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El Manuscrito de Bandury Francisco Gómez Después de dejar la pintura como actividad profesional hace años, y aunque esta sigue siendo todavía mi aficción preferida, sin embargo, la escritura también ocupa un lugar prominente en mi vida. Para tener una buena formación como escritor hice un curso de escritura junto a la periodísta salmantina, Amalia Sánchez, en su agencia literaria “Hera Ediciones” y atendí los mejores consejos para seguir solo un pensamiento: el del Fraude. Ese mundo tan oculto e inaccesible, que se encuentra ahí desde que el hombre es hombre, me gustaría darlo a conocer en este crimen llamado “El manuscrito de Bandury”. He investigado y recopilado mucha información al respecto y pasado muchas horas analizando, no solo los fraudes comúnes más conocidos, sino también los especiales menos conocidos. Esto me ha permitido de descubrir cosas que han permanecido ocultas a la mirada crítica durante muchos años.

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El Manuscrito de Bandury

Francisco Gómez

Después de dejar la pintura como actividad profesional hace años, y aunque esta sigue siendo todavía mi aficción preferida, sin embargo, la escritura también ocupa un lugar prominente en mi vida. Para tener una buena formación como escritor hice un curso de escritura junto a la periodísta salmantina, Amalia Sánchez, en su agencia literaria “Hera Ediciones” y atendí los mejores consejos para seguir solo un pensamiento: el del Fraude. Ese mundo tan oculto e inaccesible, que se encuentra ahí desde que el hombre es hombre, me gustaría darlo a conocer en este crimen llamado “El manuscrito de Bandury”. He investigado y recopilado mucha información al respecto y pasado muchas horas analizando, no solo los fraudes comúnes más conocidos, sino también los especiales menos conocidos. Esto me ha permitido de descubrir cosas que han permanecido ocultas a la mirada crítica durante muchos años.

“Prueba de lectura de 44 páginas de un total de 145 páginas ”

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La luz caía diagonal sobre el puesto del vendedor de castañas calientes igual que la bandera heráldica de Zúrich; el humo salía de su sombra e iluminaba los zapatos oscuros del comisario Ackermann, que en ese momento se encontraba allí comprando un saquito de castañas calientes. Al mirarlas otra vez pensó en la llamada que unos minutos antes había recibido de Paola: «un hombre yace muerto en un apartamento de la costa de oro». Después sacó cinco francos del bolsillo de su gabardina y se los dio al vendedor. Eran las diez de la mañana de un criminal y solemne día de todos los santos. Las campanas del reloj sonaban en la bahnhofstrasse aunque él solo escuchaba la voz ardiente del vendedor italiano que le decía al tiempo de remover las castañas con el cuchillo de madera: —Cuatro franchi, per favore, signor, e bella giornatta. El comisario miró como resplandecía su cabeza calva a la luz del sol cuando decía esto y le daba el saquito de castañas. —Aquí tiene cinco, el resto se lo puede quedar —dijo el comisario. Después observó como dos italianos discutían, en un dialecto que no entendía, sobre un robo que había tenido lugar unas horas antes en una joyería cerca de allí al tiempo que movían los brazos alrededor del fuego con grandes aspavientos. —Grazie mile —dijo al comisario que se alejó del puesto. Los dos italianos estaban discutiendo por un asunto de relojes muy caros, un atraco sin incidentes graves para las personas, por fortuna. Las castañas calientes se las guardó en el bolsillo de la gabardina. Era una sorpresa para Paola. Hacía más de un año que no la veía. Ahora este caso los había unido de nuevo. El ladrón de guantes blancos más buscado de Europa yacía sin vida tumbado boca arriba con dos cortes profundos de arma blanca en el cuello en un apartamento que había alquilado para él y su familia un año antes en uno de los lugares más caros de Zúrich, le habían cortado la yugular. Tenía alrededor de cincuenta años. Enfrente de él estaba Paola de pie y los de homicidios tomando pruebas. —¿Y dice que la puerta estaba abierta cuando lo encontró sin vida tumbado en el suelo del comedor ? —preguntó Paola al vecino que lo halló. —Sí, así fue —respondió.—¿Lo conocía usted ? —volvió a preguntar Paola. —No, personalmente no, pero en la vecindad se sabía que era un hombre de mundo que hablaba varias lenguas, inglés, muy ocupado y bien vestido, trabajaba con Elon Tanner en un proyecto muy innovador.—¿Habló usted con él ?—Su mujer contaba esto en cada oportunidad que se presentaba —respondió el vecino.—¿Pero usted no habló nunca con él ?—No, yo no, pero él era el cerebro de la empresa de Tanner —respondió.—Inglės, de buen aspecto y bien vestido, con barba y gafas, alrededor de cincuenta, la mano derecha de Elon Tanner, y con el cedular lleno de sangre a unos cuantos metros de él —observó el comisario, que en ese momento llegó al lugar de los hechos. —Un tipo extraño —siguió diciendo el vecino —. Pasaba los días haciendo yoga o con el bote de patines en el lago. Y luego estaban ahí sus hijas que visitaban en schwyz una escuela privada y que de vez en cuando jugaban con las mías. El estafador más buscado de Inglaterra estaba delante de sus ojos, degollado en un charco de sangre coagulada. La historia de sus víctimas mostraba el modo pérfido como procedía el británico y como conseguía comprometer a políticos y otras personalidades en sus maquinaciones sin que estos sospecharan nada. El comisario Ackermann saludó a Paola como si el tiempo no hubiera pasado entre ellos. —Parece que el destino quiere que sigamos resolviendo casos juntos —dijo Ackermann — alargándole el saquito de castañas calientes con un movimiento de la mano.Aunque la relación policial con él hace tiempo que había terminado, sin embargo, entre ellos existía todavía una confianza.

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—Huelen bien, gracias —dijo Paola y sacó una muy tostada.—Veo que sigues tan atento como siempre. Tú sabes dar siempre en la diana.—Cómetelas, están calientes todavía —añadió el comisario.—¿Dónde estuviste todo este tiempo ? —preguntó Paola.—Me destinaron un año a luchar contra el tráfico de droga y la criminalidad organizada en el lago de Constanza en la frontera sur de alemania, un trabajo difícil en la comisaría de Constanza, pero esta vez tenía diez policías a mi disposición —respondió Ackermann con una mirada de soslayo.—Veo que el aire del lago te ha sentado bien —dijo Paola.—Sí, un año alejado de Zúrich, de sus banqueros y sus corruptas finanzas, me ha sentado bien. Además, Constanza es una ciudad tranquila, un lugar de provincias que solo la interrumpe el tráfico tan intenso de droga que padecen en su inmenso lago. —¿Y qué has hecho, además de dejarte acariciar por la brisa del lago ? —preguntó Paola.—He estudiado ciencias de la información en la universidad de Constanza —respondió.Paola sabía que Ackermann quedó muy desegañado del último caso y le alegraba de tenerlo a su lado de nuevo. —Estás más delgado —dijo al tiempo que un policía técnico metió en la bolsa el cedular manchado de sangre.—¿Habéis averiguado ya quién es la víctima ? —preguntó Ackermann. —Esto lo sabremos próximamente, tan pronto como hablemos con el dueño del apartamento. —¿Cuándo fue asesinado ? —La víctima fue asesinada la noche anterior —respondió Paola. —¿Sabes dónde vive ? —preguntó el comisario.El comisario escuchó con atención a Paola y fue a hablar con él. Walser, que así se llamaba el dueño, vivía en otro bloque de pisos cerca de allí. Lo encontró sentado en su terraza abatido como cada persona que tiene que ver con estafadores profesionales. Cuando el comisario Ackermann se presentó ante Walser y lo saludó, este reaccionó enfurecido y nervioso y, sobre todo, se avergonzaba de haber sido tan ingenuo con Joseph Mallord, el verdadero nombre del degollado. —Comisario Ackermann, yo he dado casi todo mi dinero a ese impostor de guantes blancos, un dinero que tendré que dar por perdido porque no será posible de poder recuperarlo más —dijo Walser —ahora se trata solo de reducir las pérdidas al mínimo posible.El comisario lo escuchó sin interrumpirlo, luego preguntó :—¿Tiene alguna sospecha de quién pudo asesinarlo y por qué lo asesinaron ?—Esto es muy difícil de contestar, sobre todo, cuando se tiene que ver con un personaje de la talla de Joseph Mallord —respondió Walser.Los estafadores se deslizan furtivamente y manipulan a la gente. Los estafadores no son ningunos ladrones, se deslizan suavemente sin que las víctimas se den cuenta de ello, mienten y manipulan hasta que estas les dan el dinero líbremente. Les prometen grandes negocios, a las mujeres les fingen ser el gran amor de su vida, venden sus casas y propiedades immobiliarias a un precio muy elevado, y después se dan a la fuga y desaparecen, a menudo con todos los ahorros de las víctimas. —¿No probó usted de defenderse de él ? —preguntó el comisario.—Me alegro de que esté muerto, aunque no pueda recuperar mi dinero —respondió Walser —seguramente que su mujer y sus hijas lo tienen guardado en una cuenta secreta. —¿Dónde están la mujer y las hijas de Mallord ? —preguntó el comisario. —No sé, han desaparecido, como si tuvieran prisa, dejaron la vivienda en una acción nebulosa con alevosía y nocturnidad. Dejaron sus vestidos sin recoger, sus animales de juguete y los alimentos en el frigorífico.—Sin embargo, Mallord, no se fue con ellos —insinuó el comisario.—No, él prometió demasiadas cosas a demasiada gente —respondió Walser.

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Paola estaba de rodillas observando las manchas de sangre de la alfombra, por un momento se imaginó a Mallord sentado con los pantalones a rayas implacablemente planchados con tirantes rojos y la corbata azul con dibujos de ciervos en el gran sofa comunicando con sus víctimas. Observando el cadáver le vino a la mente el terrible pensamiento de que quizá en las uñas de Mallord no se encontrara ninguna partícula de piel para poder compararlas con el ADN de otros profiles. Dirigió su mirada al cadáver, la anatomía de las manos tenían algo especial que Paola no supo definir y la inquietaba, quizá era el fracaso de una vida asocial, o la carrera de un hombre en la lucha por ser o no ser. Se levantó y miró a un policía que estaba intentando averiguar cómo pudo caer Mallord al suelo. Sus ojos seguían cada movimiento de la mano del policía, luego dijo el policía:—Cuando cayó al suelo es posible que estuviera hablando por teléfono y es posible que alguien por la espalda lo atacó con un arma blanca. No opuso resistencia alguna porque fue sorprendido por la espalda. Y el asesino debería ser más grande y fuerte que Mallord. Quizá lo estaba esperando desde hace tiempo en el apartamento —añadió.Paola reflexionaba sobre todo lo que había dicho y no dijo nada, escuchó unas voces de la habitación vecina. Vio como la gente de huellas dactilares estaban tomando huellas relevantes del caso. El mando a distancia estaba sobre el gran sofá color canela. El frigorífico tenía la puerta abierta con comestibles y bebidas en su interior. De la habitación adyacente salió un perito forense, y la luz azul de las lámparas UV iluminaban las huellas de sangre que estaban esparcidas por todo el apartamento. Se movían con sigilo por todas las habitaciones recogiendo pruebas en cada rincón. A Paola le parecía que estaban indagando en los secretos más profundos del asesinato y probó de comer otra castaña, pero el revuelto de ropa y de policías a su alrededor le quitaron el apetito. En el apartamento de Walser, el comisario seguía interrogándolo: —¿Cómo conoció a Joseph Mallord ? —preguntó el comisario.Walser le explicó, todavía nervioso, que cuando conoció a Joseph Mallord este se presentó al teléfono como un tal « Manolo Escolar » y que no sabía que la persona que estaba al teléfono era en realidad Joseph Mallord, el estafador más buscado por la policía inglesa.—Fue en junio, me llamó porque estaba buscando un apartamento para alquilar para él y su familia. Yo le dije que tenía el objeto adecuado que estaba buscando en Küsnacht con un área privada para hacer deporte y wellness, y una piscina climatizada, todo por 7500 Francos al mes —respondió Walser.—¿Y se interesó por él ? —preguntó el comisario.—Sí, Escolar, mejor dicho, Mallord mostró interés y me mandó, junto a los documentos correspondientes de identidad, la copia de un pasaporte español y de un permiso para residir en Suiza. —Claro, comprendo. ¿Hace cuánto tiempo que conoce a Mallord, mejor dicho, a Manolo Escolar ? —se rectificó el comisario  —Hace un año, aproximadamente, pero nunca lo había visto, hasta hoy —respondió Walser.—¿Pero, entonces, cómo hacían los negocios que menciona y donde perdió su dinero ? —preguntó precavidamente Ackermann. —Hablábamos por teléfono largo y tendido. « Eran intensivas y excelentes conversaciones. Casi como entre hermanos » —dijo Walser. Luego siguió contántole al comisario el tipo de negocios que le propuso. —Un día me habló del tipo de empresa quería lanzar aquí en Suiza. Trabajaba con Elon Tanner en una patente para un Blackbox para coches sin conductor. Se trataba de algo grande, dijo Mallord, y ya había inversores interesados en el proyecto, como la empresa Intel y el inventor y empresario Elon Tanner —siguió explicando Walser.—¿Y así fue cómo empezó su relación comercial con él ? —preguntó el comisario.—No exactamente —respondió Walser —fue cuando « Escolar » nombró que estaban buscando personas que quisieran trabajar con ellos y que pudieran proporcionarles contactos

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con posibles promotores para buscar lugares de producción adecuados en Suiza, ahí fue donde yo me ofrecí voluntariamente. —¿A qué hora supo que Mallord fue asesinado ?Walser sintió como esa pregunta del comisario lo conducía a un territorio oscuro que encerraba pocas respuestas. Podría decir que él no era el asesino, pero hasta hace solo una semana no supo que Manolo Escolar estaba viviendo en realidad a solo ciento cincuenta metros de su casa, y no en el extranjero, como le había hecho creer, y que puso a la pista a la policía, pero ese día estaba solo en su casa cuando el vecino le comunicó la noticia de su asesinato, sin embargo, su mujer fue a la ciudad porque era el día de todos los santos y él todavía estaba arreglando las cuentas de lo que había perdido. —Déjeme pensar —respondió Walser —mi esposa abandonó hoy la casa con mi hija a las siete, yo me quedé solo en casa y desayuné, diez minutos más tarde llamó a la puerta mi vecino muy excitado y me comunicó que había encontrado a Mallord en un charco de sangre asesinado. Llamamos a la policía. Regresé con él a verlo y allí estuve hasta que…—Hasta que…siga, lo escucho —dijo el comisario.—Hasta que una mujer vino a visitarme para hablarme de él —respondió Walser—Una mujer —repitió el comisario. —Sí, una mujer con acento británico, la señora Roberts —respondió Walser.—Ella me contó que Mallord la estafó haciéndose pasar por un banquero suizo rico, y más tarde como un agente del servicio secreto inglés M16 y que durante su relación sentimental con él le dio todo su dinero ahorrado que ascendía a un millón de francos —siguió diciendo Walser.—Teoréticamente ella pudo haberle degollado hoy —dijo el comisario.—Sí, es posible, pero no lo creo —respondió Walser —la señora Roberts pasa de los treinta, es mucho más pequeña que Mallord y apenas tiene fuerza para mover una maceta de flores de su sitio.—¿Cómo iba vestida la señora Roberts ? —preguntó el comisario.—Tiene un gusto exquisito, como todas las damas con acento inglés, llevaba puesto un rico traje negro de confección y unos guantes también negros. Me preguntó si podía dejarla entrar en el apartamento donde estaba Mallord porque tenía algo que le pertenecía—respondió Walser.—¿Y la dejó entrar ? —preguntó el comisario.Esto puede parecerle extraño —dijo Walser —pero no la dejé. —¿A qué hora se marchó ? —volvió a preguntar Ackermann. —No lo sé, no miré el reloj. Estuvo media hora aproximadamente y luego la recogió el taxi que había pedido unos minutos antes. —respondió Walser.A Ackermann le parecía sospechoso lo que acababa de escuchar de la señora Roberts. Su misteriosa visita a Walser, precisamente, el día del asesinato de Mallord. Cuando se disponía a irse y despedirse de Walser llamó su atención una prenda que colgaba en el perchero del pasillo y que no se correspondía con las demás. En ese momento sonó el timbre de la puerta. Walser fue a abrirla y un cartero le dio un paquete certificado dirigido a él. El comisario tuvo tiempo de examinar mejor la prenda y le apareció ver una extraña mancha en ella. Aprovechó la ocasión para hacerle una foto con su móvil. —Lo siento, comisario Ackermann, pero hoy no dispongo de más tiempo para usted, ¿tiene alguna pregunta más ? —preguntó Walser cuando regresó. —Sí, ¿cuándo fue la última vez que habló con Mallord ? —preguntó el comisario. —La última vez que hablé con Manolo Escolar, perdone, con Mallord, fue hace dos semanas para decirme que el viejo expresidente de la confederación helvética había dado su visto bueno para organizar una tele conferencia y poder hablar con él sobre el proyecto —respondió Walser.

