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Utopía 84 • Territorios y territorialidades

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Revista de la Pastoral juvenil universitaria

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  • 3 Presentacin

    BICENTENARIO4 Don Bosco y su identidad espiritual

    TEMA CENTRAL6 Los territorios desde una visin cultural12 La fantasa cartogrfica de un Ecuador amaznico20 Control y manejo de tierras y territorios en el Ecuador24 La ciudad como territorio de dilogo y convivencia28 Territorio: Mi lugar en el mundo32 El ciberespacio una nueva cartografa transterritorial34 Territorialidad, desarrollo e historicidad de la biotica en el campo de

    las Ciencias Humanas38 Se venden favelas en Brasil40 El grafiti: una gran variedad de expresiones sobre el mismo lienzo42 El infierno: camino al progreso?

    ACTUALIDAD UNIVERSITARIA48 Juntos por la caravana cultural de la UPS50 Veinte aos de experiencias y transformaciones en la UPS54 IV Congreso del MJS

    COMUNICACIN56 Una persona que investiga nunca se termina de formar

    ENTRETENIMIENTO60 El humor es parte de la identidad del ecuavoley66 Gamers: un estilo de vida o simplemente un vicio?68 El MIC presenta: Chicas en la ciencia70 La karakola, el arte y la comunidad

    INVESTIGACIN EN LA UPS72 Resolucin 4K: el sustituto del 1080p74 NAO: un robot humanoide en beneficio de la humanidad

    ARTFICES76 El arte en estado puro78 3ra. Caravana Cultural

    Nmero 84Julio 2014

    Tiraje: 10.000 ejemplaresISSN N 1390-3519

    CONSEJO DE PUBLICACIONES

    P. Javier Herrn, sdbPRESIDENTE

    Juan Bottasso Boetti, sdbJos Snchez Parga

    Jos Juncosa BlascoJaime Padilla Verdugo

    Floralba Aguilar GordnSheila Serrano Vincenti

    Fabricio Freire MornJohn Calle Sigencia

    Armando Grijalva BritoAlexandra Martnez Flores

    Mnica Ruiz Vsquez

    Luis lvarez RodasEDITOR GENERAL

    Armando Grijalva BritoEDITOR RESPONSABLE

    Andrea De SantisCOEDITOR EN CUENCA

    Csar AndradeCOEDITOR EN GUAYAQUIL

    CONSEJO EDITORIAL

    Ronald Carrillo SalvadorHernn Hermosa Mantilla

    P. Mauricio LeimeXavier Merchn Arzaga

    DISEO E ILUSTRACINSantiago Crdenas

    CORRECCIN DE TEXTOSPal Mio Armijos

    IMPRESINEditorial Universitaria Abya-Yala

    ADMINISTRACINUniversidad Politcnica SalesianaAv. Turuhuayco 3-69 y Calle Vieja

    PBX: (+593 7) 2050000FAX: (+593 7) 4088958

    e-mail: [email protected]

    UTOPA es una publicacin trimestral de la Universidad Politcnica

    Salesiana del Ecuador.

    Las ideas y opiniones expresadas en las colaboraciones son de exclusiva respon-

    sabilidad de los autores.

    NDICEr e v i s t a

  • revistautopa#843

    Territorio y territorialidad, son dos vocablos que exigen dis-cernimiento en esta poca en la que se explicitan o se complican los significados de palabras pro-pias de la evolucin civilizatoria de la humanidad.

    No puedo garantizar que el tema y su amplitud sean tratados con la oportunidad y la riqueza que el ejercicio del pensamiento pro-vee y enriquece un debate, pero s puedo garantizar que las notas aqu publicadas se hicieron con el rigor obligatorio que ya identi-fica a la revista Utopa. Por ello, dejamos a su buen juicio que la lectura, de las notas expuestas en la publicacin 84, estimule el dilogo productivo entre amigos, para comprender mejor al otro y aprender a construir una cultura de paz en los espacios de vida que compartimos.

    Se expone, adems, la Actua-lidad universitaria, destacando el cumpleaos nmero 20 de la UPS, la Caravana cultural que da inicio a esta celebracin y los testimonios de compaeras y compaeros que brindan su contingente desde 1994.

    La seccin Comunicacin entre-ga a usted, amigo lector, el re-sultado del Encuentro con el Investigador Prometeo, Heriber-to Cardoso Milans, este co-municador cubano que aporta con su experiencia y comproba-da competencia en la coordina-cin de un proyecto ambicioso que crear un sistema de infor-macin que beneficia a Amrica Latina.

    Entretenimiento encontrar en las pginas siguientes, donde se exponen historias de actualidad con datos y situaciones contem-porneas que debe disfrutarlas, compartirlas y comprobarlas.

    Una de las actividades acad-micas que trasciende fronteras de conocimiento, aplicacin y

    vinculacin con la sociedad se muestra en la seccin Inves-tigacin en la UPS. Cerramos nuestra oferta periodstica con la vitrina de talentos universita-rios salesianos quienes propo-nen sus productos artsticos pa-ra que lleguen a buen destino y sean gozados, valorados y pro-mocionados por usted.

    La insistencia final, casi rutina-ria, es la de convocar a nues-tros lectores a que expresen sus pareceres, recomendaciones o solicitudes de correcciones al e-mail del responsable de este producto comunicativo universi-tario: [email protected]

    Que sea provechosa la lectura.

    El editor

    Presentacin

  • revistautopa#84 4 julio2014

    Para todos los que forma-mos parte de la UPS, el venidero 2015 ser un ao muy especial ya que celebraremos los 200 aos del nacimiento de san Juan Bosco. Como conocemos, Juan Mel-chor Bosco Occhiena naci en Italia, el 16 de agosto de 1815. Con l nacera tambin la es-peranza de una vida mejor para muchos jvenes marginados y oprimidos por las circunstan-cias socioeconmicas de la Ita-lia del siglo XIX y para muchos otros en diferentes pocas y lugares.

    Para conmemorar este aconte-cimiento, en 2012, don Pascual Chvez, ex rector mayor de la Comunidad Salesiana, propuso un trienio preparatorio. En el pri-mer ao se profundiz la histo-

    ria de la obra de don Bosco, en el segundo su propuesta educa-tiva y en el tercero, es decir, en este 2014, se ha estado ahon-dando en el conocimiento de su espiritualidad.

    Para conocer y entender mejor cmo nace la espiritualidad for-jada por Don Bosco y despus heredada a los salesianos, es menester enfocar muchos as-pectos, los cuales se remontan prcticamente hasta antes de que Juan Bosco naciera. De los varios elementos que podra-mos analizar mencionamos dos fundamentales: el mensaje de Jesucristo y la existencia de san Francisco de Sales.

    Es evidente que la espiritualidad vivida por Don Bosco es una es-piritualidad profundamente cris-

    tiana, siendo ms especficos, debemos referirnos a la espiri-tualidad cristiana catlica. Jess de Nazaret, con sus obras y pa-labras, propone a la humanidad una forma de convivencia basa-da en la amistad, la solidaridad, la justicia, el perdn, en una pa-labra: el amor. De esta manera observamos que la espirituali-dad forjada por Jess es una espiritualidad cuyo fundamento es el amor.

    Para corroborar lo dicho basta observar lo expresado por Jess y relatado por Juan en su evan-gelio: este es mi mandamiento: Que se amen unos a otros como yo los he amado. El amor ms grande que uno puede tener es dar la vida por sus amigos. Us-tedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando (Jn 15,12-14). Ms adelante Pablo expre-sar que: tener amor es sa-ber soportar, es ser bondadoso,

    Bicentenario

    Manolo Acosta Muoz*

    Don Bosco y su identidad espiritual

  • 5 bicentenario

    es no tener envidia, ni ser pre-sumido, ni orgulloso, ni grose-ro, ni egosta. Es no enojarse ni guardar rencor. Es no alegrarse de las injusticias sino de la ver-dad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, so-portarlo todo (1Cor 13,4-7). Es-te mensaje profundamente hu-manista es el que ha motivado, a travs de la historia del cris-tianismo, el nacimiento de mu-chos carismas especficos, es decir, espiritualidades concretas como la espiritualidad salesiana.

    Otra de las caractersticas de la espiritualidad catlica es la uni-ficacin entre el amor a Dios y el amor al prjimo. Esto lo vemos expresado claramente en la pri-mera carta que escribi Juan: si alguno dice: yo amo a Dios y odia a su hermano, es un men-tiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y no-sotros hemos recibido de l es-te mandato: Que el que ama a Dios, ame tambin a su herma-no (1Jn 4,20-21). No es difcil observar que Don Bosco sigui radicalmente los lineamientos de la espiritualidad cristina.

    Como ya lo indicamos, otro de los elementos fundamentales en la estructuracin de la espiritua-lidad de Don Bosco es la inspi-racin en San Francisco de Sa-les. Sabemos que al fundar su comunidad con sus primeros amigos, Don Bosco la pondr bajo el patrocinio del santo de la amabilidad, como se le co-noca a Francisco de Sales. Esto no fue casualidad, ya que Fran-cisco de Sales era un santo muy recordado y admirado en todo el Piamonte, lugar en donde nace-ra Don Bosco. Cabe indicar que la congregacin de las religiosas de la Visitacin, tambin toma-ron a Francisco de Sales como

    modelo de vivencia y espiritua-lidad cristiana, por eso tomarn el nombre de Salesas.

    Francisco de Sales, nacido en una familia noble, pero muy cris-tiana, desde muy pequeo ad-mira a san Francisco de Ass, de l adoptar la sencillez y auste-ridad de vida. Los estudios con los jesuitas en Pars lo pondrn en contacto con la espirituali-dad ignaciana. Ya ordenado sa-cerdote, tambin se inspirar en san Felipe Neri, quin fue amigo de san Ignacio de Loyola. Gra-cias a todos estos aportes espi-rituales, Francisco de Sales de-sarrolla una personalidad alegre, paciente y optimista. Una vez ordenado sacerdote empezar a trabajar con los ms pobres de su entorno, al igual que en su momento lo har Don Bosco.

    Un factor importante en Francis-co de Sales fue su labor entre los protestantes calvinistas, los cuales, al inicio, lo rechazaron y tuvo que vivir a la intemperie con muchas privaciones. Qu decir de los intentos de asesina-to, cosa que tambin enfrentara Don Bosco en su momento. De-bido a su admirable paciencia y amabilidad no se dio por venci-do y dise una estrategia pa-ra llegar a quienes quera evan-gelizar. Para lograr este objetivo, escribi a mano un material que distribuira entre las personas a las que quera dar a conocer su mensaje. Tambin esta estrate-gia ser utilizada por Don Bosco para convocar al oratorio a los jvenes de las calles de Turn.

    Despus de analizar los ele-mentos mencionados, observa-mos que Don Bosco los asimi-la y genera su propia identidad espiritual. Desde el sueo a los 9 aos, vislumbrar su misin apostlica con los jvenes ms

    necesitados. Desarrollar una espiritualidad, la cual, a travs del amor y la alegra, buscar la salvacin de aquellos jvenes mediante la formacin de bue-nos cristianos y honrados ciuda-danos.

