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MORIR CON CRISTO PARA RESUCITAR CON ÉL

Via Crucis

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Via crucis comunitario. Saltillo Coahuila

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MORIR CON CRISTO PARA RESUCITAR CON ÉL

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INTRODUCCIÓN

El santo Via Crucis ha sido desde la antigüedad cristiana un ejercicio que busca inculcar en los fieles cristianos los sentimientos de dolor, piedad, compasión y amor que suscita la pasión y muerte de Jesús.

Pero también, el Via Crucis ha de ser un ejercicio de toma de conciencia. La pasión y muerte de Jesús se actualiza de manera significativa en el dolor y en la violencia que sufre cada uno de los seres humanos. Y de manera especial, en el subcontintente latinoamericano

Como señala José Comblin1:

En América Latina la sociedad pública y visible niega y encubre la realidad de las mayorías dominadas: niega a los indígenas, a los negros, a los campesinos pobres del campo, a los marginados de las ciudades […] El testimonio de los profetas consiste en proclamar la existencia de los indígenas, de los negros, de los pobres. Consiste en publicar los hechos cuando los matan, les roban, les quitan sus tierras, cuando los humillan. La sociedad oficial niega tales crímenes, no quiere reconocer la realidad de sus pueblos.

Y prosigue:

De la percepción de la realidad deriva la opción por los pobres que incluye una referencia al Reino de Dios como transformación de la sociedad. Es una opción por la liberación de la sociedad. Es una opción por la liberación de los pueblos oprimidos. […] El idealismo griego llevar a insistir unilateralmente en la conversión interior individual al punto de silenciar las implicaciones sociales del Reino de Dios y sus aspectos políticos. […] La opción de los pobres lleva a una opción por la liberación, y destaca el alcance político y social del Reino anunciado por Cristo. Tal opción obliga a una nueva lectura de la Biblia, liberándola de los límites de la filosofía individualista de los griegos. […] Movida por esa lectura, la Iglesia no teme enfrentar problemas reales y concretos como las injusticias sociales y la marginación política de los pueblos.

Así, el ejercicio del santo Via Crucis ha de transitar desde la piedad individual al compromiso social y comunitario.

El presente texto del Via Crucis que tienes en tus manos nació de la reflexión creyente de hombres y mujeres que se esmeran, día con día, en vivir de acuerdo con la enseñanza de Jesús de Nazaret, en seguirlo asumiendo con responsabilidad las consecuencias de ese seguimiento: matrimonios, jóvenes, sacerdotes… comparten aquí sus reflexiones a la luz de Jesús, muerto y resucitado.

Agradezco de corazón al matrimonio de Oscar y Carmen , a José Sandi Jiménez, a Claudia Salas Méndez, a Jesús Galeana, a Adolfo Huerta, a Fernando Aguirre y a José David García por su entusiasta colaboración en este “experimento”.

Gracias también a todos los que comparten sus reflexiones y materiales en la red y los ponen al servicio del pueblo de Dios. También han sido de ayuda para este Via Crucis.

Que la práctica de este ejercicio nos llene a todos de la gracia y del valor para caminar junto con Jesús hacia la Pascua de otro mundo posible.

Gabriel Verduzco

Cuaresma de 2014

1 COMBLIN, José (2001): «Los Santos Padres de la Iglesia Latinoamericana», en Revista Electrónica Latinoamericana de

Teología, disponible en <http://www.servicioskoinonia.org/relat/066.htm> [Recuperado el 18 de marzo de 2014].

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PREPARACIÓN

Animador: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Participantes: Amén

Animador: Señor Jesús, hemos querido llegar hasta aquí para acompañarte en este camino de la cruz. Queremos vivirlo junto a Ti y que Tú lo vivas junto a nosotros Pues solo si estás caminándolo con nosotros el dolor y el sufrimiento será menor.

Después de dos mil años nosotros seguimos repitiendo día tras día el caminar de la cruz entre dolores e injusticias entre sombras de muerte y desesperanza, entre la impotencia y la permisividad, entre la mentira y el engaño. Somos mexicanos que vivimos el dolor de nuestra patria agobiada por el narcotráfico, el terrorismo de los grupos insurgentes de la derecha y de la izquierda, el terrorismo de los grupos económicos y de los monopolios que nos explotan y subyugan, el pan nuestro de la corrupción en los niveles público y privado de la sociedad, el adormilamiento de nuestras mentes por el manejo de los medios de comunicación que se aprovechan de nuestra credibilidad y debilidad de carácter ya adormecido desde los procesos dolorosos de la conquista y la emancipación.

Ayúdanos ¡oh buen Cristo! a saber responder a los signos de cruz de nuestro tiempo para que tu cruz, unida a la de nosotros, sea cada vez más llevadera y nos permita llegar la felicidad de resurrección de todos nuestros males.

