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    NDICE

    Introduccin. 1

    1. Utopa o el gnero literario como punto de partida 12

    2. El gnero utpicoy la modernidad 19

    3. Funcin y tendencia utpicas: la aplicacin de la filosofa de la esperanza

    en la historia americana 30

    4. Crtica de la razn utpica 41

    4.1 Crtica trascendental 41

    4.2 La razn utpica 49

    4.3 Imaginacin utpica 55

    5. Funcin utpica como topos del discurso 71

    5.1 Universo discursivo 715.2 Funciones discursivas 80

    a) Funcin 80

    5.3 Funcin Utpica 85

    5.3.1 Sub-funcin crtico-reguladora 85

    5.3.2 Sub-funcin liberadora del determinismo de carcter legal 88

    5.3.3 Sub-funcin anticipadora de futuro 91

    5.3.4 Sub-funcin de historizacin y dialecticidad 93

    5.3.5 Sub-funcin constitutiva de formas de subjetividad 94

    5.4 Emergencia de la contingencia y liberacin: claves

    de la funcin utpica 97

    6. Tensin utpica 101

    6.1 Texonoma de la utopa 105

    6.2 Tensin utpica 112

    6.3 Lo utpico operando en la historia y en la reproduccin cultural 115

    7. Utopologa desde nuestra Amrica 124

    7.1 Qu entender por utopologa? 124

    7.2El nivel histrico-interpretativo 127

    7.3El nivel epistemolgico 128

    7.4El nivel discursivo 129

    7.5El nivel antropolgico-histrico-cultural 131

    Bibliografa 135

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    INTRODUCCIN

    Las esperanzas, las utopas, el mundo interno como ltimo refugio, los sacrificios apocalpticos

    colectivos, los fanatismos trasnochados pero acompaados deInternet, la cuenta regresiva para el

    ao dos mil y el no pasa nada despus de que se lleg al ltimo minuto esperado; la expresin de

    la marginalidad (arte, ideas, congregados humanos), el sueo latinoamericano de la integracin

    para su sobrevivencia o su integracin como adelanto de su muerte comprometida en plazos, la

    defensa de la autonoma indgena, el fin de la idea de progreso, la muerte de las ideologas como

    consigna, el maana como enigma fragmentos de lo real. Despus de todo esto, es posible

    hablar de utopa?

    Las metforas o los rostros de la utopa y de lo utpico son diversos; y sin embargo, a estas

    alturas de la reflexin, estamos ya en condiciones de construir una teora de la utopa?

    Probablemente an no se haya consumado esta tarea, pero varios de los autores que la trabajan

    apuntan hacia ello. La construccin de una utopologa exige por lo pronto una lectura sinttica de

    la rica produccin filosfica sobre el asunto, al mismo tiempo que se impone la exigencia en este

    nuevo milenio de dar paso a la imaginacin y a la razn utpicas ceidas por la crtica; tambin

    supone desplazar las vacuas fantasas de ideologizaciones y espejismos que intentan disolver

    nuestra ms ntima capacidad y voluntad transformadoras, mediante las cuales nos afirmamos

    como humanos, al declarar que no es posible otro mundo.

    Hemos titulado este libro Utopologa desde nuestra Amrica porque la reflexin filosfica sobre

    la utopa ha germinado en plumas como las de Jos Enrique Rod, Alfonso Reyes, Pedro

    Henrquez Urea, Jos Lezama Lima, Leopoldo Zea, Arturo Andrs Roig, Fernando Ainsa, Franz

    Hinkelammert, Horacio Cerutti, y un largusimo etctera en el que caben estudios o aportaciones

    de otros autores y autoras. En el extenso dilogo, o monlogos, sobre la utopa, los argumentos y

    los diferentes sentidos chocan o se entretejen sobre un fondo que muy poco tiene de los anuncios

    de la utopa, esto es, la historia real de millones de personas que enfrentan y viven su situacin en

    condiciones desesperanzadoras, y prcticamente ignoradas en el momento de disear o planificar

    estrategias de desarrollo econmico y social; aunque el discurso poltico hegemnico parezca

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    decir todo lo contrario, la verdad parece resolverse en el enfrentamiento violento entre los seres

    humanos y sus culturas. Este fondo comn o realidad compartida pone en discusin tambin las

    formas tradicionales de reproduccin cultural y hasta, diramos, la memoria y la autoafirmacin

    en la historia de nuestros pueblos, cuya ms evidente expresin hoy da es la lucha contra la

    homogeneizacin de la macroeconoma, la internacionalizacin de la pobreza y la cultura e

    ideologas de la desesperanza.

    En la produccin filosfica sobre lo utpico y la utopa se mezclan varios niveles de sentido, pero

    tambin de anlisis. Hay anlisis histricos, semiticos, epistemolgicos, antropolgicos,

    psicoanalticos, teolgicos, que se superponen y que podran considerarse opuestos o

    simplemente irreconciliables. Sin embargo, en la diversidad de enfoques puede vislumbrarse un

    conjunto de problemas concomitantes a la utopa y lo utpico como, por ejemplo, su relacin con

    la ideologa, el mito, la tica, la poltica, el arte, el Estado, la ciencia, la religin y los smbolos

    en la reproduccin cultural. Esta complejidad nos hace pensar en la utopa y lo utpico como un

    problema de frontera para diversas disciplinas; aunque intentemos centrarnos en los anlisis

    filosficos, cuando sea pertinente sealaremos los aportes de otros campos del saber como la

    historia, la antropologa, la etnologa, la sociologa y el psicoanlisis, lo cual, a la vez que

    dificulta el anlisis, lo enriquece.

    Por tratarse de un problema de frontera los lmites entre el esfuerzo conceptual y la expresin

    metafrica son borrosos y su distancia no es clara. No se trata, sin embargo, de un hecho externo

    a la problemtica de la utopa y lo utpico: este deslizamiento de matices est en su propio ncleo

    oscilante entre lo real y lo imaginario, entre la literatura y la ciencia poltica, entre la poesa y la

    sociologa, entre la necesidad y el deseo, entre el presente y el futuro.

    Por lo anterior nos hemos visto obligados a restringir nuestro anlisis. Realizamos desde el

    pensamiento de cuatro autores: el crtico literario uruguayo Fernando Ainsa, el telogo-

    economista-filsofo de origen alemn, pero radicado en Costa Rica, Franz Hinkelammert, el

    filsofo argentino e historiador de las ideas Arturo Andrs Roig y el filsofo argentino-mexicano

    Horacio Cerutti. Nuestro objetivo es explicitar suficientemente lo que cada uno de ellos entiende

    por utopa y utpico para ubicar sus aportaciones, pero tambin sus distintas formas de abordar

    los temas. Esta multiplicidad de sentidos y anlisis coloca sobre la mesa de debate, al menos

    cuatro fuentes o caminos para nombrar tanto a la utopa como a lo utpico, pero no lo agotan.

    As, basta mencionar que tanto en la riqueza semntica como en el conjunto terico-conceptual,

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    no necesariamente ni restringida a lo filosfico, aparecen conceptos reiteradamente aludidos

    comoprincipio esperanza,funcin utpica y conciencia anticipante de clara herencia blochiana

    (Fernando Ainsa);funcin ofactor crtico, horizonte o ideal alternativo, topos intermedio entre

    el mito y la historia; estructura simblico-existencial surgida como autoconciencia de una

    experiencia histrica social negativa y cercana a las formulaciones de la filosofa y la teologa de

    la liberacin (Oscar Agero); utopas concretas milenaristas de resistencia cultural que son

    proyeccin al futuro de una sociedad en la bsqueda humana de la felicidad y la perfeccin por

    los senderos de la religiosidad popular que, a su vez, reordenan la realidad colonizada con una

    dinmica de reapropiacin y reinterpretacin selectivas (Alicia M. Barabas); utopa como gnero

    narrativo y praxis en donde cabe hablar de utopas libertarias, religiosas, identitarias,

    revolucionarias y propiamente filosficas (Carmen Bohrquez); distincin de significacin de la

    utopa para desentraar lo propiamente utpico como nivel cotidiano, nivel de gnero literario-

    filosfico-poltico y utopa operando y operante en la historia, expresndose en la idea de la

    tensionalidad utpica (Horacio Cerutti); utopa como impulsopara la accin, norte axiolgico de

    la filosofa para la crtica de las ideologas (Joaqun Herrera); pensamiento utpico y tradicin

    utpica fundados en la categora de alteridad y relacionados con aspectos pragmticos y ticos

    (Esteban Krotz); dimensin utpica o idea-fuerza (Edgardo Lander); utopa como sueo diurno,

    como actividad onrica, ldica y subversiva, constructora de la identidad poltica en la tradicin

    anarquista latinoamericana (Ricardo Melgar); utopa como modelo imaginado, imagen del mundo

    a partir de lo cual se disea la realidad social (Jussi Pakkasvirta); utopa como proyecto viable o

    sendero especular de autoencuentro (Arturo Rico Bovio); razn e imaginacin utpicas, utopa

    como idea regulativa y trascendental (Franz Hinkelammert); utopa como topos del discurso,

    funcin utpica o anhelo de trascendencia (Arturo Andrs Roig), etctera.1

    Frente a esta complejidad de senderos de anlisis de la utopa y de lo utpico, la eleccin de los

    cuatro autores ha seguido, como criterio, lo siguiente: 1) todos son autores contemporneos

    vivos; 2) son de origen latinoamericano o han radicado en Amrica Latina por largo tiempo; 3) se

    han comprometido con un pensar filosfico sureando2 la mirada, es decir, han abordado la

    temtica desde Amrica Latina; y 4) han estudiado prolijamente el problema de la utopa y lo

    utpico. Este ltimo punto sera argumento suficiente para justificar el anlisis de sus propuestas

    1Para ms informacin sobre la mayora de los autores aqu referidos, ver Cerutti y Agero, 1996.

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    y explica tambin el sentido de nuestro inters que es el de pensar y analizar filosficamente a la

    utopa y a lo utpico desde estas cuatro posiciones para proponer una forma de articularlas desde

    lo que entendemos porutopologa.

    En este libro profundizaremos, a partir de las cuatro posiciones sealadas, en la posibilidad de

    pensar el futuro, la esperanza, la utopa y lo utpico despejados y despojados de ataduras, sin

    perder de vista el ser deviniendo alterativamente, porque ambos, ser y pensar, estn abiertos a la

    posibilidad, al novum arraigado en la propia experiencia humana de ser, la historia.

