Verbo Libertario 5

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revista política

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    Verbo Libertario

    Segundapoca,

    No.

    5,

    Enero-Abril2015,

    Guadalajara,Ja

    l.,

    Mx.

    Cooperacin:25pesos

    Incertidumbre, imaginacin y rebelda

    Centro Social Ruptura

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    Verbo Libertario Nm. 5 enero-abril 2015

    ContenidoEditorial

    De la indignacin contenida hacia un

    horizonte de crisis y ruptura

    Reflexiones contra el patriarcado

    Por una economa autnoma yautogestionada

    Crtica anarquista de la cotidianidad,

    recreacin de sentido y valor

    (Segunda parte y ltima)

    Por una nueva organizacin libertariaEl anarquismo como teora de

    organizacin

    El anarquismo como horizonte para la

    autogestin de la vida

    La rebelin de Chalco (1868)Un instante insurrecto por tierra y libertad

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    Lostrabajosquesepu

    blicanenVerbo

    Libertario

    pue

    denreproducirse

    libremente,siseindicasuprocedenciaquedarem

    osagradecidxs

    Si deseas mandar textos, artculos, imgenes, dibujos, fotografas, pinturas, poemas,cuentos, comentarios, crticas u otra colaboracin, escrbenos a:

    [email protected]

    ArtegraficodeCliffordHarper,retomadodellibroAnarchy.Agraphicguide

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    Editorial

    encontramos, recordemos que cada vez hay ms vocesque se escuchan en contradiccin con el Estado, que seunen a un ya basta!que se levanta, grita y lucha.

    El clima de terror ejecutado por el Estado y el capitalque ha emergido en los ltimos meses, hacen evidenteque el nico fin de los de arriba es la dominacin y elcontrol de los de abajo, para su propio sustento y rique-za. Desde Tlatlaya, pasando por Ayotzinapa y San Se-bastin Bachajn, el constante hostigamiento y despojode los bienes comunes a la comunidad yaqui y wixarika,el persistente acoso, represin y asesinato al EZLN y alas Bases de Apoyo Zapatistas hasta los cientos de mi-les de muertes y desapariciones sin resolver. La guerra

    mantenida y potenciada en todo el mundo, nos deman-da posicionarnos y cargar el hacer en contra de lo quenos est matando y no slo elegir otros caminos.

    Al estar situados en una incesante guerra, terror, re-presin y control, estamos tambin, ante la evidencia dela existencia de su contraparte, la insistente resistenciaen el da a da de un sinfn de movimientos, familias,colectivos que se sublevan y tratan de inhibir los golpes

    EDITORIALUna lluvia tormentosa, llena de re-

    lmpagos y truenos, lluvia que cae demuchas formas y en muchos

    lugares, cae tranquila,apacible y a la vez

    fuerte y colrica. Seagitan los aires en

    todos los territorios,en las selvas del sur,

    en las montaas delcentro y en los desiertos

    del norte; esos aires vanrosando los espacios y a

    los seres, tierras y semi-llas. Se escuchan rugir

    los truenos de la lluvia, se escucha el colrico estruendo que hace retum-bar las estructuras que mantienen azotada la tierra, que la tienen secay estril para fortalecerse como cimiento. Pero la lluvia cae ahora como

    cay ayer, cae en esta tierra que es frtil y fuerte, que resiste y renace.

    Cae en esos cimientos que parecen eternos monumentos sobre esta tie-rra, que parecen edificaciones del ms duro material imaginado, mate-

    rial frio, inerte y carente de crear vida, pero s capaz de apropiarse deterritorios vivos y prsperos, de afianzarse en espacios donde se germi-nan las creaciones de vida, de camuflarse entre los bosques y mares, desimularse a tierras donde la vida no se puede apaciguar. Cae la lluviaentre estos monumentos, se filtra entre ellos, los agrieta, el agua que sefiltra entre estos, empieza a reblandecer la tierra donde se postraron.

    Se visualiza su cada.

    En el espacio-tiempo actual, donde todos los sujetoshabitamos, est imperando un proceso capitalista

    que controla casi todos los aspectos de la vida humana yno humana, mediante guerra, violencia, represin, hosti-gamiento, torturas, masacres, asesinatos, desapariciones,encarcelamientos, despojos, explotacin, etc., a veces msdirectas y rapaces que otras, pero sin lugar a dudas estoest presente a lo largo y ancho de todo el planeta tierra.Sin embargo, este no es el unico escenario en el que nos

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    que lanzan los gobiernos; a partir de sus propias formas:su rabia, imaginacin y creacin emergen y se dispersanotras realidades y otros espacios, desde la autogestin yla autonoma.

    Nos encontramos en un espacio-tiempo de rupturae irrupciones, en donde no slo se muestra el descon-tento compartido de la sociedad, sino que a partir deese desacuerdo y ese cuestionamiento a las formas dedominacin dadas, se comienza a generar la crisis, ladesarticulacin y con ella deviene la organizacin y lacreacin de espacios, relaciones, modos de sentir y vivirla vida que niegue aquello que slo busca controlarnosy esclavizarnos.

    Ya es palpable una agitacin generalizada, un des-contento hacia las instituciones con su sistema de nor-mas y leyes ejercido desde arriba. Los que luchan ya

    no piden que el Estado haga justicia, no pidenseguridad, sino que exigen que se vayan todos!,que desaparezca la institucin de terror yla represin que ha estado sometin-donos. Se est propagando portodas partes la necesidadde una perspectiva otrade gobernarnos, en-tre gentes, desdeabajo, horizon-talmente, desde

    la comunidad yanulando el po-der del Estado;buscando otrasmaneras de re-producir la vida,que partan delas necesidadesy sentires de losque resisten, paradeshacernos delas concepcionesdel capital.

    Queda mu-cho por imagi-nar, crear y bus-car otro mundo, endonde vemos nece-saria la articulacin

    con otras y otros que apuesten por el respeto, la auto-noma, la solidaridad, la horizontalidad y el apoyo mu-tuo, y con ello acompaarnos en nuestras luchas parahacer ms significativa la desarticulacin e inhibicinde la represin; para seguir en la construccin de otrasformas de relacionarnos entre nosotros. Sin dejar delado el replanteamiento y cuestionamiento constante,pero con organizacin, desde nuestros propios espa-cios y tiempos de vida, desde la incertidumbre, la ima-ginacin y la rebelda, vamos reconstruyendo la vida,donde los de arriba intentan destruir la esperanza.

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    R S

    La crisis la causamos nosotros con nuestro hacercotidiano y la resistencia a la dominacin. Crisisde la forma de dominacin y emergencia de una nuevasubjetividad que consciente o inconscientemente esta-mos construyendo, ya sea obligados o por voluntad deconsciencia.

    El proceso de movilizacin desatado, desde los acon-tecimientos sucedidos el 26 de septiembre, por la masa-cre de 6 asesinados, 21 heridos y 43 desaparecidos, es-tudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero.Por el ms reciente acto de barbarie de los capitalistasy su Estado, el cual ha propiciado una ruptura que hizoposible la emergencia de una generalizada movilizacinque ha causado crisis poltica al sistema de dominacin

    que opera el Estado mexicano. Este momento se puedeconvertir en histrico para la construccin de una resis-tencia anticapitalista que pretende, en la vida cotidiana,la autonoma como proyecto.

    Nos dice de manera contundente, Omar Garca, es-tudiante de Ayotzinapa, que su lucha no es por cam-biar un presidente o un gobierno o un Estado, sino porcambios en las relaciones sociales, cambios profundosen los hbitos, en las relaciones persona a persona, entregrupos de personas1. Es en este sentido que se pueden

    apreciar los esfuerzos de las comunidades y pueblos enveintiuno de los municipios del estado de Guerrero, enlos que han destituido, por la va de los hechos, a los ca-bildos y han conformado Consejos Populares, con baseen el artculo 39 constitucional.

    La resonancia que ha provocado en todo el pasla movilizacin de las familias de los desaparecidosy colectividades que los acompaan, significa que los

    esfuerzos por la autonoma no estn aislados. Esta re-vuelta originada de manera evidente con el y losmunicipios autnomos con sus Juntas de Buen Gobier-no, es una de los principales referentes, como lo hace

    patente Omar Garca. As, la potencialidad latente queexiste por todo Mxico en la perspectiva de este cambioradical, se ha estado desplegando y ello se ha manifes-tado desde Chiapas 1994, Oaxaca en 2006, Michoacnen 2013 y ahora Guerrero en 2014.

    Cada vez es ms claro que estamos ante la guerraque los de arriba hacen a los de abajo, utilizando estra-tegias de contrainsurgencia para garantizar la domina-cin, asegurar el despojo y la explotacin. En esa cir-cunstancia, cada vez hacemos consciencia de la necesi-

    dad de crear formas y espacios de comunidad en resistenciapara converger en tareas concretas, en perspectiva de laconstruccin de la autonoma como proyecto, en todoslos mbitos de la vida cotidiana, que es desde donde sereproducen las relaciones sociales, las cuales se viven atravs de formas de hacer poltica, formas de hacer laeducacin, la salud, el trabajo, la convivencia, la cultura,etc. Se tratan de hacer al margen del Estado y el capi-tal, pues el sistema social capitalista no garantiza estasacciones de reproduccin de la vida, de modo que slocon el hbito y el ejercicio de nuevas formas de hacer se

    ir deshaciendo la vieja forma de relacin social domi-nante y se instituirn otras relaciones sociales.

    Pensar y reconocer las maneras en que se est dandoeste cambio, lleva a imaginar que podemos establecer,de manera amplia, relaciones de apoyo mutuo y acom-paamiento para no estar solos. Sin embargo, la posibi-lidad de no estar solos debe ser adems de una consigna,una forma de vida cotidiana, a construir desde el aqu

    De la indignacin contenida hacia un horizonte de

    crisis y ruptura

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    y el ahora, sabiendo que no estamos acostumbrados,que no hay un hbito de acompaamiento y solidari-dad, pero sabiendo que podemos crearlo. Sabiendo queno es fcil y que las formas de hacer que hemos repro-ducido hasta ahora, han sido introyectadas en nuestrapsique desde que nacimos, que las hemos incorporadoa nuestra subjetividad. Pero hacerlo efectivamente no esfcil, como tampoco lo es seguir viviendo en la situacinactual de guerra total contra toda la humanidad; unaguerra que los capitalistas nos imponen slo por su afnde acumular cada vez ms y ms capital y riqueza, y queen Mxico es particularmente invivible.

