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VALORES ÉTICOS 4º ESO
LA ÉTICA
1. Moral y ética
¿Te has preguntado alguna vez quién eres? ¿Y quién deberías ser? ¿Has dudado en
ocasiones sobre cómo deberías construir tu personalidad? ¿O si estabas actuando
correctamente? ¿Te has sentido mal por actuar mal? ¿Has tratado de hacer un bien a alguien
desinteresadamente? ¿Es mejor ser sincero o ser educado? ¿Es válido mentir en alguna
ocasión? ¿Cómo puede alcanzar la felicidad? ¿Para alcanzarla tengo derecho a hacer daño a los
demás?
Constantemente nos vemos abordados por situaciones o experiencias que nos conducen a
plantearnos este tipo de cuestiones, preguntas sobre lo correcto, lo incorrecto, el deber, el
bien y el mal. Se trata de cuestiones morales o éticas. Pero aunque muchas veces utilizamos
ambos términos como sinónimos, moral y ética no significan exactamente lo mismo.
La moral es el conjunto de principios, normas y valores que cada persona, grupo o
generación posee o comparte y que nos orienta en el modo de actuar y comportarse para
tratar de conseguir una vida buena, justa o correcta. La moral responde a la pregunta “¿Qué
se debe hacer?” ante determinadas situaciones vitales, y hay una serie de valores morales que
nos orientan y nos ofrecen posibles respuestas, no sólo para actuar, sino para juzgar a los
demás o tratar de convencerlos en el modo de vida que consideramos más adecuado.
La moral es una especie de brújula que se transmite de
generación en generación en cada sociedad, colectivo o familia,
que nos orienta hacia una vida buena y justa. Ofrece, por tanto,
orientaciones, normas, prohibiciones y valores. Pero no todas las
sociedades, colectivos, familias o individuos comparten una misma
brújula. Cada uno ha recibido por su educación o ha configurado
por su carácter su propia brújula, y por ello cada uno sigue sus propias normas o valores. Estas
normas y valores son indispensables para enfrentarnos ante problemas de convivencia, para
formarnos desde un punto de vista no meramente profesional, sino humano, y para construir
nuestra propia personalidad y convicciones.
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La ética, por su parte, es la reflexión filosófica que tiene por objeto la crítica y
fundamentación de la moral. La ética es una parte de la Filosofía que también puede llamarse
Filosofía moral. Esta se plantea el sentido de la moral, su necesidad, su origen, su justificación,
si es adecuada o no.
La ética se pregunta por los motivos de las acciones humanas. Sus temas preferentes
de estudio son aquellas situaciones en las que cabe la posibilidad de actuar de
maneras diferentes o los asuntos en los que diversas normas o valores morales se ven
enfrentados: pena de muerte, aborto, eutanasia, trato a los animales, conflictos
bélicos, desigualdad social…
La ética no ofrece una norma o un principio que debamos seguir para actuar bien o
ser justos, la ética trata de entender en qué consisten esos fines (la bondad, el deber,
la justicia…) y analiza las diversas respuestas morales posibles. Una reflexión ética nos
puede ayudar a tomar decisiones libres alejadas de las normas y valores en los que nos
han educado, pero siempre desde el razonamiento y la reflexión.
La ética es una disciplina que, al analizar los fundamentos de la moral y la amplia
gama de teorías morales, nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a forjar
nuestra propia personalidad moral.
1- Indica si las siguientes oraciones son propias de la moral o de la ética:
a) No matarás b) ¿Debería vengarme del asesino de mi hija? c) Más vale pájaro en mano que
ciento volando d) La amistad es un tesoro e) ¿Qué diferencia a un amigo de un colega? f) La
felicidad es el objetivo de una vida basada en la virtud
1.1. Valores y normas.
¿Qué prefieres, un día de fiesta o uno de clase? ¿Salir con los amigos o limpiar la casa?
Puede que lo tengas muy claro, o que pienses “depende…”, pero escojas lo que escojas estarás
eligiendo entre opciones y, si lo haces, es porque das más valor a una de las opciones.
Podemos valorar un mismo objeto desde diferentes puntos de vista: económico, sentimental,
estético, religioso, artístico, etc. El valor dependerá del fin o el sentido que tenga ese objeto.
