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Valpuesta: Origenes del Castellano

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La actual parroquia de Valpuesta, perteneciente al ayuntamiento de Berberana, está situada en Las Merindades, en el valle de Valdegovía. Fue durante tres siglos (IX-XI) la sede episcopalde Santa María de Valpuesta, heredera de la diócesis de Oca. Extendió su jurisdicción por tierras del occidente de Vizcaya y Álava, norte de Burgos y este de Cantabria. Está profundamente relacionada con el origen del Condado y futuro Reino de Castilla, y en su documentación se encuentran los primeros vestigios escritos del Romance Castellano.

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Tras los vestigios de la lengua

ORÍGENES D E L CASTELLANO

Texto de José Ramón García Sánchez-Montañezy fotografía de José Ángel Varona Bustamante

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El banco o predela es uno de los elementos más interesantes delretablo mayor de la iglesia de Valpuesta. Algunos investigadoreslo atribuyen a la mano de Juan Pardo, hijo de Vigarny.

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Este monasterio-sede episcopal se situaba en lo quemucho tiempo atrás fue la antigua Autrigonia. LosAutrigones fueron un pueblo prerromano de filia-ción celta perteneciente al área lingüística indoeu-ropea de la península. El estudio de estos puebloses muy complejo. No siempre existían límites pre-cisos entre ellos. Incluso el contenido significativodel nombre de las etnias es inestable a lo largo deltiempo porque la relación entre etnias, lenguas yterritorios va cambiando con el tiempo. Podemosconsiderar, siempre con mucha cautela, que losAutrigones limitaban al norte con el Cantábrico; alnoreste con los Caristios (muy celtizados pero, po-siblemente, de habla vasca); al este también con losCaristios y, en menor medida (sólo en torno a lazona de Treviño), con los Várdulos (igualmenteceltizados y euskaldunes); al sureste con los Bero-nes (celtas); al sur con los Pelendones (celtas); alsuroeste con los Turmogos (celtas); y al oeste y no-roeste con los Cántabros (gran familia de pueblosde antiguo origen indoeuropeo precelta, posterior-mente afectados también por los procesos de celti-zación). Por tanto, la Autrigonia prerromana seríaun ámbito sociocultural claramente celta. Alta-mente emparentado al oeste con poblaciones cuyaceltización se asentó sobre un antiguo substrato lin-güístico precelta también indoeuropeo (parentescode primer grado, podríamos decir, que lleva a al-gunos especialistas a considerar a los Autrigonescomo uno más de los pueblos cántabros), y en es-trecha relación de convivencia vecinal hacia el estecon gentes también muy celtizadas pero pertene-cientes al área lingüística preindoeuropea vasca.

Tras la romanización nunca más se supo de todosesos pueblos y sus hablas. En las zonas más mon-tañosas y arriscadas del espacio comprendido entreel Cantábrico y el alto Ebro se trató de una roma-nización de carácter rural, pero la latinización fueprofunda y generalizada. Las lenguas de aquellasgentes desaparecieron. Todas menos una, el Eus-

kera, que, pese a haber sido enormemente influidapor las lenguas celtas y posteriormente por el Latín,pudo sobrevivir hasta hoy en día al amparo del Pi-rineo occidental y sus estribaciones.

