Vicuñas y Vascongados

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LA GUERRA ENTRE VICUAS Y VASCONGADOSAlberto Crespo

OBRA CUSTODIADA POR EL ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA

La guerra entre Vicuas y vascongados

Alberto Crespo

La guerra entre Vicuas y vascongadosPotos 1622 - 1625

Sucre - Bolivia

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CONTENIDO

EN EL ATLANTICO Y EL MAR CARIBE Historia espiritual Guerra o disturbioCaptulo I

5 7 8 11 11 17 21 25 28 32 35 39 39 42 47 52 54 57 61 65 65 68 75 78 84 87

SUMAJ ORKO El cerro y sus riqueza La Villa Imperial La controversia con La Plata El corregidor Ortiz de Sotomayor Mineros y soldados No tenan ms que la capa al hombro NotasCaptulo II

MARTINEZ PASTRANA Las deudas a la hacienda El inexorable contador La Cdula Real de 15 de julio de 1620 Lucha por las alcaldas Las elecciones Espadas como vicuas NotasCaptulo III

LA GUERRA El desafo Sangre en el empedrado El presidente Gobernar desde Lima Manchegos y andaluces NotasCaptulo IV

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LA GUERRA ENTRE VICUAS Y VASCONGADOS (Potos 1622 1625)

EL SIGNO DE LA VIOLENCIA Felipe Manrique Cinco ahorcados Si ahora no habis muerto, moriris por ello Los caballeros de la puna Somos acosados como las fieras No perdn, sino castigo Prisin y fuga de Fernndez del Castillo Antes de la noche habis de pagarlo NotasCaptulo V

91 91 94 98 109 114 120 124 126 129 135 135 139 141 142 143 148 152 154 156 157 161 162 165 168 172 174 178

LA REPRESION Los soliviantadores Mientras tanto en La Plata Pasquines contra estocadas Los arcabuces encendidos El comienzo del fin La Audiencia de La Plata El factor Astete de Ulloa Los portugueses Colgados en los balcones La traicin El alguacil y el bandido Morir matando Muertes en la crcel Vencidos y acabados Caballero de Alcntara Notas BIBLIOGRAFA

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En el Atlntico y el Mar Caribe

En un libro de memorias (Tiempo contado) refer que a mediados de la dcada de los aos 50 qued aterrorizado cuando, en el Archivo General de Indias, de Sevilla, el historiador americano Lewis Hanke, de manera casual, me dijo que Gunnar Mendoza tena listo para la edicin un trabajo sobre la lucha entre Vicuas y vascongados que a comienzos del siglo XVII ensangrent la Villa Imperial de Potos. Haca algunos meses me hallaba ocupado en una investigacin bsica sobre el mismo tema. Mendoza era ya un historiador experimentado y yo comenzaba de manera improvisada mis primeras pruebas en ese campo. La noticia de Hanke era simplemente catastrfica y yo me sent perdido. Meses de un trabajo intil; privado de toda comunicacin con Bolivia, me era difcil confirmarla u obtener mayores precisiones. Las ped a mi nico corresponsal en el pas, mi madre. Me contest que no haba podido averiguar nada. Sin embargo de tan decepcionante situacin, prosegu con mi proyecto. Al poco tiempo dej Sevilla con destino a Mxico y en las citadas memorias he contado cmo, en el camarote de un barco francs de carga, orden las fichas y comenc la redaccin. Por supuesto, no tena ni un solo libro a la mano. Despus de dos meses de navegacin entre Lisboa, La Habana, Santiago de Cuba, Nueva Orlens y otros pequeos puertos de Estados Unidos de Amrica, hasta llegar a Miami y Tampico, tena un primer borrador casi concluido. Creo que en ninguna otra poca de mi vida haba trabajado con tanta intensidad, pues a pesar de que tena presente la noticia fatdica, cumpl mi propsito de escribir cuando menos diez pginas cada da. En la ciudad de Mxico termin una nueva copia corregida, esperando siempre recibir la informacin pedida a mi madre. Al cabo de unos meses me lleg un ejemplar del trabajo de Mendoza: Guerra Civil entre Vascongados y otras Naciones de Potos y que comprenda los aos 1622 a 1641; no era un relato de la Guerra, sino un catlogo de documentos del Archivo Nacional de Bolivia. Lo recib con lo que se llama un respiro de alivio. Aunque tocando el mismo tema, la ndole de las dos obras era distinta, puesto que la ma era una narracin sobre aquellos hechos.

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El Catlogo de Mendoza ha sido calificado por Hanke como un modelo en su gnero. Publicado por Armando Alba en el segundo nmero de la revista Sur (1954), describe 94 documentos, de diferente extensin. Por ejemplo, el documento 91, unos autos criminales seguidos por la justicia de Potos contra Juan de Romay, consta de 359 fojas, mientras hay otros de dos o tres fojas. Lo que hizo Mendoza fue reunir en unos tres o cuatro gruesos legajos todos los papeles existentes en el Archivo Nacional de Bolivia sobre la Guerra. Como su experiencia en el manejo de un archivo no le permita desgajar un documento de un expediente para incorporarlo a ese Grupo, lo que hizo, llegado el caso, fue copiar a mquina el texto ntegro de un documento que formaba parte originalmente de un cuerpo mayor. Venciendo a la inopia del exilio, con un prlogo escrito por el historiador peruano Aurelio Mir Quesada, en un tiraje reducido, en 1956 pude publicar mi texto en Lima. Era mi primer libro, escrito fuera de la patria por circunstancias fortuitas y envi algunos ejemplares a Bolivia. Pas el tiempo. Despus de 17 aos de ausencia, volv a Bolivia y en una visita a Sucre era la primera vez que iba conocer esa ciudad vi en el Archivo los legajos de la Guerra. Otras ocupaciones, desidias por medio, me impidieron ocuparme de obtener los documentos del Archivo, que eran sin duda complementarios de los de Sevilla, pero en mi mente permaneca firme el propsito de llevar a cabo una nueva versin con esos papeles. Slo diez aos ms tarde (1979) en un viaje que hice a Sucre en compaa del historiador americano Phillip Parkerson, munidos de una mquina microfilmadora, proced a trasladar a la pelcula las dos mil fojas registradas en el Catlogo. Mientras tanto se publicaron dos nuevas ediciones (1969 y 1975). Nuevamente la elaboracin de otros trabajos propios y la edicin de libros y revistas ajenos, las atenciones a la Ctedra en la Carrera de Historia, algunos viajes, como uno que dur tres aos al Ecuador, mantenan intocado el microfilm. En 1993 me propuse sacarlo del depsito donde se hallaba, pero no encontr en La Paz ninguna lectoraimpresora de microfilm de 35 mm. que me permitiera utilizarlo, hasta que surgi la idea de pedir una fotocopia al Archivo Nacional. Su director, Josep Barnadas, atendi mi pedido con solcita deferencia y en dos partidas recib las dos mil fotocopias. Con esa nueva informacin en las manos y una consulta cuidadosa de la Historia de la Villa Imperial de Potos, de Bartolom

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Arzans de Orsa y Vela y la bibliografa pertinente escrib esta nueva versin. Empleo el trmino de consulta cuidadosa para mencionar la cautela para distinguir entre la fantasa y la historia, entre los hechos imaginarios y los sucesos reales y comprobables, entre la leyenda y lo verdico, de que est compuesta la Historia. Historia espiritual Aunque fuera un siglo y medio ms tarde, sobre todo para un hombre como Arzans que adems de ser potosino mir y escribi sobre el pasado de la Villa Imperial con alucinado inters, era difcil sustraerse a las simpatas o animadversiones hacia cualquiera de los dos bandos que intervinieron en la lucha. Dara lugar a un estudio de cierta extensin hallar la ubicacin partidaria del autor de la Historia. Sobre todo es difcil discriminar con claridad su posicin personal, puesto que ms de una vez es posible advertir contradicciones y juicios contrapuestos sobre los bandos. El traslada a su historia la fascinacin que siente por las peleas entre Vicuas y vascongados. Para Arzans, los sentimientos de rivalidad y sus sangrientas consecuencias, comienzan tan pronto como se inicia la explotacin de la plata del Cerro. Le complace relatar las tendencias individuales, muchas de las cuales tienen como escenario la pampa de San Clemente, donde las rencillas y los agravios son resueltos implacablemente a estocadas o pualadas. Casi siempre, los lances son a muerte. En el sentimiento de los potosinos no hubo nunca cabida para la neutralidad. Con todas las reservas legtimas y admisibles que se le formulen, desde la publicacin del texto completo de la obra de Arzans, se ha ampliado de manera esclarecedora la visin sobre el pasado de la Villa Imperial. Es cierto que contiene ingente material legendario o imaginario, que puede conducir a las mayores confusiones si no se lo asimila con cautela, pero tambin es evidente que en medio del cuadro novelesco hay una informacin neta y verazmente histrica y que coincide en buena parte con la documentacin accesible. Arzans posea un hondo poder de evocacin y una incoercible preferencia por el aspecto fantstico y sobrenatural de los hechos. Detrs de muchos de stos estaban sino el aliento divino, el impulso mgico. Milagros y encantamientos, aparecidos y fantasmas, almas en pena, eran los elementos de su mundo extrao. En una de sus pginas cuenta que un turco que trabaj en el Cerro, lleg a ser rey de Argel.

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Es indudable que ley los papeles del cabildo y del corregimiento de Potos y quien sabe si hasta de la Audiencia de La Plata, pero tambin, en las noches fras y alucinantes de la Villa, oy los relatos antiguos de viejos potosinos. Muchas veces se acerc a recoger el dato exacto de los documentos, pero tambin de la huidiza memoria de los hombres. Por eso, el pasado de la Villa Imperial y su Cerro (monstruo de riqueza, cuerpo de tierra y alma de plata) despierta en l una trmula rememoracin. Arzans declara con insistencia que sus principales fuentes de informacin fueron Juan Pasquier, Juan Sobrino, Pedro Mndez y Bartolom Dueas, autores segn l, de sendas historias de Potos. No se ha hallado hasta ahora rastro alguno de la existencia de tales autores y eso ha hecho surgir la duda de si realmente no fueron inventados por Arzans para dar validez a ms de un captulo de su Historia como de los Anales de la Villa Imperial de Potos. Pero, a veces, hay una impresionante veracidad en sus relatos, como la versin que da del atentado a la casa del corregidor Felipe Manrique, la cual se confunde dentro de su concisin, con la que emerge de los diversos documentos consultados en Sevilla o en Sucre. A veces refiere con exactitud detalles como la avaricia de Manrique, que eran ciertos, o reproduce literalmente en los Anales la copia amenazadora que apareci pegada en las esquinas de la plaza a la intencin del cuitado oidor Diego Muoz de Cullar, destacado por la Audiencia para aplacar los disturbios. Por momentos, uno querra creer en la existencia de Pasquier, Mndez, Dueas y Sobrino. Sera una tarea mproba separar el material legendario de la informacin histrica existente en la Historia y los Anales. Sin embargo, la visin novelesca y fantasmagrica, milagrosa y encantada, los mandatos y castigos divinos o las intervenciones diablicas, los aparecidos y las almas en pena, no son en absoluto desdeables para la historia, puesto que formaban el cuadro dentro del cual se movan los potosinos de aquellos siglos y sirven para identificar la mentalidad de los hombres de aquel mundo, donde todo, a partir de un Cerro milagroso, era posible. En cierta forma, es la historia espiritual de la Villa Imperial. Guerra o disturbio En la historiografa boliviana, a la lucha entre Vicuas y vascongados se ha preferido tradicionalmente darle el nombre de

