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CUESTIONES GENERALES RESPECTO DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR. Como hablamos de violencia, asociamos el término a vigor, poder, maltrato o fuerza. De ahí, que en términos más o menos generales, podamos definir el concepto como la acción o efecto de violentarse; acción violenta o contra el natural modo de proceder; fuerza extrema, o abuso de la fuerza que ejerce una persona sobre otra para hacer lo que no quiere de manera obligada. El término lleva incorporada la idea de fuerza excesiva, de ahí que para tratar apropiadamente el punto debamos diferenciar entre un ser fuerte de uno violento, uno que no limita la fuerza a lo estrictamente justo. Según algunos, el ser humano no tendría una naturaleza violenta por lo que ésta característica se iría adquiriendo gradualmente durante el trascurso de la vida, cuestión respecto de la cual pueden armarse extensos debates por lo que está lejos de zanjarse. De ahí que con la finalidad de analizar y explicar, más o menos someramente, la génesis de la violencia intrafamiliar, y en consecuencia, comprender los distintos factores que provocan y contribuyen en la mantención del fenómeno, se han desarrollado o elaborado una serie de teorías. Dichas teorías podemos sintetizarlas en la: 1.- Biológica. Busca explicar la conducta violenta en variables fisiológicas. Dicha teoría se ha fundado en evidencias de personas afectadas por retardo mental, parálisis cerebral, epilepsia, como en ciertas limitaciones neurológicas, ya que en virtud de estos estados, serían más proclives a presentar tipos de conductas violentas, producto de situaciones o cuadros de estrés y frustración derivada del mismo estado. Por otro lado, también podemos ver ciertas limitaciones orgánicas susceptibles de generar conductas violentas. De ahí que podemos mencionar: el vocabulario y pensamiento restringido (situación que constituye una traba a la comunicación, y que por lo mismo, contribuye a la violencia); deficiencia de pensamiento abstracto, cuestión que impide medir la justificación y consecuencias de las acciones; y percepción deteriorada de la realidad, cuestión que impide una interacción fluida con otros.

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CUESTIONES GENERALES RESPECTO DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR.

Como hablamos de violencia, asociamos el término a vigor, poder, maltrato o fuerza. De ahí, que en términos más o menos generales, podamos definir el concepto como la acción o efecto de violentarse; acción violenta o contra el natural modo de proceder; fuerza extrema, o abuso de la fuerza que ejerce una persona sobre otra para hacer lo que no quiere de manera obligada. El término lleva incorporada la idea de fuerza excesiva, de ahí que para tratar apropiadamente el punto debamos diferenciar entre un ser fuerte de uno violento, uno que no limita la fuerza a lo estrictamente justo.

Según algunos, el ser humano no tendría una naturaleza violenta por lo que ésta característica se iría adquiriendo gradualmente durante el trascurso de la vida, cuestión respecto de la cual pueden armarse extensos debates por lo que está lejos de zanjarse. De ahí que con la finalidad de analizar y explicar, más o menos someramente, la génesis de la violencia intrafamiliar, y en consecuencia, comprender los distintos factores que provocan y contribuyen en la mantención del fenómeno, se han desarrollado o elaborado una serie de teorías. Dichas teorías podemos sintetizarlas en la:

1.- Biológica. Busca explicar la conducta violenta en variables fisiológicas. Dicha teoría se ha fundado en evidencias de personas afectadas por retardo mental, parálisis cerebral, epilepsia, como en ciertas limitaciones neurológicas, ya que en virtud de estos estados, serían más proclives a presentar tipos de conductas violentas, producto de situaciones o cuadros de estrés y frustración derivada del mismo estado.

Por otro lado, también podemos ver ciertas limitaciones orgánicas susceptibles de generar conductas violentas. De ahí que podemos mencionar: el vocabulario y pensamiento restringido (situación que constituye una traba a la comunicación, y que por lo mismo, contribuye a la violencia); deficiencia de pensamiento abstracto, cuestión que impide medir la justificación y consecuencias de las acciones; y percepción deteriorada de la realidad, cuestión que impide una interacción fluida con otros.

En relación a la endocrinología, se han realizado diversas investigaciones con el fin de precisar las causales más específicas. De ahí se destaca la influencia de la hormona sexual testosterona -secretada principalmente por las gónadas masculinas, por tanto, en mayor proporción en ellos- en la manifestación de la conducta agresiva, ya que existen evidencias basadas en observaciones empíricas de animales castrados que muestran disminución de conductas violentas.

Por otro lado, también se ha visto la influencia de los niveles de glicemia en conductas agresivas en las personas.

Dentro del ámbito neurológico, la adolescencia tardía y la adultez temprana son períodos que se asociarían al incremento de conductas violentas.

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2.- Psicológica. También se ha buscado explicar el germen de la violencia, señalando que las personas violentas son psicológicamente enfermas.

El mayor peligro al asociar la conducta de un agresor con circunstancias psicopatológicas, o alcoholismo, o con algún defecto de personalidad, está en el hecho de privarlo de responsabilidad por tal conducta.

También se piensa, que el origen de la violencia está en las situaciones provenientes de la historia de vida del agresor, cuestión que habría generado la inseguridad emocional que actualmente desencadena los episodios de violencia al interior de su familia.

Las principales características de estas personas son:

a.- Falta de seguridad personal, derivada de su baja autoestima, característica que se compensa por medio de una actitud externa firme y autoritaria que no demuestra su verdadera debilidad interna.

b.- Dificultad en la libre expresión de sus sentimientos.

c.- Comunicación limitada con los otros, sin compartir sus problemas ni sentimientos, no se atreve a decir lo que quiere, siente y necesita.

d.- Carece de responsabilidad y autoconciencia por los actos ejecutados.

e.- En violencia de parejas, se observan celos patológicos como la búsqueda de motivos para su justificación, culminando con maltratos hacia la misma en virtud de tal justificación.

3.- Sociológica. La violencia intrafamiliar sería una forma que adopta la característica social de dominación del hombre sobre la mujer. Los aspectos sociológicos y culturales vinculados al surgimiento y mantención de patrones violentos que se dan al interior de la familia provienen del modelo existente. Modelo se relacionado con la “sociedad de clases”. En este sentido, a través de la historia la violencia ha afectado a todas las personas por igual, por tanto, siempre han existido luchas de poder -desde los niveles jerárquicos más altos a los más bajos- donde el grupo fuerte domina al débil. El sistema se mantiene inalterable cuando el dominado, percibe la situación como normal, lógica o más bien natural. Los dominados presentan rasgos que serán utilizables por los dominantes, y así, la agresividad, fuerza y autoridad del último se complementa con la inactividad, resignación, dependencia e ignorancia del primero. Lo anterior, unido al llamado sistema patriarcal, que se caracteriza por una presentación rígida, jerárquica y sexista, incrementa la problemática planteada.

4.- De la socialización. La teoría explica el fenómeno desde el contexto sociológico. Aquí vemos cómo el individuo incorpora creencias y valores que permiten la perpetuación de una conducta aprendida, y que el contexto familiar es el principal ámbito donde el individuo experimenta los primeros índices de agresión. Los contenidos a proporcionados al interior de la familia

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hacen que los niños aprendan los mensajes entregados por los padres. Lo mencionado se debe a que la familia es considerada como un agente de socialización que brindaría las bases para el surgimiento de las conductas.

Otro agente de socialización está constituido por los medios de comunicación de masas, especialmente la televisión. Generalmente, los medios de comunicación incentivan la violencia como medio legítimo para el logro de metas u objetivos personales. La televisión abierta y comercial se ha transformando en un instrumento de consumo que realiza la exaltación de la violencia, erotismo distorsionado, relaciones anómalas y la falta de compromiso emocional en la sexualidad, etc.

Por otro lado, los medios de comunicación escritos son otro agente de socialización que transmite a sus lectores la violencia imperante sin adoptar una posición ética al respecto, sino que habitualmente lo abordan de manera sensacionalista -lo que provoca un reforzamiento a la estigmatización y desprotección de las víctimas-, y desde una perspectiva policial, cuando lo que se debiera hacer es educar al respecto.

Como conclusión a lo señalado con antelación, y a juicio estrictamente personal, puedo decir, que las teorías descritas no se dan de forma pura, sino mediante una combinación de ellas.

