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Los centros históricos latinoamericanos experimentan procesos diferenciados en su conformación y evolución histórica que de algún modo condicionan su intervención en la contemporaneidad, tanto en términos de las problemáticas involucradas, como de los actores y los procesos de gestión desarrollados. La Habana, Montevideo y Buenos Aires, se constituyen en objetos de reflexión en relación a específicos desafíos en torno a su rehabilitación, evidenciando la dinámica del concepto en el marco de la particular confi- guración urbana de estos escenarios condensadores de densidad simbólica e identitaria. La posibilidad de considerar y reflexionar acerca de las heterogéneas estrategias de intervención en estos centros, y particularmente en el rol que en las mismas le compete a la materialización del espacio público y la presencia de la actividad residencial, reivindica la vigencia del planteo de Jorge Hardoy cuando inquiría «por qué, para qué y para quién» recuperar nuestros centros históricos. HOUSING AND PUBLIC SPACE IN HISTORICAL CENTRES EN LATIN AMERICA The Latinamerican historical centres experience processes that have different historic shaping and evolution that in a way condition their participation in the present time, not only regarding the problems involved, but also the players and the management processes developed. La Habana, Montevideo and Buenos Aires become objects of reflection in relation to specific challenges centred on their rehabilitation, showing the dynamics of the concept within the framework of the particular urban layout of these settings that condense symbolic and identity density. The possibility of considering and thinking about the heterogeneous intervention strategies in these centres, and particularly the roles played in them by the materialization of the public space and the presence of the residential activity, vindicates the validity of Jorge Hardoy’s approach inquiring «for what, to whom and how to recover our historical centres». VIVIENDA Y ESPACIO PÚBLICO EN CENTROS HISTÓRICOS DE AMÉRICA LATINA Paola Bagnera Universidad Nacional del Litoral

Vivienda y espacio público en centros históricos de América Latina

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Artículo publicado en Perspectivas Urbanas Nº 9, Universitat Politècnica de Catalunya, Barcelona (2008).

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Los centros históricos latinoamericanos experimentan procesos diferenciados en su conformación y evoluciónhistórica que de algún modo condicionan su intervención en la contemporaneidad, tanto en términos de lasproblemáticas involucradas, como de los actores y los procesos de gestión desarrollados.

La Habana, Montevideo y Buenos Aires, se constituyen en objetos de reflexión en relación a específicosdesafíos en torno a su rehabilitación, evidenciando la dinámica del concepto en el marco de la particular confi-guración urbana de estos escenarios condensadores de densidad simbólica e identitaria.

La posibilidad de considerar y reflexionar acerca de las heterogéneas estrategias de intervención en estoscentros, y particularmente en el rol que en las mismas le compete a la materialización del espacio público y lapresencia de la actividad residencial, reivindica la vigencia del planteo de Jorge Hardoy cuando inquiría «porqué, para qué y para quién» recuperar nuestros centros históricos.

HOUSING AND PUBLIC SPACE IN HISTORICAL CENTRES EN LATIN AMERICA

The Latinamerican historical centres experience processes that have different historic shaping and evolution thatin a way condition their participation in the present time, not only regarding the problems involved, but also theplayers and the management processes developed.

La Habana, Montevideo and Buenos Aires become objects of reflection in relation to specific challengescentred on their rehabilitation, showing the dynamics of the concept within the framework of the particularurban layout of these settings that condense symbolic and identity density.

The possibility of considering and thinking about the heterogeneous intervention strategies in these centres,and particularly the roles played in them by the materialization of the public space and the presence of theresidential activity, vindicates the validity of Jorge Hardoy’s approach inquiring «for what, to whom and howto recover our historical centres».

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Paola BagneraUniversidad Nacional del Litoral

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El centro histórico latinoamericano como concepto

La idea de «centro histórico» ha sido objeto denumerosas aproximaciones y conceptualizacionesdesde diversos campos disciplinares. Encuentra unaprimera asociación con una impronta «histórico-fundacional», y se impregna de una carga simbólica eidentitaria, que extiende su representatividad a laciudad en su conjunto, y cuya significación cultural seevidencia en la permanencia de hechos urbanos yarquitectónicos de valor patrimonial. La condición decentralidad, por otra parte, se hace presente enmuchos de estos centros históricos —como indicadorde concentración de servicios y equipamientos diver-sos, de elevado valor del suelo y de densidad pobla-cional y constructiva—, y evidencia un particular rolen la dinámica urbana contemporánea.

La complejidad del hecho urbano, es definidapor esta doble consideración, con un predominio deciertas características sobre otras, que difierentanto por las particularidades históricas y las estra-tegias de intervención planteadas en estas áreas,como por el grado de vitalidad del centro, y por lotanto, por el nivel de disputa que sobre dichoespacio generan los actores involucrados en laproducción de ciudad.

La pertenencia inicial del concepto a la culturaeuropea, lo asocia a ese núcleo inicial de la urbani-zación, de origen preindustrial, limitado físicamentepor murallas que lo separan de la expansiónmoderna de la ciudad, materializada «extramuros».En cambio, en la ciudad americana, se reconoce unano tan precisa delimitación entre el centro históricoy la totalidad de la estructura urbana, lo quemuchas veces deriva en una necesidad de «abstrac-ción» de la realidad para poder delimitar en térmi-nos físicos el área histórica. La particularidadexpansiva y homogeneizadora de la cuadrículaamericana condiciona esta definición, contraria-mente a lo ocurrido en el caso europeo, en el cual,la impronta de la muralla es la que de algún modo«protege» su presencia física y su permanencia en laestructura urbana, así como «diferencia» en algunoscasos el trazado primigenio de crecimientos o ensan-ches posteriores.