    Convertir la crisis en ruptura y creacin

    Concebir y proyectar un cambio en la forma de las re-laciones sociales no significa que de manera espontnease crearn, que esto suceder as nada ms. Slo decimosque anima y fortalece lo que ya est en embrin, pero

    que tambin podemos esperar que emerjan nuevos co-lectivos y proyectos con perspectiva de autonoma. Contodo, aunque la rabia y el dolor se conviertan en dignarabia y disposicin para movilizarse luchando, har faltaconstruir cotidianamente y tejer con paciencia otra for-ma de auto-organizacin, sin dirigentes y dirigidos, sinburocracias ni jerarqua.

    Qu y cmo hacerlo? Ya estamos hacindolo, dehecho ya estamos concretando por la va de los hechos,una forma donde la lucha y resistencia no se dan ais-ladas, pues nos encontramos y resonamos al converger,cruzarnos o agruparnos en lo que hacemos. Algunascuestiones en las que ya estamos coincidiendo, entreotras, son las exigencias de acabar con lo que nos ha-cen los de arriba y los deseos de construccin de otraforma de relaciones sociales. Algunos ejemplos de estoson las siguientes:

    La exigencia comn de aparicin con vida de los des-aparecidos y el esfuerzo por vincular a los ms de veintemil desaparecidos (por mencionar a los oficialmentereconocidos). Adems, lograr que se haga evidente ybusque a los que estn fuera de las cifras oficiales; sinolvidar entre ellos a los hermanos centroamericanos,que cuentan con ms de cien mil personas asesinadasy desaparecidas.

    La entrega a sus familias de los ms de 130 mil ase-sinados reconocidos oficialmente.

    La exigencia de no ms desaparecidos y asesinados.Hermanados en la lucha y la resistencia anticapitalistapara lograr que aparezcan todos los desparecidos

    La construccin de educacin autnoma, con lo quese podr fortalecer el aprender a hacer otra forma derelaciones sociales, no dominantes y construir otraforma de vida digna.

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    De la indigncin contenida

    Construir formas de autogobierno. Podemos llegar aser nosotros mismos, en cada comunidad, en cada barrio,en cada pueblo, quienes nos gobernemos, donde el quemande, mande obedeciendo.

    Construir formas de autocuidado, desde abajo y en-tre todos-nosotros. Tanto en la cotidianidad como en

    situaciones extraordinarias de lucha y conflicto.

    Construir nuevas relaciones sociales donde se vayacreando, desde lo que somos y desde donde estamos, cadacolectivo y cada persona, una forma de hacer polticaque nos convierta en los estrategas de nuestra propiaresistencia, destino y horizonte autnomo.

    De la destitucin del Estado a un nuevo imaginariosocial instituyente

    Se puede observar que una caracterstica que se mani-fiesta adjunta a la destitucin de la autoridad que hemoshecho del Estado, es la crisis de la clase poltica comotal, es decir, la desestructuracin como clase poltica do-minante en tanto que, sin dejar de estar en condicionesde ejercer el aparato de Estado, ha perdido mucha de sucapacidad para dominar. Sabemos que se acostumbrapensar y reducir la idea de dominio a la forma de he-gemona, entendiendo que con ello se incluye la fuerzaviolenta y el consenso en el proceso mismo de ejercer

    el poder poltico, pero la dominacin no se reduce a laforma que subyace en el ejercicio del poder.

    Cuando los sujetos trastocamos o desestructuramosaquello que nos constituye y no queremos, se opera unproceso incipiente en la perspectiva de deshacer la re-lacin social de dominio; lo cual no significa que dejade existir, sino que se trastoca y desestructura, comoafirmamos. En este sentido es que podemos observary sentir cmo es que emerge la no subordinaciny en muchossentidos lainsubor-dinacin

    que estamos viviendo luego de lo sucedido en Ayotzi-napa.

    El que esto suceda no es cosa menor. Represen-ta un momento de suma relevancia parainstituir condiciones de posibilidad de lamodificacin de la relacin social entrelos de arriba y los de abajo, al menos encuanto el ejercicio del poder y la vio-lencia del Estado. Tampoco decimosque no se puede ir ms all de la rela-cin de dominio fundamental, sloque es evidente la conciencia dela necesidad de autorganizacin,que est emplazada y, a partir deeso, podemos crear organizacinpoltica en la perspectiva de lano dependencia y la no sub-

    ordinacin a los de arriba.Ms an, podemos des-plegar los embrionesde autonoma que yaexisten en comuni-dades y colectivospor todo el pas.Todo lo cual, te-niendo en cuentaque la capacidadde destruccin

    violenta del Es-tado esti n s -

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    talada, y a pesar de la crisis de legitimidad de los altosmandos, aun tienen los mecanismos para obligar alejrcito y sus policas de todo tipo a reprimir a la po-blacin. La deslegitimidad deriva del desgaste propi-ciado por someter a los soldados a reprimir a la pobla-cin, el que se les use a mandos menores como chivosexpiatorios, como en el caso de la matanza de Tlatlaya.

    Al respecto, los sntomas que dejan ver las accionesde la clase poltica no son tan relevantes como lo queest ocurriendo frente a la merma de la presencia y ca-pacidad de control, dependencia y subordinacin sobrelos de abajo. As, el que Cuauhtmoc Crdenas renun-cie al PRD, el que Lpez Obrador haya sido expuestocomo parte de los procesos de corrupcin en la selec-cin de candidatos a gobernantes, el que los altos fun-cionarios del gobierno federal se evidencien incapacesde operar el aparato del Estado (procurador, secretario

    de gobernacin, secretario de educacin, etc.), o se exhi-ba al aparato militar y policiaco envuelto en la corrup-cin y perversin de su funcin de polica y seguridadgubernamental, son todos sntomas evidentes tambinde crisis del sistema de gobierno.

    La crisis en el funcionamiento del sistema poltico, ladestitucin de un rgimen tomado por la clase polticacomo instrumento de dominio, la crisis de seguridadque desemboca en constantes actos de represin, asesi-natos, desapariciones, corrupcin, entre otros, son parte

    de los efectos emanados de una profunda descompo-sicin del funcionariato autoritario, que se intensificadesde el ao 2000, y que opera lo que el llamla Cuarta Guerra Mundial o Guerra total del capitalcontra la humanidad. Esta guerra contra los de abajoemergera luego de que la tercera guerra mundial quesignific la guerra fra, derrotara al bloque de pasesnombrados socialistas; guerra total que lleva veinticincoaos como forma de hacer poltica para contener la in-subordinacin de los pueblos.

    Formas de hacer poltica en apoyo mutuo yreciprocidad

    En el momento actual en que se despliega la protestay la organizacin de muchas maneras, debemos de sercapaces de reconocer las manifestaciones que van desdela no subordinacin hasta la insubordinacin, sabiendoque los ritmos y los tiempos de cada colectivo y co-

    munidad son diferentes y que no es necesario obligar aconfluir en un slo colectivo y en un tiempo determina-do, ni en un slo rio o camino, pues tarde que tempranotodos llegan a confluir desde varias vertientes.

    Tampoco sera conveniente acercarnos a la perspec-tiva de organizaciones polticas y partidos que promue-ven la participacin en los espacios del sistema electoral,del sistema de gobierno, del sistema de partidos, con elargumento de que hay que evitar que el narco corrom-pa a los funcionarios del Estado, as sea disfrazados defrmulas negativas como el sabotear las elecciones (cosaque de por si hacemos ms del 50% de los mexicanosdesde siempre y que incluso tiene acercamientos al 60%en muchas coyunturas electorales).

    El Estado mexicano ya ha tenido que suspender, noslo las celebraciones oficiales pblicas, sino tambin

    algunos de sus procesos regulares de funcionamien-to que tiene como gobierno federal y estatales (no sediga en el orden municipal). Ms an, en el mbito delo electoral, la violencia y la represin con motivo decontiendas electorales ha provocado un colapso que haimpedido el funcionamiento regular de los procesoselectorales desde la dcada de los ochenta.

    Es importante tener memoria histrica. Recurdeseque en 1988 la mayora del pueblo mexicano quisimosexperimentar la posibilidad de cambiar a travs de la va

    electoral, entonces, nos dispusimos a votar y el resulta-do fue desastroso. Atestiguamos cmo los dirigentes delFrente Democrtico Nacional que fue la forma que sedio la organizacin social traicionaron el proceso deinsubordinacin e insurgencia civil que logr derrotara Carlos Salinas de Gortari, candidato de los capita-listas neoliberales. No est de ms recordar que estosdirigentes no reconocieron lo que se gest desde abajo,tampoco se percataron de la potencialidad que tena lainsurgencia para echar abajo el fraude electoral y tomaren sus manos la mayora de los municipios del pas. Nosupieron interpretar lo que se vena gestando, de mane-ra evidente desde 1982, la crisis profunda del sistema departidos y electoral muestra de lo cual fue que en 1444municipios de 2424 que haba en el pas, hubo conflic-tos electorales con situaciones de represin, encarcela-dos y asesinados crendose condiciones y disposicinde los pueblos para que en 1988 tomaran en sus manoslos gobiernos municipales.

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    De la indigncin contenida

    Es por ello que ahora, los de arriba se disponen alimitar la autonoma que el artculo 115 constitucionalconcede a los municipios. De modo que ya estn previ-niendo que la geografa territorial de lo que se conocecomo delegaciones municipales llegue a ser colapsadapor la acumulacin de comunidades y pueblos en lucha,y se articulen las autonomas y declaren a municipiosenteros como autnomos de verdad

    Hay muchas maneras de manifestar la confluenciade la rabia y no debemos constreir y forzar el procesode organizacin desde abajo, de modo que se obstruyael ritmo de cada colectivo y comunidad. Qu mejor queestar atentos y solidarizarnos con cada cual segn sunecesidad y no a partir de llamamientos en abstracto,donde la articulacin a veces resulta que es una arti-culacin en torno de un grupo de coordinadores quefcilmente adquieren carcter de dirigentes. Qu mejor

    que entender que confluir en la lucha es estar atentosa la necesidad de apoyo mutuo, como ha sido con losnormalistas de Ayotzinapa.

    Es pertinente estar atentos para manifestarnos conlos que estn en nuestro entorno inmediato. Hacer lalucha en nuestros propios espacios, donde habitamoscotidianamente. Sabemos que hay muchas formas demovilizacin y protesta que ser necesario concretarpara inhibir y desarticular la represin. De hecho, po-dramos dejar de manifestarnos solamente en la puer-

    ta del Estado como de por s ya se ha hecho que esquien nos aplica la guerra. Caminar en silencio y sobretodo sin una poltica del espectculo es imprescindiblecomo forma de hacer poltica para inhibir la reproduc-cin de relaciones de dirigentes y ejecutantes.

    Que cada colectivo y organizacin social sea el es-tratega de su propia resistenciay que desde esa perspec-tiva y forma de hacer poltica, que cada construccinde espacios de comunidad en resistencia vaya confluyen-do con otros, bajo la necesidad de apoyo mutuo y deforma horizontal. Tenemos muchos espacios sociales ycotidianos que apropiarnos, y de diferentes formas, noslo la calle. La solidaridad incluso debe ser entendidade modo que no se instrumentalice ni sea a partir desentimientos de culpa y bsqueda de prestigio revolu-cionario, sino como apoyo mutuo y reciprocidad. Slobajo estas premisas podemos pensar en un proceso deconfluencia verdadera.