Participantes: Amén.

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PRIMERA ESTACIÓN

JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Miremos de frente a un compañero, descubriendo en su rostro el rostro de Jesús condenado por nuestro egoísmo.

Marcos 15,12-13.15. "Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?» Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo». Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran".

Jesús había determinado ya asumir con entereza el proyecto de su Padre; libertad al encarnarse y libertad para someterse incluso a la muerte y no cuando los hombres lo pretendieran sino cuando él mismo determina que ha llegado la hora. Por eso se enfrenta a quienes lo condenan a la muerte. Sus enemigos se han confabulado. Ha llegado la hora de Glorificar al Padre. Y para que se cumpla «toda justicia», como lo había declarado a Juan bautista. Está ahí, frente a Pilato.

Y cuántos Pilatos hay siempre, que por interés mezquino de poder y de prestigio prefieren pasar por alto sus mismas convicciones a fin de conseguir o por conservar sus espacios de poder; cometiendo injusticias, yendo en contra de los inocentes, explotando, maltratando, humillando, asesinando a quienes están bajo su autoridad. Pilatos que como entonces, hoy siguen sometiéndose a los intereses de otros, sacrificando la Verdad que si conocen pero negándola y condenan al inocente, al débil; ¡cuántas veces la fragilidad sostiene al fuerte!.

Cuántos Pilatos de hoy como de entonces, someten sus decisiones al poder de los más fuertes, se venden, se envilecen, y al final se lavan las manos: «es la Ley», dicen. Cuando las leyes han sido fabricadas por los mismos hilos del poder que pasan por encima de la vida y la dignidad de los demás.

ORACIÓN:

Señor, alienta en quienes llevamos el nombre de discípulos – misioneros tuyos ser anunciadores y promotores de justicia; que la rectitud sea nuestro testimonio. Que seamos capaces de construir un mundo más justo, humano y fraterno donde la dignidad de todos, especialmente los más débiles sea la preocupación y la tarea cotidiana; que con nuestro ejemplo y exigencia llevemos a los responsables de la vida pública a promover esperanza y vida. Que no nos convirtamos en jueces de los demás. Que cuando vayamos al encuentro del otro, seamos capaces de verte a Ti.

Te pedimos fortalezcas especialmente a quienes están encarcelados y son condenados injustamente; por aquellos que por su condición son más vulnerables: los emigrantes, los pobres, los indígenas, campesinos.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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SEGUNDA ESTACIÓN

JESÚS CARGA LA CRUZ SOBRES SUS HOMBROS

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de que todos hemos cargado a Jesús con la cruz de nuestros pecados, recarguémonos en el compañero.

Mateo 27, 27-31. "Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!». Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar".

Jesús se dirige hacia el Gólgota. Lo hace elocuentemente silencioso, temerosamente confiado y terriblemente feliz.

Esta estación me recuerda el siguiente pasaje bíblico de Génesis 22, 6-13:

“Tomó Abrahán la leña del holocausto, la cargó sobre su hijo Isaac, tomó en su mano el fuego y el chuchillo, y se fueron los dos juntos. Dijo Isaac a su padre Abrahán: «¡Padre!» Respondió: «¿Qué hay, hijo?» -Aquí está el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? Dijo Abrahán: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.» Y siguieron andando los dos juntos.

Llegados al lugar que le había dicho Dios, construyó allí Abrahán el altar y dispuso la leña; luego ató a Isaac, su hijo, y lo puso sobre el ara, encima de la leña. Alargó Abrahán la mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo.

Entonces le llamó el Ángel de Yahvé desde el cielo diciendo: «¡Abrahán, Abrahán!» Él dijo: «Aquí estoy.» Continuó el Ángel: «No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya sé que eres temerosos de Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu único». Alzó Abrahán la vista y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abrahán, tomó el carnero y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo.”

Isaac cargaba la leña… Jesús cargaba la cruz. Isaac ignoraba lo que sucedería… Jesús era responsable y por lo tanto consciente de lo que vendría. Isaac preguntaba al padre por la ofrenda… Jesús sabía que él era la ofrenda. A Isaac le sería arrebatada la vida… Jesús la entregaba, nadie se la quitaba. ¿Con qué gozo debió haber visto Abrahán al cordero que salvaría la vida de su hijo? Con un gozo mayor contemplamos a Jesús, porque él es el Cordero que evita la muerte no de uno solo, sino de todo el mundo.

