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VALOR DISCURSIVO DEL CUERPO EN EL BARROCO HISPÁNICO

VALOR DISCURSIVO DEL CUERPO EN EL … · posición de manos del obispo, que constituía el momento crucial. No obstante, el ... los Santos Padres consideraron la imposición de las

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VALOR DISCURSIVO DEL CUERPO

EN EL BARROCO HISPÁNICO

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

VALOR DISCURSIVO DEL CUERPO

EN EL BARROCO HISPÁNICORafael GaRcía Mahíques, seRGi DoMénech GaRcía, eDs.

© Los autores, 2015© De esta edición: Universitat de València, 2015

Coordinación editorial: Rafael García MahíquesDiseño y maquetación: Celso Hernández de la FigueraCubierta: Imagen: San Miguel, Alessandro Algardi. Alba de Tormes, Convento de la Anunciación. Diseño y composición: Celso Hernández de la Figuera

ISBN: 978-84-370-9853-1Depósito legal: V-2870-2015

Impresión: Guada Impresores, S.L.

DIRECCIÓN

RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES (UNIVERSITAT DE VALÈNCIA)

RAFAEL ZAFRA MOLINA (UNIVERSIDAD DE NAVARRA)

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CUADRIELLO (UNAM - MÉXICO), JOHN T. CULL (COLLEGE OF THE HOLY CROSS - WORCESTER), PEDRO

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ASESORES CIENTÍFICOS

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PASCAL), CÉSAR CHAPARRO (UNIVERSIDAD DE EXTREMADURA), PETER DALY (MCGILL UNIVERSITY),

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DE ZARAGOZA), JESÚS Mª GONZÁLEZ DE ZÁRATE (UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO), VÍCTOR INFANTES

DE MIGUEL (UNIVERSIDAD COMPLUTENSE), GIUSEPPINA LEDDA (UNIVERSITÀ DI CAGLIARI), SAGRARIO

LÓPEZ POZA (UNIVERSIDADE DE A CORUÑA), JOSÉ MANUEL LÓPEZ VÁZQUEZ (UNIVERSIDAD DE

SANTIAGO DE COMPOSTELA), ISABEL MATEO GÓMEZ (CSIC), JOSÉ MIGUEL MORALES FOLGUERA

(UNIVERSIDAD DE MÁLAGA), ALFREDO J. MORALES MARTÍNEZ (UNIVERSIDAD DE SEVILLA), PILAR

PEDRAZA (UNIVERSITAT DE VALÈNCIA), FERNANDO R. DE LA FLOR (UNIVERSIDAD DE SALAMANCA),

BÁRBARA SKINFILL (EL COLEGIO DE MICHOACÁN).

Edición patrocinada por:

Índice

PResentación ................................................................................................. 7

i. el cueRPo, iMaGen De lo intanGible

La corporeidad aérea de los ángeles, Rafael GaRcía Mahíques .............................11Imágenes y significados del demonio serpentiforme en el tipo iconográfico

de San Miguel combatiente, enRic olivaRes toRRes ................................. 31Ángeles, mártires, confesores y vírgenes. De lo trascendental a lo físico. De

lo matérico a lo divino, PilaR RoiG Picazo, José luis ReGiDoR Ros, José

MaRía Juan balDó, lucia bosch RoiG........................................................ 49Pulsiones, afectos y deseos. Las imágenes-reliquia de Cristo y las expectativas

en la modernidad, seRGi DoMénech GRacía ............................................... 59Lo oculto y lo visible: el Santo Sudario de la Catedral de Puebla de los Án-

geles, México, Pablo f. aMaDoR MaRReRo, PatRicia Díaz cayeRos .............. 73Maior caelo, fortior terra, orbe latior: el cuerpo de María, contenedor de la divini-

dad, caRMe lóPez calDeRón ..................................................................... 87La insoportable levedad del aire: cuerpos sin carne y vanitas neobarroca, luis

vives-feRRánDiz sánchez ....................................................................... 101No hay Fortuna sin Prudencia, MaRía Montesinos castañeDa ........................ 113La «Rappresentatione di anima, et di corpo», un discurso retórico y audiovisual so-

bre la dualidad del ser humano a inicios del siglo XVII, canDela PeRPiñá

GaRcía ................................................................................................... 121Retratando demonios: exorcismos en el arte barroco, hilaiRe KallenDoRf ...... 141

ii. Pasiones y Deseos.

el cueRPo coMo esPeJo De las eMociones

Cargado el cuerpo de vicios… Catequesis, iconografía y emblemática en torno al sexto mandamiento, José JavieR azanza lóPez ...................................... 155

A Iconografia do Corpo Profano: uma breve introdução aos significados da figura humana e suas partes em repertórios iconográficos do Renasci-mento e Barroco, PeDRo GeRMano leal .................................................. 173