    * Docente del rea de Razn y Fe

  • 6revistautopa#84 julio2014

    Los territorios desde una visin cultural

    Tema CentralTerritorio y territorialidad

    Paul Witt

  • 7 tema central

    Nuestros intereses son, en realidad, similares a los de nuestros vecinos meridionales. Estos pue-blos tienen importantes rique-zas naturales y, si en el interior de sus fronteras la justicia y la ley reinan, la prosperidad no dejar de manifestarse. En tan-to que se sometan a las leyes bsicas de toda sociedad ci-vilizada, pueden estar seguros de que les trataremos con una simpata cordial y afectuosa deca el norteamericano Teodo-ro Roosevelt el 6 de diciembre de 1904, en su mensaje presi-dencial. El mismo presidente que justific con la accin la masacre de alrededor de 4 millones de indgenas origina-rios norteamericanos desde la colonizacin occidental de Amrica, y el primer presiden-te norteamericano en recibir un Premio Nobel.

    En 1933 tres aos antes de la instauracin de la repblica aho-gada luego en sangre por el fas-cismo Luis Buuel, el cineasta surrealista espaol, filmaba Tie-rra sin pan (Buuel, 1933), un documental de cerca de media hora en el que se narra la situa-cin de Las Hudres, un sector de la tierra espaola que lite-ralmente se mora de hambre y abandono. Llama la atencin en la pelcula un espacio (10:44) en el que, en la escuela, un nio como todos, famlico escribe una mxima del libro de moral: respetad los bienes ajenos. Posiblemente la frase iba a im-posibilitar a ese nio (como se imposibilitan a continentes ente-ros) la capacidad de decidir au-tnomamente su destino. El li-bro de moral es, en este caso, el sujeto que conoce, por tanto, an con el hambre encima, el li-bro el que conoce es el que manda.

  • 8revistautopa#84 julio2014

    En 2006, ante un mundo atni-to y una Amrica esperanzada, Evo Morales asuma la primera magistratura de Bolivia. Evo era el primer presidente indgena de un pas indgena despus de ca-si doscientos aos de su inde-

    pendencia. Para que lo sepa la prensa internacional, Mora-les coment a los primeros ai-maras, quechuas que aprendie-ron a leer y a escribir les sacaron los ojos y le cortaron las manos para que nunca ms aprendan a leer o escribir (Morales, 2006). El que sabe el espaol coloni-zador, sabe la utilidad del co-nocimiento y posiblemente so-lo est dispuesto a compartir lo conveniente, nada ms. El que sabe, sabe tambin de la din-mica dominador-dominado y del papel del conocimiento la cul-tura en esa dinmica.

    Los procesos de planificacin participativa (ahora que son un requisito tcnico y casi, casi dogmtico en todo proceso de planificacin de desarrollo so-cial en Ecuador), adems de ser

    eso deber y dogma, para al-gunos gobiernos locales y sec-cionales son tambin una tc-tica propia y casi patentada de control: los temas de discusin son puestos por los gobiernos y los facilitadores de las mesas

    temticas son siempre funcio-narios. Requisito o no, credo o no, el conocimiento sigue guar-dado en las arcas del poder y el conocimiento del poder sigue descalificando al conocimiento del otro, del que no sabe. Des-pus de todo, el poder no es ms que la coercin legitimada.

    La sociedad civilizada de Roo-sevelt, los nios de Buuel, los indgenas invadidos por la ambi-cin europea y los participados de algunos de los GAD ecuato-rianos, son vctimas del domi-nio colonial, de la estrategia de dominacin operada a partir de la cultura inocente y objetiva desplegada desde Occidente. Esta cultura aterriza en las sen-das del conocimiento local pa-ra que los ignorantes (las gen-tes en comn del tercer mundo

    que no tienen acceso a ese be-neficio universal) logren por fin la felicidad que histricamente, por sus concepciones herradas de la realidad, les ha sido tan es-quiva.

    Don Alfonso Pereira agot sus argumentos audaces. A l en realidad no le interesaban1 tanto los indios como tales. Era la urgencia de terminar el camino, era la necesidad de cumplir compromisos de ho-nor, lo que le inquietaba. Diez o veinte longos no era mucho en su haber de muebles, en-seres, semovientes Para eso haba pagado plata por los runas (Icaza, 1985).

    En estos tiempos de nuevas matrices, de cruzadas justicie-ras, de megamineras, de sel-vas petroleras o de inmensas hidroelctricas, bien valdra re-pensar la relacin territorial bsi-ca del pas y del planeta: la rela-

    1 Trascripcin Literal

    La sociedad civilizada de

    Roosevelt, los nios de Buuel, los indgenas

    invadidos por la ambicin europea y los participados

    de algunos de los GAD ecuatorianos, son vctimas del dominio colonial, de la estrategia de dominacin

    operada a partir de la cultura.

    Imagen original: Benjamin Earwicker

  • 9 tema central

    cin campo-ciudad. Pese a que todo lo que es y tiene la ciudad alimento, aire, agua o materia prima viene del campo, el cam-po es generalmente menospre-ciado y postergado por la urba-nidad. En concreto: urbano siglo XXI, rural siglo XIX (Jtiva, 2002).

    Una referencia general a la cultu-ra podra levantarse fundamen-talmente en trminos de que los seres humanos, de acuerdo a sus contextos culturales y no de otra manera, generan sus con-cepciones y sus composicio-nes de la realidad. Cada cultu-ra construye su propia forma de encontrar significados al entor-no fsico y social. A la vez, el en-torno social, la cultura, funciona como instrumento y objeto del conocimiento; ello justifica las diferentes versiones que, de una

    misma realidad, pueden estruc-turarse en diferentes culturas. A manera de ejemplo, se pue-de decir que para unos un rbol puede ser un objeto, para otros puede ser un ser sujeto de dere-cho y para terceros es parte de una composicin mstica supe-rior (Narda, 1994).

    Al hablar de territorialidad en Amrica Latina, que sin duda es el contexto cultural del Ecua-dor, habr que compartir con los hermanos del continente el he-cho de que las inmensas asime-tras estructurales entre urbano y rural tienen que ver con un so-lo hecho tan vigente como fun-damental de nuestra historia: la colonizacin, la mentalidad de-cantada en la cultura hacen-dataria heredada de la Colonia como seal de un pacto social

    infamante y desquiciando que, para este punto de la historia, luego de ms de 500 aos, si-gue siendo transversal.

    Aunque en muchos casos no hubo escrpulos (por ejemplo Portugal era el rey del trfico de esclavos o los jesuitas fueron los que trajeron los esclavos afro-descendientes a los valles inte-randinos de Ecuador), la Corona se preocup de dar un espacio de mnima legitimidad a sus ac-ciones, este espacio se operaba desde lo cultural. Esta legitimi-dad devino en la impronta de un episteme discriminatorio, dife-renciador desde lo impuesto co-mo regla bsica de interrelacin social.

    Las caractersticas generales de la explotacin colonial se parti-

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  • 10revistautopa#84 julio2014

    cularizaban en la hacienda (no podemos olvidar que incluso la Iglesia brazo cultural de la Con-quista posea haciendas o, en lo comn, colaboraba y medra-ba de su construccin y sosteni-miento), la hacienda era (y es) lo rural. Esclavitud o ms que ella, estaba justificada, all estaba la representacin del ms brbaro feudalismo al que los europeos, en sus tierras, trataban de erra-dicar y aqu, con intencin im-perdonable, terminaban por im-plantar. Todo en el universo de la ruralidad.

    La Conquista y la Colonia euro-peas, sus lgicas e instrumen-tos, responden a la percepcin perversa e interesada de la su-puesta superioridad de unos se-res humanos sobre otros. Eso es lo estructural, eso es lo que termina por pesar en la historia, eso es lo que termina por mar-car el devenir del pas y del continente, eso es lo que a arranques de injusticia nos hace ser lo que a ratos so-mos. Habr que ver cunto pesan los caracteres colo-niales sobre la patria, sobre la historia de antes, la de aho-ra y del futuro.

    Incluso no se puede desconocer que existieron intenciones (ms piadosas que humanitarias) de, en algo, interrelacionar menos salvajemente las relaciones es-tructurales Conquista-Colonia, pero el contenido real de esos reclamos no reivindicaba a los damnificados casi ni los toma-ba en cuenta, sino ms bien buscaba recuperar la bondad de los agresores. Es decir, ninguno de los sealamientos estaba di-rigido a repensar al mundo ind-gena sometido, ningn seala-miento igualaba al indgena o al afro, ms bien los argumen-tos se dirigan a las conciencias

    de los espaoles, a su cristian-dad para reivindicar la caridad de sus corazones superiores frente a la desgracia de lo inva-didos de haber nacido en medio de razas que resultaron a todas vistas inferiores y por ello derro-tadas.

    La ambigedad fundacio-nal de la nacin y de sus mo-delos de Estado y sociedad, sustentados en dicha colo-nialidad, resultaron excluyen-tes y a su vez limitantes para el desarrollo de las capaci-dades culturales, sociales y productivas del Ecuador y por cierto de Amrica Latina (Acosta, 2001).

    Sin querer levantar un discurso que genere ms polmicas que claridades, sin querer sumar na-da o quitar algo a lo pasado, se podra decir que la Independen-cia de Amrica es producto de la incapacidad de los europeos para administrar poltica, so-cial y econmicamente sus co-lonias. Las colonias (el Ecuador inserto en ellas) se independiza-ron por las condiciones de vida en las que las metrpolis las ha-ban sumido. Posiblemente, en-

    tre muchos motivos ms, algo hubo en la llama de la libertad de ineficiencia de los espaoles.

    El problema de la independen-cia legendaria es que termina por llamar la atencin la incapa-cidad de sus protagonistas de incluir a todos los ecuatorianos en el proyecto. En 1820, luego de la rebelin de 1809 y del fa-llido proyecto de independencia de Espaa de la quitea Junta Soberana de 1812, el proceso independentista estaba a todas vistas ms maduro. El proyec-to de independencia ya era un proyecto continental que mo-vilizaba prcticamente a todos los territorios de Amrica Lati-na. En aquel entonces, tambin los objetivos se enmarcaban en lo poltico y lo econmico, los fi-nes eran parecidos pero los es-cenarios eran diferentes; con to-do el proyecto de una Amrica

    independiente, tan discrimina-dora como la Amrica colo-nial, logr unificar los recur-sos y los espritus libres del continente. Adems, por ejemplo, se puede mencio-nar que no se conoce inter-

    venciones pblicas o textos independentistas en los que se

    haga una alusin positiva a los andinos o afrodescendientes

    Somos, en buena parte, lo que de esas pocas nos qued. La sociedad que heredamos de la Colonia es una sociedad es una sociedad jerrquica, tnicamen-te y culturalmente discriminato-ria y econmica y polticamen-te conservadora (Ayala Mora y Fernndez, 1995). Pese a que en nuestro devenir, el pas ca-mina hacia proyectos histricos y prcticas sociales coherentes con sus estructuras internas, pareciera que por historia esta-mos destinados a que las cla-ses dominantes no logren ge-

    La sociedad que heredamos de la

    Colonia es una sociedad es una sociedad jerrquica, tnicamente y culturalmente discriminatoria y econmica

    y polticamente conservadora.

  • 11 tema central

    nerar una perspectiva que les permita entender a la nacin desde una ptica intercultural. Como los espaoles invasores, como los criollos en sus esca-sos reconocimientos, las clases dominantes actuales en general no alcanzan (y tampoco parece-ra que pueden alcanzar) a ver y a entender proyectos de futu-ro nacionales. Por ms liberales que en el mejor de los casos

    nos declaramos el Ecuador no logra gestionar la igualdad.

