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1 Género, integración, ciudadana y economía social en San Carlos de Bariloche y Línea Sur Paula Núñez y Santiago Conti El presente trabajo resume resultados de dos encuestas realizadas a actores económicos de pequeñas y micro-escala en la región de San Carlos de Bariloche y la zona de meseta circundante, reconocida como parte de la línea sur rionegrina. El análisis que esperamos mostrar en esta mesa focaliza la relevancia de la población femenina en esta esfera, el valor personal que reconocen sobre la pertenencia a estas dinámicas productivas y el peso de esta producción en el ámbito ampliado de la economía regional. Las encuestas analizadas se diseñaron en el marco del proyecto “Análisis del impacto de la emergencia volcánica en economías de pequeña y micro escala en San Carlos de Bariloche” del Programa de Emergencia Volcánica (PROEVO) UNRN - Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación. Dirigido por Evelyn Colino, que pone a la luz la enorme importancia de esta escala económica, que se descubre como una de las principales redes de contención en un contexto de emergencia, y donde destacamos la particularidad de la visión femenina en el espacio. El segundo grupo de encuestas se realizó en el marco del proyecto “Economía Social en la estepa rionegrina, el desafío del reconocimiento y la importancia del fortalecimiento”, financiado por la SPU en coordinación con Secretaría de Extensión de la UNRN, que nos va a mostrar la relevancia y diversidad de las pequeñas producciones y de las dinámicas asociativas vinculadas. El acercamiento de los resultados de estas encuestas buscar abrir una discusión sobre los actores sociales reconocidos en las dinámicas de San Carlos de Bariloche, donde detrás de actividades feminizadas, asociadas a lo reproductivo, se va a tejer una red que oculta el valor de una producción central para el fortalecimiento de las tramas sociales, y que por esta falta de atención carecen de un acompañamiento sistemático de políticas públicas que potencien su crecimiento. La ciudad, su entorno inmediato y la región aledaña se planifican sin estos/as actores/actrices, cuya evidencia se manifiesta al reconocer y repensar como base del estudio local a las iniciativas históricamente ubicadas en la esfera de lo reproductivo. El paisaje, la historia y la apropiación espacial se descubren en disputa desde voces silenciadas que hoy, en prácticas VIII Jornadas de Sociología de la UNLP Ensenada, 3 a 5 de diciembre de 2014 ISSN 2250-8465 – web: http://jornadassociologia.fahce.unlp.edu.ar

VIII Jornadas de Sociología de la UNLP · idea choca con algunas observaciones que permiten proyectar dudas al respecto. La primera es que hasta fines de la década del ’40, llegaban,

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Género, integración, ciudadana y economía social en San

Carlos de Bariloche y Línea Sur

Paula Núñez y Santiago Conti

El presente trabajo resume resultados de dos encuestas realizadas a actores económicos de

pequeñas y micro-escala en la región de San Carlos de Bariloche y la zona de meseta

circundante, reconocida como parte de la línea sur rionegrina. El análisis que esperamos

mostrar en esta mesa focaliza la relevancia de la población femenina en esta esfera, el valor

personal que reconocen sobre la pertenencia a estas dinámicas productivas y el peso de esta

producción en el ámbito ampliado de la economía regional.

Las encuestas analizadas se diseñaron en el marco del proyecto “Análisis del impacto de la

emergencia volcánica en economías de pequeña y micro escala en San Carlos de Bariloche”

del Programa de Emergencia Volcánica (PROEVO) UNRN - Ministerio de Ciencia,

Tecnología e Innovación Productiva de la Nación. Dirigido por Evelyn Colino, que pone a la

luz la enorme importancia de esta escala económica, que se descubre como una de las

principales redes de contención en un contexto de emergencia, y donde destacamos la

particularidad de la visión femenina en el espacio.

El segundo grupo de encuestas se realizó en el marco del proyecto “Economía Social en la

estepa rionegrina, el desafío del reconocimiento y la importancia del fortalecimiento”,

financiado por la SPU en coordinación con Secretaría de Extensión de la UNRN, que nos va a

mostrar la relevancia y diversidad de las pequeñas producciones y de las dinámicas

asociativas vinculadas.

El acercamiento de los resultados de estas encuestas buscar abrir una discusión sobre los

actores sociales reconocidos en las dinámicas de San Carlos de Bariloche, donde detrás de

actividades feminizadas, asociadas a lo reproductivo, se va a tejer una red que oculta el valor

de una producción central para el fortalecimiento de las tramas sociales, y que por esta falta

de atención carecen de un acompañamiento sistemático de políticas públicas que potencien su

crecimiento.