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Guerra. El clsico trmino es, sin duda, impropio. Su primer significado clsico es el de una hostilidad armada real o latente entre dos estados o naciones. No siempre tiene que adquirir un alcance internacional, puesto que es tambin legtimo el uso, como segunda acepcin, de guerra civil, o sea entre facciones de una misma colectividad, con sus variantes de guerra tribal. En el estudio introductorio de la Historia, Lewis Hanke prefiere emplear el trmino tradicional de Guerra y sin descartarlo, Gunnar Mendoza muestra mayor inclinacin por el de Disturbio. Tal vez era menos que una guerra y ms que un disturbio. Como alguna vez sugiri Mendoza, el trmino ms aproximado es el de guerrilla urbana. En todo caso, el nombre tradicional es el de Guerra y por l se ha optado en el ttulo de este libro. Para Arzans, la guerra se debi a efectos tambin (como he dicho en otras partes) de la influencia de las estrellas de la naturaleza de Marte que predominan en esta Villa. En general, los males que padeci la Villa fueron azote de las iras de Dios por los pecados de Potos (Historia, I, 321). Ningn acontecimiento impresiona con tal hondura a Arzans como la guerra. L. Hanke escribe: Arzans consagra al relato de la lamentable guerra de Vicuas y vascongados ms espacio que a cualquier otro suceso en la Historia, pues casi todo el Libro VII de la Primera Parte se refiere a este triste y sangriento episodio que afligi a Potos de 1622 a 1625. Al mismo tiempo, ningn hecho como esta guerra se prestaba para estimular la propensin del autor hacia lo grandioso y frecuentemente exagerado, y lo pattico. Veanse sus calles baadas de cristiana sangre. Los hijos se hallaban sin padres y las mujeres sin maridos. En los tres aos que dur la guerra murieron en la Villa 3.332 espaoles y peruanos de varias naciones y 2.435 mestizos, indios, mulatos y negros, fuera de 685 muertos en los pueblos y caminos cercanos a la Villa. (Historia, 1, 399). Esas cantidades superan en varias veces las cifras reales. Lo mismo sucede con el contingente de la compaa de soldados formada para enfrentar el conflicto. No fueron 4.000 sino algo ms de 250 los soldados. Con los documentos en la mano, resulta inadmisible que los Vicuas hubieran saqueado de la casa de Oyanume 8.000 marcos de plata, as como que un da llevasen a la plaza de La Plata las cabezas de 50 vizcanos. Un da cualquiera, las muertes pasan la centena. Las informaciones contenidas en la Historia y los Anales (en reali-

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dad, stos son un proyecto de aqulla) slo sern incorporadas o mencionadas cuando concuerden y coincidan con la documentacin considerada vlida, en la que hay mayores seguridades de certidumbre. Sin embargo, es tal su capacidad de evocacin imaginativa que, a pesar de sus inexactitudes, Arzans da la impresin de haber sido testigo de algunos sucesos, como cuando dice que, en la noche del 9 de noviembre de 1622, Diego de la Hita se adjunt a una cuadrilla de doce Vicuas en la calle de San Francisco. De acuerdo a su temperamento, da a la guerra final romntico y novelesco. Los bandos pactan las paces y para sellarlas se concierta el matrimonio de Eugenia hija nica y muy hermosa de don Francisco Castillo, capitn de los Vicuas, con Pedro de Oyanume, hijo del jefe vascongado Francisco de Oyanume. Castillo toma a su cargo la represin de los ltimos Vicuas jefaturizados por Francisco de Castro, El Galleguillo. Salile Castillo al encuentro y mat a Castro en La Cantera. No fue as: la guerra termina con el colgamiento de decenas de Vicuas en los balcones del cabildo y el exterminio de los dems cabecillas. Ahora, dos siglos despus, veo fcilmente a Arzans, en las tardes ateridas de Potos, caminar por el Empedrado que un da tieron con su sangre Vicuas y vascongados, frente a la imagen del Cerro, y toparse con las figuras increbles del presidente, el oidor, los Verastegui, Manrique, El Galleguillo, resucitados fugazmente en el campo de su potica evocacin. Miro a Arzans en la penumbra de su estancia, tomando la pluma para darles nuevamente accin y hacerlos pelear en medio de imprecaciones y el acento metlico de sus espadas.

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Captulo I

SUMAJ ORKOEl cerro y su riqueza Era un gigante rodeado de soledad. En sus contornos no habitaban los hombres ni crecan las plantas. Su mole sobrepasaba a las montaas de las cercanas y as se le poda divisar desde muy lejos, orgulloso y enhiesto. Sus erguidos flancos tenan una fascinante tonalidad roja oscura y ese colorido le haca an ms irreal. Los pobladores del Ande que todava no tena nombre le miraban absortos, pero nadie osaba acercrsele. Para qu? A pesar de su alucinante apariencia, era hosco y bravo. La naturaleza haba colocado entre l y los hombres obstculos insuperables. Vientos sin pausa le protegan de presencias extraas y el fro de su altura tampoco permita que brotara en sus aledaos ni un tallo de hierba. Su lomo estaba limpio de peas y riscos y ningn pliegue por pequeo que fuera, henda su superficie. Por eso cuando el sol, a travs de una atmsfera limpia y extraamente enrarecida, brillaba sobre l, su figura apareca an ms alucinante. Era alto, su color no tena semejante en toda la tierra y estaba solo. Los habitantes del Kollao meridional, los quechuas, atinaron a llamarle dulcemente Sumaj Orko, Cerro Hermoso. Sin embargo, nunca haba dado a los hombres sino su belleza. Los pastores del cercano poblado indgena de Cantumarca, s asomaban hasta el pie de sus faldas, era cuando ms para mirarle, puesto que para ellos no guardaba ninguna otra cosa y para sus ganados nada. Dos de los Incas, Huscar y Atahuallpa, venidos de la lejana sede imperial del Cuzco, tambin le vieron desde sus bajos.1 Un da aparecieron por ah audaces y presurosas cabalgatas de hombres blancos. Estos ya no tenan el quieto y medido ademn de los antiguos kollas. Eran infatigables e intrpidos y para llegar ah haban vencido un tercio del mundo, como si hubiera existido entre ellos y el Cerro una cita de siglos. Las vanguardias apenas si tuvieron tiempo para reparar en su presencia y siguieron hacia el este y hacia el sur, como si el mundo que haban descubierto fuera ya pequeo para su afn. Tal era su prisa que no se dieron cuenta que debajo de la roja faz del Cerro estaba precisamente lo que

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buscaban con tanto ahnco. Pronto iban a volver. En 1543, los espaoles se instalaron a siete leguas, en Porco, en unos ricos yacimientos de plata, y entonces fue que el Cerro comenz a tener historia. A un indio le estaba reservado el destino de descubrir que no era slo su airoso perfil, color sin parecido posible, sino maciza entraa de plata. Qu otro nombre le hubieran puesto los indios, se pregunta Arzans, si el momento en que le llamaron Sumaj Orko hubiesen conocido su fino contenido? Dentro de la sobriedad de su estilo, Vsquez de Espinoza escribi: ... la hechura de este rico cerro es del modo de un montn de trigo o piln de azcar, de alegre y hermosa vista que se descubre y seorea sobre los dems, como prncipe de ellos. Su color es casi rojo oscuro; tiene de alto ms de media legua ....2 Gualpa, fundidor en las minas de Porco del capitn don Juan de Villarroel, pero esta vez viajero ocasional, en un atardecer de 1542 pis su casi intocada costra al perseguir una llama desprendida de su hato. Qu hecho fortuito, qu insignificante accidente hizo reparar a su diestro ojo de minero que la tierra era rica en metal como nunca haba visto otra igual? La primera apreciacin no poda ser definitiva y al tanteo avezado deba seguir la comprobacin experimental. Carg el animal de piedra metalfera y fue en Porco donde vio que, al fundirse, se converta en blancos hilos de plata. Una infidencia est al comienzo de la historia. Gualpa fue rico por un tiempo, seguramente menor del que habra querido. Avaro con su fortuna, hizo varios viajes secretos al Cerro, hasta que su repentina opulencia lo hizo sospechoso y lo llev a compartirla con un compaero de trabajo, indio como l, llamado Guanca. El confidente traicion a su amigo, el primitivo descubridor, y delat a sus amos, los espaoles, la existencia del yacimiento argentfero. As fue abierto el Cerro al mundo.3 El 19 de abril de 1545 lleg el primer grupo de sesenta y nueve hombres, procedentes de la cercana y recin fundada ciudad de La Plata. Los espaoles esta vez tuvieron ms tiempo para observarlo vieron que el Cerro es de muy hermosa hechura y parece hecho de mano y muestra ser como un montn de trigo en el color de talle.4 Alguien lo hall semejante a una punta de diamante. La plata estaba casi a ras de tierra, al alcance de la mano vida,

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y rpidamente fueron ubicadas varias vetas. A la primera se le puso el nombre de Centeno, como pleitesa al capitn Diego Centeno, general y justicia mayor de La Plata; La Rica atravesaba el Cerro de parte a parte; la del sombro fue llamada Los Flamencos; otra Mendieta y otra La del Estao. La noticia de la nueva riqueza convoc instantneamente gente de toda la regin. Durante el alzamiento de Gonzalo Pizarro muchas personas, apartndose de las guerras y alboroto de la tierra, se desviaban cuanto podan de ello y venan a estas minas.5 Los ejrcitos enemigos de Centeno y de Francisco de Carvajal entraron alternativamente en el poblado en busca de recursos para sus cabalgatas. La porfa y el afn de los hombres se concentraron en las minas y apenas si tuvieron tiempo para levantar, apresuradamente, un casero a los pies del Cerro. Tena ste para colmar las ms ambiciosas aspiraciones, el ms exaltado apetito de riqueza, para recompensar a estos conquistadores de todos sus sufrimientos por arduos que hubieran sido. Colocados en la planicie ms alta del Nuevo Mundo, un fro perenne helaba las aguas y parta las piedras; la falta de aire volva el menor esfuerzo abrumadoramente penoso; extraas y repentinas dolencias paralizaban a veces el corazn de quienes eligieron esa morada y ese trabajo; en el subir les falta el aliento no slo a los humanos cuanto a las bestias y cabalgaduras y as se han visto reventar muchas.6 Nada de eso importaba si para quienes podan vencer tales obstculos, la fortuna estaba ah, esperando entregarse al primero que horadase la masa hasta entonces intacta de la montaa. Caete y Domnguez dice: El pueblo se edific tumultuariamente por los que vinieron arrastrados de la codicia de la plata, al descubrimiento de su rico cerro. Todos creyeron que sus riquezas, como las de otras minas, no fuesen permanentes, por cuyo motivo de nada cuidaron menos que de la poblacin. Cada uno se situ donde quiso, de manera que fueron formando unas calles demasiadas angostas y largas, para asegurar el trfico y abrigarse de los vientos fros de la sierra.7 Una relacin8 escrita a los cuarenta aos de la formacin de Potos, reitera la pobre calidad de los edificios sencillos y bajos y mal ordenados debido al alto precio de los materiales y a que sus habitantes consideraban el poblado como una residencia precaria, que tendran que abandonar cualquier da, en cuanto la plata comenzara a escasear. Muchos de ellos eran comerciantes, y por

