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UNIVERSIDAD NACIONAL PEDRO RUIZ GALLOFACULTAD DE CIENCIAS HISTÒRICO SOCIALES Y EDUCACIÒN
CÉSAR VALLEJO EN EL SIGLO XXI:APROXIMACIÓN HOLÍSTICA A SU PERIPLO VITAL, SU
PROCESO POÉTICO Y SU COMPROMISO POLÍTICO
M.Sc. NÉSTOR TENORIO REQUEJOProfesor Principal – FACHSE – UNPRG
César Vallejo ha muerto, le pegaban / todos sin que él les haga nada; / le daban duro con un palo y duro / también con una soga; / son testigos /los días jueves y los huesos húmeros, / la soledad, la lluvia, los caminos…
Y CÉSAR VALLEJO se nos fue muriendo a pedazos, todos los días, poco a poco, hasta
que se nos escondió ya del todo, definitivamente, un 15 de abril de 1938, en un París
lluvioso, un viernes santo, a las nueve y veinte de la mañana, en una clínica del
Boulevard Arago, y se murió, según Juan Larrea, escritor español, testigo del hecho,
“sin aspaviento alguno, dignamente, con la misma dignidad con que había vivido”
(1963:80). Al decir de Luis Monguió, al mirar una fotografía de la cabeza andina de
César Vallejo en su lecho de muerte, surgen en la memoria las decisivas palabras del
romance lorquiano: “y se murió de perfil. /Viva moneda que nunca/se volverá a
repetir” (1963: 81).
I. PERIPLO VITAL
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“Todos fueron muriéndolo”
UN verso rotundo de Magda Portal (1965: 196). Primero se murió en Santiago de
Chuco, un pueblito andino del Perú profundo, perteneciente a la provincia de
Huamachuco, departamento norteño de La Libertad. En este modesto valle serrano,
agrario, pecuario y minero, asentado a una altura de 3,115 sobre el nivel del mar,
nació nuestro César Vallejo, en el seno de una familia numerosa: él cerraba la prole de
once hijos de don Francisco de Paula Vallejo y doña María de los Santos Mendoza. Ha
quedado ya como fecha precisa de su nacimiento el 15 de marzo de 1892. Advino al
mundo en la casa paterna, en el barrio Cajabamba, calle Colón N° 96. La familia Vallejo
Mendoza era socio-económicamente perteneciente a la clase media, semiburguesa en
una provincia rural. En tiempos buenos vivían aceptablemente, incluso pudieron hacer
profesionales a tres hijos (Víctor, Néstor y César); y en tiempos menos favorables,
pasaron muchas estrecheces, llegando al extremo de no poder sufragar el modesto
alojamiento y manutención en Huamachuco del pequeño César cuando tuvo que
asistir a la escuela secundaria. Fue alumno estudioso y aprovechado que siempre
obtuvo notas superiores. En 1911 o 1912 estuvo por Lima, enviado por su hermano
Víctor, para que estudiara Medicina o Ciencias en la UNMSM. Esto no prosperó, más
bien empieza a laborar en unas haciendas de La Libertad y en Huánuco y. a veces,
asumía como preceptor particular de los hijos de hacendados.
V allejo también fue muriéndose en Trujillo . Entre los 21 y 26 años de edad. Acá lo
vamos a tener matriculado en 1913 en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional. Termina sus estudios en 1915 graduándose como Bachiller con
la Tesis “El Romanticismo en la poesía castellana”. Simultáneamente de 1915 a 1917
cursa estudios de Derecho. Su grande amigo Antenor Orrego, expresaba que Vallejo
“Era él un humilde estudiante serrano, con modestas ansias de doctorarse” (1963:32).
