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Previo a la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, el embajador de Brasil en México, Marcos Raposo Lopes, conversó con nuestro director sobre la expectativa del multitudinario encuentro.
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No sorprende tanto la
actitud como las pala-
bras del embajador de
Brasil en México: hay un cli-
ma positivo en el interior del
gobierno de Dilma Rousseff.
Las multitudinarias protestas
sociales organizadas de manera
casi espontánea en semanas
pasadas significan un gran reto
para la administración vigente
pero también demuestran que
la población está resuelta a
no permitir gobiernos que no
dialoguen con ella. Sus jóve-
nes son herederos de la lucha
social y han reclamado que su
voz se escuche, se expresarán
lo mismo en la Copa Mundial
del Futbol, las Olimpiadas o la
próxima Jornada Mundial de
la Juventud en Río de Janeiro.
Brasil ha estado en la mira
del mundo, no sólo por los
eventos de gran calado que
estarán viviendo sino por las
manifestaciones públicas y sus
victorias que han despertado
a una sociedad aparentemente
conforme con los espectáculos,
¿cómo se entiende este fenó-
meno?
Brasil es más visible en el
mundo, sin duda por todo lo
que va a pasar pero también
por lo que se logró en el país
en los últimos 20 años y por
lo que ha sucedido en las últi-
mas semanas. Vemos con gran
éxito las manifestaciones de
la gente en la calle, la gente
participa, se queja y busca
solución a sus demandas. Su
las elecciones directas que se
pedían. Vimos a millones de
personas en las calles cuya
lucha significó la reconquista
de la democracia en Brasil.
Algunos años después, hubo
un movimiento semejante de
jóvenes que pedían el impea-
chment (juicio político) del
participación hace más viva la
democracia en el país. Pienso
que Brasil tuvo tres momentos
previos donde la juventud y
el pueblo fueron a la calle a
manifestar su reclamo. Hacia
1985, antes de la vuelta a la
democracia tuvimos el movi-
miento de las “Directas ya”,
“Que el mundo se contagie de la juventud participativa”
RAPOSO LOPESMarcos
EMBAJADOR DE BRASIL
FELIPE MONROY
Las multitudinarias protestas sociales organizadas de manera casi espontánea significan un reto para la administración de Dilma Rousseff
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presidente (contra Fernando
Collor de Mello, 1992) y lo
lograron, el presidente fue
juzgado de acuerdo con las ga-
rantías. Ahora los vemos nue-
vamente en la calle, pidiendo
cosas, arreglos generales en
el país. Eso es absolutamente
fantástico. La sociedad bra-
sileña está en un momento
especialmente feliz.
Sin embargo, las manifesta-
ciones traen otras situaciones.
El jueves 20 de junio marcha-
ron más de un millón de per-
sonas en Brasil, en diferentes
ciudades; tan sólo en Río de Ja-
neiro vimos una manifestación
de 300 mil personas, todas al
mismo tiempo en la calle, or-
denada y pacífica. El problema
es que, mezclados en todo ello
y aprovechando la vulnerabi-
lidad de seguridad, se dieron
complicaciones de seguridad
puntuales, hubo cuestiones
serias. Pero eso un mínimo
porcentaje y la situación es
la imagen. Sobre esto el señor
de la FIFA decía: “No sé qué
es lo que pasa. Yo ya vi cinco
veces ese semáforo destruido
por los manifestantes”, pero
era el mismo semáforo tomado
desde diferentes ángulos. En
todo caso, la repercusión inter-
nacional es importante. pero
es lo de menos La juventud
está en la calle, se queja de
lo que desea, con éxitos muy
inmediatos. Todo empezó con
el aumento del pasaje del bus
por una inflación residual.
pero detrás hay inflación. Sin
embargo, al final se logró que
no subiera. Luego, en la cáma-
ra de diputados se perdió la
enmienda constitucional que
era una de las peticiones de
esta gente. Los manifestantes
están hablando y el gobierno
está atendiendo. La presidenta
está recibiendo a grupos por-
que la realidad es que hay un
millón de personas manifes-
tándose en la calle y para esto
siempre hay dos soluciones:
o pones la policía para hacer
que se salgan de la calle o los
recibes para escucharlos y que
se salgan pacíficamente. El
gobierno optó por la segunda
hipótesis. Porque yo creo que
no hay brasileño en el exterior
que no tenga un joven o un
miembro de su familia que esté
participando en estas mani-
festaciones.
Hay un reclamo por el costo
de los eventos y el impacto que
puedan tener en la economía
del brasileño promedio…
El famoso 3.20 por 3 reales.
Eso es simbólico. Lo que su-
cede en Brasil es que algunos
con cierta edad recuerdan el
periodo de inflación terrible.