Sea cual sea el origen de la violencia, no podemos dejar de reconocer que entre los vicios del ser humano es uno de los más fáciles de adquirir pero a la vez más difíciles de erradicar, ya que por su precariedad parece ser el medio natural de sometimiento de los más débiles en ausencia de razón, de ahí que no tiene sentido en sí, sino una finalidad práctica, cual es, lograr el sometimiento que no se obtuvo por medio del convencimiento, o quizá descargar tensión acumulada o simplemente manifestar tolerancia.

El germen de la destrucción nos persigue constantemente, y la violencia no es más que su mejor instrumento. Dicha manifestación adquiere distintas formas según el ámbito en que nos desenvolvamos, por tanto la violencia intrafamiliar no es más que una de las tantas modalidades de la misma, aunque será siempre la más común, permanente y dañina, ya que los afectados son aquellos que por el vínculo que tienen con el agresor, debieran ser los últimos en sufrir las consecuencias de su fuerza desenfrenada.

Como esta modalidad se da dentro de la familia, es decir, tiene relación con la calidad de los sujetos que intervienen en la misma, nos encontramos obligados a definir este último concepto de un modo específico para entrar apropiadamente en el análisis de la materia. De ahí que debamos comenzar por señalar, que esta modalidad de violencia debe entenderse como un fenómeno social originado por múltiples causas, causas que muchas veces no alcanzan a percibirse en su verdadera dimensión, de ahí lo verdaderamente grave de su impacto.

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Esta modalidad de violencia se refiere a la agresión física y sicológica que se desarrolla dentro de una estructura de poder que refleja relaciones interpersonales -entre víctimas y victimario- que contribuyen al incremento de la misma por medio del fomento consciente o inconsciente de su legitimidad, donde uno somete, y el otro legitima tal sometimiento.

Fácil es verificar que la realidad actual excede con creces los límites que antaño definían lo que se entendía por familia, ya que se da violencia entre novios, convivientes, personas que estuvieron casadas entre sí, entre allegados, parientes consanguíneos, afines, etc. Por eso algunos la denominan violencia doméstica. Este es el camino que sigue nuestra legislación en el artículo 5 de la Ley 20.066 sobre Violencia Intrafamiliar.

Antecedentes Históricos de la Violencia Intrafamiliar.

La violencia es tan propia de la naturaleza del hombre que prácticamente lo acompaña desde su creación, y las manifestaciones de ella han sido tan variadas, como su ámbito de desempeño.

Lo anterior, se traduce en que sea un recurso de general aplicación en la resolución de las diferencias sociales que se manifiesta ante la existencia de conflictos de posiciones, donde ha fracasado, o no se ha intentado una solución consensuada.

Los Estados han dado la primera y más significativa pauta por medio de conflictos armados, donde la destrucción es la única forma de imponer la opción que se estima conveniente sin advertir que en las guerras jamás habrá un vencedor, sino todo lo contrario.

Los Estados al igual que los particulares justifican la violencia contra los más débiles con un sinnúmero de razones, todas las cuales constituyen falsos valores e intereses hipócritas.

La violencia se manifiesta en toda la escala de organizaciones sociales, sean de origen político, laboral, estudiantil o cualquier otra, de modo tal, que no ha de extrañar que se presente con la misma o mayor frecuencia, en la más básica y pequeña de todas las organizaciones sociales, es decir, la familia.

Si bien la familia debiera ser un cuerpo cohesionado para la protección integral de cada uno de sus miembros, en no pocas ocasiones ha sido el centro de los más bestiales, arraigados y exacerbados conflictos, de aquellos que han permitido un sinnúmero de sistemáticos, permanentes e irracionales abusos sobre sus miembros, en especial sobre mujeres, niños y ancianos.

Por lo anterior, es que se ha hecho indispensable una legislación especial que resguarde de manera apropiada e integral al núcleo familiar de sí mismo.

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Como recién dijimos, entre los más vulnerables con la violencia doméstica tenemos a las mujeres y los niños, si bien el ordenamiento jurídico sancionó y sanciona semejantes conductas, en virtud de incongruencias legales y culturales, la ley de algún modo también propició la vulneración de la integridad de las víctimas.

Por medio de la ley se ha legitimado la desproporción de los derechos de los padres sobre los hijos a través de instituciones tales como la facultad de corrección, factor que ha contribuido de modo importante a que la violencia contra los hijos haya perdurado en el tiempo.

Si bien se dice que la violencia doméstica era una figura no sancionada criminalmente hasta antes de las Leyes 19.325 y 20.066, ello no es tan así, ya que la legislación penal sancionaba gran parte de las conductas violentas, pero no con un tipo o una reglamentación precisa, sino como figuras penales comunes, es decir, los cónyuges, parientes y demás personas nombradas actualmente en el artículo 5 de la Ley 20.066, podían –mucho antes de la promulgación de aquellas leyes- ejercer todos los derechos que el ordenamiento jurídico les reconocía, es decir, las agresiones físicas podían sancionarse con los delitos de parricidio, homicidio y lesiones en cualquiera de sus tipos. Por su parte, las agresiones psicológicas podían sancionarse por medio del delito de amenazas, dependiendo si cuadraban o no en el tipo. El problema estaba, en que dichas infracciones tenían una legitimación cultural contra la cual el ordenamiento jurídico difícilmente podía luchar, ya que se estimaba que la violencia conyugal era un problema interno de las parejas y no una responsabilidad social.

Como alcanzamos a esbozar, el abuso y violencia ejercida sobre los niños era parte del legítimo derecho de corrección de los padres sobre los hijos, derecho que de algún modo hasta hace poco la ley también amparaba. Si bien, como dijimos la violencia contra la mujer provenía de una legitimación cultural que vulneraba su carácter de persona, la violencia contra los hijos provenía de una legitimación normativa tan añeja como el machismo en su esencia.

El desarrollo de una normativa internacional sólida en lo que respecta a los derechos de los niños y mujeres, forjó los cimientos que permitieron dar satisfacción a una creciente necesidad de contar con una legislación nacional mucho más adecuada sobre violencia intrafamiliar. Esta necesidad se manifestó derechamente en 1990, cuando se presentó un proyecto de ley sobre el tema, proyecto que se tramitó sin ninguna urgencia ni prioridad y casi sin un debate abierto sobre su contenido. Se decidió que lo mejor era entregar su conocimiento a los Jueces Civiles, a fin de que se cumplan las garantías mínimas de un debido proceso (como el derecho a ser escuchado y a tener la posibilidad de investigar la denuncia o demanda), las cuales no se cumplían en los Juzgados de Policía Local.

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Sin perjuicio de lo señalado antes, el Estado de Chile ratificó la Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, convención publicada en el D.O. el 09 de diciembre de 1989.

Más Adelante, el 03 de enero de 1991, se pública en el D.O. la Ley 19.023 que crea el Servicio Nacional de la Mujer, mientras que el 27 de agosto de 1994, se hace lo propio respecto de la Ley 19.325, que Establece Normas sobre Procedimientos y Sanciones relativos a los Actos de Violencia Intrafamiliar.

Luego en 1996 el Estado de Chile ratificó la Convención Interamericana Para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer (Convención de Belem Do Pará), publicada en el D.O. el 11 de noviembre de 1998, de manera que desde ese año está vigente en nuestro país.

La Ley 19.968 que crea los Tribunales de Familia, publicada el 30 de agosto de 2004, y que entró en vigencia el día 01 de octubre de 2005, derogó las normas de competencia y procedimiento establecidas en la Ley 19.325, dejándola restringida al aspecto sustantivo, que también terminó siendo derogando por la Ley 20.066 sobre Violencia Intrafamiliar publicada en el D.O. el 07 de octubre de 2005, que con sus distintas modificaciones nos rigen hasta la fecha.

Víctima de Violencia Intrafamiliar

En términos simples, la víctima u ofendido -destinatario de la agresión, es aquél o aquella persona que relacionada con el agresor por medio de alguno de los vínculos que señala el artículo 5 de la Ley de violencia intrafamiliar, sufre en su persona el acto de violencia.

Si bien como veremos a continuación, los vínculos que determinan la víctima son múltiples, a su vez son taxativos, de ahí que podamos decir que sólo pueden ser víctimas de violencia intrafamiliar:

a.- Cónyuge del ofensor. Persona con la que el ofensor se encuentra unida por un vínculo matrimonial.

b.- Ex-cónyuge del ofensor. Persona con la cual el ofensor estuvo unido por un vínculo matrimonial que cesó por divorcio o nulidad.

c.- Conviviente del ofensor. Persona con la cual el ofensor mantiene una comunidad de vida, que tiene frente a los terceros la apariencia de un matrimonio.

