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    Verbo Libertario

    Centro Social RupturaCooperacin:20

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    Segunda poca N. 6, junio-septiembre 2015 / Guadalajara, Jalisco, Mx.Incertidumbre, imaginacin y rebelda

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    Editorial

    EDITORIALNo tengis miedo a la muerte; tened miedo a

    la humillacin de ser esclavos, de ser apaleados,de ser vistos con desprecio por los seores ba-

    rrigones que os explotan [] Escupid el rostro

    de los que os prometen redimiros para cuandoestn en el poder. A esos ahorcadlos.

    Ricardo Flores Magn1

    Al mirar atrs, al pasado, y a nuestro alrededor, cae-mos en cuenta de la catstrofe que significa la his-toria de los vencidos. Se contrae de dolor el corazn al

    ver a qu grado de extravo hemos llegado2. Vivimos entiempos de terror, nadie que tenga un poco de dignidadlo puede negar, estamos viviendo en guerra y tenemos

    que actuar en consecuencia. Se trata de una guerra delargo aliento, hoy a nosotros nos toca combatir y reto-mar el camino por el que se levantaron algunos pueblosen rebelda en estas mismas tierras hace ms de 500aos contra el colonizador, hace ms de 100 aos enla revolucin. Hoy como ayer nos hace falta voltear elrostro a un lado y reconocernos los que hoy todava so-mos hermanos de infortunio, compaeros de cadena3,la catstrofe est en marcha, lo que se vislumbra es anpeor.

    Cambian las formas en las que se nos quieren impo-ner las relaciones de dominacin, no es que sean menosterribles que antes, solamente diferentes. Si antes ahor-caban a los rebeldes, hoy los desaparecen. Cambian lasformas pero seguimos sufriendo la misma miseria, si-guen asesinando a quienes se niegan a vivir arrodillados.

    Debemos traer al presente la memoria de los que hanluchado en otros tiempos, para re-crear la lucha que nosinspiran contra toda dominacin. raerlos al ahora, ha-

    cer que nos acompaen, que caminen a un lado nuestrono para repetir lo mismo, sino para retomar la banderacada, conservar su historia viva que nos permita no ol-

    vidar que nos hacen falta nuestros hermanos normalis-

    tas de Ayotzinapa, 43 desaparecidos y 3 asesinados porel narco-gobierno, pero tambin que nos hacen faltatodos los desaparecidos y asesinados annimos que hoybrotan desde la tierra en las fosas clandestinas de todoel pas. Quienes son? Dnde estn sus hermanas, hi-

    jos, padres, tos, abuelas que un da ya no los volvieron aver ms? Asesinados por el mismo gobierno mexicanoque est reprimiendo a los trabajadores del Valle de SanQuintn en Baja California, por pedir un aumento sa-larial y por rebelarse ante las condiciones de miseria en

    las que viven, Cul fue la respuesta del gobierno antesu lucha por pedir una vida digna? Los golpearon, en-traron a sus casas para tratar de amedrentarlos, llevarona cabo una burla vil al querer pedir una fianza de casi 24millones de pesos para liberar a cuatro jornaleros presosque gracias a la propia lucha del movimiento lograronsalir, das despus, con una fianza de 19 mil pesos.

    De igual manera, en la comunidad del Rosario, laGarrucha, Chiapas, los paramilitares acosaron a las ba-ses de apoyo del , cometiendo su ltima atrocidad

    cuando le comenzaron a disparar a una nia, sin lograrpor suerte que le atinaran todos los balazos, ya que supadre lleg en el momento de los disparos y logr de-fender a su hija, golpeando con una piedra la cabeza delparamilitar. Sin embargo, momentos despus, la familiadel paramilitar tratando de responsabilizar de la agre-sin a nuestro compaero, tuvo el descaro de regresarpidiendo que se les pagara 7 mil pesos de curacin. Loque a todas luces se observa, es la estrategia del Estadomexicano de intentar enfrentar a nuestros compaeros

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    Los trabajos que se publiquen en Verbo Libertariopueden reproducirse libremente, si se indica su pro-cedencia quedaremos agradecidos.

    Si desea mandar una colaboracin, escribenos a:

    [email protected]

    zapatistas con otros indgenas comprados y armadospara que los asesinen. Para as justificar que es un pro-blema entre las mismas comunidades y desligarse. Es lamanera habitual de actuar de este gobierno, haciendoun espectculo de la muerte.

    El Estado y el capitalismo requieren del terror, recu-rren a una guerra que busca penetrar cada dimensin denuestra vida, para mantenernos dominados. La guerraactual del Estado mexicano contra la gente busca rom-per los lazos comunitarios, pretende desterritorializar-nos por medio del despojo para mercantilizar nuestrosespacios, ambiciona explotarnos sin ninguna limitacin,quiere entregar el agua y aquello que se encuentra en lanaturaleza a las empresas trasnacionales.

    Sigamos los ejemplos de nuestras compaeras y com-paeros en ixtla Guerrero y de lvaro Obregn, Oa-xaca, que se negaron a ser parte de la repugnante farsaelectoral y quemaron las boletas e instalaron barricadaspara defender su territorio y su decisin de autogober-narse, sin pedir permiso ni depender de nadie. Ni per-dn ni olvido para nuestro compaero Antonio Vivar.

    Frente a la miseria, frente al despojo y la explo-tacin, la muerte y el terror, slo contamos con la

    auto-organizacin para destruir el estado actual quenos oprime. Se vuelve necesaria la desobediencia y lainsumisin. No queda ms que caminar en colectivo,codo a codo, en el sentido de la autogestin de la vida

    y gritar: Ya Basta.

    Qu corazn bien puesto no se rebela ante tantainfamia?4.

    Notas1Ricardo Flores Magn, A los Huelguistas y a los Trabajadoresen General. Regeneracin, Nm. 49, poca IV. Los ngeles, Ca.,5 de Agosto de 1911.2Miopa de los Funcionarios. Regeneracin, Nm. 54, poca I.Mxico, D.F., 15 de Septiembre de 1901.3La junta 0rganizadora del Partido Liberal, A los Soldados Ma-deristas y a Los Mexicanos en General. Regeneracin, Nm. 39,poca IV. Los ngeles, Ca., 27 de Mayo de 1911.4Adelante Proletarios!. Regeneracin, Nm. 13, poca III.Saint Louis, Mo., E. U.A. 1 de Agosto de 1906.

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    Crtica anarquista de la cotidianidad

    El agua es uno de los problemas centrales de la gue-rra capitalista1, donde el slo hecho de sobrevivir esresistir. En la ciudad hemos perdido la capacidad de ha-cernos cargo de nuestra existencia como los pueblos que

    han convivido con los ros, los lagos, el mar y todos loscuerpos de agua. Si la contaminamos o permitimos quese privatice, no tenemos vida digna; pero no lo sentimosas por estar fragmentados y separados de los cuerposde agua y de todos los dems seres vivos. En nuestroimaginario no sabemos relacionarnos con el agua comosujeto que da vida a la tierra y a la humanidad. enemosque luchar por el agua, nosotros somos agua.

    Existen historias y experiencias de pueblos que han

    derrotado al capital en su guerra por privatizar el agua.En Bolivia, por ejemplo, en la primera dcada de este si-glo, los pueblos aymaras, quechuas, mojeo, chiquitano,guarani y mestizos que habitan las ciudades de Cocha-bamba y El Alto, liberaron el agua y revirtieron la entre-ga a empresas trasnacionales. Se organizaron bajo for-mas comunitarias para autogestionar este bien comn.

    Sin embargo, estos logros no son permanentes, sernecesario destruir el capitalismo y el Estado en todo elplaneta para que no se vuelvan a reproducir sus lgicas.

    Los bienes comunes en la zona metropolitana deGuadalajara

    Los pueblos de la barranca del Ro Chiconahuapan2/Santiago no hablarn de guerra pero s de muerte. DonRoberto, habitante de San Cristbal de la Barrancarecuerda que desde los aos setenta, la vida comenz

    a ser intolerable por la porquera que aventamos a lospueblos barranqueos quienes vivimos en Guadalajara

    y en poblaciones aguas arriba, y los desechos que lasindustrias descargan en el ro. En ese pueblo se han

    perdido desde entonces, grandes huertos con rbolesfrutales como el mango barranqueo y siembras dehortalizas. Se hicieron frecuentes los brotes de enfer-medades gastrointestinales, deformaciones, cncer, in-suficiencia renal, clera y con ello, el despoblamientoPor ejemplo, en echaluta, ranchera de San Cristbalde la Barranca, la gente abandon su tierra y en 2004tan slo haba 10 habitantes. En muchas poblacionesquedaban slo dos opciones: irse a Estados Unidos opermanecer ah sembrando lo que exigan las empre-

    sas capitalistas ilegales de las drogas. Se acabaron lospaseos en el ro, las especies comestibles nativas comoel bagre y el camarn; se afect el ganado que formaparte de la alimentacin y la vida.

    Mientras, en la parte alta de la cuenca del Ro Chico-nahuapan/Santiago, en las cabeceras municipales de ElSalto y Juanacatln, en la misma temporalidad, sucedaexactamente algo similar. Dicen en El Salto: primerofueron los rboles, luego los peces, despus el ro y aho-ra somos las personas las que nos estamos muriendo

    Y debido a que no hemos evitado que el Estado realiceproyectos hidrulicos orientados a grandes negocios ca-pitalistas y el nulo tratamiento de las aguas residualesque producimos en la Zona Metropolitana de Guada-lajara (ZMG), ya han sido desplazados y desaparecidosdos pueblos: Arcediano, la ltima poblacin rural quetena el municipio de Guadalajara y Los empizquezen el municipio de Zapopan. En la mira, est ahoraHacienda de Lazo a causa de la planta de tratamientoAgua Prieta.

    Guerra del capitalismo contra los pueblos.

    La estrategia de acumulacin por despojo y destruccin: el Agua

    TEXTOCOLECTIVO

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    Lo ms grave es cuando alcanzamos a observar que elasunto no se reduce a los pueblos aledaos al ro Chico-nahuapan/Santiago y que la muerte se ha impuesto porlos de arriba, los capitalistas, como una prctica cotidia-na de guerra, que se ha extendido por los cerros, bosques

    y ros que nos rodean. As, para el caso de la ZMG, quepor su extensin ya rebasa el valle de Atemajac, es po-

    sible apreciar que desde el Cerro Viejo-Chupinaya-LosSabinos (ubicados entre los municipios de lajomulco,Ixtlahuacn de los Membrillos, Chapala y Jocotepec),la laguna de Cajititln, los bosques de San Esteban-ElDiente-El Nixticuil-La Primavera y la barranca del RoChiconahuapan/Santiago3, la destruccin de la natura-leza ha fragmentado este ecosistema que produca vida ysalud para todos en mayor cantidad y calidad que ahora.No sabemos de dnde viene el agua que usamos, a dn-de van nuestros desechos, quin se encarga de elaborarnuestros alimentos, por qu nos enfermamos. Menos sa-

    bemos cmo curarnos.