Para cubrir sus gastos entra a ejercer la docencia en el Centro Escolar de Varones N°
241 y en el Colegio Nacional de San Juan. En el primero, en el boletín Cultura Infantil,
publica sus primeros escritos que eran poemas didácticos para mejor hacer entender a
los niños temas abstractos. En el San Juan tiene como alumno al futuro gran novelista,
Ciro Alegría. 1915 es el año en que el “CHOLO, así lo llamaban sus amigos, se incorpora
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a la dinámica literaria de la ciudad; es integrado al Grupo Norte, un colectivo
bohemio, irreverente y revolucionario que buscaban “renovar, conmover, poner al día
su tierra y su cultura que consideraban atrasada” (1963: 37). En este Grupo Vallejo
comparte inquietudes con José Eulogio Garrido, Antenor Orrego, Alcides Spelucín, Juan
Espejo, Oscar Imaña, Macedonio de la Torre, Federico Esquerre, Francisco Xándoval,
Víctor Raúl Haya de la Torre. El tiempo y la historia han consagrado a este conjunto de
destacados intelectuales como los que “habían de conmover el ambiente no solo de
Trujillo sino de todo su país en los campos de la literatura, del pensamiento y la acción”
(1963: 36). Es en esta ciudad de estirpe colonial, aristocrática y tradicional en donde
Vallejo define su vocación literaria. Poemas suyos comienzan a ser publicados en los
diarios locales, “La Industria” y “La Reforma”, que despiertan gran interés y hacen
conocido a su autor en círculos especializados de Trujillo y Lima, empezando a recibir
elogios por su producción lírica. Esta etapa va a cerrarse perfilando a un creador que
empieza a desatarse de influencias ajenas para ir burilando una poesía personal, es
decir, Vallejo cuando deja Trujillo para marchar a Lima es un Vallejo trazando ya los
inicios de la inconfundible y potente lírica vallejiana.
EN 1918 Vallejo continúa muriéndose en Lima. Un 27 de diciembre de 1917 el
poeta se ha embarcado en el puerto de Salaverry rumbo al Callao porque sentía que
era muy necesario, para cumplir su destino como creador, buscar otros ámbitos para
otras voces. Llega a la capital casi como un completo desconocido. Acá es
“descubierto” y fraternalmente acogido por tres de los mayores escritores peruanos
de entonces: Abraham Valdelomar, Manuel González Prada y José María Eguren. Los
tres elogian su poesía. En agosto de 1918 muere su madre, a cuyo entierro no pudo
asistir. Inicia amistad con José Carlos Mariátegui, llegando a colaborar en la revista
Nuestra Época fundada por aquél en junio de 1918. Luego lo haría en Amauta. Para
sobrevivir en la capital, ejerce la docencia primaria en el Colegio Barrós, escuela
particular. En 1919 hace lo mismo en el Colegio Nacional de Guadalupe; en 1920 lo
cesan por reducción de personal y por ser interino. Se da tiempo para estudiar Letras y
Derecho en la UNMSM. Prepara la edición de su primer libro de poesía, “Los heraldos
negros”, el mismo que finalmente ve la luz en julio de 1919 (sale sin el prólogo
ofrecido por Valdelomar). Por estos años, Vallejo, al igual que otros destacados
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intelectuales contemporáneos suyos, empieza a interesarse por las corrientes políticas,
sociales y filosóficas que soplaban del lado de la revolución mexicana y de los
movimientos revolucionarios europeos. Es creciente en él la firme decisión de marchar
a París. Antes de concretar esta exigencia espiritual, resuelve regresar a su tierra natal,
para despedirse de los suyos y visitar la tumba de su querida madre. Así lo hace; entre
julio y agosto de 1920 se ve envuelto en unos confusos incidentes locales entre grupos
rivales que terminan de manera violenta; como consecuencia, Vallejo es apresado
junto a muchos más. Un 6 de noviembre de ese año ingresa a la cárcel, en donde
permanece por un tiempo de 113 días saliendo en libertad condicional un 24 de
febrero de 1921. La carcelería del poeta originó un movimiento de protesta de los
intelectuales, estudiantes universitarios y el periodismo, que no paró hasta conseguir
el propósito de sacarlo de la prisión. Esta ingrata experiencia lo marcaría de manera
imborrable y se convertiría en una cantera creadora en su producción literaria: la
mayor parte de los poemas de “Trilce” y los cuentos de “Escaalas Melografiadas”
llevan la impronta de la prisión y la soledad. Ya en Lima, con el cuento “Más allá de la
vida y la muerte”, en diciembre de 1921, gana un concurso organizado por la Sociedad
Cultural “Entre Nous”; con el premio económico costea su inminente viaje a Europa y
la edición de su segundo libro, Trilce, en 1922. Al igual que lo sucedido con su primer
libro, este otro llega ante la indiferencia de la crítica y en el mayor vacío. Vallejo
defiende su libro, lo considera como su “mayor cosecha artística” (1963: 128). El
silencio y la frialdad que cubren su libro apuran la partida del poeta al viejo mundo.