El conviviente gradualmente ha ido adquiriendo relevancia jurídica, no sólo en el derecho de familia, sino también en el derecho penal. La ley le reconoce tanto un rol pasivo como activo en el “tipo”, sea infraccional o delictual, incluyéndolo además, en el delito de parricidio.

La ley en ninguna parte ha señalado que el conviviente no pueda ser una persona del mismo sexo, ya que si bien dije antes, que la comunidad de

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vida debe tener la apariencia de un matrimonio, lo es en sentido figurado, por tanto, también podría tener la apariencia de un matrimonio una comunidad de vida homosexual, ya que la convivencia es una cuestión práctica, es decir, una cuestión de hecho, de ahí que para determinar su existencia debemos hacer un análisis y/o evaluación casuística de distintos elementos. Entre tales elementos, tenemos: la existencia de una relación afectiva; de un proyecto de vida en común; de permanencia en el tiempo; notoriedad de la relación y cohabitación entre los sujetos evaluados, aunque tal situación no implique necesariamente vivir bajo un mismo techo, por tanto, nadie puede evitar que personas del mismo sexo, por su propia voluntad adecuen sus conductas a los fines de un matrimonio.

d.- Ex-conviviente del ofensor. Persona que ha dejado de mantener con el ofensor la relación a que recién aludimos en la letra anterior.

e.- Pariente por consanguinidad en toda la línea recta del ofensor. Persona que es ascendiente o descendiente del ofensor, por tanto, que se encuentra unida con él por medio de un vínculo de sangre, es decir, el bisabuelo, abuelo, padre, hijo, nieto, bisnieto, etc.

f.- Pariente por consanguinidad en la línea colateral hasta el tercer grado inclusive del ofensor. Persona con la cual el ofensor tiene un vínculo de sangre por medio de un ascendiente común, es decir, los sobrinos y tíos.

g.- Pariente por afinidad en toda la línea recta del ofensor. Este parentesco, es aquel que se tiene con los ascendientes o descendientes del cónyuge del ofensor, es decir, el bisabuelo, abuelo, padre, hijo, nieto, bisnieto, etc., del cónyuge del ofensor y

h.- Pariente por afinidad en la línea colateral hasta el tercer grado inclusive del ofensor. Es aquél que el ofensor tiene con los parientes que están unidos con su cónyuge por medio de un ascendiente común, hasta tres generaciones, es decir, los sobrinos y tíos del cónyuge del ofensor.

En los casos anteriores, tenemos que existe un vínculo directo entre la víctima y el ofensor, pero la disposición considera además casos de vínculos indirectos, es decir, casos en que la víctima se vincula con el ofensor por medio de su cónyuge, conviviente, hijo común y un integrante del grupo familiar distinto, o igual a los antedichos, por lo que las víctimas podrán ser:

a.- Pariente por consanguinidad en toda la línea recta o colateral hasta el tercer grado inclusive, del cónyuge del agresor. Este caso no justifica su incorporación por separado, atendido a que los parientes por consanguinidad del cónyuge, son parientes por afinidad de su marido o mujer (agresor/a), por tanto, esta hipótesis concentra las ya contempladas en las letras g) y h) anteriores;

b.- Pariente por afinidad en toda la línea recta o colateral hasta el tercer grado inclusive, del cónyuge del agresor. Como el parentesco por afinidad no desaparece con la muerte de la persona por medio de la cual se ha

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adquirido, permite proteger a los parientes consanguíneos del anterior cónyuge del cónyuge agresor, por lo que también hay violencia intrafamiliar si se ha maltratado física o psicológicamente a bisnietos, nietos, hijos, padres, abuelos, bisabuelos, tíos y sobrinos del cónyuge fallecido del cónyuge del agresor;

c.- Pariente por consanguinidad en toda la línea recta o colateral hasta el tercer grado inclusive, del actual conviviente del agresor. Caben en esta letra bisnietos, nietos, hijos, padres, abuelos, bisabuelos, tíos y sobrinos del conviviente del agresor;

d.- Pariente por afinidad en toda la línea recta o colateral hasta el tercer grado inclusive, del actual conviviente del agresor. Caben en esta letra bisnietos, nietos, hijos, padres, abuelos, bisabuelos, tíos y sobrinos del cónyuge del conviviente del agresor;

e.- El otro padre o madre del hijo del ofensor. Es aquel con el cual el ofensor ha tenido un hijo, sin ser cónyuge, ex-cónyuge, conviviente, ex-conviviente y

f.- Persona menor de edad, adulto mayor o incapacitada que se encuentre bajo el cuidado o dependencia de cualquiera de los integrantes del grupo familiar a que pertenece el ofensor (no es necesario que tales personas vivan bajo el mismo techo, ni del ofensor, ni de la persona que le brinda protección, ni mucho menos que sea pariente de alguno de los nombrados, sino únicamente que esté bajo el amparo de algún miembro de la familia a que pertenece el ofensor).

Características de la Violencia Intrafamiliar.

1.- Se ha legitimado en nuestra sociedad como una forma de ejercer control y resolver conflictos.

2.- El ejercicio del poder es siempre sobre alguien situado en una posición de subordinación.

3.- Se da en un ámbito sentimental. De esto se deriva un efecto importante: la imposibilidad de plantearlo, enfrentarlo y remediarlo con la misma claridad y entereza que si fuera un acto de un tercero ajeno a la familia, ya que los afectos involucrados impiden tal objetividad, y en muchas ocasiones, perciben la violencia como un mal necesario.

4.- Se vive en forma cíclica y progresiva. La violencia intrafamiliar se caracteriza por mantener y/o constar de tres etapas de interacción entre la víctima y el agresor, etapas que se desarrollan en forma cíclica y progresiva a la vez. Es un ciclo relativamente breve cuyas etapas son:

a.- La acumulación de tensión. Se incrementa la tensión como el comportamiento agresivo, generalmente hacia objetos no personas,

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ejemplo: portazos, romper cosas, etc. Con posterioridad la violencia se ejerce hacia los familiares, dándose el abuso verbal y psicológico, mientras que la víctima intenta modificar su comportamiento a fin de evitar nuevos episodios, manteniendo la casa más limpia, niños callados, acatando las reglas, etc. Durante el proceso la víctima comienza a sentirse responsable del abuso mientras que el agresor trata de controlar todo lo que puede aislándola de su familia y amistades.

b.- Explosión o fase aguda de golpes o de violencia propiamente tal. Se produce por la necesidad de descargar las tensiones acumuladas por parte del abusador que decide tiempo y lugar de los episodios, lo que se traduce en que la tensión y el estrés desaparecen, relajándolo, mientras que la víctima se asusta y confunde con la experiencia vivida.

c.- Fase de conducta arrepentida o amante o luna de miel según algunos. Período de calma, muestras de amor y cariño, donde normalmente el agresor se hace responsable por el episodio que provocó dándole esperanzas a su pareja con promesas de cambio o rectificación de sus conductas.

El ciclo se repite durante mucho tiempo, cada fase varía siendo cada vez más breve el período de acumulación de tensiones y mucho más frecuentes los episodios de violencia, lo que a su vez se traduce en un período de arrepentimiento –luna de miel- más corto, ya que la violencia constituye un ciclo pernicioso y por lo general creciente que impide enfrentar con éxito los casos puntuales. El agresor gradualmente va mostrando mayor hostilidad e intensidad en la misma. Lo que en un comienzo sólo era una agresión verbal se torna en física fijando un patrón de conducta permanente e inalterable que puede prolongarse por años si la víctima reúne las condiciones de dependencia emocional -psicológica-, económica y/o de algún otro tipo para ello. De ahí que muchas veces las parejas se pasan en un verdadero carrusel de agresiones y nuevas reconciliaciones que sólo finalizará cuando la víctima fallezca, lo haga el agresor, sea abandonada, o tome control de su destino y independencia, cuestión esta última, que se torna más difícil con el tiempo.

5.- Es un problema social, no sólo por el respeto y protección que se debe a cada uno de los miembros de la sociedad, sino además, por el ausentismo laboral y escolar, enfermedades, delincuencia juvenil, juicios de separación, divorcio, etc.

