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Loii: Wacquant es Profesor de la Universidad de Calífornia-Ber- keley e investigador del Centre de Soclologíe Européenne del College de France. Es autor de numerosos trabajos sobre la desigualdad urbana, la dominación racial, la violencia y el cuerpo, y de teoría sociológica. Miembro fundador del grupo "Raisons d'agtr", contribuye regularmente en Le Monde Díplomatique y ha sido Profesor In- vitado en Río de Ianelro, París, Berlín, Los Ángeles y Nueva York. Ha publicado: Introducción a la Sociolog(a Reflexiva (con Pierre Bourdíeu, Siglo XXI), Cuerpo y alma: cuadernos etnográ/ie cos de un apr€lldiz de hoilndor (Agone, 2000) y Las cárceles de la miseria (Manantial, 2000, traducido a trece idiomas). URBANOS LO! C Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio WACOUANT PARIAS Imagen de tapa: Boy ",itrl Tire, 1952, Hughle Lee-Smtth, Durante las dos últimas décadas del pasado milenio, Buenos Aires -de manera análoga a ciudades del norte avanzado- ha sido testigo del simultáneo florecimiento de la opulencia y la indigencia, la abundancia y la miseria. En la Argentina, así co-- mo en el resto de Latinoamérica, a estos crelf!""ntes extremos de pobreza y riqueza se suman la mllIUplia;\cfón de las desl- gualdades entre las cada vez más extensas las pe- queñas ciudades y los pueblos .CS. En Paríll$ ul'ii!anos, Loii: Wa.cquant examína l'l!> causas de es- ta creciente desigualdad y marginación, y las'formas que és- tas adquierenno sólo en el espacio urbano sino también en las experiencias de los relegados, centrando su atención en las sociedades de capitalismo avanzado, fundamentalmente en Estados Unidos y Francia. El libro no sólo contíenenna rada original sobre estos procesos sino que tambíén "V",!"'" vee de un conjunto de claves analíticas para sas, el funcionamiento y las consecuencias de la y la marginación social en nuestra sociedad. (de la íntroduccíén)

Wacquant - Parias Urbanos

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Loii: Wacquant es Profesor de la Universidad de Calífornia-Ber­keley e investigador del Centre de Soclologíe Européenne delCollege de France. Es autor de numerosos trabajos sobre ladesigualdad urbana, la dominación racial, la violencia y elcuerpo, y de teoría sociológica.

Miembro fundador del grupo "Raisons d'agtr", contribuyeregularmente en Le Monde Díplomatique y ha sido Profesor In­vitado en Río de Ianelro, París, Berlín, Los Ángeles y NuevaYork. Ha publicado: Introducción a la Sociolog(a Reflexiva (conPierre Bourdíeu, Siglo XXI), Cuerpo y alma: cuadernos etnográ/iecos de un apr€lldiz de hoilndor (Agone, 2000) y Las cárceles de lamiseria (Manantial, 2000, traducido a trece idiomas). URBANOS

LO! C

Marginalidad en la ciudad

a comienzos del milenio

WACOUANT

PARIAS

Imagen de tapa:Boy ",itrl Tire, 1952,Hughle Lee-Smtth,

Durante las dos últimas décadas del pasado milenio, BuenosAires -de manera análoga a ciudades del norte avanzado- hasido testigo del simultáneo florecimiento de la opulencia y laindigencia, la abundancia y la miseria. En la Argentina, así co-­mo en el resto de Latinoamérica, a estos crelf!""ntes extremosde pobreza y riqueza se suman la mllIUplia;\cfón de las desl­gualdades entre las cada vez más extensas rn~,trópolis,las pe-queñas ciudades y los pueblos rurale~., .CS.

En Paríll$ ul'ii!anos, Loii: Wa.cquant examína l'l!> causas de es­ta creciente desigualdad y marginación, y las'formas que és­tas adquierenno sólo en el espacio urbano sino también enlas experiencias de los relegados, centrando su atención enlas sociedades de capitalismo avanzado, fundamentalmenteen Estados Unidos y Francia. El libro no sólo contíenennarada original sobre estos procesos sino que tambíén "V",!"'"

vee de un conjunto de claves analíticas para pe:n~!)'

sas, el funcionamiento y las consecuencias de la <l~!'i~I!~l<:ta<l

y la marginación social en nuestra sociedad.(de la íntroduccíén)

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r.orc WACQUANT

Parias urbanosMarginalidad en la ciudada comienzos del milenio

MANANTIALBuenos Aires

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Traducción: Horacio PonsArtículo "Elias en el gueto": Javier Auyero

Diseño de tapa: Estudio RIlustración de tapa:

Boy with Tire, 1952Iíughic Lee-Smíth

Gift uf Dr. S. B. Millon, Dr. James A. Owen,Dr. B. F. Seahrooks and Dr. A. E. Tbomas, Jr.

© Estalc of Hugliie Lee-Srnith/Licensed by VAGA, New York, NYFotografía © 1988, Thc Detroit Instirute of Arts

-----_._------Wacquant, Lote

Parias urbanos: marginufidad en la ciudad a comienzos cid milenio la ed.

2a reimp. Buenos Aires: Manantial, 2007.

204 p. : 20x14 cm.

Traducido por: Horacio Pons

ISBN 978-987-500-0582

l . Desigualdad Social. 2. Marginación. 1. Pons, Horacio, trad. II. Título

CDD 305.56

Hecho el depósito que marca la ley 11.723Impreso en la Argentina

© 2001, de la edición en castellano, Ediciones Manantial SRLAvda. de Mayo 1365,6' piso, (1085) Buenos Aires, Argentina

Telefax: 54 11 4383-7350/4383-6059E-mail: info Ocmanantial.com.ar

\V VVW .cmanantial.com. al'

ISBN 978-987-500-058-2

Derechos reservadosProhibida la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, latransmisión ° la trausfonnación de este libro, en cualquier forma o por cualquiermedio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otrosmétodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Suinfracción está penada parlas leyes 1L 723 Y 25.446.

A mi madre, a quienle debo mi sentido de la justicia social

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Índice

Introducción. Claves para pensar la marginación,Javier Auyero . . . .

l. La nueva liuea de color urbana. Estadodel gueto en la Nortcamérica posfordista ..

2. Elias en el gueto negro .

9

33

lOS

3. Parias urbanos. Estigma y división en el gnetonorteamericano y la periferia urbana francesa. 121

4. Marginalidad urbana en el próximo milenio. 165

5. "Enemigos convenientes": extranjeros e inmigrantesen las cárceles de Europa . 189

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IntroducciónClaves para pensar la marginación

JAViER AUYERO'

* Departamento de Sociología, State University of New York/StonyBrook: Centro de Estudios en Cultura y Política, Fundación del Sur, Argen­tina.

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Retratos etnográficos de violencias urbanas

No se puede jugar con la ley de la conservación dela violencia: toda la violencia se paga y, por ejemplo, laviolencia estructural ejercida por los mercados finan­cieros, en la forma de despidos, pérdida de seguridad,etc., se ve equiparada, más tarde o rnás temprano, enforma de suicidios, crimen y delincuencia, adicción alas drogas, alcoholismo, un sinnúmero de pequeños ygrandes actos de violencia cotidiana.

PIERRE BOURDlEU

1

Durante buena parte de la década del ochenta y del noventa,la imaginación crítica y la literatura sociológica adoptaron, tan­to en Estados Unidos (Wolfe, 1987; Castells y Mol1enkopf,1991) como en la Argentina (S arlo, 1996; O'Donnel1, 1997), lametáfora de la ciudad dual para describir los efectos qne la po­larización económica ha tenido y tiene en la geografía y ecolo­gía urbanas. A pesar de sus muchas limitaciones empíricas yconceptuales, la imagen de una cindad dual y fracturada (o, co­mo sugiere O'Donnel1, un "país dual") tiene la virtud de dirigirnuestra atención hacía las nuevas desigualdades que, provoca-

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12 PARIAS URBANOS INTRODUCCIÓN 13

das en parte por la eliminación de miles de puestos de trabajo ypor la retirada del Estado en función de welfare, no sólo carac­

terizan a las ciudades postinclustriales como Nueva York o Chi­

cago sino también a las ciudades del antes llamado "TercerMundo," como Buenos Aires.

Durante las dos últimas décadas del pasado milenio, BuenosAires -de manera análoga a ciudades del norte avanzado- hasido testigo del simultáneo florecimiento de la opnlencia y laindigencia, la abundancia y la miseria. En la Argentina, así co­mo en el resto de Latinoamérica, a estos crecientes extremos de

pobreza y riqueza se Suman la multiplicación de las desigualda­des entre las cada vez más extensas metrópolis, las pequeñas

ciudades y los pueblos rurales.

En Furias urbanos, Lote \Vacquant examina las causas deesta creciente desigualdad y marginación, y las formas que éstas

adquieren no sólo en el espacio urbano sino también en las ex­

periencias de los relegados, centrando su atención en las socie­dades del capitalismo avanzado, fundamentalmente en EstadosUnidos y Francia. El libro no sólo es una mirada original a estos

procesos sino que también nos provee de un conjunto de clavesanalíticas para pensar las causas, el funcionamiento Ji las conse­cuencias de la desigualdad y la marginación social en nuestra

sociedad. En la primera parte de esta introducción presentaré unconjunto de retratos etnográficos que condensan parte de la pro­

blemática que este libro nos ayuda a repensar. La scgunda parteexpone algunas de las claves analíticas que Parias urbanos nospermite construir para reflexionar sobre las villas miseria y otros

enclaves de pobreza que continúan expandiéndose y deteriorán­dose en la Argentina.

2

La lujosa riqueza de una burguesía presuntamente COSl!10PO­

lita le da a Buenos Aires la apariencia de otras ciudades globa-

les. En la escenografía urbana se multiplican, para citar a Sas­kia Sassen (1991, pág. 9), "restaurantes caros, casas de lujo,

hoteles de lujo, tiendas gourmet, boutiques, lavadoras a seco

francesas," a lo que podriamos agregar los opulentos shoppingsy los suntuarios desarrollos de Puerto Madero. En esos shop­

pings, los consumidores porteños tienen acceso ilimitado a pro­ductos "globales," desde carteras Pierre Cardin a zapatillas Ni­ke, presumiblemente fabricados en el norte (Made in Paris oMade in USA).

Desde el shopping Alto Palermo, lleva una hora y media ydos colectivos repletos para llegar a Villa Paraíso, localizada a

orillas del Riachuelo, en el Gran Buenos Aires.' Paraíso (como

la llaman sus habitantes, evitando el prefijo estigmatizante de"villa") es una de las villas más viejas y más pobladas de la zo­

na metropolitana. Más de la mitad de sus habitantes tienen "ne­

cesidades básicas instatisfechas" (son lo que los estudiosos ele lapobreza llaman "pobres estructurales"), y aproximadamente el

75 por ciento tiene ingresos por debajo de la línea oficial de po­breza. El desempleo es su caracteristica definitoria más impor­tante. En la actualidad, el 62 por ciento de la población de entredieciocho y sesenta años está desempleada o subempleada. El

desempleo permanente es generalizado: más de la mitad de losdesempleados no han tenido trabajo durante doce meses cense­cutivos.? Algunos de esos desempleados recurren a empleos

temporarios y/o varias actividades del "sector informal" comofuente del siempre escaso ingreso. Otros, dependen de su traba­

jo en talleres familiares, talleres que, junto a las llamadas "in"

1. Los nombres de lugares y personas han sido modificados parapreservar el anonimato de los entrevistados.

2. Los datos de desempleo y pobreza provienen del procesamien­to especial facilitado por el INDEC y de una encuesta de 300 casosque realicé en los meses de octubre y noviembre de 1996.

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14 PARIAS URBANOS INTRODUCCiÓN 15

dustrias de enclave", han florecido y se han dispersado por todoel mundo subdesarrollado (Sassen, 1998). Rosa y sus dos her­manos trabajan en uno de esos talleres fabricando carteras PierreCardin. Trabajan para una fábrica que los provee de materiales,de los moldes y de las etiquetas que dicen "Made in Paris.""Pierre Cardin hecho en Paraíso", me euentan con cierto humorcuando les pregunto si en realidad colocan esas etiquetas en lascarteras. "¿Ves, acá? 'Made in Paris. La gente las compra ycree que vienen de París." En el shopping Alto Palcnno, esascarteras valían, cuando entrevisté a Rosa y a sus hermanos, alre­dedor de 150 dólares. Ellos, a quienes ocasionalmente se les su­ma su madre durante la jornada laboral de catorce horas, recibenaproximadamente diez dólares por cada cartera, dependiendodel tamaño y del tiempo requerido para armarla. Hace dos años,solían obtener 700 dólares cada dos semanas; por razones queellos no pueden explicar pero que tienen que ver con la crecien­te cantidad de productores "en negro" dispuestos a trabajar porsalarios ínfimos, ahora logran acumular 800 dólares al mes. Es­tos ingresos ubican a su familia de ocho miembros por debajoele la línea de pobreza y del valor oficial de la canasta familiar.No reciben seguro médico ni tienen obra social de su emplea­dor, a quien constantemente solicitan más trabajo o más pagopor pieza, y con quien frecuentemente están en serias disputaspor pagos fuera ele término. La última vez que conversé conellos, acababan de recibir de su empleador un billete de cien dó­lares falso. En la situación extremadamente precaria en la que seencuentran, 10 más que pueden hacer es estar alerta a este tipode "avivarlas." "Hay quc estar despierto, todo el mundo te quie­

re joder", dijeron cuando nos despedíamos.Aun en su extrema vulnerabilidad, Rosa y sus hermanos

pueden considerarse personas con suerte. Otros talleres que de­penden de la demanda de la población villera han desaparecidotan rápido como surgieron, muchos de ellos con la asistencia fi­nanciera del Estado.

Gracias a sus contactos con "punteros" del Partido Justicia­lista, Lucía y Nelly fueron invitadas a formar parte dc un mi­cro-emprendimiento productivo del Plan País, programa finan­ciado por el gobierno de la provincia de Buenos Aires. Con laintención originaria de "fortalecer la organización comunita­ria", este plan distribuyó pequeños subsidios monetarios a losefectos de asistir a grupos locales en el desarrollo de cierta 1í­nea de producción. Lucía y Nelly comenzaron a producir ITIU­

ñecos para ser vendidos en Paraíso. Luego de un breve período

de inicial entusiasmo, se dieron cuenta de que su modo de pro­ducción artesanal no iba a poder competir contra los muchomás baratos muñecos importados. Recordando los efectos de la"apertura modernizadora" de la economía argentina, v de losbien intencionados-pero, en última instancia, flllstra:los-- es­fuerzos de la (disminuida y crecienterncnte torpe) "mano iz­quierda del Estado",3 Lucia me comentó resignada: "Las cosasimportadas nos jodieron". Hoy, Lucía depende de los favoresdiscrecionales de una dirigente política local, quien consiguióun puesto público en la municipalidad local para su marido vque, ocasionalmente, la provee dc comida y medicamentos. ~

3. La "mano izquierda del Estado" es una expresión utilizada porel sociólogo francés Pierre Bourdieu para referirse al grupo de agcn­tes estatales de los "así llamados ministerios del g<lsto que son la hue­lla, dentro del Estado, de las luchas sociales del pasado. Se oponen ala mano derecha del Estado, a los tecnócratas del Ministerio ele Eco­

nomía, los bancos privados}' públicos y los gabinetes ministeriales"(Bourdieu 1998, pág. 3). En otras palabras, la mano izquierda es laencargada de amortiguar los "costos sociales" de los programas eco­nómicos. Así como en Francia, en nuestro país Jos programas socia­les de la mano izquierda no J1egan a compensar las Ilagrantes desi­gualdades generadas por la lógica del mercado. Para un análisis delos programas específicos de esta mano social, ver Lumi y otros(1992).

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16 PARIAS URBANOS INTRODUCCIÓN 17

"Jodidos" como están por la dinámica de la reestructuracióncapitalista y conscientes de la falta de perspectivas ciertas, loshabitantes de I'araíso, como Lucía o Rosa (o los miles que ha­

hitan en las villas de la zona metropolitana de Buenos Aires),

eslán aún nuis preocupados (o, mejor dicho, abrumados) por lageneralización de la violencia en su barrio.

::¿Ves esos muchachos ahí'!", preguntó Eloísa, una antiguahabitante de Villa Paraíso, "siempre están robando autos". Esta­ban estacionando un nuevo auto en el frente de la sociedad de

tomento del barrio. Elo isa los mira y luego dice, "no sé, acá,

cada día que pasa, estamos más aislados [... ] los taxistas noquieren currar en la villa, dicen que no quieren que los roben".N ilda, de la villa Las Ranas en el Partido de San Martín, tam­

bién expresa su preocupación al relatar la manera en que dosadolescentes intentaron robarla: "Eran dos mocosos de catorce

oOos, con navajas. Por suerte pasó un primo mio en bicicleta ylos sacó corriendo. Al otro día le dije a la madre de uno, porque

la conozco: esto no puede ser, ya ni nos respetamos entre noso­tros" . ! Durante la última década, el robo annado y los asaltosv iolcntos sc han convertido en parle de la vida cotidiana en las

villas. l loy, en democracia, los habitantes de las villas no tienenmiedo de los militares· como solían tener durante la últimadictadura cuando las villas eran objeto de constantes razzia, ysitios- sino de sus propios vecinos, sobre todo de los más jóve­nes. Víctimas de la marginación económica, social y cultural,estos jóvenes encuentran una manera de contrarrestar, aunquesea simbólicamente, su real vulnerabilidad y redundancia, irn­poniendo el tono de la vida pública en la villa. "El muchacho

de acá al lado vende drogas. No lo podés denunciar a ninguna

parte porqlle te puede robar, o peor, lastimar. Todas las noches

fuman marihuana o tiran tiros justo afuera de mi ventana [... ]

4. Clarin, 10 de enero de 1999.

estamos desamparados," cuenta Ilugo, antiguo habitante de Pa­raíso.

Tanto en Las Ranas como en Paraíso, la violencia y el aisla­miento vienen de la mano: "El hombre vende leche, Coca Cola

y pan pero no entra más en esta zona, porque lo pueden robar[...] Me robaron la bicicleta, los que vienen a comprar droga

me la robaron", me comenta Ilugo. Y otro residente de La Ca­va, en San Isidro, cuenta: "Ni los remisos ni las ambulanciasquieren meterse. Y si se meten tardan un moutón"." Un habi­

tante ele Las Rallas ilustra esta sensación de absoluto abandono:"iQué se va a acordar Dios ele nosotros!".

La "invasión de las drogas" es, junto COII la falta de empleo,

la preocupación dominante en las villas de la Capital Federal ydel Gran Buenos Aires. La diseminación de drogas y alcohol

alimentan un ciclo de desconfianza y violencia interpersonal;cielo que, sin orígenes ni propósitos claros, perinea toda la at­niósfcra de la vida villera e impacta en las rutinas básicas comotomar el colectivo para ir a trabajar. La descripción de Juan en­capsula este sentimiento que es a la vez terror y humillación:"Yo mc voy al trabajo muy temprano, a eso de las tres de lamañana. A esa hora es medio peligroso acá. Ya cambié la para­

da tres veces porque los chicos de la esquina [... ] siempre están

con drogas [... ] y me empezaron a cobrar peaje, una moneda oun cigarrillo [...[, si no tengo, no me dejan pasar [... ]. El otrodía me robaron los dos pesos que tenía para el colectivo, y en­cima se calentaron conmigo porque eso era todo lo que tenía.'No te da vergüenza tan grande y con dos pesos', me dijeron".

O como dice una mujer de La Cava: "Apenas te das vuelta te

afanaron la garrafa o la ropa tendida. Antes no había robos den­

tro de la villa. Antes no había droga". El aislamiento (tanto del

resto de la sociedad como de sus propios vecinos) y la violen-

s. Clarin, 10 de enero de J999.

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18 PARIAS URBANOS lNTRODUCC1ÓN 19

cia vienen a intensificar un estigma con el que los villeros sehan visto forzados a vivir: "Cada vez que llenás una solicitud y

ponés La Cava [...] ya sabés que no te van a llamar"." Y María,de Villa Paraíso, agrega: "A mi hijo le da vergüenza decir que

vive acá. No puede invitar a sus amigos porque no se meterían

en el pasillo".Quizá sea Alejandra, de Paraíso, quien mejor sintetice el pa­

decimiento de buena parte de la vida en las villas: el de estarsocialmente aislados, alienados de las instituciones y serviciosque las clases medias y altas aun toman por descontados, aban­donados por el Estado y a disposición de adictos y dealers quelos aterrorizan: "Duraute los fines de semana esto es como el

viejo oeste".'A pesar de que la violencia que domina la experiencia diaria

y las rutinas de la mayoria de los habitantes de Villa Para iso yde otras villas proviene de otros habitantes (no sólo jóvenes), laviolencia estatal aún está presente en las razzias esporádicas ybrutales dirigidas a los jóvenes. Junto con cada ola de histeriacolectiva por la (in)seguridad pública, las villas son "invadi­das" por la policía. El día que cuatrocientos policías con perrosy el apoyo de helicopteros "entraron" en La Cava en busca dedos sospechosos de asesinato (dos jóvenes de catorce años queluego fueron declarados inocentes), el Ministro de Justicia de laprovincia de Buenos Aires, León Arslanián, sostuvo: "Se ter­minó el mito de que la policía no entra en las villas"7 Dias des­pués, politieos de la oposición y funcionarios del gobiernoacordaron instalar un destacamento policial en La Cava." Parael gobierno y la oposición "progresista", el problema de la in~e­

guridad en las villas cs la falta de iuversión en control social

6. Clarin. 10 de enero de 1999.7. Clarln, 20 de enero de 1999.8. Clarin, 20 de enero de 1999.

(no en puestos de trabajo). Algunos meses antes, el mismo Mi­nistro anunciaba que 3.700 nuevos presos serian ubicados tcrn­

porariamente en los galpones de fábricas inactivas. "No haymás lugar para los nuevos presos. Las cárceles están llenas, ylas comisarías también," dijo el Ministro al anunciar la crea­ción de "galpones penitenciarios".

Estos retratos etnográficos son suficientes para demostrarque la violencia interpcrsonal cotidiana, la violencia represivaestatal intermitente, y la violencia estructural del desempleodictan el ritmo de la vida diaria en Villa Paraíso, en La Cava yen tantos otros enclaves de pobreza cn la Argentina contempo­ránea. Parias urbanos nos provee de herrarn icntas para pensarlas raíces, los mecanismos, y las consecuencias de estas distin­tas violencias. En los primeros cuatro artículos, Lote Wacquantdescribe dos realidades sociocspaciales diferentes (el gucto ne­gro norteamericano y las bonlicues Francesas). examinando las(distintas) maneras en que la desigualdad, la segregación, el de­sempleo y el abandono estatal se inscriben en el espacio urha­no, y las (disimiles) experiencias de sus habitantes. En los últi­mos dos trabajoso productos de investigaciones en curso, elautor alerta frente a una reacción común que están adoptandolos Estados en ambos lados del Atlántico y que también parecedominar la discusión en nuestro país: la crim inalizac ión de lapobreza.

¿ Un Bronx global?

Cincuenta años después del surgimiento de las villas en elpaisaje urbano como un fenómeno transitorio típico de una"etapa de desarrollo" (Gilbert, 1994; Peattie y Aldretc-Haas,1981), se han convertido en una parte permanente de la geogra,·fía de la mayoría de las ciudades latinoamericanas. Durante es-

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20 PARIAS URBANOS INTlrODUCC¡ÓN 21

tos cincuenta años, las villas capturaron la imaginación de ci­ncastas como Lucas Dcmare (1957), novelistas como BernardoVcrbitskv (1957) ~a quienes algunos le acreditan la invencióndel nombre, villa miseria, e intelectuales como J-lugo Raticr(1971). Las villas también han sido sitios de intensa m ilitanciapolítica, social y religiosa.

Difícilmculc uno pueda dar con una configuración urbana'I!!C haya sido (y aún sea) la depositaria de tantas (la mayoríade las leces malas) representaciones, de tantas esperanzas en elpasado y tantos miedos eu el presente. La villas fueron retrata­[h, corno el ejemplo acabado del fracaso del populismo pero­!lista durante los años cincuenta, como suerte de laboratorios

para los slleílos modcrn izadorcs de los años sesenta, corno cu­uns de la revolución en los setenta, como obstáculos para elprngreso y como gcrminauorcs de subversión durante la última

dict.idura. corno lugares de inmoralidad, crimen y ausencia deley CII la Algcnlilw contemporánea. En la actualidad, la discu­

sión pública sobre la inseguridad rccurrcutemcntc menciona ala villa" y "los villeros" (un mote que se aplica a toda la geute

que vive eH zonas pobres, sean éstas villas o [lo) como unaamcuaza. En la i\rgcntina Jragurcntada y polarizada, las villasSOII /011"5 que lwy quc eludir, "zonas de crimen" a ser temidasy el itadas. Los informes de los medios de comunicación perió­.licruncnrc se refieren al miedo que estos "aguantaderas de cri­miualcs' generan en la gente que no vive allí. En un clima en elcual la SCglll idad urbana se ha convertido en el lema principalde la preusa y una de las preocupaciones más irnportautcs de lapoblación dada la explosión en las lasas de criminalidad, la vi­lla aparece como el origen desconocido e impenetrable de laactividad criminal.?

9. Ver las encuestas del Centro para la Nueva Mayoría. De acuer­do con la Secretaría de Seguridad de la Jefatura de Policía, entre el

Desafortunadamente, es escasa la investigación empíricaque se concentra en la suerte que han corrido las villas en la dé­cada del ajuste, y cspccíficamcutc en el impacto que la retiradacombinada del Estado y del mercado han tenido en estos erecientemente poblados enclaves!" yen la vida de sus habitantes.Si bien los estudios sobre pobreza se multiplican, la atenciónha sido puesta en el drama de los "nuevos pobres," siendo laabundancia de estudios estadísticos solo equiparada por la casitotal ausencia de estudios etnográficos prolongados sobre los"pobres estructurales." La mirada que construye Parias urbo­nos constituye una invitación al trabajo etnográfico en "el olrolado" de las metrópolis; etuografias que registren respetuosa­mente las voces de la villa y se preocupen por representarlas--parcialmente, en sus propios térm inos- lo más adecuadamen­te posible. Respetuosas etnografias que nos ayudarán a contes­tar el sinnúmero de estereotipos racistas y estigmas clasistasque dominan las representaciones -vsean estas oficiales o "pro­

gresistas"- de la villa.Empleadas con cautela, las herramientas y la perspectiva

explicitadas en los distintos ensayos de este libro pueden rcsul­tamos de una extrema utilidad por otras dos razones fundamen­tales. La primera, porque ubican al Estado como elemento cen-

año 1991 Y el año 1996, ha habido un aumento del 68 por cienlo en lacantidad de hechos dclictuosos con intervención policial. En esosmismos años, la tasa de delincuencia cada [O.OOU habitantes aumentó

de 77 a 11!.10. De acuerdo con el boletín publicado por la Defensoría dcl

Pueblo de la ciudad de Buenos Aires, Ciudad Abierta. la poblaciónvillera de la Capital Federal creció 300% entre 1983 y t991 (de12.500 a 50.900 habitantes). Desde el año 1991 creció un 65% y en laactualidad son casi 90.000 personas sólo en la ciudad, Clarin, 1 deenero de 1999. En la provincia, los últimos dalos registran más de300.000 villeros (Stillwaggon, 1998).

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22 PARIAS URBANOS INTRODUCCiÓN 23

tral en la cadena causal que explica la perpetuación y la aundi­zación de la privación material y de la marginación económicay cultural. La segunda porque nos exhorta a tomar seriamenteel espacio como elemento eentral en los procesos de destitu­ción social. Esto es, nos convoca a mirar cuidadosamente laconcentración geográfica de la pobreza, la acumulación de dis­tintos tipos de privación en otros "territorios de relegación". Escierto, la villa, la brmlicnc francesa, y el "gueto negro" nortea­

mericano son espacios analíticamente distintos. Sin embargo,trasladar la mirada de Wacquant y adaptar sus herramientasconceptuales a la villa nos puede ayudar a comprender mejorlos cambios qnc se han producido en éste yen otros enclavesde pobreza en las últimas dos décadas, V los "altamente maliu-

. . .- b

nos ctrcuitos de maruinnción social" (Miugione 19961'~0 9)~ b .. .., "o,...,.

en los que sus habitantes se encuentran atrapados. ,.

En lo que resta de esta introducción, me voy a concentrar encuatro dimeusiones en las que la perspectiva relacional de Wac­quant nos ayuda a diagnosticar el surgimiento de esta lluevamarginación en estos viejos territorios; y a trascender ciertas li­mitaciones en los abordajes al tema de la marginación y la de­sigualdad.

En primer lugnr, llevar la perspectiva relacional dc Wac­quant a la villa nos hará ver que la historia de esta confiaura­ción socioespacial es el producto de una particular intcra~ciónentre fuerzas macroestructuralcs, políticas estatales, y el com­promiso activo de los "villeros" -tanto en cuanto individuoscomo a través de sus organizaciones colectivJs- con esas "pre­siones externas." IJ(l perspectiva institucional expuesta en estosensayos arroja luz sobre un malentendido bastante común acer­ca de la historia de estos enclaves de pobreza urbana. Estos noson .el !1r?ducto d~ la acción de una sola fnerza o actor (hiperur­bauizacióu, políticas habitacionales. peronismo, ctc.) sino de:a) la interrelación de actores en disputa, y b) los constantescambios en la estructura de oportnnidades políticas -regímencs

autoritarios y democráticos. I1 En este sentido. llevar a Wac­quant a la villa sugiere entenderla como una relación entre la

economía, el descuido estatal y la acción de los actores políti­cos dentro y fuera de la villa.

En segundo lugar, debemos tener en cuenta una diferenciamny importante entre las distintas realidades socioespacialesdel sur y del norte. A diferencia del gueto, y aun cuando los"villeros" sigan tomando agua contaminada, se sigan inundan­do, sigan hacinados y estigmatizados, muchas de las villas hansido testigos de mejoras significativas en sn infraestructura ur­

bana (pavimento, iluminación, desagüe). Estos servicios deconsumo colectivo, productos de la intensa acción colectiva delos villeros, marcan una diferencia significativa no sólo con losenclaves de destitución del norte, sino también con las villas delos años cincuenta. Sin embargo, pensar C017 Wacquant y desdeel gueto, esto es, pensar relacionalmente, puede hacernos verque muchas de estas "mejoras" se parecen demasiado parausar una imagen conocida- al embellecimiento de los caruaic­tes del Titanio antes de su único viaje. Hacen la vida en la villamás llevadera; sin embargo, así como el empleo se desconectódel crecimiento económico (Monza, 1996; Lozano y Feletti,1996; Rofman, 1996), los vínculos funcionales que solian unira la población de estos enclaves con el resto de la sociedad viasu participación intermitente en el mercado de trabajo yen elsistema escolar están severamente dañados. Como lo expresaRolo, quien llegó a Para iso a los cinco años, "Si, claro, la villaestá mejor ahora (...] pero, ¿sabés qué hermano", vivimos muymal, estamos muy mal [...]".

En este sentido, uno podría decir que la historia de los en­claves de pobreza en la Argentina tiene elementos de eontinui-

I !. Ver Yujnovsky (1986) y Oszlak (199 t).

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24 PAiUAS URBANOS INTROOUCCIl)N 25

dad y discontinuidad. Hay continuidad en el sentido que estos

enclaves han expcrimcntado los efectos acumulativos de lasdesventajas económicas desde su origen. Durante los alíostreinta y cuarenta, al acelerarse el proceso de industrialización

en Buenos Aires, Villa Paraíso, corno tantas otras villas y ba­rrios, comenzó a recibir masivos contingentes migratorios des­de las provincias. La vivienda era escasa y extremadamente ca­

ra para estos m igrautes devenidos en proletarios. Zonas cuasi

desiertas y no aptas para el poblamiento urbano se transforma­

roo en Jos lugares donde los ruigrantes construyeron sus mora­das. Desde entonces, la villa ha sido un área de pobreza con­

centrada y crónica. "¿Qué es lo primero que le llamó laatención de Paraíso?", le pregunté a Victoria, quien llegó a

principios de los sesenta. "Era horrible [...] era espantoso. Yo le

preguntaba a mi marido: '¿Y esto es Buenos Aires'?'. Porquecuando llllO vive en la provincia, pensús que Buenos Aires es lo

mejor, pCl1SÚS que es lindo. Cuando él me trajo, yo pensé:

':Voy a vivir aea'r Pero, viste, la necesidad [...] Y me tuve quequedar. La calle era un basural [... ] Yo ni siquiera quería salirde mi casa, estaba muy shoqucada [... ] pisar el barro y ver todaesa mugre."

La historia de los enclaves de pobreza contiene tambicn ele­

memos de discontinnidad, porque estas zonas sufrieron el efcc­lo devastador del masivo crecimiento del desempleo y del su­

bcmpleo (y del consecuente crecimiento en la vulnerabilidad desus habitautcs) durante los ochenta y los noventa. Hay, enton­ces, una llueva forma de destitución social en este ya antiguo

enclave; nueva forma ele relegaeióu social que--eentrada en ladesaparición del empleo y en la desatención ele la "mano so­

cial" del Estado- reconoce ciertas similitudes con aquella queafeela a las sociedades avanzadas.

Los paralelos entre el gneto negro, la banlieue francesa y la

villa no se detienen allí. El "encogimiento ele las redes socia­

les", la "desprolctarización" y la creciente "inforrnalización" de

su población, la "despacificac ión" de la vida cotidiana, la "de­sertificación organizativa", la creciente relevancia del comercio

ilegal de drogas, sobre las que el autor nos advierte en los cua­tro primeros ensayos, y la guerra que la "mano represiva" del

Estado tácitarncnte ha declaraclo contra los pobres, sobre la queabunda en los dos últimos, señalan procesos a ser explorados.

En otras palabras, Waeqnant nos invita a analizar los proce­sos por los cnales las villas y otros enclaves de pobreza urbana

están dejando de ser los lugares en los que los segmentos infe­

riorcs del mercado de trabajo se reproducen, lugares transito­rios en el (más o menos real, más o 1118n05 generalizado) proce­

so de movilidad ascendente de las clases trabajadoras.'? Deigual manera que el gueto negro norteamericano analizado enel primer capitulo, estos enclaves están dejando de ser lugarespara convertirse en espacios de supervivencia de aquellos rele­

gados.

En tercer lugar, tornar seriamente la "raza, el espacio y el Es­tado" en el estudio de la marginación urbana, corno Waequant

recomienda, nos hará ver las maneras diferentes en las que el

discurso dominante racinliza a la población villero. Basta sino

mirar los operativos de "limpieza y moralización" llevados a ca­bo por la última dictadura militar!", y los operativos de erradica­

ción de las villas qne -en nombre del "progreso de la ciudad"(eufemismo para el trazado de una autopista) llevó a cabo el go­bierno municipal de la Ciudad de Buenos Aires entre los años1994 y 1996···, para ver cómo los elementos centrales del discur­so racial se ponen en juego cada vez que se habla de la "pobla­

ción villera". Esta racialización (discursiva y práctica) de la po-

12. Ver Rubinich (1991).13. Ver, por ejemplo, Oszlak (1991). Para las políticas de limpie­

za hacia I"sfin'clas cn Brasil, ver Perlman (1976) y Gay (1994).

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26 PARIAS URBANOS INTRODUCCIÓN 27

blación villera se conjuga y refuerza con su extranjerización.

AsÍ, el villero, sea boliviano, paraguayo o provinciano (perosiempre, "no de aquí") termina siendo (construido como) el otrorepugnante y nocivo. Esta racialización. es importante destacar,no se restringe al punto de vista oficial. Las reacciones de losvecinos de clase media frente al traslado de los "negros villeros"-acusación que combina el estigma de clase, lugar y color- azonas cercanas a sus hogares durante los meses de enero Ji fe­brero del año 1994 ("No los quercmos aqui", decian los veci­nos) nos permitirá ver CÓmO este discurso dominante se filtra enel entramado simbólico de la sociedad y se transforma en unsentido común (las más de las veces racista).

Esto no quiere decir que el elemento racial tenga en la villa,la brtnlicuc y el gueto, la misma relevancia ni génesis. comobien advierte Wacquant en relación con las dos últimas confi­guraciones socioespaciales.!" La pobreza del gueto tiene, enEstados Unidos, una dimensión distintivamente racial de la qnecarece en la villa. Sin embargo, en un pais en el que "la enes­tion racial no es un tema (problema)", el análisis que proponeel autor nos da claves para pensar sobre las formas en que laperversa combinación de abandono y represión construye (bajoregímenes autoritarios o democráticos) a la villa como un espa­cio ele contaminación, como una otredad radical. En este senti­do, mirar con Wacquant las representaciones oficiales sobre lavilla nos puede ayudar a ver los elementos raciales de este dis­curso.

Por último, Parias urbanos ofrece claves para construir nue­vas maneras de estudiar la desigualdad y la pobreza. Dado Sil

énfasis en el surgimiento de "los nuevos pobres", los estudiossobre pobreza en la Argentina aparecen dominados por las me-

14. Al respecto, ver Bourdieu y Wacquant (1999).

táforas geométricas (la caída, la rodada, la cuesta abojoí; La

doxa académica queda así atrapada en una suerte de aritmética

de la miseria en el sentido que la discusión siempre gira alrede­dor de los mismos temas: cuánta gente cayó "por debajo" o tre­pó "por arriba" de la línea de pobreza, cuántos hogares tienen"necesidades básicas insatisfechas." La idea misma de "lineade pobreza" contiene en sí misma varias limitaciones, inconve­nientes que una mirada relacional nos permitiría salvar. "La lí~

nea" nada nos dice, como sost iene l'v1 ingione (1996, pág. 5), so­bre "la duración en el tiempo, la suficiencia de los recursos entérminos de satisfacer necesidades básicas, la variedad de losrecursos [...] y su efectiva utilización, la variedad de proceden­eras sociales y demográficas y otros aspectos que son conside­rados necesarios a los efectos de identi ficar y entender la pO­breza." La linea de pobreza, continúa este autor, subestima "elimpacto negativo de la gran inestabilidad social y del aisla­miento". Al equiparar la pobreza con los bajos ingr(,sos la lineade pobreza termina oscureciendo las características específicasde los procesos de marginación "y la cadena de eventos v con­diciones que han llevado a la exclusión social" (1996, pá~. 1).

Los parias urbanos nos invita a construir una nueva miradasobre la desigualdad y la rclcgac.ión, evitando el "fracciona­miento analítico" que el análisis social centrado en las varia­bles estimula, combinando diversos niveles de amílisis (porquela sociogénesis y la psicogénesis de los fenómenos socialesson "dos caras de la misma moneda"), concentrando nuestraatención en procesos y relaciones (en "formas y conexiones"no en "porcentajes y condiciones"). La perspectiva relacionalque este libro articula nos ofrece herramientas conceptualespara contestar semejantes metáforas geométricas alentadas. enbuena medida, por el positivismo y el individualismo metodo­lógico.

. Pensar con Wacquant cn la pobreza argentina no implica, denmguna manera, proyectar sus hallazgos empiricos dcsde el

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28 PARIAS URBANOS INTRODUCCiÓN 29

gueto negro norteamericano o de la banlieue francesa a la villa

o a otros enclaves de pobreza urbana (sean estos asentamientos,barrios obreros, etc.). Significa tomar sus advertencias episte­mológicus y traducir críticamente sus principios metodológicos

para ser utilizados en otros contextos socioculturales. Mirar la

nl<lrginaciól1 urbana del nuevo milenio a la luz de esta perspec­

tiva relacional nos invita a hacer de las políticas públicas y los

discursos oficiales, las estructuras y las experiencias, la econo­

míay el cstado, nuestros objetos elllpíricus principales.

"Che, esto es como el Bronx, ¿no T , me preguntó Mario,vecino de Villa i'araísu, en mi primer día de trabajo de campo.

Ese día. l\lario (recurriend.. a la imagcn global de destitución,

violencia y re lcgac ión}, sintetizó muchas de las expresiones,

de Jos telllorcs, que durante casi un afio recogí en Paraíso: sen­

timientos de desamparo y marginación que, si bien obedecen a

distintas causas políucus, culturales y económicas, son análo­

gos a los que predominan en "guetos", "inner cilies", y otros

enclave., de destitución social en sociedacles avanzadas. Pariasurbonos es una invitución {l reflexionar sobre estos aparentes

"Bronx globales", las causas estructurales que a diario deter­minan el futuro de esos espacios, sobre las vidas cotidianas, ,las csperlcncias de sus habitantes, Ji las consecuencias que so­

brc ellus tienen la mirada entre desentendida y represiva del

Estado, y la mirada entre iudifcreutc y hostil del resto de la so­ciedad.

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1. La nueva línea de color urbanaEstado del gueto en la

Norteamérica posfordista*

Tratando ele sobrevivir, tratando de mantenerse vivoEl gueto, ya que hablamos del guetoAunque las calles tengan baches, las luces estén apagadasLos amigos de la droga mueran con una pipa en su bocaLos viejos compañeros de la escuela no hagan nada bienTodos los días es lo mismo y lo mismo todas las nochesNo te dispararía, hermano, pero sí a ese imbécilQue no se acerque a probar si estoy calmoTodos los días me pregunto cómo voy a morirLo único que sé es cómo sobrevivir.

Too SHORT, The Ghetto"

* "Thc Ncw Urban Color Line. The State and Fate ofthe Ghetto in Pos­fordist América", págs. 231-276, en Craig J. Calhoun (comp.), Social Theoryand lile Polities ofldentity: Oxtord (Reino Unido) y Cambridge (EstadosUnidos), Basil Blackwcll, 1994.

Este artículo es una versión revisada Y' aumentada de "Rcdrawing the Ur­han Color Linc: Thc Srntc 01' the Ghetto in the 1980s", originalmente publica­do en Craig Calhouu y Gcorge Ritzer (comps.], Socia! Probietns (NuevaYork, McGraw-Hill, 1992).

** Tryin" to survive, tryin' to stay alive / The ghetto, talkin 'bout theghetto / Evcn though Ihc strects are bumpy, lights burnt out I Dope friendsdie with a pipe in their mouth ¡ Old schoo! buddics not doin it right ¡ Everyday ir's the same and it's the sanie evcry night /1 wouldn 'r shoot you bro' butI'd shoot that fool! lf he played me clase and tried lo test InY cool / Everyday 1 wondcrjust how l"1I die / Thc only thing 1 know is how to survive. TIJeghetto, de Leroy l Iutson, D0I111a Hatliaway, Al Eaton y Fodd Shaw, copy­right :f) 1990, Don Pow Music; administrado por Pcer lntcrnationa! MusicCorporation, todos los derechos reservados; utilizado con autorización (delálbulll5"!wrt Dcg 's in tbe House, 1990; Zomba Rccording Corp.).