Nuestra inflación era una cosa
fantástica, llegamos a tener
una inflación del 40% al mes.
Ahora, por motivos económicos
locales y la crisis mundial, la
inflación despuntó un poco
este año, llegando al 6% al
año. En Brasil tenemos un
dicho: “gato escaldado tiene
miedo de agua fría”. Infla-
ción es inflación y a la gente
le preocupa. Es un miedo que
hay, ese 20 centavos signifi-
ca inflación. En 2013 vamos
a tener lo que algunos dicen
“una gran inflación” pero que
será semejante a una semana
de inflación en 1994. En fin,
esto ha provocado que la gente
se junte en grandes manifes-
taciones; y creo que mientras
permanezcan pacíficas son
perfectas y a lo mejor nos viene
bien como previo de la JMJ.
La miseria y la pobreza se nota, las favelas están al lado de los más ricos; por ello la desigualdad es más demandante
El Beato Juan Pablo II fue el gran iniciador de la
Jornada Mundial de la Juventud. Su carisma, y su
preocupación por los jóvenes nace de la experiencia
vivida en Polonia. Fue un sacerdote dedicado a los
jóvenes, y también fue un joven que convivió con los sacer-
dotes, religiosos y religiosas de su tiempo. Acompañar a los
jóvenes en este S.XXI es una tarea apasionante y compro-
metida. No se trata de evangelizar con la Palabra solamente
desde un salón parroquial o el aula de la escuela; se trata
de acompañar e integrar la Palabra en su mundo: la red, las
tecnologías, los mensajes de pocas palabras, y de fuerte
contenido. Los nostálgicos del pasado conciben los grupos
juveniles desde el coro parroquial, y las actividades extraor-
dinarias de la comunidad, son los conformistas, que tienen
la conversión personal, pastoral y comunitaria ausentes en
sus vidas. Hoy, el joven necesita escucha, atención, y nuestra
oración. Acompañar a los jóvenes es un don que uno recibe
cuando está con ellos, y una tarea imprescindible para el
futuro de una Iglesia que quiere más gestos que discursos.
Me cuesta comprender que las fotos más vendidas en las
agencias de noticias son aquellas que salen jóvenes tirando
piedras, encapuchados, atrapados por redes de explotación
de cualquier tipo. Esta juventud noticiosa la hemos construido
todos, a través de la indiferencia a sus problemas afectivos,
y también por no poner remedio a su fracaso en el proceso
educativo. Cuando trabajas con los jóvenes, aprendes. Su
lenguaje, su música, su manera de vestir nos aportan datos.
Los participantes de la JMJ interpelan con sus gestos, y lo
que para unos es testimonio vivo de una Iglesia que va
adquiriendo fuerza a través de una juventud convencida;
para otros, esta juventud católica, la califican de radical,
vacía y teledirigida, claro que, todo esto se hace desde un
sillón de oficina, para no comprometerse a vivir en un mundo
lleno de esperanza, y de responsabilidad. El documento de
Aparecida nos invita a un encuentro con Jesús profundo
que convierta nuestra espiritualidad en gestos de amor y de
paz. Y a este encuentro van los jóvenes, a querer hablar de
Él, desde diversas culturas, con distintas lenguas, a ofrecer
la mejor solución ante el vacío de vida, que existe entre
los jóvenes de su misma generación. La Jornada Mundial
de la Juventud es un don que tiene la Iglesia gracias a las
comunidades parroquiales, las misiones, las experiencias
fuertes de oración, la extraordinaria vida religiosa, los
movimientos laicales, y sobre todo gracias a Jesucristo
que sigue llamando al joven a no tener miedo, a demostrar
su Fe desde el convencimiento que es nuestro mejor argu-
mento. Los jóvenes son una tarea, no una moda pasajera.
Y si nos ocupamos más de ellos, la violencia disminuirá, y
la educación y la justicia aumentarán. Tarea de todos es
acompañarles para que descubran el don de ser discípulos
y misioneros, para que sean solidarios con las necesidades
de los que nada tienen, y sean jóvenes que conviertan sus
realidades, educando en el amor. Los jóvenes son un don y
una tarea; Río de Janeiro es una pequeña muestra de lo que
hay repartido por el mundo.
DON Y TAREA
FRAY JAVIER ACERODirector titular del Colegio Luis de León
▶ ▶
¿Por qué?
En los últimos gobiernos, 20
años prácticamente desde el fin
de la dictadura, se han venido
construyendo las bases sociales
y han venido mejorando. En
este momento se habla de Bra-
sil, de lo ha hecho bien pero no
ha hecho milagros económicos.