El cuerpo de los mártires y la visión simbólica del dolor, v. f. zuRiaGa senent .......... 183 La representación del pecado de lascivia contra la naturaleza y de otros vicios

a través de actos y afectos, José Manuel b. lóPez vázquez ........................ 197El ciclo de Los Sentidos de José de Ribera: el carácter del individuo, Mª victoRia

zaRaGoza viDal ...................................................................................... 213

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Índice

iii. el cueRPo, MoDelo en el DiscuRso salvífico

Medida del corazón teresiano, feRnanDo MoReno cuaDRo ............................ 227Teatralidad del Barroco místico: los efectos de la música sobre el cuerpo en

éxtasis, cRistina santaRelli .................................................................... 247Cubrir el cuerpo y transformar el alma. La conversión y la penitencia de

María Magdalena en la pintura barroca y el cine, elena Monzón PeRteJo 265La «adopción» de los santos: ejemplos valencianos amparados por los «Falsos

Cronicones», anDRés felici castell ........................................................ 277«El santo que domó su cuerpo». La serie de la vida de san Agustín en Ante-

quera (Málaga), Reyes escaleRa PéRez .................................................... 291Imágenes del sufrimiento de Job en una serie de sermones novohispanos del

siglo xvii, cecilia a. coRtés oRtiz .......................................................... 307El cuerpo relicario: mártir, reliquia y simulacro como experiencia visual,

MontseRRat a. báez heRnánDez ............................................................ 323Devotional dressed sculptures of the Virgin: decorum and intimacy issues,

Diana Rafaela PeReiRa ........................................................................... 335

iv. el cueRPo, las élites y el PoDeR

Una Galería de Príncipes. Del glifo como definición de lo corporal en el retrato barroco indiano, Jesús MaRía González De záRate ....................... 351

La imagen de la monarquía hispánica a través de la fiesta en la ciudad de Nápoles, José MiGuel MoRales folGueRa ................................................ 375

Ordenados por Dios a través de su Espíritu. Tipos iconográficos de la orde-nación presbiteral: de la imposición de manos a la traditio instrumentorum, Pascual GallaRt PineDa .......................................................................... 395

El obispo Juan José de Escalona y Calatayud: refiguración desde las entrañas, Mónica PuliDo echeveste....................................................................... 409

Heroínas suicidas: la mujer fuerte y la muerte como modelo iconográfico en el Barroco, inMaculaDa RoDRíGuez Moya ............................................... 423

Cuerpos contrahechos en la corte del rey enfermo. Enanos y gigantes en el pincel de Carreño de Miranda (1670–1682), teResa lláceR viel ............. 439

Retrato y fama: los Ilustres valencianos de Nuestra Señora de La Murta de Alzira, cRistina iGual castelló .............................................................. 453

395ORDENADOS POR DIOS A TRAVÉS DE SU ESPÍRITU. TIPOS ICONOGRÁFICOS DE LA ORDENACIÓN PRESBITERAL: DE LA IMPOSICIÓN DE MANOS

A LA TRADITIO INSTRUMENTORUM

Pascual Gallart Pineda

Universitat de València

To do sacramento causa la res sacramenti o gracia santificante, pero sólo algunos, entre los que se incluye el Orden, provocan la res et sacramentum, un efecto

permanente denominado carácter sacramental. Si la primera referencia de éste se encuentra en la respuesta de Gregorio IX al arzobispo de Bari en 1231 (Arnau, 2010: 231-232), la segunda procede del Decreto para los armenios dimanado del con-cilio de Florencia: «Siete son los sacramentos de la Nueva Ley [...]. Entre estos, hay tres: bautismo, confirmación y orden que imprimen carácter en el alma [...]. De ahí que no se repiten en la misma persona» (1310 y 1313 Dz 695).

Durante el primer milenio, la ordenación sacerdotal se confería mediante la im-posición de manos del obispo, que constituía el momento crucial. No obstante, el Pontifical romano-germánico (c. 950–962) introdujo la entrega de los instrumentos, que llegaría a erigirse en el rito esencial desplazando al anterior a un segundo plano. Habrá que esperar a la constitución apostólica Sacramentum ordinis, promulgada por Pío XII en 1947, para volver a los usos que defendían los Padres por aparecer en el Nuevo Testamento.

Este artículo se centra en la ordenación presbiteral, especialmente en los tipos iconográficos de la imposición y unción de las manos, y de la traditio instrumentorum, indagando en las posturas teológicas y litúrgicas que los suscitaron.

LA IMPOSICIÓN DE MANOS. TIPOS ICONOGRÁFICOS

En el Nuevo Testamento ningún pasaje refiere la imposición de manos de Cristo sobre sus apóstoles para comunicarles el Paráclito e instaurarles en su misión. Ésta les fue otorgada cuando tras su Resurrección sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid

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el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22-23). A pesar de no existir otro pasaje que sugiera mejor el simbolismo de la ordenación (Lécuyer, 1983: 226), el gesto del soplido no pasó a los ritos litúrgicos posteriores de las ordenaciones, como hubiese podido parecer normal, sino que será sustituido por la imposición de manos. Durante la época apostólica, con ella se llevará a cabo la colación del Espíritu necesaria para entrar al servicio de la divinidad. Así fueron ordenados los siete diáconos de la Iglesia de Jerusalén (Hch 6,6) o Pablo y Bernabé en Antioquía como sacerdotes (Hch 13,3).