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De los disturbios raciales a los disturbios silenciososvisiones cambiantes del gueto

Veinte años después de los levantamientos que encendieronhogueras ele frustración en los barrios bajos negros de las me­trópolis norteamericanas, el gneto ha vuelto al primer plano delos problemas nacionales. Con la diferencia de que esta vez,los levantamientos raciales abiertos qLle desg,lrraron las comu­nidades afroarnericanas de las ciudades del norte en desafianterebelión contra la antoridad blanca dieron paso al "disturbiolento" (Curtis, 1985) del cielito dc negros contra negros, el re­chazo masivo de la escuela, el tráfico de drogas y la dccadcn­cia social intcrna.? En los noticieros de la noche, las escenas de

2. Estas líneas fueron escritas antes de los acontecimientos en el centrosur de Los Angeles en abril de 1992, pero la caxi complcr« desaparición deéstos del debate público apenas unas semanas después de su inicio no me iJ1~

cita a revisar esta exposición introductor¡a. En rigor de verdad, 10 !l),ís nota­ble en este estallido de violencia urbana parcialmente basado en la r;178 es lamanera tan exhaustiva en que se lo asimiló a imágenes y discursos preexis­tentes sobre el gueto (al extremo de desfigurarlo, dado que con ello se horrósu composición rnultiétnica, 10 mismo que su dimensión de clase) y el pocoimpacto que tuvo en la discusión política y académica sobre e111c.\0 de la ra­za, la clase y el Estado en la ciudad: corno si no hubiera sido otra cosa que un

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36 PARIAS URBANUS LA NUEVA LÍNEA DE COLOR URBANA 37

policías blancos que desatan la violencia del Estado contra ma­nifestantcs negros pacíficos qne demandan el mero reconoci­miento de sus derechos constitucionales elementales han sidoreemplazadas por informes sobre disparos desde autos en mar­ella, personas sin techo y embarazos adolescentes. Los pastoresnegros, los politices locales y las madres preocupadas todavíaorganizan actos de agitación y manifestaciones, pero sus peti­torios y sus marchas se dirigen menos al gobierno que a losnarcotraficantes y las bandas que convirtieron tantos barrios delas úreas céntricas deprimidas [iIlIlCl' city] en teatros de pavor ymuerte. 1---,(\ visión de los saqueadores "negros" y los activistasdel poder negro tlUC reclamaban un vigoroso control de! desti­no de sus comunidades (Bosk in, 1970) y se subiau a la crestade la ola del orgullo y de la autoafirmucióu raciales dio paso ala detestable imagiuería de la "intraclase" [lIlIderdussJ, un tér­mino que pretende señalar un nuevo segmento de los pobres de

lns minorías, presuntamente caracterizados por las deficienciascomport.uncutales y la desviación cultural (Aulctta, 1982;

Sa"llilL 1989), una .uucnazante hidra urbana personificada porcl p.uulilh-ro desafiante y agresivo y la "madre adolescente dela seguridad social", disoluta aunque pasiva, dos figLllas em­blemáticas cuyo comporuuuicnto (auto)destructívo representa,SCL',Úll se dice, e11 un caso una amenaza física y' en el otro un

ataque moral a la illteg,idad de los valores estadounidenses y la

vida nacional.La olcad.; de movimientos sociales que vigorizaron a la co­

munidad negra y contribuyeron a elevar las esperanzas colecti..vas 11 lo Illrgo de la década de 1960 (Morris, 1984; McAdam,1981) ÍJa amaiuado y, con ella, el compromiso del país de com­batir la desigualdad racial. Esta situación se refleja con clari-

"rculity SJ¡Oll' ", si bien particularmente espeluznante y espantoso (Wacquant,1993b)

dad en el lenguaje cambiante de los debates públicos sobre elgueto. Cuando la "guerra a la pobreza" de Lyndon B. Johnsonfue reemplazada por la "guerra a la seguridad social" de Ro­na Id Reagan (Katz, 1989), la cuestión de la conexión socialentre raza, clase y pobreza se reformuló en términos de las mo­tivaciones personales, las normas familiares y los valores gru­

pales de los residentes de las zonas céntricas ruinosas de lasciudades, y se adjudicó a la seguridad social el rol del villano.

De manera correspondiente, también se redujeron las metas dela política gubernamental: en vez de perseguir la erradicaciónde la pobreza .. el objetivo optimista que, de acuerdo con elprograma de la Gran Sociedad, debía alcanzarse hacia 1976como un homenaje al bicentenario de la nación- y la dismiuu­ción de las disparidades raciales, el Estado se conforma hoycon supervisar la contención de la primera en ruinosos encla­ves para minorías (yen las cárceles que se construyeron a rit­lllO asombroso en la década pasada para absorber a sus ocu­pantes más disociadores) y con la "ignorancia benigna" de lassegundas. Consecuentemente, el punto central de la investiga­ción social se trasladó de la línea de color urbana a los defectosindividuales de los negros pobres, del gueto como mecanismode dominación racial y opresión económica (Clark, 1965; Lie­bovv, 1967; Rainwatcr, 1970), y los impedimentos políticos yeconómicos estructurales que obstruyen la participación plenaele esos negros pobres en la colectividad nacional, a las "pato­logías" de la así llamada iufraclase que presuntamente habitaen ese gueto y a las medidas punitivas que pueden tomarse pa­ra minimizar su demanda de recursos colectivos y confinarlosen los segmentos periféricos de un mercado laboral expansivode bajos salarios (véanse, por ejemplo, Ricketls y Savvhill,1988; Mead, 1989)3

3. ASÍ, las investigaciones sobre la "pobreza urbana" de la década pe.sada

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LA NUEVA LÍNEA DE COLOR IlRB,\NA 39

se concentraron en cuestiones de familia, segurid<ld social Y'. dcsv~(jción (C~los ámbitos de la sexualidad y el delito en particular), (JI precio de ¡gnora~, :1no oscurecer, tanto la profundización de las disp<1rldades de clase y la dl~_~­sión racial de la sociedad norteameric:ma corno los cambios del P?der ~O,llt1­co que posibilitaron que una serie de políticas públicas (en edu~aclóo, VJV1~n­

da. salud, desarrollo urbano, justicia, etc.) cercenaran oportunl?(}d.e~de vidaen-las áreas céntricas ruinosas. Los problemas de la estructura familiar. la ra­

za y la pobreza llegaron virtualmente a confundirs: (7.inn, ~989). como SI

existiera entre ellos alguna relación causal necesarta. Del mismo modo, semezclaron por completo las cuestiones de la decadencia urbana y la r<\7í:l: a talpunto que el término "urbano" se convirtió ~n un eufe.misDlo para r~fenrse alos negros pobres y otras categorías etnorraciales dominadas (Franklin, 1991,

capitulo 4).

Sin embargo, estos cambios en la rcprescntación simbólicay el tratamiento político del gueto dificilmente puedan borrarel hecho de que se hizo realidad la orn mosa adv,ertencla de laComisión Asesora Nacional sobre Desórdenes Civiles de 1968(Kerner Commission, 1989, págs, 396, 389): "El país [se hamovido] hacia [la creación de] dos sociedades, separadas y de­siguales", como consecuencia de "la acelerada segregaclOn delos negros desaventajados Y con bajos u~gresos en l~s guetosde las mayores ciudades nOlieamencanas ' SI bien la clase me­dia negra experimentó un progreso y nna expanslOn reales,aunque tenues, en gran medida gracias a los eSnlel7.0S guberna­mentales y (secundariamente) a la mayor presion legal sobre lapatronal de las corporaciones (Collins, 1983; Landry, 1987;

S t l 1989) la pobreza negra urbana es hoy mas intensa,on e Q". .. .'

tenaz y ¿oncentrada que en la década del sesenta (Wi lsor~,

1987). y la distancia económica, social y cultural entre las mi­norías de los centros ruinosos de las ciudades y el resto de lasociedad alcanzó niveles que no tienen precedentes en la histo­ria moderna norteamericana Y son desconocidos en otras socie­

dades avanzadas,

38 PARIAS URBANOS

No es el mismo gueto de antes

¿Quiere decir que, según las palabras del historiador GilbertOsofsky (1971, pág. 189), hay una "intcrm inable y trágica se­

mejanza en la vida de los negros en las metrópolis", la del"gueto persistente", que se perpetúa a lo largo del tiempo sinser afectado por tendencias sociales y fuerzas políticas tan tras­cendentales como el inicio de una economía posindustrial, lapromulgación de derechos civiles generales y las leyes de la ac­ción afirmativa y la reorganización del cspacio urbano bajo laspresiones paralelas de la dcsconccntración suburbana y la jerar­quización edilicia del centro de las ciudades? Todo lo contrario,En efecto, por debajo de la persistencia de la subordinacióneconómica y el encierro racial, el gueto de la década del ochen­ta es muy diferente del gueto de la década del cincuenta, Elgueto comunitario de la inmediata posguerra, compacto, mar­cadamente delim itado y con todo un complemento de clasesnegras enlazadas por una conciencia colectiva unitaria, una di­visión social del trabajo casi completa y organismos comunalesde movilización y representación de amplia base, Ira sido reem­plazado por lo que podemos llamar hipergueto de las décadasdel ochenta y del noventa (Wacquant, 1989,1991), cuya confi­guración espacial, composición institucional y demográfica,posición estructural y función en la sociedad urbana son abso­lutamente novedosas. Por otra parte, la separación del gueto delresto de la sociedad estadounidense sólo es aparente: es una se­paración de "mundos vividos", no de "sistemas", para usar unadistinción conceptual elaborada por Habcrmas (1984), Esa dis­tinción se refiere a las experiencias y relaciones concretas desus ocupantes, no a los lazos subyacentes que los anclan confirmeza al conjunto metropolitano, si bien en la modalidad dela exclusión, En efecto, como argumentaré en cste articulo, haynexos causales y funcionales profundamente arraigados entre latransformación del gueto y los cambios en la estructura de la

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40 PARIAS URBANOSLA NUEVA LÍNEA DE COLO\( URBANA 41

economía. la sociedad y el gobierno norteamericanos de las tresúltimas décadas.

El análisis de los factores económicos y políticos que se1 'B ",combinaron para transformarlos ell verc aderos " antustanes

domésticos revela que los guetos no son entidades sociales autó­nomas que contengan en si mismas el principio de su reproduc­ción y cambio. También demuestra que el riesgoso Estado de los"cinturones negros" nortcumcricanos históricos no es el meroresultado mecánico de la dcsindustrialización, los movimientosdemográficos o un "desajuste" espacial o de aptitudes enraizadoen procesos ccológicos~y menos aún el producto del ascenso deuna "llueva" intracfuse, in stctu nascendi O ya "cristalizada" co­1110 elemento "permanente' del paisaje urbano estadounidense(Locweustciu, 1985; Cllicago Tribune, I'J8G; Nathan, 1987), yase defina por su comportamiento, ingreso, cultura o aislamiento.Se trata, más bien, del producto de una transfonnación de la ar­ticulac ióu politica de la raza, la clase y el espacio urbano tantoen cI discnrso como en la realidad objetiva.

El gueto todavía 1105 acompaña, pero es un "tipo" diferentede gueto: su composic ióu interna ha cambiado junto COIl su me­diocambicnte y los procesos institucionales que simultáneamen­te lo encadenan al resto de la sociedad norteamericana y asegll­ran su ubicación dependiente y marginal dentro de ella. Paraentender estas diferencias, qué es y qué significa el gueto tantopara los de adentro como para los de afuera, hay que barrer conel discurso dc la "in lraclase" que llenó el escenario del debaterenaciente sobre la raza y la pobreza en la ciudad (Faiustciu.199J) y reconstruir, en cambio, las relaciones conexas entre latrausfcnuucióu de la vida cotidiana y las relaciones socialesdentro del núcleo urbano, por un lado, y la reestructuración del

l' Se trata de territorios creados por Sudatrica en 1959, que funcionabanCOlJ\O reservaciones de la población negra sometida al apartbeid In. del ej.

sistema de fuerzas -económicas, raciales y politicas .. que expli­can la configuración particular de casta y clase que el gueto

materializa. Por consiguiente, el punto principal de este análisisserá el de los factores externos que reconfiguraron el territoriosocial y simbólico dentro del cual los residentes del gueto se(rcjdefinen y hacen lo propio con la colectividad que forman, yla discusión sólo abordará indirectamente la producción internade su orden y conciencia sociales específicos. Este énfasis nose origina en la creencia de que la determinación estructuralconstituye el al]: y el omega de la formación de la identidad;lejos de ello. Se apoya, en dos premisas, Una teórica y la otraempírica.

La primera es que la dilucidación de las condiciones objeti­vas en quc la identidad llega a construirse, afirmarse y discutir­se en las zonas céntricas deprimidas, constituye un prcrrequisi­to sociológico para el análisis del Lcbenswelt experiencia! delgueto y su~ Iouuas incorporadas de práctica Y' significación. Eneste espacio objetivo de posiciones y recursos materiales y sim­bólicos. tienen sus raíces las estrategias desplegadas por los re­sidentes del gueto para imaginarse quiénes son y quiénes pue­den ser. Si bien no tengo dudas de que un análisis semejantequedará inconcluso mientras falte el complemento de una"perspectiva nativa" (a la manera de Aldon Morris) qnc arrojcluz sobre las complejidades de la fonnacion de la identidad"desde abajo" (o, para ser más preciso, desde adentro), tambiéncreo que I~ celebración populista de "los valores de la ncgri­tud" y de la riqueza de "la cultura negra de oposición" (Hooks.

1992, pág. 17) no propone ni un sustituto ni un punto de parti­da adecuado para una evaluación rigurosa del estado y el desti­no del gueto en el final de la era fordista.

La segunda premisa de esta investigación es que, nos gusteo no, la realidad del gueto como un lugar físico, social y simbó­lico en la sociedad norteamericana se decide en gran medida-se impone, en rigor- desde afuera, dado que sus residentes es-

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tán cada vez más desposeídos de los medios de producir suspropias identidades colectivas e individuales. En este aspecto,es instructivo un breve contraste de la procedencia, los nsos yla carga semántica opuestos de los vocabularios de "alma" e"infraclase". La noción de alma, que despertó mucha atraccióndurante la agitación racial de la década de 1960, era nna "con­

cepción folclórica del 'carácter nacional' de los negros de laclase baja urbana" (IIannerz, 1968, pág. 54). Producida desdeadentro para consumo en el grupo, sirvió como simbo!o de so­lidaridad y enseña de orgullo personal y grupal. En contraste, el"status de infraclase" se establece por completo desde afuera (ydesde arriba) y los especialistas en producción simbólica -pe­riodistas, políticos, académicos y expertos gubernamentales-loasignan a la fuerza a sus "miembros" putativos, con finalidadesde control y diseiplinamiento (en el sentido que Foucault atri­buye al término) y sin la menor preocupación por la idea quetienen de sí mismos quienes son arbitrariamente amontonadosen esta ficción analítica. En tanto qne el concepto popular dealma, como parte de un "diálogo interno del gueto" en pro deuna recvaluación autóctona de la identidad negra (Keil, 1966),tuvo una valoración positiva, el lenguaje de la infraclasc es unaetiqueta despectiva, una identidad que nadie reivindica exceptopara adjudicarla a Otro. El hecho de que aun intelectuales ne­gros "insurgentes" como Carnel West adopten el lenguaje de lainfraclase revela hasta qué punto el gueto se ha convertido enun objeto extraño en el paisaje de la sociedad norteamericana.

Tres advertencias preliminares

Corresponde hacer tres advertencias antes ele elaborar un re­trato de las condiciones sociales y la vida en la zonas céntricasruinosas contemporáneas, con el de Chicago corno caso ilnstra­tivo. Primero, hay que destacar que el gueto no es simplementeuna entidad topográfica o una agregación de familias e indivi-

duos pobres sino unajórl71a institucional, es decir, una concate­n~ción particular y basada en el espacio de mecanismos de 1'11,

Cierro y control etnorraciales. Expresado sintéticamente encuanto tipo ideal el gueto puede caracterizarse corno una for­mación socioespacial restringida, racial y/o culturahnente uniforme, fundada en la relegación forzada de una población ueaa­tivamente tipificada -como los judíos en la Europa medieval vJos afroamericanos en la Norteaméricn moderlla·~en un territo­río reservado en el cual esa población desarrolla un conjunto deinstttucione; específicas que actúan como sustituto fun-cional \escudo protector de las instituciones dominantes de la sociedadgeneral (Wacquant, 1991). El hecho dc que la mayoría de losguetos hayan sido históricamente lugares de !1l iseria materia!difundida ~ a veces aguda 110 significa que un gueto tcngn queser necesarramente pobre -sin duda, el "Bronzevillc' de la dé­cada de 1940 era más próspero que la mayor parte de las comunidades negras del sur-- y tampoco que tenga que estar uni for­memento privado de recursos,'! Esto implica que el "ueto no es

. • b

un conjunto SOCIal monolítico. Pese a su ruina extrema, muchosbar~·ios de las ár.eas céntricas todavía contienen una pizca devariedad ocupacional, cultural y familiar. El gueto tampoco escompletamente infecundo: en medio de su desolación persisten

4. A la invc:"sa,. no t(~d8S :8S áreas ele ingresos bajos son guetos, por extre­ma que sea su indigencia: piénsese en las declinantes ciudades iJldu:;¡riilk'~

bla~lca.s del medio oeste en proceso de dcsindustrialización como Pontl;':~(M~chlgan). los u:ncbdos rurales del delta del l'vlississippi, las rcscrvacionc­nallv¡:¡~ norteamericanas o grandes sectores de Estados Unidos en la década

del tremta. Llamar gueto a cualquier zona que muestre una elevada tnsu [1

concentración de pobreza no sólo es arbitrario (¿cuál es el punto de cor:a?ccuado,. y :~ra qué unidad de medida"]: también sustrae 81 término S\I sig­lllr: caclo ~ISÜ~)~1CO y' jo vacía de sus contenidos sociológicos, Con 10 que coarta

la mvesttgacion sobre los mecanismos y criterios precisos mediante los cua­

les actúa la exclusión (las discusiones con Martin Sanchc7.-Jankowski meayudaron a aclarar este aspecto).

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isloles dispersos de (relativa) estabilidad económica y socialque ofrecen plataformas de lanzamiento frágiles pero cruciale~para las estrategias de enfrentamiento y escape de sus residen­les, y nuevas formas de sociabilidad se desarrollan continua­mente en las grietas de un sistema que se desmorona,

Segundo, es preciso resistirse a la tendencia a considerar elgueto como un espacio ajeno, a ver sólo lo que es diferente enél: CI1 síntesis, a exotizarlo, cómo acostumbraron hacerlo lospartidarios del m ito académico de la "inlraclase" en sus espe­lu¡nantes cuentos sobre el comportamiento "antisocial" que ar­m(~nizan tau bien con los informes periodísticos (de los cuales,a fin de cuentas, se extraen a menudo) y con los prejuicios cla­sistns y rncinles corrientes contra los negros pobres. En rigor deverdad, una superficial sociología de la sociología mostraríaque la mayor parte de las dcscripciones de la "inti~~clase" reve­l.in mús sobre la relució" del anal isla con el objeto y sus pre­cOllceplos, temores y rantasías raciales}' clasistas que sobre suobjeto putati vo; y que las representaciones de las "áreas de in­haclase" llevan la marca distintiva de la mirada ostensiblemen­te "neutra!" (es decir, dominante) que, desde lejos, lanzan algu­nos analistas que, con demasiada frecuencia, rara vez pusíeronel pie en alguna de ell.is." Los moradores del gueto no son una

), P;tr:1 producir esta extraña formación discursiva, compuesta en gran

parte por moralizacioncs e iuvocacioncs políticas empíricamente sazonadas.cuya función primordial (;5 aislar y proteger él la sociedad "dominante" de l~

amenaza y la mancha de Jos negros pobres desplazándolos simbólicamente deel::L t;ll 'TI fue necesario, eu primer lugar, que los mismos proponentes de la

mirologia de la iníruclase se alejaran cstudiadamentc del aueto a fin de "reo­rivarlo de-de lejos y desde arriba. y sólo a través del escudo tranquilizadorde su ,!p,lr(J[o burocrático de investigación. Un ejemplo: es notable (v por des­dicha bastante típico) que, de los 27 autores que contribuyeron a la -oencrosa­mente financiada y publicitada antología de conferencias titulada /he Urb'an

Underclass (Jencks y l'etersoll, 1991), sólo 1lI1O haya realizado observacionesextensivas de primera mano dentro del gueto.

raza distinta de hombres y mujeres necesitados de una denomi­nación especial; son personas comunes y corrientes que tratande ganarse la vida y mejorar su suerte lo mejor que pueden enlas circunstancias desusadaniente oprimentes y deprimidas quese les han impuesto. Aunque desde el punto de vista de un ob­servador exterior de posición segura sus códigos culturales ypatrones de conducta puedan parecer peculiares, quijotescos eincluso "aberrantes" (una palabra tantas veces reiterada al ha­blar del gueto que unida a él se ha convertido virtualmente enun oxímoron), un examen más detenido demuestra que obede­cen a una racionalidad social que hace un balance de experien­cias pasadas y está bien ajustada a su contexto y sus posibilida­des sociocconómicas inmediatas (Wacquant, l 992a).

La tercera advertencia subraya, con Ira la premisa central dela investigación norteamericana sobre la pobreza, que el guetono padece una "desorganización social", otro concepto morali­zador que hoy por hoy seria mejor desterrar de las ciencias so­ciales. I'vlús bien, está organizado de difen-ntc manero, en res­puesta a la implacable presión de la necesidad soeial, lahostilidad racial y la estigmatización política. El gueto englobaun tipo particular de orden social, basado en la marcación ydualización racial del espacio, "organizado en torno de unacompetencia y un conflicto intensos por los recursos escasos"que impregnan un medio ambiente repleto de "depredadoressociales" (Sanchcz-Jankowski, 1991, págs. 22,183-192), Y po­líticamente constituido como inferior. Por últiuio, y de maneraconexa, hay que tener presente que los moradores del gueto noforman parte de un grupo separado y de algún modo amputadodel resto de la sociedad, corno querrían hacernos creer' muchosde los defensores de la tesis de la "infraclase". Pertenecen, másbien, a fracciones no calificadas y socialmente descalificadasde la clase obrera negra, aunque sólo sea en virtud de los múl­tiples vínculos conyugales y de parentesco, lazos sociales, co­nexiones culturales y procesos institucionales que atraviesan la

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presunta divisoria entre ellos y el resto de la comunidad afroa­mericana (Aschcnbrenner, 1975; Collins, 1983, pág. 370; Pé­tonnet, 1985)6

Del gueto "comunitario" de la década del cincuentaal "hipergueto" de la década del ochenta

El proceso de guetificación negra ~·desde la acumulación yexpansión iniciales hasta la huida y desinversión súbitas de losblancos, seguidas por aumentos abruptos de la desocupación, cldelito, los retrasos educativos y otras dislocaciones sociales- esantiguo y bien conocido: se remonta a la formación inicial delgueto como una institución de exclusión racial en las primerasdécadas del siglo xx 7 Para comenzar, es preciso destacar que

6, En un estudio analítico de redes, original (l\mq\lc muchas veces lamen­tablemente ignorado, Melviu Oliver (1988) ofrece un sugestivo retrato de lacomunidad afroamencana urbana como racimos de lazos intcrpcrsonaícs. quedesmiente directamente su representación corriente como un semillero de cle­safiliación y patologías SOCi'l1eS. En particular, Olivo- comprueba que los re­sidentes del zueto histórico de Watts, en Los Angeles, y los de la más recienteárea seí!:re2.(l~la de clase media de Crenshaw-Baldw¡n HiJls tienen redes muysimilar;s (en 10 que se refiere a tamaño, contexto relacional, distribución es­pacial, densidad, falta de recursos y reciprocidad) y que los lazos extralccalescon los parientes son igualmente preponderantes en ambos lugares.

7. Véanse Spear (1967), I'hüpott (197B) YDrakc y Cavton (1962, vol. 1)para el caso del gueto de Chicago, y Kusmer (1986) y Franklin (1980) P,W3 unpanorama histórico más amplio de la urbanización negra. No es posible daraquí un tratamiento adecuado a las raíces históricas de la trayectoria del guetonegro en la /Ol1g1f1? durée de su recorrido de vida. Bástenos con señalar que,aun cuando sus causas motrices se sitúen fuera de él, la transformación dclgueto como en el caso de cualquier formación social, está mediada en partepor su estructura interna, de manera que para alcanzar el pleno esclarecimien­to de su evolución reciente hay que remontarse un siglo atrás, a las décadas desu incubación.

los negros son el único grupo de la sociedad estadounidenseque experimentó la guetificación. Los inmigrantes blancos dediversas procedencias periféricas (italianos, irlandeses, polacos,judíos, etc.) vivieron inicialmente en vecindarios étnicos hete­rogéneos que, aunque fueran barrios bajos, fueron etapas mter­medias temporarias y, en su mayor parte, voluntarias en el ca­mino a la integración en nna sociedad blanca compleja; conperdón de Wirth (1927), no se trató de guetos en ningún senti­do, salvo desde un punto de vista impresionista y periodístíco.En ellos, la segregación sólo era parcial y se fundaba en unamezcla de clase, nacionalidad y ciudadanía. Por su lado, el con­finamiento residencial de los negros era (y todavía es) único,en la medida en que sólo ellos tuvieron que vivir en áreas don­de "la segregación era casi total, esencialmente involuntaria ytambién perpetua" (Philpott, 1978, pág. xvi)8 Por otra parte, laseparación forzada de los negros fue más allá de la vivienda,hasta englobar otros ámbitos institucionales básicos, desde laeseolari;ación y el empleo hasta los servicios públicos y la re­presentación política, lo que condujo al desarrollo de una es­tructura social paralela sin contrapartida entre los blancos.

En nuestros dias, lo que distingue la guetificación negra es,en primer lugar, que está tanto espacial corno institucionalmen­te diferenciada y deseen/rada, escindida, por decirlo así, entreun núcleo urbano decadente aunque en expansión, por una par­te, y por la otra, barrios satélite de clase obrera y de clase mediasituados en la periferia de las CIudades y, cada vez mas, en su­burbios segregados a menudo adyacentes al cinturón negro his-

8. Por ejemplo, en 1930, en un momento en que el gueto totalmente ne­gro del South Side ya agrupaba a más del 90 por ciento de la población afroa­mericana de la ciudad, la "Pequeña Irlanda" de Chicago era una mescolanzade veinticinco "nacionalidades" en la que sólo un tercio eran irlandeses y quecontenía apenas un 3 por ciento de todos los residentes de esa descendenciade la ciudad (Philpott, 1978, págs. 141-142).

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tórico. El segundo rasgo novedoso dc la guetificación negra enla Nortcamériea posíordista es su escala total y "la intensidaddel derrumbe en el centro del gueto", asi como el hecho de que"el ciclo todavía actúa, dos décadas después de haber entrado envigor las leyes en pro de la equidad habitac ional" (Orfield,1985, pág. 163). A decir verdad, en el periodo mismo en que sepresumía que los cambios legales provocarían su mejoramiento,las zonas céntricas ruinosas se vieron infestadas por una degra­dución Ilsica acelerada, una inseguridad y una violencia galo­pantes y grados de exclusión económica y penuria social sólocomparables a los de los peores alíos de la Gran Depresión.

Dccadcnclafisica y peligro en el núcleo urbano

Camine a lo largo de la calle 63, en el South Side de Chica­go, a UIl tiro de piedra del campus de la Universidad de Chica­go, en lo que era una de las franjas comerciales más activas dela ciudad, y presenciará Ull sombrío espectáculo repetido una yotra vez en los guetos negros de Estados Unidos: en Harlern oen el distrito de Brownsville en Brooklyn (Nueva York), enCamden (Nueva Jersey), en el East Side de Cleveland o enRoxbury ([30slon)9 Edilicios abaudonados. baldios salpicadosde escombros y basura, veredas rotas, iglesias con frentes tapia­dos y restos ch.uuuscados de tiendas se alinean a lo largo ele ki­lóuictros y kilometros de barrios decadentes y que se pudrendesde la década de 1960.

Cuarenta alías atrás, la calle 63 era llamada la "Milla delmilagro" por los comerciantes locales que rivalizaban por el es­pacio y una porción de la torta. Habla casi ochocientos nego-

9. A menos que se indique lo contrario, las citas de entrevistas y observa­eiones de primera mano proceden del U-abajo de campo que realicé en elSouth Side de Cbicago entre 1988 y 1991, en el transcurso de un estudio ct­nográfico de la cultura y la cconom¡n de! boxeo profesional en el gueto.

cios y ni un solo baldío en una superficie de dieciocho manza­nas por cuatro. El barrio era muy animado, ya que la genteafluía a él desde otras zonas de la ciudad y formaba una mu­chedumbre tan densa en las horas pico qnc uno avanzaba lite­talmente en el aire al salir de la estación del tren elevado.Grandes restaurantes estaban abiertos las veinticuatro horas deldia; había no menos de cinco bancos y seis hoteles; y parecíaque los cines, las tabernas y los salones de baile no se vaciabannunca. l~sta es la descripción de la calle que hace el único co·­merciante blanco que quedó de csa época:

Parece Berlín después de la guerra, y es triste. La calle estábombardeada, en decadencia. El 75 por ciento de los lotes está va­cío. Es muy desafortunado, pero parece que lo único que realmen­te prospera aquí son las tiendas de bebidas alcohólicas. Y no apor­tan nada a la comunidad: todo es "[tome, tome, tome!" Muydeprimente. [Suspira ruidosarnente.] Es una zona sin esperanzas,sin inversiones. La gente no viene a Woodlawn.

El apodo de la calle asumió hoy un matiz irónico: es un mi­lagro que queden negocios en ella. Ni un solo cinc, banco, clubde jau o taller de reparaciones sobrevivió a la década del sc­tenta. 'También desaparecieron las madereras, las imprentas, losgarajes y los talleres de industria liviana. Quedan menos de 1l0­

venta establecimientos comerciales, en su mayor parte diminu­tos comedores, salones de belleza y peluquerías, y negocios deventa de ropa, comida y bebidas alcohólicas que emplean a losumo un puñado de trabajadores.

Sin embargo, el hecho más significativo de la vida cotidianaen el gueto de nuestros días tal vez sca la extraordinaria pre­ponderancia del peligro físico y la aguda sensación de insegu­ridad que llena sus calles. 10 Sólo entre 1980 y 1984, los delitos

10. La violencia es un aspecto de la vida del gueto que es difícil de discu-

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graves se multiplicaron por cuatro en Chicago, para llegar alasombroso índice de 1.254 cada mil residentes. La mayoría deellos fueron cometidos por y contra habitantes del gueto. Unagran parte de las 849 víctimas de homicidio oficialmente regis­tradas en la ciudad en 1990 eran hombres jóvenes afroamerica­nos, la mayoría muertos a tiros en barrios pobres totalmente ne­gros. Con la amplia difusión de las drogas y las armas defuego, la marta lidad en las grandes zonas céntricas deprimidasalcanzó "índices que justifican una consideración especial, aná­loga a la que se presta a las 'áreas de desastres natura les"; enla actualidad, los varones de Bangladesh tienen una mayor pro'babilidad de sobrevivir después de los treinta y cinco años quesus pares de l-larlem (McCord y Freernan, 1990). No es de sor­prender que algunos analistas de la escena urbana hablen abier-

tir sin suscitar de inmediato las imágenes intencionalmente sangncmas -y amenudo groseramente crróncas.. de 18s descripciones estereotipadas de losmedios sobre el delito y la iiegatidao. que se convirtieron en el tema centraldel discurso político e intelectual aceres de la "infractasc". No obstante, ylundad» en mi trabn¡o de campo etnográfico en el South Side de Chicago. meparece que cualquier descripción del gueto debe comenzar con esta violencia,debido a su agudeza vivencia! y sus ramificaciones enormemente disociado­ras para las vidas de quienes están atrapados en aquél. Al mismo tiempo quie­ro insistir, ante todo y aunque sólo sea por medio de una prolepsis, en que laviolencia de las áreas céntricas deprimidas es, en sus formas y su organiza­ción, muy diferente de lo que muestran los informes periodísticos, en algunosaspectos no tan horrenda y en otros mucho peor, en particular debido a su ca­rácter rutinario y socialmente enrrópicc. Segundo, esta violencia destructiva"desde abajo' no debe analizarse como la expresión de una "patología" sinocomo una función del grado de penetración y modo ele regulación de este te­rritorio por el Est;Ic10: una respuesta a diversos tipos de- violencia "desde arri­ba" y un subproducto del abandono político de las instituciones públicas en elnúcleo urbano {Wacquant, 1993\1). En otro lugar {Wacquant, 1992a) traté debrindar una descripción más matizada, desde adentro, del impacto de la inse­guridad sistémica en la textura de la vida diaria del gueto, tal como se ve através de los ojos y' 1<15 estrategias de supervivencia de un buscavidas [hustfer]profesional que trabaja en las calles del South Side de Chicago.

LA NUEVA LiNEA DE COLOR URBANAso PARIAS URBANOS51

tarnente de los 1 b . ,el' ,,-. .. , 10m resJovenes negros corno "una especie en

PI ¡g;o (Gibhs, 1989). La combinación existcnte de armase usion persIstente d l t bai , I . ' " ex,fi' d d ' . e rar aJo asa ariado y penetración del Il'<í-leo el rogas modificó las reglas de la conli'ontación masculi-

na en as calles de . e, e una manera que ahmenta la escalad d

ataques mortales U 1 l id d. " ., a eNe . fl . .... ¡ ex I er e los Disc ipulo-, del Gángster

gro le exiona: .

Mira, antes, si dos pandilleros qnerían pelear de'¡a'¡los dos ti .. ' . ( )amos que

. rpos se agarraran ttno contra uno. Pero ahora no es '..quieres pelearme yo I ! b " as¡; SI

.. t j ,. \0) a uscar un revólver para reuarte un ti-ro, 6 e (as cuenta de lo que die ? e d ' ."

. ' 1;.:,0. .a a vez que consrnues un 'Ir-

(mIUa, eStO t: p!~1I11erO que piensas: nada de Irolados de ;0::" v de:¡'11'e es os os tipOS Se peleen v ] , '¡ ¡ '- n) arreg en su asunto C01110 verdade

ros 10m Jres Grande" '-1! .. . . . ( -tiei [ 1 b l( '" " 101 a e.:'toy asustado, porque estos tipos no

1l~n ... a za a voz, comnoYJ(ioJ quiero decir'nn 1,¡ ' 1 .

a vida, ningún valor.' . '1 . e ean 10 ot a

Las viviendas son apenas '11 L 1 b

· UI.l poco mas seguras que las Ca-es. o la itual es q l' '--- c.t, (

. cu x : ue as ventcl11as 'y' las puertas de los ele 'Htamentos y las casas estén . t id ' '. p:metal v b rror '.. pro egl as con pcsada , mamparas de

, a r,otes antirroho Las mstalacioncs pLlblicas no sonuna excepclOn. Los habitantes ancíanos del gueto evocan connostalgia una época en que solían dormir en las plazas u .".pales en el ' '. , . munleI-

verano, envueltos en mosquiteros, o en los techos v

~~:Ic~:~:, a fin de mItIgar los efectos del calor. En la actualidal1.P S son eonslderadas lugares a los que "no hay que ir"

el; esp~~tal cuando cae la noche; algunas incluso estáI~ vedada;a os Jo\'en~s..qu: vrven en las zonas contiguas, porque Iormanparte deltetrIíono de una banda rival. Los ómnibus de la Ofi .:,na de TranSIt de el . . , lel

. . o e . ucago [OTCJ cuyas rutas desde el Loop delce~1tro ntravl~san el South Sidc son escoltados por autos de unabrigada policial especial para. disuadir a los posibles atacantes,

pese a lo e~al se.reglstran vanos cientos de incidentes violentospor mes. En vanas estaciones de la enc de la línea de Jackson

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52 PARIAS URUANOS LA NUEV A LÍNEA DE COLOR URBANA 53

Park se clausuraron las entradas, en un intento por limitar el de­lito al costo de negar a los residentes locales el acceso al trans­

porte público. La ~lscgnridad es tan profunda que el mero he­cho de atravesar el espacio público se ha convertido en un grandilema en la vida cotidiana de Jos residentes de las áreas céntri­cas deprimidas, tal corno se comprueba en el comentario de unanciano del South Side en un dia soleado de fines de junio:"Ah, odio que vuelva a hacer calor. Quiero decir, me gusta elclima cálido: lo qlle no tnc gusta es la gente que trae: punks ydrogoncs, ya se los empieza a ver salir de los edificios y por lascalles. Eso no es nada bueno".

[as escuelas no son una e xcepción a este patrón. Muchos

establecimientos públicos de las zonas céntricas deprimidas deChicauo oraanizau milicias de padres que patrullan los patiosescolares al~nlados con bates de béisbol mientras se desarrollanlas clases. Ütros contratan a policías fuera de servieio para me­jorar la segmidad y usan detectores de metales para tratar de li­mitar la cantidad de pistolas y otras armas que circulan en suámhito. Una escuela primaria de la calle 55, en el South Side,estuvo brevemente en las primeras planas luego de que cincojÓVCI1CS fueran asesinados ti tiros ti pocas cuadras de distancia alo lamo ele un solo año. Se comprobó que sus alumnos vivían

en un~"'micdo paralizante" por la violencia pandillera que losesperaba fuera de la escuela. Los niños "dicen que temen porsus vidas si van al colegio", confesó un maestro. "Es como sitodos los años muriera el hijo de alguien y no pudiera pasar deoctavo grado", agregó una madre. Y el director no podía sinolamentar que los guardias de seguridad de la escuela no pudie­ran brindar protección una vez que los alumnos dejaban las ins­talaciones (Clricago Tribune, 1990).

En verdad, el gueto de hoy "no es un lugar para ser un ni­iio", como reza el titulo de un libro reciente que compara laszonas cénuicas de Chicago con los campos de refugiados deuna Camboya desgarrada por la guerra (Garbarino el al.,

1991). Los jóvenes criados en este medio ambiente de violen­cia endémica experimentan un enorme deterioro emocional y

manifiestan trastornos de estrés postraumático similares a lossufridos por veteranos. Un inquilino de un complejo de torresdel South Side (citado en Brune y Carnacho, 1983, pág. 13)coincide en que Chicago "no es un lugar para formar una fami­lia. Cuando hace calor, esto es corno un circo de tres pistas. Es­tán peleando constantemente. Hay veces que los tiroteos sontan fuertes que tenemos que agarrar a todos los chicos y llevar­los a los pasillos del piso". A los cinco años de edad, virtual­mente todos los niiios que viven en grandes complejos de vi­viendas públ icas ya han conocido por cxpericncia propiatiroleos o muertes. Muchas madres deciden mandar a sus hijosa los suburbios o con sus frunilias en el sur, para protegcrlos dela ferocidad del barrio.

La incidencia del delito en el gueto se ve exacerbada por elencierro racial del espacio en las eiudades norteamericanas. Siuna proporción tan grande de la violencia es del tipo de "negrocontra negro", no sólo es porque los afroamcricnnos de lasáreas céntricas padecen una superfluidad económica y una alie­nación social extremas. También se debe a que los varones ne­gros anónimos se han convertido en símbolos ampliamente re­conocidos de peligro (Anderson, 1991, capitulo 6), de modoque, a menos que exhiban la parafernalia de la cultura de clasemedia, se los excluye regulanucnte de las zonas blancas limí­trofes donde el color de su piel hace que se los vea de inmedia­lo como delincuentes o perturbadores potenciales: "No puedesir a una comunidad blanca a hacer nada, porque apenas te venpor all í te paran como sospechoso. Asi que tienes que rapiñaren tu propia guarida, porque ahi eres menos reconocible. Tie­nes que ser ladrón de tu propia gente" (citado en Blauuer, 1989,

pág. 223).

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54 PARI1\S URBANOS LA NUEVA LiNEA DE COLOR URBANA 55

La despoblación, la exclusión económicay el derrumbe organizacionol del gueto

No obstante, la continua declinación material y comercial,la creciente violencia callejera y la ubicua inseguridad del gue­to no son en si mismas más que manifestaciones superficialesde una transformación más profunda de su tejido socioeconó­mico e institucionaL En primer lugar, mientras que el gueto dela década de 1950 estaba superpoblado como resultado de lacrecida afluencia de inmigrantes negros del sur, suscitada por elauge de tiempos de guerra y la mecanización de la agriculturasureña, el gueto contemporáneo sufrió una despoblación cons­tante, ya que las familias de mejor posición se mudaron en bus­ca de entornos más agradables. El núcleo del Soutb Side deChicago, por ejemplo, perdió casi la mitad de sus habitantes,dado que los residentes de Oak land, Grand Boulevard y Was­bington Park disminuyeron de unos doscientos mil en 1950 a102.000 en 1980, para caer aún más y llegar a una estimaciónde 63.500 en 1990, de acuerdo con los primeros datos del cen­so. Durante esos años, por otra palie, y a pesar de la construc­ción de masivas torres de viviendas públicas, la cantidad deunidades habitacionales se redujo en un tercio debido a los in­cendios intencionales (a menudo provocados por propietariosabsentistas qne buscaban cobrar el seguro) y el abandono y ladestrucción generados por los programas de renovación urbanaque demolieron más edificios que los que construyeron, de mo­do que el hacinamiento y las viviendas inadecuadas todavía sonhabituales en el núcleo urbano.

Pero el cambio más dramático en la demografía del gueto hasido la declinación abrupta de la población empleada, causadapor dos factores mutuamente realimentadores: el éxodo conti­nuo de familias negras de movilidad ascendente y la desocupa­ción creciente de quienes se quedan. En 1950, más de la mitadde los adultos que vivían en el corazón del cinturón negro del

South Side tenian empleos rentables, una tasa igual a la de laciudad en su conjunto. Por entonces, Chicago todavía era unode los principales centros industriales de la nación y la mitadde los negros empleados tenían trabajos fabriles. Para 1980, lacantidad de residentes que trabajaban había caído un asombro­so 77 por ciento, de modo que casi tres de cada cuatro personasde más de dieciséis años estaban desocupadas. En treinta años,el número de operarios y trabajadores se derrumbó de 35.808 a4.963; el de artesanos se desplomó de 6.564 a 1.338, en tantoque la cifra correspondiente a los trabajadores domésticos y deservicios cayó de 25.181 a 5.203. Y micntras que la clase me­dia negra se multiplicó por cinco en toda la ciudad entre 1950 y1980, elnúmcro dc empleados administrativos, gerentcs y pro­Iesionales con residencia en el núcleo urbano se redujo la mi­tad, de 15.341 a 7.394. Un antiguo residente de Woodlawn(quien, irónicamente, hace poco se mudó al North Side parapreservar a sus hijos de la violcncia de las calles) se queja porla desaparición de las familias acomodadas de su viejo harriadel South Side:

[Salín] haber miles de profesores que vivían en el barrio, peroahora se mudan, todo el mundo se 1'0. [ ... ] Si miras la comunidad,Louie, está en decadencia: no queda nadie aquí. No hay profeso­res en la calle 63, por aquí, en Marylaud, no hay ninguno, ¿ves 10que te digo? Todos los que saben un poco se van, Si esta gente sequedara y ayudara a reformarlo, pueden hacerlo. Como profeso­res, policías, bomberos, líderes comerciales, todos ellos son res­ponsables: todo el mundo se manda a mudar, Y se llevan la plata.

¿Cómo sucedió esto? Al final de la guerra, todos los negros,independientemente de su status social, quedaron relegados a lafuerza en el mismo enclave espacial comprimido, y no tuvieronotra opción que coexistir en él. Cuando los blancos escaparonen masa hacia los suburbios con la bendición y la ayuda del go­bierno federal, quedaron libres úreas adyacentes a las que las

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56 PAPlAS URBANOSL,A NUEVA LÍNEA DE COLOR URBANA 57

familias neuras de la clase media y de las ti-acciones superioresde la claseobrera podian mudarse para crear nuevos barriosque pronto serían sólidamcnte de color. La desconcentración dela comunidad afroamericana, a su turno, dispersó las insutucro­ncs del gueto y aumentó su diferenciación de clase." Simultá-

f . t 't' 'o v deliberado por ruante-ncameutc. en ljll es ut'rZiJ SIS cilla le .J e •

uer el patrón prevaleciente de scgregación racial, la ciudad seaseguró de quc todas las nuevas viviendas públicas se constru­veran cxclusivmncutc eu áreas de gnelos existentes (Hirsch,'1983), donde pronto sólo los más pobres tolerarían vivir. Haciala década de 1970, entonces, la línea de color urbano habia SI­

du ej¿'cfiromclIte retrauu!« según lineas de clase a instal1ci,;sdel Qobicrno: el núcleo histórico del cinturón negro contenta

COl\~~Jltracinnes excesivas de personas desocupadas Y' dopen­dientes, mientras que el grueso de la clase media y los sectoreslllÚS estat:J1cs de la clase obrera negra residían en barrios segre-

lI,ados periféricos de la ciudad. . ..~ La consecuencia de este triple movimiento -Ta Cll11graclonde las familias afroamericanas con empleos estables, posibleII,racias al auspicio estatal del traslado de los blancos ,a los su­llllrbios, el ""cinamicnto de viviendas públicas en zonas de ba­nios bajos negros, y la expulsión de los restantes residentes del

11_ Sin lugar a dudas, esta dilercnciac.ión de clase había existido,con for­utas más o menos atenuadas desde los orígenes del cinturón negro: ,es~e IlUIl­

el fue el compacto f.'J'lJIClilSc!IO!ihclic que invocan los analistas !lostllgICO~ d.cuna "celad de oro" del gueto que jamás existió. Por brutal que fu~ra,.la divi­

sión en cast;]s impucst<l por los bluncos nunca suprimió los cljv~t~es lll~cmos

:X~~Úll líneas de clase (en parte convergentes con persistentes d:krcnclas decolor de piel) entre los aüonmcricanos. como puede verse, por ejemplo: en ladifusjóu de "ic lcsias instaladas en negocios" frente él los templos bautistas y

b ,- • t 9)metodistas tradicionales en la década de 1920 (Spcar, 196 t . caplt~ o o e:lIn bifurcación del "continuum de restaurantes con música" l. "[ook contt­milI/JI '"-1 y el "cornple]o comercial urbano" en el ámbito del baile y el cntrctc­

nimicnto (¡ l<t77:1rd-Gordon, 1~)c)0).

gueto del mercado del trabajo asalariado- ha sido la pobrezadesmesurada y endémica. En Grand Boulevard, un sector del

South Side donde residían unas cincuenta mil personas, la mi­tad de la población vivía por debajo de la Iíuea de pobreza en1980 -cuando diez años antes la proporción era del 37 porciento- y tres de cada cuatro hogares estaban encabezados poruna madre soltera. Con un ingreso familiar promedio de menosele siete mil dólares por año (menos de un tereio de la cifra dela ciudad en su conjunto), muchas familias ni siquiera alcanza­han, de hecho, la mitad de la linea de pobreza. Seis residentesde cada diez dependían de una u otra forma de asistencia públi­ca para subsistir.