El gran acontecimiento suce-
dió en la parte social, se sacó
a 28 millones de personas del
hambre y 36 millones de po-
bres pasaron a clase media. Esa
gente ha visto un nuevo nivel
social y cuando les das algo, la
gente quiere más; en el acceso
a la educación quiere más. Esa
gente va a la calle ahora, pero
antes no podía.
Más que un desarrollo econó-
mico vimos más distribución
de la riqueza.
Lejos estamos de estar bien,
seguimos siendo uno de los paí-
ses más injustos; como gran
importador de granos pero con
gente con hambre.
Aún hay gente con muchas
necesidades, creo que cada
vez menos, y el problema es
encontrarlos y darle apoyo;
en ocasiones son invisibles
de tan miserables. Tuvimos
muchas críticas sobre estas
políticas sociales, nos decían
que parecían limosnas. El re-
clamo que nos hicieron fue el
famoso lema de mejor enseñar
a pescar que darles pescado; el
problema nuestro es que tenía-
mos 20 millones de habitantes
que ni siquiera tienen fuerza
de ir al río.
Enseñar a pescar al que no
tiene manera de llegar al río no
tiene sentido, de allí el progra-
ma de distribución de renta.
¿Qué hay de las zonas margi-
nadas como las favelas?
La miseria y la pobreza se
nota, las favelas están al lado
de los más ricos; por ello la des-
igualdad es más demandante.
Durante años en estas favelas
se dio un convivio en el que la
gente creía que estaba bien que
la labor del Estado no llegara.
La policía terminaba allí, a las
puertas de las favelas; pero
PBRO. MARIO ÁNGEL FLORES RAMOS Rector de la Universidad Pontificia de México
NO SE DEJEN ROBAR LA ESPERANZA
Hablar de la juventud no solo
significa una época definida
de la vida que oscila entre los
16 y 25 años de edad, sino la
etapa psicológica, mental y espiritual
en la que se debe alcanzar la identidad
personal que lleva a la madurez, lograr
la preparación suficiente para insertar-
se en la dinámica social y, no menos
importante, es el tiempo para tomar las
decisiones fundamentales que orientan
la vida para la plena realización. Las
condiciones actuales en el desarrollo
cultural y social han hecho más difícil
alcanzar estas metas por lo que es muy
común hablar de jóvenes que están al-
canzando su identidad, su preparación
y sus definiciones para la vida hasta
los treinta años o un poco más, con los
problemas que esto conlleva.
En todas las naciones del mundo se
implementan políticas públicas y
muchos organismos internacionales
participan en costosos programas para
facilitar la preparación y la inclusión
de los jóvenes en la sociedad, pero
los resultados están muy lejos de ser
positivos, agravándose el panorama
por la creciente influencia de ideolo-
gías deshumanizantes y de prácticas
negativas que favorecen los vicios. No
solo nos encontramos con la habitual
marginación de millones de jóvenes en
las sociedades más pobres, sino que
ahora son un problema mayor en las
naciones más desarrolladas no obs-
tante las grandes oportunidades de
preparación, ya que, al final, no hay
espacio para ellos en la sociedad. Los
jóvenes se han declarado “indignados”
por estas condiciones siendo protago-
nistas de distintos movimientos de
protesta y de cambio en el modelo
social y cultural, ya sea en Europa,
el Oriente, los países musulmanes o
Latinoamérica .
¿Qué sentido tiene ante todo esto la
próxima Jornada Mundial de Jóvenes
tampoco subía el Estado para
organizar hospitales, médicos,
luz eléctrica.
La policía subía una vez al
mes con armas, y autos blin-
dados, como para una guerra;
hay un lugar que se llama ‘La
Franja de Gaza’ eso evidencia el
nivel de violencia. En razón del
poder de los narcotraficantes
en las favelas, el Estado subía
de vez en vez, arrestaba a dos,
mataba a alguno y bajaba. La
idea es que no basta subir sólo
con policías.
La primera favela pacificada
fue Dona Marta; y la gente vio
cosas positivas: una, que le en-
cantó que el Estado se hiciera
presente, que no tuvieran que
refugiarse por orden de los nar-
cotraficantes.
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Es lo que querían: colegios,
centro de salud, limpieza, dre-
naje. Las primeras ocupaciones
eran un acto de guerra, se en-
traba, no se decía cuándo y se
hacía para arrestar a la gente.
Después se pensó que eso no
era lo correcto.
Había que ofrecer otras accio-
nes del Estado. Con todo, esta
atención y pacificación es aún
muy precaria porque hablamos
de lugares verdaderamente
abandonados.
Hay lugares tan ocultos, tan
escondidos que lo primero que
se debe hacer es que pase luz,
que entre aire.
