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V. Ni Héroe Ni Villano - Mauricio Tenorio Trillo

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V. Ni héroe ni villano - Mauricio Tenorio Trillo

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    V. Ni hroe ni villano1 julio, 2015

    Mauricio Tenorio Trillo

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    Porfirio Daz muere en el exilio en Pars Gobernante de Mxico por 30 aos muere calladamente en elmodesto apartamento en que viva NO FRIENDS AT BEDSIDE. Esposa, hijo y nuera sus nicosacompaantes (The New York Times, 3 de julio de 1915). Daz haba muerto en Pars la tarde del 2 dejulio y los diarios del mundo hacan eco de la noticia, la cual robaba espacio a los reportes de guerra enEuropa, Rusia y Mxico. No era slo que haba muerto otro caudillo tropical, era que se les mora una eray, entre el polvo y humo del derrumbe, la prensa mundial, con nostalgia, por momentos vislumbraba elporte de esa estabilidad seorial, de esa apostura de para siempre tan de los retratos del emperadoraustrohngaro Francisco Jos o de Otto von Bismarck o de la reina Victoria o de Porfirio Daz. Y elhuesero de todos stos fue objeto de culto y discusin en las respectivas historiografas, as como lasreliquias en las historias de santos y parroquias.

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    Por una semana The New York Times dio pormenor del destino de los huesos del viejo dictador, del finalsolitario, del entierro en la iglesia de Saint-Honor lEylau (tiempo despus los restos fueron llevados alcementerio de Montparnasse). Parece ser que el viejo ex aliado de Jurez, con la mortaja, volvi a sustiempos de ex seminarista, peda confesin y, dice Martn Luis Guzmn, recibi la bendicin apostlica.Con el paso de los das la prensa estadunidense report los intentos de repatriacin de los restos de Dazva Estados Unidos. Circul en los peridicos un telegrama de Victoriano Huerta que peda larepatriacin del cadver de Don Porfirio: Daz cometi errores, por supuesto, pero el bien que hizo le haganado ser clasificado de gran hombre, de genio El pueblo mexicano debe regresar sus restos adescansar en tierra natal. The Washington Post no dijo menos: su recuerdo ser venerado por todoMxico y se le erigirn memoriales en todas las ciudades que l ayud a florecer y ser prsperas. EnBarcelona La Vanguardia public el largo obituario de Jos Esgofet que conclua: Y eso le llamaban lalibertad? pensara el caudillo en sus ltimos momentos. Pues antes de que eso llegue me voy. Y sefue, se muri en el momento ms oportuno. De Mjico haba huido por no ver; del mundo se marcha porno or. Era un hombre extraordinario, cuya vida est llena de aciertos no vino la muerte sorprenderle: lacert morirse. Hasta la muerte fue en l un acierto!

    Eso para el mundo. Para Mxico, Daz hubiera acertado ms si se hubiera gusanado a tiempo: despus dehacer algo de lo grande que hizo, pero antes de hacer nada ms. Suena a despropsito, pero era as: parael mundo Daz tena aura de estadista, el nico mexicano que alcanz tal fama en el siglo XIX. Simpleignorancia de la prensa internacional, sin duda, pero no porque sea menos la de la historia patria queaprendimos en la escuela. Daz tena tal reputacin no obstante la mala prensa mexicana o las cidascrticas publicadas por el influyente Muckraker journalism de Estados Unidos J. K. Turner, por ejemplo.Porque para 1915 a la figura de Daz, como a la de la reina Victoria o a la del emperador Francisco Jos, seadhera un entendimiento sobre el tiempo y la historia: el culto al progreso y el orden despus de dcadasde guerras, la nostalgia por un periodo de estabilidad mundial, de ferrocarriles y comercio internacional, detratados de paz y equilibrio de poder, de mano dura pero sensible, de devocin, pero tambin de miedo ala democracia. Y Daz ms personaba todo aquello porque era visto como un Bismarck, s, pero en la junglala admiracin a Daz tena mucho de racismo (Daz: lo que los tropicales pueden dar at their best, lo quese merecen). Pero la muerte de Daz en 1915 haca ms memorable la era que se saba perdida, esa quems brillaba en la oscuridad de las trincheras europeas, las revoluciones en Mxico, Portugal o Rusia, ladebacle del viejo imperio otomano, la cada del imperio austrohngaro y la violencia obrera en las grandesciudades. Sin embargo, de nostalgia, me temo, vive la reputacin de prceres menos tropicales; para finesdel siglo XX, Antonio Cnovas del Castillo o Porfirio Daz ya eran olvido del mundo, en tanto que elemperador Francisco Jos, el ingrato hermano de Maximiliano, la nostalgia lo hace parecer ms grandecada da.

