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Vells murs, nous murs Berlín, el 1989, va obrir la confiança que acabava una època ominosa de blocs oposats, de fronteres atrinxerades, de separacions i divisions irreconciliables. La caiguda del mur berlinès era la fi d’alguna cosa més que la guerra freda, l’enfrontament ideològic Est-Oest. Es cancel·lava un plet europeu que romania viu des de la fi de la Segona Guerra Mundial. Fins i tot d’abans: la revolució russa de 1917. Les dates que van del 1989 al 1993. Però van arribar nous murs. Materials i immaterials. Entre els més odiosos el que ha construït Israel des del 2002 al llarg dels 600 quilòmetres de la seva frontera amb Cisjordània. “El mur de la vergonya”, en diuen els palestins, perquè els divideix i els confina en una mena d’“apartheid”, fins i tot envaint territori palestí, burlant-se una vegada més de les condemnes de l’ONU o de la Cort Penal Internacional de l’Haia. Fons de política internacional Carlos Nadal Recull d'articles publicats per Carlos Nadal a La Vanguardia entre els anys 2000 i 2010

Vells murs, nous murs

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Page 1: Vells murs, nous murs

Vells murs, nous murs Berlín, el 1989, va obrir la confiança que acabava una època ominosa de blocs oposats, de fronteres atrinxerades, de separacions i divisions irreconciliables. La caiguda del mur berlinès era la fi d’alguna cosa més que la guerra freda, l’enfrontament ideològic Est-Oest. Es cancel·lava un plet europeu que romania viu des de la fi de la Segona Guerra Mundial. Fins i tot d’abans: la revolució russa de 1917. Les dates que van del 1989 al 1993. Però van arribar nous murs. Materials i immaterials. Entre els més odiosos el que ha construït Israel des del 2002 al llarg dels 600 quilòmetres de la seva frontera amb Cisjordània. “El mur de la vergonya”, en diuen els palestins, perquè els divideix i els confina en una mena d’“apartheid”, fins i tot envaint territori palestí, burlant-se una vegada més de les condemnes de l’ONU o de la Cort Penal Internacional de l’Haia.

Fons de política internacional Carlos Nadal

Recull d'articles publicats per Carlos Nadal a La Vanguardia entre els anys 2000 i 2010

Page 2: Vells murs, nous murs

La caída del muro de Ber-lín, en 1989, abrió la con-fianza de que terminabauna época ominosa debloques opuestos, defronteras atrincheradas,

de separaciones y divisiones irreconci-liables. La caída del muro berlinés erael fin de algo más que la guerra fría, elenfrentamiento ideológico Este-Oeste.Se cancelaba un pleito europeo quepermanecía vivo desde el fin de la Se-gunda Guerra Mundial. Incluso de an-tes, la revolución rusa de 1917.

Las fechas que van de 1989 a 1993(disolución de la URSS) se vivieron co-mo el presagio confortador de una caí-da general de erizadas fronteras ideoló-gicas. Ya no habría dos Europas, dolo-rosas querellas territoriales, volunta-des hegemónicas. Los pueblos euro-peos comenzarían a mirarse entre sí co-mo si los uniera el fin de una larga, pe-nosa pesadilla. Fue como si en todaslas naciones, en las ciudades y camposacostumbrados a estar en alerta selevantaran banderas blancas de paz,el alivio emocionado de un “nuncamás”.

Las guerras causadas por la desinte-gración de la antigua Yugoslavia die-ron la primera alarma de que tal vez sehabía puesto demasiada esperanza enlas consecuencias de la caída del telónde acero. Más o menos fueron bien re-sueltas. Incluso dieron pie a pensarque, por fin, podían funcionar meca-nismos para apagar los conflictos, algo imposi-ble en los años de la guerra fría. La interven-ción de la OTAN, de países de la Unión Euro-pea llevó allí la paz. Y hasta cabía alimentar laconvicción de que las dos organizaciones ibana unir, a integrar en una sola a la que fue Euro-pa partida en dos mitades. Pasaba a ser posi-ble integrarlas en la misma alianza, en la mis-ma comunidad económica y política.