    Nos hemos dejado arrebatar la capacidad de hacer-nos cargo de nuestra vida en todas las dimensiones queello implica. Hemos delegado en el Estado la respon-sabilidad y de esa forma nos ha quitado la capacidadde relacionarnos en reciprocidad con la naturaleza. Acambio, nos han enseado que la naturaleza, es el pri-

    vilegio de unos cuantos que pueden pagarlo o que lanaturaleza est a nuestro servicio y que podemos hacercon ella lo que nos plazca.

    La guerra capitalista privatiza y mercantiliza el aguay la principal institucin del Estado que opera esta po-ltica es la Comisin Nacional del Agua (Conagua). Sufuncin es llevrsela de un lado a otro con el fin de en-tregarla a los negocios capitalistas, como ocurre en elcaso del Ro Verde, en Los Altos de Jalisco, donde seconstruye la presa El Zapotillo para provecho a las em-presas de Len, en Guanajuato.

    Otros ejemplos seran el acueducto Independenciaque pretende llevar agua a la ciudad de Hermosillopero daando los bienes naturales y despojando de suagua al pueblo Yaqui. En el caso del acueducto Mon-terrey VI, para dotar de agua a la ciudad del mismonombre en el estado de Nuevo Len, el agua se extrae-ra del Ro Pnuco, en Veracruz y cruzara los estadosde San Luis Potos y amaulipas alcanzando una ex-tensin mayor a los 372 kilmetros, con lo cual es fcil

    imaginar los daos que su construccin causar a lanaturaleza.

    Con la nueva Ley General de Aguas se pretendelegalizar el despojo y la privatizacin del agua; ade-ms, se prev la represin para quienes resistan y seopongan a sta.

    La ZMG: nuestra zona de guerra.

    El desastre que hoy vivimos inici con los procesos deindustrializacin que fueron impuestos en Jalisco des-de hace ms de 60 aos as como los nuevos negociosinmobiliarios, tursticos, mineros y las grandes obras ca-pitalistas, como presas, acueductos y macrolibramientoscarreteros, entre otros. odo ello ha modificado de ma-

    nera sustancial, y quiz de forma irreversible, la relacinque la gente de la ciudad tenamos con la tierra.

    La construccin del estadio de futbol Omnilife, lasVillas Panamericanas, los fraccionamientos habitacio-nales y escuelas privadas en la zona de El Bajo, han re-ducido la capacidad de recuperacin y enriquecimientode los mantos freticos al impedir las infiltraciones delos escurrimientos de agua de lluvia que bajan del bos-que La Primavera. En buena parte es aqu donde serecargan los acuferos del Valle de esistn, que abas-tecen la tercera parte del agua que usamos en la ciudadde Guadalajara. Ahora mucha de esta agua se ha cana-lizado directamente al drenaje para evitar inundacionesde las obras construidas en esta zona definida como deamortiguamiento y, por tanto, en la que est prohibidoconstruir.

    La contaminacin del agua del ro Chiconahuapan/Santiago, pone en riesgo la reproduccin de la vida endecenas de pueblos, comunidades y en la ZMG. Los

    basureros Los Laureles, cerca de la cabecera munici-pal de El Salto y Picachos y Hassars en Zapopanafectan cuerpos de agua y bosques, que entre otras cosasproducen el aire indispensable para los 4.5 millones depersonas que vivimos en la ZMG.

    El retiro o la clausura de los basureros, as como la de-fensa de los bosques se han convertido en las razones delucha de los pueblos de la Barranca (desde El Salto hastaSan Cristbal de la Barranca) y de diversas colonias ur-

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    Guerra del capitalismo contra los pueblos

    banas en la ZMG, cuando en realidad son problemticasque nos conciernen a todos.

    Lo anterior es un claro ejemplo de lo que los zapatistasllaman la Cuarta Guerra Mundial, esa que se ha tramadodesde y para la creacin y circulacin de mercancas, quebusca someter a las personas a una especie de destino

    inevitable, donde la muerte deja de ser un proceso que secomplementa con la vida y pasa a convertirse en manda-to sin sentido, porque pareciera que en la actualidad losseres humanos somos desechables.

    Sin embargo, tambin es importante recordar quecientos de luchas y resistencias de los ltimos aos cons-truyen nuevos caminos. As, se hacen presentes la defen-sa del bosque La Primavera, las luchas de los pobladoresde la Barranca del ro Chiconahuapan/Santiago contralos mega-basureros, la lucha por no habitar ni invadir

    El Bajo, la defensa del Bosque El Nixticuil, la pelea porresguardar el manantial de Los Colomi-tos, la lucha del Comit Agua y Vida enSanta Cruz de las Flores, las denuncias ymovilizaciones en contra de la contamina-cin del Ro Santiago en El Salto y Juana-catln. Podra decirse que al igual que losproyectos que han sido impuestos por losde arriba y que se pueden entender comouna misma guerra, las luchas han confor-mado una misma lucha, la lucha por la

    vida de los de abajo.

    El despojo de la tierra y territoriosmediante la violencia, apropiacin for-zosa, explotacin y privatizacin de bie-nes comunes es propio del capitalismo.As fue desde la invasin por parte delimperio espaol siglos atrs y de hechoes el origen de este sistema de domina-cin, explotacin y despojo. En este sen-

    tido, no resulta casual encontrar intentosde desecacin del lago de Chapala, desdelos tiempos del emperador Maximilianode Habsburgo o que una tercera parte dela laguna de Cajititln en los aos treintadel siglo pasado, fuera desecada4.

    Lo que llama la atencin es que sobretodo a mediados del siglo XX este procesoadquiri grandes dimensiones y la supues-

    ta bsqueda del desarrollo y el progreso, termin en unagran crisis que contina hasta la actualidad. En lugar debuscar otras opciones, la clase capitalista y sus gerentegobernantes, dueos del poder y el dinero, intensificanlos modos de explotacin, tanto de la fuerza de trabajode los de abajo como de la naturaleza.

    Los mayores nos ayudarn a recordar que antes deChiconahuapan, el primer ro muerto y convertido endrenaje fue el ro San Juan de Dios. Desde el siglo XVIIlos desechos se condujeron hacia este ro, situacin qumuy pronto lo convirti en el primer gran recipiente dedesechos orgnicos y qumicos de la ciudad. Despuscuando ya estaba contaminado al principio del siglo

    XX lo entubaron y sobre l se construy la CalzadIndependencia. La segunda vctima de este desarrollode la ciudad pas a ser el lago Agua Azul, del cual nacael ro San Juan de Dios.

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    Podramos enumerar tantos lugares desaparecidos,algunos todava presentes en la memoria colectiva, comolos pequeos ojos de agua y lagos del parque Alcalde,

    ucson y Revolucin, Colomos, Colomitos, los canalesde agua que corran paralelos a las vas del ferrocarril enla zona de El Alamo y otros manantiales que dotabande agua limpia a las colonias urbanas que por los aos

    setenta y por estos rumbos surgan entre los municipiosde laquepaque y onal.

    Muchos de estos fueron destruidos o desecados conla construccin de la avenida Federalismo y con el co-rredor carretero Lzaro Crdenas. Otros que se encon-traban a lo largo de la barranca del ro Chiconahuapan/Santiago, al modificarse las condiciones del flujo delagua en la parte superior del valle de Atemajac, a partirde mediados del siglo XX, simplemente se secaron, no-tndolo nicamente algunos animales que los necesita-

    ban para sobrellevar la poca de sequa.

    Nos acostumbramos a dejar de pensar en la extin-cin de algunas especies, como el zanate del Lerma,endmica de la cuenca, al igual que otros organismosque est en riesgo en la ribera del Lago de Chapala, elBosque La Primavera y la Barranca del Ro Chicona-huapan/Santiago.

    As de complejo, pero tambin as de sencillo espensar en la problemtica del agua, donde una peque-a resurgencia de agua se seca porque la caada que laalimentaba ha sido rellenada con desperdicios, o dondeun arroyo que recibe agua contaminada que generaba ypropiciaba la vida, se ha convertido en un medio para

    propagar algn veneno y en un espacio de muerte. Notenemos conciencia de que somos mortales.

    El agua es fundamental para la reproduccin de lavida

    Enfrentamos el reto de dialogar necesidades, deseos y

    diferencias, y ello implica poder imaginar cmo orga-nizarnos y cmo luchar; o cuando menos cmo ensayaralgunas ideas y quehaceres congruentes con ellas y, so-bre todo, que se responda a las necesidades de todos demanera autnoma.

    Si queremos que el agua no desaparezca en losprximos cincuenta aos estamos obligados a escucharenlazar y resonar para construir lo colectivo y promo-

    ver la autonoma. Peromo pensar y crear formas dehacer-construir lo social, la sociabilidad de modo que

    no haya relaciones de dominacin? Pensar en todo elloa travs de un ejemplo concreto, tan complicado comocomunicar, explicar y argumentar el problema del agua

    y por qu es necesario un tipo de relacin social dife-rente a la actual para que no se privatice ni se conta-mine. El problema central es que existen dominantes

    y dominados; por tanto, es necesario dejar de hacer ecapitalismo, es decir, dejar de hacer relaciones socialesde dominio, dejar de luchar por el poder, el dinero y lapropiedad privada.

    Cmo hacer hoy, desde la cotidianidad, la locali-dad y los tiempos de cada sujeto social, el mundo otro?Qu contra quien impide la vida digna? Cmo ha-cerlo desde lo que somos y desde donde estamos? Pre-guntarnos sobre qu hacer en lo organizativo y en lo

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    poltico, conside-rando todos loscuestionamientos

    y premisas ante-riores, no deberallevarnos a plan-tear conclusiones

    previas, como sise tratara de unpunto de llegadade los procesos

    vividos hasta aho-ra, o no slo, sinotambin como unpunto de partida,como parte delproceso del cami-nar preguntandoen la constitucinde lo colectivoentre todos lossujetos colectivos

    y singulares quesomos y estamosdispuestos.

    odo lo que existe lo hemos hecho y por tanto pode-mos des-hacerlo para recuperar la vida digna. Esto nos

    lleva a preguntar, por qu no deshacer lo que genera unarelacin de dominacin si como sujetos reflexivos pode-mos cambiarlo.

    En muchos lugares de la ZMG varios colectivos es-tn resistindose a las formas de dominacin, explota-cin y represin. La rebelda es la forma de resistir a ladominacin. Conocer sta para que las propuestas seancongruentes y respetuosas de todos, es parte del cmohacer poltica y cmo organizarnos.

    Conocer cmo cada quien est resistiendo, quin ycmo experimenta las formas autonmicas, ser un tra-bajo de los prximos aos. Necesitamos, por lo tanto,considerar el tiempo en que podemos caminar y el es-pacio colectivo que podemos crear con nuestra accin.

    enemos que ser autocrticos antes de dar el siguientepaso. Y con base en la experiencia propia y directa, y lade los otros, dialogar sobre cmo debe ser el espacio don-de todos quepamos y se empiecen a articular las resis-

    tencias, aunque sedesplieguen variasformas de organi-zacin. odo estoconsiderando, porejemplo, que en laszonas urbanas ser

    ms difcil cons-truir la comunidadde consenso debi-do a la inexperien-cia de prcticascomunitarias y aque hemos olvi-dado las que haceapenas cincuentaaos an se expe-rimentaban.