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—No sabía siquiera que tenía todavía un as preparado en la manga —respondió el comisario— pero todo fue una mentira. Aquí tiene mi tarjeta, y quizá venga otra vez a hablar con usted.—Como desee, comisario. Espere —dijo Walser —antes de irse quiero enseñarle algo. —¿Qué es ? —preguntó Ackermann.—Es la copia del contrato que el propio Elon Tanner firmó y que un tipo con una limusina me trajo una noche para enseñármelo. Ingenuo de mí, me dejé cegar por una falsificación. —Pero esto le dio seguridad —respondió Ackermann sin esperar una respuesta. El comisario cogió los documentos y le preguntó si podía quedárselos para analizar las huellas dactilares que hubieran en ellos. Walser no puso ningún inconveniente y también le dio su tarjeta.Paola cogió su móvil y llamó al comisario para preguntarle si había terminado. —En cinco minutos estoy ahí, he hablado con Walser —dijo Ackermann antes de abandonar la casa de Walser.Paola tenía problemas de concentración. Había escuchado y visto lo suficiente y quería ordenar su mente. Con gusto hubiera hecho una pausa para comer el resto de las castañas que el comisario tan amablemente le había traído pero la gente de homicidios y huellas dactilares no habían terminado todavía y a ella sola le era difícil de llevar a buen termino la investigación. Debajo de sus sovacos empezaron a formarse gotas de sudor y un olor poco agradable. Paola se retiró unos pasos más atrás y bebió agua de una botella que siempre llevaba en su bolso. Los alrededores del lugar del crimen parecían un espectáculo de teatro por la cantidad de gente que se había reunido detrás de las cintas policiales. Ackermann se dirigió al lugar del crimen que se encontraba solo a ciento cicuenta metros de allí y dirigió una última mirada a Walser antes de abandonar su casa. Paola lo esperaba impaciente en la puerta. Vio llegar al comisario con gabardina y sombrero caminando despacio y con aspecto meditativo. Se paró unos instantes para apuntar algo en su cuaderno de notas. El comisario veía el motivo del crimen cada vez más claro : alguien se había vengado de Mallord, pensó, quizá una víctima, un colaborador en el proyecto, un inversor, incluso el mismo Elon Tanner, la señora Roberts o Walser, hubieran podido hacerlo. —El motivo principal del crimen pueden ser estos papeles firmados por Elon Tanner y que pertenecían a un tal Manolo Escolar, pero la persona verdadera con la que había hablado Walser durante un año por teléfono era Joseph Mallord —dijo el comisario a Paola, mostrándole los documentos que Walser le había dado y contándole la historia de la señora Roberts.—Me gustaría que analicen sus huellas —dijo a un policía al tiempo de hacer una foto de ellos.En el apartamento se movían los forenses y policías técnicos deseosos de dar un sentido al crimen. Tiempo de inquietud. Ganas de ver en las huellas cosas que pudieran verterse en el móvil del crimen sin necesidad del lenguaje, o al menos sin necesidad de tener la mano delante que asesinó a Mallord. Ackermann, después de no haber visto a Paola durante tanto tiempo anhelaba comunicarse con ella y le pidió de estar un momento a solas con él para exponerle su punto de vista sobre el crimen.—¿A ti —preguntó por sorpresa a Paola —qué te llama la atención de un crimen ? Ya lo sé, y no te ofendas : te llama la atención lo bien que el asesino planea su acción para matar como es debido, cómo las huellas se encuentran dispersas en los lugares más inverosímiles, o el posible móvil del asesino, o las personas sospechosas, o cómo el asesino ha borrado huellas, cómo cogió el cuchillo, o la macábra agonía de la víctima…. « ¡ Qué bien, parece que todo esto habla ! ; parece de verdad. ¡ Qué asesinato ! » ¡ Pues escucha ! Lo que te tiene que llamar la atención no es el crimen : es el desengaño de una persona que ha sido sometida de antemano a un proceso por parte del estafador de guantes blancos más buscado de Europa que ahora yace sin vida tumbado boca arriba delante de nuestros ojos. Yo no me hubiera podido imaginar nunca que un grupo pequeño de estafadores hubieran podido mantener tanto tiempo

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en pie una construcción tal de mentiras. ¿Te basta esta explicación? —preguntó Ackermann a Paola.Paola estaba inmovil y lanzó una mirada escéptica al comisario. Visto que esta pregunta no la esperaba Paola, reaccionó sin saber exactamente cómo.—¿Crees tú que yo tengo humo delante de los ojos ? He hablado antes con el vecino y él estaba al corriente de todo eso que me has dicho, aunque no lo creas. Mallord describía objetos inexistentes porque era lo único que sabía hacer, pero lo que me dices está muy lejos de la realidad. ! Nosotros debemos ir más allá ! Debemos adentrarnos por la senda de las huellas para sentir el impacto que ellas producen, sin intermediarios, en nosotros —concluyó Paola. —Una persona está condicionada subjetivamente. Yo solo te muestro cómo veo yo aquello que mueve al crimen que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce —dijo el comisario. —El asesino seguro que no espera que lo encontremos enseguida. Todavía tenemos trabajo por delante para volver a reconstruir el crimen —subrayó Paola —. ¿Qué sabes de la mujer de Walser ? ella también podría estar implicada —insinuó Paola. —En estos momentos se encuentra comprando en la ciudad con su hija —respondió Ackermann.—¿Y el cuchillo que el asesino utilizó, qué sabes de él ? ¿Era un cuchillo de cocina que cogió de aquí antes del crimen ? —preguntó Paola. — No sé, Paola, pero estoy seguro que es un cuchillo que ha podido matar a más personas, incluso animales, si es así como tú supones, esto también será difícil de comprobar, la familia Mallord dejó todas sus pertenencias aquí, incluido los utensilios de cocina —respondió Ackermann.—Era un arma blanca, prueba de visualizarla, y busquémos en el cajón de la cocina —dijo Paola.—Espera, este es el punto por donde entró el cuchillo —dijo Ackermann señalando un punto en el cuello de Mallord— el asesino tenía que ser zurdo por el recorrido del corte del arma.—Comprendo, todas las hipótesis están abiertas, pero como puedes ver son dos cortes diferentes ¿Son los dos de la misma arma ? — preguntó Paola.Ackermann reflexionó sobre ello e intentó de imaginarse cómo pasó. —¿Era un ajuste de cuentas ? Luego Paola preguntó otra vez si quería ir con ella a la cocina a ver los cuchillos. —Ve tú, yo voy después, primero me gustaría comprobar si Mallord tenía una oficina de trabajo —dijo el comisario.—Entonces voy yo también —dijo Paola.Ambos se miraron. El comisario se dirigió junto con Paola a una habitación que parecía haber sido la oficina de Mallord. Estaba desamueblada. Luego Ackermann murmuró :—Todos los documentos y el ordenador han desaparecido y con ello también todas las pruebas contra Mallord.—Entonces no tenemos acceso a los correos que Walser mandó a través de la firma —puso de relieve Paola.—Markus Walser dijo hoy que él fue solo una víctima causual. Mallord probó una y otra vez de llegar a potentes inversores a través de él —dijo el comisario.—Te recuerdo que aquí la víctima es Mallord —observó Paola. —Estoy seguro que los del laboratorio pronto obtendrán resultados concretos —dijo Ackermann.—Lo más pronto que tendremos resultados será mañana al mediodía —respondió un técnico de huellas que estaba cerca dándoles a entender que esa era su área especial. —Llama a Walser y hazlo venir, seguro que él sabe más que nosotros —dijo Paola.—Me ha pedido de dejarlo solo, está todavía muy traumatizado —respondió el comisario. —Entonces si no te importa nos vemos en el instituto forense de Zúrich cuando se hagan todas las pericias. Llámame. Estoy cansada y tengo apetito. Me cuesta discernir qué

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fragmentos de las pruebas es el más acertado en cuanto al asesino. Para realizar estas prácticas, y empezar de momento con todas las diligencias, me voy a la fiscalía —dijo Paola. Afuera la niebla hizo acto de presencia de nuevo. No tenía ningunas ganas de arriesgarse con el coche antes de que esta se volviera más intensa. La fría humedad se le metió en el cuerpo cuando salió del apartamento para dirigirse a su coche. En la calle la niebla se expandía lentamente y Poala probó de llegar al coche a grandes pasos. Ya dentro de él agachó la cabeza y pensó que Ackermann no había cambiado mucho. Él presentó el estado de cosas según su gusto, no objetivamente, el punto de vista de Paola parecía que no era relevante, por fortuna que ambos tenían métodos muy similares de trabajo y esto también contaba. Me invita siempre a descubrir como él piensa, pensó. De una parte se alegraba de trabajar con él de nuevo, de otra, de que pudiera contrariar sus proyectos o incluso intentar tener una relación con ella y que sus sentimientos y adrenalina se les escaparan de las manos porque en definitiva eran viejos amigos y en el correr de los años habían construido una relación no solo profesional, sino amistosa. Con estos pensamientos en la cabeza sacó una castaña, la acarició suavemente y luego se la comió desgustándo despacio su sabor. Paola estaba enfrentada en su trabajo desde hace tiempo con una nueva forma de criminalidad financiera. El aumento de casos pendientes por aclarar se reflejaba en ella de un modo evidente. Como abogada del estado y asistente del cuerpo de abogados fiscales del cantón Zúrich, tenía que analizar el proceso jurídico criminal de casos como el de Mallord. Por fortuna que su relación con Ackermann y sus compañeros de la fiscalía era buena, y juntos formaban un buen equipo. El aumento de la criminalidad en internet formaba también parte de su trabajo. Intuía que la desaparición del ordenador de Mallord formaba parte del crimen. Además, el hecho de que fuera un profesional que cometía un fraude detrás de otro y cambiaba de domicilio continuamente lo convertía en un caso especial. « Todos los documentos y el ordenador han desaparecido » repitió en su memoria. —¿Quién era Joseph Mallord ? —esto lo quería saber a toda costa. Probo de mantener su miedo bajo control de lo contrario no podría conducir a casa. Ya sentada en el asiento del coche no dudó un solo instante, sacó su móvil y sus ojos azules buscaron en Google información sobre Mallord : « Todavía siendo menor de edad, en concreto, con dieciseis años, llevo a cabo su primera estafa. Con dieciseis años consiguió convencer a un banquero de ser un empleado bancario con una oficina propia en el World Center de londres, y recibió una hipotéca que luego derrochó ». Paola sacudió la cabeza contenta de haber encontrado esa información sobre él. Sí, Mallord era un impostor de categoría que tejía una estafa detrás de la otra, siempre levantando la tienda de campaña de un lugar a otro, pensó Paola. Él fue un tipo que llevó a la ruina y a la desgracia a muchos comtemporáneos suyos en en el más corto tiempo posible. Ensimismada en sus pensamientos no vio a un hombre con unas gafas oscuras y una camisa blanca a rayas que estaba observándola sentado en un coche no muy lejos del suyo simulando leer un periódico. Arrancó el motor y pisó el acelerador del gas. Desde lejos su coche iba dejando una tenue estela de humo. Hizo una parada para comer en un restaurante de la Autopista. Cuando llegó al edificio II de abogados fiscales del cantón Zúrich aparcó el coche y enseguida se dirigió al archivo digital donde estaban depositadas todas las actas que podrían llevarle a la aclaración del caso. Con alivio vio enseguida que allí había un acta abierta sobre Walser y la leyó : « La víctima se siente abandonado por los funcionarios del estado ». Efectivamente, Walser fue estafado según las reglas más sofisticadas del arte de engañar. Para Walser estaba claro que « Escolar » estaba preparando desde hace tiempo su retirada sigilosamente. Markus Walser había informado a la policía europea que investiga a los estafadores. Se le prometió ayuda, pero solo si colaboraba también con ellos para coger infraganti a Joseph Mallord en su apartamento. Esto lo hace Walser con gusto durante dos semanas, hace llamadas telefónicas a Mallord y paralelamente informa a su contacto en Küsnacht. A finales de junio deberían de haberlo apresado por sorpresa y haberlo metido en la cárcel, pero un día antes de que lo apresaran alguien lo asesinó. Paola estaba