    Hay quien asegura que no solo Espaa sino toda la Europa me-dieval pertenecan a la margina-lidad del mundo hasta su llegada y conquista de Amrica (Dussel, 2009). Del otro lado, de este, fui-mos vctimas del genocidio y de uno de los escenarios de explo-tacin ms brbaros del mundo.

    La clave de la cuestin territorial primaria, se debe insistir, de lo urbano y lo rural, est justamen-te en cunto pesa eso en nues-tra historia y ms grave an, cunto pesar en nuestro futuro. Habr que en principio pensar en ms de un relato histrico: en el de ellos, superiores y omni-potentes y presentes, y en el de nosotros, el de todos los diver-sos nosotros.

    Referencias bibliogrficas:

    Acosta,Alberto(2001)Breve historia econmica del Ecuador. Quito: Corporacin Editora Nacional, Segunda Edicin. AyalaMora,EnriqueyFernndez,Sonia(1995)Ecuador: las raices del presente. Quito: Universidad Andina Simn Bo-

    lvar/Taller de Estudios Histricos. Dussel,Enrique(2009)Dilogos sobre interculturalidad. Guadalajara: Universidad de Guadalajara. Icaza,Jorge(1985)Huasipungo. Quito: Libresa. Jtiva,Carlos(2003)Identidad en la provincia de Pichincha. Quito: Fundacin SIMBIOE, Honorable Consejo Provincial

    de Pichincha. Narda,Serena.(1994).Elcontextoculturaldelcomportamientohumano.En:Antropologa cultural. Quito: Instituto de

    Antropologa Aplicada.

    Habr que ver cunto pesan los

    caracteres coloniales sobre la patria, sobre la historia de antes,

    la de ahora y del futuro.

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  • 12revistautopa#84 julio2014

    La fantasa cartogrfica de un Ecuador amaznico

    Invencin en los primeros mapas del Ecuador

    Alejandro Prez

  • 13 tema central

    Un mdico que, a falta de conocimientos, se invent la geografa del Oriente; un alemn que decidi excluir del mapa el territorio amaznico al cual denomin zonas desconoci-das y habitadas por salvajes; un misionero que emanaba patriotismo y fue acusado de espa por los peruanos tres cartgrafos que no lograron articular sus proyectos a los intereses del Estado no por fal-ta de mrito, sino porque los gobernantes no tuvieron como prioridad la conquista y ocupa-cin del territorio amaznico que, medio siglo despus, en un acuerdo de paz, le fue entre-gado al Per. La fantasa de los primeros cartgrafos fue la de un territorio imaginado, pero no ocupado. Invencin, ciencia, nacionalismo, conflicto y di-plomacia son los componentes que matizaron la fantasa y re-duccin del mapa ecuatoriano.

    El honor de la invencin

    Ecuador surgi como nacin en 1830 y, aos ms tarde, to-dava no contaba con un mapa que definiera su geografa y lmi-tes fronterizos. Los nicos ma-pas que respaldaban al Ecuador eran los la Real Audiencia de Quito y los de la Gran Colombia. Uno de los mapas ms repre-sentativos, reconocido a nivel mundial y que sirvi como fuen-te para los siguientes trazados fue el de Pedro Vicente Maldo-nado, realizado a inicios del si-glo XVIII.

    Avergonzado de que un pueblo tan rico i (sic) hermoso se viera ignorado de tal modo por las na-ciones ms civilizadas, me pro-puse darlo a conocer por me-dio de una geografa, es lo que

    pens el mdico Manuel Villa-vicencio en la dcada de 1840. La idea surga porque el clebre gegrafo italiano, Adrian Balbi, pensaba en una reimpresin de su compendio de geografa uni-versal y no dispona de informa-cin sobre el pas de la mitad del mundo. Eran tiempos en los que a Europa le interesaba saber c-mo se configuraban los Estados independientes que surgan so-bre los escombros de la Colonia.

    Balbi se contact con Villavicen-cio para hacerle saber la impor-

    tancia de que Ecuador figure en la geografa universal. El mdico quiteo, quien vivi durante al-gunos aos en el Oriente y man-tuvo importantes relaciones con cientficos y expedicionarios eu-ropeos, se propuso ayudar a Balbi. Sin embargo, Balbi mu-ri aos despus y Villavicencio, para no perder la informacin recogida, se propuso publicarla. Lastimosamente, los pocos via-jes y lo poco que pudo conocer no bast para hacer un mapa apegado a la realidad. Tampoco cont con el apoyo del Estado,

    Mapa de Pedro Vicente Maldonado. ht

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  • 14revistautopa#84 julio2014

    pese a haber pedido recursos para expediciones e investiga-ciones. Villavicencio financi su propia fantasa y logr publicar su Geografa de la Repblica del Ecuador en 1858.

    El mapa que propone tiene cier-tas inconsistencias que luego fueron refutadas por otros cien-tficos. Una de ellas, muy visible, es la representacin de los ros desconocidos del Oriente, pues dibuja sus cauces como ondas uniformes tal cual si se tratase de serpentinas. Ana Mara Sevi-lla, investigadora de la FLACSO, considera que la informacin en la cual se bas Villavicencio te-na dos debilidades: lo que se conoca era escaso e incomple-to y el resto de la informacin estaba llena de leyendas e ima-ginacin sobre todo lo que no se conoca, lo que oblig al ge-grafo a imaginar y dibujar el te-rritorio con el objetivo de articu-lar el Oriente al resto del pas.

    Los ecuatorianos por nuestra posicin excepcional y por ser Mapa de Teodoro Wolf.

    Mapa de Manuel Villavicencio.

    Ecuador surgi como nacin en

    1830 y, aos ms tarde, todava no contaba con

    un mapa que definiera su geografa y lmites fronterizos.

    Los nicos mapas que respaldaban al Ecuador eran

    los la Real Audiencia de Quito y los de la Gran

    Colombia.

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  • 15 tema central

    nuestro pas poco frecuenta-do de exploradores sabios, te-nemos que trabajar casi todo y caminar sin gua; pero en reem-plazo de este mal, nos espera el honor de la invencin, si aprove-chamos del inmenso, rico y be-llo campo que tenemos a la vista para los descubrimientos impor-tantes, estudio que forma hoy el anhelo de los hombres ilustres del globo, se excus Villavicen-cio en su discurso de incorpo-racin a la Academia Nacional de Quito, en 1864, defendien-do la idea de que la invencin es una forma de hacer ciencia en el Ecuador, un pas virgen de ob-servaciones.

    A pesar de los errores en su ma-pa, Villavicencio fue un cientfico distinguido de la poca. Su re-lacin con cientficos europeos y el reconocimiento que alcan-z despus de la publicacin de su geografa, lo promociona-ron para que en 1865 sea nom-brado miembro honorario de la Royal Geographical Society de Londres.

    Zonas poco conocidas y habitadas por indios salvajesMs de treinta aos despus de la geografa de Villavicencio, en 1892, el alemn Teodoro Wolf public su Carta geogrfica de Ecuador. En esta obra ms rigu-rosa y cientfica, Wolf tach de mamarracho fantstico al an-terior mapa. La descalificacin se bas fundamentalmente en las ilusiones patriticas que habra tenido Villavicencio para hacer un mapa acientfico, ca-duco y lleno de falacias.

    Lo curioso de este nuevo mapa es que separa al Ecuador de la Amazona. Para Wolf ciencia y

    nacionalismo no van de la mano y prefiere relegar la Amazona a un pequeo recuadro con la le-yenda zonas poco conocidas y habitadas por indios salvajes. Ni siquiera se dio la molestia de viajar al Oriente debido a la difi-cultad de acceso y a la poca in-formacin recolectada por otros cientficos. Wolf incluso dice que la informacin sobre el Oriente es contradictoria y, si apenas es conocida la zona del ro Napo, se pregunta qu ser, dejando el pas de los cristianos y entran-do en el de los infieles y brba-ros, que comienza en la desem-bocadura del ro Coca?, segn

    escribe en su Carta geogrfica de Ecuador (1872).

    Teodoro Wolf lleg al Ecuador en 1870 como profesor contratado de la recin inaugurada Escue-la Politcnica de Quito. Garca Moreno, en su segundo manda-to, haba declarado que la ense-anza de las ciencias era indis-pensable para el desarrollo de la repblica y haca falta la pre-paracin de tcnicos en las di-ferentes ramas de las ciencias. Aunque la Politcnica fue ce-rrada seis aos despus, tras la muerte de Garca Moreno, Wolf se qued en el pas y busc la

    Mapa de Enrique Vacas Galindo. Cortesa del Instituto Geogrfico Militar

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  • 16revistautopa#84 julio2014

    manera de que el Estado finan-ciara las expediciones para la nueva geografa del Ecuador. El reciente inters del Estado en la ciencia y los conflictos con el Per, facilitaron el financiamien-to para el cientfico alemn.

    El trabajo de Wolf fue recono-cido como una obra de gran cuanta cientfica, debido al ma-peo riguroso de la Costa y la Sierra, que anteriormente Ma-nuel Villavicencio haba llenado

    con montaas imaginarias. No obstante, la exclusin del Orien-te fue criticada.

    Ana Mara Sevilla sostiene que este mapa pudo ser comprendi-do como una traicin ideolgica a la cartografa nacional por pre-sentar una imagen territorial del Estado en total contradiccin con sus fronteras e intereses; y cuestiona que es an ms sor-prendente que el Gobierno de ese entonces haya producido y auspiciado un mapa de esas caractersticas. Para los gober-nantes ecuatorianos, el Orien-te no era una prioridad ya que seguan disputndose el poder entre conservadores y libera-

    les. En cambio el Per, apro-vechando esa situacin, navegaba, mapeaba y po-blaba el territorio amazni-co. Y tal es la justificacin de Wolf (1872): preciso es confesar que todos los co-

    nocimientos modernos (de los ltimos 50 aos), que te-

    nemos de aquellas regiones apartadas [] los debemos a

    los exploradores peruanos o a extranjeros bajo la proteccin del Per. El Ecuador no ha he-cho nada, para, no digo adelan-tar, sino para conocer y conser-var lo que es suyo.

    Son los salvajes el ms grande apoyo

    En 1906, el dominico Enrique Vacas Galindo publica un nuevo mapa del Ecuador que recupera la Amazona excluida por Wolf. El conflicto entre Ecuador y Per avizoraba una posible guerra de proporciones por la soberana del Amazonas y el sentimiento de nacionalismo de Vacas Ga-lindo lo motivaba a investigar y presentar argumentos jurdicos e histricos.

    Este dominico viaj por los afluentes del Amazonas a fina-les del siglo XIX. En uno de esos viajes fue detenido por la fuerza peruana y acusado de espa al servicio del Ecuador. El Estado ecuatoriano no lo ayud a salir del Per y eso reforz en l un rencoroso sentimiento de na-cionalismo. Los peruanos acu-sronme de espa, no lo era por cierto. Sin embargo, sali una gran realidad de ser no solo es-pa sino inexorable fiscal del es-tupendo hurto de aquello que todo ecuatoriano debe amar con delirio: la integridad nacio-nal. Por esto me hicieron sufrir, me aprisionaron y persiguieron? Felices sufrimientos, amable prisin, bendita persecucin! Si el Gobierno hubiera hecho al-go por m en esta materia habra quitado todo el brillo y esplen-dor a mi corona (sic), cuenta Vacas Galindo en su libro Nan-jikujima, religin, usos y costum-bres de los salvajes del Oriente del Ecuador.