Hermoso momento cuando el Sacerdote muestra a los fieles el pan eucarístico, diciendo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”. Porque una vez más estamos en el lugar y el momento del holocausto… ante este Jesús… hermano de la humanidad que se ofrece en sacrificio para que nosotros no muramos, que carga la cruz, y que se hace compañero de camino de todos los que llevamos una cruz por esta vida, que sabe del sufrimiento y por lo cual nos comprende perfectamente en nuestro sufrimiento, que se encamina hacia la muerte, como nosotros ya lo hacemos, no como el fin de la existencia sino como el comienzo de la plenitud en la resurrección, que comienza ya desde aquí y ahora.

Tomemos nuestra cruz, y encaminémonos hacia el lugar del holocausto, elocuentemente silenciosos, temerosamente confiados y terriblemente felices, que Dios nos ha previsto ya el Cordero.

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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TERCERA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de que Jesús cayó por primera vez, uno de nosotros caiga de rodillas y otro contemple en ese compañero a Jesús caído. Isaías 53, 4-6. "Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes".

¿Cuántas veces hemos caído por el peso de las adversidades de la vida?

El desánimo, pesimismo, derrotismo, fatalidades, indiferencia, injusticias, desilusión, tristeza, depresiones, desuniones, soledades.

Caemos porque en más de una ocasión, sentimos que nos ahoga todas estas adversidades.

Caemos porque pensamos que no tiene sentido nuestra existencia; que no vale la pena seguir de pie.

Caemos pensando que nuestras acciones no valen la pena, por no ver los frutos inmediatamente, caemos por no creer en el poder de nuestra honestidad, de la fuerza de unirnos, de la sed de justicia que se por doquier.

Si Cristo cayó, fue para revelarnos que somos mucho más grandes que nuestros problemas, de esas caídas y adversidades.

Que no somos los únicos en caer, que hay muchos caídos por la violencia y las injusticias, la caída de Jesús nos recuerda que no hay que olvidarlos.

¡Sí caemos, es para aprender a levantarnos!

Nos dice el Papa Francisco en su exhortación «Evangelii Gaudium»: ”nadie puede exigirnos que regulemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a las y a los ciudadanos”.

Petición:

¡No tengamos miedo de caernos! ¡Se nos está permitido caernos la veces que vengan, pero es obligatorio mientras podamos, levantarnos! ¡No tengas miedo de levantarte las veces que sean necesarias!

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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CUARTA ESTACIÓN

JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Cerremos nuestros ojos y sintamos la presencia de María en nuestra vida.

Lucas 2, 34-35.51. "Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su madre conservaba todo esto en su corazón".

"No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo a quien le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Lc 1 30-32

Al verte tan maltratado mi alma se siente destrozada, veo a ese niño que jugaba, a ese pequeño que me sonreía. No puede ser que mi pequeño esté sufriendo de este modo. ¿Qué pasa? Estoy aquí para apoyarte, para ir a tu lado. Jesús, está aquí tu madre, siéntete tranquilo. Yo llegaré contigo hasta el final, confiando en lo que me dijo aquella vez el arcángel: reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin...

En medio de aquel grotesco espectáculo del hombre condenado a muerte que, ya golpeado y ensangrentado, carga su propia Cruz para satisfacer la sed de sangre de una sociedad enferma, vemos este encuentro de Jesús con su madre, encuentro tan lleno de amor, que es capaz de romper con la dinámica del dolor y la muerte. Ambos tienen puesta su confianza en Dios y en este abrazo, juntos, pronuncian un Amén, el sí existencial que ha caracterizado la vida del redentor y la corredentora; Hijo y Madre unidos por una misma misión ofrecen su vida en un sí constante para ofrecer al hombre un destino luminoso en medio de las sombras y la oscuridad de la muerte y el pecado. Juntos andan el camino de la Cruz que es el que nos lleva a la Resurrección. El consuelo que encontramos en esta escena es para nosotros, los que contemplamos a la Madre y a su Hijo en su abrazo filial.

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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QUINTA ESTACIÓN

SIMÓN CARGA LA CRUZ DE JESÚS

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de que estamos dispuestos a ayudar a Jesús con la cruz, levantemos nuestra mano derecha en alto.

Mateo 27, 32-33. "Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz. Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, Calvario".

Esta escena nos remonta a la parábola del buen samaritano, dónde precisamente es él quien termina siendo un verdadero prójimo del hombre golpeado, cuando Jesús pregunta: ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? El experto en la ley contesta: El que se compadeció de él.

Claro que Simón al principio no quería, nadie quería, lo obligaron; fue difícil para él compadecerse con Cristo al inicio, después no lo fue tanto, pudo compartir con Él su padecer, y la cruz ya no le era ajena, ya la abrazaba como si fuera propia.

¿Qué tan difícil resulta para nosotros tomar los padecimientos del otro como nuestros, y no ser meros espectadores filantrópicos?

Tomando las miserias del otro como propias, dando sin límite, sanando desde dentro, sin marcar diferencia entre el dueño de esos padecimientos y yo, porque estos serán de ambos.