El proceso que explica la transformación del Latíny su progresiva evolución hacia el Latín tardío oprotorromances viene de muy lejos. Hunde sus ra-íces en la ruralización que sufre Europa con la de-bilitación del Imperio Romano a partir del siglo IVy el consiguiente nativismo que generó. Hace dé-cadas que L. Mitxelena, padre de la filología vasca,apuntó que esta ruralización supuso una revitaliza-ción de la lengua vasca. Juan José García Gonzálezexplica que el revival indigenista que se producetras la caída del Imperio supone la reintegracióndel Euskera a los territorios de las antiguas Caristiay Vardulia. Se habría tratado de un proceso de irra-diación lingüística desde las serranías de Urbasa,Andía y Aralar, situadas al este de la antigua Var-dulia cerca del pirineo occidental, donde el Euskerahabría sobrevivido como habla propia de los silvo-ganaderos de los altos. La incertidumbre e inesta-bilidad social que el vacío de poder provocó en elpequeño campesinado del piedemonte hizo quebuscaran protección en las mayores posibilidadesparamilitares de estos pastores de las grandes pla-taformas ganaderas. No es que fuesen chicarronesmontaraces y aguerridos especialmente preparadospara el combate, sino que llevaban una vida sus-tancialmente distinta a la de los aldeanos, la cualles habilitaba para la milicia mucho más que a susvecinos: disponían de un tiempo para otro tipo dequehaceres impensable para los pequeños campe-sinos amarrados a la tierra; conocían los terrenosagrestes, altozanos, caminos, sendas y atajos comola palma de su mano; su seminomadismo inter-montano siempre les había puesto en contacto condistintas aldeas y caseríos; la propiedad particularsobre los rebaños les hacía permanecer vinculadosa arcaicas formas de organización social basadas

La actual parroquia de Valpuesta, perteneciente al ayuntamiento de Berberana, está situadaen Las Merindades, en el valle de Valdegovía. Fue durante tres siglos (IX-XI) la sede epis-copal de Santa María de Valpuesta, heredera de la diócesis de Oca. Extendió su jurisdicciónpor tierras del occidente de Vizcaya y Álava, norte de Burgos y este de Cantabria. Está pro-fundamente relacionada con el origen del Condado y futuro Reino de Castilla, y en sudocumentación se encuentran los primeros vestigios escritos del Romance Castellano.

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en el linaje, ya desaparecidas en llanos y valles...A cambio de la protección requerida, los pasto-res tenían la posibilidad de enseñorearse no sólosobre sus bestias, sino también sobre sus circun-vecinos establecidos en vados, terrazos y llanosintramontanos. Esta comunión de intereses po-sibilitó la aparición de jefaturas extramontanasbasadas en el linaje y la progresiva expansiónde su habla silvoganadera hacia valles abiertosy grandes llanos, investida ahora como lenguade un nuevo poder emergente. La situación noes nueva: en ocasiones ya los romanos les ha-bían considerado pervasores montanos (perva-

dere=atravesar, caminar por medio de, saltarselos límites...) porque, haciendo mal uso de la in-dependencia de que gozaban debido a su semi-nomadismo pastoril de altura, se extralimitabanen las posibilidades que el estado les permitía.Ahora, sin estado, la vía quedaba abierta.

La configuración de elites en torno a la posesiónde ganados es algo que los antropólogos cono-cen desde hace mucho tiempo, así como la exis-tencia de una correlación entre la difusiónlingüística y la vinculación de una lengua conla clase dominante. En este sentido, no es porcasualidad que en Euskera rico, adinerado, opu-lento, se diga aberats, que etimológicamentesignifica abundancia de ganados. Pero, ¡qué ca-sualidad!, lo mismo ocurre en Latín con pecusy pecuniosus. ¡En cuestión de pasta parece quetodo el mundo se pone de acuerdo!

Sea como fuere, lo cierto es que el proceso fueprofundo, porque contra estas jefaturas indíge-nas de silvoganaderos continuarán luchando los

visigodos cuando aparezcan los musulmanes.La llegada de los godos en el 409, que habíancruzado el Rin tan solo tres años antes, empiezaa poner fin a la Hispania Romana. La acomoda-ción de los bárbaros a la Península no fue fácil.De hecho, desde que penetraron, anduvieron deaquí para allá como un elefante en una cacha-rrería. Las aristocracias terratenientes esclavis-tas hispanorromanas querían seguir aferradas ala tierra. A cambio de la seguridad de una es-tructuración institucional precisa del poder y dela posibilidad de seguir manteniendo su modode producción esclavista ofrecieron su desarro-llo cultural, capacidad de gestión y las compe-tencias fiscales a la fuerza militar bárbara. Elentendimiento estaba servido.¡Todos contentos,todos hispanogodos latinoparlantes y todos ca-tólicos! El programa político de los visigodoshasta sus último días consistirá en la construc-ción de un estado latino centralizado y teocrá-tico. ¡Típico de recién llegados tanto a lapenínsula como a la fe católica! La concepciónpatrimonial del territorio, sus bienes y gentes,terminará por amarrar a la hacienda regia hastael polvo de los caminos. Centralismo, teocracia,fiscalidad esclavista... ¡Pintan bastos!