La reconciliación de Europa fomentaba ilu-siones extendibles al mundo en general. Ya nohabría motivos para existencia de divisionesencastilladas, de fronteras del odio. Acabaríala aberración de paralelos geográficos conver-tidos en separación hostil de un mismo país,de pueblos que habían compartido memoriahistórica, tradiciones, raza, entidad nacional.En los años setenta, había desaparecido la di-visoria política del paralelo 18 en Vietnam,origen de una guerra que conmovió al mundopor lo extremoso de su crueldad. Y era de espe-

rar, a comienzos de los años noventa, que deja-ría de tener sentido la separación de las Co-reas del Norte y del Sur, marcada por el parale-lo 38. El bloqueo de Cuba parecía un anacro-nismo destinado a desaparecer. Y la trincheramarítima que separa a la China continentalde Taiwán era previsible que se borrara, a pe-sar de la amarga experiencia de la represiónen la pequinesa plaza de Tiananmen.

Estos cálculos fueron demasiado optimis-tas. Por desgracia, pronto se utilizaron nuevosparalelos, líneas, fronteras atrincheradas, blo-queos político militares. Apenas terminadaen 1988 la guerra entre Irán e Irak, éste ultimopaís se anexionó Kuwait, y Estados Unidosformó una coalición militar que devolvió alemirato su independencia. No fue derrocadoel dictador iraquí Saddam Hussein, pero losvencedores fijaron divisorias en los paralelos36 y 33 que creaban espacios aéreos prohibi-dos para la aviación iraquí.

Mientras en Europa ha pasado a serhistoria el telón de acero, en OrienteMedio el conflicto palestino mantieneinexorablemente abiertas desde 1948las estrategias perversas del trazado delíneas divisorias abusivas en el cursode cuatro guerras y dos “intifadas”.

Por la guerra de los seis días, en1967, Israel ocupó el Sinaí, abandona-do posteriormente por los acuerdos depaz con Egipto. Con la intención depermanecer en ellos, Israel ocupó tam-bién los territorios de Cisjordania, Ga-za y los altos del Golán. De hecho supo-nía el establecimiento del Gran Israel,la llegada al Jordán. Una imposturaque las dos “intifadas” palestinas handemostrado impracticable. A conse-cuencia de la primera, comenzaron en1993 las negociaciones que tenían co-mo base el principio de paz a cambiode territorios. Fue instaurada la Auto-ridad Nacional Palestina (ANP), quehabía de ampliar sus límites jurisdic-cionales progresivamente a partir delestablecimiento de las zonas A, B y C.El proceso encalló en la práctica con elasesinato de Rabin y el gobierno ultra-conservador de Netanyahu en Israel.Recuperado con el gobierno Barak, elproceso negociador encalló sin reme-dio desde el 28 de septiembre del2002, la provocación de Sharon en laexplanada de las mezquitas de Jerusa-lén, la segunda “intifada” y la subidaal poder del citado general en Israel.

Y actualmente el trazado de límites,de zonas divisorias ha sido borrado de mane-ra violenta. La respuesta militar israelí a losatentados de terroristas suicidas palestinosconsiste en persistentes y durísimos ataquescon tanques, helicópteros e infantería. Es loque Sharon denominó inicialmente Muro De-fensivo y que ahora ya es la ocupación perma-nente de los territorios que están, teóricamen-te, bajo la ANP de Arafat.

Significativo nombre el de Muro Defensivopara una operación de ataque. Ya daba quepensar como fin de las esperanzas que nacie-ron con la caída del muro de Berlín. Pero, porsi no bastara como símbolo, ahí está el levanta-miento en curso de un verdadero muro que hade separar a Israel de Cisjordania para im-pedir el paso de terroristas. Será una línea quecombinará paredones, alambradas de es-pino electrificadas, fosos, franjas arenosas, to-rres de vigilancia, dispositivos electrónicos dealarma.