Pero antes, publica dos libros de prosa narrativa: “Escalas Melografiadas” (cuentos) y
“Fabla salvaje” (novela corta). Y sabiendo lo que hacía, en junio de 1923, parte hacia
Francia, a París, considerada siempre como la capital permanente del espíritu artístico,
centro del fervor revolucionario de las nuevas estéticas; va acompañado de su amigo
Julio Gálvez. De esta manera Vallejo se despedía físicamente del Perú, nunca más
retornaría. (“todos fueron muriéndolo/ y antes y siempre/ la roja llaga del
Perú/sangrándole/ por todos los costados” (1965: 196).
V allejo arriba a la Ciudad-Luz un 13 de julio de 1923. Empieza un periplo difícil, duro,
atenazado siempre por la miseria y el hambre. Se seguía muriendo a pausas, a
retazos. Y él con su gesto terco de “pervivir, de vivir y sufrir” (1965:197). Se junta con
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otros peruanos amigos: Alfonso de Silva, Ernesto y Gonzalo More, Macedonio de la
Torre, Percy Gibson; conoce al poeta chileno Vicente Huidobro y al español Juan
Larrea. No tiene un trabajo regular sino hasta 1925 en que lo consigue en la Empresa
de los Grandes Periódicos Ibero-Americanos; su situación mejora aún más cuando
empieza a colaborar permanentemente en las revistas Mundial y Variedades, ambas
de Lima, con artículos sobre la realidad política, social y cultural de Europa. En 1926,
junto con Juan Larrea, editan la revista Favorables París Poema, escribiendo al lado de
Huidobro, Pablo Neruda y otros exponentes de las corrientes innovadoras. En 1927
conoce a Georgette Philippart. En 1928, después de superar una “profunda crisis
intelectual y filosófica”, adhiere plenamente al marxismo-leninismo, analizando todos
los fenómenos de la época a la luz de esta ideología. Realiza viajes a la URSS. También
llega a Berlín, Leningrado, Moscú, Praga, Viena, Budapest, Florencia, Roma, Génova,
Piza. En 1929 envía artículos para el diario “El Comercio”, de Lima. En 1930 se reedita
en Madrid su libro Trilce, de gran importancia para que su obra sea conocida en
Europa. Acusado de comunista, es obligado a dejar Francia. Viaja a España, con
Georgette, como refugiado político en Madrid. En tal situación, es testigo de la caída
de la Monarquía y el nacimiento de la República; ingresa al Partico Comunista Español;
da inicio a una febril actividad político-literaria, su trabajo intelectual está al servicio de
la lucha revolucionaria. En 1931 publica El tungsteno y Rusia en 1931. Reflexiones al
pie del Kremlin. Escribe el cuento infantil Paco Yunque. En 1933 está nuevamente
como residente en Francia, donde otra vez lo atenaza la miseria y el hambre, la
pobreza extrema (1933-36). Paradójicamente, a más carencias más labor literaria y
política. Escribe dramas: Moscú contra Moscú, que luego se llamaría “Entre las dos
orillas corre el río”; “Piedra cansada”, “Los hermanos Colacho”. De igual manera,
escribe los ensayos: “El arte y la revolución” y “Contra el secreto profesional”. Todo
lo cual queda inédito. En 1936 España se desangra en una Guerra Civil; Vallejo se
entrega por completo a la causa popular española y contra la insurrección franquista.