Diseñado el plan sólo quedaba llevarlo a cabo.En lo que respecta a la zona que nos interesa,Leovigildo somete en el 574 el piedemonte surde las antiguas Cantabria y Autrigonia y lollama Cantabriam, y en el 581 el somontanomeridional de las antiguas Caristia y Varduliabajo el nombre de Partem Uasconiae; en el 613Sisebuto somete el septemtrión de la nueva Can-tabriam llamándola Rucconia; y Wamba se harácon el norte de Partem Uasconiae hacia el 673como Spanoguasconia.

Pero el control de los vascos fue más un deseoque una realidad. Sólo en época tardovisigodapudieron configurar como provincia ducal laparte latina de la cordillera cantábrica (Canta-briam y Rucconia) pasándose a llamar DucatusCantabriae con capital en Amaya Patricia. Enel ámbito de habla vasca no lo consiguieron.Únicamente llegaron a gestionar, a través delcomes Casius, la medialuna que forman la lla-nada alavesa y el somontano prepirenaico desde

El ilustre lingüista y filólogo EmilioAlarcos Llorach, que fue miembro

numerario de la Real Academia Españolade la Lengua, echa un órdago a la grande

afirmando que el Castellano no es otra cosaque Latín puesto en labios de vascos.

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Victoriaco hasta Pampilona, es decir, no consi-guieron integrarlo totalmente como una provinciaducal más del reino. Es por esto que tampoco enesta ocasión la latinización, ahora hispanogoda,se consumó en las serranías de la antigua Vardulia(Urbasa, Aralar y Andía) y el pirineo occidental,auténtico refugio histórico de la lengua vasca.

La retaguardia de las conquistas visigodas fueafianzada con la creación de una serie de sedesepiscopales: Auca y Pampilona (589), Uxama(597), Amaya y Alesanzo (673). Se puede adivi-nar en la localización de estos enclaves un intentode adaptación a la realidad sociocultural y lingüís-tica de las gentes de cada zona para su mejoradoctrinamiento y control ideológico. En nuestroámbito se aprecia cierta correlación, que no ha deser casual, entre el espacio diocesano y la antiguadistribución de lo que fueron los pueblos indíge-nas prerromanos: Amaya con Cantabros, Auca conAutrigones, y Alesanzo con Caristios y Várdulos.

El largo período transcurrido desde que Leovi-gildo conquistó el piedemonte meridional cantá-brico (Cantabriam y Partem Uasconiae) hasta lacaída del reino visigodo, más de un siglo, diolugar a una estabilidad que explica el eje horizon-tal de desarrollo socioeconómico generado en elsomontano cántabro, autrigón, caristio y várdulo,basado en el afianzamiento y expansión del modode producción propio de la pequeña explotaciónagroganadera familiar. A partir del siglo VII entoda esta zona se está produciendo un fenómenode síntesis sociocultural que tendrá enormes con-secuencias. Una de ellas va a ser, precisamente,el asentamiento y difusión del protorromance cas-tellano como lengua del común.

Existen unas pizarras escritas en las que quedaconstancia de que la lengua hablada había sufridoya transformaciones muy profundas con respectoa lo que había sido el Latín antiguo. Según la in-

Todo parece indicar que fue el francés Felipe deVigarny quien, a principios del siglo XVI, es-

culpió almenos algunas de las talles más repre-sentativas del retablo mayor de Santa María de

Valpuesta. El que trabajara en el retablo de lacatedral de Toledo, en la de Palencía o en la

propia capilla de los Condestables de Burgos,junto con Diego de Siloé, también lo hizo en

estas tierras de Las Merindades.