    Pero, aunque permanezca como intencin fundamental analizar el tema desde estos cuatro

    marcos interpretativos, no dejaremos de mencionar a otros filsofos o estudiosos del tema, siendo

    o no latinoamericanistas, los cuales nos permitirn avanzar en este estudio. En este sentido,

    asumimos nuestro derecho a recurrir a distintas tradiciones filosficas o a apropiarnos de ellas

    para reflexionar filosficamente as, sin sonrojos, pues, creemos que la preocupacin sobre lo

    humano no tiene fronteras.

    Para realizar nuestro objetivo se distinguen tres partes en este estudio. Primero, marcamos un

    punto de partida para colocar el marco de reflexin; partimos de la definicin de la utopa como

    gnero literario y su relacin con la modernidad (apartados uno y dos) que la entiende como

    modelo al que debe ser llevada la realidad; segundo, exponemos las principales ideas y

    argumentos de cada uno de los autores propuestos (apartados tres, cuatro, cinco y seis); y, por

    ltimo, presentamos como conclusin una propuesta de articulacin de las posiciones presentadas

    que nos permite avanzar en la sistematizacin de los estudios sobre la utopa y lo utpico y desde

    la cual se puede responder a la supuesta relacin mortuoria de la utopa con la modernidad para

    proponer, precisamente, que es posible pensar la utopa y lo utpico ms all del paradigma

    moderno como una teora del cambio personal, econmico, social, poltico y cultural. En sntesis,

    este es el objetivo y la finalidad de Utopologa desde nuestra Amrica, pero conviene sealar con

    ms detalle el camino que recorremos en ella.

    Decidimos acercarnos al problema de la utopa y lo utpico a partir de la idea de utopa como

    gnero literario para delimitar el objeto de estudio de esta investigacin, la utopa y lo utpico

    desde el punto de vista filosfico. As, ya en esta aproximacin se exponen los elementos

    mnimos que nos ayudan a diferenciar un trmino del otro, distincin que se intenta mantener en

    2 Este neologismo es propuesto por Horacio Cerutti y alude a ejercer el pensar desde Amrica Latina, es decir,

    asumir las consecuencias geopolticas del filosofar (Cerutti Guldberg, 2000a).

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    todo el trabajo. Es necesario sealar que asumimos la necesidad de explicitar las diferencias

    semnticas del trmino utopa/utpico, en la que tanto ha insistido Horacio Cerutti, para marcar

    los niveles y diferencias de anlisis ulteriores en los cuatro paradigmas que abordaremos. Es,

    pues, desde la explicacin de la utopa como gnero literario que se puede localizar in nuce lo

    utpico; desde esta elemental distincin, propuesta por Cerutti, asumimos la diferencia entre la

    utopa y lo utpico como parte de la estructura del ser humano puesta de manifiesto en todas sus

    actividades o dimensiones de existencia. El sentido de este primer apartado es mostrar tambin el

    carcter hbrido del gnero utpico a partir de las tesis de Alfonso Reyes, Esteban Krotz y

    Horacio Cerutti, fundamentalmente, aunque ocasionalmente mencionaremos a otros filsofos.

    En el segundo apartado, El gnero utpico y la modernidad, abordaremos la relacin entre la

    modernidad y el gnero utpico a partir del concepto de Hans Jonas de polticas de la utopa,

    subrayando el carcter de practicidad que, de origen, expres el gnero utpico, cuidando

    especialmente de sealar como punto central en este proceso, el encuentro de nuestra Amrica

    con el tema de la utopa europea y donde se muestra la presencia de lo utpico operando en la

    configuracin de lo que se nombr incluso como elNuevo Mundo.

    Aqu es necesario subrayar el carcter de construccin social o ingeniera social de la utopa que

    se le atribuy en la modernidad, lo mismo que tomar distancia respecto a la asociacin del fin de

    la utopa con el de la modernidad y recoger la crtica al concepto de razn fuerte moderna que

    excluye procesos de racionalizacin ligados a la fantasa y a la creatividad humanas.

    En el apartado tercero exponemos los conceptos de funcin y tendencia utpicas desde la

    perspectiva del escritor y ensayista uruguayo Fernando Ainsa, el primero de los autores que aqu

    analizamos, centrndonos en su propuesta de aplicacin de la filosofa de la esperanza de origen

    blochiano a la historia americana. Es importante valorar aqu la importancia de la perspectiva

    utpica como herramienta o clave de la interpretacin de la historia humana, pero

    particularmente de Amrica, la nuestra, y rescatar el concepto de utopa como una de las

    categoras crticas en la hermenutica filosfico-poltica que Amrica debe realizar para librarse

    de la dominacin, segn sostiene Cerutti (Rodrguez Jacobo, 2001; 244).

    En el cuarto apartado analizamos la crtica a la razn utpica realizada por Franz Hinkelammert,

    bsicamente porque en la obra principal que usamos para este apartado (Crtica de la razn

    utpica, 1984) e intentando ir ms all del marco categorial usado por Ainsa, Hinkelammert

    realiza una crtica al concepto de utopa de Ernst Bloch, y adems, propone otra perspectiva para

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    entender y pensar el futuro desde nuestra Amrica y desde todos los pueblos y grupos excluidos

    por un sistema econmico que afirma que no hay futuro posible. Aqu, el desde para pensar el

    futuro como posible se convierte en un punto central para la reflexin, porque expresa la

    concrecin histrica de los pueblos americanos que comparten su situacin con otros pueblos del

    mundo. A diferencia del filsofo alemn que llev filosofa a la esperanza, Ernst Bloch,

    Hinkelammert afirma que los ideales utpicos son un principio regulativo, modus kantiano, que

    jams se realizarn en la historia y cuya funcin es orientar la accin. Es importante destacar que

    esta perspectiva de la utopa como idea regulativa es considerada por otros autores

    contemporneos como Luis Villoro, Prez Tapias y Mario Teodoro Ramrez (Villoro, 1997;

    Prez Tapias, 1995; Ramrez, M. T., 1995). El punto central de este anlisis es lo que el filsofo

    alemn allegado a Centroamrica denomina como la ilusin trascendental, la cual consiste en

    confundir lo real con lo imaginario, punto clave en la crtica a la perspectiva blochiana. El gran

    problema filosfico abierto por este autor, es la relacin entre el pensamiento y la realidad, las

    ideas y la accin, dejando una brecha entre ellos que, en sentido positivo, puede entenderse como

    el espacio abierto que permite la libertad de la accin humana, pero que, en su sentido negativo,

    se entiende como imposibilidad de realizacin de los contenidos de las ideas utpicas. En este

    apartado expondremos la crtica de Horacio Cerutti a Hinkelammert, pues el planteamiento que

    apela a los principios regulativos resulta insuficiente para explicar completamente a la utopa y a

    lo utpico.

    Haremos especial mencin de las propuestas de Hinkelammert en torno a la comprensin de la

    poltica como arte de lo posible, sin la cual la tarea y accin utpicas son imposibles de

    realizacin y, tambin, del esclarecimiento del autor de la dimensin utpica de la racionalidad

    inoculada en la elaboracin de las teoras sociales y econmicas modernas (neoconservadurismo,

    liberalismo, socialismo y anarquismo). Finalmente expondremos en este apartado el desmontaje

    terico-metodolgico que el autor sigue al final de su obra Crtica de la razn utpica, para

    rescatar la dimensin utpica de la racionalidad humana en un proyecto esperanzador de

    humanizacin del mundo, en cuyo centro se localiza el ser humano concreto, corporal y

    contingente.

    En el quinto apartado exponemos la propuesta de Arturo Andrs Roig a partir de los conceptos de

    funcin utpica como topos del discurso. Aqu la utopa aparece inscrita en el lenguaje como una

    de sus funciones, es decir, como arraigada en lo ms profundo de la naturaleza humana, una vez

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    que aceptemos que lo propio del hombre es precisamente el lenguaje o discurso, entendido como

    aquella mediacin prxica del ser humano con el mundo. La posicin filosfica del autor nos

    lleva a pensar en un monismo en el que la distincin entre lenguaje y realidad es meramente

    analtica, pues objetivamente no existe una lnea divisoria entre ellos. En esta perspectiva se

    anudan las dimensiones epistemolgicas, ontolgicas y de la filosofa de la historia alrededor del

    concepto defuncin utpica. Lo ms importante de esta propuesta es el papel activo que se le da

    a las ideas en los procesos histricos, la valoracin del lado subjetivo de la historia, con todo lo

    que esto supone, por ejemplo, la relacin entre la funcin utpica y otras funciones (simblica, de

    comunicacin, de religacin, de fundamentacin y, especialmente de ideologizacin), aunque

    bien puede extenderse esta relacin a otras como la esttica, ldica, ertica y tica. Roig nos

    ofrece una propuesta ligada a la historia que est mediada por la praxis y en la cual la funcin

    utpica es fundamental, pues a partir de ella se explican las utopas literarias pero tambin, y esto

    es ms importante, las utopas sociales, polticas, educativas, etctera.

    Para cerrar este apartado presentamos una reflexin a guisa de conclusin parcial respecto a las

    aportaciones de Arturo Andrs Roig y que, a nuestro juicio, es fundamental subrayar: la

    emergencia de la contingencia y la libertad como categoras bsicas de la funcin utpica.

    En el sexto apartado, se desarrolla orgnicamente la postura de Horacio Cerutti sobre una posible

    teora de la utopa. Para ello, es necesario presentar el argumento completo del autor en la

    distincin de la utopa y lo utpico. Por esta razn, aqu se abundar en los tres sentidos del

    trmino utopa que el autor propone: el sentido cotidiano, el sentido literario-filosfico-poltico y

    el sentido histrico-antropolgico, lo que supone una epistemologa y una ontologa especficas.

    De la misma manera presentamos la distincin de lo que para el autor representa el orden del

    conocer y el orden del ser, desde donde se comprende y explica el complejo modo de expresin

    de lo utpico. Hay que subrayar que con el concepto de tensin utpica, se pretende soldar la

    brecha entre idea y realidad, entre ser y deber ser; brecha que otros autores tambin han intentado

    cerrar a partir de sus propios marcos interpretativos o que, precisamente por ellos, no puede

    cerrarse, como es la posicin de Hinkelammert frente a la imposibilidad de construir fcticamente

    el contenido radical de la utopa que, no obstante, sirve como ideal regulativo.

