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NÚMERO 6 CONTENIDO V V i i d d a a y y m m a a t t r r i i m m o o n n i i o o C C r r i i s s t t i i a a n n o o s s Vea la página 11 Explorando la Vida y la Fe Vida Cristiana Lo que Pablo quería que los miembros supieran sobre los pastores. Página 2 El Verbo se hizo carne. Página 3 Bloqueadores del Hijo Página 4 ¿Es Jesús suficiente? Página 7 Ministerio Generaciones Bendecir a los niños con el amor de Jesús. Página 5 Entrevista Odisea Robert F. Capon, autor de Génesis: la película Página 6 Lecciones de Marcos Jesús viene Página 8 Comentario de un libro La historia del cristianismo. Página 10 Estudio Bíblico Vida y matrimonio cristiano Página 11 Iglesia de Dios Universal Viviendo y compartiendo el evangelio

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Odisea Cristiana www.wcg.org/espanol 1

NÚMERO 6

CC OO NN TT EE NN II DD OO VViiddaa yy mmaattrriimmoonniioo CCrriissttiiaannooss

VVeeaa llaa ppáággiinnaa 1111

Explorando la Vida y la Fe

Vida Cristiana Lo que Pablo quería que los miembros supieran sobre los pastores.

Página 2

El Verbo se hizo carne. Página 3

Bloqueadores del Hijo Página 4

¿Es Jesús suficiente? Página 7

Ministerio Generaciones Bendecir a los niños con el amor de Jesús.

Página 5

Entrevista Odisea Robert F. Capon, autor de Génesis: la película

Página 6

Lecciones de Marcos Jesús viene

Página 8

Comentario de un libro La historia del cristianismo.

Página 10

Estudio Bíblico Vida y matrimonio cristiano

Página 11

Iglesia de Dios Universal

Viviendo y compartiendo el evangelio

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2 Odisea Cristiana www.wcg.org/espanol

NÚMERO 6 Odisea Cristiana es publicada por la Iglesia de Dios Universal, 300 W Green St, Pasadena, California, 91123, USA. Copyright © 2005 Igle-sia de Dios Universal. Todos los derechos re-servados. Odisea Cristiana está disponible en internet en www.wcg.org/espanol

EDITORES EJECUTIVOS Mike Feazell Michael Morrison EDITOR: Thomas C. Hanson EDITORES MAYORES: Paul Kroll, Randal Dick, Terry Akers DIRECTOR DE ARTE: Ronald Grove CONSEJERO DOCTRINAL: John E. McKena EDICIÓN CASTELLANA: EDITOR: David E. Ágreda TRADUCTOR: Benjamín Escalante

Publicado por

La Iglesia de Dios Universal

PRESIDENTE Joseph Tkach

RELACIONES ECLESIÁSTICAS Ronald kelly

SUPERINTENDENTE DE MISIONES Randal Dick

DIRECTOR REGIONAL AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE Charles Fleming

SUPERINTENDENTE DISTRITO HISPANO USA: Lorenzo Arroyo Salvo indicación contraria, los textos bíblicos se citan de La Santa Biblia, Nueva Versión In-ternacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Odisea Cristiana acepta con agradecimiento sus contribuciones para ayudar con los costos de publicación.

Argentina: Casilla 2996, Correo Central, 1000 Buenos Aires. Tel. (011) 4295-1698 Colombia: Apartado aéreo 11430, Santafé de Bogotá, DC. Tel. 249 4209 y 314 2825 Costa Rica: Apartado 7700, 1000 San José. Chile: Casilla 11, Correo 21, Santiago. Ecuador: Apartado aéreo 11430, Santafé de Bogotá, DC. Colombia. El Salvador: 2ª Calle Ote. Condominio Roma nivel 2, local 6, Santa Tecla. Tel 2218-2355 España: Apdo. 185, 28600 Navalcarnero, (Madrid), España. Estados Unidos: 4035 Mt. Day Ct. Antioch, CA 94531-8279. Tel. (925) 777-1296 Guatemala: Apartado postal 2489, Guatemala. Honduras: Apartado 20831, Comayagüela. México: Apartado Postal 5-595, 06502 México D.F. Panamá: Apartado 6-6004, El Dorado Perú: Apartado Postal 01-640, Lima 100. Puerto Rico: P.O. Box 36-6063, San Juan, PR 00936-6063. Uruguay: Casilla 10976, Sucursal Pluna, 11100 Montevideo. Venezuela: Apartado 3365, Caracas 1010-A.

Lo que Pablo quería que los miembros

supieran acerca de los pastores

Por Neil Earle

Segunda a los Corintios es una pieza de escritura altamente personal en la cual el apóstol Pablo se desnuda a sí mismo por completo. A lo largo de ésta carta, Pablo está a la defensiva. Como lo explica el erudito del Nuevo Testamento Ralph Martin, Pablo está aquí tratando con críticas severas acerca de sí mismo y de su ministerio.

“Ésta primera parte de la carta refleja lo que debió haber sido una de las experiencias más angustiantes en la vida de Pablo. Él había sido personal-mente resistido e insultado por un individuo o un grupo en la iglesia de Co-rinto, que lo provocaba con insinceridad y duplicidad… fue acusado de va-cilación (1:17), orgullo y jactancia (3:1), falta de éxito en su predicación (4:3), debilidad física (10:10), ‘rudeza’ de expresión, deficiencia en habili-dad retórica (11:6), ser una persona sin dones (4:7-10), deshonestidad (12:16-19), hacerse pasar por ‘tonto’ (5:13), y falta de reputación apostólica (11:5). Pero sobre todo, él es considerado como un engañador (4:8), un charlatán (10:1), y una negación descarada del poder del mensaje cristiano (13:2-9)”. (Comentario de la Palabra: Segunda a los Corintios, páginas 61-62).

¡Esa sí que es una evaluación ministerial!

El Dios de toda consolación

Sin embargo, quizás porque Pablo estaba pasando a través del crisol por causa de aquellos molestosos corintios, ésta carta también contiene algunas de las enseñanzas espirituales más ricas que Pablo haya escrito jamás. Es en ésta carta que leemos del Dios de toda consolación, de los creyentes como la fragancia de Cristo, del espíritu de libertad, de una nueva creación, de andar por fe y no por vista, de ser embajadores de Cristo, del ministerio de reconciliación, del don inefable, del poder que se perfecciona a través de la debilidad.

Un poderoso ritmo doble persiste a lo largo de la carta pues Pablo con-trasta principios vitales—muerte/vida, sufrimiento/consolación, aflicción presente/ gloria futura, debilidad/fortaleza, sembrar abundantemen-te/cosechar abundantemente. En resumen, 2ª Corintios es lo que hoy lla-mamos una montaña rusa emocional. ¿Por qué ésta epístola está tan cargada de emociones? El erudito James Dunn lo puso sucintamente: “[Pablo] expe-rimenta a Cristo tanto crucificado como exaltado; en verdad, es sólo cuando él experimenta a Cristo como crucificado que es posible para él experimen-tar a Cristo como exaltado, y que es posible experimentar la vida resucitada de Cristo”.En ésta epístola Pablo ofrece, en el Nuevo Testamento, la mejor exposición de la vida como ministro, una cándida y personal revelación que Pablo quería que los miembros supieran.

Continúa en la página 14

V i d a C r i s t i a n a

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El Verbo se hizo carne

Por Joseph Tkach

uan no empieza “la historia de Jesús” en la forma usual. No

dice nada acerca de la forma en que Jesús nació. Más bien, nos hace retroceder en el tiempo hasta “el principio”. Él dice: “En el principio ya existía el Verbo”. Los lectores modernos podrían de ini-cio no saber qué es éste “Verbo”, pe-ro viene a ser claro en el verso 14. “El Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros”. El Verbo se convirtió en un ser humano. Un hombre judío lla-mado Jesús.

Cuando Juan habla acerca de “el Verbo”, está hablando acerca de una persona que existió en el principio con Dios (v. 1). No era un ser creado; por el contrario, es a través de Él que todas las cosas creadas fueron hechas (v. 3). La pregunta sobre la cual me gustaría comentar ahora es: ¿Por qué nos dice Juan esto? ¿Por qué necesi-tamos saber que Jesús era original-mente una persona que no solo estaba con Dios, sino que también era Dios?