No hacerlo a la usanza moderna de ir, entregar una moneda, tomarse una “Selfie” y sentir que he cambiado el mundo, claro está, que esto tiene que ser difundido y que todos se enteren que fui la buena persona que dio lo que le sobra para “ayudar”.

Este hombre, Simón, viene y nos enseña a ser como él, sabiendo que será arduo el camino, que incluso no queramos al principio tomar desgracias ajenas, pero que en vista del amor, podemos compadecernos del otro, en un sentido cristiano, viendo siempre a la otra persona como un alter ego, un otro yo.

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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SEXTA ESTACIÓN

LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE CRISTO

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de limpiar el rostro sucio de Jesús, pongamos nuestras manos sobre la cara del que va a nuestro lado, con mucho respeto.

Salmo 26, 8-9. "Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación".

La Verónica, bien puede representar a toda la Humanidad o a toda la Iglesia, en cuanto muestra compasión, ternura, misericordia… se hace solidaria con el sufrimiento del Hijo de Dios. Hace una síntesis de lo que sería el Evangelio: Ella no juzga, no condena, simplemente ama y se compadece, trata de ayudar, de sacar de su dolor al Hijo del Hombre.

Por otro lado: el rostro de Cristo, y con él, el rostro de cada ser humano, que ha sido destrozado por todo tipo de pecado y de crimen contra la misma humanidad, llámese como se llame: guerra, crimen organizado, impunidad, explotación sexual, secuestro, robo, asesinato, corrupción…

El rostro divino que hay en cada ser humano es lo que ha sido desfigurado y es lo que necesita ser enjugado para que vuelva resplandecer con toda su dignidad y belleza. Esa es una de la más bella misión que podemos tener: ser restauradores, recreadores, limpiadores…

Lo fácil es permanecer indiferentes ante el sufrimiento de los demás… lo difícil es comprometernos a salir de nuestra comodidad y de comprometernos, con valentía, a ser “Verónicas” en el tiempo en que nos ha tocado vivir…

¿Cuánto dolor necesita ser consolado? ¿Cuántas lagrimas enjugadas? ¿Cuánta soledad acompañada? ¿Cuánto egoísmo destruido?

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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SÉPTIMA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de solidaridad con Jesús, caído por segunda vez, caigamos de rodillas.

Lamentaciones 3, 1-2.9.16. "Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. Él me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza".

Jesús está agotado, ha sido mucho el camino andado, ha sido mucho el peso de la cruz, han sido mucho los insultos y las agresiones físicas, y en su debilidad se derrumba. Pero, en seguida, se pone en pie, se levanta. ¿Qué lo animaba? Ni un deseo de humillar a quienes lo condenaban, ni un orgullo que pretendía mostrar su fuerza, tampoco una fama fugaz, mucho menos un deseo de morir por morir.

Le hace ponerse en pie esa obediencia al Padre, que no es otra cosa que fruto del amor, y esa solidaridad con el hombre, que no es otra cosa que ese amor inmenso que siente por la humanidad.

Cuando se ama, todo es posible… no siempre fácil… pero es posible. Cuando se ama y se cae por el peso de la cruz, se tienen las fuerzas necesarias para levantarse.

¿A quién no le ha sucedido esto? ¿Quién no se ha caído alguna vez? ¿Quién no ha sentido la debilidad de las fuerzas? ¿Quién no ha experimentado el agotamiento? ¿Quién no ha sabido nunca lo que es el cansancio?

Pero pensemos también, ¿Quién en esos momentos de pesadez, donde se titubea con los pasos hasta llegar al suelo, no se ha sentido invadido de aquella Fuerza que es fruto del amor, que vuelve a los hombres Amantes en la “obedientes” y la “responsables”, pero también conscientes de ser Amados por Alguien y alguien?

“Obedientes” a nuestra conciencia, donde se escucha la voz de Dios, obedientes a los principios universales, a una ética o a una moral, y “Responsables” con aquellos que dependen de nosotros directa o indirectamente, los hijos de una familia, los padres de una familia, los trabajadores de una empresa, los estudiantes y docentes de un colegio, los hermanos de una comunidad de fe, los pobres y los empobrecidos de nuestro pueblo, los que conducen nuestras ciudades, nuestros estados y nuestro país, por mencionar algunos ejemplos… en fin, los miembros de una sociedad.

Por estas dos razones Jesús se levanta de la segunda caída, por estas dos razones, también nosotros nos levantamos de las nuestras.

Ahora bien, esta fuerza que invade a Jesús para incorporarse después de una caída, nos deja ver que no todo es “Decisión” o “Fuerza de voluntad”, ejercitada por la autodisciplina, hasta llegar a la Obediencia y la Responsabilidad por amor al Otro y al otro.

