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VÍA FIDEI Fray Francsico Sequeira, OP

VÍA FIDEI

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VÍA

FIDEI

Fray Francsico Sequeira, OP

VÍA FIDEI.

Este camino de la fe nació como parte final de la pascua juvenil organizada en nuestra parroquia

san Martín de Porres en San Salvador, El Salvador. En el marco del año de la fe y de la preparación

para los 800 años de la fundación de la Orden de Predicadores, se vio la necesidad de reflexionar sobre

la fe, María y la predicación. Mientras preparábamos las actividades de la Pascua juvenil se nos vino a

la mente la idea de concebir un camino de la fe. En este itinerario se propone reflexionar en siete, de los

muchos posibles, momentos de fe que encontramos en el Nuevo Testamento, los cuales puede iluminar la

vida del joven.

Este itinerario de fe está pensado para ser realizado de tal manera que una el trabajo en equipo

con la reflexión y la oración. En cada estación se propone una lectura de la Escritura, una brevísima

reflexión y tres preguntas para facilitar el trabajo del grupo que la prepara. Esto supone un trabajo

previo a esta oración. También es posible dividir a los participantes en siete grupos, de manera que

cada uno trabaje una estación poco antes de iniciar la oración.

Una vez listas las estaciones, todos se reúnen en un lugar específico. El coordinador realiza una

breve monición explicando el sentido de la fe y la pascua, e invitando a vivir cada uno de manera

consciente este ejercicio de piedad. Conviene que la procesión vaya precedida por una cruz vestida con

tela blanca, símbolo de la resurrección del Señor. La acompañan cirios y flores. Al iniciar cada

estación se dice:

V/. Aleluya. Cristo ha resucitado. Aleluya.

R/. Como nos lo había anunciado. Aleluya.

Al terminar la representación, reflexión y oración elaborada por el grupo, se concluye cada

estación orando con el Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre. Se termina cada estación diciendo:

V/. Gózate y alégrate, Virgen María, Aleluya.

R/. Porque verdaderamente resucitó el Señor. Aleluya.

Conviene terminar este ejercicio siempre en el templo, y de ser posible con la Eucaristía o al

menos a los pies de Jesús en el sagrario. Esta es la octava estación, día primero de la semana, fuente y

culmen de nuestra vida cristiana. De tal manera que quede patente que el camino de la fe siempre nos

llevará a la Mesa Eucarística, donde Dios nos invita a participar y gustar su Palabra y su Pan.

Si alguno gusta de usar este folleto de forma privada, bastaría con leer el texto evangélico, la

reflexión y dar un espacio de tiempo para meditar en silencio ayudado de las preguntas propuestas.

Terminando de la forma ante dicha.

Esperamos que sea útil a alguno. No nos queda sino confiar a la intercesión de nuestra santa

Madre del Rosario y del santo patriarca José, a cuantos deseamos vivir con intensidad el gozo de la

santa Pascua, y nos alcance de su Hijo las gracias necesarias para vivir con fe profunda, esperanza

cierta y caridad operante cada día de nuestras vidas. Siguiendo el ejemplo de santo Domingo de

Guzmán, vivamos hablando con Dios o de Dios siempre y en todo lugar.

El autor.

VÍA FIDEI.

I. MARÍA MUJER DE FE.

Lucas 1, 39-45

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de

Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María,

saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo:

Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor

venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz

la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

La plenitud de los tiempos nos llega con Jesús. María fue llamada por Dios para ser la madre

de Dios hecho hombre. Por la acción de Dios en ella reconocemos la acción de Dios Trino y Uno en el

ser humano. El Padre la eligió, el Espíritu Santo la fecundó y el Hijo tomó de ella la carne humana para

redimirnos. Su sí fue un momento decisivo en la historia de nuestra salvación. Esta es la primera

bienaventuranza del Evangelio: bienaventurada tú porque has creído.

¿Por qué es María mujer de fe?

¿Cómo es la fe de María?

¿Qué de María tenemos que vivir los jóvenes hoy? ¿Qué cosas concretas podemos hacer para

ello?

Realicen una presentación creativa con lo que han leído y reflexionado, y una oración con la que

terminar su estación; elaboren una petición que recoja lo experimentado en esta reflexión.

La visitación.

Rogier Van der Weyden

VÍA FIDEI.

II. SEGUIR A JESÚS PARA CREER EN ÉL.

Marcos 2,13-14

Y volvió a salir a la mar, y toda la gente venía a él, y los enseñaba. Y pasando, vio a Leví, hijo de Alfeo,

sentado al banco de los públicos tributos, y le dice: Sígueme. Y levantándose le siguió.

Es Jesús que pasa. Muchos a él y a todo, enseña. Es Jesús que pasa. Te ve en tu trabajo

cotidiano, reconoce tu historia familiar. No pregunta, no pide opinión. Jesús le dijo: sígueme. Y aquel,

dejando todo lo siguió.