    La prensa internacional que cubri la muerte de Don Porfirio mal predijo la manera en que Daz serarecordado en Mxico. Nada de monumentos ni dulces recuerdos, antes bien, a cada tanto resurge lacontroversia de los huesos del dictador, sos que, ajenos y calmos, se pudren en Montparnasse. Y siguesiendo un lugar comn afirmar que Daz es ora el hroe incomprendido ora el antihroe esencial de lahistoria patria. Ha habido y habr torcida para ambos bandos. Un duelo de sombras, creo. Daz, en verdad,ya tiene su lugar en la historiografa, ya impuso en la posteridad lo que cualquier gran personaje histricopuede esperar, a saber, de todo, y en constante recalibrar, menos indiferencia.

    Cualquiera que ha examinado a Daz y su era desde la investigacin seria no ha conocido ni el odio ni elamor absolutos y ha dejado escrito esto: s pero no, no pero s. Alrededor de Daz, en la buena y vastahistoriografa, todo es discusin, duda, ambigedad. Por descontado que no es de libros de texto,estadunidenses o mexicanos, que hablo cuando digo que no es necesaria la calavera para tener a Daz enel lugar que le corresponde en la historia nacional. Ya lo tiene, slo hay que releer, en cada nuevopresente, los muy distintos puntos de vista de Ricardo Garca Granados, Francisco I. Madero, FranciscoBulnes, Andrs Molina Enrquez, Jos C. Valads, Daniel Coso Villegas, Luis Gonzlez, Friedrich Katz oEnrique Krauze, entre otros muchos. Ah estn ya los colores para pintar al Daz que requiere nuestropresente.

    Daz no cuenta an con una biografa ms o menos definitiva (ojo: es slo mi opinin), pero si se trata desentir, de hacer sentir el peso de Daz y lo que l significa en el presente, creo que tenemos lo necesarioen la buena historiografa del porfiriato. Algunos historiadores de Daz y su era fueron porfiristas de

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    bandera desplegada, otro fue antiporfirista en armas, la mayora quera odiarlo y al estudiar al viejo y surgimen no le levantaron monumento la buena historia comienza a respirar en los archivos y sucertificado de asfixia es el monumento. La historiografa ha revelado lo ms cercano que tiene la historianacional a un juicio historiogrfico que, cuando riguroso, siempre mezcla admiracin y repulsin, moral ypragmatismo, respeto y condena. Ante Hidalgo o Iturbide, simples trasuntos, no escasearon pasiones quelos hicieran hroes o antihroes. Tambin con Daz, pero el personaje y su obra se impusieron a laspasiones en lo mejor de la historiografa de una u otra tendencia; los buenos historiadores que lo amabanno dejaron de sealar errores, crmenes; los empeados en odiarlo, dejaron volmenes de evidencias de suforjar Estado y nacin.

    Eso s, Daz era bueno para maicear intelectuales y no es de sorprender las muchas biografas laudatoriasde publicistas a sueldo, como la de J. Godoy o la del editor cataln Santiago Ballesc, a quien el rgimenencarg las grandes publicaciones oficiales. Entre 1880 y 1915 se publicaron ms de 250 libros dedicados aDaz, en espaol, en francs, en ingls o en alemn, la gran mayora laudatorios. Pero Daz no poda, nifalta que haca, maicear y controlar su imagen en el mundo.

