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Reflexion del mes de diciembre
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MES DE DICIEMBRE 2012
VALOR: HONESTIDAD
Cuentas claras conservan amistades. La mejor garantía para mantener las relaciones con los demás es señalar qué le toca a cada quien.
Actividad inicial
¿Alguna vez has deseado obtener algo que no te corresponde? Conoce lo que le pasó a una nodriza que quiso aprovecharse de quienes confiaron en ella.
LA NODRIZA
Julio Díaz y Amparo Cota se enamoraron en el México del siglo XIX. Él consiguió un trabajo que le permitió
comprar lo necesario para armar un hogar y le propuso matrimonio. A los tres años de casados tuvieron un
pequeño sano y hermoso, a quien llamó Carlitos. Sus padres sólo pensaban en él y el niño se desarrollaba
sin problemas. Sin embargo, a los cuatro meses empezó a desmejorar, lucía pálido y ojeroso. El doctor
concluyó que la causa del malestar estaba en la leche materna, que no bastaba para nutrirlo. Quisieron
darle leche de vaca, pero la escupía. ¡Los padres ya no sabían qué hacer! Una tarde, mientras miraba por la
ventana, Amparo vio a una mujer con cuatro niños medio desarreglados, pero muy sanos. Le preguntó si
quería trabajar como nodriza de Carlitos; es decir, darle pecho. Cuando Gabina lo amamantó por primera
vez, Carlitos succionó con apetito; muy pronto recuperó su peso y color.
Gabina se dio cuenta ce cuánto la necesitaban en esa casa y aprovechó la situación en su beneficio. Pidió a
cambio un elevado sueldo mensual, tres vestidos, dos pares de zapatos y mucha ropa para sus hijos. Con
esfuerzo, Julio y Amparo le dieron todo eso. Sin embargo, las exigencias de Gabina iban en aumento:
antojos a toda hora, alhajas, rebozos y hasta vestidos de gala para ir a las fiestas. Un día Amparo supo que
en el rancho de Gabina había ocurrido una grave inundación y que se necesitaba dinero para ayudar a las
víctimas. Cuando se lo informó, Gabina derramó algunas lágrimas y dijo: “¡Que coraje! Voy a tener que
gastar parte de mi sueldo”. Esa misma tarde Amparo y Julio determinaron enseñar a Carlitos a comer solo y
despidieron a Gabina. Les dio miedo que el pequeño heredara la conducta aprovechada y el corazón de
piedra de la nodriza.
-Adaptación del relato anónimo de Victoriano Salado Álvarez.
REFLEXIONA
+ ¿Consideras que Gabina se comportaba de una manera justa? + ¿Crees que aparte de su sueldo debía pedir tantas cosas? + ¿Por qué abusaba de la familia que le dio trabajo? + ¿Qué opinas de su reacción al conocer las noticias de su rancho?
ACTIVIDAD PROPUESTA Organicen una dinámica en el salón donde cada uno reconozca sus habilidades en las distintas materias y lo que les gusta de sus compañeros.
FRASES SOBRE HONESTIDAD
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas.
Gabriel García Márquez
Fingimos lo que somos, seamos lo que fingimos.
Pedro Calderón De La Barca
La honestidad es la mejor política.
Benjamín Franklin
¿Qué pasa si la honestidad no tiene miedo a la prisión?
Carlo Dossi
Honestidad: la mejor de todas las artes perdidas.
Mark Twain
La honestidad es tan rara como un hombre que no se engaña a sí mismo.
Stephen Vincent Benet
Las honestas palabras dan indicio de la honestidad del que las pronuncia o las escribe.
Miguel De Cervantes Saavedra
Las virtudes como la honestidad, la formalidad y la laboriosidad son la mejor fuente de
poder mental.
Swami Sivananda
La integridad del hombre se mide por su conducta, no por sus profesiones.
Juvenal (67-127) Poeta satírico romano.
Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos días
extraños en los que la honestidad más simple era calificada de coraje.
Yevgeny Yevtushenko (1933-?) Poeta ruso.
Ningún legado es tan rico como la honestidad.
William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.
Lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad.
Lucio Anneo Séneca (2 AC-65) Filósofo latino.
El hombre honesto no teme la luz ni la oscuridad.
Thomas Fuller (1610-1661) Clérigo y escritor británico.
Honestidad: la mejor de todas las artes perdidas.
Mark Twain (1835-1910) Escritor y periodista estadounidense.
Nada se parece más a un hombre honesto que un pícaro que conoce su oficio.
George Sand (1804-1876) Escritora francesa.
Desconfiad de la mujer que habla de su virtud y del hombre que habla de su
honestidad.
Proverbio Eslavo
Las honradas mariquitas
Cuenta una extraña historia que las mariquitas perdonan, pero no olvidan. Según
parece, al principio las mariquitas no tenían sus famosos puntitos negros. Poco antes
todas estuvieron a punto de desaparecer cuando guiadas por el famosísimo Cayus
Insectus, una tormenta inundó el camino por el que viajaban. Las pocas que
sobrevivieron tuvieron que elegir el sustituto de Cayus Insectus, desaparecido entre
las aguas, y decidieron que lo sería quien primero llegara al lago de la región sur y
regresara para describirlo.
