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Género, integración, ciudadana y economía social en San
Carlos de Bariloche y Línea Sur
Paula Núñez y Santiago Conti
El presente trabajo resume resultados de dos encuestas realizadas a actores económicos de
pequeñas y micro-escala en la región de San Carlos de Bariloche y la zona de meseta
circundante, reconocida como parte de la línea sur rionegrina. El análisis que esperamos
mostrar en esta mesa focaliza la relevancia de la población femenina en esta esfera, el valor
personal que reconocen sobre la pertenencia a estas dinámicas productivas y el peso de esta
producción en el ámbito ampliado de la economía regional.
Las encuestas analizadas se diseñaron en el marco del proyecto “Análisis del impacto de la
emergencia volcánica en economías de pequeña y micro escala en San Carlos de Bariloche”
del Programa de Emergencia Volcánica (PROEVO) UNRN - Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva de la Nación. Dirigido por Evelyn Colino, que pone a la
luz la enorme importancia de esta escala económica, que se descubre como una de las
principales redes de contención en un contexto de emergencia, y donde destacamos la
particularidad de la visión femenina en el espacio.
El segundo grupo de encuestas se realizó en el marco del proyecto “Economía Social en la
estepa rionegrina, el desafío del reconocimiento y la importancia del fortalecimiento”,
financiado por la SPU en coordinación con Secretaría de Extensión de la UNRN, que nos va a
mostrar la relevancia y diversidad de las pequeñas producciones y de las dinámicas
asociativas vinculadas.
El acercamiento de los resultados de estas encuestas buscar abrir una discusión sobre los
actores sociales reconocidos en las dinámicas de San Carlos de Bariloche, donde detrás de
actividades feminizadas, asociadas a lo reproductivo, se va a tejer una red que oculta el valor
de una producción central para el fortalecimiento de las tramas sociales, y que por esta falta
de atención carecen de un acompañamiento sistemático de políticas públicas que potencien su
crecimiento.
La ciudad, su entorno inmediato y la región aledaña se planifican sin estos/as actores/actrices,
cuya evidencia se manifiesta al reconocer y repensar como base del estudio local a las
iniciativas históricamente ubicadas en la esfera de lo reproductivo. El paisaje, la historia y la
apropiación espacial se descubren en disputa desde voces silenciadas que hoy, en prácticas
VIII Jornadas de Sociología de la UNLP
Ensenada, 3 a 5 de diciembre de 2014ISSN 2250-8465 – web: http://jornadassociologia.fahce.unlp.edu.ar
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asociativas originales, comienzan a reclamar nuevos sentidos y nuevas teorías para
comprender las dinámicas regionales.
Trabajo ampliado
Las dinámicas de la construcción de desigualdades tienen muchas facetas. En el caso que nos
ocupa, recorremos dos variables que elegimos como especialmente emblemáticas: el espacio
y el género. La mesa que nos convoca, “¿Podremos vivir juntos? Ciudadanía, género y
culturas urbanas”, nos llevó a reflexionar sobre el peso del lugar, tanto físico como social,
como elemento a considerar en este interrogante.
Las reflexiones sobre la geografía de la zona resultan constitutivas de las evaluaciones y
valorizaciones sobre su poblamiento. Una hipótesis que se repite en los estudios sobre la
ruralidad es que las desigualdades socioeconómicas en América Latina tienen un componente
territorial, diferente y adicional a las desigualdades que se manifiestan entre personas, hogares
y grupos sociales (Berdegue, 2012: 7). A ello, en diálogo con Said (1990) y Bachelard (2000),
agregamos la idea de que la poética del espacio construye ontología de un modo tal que se va
a traducir en la valoración diferenciada de la población.
En el espacio que nos ocupa, el de la región oeste de la Provincia de Río Negro, la poética del
espacio se instala en la historia, los relatos y la mayor parte de las referencias, transformando
geografía en destino y ocultando agencias, pobladores/as y sentidos.
