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JOSÉ FERNÁNDEZ-ALBERTOS ES INVESTIGADOR PERMANENTE EN EL INSTITUTO DE POLÍTICAS Y BIENES PÚBLI- COS DEL CSIC. DOCTOR EN CIENCIA POLÍTICA POR LA UNIVERSIDAD DE HARVARD, SUS TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN, EN LA INTERSECCIÓN DE LA ECONOMÍA POLÍ- TICA Y LA POLÍTICA COMPARADA, HAN SIDO PUBLICADOS EN VARIAS REVISTAS INTERNACIONALES. EN ESPAÑOL, HA PUBLICADO DEMOCRACIA INTERVENIDA. POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA GRAN RECESIÓN (LOS LIBROS DE LA CATARATA, 2012) Y, JUNTO A DULCE MANZANO, DEMOCRACIA, INSTITUCIONES Y POLÍTICA ECO- NÓMICA (ALIANZA, 2010). ESCRIBE CON REGULARIDAD EN EL BLOG PIEDRAS DE PAPEL DE ELDIARIO.ES C000 EL MUNDO (6).indd 2 09/04/15 10:00

Votantes de Podemos

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JOSÉ FERNÁNDEZ-ALBERTOSES INVESTIGADOR PERMANENTE EN EL INSTITUTO DE POLÍTICAS Y BIENES PÚBLI-

COS DEL CSIC. DOCTOR EN CIENCIA POLÍTICA POR LA UNIVERSIDAD DE HARVARD,

SUS TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN, EN LA INTERSECCIÓN DE LA ECONOMÍA POLÍ-

TICA Y LA POLÍTICA COMPARADA, HAN SIDO PUBLICADOS EN VARIAS REVISTAS

INTERNACIONALES. EN ESPAÑOL, HA PUBLICADO DEMOCRACIA INTERVENIDA. POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA GRAN RECESIÓN (LOS LIBROS DE LA CATARATA,

2012) Y, JUNTO A DULCE MANZANO, DEMOCRACIA, INSTITUCIONES Y POLÍTICA ECO-NÓMICA (ALIANZA, 2010). ESCRIBE CON REGULARIDAD EN EL BLOG PIEDRAS DE

PAPEL DE ELDIARIO.ES

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José Fernández-Albertos

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DEL PARTIDO DE LOS INDIGNADOS AL PARTIDO

DE LOS EXCLUIDOS

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COLECCIÓN ALTERNATIVAS

DISEÑO DE COLECCIÓN: ESTUDIO PÉREZ-ENCISOILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: JACOBO PÉREZ-ENCISO

© JOSÉ FERNÁNDEZ-ALBERTOS, 2015

© FUNDACIÓN ALTERNATIVAS, 2015 ZURBANO, 29, 3º IZDA. 28010 MADRID TEL. 91 319 98 60 FAX 91 319 22 98 WWW.FALTERNATIVAS.ORG

© LOS LIBROS DE LA CATARATA, 2015 FUENCARRAL, 70 28004 MADRID TEL. 91 532 05 04 FAX 91 532 43 34 WWW.CATARATA.ORG

LOS VOTANTES DE PODEMOSDEL PARTIDO DE LOS INDIGNADOS AL PARTIDO DE LOS EXCLUIDOS

ISBN: 978-84-9097-013-3DEPÓSITO LEGAL: M-11.970-2015IBIC: JPL

ESTE MATERIAL HA SIDO EDITADO PARA SER DISTRIBUIDO. LA INTENCIÓN DE LOS EDITORES ES QUE SEA UTILIZADO LO MÁS AMPLIAMENTE POSI-BLE, QUE SEAN ADQUIRIDOS ORIGINALES PARA PERMITIR LA EDICIÓN DE OTROS NUEVOS Y QUE, DE REPRODUCIR PARTES, SE HAGA CONS-TAR EL TÍTULO Y LA AUTORÍA.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN. ENTENDER QUÉ ES PODEMOS 7