La ciudad, su entorno inmediato y la región aledaña se planifican sin estos/as actores/actrices,

cuya evidencia se manifiesta al reconocer y repensar como base del estudio local a las

iniciativas históricamente ubicadas en la esfera de lo reproductivo. El paisaje, la historia y la

apropiación espacial se descubren en disputa desde voces silenciadas que hoy, en prácticas

VIII Jornadas de Sociología de la UNLP

Ensenada, 3 a 5 de diciembre de 2014ISSN 2250-8465 – web: http://jornadassociologia.fahce.unlp.edu.ar

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asociativas originales, comienzan a reclamar nuevos sentidos y nuevas teorías para

comprender las dinámicas regionales.

Trabajo ampliado

Las dinámicas de la construcción de desigualdades tienen muchas facetas. En el caso que nos

ocupa, recorremos dos variables que elegimos como especialmente emblemáticas: el espacio

y el género. La mesa que nos convoca, “¿Podremos vivir juntos? Ciudadanía, género y

culturas urbanas”, nos llevó a reflexionar sobre el peso del lugar, tanto físico como social,

como elemento a considerar en este interrogante.

Las reflexiones sobre la geografía de la zona resultan constitutivas de las evaluaciones y

valorizaciones sobre su poblamiento. Una hipótesis que se repite en los estudios sobre la

ruralidad es que las desigualdades socioeconómicas en América Latina tienen un componente

territorial, diferente y adicional a las desigualdades que se manifiestan entre personas, hogares

y grupos sociales (Berdegue, 2012: 7). A ello, en diálogo con Said (1990) y Bachelard (2000),

agregamos la idea de que la poética del espacio construye ontología de un modo tal que se va

a traducir en la valoración diferenciada de la población.

En el espacio que nos ocupa, el de la región oeste de la Provincia de Río Negro, la poética del

espacio se instala en la historia, los relatos y la mayor parte de las referencias, transformando

geografía en destino y ocultando agencias, pobladores/as y sentidos.

Mapa 1: la zona de referencia

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Bariloche, la línea sur y el mito del paisaje

Bariloche se presenta, desde la década del ’30, como un centro exclusivamente turístico. Esta

idea choca con algunas observaciones que permiten proyectar dudas al respecto. La primera

es que hasta fines de la década del ’40, llegaban, como máximo, 600 visitantes al año (Rey,

2005). Esta referencia permitiría reconocer que la dinámica económica de Bariloche, como la

de gran parte de las localidades patagónicas, descansó en la obra pública y los trabajos

estatales (Guevara y Núñez, 2014). Pero más allá de estos debates, es interesante pensar en las

invisibilidades que arrastra esta particular “poética” del espacio.

La idea de la localidad atada a la dinámica turística asociada al Parque Nacional permite una

muy rápida problematización política, simplemente con la rápida lectura sobre el sentido de la

instalación de los parques nacionales en la región de montaña patagónica.

Siguiendo a Exequiel Bustillo, primer Director Nacional de la DPN, encontramos una

valoración tan intempestiva como excluyente, Bustillo señala que:

“…para mantener despierto y alerta el espíritu argentino, para eso y nada más que para eso,

Dios ha colocado entre los peligros de la frontera las grandes bellezas de nuestra tierra.”

(Bustillo, 1946:26).

El peligro, desde la perspectiva de Bustillo y en línea con la política que se comienza a

desplegar desde la DPN, es el de la población trasandina, que por el mito heredado de la

campaña del desierto, se transforma también en la población mapuche. Por transitividad, el

peligro es el del sostenimiento de las pequeñas iniciativas productivas, que hasta esa década

alimentaron el comercio transcordillerano (Suarez, 2008). Todas estas consideraciones nos

permiten sospechar que una valoración tan anclada en la sospecha, necesariamente favorece

privilegios y oculta desigualdades. Sin embargo, no fue hasta la emergencia volcánica, cuando

comenzamos a pensar en el reconocimiento de la dinámica de lo invisible, tomando como

punta del ovillo el reconocimiento de las dinámicas productiva de micro y pequeña escala.

