Veritatis Esplendor

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Juan Pablo II seala que no hay libertad fuera de la verdad(Aceprensa 126/93)En la encclica Veritatis splendor, fechada el 6-VIII-1993 y recin hecha pblica, Juan Pablo II explica detenidamente los fundamentos de la moral. Al exponer la doctrina catlica sobre este tema, tiene en cuenta la situacin cultural y social del presente, y valora crticamente algunas tendencias actuales de la teologa moral. La encclica -que resumimos aqu- es una luminosa enseanza sobre la libertad. No en vano procede de un Papa que ha dicho que, si hubiera de escoger una frase de los Evangelios, se quedara con sta: "La verdad os har libres". En la introduccin, Juan Pablo II explica el motivo de la encclica: Recordar algunas verdades fundamentales de la doctrina catlica, que en el contexto actual corren el riesgo de ser deformadas o negadas. El peligro viene de tendencias influidas por corrientes de pensamiento que terminan por erradicar la libertad humana de su relacin esencial y constitutiva con la verdad. De ah se siguen varios errores: se niega la doctrina sobre la ley natural; se rechazan ciertas enseanzas morales de la Iglesia; no se admite que el Magisterio pueda intervenir en materia moral con instrucciones vinculantes; se duda de que los Mandamientos sean vlidos en toda circunstancia; se pone en tela de juicio el nexo entre fe y moral, como si slo la primera definiera la pertenencia a la Iglesia, mientras que habra que dejar las cuestiones sobre la conducta al juicio de la conciencia individual.Una moral alentadora Antes de examinar pormenorizadamente estas cuestiones controvertidas, el Papa remite a los fundamentos bblicos con una penetrante meditacin sobre el dilogo entre Jess y el joven rico (Mt 19, 16-22), que ocupa el captulo primero de la encclica. La pregunta Qu he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?, subraya el Papa, no se refiere tanto a las reglas que hay que observar, cuanto a la aspiracin central de toda decisin y de toda accin humana. La pregunta es un eco de la llamada de Dios, Bien absoluto, que nos atrae hacia S. De esta perspectiva se ha de partir para renovar la teologa moral, como quiso el Concilio Vaticano II, de manera que su exposicin ponga de relieve la altsima vocacin que los fieles han recibido en Cristo. Juan Pablo II, as, presenta el fundamento de la moral cristiana en su horizonte amplio y atractivo, con una exposicin que oxigena, lejos de todo legalismo o rigorismo, de visiones estrechas y casusticas extenuantes. Al hilo del pasaje evanglico, muestra que la vida moral es el crecimiento del hombre en la libertad.Las exigencias del amor La vida moral se presenta como la respuesta debida a las iniciativas gratuitas que el amor de Dios multiplica en favor del hombre -seala la encclica-. Es una respuesta de amor. Por eso, reconocer al Seor como Dios es el ncleo fundamental, el corazn de la Ley, del que derivan y al que se ordenan los preceptos particulares. Los preceptos del Declogo constituyen la primera etapa necesaria en el camino hacia la libertad. No son imposiciones externas a la persona, pues Jess lleva a cumplimiento los mandamientos de Dios (...), interiorizando y radicalizando sus exigencias: el amor al prjimo brota de un corazn que ama y que, precisamente porque ama, est dispuesto a vivir las mayores exigencias. Tampoco son el trmino de la vida moral: Los mandamientos no deben ser entendidos como un lmite mnimo que no hay que sobrepasar, sino como una senda abierta para un camino moral y espiritual de perfeccin, cuyo impulso interior es el amor. Jess indica el itinerario que comienza con el respeto de los mandamientos en sus palabras posteriores al joven: Si quieres ser perfecto... ven y sgueme. Por tanto, seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral cristiana. Esta configuracin con Cristo no es posible para el hombre con sus solas fuerzas, sino que es fruto de la gracia. En este juego de la llamada de Dios y la respuesta humana se manifiesta la dinmica particular del crecimiento de la libertad hacia su madurez.La libertad reclama la verdad El captulo segundo examina algunas corrientes recientes de la teologa moral, en relacin con la situacin contempornea. Empieza reconociendo lo valioso que tiene, a este respecto, la cultura actual: El sentido ms profundo de la dignidad de la persona y de su unicidad, as como el respeto debido al camino de la conciencia, es ciertamente una adquisicin positiva de la cultura moderna. Pero estas conquistas quedan, en algunas corrientes del pensamiento de hoy, desvirtuadas por varias desviaciones: Se ha llegado a exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto, que sera la fuente de los valores; se ha atribuido a la conciencia individual las prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral, hasta llegar a una concepcin radicalmente subjetiva del juicio moral. Tales errores estn estrechamente relacionados con la crisis en torno a la verdad, que lleva a una tica individualista, para la cual cada uno se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los dems. Esta crisis explica la paradoja de que nuestro tiempo, en que tanto se ha exaltado la libertad, sea a la vez la poca de los determinismos de toda clase. En efecto, a menudo se pone en duda la libertad exagerando los condicionamientos histricos, sociales, psicolgicos, biolgicos...La justa autonoma del hombre Algunas tendencias de la teologa moral, influidas por esas corrientes de pensamiento, coinciden en debilitar o incluso negar la dependencia de la libertad con respecto a la verdad. Por ello el Papa esclarece primero esta cuestin. Empieza por la relacin entre la libertad y la ley. Ciertas corrientes teolgicas plantean un pretendido conflicto entre la libertad y la ley, porque piensan que el sometimiento a normas no creadas por el hombre -como la ley natural de que habla la Iglesia- sera incompatible con su dignidad. El Papa explica que la doctrina catlica reconoce una justa autonoma del hombre. En primer lugar, slo Dios tiene poder de decidir sobre el bien y el mal, lo que no significa arbitrariedad: Dios, que slo l es bueno, conoce perfectamente lo que es bueno para el hombre y en virtud de su mismo amor se lo propone en los mandamientos. De modo que la ley natural no manda otra cosa sino el mismo bien humano, y por eso es, a la vez que ley divina, ley del propio hombre. Adems, Dios ha dejado al hombre en manos de su albedro. As pues, la autonoma consiste en que el hombre posee en s mismo la propia ley, recibida del Creador; pero no puede significar la creacin, por parte de la misma razn, de los valores y las normas morales. No ser autor de la ley moral no implica ser su esclavo o su cumplidor automtico. Al contrario, la vida moral exige la creatividad y la ingeniosidad propias de la persona, origen y causa de sus actos deliberados.Por encima de la diversidad de culturas Otras crticas a la ley natural acusan a la doctrina moral catlica de naturalismo o biologismo, en particular con respecto a la tica sexual. Cuando la Iglesia insiste en que se debe respetar la estructura natural del acto sexual, se dice que presenta como leyes morales lo que no son ms que leyes biolgicas. Tales interpretaciones, observa la encclica, suponen no entender la unidad de alma y cuerpo, olvidando que es en esta unidad donde la persona es sujeto de sus actos morales. Paralelamente, dividir alma y cuerpo lleva a la separacin de naturaleza y libertad, origen de otros errores. Poniendo la libertad al margen de la naturaleza se niega la universalidad de la ley moral -que no sera, entonces, natural-. En realidad, puesto que las normas ticas derivan de la comn naturaleza humana, incluyen preceptos que obligan a todos y siempre. Y la diversidad de culturas, a lo largo de la historia y contemporneamente? Cmo sostener que unos mismos preceptos son vlidos en todo contexto cultural? No se puede negar que el hombre existe siempre en una cultura concreta, pero tampoco se puede negar -precisa la encclica- que el hombre no se agota en esta misma cultura. Por otra parte, el progreso mismo de las culturas demuestra que en el hombre existe algo que las trasciende. Este "algo" es la naturaleza del hombre: precisamente esta naturaleza es la medida de la cultura y es la condicin para que el hombre no sea prisionero de ninguna de sus culturas, sino que defienda su dignidad personal de acuerdo con la verdad profunda de su ser.Al servicio de la conciencia El siguiente apartado (Conciencia y verdad) aborda las teoras que proponen una interpretacin creativa de la conciencia. Segn