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ende gente en trnsito a quien toca poco el bien pblico. Casi ningn encomendero que tanto ser y valor han dado con sus personas, mujeres y familia en las dems partes donde los hay, tena residencia en Potos, y en esa circunstancia priv al nuevo Asiento del elemento que hizo el progreso de las otras poblaciones de Indias. En medio de ese desmedrado aspecto urbano, resultado de la transitoriedad que se vaticin a la explotacin del Cerro, se impusieron desde el comienzo muy evidentes manifestaciones de riqueza, a tal punto que donde no se gastaba ms que pao pardo y botas de vaqueta por estar prohibido antiguamente que no se trajese sedas, andan vestidos de terciopelo y raso y medias de punto y apenas se vern calzas que no traigan brocados y telas de oro y esto tan general que oficiales y mulatos se las ponen, aade Capoche. El descubrimiento de las riquezas fue un recio impacto a la economa del territorio de Charcas. Por de pronto, provoc una inslita afluencia demogrfica. Gentes de todas las regiones vecinas se trasladaron al nuevo emporio y Arzans relata que los espaoles tuvieron tan tremendas dificultades de vivienda, que debieron obligar a los naturales a construirles casas y que la resistencia de stos a hacerlo, ocasion una sangrienta refriega en las cercanas del Cerro. Era la primera sangre que all se verta. A los cuatro aos del establecimiento del Asiento se notaban ya signos perturbadores. Las necesidades de vveres, abastecimientos y materiales para la explotacin, eran en 1549 tan grandes, que la demanda hizo subir los precios en una forma desmedida, en un rea que llegaba hasta el Cuzco, doscientas leguas al norte, y por el este hasta los confines conocidos de Charcas. Debieron ser tan acusados los efectos de esa alza que el valor de los repartimientos, de donde procedan aquellos productos, aument rpidamente en una proporcin similar. As, por ejemplo, la encomienda del capitn Diego Centeno lleg a rentar ms de 80.000 castellanos al ao; la del general Pedro de Hinojosa, una suma igual; la de Lorenzo de Aldana, 60.000. Cada fanega de maz llevada de esos repartimientos a Potos se venda entre 15 y 20 pesos; los carneros en 20, un costal de coca en 25 y una fanega de trigo en 30.9 Pero no importaba porque el Cerro daba para todo, aunque no para todos. En Potos no creca un rbol y la tierra no proporcionaba ningn sustento, pero eso bien poco supona porque en fabulosa abundancia, haba plata; plata para adquirir todos los alimentos cualquiera que fuera su precio, para hacer venir desde remotos

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lugares del mundo telas y atavos. En la plaza principal estaban concentrados el comercio y los negocios. Era el sitio para las transacciones de los mineros y comerciantes, quin en pos de una almadaneta para su ingenio, quin en busca de un comprador para una partida de ropa llegada de Castilla. Cada ao, los ingenios consuman ocho mil quintales de hierro y acero.10 No haba artculo y objeto, por raro y costoso que fuera, que no se pudiera hallar all, para satisfacer el ms extravagante capricho de estos hombres enriquecidos en pocos meses. All se encontraba tafetanes y sedas de Granada, espadas de Toledo, mantos y estameas de Sevilla, espejos y tapices de Flandes, lienzos y paos de Holanda, medias y tejidos de Npoles, vidrios de Venecia, marfiles de frica, alfombras de Turqua, aromas de Arabia.11 Muy cerca, la plaza del Carbn, la otra cara de Potos. Era el mercado de los alimentos trados por los indios, a lomo de llama, desde la ribera del lago Titicaca o los valles de Chuquisaca. De Cochabamba, Pitantora, Yamparez, Mataca dice Arzans se traa grandes cantidades de ganados lanar y vacuno; Cinti, Moquegua, Arequipa, Ica, le provean de aguardiente; el Cuzco, Abancay y Trujillo, de azcar y miel; del Paraguay llegaba yerba; desde las lejanas provincias de Quito, Jan, Cuenca y Loja, tabaco en hoja y en polvo; Chile le enviaba caballos y Tucumn hermosas maderas. Existan en Villa 28 hornos que fabricaban pan por un valor de 1.642.500 pesos corrientes al ao. Veinte mil fanegas de chuo, tres mil botijas de aceite, seis mil arrobas de pescado, cuatro mil cabezas de ganado vacuno, cincuenta y dos mil carneros, chicha por valor de un milln de pesos ensayados, consuman cada ao los ciento veinte mil habitantes que contaba Potos en 1602.12 Las alcabalas, impuesto sobre la compra y venta de mercaderas, rentaban anualmente a la Hacienda 40.000 pesos. Hasta bien entrado el siglo XVII, las construcciones seguan siendo ms bien modestas. Casas de mineros tan ricos como Sancho de Madariaga, lo mismo que la del corregidor y la mayora de las pertenecientes a los espaoles, tenan el techo de paja. El dato basta para dar una idea aproximada del aspecto general de la poblacin. Contradictoriamente, son las puertas, ventanas y alacenas de cedro con todo extremo bien acabadas. Las rdenes religiosas, La Merced, San Agustn, San Francisco, Santo Domingo y la Compaa de Jess, llegaron a construir, con

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limosnas y donativos, suntuosos templos. Con el aporte de los mitayos, un hospital proporcionaba auxilios a ms de cien personas a un mismo tiempo. Funcionaban seis escuelas. En los once primeros aos, el Cerro rindi plata por valor de 25 millones de pesos. Eran cifras desconocidas hasta entonces en las Indias, pese a que la explotacin en esa poca utilizaba mtodos primitivos y rudimentarios. Caete dice que para celebrar la coronacin del emperador Felipe II, el pueblo gast 8 millones de pesos. El clculo es, sin duda exagerado, pero muestra que Potos daba fundamento a apreciaciones nunca odas antes. Hasta 1637 pasaron por las Cajas Reales 450 millones de pesos suma bastante a poderse fabricar con ella otro hermossimo y muy capaz monte de plata,13 a pesar que una parte igual o mayor a la que se presentaba a quintar era ocultada y sustrada a esa imposicin y registro.14 La implantacin del uso del azogue en 1574, coincidente con la de la mita, que procuraba trabajadores con salario artificialmente bajo, elev la produccin a ms de 5 millones de pesos al ao. En 1592, la extraccin de la plata alcanz su tope mximo de todos los tiempos: 444.000 libras finas, equivalente al 44 por ciento de los gastos totales del erario espaol.15 Ms tarde, la ley de los minerales se aminor, lo mismo que la asistencia de los indios. Las extorsivas imposiciones de la mita fueron respondidas con la evasin y la fuga. A la falta de mitayos y azogue atribua en 1612 el cabildo la declinacin del rendimiento del Cerro.16 En 1619 se registr la ausencia de cuatro mil indios, o sea un tercio.17 En los aos de 1616 a 1618, inclusive, los ingresos por quintos se redujeron en 420.107 pesos ensayados, lo que quiere decir que la produccin total haba disminuido en esos tres aos en ms de 2 millones. Poca ley y falta de indios, comprob el contador Alonso Martnez Pastrana. En 1615, los quintos representaron 837.511 pesos ensayados; 1616, 777.645; 1617, 662.837; 1618, 652.240. La declinacin era evidente, pero pasajera. No se repuso la mita, mas la ley del mineral repunt. En 1619, la remesa alcanz a 548.181; 1620, 989.448; 1621, 977.953; 1622, 999.512; 1623, 1.061.069; 1624, 880.449. En este ltimo ao la armada llev a Espaa la suma de 2.233.885 pesos corrientes pertenecientes a los mineros.18 Tan altos rendimientos podan permitir a los mineros servir un emprstito al rey, a fines del siglo XVI, por ms de 280.000 ducados. Caete y Domnguez dice que hasta 1670 los donativos a la

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Hacienda alcanzaron a diez millones de pesos. Apegado como siempre a la realidad histrica, Hanke recoge la cifra de 160 mil habitantes de la Villa para 1650, lo que la converta en la urbe ms poblada de la poca en Amrica, y que incurra en derroches fantsticos, como corresponda, segn Antonio de la Calancha, a una ciudad colocada bajo los signos astrolgicos de Libra y Venus. Escuelas de baile, casas de juego, corridas de toros, tahres y prostitutas en cantidades, como la plata, inauditas. Mineros que construan suntuosas mansiones y otros, como Juan Ortiz de Zrate, que acumul tanto dinero como para ser nombrado gobernador del Ro de La Plata. Haba ms de cuarenta iglesias con pinturas y esculturas de Espaa y el Cuzco y el dinero de los mineros dio para construir 32 lagunas cuyas aguas hacan funcionar los 120 ingenios. Gentes venidas de medio mundo. En medio de tanta riqueza, ese mundo no poda sino generar turbulencias, violencias y luchas. Por todo ello a nadie extra que el Emperador Carlos V, el monarca ms poderoso de la tierra, diera para el escudo de Potos la siguiente divisa: Soy el rico Potos, del mundo soy el tesoro, el rey de todos los montes y la envidia de los reyes. Ni tampoco el blasn dado por Felipe II: Para el poderoso Emperador, para el sabio rey, este excelso monte de plata conquistar al mundo entero.19 La Villa Imperial El establecimiento del poblado no obedeci a una deliberada intencin de las autoridades: al contrario, an las ms cercanas fueron extraas al suceso. Inicialmente, se trat de la radicatoria de un grupo de moradores de La Plata, al que despus se fueron agregando en desorden quienes queran participar en la explotacin del Cerro. Hubo un acentuado escepticismo sobre la duracin de esta riqueza y por eso as como al comienzo se omiti el acto formal de la fundacin, los primeros habitantes siguieron ajenos, por algunos aos, a la necesidad de legalizar la vida del Asiento y de conseguirle las prerrogativas que eso habra supuesto. Mientras tanto, fue colocado bajo la jurisdiccin total de La Plata, de donde venan a comienzo de cada ao dos regidores a elegir los alcaldes. No tardaron mucho en presentarse los problemas que esa dependencia aparejaba. El Asiento careca de autoridades que pudieran decidir, de inmediato sobre el terreno, los conflictos originados por tan anormal concentracin de personas dedicadas a la