Funda el Comité Ibero-Americano para la defensa de la República Española. En 1937
viaja a Barcelona y Madrid, asistiendo en Valencia al II Congreso de Escritores
Antifascistas; llega hasta los frentes de lucha de Madrid. Todos los agitados y últimos
años parisinos y españoles han ido mellando su salud; la entrega apasionada a la causa
revolucionaria ha generado en Vallejo una “sequía poética”, la misma que va a ser
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revertida a fines del año 1937 a través de un inusitado “desborde lírico” traducido en
las composiciones que conformarán los libros póstumos: “Poemas humanos” y
“España, aparta de mí este cáliz”. En verdad, un solo libro: libro-clausura, libro-
testamento, que cierra su vida y su obra. En marzo de 1938 Vallejo cae enfermo y ya
no vuelve a recuperarse. Él mismo había escrito en un poema: “¡Dejadme! La vida me
ha dado ahora en toda mi muerte”. El poeta tuvo la entereza de no correrse de la
muerte (“Me moriré en París con aguacero/ un día del cual tengo ya el recuerdo”). En
efecto, no se corrió porque sabía -también lo escribió- que “Sólo la muerte morirá”.
Ciertamente, César Vallejo, así, después de muerto, “SU CADÁVER ESTABA LLENO DE
MUNDO”.
II. PROCESO POÉTICO
“Hambre de hombre integral”
Desde que Vallejo se nos murió ya del todo en París con aguacero, miles y miles de
páginas, inmensos ríos de palabras atraviesan y seguirán surcando su persona y su
obra. Se diría que su voz lacerada habita entre nosotros, que está plantada en medio
de la vida. Que su canto crece y crece en su convocatoria turgente. Multiplicidad de
puertas pueden ser abiertas para asomarnos a su orbe artístico. Vallejo es un tema
inagotable, pareciera que bordeara el infinito. En estos meses y días de 2014,
tenemos a un Vallejo más telúrico y magnético, más rotundo y fresco en su aire
escrito, gozando de su lozanía a 76 años de su muerte.
¿Por qué la insólita vigencia del arte vallejiano? ¿En qué puede consistir esta
fuerza comunicativa? ¿En virtud de qué razón seguiremos leyendo su
construcción estética? ¿Por qué conserva su fuerza creadora, su vitalidad? ¿Por
qué la lámpara vallejiana sigue y seguirá iluminando los cuartos oscuros? ¿Cuál
es el secreto que imanta al lector de cualquier latitud?
Inquietudes –entre otras más- que pueden ser jalonadas para reflexionar en torno al
símbolo potente Vallejo. En esa línea, necesitamos de modo imperativo trazar calas
puntuales en su proceso creador para sumar iluminaciones explicativas del sentido de
su contumaz y renovada permanencia y el porqué de su jerarquía de clásico, acaso
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el más alto poeta en lengua castellana de todos los tiempos y uno de los hitos
firmes de la literatura universal en cualquier idioma.
Quienes tienen un trato frecuente con la poesía de Vallejo, quienes se hayan
sumergido en su maravilloso torrente, de inmediato descubren que la gran fuerza
centrípeta es el HOMBRE. El lector como que es impelido a recorrer una poesía en
donde el hombre Vallejo habla descarnadamente del hombre Vallejo: con
insistencia, con desesperación está hablando del ser del hombre, de su naturaleza, su
destino, su interioridad emocional. El eje de su arte, el gran soporte es el HOMBRE
terrenal, concreto, cotidiano. De principio a fin, desde su obertura a su epítome, su
testimonio poético nos está burilando al hombre; en un viaje casi dantesco nos asoma
a sus galerías más subterráneas. “Por eso se habla del materialismo poético de
Vallejo, poeta de la materia porque “su poesía es realmente corporal, física, que nace
de la materia, comunica materia y es ella misma materia ardiente, viva” (1992: 27).