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vestigadora de dichas pizarras, Isabel Veláz-quez, en la pizarra 104, que es del siglo VIII yapareció en Carrio (Asturias), el texto es casi ro-mance. Es un escrito que parafrasea otros textosliterarios que tratan sobre las pasiones de SanCristóbal y San Bartolomé, y lo más significa-tivo es que la persona que los lee da enormesmuestras de que apenas comprendía lo que leía.No se trata de que se equivoque cuando fija porescrito el texto que acaba de leer, demostrandoasí su impericia como copista, sino que está le-yendo y escribiendo desde una lengua dema-siado distinta para sus propósitos.

La caída del más poderoso reino germánico deoccidente arrastrará consigo la función institu-cional del Latín, lengua oficial de la administra-ción goda. La llegada de los musulmanes a lapenínsula en el 711 sorprende al último reygodo dando palos a los irredentos descendientes

de aquellos silvoganaderos vascos que, tras lacaída del Imperio Romano, habían vuelto a sem-brar la semilla del Euskera más allá de sus mon-tañas sin habérselo propuesto (¡lo que realmentebuscaban era pastorear gente!). No se llevabanbien ni con los francos del norte ni con los visi-godos del sur que, a decir verdad, eran primoshermanos (todos germanos). Rodrigo tuvo quesalir pitando hacia el sur dejando el tema de losvascos para otro momento. Pero ya no volvería.Su sentencia de muerte no la firmaron ni losvascos del norte ni los musulmanes del sur.¡Lecciones de la historia! Fue traicionado porlos suyos en plena batalla de Guadalete (era unvicio que arrastraban de antaño, ¡les poníamucho matarse entre ellos si había expectativasde poder por medio!).

Fueron pocos los que en Hispania lamentaron lacaída del estado godo. Para las clases desfavo-recidas fue más bien una liberación. La pobla-ción asistió con indiferencia al hundimiento delrégimen, sin que se produjeran reacciones sen-sibles ante el cambio. La tributación mercantiluniversal, como modalidad fiscal homogénea ypactada que impusieron los musulmanes, fue re-cibida por muchos como una bendición frenteal atosigamiento fiscal sobre personas y bienesdel sistema esclavista de época visigoda. Esmuy significativo que en el XVI Concilio de To-ledo el régimen godo proponga, como penaspara todo aquel que hiciera maquinaciones con-tra el Rey, la excomunión y la servidumbre per-petua a la hacienda fiscal del osado y todos susdescendientes (¡muy germánico!). El nuevo mo-delo de tributación, más que la fuerza de lasarmas, fue lo que convirtió la conquista musul-mana en un paseo. Los encuentros y desencuen-

tros, pactos y batallas, idas y venidas en quese vieron envueltos los musulmanes no persi-guieron otra cosa que el cobro de los tributos.Querían dineritos para poder echarse al sol(¡menos germánico!).

Espada en mano, irrumpirán por primera vez enla cuenca valpostana del Omecillo en la últimadécada del Siglo VIII, dejándola casi despo-blada. Lo dicho: cosa de perras. Pero ya desdecomienzos del siglo IX, y al amparo de gran nú-mero de fortalezas construidas a modo de de-fensas y puntos de control, se volverá acolonizar la zona con aportes poblacionales muydiversos: parte de la población hispanogoda quese habría refugiado en montañas y vallejos, gen-tes de habla vasca atraídas por la actividad eco-

Esa lengua, que hoy podemos rastrear en los documentos de Valpuesta, Oña o Santoña, se fue expandiendo hacia las tierras

centrales de Burgos al ritmo en que lo hacían los primitivos colonos castellanos, dejando a un lado el dialecto leonés y a otro el

navarro-aragonés y riojano.