CAPÍTULO 1. EL MUNDO ANTES DE PODEMOS 19

CAPÍTULO 2. QUÉ OCURRIÓ EL 25-M 40

CAPÍTULO 3. ¿DÓNDE SE VOTÓ A PODEMOS? 62

CAPÍTULO 4. EL CRECIMIENTO Y LA MUTACIÓN DE PODEMOS 81

CONCLUSIONES. PODEMOS Y LA TRANSFORMACIÓN DE LA COMPETICIÓN POLÍTICA 101

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INTRODUCCIÓN

ENTENDER QUÉ ES PODEMOS

En marzo de 2014, solo dos meses antes del nacimiento de Podemos, asistí a una conferencia en la Universidad de Zú ­rich sobre la dimensión política de la crisis económica en la eurozona. En ella, presentaba un trabajo (escrito conjun­tamente con mi colega Alexander Kuo) sobre cómo la opi­nión pública española había respondido a la crisis: ¿se habían hecho los ciudadanos más favorables a políticas más redistributivas que mitigaran los efectos de la crisis? ¿En qué medida la población apoyaba explícita o implícitamente las políticas de austeridad? ¿Había cambiado nuestra opi­nión sobre la moneda única y el proyecto europeo? Con el ánimo de atraer el interés de la audiencia, inicié la presenta­ción lanzando la siguiente pregunta: ¿cómo era posible que, con los mayores niveles de desempleo del continente, las altísimas tasas de descontento político en la ciudadanía, y la falta de perspectivas claras de mejora significativa tras seis años de crisis, el sistema político español permanecía —al menos en su dimensión electoral— relativamente estable? Han pasado tantas cosas desde entonces que conviene tener presente cómo era la situación en la primavera de 2014.

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Según la estimación que el CIS hacía a partir de los datos de su Barómetro de abril, de celebrarse elecciones generales en ese momento, el Partido Popular (PP) las habría ganado con el 31,9% de los votos, y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) habría obtenido un 26,2. Eran predicciones histórica­mente malas para el PP, que quedaba muy lejos de su especta­cular resultado en noviembre de 2011, y para el PSOE, que no lograba en absoluto capitalizar el descontento de la ciudadanía con el Gobierno y era incapaz de mejorar sus catastróficos resultados de tres años atrás. Pero a pesar de ello, la posición hegemónica de estos dos partidos no pa recía estar en riesgo. La tercera y la cuarta fuerzas (Izquierda Uni da/Iniciativa per Catalunya y Unión, Progreso y Democracia) venían creciendo pausadamente durante la legislatura y obtendrían buenos resultados (entre los dos podían estar en torno al 20% de los votos), pero su patrón de cre cimiento no parecía suponer un amenaza seria a los dos grandes partidos (según las estimacio­nes del CIS, IU había tocado techo en julio de 2013 con una estimación del 11,5% sobre voto válido, y UPyD en enero de 2014 con el 9,2). Dado el sesgo mayoritario de nuestro sistema electoral, no era esperable que esos porcentajes se tradujeran en grandes grupos parlamentarios. En definitiva, aunque PSOE y PP no eran del todo inmunes a la crisis y a la desafec­ción de la ciudadanía, el sistema de partidos no parecía que se fuera a desmoronar de la noche a la mañana.

En esa presentación, nosotros interpretábamos esa rela­tiva solidez del sistema de partidos como una consecuencia más de lo difícil que resultaba en un contexto como en el espa­ñol construir una alternativa a un orden económico que, aun­que fuera percibido por una gran mayoría de ciudadanos como responsable de resultados muy negativos (paro, recortes, desigualdad, pérdida de oportunidades…) costaba mucho alterar. La explicación de por qué esto era así era algo comple­ja, pero intentaré resumirla en las siguientes líneas.