    El conflicto entre Ecuador

    y Per avizoraba una posible guerra de

    proporciones por la soberana del Amazonas y el sentimiento

    de nacionalismo de Vacas Galindo lo motivaba a investigar y presentar argumentos jurdicos

    e histricos.

    Krzysztof Szkurlatowski

  • 17 tema central

    A su regreso al Ecuador, Vacas Galindo fue uno de los envia-dos especiales nombrados por Eloy Alfaro para recopilar infor-macin histrica de los archivos espaoles. Recopilacin que servira para fortalecer los argu-mentos jurdicos de la defensa del territorio amaznico como parte del Ecuador. Por eso, para Ana Mara Sevilla, la propuesta de Vacas Galindo no es un tra-bajo estrictamente geogrfico, sino jurdico-histrico-religioso, ya que se basa en los lmites fi-jados desde la Real Audiencia de Quito. Incluso, se permite pensar una delimitacin natu-ral del territorio con los veci-nos pases: por qu quere-mos nosotros unir lo que Dios separ y separar lo que l uni? [] Hay acaso o puede haber entre nosotros un lmite mejor y ms magnfico que el in-menso ocano Amazonas?, se preguntaba Vacas Galindo, ilu-sionado en que la frontera nor-te con Per sea el ro Maran-Amazonas y la frontera sur con Colombia sea el ro Putumayo, y as evitar todo conflicto.

    A ms de presentar estos ar-gumentos y propuestas, el do-minico saba que el territorio amaznico deba ser ocupado por los ecuatorianos y los jba-ros deban ser reclamados co-mo ecuatorianos (los jbaros o salvajes eran un conjunto lin-gstico que inclua las pobla-ciones Shuar, Ashuar, Huam-bista y Aguaruma, a quienes las misiones pretendieron civilizar o evangelizar).

    All estn esas naciones en perpetua lucha, viviendo en me-dio del peligro, nunca desaper-cibidas para la defensa, listas siempre para el combate; na-ciones rebajadas al nivel de los ms viles animales, bajo el yu-

    go de la ignorancia y el peca-do; todas igualmente feroces, crueles y degradas, describe Vacas Galindo en su libro Nan-kijukima. Pero estos prejuicios se resolvieron en nombre de la integridad nacional y el domi-nico le dijo al Estado que son los salvajes el ms grande apo-yo y la mejor garanta para esta-blecerse en el Oriente, tratando de ver a los jbaros no solo co-mo mano de obra, sino tambin rescatando la riqueza cultural de estos pueblos.

    El caucho llev al Per al Amazonas

    Los gobernantes peruanos ha-ban apostado por la conquis-ta del Amazonas para articular el Per con el mercado del At-lntico. En 1867 se cre la Co-misin Hidrogrfica del Amazo-

    nas, con el objetivo de conocer los afluentes del gran ro y es-tablecer rutas de trfico comer-cial. El mercado del caucho es-taba en auge a finales del siglo XIX y Per centraliz sus opera-ciones en el puerto de Iquitos, lo que asegur una posesin efec-tiva sobre el territorio sin delimi-tar entre los dos pases. Para la dcada de 1890, el Per ya con-taba con la Sociedad Geogrfi-ca de Lima, lo que ayud al pas vecino a encabezar un proyec-to de nacionalizacin de la sel-va amaznica. Mientras tanto el Ecuador an no contaba con ningn organismo cartogrfico apegado al Estado que pueda liderar un proyecto geogrfico nacional para la apropiacin y ocupacin del Oriente.

    En 1864 aparece el primer ma-pa de un Per republicano que se extiende hasta el territorio amaznico que le perteneca al Ecuador desde cuando era la Real Audiencia de Quito. Y en

    Mapa del Per de Antonio Raimondi

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    El mercado del

    caucho estaba en auge a finales del siglo

    XIX y Per centraliz sus operaciones en el puerto de Iquitos, lo que asegur una posesin efectiva sobre el

    territorio sin delimitar entre los dos

    pases.

  • 18revistautopa#84 julio2014

    1877, el gegrafo italiano Anto-nio Raimondi, contratado por el Estado peruano, publica un ma-pa que se extiende hasta la zo-na norte de ro Putumayo, con-solidando una cartografa de la regin amaznica y sus afluen-tes para el comercio del caucho. Los mapas subsiguientes segui-rn con la intencin de mostrar un Ecuador diminuto, mientras los mapas ecuatorianos inclu-yen y excluyen al territorio ama-znico acorde a los ideales de cada cartgrafo.

    La conquista, dominacin y po-blacin del Oriente qued en manos de las misiones, las cua-les mantuvieron una dbil rela-cin con la estructura adminis-trativa del Estado. El sacerdote salesiano Juan Botasso sea-la que los misioneros quedaron como los guardianes de la fron-tera desde 1983, ao en que el Estado intentaba crear unidad nacional y defender el territorio.

    Sin la presencia de las misiones, la invasin peruana habra avan-zado ms en territorio ecuatoria-no, advierte Botasso.

    Diplomacia y canibalismo poltico ecuatoriano

    La exploracin y dominacin del territorio amaznico nunca fue una prioridad, desde tiempos coloniales, y no pas de la ex-pedicin de Francisco de Orella-na en 1542 para descubrir el ro Amazonas y algunas misiones enviadas al Oriente. Los lmites eran difusos por el desconoci-miento de la Amazona y eso hi-zo que desde los procesos de independencia ya exista una zona de conflicto no delimita-da. Cuando Ecuador se procla-ma como estado independiente en 1830 empiezan disputas in-ternas por el poder entre secto-res de la Sierra y la Costa y sus tres principales ciudades, Quito,

    Guayaquil y Cuenca, descuidan-do la integracin del Oriente. El nico hito territorial en la funda-cin de la repblica fue la incor-poracin de las islas Galpagos.

    El historiador Jorge Nez Sn-chez, habla de un canibalismo poltico al interior del pas que facilit la invasin peruana: no se alzaron los conservadores ecuatorianos contra el gobierno de Francisco Robles en el mis-mo momento en que ramos in-vadidos por el Per? No acudi Garca Moreno ante Castilla, en busca de ayuda peruana para su faccin poltica? Y no volvi luego a Guayaquil en un barco de los invasores?, se pregunta Nez.

    Los lmites fronterizos de Ecua-dor se definieron con la inter-vencin arbitral de los pases vecinos. El historiador Ernesto Capello sostiene que el repre-sentante diplomtico de Ecua-

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  • 19 tema central

    dor en la cumbre de Ro de Janeiro de 1942, Julio Tobar Do-noso, fue presionado a firmar un protocolo que consignaba la mi-tad del territorio nacional a Pe-r, decisin impulsada particu-larmente por Estados Unidos con la intencin de presentar un frente hemisfrico unido en contra de la amenaza fascista (sovitica) durante la Segunda Guerra Mundial. Este protoco-lo fue ratificado en 1998, termi-nando con la imagen del Ecua-dor amaznico.

    Segunda etapa en la cartogrfica del Ecuador

    Los tres mapas citados, se-gn Ana Mara Sevilla, mar-can el fin de una poca cartogrfica totalmente desarticula del Estado y realizada en una total ig-norancia, debido a las li-mitaciones tecnolgicas y el poco conocimiento de la geografa del pas. Aun-que, hasta 1906 aparecieron en total 6 mapas, solo los de Villavicencio (1958), Wolf (1932) y Vacas Galindo (1906) fueron usados como cartas de pre-sentacin oficiales del territorio ecuatoriano.

    En la dcada de 1900, el con-flicto con el Per se haba in-tensificado y al Ecuador haba llegado una misin geodsica francesa, conformada de ge-grafos, arquelogos y topgra-fos para realizar nuevas medi-ciones del globo terrqueo en el pas de la mitad del mundo. Es-tos dos acontecimientos reper-cutieron en la creacin de la So-ciedad Geogrfica de Quito en 1910, con el objetivo de articular la cartografa a los intereses del Estado y aprovechar la informa-cin recogida por la misin geo-dsica. Para 1928 logra cons-

    tituirse el Servicio Geogrfico Militar y, en 1947, se consolida el Instituto Geogrfico Militar. En esta etapa se publicaron otros mapas, los cuales ya conta-ron con mayor informacin y se apegaron a los intereses geopo-lticos del Estado.

    La aparicin del Instituto Geo-grfico Militar (IGM) reforz la sustentacin tcnica de la te-sis ecuatoriana en el tratamien-to de los impases con el Per. Segn William Aragn, direc-

    tor del IGM, la institucin parti-cip en la fijacin de la frontera terrestre entre Ecuador y Per, proporcionando mapas y pla-nos actualizados. As, el IGM se convirti en el organismo que proporciona la cartografa bsi-ca de todo el territorio ecuato-riano.

    Entre la imaginacin del Ecuador y la ocupacin del PerAna Mara Sevilla, en su libro Ecuador en sus mapas: Estado y nacin desde una perspectiva espacial (2013), seala que los

    tres primeros mapas oficiales de la repblica fueron la expre-sin de un territorio imaginado por los ecuatorianos, pero ocu-pado por los peruanos. A pesar de que estas cartas geogrficas sirvieron como carta de presen-tacin del Ecuador a nivel inter-nacional y como instrumento de identidad nacional para los ecuatorianos, demuestran los frustrados intentos de ocupar el territorio amaznico tanto fsica como polticamente.

    El resultado de esto es que los ecuatorianos se imaginaron un territorio que les pertenece y al cual ellos pertenecen y compar-

    ten con otros ecuatorianos, y esto a su vez los diferencia

    de otras nacionalidades y otros territorios. Esto sig-nifica la territorializacin de los sujetos naciona-les, la apropiacin de un espacio geogrfico como smbolo de identidad na-

    cional. Pero el peligro de los mapas, advierte Sevilla,

    es que no fueron una herra-mienta eficaz para la apropia-

    cin del territorio ya que esa po-blacin de indios salvajes pero ecuatorianos no pudo incorpo-rarse al proyecto nacional del Ecuador.

    Para quienes crecimos con la imagen de un Ecuador que se extiende por gran parte del Oriente, es una nostalgia ver un territorio reducido. Es la nostal-gia de un mapa que los ecua-torianos vimos por ms de si-glo y medio, lamenta Sevilla. Una nostalgia que conmovi en el discurso de un expresiden-te que, en 1981, sentenci es-te Ecuador amaznico desde siempre y hasta siempre. O la nostalgia de un mural en el Ins-tituto Geogrfico Militar que an conserva el mapa de un Ecua-dor amaznico.

    Ana Mara Sevilla, en su libro

    Ecuador en sus mapas: Estado y nacin desde

    una perspectiva espacial (2013), seala que los tres

    primeros mapas oficiales de la repblica fueron la expresin

    de un territorio imaginado por los ecuatorianos, pero ocupado por los

    peruanos.