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absorta en sus pensamientos cuando sonó el móvil, era el comisario Ackermann que la llamaba para comunicarle una importante novedad. Paola estaba nerviosa. Al fondo escuchó una voz de mujer—La vecina de Mallord dice que la noche del asesinato escuchó gritos muy fuertes. Según ella nunca había escuchado tales gritos —dijo el comisario.—¿No te ha dicho en qué lengua ? Podrían haber sido de la señora Roberts —preguntó Paola.—No creo, ella dice que esos gritos no eran de mujer. Eran diferentes —respondió el comisario —. La vecina miró largo tiempo por la mirilla de la puerta y tampoco vio a nadie salir del apartamento. —¿Walser y Roberts ? Parecía que el comisario no tenía una respuesta preparada a esa pregunta, además, en el acta que Paola había visto, Walser ya sabía unas semanas antes del crimen quién era en realidad Manolo Escolar y que todavía creía en sus mentiras, por lo tanto podría haber planeado su muerte, sino solo, al menos con otro cómplice. —Es posible— respondió el comisario.—¿Tú crees que vino de Londres solo para hablar con él ? —preguntó Paola y luego añadió :—Yo he nacido bajo la influencia de estrellas especiales y te puedo decir que la señora Roberts y Markus Walser lo asesinaron juntos —dijo Paola.—Serán las huellas las que, como tú dices, aclararán todo —respondió el comisario.—Sí, posiblemente huellas de cuchillo— subrayó Paola.—O no —respondió el comisario.—¿Sabes tú lo que he encontrado en las actas digitales de Walser ? —fragte Paola.Después Paola le comunicó lo que había leído en el acta de Walser.—¿Y esto me lo dices tú ahora ? Unos segundos más tarde sonó su móvil, la llamaba su amigo. —Hanno está al teléfono —dijo Paola —te llamo más tarde.El comisario abandonó el apartamento de Mallord junto con los de huellas dactilares. Cubrieron a Mallord con una funda blanca y lo metieron en un coche para llevárselo al instituto forense de Zúrich. Era un día soleado de Otoño. Los árboles mostraban su intensa paleta de colores rojos, anaranjados y amarillos, en la sombra de ellos, sin embargo, yacía un misterio oscuro y profundo. —Esta mañana te he llamado —dijo Hanno.—Perdona, perdona —dijo Paola —no me fue posible hablar contigo.—¿Por qué ?Paola probó de dar a Hanno una explicación pausible, de lo contrario no hubiera podido regresar a casa tranquila. —Espero que esto te ayude : tuve que hacer las diligencias de un asesinato en la costa de oro.Su voz sonaba fría, como si tuviera que rellenar una disculpa en un formulario de relaciones sentimentales. Algo había cambiado en su voz, no era la misma a la que Hanno estaba acostumbrado, su tono era más equilibrado y reposado.—Comprendo —dijo Hanno —. Hoy es jueves santo y tengo dos entradas de cine para esta noche, ¿te atreves a venir ? —preguntó aún. —Estoy cansada, ¿por qué no lo dejamos para otra vez ? —respondió Paola. —Bien, entonces veré el programa de televisión y no esperaré a que tú llegues. Dejaré algo de comida en el frigorífico —dijo Hanno.Cuando Ackermann llegó a la comisaría vio cuán necesario era hallar la relación entre las docenas de fotos del lugar donde fue asesinado Mallord y del crimen mismo. Presentía la importancia de reconocer lo que unía estas dos cuestiones. Era como buscar una aguja en un pajar, pero esa era su profesión : encajar en el marco adecuado los hechos del crimen. El cenicero se llenó pronto de colillas y las tazas de café se sucedieron una a la otra. Las palabras de Paola resonaban en su memoria. « Si la señora Roberts no había venido de Londres con el

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propósito de hablar con Walser ¿dónde estuvo todo el tiempo escondida hasta que por fín salió de su guarida para asesinar a Mallord ?» ; suponiendo que fuera ella, cosa que Walser había desechado, entonces ¿podrían haber sido los dos ? ambos tenían un motivo para hacerlo. Ackermann desechó esa sospecha. En una hoja dibujó un círculo, después dibujó la prenda con una mancha, él quería mostrar la historia del crimen. Para ello escribió el nombre de Walser y de Roberts, y en otro círculo dibujó dos cuchillos y los unió al nombre de Walser y la señora Roberts. Después escribió en una lista sacada de su cuaderno de apuntes todos los sospechosos que tendrían interés en la muerte de Mallord, o al menos en recuperar su dinero estafado o alejar su nombre de él : Elon Tanner, Kaspar Villiger, Walser, Roberts, inversores, empresarios. La consciente selección de todos los participantes que tuvieran interés en la muerte de Mallord, o por lo menos interés en recuperar su dinero perdido, formaba parte de esa ceremonia. Después de escribir los nombres de todos los posibles afectados, y por ende interesados en su muerte, dio un paso atrás y con un sentimiento de duda contempló la pizarra por primera vez como si se tratara de la anatomía del asesinato. La reducción de los hechos a una reflexión objetiva le hacía suponer que estaba en el camino correcto. La siguiente tarea consistía en identificar las diferentes formas de relaciones alternativas que se correspondieran con las observaciones a través de las cuales pudiera alcanzar el objetivo de aclarar los hechos entre los sospechosos y poder reconstruirlos desde su origen. La única fuente para reconstruirlos eran las fotografías. Palabras escritas o descripciones no le servían para ello. Una persona que viera todas las posibilidades sería la solución ideal. El comisario, después de hacer ese análisis preliminar y recoger la información necesaria enumeró tres alternativas para poder describir la función de los hechos : que se diera una semejanza con la víctima (los sospechosos podrían tener algo en común con Mallord), que alguien hubiera planeado el asesinato de Mallord en otro lugar, (alguien con el que tuviera algo en común), y como última alternativa escribió que el sospechoso o los sospechosos hubieran ejercido una presión psíquica muy fuerte sobre Mallord en el último momento para obligarlo a devolverles lo que les había estafado. Esa reflexión jugaba un papel importante como medio para comprender el comportamiento del criminal y sus ritos. La ceremonia del Fraude estaba con ello definida y representada ampliamente. En una situación del género la lengua del defraudador debió causar una impresión indeleble en las víctimas para poder manipularlos. Mallord hablaba varias lenguas y evidentemente que el comisario tenía información relativa al idioma con el que comunicaron con Mallord, aunque en ese punto dibujó un signo de interrogación, ya que Mallord era multilingüe y podrían haber hablado con él en otro idioma diferente a los asesinos, por ejemplo, en español. El comisario se formó con ello una idea muy precisa de la rigidez esquelética del asesinato. La ejecución le salió bien, al menos en sus ojos. De cualquier modo era un análisis equilibrado. Cuando escuchó los pasos de Yolanda, se dirigió enseguida hacia la puerta. La rapidez con que la abrió le facilitó la tarea que tenía en mente. —Por favor, —dijo a Yolanda, su secretaria —que en ese momento había venido de un seminario cuyo tema principal había girado entorno a patrones oscuros y huellas digitales en los delitos criminales —llama al instituto forense y pregunta cómo van con su trabajo. No olvides de darles un saludo de mi parte —añadió después.Yolanda sentía como su instinto le decía que esta podría ser la clave de la cuestión, tal como había aprendido en el seminario. Las impresiones personales conducían a veces a errores, y a pesar de ello no se podía renunciar a ellas. Yolanda llamó unos segundos más tarde a Esteban.—El análisis forense está todavía en marcha y las pruebas sobre ese aspecto están todavía abiertas, en las próximas horas sabremos más —respondió Esteban. —Es todavía pronto para visualizar intutitivamente el problema que has planteado —respondió Yolanda.El aviso se dirigía a él. —Mala noticia —dijo Ackermann.

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Lo que el comisario quiso poner de relieve con esa observación era su poca simpatía hacia observaciones ineficaces. No es lo mismo apretar el gatillo para matar a una persona a distancia que coger un cuchillo y degollarla allí donde está. Se trataba de una profunda inhibición la que debía sentir cualquier persona cuando llevara a cabo una acción de ese género. El asesinato estaba reciente y él quería ir más deprisa que el asesino. Quizá se encontrara ya en el avión de regreso a su país. ¿Cómo organizar cada nombre ? Las reglas basadas en los hechos eran más útiles al principio que al final.—Llama al aeropuerto y pregunta si una viajera llamada Roberts ha abandonado el aeropuerto en las últimas horas —dijo el comisario. —¿Por qué al aeropuerto ? —preguntó a Yolanda.—Porque Roberts es una dama inglesa y los aeropuertos son la primera puerta por donde entran o salen los que vuelan de un país a otro —respondió Ackermann.Quién hubiera pensado en algo así. La ocasión no era propicia para discutir con Ackermann sobre el tema. Esa historia del asesinato que el comisario le había contado no la había esperado en absoluto. De este modo fue introducida en la teoría que Ackermann había colocado en la pizarra. Yolanda pensó un momento y luego preguntó al comisario :—¿Quién te ha hablado de la señora Roberts ? —Veo que las noticias aquí en Zúrich no siempre corren como la pólvora—dijo Ackermann. —Zúrich no es una ciudad tan pequeña como creen algunos —respondió Yolanda cuando observó que el inventario de acciones del comisario se basaban en esa afirmación —. ¿Tenémos que informar a la prensa ? —preguntó aún Yolanda al comisario.—Me he ocupado de tantos casos a lo largo de mi vida que tu pregunta la podría responder con simples razonamientos lógicos, pero no, espera a mañana, hoy no es necesario de comunicarlo —respondió Ackermann. En el aeropuerto no había ni rastro de la señora Roberts. Nadie la había visto, ni aparecía en ninguna lista de pasajeros. Ackermann, desengañado y cansado se dirigió a su casa.Con esa premonición el comisario había empezado a analizar el caso pero el trauma no se había ejecutado todavía, ese Mallord lo quería volver loco, es por eso que el comisario llamó a la mañana siguiente a Walser : no podía aceptar ese estado del crimen y quería conocer toda la historia que había detrás de la estafa. Era de suma importancia oirle hablar de lo que vio y escuchó y que la señora Roberts no entró por la puerta de su apartamento. La reacción de Walser a lo ocurrido, su temor a las llamadas de Mallord, las amenazas de su cómplice y, aún peor, las maquinaciones a los políticos eran las cuestiones que quería conocer de primera mano. El café estaba caliente y si hubiera algún secreto que desvelar sobre Mallord ¿quién mejor que Walser para hacerlo ? Bebió un sorbo de café antes de marcar el número que le había dado Walser, se echó hacia atrás y miró por la ventana el cielo azul de esa espléndida mañana de noviembre.—¿Ha llegado ya el señor Markus Walser a la oficina ? —preguntó el comisario a la secretaria de Walser.—¿Quién lo llama ? —preguntó esta.—El comisario Ackermann —respondió. —Sí, un momento, por favor, le paso con él —dijo.—¿Qué tenemos de nuevo comisario ? —preguntó Walser.—¿Está hoy más tranquilo ? —preguntó a su vez Ackermann.—No, hoy tengo más miedo que ayer, este asesinato me pone malo —respondió Walser.—Tranquilícese, no le pasará nada, nosotros vigilamos su casa, no debe temer nada. Es la primera reacción a lo sucedido. Solo unas preguntas —siguió diciendo Ackermann —. Me gustaría saber más detalles sobre la historia de la estafa, sobre todo la historia del Blackbox para coches sin conductor.Markus Walser no tuvo ningún inconveniente en contársela. Hizo una pausa al teléfono y después prosiguió.

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—El prototipo del Blacbox hubiera tenido que estar listo para diciembre del año pasado, según el plan de negocio. El ingeniero alemán que trabajaba en él iba con retraso en el proyecto, todo se tuerce. Cuando a principios de este año todavía no había ningún prototipo terminado, entonces me puse nervioso —dijo Walser.—Sin embargo, usted siguió creyendo a Mallord y no sospechó nada de él —dijo Ackemann.—Sí, pero a partir de ese momento mi relación con él cambió de rumbo — explicó Walser y pedí a Mallord de encontrarlo personalmente antes de seguir invirtiendo más dinero en el proyecto. —¿Y tuvo lugar el encuentro ? —preguntó Ackermann.—No como yo lo deseaba, como excusa nombró unas obligaciones en América que le impedían ir al encuentro y me prometió de enviarme una persona de su confianza.—¿Quién era esa persona que se presentó a la cita acordada ?—Un tipo antipático, con poco pelo, vestido de azul con los cabellos teñidos que se bajó de una limusina negra con un perfume terrible. No me era simpático en absoluto —repitió Walser. —Posiblemente un cómplice de Mallord —dijo el comisario.—Claro, no podía ser de otra manera, él probó de tranquilizarme y me dijo que no debería causar problemas ya que todo estaba bajo control y que yo no tenía ni idea de cómo funcionaban tales negocios a nivel internacional y que tendría que aprender mucho de él. Sin embargo esa vez no me dejé impresionar tan fácilmente y su puesta en escena me hizo todavía desconfiar más de todo —dijo Walser —. Yo invertí demasiado dinero para dejar de lado el proyecto y busqué otros promotores en otros cantones. En Basilea.  —En Basilea se me dijo de trabajar juntos con una empresa que producía productos similares. Cuando hablé con Escolar de esto no se mostró muy entusiasmado con la idea — explicó Walser —. « El viejo Bundesrat se preocuparía de esto », me dijo. Sin embargo, cuando el promotor correspondiente en Basilea se interesó por el tema y llamó a esa empresa para interesarse cómo iba con el apoyo del viejo Bundesrat cayeron del burro. Ni de la empresa ni del Bundesrat ni del proyecto habían escuchado jamás algo —terminó diciendo Walser al comisario Ackermann —. También en el cantón St. Gallen los potenciales promotores se mostraron reservados cuando Markus Walser llamó a las puertas con su idea de negocio. « Productos muy parecidos hay ya en el mercado ». Yo les hice muchas preguntas, demasiadas preguntas. Esto tampoco le sentó bien a Mallord. Él estaba convencido de que el funcionario económico de San Gallen era un inepto y que el viejo Bundesrat se preocuparía de que este perdiera su puesto de trabajo. El comisario Ackermann sabía ahora que Mallord tenía un cómplice. No obstante, la sospecha de que tras la fachada de afabilidad y buenos modales de Mallord se escondiera un ser irascible con dos rostros diferentes y capaz de engañar a su padre si fuera necesario, lo intranquilizaba. Con esta reflexión el comisario hecho por la borda algo que hasta ese día le había molestado. El afán y la busqueda continua del motivo del crimen lo convertían en un dependiente de sus ideas. Ackermann se volvía tolerante cuando se defendía contra ello. A pesar de esto lo ignoraba porque venía de una situación diametralmente opuesta.—¿Y de la mujer de Mallord, qué me puede contar ? —preguntó Ackermann.—Su mujer es española y tienen dos hijas. Marta Sánchez era la ayuda perfecta para Joseph, coordinaba todo —respondió Walser. —¿Habló alguna vez con ella ? —preguntó el comisario.—La señora Sánchez tenía estilo y bastante, bastante fantasía, sabía cómo despertar la confianza de la gente y nunca perdía de vista, ni desperdiciaba ninguna ocasión para hacernos creer ideas falsas sobre su marido. Ahora sé por qué —dijo Walser.—Qué ideas ? —preguntó el comisario.Todo lo que ella se imaginaba y cayera dentro del alcance de su plan para que los demás lo reconocieran como verdadero. Esa era su intención. Mi mujer habló con ella sobre la relación