Es un símbolo que tiene validez práctica-mente mundial. A todos nos afecta de algunamanera la estrategia del miedo desde que losatentados del 11 de septiembre despertaron algigante norteamericano y este comenzó la lu-cha contra un enemigo difuso y omnipresen-te, inaprensible y al mismo tiempo localiza-ble, según el presidente Bush, en determina-dos estados que denunció como componentesde un “eje del mal”.

Se trata del dramatismo simplificador de lalucha entre el Bien y el Mal que desde la CasaBlanca washingtoniana nos mantiene en vilocon repetidos avisos de que la tragedia de lasTorres Gemelas de Nueva York puede repetir-se –casi es inevitable que se repita, dicen–, po-siblemente con dimensiones más terroríficas.

Y Europa, la Europa que llegó a creer que lacaída del muro de Berlín comenzaba una erade aperturas, de seguridad, de paz, avizoracon ansiedad un mundo nuevamente dividi-do, cuarteado en febriles áreas de conflicto.Se ve enfrentada ella misma a nuevos enemi-gos contra los que estima que será necesariocerrar la guardia, alertarse y encastillarse. Asíprevalece en quienes conducen los destinos dela que fue confiada Unión Europea la preocu-pación de cómo defenderse de dos peligros: elterrorismo y la avalancha inmigratoria. Aun-que les cuesta ponerse de verdad de acuerdosobre los medios conjuntos, eficaces, coheren-tes y razonables para ponerles remedio.

Por lo visto lo primero es acorazarse, darrespuesta a una irreprimible, súbita y jaleadasensación de inseguridad. Hasta el punto deque la misma apertura de la UE a los paísesdel Este, la gran ilusión comunitaria, pasa asegundo término. Incluso con el nacer de todasuerte de suspicacias, de poco velados temo-res de que la ampliación de la UE pueda reali-zarse en detrimento de las dos partes, los quin-ce miembros actuales y los que son candida-tos a la incorporación. Como si un velo deasustadizos egoísmos hubiera sustituido a loque fue el telón de acero.c

ASTROMUJOF

A LA FE EN LAapertura que estimuló la caídadel telón de acero sucedeahora el llamamiento a laurgencia de parapetarse

De nuevo, muros, encastillamientosWEEK-END POLÍTICO MUNDIAL CARLOS NADAL

16 LA VANGUARDIA I N T E R N A C I O N A L DOMINGO, 23 JUNIO 2002

Page 3: Vells murs, nous murs

Israel levanta un muroque lo separará deCisjordania. Se trata deimpedir que se infiltrenterroristas palestinos enlos pueblos y las ciuda-

des israelíes. Un muro, otra vez,como el de triste recuerdo que di-vidió a Berlín durante casi trein-ta años. ¿Israel, tan atado a la me-moria como pueblo bíblico, y ala del holocausto, no ha aprendi-do nada?

El muro, en este caso, encierraa los palestinos. Tal vez será tar-de cuando los israelíes compren-dan que también les encierra aellos. Lo que evidentemente im-pide es que dos pueblos vecinosse comuniquen, consigan una in-terconexión para establecer víasde intercambios personales, eco-nómicos, culturales.

El muro israelí tiene un añadi-do que se silencia. Fija de mane-ra sólida una frontera. Es decir,marca anticipadamente una lí-nea divisoria que está por trazarprecisamente en las conversacio-nes abiertas según la “hoja de ru-ta” a que se han de ajustar las ne-gociaciones para la creación deun Estado palestino en el 2005.

El muro no sólo es una afren-ta. Es también la delimitaciónde un territorio que deja en laparte israelí territorios que fueron ocupadosen 1967. Y aísla localidades palestinas.

El muro permitirá filtrar las entradas deárabes palestinos en Israel, pero no a la inver-sa, que entren soldados, tanques, cañones is-raelíes en Cisjordania. El desamparo y el aho-go recaen inevitablemente en los palestinos.Y también el desánimo ante las débiles espe-ranzas abiertas por la “hoja de ruta” porquenegociar no puede consistir en cerrar pasos,en cortar caminos, en poner vallas o zanjassino todo lo contrario: abrir, despejar, desbro-zar, facilitar intercambios. Levantar un murohabla claro: “Negociaremos, pero no sobre ba-ses de paridad. Hay, de entrada, aspectos in-negociables”.