  • 20revistautopa#84 julio2014

    En el actual territorio ecua-toriano coexistan gran-des naciones o pueblos originarios como los ki-tukaras, puruwaes, kaaris, mantas, wankawillkas, entre otros, con sus propias formas de organizacin social, idio-mas, sistemas de administra-cin poltica y del territorio. Con la llegada de los espaoles se

    da un proceso de despojo de sus tierras, aculturacin, explo-tacin y exclusin, y la Corona asumi el patrimonio sobre to-das las tierras de los pueblos originarios, confiando a los co-lonos espaoles la administra-cin de las tierras y la mano de obra indgena mediante el sis-tema de encomienda. Mientras los nuevos colonos reciban

    vastas extensiones de tierras como concesin, los pueblos originarios fueron expulsados a las zonas altas o pramos, produciendo un rompimiento de los sistemas de produccin comunitarios y del esquema social solidario que vena fun-cionando desde hace miles de aos.

    ngel Criollo Guaraca

    Control y manejo de tierras y territorios

    en el Ecuador

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  • 21 tema central

    En algunos casos, en la po-ca colonial, los indgenas y sus familias lograron comprar tie-rras a la Corona. Este es esen-cialmente el origen del concep-to de comunidad indgena que ha sobrevivido hasta la poca moderna. Logrando conservar los territorios, mantener y reafir-mar su identidad, su condicin de pueblos con sus propios mo-

    dos de vida, sistemas de orga-nizacin comunitarios, formas de administrar justicia, idiomas, costumbres y rasgos culturales propios.

    Posteriormente, se dictaron po-lticas o leyes casi uniformes pa-ra controlar y terminar con las tierras indgenas reconociendo solamente las formas individua-les de tenencia de tierras, hecho que da lugar a la proliferacin de las haciendas que se crean alre-dedor de las comunidades ind-genas, obligando a un gran n-mero de ellos a buscar empleo en un sistema de mano de obra sin remuneracin. Por lo gene-ral, los trabajadores indgenas reciban acceso a parcelas de subsistencia dentro de la ha-cienda a cambio de su labor.

    En las tres ltimas dcadas, la lucha indgena permiti a al-gunas comunas, pueblos y na-cionalidades acceder a la tie-rra. En 1964, con la expedicin de la primera Ley de Reforma Agraria se promovi a los ind-genas a luchar por la tierra, apa-reciendo grandes conflictos en diferentes provincias del Ecua-dor. Este hecho confluy para la constitucin de organizaciones indgenas como la ECUARUNA-RI (Confederacin de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador), la Confederacin de las Nacionalidades Indgenas del Ecuador (CONAIE), as como otras organizaciones de indge-nas, campesinos y negros (FE-NOCIN, FEINE, Coordinadora Campesina Eloy Alfaro, etc.) con objetivos y demandas comunes hacia el Estado: el respeto y re-conocimiento de sus tierras an-cestrales como sustento de su identidad, una mejor distribu-cin de la tenencia de la tierra como una forma de subsisten-cia elemental para sus vidas, el

    respeto a la propiedad comuni-taria y a las formas de organiza-cin tradicionales, entre otros.

    Como resultado de las acciones colectivas permanentes, se lo-gr la modificacin a la Ley de Reforma Agraria, el reconoci-miento de la posesin ancestral de las tierras en la Constitucin de 1998 y ratificado en la Cons-titucin del 2008, donde se ga-rantiza la posesin ancestral y la legalizacin de las tierras y te-rritorios de las nacionalidades y pueblos indgenas.

    Situacin actual de tierras y territorios

    El Censo Agropecuario de 2000 mostr que en el pas predomina la propiedad privada por sobre otras formas de propiedad de la tierra. El 94,5% de la superficie agrcola del pas (11680.469 ha) es de propiedad privada, mien-tras que el 4,9% (602.862 ha) es de propiedad comunal. Da-tos para algunas regiones com-pletamente inexactos si solo se consideran algunos de los terri-torios ancestrales amaznicos como el achuar (571.000 ha) o el territorio kichwa de Pasta-za (1115.574 ha). Despus de 30 aos de la Reforma Agra-ria, apenas se redujo en cinco

    Ecuador es un pas con

    alta desigualdad en el acceso a la tierra con relacin al resto de pases latinoamericanos.

  • 22revistautopa#84 julio2014

    puntos el Indice Gini,1 de 0,86 existente en 1954 a 0,8, segn el Censo Agropecuario del ao 2000.

    Asimismo, el nmero de propie-dades menores a 5 ha, que re-presenta el 63,51%, tienen ape-nas el 6,27% de ha, frente a las unidades de ms de 100 ha, que representa el 2,32%, concen-tran el 42,57% de tierras, lo cual demuestra la gran desigualdad en la distribucin de la tierra a nivel nacional.

    Segn el estudio del Programa Plan Tierras, en su fase del diag-nstico, Laforge determina que las unidades productivas de menos de 5 ha, que representan el 64% del total de unidades de produccin (con 53.500 unida-des) ocupan 6% de la superfi-cie total (que equivale a 774.225 has), mientras que las unidades de produccin de ms de 100 ha, que representan 2% de las unidades de produccin, (con 19.500 unidades) ocupan 43% de la superficie (que equivale a 5260.375 has). Esto coloca al

    Ecuador como un pas con al-ta desigualdad en el acceso a la tierra con relacin al resto de pases latinoamericanos, con un coeficiente de Gini de 0,8, (La-forge) lo cual no difiere en mu-cho del cuadro del Censo Agro-pecuario de 2000.

    La concentracin de la tie-rra por provincias es mayor en las provincias de la Sierra (Gini 0,81) que las de la Costa (Gini 0,753). Las provincias con ma-yor nivel de concentracin en la

    Sierra son: Azuay, en la que el 1,67% de las UPA concentran el 47,68% de la tierra; Caar, con 2% de los propietarios que concentran el 53,52%; Chimbo-razo, una de las regiones ms pobres del pas, el 0,97% con-centra el 48,27%; Cotopaxi, el 1,97% concentra el 47,49% y Tungurahua, el 0,48% concen-tra el 49,32% (Brassel et al., 2008:24).

    En la Costa, en cambio, las pro-vincias con mayor nivel de con-centracin son Los Ros y Gua-

    yas. En la primera, el 5,1% de las UPA est en propiedad del 48,7% de la tierra y en Guayas, el 6,1% de las UPA concentra el 66,6%. Ambas provincias son las ms importantes en los culti-vos de arroz y maz para el mer-cado interno y cacao, caf, ba-nano y palma africana para la exportacin. Ah se hallan ubica-das grandes haciendas de em-presas agroindustriales orien-tadas tanto al mercado interno como a la exportacin (Brassel et al., 2008:25).

    Tierras de posesin ancestral

    Las tierras de posesin ances-tral, constituyen asentamien-tos de una o varias comunida-des o pueblos, en una extensin de tierra o espacio territorial de-terminado, donde se desarrollan sus propias formas de vida, ma-nifestacin de relacin social, cultural y poltica (DINAPIN, 2008). Por lo tanto, son par-te fundamental de la identidad y espiritualidad de los pueblos,

    1 El Coeficiente de Gini es una medida de la desigualdad, se utiliza para medir la desigualdad de ingresos dentro de un pas, pero puede utilizarse para medir cualquier forma de distribucin desigual. El Coeficiente de Gini es un nmero entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y donde el valor 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los dems ninguno).

    Las tierras de

    posesin ancestral se legalizaron a raz de los conflictos agrarios y de solicitudes de los propios posesionarios

    colectivos que han venido ocupando ancestralmente.

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  • 23 tema central

    desde esta visin, el territorio est constituido por tierras co-munitarias, territorios de pose-sin ancestral, tierras de propie-dad familiar y tierras adquiridas, todas stas constituyen el h-bitat y base de la superviven-cia y desarrollo econmico, po-ltico social y cultural (CONAIE, 2007).

    Con las acciones colectivas del movimiento indgena, se logra delimitar, legalizar y adjudicar las tierras y territorios de pose-sin ancestral, con ttulos colec-tivos, especialmente en las na-cionalidades de la Amazona. En cambio, en los pueblos de la Sierra andina la posesin de la tierra est vinculada a la pro-piedad individual en la mayora de las comunidades indgenas y una mnima parte es considera-da como tierra comunitaria.

    El mayor conflicto por la lega-lizacin de tierras fue en 1992, con el Gobierno de Rodrigo Borja, a raz de un levantamien-to indgena con el cual se lo-gr la adjudicacin para las na-cionalidades indgenas Kichwa, Achuar y Shiwiar de Pastaza, de 1115.000 hectreas. En los siguientes aos, segn los da-tos del INDA (2010), se registra la legalizacin/titularizacin de

    tierras en 17 provincias: 11 de la Costa y Sierra y 6 en la Ama-zonia (entre 1998-2010), un to-tal de 542411.476 hectreas. A nivel nacional se han otorga-do 207 titularizaciones a varias entidades colectivas entre ellas: 192 a centros, comunas y co-munidades, 9 a federaciones de las nacionalidades y campesi-nos y 6 a fundaciones y otros. El mayor nmero de registro de ti-tularizacin se registra en la par-te amaznica con un nmero de 150 de un total, de 207 ttulos de propiedad (Informe del Sistema de Monitoreo de Cumplimiento de Derechos CODENPE, 2010).

    Con relacin a la situacin de tierras y territorios en el Ecua-dor, en enero 2011, en una en-trevista realizada al presidente Rafael Correa por el periodis-ta Ignacio Ramonet, manifest: tenemos todava una gran deu-da. Por ejemplo, la tenencia de la tierra en Ecuador no ha cam-biado sustancialmente y es una de las distribuciones ms in-equitativas del mundo, el Coefi-ciente de Gini supera el 0,9 en cuanto a tenencia de tierra. En-tonces ah tenemos que enfati-zar esfuerzos porque no hemos avanzado en la transformacin del Estado burgus (Ramonet, 2011).

    Luego de tres aos de lo que pronunci el primer mandata-rio, al parecer esta realidad no ha cambiado mucho, pues los movimientos sociales, sobre to-do, las organizaciones indgenas (CONAIE, ECUARRUNARI, FEI-NE, FENOCIN y otras) an insis-ten en que el Estado debe reali-zar una redistribucin equitativa de las tenencias de las tierras a nivel nacional. A esto, las orga-nizaciones aluden como la posi-bilidad de recuperar sus tierras y territorios y con ello, seguir fomentando la continuidad de los pueblos y nacionalidades desarrollando los saberes, co-nocimientos y prcticas de cada pueblo o nacionalidad.

    Para los pueblos originarios, la recuperacin de la tierra es-t ms all de una legalidad con extensiones delimitadas, es de-volver el prestigio a un colectivo social que estuvo asentado mu-chos aos antes del actual te-rritorio ecuatoriano, es devolver el sistema de desarrollo comu-nitario con sus saberes, cono-cimientos, tecnologas, cultura, identidad, etc. Por tanto, el Es-tado an mantiene una deuda histrica con las nacionalidades y pueblos del pas.

    Referencias bibliogrficas:

    ConstitucinPolticadelaRepblicadelEcuador(2008). CODENPE.Legislacin indgena, Quito (2012). CODENPE,CODEPMOGySENPLADES. Agendanacionalpara la igualdaddenacionalidadesypueblos (ANINP)

    2013-2017, febrero (2014). DeclaracindeorganizacionesindgenasdeAbya-Yala.XIPeriododeSesionesdelForoPermanente.Del7al18de

    mayo, ONU, Nueva York (2012). [Disponible en: http://cms.onic.org.co/2012/05/declaracion-pueblos-indigenas-del-abya-yala].