La ausencia de referencias evangélicas no fue óbice para que escritores de la Es-cuela de Antioquía, como Teodoreto, afirmasen que Pedro y el resto de apóstoles recibieron la queirotonía de Cristo, basándose en las siguientes palabras de Lucas «Alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo» (Lc 24,50-51). Para estos teólogos, el Salvador recibió toda la herencia del sacerdocio judío durante su bautismo en el Jordán, al imponerle las manos el Bautista (Lécuyer, 1983: 228)

Este gesto era usado en la Vieja Ley como signo de bendición privada y litúrgica, de consagración de las víctimas y de los levitas, pero también como rito de investidura con el que transmitir el espíritu para el desempeño de una función (Núm. 27,18-23). Quizás todo ello fue mantenido en el Nuevo Testamento y adoptado por la naciente Iglesia como medio de conceder el ministerio sacerdotal y, con él, la sucesión apostólica.

Basándose en la Biblia, los Santos Padres consideraron la imposición de las manos como el rito característico del sacramento del orden, el cual se convertirá en el gesto esencial durante un milenio, aunque con el paso del tiempo adquirió mayor auge la tra-ditio instrumentorum. El cambio evidenciaba una evolución en la idea dogmática sobre el sacerdocio, dado que la prevalencia de aquélla enfatizaba la dimensión misional del sacerdote como portador de la palabra de Dios, mientras que con el protagonismo de la entrega de los instrumentos se resaltaba la dimensión eucarística (Arnau, 2010: 214).

La queirotonía constituía en la tradición exegética carolingia el acto más desta-cado. En su Liber officialis, de mediados del siglo IX, Amalario de Metz insistía en la necesidad de este gesto por transmitirse con él la inteligencia y el don del espíritu, al cual añadirá en la ordenación presbiteral y episcopal, la unción de las manos. Si con la primera se confiere la autoridad espiritual, con esta última se otorga la piedad, la gracia y la caridad (Palazzo, 1999: 193-194).

Coetáneo de Amalario es el Sacramentario Drogón, cuya portada aparece decorada con nueve plaquetas de marfil. De ellas, las tres primeras resultan interesantes para el presente estudio [fig. 1]. La de la izquierda, que muestra la imposición de manos del obispo durante la ordenación presbiteral, debe ser leída en relación con las dos conti-guas. No es fortuito que en la primera de ellas, donde se ha representado el bautismo de Cristo, Juan no derrame agua sobre el Salvador sino que le impone la mano. Fue precisamente con este gesto, según la tesis de los escritores sirios anteriormente alu-didos, como el Mesías recibió toda la herencia del sacerdocio hebreo, y también será con él, como la comunique a sus apóstoles en su Ascensión, lo que ha sido plasmado

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Ordenados por Dios a través de su Espíritu

en la tercera escena. Con la queirotonía Moisés transmitió a Aarón el ministerio que había recibido de Dios, convirtiéndose aquélla en el modelo como conceder la sucesión sacerdotal hasta el Bautista. Así pues, la imposición de manos de la primera plaqueta vincularía el sacerdocio cristiano con el de la Vieja Ley, constituyendo Cristo el nexo de unión entre ambos.

Otro tipo iconográfico diferente se encuentra en la inicial historiada del folio 18v del Pontifical ms. 60·1 del Archivo Capitular de Toledo que abre la ordenación presbiteral. Dividida en dos registros, en el superior el prelado pronuncia el prefacio consecratorio, de ahí que uno de los ministros que le ayudan sujete la mitra. En el inferior, dos sacerdotes tocan con sus manos la cabeza del presbiterando. Este detalle pone de manifiesto que se trata de una imagen descriptiva de un uso que se remon-ta a la Tradición Apostólica, donde Hipólito deja constancia de que en la ordenación presbiteral, a la queirotonía del prelado se sumaba la de los sacerdotes presentes, «lo tocarán también en la cabeza todos los presbíteros» (Hipólito, 2006: 28). En este sen-tido debería interpretarse el plural con el que está redactada la oración consagratoria del Eucologio de Serapión, una alusión clara a esta queirotonía conjunta. La rúbrica del Pontifical de la curia romana del siglo XIII dice al respecto: «Eo inclinato, imponat manum super caput eius et omnes presbiteri qui adsunt cum eo pariter1» (Goullet, 2004: 58).