Pero, ¿qué es un valor moral? Con valor moral nos referimos a una cualidad o un principio
que manifiestan los seres humanos en sus acciones morales, es decir, cuando actúan bajo
una idea de justicia, bondad o deber. Así pues, podemos hablar de valores morales como la
responsabilidad, la honestidad, el respeto, la solidaridad, la moderación, etc.
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Los valores morales, así como las normas morales que prohíben u obligan a actuar de
determinada manera, guían nuestra conducta y definen nuestra personalidad moral. Así pues,
resulta contradictorio defender determinados valores y proponer determinadas normas y
luego no cumplir en la práctica. Sin embargo a veces eso sucede. Se debe a que en
determinadas situaciones se ven enfrentadas normas y valores en los que creemos.
2- Dibuja tu propia escala de valores, situándolos jerárquicamente (amor, amistad, honestidad,
valentía, egoísmo, hedonismo, fidelidad…)
1.2. Dilemas morales
Un dilema moral es un problema con varias soluciones posibles (normalmente dos, de
ahí el nombre di-lema). El conflicto se plantea porque cada solución posible conlleva
defender unos valores o cumplir unas normas que no pueden satisfacerse simultáneamente.
Se ha de seguir un valor u otro, pero no es posible conjugarlos.
Para que nuestra elección sea satisfactoria desde un punto de vista ético ha de estar
fundamentada y razonada de modo consistente, de modo que podamos defender nuestras
opiniones morales, incluso con sus excepciones, formando una personalidad moral propia y no
dejándonos arrastrar por cualquier opinión ajena bien formulada.
1- Lee los siguientes dilemas morales y explica qué harías tú en la situación de los
protagonistas. Indica también qué actitudes o acciones se enfrentan en cada dilema y qué
valores morales hay tras ellos:
a) José y María llevan año y medio en el paro, aunque lo intentan no encuentran trabajo.
Tienen dos hijos pequeños y suponen muchos gastos. El Banco ya les ha avisado de que llevan
tres meses sin pagar la hipoteca y que si continúan sin pagar se iniciará un proceso de
desahucio. María pidió dinero a su hermano, pero su hermano apenas puede dejarles
suficiente dinero como para pagar la luz y el agua. Por su parte José sólo tiene a sus padres con
los que apenas habla por la mala relación que tuvieron en el pasado. Quizá sus padres tengan
dinero, o puedan ayudarles a encontrar trabajo. Quizá podrían atracar un comercio para pagar
las facturas más urgentes. Otra posibilidad es no pagar la hipoteca y tratar de resistir en ella.
b) Laura es una bióloga que lleva años investigando una posible cura contra el cáncer. Su
equipo de investigación se encuentra muy próximo a encontrar un compuesto químico que
podría resultar lo que tantos años han estado tratando de conseguir. Pero han de probar antes
los posibles efectos adversos en un organismo vivo. El equipo de investigación se ha decidido
por utilizar ratas de laboratorio, pero Laura no está conforme. Ella es una gran defensora de
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los animales, no come carne y lucha por la abolición de los festejos taurinos. Usar animales
como un instrumento, pudiendo enfermarlos o matarlos, le parece inmoral. Pero, podrían
salvarse tantas vidas humanas…
2. SÓCRATES Y EL NACIMIENTO DE LA ÉTICA
La filosofía, en su origen, era esencialmente el estudio racional, metódico y riguroso de la
naturaleza que trataba de explicar sus fenómenos yendo más allá de las respuestas míticas.
Fueron los sofistas y Sócrates los que dieron un nuevo rumbo a la filosofía, dirigiendo sus
reflexiones, no tanto al mundo natural, como al mundo humano, el mundo de las costumbres y
la acción. Estos pensadores trataron de aclarar qué era el bien qué era el mal, cómo debemos
conducir nuestra vida o qué elementos debía tener una sociedad justa. El enfrentamiento
entre los sofistas y Sócrates residía en la postura relativista y convencionalista de estos
profesores de retórica y política, una postura que el extravagante Sócrates trataba de
refutar, buscando un significado unívoco y universal a conceptos como belleza, justicia y
bien.