    A partir de 1908 empiezan a surgir balances del hombre y su obra. Antes de los dos primeros estudios

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    importantes de Daz y su rgimen el de Ricardo Garca Granados (Historia de Mxico desde larestauracin de la repblica en 1867 hasta la cada de Porfirio Daz, primera edicin de 1918), y el deFrancisco Bulnes (El verdadero Daz y la Revolucin, 1920) se publicaron los ms influyentes cierres decaja del porfiriato: La sucesin presidencial en 1910 (1908) de Francisco I. Madero y Los grandesproblemas nacionales (1909) de Andrs Molina Enrquez; el primero, un libro que, querindoseantiporfirista, result ser el primer reconocimiento desapasionado del hombre y su obra. El reclamo bsicode Madero ante Daz eran las ltimas reelecciones, la incapacidad de compartir el poder en un juegoelectoral ms abierto. El de Molina Enrquez fue un libro que sin ambages afirm lo funcional que haba sidoel porfirismo, aadiendo, porfiristamente, lo que a su entender debera seguir: un pueblo, una nacin y unEstado mestizos. Para principios de la dcada de 1940 Jos C. Valads, un periodista e historiador deslidas credenciales revolucionarias, publica la primera seria, muy seria, historia del rgimen de Daz (ElPorfirismo: historia de un rgimen, 1941-48). Se trata de una impresionante investigacin que denunciamatanzas y represiones pero tambin resalta el crecimiento econmico, la estabilidad, la astucia poltica dePorfirio Daz, las verdaderas opciones a las que Daz se enfrent.

    Por su parte, don Daniel Coso Villegas y su equipo alrededor de la Historia moderna de Mxico dedicaronvarios tomos al porfiriato. Don Daniel llam al periodo, no sin asco, el necesariato y despus de variosvolmenes no le qued ms que confesar su ambivalencia ante el rgimen. No ocult su admiracin aLerdo de Tejada o a Jos Mara Iglesias, al menos por el apego a la legalidad, pero a punto y seguidoescribi: sin embargo, el gran delito del que finalmente se le acusaba [a Lerdo] era no haber mantenido lapaz que tanto ansiaba el pas. Para Coso Villegas el golpe de Daz en 1876 signific que por la primeravez en los diez aos de la repblica restaurada, una revuelta haba triunfado, por la primera vez, tambin,haba cado un gobierno legtimo. Y, dice Coso, si bien Daz no acept la constitucionalidad que le ofrecaIglesias, Lerdo e Iglesias tambin son anticonstitucionales. Iglesias haba prescindido del ttulo depresidente de la repblica al abandonar Mxico. Y as por varios tomos. Para fines del siglo XX, EnriqueKrauze caa en los mismos tonos matizados de Don Daniel y en Krauze el mstico de la autoridad, Daz,resulta ser el estratega que hace mucho bien y mucho mal al pas. En fin, la historiografa, la buena, noslega esta imagen: ante Daz, precaucin!, no se deje al alcance de los nios, trtese con cuidado, tienetanto de terrible como de admirable. En fin, se trata de nuestro nico personaje, importante, no ignorable,de historia de carne y hueso. Por qu?

    Porque Daz apersona las certezas, tambin las dudas, los ideales, tambin el pragmatismo, que an nostocan en el siglo XXI: democracia, desigualdad, paz/justicia y la posibilidad de virtud personal en la poltica.Y en casi todo esto, la buena historia nos dice, Don Porfirio cuenta y no queda ms que re-conocerlo, estoes, volverlo a conocer.