    La construccin de autonomas y el fortalecimientode las que ya existen, es la forma de hacer poltica parainstituir el por-venir, para dar forma a un mundo di-ferente al capitalista; se trata de hacer del espacio quehabitamos una construccin social a partir del ejerciciode la autonoma y la dignidad. Una vinculacin de lasresistencias se constituye desde la construccin de locolectivo en cada localidad y desde la cotidianidad de lalucha de quienes la realizan.

    Pero tambin sabemos que es constituyente de estadialctica de rebelda la propia contradiccin y antago-nismo del sujeto que lucha, individual y colectivamente,pues se sigue siendo producto de la cultura capitalista,aunque empezamos a negar la negacin de que hemossido objeto durante cientos de aos de explotacin, des-pojo, sexismo y racismo.

    Con todo, ser parte de una sociedad y una culturaque tiene a la dominacin como cualidad principal delas relaciones sociales, y que nos condiciona hasta in-conscientemente, orillndonos al olvido por represin,favoreciendo la personalidad autoritaria en sus dos re-presentaciones, como sujeto dominante y como subordi-nado, nos exige cuestionarnos y ver cmo generar una si-tuacin de autocrtica en la que se viabilice la capacidadde hacer conciencia de ello. Esta es una cuestin indis-pensable para las formas embrionarias de hacer polticade nuevo tipo, que es donde est la posibilidad de que el

    Ya Basta! se transforme de la resistencia a las formas deautonoma, a la autoemancipacin de las personas y elautogobierno de los colectivos sociales, que prescindande relaciones de subordinacin y dependencia.

    Notas

    1Ver: https://www.youtube.com/watch?v=dvvWXv8vwr4. Fe-cha de consulta: 02/12/2014

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    Miriam Edith Gmez Brambila

    Es comn que en muchas organizaciones que plan-tean la autonoma y la autogestin se construya unaretrica en contra del patriarcado. Se asume que paraexpresar una postura radical anticapitalista es necesariotener una perspectiva antipatriarcal, sin embargo, stase retoma solamente bajo el sentido de lo polticamentecorrecto, convirtindose en una pose para quedar bien yslo como un complemento de la frase somos antica-pitalistas y antipatriarcales.

    En la mayora de las ocasiones la postura antipatriar-cal se expresa nicamente de forma discursiva en textosy manifiestos, adems, dichas reivindicaciones se man-tienen en el mejor de los casos en los espacios y tiem-pos de las reuniones de colectivo o de organizacin, en

    algn foro donde se suele exaltar la importancia de lasmujeres en las insurrecciones, en el trabajo colectivo, ensu revolucin silenciosa, en momentos que se discute lasituacin de la mujer, situacin que al tratarse de esamanera, sigue indicando una escisin de un problemaque cmodamente se reconoce solo de mujeres, se haceuna separacin de nuestras practicas polticas cotidia-nas.

    Pensar que nos podemos posicionar como anticapi-talistas sin darle la misma importancia a la lucha anti-

    patriarcal olvida que el capitalismo no podra ser posi-ble, en la forma como lo hemos vivido sin las relacionessociales patriarcales, puesto que es un modo de domi-nio previo que el capitalismo incorpora como partefundante de ste. Sumado a esto, cuando se cuestionanlas situaciones y actitudes que escinden y que terminansiendo de uso meramente discursivo, la respuesta mscomn y cmoda es una autocritica fcil que se con-vierte en una salida rpida y una forma de confesin

    con expiacin y todo: compaeras hay que reconocerque somos contradictorios y vivimos en el capitalismo.No basta con reconocer que todos atravesamos el con-flicto y la contradiccin, falta asegurarnos que a nadie sele subordine, se le desprecie, se le coaccione, ni se le digalo que tiene que hacer.

    Nos encontramos con esta problemtica debido aque realmente pocas veces logra traducirse este discursoen la vida cotidiana, vivimos una existencia en tensincon el patriarcado que reproducimos en todas las formascomo nos relacionamos entre compaerxs, en la fami-lia y en lo personal con nuestras parejas. Sin embargo,necesitamos ir ms all de reconocernos que existimossiempre en contradiccin para encontrar la manera depotenciar y alargar los momentos de ruptura, para sercada vez ms conscientes de ellos, y cuidarnos de noso-tros mismos para tratar de inhibir y negar el patriarcado

    en todas las dimensiones de nuestras vidas, no obstante,pocas veces logramos hacerlo.

    Es en nosotros mismos, en colectivo, donde comien-za la lucha por reconocer como el poder desptico seinteriorizo all donde aparentemente somos el resultadoinmediato y espontneo de un mero trnsito continuoa la realidad[] cmo ese poder se implant en estasubjetividad para convertirnos en individuos adecuados

    Reflexiones contra elpatriarcado

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    a las formas dominantes, regionales o centralizadas, delEstado (Rozitchner, 2003:14) y el capitalismo. Noso-tros mismos habitamos en todo momento la contradic-cin de reproducir las relaciones de dominacin capita-listas, coloniales y patriarcales pero al mismo tiempo lasdesbordamos y nos resistimos a ser mercancas, objetosdesechables de un sistema de produccin que nos niegaconstantemente.

    El horizonte tico-poltico que se manifiesta en laidea de que lo personal es poltico, si no queremos quese vuelva una pose encubridora de una doble moral, deun sentimiento de culpa y bsqueda de prestigio re-volucionario, que nicamente sirva para continuar re-produciendo muchas actitudes y relaciones autoritariasy jerrquicas que no se reconocen como patriarcales.Recuerdo hace tiempo en una reunin de colectivo, seproblematizaron varios asuntos ante los re-

    clamos de una compaera por comentariosy actitudes que ella consideraba misginas,uno de los compaeros le respondi: men-cione en concreto que comentario que hicees machista, no se le puede tomar en serioporque usted se est basando en su criteriopersonal y no poltico, simplemente estaconfundida en su comentario. Hacer unaescisin de lo personal y lo poltico descalifi-ca y subsume lo personal, como algo que tie-ne que resolver uno mismo, como si hubiera

    una dimensin del sujeto que no implicaralo poltico. Se estigmatiza que las mujerestienden a ver las situaciones de forma sen-timental, que se ofenden ms rpido, que notienen la suficiente madurez para saber sepa-rar lo personal y lo poltico cuando en reali-dad se est encubriendo una relacin verticaly patriarcal de dirigente donde los que sabende poltica tienen que estar constantementeexplicando cmo entender lo poltico.

    La postura antipatriarcal se tiene queconvertir en una praxis orientada a dejar denormalizar las relaciones sociales de subor-dinacin cotidianas; esto para no reducir lapostura a slo una crtica de la actitud ma-chista y misgina de los hombres hacia lasmujeres, que es muy necesaria, pero tenemosque admitir que el patriarcado se ha intro-yectado en lo ms intimo de cada una(o) y

    que no podemos simplificar una de las relaciones de do-minacin ms antiguas que han existido en la historiade la humanidad pensando que slo es una cuestin queatae a las mujeres, Si no reconocemos esto, se seguirocultando la complejidad del proceso histrico dondese ha configurado la construccin de un orden patriar-cal en el que los cuerpos de las mujeres, su trabajo, suspoderes sexuales y reproductivos fueron colocados bajoel control del Estado y transformados en recursos eco-nmicos (Federici, 2014).

    Hasta nuestros das el trabajo cotidiano de la re-produccin de la vida de las mujeres sigue pensndosecomo un trabajo por obligacin o hecho por amor, portanto, la ruptura con las relaciones patriarcales involu-cran tanto a las mujeres como a los hombres, no po-demos seguir escindiendo esta problemtica como algo

    Reflexiones contra el patriarcado

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    exclusivo de un gnero. Pues volveramos a encubrirque el patriarcado ha sido y es una de las relaciones delas ms difciles de hacer consciente, porque se encuen-tra casi completamente normalizada y naturalizada por

    la cultura.En el mismo sentido, tampoco tenemos que caer en

    la postura en la que han cado muchas mujeres que sereivindican como las feministas ms radicales y cons-cientes, pero son las primeras en imponer una relacinjerrquica que trata de ensear y dar lnea a las compa-eras que todava no entienden del feminismo. Ha-bitualmente no creamos una conexin directa entre lajerarqua y el patriarcado, no obstante en el mundo ac-tual no podemos separar que un sostn fundante de lajerarqua son las relaciones patriarcales.

    Es importante imposibilitar permanentemente e in-hibir en lo cotidiano las relaciones patriarcales y de do-minacin. Pero cmo? No puede existir una receta, portanto, veo la necesidad de que para ser anticapitalistahay que estar en contra del patriarcado y para que nose quede como mera intencin, es necesario que cadauna(o) de nosotras(os) est siempre alerta y pensando

    en colectivo formas para impedir esas relaciones de do-minacin.

    De ah que en la praxis desde el apoyo mutuo y la

    solidaridad podemos crear formas de hacer antipatriar-cales en el aqu y ahora, adems, tiene que darse de ma-nera sincera y llevarse a cabo en cada una de las dimen-siones de nuestras vidas, para que situemos la prcticapoltica y nuestros procesos de autoorganizacin a par-tir de nuestras experiencias, para que no se quede comopose ideolgica. En este sentido, pensar las relacionesantipatriarcales implica poner la vida en comn, no po-demos separar lo que pasa en nuestra casa con lo quepasa en nuestro colectivo.

    Bibliografa

    Federici, Silvia (2014). Para un anlisis de sexo, clasey raza. Obtenido 08 de Agosto de 2014.Desde http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/32186.

    Rozitchner, Len (2003).Freud y el problema del poder.Buenos Aires: Losada.

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    A E

    El siguiente texto est basado en las discusiones de las mesasde economa solidaria llevadas a cabo dentro del evento co-

    nocido comoAutogestival 2.0, los das 22 y 29 de noviem-bre de 2014, con la participacin de ms de 136 proyectosautogestionarios de la zona metropolitana del Distrito Fe-deral y algunos estados.

    La Economa Solidaria (E.S.) la entendemos comoaquella economa que desde hace aos, si no es quesiglos ya (si pensamos que desde el inicio del capita-lismo se ejercen economas de resistencia) se distinguecomo antagonista al sistema capitalista, explotador, de-predador, como lo es la economa capitalista.