Conducta de Violencia Intrafamiliar

La ley habla de “todo maltrato” (del tenor del Diccionario de la R.A.E. se infiere que maltrato sería menoscabar, echar a perder, definición que supone el resultado que veremos luego). Aunque para nosotros, como una conducta aislada del resultado, es toda acción u omisión, que por cualquier medio -sea físico o psicológico- se constituya en un trato potencialmente dañino, ya que el artículo 5 de la ley se refiere a que “afecte”, lo que se

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traduce en las consecuencias que veremos luego. De ahí que sea conveniente tener presente, que como los hechos que pueden configurar violencia intrafamiliar no se encuentran tipificados detalladamente, deben evaluarse de acuerdo a la realidad de la pareja involucrada, por lo que una discusión por motivos económicos en un matrimonio no puede ser considerado por sí un acto de violencia intrafamiliar, las desavenencias conyugales por ese motivo son habituales y normales en una relación de pareja y, en cuanto a la grosería, debe verse en el contexto de la vida familiar y habitual, de tal forma, que si ambos se tratan groseramente, actitud sin duda reprochable, no puede ser ello violencia intrafamiliar al no estar fuera de su natural estado o modo de convivir.

Las diferencias naturales entre cónyuges son parte de las normales relaciones humanas, no violencia, por ello, es que se ha fallado que: “La sucesión prolongada de actos en que se producían diferencias y discusiones, y de los que se da cuenta en las respectivas actuaciones procesales, representan situaciones propias de un matrimonio que, por diversas circunstancias, ha visto desmejorar su recíproca relación, lo que se complica al interrelacionarse con intereses patrimoniales, sobre los cuales no existe precisamente acuerdo y claridad, y con mucha particular fuerza con los actos de infidelidad conyugal reconocido por el denunciado y que necesariamente dañan las confianzas y afectos más íntimos, sobre todo cuando ello se produce en la etapa de desarrollo y evolución de ésta, que es una pareja de nivel socio cultural elevado, con valores y tradiciones ya arraigadas al efecto. Todo lo anterior, no obstante, excede al ámbito del derecho sancionador de conductas y habrá de encontrar solución, seguramente en la reflexión, ponderación, tolerancia y respeto recíprocos, tal vez con ayuda técnica adecuada, siendo de advertir que medidas coercitivas como las que se pretende aplicar en caso alguno alivian tales tensiones, sino que por el contrario, muchas veces las precipitan peligrosamente”(Sentencia de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Santiago de 14 de junio de 2006, en causa Rol N° 3.577-2006, Violencia Intrafamiliar, Legislación y Jurisprudencia p. 234).

Sin perjuicio de la multiplicidad de conductas que pueden calificarse de constitutivas de violencia intrafamiliar, sólo con la finalidad de dar una idea de su amplitud, diremos que se ha sostenido, que constituyen violencia intrafamiliar las “(…) conductas que pueden calificarse de coerción, ejercida por su cónyuge, el demandado, para realizar actos sexuales con terceros.” (Sentencia de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Rancagua de 18 de noviembre 2009, en causa Rol Nº 335-2009. (CL/JUR/3980/2009).

Normalmente se requiere un sólo acto, ya que al ser dos o más podríamos estar en presencia de la habitualidad, lo que transforma la conducta en un delito (sancionado con presidio menor en su grado mínimo, salvo que el hecho sea constitutivo de un delito de mayor gravedad, caso en el cual se aplicará sólo la pena asignada por la ley a éste, según el artículo 14 de la Ley de Violencia Intrafamiliar).

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En materia de violencia intrafamiliar constituyen delito:

a.- Maltrato habitual (ejercicio habitual de violencia física o psíquica respecto de alguna de las personas del artículo 5 de la Ley 20.066), según el artículo 14.

b.- Maltrato físico, en virtud de la segunda parte del artículo 14 de la Ley 20.066, en relación a lo dispuesto por los artículos 395 a 400 y 494 Nº 5 del Código Penal (todos y cada uno de los tipos de lesiones partiendo de las menos graves hacia delante).

c.- Amenazas, en virtud de la segunda parte del artículo 14 de la Ley 20.066, en relación a los artículos 296 y 297 del Código Penal.

Cuando estemos en presencia de un maltrato habitual o físico, como de amenazas, los antecedentes deberán remitirse al Ministerio Público en virtud del artículo 90 inciso 1º de la Ley 19.968, en relación a lo dispuesto por el artículo 14 de la Ley 20.066 y los artículos 296, 297, 395 a 400, y 494 Nº 5 del Código Penal.

En la práctica se oficia al Servicio de Registro Civil e Identificación para ver si el ofensor tiene prontuario de violencia intrafamiliar.

La proximidad temporal para determinar la habitualidad queda a criterio del juez.

De lo anterior, resulta que al Tribunal de Familia sólo tiene competencia en virtud del artículo 8 Nº 16 de la Ley 19.968, para conocer de:

a.- maltrato psicológico no habitual que no llega a constituir el delito de amenazas, ya que estas últimas revisten el carácter de delito especialmente tipificado y

b.- maltrato físico sin lesiones corporales (pero sí psicológicas). Sin perjuicio de lo señalado, llegados los antecedentes al tribunal, la lógica indica que la defensa del agresor alegue que tal maltrato no configura el acto descrito en el artículo 5 de la Ley 20.066, ya que por tratarse de una agresión física sin lesión no se configura el daño que requiere la disposición.

Consecuencia del Acto de Violencia Intrafamiliar

El legislador en un ánimo de abarcar todas las posibilidades o aspectos de la violencia, dispone que el maltrato debe afectar la salud física y psíquica de la víctima, es decir, debe producir un detrimento, menoscabo, daño o vulneración del aspecto físico o psicológico del individuo, ambos incluidos en el término salud como lo señala la Organización Mundial de la Salud, al definirla como “un estado de bienestar físico mental y social y no meramente la ausencia de daño o enfermedad.”

En virtud de lo anterior, tenemos que no basta una agresión potencialmente dañina por sí sola, sino que además, tal agresión debe traducirse en un

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menoscabo actual de la víctima, sea en su aspecto físico o psicológico. De no acreditarse tal menoscabo, aun cuando el agresor reconozca el maltrato, el tribunal deberá absolver.

Para precisar con más claridad un lineamiento del concepto de daño, conviene recurrir a la sostenido por nuestra Excelentísima Corte Suprema en sentencia de 3 de mayo de 2006, en el sentido que concluyó la existencia de violencia intrafamiliar basándose en informes que indicaban: “(…) una vulnerabilidad emocional que podría llevarla a poner en riesgo su integridad física o la de alguien más, sentimiento generado por la desesperanza frente a la percepción de inseguridad que enfrenta a diario. Su marcado desgano, angustia y desesperanza reflejan el daño psicológico provocado por el maltrato físico y verbal al que ha estado expuesta la denunciante; que aun se percibe un shock emocional que genera este sentimiento de inestabilidad y angustia permanente. Indicó que a consecuencia del maltrato ejercido presente altos índices de somatización corporal, lo que ha producido una serie de enfermedades físicas en la denunciante, como trastornos alimenticios, estrés, trastornos del sueño”(Sentencia de la Excelentísima Corte Suprema de justicia, fallo de 03 de mayo de 2006 en causa Rol N° 587-2006, Identificador Legal Publiching N° 342 32 (Citado a su vez, por COURT Murasso, Eduardo y WEGNER Astudillo, Verónika. “Derecho de Familia” (Legislación Doctrina y Jurisprudencia). 1ª ed., 2011, pp. 244 y 245.).

En armonía con lo señalado antes, la Ilustrísima Corte de Apelaciones de San Miguel ha resuelto que: “No consta de los antecedentes probatorios incorporados en la correspondiente audiencia de juicio, que concurra en la especie la afectación requerida por el precepto antes mencionado (artículo 5° de la Ley20.066), toda vez que lo que se pretende evitar con la sanción de las conductas de violencia intrafamiliar es el menoscabo, daño o justificado temor que dichos actos pueden provocar, efectos que no es posible desprender de la sola expresión utilizada por el denunciado ni de la prueba rendida, la que no resulta suficiente, máxime si se consideran las conclusiones del informe psicológico practicado a ambas partes.” (Sentencia de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de San Miguel de 5 febrero 2013, en causa Rol Nº 787-2012 (CL/JUR/258/2013; 63935).