    La irona no tiene lmites: el antihroe indiscutible de dcadas de libros de texto producidos por un rgimenantidemocrtico fue Porfirio Daz y por antidemocrtico, por reelegirse, por mentir, por mantener a balazosun orden afrancesado en contra del verdadero pueblo democrtico. Pero el hroe impoluto de esos librosde texto era Benito Jurez, como deca Bulnes, el intransigente, el hroe de la guerra contra el imperiopero incapaz en la reconciliacin, como Sebastin Lerdo de Tejada, del que, deca Valads, no saba nisuperar ni perdonar a sus enemigos. Pero Daz era un Jurez ms adecuado a los tiempos, capaz de tranzary reconciliar. Era tan oaxaqueo como Don Benito de hecho, nunca pudo ganar la presidencia a balazoshasta que la muerte de Don Benito hizo posible que los aguerridos y armados serranos de Oaxaca leotorgaran su apoyo, y desde Tuxtepec Daz conquist el poder en 1876. Daz era tan hroe militar o msque Jurez contra el mariscal francs Achille Bazaine el cobarde por excelencia en la historia francesa porsu papel en la guerra franco-prusiana (1870-71), el mismo que acus a Daz de faltar a su promesa deunirse a las tropas imperiales (un pcaro en la guerra, as era Daz). Ms irona: la heroicidad de Jurezque repetan los libros de texto de la Secretara de Educacin Pblica haba sido patrocinada por PorfirioDaz y Vicente Riva Palacio. Pero de democrtico poco, Daz o Jurez. Daz, pues, villano, porantidemocrtico.

    Sin embargo, al analizar con cuidado al hombre y su rgimen los historiadores, los buenos, algunosliberales y demcratas, otros no tanto, encontraron tres cosas que no disculpaban al personaje pero que lohacan mucho ms huidizo al juicio moral. Primero, que el rgimen fue militantemente una poltica no

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    democrtica de reconciliacin. Se mataron enemigos, pero sobre todo se logr la reconciliacin, nodemocrtica, incluso en contra de las leyes de Reforma y de la Constitucin, con todo tipo de grupos yfacciones, con la iglesia, con Estados Unidos, con Francia. Ninguno de los historiadores clsicos del rgimendeja de reconocer que por medios no democrticos se lleg a la reconciliacin que Mxico no habaconocido a lo largo de su vida independiente, pero para algunos eran medios sucios para llegar a finesbuenos, incluso democrticos; para otros, eran porqueras que destruan la pequeita semilla liberal-democrtica que haba plantado la repblica restaurada y que esclavizaban a Mxico al estallido violento,tarde o temprano.

    Segundo, los historiadores constatan que Daz mantuvo siempre la aspiracin democrtica, sosteniendoelecciones a todos los niveles por 30 aos, incluyendo un cambio en el Ejecutivo amaado y horrible en1880. Valads deca que las elecciones porfirianas no eran un ejercicio democrtico sino una importanteconsulta poltica. Madero, como Limantour en el exilio, sostena que si tan slo Daz se hubiera ido en 1906su heroicidad hubiera estado a salvo. Finalmente, las historias revelan que la democracia como tal, enMxico o en el mundo, hasta bien entrado el siglo XX, no haba sido ms que variaciones de la versinporfiriana: un ideal y un terror que haba que controlar; esto es, democracia: ideal, peligro.

    Daz fue contemporneo de la lucha por la democracia en Estados Unidos que hasta antes de la guerracivil, con esclavitud y fraude generalizado en el norte, difcilmente poda ser ms que ese ideal peligroso. Lacruzada populista en la dcada de 1890 y la de T. D. Roosevelt en contra del poder econmico en lasinstituciones estadunidenses eran la aspiracin democrtica que justamente en las elecciones de 1876 fuederrotada por el miedo intrnseco a toda consideracin de la democracia en el siglo XIX. Lo que hoyreconocemos como democracia electoral fue pospuesta en Estados Unidos hasta la dcada de 1960 a travsdel convenio de 1877 que hizo posible que Estados Unidos no se embarcara en otra guerra civil, aunqueello significara un porfirismo regional, en el sur, y otro local en el norte (Chicago, Boston). El ideal/peligrode la democracia explican que Roosevelt intentara una difcil reeleccin y dijera de Daz es el ms grandehombre de Estado hoy vivo y ha hecho por su pas lo que ningn otro hombre vivo ha hecho por ningnotro pas, y esta es la prueba suprema del valor del sentido de Estado (statemanship).