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que tenía Mallord con Elon Tanner y con el proyecto Blackbox. Yo traté a Mallord como a un hermano, lo ayudé en sus planes de negocio. Pero ahora estoy muy contento de haber puesto la policía en la pista al final cada vez que surgían más dudas en mí sobre sus pérfidos planes.—Comprendo, señor Walser, ella era un eslabón importante en la cadena de la estafa. —¿Recibía visitas ? —preguntó Ackermann.—Ahora no me viene nada a la cabeza, yo no vi ninguna, como tampoco vi nunca vivo a Mallord, como ya sabe, pero si lo pienso bien mi mujer me contó que una vez recibió la visita de un familiar. Un tipo con ojos pardos, camisa blanca y aspecto de carnicero.Ackermann alejó su oído del auricular del teléfono y se recostó en la butaca. —¿Está seguro de no haber visto a Mallord hasta ayer ? —preguntó a Walser.—Sí, completamente, ayer yo estaba solo en casa y el vecino que descubrió el cadáver vino enseguida a comunicármelo. Después fuimos los dos juntos a verlo y desde allí llamamos a la Policía —respondió. —¿Fue antes o después de irse la señora Roberts ? —preguntó el comisario. —Después —respondió Walser.—Qué le llamó más la atención, aparte del cadáver degollado de Mallord ? —preguntó. —Que la puerta estuviera abierta. Aquí es muy extraño ver puertas abiertas a esa hora. —Es posible que alguien tuviera una llave —dijo el comisario. —No, eso no es posible, Mallord recibió dos llaves de mí, una del apartamento y otra del garaje. La otra llave está en una caja fuerte en mi oficina —dijo Walser.—¿Puede comprobar si todavía está allí ? —preguntó precavidamente el comisario.—Sí, por supuesto— respondió Walser.El pensamiento de que la llave aún estuviera depositada allí, puso nervioso al comisario. Este respiró profundamente por última vez. Así y todo, el comisario desde su garita, se estaba asomando al mundo criminal poblado de la artisticidad de los estafadores y sus cómplices.Walser dio instrucciones por teléfono a su secretaria para que le trajera la llave. « Sincronización perfecta » dijo Walser cuando su secretaría unos minutos después apareció con la llave en la mano.—Efectivamente, la llave está aquí —anunció Walser por teléfono.El comisario le pidió de mandársela a la comisaría para tomar las huellas dactilares que hubiera en ella. Walser dudó un momento, no estaba seguro de ello y le dijo que, si prefería, podría venir él personalmente o mandar a un policía a recogerla porque tenía que firmar el recibo de entrega. Luego la metió de nuevo en el sobre donde estaba depositada en el tresor de la oficina. El comisario no opuso ninguna objección y mandó a su asistente a recogerla. —Irá a las doce a recogerlas —dijo Ackermann. Un policía jóven, corpulento, vestido de civil se presentó a la hora acordada en la oficina de Walser. Su secretaria, que lo estaba observando con el sobre entre las manos, no quería interrumpir la conversación entre Walser y el policía y esperó a que terminaran. Después Walser con un gesto estudiado le pidió que le diera el sobre con la llave y un formulario para firmar la entrega. Walser dijo unas palabras al respecto mientras que el Policía firmaba el recibo.—Espero que esto pueda serviros de ayuda —dijo Walser.El policía comprendió enseguida, dio media vuelta, abandonó la oficina y no se le escapó lo pensativo que estaba Walser en el momento en que le entregó el sobre y cerró la puerta detrás de sus espaldas. Después Walser entró en la oficina y se dejó caer en la silla con un extraño sentimiento de agotamiento. —El comisario aprovecha cada oportunidad que se le presenta —dijo a su secretaria —pero no creo que las llaves le puedan servir de gran ayuda. ¿Crees tú que alguien haya podido sacarlas del tresor ? —No creo, yo al menos no he sido —dijo ella.

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Segundos más tarde Walser llamó a su hermano para preguntarle si quería ir a comer con él. Cuando cogió el teléfono, una voz escueta y cariñosa lo transportó de nuevo a la realidad. Su hermano era un fanático de la cocina zuriquesa y le propuso un restaurante que conocía en la parte vieja de Zúrich. Walser lo envidiaba por su suerte y satisfacción. En lugar de pensar en el Fraude, pensó en la próxima comida del medidodía.—¿Has ido ya al doctor ? —preguntó su hermano.—¿ Al doctor ? tengo un trabajo que todavía tengo que terminar —respondió Walser —. No tengo tiempo.—Te recojo en una hora en tu casa con el coche —dijo su hermano. Walser rechinó los dientes y probó de contener los nervios.—¿Crees tú que no puedo conducir yo ? —preguntó Walser. —El drama que vives ahora te lo impide —respondió su hermano.Walser se sentía arrastrado de aquí para allá. A decir verdad quería conducir él mismo. —Sí, quizá tengas razón y deba visitar un médico. Luego calló unos segundos. Su hermano aprovechó su silencio y dijo al teléfono :—Es tu oportunidad para superar el trauma. Esta es tu única oportunidad. Los hermanos Walser crecieron juntos en una colonia creada por los ferroviarios para gente pobre cerca del Limmat. Uno hizo carrera como agente immobiliario, el otro como político. Walser tenía suficiente influencia para conseguir que su hermano estudiara en Zúrich.En Zúrich el Otoño empezaba a mostrar su cara más familiar y amiga. Lo vivido requería concentración y una dosis grande de paciencia. Unos minutos más tarde llegó su hermano, Walser subió al coche y se pusieron de camino al restaurante. A esa hora la luz recortaba los perfiles de los árboles. Las hojas doradas caían al suelo derrotadas y moribundas. No era el fin del mundo para Walser, pero si hubiera podido aprender algo de la estafa…. Las estafas son mundos oscuros y determinados por los estafadores y sus cómplices. De camino al restaurante le dijo su hermano: —Está contento de haber sobrevivido. Podrías haber muerto tú también.Walser se acarició las cejas y miró a su hermano con extrañeza. —Mallord era un estafador profesional, no me di cuenta de ello, pero le doy un sobresaliente. —¿Un sobresaliente ? ¿Cuánto dinero has tenido que perder para aprender algo del negocio del Blackbox? —preguntó su hermano.—¡Qué ingenuo, qué ingenuo ! —repetía Walser.Su hermano lo tuvo que tranquilizar, aún así, Walser siguió diciendo: Este mundo es una mierda. Mira a esta gente. Todos caminan en pos del dinero, no hay nada que les aparte de esa meta. Ellos no saben del peligro que les acecha, el peligro que tienen a su alrededor.—Comprendo tu posición, pero tú tambíen eres muy ambicioso, de otro modo no puedo comprender el comportamiento que has tenido con Mallord. El mundo es una bola de oxigeno, todos pueden respirar, pero siempre hay alguien que axfisia a los demás. Un tipo lleno de odio. Alguien que aparenta ser el mejor de los servidores, y el mejor de los amigos, ¿pero a qué precio ? —dijo su hermano.—Yo tampoco lo comprendo. Mi trabajo consiste en calcular los beneficios, necesito tiempo para calcularlos, no es fácil, sin embargo cuando pienso en ese Mallord creo que se ha merecido su muerte —dijo retomando el hilo de la conversación. —¿Hace demasiado ruido, puedes subir el cristal del coche ? —contestó su hermano.—Todo pueder ser una casualidad, mi trabajo consiste en alquilar y vender apartamentos —repitió Walser.—¿Dónde estabas tú cuando lo asesinaron ? —Yo estaba en mi casa con mi mujer —contestó. —¿Walser, fuiste tú ?

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—Lo siento pero esto no lo esperaba de ti. Estamos llegando, vamos a beber algo, lo necesito —respondió WalserEl hermano de Walser aparcó el coche. Andaron alrededor de cinquenta metros antes de llegar al lugar. En el restaurante había una mesa libre cerca de la ventana. El ambiente era muy agradable. El camarero se acercó a ellos cuando entraron y los condujo a la mesa. —Gracias por la mesa Max—dijo el hermano.A esa hora había gente comiendo y algunos clientes ya habían terminado y se retiraban de nuevo al trabajo. Pidieron el menú más caro de la carta y un vino francés para acompañar la comida. Luego Walser como si quisiera comenzar un nuevo capítulo en su vida dijo :—Podré, encontraré un camino pase lo que pase. Un millón ha desaparecido, pero encontraré de nuevo el camino. —Lo sé que lo encontrarás ¿y qué tienes que contarme más ? —preguntó su hermano. Walser no sabía por donde empezar, le habían sucedido tantas cosas en los últimos meses que no quería responder a esa pregunta. Se rascó el cuello y dijo :—Existen tres caminos : ser el primero, ser sincero y presentar una denuncia. Yo soy el que he valorado mal las cosas, las correctas por falsas y al revés, las falsas por correctas. Esto suele suceder todos los días, lamentablemente me tocó a mí. —¿Qué piensas hacer ahora, tienes pensado de ir al psicólogo ? —preguntó su hermano.—Ya te he dicho que no es tan terrible. No pienso ir al médico sólo por eso. Además no tengo tiempo. Tenemos que ver con un estafador de guantes blancos que yace muerto y con una mujer que se ha dado a la fuga con mi dinero. Solo puedo luchar contra mi destino y recoger pruebas de la estafa para mi defensa —respondió Walser.Walser y su hermano conversaban sobre las ventajas e inconvenientes de lo sucedido y sobre su pasado pobre.—Ya sabes como crecimos, como era nuestro apartamento, las viejas cortinas que no dejaban pasar la luz. Su olor rancio me acompaña todavía. Tuvimos que soportar una niñez difícil hasta que fuimos mayores.—Sí, eso es cierto, yo puedo oler todavía el olo metálico de las vías del tren.El hermano de Walser observó el cambio de humor de este y lo miró interrogativamente. No eran necesario muchas palabras para comprenderse entre ellos.—Bebe vino, esto te tranquilizará. ¿Tienen ya alguna idea de que es lo que puede esconderse detrás de la estafa ? —preguntó aún el hermano.—No, sinceramente —respondió Walser.Los estafadores muestran tal refinamiento y sus estafas son tan difíciles de demostrar que la justicia no quiere perjudicarse y pasan el caso a la siguiente instancia apartándose de él como si fuera una patata caliente. Luchar contra ello es a veces para la víctima una lucha por sobrevivir, precisamente porque ha perdido el dinero y la confianza en los hombres.El comisario Ackermann no era ajeno a esa realidad invisible, él sabía muy bien de las pulsaciones ocultas que regían el cosmos de los crímenes y de las personas. Para ello tenía que ajustarse a lo observado y mantener su fantasía en la frontera de los hechos si quería seguir adelante. Al día siguiente, después de comunicarle a Yolanda que informara a los medios de comunicación, se dirigió al instituto forense de la universidad Irchel. Duró un momento hasta que se bajó del coche. El viento fuerte lo tantareaba de aquí para allá, con la mano cogía el sombrero. En el aparcamiento se dio cuenta que no había llamado todavía a Paola como habían acordado el día anterior para decirle que había llegado. La situación era tensa. El instituto de medicina estaba situado en un complejo de edificios de la Universidad de Irchel. Junto a la entrada principal se encontraban los servicios que Ackermann utilizó con gusto cuando llegó. El ascensor lo llevó después al piso de abajo. De una habitación escuchó un ligero ruido. Cuando miró dentro, vio a Esteban que estaba hablando al lado de una mesa con Paola. Ackermann los saludó y les dijo que acababa de llegar. —Te hemos esperado —dijo Paola.

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—He tenido dificultades para encontrar un aparcamiento —respondió Ackermann.Esteban le indicó con el dedo dónde estaba Mallord y le dio las gracias. —Mi asistente y yo trabajamos desde ayer en el informe de resultados, hace media hora que hemos terminado —dijo Esteban a Ackermann.Paola permaneció en suspenso unos segundos mirando a Esteban y esperando que sacaran a Mallord del congelador. Probó de no pensar en lo que iba a ver. El comisario entró en ese momento en la sala. El cadáver estaba todavía en la cámara fría pero ella ya lo veía delante de sus ojos descuartizado e iluminado por la luz mortecina de la sala. La asistente lo sacó y lo puso delante de ellos. Ackermann dio la mano a Paola, después a Esteban y a su asistente. Esteban señaló al cuerpo de Mallord y Paola apartó el rostro cuando la asistente alzó la sábana que cubría el cadáver. El cadáver estaba tieso y frío como un trozo de hielo. Debajo de los hematomas azules en el cuello se podían reconocer los dos cortes de cuchillo. Su torax estaba hundido, sus costillas saltaban hacia afuera de un modo extraño. Esteban cogió el resumen que había sobre la mesa y resumió lo que había que resumir: —Hemos terminado con las huellas exteriores hace una hora. El motivo de la muerte está claro : Degüellamiento. Después señaló con la mano los cortes en el cuello. —Heridas en la cara anterior del cuello con arma cortante. Dos cortes de profundidad notable en los planos de la yugular. Un extremo con una cola de entrada profunda y corte, y una cola de salida. Uno de ellos ha cortado las venas y la traquea, bordes retraídos. La causa de la muerte se produjo por una hemorragia externa del tejido subcutánea con mucha perdida de sangre. Se puede decir doble degüello con objeto de lámina delgada de metal de sección triangular que obra solo por el filo, es decir un cuchillo. Como estos que hay aquí —dijo Esteban mostrándoles dos cuchillos —. Se puede diferenciar un traumatismo antemorte, es decir la lesión se produjo cuando la víctima estaba viva —siguió diciendo —hubo hemorragia, coagulación de sangre y retracción de los tejidos. Esto se verifica mediante «la prueba del lavado».—¿Murió enseguida ? —interrumpió Paola.—No, es posible que la víctima viviera todavía un tiempo que puede oscilar entre dos y cuatro horas después de causado el traumatismo —respondió Esteban.El comisario escuchó con atención, luego preguntó:—¿Es posible que hubiera varias personas envueltas en el asesinato ? mostrándole a Esteban cómo se podrían haber producido los cortes con los cuchillos que había sobre la mesa. —¿O el mismo cuchillo y dos autores diferentes ? —preguntó a su vez Paola, que hasta ese momento se habia mantenido discretamente en silencio en segundo plano. —No lo descarto por completo. Os recuerdo que yo me limito solo a describir las lesiones y determinar a qué clase corresponden —contestó Esteban.—Estoy segura que fueron dos asesinos —dijo Paola.—Esto lo tenéis que averiguar vosotros —respondió Esteban. —¿Cuándo murió la víctima ? —preguntó el comisario seguidamente.—No estoy seguro, en este caso la víctima pudo morir entre las doce de la noche y las dos de la madrugada si no hubo otras lesiones externas adicionales. —Entonces el autor o autores tuvieron prácticamente tiempo suficiente durante toda la noche para limpiar las huellas —supuso el comisario. —Sí, eso parece. Es posible que algunas huellas se hallan perdido pero seguro que otras todavía están ahí —subrayó Paola.—Hay algo más ? —preguntó el comisario. —En las uñas de Mallord hemos encontrado restos de tejidos que no se corresponden con la ropa que llevaba puesta, posiblemente la víctima intentó defenderse. También hemos encontrado restos de un cabello que todavia tenemos que clasificar y compararlo con los que se han encontrado en el parquet, estaba en la hoja del cuchillo —dijo Esteban mostrándole el cabello en una bolsita de plástico.