    Notas1 El capitalismo requiere dominarnos para poder explotarnos. Por tanto, el capital y el Estado han recurrido a la guerracomo forma de imponer relaciones de opresin y jerarqua

    2 Chiconahuapan, procede de chiconahui que es el nmero nueve y apan que es sobre el agua, ambos en lenguanhuatl. Remite a nueve afluentes que alimentaban el ro3Es muy importante considerar que todos estos territorios, contradictoriamente estn considerados como reas naturales protegidasBueno, en realidad no es contradictorio desde la perspectiva decapital ya que son territorios ricos en agua, minerales, maderasy paisajes. En su lenguaje puros recursos naturales explotablesTambin son ricos en historia y cultura pero eso nada les importa4En Jalisco tambin existe el caso de desecacin completa de lalaguna Magdalena, localizada entre los municipios de MagdalenaEtzatln, Antonio Escobedo y Hostotipaquillo. Su destruccin o de

    secamiento inici en 1856 cuando en Mxico era presidente IgnacioComonfort quien dio la primera autorizacin. Luego continuo, conPorfirio Daz, quien en 1879 expidi la segunda autorizacin para sudesecacin. Durante este largo perodo hubo resistencias y luchasque lograron detener este ecocidio. Sin embargo, a mediados desiglo XX, el gobierno dio una tercera autorizacin para acabar conesta laguna que con su extensin aproximada de 55 kilmetroscuadrados slo era superada por el lago de Chapala. As, para el ao1934 la mayor parte de la laguna estaba seca y pocos aos despusdesapareci por completo (ver Carlos Humberto Loza GutirrezHistorias de Carlitos. Supersticiones, tradiciones y relatos tapatosGuadalajara, s.e., 2013 y Martha Gonzlez Escobar, La muerte deuna laguna, en Cuadernos de Difusin Cientfica de la UdeG).

    Guerra del capitalismo contra los pueblos

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    Anarquismo en la actualidad

    1

    I

    Casi desde sus inicios, y durante muchsimo tiempo,el anarquismo fue el patito feo de las corrientesemancipadoras. ildado de incoherente, de ineficaz, deiluso, se le miraba por encima del hombro como si fuese

    una aberracin de la historia. Se redactaron sucesivasactas de defuncin, pero, como se resista a desaparecer,se le tapaba la boca diciendo que tan solo representabaun anacrnico residuo histrico.

    Sin embargo, resulta que, para sorpresa de muchos,el patito feoresisti el paso del tiempo mucho mejorque sus competidores. ras soportar estoicamente lasirnicas descalificaciones que le prodigaban sabias, muysabias, ideologas, el patito feosuper la prueba de los

    acontecimientos histricos, y hoy pues hoy est encondiciones de enamorar muchos corazones.

    Su gran acierto en exaltar la libertad por encima delo que lo hiciera cualquier otra orientacin, explica queseduzca ahora un imaginario contemporneo legtima-mente preocupado por la creciente sofisticacin de losdispositivos liberticidas.

    As mismo, su mrito de enfatizar la cuestin del po-der, en lugar de relegar ese fenmeno a un rango se-

    cundario, como lo hacan otras ideologas, le vale hoyun amplio reconocimiento al quedar claro que las rela-ciones de dominacin desbordan, con mucho, la esferade la explotacin econmica, y anidan en todo el teji-do social originando un sinfn de discriminaciones, demarginaciones, y de exclusiones.

    Ciertamente, el antiguo patito feo sigue sufriendobrutales descalificaciones, pero nadie, nadie, se atreve

    ya a tildarlo de anacrnico, porque en el convulso pano-

    rama de las actuales corrientes polticas, no es l, preci-samente, quien se encuentra en peores condiciones. Alcontrario, est demostrando, da a da, tanto su viabili-dadcomo su vitalidad.

    En la actualidad, su viabilidad como instrumento delucha es manifiesta. Aqu est, bien pertrechado parahostigar el sistema,para inspirar luchas radicales, o parafomentar resistencias, y eso, se visibiliza a diario.

    ambin es clara su viabilidad para crear y para ges-tionar espacios alternativos, formas de vida, maneras deintercambiar y de producir, que materializan algunos desus valores, y eso, tambin se visibiliza cada da.

    Creo que todo eso est bastante claro. Pero que no sepida al anarquismo que, adems, tambin demuestre su

    viabilidad para gestionar el tipo de sociedad en el quevivimos, porque es obvio que no puede, ni quiere hacer-lo. Para ello ya estn tanto los adalides del capitalismocomo los social demcratas, o incluso los comunistas

    y hasta aquellos y aquellas que partiendo de posturasantagonistas se han dejado deslumbrar por la apuestaelectoralista.

    Hay que decirlo con toda claridad, el anarquismo noes viable, es del todoincompetente para gestionar el ac-tual modelo de sociedad. an solo puede luchar contrasus atropellos y crear espacios que vayan a contraco-rriente de sus tendencias.

    Dicho esto, tambin es cierto que no est demos-trada su viabilidad para gestionar otro tipo de sociedadradicalmente distinta. Cosa que, obviamente, no es po-sible demostrar en abstracto, y lo nico que se puede

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    Anarquismo en la actualidad

    afirmar es que no existe ninguna, absolutamente nin-guna, razn de principio por la que quepa excluir esacapacidad. Que la tenga, o no, habr que comprobarlode la nica manera posible, es decir en la prctica.

    anto ms, cuanto que la forma que adoptar unasociedad distinta no est escrita en ningn recetario,

    ni anarquista, ni de cualquier otro tipo. Hay, sin duda,esquemas generales y existen bocetos, pero no ser lquien diseara esa sociedad, ni sacar de su chistera unasociedad ya conformada y lista para su uso. Si esa socie-dad acontece algn da, ser lagente quien la construir

    sobre la marcha, y sta tomar la forma que la gente, ensus luchas, y a travs de sus experiencias, le ir dando.

    Adems, resulta que las perspectivas totalizantesya noson de recibo. Una sociedad realmente distinta no sermonoltica, no estar forjada segn un modelo nico,homogneo, y vlido para todas sin excepcin. Una so-ciedad diferente ser plural, mltiple, diversa, y el anar-quismo tan solo anidar en la parcela de esa sociedadque sea capaz de cultivar.

    Solo faltara que se quisiera imponerlo a toda unasociedad, o que se creyese que representa la opcin ms

    deseable para todas las personas! Por suerte, esos sueostotalizantes se han extinguido para siempre.

    Si bien su viabilidadpara las tareas del presente esclara, y si su viabilidad para las tareas del futuro es, cuan-do menos, plausible hasta que se demuestre lo contrariotambin su vitalidad y su vigenciaestn ampliamente

    acreditadas.En efecto, cuando se observa el escenario poltico

    contemporneo, se puede decir, como lo hace Carlosaibo,que estamos asistiendo a un notable reverde-

    cer de las ideas y de las prcticas libertarias.Se puededecir, como lo hace Rafael Cid, que la idea anarquistaha polinizado otras culturas y se ha extendido por el

    planeta.O tambin se puede decir, como es mi caso,que el anarquismo experimenta actualmente una im-presionante expansin en mltiples zonas del mundo.

    Se puede decir de mil maneras. Pero todas coincidenen constatar que se est produciendo unpotente resur-gir internacional, y ese resurgir constituye un hecho tanpalpable, tan manifiesto a lo largo y ancho del planetaque sera ocioso volver a documentarlo aqu.

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    Lo percibimos claramente cuando focalizamosnuestra mirada sobre el actual movimiento anarquista,pero al ensancharla, tambin percibimos que muchosde sus componentes se han diseminado en su exterior,

    y han impregnado colectivos y personas que no militanen esa orientacin, pero que reencuentran, o que rein-

    ventan, en las luchas, unas formas polticas que le son

    cercanas, tanto en cuanto a los mtodos de toma de de-cisin, como en cuanto a las modalidades organizativasy, tambin, a ciertos aspectos de contenido.

    Esa modalidad de anarquismo extramuros es la quese ha visibilizado enlas enormes manifestaciones alter-mundistas de principios de los aos 2000, o en el movi-miento del 15M en sus inicios, o en Okupy Wall Street,o en la Plaza aksim de Estambul. En todos esos mo-

    vimientos, que sera muy abusivo etiquetar como anar-quistas, afloraban principios anti jerrquicos, prcticas

    no autoritarias, formas horizontales de organizacin,pero tambin el recurso a la accin directa, la hostilidadhacia el ejercicio del poder, y el recelo hacia cualquiertipo de vanguardismo.

    Obviamente, ni la expansin del movimiento anar-quista, ni la aparicin de un anarquismo extramuros,son casuales. Lejos de ser fruto del azar, responden adeterminadas causas, y me inclino por pensar que, sisus propuestas han cobrado nueva vitalidad es, senci-llamente, porque el anarquismo se presenta, hoy, comoaquello que se opone de la forma ms clara y ms ra-dical a los principales rasgos negativos del sistema vi-gente. Representa la exacta cara opuesta de sus rasgosms lesivos, tales como la dominacin, la explotacin,el consumismo, la competitividad, el mercantilismo, elpatriarcalismo, etc, etc.

    Es porque representa, por as decirlo, lo otro delsistema, la anttesis de muchas de sus caractersticas lasms inaceptables, por lo cual la actual acentuacin deesas caractersticas en nuestra sociedad la ha convertidoen un extraordinario caldo de cultivo para el desarrollodel anarquismo.

    De hecho, si examinamos las formas concretas quetoma ese potente resurgir, comprobaremos que muchasde ellas representan, efectivamente, la anttesis de aque-llos rasgos del sistema que ms soliviantan una parte dela sociedad, sobre todo en sus capas ms juveniles.

    En efecto, Qu observamos al contemplar el actualpanorama del activismo anarquista a nivel mundial?

    Pues, en primer lugar, que se trata, efectivamente, deun movimiento eminentemente juvenil. Es, claramente,

    en los segmentos ms jvenes de las poblaciones dondeeste arraiga preferentemente, sea cual sea el pas que sequiera considerar.

    Un segundo elemento que llama la atencin, es laimportante, la importantsimapresencia femenina en susfilas. Una fuerte presencia que contribuye, sin duda, afomentar esa profunda sensibilidad anti patriarcal que loimpregna, y que se muestra especialmente beligerantecontra el lenguaje sexista,contra los comportamientosmachistas,y contra las manifestaciones, incluso las mstenues, de homofobia, contraponindose claramente almodelo patriarcal que conforma nuestra sociedad.