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misma empresa de sacar plata del Cerro. Los pleitos emergentes de situacin tan singular, deban ser ventilados en La Plata y eso significaba prdida de tiempo y, al final, trabas y retrasos en labores que no admitan espera. En 1561, el vecindario dio poderes y envi a Francisco de la Serna a Lima para obtener del virrey la exencin del Asiento de la jurisdiccin de La Plata, ofreciendo, en cambio, la entrega de una cantidad de dinero a la Hacienda. El 7 de noviembre de ese ao, el virrey Conde de Nieva celebr un Acuerdo con el visitador de la Audiencia, licenciado Bribiesca de Muatones y los oidores Bravo de Saravia, Cuenca y Pedro Mercado de Pealoza. El da 21 adopt con ellos las siguientes decisiones fundamentales: en adelante se llamara Villa Imperial de Potos y estara gobernada por dos alcaldes ordinarios y seis regidores, elegidos cada ao por la justicia y regimiento. Esta facultad durara treinta y cinco aos, a partir de 1562, y despus de ese lapso la eleccin correspondera al rey, quien podra designar a dichos funcionarios con carcter perpetuo, si le pareciera. La Villa dispondra de los fondos obtenidos de la venta de la pregonera, la fiel ejecutoria y la mitad de la corredura de lonja. Una persona de su cabildo podra ser nombrada para ocupar este ltimo puesto. La Villa satisfara a la Hacienda la cantidad de 30.000 pesos ensayados. Pero como la largueza de los azogueros no era muy grande, los contribuyentes a ese aporte se resarciran con la mitad de los rditos de la corredura de lonja y por la otra mitad, tomada en arrendamiento a la Hacienda durante treinta aos, adelantaran 35.000 pesos ensayados. La escribana, ejercida por dos funcionarios, pasaba a pertenecerle contra el pago de 14.000 pesos. La Villa se comprometa a entregar hasta fines de enero de 1562 la cantidad de 25.000 pesos y los 54.000 restantes en cinco pagos anuales, cada uno de 10.800 pesos.20 Ese mismo da, el Conde de Nieva nombr por alcaldes ordinarios a Joanes de Aguirre, y Hernando Mateo y regidores a Francisco Pacheco, Francisco Gonzlez, Juan Ortiz Picn, Juan Travieso, Juan de Goycorra y Rodrigo de Soria, quienes deberan prestar juramento ante el corregidor de La Plata o su teniente, o un escribano si ninguno de aqullos estuviera presente en la Villa.21 La provisin virreinal plante de inmediato un conflicto jurisdiccional con La Plata, la ms antigua ciudad espaola en el territorio de Charcas. De all salieron los primeros pobladores de Potos y Porco. Iniciativa y esfuerzo platenses crearon esos dos Asientos y durante

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algunos aos los principales mineros tuvieron sede fijada en La Plata. La jurisdiccin de esta ciudad sobre aquellos dos Asientos era tenida por lgica y conveniente para la explotacin de los minerales. Por lo menos as lo comprendan sus vecinos y apenas se anoticiaron de los intentos potosinos, se apresuraron a exponer al soberano sus contrarias razones. El cabildo, rgano de estas preocupaciones, tambin participaba de la extendida desconfianza sobre la duracin de las minas y no auguraba larga supervivencia a Potos. Sus pobladores eran, por lo general, mercaderes y mineros con residencia transitoria, mientras en La Plata exista un lucido vecindario de encomenderos con armas y caballos y, por lo tanto seguro contingente para la defensa del reino. La autonoma engendrara una realidad artificiosa. No haban pasado muchos aos desde la fundacin de La Plata 1538 pero s los suficientes para que sus pobladores pudiesen probar, sobre todo en el alzamiento de Gonzalo Pizarro, firme adhesin al rey. Ese era ya un motivo suficiente, segn el cabildo, para que no se menoscabase sus fueros y privilegios, para aadirlos a los de Potos. En cierto momento, La Plata fue la nica ciudad leal y, de no haber sido as, Pizarro no habra tenido enemigo en todo el Per. El rebelde no se lo perdon nunca y en represalia orden la muerte de muchos vecinos convictos y sospechosos de fidelidad al monarca y el traslado a Potos, por mano de su capitn Alonso de Mendoza, de la caja de quintos y la marca real. Ahora deban serle devueltas. Se alegaba por los vecinos de Potos que los dos ros que separan las poblaciones eran no pequeo inconveniente para ir a quintar a La Plata; mas ese obstculo haba sido superado con la construccin, a costa del esfuerzo de los platenses, de dos puentes de cal y canto.22 Parecidas consideraciones, adems de las geogrficas, fueron tomadas en cuenta por la corona para instalar all desde haca dos meses (7 de septiembre de 1561) una nueva Audiencia, con jurisdiccin sobre un territorio de cien leguas en contorno de la ciudad. La eleccin de La Plata como sede del tribunal, reforz en sus autoridades y vecinos el convencimiento sobre los mritos de la ciudad y legitim las expectativas puestas en su porvenir. El cabildo encareci ante el monarca las repetidas peticiones hechas por el presidente y oidores para que aquel territorio fuera ampliado con la provincia de Arequipa, la gobernacin de Chile y el Ro de La Plata y las tierras que se estaban descubriendo y poblando en este ltimo

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derrotero. La Plata era entonces una avanzada para la conquista de las regiones australes y orientales. Estaba casi en la misma frontera de los indios chiriguanos y desde all partieron por esos aos cuatro capitanes Andrs Manso, Martn de Almendras, Pedro de Castro y Diego de Guzmn a extender los lmites de Espaa en el Nuevo Mundo. El papel jugado hasta entonces por La Plata no se conciliaba desde ese punto de vista, con el menoscabo causado por las disposiciones virreinales en favor de Potos. Para no citar ms, las rentas de la corredura de lonja y la pregonera, adjudicadas ahora a la Villa, haban sido su peculio tradicional. La pugna entre las dos ciudades opona, en el fondo a dos estilos diferentes de vida, a dos actitudes diversas frente al fenmeno de la conquista. La Plata traduca las aspiraciones de los primeros conquistadores de la tierra, algunos arraigados en una encomienda ms o menos fructfera, otros a la expectativa de nuevas entradas y descubrimientos que les pusieran en posesin de la fortuna todava no alcanzada. En suma, capitanes y soldados que encarnaban el espritu heroico y en quienes la aventura y la hazaa, o el servicio al rey, obraban de igual aliciente que las riquezas. A ellos se sumaron los oidores de la Audiencia y la corte de letrados que le sigui, que traan consigo la teora, la doctrina de los altos fines de la empresa espaola. Potos era casi todo lo contrario. Hombres afanosos de ganar fortuna, aventureros impulsados por el pequeo viento de la ambicin, traficantes y comerciantes que aprovechaban la abundancia de la plata para vender sus mercaderas a altos precios, mineros que no reparaban en los medios para obtener de los indios un rendimiento que satisfaciera sus anhelos sin prrroga. ... los oidores de la Audiencia se han indignado contra esta Villa..., se quej el cabildo de Potos al rey en 1563, aadiendo que haban estorbado con graves penas la observancia de los privilegios alcanzados por la Villa, sin reparar en que las ordenanzas que prevenan el paro de la minas por litigios judiciales daban un rpido aumento de los quintos. Este fue siempre el supremo argumento de Potos. Ao tras ao la plata sala en mayor cantidad de las entraas del Cerro e iba imponiendo su incontrastable peso en apoyo de las demandas de los mineros. Las Cajas Reales registraban un superior ingreso de quintos, ndice directo del aumento de la produccin. Sin embargo, los mineros, confundidos y coludidos con el cabildo, ya desde entonces empezaron a alegar el debilitamiento de las minas por falta de metal y aunque el poco que hay es todo de

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aprovechamiento para los naturales y no a lo dueos, porque no haba persona ni ley que pudiera apremiar a aqullos al trabajo. La situacin slo poda conjurarse con el cumplimiento de antiguas medidas para que vinieran de Chuquiago (La Paz) tres mil indios, de Chucuito mil y del Cuzco tres mil, a engrosar el nmero de los trabajadores mineros. Al licenciado Lope Garca de Castro, visitador de la Audiencia, se quejaron que este tribunal no consinti el cumplimiento de tales rdenes.23 La controversia con La Plata La precipitada instalacin de una industria minera de envergadura, plante a la Villa muy serios y perentorios problemas. De esa realidad se valieron los mineros para exponer, frecuentemente sin medida, sus exigencias. En 1567 nombraron a Alonso de Herrera su procurador general en la corte, para que solicitara la concesin al cabildo de la facultad de repartir tierras y solares entre los pobladores. La munificencia no era rasgo distintivo del afortunado gremio. Junto con aquella gracia, el procurador pidi 2.000 pesos al ao en tributos para proseguir los trabajos de la iglesia, a fin de poder reemplazar el pobre edificio de tierra y paja que hasta entonces serva de lugar religioso. Para el hospital de los indios solicit una cantidad igual y, lo que resultaba despojado de seriedad, la devolucin de los 79.000 pesos dados a cambio de la jurisdiccin.24 Hasta ese ao de 1567 los lmites jurisdiccionales todava no haban sido fijados. El procurador lo atribua a entorpecimientos opuestos por el presidente de la Audiencia, el licenciado Pedro Ramrez de Quiones, que era aficionado a La Plata. La delimitacin apareca como vitalmente premiosa, entre otras cosas para que los pobladores pudieran hacer apacentar libremente las ciento cincuenta mil cabezas de ganados que posean para el acarreo de bastimentos, mercaderas, pertrechos y herramientas para las minas. El uso en comn de los terrenos de pastoreo ocasionaba incontables dificultades. Hacia el este, el trmino deba ser el ro Pilcomayo, sobre el cual la Villa haba construido un puente. El litigio alcanz agudos extremos y los contrapuestos intereses regionales tocaron puntos crticos. Como dbil atajo ante el avance de Potos, el cabildo de La Plata dict una ordenanza dando a sus vecinos prioridad en la compra de la madera que pasaba en trnsito por esta ciudad. Cuando iban all, lo cual ocurra frecuentemente en

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razn de su pleito ante la Audiencia, los potosinos eran molestados y vejados sistemticarnente. La instalacin de la Audiencia no haba hecho sino reforzar la resistencia y las dificultades opuestas por La Plata, pues el tribunal mandaba alguaciles con crecidos salarios a tomar presos en Potos. Los mineros deseaban que se excluyera a la Villa de la autoridad del corregidor y que sus alcaldes ordinarios fueran los encargados de enviar los presos. Las pretensiones iban ms all. Sin ningn reparo, solicitaron que desde Quito a Potos se saquen cuatro o cinco mil indios con sus mujeres para la labor de la mina. Junto a tan cruda peticin agregaron la del ttulo de muy noble y leal y un escudo formado por el cerro con dos guilas a los costados y una corona encima para la Villa.25 Tal debi ser la insistencia de las solicitudes presentadas al virrey Toledo, cuando ste visit la Villa en 1573, que sin mucha dificultad pudieron convencerle de la conveniencia de establecer para los indios un sistema de trabajo forzado al cual se le dio el nombre autctono de mita. Las ordenanzas dictadas por el virrey dispusieron de ah en adelante la concurrencia rotativa de tres turnos, de cuatro meses al ao cada uno, de cuatro mil quinientos indios. As quedaron obligados a acudir anualmente al Cerro alrededor de trece mil quinientos, que venan de todo el territorio alto de Charcas, an desde las cercanas del Cuzco, tras un viaje que duraba dos o tres meses y con una misrrima retribucin. El jornal semanal de un trabajador voluntario o minga era de siete pesos; el de un forzado mitayo sera en adelante de dos pesos y medio. La diferencia no deriv nunca en beneficio de la Hacienda Real y en general redujo sus ingresos y empobreci a medio Per. El sistema ocasion un profundo trastorno en toda la economa regional, provoc el xodo masivo de indios a regiones donde no les alcanzaba la obligacin de la mita y, como consecuencia, el cultivo de los campos padeci una catastrfica reduccin. Por esos dos efectos de la mita, el indio dej de pagar sus contribuciones y la Hacienda qued perjudicada en un volumen monetario mayor al que perciba por los quintos obtenidos de la plata del Cerro. No dejaron escapar los mineros la presencia del virrey Toledo para reiterarle sus requerimientos y para que sealase los trminos de la jurisdiccin. El ro Pilcomayo, que pasa a cinco leguas de La Plata y quince de Potos, deba ser, segn el cabildo, el lmite entre las zonas asignadas a las ciudades. Las guairas, o pequeos hornos para la fundicin de la plata, funcionaban a base de carbn trado desde los Chichas, Oroncota y Macha, a veinte o veinticinco leguas