    Es de nuestro particular inters revisar la propuesta de Horacio Cerutti en cuanto a su concepto de

    tensionalidad entre ser y deber ser, entre topa y utopa, como ncleo duro de lo utpico y

    problematizar esta posicin respecto a los lmites explicativos del planteamiento. Se puede

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    avanzar ms all del concepto de tensionalidad utpica? La tesis que sostenemos es que el ser

    humano se mueve siempre jalonado por dos fuerzas: el ser y el deber ser, la necesidad y la

    libertad, la realidad y los sueos, y que renunciar a una de estas fuerzas nos llevara a concebirlo

    unilateralmente, de la misma manera que lo propone nuestro maestro; sin embargo, sostenemos

    que la tensionalidad se resuelve en cada una de las decisiones llevadas a la accin en contextos

    particulares y que cada uno es responsable de sus consecuencias. Detrs de toda accin hay una

    lnea divisoria que marca el sentido prxico de la tensin y la materializa; ste es el proceso

    necesario para encarnar el ideal en lo real, para hacer que las condiciones de lo real se mejoren

    gracias al ideal.

    Finalmente, tras la exposicin y a la luz de lo que Cerutti plantea como lo utpico operando en la

    historia, exponemos lo que para nosotros representa la naturaleza simblica de la utopa y de lo

    utpico. Cul es la naturaleza simblica de la utopa y lo utpico y cmo forma parte de la

    reproduccin cultural?. Para abordar estas preguntas incorporamos algunas propuestas de la

    antropologa y del psicoanlisis para explicar cmo en este proceso entran en juego factores

    conscientes, inconscientes, individuales, colectivos, la identidad de los grupos y su materialidad

    prctica y simblica, de tal manera que podamos articular la dimensin del sueo diurno,

    anticipatorio, con la estructura de lo utpico operando en la historia y en las culturas. La

    naturaleza simblica de la utopa y lo utpico es importante, porque es justo a partir de esta idea

    desde donde podemos salir de las paradojas de la concepcin positivista de la utopa entendida

    como modelo, es decir, dicho en otros trminos, que es posible y necesario pensar la utopa y lo

    utpico ms all del paradigma moderno.

    En el sptimo apartado, que es con el que damos por terminado este libro, presentamos

    primeramente lo que entendemos por utopologa y despus la articulacin de las propuestas de

    los autores analizados. Sostenemos que utopologa es una teora del cambio socio-cultural, sin la

    cual no puede hablarse propiamente de historia humana. Y que para abordar el cambio

    sociocultural hacen falta, al menos, cuatro niveles de anlisis que derivamos de las posiciones

    expuestas a lo largo de este estudio: nivel histrico-interpretativo (Ainsa), nivel epistemolgico

    (Hinkelammert), nivel discursivo (Roig) y nivel antropolgico-cultural (Cerutti).

    De la misma manera, es necesario marcar la relacin entre lo utpico operando en la historia y la

    accin concreta, nica va por medio de la cual puede encarnarse, realizarse el ideal en la

    materialidad social. Sostenemos que la verdadera dimensin utpica trastoca la realidad. En este

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    sentido, es importante subrayar la nocin de transformacin de la esfera intersubjetiva por el

    pensamiento utpico, segn Estela Fernndez; la esfera de la poltica como arte de lo posible,

    como lo plantea Hinkelammert; el concepto de poder-hacer y su enlace con la lucha poltica con

    bases ticas, de Raquel Gutirrez Aguilar; la relacin entre imaginacin y subversin y su papel

    en la historia, desde el punto de vista de Fernando Ainsa, y la estrecha relacin entre la utopa y

    lo utpico con la praxis (Roig, Cerutti).

    Para nosotros resulta claro que entre estos cuatro niveles de anlisis (histrico interpretativo,

    epistemolgico, discursivo y antropolgico-cultural) hay una estrecha relacin y que no es un

    vnculo externo ni mecnico. De hecho, en cada uno de los autores hay referencia a las

    problemticas abiertas por los otros. Vemos en esta articulacin, permtasenos usar la imagen de

    las muecas rusas, cada una queda guardada, subsumida (asumida y superada) por la otra.

    Cabe hacer una aclaracin metodolgica, ya insinuada en la descripcin de nuestra investigacin:

    las propuestas de anlisis filosfico de Horacio Cerutti nos ha servido como eje interpretativo,

    como clave de lectura, sin menoscabo de la posibilidad de rescatar las aportaciones del resto de

    los autores. Nuestro objetivo fundamental ha sido, por un lado, proponer una articulacin de los

    estudios histrico-filosficos sobre la utopa y lo utpico y, por el otro, pensar la utopa y lo

    utpico ms all del paradigma moderno donde ambos quedan reducidos a su manifestacin de

    gnero literario o de ingeniera social que simplifica la compleja manifestacin de la utopa y lo

    utpico a modelo inamovible, formal, fuera de la historia, necesidad frrea y deshumanizante, en

    su sentido ms despectivo.

    Aunque no profundicemos en el esclarecimiento de las consecuencias o presupuestos ontolgicos

    y epistemolgicos que se derivan de este estudio, asumimos a lo largo del trabajo, la ontologa

    del devenir cuya ms clara exposicin encontramos en Ernst Bloch y el concepto del ser como

    no-ser-todava (noch-nicht-sein). Sin embargo, a partir de nuestros cuatro autores queremos mirar

    a la historia humana como lugar del ser que deviene en tanto contingencia (o facticidad) y la

    condicin humana como concreta, individual o colectiva, como deviniente. Lo ms importante

    aqu es subrayar el carcter fluido del ser y su inacabamiento, que permite, justamente, incorporar

    el novum en su seno y con ello las esperanzas, los sueos y las utopas. En este sentido, el

    carcter utpico del ser humano permite abatir las fronteras y los lmites de lo que se cristaliza en

    la historia como hbito, norma o ley, como institucin, y nos permite considerar a la historia

    como el lugar donde el ser humano se gesta, se debate.

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    As pues, sostenemos aqu como tesis central que tanto la utopa como lo utpico son condiciones

    de la accin humana en la historia, que intervienen en los procesos de la reproduccin cultural y

    que forman parte del propio proceso de formacin y realizacin de las personas. Una cultura

    donde no cabe el futuro para sus miembros es una cultura que no existir por mucho tiempo,

    porque no asume su propia existencia histrica y porque no tiene como fin la realizacin plena de

    sus integrantes; por todo ello, necesariamente se justifica el derecho de anhelar y hacer posible la

    construccin de un mundo donde los seres humanos puedan concebir sus proyectos y actuar para

    su realizacin.

    Si bien queremos pensar la utopa y lo utpico ms all del paradigma moderno, concluimos que

    la crisis de la idea de progreso no supone la renuncia a buscar y luchar por la realizacin de la

    perfectibilidad humana donde se ponen en juego los fines de la existencia, la libertad, la

    pluralidad, el derecho a la diferencia y la trascendencia -apertura hacia lo nuevo- desde la

    inmanencia, que no significa para nosotros la prdida de la terrenalidad o historicidad, como

    tampoco la prdida de fines. As pues, sostenemos que no hay dimensin utpica sin el suelo

    tico desde donde se juzga el topos, la realidad, para proponer el u-topos, el ideal. Detrs de toda

    conducta utpica hay un fondo de valoracin desde donde se deciden los diversos derroteros

    humanos.

    Desde el punto de vista epistemolgico, apenas aqu se esbozan algunos trazos que nos permiten

    marcar un rumbo para futuras reflexiones, en tanto los aportes encontrados conducen a

    replantearnos la esfera del conocimiento humano, de la razn o del pensamiento, que no renuncia

    a pensar el devenir, el ser humano y su historicidad. Quiz lo ms adecuado sera afirmar que la

    reflexin filosfica sobre la utopa y lo utpico nos lleva a concebir, necesariamente, una razn

    ms all del eurologocentrismo y la primaca del concepto, para abrir sus posibilidades y dar

    cabida en el ejercicio mismo de la razn a la imaginacin y dentro de ella a la utopa y lo utpico.

    Sabemos que este esfuerzo por desanudar los amarres de la razn ilustrada, particularmente

    logocntrica, ha sido el proyecto de distintos filsofos que han llevado a cabo su crtica desde dos

    frentes: la crtica al positivismo decimonnico y la crtica al idealismo alemn. As, algunos de

    ellos nos brindan aportaciones filosficas que tendrn que sopesarse a la luz de las necesidades de

    pensar a la dimensin utpica. Por ejemplo, la filsofa madrilea Mara Zambrano propone la

    razn potica como resultado de la crtica a la idea de razn monoltica moderna; una razn as

    entendida da cabida a los sueos, a la imaginacin y a la dimensin utpica.

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    Nuestra utopologa, sin duda, todava tiene muchas limitaciones, pero creemos que es un primer

    esfuerzo por articular, sistematizar, algunos de los anlisis del tema en la regin. Queda,

    solamente, dejar que los lectores de estas pginas realicen su propio juicio.

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    CAPTULO 1

    Utopa o el gnero literario como punto de partida

    Un anlisis filosfico sobre la utopa, como es la pretensin de este estudio, nos lleva

    inmediatamente y como punto de partida a la explicacin del gnero literario. Digamos que ste

    es el ms elemental de los recursos con que cuenta nuestro propio imaginario cultural y, por ello,

    definirlo constituye nuestro primer paso. La palabra utopa ya nos evoca un mundo imaginarioque se antoja deseable, pero como mundo diseado por la fantasa, tambin nos mueve a tomar

    ciertas precauciones y distancias, no vaya a ser que empecemos a vivir de pronto como la mente

    de un demente lo decida.

    Pero es precisamente en el gnero literario donde encontramos, al decir de Horacio Cerutti, la

    clave para entender lo ms profundo, el corazn de la utopa misma, lo utpico. Dice

    textualmente el autor, que las consideraciones que se pueden hacer del gnero echarn luz sobre

    la estructura y la funcin misma de lo utpico histricamente operante (Cerutti, 1996; 96).

    Este primer acercamiento nos lleva necesariamente a dilucidar no slo el trmino de utopa, tal

    como todos los estudiosos del tema lo hacen, sino tambin algunas cuestiones concomitantes

    como, por ejemplo, la relacin del surgimiento del gnero con la modernidad y las crticas a sta

    que permiten condenar la utopa y secuestrar el futuro de la experiencia humana, mutilndola de

    un horizonte que le es consustancial, sin hacer una distincin entre la creacin del gnero utpico

    y los movimientos sociales y polticos que enarbolaron en la modernidad y enarbolan an, los

    ideales de liberacin, de democracia y de justicia social.