    Una tercera constatacin es que estamos ante unmovimiento que se presenta, no solo como anticapita-lista, sino como radicalmente anticapitalista,en la medi-da en que ensancha la clsica denuncia de la explota-

    cin laboral y de la desigualdad econmicapara abarcar, tambin, la mercantilizacindenuestra existencia.En esa lnea, los actuales

    colectivos libertarios se manifiestan comoclaramente anti consumistas, mostrndosebeligerantes contra las marcas comerciales,

    y contra la lgica del consumo impuesta yalentada por el capital.

    ambin podemos observar que esos co-lectivos retoman un aspecto fundamental dela tradicin anarquista, al afirmarse profun-damente anti representacionistas, y al fomen-tar, en consecuencia, tanto la accin no me-

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    Anarquismo en la actualidad

    diada, es decir, la accin directa, como la horizontalidadde las decisiones y la rotacin de las funciones, en unentorno militante marcado por una extrema cautela res-pecto de todas las formas de delegacin de responsabi-lidad. Eso se contrapone claramente a la representacincomo nica forma instituida de legitimidad poltica.

    Varios de los aspectos que estoy reseando remiten,de hecho, a la exigencia de imprimir un fuerte carcterprefigurativoa la agenda poltica del actual activismo,adecundola a la antigua y acertada conviccin anar-quista de que los fines y los mediosnunca, nuncasonseparables, y que, por lo tanto, no se puede alcanzarunos objetivos acordes con los planteamientos anar-quistas si se toman unos caminos que los niegan, quelos contradicen o que nos alejan de ellos.

    Las acciones desarrolladas, y las formas organizati-

    vas adoptadas, deben reflejar, ya, en sus propias caracte-rsticas,las finalidades perseguidas, debenprefigurarlas,

    y esa prefiguracin constituye una autentica piedra detoquepara enjuiciar su validez.

    Lo que construye ese movimiento son unos espaciospolticos y culturales radicalmente antagnicos con lasnormas y con las prcticas del actual sistema social.

    En esos espacios, a diferencia de la competitividad aultranzafomentada por el sistema, la solidaridad sueleser la regla, como dice un conocido lema: si tocan a unanos tocan a todas,el apoyo mutuo suele ser la norma, yel modo de funcionamiento anti autoritario y antijerr-quico forma parte de su cotidianidad, impregnndolade una clara hostilidad, y de una manifiesta hipersensi-bilidad, frente a todo ejercicio de poder.

    Se trata, adems, de un movimiento que rechaza elchantaje de ese pseudo pacifismoque pretende crimi-nalizar ciertos actos de protesta para obligar a que su

    expresin se mantenga dentro de las precisas formas, yde los estrictos lmites dictados por el propio sistema.

    Con independencia de las crticas que nos puedanmerecer algunas de sus acciones, debemos reconocerque la negativa de una parte de ese movimiento a acep-tar esos lmites le ha permitido romper, sin violenciacontra las personas, el muro del silencio meditico quecondena a la inexistencia pblica la mayor parte de lasmovilizaciones, y de los actos de protesta.

    Otra caracterstica notable es, como no poda ser deotra forma, la fuerte sensibilidad ecologistaque anidaen esos colectivos,y que se contrapone a ese desarro-llismode carcter insostenible alentado por el sistema.

    Pero, si dejamos de observar, en su detalle, como loestoy haciendo hasta aqu, las caractersticas concretas

    del actual movimiento, para contemplarlo en un planoms general,es fcil percibir entonces que uno de susrasgos ms definitorios es su marcado, su acentuado,presentismo.

    Acudo al trmino presentismo porque el deseo, elfuerte deseo, de revolucinque impulsa desde siemprela actuacin anarquista, ya no sita la revolucin en unfuturoms o menos lejano, ya no la concibe como unevento que nos espera al final del camino recorrido porlas luchas,y que abre el horizonte hacia una sociedad

    emancipada.

    El valor estimulante e incitador que revesta la in-surreccin generalizada en el imaginario clsico, contodas sus connotaciones milenaristas, queda sustituidoen el actual imaginario radical por la atraccin hacia larevolucin continua e inmediata. Es decir, por la consi-deracin de la revolucin, no como algo que est poracontecer, sino como una dimensin que es constitutivade la propia accin subversiva, y que se produce en elseno mismo de las luchas actuales, y de las formas de

    vida que esas luchas suscitan.

    La revolucin se concibe hoy como algo que se en-cuentraanclado en el presente,y que no solo se desea yse suea como acontecimiento futuro, sino que es efec-tivamente vivida en la cotidianidad de las luchas. Lorevolucionario ya no consiste tanto en avanzarhacia unhipottico horizonte emancipador, sino que radica enla voluntad de romper unos dispositivos de dominacinconcretos y situados, consiste en el esfuerzo por blo-

    quear el poderen sus mltiples manifestaciones, y seplasma en la accin por crear, aqu y ahora, espacios quesean radicalmente ajenos a los valores del sistema, y alos modos de vida inducidos por el capitalismo.

    Eso significa que el anarquismo no solo debe ofrecerrazones y medios para luchar,para oponerse y para en-frentarse, sino que tambin debe ofrecer razones y ali-cientes para vivir de otro modo, detectando y dilatandointersticiosdonde hacer prosperar espacios de libertad

    y de igualdad. No para reformar el sistema, sino para

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    disolverlo por placas, creando focos de resistencias yde ofensivas desde donde poder desafiarlo y hostigarlopermanentemente.

    Ahora bien, el acento puesto sobre el presente noquita que la actividad de esos colectivos siga teniendoclaras finalidades revolucionarias de carcter global. En

    efecto, se trata, ahora como antes, de luchar contra elsistema, de socavar sus fundamentos, de movilizarse, deenfrentarse a los desahucios, a las movidas fascistas oracistas, a los cierres de empresas, a los recortes, se tratade participar en todos los movimientos de protesta y defomentar su radicalizacin.

    odo eso forma parte de las municiones que usan losactuales colectivos para colapsar el sistema, pero sin des-cuidar, en ningn momento, la necesidad de construir larevolucin en el presente,y de anclarla en la actualidad. Se

    hace buena de esa forma la ya antigua, pero no por ellomenos acertada, afirmacin de Gustav Landauercuandodeclaraba que la anarqua no es una cuestin del futurosino del presente.

    Obviamente, los nuevos colectivos libertarios notienen por qu presentar todas las caractersticas quehe mencionado. Sin embargo, all donde nace uno deesos colectivos, esas caractersticas, o bien aparecen deinmediato, en todo o en parte, o bien no tardan muchotiempo en hacerlo.

    El hecho de que, de forma aparentemente espon-tnea e inconexa, sin directrices, ni planificacin, niconsignas,esos colectivos presenten finalmente tantosrasgos comunes, indica probablemente que son las ac-tuales condiciones de vida, y los actuales dispositivos dedominacin, los que suscitan, por reaccin, su aparicin.

    Ya lo he dicho antes, es obvio que el actual resurgirdel anarquismo no es casual, como tampoco es casual la

    forma que toma ese resurgir. Sin duda, los factores in-volucrados en ese acontecer son mltiples, y ciertamen-te, como tambin lo mencionaba, un elemento decisivoreside en la exacta contraposicin entre sus propias ca-ractersticas y los rasgos ms lesivos del sistema.

    Aun as, destacar dos factoresque desempean unimportante papel en ese resurgir.

    El primero, que es de tipo socio tcnico, y que con-siste en la expansin de las Nuevas Tecnologas de la In-

    formacin y de la Comunicacin,merecera un desarrolloextenso, pero me limitar aqu a recordar que, al lado desusinnegables efectos liberticidas, esas tecnologasposi-bilitan una serie de fenmenos sociales que prescindende estructuras jerarquizadas, y que favorecen los proce-sos de auto organizacin.

    As mismo, esas tecnologas han propiciado una co-municacin instantnea y fluida de todas hacia todasen grupos reducidos o en extensas redes, que facilitanotablemente la realizacin de actividades conjuntasespecialmente en pequeos grupos, dotando de unaamplsima autonoma tanto sus decisiones como susacciones.

    El segundo factor remite a una de las caractersti-cas ms llamativa de los tiempos presentes, como es laexpansiva y continua proliferacin de los dispositivos de

    poder por todo el tejido social.

    Una caracterstica que, lamentablemente, solo pue-de ir acentundose con el paso del tiempo,si no conse-guimos torcer el rumbo del sistema.

    En efecto, salta a la vista que el poder opera en lasociedad contempornea con una precisin quirrgicacada vez ms fina, accediendo a los ms nfimos deta-lles de nuestra existencia, al tiempo que incrementa, quemultiplica, los mbitos en los que interviene, y al tiem-po que diversifica sus procedimientos de intervencin

    Y todo ello simultneamente.

    No resulta, pues, nada sorprendente que la toma deconciencia poltica se origine, cada vez ms, en la expe-riencia del control ejercido sobre nuestra vida cotidiana

    y en la percepcin de que es nuestra existencia enterala que se encuentra atrapada en las multifacticas redesdel poder.

    Se entiende por lo tanto perfectamente que, en laactualidad, la hostilidad frente al poder, y el deseo decombatirlo, se amplifiquen considerablemente en algu-nos sectores de la poblacin, creando un caldo de cul-tivo que se revela especialmente frtil para el desarrollodel anarquismo.

    En efecto, si partimos de que esa orienta-cin consiste, fundamentalmente, en una volun-tad de crtica, de confrontacin y de subversinde los dispositivos de dominacin en todos los

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    Anarquismo en la actualidad

    campos, parece lgico que suimportancia poltica, y suactualidad, vayan creciendo a medida que aumenta laimportancia y la sofisticacin de las relaciones de poderen la vida cotidiana, y en el conjunto de la sociedad.

    Bien, volviendo ahora a las caractersticas del actualmovimiento anarquista, es obvio que ese movimientoes variopintoy que se presenta como un conjunto inco-nexo, fragmentado, polimorfo, inestable y fluido.

    Podemos celebrarlo o lamentarlo, pero est claro queesa fragmentacin y esa inestable fluidez se correspon-den bastante bien, encajan bastante bien, con las carac-tersticas de la realidad en la que este se inserta, y conla naturaleza de los dispositivos de poder a los que seenfrenta. Y es, precisamente, porque encaja en la reali-dad actual, y porque lucha contra las formas que adoptala dominacin en el periodo actual, por lo cual el actualmovimiento anarquista arraiga y se expande como loest haciendo.

    Las redes que surgen de forma autnoma, que seauto organizan, que se hacen y se deshacen en funcinde las exigencias del momento, constituyen probable-mente la forma organizativa que prevalecer en el futu-ro, y que ya muestra su eficacia en el momento actual.

    Est claro que los elementos que empiezan a ver-tebrar nuestro entorno tambin posibilitan una nuevaorganizacin de los espacios de la disidencia, y todo in-dica que la realidad actual, que se est volviendo, literal-

    mente, movediza y liquida, exige modelos organiza-tivos mucho ms flexibles, ms fluidos, orientados porsimples propsitos de coordinacin para realizar tareasconcretas y especficas.

    La tentacin de romper esa fluidez que dibuja unamodalidad organizativa reticular y viral, conducira,muy probablemente, al movimiento anarquista haciauna nueva eclipse.