Una grandiosa idea

Al usar el vocablo Verbo, Juan es-taba usando un término que tenía un rico significado para los filósofos griegos y judíos. Ellos también creían que Dios había creado todo a través de Su Verbo, o Su sabiduría. Puesto que Dios era un ser racional, Él siem-pre tenía un verbo con Él. El “verbo” era Su poder para pensar—Su racio-nalidad, Su creatividad.

Juan toma ésta idea y le da un giro radical: El Verbo se hizo hombre. Al-go en el reino de lo perfecto y lo eter-no vino a ser parte del mundo imper-fecto y corrompido. La gente podría haber dicho que esa es una idea ridí-cula, pues eso no encajaba en su idea

de lo que era Dios.

Juan podría haber concordado con ellos: Esto era algo bastante inesperado. Dios no había actua-do de la manera que pensamos que lo haría, pero al leer el evan-gelio de Juan encontraremos que Jesús frecuentemente hacía lo in-

esperado. Él no estaba actuando de la manera que la gente esperaba que un hombre de Dios actuara— y esa es parte de la razón por la que Él vino y parte de la razón por la que Juan nos cuenta la historia. Teníamos ideas equivocadas acerca de Dios, y Jesús vino a corregirnos.

Jesús no sólo trajo un mensaje acerca de Dios—Él mismo era el mensaje. Él nos mostró en la carne cómo es Dios. Poco antes de que Je-sús muriera, Felipe le dijo: “Se-ñor,…muéstranos al Padre” (14:8). Y Jesús respondió: ¡Pero, Felipe! ¿Tan-to tiempo llevo ya entre ustedes, y to-davía no me conoces? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre (v. 9).

Si usted quiere saber cómo es Dios, entonces estudie a Jesús. Jesús nos muestra el amor que Dios tiene por nosotros; Él voluntariamente dio Su vida para salvar a los demás. Cuando el Verbo se humilló a Sí mismo para convertirse en un ser humano de carne y hueso, fue un cambio—algo que Dios nunca había hecho antes— pero no fue un cambio en la naturaleza de Dios. Más bien, fue una demostración de Su naturale-za invariable—Su fidelidad invariable hacia nosotros. Se nos mostró el amor que Dios tiene por nosotros todo el tiempo.

Los filósofos griegos imaginaron que Dios era tan perfecto que no ten-dría nada que ver con los desordena-dos seres humanos. Muchos judíos pensaban de la misma manera— en-fatizaban tanto la santidad de Dios

que ellos pensaban que el pueblo de Dios no debería tener nada que ver con personas que no fueran cuidado-sas en guardar las leyes de santidad. Ellos estaban correctos al decir que Dios era santo, pero se habían olvida-do que Su santidad incluye el amor y la misericordia, y Su poder incluye la ternura.

Vida y verdad

Como discípulo, Juan no comenzó sabiendo que su maestro era eterna-mente pre-existente. Ésta compren-sión llegó a él lentamente, y puede reflejarse en las palabras de los discí-pulos. Pedro dijo: “Tú eres el Santo de Dios” (6:69). Marta dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios” (11:27); y después de la resurrección, Tomás dijo: “¡Señor mío y Dios mío!” (20:28).

Juan desarrolla éste tema a lo lar-go del evangelio, pero él quiere que nosotros como lectores sepamos, in-cluso desde el inicio, quién es Jesús, para que así podamos ver la historia desenvolverse, con un poco más de entendimiento. Jesús es “El Hijo Uni-génito, que es Dios, y que vive en unión íntima con el Padre”—“y quien nos ha dado a conocer al Padre” (1:18).

Éste Dios de carne y hueso tenía la vida, “y esa vida era la luz de la humanidad” (v. 4). Él estaba trayendo la vida eterna y Su “luz” nos revela el camino a la vida eterna. Podemos leer la historia sabiendo que ésta persona es de hecho Dios en la carne, mos-trándonos cómo es Dios.

Juan el Bautista le dijo a la gente acerca de Jesús, pero la gente no pudo aceptar lo que él decía: “¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pe-cado del mundo!” (v. 29). Pero “las tinieblas” no pudieron entender a la luz del mundo. “El mundo no lo re-conoció… los suyos no lo recibieron”

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(vv. 10, 11). Dice Juan: Pero a aque-llos que creyeron vinieron a ser hijos de Dios, no nacidos en la forma co-mún, sino “de Dios” (v. 13).

Juan dice: “Y hemos contemplado su gloria”, y no consiste en fuego ar-diente y voz tronante. Más bien, la gloria de Dios que vemos en Jesús es “gracia y verdad”. En Sus palabras y en Sus obras, Jesús nos muestra que la verdad es misericordiosa. Algunas personas quieren que la “verdad” sea un arma que ponga a la gente en su lugar, pero Jesús nos muestra que es para alentar a la gente.

Juan dice: “la ley fue dada por medio de Moisés”, pero la ley no pu-do darnos la vida eterna. Esto es lo que realmente necesitamos: “la gracia y la verdad nos han llegado por me-dio de Jesucristo” (v. 17). Sí, Dios dio la ley, pero la ley no pudo revelar la verdadera naturaleza de Dios. Dios no puede ser definido por una lista de reglas. Él se reveló como una persona que caminó sobre ésta tierra como uno de nosotros, mostró misericordia a los pecadores y murió por los de-más.

Dios no tenía que hacer esto, pero el hecho de que Él lo hizo, muestra cuánto le importamos: “el Dios cle-mente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que man-tiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (Éxodo 34:6, 7). Esto había sido revelado a Moisés, pero parece que los israelitas lo habí-an olvidado, así que Jesús vino a re-velarlo en la carne.

Incluso hoy, después de casi 2,000 años de enseñanza cristiana, muchas personas—incluso muchos cristia-nos— piensan que Dios es un juez severo pero que Jesús descendió para frustrar el plan que Dios tenía de cas-tigarnos. La verdad es que el amor y la misericordia que vemos en Jesús, es exactamente como Dios siempre ha sido.

Eso es algo en lo que vale la pena pensar.

Bloqueadores del Hijo

¿Queda usted frustrado con otra gente?

El otro día en el supermercado perdí el control. Estaba mirando unas frutas, y solo había estado ahí por un se-gundo cuando una mujer se paró frente a mí y bloqueó mi visión. Respondí: “¿Quién piensa usted que es? Yo estaba aquí primero”. La mujer se rió nerviosamente, se sonrojó, y entonces aparecieron lágrimas en sus ojos.

Había yo cometido un error. Toda vez que nos encon-tramos con alguien es una oportunidad para que ellos co-nozcan a Jesús, el Jesús que vive dentro de nosotros. En vez de conocer a Jesús, la mujer del supermercado cono-ció a un hombre impaciente preocupado acerca de sus propios deseos.

Jesús no brilló en ese encuentro—mi factor de bloqueo estaba demasiado alto. Así como usamos una crema blo-queadora para bloquear los rayos del sol, algunas veces nuestro ego se pone en el medio y bloquea al Hijo de Dios, el Sol de Justicia (Malaquías 4:2), evitando que Él brille a través de nosotros— ¡nos convertimos en blo-queadores del Hijo!

En vez de reconocer las necesidades de la mujer, yo estaba pensando en las mías. Quizás, como las mías, las de ella también eran egoístas. O quizás ella tenía prisa, o estaba pensando en otras cosas y no se dio cuenta de que me había interrumpido. Cualquiera que fuera su situación personal en la vida, no me encontré con ella ahí.

En Lucas 9:10-11 Jesús estaba tratando de tener una reunión privada con Sus discípulos cuando las multitudes lo interrumpieron. Jesús no las rechazó, sino que “las re-cibió”.

A través de Su ministerio, Jesús encontraba a las per-sonas en su punto de necesidad.

Jesús vive en nosotros los cristianos, y puede ayudar-nos a cambiar nuestro punto de vista, de un enfoque ego-ísta a uno extrovertido— ¿permitiremos que Él haga eso? ¿Bloquearé yo—bloqueará usted—el ego y dejaremos a Jesús brillar?

James R. Henderson

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Bendecir a los niños con el amor de Jesús

Por Ted Johnston

n ésta serie estamos examinando cinco principios para un

ministerio efectivo hacia los niños. En el primer artí-culo, yo resumí todos los cinco usan-do el acrónimo B.R.I.N.G. para hacernos recordar que nuestro propó-sito es traer los niños a Jesús. Cada principio añade a nuestra efectividad para vivir prácticamente ésta respon-sabilidad. Ahora, pasaremos a exami-nar cada principio individualmente—empezando con el principio número uno: Bendecir a los niños con el amor de Jesús.