    DatosdelPlanTierras.SubsecretariadeTierras(2012).[Disponibleen:http://www.agricultura.gob.ec/plan-tierras]. MAGAP.PlanTierras.[Disponibleen:http://www.agricultura.gob.ec/legalizacion-detierras-ancestrales]. Laforge,Michel,Ecuador.Haciaunaleydeadministracindetierrasrurales,Amliorer la Gouvernance de la Terre,

    del Eau et des Ressources Naturelles.Ramonet, Ignacio. Ped una pistola para defenderme, en: Le Monde Diplomatique, n183, enero, (2011). [Disponi-

    ble en: http://www.mondediplomatique.es/url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial//articulo=7569dfeb-07e9-45dd-b1d1-b179f96a2a89].

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    24revistautopa#84 julio2014

    La ciudad

    Pablo Estrella Vintimilla

    como territorio de dilogo y convivencia

  • 25 tema central

    Existen varias formas de concebir una ciudad y lo que esta significa para la vida de quienes la habi-tan. Quizs la ms comn y co-rriente es aquella que la entien-de como un espacio urbano y arquitectnico que sirve de sostn a una poblacin, a par-tir de una determinada organi-zacin territorial y de un patri-monio construido a lo largo de la historia. Sin desconocer la importancia que tienen estos aspectos, se tornan restrictivos a la hora de descubrir, rescatar y valorar el rico entretejido de las relaciones humanas, como aquellos pespuntes con los que se van hilvanando las crnicas de cada quien y de un conglomerado hu-mano, en el da a da y a lo largo de la historia. Bien deca talo Calvi-no que las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, pero estos trueques no lo son solo de mer-cancas, son tambin trueques de palabras, de deseos, de re-cuerdos.1

    La ciudad es una construccin social no es el resultado de un fenmeno espontneo, natu-ral o externo a nosotros mis-mos. Debemos entender a las ciudades ms bien como terri-torios de transacciones mlti-ples, como proyectos humanos en permanente construccin y transformacin, como conjun-tos vivos de memorias y de-seos, de lenguajes mltiples,

    de palabras, de recuerdos y de promesas. Segn el filsofo co-lombiano Bernardo Toro, la ciu-dad debe ser concebida como un norte tico; la ciudad es un bien pblico que debe conve-nir a todos para su dignidad, lo cual implica pensarla, transfor-marla y dirigirla como un espa-cio para hacer posibles los De-rechos Humanos,2 es decir, la ciudad como una acumulacin de energas que se manifiestan

    por el tipo, cantidad y calidad de las transacciones que permi-ten crear condiciones para que la gente cambie. A mayor varie-dad de opciones, mejores posi-bilidades de calidad de vida y de respeto a los derechos huma-nos. Lo cual implica entender a la ciudad como un bien pblico y un proyecto tico, cuyo desti-no nos compete y nos convie-ne a todos los ciudadanos, en-tendidos como personas que

    tenemos la capacidad, en coo-peracin con otros ciudadanos y con los gobiernos locales, de crear, conservar y transformar el orden social para vivir con dig-nidad.3

    La ciudad como territorio imaginado

    En base a la conceptualizacin anterior, la propuesta que ha-cemos es que la ciudad debe transformarse en un territorio humano articulado en torno al dilogo creativo y la conviven-cia sana, es decir, un territorio

    que sea ocupado por diver-sos significados culturales, en el que se construyan es-pacios de convivencia, vi-siones ticas y estticas que generen sentimientos de pertenencia y arraigo, donde puedan convivir gru-

    pos con diversidad tnica y cultural, con diferentes esti-

    los de vida, usando el dilogo como un medio para construir acuerdos del estilo ganar-ganar.

    Esta propuesta se inscribe en la definicin de un horizonte que se quiere alcanzar, de un ima-ginario de ciudad que se quiere construir. Hasta hoy, dicho hori-zonte ha sido entendido tenden-cialmente como una competen-cia exclusiva del poder estatal, nacional o local, y se ha remiti-do ms al mbito de lo poltico antes que al inters social y c-vico. Se ha desconocido y se ha excluido a la ciudadana o los ciudadanos nos hemos dejado excluir de la posibilidad de for-

    1. talo Calvino, Ciudades invisibles, Madrid: Siruela, 2001, p. 15.2 Bernardo Toro, La construccin de lo pblico desde la sociedad civil, en Lo pblico, una pregunta desde la sociedad

    civil, Bogot: Memorias del V Encuentro Iberoamericano del Tercer Sector, 2000, p. 1.3 Bernardo Toro, op. cit. p. 7.

    La propuesta que hacemos es

    que la ciudad debe transformarse en un territorio humano articulado en torno

    al dilogo creativo y la convivencia sana, un territorio

    que sea ocupado por diversos significados

    culturales.

  • 26revistautopa#84 julio2014

    mar parte de un proceso activo y consciente de pensar y hacer la ciudad, teniendo como base los principios de sostenibilidad, democracia, equidad y justicia social. De ah que proponemos re-pensar la ciudad como un

    bien pblico y un proyecto ti-co, para transformarla en un es-pacio de inclusin e integracin social, de realizacin de la ciu-dadana y de los ideales demo-crticos, de identidad colectiva y respeto por la diversidad cul-tural y biolgica, en fin, la ciu-dad como la expresin de una humanidad diferente.

    Si toda ciudad es siempre una ciudad imaginada en razn

    de que nadie puede tener una visin total de ella la posibili-dad nica que tenemos los ciu-dadanos para transformarla es a partir de un nuevo imaginario, de aquel que sea la representa-cin deseable del territorio en el que queremos vivir. As, todas las personas tenemos la obliga-cin de imaginar la ciudad en la que queremos vivir y al mismo tiempo el derecho de participar a travs de formas representati-vas y deliberativas en la elabo-racin, definicin e implemen-tacin de las polticas pblicas para concretar ese imaginario.

    Esto implica crear y consolidar territorios ciudadanos de accio-nes colectivas plurales no par-tidarias, autnomas en la rela-cin con los gobiernos de los diferentes niveles, abiertos a to-das las personas y organizacio-nes que compartan un conjun-to de principios democrticos y mnimos ticos. Solo as se po-dr arrimar el hombro desde la sociedad civil en el proceso de invencin y construccin de una ciudad como un territorio jus-to, democrtico y sustentable, en el que, mediante el dilogo y las conversaciones, se redimen-sione el ejercicio de una ciuda-dana activa. En fin, la ciudad como un territorio en el que el mayor nmero de seres huma-nos podamos practicar coti-diana y gozosamente el princi-pio del buen vivir en base de la prctica de una tica del cuida-do y de la solidaridad.

    Cuenca como territorio de dilogo y convivencia

    Ms all de cualquier opinin estereotipada que afirme que las ciudades siempre ofrecen las mejores condiciones de vi-da, cada da se hace evidente

    Cuenca tiene caractersticas que pueden convertirla

    en un territorio justo, democrtico y sustentable,

    en una ciudad para vivir bien, con dignidad y

    solidaridad.

    San

    tiago

    Cr

    den

    as

  • 27 tema central

    que los modelos de desarrollo urbano que se han implemen-tado adolecen de profundas fa-lencias que conducen a situa-ciones de injusticia e inequidad para la mayora de la poblacin. No se ha avanzado en trminos significativos hacia la supera-cin de la pobreza y la exclusin social, abriendo profundas heri-das a la dignidad humana como consecuencia de la polarizacin entre los que todo poseen y los que nada tienen. Se ha creado, tambin, una dicotoma entre lo urbano y lo rural, como si se tra-tara de dos realidades excluyen-tes, sin tomar en consideracin las diversas y ricas imbricacio-nes que entre ellas existen.

    A pesar de ello, consideramos que Cuenca tiene caractersti-cas que pueden convertirla en un territorio justo, democrtico y sustentable, en una ciudad para vivir bien, con dignidad y solida-ridad. En esta perspectiva, siem-pre ha sido una tarea inexcusa-ble, tanto de las autoridades locales cuanto de los ciudada-nos, encontrar los mecanismos de corresponsabilidad que per-mitan comprender y transformar las arquitecturas polticas, so-ciales y culturales con la finali-dad de desarrollar a Cuenca co-mo una ciudad en la que propios y extraos podamos disfrutar de una vida digna.

    Seguramente Cuenca solo exis-te en el imaginario de sus habi-tantes, de cada uno de noso-tros; solo existe en la ilusin de las historias an no contadas, en el recuerdo de crnicas que esperan ser escritas. S, Cuen-ca solo puede quedar como una ilusin o puede convertirse en un desafo, en una realidad crea-

    da en cada instante, en una pa-sin de vida que debemos asu-mir cada uno de nosotros, como ciudadanos autnticos. Por ello es que Cuenca, en este mo-mento, nos demanda la identifi-cacin de un nuevo imaginario, aquel que permita a las autori-dades y a todos los ciudadanos transformarnos en los protago-nistas de su construccin como un bien pblico y un proyecto tico.

    Esto nos exige un ejercicio ciu-dadano de seguimiento peri-dico y sistemtico de los cam-bios en la calidad de vida, con nfasis en el cumplimiento de los planes de desarrollo de los gobiernos locales. Si los ciu-dadanos asumimos la tarea de convertirnos en interlocuto-res vlidos de estos gobiernos, asumiremos de manera activa la corresponsabilidad por nues-tra ciudad. Habremos dado, as, un paso importante en el proce-so de apropiarnos de la ciudad como un proyecto vivo siempre en construccin y siempre en camino.

    Es fundamental que organiza-ciones de la sociedad civil, co-lectivos ciudadanos y otras instancias cvicas, desarrollen procesos de seguimiento de la calidad de vida e impulsen pro-puestas que incentiven la edu-cacin cvica. Desde hace cua-tro aos, el colectivo ciudadano Cuenca, Ciudad para Vivir vie-ne desarrollando diferentes ac-tividades en este sentido, entre ellas est la creacin y desarro-llo de la Ctedra Abierta de Edu-cacin Ciudadana y Cultura de Convivencia, con el valioso apo-yo de la Universidad Politc-nica Salesiana, la Universidad

    de Cuenca y la Universidad del Azuay.

    A manera de conclusin

    Queremos decir que el concep-to y la prctica de una ciudada-na responsable y activa deben convertirse en el pivote en tor-no al cual giren los distintos m-bitos de la vida social y poltica, en el proceso de construir una democracia comunicativa. Pues una sociedad verdaderamente democrtica es aquella en que la mayora no se genera a travs de la manipulacin de los senti-mientos de los ciudadanos, sino a travs de la deliberacin sere-na y razonada. La filsofa espa-ola Adela Cortina nos dice: en el primer caso, en el de la ma-nipulacin, no hay pueblo ca-paz de gobernar, sino masa de individuos manejados de forma emocional. En el segundo caso, contamos con un pueblo, con un conjunto de personas con in-tereses diversos, que se unen a travs de la deliberacin y los proyectos compartidos [por eso un ciudadano autntico es un ciudadano] que es su propio se-or, el que no es siervo, el que no es vasallo, y menos an es-clavo. El ciudadano es prota-gonista de su vida, autor de su propia novela, aquel al que no le escriben su biografa.4

    As, la decisin est en cada uno de nosotros, como perso-nas y como ciudadanos. Nos corresponde asumir una acti-tud frente al desafo que signi-fica participar activamente en el proceso de convertir a Cuen-ca en un territorio de dilogo y convivencia.