¿ Y cuántas cosas resultan innegociables pa-ra el Gobierno israelí de aquí al 2005? Si secomienza por poner barreras físicas con sofis-ticadas obstrucciones de cemento armado yalambres de espinos, fosas, radares y sensi-

bles sistemas de vigilancia se quiere advertir:“De aquí no pasaréis”. O: “Más allá de lo queconsideramos accidental no confiéis en quevamos a ceder”.

A partir de ahí los temas que tratar quedanentre comillas. La negociación se llevará conpasos bien medidos. Nunca se levantará laguardia. Y en el momento adecuado se tocaráen hueso, en el núcleo duro sobre el que Israeltiene la última palabra. Es la táctica de Israel:El ojo por ojo y diente por diente que ha apli-cado con creces contra el terrorismo no valeen la misma medida y proporción cuando senegocia la paz. Entonces, si Israel se despren-de de una uña, la Autoridad Nacional Palesti-na habrá de entregar un brazo. Arafat era unestorbo. Y al Gobierno de Abu Mazen se leexige que arriesgue verse atrapado entre la po-sición prepotente de Israel y la irritación delas organizaciones radicales palestinas.

Por ahora la “hudna”, la tregua del terroris-

mo palestino, se cumple. Es mu-cho. Posiblemente la única op-ción viable después de casi tresaños de represión implacable delTsahal israelí en pueblos y ciuda-des de Cisjordania y Gaza. PeroSharon concibe la tregua a dosvelocidades. Cese de hostilida-des por parte de los palestinos.Por la de Israel, ir cediendo cuer-da palmo a palmo. Evacuaciónde Gaza y Belén ya realizada. Enun futuro paso, de otras ciuda-des. Se dice que posiblementeTulkarem y Kalkilia. Y, de unos8.000 prisioneros palestinos, li-berar solamente a los no respon-sables de delitos de sangre. Porahora, unos pocos centenares debeneficiarios.

El jefe del Gobierno palestino,Abu Mazen, pone a mal tiempobuena cara, pero su misión pue-de volverse imposible. Ya ahoraes harto difícil. ¿Qué pasarácuando se llegue, si se llega, a tra-tar de las cuestiones más esencia-les, como el trazado de fronte-ras, el futuro de los asentamien-tos judíos, el retorno de los refu-giados? El jefe del Gobierno pa-lestino ha aportado algo de mu-cho precio: la consecución de latregua por parte de los grupos te-rroristas. A cambio recibe pocoy aún se le exige que desarme y

desmantele a las organizaciones radicales, locual supone enfrentarse directamente a ellas.¿Una guerra civil?

La tregua se produjo porque los grupos radi-cales han sido castigados con terribles mer-mas, porque la población palestina ha sufridomucho y necesita normalidad. También por-que Bush se comprometió a amparar la nego-ciación mucho más de lo que era de esperar.Ocurre, sin embargo, que la intervención delpresidente estadounidense va escorada por ellado israelí. Ciertamente recibió a Abu Ma-zen en la Casa Blanca, cosa que nunca hizocon Arafat, y le dio seguridades de que aconse-jaría mayor flexibilidad a Sharon. Pero a éstelo recibió el pasado martes por octava vez conel talante de quien acoge a un amigo de siem-pre con el que se ríe en plena conferencia deprensa.

Sharon tiene en la Casa Blanca su gran ba-za. El amigo Bush es de su misma cuerda y

cuenta con el combativo primer ministro is-raelí para el complicado juego en el endiabla-do tablero de Oriente Medio. ¿No está meti-do Bush en la tarea de combatir al terrorismointernacional, de luchar contra las guerrillas yatentados en el ocupado Iraq, precisamentedonde Israel llevaba tiempo señalando a unenemigo común?

