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ESPECIAL BICENTENARIO SUMARIO OPINIÓN ................................. 2 INFORMACIÓN ....................... 4 ANÁLISIS ................................ 5 GESTIÓN DEL DESPACHO...... 11 CRÓNICA DE TRIBUNALES .... 12 CRÓNICA LEGISLATIVA ......... 14 TELARAÑA ............................ 15 LA CONTRA ........................... 16 Jueves,22demarzode2012,AñoXXI,número839 Director:Javier Moscoso del Prado DirectorAdjunto:Iker Roldán Aguirre Y además... Filtraciones, ¡unasolución quiero! ¡VIVA LA PEPA! Constitución de Cádiz de 1812 porEduardo de Urbano Lapacienciadelos juecesdebetenerun límite PÁGINA 2 PÁGINA 3 porAntonio Salas Carceller Losderechosciviles LaorganizacióndelaJusticia Elsistemaelectoral Elámbitoterritorial InfluenciaenLatinoamérica ¿Siguesiendounaadelantada? PÁGINAS 5 Y 10

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ESPECIAL BICENTENARIO

SUMARIO

�� OPINIÓN ................................. 2

�� INFORMACIÓN ....................... 4

�� ANÁLISIS ................................ 5

�� GESTIÓN DEL DESPACHO ...... 11

�� CRÓNICA DE TRIBUNALES ....12

�� CRÓNICA LEGISLATIVA .........14

�� TELARAÑA ............................15

�� LA CONTRA ...........................16

Jueves,�22�de�marzo�de�2012,�Año�XXI,�número�839

PÁGINA 1

Director:�Javier Moscoso del PradoDirector�Adjunto:�Iker Roldán Aguirre

Y además...

Filtraciones,�¡una�solución�quiero!

¡VIVA LA PEPA!

Constitución de Cádiz de 1812

por�Eduardo de Urbano

La�paciencia�de�los�jueces�debe�tener�un�límite

PÁGINA 2 PÁGINA 3

por�Antonio Salas Carceller

Los�derechos�civiles

La�organización�de�la�Justicia

El�sistema�electoral

El�ámbito�territorial

Influencia�en�Latinoamérica

¿Sigue�siendo�una�adelantada?

PÁGINAS 5 Y 10

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2  | OPINIÓN  Actualidad�Jurídica�Aranzadi,�núm.�83922 de marzo de 2012

OPINIÓNSoluciones�a�las�filtraciones�sumariales

EDUARDODE URBANOCASTRILLO

Magistrado Gabinete Técnico Tribunal Supremo

Las� filtraciones� de� los� sumarios�se� han� convertido� en� algo� coti-diano� y,� al� parecer,� inevitable.�

En�su�favor,�se�dice,�que�son�una�con-secuencia� de� la� libertad� de� informa-ción�y�que�aportan�luz�sobre�asuntos�de�interés�público.

Pero� al� mismo� tiempo,� es� obvio,�que� originan� «juicios� paralelos»,� sin�garantías,� con� afectación� de� los� de-rechos� de� intimidad,� honor� y� buena�fama,� y� generan� una� condena� anti-cipada,� con� «linchamiento»� como�modalidad� de� ejecución� de� la� pena�(de�muerte�civil,�en�estos�casos),�olvi-dando�el�derecho��de�defensa�y�el�de�presunción� de� inocencia� que� corres-ponde� a� todo� ciudadano� hasta� que,�en� su� caso,� sea� condenado� en� sen-tencia�firme,�obtenida�en�un�proceso�con� todas� las� garantías� y� en� base� a�pruebas�lícitas�,�de�cargo.

Para�darnos,�siquiera,�una� ligera�idea�de�la�gravedad�que�ha�alcanza-do�la�cuestión,�pensemos�en�algunos�casos� «juzgados»� en� los� medios� de�comunicación,� contrastándolos,� lue-go,�con�los�resultados�judiciales:�así,�

el� Caso Arny que� puso� en� la� picota�a�personajes�del�espectáculo,�acabó�en�absolución;�Caso Diego Pastrana,�ciudadano� canario� presentado� en�los� medios� de� comunicación,� como�asesino� y� violador� de� una� niña� de��3� años,hija� de� su� compañera� senti-mental,� hasta� que� la� autopsia� des-cartó�la�existencia�de�una��agresión�sexual� y� todo� indicio� de� agresión,�inclinándose�por�la�muerte�acciden-tal,�fruto�de�una��caída�de�un�colum-pio;� Caso Marta Domínguez, � que�llevó� a� nuestra� internacional� atleta�a� ser� acusada� de� � formar� parte� de�una�red�dedicada�a�la�venta�y�sumi-nistro� de� sustancias� dopantes,� así�como�de�defraudadora�fiscal,�cargos�que� posteriormente� fueron� retira-dos,� decretándose� el� sobreseimien-to� y� archivo� de� las� actuaciones� � en�su�contra;�y�,�por�no�hacer�más�largo�este� recordatorio,� Caso Camps,� que�le� costó� el� cargo� de� � Presidente� de�la�Generalidad�valenciana�y�le�sitúa�en� un� incierto� futuro� político,� a� pe-sar�de�su�reciente�absolución�por�un�jurado�popular.

Sobre� esta� situación� gravitan�dos� cuestiones� clave:� una� forma� de�informar�cuestionable�y�una�regula-ción� legal� insuficiente.� La� primera,�afecta� a� los� medios� de� información�y�a�un�modo�equivocado,�en�nuestra�opinión,�de�ejercer�el�periodismo�ju-rídico� y� de� tribunales.� La� segunda,��porque�sólo�se�sanciona�penalmen-te� la� revelación� de� las� actuaciones�declaradas� secretas� pero� no� se� tu-tela� contundentemente� la� reserva�del�sumario,�que�el�art.�301�LECrim,�

considera� secreto� «hasta� que� se�abra�el�juicio�oral».

Defendemos� una� libertad� de�expresión� hasta� el� máximo� posible,�incluyendo� nuestra� admiración� por�el� denominado� «periodismo� de� in-vestigación»� que� tanto� aporta� y� ha�aportado� a� la� salud� democrática� y�social� de� este� país.� Pero� los� dere-chos�tienen�sus�límites�y�la�informa-ción� judicial� sus� tiempos.� Informar�con�respeto�de�los�primeros�momen-tos� de� un� caso� y� con� plena� libertad�en�el�juicio�y�al�recoger�la�sentencia.�Pero� la� instrucción� sumarial� es� el�tiempo� de� los� juristas� y� debe� sal-vaguardarse� � el� derecho� al� debido�«proceso�justo».�

En� fase� sumarial,� entendemos,�deben� ser� los� Gabinetes� de� los� TSJ�quienes� han� de� proporcionar� la� in-formación� que� pueda� considerarse�relevante,� especialmente� en� los� ca-sos�de�atención�mediática,�y�ello�con�la�debida�ponderación.

En� cuanto� a� soluciones� legales,�ahora� que� se� habla� de� regenerar� la�Justicia,� con� reformas� o� nuevas� le-yes,� esta� cuestión� podría� encararse�con� alguna� de� las� siguientes� me-didas� –o,� tal� vez,� � con� todas� ellas�combinadas–:�autorizar�al�Juez�para�prohibir� � la� información� en� un� caso�concreto,� que� se� encuentre� en� fase�sumarial;�fijar�un�plazo�general,��du-rante�el�cual�no�quepa�informar�so-bre�un�asunto�sub iudice o�tipificar�el�delito� de� filtración� sumarial,� como�sucede�en�Italia�o�Alemania.,��

Así,�en�Italia�se�sanciona�con�un�año�de�prisión,�la�–revelación�de�se-

cretos� inherentes� a� un� proceso� pe-nal–� (art.� 379� bis� CP� italiano),� por�parte� de� quienes� participan� en� él.�Y� en� Alemania,� el� parágrafo� 353� d�StGB�impone�pena�de�un�año�de�pri-sión� o� multa� al� que� revelare� públi-camente,� el� contenido� del� sumario�en�curso,�de�forma�íntegra�o�parcial�antes� de� la� celebración� del� juicio� o�de�que�concluya�el�procedimiento.�

A�esta�posibilidad,�se�suma�la�re-gulación�en�Gran�Bretaña�de� la� �Con-tempt of Court Act�de�1981,��que�afirma�se� incurre� en� contempt (desacato),�entre� otros� casos,� cuando� se� publi-ca�que�el�acusado�ha�confesado�los�hechos� que� se� le� imputaban� y� se�realizan�juicios�paralelos,�en�medios�de� comunicación,� conteniendo� ma-nifestaciones� vejatorias� en� su� con-tra.� Tanto� en� este� caso,� añadimos�nosotros,� como� cuando� el� acusado�o� algún� pariente,� amigo� o� conoci-do� suyo,� acude� a� los� medios� para�justificar� los� hechos� y� zaherir� a� la�víctima,� deberían� existir� medidas�legales� previas� que� lo� prohibieran,�bajo� amenaza� de� multa� a� imponer�por�el�propio�Juez�del�caso,�amén�de�confiscar� las� cantidades� cobradas�por� la� participación� en� semejantes�«circos�mediáticos».

Por� ello,� si� queremos� trabajar�por� una� Justicia� seria� y� que� genere�confianza� social,� además� de� leyes�y� presupuestos,� debemos� incidir� en�los� comportamientos� de� quienes� se�relacionan�con�ella,�porque�al�final,�todas� las� cosas� que� valen� la� pena� ,�dependen�de�personas�que�se�com-portan�adecuadamente.

Los�derechos�tienen�sus�límites�y�la�información�judicial�sus�tiempos

Director: Javier�Moscoso�del�Prado. Director adjunto: Iker�Roldán�Aguirre. Coordinación contenidos: Carmen�Alemán�Ezcaray�y�Mercedes�García�Quintas. Redacción y diseño: Thomson�Reuters�Aranzadi. Publicidad:�Irene�Martín�Cabe-zas.�Imprime: Rodona�Industria�Gráfica�S.L.�Editorial�Aranzadi�S.A.,�Camino�de�Galar,�núm.�15,�31190-Cizur�Menor�(Navarra),�Tel.:�902�444�144.�Depósito Legal:�NA-85-1995�–�ISSN�1132-0257.�Contacto:�[email protected]. Difusión�controlada�por

La�paciencia�de�los�juecesANTONIOSALASCARCELLER

Magistrado del Tribunal Supremo

E n�los�albores�del�S.�III�escribió�Tertuliano�su�tratado�«De�Pa-tientia»,� en� el� que� defiende�

que�la�paciencia�enseña�a�sufrir� las�injurias� y� conforta� al� injuriado� por-que�«el�fruto�del�que�ofende�está�en�el�dolor�del�ofendido;�luego�si�no�tu-vieres�dolor�de�la�injuria�desvaneces�su�deseo,�y�es�fuerza�que�le�tenga�el�agresor,� porque� sentirá� ver� frustra-da�y�desfrutada�su intención».

Esta� paciencia� es� propia� de� los�jueces� que� tantas� veces� son� vitupe-rados� con� ocasión� del� desempeño�de� su� profesión� por� personas� que�únicamente� atienden� al� resultado�de� las� resoluciones� poniéndolas� en�relación�con�sus�propias�opiniones�e�intereses,�sin�que�–lógicamente–�se�hayan� tomado� la� molestia� de� leer-las,� al� menos� para� saber� lo� que� en�realidad�dicen.�Es�más�cómodo�reac-cionar� con� verborrea,� alentados� por�otros� sujetos� que� incluso� desempe-ñan,� o� han� desempeñado,� posición�relevante�en�la�vida�pública;�los�que�desde� luego� tampoco� han� leído� las�resoluciones� y,� si� lo� han� hecho,� ha�sido�con�ojos�de�acusada�e�interesa-da�parcialidad.

Así,�la�ignorancia�–unida�o�no�a�la� mala� intención–� sigue� siendo� la�madre�de�todos�males�y,�no�en�vano,�decía�Voltaire�que�«la� idiotez�es�un�enfermedad�extraordinaria,�no�es�el�enfermo� el� que� sufre� por� ella,� sino�los�demás».

Quien� considere� que� siete� ma-gistrados� coinciden� en� la� satisfac-ción� de� condenar� a� un� juez� capri-chosamente� y� que,� además,� tienen�preconstituida� la� sentencia� conde-natoria�por�razones�que�están�fuera�de� la� Sala� de� Justicia,� claramente�incurren�en�dichos�vicios.

Es� la� servidumbre� y� la� gran-deza� de� una� profesión.� Cuando� un�ingeniero� o� un� arquitecto� realiza�un� proyecto� no� lo� hace� en� nombre�del�«pueblo»,�aunque�su�actuación�pueda�afectar�a�los�intereses�gene-rales,� y� en� consecuencia� aplica� su�técnica� y� su� arte� para� obtener� una�determinada� finalidad,� sin� que� di-cha�actuación�se�le�cuestione�desde�la�calle.�No�ocurre�eso�con� los� jue-ces.�Es�lógico�ya�que�se�opera�sobre�cuestiones�que,�supuestamente,�es-tán�al�alcance�de�todos.�Cualquiera�puede� opinar� y� todos� tienen� dere-cho�a�vociferar�contra�las�resolucio-nes� judiciales,� porque� «la� justicia�emana� del� pueblo».� Así� es,� según�la� Constitución,� pero� no� para� que�sea�el�«pueblo»�quien�pretenda�ad-ministrarla�sino�porque�tiene�en�su�origen�una�legitimación�democráti-ca.�En�nombre�de�esa�expresión�no�cabe� justificar� que� un� número� de�personas� –por� otra� parte,� muy� li-

mitado–� grite� desaforadamente� a�las� puertas� del� Tribunal� Supremo�pretendiendo� ejercer� una� presión�ilegítima�sobre�los�magistrados�que�han� de� juzgar.� Eso� es� puro� desor-den� y� anarquía.� Pero� no� sólo� eso;�es,� además,� una� actuación� profun-damente� antidemocrática,� por� pa-radójico� que� parezca,� porque� esa�presión�que�se�intenta�ejercer�tiene�por� finalidad� obtener� un� resultado�–determinar� el� sentido� de� una� re-solución–� contrariando� el� interés�general�de�millones�de�personas�de�bien�que�confían�en�la�Justicia�y�tie-nen�derecho�a�que�los�magistrados�que�la�sirven�resuelvan�en�un�clima�de�libertad�intelectual�y�sosiego.

Esto� causa� estupor� y� rechazo� por�parte� de� una� mayoría� de� ciudadanos�que,�desde�luego,�tienen�derecho�y,�ade-más,��merecen�que�los�jueces�–como�así�sucede–�actúen� imparcialmente�y�apli-quen� el� derecho� de� forma� igual� para�todos.

Pero� no� se� detienen� ahí� los� des-propósitos.� Aún� es� más� grave� que,�

bajo�el�amparo�de�la�inmunidad�par-lamentaria,� algún� diputado� se� per-mita� aprovechar� la� comparecencia�del� Presidente� del� Consejo� General�del� Poder� Judicial� ante� la� Comisión�de� Justicia� del� Congreso� para,� abu-sando�de�la�paciencia�del�Presidente�del�Consejo�y�de�la�del�propio�Presi-dente�de�la�Comisión,�apartarse�cla-ra� y� conscientemente� de� la� función�que�le�atribuye�la�Constitución�–que�prometió�cumplir–�para�lanzar�nue-vos� insultos� al� Tribunal� Supremo� y�cuestionar�su�rectitud�al�calificar�de�«barbaridad»�y�de�«escándalo»�una�determinada� sentencia� ante� quien,�por� otra� parte,� ninguna� interven-ción�ha�tenido,�ni�puede�tener,�en�la�misma.

Nosotros,� los� jueces,� siguiendo�el� consejo� de� Tertuliano� seguimos�respetando� a� los� demás,� en� la� «pa-ciente»�seguridad�de�que�la�mayoría�de�los�ciudadanos,�al�margen�de�en-cuestas�predirigidas,�son�partidarios�de� una� justicia� independiente� e� im-parcial.

Los�jueces�son�vituperados�con�ocasión�del�desempeño�de�su�profesión�por�personas�que�únicamente�atienden�al�resultado�de�las�resoluciones�poniéndolas�en�relación�con�sus�propias�opiniones�e�intereses

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OPINIÓN |� 3 Actualidad�Jurídica�Aranzadi,�núm.�83922 de marzo de 2012

OPINIÓN¿Van�a�perder�atractivo�las�garantías�hipotecarias�para�las�entidades�de�crédito?

FRANCISCOPEÑA

Socio de Gómez-Acebo & Pombo

A� partir� de� las� medidas� previstas� sobre�provisiones� y� necesidades� de� capital� adicio-nal�principal�introducidas�por�el�Real�Decreto�Ley 2/2012�de�Saneamiento�del�Sector�Finan-ciero,�ésta�es�una�pregunta�legítima�porque�la�respuesta�es,�al�menos,�discutible.

Una� entidad� financiera� debe� hoy� pensar�previamente�y�valorar� las�opciones�que�tiene�de� recuperar� los�créditos�de�un�promotor� in-mobiliario�con�problemas.

El� Real� Decreto� Ley  2/2012,� de� 3� de� fe-brero,� exige� un� importante� saneamiento� de�los�balances�de�las�entidades�financieras�que,�en�general,�han�de�haberse�ejecutado�a 31 de�diciembre� del  2012,� pero� que� deben� tenerse�planificados�en�marzo�del 2012�para�ser�pre-sentados�al�Banco�de�España.

No� tienen� ya� mucho� tiempo� y� el� dilema�complica� la�decisión�en�un�mercado� inmobi-liario� inexistente�como�el�actual.�¿Qué�hacer:�ejecutar�o�esperar?

Si�los�créditos�son�dudosos�o�subestándar�y�carecen�de�garantía�real,�tendrán�que�dotar�las�provisiones�por�deterioro�de�valor�que�co-rrespondan�según�la�naturaleza�o�antigüedad�del� activo;� pero,� si� hay� garantía� real,� deben�considerar� la� posibilidad� de� ejecutarla� por� el�procedimiento�pactado.�Hagamos,�por�un�mo-mento,�abstracción�del�estado�de�concursado�o�no�del�deudor�y,�por�tanto,�del�plazo�de�sus-pensión�del�año�para�exigir�la�garantía�y�otras�particularidades�de�la�Ley�Concursal.�Lo�cierto�es�que�no�hay�mercado�y�es�previsible�que�el�ejecutante�se�tenga�que�quedar�con�el�activo�en�pago�de�la�deuda.

La�entidad�financiera�podría�dejar�desier-ta�la�subasta�con�subsistencia�de�la�garantía,�pero�habría�incurrido�en�unos�gastos�innecesa-rios�y,�si�se�adjudica�o�adquiere�el�activo,�habrá�tenido� que� dar� carta� de� pago� por� una� suma�que�puede�ser�superior�a�su�valor�de�merca-do.�En�todo�caso�la�ejecución�comenzada�en�el 2012�podría�concluir�en�el 2013,�obligando�a�haber�efectuado�las�dotaciones�a�31 de�diciem-bre,�en�todo�caso.

Ese� activo� entra� en� el� balance� de� la� en-tidad� y� en� los� años� sucesivos� va� a� generar�previsiblemente� más� gastos� para� la� entidad�adjudicataria,� bien� sea� por� provisiones,� bien�por�necesidades�de�más�capital�principal,�por�gastos�de�gestión�y�mantenimiento,�etc.

Parece� que� la� alternativa� de� no� ejecutar�en� el  2012� puede� ser� más� aconsejable,� pero�entonces� habrá� que� calcular� los� gastos� por�provisiones�y�por�capital,�que�irán�a�la�cuenta�de�resultados�o�al�balance�del 31 de�diciembre�del 2012�de�la�entidad�por�mantener�un�crédito�subestándar�o�dudoso�para�comparar�las�ven-tajas�e�inconvenientes�de�tal�decisión.

A�primera�vista�favorecería�la�situación�un�acuerdo� de� refinanciación� preconcursal� con�una�espera�razonable�para�la�entidad�que�pro-rrogará�unos�años�la�obligación�de�comenzar�la� amortización.� Para� el� acreditado� con� pro-blemas� hay� un� incentivo� al� concurso� ante� la�posibilidad�de�obtener�quita�y�espera�que�haga�de�mejor�condición�el�riesgo�para�las�entidades�crediticias.�El�suelo�del�posible�acuerdo�con�los�acreedores�estará�en�el�descuento�que�ofrecen�los�fondos�para�comprar�estos�créditos�dudo-sos�a�las�entidades�financieras.

No�obstante,� la� liquidez�es�hoy�el�ob-jetivo� de� las� entidades� de� créditos� y� la�conversión�de�estos�activos�en� liquidez�va�a�estar�muy�condicionada�por�el�efecto�del�saneamiento� ordenado.� Los� � Fondos� que�puedan�proporcionar�la�liquidez�van�a�pe-dir�descuentos�superiores�al�60%-80%,�se-gún�los�casos.�Aquí�está�el�dilema�para�los�bancos�¿vendemos�o�refinanciamos?

«Con�la�Constitución�de�Cádiz�entramos�en�la�modernidad�

política»

Tomás-Ramón�Fernández,�Catedrático�de�Derecho�

Administrativo.�Universidad�Complutense�

de�Madrid

384Artículos�que�componen�el�texto�de�la�Constitución�de�Cádiz�de�1812

OJO AL DATO

LA FRASEEditorialEste�año�Cádiz�se�ha�convertido�en�la�capital� jurídica�de�España:� la�cele-bración�del�bicentenario�de�la�primera�constitución�española�ha�hecho�que�esta�ciudad�sea�sede�de�multitud�de�congresos�y�jornadas�de�todo�tipo�de�colegios�y�asociaciones�relacionadas�con�el�derecho.

Y�es�que�esta�constitución�promulgada�por�los�diputados�que�en�pleno�asedio�francés�se�reunieron�en�el�oratorio�de�San Felipe Neri de�la�capital�gaditana�y�que,�bajo�su�corte� liberal,� convertía�a� los�súbditos�del�estado�absolutista� en� ciudadanos� y� hablaba� de� españoles� de� “los� dos� hemisfe-rios”,�tuvo�una�vigencia�breve�e�intermitente,�pero�tras�200�años�tenemos�que�reconocerle�muchos�méritos�y�en�esta�semana�que�celebramos�su�ani-versario,�nos�unimos�al�grito�de�¡viva�La�Pepa!�y�desglosamos�su�conteni-dos�y�su�trascendencia.

Así,� Javier Moscoso del Prado� nos� analiza� la� organización� de� la�Ad-ministración�de�Justicia�que�queda�reflejado�en�este�texto�constitucional;�Jacobo López Barja�nos�desgrana�los�derechos�individuales�recogidos�en�ella; Juan José González Rivas� repasa�el�sistema�electoral�que� instaura,�y,� por� último,� Pablo Lucas Murillo de la Cueva� nos� habla� de� del� mode-lo� territorial� reflejado� en� este� texto.� Esta� constitución� provocó� una� gran�influencia�en�todo�Latinoamérica�y�María Angélica Gelli nos�da�la�visión�desde�el�otro�lado�del�océano�de�esta�impronta.

Que�fue�un�texto�revolucionario�en�su�época�no�cabe�duda,�pero�nos�pregun-tamos�si,�a�día�de�hoy,�en�pleno�siglo�XXI,�todavía�tiene�aspectos�que�debiéra-mos�incluir�en�nuestra�normativa�vigente�y�esto�es�lo�que�hemos�preguntado�a�un�gran�número�de�expertos�en�derecho�constitucional.

Pero�como�no�sólo�de�La�Pepa�vive�este�número�de�AJA,�también�tene-mos�en�la�sección�de�opinión�interesantes�aportaciones�con�firmas�de�pri-mer�nivel�y�temas�de�la�actualidad�más�polémica.�Así, Eduardo de Urbano�pone�encima�de�la�mesa�el�conflicto�que�se�está�viviendo�en�la�instrucción�de� ciertos� procesos� judiciales� y� el� derecho� a� la� información� que� en� mu-chos�casos�tiene�como�resultado�la�existencia�de�filtraciones�que�en�nada�favorecen� al� respeto� de� las� garantías� procesales.� En� la� línea� también� de�las� dificultades� que� los� magistrados� se� están� encontrando� para� realizar�su�trabajo�por�la�presión�«público-mediática-política»�nos�habla�Antonio Salas�que�alaba�la�paciencia�de�los� jueces.�Francisco Peña�nos�devuelve�a�la�realidad�económica�de�nuestro�país�y�se�pregunta�qué�es�lo�mejor�que�pueden�hacer�los�bancos,�¿refinanciarse�o�vender?.�Cierra�esta�sección�de�opinión�Ricard Martínez que�nos�expone� la�propuesta�de�reglamento�de�protección�de�datos�de�la�UE�y�su�encaje�en�nuestra�normativa.

Si�Agustín Argüelles,�diputado�por�Asturias,�en�las�Cortes�de�Cádiz�y�uno�de�los�“padres”�de�La�Pepa�levantara�la�cabeza�seguro�que�argumen-taría� con� vehemencia� la� necesidad� que� el� profesional� del� derecho� tiene�de� dominar� la� oratoria:� de� este� antiguo� pero� a� la� vez� actual� y� necesario�arte�nos�habla Mercedes H. Gayo�resaltando�su�importancia�en�la�actual�coyuntura�económica�y�social.

Por�nuestra�parte�esperamos�que�este�pequeño�homenaje�que�le�hace-mos�desde�las�páginas�de�AJA�a�la�Constitución�de�Cádiz�sea�de�su�agrado�e�interés�y�terminamos�casi�como�empezamos,�con�un�¡viva�la�Pepa!.

El�complejo�encaje�normativo�de�la�propuesta�de�Reglamento�general�de�protección�de�Datos�de�la�Unión�Europea

RICARDMARTÍNEZ

Profesor Derecho Constitucional Universidad de Valencia

La�regulación�actual�de� la�protección�de�datos�en�la�Unión�Europea�se�caracte-riza�por�su�heterogeneidad.�Las�normas�nacionales� beben� del� Convenio� 108� del�Consejo�de�Europa�y�la�Directiva�95/46/CE,�pero�fijan� requisitos�administrativos�distintos,�atribuyen�competencias�diver-sas,� definen� regímenes� sancionadores�que� van� de� la� mera� advertencia� a� las�multas�de�600.000.-€,�y�exigen�a�quie-nes�operan�en�más�de�un�país�un�aseso-ramiento�jurídico�de�altísimo�nivel.�

Por� ello� la� Comisión,� ha� optado�por�una�revisión�de�la�Directiva�a�tra-vés� de� un� Reglamento,� norma� gene-ral,�abstracta,�directamente�aplicable�y� no� necesitada� de� trasposición.� Se�trata�de�una�medida�justificada�ya�que�la� dispersión� normativa� actúa� como�barrera�a�la�libre�circulación�de�datos�personales� y� a� las� decisiones� sobre�establecimiento� en� un� determinado�país.�Con�la�norma��se�lograría�uno�de�los�objetivos�esenciales�para�el�Dere-

cho�derivado,�cual�es�el�de�lograr�uni-formidad.�

Sin� embargo,� un� elemento� esen-cial� para� que� una� norma� comunitaria�prospere,� la� invocación� de� una� base�jurídica� que� atribuya� competencia,�plantea�ciertas�dudas.�El�derecho�fun-damental� a� la� protección� de� datos,�obvio�resulta�subrayarlo,�es�un�derecho�fundamental.� Y� como� la� doctrina� ha�subrayado� –destacadamente� Linde�Paniagua–,�la�relación�de�los�Tratados�con� estos� derechos� es� ciertamente�complicada.�Reconocer�valor�jurídico�a�la�Carta�de�los�Derechos�Fundamenta-les,�no�ha�sido�otra�cosa�que�atribuir�va-lor�normativo�a�aquello�que�ya�se�venía�aplicando� como� principio� general� del�Derecho.�Pero�es�más,�el�art.�6.1�TUE,�es�muy�claro,� las�«disposiciones�de�la�Carta� no� ampliarán� en� modo� alguno�las�competencias�de�la�Unión�tal�como�se�definen�en�los�Tratados».