Esta “Fuerza que invade” a Jesús es el Amor del Padre al Hijo, en respuesta al amor que el Hijo ya le muestra y ahora se manifiesta por la obediencia y la responsabilidad, esta Fuerza le permite a Jesús sentirse y saberse amado, sentirse y saberse acompañado. Y entonces, después de la caída… se levanta.

Cuando el camino que hacemos, cualquiera que sea, se hace con “Alguien” y con “alguien” que nos ama, se disfruta más, en todas sus facetas, aun en aquellas de caídas por el peso de la cruz, porque tendremos la seguridad de que estará Alguien o alguien para ayudarnos a ponernos en pie y continuar el camino con nuestra cruz sobre los hombros y el corazón, por amor a Dios y al hermano.

¡Está permitido caerse! Lo que no está permitido es ¡No levantarse!

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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OCTAVA ESTACIÓN

JESÚS HABLA A LAS MUJERES

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de consolar a Jesús, pongamos nuestra mano derecha sobre la cabeza de nuestro hermano.

Lucas 23, 28-31. "Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Desplomaos sobre nosotros»; y a las colinas: «Sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?"

¿Por qué Jesús se detendría para consolar a estas mujeres?

Imaginemos esa escena, Jesús después de una noche larga, con una traición de por medio, apresándolo, con golpes, insultos, con los “suyos” negándolo, trayéndolo de aquí a allá “visitando” a los gobernantes, después de que el pueblo pidió la libertad de un ladrón en lugar de la de Él, y caminando hacia su muerte, cargando su propia cruz, una cruz que pesaba mucho más de lo que aparentaba porque en ella cargaba con todos los pecados del mundo.

Aún con todo eso, Él se detiene y consuela a las mujeres que lloran.

¿Acaso no era Él quién necesitaba el consuelo y no ellas?

Jesús les pide, nos pide, que salgamos de nuestra sensibilidad, que sobrepasemos incluso nuestro condicionamiento, para poder llegar a una mirada de amor, la mirada de aquél que abraza su cruz, y no se queda quejándose, lamentándose en su sufrimiento.

Nos clama de no quedarnos encerrados en nosotros mismos, es un gran peligro este, porque entonces ya no podremos distinguir a un lobo de un cordero, ya no podemos ver a nuestros hermanos, pero sobretodo, no podríamos levantar la mirada para contemplar a nuestro Dios.

Llama la atención que es a las mujeres a quien se dirige, culturalmente, la mujer es el llamado “sexo débil”, seres más sensibles que los hombres, sin embargo, son las mujeres quienes con mayor determinación ponen el amor sobre la justicia. Ellas, quienes a pesar de que en muchas culturas y sociedades son situadas en una posición relativamente inferior al hombre, son las que saben captar este mensaje de Cristo, y sobrepasan su condicionamiento por amor a los suyos.

Gracias a ellas la familia se mantiene unida, los hijos tienen referencias de amor incondicional, los esposos son finalizados en ellas, y la Iglesia se mantiene viva.

Miremos a las mujeres de nuestra vida, aquellas que sobrepasan todo por amor, y comprendamos que son testimonio vivo de la Palabra de Dios.

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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NOVENA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de adoración a Jesús caído por tercera vez, doblemos nuestra cabeza y contemplemos la tierra.

Lamentaciones 3, 27-32. "Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud. Que se sienta solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza; que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios. Porque el Señor no desecha para siempre a los humanos: si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor".

Jesucristo es el principio de una promesa hecha realidad (Ez. 36, 25-27 s.s. Mt. 11, 28-30. Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas).

Caer..., es una palabra fuerte y más en nuestro pensamiento cristiano, más sin embargo creo que esto nos recuerda la fragilidad humana, de la cual estamos hechos, nos muestra la incapacidad que en ciertas circunstancias nos encerramos y de las cuales no encontramos solución, o más bien no queremos encontrarla, no volvemos reacios, incluso creo que hasta nos crecemos al castigo y al dolor, quizá hasta nos acostumbramos a vivir así.

Debemos retomar el camino, pero en este tiempo, es difícil reconocerlo, como laicos podemos decir que este camino es como el del viacrucis, y que finalmente es una esperanza, pero aun así es difícil hallarlo, porque en una sociedad tan deshumanizada, tan apresurada, tan golpeada, pero a la vez llena de la esperanza de la salvación, en ella, nos encontramos en un momento decisivo, en un momento donde los cristianos nos encontramos frente a nosotros mismos y que a partir de ese sabernos frágiles nos levantemos, nos dejemos ayudar por Jesucristo, que tuvo la humildad de levantar la cruz, de enseñarnos que aún en el dolor y en el sacrificio encontramos la esperanza de vivir, de compartir, pero sobre todo de no volver a perder el camino.