Mapa 1: la zona de referencia
3
Bariloche, la línea sur y el mito del paisaje
Bariloche se presenta, desde la década del ’30, como un centro exclusivamente turístico. Esta
idea choca con algunas observaciones que permiten proyectar dudas al respecto. La primera
es que hasta fines de la década del ’40, llegaban, como máximo, 600 visitantes al año (Rey,
2005). Esta referencia permitiría reconocer que la dinámica económica de Bariloche, como la
de gran parte de las localidades patagónicas, descansó en la obra pública y los trabajos
estatales (Guevara y Núñez, 2014). Pero más allá de estos debates, es interesante pensar en las
invisibilidades que arrastra esta particular “poética” del espacio.
La idea de la localidad atada a la dinámica turística asociada al Parque Nacional permite una
muy rápida problematización política, simplemente con la rápida lectura sobre el sentido de la
instalación de los parques nacionales en la región de montaña patagónica.
Siguiendo a Exequiel Bustillo, primer Director Nacional de la DPN, encontramos una
valoración tan intempestiva como excluyente, Bustillo señala que:
“…para mantener despierto y alerta el espíritu argentino, para eso y nada más que para eso,
Dios ha colocado entre los peligros de la frontera las grandes bellezas de nuestra tierra.”
(Bustillo, 1946:26).
El peligro, desde la perspectiva de Bustillo y en línea con la política que se comienza a
desplegar desde la DPN, es el de la población trasandina, que por el mito heredado de la
campaña del desierto, se transforma también en la población mapuche. Por transitividad, el
peligro es el del sostenimiento de las pequeñas iniciativas productivas, que hasta esa década
alimentaron el comercio transcordillerano (Suarez, 2008). Todas estas consideraciones nos
permiten sospechar que una valoración tan anclada en la sospecha, necesariamente favorece
privilegios y oculta desigualdades. Sin embargo, no fue hasta la emergencia volcánica, cuando
comenzamos a pensar en el reconocimiento de la dinámica de lo invisible, tomando como
punta del ovillo el reconocimiento de las dinámicas productiva de micro y pequeña escala.
Ante la emergencia volcánica, nos enfrentamos a la necesidad de reconocer el impacto a
diferentes escalas, y formamos parte de un proyecto que revisó los sectores más vulnerables
de la sociedad1. La emergencia de la región, frente a la explosión del volcán Puyehue cordón
Caulle, en 2011, generó movimientos asociativos que reclamaban se tuviera en cuenta las
particularidades de estas actividades. En ese contexto llevamos adelante una encuesta para
1 Proyecto “Análisis del impacto de la emergencia volcánica en economías de pequeña y micro escala en San Carlos de Bariloche” 2011-2012 del Programa de Emergencia Volcánica (PROEVO) UNRN - Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación. Dirigido por Evelyn Colino
4
comenzar a caracterizar el sector e indagar el modo en que había afectado el fenómeno
natural.
Nuestra hipótesis inicial fue que la economía de pequeña y micro escala quedó en un sitio de
invisibilidad que acarrea trabas al diseño de una política pública adecuada al sector, que se
tornaba particularmente frágil frente a una emergencia como la que se vivía. Asimismo,
suponíamos que si efectivamente el turismo de gran escala era la base estructural de la
economía local, la relevancia de las actividades a estas escalas sería secundaria para el sector,
dado que operaría como un complemento a la economía central, que provendría, por ejemplo,
de salarios, aunque sea temporarios.
Entre los resultados más destacados se encuentra la enorme cantidad de trabajadores,
concebidos desde el mercado como “emprendedores”, dedicados a estas iniciativas, que
obligan a considerarla como una parte significativa del esquema socioeconómico local.
Asimismo, la capacidad de generación de empleos nos hace pensar en el enorme potencial de
contención social de estas iniciativas que, frente a una falta de acompañamiento adecuado,
afectó esta posibilidad al tiempo que se apoyaba en la estructura familiar como sostén
fundamental, afianzando procesos de auto explotación.
Por otra parte, la trayectoria de los emprendimientos, de un promedio de más de 10 años; la
edad de los emprendedores, ubicados en su mayoría entre 30 y 50 años; el sexo igualmente
repartido entre varones y mujeres, descubren a un amplio y variado conjunto de iniciativas,
como altamente consolidadas e históricamente exitosas, dado que en la mayor parte se
reconocen como el principal ingreso familiar de economías muchas veces de sectores medios.