La�Comisión�propone�como�funda-mento�el�art.�16.2�del�Tratado�de�Fun-cionamiento� que� parece� atribuir� una�competencia�específica�al�Parlamento�Europeo� y� el� Consejo� que� «estable-cerán,� con� arreglo� al� procedimiento�legislativo� ordinario,� las� normas� so-bre�protección�de� las�personas� físicas�respecto� del� tratamiento� de� datos� de�carácter�personal�por�las�instituciones,�órganos�y�organismos�de�la�Unión,�así�como�por�los�Estados�miembros».�Pero�es�una�atribución�limitada��al�«ejercicio�de�las�actividades�comprendidas�en�el�

ámbito� de� aplicación� del� Derecho� de�la�Unión,�y�sobre�la�libre�circulación�de�estos�datos».�Ello�explica�que�el�borra-dor�de�Reglamento�se�acompañe�de�la�propuesta�de�una�Directiva�relativa�al�ámbito�judicial�y�policial.

Las� consecuencias� de� ello� las�apuntaba�ya�Linde��en�2008�señalan-do�como:����

«Los�problemas�que�derivan�de�esta� distribución� de� competencias,�radican� en� que� los� operadores� jurí-dicos� tienen� que� aplicar� una� u� otra�normativa� sobre� protección� de� da-tos,� dependiendo� del� caso� contro-vertido.�Si�se�aplica�el�Derecho�de�la�Unión�se�aplicará�la�normativa�sobre�protección�de�datos�de�la�Unión�y�si�no�se�aplica�el�Derecho�de�la�Unión�se� aplicará� (o� se� podrá� aplicar)� la�normativa� de� protección� de� datos�propia� del� Estado� miembro� concer-nido.�(...)�Pero�ambas�normativas�no�tienen� por� qué� ser� coincidentes;� la�intensidad� de� la� protección� puede�ser� mayor� o� menor� en� una� u� otra.�Esta� circunstancia� puede� ser� una�fuente�de�conflictos».

Por�ello,�los�problemas�que�se�ave-cinan�son,�cuando�menos�interesantes.�Primero,� porque� se� trata� de� un� dere-cho�fundamental� �sometido�a�reserva�de� ley�orgánica�en� lo�que�afecta�a�su�contenido� esencial.� Y� ciertamente,� el�Reglamento�regulará�aspectos�que�se-gún�la�STC�292/2000�forman�parte�de�ese�contenido.

Por� otra� parte,� se� mantienen� las�potestades�de�la�AEPD�y�el�derecho�de�los��responsables�a�un�recurso�judicial�contra� las� decisiones� de� la� autoridad�de�control.�¿De�acuerdo�con�qué�nor-ma?� Y� en� un� ámbito� tan� conflictivo,�¿Como�se�unificará�la�doctrina�judicial�en�distintos�Estados,�saturarán�los�tri-bunales�nacionales�al�Tribunal�de�Jus-ticia�con�un�rosario�de�cuestiones�pre-judiciales?� Es� cierto� que� la� Comisión�contará�con�amplias�competencias�de�ejecución,�y�se�prevé�crear�y�dotar�de�competencias� a� un� Consejo� Europeo�de�Protección�de�Datos�con�un�meca-nismo�de�coherencia.����

Por� otra� parte,� como� es� obvio�el� Reglamento� deroga� la� Directiva,�¿y� que� ocurrirá� con� la� legislación�interna?� ¿Se� aplicará� el� principio�de� primacía� caso� por� caso?� ¿Y� que�ocurrirá� en� ámbitos� genéricamente�definidos� como� las� medidas� de� se-guridad�o�directamente�diferidos�al�legislador�estatal?�

Aun�eludiendo�el�conflicto�entre�el�Derecho�de�la�Unión�y�la�Constitución,�y��estando�de�acuerdo�en�la�necesidad�de� uniformidad� y� seguridad� jurídica,�nuestro� legislador� debería� estar� muy�atento� ya� que� la� aprobación� del� Re-glamento� sin� un� esfuerzo� interno� de�depuración,� adaptación� y� coherencia�puede� que� resuelva� los� problemas�europeos�pero�como�primer�resultado�provocará� un� interesante� galimatías�normativo�interno.�

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4  | INFORMACIÓN  Actualidad�Jurídica�Aranzadi,�núm.�83922 de marzo de 2012

INFORMACIÓN

«La�potestad�de�aplicar�las�leyes�en�las�causas�civiles�y�criminales�pertenece�exclusivamente�a�los�tribunales»

El� día� 19� de� marzo� se� ha� celebrado�el� bicentenario� de� la� Constitución� de�Cádiz.� La� primera� Carta� Magna� Libe-ral�de�Europa�ha�cumplido�doscientos�años�en�una�fecha�que�conmemora�el�nacimiento�de� las� libertades�y� los�de-rechos�civiles�en�España,�del�concepto�de�ciudadano�y�de�la�España�Moderna.�«La�Pepa»�fue�la�primera�constitución�que�estableció�la�soberanía�popular,�la�división�de�poderes,�la�libertad�de�expre-sión�y�la�libertad�de�imprenta.

La� Constitución� de� 1812� supuso� un�cambio�en�el�orden�político�y�social�de�la�época� tras� el� empuje� definitivo� y� global�de�modernización�y�cambio�de�las�viejas�estructuras� de� la� Nación,� encuadrado�dentro�de� la�política� legislativa�reforma-dora�que�las�Cortes�se�habían�propuesto�implantar.�El�texto�se�convirtió�pronto�en�un�mito�democrático�que�fue�incluyéndo-se�en�el�alma�de�la�la�redacción�de�varias�constituciones�europeas�y�que�repercutió�en�los�pilares�constitucionales�de�la�ma-yor�parte�de�los�estados�americanos�tras�su�independencia.

Elaborada� dentro� de� un� contexto�histórico�complejo,�con�parte�de�España�fusil� en� mano� o� enredado� en� guerrillas�en� plena� Guerra� de� Independencia� y� al�calor�de�unos�acontecimientos�históricos�de�gran�calado�para�la�historia�política�y�social�de�la�época,�la�Constitución�de�1812�se�vio�como�un�articulado�de�perfil�liberal,�que�seguía�una�estructura�bien�pensada,�ciertamente� rígido� y� de� cumplimiento�para��todos�los�españoles�de�ambos�he-misferios.

La guerra de la Independencia, el prota-gonismo del pueblo

La� Guerra� se� desarrollaba� en� un�contexto�de�cambios�sociales�y�políticos,�y�en�ella�fue�esencial�la�participación�del�pueblo,�que�se�sublevó�contra�la�ocupa-

ción� de� un� ejército� extranjero,� a� la� vez�que� manifestaba� su� descontento� con� el�entonces�rey�Carlos�IV.�Sus�consecuencias�fueron�desde�un�descenso�demográfico�que�cambió�la�estructura�de�las�ciuda-des�y�pueblos�de�la�España�de�aque-lla� época� hasta� una� crisis� económica�desde�la�que�se�tardó�mucho�tiempo�en�remontar.

A� falta� de� un� gran� ejército� nacional�definido�y� jerarquizado�con�el�que�poder�combatir�al�enemigo,�el�pueblo�se�orga-nizaba� en� pequeños� grupos� locales� que�hostigaban� al� ejército� francés� en� zonas�boscosas�o�montañosas,�desapareciendo�una�vez�cumplidos�los�sucesivos�objetivos.

En� puntos� diseminados� de� España�surgieron�las�Juntas,�órganos�integrados�

por�políticos�e�intelectuales�que�trataban�de�organizar�el�país�mientras�que�durase�la�guerra.�Cádiz,�por�su�situación�geográ-fica,� fue� fundamental.� Allí� se� refugiaron�quienes� convocaron� unas� Cortes� encar-gadas�de�promulgar�un�cuerpo�legislativo�que�cerrase�el�Antiguo�Régimen,�y�funda-se�un�nuevo�orden�social.�

Hitos de la Constitución de Cádiz

Sus� importantes� latidos� no� influyen�sólo�en�los�planteamientos�liberal�demo-cráticos�de�soberanía�nacional�y�en�la�se-paración�de�poderes,�sino�que�se�amplían�hasta�servir�de�modelo�de�las�demandas�de�libertad�sobre�todo�en�América�del�Sur.�

-� Soberanía� nacional:� el� poder� resi-de�en�la�nación,�como�idea�opuesta�a�la�soberanía�monárquica�que�estaba�insta-lada� hasta� la� promulgación� de� la� Carta�Magna.

-�Igualdad�de�los�ciudadanos�ante�la�ley,�lo�que�significa�el��fin�de�los�privilegios�de�los�estamentos.�

-� Reconocimiento� de� la� libertad� in-dividual� y� los� derechos� individuales� a� la�educación,�a�la�inviolabilidad�del�domici-lio,�a�la�libertad�de�imprenta,�y�a�la�pro-piedad.

-� División� de� Poderes� en� legislativo,�ejecutivo� y� judicial.� El� legislativo� reside�en�las�Cortes�Unicamerales,�el�judicial�en�los�tribunales�y�el�ejecutivo�en�el�Rey,�pero�con�unas�limitaciones�que�marcan�el�nue-vo�poder�real:

•�No�domina�a�las�Cortes•�Aunque�nombra�a�los�ministros,�su�

nombramiento�ha�de�ser�confirmado�por�las�Cortes�(«doble�confianza»)�

•�Las�normas�establecidas�por�el�Rey�han� de� confirmarse� por� el� Ministro� que�corresponda.�

-� Desmantelamiento� de� los� fueros,�excepto�los�regímenes�forales�de�las�pro-vincias�vascas�y�de�Navarra.

Parece� un� número� exagerado,� ver-daderamente� es� enorme.� ¿90.000�despachos�de�abogados�en�España�da�para�que�todos�tengan�negocio?�Sí,� porque� la� misma� publicación�que�da�esta�cifra�aclara�que�un�alto�porcentaje�de�ellos�son�de�muy�pe-queño� tamaño.� Concretamente,�el� 89%� de� los� despachos� cuentan�con�1,�2�o�3�socios,� todo�ello�según�datos�del�libro�«Impacto�de�la�Abo-gacía�en� la�Economía”,�editado�por�Thomson-Reuters-Aranzadi.�

El� ratio� actual� abogados/po-blación�es�de�3,75�abogados/1.000�habitantes,�lo�que�está�en�línea�con�Italia� y� Grecia� (con� una� prporción�muy�similar�a�la�nuestra)�y�bastante�lejos� del� resto� de� países� europeos,�salvo� el� caso� del� Reino� Unido,� si�bien�allí�la�elevada�densidad�profe-sional�se�debe�fundamentalmente�a�la�considerable�actividad�financiera�que�se�desarrolla�en�Londres�y�que�implica� una� ingente� demanda� de�servicios�jurídicos.�

Facturación y cobro de los clientes

Según� los� datos� que� analiza� el�libro� «a� pesar� de� que� no� existen�datos� actualizados� sobre� la� factu-ración�del� sector�podríamos� fijar� la�misma� en� torno� a� los� 9.000� millo-nes�de�euros».

La�cantidad�toma�en�considera-ción�las�cifras�de�5.695�millones�de�euros�de�facturación�de�la�Encuesta�Anual�de�Servicios�de�2005,�con�un�crecimiento� de� la� actividad� cifrado�en�el�15%�en�2006,�16,17%�en�2007�y� 11%� en� 2008.� En� el� resto� de� los�años� (2009,� 2010,� 2011)� podemos�considerar� que� la� actividad� se� en-cuentra�estancada.

Esto� deja� la� facturación� media�por�despacho�en�unos�70.000�euros,�que�se�pone�en�evidencia�también�si�se� toman�en�consideración� la� retri-bución�de�los�socios,�el�60%�de�los�cuales�tienen�unos�ingresos�medios�de�menos�de�60.000�Euros.

No� hay� despacho� que� no� tenga�una� carga� importante� de� impaga-dos,�hasta�el�punto�de�que�se�reco-noce� que� se� trata� de� un� problema�nuclear,� no� sólo� en� la� gestión� del�despacho,� sino� en� la� viabilidad� del�negocio.�

Hay�90.000�despachos�de�abogados�en�España

Los�proveedores�pueden�cobrar�sus�deudas�a�la�Administración�a�partir�de�mayoEl�Congreso�de�los�Diputados�ha�apro-bado� el� mecanismo� extraordinario� de�financiación�para�el�pago�a�los�provee-dores�de�entidades�locales,�que,�a�par-tir�del�1�de�mayo,�comenzarán�a�cobrar�sus�facturas�pendientes.

El� Real� Decreto� Ley,� que� estable-ce� el� procedimiento� y� calendario� de�aplicación� para� las� entidades� locales,�se� completa� con� otro� similar� para� las�Comunidades�Autónomas�que� incluye�como�principal�novedad�las�obligacio-nes�pendientes�pago�de�los�conciertos�en� materia� sanitaria,� educativa� y� de�servicios�sociales,�en�virtud�de�los�cua-les�y�a�instancia�de�éstos,�una�persona�física�o�jurídica�preste�o�anticipe�servi-cios�o�bienes�a�terceros.

Procedimiento para entidades loca-les

Con� el� propósito� de� conocer� la�cuantía� exacta� que� tienen� pendiente�de�cobro�los�proveedores,�antes�del�15�de� marzo� todas� las� entidades� locales�tienen�que�tener�enviado�por�vía�tele-mática�al�Ministerio�de�Hacienda�y�Ad-ministraciones� Públicas� una� relación�certificada�de�sus�facturas�pendientes�anteriores� al� 1� de� enero� de� 2012.� Las�facturas,� que� serán� líquidas,� vencidas�y�exigibles,�deberán�estar�acordes�a�la�Ley� de� Contratos� del� Sector� Público.�En�ellas�debe�constar�la�identificación�

del�contratista,�el�importe,�la�fecha�de�recepción� de� la� factura� y� si� se� ha� ini-ciado�o�no�un�trámite�judicial�por�parte�del�contratista�para�su�cobro.

Las�entidades�locales�permitirán�a�los�contratistas�consultar�su� inclusión�y�las�cuantías�que�les�afecta.�En�el�caso�de�que�no�aparezcan�en�el� listado� los�contratistas�aportando�la�documenta-ción� necesaria,� podrán� reclamar� a� su�ayuntamiento�que�emita�un�certificado�individual�y�éste�no�podrá�negarse.

Plan de ajuste

Una�vez�conocida�toda�la�informa-ción�sobre�el�montante�de�las�facturas�pendientes� de� pago,� la� corporación�local�elaborará�un�plan�de�ajuste�que�deberá�aprobarse�antes�del�31�de�mar-zo�y�que�tendrá�que�ser�aplicado�en�el�periodo�de�amortización�previsto�para�la�operación,�siendo�remitido�al�Minis-terio� de� Hacienda� y� Administraciones�Públicas� realizará� una� valoración� en�un�plazo�de�30�días�naturales.

En�la�elaboración�del�Plan�de�Ajus-te�se�tendrá�en�cuenta:

•�ingresos�corrientes�•�amortización�de� las�operaciones�

de�crédito,�incluida�la�que�se�formalice•�financiación�de�los�servicios�pres-

tados� mediante� tasa� o� precios� públi-cos,�con�� información� suficiente� del�coste�de�los�servicios�y�su�financiación

•� evolución� de� los� ingresos� � de� la�entidad� local�en� los�ejercicios�2009�a�2011

•� descripción� y� el� calendario� de�aplicación�de�las�reformas�estructura-les�que�se�vayan�a�implementar

•�medidas�de�reducción�de�cargas�administrativas�a�ciudadanos�y�empre-sas�que�se�vayan�a�adoptar

La�valoración�favorable�por�el�Mi-nisterio� de� Hacienda� y� Administracio-

nes�Públicas�implicará�la�autorización�de� la� operación� de� crédito.� Si� las� en-tidades� locales� concertaran� la� opera-ción�de�crédito�citada,�o� incumplieran�las�obligaciones�de�pago,�el�Ministerio�lo�retendrá�de�los�tributos.�

Los proveedores comenzarán a co-brar en mayo

Los� proveedores� comenzarán� a�cobrar�a�partir�del� 1�de�mayo.�La�pre-sentación� de� los� títulos� en� los� que� se�formaliza� su� derecho� de� crédito� a� las�entidades� de� crédito� convenidas� su-pondrá�el�abono�a�favor�del�proveedor�del� importe� presentado� a� cobro� y� la�transmisión�del�derecho�a�cobro�a�esas�entidades�de�crédito�por�dicho�impor-te.�Asimismo,�supondrá�la�extinción�de�la�deuda�contraída�por�la�entidad�local�con� el� contratista� por� el� principal,� los�intereses,�costas�judiciales�y�otros�gas-tos�accesorios.

Los� pagos� se� instrumentarán� a�través�de�un�crédito�sindicado�banca-rio,�con�un�volumen�en�torno�a�35.000�millones� de� euros� (incluidas� comu-nidades� autónomas),� la� mayor� ope-ración� de� refinanciación� realizada� en�España.� Este� crédito� sindicado� estará�avalado�por�el�Tesoro�Público�que,�a�su�vez,� contará� con� la� contragarantía� de�la�Participación�en�los�Ingresos�del�Es-tado�(PIE)�de�los�ayuntamientos.�

Incluye�los�conciertos�en�materia�sanitaria,�educativa�y�de�servicios�sociales�suscritos�por�las�Comunidades�autónomas

Constitución�de�Cádiz�de�1812

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ANÁLISIS |� 5 Actualidad�Jurídica�Aranzadi,�núm.�83922 de marzo de 2012

ANÁLISIS

Javier Moscoso del PradoAbogado

Se�puede�afirmar�que�el�siglo�XIX�fue�el�siglo�del�constitucionalismo�en�España.�A�más�de�la�Constitución�de�1812,�cuyo�bi-centenario�conmemoramos,�en�ese�siglo�vieron� la� luz� la� Constitución� de� 1837,� la�de�1845,�la�no�promulgada�de�1856,�la�de�1869,�la�Constitución�inédita�de�1873�y�la�Constitución�de�1876.�Todas�ellas�han�me-recido�el�estudio�y�reflexión�de�politólogos�e�historiadores�españoles�e�internaciona-les,� pero� aun� siendo� eso� así,� cabe� decir�que�es�la�Constitución�de�1812�la�que�ha�merecido�más�atención,�hasta�el�punto�de�haber�sido�considerada�como�un�referen-te�«mítico»�de�derechos�y�libertades�poco�conocidos�en�el�mundo�de�entonces.

Al� mito� de� la� Constitución� de� 1812�contribuyó,� de� forma� muy� especial,� el�momento� histórico� que� vivía� España,� y�sobre� todo,� la� decidida� apuesta� de� los�constitucionalistas� de� Cádiz� por� romper�con�el�«Viejo�Régimen»�proclamando�el�principio� novedoso� de� que� la� soberanía�residía� en� la� nación.� Sabido� es� que� con�el� regreso� a� España� de� Fernando�VII� se�promulgó�en�Valencia�el�Decreto�de�4�de�Mayo�de�1814�que�derogo�la�Constitución,�reimplantando� el� sistema� absolutista,�pero�la�semilla�de�las�libertades�ya�había�germinado,�y�muchos�españoles�a�lo�lar-go�de�aquel�azaroso�y�negativo�siglo�de�nuestra�historia,�lucharían�por�preservar-las�y�consolidarlas.

En�1812�Cádiz�era�una�ciudad�sitiada.�Era� una� ciudad� cosmopolita� y� rica,� que�disfrutaba� del� monopolio� del� comer-cio�otorgado�por�los�Borbones,�lo�que�le�permitió� sufragar� la� mayor� parte� de� los�gastos�de�la�guerra�de�la�independencia.�Las�Cortes�constitucionales�en�la�Isla�de�León� estaban� integradas� por� diputados�de� los� cuatro� continentes� a� los� que� lle-gaba� España.� Los� diputados� trabajaron�bajo�el�fuego�de�los�obuses�Villatroys�que�bombardeaban�la�ciudad�desde�las�bate-rías�de�Matagorda.�En�Matagorda�el�Rey�José,�para�intimidar�a�los�gaditanos�y�con�el�pretexto�de�celebrar�su�onomástica,�el�día�19�de�marzo�preparó�una�gran�parada�militar,�que�fue�respondida�por�los�consti-tuyentes�sitiados�con�la�promulgación�de�«La�Pepa».�Las�bombas�quedaron�para�el�olvido�y�para�alguna�«chirigota»�gadi-tana.�La�Pepa�para�la�historia.

Antes�de�entrar�en�el�tema�de�la�jus-ticia,�al�que�me�compromete�el�título�de�esta� modesta� colaboración,� merece� la�pena�recordar�y�valorar�el�meritorio�es-fuerzo� que� hicieron� los� constituyentes�gaditanos� para� conciliar� su� lealtad� y�respeto�a�la�Corona�y�al�Rey�«deseado»,�con� el� influjo� francés,� particularmente�de�la�doctrina�de�Montesquieu,�que�les�llevó� a� asumir� la� división� de� poderes�como�base�de�la�nueva�organización�po-lítica�de�España.

Ese� difícil� compromiso� entre� histo-ria�y�la�realidad�del�momento�les�llevó�a�afirmar�que�«la�autoridad�soberana�está�originaria�y�esencialmente�radicada�en�la�nación»�y�a�proclamar,�en�consecuencia,�que�el�«Gobierno�de�la�nación�española�era� una� Monarquía� moderada� heredi-taria»� (art.� 14),� expresión� tan� ambigua�que�de�haber�perdurado�la�Constitución,�hubiese� generado� graves� problemas� de�interpretación� y� límites� acordes� con� tan�imprecisos� términos.� Los� constituyentes�reservaron�el�poder�ejecutivo�al�Rey�(art.�16)� y� de� forma,� aún� más� confusa,� deci-dieron� que� el� legislativo� se� residenciase�en�«las�cortes�con�el�Rey»�(art.�15).�Todo�esto� ocurría� hace� doscientos� años,� lejos�quedaba�la�idea�de�la�monarquía�parla-mentaria�de�nuestros�días.

Este�tibio�proceder,� justo�es�recono-cerlo,�cedió�cuando�los�constituyentes�se�preocuparon�del�Poder�Judicial.�La�Cons-titución�de�Cádiz�al�proclamar�que�«la�po-testad�de�aplicar�las�leyes�en�las�causas�

civiles�y�criminales�reside�en�los�tribunales�establecidos�por�la�ley»�(art.�17),�potestad�ampliamente� desarrollada� en� su� Título�V,�sentó�las�bases�de�la�justicia�moderna,�hasta�el�punto,�como�luego�veremos,�de�que�muchos�de�sus�postulados�siguieron�vivos�a�lo�largo�de�los�años�y�han�llegado,�incluso,�hasta�la�Constitución�vigente�de�1978,�en�algunos�casos�con�la�misma�lite-ralidad�que�entonces�tuvieron.

El�Título�V�de�la�Constitución,�bajo�el�epígrafe�«De�los�Tribunales�y�de�la�Admi-nistración�de�Justicia�en� lo�Civil� y�Crimi-nal»,�comprende�tres�capítulos.�El�prime-ro,�de�carácter�general,� lo� titula�«de� los�tribunales»,�el�segundo�y�tercero�se�dedi-can,�respectivamente,�a�la�administración�de�justicia�en�lo�civil�y�a�la�administración�de�justicia�en�lo�criminal.�En�total�son�66�artículos� lo� que� indica� la� relevancia� que�tenía� la� justicia� para� los� constituyentes�gaditanos�y�el�detalle�con�que�quisieron�regularla.

Entrando�ya�en�el�articulado�del�texto�constitucional�y�refiriéndonos,�en�primer�lugar,� al� capítulo� I� del� Título� V,� vemos�cómo� los� constituyentes� gaditanos� qui-sieron�resaltar�con�gran�fuerza�expresiva,�la� exclusividad� e� independencia� de� la�función� judicial� «La� potestad� de� aplicar�las�leyes�en�las�causas�civiles�y�criminales�pertenece�exclusivamente�a� los� tribuna-les»� (art.� 242).� «Ni� las� Cortes� ni� el� Rey�podrán�exercer�en�ningún�caso�las�funcio-nes�judiciales,�avocar�causas�pendientes,�ni�mandar�abrir�los�juicios�fenecidos»�(art.�243).� «Los� tribunales� no� podrán� ejercer�otras�funciones�que�las�de�juzgar�y�hacer�que�se�ejecute�lo�juzgado»�(art.�249)

También�se�recogen�en�este�capítulo�avances�procesales�de�lo�que�hoy�llama-ríamos�garantías�de� los�derechos�de� las�personas.�«Las�leyes�señalarán�el�orden�y�las�formalidades�del�proceso,�que�serán�uniformes�en�todos�los�tribunales,�y�ni�las�Cortes� ni� el� Rey� podrán� dispensarles»�

(art.�244).�En�aras�de�la�seguridad�jurídica�se�unifican� los�códigos.�«El�Código�Civil�y� Criminal� y� el� de� Comercio� serán� unos�mismos�para�toda�la�Monarquía…»�(Art.�258).�Se�garantiza�el�Juez�predetermina-do.�«Ningún�español�podrá�ser� juzgado�en�causas�civiles�ni�criminales�por�ningu-na�comisión,�sino�por�tribunal�competen-te,� determinado� con� anterioridad� por� la�Ley»�(art.�247),�y�se�termina�con�la�histó-rica�y�vejatoria�distinción�de�justicia�real�y�señorial,�al�señalar�que�«en�los�negocios�comunes� civiles� y� criminales� no� habrá�más�que�un�solo�fuero�para�toda�clase�de�personas»�(art.�248).

Se� profesionaliza� la� función� judicial�fijándose� los� requisitos� para� ser� Juez� o�Magistrado�(art.�251).�Se�garantiza�su�ina-movilidad»�«…�no�podrán�ser�depuestos�de�sus�destinos,�sino�por�causa�totalmen-te� probada� y� sentenciada»� (art.� 253),� y�pese�a�la�gran�dificultad�que�suponía�ha-blar�de�planta�judicial�para�el�amplísimo�territorio�de�aquella�España,�los�constitu-

yentes�sentaron�las�bases�de�una�nueva�organización�al�prever�que�«se�establece-rán�partidos�proporcionalmente�iguales,�y�en�cada�cabeza�de�partido�habrá�un�juez�de�letras�con�un�juzgado�correspondien-te»�(art.�273).�Se�regulan�las�Audiencias,�si�bien�de�forma�imprecisa�(art.�271)�y�se�remata�la�cúpula�de�la�estructura�judicial�con�la�creación�del�Tribunal�Supremo�de�Justicia.