    La E.S. la entendemos como aquella economa quea travs de herramientas de prctica solidaria, como loson las formas de decisin directas, su accin directa,la asamblea, la cooperativa, el colectivo de autoproduc-cin, la unidad domstica de sobrevivencia, el trueque,las monedas alternativas y un amplio etctera, se hanpropuesto la construccin de instituciones autnomas,que no solo buscan las formas de sacar adelante nuestrovivir, sino de salir de la explotacin que significa produ-cir y consumir dentro del capital. La economa solidaria

    busca la conciencia de que los medios de produccinnos pertenecen, construyendo por nosotros mismos unanueva sociedad, una autogestionada.

    Esta economa autogestionaria, por sus formas ho-rizontales de construirse representan una forma deoposicin al capitalismo diferentes a otras que por laexperiencia han resultado ineficaces para resolver nues-tros problemas inmediatos y como forma de resistencia,

    nos referimos a los partidos polticos y los sindicatos decorte vertical. Si bien estos han querido cooptar bajo sussiglas a aquellos que presentan alternativas econmi-cas mediante sus mtodos jerrquicos, su clientelismo

    y falsas promesas, su corrupcin y bsqueda del poder,en general, los practicantes de la solidaridad econmicahan podido permanecer al margen, no solo como unacrtica a las viejas e intiles formas de lucha, sino queahora y a futuro se dibuja como aglutinador de perspec-tivas de autoinstitucionalizacin de prcticas realmenteanticapitalistas.

    Dentro del contexto del capital extractivista-neoli-beral-financiero, en donde el mundo se declara en alertaroja por la depredacin, el ecocidio, la sobreexplotacin

    animal y vegetal, la explotacin de la mayora de la hu-manidad por unos pocos poseedores de los medios deproduccin, la Economa Solidaria nos representa elhorizonte a futuro.

    Sin embargo, tenemos que hacer un balance, un diag-nstico crtico sobre nuestro andar, sobre nuestra prc-tica. Si bien los progresos y la amplitud que ha tenido laidea de una economa alterna, democrtica, liberadora,no ha conseguido ir ms all de prcticas marginales,que en temporalidad algunas pocas han podido tras-

    cender y sobre todo an no representan un peligro parael gran capital, y es, nos parece, porque la E.S. no se hacuestionado el papel que tiene las formas en que produ-cimos y consumimos dentro de nuestros proyectos. Nose cuestiona el papel del trabajo que realizamos, que estodava la misma forma en que el capital trabaja.

    As vemos cooperativas que conservan formas ver-ticales de produccin, en donde unos dirigen mientras

    Por una economa autnoma y autogestionada

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    otros o la mayora se subsume ante la decisin de losexpertos que en la reparticin de la poca ganancia sellevan una tajada mayor, por poner un ejemplo. Segui-mos produciendo mercancas al igual que el capitalis-mo, pensndolas como forma de sacar nuestro proyecto,en vez de buscar lazos solidarios con la comunidad ala que producimos. Si bien es verdad que an vivimosen una sociedad productora de mercancas, que utilizael dinero y por tanto dependemos de ello, no estamosdispuestos a sacrificar una parte de nuestra produccinpara desfetichizarla del crculo del capital, es decir unaparte para el libre intercambio, para producir con unsentido de valor de uso y no de cambio, una parte parael trueque y el ejercicio de la moneda solidaria.

    Nos quedamos en la autoproduccin individual heindividualista, en donde competimos contra los demspara sacar lo nuestro. A esto algunos le llamamos la

    autogestin de la miseria, en donde paliamos al capita-lismo por resolver sus carencias, produciendo lo que elcapital no puede, dando trabajo a la masa sin crtica ydejndonos en la marginalidad competitiva.

    A esto le apuestan los gobiernos, an los de izquier-da, dando migajas con sus programas y ministerios deEconoma Solidaria o cooperativismo, dando peque-simos espacios de venta, cursillos de autoadministracinque no cuestionan las formas de produccin capitalista,sino que tratan de insertar a las pequeas iniciativas

    solidarias en el moustro de la competencia del capital,que siempre tendr formas de comerse al dbil. Progra-mas de gobierno clientelista sin una sincera y verdaderaopcin por la solidaridad y el apoyo mutuo. Pero estotiene una razn de ser: porque todo Estado est al ser-vicio del capital.

    Para que la E.S. realmente represente una alternativacontundente al capitalismo necesita crear organicidadpara que los proyectos puedan sobrevivir y pasar a laofensiva, es decir, crear espacios liberados donde se ejer-zan los principios para esta economa. Estos espacios sedeben tomar y no pedir al Estado y entes ligados al grancapital si quieren mantenerse fuera de la contaminacinque producen stos. Para diferentes iniciativas de la E.S.aceptar cualquier tipo de financiamiento ha significadola desarticulacion de los colectivos.

    El reto es cmo la E.S. logra articular proyectos yespacios y qu formas de lucha aplica para extender la

    alternativa (porque el capital no se dejar arrancar espa-cios tan fcilmente) y pasar de una economa solidaria aunaEconoma Autnoma.

    Una Economa Autnoma significa crear vnculos ylazos de intercambio independiente a los que se dan enel mundo capitalista, con capacidad de decisin sobrequ produce, cmo lo produce y como lo intercambia,y slo puede conseguirlo haciendo lazos formales e in-formales, es decir organizados horizontalmente y sinjerarquas, en donde la solidaridad y el apoyo mutuo seala principal caracterstica.

    Una economa autnoma podra ser una que priori-zara estos vnculos solidarios como los tianguis de true-ke, antes que el mercado capitalista. Que avancemos engrupo, que se conviertan en colectivos de accin, deci-sin y presin para establecer nuestras formas autoges-

    tionarias sin que se nos condicione, exija o niegue. Con-vertir estas pequeas clulas disgregadas en un bloquefiel a su ideal solidario.

    Una economa que crea, que tome espacios y loslibere para la prctica autogestionaria. Una economaque se convierta en un referente de autoorganizacinsin jerarquas y lideratos, que constantemente estudie,autoadministre, se diagnostique para su autosustenta-bilidad econmica. Una economa que vea por todos yque pida a cada uno segn su capacidad y que d a cada

    uno segn su necesidad.Una economa en donde nadie sea dueo de los me-

    dios de produccin sino aquellos que los trabajen, queno produzca mercancas con valor de cambio, sino ne-cesidades reales y productos con valor de uso. Una queproduzca orgnica y ecolgicamente, sin sobreexplo-tacin de la naturaleza incluyndonos como humanosdentro de esta. Una economa que no slo produzca porproducir, sino por tomar el control de nuestra propiasvidas, sin estar unos por encima de otras.

    Son aspectos que en pequeo hemos practicado peroque entendidos en nuestros objetivos y vinculados, po-demos crear primero solucin y apoyo para nuestrosproyectos y necesidades primarias, y segundo, crear unasociedad basada en los principios de la autogestin: de-mocracia directa, accin directa, solidaridad y apoyo mu-tuo, formacin y extensin. Slo necesitamos un poco devalor, voluntad, decisin y conciencia para hacerlo.

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    ALFREDOGMEZMULLER

    Mu rray Book ch in: m asificacin y vivir conim aginacin

    Citando a Pierre Reverdi, Murray Bookchin anotabaa comienzos de la dcada 1970 que el poeta ya noes slo un soador, sino tambin un luchador2. En suconcepcin de la lucha, como hemos visto, lo socialse interrelaciona estrechamente con lo subjetivo, de talmanera que la crtica de la dominacin social, econ-mica, ideolgica y poltica se expresa as mismo en laconstruccin de nuevas formas de socialidad, basadas en

    formas de vida alternativas que permitan la autorreali-zacin de la subjetividad. Negativamente, la autorreali-zacin se define por oposicin a la masificacin, esto es,a la produccin serial de un sujeto unidimensional quesujeta a la subjetividad dentro de las fronteras estableci-das por el sistema consumista y materialista. Lo que elanarquismo rechaza, a este nivel, es la desposesin de lasubjetividad o la administracin de la subjetividad porlgicas annimas de dominacin, de orden econmico,social e ideolgico. La autorrealizacin equivale aqu ala desmasificacin3, el de-sujetamiento del sujeto. Po-

    sitivamente, la autorrealizacin significa para Bookchinadquirir poder sobre su propia vida4: la transforma-cin de la realidad debe dar lugar a un ...yo que tomarposesin plena de la vida diaria, y no una vida diaria quevuelva a posesionarse del yo. En trminos kantianos, laautorrealizacin de la subjetividad es la autonoma, y lamasificacin es su sometimiento a la heteronoma, queentendemos aqu no simplemente como la ley exterior

    sino, ms esencialmente, como la ley impuestapor la ex-terioridad autoritaria, dominante y dominadora.

    Sin embargo, ms all del kantismo y de su apro-piacin particular por la tradicin liberal individualis-ta, la autorrealizacin anrquica implica igualmente uncierto acceso a algo que Bookchin denomina lo mara-villoso. Siguiendo una perspectiva no muy alejada deMarcuse, Bookchin asocia lo maravilloso a una ciertaexpansin del deseo, que se traduce, en el plano de lasrelaciones interhumanas, en la creacin de una sensua-lidad basada en una determinacin humanista de loposible. Lo humanista, que podra equivaler aqu a lotico, se opone al nihilismo del orden social estable-cido y a su lgica irracional, que Bookchin asocia a laproduccin de sujetos egostas5. Lo maravillosose rela-ciona entonces, en este plano, con la expansin huma-nista o tica del deseo en una subjetividad descentradadel absolutismo del ego. Y, en un plano ms general,que concierne no slo las relaciones interhumanas sino

    tambin la relacin de la subjetividad con el ser y eltiempo, con todo lo que existe y no existe, con el uni-verso, con la realidad como tal o con el ser en general,el sentido de lo maravilloso se relaciona con la expe-riencia de lo surreal, los sueos, la imaginacin yla poesa. El trmino surreal, que Bookchin vinculaexplcitamente al movimiento surrealista, sugiere unacierta transgresin de las fronteras de la realidad y delas formas establecidas de racionalidad. Las races de

    Crtica anarquista de la cotidianidad, recreacin desentido y valor 1

    Segunda parte y ltima

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    esta capacidad de transgresin son sociales: no hay unafaceta en la vida humana que no est infiltrada por losfenmenos sociales, y no existe experiencia imaginariaque no se base en los datos de la realidad social6. Estarelacin entre lo social y lo imaginario, cuyos trminosBookchin sin embargo no precisa, podra remitir a lanocin de cultura, tal como es entendida por Read. Lacultura es producida socialmente, pero en la sociedad lacultura aparece como la instancia que sustenta nuestracapacidad de transgredir tica, social, econmica y po-lticamente la realidad social establecida en tanto querealidad de dominacin, alienacin y sujetamiento delas subjetividades.