Los habitantes del gneto de hoy advierten con claridad sudesolación social y económica. como lo muestran los datos dela Encuesta sobre la Vida Familiar Urbana.!? Cuando se lespreguntó cuántos hombres tenían un trabajo permanente en subarrio, el 55 por ciento de los residentes del cinturón negro tra­dicional de Chicago (el South Sidc y el \Vest Side) rcspondie­ron "muy pocos o ninguno", en comparación con el 21 por

12. Esta encuesta fue realizada como parle de! Urbau I'ovcny uud FuruilyStrucrure I'rojcct [Proyecto de Pobreza Urbana y Estructura Familiar] (dirigi­

do por William Julius Wilson] eh: In Universidad de Chicago. Consiste en unmuestreo probabilístico aleatorio de varios niveles de residentes de los ba­

rrios pobres de Cbiccgo (dcüuidos COI110 zonas de! padrón que en 198ü con­

tenían al menos el 20 por ciento de personas pobres), efectuado en 1986­

1987. La encuesta abarcó a 1.184 negros, con una tasa de cumplimiento de

alrededor del SO por ciento, de los cuales un tercio vivia en el Soutt¡ Sidc y el\Vest Sidc de la ciudad. Se señala con agradecimiento el apoyo económico

brindado a esta ill\'cstig:¡cióll por la fundación Ford, la Corporación Carne­gie, el Departamento de Salud y Servicios I lumunos de Estados Unídos, el

Instituto de Investigación de la Pobreza, la Fundación Joycc, la Fundación

Lluyd A. Fry, la Fundación Rockcfclter, la fundación Spenccr, la Fundación

Willium T. Grant, el Fondo de Beneficencia \Voods y cl fideicomiso Cornu­nuario de Chicago.

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58 PARIAS URBANOS .\ NUEVA LÍNEA DE COLOR URBANA 59

ciento en las áreas periféricas negras quc albergan una mezcla

de familias pobres, de clase obrera y de clase media. Una mitad

holeada de los entrevistados también declaró que la proporciónlo

de varones empleados en su zona había disminuido con respec-

to a los años anteriores. Un adulto de cada cuatro pertenecía aun hogar sin un teléfono en funcionamiento (sólo uno de cadadiez en las áreas negras de las afueras) y el 86 por ciento inte­graba una fam ilia que a Iqu ilaba sn vivienda (en comparacióncon cerca de la mitad entre los negros de las zonas de escasapobreza): casi un tercio residía en edificios administrados porla Oficina de la Vivienda de Chicago [Chicago Housing Autho­rity, CIJA]. aunque ésta sólo controla el 4 por ciento de la oferta

habitacional de la cindad.Resulta notoriamente claro que el núcleo urbano contiene hoy

principalmente los sectores desposeídos del (sub)proletariado ne­gro que no pueden escapar a sus condiciones ruinosas. Si tuv ie­ran una oportunidad, menos de uno de cada cuatro residentes delgueto de Chicago pcrmaneceria en su barrio, en oposición a cua­tro de cada diez en las zonas negras de escasa pobreza. Sólo el18 por ciento califica su vecindario como un lugar "bueno o muybneno" para vivir, en contraste con el 42 en las áreas periféricasde color, y casi la mitad informa que el estado dc su entorno cm­peoró en los (¡ltimos años, No es una sorpresa que la actividad delas pandillas prevalezca más en el corazón del gueto: la mitad desus habitantes consideran que las bandas son un "gran problema"en su zona, en comparación con menos de un tercio en los distri­tos negros de escasa pobreza. En cuanto al futuro, casi un terciono prevé ninguna mejora en su barrio, mientras otro 30 por cien­to supone que éste va a seguir deteriorándose.

Los moradores del gueto de nuestros días no sólo son indivi­dualmcntc más pobres que sus pares de hace tres décadas, en elsentido de que han sufrido una reducción absoluta de sus nivelesde vida y que la distancia entre ellos y el resto de la sociedad se

ha ampliado: la línea de pobreza federal representaba la mitad

del ingreso familiar promedio de la nación en 1960 pero sólo nntercio en 1980 (Beeghley, 1984, pág. 355). También son consi­derablemente más pobres e11 el 1'10110 colectivo en diversos as­pectos. En primer término, residen en medio de una poblaciónabrumadoramente carenciada y con movilidad descendente o sinmovilidad y por lo tanto tienden a aislarse de otros componentesde la comunidad afroamerieana: COIllO vimos antes. la clase me­dia negra se marchó del núcleo urbano y creció fuera dc él I3

Segundo. y como consecuencia, ya no pueden contar con cl ne­xo de instituciones quc daban al gueto su coherencia y sn cohe­sión internas. La "Metrópolis Negra" de mediados de siglo, tanadmirable diseccionada por Drake y Cayton (1962, pág. 17), era"una ciudad distintiva dentro de una ciudad", con una divisióndel trabajo extendida y toda la gama de clases sociales de color.La "proliferación de instituciones" que hicieron de "Bronzevi­lle", como la llamaban sus residentes. la capital de la Nortcamé­rica negra, le permitía duplicar (aunque en un nivel notoriamen­te inferior) la estructura organizacional de la sociedad blancamás general y proporcionar marcos limitados pero reales de mo­vilidad dentro de su propio orden interno.

En contraste, el hipergueto de fines de siglo ha generadouna decadencia organizacional tan grande que 110 contiene ni

una división del trabajo extendida ni una sección transversal rc-

13. El hecho de que UIl8 cantidad creciente de negros de clase medía urba­na nunca hayan experimentado en su propio pellejo la vida en el gueto (aun­que, por haber vivido en general en zonas totnlmcute negras y prouunciudn­mente segregadas, están muy al tanto de la discriminación y otras pr~cl¡cas

racistas) afecta de numera inevitable los procesos de formación de In idenri­dad negra, tanto individual como colectiva. Es probable que el significtlc10que los negros de clase media atribuyen él una gama de modismos y Sill¡]lp]ns

expresivos del gueto (por ejemplo, géneros musicales, peinados J' códigosvesrimenrarios. conductas lingüísticas) cambie según estén expuestos a ellos através de! saber familiar o de fuentes secundarias como la educación formal ylos medios populares, y no debido a la inmersión en él.

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60 PARIAS URBANOS LA NUEVA LiNEA DE COLOR URBANA 6t

presentativa de las clases negras, y tampoco duplicados opera­tivos de las instituciones centrales de la sociedad urbana más

general. La infraestructura orgauizacional ··Ia prensa y la Igle­

sia negras, las logias y los clubes sociales, los grupos políticos,los servicios comerciales y profesionales, y la lotería clandesti­na (o "quiniela") que dio al gueto clásico de la década del cin­

cuenta su carácter y fortaleza comunitaria y sirvió como un ius­trumcnto dc solidaridad y movilización colectivas, se ha

marchitado en términos generales, lo que debilita las redes desolidaridad y cooperación típicas del gueto comunal, que abar­

cabau toda la ciudad (Mithun, 1973). Y mientras que en el con­

texto del pleno empleo y la prosperidad industrial generada porla guerra de Corea "toda la estructura institucional de Brouze­ville brindaba satisfacciones básicas a las 'expectativas razona­

bles' compartidas por personas de diversos niveles de clase"(Drake y Cayton, 1962, vol. 2, púg. xi), en nuestros días la pre­dominancia de la desocupación y el vac ío organizaeional del

hipergucto coutemporáueo impiden que éste satisfaga siquiera

las necesidades básicas de sus residentes.Por opresivo que fuera, el gueto tradicional constituía "un

medio para los norteamericanos negros en el cual éstos [po­

diau] dar sentido a sus vidas" (Drake y Caytou, 1962, vol. 2,

pág. xiv) y que generaba apego y orgullo. En contraste, el guetoele hoyes un .uubito despreciado y estigmatizado del que casi

todo el inundo trata de escapar desesperadamente, "un lugar deespcrallZ<IS malogradas y aspiraciones frustradas, Una ciudad de

li,nites eu la que la meta ele la ambición realista es sobrevivir"

(Ivlonroc y Cioldman, 1988, pág. 251).

"RC!JllSLjl.lC "J' supervivencia en la cconoinia informal

La preponderancia de la desocupación y subocupación cró­

nicas entre los residentes del gueto los fuerza a buscar la asis­

tencia pública. ¡\ su ver, la inadecuación insigne de la ayuda

pública aun para la mera supervivencia los empuja a buscar ac­tividades adicionales no denunciadas o indenunciables que ge­

neren dinero (Scharf, 1987, pág. 20). La mayoría de los habi­tantes del gueto tienen pocas opciones salvo trabajar "de sol a

sol" en varios empleos, "rebuscarse" dinero mediante una seriede procedimientos o dedicarse a tráficos ilegales de diversos ti­pos (incluyendo el más peligroso y potencialmente lucrativo detodos, la venta de drogas), a fin de "ganarse el dólar". El creci­

miento de la economía informal observado en el corazón de las

ciudades más grandes de Estados Unidos puede rastrearse di­rectamente hasta encontrar su origen en la debilidad combinada

de la demanda laboral no cal ificada, el abandono económ ico yorganizacional del núcleo urbano y las deficiencias de la cober­tura de la seguridad social.

Las estrategias de supervivencia varían COrno una funciónde Jos recursos sociales, económicos y culturales, así como dela composición de los hogares pobres. Cuando se ven sin fon­

dos, COmO sucede con frecuencia entre los beneficiarios de laseguridad social que por lo común gastan el monto total de sucheque de ayuda mensual una o dos semanas después de reci­

birlo, una de las estrategias predilectas de las mujeres solas que

son jefes de familia es pedir prestadas pequeñas sumas de dine­

ro (ele cinco a cuarenta dólares en la mayoría de los casos) a los

padres, amantes o amigos cercanos. Para muchas; las redes deparentesco femeninas son la Cuente más confiable, si no la úni­

ca, de apoyo económico en caso de emergencia (Staek, 1970).En palabras de una madre desocupada que subsiste con sus

cuatro hijos gracias a la Aid to Families with Dependeut Chil­

dren (AFOe) [Ayuda a Familias con Hijos a Cargo]!"

14, Los fragmentos de entrevistas de esta sección se extraen de Jatos re­cogidos como parle del Urban Poverty and Family Structure Project (véase lanota 12),

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LA NUEVA LÍNEA DE COLOR UHBAN/\ 63

Empeño los anillos de compromiso y consigo un poco de dine-

Otra opción predominante es buscar comida gratis en un al­

macén de provisiones, una iglesia o un organismo gubernamen-

t. 1 E~ 1987 más del 70 loor ciento de los adultos de entre die-a. JI1 , . ,ciocho y r.uarenla y ocho años residentes en el cinturon negro

l' tóri de Cl,l'caoo habían solicitado esa aSistenCIa exterior

llS onca 'b' e . '

para alimentarse ellos mismos y a sus familias. Los comed~)resde beneficencia manejados por las Iglesias del South Slde no

pueden s"tisfacer toda 1" demanda y habitualmente rechazan afamilias bml1brientas. La desnutrición crónica en el gueto es unhecho de la vida muy visible para quienes quierau verlo: pese a

programas gubern"mentales como los cupones de e01ll1~a y ladistribución gr"tuita irregul"r de excedentes de productos degranja y productos lácteos no aptos para la comercIahzaelon.

Muchos residentes del gueto empeñan de vez cn cuando algu­110S bienes a fin de elevar los ingresos necesarios para pasar un

período de carcstia, aceptan pensi0111stas, v~nden.sus cupo~lesde comida o recurren a sus magros ahorros sr los tienen. Pero amediados de la década de 1980 el 82 por ciento de los adultos

del gueto de Chicago no tenían cuenta de ah~rros y solo UIlO decada diez podía exhibir los medios necesariOS para tener unacuenta corriente (Waequanl y Wilson, 1989", pág. 22). Las ~fi­cinas de cambio ~/ las casas de empeño funcionan como sustItu­

tos de alto costo de los bancos que no existen (o que, cuandolos hay, rechazan a los residentes del gueto), como lo indica es­

ta madre de tres hijos que vive en el South Sidc:

62 PARIAS URBANOS

Si me desanimo mucho, entonces puedo ir a ver.a mamá, y mimamá me avuda un poquito. No puede hacer demas13do, pero elladice que evita que los chicos pasen hambre, me ayuda un po,co.Así que de vez en cuando [".1 me. da ayuda p~ra algunos d.l{~S ..Bueno, si la cosa se pone espesa I..·J yo le digo [... ] le (11,,0.

"Bueno, por aquí no tenemos nada". Y entonces ella trata de con-

seguirme algo.

ro y cuando junto algo de dinero vuelvo y retiro los anillos. Aho­ra no los tengo. Podría haber vuelto y retirarlos, pero me olvidé:[los empeño tanto' Los empeño todos los meses. El hombre de lacasa de empeños me ve llegar, me ve)' me conoce. Sí, va hace co­mo un par de años, sabe lo que le llevo y empieza a escribir la bo­leta antes de que yo llegue. Y los retiro todos los meses y los vuel­vo a empeñar todos los meses. Es terrible. Veinticinco dólares noes tanto. Puedo comprarme algunos paquetes de cigarrillos cuan­do los necesito y allí eso es un vicio, decididamente. Avuda mu-cho, ayuda un montón. "

Sin embargo, el pilar de la subsistencia lo proporcionan los

extr3110S trabajos y tráficos marginales que florecieron en la dé­

cada pasada en las áreas céntricas deprimidas. Algunos residen­tes del gueto cuidan a los hijos de sus vecinos, hacen diligen­

cias por ellos, cortan el pelo o el césped, reparan aparatoseléctricos, palean la nieve en invierno, recogen latas de gaseo­sas por pequeñas sumas ele dinero o "levantan chatarra del ca­

llejón" para revenderla a quienes son menos afortunados que

ellos. Otros se convierten en mercachifles o vendedores callcje,ros ocasionales (Jones, 1988), venden su sanare o acuden a lu­

gares de contratación de jornaleros con la esperanza de obteneralgún lipa de empleo momentáneo. "Van a I1andy Andy. Es co­

mo un empleo, puedes ir al norte y conseguir veinte dólares al

día por trabajar ocho horas o algo así. Es 10 que yo hacía antes,pero no vale la pena, sólo es algo ternporario", señala una ma­dre soltera del \Vest Side, desocupada crónica.

También se puede encontrar un trabajo irregular en un club

ilegal "fuera de hora", manejar un "taxi 1:1150", convertirse enmecánico "improvisado" o en uno de esos "artistas de los sean­

ros" que tratan (especialmente cuando las condiciones del tic~11'po son malas) de provocar accidentes de auto o de ómnibus enlos cuales se hacen herir deliberadamente con el objetivo de in­tentar cobrar una indernnización por daños. Individuos más en­

durecidos pueden cometer pequeños delitos con la expresa Ii-

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64 PAKlAS URBANOS LA NUEVA LÍNEA DE COLOR URBANA 65

nulidad de ir a parar a la cárcel: ésta es muy violenta y punitiva,pero ofrece una cama segura, tres comidas por día, algo deatención médica y a veces incluso trabajo, cosas que al mundoexterior le cuesta mucho brindar a los más pobres de las áreascéntricas deprimidas. En este ámbito sumamente precario y re­gido por una incertidumbre económ ica incesante, los nií\~S re­presentan importantes recursos Y se los somete a presionesconstantes para que generen ingresos desde temprano. Así, enpleno invierno puede verse a todas horas del dia y de la noche achicos de ocho a diez años en las estaciones de servrcto delSoutb Side de Chicago, en las que se ofrecen a cargar nafta olimpiar los purabrisas por unas monedas, o bien en las salidasde los supermercados, donde se encargan de las bolsas de la

compra a cambio de unos centavos o algo de comida.La estrategia de supervivencia de último recurso involucra

una amplia gama de actividades ilegales, que van desde lasapuestas y los "asaltos", eltrúlico callejero y la venta de mer­cudcria robada ("caliente"), hasta los atracos, el robo a manoarmada. In prostitnción y el tráfico de drogas. Cuando se le pre­gunta qué hace la gente para subrcvivir cn su barrio dcl GranelBoule,ard, una empacadora de una empresa de correo, de cua­

renta Y' siete años, contesta:

Robar ~ulpear a ancianas y' sacarles el cheque de la jubilación.Como en '¡; eslación de! "TT' [trcu elevado] de allí. Especialmen­te cuando cobrau los cheques de la seguridad social, están ahíafÍlao. CSPCl'úl1c!c)!as para (lt',anarles las carteras y todo eso. PorZlCjU¡ P;lS;\ll un montón de cosas así. [ ... ] Cuando me mudé aquít'ntnHoll en mi casa. así que plise rejas. Se llevaron el estéreo. Pe­ro desde que puse las rejas no tuve ningún problema.

Una madre soltera desocupada, de veintiocho años, agregacáudidamcntc: "i l'v1 ierda I Trampear, vender drogas, cualquier

cosa r... ] cualquier cosa y de todo. lmagínese: no todos sonasaltantes, sabe, pero cualquier cosa y de todo. Yo misma ven-

di marihuana. No soy una narco, pero sólo trato de poder vivir.[... ] Trato de llevar pan a la mesa: tengo dos criaturas".

Para los individuos que son rechazados reiteradas veces delmercado laboral o que se resisten a rebajarse a aceptar "traba­jos esclavos" sin salida que los despojan de su dignidad, ya queimplican tareas serviles con salarios de miseria y sin beneficiosincluidos, las actividades subterráneas pueden convertirse confacilidad en empleos de tiempo completo. En su caso, el delitorapaz constituye una forma de pequeña empresa en la que pue­

den hacer valer sus únicos bienes valiosos, el coraje físico y nnconocimiento activo del mundo de la calle (Wacquant, 1992'1).Gran parte de la atracción que las bandas suscitan en los jóve­nes negros de las úreas céntricas ruinosas tiene que ver con elhecho de que, entre otras cosas, son actividades comercialesque incrementan las posibilidades de obtener dinero y brindanun m ínimo de seguridad económica (Sanchcz-Jnnkow-ki. 1991,págs. ftO-41). En el vacío creado por la ausencia de empresaslegítimas, las lineas ilegales de trabajo como el rubo y el "de­sanue" de autos, los hurtos y particularmente el tráfico de dro­gas pueden desarrollar complejas estructuras organizacionalesque son prácticamente un reflejo ele las existentes cn las corn­pañias de la economía oficial. Además, el comercio de drogases a menudo la única forma de negocio conocido por los ado­lescentes del gueto, un negocio que, por otra parte, tiene la vir­tud de ser un empleador que ofrece una auténtica "igualdad deoportunidades" (Williams, 1989; Sullivan, 1989, capítulo 7).Por añadidura, y a diferencia de tantos establecimientos de ser­vicios donde se trabaja penosamente por salarios de hambre ycon pocas posibilidades de ascender, el empleo en el comerciode drogas promete una recompensa inmediata a quienes exhi­ben una buena ética laboral. Ésa es la razón por la que una mu­jer de treinta y cuatro años que comparte un decrépito departa­

mento del South Side con su hermano, un portero, contempla laposibilidad de aceptar ese trabajo: "El tipo me dijo: puedes ga-

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15. Pero la') mi" de las veces esos empleos de bajos 5a1(1r105 ni siquiera seconsiguen: otro contraste entre la economía monetaria y la economía callejerainformal o ilegal es que esta última ofrece constantemente alguna oportuni­dad de entrar en "acción" y obtener ingresos (en c,"Jxcirll desde la expansiónde la distrihuci()11 masiva de drogas), mientras que la primera se angosta pe­riódicamente, As i, la relación convencional entre estos dos sectores de activi­dad puede invertirse: el empleo oficial es visto como irregular y poco confia­ble, en tanto que las actividades subterráneas, tomadas en conjunto, parecenregulares }" seguras: "Siempre puedes sacar algo de un callejón trasero y re­buscarte algo de plata en la calle, Lonie, siempre".

nar doscientos cincuenta dólares por semana; en este barrio tie­

ne mucha gente que trabaja para él por doscientos cincuenta

dólares a la semana, y si eres bastante bueno puedes llegar a

ganar cuatrocientos".No hace falta decir que el impacto global de la economia de

la droga en las comunidades del gueto es terriblemente destruc­

tivo. No sólo contribuyc a minar la disposición de los jóvenes atrabajar por salarios escasos, ya que les brinda oportunidadeseconómicas alternativas aparentemente atractivas, aunque ries­

gosas: en Harlem este, un distribuidor barrial hábil puede gene­

rar semanalmente ventas por cien mil dólares; en el South Side

de Chicago, un "mensajero" rinde por lo común varios miles dedólares por semana.'> Esta actividad crea un ambiente de mala

salud y alto riesgo de muerte a nna edad temprana, tensa las re­

laciones familiares y debilita gravemente la cohesión social 10­cal. Y provoca una violencia galopante y una declinación pro­nunciada de la seguridad del barrio (.Iohnson el al., 1990), locnal acelera a sn turno la retirada del mercado laboral asalaria­do y distancia aún más a los residentes del gucto de la econo­mía y la sociedad convencionales.

El crecimiento explosivo de esta economía subterránea do­minada por el tráfico callejero de drogas contribuye de ese mo­

elo a explicar el ascenso ele la "cultura del terror" que hoy cam­pea en muchas calles de las áreas céntricas deprimidas. El

6766 PARIAS URBANOS

LA NUEVA LÍNEA DE COLOH UHB,\NA

antropólogo PI '1' B ., 11 Ippe. ourgois demostró'mra, las exhibiciones' ti " j .' que, en esta econn,

~ I ti marra , (e violcncin« .de los ne oci . . , . a son una exrgencia

. id gas. sirv en para mantener la credibilidad co ... 1e nTIpr en el preelominio ele los' rncrcm

competIdores v I l .trusas y clientes (o el I li . . ~ os renos de m-

e a po reta alounos d .no son los últimos en parti . 'o.' e cuyos miembros

. . IClpar en el trafico) P . .t "un unJverso despo'¡ad ·1 1 . . or ex enston. en

. ,,o ee os Iecursos más 1:' , .'zaelo por una elevad d id 1 I . . )asleo.s) caractel'l-

e a ensi ae e e deprc l. I .confianza no es una opción .: bl I (de ore:;. SOCIales, la

\ la e (e mod ) . d .que proteoerse de 1'1 .: l . ' . o que 1() os tren en

o , v 10 cncia y estar li t .las calles de la zona céntri ..' S os a esgl"lmirla: "En

e Ilca11l1110S(l lJVlOJ~', .exclusivamente a los \'('11d' l. .1' " encia no se limita

. e()JeseC'drog'Js 1 11'callejeros' hasta ciert .". o os ee Incuentes

. ,'" el O punto todos los ., '1,que quieren conscrva,· 1111" .' " d· ICSllentes dcl barrio

. e "sensaclOn e a t . [deran útil tomar parte 'JI .. . au onomra .... ] consi.

" menos paSIV3mel1t" l' .ele la cultura del terror" (B . '1" e, en a gun l'lncón

OlllgOLS, 989, pág. 647).

Las raíces económicas y politicasdel proceso de construcción del hipe/gueto

¿Por qué la decadencia material 1 " 1 '.alcanzaron niveles tale 1 y ~ v10 encra mterpersol1almarchitó e' .' s que e espacio público del gucto se'asl por completo? . Por 't. ~

áreas céntricas el ..imid . ¿ que autos adultos de lasepl11111 as carecen de 1I11(j '. r r'

economía recular v s . 1J'. e posicron solida en lae» .. ,C 'en O) ]nados. en Cal l' , ,

una mezcla dc activid l. . b e- .' . n 110, a "po) arse ensostén estiomatizante ac cs su ten aneas y depredadoras, y en elrielad SOCI' 01 '1) flagra.nlel11Cnte insuficiente de la sccu-

. a para su »ststir? .p. '1 . ocas y privadas elec ..' '1 ¿ 01 que as organIzaciones públi-

ayel 011 ( e manera tan ',. ~ ..1 •de las metró 1" . _. . ( llIdlUh n en el núcleo

po 151101 tea¡nenC311as() :y f,. rnamiento ele ne<rros pobres e ' , .. 6 que exp ICa el Jl110nto­tante? ,.,. le, en estos enclaves en deterioro cons-

Las causas de la "hiperguetificaeión" 1 I . c.. "<..- -. (e as Alcas cenfncas

Page 36: Wacquant - Parias Urbanos

68PARIAS URBANOS LA NUEVA LíNEA DE COLOR URBANA 69

implican una compleja y dinámica concatcnación de fa~tore~económicos y políticos desarrollados en toda la era de la pos

t ' l' .ta v de corto plazoucrra, quc desmiente el argumeu o suup IS J

~cl cuento de la "infraclase", La más evidente pero n~ ;leed'esal~. Ic es: a sas es la mutuc ron e a.:. . te la lnas I)oderosa <- e esas e, ti.. • . "

riamen r ,.' .t a "foreltstaeconoln ía nortearnericana, que paso de un SlS eln.~cerrado inteorado Y ceutrado en la fábrica, qu~ alnnentaba unIllcrcad~ masivo uniforme, a un sistellla más abierto, desccntra-

, ' u t: 1 'ly\trones dc consumodo v de scrvicios intcustvos, a ap aloa , ,cau'a vez más uiferenciauos, Un seglllluo factor" qu~ se p~sa,::~ralto con dcmasiada frecuencia, es la perslstcncla de la segleba

.. idenci: I ... 't()I',1 el" los negros y e! haclllannento dcli-(Ion resl CUela CdSl.. '" -, '-/ ~ '- . ~ de

I. do de viviendas IJúblieas en las zonas negras mas polJles e

rct auo " I .' artheidlas orandcs ciudades, lo tille equivale a un sistema (, e ap(, .

Lbl' [a 'I() 'lercero el achicamiento ue un Estado de bie-

\JI' );]nü (. e Le., _ _ _ _ _ _._. _ ,- -nestar ya ;lvaro desde mediados de la década de! s,etenta, com-biuauo con las depresioues ciclicas de la econonna estadl;unl'dense, conlribuyó a garantizar una mayor pobr~za en las meas

. .: .. ' e 't' e! vuelco de las pollllcas In banas fe,urbanas ccnu lC,-IS. .uat Ü, .'",

derales y locales en las dos últimas décadas condujo ~ la con,traccióu planificada" de los servicios e institUCIones publicas en

el guelo. fac . >

~Fn bien de la clariuael, analizo cada uno de estos actoles ;c'" , , 'u su oleno IInl,aclo solo

< "lela Y' suceslvamente, aun cuan o rpare ,,' iad: "'c toman en euellta losllucJ e evaluarse de manera npropia a Si s, '1"

'1 .. .an: hiante arlieu acionefectos inlcraccionalcs motlV~l(.os pOI su ~,< ..., . . el

. .' iica v ll'la"I'o'nica \(' COlllO concluSlon so~tengo que, enSlllC10l\lc j v' '. ... 1,,1 'r t nbalallce, lo que mejor explica el virtual UCJl umbe e e gue o e

l' '\ '1', '1"1 eJ' cmplo, la segregación racial, ,aunljue nominalmente COlldS­o. t ;, , ~ -- . ~. .' bl . t la m'mera e

tunte Hlo largo de la en~ de la posg\lCr.r~l'"aclua \~nadec~~~~:I'n~i~)S e~ollóHli­un "'l(c1crador" kevnCSlano que alllpllilcd el efecto " f TI·'. del re­cos ~xtcrnos y, al; ver; como una prcconJieión pohtlca acr ¡talOld e

corte de scrvic'loS públicos en el núcleo urbano.

la década de 1980 y sus sombrías perspectivas en lo que quedaele este siglo no es tanto el funcionamiento impersonal de fuer,zas macroecouómicas y demográficas generales como la volun­tad de las elites urbanas, es decir, su decisión de abandonarlo aesas fuerzas tal como se (pre)estructuraron políticamente.

La desinversion corporativa. el crecimiento polarizado y lasegmcntacion rocía! de! mercado laboral de bajos salarios

A mediados de la década del sesenta, acosada por la satura,ción de los mercados internos, la intensificación ele la compe­tencia internacional y sus propias contradicciones, la economíanorteamericana ingresó en una fase de transición a una nuevaforma de organización capital isla caracterizada por la "especia­lización flexible", una mayor movilidad de los capitales y unamenor protección de los asalariados (Scot\ y Storpcr, 1986;Piore y Sabel, 1984; Lash y Urry, 1988), Mientras el antiguosistema económico anclado en la producción industrial cstauda­rizada, el consumo masivo, la fortaleza de los sindicatos y el"contrato social" correspondiente entre grandes empresas y sufuerza de trabajo estable cedía progresivamente el paso a unnuevo régimen basado en e! predominio de las ocupaciones deservicios, la bifurcación de! capital financiero e industrial y laerosión de las economías regionales integradas, se produjo unareorganización generalizada de los mercados laborales y las es­tructuras salariales.

Durante este período, uua demanda laboral polarizada, ea,ractcrizada por un abismo creciente entre los puestos califica­dos y con altos salarios y los empleos de horarios variables yescasa paga, que brindaban pocos beneficios y ninguna seguri­dad, se convirtió en un rasgo estructural de la nueva economía

estadounidense de servicios (Thurow, 1987; Sassen, 1991). De

tal 1II0do, de los 23 millones de puestos creados entre 1970 y1984, LlIlOS holgados 22 millones correspondieron al sector de

Page 37: Wacquant - Parias Urbanos

servicios, y en la actualidad más de las tres cuartas partes de to­

dos los empleos están en esa industria- pero casi un tercio de

todos los empleos generados en \a década del ochenta eran

pucstos de tiempo parcial y el 75 por ciento de ellos estahanocupados por personas que habrían preferido trabajar durante

toda la jornada- Por otra partc, en muchos de estos empleos de

servicios se pagan entre cuatro y seis dólares la hora, a grandistancia de la tarifa de 12 a 15 dólares común en las manufac­turas de bienes durables, con personal sindicalizado- En rigorde verdad, la mitad de los puestos de trabajo agregados entre1970 y 1983 redituaban menos de ocho mil dólares por año

(Bureau ofthc Census, 1985, cuadro 40)_Este cambio en la estructura de los mercados laborales no

fue motorizado por ningnna modificación inevitable Y tecnoló­

gicamente predetermiuada, sino que resultó de las decisiones

ele las empresas norteamericanas de favorecer las estrategias de

rentabilidad Y acumulación de corto plazo por medio de una re­ducción de sus erogaciones salariales Y costos operativos- Unestudio mencionado por Squires el ol. (1987, p:íg_ 28) calculaque dos tercios de los 203.700 empleos manufactureros perdi­dos en el Gran Chicago entre 1977 Y 1981 a causa de cicrres o

"achicamientos" empresarios se debieron en realidad a la desin­versión societaria orientada a tran.~ferir las actividades a luga­res de terrenos mcnns costosos~ personal más barato y menoresíndices de sindicalización, especialmente en los Estados del sury paises del Tercer Mundo como México- Las políticas federa­les de desregulaeión gubernamental (en sectores como el trans­

porte y las comunicaciones) Y las tasas de interés más e\evadas,junto con la postura de laissczfoire de la Junta Nacional de Re­laciones Laborales en la última década, contrihuyeron a estareorganización de la fuerza de trabajo al promover la declina­ción de los sindicatos Y socavar la protección de los trabajado­

res periféricos (Rosenberg, 1983)- Esto a1lanó el cmnino a laproliferación de mano de obra y subcontrataciones cont;ng

en-

70PARlAS URBANOS

1 A Ntrpv '~ ,.c i\ UNF/\ DE COI 01' 1'RR~ ,,-' ANA

les, así como al resurgimiento del trabailleres negreros. Quienes r _ _ ),1.1

0en el hogar y los ta-

_ _ nas se vleron afcct 1lución fueron los trab - d ar os por esta evo-

aja ores de las mino - bbeneficios provinieron I - t , - _ rf a S ur anas, cuyos

lIS oncamente mas d 1- 1- -bernamentales que del fu ,_ _ c.r, e as po incas gu

E _ _,_ 1 nciouanucnto del mercado.nn e estas muchas fuerzas cnrrccr '1 ' - -

ron el rostro de los mercados 1_ b _ 1 uzac as que reconfigura-• e . _, d _01 a es urban 1 --

treinta años hav tres que .' .. . c. OS en, os últimos, ~ , son particularme te -

el gueto porque su convcrg _ li _ en e unporrantcs para· ' ~ _ - .' - ~ enc](l e 11l111lÚ 1 r ., -

no ele mano de obra indi tri. 1 t _ .i ia uncion de reservo<. ISJld »nam v uo ,¡OC d

asumió en la situació11 ant .: 1 1 -__ ' ca I rca a que aquél_. ,(. _ (. ellorce a divisir . '-'1- .Primero, cl cnmbio scctori ! 1 1 sron racia (,Iel trabajo

• • __ " _.' (1 a (11!2;1(0 '11 cm le 1 - :significó recortes masivos 1_ "~-- ~_ ( • p eo en os Ser\'lC10S

_'. en as catcuorias 1-1 1nalmente más accesibl '" 1 b - e a )Ora es tradicio-. _ es a os Ilerrros y los )00 - ' .muchas otras crandcs el-ti 1- de ~d 1 - 1 ' ..res. Al igual que

b {. - (d _es _e norr - - - ¡

Detroit filadelfia v Baltimore' C'I _'" e, eo~no Nueva York,_ _ _ llCd"O sufri« 1- - I-d Imitad de su base manuf et _ _ r- - ,1 pere I 3 (e 1"_ _, a urera cntre la 1-'- 1 11 -principios de la décacl 1'1 1 r. ucear a ce cmcucnta \

_ e are ochenta I-nl947 I - "cas: 670 mil empleos 111311llfa t _ ,- l' - ',' a ciudad tenia__ .__ ( (. e Uf eros ) - - . - -por ciento del total (le 1_ _ __ 1 _' ( qllc representaba el 70

, a Icglon- 1-lCI- 19R" --reducido a 277 mil '1\ e _ -1:" el _' ¿- esa cifra se habia

, 1 SIQ,lll icaban solo 1- .metropolitano (Wacquant v' \\7"1, .. lIU erero del total

d 1

~ l son 19 R9h ) I '1 1 - --c trabajo fabril se a ,1, __ ,,- " (esaparlCIO!1

_ . ace ero con el paso 1 1- -1' - _.elevarse de '=;'1 _' 1 - - (e aS décadas IJ'lr

el

_ h mi puestos d tral - - - ",19'4 a )69 _1 - e raoa¡o perdidos entre 194

7-,

__ ,_) mi para el período 1967-19WJ -. ' - ' )

plOS de la década de 19"'0 I ' -- Como aun 3 pnuci-• • " f. os nei!ros de 1'1s z " ' .

primidas de la ciudad, .t: 1 'I~ as zonas ccntncas de-, es ana so ncrrcpres t 1

fabril, y además tendía¡ 1 _ e. en ac os en el trabajo_ ' an a ubicarse cn las o " .

trialcs de menor catcuor ia '1 ,. cupacioues indus-( '<-, a V as emprCS'lS n .~ ...

sectores declinantes (Stc .. . C .. ' - lenas protegidas cl<-_ '_ earns \ olernan 199(J) 1-

manera dcsproporcio d - '", pnc ccteron deguen siendo los pril11~~_~Sae~s:I~~~llt~I,nz~eión scctorial. Y si­dustrialización en Chicazo: 1.1 C\ dIOS costos de la desin-

• .J. {b . un 10 erado 4" ... ,', .sidentes del gueto inte _ O' d b' .J pOI ciento de los re-

c rroga .0S por el Provecto de Pobreza

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n PARIAS URBANOS LA NUEVA LÍNEA DE COLOR URBANA 73

Urbana en 1987 informaron que varios o la mayoría de susamigos babian quedado desocupados debido al cierre de algunaplanta en los últimos años (en comparación con el JI por ciento

en los barrios negros periféricos). U na madre de tres hijos, detreinta y dos 'lIJO s, despedida diez años atrás de su puesto comotrabajadora en una linea de montaje, que hoy vive enferma enun complejo de viviendas públicas, señala: "Sencillamente nohay suficientes [curpicos]. Antes estaba [...J antes teníamos laindustria siderúrgica y todo eso. Pero la cerraron. Reagan la ce­rró y la mandó a otros Estados".

Segundo. la redistribución espacial de los empleos, correla­tiva al descongcsrionamieuu. de la economía urbana, tambiénredujo 1"S opciones de las miuortas de las áreas céntricas depri­midas en el mercado laboral, ya que las empresas se marcharonde las ciudades centrales en busca de rebajas impositivas y ma­llO de obra más barata. Sólo en la década del setenta. mientrassus suburbios ganaban puestos de trabajo en todas las catego­rias ocupacionales, incorporando medio millón de empleos a

sus nóminas. la ciudad de Chicago exhibió una pérdida neta de90 mil empleos administrativos y de ventas y 119 mil puestosfabriles. Las únicas catcgorías en que mostró aumentos fueronhs de gerentes, profesionales y personal de asistencia técnico yadministrativo, es decir, empleos que requieren al menos ciertaeducación universitaria (Kasarda. 1989, pág. 29) Y por lo tantomuy lejos del alcance de los residentes de las áreas céntricasruinosas. pobremente capacitados por el vaeilante sistema esco­lar público. El traslado geográfico del empleo al primero y se­gundo cordón suburbanos también afectó con mayor fuerza alos negros del gueto, debido a las grandes deficiencias elel

transporte público. En Chicago, la probabilidad de que los ne­gros usen ese transporte duplica la de los blancos, porque elcosto de poseer y mantener un automóvil está más allá de susmedios. Pero la deficitaria red pública de trenes y ómnibus estádiseñada de tal manera que aísla los suburbios de las úreas céu-

trieas deprimidas, de modo que, "en la práctica, desde el áreade alta desocupación no se puede llegar con el transporte públi­

co a los empleos en las zonas suburbanas exteriores" (Orfield1985, pág. 179). '

Tercero, el cambio ocupacional favorable a los puestos detrabajo que requieren educación superior restringió las posibi­lidades de empleo de los residentes del gueto debido a la inca­

pacid~d de las instituciones públicas~escuelasoficiales, perotambién programas de capacitación y programas federales y lo­cales de cmpleo- para prepararlos para ese cambio. En GrandBoulevnrd, el 65 por ciento de los adultos de más de veinticin­co aí1o~ ticner, menos de cuatro años de secundaria y menos del3 por CIento asistió a un curso universitario de esa misma dura­ción. Sólo el 16 por ciento de una promoción que ingresa a lasesencias secundarins públicas de la ciudad se gradúa cuatroanos después con el promedio de lectura nacional o por encimade él. No obstante, desde 1970 hasta 1980, la cantidad de em­pleos ocupados por trabajadores de la ciudad sin educación se­cundaria completa cayó un 42 por ciento, y la correspondientea los graduados secunelarios disminuyó casi una quinta parte.El: contraste, el volumen de empleos que exigían alguna educa.cion ,nnLversilariaaumcntó un 44 por ciento, y el de los que re­querum obltgatorramcnte un titulo de ese nivel se incrementóun 56 por ciento (Kasarda, 1989).

Un cuarto factor crítico en la marginación económica de losnegros del gueto es la constante segmentación racial de la nia­110 de obra COI1 bajos salarios (Fainstein, 1986-1987; Bailey yWaldmgcr, 1991; Waldinger y Bailey, 1991). En los sectoresmanufacturero y de servicios, la mayoría de los negros estánempleados en "nichos ocupacionales" específicos CO~l grandesconcentraciones de afroamerieanos, y se los excluye rutinaria­

mente de otros reservados a los blancos e incluso a otras mino­rías (en especial los hispanos). En muchas industrias de serví­CIOS que experimentaron un rápido crecimiento del empleo,

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74 PARIAS URBANOS l.A NUEVA LÍNEA DE COLOR URBANA 75

como los restaurantes y los lugares de provisión de comidas,los negros tienden a quedar segmentados en los peores puestosva apiñarse en las posiciones de nivel inicial, marginadas delos escalafones profesionales. Por otra parte, los residentes de

las áreas céntricas deprimidas que tienen poca educación, esca­sa calificación y una experiencia laboral dispersa, descendieron

aún más en la escala de empleos debido a la mayor competen-" ". "1 I '1"cia de las mujeres y los nuevos umugranres , ega es e 1 eea-

les, que inundaron las grandes ciudades norteamericanas conmano de obra barata. dócil y no calificada como resultado delos cambios en la legislación inmigratoria dc mediados de ladécada de 1960 (Sassen, 1989). Una madre divorciada de trein­ta y ocho años con dos hijos, que trabaja como cajera en un bo·tel del Sontb Side, se queja: "Demasiada gente y demasiado po­co trabajo. Hay cien puestos y V3n y se presentan mil personas.Las máquinas y las computadoras están eliminando un montón

de empleos".Asi, en la base del nuevo orden posindustrial. el crecimien­

to de los empleos no calificados en los servicios y la industriamanufacturera disminuida eludió en gran medida a los negrosde las áreas céntricas deprimidas, ya que los empleadores acu­dieron a otras fuentes de mano de obra dócil, menos susceptiblede resistir o protestar contra la snperexplotación y la inestabili­dad de las condiciones laborales. Y como la imaginación delpúblico asoció cada vez más estrechamente esas áreas céntricascon el delito. la depravación y la ilegalidad, el mero hecho deresidir en el gueto se convirtió en una desventaja adicional, unaseñal que algunos emplcndorcs utilizan para separar a los ne­gros "buenos" (educados y de clase media) de los "malos", yexcluir a los habitantes de aquél de su grupo de postulantes.Una enfermera de cuarenta y un años del South Side se queja:"Me presenté en lugares, y tengo amigas que fueron a lugaresdonde les preguntaron de qué barrio [eran]. Y apenas se fijanen la dirección, dicen '{Uh, vive en esa zonal', se da cuenta".

, El estigma asociado a 10 residencia en el gueto es un obs­taculo más que los negros de las áreas céntricas tienen queve,neer en su búsqueda de trabajo: "Creo que tener una direcc10,n decente ayuda mucho", dice una madre desocupada detreinta y siete años que vive en el South Side: "Como cuando

uno se postula para un empleo, y ven que no es del corazóndel gueto"."?