Desde el inicio mismo de su proceso poético, Los heraldos negros, Vallejo se centra
en el dolor, el sufrimiento que atrapa a este humano y lo atormenta hasta ponerle los
“ojos locos” (“Hay golpes en la vida, tan fuertes…Yo no sé. / Golpes como del odio de
Dios: como si ante ellos / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma…Yo no
sé. / Son pocos, pero son…/ Abren zanjas oscuras / en el rostro más fiero y en el lomo
más fuerte.”); luego registra cómo el hombre se rebela ante el sufrimiento (“Si tú
hubieras sido hombre / hoy supieras ser Dios”); más adelante encuentra que una de
las razones del dolor es la existencia del hambre y la miseria (“Ya nos hemos
sentado / mucho a la mesa, con la amargura de un niño / que a media noche, llora de
hambre, desvelado…”). Pero frente al dolor y el sufrimiento, que tratan de ser
entendidos, existe, sin embargo, un aliento de esperanza, una pequeña luz en el
horizonte. Luz y esperanza que residen en el hombre mismo, en ese aferrarse a la
vida a pesar de la cercanía de la muerte. Ese amor a la vida se trasunta patéticamente
en ese himno a la solidaridad, España aparta de mí este cáliz, en donde Vallejo
reafirma definitivamente su fe en los esfuerzos del hombre, en los ideales de
humanización, su pelea “para que el individuo sea un hombre / para que los señores
sean hombres, / para que todo el mundo sea un hombre, y para / que hasta los
animales sean hombres”. De orbe a orbe, la parábola vallejiana arranca y concluye en
el único personaje central: el Hombre.
Pero en ese trazamiento, los lectores percibimos que toda esta poesía nos habla de un
hombre que se está inmolando en el acto de la creación. Su vida nutre su textura
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verbal, su agonía es traspolada sin reservas en la poesía. Con rotunda precisión, José
Miguel Oviedo ha escrito: “Uno de los acontecimientos más milagrosos de la obra de
Vallejo es que siendo la voz de un ser en quien el sufrimiento y la desolación habían
alcanzado grados terribles no nos hunde en el pesimismo. Antes bien, sentimos que
en esas ´palabras podemos salvarnos” (1969: 333).
Descubrimos otras certezas en el proceso poético de Vallejo. Desde mi particular
punto de vista, es posible encontrarse con tres líneas internas dominantes: 1) el
Vallejo nativista-hogareño (que recorre toda su poesía, con la excepción quizá de su
último libro); 2) el Vallejo experimentalista y hermético de Trilce; y 3) el Vallejo
social y combatiente de Poemas humanos y España aparta de mí este cáliz. Estas
líneas no son excluyentes ni divergentes; muy por el contrario, avanzan
retroalimentándose, trasvasándose, estableciendo perfectos vasos comunicantes,
tendiendo siempre puentes continuos.
El nativismo poético de Vallejo es bastante ilustrativo. Para ese tono no se esfuerza
mucho, es espontáneo. Escribe en peruano, en el lenguaje de su Santiago de Chuco,
nos da la visión poética de su provincia, hay en Vallejo un evidente y cristalino amor e
identificación con su tierra y con sus gentes; todas sus poesías son espiritualmente
peruanas (leamos “A mi hermano Miguel”, “Los pasos lejanos”, “Trilce III”, y suficiente).
Recurrentemente, también aparece una visión de su familia humilde. Es transparente
en Vallejo una idealización del amor hogareño. Son incontables las reminiscencias de
su niñez y el melancólico recuerdo de sus padres y hermanos en el marco apacible del
hogar provinciano (“Hay soledad en el hogar sin bulla, / sin noticias, sin verde, sin
niñez / …Y mi madre pasea allá en los huertos,/ saboreando un sabor ya sin sabor./
Esta ahora tan suave,/ tan ala, tan salida, tan amor…/ ”Madre dijo que no demoraría, /
Aguedita, Nativa, Miguel, / cuidado con ir por ahí”… Mejor estemos aquí nomás/ “Oye,
hermano, no tardes / en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.”)