El�Tribunal�Supremo�de�España,�debe�a�Cádiz�su�existencia.�Es�cierto�que�tanto�en�su�composición�como�en�sus�funciones�hay�muchas�diferencias�entre�aquel�Tribu-nal� y� el� nuestro� actual,� para� también� es�cierto� que� el� espíritu� unificador,� soporte�de�seguridad�jurídica,�estaba�ya�presente�en�Cádiz�cuando,�entre�sus�competencias�figuraba�la�de�«oír�las�dudas�de�los�demás�tribunales� sobre� la� inteligencia� de� algu-na�Ley� (art.�261.�Décimo)�o�«conocer� los�recursos�de�nulidad»�(art.�261�novena)�y,�también�de�forma�similar�a�lo�que�ocurre�actualmente,� le� correspondió� al�Tribunal�el�enjuiciamiento�criminal�de�los�altos�car-gos�de�Estado�(art.�261,�segundo,�tercero�y�cuarto)�y�las�que�recaigan�contra�indivi-duos�del�propio�supremo�Tribunal�(art.�261�quinto).

En� el� capítulo� dedicado� a� la� admi-nistración� de� justicia� en� lo� civil� (cap.� II),�sorprende�el�gran�interés�de�los�constitu-yentes�en�que�todas�las�diferencias�entre�españoles,�se�resolvieran,�si�fuere�posible,�por� jueces�árbitros.�Lo� razonan�así�en�el�discurso�preliminar�ya�citado,�cuando�di-cen:�«El�derecho�que�tiene�todo�individuo�de�una�sociedad�de�terminar�sus�diferen-cia�por�medio�de�jueces�árbitros,�está�fun-dado�en�el� incontrastable�principio�de�la�libertad�natural».

Ya�en�el�articulado,�y�acordes�con�el�principio� dicho,� se� establece� que� «no� se�podrá�privar�a�ningún�español�del�derecho�de�terminar�sus�diferencias�por�medio�de�jueces�árbitros,�elegidos�por�ambas�par-

tes»�(art.�280).�Se�regula�la�forma�a�elegir�los� árbitros� y� en� lógica� consecuencia� se�dice�que�no�se�entablará�«pleyto»,�sin�ha-cer�constar�que�se�ha�intentado�el�medio�de�la�conciliación»�(art.�284).

Pero�es�sin�duda�en�el�capítulo�III�don-de� los� constituyentes� gaditanos� nos�sorprenden� más� gratamente.� Su� res-peto�por�los�derechos�de�las�personas�nos�resulta�tan�próximo�al�pensamien-to� actual� en� los� países� democráticos�que�al�leer�los�distintos�artículos�de�di-cho�capítulo,�cuesta�pensar�que�fueron�redactados,� hace� ahora,� doscientos�años.

El� proceso� debe� ser� formado� con�«brevedad�y�sin�vicios»�(art.�286).�Na-die� podrá� ser� preso� sin� «un� manda-miento�del�juez�por�escrito»�(art.�287).�Todo� arrestado,� antes� de� ser� puesto�en�prisión�«será�presentado�al�Juez�…�dentro� de� las� veinte� y� quatro� horas»�(art.�290).�La�declaración�del�arrestado�será� sin� juramento� (art.� 291).� Cuando�«aparezca�que�no�puede�imponerse�al�preso� pena� corporal,� se� le� pondrá� en�libertad� dando� fianza»� (art.� 296).� Se�«dispondrán� las� cárceles� de� manera�que�sirven�para�asegurar�y�no�para�mo-lestar�a� los�presos»�(art.�297).�Dentro�de� las� «veinte� y� quatro� horas� se� ma-nifestará�al�tratado�como�reo�la�causa�de� su� prisión»� (art.� 300).� El� proceso�será� público� (art.� 302).� No� se� «usará�nunca�del�tormento�ni�de�los�apremios�(art.�303).�No�se�«impondrá�la�pena�de�confiscación�de�bienes»�(art.�304).�Las�penas�serán�«personales�y�no�podrán�afectar� a� la� familia� del� que� la� sufre»�(art.�305).�Se�prohíbe�el�allanamiento�de�morada�salvo�«los�casos�que�deter-mine�la�Ley�para�el�buen�orden�y�segu-ridad�del�Estado»�(art.�306).

Es� interesante� recordar� que� los�constituyentes�gaditanos�aún�quisieron�ir�más�lejos�de�lo�mucho�que�supuso�el�catálogo�de�mandatos�que�hemos�reco-gido.�En�el�tan�citado�discurso�prelimi-nar�que�acompañó�al�texto�constitucio-nal�se�lamentaron�de�la�«imposibilidad�de� plantear� por� ahora� el� método� co-nocido� con� el� nombre� de� Juicio� de� ju-rado»� y� razonaban� con� esperanza� en�el�futuro�sobre�esas�y�otras�novedades�deseadas� diciendo� que:� «La� libertad�de�la�imprenta,�la�libre�discusión�sobre�materias�de�gobierno,�la�circulación�de�obras�y�tratados�de�derecho�público,�y�la�jurisprudencia,�de�la�que�hasta�ahora�había�carecido�España,�serán�el�verda-dero�y�propiciado�vehículo�que�lleven�a�todas� las�partes�del�cuerpo�político�al�alimento�de�la�ilustración».�No�les�fal-taba�ni�ilusión�ni�optimismo.

A modo de conclusión

La� constitución� de� Cádiz� de� 1812�supuso� en� su� momento,� un� ilusiona-do� impulso� para� lograr� la� conviven-cia�política�de�españoles�de�distintos�continentes�y�razas.�Habitantes�de�un�imperio� que� empezaba� su� decaden-cia.� Sus� meritos� reconocidos� fueron�muchos:�soberanía�nacional,�elección�general,� división� de� poderes� etc…�pero�tampoco�han�faltado�críticas�en-tre�las�que�sobresale�la�imputación�de�falta�de�valor�para�no�haber�abolido�la�esclavitud.� Recuérdese� que� ese� paso�tampoco� lo� dieron� ni� la� Declaración�de�Independencia�de�los�Estados�Uni-dos�de�1776,�ni�la�Declaración�france-sa�de� los�Derechos�del�Hombre�y�del�Ciudadano�de�1789,�lo�que�no�les�priva�de�su� inmenso�valor.�La�aportación�a�la� Justicia� creando� un� Poder� judicial�independiente,� y� su� sensibilidad� con�los�derechos�de�los�ciudadanos�fueron�ejemplo�que�siguieron�muchos�países�en�los�años�posteriores�y�que�facilita-ron,� que� tiempo� después,� pero� en� el�mismo�siglo,�viesen� la� luz�en�España�los�mejores�códigos�y�Leyes�procesa-les�de�nuestra�historia.

La�justicia�en�la�Constitucion�de�1812

El�Tribunal�Supremo�de�España,�debe�a�Cádiz�su�existencia

ANÁLISIS

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ESPECIAL BICENTENARIO CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ 1812

María Angélica Gelli.Directora del Suplemento Constitucional de la Revista Jurídica Argentina La Ley, Presidenta del Instituto de Estudios Legislativos de la Federación Argentina del Colegios de Abogados y Miembro del Consejo Consultivo de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional

El significado de la Constitución de Cádiz: entonces y ahora

Hace�doscientos�años,�las�Cortes�de�Cá-diz�sancionaron�en�el�día�de�San�José�una�Constitución� que� entonces,� y� vista� con�ojos� de� hoy,� bien� puede� constituirse� en�un�signo�y�en�un�símbolo�de� las�aspira-ciones�del�pueblo,�de�todos�los�pueblos,�por�defender�sus�libertades�y�la�soberanía�patria.

Esa� Constitución� fue� dictada� en� cir-cunstancias�aciagas�para�España.�El�pro-ceso� iniciado� en� 1808� con� el� ingreso� de�las�tropas�napoleónicas�en�Madrid�había�suscitado�la�rebelión�popular�y�las�luchas�internas�dentro�de�la�familia�real�españo-la.�Alianzas�estratégicas�y�débiles�que�se�hacían�y�disolvían�posibilitaron�la�invasión�de�casi�todo�el�Reino�por�Napoleón�Bona-parte.�Cádiz,�no�obstante,�resistía� la�do-minación�pese�a�los�ataques�a�la�que�era�sometida.�Durante�la�dominación�france-sa,�el�pueblo�que�nunca�reconoció�a�José�Bonaparte�instalado�en�Madrid,�impulsó�la�creación�de�Juntas�Populares�de�Veci-nos�que�dieron�origen�a�la�Junta�Central.�Las� Juntas� –fantasmas� o� clandestinas,�según�se� las�consideró–�resguardaron�y�representaron,� siquiera� de� modo� tenue,�la�soberanía�nacional�frente�a�la�imposi-ción�napoleónica�de�José,�el�hermano�del�Emperador.�Finalizadas�las�funciones�de�la�Junta�Central,�un�Consejo�de�Regencia�convocó�a�las�Cortes.�Por�fin,�esta�Asam-blea�sancionó�la�Constitución�de�1812�–la�primera�de�España,�se�la�haya�denomina-do�así�o�no�desde�el�comienzo–�bajo�un�régimen�monárquico�liberal.

Tal�como�en�los�grandes�procesos�y�acontecimientos�históricos�del�siglo�XVIII,�en�Cádiz�se�plasmaron�en�una�norma�ju-rídica�suprema,�anhelos�políticos�de�quie-nes�defendían�un�principio�–la�soberanía�de�la�Patria�contra�la�dominación�extran-jera–��y�de�modo�insipiente�–aunque�no�se� tuviera� de� ello� plena� conciencia–� la�teoría�de�la�soberanía��y�la�representación�popular,� que� retorna� al� pueblo� ante� la�claudicación�o�ausencia�del�gobernante�legítimo.��

Pero�en�la�reunión�de�esas�Cortes�a�las�que�fueron�convocados�y�concurrieron�representantes�o�nominados�de�las�colo-nias�y� los�virreinatos� �confluyeron�diver-sos�idearios�políticos,�sin�mayorías�netas�de�los�representantes�que�los�sostenían,�para�imponerse�unos�sobre�otros.�Los�fer-nadistas�debieron�confrontar�con�quienes�hacían�foco�en�la�necesidad�imperiosa�de�limitar� el� poder� real,� el� poder� absoluto.�Los�debates�y�las�decisiones�tomadas�por�las�Cortes�antes�de�sancionarse�la�Cons-titución,�dan�cuenta�de�esas�divergencias�tanto� como� del� espíritu� de� libertad� que�se� consolidaba,� en� especial� en� materia�política.�

Reformista� o� revolucionaria,� en� la�Constitución�de�Cádiz�anidan�rasgos�in-dependentistas,� de� defensa� de� la� sobe-ranía� nacional,� hecho� revolucionario� en�sí�mismo.�Surge�de�sus�disposiciones�una�incipiente�representación�popular,� la�di-visión�de�funciones�entre�los�poderes�del�Estado�y�una� judicatura� inamovible�que�tendrá�la�atribución�exclusiva,�autónoma�de�administrar� justicia,�aplicando�la� ley.�Sin�un�capítulo�dedicado�a�la�declaración�formal� de� derechos,� se� enuncian� «la� li-bertad�civil»,�«la�propiedad»,�la�seguri-

dad�personal,�los�derechos�de�los�deteni-dos�y,�en�lo�que�podría�considerarse�una�manifestación�de�derechos implícitos,�los�asegurados�bajo� la�fórmula�de�«los�de-más�derechos�legítimos�de�todos�los�in-dividuos».�Como�puede�advertirse,�en�la�referencia�a�los�derechos�legítimos�de�to-dos�los�individuos�emerge,�en�sordina,�si�se�quiere,�el�principio�de�igualdad�plena.�

Por� cierto,� la� continuidad� jurídica�con�el� sistema�anterior� se�mantuvo,�en�Cádiz,�por�la�referencia�al�antiguo�dere-cho�fundamental.�Esta�característica�de�la� constitución� gaditana� es� uno� de� los�motivos�por�el�que�se�consideró�el�pro-ceso� que� llevó� a� su� sanción� más� refor-mista� que� revolucionario.� Como� quiera�que�sea,�no�existe�duda�acerca�de�que�la�monarquía�absoluta�mutó�en�monarquía�limitada� –moderada,� la� denominaron�las� Cortes� en� Cádiz–� estableciéndose�la� división� de� poderes,� funcional� por� lo�menos.�Todo�ello�en�las�disposiciones�de�una� constitución� liberal� aunque� mode-rada.�Ese�fue�el�signo�vivo�de�la�transfor-mación�político�institucional�que�perfiló�«la Pepa».�Pese�a�que�la�vigencia�de�esta�primera�constitución�de�España�fue�bre-ve,�se�la�restauró�por�dos�veces�y�quedó�atrapada�en�los�movimientos�absolutis-tas� que� pugnaban� por� regresar,� puede�considerársela�un�verdadero�símbolo�de�entonces,� llamado�a�perdurar� tal�como�sucedió�con�el�2�de�mayo.�En�su�momen-to,�la�constitución�gaditana�fue�símbolo�de�la�soberanía�nacional�e�inicio�liberta-rio�del�control�del�poder.���

Cádiz en el proceso emancipador de la República Argentina

La� hoy� República� Argentina� co-menzó� su� proceso� emancipador� en�mayo� de� 1810.� Conocidos� los� aconte-cimientos�que�se�sucedían�en�España�y�el�cautiverio�del�rey,�el�22�de�ese�mes�se�reunió�en�Buenos�Aires�un�Cabildo�abierto,� con� autorización� del� virrey�Cisneros.� Razones� económicas� y� � so-ciales,�los�idearios�políticos��desplega-dos�en�Europa�y�conocidos�en��Améri-ca,� «las� nuevas� ideas»� de� las� que� se�tenían� noticias� directas� por� los� auto-res� que� las� habían� concebido� o� por�las� influencias� de� los� pensadores� pe-ninsulares;� la� reconquista� de� Buenos�Aires� –producidas� y� rechazadas� con�éxito� las� invasiones� inglesas� de� 1806�y�1807–�facilitaron�la�participación�po-pular� y� la� experiencia� revolucionaria�de� las�clases�dirigentes.�Así,�el�25�de�mayo�de�1810�se�creó�la�primera�Jun-ta�de�Gobierno�Patrio.�A�esta�decisión�se�llegó�luego�de�un�debate�político�y�jurídico� acerca� de� la� legalidad,� de� la�deliberación�democrática,�de�la�parti-cipación�popular�y�del�federalismo�en�cierne.� Se� impulsó� la� reversión� de� la�soberanía�en�el�pueblo�de�Buenos�Ai-res�(Castelli),�los�derechos�del�pueblo�para�decidir�por�sí,�pero�no�por�todo�el�Virreinato�(Villota)�y�la�gestión�de�ne-gocios�del�Virreinato�por�la�Ciudad�de�Buenos�Aires,��sujeto�a�aprobación�de�las�otras�ciudades�(Paso).�

El�proceso�político�iniciado�en�mayo�de�1810�no�fue�lineal,�ni�en�lo�ideológico�ni�en� lo�político,� tal�como�sucede�en�los�acontecimientos�de��esa�naturaleza.�Dos�hitos�merecen�destacarse.�El�primero,�la�declaración� de� la� Independencia� de� las�Provincias Unidas de Sud América, �«del�rey�Fernado�VII,�sus�sucesores�y�metrópo-lis»,�el�9�de�julio�de�1816�y,�pocos�días�más�tarde,�«de�toda�otra�dominación�extranje-ra»,�tal�como�se�agregó.��Por�fin,�en�1853,�se��sancionó�la�Constitución�de�la�Nación�Argentina.�

En� ese� largo� período� de� cuarenta� y�tres�años�se�cruzaron�idearios,�influencias�y�fuentes�diversas�en�los�reglamentos,�de-cretos,� constituciones� que� se� emitieron.�El� derecho� español� perduró� hasta� muy�entrada�la�organización�nacional.��Como�suele�suceder,�las�ambiciones�personales�y�los�abnegados�patriotismos�coexistieron�y�se�tamizaron�en�la�historia�y�en�las�ins-tituciones�que�finalmente�cuajaron�en�la�Constitución�Nacional�de�1853,�aceptada�por�los�Estados�locales,�las�denominadas�provincias� argentinas.� Sin� embargo,� la�provincia� de� Buenos� Aires� la� aceptó� re-cién�en�1860,�luego�de�revisarla�a�fin�de�incorporarse�a�la�federación.�Por�eso�a�la�primera�Constitución�se�la�suele�denomi-nar�Constitución�de�1853/60.�

¿Qué�grado�de�influencia�tuvo�Cádiz�en� la� Constitución� histórica� de� la� Repú-blica� Argentina,� si� es� que� tuvo� alguno?�La�cuestión�suscita�debate�en�la�doctrina�y�en�la�academia�argentina�y�permanece�como�cuestión�abierta.�Sin�embargo�debe�

señalarse�que,�a�lo�menos,�en�los�comien-zos�del�proceso�emancipador�argentino�y�hasta�1826�la�labor�de�las�Cortes�prime-ro�y�de�la�Constitución�de�1812�después,�inspiraron�las�disposiciones�dictadas�por�los�gobiernos�patrios.�Tal,�por�ejemplo,�el�Decreto� IX�del� 10�de�noviembre�de� 1810�emitido�por�las�Cortes�sobre�libertad polí-tica�de�la�imprenta�–fuente�del�art.�371�de�la�Constitución�gaditana–�reflejado�en�el�Decreto�de�Libertad�de�Imprenta�de�1811,�que�se�sancionó�en�el�Río�de�La�Plata.

En� la� tarea� de� Asamblea� General�Constituyente�de�1813�–célebre�en�Argen-tina�por�los�derechos�y�libertades�que�pro-clamó–��convocada�por�el�Segundo�Triun-virato� para� declarar� la� independencia� y�dictar� una� constitución,� tareas� que� no�pudo�llevar�a�cabo,�emergieron�las�fuen-tes�de�Cádiz,�por�ejemplo�en�el�reglamen-to�de�la�instalación�de�esa�asamblea�y�en�el�establecimiento�de�la�inviolabilidad�del�derecho�de�libre�opinión�de�los�diputados.��De�los��proyectos�de�constitución�que�se�presentaron,� el� de� la� Comisión� Oficial�fue� el� que� siguió� más� ajustadamente� el�modelo� gaditano,� en� particular� acerca�de� la� creación� del� Consejo� de� Estado� � y�del�Ministerio,� los�Secretarios�de�Estado�y�Despacho�–según�la�denominación�de�Cádiz–� que� validaban� con� su� firma� las�órdenes�del� rey�y�estaban�sujetos�a� res-ponsabilidad� ante� las� Cortes.� � � Los� mi-nistros,� con� refrendo� y� responsabilidad�se� dispusieron� en� las� Constituciones� de�1819�y�1826,�rechazadas�por�las�provincias�argentinas.

Caminos jurídicos que se bifurcan y el espíritu libertario que permanece en América

Los�proyectos�de�institucionalización�como� los� mencionados� más� arriba,� se�desplegaron� en� un� contexto� de� luchas�internas�en� las�que�se�dirimían� la�cen-tralización� del� poder� y� el� federalismo.�La� sanción� de� la� primera� Constitución�argentina�aceptada�no�estuvo�exenta�de�esa�circunstancia:�la�poderosa�provincia�de�Buenos�Aires�se�había�separado�de�la�Confederación�y�recién�en�1860�se�incor-poró�a�ella.�Muchos�cambios�se�habían�operado�desde�mayo�de�1810.�Juan�Bau-tista�Alberdi,�exiliado�en�Chile,�elaboró�un�proyecto�de�constitución�que�fue�con-siderado�por�los�convencionales�consti-tuyentes�de�1853.�El�modelo�federal�de�los�Estados�Unidos�de�Norteamérica�fue�adoptado,�así�como�el�diseño�de�un�po-der� judicial� independiente.� La� declara-ción�de�derechos�recibió�la�influencia�de�la�francesa�de�1789.�Pero�en�la�presiden-cia�argentina�–poderosa�pero�sometida�a�la�ley�y�a�la�Constitución–�emergió�la�influencia� chilena,� que� Alberdi� conocía�bien.� Los� ministros,� aquella� institución�de�Cádiz,�también�se�establecieron�con�refrendo�y�responsabilidad�política�ante�el� Congreso,� en� la� Constitución� argen-tina.� ¿Fuente� directa� o� indirecta� de� la�Pepa?�Lo�cierto�es�que�los�rasgos�de�ese�primer�ministerio�constitucional�diferen-ciaron�el�presidencialismo�argentino�del�modelo� norteamericano.� Aunque� en� la�práctica� institucional,� lamentablemen-te,�el�control�de�de�los�ministros�sobre�el�presidente�es�nulo,� incluso�después�de�la�reforma�constitucional�de�1994�cuan-do�se�incorporó�el�gabinete�de�Ministros�y�el�jefe�de�ese�gabinete.

Esa� misma� experiencia� de� declina-ción�de�los�controles�hace�más�relevante�la�celebración�de�los�doscientos�años�de�la�Constitución�de�Cádiz,�también�en�Ar-gentina.� Los� dos� principios� que� se� con-sagraron�en�la�Pepa,�el�de�limitación�del�poder�y�el�de�libertad�política�de�la�prensa�–que�de�una�u�otra�manera�inspiraron�el�proceso�de�emancipación�de� la�Argenti-na–�vuelven�a�constituirse�en�tarea�incon-clusa�por�la�que�vale�la�pena�luchar.

Influencia�de�la�Constitución�de�Cádiz�en�el�proceso�emancipador�de�la�República�Argentina

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ANÁLISIS |� 7 Actualidad�Jurídica�Aranzadi,�núm.�83922 de marzo de 2012

No�me�cabe�la�menor�duda.�La�Constitución�de�Cádiz�fue�una�adelantada,�pero�una�adelantada�a�su�tiem-po.�En�España,�el�vacío�de�poder�producido�con�oca-sión�de�los�acontecimientos�de�Bayona�y�la�Guerra�de�la�Independencia�precipitaron�un�movimiento�cons-titucional� que,� probablemente,� sin� la� concurrencia�de�estas�circunstancias,�habría�llegado�mucho�más�tarde�(recordemos�que,�a�principios�del�siglo�XIX,�y�salvo� para� una� élite� reducida� de� intelectuales,� la�fuerza�del�pensamiento�absolutista�se�hallaba�pro-fundamente�arraigada�en�la�mentalidad�colectiva�de�nuestro�país).�

El� reconocimiento� que� la� Pepa� efectuó� de� los�derechos�y�de�ciertas�garantías�de�seguridad�penal�y�procesal,�o�su�proclamación�de�principios�tales�como�la� soberanía� nacional� y� la� separación� de� poderes,�situaban,�como�eje�del�sistema,�la�protección�de�la�libertad�del�individuo,�aunque�es�verdad�que�el�mo-

delo�dogmático�y�orgánico�que�finalmente�se�aplicó,�y�durante�mucho,�continuó�respondiendo�a�los�inte-reses�del�poder�(proceso�inquisitivo,�ausencia�de�un�auténtico�Poder�Judicial…).�Por�ello�podemos�decir�que�la�Constitución�de�1812�supuso�un�primer�hito,�eso�sí�muy�importante,�de�un�proceso�que�comenza-ba�por�aquel�entonces�y�que�pretendía�avanzar�hacia�la�conquista�de�los�derechos�en�términos�universa-les.�Es�más,�muchos�de�sus�principios�se�encuentran�presentes,�si�bien�actualizados,�en�el�texto�constitu-cional�español�de�1978�(que,�por�cierto,�también�va�estando�ya�necesitado�de�una�cierta�actuali-zación).

Mª Luz Martínez AlarcónProfesora de Derecho Constitucional

Facultad de Derecho de Albacete de la UCLM

La� Constitución� española� de� 1812,� junto� con� otras,�como�la�francesa�de�1791�o�la�portuguesa�de�1822,�fue�una�de�las�más�avanzadas�de�entre� las�que�se�aprobaron� en� Europa� durante� el� primer� tercio� del�siglo�XIX.�Las�tres�conformaron�el�fenómeno�cono-cido�como�el�constitucionalismo�revolucionario,�que�pretendió�asentar�el�pacto�entre�el�Rey�y�el�parla-mento�en�que�consistió� la� fórmula�histórica�de� la�monarquía�constitucional�sobre�unas�bases�dife-rentes�a�las�que�habrían�de�caracterizar�a�aquella�monarquía�durante�el�tramo�central�del�siglo�XIX:�esencialmente,� un� mayor� poder� del� parlamen-to�frente�al�rey,�el�protagonismo�de�los�derechos�como� esferas� de� autonomía� personal� inmunes� a�la�acción�del�poder�público�y�el�establecimiento�de�

un�sistema�de�equilibrios�de�poder�territorial�ba-sado�en�la�autonomía�municipal�y�el�control�de�los�delegados�del�monarca�a� través�de� instituciones�populares.�Lo�que�hoy�queda�de�ese�texto�no�son�tanto�sus�regulaciones�concretas�como�el�espíritu�que�lo�vertebró:�el�de�que�el�ejercicio�del�poder�por�los�órganos�del�Estado�debía�proceder�del�princi-pio�de�la�soberanía�nacional,�auténtico�nervio�mo-tor�de�la�organización�estatal�y�base�nutricia�de�la�democracia�actual�y�de�su�verdadero�corolario:�las�libertades�y�derechos.�

Roberto L. Blanco ValdésCatedrático de Derecho Constitucional

Universidad de Santiago de Compostela

Somos� pocos� los� historiadores� que� pensamos� en� la� Constitución� de�1812�como�el�broche�final�de�un�mundo�perdido�para�siempre,�un�bro-che�que�personalmente�identifico�con�el�mejor�de�los�productos�gene-rados�por�la�ilustración�hispánica.�En�este�exacto�sentido,�tengo�para�mí�que�lo�que�más�puede�sorprendernos�hoy�es�la�vigencia�de�muchos�presupuestos�ilustrados,�aun�cuando,�claro�está,�lo�que�también�depri-me�más�que�sorprende�es�que�no�hayamos�sido�capaces�de�«ponerlos�en�planta»�en�los��últimos�doscientos�años.�De�entre�todos�ellos,�me�resultan�particularmente� interesantes�dos:�en�primer� lugar,�el� sueño�bihemisférico�gaditano,�que�privó�del�componente�nacionalista�al�cons-titucionalismo�gaditano,�aunque�no�sin�problemas�por�supuesto;�y,�en�segundo,�la�firme�convicción�de�los�constituyentes�respecto�de�que�to-das�aquellas�personas�que�ostentaban�«poder�político»�dejaban�de�ser�autoridades�para�convertirse�en�particulares�responsables�penalmente�ante�ciudadanos�y�no�ciudadanos�cuando�infringían�la�Constitución�en�el�ejercicio�de�sus�cargos.�

Marta Lorente SariñenaCatedrática de Historia del Derecho

Universidad Autónoma de Madrid

Los�textos�constitucionales�tienen�que�ser�leídos�siempre�a�la�luz�del�contexto�en�el�que� fueron�gestados.�De�resultas,� la�Constitución�de�Cádiz�sólo�puede�considerarse�avanzada�si�la�situamos�en�los�albores�del�XIX,�y�cualquier�artí-culo�será�siempre�menos�progresista�que�los�comprendidos�en�nuestra�actual�Constitución.