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de distancia. La madera para las construcciones nunca se haba registrado en Indias un crecimiento urbano tan repentino como el de la Villa vena de las mismas regiones y an de tierras lindantes con las de los indios chiriguanos. En esos distantes aserraderos y carboneras, espaoles y aborgenes trabajaban directamente para la Villa y con frecuencia estos ltimos eran objeto de malos tratos y vejaciones. El cabildo quin sabe si con entera sinceridad hizo valer ante el virrey la dificultad que tenan los indios para ir hasta La Plata a quejarse de tales atropellos, que slo una amplia jurisdiccin potosina que abarcara esas regiones podra evitarlos. Ya se sabe que quiz con ms verdad La Plata deca lo contrario, o sea que las autoridades y mineros estaban confabulados en Potos y as la justicia era inalcanzable aqu para los naturales. Las minas de Porco deban entrar tambin segn el mismo criterio en la jurisdiccin, porque muchos vecinos tenan sus explotaciones en aquel asiento y los de all venan a Potos a proveerse de carbn, herramientas y otros implementos. Porco estaba a siete leguas y, en cambio, a veinticuatro de La Plata y no era preciso desplegar un alarde de lgica para discriminar a cul distrito debera corresponder. Hasta aqu las demandas parecieron al virrey ajustadas a lo razonable y orientadas a facilitar la explotacin de Cerro, pero no cuando pidieron la inclusin de Arequipa, cohonestndola con el hecho de que los navos que traan mercaderas de Lima descargaban en el puerto de Arica y de ah el transporte se haca en recuas de llamas pertenecientes a personas radicadas en la Villa: por el norte, el lmite debera tocar las frontera de La Paz y encerrar Caracollo y la laguna de Paria (lago Poop) porque todos los que vienen de Lima, Cuzco y otras partes, Arequipa y La Paz a esta Villa vienen por aquel camino y porque toda la contratacin de la dicha laguna se consume y gasta en esta Villa.26 El virrey quiso conocer el criterio contrario y entreg el memorial a tres vecinos de La Plata, Gabriel Paniagua de Loayza, Pedro Zrate y Melchor Rodas. El parecer de la comisin impugn tales pretensiones. Desde que la Villa tiene jurisdiccin, deca, los quintos han disminuido y ahora, en lugar de plata corriente, a los indios se les paga sus jornales con cobre y estao, porque no hay autoridad independiente que preserve sus derechos, pues los mineros son alcaldes y regidores de la Villa y as cualquier delito que acaezca, en que algn espaol debe ser

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castigado, es cosa ordinaria procurar que los alcaldes tomen las cosas como lo hacen, como amigos y compadres. El corregidor de La Plata resida frecuentemente en Potos y era ms razonable que los indios acudieran con sus quejas a l, porque as tenan mayores probabilidades de hallar justicia. La Villa haba comprado solamente su propia exencin y no la de Porco, no de vasallos fuera de ella. Asignarle Caracollo y Arica sera un despropsito. El virrey debati con el presidente de la Audiencia, Ramrez de Quiones, y el oidor licenciado Juan Matienzo, la irreconciliable disputa y ms tarde, al regresar a Lima, en Arequipa, el 2 de agosto de 1575, dict una ordenanza dando a la Villa jurisdiccin de cinco leguas por la parte de la venta de Jimnez hasta el arroyo o ro que pasa junto a ella y hacia el norte hasta la venta de Vizcachas. Sus habitantes podran traer lea y madera de todos los mbitos de la Audiencia y las justicias perseguir delincuentes en la integridad del mismo distrito. Ms, por encima de los alegatos y argumentaciones de los cabildos, sobre las preferencias y adhesiones de las autoridades, la realidad econmica fue el rbitro inapelable de la disputa y ese factor material resultaba, sin sombra de competencia, favorable a Potos. El despacho anual de la Hacienda a Lima obligaba al corregidor a trasladarse a la Villa por espacio de tres o cuatro meses, a fin de procurar, con el peso de su autoridad, el aumento de la remesa. Fuera de ello, era tal el volumen de los pleitos y negocios suscitados en Potos, que acababa permaneciendo mayor tiempo aqu. Desde cierta poca, los corregidores fijaron su residencia permanente en la Villa, considerando que en La Plata la Audiencia bastaba para imponer la autoridad real. La preocupacin de la Corte y del virreinato se haba desplazado desde haca mucho tiempo a Potos. A fines de siglo la situacin legal o de preeminencia administrativa presentaba distinta faz. La Plata comenz a pretender, no ya el retorno del corregidor a su seno, aspiracin imposible a la altura a que haba llegado la importancia de Potos, sino la desmembracin de ese cargo en dos, a fin de conservar ella tambin su propio gobernante. El rey pidi a la Audiencia de Charcas un informe sobre esa eventualidad. El presidente, licenciado Cepeda, era partidario de la divisin y segn su criterio el corregidor nombrado para La Plata debera ser letrado, puesto que sus funciones comprenderan, en adelante, negocios ms de ndole jurdica que administrativa, como los planteados por la situacin de los indios y de los yanacona27 de su distrito, que

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avanzaba hasta Chayanta. Para Cepeda, se debera dotar al nuevo funcionario de la jerarqua de teniente, con mil pesos de salario y la obligacin de inspeccionar ese territorio una vez al ao. Con la provisin del nuevo funcionario, seran grandes los daos, parcialidades y discordias que se excusaran quitando los dichos alcaldes ordinarios por la diferencias que cada ao suceden sobre las elecciones. La importancia de los negocios del Cerro no slo exiga la concentracin de las preocupaciones de su corregidor sino an la presencia de un oidor haciendo oficio de alcalde de corte.28 La Plata jugaba cada vez ms un papel supeditado a la Villa. Hubo un corregidor, Pedro de Lodea, que deleg sus funciones en su teniente. Eso equivala a una nueva sancin de la prioridad potosina y el cabildo platense se apresur a contrarrestar en Madrid tal propsito, por medio de su regidor y procurador, Gernimo de Porras. Ms tarde, otro corregidor, Pedro Osores de Ulloa, repiti la designacin y los reclamos de La Plata fueron tan encarecidos, alegando que los alcaldes del crimen de la Audiencia eran suficientes para todas las diligencias que pudiera cumplir el teniente, que el rey orden que no se haga novedad.29 El corregidor Ortiz de Sotomayor Esta pugna por dirimir supremacas no impidi a la Villa adquirir internamente todos los elementos que podan satisfacer la vanidad de los mineros. Su podero econmico era capaz de saciar los ms exigentes apetitos de notoriedad y prestigio. El virrey marqus de Caete perpetu los cabildos y vendi los cargos de regidores con la calidad de renunciables, instituy diez y seis veinticuatras, o sean cargos perpetuos de regidores, y dot a la Villa del oficio de alfrez real, adquirible por 25.000 pesos ensayados. El virrey marqus de Montesclaros acentu ese trato preferencial y redujo para los azogueros a un ao el tiempo indispensable de vecindad continua para poder ser elegidos alcaldes ordinarios. Para los dems deba correr el lapso de tres aos. En cincuenta aos, Potos consigui casi todo lo que se haban propuesto sus vecinos; mucho de ello, es cierto, en desmedro de La Plata. Tena autoridad y jurisdiccin propias, el corregidor resida aqu casi permanentemente y su cabildo estaba no slo completo sino formado por numeroso cuerpo. El Cerro haba hecho ricas a numerosas personas; habales dado

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fortunas que superaban las ms audaces expectativas y el nombre de Potos evocaba en los dos Mundos inverosmiles riquezas. La abundancia de minerales de plata que hay en la jurisdiccin de la Real Audiencia de Charcas es tan grande, que sin que hubiera otros en el mundo, eran bastantes a llenarlo todo de riquezas. En medio de ellos est el nunca dignamente encarecido, y admirado Cerro de Potos, de cuyos tesoros han participado prdigamente todas las naciones del orbe, escribi por esa poca alguien que conoca Potos como ninguno.30 Los prsperos mineros pedan al rey las nicas mercedes que les faltaban: el hbito de alguna orden militar o un ttulo de nobleza y, a veces, el monarca les contestaba, firmando la carta de su puo y letra, como a Pedro de Mondragn, para agradecerle en 1608 un prstamo de 60.000 ducados. S, el Cerro haba hecho ricas a muchas personas, pero no a todas. Para la mayora, cuando entraban a sus socavones, no era para conseguir fortuna, sino para dejar, sin retribucin, su sudor o su vida. Tena distintos valores. Para el minero era sinnimo de riqueza; para el mitayo, de explotacin, de trabajo forzado y hambre. El nombre de Potos atrajo un mundo de aventureros; antiguos soldados sin ocupacin, ahora que la tierra estaba sometida y haba concluido la poca de los descubrimientos; vagos y buscavidas, hombres que habran conquistado un reino a la cabeza de cien soldados, pero que eran incapaces de descubrir una veta y ms an de trabajarla; truhanes y pcaros. Al lado del minero que pugnaba por convertirse en noble, conviva el fraile azuzador a la revuelta o el espadachn sin otro afn que probar su destreza para las armas, adquirida en Flandes o Italia. La afluencia tumultuosa de esa gente, sumada a la de indios que trabajaban en el Cerro unos voluntarios y otros por la fuerzacomerciantes y mercaderes, traficantes y rescatadores, funcionarios y letrados, produjo un extrao abigarramiento social. En 1611, los habitantes llegaban a ciento cincuenta mil.31 Buena cantidad de esas personas causaban hondas preocupaciones al virreinato y al Consejo de Indias. Existan numerosos extranjeros que haban pasado sin licencia32 a esa tierra preferida por todos los inquietos y turbulentos, que no tenan entrada a las minas, pero que queran hacerse ricos. En cierta ocasin, el rey manifestaba al corregidor Osores de Ulloa Se sube all la mayor parte de la gente que va de estos reinos y que como all no hallan comodidad conforme a sus intentos y esperanzas, desasosiegan la