En conjunto, la polarización de la estructura ocupacional y

salarial, la degradación de los empleos y el endurecimiento dela segmentación racial en la base del mercado labora! achicaroneficazmente las opciones ele trabajo de los negros del gueto, vempujaron a más de ellos hacia el (mico sector dc empleo ,;1que tienen fácil acceso: la economía informal irreuular de lasúreas céntricas deprimidas. '

17. Desde luego, los dos cslign18S con que cargan los residentes del cueloen el, mercado laboral (yen cualquier otra parte). el del color de la piel y elasociado al hecho de vivir en una localidad vilipendiada, públicamcure c(1!]si­dorada como el caldo de cultivo y el epítome de la "patología social", no sonindependientes uno del otro. Pero 1<1111POCO se confunden en su naturaleza I)i50:1 i.déJlficos en sus efectos. Los marcadores raciales son imposibles de su­rnr~lr r(jr~ casi todos los afroamericano-; pero su signiñcacion puede al me.nos tnvcrtrrse y re,valorizarse desde adentro (de acuerdo con el paradigma "lo

fl~gro es hermoso"), En muchas situaciones, 18 mancha residencial puede eli­rrunarse mediante técnicas idóneas de manejo de la impresión. Pero el hechode tener que ocultar el propio lugar de residencia ante Jos de afuera (incluidosotros negros), en especial cuando eslos son agentes oficiales de institucionesdominan les como las empresas, las CSCUC]¡lS () las burocracias Rubcruamcnta­les, que a menudo tienen los medios de descubrirlo en algún 111;)[11CI110. reacti­va constantemente la sensación de indignidad social. y no hav forma de efcc­tuar una inversión de la valencia simbólica de la residencia en el gueto (hoyson pocos 105 que podrían aducir concretamente que "vivir en el gueto es her­moso"). En Wacquant, 1993a. págs. 369-375, se encontrará un ;m{disís má-,detallado de la lógica de la cstigrnatización territorial y su impacto dcsintc­grador sobre 1<'1 estructura de las relaciones sociales en el gueto.

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76 PARIAS URBANOS LA NUEVA LÍNEA DE LOLOR URBANA 77

La scgregacion racial y la COllcentrclL'¡ón de la pobreza negrapor medio de las políticas habitacionales

Pero por si solos los cambios económicos estructurales difí­

cilmente puedan expliear la aeumulación de dislo.caciones so­ciales en el gneto. La segregación racial es la variable uuervi­niente crucial que dilucida la forma en que los negros pobresquedaron apartados de las nuevas oportunidades de trabajo dela econom ia descentralizada de servicios e impedidos de buscarla movilidad social a través de la movilidad espacia!. La conti­nua segregación residencial de los negros pobres en las áreascéntricas deprimidas de la ciudad es un factor central en la de­clinación del gneto porqne.jnnto con la suburbanización de losblancos (yen años recientes, cada vez más la de los negros declase media), subyace a una distribución de las oportunIdades

laborales, las posibilidadcs escolares, la riqueza imponible y lainfluencia política que los priva de todo sostén para el progresoeconómico (Orfield, 1985). De ese modo, actúa como un "efec­

to mnltiplieador" qne concentra las carencias en cl núcleo urba­110. Si tenemos en cuenta que análisis recientes de las áreascéntricas tendieron a sosla)!;¡r la cuestión de la raza, a veces alextremo de ec lipsar!a por completo, como cuando el "gneto" seequipara desenfadadarucnte a cualquier área de alta pobreza, almareen de la composición demográfica e mstttuclüllal (porejen~plo, Jargo"sky y Baile. 1(91), 110 es superfluo reafirmarque la l'elpetl/ilciún del gueto es ante todo y principalmente1Il}{I expresión de la persistencia de la línea de color urbana.

Aunque eligió a un alcalde negro en 1982, Chicago disfruta

dcl dudoso privilegio de scr la metrópoli con mayor segrega­ción racial de Estados Unidos. En 1980, más de dos tercios delmillón doscientos mil negros de la ciudad vivían en zonas conm{ls de IIn 95 por ciento de personas de color. El índice de se­

gregación cambió poco desde la década ele 1950; incluso subióde 89 en 1970 a 92 en 1980 (para un máximo de 100), ya que la

proporción de ncgros residentes en las zonas totalmente negrascreció ligeramente.' R El "índice de exposición", otra medida de

la segregación ele uso corriente, revela que la persona negra ti­po de la ciudad vive en una manzana en que hay un 4,5 porciento de blancos (aunque éstos constituyen casi la mitad de lapoblación de la ciudad), mientras quc la manzana del residente

blanco tipo apenas contiene un mezquino 2,6 por ciento de ne­gros, Desde el punto de vista residencial, los afronmcricanosestán virtualmente tan separados de otros grupos, incluidos loshispanos -x.uyos asentamientos tienden a funcionar como "zo­nas tapón" entre los barrios blancos y negros (Squires el al.,1987, pág. 111)-, como si vivieran bajo un régimen ele apart­heid legal. Más aún: los negros son el único grupo que sufre

una separación racial tan intensa, ya quc las familias de origcnhispano y oriental exhiben comparativamente un nivel de se­gregación entre moderado y bajo. Así, en las trcinta áreas me­tropolilanas más grandes de Estados Unidos, es más probableque los latinos y los asiáticos compartan la residencia con losblancos que con sus propios grupos, mientras que la probabili­dad de un contacto entre negros y blancos basada en la vivien­da rara vez supera el cinco por ciento (Massey y Deuton,1(87).'9

! 8. El índice de segregación llega a 100 cuando los grupos raciales estántotalmente separados (es decir, cuando todas las manzanas de la ciudad sonracialmcute homogéneas, ciento por ciento negras o ciento por ciento blau­cas) y a cero cuando cada manzana tiene la misma composición ncgro-blan­co que la ciudad en su conjunto. Otras medidas de la segregación exhiben elmismo patrón y revelan que los aíroamcricanos son únicos en la Nortcaméri..ca urbana, en el sentido de que padecen simulráucamcutc una segregaciónextrema en todas las dimensiones posibles: desigualdad, aislamiento, apiña­miento, centralización y concentración (Masscy y Dentan, 1989).

19. Estas mismas poblaciones no SOB, desde luego, homogéneas en eseaspecto. La categoría "latinos", por ejemplo, está compuesta por diferentescorrientes ctncnacícnalcs e inmigratorias que enfrentan condiciones amplia-

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79LA Nl.JEVA LÍNEA DE COI.OR URBANA

equidad en materia habitaeional-- tod .r. .d . d d ' '. ;)v Id prevalecen en ur 1

es cm a es como Chicago (Schlav 1987' V' e Q! -" .," r mger 1987) Lnegros que intentan mudarse del rerritori ¡", d '. . ostopan con renuencia .. ' 10 '.Id o para ellos selidad y resistencia v:o~ell~ltqUI~tl:d,cu~ndo no eon abierta hosri-Il 3. el »en considerables mavorias 11 aneos concuerdan en principio" , '1, . ~ cr, (ea residir donde le dé 1 o' ,en que a gente tiene derechoservando para sí 1 • a ",Q!

lla, este es un derecho que siguen re-

. ' ,. nJsmos. a mayor parte de ellos .vivir en un barrio en que hlJbien~ '110- - ~ ~. e e os se neganan acentaje de neuros v e go mas que un pequeño por­mnlgadas PQ!~ ~~e~,~o~ols apoyan las ordenanzas locales pro-

e (t a pi acnca ese 1)1'1' ~" ('1Gross, 1991 ).20 • nctpro IV asscy y

Una segunda gran ('1 ' 1 I "son la l' . 1. ansa (e a continua segreaación racialas po ureas ( e renovación habit .. . , b. ,{ {

mentadas por los o I " . r .1 acionol J urbana imple-íé • ",o .nernos federales y munici " l . d

Cécada del curcuenra cjue j '1'1 .> .• j - l· a e,s esde la, ( e Ile! de amente ence ".tonaron a los afroamcri ',1 "aJ,·O/l. Ji arnon-

e rcnnos po xes en las : .gras más pobres del centro di' . l. dIeas totalmente ne-

d' e a CIudad. La . .. 1 .. ' .

cbate conremporán .obr I .. n1l0p,Id

usronca delI eo so 11 e a "infracl ." 1 .

cer el hecho ele quc el 1 .' : ase 110 ( eberia oscure-hoy la cola de una eSl)~I~l~l1dlOrOl1anlllentodel gueto representa

l' I. {. esccru cure cuvo '" ,

ue o 11'3, hace unas cinco 1. d .. " e111pUl0l1

inicial

1(.~ <.ccaac;dehspol'r· 11'

es de Washintrtor, 21 C 1" e 1 leas li1 .iiraciona-e» . 01110 o c1cmncstra 1- I. ~el1net 1 Jackson

20. Una encuesta realizada en Derruir .'comprobó que e142 1)01' ciento le 1 11 a mediados de la década de 1970

, . . e (e os ) ,l/le0S <;c <;:, tir . .rno en que hubiera iJj)CW1<:; una' '. 1 ' . ,.' sen .JI 1,1 IllCOl110do en un ba-

1, . . '~. qUI11 a parte de ncg1r " '1 .

os entrevistados no estaba 1'. ~_, C\,.\ una iolgada mitad de•. « e rspuesta a mudarse '

ttcas (Farley el al., 1978) N da indic ,: a una zona de esas carac1t'rís-. _' . a a I!H lea qllt cifrax n» .nr en gran medida, . la."; 1));15 recientes puedan difc-

21. La mayoría de las teorías oc la "infra 1 ,-se concentran en esa década ,,(),: .: I (C ase no van m,ís allá de I(,l70 "

., (. COIlSl( eraria la d ,. " ., '-en gran parte porque ]05 daros de 1 ", (e su presunto surgumcnro",

. b - . t. OS censos 1011<1 les < I . ' ,.y vana les asociadas de 3110 t ..' "" '" ( "O)fe lile Ices de pobreza

t, (. s au errores no son fáciles de conseguir. '

PARIAS URBANOS

mente \,í}ri~lh\e5 de entrada e incorpof;1ción al esp3cio social y físico de Esta­

dos Unidos. La integración de cubanos, mexicanos y portorriqucf'inS difierenol<lb1emcll(C; la situación de estos últimos es más semejante a 18 de los afroa­

meric8J10S debido al pronunciado antagonismo con que se topan por su colorde piet. aunque tampoco en este C3S0 la comunidad portorriqueña urbana estácortada de una pieza, r-omo-lo muestran la descripción del "Chicago portorri­queño" de Padilla (1987) Y el retrato del "pueblo del arco iris" trazado por

Rodríguez (1989, en \.~spec¡a\ el capitulo 3).

Es importante destacar qne el singular aislamiento residen­

cial de los afroamericanos no es una expresión de afinidad étni­

ca y elección, porque tanto en principio como en su conducta

los negros prefieren de manera abrumadora vivir en barrios ra­cialmente mixtos (Streitweiser y (]oodm'111, 1983: Farley el nl.,1978). Tampoco se debe a di ferencias de ingresos entre las fa­

milias negras Y blancas. Si asi fuera, la expansión de la clasemedia negra desde la década del sesenta habria estado acompa­ñada por una disminnción reconocible de la separación racial.

En realidad, si la población afroamericana se distribuyera en un

mercado babitacional ignorante del color y cstrictamente moto­rizado por los ingresos, el porcentaje de ncgros por zona delpadrón oscilaría desde un minimo de diez por ciento hasta unmáximo de 27 por ciento (Berry, 1979, pág. 9). A diferencia deotros grupos de lasociedad norteamericana, los afroall1cric(1110Sque suben en lajermquia de clases "O experimcntannna reduc-

ción de su ostracismo.La línea de color es el resultado, en primer lugar, de la per-

sistente d1lalización del mercado habitucional de aCllcrdo conlineas raciales (Foley, 1973; Berry, 1979). El rumbo racial for­zado por los agentes ele locaciones Y ventas, as! como el sesgoen la lInanciación de las hipotecas y la obstrucción informal

que los hlanco: ejercen sobre el proceso de búsqueda de vi­vienda ~todo ello condonado por la reticencia del Congreso Yel gobierno federal a hacer cumplir las leyes vigentes sobre la

78

Page 42: Wacquant - Parias Urbanos

80 PARlAS UIU3ANUS LA NUEVA LÍNEA DE COLOR URBANA 81

(1985, pág, 219) en su autorizada historia de la suburbaniza­ción norteamericana, desde la ley Wagner-Steagall de 1937

-qne fijó legalmente la responsabilidad gubernamental de apo­

yar la construcción de viviendas de bajo costo- hasta la actuali­

dad, "el resultado, si no la intención del programa de viviendas

públicas en Estados Unidos [ha sido] segregar a las razas, con­centrar a los desfavorecidos en las úreas céntricas deprimidasde las ciudades y reforzar la imagen de los suburbios COIllO unlugar de refugio y evasión de los problemas de la raza, la dclin­

cucnc ia Y' la pobreza".El método estatal para resolver las tensiones raciales y de

clase en la lucha por los recursos y el espacio urbano escasos

Gil la posguerra apuntaba, en electo, en dos direcciones. Por unla.lo. el gohierno federal avaló la subvención masiva de las vi­viendas de clase media en los suburbios mediante una combi­nación de deducciones impositivas, garantías hipotecarias fede­

rales )' construcción de autopistas, en tanto que las ordenanzasde zonificación local )' las restricciones raciales impuestas o"pasadas por alto" por la Fcdcral Housing Ageney [iu», Agen­cia Federal de la Vivienda] hicieron posible que sólo los blan­e(Js se mudaran de la ciudad. 1lasta 1949, la política oficial de

la r I I!\ luc negarse a asegurar cualquier complejo habitacional

no segregado, }' esta agencia no exigió declaraciones juradas nodiscriminatorias a los solicitantes de préstamos hasta 1962,

Hasta el dia dc hoy, la legislación sobre la equidad hahitacioual

aprobada por el Congreso en 1968 no fue acompañada por un

aparato para su imposición. El Departamento de Justicia apenas

litigó anuahuente en un puñado de casos en toda la nación, e

inclu«. red lijo las solicitudes de indemnización durante la ad­

ministración Rengan.

Por otro lado, el Estado también se embarcó en un plan deasistencia pública a las viviendas económicas, pero con dos

grandes diferencias. Primero, en agudo contraste con las cons­trucciones suburbanas blancas de clase media, la ayuda estatal a

las viviendas para negros y pobres fue notablemente mezquina:desde 1937 hasta 1968, se hicieron diez millones de unidades

privadas para personas de ingresos medios y altos, con el res"paldo de la Agencia Federal de la Vivienda, mientras qne sólo

ochocientas mil unidades públicas de construcción apresurada ybarata se erigieron con subsidios federales (Kernel' Commis­

siou, 1989, pág, 474), Segundo, como se otorgó discreciona­lidad a los municipios para decidir si construir o no viviendaspúblicas y dónde ubicarlas, los proyectos federales invariable­

mente reforzaron la segregación, dado que las localidades blan­cas periféricas se negaron a crear organismos públicos de la vi­

vieuda y los barrios urbanos blancos resistieron con ferocidadla penetración de negros en su territorio, En Chicago, la violen­

cia racial blanca desde abajo y la manipulación politica blanca

desde arriba coincidieron en restringir el emplazamiento de los

complejos de la eHA exclusivamente a los límites existentes delgueto, "con lo que fijaron e institucionalizaron sus fronteras co­mo nunca antes" (Hirsch, 1983, pág. 409), Casi todas las vi­viendas públicas construidas en las décadas de 1950 y 1960 se

emplnzaron francamente dentro de los cinturones negros tradi­cionales del South Sidc y el West Side, o illlnediatamente conti­guas a ellos, En 1981, el 95 por ciento de toclas las unidades fa­

miliares de alquiler de la Chicago Housing Authority estaban

ocupadas por negros, En vez cle construir complejos hahitacio­nales de baja densidad en tierras más baratas y menos conges­

tionadas fuera de las ciudades centrales, como lo hieieron01os

paises de Europa occidental, el gobierno de Estados Unidos to­mentó el amontonamiento de torres de mala calidad en los ve­

cindarios más afectados por la pobreza, lo que transformó las

viviendas públicas en barrios bajos construidos y apoyados porel gobierno nacional.

Ya en 1968, la Comisión Kernel' (Kernel' Commission,1989, pág. 474) señalaba que "los programas hahitacionales fe­

derales concentran los segmentos más empobrecidos y depen-

Page 43: Wacquant - Parias Urbanos

22. Debido a 13 rápida mengua de los fondos federales. para no mcncio­llar el desvergonzado saqueo de las arcas públicas por funcionarios federales

y Incales de (lita jerarquía. la mayorin ele las grandes ciudades no sólo son fi­nancieramente incapaces de asegurar el mantenimiento de su ya insuficiente

stock de viviendas p<lr,l personas de ingresos baios. En muchos casos, sus ()l~

vid,Hlizas burocracias perdieron lodo control sobre la administración diaria de

sus propiedades. La hipocrcsla última y el acto que corona el abandono COI1­

visten entonces en prnponer (como 10 hizo .lack Kcmp, secretario de vivienda

V dc sanol!o urbano de Bush) que los inquilinos de viviendas publicas fueran"promovidos" a 1<1 propiedad de unidades que esrán tan deterioradas y son tan

inseguras que ni siquiera la autoridad pública puede constituirse en ellas, co­

mo no sea por medio de una ocupación cuasi ntilitar que atropella sin mira­mientos los derechos civiles básicos de los locadorcs, como sucedió en unareacción de estilo mediático a una serie de asesinatos en el infame complejo

de Cabrini Green, en Chicago, en el invierno de 1992.

dientes de la población en los guetos del centro de las ciudades,

donde ya hay una brecha crítica entre las necesidades de los po­

bladores y los recursos públicos para satisfacerlas". Esta brechano hizo más que ensancharse en las dos décadas siguientes. da­do que los fondos para viviendas públicas se agotaron y la ciu­

dad interrumpió la construcción y basta el mantenimiento delas unidades de la CI1;\ tras ser declarada culpable de discrimi­

nación racial y sometida a la orden judicial de diseminar esas

viviendas en barrios racialmcnte mixtos. Hasta el dia de hoy,

Estados Unidos sigue siendo el único país industrializado del

mundo sin un apoyo público importante a las viviendas econó­

micas, pese al hceho obvio de que las empresas constructorasno construirán para los pobres: en 1980, las viviendas de pro­piedad pública representaban alrededor del 1 por ciento del

mercado habitac ional norteamericano, en comparación COIl un;16 por ciento en Inglaterra y 37 por ciento en Francia. Tambiénes la única nación avanzada que ha generado un "gueto verti­

cal" impuesto por el Estado, doblemente segregado sobre la ba­se de la raza y la clase 22

La contracción de/mezquino Estado de Bienestarnorteamericrmo

Si los negros pobres están tan concentrados en el hiperguetode la década de 1980, entonces, se debe en primer lugar a quela tolerancia del gobierno ante la constante y flagrante segmen­tación del mercado hahitacional hace que les sea más difícilmudarse del núcleo urbano, ya que eleva artificialmente el cos­

to de la propiedad y los alquileres en los barrios afroarnerica­

nos periféricos; y segundo, porque todas las viviendas endebles

e inferiores para personas con bajos ingresos que construyó el

Estado se emplazaron deliberadamente en él.

83LA NUEVA UNEA DE COLOR URBANA

La retirada del Estado de Bienestar durante las décadas delsetenta v del ochenta es otra causa política fundamental del prc­sente d~terioro de las oportunidades de vida de los residentesdel gueto. En contra de lo que sostiene la popular retórica neo­

conservadora (Murray, 1984), las dos últimas décadas no fue­ron un periodo de expansión y generosidad de la seguridad so­

cial sino de retracción generalizada, La i\FDC ha sido cada vez.menos útil para las familias pobres desde 1970, ya que no inde­xó las asignaciones de acuerdo con la inflación y. enreció defondos suficientes: los desembolsos del programa llegaron él unpico de 1,6 por ciento del presupuesto federal en 197., y desdeentonces declinaron constantemente. La ayuda pública no sólose racionó a través de restricciones legales)' burocráticas a laelegibilidad (Susscr y Krensike, 1987; Axinn y Stern, 1988). Elpoder adquisitivo de la asignación promedio de bienestar ~oc'al

también se recortó de 1ll<1I1Cra sustancial. Según un estucho delCenter on Budget and Policv Priorities de Washington D(

(mencionado en el Chicago Iribune del 16 de agosto de 1990.pág. 20), el valor real del dólar de la asignación promedio en

efectivo a las familias beneficiarias de la ayuda pública en el

estado de 1I1inois disminuyó más del 50 por ciento desde 1970.

IPARIAS lJRRANOS82

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84 PARIAS URBANOS LA NUEVA LÍNLA DE COLOR URBANA 8s

Eu fa actualidad, una familia de tres miembros inscripta en fa,\FDC recibe, en el mejor de los casos, un máximo de 645 dóla­res por mes, incluidos los cupones de comida, una suma queapenas alcanza para alquilar un departamento estándar de undorm itorio en Chicago.

Como consecuencia de los cambios de programa y las re­ducciones de las erogaciones desde mediados de la década delsctell ta, las tronsfcrencia.: gubernamentales en efectivo deja­FU!! de cumplir el papel compensador que desempeñaban en ladécada precedente, cuando la pobreza entre los negros delgueto descendía lentamente. Fundados en un análisis detalladodc los índices de "eficacia" de los programas de bienestar so­cial del gobierno, es decir, la aptitud para elevar a sus benefi­ciarios por encima de la línea de pobreza, Axinn y Stern(1988, púg. 1(2) sostienen que "la explosión de la pobreza enlas ciudades ccutralcs se debió mucho más a la eficacia decli­llallte de los programas que a le] depresión económica". Ene tecto. el índice de eficacia de los urouramas oficiales lleca at b e-

SllS niveles mús bajos en las ciudades centrales, donde también.Iisminuvó sustancialmente con el paso del tiempo: en 1983, el29,9 por ciento de las familias cubiertas por ellos en toda lanacion eran pobres antes de las transferencias y el 18,'1 pore ienlo dcspués de ellas, para una tasa de eficacia del 38 porciento. en comparación con un índice del cincuenta por ciento

en 1973, cuando las cifras correspondientes de la pobreza eran27,) por ciento y 14 por ciento. Si los programas hubiesenconservado su limitada eficacia de la década del setenta, ha­briun amortiguado los efectos de fa desiudusuialización y elcrccunicnto económico polarizado. de modo que los índices depobreza en las ciudades habrian aumeutado sólo un punto, de14 a 15 por cielito. Eas deficiencias de las políticas socialesnortc.uncricanas se hacen aún más evidentes cuando las con­trastamos con las de un país vecino, Canadá, que no es ningúnlidcr mundial en materia de generosidad de la seguridad 50-

cial. Las economistas Rebecca Blank y Maria Hanrally (1991)demostraron que si Estados Unidos adoptara el sistema cana­dicnse de transferencias contra la pobreza, el indico de ésta enlas familias monoparentalc-, disminuiría del 43 por ciento auna cifra situada entre el 2 y el 16 por ciento, según cuálesfueran los supuestos sobre tasas de participación y oferta labo­ral. En sustancia, una auténtica política de seguridad social es­taría cerca de erradicar la pobreza en los hogares encabez.adospor mujeres, que boy representan una abrumadora mayoría delos pobres del gueto.

Los expulsados del mercado laboral también fueron adver­samente afectados por las crecientes insuficiencias de la segu­ridad social. En teoría, el programa estándar para el seguio dedesempleo está diseñado para enfrentar necesidades cíclicas yproporciona 26 semanas de cobertura con alrededor del 40 porciento de los salarios previos. Sin embargo, frente a la persis­tente desocupación masiva vigente desde mediados de la déca­da de 1970, las costuras del sistema han empezado a romperse.El lobby empresario y la preocupación política por la reducciónde costos conspiraron para producir un importante achicainien­

to de la elegibilidad y multiplicaron los obstáculos administra­tivos a la entrega del beneficio. Como consecuencia de ello, elporcentaje de desocupados cubiertos en toda la nación deseen­dio del 50 al 30 por ciento entre 1975 y 1985. También en estecaso la declinación fue especialmente pronunciada en las gran­des ciudades y actuó, en particular, en detrimento de las mino­rías de las úreas céntricas deprimidas, que por estar confinadasen los segmentos más bajos del mercado laboral secundario,son más susceptibles de ocupar puestos de corta duración V su­frir frecuentes cambios de empleador. De hecho, los resid~nlesdel gueto que trabajan con más intermitencias raramente cum­plen los requisitos para recibir el subsidio por desocupacióncuando pierden sus empleos.

Las politicasfiscales de los gobiernos estuduales y federa-

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86 PARIAS URBANOS LA NUEVA LiNEA DE COLOR URBANA 87

les también contribuyeron a aumentar la penuria del gueto.Las repercusiones adversas que las políticas impositivas federa­

les de Reagan tuvieron en los pobres están ampliamente docu­mentadas; menos conocido es el hecho dc quc muchos Estadosdesarrollaron programas impositivos que empeoran aún más lasituación ya precaria de las familias con bajos ingresos. Deacuerdo con cifras compiladas por el grupo de apoyo Voices forlI1inois Children [Voces para los Niños de Illinois], en ese Esta­do cientos de miles de estas familias devuelven una porciónsustancial de sus magros ingresos en impuestos estaduales. Enmateria de carga impositiva combinada -estadual y loea\- so­bre los pobres, !lIinois sólo es superado por Kcntucky. Comoresultado, el 20 por ciento de los hogares más pobres del estadopagan casi un 11 por ciento de sus ingresos anuales en impues­tos estaduales y locales, lo que duplica el porcentaje aplicado alI por ciento más rico. Pruebas abundantes sugieren entoncesque \0 que explica la elevación de la pobreza y la exclusión enel núcleo urbano no es el surgimiento de una "infraclase", sinola negligencia pública.

El sacrificio de las árerts céntricas deprimidas:el "achicamiento planificado" y lo marginalidadpolítica del gueto

La negligencia pública no se detiene en la política de bie­nestar social, sino que se extiende a toda la gama de serviciosurbanos. En las décadas del cincuenta y el sesenta, la firme ex­pansión de la economía creó un contexto favorable para losmovimientos de oposición, y las demandas ncgras en pro deun reparto menos desigual de los recursos urbanos se satisfi­cieron en parte gracias a una ampliación de los programas fe­derales y locales. La contracción económica de la década de1970 y el crecimiento polarizado de la de 1980, en contraste,alimentaron una reacción política y empresaria generalizada

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contra los esfuerzos públicos por la mejora de las áreas céntri-cas." .

En el nivel federal, a partir de la aplastante reelección deNixon en 1973, el gobierno produjo un súbito vuelco de los po­líticas urbanas que prácticamente anuló y hasta invirtió las mo­destas ganancias de la guerra contra la pobreza. Los fondos pa­ra viviendas públicas se congelaron y más adelante fueronreemplazados por subsidios federales coparticipados. controla­dos por las elites locales, que los reorientaron en beneficio dela industria inmobiliaria y los propietarios. Toda una serie deprogramas compensatorios que apuntaban a mantener la viabi­lidad de las instituciones de las áreas céntricas oriainalmcnteestablecidos bajo el paraguas de la Gran Sociedad. f~eron suce­sivamente congelados, recortados y abandonados. En la décadade 1980, los recursos federales dirigidos a las ciudades siguie­ron mermando con la finalización de! programa de capacit;ciónlaboral CFTA (Cornprehensive Employment and Training Act)[Ley General de Empleo y Capacitación], la Coparticipación deRentas Generales y los Subsidios de Desarrollo Urbano. Cuan­do las maquinarias urbanas y los partidos locales quedaron almargen de la política nacional y se volvieron electoralmentedescartables, el sistema de subsidios intergubernamentales quehabía amortiguado las penurias de los pobres urbanos a travésde las fronteras políticas se desarticuló. A su turno, el aisla­miento político de las ciudades fortaleció su papel empresarial,en detrimento de su función de proveedoras de servicios socia,

23. Es necesario aquí un 3nálisis completo de esa reacción, sus ratees so­ciales e imaginería racial, sus mediaciones políticas y su impacto dilcrcnc¡alen los diversos programas y burocracias estatales que atienden (o conrrolnn:varios componentes de la población del gueto. El lector encontrará en el estu­dio de caso de George l.ipsitz (1989, capítulo 8) un fascinante relato sobre suinicio en la ciudad de Sí. Louis. y en Edsall y Edsal1 (1991) una sugerentediscusión sobre el nexo entre "raza, derechos e impuestos",

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88 PARIAS URBANOS LA NUEVA LÍNEA DE COLOR URBANA 89

les, lo que fragmentó aún más la base de ingresos en que se

apoya el financiamiento de las institucioues públicas (Weir,

1991 ).En el plano local, una coalición de intereses empresarios,

bancarios}' comerciales utilizó la crisis fiscal de las ciudadespara presionar en favor del desmantelamiento de los programas

sucia les que sostenian a los residentes del gneto y sus barrios.,\ cllos se unió la actuación de plauificadores urbanos que vie­

ron en el retroceso de los servicios provistos por las ciudades

un medio cficnz de empujar a los pobres fuera de las áreas des­

lin"das a la renovación. El resultado fue lo que el historiadorRobert Fishcr (19R4) llamó achicinnivnto plaJlificado o "selec­cióu de barrios de las áreas céntricas deprimidas: el cercena­

miento selectivo de servicios públicos como escuelas, bibliote­

cas clínicas. comisarías v estaciones de bomberos, concebido" - ,- . ,;

para inc itar a los pobres a dejar el núcleo urbano y liberar re­cursos para la reurbanización societaria y de clase media de

otros vcc indario«. i\sL en Chicuuo, desde mediados de la déca­da del setenta, la asignación de servicios públicos y erogacio­nes en infraestructura, las medidas de limpieza de terrenos y las

reducciones impositivas sirvieron cada vez más para atraer yfomentar los capitales privados y expandir un lluevo centro de­

dicado a las fiuauzus. la administrac ion y los servicios para la

clase media. Este desvio de recursos sólo permitió que los ba­ITios del gueto del 'Vest Side y el Sonth Side recibieran un te­

nue Dujo de inversiones públicas, que los dejaron en el estanca­

miento y la decrepitud (Squires el al., 1987).Pocas organizaciones son más reveladoras del grado de

abandono institucional sufrido por el gueto de Chicago que lasescllelas publicas. En efecto, éstas quedaron reducidas, en sus­

tuncia, a ser establecimientos de custodia y no de educación,

que sirven mús para atrapar a los pobres que para abrir una

compuerta de escape del gueto. Las escuelas públicas están rí­gidamente estratificadas por raza e ingresos; en ellas, la segre-

gaeión racial no ha sufrido modificaciones y la segregación declase crece desde la década del sesenta. Los niños de las áreas

céntricas deprimidas de nuestros días concurren a clase en esta­blecimientos cuyo cuerpo estudiantil está en general íntegra­

mente compuesto por miuorías, y el ochenta por ciento provie­nen de familias quc viven debajo de la línea de pobreza. Se los

educa en las instalaciones más antiguas y supcrpobladas, enclases más grandes conducidas por maestros formados en las

universidades menos selectivas y tienen menos consejeros que

las escuelas suburbanas o privadas de la ciudad. Por ejemplo,

de los 601 alumnos que asistían en 19R5 a la escuela Julia

Lathrop en el West Side, todos ellos negros, 592 cubrian los re­quisitos para recibir desayuno y almuerzo gratis. Para esa épo­

ca hacía ya dos décadas que la escuela carecía de biblioteca(los libros juntaban moho en el comedor) y no había una aso­

ciación cooperadora. Muchas de sus ventanas estaban tapiadaso rotas y los graffiti cubrían las paredes; la cancha de básquetno tenía aros y el patio de juegos estaba lleno de vidrios rotos.Sus maestros provenían de afuera y contadas veces se aventura­ban en la comunidad por temor a la delincuencia. A decir ver­

dad, cra difícil conseguir siquiera que los maestros suplentes sepresentaran una vez que conocian la ubicación y la condición

de la escuela: "Cuando ven el edificio y el barrio", se lamentael director, "simplemente no paran. Uno no puede conseguir ni

siquiera Ull taxi que lo traiga" (Cliicago Tribunc, 1986, págs.151-152).

Los colegios secundarios públicos segregados de la ciudad

introducen a un sistema ele colegios universitarios municipalestambién definidos por la raza y la pobreza. Y cou tasas de de­

serción que se elevan bien por encima del 50 por ciento (en

comparación con el 2,5 por ciento en los suburbios) y tres decada cuatro escuelas no preparadas para capacitar a sus alum­

nos para ingresar a una universidad que exija un nivel acadcmi.

co razonable, la educación superior está fuera dcl reino de lo

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90 PARIAS URD1\NOS LA NUEVA LiNFA DE COLOR URBANA 9t

posible para el grueso de los adolescentes del gueto. Lo cual

lleva a Gary Orfield (1985, pág< 176) a insistir en que éstos en­

frentan "una serie independiente y desigual de oportunidadeseducativas que persiste a lo largo de toda su escolarización. Po­

dría argumentarsc con facilidad que sus experiencias educacio­

nales no pretenden ni pueden preparar [losJ para actuar en lamisma sociedad y la misma economía".

Como atienden una población que los funcionarios públicosconsideran descartahle, las escuelas del gucto también están en

la primera línea de los recortes presupuestarios periódieamenteImpuestos por nna Junta de Educación constantemente necesi­

tada de fondos. En el verano de 1991, el superintendente esco­

lar de Chieago anunció planes para cerrar 16 escuelas, a fin detratar de reducir un inesperado déficit de doscientos m iliones

de dól~rcs: 14 de ellas estaban situadas en barrios negros po~bres ((/7lcago Tribunc, 5 dejulio de 1991)< Y las escuelas pa­rroqnialcs ya no pueden licuar el vacío generado por el colapso

d<e la educación pública: jnsto un año antes, la arquidiócesis de( hicag» había revelado planes para cerrar 17 establecimientosdebido a dificultades económicas, 11 de ellos en vecindariosnegros pobres.

El deterioro de las escuelas públicas sólo se compara, qnizá,con el de los establecimientos ele salud pública. En 1990, el co­rnl5JOnJ:io interino de salud de Chicago reconoció oficia'lmente

que el s_lstema de salud pública de la ciudad "es un no-sistema[<<<J defICIente y a punto de caerse a pedazos" (Ch/cago Tribu­ne, 16 de enero de 1990)< Debido a los lentos y tardíos reembol­sos de Medicaid," en las dos últimas décadas quebraron una do­c,ella de clíni~(ls y hospitales de las áreas céntricas deprimidas.En 1987 cerro sus puertas el Provideut Hospital, el hospital ne-

* Programa gubernamental uortcamericano de atención médica para laspersonas de escasos recursos [no del el

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gro más antiguo de la nación, fundado casi un siglo atrás, lo quedejó al South Side virtualmente sin establecimientos hospitala­

rios accesibles para los pobres. Cuatro años después, el gobier­

no local no babia cumplido aún su promesa de reabrirlo.Al margen del hospital de! condado de Cook, excesivamente

recargado, ningún prestador privado de atención médica delárea de Cbicago brinda una atención prenatal accesible a lasmujeres que carecen de obra social. La "descarga pcrinatal" de

pacientes del gueto también es una práctiea de rutina: las muje­

res pobres sin seguro de salud y susceptibles de tener embara­

zos de alto riesgo son habitualmente rechazadas por los hospi­

tales privados, que no vacilan en violar la ley y trasladarlas al

hospital del condado de Cook, incluso durante el trabajo cleparto (Chicag» THb1l17c, 1989)< Los residentes de las áreas cén­

tricas deprimidas no claman por tratamientos médicos de alta

tecnología sino por la atención más hasica, como la vacunaciónde los niños, el Papauicolaou para las mujeres, el control de la

presión sanguínea y' el colesterol y enfermeras que visiten 8.1ospacientes pobres. Como consecuencia de este "emhotellamlen­to médico", mientras que en el Estaclo de IIlinois el índice de

mortalidad infantil de los blancos se elevaba en 1985 a 9,3 cada mil nacimientos, la c iíra correspondiente a los negros era

21,4 tStatístical Abstract ofthe United Stotes, cuadro 116)< Yen muchas zonas del gueto, este índice subió por encima del 3

por ciento y supera el de paises del Tercer Mundo como CostaRica v Malí. Todos los años mueren más de mil recten nacidosen e1o-'aueto de Chicaao, v otros tres mil nacen con daño ccre-

D ~ "

bral v otros graves trastornos neurológicos.Investigaciones ecológicas y médicas detalladas realizadas

en la ciudad de Nueva York sobre el patrón sinérgico de la mayor desigualdad en la atención de la salud, la muerte violenta yla carencia de techo, la difusión del StD,\ y el abuso de drogas,

establecieron una relación causal directa entre el abandono ur­

bano y la desintegración social de los harrios de los guetos por

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92 PARLAS UI(BANOS LA NueVA LÍNEA De COLOR URBANA 93

un lado, 'i las reducciones en servicios municipales como elcontrol de incendios, la protección policial 'i la sanidad a nive­les muy por debajo de los necesarios para mantener las densi­dades de población urbana, por el otro (Wallace y Wallace,1990). Cada vez que los servicios urbanos fueron recortados osupruuidos. los índices de morbilidad y desamparo social sedispararon, poniendo de relieve un ciclo autoalimcntador de de­cadencia urbana :y violencia morta] que somete a barrios ente­ros a una espira I de deterioro.

El sistema de bienestar social tambicn interactúa con lospropiotarios inmobiliarios para agravar las condiciones de vidadc los residentes del gueto, y contribuye de manera indirecta ala profusión dc viviendas de calidad inferior a la normal. Sabe­dores de que sus inquilinos son una clientela rehén, los propie­tarios de los barrios bajos incluidas las autoridades de los 01'­

ganisnws públicos de vivienda- cobran elevados alquileres ydescuidnu las reparaciones)" servicios necesarios, a la vez quereciben una renta completa por departamentos que sólo los re­ceptores de la seguridad social estarían dispuestos a ocupar(Susser y Krcnsike, I9R7, pego 57). De tal modo, en Chicagomuchos edilicios de viviendas públicas se están derrumbandoliteralmente y casi todos ellos violan muchas de las disposicio­nes de los códigos municipales. 1'01' lo común están infestadosde cucarnchas. ratas y gusanos. Complejos de torres como el dellemy llorner Ilomes en el West Side de la ciudad o CabriniGrcen. en el Ncar North Side. no tienen vestíbulos de entradani guardias de seguridacL los ascensores no funcionan, las pare­

des est:'ln cubiertas de gralliti y las cajas de las escaleras, sin lu­ces, apestan a orina. En general, los departamentos de la plantabaja esten abandonados y tapiados por falta de seguridad. Lamayoría de las unidades de las torres Ilcnry Horner no vieronuna mano de pintura desde 1970 y están en tal estado de dete­rioro que en junio de 1991 la asociación de madres del comple­jo demandó a la Oficina de la Vivienda de Chicago por ignorar

un~ "demolicióu dejirelo" del lugar: casi la mitad de sus 1.760I~nldades estaban vacías por falta de fondos para renovarlas olimpiarlas cou el objeto de ponerlas en alquiler.

El colapso de las institnciones públicas en el núcleo urbanoy la sostenida marginalidad de la población del gueto son en­tO~Ices el :'es~ltado de una política que fragmentó la esfera pú­blrca: debtllto las capacidades políticas de los negros (Fainsteiny Famstem, 1989) y estimuló la salida hacia el sector privadode todos a;luellos que podían solventarla, para dejar que lossectores mas pobres de la clase obrera afroamericana se pudrie­ran en el purgatorio social dellripergueto.

CONCLUSIÓN

~n, un famoso artiCLrlo sobre las villas de emergencia deAmérica latinn, Alejandro Portes (197~ ¡J/lo" ~86) . ~ 1ee ". ." ..,....., (b" L sella a queel grave error de las Icoríos sobre los barrios bajos urbanos

Iza .)/.do transfornm¡ las condiciones sociolóaicas en rasvos. 1" . e» "b"

j)SICO UgiCOS e Imputar a las VÍCtimas las características distorsiouadas de sus victimarios" (las itálicas me pertenecen). l~staes un,a caracterización idónea de los recientes debates políticosacadénucos y públicos sobre el gueto en Estados Unidos. Alconcentrarse con estrechez de miras en las presuntas delicien­eras de conducta y culturales de los residentes dc las áreas cén­tricas urbanas o el impacto agregado de la consolidación de unorden económico postincllIstrial y no prestar debida atención alas estru~turas históricas de la desigualdad racial y de clase, lasepara~I~Jll espacial y la (in)acción gubernamental que la filtrao amplifica, las discusiones recientes acerca de la así llamada

infraclase han ocultado las raíces políticas de las penurias delgueto y contribuido a una mayor estigmatización y aislamientopolítico de sus residentes.

No hay espacio aqu¡ para abordar las numerosas iuconsis-

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tencias analiticas, graves defectos empíricos y peligros políti­

cos del concepto demi-savant de "infraclase"." incluidas su

inestabilidad interna y su heterogeneidad, que hicieron posible

volver a trazar sus limites a voluntad para adaptarse a los inte­

reses ídeológicos del momento; su escncialismo, que permite

un deslizamiento del sustantivo a la sustancia y de la medición

a la realidad, lo que lleva a tomar erróneamente un artificio es­tndistico por un grupo social real: sus vastas connotaciones mo­

rales neuativa» v su tono falsamente ":desraclalizado~;que auto­

riza a q\~ienes lo usan a hablar de la raza sin que parezca que lo

hauan. Baste destacar, a modo de conclusión, su propensión in­

herente a separar cl gueto de las estructuras sociopolíticas más

generales de la dominación de casta y de clase, de la que aquél

es a la vez un producto y un mecanismo central.Al revilalizar y modernizar la idea secular de que la pobreza

urbana es el resultado de los vicios personales y las patologias

colectivas de los pobres, la retórica de la "infraclase dio un

barniz de legitimidad científica a los temores de la clase mediaal subprolet<1ríado negro Ybloqueó un análisis preciso e históri­camente fundado ele la cambiante articulación politica de la se­

gregación racial, la designaldad ele clases y el abandono estatal

en la ciudad norteamericana. Desvió la atención de los disposi­

tivos institucionales en educación; vivienda; bienestar social,

transporte y servicios médicos y humanos qne perpetúan la

concentración de los negros desocupados y subocupados en elnúcleo urbano. Al omitir relacionar el estado del gueto con el

colapso del sector público, liberó de responsabilidad a las deci­siones urbanas, habitacionalcs y educativas tomadas por los go-

24. Ver Wacquant (1991b) p(1ra un ::Jl1,ílisis de las funciones de! mito 3C8­démico de lil "infraclase" en Jos campos intelectual y político periodístico. asícomo de las fuentes de su éxito social. En Gans (1991) se encontrará una con­vincente discusión de sus responsabilidades políticas.

biernos federales y locales, tanto demócratas como rcpuhlicanos, desde mcd lados de la década del setenta.

, No obstante, es esta política de abandono y conlención P"_mtiva de los negros pobres la que explica que, a un siglo de su

creación y dos décadas después de la abortada y malllamada

"Guerra contra la pobreza" del pais, el gueto n~)t'teall1cricanosiga siendo, para citar unas líneas del prefacio del informe de la

Comisión Kernel' (Kerner Conunission, 1989, pág. xx ) de

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f

lII

2. Elias en el gueto negro'

* "Elias in thc Dark Ghetto", en Amsterdarns Sociologiscb Fid.jschr{ft 24,3/4 (diciembre de 1997), págs. 340-348.

Este trabajo está basado en una conferencia del mismo titulo realizada enla Amsterdan School íor Socia! Science Rcsearch, el 26 de noviembre de1996. Quiero agradecer a los participantes por su cálida recepción y por susprecisos comentarios y críticas.

Traducción Javier Auyero.

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La te aria del "proceso civilizatorio" de Norbert Elias juntocon sus comentarios sobre el proceso anverso .. los arrebatos de"desciviliz3ción"---- ofrecen una poderosa herramienta para cons­truir un diagnóstico sobre la mutación en el gueto negro nortea­mericano que tiene lugar a partir de los años sesenta. Una adap­tacióu de su marco nos puede ayudar a superar algunas de las

perennes limitaciones que tienen los análisis convencionales dela intrincada cuestión dc la raza y la clase en las metrópolis delos Estados Unidos (sobre esto, véase Wacquant. 1997a).