Los sofistas, en su mayoría extranjeros que provenían de los más alejados rincones del
mundo conocido, descubrieron a los atenienses las más extrañas costumbres, las leyes y
constituciones más incomprensibles o intolerables de otros países. Su contacto con otras
culturas y las diferencias existentes entre ellas, les llevó a preguntarse si las normas y
costumbres que tenían cada grupo humano son naturales e inmodificables o producto de una
convención, es decir, de un acuerdo social. Su participación directa e indirecta en las disputas
políticas de la democracia ateniense potenció en ellos la idea de que la verdad, también la
verdad propia de la moral, es siempre relativa. No existía para ellos una verdad universal,
por lo que a unos parece malo, a otros parece bueno, e incluso conceptos como el de justicia
podían ser invenciones de los más débiles para protegerse de aquellos más fuertes capaces de
cometer injusticias.
-Los sofistas eran, en general, relativistas y convencionalistas. Las normas morales son producto de
una convención, por lo que pueden cambiarse. Esas convenciones son relativas a grupos sociales
concretos. Por eso cada grupo puede tener sus normas, e incluso cada individuo aceptarlas o
rechazarlas.
Para Sócrates (470-399 aC) el relativismo de los sofistas era muy peligroso. Si no había
consenso en calificar una acción como adecuada o inadecuada, justa o injusta, loable o
reprobable, entonces ¿cómo ponerse de acuerdo para elaborar las leyes de un estado?, ¿Cómo
juzgar el insulto o el hurto, si cada uno los interpretaba de distinta forma? La posición de los
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sofistas, pensaba Sócrates, sólo podía conducir al caos: sería imposible confeccionar unas
normas con las que orientar la conducta humana, no se sabría qué pautas de conducta
enseñar a los jóvenes en las escuelas y el
diálogo entre humanos sería inviable.
Sócrates defendió la máxima del templo
de Apolo en Delfos: Conócete a ti mismo.
Hizo de esta frase una máxima de su
pensamiento. Conocerse a uno mismo
significa investigar el significado de las
propias acciones y, con ello, la pretensión de
ir mejorándolas y auto-perfeccionarse. Este conocimiento estaba, según Sócrates, ligado a la
virtud y a la corrección moral, ya que para Sócrates todo sabio era necesariamente virtuoso. El
que conocía el bien sólo podía hacer el bien. El malvado sólo lo era por ignorancia, porque si
supiera realmente que su acción podía causar un daño a los demás, evitaría cometerla.
-Sócrates defendió lo que se conoce como intelectualismo moral. Conocer el bien conduce
necesariamente a actuar bien. De ahí su interés por definir precisamente los conceptos centrales de la
moral, saber que es el bien, la justicia o la honradez permitirá actuar de forma buena, justa y honrada.
Esta postura le enfrentaba con el relativismo y podemos definirla como universalista, ya que el bien es
el mismo para todos.
3. ÉTICAS DEL BIEN
Se han dado numerosas corrientes de pensamiento ético que podemos agrupar en torno
a una característica que poseen en común, su finalidad es la de orientar en la búsqueda del
mayor bien para la vida. Consideran todas ellas que la reflexión ética es un camino para
poder llevar una vida buena, una vida completa en la que se alcanza el bien supremo. Sin
embargo, no existe acuerdo dentro de estas corrientes sobre en qué consiste exactamente ese
bien supremo que debemos perseguir. ¿Se trata del placer? ¿Será acaso la tranquilidad de
espíritu? ¿O consistirá en la salvación eterna de nuestra alma? A continuación estudiaremos
las propuestas de Aristóteles, estoicos, epicúreos y utilitaristas, atendiendo a que, pese a
compartir su carácter finalista de sus teorías éticas según las cuales el fin último es alcanzar
una vida buena o una vida feliz, difieren en cómo hacerlo.
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3.1. Aristóteles: La felicidad (euodaimonía) a través del auto-
perfeccionamiento
«Puesto que todo conocimiento y toda elección tienden a algún bien, ¿cuál es la meta de la política,
o cuál es el bien supremo entre todos los que pueden realizarse? Sobre su nombre, casi todo el mundo
está de acuerdo, pues tanto el vulgo como los cultos dicen que es la felicidad, y admiten que vivir bien y
obrar bien equivalen a ser feliz. Pero cuando se trata de decir en qué consiste realmente la felicidad, hay
diferencias de opinión y no lo explican del mismo modo el vulgo y los sabios.»