Bush ve en los radicales palestinos a terro-ristas. El contrincante que comparte con Sha-ron. De ahí la indulgencia del presidente nor-teamericano respecto al asunto del muro, delque dice que, el día de la paz, resultará irrele-vante. Estima que corre prisa, en cambio, des-mantelar y desarmar a las organizaciones ra-dicales palestinas.

Pero el muro no es accidental. Consolidauna intransigencia de fondo. Es un “no pasa-

réis” que lleva implícito un “nosotros pasare-mos siempre que nos convenga”. Porque, ade-más, Israel no acaba en el muro que ya se co-me un buen pedazo de tierra propiamente pa-lestina. Existe el Israel de extramuros, el delos asentamientos judíos en Cisjordania y Ga-za sobre cuyo desmantelamiento exigido porla ANP no se entrevén ni el cómo ni el cuándoni el cuánto.

De aquí a las elecciones presidenciales nor-teamericanas del 2004, a Bush le convendríaque se mantuvieran las negociaciones. Haofrecido ayuda económica a los palestinos, ySharon se compromete a abrir el paso a Israel,progresivamente, a los trabajadores palesti-nos. Pero todo estriba en que las organizacio-nes radicales palestinas, como Hamas y lasBrigadas de los Mártires de Al Aqsa, manten-gan la tregua pese a su insatisfacción. Lo cualpuede ocurrir por desgaste, por el riesgo de ha-cerse responsables de la ruptura cuando elpueblo palestino comienza a disfrutar de unmínimo de normalidad y ya algunos dirigen-tes extremistas piensan en tomar posicionespara la lucha política interior en una Palesti-na gobernable y en paz.c

ASTROMUJOFF

PREDETERMINA LA

frontera con una Palestina

independiente y ensombrece

la negociación de paz

bajo el amparo internacional

El muro de Israel

WEEK–END POLÍTICO MUNDIAL CARLOS NADAL

DOMINGO, 3 AGOSTO 2003 I N T E R N A C I O N A L LA VANGUARDIA 9

Page 4: Vells murs, nous murs

Cuando el presidente Chirac tomapartido contra el uso del velo porlas muchachas musulmanas en laescuela pública e invoca para ello la

necesidad de preservar los “valores de la Re-pública”, es inevitable una primera reacciónde estupor. Da la impresión de que algo se sa-ca de sus debidas proporciones. ¿Tan grave esel uso del velo, en realidad un pañuelo quecubre la cabeza, hasta el punto de constituiruna amenaza contra algo tan sobre toda pon-deración como los valores de la República?

Referirse a la República, en Fran-cia, es mucho más que hacerlo respec-to a un régimen, a un sistema institu-cional. Hay algo de constitutivo, esen-cial, inmarcesible, casi preconstitucio-nal, como lo fue en el pasado la monar-quía. Va unido a la idea misma deFrancia. La República es la sustantivi-dad en que adquiere validez la cohe-sión nacional, la ciudadanía y los dere-chos y deberes a ella inherentes y has-ta la soberanía e independencia nacio-nal. La misma idea del Estado está im-pregnada de esta última razón de serque es la República.

Lo dicho hace que sorprenda en bo-ca del jefe del Estado francés la afirma-ción de que el uso del velo puede lle-gar a socavar los principios republica-nos. El velo, un simple pañuelo. ¿ Tanpoca cosa puede poner en peligro lossólidos cimientos de la identidad deFrancia? ¿Será tal vez que detrás delvelo hay en Francia la conciencia, o lamala conciencia, de que hablar deidentidades empieza a ser más un mo-tivo de inquietud e incertidumbres que de se-guridad, afirmación, consustancialidad?

Asoma, lejana pero imaginable, la alarmade que un día pueda decirse con relación aFrancia el “Rome n'est plus dans Rome” delpoeta clásico francés Du Bellay que Quevedoparafraseó genialmente. La Francia de maña-na puede no ser la supuestamente “éternelle”,eterna, de la retórica patriótica según la cualFrancia se considera, por antonomasia, “paísde acogida” pero invariable en su esencia. To-da una mitología nacional se torna suscepti-ble de revisión. Es más: de sufrir una irrepara-ble desnaturalización. ¿Está llegando el mo-mento en que será adecuado preguntarse cuáles la verdadera Francia, interrogarse sobre sihablar mayestáticamente de la República sig-nifica todavía hacerlo de unos valores indiscu-tibles e inalienables?