El gueto a la luz de la sociologia figumcionol

En primer lugar, Elias nos alerta contra la Zustondrcduktion,

la "reducción del proceso al Estado", reducción que está incor­porada en el idioma dc la investigación sobre la pobreza, lacual fija su atención en las propiedades descriptivas de los indi­viduos y poblaciones desaventajadas, inducida por la filosofíade la ciencia positivista que la anima. En lugar de pensar algueto en términos estáticos y rnorfológ icos, él sugiere que loconcibamos C01110 un sistema de fuerzas dinámicas que entrela­zan a agentes situados en el interior y en el exterior del períme­tro. Nuestros focos empíricos deben ser las formas, no los por-

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ccntajes (de segregación, destitución, desempleo, etcétera), lasconexiones, no las condiciones.

En segundo lugar, la noción de Elias de figurocion comouna trama extendida de personas e instituciones iuterdepcn­dientes, vinculadas simultáneamente en varias dimensiones,nos invita a eludir el fraccionamiento analítico favorecido porel análisis social centrado en las variables [mriable-oriented].

Sostener que, a los efectos de investigar procesos interdepen­dientes, uno debe necesariamente seccionarlos en sus compo­nentes es una superstición científica" (Elias, 1978, pág. 98).rZala o espacio, clase o raza, Estado o economía: estas oposi­ciones .utificiulcs quc fragmentan la ciencia normal de la po­breza urbana en Estados Unidos no son aptas para capturar losensambles causales y los procesos que están implicados en laconstrucción y reconstrucción del gueto C01110 un sistema socialy como una experiencia vivida.

En tercer lugar, Elias ofrece un modelo de transformaciónsocial quc abarca y une FUrias niveles de análisis que van des­de organizaciones de gran escala del poder politico Y' cconómi­CO, pasando por las relaciones sociales institucioualizadas, has­ta los patrones de interacción de los tipos ele personalidad. Estemodelo nos exhorta a mantener conceptualmente juntos la más"macro" de las ruacroestrucuuus y la más "micro" de las 111i~

crorrausfonuacioues -Ilcgando hasta la constitución "biopsico­social" del individuo, para hablar como Marcel Mauss (1968).Porque la sociogénesis y la psieogéncsis son dos lados de laniism» moneda de la existencia humana, y cambios en la unano pueden sino repercutir en la otra.

En cuarto lugar, siendo más importante para nuestro propó­sito, Elias ubica la violencia y el miedo en el epicentro de la ex­periencia de la modernidad: juntos forman el nudo gordianoqLle vincula las operaciones del Estado con la más Íntima con­formación de la persona. La expurgación de la vio leucia de lavida social vía su reubicación bajo la égida del Estado abre el

Des-pacificacion, dcsertificacion e informulizacion

En otro lugar be caracterizado la transformación en el SouthSidc de Chicago, el Black Belt histórico más importante de laciudad, como un cambio del "gueto comunal" de mediados desiglo aljin-de-siécle "hiperguero" (Wacquant, 1994), una nuevaformación sociocspacial que conjuga la exclusión racial y laexclusión de clase bajo la presión de la retirada del mercado yel abandono del Estado, dando lugar a la "desurbanización" elegrandes porciones del espacio dc la inner-city.

lU9ELlAS EN EL GUETO NEGRO

camino para la regularización del intercambio social, la rituaii­zación de la vida cotidiana, y la psicologización del impulse yla emoción, conduciendo al intercambio "cortesano", y por tan­to cortés. En lo que hace al miedo, proporciona el mecanismocentral para la introyección de los controles sociales y la "regu­lación [autoadministrada] de toda la vida instintiva y afectiva'(Elias, 1994, pág. 443).

Ahora bien, el miedo, la violencia, y el Estado son parles in­tegrales de la formación y transformación del gueto negro nor­teamcricano. Miedo a la contaminación y a la degradación víala asociación con seres inferiores ·-~esclavos africanos- están enla raíz del generalizado y penetrante prejuicio, y ele la institu­cionalización de la rígida división de castas, la cual, combinadacon la urbanización, dieron nacimiento al gueto a principios desiglo (Jordan, 1974; Meier y Rudwick, 1976). Violencia, tantodesele abajo, en la forma de agresión interpersonal y terror, asicorno desde arriba, enJa forma de discriminación v seareaa-

~' b e:cióu promovidas por el Estado, que ha sido el instrumento preponderante en el trazado y la imposición de la "línea de color".Esta violencia juega un rol crítico en el retrazado de los límitessociales y simbólicos de los cuales el gueto contemporáneo esla expresión material.

PARIAS URBANOS108

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110 PARIAS URBA NOSELlAS EN EL GUETO NEGRO 11 !

El zueto comunal de los años que siguieron inmediatamenteb .

a la posguerra era el producto de una división de casta omnI~-

bareadora que obligaba a los negros a desarrollar su propiomundo social a la luz -o entre las grietas- de las hostiles insti­

tneiones blancas. El resultado era nna formación socioespacialcompacta, claramente delimitada, que comprendía un conjunto

completo de clases negras ligadas entre si por una concienciaracial unificada, una extensiva división social del trabajo, J' am­

plias y extendidas agencias comunitarias de movilización y deformulación de reclamos. formaba una "ciudad dentro de laciudad", lrguiéndosc en una relación de oposición con la socie­dad blanca más amplia, cuya infraestructura institucional bási­ca luchaba por duplicar.

Esta "metrópolis negra", para usar el elocuente título delclásico estudio del "Bronzcville" de Chicago realizado por SI.Clair Drake v Horaco Caylon (19!15), ha sido reemplazada poruna forma urbana diferente. El hipcrgueto de los a¡jos ochentay noventa expresa una exocerbocion de la historico exclusiónracial tamizada por 1111 prisma de clase y exhibe una configura­ción espacial y oruanizacional novedosa. Dado que enlaza a lasearecación de color con la bifurcación de clase, ya no coruie­ueuna extensa división del trabajo ni un conjunto completo declases sociales. Sus límites físicos son más borrosos y sus insti­tuciones dominantes ya no son organizaciones que alcanzan atoda la comunidad (como las iglesias, hospedajes, y la prensanegra) sino burocracias estatales (wclfare, la educación públicay la policía) cuyo objetivo son las "poblaciones problema"marginal izadas. Porque el hipergueto ya no es un rescrvorio delos trabajadores industriales disponibles, sino un mero lugar dedesecho 'para las numerosas categorías de las cuales la sociedadcircundante no hace uso político o económico alguno. Y estásaturado de una sistemática inseguridad económica, social y fí­sica, debido a la erosión del mercado de trabajo asalariado ydel apoyo estatal; erosión que se refuerza mutuamente. De esta

manera, mientras que en su forma clásica el gueto actuaba, enparte, como un escudo protector contra la bruta I exclusión ra­

cial, el hipergueto ha perdido su rol positivo como un cobijocolectivo, transformándose en una maquinaria mortífera de unarelegación social descarnada.

El cambio del gueto comunal al hiperguero puede ser grati­ficado de manera dinámica en términos de la interacción es­

tructurada de tres procesos dom inantcs. El primero es la despa­cificacum de la vida cotidiana, esto es, se filtra la violencia eneÍ entramado del sistema social local. El creciente deterioro Jpeligro físico en el centro urbano racializado de Estados Uni­dos, discernible en el abandono de la infraestructura barrial yen las astronómicas cifras de crímenes contra las personas (ho­micidio, violaciones, asaltos y apaleos), han forzado una com­pleta transformación en las rutinas diarias J' han creado una at­mósfera sofocante de desconfianza y temor.

Un segundo proceso implica dcsdifercnciacion saciar COI1­

dnciendo al deterioro del entramado organizacional de los gue­tos. La desaparición gradual de los hogares estables de las cla­ses trabajadoras y de las clases medias afroamericanas: elamontonamiento de las viviendas públicas en las barriadas po­bres negras, y la dcsproletarianización de los residentes que aunquedan allí, han socavado las instituciones locales, Sean éstascomerciales, civiles o religiosas. El persistente desempleo y laaguda privación material han puesto en marcha el cncogimien­to de las redes sociales, mientras que la futilidad política Ipoli­tical expendabilitvi de los negros pobres ha permitido el drástiea deterioro de las instituciones públicas. Desde las escuelas,las viviendas, y la salud, hasta la policía, las cortes, y el ,relj<"

re, estos últimos operan de tal manera que acentúan la estigma­tización y el aislamiento de los residentes del gueto (Wacquant,1997b).

Un tercer proceso es la informalizacion económica: las insu­ficiencias combinadas ele la demanda de trabajo, la desertifica-

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Retirada del Estado e hiperguetización

cióu organizacional de los barrios, y los fracasos de la ayudadel welfare han promovido el crecimiento de una economía no

regulada, liderada por la venta masiva de drogas y de varias ac­tividades ilegales. Hoy, la mayoria de los habitantes del SouthSide de Chicago encuentra su principal base de sustento en elcomercio callejero y en el sector de asistencia social: el trabajoasalariado es muy escaso y muy poco confiable para ser el an­claje principal de sus estrategias de vida (Wilson, 1996).

El nexo causal que propulsa la hiperguctizucion del centrourbano engloba una compleja y dinámica constelación de facto­res políticos y económicos quc se desarrollan durante toda la

época de la posguerra --y antes de ésta, dado que muchos de

ellos pueden ser ubicados cn la era dc la consolidación inicial

del uueto al comenzar la "Gran Mig.ración" de 1916-1930-" loL L.

cual desmiente el argumento de corto plazo de la narrativa que

hahla de la infruclase IlIlIderelossJ como un producto de losaños setenta. En contra de las teorías monocausales, argumentoque la liipcrguetizaciou no tiene lino S;'10 dos raicesfundamen­tales. la una en los cambios de la economía urbana, y la otra enlas estructuras y políticas del Estado norteamericano federal y

local. Y que la rígida segregación espacial perpetuada por lainacción politica y la fragmentación administrativa (Massey yDentou. 1993; Weiher, 19(1) suministra la pieza clave para

vincular ambos conjuntos de fuerzas en una constelación que se

autopcrpctua. altamente resistente a los abordajes convenciona­

les, estén éstos centrados en la movilización social o en las po­

líticas soc ia les.

Dicho esto, el colapso de las instituciones públicas -resul­tante de la politica estatal de abandono y de la contención puui­

tiva de la minoria pobre- emerge COmO la raíz más potente y

t 13ELlAS EN EL GUETO NEGRO

distintiva de la arraigada marginalidad en la metrópolis nortea

mericann. Despojado de sus especificidades, el modelo teórico

del rol del Estado en la hiperguetización que Elias nos ayuda aprecisar puede ser bosquejado de la siguiente manera. La ero,

sión de la presencia, el alcance y la eficacia de las instituciones

públicas y de los programas encargados de proveer los bienessociales esenciales al centro urbano racialízado envía una serie

de ondas de shock que desestabilizan la ya debilitada matríz or­ganizacional del gueto. Estas ondas de shock (si bien correla­cionadas con y amplificadas por) son independientes de las on­das que emanan de la reestructuración posfordista de la

cconom ia y que producen la dualización de las ciudades (Sas­sen, 1990; Mollenkopfy Castells, 1991).

La masiva des inversión social que sigue de la reducción delgasto estatal: 1) acelera la descomposición de la infraestructura

institucional autóctoua riel gueto; 2) facilita la generalizaciónde la violeucia pandcmica y alimenta el euvolvente e lima de te­

mor; y 3) da lugar e ímpetu al florecimiento de la economía in..

formal dominada por el comercio de drogas, Estos tres procc­sos se retroalimeutan ')' quedan encerrados en una constelaciónque pareciera reproducirse por sí sola. Todos los signos exter­nos rle esta constelación iudicarían que ella es promovida des­de el interior (o "específica del gueto"), cuando en realidad es­tá (sobre)detenninada y sostenida desde afuera por el brutal y

desparejo movimiento de retirada del Estado de semibicncstar.

PARLAS URBANOS112

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114 PARIAS URBANOSEL!AS EN EL CnJFTO NEGRO 115

Figura 1. .Modelo simplificado de las relacionesentre la retirada del Estado ,- fa hipcrguctizoc;ón

El hecho de que la trayectoria involutiva del gueto pareceser promovida por procesos endógenos y autocontenidos escentral para la redefinición política e ideológica de la cuestión

de la raza y de la pobreza en la década del ochenta. Porque davía libre para culpar a las víctimas, como en el discurso estig­matizador de la "infraclase behaviorista" [behavioral under­das,,] (Gans, 1995), que justifica un retiro aún mayor del Esta­

do. Luego, este último discurso "verifica" la visión de que el

gueto está fuera del alcance de cualquier política de remedio,dado que las condiciones dentro de él siguen deteriorándose.

De esta manera. el deterioro de la ecología organizacional

del gueto debilita su capacidad colectiva para controlar formal einformalmente la violencia interpersonal, lo cual, cn cl contextode una generalizada privación material, conduce a un aumento

en el crimen y en la violencia (Bursick y Grasmick, 1993). Másallá de cierto umbral, la ola de crimen violento imposibilita laoperación del comercio en el gueto y, por ende, contribuye a la

extenuación de la economía asalariada. A su \'CZ, la informal i­zación y lit clesproletarización disminuyen el poder de compra yla estabilidad de la vida de los residentes en el gueto, lo cual so­

cava lo viabilidad de sus instituciones -y por tanto de las posi­bilidades vitales de quienes dependen de ellas-: También incre-

menta el crimen, dado que la violencia es el medio principal deregulación de las transacciones en la economía callejera) cuya

violencia alimenta el debilitamiento organizativo y promueve, asu vez, la informalización econórn ica.

El repliegue del Estado no significa que el Estado se retirain tato o que desaparece de los barrios de relegación norteame­ricanos. A los efectos de reprimir los "desórdenes" públicosasociados con la marginaIidad aguda causada por la reducción-o terminación- de sus políticas (federales) económicas, de vi­vienda, y de bienestar social, el Estado (local) debe incremen­tar la vigilancia y la presencia represiva en el gueto (Davis,

1990, capítulo 5).En realidad, las últimas dos décadas han sido lestigos de un

crecimiento explosivo de las funciones penales del Estado nor­teamericano, las prisiones y los dispositivos carcelarios (liber­tad vigilada. libertad a prueba, monitoreo electrónico, clcétera)fuer01~-- desplegados para reprimir las consecuencias de la cre­

ciente destitución causada por la contracción del apoyo del \l'el­

fare. Hoy, las Estados 'Unidos están ga:tanuo ,más de dosc icu­tos mil millones de dólares al año en la industria del control delcrimen, y el "rostro" del Estado más familiar para losjóvcnesdel gueto es el del policia. el del agente judiCIal que vigila la 11­bert~d condicionada y el del guardia de la prisión (Mi llcr,1996). Porque la triplicación de la población carcelaria en los

últimos quince años -de 494.000 en 1980 a más de 1.500000

"El termino utilizado por el autor es "dragnet": éste hace referencia a un.a

red utilizad» para atrapar cosas. Es una imagen que dcsign,: ~a serie de mcdi­das y prognnnas que la policía y las autoridades penales utilizan para uuapat

(1 la mayor cantidad de gente posible [n. del 1.1.

De la red de protección a la red barredera"

Infonnalización de laeconomía

(edcspro letarización}

Des-pacificación de la

vida cotidiana(violencia}

Retirada de] EstadoDcscrtificación

(desinvcrsión social, ------.-organizativa

contención punitiva}

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116 PARIAS URBANOS ELlAS EN EL GUETO NEGRO 117

en 1994~ 11a golpeado con especial brutalidad a los pobres ur­banos de origen afroamericnno: considerando a la población de

entre dieciocho y treinta y cuatro años, un hombre negro de ca­da dicz esr.i actualmente en [a prisión (comparado con un adul­lo de cada cienlo veintiocho para el país en su conjunto), y unode cada lres esrú bajo la supervisión de [a justicia criminal o de­

tenido en algún momento en el transcurso de un ano.Sin embargo. el reemplazo de [as funciones dc provisión so­

cial por las funciones disciplinarias, llevadas a cabo por la poli­c ia, la justicia cruninal. y el sistema carcelario, ha sido parcial,de tal manera que el resultado neto de este "simultáneo refuer­

zo y dcbi Iitan: icnro de I Estado" (Poulantzas, [978, pág. 226) esuna urarcadu disminución de la profundidad y el alcance de [arcgulacióu estatal el! el centro urbano. Esto es evidente incluso

en el úrea del orden púhl ico, a pesar de [a guerra de guerrillas

quc la policía y las cortes libran contra los pobres urbanos bajola cubierta de 1" "guerra contra las drogas". lucluso en aquellaspartes del gueto en donde las fuerzas policiales son más visi­bles. la "red barredera" ["dl'agllcl".1 no puede compensar el

.lcsmcnibramicuto de la "red de seguridad socia!". Por ejemplo,a peS~lr de la presencia de una estación de policía dentro de los

Robcrt Tavl.»: Honres, la más infame concentración de vivienda10ci,,1 y de miseria social, el Departamento de Vivienda de la

ciudad de Chic"go (Housim; Authoritv) consideró necesario

crear su propia fuerza policial privada suplemcnrnria, a loselectos de patrullar el territorio en donde se encuentran las vi­

viendas. lncluso <lSí. no pueden garantizar una mínima seguri­dad rísica a sus habitantes (a principios de los noventa, el por­centaje de homicidios en esa sección del South Side excedía los

100 sobre 100.000. la mús alta en la ciudad), para no hablar de

ulr conrrol más especifico: los llamados "comportamientos delos infruclasc" que tanto preocupan a las elites politicas ya losexpertos del diseño de políticas.

Esto se debe a que la retirada del Estado impacta en el gueto

no sólo porque reduce los flujos de inversión e ingresos, sino

también, y de manera más significativa, porqne desteje toda la

red de "relaciones sociales indirectas" (Calhoun, 1991) sosteni­

da por las instituciones públicas y por [as organizaciones priva­das que éstas apoyan. El reemplazo del Estado de semibienestar

por el Estado penal no puede sino reforzar la misma inestabili­

dad económica y la violencia interpersonal que se supone debeapaciguar (Waequant, ]996).

Entonces Elias nos ayuda a "volver a poner al Estado en elcentro" ["brillg thc state bock. ill".1 del análisis del nexo entre

casta, clase y espacio en el hipergueto norteamericano. El estu­dio del rol del Estado deberá incluir: 1) todos los niveles del

aparato de gobierno (federal, estadual, municipal), así como [asestrategias y las prácticas que hacia él llevan a cabo los resi­

dentes del gueto; 2) no sólo las politicas de bienestar (welfare)o las politicas "antipobrcza" sino toda la gama de actividadesestatales que afectan [a estructuración socioespacial de la desi­gualdad, incluyendo las politicas criminales y penales; 3) loque la autoridad pública hace y lo que deja de hacer, porque elEstado moldea [a m.ugiualidad urbana no sólo por comisión si­no también --y de manera quizá decisiva en el caso de Jos ESt3­

dos Unidos- por omisión (social y racialmente selectiva).Llevar a Llias al gueto negro norteamericano sugiere que

los modelos teóricos ele la transformac ion de este último (y dela reconfiguración del orden metropolitano) que omiten al Esta­do, sus capacidades organizativas. sus políticas y sus discursos,y sus modalidades reales de intervención en el terreno, no I(~­

gran sacar a la luz las raíces poli/feos paniculares de la c~/?f¡~

guracion de la excl usion racial y de clase,. de la c~al e} hipergne[o contemporáneo es su concreta materialización. '\ corren

el grave riesgo de ser invocadas para formular preS~rIpClOneS

que pueden hacer poco más que dar una legltInJacror~ ex pO,11

Jacto a las políticas de abandono urbano y de cuntenclon repre­siva del (sub)pro1etariado negro, causas principales del agrava-

Page 61: Wacquant - Parias Urbanos

118 PARIAS URBANOSELlAS EN EL GUETO NEGRO 119

miento continuo de la difícil situación de los excluidos [out­easts] urbanos en Norteamérica.

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y la periferia urbana francesa'

* "Urban Ourcests: Stigrna and Division in tbe Blnck American Ghettoand thc Frcnch Urban Pcnpbcry", en Iníernationaí Journal of Urbae ondRegional Research 17-3 (septiembre de 1993), págs. 366-383.

Quiero agradecer a los participantes en la Conferencia ISA sobre "Leuden­cias comparativas en la desigualdad urbana", organizada por la Universidadde California en Los Angeles, así como a quienes intervinieron en el coloquiodepartamental del Departamento de Sociología y en el Taller sobre Ciudada­nía y Política Social de! Centro de Estudios Europeos de la Universidad deHarvard, por sus estimulantes criticas y reacciones a versiones previas y' frag­mentos de este trabajo. El financiamiento }' el apoyo del Urban I'overty andFumily Strucrurc Projcct dc la Universidad de Chicago, el Joint Ceuter forPolitical and Ecouomic Studies y la Russell Sagc Foundation contribuyeron ahacer posible esta investigación. De todas ruancras, los puntos de vista aquíexpresados son exclusivamente los del autor.

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1

¿La "norfeamcricanización" de la pobrezaen la ciudad europea?

Dos tendencias interconectadas han reconfigurado el rostrode las ciudades de Europa occidental eu la década pasada. La

primera es el pronunciado ascenso de variadas desigualdadesurbanas y la cristalización de nuevas formas de marginalidadsociccouómica, algunas de las cuajes parecen tener un compo­nente "étnico" distintivo y alimentar (y alimentarse de) proce­

sos de segregación espacial y agitación pública (Wacquant,1993a). La segunda es la irrupción y discminación de ideolo­gías y tensiones etnorraciaIes o xenófobas como consecuenciadel aumento simultáneo de la desocupacióu persistente y elasentamiento de poblaciones inmigrantes antes consideradasCOmo trabajadores de residencia temporaria.

Las estructuras de esta "nueva pobreza" (Marklund, 1990)distan de estar plenamente dilucidadas, pero sus manifcstaciones empíricas exhiben una serie de notorios factores comunesque superan las fronteras nacionales. El desempleo dc larga data O la actividad ocupacional precaria, la acumulación de múlti­ples privaciones en los mismos hogares y barrios, el achica­

miento de las redes sociales y el aflojamiento de los lazossociales, y la dificultad de las formas tradicionales de seguro

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124 PARIAS URBANOS

social y asistencia pública para remediar o poner un freno a laspenurias y el aislamiento: todas estas situaciones pueden obser­varse, en grados diversos, en todas las sociedades avanzadas.'De manera similar, a lo ancho y lo largo del continente existehoy una preocupación creciente por el desarrollo del "raCiSI110

europeo" y se renuevan las teorías sobre sus vinculaciones his­lóricas o funcionales con la inmigración, la crisis del orden na­cional y diversas facetas de la actual transición económica pos­Iordista (por ejemplo, Balibar, 1991; Miles, 1992; Wieviorka,1992)

La coincidencia de nuevas formas de exclusión urbana conla rivalidad y la segregación emorraciales dio credibilidad,pri­mufac)«. a la idea de que la pobreza europea se está "nortea­mcricanizando". De allí que muchos análisis europeos (aunquede uingún modo lodos) recurrieran a los Estados Unidos enbuscn de ayuda analítica, eu uu esfuerzo por descifrar la degra­dación actual de las condiciones y las relaciones urbanas en susn:spcclivos países. Se ha producido así la difusión transatlánti­ca de conceptos, modelos y a veces teorías listas para usar delas ciencias sociales norteamericanas recientes (y no tan rccien­les)) Lsto es visible en la preocupada y confusa discusión pú­blica en Francia -~Y en otros países, como Bélgica, Alemania eItalia sobre la preslIlllaCormaciófl de "guetos" de inmigranteseu barriadas ubreras deterioradas que albergan grandes zonas

L Para una muestra de las discusiones sobre la "nueva pobreza" en Ing!a­tena, Francia, Italia y Holanda respectivamente, vcansc Towusend et al.( 198n, Pnugam ( 1991), [vIi IlgiollC ([991) Y Engbcrscn (1989).

2. PUl' ejemplo. en Fraucia se puso lllUY de moda en algunos sectores laprilllcl'¡j escuela de Clucago (como lo testimonia la traducción de Tñe Ghetto,de Wirth. y de una selección de escritos de los padres de la ecología urbana},él pesar del hecho de que su paradigma es considerado casi unánimemente co­

rno obsoleto luego de las críticas teóricas devastadoras que se le hicieron enlas dos últimas décadas (Gottdiencr y Fcag¡n, 1988).

de viviendas para personas de bajos ingresos, conocidas COlT!O

cites, También puede constatarse en la difusión de la noción deinfraclase [undercluss] en Gran Bretaña y su ingreso de contra­bando en Holanda para abordar las tensiones suscitadas en laciudadanía por la concatenación emergente de desempleo, dis­criminación étnica y decadencia barrial.' Sin embargo, esospréstamos conceptuales se levantan en terrenos analíticos mo­vedizos, en la medida en que suponen exactamcnrc lo que esnecesario establecer: a saber, que el lenguaje conceptual nor­teamericano de las "relaciones de razas" tiene respaldo en lasrealidades urbanas de Europa; dejamos a un lado la cuestión desi las categorías convencionales estadounidenses (o conceptosmás novedosos como la noción de infraclase, en gran medidamítica) tienen, para empezar, alguna capacidad analítica en supropio terreno.

La mejor manera de contestar esta pregunta, o al menos dercíonnularla productivamente, es hacer una comparación trans­nacional sistemática y empiricamcnte fundada de las formascontemporáneas de desigualdad urbana y exclusión etnorraeialy de clase que: a) no presuponga que el aparato analítico elabo­rado en un continente debe imponerse en su totalidad al otro ysea sensible al hecho de que todas las herramientas conceptua­les "nacionales" incorporan supuestos sociales, políticos y mo­rales específicos que reflejan la historia particular de la socie­dad y el Estado en cada país; b) preste una atención coherente alos significados y las experiencias vividas de inmovilidad)

3. Con respecto al turbulento debate sobre los "guetos" en Francia, con­súlrense, por ejemplo, Vicillard-Baron (1987), Touraiue (1991) Y Désir(1992), y véase Wacquant (1992c) para una sinopsis; en Wacquant (1992a y1992b) se encontrará una crílica detallada de este "pánico mora]". Pueden ha­

llarse discusiones sobre la infraclase en Gran Bretaña y Holanda (un país en

que el término significa a veces algo muy distinto de lo que implica en Esta­dos Unidos) en Duhrcndorf (1989) y Engbersen el al. (en prensa).

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126PARIAS URBANOS PARlAS UHBANOS

inalidad social y c) se ernpeiie firmemente en insertar lasmarg: (,. (, ~ . .estrategias individuales Y las trayectOrIas colectivas en la e:-

tructura social local. asi como dentro del marco nacional mas

general del mereado y del Estado. .Este trabajo es parte de un intento más amplio de h~cer ese

aporte a una sociología comparativa a través d.~ un análisis d~las estructuras sociales y mentales de la exclusión urb~na en el"cinturón nczro" Ilorteamericano Y el ';'cinturón rojo: francés

(Wacquant, 1992a, 1992b, 1993b). La expresión "cinturón ne.~gro" se usa aqui para referirse a los resto: del "gueto negro.histórico (Clark, 1965) de las grandes metrópolis del nordeste yel medio oeste de Estados Unidos, es decir, los rumosos encla­ves raciales del núcleo metropolitano que dominaron las recien­tes discusiones públicas y académicas sobre la raza y la pobre­za en Nortcamérica,4 La expresión "cinturón rojo" no remitesimplemente a los municipios del anillo exterior de Paris queconstituycn (o constituyeron) el bastión histórico del PartidoComunista Francés sino, en términos más generales, al modotradicional de organización de las "ciudades obreras" en Fr:::n­cia (Magri y Topalov, 1989), arraigadas gracias al empleo. m­dustrialmasculino, una fuerte cultura obrerista y una concien­cia de clase solidaria, y la incorporación civica de la poblacióna través de una densa red de organizacioues gremiales y 1l1U111­

cipales que generaban una integración cstrecha del tr~bajo, elhogar y la vida pLlblica. En esas barriadas obreras pcrrfcrrcas sehan aliado las desigualdades y la agitación urbanas, p8ra Il(lc~r

de la cuestión de la banlteue el problema público tal vez mas

acuciante en la Francia de la década de 19805

4. Dejo dclibcnlchmcnte a un lado la espinosa cuestión de si 0, mejor, ,enqué sentido puede decirse que los barrios segregados negros, ~!e:dc los V~~I.J~­danos obreros hasta los de clase alta, son parte de un gueto o hipergueto re­

configurarlo, descentrado y esp;lcialmcntc diferenciado.5. Sobre la formación histórica del cinturón rojo, véase Stovall (1990);

\

El análisis que sigue utiliza datos de una diversidad de íuen­

tes primarias y secundarias, y combina observaciones extra idasde censos, encuestas y estudios de campo del gueto norteameri­

cano y la banlieue francesa. Por el lado francés. me concentroen la urbanización de La Courneuve, perteneciente al cinturónrojo, y su mal afamada concentración de viviendas públicas co­nocida como las Qua/re Afilie (por las casi cuatro mil unidadesque la componían originalmente). La Courneuve es un antiguosuburbio del nordeste ele París gobernado por los comunistas v

~-. .con una población de 36.000 habitantes, situado a mitad de ca-

mino entre la capital de la nación y el aeropuerto Roissy-Char­les de Gaulle, en medio de un declinante paisaje industrial den­samente urbanizado. Por el lado norteamericano, el plintocentral de mi estudio es el uueto del South Side de Chicaco0.--. . - 0·- c·-

donde realicé UII trabajo ele cam po etnográfico entre 1988 \. ~ .1991. El South Side es una zona irregular v totalmente ncura

L.- e

con alrededor de 100.000 habitantes, la mayoria de los cualesson desocupados que viven por debajo de la "linea de pobreza"nacional oficial. En otro trabajo presenté una sociograf!a deta­llada de ambos lugares, que ponia de relieve una serie de rasgosy tendencias morfológicas paralelas." En síntesis, comprobé enella que ambas localidades tenían una población declinante con

sobre su crisis y descomposición, Duber y Lapr.yrunnie (1992). Jazouli(1992) relata el ascenso de la banheue a la categoría de problema publico

Bretón (1983) propone una descripción desde adentro de! clima caractcnsti­carnente obreri sta de la vida y la cultura en el municipio (1<: 1..;1 Courncuvc.

muestra típica del cinturón rojo.6. Véase Wacquant (1993b), donde se encontrará una discusión 111{15 del?

llada de los datos, el carácter comparable de las fuentes y una serie de impor­tantes advertencias metodológicas )' teóricas. Para un <lnúlisis de las raíces.significados y usos sociopoltucos de los nuevos discursos que se desarrolla­ron en torno de la así llamada iufraclase por el lado norteamericano y la ban­

lieue por el lado francés, véanse Wacquant (1992c, págs. 115-122) y Wnc­quant (1992b, págs. 82-87. y 1992<1, p<lgs. 28-30). respectivamente.

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7 Un trabaio asociado de próxima aparición, complementa este análisiscon 1:\ comparación de la densidad y la diversidad organizaciona!cs de! cintu-

una estructura etaria y de clase asimétrica. caracterizada poruna preponderancia de los jóvenes, los trabajadores manuales yel personal de servicio no calificado, y que albergaban grandesconcentraciones de "minorías" (inmigrantes norafricanos por un1;:1(10, negros por el otro) que mostraban niveles inusua1rnenteelevados de desocupación, causada por la desindustrialización ylos cambios del mercado laboral. Esta comparación también sa­có a la luz diferencias estructurales y ecológicas que sugierenque la declinante baulieue obrera francesa y el gueto negro nor­teamericano constituyen dos formaciones socioespacialcs di­

/áCI1I('S. producidas por distintas lógicas institucionales desegregación Y' agregación, y resultantes en niveles significativa­mcnle mús altos dc infortunio. pobreza y penurias e~l el gneto.Si simplificamos mucho las cosas, podemos decir que la exclu­si(JIl actúa sobre la base del color y es reforzada por la clase y elEstado en el cinturón negro, pero principalmente sobre la basede la clase v mitigada por la acción estatal en el cinturón rojo(Wacquant. 1992b. púgs. 98-99). con el resultado de que el pri­mero es un universo racial J' culturalmcnte homogéneo caracte­rizado por una densidad organizacional y pcnetrarión estatal ba­

.j"s. mientras que el segundo es fundamentalmente beterogéneoen términos tanto tic clase como dc reclutamiento ctuonacioual,con una fuerte presencia de las instituciones públicas.

El objctivo de este articulo es dar carnadura a algunas de lasinvariantes y variacioue-, de las estructuras sociorganizaciona.les .v coguitivas de la exclusión II rban a, mediante el contrastede dos dimcnsiones de la vida diaria, preponderantes tanto en labanlicr« 'francesa como en el gueto negro estadounidense, aun­que. corno veremos, con inflexiones, grados de urgencia y diná­micas sociopoliticas siguificativamenn. divergentes." La prime-

Es/ígmntízacÍ!)17 territorial: su expcriencia y sus efectos

129PARIAS URBANOS

ra parte del trabajo aborda los poderosos estigmas territorialesque se asocian a la residencia en nn Mea públicamente rccouo­cida como un "vaciadero" para pobres. bogares obreros de mo­vilidad descendente y grupos e individuos marginales. Con de­masiada frecuencia. la pobreza se asimila (erróneamente) a lafalta de bienes materiales o los ingresos insuficientes. Pero,además de cstar privado de condiciones y medios de vida ade­cuados, ser pobre en una sociedad rica entraña tener el status deuna anomalía social y carecer de control sobre la representa­ción e idcntidad colectivas propias: el análisi» de la mancha pú­blica en el gneto norteamericano y la periferia urbana francesasirve para destacar la dcsposcsion siinbotic« que transforma él

sus habitantes en verdaderos parias sociales. La segunda partedel trabajo aborda la cuestión de las divisiones y las bases so­ciales de conflicto que actúan en los barrios estigmatizados depobreza concentrada en Francia y Estados Unidos, y señala al­gunos de los factores que explican la falta de potencia social delas divisiones etuorrac iales en el cinturón rojo, él pesar de suproliferación discursiva en la esfera pública.

rón rojo y el cinturón negro, y la observación del impacto diferencial de ladelincuencia y la violencia callejera en el espacio público y las relaciones ur­

banas en estos dos marcos urbanos.8. Tomamos en préstamo el titulo de un estudio reciente de las bonlicues

francesas hecho por Francois Dubet y Didicr Lape}TOI11Iie (1992, pág. 114).quienes escriben; "El mundo oc las cites está dominado por un sentimiento de

Cualquier sociología comparativa de la "nueva" pobreza ur­bana en las sociedades avanzadas debe comenzar con la men­ción del poderoso eSfig!llo asociado a la residencia en los es­pacios restringidos )' segregados, los "barrios de exilio"8 en

1',\ RIAS URBANOS128

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PARIAS URBANOS

personas de bajos ingresos significa estar confinado en un espa­cio marcado a fuego, un ámbito mancillado que se experimenra

como una "trampa" (Pialoux, 1979, págs. 19-20; l3achmann yBasier, 1989). Así, los medios y los propios residentes se refie­ren rutinariamente a las Quatre Mille COmo un "vaciadero", "elbasurero de París" y hasta una "reservnc ión' (Avery, 1987. pirg.

13), muy lejos de la designación burocrática oficial de "barriosensible" usada por los funcionarios públicos a cargo ele! pro­

grama estatal de renovación urbana. En años recienles, fa malaprensa de la estigmatización aumentó de manera pronunciada

con la irrupción de discursos sobre la presunta formación de las

llamadas cites guetos, ampliamente (mal) representadas comobolsones crecientes de pobreza y desorden "árabes", sinlomáti"cos de la incipiente "etnicización" del espacio urbano dc FranCIa,

Habría que señalar, sin embargo, que las Quatre Mille noexisten como tales en las percepciones de sus residentes. Lastaxonomías autóctonas que éstos usan para organizar su rutinadiaria distinguen numerosas subuuidadcs dentro de la gran ur­banización, que en esencia sólo tiene una existencia administra­tiva y simbólica, aunque con consecuencias reales. Lo que des..

de afuera parece un conjunto monolítico es visto por susmiembros como uu cúmulo sutilmente diferenciado de "micro

localidades": las del sector norte del complejo, en particular, 11"

quieren tener nada que ver con sus contrapartes de la secciónsur, a las que consideran "maleantes" (mcai!!e o caillera en cl

130

ue uedan cada vez más relegadas las pohlacioues marginada~~ co~denadas a la supernuidad por la reorganlzacron poslordls

ta de la economía y del Estado. No sólo porque es poslblel~cn­

te la característica más saliente de la expencncra de VIda de

quienes son instalados o quedan atrapados en esas .areas, sln.ot: . I ién porque este estigma contribuye a explicar Ciertas SIIBI­dHl) .. '. a Je v con

1'1 les en sus estratcgias de enfrentamIento o ese, I . ~, .I UC .. . 1 s de SU1Jel-11 h05 de los factores comunes transnacJOna e. . .

e o, mue . . , 1 'de: de una eonver-ficie que dieron una validez aparente a a! ea " 1geucia transatlánlica cutre los "regimenes de la pobreza ce

Europa y Estados Unidos,

"Esto es como una peste"

Por constituir el sector más bajo de los complejos de vivien­

das púhlicas de la nación, haber sufrido una constante d~caden-, , I . 1 !!e,or:¡jín desde su constnleClon a mechadosc¡a materiat y (el .L:o < e • .• ',. -l. .

'1 I 1;· la de I '!60. Y' haber recibido una vlgOlosa ,,1 ucncia(e a e ccac , . .' dé j l. 1970 ende familias exlranjeras desde mediados de la ecalalL. "

I . (D'" 199-') las cires de la periferia urbana Irance-acle ante " dll011, - - ..... /' . _ _ , ",',' .t _ladeccn una imagen pública negativa que las ds~cla llls.an

~~ le~mente con la delincuencia, la inmigración y la I11segurldad

,~n ¡reno Tanto es así qllC sus residentes, así como q~U¡ellCS~IlOSfrl . , . I l' "1,eclucn3s, "11' las llaman caSI unlversa men e. .VIven en e as, - _ _. __' _io )(\1'(1

Chicagos"." Vivir en una nrbanización del cinturon rojc l' e

PJ\RJAS URBANOS Ld

~~clusió'n que se manifiesta, ante todo, en 'os temas de la rcru\aCiÓl;~ll~~ (~~:~recio I as diversas cites están jerarquizadas en una esca a (c. m - ._. in

P, - '.' '. ., t f ] v a cada uno de sus residentes. Existe uu ver ( ,-afecta todos S\l~, nspcc o:; ... ~

de-ro estigma de las (.,¡tés",' 1) bct (1C)}P páfr

7)) Lae v Murard (1985, págs.9. Véansc.pore¡cmpo,_.u. - - (', ·'c· ,., ~ '1~""~'(19(>9

. . (1 '¡l)' p,',o 11 "') Bachtuann y sasic: _ (),- 8) ; D be! v Lape\'fOnnle _ - .L, -'f;;, .- - - . ,> '

': ) U e i;lici'm ;u estudio de la imagen de La Courncuvc a ojos del pu­pags. 86, 97) ,_' . lad "Chicago Varsovia. Nueva Dcthi. La Coumcu-blico con un capitule titu <1( o ~ «xv, -

ve". En él mencionan quc.x-a en 1971. el ex dueño del por entonces único ci­ne de la ciudad suscitó las iras de muchos al comparar puhlicarncntc ,1 11

Courneuvc con Chicago. En 1983. los policías de la comuna consideraron ne­cesario recordar explícitamente ajos periodistas que "La Coumcu vc no es

Chicago. no exageremos". Otras dos etiquetas comúnmente usadas para seña­lar la degradación y 13 presunta peligrosidad de las cites francesas son "llar­lem'' y "el Bronx",

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132 PARIAS URBANOS PARIAS URBANOS

argot de la juventud del lugar), y a la inversa. "Para los residen­tes de las Ouatre Mille, cambiar de edificio significa a veces

cambiar de vida" (Bachmann y Basier. 1989, pág. 46; véasetambién Dulong y Papennan, 1992). No obstante, lo cierto es

que los moradores de las cités tienen una vivida conciencia deestar "exiliados" en nn espacio degradado que los descalificacolectivarueute (Pétounet, 1979, pág. 211). Rachid, un ex resi­

dente del complejo, da una virulenta expresión a esa sensación

de indignidad cuando se le pregunta sobre la eventualidad de

volver allngar: "Para nosotros, regresar allí sería COlllO volver

a ser insultados. Las Qualre Mílle son un insulto. [ ... ] Muchagente siente las Quatre Mille como una vergüenza". Cuando el

entrevístador inquiere sobre la posibilidad de salvar el proyectohnhitacionnl mediante una renovación, su respuesta IlO es me­

nos contundente:

Renovarlo es participar en la vergüenza. Si usted acepta inter­venir en ese juego, en cierto modo está respaldando la vergüenza.f-lemos llegado a un punto sin retorno en el que 110 hay otra solu­ción que arrasar con todo. Además, la gente de aquí coincide en

que hay una sola solución: "Hacerlo volar". Vaya y prcgúntelcs.l ... ] Cuando uno 110 se siente bien adentro, cuando no se sientebien afuera, cuando 110 consigue trabajo y nada le funciona, en­onccs empieza a romper cosas, así es la situación. Esa mierda

que hacen tratando de arreglar los incineradores de basura }' losvestíbulos de entrada, la pintura, todo es inútil: 10 van a romper endos minutos. Ls estúpido. El problema es todo el asunto. [... ] Hayque arrasar con todo. (Citado en Luvrcmcr y Euvremer, 1985,págs. 8·9.)

Para Snli, otro [oven norafricano de [as Quatrc Mille, el

complejo es "un monstruoso universo" que sus habitantes ven

corno 1In instrumento de confinamiento social: "Es una cárcel.

Ellos [los residentes de segunda generación] están cn la cárcel,

lus cnguñaron realmente bien, así que cuando se juntan cmpie-

zan a darles patadas ele karate a los buzones y revientan todo.Es muy fácil de entender" t ibid., pág. 9; véase también Bour­dieu, 1991, págs. 12·13). La violencia verbal de estos jóvenes,así C0l110 el vandalismo al que aluden, deben entenderse COlllO

una respuesta a la violencia socioeconómica y simbólica a laqne se sienten sometidos por estar relegados de ese modo en unlugar den igrado. No es sorprendente que entre ellos haya una

gran desconfianza y amargura con respecto a la capacidad de

las instituciones políticas y la disposición de los dirigentes lo­cales a solucionar el problema (Aichoune, 1991; Jazouli, 19(2).

Para los residentes de la cité resulta muy poco probable pa­

sal' por alto el desprecio de que son objeto, dado que la mancha

social de vivir en un complejo habitacional para personas elebajos ingresos, que ha llegado a asociarse estrcchamcnre con lapobreza, el delito y la degradación moral, afecta todos los ám­bitos de la existencia, ya se trate de la búsqueda de trabajo o deaventuras románticas, el trato con organismos de control social

como la policía o los servicios ele bienestar social, o simple­mente la charla con conocidos. Los residentes ele las QuattcIVlille se apresuran a atribuir los males de su vida al hecho de

haberse quedado "pegados" a un complejo habitacional "podri­do" que llegan a percibir a través de una serie de oposiciones

llOulOlúgicas (cité/ciudad, nosotros/ellos, adentro/afuera, bao

jo/alto, salvaje/civilizado) que reproducen y respaldan el juiciodcroaatorio dc los ele a fuera. lO Cuando se les pregunta su direc-

~ ~

ción, muchos de "los que trabajan en París dicen vagameul<'que viven en los suburbios del norte" (Avery, 1987, pág. 22),

10. "¿Por qué 110S mandan a la cárcel? Por la cité, uno se siente inferior alos demás, no es como los otros: ellos tienen amigos en la ciudad, fiestas, unacasa limpia en la que si hacen algo el agua no entra, las paredes no se vienennba]o. Cuando uno viene de la cité, enseguida tiene UBa reputación. Mientrasla gente no sepa de dónde vienes está todo bien, pero cuando se enteran, tesientes avergonzado, no te animas a hablar" (citado en Pialoux, 1979, pág. 23).