Esto nos está llevando a revisar la historia económica local. La relevancia del turismo,
concebido como una actividad excluyente y de gran escala, se matiza, obligando a repensar
los procesos locales desde las políticas de crecimiento, pero también desde el ocultamiento de
estas otras formas variadas de la economía.
Algunos de los datos estadísticos más relevantes son:
5
Así descubrimos una economía mucho más consolidada que la presupuesta, que no se explica
sólo por intereses productivos, sino que se sostiene desde entramados familiares y
comunitarios, que de hecho alimentan el mercado interno. Si uno observara sólo desde una
mirada ortodoxa de las dinámicas de consumo, aún desconociendo los justificativos basados
en lo emotivo, estas iniciativas por su envergadura e impacto interno, deberían situarse entre
las prioridades de la planificación local.
Esto nos llevó al siguiente punto, el de la ruralidad, pues estas actividades de micro-escala se
asociaban, en varias memorias y en distintos registros, a las actividades del campo
patagónico, sobre el cual también se proyecta una poética particular.
La Patagonia, desde fines del siglo XIX, fue considerada tanto por Argentina como por Chile,
tierra de ovejas. Se promovió el establecimiento de latifundios, se promovió la desarticulación
6
de la organización indígena y se instaló la idea de que la única posible salida a la modernidad
de este espacio, era por la producción lanar (Coronato, 2005; Troncoso, 2011).
Durante todo el período territoriano (1884-1955) esta mirada no se debatió. Cuando los
Territorios se transforman en Provincias (1955) comienza el debate. La mirada política
introducía la promesa del progreso a partir de la autonomía ciudadana y las dinámicas del
desarrollismo. Esto se observa en la geografía oficial relatada:
“Subiendo desde la baja zona del litoral atlántico, las mesetas escalonadas se adueñan de la
Provincia y la cubren casi por completo. Sus cerros y lomadas comúnmente son de cima
aplanada; otras veces, fuertes y bruscas depresiones marcan la iniciación o terminación de
una meseta y los encajonamientos que son los valles o mallines.
Generalmente está cubierta por una vegetación xerófila, por mantos de piedra o de tierras
coloreadas en arco iris, así las tenemos rojas, amarillas, naranjas, verdes, azulinas, ocres,
grises, etc.
Tiene su particular encanto, y su frialdad es ahuyentada por los bellos valles y mallines, que
albergan su mejor vegetación, signo de que la tierra no es estéril, sino que le hace falta la
hermana agua y la mano del hombre que la haga fecunda. ” (Gob. RN, 1965: 7-8)
Que en pocos años más se transforma en:
“Zona Centro Sur – Ganadería ovina
Nuestra provincia, al igual que las que componen la región patagónica debe necesariamente
orientar extensas áreas de su territorio a la explotación ganadera ovina.
Las características climáticas, ecológicas, la pobreza de los campos en íntima relación con la
escasez de lluvias de toda la zona ubicada al sur del río Negro, exceptuando el área de
valles, el departamento de Adolfo Alsina y la región andina, permiten calificar a las mismas
como zonas desérticas o semidesérticas.