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nómica y militar, y mozárabes provenientes deterritorios situados más al sur que posiblementefueron los que reconstruyeron, en un primer mo-mento, la iglesia de Valpuesta tras las primerasincursiones musulmanas (quizá algún día lo se-pamos a ciencia cierta escarbando entre los es-combros porque, al paso que va la burra, y apesar de los esfuerzos de instituciones y asocia-ciones culturales, puede acabar arroñándose loque aún se mantiene en pie del antiguo monaste-rio). Todo ello explicaría, en gran medida, la pe-culiaridad originaria del Castellano frente a otraslenguas romances peninsulares. La incidencia delEuskera sobre el background de los protorroman-ces propios de las gentes hispanogodas y mozá-rabes de la zona, que ya eran desde tiempo atráslatines muy tardíos, irá configurando el caldo decultivo del protorromance Castellano.

Los vasquismos que encontramos en los propiosdocumentos de Valpuesta (Abayza, Ahosta/Afostarr, Anaiaz, Anderaza/ Anderazo/ Ende-razu, Ama, Amunnu, Amusco, Anderguina/An-derkina, Beraxa, Eita/Ega/Agia, Muino, Jaunso,Olakide, Ozoa, Velaza... ) ponen de manifiestoel ya mencionado contacto vasco-románico. Sa-bemos que la presencia de colonizadores vascos,ligados a desdoblamientos demográficos debi-dos al desarrollo agrícola, puede detectarse yaa partir del siglo IX y ha dejado algunas huellasen la toponimia del este de Burgos y la zona rio-jana. Pero es de suponer, que ya desde el sigloVII, el eje horizontal de desarrollo socioeconó-mico que conecta el piedemonte meridional delas antiguas Cantabria, Autrigonia, Caristia yVardulia, favoreció el suficiente grado de difu-sión cultural como para que, sin la necesidad degrandes aportes poblacionales, se produjese unfenómeno de acriollamiento lingüístico muyacusado sobre la base de las hablas romances.Esta dinámica pivotará sobre la antigua Autri-gonia.

Especialistas de primera talla mundial ajenos avascofilias y vascofobias acientíficas comoSchuchard, Schlieben-Lange, Sturcken, Marti-net, Alarcos, Lekuona, Montgomeri... han con-siderado que la incidencia del Euskera en la

formación y desarrollo de ese Romance primi-tivo llamado a ser la Lengua Castellana fue im-portante (por el contrario, sólo conozco unestudio lingüístico de cierta altura que se posi-cione a favor del separatismo entre Vasco y Ro-mance: Trask, The History of Basque,Routledge, London-New York, 1997), quizá unode los elementos que le aporten su personalidadpropia frente a otros Romances medievales pe-ninsulares (gallego, asturleonés, riojano, nava-rroaragonés, catalán, mozárabe...). Su huellapuede rastrearse no sólo en relación con el lé-xico, sino también en su fonética y sintaxis. Enun calentón, el ilustre lingüista y filólogo EmilioAlarcos Llorach, que fue miembro numerario dela Real Academia Española de la Lengua, echa unórdago a la grande afirmando que el Castellanono es otra cosa que Latín puesto en labios de vas-cos. ¡Cómo no llevamos malas cartas vamos ajugar con cabeza y proponerle que quede sólo enun amarraco y lo vemos al final de la mano!

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El Castellano podría haber surgido por un pro-ceso de acriollamiento entre un amplio substratolatino muy tardío o protorromance sobre el queincidirían ciertos elementos del Esukera. Estosacriollamientos, ampliamente estudiados porSchlieben-Lange, pueden detectarse en la apa-rición de varias modalidades románicas de todaEuropa. Siguiendo esta misma línea argumentalalgunos investigadores han propuesto que losprimeros pasos del Romance Castellano bienpudieron haberse dado en forma de koiné a par-tir de los intercambios entre el Euskera y unLatín muy tardío o protorromances, es decir,como un habla inicialmente instrumental o pro-tolengua franca utilizada por gentes que, en sumayoría, habrían tenido a ciertas variedades dia-lectales protorrománicas como lenguas origina-rias pero que por necesidades, deseos e interesesse vieron inclinados al desarrollo de un contextolingüístico menos ambiguo y diverso. No debesorprendernos esta relación vasco-románica.También la mayor parte del lexicón vasco actualprocede del Latín y el Castellano, e incluso

María Teresa Echenique detecta elementos cla-ramente romances.