Ello�no�obstante,�si�forzando�la�situación�hubiera�que�señalar�algún�artículo�o�apartado�dotado�de�cierta�modernidad,�quizás�me�inclinaría�por�el�Título�IX�(«De�la�Instrucción�Pública»).�La�obligación�de�establecer�«en�todos�los�pue-blos�de�la�Monarquía»�escuelas�de�primeras�letras,�la�existencia�de�una�«di-rección�general�de�estudios,�compuesta�de�personas�de�conocida�instrucción»�y�la�obligación�de�estudiar�«una�breve�exposición�de�las�obligaciones�civiles»�entraña�un�programa�educativo�avanzado�y�con�vigencia�para�el�siglo�XXI.

Ignacio Fernández SarasolaDoctor en Derecho, Profesor Titular de Derecho Constitucional

Universidad de Oviedo

Los� constituyentes� gaditanos� son� los�padres� fundadores� de� nuestro� Estado�Constitucional,�y�ello�porque�de�la�mis-ma�forma�que�Hamilton�en�los�Estados�Unidos�o�que�Sieyès�en�Francia,�estable-cieron�la�distinción�entre�Poder�Constitu-yente�y�poderes�constituidos.�En�Cádiz,�la� constitución� racional-normativa,� en�palabras�de�García�Pelayo,�hizo�su�apari-ción�en�la�Historia�de�España.�Concebida�como� la� obra� del� Poder� Constituyente,�emanada,� por� tanto,� de� la� soberanía�nacional,� estableció� un� procedimiento�específico�para�su�reforma�diferente�del�procedimiento� legislativo� ordinario.� De�esta�forma�se�quiso�garantizar�la�supre-macía� de� la� Constitución� sobre� la� Ley.�La� idea�de�una�norma� jurídica�superior�a� la� Ley,� supuso� una� auténtica� revolu-

ción�en�el�derecho�español.�En�definiti-va,�la�Pepa�fue�una�adelantada�porque�pretendió� introducir� un� nuevo� principio�de� legitimidad,� el� constitucional,� como�síntesis�de�los�principios�de�libertad�y�de-mocracia.� Lamentablemente� (y� con� al-gún�muy�breve�paréntesis)�hubo�que�es-perar�a�la�Constitución�de�1978,�nuestra�Constitución�del�siglo�XXI,�para�que�ese�principio�se�consolidara�definitivamente�en�la�conciencia�jurídica�y�en�la�realidad�social�de�España.

Javier Tajadura TejadaProfesor Titular de Derecho

Constitucional Universidad del País Vasco

La Pepa, ¿sigue siendo una adelantada en el siglo XXI?

La�Constitución�de�Cádiz�presenta�a�mi�juicio�indudables�aspectos�que�doscientos�años�después�mantienen�su�actualidad.�Así,�entre�otros,�no�puede�dejar�de�mencionarse�su�pretensión�de�normatividad,�al�menos�frente�a�los�poderes�Ejecutivo�y�Judicial,�ya�que�las�vulneraciones�a�la�Constitución�deducibles�de�sus�actos�podían�dar�lugar�a�la�exigencia�de�responsabilidad,�llegando�a�tipificarse�como�delitos�contra�la�Constitución�ciertas�conduc-tas�en�el�proyecto�de�Código�Penal�de�1822.�Ir�contra�la�Constitución�en�aquellos�momen-tos�significaba�ante�todo�negar�la�soberanía�nacional�y�el�marco�jurídico�de�valores�que�garantizaban�la�libertad,�lo�que�nos�aproxima�al�actual�concepto�de�democracia�militante.�Aparte�esto,�los�deberes�de�los�ciudadanos�de�instruirse,�de�respetar�los�derechos�de�los�demás�y�de�ser�útiles�a�la�Nación,�demuestran�que�la�Constitución�no�sólo�vino�a�garanti-zar�unos�derechos�y�a�crear�un�Estado�de�Derecho,�sino�que�quiso�operar�como�motor�de�cambio�y�de�progreso�de�la�sociedad,�lo�que�la�emparenta�a�la�actual�Constitución�y�a�su�función�transformadora.

Juan José Ruiz RuizProfesor de Derecho Constitucional

Departamento de Derecho Público. Universidad de Jaén

Se�nos�plantea�la�pregunta�de�si�la�Constitución�gaditana�de�19�de�marzo�1812,�conocida�por�el�cas-tizo� apodo� de� «La� Pepa»� sigue�siendo� motivo� de� estudio� y� de-bate�entre�los�constitucionalistas�de�este�siglo.�Y�la�respuesta�debe�ser,�sin�duda�alguna,�afirmativa.�Mucho�nos�queda�aún�por�inves-tigar,�y�mucho�queda�aún�por�bu-cear�en�archivos�y�bibliotecas�de�lo�que�en�Cádiz�se�discutió,�y�de�cómo�influyó�en�el�constituciona-lismo�de�la�época.�

A�pesar�de�las�murallas�que�rodeaban�su�casco�urbano�y�del�asedio� francés� el� constituciona-lismo�gaditano�encontró�el�modo�de� emprender� una� largo� viaje� a�más�destinos�de�los�jamás�hubie-sen�podido�imaginar�aquellos�li-berales,�que�el�24�de�septiembre�de�1810�se�reunieron�en� � Isla�de�León�con�el�propósito�de�redac-tar� la�Constitución�Política�de�la�Monarquía� española.� Y� es� que�una�Constitución�conocida�por�el�nombre� de� una� pequeña� locali-

dad,�de�apenas�medio�millón�de�habitantes,� según� el� padrón� de�1801,�llegó�a�regir�los�destinos�de�millones�de�almas.�Así,�fue�jura-da�en�Montevideo�y�en�la�Nueva�España�y�en�Bahía� (Brasil).�En�México� estuvo� vigente� hasta�1824.� Y� abanderó� muchos� de�los�pronunciamientos�que�pla-garon�Europa�entre�1820�y�1825�al�grito�de�«Viva�la�Constitución�de� 1812.� V.g.r.� el� pronuncia-miento�de�Santa�Rosa�en�Turín,�el�de�Pepe�en�Nápoles,�o�el�de�los� «decembristas»� rusos.� In-cluso� fue�asumida�en�el�Reino�de�Dos�Sicilias�o�en�el�Piamon-te,�donde�se�escucharon��acla-maciones� a� la� Constitución� de�España.�Idénticas�a�las�se�oye-ron� Portugal� en� noviembre� de�1820,� en� el� motín� dirigido� por�Gaspar�Teixeira.�

Esther González HernándezProfesora Titular de

Derecho Constitucional Universidad Rey Juan Carlos

Es�difícil�contestar�en�diez�líneas�a�esta�cuestión�tan�general.�Me�mue-vo,�pues, �en�la�respuesta�en�térmi-nos�generales.�Con�ojos�de�hoy�mu-chos� aspectos� de� la� Constitución�de� Cádiz� están� superados,� incluso�lo�estaban�desde�un�punto�de�vista�comparado� en� 1812.� Sin� embargo,�en� su� contexto,� la� Constitución� de�Cádiz,� si� no� una� adelantada� a� su�tiempo,� fue� de� las� primeras� Cons-tituciones�europeas.�Y�además,�con�sus�limitaciones,� incluía�elementos�propios� de� una� Constitución� en� el�sentido� propio� del� término:� sobe-ranía�nacional,�división�de�poderes�y� derechos� –estos� dispersos� y� de�forma�muy�limitada–.�Fue�efímera,�pero�en�lo�político�significó�en�gran�medida�la�modernidad�y�la�supera-ción�de�los�moldes�del�Antiguo�Ré-gimen� aunque,� ciertamente,� no� de�todos.�Pero,�ante�todo,�fue�adelan-tada� como� intento� de� superación�colectiva� de� los� problemas� de� un�país�en�grave�crisis�con�el�respaldo�y� concurso� de� sectores� ideológicos�encontrados.� Desde� ahí� ¿se� puede�decir�que�en  �Cádiz�se�produjo�por�

vez� primera� en� nuestra� historia� el�rasgo� excepcional� del� consenso�constitucional�y�el�intento�de�reno-vación�política�y�social�que�resurgi-rá�en�1978?�

Con�todas�sus�limitaciones�creo�que� la� mayor� virtud� de� Cádiz� es� la�lección�histórica�en�términos�de�co-munidad� política� que� se� organiza�con�una�revisión�radical�del�modelo�de� organización� política,� sobre� la�savia� nueva� de� la� soberanía� nacio-nal.�Podríamos�después�entrar�en�el�análisis� de� si� fue� visión� adelantada�la� de� algunos� contenidos� consti-tucionales.� Algunos� elementos� de�nuestro� sistema� constitucional� son�tributarios� de� aquel� primer� texto� y�de� los� Decretos� de� Cortes� dictados�entre� 1810� y� 1814,� cuando� terminó�nuestra� primera� aventura� consti-tucional,� pero� el� análisis� pormeno-rizado� excede� las� posibilidades� de�esta�contribución�espacialmente�tan�limitada.

Mª Asunción de la Iglesia ChamarroProfesora Contratada Doctora

Universidad de Navarra

Furet�definió�a� la�Revolución�Francesa�como�«la� ilusión�de�la�política».�Con�todos�sus�matices,�y�a�pasar�de�lo�que�posteriormente�se�apuntará,�creo�que�en�1812��se�produ-jo� una� verdadera� «revolución� constitucional»,� y� que� en�este� sentido� Cádiz� fue,� entre� otras� cosas,� «la� ilusión� de�la� política� entendida� como� Constitución».� Como� toda�revolución,�nos�legó�una�nueva�cultura�política�y�una�im-portante� reserva� de� debates� jurídico-� constitucionales.�Nos�legó�también�una�peculiar�lógica�interna,�un�discurso�sobre�orígenes,�pérdida�y�recuperación�de�las�libertades,�sobre�orígenes�e�identidad�en�definitiva,�que�está�detrás�de�importantes�lecturas�de�Cádiz,�tanto�desde�el�punto�de�vista�estrictamente�histórico,�Artola,�como�constitucional,�Valera,�por�señalar�tan�sólo�dos�de�sus�mejores�estudiosos.�De�ahí�que�la�conmemoración�de�la�Constitución�de�1812�nunca�pueda�sustraerse��a�una�cierta�lectura�ideológico/política� que� se� trasmite� al� ámbito� constitucional.� Curio-samente�hoy�el�debate�principal�vuelve�a�ser�sin�embargo�fundamentalmente�historiográfico,��basado�en�la�contra-posición� entre� una� lectura� «jurisdiccional»� del� llamado�constitucionalismo�hispánico,�que�remarca�sus�elementos�de�continuidad�con�la�concepción�jurídica�precedente,�y��el�entendimiento��hasta�hoy�predominante�del�texto�del�12�como�un�ejemplo�del�llamado�primer�constitucionalismo�revolucionario.� En� este� contexto,� creo� sinceramente� que�elementos�fundamentales�de�la�misma,�como�su�peculiar�concepto�de�Nación,�su�articulación�de�la�representación�política,�su�organización�de�los�poderes,�o�la�garantía�de�los�derechos,�poco�pueden�aportar�al�constitucionalismo�español�del�siglo�XXI.�Pero�en�todo�caso,�si�algo�caracte-riza�al�«momento�gaditano»�es�quizás�el�de�constituir�un�momento� de� crisis,� de� elección� entre� alternativas,� y� por�tanto�su�conciencia�de�la�necesidad�de�asumir�la�moderni-dad�política�de�su�tiempo,�la�nueva�cultura�constitucional,�a�través�de�un�nuevo�lenguaje�que�forzosamente�debe�en�cambio� � utilizar� en� ocasiones� � instrumentos� jurídicos� ya�conocidos.�Probablemente�esa�situación�de�incertidumbre�ante�el�cambio,�y�de�necesidad�de�asumir�un�nuevo�«mo-mento�constitucional»,�sea�paradójicamente�lo�que�más�nos�acerque�a�la�obra�de�los�hombres�de�Cádiz.

Augusto Martín De La VegaProfesor Titular Derecho Constitucional

Universidad de Salamanca

ESPECIAL BICENTENARIO CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ 1812

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8  | ANÁLISIS  Actualidad�Jurídica�Aranzadi,�núm.�83922 de marzo de 2012

Juan José González Rivas.Presidente de la Sección 7ª, Sala 3ª del Tribunal Supremo. Vocal de la Junta Electoral Central. Letrado de carrera, excedente, del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial. Doctor en Derecho.

Introducción

En� el� contexto� histórico� en� el� que� se�produce�la�elaboración�del�texto�cons-titucional�de�1812,�interesa�subrayar�como� precedentes� las� dos� grandes�revoluciones�norteamericana�y�fran-cesa�que�modificaron�el�curso�de�los�últimos� decenios� del� Siglo� XVIII� e�incidieron�en�los�principios�político-jurídicos� que� habían� de� proclamar�los�posteriores�ordenamientos�cons-titucionales,� en� el� desarrollo� de� las�Instituciones� y� los� procedimientos�ius�publicistas,�totalmente�nuevos.

Puede� afirmarse� que� el� mundo�occidental�supera�en�esta�época�his-tórica� los� esquemas� del� Estado� pa-trimonial�prevalentes�en�el�Medievo�y� en� el� Renacimiento� se� supera� un�Gobierno� absoluto� concentrado� en�el� soberano� y� con� dichas� revolucio-nes�americana�y�francesa�termina�de�adaptarse� una� nueva� configuración�del� Estado� moderno,� que� sin� duda�es� fruto� de� una� evolución� intelec-tual,� cuyos� inicios� aparecieron� mu-chos�siglos�antes,�teniendo�en�cuen-ta� la�antigüedad�greco-romana�y�el�desarrollo� de� los� acontecimientos�de�la�Edad�Media.

En�el�continente�europeo,�tal�re-presentación�se�produce�en�el�ámbi-to� de� las� colectividades� locales,� en�los�Estados�miembros�de�los�Estados�federales�y�por�influencia�de�autores�como� Montesquieu,� se� va� profundi-zando� en� la� idea� del� constituciona-lismo�en�los�Países�europeos,�ya�sea�por�imitación�del�prototipo�británico�o� por� intermediación� de� los� textos�de� las� Declaraciones� de� Derecho� y�de� las� Constituciones� norteameri-cana� y� francesa,� apareciendo� así� el�concepto�de�soberanía�nacional�que�supera�la�concepción�pragmática�de�la�soberanía�del�Rey,�de�la�soberanía�del� Parlamento� que� integra� la� Cá-mara�de�los�Lores�y�de�los�Comunes�y� que� conduce� por� intermediación�de� la� Escuela� Ius� publicista� alema-na�a�una�moderna�concepción�de�la�soberanía�de�la�personalidad�jurídi-ca�estatal,�al� tiempo�que� la� idea�de�soberanía�encuentra�su�fundamento�político� en� la� voluntad� mayoritaria�de� los� ciudadanos� llevada� a� cabo� a�través� de� procedimientos� represen-tativos,� lo� que� supone� el� desarrollo�de�la�teoría�de�la�soberanía�popular.

Los precedentes de la Constitución francesa de 1791 o del sistema nor-teamericano.

La Constitución francesa de 1791 se� reserva� el� derecho� de� ele-

gir�y�a�ser�elegido�a� los�ciudadanos�activos,� de� forma� que� sólo� podían�participar�en�las�elecciones�para�las�Asambleas� primarias� aquellos� que�además� de� ser� franceses� por� naci-miento,�o�naturalización�y�tener�más�de� 25� años,� pagaran� en� un� lugar�cualquiera� del� Reino� una� contribu-ción� directa� al� menos� igual� al� valor�de� tres� jornadas� de� trabajo� y� sólo�podían� ser� designados� electores� y�participar� en� la� elección� de� los� re-presentantes� de� la� nación� quienes�fueran�propietarios�o�usufructuarios�de�un�bien�cuya�renta�fuese�igual�al�valor� local� de� doscientas� jornadas�de� trabajo� o� fuese� arrendatario� de�una�habitación�de�un�valor�en�renta�no�inferior�a�ciento�cincuenta�jorna-das.

En� el caso norteamericano,� los�artículos� de� la� Confederación� reco-nocen� un� voto� igual� a� las� trece� ex-colonias,� con� independencia� de� su�población� y� de� cualesquiera� otras�diferencias,� y� así,� el� Estado� de� Vir-ginia,�que�con�sus�750.000�habitan-tes� era� el� más� poblado,� pretendía,�lógicamente,� que� la� representación�se� basara� en� la� población.� Esta� era�la� posición� de� los� Estados� del� Sur,�que�eran�partidarios�de�incluir�a�los�esclavos�en�la�población�real�total�a�la�hora�de�repartir�los�escaños�en�el�Congreso,�pero�que�aspiraban�a�ex-cluirlos� a� efectos� tributarios.� Por� el�contrario,�en�los�Estados�del�Norte�y�en�general�en�los�más�pequeños,�de-seaban�incluirlos�en�la�tributación�ya�sea�por�una�especie�de�propiedad,�o�para�excluirlos�de�la�representación,�puesto�que�carecían�de�la�condición�de�ciudadano�y�del�derecho�de�voto.�

La� propuesta� efectuada� por� el�Estado� de� Connecticut� impuso� la�necesidad�de�mantener�la�represen-tación� igual� de� los� Estados� para� el�Senado�y�el�establecimiento�para�la�Cámara�de�Representantes�y�para�el�reparto� de� contribuciones� directas�del� principio� de� proporcionalidad� y�de�esta�forma�se�computaron�los�es-clavos�a� razón�de� tres�quintos�cada�uno�de�ellos�para�fijar�el�número�de�representantes� correspondientes� a�cada� Estado� y� como� objeto� de� pro-piedad�que�eran�a�efectos� impositi-vos.� Se� excluye� a� los� indios� que� no�pagaban�impuestos�porque�ni�gene-raban� riqueza� ni� eran� propiedad� de�nadie.

La� Sección� Segunda� del� artícu-lo� primero� de� la� Constitución� nor-teamericana� hasta� el� 9� de� julio� de�1868,�en�que�se�aprueba�la�Enmien-da�XIV�que�eliminó�la�frase�final�del�precepto,� reconoció� que� la� esclavi-tud� se� proscribió�por� la� Enmienda�XIII�que� fue� rati-ficada�el�6�de�di-ciembre�de�1865�y� la� XV� Enmien-da� ratificada� el�3� de� febrero� de�

1870� proscribe� que� ni� los� Estados�Unidos� ni� ningún� Estado� podrá� de-negar�o�coartar�a�los�ciudadanos�de�los�Estados�Unidos�el�derecho�al�su-fragio� por� motivos� de� raza,� color� o�previa�condición�de�servidumbre.

Aparece�así�un�derecho�electoral�competencia�de�los�Estados,�alguno�de� los� cuales� exigen� el� pago� de� un�impuesto� electoral� o� un� cierto� nivel�de�instrucción�que�tiene�como�resul-tado�excluir�no�sólo�a�la�raza�negra,�sino�a�algunos�estratos�pobres�de�la�raza�blanca.

Los criterios inspiradores de la Constitución de Cádiz

En� la� Constitución� de� Cádiz,� en�la� que� como� advierte� Fernández�Almagro� en� su� obra� «Orígenes� del�régimen� constitucional� en� España»�(Editorial� Labor,� S.A.� 1928,� pág.�127),� la� figura� del� Diputado� consti-tucional�de�1812�es�distinta�del�antí-guo�Procurador�de�las�Cortes,�subra-yándose�la�entrada�del�concepto�de�nación� y� el� derecho� constitucional�del� sufragio� pasivo� de� la� represen-tación�implica�sumar�los�individuos,�lo�que�supone� la� transformación�de�la�estructura�de�una�sociedad,�hasta�entonces�estamental�y�corporativa.

La Constitución de Cádiz pros-cribe un poder como el que los an-tiguos Procuradores recibían en la época inmediatamente anterior de los municipios a quienes repre-sentaban,�pero�el�apoderamiento�se�contiene� en� una� nueva� fórmula� que�revela� claramente� la� existencia� de�poderes�amplios�a�todos,�como�dice�el� artículo� 100� de� la� Constitución�«para� cumplir� y� desempeñar� las�augustas�funciones�de�su�encargo�y�para� que� con� los� demás� Diputados�de� Cortes,� como� representantes� de�la�nación�española,�puedan�acordar�y� resolver� cuanto� entendieron� con-ducente�al�bien�general�de�ella».

De�esta�manera�se�pasa�del�an-tiguo�Cuaderno�de�Instrucciones�del�Procurador,�vinculado�a�un�concreto�mandante�al�mandato�representati-vo�que�vincula�los�Diputados�a�la�na-ción� y� los� emancipa� de� la� voluntad�de�sus�electores.

Este� criterio� lo� subraya� en� la�discusión� constitucional� Argüelles�y� así� consta� en� el� Diario� de� Se-siones� del� 12� de� enero� de� 1812,�cuando� dice� «La� represen-tación�nacional�no�puede�ser� más� que� una� y� ésta�refundida� solamente� en�las� Cortes,� que� es� la� que�únicamente�puede�expre-sar�la�voluntad�de�los�pue-blos».� Por� ello,� la� novedad�esencial� no� estriba� sólo� en�esta� nueva� titularidad�de� la� nación,� puesto�que� ya� no� son� las�Corporaciones�municipales� a� las�que� corresponde�el� especial� pri-vilegio� de� repre-sentar,� sino� que�los� electores� son�ahora� los� varones�mayores� de� 25�años,� avecinda-dos� o� residentes�en�la�parroquia�en� que� han�de� emitir� su�

voto�y�en�sufragio� individual�que�se�inicia,�así,�en�nuestra�primera�Cons-titución�como�un sufragio universal moderado,�como�reconoce�el�Profe-sor�Luis�Sánchez�Agesta�en�su�obra�«Historia�del�Constitucionalismo�es-pañol»� (Centro� de� Estudios� Consti-tucionales,�Madrid,�1978,�pág.�103).

Se� establece� en� la� Constitución�de� 1812� un� complejo procedimien-to de elecciones indirectas puesto que la elección comprende cuatro grados,� por� una� parte,� la� desig-nación� de� compromisarios� de� las�juntas� parroquiales,� por� otra� parte�la� designación� de� electores� parro-quiales,� la�designación�de�electores�de� partido� y� finalmente,� la� elección�de�Diputados,�surgiendo�así�la�base�para� esta� nueva� representación� en�que� la�cifra�de� la�población�se�con-creta�en�que�por�cada�75.000�almas�o� fracción� superior� a� 35.000� se� eli-girá�un�Diputado.

Después�triunfará,�en�la�historia�constitucional� posterior� del� Siglo�XIX� en� nuestro� sistema� político,� la�necesidad� de� una� división� en� dos�Cámaras,� según� el� modelo� inglés-americano,�que�constituye�el�prece-dente�de�lo�que�se�puede�considerar�el� más� precioso� descubrimiento� de�la� ciencia� política� moderna,� como�reconoce� Jovellanos� en� su� obra�«Memoria� en� defensa� de� la� Jun-ta� Central»,� editorial� Rivadeneyra,�parte�segunda,�nº�85).

Reflexión final

En�suma,�recordando�la�obra�del�Profesor� Tomás� y� Valiente� «Obras�completas»�(Centro�de�Estudios�Po-líticos� y� Constitucionales,� volumen�II,�Madrid,�1997,�págs.�1.374�y�1.375)�la� Constitución� de� Cádiz� vigente� en�un� primer� período� desde� el� 19� de�marzo�de�1812�hasta�el�4�de�mayo�de�1814,� en� una� segunda� etapa� desde�el� 10� de� marzo� de� 1820� con� el� ma-nifiesto� de� Fernando� VII� aceptando�el� Pronunciamiento� Liberal� de� Rie-go�hasta�el�1�de�octubre�de�1823,�día�en�que�Fernando�VII,�considerándo-se� liberado� de� la� esclavitud� en� que�gemía�por� los�Cien�mil�hijos�de�San�Luis,� vuelve� a� iniciar� un� gobierno�absolutista�y�en�un�tercer�momento,�

desde�el�motín�de�La�Granja�el�13�de�agosto�de�1836�hasta�la�promul-

gación� de� la� Constitución� de�18�de�junio�de�1837,�en�sus�384�artículos�y�al� regular�

hasta�el�detalle�cuestio-nes� que� en� buena� téc-

nica� constitucional�representaron� un�

indudable� avance�como� inicio� del�constituciona-lismo� histórico,�trata� como� uno�

de� sus� temas�fundamen-

tales�el�sistema�electoral�para�elec-ción�de�Diputados�a�Cortes.�

Se� trata,� como� vemos,� de� un�complicado� mecanismo� de� elección�indirecta�que�consta�de�cuatro�fases�en� la� forma� indicada� con� anteriori-dad.��Ese�sufragio�universal�que�im-plica�el�ejercicio�del�derecho�a�votar�era�casi�universal�en�la�primera�fase,�concerniente� a� la� elección� de� com-promisarios� de� parroquia,� pues� en�ella� intervenían� todos� los� ciudada-nos� avecindados� y� residentes� en� la�parroquia,� pero� luego� se� restringe�en�cada�fase�ulterior,�es�decir,� la�de�la� elección� de� compromisarios� de�partido� y� de� provincia,� por� cuanto�que�el�sufragio�pasivo�como�posibi-lidad� de� salir� elegido,� preconizaba�en�el�artículo�92�la�necesidad�de�fi-jar�las�bases�del�sufragio�censitario,�pero�establecía�que�para�ser�elegido�Diputado� era� necesario� «tener� una�renta� anual� proporcionada� proce-dente�de�bienes�propios»,�previsión�que� fue� dejada� en� suspenso� por� el�artículo�93,�que�literalmente�señaló�«hasta� que� las� Cortes� que� en� ade-lante�han�de�celebrarse�declaren�ha-ber�llegado�ya�al�tiempo�de�que�pue-da� tener� efecto,� señalando� la� cuota�de�la�renta�y�la�calidad�de�los�bienes�de�que�haya�de�provenir».

Como� hemos� analizado� y� como�ya� establecía� la� Constitución� de�Francia�de�1791,�el�representante�de�la� nación� es� el� prototipo� del� ciuda-dano�que�había�de�ser�un�propieta-rio� y� con� esta� reflexión,� concluimos�reconociendo� que� el� liberalismo� ra-dical� de� 1812� dejó� abierta� una� bre-cha� importante� para� lo� que� puede�convertirse� fácilmente� en� doctrina-rio� y� moderado,� porque� en� suma,�la Constitución de 1812 estableció un sistema de sufragio universal masculino, aunque indirecto (sobre�este� tema� se� han� realizado� impor-tantes� estudios� por� Antonio� Torres�del�Moral,�en�la�obra�«Las�Cortes�se-gún� la� Constitución� de� 1812»,� coor-dinada�por�el�Profesor�José�Antonio�Escudero,�volumen�III,�pág.�3�y�ss.)�y�no�hay�que�olvidar�que�el�artículo�35�al� reconocer� que� las� Juntas� electo-rales� de� parroquia� se� componen� de�todos�los�ciudadanos�avecindados�y�residentes� en� el� territorio� de� la� pa-rroquia� respectiva,� entre� los� que� se�comprenden� los� eclesiásticos� secu-lares,�integra�un�sistema�de�carácter�indirecto� de� sufragio� con� especial�protagonismo� de� las� Juntas� de� pa-rroquia,� las� Juntas� de� partido� y� las�Juntas�de�provincia.

De� esta� forma,� llegamos� a� la�conclusión�de�que�en�el�tratamiento�del� sistema� electoral,� la� Constitu-ción� de� 1812� establece� la� base� para�la�representación�que�el�artículo�28�reconoce�que�había�de�ser�la�misma�para�ambos�hemisferios�y�se�limita�a�computar�a� los�españoles�a� los�que�reconoce� la� condición� de� ciudada-nos�en�el�artículo�29.