stas, la conciencia no puede limitarse a aplicar normas universales, que no recogen las particularidades de las distintas situaciones y personas. Por tanto, la conciencia estara autorizada a salirse de la ley para justificar que se haga lo que sta prohbe. El Papa explica que la conciencia es testigo de la cualidad moral de la persona y de sus actos; por eso acta aplicando la ley al caso, pronunciando juicios de absolucin y de condena. Lo que slo puede hacer porque reconoce el carcter universal de la ley. De modo que la conciencia es la norma prxima de la moralidad personal, justamente porque la autoridad de su voz y de sus juicios derivan de la verdad sobre el bien y sobre el mal moral, que est llamada a escuchar y expresar. Ciertamente, la conciencia puede errar. Pero nunca es aceptable confundir un error "subjetivo" sobre el bien moral con la verdad "objetiva". Si el yerro se debe a ignorancia invencible, el acto malo puede no ser imputable, pero no deja de ser un mal. La posibilidad de errar muestra la necesidad de formar la conciencia, de hacerla objeto de continua conversin a la verdad y al bien. Y para juzgar con rectitud no basta conocer la ley de Dios: es indispensable una especie de "connaturalidad" entre el hombre y el verdadero bien, lo que se consigue mediante la virtud y la gracia. En consecuencia, los pronunciamientos de la Iglesia no quitan libertad a los fieles, pues la libertad de la conciencia no es nunca libertad "con respecto a" la verdad, sino siempre y slo "en" la verdad. En suma, la Iglesia se pone slo y siempre al servicio de la conciencia.La opcin fundamental El tercer apartado del captulo segundo trata de la teora de la opcin fundamental, segn la cual la cualidad moral de la persona depende de la orientacin general que sta haya dado a su vida, por o contra el amor a Dios y al prjimo. Los actos concretos, en s, importan menos, de modo que -segn esta postura- el pecado grave, que aparta de Dios, se da slo en la opcin fundamental de rechazar su amor. La encclica seala que la doctrina cristiana reconoce la importancia de la opcin fundamental que compromete la libertad ante Dios: la eleccin de la fe. Pero si el hombre tiene capacidad de orientar su vida al fin, la ejerce de hecho en las elecciones particulares de actos determinados. Por tanto, la opcin fundamental es revocada cuando el hombre compromete su libertad en elecciones conscientes de sentido contrario, en materia moral grave. En consecuencia, aade el Papa, conserva plena validez la doctrina que distingue pecados mortales y veniales. No slo por el rechazo explcito a Dios, sino ya por cualquier desobediencia voluntaria de la ley moral en materia grave, se pierde la gracia santificante y -mientras no se obtenga el perdn- la salvacin.La buena intencin no basta Despus examina el problema, clsico, de las fuentes de la moralidad, a propsito de la corriente actual llamada teleologismo. ste pone la moralidad en la intencin, olvidando el objeto del acto. As, valora la intencin segn las consecuencias previsibles de la accin (consecuencialismo), o segn la proporcin de sus efectos buenos o malos (proporcionalismo), mirando si se busca la mayor proporcin posible de bien o el mal menor. Una conclusin de estas teoras es que no hay prohibiciones morales absolutas, que no admitan excepciones. Un acto que violara normas universales negativas podra ser admisible si el sujeto, con la intencin puesta en los valores morales superiores, obrara segn una ponderacin responsable de los bienes implicados. A esto responde la encclica que el obrar humano no puede ser valorado moralmente bueno (...) simplemente porque la intencin del sujeto sea buena. A su vez, las consecuencias previsibles son circunstancias que pueden variar la gravedad de una accin mala, pero nunca hacerla buena. La fuente primordial de la moralidad es otra. La moralidad del acto humano depende sobre todo y fundamentalmente del objeto elegido racionalmente por la voluntad deliberada. Por tanto, hay actos "intrnsecamente malos": lo son siempre y por s mismos, es decir, por su objeto, independientemente de las ulteriores intenciones de quien acta y de las circunstancias. Para tener buena intencin es imprescindible querer el bien y evitar el mal, y algunos actos son en s mismos no ordenables al bien.La verdadera comprensin El captulo tercero de la encclica destaca el valor insustituible del bien moral para la sociedad, y presenta la vida moral de un modo realista y alentador. El camino del bien, explica el Papa, aparece sembrado de dificultades, que es preciso afrontar con coraje. Sera ingenuo y daino pensar que se presta un servicio al hombre aguando la moral: as se facilitara, ms bien, la destruccin de la convivencia y los atentados a la dignidad humana. Es responsabilidad de los Pastores de la Iglesia recordar a los fieles las exigencias morales en toda su radicalidad y pureza, pues la gracia de Dios capacita para vivir de acuerdo con ellas. La fe tiene tambin un contenido moral: suscita y exige un compromiso coherente de vida. La Iglesia, al alentar a este ejemplo de vida sin rebajar las exigencias morales, no se muestra falta de comprensin. La verdadera comprensin y la genuina compasin deben significar amor a la persona, a su verdadero bien, a su libertad autntica; pero jams significa comprometer y falsificar la medida del bien y del mal para adaptarla a las circunstancias. Frente al relativismo, slo una moral que reconoce normas vlidas siempre y para todos, sin ninguna excepcin, puede garantizar el fundamento tico de la convivencia social. Es fcil comprender que lo contrario lleva a que se multipliquen los abusos, en perjuicio sobre todo de los ms dbiles, pues, una vez admitidas excepciones a la ley moral, ms se excepta quien ms puede. Por eso, el Papa -como hizo ya en Centesimus annus (n. 46)- advierte del peligro que representa la alianza entre democracia y relativismo tico, que puede terminar en un totalitarismo visible o encubierto.Aspirar a lo mejor En las circunstancias actuales, en que se da un oscurecimiento del sentido moral -prosigue la encclica-, la evangelizacin -y por tanto la "nueva evangelizacin"- comporta tambin el anuncio y la propuesta moral. A este respecto, tienen una misin especfica, junto a la propia de los Pastores, los telogos moralistas. A stos compete esclarecer cada vez ms la doctrina moral y dar, en el ejercicio de su ministerio, el ejemplo de un asentimiento leal, interno y externo, a la enseanza del Magisterio. No es su funcin reinventar o cambiar la moral, ni ejercer el vedettismo: El disenso, a base de contestaciones calculadas y de polmicas a travs de los medios de comunicacin social, es contrario a la comunin eclesial. Sin olvidar que el pueblo cristiano tiene derecho a recibir enseanzas conformes con la fe. Es deber de los obispos vigilar para que se respete este derecho de los fieles, evitando la confusin. As, les corresponde reconocer, o retirar en casos de grave incoherencia, el apelativo de "catlico" a escuelas, universidades o clnicas, relacionadas con la Iglesia. Juan Pablo II termina la encclica con una declaracin de -podra decirse- optimismo antropolgico, apoyado en la eficacia de la Redencin obrada por Cristo. El mbito espiritual de la esperanza siempre est abierto al hombre, con la ayuda de la gracia divina y con la colaboracin de la libertad humana. La Iglesia confa en el hombre, en su capacidad para el bien, sin duda debilitada por el pecado, pero que la gracia restaura y potencia hasta extremos antes inimaginables. ste es el mensaje alentador de Juan Pablo II: lo mejor siempre es posible. Ahora que en tantos lugares la corrupcin rampante y la escalada del crimen hacen suspirar por una renovacin tica, el Papa recuerda que el ideal que propone la Iglesia es asequible. A veces (...) puede parecer como si la moral cristiana fuese en s misma demasiado difcil: ardua para ser comprendida y casi imposible de practicarse. Esto es falso, porque -en trminos de sencillez evanglica- ella consiste fundamentalmente en el seguimiento de Jesucristo, en el abandonarse a l, en el dejarse transformar por su gracia y ser renovados por su misericordia. Ideas claves de la encclica - Para ser libre hace falta respetar la verdad sobre el hombre. - Los mandamientos de la ley de Dios no deben ser entendidos como un lmite mnimo que no hay que sobrepasar, sino como una senda abierta hacia la perfeccin. - Una adquisicin positiva de la cultura moderna es el sentido ms profundo de la dignidad de la persona y del respeto debido a la conciencia. Pero estos avances no justifican una concepcin radicalmente subjetiva del