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    Entiendo perfectamente que ese carcter variopin-to y fragmentado pueda crear cierto desasosiego entrequienes achacan a esa dispersin y a esa fragmentacinla dificultad para dotar el anarquismo con una mayorcapacidad de incidencia.

    Desde hace algn tiempo la exigencia de un anar-

    quismo organizado est siendo sistemticamente pro-pagada en los medios libertarios. Sin embargo, no existeen realidad un anarquismo organizado, por un lado, yotro, que no lo sea, por otro lado. Es obvio que siemprehay que organizarse,y que el desarrollo de cualquier ac-tividad colectivaloexige, aunque solo sea para realizarun debate.

    Por lo tanto, la cuestin no es si hay que organizarseo no, la cuestin es cmo organizarse?Y la respuesta esque, para saber cmo organizarnos, hay que saber para

    qu nos queremos organizar?Eso es lo que condicionay lo que determinala forma organiza-tiva que convieneadoptar.

    Frente al mo-delo tradicional,basado en ampliasperspectivas estra-tgicas, que pugnapor construir or-ganizaciones tangrandes, tan du-raderas, y tan po-tentes como seaposible, afn desostener enfrenta-mientos globales,

    y aguantar pro-longadas guerras

    de trincheras, elnuevo imagina-rio sustituye losplanteamientosestratgicos porperspectivas sim-plemente tcticas,y se decanta msbien por la fluidezde una guerra de

    guerrillas, donde las pesadas y grandes organizacionesconstituyen generalmente un lastre en lugar de unaayuda.

    Aunque pienso que el modelo tradicional encajabastante mal con las actuales condiciones sociales, y,peor an, con las que nos deparar el inmediato futuro

    es cierto que ambas modalidades presentan, cada unade ellas, luces y sombras.

    De hecho, mi convencimiento es que la cuestin dela organizacin debe ser repensada y resignificada, alestilo de lo que ha ocurrido con el concepto de revo-lucin. No para propugnar la ausencia, o la inutilidad,de la organizacin, ya lo he dicho, sino para renovar suconcepto, sus formas y sus prcticas.

    Ahora bien, si queremos avanzar en esa tarea, y ex-

    plorar cual es la forma de organizacin ms adecuadaal momento ac-tual de las luchas,

    y a las caracters-ticas del terrenoen el que estas seinsertan, hay quedejar de alimen-tar la engaosailusin de que lasdificultades quepadecen las luchasactuales se deben,principalmente, ala ausencia de unagran organizacinlibertaria, y queesas dificultadesdesaparecern tanpronto como esaorganizacin vea

    la luz.

    Me queda-ra mucho mstranquilo si losesfuerzos de quie-nes anhelan unagran organizacinanarquista se diri-giesen a desarro-

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    Anarquismo en la actualidad

    llarla, a construirla, ganando nuevos espacios y nuevamilitancia, en lugar de echar mano de lo ya existente,del anarquismo actualmente activo, para reestructurar-lo, con el posible riesgo de entorpecer, o incluso de des-truir, ese anarquismo que ha proliferado sin necesitarpara nada una fuerte organizacin al estilo clsico.

    He dedicado, quizs, un tiempo excesivo a la cues-tin de la organizacin, pero es que ese tema, que vaacompaado, a veces, de la exhortacin a potenciar unpoder popular,y a empoderar al pueblo, me hace temerque volvamos a caer en viejos errores que la efervescenteexplosin libertaria de los aos sesenta pareca haberayudado a superar.

    As que ah lo dejo, y ya para ir concluyendo, quisieracentrarme durante unos pocos minutos sobre esa ideade que el anarquismo es movimiento,y quiero hacerlo

    porque otra de las razones de su actual resurgir es que, adiferencia de otras corrientes, este ha sabido renovarse,por lo menos en parte.

    En la medida en que el tejido social es un objetosocio histrico, lo lgico es que este cambie, que semueva, y que se vayan dibujando, por lo tanto, nuevascondiciones, nuevos escenarios, que exigen, a su vez,nuevas maneras de afrontarlos.

    La sociedad se mueve, eso es incuestionable, y esemismo movimiento hace que los elementos que la com-ponen tengan que moverse a su vez para no quedar des-fasados, y para no perder toda su vigencia, hasta conver-tirse finalmente en meros objetos de museo.

    El anarquismo no deroga, en absoluto, a esa regla,l tambin debe moverse si pretende seguir desem-peando un papel que no sea, simplemente, el de ocu-par un lugar en el venerable bal de los recuerdos. Ladisyuntiva entre cambiar, o bien periclitar, es propia de

    todoslos objetos sociales, incluido el anarquismo.

    Sin embargo, en su caso hay un factor aadido quetorna an ms acuciante esa exigencia de transforma-cin, y es que, por razones de principio, y no por el solohecho de ser un fenmeno social, el anarquismo se hallaen la estricta imposibilidad de no ser cambiante, lo repito:la estricta imposibilidad de no ser cambiante.

    Intentar dar cuenta, muy rpidamente, de las razo-nes de esa imposibilidad.

    Est claro que, en tanto que se trata de elaboracionesintelectivas, las ideas, una vez que han sido articuladas

    y enunciadas pueden permanecerpara siempre, almace-nadas en el patrimonio cultural de la humanidad bajola forma misma en la que fueron formuladas, aunquepueda variar su lectura.

    Sin embargo, la accin,las prcticas, requieren un de-terminado contexto donde poder desplegarse. Se sitanen el terreno de lo concreto, y el lugar en el que se plas-man es en el seno del tejido social realmente existenteUn tejido social que, repito, es necesariamente cam-biante en el transcurso del tiempo histrico.

    Si nos fijamos, resulta, pues, que las ideaspuedeneventualmente, permanecer en su expresin originalpero que, por su parte, la accinest compelida a cam-biar cuando cambia el medio concreto en el que esta

    se inserta.

    Se trata de un principio general que resulta bastantefcil de entender, pero, qu pasa cuando la idea y laaccin se fusionan en un todo indisoluble, en un todo in-desligable? Qu ocurre cuando la idea tiene tanto unorigencomo un valorprctico, cuando la idea nacede laaccin y reviertesobre la accin, realizando esapeculiarsimbiosis entreteora y prctica que es propia y distintivadel anarquismo, como lo proclamaron con insistenciatanto Proudhon como Bakunin, entre otros?

    Pues, sencillamente, lo que ocurre cuando aconteceesa fusin, es que la ideayano puede permanecer inm-

    vil, fija y esttica, porque una parte de lo que la consti-tuye, es decir, una parte de ella misma, (que no es otra quela prctica) cambia necesariamente.

    Eso significa, simplemente, pero inevitablementeque el anarquismo es intrnsecamente cambiante, que semueve porque el movimiento est inscrito en su propia

    forma de ser, y eso es as a partir del instante en que esaforma de ser se configura en base a la fusin, a la sim-biosis, entre la idea y la accin.

    Una de las consecuencias que se desprenden de esehecho es que, por lo tanto, no se puede inmovilizar eanarquismo sin destruirlo.

    Y, otra consecuencia es que no puede haber anar-quismo que seapuramente contemplativo o terico.Estedebe estar, necesariamente, inmerso en las prcticas que lo

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    configuran,y que no son otras, en buena medida, que lasque se desarrollan en las luchas contra la dominacin.

    Si el anarquismo no cambia, entonces se extingue,porque al no cambiar tambin deja de poder lucharcontra unos dispositivos de dominacin que al ser, ellosmismos, histricamente cambiantes exigen que cambie

    aquello que les resiste y que se les opone.No nos engaemos, la nica posibilidad de mante-

    nerlo inmutable,fijo e inalterado, consistira en escindirla idea y la accin, en apartarlo de las cambiantes lu-chas contra la dominacin. Pero entonces, tambin sele apartara de su propia razn de ser, y, por lo tanto,dejara de ser anarquismo.

    Esa es la insalvable apora de la inmutabilidad delanarquismo,y esa es la tremenda contradiccin en la que

    caen quienes se esfuerzan por mantenerlo inalterado.

    Quisiera concluirahora en un tono ms mesuradoque el que he mantenido hasta aqu.

    En primer lugar, cuidado, relativicemos, no estoy deltodo loco ni estoy delirando. Cuando hablo de un po-tente resurgir, tan solo lo hago en referencia a la psi-ma situacin del anarquismo en pocas recientes, pero,obviamente, no se pueden echar las campanas al vuelo,ese resurgir solo se manifiesta en una parte totalmenteinsignificante de una poblacin que pesa muy poco allado de los ms de 7 000 millones de seres humanos quehabitamos el planeta.

    En segundo lugar, contra la tentacin de glosar enexceso las virtudes del anarquismo me gustara retomaraqu, muy rpidamente, lo que ya escrib hace tiempo.

    Deca entonces:

    Debemos admitir que nada resulta ms sencillo quecuestionar la coherencia racional del anarquismo y evi-denciar sus deficiencias.

    Ahora bien, preguntaba, Eso nos debera entriste-cer?, y contestaba:

    S!, Claro!, Sin ninguna duda, eso nos deberaentristecer si participamos de esa voluntad depoder que se oculta en el deseo de disponer deun sistema de pensamiento sin fallos, garantizado

    contra toda crtica, acerado como una espada dia-lctica, y robusto como un escudo que nos preser-

    vara de cualquier incertidumbre.No!, Por supuesto! no nos debera entriste-

    cer lo ms mnimo, si admitimos, de una vezpor todas, que el anarquismo es borroso, insegurosiempre provisional, tensado por contradicciones

    ms o menos obvias, mudo sobre un conjunto decuestiones importantes, plagado de afirmacioneserrneas, anclado en gran nmero de esquemastrasnochados, impregnado de toda la fragilidad yde toda la riqueza de lo que no pretende sobrepa-sar la simple finitud humana.

    Reconocer la extrema fragilidad del anarquis-mo es demostrar quiz una mayor sensibilidadanarquista que empearse en negarla o que admi-tirla a regaadientes. Es, precisamente porque esimperfecto por lo que el anarquismo se sita a laaltura de lo que pretende ser. Pero alegrarse de sufragilidad no conlleva, en absoluto, una invitacina la mera complacencia. El anarquismo no se si-tuara tampoco a la altura de lo que pretende sersi no dirigiese hacia s mismo la ms implacable

    y la ms irreverente de las miradas crticas, unamirada crtica que resulta del todo indispensablepara propiciar su necesaria transformacin.

    Compaeras y compaeros, ciertamente, el anarquis-mo es intrnsecamente cambiante, pero, no lo dudis, lanica forma de que no obstaculicemos su transformacinconsiste en cultivar y en ejercer esa implacable miradacrtica.

    En ello radica la imprescindible condicin para quese siga manteniendo la actualidad del anarquismo, o, loque es lo mismo, su vigencia en la actualidad,y para queel patito feosigasembrando rebeldas.

    Notas1El presente texto fue presentado en una Charla/Debate conCarlos Taibo en FL de Barcelona el 8 de mayo de 2015. Publicadocon permiso del autor.