El�sistema�electoral�en�la�constitución�de�Cádiz�de�1812

ESPECIAL BICENTENARIO CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ 1812

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ANÁLISIS |� 9 Actualidad�Jurídica�Aranzadi,�núm.�83922 de marzo de 2012

Jacobo López Barja de Quiroga.Magistrado Jefe del Gabinete del Tribunal Supremo

Los� derechos� humanos� son� derechos�de� reacción.� Aparecen� en� el� tiempo� y�en�el�lugar�en�el�que�con�anterioridad�siempre�se�había�llegado�a�la�negación�absoluta� del� hombre� y,� desde� luego,�de� su� dignidad.� Como� consecuencia,�ante�una�situación�de�opresión,�surgen�las� reivindicaciones� en� forma� de� de-rechos� innatos,� anteriores� al� hombre�y� consustanciales� con� el� mismo;� ade-más,�se�defiende�que�son�inalienables.

Esa� reacción� ocurrió� en� EEUU,� en�Inglaterra�y�en�Francia;�y,� también�en�

España.�En�España�se�produjo�la�con-junción�de�dos� razones:�por�una�

parte,� la� propia� de� la� época,�es�decir,�como�reacción�al�ab-solutismo� imperante;� y,� por�

otra� parte,� como� reacción� al�invasor.�España�se�encontraba�in-

vadida�por�Napoleón�y�tenía�al�Rey�y�al�heredero�en�Bayona�cautivos,�en�po-der� del� primero,� realizando� ambos�absurdas�e�ilegítimas�abdicaciones.�El�momento�no�podía�ser�más�con-vulso�y,�en�ese�clima,�y�con�las�ideas�

más�avanzadas�del�momento�se�co-menzó�a�realizar�una�Constitución.�Las�Cortes�reunidas�en�la�Isla�de�León�(en�la�iglesia�de�San�Pedro),�el�24�de�sep-tiembre� de� 1810,� deciden� elaborarla.�Se� formó� una� Comisión� para� realizar�un� proyecto� de� Constitu-ción,� la� cual� comenzó�sus�sesiones�el�día�dos�de� marzo� de� 1811� en�Cádiz;� tras� sus� traba-jos,� la� Constitución� se�promulgó�el�19�de�mar-zo�de�1812,�también�en�Cádiz,�ciudad�a� la�que�se� habían� trasladado�las�Cortes�el�día�20�de�febrero� de� 1811,� con-cretamente�a�la�iglesia�de�San�Felipe�Neri.

Muy� diversas� son�

las� cuestiones� que� plantea� la� lectura�de� esta� Constitución.� Ahora� nos� cen-traremos� en� los� derechos� humanos�que� incorpora.� Si�bien� antes� conviene�indicar� que� derivada� de� las� circuns-tancias� antes� indicadas,� afirma� taxa-tivamente�que�«la�Nación�española�es�libre�e�independiente,�y�no�es�ni�puede�ser� patrimonio� de� ninguna� familia� ni�persona»� (art.� 2),� así� � como� que� «la�soberanía� reside� esencialmente� en� la�Nación»�(art.�3).�De�esta�manera�se�in-troduce� expresamente� el� principio� de�soberanía� nacional� frente� al� de� sobe-ranía�del�Rey;� igualmente,�son�llama-tivas�«las�restricciones�de�la�autoridad�del�Rey»�(art.�172).�En�todas�ellas�que-da� claro� que� el� Rey� está� sujeto� a� las�Cortes�y�hasta�para�abdicar�necesita�su�consentimiento,� e� igualmente,� el� Rey�no� puede� enajenar,� ceder� o� permutar�parte� alguna,� por� pequeña� que� sea,�del�territorio�español.

Además,�también�es�preciso�resal-tar� que� en� la� línea� de� la� Declaración�francesa�de�1789�se� incorpora�el�prin-cipio� de� la� división� de� poderes� (arts.�15,� 16�y� 17),� separando�el�ejecutivo,�al�mando�del�Rey,�pero�con�una�serie�de�Ministros�que�deben�refrendar�sus�ac-tos�(hay�Rey�y�Gobierno)�y�que�lo�com-parte�también�con�las�Cortes;�el�legis-lativo,�en�las�Cortes�(el�bicameralismo�vendrá�más�tarde,�concretamente�en�el�Estatuto�Real�de�1834�y�en�la�Constitu-ción�de�1837),�que�será�donde�resida�la�soberanía�de�la�Nación;�y,�finalmente,�el� poder� judicial� (aunque� no� llamado�

así)� al� desarrollar� los� tribunales.� En�este� punto� debe� resaltarse� que� la�

Constitución� de� 1812� crea� el� Tri-bunal�Supremo�(art.�259).

Se�trata�de�una�Constitución�de� corte� liberal,� monárquica� y�

confesadamente�católica�(art.�12).� La� expresión� más� lla-

mativa�del� liberalismo�lo�encontramos�en�la�obli-gación� que� impone� el�art.�6�a�todos�los�espa-ñoles� de� «ser� justos�y� benéficos»;� y� en� el�art.�13�cuando�afirma�que� «el� objeto� del�Gobierno� es� la� feli-

cidad� de� la�Nación».

Los�derechos individuales�que�se�reconocen� en� esta� Constitución� son�diversos.

• 1. Se reconoce la libertad y la propiedad.� El� art.� 4� proclama� que�«la� Nación� está� obligada� a� conservar�y�proteger�por� leyes�sabias�y� justas� la�libertad�civil,�la�propiedad�y�los�demás�derechos�legítimos�de�todos�los�indivi-duos�que�la�componen».

También�la libertad de expresión,�cuestión� especialmente� sensible� en�cualquier�época.�Así�el�art.�371�señala�que� «todos� los� españoles� tienen� li-bertad�de�escribir,� imprimir�y�publicar�sus� ideas� políticas� sin� necesidad� de�licencia,� revisión�o�aprobación�alguna�anterior�a�la�publicación,�bajo�las�res-tricciones�y�responsabilidades�que�es-tablezcan�las�leyes».

• 2. Se parte de la igualdad entre todos los españoles. Precisamente,�consecuencia� de� esa� igualdad� es� la�unidad�de�fueros�establecido�en�el�art.�248:�«en�los�negocios�comunes,�civiles�y�criminales�no�habrá�más�que�un�solo�fuero�para�toda�clase�de�personas».

Si�bien,�a�pesar�de�ello�se�mantie-nen�el�fuero�eclesiástico�(art.�249)�y�el�fuero�militar�(art.�250).

También�es�expresión�de�esa�igual-dad,� el� acordar� que� exista� unidad� de�códigos�en�el�art.�258:�«el�Código�civil�y�criminal�y�el�de�comercio�serán�unos�mismos� para� toda� la� Monarquía,� sin�perjuicio� de� las� variaciones,� que� por�particulares�circunstancias�podrán�ha-cer�las�Cortes».

Igualmente,� la�decisión�sobre�que�exista�uniformidad�procesal�en�los�Tri-bunales�(art.�244).

• 3. Se recogen una serie de ga-rantías procesales,� entre� las� que� so-bresalen�las�siguientes:

3.1� Se� afirma� el� derecho al Juez predeterminado por la ley,� en�el�art.�247,�que�señala�que�«ningún�español�podrá�ser� juzgado�en�causas�civiles�ni�criminales�por�ninguna�comisión,�sino�por�el�tribunal�competente�determina-do�con�anterioridad�por�la�ley».

3.2� Se� introduce� el principio de inamovilidad judicial�(arts.�252�y�253).

3.3� Se� determina� que� las causas civiles y criminales finalizarán en el territorio de cada Audiencia (art. 262).

3.4� Se� ordena� el� principio de ce-leridad� en� las� causas� criminales� (art.�286).

3.5�Para�acordar� la�prisión�de�una�persona,�se�requiere�que�existan�causas�previas,�que�se�trate�de�un�delito�casti-gado�con�pena�corporal,�que�se�acuerde�por� escrito� mediante� un� mandamiento�del�juez�y�que�se�le�notifique�a�la�perso-na�en�el�acto�de�su�prisión�(art.�287).

Si� no� se� tratara� de� pena� corporal,�se� acordará� la� libertad� con� fianza� (art.�296).

En�cualquier�caso,�el�ingreso�en�pri-sión� requerirá� mandamiento� del� juez,�que�deberá�ser�motivado�(art.�293).

3.6� Antes� de� ser� ingresado� en� pri-sión,�«el�arrestado»�«será presentado al juez»�(art.�290).

3.7�Si�se�tratara�de�un�supuesto�de�flagrancia,�podrá�ser�detenido,�pero�de-berá� ser� conducido� a� la� presencia� del�juez�(art.�292).

3.8� La declaración del arrestado será sin juramento�(art.�291).

3.9�Se�acuerda�el�derecho a ser informado de la acusación� y� de�quién�es�su�acusador�(art.�300).

3.10�Se�establece�el�de-recho� a� un� proceso público�(art.�302).

3.11� Se� reco-noce� la� inviolabi-lidad del domici-lio: las� entradas�y� registros� sólo�podrán�hacerse�en�

los� casos� establecidos� por� las� leyes.�Efectivamente,� la�declaración�del�art.�306� es� determinante:� «no� podrá� ser�allanada� la� casa� de� ningún� español,�sino�en�los�casos�que�determine�la�ley�para�el�buen�orden�y�seguridad�del�Es-tado».

3.12 Se prohíbe la tortura.�En�efec-to,�el�art.�303�establece� taxativamente�que�«no�se�usará�nunca�del�tormento�ni�de�los�apremios».

3.13�Se�defiende�el�principio de per-sonalidad de la pena y,�que,�por�ello�no�transcenderá� a� la� familia,� sino� que� su�efecto�será�sobre�el�que�la�mereció�(art.�305).

3.14�Se�defiende�que�los presos han de ser tratados con dignidad.� El� art.�297�indica�que�las�cárceles�han�de�servir�«para�asegurar�y�no�para�molestar�a�los�presos»,�y�que�nunca�se�los�custodiará�«en� calabozos� subterráneos� ni� malsa-nos».

3.15� En� relación� con� los� bienes:� se�introducen limitaciones en los embar-gos� (art.� 294)� y� se� prohíbe� la� pena� de�confiscación�(art.�304).

• 4. El derecho a la educación� se�ordena� en� el� art.� 366,� que� señala� que�«en�todos�los�pueblos�de�la�Monarquía�se� establecerán� escuelas� de� primeras�letras,�en�las�que�se�enseñará�a�los�niños�a�leer,�escribir�y�contar,�y�el�catecismo�de�la� religión� católica,� que� comprenderá�también� una� breve� exposición� de� las�obligaciones�civiles».

Asimismo�en�el�art.�367�se�acuerda�la�creación�del�número�de�universidades�y� establecimientos� de� instrucción� que�sean�necesarios.

El�plan�general�de�enseñanza,�dice�el� art.� 368,� «será� uniforme� en� todo� el�reino,� debiendo� explicarse� la� Constitu-ción�política�de� la�Monarquía�en� todas�las�universidades�y�establecimientos�li-terarios,�donde�se�enseñen�las�ciencias�eclesiásticas�y�políticas».

Es� evidente� que� para� los� constitu-yentes� la� educación� era� una� materia�esencial�y�en�ella�se�debería�incluir�para�los� niños� y� jóvenes� «una� breve� exposi-ción�de�las�obligaciones�civiles»�y�para�los� mayores� el� estudio� de� la� Constitu-ción.

• 5. Derecho al sufragio:�las�Cortes�estarán�formadas�por�todos�los�diputa-dos� que� representan� la� Nación� y� éstos�serán� nombrados� por� los� ciudadanos�(art.�27).�El�sistema�electoral�se� regula�minuciosamente� en� los� arts.� 35� y� si-guientes.

• 6. Derecho individual a hacer observar la Constitución.� El� art.� 373�señala�que�«todo�español�tiene�derecho�a�representar�a�las�Cortes�o�al�Rey�para�reclamar�la�observancia�de�la�Constitu-ción».

El�diseño�es�claro,�se�fija�una�es-tructura�basada�en�la�división�de�po-deres,� se� afirma� la� soberanía� en� la�Nación� y� se� incorpora� una� serie� im-portante�de�derechos�individuales.�Es�cierto�que� la�Constitución�de� 1812�no�contiene�un�catálogo�de�derechos�in-dividuales,�sino�que�estos�derechos�se�encuentran�diseminados�a�lo�largo�de�todo�su�articulado.�¡Pero�están!�Como�ya� en� 1809� expusiera� Jovellanos,� lo�que� realiza� una� Constitución� es� fijar�«los� derechos� del� soberano� y� de� los�súbditos� y� los� medios� saludables� de�preservar�unos�y�otros».�Por�ello,�par-tiendo�de�esos�ejes,�que�son�la�afirma-ción�de� la�soberanía�en� la�Nación,� la�división� de� poderes,� el� sistema� elec-toral�y�el�establecimiento�de�derechos�individuales,� es� por� lo� que� muchos�autores� se� refieren� a� la� «revolución�de� Cádiz».�Y,� lo� fue:� se� rompe�con� el�absolutismo�y�se�afirman�los�paráme-tros� de� un� incipiente� Estado� Liberal�de�Derecho�y,�por�ello,�defensor�de�los�derechos�del�hombre.

La�Constitución�de�1812�y�los�derechos�individuales

ESPECIAL BICENTENARIO CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ 1812

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ESPECIAL BICENTENARIO CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ 1812

Pablo Lucas Murillo de la Cueva. Magistrado del Tribunal Supremo. Catedrático de Derecho Constitucional

El� profesor� alemán,� acogido� en� Esta-dos� Unidos� a� principios� de� los� años�treinta�del�siglo�pasado,�Karl�Loewens-tein,�estableció�en�su�importante�Teoría de la Constitución (1957)�diversos�crite-rios�de�clasificación�de�las�Constitucio-nes.�Entre�ellos,�el�que�distingue�entre�originarias�y�derivadas�en�función�de�la�innovación�que�representan.�Explicaba�este� autor� al� respecto�que� las�del�pri-mer�tipo�son�muy�escasas.�Y,�en�efecto,�se� fijaba� en� que� las� ideas� esenciales�del� régimen� constitucional� se� estable-cieron�en�la�experiencia�inglesa,�en�los�debates� que� llevaron� a� la� declaración�independencia� de� los� Estados� Unidos�de� América� y,� más� tarde,� a� su� vigente�Constitución,�y�en�los�producidos�en�la�Asamblea�Nacional�francesa�a�partir�de�1789.�Desde�este�punto�de�vista,�la�he-cha�en�Cádiz�en�1812�no�sería�una�Cons-titución�originaria.

Ahora�bien,�hay�momentos�críticos�en�la�historia�de�los�pueblos�en�los�que�sus� protagonistas,� enfrentados� al� reto�de� establecer� los� fundamentos� del� or-den� político,� saben� expresar� y� aplicar�los� postulados� forjados� en� � experien-cias�ajenas�de�una�manera�tan�atracti-va�que�convierten�a�su�obra�en�modelo�inspirador.�Al� menos,� han� sido� dos� las�ocasiones� en� que� desde� España� se� ha�ofrecido�ese�ejemplo:�precisamente,�en�los�comienzos�y�en�el�final,�por�ahora,�de� nuestra� trayectoria� constitucional.�No� es� cuestión� de� recordar� el� eco� que�alcanzó� la� transición�política,�ni�el� im-pacto�que�la�Constitución�de�1978�y�su�desarrollo�normativo�e�institucional�han�tenido� en� Europa� y� en� América.� Basta�acudir�a�las��bibliotecas�y�hemerotecas�para� comprobarlo.� En� cambio,� sí� es� el�momento� de� evocar� el� significado� de�la�Constitución�de�Cádiz�en�los�días�en�que�se�cumplen�los�doscientos�años�de�su�promulgación.

Prefiero�referirme�a�ella�con�el�nom-bre�de�la�ciudad�en�la�que�se�aprobó�y�proclamó�porque�es�indisociable�de�las�circunstancias� y� del� ambiente� que� allí�se� produjeron,� seguramente� irrepeti-bles�en�otro�lugar.�Una�ciudad�que�pro-piciará� los� trabajos� constituyentes� de�las� Cortes� Generales� y� Extraordinarias�desde� que� se� instalaron� en� ella� y� que�recibirá� la� Constitución� con� el� júbilo� y�entusiasmo� que� relatan� quienes� vivie-ron�aquellos�días.

La� elaboración� y� aprobación� de�la� Constitución� de� Cádiz� fue� un� hecho�de� importancia� capital.� Se� inscribe� en�el� conjunto� de� acontecimientos� que�marcan� el� comienzo� de� la� edad� con-temporánea�en�España�y�abre�el� largo�proceso�de�transición�desde�el�Antiguo�Régimen� al� Estado� liberal� y� represen-tativo� a� partir� de� la� doble� afirmación�de�la�independencia�y�de�los�principios�básicos�del�régimen�constitucional�aun-que�éstos,�presentados�por�sus�autores�como� expresión� y� puesta� al� día� de� los�postulados� tradicionales� del� Derecho�Público� de� los� viejos� reinos� peninsula-res,�en�realidad,�procedieran�de�fuentes�anglosajonas�y�francesas.

De� ahí� su� radical� diferencia� con� el�Estatuto� de� Bayona,� también� en� este�caso,�es�significativa�su�vinculación�con�la� ciudad� en� que� se� otorgó.� Si� el� artí-culo� 16�de� la�Declaración�de�Derechos�del�Hombre�y�del�Ciudadano�decía�que�tener� Constitución� significa� asegurar�la� separación� de� poderes� y� garantizar�esos�derechos,�sin�duda,�el�texto�de�Cá-diz�hacía�ambas�cosas,�mientras�que�no�puede�afirmarse�lo�mismo�del�Estatuto.�Además,� las� circunstancias� en� que� se�

hizo�la�de�1812,�en�un�país�en�guerra�con�Napoleón,�en�una�ciudad�asediada,�con�el� ruido� de� los� cañones� acompañando�a�veces�los�debates�constituyentes,�faci-litaron�asociarla�a�las�ideas�de�libertad�política�e�independencia�frente�al�inva-sor,� asociación� que� contribuye� a� expli-car�su�repercusión�en�otros�países�bajo�el� impulso� de� los� movimientos� revolu-cionarios�que�se�produjeron�en�1820.

Son� varios� los� rasgos� que� distin-guen� a� la� Constitución� gaditana.� In-troduce�en�la�escena�política�un�nuevo�sujeto:� la� nación� española.� Según� su�artículo�3,�en�ella�reside�esencialmente�la�soberanía�y,�por�eso,�le�corresponde�en� exclusiva� el� derecho� de� establecer�sus� leyes� fundamentales.� Rompía� así,�aunque�mantuviera�la�forma�de�gobier-no,�con�el�viejo�orden�y,�al�hacerlo,�abrió�una�pugna�en�torno�a�este�principio�fun-damental� que� recorrería� todo� el� siglo�XIX�y� llegaría�hasta�el�final�de� la�Res-tauración.�La�propia�Constitución�sufrió�los� avatares� del� enfrentamiento� entre�quienes� la� defendían� y� los� partidarios�del� absolutismo.� Asimismo,� esa� idea,�en�Cádiz�vinculada�a�la�participación�de�todos�los�españoles,�pronto�se�verá�en-frentada�a�las�concepciones�censitarias�recogidas�en� las� leyes�electorales�que,�hasta� el� reconocimiento� del� sufragio�universal� masculino� en� 1868� y� 1890,�reducirán�el�cuerpo�electoral�a�una�muy�pequeña�parte�de�la�población.

En� 1812� la� libertad� política� y� los�derechos� que� hoy� llamaríamos� funda-mentales�pasan�a�ocupar�el�lugar�cen-tral�que� les� reconocemos�pues�se�afir-mará�que�corresponde�a�la�Nación,�con�mayúsculas,�conservarlos�y�protegerlos�con�«leyes�sabias�y�justas»�(artículo�4)�y�que�el�objeto�del�Gobierno,�también�con�mayúsculas�por�referirse�al�Estado,�es�la�felicidad�de�esa�Nación�ya�que�(artículo�8)�«el�fin�de� toda�sociedad�política�no�es� otro� que� el� bien� estar� de� los� indivi-duos�que�la�componen».�Al�servicio�de�estos�planteamientos,�se�diseñará�una�rígida�separación�de�poderes�en�la�que�las� Cortes� ocupan� el� lugar� central,� se�atribuye� al� rey� el� poder� ejecutivo� y� se�crea�una�organización�judicial�indepen-diente�presidida�por�el�Tribunal�Supre-mo�para�aplicar�las�leyes�en�las�causas�civiles�y�criminales.

Significativamente,� la� Constitu-ción�de�Cádiz,�tan�próxima�a�la�Decla-ración� de� Derechos� del� Hombre� y� del�Ciudadano�en� los�extremos�anteriores,�sancionará� rotundamente� la� confesio-nalidad�del�Estado�al�proclamar�que�la�religión� católica,� apostólica� y� romana�–única�verdadera,�advierte–�«es�y�será�perpetuamente�la�de�la�Nación»�que�la�protegerá�con� leyes,� también,�sabias�y�justas.�Además,�prohibirá�el�ejercicio�de�cualquier� otro.� A� explicar� esta� belige-rante�afirmación,�pronto�criticada,�entre�otros,�por�Ramón�Salas,�concurren�va-rias�razones:�entre�ellas,�no�sólo�la�im-portante�presencia�de�clérigos�entre�los�constituyentes�sino,�también,�la�actitud�pragmática�de�los�que,�como�el�Conde�de� Toreno,� preferían� fijarse� en� que� no�se� prohibía� profesar� otras� creencias� y�confiaban�en�que�la�libertad�política�y,�en� particular,� la� de� imprenta� abrirían�el�camino�para�una�ulterior�superación�de� esa� prohibición,� pues� «establecer�la� tolerancia� religiosa� después� de� tres�siglos� [de� inquisición]� habría� sido� una�ligereza».

Soberanía�nacional,�independencia�y�libertad�son�las�ideas�fuerza�presentes�en�el�texto�promulgado�el�19�de�marzo�de�1812�y,�en�cuanto�tales,�constituirán�el� programa� del� liberalismo� español�durante� todo� el� siglo� XIX.� No� es� azar�que� el� término� liberal� en� su� acepción�política� actual� tenga� su� origen� en� las�Cortes�de�Cádiz:�en�la�oposición�que�en�

sus�debates�se�produjo�entre�los�«libe-rales»�y�los�«serviles»,�denominaciones�que,�en�palabras�del�Conde�de�Toreno,�el�público�asistente�puso�a�los�que�de-fendían�las�reformas�y�a�los�que�se�opo-nían�a�ellas.

Estas�ideas,�por�ser�afirmadas�en�lo�que�se�percibía�como�un�clima�de�uni-dad�–real�solamente�en�parte–�frente�al�invasor,�confirieron�a�la�Constitución�de�Cádiz�el�carácter�de�símbolo�liberador�a�los�ojos�de�quienes,�en�otros�países,�se�oponían� al� absolutismo.� Cabe� pensar,�además,�que�sus�vicisitudes�–derogada�por� Fernando�VII� en� 1814,� restablecida�por�la�fuerza�el�7�de�marzo�de�1820�para�ser�nuevamente�derogada�tras�la�inter-vención� de� la� Santa� Alianza� en� 1823–�alimentaron� esa� percepción.� El� caso�es� que� la� Constitución� de� Cádiz,� muy�difundida�en�Italia,�llegó�a�estar�vigente�en�el�Reino�de�las�Dos�y�Sicilias�y�en�el�de�Piamonte�y�Cerdeña.

El�7�de�julio�de�1820,�en�efecto,�fue�proclamada�en�Nápoles�por�edicto�del�duque�de�Calabria,�ratificado�por�su�pa-dre�el�rey�Fernando�I�bajo�la�presión�del�movimiento�insurreccional�que�recorrió�ese�y�otros�Estados�italianos�impulsado�por� los� carbonarios.� Estuvo� en� vigor,�con�pocas�adaptaciones,�promulgadas�el� 30� de� enero� de� 1821� en� un� texto� ya�denominado�Constitución�del�Reino�de�las� Dos� Sicilias,� hasta� el� 24� de� marzo�de� 1821� en� que� las� tropas� austriacas,�cumpliendo�los�designios�del�Congreso�de�Laybach,�repusieron�como�monarca�absoluto�a�Fernando�I.

Por� lo� que� se� refiere� al� reino� pia-montés,�el�13�de�marzo�de�ese�año�1821�el�entonces�regente,�Carlos�Alberto�de�Saboya�–que,�más�tarde,�se�uniría�a�los�Cien� Mil� Hijos� de� San� Luis� y,� en� 1848,�

otorgaría�el�Estatuto�constitucional�por�el�que�se�rigieron,�primero,�Piamonte�y�Cerdeña� y,�después,�el� reino�de� Italia,�incluso�bajo�el�fascismo–,�proclamó�en�Alessandria,�tras�la�sublevación�carbo-naria,� que� la� Constitución� de� España�sería�promulgada�como�ley�del�Estado,�salvo� las� modificaciones� que� la� repre-sentación�nacional�junto�con�el�rey�de-liberasen.�Aquí� la� experiencia� fue� muy�breve�pues�el�8�de�abril�de�1821�fueron�derrotados�militarmente�por�las�tropas�reales� y� austriacas� los� defensores� del�nuevo� régimen,� asumiendo� el� 25� de�abril� la� corona� el� rey� Carlos� Félix� I� de�Saboya,� último� monarca� absolutista�piamontés.

Portugal�no�fue�ajeno�al�influjo�de�la�Constitución�de�Cádiz.�La�revolución�que�en�1820�se�produjo�en�el�país,�con-dujo�a�la�elaboración�de�la�Constitución�de�23�de�septiembre�de�1822,� intensa-mente� influida� por� la� española,� según�destacan� los� estudiosos� portugueses.�La� de� 1822� experimentaría� vicisitudes�parecidas� a� su� modelo,� al� compás� de�los� acontecimientos� políticos� que� se�fueron� produciendo� en� el� país� vecino.�Así,� su� primera� vigencia� se� extendería�hasta� junio� de� 1823.� La� segunda� tuvo�lugar�entre�el�10�de�septiembre�de�1836�y�la�entrada�en�vigor�de�la�Constitución�de�20�de�marzo�de�1838.

Si�a�estos�datos�se�añade�el�interés�que�despertó�en�otros�países�europeos,�incluidos�Dinamarca�y�Noruega�y�Ru-sia,� como� se� ha� recordado� reciente-mente�en�el�segundo�de�los�volúmenes�de�la�obra�que�ha�dirigido�José�Antonio�Escudero,� Cortes y Constitución de Cá-diz, 200 años� (Espasa,� Madrid,� 2011),�se�apreciará�en�su�verdadera�dimensión�el� impacto� internacional� que� produjo.�Las� potencias� del� concierto� europeo�post-napoleónico� asociaban� el� texto�de� Cádiz� a� propósitos� revolucionarios�que�no�estaban�dispuestas�a�consentir�y,�precisamente,�por�esa�razón�los�que�aspiraban� a� un� régimen� liberal� repre-sentativo�sin�las�cortapisas�del�principio�monárquico�la�tomaron�como�bandera�y�ejemplo.