    Es importante en este primer captulo hacer una serie de distinciones conceptuales que

    abordaremos con mayor profundidad en los siguientes apartados y que problematizaremos en las

    partes restantes de la investigacin.

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    Preciso es poner de manifiesto lo que la expresin gnero utpico significa para nosotros. Para

    ello, retomamos la propuesta de Cerutti quien nos dice, en un brevsimo pero rico ensayo, lo

    siguiente:

    ...propongo entender [por gnero utpico] una obra de autor individual, el cual

    generalmente es integrante de la intelligentsia de su sociedad. La ambigedad, como bien

    lo seala Krotz, caracteriza a este gnero que no es ni exclusivamente filosfico ni

    literario pero que, sin embargo, pone en cuestin la historia entera de la filosofa mundial

    y tambin el imaginario plasmado en la literatura. (Cerutti Guldberg, 1991a; 137)

    Reproducimos hasta aqu esta cita, dejando pendientes otros rasgos que caracterizan, segn el

    autor, al gnero utpico. Solamente queremos resaltar por el momento que el gnero utpicotiene, en el lenguaje cotidiano, derechos de autor y, adems, es de una mezcla insospechada,

    como un hbrido que, al contrario de cmo lo define la botnica, puede engendrar algo, puede

    rebasarse a s mismo.

    El gnero utpico es un gnero literario, un tipo de literatura que alude a una obra especfica, con

    firma de autor y, por decirlo as, hasta con acta de nacimiento:De optima republicae statu deque

    nova insula Utopa, del santo y canciller Toms Moro (1478-1535), publicado en 1516; esta obra

    alude a lo utpico como un adjetivo que permite calificar a otras obras homlogas, como La

    imaginaria ciudad del sol (idea de una repblica filosfica) de Tomasso Campanella (1568-

    1639), publicada en 1623 y Nueva Atlntida de Francis Bacon (1561-1626), publicada

    pstumamente (Copleston, 1981). Ms adelante veremos que lo que define a estas obras es su

    estructura interna; por lo pronto avanzaremos hacia la elucidacin del trmino. Esta palabra es

    definida mediante un recurso de oposicin a una realidad positiva; esto es, siguiendo las

    aportaciones de Esteban Krotz, cuando:

    ...opuesto a lo real, a lo factible y lo viable aparece lo fantstico, el sueo diurno, lo

    utpico. Para ello no hay lugar: quienes lo cultivan estn en peligro de estar fuera de

    lugar.

    Exactamente esto es lo que significa la palabra utopa.

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    La novela del estadista y filsofo ingls Toms Moro sobre una isla imaginada de nombre

    Utopa, introduce en el siglo XVI esta palabra al vocabulario occidental. La etimologa es

    sencilla: topos es la palabra griega para lugar, mientras que el prefijo cambia su

    significado en algo as como no-lugar o sitio inexistente. Posteriormente, este trmino se

    ha hecho extensivo para designar a todo un gnero literario y, finalmente, a un tipo de

    pensamiento. (Krotz, 1988; 11).

    Heredamos el significado de no-lugar de la traduccin de Utopa hecha por Quevedo en el

    prlogo a la versin de 1627, realizada por Gernimo Antonio de Medina y Porres de la obra de

    Tomas Moro.( maz, 1980; 7).

    Hay que resaltar el acento que se coloca en ese no-lugardonde se pone la Utopa, ese no-lugar

    que escapa a nuestra experiencia inmediata de espacio y de tiempo, de donde se deriva una seriede dificultades como, por ejemplo, la de preguntarnos si es posible pensar ese lugar fuera del

    tiempo y de nuestra propia experiencia.

    Para Esteban Krotz, el modelo literario de las utopas es un tipo de novela poltica o la versin

    ms primitiva de lo que posteriormente se constituir con mayor claridad en las ciencias polticas.

    Constituyen intentos -dbiles y preliminares en ausencia de una ciencia social emprica y

    sistemtica- de anlisis crtico de las sociedades de sus autores. A travs de la

    construccin imaginaria de una anti-sociedad quieren diagnosticar las causas de la miseria

    y el descontento. Y as, la utopa esbozada se convierte siempre, de un modo u otro, en

    meta y objetivo [] La utopa en todas sus formas gira siempre en torno a dos polos: la

    sociedad actual y la sociedad nueva, la sociedad donde los valores fundamentales del ser

    humano no tienen el lugar que tienen en sus sueos desde siempre, y la sociedad donde se

    habrn convertido en las condicionantes fundamentales de toda existencia. (Krotz, 1988;

    12-13)

    Estos polos, ya lo haba dicho con otra terminologa Eugenio maz en su clebre introduccin a

    Utopas del Renacimiento, expresan la dialctica o, al menos, la relacin intrnseca entre la topa

    y la utopa, entre el suelo real y la realidad imaginaria, dialctica que nos lleva a explicar la

    necesidad de pensar incluso a la misma relacin entre los polos. Aunque expliquemos esta

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    relacin acudiendo al trmino de dialctica en un sentido bastante apresurado, deberamos

    detenernos profundamente en l, pues, es dialctica en el sentido hegeliano, dnde las

    mediaciones se dan por la contradiccin y, luego, por la Aufhebung, se produce un momento de

    positividad que, al mismo tiempo que se pone, se traspone de manera negativa a su punto de

    partida, inaugurando con ello un avance en el devenir humano? O se trata de un concepto de

    dialctica en el sentido de negatividad siempre presente que nunca puede resolverse?

    Topa y utopa expresan, al decir de Horacio Cerutti, la estructura interna del gnero literario, el

    momento de la crtica y el momento de la propuesta. Para Cerutti, Toms Moro no slo inventa el

    trmino utopa sino que, adems, su obra muestra la estructura misma del gnero utpico

    (Cerutti Guldberg, 1996; 96).

    Preciso es tratar en este punto las reflexiones de Alfonso Reyes en torno a la utopa, hechas en

    No hay tal lugar, conjunto de ensayos cuyo fin es trazar el cuadro de la literatura utpicade las tierras imaginadas.

    ...corresponde singularmente a las pocas de transicin brusca en que el poeta se adelanta

    al jurista e imagina, a lo novelesco una sociedad perfeccionada, mejor que la actual; una

    ciudad terica, soada, donde los conflictos del trato entre los hombres hallan plcida

    solucin; una frmula armoniosa en que el bienestar se asegura mediante el cambio

    completo de costumbres y leyes; un ensueo revolucionario, todo lo fantstico que se

    quiera, pero ndice claro y autntico de las aspiraciones generales o siquiera de las ms

    refinadas. (Reyes, 1963; 338)

    Llama la atencin, en la caracterizacin de Alfonso Reyes, la multiplicidad de sentidos

    subyacentes al trmino de utopa; el ejercicio del poeta se anticipa a la labor del jurista que

    juega a ser poltico y que organiza el mundo de los hombres y de las cosas a su gusto, segn

    sus determinados principios ticos o polticos, o incluso podramos pensar que se trata de un

    poltico que en sus ratos de ocio juega a ser poeta, construyendo en su imaginacin, libremente,

    sin ataduras, un mundo mejor, alternativo a su realidad social. Tambin, nos dice Reyes, en la

    literatura utpica, que enmarcamos como gnero literario siguiendo a Cerutti, el carcter

    intelectual -teortico- de la utopa se halla vinculado al ejercicio del soar, esto es, un trabajo

    intelectual en donde el abandono de las cargas subjetivas del sujeto no es condicin sine qua non

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    para su pertinencia, pretendiendo con ello alcanzar la objetividad. Por ltimo, el carcter de

    ensueo revolucionario al que alude Reyes, coloca a los seres humanos en una dimensin

    especfica como sujetos prxicos, transformadores de la realidad; no en la vigilia ni tampoco en el

    sueo profundo, sino en una dimensin limtrofe entre ambos, el ensueo, desde donde se

    clarifican las aspiraciones humanas de plenitud. Citemos nuevamente a Reyes:

    ...la misma estrella preside al legislador, al reformista, al revolucionario, al apstol, al

    poeta. Cuando el sueo de una realidad mejor se hace literario, cuando el estmulo

    prctico se descarga en invenciones tericas, el legislador, el reformista, el revolucionario

    y el apstol son, como el poeta mismo, autores de utopas. Y, al contrario, en el escritor de

    utopas se trasluce al gobernante en potencia: toda repblica perfecta requiere, como juez

    supremo a su inventor. (Reyes, 1963; 339)

    Cul es esta misma estrella que comparten legisladores, polticos y poetas?. Desde el punto de

    vista epistemolgico, cmo se vinculan estas diferentes actividades humanas (terica, poltica,

    potica) que se alimenta de la misma fuente?, compartir el mismo sueo hace que la distancia

    entre cada una de estas esferas sea superada? Ser que el trmino de teora en su sentido

    originario de Theorein despejar la visin para ver claramente la verdad- tenga una mayor

    amplitud semntica que lo que comnmente se entiende por concepto, en la herencia claramente

    moderna, sobre todo en su vertiente idealista (Begriff-e), o positivista en el que se simplifica

    demasiado el trabajo del sujeto desde el punto de vista de la generacin produccin o

    construccin- del conocimiento? Pero, adems, quiz la pregunta ms importante que podemos

    formular aqu es sobre el proceso que arranca de los estmulos cotidianos y prcticos y que llega a

    las invenciones terico-literarias. Adems, siguiendo todava a Reyes, quien afirma que Estas

    tierras imaginadas suelen dar origen a verdaderos descubrimientos. Buscando los pases mticos

    se da con Amrica (Reyes, 1963; 346) Cmo es posible que a travs de un camino no directo, y

    menos claro y distinto, se llega a tocar tierra firme y existente ms ac de la pura imaginacin?.

    Dos asuntos nos parecen de primordial importancia, cmo la imaginacin puede adelantarse a

    los descubrimientos? y cul es la relacin entre imaginacin y descubrimiento desde el punto de

    vista epistemolgico?. Cerutti lo explica, recreando a Reyes.

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    Amrica fue vocada, fue dicha como en una saga antes de ser experimentada. El presagio,

    el predecirla, fue un modo de condicionar su experiencia. Su ser tuvo que adaptarse al

    decir previo, el cul a su vez vena determinado por la imaginacin propia del llamado a

    (descubrir, inventar, encontrar?) conquistar con lujo de violencia estas tierras (Cerutti

    Guldberg, 1991b; 23)

    Utopa, como gnero literario, es definida por Cerutti como un ejercicio que rebasa los linderos

    de la filosofa poltica y penetra en lo literario (Cerutti Guldberg, 1991b; 23); nuevamente

    reaparece la imagen hbrida de la utopa; sin embargo, a pesar de su hibridez, es ms,

    probablemente por ella es que se gana un espacio propio, un espacio intermedio entre la filosofa

    poltica y la literatura. El gnero utpico nace, vive y se reproduce en esa tierra de nadie que

    yace entre ambos campos disciplinarios (Cerutti Guldberg, 1991b; 23), la filosofa poltica y laliteratura. En ese espacio brilla una estrella que gua al poeta, al legislador, al apstol y al

    revolucionario. Todos comparten su luz, todos la habitan de algn modo.