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en vez de revelar su domicilio en La Courncnve. Cuando pidenun taxi, algunos suelen caminar hasta la comisaría cercana p(lra

evitar la humillación de que los recojan en las puertas de su

edificio. Los padres advierten a sus hijas que no salgan con "ti·

pos de las Quatre Millc"IILa discriminación residencial obstaculiza la búsqueda de

trabajo y contribuye a afianzar la desocupación local, dado que

los habitantes dc las Quatrc Mille se topan con mayor deseen­fianza y reticencia entre los empleadores tan pronto corno mcn­cionan su domicilio. Un portero de la cité relata un incidente ti·

pico en el quc ayudó a nuevos inquilinos a ponerse en contacto

telefónico con cm presas, sólo para que Ic dijeran que no habíaningún puesto vacante cada vez que revelaba desde dónde ha­blaba: "Esto es corno una peste", dice disgustado (en Bach·mann y Basier, 1989, pág. 54).12 La estigmatización terrirorial

PARIA'; URBANOS]34 PI\RIAS URBANOS

LL,

afecta las interacciones no sólo con los em ' . .bién con h policía I ( .:[ I . pleadores srno ti"']·

, , os I I lima es v las b .,. .social de contael .. " .. UroCI aClas de b,enesw¡

m~n(e susceptibl~sn~:~~~~I~~~~IIO~::):~(:;:I~~;~e~~~:: e;~:~I~:.mrentos cuando están ante un r . I ,1"T dos Ios i.. es« ente de una cité dearadada

o os os jovenes hablan del cambio de actitur] d I~' 1'· ':CUi] do ésta nveri .. e a po 'enid~I:~i(~a~~,t~I;,~~~~gl;I:);~Sdo:"~cilíos durante los conlroles eI~a ,. d ' ' ,pag. 5), porque ser de una cité trae

parej» a una sospecha automútica de I .: " 'f ' '. <r rrv c (es\' laCIOIl 51 no J,

~anca culpabilidad. Un estudiante seclIndario cuenta'lo IIC ,(."

so cuando lo pararon linos guardas del subte de París. "~1 .;.:'mos los documentos de identídad C d ,. ,. . . . os 1a­de las Quatre '1·11 .1 . . . uan.o ,101on que eramos

, « IV 1 C,' e juro' '.. .~,. .,'B I . l. ., se pusrcron [ ... ] pálidos" (enae imann y Basier, 1989, púg. 65). .

"La gente realmente fe mira C()J1 desprecio

11. En loC!<1S 1:]5 t-antícvcs existe una fina gradación jcnírquica de despres­

tigio entre Jos diversos complejos, cuya manipulación exige un diestro 111<111C­

jo de la esliglllatizDción. Un joven de una cite' del norte de Francia relata In si­

gl1iente (en Boutdieu, 1091, pág. 11): ''[s gracioso cuando hablas con chicasque, supongamos. viven en una cité que es un poco más limpia. más \ ... j. Les

dices 'yo vivo en la Rosetaie' ¡ ,J y se V811, es así. Por eso no es bueno. Des­

puéc:(ienes que hablarles fuerte". Su amigo agrega: "Piensan que eres un cri­

minal".12. Este criterio de discriminaciou no es un fenómeno de la década del

ochenta; es virtml.1mcllte cocxtcnso con la existencia de las cités. corno lo no­t6 Colerte Pétonnct (108:, pilg. 147) en un trabaje de campo realizado a prin­

cipios de los ;1110S sdenta: "Tenderos y j-arrones demuestran renuencia anteuna población CUY(I rcpl1tnción se difunde y se carga de un contenido misera­

ble y vil. Los jovenes se quejan: 'Nn poclemos cuconlrar ningún trabajo. Ape­

nas decirnos que vivimos allí, [se acabó! El patrón contesta: le escribiremosmás adclaute". Pialoux (1979, pág. 22) hizo observaciones similares en otracomuna del cinturón rojo a fines de la década del setenta: "Los chicos de la

cité CS!;;ln10S aparte !.{¡ part]. es 10 mismo para el trabajo: en T., si les hablas

de la cité, te dan Ul1(1 palada y te pnnen en IR odIe. Yo )'a no digo cité de e,digo avenidR S., número 70. Hastn en P,lrís conocen la cité de C".

J

tj

, En T~stados Uni,dos, el gueto negro tiene una posición sim: '1'

como símbolo nacional de la "pa: Iw·'" .1. . . IdJ d " . . ' o C,,:,ld U1 J<-1l1:1, }' su deterioro

da ~e edradO desde los levantamicntns raciales de mediados (le' 1·,eca a e 1960 " ,.el ., . ,.,

incontTov~rtible ~e CI~:'~~;'S(~tl;~ ~:)~vl~~:~;~1 ,c::lc~~:~~a~::~i~~I~acl']"I:~~,b,":y las deficiencias de conducta de SIlS habitantes 1; l . j. '

" ( < ...• ' ,os III onncs

13. Característicamente, las personas 'J',., . Igar misterioso e insondable ni') . '" < • ~.Ic,nds ,1 gueto lo vcn"C01110 un ¡u··'; , ... '1' (PiCIO pella as dr(IO'ls'JII· .

eren, las madres solteras. la ianorancí. " . ~ ,,~,., l ce Ho. la prostllU1991 1

1áo- 1f7) p. "1 I1 ~ .'JI>I:J _\ LJ cufertncdnd mental" (Anderson.

, b' ) '. ,lld os ) ancos ct11ICOS de Brooklv "1una realidad opacn v malvad: Ir l' . > , • • ) n. t gueto ccrC(J1](l C~• .. a ce ,1 quc ha- nuc huir ti· " I . r'animales' d icl ,_ . .., '1 . . . na se va intcstnd,

e pIe OSCU!8 cuya sexualidad '" J' '" f '., _ , e

das. las ideas de conduela civilizada 1 J ;,'~ \',~¡,t) nll1,llldS 101,1S dcsafian tn-1 f ' <.... 1\0)<111, no ucncn Vl]OI"" ¡ ¡ r­.~ arma en que viven. Viven corno animalcx" (Rieder. 19'R";' " l,: ;.._' ~sEn Banfie1d (1970), Jencf.:s v Pelcrson (1()91 _,.' '., p<Jg"__.1.

156) v Mead (1991)' cnl' 'l.'.' -,. ." ,pOI ejemplo púgs. J. 96 0 155-o-' ' ~.' I e o 10.<;, se encontr,wín" o'. .'. -'

menos eufemísticas de este punl~ de \isla. " \ crSlones acnCknllC1S Iwis o

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136 PARIAS URBANOSPARIAS URBANOS 137

periodísticos y las teorías (pseudo)académicas que han prolife­rado en procura de explicar el presunto surgimiento de una asíllamada inlraclase en medio del gueto no hicieron más que ace­

lerar la demonizncion del (subtproletariado negro urbano, alapartarlo simbólicamente de la clase obrera "meritoria" y oscu­

recer y cou ello legitimar retrospectivameute-- las políticas es­

tata!cs de abandouo urbano y contención punitiva responsables

de su desliznnucuto descendente (WacquauI, 1992d, págs. 115-I Y 1992e; véanse tamhiéu Katz, 1989; Gans, 1(92).

eu uuestros días, el hecho de vivir eu el cinturón negro his­

tórico de Cllicago implica una presunción automática de iudig­uidad social e inferioridad moral qne se traduce cn una agudaconc icncin de la degradación simbólica asociada al confina­miento en un universo aborrecido Y' meuospreciado.!" Un estu­diante de un colegio secuudario profesional del Sonlh Sideproclama de este modo la sensación de estar cercenado y ex­pulsado de la sociedad en general: "La gente realmente te mira

C01\ despn.'cio por ser de donde eres y quién eres. No quieren

tener liada que ver contigo. 1... 1 Puedes asegurar que cuandoV(¡S (1 aluún IUf.!..aL la gente te mira corno si estuvieras loco o al-

'- '-_. '-

g(l así" (en Duncau, 19R7, p{¡g. (3).

l." difamnciou del gueIo se inscribe en priucipio en los datosen hr\llo de su ruina física y de la separación e inferioridad ma­c.;j\:1 de las instiruciones residentes, ya se uate de escuelas públi­

CLlc.;, org,lllismos sociales, servicios municipales, asociacionesvcciunlcs o establecimientos financieros y comerciales (Wac­quuni. 1992,L Orficld, 1985: Monroe y Go ldmau. 1(88). Se ve

COllst,nllctnentc reufinnada por las actitudes desconfiadas Y' des­preciativas de los Llge!ltes externos: bancos, compaüins de segu-

1·1 ('(l1110 prueba de que esta situación no es exclusiva del gueto de Chi­

cago. \'l'ase Wilkiuson ( 1992, en especial págs. 78-88), un perccpü YO informec(nop.r:íficn ele la estig111atizacióll territorial en un complejo de viviendas pú­

hlie:1C; para llcgrnC;)' portorriqueños en Roxbury. Boston.

ros, taxis, camiones de reparto Y' otros servicios comerciales evi­tan el cinturón negro o sólo se aventuran en él con mucha caute­

la; parientes y amigos son reacios a hacer visitas. "La verdad esque [os amigos de otros lugares no quieren venir aquí. Y unomismo no invitaría a venir a gente inteligente: hay pintadas yescritos en las paredes, porquerías, de todo", dice una madre de­socupada con Ires hijos quc vive en un complejo del West Side.

Los niños v las mujeres que residen en viviendas públicas de las

áreas eént;icas dCJ;rimidas (i/lllel' Gily] tienen dificultades para

establecer lazos personales con la gente de afuera, una vez que

ésta se entera de su Ingar de residencia (Kotlowitz, 1(91).Desnwnd Avery (1987, pág. 29), que vivió tanto en el corn­

plejo Cabrini Green de Chicago como en las Quatre Mi lle, se­ñala que la discriminación residencial es al menos tan prepon­derante en la Ciudad Ventosa' como en la periferia parisina.

Los moradores del gueto son bien conscientes de que el hechoele vivir en un sector estigmatizado de la ciudad significa unapenalización en el mercado laboral: "Tu dirección es una mar­ca para los empleos". Residir en el South Side, y más aún en

un complejo de viviendas públicas cuyo nombre se ha couver­

tido virtualmente en epónimo de "violencia y depravación", esotro obstáculo más eu la ardua búsqueda de trabajo. Una mujerdesocupada que vive en la desacreditada urbanización Cabrini

Grecn señala: "Se supone que es discriminacióu, pero ellos selas arrcalan para hacerlo, sabe. Sí, es importante dónde vives.Los patrones se dan cuenta, se dan cuenta de las direcciones:cuando la solicitud pasa a personal, ven el dom icilio y dicen

[tono preocupado]: 'iAh, usted es de allí! "'.Más allá de la mirada desdeñosa de los de afuera y ele la rea­

lidad de una participación vedada en las instituciones normales

de la sociedad, la situación cabalmente deprimida de la ecouo-

* Denominación popular con la que se conoce a Chicago [11. del t.].

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138 PARIAS 'URBANOS PAP1AS URB/\NOS139

mía y la ecología locales ejerce un efecto de desmoralizaciónpenetrante en los residentes del gueto. A decir verdad, las pala­

bras "deprimente" y "desalentador" aparecen una y otra vez enlas descripciones que ellos hacen de su entorno. Por otra parte,

dos tercios de los habitantes del South Side y el West Side deChieago suponen que en el futuro cercano sus barrios van a se­guir en el mismo estado ruinoso o van a deteriorarse aún más; elúnico camino al progreso es mudarse de ellos, cosa a la cual ca­si todos aspiran. La posibilidad de acumular recursos para pre­parar una movilidad ascendente se ve aún más erosionada por lanaturaleza depredadora de las relaciones entre los residentes y la

presión en favor de la uniformidad social que se ejerce sobrequienes tratan de elevarse por encima del nivel de pobreza co­mún a la mayoría de los habitantes del área: "No van a dejar queuno salga adelante. Le roban, lo desvalijan y toda esa clase decosas", se lamenta un operador de máquinas que vive en un ex­tremo del South Side. Dada la incidencia excesiva de los delitosviolentos (Waeqnant, 1992e, págs. 106-109), vivir en un barriodel gueto también entraña un riesgo físico significativo y, comocorolario, altos niveles de estrés psíquico que tienden a "arras­trar hacia abajo" y "agotar". No es de sorprender que en el cin­turón negro la existencia esté imbuida de una sensación de aba­timiento y fatalidad, vav fcttum social que obstruye la visión delfuturo y parece condenar a una vida de fracaso y rechazo cons­tantes (Monroe y Goldrnan, 1988, págs. 158-159, 273; Kotlo­witz, 1991; Waequant, 1992f, en especial págs. 56-58).

De la estigmatizacion socia! a la "desorganización" social'>

De manera paradójica, la carga de la experiencia de estig­matización territorial pesa más sobre los residentes de la hall-

15. Usarnos J8S comillRs para indicar que el término "desorganización"

t . . pares del zucto estadounidense, alicue francesa que so 01e sus , - . e . . ' msiderable-

1: t constltuve un medio ambiente ce .

pesar' e que es e . - 997 ' ) Tres facto-, d alado y opresivo (Wacquant, 1 ,,<1. .

mente rn~s ~:n (a e~ ilicar esta aparente disyunción e~1tre lasres ~ontrlbU)objetiva:yla (in)tolerancia subjetiva de quienes secon IClones. ' . lugar 1'1 idea misma de relegaelon

Has En primer , e .mneven en e . - .1 de '·"('''ior¡dad e ii/II/ovilidad soc/IIies

acio seloarae o l' 1 1en un esp( .' ..' .. l. ., n'lorantc ee a. '. . liz f representa una VIO 3CI011 .. (b .'mS!l!UCIOl1(1 L:-G{ as . 1 l' '3 \' p.articipación unitarias. 1 ' francesa de una eme ae ant. --'Ideo ogra .. 1 . j, loe ia plenamente abrazada

1 .dad nac iona , una IC ea t. z- 1, •

en a comuni "". d . I . ·venes del cinturóu rojo, en, aieamenle invoca a por os JO '. , .'

y ene~b '.' ro' . ,s de seounda generaClon de ongencs no­espectallOs Inmlgl<1nte. . b . 'I'os c,tllc·leras de la década

. protestas v maJe 1(l~( , '

rafrlcanos en sus ." p._ . l. stc, 1'1 línea de color de la'1' 19(/)') "11 con ¡(L, ( . {

pasada (Jazou 1, - la expresión institucional más visíble eS·que el gueto negro es .,

·1' 1 I de las csuatcaias" ",\emcnlc, la tendencia socio IlgJ . ".

Pretende ll1(hcar aqur. Slll1¡. .' . , _ ''1-'/(;(,0\' ,1.f(H;¡J la idea de qUl

, de J''1o/idOo::o.CIOII. J flL" 'Ó'ÓÓ'Ó'Ó: . '.-"ocia1es v sUS efectos ((/c. . e adcccn uua ··dcsoTQ.,anlzncl,m. . - ,.1 '1 norteamcncdno p,l '--' " . ~. .la ívantieue Iranccsa y egue e .. . plo \Virlh 19hJ. pags. 4,1-'..' . .1' i ~ el ¡caoo {por CICll1 . . .' .social" tal corno la cscuc a (e ... 1 c- ". ,.'. ., desde entonces adopt¡lrUI1

'., > le) esta 1l0Cl01L que . "49) interpretó (normatl vanl U1

'. "mi"'\ incuestionada de sus invcsu-, '.--l • le la ¡"lObreZ<l como prt- ,< _ • '. "l' " >]loo; illvcstH!allores ( , ( .' .' . t·,.. te un denso análi srs (e 111\C, ~ e 1l(1 lo dcmosuc mee ldl1 e . .'. .

ga ci ones de campo. 01 . " l·d·'.¡I1'IS de t:.lll'wrvivcnCl<l de \111• ", \' e; esuatc.mas co 1 , ',' '1

cero" de la C..O<::.TnOV1SlOn) (L.., .... , ~'j"" 1 .-.1,] South Sidc de ChlC.;¡gO.".,.. ,," 1 ""'1 ca\lclero pro CSiOl¡;) (le ' . . "

"huscavldas f !JusI el ' -ci1- ., 1'-1..10 en recursos, 1111.1\ cln ,.l'

l . " 1 '<:;\,cel leo -I1IU'< .. .'.. .gueto contiene un ore en SOCld e,. . .. ~ .. Ir) v mantenido inS1ÜuciOl'.',i.l~ .. ,', l. -, Tllmcnlc scpalde... ,.do en depredadores SOC1<1 es, rae ". . l' -utina del Estado v el merca-

l' ., 1 fmcl0na1111Cll{O cc 1 . ( , ..mente al margen mee iantc e . ti l.."'" hle tiene como base patrones q.ne 50!1

t t opla socia o );;Cl\,\' . . ' I 1,·do ..- en el que (1 en T, . ( .. . te .·11""- , I,C';{H de su lrregulanL ;1(,,1,]-

. . ' ., . le; V muv pree tU) C~ ,\ ...distmtwamcnte Slstcllllce .•' .' . . '\7- -(»

7 t 1°9-")[ en cc;peCla! pags.· .) " " \'lperficial (W»cquaru, e ~ , "". '1 . e - 11\1[·,1 a ta sociedad Irance-u v', .: . i " "11111 aclon etl ({ '- .. ' ,

16. Esto se debe a su rapte a d.". 1 .11""11 el repertorio discursivo del. lr te aie dc ctTlICldae cTC1"1",C . ", . ,.,) J'

ausencIa de toco cngu'J, . t l)<) ) ) ' utima ironia (o \'cngdl17.d le. II)S"'" \\"ICqH::Hlt .' _C V, l. . . l·

país (Lape-yronnle, . . 1, < • • , :. l' ,\ "civilizadora'" univcrsn lsta• ' 1 .ersic;tente creencia en la capan( d(

la [ustona, 5t P " , I la de 1'1 era colonial.del sistema escolar francCS, heTel al d le < ,

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1·10 PARIAS URBANOS PARIAS URBANOS 141

lú tan arraigada en la configuración del paisaje urbano nortea­mericano que se ha convertido en parte del orden de las cosas:la división racial es un componente de la organización de laeconomía, la sociedad y el gobierno metropolitanos que se dacompletamente por sentado."? Segundo, los residentes del gue­to estadounidense son más propensos que sus pares de las citesfrancesas a abrazar una ideología muy individualista de logrospersonales. Muchos -si no 10dos- adhieren a una visión darwi­nista social que sostiene que la posición social refleja en últimainstancia la valía moral y los esfuerzos personales de cada uno,de modo que, a largo plazo, nadie puede ser coherentementeimpedido por su lugar de residencia. lB

Una tercera y más crucial diferencia entre el cinturón rojo y

17 ,~<u.rllCr(l_C;¡I.s teorías [lendélllicas (empezando con el paradigmn ecclógt­'" (Iv loa pnlll.c,ra escuela de Chicngo) han apoyado esta perspectiva presentan­dl~ h ¡O~-lll;1CI()11 y pcr,;istcllcia de harrios étnico-raciales segregados y Con lí­I11lte::: blCl1 marcados COInO prot!Uclos"naturalcs" dcl Yciclo de relacionesl'~lCialt'<' y ou as dinúlnicas urbanas prcsuntnmente uni\'l:rsa!es que SOIl, de he­cho. 11lU:' cspecificns de In suciedad norlcHlllcrícalla. La demanda de "rccons­

trulr las úreas céntricas deprimidas de la ciudad" (en vez de disolverlas),planteada por políticos progresistas y dirigentes de minorías después de cada

gran disturbio urbano (como el levrnuamicnto cu el centro-sur de Los Ange­k':' en fl)¡l}() (ic' 19t¡2). revela hasta qu\.; punto la segmcntaciólll'acial de la ciu­d:HI se conxideta un d:110 inexorable.

I~. Este punto de vista estú en armonía C011 la creencia norteamericanadominante sobre la desigualdad y la oportunidad en general (Kluegel y Smith.ItJSh. capitulo 3). DUl1C<1Il (19B7, pág. 89) muesun que los residentes del gue­

lO de KCll\\oo.L en el South Síde, evalúan sus éxitos y fálcasos casi cxclusi­vamcnte en térmillos personales. Uno de mis iulormantc-; de Woodlawn da

una j()~'n:lIl;¡ci("¡!1 hiperbóliC:l de esta concepción: "Bueno, en este país puede

sobrevivir todo ti inundo Hay mucha comida por todos lados. Uno puede sa­cnr la<; l<Jlns de conserva de 1:1 basura () ir a un restaurante a pedir las sobras.\1 en es/e ¡vlÍs alguien se !lIIU'I"e de hambre, quiere decir que oIgo le falla, AJo mejor C',\ débil Y no merece sobrevivir". Las investigaciones mostraron una

y otra VC7 que "los ITlismo;; pobres sostienen a menudo las concepciones erró­

llene; de clase media sobre su motivación" (Wiili.uuson !974, pág. 634).

el cinturón negro radica en la naturaleza de los estigmas quetraen aparejados: en el primero son sólo residenciales, peroconjunta e inseparablemente espaciales y raciales en el segun­do. La banlicue francesa no es más que una entidad territorialque además contiene una población mixta y multiétuica; a loshabitantes de las Quatre Mille o cualquier otra cité les bastacon ocultar su domicilio para "pasar" a la sociedad más gene­ral. Ningún marcador físico o cultural de lúeil percepción losseñala corno miembros del cinturón rojo, y el uso de sencillastécnicas de "manejo de la impresión" (Goffman, 1963) les po­sibilita quitarse el estigma, aunque sólo sea temporariamcntc.Así, los adolescentes de las bonlicues parisinas pobres van ha­bitualmente a "vagar" por los distritos distinguidos de la capitalpara escapar de sus barrios y excitar sus sentidos. Al atravesarespacios que simbolizan y contienen la vida de clases más al­tas, pueden vivir durante algunas horas una fantasía de inclu­sión social y participar, aunque por poder, en la sociedad másamplia (Calogirou, 1989, págs. 64-69). Este "cambio de con­ciencia" hace mús intolerable la idea de exclusión pcrmauentey el status de paria asociado al establecimiento en una cité de­IIradada.~ Los residentes del cinturón negro norteamericano no puedendarse el lujo de este "contexto de conciencia" dual, En efecto, elgueto no es simplemente una entidad espacial o una mera agre­gación de familias pobres enviadas al fondo de la estructura declases: es unafo7711ación exclusivamente racial que produce unared, vasta como la sociedad, de asociaciones materiales y sim­bólicas entre color, lugar y una multitud de propiedades socialesde valoración negativa (Pettigrew, 1971, págs. 91-92,179-182).El hecho de que el color sea un marcador ele identidad y unprincipio de visión y división de acceso inmediato para la inter­pretación y el uso en el espacio y la interacción públicos (Fea­gin, 1991) hace casi imposible que los moradores ele las áreascéntricas deprimidas de las ciudades se liberen del estigma aso-

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142 PARIAS URBANOSPARrAS URB,\NOS

ciado a la residencia en el gueto.!? Por ejemplo, no pueden cru­zar casualmente a los barrios blancos adyacentes porque en ellos

"la vista de un joven negro evoca la imagen de alguien peligro­so, destructivo o desviado" (Monroc y Goldman, ]989, pág. 27;Andcrson, 199], en especial págs. 163-167), de modo que muypronto la policía los seguirá y parará, e incluso los acosará siste­

máticamente. Los negros de los guetos de Estados Unidos pade­cen una estig1l70li::ach5n conjugada: acumulan el capital simbo­lico negativo asociado al color y a su confinamiento en unterritorio específico, reservado e inferior, en sí mismo devalua­do por ser tanto el depósito de los elementos de la clase más ba­ja de la sociedad como una reservación social. En una sociedadde divisiones raciales como Estados Unidos, donde todas las es­feras de la vida cstán complctamente codificadas por el color, ydadas las escasas posibilidades de escapar del gueto, lo mejor eshacer de necesidad virtud y aprender a vivir con un estigma quees a la vez i1egít imo e inaceptable para los jóvenes trabajadoresfranceses de las cites del cinturón rojo.

No obstante, el principal efecto de la cstigmativac ión es si­milar en ambos paises: consiste en estimular prácticas de dife­rencinción v distanciamiento SOCiíl1cS internos que contribuyeua reducir la" confianza intcrpersonal y socavar la solidaridad so­cial local. Para recuperar algo de dignidad y reafirmar la legiti­midad de su status a los ojos de la sociedad, los residentes de la

cité y el gueto suelen destacar en exceso su valor moral C01110

individuos (o como iutegran1es de una familia) y adhieren al

19. En términos nl8S generales, a menos que compensen su bajo status deC3St2 enn una muestra exterior competente de Jos símbolos de 1<1 cultura de

cl;'lc:e media (blanca), se presume por definición que los negros son siempremoradores de In.') guetos y de cl<-15C baja. Como escribe Le-vis Killian (1990,pág. 10): "I'ara Id tnavor la de los blancos, aceptar realmente a los negros C()..

1110 residentes de sus barrios p8rece significar que mañana estarán ante suspuertas los drogadictos del gl1ctO beneficiarios de la seguridad social",

discurso dominante de denuncia de quienes "se benefician" sinmerecerlo con los programas de asistencia social, "faux pauv­

res" y "tramposos de la seguridad social". Es como si sólo pu­dieran ganar en valor devaluando su barrio y a sus vecinos.

También adoptan una diversidad de estrategias de distinción yretraimiento sociales quc coinciden en socavar la cohesión ve­cinal. Dichas estrategias asumen tres formas principales: la evi­tación mutua, la reconstitución y la elaboración de "in Iradi fe­rencias" o mierojerarquías y cl desvío del oprobio públicohacia chivos expiatorios tan notorios como las "familias pro­blemáticas" y los extranjeros o los vendedores de drogas y lasmadres solteras.:'" En la cité francesa, los residentes suelen ín­sistir en que sólo están allí "por accidente" y se quejan del dis­pendio de recursos públicos asignados a quienes. "al contrariode ellos", no necesitan una genuina asistencia. De manera sim i­lar en el gueto de Chicago sus residentes rechazan pertenecera] barrio ~omo una red de conocimientos e intercambios mu­tuos y se empeñan por marcharse de lo que saben un lugar yuna población de mala fama. Esta enfermera de cuarenta y unanos del vecindario de North I.awndalc, uno de los más abane

20. En Paugarn (1991, pí'igs. 193<2(5) se encontrara una convincente dis~

cusión de estas 'estrategias, Aquí podrían traerse a colación muchas citas. Un(Jbastará: "1:0 este mundo de homogeneidad social negativa. la manipulación

de chismes apunta a "supcrcategorizarsc ' y (1 'subcaregorizar a los otros. l ..]De acuerdo con el discurso dominante. los extranjeros son responsables de lndegradación del barrio, del delito y de la ralla de traba¡o r... l )' de la desvaro­rización y estigrnatización de la cite. [.. J La negación imaginari» de 1<lS re.la.

eiones de vecindad se convierte en U!1<1 necesidad", lo mismo que "la esllg­matización de los otros por su escasa educación y la cxagcracion de he:propias aptitudes educativas. Es crucial demostrar que uno adhiere a las nor­mas dominantes", lo cual conduce a establecer la "máxima distancia posibleentre uno mismo y otras familias" (Calogirou, 1989, pflgs. 17,21 ..22,4!), So­bre este punto, vcansc también Pétnnnet (1979. págs. 220-234), Gwaltncy(1980, págs. 121- t 26), Kotlowitz (t 991) Y Wilkiuson (t 092).

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144 PARIAS URBANOS PARIAS URBANOS 145

donados de la ciudad, ubicado en el West Side, habla por mu­chos dc sus pares, tanto del cinturón negro como del cinturónrojo, cuando dice: "Diablos, no sé qué hace la gente [de por

aquí], snpongo que en gran parle me las arreglo sola, No me re­

laciono con la gente del barrio; quiero decir, les hablo, pero en

cuanto a saber en qué andan, no lo sé".En siutesis, los residentes de la cité francesa y cl gueto nor­

teamcricauo forman una comunidad imposible, perpetuamentedivididos cutre si: no pueden si no negarse a reconocer la natu­raleza colectiva de sus aprietos y, en consecuencia, se inclinana desplegar estrategias de distanciamiento y "salida" que tien­den a confirmar las percepciones exteriores negativas y' alimen­tan una morta l profecía autocumplida gracias a la cual la man­

cilla pública y el oprobio colectivo producen, en definitiva, loque afirman siurplcmcnte registrar: at0111is1110 social, "desorga­nización" comunitaria y anoinia cultural.

IIsirJ!l y division socialc» el/ 1'[ gueto y [o cité

Hcmos visto que el nexo entre estigma territorial, inseguri­

ciad y abandono público es muy característico del cinturón ne­glO en virtud del aislamiento racial padecido por los negros

u.urcaruericuuos. Lsta situación se refleja en la conciencia decasta y los cortes quc estructuran la vida en el gueto, donde la

división entre negros y blancos es omuiubarcativa. En el cintu­ron rojo pruisino. en contraste, la oposición dominante no en­Ircnta a residentes franceses nativos e inmigrantes sino a los jó­venes contra todos los demás. Aunque los extranjeros y en

especial las familias de origen norafricano se han concentrado

m{¡s en las cites dcl cinturón rojo periférico desde el cierre de lainmigraciór: legal en 1974, la banlieue francesa sigue siendo ununiverso cxrrcmadameute heterogéneo en el que las categorías

raciales ü étnicas tienen poco vigor social.

Apartheid norteamericano y conciencia racial escindida

Como resultado de la experiencia histórica de dos siglos deesclavitud, seguidos por un siglo de separación racial casi total

y múltiples formas de discriminación, muchas de las cuales per­sisten en el presente, los afronmericauos han forjado una rica

cultura expresiva que les proporciona un conjunto distintivo de

prácticas, modismos y signos mediante los que se construyen a

si mismos y dan sentido al mundo que los rodea (Levine, ]977;Jones, ]985; Abrahams, 1970)21 Estados Unidos también gozade singularidad por tener lo que Orlando Pattcrson (1972, pág.28) llama un "sistema racial clasificatorio" en el que "cualquie­

ra que no sea completamente blanco y tenga la más ruinimahuella de ascendencia negra es considerado negro". La aplica­ción estricta de esta regla de "hipodescendencia" bloqueó el

surgimiento de una categoría mixta o mulata socialmente reco­

nocida, a pesar de la difundida mezcla genética de las poblacio­

nes blanca y negra, lo que resulta en una división infranqueableentre ellas, Como cabria esperar, la raza constituye el eje en tor­

no del cual gira la matriz cultural afroamericana. El limite ra­

cial inflexible y dicotómico que los blancos impusieron a losnegros en toda la sociedad, muy visible en la persistente segre­gacióu espacial entre las "razas" y los índices extraordinaria-

21. El hecho de que la cultura ufroamcricuna, que mezcla elementos delviejo y de! lluevo mundo, haya permanecido durante mucho tiempo "hisrori­camcnte sin expresión por parle de los eruditos" (Levine, 1977, pág. ix) y sigasiendo groseramente malentendida (si no negada por completo) porlos analis­tas contemporáneos que adhieren a anticuadas concepciones funcionalistas dela cultura como un conjunto unitario de "normas y valores compartidos' o"adaptaciones" mecánicas a fas condiciones objetivas, e incluso a modos po­sitivistas de razonamiento que la reducen a una "variable" (CU}O "efecto"consiste en cierto modo en ser "parcial izada" y ponderada -prcfercntcmcnrede manera estadística- con respecto a las de "raza" y "espacio"), no obvia suexistencia y capacidad de esüucturución.

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146 PARIAS URBANOSPARIAS URBANOS ¡ji

mente bajos de matrimonios interraciales, encuentra su expre­sión en formas de conciencia ancladas en una rígida oposición

"nosotros/ellos" entre negros y blancos, que refleja las relacio­

nes objetivas de casta que prevalecieron históricamente entre

ellos.En el gueto, la raza está inscripta en todas partes: en la obje­

tividad del espacio y de las instituciones separadas e inferiores

que entrampan a su población, y en la subjetividad de las cate­

gorías de percepción y juicio que sus residentes ponen en juegoen sus conductas más rutinarias. En rigor de verdad, la concien­cia del color es tan ubicua y difundida cn el cinturón negro que

ni siquiera hace falla mencionarla; a tal punto, que puede pasarinadvertida incluso a los observadores cuidadosos, justamente

porque está incorporada a lo más hondo de lo que AlfredSchutz (1970) llama la "actitud natural" de la vida cotidiana."En el cinturón negro, las categorías raciales tienen una inmedia­tez y una generalidad que las erige en hcrram ientas cognitivasdecisivas. Por ejemplo, la primera característica de nna personaque se transmite, aunque sea implícitarnenre, en las conversa­

ciones mundanas es si se trata o no de un "hermano" O una"hermana". El hecho de que la mayoría de los residentes delgueto tengan pocas oportunidades de interactuar en un plano iu­

dividua! con los blancos (y de manera creciente con los negrosde clase media) aumenta aún más la omnipresencia perceptivadel colo!'. Kot lowitz (199 L pág. I (i 1) cuenta la historia de un

niño que vivía en un complejo habitacional de Chicazo v que ab o ,

los diez años, "empezó a preguntarse en voz alta qué era ser ne­

gro. '¿Todos los negros viven en complejos?', preguntaba a sumadre. '¿Todos los negros son pobres":" Yo soy el único amigo

22. La ubicuidad de la conciencia racial entre los afroamericanos está am­pliamente documentada en el "autorretrato de la Norteamérica negra" aunadopor John Langston Gwaltney (19&0),

blanco que tuvieron en su vida los jóvenes negros que conocí

durante mi trabajo de campo de tres años en un gimnasio f!f~

box de Woodlawn. No es sorprendente que los residentes delcinturón negro den como un hecho cierto la linea de color, habi­da cuenta de que su vida está casi íntegramente autocontenida

dentro del mundo racialmentc uniforme del gueto y, para 11111·

chos de ellos, en un pequeño sector de éste: su calle, su l11a117a­

na o el "área de reunión" de la vecindad inmediata. El inundo

blanco de "allá afuera" sigue siendo desconocido en gran mcdida, porque es virtualmente inaccesible, salvo a través de los me­

dios masivos."

El Hombre, se decía, poseía todo lo que valía la pena tener vno dejaría que los negros se metieran en su casa. Pero ellos prácticamente nunca veían una cara blanca salvo en televisión, V lasinocentes vidas suburbanas mostradas en ella 1... 1 estaban «;11 le­jos de las sUYJS como Marte de la Tierra. Su paisaje urbano eracasi todo negro, excepto alguno» burócratas, maestros y policía«,

y contadas veces se alejaban de él: para la mayoría, un viaje al

Loop [centro de Chicago ] era una gran expedición. La cal1~ 39:ése era tu mundo. [ ... 1El resto era el mundo de ellos, un mundoblanco con códigos diferentes de habla, vestimenta y conducta.(Momoe y Gokhnan. 1988, pág. 100.)

El prisma racial a través del cual los residentes del í2:uetoven el mundo es tan poderoso, que quienes se las ingenianpuratrepar en la estructura de clases y' dejar el cinturón negro sonampliamente percibidos como si trataran de "volverse blancos"y se los considera "traidores" 11 su comunidad, independiente­

mente del hecho de que casí todos ellos terminan por mudarse

23. "Para muchos jóvenes de Horncr un complejo bahiracional CI1 elgueto del Wcst Sirle de la ciudad-. su único contacto con el mundo al rnaruende su entorno inmediato son los juzgados' (Kotlowitz, 199 L p;íg. 226), ,

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148 PARJ/\S URBANOS PARIAS URBANOS 149

a barrios totalmente negros de otras zonas de la ciudad o a su­burbios segregados. De tal modo, las mismas diferencias declase entre los negros se expresan en el idioma de la raza. Unjoven desocupado de Woodlawn lanza una diatriba en estos tér­~llillOS contra los maestros, comerciantes y policías que escapa­ron de la zona desde sus años de adolescencia: "Todo el inundo

trata de ser blanco. de ir atrás de un blanco, se muda a un ba­rrio blanco: \'0 sov el único negro que riFe en mí barrio; [incré­dulo] LmLn;',mea;l con eso, ¡en setio ' [risitas]: 'iSoy el primernegro 'lile va olli" Yo le dije, ¡hombre, estás enfermo aqui! Seblanqucan l« pie}, digo ~/O, .vamos: u. nornnil busca lo LlllO/.'­

IiIU!, eso es 10 que es". Mientras persistan las estructuras resr­deuciales e inrcracciouales del "uparthcid norteamericano"(!vlasscv, 1990), no habrá razón alguna para que la oposicióndicolón'lica existente entre blancos y negros en la realidad obje­fivn 11\) se reproduzca en la conciencia.

.Icunc-, des cités con/ro el res/o del nmndo

Si 11a\" un alllav,.ollislllO dominante que atraviesa la cité delcinrurónroio v se ¡-mprimc en la coucicnc ia colectiva de sus ha­bitantes. no s~ uata. en contra de las difundidas representacio­nes de los medios, del que opoue a los inmigrantes (en especiallos "árabes") v las familias Irnncesas nativas, sino del clivajeque divide a l(~sjóvelles tlesjcunesv; nativos y extraujcros jun­los, de lodas las demás categorias sociales. Los residentes deIll{¡S edad los señalan ampliamente como la principal fuente devandalismo, delincuencia e inseguridad, y públicamente se los

considera responsables del agravamiento de las condiciones y1" reputación de la banlieue degradada, Avery (! 987, pág. 1(2)infonna que

las bandas de jóvenes que se reúnen en las escaleras [de las Qua­tre (\"lillel sonuno de los temas Iavoritos de conversación: "Rorn-

peu las bombillas eléctricas para que no podamos ver qué hacen",dice llllO. "Se inyectan drogas a plena luz del día", "se sientan allíy se pasan toda la noche fumando porros", "rucan en las cajas delas escaleras", "no es agradable encontrarse con ellos a la noche;estamos presos en nuestros departamentos".

Mezcla de hechos y ficciones, estas acusaciones se basan enla realidad de que los jóvenes predominan dcmográficamentecn complejos como las Quatre Mille, y que suelen apoderarsede las calles y los pocos espacios públicos disponibles, inclui­dos los vestíbulos y las entradas de los edificios, por lo que losdemás sienten que se están adueñando de un bien colectivo pa­

ra sus propios fines." Fundadas o no, estas quejas retratan inva­riablemente a los jóvenes como trnstornados o bien como gene­

radores ele trastornos. En el caso de La Courneuvc, Bacluuann yBasier (1989, pág. 100) señalan que "en todos los incidentes losjóvenes son a la vez la cansa y las víctimas ele la violencia en lacité: están constantemente en el primer plano",

Por su parte, los jóvenes de los barrios estigmatizados delcinturón rojo se sienten sometidos a un patrón generalizado dediscriminación anrijuvcnil que prevalece tanto dentro como !ÍJe­ra de su ámbito. Se quejan de que los programas gubernamenta­les y las autoridades públicas los ignoran, rechazan sus dudas ysus aportes, y les prometen mucho pero les dan poco o casi na­da dc valor; que la policía los hostiga o los hace objeto de una

24. ¿Qué es !o que la gente reprocha a los jóvenes? Que ocupen las pla­zas, que se sienten en los haucos o en los escalones de entrada a los negocios[.,. [. que se queden ahí charlando, riéndose, alborotando." Por su parte, losjóvenes ven "la calle como un simple lugar para pasarla bien, un terreno neu­tral" (Calogirou, 1989, págs. J6~37; véase también Bourdieu, 1991, pág. 12).En Pincou \ 1(82) se encontrará un excelente análisis de la forma en que lamezcla de diversos grupos con diferentes perspectivas culturales y socialesalimenta el conflicto por el uso de recursos públicos en las viviendas france­sas para personas de bajos ingresos.

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ISO PARlAS UHJ3ANOSPARIAS {lHSANOS J.5 \

sospecha y una vigilancia injustificadas; y, en términos más ge­nerales, que los adultos 110 reconocen su difícil situación y sus

inquietudes. Pero, sobre todo, sienten que nadie les otorga el re­conocimiento y el respeto a los que creen tener derecho: "'Noexistimos, nadie nos ve.' 'Nos tratan como ratas" (Lapeyron­

nie, 1992, pág. 11). La furia ardiente que muchos experimentanpor verse persistentemcnte marginados de los empleos y sentirque se les niega la dignidad individual quc acompaña la autono­mía económica, encuentra una salida en un discurso nihilistaque glorifica la depredación y la violencia como medios de ac­ceso a la esfera del consumo y que, como no pueden cambiarlos mecanismos que los excluyen, se centra en la policía comoblanco de su hostilidad (Dubet. 1987, págs. 80-89; Jazouli,1992, págs. H8-149).

Como los descubrimientos de los investigadores que estu­diaron hasta aquí las tensiones en los proyectos habitacioualesde la bonlicue degradada discrepan de manera llamativa con lavisión que llegó a dominar los medios y el debate público, valela pena que los citemos más o menos extensamente. Avery(1987, pág. 21), por ejemplo, "nunca observó durante [sus]años en 1,8 Courneuve [ ... ] situaciones de intolerancia racialabierta o desprecio colectivo flagrante" similares a las que pre­senció en el West Side de Chicago o en una ciudad obrera bri­tánica donde vivió anteriormente. Aunque el 14,5 por cientodel electorado de La Courneuve votó por cl xenófobo FrenteNacional en las elecciones legislativas de 198tí, Avery insisteen que "por lo común no hay aquí nn clima racista. Al contra­rio en la vida cotidiana de la cité encuentro mucho respeto mu-,tuo y solidaridad" (ihid., págs. 21-22). En UI1 complejo habita­cional aislado para trabajadores, en los suburbios del oeste deParís, Calogirou sacó a la luz formas ligeramente más "etnici­zadas" de percepción del espacio: sectores separados de la ur­banización y edificios específicos tienden a identificarse, y sehace referencia a ellos, por In presunta pertenencia racial o et-

nonacional de sus inquilinos más notorios. No obstante, "la 'letitud más difundida es la tolerancia", y "quienes establecen res­tricciones nacionales o religiosas en su red de amistades sonpocos y están separados entre sí" (Calogirou, 1989, pág. 144)25Para los jóvenes de estos complejos de viviendas, las caracte­rísticas personales están por encima de la pertenencia "étnica",ya menudo utilizan cl humor para desviar la connotación des­pectiva de los insultos racistas: por ejemplo. cuando conviertenexpresiones como "negro sucio" ("sa!e negrc ") en formas chis­

tosas de trato.

Mezcla grupal, trayectoria colectiva ¡: tension "racial ,.

'Qué explica el carácter silencioso de la conciencia racial oétnica en las urbanizaciones obreras del cinturón rojo a pesar dela creciente concentración de familias inmigrantes en los com­plejos habitacionales más deteriorados de la periferia urbana-sr; representación en La Courneuve se duplicó entre 1968 Y1982 hasta llegar al 22 por ciento y la expansión del lugarotor:ado al tem'a del racismo en la esfera pública a medida que

b

se prolongaba la década del ochen,ta? Tres son las razones qll~

pueden mencionarse brevcmcute.I'' En pr uner lugar, como le,

25. En rigor, Calogirou (19B9, púgs. 93, 96, 98. !OJ~ 115,.13,1) _sigue

mostrando que eslas redes atraviesan sistemáticamClllc las fronteras e.ll.l!Cí15 \

los agruparnientos por nacionalidad. Pétonnct (1979, .pág. 2~'1) :ilmblcll des­

taca que "en la cité no hay jerarquía ~llli.ca. :ólo ha,:\' J~r~r~ll,lils .11~lcr,~l~!:S.(:I~i_l-­

les". Sobre el rechazo de la dicotomia "mrmgrnntc/nauvo en L1S pl<1~t1CJ~)

representaciones mundanas de los jóvenes de una cite del norte de h,1l1CI,L

véase Bourdieu (1991). . '.26. No pretendo decir que estos tres factores brinden uno e:xp!Jc~cIOH c:\.