Esta realidad impide a la llamada zona sur alternativas de producción distinta a la que se
están desarrollando actualmente: es decir la cría del ovino…” (Plan Trienal, 1974:166)
Ahora bien, siguiendo con la misma pregunta heredada de la emergencia volcánica ¿qué se
oculta con este giro hacia el determinismo geográfico? Algunos datos tomados nos muestran,
por una parte, la gran diversidad de la producción, pero por otro, que tras instalar con fuerza
este modelo en nombre del mercado, lo que ha resultado es el autoconsumo. Vale destacar que
7
estudiamos una zona acotada a los valles cordilleranos y zona de estepa de la provincia de Río
Negro, con dos centros, la localidad de El Bolsón y la localidad de Comallo (Ver mapa 1)
Uno de los aspectos a resaltar es que, a pesar del supuesto y la tradición de la producción
lanera, la mayoría de los/as entrevistados/as no son productores de lana y no toda la lana va al
mercado
46%54%
Productores generales de lana
producen lana
no producen lana
9%
36%55%
Destino de la producción de lana
LanaATM
Lana AM
Lana M
De hecho, el destino de las producciones es particularmente interesante
17%
25%
17%
42%
Destino de la carne de oveja/capón/chivo
Carne oveja M
Carne oveja AM
Carne oveja ATM
Carne oveja A
8
43%
43%
14%
Destino de la carne de vaca/ternero/novillo
Carne vaca A
Carne Vaca AM
Carne Vaca M
93%
7%
Destino de la carne de las aves de corral
Carne aves de corral A
Carne aves de corral AM
72%
28%
Destino de la producción de huevos
Huevos A
Huevos AM
25%
63%
13%
Destino de la producción de cuero
Cuero A
Cuero M
Cuero AM
9
38%
63%
Destino de las pasturas
Pasturas AM
Pasturas A
46%
4%25%
24%
Destino de la producción de verduras
Verduras A
Verduras M
Verduras AM
Verduras ATM
87%
9%4%
Destino de la producción de fruta de árboles
Fruta árboles A
Fruta árboles ATM
Fruta árboles AT
53%
5%21%5%
16%
Destino de la producción de fruta fina
Fruta fina A
Fruta fina AT
Fruta fina ATM
Fruta fina M
Fruta fina AM
Así, el autoconsumo se instala como destino mayoritario, en una mirada que apela al
reconocimiento de la red vinculada a la iniciativa productiva antes que al trabajo individual.
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Nuestra indagación partía de ese supuesto, antes que preguntar por la iniciativa individual,
preguntamos por las vinculaciones. Entendemos que la “red doméstico-productiva” es la que
mejor comprende las formas de reproducción/producción social, y que al mismo tiempo
aporta elementos para entender otros fenómenos, como la pluriactividad de la unidad
doméstica, el apoyo social requerido para las distintas labores, así como la indagación de
cómo las dinámicas vecinales y comunitarias se relacionan con las políticas públicas de
desarrollo rural bajo el giro “asociativista”. Consecuentemente, dicho concepto condensa la
crítica al pensamiento liberal y habilita el reconocimiento de otras racionalidades o miradas de
mundo, alejadas de los modelos empresariales, y más cercanos a los estudios de medios de
vida, que es donde nos instalamos.
La base de la solidaridad y la trascendencia de estos emprendimientos se reconocen en su
dimensión:
Promedio de integrantes de red socioproductiva Bolsón y alrededores 18Comallo y alrededores 11,2
Promedio de personas que aportan trabajo a la Unidad
Productiva Bolsón y alrededores 11,6 0.64%Comallo y alrededores 6,8 0.61%
El trabajo productivo se sostiene por poco más del 60% de los integrantes de la red, lo cual
permite inferir un número de consumidores mayor, caracterizado como hijos que estudian,
familiares que se mudaron y que vienen de visita o similares. Pero sea cual fuere la referencia,
la mención a la entrega de alimentos con este dinamismo es permanente, lo cual ubica a estos
centros productivos en sitios estratégicos en la supervivencia y calidad de vida de un gran
número de habitantes en la región.
Es interesante como el excedente se ubica en el sitio del mercado, pero siempre cuidando a la
red y sus intereses por sobre la comercialización. De hecho la llegada al mercado es muy
problemática, generando una fuerte asociatividad ligada a incrementar esto.
Esta asociatividad nos permitió reconocer dinamismos particulares al interior del propio
espacio que nos ocupa.
11
86,7%53,8%46,2%
90,0%77,8%22,2%
Ventas asociativas por lugar y género
Bolsón y alrededores Comallo y alrededores
Compras asociativas por lugar y por género
Total Femenino Masculino0
0,5
10,87
0,35
0,65
0,6
0,85
0,15
Compra Bolson Compra Comallo
La marca del género es mucho más marcada en la zona de Comallo, asentada en una fuerte
organización que descansa, centralmente, en manos femeninas.