juicio moral. - El hombre goza de libre albedro, pero solamente Dios tiene poder de decidir sobre el bien y el mal. - Puesto que las normas ticas derivan de la comn naturaleza humana, incluyen preceptos que obligan a todos y siempre. La naturaleza humana trasciende la diversidad de las culturas. - La conciencia puede errar. Nunca es aceptable confundir un error subjetivo sobre el bien moral con la verdad objetiva. - Los pronunciamientos de la Iglesia sobre cuestiones morales no menoscaban la libertad de conciencia, porque esa libertad no es nunca "con respecto a" la verdad sino slo "en" la verdad. - Es importante la opcin fundamental de orientar la vida hacia Dios. Pero, aunque no haya un rechazo explcito de Dios, se incurre en pecado mortal por una transgresin voluntaria de la ley moral en materia grave. - Si los actos son intrnsecamente malos, una intencin buena o determinadas circunstancias pueden atenuar su malicia, pero no pueden suprimirla. - Sera ingenuo pensar que se presta un servicio al hombre aguando la moral. La genuina comprensin debe significar amor al verdadero bien de la persona, a su libertad autntica. - La alianza entre democracia y relativismo tico priva a la convivencia de referencias morales seguras.Los telogos moralistas, que aceptan la funcin de ensear la doctrina de la Iglesia, deben dar ejemplo de asentimiento al Magisterio. Los Obispos deben exigir que se respete el derecho de los fieles a recibir la doctrina catlica en su pureza e integridad.Las razones de una encclica sobre la moral (Aceprensa 131/93)La encclica Veritatis splendor est suscitando reacciones de adhesin y de discrepancia. En cualquier caso, es necesario entender su finalidad y no hacerla decir lo que no dice. Una de las lecturas ms autorizadas de la encclica es la que hizo el Cardenal Joseph Ratzinger durante la presentacin en la sala de prensa del Vaticano, el pasado da 5. Ofrecemos una traduccin casi ntegra de su intervencin. (...) Cul es el fin de este documento? Existe un motivo interno y otro externo, que naturalmente son inseparables. El motivo interno est ligado al mismo fin del cristianismo. En sus primeros tiempos, antes incluso que se acuara la palabra "cristianos", la religin cristiana se llamaba simplemente "camino". En los Hechos de los Apstoles se encuentra no menos de seis veces esta designacin. (...) Si el cristianismo es llamado camino, significa que antes que nada indicaba una determinada manera de vivir. La fe no es pura teora, es sobre todo un "camino", es decir, una praxis. Las nuevas convicciones que ofrece tienen un contenido prctico inmediato. La fe incluye la moral, y eso quiere decir no slo ideales genricos. Ella ofrece mucho ms: indicaciones concretas para la vida humana. Precisamente a travs de su moral los cristianos se diferenciaban de los otros en el mundo antiguo; precisamente de ese modo su fe se hizo visible como algo nuevo, una realidad inconfundible. Un cristianismo que no fuese ya un camino comn, sino que anunciase slo ideales vagos, no sera ya el cristianismo de Jesucristo y de sus discpulos inmediatos. (...)Cuestin de supervivencia A este motivo interno se aade otro externo, que no por eso es exterior. La cuestin moral es claramente hoy ms que nunca una cuestin de supervivencia para la humanidad. En la unitaria civilizacin tcnica que se ha extendido ya a todo el mundo contemporneo, las antiguas certezas morales en las cuales se apoyaban hasta ahora las grandes culturas singulares se han destruido en gran parte. La visin tecnicista del mundo prescinde de los valores. Se pregunta sobre si es posible hacer algo en la prctica, no sobre la licitud. (...) Cada vez ms a menudo se piensa que lo que es posible hacer, es lcito hacerlo. Pero el verdadero problema se plantea a un nivel todava ms profundo. Frente a las certezas indiscutibles que se dan en las materias tcnicas, todas las certezas morales parecen frgiles y discutibles. Muchos consideran que lo razonable sera slo lo que se puede verificar de modo incontrovertible como las frmulas matemticas o tcnicas. Pero cmo encontrar tal verificacin en las realidades tpicamente humanas, en las cuestiones de la moral y del recto vivir humano? El hecho de que en este mbito las grandes culturas, aunque contengan importantes elementos comunes, afirmen tambin a menudo algo distinto, hace que el relativismo se haga cada vez ms la opinin dominante. En el mbito de la moral y de la religin no habra, pues, ninguna certeza compartida. (...) Esta concepcin se aplica despus tambin a la fe cristiana: con el mandamiento del amor a Dios y al prjimo, la Biblia ofrecera una orientacin de fondo; pero qu significa en el caso concreto el amor al prjimo no podra decirlo, y por otra parte nadie podra hacerlo. Esto debera determinarlo cada uno ante cada caso a partir de su sabidura.El debate actual sobre la moral Es evidente que la presunta sabidura del individuo puede ser objetivamente muy poco sabia. La problemtica moral de la sociedad revela esto muy claramente. Cuando, por ejemplo, para algunos individuos o para grupos enteros la violencia aparece como el medio mejor para mejorar el mundo, entonces el individualismo y el relativismo en el mbito moral se convierten simplemente en destruccin de los fundamentos de la convivencia humana y amenaza a la dignidad humana. Por eso el debate actual sobre la moral se est preocupando de encontrar soluciones sustitutivas, que en un mundo relativista deben garantizar como sea formas fundamentales del ethos. La Encclica menciona algunos ejemplos de tentativas de solucin que en diversas formas han tenido lugar tambin en el mbito teolgico: la teleologa, el consecuencialismo, el proporcionalismo. No es necesario analizar aqu cada uno de estos sistemas. Lo que tienen en comn podra expresarse sustancialmente as: presuponen que no podemos conocer una norma derivada de la misma esencia del hombre y de las cosas, contra la cual no se podra actuar nunca. Lo que es moral se debera determinar en la prctica, sopesando la relacin entre las consecuencias buenas y malas de una accin y escogiendo aquella que previsiblemente tiene consecuencias mayormente positivas. La moralidad de la actuacin no estara determinada por el contenido del acto en cuanto tal, sino por su fin y sus consecuencias previsibles. Lo bueno y lo malo en s mismos no existiran. Existe slo lo que es mejor o lo que no es tan bueno. "Bueno significa mejor que...", ha dicho una vez en este sentido un conocido moralista. Estos puentes echados sobre el abismo del relativismo, que en concreto es un escepticismo sobre todo lo que respecta a lo propiamente humano, no son intiles. Pero su alcance es insuficiente frente a los grandes desafos morales ante los que se encuentra la humanidad. Un cristianismo que no pudiera decir nada ms ni ms concreto que el mandamiento general del amor, ya no se podra designar como "camino".Para renovar la vida social La cuestin que el Papa ha tenido presente en la elaboracin de la Encclica Veritatis Splendor tiene que ver ciertamente con la discusin teolgico-moral en el seno de la Iglesia, pero va mucho ms all. Es expresin de la preocupacin por el hombre. Deriva de la responsabilidad por los grandes problemas de la humanidad de hoy. (...) Esta apertura de la encclica se advierte en seguida en la introduccin, cuando el Papa dice que "por la senda de la vida moral est abierto a todos el camino de la salvacin" (n. 3), que la moral es el camino comn de la salvacin. En el pargrafo sobre la conciencia, el Santo Padre ilustra esta afirmacin a partir de la Epstola de San Pablo a los Romanos: "Cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, ellos mismos, sin tenerla, para s mismos son ley; y con eso muestran que cuanto la ley exige est escrito en sus corazones..." (Rom 2, 14s, Encclica n. 57). En el tercer captulo de la Encclica esta conexin es ampliamente desarrollada. Incluira este tercer captulo entre los textos ms significativos del Magisterio de nuestro siglo; ms all de todas las discusiones teolgicas, se puede considerar como un texto fundamental para aquellos problemas que nos afectan a todos. El Papa hace ver que "en el centro de la cuestin cultural est el sentido moral"; ante la existencia de graves formas de injusticia social y econmica y de corrupcin poltica, responde "a la necesidad de una radical renovacin personal y social capaz de asegurar justicia, solidaridad, honestidad y transparencia" (n. 98). El texto muestra el fundamento cultural del totalitarismo, que reside en la "negacin de la verdad en sentido objetivo" (n. 99), e indica el camino para su superacin. [Al explicar la gnesis de la