I stiva de la baja potencia social (diferenciada de la preponderancia) de. laslaU. . - I . 1 t -u ~divisiones etnorraciales en el c~nt.ufón rojo francés; se,fl<-J _~),~!Inp, c~1C,nc ~l el

11l1eslTOS días los que dlS{1I1gucn de manera mas visible a este U1t111Hson en. -, -, - - . .. Jdel 'gueto norteamericano. Un análisis más completo (que las lirnitactones (e

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152 l'i\RIAS URBANOSPARIAS URBANOS 153

señalamos antes. las cites del cinturón rojo son conjuntos muyheterogéneos en términos de su reclutamiento ctnorracial. Nin­

guna bonlieu« es el "territorio" exclusivo y ni siquiera predomi­nante de un grupo específico. dado que en Francia no hay una

"segmcnlación ordenada" (Suttles, 1969) del espacio y las fami­lias imnigranres están distribuidas con bastante amplitud cn losbarrios. con la excepción de localidades selectas monopolizadaspor los nativos (de clase alta). Las eilés francesas no son guetossi con ello !lOS referimos a una formación sociocspacial racial

culturalmcntc uniforme basada en la relegación forzosa de'lila población Ilegativamcnle tipificad» a un territorio espccifi­eo (Wacqunnt. 1992a. 1992b, 1993b). Su composición reúne tí­picamente a una mayoría de familias Ilativas francesas y unagrupamiento mixto de hogares de quince a cuarenta o más na­

cionalidades diferentes. Es cierto que los residentes dc origenextranjero estar: dcsproporciouadamente reprcsentados en las(Juatre lvlil le en comparación con su peso nacional o regional(alrededor del 30 por ciento conlra un II por ciento en toda lanación. y hasta cl "O por cienlo en el sector sur del complejo).Pero esta situación es la resultante de su composición de clasedeseqnilibrada y no de la segmentación ctnorracial del mercadode la vivienda. Como en Gran Bretaña, cualquier concentraciónétn ica que exista en las bonlicues francesas es "en esencia unaluucióu de la posición social cle las poblaciones en cuestión"(Iapeyrounic y lrvbes, 1990, pitg. 154). esto es, un subproduc­lo de 1" ubicación mucho más baja de las familias inmigrantesen la estructura de clases. Los barrios más pobres y ruinosos delcinturón rojo tampoco se superponen estrechamente con las ci-

cspnc¡o impiden hacer aquí) tendría que incluir una sociología histórica de lashases y los efectos del trabajo de construcción de clase encarado por el movi­miento sindical y otras organizaciones de izquierda que tradicionalmente"fundieron" ,1 los inmigrantes en la sociedad francesa al incorporados a unac1,lSC obrera unificada y desentendida de las divisiones étnicas.

tés que exhiben las mayores proporciones de extranjeros, comolo querría ciar a entender la tesis de la "guetificación".

Esta mezcla de poblaciones es decisiva cuando se trata de

explicar la abrumadora semejanza de las experiencias y estrate­gias de los jóvenes de antecedentes franceses nativos y norafri­canos del cinturón rojo, un aspecto que Dubet (1987, pág. 326;véase también Bourdieu, 1991, pág. 8) planteó de la maneramás eficaz:

Los jóvenes no introdujeron en ningún grupo la ium igracióncomo un clivaje fundamental de las relaciones entre ellos en unbarrio dado. En las cites que visitamos [tres de ellas en el cinturónrojo parisino y una cuarta en los suburbios de Lyon] nunca habla­ron en términos de "nosotros", jóvenes inmigrantes, y "ellos", jó­veucs franceses, ni a la inversa. Las relaciones y los lazos deamistad son multiétnicos. Esto no se debe necesariamente a creen­cias antirracistas ; surge, más bien, del dato básico de que, desdesu infaucin, los jóvenes han tenido las mismas experiencia» en ci­tés que no son guetos raciales. Estos jóvenes concurren a las mis­mas escuelas, dedican su tiempo libre a las mismas actividades ycometen las m ismas "payasadas" y fechorías. No hay bandas opandillas formadas de acuerdo con la división inmigrantes contrafranceses, nada comparable a los "skinheads " ingleses o a los"cobras hispanos" de Chicago.??

27. Tras recapitular una década de investigaciones sobre el tópico, Dubcty Lupcvronnie (1992, pág. i28) concluyen: "Los jóvcucs franceses e inmi­grantes que experimentan la !llismaga/(~re [situación sin rumbo} están igual­mente desarraigados y no se oponen unos a otros en términos de cultura y di­ferencias. Su experiencia común es la de un universo inestable compuesto ymestizo [lIIétisJ en el que los lazos locales tienen mas peso que las raíces na­cionales o étnicas". "Cuando estarnos en la callee-dice une de ellos- todossomos hermanos: es el espíritu de familia." Es revelador que, a diferencia desus pares norteamericanas, las bandas de rap de la banlieue popular francesasean típicamente multiétnicas o "black-blunc-beur ", como les gusta decir(esto es, una mezcla de negros, blancos y norafricanos).

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PARIAS URBANOS 155

28. Así, si f-íen el Islam, que tal vez llegue a los tres millones de Deles,sufrió una CXP,l1lSiÓIl y adaptación espectaculares a la sociedad francesa, suexpresión esta relegada a la esfera privada; en la que funciona como un mar­co cultural para la protección o reconstrucción de la identidad personal en 1I!l<1fe-roa que es ampliamente compatible con 1<1 integración (Kepel, 1987).

En segundo lugar, y pese al reciente ascenso electoral de Le

Pen, las diferencias raciales o étnicas no constituyen principios

legítimos de construcción de la realidad social en la tradiciónfrancesa de la nacionalidad. La institucionalización histórica dela ciudadanía francesa como una comunidad territorial centrada

en el Estado, en oposición a una comunidad de descendencia

expresada en términos culturales, tal como prevalece en Ale­mania, por ejemplo (Brubaker, 1990), ha impedido .. hasta aho­

ra- que las categorías etnorraciales se convirtieran en la herra­

mienta organizadora de las percepciones y relaciones sociales,

grncia, al bloqueo de su utilización como fundamentos de la

movilización social y el planteo de demandas políticas cn la es­fera pública. El tímido intento de reclutar a los beurs (inmi­grantes "árabes" de segunda generación) C0l110 un "grupo de

presión" distintivo de votantes durante la campaña legislativade 19RG zozobró en los bajíos de un sistema partidario y un ré­gimen electoral estructuralmente concebidos paro horrar cual­quier afiliación intermedia.28

Tercero, y más importante, los inmigrantes de segunda ge­

neración del Maghreb, en quienes recayó el reciente "pánico

moral" por la inregrncion, a pesar de todo están asimilándose

rápidamente a la sociedad francesa. Han adoptado en gran partelos patrones culturales y comportamentales de los franccses yno lograron constituir una "comunidad distinta en torno de su

herencia cultural singular (Lnpcyronnic. 19R7; Jazouli, 1992).En rigor de verdad, tanto ellos C01110 los líderes de sus asocia­riones "rechazan vigorosamente cualquier expresión de especi­ficidad [étnica] y afirman que los problemas que planteun son

154 PARIAS URBANOS

quintaesencialmente [de naturaleza] francesa y social" (Dubet yLapeyronnie, 1992, pág. 143).29 Los "árabes" de segundagene­

ración no sólo se asimilan aceleradamente; diversos indicado­res empíricos también revelan una mejora global de su, po:iciónsocial v sus coudiciones de vida, a pesar de que su indicc dedesocupación es mucho más alto y sus ingresos má.s bajos quelos correspondientes a los hogares franceses ll~trvos, I--last~ahora no hay pruebas de que la separación espacial de los as'

llamados ár;hes se haya increlnentado. AI contrarIO: la ~n,ayorpresencia de norafricanos )' otros ínmigrantes en las c¡fes. de

lllMJO no representa una caida de status en el mercado habl.t:'­

cional sino una mejora material con respecto ti u:la sltu~clon

previa de auténtica segregación en desvencijadas "~obIacl~n~sde vagones para trabajadores con residencia tcmpot arra 11\""C­

. d 1 S()'J \('(·)·I'P'\* --~tln org.3nislllo especl;:1! para la cons-J8 as por a ... ,.. ,. ,

29 Como las poblaciones del !\laghrch SOI1 SOCialmente divcrsil!c(Hl,a.s,

tre· e·IJoo;;; 1(1 identidad (tnica es en gran medida defensiva y la (lJgan.J1.3C]Ollen " " e '.-te da conlt , "débi! v mu'" conflictiva". \' en buena parte esta sos etu ,( "comunt 3r18 ".,' ' , , " T ! ,"t: 1 s del ["t'Hln "Colllpucstas por ¡óvenes extremadamente a<.;1I11 1 ,H os10n(0.,. ("" ..' ".'. _'._ he o"t"svnosconDl11i7.(lIl"t>las (lsociaciollcS nora(ncan(ls son rara \ el. l:)~ll(\:,el\n, . ,.' :-,_;, >.~

gún 1111il base étnica. Son ante todo la cxprcsJ(:ll de un ~,:r,11~: {1 Ull(l"U:.C d\t;~,_minados" Y su actividad "no resulta e11 un aCCIOIHlr pO]¡t1CO (Dubct., La¡ ,

ronnie, 1992, págs. 1011, 981. ..... , r • ..,. •

30'. En 1989, e174 por ciento de las ramillas nora!IICílll:JS Il.H,¡<l<lCCCSO'~

la vivienda pública, en comparación con un 45 por CIento u.Jl,<l d~~a(~a ;lllt~~Barrou. 1992, púg. 128). r:~s m<15 factible que la se?:'cgaclO.~l ~(:.~)~o~ U,Z~'l~" tro de la urhanización de IlUd. dado que las fn111dl<ls e\ll'-I11;ll.~dS su(.l~n

(,11 ¡ , . .: \' el c; decrépttos -cdifc-ser dC5tinadas a los complejos suburbanos mas <lIS (1 O. : ',~ c.·, ""

renriados de los mejor mantenidos del CC!llTO~, (~UC desocupan LIS r~lml11,(:S.·J·I d : "~O, dente IHI 1\J es la SH2.1a de Hnbimtíon (/ l.olUfrancesas con movt te a aseen e . ." . < ~'. •• d

. . . 1 I -, () -srnta! de cons{rucC1on e,.\f diré. vivienda de alquiler moc crac o, programa tS, " .. _. _,

- ,0. l· ara pcrxonns de CSC<:ISO" recursos. cuvo alquiler es sufragado (11V1VlCJleaS p, " ..' [ .. ' '- ,. ". '.;-' del ']artc-v en nlgunos casos en su totalidad- por el Esl~ldo !ran~c.es tu.. e .!.l._,

P * Sigla de la Socíété National pour 1.<:: Con.slru~ll~)ll des, J nn<lll1eU1S, So­cicdad Nacional ele Construcción de los 1rabajadores In. del LI

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15ü PARlAS URBANUS P,\R1AS URBANOS 157

rrucción de viviendas~ y "villas de emergencia" (bidonvitlesíilegales, mucho más aisladas y ruinosas que los actuales pro­

yectos habitacionnlcs para personas de bajos ingresos (Sayad,1975; Barrou, 1992). l.a población inmigrante también empie­

za a parecerse más a la nativa en términos de distribución ocu­pacional, tamaño de la familia :v otras características demográ­Ficas corno la fecundidad y la mortalidad. Los índices dematrimouios con los franceses nativos están en aumento, en es­pecial entre las mujeres de descendencia norafricana que, gra­cias a la escuela, disfrutan de tasas de movilidad ascendentellIÚS elevadas que sus pares masculinos. Del mismo modo, des­de la década de 1970 ha disminuido en Francia la desigualdadescolar cutre grupos ctnonacionalcs. y los estudiantes de origenextranjero tienen una mayor representación en todos los nivelesdel sisrcma educativo. Mús aún: cuanto nl:1S suben en la escalaacndem icn, mejores son sus resultados en comparación con losde los niijos ('r,,"ceses nativos. De hecho, las diferencias de lo­gros académicos entre ellos son desdeñables una \'CZ desconta­dos los origenes de clase (Bastidc, 1(82).

Esto no signillca negar la cruel realidad de la Ialtn de traba­jo, la exclusión y la discriminacióu. que afecta de manera des­proporcionada a una cantidad creciente de jóvenes inmigrantesurbanos. ni el indiscutible aumento de expresiones ponzoñosasde eucm ist.«! xcuofoba qlIC resuenan con estruendo en la esce­na politica uuciouul. Se trata, antes bien, de sugerir que, a dile­rencia de Eslados Unidos, donde la hostilidad v la violencia sonalimeuradas por la proiundizacion del cisma espacial y socialentre los negros pobres (y otras minorias) y el resto de la socie­dad, en la periferia francesa la agitación urbana se nutre de lamezcla de cntcgorias etnonacionales-espccialmcnte en las vi­vieudas y las escnclas~ y el estrechanriento de la distancia eco­nómica. socia! y cultural entre los inmigrantes y las fraccionesestancadas o de movilidad descendente de la clase obrera nati­va clavada en la banlicue. En agudo contraste eon el (subjpro-

letariado negro de las metrópolis norteamericanas, entonces, lasfamilias norafricauas de la periferia urbana francesa no se mue­ven de manera uniforme en un oscuro viaje hacia la región in­

ferior del espacio social. En contra de las afirmaciones de Ho­Ilifield (1991, pág. 141),110 están en camino de formar una"infruclase islámica" de rasgos distintivos, cualquiera sea elsignificado de esa expresión. En vez de señalar la cristalización

de clivajcs propiamente étnicos en la ciudad francesa, la ani­mosidad aparentemente "racial" y la fermentación de la tensiónen la banlicue en la década pasada son expresiones de la crisissocial provocada por la desocupación (y suhocupación) persis­tente y la conjunción espacial de la exclusión educativa, la pc­

nuria habitacional y la pobreza en úreas donde las familias detrabajadores nativos e inmigrantes compiten por recursos colee­tivos menguantes, en el contexto del derrumbe de los mecanis­mos permanentes que lraducían esos conflictos en demandas declase en el ámbito de la política, tanto en el nivel de la empresacorno del Estado.

* * *

El objetivo dc este trabajo ha sido poner de manifiesto algu­nas de las similitudes y diferencias entre la "u neva pobreza ur­bana" en Francia y Estados Unidos, (al como se estructura lo­calmente y es experimentada por quienes han llegado a serdesignados con esa expresión (o su equivalente) en ambos paí­ses. En vez de comparar estadisticas agregadas nacionales sobreingresos, niveles de vida o pautas de consumo, que a menudoapenas miden otra cosa que las propiedades de las burocracias ylos procedimientos de encuesta que las generan, y no toman encuenta los ámbitos específicos socioespacíales y del Estado deBienestar en que los individuos y grupos se mueven realmenteen cada sociedad, me consagré a un examen contextualizado dedos aspectos centrales de la vida en un barrio estigmatizado de

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158 PARIAS lJRR!\N0S PAI\lAS URBANOS 15(;

pobreza concentrada: la indignidad territorial y sus consecuen­cias debilitantes para el tejido y la forma de la estructura sociallocal, y los principales clivajes que organizan la conciencia ylas relaciones de sus habitantes.

El hecho de mostrar la textura organizacional y cognitiva dela vida cotidiana en el cinturón rojo parisino y el cinturón negrode Chicago, y revelar de qué manera los residentes de estasáreas ruinosas negocian y experimentan la inmovilidad Y' el os­tracismo sociales en "el gueto" -corno mito social en un caso yrealidad histórica duradera en el otro-, pone en evidencia ladimensión distintivamente racial de la pobreza de las áreas ur­banas céntricas en Estados Unidos. También indica la incerti­dumhre existente en el proceso de formación de la identidadcolectiva en el cinturón rojo, causada por la desaparición de losorganismos tradicionales de formación de clase. Ya sea quelrnncia y Estados Unidos converjan o sigan diferenciándose enel futuro en lo que se refiere a los patrones sociales y espacialesde desigualdad en la ciudad no puede haber muchas dudas deque la separación racial, donde prevalece, tadicaliia la realidadobjetiva y subjetiva de la exc lusión urbana. Y que el respaldo(o la tolerancia) estatal a la segregación y el reconocimiento delas divisiones etnorrac ialcs no sirven sino para intensificar la»cumulación de indigencia urbana y exacerbar las consecucu­cias destructivas de la marginalidad soc iocconómica, no sólo/,;:lnJ <1qncllos a quienes se imponen )' para sus vecindarios, sinotarnbién p(lra la sociedad en general.

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Todos los fenómenos sociales son, hastacierto punto, la obra de la voluntad colectiva, yésta implica la elección entre diferentes opcionesposibles. [... ] El ámbito de lo social es el ámbitode la modalidad.

MARca MAUSS

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* "Urbau Mnrglnalitv in rhc Coming Millenium", en Urbcn Sn.dies, 36­10 (septiembre de 1999), págs. 1639-1647.

Texto revisado de la alocución ante el plenario de la Reunión de la Aso­ciación Sociológica Nórdica, Copcnbaguc, Dinamarca, 15 de junio de 1997.Querría agradecer a los muchos colegas (entre clloaMargarct Bcrtilsson, Pe­ter Gundelach, Inge Pedcrsen, Troud Petcrscn y Annick Prieur) que, con susesfuerzos y entusiasmo, hicieron que mi primera visita a Escandinavia fuerano sólo posible SiDO también enormemente agradable.

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Este artículo analiza las modalidades con que han surgido yse están difundiendo nuevas formas de desigualdad y margina­Jidad urbanas en todas las sociedades avanzadas del occidentecapitalista. El argumento se desarrolla en dos etapas.

En primer lugar, es hozo una caracterización compacta de loque considero un nuevo réghncn de marg;;lIalidud urbana. Esterégimen se mantuvo en ascenso durante las últimas tres décadas,desde el final de la era fordista, definida por la producción in­dustrial estandariznda. el consumo masivo Y' un contrato socialkeynesiano que vinculaba ambos aspectos bajo la tutela del Es­tado de Bienestar Social. No obstante, aún no hemos presencia­do todas las consecuencias de aquél, porque su advenimiento es­tá ligado a los sectores más avanzados de nuestras economías.razón por la cual me refiero a él como "marginalidad avanzada".La identificación de las propiedades distintivas de este régimcnde marginalidad urbana en proceso de consolidación nos ayuda­rá a señalar con precisión qué tiene exactamente ele novedoso la"nueva pobreza", cuyo ámbito y fuente es la ciudad.

En segundo lugar, abordo la cuestión que informa implícita­mente ti orienta explícitamente los debates europeos sobre elresurgimiento de la indigencia, la división y la tensión en lasmetrópolis: a saber, ¿estamos en presencia de una convergcnc¡«epoca! de regímenes de pobreza urbana a ambos lados del

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PARL\S UIUlANOS M/\RGINALlDAD URBANA EN EL PRÓXIMO MILENIO t69

Atlántico? Sostengo <¡ue la respuesta es negativa: la relegación

urbana tiene una dinámica social y espacial diferente en amboscontinentes. No obstante. las sociedades europeas deben estar

en guardia contra las políticas públicas que aislan distintas zo­

nas y poblaciones urbanas, lo <¡ne las alienta a adoptar estrate­gias de vida divergentes y hasta opuestas que pueden inducir

ciclos autoalimentadores de involución social, no diferentes delos que subyaccn a la guetificación en Estados Unidos.

Pese a Sll titulo, entonces, este trabajo no es 1111 aporte a la

novelera cclebración rnilcnarista del "2000". Más bien, es un

intento de dinguosiicar las fuerzas y las formas sociales de que

estú llena nuestra actual penuria urbana, y quc promereu mode­lar las metrópolis del mañana, a menos <¡ue ejerzamos nuestra

"voluntad colectiva" v actuemos para frenar mecanismos y en­

cauzar tendencias en una dirección diferente.

Sintonn,: de nunoinatí.l.u! OI'IIIEOdo

ti filial dcl siglo xx presencia una trasccndentul trausfonua­

e ion de las raíccs. la composición y las consecuencias de la po­

hreza urbana el) la sociedad occidental. Junto con la moderniza­ción económica acelerada, provocada por lu reestrucuunciou

global del capitalismo. la cristalizució» de una llueva división in­tcruacioual del trabajo (fomentada por la velocidad frenética de

los flujos financiero- y los trabajadores a través de fronteras na­ciouales porosas) v el desarrollo de nuevas industrias de uso in­

teusivo del conocimiento, basadas en revolucionarias tecnologíasde la información y generadoras de una estructura ocupacional

dual, se ha producido la modernización de la miseria: el ascenso

de un lluevo rcuimcn de desiuualdad v maminalidnd urbanas.'~ ~ J •

J En l.()'!c Wacqunnt. "Thc Rise 01' Advanced Margiualiry: Notes on Its

Mientras que antaño, en las metrópolis oceidentales, lo. po­breza era en gran medida residual o cíclica, estaba fijada en co­niunidades de elase obrera, era geográficamente difusa y se la

consideraba remediable mediante una mayor expansión delmercado, hoy parece ser cada vez de más largo plazo si no per­manente, y está desconectada de las tendene ias lllaeroeconómi­cas y establecida en barrios relegados de mala farua en los que

el aislamiento y la alienación sociales se alimentan uno al otro

a medida que se profundiza el abismo entre las personas allíconfinadas y el resto de la sociedad.

La consolidación de este nuevo réuimcn de maraiuulidad ur-b b

bana se mueve por diversos caminos y asume difercntes formas

cn los distintos países del Primer Mundo. En Estados Unidos V

el Reino Unido se ha visto enormemente facilitada por la polf­tica de achicamiento tolal del Estado llevada adelante tanto por

partidos conservadores como liberales [progrcsistas] en las úl­timas décadas, y por la rígida o creciente separación espacial y

social de personas blancas y de color en los grandes centros ur­banos. En otras naciones con fuertes Estados benefactores cor­

poratistas o socialdemócratas y ciudades menos segregadas, co­

nio las del norte de Europa y Escandinavia, esa política ha sidoatenuada en parle, pero no completamente descartada. y secomplicó con el conflictivo tenia de la intcaración de los inmi-D .

granles y refugiados del Tercer Mundo, tal como se expresa enla angustia por la cristalización de "uuetos" de inmiurantes (IUf"<....- -- .. t:!. - , . b· , '"

cubren el continente, de Marsella a Munich y de Bruselas aBrindisi.?

Nature and Implications", Acta Sociologicu, n° 39-2, 1996, págs. 121-139, seencontrará un desarrollo más completo del argumento.

2. \léanse, por ejemplo, Costis Hadjimichalis y David Sad!cr (comps.),Europc at {he Margins; NewÓvíosoics 01 fnequality (Nueva York, Wiley.1995), y E11Z0 Mingionc (comp.), Urbon Povcrty and the Undcrclass (Ox­Iord, Basil Btackwell, 1996).

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170 PARLAS URBANOS ~lARCi!N¡\UD¡\DURBANA EN EL PROXl1'vl0 1\HT.FNIO 171

Cualquiera sea la etiqueta utilizada para designarla "infra­clase" ["zlI1derc1ass "] en Estados Unidos e Inglaterra, "nueva

pobreza" en Holanda, Alemania y el norte de Italia, "exclusión"en Francia, Bélgica y los países nórdicos-; los signos revelado­res de la nueva marginalidad son inmediatamente reconocibles

incluso para el observador casual de las metrópolis occidenta­les: hombres y familias sin hogar que bregan vanamente en bus­

ca de refugio: mendigos en los transportes públicos que narran

extensos l' desconsoladores relatos de desgracias y desamparopersonales; comedores de beneficencia rebosantes no sólo de

vagabundos sino de desocupados y subocupados; la oleada dedelitos y rapiñas, y el auge de las economías callejeras informa­

les (y las más de las veces ilegales), cuya punta de lanza es elcomercio de la droga: el abatimiento y la furia de los jóvenesimpedidos de obtener empleos rentables, y la amargura de los

nntiguos trabajadores a los que la dcsindusüializaciún J' el

avance tecnológico condenan a la obsolescencia: la sensaciónde retroceso, desesperación e inseguridad que gana las barriadas

pobres, encerradas en una espiral dcsccndcntede ruina aparen­temente imparablc, y el crecimiento de la violencia etnorracial,la xenofobia y la hostilidad hacia los pobres y entre ellos. En to­

dos lados, las elites estatales y los expertos en politicas públicasestán marcadamente preocnpados por impedir O contener los"desórdenes" que se preparan dentro y en torno de los enclavesen expansión de declinación y abandono urbanos."

3. Así, e! florecimiento de investigaciones sobre declinación y mi-crin ur­banas promovidas por diversos organismos nacionales y Iransnacionales en­tre ellos la Comisión Europea (COI1 su Programa SoCiOCC0J1Ó111ko Dirigido so­

bre Exclusión e Integración), la OCDE y hasta la OTAN por el lado europeo, ygrandes fundaciones Filantrópicas en 185 riberas norteamericanas.

Cuatro lógicas estructuralesalimentan la nueva marginalidad

Pero las propiedades estructurales distintivas de la "miseria

rnodernizada' son mucho menos evidentes que sus manifesta­

ciones concretas. Esquemáticamente, el régimen de marginali­

dad emergente puede caracterizarse C01l10 el producto de cuatrológicas que, en conjunto, reconfiguran los rasgos de la pobreza

urbana en las sociedades ricas. Estos rasgos marcan 1111 agudocontraste con las características dominantes de la pobreza en laera de expansión fordistn, desde el final de la Segunda Guerra

Mundial hasta mediados de la década del setenta.

l. Dinámica macrosocial. el resuryhnicnto de la desigualdad

social

La nueva marginalidad urbana no es la resultante del atraso,la ociosidad o la declinación económica, sino de la desigualdadcreciente en el C017te.Yto de un avance J' una prosperidad econó­mica global.

El atributo más enigmático de la nueva marginalidad posi­blemente sea, en efecto, el hecho de que se difunde en una era

de caprichoso pero resuelto crecimiento que provocó una espec­tacular mejora material para los miembros más privilegiados delas sociedades del Primer Mundo. No obstante las menciones ri­

tuales de la "crisis" entre los políticos, todos los grandes paisescapitalistas experimentaron una expansión de su PBl y un rápi­do aumento de 18 riqueza colectiva en las últimas tres décadas.La opulencia y la indigencia, el lujo Ji la penuria) la abundancia

y la miseria florecieron lado a lado. Así, la ciudad de llarnbur­go, que de acuerdo con algunas mediciones es la lllás rica deEuropa, exhibe tanto la proporción más alta ele millonnrios co­

mo la incidencia más elevada de beneficiarios de la asistenciapública en Alemania, mientras que Nueva York es el hogar de

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172 PAIUAS URBANOS MARGINALlDAD URBANA EN EL PRÓXIMO MILLNIO 173

la clase alta más grande del Planeta, pero también del mayorejército de personas sin techo e indigentes de todo el hcmisfe­

rio occidental."Aunque aparentemente contradictorios, ambos fenómenos

están en realidad vinculados. En efecto, las nuevas formas elebúsqueda de productividad y rentabilidad en la "alta tecnolo­

gía" de.l'..radaron la industria manufacturera, y los sectores de'-... ,-.

servicios empresarios y financieros que impulsan el capitalismo

fin-de-siecl> dividen la fuerza de trabajo y polarizan el acceso

al empleo duradero y las retrihuciones procuradas por él. Porun lado, la modernización postindustrial se traduce en la multi­

plicación de puestos altamente calificados para el personal pro­fesional v técnico C011 íormnción universitaria )', por el otro, enla descalificación y la eliminación lisa y llana de millones deempleos para los trabajadores sin preparación." Más aún, laproducción y el crecimiento sin empleos en muchos sectores

cconomicos no es en la actualidad una posibilidad utópica sino

una agridulce realidad. 1.0 testimonia el virtual vaciamiento delpuerto de Rorterdam. tal vez el más moderno de! mundo y uno

de los grandes responsables del aumento de la desocupación

por encima del 20 por ciento en esa ciudad holandesa.Cuanto más avanza la economía capitalista remodelada, más

amplio y profundo es el alcance de la nueva marginalidad y más

concurridas las filas de las personas arrojadas ti la agonía de lamiseria sin tregua ni remedio, aun cuando caiga el índice oficialde desocupación y aumente el ingreso en el pais. En septiembre

de 1994. la Oficina de Censos de Estados Unidos informó que e!

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índice de pobreza norteamericano había sufrido en diez años un

alza del 15,1 por ciento (para llegar a un pasmoso total de cua­renta millones de pobres), pese a dos años de sólida expansión

económica. Entretanto, la Unión Europea registra oficialmente

un récord de cincuenta y dos millones de pobres, diecisiete mi­

llones de desocupados y tres millones de personas sin techo -y

la cuenta sigue- en e! marco de la reanudación del crecimientoeconómico y la mejora de la competitividad global.

En otras palabras, la marginalidad avanzada parece haberse"desacoplado" de las fluctuaciones cíclicas de la economía na­

cioual. La consecuencia es que las alzas en la ocupación y el

ingreso agregados tienen pocos efectos benéficos sobre las po­sibilidades de vida en los barrios relegados de Europa y Esta­clos Unidos, mientras que las bajas producen más deterioro yaflicción en ellos. Si esta desconexión no se remedia ele aluún

b

modo, un mayor crecimiento económico generará iuevirablc-mente más dislocación urbana y depresión entre quienes han si­

do empujados hacia el fondo de! orden urbano emergente y es­tán atrapados en él.

2. Dinámica económica: la mutación del trabajo asalariado

La nueva margiualidad urbana es el subproducto ele una do­ble transformación de la esfera del trabajo. Una es cuantitativa

y en tralla la climinaciou de millones de empleos sernicalifica­dos bajo la presión combinada de la automatización y la com­petencia laboral extranjera. La otra es cualitativa e implica ladegradación y la dispersión de las condiciones básicas de em­

pleo, remuneración y seguridad social para todos los trabajado­res, salvo los más protegidos.

Desde la época en que Friedrich Engels escribió su clásicotratado sobre la condición de la clase obrera en las fábricas de

Manchcster, hasta la crisis de los grandes enclaves iudustriales

del capitalismo curonorteaniericano un siglo y medio después,

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174 PARIAS URBANOS l\fAR01NALlDAD URBANA EN r.r. PR6XI!\IO l'v!lí.ENIO 175

se suponía correctamente que la expansión del trabajo asalaria­

do representaba una solución eficaz y viable al problema de la

pobreza urbana. Bajo el nuevo régimen económ ico, ese supues­

to es a lo sumo dudoso, y en el peor de los casos lisa y llana­mente erróneo.

Primero, una fraccion significativa de la clase obrera se haconvertido en superflua y constituye una "población excedente

absoluta" qne probablemente nunca vuelva a encontrar trabajo.Sea como fuere, dado el aflojamieuto del vínculo funcional en­tre la actividad macrocconómica y las condiciones sociales enlos enclaves pobres de les metrópolis del Primer Mundo, y con­

siderando los aumentos de productividad posibilitados por lanutomatización )! la computación, ni siquiera índices milagro­sos de crecimiento podrían reintegrar a la fuerza de trabajo aquienes han sido dcsproletarizados, es decir, duradera y forzo­

samente expulsados dclmercado del trabajo asalariado para ser

reemplazados por una comhinación de máquinas, mano de obrainmigrante ha rata y trabajadores extranjeros."

Segundo, y más importante, el carácter mismo de la relaciónsalarial cambió en las dos últimas décadas de una manera talque ya no otorga una protección a toda prueba contra la amena­za de pobreza, ni siquiera a quienes están incluidos en ella. Conla expansión del trabajo temporario, de tiempo parcial y"ncxi­ble" ~que acarrea menores beneficios-. la erosión de la protec­

ción sindical. la difusión de escalas remunerativas de dos nive­les, el resurgimiento de talleres negreros. trabajo a destajo ysalarios de hambre, y la creciente privatización de bienes socia-

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les como la cobertura de salud, el mismo contrato salarial seha convertido en unafuente deji-agmentación Ji precariedad. yno de homogeneidad y seguridad socia les para quienes estánconfinados en los segmentos periféricos de la esfera del cm­

pleo.? En síntesis, mientras que antaño el crecimiento económi­

co y la expansión correlativa del sector asalariado representa­

ban la cura universal contra la pobreza, hoy son parte de la

enfermedad.

3. Dinámico politlca: la reconstrucción de los Estadosde Bienestar

La fragmentación y desocialización del movimiento obrerono son los únicos factores que alimentan el ascenso de la llueva

pobreza urbana En efecto, junto con 1"5 fuerzas del mercado,

los Estados de Bienestar son grandes productores y modelado­res de desigualdad y 111arglnalidad urbanas. Los Estados nolo despliegan programas y. políticas destinados a "enjugar" las

consecuencias mús evidentes de la pobreza y' amortiguar (o no)

su impacto social y espacial. También contribuyen a determinar

quién queda relegado, cómo, dónde y durante cuánto lICl11pO.

Los Estados son grandes motores ele estratificación por pro­pio derecho: )' en ningún lado lo son tanto como en la hase delorden sociocspacial:" proporcionan o impiden el acceso a unaescolarización y una formación laboral adecuadas: fijan las

condiciones para ingresar en el mercado laboral )' salir de él, a

7. Véanse, 1101' ejemplo. Euiopcan Economic Comnumuv.Eccnomy and Irregular Forras al Fmpí oyment. ,\'~\'II(!lC-SlS .ind (Honograp/¡ies (Bruselas, mimcocrañado. 19R9¡: Rene !\'lahit (c\)I11]'_). reTravail dans '"in.'Sr O/lS_ !?opPOI"( de /0 Connnission présieir!c t'a" .lerm Boisso­na! (París, Odilc Jacob. J995): Catucron Lvnnc Maclionnld y Carmen SiI'ian­ni (comps.], íí'orking in {he Servíce Economy (Filadclfia. Temple Univcrsíl)

Press. 19961,

Page 90: Wacquant - Parias Urbanos

176 PARIAS UIl".BANOS MARGINALIDAD URBANA EN EL PRÓXIMO MILENIO 177

través de las normas administrativas atinentes a las contratacio­nes, los despidos y lasjubilaciones; distribuyen (u omiten dis­tribuir) bienes básicos de subsistencia, como la vivienda e in­gresos complementarios: apoyan 1I obstaculizan activamenteciertos ordenamientos farniiiarcs y hogarefios, y codetertn ixantanto la intensidad material como la exclusividad y densidadgeogrúlicas de la miseria mediante una multitud de programas

administrativos Y' fiscales.F/ aehiemllicll/o)' Iu desnrticulacion del Es/ar/o r/e Bienes­

{UI' son dos de las grandes causas del deterioro y la indigenciasociales visibles en las metrópolis de las sociedades avanzadas.Ls!o es part icnlarmcnte notorio en Estados Unidos, donde lapoblación cubierta por los planes de seguridad social se redujoprogresivamente durante dos décadas, en tanto que los progra­mas dirigidus a los pobres fueron recortados y convertidos cadave7 nlÚS en instrumentos de vigilancia y control. La reciente"reforma del bienestar social" urdida por el congreso republica­IlO v traustonnada en ley por el presidente Clinton en el veranode -19%, cs emhlemúti~'a de esta lógic3." La ley reemplaza elderecho a la ayuda pública por la obligación de trabajar, si esnecesario cn puestos inseguros y con salarios por debajo delpromedio. Y' es aplicable a todas las personas sanas, incluidaslas madres jóvenes con hijos a su cargo. Disminuye de manera

drúslica los fondos de asistencia J' establece un tope para la co­hertura ele scu,uridad social que un Individuo puede recibir en

Sil vid». Por ultimo, transfiere la responsabilidad administrativadel Qobit'!110 Cederal a los cincuenta estados y sus condados,enn Jo que agrnva las desigualdades ya existentes en el acceso

~_ Gosra Espiug-Auderscn (comp.}, ChOligillg Clusses. Stratificatíoll and

slobiiitv ¡JI Pon-lndusmo! Socicííes (Ncwburv Pnrk , Sage, 19(3).9. 1~.oYC Wacquant, "Les pauvrcs en pfíturc: la nouvctlc pnlitique de la mi­

sére en Amétique". Hérodote ni' 85, primavera de 1997, págs. 21-33.

al bienestar y acelera la incipiente privatización de la políticasocial.

Una lógica similar de recortes y traspasos presidió las modi­ficaciones generales o graduales de los sistemas de transferen­cias sociales en el Reino Unido, Alemania, Italia y Francia,Aun Holanda y los paises escandinavos implementaron medi­das destinadas a reducir el acceso al sostén público y contenerel crccimicntc de los gastos sociales. Ll mantra de la "globali­zación" y las restricciones fiscales impuestas por el Tratado deMaastricht sirvió en todas partes para justificar esas medidas ydisculpar la desinversión social en antiguas zonas obreras ex­tremadamente dependientes de la provisión estatal de bienespúblicos. [as crecientes deficiencias de los programas nacioua­les de seguridad social indujeron a las autoridades regionales y

locales a establecer, como meros parches, sus propios planes deasistencia (especialmente cn respuesta a la falta de techo y ladesocupación de larga data).

La irrelevancia del "Estado nacional" se ha convertido enun lugar común de la conversación intelectual en todo el mun­do. Hoy está dc moda lamentar la incapacidad de las institucio­nes politicas centrales para poner un freno a las cada vez mayo­res dislocaciones sociales resultantes de la reestructuracióncapitalista global. Pero grandes y duraderas discrepancias en laincidencia y persistencia de la pobreza, así como en los nivelesde vida, la (in)movilidad y la distintividad espacial de los 1'0­brcs urbanos en diferentes países, sugieren que las noticias so­bre la defunción del Estado Nacional de Bienestar fueron su­ruamcnte exageradas, Hacia fines de la década de 1980, los

programas impositivos y de transferencias elevaron a la mayo­ria de los hogares pobres casi hasta el nivel del ingreso medionacional en Holanda (62 por ciento) y Francia (52 por ciento);en Alemania occidental, sólo un tercio de las familias pobressalió de esa situación gracias al apoyo gubernamental, y en Es­tados Unidos virtualmente ninguna. [a indigencia extrema en-

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178 PARIAS URBANOS MARGINAllDAD URBANA FN EL PRÓXIMOlvllLENIO 179

tre los niños fue eliminada en los países escandinavos, mientras

que azota a uno de cada seis (y a uno de cada dos en el caso delos negros) en Estados Unidos. 10

Los Estados marcan efectivamente una diferencia; elaro es­

tá, cuando se preocupan por hacerlo. Por lo tanto, es imperativo

volver a ponerlos en el epicentro de la sociología comparativa

de la marginalidad como instituciones tanto generadoras comorcparodoras .

4. Dinámica espacial: concentración y estigmatizacion

Durante las décadas de expansión industrial de la posguerra,por lo general la pobreza se distribuía en las metrópolis a travésde los distritos obreros y tendía él afectar una sección transver­

snl de trabajadores manuales y 110 calificados. En contraste, lanueva marginalidad muestra tilla tendencia distinta a conglO1~le­rarsc y acumularse en áreas "irrcductiulcs' y a las que "no se

puede ir", que son claramente identificadas -no menos por sus

propios residentes quc por las personas ajenas a cllas- comopozos urbanos infernales repletos de depr ivacion, inmoralidad

y violencia donde sólo los parias de la sociedad tolerarían vivir.Nantua en f ilndelfia. Moss Side en Mancuester, Gutlcut­

viertel en Hamburgo, Brixton en Londres .. Niewe Westeu enRotterrlam, Les Minguettes en los suburbios de Lyon y Bo­higny en la periferia parisina: estos barrios en los que se atrin­

chera la miseria se han "ganado un nombre" como depósitos detodos los males urbanos de la época, lugares que hay que evi­tar, temer y desaprobar. Importa poco que los discursos de de-

10. Extraje estos datos de Kathetine Mcf'are, Roger Luwson y William.lulius Wjlson (cornps.]. Povertv. lneqnnlity, and Future ot Social Palier(Nueva York, Russct! Sage Poundation. 1995): en Olli Kangas, Tíie P(}¡ific~sof.<:.,'odd Rights (Estocolmo, lnstiuue Ior Social Research, 1991), se encontra­rá una perspectiva más analítica de esta cuestión.

monización referidos a ellos, que han brotado como houuos• . . b"'

solo tengan tenues conexiones con la realidad de su vida coti-

diana. Un penetrante estigma territorial recae firmemente so­

bre los residentes de esos barrios de exilio sociocconómico v

suma su peso a la mala fama de la pobreza y el prejuicio rena­ciente contra las minorías etnorraciales y los inm igrantes."

Acompaña a la estigmatización territorial una pronunciada

disminución del sentido de comunidad que solía caracterizar alas antiguas localidades obreras. En la actualidad, el barrio va

no representa un escudo contra las inseguridades ;/ las prcsio­nes del mundo exterior, un paisaje familiar v rcafirmante im­buido de significados y formas ;Ie mutuali(lad colectivos. Seconvierte en un espacio vacío de competencia)' conflicto, uncampo de batalla Ilcno de peligros para la lid diaria de la su­pervivcncia y la huida. Este debilitamiento de los lazos comu­nitarios con base territorial alimenta a su vez una retirada a la

esfera del consumo privatizado y las estrategias de distancia­miento ("no soy uno de ellos") que socavan aún más las solida­ridades locales y confirman las percepciones despreciativas delbarrio.

Debemos estar en guardia ante la posibilidad de que éste senun fenómeno transicional (o cíclico) conducente en definitiva ala desconccntración o difusión espacial de la marginalidnd ur­bana. Pero para quienes est-án en estos momentos confinados enel fondo del sistema jerárquico de lugares que componen el

nuevo orden espacial de la ciudad, el futuro es hoy. De maneraconexa, debe destacarse que esos barrios de relegación soncriaturas de las politicas estatales en materia de vivienda, urba­nismo y planificación regional. En el fondo, entonces. su sllrgi-

11. Séan Damer ofrece un excelente análisis de este proceso de cstigma-tización pública en From Moorcpork to "¡Ville .íllcv" rile I?ise nnd Foil {(

Glasgow Houstng Schcmc (Editnburao, Rdirnburgh llniversitv Prcss. 19W})

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ISO {'ARIAS URBANOS l'v1A.RGlNALIDAU URBANA EN EL PRÓXII'vTO tvllLENIO 181

miento, consolidación y dispersión final son en esencia una

cuestión política.

El espectro de la convergencia transatlántica

Todo el mundo tiene presente una cuestión cuando se trata

del deterioro de las condiciones sociales y las oportunidades devida en las metrópolis del Viejo Mundo: ¿se~ala el ascenso deesta llueva marginalic1ad un acercamiento estructural entre Euro­pa y Estados Unidos según el modelo de este último pais?12

Planteada en términos tan simplistas ,"o bien, o bien... di­fícilmente pueda darse una respuesta analiricatncntc rigurosa a

esta pregnnta. En efecto. los regímencs de marginalidnd urbana

son bestias complejas y caprichosas: están compuestos por con­juntos imperfectamente articulados de mecanismos instituciona­

Ics vinculantes de la cconomia, el Estado. el lugar y la sociedad

que no evolucionan al unisono y. por otra parte, difieren de ma­nera sigllificativa de país en país, según las concepciones e ins­titucioues nacionales de la ciudadanía. Por lo tanto, ante todo es

necesario refonuular este interrogante.Si pOI" convergencia entendemos la completa "norteamerrca­

nizacióu" dc los patrones urbanos de exclusión en la ciudad eu­

ropea, que nos adentran en el camino de una guetificacion del ti­po impuesto a los afroamerieauos desde que se urbanizaron aprincipios del siglo xx (es decir, la constitución de una forma-

! 2. \' 0:1115:C. por cjemp!o. Malcoltu Cross (comp.), Ethníc Minorities andlndnshiol C!ulIIge in LIIJ'opc ond Noríh .'Jmerica (Cambridge, CambridgeUn¡ l'ress. 19(2): Stephan Musterd (c01l11).). número especial sobre "ARising Europccu Uudcrclus:.?", Hui!' Lnvíronment n" 20-3,1994; Ronald vanKcmpcu y Peter Marcusc (comps.}, 1111' ,\'e\ji Spanal Order cfCitíes (Cam­bridge, Bluck-vcll. 1997); llarttuut H(iufknnall y Martin Kronaucr (comps.),Die Neue AnnUf und Exklusion in der Stadt (Frcncfort, Sulnkamp, en prensa).

ción socioespacial segmentada y paralela que cumple la doblefinalidad de la explotación y el ostracismo de una categoría et­

norracial limitada), entonces la respuesta es claramente negati­va.l ' En contra de las primeras impresiones y los informes su­

perficiales y motorizados por los medios, la alteración de lasmetrópolis continentales no disparó un proceso de guetificación:no está produciendo conjuntos socioespaciales culturalmente

uniformes basados en la relegación forzada de poblaciones es­tigmatizadas en enclaves donde éstas desarrollan organizaciones

específicas del grupo y dcl lugar que sustituyen, y duplican elmarco institucional de la sociedad más general, si bien en un ni­vel inferior e incompleto.