La plaza es el núcleo originario del centro histó-rico americano, es el hecho significativo que estruc-

tura su impronta física y su trama, incluso en aquelloscasos en los cuales, la presencia de la muralla condi-ciona su evolución. Estas áreas que «confieren identi-dad a los habitantes de las ciudades americanas y a lavez, las caracterizan y testimonian» (GUTIÉRREZ,1990) son objeto de varias aproximaciones quereafirman su particular consideración y valor y sobretodo, sus específicas problemáticas y requerimientosde intervención (WAISMAN, 1972; GUTIÉRREZ,1990; HARDOY-GUTMAN, 1992)

La ampliación de la idea de patrimonio hacia laconsideración del entorno o conjunto urbano quese inaugura con la Carta de Venecia (1964), lohace, para el caso americano, con las Normas deQuito (1967) y el posterior Coloquio sobre lapreservación de los centros históricos ante el creci-miento de las ciudades contemporáneas (Quito,1977) define a los centros históricos como «todosaquellos asentamientos humanos vivos, fuerte-mente condicionados por una estructura físicaproveniente del pasado, reconocibles como repre-sentativos de la evolución de un pueblo. (...) LosCentros Históricos no sólo son patrimonio culturalde la humanidad sino que pertenecen en formaparticular a todos aquellos sectores sociales que loshabitan», anticipando una de las problemáticasnodales que se evidencian a partir de los añosochenta y noventa: el particular conflicto entreoperaciones de «renovación» urbana y el usoresidencial del centro histórico.

La consideración de tres casos:La Habana, Montevideo, Buenos Aires

Abordar las estrategias de intervención en el caso delos centros históricos latinoamericanos, significareconocer procesos de formación y evolución urbanadiferenciados, evidenciados desde las instanciasfundacionales o las preexistencias arquitectónicas yurbanas que condicionan su propia historia urbana, alas diferentes acciones de sustitución, expansión oensanche que materializaron sus procesos de moder-nización.

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La Habana

La Habana Vieja se constituye en una «unidad»reconocible, un núcleo básico delimitado por la trazade la muralla colonial, que encierra un tejido decaracterísticas propias. De origen hispánico, seconstituye como un «sistema de espacios socialesespecializados, situados a lo largo de la bahía quecaracteriza el policentrismo funcional configuradorde La Habana Colonial, en contraposición al típicomonocentrismo predominante en las ciudades latino-americanas» (SEGRE, 1989). Dicho policentrismo segenera principalmente a partir de la presencia deespacios públicos o plazas de específica configuracióny funcionalidad. El policentrismo y la definición deun particular «damero» dan cuenta del momentofundacional (1519) resuelto con cierta espontanei-dad, y con anterioridad a la aplicación de las Leyes deIndias (1861).

La consolidación del inestable asentamiento sedebe a la decisión de Felipe II de convertirla en elpunto de encuentro final de la flota de la Corona, en

su regreso a España, debido a su privilegiada posicióngeográfica, la presencia de la bahía y el sistema defen-sivo: principales elementos, por otra parte, configura-dores de su estructura urbana.

Hacia fines del siglo XVIII La Habana extramurosposee una mayor población que la del interior, yobedece al incremento poblacional generado a partirde la apertura comercial de la segunda mitad del sigloXVIII con la ocupación inglesa de la ciudad, quepotencia tanto el crecimiento de la producción azuca-rera, como de la población, a partir del incrementodel número de esclavos para su desarrollo.Posteriormente Cuba es recuperada por los españo-les, quienes retienen en su dominio a la isla hastafines del siglo XIX, siendo la última colonia hispánicaen independizarse.

El Gobernador Tacón (1835) emprende la mayortransformación del conjunto urbano a partir de laimplantación de diversas obras públicas comomercados, teatro, paseos, etc. Las murallas comien-zan a ser demolidas a mediados del siglo XIX y danpaso a un largo proceso de desplazamiento de la

Fig. 1. La Habana, siglo XVI. Fig. 2. La Habana. J. M. de la Torre, 1859.

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centralidad «extramuros» hasta las primerasdécadas del siglo XX. El nuevo eje de desarrollourbano, se concentra en la traza defensiva, a lamanera de un «ring», definido por el Paseo delPrado, potenciando el desarrollo del área aledaña:Centro Habana. El Plan Director de Forestier(1926-1930), derivado del modelo haussmaniano, sibien no plantea demasiadas indicaciones para elcasco histórico, excepto la restauración de tresplazas y de algunos edificios significativos, indirec-tamente, al potenciar el traslado definitivo delcentro simbólico y monumental, salva a La HabanaVieja «de su definitiva destrucción» (SEGRE, 1989)tal como se verifica en la época en varias capitaleslatinoamericanas.

A partir de la década del 30, el núcleo colonialsufre un progresivo abandono que, hacia mediadosdel siglo, implica la decadencia residencial, debido altraslado de los sectores sociales de mayores recursos.De este modo, comienza un proceso de precarizacióndel hábitat central, convirtiéndose muchos de losantiguos palacios o casonas en casas de alquiler o«ciudadelas». Por otra parte, la función bancaria yfinanciera se potencia notoriamente en el áreacentral, lo mismo que la industrial en las proximida-des del área portuaria.

En 1955, P. Lester Wiener, J. L. Sert y P. Schultzelaboran un Plan Director bajo los postulados delurbanismo moderno, hecho que incluye la aperturade vías rápidas de circulación, la demolición de veintemanzanas coloniales y la construcción de un centrofinanciero, comercial y hotelero inserto en ampliaszonas verdes.

A partir de la Revolución Cubana (1959), ademásde quedar sin efecto este Plan Director, se comienzana desarrollar una serie de planteos para la interven-ción en el área, tendientes a la «conservación yrecuperación de los valores ambientales en el mediourbano y rural» (SEGRE, 1989), a pesar que porentonces la prioridad estaba dada fundamentalmenteen el interior del país, sobre todo en aquellas regionesde menor desarrollo.

