castigar a la ciudad de Lyon, por los delitos de insurrección y ejecución del sacerdote Chalier". Es evidente que las legislaciones se están sacudiendo del tin te individualista que las h a caracterizado y están dando en trada a dis­posiciones de carácter colectivo, como las relacionadas con la responsabilidad penal de las personas jurídicas colectivas. Día llegará en que, como vaticinó M estre , h ab rá un código penal corporativo a la p ar de un código penal indi­vidual.

(1) Enrique Córdova: “Estudios penales” , pág. 39.

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Lo relacionado con las sanciones que deben aplicarse a los entes colecti­vos que incurran en responsabilidad penal constituye un arduo problem a. Las personas colectivas reclam an, por su m ism a naturaleza, especial sistem a pun i­tivo, y no se pre tenda aplicarles las m ism as penas que hoy se aplican a los delitos individuales. Hay que buscar penas adecuadas y no seguir copiando de la penología individual las sanciones, pues éstas se han inspirado en p rin ­cipios que difícilm ente encajan en los sujetos de derecho de que nos hem os venido ocupando. E ntre las penas que se han señalado por d iferentes autores para sancionar la responsabilidad colectiva figuran las penas pecuniarias, confiscación de provechos por períodos de gestión, interdicción de residencia, lim itaciones de la capacidad jurídica e incapacidad tem poral para d isfru tar determ inadas ventajas económicas y financieras, supresión de la asignación, pérdida de privilegios, derechos honoríficos, cancelación de la personalidad jurídica. Nosotros, siguiendo sobre este particular la opinión sustentada por Luis Antonio Díaz Vasconcelos en su in teresante trabajo de tesis sobre “El delito financiero” (página 178), creem os que para sancionar los actos delic­tuosos de las personas jurídicas colectivas pueden servir las siguientes san­ciones :

1?—Disolución de la persona juríd ica (pena máxima, a la que algunos quieren com parar con la de m uerte) ;

2?—Suspensión del ejercicio de determ inados derechos o prerrogativas particulares, ya fuera por un tiempo determ inado o definitivam ente;

3’— Suspensión tem poral de las actividades en general de la persona juríd ica;

4’—M ulta. Por esta pena se inclinan la m ayor parte de los tratadistas y legisladores que ya tienen adoptados preceptos sobre este particu lar;

5’—Penas com plem entarias, que pueden variar desde la incautación de su patrim onio hasta la publicación censoria de las resoluciones judiciales.

La legislación de G uatem ala, esencialm ente individualista como lo es en su fase penal, no considera la responsabilidad crim inal de los entes co­lectivos, sino que en casos de delitos cometidos por éstos pena a los individuos que han actuado. A penas si encontram os alguna disposición en que se insinúa la responsabilidad del ente colectivo como en el artículo 33 de la ley sobre registro e im puestos de sociedades lucrativas por acciones (D ecreto guberna­tivo núm ero 1543) o en que m ás decididam ente se sancione dicha responsa­bilidad, como en el artículo 34 del mismo cuerpo legal. (1) Sin embargo, cree­mos que ya es tiempo de que la legislación penal de G uatem ala sea objeto

(1) Artículo 33.—Se equiparan al delito de estafa, y en consecuencia los autores, cómplices o encubridores sufrirán las penas corporales y pecuniarias correspondientes: 1?—La sociedad o compañía nacional o extranjera que sin estar expresamente autorizada para funcionar en los términos prevenidos por la ley, haga negocios y trabe relaciones comerciales dentro del territorio de la república. Los docu­mentos expedidos y las obligaciones contraídas en esas condiciones no producirán efecto legal alguno y la entidad no autorizada será responsable por daños y perjuicios; 29—La sociedad o compañía nacional o extranjera, y su Consejo de administración, que prorrogue su término, modifique su organización o altere su contrato y demás leyes sociales sin el consentimiento del Ejecutivo y sin la debida inscripción en los registros del Departamento monetario y bancario de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y del Juzgado m ercantil; 39—La falsedad y las omisiones dolosas de las partidas o asientos de los libros, en los informes periódicos y en los documentos y balances de las sociedades y compañías nacionales y extranjeras a que se refiere la presente ley; 49—La persona, director o gerente que celebre negocios en nombre, por cuenta o en representación de una sociedad que adolezca de las irregularidades a que se refieren los dos incisos primeros de este artículo, será considerada cómplice del delito de estafa; pero

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de una reform a substancial, que la ponga a la altura de las doctrinas mo­dernas al respecto y en la que se considere debidam ente la responsabilidad penal de las personas colectivas, adm itiendo así la verdadera categoría ju ­rídica de estos entes.

Es indudable que la solución que se adopte en punto a responsabilidad penal de los entes colectivos dependerá de la doctrina que se adm ita para explicar la naturaleza de las personas jurídicas colectivas. Sin embargo, nosotros hacemos hincapié en que la tendencia que hoy predom ina en re la­ción con el problem a de la responsabilidad de estos entes es la de reconocer que son susceptibles de incurrir en responsabilidades y ser sancionados, y, por consiguiente, m anifestam os nuestra opinión sobre este particu lar (con la cual damos por concluido este trabajo de tesis), en el sentido de que las personas jurídicas colectivas deben ser responsables por los actos ilícitos que cometan y, por tanto, pueden ser sancionados, pero con sanciones ade­cuadas a su especial naturaleza. Externam os tam bién nuestro parecer en el sentido de p referir la escuela francesa de la doble penalidad, pues no obstante entender que no se aju sta rigurosam ente al principio filosófico jurídico de que no debe penarse dos veces, creemos sin ambages que esta doctrina se aviene con la realidad y es la que, hoy por hoy, puede rendir m ejores frutos, en tanto no se m ejore el sistem a punitivo de los entes colectivos.

si en el curso del proceso se comprobare que obró de buena fe en sus operaciones, se le aplicará una m ulta no menor de quinientos ni mayor de cinco mil quetzales, según la cuantía del negocio y la im­portancia financiera de la empresa comitente.