Comenzará así a germinar la semilla de lo que,probablemente, ya a partir del siglo IX es una len-gua hecha y derecha (sólo hablada, aún no escrita)que empezará a mostrar una distancia insalvablecon el Latín de los documentos administrativos yeclesiales. Esa lengua, que hoy podemos rastrearen los documentos de Valpuesta, Oña o Santoña,se fue expandiendo hacia las tierras centrales deBurgos al ritmo en que lo hacían los primitivoscolonos castellanos, dejando a un lado el dialectoleonés y a otro el navarro-aragonés y riojano. Seráallí donde el Castellano desarrollará las potencia-lidades propias de su idiosincrasia norteña (adivi-nada por los filólogos en los arcaísmos castellanosde los documentos más septentrionales como losvalpostanos), irradiando sus mayores virtudeshasta convertirse en la lengua del Condado y pos-terior reino de Castilla, auténtico paso de rubicónpara nuestra lengua que explicará la desapariciónde los otros romances medievales del entorno.

Fotografía aérea cedida por©

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39LOS ÚLTIMOS PASIEGOS

Este documento data de entre911 y 919 y se refiere a unproceso judicial. De escrituravisigótica de buena facturanos interesa especialmentedesde el punto de vista filoló-gico y paleográfico. En el apa-rece la palabra “sapemus”.

Hacia el año 1 100, un escri-bano anónimo transcribió el do-cumento fundacional de SantaMaría de Valpuesta. Por mediode este documento el obispoJuan donaba todos sus bienes ala iglesia. Este documento estáescrito por la mano más famosade cuantas intervinieron en elBecerro Gótico de Valpuesta yha sido reproducido en diversosmanuales de paleografía. Sinembargo, los últimos investiga-dores que lo han estudiado loconsideran una falsificación.

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La distancia entre la lengua real y la tradición latinaescrita irrumpe, de facto, en diversa documentacióncuando, a partir del siglo X, encontramos elementosromances escritos de un extremo a otro del norte pe-ninsular, e incluso también en al-Andalus con lasJarchas (cancioncillas romances escritas en caracte-res árabes o hebreos). Estos elementos romances ais-lados que encontramos aquí y allá, desperdigados enlos documentos, reflejarían las peculiaridades de unhabla muy anterior con enormes variantes locales,pero, al mismo tiempo, con cierto parecido de fami-lia. Cabría decir que un campesino castellano se en-tendería con un payés catalán, pero ambosreaccionarían como las vacas cuando ven pasar altren al escuchar una lectura bíblica.

Menéndez Pidal, auténtico padre de la filología his-pana y durante mucho tiempo presidente de la RealAcademia Española de la Lengua, tras un análisisdocumental muy riguroso estableció la emergenciade los romances peninsulares en torno al Siglo X.

No obstante él mismo aclara que se trata de los orí-genes próximos, no de los orígenes remotos, y, claroestá, estaríamos hablando de los orígenes escritos.Roger Wright niega que antes de la aparición escritadel Romance existiera un período en que coexistie-ran Latín y Romance como dos lenguas distintas. Setrataría más bien de una sola lengua: un Romancetemprano diversificado diatópicamente que adquiríael aspecto de Latín tardío o deformado cuando eraescrito, y que, además, era leído en voz alta con-forme a las peculiaridades propias de cada zona. Deesta forma, lo que encontramos en los primeros do-cumentos hispanos romanceados o con aspecto deRomance, como los más antiguos de Valpuesta, nosería otra cosa que un intento de adaptación del Ro-mance a la lectoescritura latina aprendida por losmonjes para el culto y la redacción de documentos.No es un Latín atropellado que tuviese su reflejo enel habla, sino de una escritura latina forzada y retor-cida a fin de que pudiera inscribir, o lo intentara, elRomance hablado.