La poesía peruana, toda la española diríamos mejor, se conmociona en 1922, es el
año en que se publica TRILCE. A noventidos años de tal acontecimiento, ahora
sabemos en extenso que Vallejo fue un adelantado para su tiempo; la vanguardia y
todas sus expresiones no son nada ante esta portentosa creación que brota de la
experiencia vital del creador, mismo “fuego helado en el que se destruyen las
esperanzas” (1969:333). Vallejo tiene que inventar un lenguaje (el título mismo es un
neologismo) para traducir el caos presente. Vallejo aparece en Trilce como el gran
sembrador de la poesía emocional, la misma que es casi intransferible. Es la
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madurez desesperada, explosiva. Es el Vallejo que escribe 77 poemas sobrecogido
por experiencias dolorosas; es la escritura en su “grado cero” que fractura el idioma, la
lógica; las palabras como tizones encendidos, balbuceos angustiosos que van
registrando la alienación, la marginación, la orfandad, la existencia como cárcel. El
lenguaje de Vallejo, al decir de Mario Benedetti, es un “lenguaje seco a veces irregular,
entrañable y estallante, vital hasta el sufrimiento” (1969:331). Es más preciso el
escritor uruguayo cuando añade: “Nunca, ni siquiera en sus mejores momentos, la
poesía del peruano da la impresión de una espontaneidad torrencial. Es evidente que
Vallejo (como Unamuno) lucha denodadamente con el lenguaje, y muchas veces,
cuando consigue al fin someter la indómita palabra, no puede evitar que aparezcan en
ésta las cicatrices del combate … Ya que cada poema es un campo de batalla, es
preciso ir más allá, buscar el fondo humano, encontrar al hombre, y entonces sí,
apoyar su actitud, participar en su emoción, asistirlo en su compromiso, sufrir con su
sufrimiento” (1969:331). Trilce, libro magnífico, pero a veces difícil y hermético, en la
medida que la sensibilidad de los lectores no estaba preparada para este cataclismo
poético, enorme tejido perturbador (“Tiempo Tiempo, / mediodía estancado entre
relentes./ Bomba aburrida del cuartel achica / tiempo tiempo tiempo tiempo… Grupo
dicotiledón. Oberturan / desde él petreles, propensiones de trinidad, / finales que
comienzan, ohs de ayes / creyérase avaloriados de heterogeneidad, / ¡Grupo de los
dos cotiledones!”.
Vallejo entra ahora a recomponer el lenguaje que había hecho estallar anteriormente y
va perfilando, anunciando la nueva humanidad que empieza a diseñarse en POEMAS
HUMANOS y ESPAÑA APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ. (Es Vallejo en la línea poética
social y combatiente). La práctica de esta línea es la que va a otorgar a Vallejo su
verdadera y definitiva estatura universal. Porque escribe los más altos testimonios de
amor al prójimo, la poesía más trascendente de los años treinta. El poeta, a cada
momento se conduele de la miseria y del estado espiritual del hombre en una sociedad
capitalista, deshumanizada y expoliadora. Poesía llena de confidencias, emociones
desarticuladas, conversaciones consigo mismo, con la presencia constante de la
muerte (“I, desgraciadamente, / el dolor crece en el mundo a cada rato, / crece a
treinta minutos por segundo, paso a paso, / y la naturaleza del dolor, es el dolor dos
veces /…Jamás, hombres humanos, / hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la
cartera, / en el vaso, en la carnicería, en la aritmética¡ …El dolor nos agarra, hermanos
hombres, / por detrás, de perfil, / y nos aloca en los cinemas / nos clava en los
gramófonos, / nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente / a nuestros
boletos, a nuestras cartas;). La poesía, formalmente, es depurada, la claridad es
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dominante, la simplicidad expresiva es notoria en tanto y en cuanto todos los versos
son precisos para dar un testimonio sincero, veraz del “sufrimiento armado”, de la
solidaridad con los pobres y la urgencia de la Revolución (“ya va a venir el día,
ponte el sueño…Ya va a venir el día, ponte el alma…Ya va a venir el día, ponte el
cuerpo”), la gran esperanza ondea en el aire: (“Hay, hermanos, muchísimo que hacer”.
De otro lado, si queremos graficar la manifiesta madurez de Vallejo, el gran salto
cualitativo operado en su producción literaria, debemos precisar en su proceso
poético las dos etapas perfectamente diferenciadas y que se corresponden
coincidentemente con las dos estancias operadas en el periplo biográfico del vate
liberteño: la peruana y la europea. Los heraldos negros y Trilce, de un lado; y Poemas
humanos y España, aparta de mí este cáliz, del otro. Dicho lo expresado, señalemos
que Vallejo evolucionó, transitó, en un avance lento pero seguro, de una poesía
íntima, de dolor muy personal (casi parecida a la que se hacía en los primeros años
de siglo) a una poesía cada vez más colectiva y combativa. Es el paso de un
creador solitario a un creador solidario. La metamorfosis del creador rebelde al creador
revolucionario. En otras palabras, de una poesía de desesperación y pesimismo se
mudó a una poesía de solidaridad y de acción. Es el gran salto de la rebelión
individual, abstracta y metafísica al predio de la rebelión social, concreta e
histórica. O mejor, como lo ha escrito y argumentado con claridad Miguel Gutiérrez
Correa (1988: 12), son dos las grandes etapas en la creación vallejiana: la etapa
premarxista y la etapa marxista.