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tierra y dan ocasin a muchos inconvenientes y daos cometiendo muchos excesos y demasas, y le recomendaba que echara de aqu a aquellos ociosos que no justificaran un honorable quehacer.33 Potos era el ms preciado dominio de la corona en las Indias y por eso ninguna precaucin era suficiente para ponerlo al margen de riesgos y peligros. En 1602, el Consejo estimaba en cuatro mil el nmero de la gente suelta y balda que viva sin aplicarse a ningn trabajo ni ocupacin sino darse a sus vicios.34 Tres aos ms tarde, al conde de Monterrey, virrey del Per, se le encareca buscar los medios para sacar a aquella gente y emplearla en conquistas y milicias.35 Por eso cuando un da de 1606 llego la noticia de un sbito auge de las antiguas minas de plata de Oruro y la nueva hizo marchar hacia ese Asiento a gran parte de la gente desperdigada y vagabunda, el presidente de la Audiencia y el corregidor dieron un largo suspiro de tranquilidad. El presidente Alonso Maldonado de Torres, a quien nunca convenci la fundacin de la Villa San Felipe de Austria, miro como uno de los beneficios de tal hecho la salida febril y atropellada de gran parte de esa escoria humana. En 1612, un soldado, Alonso Yez,36 reuni las aspiraciones de los insatisfechos y los resentimientos de los explotados y organizo un complot que tena por finalidad destruir radicalmente el sistema industrial de Potos, quemar los ingenios y arrasar las instalaciones, apoderarse de la Villa y desde aqu desparramar por todo el Per la rebelin. El proyecto fue descubierto por la delacin de uno de los comprometidos un barbero y acuador de monedas, Diego Snchez Jaramillo y duramente reprimido. Ynez y sus compaeros, un capitn Pacheco; Juan Moreno, carpintero; un tal Flores, arriero, fueron ahorcados. La conspiracin sofocada en su germen, no tuvo consecuencias inmediatas. Sirvi, sin embargo, para demostrar la existencia, en los trasfondos sociales de Potos, de un hondo anhelo de acabar con el gobierno de los acaudalados, propsito inalcanzable porque azogueros y autoridad eran como dos metales de una misma aleacin. Colocarse frente a aqullos, era, pues, atacar el poder real. El gobierno del corregidor Rafael Ortiz de Sotomayor, iniciado en 1608, tuvo significacin para la vida Potosina no por las tareas que acometi, como la construccin de un canal para llevar a los ingenios agua de la laguna de Tabaconuo, sino porque durante los nueve aos que dur, las competencias por la posesin del poder cobraron aguda intensidad. Fue entonces que, a ejemplo del valiente intento

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de Ynez, la resistencia a los plutcratas adquiri cohesin y vitalidad y la protesta hasta entonces callada se convirti en conjura secreta y plan de ataque. Cuando lleg al Per, Ortiz de Sotomayor tena una larga y diversa experiencia personal. Primero fue soldado. En la guerra de Proenza, peleando en los ejrcitos del duque de Savoia, recibi su bautizo de fuego y ms tarde, en una de las batallas de la Liga, en Arles, una herida de arcabuz. Estuvo en la jornada de Petriche y fue uno de los pocos sobrevivientes de las cuatro compaas del duque de Miranda. Cuando Espaa hizo la paz con Francia e Inglaterra, viendo que no tendra ms ocasin para dar a su vida el fuerte ingrediente de la accin guerrera, Ortiz de Sotomayor vino al ancho campo de aventura que era las Indias. Aqu ocup el corregimiento de Arequipa.37 No era fcil para un corregidor de Potos escapar a la constante presin de los mineros para conseguir medidas en favor de sus intereses. Ortiz de Sotomayor no se cuenta entre los pocos que resistieron sus ofrecimientos o sus amenazas. Alguna vez exhibi como un merito haber conseguido que a los indios voluntarios o mingas se les redujese el jornal muy subido y excesivo, de nueve pesos por semana, a siete y medio. Si parece resuelto y enrgico frente a Yaez y los mitayos, se muestra dbil y complaciente ante la frula minera. Mineros y Soldados En las peculiaridades raciales de los espaoles nacidos en las provincias vascongadas se debe buscar la explicacin de que stos hubieran sido los empresarios de Potos y, al cabo de cierto tiempo, dueos de casi todos los ingenios y minas. Como lgica consecuencia de esa fuerza econmica, se convirtieron en los ms influyentes vecinos, primero, y en los detentadores de la autoridad, despus. Vascongados dieron el dinero para comprar la jurisdiccin propia y no poda sorprender que ellos ocuparan los principales puestos del gobierno, instalado gracias a sus gestiones y regateados desembolsos. De todos los grupos regionales de Espaa, es seguramente ste uno de los ms inclinados al trabajo y perseverante en sus esfuerzos. An ahora se distingue por su vocacin hacia las actividades tcnicas y es as que ha podido organizar un adelantado complejo industrial en su pas. Pueblo emprendedor y arriesgado, ha

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convertido su pequea patria peninsular en una zona altamente productora. En Potos puso las bases de la industria minera porque posea ya una vasta experiencia en ese trabajo. El sentido, perdurable hasta hoy, de constituir una raza aparte en Espaa, les dio en las Indias un fuerte impulso de solidaridad y cooperacin. Un largo relato annimo de las contiendas civiles de Potos (en adelante se le distinguir como Relacin A, Leg. Audiencia de Charcas 134, para diferenciarla de otra posterior, B) de inspiracin adversa a los vascongados, dice: ... los vizcanos son pocos pero gente unida y que se ayudan los unos a los otros as con sus personas en sus pendencias como con sus haciendas.... Durante el gobierno de Ortiz de Sotomayor, dice el mismo documento, acabaron por afirmar su hegemona y se levant esta nacin de manera que el mando y gobierno de la tierra les estaba siempre sujeto y no se haca ms que lo que los Verastegui, Oyanume, Ormache queran, sin hacer mas caso de castellanos (...) siempre los vizcanos hacan alcaldes a quien ms queran como ms dadivosos. Tradicionalmente, los alcaldes ordinarios eran vascongados y algunos aos, slo por guardar las apariencias, elegan uno de los suyos y otro castellano, aunque supeditado a sus intereses. Tan desconsiderado acaparamiento de poder no era ignorado ni por el Consejo ni por el virrey marqus de Montesclaros. Un ao que salieron elegidos Sancho de Madariaga y Domingo de Verastegui, parecindole ya gran demasa, Montesclaros mando anular la eleccin. Estaban posedos de un sentido utilitario de la conquista de las Indias en mas alto grado que los castellanos, extremeos o andaluces y, si caben las generalizaciones, un tanto despojados de su actitud heroica. Por lo menos en Charcas fue as. Los otros ganaron duramente la tierra y no se resignaron, sino con pena, a envainar las espadas, mientras que los vascongados se dedicaron, presurosos, a explotar el Cerro con orden y sistema. A la atractiva y utpica entrada a tierras inexploradas, prefirieron arraigarse donde la plata estaba segura. En lugar de ir a pelear contra los indios y reducirlos, optaron por convencer al rey Toledo que se los entregase maniatados, bajo la capa legal de las ordenanzas de la mita. En vez de la hazaa que poda hacerles ricos de un golpe, escogieron el escamoteo semanal de un bajo salario a los mitayos. En cierto momento, esas caractersticas y aptitudes que les llevaron a la riqueza, estuvieron, en Potos, a punto de ser su ruina En cambio, el andaluz, el extremeo, eran hombres dedicados

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por vocacin al entonces noble ejercicio de las armas, y como tales fueron los conquistadores por excelencia. Desdeaban el sedentarismo y eran tenidos par aventureros; posean mucha imaginacin para dedicarse a las pacientes y metdicas labores mineras y la mente de ellos estaba ms bien poblada de mitos y expectativas. Como no se adaptaban al srdido ritmo de los negocios de la Villa, se les deca ociosos y vagabundos; era gente que viva a la espera de la convocatoria de cualquier atrevido capitn para hacer nuevas entradas y les llamaban soldados sueltos y perdidos. Andaluces, castellanos y extremeos dieron impulso y vibracin a la conquista y fueron quienes ganaron las tierras para el soberano. Las encomiendas no eran bastantes para recompensarles. Concluido el ciclo de la conquista, vieronse sin ocupacin; mientras ellos haban estado peleando Dios sabe en qu desconocidas tierras, los vascongados, los epgonos, con el ojo diestro para el negocio y el usufructo, quedaron dueos de la ms grande riqueza del Per, el Cerro. La soberbia que dio a los vizcanos su riqueza fue la antigua carcoma de los corazones de los castellanos, los cuales abatidos y aniquilados sufriendo mil oprobios e injurias andaban por los rincones quejndose que sus padres haban ganado estas tierras para que los vizcanos nos la mandasen y los tuviesen sujetos, dice el Relato A. Tenan una nocin de bandero menos calculadora que sus compatriotas septentrionales, signo de que confiaban ms en el valor individual. ... los castellanos, refiere el Relato A, han sido gente poco socorrida, desperdigada y que cada una ha tirado por su parte.... Los vizcanos constituan un cuerpo solidario y compacto, mientras que los andaluces, extremeos y castellanos, durante muchos aos afrontaron, sueltos y librados nada ms que a sus aisladas posibilidades personales, el predominio de aqullos. Solo cuando el conflicto adquiri sus ms rojas tonalidades de pasin se reunieron, y eso fugazmente, en las calles de Potos. Las peleas de las naciones espaolas comenzaron con el descubrimiento de la plata. De 1564 Arzans dice: Este ao hubo innumerables bandos entre los castellanos y andaluces, de una parte; y de la otra portugueses y extremeos y seala una alta cifra de muertos y heridos. En 1582 se repiten crueles bandos entre las naciones, y ese ao aparecen en los Anales por primera vez frente a frente extremeos y vascongados. Cinco aos ms tarde, una pelea provocada por criollos origin el incendio y la destruccin de todo un

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barrio. En los Anales, a partir de esta poca se van fisonomizando los bandos. Los vascongados comienzan a ser el enemigo comn. En general, no era envidiable la simpata que rodeaba a los vascongados en Indias. Varias veces haban estado ligados a causas tremendamente impopulares y su nombre llegaba a ser sinnimo de represor, de delator. El alzamiento de Quito en 1593, como protesta por la imposicin de las alcabalas, fue severamente sofocado por un vizcano, el general Pedro de Arana. En 1599, la conspiracin organizada en La Plata y Potos por Gonzalo Luis de Cabrera y el licenciado Juan Daz Ortiz, relator de la Audiencia, fue delatada por un miembro de esa nacin, Domingo de Garay, a su paisano el oidor Juan Daz de Lupidana, quien prosigui las averiguaciones; un Andrs Martnez de Guillstegui, de igual origen, efectu los apresamientos. El intento sedicioso de Yanez tena poco ms o menos el mismo achaque de odio a los vascongados y para el castigo y seguridad del pblico se vali de ellos el corregidor Rafael Ortiz de Sotomayor, dice el testimonio, insospechable en este caso, de un vizcano, Jos Sez de Elorduy, contador de las Cajas Reales de Potos.38 Ortiz de Sotomayor dio aliento y vigor a esa hegemona, pero provoc as la instantnea reaccin de los excluidos. Controlar el cabildo equivala a dirigir la vida de la Villa y disponer de una influencia decisiva en los negocios del Cerro. Por eso fue que, desde pocos aos despus del descubrimiento, los moradores y vecinos se trabaron, segn sus respectivas clases e intereses, en una apasionada y violenta lucha por lograrlo. A fin de disminuir la peligrosa tensin provocada por la pugna y evitar los inconvenientes acarreados por las elecciones de los alcaldes ordinarios, la Audiencia sugiri una vez al rey disponer que el presidente o el oidor ms antiguo se hallaran presentes en tales actos. El soberano, respetuoso de la autonoma capitular, prefiri seguir manteniendo plena libertad en las elecciones.39 Aos ms tarde, para hacer desaparecer los motivos de friccin, el rey consulto al presidente de la Audiencia, Diego de Portugal, si convendra suprimir las elecciones, principal motivo de las discordias. Aunque Portugal tena por cierto que nunca son los elegidos los ms tiles en celo, talento, rectitud, sino los que ms favor y negociacin tuvieron, el temperamento puesto en consulta le pareca inadecuado, puesto que si a los capitulares se les quitaba la facultad de elegir alcaldes, el valor de los regimientos y veinticuatras disminuira. Era un criterio estrechamente utilitario del cual se