La� Constitución� de� Cádiz,� a� cuya�elaboración� concurrieron� diputados�americanos� y� que� definió� a� la� Nación�como� la� reunión� de� los� españoles� de�ambos� hemisferios� (artículo� 2),� tam-bién� rigió� en� América� y� en� Filipinas.�Es� verdad� que� ya� cuando� se� estaba�elaborando� se� hallaban� en� curso� los�procesos�de�independencia�que�darían�lugar�a�las�nuevas�repúblicas�y�que�su�aplicación� efectiva� fue� escasa� en� la�mayor� parte� de� la� América� hispana.�No�obstante,�eso�no�quita�el�dato�sig-nificativo�de�que�fuera�el�primer�texto�constitucional�con�vigencia�simultánea�en�ambos�lados�del�Atlántico�ni�el�no-table� influjo�que�ejerció�en� los�prime-ros� pasos� del� constitucionalismo� de�esos�países�y�del�Brasil.

Desde� luego,� sus� autores,� al� deli-mitar� en� su� artículo� 10� el� territorio� de�

«las�Españas»,�además�del�peninsular�con�sus�posesiones�e� islas�adyacentes,�comprensivo�de�Aragón,�Asturias,�Cas-tilla� la� Vieja,� Castilla� � la� Nueva,� Cata-luña,� Córdoba,� Extremadura,� Galicia,�Granada,� Jaén,� León,� Molina,� Murcia,�Navarra,�Provincias�Vascongadas,�Sevi-lla�y�Valencia,�y�de� las� islas�Baleares�y�las�Canarias,�incluyeron�las�posesiones�de�África.�Pero,�también,�añadieron�en�«la� América� septentrional,� Nueva� Es-paña,�con�la�Nueva�Galicia�y�Península�de� Yucatán,� Guatemala,� provincias� in-ternas� de� Oriente,� provincias� internas�de�Occidente,�isla�de�Cuba�con�las�dos�Floridas,�la�parte�española�de�la�isla�de�Santo�Domingo,�y�la�isla�de�Puerto�Rico�con�las�demás�adyacentes�a�éstas�y�al�continente�en�uno�y�otro�mar».�Y�en�«la�América�meridional,�la�Nueva�Granada,�Venezuela,�el�Perú,�Chile,�provincias�del�Río�de�la�Plata,�y�todas�las� islas�adya-centes�en�el�mar�Pacífico�y�en�el�Atlán-tico».� Asimismo,� incorporaron� en� «el�Asia,�las�islas�Filipinas,�y�las�que�depen-den�de�su�gobierno».

Esta� identificación territorial� ha�sido� una� excepción.� Ninguna� de� las�Constituciones�que�en�el�siglo�XIX�y�en�el�XX�hemos�conocido�en�España�la�ha�repetido.� En� general,� puede� decirse�que� tampoco� es� habitual� delimitar� el�territorio� del� Estado.� Sí� se� encuentra�en�diversas�Constituciones�de�Estados�descentralizados� la� mención� de� las�concretas� divisiones� –estados, länder, regiones,�cantones–�en�que�se�articula�su�organización�interna,�tal�como�hizo�el�proyecto�de�Constitución�federal�de�1873.�Se�trata,�sin�embargo,�de�algo�diferente�y,� ciertamente,� menos� comprometido�pues�opera�de�fronteras�para�adentro.

También�hay�ejemplos�en�los�que�se�hace� referencia� expresa� a� las� distintas�entidades� territoriales� para� asignarles�una� determinada� representación.� Es�lo�que�hizo�el�Estatuto�de�Bayona� (ar-tículo� 84).�Tal� vez� esta� circunstancia� y�que�atribuyera�a�las�que�llamaba�colo-nias�españolas�en�América�y�Asia�«los�mismos� derechos� que� la� metrópoli»�(artículo� 82),� contribuyeron� a� que� los�constituyentes� gaditanos� formularan�en�los�términos�conocidos�su�concepto�de�Nación�Española�y�optasen�por�la�re-lación�antes�recogida.

La� Constitución� de� Cádiz� distin-gue,� sin� embargo,� entre� el� territorio�de� las� Españas,� que� trata� junto� a� la�religión,�el�Gobierno�y�los�ciudadanos�en�esa�suerte�de�condensación�de�sus�elementos�esenciales�en�que�consiste�el� Título� II,� y� el� gobierno� interior� de�las�provincias�y�los�pueblos�del�que�se�ocupa�su�Título�VI.�Tampoco�hay�nin-guna� duda� de� que� sus� autores� no� se�plantearon�con�mucha�profundidad�la�manera�en�que�todas�esas�partes�que�incluían� en� las� Españas� habrían� de�convivir�en�el�futuro�pues�en�el�artícu-lo�11�ya�decían�que,�«luego�que�las�cir-cunstancias�políticas�de�la�Nación»lo�permitieran,�por�ley�constitucional�se�haría� «una� división� más� conveniente�del�territorio�español».

Quedará,�no�obstante,�de�sus�pres-cripciones�un�Estado�unitario�en�el�que�el� régimen� local,� abordado� en� los� ar-tículos� 309� a� 337,� descansa� en� muni-cipios� cuyos� regidores� serían� elegidos�por�los�vecinos�y�en�las�provincias,�en-tes�territoriales�a�cuyo�frente�estaba�un�jefe� político� nombrado� por� el� rey� pero�flanqueado�por�una�diputación�elegida,�con� facultades�para� inspeccionar�a� los�ayuntamientos.� Es� una� organización�que,�pese�a�sus�elementos�democráti-cos,� contenía� rasgos� centralizadores�que,� como� ha� señalado� Javier� García�Fernández,� contribuyeron� a� fortalecer�al�poder�ejecutivo�y�la�aproximaron�al�modelo�francés.

La�Constitución�de�Cádiz:�ámbito�territorial�e�influencia

Primer�texto�constitucional�con�vigencia�simultánea�en�ambos�lados�del�Atlántico

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GESTIÓN DEL DESPACHO

Mercedes H. Gayo. Periodista jurídica.

Molière�dijo�que�un�magnífico�orador�es� aquel� que� conoce� el� arte� de� no�decidir�nada�en�una�gran�arenga.�En�nuestros� días,� esta� definición� se� ha�transformando�hasta�el�punto�de�que�un� gran� orador� no� es� sólo� aquel� que�es� capaz� de� persuadir,� sino� también�de� callar,� escuchar,� liderar� y� trabajar�en�equipo.�Cualidades�todas�ellas�que�se�exigen,�cada�vez�más,�a�los�nuevos�profesionales�del�siglo�XXI.

Y� los� abogados� no� son� ajenos� a�ello:� inmersos� en� la� era� de� la� comu-nicación,� con� una� oferta� competitiva�cada�vez�más�abundante�y�con�una�cri-sis�que�está�probando� la�caída�de� los�ingresos,�la�contratación�de�los�aboga-dos�se�decide�a�menudo�ya�no�sólo�por�la�profesionalidad�de�los�mismos,�sino�también� por� otra� serie� de� pequeños�detalles� como� la� empatía,� la� accesi-bilidad,�y�sobre�todo,� la�capacidad�de�comunicación,�esto�es,�la�oratoria.

Por� eso,� si� se� desea� tener� éxito,� y�más�en�tiempos�de�recesión,�es�funda-mental� el� dominio� de� este� arte.� Pero,�¿qué� puede� aportar� la� formación� en�oratoria� a� los� profesionales� del� dere-cho?�Pues�aporta,�simplemente,�todo.�O� al� menos� así� lo� creen� en� la� univer-sidad�de�Esade,�que� este�año�cumple�una� década� impartiendo� cursos� de�oratoria�a�los�futuros�juristas�y�que�ha�visto�cómo�en�este�tiempo,�la�demanda�de�este�tipo�de�formación�se�extendía�y�generalizaba.

Buena comunicación

En�una�profesión,�como�la�aboga-cía,�que�tiene�como�presupuesto�bási-co� el� conflicto,� saber� comunicar� es� el�primer�paso�hacia�el�éxito.�Por�ello,�la� formación� en� oratoria� puede� ser�un� activo� a� valorar� dado� que,� como�señala� Gemma� Llígadas,� mejor�oradora� de� la� Liga� de� Debates� uni-versitario� 2009� y� actual� profesora�asociada�de�Teoría�del�Derecho,�«la�abogacía� no� es� más� que� un� debate�pero�en�un�ámbito�estrictamente�ju-rídico� en� el� que� se� busca� defender�unos� argumentos,� que� tu� discurso�convenzan�más�al�juez�y�ganes».

Por� ello,� formar� en� oratoria� a� los�profesionales�en�derecho�es�formarles�en�una�serie�de�herramientas�eficaces�en�las�que�se�busca�una�mejor�expre-sión,� la� amplitud� de� lenguaje,� la� pro-fundidad�del�discurso,�la�rapidez�en�el�contraataque,�la�capacidad�de�adaptar�el�registro�o� la�seguridad�en�el�habla.�Pero�no�es�lo�único,�porque�la�oratoria�aporta� también� una� serie� de� valores�añadidos,� como� el� de� no� hablar� por�hablar,� a� ser� coherente,� a� cuidar� los�gestos,�a�cuidar� la�vestimenta…�«una�manera� de� hacer»,� en� palabras� de�Gerard� Guiu,� profesor� de� oratoria� en�Esade,�que�puede�marcar�la�diferencia�y�que,�seguro,�aporta�fortaleza�y�segu-ridad�al�abogado.

Una�seguridad�que,�además,�pue-den�ser�beneficiosas�en�muchas�otras�ocasiones�y�no�sólo�en�la�sala�del�tribu-nal�dado�que�la�formación�en�oratoria�se�traduce�también�en�«un�saber�man-tener� una� reunión,� en� saber� exponer�los� problemas,� en� una� comida� de� ne-gocios…»�o,�lo�que�es�lo�mismo,�en�to-das�las�facetas�profesionales�del�abo-gado.� Facetas� que� incluye� también� la�escrita,� dado� que,� como� señala� Gem-ma�Llígadas,�«la�oratoria�es�expresión,�y�lo�que�haces�de�forma�oral,�también�puedes�aprenderlo�a�hacerlo�de�forma�escrita,�por�lo�tanto�si�eres�un�abogado�que�va�a�juicios,�pero�también�si�vas�a�negociaciones,�o�si�trabajas�más�en�el�

interior�de�un�despacho� la�oratoria�es�una�herramienta�fundamental».

Inteligencia emocional

Este�bagaje�comunicativo�no�sólo�sirve�para�ganar�juicios,�sino�también�clientes.� Algo� que� cobra� cada� vez�más�importancia�en�momentos�como�los�actuales,�donde�los�clientes�cuen-tan,�más�que�nunca,�con�una�amplia�oferta� de� despachos� de� abogados�donde� elegir,� dado� que� a� la� tradi-cional� distinción� entre� despachos�grandes� y� pequeños� se� ha� sumado�nuevas�categorías�y� tipos,�desde�es-pecializados� hasta� grandes� firmas�internacionales,�que�compiten�en�un�mismo�mercado�y�con�un�mismo�pre-supuesto�básico:�el�conocimiento�del�derecho.

Por� ello,� la� contratación� entre�uno� y� otro� responde� a� otro� tipo� de�detalles,� entre� los� que� destaca,� la�comunicación:� para� los� clientes,� sin�conocimiento� jurídico,� un� 80%� del�valor�de�un�abogado�es�el�cómo�ha-ble�y�cómo�se�exprese.�De�ahí�que�la�formación� en� oratoria� puede� sumar�para� el� despacho� una� ventaja� com-petitiva�inigualable.

Pero,� además,� este� arte� conlle-va� una� segunda� virtud� imprescindi-ble� para� el� abogado� del� siglo� XXI:�la� inteligencia� emocional.� Porque� la�oratoria� aporta,� además� del� arte� de�hablar,� de� expresarse� y� convencer,�el� arte� de� saber� escuchar� y� ponerte�en�la�posición�del�otro,�o�lo�que�es�lo�mismo,�de�ser�capaz�de�comunicarte�con�el�cliente�y�crear�con�él�una�rela-ción�emocional.

Porque,�no�podemos�olvidar,�que�un� buen� abogado� no� es� sólo� aquel�capaz� de� solucionar� todos� los� con-flictos�de� forma�satisfactoria�para�el�cliente,� sino� también� aquel� con� el�que�el�cliente�se�siente�cómodo,�con�el�que�es�capaz�de�entablar�una�con-versación,�una�comunicación�sincera,�en� definitiva,� con� el� que� establece�una� «química»� que� la� hace� perma-necer�a�su�lado.

Así� lo� entiende� Belén� Trías,� pro-fesora�asociada�del�departamento�de�Derecho�público�al�destacar�que�«la�abogacía� es� al� final� una� prestación�de� servicios� y� hay� que� comunicarse�verbalmente� y� para� ello� tienes� que�tener� un� punto� psicológico.� Porque,�además,�cuando�eres�cliente,�o�te�de-cantas�por�precio�o�descartar�por�tra-to.�Y�en�los�despachos�«top»�–cuando�ya� han� creado� marca–� al� final� es� un�tema� de� trato.�Y� lo� mismo� pasa� con�los� despachos� pequeños:� muchas�veces� hoy� siguen� sobreviviendo� por-que� el� trato� con� el� cliente� es� excep-cional».

Un�trato�con�el�cliente�que�exige�al� abogado� la� capacidad� no� sólo� de�comunicar� de� puertas� hacia� fuera�–con� jueces� y� abogados–,� sino� tam-bién�de�puertas�hacia�dentro�y�de�po-nerse�en�el�lugar�de�otro�y�para�ello,�nada�mejor�que�ser�un�buen�comuni-cador�con�inteligencia�emocional,�es�decir,�con�capacidad�para�ser�empá-tico,�cercano�o�sensible�hacia�las�ne-cesidades� del� cliente,� pero� también�con�capacidad�para�imponerse�y�fijar�límites.�En�definitiva,�un�líder.

Liderazgo

Porque� la� oratoria� aporta,� tam-bién,� liderazgo.� Un� liderazgo� que�se� exporta,� pero� que� también� se� ve�reflejado� dentro� del� propio� funcio-namiento� de� los� despachos:� no� se�trata�sólo�de�convencer�a�los�clientes�y� socios,� sino� que� también� hay� que�«negociar»�con� los�empleados�y�co-laboradores�del�despacho.

La�dinámica�de�funcionamiento,�dentro� de� la� mayoría� de� los� despa-chos,�pasa�a�menudo�por�la�división�de�las�diferentes�causas�en�equipos,�en�los�que�es�necesaria�la�presencia�de�un�líder.�Si�esa�persona�no�es�un�buen� comunicador,� difícilmente� se�va� a� llegar� a� buen� término,� dado�que,�como�señala�Gemma�Lligadas,�«da� igual� lo� buenas� que� sean� tus�ideas� si� no� puedes� hacer� partícipes�de� ellas� al� grupo� con� el� que� traba-jas».

Por�ello,�en�este�terreno,�la�orato-ria� también� aporta� nuevas� ventajas�al�abogado:�expresarse�con�claridad�y�confianza�puede�ganar�la�atención�y�confianza�de�aquellos�que�le�escu-chan,�ofreciéndole�una�oportunidad�clave�para�que�sus�ideas�y�opiniones�sean� conocidas� y� valoradas.� Pero�además,� la� capacidad� de� escuchar�puede�ayudarte�a�que�el�abogado�se�convierta� también� en� un� confidente�para�sus�compañeros,�proyectándo-le� como� un� líder� y� haciéndole� que�sus� colaboradores� le� sigan,� no� por�estén�presionados,�sino�porque�han�sido� convencidos.� Por� ello,� en� cual-quier�proyecto�de�equipo,�comunicar�es� importantísimo� pero,� en� el� caso�

de� los� despachos� de� abogados,� im-prescindibles.

Formación

Por�último,�la�oratoria�te�proyec-ta�como�un�experto�en�tu�área,�pero�también�como�una�persona�formada�humanísticamente�porque�este�arte�aporta� una� formación� extra.� No� se�trata� de� un� conocimiento� jurídico,�que�se�presume,�sino�de�una�visión�más� amplia� de� la� realidad� que� in-cluye� formación� en� ámbitos� como�la� política� o� la� economía.� Un� bac-kground,� en� palabras� de� Gema� Lli-gadas,� «que� puedes� utilizar� siem-pre».�Algo�fundamental�si� tenemos�en� cuenta� que� la� resolución� de� las�causas� requieren� no� sólo� del� cono-cimiento� de� la� ley,� sino� también� de�ser� capaz� de� analizar� el� problema�en�su�conjunto�y�en�su�contexto�para�lograr� tener� una� visión� más� amplia�e� innovar� en� la� introducción� de� las�soluciones.

Por�todo�ello,�y�como�señala�Ge-rard� Guiu,� es� «necesario� hacer� ver�la� necesidad� a� los� despachos� que�tienen� sus� abogados,� sus� socios,� y�sus�directivos»,�pero�hay�una�venta-ja:�para�la�oratoria,�nunca�es�tarde.�

No�existe�una�edad�ni�una�condición�para�su�desarrollo,�por�lo�que�todos�los�despachos�pueden�invertir�en�la�formación� de� sus� abogados� de� for-ma� generalizada,� sin� excepciones.�Su�éxito�tan�sólo�reside�en�su�prác-tica.

En� definitiva,� la� sociedad� ac-tual� ha� propiciado� una� evolución�de� los� diferentes� agentes� jurídicos,�exigiéndoles,�cada�vez�más,�nuevas�cualidades� entre� las� que� destaca,�muy� especialmente,� la� capacidad�de�la�comunicación.�Por�ello,�el�do-minio� de� la� oratoria,� para� aquellos�que� trabajan� con� la� palabra,� no� es�sólo� conveniente,� sino� en� ocasio-nes� fundamental.� Tal� es� el� caso� de�los�profesionales�del�derecho,�dado�que,� como� señala� Pere� Mirosa,� ex�decano� de� la� facultad� de� Esade,�«todas�las�profesiones�jurídicas�tie-nen� algo� en� común� que� está� en� la�raíz� del� derecho:� la� palabra.� Y� en�el� momento� actual� en� el� que� hay�«cierta»�fiebre�de�conocimientos�de�habilidades,�hemos�perdido�el�valor�humanístico:� no� hay� espacio� a� la�palabra».� Pero� puede� ser� que� este�siglo�XXI�nos�traiga,�para�los�nuevos�abogados,�el�don�de�la�palabra.�

Oratoria,�o�cómo�lograr�que�los�abogados�convenzanLa�oratoria�es,�cada�vez�más,�una�habilidad�que�se�exige�a�los�abogados.�Pero,�¿qué�les�aporta?�No�sólo�don�de�palabra,�sino�también�seguridad,�liderazgo�y�formación.�Cualidades�imprescindibles�si�quieren�triunfar�en�la�actual�crisis�económica.

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CRÓNICA DE TRIBUNALES

TRIBUTARIO

STS, de 7 diciembre 2011

Ponente:� Excmo.� Sr.� Dº� Emilio�Frías�Ponce

El� TS� establece� la� doctrina� legal�sobre� el� valor� asignado� para� la�tasación�de�las�fincas�hipotecadas�en�cumplimiento�de�lo�previsto�en�la�legislación�hipotecaria,�en�rela-ción�al�ITPAJD.

La� Sala,� con� estimación� del�recurso� de� casación� en� interés� de�Ley,�revoca�la�sentencia�que�anuló�la� liquidación� girada� por� el� ITPA-JD.� El� Abogado� del� estado� funda�el� recurso�en�el�error�en�que,�a�su�juicio,� ha� incurrido� la� sentencia�impugnada� por� haber� entendido�que� la� selección� por� parte� de� la�Administración� Tributaria� del� cri-terio� de� valoración� establecido� en�el�art.�57.1�g)�LGT�comportaba�una�carga�adicional�para�aquélla.

En� este� punto� es� importante�atender� al� art.� 157,� sobre� com-

probación� de� valores,� del� RD�1065/2007,� de� 27� julio,� Regla-mento�de�Gestión�e�Inspección�Tri-butaria.

Así�pues,�la�Sala�declara�como�doctrina� legal� que� «La� utilización�por� la� Administración� tributa-ria� del� medio� de� comprobación�de� valores� previsto� en� el� art.� 57.1�g)� LGT� de� 2003� –valor� asignado�para� la� tasación� de� las� fincas� hi-potecadas� en� cumplimiento� de� lo�previsto� en� la� legislación� hipote-caria–,�en�la�redacción�dada�por�la�Ley�36/2006,�no�requiere�ninguna�carga� adicional� para� aquélla� res-pecto�a�los�demás�medios�de�com-probación�de�valores,�por�lo�que�no�viene� obligada� a� justificar� previa-mente� que� el� valor� asignado� para�la�tasación�de�las�fincas�hipoteca-das�coincide�con�el�valor�ajustado�a� la�base� imponible�del� impuesto,�ni�la�existencia�de�algún�elemento�de� defraudación� que� deba� corre-girse».

PENAL

STS, de 23 diciembre 2011

Ponente:� Excmo.� Sr.� D.� Juan� Ramón�Berdugo�Gómez�de�la�Torre

El�acusado�mantenía�con�la�víctima�una� relación� de�un�mes�que�calificó�como� «de� amistad� con� derecho� a�roce».�Tras�el�enfado�que�le�produjo�que� aquella� hubiera� saludado� a� un�amigo� y� que� no� hubiese� acudido� a�una� cita� posterior,� durante� horas� la�llamó�y�le�envió�mensajes�para�que-dar�con�ella�y�hablar.�Ante�su�nega-tiva� le�dijo�que�era�una�«puta»,�que�la� iba�a�dejar�sin�amigas�y�que�si�no�estaba� con� él� la� buscaría� y� le� daría�un�«sustito».�

La� Sección� 1ª� de� la� Audiencia�Provincial� de� Valencia� calificó� los�hechos�constitutivos�de�un�delito�de�amenazas� del� art.� 171.4� del� Código�Penal.�El�acusado�recurrió�la�Senten-cia��al�considerar�que�la�relación�que�mantenía�con�la�víctima�no�era�seria�ni�estable�y�no�entraría�dentro�de�los�supuestos�de�violencia�de�género.

El� Tribunal� Supremo� considera�correcta�la�calificación�de�los�hechos�de�la�sentencia�recurrida.�La�relación�que� tenían� el� acusado� y� la� víctima�con� encuentros� sexuales,� aunque�fuese� de� escasa� duración,� era� de� la�suficiente� intensidad� como� para� in-cluirla�dentro�del�concepto�de�pare-

ja� de� sentimental.� El� despecho� que�manifestó� el� acusado� no� derivó� de�una� frustración� meramente� amisto-sa,�sino�de� los�celos,�del�desengaño�amoroso� de� verse� contrariado� por�quien� consideraba� casi� una� perte-nencia.

Las� amenazas� del� acusado� a� la�víctima� son� inseparables� de� la� re-lación� afectiva� que� les� unía.� Sin� su�referencia�pierden�sentido�el�menos-precio�y�los�insultos�y�las�frases�ame-nazantes.

Amigos�con�«derecho�a�roce»

Sobre�el�valor�asignado�para�la�tasación�de�las�fincas�hipotecadas

CIVIL

SAP Cantabria, de 31 enero 2012

Ponente:�Ilmo.�Sr.�D.�Joaquín�Tafur�Ló-pez�de�Lemus

La� demandante� fue� desheredada� por�su� padre� al� haberle� negado� los� ali-mentos�y�haberle�maltratado�de�obra�o�injuriado�gravemente�de�palabra.�La�demanda� interesando� la� nulidad� del�

testamento� fue� desestimada� en� pri-mera� instancia� y� ahora� se� interpone�recurso.

Su� resolución� parte� de� una� pre-misa� indiscutible,� y� es� que� las� condi-ciones� físicas�y�psíquicas�a�que�se�vio�sometido�el�causante�son�las�declara-das� probadas� en� la� instancia.� El� cau-sante,�bien�por�actos�decididos�por� la�demandante,� bien� por� injustificadas�

omisiones� a� ella� imputables,� sufrió�unas� condiciones� de� vida� indignas� de�un� ser� humano,� y� más� tratándose� de�una�persona�de�avanzada�edad.�Dicha�situación�es�incardinable�en�el�maltra-to�de�obra�que�abarca�aquellas�accio-nes�y�omisiones,�decididas�o�consenti-das� por� el� legitimario,� que� colocan� al�causante�en�una�situación�de�malestar�físico�o�psíquico�permanente�e�intenso.�

Así,� la� demandante� no� puede�eludir,� frente�a�su�padre,� la�respon-sabilidad� por� la� situación� en� que�éste�vivió,�pues�habitó�en�la�vivienda�de� su� padre,� y� no� realizó� actuación�alguna� tendente� a� conseguir� que�éste� pudiera� vivir� tranquilamente�y� con� las� debidas� condiciones� de�higiene� y� salubridad.� El� recurso� se�desestima.

¡Te�desheredo�por�maltrato!

SOCIAL

STS, de 26 diciembre 2011

Ponente:�Excmo.�Sr.�D.�Fernando�Salinas�Molina.

Dos�son�las�cuestiones�que�se�plantean�en�este�recurso�de�casación�para�la�uni-ficación� de� doctrina� interpuesto� por� el�sindicato:

1)�Determinar�si�continúa�vigente�la�normativa� preconstitucional� sobre� co-medores�de�empresa�(D.�8-6-1928�y�OM�30-6-1938)

2)�En�el�caso�de�que�fuera�aplicable�la�normativa�citada,�si�la�empresa�estaría�obligada�a�habilitar�«un�local-comedor»�si�a�pesar�de�la�interrupción�horaria�de�2�horas�para�la�comida,�por�circunstancias�concurrentes,�no�disponen�efectivamen-te�de�dicho�tiempo.

En�cuanto�a� la�primera�cuestión,�el�Tribunal� Supremo� entiende� que� conti-núan� vigentes� porque� no� vulneran� los�principios� constitucionales,� no� han� sido�derogadas�de�forma�expresa�o�tácita�por�otras� normas� infraconstitucionales� pos-teriores,� no� han� sido� sustituidas� por� la�posible�normativa�de�desarrollo�de�la�Ley�de�Prevención�de�Riesgos�Laborales�y�por�último,� en� este� caso,� no� se� ha� previsto�tampoco�en�la�negociación�colectiva.

En� cuanto� a� la� segunda� cuestión,�los� trabajadores�disponían�de�una� inte-rrupción�horaria�máxima�de�2�horas�para�comer�pero�no�eran�efectivas,�ya�que�uti-lizaban�un�autobús�para�trasladarse�a�un�restaurante� cercano� donde� la� empresa�tenía�contratado�el�servicio�de�catering.�El�autobús�sólo�tenía�plazas�para�20�per-sonas�haciendo�un� recorrido�circular�de�unos� veinte� minutos,� así� que� muchos� o�utilizaban�coches�particulares�o�espera-ban�de�nuevo�a�que�regresara�el�autobús.�En� definitiva,� el� tiempo� utilizado� para�llegar� al� restaurante� resta� un� tiempo�sustancial�a�las�dos�horas�que�disponen�los�trabajadores�para�comer,�por�lo�que�el�Alto�Tribunal�concluye�que�la�empresa�debe� habilitar� un� local-comedor� en� el�centro�de�trabajo.

El�Tribunal�Supremo�casa�la�Senten-cia� del� Tribunal� Superior� de� Justicia� de�Galicia�y�confirma�la�sentencia�del�Juzga-do�de�lo�Social.