III. EL COMPROMISO POLÍTICO
El hombre era como su poesía
Los heraldos negros y Trilce habrían bastado para considerar a Vallejo uno de los
puntos altos de la literatura peruana; pero la dimensión universal y su pedestal como el
mayor lírico del siglo XX se fue gestando cuando adhiere a la ciencia del proletariado.
Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz, no podrían haber sido escritos
sin el encuentro vital y teórico de Vallejo con el marxismo-leninismo. La adhesión de
Vallejo a la causa del comunismo permitió su grandeza como escritor; asumir
esta ideología le permitió la renovación de su lenguaje poético, la ampliación de
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sus facultades creativas y, sobre todo, el cambio de actitud en torno a la
responsabilidad del escritor.
Ahora ya resulta difícil disociar en Vallejo su mensaje artístico de su práctica social.
Ahora ya no se puede seguir omitiendo su militancia comunista y el trasunto en su
obra artística de los principios doctrinales de esta ideología. Años atrás, se eludía
hablar del Vallejo revolucionario, militante, hombre de partido. Se hablaba del Vallejo
místico, humanista, metafísico, agónico, sufriente, cantor del dolor universal, cronista
de la condición humana, vocero de una raza. Pero se evitaba, se soslayaba centrar,
estudiar al VALLEJO COMUNISTA. O si se mencionaba algo de esto, se le hacía
apresurada y superficialmente. Como por arte de magia, todos se reclamaban (se
reclaman) “Vallejianos”. Hablan eruditamente de Vallejo, pero ocultan lo
fundamental en Vallejo: su filiación comunista y revolucionaria, su apego a las
clases oprimidas, su fe en el triunfo histórico de la clase obrera. Sobretodo tratan
de ocultar, de tergiversar el desprecio que sentía Vallejo por las clases opresoras y la
burguesía, intentan encubrir la posición de éste frente al orden de explotación. Este es
el Vallejo que los voceros, escribas y corifeos de las clases reaccionarias temen.
Y la burguesía empezó a temer desde el mismo momento que advirtió que Vallejo,
intelectual de gran cultura y de inteligencias superior, miraba con simpatía a la
Rusia bolchevique y al socialismo allá por los primeros meses de 1928. Los artículos
que va escribiendo entre febrero y octubre de este año, muestran el acercamiento
creciente a la ideología marxista verificable en la radicalización de su lenguaje en el
sentido clasista. Pero este avance al encuentro del marxismo todavía muestra
confusión, reservas y aprensiones. Se dan los primeros viajes a la URSS hasta que
finalmente el 28 de diciembre de 1928 Vallejo toma dos decisiones que darán un
nuevo rumbo a su vida, sus ideas y a su obra creativa: el rompimiento con el APRA
por la orientación contrarrevolucionaria que le imprime Haya de la Torre; y la
constitución de la Célula Comunista de París, afiliada al Partido Comunista del
Perú, fundado por José Carlos Mariátegui. Es a partir de esta fecha que Vallejo
empieza a estudiar a fondo la filosofía materialista, la economía y el socialismo
científico; paralelamente desarrolla su práctica política: enseña en las células
clandestinas de París, es propagandista de la causa bolchevique, es activista político.
Entre 1929 y 1930 Vallejo concluye la asimilación fundamental y es ya un definido
“marxista convicto y confeso”; su concepción del mundo, su visión del hombre y de
la sociedad es materialista, nítidamente clasista.