No hay nada eterno, perdurablementeigual a sí mismo. Y Francia lo está viviendoen la propia carne por la cantidad y naturale-za de la inmigración extranjera que alberga,principalmente la musulmana. Y en la engola-da referencia a los valores de la República porparte de Chirac es perceptible como un pro-nunciamiento a la defensiva ante la posiblequiebra cultural planteada en el conflicto en-tre los valores cívicos personales y los comuni-tarios, en el caso de que tratamos, religiosos.Porque los valores de la República se incardi-

nan en el principio de laicidad. ¿Civismo, de-rechos fundamentales de la persona como ciu-dadano son compatibles con una exigente de-pendencia de creencias, costumbres, códigosmorales y familiares, regulaciones de un ám-bito comunitario religioso o étnico?

Hacerse la pregunta apremia porque en laFrancia de tradición jacobina esta cuestión esespecialmente candente. Pero allí algo nues-tro, europeo, español se está ventilando. Saleal paso constantemente que la Unión Euro-pea sólo puede seguir adelante si consigueconciliar unidad y diversidad. Y en la Españade hoy este ensamblaje se expresa en la dicoto-mía tensa entre el Estado y las nacionalidadesllamadas históricas. Es el pleito de las identi-dades comunitarias de base territorial, históri-ca y lingüística de trazados movibles segúncriterios contrapuestos o, a veces, superpues-

tos. Ninguna de estas consideraciones bastapara hacerse una idea completa del futuro deEuropa, de la misma España, si no consegui-mos encajar en ella esta otra creciente deman-da de naturalización de la identidad: la de lainmigración de origen musulmán.

En Francia, con una población musulmanaque se calcula en torno a los cinco millones depersonas, el debate es asumido en toda la mag-nitud de su importancia. ¿Hasta dónde laigualdad de todos ante la ley exige el respeto yhasta la protección de la libertad de creencias

y cultos y hasta dónde ha de impedirque adquieran privilegios, practi-quen imposiciones capaces dedesequilibrar la neutralidad oficial,en este caso concreto la laicidad delEstado? ¿Pueden las obligaciones deuna creencia religiosa eximir delcumplimiento de determinados debe-res de ciudadanía?

Europa ha vivido una larga, dura,incluso sangrienta trayectoria hastaconseguir la separación entre el Esta-do y las iglesias. Y cuando todavíaquedan flecos de antiguas implicacio-nes mutuas –especialmente acusadaspor ejemplo en la Corona como cabe-za de la iglesia anglicana en Inglate-rra y la confesionalidad ortodoxa delEstado en Grecia–, la presencia delislamismo se abre camino con una ex-tensión y vitalidad desconcertantes.Las históricas luchas religiosas, pri-mero entre la reforma y el catolicis-mo, después las de ideologías raciona-listas liberales, anticlericales, ateas oagnósticas contra el predominio de

las iglesias cristianas han fomentado en la Eu-ropa actual una muy generalizada inhibiciónante el fenómeno religioso. O formas de creerhechas a la medida personal, incluso sin re-chazar la participación en la confesionalidad.Por esto, la laicidad oficial es admitida sinproblemas hasta en sus variantes más o me-nos pactistas.

La fuerte irrupción del islamismo altera es-ta laxitud, este bien vivir en el compromiso.Y lo hace tanto en la vida cotidiana como enla manera de entender la norma colectiva.Prohibir el uso del velo en las escuelas no casacon la protección y respeto del Estado laicohacia el libre uso y manifestación de la liber-tad religiosa. Pero se aducen principalmentedos razones en contra: las chicas lo llevan porimposición familiar o de su entorno, no libre-mente, y como símbolo de un sometimiento

de la mujer. O lo llevan como provocación,voluntariamente para combatir la laicidad.