Entre 1960-70, el problema del área histórica seevidencia en la necesidad de restaurar ciertosmonumentos significativos, así como en las deficien-tes condiciones habitacionales, infraestructurales ysociales del sector.

La declaratoria de La Habana Vieja comoPatrimonio de la Humanidad (UNESCO, 1982)incorpora campañas internacionales para su interven-ción y recuperación, así como la creación del CentroNacional de Conservación, Restauración yMuseología, que junto a la Dirección Provincial dePlanificación Física y Arquitectura, elabora losprimeros «Lineamientos Generales para la recupera-ción del centro histórico».

La Oficina del Historiador (OH) se conformahacia 1938, con el antecedente desde 1925 del cargode Historiador de la Ciudad, en manos del Dr.Emilio Roig de Leuchsenring. Si bien en un iniciocentra su accionar en la recuperación y protecciónde edificios monumentales, posteriormente loamplía al patrimonio intangible (carnavales ycomparsas habaneras) y a todo el conjunto delcentro histórico, consolidándose como una de laspocas instituciones que, luego de la revolución,mantiene sus objetivos e incluso se intensifica, alpasar a manos de Eusebio Leal en 1964.

La sostenida crisis que comienza en los años 90con la caída del bloque socialista y la instauración del«Período Especial», demora la concreción de laspropuestas y profundiza la precaria situación delcentro histórico. Es entonces cuando la OH adquiereun rol protagónico a partir de las atribucionesotorgadas por el Decreto 143, mediante el cual se lahabilita a centralizar y agilizar la toma de decisionesen torno a la intervención, permitiendo el estableci-miento de actividades económicas de diverso tipo, asícomo el cobro de una tasa impositiva específica aempresas productivas enclavadas en su territorio. Deeste modo, se plantea un nuevo modelo de gestión,que implica una modalidad alternativa de obtenciónde recursos para la rehabilitación, hasta entoncesdependiente de los escasos fondos erogados por elgobierno municipal o nacional.

La OH, con el apoyo técnico y financiero de laAECI, concibe entonces en 1994 el Plan Maestro parala Rehabilitación Integral de La Habana Vieja. En estemarco, se elabora el Plan Especial de DesarrolloIntegral (PEDI), en un intento por conciliar lo quehasta el momento había sido el principal accionar de laOficina —la protección y rehabilitación patrimonial, através de la designación primigenia del sector como«zona priorizada para la conservación» (1993)— con

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la integralidad de un desarrollo económico autosusten-table —a partir de su consideración como «zona dealta significación para el turismo» (1995)—, y dedesarrollo social —en términos de concretar un hábitatdigno—, es uno de los aspectos más ambiciosos ynovedosos en la intervención en este centro.

En este período, y como parte de ese «desarrollointegral», se trabaja en el mejoramiento de ciertosaspectos deficitarios, como por ejemplo el sistemade salud, la intervención en los espacios públicoscentrales o periféricos, el borde costero, la implan-tación y/o mejoramiento de equipamientos cultura-les y educativos; así como la intervención «extra-muros» con la recuperación del Paseo del Prado ydel tradicional malecón habanero. La conservacióndel carácter residencial adquiere un rol prioritario,incluyendo la participación de la población en ladefinición y rehabilitación del centro. San Isidroconcentra la mayor cantidad de intervenciones eneste sentido, rehabilitándose más de un centenar deviviendas sociales, junto al mejoramiento habita-cional de unas ochocientas familias, desarrolladas

por la propia OH, los «Arquitectos de laComunidad», y el apoyo de la cooperación interna-cional.

Un elemento clave de este proceso —desarro-llado por una amplia estructura responsable— loconstituye el modelo de gestión, que garantiza laadministración y generación de recursos financierospara impulsar la economía local, propiciando larehabilitación del centro, así como la evaluación de factibilidad de nuevos emprendimientos e inver-siones.

Otros de los elementos fundamentales para lacontinuidad del proceso lo da el acuerdo entre elPrograma de las Naciones Unidas para elDesarrollo (PNUD) y el Gobierno de Cuba (1997),que implica acciones de cooperación enfocadas a laprevención de la pobreza y el mantenimiento de laequidad. A partir del mismo, comienza el PDHL(Programa de Desarrollo Humano Local), quecomprende áreas de trabajo tales como: desarrolloeconómico, medio ambiente, educación, salud y,servicios sociales. Asimismo promueve nuevas

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Fig. 3. La Habana. Plaza de San Francisco, 2006. Fig. 4. La Habana. Calle, 2006.

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modalidades de operación —en construcción en elcaso habanero— pero que implican una accionararticulado entre la cooperación descentralizada y elgobierno local —provincial y municipal—, favore-ciendo la toma de decisiones consensuadas y laposibilidad de generar instancias de mayor impactoy continuidad.

Sin embargo, la situación del centro sigue siendocompleja. El deterioro del parque habitacional secontinúa evidenciando con derrumbes diarios dediversa magnitud. Habana Vieja pareciera encon-trarse en una fase donde redefinir acciones tendien-tes a propiciar la articulación entre desarrolloeconómico y social, haciendo eje, en la resolución deaquellos problemas nodales del área, que implicasobre todo, resolver las condiciones de habitabilidadde la población residente. La posibilidad de articu-lar la actividad residencial con otros usos —vincula-dos tanto a las actividades recreativas y comerciales

propias del turismo, tanto como al sostenimiento delos equipamientos educativos y culturales existentesen el área— da cuenta de la diversificación y vitali-zación del área, potenciando esa característica ytradicional «polifuncionalidad» de Habana Vieja.Por otra parte, implica no descuidar una línea detrabajo que individualiza el caso en el marco de lasintervenciones en centros históricos: la estrategia deconsolidar un «centro vivo» con la presencia —multiplicadora de usos y funciones sociales— dela vivienda popular.