Este rito habría que vincularlo a Pentecostés, cuando estando todos los Apóstoles reunidos «se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se po-saron sobre cada uno de ellos» (Hch 2,3), recibiendo de esta forma el carisma, el don de las lenguas y la inspiración. En algunos tipos iconográficos de este acontecimien-to se ha representado a la Virgen, quien según las Escrituras no estuvo presente. Se trataría de una personificación de la Iglesia y de una alusión a la sucesión apostólica, que viene perpetuada mediante el sacramento del orden. En éste, con la imposición de manos se confería el Paráclito, siendo esto lo que muestra el lienzo Ordenación y

1. El presbiterando se inclinará, el obispo le impondrá la mano sobre la cabeza, y todos los sacer-dotes presentes harán lo mismo.

Fig. 1. Ordenación sacerdotal, bautismo de Cristo y Ascensión, plaquetas de marfil de la portada, Sacramen-tario de Drogón, Latin 9428, c. 850, BNF, París.

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primera misa de san Juan Mata, que Carducho pintara en 1635 [fig. 2]. Esta obra no debe desligarse de dos acontecimientos de suma tras-cendencia iniciados en la centuria anterior, como son la Reforma de Lutero y la respuesta de Roma a tra-vés del Concilio de Trento.

La escolástica vinculaba el Or-den a la Eucaristía por haber sido instituidos simultáneamente por Cristo durante la Última Cena, y proponía como signos sacramentales la unción de las manos y, especial-mente, la traditio instrumentorum, a la que consideraba su materia. A ello se opondrá Lutero afirmando que en el Nuevo Testamento no existe nin-guna referencia sobre dicha entrega, por lo que concluirá que el Orden no es un sacramento. Rechazó tam-bién la relación entre sacerdote y sacrificio, materializada con la entrega del cáliz y de la patena, argumentando que la consagración puede ser realizada sin la participación de la comunidad, cuando para él, el máximo cometido del ministro es la predicación, como recogía en un sermón de 1534: «Es una gran cosa que la boca de cada párroco sea la boca de Cristo. Si tú has cometido pecados, los confiesas, y crees en Cristo, yo te perdono los pecados en lugar de Cristo, y la palabra que yo te digo en lugar de Dios debes recibirla como si te la hubiese dicho Dios. Se obra rectamente cuando se recibe como palabra de Dios la palabra que predica el párroco» (Arnau, 2010: 147).

Frente a las tesis luteranas, el teólogo español Pedro de Soto (1493–1563), cuyo pensamiento influyó en Trento, defendía que el anuncio del evangelio era potestad episcopal y que los presbíteros sólo podían desempeñar esta tarea por delegación. Por ello, el concilio definió el sacerdocio desde lo que constituye su naturaleza, que no es la predicación sino la Eucaristía, es decir, la potestad de consagrar y ofrecer el cuerpo y la sangre de Cristo. En oposición a Lutero que había negado el rito de la ordena-ción, los padres conciliares defendieron que en ella se confiere el Espíritu Santo que se imprime de forma indeleble en el alma de quien lo recibe, por lo que el sacerdote no puede volver al estado laico, posibilidad que el fraile agustino contempló en sus primeros escritos aunque no osó llevar a la práctica (Arnau, 2010: 153).

Estos planteamientos trentinos han sido reflejados por Carducho. Si la transmisión del Paráclito al presbiterando viene representada por medio de la bola ígnea situa-da sobre la cabeza del santo, su ordenación con vistas a la consagración eucarística

Fig. 2. Carducho, Vicente, Ordenación y primera misa de san Juan de Mata, 1634-1635, Museo del Prado, Madrid.

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aparece en la escena del fondo, donde se nos muestra la primera misa que ofició en 1193. El pintor ha plasmado el momento de la elevación cuando el recién ordenado tuvo la visión de un ángel vestido de blanco y con una cruz roja en el pecho que liberaba a dos cautivos. Esta aparición lo llevó a dedicarse a las obras de misericordia, especialmente la redención de prisioneros.

Este lienzo ha armonizado el rito más antiguo de la ordenación presbiteral, por medio del tipo iconográfico de la imposición de las manos, con los efectos que pro-ducía la entrega de los instrumentos, evidenciado a través de la representación icónica del sacrificio del altar.

LA UNCIÓN DE LAS MANOS. TIPOS ICONOGRÁFICOS

Frente a la sobriedad del ritual romano, cuyo rito central en la ordenación del presbítero era la queirotonía, en el galicano, más amplio y pomposo, destacará la unción de las manos y la traditio instrumentorum. Con la fusión de ambos durante los siglos IX-X se asistirá al nacimiento del ritual romano-galicano, que coincidió con la puesta en marcha de un proceso de visualización y dramatización que tenía por misión hacer más comprensible a los fieles, que desconocían el latín, el simbolismo subyacente en las ceremonias. El resultado fue la transformación de la liturgia en un drama sagrado (Oñatibia, 2008: 610).