Por último, otra forma de evidenciar la trascendencia de los efectos del acto, es el fallo de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Rancagua donde señala que: “Del examen de los antecedentes, y en especial la prueba pericial, parecen suficientes, a estos sentenciadores para dar por establecido que la denunciante padece de secuelas sicológicas por "daño psicosexual", originadas en conductas que pueden calificarse de coerción, ejercida por su cónyuge, el demandado, para realizar actos sexuales con terceros. Así se desecha la tesis de que serían actos consentidos, como la señala el a quo, porque de lo contrario no existiría tal secuela. El artículo 5 de la Ley 20066, define la violencia que sanciona, entre otras, como toda conducta que afecte la integridad física o síquica del cónyuge o conviviente,

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cuyo es el caso de autos.” (Sentencia de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Rancagua de 18 de noviembre 2009, en causa Rol Nº 335-2009. (CL/JUR/3980/2009).).

Si bien lo anterior no merece discusión, en ocasiones no se percibe su real trascendencia, sobre todo en la institución de la “suspensión condicional de las dictación de la sentencia”

Estado y Violencia Intrafamiliar

La Constitución Política de la República dispone en su artículo 19 que: “La Constitución asegura a todas las personas: Nº 1.- El derecho a la vida y a la integridad física y psíquica de…”. Dicha garantía se hace efectiva mediante el ordenamiento jurídico vigente, sea a nivel nacional como internacional.

La efectividad de la normativa internacional derivada del amparo constitucional, nos hace extensiva una serie de otros instrumentos que de una u otra forma sancionan la violencia y discriminación. De ellas destacan, entre otras, La Convención de Derechos Humanos; La Convención de los Derechos del Niño; La Convención Internacional para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación en Contra de la Mujer (1979); y La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer “Belem Do Pará” (1994). De ahí que el Estado ha ido gradualmente adquiriendo un papel activo en la problemática en estudio, dicho papel se hace evidente en la Ley 20.066. La normativa tiene por objeto prevenir, sancionar y erradicar la violencia intrafamiliar y otorgar protección a las víctimas de la misma, según el artículo 1º de la ley.

El rol activo del Estado ha permitido establecer deberes y obligaciones de Protección, Prevención y de Asistencia, lo que significa adoptar medidas conducentes a garantizar la vida, integridad personal y seguridad de los miembros de la familia, e implementar políticas orientadas a prevenir la violencia intrafamiliar, en especial contra la mujer, los adultos mayores y los niños, y a prestar asistencia a las víctimas de éstos actos, según los artículos 2 y 3 respectivamente, lo que se encuentra en armonía con el artículo 4 de la misma ley.

En cuanto a la Prevención y Asistencia, entre otras medidas, el Estado implementará las siguientes:

a.- Incorporar en los planes y programas de estudio contenidos dirigidos a modificar las conductas que favorecen, estimulan o perpetúan la violencia intrafamiliar. Tal obligación no es más que la manifestación del mandato auto impuesto a los Estados parte, por el artículo 8 de la “Convención de Belem Do Para”, que los obliga a: “(…) adoptar, en forma progresiva, medidas específicas, inclusive programas para: a) Fomentar el conocimiento y la observancia del derecho de la mujer a una vida libre de violencia, y el derecho de la mujer a que se respeten y protejan sus derechos humanos; b) Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, incluyendo el diseño de programas de educación formales y no formales

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apropiados a todo nivel del proceso educativo, para contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo de prácticas que se basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los géneros o en los papeles estereotipados para el hombre y la mujer que legitimizan o exacerban la violencia contra la mujer; y e) Fomentar y apoyar programas de educación gubernamentales y del sector privado destinados a concientizar al público sobre los problemas relacionados con la violencia contra la mujer, los recursos legales y la reparación que corresponda;”

b.- Desarrollar planes de capacitación para los funcionarios públicos que intervengan en la aplicación de la ley. Tal obligación es una manifestación del mandato auto impuesto a los Estados parte, por el artículo 8 de la “Convención de Belem Do Para”, que los obliga a: “c) Fomentar la educación y capacitación del personal en la administración de justicia, policial y demás funcionarios encargados de la aplicación de la ley, así como del personal a cuyo cargo esté la aplicación de las políticas de prevención, sanción y eliminación de la violencia contra la mujer;”

c.- Desarrollar políticas y programas de seguridad pública para prevenir y erradicar la violencia intrafamiliar.

d.- Favorecer iniciativas de la sociedad civil para el logro de los objetivos de la Ley 20.066.

e.- Adoptar las medidas necesarias para dar cumplimiento a la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer, la Convención de los Derechos del Niño y demás instrumentos internacionales suscritos por el Estado de Chile. Tal obligación es una manifestación del mandato auto impuesto a los Estados parte, por el artículo 7 de la “Convención de Belem Do Para”, que los obliga a: “h) Adoptar las disposiciones legislativas o de otra índole que sean necesarias para hacer efectiva esta Convención.”

f.- Crear y mantener sistemas de información y registros estadísticos en relación con la violencia intrafamiliar. Tal obligación es una manifestación del mandato auto impuesto a los Estados parte, por el artículo 8 de la “Convención deBelem Do Para”, que los obliga a: “h) Garantizar la investigación y recopilación de estadísticas y demás información pertinente sobre las causas, consecuencias y frecuencia de la violencia contra la mujer, con el fin de evaluar la eficacia de las medidas para prevenir, sancionar y eliminar la violencia contra la mujer y de formular y aplicar los cambios que sean necesarios.”

Por su parte, en virtud del artículo 4º de la Ley, corresponderá al Servicio Nacional de la Mujer proponer al Presidente de la República las políticas públicas para el cumplimiento de los objetivos de la Ley 20.066.

En coordinación y colaboración con los organismos públicos y privados pertinentes formulará anualmente un plan nacional de acción.

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Para los efectos de los incisos anteriores, el Servicio Nacional de la Mujer tendrá las siguientes funciones:

a.- Impulsar, coordinar y evaluar las políticas gubernamentales en contra de la violencia intrafamiliar. Tal función se encuentra en armonía con lo dispuesto por el artículo 7 de la Convención.

b.- Recomendar la adopción de medidas legales, reglamentarias o de otra naturaleza para prevenir, sancionar y erradicar la violencia intrafamiliar.

c.- Prestar asistencia técnica a los organismos que intervengan en la aplicación de esta ley que así lo requieran, y

d.- Promover la contribución de los medios de comunicación para erradicar la violencia contra la mujer y realzar el respeto a su dignidad. Tal función es una manifestación del mandato auto impuesto a los Estados parte, por el artículo 8 de la “Convención de Belem Do Para”, que los obliga a: “g) Alentar a los medios de comunicación a elaborar directrices adecuadas de difusión que contribuyan a erradicar la violencia contra la mujer en todas sus formas y a realzar el respeto a la dignidad de la mujer.”

Efectos Patrimoniales de la Sentencia Condenatoria por Violencia Intrafamiliar.

En relación a la cuestión patrimonial, un fallo condenatorio por actos de violencia intrafamiliar, puede llegar a constituir casal de:

1.- Separación judicial de bienes;

2.-Indignidad para suceder; y

3.- Extinción de alimentos por injuria atroz.

Efectos todos los anteriores, que pasamos a ver detenidamente en los títulos que siguen.

VIOLENCIA INTRAFAMILIAR COMO CAUSAL DE SEPARACIÓN JUDICIAL DE BIENES

Un fallo condenatorio por violencia intrafamiliar, puede llegar a constituir causal de separación judicial de bienes conforme dispone el inciso 2° del artículo 155 del Código Civil.

Lo anterior, debido a que se decretará la separación judicial de bienes, “(…) si el marido, por su culpa, no cumple con las obligaciones que imponen los artículos 131 y 134, o incurre en alguna causal de separación judicial, según los términos de la Ley de Matrimonio Civil.”

Dentro de los variados deberes que impone el artículo 131 del Código a los cónyuges, tenemos los de respeto y protección, deberes que justamente infringen las distintas conductas de maltrato.