    En el pensamiento anarquista de Malatesta, Reclus,Read y Bookchin, la crtica del sistema de dominacines inseparable de la crtica de la vida cotidiana en lascondiciones de la modernidad capitalista. El capitalis-

    mo no es slo un sistema de explotacin, sino tambin,e indisociablemente, un sistema de sujetamiento de lassubjetividades dentro de un realismo y un materia-lismo que socavan la capacidad humana de trascenderlas fronteras establecidas de lo real. Frente a esta reali-dad de dominacin, todo el propsito del socialismolibertario consiste, en los trminos de Chomsky, en latransformacin de la mentalidad: se trata de realizaraquella transformacin espirituala que los pensadoresde la tradicin marxista izquierdista, desde Rosa Lu-xemburgo, por ejemplo, pasando por los anarquistas,

    siempre han dado tanta importancia7

    . La (re)creacinde lo espiritual (lo simblico) en la subjetividad y lasociedad puede revestir formas mltiples, en los diver-sos terrenos del ideal tico y social (Malatesta, Reclus,Read), del arte y la poesa (Read, Bookchin) y, tambin,en ciertas formas del pensamiento religioso, como sepuede observar tanto en la tradicin del anarquismocristiano como en ciertas figuras del socialismo utpi-co, del pensamiento de la utopa (Bloch) y de las teo-logas de la liberacin.

    La anarqua y la utopa del cristianismo

    La presencia histrica de un anarquismo cristiano esasociada habitualmente a la figura de Len Tolstoi(1828-1910). En el breve captulo intitulado Anar-quismo cristiano, de su historia del movimiento anar-quista en Francia, Jean Maitron presenta al escritorruso como el principal representante del anarquismocristiano en el exterior. Oponiendo el caso de Francia,donde esta corriente ha tenido escasa presencia social, alcaso de Rusia, donde los anarquistas cristianos jugaronun papel importante, el historiador francs remite a losprincipales textos polticos y ticos de Tolstoi:A los tra-bajadores(1903), Palabras de un hombre libre(1901), Losrayos del alba(1901),El espritu cristiano y el patriotismo(1894), La salvacin est en usted(1893), Una sola cosa esnecesaria(1893),Mi religin(1885)8. Sin embargo, porfuera de la referencia a Tolstoi, formas de un pensamien-

    to y/o de una prctica social que se reconoce a s mismacomo anarquista cristiana se encuentran igualmente enotros pases: en los Estados Unidos, se puede mencionarentre otros a Ammon Hennacy (1893-1970), miembrode International Workers of the World (IWW) y delCatholic Workers Movement, y autor de Te Autobio-graphy of a Catholic Anarchist(1954) y One Man Revo-lution in America (1970), as como, ms recientemente, aVernard Eller, autor de Christian Anarchy: Jesus PrimacyOver the Powers (1987); en Espaa, a Carlos Daz y enparticular sus libros El anarquismo como fenmeno pol-

    tico-moral (1975), La actualidad del anarquismo (1977)y Releyendo el anarquismo(1992); en Francia, a JacquesEllul y su libroAnarchie et christianisme(1988).

    Desde la interpretacin establecida de la divisa NiDios ni amo, la idea de un anarquismo cristiano pue-de parecer contradictoria: no se puede ser anarquista, esdecir, crtico de la dominacin, y creyente, entendiendopor tal un sujeto sometido a la dominacin absoluta deun Dios implacable. Partiendo de tal supuesto interpre-tativo, la crtica anarquista tradicional de la religin tieneciertamente su esfera de validez: hay incompatibilidad

    entre la subjetividad libre y elDios tirano. Es evidente queen tanto que tengamos unamo en el cielo, seremos escla-vos en la tierra, deca Baku-nin9y, en la misma perspectiva,Jean Barru anota que el Diosde las religiones reveladas,

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    Yahv o Alah, posee to-dos los rasgos de un tiranoceloso, cruel y sanguinario,con intenciones arbitrariase impenetrables10. En todaesta tradicin anarquista, lacrtica de la idea de Dios yde lo religioso en generalparte de una interpretacinde lo divino desde el ho-rizonte del poder-dominacin, que histricamente hamarcado profundamente el pensamiento y las prcticasde las religiones: Dios es el Todo-Poderoso, Jess es elCristo-Rey, el Seor. Sin embargo, frente a esta teologaque ...durante siglos ha insistido en el hecho de queDios es Amo absoluto, el Seor de los Seores, el Todo-poderoso frente al cual el hombre no es nada11, y quecorresponde a la mentalidad corriente del creyente,

    Jacques Ellul opone, al igual que otros anarquistas cris-tianos, una comprensin alternativa de Dios: Ms alldel Podero (Puissance), sometindolo y condicionndo-lo, est el ser de Dios que es Amor12. Desde el hori-zonte del amor-libertad, y no del poder-dominacin, elpensamiento y la vida religiosa (cristiana en el caso deEllul y de los autores citados) no slo no son incompa-tibles con el anarquismo, sino que son intrnsecamenteanrquicas. Creer en un Dios-amor es necesariamentecriticar el orden establecido que destruye lo humano, yes participar a la creacin de modos de vida alternativos,

    basados en relaciones de justicia, fraternidad y solidari-dad. Como en las teologas de la liberacin o como enel pensamiento de Enmanuel Levinas13, el anarquismocristiano no separa la relacin con lo trascendente delas relaciones con los otros hombres y con los seres engeneral, como lo hacen aquellos doctrinarios religiososdescritos por Bakunin, que

    Son tan celosos de la gloria de Dios y del triunfo desu idea, que no les queda corazn ni para la libertad,ni para la dignidad, ni an para los sufrimientos de loshombres vivientes, de los hombres reales. El celo di-

    vino, la preocupacin de la idea acaban por desecar enlas almas ms tiernas, en los corazones ms solidarios,las fuentes del amor humano. Considerando todo loque es, todo lo que se hace en el mundo, desde el pun-to de vista de la eternidad o de la idea abstracta, tratancon desdn las cosas pasajeras; pero toda la vida de loshombres reales, de los hombres de carne y hueso, noest compuesta ms que de cosas pasajeras...14.

    Criticando las relaciones de dominacin en general,incluyendo las formas ideolgicas de sujetamiento delas subjetividades, los anarquistas cristianos criticanas mismo los contenidos de dominacin en las teo-logas y prcticas de las Iglesias establecidas. A nivelteolgico y exegtico, esta crtica parte de un descifra-miento de la experiencia de lo divino como experienciade cuestionamiento de la dominacin establecida: el

    Dios bblico se anuncia primordialmente como libera-dor (Exodo), y los diversos profetas del Antiguo Tes-tamento asumen una funcin justiciera; Jess rechazala tentacin del poder-dominacin, y da testimonio defraternidad, justicia, igualdad, solidaridad y libertadfrente a los poderes polticos y religiosos establecidos.A nivel histrico, la principal base de referencia delanarquismo cristiano es el cristianismo primitivo ocomunitario de los dos primeros siglos, que no ha sidoan corrompido por su compromiso con los poderespolticos y econmicos del mundo15.

    Varios de estos elementos constitutivos de la com-prensin anrquica del cristianismo comprensin quese centra en el potencial anrquico del cristianismofueron reconocidos positivamente por Kropotkin. Elanarquista ruso distingue en efecto las concepcionescristiana y budista de Dios, de otras concepciones ante-riores de lo divino:

    En lugar de dioses crueles y vengativos, a cuyas rde-nes deben someterse los hombres, estas dos religionesintroducan un hombre-dios ideal -no para aterrorizara los hombres, sino para darles ejemplo ; en el cris-tianismo, el amor del divino predicador por los hom-bres -por todos los hombres sin distincin de raza yde rango social, y sobre todo por aquellos de las clasesinferiores- fue hasta el acto de abnegacin ms subli-me: morir en la cruz para salvar a la humanidad de lafuerza del Mal16.

    Crtica anarquista de la cotidianidad

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    Junto con la recreacin simblica de lo divino en tr-minos de amor y no de potencia inspiradora de terror,el cristianismo y el budismo introducen un principionuevo en la vida de la humanidad cuando le piden alhombre el perdn completo del mal que le ha sidohecho17. Ms all de la equidad y de la justicia, perosin separarse necesariamente de ellas, el perdn cris-tiano y budista renueva la vida moral de los personasy los pueblos. Y, en correlacin con el precepto delamor universal, el cristianismo introduce la igualdadcomo valor y exigencia: la igualdad fue ...otro prin-cipio fundamental de la doctrina de Cristo (..). Elesclavo y el ciudadano romano libre eran para ligualmente hermanos, hijos de Dios, escri-be Kropotkin, antes de citar una frase delEvangelio: ...Y cualquiera de vosotrosque quiera ser el primero, ser el esclavode todos, enseaba Cristo (san Mar-

    cos, cap. X, versculo 44)18. Del prin-cipio de igualdad deriva la afirmacindel compromiso con los pobres, que elcristianismo comparte igualmente conel budismo. En el cristianismo, anotael anarquista ruso, el gua moral no erauna divinidad vengativa, ni un hombrede la casta sacerdotal, ni tampoco unpensador proveniente del grupo de lossabios, sino un hombre del pueblo:

    Mientras que Gautama, el fundador delbudismo, era un hijo de rey que volunta-riamente se hizo pobre, el fundador delcristianismo era un carpintero que aban-don su casa y su familia y vivi comouna de las aves del cielo (...). La vida deestos predicadores no transcurri en el tem-plo o las academias, sino entre los pobres; y es deeste medio pobre, y no del medio de los servidores delos templos, que surgieron los apstoles de Cristo19.

    La distancia entre esta simblica originaria del cristia-

    nismo y la realidad histrica de las Iglesias jerrquicases sealada muy explcitamente tanto por los anarquis-tas cristianos como por Kropotkin. Jacques Ellul anotaque las fastuosidades, el espectculo, el hecho de orga-nizar una jerarqua (mientras que Jess evidentementeno cre nunca una jerarqua!) y un poder instituido(mientras que los profetas no tuvieron nunca un po-der instituido!)20 son elementos de la Iglesia socio-lgica e institucional, que no representa realmente la

    realidad de la Iglesia en tanto que vivencia comn de lafe. Paralelamente, describiendo la realidad histrica delas Iglesias jerrquicas que se han comprometido conlos poderes econmicos y polticos, Kropotkin anotalas desviaciones que ha sufrido el mensaje originariocristiano: Desgraciadamente, estas bases del cristianis-mo, la igualdad y el perdn de las ofensas ante todo(...), fueron gradualmente abandonadas del todo21; enla vida concreta, la Iglesia ha repudiado la bondad y elperdn preconizados por el fundador del cristianismo(p.152). En apoyo de este juicio, Kropotkin seala el

    uso de la violencia para expandir la fe,la crueldad en la persecucinde sus adversarios, la alianzacon los poderosos, la justifica-

    cin y adquisicin de siervos y es-clavos, la represin contra quienes se

    atreven a criticar a sus jefes (p.160).