Que llegue a esa gente que
está allí debajo, que no existe.
Y bueno, en todo esto es muy
importante el trabajo de las
iglesias; sin duda de la cató-
lica que sigue siendo la más
numerosa en el país; pero cada
vez más se ve la presencia de
las iglesias pentecostales y
evangélicas en este apoyo. Y
está bien porque Brasil es un
pueblo muy religioso.
La primera favela pacificada fue Dona Marta y la gente vio cosas positivas como que el Estado se hizo presente
▶ ▶
en Rio de Janeiro promovida por la
Iglesia católica? ¿Qué puede hacer el
papa Francisco ante estos inmensos
problemas que desbordan la capacidad
de las naciones más poderosas y del
conjunto de los organismos interna-
cionales? ¿Valdrá la pena convocar a
millones de jóvenes de todo el mundo
en medio de este ambiente de frus-
tración e impotencia? La respuesta
es sencilla y profunda, lo que puede
hacer la Iglesia y lo que pretende lo-
grar el Papa es acercar a los jóvenes
al Evangelio, a la Buena Noticia de
Jesucristo. No basta un enorme monu-
mento de Cristo como el que domina la
ciudad de Rio de Janeiro, es necesario
llevarlo al corazón para convertirlo en
el horizonte de madurez, preparación
y definición que nos lleve, en medio
de las preocupaciones inmediatas, al
sentido profundo de la vida: ¿Qué debo
hacer para alcanzar la vida eterna?, le
preguntó un joven a Jesús, “cumple los
mandamientos y, si quieres ser perfec-
to, toma tu cruz y sígueme” le contestó
el Maestro y Buen Pastor. Exactamente
lo que la sociedad actual no propor-
ciona a nadie y menos a los jóvenes:
buscar la realización como personas
comenzando por el principio básico
del bien: “ama a Dios y a tu prójimo”
y siguiendo con la exigencia plena en
la que Jesús es el camino, la verdad y
la vida. Se trata de llenar la juventud
de ideales para luchar por ellos a lo
largo de la vida y no solo de ideologías
para justificar la falta de exigencia y
compromiso. El papa Francisco ha
repetido en diversas ocasiones la im-
portancia de ser jóvenes, “nadando
contracorriente”, yendo sin miedo en
contra de las modas y los estereotipos
que aprisionan a muchos jóvenes con
modelos absurdos y destructivos: “no
se dejen robar la esperanza”, ha dicho
repetidamente, poniendo en guardia
contra las falsas propuestas del con-
sumismo egoísta y del hedonismo que
conduce a la decadencia.
El joven que se encuentra con Cris-
to es el que verdaderamente puede
transformar este mundo porque él
mismo ha quedado transformado por
su experiencia de Dios y ha abierto
sus horizontes con una mirada de
eternidad.
Funcionarios dijeron que
las manifestaciones podrían
comprometer el desarrollo de
la JMJ, ¿comparte la idea?
No. Mucho se habla de los
mega-eventos de Brasil (la
Copa Confederaciones, el Mun-
dial y las Olimpiadas) pero no
me cabe la menor duda que el
evento más grande, difícil y
complicado es la JMJ. Porque
se trata de la misma ciudad, el
acto central, la misma gente
en la misma Misa.
Eso sí que causa un reto
para la logística. Río tiene 12
millones de habitantes y en
uno de estos días de la visita
del Papa tendrá 1 500 000 de
visitantes.
Más del 10% de la población
añadida en un solo día.
Eso exige una estructura es-
pecial. Sin embargo, el turista
que va a las Olimpiadas o al
Mundial busca alojarse en un
hotel, ir a la playa, ir a centros
de entretenimiento.
En el caso de los peregrinos
o los jóvenes en la JMJ es mu-
cho más simple, van a acampar
o a ser recibidos en casas de
acogida.
El verdadero tema para 1 500
000 de personas es la logística.
¿De qué podrían contagiarse
los jóvenes del mundo de los
anfitriones brasileños?
Yo espero que se estén con-
tagiando de mucho civismo, de
ese despertar.
Sin embargo la juventud va
a la calle. En México estuvie-
ron los YoSoy132; en España,
los indignados; en Francia, los
llamados casseurs; en EU, the
occupy Wall-street.
En fin, la gente va a la ca-
lle, por situaciones y razones
diferentes.
En algunos lugares fueron
rechazados con violencia, en
otros derrocaron gobiernos por
la lucha democrática; en Brasil,
ni uno ni otro.
Estas manifestaciones su-
ceden en todo los lugares del
mundo y se dará cada vez más
por las redes sociales y las nue-
vas tecnologías.
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