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En definitiva, esta causal viene a ser una consecuencia vinculada en términos más o menos similares a la del caso anterior, aun cuando en este caso, podrá demandarse tal separación bienes por parte de la mujer víctima de la violencia intrafamiliar aun cuando mantenga la convivencia con su marido si opta por no solicitar la separación a que hace referencia la Ley de Matrimonio Civil.

VIOLENCIA INTRAFAMILIAR COMO CAUSAL DE INDIGNIDAD PARA SUCEDER

Un fallo condenatorio por violencia intrafamiliar, puede llegar a constituir causal de indignidad para suceder al difunto conforme dispone el número 2 del artículo 968 del Código Civil.

Lo anterior, porque como señala la norma, “Son indignos de suceder al difunto como herederos o legatarios: 2° El que ha cometió atentado grave contra la vida, el honor o los bienes de la persona de cuya sucesión se trata, o de su cónyuge, o de cualquiera de sus ascendientes o descendientes, con tal que dicho atentado se pruebe por sentencia ejecutoriada;”

Respecto del efecto en referencia, debemos hacer ciertas precisiones:

a. Cuando hacemos referencia a herederos o legatarios, estamos haciendo referencia a la sucesión testada como a la intestada.

b. Cuando hacemos referencia al honor debemos tener muy claro que el término debe relacionarse con sus distintos derivados, de ahí que el concepto necesariamente involucra la honra y honrar, por tanto, el atentado contra el mismo, es decir, el acto que busca deshonrar perfectamente puede constituir una injuria, calumnia o acto de violencia intrafamiliar de carácter psicológico.

c. La víctima del acto de violencia cuya sentencia se invoca para solicitar la declaración de indignidad, puede ser el difunto mismo, su cónyuge, como asimismo, la de alguno de sus ascendientes o descendientes.

VIOLENCIA INTRAFAMILIAR COMO CAUSAL DE EXTINCIÓN DE ALIMENTOS POR INJURIA ATROZ

Un fallo condenatorio por violencia intrafamiliar, puede llegar a constituir causal de extinción del derecho de alimentos por injuria atroz conforme dispone el inciso 1° en relación al 2° del artículo 324 del Código Civil. Ello porque, cuando alimentario incurra en causales de injuria atroz sin que su conducta pueda verse atenuada por circunstancias graves en la conducta del alimentante, se extinguirá el derecho de alimentos. Recordemos que el inciso 1° del artículo 324 establece que: “En el caso deinjuria atroz cesará la obligación de prestar alimentos. Pero si la conducta del alimentario fuere atenuada por circunstancias graves en la conducta del alimentante, podrá el juez moderar el rigor de esta disposición.”

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Por su parte, el inciso 2° del artículo 324 señala que: “Sólo constituyen injuria atroz las conductas descritas en el artículo 968. ….”, dentro de las cuales se encuentra la del número 2 que recién vimos.

Sin perjuicio de la semejanza que pueda tener esta hipótesis con la del caso que antecede, y que los efectos que estamos tratando se refieren precisamente a los derivados de una sentencia condenatoria ejecutoriada por la comisión de actos de violencia intrafamiliar, necesariamente debemos tener presente, que en la hipótesis de injuria atroz no se requiere de un fallo condenatorio por los atentados en referencia, de ahí, que en el caso de la violencia intrafamiliar en sede de familia, bastaría la “suspensión condicional de la dictación de la sentencia” para hacer valer la conducta como causal de injuria atroz –ya que la institución supone el reconocimiento de los hechos de violencia para proceder-, ya que el inciso 2° habla de “conductas descritas”, no de las “causales de indignidad del artículo 968” del Código.

En lo demás, nos remitimos a lo señalado con antelación a propósito del efecto que antecede.

Efectos de Sentencia Condenatoria Por Violencia Intrafamiliar Vinculados a los Cónyuges

Como de cierta forma ya sabemos, un fallo condenatorio por violencia intrafamiliar, puede llegar constituir causal de separación judicial y de divorcio conforme a los artículos 26 y 54 respectivamente de la Ley 19.947.

Lo anterior, debido a que la “…falta imputable al otro, siempre que constituya una violación grave de los deberes y obligaciones que les impone el matrimonio, o de los deberes y obligaciones para con los hijos, que torne intolerable la vida en común” dará lugar a la separación judicial, según el artículo 26 inciso 1º.

La descripción de esta causa de separación judicial es idéntica a la que la ley ha establecido para impetrar el divorcio en el inciso 1º del artículo 54.

Sin perjuicio de los términos genéricos que emplea el legislador para referirse al supuesto de falta de los cónyuges que constituyan una “violación grave de los deberes y obligaciones que les impone el matrimonio, o de los deberes y obligaciones para con los hijos, el inciso 2º del artículo 54 de la ley, da una enumeración no taxativa de los hechos que configuran la causal, por lo cual pueden tenerse presente por analogía en las causas de separación judicial, de ahí que el “atentado contra la vida o malos tratamientos graves contra integridad física o psíquica del cónyuge y de los hijos” consagrado en el número 1 del inciso 2º del artículo 54, hace que la violencia intrafamiliar adquiera la trascendencia a que hacemos alusión.

La Ilustrísima Corte de Apelaciones de Concepción a sostenido que: “La demanda (de divorcio culposo) la funda la actora en el artículo 54 de la Ley

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de Matrimonio Civil, en su número 1°, esto es, malos tratamientos graves contra la integridad física y psíquica del marido hacia su cónyuge, traducidos en agresiones físicas y psíquicas desde el inicio del matrimonio en 1997, con malos tratos de palabra, zamarreo incluso en público, no atreviéndose a denunciarlo por temor, hasta que se decidió a hacerlo en causa por violencia intrafamiliar y, posteriormente, en causa en el juzgado de garantía por maltrato habitual, en la cual, se accedió a la suspensión condicional del procedimiento por un año, para que su marido se someta a tratamiento psicológico. La causal de divorcio invocada por la parte actora en esta causa se encuentra suficientemente acreditada, cumpliéndose los requisitos que exige el artículo 54 inciso primero, N° 1 de la ley N° 19.947 sobre Matrimonio Civil ya que, a juicio de esta Corte, dichos antecedentes constituyen violación grave y reiterada a los deberes y obligaciones propios del matrimonio que, naturalmente, hacen intolerable la vida en común.” (Sentencia de Ilustrísima Corte de Apelaciones de Concepción de 07 de octubre 2008 en causa Rol N° 1312-2008 (Citado por don José Luis Zavala Ortiz Tendencias Jurisprudenciales Divorcio Culposo”, en Leyes y Sentencias 112, 1 febrero 2011, pág. 50. Fuente: www.legalpublishing.cl).

En sentido similar la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Valdivia ha resuelto que: “La demanda de divorcio se ha fundado en el artículo 54 de la Ley Nº 19.947 que regula el divorcio sanción. Como es sabido, para que proceda esta acción es necesario acreditar la existencia de una falta imputable al cónyuge demandado, y que esta falta constituya una violación grave de los deberes y obligaciones que impone el matrimonio a los cónyuges, tornando intolerable la vida en común.

La conducta desplegada por la demandada es constitutiva de falta que constituye una violación grave del deber de respeto y protección que se deben los cónyuges entre sí, tornándose, en consecuencia, intolerable la vida en común. Al respecto, son elocuentes las dos condenas por violencia intrafamiliar de que ha sido objeto la demandada, así como el contenido de los informes sociales en los que se confirma que la convivencia de la pareja se ha caracterizado desde un comienzo por ser disfuncional, caracterizados por hechos de violencia intrafamiliar, y por el marcado interés material de parte de la demandada, existiendo asimismo un abandono continuo o reiterado del hogar común.”(Sentencia de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Valdivia de 16 de agosto de 2006, en causa Rol 287-2006 (Leyes & Sentencias. Revista de Legislación y Jurisprudencia. Nº 25/11 a 24 de septiembre de 2006. Ed. PuntoLex).

Efectos de la Sentencia de Violencia Intrafamiliar Vinculada a los Hijos Como Causal de Pérdida del Cuidado Personal

Un fallo condenatorio por violencia intrafamiliar, puede llegar a constituir causal de pérdida del derecho a cuidado personal. Ello por disposición del inciso 4° del artículo 225, ya que tal disposición nos dice que: “(…), cuando las circunstancias lo requieran y el interés superior del hijo lo haga conveniente, el juez podrá atribuir el cuidado personal del hijo al otro de los

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padres, o radicarlo en uno solo de ellos, si por acuerdo existiere alguna forma de ejercicio compartido (…)”, disposición cuya precisión podemos encontrarla en el número 1 de la Convención de los Derechos del Niño, norma esta última, que al ejemplificar la hipótesis en que virtud del interés superior se hace necesario separar a un hijo de sus padres, se refiere justamente a “(…) los casos en que el niño sea objeto de maltrato (…)”.