    Daz tambin fue contemporneo de las complicadas, y limitadas, reformas electorales de Gladstone yDisraeli en el Reino Unido que hasta entonces haba mantenido un rgimen no de igualdad democrticasino de reparto de privilegios en la aceptada y deseada desigualdad. Disraeli lo deca en las discusiones quea fines del siglo XIX produjeron la primera gran ciudadanizacin de los sbditos britnicos: No vivimos, sinembargo y confo que nunca ser el destino de este pas vivir, bajo una democracia. Tambin Dazlleg al poder al mismo tiempo que la Restauracin espaola con su rgimen de turnos pacficos entrepartidos, comandado por muchos aos por Cnovas del Castillo (un Don Porfirio espaol o al revs, Porfirioun Cnovas mexicano). Es decir, Don Porfirio se revela a los historiadores no como un ejemplo de porquerapara el mundo, sino como un ejemplo del mundo porquera en Mxico. De ah que la relectura de lahistoriografa clsica revele un Daz a veces necesario otras abusivo, a ratos indispensable, a ratossimplemente como lo que haba, en Mxico o en el mundo.

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    Fue la paz, ms que la democracia o que la represin la Franco o la Stalin, la que mantuvo al rgimeny sirvi de principal moneda de cambio en el mercado poltico, no slo en el porfiriato sino en la Gilded Agenorteamericana, en la Espaa canoviana, en la Tercera Repblica francesa o en la Argentinaseudodemocrtica de fines del siglo XIX. Y ante esa paz la historiografa no pudo ms que matizarla.

    La frase pax porfiriana es ms mito por lo que el latinazgo quera denunciar (falsedad), que por loinexistente que fue. Es decir, es ms mito creer que entre 1870 y 1920 la paz eterna kantiana fuera, uno,posible y, dos, apreciada, es ms mito que el hecho de que la pax porfiriana no fue una pacificacin sinprecedente en la historia del Mxico independiente. Para 1884 Porfirio Daz quera decir paz, y de eso nohaba duda, no porque hubiera paz, no, sino porque lo que se entenda por paz tena visos de existencia. Lapaz interna no significaba la no represin, dura, de maleantes, enemigos o periodistas cinco, dice Bulnes,que pagaron con su vida. La paz significaba limpiar de cuatreros los caminos, evitar rebeliones y ejercitarla violencia dura y selectiva contra los yaquis o mayas o ah donde se ofreciera. Cualquier historia regionaldel periodo entre 1870 y 1910 revela que el campo era endmicamente violento y que a partir de 1880, dealguna manera, pueblos, ciudades y caminos se pacificaron. Incluso las historias de la guerra de castas ode los yaquis hablan de que con Daz se pacificaron muchas regiones antes en guerra. La explicacin essiempre la violencia de Don Porfirio. El problema es que violencia siempre hubo y nunca antes se

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    pacificaron. Lo que los historiadores empiezan a ver en esas historias regionales es que la horrorosademocracia porfiriana formaba clientelismo, reparta paz, dineros y palos, y lograba una o dos dcadas depaz; siempre sin poder desarmar a los enemigos, siempre un mientras tanto. Deca Bulnes que Dazintent desarmar a los serranos de todas partes, pero no pudo y dej 300 mil hombres armados por todo elterritorio, frente a los 22 mil soldados del ejrcito regular y los dos mil rurales. La paz porfiriana para losporfirianos y antiporfirianos del momento, no fue un engao; fue una endeble negociacin cuya durabilidadla haca ms deseable pero no menos vulnerable. Don Porfirio, pues, aparece como una difcil paz quepermiti la inversin hasta entonces desconocida en ferrocarriles, comercio internacional, desarrollo urbano,inclusive crecimiento demogrfico, datos que no pasan desapercibidos al ojo del historiador.