En los relatos de los evangelios, Jesús reconoció el gran valor de los niños. En una cultura que tendía a ig-norar, y por lo tanto, a devaluar a los niños, Jesús puso en claro que Él veía a los niños como personas con gran valor ante los ojos de Dios. Jesús ex-tendió Su alcance a los niños, reci-biéndolos en Su presencia y bendi-ciéndolos (Mateo 19:14-15). En va-rias ocasiones Jesús se desvió de Su camino para sanar niños (Lucas 8:49-56). Él estaba dispuesto a ser “moles-tado” para poder ministrar a los ni-ños.

Cinco Lenguajes del Amor

¿Cómo podemos extender nuestro alcance con el amor de Jesús para bendecir a los niños en nuestros hoga-res, vecindarios, iglesias y comunida-des?

Una clave es entender que el amor es como un lenguaje—debe ser hablado (expresado) y entendido (re-cibido). Aprender cómo un niño per-cibe y recibe el amor es esencial para aquellos que buscan bendecir a los niños con el amor de Jesús.

No todo niño habla el mismo len-

guaje del amor. En Los Cinco Lenguajes del Amor de los Ni-ños, Gary Chapman y Ross Campbell identifican cinco len-guajes del amor para los niños: (1) toque físico apropiado, (2) palabras de afirmación, (3) rega-los, (4) actos de servicio y (5)

tiempo de calidad. El libro explica cómo un adulto (tal como un pa-dre/madre) puede generosamente ex-tender amor a un niño usando un len-guaje del amor, sólo para encontrar que el niño no se siente amado por-que él/ella no “habla” ese lenguaje particular.

Quizás el lenguaje del amor prefe-rido/dominante en un niño es el toque físico apropiado, pero los padres, aunque generosos al darle regalos, están físicamente distantes del niño, y como resultado él/ella se siente no amado. Tenemos que ser cuidadosos para discernir cómo un niño recibe el amor y entonces extender nuestro al-cance usando ese lenguaje del amor. Una de las maneras que los autores ofrecen para discernir el lenguaje del amor dominante en un niño es obser-var cómo el niño expresa amor hacia los demás.

Cuando trabajemos con un grupo de niños, necesitaremos hablar el amor en múltiples lenguajes del amor. En cuanto a eso, estoy agradecido por la obra de la iglesia Corazón de la Cruz en Lexington, Ohio, USA. Aun-que pequeña, ésta vibrante congrega-ción de la Iglesia de Dios Mundial enfatiza el alcanzar a los niños y los adolescentes con el amor de Cristo. Ellos comparten ese amor con los jó-venes usando múltiples lenguajes del amor.

Por ejemplo, ellos dan tiempo de calidad extendido hacia los niños a través de su ministerio automovilísti-co—manejando muchas millas todos los domingos para ir por los niños,

traerlos a la iglesia y después regre-sarlos a sus casas. El viaje comparti-do provee el tiempo para edificar la-zos de amor cristiano cuando los adultos dan atención de calidad a los niños y comparten palabras de afir-mación que dicen “ustedes nos im-portan—nosotros los aceptamos y amamos”.

Algunas veces en el trayecto a ca-sa, ellos les compran a los niños al-gún aperitivo (el lenguaje del amor que consiste en dar regalos), y en ocasiones organizan proyectos de servicio para ayudar a mejorar el me-dio ambiente del hogar de un niño (el lenguaje del amor que consiste en ac-tos de servicio). Ellos también ex-tienden afecto físico apropiado y cui-dadoso (el lenguaje del toque físico), tal como una palmadita en la espalda o el hombro, o un abrazo apropiado no sexual. En varias maneras, al usar múltiples lenguajes del amor, cada niño puede recibir la bendición del amor de Cristo, extendida por un adulto afectuoso, prudente y com-prensivo.

Tal amor cristiano tiene que ser dado incondicionalmente. Si el único tiempo que los niños reciben atención y afirmación es cuando ellos han hecho algo para agradarnos, rápida-mente aprenden que nuestro amor es condicional, basado solamente en la conducta de ellos.

En El Regalo de la Bendición, Ga-ry Smalley y John Trent señalan que se debe dar afirmación a un niño en base a quién es el niño (una persona con valor, que vale la pena y a quien Jesús ama) en vez de qué ha hecho o no ha hecho el niño. Es particular-mente importante no fallar en ofrecer éste regalo de la bendición cuando la conducta de un niño sea decepcionan-te. De ésta manera, modelamos la gracia y el amor incondicionales de Dios que están en Cristo.

E

Ministerio Generaciones

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Robert Farrar Capon, autor de Génesis: la Película

Sexta Parte:

EEll aazzaarr ppoorr ddiisseeññoo yy llaa EEccoollooggííaa ddee llaa rreeddeenncciióónn

En el 2004, Tim Brassell, Pastor de la Iglesia Comunitaria Nueva Crea-ción, una congregación de la IDU en Portsmouth, Virginia, entrevistó al autor cristiano Robert Farrar Capon en la casa de los Capon en la Isla Shelter, Nueva York. Aquí está la conclusión de esa entrevista.

Tim Bassell: Usted ha dicho que Dios gobierna según el azar. ¿Podría elaborar?

Robert Capon: Para regresar a Génesis: la Película, el mundo como está presentado en la mente de Dios, en el ca-pítulo uno de Génesis, es bue-no. El mal no aparece sino hasta el capítulo tres. Sin embargo, obviamen-te el mal es traído al mundo desde el principio. Cuando Dios hace a las criaturas del mar, ¿cómo viven ellas? Se comen unas a otras. Cuando Él crea las criaturas de la tierra—la misma cosa.

Él crea al mundo como una ecolo-gía—funciona por medio de la vida y de la muerte. La muerte es el motor que maneja la vida—las criaturas se matan y se comen unas a otras para mantenerse vivas. Incluso las plantas mueren para que los animales puedan

vivir. Y siempre ha sido de esa mane-ra—es la naturaleza de la creación. La creación es una ecología de vida y muerte, y ¡funciona! La genialidad de la ecología es que está creada a pro-pósito para operar al puro azar, es de-cir, las criaturas comen la siguiente cosa comestible que vean. Las zorras se comen a las gallinas y así por el estilo. Todo eso se hace dentro de la ecología que Dios estableció.

Una de las grandes ideas que hemos tenido en el último siglo es re-conocer que estamos destrozando la ecología del mundo al tratar de con-trolarlo. Se podría decir que Dios rige al mundo como un honesto operador de casino — Él no interviene la rueda del juego. No acomoda las barajas.

No interfiere en la ecología del mundo pues la ha dejado desen-volverse. ¿Por qué? Porque Él conoce los riesgos.

Así es como funcionan las compañías de seguros. Ellas no influyen en las vidas de las per-sonas para mantenerlas vivas o matarlas o cualquier otra cosa.

El sistema de seguros funciona por-que las compañías conocen los ries-gos. En el caso de Dios, Él creó los riesgos desde el principio. Dios hizo por diseño una creación al azar, y Él es omnisciente—Él sabe como fun-ciona y se desempeña toda la ecología de Su creación.

Así que, lo que yo digo acerca de Génesis es que el azar no es enemigo del diseño—el azar es el diseño. Y Dios, en Cristo, rige al mundo intro-duciéndose en el mundo, siendo tra-tado ásperamente por él—al entrar a

un mundo áspero—aceptando los riesgos negativos para Sí mismo. Él tomó sobre Sí mismo la parte de la creación que se volvió mala, la parte malvada, y la redimió al dejarla jugar su propio juego sobre Él y después resucitó de los muertos.

TB: Desde el 9/11, muchos han cues-tionado la bondad de Dios ante tanta maldad en el mundo. ¿Podría compar-tir algunas de sus ideas sobre ese tó-pico?

RC: El término teológico es teodicea. Teodicea es tratar de defender o justi-ficar para el hombre los caminos de Dios. Olvídelo. Es un pasatiempo in-útil.

Los caminos de Dios son suficien-temente claros y son: Usted puede hacer cualquier cosa que usted pueda conseguir hacer. Podría ser buena.