Encclica, Ratzinger la pone en relacin con el Catecismo]. (...) Los dos documentos son de distintas caractersticas y cada uno tiene su respectiva finalidad, pero en realidad cada uno sostiene tambin al otro. El Catecismo no tiene argumentaciones, es testimonio. No entra en discusiones, sino que expone positivamente la fe, con su intrnseca racionalidad. Tambin la Encclica es testimonio, pero a la vez tiene un carcter argumentativo. Afronta las cuestiones y muestra en un dilogo argumentativo qu es el camino de la fe y en qu modo ella es un camino para el hombre. Con esto no se canoniza una determinada forma de teologa, pero se clarifican los fundamentos, sin los cuales la teologa perdera su identidad. El Papa, por lo tanto, no priva a los telogos de la libertad que compete a su misin: la clarificacin de los fundamentos no quita la palabra a la teologa, sino que le abre el camino.Los mandamientos, camino hacia Dios La estructura de la Encclica es muy sencilla. Tras una breve introduccin sobre el punto de partida y la finalidad del texto, sigue el Captulo primero, de carcter sustancialmente bblico. Este Captulo proporciona el hilo conductor, que reaparece continuamente a lo largo del texto: el dilogo del joven rico con el Seor sobre la pregunta: "Qu debo hacer para alcanzar la vida eterna?" (Mt 19, 16). Este dilogo no pertenece al pasado, nos afecta a todos nosotros. Quiz nos planteemos la pregunta de otra forma, pero todos deseamos saber qu debemos hacer para llegar a una vida plena. (...) En esta atenta escucha de las palabras de Cristo aprendemos sobre todo que la bsqueda del bien est inseparablemente unida a nuestra actitud hacia Dios. Slo El es bueno sin limitaciones. El bien por excelencia es un ser personal, y hacerse bueno significa por tanto asemejarse a Dios. Los diez mandamientos son una automanifestacin de Dios, nos ayudan a encontrar el camino para hacernos semejantes a Dios. Son por tanto una explicacin de lo que significa amor, y al mismo tiempo estn ligados a una promesa: la promesa de la vida en toda su plenitud. De aqu se deriva que quien camina por la senda de los mandamientos, est en la senda hacia Dios, aunque no haya conocido an a Dios. Tambin aparece lo que es especficamente cristiano. La llamada de Jess a seguirle significa que quien camina con l va por la senda hacia Dios, hacia el bien por excelencia. "Jess pide que le sigan y le imiten por el camino del amor, de un amor que se da totalmente a los hermanos por amor de Dios" (20).La medida de la libertad El segundo captulo introduce estos elementos, tomados de la Escritura y de los Padres, en la discusin actual sobre los fundamentos del obrar moral. Este captulo interesar particularmente sobre todo a los expertos en teologa moral y tica. El ncleo del razonamiento, en torno al cual giran los problemas concretos, aparece sin dificultad: es la relacin entre libertad y verdad. El Papa afronta aqu el tema decisivo de nuestro tiempo, que tras la cada de las dictaduras comunistas se ha hecho ms urgente que nunca: cmo aprender a vivir correctamente en libertad? Una libertad entendida de modo individualista, cercana a la arbitrariedad, slo puede ser destructiva: en ltimo trmino, pondra a todos contra todos. El peligro de que otra vez la libertad sea determinada desde el exterior y sustituida por la "voluntad colectiva" es evidente. Slo se puede superar ese riesgo si la libertad encuentra su medida interior, y la reconoce libremente como el orden de su misma naturaleza. De qu medida se trata? La primera y fundamental respuesta del Papa es sta: la medida es la verdad. Slo a ella puede la libertad seguirla libre-mente, sin renunciar a ser libertad. Pero enseguida viene la siguiente pregunta: qu es la verdad? La Encclica dice al respecto: la verdad, que orienta nuestro obrar, se encuentra en el hecho de ser hombres. Nuestra esencia, nuestra "naturaleza", que deriva del Creador, es la verdad que nos instruye. El hecho de que nosotros mismos seamos portadores de nuestra verdad, se expresa con el trmino "ley natural". Este concepto, acuado en la filosofa precristiana y desarrollado por los Padres y por la filosofa y la teologa medievales en el mundo cristiano, tuvo una actualidad y una vigencia extraordinaria al inicio de la poca moderna. Los grandes filsofos del derecho espaoles y holandeses encontraron en el concepto de derecho natural el instrumento para formular y defender los derechos de los pueblos no cristianos ante los abusos de los dominadores coloniales. Eran pueblos que no pertenecan a la comunidad cristiana de naciones, pero -as explicaron aquellos filsofos- no carecan por ello de derechos, porque la naturaleza confiere derechos al hombre por el hecho mismo de serlo. Todo hombre es, por su misma naturaleza, sujeto de derechos fundamentales que nadie puede arrebatarle, por-que ninguna instancia humana se los ha conferido: se encuentran en su misma naturaleza en cuanto hombre.La ley natural es ley racional Hoy, sin embargo, rebrota continuamente la acusacin de que con el concepto de ley natural la Iglesia se vincula a una metafsica superada, e incluso que se hace esclava del naturalismo o de un biologismo obsoleto, por el que atribuira valor de leyes morales a simples procesos biolgicos. La Encclica se enfrenta con decisin a estas crticas. El ncleo de su respuesta se halla en una cita de Santo Toms: "La ley natural... no es sino la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios" (n. 40). La ley natural es una ley racional: tener inteligencia es propio de la naturaleza del hombre. Cuando se afirma que la medida de nuestra libertad es nuestra naturaleza, no se est excluyendo la razn, sino que se le hace plena justicia. En este sentido, es preciso tener presente lo que es propio de la razn humana, que no es absoluta como la inteligencia de Dios: pertenece a un ser creado, y concretamente a una criatura en la que cuerpo y espritu son inseparables; en fin, pertenece a un ser que se encuentra en una situacin histrica alienada, que influye sobre su capacidad de razonar.Contra la devaluacin del cuerpo El Papa subraya los dos primeros puntos en contraposicin a una mentalidad neo-maniquea, segn la cual el cuerpo del hombre es considerado como exterioridad biolgica, que nada tendra que ver con su modo especfico de ser humano y por consiguiente con los bienes morales. (...) La Encclica se ocupa tambin de la problemtica del teleologismo, del consecuencialismo y del proporcionalismo. No puedo tratar aqu con ms detalle estas cuestiones: me limitar a resaltar algunas citas. Las ticas criticadas distinguen entre bienes de orden moral (como el amor de Dios, la benevolencia hacia el prximo, la justicia, etc.) y los bienes pre-morales, como la salud, la integridad fsica, la vida, la muerte, la prdida de bienes materiales, etc. Aunque una accin lesione este ltimo tipo de bienes, podra a pesar de todo ser moralmente aceptable "si la intencin del sujeto se concentra, segn una 'responsable' ponderacin acerca de los bienes implicados en la accin concreta, sobre el valor moral reputado decisivo en la circunstancia... La especificidad moral de los actos (...) vendra determinada exclusivamente por la fidelidad de la persona a los valores ms altos de la caridad y de la prudencia" (n. 75). En la medida en que todo lo corpreo se inscribe en el mbito de los bienes puramente "fsicos", "premorales", la moral se reduce a una tica de buenas intenciones, que podran por tanto justificarlo todo. La Encclica se opone con decisin a esta devaluacin del cuerpo. Esa visin reductiva de la naturaleza humana "se resuelve con una divisin en el hombre mismo" (n. 48). Nos encontramos de hecho en presencia de un nuevo dualismo, que priva al cuerpo de su dignidad y por consiguiente tambin al espritu de su cualidad humana especfica. Cuando el Papa explica que el lenguaje del cuerpo pertenece estrictamente al lenguaje de la razn y que la ley natural se expresa en la totalidad psicosomtica de la persona, no hace ms que defender lo especficamente humano de la persona, lejos de cualquier biologismo o naturalismo.Con la mirada en Jesucristo Para terminar, una breve mencin al contenido del tercer captulo de la Encclica, que aplica las indicaciones de los dos primeros al contexto vital de la Iglesia y de la sociedad, y que podra definirse como el captulo pastoral del documento. (...) La cuestin de la renovacin de la vida poltica y social, de la responsabilidad de los pastores y de los telogos, son presentadas de un modo no menos vigoroso y sentido que el problema central de nuestra existencia. (...) Lo que dice la Encclica a propsito de esto no es slo teora: proviene de una experiencia, de la contemplacin de un misterio. Este fundamento profundo del texto se hace visible cuando el Papa habla del "secreto formativo" de la Iglesia, del origen de su vigor, que no se encuentra tanto en los enunciados doctrinales ni en las advertencias pastorales a la vigilancia, sino sobre todo en "tener la mirada fija en el Seor Jess". En la contemplacin de El y en la escucha de sus palabras encontramos la respuesta a los problemas morales (n. 85). El hecho de que el Papa concluya la Encclica con una meditacin sobre Mara, la Madre de la misericordia, es algo ms que una piadosa costumbre. El Papa nos dice que la Virgen puede llevar este ttulo "porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como Revelacin de la misericordia de Dios... No vino a condenar sino a perdonar" (n. 118). Solo con esta afirmacin se completa la doctrina moral cristiana. De ella forma parte la grandeza de las exigencias que derivan de nuestra semejanza a Dios, pero tambin la grandeza de la bondad divina, de la cual el signo ms puro es para nosotros la Madre de Jess.