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En la mesa de Esteban reinaba el orden, todos los utensilios estaban ordenados según las reglas del Feng Shui. Cuando queria cojer un objeto estaba siempre a mano. Su tiempo libre lo organizaba degustando vinos del maestro Philippe Schwander. Era un apasionado del vino francés, sobre todo del Bordeaux y pensó en invitar a Ackermann a comer en su apartamento. Ser forense le exigía dar lo mejor de si mismo, su cliente era el muerto, callado, como de otro mundo. Un trabajo ingrato. Dos cortes en la yugular no eran algo habitual en las víctimas. Paola los veía por primera vez juntos, alguien debería haberlo odiado mucho, pensó. —¿Paola, qué piensas tú en realidad de estos cortes ? —preguntó el comisario al verla cómo los observaba tan pensativa. —No sé. Mi intuición me dice que son cortes que pueden tener un significado de violencia sentimental donde odio y celos pueden jugar un papel importante, como respuesta al miedo entre víctimas pasionales —respondió Paola. Ackermann miró a Paola con estupor en su rostro, luego dijo: —¿Desengaño sentimental ? tu sospecha puede ser verdad.Paola pensó en la señora Roberts pero enseguida desechó la idea porque, según ella, fueron dos los cómplices del asesinato. El comisario pensó en la mujer de Walser y la vecina de Mallord que todavía no había interrogado y en las numerosas víctimas de estafadas pero después de escuchar a Paola pensó también en Marta Sánchez, la mujer de Mallord, como posible autora del crimen. Después Esteban cubrió otra vez el cadáver con la sábana y la asistente lo introdujo de nuevo en la cámara frigorífica.El cuerpo inerte de Mallord representaba el mundo de las estafas, engaños y mentiras, un mundo que todavia perduraba en la memoria de sus numerosas víctimas y que iba más allá de la ley y del derecho. Sin embargo, para Paola era una cuestión de justicia averiguar quién y por qué habían asesinado a Mallord aunque no estuviera de acuerdo con el daño que había ocasionado a sus víctimas. —Puedes llevarte una copia del informe —dijo Esteban mientras que se quitaba la bata blanca y los guantes que lo cubrían. Más no tengo que decir sobre este caso. —A propósito comisario —dijo Esteban —esta tarde hago hierba agria acompañada de cientocinquenta gramos de carne con tocino y salchichas cocidas. Estás invitado.El comisario se vio arrastrado a una respuesta, pero no dijo nada. Después Esteban lo miró y completó la frase con las siguientes palabras: —Ya que no puedo evitar que seas mi nuevo vecino. —Muy amable —respondió el comisario —yo tampoco lo puedo evitar, pero fue el único apartamento pequeño que había libre y que podía pagar cuando llegué a Zúrich.—Espero de que aquí en Zúrich te sientas mejor que en Constanza —añadió Esteban.—El problema es que no estoy acostumbrado a espacios pequeños. —respondió el comisario. —Es simplemente una cuestión de acostumbrarse a ello —respondió Esteban.—No creo —dijo —para mí tiene también una relación con el gusto y la significación. En Constanza la arquitectura es más habitable. Aquí sin embargo tengo que instalar mi morada por asuntos profesionales. —Pero al menos has encontrado un techo en tu urgencia y necesidad —dijo Esteban.—Sí, eso si, pero un poco apresurado —respondió Ackermann.Paola se apartó a un lado. Su mirada recorrió con sorpresa el rostro del comisario y de Esteban. Una sonrisa se dibujó en sus labios, estaba como pegada al suelo sin saber qué decir.—Tú también estás invitada —añadió Ackermann secamente.—Lo siento, Hanno me espera, tiene dos entradas de cine para esta noche. Pero gracias de todos modos —respondió Paola —. Espero que disfrutéis de la velada.El comisario miró a Paola con cierto desengaño. Paola y su círculo de amistades tenían otros problemas diferentes a describir huellas de asesinatos y encontrar cabellos en los lugares más insólitos e inverosimiles del crimen. Para ella y sus amigos no era interesante obsesionarse por un crimen o morir por ese motivo víctima de un ataque de corazón. Ackermann se dirigió

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a ella, no como un colega de trabajo, sino como un jóven dispuesto a conquistarla y meterse en su vida como ya había intentado sin éxito en otras ocasiones. Paola amaba a Hanno y creía lo que este le decía pero en los últimos tiempos se preguntaba si Hanno sabía lo que era el amor. Paola creía que Hanno era su tipo ya que podía conversar maravillosamente durante horas con él. Pero un día le preguntó qué era para él el amor. Hanno contestó que el amor era algo que ninguno sabía exactamente lo qué era. Paola se quedó un poco insatisfecha y perpleja con la instransparente respuesta ya que ella sí sabía o al menos intuía lo que era el amor. Ella no podía vivir sin su familia y amigos. Hanno, en cambio, podía pasarse días enteros viajando en un autobus como un Hippie, daba igual a donde fuera. Para el comisario Paola era una mujer deliciosa, jóven, rubia, tal como a él le gustaban, pero no deseaba que ella sospechara nada de sus sentimientos hacia ella y se mostraba distante y ensimismado. Había cambiado mucho, no era el mismo desde que regresó de Constanza. Antes era celoso aunque no se le notara y ahora le daba igual lo que pasara a su alrededor o al menos eso decía él. Hacía un año que se había separado de su mujer y quizá ese cambio era lo que intuía Paola. Vivía en un apartamento pequeño de dos habitaciones y una cocina exigua, así reducía los gastos. Tenía que pagar a su exmujer la manutención de su hijo, hecho al que todavía no se había acostumbrado y repetía a sus compañeros continuamente. Su hijo le reclamaba cada vez más dinero para los estudios. La separación de sus padres fue el momento más terrible para David, que así se llamaba. El creyó que sus padres lo eran para toda la vida o al menos su matrimonio. Una palmada en el hombro de Esteban lo trajo de nuevo a la realidad y lo alejó de sus pensamientos entorno a Paola. Los dos se miraron fíjamente. El comisario se dirigió a Paola y se despidió de ella con cierta nostalgia. Cuando llegaron a la puerta dijo Esteban: —Comisario, te espero esta tarde a las siete. La semana próxima estoy invitado a un intercambio internacional de institutos forenses a nivel europeo para presentar mi disertación sobre autopsias virtuales y me gustaría discutir contigo como colegas algunos puntos sobre el arma del crimen antes de irme —dijo Esteban.—Unos días de descanso te hará bien. Hace tiempo que no descansas debidamente. Te tomas tu trabajo muy en serio. Aquí nadie te echará de menos, estoy seguro, aunque tú creas lo contrario —dijo su asistenta.Esteban lo tomó como una buena idea pero no dio demasiada importancia a la observación de su asistenta y no contestó. Dejó pasar el tiempo mientras que recogía sus utensilios y se lavaba las manos. Pero Ackermann repitió lo mismo que la asistente y añadió que él podría cuidar de sus plantas del balcón hasta que regresara. —Espero que les des suficiente agua—respondió Esteban —. Después siguió diciendo : me gusta mi trabajo, quién va a describir cómo murió la víctima, el crimen es asunto tuyo, lo tuyo es intentar averiguar quién o quiénes están envueltos en él y facilitar las pistas para llegar al asesino, el tiempo es decisivo, lo mio es señalarte el camino para que los cojas —dijo Esteban secándose las manos con una toalla.—¿Ackermann va todo bien en tu vida ? —preguntó después. En ese momento sonó el móvil del comisario.—Vengo enseguida —dijo Ackermann. Abrió la puerta y habló con alguien en el pasillo, segundos después respondió: —Es mi hijo, mañana me visita. Parece que necesita algo de mí. Después sacó su cuarderno de notas y anotó la cita. —A mí también me gusta mi trabajo, y ahora que trabajamos de nuevo juntos es necesario celebrarlo. Eran solo unos pasos y sin embargo al comisario le pareció que al alejarse de su pequeño apartamento el mundo que se abría era nuevo y desconocido. Bajó la escalera y a la hora acordada llamó a la puerta de Esteban. —Si das un empujón a la puerta estás ya dentro —oyó decir Ackermann desde dentro.

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Esteban tenía un mandíl puesto y limpiaba los cubiertos y las copas de la mesa. Tenía un gusto exquisito y cada objeto armonizaba con los otros. La mesa y el sofa y el cuadro que colgaba de la pared, una escefinación moderna del nacimiento de venus de Sandro Boticceli producían un resultado arquitectónico bello. El comisario se quedó prendido de su belleza. Alrededor había un acuario con peces rojos. Le pidió al comisario de sentarse y le ofreció algo de beber. —¿Qué prefieres beber, un aperitivo ? —preguntó Esteban.—Normalmente bebo vermouth Cinzano con hielo y una cáscara de naranja —respondió el comisario —pero me adapto a lo que tengas —añadió seguidamente.Esteban comprendió esta observación rápidamente y le ofreció un vermouth Cinzano que cogió de la nevera. El comisario tomó asiento y preguntó si podía ayudar en algo mientras que Esteban lo preparaba en una copa ovalada con la cáscara de naranja y el hielo. —No gracias —respondió Esteban —está listo enseguida.—Gracias por venir —dijo Esteban después.—No hay de qué, gracias a ti por invitarme —respondió el comisario.Era la primera invitación que recibía desde que llegó de Constanza. El comisario echó una mirada excrutadora al apartamento y se puso cómodo en el sofá. Las plantas que había en el balcón le resultaron familiares, su exmujer tenía las mismas o parecidas. El apartamento de Esteban le mostraba una cara artística y otra profesional. Había creado un espacio habitable y significativo para él. Ahí se sentía a gusto y pensó que esa tarde se iba a echar un amigo que no solo sabía indagar en los secretos de los más misteriosos crímenes, sino que, además, era un magnífico cocinero cualificado para la cocina zuriquesa. Minutos más tarde Esteban sirvió en la mesa el menú de hierbas agrias que le había prometido con cientocinquenta gramos de carne con tocino y salchichas cocidas. Ackermann las provó y provocó una lavina de elogios con los cuales Estevan no había contado en absoluto. Prometía ser una velada tal y como Paola había imaginado. No podía ser de otro modo porque Esteban además estaba más que cualificado para discutir sobre los puntos débiles del crimen. Era una oportunidad entre colegas como se hacía antes. Y el punto débil que quería discutir con Ackermann, y que ya lo anticipó en el instituto forense, era el relacionado con el arma del crimen. Esteban puso el acento conscientemente en ese punto y creyó ser su obligación de comentártelo otra vez: —Es mi obligación llamarte la atención sobre un punto que todavía no está aclarado. Yo busco, como tú la verdad y me impulsa hallar conocimientos que sirvan a la justicia pero todavía no habéis encontrado el arma del crimen ni sabéis mucho sobre el móvil, y según mi teoría si esto sigue así pasará bastante tiempo hasta que puedas aclarar el crimen —le explicó irritado Esteban.El comisario valoró esa observación. Era una oportunidad para él discutir asuntos profesionales con él, pero a decir verdad, el comisario se encontraba en un lugar extraño al habitual y solo observó:—Teoría y práxis son dos cosas diferentes, no solo hoy y mañana, sino siempre. A Esteban le pareció extremo el punto de vista del comisario, aunque en la sonrisa de este no pudo reconocer maldad u otro pensamiento que le afectaran directamente. La velada, sin embargo, se decantó en aclarar aspectos ocultos del crimen, sobre todo, el de Mallord que era lo que más interesaba al comisario. Esteban sentía que Ackermann y él estaban hechos de la misma madera. Sin embargo, aún cuando todo ello sonaba lógico todavía no había obtenido una respuesta a su pregunta e insistió otra vez: —Yo he oído decir que en las cabezas de los hombres se forman a veces ideas erroneas que no están relacionadas con los hechos concretos. Nosotros actuamos cuando ya ha sucedido el crimen y reconstruímos lo que ha pasado después de la representación de la pieza. Yo ya veo que la cena te agrada, pero no veo quién puede estar interesado en la muerte de Mallord, aparte de los que están en la lista —dijo Esteban —sosteniendo el tenedor con delicadeza y llevándose una rodaja de salchicha a la boca.

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—Yo no lo veo tampoco y nadie puede decírmelo —contestó el comisario. Pero me puedo imaginar ciertas personas...,—¿Qué personas ? — preguntó Esteban con curiosidad.—Esto pasó después de observar una prenda con una mancha en el pasillo del apartamento de Walser. Vi de repente que podría ser una mancha de sangre. Yo me encontraba en una situación favorable e hice esta foto de ella —explicó el comisario.—Déjame verla, tengo la impresión que puede ser importante —dijo Esteban —. Parece como si se me ventilaran los pensamientos —siguió diciendo al mirar más cerca la foto. —¿Tú crees que hemos tropezado con la pista correcta ? —preguntó el comisario.Es solo una impresión momentánea, pero creo que esto es una mancha de sangre— respondió Esteban. —Tenemos que ir con cuidado en esto, aún cuando nos encontremos en la dirección correcta, todavía no sabemos a quién pertenece ni quién la dejó allí —puso de relieve el comisario.El comisario se sintió obligado de hacer una pausa y preguntó dónde estaba el servicio. La situación lo requería. Cuando volvió se sentó de nuevo y le confesó a Esteban: —Solo tengo miedo de los idiotas que se ponen delante de mi camino para intentar cortármelo. —¿Quė idiotas ? —preguntó otra vez Esteban.—El abogado del estado Frei, un viejo conocido mío —respondió Ackermann —Luego añadió : Naturalmente que yo hubiera podido negarme a aceptar este caso y como disculpa haber dicho que ya tenía suficiente con mi trabajo en el nuevo departamento digital y que quería poner en práctica mis conocimientos adqueridos en la universidad de constanza en ciencias de la información, pero la oportunidad que se me presentaban era única, sobre todo, para desempolvar mi vieja aficción a seguir las huellas de las estafas y los estafadores y ¿qué mejor oportunidad que esta? —se preguntó —. Yo ya había oído hablar de Mallord pero no conocía su otra cara de Manolo Escolar y dónde se escondía —dijo Ackermann. —¿Y quiėn te propuso el caso ? —preguntó Esteban —mirándolo de arriba a abajo en la mesa mientras que el comisario degustaba la exquisita botella de Bordeaux que Esteban había descorchado exclusivamente para él. —Yo te lo digo en serio Esteban, este caso era necesario de cogerlo por los cuernos porque Mallord ha hecho mucho ruído y estafado a mucha gente. No es la primera vez que la fiscalía me plantea una cuestión del género, parece que se trata de un problema que les preocupa mucho. Si esto es así en realidad se verá más tarde, pero lo cierto es que yo he empezado a tomarle gusto al caso, entre otras cosas, no por aclarar la muerte de Mallord en si, sino para sacar a la luz las cosas torcidas que él ha hecho con las víctimas —concluyó el comisario.—Sí, he oído decir que muchas víctimas suyas han mordido con gusto el anzuelo —dijo Esteban. Esteban hizo una pausa y sirvió el postre que había preparado con anterioridad. El comisario parecía disfrutar de la velada y de las excelentes dotes de cocinero que poseía su anfitrión. El postre sirvió para cambiar de tema y tratar asuntos relacionados con el hogar y con el inminente viaje de Esteban al congreso internacional de institutos forenses en Alemania. —Por lo demás, si no te importa —siguió explicando Esteban todavía un rato —ahora me gustaría darte las instrucciones correctas para dar agua a las plantas que, como tú has podido ver cuando llegastes, tengo en el balcon. No espero de ti que las cuides como yo, pero se hacen necesarias algunas explicaciones al respecto. Esteban no dudaba en absoluto que el comisario miraría bien por sus plantas y se aproximaría a la medida justa del agua, aún así, aprovechó la ocasión para mostrarle cuánta agua debería dar a cada planta, según el criterio que él había utilizado hasta ahora. Se trataba solo de unos días y no de semanas, pero no podía dejar de pensar que a veces en Otoño el tiempo era caprichoso y podría hacerle en cualquier momento una mala pasada y un borrón inesperado en la cuenta. Y ese riesgo no quería correr Esteban. Esteban le dio, por eso, una lista detallada de