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Aunque los datos mostraban con claridad que existía un amplio descontento con las políticas económicas que los su ­cesivos gobiernos (socialistas primero, populares después) habían aplicado durante la crisis, la naturaleza de ese des­contento era muy heterogénea. Por una parte, había grupos particularmente sensibles a los recortes de gasto impuestos por los planes de consolidación fiscal. Por otra, había un grupo creciente de población cada vez más hostil al proyecto europeo y a la moneda única. Pero estos grupos eran de una naturaleza muy diferente. Mientras que los críticos con la austeridad eran grupos socialmente más acomodados y eran también los que más defendían la pertenencia de España al euro, los hostiles al orden monetario europeo eran política­mente más apáticos, económicamente más vulnerables, y no se mostraban particularmente afectados por los recortes. En resumen, los más sensibles a los recortes eran también los más cautos a la hora de cuestionar el orden macroeconómico existente; y los más críticos con la moneda única eran políti­camente débiles y relativamente insensibles a la austeridad. El descontento era generalizado, sí, pero era un descontento muy difuso, construido a partir de grupos con visiones de la crisis y preferencias políticas muy heterogéneas. Difícil construir una coalición política sólida y amplia capaz de cues­tionar el statu quo de la austeridad a partir de estos mimbres. Y aunque en el trabajo presentado en Zúrich nos centrába­mos en explicar la estabilidad de las preferencias políticas de la ciudadanía, era demasiado tentador no entender la apa­rente estabilidad del sistema de partidos como una conse­cuencia más de esta incapacidad estructural en la sociedad española para configurar un proyecto abiertamente ruptu­rista y de éxito.

Y en esto llegó Podemos. La aparición de este nuevo actor político en las elecciones de mayo de 2014 no destruyó del todo nuestro trabajo —continúo pensando que los

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argumentos que defendíamos y la evidencia que presentába­mos sobre la continuidad de las preferencias sobre política económica en la periferia europea siguen siendo esencial­mente válidos, y sirven de hecho para entender mejor el proceso de creación y crecimiento del partido, como trataré de mostrar en el libro—, pero evidentemente nos obligó a replantearnos muchas cosas.

¿Cómo entender el éxito de Podemos si habíamos “demostrado” que era imposible construir una alternativa rupturista desde la periferia europea? Una primera posibili­dad era quitarle importancia a los resultados de mayo. Al fin y al cabo, Podemos había movilizado a su electorado en el último momento (lo que explicaría que las encuestas pre­electorales fueran incapaces de detectar su sorprendente resultado)1, y se trataba de un tipo de elecciones, que los politólogos llaman “de segundo orden”, en las que los elec­torados son particularmente proclives a votar a opciones poco convencionales. A Podemos, además, le podría haber beneficiado su corta existencia y su condición de partido outsider: el ser unos recién llegados a la competición política les había evitado estar expuestos el escrutinio público y, sobre todo, a la crítica por parte de los medios de comunica­ción y de los demás oponentes. Evidentemente, esta inmu­nidad no podía durar mucho tiempo. Una vez que fueran conocidos, el foco sobre ellos haría que salieran sus “som­bras”, laminando su efímera popularidad.

Y en todo caso, igual estábamos sobredimensionando el resultado del 25­M. Al fin y al cabo, con todas estas circuns­tancias favorables, Podemos había obtenido “solo” un 8% de los votos. Con ese porcentaje de apoyos, difícilmente podría ser considerado como una amenaza seria a la hegemonía de

1. Según la encuesta postelectoral del CIS, un 30% de los votantes decidieron su voto en la última semana de campaña o el día de la elección. Este porcentaje asciende hasta el 62% entre los que acabaron votando a Podemos.

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los dos grandes partidos. De hecho, desde una perspectiva europea, las elecciones de mayo se podían perfectamente leer como un aval de España al consenso europeo: mientras que en el conjunto de la Unión los tres grandes grupos polí­ticos “centrales” (los que siempre han participado en la Comisión Europea: conservadores, socialdemócratas y libe­rales) representaban el 64% de todos los parlamentarios elegidos, en España este porcentaje ascendía al 72%. Pese a la crisis, la austeridad y la posición periférica en la unión monetaria, en las elecciones al Parlamento Europeo del 25­M los españoles votaron más a los partidos del establish-ment que el resto del continente.