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Entrevista exclusiva con

Robert F. Capon

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Podría ser mala. Podría ser indiferen-te. Podría ser cualquier cosa. Dios no fuerza a las personas a comportarse. Dios no detiene a los pecadores de pecar—Él no detiene a lo asesinos de asesinar. Por supuesto, Él hace ex-cepciones, pero esas son excepciones, no la regla.

La cosa maravillosa acerca de la ecología del bien y del mal, de la vida y de la muerte, es que a la muerte se le da un reinado gratuito tanto como a la vida. Pero desde el principio Dios conoce el final, y el final es la reden-ción. La redención es la historia total desde el principio hasta el final. Dios tomó el mal sobre Sí mismo y lo re-dimió—la resurrección de Jesús es el núcleo de toda la historia—el verda-dero significado de toda la creación. La muerte es devorada por la victoria de la vida. Todo es acerca de la re-dención.

TB: Otra pregunta. Usted dijo que no se puede descubrir la historia encon-trando los hechos.

RC: Así es. La historia no está tirada por ahí sobre el suelo esperando que nosotros la descubramos y la recoja-mos. La historia es lo que nosotros hacemos con los hechos que están ti-rados por ahí, cómo los interpreta-mos. La historia es el relato contado por los contadores de historias. Usted no puede andar revolviéndolo todo por ahí y encontrar la historia verda-dera. Ese es el error del literalismo bíblico, y también es el error del lite-ralismo científico, el cual es el litera-lismo liberal de la izquierda—es el mismo error.

Ellos piensan que es algo objetivo o establecido que está tirado por ahí. No lo es, está sólo aquí—en la mente. Usted puede tener una versión de la historia, y yo puedo tener otra. Y po-demos discutir sobre ello. Así es co-mo funcionamos. Es la ecología de las mentes mezcladas, motivos mez-clados, ideas mezcladas. Y los hace-mos funcionar y nos peleamos por eso y después juntos nos tomamos un trago (risa).

Por Michael V. Houghton Sr.

ierto joven fue citado diciendo que se unió al ejército de los Estados Unidos sólo por los

beneficios. Que él nunca creyó que de hecho tendría que ir a la guerra. Hizo el juramento de proteger y servir a su país, pero su motivación fue el acta de ley GI como una forma para pagar su educación universitaria. Un solda-do sorprendido al verse a sí mismo en la guerra parece algo extraño, y sin embargo, allí estaba él en el desierto de Irak con un rifle en sus manos, desconcertado por su posición.

Él tenía que haber sospechado que podría ser llamado a hacer lo que había sido entrenado a llevar a cabo, sin embargo, su motivación era estric-tamente personal. Tenía que haber considerado el factor de la posibili-dad, pienso yo, pero una vez más, él parecía genuinamente estar en un choque emocional por estar en la gue-rra. Para él el honor de servir a su pa-ís no era suficiente. Él había firmado sólo por los beneficios: dinero para su educación universitaria.

Mientras miraba a éste joven, me preguntaba cuantos de nosotros hemos firmado para el cristianismo sólo por los beneficios, sin haber pen-sado en el hecho de que nosotros mismos nos estábamos dedicando a servir a Jesús, el Rey de reyes y Se-ñor de señores.

Ser cristianos tiene realmente al-gunas grandes ventajas. Cuando nos enrolamos, instantáneamente nos convertimos en parte de una comuni-dad comparativamente segura y com-prensiva. Tenemos un lugar a dónde ir y sabemos que pertenecemos al mismo. Podemos cantar algunos bue-nos cantos y disfrutar la mayoría de los sermones, tomar café y comer ga-lletas después del servicio, y muy de vez en cuando, tener una cena com-

partida la cual literalmente le añade jugo al acuerdo.

Y, por supuesto, el seguro gratuito de la vida eterna viene con la mem-bresía. Es una cosa grandiosa saber que al final de nuestras vidas, Jesús estará allí de pie con los brazos abier-tos esperando para abrazarnos por to-da la eternidad. La membresía tiene sus privilegios: comida, amigos, fa-milia y futuro. ¿Qué tan grandioso es eso?

Todas estas cosas son grandes más allá de nuestra habilidad de expre-sión, pero yo empecé a preguntarme, ¿cuántos de nosotros habríamos fir-mado si todo lo que se nos hubiera prometido fuera compartir la vida de Jesús? Jesús nos dijo que si lo segui-mos, habrá la posibilidad de que sea-mos odiados por causa de Él (Mateo 10:22; 24:9; Marcos 13:13; Lucas 21:17; Juan 15:18).

Él no prometió éxito terrenal o grandes riquezas. Cuando un joven se ofreció a seguirlo, Él respondió: “¿Por qué? Si ni siquiera tengo un lu-gar donde recostar mi cabeza” (pará-frasis de Mateo 8:20). Concedido, Él sí dijo que Sus discípulos nunca pa-decerían hambre o sed, una vez que hubieran probado el agua viva y el pan de vida (Juan 4; 6:35), pero en la jerarquía de necesidades humanas del psicólogo Abraham Maslow, éstas necesidades básicas están en el último peldaño de la escala.

Jesús usó analogías simples para describir la vida de un discípulo, tales como poner la mano en el arado y tomar la cruz. El discipulado requiere sacrificio y, a menudo, requiere su-frimiento. Algunos de nosotros que somos pastores nos encontramos en posiciones donde nuestro sustento se ve amenazado por una asistencia de-creciente o un descenso en las ofren-das.

Continúa en la página 9

C

¿Es Jesús suficiente?

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Jesús Viene Marcos 5:1-18

Cruzaron el lago hasta llegar a la región de los gerasenos. Tan pronto como desembarcó Jesús, un hombre poseído por un espíritu maligno le salió al encuentro de entre los sepulcros. Éste hombre vivía en los sepulcros, y ya nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con cadenas y grilletes, pero él los destroza-ba, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Noche y día anda-ba por los sepulcros y por las colinas, gritando y golpeán-dose con piedras.

Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y se postró de-lante de Él. — ¿Por qué te entrometes, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? —gritó con fuerza—. ¡Te ruego por Dios que no me atormentes! Es que Jesús le había dicho: « ¡Sal de éste hombre, espíritu maligno!»

— ¿Cómo te llamas?—le preguntó Jesús. —Me llamo Legión —respondió—, porque somos muchos. Y con insis-tencia le suplicaba a Jesús que no los expulsara de aquella región.

Como en una colina estaba paciendo una manada de muchos cerdos, los demonios le rogaron a Jesús: —Mándanos a los cerdos; déjanos entrar en ellos. Así que Él les dio permiso. Cuando los espíritus malignos salieron del hombre, entraron en los cerdos, que eran unos dos mil, y la manada se precipitó al lago por el despeñadero y allí se ahogó.

Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y dieron la noticia en el pueblo y por los campos, y la gente fue a ver lo que había pasado. Llegaron adonde estaba Jesús, y cuando vieron al que había estado poseído por la legión de demonios, sentado, vestido y en su sano juicio, tuvieron miedo. Los que habían pre-senciado estos hechos le con-taron a la gente lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces la gente comenzó a suplicarle a Jesús que se fuera de la re-gión.

Mientras subía Jesús a la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le permitiera acompañarlo.

Por Mike Feazell

lgunas personas lo sienten por los cerdos en ésta historia— una po-bre e inocente manada de bufan-

tes y gruñentes cerdos a los que sólo les importaba su propio asunto sobre la coli-na, y Jesús permite a un montón de espíri-tus malignos entrar en ellos, haciendo que se precipiten al despeñadero para morir en el mar.

Yo no lo siento por los cerdos. Tampoco lo sentí por el pescado que me comí en la cena de anoche. Ese pescado sacrificó su vida para que yo pudiera tener algo de proteína. No se cuantas bestias, pájaros, pescados, árboles y plantas, similarmente han muerto para que yo, al comerlos, vestir-los, o de alguna manera usarlos, pueda vivir. Esa noche en la ribera del Mar de Galilea la manada de cerdos murió en lugar de la criatura de Dios por quien Jesús cruzó las oscu-ras y tormentosas aguas para salvarla (vea Marcos 4:35-41).

Jesús no tiene igual

Los demonios del hombre eran tan poderosos que son descritos en términos de una legión romana de 6,000 gue-rreros, y hacían que el hombre se torturara a sí mismo (Marcos 5:5). Ellos hacían que él viviera separado y enca-denado (vv. 3, 4). Ellos le causaban una angustia y miseria implacables; pero no podían destruirlo.