(Aceprensa 28/96) L'Osservatore Romano (2-II-96) resea un libro de ensayos teolgicos en que se critica la encclica Veritatis splendor y las competencias del magisterio de la Iglesia. La recensin aparece firmada con tres asteriscos, que indican su carcter autorizado. La obra en cuestin es Moraltheologie im Abseits? Antwort auf die Enzyklika "Veritatis splendor", Dietmar Mieth (editor), Herder, 1994, cuya versin castellana acaba de publicar tambin Herder (La teologa moral en fuera de juego? Una respuesta a la encclica "Veritatis splendor"). Entre los colaboradores del libro figuran moralistas como M. Theobald, J. Fuchs, E. Chiavacci, M. Vidal, R.A. McCormick, A. Auer y B. Hring. "El volumen contiene un breve prefacio del editor y 16 ensayos, que tocan las principales cuestiones tratadas en la encclica Veritatis splendor (VS). El prefacio expresa de modo significativo el planteamiento general de todo el libro: algunos telogos morales se han sentido interpelados por una encclica que no sera otra cosa sino el intento autoritario de imponer una posicin ??teolgica partidista, con el fin de proscribir algunos resultados de la teologa moral contempornea. (...) Sobre esta lnea crtica se mueven la mayor parte de los ensayos, aunque algunos parece que quieren evitar el enfrentamiento explcito y contienen, sin duda, elementos vlidos". La crtica -sigue sealando el artculo- se extiende a veces otros documentos del magisterio de la Iglesia, como, por ejemplo, la Carta apostlica Ordinatio sacerdotalis [sobre las razones que impiden la ordenacin sacerdotal de las mujeres]. Segn estos moralistas alemanes, "toda la encclica sera 'un grandioso anacronismo' (pg. 70), construido con categoras filosficas provenientede un modelo intelectual objetivista y esencialista (pg. 70, nota 3). Adems, el tono usado por algunos autores del libro no es slo ofensivo para el magisterio del Sucesor de Pedro sino tambin para otros telogos catlicos que sostienen una posicin conforme a la doctrina afirmada por la VS". "Una de las crticas ms recurrentes es que la VS no ha comprendido las teoras morales que critica, las cuales estaran presentadas de modo desdibujado e incluso caricaturesco, y por tanto ve errores doctrinales donde en realidad no existen. (...) El problema es que, dejando de lado genricas declaraciones de principio y consideraciones polmicas, el libro no ofrece ninguna prueba de cuanto afirma. En ninguno de los ensayos se confronta la descripcin de las teoras que ofrece la encclica con los textos de los autores que, por ejemplo, han escrito desde 1970 en adelante sobre autonoma tenoma, sobre la moral autnoma en el contexto cristiano, sobre el proporcionalismo o sobre la opcin fundamental". (...) Pero el disenso no afecta slo a los contenidos: "La VS se equivoca no slo porque critique teoras morales que en opinin de los autores responden a la verdad, sino sobre todo porque pretende ser un pronunciamiento magisterial sobre una materia -la moral normativa- que de por s no entrara en las competencias del magisterio de la Iglesia, ya que sobre ella no existira en la Revelacin una enseanza concreta ni habra existido, al menos hasta este momento, una doctrina catlica definida. En este mundo la moral sera, en definitiva, un mbito sobre el que no puede invocarse otra autoridad que la que cada uno encuentra en las motivaciones y en las argumentaciones aducidas. Con este ttulo, y slo con este ttulo, todos -incluido el magisterio- pueden intervenir: y todos, incluido el Magisterio, pueden tener razn o equivocarse". "Siguiendo este planteamiento fundamental, se piensa que no hay que reconocer la encclica Veritatis splendor como expresin autntica del magisterio de la Iglesia. (...) En consecuencia, algunos autores estn convencidos de poder hacer de la VS objeto de una quaestio disputata, y se sienten autorizados a favorecer el disenso pblico hacia un pronunciamiento pblico del magisterio ordinario del Romano Pontfice. De este modo se incurre en un comportamiento teolgica y eclesiolgicamente incorrecto (cfr. Lumen gentium, n. 25), y al mismo tiempo se confirma con los hechos la exactitud del diagnstico y del discernimiento doctrinal llevado a cabo por la VS, especialmente en los pasajes en los que explica cmo un cierto modo de concebir la autonoma moral lleva a 'negar la existencia, en la revelacin divina, de un contenido moral especfico y determinado, universalmente vlido y permanente', y a desconocer por tanto la existencia de 'una competencia doctrinal especfica por parte de la Iglesia y de su Magisterio sobre normas morales determinadas relativas al llamado bien humano' (VS, n. 37)". Como ha recordado recientemente Juan Pablo II, "en las encclicas Veritatis splendor y Evangelium vitae, as como en la Carta apostlica Ordinatio sacerdotalis, he querido proponer una vez ms la doctrina constante de la fe de la Iglesia con un acto de confirmacin de la verdad claramente anclado en la Escritura, en la Tradicin apostlica y en la enseanza unnime de los Pastores. Por consiguiente, tales declaraciones, en virtud de la autoridad transmitida al Sucesor de Pedro de 'confirmar a los hermanos' (Lc 22, 32), expresan la certeza comn presente en la vida y en las enseanzas de la Iglesia" (Discurso. a la Sesin Plenaria de la Congr. para la Doctrina de la Fe; ver serv. 163/95). "A nadie escapa que contestar por principio el papel del magisterio de la Iglesia expresado en estas palabras, como de hecho se comprueba en el presente libro, no constituye un problema simplemente disciplinar, sino que mella profundamente la unidad y la identidad de la Palabra sobre la que est fundada la Iglesia".Comentarios de prensa sobre la "Veritatis splendor"(Aceprensa 132/96). El gran inters que ha despertado la encclica Veritatis splendor se manifiesta en el abundante espacio que le ha dedicado la prensa. De entre los muchos comentarios publicados, entresacamos algunos de la prensa europea, en los que distintas personalidades destacan la oportunidad de la encclica en un momento en que la cuestin moral est en el centro de los problemas contemporneos y la conciencia de la humanidad parece desconcertada.Para defender a la humanidad de la desesperanzaEn un artculo publicado en Le Monde (6-X-93), el Card. Jean-Marie Lustiger, Arzobispo de Pars, comenta por qu la sociedad actual necesita este mensaje. La cultura occidental ha desplegado tesoros de inteligencia para analizar la responsabilidad moral de nuestros actos. Pero, por desgracia, no sabemos hacer honor a este patrimonio. Necesitamos volver a aprender a asumirlo. Explorando las profundidades del alma, hemos descubierto los extraos rodeos del deseo, incluso las mscaras con que se disfrazan nuestras buenas intenciones. Al ser ms conscientes de la complejidad de las situaciones, nos hemos hecho ms sensibles al peso de las circunstancias que la justicia humana llama atenuantes. Es todava posible afirmar que ciertos actos son malos en s mismos y que siguen sindolo cualesquiera que sean las intenciones de quien los comete y las circunstancias? (...) Con vacilaciones, las instituciones internacionales elaboran una jurisprudencia para sancionar los crmenes contra la humanidad. Pero, al mismo tiempo, los movimientos de la opinin, las mayoras diferentes de una poca o de un pas a otro, los intereses opuestos y la versatilidad humana dejan a cada uno escptico sobre la capacidad de los hombres para decir con certeza y unnimemente lo que es un crimen o lo que no lo es. La Iglesia recuerda, con la luz de Dios, que el