Aristóteles, Ética a Nicómaco.
En su ética Aristóteles sostiene que el bien máximo al que podemos aspirar las personas
es la felicidad. Es verdad que los seres humanos se esfuerzan por conseguir otras metas, como
la riqueza, la fama o el poder. Pero Aristóteles nos recuerda que ninguna de estas aspiraciones
es una finalidad en sí misma. Nadie desea ser rico exclusivamente para acumular oro. Según
Aristóteles, lo que las personas verdaderamente queremos es ser felices. Si lo logramos,
habremos alcanzado el máximo bien al que podemos aspirar. La felicidad no es un medio, sino
una meta en sí misma, el objetivo más importante que podemos desear.
-El término griego para referirse a la felicidad es eudaimonía. Por eso suele denominarse a la ética
aristotélica como ética eudemonista.
Que las personas perseguimos la felicidad como bien supremo es
una afirmación quizá muy obvia y poco concreta. ¿En qué consiste
exactamente la felicidad? Ahí probablemente radique el problema
filosófico. Aristóteles define la felicidad partiendo de lo que nos define
como seres humanos. Según Aristóteles, las personas somos distintas
del resto de animales porque tenemos razón y palabra. Tenemos
logos. Esta capacidad de pensamiento es más noble y valiosa que las
demás capacidades, por lo que la felicidad debe radicar precisamente en su ejercicio. La vida
más feliz, por tanto, no será la de quien se preocupa de las
cosas materiales, ni de quien busca la fama. La más alta
felicidad corresponde a la forma de vida del sabio, que dedica
su tiempo a pensar y buscar la verdad.
Pero esta vida de sabiduría, la vida contemplativa, no está
al alcance de todos. Por eso también necesitamos algún tipo de
guía que nos ayude a encontrar la felicidad en el día a día. Aristóteles creía que debemos
ejercitarnos en desarrollar la virtud o areté, que significa excelencia. Las personas felices son
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las que se comportan de manera excelente, sabiendo actuar como corresponde en cada
situación.
¿Cuándo es una acción virtuosa? Cuando esta acción no es producto de los excesos, sino
que es una acción elegida entre dos extremos posibles. El punto medio siempre garantiza la
virtud. El valor, por ejemplo, no es temeridad ni cobardía, sino algo situado entre ambos
extremos. Pero no es fácil determinar siempre dónde se encuentra el punto medio, para ello
debemos emplear la razón, concretamente, la prudencia, esta es la capacidad intelectual
fundamental que nos ayuda a determinar cuál es la conducta correcta en cada circunstancia,
dependiendo de nuestra situación personal.
Así, con la repetición de las acciones se forman hábitos, y con la repetición de hábitos,
costumbres. La virtud sólo puede nacer de la costumbre, de la repetición constante de actos
correctos. Es por eso por lo que, a costa de esfuerzo y trabajo, la personalidad puede cambiar,
ya que nuestras inclinaciones y nuestros modos habituales de proceder pueden entrenarse y
dirigirse hacia el camino de la felicidad.
3.2. Época helenística: Estoicismo y epicureísmo
Con el auge del imperio macedónico, que alcanzó su máximo esplendor gracias a las
victorias militares de Alejandro Magno, la Atenas democrática pierde influencia y los debates
filosóficos dejan de centrarse en torno a asuntos públicos de interés general para dar paso a
numerosas escuelas de pensamiento ético centradas en la búsqueda individual de la felicidad.
Entre estas escuelas destacaremos dos que tienen mucho en común. La escuela estoica y la
epicúrea.
El estoicismo nace con Zenón de Citio, que fundó su
escuela en la Stóa poikilé, que era el Pórtico pintado del ágora
de Atenas. Esta escuela de pensamiento gozó de gran fama
en el mundo romano que iniciaba entonces su auge. Aunque
es una corriente con posiciones metafísicas y cosmológicas,
nos interesa su particular visión de la ética. La vida buena o
feliz para los estoicos consiste en una vida sosegada, serena,
una vida en la que se alcanza la ataraxia. La ataraxia o
imperturbabilidad del espíritu consiste en la vida ajena a todo aquello exterior a uno mismo,
consciente de que lo que no depende de nosotros es incontrolable. Los estoicos proclamaron
que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades
materiales, la fortuna externa y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y
https://es.wikipedia.org/wiki/Stoa_Pecilehttps://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81gora_de_Atenashttps://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81gora_de_Atenas
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la virtud. Para ello hay que evitar las pasiones y las inclinaciones propias del cuerpo y de los
bienes materiales que nos seducen, para vivir conforme a la razón y el autocontrol.