    4. Adela Cortina, Justicia cordial, Madrid: Trotta, 2010, p. 34.

  • Imag

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    28revistautopa#84 julio2014

    Territorio:

    Remberto Ortega Guizado

    Mi lugar en el m

    undo

  • 29 tema central

    Al reflexionar sobre cmo debemos enten-der el territorio o la te-rritorialidad, podemos elucubrar diferentes aproxi-maciones, entre las que se in-cluyen: sociolgicas, geogrfi-cas, culturales, antropolgicas y filosficas, entre otras. No obstante, toda reflexin sobre el lugar que se ocupa y en el que se desarrollan relaciones no puede entenderse sin antes reconocer la nocin de iden-tidad. Laing la define como aquello por lo que uno siente que es l mismo en este lugar y este tiempo, tal como en aquel tiempo y en aquel lugar pasa-dos o futuros; es aquello por lo cual se es identificado.1

    Cuando hablamos sobre lo que significa el ser identificado, for-zosamente es necesario acotar y percibir que se hace alusin a los procesos psicosociales de comparacin, categorizacin, personalizacin y reconocimien-to, con lo cual se va evidencian-do la relacin intrnseca entre la identidad individual o personal y la identidad social. Lo cual exige reconocer que antes de pensar en una relacin y en lugar que se ocupa externamente, es ne-cesario el reconocimiento y em-poderamiento del lugar interior, ese que me ha de permitir reco-nocerme y valorarme y que se convierte en el puente y nexo nico con mi lugar externo, ese lugar en el mundo que compar-to con los otros. Sin embargo, cabe cuestionarse: cmo me doy cuenta de que existo?, c-mo s que soy alguien?, cmo

    descubro que hay un lugar en el mundo que me corresponde nicamente a m y no a otro?

    La identidad personal y la apertura al otro

    Con base a las preguntas plan-teadas, es dable partir recono-ciendo que la identidad es con-siderada como un fenmeno subjetivo, de elaboracin per-sonal, que se construye sim-blicamente en interaccin con otros. Luego, la identidad per-sonal tambin va vinculada a un sentido de pertenencia a distin-tos grupos socio-culturales, es-pacios, formas idiomticas y lu-gares.

    El reconocimiento de esa iden-tidad no es egocentrismo, pues el reconocerse solo es posible desde la apertura, desde la al-teridad, es decir, en la medida en que la persona se encuen-tra con el otro va afianzando ese ser yo, pues desde el otro me percibo similar y diferente; lue-go, en la medida en que se reco-noce a un t es viable autorre-conocerse como individualidad en relacin. Es gracias al otro que es posible llegar a esa auto-rreferencia e identidad.2

    Esta identidad que es conse-cuencia de la relacin conmigo mismo y con otro, tiene gran im-portancia hoy, cuando hablamos de sociedades lquidas y virtua-les, porque con mucha facilidad es posible mantener los distinti-vos extrnsecos a m, mientras al mismo tiempo sacrifico o niego

    la autntica identidad personal. La cual se desdibuja hasta el borde de su extincin, ignorn-dome a m mismo y a mi cultura, para copiar modelos extranjeros que crean una falsa conciencia de m mismo, lo que se traduce como negacin de mi identidad y de mi valor. Frente a esta nega-cin de mi propio ser cabe pre-guntarse: si la persona se niega a s misma es posible que pueda tener un lugar en el mundo?

    La identidad personal como el requisito del territorioAl llegar a este punto es nece-sario advertir que cuando la per-sona no se acepta a s misma, se asla de su entorno creyendo que tiene una autonoma que no es real. En este caso, la conse-cuencia es la imposibilidad de la identificacin consigo mismo y con los dems, y por ende con cualquier lugar.

    Centrando la atencin en el lti-mo aspecto, es decir, en el lugar, al que tambin podemos llamar territorio, nos es dable el ir no-tando el hecho de que el debili-tamiento de la propia identidad personal es sinnimo de debili-tamiento en el arraigo y sentido de pertenencia. Puesto que el territorio ya no es solo un lugar fsico, sino la manifestacin de interrelaciones y configuracin social, no excenta de conflic-tos que involucran a una diver-sidad de actores que comparten el espacio3 y a los que podemos acceder y tener conciencia de

    1 Citado por Rodrguez Snchez, J. L. (1989). Trastorno de identidad, factor comn en los alumnos problema de ba-chillerato, Tesis de maestra de Psicologa Clnica, Departamento de Psicologa, Universidad de las Amricas-Puebla, Mxico.

    2 Marcel, G. (2002). Obras selectas I. El Misterio del Ser. Madrid: BAC.3 Gomez, C. y Haddad, M. (s.f.). Territorio e identidad. Reflexiones sobre la construccin de territorialidad en los movi-

    mientos sociales latinoamericanos. Instituto de Investigaciones Gino Germani: UBA/CONICET.

  • 30revistautopa#84 julio2014

    su existencia si entendemos y aceptamos ese sentido relacio-nal que nos invita a reconocer-nos y reconocer al otro.

    Ese tener conciencia del existir relacional exige que pasemos de considerar las diferentes es-calas geogrficas, como me-ra expresin de una dimensin de anlisis, a un anlisis con-creto de las formas territoriales que se crean y recrean en la di-nmica de las relaciones socia-les. Donde, como bien exponen Tajfel y Turner,4 la construccin de la identidad solo es posible a partir de la identificacin con los atributos ms caractersticos de los grupos a los que se pertene-

    ce; sin que por ello dejemos de reconocer que la acentuacin de las diferencias intergrupales y las semejanzas intragrupales desembocan en una identidad social guiada por el refuerzo de la autoestima personal. Sin em-bargo, qu tipo de autoestima se puede construir si vivimos enajenando y negando la propia existencia y la unicidad e irre-petibilidad de la persona en el mundo?

    Mi lugar y las circunstancias

    La pregunta planteada nos obli-ga a considerar que pensar en ser uno, autntico, libre y or-

    gulloso de quien se es y de la herencia histrica que le

    precede, es casi una em-presa titnica. Pues los espacios de manifesta-cin del ser de la per-sona, han sido hipote-cados a los grandes consorcios que nos venden modelos de vida, belleza, nor-malidad, acepta-

    cin, es decir, lo que est in y lo que est out. Pretendiendo anestesiar a la mayora de la po-blacin para que olvidemos que el hombre y la mujer son ms que el producto de una moda pasajera o de una circunstancia.

    Esta idea de las circunstancias es fundamental aclararla cuan-do reflexionamos sobre el lugar en el mundo porque, con de-masiada insistencia, se ha da-do una preponderancia a las circunstancias y las hemos con-vertido en decidoras de nuestro estar, de nuestra autenticidad. Olvidando que el ser huma-no tiene en s mismo la capaci-dad de inventar y reinventar su mundo, pues hemos ido desco-nociendo nuestra naturaleza de seres libres y responsables, con la capacidad de amar que nos permite entrar en contacto con otros y conmigo mismo. Luego, la circunstancialidad determina parcialmente mi vida y me ubica geogrficamente, pero la misma no es esttica ni est definitiva-mente constituida. Entender es-to le da sentido a la vida, me ha-ce reconocer mi valor y el valor del lugar que ocupo en el mun-do, es decir, me faculta para ha-cer mo un lugar, un territorio, con lo cual es posible que cada hombre y mujer se pregunte es este mi lugar y mi hogar?

    Mi cuerpo como territorio y frontera en el universo

    De cara a la pregunta planteada sobre es este mi lugar?, nos es dable aproximarnos a una pri-mera respuesta si se compren-

    4 Tajfel, H. y Turner, J. C. (1986). The social identity theory of intergroup behavior. En S. Worschel y W.G. Austin (eds.) The social pyschology of intergroup relations, pp. 7-24, Chicago: Nelson.

    Los espacios de

    manifestacin del ser de la persona, han sido hipotecados a los

    grandes consorcios que nos venden modelos

    de vida, belleza, normalidad, aceptacin.

  • 31 tema central

    de que como persona soy en la medida en que me cuestiono sobre las cosas y sobre m mis-mo. Y esta capacidad de pre-guntarme es soportada por un cuerpo, el cual me ha sido dado con la existencia. Sin embargo, es necesario aclarar que enten-der el propio cuerpo como lugar y frontera va ms all del sim-ple postulado fsico que separa espacios geogrficos; sino que reclama una reinterpretacin desde la concepcin simblica, pues este lmite que me contie-ne y me separa y al mismo tiem-po me relaciona, es un hito que reordena dimensiones de la pro-pia existencia como el tiempo, el espacio, las conductas, las pa-siones, entre otras.

    Asimilar esta dimensin simb-lica permite la apertura a lo pro-pio y lo ajeno, donde el cuerpo como lugar que ocupo en el uni-verso me es intrnseco, como experiencia nica, peculiar e in-transferible, constituyndose en mi territorio, pero tambin en lu-gar de disgregacin o lugar de encuentro, lugar dialgico o lu-gar antidialgico.

    El reconocimiento del cuerpo como el lugar de mi yo es la cla-ve para poder responder a la pregunta planteada al iniciar es-te artculo y que reza: cmo descubro que hay un lugar en el mundo que me corresponde nicamente a m y no a otro?

    La dignidad de la persona: la caracterstica esencial para valorar mi lugar

    Esta ltima reflexin nos con-duce a reconocer que al cuer-po se le debe asignar un valor que no puede enajenarse, pues-

    to que es en el cuerpo, como lugar concreto de la existencia, donde se sedimentan nuestras experiencias; es de-cir, potencia el cono-cimiento y entendi-miento del cuerpo dentro de una his-toria y cronicidad, con la cual tenemos la posibilidad de en-cuentro biogrfico, siempre en relacin.

    Luego, esta idea res-ponde a la primera parte de la pregunta plateada, pues es a tra-vs de la experiencia de la propia existencia, es de-cir, de la toma de concien-cia de m, donde descubro ese lugar que solo puedo ocu-par yo. Pero esto no basta, es necesario reconocer que la ple-nitud de la existencia tambin conlleva y exige la valoracin de la propia persona como un ser digno, pues es la dignidad de la persona la que completa y cie-rra la pregunta, pues solo cuan-do descubro mi dignidad per-sonal soy capaz de valorarme y darme cuenta que mi lugar en el mundo no es transferible y no puede ni debe ser usurpado. En otras palabras, aunque tenga la experiencia de mi cuerpo como lugar de encuentro, si la viven-cia de mi propia existencia no es gobernada por la conciencia de mi existir digno, entonces tan solo reduzco a la persona a un mero territorio donde hay cho-que de cuerpos e ideas, pero donde nunca habr encuentro, dilogo y amor.

    A manera de conclusin

    Al reflexionar sobre mi lugar en el mundo vinculndolo al as-

    pecto del territorio, nos es da-ble el comprender que el primer lugar de nuestra existencia es nuestra propia existencia y que si bien es cierto que esa existen-cia se materializa en un cuerpo que se convierte en lugar y fron-tera, que me une y me separa de todos los dems universos exis-tentes, no es suficiente para ha-blar de mi lugar pues es nece-sario ir ms all y reconocer que el lugar solo puede ser recono-cido, valorado y amado, cuando participa en ello mi dignidad co-mo persona.

    Finalmente, las disputas entre territorio, fronteras y lmites se han ido exacerbando a medida en que hemos creado una dia-lctica entre cuerpo y dignidad, haciendo que la valoracin de la propia persona sea arrebatada de esta y solo se le vea en fun-cin de lo que consume y pro-duce. El territorio y el lugar que ocupo en el mundo reclaman que aprendamos a valorar a la persona misma en su historia, en su unicidad e irrepetibilidad.