    Pero adems, como mostr Coso Villegas, Daz result ser un hbil estratega internacional en tiemposdifciles para una nacin que haba sufrido medio siglo de invasiones y ataques imperiales de todo jaez.Resulta que Daz estuvo al borde de la guerra contra Estados Unidos y Guatemala en varias ocasiones, perosupo mantener el balance ms o menos honroso. No hay historia en que Daz no aparezca en escena comoun simple guerrillero astuto y ambicioso, de relativa baja estirpe (ex seminarista, saba leer y escribir, sabalatn), un guerrillero que recibe de los juaristas de Juchitn, en una caja, o en una mula, el cuerpo de suhermano Flix, con signos de tortura y mutilado los muy delicados juchitecos se ensaaron con l sloporque les haba quemado el pueblo y lazado y arrastrado al santo patrn del pueblo. Una escenadespus, Daz ya ha pactado con los asesinos de su hermano (1876). Para el segundo acto, el personaje seha afrancesado con su ltima esposa, hija de la elite mexicana, y empieza a ser un actor a todo color enel drama de la historiografa mexicana: un militar que sabe mantener la calma y parsimonia para dejar saliral barn de Magnus de la ciudad de Mxico para servir en la defensa de Maximiliano en el sumario juiciode Quertaro; un militar que intenta, cual caudillo decimonnico, derrotar a Jurez, para luego usurpar lalegalidad ante Iglesias que, deca Valads, no saba que la gente viva aconstitucionalmente. Para elfinal de la obra, Daz tambin es el estratega que est en Brownsville, Texas, en 1876 comprando armas ynegociando el apoyo texano, o negociando en Washington, a travs de hbiles asesores, para calmar losimpulsos imperiales de la admiracin Hayes, y luego aparece recibiendo en la ciudad de Mxico, cual granseor y en santa paz, al ex oficial de las tropas invasoras norteamericanas, al ex presidente Ulysses Grant,al tiempo que controla las reivindicaciones territoriales de Justo Rufino Barrios en Guatemala sin ir a laguerra. Cuando el teln cae, la figura de Daz es la de un adusto viejo vestido de militar, smbolo degobierno, Estado y nacin, cargado de las condecoraciones de urbe et orbi. Todo esto fue una farsa o ungran drama? Hay para caer en ambos calificativos.

    En el exilio, Don Porfirio recibi entusiastas ofertas para radicarse, de Alfonso XIII en Espaa, del kiseralemn, de la repblica francesa; permaneci en Pars. Era un reconocido sobreviviente de la cochina pazque el mundo haba mantenido entre la guerra franco-prusiana (1871) y la Primera Guerra Mundial. Aunquefuera un mito su pobreza en el exilio bastantes amigos y buenos y ricos haba hecho en 30 aos de poder, la historiografa no puede concluir que fue un ostentoso, un caudillo tropical vendido a los gringos o alos franceses. Deca Valads que el porfiriato en efecto fue una fiebre de contratos a extranjeros (sobretodo mineros y ferrocarrileros), pero que no haba otra opcin. Y Bulnes sostena lo que la historiografams reciente ha comprobado: que las compaas ferrocarrileras estadunidenses perdieron ms de lo queganaron. Daz, pues, con su pax se impuso en la historia como uno de los generales de la paz que elmundo aoraba en el Pars de su muerte, el de 1915.

    Porfirio Daz no ha logrado entrar en ninguna historia como un gran maestro de la redistribucin y lajusticia social. Pero sa, en Mxico, es una historia casi sin escenas, casi sin personajes. Su poltica detierras favoreci la concentracin en ciertas partes (el norte) y pospuso da a da los problemas de tierrascon negociaciones de un mes o de una dcada, aplicando a discrecin las leyes de Reforma, o con laamenaza de la represin o con los asesinatos entre caciques locales en las regiones donde la tierra habaestado en disputa desde la Colonia. Lo que la historiografa ms reciente revela es algo que la historiografaclsica ve pero no acierta a nombrar: la debilidad de Daz, eso es lo que lo llevaba a negociar, no la virtudcvica.