Montevideo

La estructura urbana se desarrolla según un dameroorientado a «medio rumbo», sin atender las particu-laridades topográficas de implantación. La CiudadVieja se consolida bajo un esquema de «ciudad

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Fig. 5. Montevideo, 1811.

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interior», y no de acuerdo a un rol de «ciudadpuerto» tal como indicaría su particular localización.La función militar caracteriza el emplazamiento ensus años iniciales, sin embargo hacia el final del sigloXVIII se multiplican los intercambios comerciales, quepropician la consolidación del núcleo original, elcrecimiento poblacional y la aparición de nuevos usosreligiosos y político administrativos. De este modo,«constreñido por las murallas, el centro pobladocomienza a densificarse rápidamente.» (DELGADO,2005)

En 1831 comienza la demolición de las murallas ylas fortificaciones coloniales, lo cual significa laprimera transformación fuerte de la ciudad, con«implicancias tanto simbólicas como territoriales: lademolición de esas murallas, con lo que se privó alMontevideo futuro de uno de sus hitos urbanos mássignificativos, y se impulsó la delineación de suprimer «ensanche». La ciudad absolutista y acotada,se convirtió en ciudad liberal y expansiva» (ARANA,MANZINI, 1998).

El trazado de la «Ciudad Nueva» (1836),implica el inicio de una expansión territorial, y unaintencionalidad de articulación con la «CiudadVieja». Este es quizás el mayor impacto, queinaugura una serie de transformaciones socioeconó-micas dadas a lo largo del siglo, debido a la inser-ción del país en el mercado internacional y el aportemigratorio europeo, que, junto a los desplazamien-tos internos incrementa notoriamente su población.«A pesar de ello la ciudad vieja siguió manteniendosu prestigio como ámbito residencial, y su importan-cia cultural, administrativa, comercial y financiera,consolidada por la importancia del puerto»(ARANA, MANZINI, 1998)

En las décadas siguientes, reafirma su centralidadaglutinando la vida social, cultural, financiera ycomercial, pero hacia 1925, junto a la densificacióndel área, las poblaciones de mayores recursos comien-zan a desplazarse abandonando el centro.

Durante los primeros años del siglo XX subsistenlas ideas de influencia haussmanianas (Plan Fabini,1928) pero en la década del 30 se inaugura una fuerteinfluencia «moderna» en las propuestas para laciudad. El Plan Director de 1956 evidencia, como en buena parte de las ciudades capitales deLatinoamérica, las influencias de los CIAM, incorpo-

rando nuevas modalidades de organización y confi-guración física de la ciudad.

El desplazamiento poblacional y consecuenteabandono y degradación del área central, se tornamás evidente a mediados de siglo, y se profundizahacia la década del 60 y 70. El problema de lavivienda en este sentido, también se torna crucial,promulgándose en 1968 uno de los instrumentos másimportantes para el desarrollo futuro de la temática:la Ley Nacional de Vivienda (13728), que promuevemecanismos de acceso a una «vivienda adecuada» através de la obra pública, la obra privada y el régimencooperativo, principal instrumento del «modelouruguayo» de gestión habitacional.

Con la implantación de la dictadura militar en1973, y la consolidación de fuertes procesos deespeculación en torno al suelo urbano, se intensificala crítica situación del centro histórico, que pierde unnumeroso patrimonio, sustituido por obras contem-poráneas de valor diverso. La preocupación porCiudad Vieja, da lugar a la conformación de diversosgrupos (Grupo de Estudios Urbanos, Sociedad deArquitectos del Uruguay, etc.) que propician undebate social en torno a su degradación y necesidadde recuperación. En este marco se concibe la declara-toria de interés municipal la conservación y protec-ción de la Ciudad Vieja (1982), se constituye laComisión Especial Permanente Ciudad Vieja, y seestablecen líneas crediticias a los efectos de promoveroperaciones de reciclaje a través del BancoHipotecario del Uruguay. Estas incipientes cuestio-nes, movilizan una serie de acciones que «preparan»de algún modo el camino para la recuperación delárea.

Los inicios de la democracia (1985) y los primerosaños de la década del 90, no dan cuenta de mayorestransformaciones, sino que profundizan su críticoestado. La degradación edilicia y el vaciamientopoblacional de las áreas centrales, tiene como contra-parte una extensión notoria de la mancha urbanaresultante, a partir de un acelerado y segregado creci-miento suburbano, que se explica debido al modelosocioeconómico imperante y el retiro del Estado desus obligaciones sociales básicas.

En este escenario, la Ciudad Vieja consolida eincrementa su degradación, manifestándose un paula-tino abandono de la inversión y como contraparte la

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ocupación habitacional precaria y tugurizada deedificios de valor patrimonial. Sin embargo, una largalista de «potencialidades» referidas a su «densidad»simbólica, histórica, así como infraestructural, deservicios y equipamientos, dan cuenta no solo de lanecesidad de recuperación del sitio, sino de la factibi-lidad de la operación.

El inicio de una transformación sistemática en lasituación del Centro Histórico puede reconocerse conla aprobación del Plan de Ordenamiento Territorial(1998). Sin embargo, una serie de acciones, anticipan—a partir de desarrollos puntuales— el abordajeintegral que hacia fines de siglo caracteriza la interven-ción en el área, entre las cuales pueden mencionarse:

Programa Piloto de Reciclajes Participativos:impulsados a partir de 1990 por la IntendenciaMunicipal de Montevideo (IMM), con la estrategiade recuperar edificios para vivienda en áreas centra-les mediante la ayuda mutua y la autogestión.Destinado a sectores de bajos recursos, cuya partici-pación fue nodal al desarrollo de la experiencia,

demuestran la factibilidad del proceso y la posibili-dad de replicabilidad del mismo.