Artículo 34.—La falta de cumplimiento de cualquiera de los preceptos que se impone a las socie­dades y compañías nacionales y extranjeras a que afecta la presente ley, si no tuviere pena especial­mente señalada en las leyes, se castigará con una m ulta no menor de cincuenta quetzales ni mayor de m il; si, a pesar de la sanción, las sociedades o compañías persisten en faltar, se les impondrá nueva multa por el doble del monto de la anterior, siempre que se tra te de la misma falta ; y en caso de reincidencia se les suspenderá la autorización temporal o definitivamente, a juicio de la Secretaría de Hacienda. Unas y otras sanciones se impondrán según la gravedad de cada caso. Las personas que contraten u operen a nombre, en representación o por cuenta de las propias sociedades y compañías, y los notarios en su caso, se considerarán personal y solidariamente responsables con éstas para el pago de las m ultas en que incurriere.

Como se ve, estas disposiciones se refieren a las compañías accionadas y las sanciones que esta­blece el artículo 34 son más de índole adm inistrativa que judicial. E l artículo 33 del Código civil habla también de las compañías y sociedades y dice que su disolución no las exime, ni a sus represen­tantes, de las responsabilidades civiles y criminales» pero no se encuentra disposición expresa que indique cuál es la sanción a aplicar por infracción a las leyes penales que haya sido cometida por dichas compañías o sociedades.

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CONCLUSIONES

1®—La persona jurídica individual y la persona jurídica colectiva son productos del derecho.

—La term inología debe m ejorarse, denom inando “persona jurídica individual” a la persona que tiene como substrato al individuo h u ­m ano y “persona jurídica colectiva” a la que tiene como substrato un grupo social.

3&—El reconocimiento es el elem ento principal de las personas jurídicas y el que constituye a éstas (tanto a las individuales como a las colectivas) en sujetos de derecho.

4^—La ley debe establecer, en form a general, los requisitos necesarios para determ inar las personas jurídicas colectivas. De esta m anera se evita el reconocimiento, caso por caso, inconveniente en nuestro medio. Todo ente colectivo será persona jurídica, es decir, se reco­noce como persona jurídica, al cum plir con esos requisitos taxativa­m ente determ inados (reconocim iento por disposición norm ativa).

—Las teorías sobre la naturaleza de los entes colectivos se orientan en el sentido de ver en los mismos una unidad jurídica, producto del derecho.

6^—La solución que se da al problem a de la responsabilidad de los entes colectivos depende de la teoría que se siga para explicar su naturaleza.

7*—Las personas jurídicas colectivas deben responder, tanto civil como penalm ente, por los actos ilícitos que cometan.

—Debe norm arse la responsabilidad civil de las personas jurídicas colectivas con base en las m odernas teorías del abuso del derecho y de la responsabilidad objetiva basada en el riesgo.

—La especial naturaleza de los entes colectivos reclam a especial sis­tem a punitivo.

10^—La legislación guatem alteca debe ser objeto de reform a en el orden penal y considerar las sanciones que deben im ponerse a las perso­nas jurídicas colectivas que incurran en responsabilidad.

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SUMARIOPágina

Inform e del C atedrático que dictaminó sobre este trabajo , licenciado don ArturoP era lta A............................................................................................................................................... 5

Introducción................................................................................................................................. 7

CAPITULO I.—GENERALIDADES SOBRE LAS PERSONAS JURIDICAS

I.—La persona juríd ica y el su jeto del derecho................................................................... 9

II.—Acepciones del vocablo persona.......................................................................................... 11

III. —Term inología.............................................................................................................................. 14

IV. —Elem entos constitutivos de la persona juríd ica co lectiva...................................... 14

V.—Clasificación de las personas juríd icas co lec tivas..................................................... 20

CAPITULO II.—TEORIAS ACERCA DE LA PERSONALIDAD JURIDICA

I. —Teorías que tra tan de la realidad de las personas co lec tiv a s .................................. 28

Teorías organicistas................................................................................................................. 28

Teoría del alm a o voluntad colectiva................................................................................ 29

Teoría del organismo social.................................................................................................. 29

Teoría de la institución.......................................................................................................... 29

II. —Teorías puram ente ju r íd i c a s ............................................................................................. 30

Teoría d e la ficción.................................................................................................................. 30

Teoría de la equiparación...................................................................................................... 30

Teoría de los derechos sin su je to ...................................................................................... 30

Teoría de los destinatarios de los b ien es .......................................................................... 31

Teoría de la inutilidad de las personas colectivas.............................................. . . . 31

Teoría de F e rra ra ..................................................................................................................... 31

Teoría de K elsen ...................................................................................................................... 32

Teoría de Recaséns S iches.................................................................................................... 33

CAPITULO III.—RESPONSABILIDAD DE LOS ENTES COLECTIVOS

I.—G enera lidades............................................... 36

II.—Elem entos de la responsab ilidad ...................................................................................... 38

III. —R esponsabilidad civil.............................................................................................................. 39

IV.—R esponsabilidad pena l.................................................................................................... . 42

Conclusiones................................................................................................................................ 47

Bibliografía.................................................................................................................................. 49

SI