Ante la emergencia volcánica, nos enfrentamos a la necesidad de reconocer el impacto a

diferentes escalas, y formamos parte de un proyecto que revisó los sectores más vulnerables

de la sociedad1. La emergencia de la región, frente a la explosión del volcán Puyehue cordón

Caulle, en 2011, generó movimientos asociativos que reclamaban se tuviera en cuenta las

particularidades de estas actividades. En ese contexto llevamos adelante una encuesta para

1 Proyecto “Análisis del impacto de la emergencia volcánica en economías de pequeña y micro escala en San Carlos de Bariloche” 2011-2012 del Programa de Emergencia Volcánica (PROEVO) UNRN - Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación. Dirigido por Evelyn Colino

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comenzar a caracterizar el sector e indagar el modo en que había afectado el fenómeno

natural.

Nuestra hipótesis inicial fue que la economía de pequeña y micro escala quedó en un sitio de

invisibilidad que acarrea trabas al diseño de una política pública adecuada al sector, que se

tornaba particularmente frágil frente a una emergencia como la que se vivía. Asimismo,

suponíamos que si efectivamente el turismo de gran escala era la base estructural de la

economía local, la relevancia de las actividades a estas escalas sería secundaria para el sector,

dado que operaría como un complemento a la economía central, que provendría, por ejemplo,

de salarios, aunque sea temporarios.

Entre los resultados más destacados se encuentra la enorme cantidad de trabajadores,

concebidos desde el mercado como “emprendedores”, dedicados a estas iniciativas, que

obligan a considerarla como una parte significativa del esquema socioeconómico local.

Asimismo, la capacidad de generación de empleos nos hace pensar en el enorme potencial de

contención social de estas iniciativas que, frente a una falta de acompañamiento adecuado,

afectó esta posibilidad al tiempo que se apoyaba en la estructura familiar como sostén

fundamental, afianzando procesos de auto explotación.

Por otra parte, la trayectoria de los emprendimientos, de un promedio de más de 10 años; la

edad de los emprendedores, ubicados en su mayoría entre 30 y 50 años; el sexo igualmente

repartido entre varones y mujeres, descubren a un amplio y variado conjunto de iniciativas,

como altamente consolidadas e históricamente exitosas, dado que en la mayor parte se

reconocen como el principal ingreso familiar de economías muchas veces de sectores medios.

Esto nos está llevando a revisar la historia económica local. La relevancia del turismo,

concebido como una actividad excluyente y de gran escala, se matiza, obligando a repensar

los procesos locales desde las políticas de crecimiento, pero también desde el ocultamiento de

estas otras formas variadas de la economía.

Algunos de los datos estadísticos más relevantes son:

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Así descubrimos una economía mucho más consolidada que la presupuesta, que no se explica

sólo por intereses productivos, sino que se sostiene desde entramados familiares y

comunitarios, que de hecho alimentan el mercado interno. Si uno observara sólo desde una

mirada ortodoxa de las dinámicas de consumo, aún desconociendo los justificativos basados

en lo emotivo, estas iniciativas por su envergadura e impacto interno, deberían situarse entre

las prioridades de la planificación local.

Esto nos llevó al siguiente punto, el de la ruralidad, pues estas actividades de micro-escala se

asociaban, en varias memorias y en distintos registros, a las actividades del campo

patagónico, sobre el cual también se proyecta una poética particular.

La Patagonia, desde fines del siglo XIX, fue considerada tanto por Argentina como por Chile,

tierra de ovejas. Se promovió el establecimiento de latifundios, se promovió la desarticulación

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de la organización indígena y se instaló la idea de que la única posible salida a la modernidad

de este espacio, era por la producción lanar (Coronato, 2005; Troncoso, 2011).

Durante todo el período territoriano (1884-1955) esta mirada no se debatió. Cuando los

Territorios se transforman en Provincias (1955) comienza el debate. La mirada política

introducía la promesa del progreso a partir de la autonomía ciudadana y las dinámicas del

desarrollismo. Esto se observa en la geografía oficial relatada:

“Subiendo desde la baja zona del litoral atlántico, las mesetas escalonadas se adueñan de la

Provincia y la cubren casi por completo. Sus cerros y lomadas comúnmente son de cima

aplanada; otras veces, fuertes y bruscas depresiones marcan la iniciación o terminación de

una meseta y los encajonamientos que son los valles o mallines.

Generalmente está cubierta por una vegetación xerófila, por mantos de piedra o de tierras

coloreadas en arco iris, así las tenemos rojas, amarillas, naranjas, verdes, azulinas, ocres,

grises, etc.