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las plantas y del agua que cada una necesitaba. El comisario no era alguien que no estuviera familiarizado con el arte de las plantas, él mismo había puesto siempre un cuidado excelente en ese punto, sobre todo, cuando su exmujer, por motivos profesionales, se ausentaba de la casa. Escuchó con atención las instrucciones que Esteban le daba y le aseguró antes de abandonar el apartamento que no debería preocuparse lo más minimo por ello y encontraría a su regreso las plantas rebosantes de salud y energía como de costumbre. Esto también servía para los peces del acuario y aceptó el reto, más como una obligación de amigo, que como vecino.Al día siguiente Ackermann, con la alegría que le produjo la cena con Esteban la noche anterior, se dirigió con su coche a la comisaría. Se propuso de no dejarse influenciar por su superior en la inminente cita que tenía con él. Cuando pasó por la plaza Werdmühleplatz camino de la comisaría para hablar con Wolf miró a las casetas de madera, donde en unos pocos días se serviría racleta, fondue, pan con ajo y vino caliente. Se trataba de un lugar donde los coros de niños alzarían sus voces al unísono cantando efusivas canciones navideñas para calentar los fríos días de invierno que se avecinaban. Eran las nueve y media de una fría mañana de Otoño. El edificio apareció delante de sus ojos. A Ackermann se le había asignado allí un despacho provisional. Se bajó del coche y caminó pensando en Wolf con un abrigo, una bufanda gris alrededor del cuello y su sombrero. Llamó su atención los bloques de piedra tallados al cincel dispuestos perfectamente unos sobre otros. Y las filigranas de forja de las ventanas que expresaban el carácter oficial del edificio. La pesada puerta de madera se abrió automáticamente cuando llegó. Subió una pequeña escalera y después se abrió automáticamente otra puerta. Sus pasos recorrieron el largo pasillo. Un policia sentado en el flanco derecho lo saludó. —Buenos días comisario Ackermann.Se levantó y después lo condujo al despacho de Wolf, donde a esa hora del día la luz de una ventana bastante grande iluminaba la oficina del comandante jefe de la policía de Zúrich. Cuando entró el comisario, Wolf lo miró y dijo:—Comisario, bienvenido, siéntese, por favor. ¿No era usted el que llamó ayer por la tarde para pedirme una cita? —preguntó Wolf.El comisario respondió con la siguiente observación:—No fuí yo, fue mi secretaria Yolanda. Yo solo me ocupé de decírle que lo llamara para organizar la cita. Como bien sabe, la fiscalia me ha confiado el caso del crimen de Mallord y pensé de que ya podría informarle directamente de los hechos.—Wolf dejó pasar unos segundos, miró al comisario desde su asiento y preguntó : ¿Y qué ha averiguado ya sobre el asesino de Mallord ?—Estoy seguro que habrá otras cabezas más inteligentes que la mía para responder a esa pregunta con la precisión y cuidado que se requiere, pero si tuviera que sopesar una respuesta diría que todavía faltan muchas piezas sueltas del rompecabezas para poder saber con exactitud quién fue el autor o autores del crimen. Esta sospecha puede parecer abstracta y en cierto modo puede sonar dramática pero lo que nosotros hemos podido averiguar hasta ahora en base a los hechos e intuiciones nos hace suponer que se trata de un crimen pasional. Parece como si el autor o autores sabían que Mallord el día de su muerte estaba solo en el apartamento —explicó el comisario.—Pero eso fue ayer y hoy se encuentra en mi despacho —dijo Wolf.—Es posible que los resultados del análisis forense de las huellas dactilares se encuentren ya sobre mi mesa de trabajo, y entonces su pregunta obtendrá la respuesta precisa que requiere el caso. Al final del día, estoy seguro, no será «qué», sino «quién», la pregunta a discutir —respondió Ackermann.Después de escucharlo, Wolf, puso el periódico sobre la mesa, estiró sus piernas, y entoncés fue cuando lo miró de arriba abajo y dijo :

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Yo no espero de que usted resuelva el caso de hoy a mañana. Tómese el tiempo que necesite y considere todas las opciones posibles pero espero que no se encierre en este edificio.Ackermann reaccionó un poco sorprendido y le dio las gracias por su consejo, pero lo más probable es que no se expresó con suficiente precisión porque Wolf siguió diciendo :—Lo digo en serio, comisario. Yo creo verdaderamente que debería considerar todas las opciones para averiguar quién asesinó a Mallord. De mi parte puedo asegurarle que recibirá todo el apoyo necesario. ¿ O quiere usted sentirse aprisionado en este cajón tan grande ?Era la primera vez que Wolf planteaba una pregunta tal ; parecía que se trataba de un problema que preocupaba verdaderamente al comandante.El comisario, sin osar interrumpirlo, escuchó sus razonamientos con atención y le dijo: —Lo siento, pero, como ya he mencionado anteriormente, de momento no tengo más informaciones que comunicar sobre el caso. Quizá en otra ocasión. Wolf intuía que el comisario poseía un talento natural para llevar el caso a buen puerto pero su respuesta dejaba todavía abiertos muchos interrogantes al respecto y que cualquier comisario en su lugar podría responder sin la menor duda.—Hasta la vista, comisario. Llámeme cuando tenga alguna noticia más del asesinato. Wolf no se extendió más y dio por concluida la cita. El comisario se conformó con decir solamente:—Oh, sí, así lo haré.Ackermann abandonó el despacho de Wolf y cerró la pesada puerta de madera detrás de sus espaldas. En el pasillo sacó su cuaderno de notas del bolsillo de la gabardina y anotó una noticia. Luego se dio cuenta que ese día lo visitaría su hijo. En la tranquilidad de la mañana de otoño y después de salir del despacho de Wolf y dirigirse al suyo para ver si el informe estaba ya sobre su mesa, se dio cuenta que Paola lo había llamado. Cuando abrió la puerta lo recibió la voz plácida de Yolanda. —Buenos días comisario, ¿has dormido bien ? En sus pensamientos sonaba todavía la voz de Wolf y su última frase: «Llámeme cuando tenga alguna noticia más del asesinato». Pasaron unos segundos hasta que respondió:—Buenos días, Yolanda, sí, muy bien, ¿y tú ? — preguntó el comisario a su vez. Enseguida vio sobre su mesa los sobres que acababan de llegar por correo. Los abrió, era de suma importancia saber qué huellas había sobre las llaves, ¿eran las de Walser y la señora Roberts? Sería trágico que no estuvieran en ellas pero todavía tendría la esperanza de que en el sobre hubieran los otros informes del apartamento de Mallord que le pudieran dar más información sobre el crimen. El pensaba en aquellos pasajes del análisis forense que se relacionaran con la comunicación que la víctima hubiera tenido con posibles personas durante el año transcurrido en Wädenswil, ya que en ese punto no existía prácticamente ninguna información disponible. Finalmente abrió un sobre que le podría iluminar esa parte oscura de su tiempo en el apartamento y las llamadas que había hecho. Algunas de las llamadas se habían hecho desde Suiza, otras desde el extranjero. El comisario probó de imaginarse quiénes eran los destinatarios. En ese momento lo interrumpió la voz de Yolanda:—Disculpa, comisario tengo que comunicarte algo.—Si, ¿qué es ? —preguntó el comisario lleno de curiosidad mirándola desde los papeles.—Tu ex te llama.El comisario se puso al teléfono y esperó a que esta hablara.—¿Seguro que te has preguntado por qué te llamo ? —preguntó su ex.—Ah, Renata —empezó el comisario en un tono amistoso y por un momento pareció de no estar interesado en su llamada. Luego siguió diciendo: —El asunto es que ahora no tengo demasiado tiempo para hablar contigo, Renata —dijo el comisario fingiendo leer los documentos que tenía en la mano. —Son solo unos minutos —respondió esta.Renata contuvo la respiración para formular una frase. Luego el comisario la escuchó.

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—Yo te molesto de mala gana. Lo sé, tú tienes asuntos más importantes que escuchar mis problemas de madre. Pero no tengo ni idea de cómo puedo solucionar este problema. —Tengo el presentimiento de que no estás tú sola con ese dilema —dijo Ackermann un poco molesto. —Pondré las cartas sobre la mesa Joe —dijo Renata —. ¿Sabes que hace tiempo no estoy contenta contigo? ¿Y sabes por qué? Porque, aunque tú me hayas proporcionado inolvidables momentos, tanto de felicidad como de tristeza, todo hay que decirlo y sin ti, posiblemente, no hubiera sido madre, nuestro hijo David te necesita y tú estás siempre ausente de él. No hemos traído un hijo maravilloso al mundo para no preocuparse de él. Yo pruebo desde hace un año de que tu hijo no pierda la confianza en nosotros. El jóven tiene ahora veintitres años. Es ya un hombre. El hecho de que yo no puedo satisfaccer sus deseos como es debido y ayudarlo en temas que sobrepasan mi capacidad me pone depresiva.—Si no me equivoco, yo tengo que proporcionarle esa confianza y satisfaccer esos deseos que tu dices —respondió Ackermann.—Si no es pedirte mucho, me sentiría mucho mejor si hablaras con él de sus problemas. Tu hijo me pregunta todos los días cómo tiene que hacer las cosas y yo no quiero hacer de él una persona obsesionada y compulsiva —concluyó su ex.El comisario probaba desde hace un año de hacerle coger confianza con las condiciones de la separación. David tenía ahora veintitres años, y a esa edad tendría que haber terminado la carrera. El jóven estaba cogiendo un camino lleno de todo tipo de dificultades.—Hoy viene a visitarme dijo el comisario, no te preocupes hablaré con él para darle esa confianza que busca de su padre. Le comunicaré simplemente como son las cosas sin demasiado dramatísmo. El camino más simple es el mejor —dijo finalmente.—Gracias, Joe, te estoy muy agradecida, prueba de darle la confianza que ahora necesita en la vida.Cuando se despidió de ella al teléfono sus pensamientos giraban entorno a la visita de su hijo. Le quedó una cierta preocupación de ser demasiado minucioso con su hijo y que no pudiera mostrarle debidamente como todo había cambiado desde que se separó de su madre, que los días en los cuales él disfrutaba de una vida sin preocupaciones en el hogar materno se habían acabado. Normalmente no hubiera escuchado a su ex si hoy no recibiera la visita de su hijo pero visto que estaba en la mitad de un proceso de separación complicado no podía permitirse ningún error. Y de este modo se decidió en hacer caso de su ex y en la próxima oportunidad explicarle a su hijo todo lo que este le preguntara. Ackermann siguió estudiando los documentos que acababa de leer. Echó mano de su cuaderno de noticias y se dio cuenta del mucho trabajo que todavía tenía por delante. Estaba obligado a entrar y salir de su despacho para dar órdenes a su equipo provisional de policías de tal modo de que estos pudieran realizar su trabajo. —Yolanda quiero que convocas para mañana una reunión donde estén también Wolf y Paola —dijo el comisario.La reunión debería ser el punto más alto de una planificación pensada de antemano por parte del comisario. El comisario no se había ocupado debidamente de los detalles de la personalidad de Mallord y por ese motivo encargó a Paola un trabajo exaustivo que recogiera su comportamiento criminal. No se trataba solamente del asesinato de Mallord, sino también de su presentación a sus compañeros, cosa en la que había trabajado durante varias semanas. Su amistad con Esteban y con otros compañeros le proporcionaban el apoyo emocional suficiente para tratar el tema de su separación. El comisario especulaba con una posible buena relación de trabajo con el comandante Wolf. Cuando estuvo hablando con él pudo comprobar con sus propios ojos que Wolf era un caballero de primer grado. Él era un participante especial. Esteban estaba todavía de viaje y no contaba con su regreso para que estuviera allí. Naturalmente que no olvidó de comunicarle a Yolanda que se pusiera en contacto con su hijo.

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—Después llama a mi hijo a este número y comunícale que lo espero esta tarde a las siete para cenar en mi apartamento. Y escríbele a Paola un correo para informarle de la reunión de mañana porque hoy no es posible de hablar más con ella. Tengo que irme para preparar la invitación de mi hijo.Yolanda pensó en poner un punto y final a esa situación de incertidumbre. Estaba muy arraigado en la naturaleza del comisario de actuar de ese modo y se recordó en los tiempos de Affoltern cuando empezó su andadura de secretaria.—Comisario, debo llamar también al subcomisario Cortesi —preguntó Yolanda antes de que este saliera del despacho.—Gracias, Yolanda, por recordármelo, pero no es necesario. Nuestros caminos hace tiempo que se separaron. Además creo que tuvo un accidente que le impide de caminar correctamente —añadió el comisario.Era mediodía, hora de salir a coger un poco de aire fresco. Se acercó hasta la orilla del limmat a fumar un cigarrillo. Un único error en la reunión de mañana le podría costar caro. Tenía que prepararse como se prepara un general en la batalla que se avecinaba. Se preparó mentalmente a las eventuales diferencias de opiniones que surgirían. Analizó sus puntos débiles para esquivar sus posibles críticas. Miró a las siluetas de las torres Grossmünster y a los cisnes que nadaban por el rio, y dio una bocanada profunda al cigarrillo, esto lo tranquilizó. Miró y vio que acababa de pasar junto a una mujer jóven que seguramente le llamó la atención por su perro. Se dio prisa y regresó a su despacho.—Te doy las gracias por haber llamado a todos los asistentes y a mi hijo —dijo Ackermann a Yolanda.—Oh, ha sido una experiencia grata —dijo con una sonrisa. Tu hijo estaba escuchando música cuando llamé. Lo último que escuché ayer. —¿Qué canción era esa ? —preguntó el comisario curioso.—Era una canción columbiana titulada "suavemente". La canción es un viejo ėxito que me hacía feliz —dijo Yolanda.—No sabía yo que a ti te gustaba también la música sudamericana —dijo el comisario.—La salsa nos encanta a mi hijo y a mí, él es un artista y canta en la calle. Se necesita ser jóven para hacer algo así —añadió esta.—Sí, para ser sincero, se necesita ser jóven. Yo soy padre y a decir verdad no sé mucho de los gustos de mi hijo. Pero créeme que esta tarde le daré una agradable sorpresa cuando venga a cenar —dijo Ackermann en un tono confidencial.—A propósito, comisario no todos los asistentes pueden venir mañana a la reunión, pero sí pasado mañana —dijo precavidamente.—Te doy las gracias por comunicárlo, entonces convócala para pasado mañana.El comisario pensó que Yolanda le había proporcionado la idea que buscaba. Había gente que pensaban que los comisarios estaban solo acostumbrados a muertes y asesinatos, pero esto no era cierto. Ackermann se había preocupado mucho por su hijo. Quería empezar temprano con los preparativos de la compra y la cena y se despidió de Yolanda. Algo de ese episodio había cambiado su humor y lo había catapultado a un buen estado de ánimo. Caminó por la Banhofstrasse y se dirigió a un supermercado con esa buena predisposición. Creía que debería preocuparse más de su hijo porque temía que le podría causar una mala impresión antes de lo deseado en relación a su capacidad de poder salir por si mismo de ese agujero donde aparentemente se había metido. En lo que correspondía al crimen se le notaba claramente la tirantez de esos día en su rostro. Todavía no había obtenido una respuesta precisa de quién había asesinado a Mallord. Se recordaba del encuentro que había tenido con Walser en el pasillo de su apartamento y de la oficina vacía de Mallord, estos hechos le ocasionaban una impresión turbia porque a pesar de sus esfuerzos todavía no conseguía obtener una respuesta clara a su pregunta «quién». Cuando David llamó aquella tarde a la puerta del apartamento de su padre estaba ocupado con asuntos de negocios. Era el final de una semana dura y disfrutaba