No hagamos este viacrucis, una moda, que a partir de hoy, celebremos no solo una semana santa, sino todos los días como santos, que con el ejemplo y testimonio que demos a los que nos rodean podamos esparcir el reino de los cielos.... Amén.

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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DÉCIMA ESTACIÓN

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de que Jesús fue despojado de sus vestidos, tomemos alguna pertenencia nuestra y arrojémosla al suelo.

Mateo 27, 33-3. “Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, «Calvario», le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso beberlo. Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes”.

En nuestra realidad, deberíamos entender el despojo, como algo que nos es arrebatado, algo que nos pertenece y que alguien nos lo quita, así retomando el ejemplo de Jesucristo, que es despojado de sus vestiduras, incluso de su vida, parece ser que a nosotros nos despojan de nuestros derechos, de nuestra identidad, incluso nosotros le quitamos a los demás la intención de acercarse a este Cristo que ha culminado este camino tan difícil, pero que aún así llega a la exaltación de su Reino prometido, creo que nosotros cristianos debemos quitarnos los tapujos que nos impiden perdonar a los demás, los estigmas que ponemos a los que nos rodean para no reconocerlos como hermanos, y así no predicar el Reino de Dios que el mismo Cristo con su ejemplo nos mostró, los que nos decimos cristianos y no cumplimos con esa tarea de llevar el Reino de Dios, sino lo llevamos a los demás, pues menos en nosotros mismos.

Es necesario Despojarnos de nuestras debilidades, de quitarnos el velo que cubre nuestra apariencia de cristiano, creo que lo lograríamos, incluso desde nuestra familia, desde nuestro trabajo, desde las personas con las que nos rodeamos, ahí es donde debemos sembrar el Reino de Dios que Cristo nos enseñó, ahí es donde está la necesidad de sonarnos en Cristo....

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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DECIMOPRIMERA ESTACIÓN

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de que Jesús fue clavado en la cruz, pongamos nuestros brazos en cruz, permaneciendo así a pesar del cansancio.

Juan 19, 16a.19. "Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos»".

Si el Génesis nos presenta el árbol de la vida, que se convierte en signo y fuente de muerte para los vivientes; el relato del Éxodo nos ofrece la oportunidad de encontrar otro signo que levantado en lo alto, habrá de servir de medio de salvación para el pueblo de Dios.

Llegada la plenitud de los tiempos aquí encontramos levantado en la cruz al que no sólo es signo, sino instrumento y medio de una nueva creación. Cristo, clavado en la cruz, ha subido al leño para colgar ahí el muro que nos separaba a los hombres el odio. Ya no hay razón para no conocer el proyecto de Dios sobre el hombre; todo aquél que quiera saber cuál es el plan de Dios para el hombre, todo aquél que desee saber quién es, debe voltear para ver a Jesús clavado en la cruz.

Él es el modelo de hombre prefecto, es el nuevo Adán, el definitivo. Es Cabeza así de una nueva creación, mucho más perfecta y excelente que la primera. A eso sube Jesús a la Cruz. Ese mismo cuerpo que nació del vientre de María, que caminó por esos valles y ciudades, que bendijo a los hombres, que se compadeció de los pecadores, que inauguró con su palabra y su vida la salvación, es el mismo que ahora luce expuesto, clavado, ridiculizado ante sus enemigos, exhausto. Y sube para que ya no más los hombres sigan siendo escarnecidos, crucificados. Ya no hace falta más dolor, Él ya lo ha padecido por todos.

ORACIÓN

Señor Jesús, clavado en la cruz, que subes a lo alto para contemplar el mundo al que has venido a salvar, consigue que no más hombres y mujeres sean crucificados; que no más ya sean entregados al sufrimiento y al pecado, por causas propia y por causa de los demás. Libera por tu Cruz, a quienes viven crucificados y viven esclavos de las drogas, los vicios, la ambición, la violencia. Haz bajar de la cruz a quienes son sometidos a pobreza y miseria, que son producto de la injusticia, porque ya tú subiste por ellos.

Danos compasión, por ti y por todos los que sufren la cruz contigo en este mundo hoy. Ayúdanos a mitigar la cruz del dolor en nuestros contemporáneos.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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DÉCIMOSEGUNDA ESTACIÓN

JESÚS MUERE EN LA CRUZ

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Levantemos la mirada al cielo como signo de esperanza.

Mateo 27, 45-50. "A media tarde Jesús gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron: «A Elías llama éste». Uno de ellos fue corriendo; enseguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían: «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo». Jesús, dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu".