Por otro lado, la segunda parte del inciso 4° agrega que: “Lo anterior debe entenderse sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 226.” Disposición está última, que nos dice que: “Podrá el juez, en el caso de inhabilidad física o moral de ambos padres, confiar el cuidado personal de los hijos a otra persona o personas competentes, velando primordialmente por el interés superior del niño conforme a los criterios establecidos en el artículo 225-2.

En la elección de estas personas se preferirá a los consanguíneos más próximos y, en especial, a los ascendientes.”

Las inhabilidades físicas o morales se encuentran en el artículo 42 de la Ley 16.618, y una de ellas, la del número 6, que consiste en el maltrato al hijo, ocasiona la pérdida del derecho. Ahora, si el maltrato no es al hijo, sino a otro de los miembros de la familia, tal situación constituye un “mal ejemplo para el menor”, es decir, estamos en presencia de otra hipótesis del número 6 del artículo 42, que inhabilita a los padres para ejercer el cuidado de sus hijos, aún cuando no sean ellos mismos las víctimas de la violencia.

COMO CAUSAL DE SUSPENSIÓN O RESTRICCIÓN DE RELACIÓN DIRECTA Y REGULAR

Un fallo condenatorio por violencia intrafamiliar, puede llegar a constituir una causal de suspensión o restricción al ejercicio del derecho de relación directa y regular. Lo anterior, por aplicación del inciso final del artículo 229, ya que: “Se suspenderá o restringirá el ejercicio del derecho cuando manifiestamente perjudique el bienestar del hijo, lo que declarará el tribunal fundadamente.”

En armonía con lo dicho, el inciso 5º del artículo 48 de la Ley 16.618 dispone que: “…. La suspensión o restricción del ejercicio del derecho por el tribunal procederá cuando manifiestamente perjudique el bienestar del hijo. Si se acompañan antecedentes graves y calificados que lo justifique, podrá acceder provisionalmente a la solicitud ….” y como es de toda lógica, los actos de violencia intrafamiliar perjudican de forma manifiesta el bienestar del hijo, ya que por medio de ellos se vulnera la integridad emocional -psicológica- de los hijos, sea o no sea él la víctima de la misma. Por lo mismo, también se podrá suspender el derecho mediante una medida cautelar especial en el procedimiento de protección según dispone el artículo 71 letra e) de la Ley 19.968, en los siguientes términos: “Suspender el derecho de una o más personas determinadas a mantener relaciones directas o regulares con el niño, niña o adolescente, ya sea que estas hayan sido establecidas por resolución judicial o no la hayan sido.”

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El derecho de visitas tampoco podrá reclamarlo por los padres que por su inhabilidad moralhayan dado motivo a la providencia de separar a los hijos de su lado (conforme al artículo 226 del Código); al menos que ésta haya sido después revocada, según el artículo 239 del C.C. Las inhabilidades están dadas por el artículo 42 de la Ley 16.618 que dispone: “Para el solo efecto del artículo 226 del Código Civil, se entenderá que uno o ambos padres se encuentran en el caso de inhabilidad física o moral: Nº 6.- Cuando maltraten o dieren malos ejemplos al menor o cuando la permanencia de este en el hogar constituyere un peligro para su moralidad,” es decir, de la misma forma que en el caso anterior.

COMO CAUSAL DE EMANCIPACIÓN JUDICIAL

Un fallo condenatorio por violencia intrafamiliar, puede llegar a constituir causal de emancipación judicial de las contenidas en los números 1º y 4º del artículo 271 del Código Civil.

Como sabemos, la emancipación judicial se produce por sentencia judicial por las causales taxativamente señaladas en el artículo 271, y que son: “1º.- Cuando el padre o madre maltrata habitualmente al hijo, salvo que corresponda ejercer la patria potestad al otro”. Actualmente el maltrato habitual constituye un delito que si bien, tiene una tipificación en la Ley de Violencia Intrafamiliar, su investigación y demás implicancias procesales serán materia de la normativa procesal penal; y “4º.- En caso de inhabilidad física o moral del padre o madre si no le corresponde al otro ejercer la patria potestad”. Causal esta última, que ante una eventual inexistencia que la del número 1 del artículo 271, de todas formas, trasforma el maltrato a que hace referencia el Nº 6 del artículo 42 de la Ley 16.618 en una causal de emancipación judicial.

COMO CAUSAL DE PÉRDIDA DE LA FACULTAD DE PRESTAR ASENSO PARA CONTRAER MATRIMONIO DEL HIJO MENOR DE EDAD

Un fallo condenatorio por violencia intrafamiliar, puede llegar a impedir al padre o madre u otro ascendiente de prestar el asenso al hijo para contraer matrimonio.

Como bien sabemos, el menor de 18 años requiere del consentimiento expreso de ambos padres para contraer matrimonio, a falta de uno de ellos consiente el otro, a falta de ambos, toca asentir al ascendiente o ascendientes más próximos, según el artículo 107 del Código Civil.

Se entenderá faltar el padre o madre u otro ascendiente -por lo que no podrán manifestar su consentimiento para que el menor contraiga matrimonio-, no sólo por haber fallecido, sino por una serie de otras circunstancias enumeradas en los artículos 109 y 110 del mismo Código. Esta última disposición, señala que: “Se entenderá faltar asimismo el padre o madre que estén privados de la patria potestad por sentencia judicial o que, por su mala conducta, se hallen inhabilitados para intervenir en la educación de sus hijos.” Cuando hablamos de la “privación de la patria

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potestad por sentencia judicial”, nos estamos refiriendo a la “emancipación judicial”, de ahí que como consecuencia de lo señalado en el número anterior –en resumidas cuentas, una sentencia condenatoria por violencia intrafamiliar-, el respectivo padre quede privado de la facultad de otorgar su asenso para el matrimonio de su hijo menor de 18 años, por tanto debemos remitirnos a lo dicho a propósito del número anterior.

COMO CAUSAL DE INCAPACIDAD PARA EJERCER LA GUARDA

Un fallo condenatorio por violencia intrafamiliar, puede llegar a constituir causal de incapacidad para ejercer la guarda de acuerdo al artículo 497 del Código Civil. Tal incapacidad deriva de la aplicación del número 11º del artículo, ya que el numeral se refiere a la emancipación judicial, por lo que debemos remitirnos a lo señalado en los títulos que preceden.

COMO CAUSAL DE SUSCEPTIBILIDAD DE ADOPCIÓN DE UN MENOR

Un fallo condenatorio por violencia intrafamiliar, puede llegar a constituir una causal de susceptibilidad de adopción de un menor conforme al artículo 12 de la Ley 19.620.

Según el artículo 12 de la Ley 19.620, “Procederá la declaración judicial de que el menor es susceptible de ser adoptado, sea que su filiación esté o no determinada, cuando el padre, la madre o las personas a quienes se haya confiado su cuidado se encuentren en una o más de las siguientes situaciones: 1.- Se encuentren inhabilitados física o moralmente para ejercer el cuidado personal, de conformidad al artículo 226 del Código Civil….”, es decir, debemos aplicar las mismas reglas que a propósito del cuidado personal vimos en su oportunidad.

Efectos Directos de la Sentencia Condenatorio por Violencia Intrafamiliar Multa

En virtud del inciso 1º del artículo 8 de la Ley 20.066, según su gravedad, el maltrato constitutivo de violencia intrafamiliar se sancionará con una “… multa de media a quince unidades tributarias mensuales a beneficio del gobierno regional del domicilio del denunciante o demandante, ….”.

Por disposición del inciso 2° del artículo, “el condenado deberá acreditar el pago de la multa dentro de los cinco días siguientes a la fecha de la notificación de la sentencia, a menos que el juez, por motivos fundados, prorrogue dicho término hasta por quince días”.

La ley no permite un sistema alternativo de cumplimiento, que hubiera sido lo deseable para aquellos casos en que el ofensor se encontrare cesante, enfermo, o con limitaciones para explicar su falta de ingresos.