Las mariquitas se lanzaron a la aventura, y poco a poco fueron regresando, contando
lo bello que estaba el lago en aquella época del año, con sus aguas cristalinas, lleno de
flores y hierba fresca en sus orillas. Pero la última de todas ellas tardaba en llegar. La
esperaron hasta 3 días, y cuando regresó, lo hacía cabizbaja y avergonzada, pues no
había llegado a encontrar el lago. Todas criticaron la torpeza y lentitud de la joven mariquita, y se prepararon para continuar el viaje al día siguiente.
Siguiendo al nuevo guía, caminaron toda la mañana hacia el Norte, hasta que al
atravesar unas hierbas espesas y altas, se detuvieron atónitos: ¡frente a ellos estaba el
Gran Lago! y no tenía ni flores, ni hierba, ni aguas cristalinas. Las grandes lluvias lo habían convertido en una gran charca verdosa rodeada de barro.
Todos comprendieron al momento la situación, pues al ser arrastrados por el río habían
dejado atrás el lago sin saberlo, y cuantos salieron a buscarlo lo hicieron en dirección
equivocada. Y vieron cómo, salvo aquella tardona mariquita, todos deseaban tanto
convertirse en Gran Guía, que no les había importado mentir para conseguirlo; e
incluso llegaron a comprobar que el nefasto Cayus Insectus había llegado a aquel puesto de la misma forma.
Así pues la mariquita tardona, la única en quien de verdad confiaban, se convirtió en
Gran Guía. Y decidieron además que cada vez que una de ellas fuera descubierta
engañando, pintarían un lunar negro en su espalda, para que no pudiera ni borrarlos,
ni saber cuántos tenía. Y desde entonces, cuando una mariquita mira a otra por la espalda, ya sabe si es de fiar por el número de lunares.
Como las mariquitas, también las personas pintan lunares en la imagen de los demás
cuando no muestran su honradez. Y basta con tener un sólo lunar negro para dejar de
ser un simple insecto rojo y convertirse en una mariquita. Así que, por grande que sea el premio, no hagamos que nadie pueda pintarnos ese lunar.
Autor. Pedro Pablo Sacristán
Las monedas encantadas
Hubo una vez un hombre bondadoso y rico que al cumplir muchos años pensó dejar a
cargo de sus cosas a algún joven inteligente y honesto. Comentando un día su decisión
y las ganas que tenía de no equivocarse en la elección, un buen amigo le dio este
consejo:
- La próxima vez que vendas algo, cuando des el dinero del cambio, entrega como por
descuido la moneda del menor valor. Aquel que te la devuelva sabrás que es honrado.
El hombre rico agradeció mucho el consejo, y pensando que era una buena idea y fácil
de realizar, decidió ponerla en práctica. No contaba con que uno de los presentes, un
vecino que se hacía pasar por amigo pero en verdad le envidiaba enormemente,
contrató los favores de un hechicero, a quien encargó encantar las pequeñas monedas
que poseía el anciano de modo que cualquiera que mirase una de aquellas monedas
tocadas por él, viera en ella no una moneda corriente, sino aquello que más quería en
el mundo. Confiaba el malvado en que nadie devolviera la moneda y el viejo se
desesperase, y entonces dejase a un sobrino suyo administrar todos sus negocios.
Todo resultó según lo planeado por el envidioso comerciante, y ni uno solo de los que
hablaron con el anciano fue capaz de devolver la triste moneda: unos veían en ella el
mayor diamante o piedra preciosa, otros una obra de arte, otros una reliquia y algunos
incluso una pócima curativa milagrosa. Medio rendido en su intento por encontrar
alguien honrado, su envidioso vecino aprovechó para enviar al sobrino advirtiéndole
cuidadosamente para que devolviese la moneda. El sobrino fue decidido a hacerlo,
pero al recibir la moneda, vio en ella todas las posesiones y títulos de su tío, y
creyendo que todo lo que le había contado su tío era un engaño, marchó con su inútil
moneda y su avaricia hacia ninguna parte, pues cuando su tío se enteró de la traición lo despidió para siempre.
El anciano, deprimido y enfermo, decidió llamar a sus sirvientes antes de morir, y les
entregó algunos bienes para que pudieran vivir libremente cuando él no estuviera.
Entre ellos se encontraba uno muy joven aún, al que entregó una de aquellas
pequeñas monedas por error. El joven, criado a la sombra de aquel justo y sabio señor
a quien quería como un padre, vio en lugar de la moneda una poderosa medicina que
curaría al anciano señor, pues aquello era de veras lo que más quería en el mundo, y
según la vio, entregó la moneda de nuevo diciendo: "tomad, señor, esto es para vos;
seguro que os sentará bien".
Efectivamente, aquella simple moneda actuó como el más milagroso de los bálsamos,
pues el anciano saltó de alegría al haber encontrado por fin alguien honrado, y le
llenaba de gozo comprobar que siempre había estado en su propia casa.
Y así, el joven sirviente pasó a administrar con gran justicia, generosidad y honradez
todos los bienes del anciano, quien siguió acompañándole y aconsejándole como a un hijo por muchos años.
Autor. Pedro Pablo Sacristán