Tiene su particular encanto, y su frialdad es ahuyentada por los bellos valles y mallines, que

albergan su mejor vegetación, signo de que la tierra no es estéril, sino que le hace falta la

hermana agua y la mano del hombre que la haga fecunda. ” (Gob. RN, 1965: 7-8)

Que en pocos años más se transforma en:

“Zona Centro Sur – Ganadería ovina

Nuestra provincia, al igual que las que componen la región patagónica debe necesariamente

orientar extensas áreas de su territorio a la explotación ganadera ovina.

Las características climáticas, ecológicas, la pobreza de los campos en íntima relación con la

escasez de lluvias de toda la zona ubicada al sur del río Negro, exceptuando el área de

valles, el departamento de Adolfo Alsina y la región andina, permiten calificar a las mismas

como zonas desérticas o semidesérticas.

Esta realidad impide a la llamada zona sur alternativas de producción distinta a la que se

están desarrollando actualmente: es decir la cría del ovino…” (Plan Trienal, 1974:166)

Ahora bien, siguiendo con la misma pregunta heredada de la emergencia volcánica ¿qué se

oculta con este giro hacia el determinismo geográfico? Algunos datos tomados nos muestran,

por una parte, la gran diversidad de la producción, pero por otro, que tras instalar con fuerza

este modelo en nombre del mercado, lo que ha resultado es el autoconsumo. Vale destacar que

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estudiamos una zona acotada a los valles cordilleranos y zona de estepa de la provincia de Río

Negro, con dos centros, la localidad de El Bolsón y la localidad de Comallo (Ver mapa 1)

Uno de los aspectos a resaltar es que, a pesar del supuesto y la tradición de la producción

lanera, la mayoría de los/as entrevistados/as no son productores de lana y no toda la lana va al

mercado

46%54%

Productores generales de lana

producen lana

no producen lana

9%

36%55%

Destino de la producción de lana

LanaATM

Lana AM

Lana M

De hecho, el destino de las producciones es particularmente interesante

17%

25%

17%

42%

Destino de la carne de oveja/capón/chivo

Carne oveja M

Carne oveja AM

Carne oveja ATM

Carne oveja A

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8

43%

43%

14%

Destino de la carne de vaca/ternero/novillo

Carne vaca A

Carne Vaca AM

Carne Vaca M

93%

7%

Destino de la carne de las aves de corral

Carne aves de corral A

Carne aves de corral AM

72%

28%

Destino de la producción de huevos

Huevos A

Huevos AM

25%

63%

13%

Destino de la producción de cuero

Cuero A

Cuero M

Cuero AM

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38%

63%

Destino de las pasturas

Pasturas AM

Pasturas A

46%

4%25%

24%

Destino de la producción de verduras

Verduras A

Verduras M

Verduras AM

Verduras ATM

87%

9%4%

Destino de la producción de fruta de árboles

Fruta árboles A

Fruta árboles ATM

Fruta árboles AT

53%

5%21%5%

16%

Destino de la producción de fruta fina

Fruta fina A

Fruta fina AT

Fruta fina ATM

Fruta fina M

Fruta fina AM

Así, el autoconsumo se instala como destino mayoritario, en una mirada que apela al

reconocimiento de la red vinculada a la iniciativa productiva antes que al trabajo individual.

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Nuestra indagación partía de ese supuesto, antes que preguntar por la iniciativa individual,

preguntamos por las vinculaciones. Entendemos que la “red doméstico-productiva” es la que

mejor comprende las formas de reproducción/producción social, y que al mismo tiempo

aporta elementos para entender otros fenómenos, como la pluriactividad de la unidad

doméstica, el apoyo social requerido para las distintas labores, así como la indagación de

cómo las dinámicas vecinales y comunitarias se relacionan con las políticas públicas de

desarrollo rural bajo el giro “asociativista”. Consecuentemente, dicho concepto condensa la

crítica al pensamiento liberal y habilita el reconocimiento de otras racionalidades o miradas de

mundo, alejadas de los modelos empresariales, y más cercanos a los estudios de medios de

vida, que es donde nos instalamos.

La base de la solidaridad y la trascendencia de estos emprendimientos se reconocen en su

dimensión:

Promedio de integrantes de red socioproductiva Bolsón y alrededores 18Comallo y alrededores 11,2

Promedio de personas que aportan trabajo a la Unidad

Productiva Bolsón y alrededores 11,6 0.64%Comallo y alrededores 6,8 0.61%

El trabajo productivo se sostiene por poco más del 60% de los integrantes de la red, lo cual

permite inferir un número de consumidores mayor, caracterizado como hijos que estudian,

familiares que se mudaron y que vienen de visita o similares. Pero sea cual fuere la referencia,

la mención a la entrega de alimentos con este dinamismo es permanente, lo cual ubica a estos

centros productivos en sitios estratégicos en la supervivencia y calidad de vida de un gran

número de habitantes en la región.