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de la libertad de disponer unas horas libres. Cuando llamó a la puerta el comisario estaba ocupado con la preparación de la cena. No estaba seguro de que David se sintiera cómodo en un apartamento tan pequeño. El comisario abrió la puerta y vio como su hijo se adelantó a él para abrazarlo. La luz de la tarde le confería al apartamento un aspecto más acogedor y tranquilo que por la mañana.—¿Cómo estás, David ? —preguntó el comisario dándole un abrazo y un beso cariñoso —. Me alegra de que hayas venido, me alegra mucho verte aquí esta tarde conmigo.—Tienes que perdonarme, yo no he tenido el valor suficiente para llamarte en los últimos tiempos —respondió David.—Oh, por el amor de dios, eso no es ningún escándalo, que hubiera pasado si yo lo hubiera hecho, tú eres el que tienes que disculparme por no haberte llamado. Yo creo que es el momento de dejar de lado las disculpas. Tú no has hecho nada malo —dijo el comisario. Pasa, brindemos y dejémos a nuestras espaldas los episodios pasados. Yo creo que debo decir aquí un par de palabras sobre la cena que te he preparado.—¿Qué puede ser eso que tanto te excita ? —preguntó David.—Tu menú preferido, David —respondió el comisario.Para el comisario ese era un medio de ganarse de nuevo su confianza. Hasta ahora no había encontrado el tiempo suficiente para dedicarle una velada solo a él pero le alegraba sobremanera de que su hijo hiciera acto de presencia en su esfera privada. David le alargó su bufanda y empezó a quitarse el abrigo. Después se sentó en el exiguo sofá y cogió la bebida que le dio su padre.—¿Es esta la música que a ti tanto te gusta ? —preguntó el comisario ofreciéndole como regalo el disco de Regaton que Yolanda le había dicho. —Ábrelo y escúchalo —dijo el comisario.David se levantó y le dio un beso, al comisario se le antojo un cambio radical en su forma de ser. Como si de pronto los uniera un sentimiento profundo de amor. —Me gusta mucho, me temo de que no pueda describir lo que siento —dijo David —muchas gracias papa, es la música que más escuchamos ahora en el apartamento donde vivo y me sienta bien. Su expresión madura tenía algo que el comisario no conocía y le subyugaba. —David brindemos por nosotros con este vino blanco acompañado de este aperitivo tan exquisito. David alargó su copa de vino suavemente y giró la cabeza para mirar a los ojos a su padre. El aperitivo duró hasta que escucharon el cd, luego el comisario preguntó:—Bien, ¿ nos sentamos a la mesa ? Ahora te traigo algo muy especial que te va a gustar. Un padre de formato debe de jugar un buen papel en la cocina y sastisfaccer los deseos de los hijos, pensó Ackermann. Sacó del horno el pescado que más gustaba a David que, por otra parte, despedía un sabor al cual era difícil de no sucumbir. El comisario le sirvió un plato lleno de su pescado favorito guarnecido con patatas y legumbres. Para el comisario se trataba de ofrecer un servicio impecable a su único hijo. David no había vivido con su padre una experiencia del género y se dejó mimar por él culinariamente. Durante la cena Ackermann nombró el caso que lo ocupaba y que por ese motivo su humor no era el mejor de los habidos. —Tú tienes delante de ti los mejores años de tu vida para ser algo —dijo Ackermann por sorpresa —después preguntó a David —¿cuéntame qué haces ? —Si no te digo lo que tengo en mente no me sentiré bien y se interpondrá algo extraño entre los dos. Ahora estoy trabajando con un compañero de apartamento en nuestra propia empresa de marketing digital. Trabajamos para Facebook, Twitter, Instagram y YouTube y desarrollamos campañas en Internet. —Me alegra de saber que es lo que pasa dentro de tí —dijo el comisario —si no me lo hubieras dicho me hubiera enojado contigo. —Yo solo puedo decirte que me alegro de estar aquí contigo esta tarde —dijo David.

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—¿Y qué es lo que te gusta de ese trabajo ? —preguntó el comisario disfrutando de la conversación con su hijo.—Conocer a nueva gente, desarrollar nuevas ideas y ver el producto final en el que hemos trabajado durante mucho tiempo, a veces meses. —Pero entonces, ¿cuándo estudias ? —preguntó el comisario sorprendido de lo que estaba escuchando de su hijo. David siente en ese momento que algo difícil podría suceder si no responde correctamente a la pregunta de su padre. Al mismo tiempo siente lo importante que es para él. Después de un largo silencio dijo:—Depende de muchas cosas. He reducido mi peso al mínimo, solo visito los cursos esenciales para mi estudio, el resto lo dedico a mi empresa. El comisario lo miró a los ojos. Parecía tranquilo.—¿Tu empresa ? —preguntó el comisario que no tenía idea de ello —. Y ¿cómo distes con esa idea? —En la universidad seguí a varios Youtuber. Ellos me hacían reir mucho, esto lo necesitaba en ese tiempo, sobre todo, después de vuestra separación. Mama estaba al principio muy depresiva. Nuestro primer video lo subimos en Agosto, desde entonces hemos conseguido pequeños encargos de algunas marcas en todo el mundo, entre ellas Burger Kind, Takealot, Showmax. —¿Entonces, ahora te sientes mucho mejor ? —preguntó el comisario suspirando profundamente e intentando de estar a la altura de las circunstancias. —Sí, pero esto exige mucho de mí —respondió. —Y Mama, ¿que sabes de ella ? hoy he hablado con ella y me ha comunicado un sentimiento de miedo y desesperación entorno a ti, cree que necesitas mi ayuda —dijo el comisario.—Mama tiene depresiones, pero no por mí, sino por ti, creo que ella te necesita a ti más que yo. Yo estoy creciendo en todos los sentidos, incluso con mi empresa, pero vosotros no —dijo David. Esas palabras fueron recibidas por el comisario como un reproche. Sus manos acariciaron las manos de su hijo, respiró profundamente y finalmente dijo- y su voz sonaba diferente como solía ser: —Por el amor de Dios ¿por qué no me lo dijiste nunca ?David estaba en silencio, disfrutando de su posición hacia él. Finalmente respondió lenta e intencionadamente cada palabra: —porque no podía decírtelo. Después el comisario abrazó a su hijo con fuerza, juntaron sus frentes y se quedaron quietos unos instantes. El comisario se dio cuenta que David se había convertido en un adulto y en una persona independiente. Estaba orgulloso de él y no quiso estropear la velada con observaciones negativas contra su madre. Estaba casi seguro que David reaccionaría de mal humor.—Tú ya sabes cual fue siempre mi sueño —subrayó David. El comisario lo escuchaba entusiasmado y se dio cuenta que bebía con gusto el vino que había comprado para él, sin embargo, esa pregunta lo puso en un verdadero aprieto por la sencilla razón de que no lo sabía y no pudo responderla. Todo dependía de si él era capaz de encontrar las palabras adecuadas. Cuando su hijo se dio cuenta de que no podía participar en ese intercambio de opiniones le dijo: —Papa, como tú sabes yo veía siempre la publicidad en televisión y ahora quiero hacer la mia propia, de este modo se cierra el circulo. El comisario respiró profundamente por un momento y se dirigió a la cocina a preparar el postre. Cuando se fue parecía saber lo que quería su hijo. David no sabía con seguridad si era mejor dejarlo solo preparar el postre u ofrecerse a ayudarlo. Su padre se negó, luego regresó al exiguo comedor. Cuando su padre regresó con el postre le comentó el tema de las finanzas, el podría haber dado la impresión de ganar con su empresa ya dinero suficiente para poder costearse los estudios, cosa que estaba muy lejos de la realidad.

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—Es simplemente la verdad —dijo David —es por eso que todavía dependo de tu ayuda económica. Nuestra empresa está empezando y tenemos muchos gastos, como bien te puedes imaginar y si preguntas a mi compañero este te lo confirmará. Esto no quiere decir que me haya convertido en una persona rica, todo lo contrario.El comisario no dijo nada al principio, pero al cabo de unos segundos dio su opinión al respecto:—Contemplo tu visita como un honor, yo creo que tú tienes por delante un camino muy prometedor que recorrer y quiero seguir apoyándote económicamente. Aunque como comisario gano lo suficiente para llevar una vida más o menos holgada, la decisión que tomamos tu madre y yo hace un año de separarnos ha trastocado muchas cosas que antes se resolvían de otro modo, entre una de ellas la situación financiera. A lo largo de mi vida he conseguido un poco de lo que yo llamo «dignidad». Como prueba de ello puedo nombrarte el hecho de que mis superiores todavía cuenten conmigo en la resolución de asesinatos en donde no se puede dejar nada al azar. En los últimos diez años de profesión he tenido casos muy difíciles de resolver. Pero yo siempre he demostrado que en mí llevaba la capacidad de resolverlos. El caso que me han confiado hace unos días es uno de esos casos que ha llegado en una fase de mi desarrollo personal delicada y que pone a prueba todas mis capacidades hasta un punto que rebasa todas las fronteras imaginables posibles y que más allá de esto exige, además, toda mi dedicación, de tal modo que su resolución pone de relieve la medida en la cual se me medirá en el futuro. Naturalmente que David habia escuchado a su padre oír hablar en otras ocasiones de ello, pero esta vez el comisario lo hizo con una vehemencia tal que David se sintió conmovido profundamente. Y pensó que sus padres vivieron juntos año tras año y sin embargo no estaban unidos. Que un abismo los separaba a los dos. David se dio cuenta de los sentimientos que dejó el silencio entre sus padres: soledad, enfado, tristeza. Era necesario de reparar ese puente roto entre los dos. Era necesario de construir un puente lingüistico de nuevo entre sus padres y él y aflojar la cuerda de los reproches y esto, David lo hizo muy bien aquella tarde. Este pidió más vino cuando la cena se aproximaba a su final. El comisarió lanzó por última vez una mirada a su hijo que parecía llena de felicidad y añadió:—Espero que la cena te haya gustado.Su hijo lo miró sonriendo y le dijo: —Ha sido una magnífica cena, me has hecho muy felíz, y me siento mucho mejor, gracias papa, ahora tienes una idea más precisa de lo que hago y de mis logros. Me alegra saber que entre los dos existe de nuevo un puente de comunicación.A estas palabras le siguió la inevitable despedida y ya en la puerta David escuchó decir a su padre detrás de él.—Buenas noches, David, duerme bien.Al día siguiente, el comisario estaba, como se puede pensar, un poco asombrado de la historia que había escuchado de su hijo la noche anterior y no sabía lo que estaba pasando dentro de su cabeza, normalmente en un caso diferente hubiera actuado de otro modo. Pero cuando realizó que David se había convertido (casi) en el hijo perfecto estaba decidido a ayudarlo en todo lo posible aunque se hubiera presentado en un periodo complicado de su vida y no tenía mucho tiempo para ocuparse de ello. Había pasado una semana desde que se le confió el caso del asesinato de Mallord y esa mañana tenía una cita con Paola por motivo de un informe sobre Mallord que esta había redactado para él. Esa mañana pasó por el puesto de castañas calientes con buen humor. De la pequeña estufa salía el humo raudo como una pequeña locomotora de carbón dando tropezones y haciendo volutas caprichosas en el aire fresco de la recien iniciada jornada. Paola estaba esperando al comisario delante del edificio donde este tenía su despacho provisional. Esta vez le traía las castañas recien salidas del horno. —Oh, muchas gracias —dijo Paola quitándose los auriculares de sus oídos.

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Esta vez si que le propinó un beso en la mejilla. Ackermann sintió como sus pensamientos se volvieron fluídos y libres y como se calentaban sus manos cuando Ackermann se las dio. Su rostro adquirió un matiz de felicidad que el comisario nunca había visto. Caminaron juntos algunos metros. La puerta se abrió automáticamente y entraron en el edificio. —Has leído mi informe ? —preguntó Paola en el pasillo. Ackermann esperó un instante en responder, luego dijo: —No, todavía no lo he leído, creo que está sobre la mesa de Yolanda. El policía de guardia distinguió los pasos de Ackermann desde lejos y los tacones de una mujer. Era el encargado del café matinal y al ver al comisario preguntó: —¿Cómo siempre, con azucar ? ¿Y su acompañante? —Para mi uno solo sin azucar, gracias —respondió Paola. —Pasa y acomódate —dijo el comisario al mismo tiempo de empujar la puerta de su despacho. La mitad del despacho estaba oscuro y unos rayos de sol caían sobre una parte de la mesa. Ackermann entró primero y al aproximarse a esta por la parte no iluminada su cuerpo casi desapareció. —Sientate, enseguida nos trae el café —dijo a Paola. Cuando esta se sentó un rayo de luz iluminó su rostro y sus cabellos dorados adquirieron un intenso fulgor. Alrededor de ella se formó entonces un halo del cual, el comisario, no pudo abstraerse fácilmente.—Yolanda no ha llegado todavía —dijo Ackermann y ella ha puesto tu informe en alguna parte sobre esos documentos apilados que ves allí. Inmersa en sus pensamientos y todavía comiendo una castaña, dijo Paola:—No importa, puedo decírtelo de memoria. He investigado intensamente las estafas de Mallord. Él era, verdaderamente, un peso pesado de las estafas. Son muchos casos que pueden aportar mucha información indirectamente sobre lo que buscamos. Pero una cosa sí que te puedo anticipar: Los estafadores, como Mallord, someten a las víctimas a un proceso directo tan intenso de manipulaciones que estas, desde un estado donde la vaguedad domina desde principio, les dan todo sin darse cuenta.—Estás insinuando que a la víctima le falta siempre saber algo —preguntó el comisario.—Sí, imagínate cuando esta lo descubre, qué es capaz de hacer —respondió Paola —. ¿No está el odio presente en ella a partir de ese momento? En el informe que me pedistes sobre los casos de estafa de Mallord, he descubierto uno que traspasa realmente fronteras y rompe tabús —puso de relieve Paola —. Es posible que se trate de un crimen pasional porque Mallord pudo someter a la víctima a un proceso diabólico de estafas en cadena. El comisario desde la sombra escuchaba a Paola con atención. Y el dramatismo del juego de luces acentuaban todavía más su relato; Paola en la luz, Ackermann en la oscuridad. —¿Qué te lleva a pensar eso ? —preguntó el comisario desde la penumbra. —La película que vi con Hanno en el cine, aparte de hacerme llorar, me abrió los ojos a esa realidad. Trataba de una historia de amor, al menos para la protagonista, luego vi como su mundo se vino abajo cuando descubrió que todo era un juego falso de su amante. A él solo le interesaba su dinero. En ese momento entró el policía con la bandeja del café por la puerta lateral y al dejarla sobre la mesa su sombra alargada cubrió a Paola y su brillante cabellera desapareció por un momento en la sombra. Estaba comiendo la última castaña del saquito.—Sería más fácil todo en la vida si la gente fuera más sincera desde el principio y no ocultara cosas —puntualizó Paola. —Veo que la película de ayer te ha inspirado —obsevó Ackermann.—Sí, el tema de la película me hizo participar más de las cosas —respondió. No era el caso que el comisario no quisiera entrar en especulaciones filosóficas, todo el mundo podía hacerlo, pero lo que le anticipó Paola del informe, en lo que concernía a las