Han asesinado a Jesús. Finalmente sus enemigos lograron quitarlo de en medio porque les estorbaba. Su forma de hablar clara y directa; sus acciones solidarias, misericordiosas, honestas... Todo ello causó molestia a todos los que querían mantener las cosas en esa falsa paz que atropella a los débiles y mantiene fuertes a los poderosos. Esa falsa paz que asesina con la injusticia que no se denuncia, con los abusos soportados por la violencia.

Por eso quitaron de en medio a Jesús. Por eso lo asesinamos en la cruz. Porque sigue molestándonos en nuestra comodidad barata, porque nos seguimos negando a dar de lo nuestro al que no tiene. Porque seguimos juzgando a los demás desde nuestro trono de pureza y moralidad. Porque nos creemos superiores a los demás y nos negamos a ser solidarios con ellos... aunque sabemos que el mismo Jesús no ha exigido lo contrario para ser sus seguidores.

Y tú, Jesús, lo sabías. Sabías que queríamos quitarte de en medio. Sabías que eras incómodo por tu forma de ser. Sabías que los profetas tienen que morir, porque este mundo no soporta su palabra. Tú lo sabías y, a pesar de ello, aceptaste con amor la muerte.

Y es que en tu corazón estaba Dios y tú rebosabas de confianza en Él. Pasara lo que pasara, confiabas plenamente en que el Padre nunca te dejaría. Aceptar el dolor, la pasión y la muerte es dar tu voto de plena confianza al Abbá.

Pero sabes también que tu muerte nos ha hecho cercano el Reino. Porque, a sabiendas de nuestra maldad y nuestra desidia por la conversión, la esperanza en tu Abbá es mucho mayor. La esperanza que llena tu corazón es mucho más grande que nuestra mezquindad.

Jesús, ayúdanos a esperar como esperaste en el Padre Dios. Queremos esperar y confiar ciegamente que Él no se quedará de brazos cruzados ante nuestro dolor. Enséñanos a confiar hasta el extremo de no tener miedo de morir día con día a nuestro orgullo y a nuestro amor propio. Enséñanos a esperar, en medio de la injusticia y el dolor, la acción liberadora de tu Abbá, de nuestro Abbá.

Sabes bien que somos débiles y frágiles. Sabes bien que somos cobardes y apocados. Tu muerte, Jesús, nos muestra que, pese a lo terrible y desolador que pueda ser lo que llega a nuestra vida, la última palabra siempre será de Dios.

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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DECIMOTERCERA ESTACIÓN

JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y ES ENTREGADO A MARÍA, SU MADRE

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador:

Mateo 27, 54-55. "El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: «Realmente éste era Hijo de Dios». Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle".

Esta estación nos invita, a no acostumbrarnos y ver como algo normal, imágenes que vemos de muchas mujeres y madres, donde se les entregan a sus hijas e hijos muertos por la violencia, por desapariciones forzadas, por desempleo, por exclusión, por enfermedades.

María figura revolucionaria de ternura y de fortaleza, como nos lo recuerda el Papa Francisco en su exhortación «Evangelii Gaudium»:”Ella es amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas”.

Hoy estamos llamados a ser esa madre, para uno mismo y para los demás.

Se nos llama a sostener, acoger, a llevar a todas esas hijas e hijos excluidos por sus preferencias religiosas, sexuales, sociales, para recibirlos sin condenarlos y a no dejarles morir solos.

El ejemplo de María, nos lleva a tomar una actitud, que se manifieste en acciones muy concretas que nos lleve asumir nuestra responsabilidad histórica, en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestra ciudad.

El Papa Francisco nos recuerda: “Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar hacia los demás, es lo que hace de María, un modelo eclesial para la evangelización hoy en día”.

Petición:

Recibir a Jesús muerto en nuestros brazos, significa hoy en día, no tener una actitud pasiva frente a la muerte ocasionada por la violencia y la corrupción que se vive en nuestra ciudad, sino de unirnos y ponernos en los zapatos del otro, de buscar nuevas alternativas de construcción de una sociedad que despierte y actúe para su propio bien común.

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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DECIMOCUARTA ESTACIÓN

EL CUERPO DE JESÚS ES SEPULTADO

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de que Jesús fue colocado en el sepulcro, doblemos nuestro cuerpo y sentémonos en el piso.

Mateo 27, 59-61. "José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro".