    A pesar de guardar estas preguntas para intentar responderlas ms adelante, debemos aclarar con

    mayor precisin la estructura del gnero literario, aunque algo se ha anticipado.

    La Utopa (utopa en el sentido del gnero) tiene dos partes, la primera es un diagnstico

    y la segunda es una propuesta teraputica, la cual muestra el estado normal o sano de la

    perfeccin y los caminos que podran conducir a l. Es la descripcin de un fin y unos

    medios adecuados a l. (Cerutti Guldberg, 1996; 96)

    La estructura del gnero implica dos vectores; por un lado, el diagnstico de la realidad

    social; por el otro, la propuesta o cura de ese mal. O de modo ms sencillo, implica el ser

    y el deber ser; el ser como realidad social carente de salud, enferma, y el deber ser

    constituido por los fines y los medios para componer ese estado de carencia o de errancia.

    Sin embargo, ninguno de los dos niveles tiene sentido propio sin su referencia al otro.

    Desarticular la estructura trae como consecuencia, nos advierte Cerutti, no slo la

    incomprensin de lo valioso del gnero utpico sino tambin de la presencia y funcin de

    lo utpico en la historia humana. Lo utpico del gnero utpico no radica en el

    diagnstico de la realidad, de su topa, tampoco en el mundo imaginario, en esos fines y

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    medios considerados abstractamente, ese no-lugar (u-topos) imaginado, sino que radica

    en la articulacin entre los dos momentos (Cerutti Guldberg, 1996; 97).

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    CAPTULO 2

    El gnero utpico y la modernidad

    El gnero utpico nace con los despuntes de la modernidad. Pero as como el ocaso de la

    modernidad no es el fin de la historia, as tampoco la crtica de la utopa entendida como modelo

    universal de organizacin social, sentido de la utopa ms all de la su expresin como gnero

    literario, o lo que comnmente se califica como fin de la utopa, puede ser o marcar el fin de loutpico, esto es, del deseo de transformacin de la realidad.

    El nacimiento del gnero utpico ocurri en el Renacimiento europeo, por ello se ha asociado

    comnmente la aparicin de la utopa (en el sentido de proyecto planificado de la sociedad) con

    la modernidad, y por eso tambin, como proyeccin de las polmicas en torno a la crisis de la

    modernidad, se ha decretado la muerte de la utopa en su sentido social y poltico.

    La crisis de la modernidad en todas sus esferas o el proceso de la desmodernizacin, como lo

    define Alain Touraine (1999) parece un hecho contundente.1 El resquebrajamiento del arco

    metafsico que va de Platn a Hegel expresa la crisis en la que se halla inmersa la razn

    occidental, razn dura, hegemnica y excluyente de otras formas posibles de racionalizacin

    (poesa, mitos, arte, religiones, costumbres y cosmovisiones articuladas por principios onto-

    lingsticos diferentes a las formas culturales europeas) y ha agrietado todas las certezas en el

    mbito de la tica, la poltica, la religin, la esttica, la economa, la sociedad y la historia. Como

    resultado de esta crisis, la posibilidad de pensar el futuro, ms all de la planificacin cientfico-

    tecnolgica, es decir, tica y polticamente hablando, ha sido secuestrada. Hemos ganado, es

    cierto, una conciencia ms clara de nuestra humanidad, de nuestras limitaciones y parcialidades,

    pero tambin hemos ganado conciencia de nuestras necesidades y de nuestras pocas, pero

    1 Por desmodernizacin refiere el socilogo francs al proceso de disociacin creciente entre el mundo objetivadoy el espacio de la subjetividad (Touraine, 1999; 14); dicho de otro modo, a la dislocacin entre las estructuras quetenan una funcin de cohesin social en la modernidad tales como el Estado, la Escuela, la Familia, los sindicatos y

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    ineludibles, posibilidades como hombres y mujeres particulares que actan, trabajan y desean una

    vida humana mejor.

    El fin de la historia como proceso unitario es una postura que poco a poco ha ganado terreno en el

    pensamiento contemporneo, de tal modo que se ha vuelto un lugar comn. Diversos autores

    asumen dicha postura para ofrecernos su visin de lo que verdaderamente nos ocupa, el aqu y el

    ahora. As, en Vattimo, por ejemplo.

    De hecho, el final de la utopa del rescate esttico de la existencia mediante la unificacin

    de lo bello con lo cotidiano se ha producido en paralelo, y por los mismos motivos, con el

    final de la utopa revolucionaria de los aos sesenta: a causa de la explosin del sistema,

    de la impensabilidad de la historia como curso unitario. Cuando la historia ha llegado a

    ser, de hecho, historia universal -por haber tomado la palabra, todos los excluidos, losmudos, los desplazados- se ha vuelto imposible pensarla verdaderamente como tal, como

    un curso unitario supuestamente dirigido a lograr la emancipacin. (Vattimo, 1989; 163)

    De tal manera, podemos sealar, que Vattimo, primero, considera el fracaso de la utopa como

    dimensin esttica de la existencia donde se unificaran lo bello y lo cotidiano, y luego nos ofrece

    ese fracaso como anlogo, por las mismas causas, al de la utopa revolucionaria de la dcada de

    los sesenta que pretenda lograr la emancipacin humana. La causa de estos fracasos es la

    impensabilidad de la historia como curso unitario y su raz de fondo es el que fcticamente la

    historia se ha hecho universal, pues ha emergido con total contundencia el reclamo de los

    condenados de la tierra que se despertaron del sueo dogmtico de la universalidad de la

    historia, dirigida desde siempre desde los polos hegemnicos del poder. Esta verdadera historia

    universal, desmonta, por as decir, las pretensiones de expansin y colonizacin de la cultura

    eurocntrica que se crey poseedora del nico camino que la humanidad deba seguir,

    imponindola a la realidad sin importar los medios a utilizar. Por esta razn, por haber puesto de

    relieve desde la palabra y las acciones, incluso el sacrificio de miles de vidas humanas, es que es

    impensable la historia en un sentido que, adems, se abrogue el derecho de llamarse universal.

    los procesos de subjetivacin de sus miembros, que es rebasada por los nuevos actores sociales emergentes:migrantes, mujeres, indgenas, desempleados, etctera.

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    Si no hay, ni sobre s misma ni ms all de s misma, un sentido de la historia, pareciera que nos

    hemos quedado desnudos y hurfanos frente a un presente marcado por el entretejido de muchas

    historias que hacen ms opaca y difusa su comprensin, echando por la borda con ello no slo

    otros posibles sentidos de la historia sino, adems, los ideales revolucionario de emancipacin.

    Pero adems, no podramos dejar de afirmar que ese juego entre la universalidad fctica de la

    historia dada por, como dice Vattimo, el hecho de que los excluidos han tomado la palabra y la

    imposibilidad de pensarla como proceso unitario ha sido, y sigue siendo, un derecho ganado con

    una perseverancia desgarradora y sin salir fcilmente de la lgica de la violencia por quienes

    descubrieron que es posible hacer la historia de otro modo, especialmente cuando su

    participacin en ella pueden llevar a dejar de jugar el papel de las vctimas.

    Desde esta perspectiva no slo ocurre la impensabilidad de la historia unitaria y universalmente

    vlida, sino tambin la muerte del sujeto universal que arrastra la crisis moral y metafsica de lahistoria que pone en entredicho el sentido del ser humano como tal, como ser histrico y

    contingente (Oate, 1989; 17). Pero, como dice Victoria Camps en tono interrogativo y al mismo

    tiempo propositivo, en el fondo de esta discusin ms bien, no es hora de abandonar la idea de

    que las conquistas de Occidente son un bien para todos?, (Camps, 1993; 87)2 que las otras

    muchas culturas tienen sus propios bienes (tecnolgicos, culturales, artsticos, de vnculos

    sociales) que incluso podran ser un bien para otros si stos las aceptan? o, dicho de otro modo,

    que el fracaso de la cultura occidental moderna, no es el fracaso de todas las culturas del

    mundo?

    Parece ms bien, en la posicin de Vattimo que, por un lado, el sentido de la historia como fin se

    ha reducido a la sobrevivencia del hoy y que, por otro lado, el secuestro del futuro, de la utopa y

    su asociacin con la idea de historia unitaria, expresa en realidad la crisis de la visin

    etnocntrica o eurocntrica de la historia. Por ello, podemos concluir en sntesis, que el

    agotamiento de la modernidad occidental no agota la utopa, tal como lo advierte Horacio

    Cerutti (Cerutti Guldberg, 1995; 263).

    La relacin entre modernidad y utopa, relacin en la que se hace identificar la razn del origen

    del gnero como de la caducidad la utopa revolucionaria, est cruzada por el concepto duro de

    razn, por el concepto fuerte de sujeto y la confianza en su poder creador. Desde el punto de vista

    2 De la misma manera, Horacio Cerutti afirma que la crisis de la razn que se pretende aparezca con pretensiones deuniversalidad, representa solamente la crisis de un tipo de racionalidad, la racionalidad occidental. (Cerutti Guldberg,1995; 262).

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    del gnero utpico, retomando lo que ya expusimos en la primera parte de este apartado, lo que

    encontramos es un uso hbrido, por as llamarlo, de la razn. Se trata de un uso que incluye a la

    racionalidad que se afana por acercarse a la realidad para comprender su funcionamiento, que se

    puede identificar con el primer momento crtico del gnero utpico, pero que tambin rebasa esta

    funcin descriptiva mediante el salto al no-lugar, a la parte creativa, ldica, poitica, de la

    propuesta. O, como deca Reyes, racionalidad que se localiza en la frontera donde el poeta y el

    legislador se iluminan por ella misma.