Estos eran espíritus malignos, odiosos y crueles, incli-nados a destruir todo lo que poseían. En el momento en que

entraron en los cerdos, estos demonios los destruyeron. Pero no pudieron destruir al hombre que habían poseído.

Bajo el antiguo pacto, el que Hebreos 10 dice que fue cum-plido en Cristo, los cerdos eran ritualmente impuros, y como tales ni siquiera debían ser to-cados, mucho menos comidos, por el pueblo del pacto. Jesús, en efecto, “sacrificó” toda una manada de cerdos por el bien de éste hombre atormentado que vivía entre los sepulcros. Para Jesús, la liberación y res-tauración de un ser humano va-

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le la pena cualquier sacrificio necesario, incluso la propia tortura y muerte de Jesús en un madero en el Gólgota.

¿Cuánto tiempo había vivido éste hombre en el cemente-rio bajo el poder inmisericorde de ésta legión de demonios? No se nos dice. Pero sí sabemos esto: Jesús estaba viniendo. En la historia de Marcos, la única razón por la que Jesús cruzó el Mar de Galilea esa noche—trayendo a los discípu-los a través de una tormenta que ellos temían que los mata-ría a todos, pero la cual Jesús calmó con una palabra—fue para liberar a ese pobre hombre de su cautiverio.

Jesús Viene

¿Cuáles son los demonios suyos? ¿Qué le tiene a usted en un cautiverio auto-destructivo? Sepa esto: Cualesquiera que sean sus demonios, ellos no tienen el poder para des-truirle totalmente. Jesús viene, viene por usted, para liberar-le. Ni siquiera la muerte puede detenerlo—la de Él o la su-ya; Él conquistó la muerte misma. Él puede liberarle de cualquier cosa.

El canto dice: “Pon tus manos en las manos del hombre que calmó las aguas…” Quizás eso es lo que el endemonia-do geraseno quería hacer cuando corrió hacia Jesús después de verlo desde lejos (Marcos 5:6). Pero todo lo que pudo

hacer fue caer sobre sus rodillas y dejar que los demonios hablaran por él (verso 7). No importaba. Jesús vino a sal-varlo, sin importar los riesgos, sin importar la profundidad del abismo en el que estaba el hombre, sin importar la in-habilidad del hombre, por causa de los demonios, de pedirle a Jesús que lo salvara.

Jesús lo liberó y prohibió a los demonios regresar para siempre al ahogarse los cerdos en el mar, símbolos de la impureza y el final de los demonios, así como del sacrificio personal de Jesús, quien tomó la impureza del mundo sobre Sí mismo y lo limpió— para que usted y yo pudiéramos vi-vir libres en Él.

Se ha dicho que la mayoría de las personas tiene mucha dificultad para relacionarse con la historia del endemoniado geraseno, pero que los drogadictos se relacionan con ella fácilmente. Eso tiene sentido. Pienso que cualquiera que toma en serio el pecado, como lo hace Jesús, se relaciona fácilmente con ésta historia. Como el endemoniado, aullan-do en la oscuridad de los sepulcros, incluso cuando nuestra pecaminosidad oscurece nuestro corazón, en algún lugar muy adentro de nosotros sabemos de nuestra necesidad, y sabemos que Jesús es el que ha venido para liberarnos.

¿Es Jesús suficiente? Viene de la página 7

Se nos podría pedir que conti-nuáramos nuestro trabajo a medio salario o posiblemente sin ningún salario y nos vemos forzados a hacer y responder ésta pregunta: ¿Es Jesús suficiente? Si nuestra situación financiera no encuentra fondo— ¿es Jesús suficiente? ¿Es suficiente conocer y servir al Se-ñor?

Pedro tuvo que confrontar ésta pregunta— ¿es Jesús suficiente para arriesgarlo todo, con poca esperanza de recibir algo a cam-bio? Pablo tuvo que confrontar ésta pregunta— ¿es Jesús sufi-ciente para abandonar mi éxito como líder religioso y mi poten-cial de algún día sentarme en el Sanedrín? Cada uno de nosotros que busca servir al Señor debe confrontar también ésta pregun-ta— ¿es suficiente con que mi trabajo plazca al Señor?

Sólo a uno de los doce Jesús le

pidió salir de la barca y caminar. Sólo a Pedro se le pidió esto, y que privilegio fue para él. Al em-pezar a hundirse, no creo yo que él estaba pensado: “Oh, qué gran-dioso es esto—Conseguí hundir-me para el Señor”. Pero desde la perspectiva del tiempo, podemos ver qué privilegio, e incluso honor, dio el Señor a Pedro ese día.

Algunos de nosotros nos en-contramos parados en el borde de la barca, siendo llamados por nuestro Señor para salir y caminar hacia lo desconocido y seguir a nuestro Señor, y nos preguntamos a nosotros mismos, ¿es Jesús su-ficiente?

¿Podemos confiar en que Él hará por nosotros lo que hizo por Pedro? ¿Podemos creerle cuando dice que busquemos primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás nos será añadido? (Ma-

teo 6:33). Nosotros no podemos hacer que estas cosas pasen por nuestra propia cuenta. Incluso con la ayuda del Señor, Pedro sólo pudo dar uno o dos pasos antes de empezar a hundirse.

He llegado a comprender que el punto aquí no es el éxito o el fracaso—más bien, es el respon-der a la pregunta sobre cuál es el valor final de Jesús en mi vida.

¿Es Jesús suficiente? ¡Absolu-tamente! Incluso si no hubiera vi-da eterna en la presencia del Se-ñor; si no hubiera ninguna seguri-dad de la salvación; el conocer a Jesús y el privilegio de que se nos pida seguirle, ahora mismo, adonde Él nos dirija, es más que suficiente. Así que aquí estamos con el agua hasta nuestras rodillas diciendo como Pedro: “¡Señor, sálvame!” (Mateo 14:30).

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La historia del cristianismo Justo González

Por Terry Akers

urante las pasadas dos décadas, La His-toria del Cristianismo

escrita en dos tomos por Justo Gon-zález ha sido una introducción es-tándar a la historia cristiana en se-minarios y universidades alrededor del mundo.

El tomo I cubre las vidas de los personajes claves y los desarrollos teológicos desde la iglesia apostóli-ca hasta el amanecer de la Reforma. La historia continúa en el tomo II desde la Reforma hasta el presente.

González también es el autor de los tres tomos que forman la Histo-ria del Pensamiento Cristiano y de numerosas otras obras importantes. Él fue la persona más joven a la cual se le confirió un Ph.D. en teología histórica en Yale y ha servido como profesor de historia eclesiástica en la Universidad Emory y en el Semina-rio Unido en Cuba. Actualmente, él es parte del profesorado en el Cen-tro Teológico Interdenominacional en Atlanta, Georgia.

La cubierta posterior anota: “La Historia del Cristianismo… trae a la vida las personas, los eventos y los conceptos dramáticos que dieron forma a la vida y el pensamiento de la iglesia. Justo González muestra cómo varios movimientos sociales, políticos y económicos afectaron al crecimiento interno del cristianismo, al trazar asuntos y desarrollos teoló-gicos centrales según se reflejaron en las vidas y luchas de pensadores

líderes dentro de las varias tra-diciones de la iglesia… el his-toriador Justo González trae a la vida las personas, eventos dramáticos e ideas moldeado-ras del Protestantismo, del Ca-tolicismo y de la Ortodoxia Oriental, haciendo notar desa-

rrollos teológicos cruciales. En par-ticular, el autor nota temas recurren-tes de disturbios, rebelión y refor-ma”.

El libro de Justo González es uno de los mejores estudios disponibles sobre la historia de la iglesia. Es erudito sin ser académico, escrito claramente y fácil de seguir, contie-ne numerosos mapas, cuadros, ta-blas cronológicas e ilustraciones.

González, un protestante, cubre en su libro el espectro del pensa-miento e historia cristianos. Es un buen recurso para los laicos, pasto-res o estudiantes, y un trampolín de lanzamiento para un estudio más profundo en el área de interés de uno, tales como el período patrístico, la edad media, la reforma o la era mo-derna.

El autor explica cómo se originaron y desarrollaron las iglesias Católica Romana y la Ortodoxa Oriental, así como las varias denominaciones protestantes.