Es interesante como el excedente se ubica en el sitio del mercado, pero siempre cuidando a la

red y sus intereses por sobre la comercialización. De hecho la llegada al mercado es muy

problemática, generando una fuerte asociatividad ligada a incrementar esto.

Esta asociatividad nos permitió reconocer dinamismos particulares al interior del propio

espacio que nos ocupa.

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86,7%53,8%46,2%

90,0%77,8%22,2%

Ventas asociativas por lugar y género

Bolsón y alrededores Comallo y alrededores

Compras asociativas por lugar y por género

Total Femenino Masculino0

0,5

10,87

0,35

0,65

0,6

0,85

0,15

Compra Bolson Compra Comallo

La marca del género es mucho más marcada en la zona de Comallo, asentada en una fuerte

organización que descansa, centralmente, en manos femeninas.

A grandes trazos, a partir de los datos mencionados y tomando las referencias a la historia que

tomamos de los talleres de memoria que acompañaron esta iniciativa (Núñez, 2014), podemos

considerar los siguientes elementos:

La historia evidencia, en primer lugar, una tradición muy larga de producción. Esto se condice

con el detalle de las producciones de las encuestas, que muestran una muy amplia variedad de

productos, tanto en las actividades ganaderas como frutícolas u hortícolas.

La historia institucional, por otro lado, ignora sistemáticamente esta variedad. La intervención

de la esfera provincial es llamativa en este sentido. Los años constitutivos del orden provincial

(décadas del ’60 y ’70) se destacan por institucionalizar una débil atención del espacio de la

estepa, que se va a repetir en su historia posterior bajo la premisa de la escasa importancia

para la provincia de las actividades en esta región. La zona andina, por motivos diferentes, se

ve afectada por la misma desatención, dado que se considera que el desarrollo de Bariloche ya

está logrado por la importancia adquirida por la actividad turística (GPRN 1960; 1963; 1973).

La integración de la zona en entramado provincial se evidencia como débil y subsidiario, lo

cual parece reproducirse hasta la actualidad. Ello, sin embargo, no llega a opacar el valor de lo

producido o la capacidad de asociatividad presente. Lo asociativo parece responder a la falta

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de “gobernanza” (Kooiman, 2004) en la región. Así, la mirada sobre las dinámicas del sector

habla, en definitiva, de la intervención estatal desde sus márgenes.

Yendo a los resultados, uno de los aspectos a destacar es el peso de las migraciones en las

lógicas asociativas, pues en la zona de Comallo las redes productivas parecen centrarse en las

familias, mientras que en la zona de El Bolsón, agrupan mayormente a comunidades de

vecinos. En lo productivo, los datos muestran una producción mucho más variada por todo el

espacio, donde las referencias a lo ovino acentúan la crisis actual de la actividad, que en

algunos casos se evalúa como insostenible.

Llama la atención la falta de articulación entre la demanda por la producción animal y la

producción de pasturas. De hecho, que la mayoría de las pasturas se destinen al autoconsumo

habla de la falta de integración general del sistema productivo en la región. Asimismo, los

límites para la comercialización de carne, asociados a que la carne también se destina en su

mayoría al autoconsumo, pone de nuevo sobre el tapete falencias sobre la red comercial de la

producción. Es interesante que esto no se remita tanto a los/as productores/as, que con

iniciativas personales avanzan sobre el máximo de sus capacidades en este punto, sino al

correspondiente acompañamiento estatal como las limitaciones de las barreras fitosanitarias,

que operan como restricciones en la comercialización regional.

Vale mencionar que la producción cárnica fue uno de los pocos puntos sobre los que se buscó

avanzar durante el gobierno de 1974 a 1976 en la provincia (López, 2014), sin embargo la

debilidad estructural de la producción, sometida a fuertes impactos ambientales, la existencia

de mercados concentradores en los principales centros urbanos que no tuvieron lugar para la

producción local, el desmantelamiento de los mercados locales, y la falta de infraestructura en

cuanto a caminos o mataderos (los que eran municipales fueron cerrados) entre otras cosas,

además de la creciente desertificación, operaron en contra de una integración que, a escala

doméstica, se muestra como central como elemento de subsistencia.