    Para analizar un poco ms la relacin entre el surgimiento del gnero utpico y la modernidad en

    la etapa del Renacimiento, es necesario enfatizar dos aspectos relevantes; en primer lugar, la

    afirmacin de un sujeto que planifica desde el poder, lo cual no quiere decir que se trate slo de

    una persona, nacin o Estado europeo, sino de un sujeto plural, no homogneo pero si

    hegemnico econmica y polticamente y que tiene un inters especfico frente a las Tierrasamericanas; y, en segundo lugar, la practicidad del gnero mismo que se expres en lo que Hans

    Jonas define como las polticas de las utopas (Jonas, 1995).3

    Veamos el primer aspecto con detenimiento. Ferdinand Braudel, en Civilizacin material,

    economa y capitalismo, siglos XV-XVIII, seala que la historia expresa la lucha entre

    civilizaciones cada una de las cuales se afana en conquistar mayor espacio para su desarrollo

    material y econmico. De tal manera, todas las polticas de colonizacin responden a este

    principio. As, por ejemplo, la tarda y efmera colonizacin del frica negra por las potencias

    europeas en el siglo XIX, o la conquista de Mxico y de Per por los espaoles: aquellas frgiles

    civilizaciones, culturas en realidad, se derrumbaron ante tan solo unos cuantos hombres. Pero en

    la actualidad estos pases vuelven a ser de nuevo indios o africanos (Braudel, 1984; 73).

    Bajo este esquema, donde se contrapone la nocin de cultura al de civilizacin, se coloca a la

    primera por debajo de la segunda, en un estadio inferior, no desarrollado, con relacin a la

    segunda que se mide por el desarrollo material y econmico, el cual, para seguir existiendo

    necesita casi naturalmente, devorar a las frgiles civilizaciones que se encuentra por el camino.

    En este proceso tanto las matrices culturales vencidas como sus expresiones culturales concretas

    con sus respectivos sujetos portadores, poco o nada importaron a los sujetos afirmados como los

    3 La nocin de polticas de las utopas significa para el autor un fenmeno absolutamente moderno [] quepresupone una escatologa dinmica de la historia otrora desconocida; ejemplo de este fenmeno son losmovimientos quiliastas que al comienzo de la edad moderna se afanaban en hacer patente y presente, positiva u

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    civilizados. Incluso en esta perspectiva, al igual que Vattimo anteriormente -respecto a la

    bsqueda actual de estos pueblos de su africanidad, indianidad o americanidad, marcado con

    mucha contundencia despus de la segunda guerra mundial, pero en algunos ya dadas desde el

    siglo XIX, como es el caso de la historia de nuestra Amrica- tiene como base la diferencia entre

    la civilizacin y la cultura donde la calidad de sta ltima se mide con respecto a los alcances o

    crecimiento de la primera. Por eso, afirma Braudel, una cultura es una civilizacin que todava

    no ha alcanzado su madurez, su ptimo, ni asegurado su crecimiento. Mientras tanto, y la espera

    puede ser larga, las civilizaciones vecinas la explotan de mil maneras, hecho natural aunque no

    justo (Braudel, 1984; 73).

    Es evidente que, desde el punto de vista naturalista de la dominacin, la historia se juega entre las

    civilizaciones que pueden competir en el campo de batalla por ganar ms y nuevos espacios;

    pero, desde el punto de vista de la resistencia, no slo son culturas no desarrolladas sino queposeen matrices civilizatorias de larga duracin, para utilizar una expresin de cuo braudeliano,

    presentes en la cotidianidad de los diversos pueblos que constituyen la Amrica india y la frica

    negra, con una larga data de autoarfimacin y revaloracin.4

    Conviene no dejar pasar por alto la diferencia entre civilizacin y cultura abierta por Braudel,

    pues es tema de debate. As, preferimos abordar el problema desde la perspectiva de Guillermo

    Bonfil Batalla.

    El Mxico profundo est formado por una gran diversidad de pueblos, comunidades y

    sectores sociales que constituyen la mayora de la poblacin del pas. Lo que los une y los

    distingue del resto de la sociedad mexicana es que son grupos portadores de entender y

    organizar la vida que tienen su origen en la civilizacin mesoamericana, forjada aqu en

    un dilatado y complejo proceso histrico. Las expresiones actuales de esa civilizacin son

    muy diversas: desde las culturas que algunos pueblos indios han sabido conservar con

    mayor grado de cohesin interna, hasta la gran cantidad de rasgos aislados que se

    distribuyen de manera diferente en los distintos sectores urbanos. (Bonfil Batalla, 1987;

    21)

    objetivamente, la llegada del reino de Dios a la Tierra. Estos conceptos de igualdad y justicia estn presentes, por loque son identificables con las utopas modernas. Jonas, 1995; 46 y ss).

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    As pues, para el antroplogo mexicano, la civilizacin es una matriz compartida que incluye

    todas las formas de entender y de organizar la vida, incluidos los conocimientos tecnolgicos,

    mdicos, astronmicos, las formas de organizacin social, los valores, los tejidos sociales, el

    legado cultural objetos y bienes materiales, territorio, recursos naturales, rituales-, etc. y las

    prcticas mediante las cuales esos saberes organizan la vida. Por ello, para Bonfil Batalla, el

    problema de los indgenas de Mxico y de Amrica no es solamente el problema de la

    confrontacin entre culturas sino la confrontacin entre matrices civilizatorias distintas.

    Con lo anterior hemos marcado nuestra distancia respecto a las afirmaciones que terminan siendo

    peyorativas de Braudel respecto a la madurez de las culturas no europeas; sin embargo, en dos

    tesis coincidimos con l; la primera, donde afirma que es la vida cotidiana o esfera de los

    acontecimientos mnimos que se repiten una y otra vez, pero nunca de manera idntica, el primercontacto con la compleja red de relaciones, donde se teje lo posible y lo imposible; y, la segunda,

    que afirma que en lo cotidiano se entrecruzan las cosas fabricadas por las necesidades de los

    hombres alimentos, bebidas, viviendas, vestimenta, etc.-, pero tambin que es en el lenguaje

    donde se patentiza la esfera del deseo que tiene como base a las necesidades, pero que va ms all

    de ellas. Es obvio que esta perspectiva de anlisis nos lleva a clasificar a los seres humanos de

    todas las culturas y las civilizaciones entre aquellos que pueden resolver la esfera de sus

    necesidades y deseos, y aquellos que no tienen la posibilidad de lograrlo. En ambos casos el

    deseo aparece; en unos, en forma de lujo o de comodidad; en otros, como el nico medio de

    llenar sus prioridades bsicas. Para fines de nuestra investigacin es importante reconocer que el

    proceso del desarrollo de la civilizacin material y econmica de Europa iniciada en el siglo XV,

    segn Braudel, pone al Nuevo Mundo como medio de resolver tanto las necesidades como los

    deseos de otros. Desde entonces, Europa empieza a devorar, a digerir el mundo. (Braudel,

    1984; 399)5

    4 En este sentido vale la pena analizar el trabajo de Kande Mutsaku Kamilamba, Desarrollo y liberacin: utopasposibles para frica y Amrica Latina (2003) en el que compara las historias del pensamiento filosfico y lasculturas africanas y latinoamericanas.5 Especialmente imponiendo una estructura de lo cotidiano que se ha sobrepuesto a las formas tradicionales de lasculturas de los espacios conquistados. El uso de un sistema monetario, fue, al decir del historiador francs, unmecanismo neutro mediante el cual el intercambio de bienes y servicios incluyendo al ser humano como cosaintercambiable- asegur este proceso. Pero no slo esto; a ello hay que agregar todo el proceso de imposicinsimblica (moral, religiosa, jurdica, esttica, etc.) que se impuso y se sigue imponiendo- como una forma deconquista cultural. Ver tambin, de Gruzinski, La colonizacin de lo imaginario: sociedades indgenas yoccidentalizacin en el Mxico espaol, siglos XVI-XVII, (1991).

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    Eugenio Tras, enLa edad del espritu, afirma que en el Renacimiento, el Hombre aparece como

    el gran artfice en razn de la liberacin de toda su potencia. De aqu que puede configurar un

    mundo, una ciudad, acorde a las exigencias de un espiritual fin libre y emancipado (Tras, 1994;

    447). Esta posibilidad de crear un mundo o una ciudad se relaciona directamente con el

    nacimiento del gnero utpico y la incorporacin en esa construccin del Nuevo Mundo. Tal

    ciudad se programa, primero, como ideal, como utopa y ciudad solar, o Nueva Atlntida, antes

    de constituir el modelo de la ciudad real del Nuevo Mundo (Tras, 1994; 447).

    En este sentido podemos afirmar, siguiendo a Eugenio Tras, que las utopas literarias que vieron

    la luz en el Renacimiento, cuyo estmulo mayor lo daba la incorporacin en el imaginario

    colectivo la realidad de las tierras ignotas, no estaban ausentes del imperativo tico de regresar

    al mundo de los hombres para transformarlo. La visin del mundo ideal tena, pues, un fin

    prxico y un topos posible donde poda hacerse real: el Nuevo Mundo. As, tambin nos loconfirma Eugenio maz al definir la poca de los utopistas renacentistas Campanella y Toms

    Moro: La poca de Campanella est bajo el signo de la revolucin copernicana como la de Moro

    lo estuvo bajo el de Amrica y las dos atravesadas por la razn de Estado (maz, 1980; 23). En

    este sentido, por un lado, la afirmacin de un sujeto (el hombre europeo, algunos por supuesto)

    que ve liberada su potencialidad de transformacin de la realidad est ligada a un concepto de

    poder hegemnico que arrasa y excluye a otros sujetos; y, por otro, que este poder tiene una

    estrecha relacin con los nuevos paradigmas cientficos que de su mano tecnolgica se han

    desarrollado fuertemente durante toda la modernidad y que, incluso, la han rebasado.

    Para concluir, podemos regresar a esa caracterizacin del gnero en cuanto a la funcin social y

    poltica de sus autores. Los utopistas, nos dice Tras, eran hombres polticos (Moro, Bacon

    mismo) y hombres con una fuerte capacidad cientfica (el caso de Bacon era excepcional) o

    religiosa (Campanella), cuyo fin ltimo, segn esta interpretacin, era reformar o transformar la

    realidad de su tiempo. Pero, y he aqu lo que ms nos interesa, una transformacin devenida no

    de un origen primigenio, sino del postulado ideal deseado que acta sobre su testigo y

    comunidad como utopa o como idea regulativa (en forma de Utopa, de Ciudad de Sol o de

    Nueva Atlntida). [El sentido de este actuar no se] sita en el origen del acontecer simblico sino

    al final de su curso y recorrido. No es un principio originario sino el horizonte finalstico y

    escatolgico que orienta la accin (Tras, 1994; 471).