    Su poltica de educacin cre cuadros de maestros y universitarios cuya importancia nunca super losconfines de las principales zonas urbanas. Pero la ciudad de Mxico volvi a ser una gran ciudad letrada,

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    como no haba sido desde el siglo XVIII. El ejercicio de la justicia era discrecional pero existente, unaamplia burocracia judicial haca las de amortiguador de conflictos sociales, siempre discrecionalmente.Valan ms los acuerdos personales entre grupos locales y nacionales que la ley y la justicia. Esto revela lamejor historiografa: un Daz cual duro pero austero rey medieval al que todas las facciones recurran enltima instancia. La edad, las fallas de memoria, fue el principal enemigo de ese sistema diseado pararegir al pas como un rancho de varias familias pero que, por su propio xito en estabilidad y desarrollo,estaba creando una poltica de masas.

    La historiografa tambin denuncia el afrancesamiento de Daz y su rgimen. En realidad eso quiere decirdos cosas, las dos reales y bien documentadas: la modernizacin y el acatrinamiento. Lo primero, cultural oeconmicamente, es siempre un beso envenenado en la historia, no importa si lo que se moderniza es elsur rural de Estados Unidos o Catalua, Turqua o Japn, siempre produce el mismo relato: la defensa dealgo autntico y real, de alguna manera bueno y comunitario, y el rechazo de lo falso, industrial,cosmopolita, usurero, francs, americano, occidental. El trado y llevado afrancesamiento, lo he repetidohasta el cansancio, no era un querer ser francs, sino moderno, y el porfiriato no lo logr como decaTurner pero para 1910 el pas era ms moderno que nunca antes. Nada que hacer. Si Daz hubierainstituido la democracia y el Estado de bienestar, digamos, de un pas europeo del siglo XX, de cualquierforma hubiramos tenido el pleito por el afrancesamiento. El acatrinamiento, eso s que la historiografa nose lo ha perdonado, y no es de perdonar; antes bien, es de tomar leccin: cuidado, andamos por lasmismas.

    A partir de la dcada de 1890, por la edad o por su dependencia en los nuevos cuadros tecncratas que elporfiriato mismo haba creado, Don Porfirio dej caer el comando de la cultura nacional, e incluso de lapoltica, en manos de catrines insensibles a lo vernculo, a lo local, aunque l siguiera negociando conrancheros, arrieros, indgenas y catrines de toda ralea. El costo del acatrinamiento est al centro del estilo yla naturaleza de las reivindicaciones de la Revolucin o est en la sangre, saqueos y revanchas de la luchaarmada. Los hermanos de armas de Don Porfirio, los sucios lderes locales que sirvieron de intermediariospolticos, se fueron muriendo y con el rgimen acatrinado Daz comenz a enviar catrines de ciudad agobernar estados cual hacendados en ausencia. Sigui la guerra.

    Ante este Daz la historiografa no escatima crtica porque Daz, en efecto, crey que ese pas poda serms moderno pero inmune a los cambios de las sociedades modernas que poco a poco iban inventando loque rigi en el mundo a partir de 1930, el Estado distribuidor. Pero el juicio moral no termina ah: con todoy su acatrinamiento, bajo el rgimen de Daz se sintetiz la versin ms acabada y duradera delnacionalismo liberal mexicano, se que sirvi, o que an sirve, si sirve, de conciencia popular nacional.Ninguna historia pasa por desapercibido que eso de lo que hemos vivido mestizaje, indigenismo, maicearintelectuales, promover a la nacin en el mundo, la mexicanidad misma son de estirpe porfiriana. En otraparte lo he dicho: la retahla aquella del mestizaje, el indigenismo, el estatismo, la mexicanidad, lareescritura de la historia esas y ms piezas del nacionalismo mexicano, para 1940 sufrieron unametamorfosis; pasaron de metforas con mayor o menor peso cultural, esttico e histrico a metforas deun Estado de bienestar, amplio, corrupto, corporativista y ms o menos en funciones.