A grandes trazos, a partir de los datos mencionados y tomando las referencias a la historia que
tomamos de los talleres de memoria que acompañaron esta iniciativa (Núñez, 2014), podemos
considerar los siguientes elementos:
La historia evidencia, en primer lugar, una tradición muy larga de producción. Esto se condice
con el detalle de las producciones de las encuestas, que muestran una muy amplia variedad de
productos, tanto en las actividades ganaderas como frutícolas u hortícolas.
La historia institucional, por otro lado, ignora sistemáticamente esta variedad. La intervención
de la esfera provincial es llamativa en este sentido. Los años constitutivos del orden provincial
(décadas del ’60 y ’70) se destacan por institucionalizar una débil atención del espacio de la
estepa, que se va a repetir en su historia posterior bajo la premisa de la escasa importancia
para la provincia de las actividades en esta región. La zona andina, por motivos diferentes, se
ve afectada por la misma desatención, dado que se considera que el desarrollo de Bariloche ya
está logrado por la importancia adquirida por la actividad turística (GPRN 1960; 1963; 1973).
La integración de la zona en entramado provincial se evidencia como débil y subsidiario, lo
cual parece reproducirse hasta la actualidad. Ello, sin embargo, no llega a opacar el valor de lo
producido o la capacidad de asociatividad presente. Lo asociativo parece responder a la falta
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de “gobernanza” (Kooiman, 2004) en la región. Así, la mirada sobre las dinámicas del sector
habla, en definitiva, de la intervención estatal desde sus márgenes.
Yendo a los resultados, uno de los aspectos a destacar es el peso de las migraciones en las
lógicas asociativas, pues en la zona de Comallo las redes productivas parecen centrarse en las
familias, mientras que en la zona de El Bolsón, agrupan mayormente a comunidades de
vecinos. En lo productivo, los datos muestran una producción mucho más variada por todo el
espacio, donde las referencias a lo ovino acentúan la crisis actual de la actividad, que en
algunos casos se evalúa como insostenible.
Llama la atención la falta de articulación entre la demanda por la producción animal y la
producción de pasturas. De hecho, que la mayoría de las pasturas se destinen al autoconsumo
habla de la falta de integración general del sistema productivo en la región. Asimismo, los
límites para la comercialización de carne, asociados a que la carne también se destina en su
mayoría al autoconsumo, pone de nuevo sobre el tapete falencias sobre la red comercial de la
producción. Es interesante que esto no se remita tanto a los/as productores/as, que con
iniciativas personales avanzan sobre el máximo de sus capacidades en este punto, sino al
correspondiente acompañamiento estatal como las limitaciones de las barreras fitosanitarias,
que operan como restricciones en la comercialización regional.
Vale mencionar que la producción cárnica fue uno de los pocos puntos sobre los que se buscó
avanzar durante el gobierno de 1974 a 1976 en la provincia (López, 2014), sin embargo la
debilidad estructural de la producción, sometida a fuertes impactos ambientales, la existencia
de mercados concentradores en los principales centros urbanos que no tuvieron lugar para la
producción local, el desmantelamiento de los mercados locales, y la falta de infraestructura en
cuanto a caminos o mataderos (los que eran municipales fueron cerrados) entre otras cosas,
además de la creciente desertificación, operaron en contra de una integración que, a escala
doméstica, se muestra como central como elemento de subsistencia.
Esta dinámica de subsistencia no se circunscribe al espacio de la producción, sino que
involucra a una amplia red de personas que consume esos productos en forma permanente y
que habita en los espacios urbanos de la región. Estos ámbitos de producción se describen, de
hecho, como fundamentales en los contextos de crisis económica o inflación. De allí que
pueda inferirse que la dinámica productiva de la zona está asociada al fortalecimiento general
del desarrollo social, pues su incidencia trasciende largamente el espacio meramente
productivo.
Posiblemente, una de las causas de su invisibilidad sea su sitio de relevancia en el ámbito de
lo reproductivo. Así, lo productivo que no se termina de acompañar, esto es, la ganadería
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ovina, aparece como un peso por su constante imposibilidad de sostenimiento, incidiendo
finalmente más en el autoconsumo que en su supuesto destino de mercado.