    En su descripcin del cristianismo y delbudismo, Kropotkin no rechaza lo religioso

    como tal; antes bien, reconoce explcitamen-te el aporte humano y emancipador de es-tas dos religiones. Lo que rechaza inequ-vocamente son las formas institucionalesque han revestido estos dos horizontes

    simblicos en la historia y que destruyen, enltimas, su sentido emancipador.

    En todo cristiano hay un candidato a

    la anarqua; no a la anarqua violenta y cri-minal, sino a la resistencia a los gobiernosescriba en 1917 el maestro de escuela sui-zo John Baudraz22. El anarquismo cristianodescansa en un sentido de lo trascendenteque, como el sentido de lo maravilloso deBookchin o la creacin potica de Read, abre

    a la conciencia la posibilidad de una experienciams plena del mundo, ms all de las finalidades de laposesin acumulativa y del poder sobre los otros. Ellenguaje simblico de la religiosidad anrquica, comoel lenguaje simblico de la poesa y el arte, es apertura alo posible, a lo trascendente o al acontecimiento, y estaapertura tiene siempre, en cuanto an-arqua, un poten-cial de transformacin de la realidad. Por no haberloentendido, el anarquismo histrico se ha podido cortarde autnticos movimientos populares de emancipacin,como lo puede ilustrar, por ejemplo, un episodio famo-so de la Revolucin mexicana.

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    Durante la Revolucin, el movimiento zapatista ve-na adelantado una serie de expropiaciones de tierrasy de tentativas de organizacin colectivista de la pro-duccin, sobre la base de la comuna autnoma. Comootros movimientos populares del mundo, los zapatistasdesarrollaban, sin etiqueta, una accin de visos clara-mente libertarios. Entre tanto, en la capital del pas, elgrupo anarquista que editaba el peridico Revolucinsocialadelantaba una propaganda de contenido raciona-lista, conforme al espritu cientificista que en esa pocadominaba en el pensamiento anarquista, y que descali-ficaba a prioritodo lo religioso como irracional. Sinninguna distancia crtica frente a la creencia racionalistaimportada de Europa, los anarquistas de Revolucin so-cialcomentan en los siguientes trminos la llegada delas tropas de Zapata a la ciudad de Mxico:

    En lugar de indgenas indomables, festejando con

    orgullo su fiesta, nuestros ojos sorprendidos vieron atmidos y humildes parias que pedan limosna teme-rosamente a los transentes, por amor a Dios (...).El desfile de las fuerzas continuaba, y vimos a los za-patistas portar, como estandarte de combate, la Vrgende Guadalupe, y finalmente, la reapertura de las igle-sias y el reinicio de las ceremonias religiosas23.

    Comentando este episodio en la primera edicin deeste libro, en un captulo que no se retoma en la pre-sente edicin, decamos que el mito racionalista (hoydiramos: la ideologaracionalista) funcionaba como una

    camisa de fuerza que ataba la reflexin e impeda unaobservacin imparcial de la realidad: el prodigioso de-safo zapatista a la propiedad y a la dominacin estable-cida, incluyendo la de la jerarqua eclesistica, fue igno-rado, ocultado por el juicio a priorirelativo a la igno-rancia de masas sometidas a la alienacin religiosa.El hecho de que poda existir precisamente una relacinentre el deseo de cambio que sustentaba a la insurrec-cin campesina e indgena y el sentimiento religioso delos protagonistas, es algo que el comentarista de Re-volucin socialparece incapaz de entender. Inconscien-

    te tal vez de su prejuicio etnocntrico, rechaza a priorilo que llambamos en nuestro comentario, escrito en1978, formas de conocimiento ancestral presentes enel sincretismo religioso de los campesinos e indgenas(p. 225 de la primera edicin). En el caso de los zapa-tistas de 1915, la creencia expresada por la simblica re-ligiosa no es condicin de sometimiento y dominacin,sino de rebelin y emancipacin. No es ideologa, sinocultura. Inversamente, la descalificacin supuestamente

    anarquista de los zapatistas es ideolgica, y suponeuna posicin de dominacin tnica o tnicocultural. Laverdadera incompatibilidad no es entre el anarquismo yel sentimiento religioso que manifiestan los zapatistas,sino ms bien entre el anarquismo y el etnocentrismo,que es una forma especfica de dominacin: no se pue-de se anarquista y defender al mismo tiempo el hege-monismo de una cultura particular, supuestamente msprestigiosa o ilustrada que las otras.

    Cultura y anarqua

    La posibilidad de un pensamiento y una prctica anr-quica supone una comprensin renovada de la cultura yde la diversidad cultural. En vez de considerar a los se-res humanos como individuos abstractos, como lo hace

    la tradicin poltica liberal, el anarquismo debe asumirel hecho de que la igualdad universal y el internacio-nalismo estn referidos a subjetividades concretas, esdecir, a subjetividades que se forjan desde una situacinespecfica, definida entre otras cosas por determinadasrelaciones culturales. La subjetividad concreta se cons-tituye por su relacin a una o a varias lengua(s), por unaexperiencia especfica del espacio y del tiempo, por unadeterminada apropiacin de ciertas costumbres y reglassociales, por su insercin en modos de vida y sistemasde creencias relativas al sentido y al valor de lo humano,

    de lo natural y del ser en general. Definida por este con-junto de elementos, cada cultura es expresin y aperturade determinadas posibilidades de lo humano24, y en estesentido, sus creaciones especficas no son ni ilusorias nifalsas. El propio anarquismo, entendido como unaparticular corriente de pensamiento y accin surgida enla historia social y poltica europea del siglo XIX, es unproducto especfico de determinadas formas europeasde la cultura, al igual que el marxismo y el liberalis-mo. Para este anarquismo, la nica posibilidad de evitarel riesgo etnocentrista de considerar elementos cultu-rales de Europa como una referencia absoluta comolo hicieron los anarquistas mexicanos de 1915 exigeabrirse a otras posibilidades de la anarqua, asentadas enotras referencias culturales. El anarquismo, entendi-do como una tradicin social particular constituida pordeterminados hechos, ideas, prcticas, instituciones yobras (como las de Bakunin, Reclus y Malatesta) no estal vez ms que la expresin europea u occidental dela an-arqua (la ausencia de un poder central que domi-

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    na la sociedad). Tomada en este sentido fundamental,la anarqua no se limita a lo europeo, ni encuentra sufuente en Europa.

    La anarqua no es una creacin especficamente occi-dental, como lo podemos observar, por ejemplo, a partirde la obra de Pierre Clastres. En su clebre libro La So-ciedad contra el Estado25, Clastres estudia las formas deorganizacin del poder comn desarrolladas en distintasculturas, en particular en culturas autctonas del con-tinente americano, y analiza el hecho de la ausenciade Estado en tales culturas. Clastres demuestra que entales experiencias histricas la ausencia de Estado, lejosde ser una carencia, significa la opcin por medio dela cual grupos humanos determinados buscan responderde la mejor manera posible a necesidades tanto materia-les como sociales. La anarqua ha existido diversamenteen diferentes culturas, mucho antes de la aparicin del

    anarquismo europeo y de la llegada de este anarquis-mo descrita parcialmente en este libro a Amrica.El Occidente no slo no es la cuna de la anarqua;por su opcin de hipercentralizacin y concentracindel poder poltico y econmico, el Occidente es talvez la resistencia ms fuerte a la anarqua. Por eso, losanarquistas de Occidente tienen mucho que apren-der de las formas de anarqua creadas por otras culturas.De manera ms general, tienen que repensar la culturacomo instancia de lo simblico, descubrir la diversidadcultural y asumir la interculturalidad. A distancia del

    anarquismo etnocntrico del grupo de Revolucin socialen 1915, consideramos ms justo, y propiamente anr-quico, el anarquismo de Louise Michel (1830-1905)quien, encontrndose deportada en la Nueva Caledoniapor su participacin a la Comuna de Pars (1871), com-prende y aprueba ticamente la insurreccin Kanak de1878, mientras que sus compaeros de exilio, muchosde ellos militantes obreros de la primera internacional,apoyan la sangrienta represin perpetrada por las tro-pas coloniales francesas. La anarqua de Louise Michelextiende la crtica de las relaciones de dominacin alcampo de las relaciones entre las culturas; atenta a larealidad, constata que en lo tnico y lo cultural, comoen lo social y econmico, existen profundas asimetrase injusticias. Hay culturas que, en la medida en que seinterpretan a s mismas desde el horizonte exclusivo delpoder-dominacin (discursos de la superioridad) y queinterpretan sus relaciones con otras culturas en trminosde poder-dominacin, se esencializan y tienden a trans-

    formarse en sistema ideolgico de dominacin, es decir,a desculturalizarse.

    El colonialismo occidental, por ejemplo, es una ideo-loga del poder-dominacin, en la cual lo occidentalse desculturaliza y lo no-occidental es negado comocultura. Louise Michel expresa, tal vez por primera vezen la historia del movimiento obrero europeo, la exi-gencia tica anticolonialista: Hecho excepcional en supoca, su lnea poltica se inclina hacia el independen-tismo, las emancipaciones nacionales y raciales26. Enel pas de los Kanak, rebautizado Nueva Caledoniapor el colonialismo europeo, la deportada de la Comunadescubre y rechaza la dominacin cultural y el etnocen-trismo, que observa incluso en hombres que afirmabanen la metrpoli los ideales de igualdad y de justicia so-cial. Y, algo ms excepcional an, Louise Michel em-prende la crtica del poder-dominacin cultural no slo

    en el terreno de lo pblico-social sino tambien en elmbito de la subjetividad o de la inter-subjetividad. Esante todo en su modo de vida, y por su modo de vidaen Nueva Caledonia, que Louise Michel subvierte lassupremacas culturales establecidas: frecuenta a losKanak, establece relaciones de amistad y solidaridadcon ellos, reconoce concretamente el valor de su culturacomo, por ejemplo, cuando proyecta representar en elteatro de los deportados una obra Kanak, provocando elescndalo de sus compaeros communards. En su propioser, Louise Michel desplaza las fronteras establecidas

    de la identidad, como lo sugiere la palaba utilizada porsus compatriotas franceses para reprocharle su modo devida en la isla del Pacfico: Louise, dicen, se ha en-sauvag. Literalmente, el verbo francs ensauvager sepodra traducir por ensalvajarse, volverse o hacer-se salvaje. En su modo de vivir, Louise Michel creainterculturalidad, subvierte la dicotoma del Mismo yde Otro, indica la posibilidad de una comprensin noesencialista de la identidad; en sntesis, abre el sentidode lo que podra ser la emancipacin (de-sujetamiento)del sujeto, y la creacin de una subjetividad anrquica.