    De qu hilo cuelga la buena fama de Porfirio Daz entre los norteamericanos?, se preguntaba J. K.Turner, uno de los ms influyentes crticos de Daz, del nico hecho de que ha destruido a su pas, y loha preparado para que caiga fcilmente en poder del extranjero. Porfirio Daz cede a los norteamericanoslas tierras de Mxico y les permite que esclavicen a su pueblo; por esto es, para aqullos, el ms grandeestadista de la poca, hroe de las Amricas y constructor de Mxico. Por mucho tiempo, este BarbarousMexico (1910) fue punto de referencia para entender al personaje: un Daz malvolo, cruel, poderossimo y,sobre todo, vendido a los Estados Unidos. Todo lo cual, como siempre en lo que tiene que ver con Daz, sy no. Porque lo cierto es que la vida de Daz no se presta a ser pintada con brocha tan gorda.Independientemente de la grandiosidad del personaje, su vida fue realmente una saga de novela; Daz esde esos que hubieran podido decir de cierto: yo que tantos hombres he sido. Y no porque en las cajas ycajas de cartas, fotografas y documentos no se puedan encontrar telegramas, s, de esos de mtalos encaliente, sino porque tambin se encuentran millones de solicitudes de trabajo y ayuda, cartas deagradecimiento de ilustres catrines o de la gente ms humilde entre las posesiones de casas de vecindad,

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    en testamentos y demandas judiciales, me he encontrado el registro foto autografiada de Don Porfirio ycada hacienda tena un leo del dictador. La vida, las pasiones, del personaje Daz no dan para entregar unvillano o un hroe de caricatura.

    En las historias de Valads, Coso Villegas, Friedrich Katz, Krauze o en el estudio que ms ha podidoreparar en la vida personal y familiar de Daz El exilio (1993) de Carlos Tello Daz se revela un seraustero, astuto, prfido, hombre de familia que aoraba la vida humilde oaxaquea y que viva conparsimonia su crcel de estatidad. Quiz maana una gran biografa del personaje nos revelar que era unmillonario enriquecido por todo tipo de contratos, que adems de masn era catlico de misa diaria enprivado, que era un mujeriego de cuidado y un, no s, como Madero, espiritista o dado al culto satnico.Aun as, sera menos compleja, menos enigmtica, la imagen de ese personaje que nunca se levant unaestatua, que parti al exilio, antes de los balazos en serio, por miedo a la intervencin norteamericana, quepermaneci en la nostalgia de una generacin de mexicanos en la msica popular o en las pelculas comoMxico de mis recuerdos (1943) o Yo bail con Don Porfirio (1942)? Qu se le va a hacer, nada mstentador que hacerlo un Stalin o un Santa Anna, pero el personaje noms no se deja.

    Dicen que Don Porfirio, agonizante, llamaba a su madre o a su hermana o a su primera esposa. Vamos,como cualquier abuelo. Lo que asombra es que evocar desde el Pars de la Primera Guerra Mundial, conMxico en revolucin sus valles de Oaxaca de antes del ferrocarril, la electricidad y el telgrafo era comoaorar el mundo de tres glaciaciones atrs. La buena historia no ha podido ms que dibujar la complejidadde este personaje entre glaciaciones histricas.

    Daz siempre dijo que la historia lo juzgara. Lo ha juzgado. El veredicto: de inocente nada; culpable?,seguro!, pero (lase la historia). Cualquier tirano, o cualquier santo, si inteligentes, pedira lo mismo deClo. Y qu hay de sus huesos? sos slo le daban reuma; si Montparnasse o Oaxaca tanto da. Ojaldescansaran en tierra bruta, donde los trille el ganado, reposo que el dictador hubiera apreciado.

    Mauricio Tenorio TrilloHistoriador. Su libro ms reciente es Culturas y memoria: Manual para ser historiador.

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    1. Benedicto3 julio, 2015, 10:36 pm

    Que buen artculo. Aunque dentro del ni fu no fa, es la tendencia historiogrfica de ahora. La Paxprofiriana, la mejor parte.

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