La�normativa�preconstitucional�obliga�a�la�empresa�habilitar�un�comedor�para�los�trabajadores

TC (Pleno), de 16 febrero 2012

Ponente: Excma.� Sra.� Dña.� Elisa� Pé-rez�Vera

Después� de� unos� cuantos� años� de�existencia� pacífica� de� la� ley,� el� Tri-bunal� Constitucional� afronta� en� esta�sentencia� una� cuestión� de� inconsti-tucionalidad� � planteada� en� 2006� en�relación� con� el� art.� 43� de� la� Ley� del�Parlamento� de� Cataluña� 9/1998,� de�15� de� julio,� del� Código� de� Familia,�para�estimarla.

La� duda� de� constitucionalidad�versa� sobre� una� norma� del� Derecho�catalán�referida�al�régimen�económi-co�matrimonial�de�separación�de�bie-nes,�que�incorpora�una�regla�procesal�de� acumulación� de� acciones� para� la�división� de� los� bienes� que� existan� en�«pro�indiviso»�en�los�supuestos�de�se-paración,�divorcio�nulidad�y�ejecución�

en�el�orden�civil�de�las�resoluciones�y�decisiones�eclesiásticas.�

El� Juez� de� Primera� Instancia� e�Instrucción�nº�1�de�Arenys�de�Mar�con-sidera� que� dicho� precepto� constituye�una� innovación� del� ordenamiento�procesal�que�no�se�justifica�por�su�co-nexión�directa�con�una�particularidad�del�derecho�sustantivo�catalán,�por�lo�que� Cataluña� no� tiene� competencia�para�regularla�y�contraviene�lo�previs-to�en�el�artículo�149.1.6�de�la�CE.

El�TC�admite�diferencias�estructu-rales�entre�el�Derecho�común�y�el�De-recho�especial�catalán�pero�no�lo�hace�para�validar�esta�regla�procesal�sobre�la� que� � el� legislador� autonómico� no�ofrece� la� suficiente� justificación� para�alterar�las�reglas�procesales�estatales�por�requerirlo�las�particularidades�del�derecho� sustantivo� autonómico.� � La�realidad�social�que�viene�a�atender�la�norma� cuestionada� no� es� distinta� de�

la� existente� en� otros� territorios� con�Derecho�civil�propio�en�el�que�se�ad-mite�como�régimen�económico�conyu-gal�el�de�separación�de�bienes.

Tanto�los�letrados�del�Parlamento�como� de� la� Generalitat,� así� como� el�Fiscal� General� del� Estado,� defienden�un� juicio� menos� rígido� del� concepto�«especialidad� procesal»� y� abogan�por� ella� en� este� caso,� manifestando�que�es�lógica�cuando�el�régimen�eco-nómico�matrimonial�general�es�el�de�separación�de�bienes,�donde�el�grue-so� de� los� bienes� no� son� compartidos�y�para�las�excepcionales�propiedades�compartidas,� la� división� en� el� mismo�proceso� evita� dilaciones� y� disminuye��gastos.�

Quizás,� en� los� seis� años� de� pen-dencia� procesal-constitucional� de�esta�cuestión,��se�ha�perdido�la�opor-tunidad� de� recoger� esta� «innovación�interesante»� en� las� leyes� procesales�

comunes� que� hubiera� permitido� va-lidar� esta� regla� procesal.� Cómo� ex-presa� el� magistrado� Eugeni� Gay�Montalvo� en� su� Voto� particular,� en�tiempos� de� racionalización,� econo-

mía�procesal�y�ordenación�del�gasto�público� predicados� por� los� respon-sables� de� los� poderes� públicos,� se�expulsa� del� ordenamiento� una� nor-ma�tan�necesaria.

COMUNITARIO

Divorcio�y�economía�procesal�en�el�Código�de�Familia�de�Cataluña

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CRÓNICA DE TRIBUNALES

STJUE, de 26 enero 2012 (Sala Se-gunda)

Ponente:�Sr.�A.�Ó�Caoimh

La�demandante�trabajó�como�asistente�en� la� secretaría� del�Tribunal� de� distrito�de� Colonia� (Alemania),� durante� once�años� � en� virtud� de� trece� contratos� de�trabajo�de�duración�determinada.�Todos�esos�contratos�se�celebraron�para�susti-tuir�a�asistentes�cuya�relación�laboral�era�de� duración� indefinida� que� disfrutaban�de�permisos�temporales.�Ella� �conside-ra� que� se� había� vulnerado� la� Directiva�1999/70/CE� relativa� al� Acuerdo� marco�de�la�CES,�la�UNICE�y�el�CEEP�sobre�el�trabajo�de�duración�determinada.

La�Directiva�establece�que�los�con-tratos�de�trabajo�de�duración�indefini-da�constituyen� la� forma�general�de� la�relación�laboral.�Obliga�por�tanto�a�los�Estados� miembros� a� tomar� medidas�para�prevenir�los�abusos�por�la�utiliza-ción�sucesiva�de�contratos�laborales�de�duración�determinada.�Entre�esas�me-didas,�en�particular,�los�Estados�miem-bros� pueden� determinar� las� «razones�objetivas»� [cláusula� 5.� 1� a)]� que� justi-fican� la� renovación�de�esos�contratos.�Entre� ellas� puede� estar� la� sustitución�

temporal�de�un�trabajador,�en�especial�a�causa�de�un�permiso�de�maternidad�o�de�un�permiso�parental,�como�ocurría�en�este�asunto.

El� TJUE� considera� que� la� sola� cir-cunstancia� de� que� se� celebren� contra-tos�de�trabajo�de�duración�determinada�para� atender� a� una� necesidad� perma-nente�o�recurrente�de�sustitución�de�per-sonal�por�parte�del�empresario�no�puede�bastar� por� sí� misma� para� excluir� que�cada�uno�de�esos�contratos,�considera-do�de�forma�aislada,�se�haya�concluido�para� llevar� a� cabo� una� sustitución� de�carácter�temporal,�ni�tampoco�el�hecho�de� que� ese� trabajo� pueda� cubrirse� con�la� conclusión� de� contratos� de� duración�indefinida.

Por� tanto� la� necesidad� temporal�de�sustitución�de�personal,�aunque�sea�recurrente,� o� incluso� permanente,� pre-vista�por�una�normativa�nacional,�puede�constituir�en�principio�una�razón�objetiva�a�efectos�de�la�citada�cláusula.�Sin�em-bargo�las�autoridades�competentes�de-berán�tener�en�cuenta�todas�las�circuns-tancias�del�caso,�incluidos�el�número�y�la�duración�acumulada�de�los�contratos�o�relaciones� laborales�de�duración�deter-minada�celebrados�en�el�pasado�con�el�mismo�empresario.

COMUNITARIO

PENAL

SOCIAL

STS, de 18 enero 2012

Ponente:� Excmo.� Sr.� D.� Manuel� Ra-món�Alarcón�Caracuel

La� Federación� de� Servicios� a� la� Ciu-dadanía� de� CCOO� de� Madrid,� de-mandó� por� vulneración� del� derecho�de� libertad� sindical� al� denegarle� la�información�de�relaciones�de�puestos�de� trabajo,� plantillas,� documentos�que�las�apoyan,�estudios�económicos�

y�la�valoración�de�los�puestos�de�per-sonal�de�la�Comunidad�de�Madrid.

La� Comunidad� alegó� inadecua-ción� del� procedimiento� especial� de�tutela�de� la� libertad�sindical,�por�no�pertenecer� la� información� solicitada�al�contenido�constitucional�del�dere-cho.� El�TSJ� de� Madrid,� desestimó� la�excepción� de� inadecuación� del� pro-cedimiento� y� estimó� la� demanda� de�CCOO,�declarando�la�vulneración�del�derecho.�

El� TS� distingue� entre� el� aspecto�procesal� y� el� sustantivo,� de� modo�que� aunque� se� estime� que� no� se� ha�producido�violación�del�derecho�fun-damental,�no�significa�que�el�proce-dimiento� sea� inadecuado� y� estima�que� los�sindicatos�para�el�eficaz�de-sarrollo� de� su� labor,� tienen� derecho�a�obtener�información�comprobando�la� adecuada� provisión� de� vacantes,�las� circunstancias� concretas� de� los�puestos� � y� la� identificación� de� las�

circunstancias� de� cada� puesto.� El�art.� 12� del� Convenio� Colectivo� para�el�Personal�Laboral�de�la�Comunidad�de� Madrid,� el� art.� 11� del� Acuerdo� de�11/3/2005�de�Condiciones�de�Trabajo�del�Personal�Funcionario�y�el�art.�10.3�de�la�LOLS�se�refieren�a�la�obligación�de� entregar� la� información� solicita-da.� La� sentencia� recurrida� estima� la�demanda� y� considera� violado� el� de-recho,�lo�que�confirma�la�adecuación�del�procedimiento.

Hay�que�informar�al�Sindicato

CIVIL

STS, de 18 enero 2012

Ponente: Excma.� Sra.� Dña.� Encarna-ción�Roca�Trías

Dos� mujeres� mantuvieron� una� rela-ción� de� afectividad,� sin� llegar� a� con-traer� matrimonio,� durante� la� cual,�una�de�ellas,�dio�a�luz�a�una�niña.�La�relación�se�rompió�a�los�pocos�años.�A�raíz�de�estos�hechos,�la�mujer�no�ma-dre,�interpone�demanda�solicitando�el�reconocimiento�de�la�filiación�no�ma-trimonial.

La� sentencia� de� primera� instan-cia� desestima� la� demanda� por� el� in-cumplimiento� del� requisito� de� haber�contraído� matrimonio,� exigido� para�determinar� la� filiación� de� un� hijo� na-cido� mediante� técnicas� de� reproduc-ción�asistida�entre�parejas�del�mismo�sexo.� Tras� la� desestimación� también�en� apelación,� interpone� recurso� ex-traordinario� por� infracción� procesal� y�recurso�de�casación�al�amparo�del�art.�477.2.1º�LEC.

La�recurrente�había�ejercitado�una�acción�de�filiación,�mientras�que�el�re-curso�se�fundamenta�en�el�art.�477.2.1º�LEC,�es�decir,�que� lo�articula�como�si�el� proceso� se� hubiera� seguido� en� re-clamación� de� la� tutela� judicial� de� un�derecho� fundamental� distinto� de� los�reconocidos�en�el�art.�24�CE.

Es� cierto� que� se� utilizaron� en� la�argumentación�referencias�al�derecho�a�no�ser�discriminado,�pero�la�deman-da�no�se�fundó�en�la�lesión�de�ningún�derecho� fundamental� de� la� deman-dante,�sino�que�ejercitó�expresamente�una� acción� de� reconocimiento� de� la�filiación.

Cabe�hacer�alusión�a� la�causa�de�inadmisión� del� recurso� de� casación�que�es�el�no�haber� tramitado�para� la�tutela�civil�de�los�derechos�fundamen-tales�el�proceso�en�que�se�dictó�la�sen-tencia�recurrida.

En�consecuencia,�la�vía�adecuada�para� que� este� litigio� hubiera� podido�acceder� a� la� casación� no� era� en� vir-tud� del� referido� artículo.� Por� ello,� no�es�admisible�el�recurso�de�casación,�y�tampoco� el� extraordinario� por� infrac-ción�procesal.�La�causa�de�inadmisión�apreciada,�se�convierte�en�razón�para�desestimar�los�recursos.

Cauce�erróneo�en�acción�de�filiación

CIVIL

STS, de 25 noviembre 2011

Ponente: Excmo.�Sr.�D.�Jesús�Corbal�Fer-nández

El�objeto�del�proceso�versa�sobre� la�nu-lidad�por�abusiva�de�una�cláusula�incor-porada� a� un� contrato� de� compraventa�de�vivienda�de�la�que�se�deriva�para�los�compradores� la� obligación� de� pagar� el�impuesto� municipal� sobre� el� incremen-to�del�valor�de�los�terrenos�(impuesto�de�plusvalía).�El�comprador�tiene�el�carácter�de�consumidor,�y�la�legislación�al�tiempo�de�la�venta�era�la�LGDCU�26/1984.

Esta�Ley�establece�que�«se�conside-rarán� abusivas� todas� aquellas� estipula-ciones� no� negociadas� individualmente�que� en� contra� de� las� exigencias� de� la�buena�fe�causen,�en�perjuicio�del�consu-midor,�un�desequilibrio�importante�de�los�derechos�y�obligaciones�de�las�partes�que�se�deriven�del�contrato».

La�cláusula�es�subsumible�en�la�nor-ma:� existe� una� cláusula� impuesta,� falta�la� buena� fe� por� información� incompleta�y�hay�desequilibrio�contractual�porque�el�vendedor�percibe�el�aumento�del�valor�y�es�el�comprador�el�obligado�a�responder�

de�la�carga�económica�sin�ninguna�con-traprestación�o�contrapartida.

Por�consiguiente,�la�cláusula�es�nula�y�lo�indebidamente�pagado�por�el�consu-midor�deberá�ser�restituido.

Finalmente,� la� sentencia� esta-blece� que:� el� pacto� incorporado� a� un�contrato� de� compraventa� por� el� que�se� establece� la� obligación� de� pago�del�impuesto�mencionado�a�cargo�del�comprador�queda�sujeto�al�control�de�validez�con�arreglo�a�la�legislación�de�consumidores� entonces� vigente;� y,� la�Ley�44/2006�de�Mejora�de� la�Protec-ción� de� los� Consumidores� y� Usuarios�no� puede� ser� aplicada� con� carácter�retroactivo.

Nulidad�de�cláusula�sobre�pago�de�plusvalía

El�eterno�trabajador�temporal

AAP Álava (Sección 2ª), de 3 febrero 2012

Ponente:� Ilmo.� Sr.� Don� Jaime� Tapia�Parreño

La�Web�Cinetube�ofrece�enlaces�de�ac-ceso�a�visionado,�audición�o�descarga�de�películas�y�música.�Recurre�y�gana�la�de-cisión�de�transformar�las�diligencias�pre-vias�en�procedimiento�abreviado�contra�ella�y��se�sobreseen�las�actuaciones..

El� debate� que� plantea� cuenta� con�una�nutrida�jurisprudencia�menor�cada�vez� más� uniforme� adscribiéndose� ex-presamente� el� tribunal� a� la� posición�mayoritaria.

Hay�que�ver�si�concurren�los�ele-mentos� objetivos� del� tipo� delictivo�(reproducir,� plagiar,� distribuir� o� co-municar� públicamente).�La�respuesta�es�negativa.

A� los� prestadores� de� servicios� de�alojamiento� o� almacenamiento� de� da-tos�y�a� los�que�faciliten�enlaces�a�con-

tenidos� o� instrumentos� de� búsqueda,�sólo� se� les� puede� hacer� responsables�en�dos�supuestos:�cuando�tengan�cono-cimiento efectivo�de�que�la� información�almacenada,� objeto� de� enlace� o� bús-queda�es�ilícita�o�puede�lesionar�bienes�o�derechos�de�un�tercero�susceptibles�de�indemnización� y� cuando� teniendo� este�conocimiento� no� actúen� con� diligencia�para�retirar�los�datos�o�hacer�imposible�el�acceso.�Según�el�art.�17.1�de�la�Ley�de�Servicios�de�la�Sociedad�de�la�Informa-ción�se�entiende�que�conoce� la� ilicitud�de� la� información� cuando� el� órgano�competente� haya� declarado� la� ilicitud�de� los� datos,� ordenando� su� retirada� o�que�se�imposibilite�el�acceso,�o�se�hubie-ra�declarado�la�lesión�y�el�prestador�co-nociera�la�correspondiente�resolución.

No� existiendo� ninguna� resolución�de� este� tipo,� no� tiene� el� conocimiento�efectivo�que�se�requiere�para�que�pue-da�declararse�responsable�respecto�a�la�información�que�remite�o�recomienda�o�donde�enlaza.�

AJI Madrid, de 10 enero 2012

Ponente:�Ilmo.�Sr.�D.�Carmelo�Jiménez�Segado

Pretende� la� entidad� financiera� ejecu-tante� que� se� le� adjudique� la� finca� su-bastada�por�la�mitad�de�su�valor�al�ser�el�único�postor,�y�seguir�con�la�ejecución.

La�aplicación�de�la�regulación�de�la�ejecución�hipotecaria�sin�tener�en�cuen-ta�la�crisis�económica�conllevaría�a�dejar�exento�de�responsabilidad�a�uno�de�sus�partícipes,�al�haber�valorado�el�bien�es-peculativamente.�Le�permitiría�adquirir�el�bien�por�un�precio�irrisorio�y�continuar�con� la� ejecución� contra� los� bienes� del�deudor.

Constituye� la� pretensión� un� enri-quecimiento�injusto�y�un�ejercicio�abu-sivo� y� antisocial� del� derecho� que� no�permite�el�ordenamiento.�Deberá�estar�la� ejecutante� a� sus� propios� actos� y� si�quiere� incorporar� como� propio� el� bien�subastado�habrá�de�darle�el�valor�que�ella� misma� fijó,� por� lo� que,� la� deuda�queda�saldada.

Dación�en�pago

La�página�Cinetube�no�incurre�en�actividades�delictivas

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14  | CRÓNICA LEGISLATIVA  Actualidad�Jurídica�Aranzadi,�núm.�83922 de marzo de 2012

CRÓNICA LEGISLATIVA

Constitución�de�Cádiz�de�1812¡Qué�viva�la�Pepa!

I.U.S

La�Constitución�de�1812�es�uno�de�los�tex-tos� jurídicos�históricos�más� importantes�del�Estado�español,�por�cuanto�que�fue�la� primera� Constitución� promulgada� en�España,�porque�estableció��las�bases�de�constituciones�posteriores�no�solo�en�Es-paña�y�por�ser�una�de�las�más�liberales�de�su�tiempo.

Fue� considerada� como� un� baluar-te� de� libertad� ya� que� contempló� como�principios� destacados� algunos� como� la�Soberanía� Nacional,� Separación� de� Po-deres,�Derecho�de�representación,�Liber-tad�de�Expresión,�o�Libertad�de�Prensa�e�imprenta.

Fue� promulgada� en� Cádiz� el� 19� de�Marzo�de�1812,�día�de�la�festividad�de�San�José,�por�lo�que�popularmente�fue�cono-cida�como�«La�Pepa».

La� Constitución� de� Cádiz� de� 1812�está�estructurada�en�384�artículos�agru-pados�en�10�títulos�que�contemplan�las�siguientes�materias�TÍTULO�PRIMERO.-�DE LA NACIÓN ESPAÑOLA Y DE LOS ESPAÑOLES�(arts. 1 a 9);�TÍTULO�II.-�DEL TERRITORIO DE LAS ESPAÑAS, SU RELIGIÓN Y GOBIERNO, Y DE LOS CIU-DADANOS ESPAÑOLES�(arts. 10 a 26);�TÍTULO� III.-� DE LAS CORTES (arts. 27 a 167);�TÍTULO�IV.-�DEL REY�(arts. 168 a 241);�TÍTULO�V.- DE LOS TRIBUNALES Y

DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN LO CIVIL Y EN LO CRIMINAL (arts. 242 a 308);�TÍTULO�VI.-�DEL GOBIERNO INTERIOR DE LAS PROVINCIAS Y DE LOS PUEBLOS�(arts. 309 a 337);�TÍTULO�VII.-� DE LAS CONTRIBUCIONES (arts. 338 a 355);�TÍTULO�VIII;�DE LA FUERZA MILITAR NACIONAL� (arts. 356 a 365);�TÍTULO�IX.-�DE LA INSTRUCCIÓN PÚ-BLICA� (arts. 366 a 371);�TÍTULO� X.-� DE LA OBSERVANCIA DE LA CONSTITU-CIÓN, Y MODO DE PROCEDER PARA HACER VARIACIONES EN ELLA (arts. 3762 a 384).

Este� texto� constitucional� destaca,�como�es�sabido,�por�lo�moderna�que�fue�en�su�época,�donde�se�empieza�a�consti-tuir�la�organización�de�un�país�más�justo�y�más�democrático�por�el�reconocimien-to�de�algunos�derechos�fundamentales�y�que�sostiene�una�organización�institu-cional�muy�marcada�por�lo�que�para�mí�es�uno�de�los�principios�más�importan-tes�que�hacen�un�país�más�justo�y�que�arranca�con�la�Constitución�de�1812,�me�refiero�a�la�separación�de�poderes�(arts. 14 a 17).

Examinando� la�estructura�del� texto�constitucional� se� delimita� con� claridad�tal�separación�y�fruto�de�ella�todo�lo�que�cada� uno� de� los� poderes� pueden� o� no�pueden�hacer.�Es�un�detalle�completo�de�funciones�y�dentro�de�ellas,�de�garantías,�

pero� sobretodo� cuenta� mucho� la� figura�del�Rey�que�tiene�muchas�más�funciones�de� primera� línea� que� hoy� y� delimitadas�sus�prohibiciones.

Dejando�de�lado��los�Títulos�I,�IX�y�X,�el� resto�configura�el�siguiente�esquema�orgánico:�en�la�cúspide�y�como�pilar�del�estado�español�está�el�Rey�(TÍTULO�IV)�y�bajo�su�figura�y�con�la�garantía�recogida�en�los�arts.�14�a�17�están�las�Cortes�(TÍTU-LO�III);�los�Tribunales�y�la�administración�de�justicia�en�lo�civil�y�en�lo�criminal�(TÍ-TULO�V);�el�territorio�de�las�Españas,�su�religión�y�Gobierno,�y�de�los�ciudadanos�españoles�y�del�gobierno� interior�de� las�Provincias�y�de�los�Pueblos�(TÍTULOS�II�Y�VI�respectivamente).�Este�esquema�refle-ja,�y�su�interior�lo�demuestra,�el�inicio�del�principio�de�separación�de�poderes.�

A� esto� hay� que� añadir,� otro� poder,�que� más� que� institucional� es� transver-sal,�al�que� le� corresponde� velar� por� la�defensa�exterior�del�Estado�y�la�conser-vación�del�orden�interior�donde�juegan�un� papel� esencial� las� Cortes� y� el� Rey�(TÍTULO�VIII).

Merece� un� comentario� adicional,�por� la� vinculación� del� Estado� con� la� re-ligión� católica,� la� negación� del� Derecho�a�la�libertad�religiosa,�como�indicaba�su�artículo�12:�«La�religión�de�la�Nación�es-pañola�es�y�será�perpetuamente�la�cató-lica,�apostólica,�romana,�única�verdadera.�

La� Nación� la� protege� por� leyes� sabias� y�justas,�y�prohíbe�el�ejercicio�de�cualquiera�otra».

Como�curiosidad�por�el�uso�del�len-guaje�de�la�época,�llama�la�atención�las�menciones� explícitas� a� «almas»� en� vez�de�ciudadanos�(Art.�31�«Por�cada�70.000 almas de la población,�compuesta�como�queda�dicho�en�el�art.�29,�habrá�un�Dipu-tado�de�Cortes»;�Art.�32�«Distribuida�la�población� por� las� diferentes� provincias,�si�resultase�en�alguna�el�exceso�de�más�de� 35.000 almas,� se� elegirá� un� Dipu-tado�más,�como�si�el�número� llegase�a�70.000,�y�si�el�sobrante�no�excediere�de�35.000,� no� se� contará� con� él.»;�Art.� 33�«Si� hubiese� alguna� provincia� cuya� po-blación�no�llegue�a�70.000 almas,�pero�que�no�baje�de�35.000,�elegirá�por�sí�un�Diputado;�y�si�bajare�de�este�número,�se�unirá� a� la� inmediata� para� completar� el�de� 70.000� requerido»)� o� Art.� 310� «Se�pondrá�Ayuntamiento�en�los�pueblos�que�no�le�tengan�y�en�que�convenga�le�haya,�no�pudiendo�dejar�de�haberle�en�los�que�por�sí�o��con�su�comarca�lleguen�a�mil�al-mas,�y�también�se�les�señalara�término�correspondiente.»)� e� incluso� la� fórmula�empleada�en�el�art.�173�para�que�el�Rey�preste� juramento� a� las� cortes� en� su� en�su� advenimiento� al� trono� «N.� (aquí� su�nombre),�por la gracia de Dios�y�la�Cons-titución� de� la� Monarquía� española,� Rey�

de� las� Españas;� juro por Dios y por los Santos Evangelios que defenderé y con-servaré la religión Católica, Apostólica, Romana, sin permitir otra alguna en el Reino…. Así, Dios me ayude y sea en mi defensa, y si no, me lo demande.»

Sin� embargo,� dicho� todo� esto,� la�constitución�de�Cádiz�de�1812�deja�hue-lla�en�la�Constitución�Española�de�1978,�aunque�con�cambios�sustanciales�y�más�que�sustanciales�donde�hay�un�claro�reco-nocimiento�de�Derechos�y�libertades�bajo�la�proclamación�un�Estado�social�y�demo-crático�de�Derecho�que�propugna�como�valores�superiores�del�ordenamiento�jurí-dico�la�libertad,�la�justicia,�la�igualdad�y�el�pluralismo�político�con�una�organización�territorial�basada�en�la�autonomía�de�Mu-nicipios,�Provincias�y�Comunidades�Autó-nomas�donde�el�Rey�es�el�Jefe�del�Estado�y�donde�la�división�de�poderes,�idea�fun-damental� en� el� pensamiento� liberal,� es�establecida� implícitamente� por� el� texto�constitucional�defendiendo��y�delimitan-do�cada�uno�de�los�Poderes�del�Estado.�El�clásico�principio�de�separación�de�Po-deres,�implícito�en�los�Títulos�III,�IV�y�VI�de�la�Constitución�de�1978.

La� Constitución� Española� de� 1978�se�divide�en�169�artículos�distribuidos�en�10�títulos,�4�disposiciones�adicionales,�9�disposiciones� transitorias,� 1� disposición�derogatoria�y�1�final.

LA LUPA

Se� delega� en� los� siguientes� órganos� de� la�Agencia� Estatal� de� Administración� Tributaria�la�competencia�que�el�artículo�10.2�de� la�Ley�47/2003,� de� 26� de� noviembre,� General� Pre-supuestaria,�atribuye�al�Ministro�de�Hacienda�y� Administraciones� Públicas� para� autorizar�la�suscripción�y�celebración�de�los�acuerdos�o�convenios�previstos�en�la�legislación�concursal�cuando�se�trate�de�créditos�de�la�Hacienda�Pú-blica�estatal�distintos�de�aquellos�cuya�gestión�recaudatoria�le�corresponda�a�la�Agencia�Esta-tal� de� Administración�Tributaria� o� correspon-dan�al�Fondo�de�Garantía�Salarial.

a)�En�el�titular�de�la�Dirección�del�Depar-tamento�de�Recaudación�de�la�Agencia�Estatal�de�Administración�Tributaria�la�autorización�de�la�suscripción�y�celebración�de�los�acuerdos�o�

convenios�previstos�en�la�legislación�concursal�cuando�el� importe�de�las�deudas�concursales�de�los�créditos�a�los�que�se�refiere�la�delegación�en� el� correspondiente� procedimiento� exceda�de�1.500.000�euros.

b)� En� los� titulares� de� las� Delegaciones�Especiales�de� la�Agencia�Estatal�de�Adminis-tración�Tributaria�en�caso�de�procesos�concur-sales�que�afecten�a�personas�o�entidades�cuya�gestión� recaudatoria� corresponda� a� órganos�de� la� Delegación� Especial,� la� autorización� de�la�suscripción�y�celebración�de�los�acuerdos�o�convenios�previstos�en�la�legislación�concursal�cuando�el� importe�de�las�deudas�concursales�de�los�créditos�a�los�que�se�refiere�la�delegación�en�el�correspondiente�procedimiento�sea�infe-rior�a�1.500.000�euros.