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    Los ltimos aos han sido testigos del crecimientodel anarquismo en muchas partes del mundo. Sinembargo, an hay quienes se preguntan Qu quierenlos anarquistas? Qu es el anarquismo? Si eres una de

    esas personas este artculo puede interesarte.

    Son muchos los prejuicios que hay hacia la anarquay hacia quienes se reclaman anarquistas. Comnmenteson prejuicios aprendidos y repetidos incesantementesin anlisis propio, cuya fuente inicial es, por lo comn,algn organismo estatal al que no conviene que se co-nozca el anarquismo.

    Sin embargo, comprender el anarquismo no es tan

    difcil; podemos resumir las aspiraciones anarquistasde forma bastante sencilla:

    1.- Abolicin de la propiedad privada, de manera quenadie pueda amontonar riquezas generando con elloun mar de miseria a su entorno. A cambio de trabajar,todo elemento productivo de la sociedad tiene derechoa satisfacer sus necesidades de vestido, comida, calza-do, etc. Quedan exentos del trabajo las personas quepor impedimentos fsicos no puedan trabajar, as comoenfermos, nios y ancianos. Al abolir la propiedad pri-

    vada (fuente de toda la injusticia social) nadie pierdenada, al contrario: todo es propiedad de todos, y todosson dueos de la riqueza social que nadie puede apro-piarse, sino que se utiliza para el mayor bienestar de lasociedad en su conjunto.

    2.- Eliminacin del gobierno, de manera que todo elcmulo de parsitos polticos que no tienen ms finque asegurar el disfrute de la riqueza a una minoraparasitaria (ricos) desaparezca para, por primera vez

    en su vida, trabajar en algo productivo. La eliminacindel gobierno significa que cada regin del pas, y cadadelegacin tienen total libertad para organizar la vida(necesidades, trabajos, etc.) de acuerdo a lo que el pue-

    blo entero decida, sin jefes ni dirigente alguno.

    3.- Socializacin de los medios de produccin, demanera que toda persona en condicin fsica de tra-bajar pueda realizarlo sin tener que obedecer a ningnpatrn chupasangre, teniendo las mejores herramientasde trabajo (al ser todo de todos es posible esto) y or-ganizando directamente entre los trabajadores de cadacampo, fbrica o taller, la jornada laboral de acuerdoa las necesidades directas del pueblo. La socializacin

    de los medios de produccin significa que la tierra ylos beneficios de la misma son de quienes lo trabajen;que las fbricas pertenecen a los obreros, que las ha-cen funcionar de acuerdo a las necesidades del pueblo

    y determinan, campesinos y obreros (en el campo y laciudad), sus horarios de trabajo y formas de realizarlo.

    4.- Eliminacin del culto religioso, de manera quenuestros nios y nias no aprendan cosas basadas ensupersticiones o fantasas que hoy la ciencia demues-tra como falsas. otal libertad para que cada quien

    practique la religin que desee (o ninguna), pero sin laexistencia de Iglesia o institucin alguna que viva devender ilusiones. Al no poseer inteligencia suficientepara cuestionar la teologa, los nios son blancos f-ciles para las doctrinas supersticiosas; en una sociedadanarquista los nios y nias sern educados cientfica-mente, con una instruccin que demuestre cada cosaque afirma y se ensea.

    Lo que quieren los anarquistas

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    seguridad y defensa del territorio revolucionario dondela anarqua haya triunfado es responsabilidad de todo epueblo en armas.

    7.- Reestructuracin de la familia, de manera que re-sulte de ella el amor entre sus componentes. La familiaactual est conformada de manera piramidal. La familia

    reestructurada bajo la libertad no tendr estas caracte-rsticas, toda vez que al no haber distinciones entre sexoo edad no habr quien mande ni quien obedezca, serntodos y todas compaeros de vida, y nunca ms jefes denada.

    8.- Organizacin federalista, de manera que las di-ferentes regiones revolucionarias se organicen entreellas de la siguiente manera: por medio de acuerdosmutuamente consentidos y ejercidos por las comunas

    y regiones directamente involucradas. El federalismo

    actual solo organiza la esclavitud por medio de pactosen los que nunca se pide la opinin del pueblo ms quepara elegir a sus verdugos. El federalismo anarquista

    5.- Eliminacin de las diferencias sociales, de mane-ra que lo que hoy se practica todos los das en institu-ciones gubernamentales y por mentalidades caducas,sea solo un triste recuerdo. Hombres y mujeres, blan-cos, negros o amarillos, homosexuales, heterosexuales,etc., son seres equivalentes sin ningn privilegio sobrenadie. Los anarquistas, comprendiendo las diferencias

    fisiolgicas, consideran que nadie debe tener privilegiosni trato especial con respecto de las dems personas, perotampoco ningn tipo de discriminacin por su condicino preferencia sexual, racial o de gnero.

    Los nios y nias en una sociedad anarquista soneducados por igual, sin diferencias ni preferencias.

    6.- Eliminacin de las fuerzas armadas, de maneraque lo que hoy son bandas de sicarios al servicio delcapitalismo (es decir, de los verdugos de trabajadores)

    maana desaparezcan para que sus integrantes tomenla pala de albail, la llave mecnica o cualquier otra he-rramienta que produzca otra cosa que no sea muerte. La

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    Lo que quieren los anarquistas

    har que cada personacuente en la asambleade su comuna, luegola opinin de cada co-muna en las asambleasde regiones y estas a su

    vez en las asambleas

    ms amplias del pasentero, siendo de estaforma el individuoser siempre un puntoimportante y vital enla organizacin de lasociedad.

    9.- Respeto hacia lanaturaleza, de mane-ra que lo que hoy son

    industrias que arrasana su paso todo vestigiode vida animal y ve-getal, sean respetuosascon la madre naturale-za, fuente de todo pro-greso y vida.

    10.- Abolicin de lasleyes y judicatura, demanera que lo que hoyson cdigos que sola-mente legislan la esclavitud de los pobres sean elimina-dos. Eliminando la propiedad privada se elimina la acu-mulacin de riquezas y con ello los privilegios; sociali-zando los medios de produccin se elimina la pobreza;al eliminar los privilegios y la pobreza se eliminan lospilares principales en los que descansa el crimen, ha-ciendo con ello innecesarios los cuerpos policiales y le-

    yes que defienden al rico en contra del pobre.

    11.- Eliminacin de las fronteras y banderas, de ma-nera que lo que hoy sirve para dividir a las personas,maana sea eliminado para unir a toda la especie hu-mana sin distinciones de ningn tipo. Nada hay paraconsiderar a un trabajador de un pas distinto del deotro pas. Por encima de las fronteras y banderas nacio-nalistas, debe alzarse la solidaridad internacional, de-tractora de todas las divisiones generadas por interesescapitalistas que solo benefician a unos cuantos.

    Esto es en sntesis,amigos mos, lo quequeremos los anar-quistas. La elimina-cin del capitalismo,la expropiacin de losmedios de produccin,

    la socializacin de lariqueza, la eliminacincomo institucin delpolizonte, del militar

    y de cuanto cuerpo re-presivo existe, la aboli-cin del oscurantismoreligioso y la prcticade la ciencia en todoslos niveles educativos,consiguiendo con ello

    una sociedad racional,justa, humanitaria, li-bre, solidaria y frater-nal. Una nueva edadde oro para el gnerohumano.

    Quienes nos acha-can motes como cati-cos, violentos o desor-ganizados, son quienes

    estn interesados en se-guir hacindote esclavo de una u otra forma. No deseanla libertad, por ello hacen cuanto pueden para desviartedel camino revolucionario y anarquista que har que na-die hable por ti, sino que seas t mismo quien decida sudestino hermanado con tus semejantes. Al ser anarquistasrechazamos toda forma de gobierno sobre las personas;pero afirmamos al mismo tiempo que tampoco desea-mos ejercer nosotros ninguna forma de gobierno. Crceleternamente tirnica que ha sometido a los pueblos al

    despotismo de una casta burguesa que, sea republicana,fascistas o marxista, vive a costa de la pobreza del pueblo

    Cuando quieras saber lo que quieren los anarquistas,no preguntes jams al rico, al gobernante, al poltico, alcura o al patrn, pues nada bueno podrn decirte de quie-nes atacamos sus privilegios, injusticias y desigualdades.

    Salud y anarquismo.

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    Militar es obrar. Las palabras no interesan un ble-do, lo que se requiere son actos. Fcil es decirlo,sobre todo en los pases donde las fuerzas materialesdependen cada vez ms de las mquinas tcnicas y del

    desarrollo de las ciencias.

    Derrocar el zarismo implicaba la accin de decenasde miles de explotados y su movilizacin contra la atrozmquina represiva de la sociedad y el Estado ruso, con-sista en hacer que las masas tomaran conciencia de sufuerza irresistible ante la fragilidad del enemigo de cla-se; fragilidad que haba que hacer evidente, que habaque demostrar en el enfrentamiento.

    Para nosotros, en los pases ricos, las cosas suce-den de un modo totalmente distinto; no es tan seguroque tengamos que enfrentarnos a un tigre de papel. Elenemigo se ha infiltrado por todas partes, ha secretadouna inmensa interzona pequeoburguesa para atenuarlo ms posible los lmites de clase. La clase obrera mis-ma est profundamente infiltrada. No slo a travs delos sindicatos amarillos, de los partidos traidores, so-cialdemcratas o revisionistas sino infiltrada tambinpor el hecho de su participacin material e inconscienteenlos sistemas dominantes del capitalismo monopolista

    de Estado y el socialismo burocrtico. En primer lugar,una participacin material a escala planetaria: las clasesobreras de los pases econmicamente desarrolladosestn objetivamente implicadas, aunque slo fuera porla creciente diferencia de los niveles de vida relativos,en la explotacin internacional de los viejos pasescoloniales. Despus, una participacin inconsciente yde todo tipo de formas: los trabajadores reabsorben mso menos pasivamente los modelos sociales dominantes,las actitudes y los sistemas de valor mistificadores de

    la burguesa reprobacin del robo, de la pereza, dela enfermedad, etc. reproduciendo por su propiacuenta objetos institucionales alienantes tales comola familia conyugal y lo que sta implica de represin

    intrafamiliar entre los sexos y los niveles de edad, o biensu apego a la patria con su inevitable resabio de racismo(sin hablar del regionalismo o de los particularismosde todo tipo: profesionales, sindicales, deportivosetc., y de todas las dems barreras imaginarias que selevantan artificialmente entre los trabajadores, como esparticularmente observable con la organizacin, a granescala, del mercado de la competencia deportiva).