¿Leví tenía fe en Jesús antes de seguirlo?

¿Cómo construye su fe el discípulo?

¿De qué mesas debemos levantarnos para poder seguir a Jesús?

Realicen una presentación creativa con lo que han leído y reflexionado, y una oración con la que

terminar su estación; elaboren una petición que recoja lo experimentado en esta reflexión.

La vocación de san Mateo

Merinus van Reymerwaele

VÍA FIDEI.

III. EL PERDÓN DE LOS PECADOS, DON DE LA FE.

Lucas 7: 36 – 50

Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había

en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un

frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas

le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el

perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y

qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.» Jesús le respondió: «Simón, tengo

algo que decirte.» El dijo: «Di, maestro.» Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios

y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?»

Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.» El le dijo: «Has juzgado bien», y

volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para

los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste

el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha

ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha

mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.» Y le dijo a ella: «Tus pecados

quedan perdonados.» Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que hasta perdona los

pecados?» Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz.»

El amor no conoce mezquindad. Aquella mujer, acusada y despreciada por todos no se a

ponerse frente a Jesús. Desde atrás, a sus pies, derrama el perfume de su vasija y de sus ojos. Unge y

besa los pies de Cristo que pasa por su vida. Otros no son capaces de ver su amor. Jesús sí que ve.

Agradece aquel gesto insospechado que dice más de amor, que aquel pobre Simón que quiere agradarlo

con una comida. La fe de aquella la hace amar, y la fe y el amor le alcanza el perdón de Dios y su paz.

¿Qué hizo posible que esta mujer hiciese este signo de fe y amor?

¿Hay alguna parte de nosotros que se parezca a Simón?

¿Porqué cosas deberíamos llorar, besar y ungir los pies de Jesús nosotros hoy?

Realicen una presentación creativa con lo que han leído y reflexionado, y una oración con la que

terminar su estación; elaboren una petición que recoja lo experimentado en esta reflexión.

La magdalena lava los pies a Jesús

Paolo Veronesse

VÍA FIDEI.

IV. LA FE, GESTORA DE AMIGOS DE VERDAD.

Mateo 2,1-12

Algunos días después, Jesús volvió a entrar en Cafarnaúm. En cuanto se supo que estaba en casa,

se juntó tanta gente que ni siquiera cabían frente a la puerta; y él les anunciaba el mensaje. Entonces,

entre cuatro, le llevaron un paralítico. Pero como había mucha gente y no podían acercarlo hasta Jesús,

quitaron parte del techo de la casa donde él estaba, y por la abertura bajaron al enfermo en la camilla en

que estaba acostado. Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo: — Hijo mío, tus pecados

quedan perdonados. Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados, pensaron: “¿Cómo se atreve

este a hablar así? Sus palabras son una ofensa contra Dios. Solo Dios puede perdonar pecados.” Pero

Jesús en seguida se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: — ¿Por qué piensan ustedes

así?¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados quedan perdonados’, o decirle: ‘Levántate, toma

tu camilla y anda’? Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para

perdonar pecados. Entonces le dijo al paralítico: — A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu

casa. El enfermo se levantó en el acto, y tomando su camilla salió de allí, a la vista de todos. Por esto,

todos se admiraron y alabaron a Dios, diciendo: — Nunca hemos visto una cosa así.

Amigos es quien te ayuda a caminar. Muchos están allí, pocos te llevan a Cristo. Estás cansado,

paralizado en tu fe. No logras ponerte en pie. Pero Jesús pasa. No puedes llegar. No tienes fuerza,

ánimos, energías, fe. Ahora entran los amigos a escena. Levantan la camilla, y si no pueden entrar por

el techo, entran por el techo. No, no lo cura por su fe. Vio la fe de sus amigos. Y se hizo el milagro.

¿Llevamos a Cristo a aquellos que no se sienten en condiciones de ir a él?

¿Estamos levantado al caído, o ayudamos a caer?

¿Cómo hacemos hoy para seguir siendo camilleros de Cristo?

Realicen una presentación creativa con lo que han leído y reflexionado, y una oración con la que

terminar su estación; elaboren una petición que recoja lo experimentado en esta reflexión.

Curación del paralítico

Rafael de Urbino

VÍA FIDEI.

V. EN LA CRUZ NACE NUESTRA FE.

Mateo 27, 46.50-56

Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es:

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A

Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y

poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.