Una serie de condiciones previas forman parte delescenario que potencia esta línea de acción: lasderivadas de la legislación habitacional (la mencio-nada ley 13.728); la autoconstrucción como unaestrategia autogestionada de acceso a la vivienda o asu mejoramiento, y la tradición cooperativistauruguaya, que durante la década del 90 y con elaporte de mano de obra de los propios destinatarios,enfocan su accionar principalmente en términos de«obra nueva» en áreas periféricas. Los principiosrectores del accionar cooperativo, basados en sucapacidad de organización, las metodologías deayuda mutua y autogestión, el régimen de tenencia(cooperativas de usuarios), el financiamiento público(en suelo urbano o en la propia compra o cesión deinmuebles) y el asesoramiento interdisciplinario delos Institutos de Asistencia Técnica, son parte de loselementos que apuntalan y viabilizan el procesouruguayo.

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Fig. 6. Montevideo. Reciclaje cooperativo, 2004.

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La cartera de tierras: que la IMM impulsa a partirde 1990, es otro de los antecedentes destacables, apartir de la compra de inmuebles o parcelas a losfines de promover la construcción o rehabilitaciónde los mismos, destinado al asentamiento defamilias de escasos recursos en áreas centrales, encondiciones adecuadas de habitabilidad. En estamisma línea, el Programa de Gestión de laPropiedad Municipal, persigue la recuperación deinmuebles o parcelas de propiedad municipal parasu refuncionalización en clave residencial, y larelocalización de actividades administrativas enotras áreas urbanas.

Esta serie de acciones puntuales, dan paso poste-riormente a la definición de líneas de intervención,articuladas en el Plan de Ordenamiento Territorial(P.O.T., 1998) que enmarca las acciones que seinstrumentan en la ciudad capital, y llevan a definirpara el centro histórico el «Plan Especial deOrdenamiento, Protección y Mejora de CiudadVieja». En el mismo, se establecen las pautas y

grados de protección, así como las regulaciones ypromociones de intervención que rigen a específicosprogramas de actuación.

Un paso más adelante en la consideración de unaestrategia integral de intervención, se da con la imple-mentación del proyecto de la IMM: «Ciudad ViejaRenueva», complementando el mejoramiento yrehabilitación urbano arquitectónica, con programasque promueven la integración social. Se desarrollanuna serie de políticas y programas de desarrollo locala partir de los recursos intrínsecos, promocionandoacciones que garanticen la multifuncionalidad delárea y la coexistencia de diversos sectores sociales. Eneste sentido, cabe mencionar el apoyo y promociónde emprendimientos turísticos y culturales; eldesarrollo de capacidades en la población para lainserción laboral (escuela taller, becas laborales,cursos de capacitación, asistencia a micro y pequeñasempresas, etc.); y el Programa de rehabilitación delespacio urbano, a través de actuaciones de restaura-ción de fachadas y espacios públicos, así como

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Fig. 7. Montevideo. Restauración Teatro Solís, 2004.

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—incluso— operaciones de restauración del patrimo-nio monumental.

El centro histórico montevideano, se vislumbrade este modo como una de las alternativas queevidencian la factibilidad de la promoción de estra-tegias integrales de intervención en un centro histó-rico. Una sostenida continuidad y decisión políticapor parte de la intendencia en torno a la rehabilita-ción y repoblamiento del área, y como ya semencionara, la experiencia organizativa y gestiona-ria de las cooperativas uruguayas avalada por unaadecuada legislación, así como la presencia de unequipo de técnico político comprometido con surecuperación desde diversos ámbitos, parecieranexplicar las concreciones en un centro histórico conuna consolidada, evidente —y promovida—dinámica urbana.

Buenos Aires

Santa María de los Buenos Aires en su segunda funda-ción (1580) se define con un damero tradicional,constituyéndose en un ejemplo del «modelo clásico dela ciudad hispanoamericana» (HARDOY, 1982),organizada en torno a una Plaza de Armas excéntrica,según lo dispuesto por las Leyes de Indias para lasciudades costeras, y rodeada por los edificios másrepresentativos del poder económico y político. Lavoluntad expansiva y casi ilimitada de la cuadrícula enun vasto territorio pampeano, así como los procesos de«modernización» que caracterizan su historia urbana,configuran y caracterizan la particular idea de «centrohistórico no consolidado» (WAISMAN, 1980). Elmismo, es definido como un espacio urbano quecontiene elementos de alto valor patrimonial —engeneral de tipo monumental— pero cuyo tejido sedefine con una débil homogeneidad, en comparación

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Fig. 8. Buenos Aires, 1593.

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con la de otros centros latinoamericanos, que eviden-cian una solidez de imagen y paisaje. El rasgo caracte-rístico es la coexistencia de diversos procesos quedefinen un trazado urbano colonial al cual se le super-pone la modificación, sustitución y renovación ediliciapropia de los procesos de «modernización».

Luego de una precaria consolidación del núcleofundacional, es a partir de 1810 y hasta mediados desiglo, cuando se desarrollan las primeras accionestendientes a la ruptura de la imagen y la homogenei-dad colonial.

El año 1880 marca un punto de inflexión,desarrollándose este cambio a un ritmo vertiginoso.En la articulación entre el XIX y el XX se evidenciala mayor transformación urbana, que prefigura laimagen de «progreso» a partir de la adopción demodelos exógenos y una expresa voluntad de

prescindir de la imagen hispánica precedente. Porotra parte, el soporte urbano también se trans-forma, con la superposición de ejes viarios jerarqui-zados a la manera de las teorías urbanísticaseuropeas y norteamericanas de la época, desarro-llándose una serie de emprendimientos infraestruc-turales o de servicios y monumentalizándose eltejido del área. La producción agropecuaria de laregión pampeana, la creciente importancia de laciudad como puerto y centro de intercambio comer-cial de ultramar, el rol del país en el mercadomundial, la afluencia inmigratoria, entre otrosaspectos, se constituyen en las principales causasque sostienen las transformaciones urbanas opera-das en Buenos Aires.