Christianity

Today (Cristianismo Hoy) tiene un artículo informativo en su página electrónica: www.christianitytoday.com/histo-ry/newsletter/2003/mar28.html, titu-lado “Las 10 primeras razones para leer Historia Eclesiástica”. Muestra qué tan profundamente la historia cristiana está integrada en la socie-dad, la política y la cultura, y qué tan esencial es ella para entender nuestro mundo moderno. El artículo también señala cómo una aprecia-ción de la historia cristiana ayuda para desarraigar los prejuicios y nos hace menos criticones de los demás y más enterados de nuestros propios defectos y perspectivas limitadas.

Christian Book Distributors ofre-ce éste recurso cristiano clásico en un nuevo y único tomo de pasta dura por US$12.99 en su página electró-nica: http://www.christianbook.com

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Comentario de un libro

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Vida y Matrimonio Cristianos Un estudio de Efesios 5

Por Michael Morrison

n Efesios, Pablo pone en claro que somos salvos por la gracia, no por las obras (Ef. 2:8). Pero él también

pone igualmente en claro que Dios nos ha creado y nos ha llamado para hacer bue-nas obras (v. 10). En la segunda mitad de su carta, él da algunas exhortaciones espe-cíficas para la clase de comportamiento que refleja nuestra fe cristiana.

Al final del capítulo 4, Pablo exhorta a los cristianos efesios a perdonarse unos a otros, así como Dios los había perdonado a ellos en Cristo (v. 32). Debemos amoldar nues-tro comportamiento al de Dios mismo. Pablo establece éste principio general cuando comienza el capítulo 5: Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por noso-tros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios (vv. 1, 2 NVI).

Nosotros debemos ser como nuestro Padre celestial, y la imitación de Dios es un principio básico de la ética cristia-na. No lo imitamos a Él en autoridad, sino en humildad, porque Dios se ha revelado a nosotros más claramente en el auto-sacrificio de Jesucristo. Éste es el claro ejemplo del perdón y del amor que debemos seguir. Cuando amamos a los demás, somos un sacrificio que agrada a Dios (Hebreos 13:16).

Un llamado a la pureza

Sin embargo, el amor no significa sexo promiscuo: Entre ustedes ni si-quiera debe mencionarse la inmora-lidad sexual, ni ninguna clase de impureza o de avaricia, porque eso no es propio del pueblo santo de Dios (Ef. 5:3). Pablo no dice acerca de cuál clase de “impureza” está pensando. La avari-cia es mala porque, entre otras cosas, es algo opuesto al amor.

Los cristianos no sólo deben evitar cualquier indicio de inmoralidad, sino que Pablo aconseja: Tampoco debe haber palabras indecentes, conversaciones necias ni chistes groseros, todo lo cual está fuera de lugar; haya más bien acción de gracias (v. 4). Las obscenidades son comunes ahora en nuestra cultura, pero Pablo nos exhorta a

conformarnos a Cristo en vez de a la cultura (Romanos 12:2). Cuando el pecado se convierte en un chiste, más gen-te peca. El sexo es un regalo de Dios, y no debe ser empa-ñado haciendo referencias a ello como un chiste o como un insulto. Nuestra conversación debe poner un buen ejemplo, y Pablo sugiere que si usted tiene que decir algo, que diga algo bueno. Las “acciones de gracias son un antídoto para el pecado” (Klyne Snodgrass, Efesios, p. 276).

Entonces Pablo enfatiza cuán importante es éste asunto: Porque pueden estar seguros de que nadie que sea avaro (es decir, idólatra), inmoral o impuro tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios (Ef. 5:5). Ese comporta-miento, y esa clase de conversación, son contrarios al carác-ter de Cristo. ¿Cómo podemos quitarnos tales impurezas? A través de Cristo—y habiéndonos librado de la corrupción, Cristo no quiere que regresemos a revolcarnos en el lodo (2 Pedro 2:22).

Pablo advierte: Que nadie los engañe con argumenta-ciones vanas—que nadie les diga que a Dios no le importa tales cosas—porque por esto viene el castigo de Dios so-bre los que viven en la desobediencia. Así que no se hagan cómplices con ellos (Ef. 5:7, 8). Pablo está diciendo aquí que Dios está enojado con las personas que se entregan

a sí mismas al comportamiento corrupto. El pecado lastima a la gente, y puesto que Dios ama a la gente, Él odia al pecado y se opone a aquellos que persisten en ello.

La avaricia y la inmoralidad lastiman a la gente, y aunque ellas son comunes hoy en la sociedad, nosotros no de-bemos unirnos a la gente que las practica. En verdad, debemos evitar incluso cualquier indicio de impropie-dad, tal como los chistes sucios. Esto

requiere una diferencia en el compor-tamiento, no en una separación física. “No podemos com-partir el evangelio si nos separamos de los incrédulos. La luz debe brillar en la oscuridad” (Snodgrass, 278).

Hijos de luz

En los versos 8-10, Pablo usa una figura de lenguaje común en la literatura griega: la luz como el bien, como la elección inteligente: Porque ustedes antes eran oscuri-dad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz (el fruto de la luz consiste en toda bondad, justi-cia y verdad) y comprueben lo que agrada al Señor.

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Él dice, una vez ustedes vivieron en la forma en que lo hace el mundo, pero ahora tienen un estándar diferente—Cristo— y en Él somos personas de luz. Cuando lo sigamos a Él, nuestras vidas se caracterizarán por la bondad, justicia y verdad. Necesitamos averiguar qué quiere Dios y necesi-tamos hacer lo que Él quiere.

No tengan nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad, sino más bien denúncienlas, porque da vergüenza aun mencionar lo que los desobedientes hacen en secreto (vv. 11, 12). Pablo menciona otra vez la necesidad de que nosotros mantengamos limpia nuestra conversación. ¿Cómo “ponemos al descubierto” la mala conducta? Con la luz—con bondad, justicia y verdad—poniendo un buen ejemplo, haciendo buenas obras.

Pero todo lo que la luz pone al descubierto se hace vi-sible, porque la luz es lo que hace que todo sea visible (vv. 13-14a). La gente puede ser transformada en luz, y eso encaja con el contexto: todo lo que la luz pone al descubier-to se hace visible, y todo aquel que es iluminado (es decir, transformado por Cristo) se convierte en un de hijo de luz, que vive en Cristo.

Pablo habla acerca de una transformación personal en el siguiente verso: Por eso se dice, «Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo» (v. 14, la fuente de la cita es desconocida, pero quizás sea una adaptación de Isaías 26:19; 60:1). Aquí Pa-blo usa la resurrección como una figura de lenguaje para venir a la fe en Cristo (vea Efesios 2:1 para una figura de lenguaje relacionada). En Cristo, nos levantamos a una nueva vida—ya no somos más esclavos de las obras de la oscuridad.

Transformados por el Espíritu

Puesto que a Dios le importa lo que nosotros hacemos, Pablo aconseja: Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprove-chando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos (v. 15, 16). La inmoralidad y los chistes groseros eran también comunes en el mundo de Pablo, pero él nos llama a ir contra la corriente y ser diferentes. Debido a que el pecado es tan común, necesitamos sabiduría para discernir cómo debemos vivir—no podemos sólo imitar lo que todos los demás están haciendo.

Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor. No se emborrachen con vino que

lleva al desenfreno (v. 17). Cuando las personas están borrachas, están más propensas a pecar también en

otras maneras. Pablo contrasta eso con la vida en el Espíritu: Al contrario, sean llenos del Espíritu (v. 18).

En vez de la miseria del desenfreno, el Espíritu nos guía al gozo y al

agradecimiento: Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo (vv. 19, 20). ¡Ésta es la clase de fiesta que necesitamos!

Sumisión en el matrimonio

Gramaticalmente, los versos 18-23 forman un enunciado muy largo: “sean llenos del Espíritu. Anímense unos a otros…sométanse unos a otros…esposas, sométanse a sus propios esposos…”. Estas cláusulas nos dicen cómo debe-mos actuar cuando estamos llenos del Espíritu: Animándo-nos unos a otros, cantando, sometiéndonos unos a otros. La gramática indica que Pablo está continuando el mismo tema en vez de cambiar a otro nuevo (aun cuando muchas tra-ducciones empiezan un nuevo enunciado y un nuevo párra-fo en el verso 21 o 22).

Uno de los resultados del Espíritu en nuestras vidas es que nos sometemos unos a otros, por reverencia a Cristo (v. 21). Velamos por las necesidades de los demás (Filipen-ses 2:4). Cuando respetamos a Cristo, respetamos a aque-llos que están en Cristo.