Hay que tener presente que a partir del siglo VI se fue gestando en la Galia una nueva visión del ministerio sacerdotal, que acabaría otorgándole un puesto central en la eucaristía al haber recibido la potestad de consagrar. Este proceso cristalizará en el Missale Francorum, de principios del siglo VIII, con la aparición del rito de la unción de las manos. En el primer cuarto de la centuria siguiente Amalario de Metz lo vinculará a la unción levítica, con la que se recibía el ministerio sacerdotal: «Estos eran los nom-bres de los hijos de Aarón, que fueron ungidos sacerdotes, y cuyas manos fueron con-sagradas para ejercer el sacerdocio» (Nm 3,3). La plegaria de ordenación de este misal, además de poner a los presbíteros en relación con Tito y Timoteo, dejaba constancia de que su misión fundamental era la consagración eucarística: «Señor [...] derrama tu ben-dición sobre este siervo tuyo N que consagramos al honor del presbiterado, para que [...] demuestre ser presbítero, bien formado en la disciplina que Pablo expuso a Tito y a Timoteo; [...] consagre puramente el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo» (PO, 2010: 67).2

El rito galicano de la unción de las manos3 pasará a la liturgia romana a partir del primer cuarto del siglo X, como atestigua el Ordo romanus 35 que lo sitúa tras la oración consecratoria. El Pontifical del siglo XIII explicita que se debe usar el óleo de los catecú-menos, seguramente para distinguirla de la practicada en la consagración episcopal con

2. Con las siglas PO me refiero a la obra Las plegarias de ordenación. Antología de textos.3. Oñatibía considera que se trata de un rito celta o, posiblemente, hispano y data su aparición en los siglos VI o VII. (Oñatibia, 2008: 609).

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el crisma. Éste ha sido el momento elegido para representar el sacramen-to del orden en diversas obras del arte monumental. Se puede apreciar en la pintura al fresco que Orderisio realizara a mediados del siglo XIV en la bóveda de Santa Maria Incoronata [fig 3]. El obispo, que se encuentra de pie, está persignando con sus pul-gares las palmas del primer tonsura-do arrodillado ante él, aunque no se vislumbra rastro alguno del óleo. Lo que sí se observa es una cinta que rodeando su espalda llega hasta los brazos, porque tras la unción era usada para atar las manos, como señala la rúbrica: «Tum pontifex claudit, seu iungit manus cuilibet successive, quas sic consecratas aliquis ministrorum Pon-tificis albo panniculo linea simul, vidilicet, dexteram super sinistram alligat4» (PR, 1595: 67).5

Con este rito, Vrancke van der Stockt ha plasmado el sacramento del orden en su Tríptico de la Redención [fig 4]. La escena constituye un ejemplo del método monoescé-nico, surgido en Grecia en el siglo V a. de C., el cual respeta las unidades espacio-tem-porales. En ella observamos dos momentos consecutivos del ritual. En la mitad derecha, el prelado sentado en su sede y mitrado sujeta en su mano izquierda el recipiente que contiene el bálsamo, mientras que con el pulgar derecho procede a ungir las palmas del presbiterando arrodillado ante él. La figuración visual sigue fielmente las indicaciones que dan las rúbricas: «Pontifex sedet in faldistorio cum mitra [...], cum oleo cathecumenorum inungit unicuique ambas manus simul iunctas, in modum crucis, producendo cum pollice suo dextero in dictum oleum intincto duas lineas, videlicet a pollice dexterae manus usque ad indicem sinistrae, et a pollicem sinistrae usque ad indicem dexterae, ungendo mox totaliter palmas6» (PR, 1595: 66). La mitad izquierda alude a la entrega del cáliz con el vino y la patena con la hostia, rito que acontecía tras el anterior. Se observa que el clérigo situado junto al prelado porta un cáliz y un libro, una referencia al misal que el futuro sacerdote usará diariamente, sobre él hay colocadas dos vasijas, quizás las que contienen el agua y el vino que el obispo verterá en el cáliz antes de entregarlo. Llama la atención el gesto del ministro que levanta ambas manos y coloca los dedos como si elevara la hostia durante la consagración eucarística.

4. El obispo inmediatamente cierra y junta las manos del ordenando y colocada la derecha sobre la izquierda se las ata algún ministro del prelado con la cinta blanca que debe llevar cada uno.5. Con las siglas PR me refiero a la obra Pontificale romanum. Editio Princeps.6. El obispo se sienta en el faldistorio con la mitra [...], con el óleo de los catecúmenos, que toma con su pulgar derecho, unge ambas manos de cada uno formando una cruz, tirando dos líneas, una del pulgar de la mano derecha al índice de la izquierda, y otra del pulgar de la izquierda al índice de la derecha, a continuación unge enteramente las palmas.

Fig. 3. Orderisio, Roberto, Ordenación sacerdotal: un-ción de las manos, pintura al fresco, Iglesia de Santa María Incoronata, c. 1352, Nápoles.