Esta dinámica de subsistencia no se circunscribe al espacio de la producción, sino que

involucra a una amplia red de personas que consume esos productos en forma permanente y

que habita en los espacios urbanos de la región. Estos ámbitos de producción se describen, de

hecho, como fundamentales en los contextos de crisis económica o inflación. De allí que

pueda inferirse que la dinámica productiva de la zona está asociada al fortalecimiento general

del desarrollo social, pues su incidencia trasciende largamente el espacio meramente

productivo.

Posiblemente, una de las causas de su invisibilidad sea su sitio de relevancia en el ámbito de

lo reproductivo. Así, lo productivo que no se termina de acompañar, esto es, la ganadería

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ovina, aparece como un peso por su constante imposibilidad de sostenimiento, incidiendo

finalmente más en el autoconsumo que en su supuesto destino de mercado.

Dentro de las actividades ganaderas, el comercio del cuero es la única que se reconoce con un

alto peso en el mercado. Sin embargo, la lana, la carne, y mucho más la leche y sus derivados,

así como los huevos o la miel, se instalan en la amplia base que fundamenta al autoconsumo

como eje del sentido de la actividad, aunque con experiencias exitosas en aproximaciones de

los excedentes al mercado.

La amplia red de iniciativas que descansa en el intercambio informal con vecinos permite

inferir lo mismo. La producción que se logra es de alto interés, pero no hay una articulación

que haya llevado a un vínculo con un sistema de comercialización que trascienda lo

doméstico y se mantenga en el tiempo, con la excepción de los productos animales, para los

cuales se ha instalado una enorme estructura de acompañamiento (como el INTA, el Ente para

el Desarrollo de la Línea y la Región Sur, o llegadas recurrentes de diferentes organismos

nacionales y provinciales), que igualmente no han terminado de instalar una dinámica que

asegure la producción y la comercialización.

Si pensamos que la producción se asienta en una estructura productiva, igualmente o incluso

más amplia y compleja, que involucra un numeroso intercambio permanente, y que es

invisible, las trabas que recurrentemente encuentran las agencias que promocionan sólo uno

de los aspectos de la producción en la zona pueden entenderse desde otra perspectiva.

Esto lleva a abandonar los supuestos de debilidad y dependencia que, hasta la fecha, han

impedido el reconocimiento de la complejidad regional. Las prácticas de subsistencia, por otra

parte, muestran la riqueza y potencial de una mirada integral del espacio, así como de la

necesidad en reparar en los dinamismos sociales de la producción antes que en el mercado

como actor excluyente de los análisis a llevar adelante.

El género como clave de reflexión

Uno de los puntos que nos trae a esta reunión es el lugar del género en diálogo con la

construcción de ciudadanía. En la región de Comallo las organizaciones femeninas se

destacan como promotoras de la acción. Las agrupaciones se reúnen como mujeres, y desde

su reivindicación de género se fundamentan las iniciativas. Es interesante porque, en tanto

organizaciones productivas (Mercado de la Estepa, Nehuenche, Coop. Amulein Com) no son

exclusivamente femeninas, aunque en la práctica algunas de ellas agrupen a un conjunto con

un 90% de población femenina.

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Hay una diferenciación de géneros, un empoderamiento femenino, que comienza a inferirse

de las sucesivas reuniones que se convocan en el espacio. Al llamar la atención sobre la

ausencia de varones, las reflexiones han apelado a valoraciones como

“Es que los hombres no sirven”, o “Son cómodos”, o algunas vivencias que remiten a

situaciones que se presentan como denuncia. “Yo me levanto dos horas antes, preparo el

fuego, los mates, y después se levanta él, con todo listo. Pero cuando salimos a trabajar, el

esfuerzo es el mismo.”

Este relato se repite, las referencias al peso de lo reproductivo en contextos agrestes, es

enorme. Esta particular respuesta asociativa femenina no es tan marcada en la zona aledaña a

Bolsón, ni tampoco en las organizaciones concentradas en Bariloche. Si bien en toda el área

se repite el desafío de transformar lo reproductivo en productivo, es en el valle del arroyo

Comallo donde esto adquiere un claro empoderamiento por parte de las mujeres. Las alianzas

y los sentidos se inscriben en estos términos.

Uno de los aspectos que nos llamó la atención, más allá de los resultados cuantitativos, fue la

mirada pesimista de los varones, en contraste con el optimismo de las mujeres. Los varones

marcaban la imposibilidad de seguir con el lanar, atados a la cría de ovinos y a la venta de

vellones como única actividad rentable.