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derivaran terribles males.40 Para los vizcanos, que disponan del dinero, no era difcil apoderarse de esos cargos y, en consecuencia, elegir los alcaldes que queran. Eso explica que los puestos de regidor se vendiesen en Potos en sumas desusadamente altas. En La Paz, en esa misma poca, se los adjudicaba por mil pesos, mientras que en Potos alcanzaban el precio de diez y siete mil. Los propios vizcanos reconocan que si los cargos no implicaran la facultad de elegir alcaldes ordinarios, no habran pagado por ellos tan altas sumas.41 Uno de los ndices para medir la importancia que tena la posesin de los puestos pblicos, son los precios pagados, ms altos que en ningn otro lugar de las Indias. En 1608, Hernando Ortiz de Vargas dio por el de alguacil mayor 110.000 ducados. Por eso, cuando lleg la hora, los vascongados defendieron la posesin de esos cargos, si no denodadamente, con todo el peso de su dinero. Pero llegara tambin el momento en que sus caudales no les serian suficientes, cuando los otros desenvainasen sus espadas en las calles de Potos. El ao de 1613, las elecciones de alcaldes en La Plata y Potos causaron muchos y grandes inconvenientes y se llevaron a cabo con medios, trazas y dadivas. Esa experiencia convenci al presidente de la Audiencia que mas vala cancelar las elecciones, a fin de que la administracin de la justicia se mantuviese al margen de tal juego de intereses y las inquietudes no se extendieran.

No tenan ms que la capa al hombro... El dinero y la certidumbre de impunidad dieron tambin arrogancia a los vizcanos. Ortiz de Sotomayor, que contribuyera en tan gran medida a forjar ese sentimiento de prepotencia, seria uno de los primeros en padecerlo. Un da que quiso ahorcar a dos de ellos, convictos de haber matado a un castellano, los de aquella nacin hicieron junta en la plaza con nimo de libertar a uno de los presos, que era pariente de los principales mandones. Juan Martnez de Nicobalta, Sancho de Madariaga, los hermanos Pedro y Domingo de Verastegui y otros, se acercaron a Ortiz de Sotomayor y uno de ellos, sin ningn respeto, asi las riendas de su caballo y le dio una sofrenada, vociferando en medio del tumulto estupefacto que por vida del Rey si lo ahorcaba le haba de costar caro que le haba de espantar.

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La amenaza amedrent al corregidor y para evitar que el disturbio adquiriera mayor gravedad orden que el vizcano fuera devuelto, desde el pie de la horca, a la crcel. El hecho no fue tan secreto como para que no llegara a odos de los miembros del Consejo, que reprendi y condeno a Ortiz de Sotomayor por haber consentido tamao desacato, al pago de 2.000 pesos ensayados. Por esa misma poca ocurri otro suceso que entraaba insolente desconocimiento de la autoridad. Habase producido una pendencia en la plaza y all lleg el alguacil mayor Andrs Cornejo a imponer orden. Prendi al promotor del alboroto, pero en eso llegaron algunos de su misma nacin, el poderoso Domingo de Verastegui, Pablo Duarte y otros. Sin respetos ni miramientos, quitaron el preso de las manos de Cornejo, y Duarte propin a ste algunos cintarazos. Otro de los caudillos vizcanos, Martn de Bertendona, siendo alcalde de ordinario, meti en el cepo a un escribano por haberse atrevido a notificarle una provisin de la Audiencia. Desde los aos finales del gobierno de Ortiz de Sotomayor, se fueron repitiendo hechos de igual significacin y vulneradores del principio de autoridad. Pronto iban a llegar los das en que la nica justicia sera la del ms fuerte, del ms osado o de quien contaba con la seguridad de quedar impune. Grandes vientos, llamados tomavis, soplan en Potos la mayor parte del ao y ocasionan una anormal sequedad de la atmsfera. El autor de un breve relato escriba: por eso dicen que hay muchas pendencias y alborotos. El clima causa all una aguda irritacin del carcter, estimula los impulsos violentos y exacerba la conducta de los hombres. A ese factor se sum la desaparicin paulatina de todo respeto por la autoridad, para hacer de Potos una ciudad donde el exceso y la insolencia de un hombre hallaban como nico atajo la reaccin del contrario. Del Empedrado de Potos desaparecieron, en cierto momento, corregidores, alcaldes y alguaciles. La tierra se iba hinchendo de gente suelta que cada ao iba entrando de abajo y de Espaa a esta Villa, paradero de todos los pobres (...) y considerando que no tenan ms que la capa al hombro comenzaban a tener algunas pendencias con los vizcanos, que eran los ricos.42 Era tierra de hombres con espritu desasosegado por esa influencia climatrica y por otra, todava mas nociva, de un Cerro que daba sus frutos con desigualdad. Tal caracterstica no hacia exclusin con nadie. En Potos donde viven con grande libertad (los clrigos) convendra apartarlos de all y enviarlos a las partes y

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lugares donde son domiciliarios.43 El arzobispo de Charcas fue instruido para proceder contra los clrigos inquietos y sediciosos que hubiese en Potos. La riqueza agudizo hbitos y costumbres existentes en menor proporcin en otras ciudades de Charcas con economa ms estable y regular. En Potos era posible hacerse rico en unos cuantos meses y en los dems lugares tal perspectiva era problemtica. Ganar dinero costaba menos esfuerzo y el cuidado por conservarlo era dbil. Que salida tena esa abundancia? Haba un corral de comedias donde se representaba obras teatrales de tarde en tarde. Si no era en vestidos ostentosos, la otra forma para invertir los ducados era el juego. Era una vida disipada y licenciosa la que llevaban estos hombres no acostumbrados a la riqueza y los aventureros incapaces de poder distraer su ocio sino con las diversiones. Una Cdula recomend a Ortiz de Sotomayor castigar los pecados pblicos, no consentir el funcionamiento de casas de juego y que la gente viva bien y cristianamente.44 La poblacin viva pendiente de un temido agotamiento del Cerro y eso le daba un marcado sentido de inestabilidad. La explotacin estaba en su auge, pero eso no proporcionaba ninguna seguridad de que perdurara indefinidamente; los espaoles haban visto levantarse asientos y poblaciones alrededor de unas minas y cuando todo prometa un beneficio sin termino, venir repentinas pocas de empobrecimiento. Potos superaba a todos los yacimientos argentferos conocidos hasta entonces, pero eso mismo agrandaba los temores de su fin. La gente viva con el miedo de que cualquier da las vetas se cegaran y comenzara la declinacin que les obligara a trocar de sitio y vivienda. A eso se sumaba la presencia errabunda de los aventureros y soldados, hombres sin casa ni techo conocido, sin vnculos con la tierra, en acecho de ganar dinero sin interponer muchos escrpulos. En esa sociedad era fcil que se impusiera el domino de los ricos y pareca que perdurara sin limite ni respuesta. As habra sido si un da no hubiera llegado a la Villa un funcionario, ms o menos modesto, del Tribunal de Cuentas de Lima. Puntual y prolijo, inteligente y discreto, nada le gustaba tanto como desempear su oficio. Se llamaba Alonso Martnez Pastrana y no era vascongado.

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NOTAS CAPTULO 11

Bartolom Arzans de Orsa y Vela, Historia de la Villa Imperial de Potos Edicin de Lewis Hanke y Gunnar Mendoza. Brown University. Providence, Rhode Island, 1965. Vsquez de Espinoza, Descripcin y Compendio de la Indias Occidentales. Madrid, 1969. Cuando el virrey don Francisco de Toledo visito Potos en 1573, se le acerc un hijo de Gualpa y le dijo que su padre an viva all, en la Villa. El virrey mand al clrigo de la Fuente a ver al descubridor. Este le confirm en su esencia la historia, revelando que Villarroel era administrador de las minas pertenecientes a Lorenzo Estopin. Estopinn fue el segundo corregidor de La Paz, despus de Alonso de Mendoza, en 1552. Relaciones Geogrficas de Indias, publicadas por Marco Jimnez de la Espada. Madrid, 1885, Tomo II. Informe annimo y sin fecha, pero que seguramente corresponde al siglo XVI, Archivo General de Indias, Sevilla, en adelante AGI. Legajo Audiencia de Charcas 134.

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Relacin muy particular del Cerro y minas de Potos y de su calidad de labores, por Nicols de Benino, dirigida al virrey don Francisco de Toledo, 1573. En Relaciones Geogrficas de Indias, publicadas por Marco Jimnez de la Espada.6

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Relacin de N. de Benino, citada.

Pedro Vicente Caete y Domnguez, Gua Histrica, Geogrfica, Fsica, Poltica, Civil y Legal del Gobierno e Intendencia de la Provincia de Potos. Editorial Potos, 1952.8

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Relacin General del Asiento y Villa Imperial de Potos y de las cosas ms importantes a su gobierno dirigida al Excmo. Seor don Fernando de Torres y Portugal, conde del Villar visorrey del Per, por Luis Capoche, 1585. AGI Leg. Audiencia de Charcas 134. Memorial dirigido por Alonso de Montemayor al virrey don Antonio de Mendoza. Lima, 18 de febrero de 1549. AGI Leg. Audiencia de Lima 118.

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Carta de Melchor Astete de Ulloa al rey. Madrid, diciembre 1604. AGI Leg. Audiencia de Charcas 32.

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Arzans, ob. cit. p. 8 dice: "Mas la fuerza de la plata, que llama a s con su codicia las otras cosas, ha poblado aquel cerro de la mayor poblacin que hay en todos aquellos reinos, y la ha hecho tan abundante de todas comidas y regalos".12 Relacin de la Villa y minas de Potos, 1603. En Relaciones Geogrficas de Indias, cit. 13

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lvaro Alonso de Barba, Arte de los Metales, escrito en 1637 y publicado en Madrid en 1640. Caete y Domnguez, ob. cit. Peter Bakewell, Los Mineros de la Montaa Roja. Mxico DF. 1985.

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15

16 Carta del cabildo de Potos al rey. 1 de mayo de 1612. AGI Leg. Audiencia de Charcas 32.

Carta de Francisco Sarmiento de Sotomayor al rey. Potos, 9 de mayo de 1619. AGI Leg. Audiencia de Charcas 52. Pginas ms adelante se hallar una brevsima nota sobre la mita.18

17

Certificacin de los Oficiales Reales de Potos. AGI Leg. Audiencia de Charcas 20 y 36.

19 L. Hanke, Estudio preliminar en Capoche, Relacin General de la Villa Imperial de Potos. Madrid, BAE, 1959. 20

Expediente en AGI Leg. Audiencia de Charcas 32.

