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49 Jorge miño nació en 1973 en Corrientes, pero se crió en Buenos Aires; vive y trabaja en San Telmo. Egresó de Bellas Artes en 1990 y realizó numerosos talleres de fotografía y plástica desde entonces. Ese año también comenzó a asistir a Guillermo Kuitca, con quien sigue trabajando. En 2003 concibe su primer ensayo fotográfico: Mecanismos, al que le siguieron varios (www. jorgeminio.com), siempre singular y agudamente atentos al entorno construido. MáQUINAS DE MIRAR Mecanismos, el primer ensayo fotográfico que encaró Jorge Miño en 2003, impulsado por Alberto Goldenstein, recorre una manzana del barrio de San Telmo a través de máquinas y oficios para el buen vivir Jorge Miño tiene una mirada ultrasónica. Esto querría decir que la carga cultural con que rescata objetos y situaciones para darles la luz y el espacio que merecen, es capaz de golpear el verdadero centro de esas cosas para revelar luego sus interiores, como hace el ultrasonido a través de las ecografías. Su objetivo no apunta al core en tanto es- queleto pero sí como corazón, poniendo así en evidencia (y en valor) la esencia de las cosas que nos asisten cotidianamente. Y esto sucede tanto con una máquina y una herramienta como con un oficio o un determinado paisaje artificial, sin que el autor se deje tentar por la nostalgia o los destellos del vintage. Es una mirada atenta y realista la de Miño, constructiva, que revela afinidad con aquello que hubiera ejercido de no haberse topado de muy jovencito con el arte: diseño industrial, ya que a la arquitectura la había descartado por rebelión contra la matriz pater- na. Aunque ésta, una y otra vez, aparece en la naturalidad con que Miño crea espacios opor- tunos para sus objetos fotográficos. O con la sensibilidad con que detecta el vínculo entre la gente y los lugares que habita en comunidad. Así, más importante que la operación del rescate de cosas -tan central como la capaci- dad de captarles un ambiente acorde sólo a fuerza del manejo de la luz y, a veces, de bue- na mano digital-, es la temática que subyace a casi todos sus ensayos fotográficos. En las fotos de Miño no hay ni una sola persona, pero jamás podrían verse como imá- genes desoladas. Por el contrario, se revelan en ellas la convivencia, los usos, la actividad productiva, lo construido. Ni siquiera se per- cibe el silencio de lo que usamos entre todos cuando no está funcionando. El ensayo que ilustra estas páginas tuvo como primer objeto capturado a una máquina de cortar fiambre. Exultante en su vaivén de- tenido de acero inoxidable, posar la atención en ella le produjo una suerte de adicción: “Son como monstruos que no miramos, con diseños morfológicos, aparatosos. Por sí solos, sin alguien que los opere, no valen nada. Y ahí están, únicamente para servir al ser humano. La serie terminó siendo como de retratos, has- ta pensé en ponerles marcos dorados”, se ríe. Dice que le gusta “prestarle atención a las instancias que le dan bienestar a la gente, mirar eso que no vemos del entorno inmedia- to”. Justamente su última muestra, en Lima, se llama Precisa indiferencia. Es que, a través de distintos temas, la continuidad de su búsque- da está hilvanada por un abordaje honesto a la cultura material. carolina muzi

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Jorge Miño

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Jorge miño nació en 1973 en Corrientes, pero se crió en Buenos Aires; vive y trabaja en San Telmo. Egresó de Bellas Artes en 1990 y realizó numerosos talleres de fotografía y plástica desde entonces. Ese año también comenzó a asistir a Guillermo Kuitca, con quien sigue trabajando. En 2003 concibe su primer ensayo fotográfico: Mecanismos, al que le siguieron varios (www. jorgeminio.com), siempre singular y agudamente atentos al entorno construido.

máquinas de mirar

Mecanismos, el primer ensayo fotográfico que encaró Jorge Miño en 2003, impulsado por Alberto Goldenstein, recorre una manzana del barrio de San Telmo a través de máquinas y oficios para el buen vivir

Jorge miño tiene una mirada ultrasónica. Esto querría decir que la carga cultural con que rescata objetos y situaciones para darles la luz y el espacio que merecen, es capaz de golpear el verdadero centro de esas cosas para revelar luego sus interiores, como hace el ultrasonido a través de las ecografías.

Su objetivo no apunta al core en tanto es-queleto pero sí como corazón, poniendo así en evidencia (y en valor) la esencia de las cosas que nos asisten cotidianamente. Y esto sucede tanto con una máquina y una herramienta como con un oficio o un determinado paisaje artificial, sin que el autor se deje tentar por la nostalgia o los destellos del vintage.

Es una mirada atenta y realista la de miño, constructiva, que revela afinidad con aquello que hubiera ejercido de no haberse topado de muy jovencito con el arte: diseño industrial, ya que a la arquitectura la había

descartado por rebelión contra la matriz pater-na. Aunque ésta, una y otra vez, aparece en la naturalidad con que miño crea espacios opor-tunos para sus objetos fotográficos. o con la sensibilidad con que detecta el vínculo entre la gente y los lugares que habita en comunidad.

Así, más importante que la operación del rescate de cosas -tan central como la capaci-dad de captarles un ambiente acorde sólo a fuerza del manejo de la luz y, a veces, de bue-na mano digital-, es la temática que subyace a casi todos sus ensayos fotográficos.

En las fotos de miño no hay ni una sola persona, pero jamás podrían verse como imá-genes desoladas. Por el contrario, se revelan en ellas la convivencia, los usos, la actividad productiva, lo construido. Ni siquiera se per-cibe el silencio de lo que usamos entre todos cuando no está funcionando.

El ensayo que ilustra estas páginas tuvo como primer objeto capturado a una máquina de cortar fiambre. Exultante en su vaivén de-tenido de acero inoxidable, posar la atención en ella le produjo una suerte de adicción: “Son como monstruos que no miramos, con diseños morfológicos, aparatosos. Por sí solos, sin alguien que los opere, no valen nada. Y ahí están, únicamente para servir al ser humano. La serie terminó siendo como de retratos, has-ta pensé en ponerles marcos dorados”, se ríe.

Dice que le gusta “prestarle atención a las instancias que le dan bienestar a la gente, mirar eso que no vemos del entorno inmedia-to”. Justamente su última muestra, en Lima, se llama Precisa indiferencia. Es que, a través de distintos temas, la continuidad de su búsque-da está hilvanada por un abordaje honesto a la cultura material. carolina muzi

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