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Para la datación de los textos encontrados en Val-puesta hay que tener en cuenta que se trata de copiasde textos anteriores realizadas entre los siglos X yprincipios del XIII. Los textos llevan una fecha quese supone que es la del original, pero no siempre coin-cide con el momento de la de la copia. Las copias másantiguas son de fines del siglo X y sabemos, porejemplo, que los dos documentos más antiguos (su-puestamente del 804) son casi con toda seguridad in-terpolaciones redactadas en el siglo XI. Pero esto,desde el punto de vista lingüístico, no nos importa de-masiado. Incluso aunque consideremos que los datoslingüísticos del cartulario valpostano corresponden ala época en que se copiaron y no a la de la fecha re-ferida en los documentos, si tenemos en cuenta quelas copias más antiguas son de fines del siglo X, po-demos afirmar que contienen los testimonios escritosmás antiguos del Castellano. Además, dada la natu-raleza arcaizante de la lengua escrita (siempre va pordetrás de la lengua realmente hablada), es verosímilque los datos lingüísticos que ofrecen reflejen un es-tadio de desarrollo lingüístico muy anterior.

Durante mucho tiempo se pensó que las primerasmanifestaciones escritas del Romance Castellanoaparecían en las Glosas Emilianenses del monaste-rio riojano de San Millán de la Cogolla. Son un con-junto de pequeñas notas marginales o interlinealesque los monjes copistas del monasterio apuntabanen los códices latinos con el fin de aclarar los signi-ficados de determinadas expresiones, como quienescribe en un libro de texto puntualizaciones de suprofesor (Francisco Rico ha llegado a considerar quequizá no sean más que un ejercicio de traducción deun estudiante de Latín).

Del millar largo de glosas que aparecen en el ma-nuscrito la mayoría están en Latín, unas cien en Ro-mance y dos en Euskera medieval. Las glosas (31) y(42), que son las escritas en Euskera medieval, cons-tituyen las primeras frases escritas con que contamosen ese idioma (obviando, por tanto, las fuentes epi-gráficas).

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Son buena prueba del contacto vasco-romancedel que ya hemos hablado:

/jzioqui dugu/ (31)

/guec ajutuezdugu/ (42)

Desde el euskera actual no se entienden, y la co-rrelación con el texto latino no está exenta de di-ficultades. La glosa (31) se anota en la expresiónlatina jnueniri meruimur (“hemos encendido”);la (42) se apunta en precipitemur (“no nos arro-jamos”) y, a su vez, es glosada por el romance/nos non kaigamus/ (43).

En cualquier caso, hoy en día sabemos que noson anteriores al siglo XI y que casi con toda pro-babilidad fueron escritas por un monje bilingüevasco-románico con formación en Latín escrito(¡menudo follón tendría este hombre en la ca-beza!). Además, ya Menéndez Pidal se dio cuentaal estudiar los documentos de que no se tratabapropiamente de Castellano. El Romance de lasglosas correspondería a una variedad dialectalmás suroriental, quizá riojano, navarro o arago-nés (no hay acuerdo entre los especialistas), dis-tinta a la que con cierto aire arcaico se adivina enlos documentos de Valpuesta y que será la que délugar al Castellano documentado posteriormente.

No obstante, es cierto que las glosas muestranuna decidida intención de explicarse en Ro-mance (y a vuela pluma en Euskera) ausente enlos documentos más antiguos de Valpuesta, conla necesaria conciencia lingüística que ello su-pone de que es necesario traducir el texto latinopara poder ser comprendido por los usuarios del

documento. Habrá que esperar a los últimos añosdel siglo XII para que la propuesta lingüísticacastellana irrumpa en los escritos valpostanos deforma consciente y deliberada en documentosplenamente romances. En el área catalana pode-mos encontrar fragmentos enteramente roman-ces en el siglo XI; en La Rioja el fuero de lasdefensas de Matrice (San Millán, 1044) está muyromanceado; y en Burgos el juicio de Fandovínezo Buniel (Burgos, 1100) se nos presenta tambiénenormemente romanceado.