Las mujeres, por el contrario, mostraban sus gallinas y huertos, sus artesanías, y rescataban

sus logros, experimentaban con cultivos, con semillas, vendían el excedente y resaltaban las

mejoras en la calidad de vida. En la transformación en la tierra referenciaban la

transformación en la propia vida y la mirada de optimismo en el futuro.

Esta idea de cambio de vida, e incluso de calidad de vida, se presenta en las entrevistas en la

zona de Bolsón, ancladas en procesos productivos más recientes, donde la dinámica familiar

se justifica desde un cambio de vida que tuvo que ver con la mudanza al lugar. De allí que las

redes solidarias que se establecen, presentadas como redes de vecinos, no evidencien lo

femenino como base de una organización a considerar, aunque sí lo reproductivo

transformado en productivo. Desde aquí podemos retomar la idea del género como metáfora

del espacio.

Mellor (2002), en una reflexión sobre el trabajo femenino, caracteriza una valoración muy

sugerente para el caso que nos ocupa. Ella distingue que las actividades femeninas se

caracterizan en que se desarrollan en un espacio limitado (el doméstico), en un tiempo sin

límites (día y noche, sin feriados o vacaciones) y con un carácter no rentado y altruista.

Algunos elementos de esta caracterización pueden asociarse a las tareas indagadas. El

objetivo de esta iniciativa no es meramente comercial, sino que se proyecta en un bien común

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que trasciende el propio interés de quien lo realiza. La felicidad del agente de ese trabajo se

resuelve en la felicidad del grupo.

Cuando observamos el sentido de la actividad productiva en la región, el peso del

autoconsumo y la red de solidaridades asociada, podemos pensar en una asimilación del

sentido de la misma en el valor de lo femenino. Este origen, doméstico, personal, con una alta

valoración en prácticas ancestrales, se encuentra en la referencia de muchas de las mujeres de

Comallo y alrededores que justifican desde aquí su esfuerzo a agruparse.

Lo social resulta constitutivo de la práctica económica. Ahora bien, así como el género no es

fijo (Butler, 2007), el trabajo feminizado tampoco se fija en los estereotipos supuestos por los

determinantes del disciplinamiento social. Y esto es un poco lo que encontramos en las

experiencias que recorremos.

Partiendo de la aceptación de esta mirada inicial, reconociendo la desigualdad en la situación

de intercambio recurrente en las memorias locales, donde lo productivo quedaba reducido a

las actividades domésticas, el desafío que se presenta como parte de los objetivos de las

organizaciones es de la apropiación de nuevas formas y bocas de venta e intercambio que

hagan sustentable las actividades como se llevan adelante.

Las ventas en forma asociativa reúnen casi el 90% de los/as productores/as, evidenciando la

importancia de esta estructuración en la producción. Sin embargo, esto no necesariamente

significa que se esté trascendiendo el carácter feminizado, en sentido de subordinado o

invisibilizado de la actividad, pues la valoración de las actividades mediada por el Estado, es

aún un tema pendiente (Núñez y Conti, 2012).

El peso puesto en el autoconsumo podría relacionarse al sitio estructural que la política

provincial regional define para estas actividades. Así, lo femenino o feminizado adquiere otra

complejidad, pues podría asociarse a la invisibilización de iniciativas que quedan

“entrampadas” en lo doméstico por sobre lo comercial, incidiendo, por un lado, en el

fortalecimiento de lazos asociativos que vinculan la reproducción en escala social a lo

productivo, pero limitado en cuanto al acceso al mercado, en parte porque el excedente, antes

que asegurar la permanencia en la oferta, se dirige al sostenimiento de una amplia red social.

Incluso la resiliencia de esta estructura frente a las catástrofes puede relacionarse con este

carácter.

Desde esta perspectiva, y con la particular incidencia del Estado en el reconocimiento de la

zona y de las actividades, podemos pensar que la geografía establecida como destino instala la

feminización de lo productivo en el espacio. Así, el valor de lo tradicional queda también

ubicado en el sitio de lo reproductivo, donde también se pueden vincular apelaciones a la

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biodiversidad o al reconocimiento del entorno en claves que trasciendan el instrumentalismo.

Desde aquí podemos ubicar a la dinámica de la desigualdad, como carácter de la gobernanza

zonal, en clave paternalista.