Dentro de las actividades ganaderas, el comercio del cuero es la única que se reconoce con un
alto peso en el mercado. Sin embargo, la lana, la carne, y mucho más la leche y sus derivados,
así como los huevos o la miel, se instalan en la amplia base que fundamenta al autoconsumo
como eje del sentido de la actividad, aunque con experiencias exitosas en aproximaciones de
los excedentes al mercado.
La amplia red de iniciativas que descansa en el intercambio informal con vecinos permite
inferir lo mismo. La producción que se logra es de alto interés, pero no hay una articulación
que haya llevado a un vínculo con un sistema de comercialización que trascienda lo
doméstico y se mantenga en el tiempo, con la excepción de los productos animales, para los
cuales se ha instalado una enorme estructura de acompañamiento (como el INTA, el Ente para
el Desarrollo de la Línea y la Región Sur, o llegadas recurrentes de diferentes organismos
nacionales y provinciales), que igualmente no han terminado de instalar una dinámica que
asegure la producción y la comercialización.
Si pensamos que la producción se asienta en una estructura productiva, igualmente o incluso
más amplia y compleja, que involucra un numeroso intercambio permanente, y que es
invisible, las trabas que recurrentemente encuentran las agencias que promocionan sólo uno
de los aspectos de la producción en la zona pueden entenderse desde otra perspectiva.
Esto lleva a abandonar los supuestos de debilidad y dependencia que, hasta la fecha, han
impedido el reconocimiento de la complejidad regional. Las prácticas de subsistencia, por otra
parte, muestran la riqueza y potencial de una mirada integral del espacio, así como de la
necesidad en reparar en los dinamismos sociales de la producción antes que en el mercado
como actor excluyente de los análisis a llevar adelante.
El género como clave de reflexión
Uno de los puntos que nos trae a esta reunión es el lugar del género en diálogo con la
construcción de ciudadanía. En la región de Comallo las organizaciones femeninas se
destacan como promotoras de la acción. Las agrupaciones se reúnen como mujeres, y desde
su reivindicación de género se fundamentan las iniciativas. Es interesante porque, en tanto
organizaciones productivas (Mercado de la Estepa, Nehuenche, Coop. Amulein Com) no son
exclusivamente femeninas, aunque en la práctica algunas de ellas agrupen a un conjunto con
un 90% de población femenina.
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Hay una diferenciación de géneros, un empoderamiento femenino, que comienza a inferirse
de las sucesivas reuniones que se convocan en el espacio. Al llamar la atención sobre la
ausencia de varones, las reflexiones han apelado a valoraciones como
“Es que los hombres no sirven”, o “Son cómodos”, o algunas vivencias que remiten a
situaciones que se presentan como denuncia. “Yo me levanto dos horas antes, preparo el
fuego, los mates, y después se levanta él, con todo listo. Pero cuando salimos a trabajar, el
esfuerzo es el mismo.”
Este relato se repite, las referencias al peso de lo reproductivo en contextos agrestes, es
enorme. Esta particular respuesta asociativa femenina no es tan marcada en la zona aledaña a
Bolsón, ni tampoco en las organizaciones concentradas en Bariloche. Si bien en toda el área
se repite el desafío de transformar lo reproductivo en productivo, es en el valle del arroyo
Comallo donde esto adquiere un claro empoderamiento por parte de las mujeres. Las alianzas
y los sentidos se inscriben en estos términos.
Uno de los aspectos que nos llamó la atención, más allá de los resultados cuantitativos, fue la
mirada pesimista de los varones, en contraste con el optimismo de las mujeres. Los varones
marcaban la imposibilidad de seguir con el lanar, atados a la cría de ovinos y a la venta de
vellones como única actividad rentable.
Las mujeres, por el contrario, mostraban sus gallinas y huertos, sus artesanías, y rescataban
sus logros, experimentaban con cultivos, con semillas, vendían el excedente y resaltaban las
mejoras en la calidad de vida. En la transformación en la tierra referenciaban la
transformación en la propia vida y la mirada de optimismo en el futuro.