En fin, a lo mejor a Podemos no había que darle tanta importancia. Era un fenómeno que todavía tenía una dimen­sión pequeña, y su trayectoria futura era muy impredecible. No era descartable que se tratara de un suflé listo para desin­flarse a la primera embestida.

Sin embargo, ya casi desde la misma noche electoral había indicios para pensar que Podemos no era un suflé, y que su éxito no respondía a circunstancias azarosas fácil­mente “desinflables”, sino que más bien respondía a facto­res estructurales de fondo, lo que anticipaba una más larga trayectoria a este nuevo proyecto político. En primer lugar, Podemos parecía que atraía a votantes interesados por la política, pero muy desencantados con los partidos tradicio­nales. Segundo, lograba representar a algunos sectores de la población (los jóvenes eran el mejor ejemplo de ello) que habían sido castigados por la crisis económica, pero cuyas preferencias no estaban siendo canalizadas por los mecanis­mos de representación tradicionales. Por último, Podemos lograba apoyos sorprendentemente uniformes en todo el país, algo llamativo sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de un partido de una cortísima vida y con una estruc­tura organizativa muy errática y ausente en buena parte del

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territorio. Su mensaje calaba en lugares social, política y económicamente muy diferentes: en Madrid, Podemos obtenía muy buenos resultados en su “feudo”, donde se fundó, el barrio multicultural de Lavapiés, en el centro, pero también en los barrios tradicionalmente “obreros” de la periferia, como Vicálvaro o Vallecas. Obtenía porcentajes de apoyo respetables en todas las comunidades autónomas, incluso en aquellas con una competición electoral muy dife­rente, como Cataluña o el País Vasco. Y aunque Podemos tenía el cliché de ser un partido de urbanitas, obtenía nada menos que un 12,3% de votos en la provincia de Soria.

No, Podemos no tenía ninguna pinta de ser un suflé. Necesitábamos —necesitaba yo, vamos— entender qué había detrás de este fenómeno. Por qué nuestra “teoría” había fa ­llado, qué nos habíamos dejado fuera. Quizá este tuit, que escribí en la misma noche electoral, es el mejor reflejo del desconcierto personal del que nace este libro.

Así que desde el mismo día 26 empecé a hacerme pre­guntas sobre Podemos: ¿quién los vota? ¿Por qué motivos lo hacen? ¿Lograrán mantener la confianza de quienes le die­ron su voto el 25­M? ¿Convencerán a nuevos votantes? ¿A quiénes? ¿Resistirán a la exposición mediática? ¿Lograrán alterar el sistema de partidos español y los patrones de

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competición electoral? ¿Cambiarán su discurso con el tiem­po? ¿Podrán llegar al Gobierno? ¿Cómo reaccionarán los demás partidos? Un año después sigo sin tener respuesta definitiva a estas preguntas, pero creo que algo he aprendido en el camino. El propósito de este libro es contárselo.

Según la explicación convencional, Podemos nace de la confluencia de dos procesos: por un lado, una crisis eco­nómica muy profunda y prolongada que afecta a grandes capas de población: a unos, expulsándolos al desempleo y a la pobreza, a otros muchos, aumentando su sensación de inseguridad económica y cercenando sus expectativas de me jora vital futuras. Y por otro lado, del convencimiento, también entre una gran parte de la ciudadanía, de que los mecanismos tradicionales de representación política son incapaces de canalizar las cada vez mayores demandas que esta ciudadanía traslada al sistema en una situación de crisis. Bien porque los partidos políticos se han ido con­virtiendo en maquinarias diseñadas exclusivamente para el ejercicio del poder, perdiendo sus vínculos tradiciona­les con la sociedad2, bien porque la naturaleza supranacio­nal de la crisis y del entorno macroeconómico e institucio­nal en el que operan los gobiernos como el español dejan muy poco margen de maniobra a los responsables políticos para atender a las exigencias de los votantes3, una buena parte del electorado empezó a distanciarse cada vez más de los partidos tradicionales y a ver con mejores ojos a opcio­nes diferentes y rupturistas. En un sentido general, esta explicación de Podemos es perfectamente válida: con casi total seguridad, sin estos dos fenómenos —crisis económica