    2hap

    py

  • 32revistautopa#84 julio2014

    La promocin de las tecno-logas de la informacin y la comunicacin en los diferentes mbitos socia-les no solo ha permitido tender puentes de dilogo social entre los seres humanos, sino que estas herramientas que son re-presentadas por redes num-ricas, lingsticas, memorias informticas e interfaces de tipo multimedial, hipertextual y transmeditico, han logrado la configuracin de un nuevo espacio invisible, intangible y transterritorial que facilita el in-tercambio social, cultural, eco-nmico y educativo a escala mundial. Pero para entender lo que implica el uso de estas tec-nologas en la actual sociedad, habr que entender que vivi-mos en una realidad paralela a los espacios fsicos. Este nue-

    vo espacio en el que cada vez hay ms colonos se denomina ciberespacio y representa una nueva cartografa transte-rritorial que supera la territo-rialidad fsica, es invisible y se encuentra en la internet.

    En el libro Inteligencia colectiva: por una antropologa del cibe-respacio, Pierre Lvy plantea la existencia de cuatro tipos de es-pacios en los cuales la humani-dad se ha desarrollado y de los cuales hemos llegado a su lti-mo estadio que es el espacio del conocimiento, que a nues-tro modo de ver se vincula con el ciberespacio o escenario trans-fronterizo, el cual no tiene un norte, sur, arriba, abajo o terri-torialidad fsica. Para una mejor comprensin de la evolucin de

    los espacios propuestos por L-vy anotamos sus caractersticas:

    Tierra: este espacio est rela-cionado con el desarrollo del ser humano vinculado con ac-tividades como el lenguaje, re-ligin, mitos, ritos y otras tc-nicas y formas de organizacin social que han estado ancladas a la comprensin del macrocos-mos y la bisfera.

    Territorio: en este momento his-trico, las personas toman con-tacto con la agricultura, han entrado en un proceso de defi-nicin de espacios instituciona-les como el Estado, la Iglesia, la escuela; se crea la ciudad como un entorno que posee fronteras y cartografas territoriales, ade-ms, aparece la escritura como actividad que permitir registrar

    Andrs Hermann

    El ciberespacio una nueva cartografa

    transterritorial

  • 33 tema central

    y dar a conocer los aportes e in-novaciones tcnico-sociales de generacin en generacin.

    Espacio mercantil: este momen-to histrico se relaciona con la expansin del mercado a es-cala mundial, es por esta razn que se coloca como hito de este espacio la conquista del Nuevo Mundo a partir del colonialismo como la promocin del modelo poltico y econmico capitalista.

    Espacio del conocimiento: des-de las reflexiones de Pierre Lvy, este es el espacio en el cual nos estamos construyendo y tiene relacin con el desarrollo de ac-tividades que se dan gracias al uso de internet y las tecnologas mviles, que tienen como venta-ja no solo el intercambio de flu-jos de datos e informacin a es-cala mundial, sino que brindan la posibilidad de generar procesos de destemporalizacin y deste-rritorializacin de las relaciones sociales. Es por esta razn que se habla del ciberespacio como un no-lugar, un espacio invisi-ble o transterritorial.

    Si bien es cierto que en el actual momento estamos inmersos en una sociedad red, donde gran parte de las actividades socia-les estn siendo desarrolladas a partir de entornos virtuales, no se podra decir que nos encon-tramos solo en el espacio del conocimiento, pues como men-ciona Lvy el tiempo no es li-neal, sino que es mltiple, es en espiral y en remolinos; es

    por esta razn que asistimos a una convergencia de espacios, donde nuestras sociedades vi-ven todava con los ritos, mitos y vnculos con los espacios ru-rales-agrcolas, definicin de los espacios urbanos, pero tambin estamos en el paso de habitar en el nuevo espacio socio-vir-tual, el cual est reconfiguran-do las formas de relacionamien-to, produccin de significados y pensamientos colectivos (Lvy, 2009).

    El apogeo de las tecnologas mviles, ordenadores y mundos virtuales ha permitido ventajas no solo en el plano de acortar las comunicaciones, sino tambin en generar nuevas formas de participacin social, formas de hacer negocios, hacer poltica, entretenerse, ensear, aprender y generar conocimiento de ma-nera colectiva y asincrnica. Es as que en el espacio tierra las estrategias para adquirir conoci-miento estuvieron relacionadas con la tradicin del mito y la ora-lidad; en el territorio la escritura; en el espacio de las mercancas el intercambio a partir de los via-jes y expediciones, mientras que en el espacio del conocimiento se habla del desarrollo de una inteligencia colectiva que se ve favorecida por el uso de internet como herramienta que potencia los aprendizajes recprocos de forma abierta, colectiva y multi-direccional.

    Con esta reflexin planteamos que los cuatro entornos socia-

    les no operan de manera aisla-da, sino que se complementan, pero para poder terminar de mi-grar al ciberespacio como nue-va cartografa transterritorial no basta con hacer uso indiscrimi-nado y sin sentido de las nuevas tecnologas de la informacin y la comunicacin y estar en la in-ternet, sino que el reto est en entender que estas herramien-tas son medios que hacen po-sible esta nueva arquitectura vir-tual abierta, pero que la idea de estos nuevos entornos no debe-r apuntar a remplazar los espa-cios fsicos, sino que estn pa-ra complementarlos, en especial para la promocin de pensa-mientos colectivos y aprendiza-jes recprocos en un entorno sin cartografas y donde es posible construir propias voces y pen-samientos desde las periferias.

    Hasta ahora, sobre todo se ha imaginado y construido mundos virtuales que eran simples si-mulaciones de universos fsicos reales o posibles. Proponemos aqu concebir mundos virtuales de significaciones o sensaciones compartidas, la apertura de es-pacios donde podrn desplegar-se la inteligencia y la imaginacin colectiva (Lvy, 2009: 58).

    Los seres humanos no habitan pues solamente en el espacio fsico o geomtrico, viven tambin y simultneamente en espacios afectivos, estticos sociales, histricos: espacios de significacin en general.

    Pierre Lvy

    Referencias bibliogrficas:

    Lvy,Pierre(2009)Inteligencia colec-tiva por una antropologa del ciberes-pacio. Estados Unidos: Biblioteca vir-tual en Sade.

  • 34revistautopa#84 julio2014

    David lvarez

    Territorialidad, desarrollo e historicidad de la biotica en el campo de las Ciencias Humanas

  • 35 tema central

    La palabra biotica sur-ge en los aos 70 como respuesta a los retos que crearon los avances cien-tficos y tecnolgicos en torno a la vida. Se puede entender a la biotica como una nueva pa-labra, una suerte de neologis-mo, una disciplina acadmica reflejo de una nueva rea del conocimiento y un nuevo dis-curso (Vidal, 2013).

    La palabra biotica proviene de una raz griega: bios (vida) y th-nos (tica), dentro de su desa-rrollo como concepto podemos denotar que es un trmino po-lismico, que se manifiesta en un trayecto histrico y trans-disciplinario con el conoci-miento humano.

    Histricamente la biotica se divide en cuatro etapas con respecto a su desarro-llo en la humanidad: de funda-cin (aos de 1970), expansin y consolidacin (aos de 1980 e inicios de los 90), revisin crti-ca (a partir de la mitad de los 90) y ampliacin conceptual (en los das actuales).

    A comienzos de los 70, esta dis-ciplina fue concebida como una manera de conocer y encarar el mundo y la vida a partir de la re-flexin tica. Incluyendo, ade-ms de las cuestiones biomdi-cas propiamente dichas, temas como el respeto al medio am-biente y al propio ecosistema como un todo (Garrafa & de Azambuja, 2009).

    Desde el surgimiento de esta disciplina se han promulgado una serie de congresos, acuer-dos y tratados a nivel mundial para desarrollar principios ti-cos que se deben acatar ante la vida y en el trabajo e inves-tigacin cientfica. Tal es el ca-

    so de la Asociacin de Psiclo-gos Americana, que public los Principios ticos para la con-duccin de investigaciones con participantes humanos y en 1978 cre una Comisin para la Proteccin de las Personas que Participan en Investigaciones, comisin que en 1990 pas a denominarse Comit sobre Nor-mas en Investigacin (Garrafa & de Azambuja, 2009).

    Entre los aos 2003 y 2005, la UNESCO, a partir de su Inter-national Bioethics Committee, particip en la construccin del documento ms importante ela-borado en este siglo respec-to a la biotica y aprobado por aclamacin de sus 191 pases-miembros, en memorable asam-blea realizada en Pars, el 19 de octubre de 2005 (Garrafa & de Azambuja, 2009).

    Principios de la biotica

    En el entendimiento de la disci-plina de la biotica y su interac-cin con las ciencias humanas es necesario tener en cuenta los principios bsicos de la bioti-

    Histricamente la biotica se divide

    en cuatro etapas con respecto a su desarrollo en

    la humanidad: de fundacin, expansin y consolidacin,

    revisin crtica y ampliacin conceptual

    (en los das actuales).

  • 36revistautopa#84 julio2014

    ca que nacen de la necesidad de dar pautas de respeto y dig-nidad a la vida en cualquier ac-cin cientfica.

    El principio de autonoma: se basa en la concepcin de los individuos como seres autno-mos y como tales capaces de dar forma y sentido a sus vidas, pudiendo tener determinacin sobre el curso de las acciones.

    1. El principio de no maleficen-cia: se basa en abstenerse de realizar acciones intencio-nadamente que puedan cau-sar dao o perjudicar a otros. Es un imperativo tico vlido para todos no solo en el m-bito biomdico, sino en to-dos los sectores de la vida humana.

    2. Principio de beneficencia: se basa en la obligacin de ac-tuar en beneficio de otros, promoviendo sus legtimos

    intereses y suprimiendo pre-juicios.

    3. Principio de justicia: se basa en la conviccin de que se deben respetar los derechos de las personas dentro de una igualdad fundamental.

    Desafo de la biotica dentro de las ciencias

    Dentro de los desafos ms grandes que ha tenido la bio-tica desde su fundacin fue el anlisis de los diferentes actos cientficos vinculados con la vida humana, entre los que tenemos:

    1. La clonacin humana. La aplicacin de esta tcnica a la ganadera y su posible apli-cacin al hombre, en un futu-

    ro relativamente prximo, tras un periodo suficiente de expe-rimentacin, ha levantado co-mentarios, muchos de ellos crticos, ya que existe una es-trecha e ntima relacin entre la reflexin biotica, filosfica y jurdica, a partir de una lectura del problema en clave de de-rechos humanos o desde el prisma de los derechos huma-nos (Hooft, 1998).

    Con respecto a la clonacin hu-mana, la opinin del propio Wil-mut, como de muchos otros mdicos, es firme: aunque pa-

    rece tcnicamente posible la realizacin de la clonacin en el hombre, no se debera de intentar siquiera, pues parece una aberracin, carente de utilidad clnica (Pardo, 1997).

    2. Investigacin con clu-las madre humanas. Esta apli-cacin cientfica, con ms ex-pectativas que la clonacin, se fundamenta es obtener clulas madre que tengan la posibili-dad de diferenciarse y especia-lizarse en clulas que despus sern implantadas en proce-dimientos teraputicos. Pero hay que recordar que el acuer-do del Consejo de Europa, en la Convencin de Oviedo, so-bre los derechos humanos y la biomedicina (1997), prohibi