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Viaje sentimental Por Gonzalo León Desde que vivo en Buenos Aires he hecho algunos viajes fuera de capital: curiosamente de los desplazamientos más largos no he sido capaz de retener mucho. Por ejemplo del viaje a Mar del Plata que duró seis horas sólo recuerdo la detención que hizo el bus antes o después de Castelli y unas vacas que pacían antes o después de llegar ahí, y el cielo que amenazaba con aplastarlas. Del viaje a Bahía Blanca que duró una hora sólo recuerdo la vista aérea de la cancha del Monumental de River Plate. De estas experiencias concluí que de los viajes cortos, más ínfimos quizá, soy capaz de retener muchos más detalles que de los viajes largos que implican transporte, ya sea en bus o avión. Esta impresión cambió cuando por primera vez salí de la provincia de Buenos Aires (Mar del Plata y Bahía están ahí) y el bus enfilaba hacia la provincia de La Pampa. Era el viaje más largo que emprendía, nueve horas en total, arriba de un confortable bus. A las tres o cuatro horas de viaje la impresión de no poder retener mucho no había cambiado, sin embargo cuando entramos en la pampa y el paisaje se volvía ocre y abandonado, sin rastros de la presencia del hombre, sentí un estremecimiento; no era miedo, pero sí una angustia de pensar que el viaje había terminado, que el bus había chocado y que estaba muerto: el infierno era ese paisaje. El tiempo entonces transcurriría de otro modo: más lento o más rápido. Y así fue: mientras las horas pasaban el paisaje no cambiaba, seguía siendo ocre y abandonado. Pensé en qué había hecho de mi vida, en los amores que había tenido, en mi pequeña familia (mi hermano y mi sobrino), en los que habían muerto ya (mi abuelo y mi madre), y traté de recordar por qué me había subido a ese bus.

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Viaje sentimentalPor Gonzalo Len

Desde que vivo en Buenos Aires he hecho algunos viajes fuera de capital: curiosamente de los desplazamientos ms largos no he sido capaz de retener mucho. Por ejemplo del viaje a Mar del Plata que dur seis horas slo recuerdo la detencin que hizo el bus antes o despus de Castelli y unas vacas que pacan antes o despus de llegar ah, y el cielo que amenazaba con aplastarlas. Del viaje a Baha Blanca que dur una hora slo recuerdo la vista area de la cancha del Monumental de River Plate. De estas experiencias conclu que de los viajes cortos, ms nfimos quiz, soy capaz de retener muchos ms detalles que de los viajes largos que implican transporte, ya sea en bus o avin.

Esta impresin cambi cuando por primera vez sal de la provincia de Buenos Aires (Mar del Plata y Baha estn ah) y el bus enfilaba hacia la provincia de La Pampa. Era el viaje ms largo que emprenda, nueve horas en total, arriba de un confortable bus. A las tres o cuatro horas de viaje la impresin de no poder retener mucho no haba cambiado, sin embargo cuando entramos en la pampa y el paisaje se volva ocre y abandonado, sin rastros de la presencia del hombre, sent un estremecimiento; no era miedo, pero s una angustia de pensar que el viaje haba terminado, que el bus haba chocado y que estaba muerto: el infierno era ese paisaje. El tiempo entonces transcurrira de otro modo: ms lento o ms rpido. Y as fue: mientras las horas pasaban el paisaje no cambiaba, segua siendo ocre y abandonado. Pens en qu haba hecho de mi vida, en los amores que haba tenido, en mi pequea familia (mi hermano y mi sobrino), en los que haban muerto ya (mi abuelo y mi madre), y trat de recordar por qu me haba subido a ese bus.

A veces cuando uno no puede recordar algo entra en una especie de trance y llegan a tu memoria otras cosas. Pero en ese momento no llegaba nada a mi memoria, as es que retom la lectura que haba llevado a ese viaje: Les doy poca importancia a las tantas cosas que pasan a la luz del da, en calles amplias y abiertas. La frase es de Viaje sentimental, del irlands Laurence Sterne, y cuenta un viaje que el autor de Tristam Shandy hizo por Francia e Italia, no es una crnica clsica de viaje, del tipo gua de turismo, sino que va ms all y construye una breve novela, donde el viaje es interno, de percepciones, y tambin de lugares que la mirada comn evita. Sterne hace como dice el ttulo un viaje sentimental, para captar lo que la naturaleza se niega a mostrar: La naturaleza es tmida, y odia actuar ante espectadores; pero en un rincn oculto a veces uno ve una sola breve escena, que vale por todos los sentimientos.

No se puede mantener la fija en un libro sabiendo que uno ha muerto: dej a un lado la lectura y volv a contemplar el paisaje. Salvo una leve oscuridad que se iba cerniendo sobre la inmensidad, nada haba cambiado: el ocre permaneca, as como las cinco vacas que aparecan (o se repetan) de tanto en tanto y el rbol solitario y final. Todo era como un teln de fondo, por el cual pude recordar el motivo de mi viaje. Y claro, era un viaje sentimental! Iba a visitar a una chica que me gustaba y que antes haba venido a visitarme. Pero no era simple reciprocidad el motivo de ese viaje; yo quera hacerlo, no para contemplar el paisaje ni para retener los detalles, sino para observar lo que me pasara. Uno planea el destino de un viaje, pero no lo que durante ese viaje suceder.

Lo que me haba llamado la atencin de esta chica era la sorpresa casi infantil con que reaccionaba ante los estmulos; intent imaginar qu caras habra puesto en su viaje, y lo que le pas por su mente cuando me avis por mensaje de texto: Despertate Len. Aldous Huxley, en El genio y la diosa, explica este tipo de reacciones que son comunes en la infancia: Cuando se es nio, nuestra mente es como una especie de solucin saturada de sentimiento, como una suspensin de todas las emociones, pero en estado latente, en condiciones de indeterminacin. En otras palabras hay un solo sentimiento, una sola emocin, que opera como xtasis. En esta chica haba algo de ese solo sentimiento, indeterminado, en xtasis, una pureza que vala la pena conocer porque, segn dictaba mi experiencia, no era habitual que estuviera ah a una edad adulta.

Quiz eso me llev a viajar, conclu cuando las luces del bus se encendieron y una arquitectura tosca asom entre el paisaje ocre. Entrecerr los ojos para ver mejor, pero la luz me ceg. Cuando me recuper los pasajeros, cual zombis, abandonaban el bus, y yo con mi ejemplar de Viaje sentimental me resista a seguirlos. Afuera Alice, de Resident Evil, me volar la cabeza, cre imaginar, o lo pens? El ayudante del chofer interrumpi mis tribulaciones cuando dijo que deba abandonar la mquina; me levant entregado a lo que viniera y, cuando enfilaba por el pasillo como condenado a muerte, divis por la ventana lateral una figura humana que me haca seas. Por alguna razn sent que bajo esa noche se sellara un pacto de sangre. Descend del bus, y pas lo que tena que pasar.