Las primeras décadas del siglo XX continúan dichastransformaciones: la apertura de las Diagonales, la

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Fig. 9. Buenos Aires, 1822.

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jerarquización de ciertos viarios, el aporte de la arqui-tectura ecléctica y las influencias italianizantes, al que sesuman los modernismos y pintoresquismos y, hacia lasegunda década del XX los primeros ejemplos decó yracionalistas. En los años 30, el centro sigue incremen-tando su densidad edilicia y poblacional, mientras queuna incipiente expansión, carente de planificación,consolida el «Gran Buenos Aires».

Los planteos del urbanismo corbusierano tambiénse hacen presentes en la ciudad y específicamente en elcentro histórico (Plan para Buenos Aires, 1937).Muchas de las imágenes proyectadas por este modelo,se concretan en las décadas siguientes, con la implanta-ción de torres que definen la imagen de la city finan-ciera porteña.

A partir de 1976, durante la dictadura, esta situa-ción se intensifica, acompañada por una serie deobras públicas tendentes a potenciar el atravesa-miento viario de la ciudad, impactando con particu-lar intensidad en el área central. En este período, seconsolida un urbanismo normativo, que propicia lainversión privada y la especulación, siendo la destruc-ción del patrimonio un signo característico delperíodo, hecho que no se modifica sustancialmentecon la recuperación de la democracia en 1983.

Los años noventa y la exacerbación de las políti-cas neoliberales, derivan en una cada vez más signifi-cativa polarización social, mientras que en el plano dela intervención en la ciudad, el mercado y los gruposde poder monopolizan las decisiones. Puerto Maderose convierte en el ejemplo paradigmático: la rentabi-lidad como objetivo final se apoya en la recuperaciónde un frente portuario degradado y obsoleto, bajonuevas lógicas de gestión: la idea de una «corpora-ción mixta» movilizadora de procesos de renovaciónurbana, asociada a la rentabilidad del área, tanto entérminos inmobiliarios, como vinculada a la activi-dad turística y recreativa, bajo la forma de «contene-dores» de la oferta hotelera, de oficinas y residenciasde alto standard.

Otra de las estrategias de intervención en el área,se plantea a partir de «modelos» procedentes de lacooperación internacional en relación a preservacióny restauración urbana. A la estrategia del PRAM(Programa de Rehabilitación de la Avda. de Mayo,1990), se incorpora la recuperación habitacional dela Manzana de San Francisco, a partir de un convenio

entre el Gobierno de la Ciudad y la Junta deAndalucía.

La rehabilitación habitacional a partir de lamovilización popular y la gestión comunitaria,también se hace presente en el área central, protago-nizada por ocupantes de casas tomadas, inquilinos encondiciones de extrema precariedad, equipos técnicosy cooperativas de vivienda, a partir de la conforma-ción del MOI (Movimiento de Ocupantes eInquilinos, 1990).

Estas experiencias —procedentes tanto del accio-nar del mercado «renovador», la restauración patri-monial, o de la producción social del hábitat— segeneran independientemente de programas de actua-ción definidos y de forma más bien fragmentaria.

En 1996, junto a la designación de Buenos Airescomo ciudad autónoma, se determina la elaboraciónde un Plan Urbano Ambiental, con el objetivo dedefinir un modelo territorial consensuado y elcompromiso de construirlo. Entendido como un«instrumento dinámico» en permanente posibilidadde revisión, plantea una serie de hipótesis de desarro-llo de la ciudad, atendiendo principalmente las urgen-cias urbano-ambientales de las áreas de mayor nivelde precarización, a la vez que propicia el posiciona-miento de la ciudad en términos «competitivos» en lared de ciudades globales.

En base a dichas metas, se plantea el Programa deOrdenamiento del Área Central, tendiendo a: limitar elcrecimiento del área administrativa y de negocios sobreáreas consolidadas, promover la residencialización através de la reconversión patrimonial, peatonalizar la«city» financiera y orientar la extensión sur. Sinembargo, muchos de estos objetivos, tienden a confor-mar un escenario inverso: la consolidación del patrónde segregación socioespacial con la gentrificación en elárea sur en general y en el centro histórico en particu-lar, sin que se haga referencia —con la especificidadque el tema requiere— al acceso al suelo y la viviendade sectores de menores recursos en el área.

La elaboración del Plan de Manejo del CentroHistórico, se desarrolla con el objetivo de «preservarlos valores históricos, culturales, urbanísticos y arqui-tectónicos para mantener vivo este singular sector», eincluye dos aspectos centrales: la normativa urbanís-tica y el proyecto urbano, considerando por primeravez ambas cuestiones en el abordaje y la intervención

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en el centro histórico y su intervención. La interven-ción indirecta se promueve con el establecimiento deun nuevo distrito en la zonificación urbana: las APH(Áreas de Protección Histórica, 1992), que establecenno sólo la protección del patrimonio urbano arquitec-tónico sino la regulación de la intervención del sector.Por su parte, la intervención directa se consolida conproyectos tales como: conservación y puesta en valorde edificios patrimoniales, mejora ambiental delespacio urbano; equipamiento comunitario, entreotros. Asimismo, se complementa con la promociónde la recuperación de la memoria urbana y ciuda-dana; la concientización y divulgación delPatrimonio; el Programa Escuela Taller, y elPrograma de Consolidación Residencial.

El centro histórico porteño es un área de induda-ble vitalidad, con un alto valor significativo y simbó-lico y una plurifuncionalidad evidente. Las accionesde recuperación y mejoramiento urbano dan cuentade un proceso prolongado en el tiempo, con instru-mentos y estrategias de intervención que han idoadquiriendo complejidad y diversidad en su imple-mentación —sobre todo en la articulación entreinstrumentos propios del patrimonio o la restaura-ción y de la planificación urbana—.