No hay un gueto turco en Berlín ni un gueto árabe en Marse­lla ni un gueto surinamés en Rotterdam ni un gueto caribeño en

LiverpooL Si existen en todas estas ciudades sectores residen­ciales o comerciales alimentados por la afinidad étnica. La dis­

crirninación y la violencia contra los inmigrantes (o presuntos

inmigrantes) también son datos concretos de la vida en todoslos grandes centros urbanos de Europa.!! Combinado con sudistribución de clase típicamente más baja y los mayores índi­

ces de desempleo, esto explica la representación desproporcio­nada de las poblaciones de origen extranjero en los territoriosurbanos de exilio. Pero la discriminación e incluso la segrega­ción no significan una guetificación. Tal como existen, esas

concentraciones de inmigrantes no son el producto elel encierroinstitucional del presunto grupo en un confinamiento espacial

13. Loic Wacquaüt, "Red Belt, Black Belt: Racial División, Class lncqua­lity, and rhc Starc in the Frcnch Urban Periphcry aud thc American Ghetto", enE. Míngiouc (cornp.), Urban I'oveny and thc Underclass, op. cit., págs. 234­274,

14. .lohn Wrcnch y Johu Solomos (comps.], Racism and Mígration inííestcrn El/rape (Nueva York. Berg, 1993), y Tom Bjcrgo y Rob \Vhitc(ccmps.). Roe/sr Viclence in Enrope (Nueva York, SI Martins Press,1993).

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182 PARIAS URBANOSMARG1NAUDAD URBANA EN EL PRÓXIMO MlIFNJO 183

rígido; así lo demuestran los índices crecientes de matrimoniosmixtos v la difusión espacial cuando mejoran la educación y laposició¡; de clase." En rigor, si hay algo que caracteriza los ba­rrios de relegación que brotaron en todo el continente cuandolos mecanismos de reproducción de la clase obrera empezaron asufrir tropiezos, es su extrema heterogeneidad étn ica, así comosu incapacidad de satisfacer las necesidades hásicas y englobarla rutina diaria dc sus habitantes, dos propiedades que los con­vierten en antigurtos.

Si la convergencia implica que los ciclos antoalimentadoresde degradación ecológica, deprivacion social y violencia, queterminan en el vaciamiento espacial y el abandono institucio­nal. están hoy vigentes en el continente, entonces la respuestavll~lve a ser negativa, porque las áreas europeas de exilio si­gucn estando, con pocas excepciones (como las ciudades delsur de Italia), profundamente penetradas por el Estado. El tipode "triage " [selección] y deserción deliberada de las áreas ur­banas para "economizar" en servicios públicos que ha afectadolas metrópolis estadounidenses, es inimaginable en el contextopolítico europeo, con su denso monitorco burocrático del terri­torio nacional. Al mismo tiempo. no puede haber dudas de qnela capacidad de los Estados europeos de gobernar los territoriosde relegación está sometida a una severa prueba, y tal vez de­muestre no estar a la altura de la misión si recientes tendenciashacin la concentración espacial de 13 desocupación persistentecontinúan intactas.!"

Por último, si la convergencia pretende, más humildemente,destacar la prepondcnlncia creciente de las divisiones y lastensiones etnorracinlcs en las metrópolis europeas, entonces la

15. Nico!c Ttibalat, Faire Fmnce. Une enquéte sur les ínnnigres el leursenfants (París, La Découverte, 1995),

16. Godfried Engberscn. In de schnduw van margen. Stedelijke margina­iiteit in Ncderlond (Amsterdam, Boom, 1997).

respuesta es un "sí" limitado y provisorio, aunque con las si­guientes y sólidas salvedades. Primero, esto no implica necesa­riamente que esté en marcha un proceso de "racialización" delespacio y que las sociedades del Viejo Mundo sean testigos dela formación de "minorías", en el sentido de comunidades étni­cas movilizadas v reconocidas como tales en la esfera pública.Segundo, el conflicto etnorracial no es un fenómeno novedosoen la ciudad europea: irrumpió repelidas veces en el siglo pasa­do durante períodos de rápida reestructuración social y econó­mica, lo cual también significa que hay poco en él que sea dis­tintivamente "norteamericano". 17

Para terminar, y en contra del patrón estadounidense, 13 COIl­

tienda putativamente racial en las ciudades del Viejo Mundo noes alimentada por la brecha en aumento entre inmigrantes y na­tivos sino por su mayor cercanía en el espacio social y' físico.El exclusivismo etnonacional es una reacción autóctona a Inabrupta movilidad descendente de la clase obrera nativa, antesque la expresión de un profundo cambio ideológico hacia unreaistro racista (o racialista). No obstante fantasiosos pronuu-b .

ciamientos generales sobre la "globalización de la raza". la ere-ciente preponderancia de la etnicidad en el discurso público yla vida cotidiana de Europa, corresponde tanto a una política declase como a una política de identidad.

Enfrentar la marginalidad avanzada,' el turno delEstado penal

En su esfuerzo por abordar las formas emergentes de relega­ción urbana, los Estados-nación enfrentan una triple alternativa.

17. Robert Moore, "Ethnic División and Class in Western Furope". enRichard Scase (cornp.), Industria! Soricties: Crisis cmd Dívision in rVcstcI"I/

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184 PARIAS URBANOSMARGlNALIDAD URBANA EN EL PRÓXIMO MILENIO 185

La primera opción. a media agua, consiste en emparchar losprogramas existentes del Estado de Bienestar. Es evidente queesta alternativa es ineficaz; de lo contrario, los problemas plan­teados por la marginalidad avanzada no serian hoy tan acucian­les. Podríamos incluso aducir que esas respuestas graduales ycada vez más locales a las desorganizaciones causadas por lapolarización urbana contribuyen a perpetuar ésta, en la medidaen que alimentan l<1 cncofouia e ineficiencia burocráticas.

La segunda solución. regresiva y represiva, es crinrinalizarlo po!Jrezo a través de la contención punitiva de los pobres enbnnio« cada vez más aislados y estigmatizados, por un lado, yen cárceles y prisiones, por el otro. Íóse es el camino tomadopor Estados Unidos tras los disturbios en los guetos en la déca­da de 1%0 (Rotluuau. 1995).18 No es fortuito que la formidableexpansión del sector penitenciario del Estado norteamericano--la población entre rejas se cuadruplicó en veinticinco años ylos departamentos penales ascendieron a la jerarquía de tercerenlple"dm del país, pese a que en ese mismo periodo los nive­les delictivos se mantuvieron. grosso modo, COllstalltes~ se ha­ya producido al m ismo tiempo que se difundía el (subjemplcoinlormal v la asistencia pública se marchitaba antes de su "re­forma" y ~transformación en un sistema de empleo forzado. Laatrofia del Estado social y la hipertrofia del Estado penal son,en efecto, dos rransformaciones corrclarivas y complementariasque comparten el cstahlccimiento de un nuevo gobierno de lamiseria cuya función es, precisamente, imponer el trabajo asa­lariado desocializado como una uouua de ciudadanía, a la vezque proporcionan UII sustituto funcional del gueto corno rneca­uismo do control racial (Wacquant, 1998).

ISo David Rotluuan. "American Criminal Justice I'ulicics in the 1990s",en "lhoruas e;. Blol1lberg Y' Sranlcv Coucn tcomps.}, Puníslnnent and SocialCon/ro! (Nueva York. Aldino de Gruyter, 19(5), págs. 29-44.

Si bien Estados Unidos es verdaderamente excepcional porel celo con que adoptó esta "solución" de la polarización socialy la escala en quc la implementó, la tentación de apoyarse en lapolicia y las instituciones penitenciarias para restañar los efec­tos de la inseguridad social zenerada por la difusión del trabajo

~ b

precario y la reducción de la cobertura de la seguridad socialestá presente en toda Europa. Esta situación puede advertirseen el espectacular aumento dc los indices de encarcelamientoen la mavoria de los miembros de la Unión Europea durante lasdos (JltiI:13s décadas; la sobrcrrcpresentación masiva, dentro delas poblaciones encarceladas, de inmigrantes no europeos ypersonas de color, asi como de vendedores de drogas y droga­dictos rechazados del mercado laboral; el endurecimiento delas políticas penales, más francamente volcadas a la incapacita­ción en desmedro de la rehabilitación, y guiadas de manera tá­cita por cl principio de la "menor elegibilidad"; por último, enla superpoblación de los estabiecimicntos carcelarios, que redu­ce la prisión a la función de depósito de indeseables. Cambiosrecientes en los discursos públicos sobre el desorden urbano re­velan una deriva similar hacia un tratamiento penal de la pobre­za y las dislocaciones que, paradójicamente, surgen de habertruncado la capacidad de intervención social del Estado. Es li­cito, entonces, pronosticar que una convergencia "descendente"de Europa en el frente social, que entrañe una mayor desregula­ción del mercado laboral y prosiga con el desmantelamiento dela red de seguridad colectiva, dará como resultado ineluctableuna convergencia "ascendente" en el frente penal y un huevoestallido de inflación carcelaria en todo el continente (Wac­

quant, 1999).Pese a los abrumadores costos sociales y fiscales del confi­

namiento masivo de las poblaciones pobres y desorganizadoras,el encarcelamiento sigue siendo, aun en las sociedades más li­berales, una seductora solución temporal al crecimiento de lasdislocaciones urbanas (Christie, 1997). Empero, al margen de

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J86 PARTAS URB/-\NOS J\1i\RGlNAI."lD/\D URB/\NA EN EL PRÓXll\l() l\lJLFh'lO 1S7

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va pobreza.La tercera respuesta, progresista, a la polarización urbana

desde abajo apunta a una reconstruccionfnndamcntol del Esta­do de Bienestar que adapte su estructura y sus políticas a lascondiciones económicas y sociales emergentes. Se necesitan in­novaciones radicales. como el establecimiento de un salario deeiudadania (o ingreso incondicional subsidiado), que separen lasubsistencia y el trabajo, expandan el acceso a la educación a lolargo de toda la vida y garanticen efectivamente el acceso uni­

versal a bienes públicos esenciales como la vivienda, la salud yel transporte, a fin de difundir los derechos sociales y frenar losefectos dclctéreos de la mutación del trabajo asalariado (VauParijs, 1996).19 En definitiva, esta tercera opción es la únicarespuesta viable al desafío que la marginalidad avanzada plan­tea a las sociedades democráticas cuando éstas se aprestan acruzar el umbral del nuevo milenio.

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5. "Enemigos convenientes":extranjeros e inmigrantesen las cárceles de Europa-

+. "Suitab!c Eneuiics: Forcigners and Iinmigrants in Eeropcs Prisons". enPunishment and Societv 1-2, fines de ¡999, págs. 215-223.

Este artículo abreva en uno conferencia pronunciada en diciembre de1998, micnuns era profesor invitado de la Facultad de Derecho de la Uuivcr­sité de París 1, Panthéon (agradezco a Rémi Leuoir y sus colaboradores delCrcdhcss por su generosa hospitalidad). Se basa e11 el último capítulo dcl li­bro Les I'rísons de la misére, París, f:ditiollS Libcr-Raisons dagir, 1999 [tra­ducción castellana: Las cárceles de la nliscriu,Buenos Aires, Mauautinl,

20001

Page 97: Wacquant - Parias Urbanos

En 1989, por primera vez en la historia, la población consig­nada en las prisiones de Estados Unidos pasó a ser mayoritaria­mente negra. Como resultado de la "guerra contra las drogas')librada a lo largo de una década por cl gobierno federal, comoparte de una política general de "ley y orden", el índice de en­carcelamientos de los afroamericanos se duplicó en apenas diezaños,' pasando de 3.544 internos cada cien mil adultos en 1985a 6.926 en J 995, cifras que son casi siete reces más altas quelas de Sl/S compatriotas blancos (919 cada cien mil) y multipli­can por más de veinte los índices que exhiben Francia, Inglate­rra o Italia. Si se toman en cuenta las personas sentenciadas aproba/ion o liberadas bajo palabra, resulta qne más de uno decada tres varones negros jóvenes (y casi dos de tres en las gran­des ciudades del Cinturón de Herrumbre)' está bajo la supcrvi-

l. Dos libros esenciales hacen un an;ílisis riguroso Y' profundo del prob!e­ma: Tonry, Michael: Matígn Ncglect. Roce. Crime (I¡¡) T'unislnnent in Ameri­ca, Nueva York, Oxford Univcrs.ity Prcss. I()95, )' Mil!cr. .lcrome: Seorch (1//(/

Destrov: Aj!-icall-AlIlcrico!l Males in the Criminal .lusticc .\vstcm, Cambridge,Cambridge Universitv Prcss, 1997: en Bcckett. Karhcrinc: i\Ia/úng CrinieOxford. Oxford Univcrsuv l'ress. 1998, se hallará un análisis de los dctenui­

nantes políticos del ascenso de "la ley Y' el orden" durante este periodo* Rnst Be!' en el original. Nombre aplicado a las ciudades dcsindustriali­

zadas del nordeste y el medio oeste norteamericanos In. del L l.

Page 98: Wacquant - Parias Urbanos

1\)2 I'Al::IAS URUAl<OS "ENE1\llUOS CONVENIEN·¡·ES'· 193

si'\11 de ln justicia penal Esto hace quc la prisión y sus exten­siones sean el servicio público al que ticuen más fácil acceso,muy por delante de la educación superior o el seguro de desem­pleo, por ejemplo. De acuerdo COI1 las cifras de 1991, los esta­dísticos del Ucpartamcnto de Justicia calcularon que, a lo largode su vid,,, la probabilidad acumulaliva de que un estadouni­dense negro sea enviudo a la cárcel (esto es, sentenciado a másde UIl año de arresto) supera el 28 por ciento, en comparacióncon el IG por ciento en el caso de un latino y el 4,4 por cientoen el de un blanco."

Si los negms se convirtieron en los principales "clientes" delsistema penitenciario de Estados Unidos, no se debe a ningunapropensión especial de esta comunidad al delito y la desviación.La causa es que se sitúan en el punto de intersección de los tressistemas ele fuerzas que, en conjunto, determinan y alimentan elrégimen sin prccedcntes de hipcrinflación carcelaria que Nor­t(,;:!lllérica experimentó en los últimos veinticinco años, tras ladcuuucia de la amalgama social Iordista keynesiana y la impug­nación elel régimen de castas por el Movimiento de DerechosCiviles: en primer lugar, la dualización del mercado laboral y lageneralización del empleo precario y la desocupación, y la su­"ocupación en su extremo inferior; segundo, el desmantela­miento de los programas de asistencia pública para los miem­bros más vulnerables ele la sociedad (requerido por la puesta enmarcha del trabajo asalariado desocializado), y tercero, la crisisdel gueto como instruuiento de control y confinamiento de unapoblación estigmatizada considerada ajena al cuerpo nacional y

2. Bonczar. Thomas y Allen Beck: "Lifctimc Iikclibood of going lo state01 federal prison". en Burcau oiJustíce Statistic:x Sjiccia! Repon, Washing­

tou. Burcnu of Justicc Statislics. marzo de 1997. púg. 1; en Maurer, Marc:"Racial dispatitics 111 ptison gctlillg worse in thc 1990::;",en Overcrowded Ti­11I1'S X (1). febrero de 1997. p{tgs 9" 13. se encontrarán datos mús completos yactualizados sobre este tema.

supernumeraria tanto por razones económicas como poliricas'Esto nos induce a pensar que, por extrema que parezca, la tra­yectoria carcelaria de los negros en Estados Unidos podría sermenos idiosincrásica de lo que nos hace creer la teoría couiodíndel "cxccpcionalismo norteamericano", Se puede plantear in­cluso la hipótesis ele que, si las mismas causas producen losmismos efectos, existen enormes posibilidades de que las socie­dades ele Europa occidental genercn situaciones análogas, aun­que menos pronunciadas, en la medida en que también ellas seinternen en la gestión penal de la pobreza y la desigualdad y en­carguen a su sistema carcelario, no sólo doblegar el delito, sinotambién regular los segmentos inferiores del mercado laboral ymantener a raya a poblaciones consideradas de mala fama, ne­gligentes e indeseables. Desde este punto de vista, los extranje­ros y cuasi extranjeros serian "los 'negros' de Europ.¡".

* * *

En realidad, la mayoría de los países de la Unión Europeapresenciaron un crecimiento significativo de su población car­celaria, coincidente con el inicio de la era de desocupación ma­siva y flcxibilizacióu del trabajo: entre 1983 y 1995, la canti­dad de encarcelados ascendió de 43 mil a 55 mil en Inglaterra;de 39 mil a 53 mil en Francia; ele 41 mil a cincuenta mil en Ita­lia; de 14 mil a cuarenta mil en España; y de cuatro mil a casidiez mil en Holanda y siete mil en Grecia." Pese al recurso pe-

3. Wacquuüt, Loic: "L 'ascensión de rl~:tat pénal en Amóriquc", en Actesde la reclierche en sciences sOLJ(J!es 124, septiembre de 1998, págs. 7-26, y"Crimc el chátirucnt en Amériquc de Nixon aClinton", en Archives de politi­que crímínelle 20, primavera de 1998, págs. 123-138.

4. Tournicr, Pierrc: Stcüístíonc penale annuellc du Conseíí de í 'Europe.

Enquéic 1997, Estrasburgo, de próxima aparición (agradezco al autor que mehaya transmitido anticipadamente estos datos). Se encontrarán análisis más

Page 99: Wacquant - Parias Urbanos

194 PAHL,;S liRT1ANOS

6. Smith, David .T.: "Ethuic origins, crimc. ano criminal iusfice in Fll­gjand and \V<11c<;", en Tonrv. Michacl (comp.}: Etllllicitl', ('nl~1f:', and lnum­

grat~on- Comporative ond Cross-National Perspectíves, Chicileo, Thc Uni­versuy of Chicazo Prcss, 1997, p{¡gs. 101 182: veanse lambi{~;-) Casluuorc

[lJi:;)' Ed ward j\lcL8ughlin.(c:1111p.): Out cfOrder? Poiicing Bloc!< rc()/)!e~LOll:ircs, R0111lcdgc, 1991; Smith..'. H_: "R'lCC. crime ond criminal iustice.

en The Oxtord Hondbonk of Crillliflologl', Oxford. O'ctord líniver,¡iv P _,."1993, '., rcss.

de lito "callejero" tiende a confundirse, tauto en la percepción

pública como en las prácticas de la policía, con la presencia vi­

s,bleJ ,las demandas de los súbditos del Imperio procedentesdel Caribe, los negros tienen siete veces más probabilidades de

ser encarcelados que SllS pares hlancos o asiaíico-, (en el caso

de ~as mujeres antillanas la probabilidad se decuplica), En1(9), las personas de ascendencia antillana, guvanesa v africa­na constituían el 11 por ciento de todos los r~clusos,~cuando

apenas representan el 1,8 por ciento de la población del pais en

la franja de edad de dicciocbo a treinta y nueve <111 os, Esta so­

~relTeprcsentacióne:~ especialmente flagrante entre Jos presospuestos a la sombra por posesión o distribución de drogas, de

qlllc',lCS más de la mitad SOIl negros, y entre Jos cllcerracJ(}s porrate,~'las, en CUy/o caso la proporción se acerca a los dos tercios."

Fn Alemania puede observarse un fenómeno similar. En Re­nama del norte, por ejemplo, los gi1anos procedentes de Ruma­nia exhiben tasas de enc'lrcel3miento que SOn mas de veinte ve­ces 111ás altas que las de los ciudadanos nativos: en el caso delos marroquíes, la cifra se multiplica por ocho, v en el dc losturcos, entre tres y cuatro. Y la proporción de e~lranjeros a Inespera de un juicio subió de un tercio en 1989 a la mitad ciucoaños después. En rigor de verdad, eu el Land de Hcssen. el nll­

mero de extranjeros presos aumento COllstalltclnente desde1987, mientras que el de nativos descendía afio tras año. Esta

expansión de la cantidad de no nativos entre rejas se debe casi

riódico a indultos masivos (en Francia, por ejemplo, concedi­dos el Dia de la Bastilla todos los años desde 1(91) y oleadas

de liberaciones anticipadas que se convirtieron en un lugar co­

mún (en Italia, España, Bélgica y Portugal), el caudal de presos

del continente siguió ahultáudose, y en todas partes las peniten­ciarías están inundadas de reclusos. De lodos modos, lo nlás

importante que hay qne destacar es que en toda Europa son loscxuanjcros, los llamados inmigrantes de "segunda generación"

quc, justamente, IH) son inmigrantes- de extracción no occi­dental y las personas de color, de los que se sabe que figuran

entre las ca lego rías más vulnerables, tanto en el mercado labo­ral como en lo que se refiere al sector asistencial público del

Estado, debido a su distribución en las clases bajas y las nume­rosas discriminaciones que padecen, quienes están masivamen­te sobrerrepresentados en la población carcelaria, y esto en un

grado comparable-yen algunos casos supcrinr--~ a la "despro­porcional idad rae ial" que afl ige a los negros en Estados Unidos(el el cuadro 1),'

De tal modo, en Inglaterra, donde la cuestión dcl llamado

matizados y profundos en Kuhn, Anché: "Populations carcérales: combicn?

Pourquoi? Que faite?", en Archives de J!01itiqllC críminclle 20, primavera de

1998, págs. 47-99, y Snackcn, S., K. Beycns y u. Tuhe.x: "C'hanging prison

populntionx in Wcstem couuuics: tate or poficy?", en Furopean JOl/I"I1al oICríme. Crnninal Law (l/Id C'-iminal Jnsüce J (1), 1995, págs. 1S-S3: así corno

en la obra clásica de Christic. Nils: Crímc Crnnrol as lndustrv: Towards GII­logs, WcstCI"Il Sivte. f .ondres. Routlcdgc, 1C}9cl (segunda edición ampliada, dela que el autor. de manera reveladora, eliminó el signo de interrogación del tí­tulo original)

5. Se hallará un panorama general en Albrcchr, Hnns-Jorg: "Ethnic mino­riücs. ctimc <111d criminal justicc in Furopc", en lIcidcnsobu, Fruncís y :l\-li­chael Fi1JTel1 (comp.}: Crime il1 Enropc, Londres, Routlcdae, 1993. En res Pri­sons de {a misereo Par!s, Éditions Libcr-Raisons d'agiL 1999 [traduccióncastellana: ros cárceles de lo miseria. Buenos Aires. Manantial. 20(0), vincu­

lo el crecimiento de la cantidad de extranjeros encarcelados a la "tentación" de

la gestión penal de ](1 pobreza en Europa.

"ENEl\TJGOS CONVFNlf.:N'rES·' jfJ)

Page 100: Wacquant - Parias Urbanos

J96 PARIAS URBANOS [NEivflGOS CONVEN1EUI'ES" 197

EstimadoFuente" T01ll11icL l'ierrc SfOlisfiqllC pcnaíe onnnelle du Conseíl de lEuropc. En­

(flli)IC ¡ 99~', Lstrasburgo, 1999.

ClJ!\DRO 1

EX"¡"R/\j<J[R()S l.: N 1 i\ P()BLA('I(')N el\ RCELARlA DE LA UNIÓN eUROPEA

EN t997

7. Alhrccht. Haus-Jorg: "Ethuic tuinoritv. crimc. and criminal justice in

CierJl1,lil) ". ('11 Tonry M. (comp.}: Lthnícítv. Críme Óop. cit., págs. 101-182;la cita corresponde a la ]!,íg 87_

R. Junzci-Tns. Josiue: "Ethuic minoritics tille! criminal [uslicc in thel-ícrhcrhuid: '. C¡¡IOll1')'. 1\1 (comp.}: Eítuucity, Crime._., op. cit., págs. 257­

1111

en su totalidad a violaciones a las leyes contra las drogas." EnHolanda, cuya población carcelaria se triplicó en quince años eineluia UII /13 por ciento de extranjeros en 1993, la probabilidadde ser sancionado COII una sentencia de prisión de cumplimientoefectivo es sistemáticamente 11lÚS alta, aun para el mismo primer

delito. cuando el culpahle es de origcn surinamós o marroqul."

En Francia, la proporción de extranjeros en la población pe­nitenciaria pasó del 18 por ciento en 1975 al 29 por ciento vein­te años después (cuando aquéllos sólo constituyen cl 6 por cien­to de la población del país). una cifra que no toma en cuenta elmarcado "hiperconsurno carcelario" de nativos percibidos y tra­tados como extranjeros por la policía y el aparato judicial, co­mo sucede con los jóvenes que son hijos de inmigrantes norafri­canos o proceden de los dominios y territorios franceses deultramar preponderantemente negros. Lo cual equivale a decirque las celdas de Francia se han "coloreado" de manera distin­tiva en los últimos años, dado que dos tercios de los más de 15mil presos extranjeros oficialmente registrados en 1995 proce­dían de África del norte (53 por ciento) y el África subsaharia­na (16 por ciento).

La "desproporc ioualidad ctnonacional' que aflige a los resi­dentes de las antignas colonias de Francia deriva del hecho deque, para el mismo delito, los tribunales recurren más pronta­mente a la cárcel cuando el condenado no posee la ciudadaníafrancesa; las sentencias en suspenso y las sanciones comunita­rias son prácticamente monopolizadas por los nacionales. Eldemógrafo Pierrc Touruier ha demostrado que, según las acusa­ciones, la probabilidad de ser sentenciado a la cárcel es de 1,8 a2,4 veees más alta para un extranjero que para un francés (to­das las personas juzgadas se toman en conjunto, sin considerarantecedentes). Además, el número de extranjeros implicados enla inmigración ilegal se disparó de siete mil en 1976 a 44 milen 1993. En nuestros días, las tres cuartas partes de los sancio­nados por violar el "articulo 19", relacionado con la entrada yla residencia ilegalcs en el país, son puestos entre rejas; de losdieciséis delitos menores juzgados con más frecuencia por lostribunales, éste es el quc más a menudo recibe una sentencia decárcel de cumplimiento efectivo: sustancialmente, se lo reprimetan severamente como un delito mayor. De tal 1IJ0do. resultaque, lejos ele ser la consecuencia ele un aumento hipotético de

11

26 '

14

34

26

2218

8'

38

32

39

27 "

Proporción

del total, %

450

25000

14200

10.900

7700

4.800

3.200

3.700

2.200

1900

1.600

1.100

Extranjeros presos._---------- ..._------

Francia

Italia

Esnaña

lnqlaterra

Bélqica

Holanda

Grecia

Austria

PO¡tur131

Suecia

Dinamarca

País

Alemania

Page 101: Wacquant - Parias Urbanos

198

"ENEM!CJOS CONVENIENTES" 199

su delincuencia, como lo pretenden algunos discursos xenófo­

bos." la proporción creciente de extranjeros en la población pe­

nitenciaria de Francia se debe exclusivamente a la triplicación,

en veinte años, de los encarcelamientos por infringir las leyes

de inmigración. En realidad, si los presos sentenciados por estainfracción administrativa se exclnyeran de las estadísticas car­

celarias, la proporción de encarcelamiento excesivo de extran­jeros en comparación con los ciudadanos franceses caería deseis a tres. Como en el caso de los negros de Estados Unidos, almargen del becbo-una salvedad que nunca puede dejar de des­

tacarse.- de que los afroamericanos han sido, al menos en los

papeles, ciudadanos de la Unión desde hace corno mínimo un

siglo, la sobrerrepresentaeión de extranjeros en las prisionesfrancesas expresa. no sólo su inferior composición de clase, si­no tam bien, por un lado, la mayor severidad de la institución

penal para con ellos y, por el otro, la "decisión deliberada dereprimir la inmigración ilegal por medio de la cárcel'"!" En rea­lidad, nos vemos aqui ante lo que es, primero y fundamental­mente, un cm~l¡17amicnto de d{fcrc11ciach5n o segregación, conel objeto de mantener a un grupo separado y facilitar su sus­tracción del cuerpo societal (Sl1 resultado es, cada vez con ma­yor frecuencia, la deportación y la proscripción del territorio

9. Entre ellos, los más insidiosos no son los delirios chillones y paranoi­des de los reprcsenranres del Frente Nacional durante sus reuniones electora­

les, cuyo tenor excesivo y cargado de odio los "republicanos" deploran en 10fundamental de manera unánime, sino los discursos afables que se pronunciandentro de! aparato estatal, por ejemplo en la Asamblea Nacional. cortésmen­te, entre gente razonable y respetable, con todos los eufemismos jurídicos ydenegaciones oratorias que dan su encanto -y Sil f1.1c17a-- <:11 lenguaje oficial(como lo muestra Charlott e Les-ana en "La loi Dehré: la fabrique de l'Irnrni­grC. en Cultures el conflíts 31-32, ntoñn-invicmo de 1998, p{¡gs_ 125-159),

10. Toumier. Pierre: "I.a délinquancc des étranccrs en Frunce: analysc

des sliltistiq\les penales". en Paliddn. Snlvatore (r-omp.]: Délit d'immigration/

lmtnigront Defillq1lCI7CY, Bnlse18s" Furopean Commission, 1996, pág. 1SR.

nacional), para distinguirlo del "confinamiento de autoridad" )

1" f¡ , . (

e con lJ131111ento de seguridad". I I

* * *

1\ los extranjeros )' cuasi extranjeros cautivos en cárceles vpenitenciarías; a menudo en sectores segregados según el ori­

gen etnonacional (como en La Santé, en el corazón de París.

donde los internos están disrribuidos en cuatro pabellones sepa­rados y hostiles, "blanco", "africano", "árabe" y "resto delmundo"), hay que añadir los miles de inmigrantes' indocumen­

tados o a la espera de la deportación, especialmente en virtud

de la "doble pena": arbitrariamente detenidos en esos enclavesestata lmente patrocinados de derechos inex istenresi",_ ,,-", as zonasde espera" y los "centros de retención" que proliferaron en LIS

últimas décadas en toda la Unión Europea. Como los campospara "extranjeros indeseables", "refugiados españoles" v otros

"agitadores" creados por Daladier en 1938, los cerca de-treinta

c:ntros 1,10Y en funcionamiento en el territorio francés ---quinceanos atras eran menos de doce- son otras tantas cárceles que no

se llaman por su nombre. y por buenas razones: no pertenecena la administración penitenciaria, sus internos están retenido')en violación del artículo 66 de la Constitución (que establece

que "nadie puede ser detenido arbitrariamente") y las condicio-

11. De acuerdo con la distinción de (ipos ideales introducida por Fauac­ron, Claude: "La derive penal e". en Esprit 215. octubre de 199" 11{¡gs J ;-L144.' --

* La expresión dO.l/Ne peine se refiere al hecho de que los extranjeros

pued~n ser y son saJ~Clonados frecuentemente dos veces por la ley francesa:en p.nmer lugar mediante el encarcelamiento por el delito especifico que co­mC:leron, y en segundo lugar con la proscripción del territorio nacional des­rl:C,~ de l:aber cumplido su sentencia de cárcel, por medio de un decreto ad­mtmstrattvo o una sanción judicial (en 'violación de la Convención Europeade los Derechos del Hombre) (nota del traductor al inglés).

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)00 I'ARL\S \JrU3,\NOS "ENLl\f1CüS LONVENIE:N'j'I.:::S·- 201

ncs de confinamiento CII ellos violan hahitua lmcntc la ley y loscriterios búsicos de la dignidad humana. Esto es lo que sucede,inte: dio, en el infame centro de I\renq, cerca de la estación

portuaria de Marsel!«. donde UIl ruinoso hangar construido en

1917 v carente de las comodidades mínimn« necesarias para laresid~ncia humana sirve de depósito de UllOS mil quinientos ex­

Iranjeros deportados anualmente a Á frica del norte.'?

En Bélgica, donde la cantidad de individuos encarcelados

bajo la custodia de la Oficina de Extranjeros aumentó nueveveces entre I(J74 y 1994, las personas consignadas en los cen­

tros de detención para extranjeros "en situation irréguliere" es­tan bajo la autoridad del Ministerio del Interior (a cargo del 01'­

den publico) y no del Ministerio de Justicia, por lo que lasestadísticas del sistema penitenciario las pasan por alto. Cincode csos llamados centros cerrados, rodeados por una doble cer­ca de alambre de púa Y' bajo una permanente vigilancia de vi­dcocámarus, sirven de plataforma de lanzam icnto para la de­

porlación de quince mil extranjeros por año: éste es el número

oficia] al que aspira el gobierno, COIllO prueba expresa de la po­

litica inmigratoria "realista" llevada adelante con el supuesto

objetivo ele socavar la posición de la extrema derecha ... queentretanto prospera COIllO nunca antes. l ) En Italia, las órdenesde deportación se quintuplicarou en s610 cuatro años, para al­canzar un pico de 57 mil en 1994, aun cuando todas las señales

¡2. l'cn in-Mar! in, .k(111~ Picrrc: La Rétentian, Par¡s. L "Hannattan, 1996; se

eucontrarú una comparación cutre Francia. el Reino Unido y Alemania, así

coruo CUH [,,[,HIn'.' t Iní.Ios. en el número 23 de C'I1/fIll'C et confltts (1996), de­

dicado id tellla "Circulcr. cuíermcr. cloigner: zoncs daneute et centres de ré­tenuou des dcmocratics occidentales".

! .;. Vanpncscbcu. Laercncc: Barbetes de la honte, Bruselas, Luc Pire,1998: Brion. Fabicunc: "Chiffrcr. dcchiffrcr: incarcérarion des étrangers et

consuuction xocialc de la criminaliré des immigrcs en Itclgiquc", en Palidda(Cf\fllp.): 1\:/i¡ d'immigrofio!l .. o{l cit., págs. 163-223.

indican que la iumigración ilegal ha descendido y que la granmavoria de los extranjeros que no tienen documentos adecua­

do; entraron al pais legalmente para ocupar puestos del "mer­

cado negro" desdeñados por la población nativa." como lo re­conoció implicitamente el gobierno de Massimo dAlema

cuando sextuplicó la cantidad de permisos de residencia y tra­

bajo inicialmente otorgados como parte del programa de "regu­

larización" lanzado a principios del invierno de J998.En términos más generales, está bien documentado que las

prácticas judiciales aparentemente más neutrales y rutinarias,

comenzando por la detención preventiva (reiterada), apuntansistemáticamente a las personas desaventajadas de origen ex­tranjero o percibidas corno tales. y. "lajustice ¿, quarantc vites­ses", para adoplar la reveladora expresión de la juventud de losdecadentes complejos habiracionnles de Lougwy,' sabe dema­siado bien cómo hacer el cambio a una velocidad más altacuando se trata de arrestar, procesar }' encarcelar a los residen­

tes de zonas csugmntizadas con una densa concentración de de­

socupados y familias originadas en las migraciones laboralesde los treinta años de auge de la posguerra, que se instalaron enlos barrios hoy designados corno "sensibles" por la jerga estatal

oficial. En rigor de verdad, según las disposiciones de los trata­dos de Schengen y Maastricht, que apuntan a acelerar la inte­graeión jurídica con el fin de asegurar la "libre circulación"

14. Pal idda, Satvarorc: "La consuuction sociale de la déviunce et de lacritninalité pan»¡ les unmigrcs: le cas ital icn", en Palídda (comp.}: Délit

d 'illlllligratioll._., op. cit., págs. 231-266.* Literalmente" "justicia de cuarenta velocidades", que da a entender un

tratamiento gro-crnmcnte desigual de la justicia pena! para diferentes catego­

rías sociales e infracciones. Longwy es una ciudad antiguamente monoindus­

trial de la región nordeste de Lorena, afectada por un elevado desempleo trasel derrumbe de la industria siderúrgica en la década de 1970 (nota del traduc­

(01' al inglés).

Page 103: Wacquant - Parias Urbanos

202 PARIAS URBANOS

"'ENFi\f]GOS CONVENIENH:S'"

* * *

203

efectiva de los ciudadanos europeos, los paises signatarios re­definieron la inmigración como una cuestión continental y, en

consecuencia, nacional de seguridad, en el mismo conceptoque el crimen organizado y el terrorismo, a los que se vincnlóen el plano tanto del discurso como de la regulación adminis­trativa.!" De tal modo, en toda Europa, las prácticas policiales,

judiciales y penales convergen, al menos en la medida en quese aplican con particular diligencia y severidad a personas defenotipo no europeo, que son fácilmente individualizadas y so­metidas a la arbitrariedad de la policía y la justicia, al extremode que podemos hablar de un verdadero proceso de crimmali­zacion de los inmigrantes que tiende, por sus efectos desestruc­turantes y criminógenos, a (co)prodncir el mismo fenómenoque supuestamente combate, en concordancia con el bien cono­cido mecanismo de la "profecía aurocumplida". 16 Su principalimpacto, en efecto, consiste en empujar a las poblaciones queson su blanco hacia una clandestinidad y una ilegalidad másprofundas y a alentar la estructuración duradera de redes espe­cíficas de sociabilidad y ayuda mutua, asi como de una econo­mía paralela que escapa a toda regulación estatal, un resultadoque, como es obvio, viene de perillas para justificar, a cambio,la atención especial que les prestan los servicios policiales.!?

15. Bigo, Didier: L 'Europe des pollees el la secnrité intérieurc, Bruselas,F.dilinlls Com plexe, 1992, y "Sécurité et immigvation: vers une gouvememen­talité de l'tcquiétudc?", en Cultures el conflíts 3 1-32, otoño-invierno de ]998,págs. 13~38, así COBlO los otros artículos de este número sobre el terna "S,écu­rité ct immigrction", en especial el de Mónica den Boer, "Crimc et immigra­

tion dans I'Union curopéenne", págs. 101-124.16. Merton, Robert K.: "The sclf-fulfilling prophccy", en Social Theory

and Social Strncturc. tercera edición ampliada, Nueva York, The Free Press,1968, págs. 475-490 [traducción castellana: Teoría y estructura sociales, Mé­xico, Fondo de Cultura Económica, 1992].

17. Sobre el proceso de criminahzación de los inmigrantes, véanse los tra-

Este proceso es vigorosamente fortalecido y amplificado porlos Inedias y políticos de todo pelaje, ávidos de navegar sobrela ola xenófoba que barrió Europa desde el giro ncolibcral de la

década de 1980, mediante una amalgamo, sincera o cínica. di­recta o indirecta, pero cada vez más banal, de la inm igracióu, la

ilegalidad y la criminalidad. Incesantemente puesto en 1<1 listanegra, sospechado de antemano si no por principio, empujado alos márgenes de la sociedad y acosado por las autoridades conun celo sin comparación, el extranjero (no europeo) muta paratransformarse en un "encmizo conveniente" --para usar la ex­presión del criminólogo noruego Nils Christíe-. ' s a la vez sím­bolo v blanco de todas las angustias sociales, como lo son los

~ , ',,~

afroarnericanos pobres en I<)S grandes ciudades de su sociedad.Así, la prisión y la marca que impone participan activnmenteen la fabricación de una categoría europea ele "sub-blancos"."?cortada a medida para legitimar una deriva hacia la gestión pe­nal de la pobreza que, gracias a un efecto de halo, tiende a apli­carse al conjunto de los estratos de clase obrera debilitados por

bajos comparativos reunidos por Dal L8g0, Ale ssandro (cornp.]: ro stranieroe il ncmica. Génova, Costa e Notan, 1998: sobre el caso holandés, véase Eng­bersen, Godfried: In de stiaduw ron mOl'gcn: Stediijke nutrginalneít in ..Vc~dcrland. Arnsterdam, Boom, 1997. y sobre el C?lSO alemán. Kub.nk. Michnc!í/erstándnís und Bedentnng \,'011 Auslanderkriminolitdí, Filie .AI/(r~l'sc del'Konstitntíon sozialer Problesne, I'faffcrrccilcr, Ccntaurus. 199J,

18. Chrtstie, Nils: "Suitablc CI1CI1lY". en Bianchi, Hermau y Reué V<111

Swaaningcn (comps.): Abotniontsn TO\l'onl a Non-Rcpressívc Ipl'lroach loCrime, Amsterdam, Free Univcrsuy I'rcss. 1986.

19. Tornamos la noción de "sub-blanco" del sociólogo Andrca Réa(quien por su parle la tomó de la banda francesa de rop L\\Il: "Le racismoeuropéen et la fabrication du «sous-blanco", en Réa, Andrcu (comp.}: /mmi­graNon et rccísme en Europe, Bruselas, l~dilioJls Complcxe. 1998, págs. 167­

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el desempleo masivo y la flexibilización laboral, independien­temente de la nacionalidad.

Por esa razón. el encarcelamiento y el tratamiento policial yjudicial de los extranjeros. inmigrantes ,y categorías asimiladas(árabes y bcurs' en Francia, antillanos en Inglaterra, turcos ygitanos en Alemania, tunecinos en Italia, africanos en Bélgica,surinameses y marroquíes en Holanda, ctc.) constituye una ver­

dadera piedra de toque, una prueba crucial [slzibbolctlz] paraEuropa :20 suevolución nos permite eval uar hasta qné punto la

UJI ion Europea resiste o, a I contrario, hace suya la política nor­teamericana de crim inalización de la pobreza como comple­mento de la generalización de la inestabilidad salarial y la inse­guridad social. Como el destino carcelario de los negros deEstados Unidos. brinda una preciosa y prescicnte indicación deltipo de sociedad y Estado que Europa está construyendo.

"' 13('111', UIl término de! ;¡rgot callejero para aludir al "árabe", designa lall.uuada segunda gC'llcracióll de norafricanos, descendientes franceses de in­Jllígl'al1!Cs argctiuos. marroquicx .Y tunecinos que llegaron a Francia durantelo') "trc.inta gtoriosos anos" de crecimiento económico de la posguerra (nota

del traductor al ing.li's).

20. Bourdieu. PiCIW" "Le sort des étrangers commc shibbolcth", en Con"/leHII\, París. Éditions Libcr-Raisons dagir, 1998, págs" 21-24 [u-aduccióncastcllana.: Controiucgos. reflexiones flora servir a la resistencia contra lainvosion 1/(01lbeI"0/, Barcelona, Anagrama, 199')J"

Del mismo autor

Las cárceles de la miseria

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JAVIER AUYERO

La política de los pobresRedes peronistas y cultura política

en Buenos Aires

"Otras personas escriben sobre la política clientelista comouna forma de organización, un flagelo que es preciso erradicaro un mal necesario en el camino a una democracia plena. JavierAuyero la describe como una forma estridente, improvisada ycrucial de sobrevivir a la pobreza y la desigualdad. Al transmi­tir sus observaciones de primera mano con una prosa lúdica yenérgica, Auycro arroja luz sobre la politica de los pobres en laArgentina y otros lugares."

CHARLES TILLY,

Columbia University

"En cl plano de la mayor parte de la literatura de cienciaspolíticas sobre la pobreza urbana y el clientclismo, esta obra esauténticamente señera. En su combinación de 10 mejor de la et­nografía de la 'descripción densa' con la percepción de proce­sos más globales que actúan en la sociedad, Auyero emplea losmarcos analíticos más actualizados para examinar UD objeto deestudio que rara vez -o nnnca se abordó de esta manera. f:stees un libro que habrá que tomar en cuenta en los próximos(11105, y más a llá."

DANtEL JAMES,

autor de Doñ« Marias SIOlY: Life Historv,Memorv, ami Political ldentíty

¡Impresos 1000 ejemplares en marzo de 2007 en

Talleres Gráficos Lcograf SRLRucci 408, Valcnun Alsiua. Argentina

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