Las sumas así recaudadas irán a beneficio del gobierno regional del domicilio del denunciante o demandante, para ser destinada a los centros de atención de víctimas de violencia intrafamiliar existentes en la región

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respectiva y que sean de financiamiento público o privado (según el inciso 1° del artículo en referencia).

Muchas veces parece sorprender a las víctimas y/o afectados, que la sanción de multa reciba ese destino -antes lo era a beneficio municipal-, y no a ellas, las que según su opinión debiesen ser sus lógicas destinatarias, aunque fuese a título de compensación por el daño causado. Sin embargo, estimamos prudente tal medida por evitar el uso inadecuado del procedimiento, además si se requiere y se estima procedente algún tipo de compensación, deberá recurrirse a lo dispuesto en el artículo 11 de la misma ley, o a las normas del Código Civil, según corresponda (conforme se verá luego).

MEDIDAS ACCESORIAS

Por disposición del inciso 1° del artículo 9 de la misma ley, el juez deberá además –constituye un imperativo-, aplicar al infractor, una o más de las siguientes medidas accesorias:

1.- Obligación de abandonar el ofensor el hogar que comparte con la víctima. Por lo general la medida se adopta para detener los actos de violencia, de ahí que se decrete cuando existen antecedentes que dan cuenta que la víctima se encuentra en un nivel alto de riesgo de sufrir nuevos atentados contra su integridad física y psíquica, y con la finalidad de protegerla al prevenir el acaecimiento de tales actos;

2.- Prohibición de acercarse a la víctima o a su domicilio, lugar de trabajo o de estudio, así como cualquier otro lugar al que esta concurra o visite habitualmente.En conjunto con la medida anterior, se puede decretar la medida de prohibición de acercamiento a la víctima, también con el objeto de otorgar protección a su persona en casos complejos donde existe un nivel alto de riesgo de sufrir nuevos atentados contra su integridad física y psíquica, restringiéndose de este modo la libertad ambulatoria del ofensor.

3.- Prohibición de porte y tenencia y, en su caso, el comiso, de armas de fuego. Hay que partir de la base que estamos hablando de tenencia lícita de armas - recordemos que al respecto existe la Ley N° 17.798, sobre control de armas y explosivos -, ya que en caso contrario la medida carece de sentido, porque la tenencia misma de estas constituiría un ilícito sancionable conforme la ley. La medida tiene por objeto minimizar los riesgos a las víctimas, ya que la mantención por parte del ofensor de estas armas en su poder de por sí constituye un factor de riesgo para la vida e integridad de la víctima.

4.- Asistencia obligatoria a programas terapéuticos o de orientación familiar. La medida tiene por objetivo proporcionar al sentenciado las herramientas psicológicas y/o emocionales para volver a vincularse con la víctima y su entorno familiar de manera óptima, minimizando los riesgos de reiteración de conductas violentas. Para estos efectos, el sentenciado puede derivarse a una terapia de control de impulsos y manejo de ira, como asimismo, y de

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forma independiente o conjunta, a un tratamiento de desintoxicación de alcohol y/o drogas.

5.- Obligación de presentarse regularmente ante la unidad policial que determine el juez. Esta es una medida, es más una medida de específica de control tendiente a evitar que el denunciado o imputado se sustraiga de los actos del procedimiento.

El juez fijará prudencialmente el plazo de estas medidas, que no podrá ser inferior a seis meses ni superior a dos años, atendidas las circunstancias que las justifiquen. Ellas podrán ser prorrogadas, a petición de la víctima, si se mantienen los hechos que las justificaron. En el caso del número 4, la duración de la medida será fijada, y podrá prorrogarse, tomando en consideración los antecedentes proporcionados por la institución respectiva, según el penúltimo inciso del artículo en comento.

DETERMINACIÓN DE ALIMENTOS, CUIDADO PERSONAL, RELACIÓN DIRECTA Y REGULAR

Por disposición del inciso final del artículo 9 de la ley, el juez, en la sentencia definitiva, fijará los alimentos definitivos, el régimen de cuidado personal y de relación directa y regular de los hijos si los hubiere y cualquier otra cuestión de familia sometida a su conocimiento por las partes.

PAGO DE DESEMBOLSOS Y PERJUICIOS DE CARÁCTER PATRIMONIAL

En virtud el artículo 11 de la ley, el condenado pagará a la víctima los desembolsos y perjuicios de carácter patrimonial que se hubieren causado con la ejecución del o los actos constitutivos de violencia intrafamiliar objeto del juicio, incluida la reposición en dinero o en especie de bienes dañados, destruidos o perdidos. La norma no hace más que repetir las reglas generales establecidas en el Derecho Civil, pero añadiendo la posibilidad de reposición en especie.

En la historia de la ley se lee que: “(…) la Comisión debatió acerca de la posibilidad de incluir, entre las cuestiones que el juez deberá resolver al dictar sentencia en el juicio por violencia intrafamiliar la obligación del condenado a resarcir, además del daño patrimonial, el daño físico y psicológico causado y los gastos médicos en que hubieren incurrido la víctima y los miembros del grupo familiar directamente afectados, como producto del maltrato del maltrato infringido. Las representantes del Ejecutivo, no obstante compartir el propósito de incluir entre las obligaciones del condenado la indemnización de todo daño a la víctima, advirtieron que el procedimiento breve, concentrado y expedido ideado para el juzgamiento de las causas sobre violencia intrafamiliar no daría tiempo al juez para avaluar todos los perjuicios causados. De ahí que la propuesta original busca que el juez se pronuncie obligatoriamente sobre los perjuicios directos de carácter patrimonial, que serían aquellos desembolsos efectivos que la víctima ha debido realizar para volver al estado previo a la situación de violencia, incluidos los gastos médicos

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efectuados por ésta, y no sobre una reparación completa, que podría ser materia de un juicio de lato conocimiento. Es decir, aspira a asegurar un resultado mínimo, dejando a salvo la acción indemnizatoria ordinaria. En consideración a lo anterior, con el fin de aclarar que la reparación exigida por la norma debe incluir también los gastos por concepto de tratamientos médicos y/o terapéuticos en que hayan debido incurrir la víctima y demás miembros de la familia afectados por el lo las actos de violencia objeto de juicio, las Diputadas señoras Allende, Ibáñez, Saa, Sepúlveda y Vidal formularon una indicación para anteponer a la expresión “perjuicios patrimoniales”, que sirve de título a este artículo. Así como al vocablo “perjuicios”, la primera vez que aparece en el texto, las palabras “desembolsos y (…). (Boletín N° 2.318-18, Primer Informe de la Comisión de Familia de la Cámara de Diputados. Historia de la ley N° 20.066, preparada por la Biblioteca del Congreso Nacional. Santiago, Chile. 2005, p. 53. (Citado por NUÑEZ Ávila, René y CORTÉS Rosso, Mauricio. Derecho Procesal de Familia (La Primera Reforma Procesal Civil de Chile), 1ª ed., 2012, p. 395).”

En consecuencia, tenemos que la disposición no se refiere a una indemnización de perjuicios por responsabilidad extracontractual, ya que la misma está excluida de la presente hipótesis, lo cual no obsta que se demande tal responsabilidad en sede civil conforme las normas del derecho común.

Sin perjuicio de lo anterior, a nuestro juicio no cabe indemnización por destrucción o deterioro de los bienes de propiedad del ofensor que estuviere usando u usufructuando la víctima. Lo anterior, salvo en la parte o cuota que le corresponda como copropietaria de la cosa misma, es decir, respecto de los cuales tanto la víctima y el agresor son co-dueños (comuneros). En tal caso, debe restringirse al monto de los desembolsos y perjuicios de carácter patrimonial, a lo que corresponde a la víctima por dicha parte o cuota.

A nuestro juicio, cuando el artículo 11 de la ley se refiere a que “Estos perjuicios serán determinados prudencialmente por el juez” lo hace en exclusiva referencia al juez de familia ya que la competencia de tales asuntos radica en ese tribunal no en el juez civil.

ANOTACIÓN EN REGISTRO DE SANCIONES Y MEDIDAS ACCESORIAS DEL REGISTRO CIVIL

Respecto de tales anotaciones -regladas principalmente en el artículo 12 de la Ley 20.066-, nos remitimos a lo señalado directa e indirectamente en su oportunidad en los distintos títulos pertinentes