Orden� HAP/455/2012,� de� 6� de� marzo,� por� la� que�se� delega� la� autorización� para� suscribir� y� celebrar�los� acuerdos� o� convenios� previstos� en� la� legislación�concursal� respecto� de� determinados� créditos� de� la�Hacienda�Pública.BOE�de�7�de�marzo�de�2012,�Núm.�57.

Real�Decreto-ley�6/2012,�de�9�de�marzo,�de�medidas�urgen-tes�de�protección�de�deudores�hipotecarios�sin�recursos.BOE�de�10�de�marzo�de�2012,�Núm.�60.

Se�establecen�en�este�Real�Decreto-Ley�diver-sos� mecanismos� para� permitir� la� restructura-ción�de�la�deuda�hipotecaria�de�quienes�pade-cen�extraordinarias�dificultades�para�atender�su�pago,�así�como�la�flexibilización�de�la�ejecución�de�la�garantía�real.�Estas�medidas�se�implemen-tan,� no� obstante,� sin� deteriorar� los� elementos�fundamentales�de�la�garantía�hipotecaria,�sobre�cuya�seguridad�y�solvencia�se�viene�asentando�históricamente�nuestro�sistema�hipotecario.�La�mayoría� de� las� medidas� serán� de� aplicación� a�quienes� se� encuentren� situados� en� el� deno-minado�umbral�de�exclusión.�En�este�sentido,�se�ha�determinado�que�los�beneficiarios�sean�personas�que�se�encuentren�en�situación�pro-fesional� y� patrimonial� que� les� impida� hacer�frente� al� cumplimiento� de� sus� obligaciones�hipotecarias� y� a� las� elementales� necesida-des�de�subsistencia.�Este�umbral�es�sensible�igualmente� a� la� situación� económica� de� los�demás� miembros� de� la� unidad� familiar,� así�como�de�los�titulares�de�las�garantías�perso-

nales�o�reales�que,�en�su�caso,�existiesen.�Se�adoptan� también� cautelas� para� impedir� que�pueda�producirse�un�acogimiento�fraudulento�o�abusivo�a�las�medidas�propuestas.

El�modelo�de�protección�diseñado�gira�en�torno�a�la�elaboración�de�un�código�de�buenas�prácticas�al�que,�voluntariamente,�podrán�ad-herirse� las�entidades�de�crédito�y�demás�enti-dades�que,�de�manera�profesional,� realizan�la�actividad�de�concesión�de�préstamos�o�créditos�hipotecarios,� y� cuyo� seguimiento� por� aquellas�será�supervisado�por�una�comisión�de�control�integrada�por�representantes�del�Ministerio�de�Economía�y�Competitividad,�Banco�de�España,�Comisión� Nacional� del� Mercado� de� Valores� y�Asociación�Hipotecaria�Española.

Con�la�aplicación�de�las�medidas�conteni-das�en�el�citado�Código,�que�figura�como�Anexo�al�Real�Decreto-Ley,�se� facilita�y�promueve� la�implicación�del�sector�financiero�español�en�el�esfuerzo� requerido� para� aliviar� la� difícil� situa-ción�económica�y�social�de�muchas�familias.

Las Cortes de Cádiz - La Constitución de 1812

Benito Pérez Galdós

Marzo�de�2012�señala�el�segundo�centenario�de�la�promulgación�de�la�primera�Constitución�que�conoció� España,� hecho� que� marca� su� entrada�en� la� historia� contemporánea.� El� presente� vo-lumen�ofrece�al�lector�una�forma�inmejorable,�a�través�de�una�novela�histórica,�de�adquirir�una�idea� del� agitado� y� patriótico� ambiente� en� que�se� desarrolló� en� Cádiz� y� en� medio� de� la� Gue-rra�de�la�Independencia�la�gestación�de�nuestra�primera�carta�magna.�El�episodio�nacional�que�Benito�Pérez�Galdós�dedicó�a�la�capital�gadita-na�se�complementa�en�esta�edición�con�el�texto�íntegro� de� la� Constitución� de� 1812,� documento�capital� para� la� historia� de� España� cuyas� avan-zadas� propuestas� fueron� un� modelo� para� los�movimientos�y�proclamas�liberales�en�Europa�y�en�América.

LIBROS DESTACADOS

Las� Constituciones� de� España�resulta� ser� un� verdadero� com-pendio� no� sólo� de� los� textos�constitucionales� que� gozaron�de�vigencia�en�España,�sino�que�también� se� incluyen� otros� tex-tos� importantes� para� entender�nuestra� bicentenaria� realidad�constitucional.� Además� el� es-tudioso�encontrará,� junto�a�una�cronología� básica� de� cada� pe-riodo� constitucional,� un� estudio�preliminar� de� todas� y� cada� una�de� las� Constituciones� y� textos�fundamentales� de� cada� época,�junto�a�unos�cuadros�sinópticos�en�los�que�sintetiza�el�autor� los�aspectos� más� relevantes.� La�inclusión� de� la� actual� Constitu-

ción� española� de� 1978,� hacen�de� este� volumen� un� elemento�indispensable� para� todo� aquel�que� se� quiera� acercar� a� la� teo-ría�y�a�la�realidad�constitucional�desde�1808�hasta�la�actualidad:�alumnos� de� las� titulaciones� de�Derecho,� Historia� o� Ciencias�Políticas,� además� de� cualquier�persona� interesada� en� nues-tros� avatares� políticos� de� los�últimos� doscientos� años,� en-contrarán� en� este� estudio� una�importante� aportación� teóri-ca� y� documental� que� vuelve� a�poner�en�liza�unas�enseñanzas�históricas� y� constitucionales�que�todos�los�españoles�debe-mos�recordar.

Las constituciones de EspañaConstituciones�y�otras�Leyes�y�proyectos�políticos�de�España

José Manuel Vera Santos

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TELARAÑA |� 15 Actualidad�Jurídica�Aranzadi,�núm.�83922 de marzo de 2012

ENCUENTRO

Encuentro Especializado en Asesoría Jurídica Empresarial

Lugar:� Auditorio� Unidad� Editorial.�Avda.� de� San� Luis,� 25.� 28033� Madrid�Día�y�hora:�26�de�marzo�2012,�de�8.30�a�19.15

Descripción:�en�esta�jornada�se�tratarán,�entre� otros� temas,� cómo� estructurar� el�departamento�de�Asesoría�Jurídica,�cómo�demostrar� su� eficacia� y� eficiencia� en� la�empresa,� cuál� es� la� figura� del� letrado�asesor,�cuándo�y�qué�asuntos�se�pueden�externalizar,� cómo� realizar� una� correcta�internacionalización�de�los�servicios�ofre-cidos,�cómo�realizar�una�buena�selección�del�despacho�colaborador�externo,�cómo�detectar�y�gestionar�el�cumplimiento�nor-mativo� y� qué� herramientas� de� gestión� e�información�existen�para�facilitar�el�traba-jo�diario.

� CURSOS

«Nueva Ley de la Jurisdicción social»

Lugar:� Colegio� Oficial� de� Gestores� Ad-ministrativos� de� Cataluña.� Plaza� Urqui-naona� 6,� 6ª� planta.� 08010.� Barcelona.�Día�y�hora:�3�Abril�de�2012,�de�10.00�hs.��A�20.00�hs.

Descripción:� La� frecuente� amplitud� y�detallismo� de� las� sucesivas� reformas� la-borales,� con� los� sucesivos� comentarios�de�la�prensa,�sindicatos�y�partidos�ponen�en�la�duda�a�empleadores,�empleados�y�abogados�a�la�hora�de�aplicar�las�normas.�En�este�curso�se�tratarán�las�últimas�nove-dades�de�la�Ley�36/2011.�La�jornada�será�presentada�por�el�Sr.�Antonio�Pérez,�po-nente�de�la�Comisión�Laboral.�Está�dirigi-do�por�expertos�abogados�y�magistrados,�que�analizarán�la�temática�a�fondo.

«El trabajo social forense (nivel bá-sico)»

Lugar:�Universidad�Pontificia�de�Comillas.�C/� Alberto� Aguilera� 23.� 28015� Madrid.�Día:�24�de�marzo�de�2012.�

Descripción:�El�trabajo�social�forense�ge-nera�nuevas�fuentes�de�información�para�fundamentar� decisiones� judiciales� y/o�

apoyar�las�pretensiones�de�los�abogados�en�la�defensa�de�sus�intereses.�Así�pues,�el�dictamen�pericial�social�se�convierte�en�una�herramienta�muy�valiosa�y�necesaria�para�el�conocimiento,�análisis�e�interpre-tación�diagnóstica�de�la�realidad�social.

DESAYUNO

«La Ley del Estado de Mediación en asuntos civiles y mercantiles»

Lugar:� Fundación� Fide.� Calle� Serra-no� 26,� 4ª-� derecha� 28001,� Madrid�Día�y�hora:�28�de�marzo�de�9.00�a�11.00�hs.

Descripción:�Se�analizará�desde�un�enfo-que� teórico� y� práctico� el� nuevo� RD-L� de�Mediación� en� asuntos� civiles� y� mercanti-les�aprobado�por�el�Consejo�de�Ministros�del�pasado�día�2�de�Marzo,�por�el�que�se�traspone�la�Directiva�de�2008�mediación�en�asuntos�civiles�y�mercantiles�trasfronte-rizos�y�se�regula�la�mediación�desde�el�ám-bito�de�la�competencia�del�Estado,�dando�cumplimiento�a�la�Disposición�Final�terce-ra�de�la�Ley�15/2005.

Ponentes:� Julio� Fuentes� Gómez,� Subdi-rector� General� de� Política� Legislativa� del�Ministerio�de�Justicia;�Ana�Vall�Rius,�Coor-dinadora�de�Formación�en�Mediación�del�Colegio�de�Abogados�de�Valencia�y�Direc-tora� de� “Logos� Media”� y� Lorenzo� Prats,�Catedrático�de�Derecho�Civil�en�la�Univer-sidad�Autónoma�de�Barcelona.

GALARDÓN

Mutua Madrileña e IE Business School premian la Mejor Iniciativa Emprende-dora Social

Fecha� límite� de� presentaciones:� hasta� el�próximo�1�de� junio�de�2012�al�Círculo�de�Emprendedores�de�IE�Business�School�por�correo�(C/Pinar�7,�28006�Madrid)�o�por�e-mail�a�[email protected].

Descripción:�El�objetivo�de�este�galar-dón�es�fomentar�y�estimular�el�desa-rrollo� de� la� cultura� emprendedora� y�potenciar,� además,� aquellas� iniciati-vas� que� tienen� capacidad� para� dise-ñar�soluciones�innovadoras�y�dinámi-cas�a�los�problemas�de�desempleo,�la�exclusión�social�y�el�cuidado�del�me-dio�ambiente.�

Acuerdo�entre�el��Colegio�de�Registradores�de�España�y�el�Consejo�General�del�Poder�Judicial

Con�la�llegada�de�Jesús�Alfaro,�Linkla-ters�reafirma�su�estrategia�de�incorpo-rar�a�su�equipo�a�académicos�de�primer�nivel� (Linklaters� cuenta� ya� con� Jaime�Zurita,�igualmente�catedrático�de�de-recho� mercantil,� José� María� Miquel,�catedrático�de�derecho�civil,� y�Fran-cisco�Garcimartín,�catedrático�de�de-recho�internacional�privado).

Jesús�Alfaro,�que�se� incorpora�a�Linklaters� como� consultant,� es� ca-tedrático� de� derecho� mercantil� en�la�Universidad�Autónoma�de�Madrid�desde�1995.�Desde�hace�más�de�diez�años� ha� combinado� su� dedicación�académica� con� el� ejercicio� profesio-nal�desde�el�despacho�CMS�Albiñana�&� Suárez� de� Lezo.� Su� propósito� es�seguir� haciéndolo� a� partir� de� ahora�desde�Linklaters.

En� relación� con� su� llegada� a�Linklaters,� Jesús�Alfaro�destaca�que�«estoy�encantado�de�incorporarme�a�Linklaters,�sin�duda�uno�de� los�des-

pachos�de�referencia�en�España�y�en�todo�el�mundo,�y�de� intentar�contri-buir� al� desarrollo� de� su� proyecto� en�España.� Además� de� ello,� no� cabe�duda�que�la�oportunidad�de�trabajar�con�clientes�nacionales�y�extranjeros�de� primer� nivel,� junto� con� profesio-nales� de� muy� reconocido� prestigio�en� el� mercado� legal� español,� ha�supuesto� una� motivación� adicional�para�decidirme�a�dar�este�paso».�

Sebastián� Albella,� miembro� del�comité� de� dirección� de� la� oficina� de�Madrid� de� Linklaters,� comentó:� que�«estamos�muy�contentos�de�que�Je-sús�Alfaro�haya�aceptado�incorporar-se�a�Linklaters.�Se�trata�sin�duda�de�una�incorporación�del�máximo�nivel,�de�un�gran�refuerzo�que�es�totalmen-te� coherente� con� nuestra� apuesta�por� el� componente� académico� y,� en�definitiva,� por� la� excelencia� y� la� ca-lidad.�Estamos�en�un�mercado�en�el�que�hay�mucho�nivel,�muy�exigente.�

Jesús�destaca�por�su�polivalencia�y�por�su� experiencia� en� litigios� y� en� áreas�como� el� derecho� societario,� contra-tos�o�derecho�de�la�competencia.»��

Linklaters�ficha�a�Jesús�Alfaro

El�Despacho�Ceca�Magán�Abogados�refuerza� su� departamento� laboral�con�la�incorporación�de�David�Ayuso�Bartolomé.�Aportará�al�Departamen-to�su�experiencia�en�el�asesoramien-to�jurídico�laboral�a�empresas.

Proviene� del� despacho� AGM�Abogados,� donde� era� el� Responsa-ble� del� Departamento� Laboral� de�Madrid.�De� la�mano�de� importantes�empresas�del� tejido� industrial�espa-ñol,� David� ha� llevado� a� cabo� gran-des� restructuraciones� laborales,� y�

ayudado� a� compañías� de� diversos�sectores�a�la�resolución�de�conflictos�colectivos� y� a� la� protocolización� de�sus�sistemas�de�Recursos�Humanos,�incluyendo� la� redacción� de� distintos�Convenios�Colectivos�de�empresa.

David�Ayuso�colabora�en�nume-rosas�ponencias�de� índole� laboral,�y�asiduamente� con� los� Medios� de� Co-municación,� contando� en� su� haber�con�numerosas�publicaciones�en�te-mas�de�Prevención�de�Riesgos�Labo-rales�y�derecho�del�trabajo.�

El� letrado� ha� comentado� que�«para� mí� supone� un� gran� reto� y� un�honor� poder� aportar� mi� experien-cia� y� conocimientos� a� � un� despacho�como�Ceca�Magán�Abogados,�bufete�de� gran� prestigio� en� el� área� laboral�y� con� un� histórico� muy� importante�asesorando� a� la� gran� empresa� en�esta� materia.� Espero� responder� con�creces�a�las�expectativas�que�se�han�depositado� en� mí� y� poder� ayudar� al�despacho�a�la�consecución�de�todos�sus�objetivos».

Ceca� Magán� abogados� incorpora� al� laboralista�David�Ayuso

Puede�visitar�la�página�web:http://www.aulasaranzadi.es/congresos/antequera/index.html

El� Colegio� de� Registradores� de�España� y� el� Consejo� General� del�Poder� Judicial� � han� suscrito� un�convenio� con� el� objetivo� de� es-tablecer� un� marco� de� actuación�para� la� colaboración� en� la� mo-dernización� del� sistema� judicial.�El� acuerdo� ha� sido� firmado� hoy�por� el� vicepresidente� del� CGPJ,�Fernando� de� Rosa,� y� el� decano-

presidente� del� Colegio� de� Regis-tradores,�Alfonso�Candau.

La� finalidad� es� la� colabora-ción� mutua� respecto� de� los� nue-vos� desarrollos� tecnológicos� que�se�ponen�a�disposición�de�las�ofi-cinas� judiciales� para� el� impulso�de�la�productividad�que�regula�la�presentación�de�títulos�judiciales�por� vía� telemática� en� los� Regis-

tros�de�la�Propiedad,�Mercantiles�o�de�Bienes�Muebles.�

El�CGPJ�tendrá�acceso�al�conteni-do�de�los�libros�de�los�Registros�de�la�Propiedad�y�Mercantiles,�de�forma�que�los�Juzgados�y�Tribunales�que�lo�deseen�puedan�disponer�de�información�actua-lizada�y�on�line�de�la�situación�en�que�se�encuentre�una�determinada�finca�en�cualquier�procedimiento.�

TELARAÑA

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SIN LA TOGA

«La�independencia�no�es�solo�una�cualidad�personal,�es�también�una�exigencia�constitucional»

José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo

Vivimos un mundo raro, ¿no es un contrasentido que vayamos a un mundo global y por otra parte se esté limitando la jurisdicción internacional?

En� principio� puede� parecer�contradictorio� pero� si� pensamos�en� que� la� globalización� es� el� pro-ducto�del�poder�no�me�parece�tan-ta.� Los� grandes� poderes� univer-sales� son� los� que� previsiblemente�podrían� cometer� delitos� contra�la� humanidad,� por� lo� que� tienen�interés� en� degradar� la� jurisdic-ción�universal.�En�mi�opinión�es�el�momento�de�integrar�en�este�con-cepto� no� sólo� � el� genocidio� o� los�de� lesa� humanidad� sino� también�los� inmensos� fraudes� económicos�que� convulsionan� las� economías�de�muchos�países�llevándolos�a�la�desesperación�y�la�miseria.

También suena raro que por una parte se esté legislando sobre el «derecho al olvido» y por otra sobre la «memoria histórica»

El� derecho� al� olvido� se� centra�en�el�mundo�de�la�informática�y�es�necesario� para� salva-guardar� los� de-rechos� indivi-

duales.� La� inmensa� capacidad� de�almacenamiento� de� datos� por� un�tiempo� indefinido� obliga� a� limpiar�los� archivos� de� las� referencias� an-tiguas�e�innecesarias.��La�memoria�histórica�no�es�una�expresión�afor-tunada.� La� historia� y� la� memoria�desempeñan� funciones� distintas.�La� primera� narra� y� la� segunda� se-lecciona� los� recuerdos.� Creo� que�España� tendrá� un� problema� per-manente� si� prefiere� el� olvido� y� la�impunidad�a�la�verdad�y�la�justicia.

Es autor del libro «¿Para qué sirven los jueces?», ¿a estas altu-ras cree que todavía hay que ex-plicarlo?

Me� parece� que� la� tarea� de� ex-plicarlo� e� incluso� enseñarlo� en�las� escuelas,� contribuye� al� acer-camiento� de� los� ciudadanos� a� los�problemas� reales� de� un� poder� del�Estado�que�les�puede�ayudar�a�su-perar� las� desigualdades� y� solucio-nar�los�conflictos�diarios.

Defiende el papel del juez como «actor político», pero ¿debe ser un actor de reparto o

protagonista?Me� llama� la� atención�

que�se�trate�de�descalificar�una� resolución� tachán-

dola� de� política.� Los�jueces� somos� actores�

que� participamos�en� los� conflictos,�

tanto� profundos�como� livianos,� de�la� sociedad� que�

nos� otorga� este�poder.� Cuanto� más�

intenso�es�el�drama,�mayor� protagonismo�

adquiere� el� llamado�a� interpretarlo� y�

llevarlo�hasta�el� desen-

lace.

¿Qué le viene a la cabeza cuando oye hablar de jueces «es-trella»?

El� Paseo� de� la� fama� de� Ho-llywood.� La� diferencia� es� que� allí�las� estrellas� se� perpetúan� y� en� la�judicatura� salvo� casos� excepcio-nales,� como� el� juez� Garzón,� son�efímeras.�Lo�que�catapulto�a�Gar-zón� fue� el� caso� Pinochet� y� no� los�numerosos� asuntos� que� le� dieron�fama�en�nuestro�país.

Le califican como un juez de «insobornable independencia», ¿no debería ser esta cualidad in-herente al hecho de ser juez?

La� independencia� no� es� sólo�una�cualidad�personal�es�también�una� exigencia� constitucional.� La�insobornabilidad� mucha� gente� la�relaciona� con� tentadoras� preben-

das� económicas� pero� es� algo�mucho� más� importante.� Hay�

muchas� formas� de� tratar�de� influir� sobre� un� juez.�

Siempre� es� necesario� es-tar� alerta.� Los� halagos�y� promesas� pueden� ser�nefastos�y�más�peligro-

sos� que� una� grosera�oferta�de�dinero.

Se suele decir que se legisla a golpe de Teledia-rio, pero ¿cree que se está em-pezando a sen-tenciar tam-bién a golpe de Telediario?

Es� eviden-te�que� los�po-líticos,� que�son� los� que�tienen�capa-cidad� para�cambiar�las� leyes� y�publicar�sus�textos�

en� el� Boletín� Oficial� del� Estado,�las�promesas�de�cambiar�las�leyes�a� golpes� de� las� emociones� socia-les� me� parecen� irresponsables.�Saben� perfectamente� que� no� so-lucionan� conflictos� que� por� muy�impactantes� que� sean� responden�a� la� naturaleza� conflictiva� de� las�relaciones�humanas�en�una�socie-dad� compleja.� � � Se� trata� de� una�burda� artimaña� que� ya� nadie� se�cree�y�que�contribuye�a�despresti-giar�a�los�políticos.�Lo�verdadera-mente�preocupante�es�que�los�jue-ces� se� dejen� llevar� por� la� presión�ambiental.�Sería�catastrófico�para�el�Poder�Judicial.

Tras las últimas modifica-ciones del Código Penal y los re-cientes anuncios de modificación ¿no cree que el derecho penal sólo es ya la «última ratio» en los manuales universitarios?

Según� los� manuales� clásicos,�el� Derecho� Penal� tiene� una� voca-ción�de�permanencia�y�estabilidad.�Eso�era�antes�ahora�el�Código�Pe-nal� es� una� especie� de� ordenanza�municipal� que� fluctúa� según� los�vaivenes�de�lo�cotidiano.�Es�cierto�que�la�sociedad�actual�evoluciona�a�mayor�velocidad�que�en�tiempos�pasados.�Los�universitarios�tienen�la�ventaja�de�poder�actualizar�sus�conocimientos� acudiendo� a� las�nuevas� tecnologías.� Habrá� que�acudir� a� los� principios� más� esta-bles�que�las�normas.

Futbolero del Atlético de Ma-drid, lo suyo es pasión por las cau-sas perdidas…

Las� causas� perdidas� tienen� un�componente� romántico� que� es� muy�necesario� en� los� tiempos� que� vi-vimos.� La� gente� siempre� está� con�el� vencedor,� demostrando� que� sus�sentimientos� son� inestables� y� pere-cederos.� Merece� la� pena� situarse� en�el� lado� de� los� débiles� para� sentirse�fuerte�y�útil�pero�sin�caer�en�la�melan-

colía.�Este�año�haremos�Champions.�Que�tiemblen�los�poderosos.

¿Qué reforma en la Justicia merecería ir a Neptuno a cele-brarla?

Sólo� aquellas� que� sean� efica-ces� y� realistas.� No� dejo� de� asom-brarme� a� mis� años� ante� la� bana-lidad� de� los� reformadores.� No� se�trata� de� inventar� ni� de� adoptar�remedios� de� laboratorio� o� impor-tar� patentes� de� otros� países.� La�Constitución� española,� marco� un�camino,� oralidad,� oralidad� y� más�oralidad.� Lo� demás� es� papeleo� y�rutina� estéril.� Yo� iría� a� Neptuno� o�incluso� a� Cibeles� si� alguna� vez� se�tomase�este�sendero.�No�tengo�es-crúpulos�en�esta�materia.

¿Es más fácil que el Atlético deje de ser «el pupas» o que la sociedad crea en la justicia?

El� Atlético� no� es� el� pupas,� es�la� fuerza� del� destino.� Está� consi-guiendo� sobrevivir� a� los� manejos�de� personas� poco� cualificadas�para�manejar�las�ilusiones�y�la�dig-nidad�de�su�masa�de�seguidores.�La�sociedad�no�puede�perder�la�confian-za�en�el�sistema�judicial.�Por�mucha�desilusión�que�acumule�y�tiene�moti-vos� para� ello� tiene� que� convencerse�que� no� existe� otra� vía� para� la� solu-ción�de�conflictos.�Ahora�bien�deben�saber�que�los�jueces�al�igual�que�los�árbitros�también�se�equivocan.

También le gusta el baloncesto y de hecho jugó de joven en Vallado-lid: ¿dónde ha marcado más triples, en la cancha o en la sala?¿y donde más faltas personales?

En� mi� época� no� valían� los� triples�aunque�alguno�conseguía�encestar.�En�la�Sala�donde�he�trabajado�y�disfrutado�veintiún�años,� los� triples�más�especta-culares�se�consiguen�después�de�botar�y�botar�hasta�convencer�a�los�compañe-ros.�Los�dos�últimos�años�a�partir�de�la�admisión�de�las�querellas�contra�el�juez�Garzón� ha� habido� demasiadas� faltas�personales.

Como aficionado a la música clá-sica barroca, el anuncio de hacer hábil el mes de agosto le suena a algo fac-tible o más bien a «Música para los reales fuegos de artificio»?

En� España� agosto� es� un� mes� ca-luroso� y� poco� propicio� para� el� trabajo�físico� e� intelectual.� En� mi� opinión� hay�otras�urgencias�como�la�de�racionalizar�los�procedimientos�al�estilo�de�la�juris-dicción� laboral� y� sobre� todo� actualizar�la� llamada� oficina� judicial.� Paradójica-mente�es�posible�que�la�crisis�nos�ayu-de�a�conseguirlo.�La�música�acuática�y�para�los�reales�fuegos�artificiales�es�muy�apropiada�para�los�agobios�estivales.

Este año el Tribunal Supremo cumple 200 años, ¿qué le desea brin-dando con un buen gin tonic?

El�gin�tonic�es�muy�saludable.�Se�lo�recomiendo�como�disfrute�y�terapia.�La�reina�Mary�habitual�consumidora�llego�a�los�100�años.�Ahora�que�me�lo�pregun-ta�es�posible�que�el� Tribunal� Supre-mo� necesite� de� una� buena� dosis�de� quinina� para� eliminar� viejos�tóxicos�y�recuperar�su�salud.

❝La�insobornabilidad�mucha�gente�la�relaciona�con�tentadoras�prebendas�económicas�pero�es�algo�mucho�más�importante ❞

❝Me�llama�la�atención�que�se�trate�de�descalificar�una�resolución�tachándola�de�política

LA CONTRA Director: Javier�Moscoso�del�Prado. Director adjunto: Iker�Roldán�Aguirre. Coordinación contenidos: Carmen�Alemán�Ezcaray�y�Mercedes�García�Quintas. Redacción y diseño: Thomson�Reuters�Aranzadi. Publicidad:�Irene�Martín�Cabezas.�Imprime: Rodona�Industria�Gráfica�S.L.�Editorial�Aranzadi�S.A.,�Camino�de�Galar,�núm.�15,�31190-Cizur�Menor�(Navarra),�Tel.:�902�444�144.�Depósito Legal:�NA-85-1995�–�ISSN�1132-0257.�Contacto:�[email protected]. Difusión�controlada�por