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Las peripecias, los avatares así como todo lo que escribe por esos años están
impregnados de la ideología comunista: Rusia en 1931. Reflexiones al pie del
Kremlin; Rusia ante el segundo plan quinquenal, El tungsteno; Paco Yunque;
Contra el secreto profesional; El arte y la revolución; artículos periodísticos,
obras de teatro; hasta que entre setiembre de 1937 y febrero de 1938 deja para la
posteridad POEMAS HUMANOS y ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ, que
suman epopeya e historia para la humanidad liberada. Es el Vallejo maduro y
consciente de lo que él mismo escribió y practicó: “EL TIPO PERFECTO DEL
INTELECTUAL REVOLUCIONARIO, ES EL DEL HOMBRE QUE LUCHA
ESCRIBIENDO Y MILITANDO SIMULTÁNEAMENTE”.
Con bastante precisión, Luis Hernán Ramírez ha escrito: “El eje central de sus temas y
de su desarrollo artístico es ahora la liberación del hombre y de los pueblos. Su dolor
ya no es más un dolor solitario y personal, es un dolor trascendente alimentado por los
dolores cotidianos que agobian a todos los pobres del mundo. Sus poemas más
representativos se encuadran ahora en el marco de las coordenadas políticas de su
tiempo” (1989: 27).
La vigencia poética de Vallejo reside justamente en que accedió a la militancia
marxista en razón profunda de ser consciente de que ello exigía ser más humano, más
escritor, sin abandonar sus principios estéticos. La experiencia vallejiana demuestra
que la teoría y la práctica marxista-leninista potencian, en un verdadero salto
cualitativo, las facultades creativas cuando se trata de un auténtico creador de
honesta, firme y constante vocación popular. La militancia partidaria es una opción, un
acto de libertad que solo será negativa para los mediocres y oportunistas. La de
Vallejo –ha escrito Luis Monguió- “no es poesía revolucionaria porque en ella
aparezcan términos ni terminología revolucionaria; es poesía revolucionaria porque
es una poesía a base de una sensibilidad revolucionaria, la de Vallejo…No son
las palabras, ni las imágenes, ni las metáforas; lo que es “social” o “revolucionario” en
estos poemas: es el hombre y su sensibilidad. Por ello ésta es una de las pocas
poesías sociales, revolucionarias, que conozco, que sea a la vez social, revolucionaria,
y poesía” (1963: 156).
Vallejo es el ejemplo cabal de cómo la militancia asumida sincera y
correctamente no bloquea sino que eleva poderosamente la creación artística.
Su adhesión al comunismo no lo frustró como artista del verso, como hechicero
de la palabra, como interesadamente propalan los intelectuales reaccionarios. Muy
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por el contrario, su poesía en ningún momento bajó en su vibración intensamente
humana, en su nivel de altísima calidad. Vallejo, como todo creador genial, supo
canalizar sus obligaciones partidarias en el panfleto, en la prosa periodística o
inclusive en la novela comprometida, sin descuidar la brillantez y la profundidad
de su poesía. Vallejo es el paradigma, como Mariátegui, como Brecht, del escritor en
que se da la perfecta unidad de ser revolucionario en lo político y en lo artístico.
Vallejo nos convoca en pleno siglo XXI a persistir en la forja de un mundo en donde
“Se amarán todos los hombres / y comerán tomados de las puntas de vuestros
pañuelos tristes”. Y solo cuando los oprimidos del orbe sean plenamente liberados y
redimidos, superado el “traspié entre dos estrellas”, nuestro Vallejo, jubiloso, viendo
que su palabra sirvió para “Matad a la muerte / matad a los malos”, solo entonces se
nos aproximará sacudiendo su vieja tristeza y, como el combatiente anónimo de su
poema Masa, emocionado totalmente nos abrazará y se echará a andar.
Y sólo entonces, como lo versó el extraordinario Maestro Sanjosefino, Alfredo José
Delgado Bravo, en su soneto “Piedra negra que volverá a ser blanca” (1968: 80-81):
“A pesar de los viernes que son jueves, / de la soga y el palo, que son jueces, / con tu
cáliz de muerte hasta las heces / volverás a la vida que nos debes, / que nos tienes
que dar otras mil veces, / una por cada sol que ya no bebes; / con tus dichas y júbilos
tan breves / y el césar y el vallejo que mereces. / Volverás con tu cósmico secreto; /
con tu mapa de España y tu esqueleto, / nivelada la estrella con la hormiga. / Portando
al único hombre verdadero, / volverás al Perú, sin aguacero, / un día del que tengo
ya la espiga”.
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