hombre puede distinguir el bien y el mal. Nunca puede llamar bien al mal, a no ser al precio de una mentira que le destruye a s mismo. Es una cuestin de vida o muerte, una condicin necesaria para la felicidad y la libertad. El bien es un camino que se abre ante la humanidad en marcha hacia la felicidad que ha de recibir de Dios. El mal es un abismo donde, de golpe, el hombre bascula como en la nada. Por eso el mandamiento que nos preserva toma ese tono negativo: "No desears...", "no matars". El precepto no es una prohibicin arbitraria: es una salvaguarda de la libertad humana. La Iglesia apela a la razn para reconocer esta luz sobre el hombre y sobre su condicin. Al recordar lo razonable, la Iglesia defiende hasta el fin la responsabilidad de la libertad. La alteridad de los "mandamientos" libera la conciencia moral. Escoger el bien digno del hombre -y de todo hombre- no es llamar "bien" a lo que me gusta o me conviene. Es respetar "en cualquiera y, ante todo, en uno mismo, la dignidad personal y comn a todos" (V.S., n. 52). Nuestra poca est tentada de sustituir la conciencia personal y sus opciones libres por la legitimidad de las leyes civiles. La conciencia y la libertad se reducen as a lo legal y a lo poltico como en el tiempo de los sofistas, como antes de Scrates. Los siglos pasados eran quiz ingenuos al dejar a veces lo legal y lo poltico a la apreciacin de la conciencia moral. Nuestra poca, al realizar un reduccionismo inverso, se hace cnica. Es el triunfo de Maquiavelo a escala planetaria. (...) El remedio est en la razn comn y en el esfuerzo, siempre renovado, de volver a humanizar la conciencia moral de los hombres. La coyuntura es favorable, pues somos sensibles a las perversiones, los excesos, los escndalos. Pero, al mismo tiempo, estamos en una situacin de extrema debilidad, habida cuenta del gigantismo de los medios empleados y de la impotencia para dominarlos. La Iglesia lanza una llamada a la esperanza. Como escribe el Papa, "la firmeza de la Iglesia en su defensa de las normas morales universales e inmutables no tiene nada de humillante para el hombre" (V.S., n. 96). La Iglesia no impone con una intolerable intransigencia una verdad que slo ella pretendera tener. "Al servicio de la conciencia", la Iglesia, de acuerdo con su misin, da testimonio de la verdad ofrecida por Dios a todo hombre. Enseando al hombre sus deberes, la Iglesia confirma los derechos de cada uno, especialmente de los ms dbiles. (...) No confundamos la palabra de la Iglesia con la presin de las ideologas. La Iglesia se dirige a lo que hay de ms esencial en cada ser humano: el gusto por la sabidura, el deseo del bien y la capacidad de alcanzarlo. A los cristianos, les pide vivir el perdn y la misericordia. Cuando la Iglesia apela as, con fuerza, a la conciencia de los hombres, no oprime: simplemente enuncia las condiciones de la libertad. La verdad, luz para la vidaEn Italia, distintas personalidades han escrito artculos destacando la originalidad de esta encclica. Para Mons. lvaro del Portillo, Obispo Prelado del Opus Dei, el mensaje fundamental que la encclica dirige a los fieles es la conexin entre libertad y verdad (La Stampa, Turn, 6-X-93). Juan Pablo II nos recuerda que el hombre, todo hombre, es sumamente valioso. Posee una incomparable dignidad porque es imagen de Dios y porque es libre, dueo de sus actos y constructor de su destino personal. Por eso la libertad tiene que ver con la verdad: ms libres somos cuanto mejor conocemos lo que realmente somos y lo que estamos llamados a ser, la dignidad y el bien que estamos llamados a alcanzar. Nadie ms libre que el hombre consciente del elevado destino que Dios -Creador y Redentor- le tiene reservado. La humanidad -y ms concretamente esa parte de la humanidad que solemos llamar civilizacin occidental- ha conocido, en estos ltimos aos, momentos de gran optimismo para caer, muy poco despus, en un estado de oscuro pesimismo e incluso de postracin. (...) A ese mundo, a los hombres y mujeres que viven en ese mundo, Juan Pablo II, hablando en nombre del Evangelio, quiere recordarles que pueden soar con mundos ms justos, con una condicin: que adviertan que esos mundos futuros dependen, de forma decisiva, del uso que hagan de su libertad y, por tanto, de la apertura de su espritu hacia el bien y hacia la verdad. Veritatis splendor: el resplandor de la verdad, de una verdad que no consiste en frases genricas o vacas, sino en la afirmacin de la realidad de Dios y de la realidad del hombre, de un Dios que es amor y de un hombre que est hecho para amar. Porque la moralidad no es, primariamente, un cdigo de prohibiciones, sino invitacin y llamada, programa de vida. La vida moral comprende exigencias, momentos difciles e incluso duros. Desconocerlo sera ingenuidad. Pero esos momentos son slo el reverso de la medalla, el precio que una libertad limitada y en camino como la nuestra debe pagar para llegar de hecho a la meta. Y esa meta es la felicidad, la alegra que brota de un amor realizado. En Il Sole-24 ore (6-X-93), Vittorio Possenti, profesor de Filosofa y Teora de las Ciencias de la Universidad de Venecia, pone de relieve cmo la doctrina de la Iglesia "sosteniendo la universalidad e inmutabilidad de la ley moral en todo tiempo y lugar, demuestra una limpieza que podr no gustar, pero que fundamenta la autntica 'democracia moral', es decir, la absoluta igualdad de todos los hombres, desde el ms poderoso al ms desamparado, ante la santidad de la ley moral y sus consecuencias. En esto consiste el fundamento tico de la sociedad, en el sentido de que slo en la 'democracia moral' puede tomar cuerpo la 'moral de la democracia', que cuenta hoy con numerosos enemigos internos". El profesor Giorgio Rumi afirma en Avvenire (7-X-93): "Como historiador no puedo menos que recordar los daos que ha producido el triunfo de la moral autnoma precisamente en el siglo XX, hasta llegar a divinizar la voluntad humana: una voluntad que, transformada en voluntad de partido, de Estado, se ha convertido fcilmente en proyecto de dominio universal. El germen de esta voluntad de potencia est sobre todo en el rechazo de la moral tradicional (...). En esta situacin, encuentro obligado que el Papa hable. Y me sorprende que ciertos telogos, como Kng, hayan olvidado la leccin de la historia". La necesidad de principios firmesEl Card. Basil Hume, primado de Inglaterra, subraya que una sociedad pluralista necesita anclarse en valores slidos como los que recuerda el Papa (Daily Telegraph, Londres, 6-X-93). Se cuenta que, en cierta ocasin, un destacado poltico termin as un discurso electoral: "stos son, pues, mis principios. Y si no os gustan, los cambiar". Verdadera o no, la ancdota apunta a un tema clave de la reciente encclica Veritatis splendor: que hay principios morales inmutables que se aplican a todos sin excepcin. (...) Una sociedad pluralista en la que todos se consideran libres para construir y escoger su propio bien corre el peligro de dejar de ser en absoluto una sociedad. En toda Europa muchas personas de todas las religiones y de ninguna buscan convicciones compartidas y valores comunes e intentan descubrir un fundamento en el que anclarse slidamente. Veritatis splendor nos ayuda a continuar esta bsqueda. Lo hace subrayando el hecho de que la pregunta "Qu es ser bueno?" presupone la pregunta "Qu es ser humano?" La fragmentacin moral es, de hecho, un sntoma de confusin y desacuerdo profundos en torno a la naturaleza y el valor de la vida humana misma. La Iglesia catlica tiene algo nico que ofrecer a todos en la bsqueda de valores morales firmes. Son especialmente relevantes tres conceptos bsicos que el Papa examina en este documento: libertad, verdad y conciencia. Nuestra poca aprecia, con razn, la libertad: nos alegramos cuando los hombres se liberan de la tirana, de la enfermedad, de la injusticia y del hambre. Pero qu hacemos con tales libertades cuando las tenemos? Tengo libertad para hacer lo que me plazca, o esta preciosa libertad consiste no slo en estar libre de ciertas cosas, sino tambin en ser libre para algo mayor, superior a m mismo? La libertad de eleccin es el fundamento esencial de la vida moral. Lo que importa es escoger bien. Esto exige conocer la verdad sobre la condicin humana y, en consecuencia, saber qu es bueno para el hombre. La libertad de eleccin no es un fin en s misma. La libertad trae consigo deberes, en virtud de responsabilidades personales y sociales, y es esencial reconocerlos para fortalecer la conciencia social y la solidaridad. (...) La insistencia [del Papa] en la razn es especialmente relevante para una sociedad pluralista