    Como la subjetividad y como toda realidad humana,la cultura, cada cultura concreta, es universal singular.En la cultura como universal singularse recrean perpe-tuamente smbolos, que pueden ser tanto obras comoacciones y maneras de vivir: lo tico-poltico (ideal), lopotico, lo artstico y lo religioso pueden ser lenguajesespecficos de utopa, que sustentan de manera diver-sa modos de vida y prcticas de emancipacin. La (re)

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    creacin de sentido y valor no es unelemento distintivode la cultura entre otros, sino ms bien elcarcter dis-tintivo de la cultura, que la distingue de la ideologa:desde esta perspectiva, no nos parece vlido hablar deuna cultura capitalista; el capitalismo, como seala-ba Read, inicia el derrumbe general de la cultura en elmundo. El capitalismo produce nihilismo, transfor-mando las creaciones de la cultura en simples mercan-cas. El capitalismo es anticultura, confinamiento en lamaterialidad del poseer acumulativo y del poder-domi-nacin. Desde la perspectiva de las teoras que concibenla cultura como la construccin social e histrica de unhorizonte simblico que permite interpretar el mundo,es decir, darle sentido y valor, entendemos por culturanuestra capacidad de simbolizar lo posible o de forma-lizar lo que trasciende el orden establecido de cosas.Confiriendo una consistencia concreta a lo posible, lacultura subvierte los lmites establecidos de la realidad

    unidimensional, opresiva, injusta y absurda. El fondode toda cultura fondo muchas veces ocultado por lasformas superficiales e ideologizadas de la cultura esen este sentido anrquico. Por eso, subvirtiendo todoetnocentrismo y dogmatismo, la anarqua slo puededarse como perpetua recreacin y resignificacin de esefondo, en cada cultura. Se re-crea desde lo creado, y sere-significa desde lo significado: la anarqua, como lautopa de Gustav Landauer, es el recuerdo de todas lasutopas anteriores27.

    Notas

    1E l siguiente texto re- produce, con la autorizacindel autor, las pginas 27-54 de su libroAnarquismo

    y anarcosindi- calismo en Amrica. Colombia,Brasil, Argen- tina, Mxico(segunda edicincorregida y aumentada), publicado por La

    Carreta Editores, Medelln, 2009.Primera edicin: Ruedo Ibrico,

    Barcelona, 1980.2 BOOKCHIN, Murray, op. cit.,p. 244.

    3Ibid.., p. 514 Ibid..

    5Si esta nocin de lo posible carecede contenido social humanstico, sipermanece en un plano crudamen-te egosta, no har ms que seguirla lgica irracional del orden social,cayendo en un cruel nihilismo. Op.

    cit., p. 242-243.

    6BOOKCHIN, Murray, op. cit.,p. 243.7 CHOMSKY, Noam, Sobre la sociedad anarquista (entrevista conP. Jay), en Cuadernos de Ruedo Ibrico, n 58-60 (julio-diciembre1977), p. 177. El subrayado es nuestro.8MAITRON, Jean, Le mouvement anarchiste en France, tomo II: De1914 nos jours, Franois Maspro, Pars, 1975, p. 183. Las fechasindicadas corresponden a la traduccin francesa.9

    BAKUNIN, Michael, Dios y el Estado, Centro Ibrico, Londres,1976, p. 20.10 BARRUE, Jean, Lanarchisme aujourdhui, Spartacus, Pars, 1976,p. 6311ELLUL, Jacques, Anarchie et christianisme,ditions de la TableRonde, Pars, 1998, p. 52. Primera edicin: Atelier de CrationLibertaire, 1988.12ELLUL, Jacques, Ibid.,p. 53.13Toda la espiritualidad de la tierra (...) radica en el hecho de ali-mentar y en el don de sufrir por el hambre de los otros; la vidaespiritual, como tal, es inseparable de la solidaridad econmicacon los otros (...). La vida espiritual es esencialmente vida moral ysu sitio predilecto es lo econmico. LEVINAS, Emmanuel, Difficile

    libert, Albin Michel, Pars, 1976, p. 12 y 87.14BAKUNIN, Michael, Dios y el Estado,p. 116.15ELLUL, Jacques,Anarchie et christianisme,captulo II. En este libro,sin embargo, Ellul introduce juicios bastante negativos sobre lasteologias de la liberacin, que de manera injusta y parcial asimilapura y simplemente al comunismo estaliniano. Cf. p. 13 y 48.16KROPOTKINE, Pierre, Lthique, ditions Stock, Pars, 1979, p. 149.Primera edicin: 1927.17KROPOTKINE, Pierre, Lthique,p. 156.18Ibid.,p. 157.19Ibid.,p. 149.20ELLUL, Jacques,Anarchie et christianisme,p. 19.21KROPOTKINE, Pierre, Lthique,p. 150.22Carta de John Baudraz a Jules-Humbert Droz (1917), citada en:HIRSCH, Pierre, Protestantisme social, anarchisme et gandhismeen Suisse, en: Anarchici e Anarchia , Torino, 1971, p. 31. Droz,pastor protestante suizo y militante socialista, redact en 1914una tesis de teologa intitulada: Cristianismo y socialismo: susoposiciones y sus relaciones.23Revolucin social,28 de febrero de 1915, citado por GUERRA,Xavier, De lEspagne au Mexique: le milieu anarchiste et la Rvo-lution mexicaine 1910-1915, en: Mlanges de la Casa de Velzquez,tomo IX, Boccard, Pars, 1973, p. 682.24Las culturas, anota Lvi-Strauss, representan opciones devida diferentes, basadas en criterios especficos de lo que tienesentido y valor. Cf. LEVI-STRAUSS, Claude, Race et histoire. Race etculture, Albin Michel/UNESCO, Pars, 2005, p. 69-80.25CLASTRES, Pierre, La socit contre lEtat,ditions de minuit, Pars, 1974.26ARMOGATHE, Daniel, Lexemple de Louise Michel : Le Monde,viernes 8 de febrero de 1985.27LANDAUER, Gustav, La rvolution, ditions Champ Libre, Pars,1974, p. 22.

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    Creo que en un momento como el presente y no

    hago otra cosa que enunciar opiniones propias- sonmuchas las personas que echan de menos la existencia deuna organizacin libertaria que, horizontal y transversal,permita reducir muchas de las tensiones heredadas delpasado y abra el camino a una intervencin ms slida enla realidad. La urgencia de perfilar esa organizacin suscimientos parecen ya sentados- nace, antes que nada, delos cambios operados en el escenario poltico-social msprximo, concretados en una creciente represin, en unainquietante desmovilizacin y en el hechizo que partidos,parlamentos e instituciones parecen ejercer sobre gentes

    que hasta hace bien poco se supona estaban en otrasposiciones. Pero surge al tiempo de los deberes que sederivan de la conciencia de lo que significan la corrosinterminal del capitalismo y el colapso que se avecina.

    De por medio se revelan tambin, claro, los efectosde la burbuja en la que muchas gentes hemos vividoen los ltimos aos, producto de la creencia hoy sabe-mos que injustificada- de que en mayo de 2011 se habainiciado un cambio de ciclo. En virtud de ese cambio,separaciones, jerarquas y partidos estaban llamados aentrar en irremediable crisis mientras ganaba terreno,

    por el contrario, una apuesta general en provecho dela autogestin y la autonoma. Hoy sabemos que aun-que algo de eso germin al calor, ante todo, del 15-M,la intensidad del proceso fue mucho menor de lo queanunciaban nuestros deseos.

    Aunque muchas compaeras sugieren, con criteriorespetable, que hay que encarar de manera pausada ycautelosa la gestacin de una nueva organizacin, otras

    piensan, con argumentos nada despreciables, que habidacuenta del escenario se imponen, antes bien, las urgen-cias. No parece, con todo, que haya mayores divergenciasen lo que se refiere a los principios articuladores de esa

    organizacin: la autogestin, la democracia y la accindirectas, el rechazo de las jerarquas y de los persona-lismos, y, en suma, el apoyo mutuo (buen nombre, porcierto, este ltimo, para una organizacin futura). Esosprincipios atienden al propsito principal de contestar loque significan la seudodemocracia liberal, el Estado -ensu dimensin represora y en la que se refleja de la manode una apariencia protectora- y el capitalismo. Y respon-den a la certeza de que, en un escenario marcado por unresurgir de la lucha de clases, hay que colocar en primerplano, tambin, a los integrantes de las generaciones ve-

    nideras y a los de las dems especies que nos acompaanen la Tierra, a las mujeres y a muchos de los habitantes delos pases del Sur, en un proyecto indeleblemente marca-do por la contestacin del desarrollismo, de la sociedadpatriarcal y del militarismo.

    A mi entender, en ese proyecto deben desempearun papel principal las gentes que, sin mayor adscrip-cin ideolgica, han demostrado en la vida cotidiana sucompromiso con la autoorganizacin, la autogestin yla autonoma. No se trata, en modo alguno, de marginara quienes, de suyo, se autodescriben como anarquistas

    o, de forma ms general, como libertarios: se trata desumar a sus aportaciones las que llegan de esas otrasgentes, y de perfilar una organizacin abierta en la que,lejos de dogmatismos y sectarismos, tenga ms peso lacoherencia de las prcticas que el rigor de las adhesio-nes doctrinales. La organizacin en cuestin slo ten-dr, por lo dems, un enemigo: el sistema que padece-mos en sus muy diversas manifestaciones. A su amparonadie le pedir a ninguna fuerza anarcosindicalista, a

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    tas, se deshaga, tambin en este terreno, del imaginariode los Estados. Un primer paso al respecto, en lnea conlos muy livianos que se dieron antes de 1936, bien po-dra consistir en otorgar a esa organizacin un carc-ter ibrico, con incorporacin al proyecto de los gruposportugueses que lo deseen.

    La organizacin que me ocupa habr de tener, enfin, una dimensin simblica importante: la de recordarque estamos aqu y no somos una escueta minora. Perohabr de trabajar, al tiempo, en el apuntalamiento deuna alternativa que est dispuesta cuando, los prximosaos, se desvanezcan con certeza es lo que va a ocu-rrir- muchas ilusiones. No rehuyamos nuestros deberesal respecto.

    Notas1Publicado con autorizacin del autor.

    ningn ateneo libertario, a ningn grupo de afinidad, aningn centro autogestionado o a ningn movimientosocial que se disuelva o que d un paso atrs. Lo suyoes que, antes bien, la organizacin naciente suponga unimpulso para instancias como las mencionadas.

    Parece, por aadidura, que una de las tareas principa-les de esa organizacin consistir en defender y ampliarlos espacios de autonoma autogestionados, desmer-cantilizados y, ojal, despatriarcalizados que han vistola luz en los ltimos aos, en demostracin palmaria delo que significa eso que nuestras antecesoras llamaban,un siglo atrs, propaganda por el hecho. En el buenentendido, claro, de que semejante apuesta deber com-pletarse con un esfuerzo encaminado a coordinar entres esos espacios y a estimular su dimensin de confron-tacin con el sistema.