Ante los primeros textos escritos, ya totalmenteen Romance, debemos pensar que lo que ocurrióes que el escriba aproximó al máximo de sus po-sibilidades la forma de hablar con su expresióngráfica, es decir, que utilizó una ortografía ver-nácula con la intención de intentar transcribir lapronunciación del habla real. Este fenómeno,que ocurre más o menos a comienzos del SigloXIII en los distintos reinos hispanos, coincidecon la consumación de la reforma del latín y laescritura que provocó el concilio de Toledo de1080 al decretar la sustitución de la liturgia vi-sigoda por la romana. A partir de entonces losclérigos debían aprender el latín eclesiástico omedieval para desarrollar el nuevo rito y la es-critura carolina para sustituir a la visigótica.Pero tal reforma tardó más de un siglo en expan-dirse por Castilla. Mantuvieron durante muchotiempo sus ritos y cultura visigótica. Esto expli-caría, por ejemplo, la carolinización de los be-cerros góticos valpostanos a principios del sigloXIII mediante su copia con letra carolina o fran-cesa dando lugar al Becerro Galicano.

Este nuevo latín eclesiástico o medieval debe suorigen a un procedimiento de lectura de los tex-tos latinos clásicos que fue creado en el siglo IXen Inglaterra. Allí el Latín sí que era una lenguatotalmente distinta a la vernácula, y para poderleer los textos latinos se identificó de formaaproximada cada grafía con un sonido. Fue Al-cuino de York quien trasladó a Francia la modaanglosajona de lectura en voz alta según el pro-cedimiento señalado. Su generalización dio lugaral nacimiento de lo que se conoce como latíneclesiástico o medieval, una lengua de cultura,de distinto uso a los protorromances a los quehabían evolucionado las hablas de las gentestiempo ha latinizadas. Será al propio Alcuino deYork a quien Carlomagno encargue la elabora-

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ción de los nuevos textos litúrgicos oficiales cuandoinstituya el rito romano en el 787. La distancia queseparaba a este latín culto del habla real de la gente,así como el procedimiento de lectura en voz alta ads-cribiendo sonidos a grafías que está en su origen, ex-plica muy bien la aparición en el 842 de losjuramentos de Estrasburgo, el que puede ser consi-derado como primer documento escrito en Romance.

Cuando, al pasar de los siglos, los monjes hispanostuvieron que utilizar el latín eclesiástico o medieval,la distancia que lo separaba de la lengua hablada eraya insalvable pese a las novedades lectoescritorasque se habían venido introduciendo desde tiempoatrás en la cultura gráfica para posibilitar su aproxi-mación al habla real. Había llegado el momento delcambio, que en Valpuesta ocurre sin lugar a dudas afinales del siglo XII con el documento 178, primertexto amplio que es Romance en fondo y forma(hasta esa fecha sólo encontramos términos aisladosy pequeñas frases):

In Dei nomine. Esto sea sabudo a los que son y a losque seran: que Fortun Sangez de Butrana dio una

tierra al molin de rriba por anneversario a los cha-nonigos de Valposta et metio? (hay quien lee vendio)ena tierra a domino Garcia, maestro de Valposta:testes Enego Lopez de Fresneda, Sancho Ortiz deOrruno, G. Garçiez de Butrana, Enego Lopez, San-cha Alvarez, M. Sangez, M. Belaz de Butrana, B.abad d’Azevedo, I. Garçiez

La aparición del Romance escrito no debe llevarnosa pensar en una realidad lingüística homogénea. Losdocumentos encubren un fondo complejo, transversaly caleidoscópico. A. Varvaro ha llegado a compararla situación con lo que ocurre actualmente en laIndia. En un núcleo urbano centro-septentrional delsiglo XII, como por ejemplo Valpuesta, podríamosencontrar el habla castellana del pueblo, la koiné cas-tellana propia de la clase militar y aristocrática, elLatín del culto cristiano y de los documentos oficia-les, los dialectos románicos de los comerciantes fran-cos, el Árabe hablado por la población hispanoárabe,el Árabe coránico del culto, el dialecto románico delos inmigrantes mozárabes, el Hebreo hablado porlos judíos, el Hebreo propio del culto, y el Euskerade los colonos vascos. ¡Casi nada!

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