2. Este punto lo desarrolla con brillantez Peter Mair en su obra póstuma. Mair, P. (2013): Ruling the Void. The Hollowing of Western Democracy, Londres, Verso Books.

3. Estas tensiones las discutí con detalle en Democracia Intervenida. Fernández­Albertos, J. (2012): Democracia intervenida. Políticas económicas en la Gran Rece-sión, Madrid, Los Libros de la Catarata/Alternativas.

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y crisis político­institucional—, Podemos hoy seguramente no existiría. Pero es una explicación tan genérica que no nos ayuda mucho a entender ni su estrategia electoral, ni la natu­raleza de sus apoyos ni su evolución en el tiempo. Y es una explicación que deja muchas preguntas sin responder.

En primer lugar, ¿cómo es posible que haya un consen­so casi universal en considerar a Podemos como “el hijo de la crisis”, pero a la vez haya sido tan difícil encontrar evi­dencia de que es un partido que atrae electoralmente a los grupos de población económicamente más desfavorecidos? De acuerdo a la encuesta postelectoral del CIS, en las elec­ciones europeas un 9,1% de los parados votaron a Podemos (por un 12,9% que votaron al PSOE). Y de acuerdo a la divi­sión de clases sociales que realiza el CIS, un 9,2% de los encuestados clasificados como pertenecientes a la “clase alta/media­alta” o “nuevas clases medias” votaron a Pode ­mos, pero solo un 7,2% de los clasificados como “obreros cualificados o no cualificados” (los porcentajes de apoyo al PSOE en estos dos grupos eran, respectivamente, del 8,2 y del 15,9%). ¿Por qué a Podemos no parecían votarlo, o al me ­nos no particularmente, los más vulnerables o los más afec­tados por la crisis?

En segundo lugar, ¿por qué la aparición de un movi­miento que apuesta de manera tan contundente por la trans­versalidad (el famoso “no somos ni de izquierdas ni de dere­chas” es quizá el mejor ejemplo de esta estrategia) ha ido asociado con un incremento de la intensidad de la confron­tación política? ¿Por qué el crecimiento de una opción polí­tica que aspira a representar a amplias mayorías sociales —y que de hecho logra atraer a votantes de un perfil ideológico mucho más heterogéneo que el de las antiguas opciones rup­turistas— ha polarizado tanto a la opinión pública?

Y por último, ¿cómo explicar la correlación temporal entre la progresiva moderación del mensaje de Podemos y la

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percepción como un partido cada vez más “extremo” por una parte cada vez mayor de votantes? ¿No deberíamos esperar que a medida que Podemos adoptaba posiciones más pragmá­ticas, menos rupturistas y más en línea con las preferencias mayoritarias del electorado, el partido debería ser visto como más central por la ciudadanía? No parece que haya sido así. Como mostraré, conforme ha avanzado el conocimiento de la ciudadanía de Podemos, esta ciudadanía ha ido viendo a Po ­demos lenta pero progresivamente cada vez como menos central. ¿A qué se debe esta creciente divergencia entre evo­lución ideológica del programa y percepciones ciudadanas?

Entender a Podemos requiere ir más allá de decir que la crisis y la desafección política ofrecieron una ventana de oportunidad que Pablo Iglesias y sus colaboradores lograron capitalizar. Entender qué es Podemos requiere también, creo yo, ser capaz de dar respuesta a estas tres preguntas que los análisis convencionales suelen dejar de lado: ¿por qué Po ­demos nace “gracias” al deterioro dramático de la situación económica, pero no parecen votarlo, al menos al inicio, los principales perdedores de la crisis? ¿Por qué Podemos aspi­ra a ser transversal, pero divide a la sociedad? ¿Y por qué su moderación programática coincide con una posición cada vez más extrema en el panorama político?