El estoicismo, por tanto, defendía una visión fatalista de la existencia. Las cosas ocurren
porque así lo quiere el destino o así lo ordena el cosmos. No debemos preocuparnos por nada
ajeno a nuestra voluntad. Necesitamos entrenarnos en el autocontrol para no depender de
deseos y pasiones que nos pueden conducir al sufrimiento. La serenidad, la calma, en
definitiva, la ataraxia, es el bien supremo al que dirigirnos.
-Actualmente utilizamos el adjetivo estoico para referirnos a alguien que asume con
resignación las adversidades
Por su parte, el epicureísmo hace referencia a la ética hedonista de Epicuro, conocido por
proponer sus teorías rodeado de sus allegados en su jardín, mientras disfrutaban de austeros
banquetes y charlaban abiertamente. La ética de Epicuro es también una ética del bien,
porque su fin último es alcanzar la felicidad. El hedonismo que defendió proponía que la
felicidad consiste en la búsqueda del placer y la huida del dolor.
-El término griego para referirse al placer es hedoné, de ahí el concepto de hedonismo.
El hedonismo se asocia a una filosofía de vida
basada en la búsqueda del placer por encima de
todo, sin ningún tipo de freno. Pero Epicuro cuando
defendía el hedonismo no defendía una visión tan
radical de la búsqueda del placer. Epicuro entendía
que la felicidad se consigue con un cálculo meditado
de aquello que nos conviene por placentero y
aquello que debemos evitar por doloroso. Pero este
cálculo nos conduce, tal y como él ejemplificó con su
estilo de vida, a una cierta austeridad. Comer y beber
en exceso puede ser un gran placer a corto plazo,
pero proporcionar dolor posteriormente por una indigestión. En este sentido Epicuro se
aproximaba al ideal estoico de la ataraxia, pues más vale una vida sosegada y de autocontrol
que una búsqueda errada del placer inmediato que nos provoque dolor y tristeza con
posterioridad.
Además, Epicuro distinguió tres tipos distintos de placeres. Alimentarse, vestirse o
cobijarse frente a las inclemencias del tiempo son placeres naturales y necesarios, del mismo
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modo que reflexionar o cultivar la amistad. Existen también placeres naturales pero
innecesarios, que están asociados al deseo de refinamientos artificiosos de los placeres
naturales necesarios, como el lujo en el vestir, atiborrarse en el comer o las diversiones
exóticas. Por último también hay placeres que no son ni naturales ni necesarios, como el ansia
de fama y de éxito social. De acuerdo con su ética, la satisfacción de los placeres naturales y
necesarios es la que debe ocuparnos de forma prioritaria, siempre con moderación y
sensatez.
1- Lee el texto y contesta las preguntas:
«Entonces, cuando decimos que el placer es el fin, no hablamos de los placeres disolutos
ni a los que residen en el goce regalado, como creen algunos que ignoran o no están de
acuerdo o que interpretan mal la doctrina, sino de no padecer dolor en el cuerpo ni turbación
en el alma. Pues ni las bebidas ni los banquetes continuos, ni el goce de muchachos y mujeres,
ni de los pescados y todas las otras cosas que trae una mesa suntuosa engendran la vida grata,
sino el sobrio razonamiento que indaga las causas de toda elección y rechazo, y expulsa las
opiniones por las cuales se posesiona de las almas la agitación más grande.»
Epicuro, Carta a Meneceo.
a)-¿Qué entiende Epicuro por placer?
b) -¿Cómo debemos definir el hedonismo según Epicuro?
2- Clasifica los siguientes placeres siguiendo la distinción epicúrea:
-Cenar tras un largo día de estudio
-Cenar en un restaurante con 2 estrellas Michelín
-Ver videoclips
-Comprarse ropa de marca
-Vivir en una mansión.