Más Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se

rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y

muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la

resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. El centurión, y los que estaban con

él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y

dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios. Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales

habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la

madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

La cruz de Cristo, la muestra suprema del amor. No hay amor más grande que él del que da la

vida por sus amigos, dijo Jesús. ¡Y qué amigos! los que lo traicionan, los que lo niegan, los que lo

abandonan. ¡Por ellos te has dado Señor! ¡Y yo soy uno de ellos! Sólo unos pocos guardan la fe hasta el

final. Las mujeres, de lejos, por amor, permanecen. Pero es el centurión, el que no anduvo con Jesús, el

que le tocaba trabajar aquella tarde, él es el que se estremece ante la obra salvadora y te reconoce,

Jesús, como lo que eres: Hijo del Altísimo. Y qué vio sino tu muerte. ¡Líbrenos el Señor de creer por

supercherías! Creo, Señor, porque por nuestra causa fuiste crucificado en tiempos de Poncio Pilato,

fuiste sepultado; has resucitado y estás entre nosotros.

¿Por qué creemos en Cristo?

¿Le reconocemos como nuestro Señor? ¿Somos fieles a él aún en los momentos de dolor?

¿Dónde nos cuesta reconocerlo? ¿Cómo podemos proclamarlo como Señor, en medio de nuestros

ambientes de muerte y violencia?

Realicen una presentación creativa con lo que han leído y reflexionado, y una oración con la que

terminar su estación; elaboren una petición que recoja lo experimentado en esta reflexión.

La crucifixión

B. Juan de Fiésole, OP

VÍA FIDEI.

VI. LA COMUNIDAD, FUNDAMENTO DE LA FE.

Juan 20, 19-31

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las

puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La

paz con vosotros." Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al

Señor. Jesús les dijo otra vez: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío."

Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les

quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos." Tomás, uno de los Doce, llamado

el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor."

Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los

clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré." Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos

dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: "La paz con

vosotros." Luego dice a Tomás: "Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi

costado, y no seas incrédulo sino creyente." Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío." Dícele Jesús:

"Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído." Jesús realizó en presencia

de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que

creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Cuesta creer. Y es bueno y justo que así sea. La fe es tu don, Señor. Nuestra fe brota en medio

de las puertas cerradas de nuestros miedos. Tú entras, Señor, y nos das la paz. Te reconozco no por tu

resplandor glorioso, sino por las huellas de tu santa pasión. Es tu cruz la que nos da la paz, y es tu

presencia resucitada la que me envía. No voy solo, me das el Santo Espíritu que nos permite prolongar

tu obra de reconciliar todo y a todos contigo. Pero me vence la incredulidad. ¡No puede ser que este

esté aquí! Yo quiero santos y buenos en tu Iglesia, no pecadores. ¡Pobre de mí, Señor! ¡soy yo el primero

en no creer en mis hermanos! ¡Hazme ver tus heridas! Quizá sólo así, volviendo la vista a tu muerte en

Cruz, a tu amor radical para conmigo, pueda volver a exclamar: Señor mío y Dios mío. Jesús, que no

desacredite nunca a mi comunidad. Que crea con ellos y por ellos.

¿Vivo mi fe en comunidad? ¿Creo en mis hermanos?

¿Exigimos pruebas a Dios para creer? ¿Su palabra es vida para nosotros?

¿Cómo dar la paz a nuestro mundo? ¿Cómo vivimos la presencia del Espíritu entre nosotros hoy?

Realicen una presentación creativa con lo que han leído y reflexionado, y una oración con la que

terminar su estación; elaboren una petición que recoja lo experimentado en esta reflexión.

Incredulidad de Tomás

Caravaggio.

VÍA FIDEI.

VII. LA COMUNIDAD, FUNDAMENTO DE LA FE.

Mateo 28,10.16-20

Entonces Jesús les dijo a las mujeres: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que

vayan a Galilea, y allí me verán. Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había

ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. Y Jesús se acercó y les habló

diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las

naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que

guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del

mundo.

El envío. Día primero de la semana, te has levantado del sepulcro. Las mujeres te han visto y te

adoran. Tú las envías. Experimentar tu pascua es profesar la fe en ti Jesús, Señor y Dios nuestro. Es

también una labor. Id a mis hermanos y decidles que vayan a Galilea. La primera misión es a la

comunidad. ¡Nos pones en camino, Señor! Somos unos pocos, pero luego seremos más. Mis dudas de fe

te importan poco, tú confías en mí, en nosotros y en virtud de tu poder nos envías al mundo. ¡Que grande

este horizonte! ¡Qué arduo el trabajo! Pero ¿por qué temer? Esta es mi certeza: tu presencia cotidiana

hasta el fin del mundo.

¿Nos anunciamos a Cristo entre nosotros? ¿Este anuncia nos moviliza? ¿Nos saca de nuestra

comodidad?

¿Vivimos nuestro apostolado de manera consciente y responsable? ¿Creo y confío que Jesús está

conmigo? ¿Vacila mi fe?

¿Cómo transformarnos en apóstoles desde nuestra cotidianidad? ¿Qué hemos de hacer para llevar

la reconciliación de todo y todos a nuestra sociedad?

Realicen una presentación creativa con lo que han leído y reflexionado, y una oración con la que

terminar su estación; elaboren una petición que recoja lo experimentado en esta reflexión.

La Ascensión

Tintoretto