como la nuestra, donde tan necesarios son la cooperacin y el dilogo. El ncleo del mensaje del Papa es que hay acciones que son siempre y en s mismas gravemente ilcitas: todo acto hostil a la vida, como el aborto o el genocidio; o todo lo que viola la integridad de la persona humana, como la tortura o la injusticia; o todo lo que ofende la dignidad humana, como los abusos contra los nios o la explotacin de los trabajadores (...). La conciencia no es maestra de la doctrina, y, sin ayuda, la conciencia individual puede sucumbir a argumentos especiosos. Estamos obligados a formar nuestra conciencia, tanto como a obedecerla. Pero nadie puede decidir por otro. Y la objetividad de los valores morales, lejos de usurpar la funcin de la conciencia, la previene contra el peligro de convertirse en mero portavoz de opiniones particulares. La vida moral lleva a una conciencia cada vez ms clara de que la realizacin personal slo es posible cuando se sirve al bien comn de la humanidad. Democracia con valoresRafael Navarro-Valls, Catedrtico de Derecho Eclesistico del Estado de la Universidad Complutense de Madrid, defiende en El Mundo (Madrid, 6-X-93) el valor de la Veritatis splendor como gua para vacunarse contra nuevos totalitarismos. El peligro totalitario acecha a Occidente con un nuevo ropaje: el de las ideocracias intolerantes con toda moralidad objetiva. Desde la cada del muro de Berln se ha difundido en la cultura europea lo que se ha llamado una cierta mentalidad de bnker, tras la que alguna intelligentsia se atrinchera, y que parece alimentar una agresividad latente hacia toda valoracin objetiva de conductas con vocacin universalista. Sobre todo si la objetivacin de valores tiene un trasfondo religioso. En su esencia es la misma mentalidad, aunque con distintos protagonistas, que hace muy poco negaba a los derechos humanos su potencial universalidad, es decir, su capacidad de adaptacin a cualquier cultura. Frente a este ltimo plantamiento, la Conferencia de Viena proclamaba hace unos meses los derechos humanos como "universales, indivisibles e interdependientes", de aplicacin incondicional en los mbitos nacional e internacional. Sin que pudiera esgrimirse como coartada para su aplicacin la historicidad de las diversas culturas ni el juego de las mayoras. Es en esta misma lnea donde hay que inscribir, en mi opinin, la encclica de Juan Pablo II publicada ayer oficialmente. Ciertamente, buena parte de ella se refiere a discusiones teolgico-morales dentro de la Iglesia, pero su trasfondo se eleva sobre stas apuntando directamente a una clara preocupacin antropolgica que le lleva a inquirir por los grandes problemas de la humanidad. "Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder". Efectivamente, ah radica la esencia ltima de los totalitarismos modernos, que no es otra sino el secuestro y relativizacin de la verdad: su trasferencia al individuo (totalitarismo de la conciencia), al Estado (totalitarismo poltico) o al partido (totalitarismo de las mayoras). Lo que parece pedir Juan Pablo II es un rearme axiolgico de la conciencia civil que impida que las ideas puedan ser instrumentalizadas para fines de poder. De ah que vuelva a alertar frente a ese "totalitarismo visible o encubierto" a que fcilmente conduce "una democracia sin valores". Lo que en mi opinin el texto pontificio observa con reticencia es un Estado o una sociedad que haga propia -a veces sin clara conciencia- aquella visin de neutralidad que denunciaba Dante cuando reservaba los lugares ms profundos del infierno "a los que, en pocas de crisis moral, conservan su neutralidad". Por lo dems, no es la Veritatis splendor una concatenacin de absolutos morales negativos y rigoristas. Es ms bien una serie de enunciados cuya enseanza tiende a proteger a la persona y su dignidad hacindole notar cules son los callejones sin salida si la libertad no se orienta hacia la verdad. De ah que la "nueva evangelizacin" que postula no sea pesimista e intolerante, sino profundamente optimista y llena de esperanza en la capacidad del hombre de arrojar lejos las cadenas de nuevas y antiguas servidumbres. No una reedicin de lo que ha existido, reedificando una Europa dominada por los catlicos bajo la gua del Papa, sino ms bien el intento de "que sean desveladas al hombre las fuentes de su identidad, y que as sea capaz de desarrollar toda la plenitud de su ser". En suma, una buena gua para liberar al hombre de los totalitarismos que le amenazan. Anclaje moral de la sociedadThe Independent (Londres, 6-X-93) destaca la relevancia social de la encclica. El Papa Juan Pablo II dice que hay normas con las que todos pueden estar de acuerdo: no puede cada uno seguir su mero antojo personal. Lejos de ser un clrigo anticuado, el Papa ha respondido a una necesidad real de Occidente: la de una definicin de los valores humanos fundamentales. Sus juicios hallarn eco entre los catlicos y entre los no creyentes que ven a la sociedad, sin anclaje moral, ir a la deriva. La encclica no se muerde la lengua al tratar las implicaciones polticas de su mensaje: es pecado violar los derechos legales de los dems, el fraude, el robo, no proporcionar vivienda digna y explotar a los empleados. ste es un Papa que, tras haber pasado toda una vida combatiendo el marxismo, est tambin dispuesto a enfrentarse con los males del capitalismo. A la vez, est alerta contra la posible tirana de la mayora. Pocos liberales negaran que "una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto".Entrevista con el Profesor de tica ngel Rodrguez Luo sobre algunas claves de la "Veritatis Splendor"(Aceprensa 127/93). El relativismo no puede fundamentar los derechos de libertad propios de la democraciaEl gran inters que est suscitando la encclica Veritatis Splendor confirma que aborda problemas cruciales para el hombre de nuestro tiempo. No es extrao este inters, ya que responde al deseo generalizado de fundamentar la convivencia sobre bases ticas ms slidas. Y la sociedad slo puede mejorar si hay tambin una mayor responsabilidad personal. La nueva encclica es un texto de una gran densidad doctrinal. En esta entrevista, ngel Rodrguez Luo, Profesor Ordinario de tica en el Ateneo Romano de la Santa Cruz, ofrece algunas claves de lectura del documento pontificio. - Las encclicas surgen de una necesidad concreta. A cul responde sta? - El mismo Santo Padre explica, en la introduccin de la encclica (cfr. nn. 4-5), cul ha sido el motivo que le ha llevado a escribirla. Durante los ltimos decenios se han difundido en los ms variados ambientes, a veces tambin dentro de la teologa moral catlica, numerosas dudas y objeciones sobre la enseanza moral de la Iglesia. Si miramos el fenmeno en su conjunto, y sobre todo en su repercusin sobre la vida de los fieles y de la sociedad, nos encontramos no con crticas parciales y ocasionales, sino con una crtica global y sistemtica del patrimonio moral cristiano. Se ha llegado a una situacin extremadamente confusa, que haca necesaria la clarificacin de algunas cuestiones sobre la fundamentacin de la teora y de la praxis moral, que estn en el fondo de las discusiones actuales. La Veritatis Splendor se propone realizar un discernimiento doctrinal en torno a estas cuestiones fundamentales de la moral.La responsabilidad de discernir - Qu se entiende en la encclica por "discernimiento doctrinal"? - Me parece que el tenor de las palabras empleadas en diversos lugares de la encclica (por ejemplo, nn. 5, 29, 37, 79, 82) no deja lugar a dudas de que por discernimiento doctrinal debe entenderse una distincin entre lo que es aceptable y lo que es inaceptable, realizada desde el punto de vista de la doctrina catlica. Esto significa que el Papa habla como Sucesor de San Pedro que en virtud del mandato apostlico recibido de Cristo tiene la responsabilidad de anunciar y custodiar el depsito de la fe, responsabilidad que comparten con l los Obispos, a quienes la encclica se dirige directamente. En virtud de ese mandato, el Santo Padre tiene el deber de declarar la incompatibilidad de ciertas tesis teolgicas o filosficas con la verdad revelada. Cuando rechaza algo, lo hace porque es incompatible con la doctrina catlica y en la medida en que lo es o la pone en peligro. No pretende favorecer, tomar partido ni mucho menos imponer una de entre las diversas opciones teolgicas compatibles con la identidad cristiana (cfr. n. 29).Ideas centrales - Cmo est estructurada la encclica? - La encclica tiene tres captulos centrales. El captulo I es una meditacin bblica acerca del dilogo de Jess con el joven rico, con la que Juan Pablo II explica los elementos esenciales de la