-Aparecer en un reality show
-Salir con los amigos
3.3. El utilitarismo
Con la transformación tecnológica, económica, social y política que va configurando la
sociedad industrial capitalista del siglo XIX, la reflexión moral dirige su mirada hacia los
resultados de la acción: la utilidad se constituye en el eje en torno al cual parecen girar
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nuestras decisiones científicas, económicas, políticas y, cómo no, morales. El utilitarismo nace
en Inglaterra, a finales del siglo XVIII, y cuenta entre sus representantes con Jeremy Bentham
(1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873).
Aunque los utilitaristas utilizan el término “felicidad”, poco tiene que ver con el concepto
aristotélico. La reflexión ética gira ahora hacia las consecuencias de nuestras decisiones y sus
repercusiones, tanto individuales como colectivas. El principio de utilidad de Bentham
consiste precisamente en escoger la acción adecuada atendiendo a si sus resultados
promueven un aumento de la felicidad del interesado o no.
-El utilitarismo afirma que los actos moralmente correctos lo son en función de su utilidad.
La moral consiste en una aritmética de placeres, de modo que la balanza debe inclinarse a
favor del placer y en contra del dolor, sin que entre los distintos placeres posibles exista, tal y
como planteaba Epicuro, una diferencia cualitativa. La suma de placeres ha de ser superior a la
suma de dolores para ser feliz.
Bentham propone una fórmula de utilidad cuyo criterio consiste en maximizar el bien
social: la mayor felicidad para el mayor número de personas. Se debe procurar el bien
general, porque ello repercute en el bien particular de los individuos. Según esto, un juicio
moral no es sino un juicio acerca de la felicidad, y una acción es moralmente buena en la
medida que conduzca a la felicidad de la colectividad, y en consecuencia, a la individual.
John Stuart Mill sí distinguió entre placeres inferiores y superiores, por lo que la calidad
está por encima de la cantidad en la búsqueda del placer y la huida del dolor. También
defendió que el bien general debe buscarse no sólo por interés individual, ya que puede
proporcionarnos ventajas personales, sino porque posee un valor en sí mismo. Mill y su mujer
defendieron también la democracia y la igualdad de la mujer respecto al hombre, demandas
morales y políticas que comenzaban a extenderse en aquel momento.
-El utilitarismo pertenece a una época de auge capitalista en el que el criterio de utilidad y la
maximización de beneficios, elementos propios de la teoría económica liberal, son traducidos a otros
ámbitos como la política y la moral.
4. LA ÉTICA KANTIANA DEL DEBER
En el siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, un autor paradigmático, Immanuel Kant (1724-
1804), tratará de interiorizar el concepto de norma moral: los hombres, según él, obrarán
moralmente no por obediencia a una coacción externa (el poder del Estado o el contrato
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social), sino por respeto a una ley moral interior que el propio individuo se da a sí mismo, a
saber, el imperativo categórico.
Aunque la existencia de diferentes códigos morales sea
indudable, hay que averiguar qué es lo que los convierte en
“morales”, cuál debe ser la forma que debe tener un precepto para
convertirse en precepto moral. Para emprender esta investigación, el
filósofo se centra en la voluntad del agente moral, en su intención y
no en las consecuencias de la acción. No hay nada
incondicionalmente bueno, salvo una buena voluntad.
Kant distingue entre nuestras inclinaciones o deseos y
nuestro deber. Si actuamos por inclinación, sea esta
egoísta o altruista, la acción no es moralmente buena,
porque la intención que la ha guiado no ha sido la
realización del deber. Si impido que mi vecino sea
desahuciado de su vivienda por falta de recursos, y lo hago
para tener compañía, no se trata de una acción
moralmente buena, porque no actúo por deber, sino
persiguiendo un fin. Kant establece una distinción entre
imperativos hipotéticos y categóricos. Los imperativos
hipotéticos incluyen una condición: debes hacer tal cosa (estudiar mucho) si quieres…(aprobar
el examen). Pero el imperativo categórico no tiene esta forma condicional, expresa una orden
incondicional: debes hacer esto. A la pregunta por el motivo responde: porque es tu deber.
Debo impedir el desahucio de mi vecino porque es lo correcto, mi deber, y así debiera actuar
con toda persona aunque sea un total desconocido.
