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VERDAD, VIRTUD Y BELLEZA
El paraíso que tenemos como ideal es, como siempre he dicho, un mundo de perfecta Verdad,
Virtud y Belleza. Pero quisiera darles una explicación más clara.
Siguiendo el orden comenzaré por la Verdad. Naturalmente, ella es la expresión de la propia
verdad u la misma realidad auténtica, expresada correctamente, sin el mínimo error, impureza
y oscuridad.
A pesar de su desarrollo, hasta hoy la cultura ha confundido u considerado como verdadero
aquello que no lo era; por eso, muchos conceptos falsos eran estimados como ciertos. Pero
nadie lo percibió porque, desde luego, el nivel cultural era bajo.
Viendo el estado de la sociedad actual, podemos constatar que la mayoría de las personas están
forzadas a trabajar de la mañana a la noche para ganar el pan de cada día, y lo hacen sin ánimo,
ni alegría ni esperanza, tan sólo para mantenerse vivos. Aun cercadas por diferentes problemas:
las enfermedades, la subsistencia, la convivencia, las guerras, etc., ellas hablan con frecuencia
del progreso logrado por la civilización. Pero si examinamos con imparcialidad, la mayoría de la
gente, al igual que las bestias, riñen entre sí, disputan, se atropellan, se sofocan en un mar de
intranquilidad y desesperación, lo cual es la propia imagen del infierno.
Esto es exactamente, como dije antes, consecuencia de una cultura de pseudo verdad y los
intelectuales no se percatan de esto: creen que ésta es la verdadera civilización y hasta le rinden
homenajes y alabanzas, lo cual es, en realidad, un motivo de compasión.
Lo mismo sucede con la enfermedad. Precisamente, porque la medicina no se ajusta a la Verdad,
por doquier hay enfermos de tuberculosis, y otras tantas e incontables clases de dolencias. La
excusa para todo es que también en la antigüedad ya existían, pero habían permanecido
desconocidas, y ahora se han descubierto gracias al avance de las ciencias médicas. El
argumento es bueno, pero lo que deseamos nosotros es que disminuya su número y que
aumente la cantidad de personas saludables; eso es todo.
El temor que sienten los hombres por enfermarse es tremendo y por eso las autoridades
pertinentes y los especialistas se dedican con afán a evitarlas y se preocupan por la prevención.
Lo que resulta gracioso es la vacuna, ya que no cura, sino que reprime una enfermedad por un
tiempo. De este modo, la medicina es incapaz de diferenciar la curación radical de la represión
temporal. En realidad, aunque se supiera esta diferencia no habría remedio, pues desconocen
el verdadero método de curar; es más, no comprenden que la enfermedad es la expresión de
las Leyes Divinas que existe para incrementar la salud y así, sólo se disponen a sofocarla y con
esto creen haber logrado el progreso.
Para colmo de males, ignoran que el procedimiento que se emplea para refrenarlas constituye
su causa; por lo tanto, cuanto más se progresa, más aumenta el número de dolencias, y esto les
consta a todos. Observamos que cada vez son más numerosos los enfermos, y la declinación de
la capacidad física del hombre es un hecho real. Como consecuencia de ello se sufre de fatiga y
de insomnio, se pierde la perseverancia y la resistencia y no se puede hacer el menor esfuerzo.
También es discutible el fomento del deporte en pro de la salud, porque es un hecho conocido
por todos, la muerte prematura de los deportistas. Y lo que no tiene ninguna explicación es que,
en la actualidad, en los EE.UU. los atletas afroamericanos son superiores al resto.
Sin embargo, si se respetaran los principios sobre la enfermedad que preconiza nuestra religión
y recibieran Johrei, se eliminaría la enfermedad y se convertirían en hombres poseedores de la
verdadera salud, hecho que prueban los testimonios.
Ahora me referiré a la Virtud, que lógicamente es lo contrario del Mal. La maldad tiene su origen
en el ateísmo generado por el materialismo. En oposición, la Virtud tiene su origen en el teísmo,
que es la Verdad. Pero como la consigna de la ciencia es negar el teísmo, cuanto más avance
ésta tanto más aumentará el Mal; por eso, aunque se hable del adelanto de la cultura, es
solamente desde una visión superficial.
De manera que, si bien reconocemos los méritos de la ciencia, no podemos pasar por alto los
males ocasionados por ella. Las personas no perciben esto, alaban sólo lo positivo y en cuanto
al aspecto negativo, preparan hábiles argumentos y atrapan a la clase dirigente, haciéndole
creer que, si no se apoyan en lo científico, no se obtendrá ninguna solución; se alejan de este
modo, en gran medida, de la felicidad espiritual.
Finalmente tenemos la Belleza, que también nos presenta problemas. De acuerdo con el
adelanto de la ciencia, aumentan también los elementos de la belleza, que son positivos para
cierto número de personas, pero la mayoría de la población no tiene acceso a sus beneficios.
Entonces, podemos comprobar que sólo las clases privilegiadas gozan de bellas prendas de
vestir, deliciosos alimentos y hermosas viviendas, en tanto que al resto del pueblo sólo a duras
penas le alcanza para subsistir, sin posibilidad de margen para disfrutar de la Belleza. Sólo
poseen alimentos para satisfacer su hambre, viviendas para dormir, caminos para transitar y
medios de transporte atestados de gente.
Por ese motivo, ésta es una sociedad en donde no se puede disfrutar de las bellezas naturales
de montañas, ríos, plantas y flores, que son una gracia de Dios, ni de las obras artísticas creadas
por el hombre.
Es decir que si la humanidad, aun habiendo logrado tal avance científico, no puede regocijarse
con tales beneficios, la época actual es un paraíso para los ricos y un infierno para los pobres. La
causa reside pues, en que un algún aspecto de la civilización existe una falla que debe ser
rectificada, y cuanto esto suceda y la felicidad pueda gozarse por todos en general, habremos
logrado un verdadero mundo civilizado, que es la misión de nuestra Iglesia Mesiánica Mundial.
En síntesis, espero que hayan comprendido el significado real de la Verdad, Virtud y Belleza,
pero es imprescindible que se pueda realizar. De nada serviría plasmado en pinturas o repetirlo
verbalmente. Sin embargo, hay un motivo de gran regocijo, pues al fin de manera gradual el
sueño se va convirtiendo en realidad y está por manifestarse en esta Tierra.
Meishu Sama, 25 de septiembre de 1953.