moral cristiana; principalmente, la ordenacin del hombre a Dios; la relacin entre la bondad moral del comportamiento humano y la vida eterna; el seguimiento de Cristo; y, por ltimo, el don del Espritu Santo, fuente y fuerza de la vida moral del hombre regenerado en Cristo. El captulo II es el que posee un contenido doctrinal ms denso y de carcter ms tcnico. Se ocupa de cuatro problemas fundamentales de la moral, y enjuicia doctrinalmente algunas respuestas que esos problemas han recibido en ciertas corrientes de la teologa moral. El tema de fondo de este captulo, y creo que tambin de toda la encclica, es el de la relacin entre la libertad y la verdad. El captulo III explica positivamente el sentido de la libertad cristiana, la libertad que Cristo nos ha ganado en la cruz, su importancia para la evangelizacin y para la renovacin de la vida social y poltica. Evocando el testimonio de los mrtires, se trata de la ejemplaridad que debe tener la vida del cristiano, de la misin de los telogos y la responsabilidad de los pastores. - Cules son las ideas centrales del captulo II que, segn dice, aborda los temas de fondo? - Consta de cuatro secciones. En la primera, a la luz del tema fundamental de la relacin entre la libertad y la verdad, se explica el concepto de ley moral natural, y se hace un discernimiento crtico sobre el concepto de autonoma moral. La segunda seccin trata de la conciencia moral. Siguiendo de cerca las enseanzas del Concilio Vaticano II, la conciencia es vista como santuario del hombre en el que se revela el vnculo de la libertad con la verdad. La tercera seccin realiza una cuidadosa valoracin crtica de la "opcin fundamental", aclarando en qu sentido es compatible con la doctrina catlica, y en cul no lo es. La cuarta seccin se ocupa de las teoras morales conocidas como "teleologismo", "consecuencialismo" y "proporcionalismo". Con relacin a ellos se explica que la valoracin moral de los actos humanos no se fundamenta nicamente en la ponderacin de sus consecuencias previsibles ni en la proporcin existente entre los bienes y los males "pre-morales" que estn en juego. Tampoco basta la buena intencin. El valor moral de un acto depende fundamentalmente del objeto o del comportamiento elegido por la voluntad deliberadamente. Se desprende de todo esto que existen actos intrnsecamente malos, es decir, algunos comportamientos que, en s mismos y por s mismos, estn en contradiccin con el bien de la persona y con el mandamiento del amor. Los preceptos que prohben la eleccin de esos comportamientos obligan siempre y no admiten excepciones.Normas inmutables? - La encclica pone de relieve que la Iglesia, al hablar de las normas universales e inmutables de la moral, hace un servicio a los hombres y a la sociedad. Para algunos, sin embargo, esa inmutabilidad sera contraria al ideal democrtico, entendido como consenso que los ciudadanos otorgan a determinados valores en un momento histrico concreto. Podra aclarar este problema? - Su pregunta contiene en realidad tres cuestiones distintas. La primera es de ndole propiamente moral, y se refiere a la universalidad e inmutabilidad de las exigencias ticas fundamentales. La segunda mira a la supuesta relacin negativa que existira entre una tesis moral (la inmutabilidad de las normas ticas fundamentales) y el rgimen poltico democrtico. La tercera versa sobre el modo de entender el sistema poltico que llamamos democracia. Como la Veritatis splendor no se ocupa de la tica poltica, responder a la primera cuestin. En el n. 53 de la encclica se explica con detalle en qu sentido se habla de la inmutabilidad de las normas morales. Se trata de un sentido bien preciso que nada o poco tiene que ver con las caricaturas que a veces se despachan, y que desde luego no se opone al progreso del conocimiento moral y de la investigacin tica. Universalidad e inmutabilidad de las exigencias ticas fundamentales significa que la razn humana alcanza, a veces despus de un largo esfuerzo, verdades morales inconfundibles, en cuanto que descubre una relacin necesaria, positiva o negativa, entre un comportamiento y el bien de la persona. Por ejemplo, el estupro es necesariamente incompatible con la dignidad de la persona, y por eso la norma que lo prohbe es universal e inmutable. La Iglesia, al ensear que existen normas ticas universales e inmutables, demuestra su confianza en el poder de la razn humana para conocer con certeza las exigencias necesarias de la dignidad humana (exigencias que en muchos casos son confirmadas por la Revelacin), y afirma que los valores personales no admiten nunca un tratamiento instrumental o violento. Bajo ese doble aspecto hace un servicio de incalculable valor a los hombres y a la sociedad.Democracia y relativismo - Pero algunos sostienen que el ideal de la convivencia democrtica slo podra fundamentarse sobre el relativismo tico. - Esta idea descansa sobre un modo errneo de establecer la conexin entre el plano poltico y el plano tico. Hay una tesis verdadera: la relacin interior entre la conciencia personal y la verdad no puede estar sometida a la coaccin, tampoco a la del Estado. Pero esta tesis no procede lgicamente ni puede fundamentarse prcticamente sobre la tesis relativista de que afirmaciones contradictorias sobre el bien ltimo del hombre pueden ser igualmente verdaderas. Esta segunda tesis, adems de ser falsa y en el fondo impensable, no podra nunca fundamentar la primera, porque no cualquier idea del hombre puede fundamentar los derechos de libertad, como ha demostrado, por ejemplo, la teora y prctica marxista. La ilicitud de violentar las convicciones ntimas de la conciencia slo puede fundamentarse sobre una idea muy precisa del hombre y de su bien, segn la cual la persona posee dimensiones de valor absoluto, que no pueden ser objeto de instrumentalizacin o violencia. Esto implica, en el plano poltico, que la persona tiene derechos inviolables. Sobre esa nocin de fundamentos inviolables de la persona se fundamenta el nico rgimen poltico moderno que puede ser llamado con verdad democracia, es decir, la democracia constitucional. La tradicin constitucional parte de la idea bsica de que es necesario garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, para lo cual se ha de poner al poder poltico y social en condiciones jurdicas tales que le resulte imposible violarlos. El poder -cualquier poder- ha de ser por eso un poder limitado, sometido a unas restricciones constitucionales. La democracia no significa: "el poder absoluto al pueblo" (esto sera un absolutismo demaggico), sino ms bien: "nadie puede tener un poder absoluto". Con otras palabras: pertenece a la esencia misma del rgimen democrtico-constitucional la persuasin de que existen cosas que nadie puede hacer: ni un individuo, ni la mayora, ni todos juntos. Por ejemplo: en la imposible hiptesis de que hubiese sido aprobada por un referndum popular, la persecucin de los hebreos por parte del rgimen nazi no slo no hubiera dejado de ser un execrable crimen contra la humanidad, sino que adems habra cubierto de oprobio a la tan querida nacin alemana. Por la misma razn, no basta con tener una ley constitucional: tambin la ex Unin Sovitica tena una constitucin escrita, positiva, pero no era un rgimen democrtico-constitucional.La voluntad de la mayora - No basta entonces con la voluntad popular? - No. Lo esencial de la democracia est ms bien en que las leyes fundamentales del Estado reconozcan la existencia de una categora de comportamientos que desempean en la poltica una funcin anloga a la desempeada en la moral por los actos intrnsecamente malos, es decir, la categora de "lo que nunca puede ser hecho", por ningn motivo y en ninguna circunstancia. En este sentido, es significativo que un filsofo de la poltica como Norberto Bobbio, hombre de indiscutido prestigio que se declara no creyente, haya sido en Italia contrario a la ley sobre el aborto, porque vea que el derecho a la vida ha sido histricamente el primer derecho protegido por la tradicin constitucional moderna. Cualquier atentado contra la vida pertenece a la categora de "lo que nunca puede ser hecho". Por otra parte, Norberto Bobbio se indignaba al pensar que el respeto del principio "no matar" se estaba convirtiendo en patrimonio exclusivo de los catlicos. Bobbio no entenda, y yo tampoco lo entiendo, que la creencia en los ideales del socialismo democrtico pueda interpretarse como una patente de corso para privar de su vida a seres inocentes. Tambin desde este punto de vista se puede comprender el importante servicio que la Iglesia presta a la sociedad cuando propone la idea cristiana de persona.