Kant propone actuar conforme a una máxima de acción que podamos convertir en ley
universal, es decir, que sea válida para todo el mundo. Kant postula así la autonomía de la
moralidad: el criterio de lo moral no puede ser exterior a mí mismo, no puede ser
heterónomo. Al obedecer el imperativo categórico no obedezco un dictado externo, sino
interno, convirtiéndome en aquel que legisla y construye la norma.
La intención que hace buena a la voluntad es el cumplimiento del deber por pura
obediencia al deber, no por algún interés coincidente.
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Kant rechaza así las éticas del bien o de la felicidad, porque estas hacen referencia a
elecciones subjetivas que no pueden universalizarse, que no son válidas para todos, y que se
confunden con la búsqueda de satisfacciones personales y deseos. Estas éticas se fundan en
imperativos hipotéticos. La ética no es una doctrina de la felicidad. Para Kant la ética ha de ser
deontológica, estar basada en normas incuestionables que deben obedecerse sin que medie
un interés personal.
1- Lee el texto y contesta a la pregunta:
«Si suponemos que el fin del hombre es la felicidad, entonces habría sido mejor que la
naturaleza hubiera dotado al hombre de instinto en vez de razón para alcanzar este fin. La
razón no proporciona la felicidad y la satisfacción en la vida, porque la razón tiene un
propósito mucho más digno. El fin de la razón es el producir una voluntad buena, que es el
bien supremo y la condición de cualquier otro fin. La consecución de este fin supremo puede ir
unido a algún perjuicio para alcanzar los fines de las inclinaciones, que se resumen bajo el
nombre general de “felicidad”»
I.Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
a) ¿Qué fines se ven enfrentados? ¿Por qué?
2- ¿De las siguientes acciones cuáles serían morales según Kant?
a. Pagar los impuestos para que no me pongan una multa. b. Decir la verdad porque, si miento, perderé la confianza de los demás. c. Cuidar de mi madre cuando está enferma porque la quiero y ella también cuida de mí. d. Devolverle a alguien el mal que me ha hecho para que aprenda que no se puede ir
dañando a los demás por la vida. e. Estudiar para estar preparado y poder conseguir un puesto de trabajo. f. Decir la verdad porque es mi deber aunque tenga consecuencias negativas para mí o
para otras personas. g. No copiar en un examen aun sabiendo que el profesor nunca se enteraría porque no
debo hacerlo. h. Ayudar a otros movido por un sentimiento de compasión.
3-¿Cuál sería la respuesta de Kant a las siguientes preguntas? Razonar la respuesta.
a. ¿Es lícito mentir para evitar un daño a alguien? b. ¿Sería lícito torturar a un terrorista para obtener de él información con la que se
pudiera evitar un atentado? c. ¿Es lícito sacrificar a una persona para salvar a muchas?
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5. LA CRÍTICA NIETZSCHEANA DE LA MORAL
Fiedrich Nietzsche (1844-1900) es un filósofo alemán que alcanzó gran fama
póstumamente. Es caracterizado, junto a Marx y Freud, como uno de los filósofos de la
sospecha, esto se debe a que los tres “sospecharon” de las ideas y valores imperantes de su
tiempo, tratando de encontrar qué se escondía
bajo las mismas y qué presupuestos permitían
que estas se sustentasen. En el caso concreto de
Nietzsche, su sospecha se dirigió a la moral de la
cultura conservadora y cristiana de finales del
siglo XIX. Nietzsche fue un crítico furibundo de los principios morales de su época y del
cristianismo. Trató de establecer el origen de estos valores rastreando su historia a través de
una genealogía, los cuestionó y trató de que fuesen reemplazados por unos nuevos valores en
un proceso que denominó como transvaloración.