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Ordenados por Dios a través de su Espíritu

Si el rito de la unción constituía la visualización del don del Espíri-tu al presbítero, que lo capacita para ofrecer el sacraficio de la misa, esta potestad que acaba de recibir puede ser observada en las dos escenas que aparecen al fondo de la tabla central tras el Crucificado. En la de la dere-cha el sacerdote realiza la ostensión de la hostia, en la de la izquierda da la comunión a un fiel.

LA ENTREGA DE LOS INSTRUMENTOS. TIPOS ICONOGRÁFICOS

Palabra y sacramento consti-tuyen dos aspectos diferentes de la misma realidad, aunque en algunos momentos hayan sido considerados como dos entidades distintas. El origen de este distanciamiento se situaría a finales del primer milenio con la aparición de una nueva con-cepción del sacerdocio, proveniente de la teología monástica, que enfati-zaba su faceta cultual en detrimento de la palabra (Arnau, 2007: 252). La consecuencia fueron cambios en el ritual de las órdenes sagradas, como evidenciaría la aparición, a media-dos del siglo X en el Pontifical ro-mano germánico, de la entrega de los instrumentos. Ésta se convertirá en

el rito más significativo y desplazará a la imposición de manos a un plano secundario. Fue en este pontifical donde tras la unción de las manos se estableció la entrega al presbiterando de la patena con el pan y el cáliz con el vino, así como de la fórmula que la acompañaba: «Accipe postestatem offerre sacrificium Deo7», permaneciendo ambas invariables hasta la reforma del Vaticano II.

7. Recibe la potestad de ofrecer a Dios el sacrificio.

Fig. 4. Stockt, Vrancke van der, Ordenación sacerdotal: unción de las manos, Tríptico de la Redención: la Crucifi-xión, 1455-1460, Museo del Prado, Madrid.

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El germen de esta nueva visión del sacerdocio algunos la sitúan en el siglo VIII, por las novedades litúrgicas que el Ordo romanus 34 presentaba en el ritual de su or-denación, entre las que destaca la entrega de la casulla, una prenda eminentemente eucarística (Arnau, 2010: 216).

En la relevancia adquirida por la traditio instrumentorum jugarán un destacado papel los teólogos escolásticos, especialmente Pedro Lombardo y Tomás de Aquino. El pri-mero distinguió en el sacerdocio las facetas de orden y jurisdicción. Esta última que vinculó al cuerpo místico de Cristo, a la Iglesia, es la que marca la distinción entre el presbiterado y el episcopado, dado que en la potestad de orden, que asoció al cuerpo eucarístico del Mesías, no hay entre ellos. De esta potestad afirmó: «Ad presbyterum [...] qui cum ordinantur, inunguntur eis manus, ut intelligant se accepisse gratiam consecrandi [...]. Accipiunt etiam calicem cum vino, et patenam cum hostiis, ut per hoc sciant se accepisse po-testatem placabiles Deo, hostias offerendi8» (Lombardo, Distinctio XXIV, PL CXCII: 904).

Para Tomás de Aquino, la entrega de los instrumentos constituía la materia del sa-cramento, la cual era de obligado cumplimiento por haber sido de institución divina. De no encontrarse presente, la acción sacramental resultaba inválida. Esta concepción escolástica fue reproducida en el Decreto para los armenios de 1439: «El sexto sacra-mento es el del orden, cuya materia es aquéllo por cuya entrega es conferido: así el presbiterado se da por la entrega del cáliz con vino y de la patena con pan» (1326 Dz 701). En este sentido, el teólogo Pedro de Soto defenderá que la predicación es atri-buible sólo al obispo. El sacerdote debe dedicarse al coro y a la celebración de la misa, vertiente cultual, sin predicar ya que por oficio no le corresponde, lo hará únicamente por comisión de aquél (Arnau, 2007: 252).

Entre los tipos iconográficos de este rito hay que citar, por su precocidad, el Sacra-mentario de Marmoutier, el cual debe inscribirse en la política de unificación litúrgica iniciada en el reino franco a mediados del siglo VIII por Pipino.

Este monarca reformó la liturgia franca a partir de la que se practicaba en Roma. Para este fin se adaptó el Sacramentario gelasiano, utilizado por los sacerdotes de las pa-rroquias romanas, a los usos de su reino, naciendo hacia el 760 el Sacramentario gelasia-no franco, cuyo éxito no fue el esperado. A la muerte de su padre, Carlomagno dio un impulso más enérgico a esta empresa reformadora, emprendiendo una nueva revisión de este libro, pero en lugar de utilizar el Gelasiano franco, pidió al papa Adrián I (772-795) un ejemplar del Sacramentario gregoriano, que era el usado por los pontífices en sus visitas a las iglesias romanas. Los teólogos francos observaron que este ejemplar estaba incompleto, al contener sólo los textos de las grandes fiestas celebradas por aquél en la liturgia estacional, por lo que lo completaron utilizando muchos de los textos del Gelasiano franco. Durante la primera mitad del siglo IX esta versión revisada del gre-goriano iba a imponerse en todo el occidente cristiano y a convertirse en el principal

8. A los presbíteros [...] cuando son ordenados, se les ungen las manos para que sepan que obtienen la gracia de consagrar [...]. Reciben también el cáliz con vino y la patena con hostias, como muestra de la potestad conferida de ofrecer a Dios hostias aceptables.