    Desde su ms temprana edad, y aunque slo fuera

    en razn de que aprenden a leerlo en el rostro de suspadres, las victimas del capitalismo y del socialismoburocrtico estn atormentadas por una angustia y unaculpabilidad inconscientes que constituyen uno de losengranajes esenciales para el buen funcionamiento desistema de autosujetamiento de los individuos a la pro-duccin. El poli y el juez internos son tal vez an mseficaces que aquellos de los ministerios del Interior y de

    Justicia. La obtencin de este resultado descansa en eldesarrollo de un antagonismo reforzado entre un ideaimaginario, que se inculca a travs de sugestin colec-

    tiva a los individuos, y una realidad totalmente distintaque los espera en la esquina. La sugestin audiovisuay los mass media hacen milagros! Se obtiene as unavalorizacin furiosa de un mundo imaginario maternay familiar intercortado de valores pretendidamente viri-les, que tienden a la negacin y el rebajamiento del sexofemenino y, con ello mismo, a la promocin de un idealde amor mtico, de una magia del confort y la salud queoculta una negacin de la finitud de la muerte; a final decuentas, todo un sistema de demanda que perpeta la

    Todos somos grupsculos1

    F G

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    dependencia inconsciente respecto del sistema de pro-duccin, lo que constituye la tcnica del incentivo.

    El resultado de este trabajo es la produccin en seriede un individuo que estar igualmente mal preparadopara afrontar las pruebas importantes de su vida. endrque enfrentar la realidad completamente desamparado,

    solo, sin recursos, obstaculizado por toda esa moral yese ideal estpido que se le ha endilgado y del que nopuede deshacerse. Ha sido, de algn modo, fragilizado,

    vulnerabilizado, ya est maduro para aferrarse a todaslas repugnancias institucionales que le han tendido paraacogerlo: la escuela, la jerarqua, el ejrcito, el aprendi-zaje de la fidelidad, de la sumisin, la modestia, el gustopor el trabajo, la familia, la patria, el sindicato, y aqume detengo Ahora, toda su vida quedar carcomidaen uno u otro grado por la incertidumbre de su con-dicin con respecto de los procesos de produccin, dedistribucin y consumo, por la preocupacin de su lugaren la sociedad y del lugar de sus semejantes. Cualquiercosa se le constituir como un problema: un nuevo na-cimiento, o eso no va bien en la escuela, o bien losmayores se aburren y molestan, las enfermedades, loscasamientos, la vivienda, las vacaciones, todo est sujetoa llenarse de mierda.

    Entonces se vuelve inevitable un mnimo de ascensopor los escalones de la pirmide de las relaciones de pro-

    duccin. No hay necesidad de hacer un dibujo ni de daruna leccin. A diferencia de los trabajadores jvenes, losmilitantes de extraccin estudiantil que van a trabajar auna fbrica estn seguros de encontrar algo si se hacenechar; quiranlo o no, no pueden escapar a la potenciali-dad que los marca con una insercin jerrquica que po-dra ser mucho mejor. La verdad de los trabajadores esuna dependencia de hecho y cuasi absoluta en relacin ala mquina de produccin; es el aplastamiento del deseo,dejando a un lado sus formas residuales y normalizadas,el deseo bien pensante o bien militante; o es el refugio en

    una droga u otra, a menos que se caiga en la locura o enel suicido! Quin establecer el porcentaje de acciden-tes de trabajo que, en realidad, no son ms que suicidiosinconscientes?

    El capitalismo puede arreglar siempre las cosas, em-parcharlas localmente, pero en conjunto y en lo esencial

    va cada vez ms de mal en peor. Dentro de veinte aosgran parte de nosotros tendr veinte aos ms, pero lahumanidad se habr casi duplicado. Si los clculos de

    los expertos se revelan exactos, la tierra alcanzar ha-cia 1990 cinco mil millones de habitante. Esto tendrque plantear en el camino algunos problemas suple-mentarios! Y como nada ni nadie est en condicionesde prever ni organizar nada para acoger a estos recinllegados aparte de algunos extravagantes en los orga-nismos internacionales, que no han solucionado un solo

    problema poltico importante desde su creacin haceveinticinco aos podemos imaginar que seguramenteocurrirn muchas cosas en los aos que vienen. Cosasde todos los colores, verdes e inmaduras, revolucionespero tambin con toda seguridad, asquerosidades deestilo del fascismo y compaa. Entonces qu hay quehacer?, esperar a que lleguen?, pasar a la accin? Deacuerdo, pero dnde, quin, cmo? Eligiendo al azarPero la cosa no es tan sencilla, la respuesta a muchaspreocupaciones est prevista, organizada, calculada porlas mquinas de los poderes de Estado. Estoy persuadi-do de que todas las variantes posibles de otro mayo de1968 ya han sido programadas por IBM. Quiz no enFrancia, porque estn muy golpeados y, al mismo tiem-po, tienen la lamentable experiencia de saber que estetipo de estupideces no constituye una garanta y porqueno se ha encontrado an nada serio para reemplazar losejrcitos de policas y burcratas. De cualquier modo

    ya es tiempo de que los revolucionarios reexaminensus programas, pues hay varios de ellos que empiezanseriamente a ser anticuados! Ya es hora de abandonar

    todo triunfalismo que se habra de escribir con unguin en medio para percatarse de que no solamentese est con la mierda hasta el cuello, sino que la mierdapenetra a cada uno de nosotros mismos, cada una denuestras organizaciones.

    La lucha de clases ya no pasa simplemente por unfrente delimitado entre los proletarios y los burgue-ses, fcilmente localizable en las ciudades y aldeasest igualmente inscrita en muchsimos estigmas sobrela piel y la vida de los explotados, mediante las mar-

    cas de autoridad, de rango, de nivel de vida; es precisodescifrarla a partir del vocabulario de unos y otros, sumodo de hablar, la marca de sus coches, la moda de sus

    vestimentas, etc. Jams se termina! La lucha de clasesha contaminado como un virus la actitud del docentecon sus alumnos, la de los padres con sus hijos, la demdico con sus enfermos; ha ganado el interior de cadauno de nosotros con su yo, con el ideal destanding quecreemos es deber darnos a nosotros mismos. Ya es tiem-po de organizarse en todos los niveles para hacer fren-

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    te a esta lucha de clases generalizada. Ya es tiempo deelaborar una estrategia para cada uno de estos niveles,pues son niveles que se condicionan mutuamente. Dequ servira, por ejemplo, proponer a las masas un pro-grama de revolucionarizacin antiautoritaria contra loslidersillos y compaa, si los militantes mismos siguensiendo portadores de virus burocrticos sobreactiva-

    dos, si se comportan con los militantes de los demsgrupos, dentro de su propio grupo, con sus allegados obien cada uno por s mismo, como perfectos cabrones,perfectos catlicos. Para qu afirmar la legitimidad delas aspiraciones de las masas si se niega el deseo donde-quiera que ste intenta salir a la superficie en la realidadcotidiana. Los fines polticos pertenecen a gente des-carnada. Piensan que se puede, que deben ahorrar todotipo de preocupaciones en este mbito para movilizartoda su energa contra objetivos polticos generales. Esun error! Porque, en ausencia del deseo, la energa se

    disfraza bajo la forma de sntoma, de inhibicin y deangustia. Y sin embargo, desde hace mucho tiempo nohan faltado ocasiones para darse cuenta por s mismosde estas cosas.

    La puesta en accin de una energa susceptiblede modificar las relaciones de fuerza no cae del cielo,no nace espontneamente del programa justo o de lapura cientificidad de la teora. Est determinada por latransformacin de una energa biolgica la libidoen objetivos de lucha social. Siempre es demasiado fcilreferirlo todo a las famosas contradicciones principa-les. Esto es muy abstracto. Es incluso un mecanismo dedefensa, un truco que ayuda a desarrollar fantasmas degrupo, estructuras de desconocimiento, un truco de bu-rcrata; escudar-se siempre de-trs de algo quesiempre est de-trs, siempre enotra parte, cada

    vez ms impor-tante y nuncaal alcance de laintervencin in-mediata de losinteresados; esel principio dela causa justaque sirve para

    valorar todas las

    pequeas estupideces, la perversin burocrtica de pocamonta, el sencillo placer que se experimenta en impo-ner por la buena causa tipos que te harn cagarobligar a acciones puramente simblicas y sacrificadasde las que todo el mundo se re sin importarle nada,comenzando por las masas mismas. Se trata de unaforma de satisfaccin sexual desviada de sus fines acos-

    tumbrados. Este tipo de perversiones no tendra casiimportancia si se refiriera a otro objeto que no fuera larevolucin, sin embargo, tampoco esto falta! Lo fasti-dioso es que estos monmanos de la direccin revolu-cionaria consiguen, con la complicidad inconsciente dela base, hundir la carga militante en impasses particu-laristas. Es mi grupo, es mi tendencia, es mida a danosotros tenemos razn, cada uno tiene su lnea, existenante otra lnea, constituyen una pequea identidadcolectiva encarnada en su lder local En mayo de1968 no se tuvieron en cuenta todas esas estupideces

    En realidad, todo anduvo ms o menos bien hasta elmomento en que los portavoces de este o aquel grupolograron levantar la cabeza. Como si la palabra tuvieranecesidad de ser transportada. Ella se mueve bien sola

    y a una velocidad enloquecida en el seno de las masascuando es verdadera. El trabajo de los revolucionariosno es el de transportar la palabra, de mandar a decirlas cosas, transferir modelos o imgenes; su trabajo esdecir la verdad justo donde estn, sin ms ni menos,sin agregar nada, sin trampearla. Cmo reconocer estetrabajo de la verdad? Es muy sencillo, hay un trucoinfalible: la verdad revolucionaria existe cuando nadapuede ensuciarnos, cuando tenemos ansias de saber dequ se trata, cuando ya no existe el miedo, cuando nos

    vuelven las fuerzas, cuando se est dispuesto a arremeter

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    hasta el fondo, sin importarnos lo que ocurra, incluidoel riesgo de reventar. A la verdad se la vio actuar enmayo de 1968: todo el mundo la comprenda sindificultad. La verdad no es la teora, ni la organizacin.Es despus de haber surgido la verdad cuando la teora

    y la organizacin podrn sacarse toda su mierda. stasterminan siempre por reencontrar y recuperar las cosas,

    con riesgo de deformarlas y de mentir. La autocrticahay que hacerla siempre a la teora y a la organizacin,pero nunca al deseo.

    Lo que ahora est en cuestin es el trabajo de la ver-dad y del deseo dondequiera que las cosas se enganchan,se inhiben, se hunden. Los grupsculos de hecho y dederecho, las comunas, las bandas, y todo lo que se quieraen el izquierdismo, tienen que librar un trabajo analticosobre s mismos tanto como un trabajo poltico en el ex-terior. Si no, corren el peligro de hundirse en esa especie

    de locura de la hegemona, esa mana de grandeza quehace que algunos sueen con reconstruir el partido deMaurice Torez o el de Lenin, de Stalin o de rotski,todos tan asquerosos y desactualizados como Jesucris-to o De Gaulle, o cualquiera de esos desconocidos quenunca terminan por reventar. Cada uno con su peque-o congreso anual, su pequeo Comit Central, su granPolitbur, su Secretara y su Secretara general, sus mi-litantes de carrera larga con antigedad, y en la versintrotskista, todo multiplicado a escala internacional (con-gresos mundiales, comit ejecutivo internacional, etc.).