Nietzsche fue polémico y poco entendido en su tiempo, en parte, por su valentía para
analizar y criticar los principios y normas morales que se sustentan en las religiones judía y
cristina. El filósofo escribió una Genealogía de la moral, donde trató de determinar el origen
de los valores de abnegación, resignación, piedad, austeridad o el mismo sentimiento de
culpa. Según Nietzsche la cultura judía, y posteriormente la cristiana, llevaron a cabo un
cambio de valores. Para el griego arcaico ser fuerte y demostrarlo a través de actos de
competición y egoísmo no era algo que se pudiese considerar malo, antes bien, eso era bueno
y la resignación o el miedo eran malos. Poco a poco la concepción respecto a este tipo de
acciones fue variando, y lo que antes era bueno por señorial y valiente ahora era considerado
malvado, propio de pecadores, mientras que las actitudes propias de los plebeyos ahora se
consideraban buenas. Para Nietzsche esto supuso el triunfo de una moral de esclavos, una
jerarquía de valores propia de individuos inferiores basada en el resentimiento contra los
fuertes. Esta nueva moral fue expandida con el cristianismo, configurando una cultura
gregaria, una moral de rebaño que según este pensador impedía que los mejores pudiesen
destacar por encima de la masa aborregada que acepta cómodamente sin cuestionarse nada
las ordenes y normas que se les impone.
Nietzsche cuestionó también la teoría metafísica que sustenta este nuevo orden moral,
basado en la idea de trascendencia y de una vida en el más allá donde las injusticias serán
reparadas y los malvados castigados por una fuerza divina superior. Pero esto sólo es una
muestra de la debilidad y el rencor de los débiles, incapaces de satisfacer sus pretensiones en
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esta vida. Por otra parte, los principios de abnegación cristianos que imponen reprimir deseos
e instintos resultan antinaturales. Nietzsche defiende la vida en este mundo, la vida creativa y
valiente que es capaz de afirmarse y satisfacer sus expectativas sin miedo a las opiniones
ajenas. La necesidad de una moral fundada en lo terrenal y no en lo celestial, le llevó a
anunciar con gran repercusión posterior que Dios ha muerto. La moral no podía ya estar
asentada en la idea de una vida de sufrimiento y un más allá redentor.
Si la moral arcaica fue transformada en una nueva moral propia de esclavos, Nietzsche
defendió que era necesaria una nueva transformación, una transvaloración de todos los
valores. Con su crítica a los valores morales y las normas asumidas en su tiempo este pensador
quiso encender la chispa de una acción creativa de elaboración de nuevos valores que no
reprimiesen las fuerzas naturales del ser humano y que constituyesen un nuevo orden cultural
en el que la competición, la libertad y
la autonomía fuesen moneda de
cambio.
Lo que nos interesa de esta
genealogía y esta crítica no es tanto las
consideraciones nietzscheanas sobre
qué debemos entender por bueno,
malo y malvado, lo que nos interesa es la idea de que los valores morales, aquello que
entendemos como bueno y malo, no son cosas dadas e inamovibles, sino que cambian con el
paso del tiempo. La filosofía se atreve a analizar y cuestionar los valores imperantes para
defenderlos o para cuestionarlos, proponiendo otros nuevos. Como diría Nietzsche, no hay
hechos morales, sólo interpretaciones morales de los hechos.
1- Lee el texto y contesta las preguntas:
«…necesitamos una crítica de los valores morales, hay que poner alguna vez en
entredicho el valor mismo de esos valores, y para esto se necesita tener conocimiento de las
condiciones y circunstancias de que aquéllos surgieron, en las que se desarrollaron y
modificaron (…), un conocimiento que hasta ahora ni ha existido ni tampoco se lo ha siquiera
deseado. Se tomaba el valor de esos “valores” como algo dado, real y efectivo, situado más
allá de toda duda; hasta ahora no se ha dudado ni vacilado lo más mínimo en considerar que el
“bueno” es superior en valor al “malvado”, superior en valor en el sentido de ser favorable,
útil, provechoso para el hombre como tal (…). ¿Qué ocurriría si la verdad fuera al contrario?
¿Qué ocurriría si en el “bueno” hubiese también un síntoma de retroceso, y asimismo un
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peligro, una seducción, un veneno, un narcótico, y que por causa de esto el presente viviese tal
vez a costa del futuro? ¿Viviese quizá de manera más cómoda, menos peligrosa, pero también
con un estilo inferior, de modo más bajo? (…) ¿De tal manera que justamente la moral fuese el
peligro de los peligros?»
Fiedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, 1887.
a) ¿Por qué piensa Nietzsche que la moral puede ser el peligro de los peligros?
b) ¿Crees que existen valores morales universales o que estos siempre cambian en cada
contexto? Razona tur espuesta.