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libro de la liturgia latina desde la alta Edad Media hasta el siglo XII.

A este tipo corresponde el Sa-cramentario de Marmoutier, encar-gado por el abad Reginaldo en el año 845. La escena a toda página del folio 1v [fig. 5] encabeza el ri-tual de las ordenaciones y expresa la concepción carolingia de la teo-logía del Orden. Esta imagen con-ceptual cuya dimensión simbólica la desvincula del texto del ordo, remite al tema de la jerarquía eclesiástica. Estructurada en dos registros se-parados por una cenefa violeta, el iluminador ha plasmado las diversas órdenes. Las mayores en el superior, las menores en el inferior.

En el centro de la franja supe-rior, y potenciado por la perspectiva jerárquica, el obispo preside la com-posición. Sentado en su cátedra sos-tiene en su mano derecha un libro, posiblemente el sacramentario que acababa de ser revisado en la corte carolingia, o el evangeliario a cuya predicación debía dedicarse. A su derecha, también sentado aunque de menor tamaño, el presbí-tero; en el lado opuesto, el diácono portando un grueso códice, el evangeliario cuyas lecturas le eran encomendadas. Corona la escena la siguiente inscripción: «Pontificum E. Proprium conferre per ordinem honores. Quos qui suscipiunt studeant servare pudice9». En el interior de la banda violeta una inscripción indica que el derecho de conferir un grado eclesiástico depende del obispo y lo exhorta a desempeñar su cargo dignamen-te evitando el pecado de simonía: «Pontifices caveant DNI (Domini) ne mystica vendant cumque gradus dederint videant ne munera sumant10».

En el registro inferior han sido plasmadas las órdenes menores, que aparecen iden-tificadas textual e icónicamente, ya que sobre cada una se encuentra su nombre, ade-más de llevar en las manos el instrumento característico de su función. En el centro, sobre un pequeño estrado situado en la cima de una minúscula colina, se erige la

9. Es potestad del obispo conferir los honores en función del orden. Quienes los reciben deben guardarlos modestamente. 10. Que los obispos se guarden de vender las cosas sagradas del Señor y cuando concedan los gra-dos miren de no aceptar regalos.

Fig. 5. Jerarquía eclesiástica, Sacramentario de Marmoutier, ms. 19bis, c. 850, Biblioteca municipal, Autun, fol. 1v.

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figura del subdiácono, quien además de su cargo de lector servía el altar, de ahí que lleve el cáliz y el aguamanil. A través del pedestal y del montículo, el iluminador ha señalado que se trataba de la más elevada de las órdenes menores. Aparece flanqueado por el lector, a su derecha, y el exorcista, a su izquierda, ambos provistos de un libro. En el lateral izquierdo, el ostiario empuña dos grandes llaves, mientras que en el si-métrico, el acólito sujeta un candelabro. El hecho de que todos estos clérigos estén provistos de un objeto viene a indicar que su entrega constituía en el medievo el momento esencial en el ritual de ordenación, como recogía Guillermo Durando en el segundo libro de su Rationale divinorum officiorum.

Los orígenes de la traditio instrumentorum en las órdenes menores se remontan a la Galia del siglo V, motivada quizás por una preocupación didáctica de la Iglesia. Si entre las causas de su éxito se encuentra la gradual pérdida de comprensión del latín por los fieles, entonces debería atribuirse a este rito un valor didascálico (Lameri, 1998: 203), además de provocar su extensión, durante los siglos IX-X, al ritual de las órdenes mayores, cuyo acto central era la imposición de manos (Lameri, 1998: 213).

En esta imagen simbólica no se ha representado la entrega del instrumento sino ya su posesión por parte de cada grado de la jerarquía, al menos de los menores. En este sentido sorprende la figura del presbítero, el único que carece de un objeto litúrgico. Vuelto hacia el prelado, por el gesto de sus manos parece disponerse a recibir algo de aquél, quien únicamente posee el libro. Si se trata del sacramentario indicaría que am-bos tienen potestad para presidir la eucaristía, o que pueden dedicarse a la predicación, en el caso de ser un evangeliario.

A pesar de su carácter poco ritual, esta escena abrirá el camino a una larga tra-dición iconográfica cuyo éxito se verá en los pontificales de la baja Edad Media, constituyendo el Rollo de Landolfo, que paso a analizar seguidamente, el eslabón intermedio (Palazzo, 1999: 197).