Esta idea de cambio de vida, e incluso de calidad de vida, se presenta en las entrevistas en la
zona de Bolsón, ancladas en procesos productivos más recientes, donde la dinámica familiar
se justifica desde un cambio de vida que tuvo que ver con la mudanza al lugar. De allí que las
redes solidarias que se establecen, presentadas como redes de vecinos, no evidencien lo
femenino como base de una organización a considerar, aunque sí lo reproductivo
transformado en productivo. Desde aquí podemos retomar la idea del género como metáfora
del espacio.
Mellor (2002), en una reflexión sobre el trabajo femenino, caracteriza una valoración muy
sugerente para el caso que nos ocupa. Ella distingue que las actividades femeninas se
caracterizan en que se desarrollan en un espacio limitado (el doméstico), en un tiempo sin
límites (día y noche, sin feriados o vacaciones) y con un carácter no rentado y altruista.
Algunos elementos de esta caracterización pueden asociarse a las tareas indagadas. El
objetivo de esta iniciativa no es meramente comercial, sino que se proyecta en un bien común
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que trasciende el propio interés de quien lo realiza. La felicidad del agente de ese trabajo se
resuelve en la felicidad del grupo.
Cuando observamos el sentido de la actividad productiva en la región, el peso del
autoconsumo y la red de solidaridades asociada, podemos pensar en una asimilación del
sentido de la misma en el valor de lo femenino. Este origen, doméstico, personal, con una alta
valoración en prácticas ancestrales, se encuentra en la referencia de muchas de las mujeres de
Comallo y alrededores que justifican desde aquí su esfuerzo a agruparse.
Lo social resulta constitutivo de la práctica económica. Ahora bien, así como el género no es
fijo (Butler, 2007), el trabajo feminizado tampoco se fija en los estereotipos supuestos por los
determinantes del disciplinamiento social. Y esto es un poco lo que encontramos en las
experiencias que recorremos.
Partiendo de la aceptación de esta mirada inicial, reconociendo la desigualdad en la situación
de intercambio recurrente en las memorias locales, donde lo productivo quedaba reducido a
las actividades domésticas, el desafío que se presenta como parte de los objetivos de las
organizaciones es de la apropiación de nuevas formas y bocas de venta e intercambio que
hagan sustentable las actividades como se llevan adelante.
Las ventas en forma asociativa reúnen casi el 90% de los/as productores/as, evidenciando la
importancia de esta estructuración en la producción. Sin embargo, esto no necesariamente
significa que se esté trascendiendo el carácter feminizado, en sentido de subordinado o
invisibilizado de la actividad, pues la valoración de las actividades mediada por el Estado, es
aún un tema pendiente (Núñez y Conti, 2012).
El peso puesto en el autoconsumo podría relacionarse al sitio estructural que la política
provincial regional define para estas actividades. Así, lo femenino o feminizado adquiere otra
complejidad, pues podría asociarse a la invisibilización de iniciativas que quedan
“entrampadas” en lo doméstico por sobre lo comercial, incidiendo, por un lado, en el
fortalecimiento de lazos asociativos que vinculan la reproducción en escala social a lo
productivo, pero limitado en cuanto al acceso al mercado, en parte porque el excedente, antes
que asegurar la permanencia en la oferta, se dirige al sostenimiento de una amplia red social.
Incluso la resiliencia de esta estructura frente a las catástrofes puede relacionarse con este
carácter.
Desde esta perspectiva, y con la particular incidencia del Estado en el reconocimiento de la
zona y de las actividades, podemos pensar que la geografía establecida como destino instala la
feminización de lo productivo en el espacio. Así, el valor de lo tradicional queda también
ubicado en el sitio de lo reproductivo, donde también se pueden vincular apelaciones a la
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biodiversidad o al reconocimiento del entorno en claves que trasciendan el instrumentalismo.
Desde aquí podemos ubicar a la dinámica de la desigualdad, como carácter de la gobernanza
zonal, en clave paternalista.
Volviendo a la caracterización de Mellor, el trabajo masculino tiene un espacio ilimitado (el
público), un tiempo limitado y es rentado. Nada de esto se termina de encontrar con claridad
en las experiencias rurales, donde el trabajo, de alguna forma, nunca se termina. En este
escenario, los agentes buscan sacar la producción doméstica hacia la comercialización, pero la
pluralidad de sentidos en los que arraigan estas iniciativas da cuenta, por una parte, que el
espacio se ha extendido pero los tiempos continúan siendo ilimitados, como problema a
resolver, y que los elementos de altruismo pesan en un discurso que no resultan ajeno a la
rentabilidad.