En este libro se propone una explicación de Podemos, inevitablemente más compleja que la interpretación con­vencional dominante resumida más arriba, que aspira a res­ponder a estas preguntas y que sirve, creo, para entender mejor las futuras dinámicas políticas y electorales creadas por la aparición de este nuevo actor en nuestro sistema polí­tico. Como no puede ser de otra manera, es una explicación provisional (un año es un tiempo cortísimo para dar explica­ciones a los fenómenos sociales), parcial (soy perfectamente consciente de que mis herramientas metodológicas sirven para entender solo unas dimensiones del fenómeno, ya cada

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cual juzgará si son o no las más importantes), y por supuesto cuestionable. Mi propósito no es “acertar” y dar con “la” explicación de Podemos. Este es un fenómeno tan reciente y cambiante que sería estúpido pretender que podamos decir ya la última palabra sobre él. Mi propósito es más bien pro­poner hipótesis, informadas en datos, sobre la naturaleza del fenómeno de Podemos que tendrán que volver a ser puestas a prueba en los meses que vendrán. Tengan la certeza de que algunas de ellas no sobrevivirán, o habrá como mínimo que cualificarlas. Otras, espero, aguantarán mejor el paso del tiempo. Con que las ideas del libro nos aporten en con­junto algunas claves para entender las transformaciones que la competición electoral está ahora experimentando en España me conformo.

Para construir los argumentos del libro, usaré dos tipos de herramientas: teorías desarrolladas en el ámbito de la ciencia política para explicar fenómenos similares al de Podemos —sobre cómo nacen los partidos y cómo se estruc­tura la competición política en las democracias contemporá­neas—, y datos —casi siempre procedentes de encuestas, y casi siempre procedentes del Centro de Investigaciones Sociológicas, aunque no exclusivamente—. También analiza­ré indicadores de incidencia de la crisis económica y de distribución territorial del voto en las elecciones europeas de mayo de 2014, las primeras y únicas en las que ha compe­tido Podemos hasta las recientes elecciones andaluzas de marzo de 2015.

El resto del libro está estructurado en cinco capítulos. En el primero de ellos se analiza la evolución de la opinión pública antes de la llegada de Podemos, tratando de entender por qué, a pesar del amplio descontento ciudadano con la gestión de la crisis, y a diferencia de lo que había ocurrido en otros contextos, en España no había surgido una alternativa política capaz de poner en cuestión la hegemonía electoral de

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los dos grandes partidos. En los dos siguientes capítulos se estudia lo que sucedió el 25­M. En el capítulo tercero se des­cribe en detalle el perfil del votante de Podemos a partir de datos de encuesta, y en el cuarto se muestra la relación entre algunos indicadores “ecológicos” de incidencia de la crisis y los resultados de Podemos a nivel municipal. Veremos que estos dos tipos de análisis nos ofrecen perspectivas en apa­riencia contradictorias, pero en última instancia comple­mentarias sobre la relación entre crisis económica y apoyo electoral a Podemos. En el capítulo quinto se estudia la evo­lución demoscópica del nuevo partido en su primer año de historia, y se presentan datos que avalan una de las ideas centrales del libro: Podemos ha ido atrayendo progresiva­mente a los votantes económicamente más vulnerables (que eran también los políticamente más excluidos), difuminan­do así su perfil más politizado que lo caracterizó al principio. En el último capítulo se ofrece una visión global de la eviden­cia presentada en los capítulos anteriores, y se discuten las implicaciones que esta interpretación del fenómeno de Po ­demos tiene no solo para el partido y los retos que deberá afrontar de inmediato, sino también para la competición electoral y para la política española en el medio y largo plazo.

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