El rollo-pontifical de la Bibliote-ca Casanatense de Roma fue reali-zado en Benevento hacia el 969-970 para Landolfo. Este manuscrito sólo contiene el rito de las ordenacio-nes y presenta un programa icóni-co compuesto por doce pinturas. De ellas, las cuatro últimas refieren los siguientes ritos de la ordena-ción presbiteral: presentación de los candidatos e imposición de ma-nos del obispo; entrega de la estola, concesión de la casulla y, finalmen-te, unción de las manos y entrega

Fig. 6. Ordenación presbiteral, Rollo pontifical de Lan-dolfo, ms 724 (B I 13), 969-970, Biblioteca Casanatense, Roma.

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del cáliz [fig. 6]. Esta última escena constituiría un ejemplo del méto-do monoescénico ya que se mues-tran dos momentos sucesivos de la ordenación, respetándose la unidad temporal. Tras la entrega de la estola y la casulla, objeto de las dos repre-sentaciones icónicas anteriores, el obispo ungía las manos del candida-to y, finalmente, le hacía entrega del cáliz y la patena. Se observa cómo el prelado con su mano derecha realiza la unción al sacerdote mientras que en su izquierda sujeta el cáliz que le entregará a continuación.

El mismo método puede ser observado en el Rollo de Guthlac, de principios del siglo XIII [fig. 7], donde este monje benedictino fue ordenado sacerdote por el obispo Hedda. El esquema compositivo es muy similar al anterior, el prelado de pie exhibiendo como ornamen-tos pontificales la mitra y el báculo, el presbiterando arrodillado ante él. El resultado es un nuevo tipo ico-nográfico, ya que san Guthlac sujeta con sus manos el cáliz que acaba de recibir, mientras que Hedda parece estar realizando sobre él la bendi-ción con la que finalizaba el ritual de la ordenación. No obstante, la figuración visual que obtendrá más éxito será aquélla en la que el obispo sentado en su sede y mitrado entrega los instrumentos litúrgicos a cada ordenando arrodillado a sus pies [fig 8], según prescriben las rúbricas: «Pontifex sedet in faldistorio cum mitra [...] singuli ordinandi succesive coram eo genua flectunt»11 (PR 1595: 66). La relación entre el lenguaje textual y el icónico se observa claramente en los objetos entregados. El pontifical señala: «Pontifex tum tradit cuilibet succesive Calicem cum vino et aqua, et Patenam superpositam cum Hostia12» (PR 1595: 67), indicaciones que

11. El obispo sentado en el faldistorio con mitra [...] los ordenandos se arrodillan ante él sucesiva-mente.12. El obispo hace entrega sucesivamente a cada uno del cáliz con vino y agua, y la patena con

Fig. 7. Ordenación sacerdotal: entrega del cáliz y ben-dición del ordenado, Rollo de Guthlac, Harley Roll Y 6, c. 1210, British Library, Londres, nimbo 11.

Fig. 8. Ordenación presbiteral: entrega del cáliz y de la patena, Pontifical de Clemente VIII, 1595, fol. 67.

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han sido seguidas fielmente en el grabado anterior, procedente del Pontifical romano de Clemente VIII, que acompaña al texto.

Esta entrega constituyó el acto central de la ordenación presbiteral hasta media-dos del siglo XX, cuando Pío XII en la constitución apostólica Sacramentum ordinis estableció la imposición de las manos como materia de la misma. Dicho cambio era defendido por el pontífice argumentando que cuando Jesús instauró este sacramento no precisó la materia, la forma ni el ritual para conferirlo, por eso, la Iglesia tenía po-testad para introducir modificaciones siempre que no afectasen a su sustancia, la cual para el Vaticano II será el mandato misional que capacita al ministro para actuar como vicario de Cristo. Este mandamiento era inmutable por ser de institución divina, no los diversos ritos que componían el sacramento, que pueden ser modificados de una época a otra, en función de la voluntad pedagógica y pastoral de la Iglesia (Arnau, 2010: 191). Esto explicaría por qué a lo largo de la historia se ha dado más relieve a unos en detrimento de otros.

CONCLUSIONES

La patrística sólo había conocido entrega de los instrumentos en el caso de las órdenes menores, donde no se llevaba a cabo imposición de manos, rito central en las mayores. Será en el PRG cuando estas entregas se extiendan por primera vez a las órdenes sagradas, adquiriendo tanta importancia que lleguen a ser consideradas las que imprimían el carácter en el alma del ordenando.

La Iglesia ha enseñado a la feligresía por medio de la liturgia y de los gestos ri-tuales. En el caso de la ordenación presbiteral ha puesto de manifiesto el aspecto que consideraba prioritario en su ministerio. Así, con la imposición de manos subrayaba que su misión era presidir la comunidad y santificarla con los sacramentos; mientras que con la unción y la entrega de los instrumentos incidía en el cometido eucarístico y cultual del sacerdocio.

En este artículo he intentado realizar un breve repaso de estos tres ritos de la ordenación presbiteral, abordando cuestiones de orden teológico y litúrgico que per-mitiesen analizar algunos de los tipos iconográficos a que han dado lugar.

hostia sobrepuesta.

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