¿Dónde queda lo urbano en esta reflexión? En la necesidad de repensar los espacios en base a
categorías que se suponen excluyentes. En el área que nos ocupa, los centros poblados
necesitan pensarse como espacios de encuentro entre lo rural y lo urbano. Lo urbano no puede
entenderse como separado de lo rural, sino como inscripto en lo rural.
Los estudios sobre la ruralidad introducen algunos elementos a considerar en el análisis que
nos proponemos. Siguiendo a Canales (2005) la ruralidad hoy es un proceso, una dinámica,
un movimiento, más que una estructura. Las ideas de lo rural como fijo y lo urbano como
cambio no pueden sostenerse.
“… en el campo pasan hoy demasiadas cosas para las que se carece de
nombres o interpretaciones. Hay suficiente nueva sociedad o nueva realidad
rural como para tener que cobijarse simbólicamente en las tradiciones
perdidas. Por lo demás, la memoria de aquellas tradiciones es también, en
parte, la de un orden oprobioso y explotador.” (Canale, 2005: 35)
Las reflexiones de Canales, así como de otros investigadores de la ruralidad, apelan a los
cambios introducidos por una agricultura de commodities dirigido desde un mercado global.
En el caso que nos ocupa, las tensiones son diferentes, aunque igualmente se inscriben en un
escenario de cambios. Las nuevas tecnologías de la comunicación efectivamente están
incidiendo en la autovaloración, y el debate no se establece con grupos sojeros sino con
intereses mineros que igualmente se fundamentan en el argumento del mercado como valor.
El argumento dice que los/as habitantes históricos no han sabido/podido sacar de la tierra
suficiente rentabilidad, lo mejor que pueden hacer es dejarla en otras manos.
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El paternalismo más autoritario se desprende de una valoración sesgada del espacio, y se basa
en mantener invisibles las potencialidades y capacidades presentes en el espacio. Las
poblaciones urbanas corren la misma suerte, y en este punto, la evidencia de la construcción
de la diferencia en lo rural de la zona de estepa permite abrir puertas a la construcción de
diferencias en general.
Reflexiones finales
Lo femenino, en los casos de invisibilización que referimos, no se sitúan tanto en los cuerpos
sexuados, sino que el género se proyecta en las iniciativa productivas. Son las actividades
originadas en lo doméstico, las que se reconocen, desde las esferas estatales y desde las
mediaciones que intervienen en la construcción de ciudadanía, como con el acento puesto en
lo reproductivo.
Esto se tensiona con el reconocimiento de los propios agentes. Más aún cuando la
reivindicación de la actividad se cruza y fundamenta en reivindicaciones de género.
Los/as productores/as reconocen el potencial del acercamiento al mercado. De hecho, las
mejoras parecen instalarse en la calidad de vida, sobre ello se plantea una práctica comercial
más junta y una confianza en el potencial del cambio. Incluso en las organizaciones donde las
mujeres son y se reconocen como mayoría, donde hay procesos de empoderamiento en
términos de género, la red social es el principal argumento de acción y eso se traslada a
prácticas organizativas comunitarias que trascienden el género.
Pero esto no se traslada a políticas públicas. El consumo interno en la región, a pesar de ser
una demanda que se presenta hasta como limitante de subsistencia, no termina de encontrar
respuesta en las esferas estatales. Esta dimensión de la producción permanece invisible, aún
cuando es red de las sucesivas emergencias y contiene a un alto porcentaje de la población de
centros poblados.
La falta de atención es una decisión política, que se construyó en la historia, que se ocultó con
esencialismos, con claras conexiones al ocultamiento de poblaciones subalternas. En este
punto, al menos en el territorio sobre el que trabajamos, la posibilidad de vivir juntos en
lógicas más equitativas puede llevar a repensar lo rural, lo productivo y el género como
variables asociadas.
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