El primer ejemplo que da Pablo es la sumisión en el ma-trimonio: Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor (Ef. 5:22). Muchos escritores greco-romanos decí-an que las esposas se sometieran a sus esposos, pero Pablo pone ese consejo en un nuevo contexto: nuestra relación con Cristo. Así como todos debemos someternos a Cristo, las esposas deben someterse a sus esposos. Pablo pronto ba-laceará esto con un consejo sorprendente para los esposos.

Porque el esposo es cabeza de su esposa… (v. 23). Los comentaristas discuten vigorosamente acerca de si “cabeza” implica autoridad o fuente (el significado último puede en-contrarse en la frase “cabecera del río”). Aparentemente la palabra griega pudiera tener cualquiera de los dos significa-dos, pero aquí el contexto (especialmente la palabra “somé-tanse”) sugiere que se refiere a la autoridad. Nos “somete-mos” a una fuente sólo si tiene autoridad sobre nosotros. Sin embargo, Pablo no se enfoca en la autoridad, sino en las responsabilidades.

El esposo es la cabeza de la familia en la misma forma que Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo. Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas deben someterse a sus esposos en todo (vv. 23, 24). ¿Qué tan bien se somete la iglesia a Cristo? Imper-fectamente, pero Cristo no somete a la iglesia por la fuerza. Esa clase de comportamiento es inapropiado en el matri-

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monio—y es hipócrita que un esposo acose a su esposa acerca de la sumisión, cuando él mismo tiene problemas pa-ra someterse a Cristo.

Desafortunadamente, las palabras de Pablo han sido usadas con frecuencia por los hombres para demandar que las esposas obedezcan: “La Biblia dice que se espera que tú te sometas a mí”. Sin embargo, la esposa podría decir: “Sí, pero la Biblia también dice que tú debes sacrificarte por mí—así que deja de hacer demandas”. Éste tipo de inter-cambio es infructuoso, porque trata de usar la Biblia para propósitos egoístas. La mejor forma es dejar que la Biblia hable a cada persona, sin ninguna “ayuda” auto-ofrecida de nuestra parte.

Obviamente, una esposa no debe someterse “en todo”—no a mandatos que sean contrarios a Cristo. De la misma manera, ella no tiene que someterse al abuso, porque el abuso también es contrario a Cristo.

Responsabilidades de los esposos

Después que Pablo da el consejo culturalmente común para las mujeres, él da un mandato sorprendente a los hom-bres: Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella (v. 25). El amor que Pa-blo pide era una idea radical en las sociedades judía y grie-ga—que los esposos tuvieran obligaciones de hacer sacrifi-cios por sus esposas. Al usar la palabra amor, él esencial-mente le está diciendo a los esposos que se sometan a las necesidades de sus esposas. “En el análisis final, la sumi-sión y el amor agape son sinónimos” (Snodgrass, 296).

¿Cuáles son los resultados del amor de Cristo por la iglesia? …para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a Sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable (vv. 26, 27). Por supuesto, los esposos no pueden hacer esto por sus esposas, pero ellos deben tener la misma actitud: deben ver a sus esposas como sin mancha, santas y puras, porque Cristo las ha hecho así.

Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo (v. 28). Así como Cristo se sacrificó a Sí mismo para servir a la iglesia, los hombres deben hacer sa-crificios para servir a sus esposas. No deben hacer nada por egoísmo, sino considerar en humildad a sus esposas como mejores que ellos mismos—y las mujeres deben hacer lo mismo (Filipenses 2:3). Pablo está pidiendo un respeto y

sumisión mutuos.

El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al con-trario, lo alimen-ta y lo cuida, así como Cristo hace

con la iglesia, porque somos miembros de Su cuerpo (Ef. 5:28-30). Desafortunadamente, algunas personas sí odian sus cuerpos, pero el punto de Pablo es claro: Los esposos deben tratar a sus esposas así como los esposos quieren ser tratados por los demás (Mat. 7:12).

Para mostrar que los esposos y las esposas están unidos como un solo cuerpo, Pablo cita Génesis 2:24: Por eso de-jará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo (Ef. 5:31).

¿Cómo pueden dos personas ser una? Pablo dice que es un misterio profundo—pero él dice entonces, yo me re-fiero a Cristo y a la iglesia (v. 32). Ya que todos estamos unidos a Cristo, somos uno en Él. No sólo en el matrimonio sino también en Cristo, nuestros cónyuges son parte de nuestro cuerpo, y necesitamos tratarlos tan bien como lo hacemos con nosotros mismos.

Pablo resume el argumento en el verso 33: En todo ca-so, cada uno de ustedes ame a su esposa como a sí mis-mo, y que la esposa respete a su esposo. Ya sea que sea-mos hombre ó mujer, cuando estamos llenos del Espíritu, debemos amarnos, respetarnos y someternos unos a otros.

Preguntas para diálogo ¿Qué tan realista es para nosotros tratar de imitar a Dios? (v. 1)

¿Nos animaría Pablo a usar palabras obscenas cuando estemos con personas que no las con-sideran obscenas? (v. 4)

¿Cómo debemos poner al descubierto el peca-do? (v. 11)

¿Cómo podemos entender cuál es la voluntad del Señor? (v. 17)

¿Es justo para nosotros tener que recordarles a otras personas acerca de lo que Dios les man-da?

¿Deben las esposas realmente someterse “en todo”? (v. 24)

¿De qué manera pueden los esposos sacrificar-se por sus esposas? (v. 25)

¿Dónde podría encajar “el liderazgo” dentro de ésta descripción del matrimonio?

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Lo que Pablo quería que los miembros supieran acerca de los pastores

Viene de la página 2

Los peligros de Pablo

Pablo sabía esto: Millones quieren la corona de Cristo, pero pocos quie-ren su cruz. Le dolía a Pablo que sus amados corintios (después de todo, él plantó la iglesia allí) no pudieran ver que algunos querían tomar ventaja, exaltándose a sí mismos a expensas de la preocupación de Pablo por su rebaño (2ª Corintios 11:18-19). Es un patrón común. Los que desean ser pastores ansían tener poder sobre la gente para así compensar sus propios defectos. Los que se nombran a sí mismos (quienes, incidentalmente, a menudo lo consiguen) quieren presti-gio, olvidándose del llamamiento al deber, de la fidelidad hasta la muerte. Pablo tenía amplia experiencia tratan-do con aquellos que entran al ministe-rio para manipular hombres y mujeres ó como meros asalariados (11:20-21).

Pero Pablo ya había pasado por es-to antes. Las hondas y las flechas de la crítica, de buscar un culpable, de la proyección negativa, de los malos en-tendidos y de la mala interpretación deliberada, que a menudo son la suer-te del ministro, pronto ahuyentan a los candidatos ministeriales, algunas ve-ces, sin embargo, sólo hasta después de que ya se ha causado mucho daño al rebaño.

Pablo sabía que el servicio formal de tiempo completo en el ministerio no es el lugar para levantar una auto-estima lastimada o liberar los frustra-dos deseos de ejercer el poder. Es por eso que sus palabras inspiran a los pastores de hoy. Su catálogo de cica-trices de batalla en 11:23-29 tiene sus paralelos modernos. G. Lloyd Rediger escribe:

“El abuso a los pastores por las congregaciones y las crisis de los pas-tores debido al apoyo inadecuado, son

ahora realidades trágicas. Éste escena-rio en su peor forma, uno que está aumentando en proporciones epidé-micas, no es una mala interpretación hecha por unos pocos clérigos des-contentos. Más bien, es un fenómeno que está verificado tanto por la inves-tigación como por la experiencia… Los pastores se han vuelto más vulne-rables, los congregantes más confun-didos y menos valerosos, las oficinas denominacionales más políticas, y to-da nuestra sociedad más insensible al abuso y al conflicto. Juntos, estos fac-tores crean la oportunidad para el abuso a los líderes espirituales e in-cluso alientan el desarrollo del abu-so”.

Hubo un tiempo en los Estados Unidos, especialmente en los pueblos pequeños, que si una persona necesi-taba un préstamo del banco, los ofi-ciales bancarios a menudo consulta-ban a un pastor o un maestro para “verificar la buena reputación de una persona”. Ya no más. Como lo señala Rediger, hoy las expectativas hacia los pastores son mucho más altas. El “mega pastoreo” es la medida de to-das las cosas: “Ésta es la expectativa tanto de la congregación como del pastor, que el pastor debe ser una per-sona con carisma que pueda estar al frente de todas las actividades de la iglesia, hacer que sean exitosas, y continuamente atraer nuevos miem-bros”.