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    Desde este punto de vista, Amrica constituir el topospara la realizacin de los sueos diurnos

    de los europeos. Pero de ninguna manera se planteara la posibilidad de que esta Amrica pueda

    poner en obra sus propios sueos, porque, por principio careca de ellos (Cerutti Guldberg,

    1991a; 10) segn el sujeto hegemnico. Sin embargo, cmo explicar, desde la problemtica del

    gnero utpico, que Amrica antes de ser descubierta fue soada, tal como afirm Alfonso

    Reyes? Cmo o a partir de qu vas o vericuetos intelectuales (preferimos utilizar aqu el

    trmino de intelectuales para no comprometernos de entrada y exclusivamente con un concepto

    de vas racionales cerrado) se pudo anticipar su existencia? Cmo se logr su presagio? Cmo

    fue nombrada como en una saga antes de ser experimentada? y cmo ese "presagio" fue un

    modo de condicionar su presencia?

    Cerutti nos da la pauta para responder algunas de estas afirmaciones. Esta Amrica fue invocada

    desde el imaginario social, desde un topos especficamente humano, desde una cultura especfica,lo cual significa, para nosotros, que la invocacin no fue realizada ex-nihilo, y, por otro lado, que

    este imaginario social responda perfectamente al principio poltico que se orientaba a la

    conquista y el dominio de todos los espacios (Cerutti Guldberg, 1991b; 24) geogrficos del resto

    del mundo, que empiezan a tener una finalidad estratgica para distintas naciones europeas desde

    el punto de vista econmico y poltico. Con este principio, a su vez, se ha caracterizado a la

    modernidad e identificado con ella a la Utopa por los excesos mediante los cuales, ahora, se la

    critica. El deseo, parafraseando a Cerutti, configur su propio objeto como una proyeccin

    incontrolable del inconsciente. Esta relacin entre sueo -ideal- y poder es la vertiente que se

    cuestiona en la actualidad para desterrar, para desarraigar a las utopas, para colocarlas

    exclusivamente en un terreno no real, puramente imaginario, utpico, irrealizable y condenadas,

    por una supuesta salud de la humanidad, por exceso de realismo, a su irrealizabilidad. Es ms,

    ni siquiera se juzga sobre la conveniencia o no de ideales, podemos idealizar o desear lo que cada

    uno quiera. El problema est en la violencia que supone la realizacin de esos sueos porque,

    como advierte Cerutti, esa utopa de la modernidad, ese evocar, ese anticipar, que concluy con

    la conquista de Amrica, se llev a cabo slo por medio de la violencia.

    Sin embargo, vivir en funcin de un lugar y un tiempo imaginarios ha sido condicin de

    posibilidad del existir humano. No hay historia sin esta dimensin trascendental (Cerutti

    Guldberg, 1991b; 24). Este no-lugar deseado, buscado, a veces conseguido, en cuyo origen la

    imaginacin juega un papel central, sin embargo, y a pesar de las crticas a la Utopa como ideal

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    universal de la historia que, sin duda, hay que hacer nuestro por eso de las hegemonas impuestas

    a otros, es condicin de posibilidad del existir humano. Es interesante considerar a este respecto

    la tesis de Arnold Gehlen, en cuanto al papel de la imaginacin que permiti al ser humano

    primitivo desarrollar su nido llamado cultura, a partir del cual y sine qua non pudo asegurar su

    sobrevivencia (Gehlen,1987).6 En este sentido, podemos aceptar con Cerutti que vivir es

    tambin vivir en lo imaginario, en lo que todava no es pero debera ser, en lo que estara bien, en

    lo que ojal fuese, en el mundo tico de la solidaridad, el amor, el hedonismo, el erotismo, la

    abundancia de lo suficiente para todos, la posibilidad de desarrollar capacidades propias y ajenas

    (Cerutti Guldberg, 1991b; 24).

    Con todo -aunque ms tarde se expondr con ms detalle cmo se pasa del gnero utpico a esta

    consideracin de lo utpico arraigado en los surcos a veces indefinidos, ambiguos y caticos del

    curso histrico en el planteamiento de Cerutti- es evidente que cuando se alude a este horizonteimaginario o simblico, cuya presencia ha condicionado y permitido el desarrollo del mismo ser

    humano en todas las culturas desde lo cotidiano, estamos lejos del gnero utpico. Estamos

    hablando de una realidad que pertenece a la condicin humana, histrica y contingente, de lo

    utpico operando y operante en la historia (Cerutti Guldberg, 1996; 97).

    Queda por dilucidar el carcter de este universo imaginario y simblico que ha acompaado el

    transitar histrico del gnero humano que somos y su manifestacin especfica en las distintas

    culturas. Queda tambin pendiente la revisin del significado de la utopa en tanto idea

    regulativa o dimensin trascendental y las implicaciones que este sentido, ya no de la utopa

    sino de lo utpico, tiene respecto a la propia capacidad transformadora de la realidad humana. Por

    ahora, quiz an no sea suficiente, pero s importante subrayar que, en palabras de Cerutti, la

    utopa tuvo, tiene, siempre tendr un topos. A partir de l se estriba y se dan mltiples saltos.

    Cuando el topos se agota cambia a un nuevo tpico y la historia de la utopa sigue avante como

    una especie de sombra compensatoria que acompaa a la historia, o sea, el devenir humano de

    estos seres que vamos siendo (Cerutti Guldberg, 1991b; 24).

    Amrica toda y dentro de ella, la nuestra, como precisaba Mart, ha tenido desde el origen del

    trmino utopa un sentido importante: su noticia misma anim los relatos y, adems, ha sido el

    6 Pero nos distanciamos de l en tanto que como pensador conservador sostiene que la ausencia de orden y de unamoral fuerte y tradicional es la causa de la decadencia de las instituciones. La imaginacin, que jug un papelfundamental en la humanizacin o aculturacin del ser humano, debe de considerarse importante no slo en el

    pasado sino tambin en el futuro de la humanidad.

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    topos de realizacin de esas utopas extraas a su historia y lugar, sus culturas autctonas, etc.

    As, por ejemplo, baste mostrar cmo Toms Moro en su Utopa hace que Rafael Hitlodeo, de

    origen portugus, viajara con Amrico Vespucio, a quien le pidi quedarse en una de las tierras

    encontradas por l, qu otras sino las americanas, que por algo ostentan su nombre todava? O,

    el caso de Bacon es mucho ms preciso en este punto al originar su relato, precisamente,

    refirindose a una ciudad americana, el Per (Moro, 1980 y Bacon, 1980). El autor que quiz ha

    llegado ms lejos en este punto es Ezequiel Martnez Estrada, quien sostiene que el espacio

    geogrfico y humano descrito en Utopa es la Cuba que Pedro Mrtir de Anglieria conoce,

    porque es acompaante de Coln en su segundo viaje (1493), mismo que presenta en lasDcadas

    del Mundo Nuevo (Cerutti Guldberg, 2000b; 361) que ya circulaba en dos versiones,

    previamente dadas a la luz antes de la obra del canciller ingls, esto es, en 1504 y en 1511.

    La aparicin del gnero utpico en la infancia de la modernidad tiene su base en una concepcindiferente de la organizacin social. sta ya no se teje mirando al pasado, a los mitos antiguos,

    sino al futuro y aunque con ellas se inventa un espacio imaginario, logran tener un referente

    concreto. As Turro Salvio nos dice que ese referente concreto descrito en las tres utopas ms

    clebres de la poca (Moro, Campanella y Bacon) es, en realidad, la racionalizacin del trabajo,

    del urbanismo, del Estado y de la propiedad privada, as como el pleno desarrollo de las tcnicas

    (Turro, 1985; 89). En este sentido, los factores antes aludidos, componentes de la razn moderna,

    poco a poco se van definiendo y articulando en lo cotidiano, en las nuevas formas de comida, de

    bebidas, de uso de recursos materiales originarios de las tierras colonizadas, etc. Por esto vuelve a

    ser importante para nosotros la crtica a la utopa como ideal de organizacin social, obviamente

    legitimado desde el poder hegemnico planteado como nico y universal, porque as entendida la

    utopa es explicable su asociacin con el autoritarismo pues, es bajo esta idea que se pretende

    racionalizar toda la vida social a partir de determinados principios considerados como universales

    (ascetismo religioso, tecnologas, normas morales, formas de pensar y producir conocimientos,

    criterios estticos, relaciones sociales y familiares, rituales, formas de la experiencia de la

    corporeidad, del gnero, etctera).

    A lo largo de este captulo vimos, desde luego, un desplazamiento del sentido de la utopa que va

    de su consideracin primera como gnero literario a la utopa como modelo perfecto de la

    sociedad, como aspiracin universal de la Humanidad y hacia la cual hay que acercar la

    realidad social concreta, sin importar los medios requeridos. Tambin problematizamos la idea

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    generalizada del fin de las utopas modernas revolucionarias y emancipatorias, como el fin de

    todas las utopas. As pues, slo nos resta decir que la crisis de la utopa occidental moderna,

    universalista y excluyente, no cancela la pertinencia de otras utopas, las cuales sin renunciar a un

    tipo de universalidad, al menos no excluyente o totalitaria, sean no slo deseables sino tambin

    posibles. Dicho de otro modo, es posible afirmar la utopa y lo utpico-, despus de la crisis de

    la modernidad europea?

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    CAPTULO III

    Funcin y tendencia utpicas: la aplicacin de la filosofa de la esperanza en la

    historia americana

    Con los elementos generales y mnimos dados hasta este momento, es posible avanzar ms

    por el camino que nos hemos trazado. Esto es, habiendo puesto de manifiesto la relacin

    entre el surgimiento del gnero utpico en la modernidad y la incorporacin de Amrica a

    la pretendida historia universal europea, cambiaremos la perspectiva de anlisis para

    resolver el horizonte simblico utpico de la historia de Amrica Latina, que es la regin

    del continente que nos interesa. Ciertamente, en este punto, la polisemia del trmino

    utopa nos obliga a ser ms sistemticos, porque los diferentes significados a los que

    alude van ms all de los marcos del gnero literario; esto es, en la historia de nuestro

    subcontinente aparece la utopa o el pensamiento utpico en estrecha relacin con la praxis

    poltica, ideolgica, literaria o religiosa; marcar sus lmites, no siempre es una tarea

    sencilla.