    Esa nueva organizacin no puede tener otro carcterque el confederal. Es inimaginable que a su amparo co-bren cuerpo estructuras directoras de cariz impositivo,como es inimaginable que sirva de asiento a liberadosy profesionales de la poltica. Lo suyo es que muestre,tambin, una vocacin internacionalista y que, de resul-

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    Puedes pensar en describir el anarquismo como unateora de organizacin. Yo propongo una parado-ja deliberada: la anarqua puedes considerarla comolo opuesto a la organizacin. Sin embargo, y de hecho,anarqua significa ausencia de gobierno, la ausencia deautoridad. Puede haber organizacin social sin auto-ridad, sin gobierno? Los anarquistas insisten en que lapuede haber, y tambin insisten que es deseable que assea. Insisten en que la base de nuestros problemas socia-les es el principio de gobierno. Son, despus de todo, losgobiernos quienes se preparan para la guerra y mante-ner la guerra, incluso cuando tu estas obligado a pelearen ellas y pagar por ellas; las bombas por las que estaspreocupado no son las bombas que los caricaturistas le

    atribuyen a los anarquistas, sino las bombas que los go-biernos han perfeccionado, a costa tuya. Son, despus detodo, los gobiernos quienes hacen y fortalecen las leyesque le permiten a los que tienen mantener el controlsobre bienes sociales en vez de compartirlos con los queno tienen. Es, despus de todo, el principio de autori-dad, quien asegura que la gente trabajar para alguienms la mayor parte de sus vidas, no porque lo disfruteno porque tengan alguna clase de control sobre su trabajo,sino porque lo ven como nico medio de subsistencia.

    He dicho que son los gobiernos quienes hacen lasguerras y se preparan para las guerras, pero obviamen-te no son slo los gobiernos; el poder de un gobierno,incluso la ms absoluta de las dictaduras, depende de laaprobacin tcita de los gobernados. Por qu las per-sonas consienten ser gobernados? No es slo el miedo:Qu tendran que temer millones de personas de unpequeo grupo de polticos? Es porque comparten losmismos valores que sus gobernantes. Los gobernantes

    y los gobernados por igual creen en el principio de au-toridad, de la jerarqua, del poder. Estas son las carac-tersticas del principio poltico de los anarquistas, quesiempre han distinguido entre el Estado y la sociedad,

    se adhieren al principio social, el cual puede ser vistodonde sea que las personas se unen en una asociacinbasada en una necesidad o en un inters comn. El Es-tado dice el anarquista alemn Gustav Landauer, no esalgo que pueda ser destruido por una revolucin, es unacondicin, una relacin entre seres humanos, un modode comportamiento humano, lo destruimos al contraerotras relaciones, al comportarnos diferente.

    Cualquiera puede ver que hay al menos dos formasde organizacin. Est la forma que te es impuesta, la que

    funciona desde arriba, y est la que funciona desde aba-jo, que no puedeforzarte a nada, y a la cual eres libre deunirte y de separarte. Podramos decir que los anarquis-tas son las personas que quieren transformar todas lasformas de organizacin humana a la clase de asociacinpuramente voluntaria, donde las personas puedan sepa-rarse e iniciar una propia si no les gusta la anterior. Unavez, al resear ese frvolo, pero til libro llamado La leyde Parkinson, intente enunciar cuatro principios detrsde la teora anarquista de organizacin: que debera ser1) Voluntaria, 2) Funcional, 3) Temporal y 4) Pequea.

    Debe ser voluntaria por obvias razones. No tienesentido hablar de la libertad y responsabilidad indivi-dual si vamos a proponer organizaciones de membresaobligatoria. Debe ser funcional y temporal precisamen-te porque la permanencia es un factor que endurece lasarterias de las organizaciones, generndoles interesescreados para su propia sobrevivencia, al servicio de losintereses de los dirigentes en lugar de a su funcin. De-

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    ben ser pequeas justamente porque en grupos peque-os la burocratizacin y las tendencias jerrquicas inhe-rentes a las organizaciones tienen menor oportunidadde desarrollarse.

    Pero es a partir del punto final que aparecen lasdificultades. Si damos por sentado que un grupo pe-

    queo puede funcionar anrquicamente, aun nos en-frentamos al problema de todas esas funciones socialespor las que la organizacin es necesaria, pero que larequieren a una escala mayor. Bueno, podramos de-cir, como algunos anarquistas, si las grandes organi-zaciones son necesarias, no cuenten con nosotros. Loharemos lo mejor posible sin ellas. Podemos decir queest bien, pero si estamos propagando el anarquismocomo una filosofa social debemos tomar en cuenta, yno evadir, los hechos sociales. Es mejor decir Djenosencontrar formas en las que funciones de gran escala

    puedan ser descompuestas en funciones capaces de sergestionadas en grupos pequeos y funcionales, y lue-go ligar esos grupos en una estructura federativa. Lospensadores anarquistas clsicos, visualizando la futuraorganizacin de la sociedad, pensaron en dos formas deinstituciones sociales: como la unidad territorial, la co-muna, una palabra francesa que podra considerarse elequivalente a la palabra municipio o a la palabra rusasoviet en su significado original, pero que tambintiene su origen en las antiguas instituciones de los pue-blos para cultivar las tierras en comn; y el sindicato,

    otra palabra francesa para las asociaciones de obreros,el sindicato o el consejo de obreros como la unidad dela organizacin industrial. Ambas fueron visualizadascomo pequeas unidades locales que se federaran unascon otras para asuntos mayores, mientras mantenan supropia autonoma, una federndose territorialmente yla otra industrialmente.

    Lo ms cercano, en experiencias polticas convencio-nales, al principio federativo propuesto por Proudhony Kropotkin sera el sistema federal suizo, antes queel estadounidense. Y sin deseos de cantarle un himno

    al sistema poltico suizo, podemos ver que los 22 (ac-tualmente 26) cantones suizos independientes son unafederacin exitosa. Es una federacin de unidades si-milares, de pequeas clulas. Las fronteras cantonalesfueron diseadas mediante fronteras lingsticas y tni-cas, as que, a diferencia de otras federaciones fallidas, laconfederacin no es dominada por una o algunas uni-dades poderosas. El problema de la federacin, comoLeopold Kohr indica en El quiebre de las naciones, es la

    divisin, no la unin. Herbert Luethy escribe sobre elsistema poltico de su pas:

    Cada domingo, los habitantes de decenas de comunasacuden a las casillas electorales a elegir a sus servi-dores civiles, los ratifican y proporcionan un voto deconfianza, o deciden si un camino o una escuela de-

    ben ser construidas; luego de acordar los asuntos de lacomuna, lidian con las elecciones cantonales y votanlos temas cantonales; al final vienen las decisionessobre asuntos federales. En algunos cantones, la gentesoberana an se rene al estilo Rousseau para discutirasuntos de inters comn. Podra pensarse que estaancestral forma de asamblea no es ms que una tradi-cin con cierto valor de atractivo turstico. De ser as,vale la pena mirar los resultados de la democracia local.El ejemplo ms simple es el sistema ferroviario suizo,que es la red ms densa del mundo. A un alto costo ycon muchos problemas, ha sido hecha para cubrir las

    necesidades de las localidades ms pequeas y los va-lles ms remotos, no como una propuesta de pagos sinoporque esa era la voluntad de la gente. Es el resultadode fieras disputas polticas. En el siglo XIX, el Movi-miento por el ferrocarril democrtico puso en conflic-to a las pequeas comunidades suizas con las grandesciudades, que tenan planes para la centralizacin.Y si comparamos el sistema suizo con el francs elcual, con una admirable regularidad geomtrica, estenteramente centralizado en Paris, por lo cual, la pros-peridad o el declive, la vida o la muerte de regionesenteras ha dependido de la calidad del enlace con lacapital, nos muestra la diferencia entre un Estado cen-tralizado y una alianza federativa. El mapa ferroviarioes el ms fcil de leer a primera vista, pero veamosahora otro ejemplo de actividad econmica y de mo-vimiento de poblacin. La distribucin de la activi-dad industrial a travs de toda Suiza, incluso en reasperifricas, es muestra de la fuerza y estabilidad de laestructura social del pas y previno esas horribles con-centraciones de industria del siglo XIX, caracterizadaspor sus tugurios y proletarios indigentes.

    Cit todo esto, como dije, no para vanagloriar la de-

    mocracia suiza, sino para mostrar que el principio fede-rativo, el cual es el corazn de toda teora social anar-quista, merece mucha ms atencin que la que se nosmuestra en los libros de texto sobre ciencias polticas.Incluso en el contexto de instituciones polticas con-vencionales, su adopcin tiene un efecto a largo plazo.

    Otra teora anarquista de organizacin es la que po-dramos llamar teora del orden espontneo: al surgir

    El anarquismo como teora de organizacin

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    una necesidad comn, una colectividad de personas,mediante ensayo y error, experimentacin e improvi-sacin, crean orden a partir del caos siendo este or-den ms durable y ms apegado a sus necesidades quecualquier clase de orden externamente impuesto. Kro-potkin desarroll esta teora al observar la historia delas sociedades humanas y de la biologa social que des-emboc en su libro El apoyo mutuo,y ha sido evidenteen la mayora de las situaciones revolucionarias, en lasorganizaciones ad hoc que surgen despus de catstrofesnaturales, o en cualquier actividad en la que no existeninguna forma organizada de autoridad jerrquica. Aeste concepto se le dio el nombre de Control social en ellibro de mismo ttulo por Edward Allsworth Ross, queenumer sociedades frontera donde, mediante medi-das desorganizadas o informales, el orden se mantienede forma efectiva sin beneficiar a una autoridad consti-tuida: La simpata, la sociabilidad, el sentido de la jus-

    ticia y del resentimiento son tiles, bajo circunstanciasfavorables, para trabajar por s mismas como un ordennatural y verdadero, que hay que decirlo, es un orden sinarte o diseo.

    Un interesante ejemplo del funcionamiento de estateora fue el Centro Pionero de Salud en Peckham,Londres, que fue iniciado durante la dcada anterior ala Guerra por un grupo de fsicos y bilogos que queranestudiar la naturaleza de la salud y del comportamientosaludable, en vez de estudiar la relacin salud-enferme-

    dad como el resto de sus colegas. Decidieron que la for-ma de hacer esto era iniciar un club social cuyos miem-bros se unan como familia y podan usar una variedadde instalaciones, incluyendo piscinas, teatro, enfermeray cafetera, a cambio de una suscripcin familiar y bajoel acuerdo de someterse a exmenes mdicos peridi-cos. Se dieron recomendaciones, ms no tratamientos.Para poder llegar a concl