Los mineros pagaron los 25.000 pesos en el plazo fijado. El cabildo impuso entre los vecinos un emprstito a razn del dos por ciento sobre el valor de sus propiedades y pidi al virreinato que el trmino para pagar el resto de 54.000 pesos fuera extendido a diez aos. Carta del cabildo al rey. Potos, 22 de marzo de 1562. AGI Leg. Audiencia de Charcas 32. Carta al rey firmada por Antonio lvarez, Martn de Almendras, Francisco Marmolejo, Diego Caballero de la Fuente, Rodrigo de Orellana, Hernn Cabrera de Crdova. La Plata, 8 de octubre de 1561. AGI Leg. Audiencia de Charcas 31.23 22

21

Carta del cabildo al rey, firmada por Francisco de la Serna, Cristbal Martnez, Juan de Goycorria, Antonio Rojas, Esteban Callejas, Francisco Prez. AGI Leg. Audiencia de Charcas 32.

24 La Villa hizo varias gestiones posteriores para que se le eximiera del saldo pendiente y an para que se le devolviera su primer pago. Una cdula de 14 de noviembre de 1584 (AGI Leg. Audiencia de Charcas 415, tomo II) instruy al presidente de la Audiencia a cobrar lo que segua debiendo a esa fecha. 25

Peticin presentada por Alonso de Herrera. 1567. AGI Leg. Audiencia de Charcas

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Memorial firmado por el licenciado Recalde, Luis de San Romn, Joanes de Aguirre, Nicols de Benino, Diego Bello, Benito Prez, Francisco Hurtado, Lope Rodrguez Salgado y Juan Fernndez. AGI Leg. Audiencia de Charcas 419. Indios que trabajaban, bajo un estatuto especial, en las haciendas de los espaoles. Cdula Real, San Lorenzo, 28 de agosto de 1591. AGI Leg. Audiencia de Charcas 415, tomo II.29 28 27

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Cdula Real de 21 de agosto de 1589. AGI Leg. Audiencia de Charcas 31. A. Barba, ob. cit. Caete y Domnguez, ob. cit.

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Cdula Real al presidente y oidores de la Audiencia de La Plata. 7 de mayo de 1581. AGI Leg. Audiencia de Charcas 415, tomo II. Cdula Real al corregidor de Potos. Madrid, 8 de febrero de 1589. AGI Leg. Audiencia de Charcas 415, tomo II. Cdula Real al corregidor de Potos, don Pedro de Lodea. Tordesillas, 22 de febrero de 1602. AGI Leg. Audiencia de Charcas 415, tomo II.35 Cdula Real, San Lorenzo, 16 de agosto de 1607. AGI Leg. Audiencia de Charcas 415. "Hay tanto nmero de extranjeros como de espaoles apoderados de muchas haciendas cuantiosas", deca una cdula de 22 de agosto del mismo ao a la Audiencia. 36 34 33

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As le llaman, sin excepcin, los papeles de la poca y no Alonso de Ibez.

Informacin de meritos y servicios de Rafael Ortiz de Sotomayor. Madrid, 26 de febrero de 1649. AGI Leg. Audiencia de Charcas 53.38 Carta de J. Sez de Elorduy al rey. Potos, 12 de marzo de 1625. AGI Leg. Audiencia de Charcas 37. 39

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Cdula Real. Valladolid, 29 de junio de 1592. AGI Leg. Audiencia de Charcas 31.

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Carta de D. de Portugal al rey. La Plata, 1 de marzo de 1612. AGI Leg. Audiencia de Charcas 19.

La principal funcin de los alcaldes ordinarios era la administracin, en primera instancia, de la justicia ordinaria, civil y criminal. Relacin A. En 1610, una noticia seguramente incompleta hacia saber que en la Villa vivan 36 flamencos, 74 portugueses, 15 genoveses, 20 corsos. Relacin de42

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extranjeros hecha por Luis Hurtado de Mendoza por mandato del presidente de la Audiencia. 19 de febrero de 1610. AGI Leg. Audiencia de Charcas 18. Cdula a la Audiencia de Charcas. Ventosilla, 26 de septiembre de 1615. AGI Leg. Audiencia de Charcas 415, tomo III. Cdula. San Lorenzo, 19 de octubre de 1608. AGI Leg. Audiencia de Charcas 415, tomo II.44 43

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Capitulo II

MARTNEZ PASTRANALas deudas a la hacienda El empleo del azogue para el beneficio de la plata, en lugar del anticuado sistema por fundicin, caus un profundo cambio en la economa Potosina. Los minerales de alta ley estaban agotados y el laboreo de los que quedaban ya no proporcionaba tan remunerativas ganancias. En cierto tiempo se tuvo como inevitable el cierre de las minas por el alto costo que supona fundir minerales de bajo contenido. El tratamiento por azogue hizo nuevamente posible el trabajo con excelentes resultados. A partir de la poca en que se estableci el nuevo mtodo, los frutos aumentaron en forma sensible, aunque la proporcin atribuible a ese factor es difcil de calcular, porque coincidi con el comienzo de la mita, que daba a los mineros abundante mano de obra a precios privilegiadamente bajos. Fueron las dos causas primordiales para el repunte registrado a partir de 1575. El nuevo invento oblig a Espaa a destinar buena parte de su produccin de azogue a las Indias. Por esos aos, fueron descubiertas las ricas minas de azogue de Huancavelica. Las minas de Almadn, en Espaa, y las de Huancavelica pertenecan al Estado, que se ocupaba de la explotacin y distribucin del producto. Con las dificultades de transporte propias de la poca, se procuraba hasta donde era posible asegurar a Potos una provisin constante de dicho metal a un precio controlado y estable. La venta estaba a cargo de los Oficiales Reales. El Estado, como nico propietario y vendedor, deba correr con todas las contingencias que tal papel le impona. Para estimular la produccin de la plata se decidi la entrega a los mineros de azogue al crdito. Mas, como por muy rico que fuera el Cerro no poda dar a todos igual fortuna, hubo muchos para quienes la explotacin fue ruinosa. As nacieron las primeras deudas irrecuperables. En 1608 se deba a las Cajas de Potos 1.500.000 ducados, la mayor parte por concepto de azogue. Se pens que una manera de recuperar tan crecida cantidad podra ser proveyendo que a ninguna

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persona que deba azogue, se le de ms hasta que entere a la caja de lo que debe y ordenando que estas deudas fueran preferidas a cualesquier otras particulares. Ocurra que muchas personas sacaban azogue al crdito para venderlo y disponer del dinero as obtenido.1 El presidente Maldonado de Torres, que efectuaba una visita a las Cajas de Potos, encontr que muchas deudas no estaban ajustadas con claridad y que los Oficiales Reales desde haca veinte aos no se ocuparon de cobrarlas sino, cuando ms, de pasarlas de un libro comn general a otro ms detallado. Alcanzo l a recaudar algunas y para el saldo nombr a dos funcionarios especiales, puesto que los Oficiales Reales no podan atender a estos trmites, por las muchas ocupaciones que ya implicaban sus tareas normales. Aquellos empleados sacaron buen fruto de su trabajo, pero la Contadura Mayor de Lima ordeno inexplicablemente el cese de su labor, con lo cual termin tambin esa recuperacin.2 La solucin del problema no consista, sin embargo, en aplicar un cobro compulsivo y violento, sin riesgo de aniquilar una parte de la industria. Haba, por el contrario, que dar extendidas facilidades y limitarse a aceptar de los deudores lo que buenamente podan entregar a la Hacienda. Maldonado de Torres crea que si se les impona trminos y procedimientos perentorios, se veran en la situacin de vender sus minas e ingenios el importe de la venta tampoco alcanzara para cancelar las deudas y eso supondra el paro de las labores. Las Cajas entregaban cada ao azogue al crdito por un valor de 400.000 ducados, aproximadamente. El precio de venta de cada quintal era de 70 pesos. Una larga serie de disposiciones reales y virreinales protega a los mineros contra las acciones judiciales por este motivo. Ya el emperador Carlos V, mand por Cdula de 19 de julio de 1540, que no se hiciera ejecucin contra los mineros, por ningunas deudas de ninguna calidad y cantidad que sea, en los esclavos negros, herramientas y otros elementos necesarios para la labor, siempre que no hubieran sido contradas con la Hacienda. Las ejecuciones solo podan recaer sobre el oro o la plata que produjeran las minas, pero no sobre los elementos indispensables para mantener el trabajo.3 Cuando el virrey Toledo estuvo en Potos los mineros le manifestaron que slo podran afrontar los crecidos gastos que les demandara el cambio del mtodo de fundicin al de azogue, si les eran acordadas especiales facilidades. El virrey accedi a las

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fundamentales, la de la mita y la de reforzar la inmunidad en caso de deudas. El 22 de mayo de 1571, dict en Yucay una ordenanza que ampliaba los alcances de la cdula del emperador, para los propietarios de Potos, Porco y Berenguela. En adelante, de los frutos de las minas sobre los cuales caba la ejecucin, se reservara privilegiadamente para el minero una cantidad suficiente para asegurar su sustento.4 Tres aos ms tarde, en La Plata, el virrey, mediante la ordenanza VI para Potos, record que, de acuerdo a la costumbre y los privilegios concedidos por virreyes y gobernadores, no poda ejecutarse sino la produccin, aunque el deudor hubiese renunciado expresa y anteladamente a tal ventaja. La ordenanza no slo pona a salvo la propiedad de la mina, sino de las barretas, almdenas, azadones, carrillos con las bateas, cabalgaduras y la casa para recoger el metal y las puertas de la mina o socavn y los artificios de guairar (sistema de fundicin) y refinar. Quien vulnerara esta ordenanza sera penado con una multa de 1.000 pesos.5 El criterio del virrey estaba guiado por el concepto de que el embargo o venta de las minas podra llegar a anular los resultados que prometa el nuevo mtodo del azogue. La explotacin de las minas era de beneficio pblico y haba que mantenerla a salvo de toda eventualidad. La ordenanza VII expona esa idea y repeta, una vez ms, que las deudas slo deberan pagarse con la produccin. Tan pronto como Toledo dej su cargo, los acreedores alegando que las ordenanzas no fueron renovadas por su sucesor, don Martn Enrquez, obtuvieron de la justicia algunos mandamientos sobre las propiedades, pero los mineros ocurrieron prestamente ante el nuevo virrey y obtuvieron una ratificacin expresa de aquellas disposiciones. Enrquez apoy su decisin en el ejemplo de Nueva Espaa, donde idnticas normas protectoras eran observadas. Para la Audiencia de Charcas, las ordenanzas no se ajustaban a un concepto verazmente jurdico. Estimaba que los privilegios caducaban en caso de renuncia expresa y slo deban regir para los mineros antiguos, o sea para aquellos que trabajaban en el tiempo en que fueron dictadas las ordenanzas. En 1602, la Audiencia libr ejecucin contra un minero y lo remiti a Lima. Los mineros, siempre listos y eficaces en la defensa de sus prerrogativas, consiguieron del virrey don Luis de Velasco la renovacin de la ordenanza VI, con nuevas ampliaciones. Las minas e ingenios no podran ser vendidos por ninguna causa y los deudores

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tampoco apresados en la crcel pblica. A fin de que pudiesen asistir personalmente al trabajo de sus propiedades, solo pod