Volviendo a la caracterización de Mellor, el trabajo masculino tiene un espacio ilimitado (el

público), un tiempo limitado y es rentado. Nada de esto se termina de encontrar con claridad

en las experiencias rurales, donde el trabajo, de alguna forma, nunca se termina. En este

escenario, los agentes buscan sacar la producción doméstica hacia la comercialización, pero la

pluralidad de sentidos en los que arraigan estas iniciativas da cuenta, por una parte, que el

espacio se ha extendido pero los tiempos continúan siendo ilimitados, como problema a

resolver, y que los elementos de altruismo pesan en un discurso que no resultan ajeno a la

rentabilidad.

¿Dónde queda lo urbano en esta reflexión? En la necesidad de repensar los espacios en base a

categorías que se suponen excluyentes. En el área que nos ocupa, los centros poblados

necesitan pensarse como espacios de encuentro entre lo rural y lo urbano. Lo urbano no puede

entenderse como separado de lo rural, sino como inscripto en lo rural.

Los estudios sobre la ruralidad introducen algunos elementos a considerar en el análisis que

nos proponemos. Siguiendo a Canales (2005) la ruralidad hoy es un proceso, una dinámica,

un movimiento, más que una estructura. Las ideas de lo rural como fijo y lo urbano como

cambio no pueden sostenerse.

“… en el campo pasan hoy demasiadas cosas para las que se carece de

nombres o interpretaciones. Hay suficiente nueva sociedad o nueva realidad

rural como para tener que cobijarse simbólicamente en las tradiciones

perdidas. Por lo demás, la memoria de aquellas tradiciones es también, en

parte, la de un orden oprobioso y explotador.” (Canale, 2005: 35)

Las reflexiones de Canales, así como de otros investigadores de la ruralidad, apelan a los

cambios introducidos por una agricultura de commodities dirigido desde un mercado global.

En el caso que nos ocupa, las tensiones son diferentes, aunque igualmente se inscriben en un

escenario de cambios. Las nuevas tecnologías de la comunicación efectivamente están

incidiendo en la autovaloración, y el debate no se establece con grupos sojeros sino con

intereses mineros que igualmente se fundamentan en el argumento del mercado como valor.

El argumento dice que los/as habitantes históricos no han sabido/podido sacar de la tierra

suficiente rentabilidad, lo mejor que pueden hacer es dejarla en otras manos.

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El paternalismo más autoritario se desprende de una valoración sesgada del espacio, y se basa

en mantener invisibles las potencialidades y capacidades presentes en el espacio. Las

poblaciones urbanas corren la misma suerte, y en este punto, la evidencia de la construcción

de la diferencia en lo rural de la zona de estepa permite abrir puertas a la construcción de

diferencias en general.

Reflexiones finales

Lo femenino, en los casos de invisibilización que referimos, no se sitúan tanto en los cuerpos

sexuados, sino que el género se proyecta en las iniciativa productivas. Son las actividades

originadas en lo doméstico, las que se reconocen, desde las esferas estatales y desde las

mediaciones que intervienen en la construcción de ciudadanía, como con el acento puesto en

lo reproductivo.

Esto se tensiona con el reconocimiento de los propios agentes. Más aún cuando la

reivindicación de la actividad se cruza y fundamenta en reivindicaciones de género.

Los/as productores/as reconocen el potencial del acercamiento al mercado. De hecho, las

mejoras parecen instalarse en la calidad de vida, sobre ello se plantea una práctica comercial

más junta y una confianza en el potencial del cambio. Incluso en las organizaciones donde las

mujeres son y se reconocen como mayoría, donde hay procesos de empoderamiento en

términos de género, la red social es el principal argumento de acción y eso se traslada a

prácticas organizativas comunitarias que trascienden el género.

Pero esto no se traslada a políticas públicas. El consumo interno en la región, a pesar de ser

una demanda que se presenta hasta como limitante de subsistencia, no termina de encontrar

respuesta en las esferas estatales. Esta dimensión de la producción permanece invisible, aún

cuando es red de las sucesivas emergencias y contiene a un alto porcentaje de la población de

centros poblados.

La falta de atención es una decisión política, que se construyó en la historia, que se ocultó con

esencialismos, con claras conexiones al ocultamiento de poblaciones subalternas. En este

punto, al menos en el territorio sobre el que trabajamos, la posibilidad de vivir juntos en

lógicas más equitativas puede llevar a repensar lo rural, lo productivo y el género como

variables asociadas.

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