Sin embargo, una serie de factores se constituyenen elementos preocupantes a la hora de intentar unasíntesis de los procesos desarrollados. Entre ellos, sedestaca el preocupante y paulatino proceso de gentri-ficación, caracterizado por la expulsión de la pobla-ción residente (generalmente de escasos recursos)hacia zonas periféricas, debido al desarrollo de«procesos de renovación urbana», con la transforma-ción del área central en un escenario cualificado o«renovado» para el consumo y el turismo.

Ensayando una clasificación: la intervención en los centros históricos y el rol de la vivienda y el espacio público

La Habana, Montevideo y Buenos Aires, evidencianuna serie de estrategias verificables en otros centroshistóricos latinoamericanos, en las cuales se entrecru-zan conceptualizaciones originadas en las normas ycartas mencionadas, en las políticas urbanas imple-mentadas, en nuestras complejas realidades socioeco-

nómicas, y en la presencia de actores que condiferente grado de ingerencia intervienen en dichasáreas. En este sentido, y «ensayando» una clasifica-ción, se propone una aproximación clasificatoria, quepermita evidenciar ciertas «tendencias dominantes»en el proceso de intervención:

Las operaciones turísticas Los primeros intentos de recuperación de los centroshistóricos en Latinoamérica fueron alentados por laexperiencia europea de turismo cultural, en unaespecie de traslación de «modelo exitoso» en nuestraslatitudes, y algunos ejemplos que resultan paradigmá-ticos en este sentido: San Juan de Puerto Rico,Antigua Guatemala, o Cusco. En ellos se evidenciaque «la intervención en el patrimonio cultural, queconstituía la base operativa del proyecto turístico fueconcebida de una manera singular sobre unos«monumentos» aislados sin considerar sus condicio-nes en la ciudad más allá de una descripción deldenominado circuito turístico» (GUTIÉRREZ,1990).

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Fig. 10. Buenos Aires, San Telmo, 2006.

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Las Normas de Quito plantean claramente surestauración con dicho destino: «los valores propia-mente culturales no se desnaturalizan ni comprome-ten al vincularse con los interese turísticos y, lejos deello, la mayor atracción que conquistan losmonumentos y la afluencia creciente de admiradoresforáneos, contribuyen a afirmar la conciencia de suimportancia y significación nacionales». Pero eldesarrollo de las experiencias citadas demuestra lainsuficiencia del planteo, evidenciándose en las yamencionadas Conclusiones de Quito (1977), en lascuales se parte de analizar el estado de los centroshistóricos latinoamericanos, caracterizados por unafuerte movilidad y segregación social así como lapresencia alternada tanto de ocupaciones tugurizadascon un alto índice de hacinamiento, como unabandono de las mismas por sus residentes tradicio-nales. En este sentido, plantean que «ha habido hasta

ahora conciencia universal de que los llamadoscentros históricos debían preservarse por su valorcultural y turístico; a ese efecto, los gobiernos,organizaciones no gubernamentales y privadas hanhecho esfuerzos considerables en materia de restaura-ción y conservación, aislados a veces, por razonesturísticas de coyuntura política o conmemorativa y decatástrofes naturales, aplicando criterios limitadosque van desde la conservación de monumentos aisla-dos hasta maquillajes escenográficos».

El costo de estas operaciones «renovadoras» fue laexpulsión de la población de menores recursos delcentro de la ciudad y «tampoco otros sectores demayores ingresos de la ciudad ocupan el área centralsino que ella es puesta en disponibilidad para elturismo. El carácter aleatorio de la oferta turísticaque es manejada por paquetes desde centrales exter-nas al país receptor, ponía a la vez en evidencia la

Fig. 11. Cartagena de Indias, 2006.

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endeblez ingenua del proyecto, no sólo de recupera-ción del patrimonio, sino también del supuesto«desarrollo económico» (GUTIÉRREZ, 1990)

Cartagena de Indias, en Colombia, declaradaPatrimonio de la Humanidad en 1984, demuestraeste tipo de objetivos. El centro histórico es interve-nido puntualmente como un área «a preservar» eintervenir según una normativa que incluye accionesde restauración y una estricta paleta de coloresconformando una imagen urbana homogénea, dondelos hoteles, restaurantes y demás equipamientosdestinados al turismo, desplazan la actividad residen-cial hacia las afueras de la muralla.

La preservación monumental Esta estrategia requiere de un proceso de selección deobjetos emblemáticos a restaurar, ya sea por lasexpectativas generadas en torno al cambio de funcio-nes (hoteles, centros culturales, etc.) o en relación a lapropia capacidad movilizadora del bien (monumen-tos de carácter religioso, administrativos, etc.).

Este tipo de intervenciones determina un accionardonde «el monumento era segregado de la vidacomunitaria del área o entraba en contradicción conlos propios usos de la ciudad» (GUTIÉRREZ, 1990).Es este aspecto, este abordaje poco integral delproblema, el que resulta particularmente negativopara el centro histórico, o en todo caso, «no sediscute la conservación restauradora como métodoutilizable en algunos casos, sino entendida comoprincipio suficiente para resolver el problema de loscentros históricos en su conjunto» (BONFANTI,1980). La participación de técnicos especializados,muchas veces externos a las situaciones locales en lasque se produce la intervención, son característicos deeste tipo de operaciones, movilizadas por lo generalpor la acción de la cooperación internacional, quien,ya sea a través de una política crediticia o subsidiaria,impulsa acciones puntuales de restauración, princi-palmente monumental.