Estamos ante el asombro de la Humanidad, se vive la consecuencia última de la Encarnación, el Hijo de Dios renunciando a ser tratado como tal, entrando en nuestra historia y haciéndose uno de nosotros, igual en todo, menos en el pecado, ha tocado fondo: se hizo pobre para enriquecernos, pobre al grado que ni siquiera tenía sepulcro propio…

Muerto, deshecho, derrotado, abandonado… sus sueños, su vida, truncados… aceptando la voluntad del Padre… siendo generoso, amando y pasando la existencia haciendo el bien… instaurando el Reino del Amor, de la Paz, de la Justicia, del Perdón…

Siendo solidario con nosotros, siendo inocente, “haciéndose pecado” para morir por nosotros… nos ha amado primero… para que toda miseria humana toque fondo… es el silencio de Dios, su impotencia…

Paradójicamente su muerte es el inicio de la nueva creación, es el preludio de que la misma muerte ha sido vencida, que no tiene la última palabra, sino de que todos aguardamos la gloriosa libertad de los hijos de Dios… “He aquí que yo hago todas las cosas nuevas…”

¿Cómo permitimos que la de Dios llegue a nosotros? ¿Cómo vivir la alegría de la salvación?

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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DECIMOQUINTA ESTACIÓN

DIOS HA RESUCITADO A JESÚS

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Animador: ¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!

Participantes: ¡Salve, oh Cruz, salvación nuestra!

Animador: Como signo de la esperanza en la resurrección, alzaremos nuestros brazos al cielo.

Marcos 16, 1-6. "Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto".

La muerte de Jesús fue el precio de la fidelidad a su verdad. No permitió que la muerte fuese señora de la vida e impusiese sus normas. La vida en la tierra no es el supremo valor. Hay cosas por las cuales vale la pena entregar la vida. Morir así es un valor supremo. Hay una vida que no puede ser absorbida por la muerte; aquella que acepta morir por Dios, por los demás y por la causa de la justicia.

La resurrección revela todo el vigor de esta vida sacrificada. Ella no fue vencida; fue introducida en la suprema plenitud de la vida divina. La resurrección representa la realización de lo que el Reino de Dios significa. El proyecto de Jesús no fracasó, ni permaneció como mera promesa y profecía: se realizó en el crucificado. Por eso ahora es el Viviente. Cristo aparece como el vencedor de la muerte; lejos de exaltar la cruz y el sufrimiento, vino a destruir su dominio.

Si sólo anunciamos la cruz sin la resurrección, acabaremos por magnificar el dolor y dejaremos las lágrimas sin consuelo. Si predicamos la resurrección sin la cruz, caeremos en una ideología exaltadora de la vida, indiferentes a los que sufren y a los asesinados. Proclamamos la unidad del misterio pascual: aquel que fue rechazado y crucificado, es el mismo exaltado y resucitado. La resurrección sólo tiene sentido en el telón de fondo de la lucha de Jesús en favor de la vida y del Dios vivo.

En todo proceso de verdadera liberación hacemos la misma experiencia pascual. La búsqueda de una mayor justicia para todos tiene que enfrentar la detracción, la persecución, la tortura y, muchas veces, la muerte violenta. Los sistemas se cierran, sus agentes se muestran represivos y eliminan a los profetas y a los que buscan la liberación de los oprimidos. Así como la redención de Cristo no se hizo sin sangre, tampoco la liberación de los oprimidos no se hará sin martirio. Pero estas muertes engendran la victoria infalible de la libertad.

Animador: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Participantes: Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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CONCLUSIÓN

Animador: No ha concluido el Via Crucis. Tu Via Crucis, Cristo, es mucho más largo. Tú quisiste que nosotros fuéramos algo de Ti mismo. Ahora tendrás que salir del sepulcro y empezar otra vez el camino de la cruz. Por todos los caminos y por todas las calles del mundo. Millones de cruces, Cristo; millones de pasos tambaleantes.

Si no fuéramos tus miembros, no te dolería; pero Tú has querido que seamos miembros de tu mismo Cuerpo, y ahora: Te dolemos. Te dolemos con el peso de todas nuestras cruces: las cruces de los niños, las cruces de los grandes; esas cruces que no sabemos querer, esas cruces que no sabemos llevar. Esos caminos del mundo, que tienes que recorrer otra vez con nosotros, para llevarnos al triunfo.

Te he visto Cristo, con la cruz camino del taller. Te he visto, Cristo, con la cruz camino de la clase. Te he visto, Cristo con la cruz, subiendo las escaleras del hogar. En la tierra, en la calle, por los rincones de la casa, por la vida toda.

Está todo lleno de Cristos con sus cruces a cuestas. Te veo pasar junto a mí todos los días con una cruz como la mía. Te veo avanzar con la cruz por todos los caminos del mundo.

Señor Jesucristo, que por el Padre, con la potencia del Espíritu Santo, fuiste llevado desde las tinieblas de la muerte a la luz de una nueva vida en la gloria, haz que el signo del sepulcro vacío nos hable a nosotros y a las generaciones futuras y se convierta en fuente viva de fe, de caridad generosa y de firmísima esperanza. A ti, Jesús, presencia escondida y victoriosa en la historia del mundo honor y gloria por los siglos.

Participantes: Amén.

Animador: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Participantes: Amén