“Por supuesto, la meta de la con-gregación es convertirse en una mega iglesia, con cientos de miembros en-tusiastas, docenas de programas prós-peros y un presupuesto creciente que permita adiciones regulares al edificio de la iglesia…La congregación y el pastor que no funcionan como una mega iglesia caen bajo la sospecha de estar decayendo. Por supuesto, al pas-

tor se le echa la culpa y es castigado” (Asesinos de Clérigos, páginas 1-23).

Éstas realidades ayudan a explicar porqué tantos pastores encuentran gran consolación en 2ª Corintios. Desde el capítulo inicial sentimos que ella será algo quemante. “Estábamos tan agobiados bajo tanta presión, que hasta perdimos la esperanza de salir con vida: nos sentíamos como senten-ciados a muerte (1:8-9)”. Está llena de cándidas revelaciones: “Así que nos mantenemos confiados, y preferiría-mos ausentarnos de éste cuerpo y vi-vir junto al Señor” (5:8). Los últimos versos contienen una súplica sincera: “Pedimos a Dios que no hagan nada malo” (13:7).

Sin embargo, la nota dominante a lo largo de ella es la de aferrarse triunfalmente a un llamamiento mi-nisterial frente a grandes presiones y malos entendidos. Pablo tiene con-fianza en que los espiritualmente ma-duros en Cristo ya han aceptado la co-rrección que él distribuyó en peque-ñas porciones en 1ª Corintios y que la iglesia allí, en su totalidad, está reto-mando el paso.

¡Pablo ama a estos miembros pro-blemáticos sólo como un pastor po-dría hacerlo! Él valora la buena opi-nión de ellos. Sin embargo, él sabe que en ésta carta él no debe tener te-mor de poner las cosas en claro: “Nunca les hemos negado nuestro afecto, pero ustedes sí nos niegan el suyo” (2ª Corintios 6:12).

Él no titubea en ser autobiográfico al defender su llamamiento al ministe-rio. Pablo sabía que Cristo da autori-dad a los ministros, esperando que ellos no se conviertan en autoritarios (10:8-11). Sin embargo, la autoridad pastoral fue dada para mantener el or-den en la iglesia.

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“Se debe enfatizar que Pablo no está motivado por una preocupación hacia sí mismo”, escribe Philip E. Hughes. “Él voluntariamente aguanta, por la causa de Cristo, cualquier can-tidad de afrentas e indignidades hacia su propia persona. Pero cuando la au-tenticidad de su apostolado es cues-tionada, eso es algo que él no se atre-ve a aguantar en silencio, porque es nada menos que un desafío a la auto-ridad de Cristo mismo” (El Nuevo Comentario Internacional Sobre El Nuevo Testamento: Segunda a los Corintios, página 477).

De ahí provienen las referencias de Pablo a ser azotado más severa-mente, encarcelado más frecuente-mente y estar expuesto a la muerte más a menudo (11:24). Tales declara-ciones personales funcionan en ambas direcciones. Incluso el día de hoy es difícil para los ministros y pastores que se sienten entristecidos, no sentir-se un poco avergonzados al leer acer-ca de los peligros de Pablo. Ellos ayudan a dar perspectiva a las pecu-liares pruebas ministeriales de la vida, vividas en una pecera de oro.

¿Ignorantes por Cristo?

Así que, ¿Qué mantiene a los mi-nistros funcionando? ¿Qué mantenía a Pablo funcionando? Realmente, es algo del otro mundo, bello e incluso un poco místico, éste es el sentido del llamamiento que los ministros tienen por el ministerio. Pregúnteles sobre ello alguna vez. A un pastor que yo conozco le dijo un congregante parti-cularmente difícil y recalcitrante: “Usted sabe, para mí usted realmente parece un tonto, que sin esperanza tra-ta de persuadirme a hacer algo que usted sabe que nunca haré”. Sí, lo que los ministros intentan hacer a menudo parece, según los estándares munda-nos, algo tonto. Pero si lo hacen en una buena causa para fines piadosos, entonces ellos encuentran consolación en ser lo que Pablo llamó “ignorantes por Cristo” (1 Corintios 4:10).

¿Puede uno hallarle significado, a éste sentido de misión indescriptible e incesante que mantiene a los pastores pegados a sus puestos? Como al pro-feta Jeremías, las emociones con fre-

cuencia les fallan (Jeremías 15:18). Los pastores sí se desaniman, sí se sienten abusados y algunas veces em-bisten con desafortunado enojo o re-sentimiento, en contra de sus perse-guidores y críticos.

Pero la mayoría se mantiene en el curso. Sus emociones pueden fallar-les, pero la fe de Cristo nunca les fa-lla. Note la sabiduría en ésta nota que vi sobre la puerta de un pastor: “El púlpito llama a aquellos ungidos para él, como el mar llama a sus marine-ros; y como el mar, el púlpito azota y magulla, y no descansa… Predicar, realmente predicar, es morir desnudo un poco cada vez y saber que cada vez que uno lo hace, deberá hacerlo otra vez”.

Así que, ¿por qué los pastores se mantienen ahí? ¿Qué los mantiene funcionando? Dos cosas son necesa-rias para mantener a los ministros fie-les funcionando, creciendo y abun-dando de año en año, y los congre-gantes necesitan saber esto. Estas dos cosas esenciales son: un fuerte sentido del llamamiento inicial, y un amor y estima inusuales hacia los miembros bajo su cuidado. Sin estas dos cosas, a menudo es fácil caer por debajo de la marea y corriente turbulentas del mi-nisterio pastoral. Que los ambiciosos se enteren.

El sentido del llamamiento que te-nía Pablo nunca lo abandonó. Aquella cegadora vislumbre de Cristo en el camino a Damasco todavía es un tex-to clásico sobre el ministerio. La ma-yoría de los llamamientos no son tan dramáticos. Quizás son un creciente sentido de convicción a través del tiempo, cuando el pastor y aquellos en la comunidad con él lentamente sien-ten que Dios ha, en verdad, seleccio-nado a éste individuo para una obra especial (Hechos 13:1-3).

Pero el llamamiento—como quiera que se manifieste—se convierte en una balsa de la vida a la cual se afe-rran los ministros preocupados y des-concertados en los años por venir. Es cuando el recordatorio de Cristo habla con más fuerza y más esperanza: “No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes” (Juan 15:16).

Amor sobrenatural

El inusual amor que los ministros tienen por los miembros—incluso hacia aquellos que los han lastima-do— se siente a través de 2ª Corin-tios. Aun cuando Pablo necesita re-prender a ésta iglesia, él todavía quie-re que las cosas marchen bien entre él y ellos: “les hemos abierto de par en par nuestro corazón… ¡abran también su corazón de par en par!” (6:11-13). Él exclama: “les hablo como si fueran mis hijos”. Y en una corta y magnífi-ca declaración él se va al corazón de la relación miembro-ministro: “No nos predicamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como Señor; noso-tros no somos más que servidores de ustedes por causa de Jesús” (2 Corin-tios 4:5).

Eso lo dice todo. Pablo no está en el ministerio para su propio beneficio. Él quiere que los miembros sepan que el punto más básico y común entre ellos es, una relación mutua con el Señor resucitado. Todo verdadero mi-nistro de Cristo entiende que incluso en asuntos correctivos debe proceder humildemente, porque a menudo está “instruyendo a aquellos que se opo-nen a sí mismos”. El verdadero pastor hace esto con un profundo sentido cristiano de que la mayoría de las per-sonas—incluso aquellos que tempo-ralmente pudieran odiarle—son los peores enemigos de sí mismos (2 Ti-moteo 2:25)

Tales actitudes alcanzan las alturas mismas del amor y empatía cristianos así como también del servicio. Pero Pablo sabía bien que tal profundidad y madurez de carácter y perspectiva son partes vitales de cualquier minis-terio que perdura. El llamamiento es sacrificial, permaneciente. Dios toma la vida del ministro y entonces se la da a la gente, después de colocar de-ntro de sus siervos una piadosa pre-ocupación por los miembros (8:16). Así es como los ministros aguantan. Ese es el porqué Pablo pudo decir: “¡Gracias a Dios por su don inefa-ble!” (9:15).

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