La ciudad de Cusco recibe este tipo de interven-ciones, aunque muchas veces, este énfasis en larestauración monumental se complementa con accio-nes destinadas a la recuperación del espacio urbanopara el turismo y su explotación. Muchas veces,cuando los ámbitos locales no están preparados pararecibirlas, las declaratorias de Patrimonio de la

Humanidad (Cusco, 1983) contribuyen a exacerbareste tipo de procesos, a partir de las inversiones quese suscitan, sobre todo cuando las mismas no cuentancon un marco estatal que encauce dicho accionar. ElPlan Maestro (2000) reconoce esta situación como unproblema a resolver, sin embargo, sus acciones secentran en la recuperación del espacio público, larelocalización de vendedores ambulantes y otrasacciones de protección del patrimonio edilicio y enese marco, la rehabilitación de fachadas y su imagenurbana.

La vivienda El «compromiso social» para la recuperación de estasáreas en el caso latinoamericano, como posiciona-miento, como objetivo central en las búsquedastendentes al desarrollo, partiendo de la consideraciónde la recuperación de patrimonio cultural como«proyecto americano» es uno de los sustentos teóri-cos de esta estrategia en Latinoamérica. «Esta articu-lación entre la preservación del patrimonio y losplanes de vivienda, es la única alternativa para unrescate confluyente de valores que responden a estascoordenadas culturales y sociales que son primordia-les.» (GUTIÉRREZ, 1990). Son las mismas ideas dealguna manera materializadas que se proponen demodo paradigmático en los inicios del Plan deBologna (1970) y luego son impulsadas indirecta-mente en el contexto americano por las Conclusionesde Quito (1977) donde se reconoce «carácter social yviviente de los Centros Históricos» En estas últimasse recomiendan una serie de instrumentos tendentesal desarrollo de políticas de vivienda en los centroshistóricos, o estrategias de financiamiento (créditosnacionales e internacionales) a los efectos de concre-tar un accionar en torno a la vivienda popular.

«La recuperación de estas áreas que hemos califi-cado desde una óptica cultural, no puede enIberoamérica, desprenderse de su desafío social.»(GUTIÉRREZ, 1990). Este desafío significa preservarlos valores culturales de nuestros centros históricos,partiendo de mejorar las condiciones de habitabilidadde los residentes de menores recursos.

Esta apelación al «compromiso social», demandaen Latinoamérica muchos años para concretarse,dependiendo de contextos políticos favorables a estetipo de estrategias. En este sentido, las mencionadas

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experiencias de Ciudad Vieja en Montevideo o larehabilitación de Habana Vieja, se constituyen enejemplos paradigmáticos en la región, de esta línea detrabajo.

Cabe mencionar asimismo, el apoyo a intervencio-nes de este tipo generadas por la cooperación descen-tralizada, sobre todo desde la Junta de Andalucía enLatinoamérica. González Tamarit sostiene que larecuperación de estas áreas implica un desafío mayor:actuar con todos los parámetros relativos a apropiadasintervenciones en el patrimonio construido, en un temalo suficientemente complejo en sí mismo: la viviendapara los sectores sociales de menores recursos.Considera que una de las acciones fundamentales deintervención se centra en la política de vivienda, porsus aspectos multiplicadores: «asegurando la creaciónde un espacio vivido, socialmente diversificado, favore-cedor de la convivencia, con atractivo económico parael comercio, de dimensión suficiente para los servi-cios», garantizando la permanencia de sectorespopulares y al mismo tiempo, favorecer una mayorheterogeneidad.» (GONZÁLEZ TAMARIT, 2003)

Los procesos tendentes al desarrollo

Como parte de los nuevos criterios y políticas decooperación para los centros históricos, como resul-tado del rol asignado a lo local (en lo económico, losocial, lo cultural, etc.) en la implementación de estostipos de programas, pero sobre todo consolidandoestrategias o modelos de desarrollo implementadosglobalmente, se plantean estrategias de intervencióntendentes al desarrollo. Asimismo se propicia laintegración de acciones e intercambio de resultados yestrategias de las diversas intervenciones a partir de laconstitución de redes o asociaciones internacionales(URBAL, CYTED, etc.). Esta línea pretende generaracciones tendentes a multiplicar el abordaje de laproblemática, tal vez respondiendo del modo másintegral a esa consideración del «centro histórico»,tanto en sus variables físico-construidas, como en suscomponentes socio económicos, culturales y simbóli-cos. La sostenibilidad (ambiental, social y fundamen-talmente económica) de la intervención es la preocu-pación más relevante de este tipo de acciones. Sebusca promover cambios significativos en el estadode conservación del patrimonio construido, al tiempoque se intenta mejorar la calidad de vida de la pobla-ción, apuntando a la generación de estrategias debasadas en la economía local, así como a la diversifi-cación de funciones, destinatarios y usuarios delcentro histórico.

El reconocimiento de diversos marcos teóricos yconceptuales desde donde se plantean las estrategiasde intervención mencionadas, los diversos actores ymodalidades de gestión, las preexistencias y particu-laridades urbano arquitectónicas de cada sitio, impli-can miradas particulares, pero no excluyen la necesa-ria consideración de problemáticas comunes que losvinculan. La promoción, el debate y el intercambio deexperiencias en este sentido, se constituye en unhecho de indudable valor y creciente necesidad en elcaso latinoamericano.

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Fig. 12. Habana Vieja. Rehabilitación vivienda, 2006.

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Créditos imágenes1 Oficina del Historiador Habana Vieja.2 Oficina del Historiador Habana Vieja. 3 P. Bagnera.4 P. Bagnera. 5 Urbanismo Español en América. Madrid, Editora

Nacional, 1973. 6 M. E. del Barco.7 P. Cuello.8 Urbanismo Español en América, id. ib.9 Dirección de Patrimonio. Gobierno de la Ciudad de

Buenos Aires. 10 P. Bagnera.11 P. Bagnera.12 P. Bagnera.

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