    La tesis que anima este apartado es utilizar la perspectiva utpica como herramienta o clave

    de interpretacin de la historia en general, pero de nuestra Amrica en particular. As lo han

    propuesto autores centrales en nuestra investigacin como Arturo Andrs Roig, Horacio

    Cerutti y particularmente en este punto Fernando Ainsa.1

    Horacio Cerutti, por ejemplo,

    propuso en la dcada de los aos setenta que la utopa fuera una de las categoras crticas

    en la hermenutica filosfico-poltica que Amrica [deba] realizar para liberarse (Cerutti

    Guldberg, 1973; 52); ella, entendemos, servira como una herramienta en el anlisis no

    slo del pasado sino, lo que es ms importante, del presente vivo, de los diversos proyectos

    que se ponen en juego en el mbito poltico. De otro modo, tambin podemos ponderar en

    1 Escritor y ensayista uruguayo; autor de Los buscadores de la utopa (1977), Identidad cultural de

    Iberoamrica en su narrativa (1986),Necesidad de la utopa (1990),De la edad de oro a El Dorado (1992),

    La reconstruction de l utopie. Essai (1997), entre otras obras.

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    esta propuesta la importancia de la historia de las ideas, tan cara para la tradicin filosfica

    iberoamericana y a la que varias generaciones se han dedicado, particularmente por la

    influencia que este estudio revesta para filsofos como Jos Gaos en Mxico y Francisco

    Romero en Buenos Aires y varias generaciones de discpulos, entre los que se cuentan

    Daniel Cosso Villegas, Leopoldo Zea, Luis Villoro, Carmen Rovira Gaspar, Rafael

    Moreno Montes de Oca y Abelardo Villegas, en Mxico; Arturo Ardao en Uruguay,

    Ricaurte Soler en Panam, Arturo Andrs Roig en Argentina y Augusto Salazar Bondy en

    Per, entre otros (Cerutti Guldberg, 2000b).

    Reconstruir la historia de las ideas utpicas en nuestra Amrica supone, por un lado, hacer

    una historia de las ideas de sujetos colectivos; por otro, analizarlas en su funcionamiento en

    el entramado social, ideolgico, poltico; en suma, comprenderlas en medio de la red

    simblica mediante la cual se entreteje de manera harto compleja la realidad social. La

    historia de las ideas subraya la funcin de las ideas en el decurso histrico, sin caer por ello

    en los brazos seductores de un idealismo historiogrfico o, quiz mucho peor, en las

    especulaciones de una filosofa idealista de la historia. Por el contrario, esta historia de las

    ideas utpicas plantea una historia donde el conflicto tiene un lugar propio y [donde] no

    solo se trata de la descripcin de las ideas dominantes (Cerutti Guldberg, 1989; 175), que

    son las que finalmente se han realizado en la historia a travs de las instituciones y los

    aparatos jurdicos, polticos, educativos o religiosos, aunque stas tambin, en sus primeras

    formulaciones, seguramente se opusieron a otras ideas objetivadas, frente a las cuales se

    hicieron hegemnicas. Por tanto, la labor de reconstruir la historia de las ideas utpicas en

    Amrica es de suyo una empresa que, aunque necesaria, rebasa los objetivos de esta

    investigacin. Para realizarla, tendramos que pensar ms bien que en una historia por eso

    del sentido nico y los mltiples recortes que supone el objeto a historiar, en una

    Enciclopedia de las ideas utpicas que incorporara todas sus posibles manifestaciones, todo

    lo cual exigira no slo una topologa ad hoc a la materia sino tambin la problematizacin

    de los grandes periodos y sus etapas. En virtud de esta complejidad que, ya lo decamos,

    rebasa el concepto de utopa como gnero literario, es que se han propuesto algunos

    criterios para rehacer los itinerarios de la Utopa en Amrica. Citemos la propuesta que

    Cerutti realiz en 1984, donde distingue, al menos, cuatro criterios con los que se hace

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    presente la utopa en Amrica: como horizonte, como gnero, como ejercicio y como

    funcin al interior del discurso historiogrfico (Cerutti Guldberg, 1989; 186).

    El concepto de horizonte utpico alude a lo axiolgicamente deseable de toda ideologa o

    programa de la praxis poltica, que empuja hacia la transformacin social, poltica,

    econmica, etc.; es un conjunto de valores articulados cuya no vigencia en la situacin

    presente, genera la movilizacin en pro de su adopcin (Cerutti Guldberg, 1989; 185).

    Como componente de la ideologa est sometido a su propio proceso de devenir: ascenso,

    triunfo y descenso; momentos distintos en los que el horizonte utpico tiene un sentido

    diferente.

    Como gnero se tendra que reconstruir la historia literaria de las ideas utpicas y

    explicarlas en funcin de su topos, de las mediaciones que las hacen posibles y que se

    hallan en la literatura latinoamericana. Baste mencionar tan slo el trabajo literario de

    reconstruccin histrica realizado por Uslar Pietri en Venezuela, quien ha hecho sus obras

    desde la investigacin y recreacin de las ideas utpicas que han marcado el ritmo de la

    historia de su pas y regin.2

    El ejercicio utpico alude a las prcticas revolucionarias que invierten o superan las

    estructuras de la intersubjetividad, tales como los proyectos de comunidades quilisticas,

    milenaristas, anarquistas, comunitarias y hasta revolucionarias, que construyen espacios

    pblicos y privados, la mayor de las veces experiencias reducidas y que tienden a

    desaparecer por causas de persecucin y aislamiento. Estos ejercicios utpicos

    comunitarios han sido vistos en muchos casos como inspirados por el deseo de llevar a la

    prctica las sugerencias aparecidas en textos de gnero utpico (Cerutti Guldberg, 1989;

    186), como por ejemplo, Los hospitales pueblo de Don Vasco de Quiroga, en la regin

    lacustre de Ptzcuaro, Michoacn, las reducciones jesuitas en el Paraguay, el movimiento

    de recuperacin del ideal incario por Tpac Amaru, los levantamientos indgenas, etctera.

    Y comofuncin al interior del discurso historiogrfico porque esta tarea de reconstruccin

    del pasado intelectual no est libre de valoraciones que se ponen en juego implcitamente

    en la propia labor de reconstruccin: para qu se hace?, desde dnde se hace?, qu entra

    2 Para el caso mencionamos su libro En busca del nuevo mundo (1969). En el artculo titulado Simn

    Rodrguez. Entre la ficcin y la historia, incluido en el libro colectivo El ensayo Iberoamericano,

    perspectivas, nos permitimos desarrollar esta idea sobre la obra de Arturo Uslar Pietri, autor de la excelente

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    y qu no entra en la historia del pensamiento utpico?, cul es el sentido de la historia

    misma?, etc. Todo esto puede sintetizarse en la pregunta, para qu hacer la historia de las

    ideas que, finalmente, no se realizaron en la historia por ser eso, utpicas, y que

    seguramente tampoco se van a realizar en el futuro?

    Para nosotros es, precisamente, Fernando Ainsa quien ha realizado una tarea permanente de

    investigacin por ms de 30 aos y quien ha usado a la utopa como categora de anlisis

    historiogrfico. En diversas obras ha puesto de manifiesto que la historia de Amrica

    Latina puede leerse en clave utpica. Desde el marco interpretativo del filsofo de la

    esperanza, Ernst Bloch, el autor uruguayo recorre las diversas etapas de nuestra historia

    sealando las mltiples manifestaciones de lo utpico. Citemos en extenso:

    En efecto, la historia de Amrica Latina es en buena parte una historia de esperanzas, de proyectos,

    pero en general de esperanzas frustradas, de utopas no realizadas, a veces apenas esbozadas pero

    cuya tendencia y latencia resultan indiscutibles, especialmente si se la compara con otras regiones

    del mundo. En Amrica Latina, la esperanza ha sido siempre superior al temor y a las frustraciones

    que provoca la dura confrontacin con la realidad y se ha traducido en la indiscutible vigencia de la

    funcin utpica en expresiones que van de las artes a la filosofa, de planteos polticos a

    experiencias alternativas, cuyos sucesivos modelos forman parte de la intensa historia del imaginario

    subversivo universal. (Ainsa, 1990; 18-19)

    Saltan a la vista conceptos como tendencia, latencia, funcin utpica y la asociacin de

    determinados sueos o esperanzas con el concepto de modelo, entre otros, como impulso

    utpico, sueos diurnos, etc. Estas categoras fueron acuadas por Ernst Bloch en su obra

    El principio esperanza (1959) y tomadas por el filsofo uruguayo para el anlisis histrico

    de las utopas en la historia de Amrica Latina.

    EnEl principio esperanza, obra cumbre del filsofo judo alemn, estos conceptos articulan

    su filosofa, tanto desde el punto de vista ontolgico como epistemolgico y antropolgico.

    Desde esta ltima perspectiva, lo que caracteriza al hombre es el impulso derivado de su

    carcter carencial, que lo empuja a desear, a cubrir su falta. Contra la tesis freudiana de

    privilegiar los impulsos sexuales, Bloch plantea los impulsos de la conservacin,

    especialmente del hambre, como el punto de partida no slo de la historia humana sino de

    reconstruccin literaria de la vida de Simn Rodrguez, filsofo caraqueo (1769-1854), titulada La isla de

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    la estructura del ser humano que anhela, suea o espera. As, para l, la propia

    conservacin con el hambre con su manifestacin ms tangible- es el nico entre los

    varios impulsos que realmente merece este nombre, es la ltima y ms concreta instancia

    instintiva referida al sujeto (Bloch, 1977; 52). Lafuncin utpica es para Bloch un acto de

    conciencia.

    Solo cuando la razn comienza a hablar, comienza, de nuevo, a florecer la esperanza en la que no

    hay falsa. El mismo todava-no-consciente tiene que ser en su acto consciente, y por su contenido,

    sabido: como aurora aqu, y como algo alboral all. Y con ello se llega al punto en el que

    precisamente la esperanza, ese peculiar afecto de espera en el sueo hacia delante, no aparece ya []

    tan slo como un movimiento circunstancial del nimo, sino consciente-sabida, como funcin

    utpica. (Bloch, 1977; 133)

    El sueo hacia adelante, a diferencia del sueo nocturno, se caracteriza por cuatro rasgos:

    libertad, yo mantenido, mejora del mundo y viaje hasta el final. Los productos de la funcin

    utpica son representaciones de la fantasa, las cuales no son mera repeticin de lo ya

    sabido o conocido sino que anticipan psquicamente lo posible marcado con el carcter de

    nuevo y mejor. La funcin utpica como actividad consciente sabida implica ampliar los

    mrgenes de la conciencia humana, pues desborda los lmites de lo real como inmediato y

    efectivo