    Por qu los grupsculos, en lugar de devorarse unosa otros, no se multiplican hasta el infinito? A cadaquien su grupsculo! En cada fbrica, en cada calle, encada escuela. Por fin el reino de los comits de base!Pero grupsculos que aceptaran ser lo que son justoen donde estn. Y, de ser posible, una multiplicidadde grupsculos que sustituyeran a las instituciones dela burguesa: la familia, la escuela, el sindicato, el clubdeportivo, etc. Grupsculos que no temieran, adems

    de sus objetivos de lucha revolucionaria, organizarsepara la supervivencia material y moral de cada uno desus miembros y todos los despistados que los rodean

    Entonces, la anarqua, vaya! Nada de coordina-cin, nada de centralizacin, nada de estado mayorAl contrario! Fijmonos en el movimiento de los

    Weathermen en los Estados Unidos, estn organiza-dos en tribus, en bandas, etc., pero esto no les impidecoordinarse y bastante bien.

    Qu es lo que cambia si la cuestin de lacoordinacin, antes que a los individuos, se planteapara los grupos de base, para las familias artificialespara las comunas? El individuo, tal como hasido moldeado por la mquina social dominante, esdemasiado frgil, est muy expuesto a las sugestionesde cualquier naturaleza: droga, miedo, familia, etc

    En un grupo de base puede esperarse recuperar unmnimo de identidad colectiva, pero sin megalomanacon un sistema de control al alcance de la mano; deeste modo el deseo en cuestin pueda tal vez hacer

    valer mucho ms su palabra, o bien podr respetar suscompromisos militantes. Lo que hace falta, en primerlugar, es acabar con el respeto a la vida privada: ste esel comienzo y el fin de la alienacin social. Un grupoanaltico, una unidad de subversin deseante, no tiene

    ya vida privada: est vuelto a la vez hacia el interiory hacia el exterior, hacia su contingencia, su finitud, y

    hacia sus objetivos de lucha. El movimiento revolucio-nario tiene por tanto que construirse una nueva formade subjetividad, que no descanse ya en el individuo yen la familia conyugal. La subversin de los modelosabstractos secretados por el capitalismo y que perma-necen respaldados, hasta ahora, por la mayora de lostericos, es una condicin previa indispensable para lareinversin de la lucha revolucionaria por parte de lasmasas.

    Por el momento es de poca utilidad hacer planes so-bre lo que habra de ser la sociedad de maana, la pro-duccin, el Estado o no Estado, el partido o no partidola familia o no familia, cuando en verdad no hay nadaque pueda servir de soporte de la enunciacin de algoque est por encima. Los enunciados continuarn flo-tando en el vaco, indecidibles, mientras que los agentecolectivos de enunciacinno sean capaces de explorar lascosas en la realidad, mientras que no dispongamos deningn medio que nos aleje de la ideologa dominanteque se nos mete por la piel, que habla de s misma

    en nosotros mismos, que, a nuestro pesar, nos lleva acometer las peores suciedades, las peores repeticiones, ytiende a hacer que siempre caigamos derrotados sobrelos mismos caminos ya trillados.

    Notas1Texto contenido en: Guattari Flix (1976). Psicoanlisis y transversalidad(317-323). Buenos Aires: Siglo XXI.

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    Verbo Libertario Nm. 6 junio-septiembre 2015 Crtica anarquista de la cotidianidad

    Tesis para desafiarnos en una deriva autogestiva

    M S V

    La autogestin tiene el merito de haber existido enestado de esbozo, de proyecto racional o de movi-

    miento revolucionarioRen Lourau

    Cmo podemos situarnos desde el anarquismo enla vida cotidiana. Y esto cmo logra convertirse enformas de organizacin y prcticas polticas que esbocen

    proyectos de autogestin colectivas y encarnadas terri-torialmente. Cmo rompemos con la prisin del pensa-miento y de la prctica anarquista en el presente, dondeprima la repeticin y la inmovilidad. Cmo logramos

    ser consecuentes con lo que recupera Christian Ferrercuando nos recuerda que el anarquismo no constituyun modo de pensar la sociedad de la dominacin sinouna forma de existencia contra la dominacin (2006: 19)Cmo evitar caer en el fetiche de la ideologa anarquistaconvertida en vanguardismo y encubierta con una retorica

    del radicalismo o de un es-tilo de vida individualista

    A diferencia de otrosmovimientos que dicen

    que debemos esperar hastaun supuesto triunfo paracambiar las condicionesde existencia mientras si-guen reproduciendo en lapoltica y la organizacinlas relaciones jerrquicas ycoercitivas contra las quedicen luchar; que llaman adejar para un futuro la abo-licin del patriarcado y el

    colonialismo, del desprecioy el racismo, del autorita-rismo y el protagonismo,es vital una ruptura contoda fe en el progreso, ascomo poner en prcticaen el mismo instante delucha, en cada proceso deauto-organizacin y encada proyecto, las prcticasque tratan de hacer emer-

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    ger, en el aqu y ahora, otras condiciones de existencia,

    otra sociabilidad. La revolucin social es una pluralidadde actos de rebelin, donde cada accin revolucionariaes cualquier accin colectiva que rechace, y por tantoconfronte, cualquier forma de poder o dominacin y alhacerlo, reconstituya las relaciones sociales bajo esa nue-

    va perspectiva [] dentro de la colectividad (Graeber,2011: 55).

    En un esfuerzo donde la apuesta est por vivir en elahora de la lucha bajo otros modos, desde otras relacio-nes sociales, es pertinente recordar palabras como las

    de Piotr Kropotkin cuando nos dice que aquello que seconstruya producto de la resistencia en el da a da, tieneque valer la pena defenderse, tambin, en el da a da; noslo de los ataques del Estado y el capital, sino del peligropermanente de que vuelvan a reproducirse jerarquas osituaciones de explotacin y opresin.

    Kropotkin se asoma en el ahora, para increparnosla fe en el progreso y en el futuro con la que seguimoscargando. Y nos recuerda que las personas no vivensolamente de grandes ideales, elevados y elocuentes

    discursos [] para que la revolucin sea algo ms que

    una palabra [] es preciso que la conquista del da valgala pena de ser defendida, que el miserable de ayer no seahoy miserable (Kropotkin, 2001: 302-303). El sentidode este modo de pensar y actuar la revolucin social, notiene que ver con una cuestin utilitarista, es una rupturacon la pretensin de creer que la revolucin est en unfuturo, en algn lugar cercano o lejano; es una rupturacon las formas de pensar la revolucin como etapas ocomo un proceso transitorio, lo cual contiene una fe enel progreso encarnada, aunque se disfrace de una retoricade la vida cotidiana y de una idealizacin de lo pequeo

    Plantear la necesidad de que en la lucha diaria podamosya vivir de otra manera, conlleva la posibilidad de quees, tambin, en la resistencia que nos recreamos comopersonas, impulsamos un proceso de subjetivacin desdeotro imaginario, tratamos de obstruir nuestra miseria ca-pitalista, estatal, patriarcal y colonial. Dejamos de pensaren un aqu y ahora abstracto, le damos materialidad pueslo encarnamos en la vida, a travs de la organizacin, dela rebelda y de la construccin de lo colectivo.

    Tesis para desafiarnos en una deriva autogestiva

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    Verbo Libertario Nm. 6 junio-septiembre 2015

    No es posible pensar y construir una sociedad librey autogestionaria si no se destruye desde un principio ypermanentemente las jerarquas. No es posible pensar yactuar en el sentido de la emancipacin si no obstrui-mos la relaciones de mando-obediencia. Los leninistasarrepentidos maostas, trotskistas, etc. de toda ndole,como recurso retorico para evitarse una autocrtica ho-nesta, desarrollan un enredo economicista de la situacinexistente para justificar, basado en el supuesto modo comoest organizado el mercado en la globalizacin neoliberal,que ya no se puede aspirar a la toma del poder estatal,pues ya no depende de los Estado-nacin la forma comose instituye el mundo actual.

    En sus complejsimos anlisis obvian, como lo hanhecho siempre, una postura contra las jerarquas, de larelacin dirigentes-dirigidos, pues no lo ven siquieracomo problema, o al menos ocupa un lugar marginaldentro de sus crticas del capitalismo. La necesidadde un cuestionamiento del Estado y del esfuerzo porabolirlo no se corresponde slo al periodo neoliberal, esuna necesidad, desde que surge el Estado mismo, no esposible liberarnos de la dominacin si existe el Estadocomo relacin social, lo mismo que si se mantiene enpie el capitalismo, el patriarcado y el colonialismo. Cadauno se fortalece y depende de los dems, por tanto, paradestruir cualquiera de esas formas de dominacin tendrnque destruirse todas las dems.

    La creacin de un boceto de formas de hacer polticay organizacin en el sentido de la autogestin anarquistatiene como clave tres nociones-prcticas: la coherenciamedios-fines, la accin directa y la construccin de locolectivo. De lo que se trata es de que en el da a datengan la capacidad de actualizarse cada vez, de re-crearse permanentemente y de saberse mover desde elconflicto social, generando tensiones y obstrucciones enlas relaciones de dominacin. De esa manera es posibleplantearnos un proyecto abierto y multiforme. El cualde provocacin puede asomarse en la siguientes tesis,que aunque son generales, estn inspiradas en la propia

    experiencia de fracasos, frustraciones, en las tentativasen marcha y en las por-ser-hacer.

    1. La autogestin es una prctica revolucionaria. Noes una alternativa slo para sobrevivir dentro de estemundo capitalista. Es la negacin del capitalismo, esla obstruccin de toda relacin de dominio.

    2. No es una salida al trabajo asalariado. Es la abolicindel trabajo alienado y la puesta en marcha de un hacerldico, de la creacin social.

    3. La autogestin tiende a la generalizacin, a la inver-sin total de perspectiva. No se puede aprisionar enun proyecto individual para la subsistencia.

    4. La autogestin no es autocomplacencia narcisistaNo nos hace mejores que los dems.

    5. Si las prcticas autogestivas dejan de moverse o de-jan de orientarse hacia la integralidad de la vida, semueren, se frustran en la repeticin.

    6. La autogestin es incompatible con las jerarquas ycon la explotacin del trabajo de otros, con las formasde representacin y mediacin.

    7. La autogestin es un horizonte poltico-organizativoanticapitalista y antiestatal. No es el cooperativismoni puede ser una empresa con un dueo buena onda

    8. La autogestin es dar rienda suelta a la imaginaciny a la creatividad para hacer nacer un mundo nuevo

    9. Es hacernos responsables de nuestra propia vidade nuestras necesidades e intereses. Es negarnos aentregar nuestra capacidad de decidir sobre el rumbode la colectividad a unos jefes o a una abstraccin.

    10. La autogestin habita en la vida cotidiana, no debe-mos permitir que sea recuperada hacia la sociedad delespectculo, con acciones para adquirir protagonismo

    y prestigio revolucionario.

    11. Los proyectos de autogestin no pueden decaer enformas de propiedad privada o en acumulacin decapital.

    12. La autogestin requiere del apoyo mutuo, la libreiniciativa y el libre acuerdo. iende a imposibilitarla represin y la servidumbre.

    13. La autogestin es incompatible con la homogeni-zacin y la