Detrás de esta controversia vienen justifica-ciones más de bulto. La negativa a practicardeportes en la escuela con los indumentos re-queridos, el rechazo de que mujeres musulma-nas sean atendidas por médicos de sexo mas-culino, la exigencia de que las piscinas públi-cas se abran a distintas horas para hombres ymujeres, la ausencia del trabajo en los díaspreceptivamente festivos en el islam, el tipode comida en escuelas, cárceles, hospitales.¿Y si un día, amplias minorías musulmanasde ciudadanía francesa influyeran en el juegodemocrático a favor de la promulgación de le-yes o estatutos especiales de acuerdo con suidentidad religiosa?

En tal supuesto, la República invocada porChirac dejaría de serlo. Y, sin embargo, las

manifestantes femeninas a favor del velo lohacen como francesas que son por derecho,enarbolando la bandera tricolor, haciendo elrecorrido tradicional de las manifestacionesconservadoras o contestatarias, de izquierdao de derecha entre las parisinas plazas de laBastilla y la República. ¡Algo tan francés!¿Por qué no?

Los europeos hemos de pensar de otra ma-nera sobre Europa. Algo que no cuadra conlos cánones actuales, pero que no forzosamen-te ha de consistir exactamente en los térmi-nos de integración y mestizaje, ni del todo enla fácil referencia al multiculturalismo. Lasidentidades vividas frecuentemente contanto fervor, o actualizadas con ánimo rei-vindicativo, olvidan un pasado larguísimo demúltiples implicaciones e interacciones ra-ciales, culturales, institucionales. Cada vezque se alude a la identidad, ésta se refleja enmúltiples espejos cóncavos y convexos.Europa está ahí, apéndice peninsular de lainmensa Eurasia. Encorsetada en imagi-nerías o espejismos seculares y abierta a su re-petida recreación.c

ASTROMUJOFF

LA DECISIÓN DE CHIRAC

contra la prenda musulmana

femenina se proyecta no sólo

sobre la identidad de Francia,

sino de la Europa actual

El debate sobre el velo musulmán

WEEK-END POLÍTICO MUNDIAL CARLOS NADAL

DOMINGO, 28 DICIEMBRE 2003 I N T E R N A C I O N A L LA VANGUARDIA 9

Page 5: Vells murs, nous murs

14 LAVANGUARDIA I N T E R N A C I O N A L DOMINGO, 15 NOVIEMBRE 2009

V er cómo la canciller Ange-laMerkel participó enBer-lín el día 9 en la conmemo-ración del vigésimo aniver-sario de la caída del Muro

y el 11 en el octogésimo de la firma delarmisticio de la Primera Guerra Mun-dial en París mueve a seguir, a buscarcon especial atención, qué podemos es-perar de ella. De Alemania, de Europa.Se ha ganado credenciales para hacerlo.Pero precisamente, al mismo tiempo,

se le abre a Angela Merkel un terrenolleno de traicioneros socavones. Acabade prescindir de la coalición con los so-cialdemócratas (SPD) y entra en el Ga-binete del brazo de los libe-rales (FDP). Al desprender-se de los primeros, que máso menos podían aportar a lapolítica gubernamental uncierto equilibrio a la izquier-da, la compañía de los segun-dos refuerza el tinte dere-chista del partido democris-tiano de la canciller. En unmomento con penas paraafrontar la crisis económicay social, la canciller tendráque recurrir a susmuchas re-servas de caudal político pa-ra sortear los escollos, parano defraudar no sólo a losalemanes sino a los euro-peos en general. Buenas, ex-celentes, son las celebracio-nes en Berlín y París porquerepresentan el fin de lasgrandes tragedias europeasdel siglo XX. Pero ahora sevive con el temor de nuevostiempos inseguros.Y por esto elmuro de Ber-

lín levanta en algunos áni-mos, inadecuadamente, lasospecha de que su caídapueda haber sido en falso.La insinuación de que cayópor los dos lados. Dejó en eldel Este desengaño y depre-

sión; creó en el Oeste un coste indesea-do y alto, precisamente cuandomenguala abundancia. Una contradicción in-trincada, difícilmente explorable. Peroque por eso mismo demanda algún tipode aclaración.Hubo revueltas contra los regímenes

comunistas de Berlín en 1953, Hungríaen 1956, Checoslovaquia en 1968, y enPolonia la de Ursus y Radom en losaños setenta. Luego las de Gdansk y elsindicato Solidarnosc en los ochentamostraron que se reclamaban principal-mente unas cuantas exigencias esencia-les: libertad, derechos fundamentales,participación democrática; verdadera

independencia. Sin algunas de estascondiciones ninguna tenía sentido. Noes fácil engañarse sobre esto en España,por mucho que se hubieran conocidotambién bajo la dictadura de Francomuy diversas formas de adaptación, in-hibidoras o simplemente integradas. Yal mismo tiempo la busca de reformasmás omenos graduales dentro del siste-ma. Además de que es esencial, en regí-menes que lo coartan, el deseo de librey abundante posesión de bienes.De todas estas necesidades, el muro y

el telón de acero eran espejos que refle-jaban hacia el Este la posibilidad de sa-tisfacerlas. Porque la Europa libre y de-

mocrática occidental vivióunos años excepcionalesen que libertad y democra-cia convivían con una largaépoca de desarrollo econó-mico y de protección so-cial, el Estado de bienestar.Los años que los francesescalifican como “los felicestreinta”. Nunca estas consi-deraciones conviene tradu-cirlas a un lenguaje absolu-to. Pero en comparacióncon el llamado “socialismoreal” o “vías nacionales ha-cia el socialismo” no eranun engaño.¿Por qué entonces la po-

sibilidad de ver tras la caí-da delMuro tantos indiciosde desengaño, un panora-ma incluso desolador enciertas zonas, en algunospaíses que pertenecieron aaquel Este, hoy, según có-mo, con más pena que glo-ria integrados en la UniónEuropea si bien saben quees su único agarradero?Sería parcialidad no te-

ner en cuenta la dificultadpara encajar situaciones detan distinto nivel como lasheredadas del comunismo

en el Este y de la democracia en el Oes-te, en varias ocasiones hasta de extre-ma degradación en el primer caso co-mo ocurre en Rumanía. Aunque existeuna razón también que tener en cuenta:cuando cayó el Muro, ya el presidenteReagan y la premier Thatcher habíanclavado el rejón al Estado de bienestar.Y al socaire de la globalización había co-menzado el avance implacable de la pu-ra economía de mercado, del descon-

trol financiero y bancario que ha lleva-do a la crisis actual.Así los estados de la que fue otra Eu-

ropa encuentran unida su suerte a la deuna mitad occidental difícil de recono-cer, atrapada en los temores de precipi-tarse hacia el desamparo. Como si estu-viera sufriendo un paralizante bloqueodel sistema. Algo que alimenta a vecesinapropiadas comparaciones entre losque fueron los dos lados del Muro.Seguir los pasos de la canciller Mer-

kel nos introduce en el laberinto de estecúmulo de interrogantes. La observa-mos con una mezcla de la confianzaque transmite por su buen sentido. Y deinsegura expectativa por las alianzasparlamentarias que acaba de consoli-dar. Afirma que “Alemania se encuen-tra ante una prueba como fue la reuni-ficación”. ¿Sólo? ¿No se trata de unenvite que exige más valor, cambios demayor envergadura? Miremos a Berlín,a muros que tal vez no levantan física-mente su alzada. Pero no intentemosdesmerecer la fecha memorable en quetan para bien se derribó el que dividióominosamente a la capital alemana du-rante veintiocho años.ÓSCAR ASTROMUJOFF

Carlos Nadal

¿Unmuroquecayópor losdos lados?WEEK-END POLÍT ICO MUNDIAL

Que existan perspectivasoscuras no desmerece enabsoluto el valor de loshechos de Berlín en 1989

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