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estafas y los casos de las víctimas de Mallord, lo había sugestionado y vio una posible relación con los hechos del crimen. No obstante, Ackermann pensó que todavía era pronto para formarse una opinión al respecto. Tendría que esperar hasta que llegara Yolanda para leer el informe, pero después de escuchar a Paola no dejaba de pensar si la prenda que había visto en el pasillo de Walser no sería la llave del crimen. Luego Paola después de beber un sorbo de café preguntó por sorpresa:—¿De Colombia ? —¿Cómo, por favor ? —reaccionó a su vez el comisario sin captar la idea.—Sí, de Colombia —oyó decir a una voz detrás de ella, es el mejor café que tenemos ahora —dijo Yolanda que entraba en ese momento en el despacho. —Buenos días, Yolanda, nos vienes como anillo al dedo —observó el comisario —y luego preguntó — : una cosa ¿dónde pusistes el informe de Paola ?Yolanda saludó a Paola y se disculpó por el retraso.—Aquí —dijo esta —abriendo un cajón de su mesa. Paola lo cogió en las manos y abrió una página del informe mientras que se levantó de la mesa y se fue con la taza de café en la otra mano al lado de la ventana. Después, Paola dio vueltas de un lado a otro pasando entre la luz y la sombra mientras que citó unas frases del informe: —El estado al que me he referido puede ejercer sobre la víctima una presión psíquica muy grande en poco tiempo de tal modo que esta desarrolla un sentimiento de ayuda social. Esto también le pasó a la protagonista de la película. El comisario la escuchaba y la seguía con la mirada, luego, Paola, dejó la taza de café y el informe sobre la mesa y se sentó. Esto generó en el comisario una postura artificiosa como indicando que ese era el punto crucial de la cuestión. Pero a ¿qué víctima se refería? Consultó en el informe unas páginas más y después lo dejó caer sobre su mesa. —Este informe es muy completo y te doy las gracias por haberlo redactado, lo leeré y hablaré de su contenido en la reunión —dijo Ackermann.Yolanda lo miró de nuevo y se sirvió una taza de café. Paola miró el reloj. El tiempo había pasado volando, en la fiscalía tenía mucho trabajo que realizar. Cogió su abrigo del respaldo de la silla al tiempo de ponerse los auriculares y se despidió del comisario y de Yolanda.La pregunta de qué era un estafador parecía que adquiría una dimensión nueva en los ojos del comisario por motivo del informe que Paola había dejado sobre la mesa. El conocimiento de Ackermann sobre el tema hasta esa fecha era insuficiente, sin embargo, era de suma importancia para el caso que estaba investigando. Tenía la impresión de que algunos de los criterios que allí estaban formulados podrían ser relevantes para él. El no quería renunciar a lo que ya sabía sobre los estafadores y las estafas, pero leyendo en el informe de Paola veía muchas conexiones con la realidad del crimen. Mallord era el estafador más buscado en Europa y ahora yacía con la yugular degollada en la cámara fría del instituto forense de Irchel. Se preguntaba hasta qué punto estaba unido a unas maneras de ser inglesas. Tenía la impresión de que Mallord estaba ligado a un esnobismo muy especial con las víctimas a las cuales engañaba, o al menos con aquellas a quienes consideraba dignas de engañar. Quizá esto era así porque él se adelantaba a ellas. Sí, cada vez que el comisario pensaba en ello, más claro se le aparecía la unión de Mallord con sus víctimas. Según su opinión estas tenían que ser distinguidas, como la señora Roberts, y tal vez provenir de una clase de personas de categoría o de cierta relevancia social, en tanto que la idea de relevancia social sea reconocida como motivo del crimen. Una comparación entre los casos de estafa y la procedencia del estafador se hacía patente e iluminaba fundamentalmente la diferencia entre una clase y otra de estafadores. El comisario no quería creer con ello que antes los estafadores tenían una orientación menos esnobista que Mallord en relación con la pregunta de qué es un estafador. El pretendía solo poner de relieve que estos dos aspectos tenían algo en común. Mallord se había interesado más por el estatus económico de Walser, esto no quiere decir que Mallord se

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ocupara de su vida privada, sino que estaba forzado a tener en cuenta los cambios en su víctima. De hecho, Mallord estaba obligado a hablar varias lenguas para poder comunicar con sus víctimas. Para él la profesionalidad estaba en el prestigio que parecían poseer sus víctimas. Después de leer el informe se levantó de su asiento y se dirigió a la pizarra. El comisario se planteó cómo debía seleccionar los criterios para poder tomar una decisión correcta respecto al método de identificación más adecuado de los elementos del crimen; principalmente para examinar una cadena de sospechas del modo más seguro posible y desenmascarar cada condición previa que quisiera introducirse inadvertidadmente. Comenzó definiendo el objetivo con el que Mallord debería de haber ganado la confianza de las víctimas. En la parte superior escribió las mayores preocupaciones que tuvo que tener Mallord para poder realizar sus estafas, visto que los estafadores se mostraban cada vez más osados y atrevidos: Mallord se hizo pasar por un rico hombre de negocios para ganar la confianza de Walser con historias confusas y oscuras. Escribió en la parte superior de la pizarra los nombres de las víctimas, Walser, Roberts y otras más que había extraido del informe de Paola, alternativa que identificó con una letra, debajo de este primer criterio escribió después el lugar dónde tuvo lugar el asesinato y la semejanza con los ricos, empresas y políticos que utilizó como anzuelo, Elon Tanner, Villiger, Intel y así sucesivamente hasta que llegó a un punto donde la jerarquía definía el esfuerzo que tuvo que hacer Mallord en poco tiempo para que las víctimas se sintieran presionadas psíquicamente de modo que estas se sintieran obligadas a prestar un servicio de ayuda al estafador, que también subrayó con una letra. Cada valor representaba un elemento que le permitía visualizar el problema que planteaba de forma clara. Mallord tuvo que subir por esta escalera jerárquica, aún así no pudo impedir que la víctima hiciera controles de identidad. Walser recibió por deseo propio un plan de negocio, una copia del contrato con Tanner, una página web seria que ejerció una influencia positiva y el as en la manga del viejo presidente de la confederación helvética que habló elocuentemente en conferencias de video. Lo que no pudo saber es que al otro lado de la linea se encontraba un cómplice de Mallord. Cuanto más alto subió Mallord, tanto mayor era su prestigio de estafador, hecho que condicionaba la capacidad de sus víctimas, por ejemplo, de informar a un familiar o la policía para buscar consejo y no hacer transferencias de dinero a la cuenta deseada por el estafador. El comisario esperaba conocer las ventajas, tanto del estafador, como de la víctima. Una cosa que llamó la atención del comisario era el hecho de que las estafas sucedieran en la proximidad o en la esfera privada misma de las víctimas, lo que complicaba aún más sus pesquisas, ya que hacia afuera solo se veía el resultado de la estafa, no lo que se había desarrollado durante semanas y meses detrás de las paredes de las víctimas. Esa proximidad a las víctimas era, precisamente, lo que más le preocupaba y era lo que pretendía de exponer en la reunión del día siguiente.La reunión empezó puntualmente en un salón poco apropiado por que el que se había decidido Ackermann para poner de relieve el carácter no oficial de los diferentes participantes en la reunión. Para Wolf, el comisario había exagerado un poco en este aspecto, ya que se veían policías con uniforme y a otras personas en civil conversando o leyendo periódicos sobre las rodillas. Ackermann saludó oficialmente a los invitados a la reunión y esbozó en breves palabras los contornos del asesinato de Mallord. Habló de la figura del estafador en general y de las artimañas que utilizó para engañar a Walser cuya verificación para este era solo una probabilidad remota. —Esta falsa trama había provocado en Walser un estado de euforia tal que este no dudó en contactar con empresas, institutos financieros e ingenieros, además de invertir su dinero en un proyecto ficticio de un Blackbox para coches sin conductor —dijo Ackermann. Wolf habló seguidamente y preguntó al comisario qué detalles técnicos se conocían sobre asesinato y si creía que Walser tenía algo que ver en ello. Esto iba más allá de sus conocimientos.

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—Yo creo verdaderamente que Walser no lo asesinó. Los resultados forenses y de las huellas y el hecho de que la noche que murió Mallord estuviera todo el tiempo en su casa, no indican que Walser tuviera algo que ver con el crimen, a no ser que próximamente descubramos un nuevo factor sobre el que tengamos que reflexionar —dijo el comisario levantándose de la mesa. Parecía que estas palabras calmaron a Wolf. Luego hizo una señal al comisario para que se sentara de nuevo.—Comisario, ya sabe de qué es capaz un hombre cuando es engañado por otro de un modo tan infame. Y si pienso en lo cerca que vivía de Mallord y en las dificultades financieras en las que se vio envuelto, entonces no me parece tan alejado de la realidad —observó un policía. —Naturalmente que una cierta reciprocidad es inevitable —prosiguió el comisario —pero yo me inclino más a la luz de los hechos por un crimen pasional donde es posible que intervinieran agresores de otros países. He hablado con la vecina de Mallord en varias ocasiones, la primera vez solo contó una parte de la verdad por miedo a verse envuelta en el asesinato, la segunda vez fue más precisa y dio más detalles de aquella tarde en la cual Mallord supuestamente fue asesinado. Escuchó una conversación entre Mallord y el posible asesino o asesinos, porque parece que fueron dos. La vecina subió la escalera y quería entrar en su apartamento pero al pasar por la puerta de Mallord escuchó una discusión y aproximó su oído a la puerta durante largo tiempo. El destino quiso que escuchara la voz de una o varias personas, y aunque ella no se acuerda cuáles fueron las primeras palabras que escuchó, sin embargo, si que se acuerda como el tono de esas palabras despertaron su curiosidad y miedo. —Y dices que no pudo comprender qué es lo que hablaban o discutían —preguntó Paola.—Las puertas de las viviendas por motivos de seguridad poseen una cierta solidez y a la vecina le fue difícil de entender algo, esto no quiere decir que la vecina no recibiera una impresión negativa del desarrollo de la discusión —respondió el comisario. —Pero entonces alguien tuvo que entrar en la vivienda esa noche porque la puerta estaba abierta al día siguiente cuando el vecino descubrió el cadáver de Mallord —dijo Wolf —yo me pregunto entonces ¿cómo entró o entraron en el apartamento de Mallord ?—Para ser sincero, no lo sé, y la vecina dice cosas nuevas, distintas e incluso contradictorias, pero las huellas que hay en estas llaves —dijo el comisario mostrando la copia de la llave del apartamento de Mallord —nos dicen de un modo claro que no solo son las de Walser las que están en ellas, cosa lógica, sino la de otras personas que no conocemos. A mí solo me vienen palabras como dilema y cuestión —puso de relieve Ackermann. El comisario, incluso desarrolló una teoría en relación con este punto con la que los presentes se vieron confrontados y algunos de ellos expresaron sus dudas sobre ella. El comisario escuchó el punto de vista de Wolf al respecto. —Yo he escuchado muy a menudo que las palabras cambian en cada nueva lectura de los hechos. Todos los crímenes difieren en sus detalles, pero quizá sea en los pasionales donde el alma humana se conmueve de forma espasmódica y se deben hacer mayores esfuerzos para comprender lo ocurrido —dijo Wolf —. Es por ello que debo decir que todavía es pronto hablar por ahora de crimen pasional hasta que no obtengamos las pruebas de ello.Paola miró al comandante Wolf un poco sorprendida, si no se recordaba mal hacía dos días que el comisario le había pedido de redactar un informe lo más exacto posible sobre las estafas de Mallord. Escuchó a Wolf sorprendida de su respuesta sobre el crimen, lo miró a los ojos y le asaltó la duda de si en esos ojos no se encontraba una cierta dificultad para ver con exactitud lo que significaban las estafas y las manipulaciones, sobre todo, las de Mallord. Sin embargo, el tema exigía una explicación más detallada de la que Wolf había hecho. Para Paola los estafadores como Mallord poseían una dimensión mayor que la de otros manipuladores, ya que gracias a la relación que desarrollaban con las víctimas eran capaces de engañarlas elegantemente. Decidida de ello dio una explicación más exacta diciendo:

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—Yo creo que no deberíamos conformarnos con frases convencionales que podrían despertar en nosotros una impresión falsa sobre los hechos. Es simple reducir las cosas a estereotipos dados. Mallord confería un sentido profundo a sus estafas como si se tratara de un combate entre la víctima y él mismo. Esto ilumina de un golpe de vista, creo yo, la diferencia que existe entre estafadores esnobistas distinguidos y simples rateros. Puedo explicarles mejor la diferencia entre unos y otros si me expreso de un modo plástico. Los estafadores como Mallord ven el mundo como una escalera- la riqueza de las familias distinguidas adineradas se encuentran en el peldaño más alto, seguidamente la riqueza de las familias cuya origen es heredado en el siguiente peldaño, luego en el siguiente la riqueza de las familias de menos clase pero que por circunstancias diferentes han acumulado un gran capital y así sucesivamente hasta que se llega a un punto donde la jerarquía solo la determina la riqueza que poseen o por la ausencia de ella. Cada defraudador que se precie de serlo trata de subir lo más alto posible en la escalera y cuanto más alto sube, tanto más grande es el prestigio que adquiere. Precisamente, estas son las diferencias fundamentales entre unos valores y otros. Mientras que los estafadores simples o vulgares, sobre todo los relacionados con el famoso « timo del nieto » ven al mundo, yo creo que me puedo expresar así, no como una escalera, sino como una rueda que gira. Desde mi punto de vista este tipo de estafadores toman sus decisiones en grupo. Los planes y las tramas de dichos grupos se determinan desde países muy alejados de la víctima y en atmósferas privadas alejadas de los focos de la opinión pública, corrompiendo y destruyendo la confianza y sentimientos de las víctimas a través de las posibilidades que las nuevas tecnologías les ofrecen. A veces transcurren semanas, meses y años dentro de muros inaccesibles a las espaldas de las víctimas. Para estos estafadores el mundo es una rueda cuyo eje gira alrededor de esas tramas planificadas en grupo y su inercia giratoria alcanza a todos en general, igual si son ricos o pobres. La ambición y la meta de los estafadores actuales es la de aproximarse lo máximo posible a ese eje giratorio. La pregunta que nos debe de ocupar no es lo bien o mal que utilizan los estafadores sus capacidades a la hora de cometer estafas, sino con qué finalidad las cometen. La pasión que desarrollan estafadores como Mallord ejerce un dominio y control sobre sus víctimas tal que en la mayoría de los casos suele desembocar en un sentimiento de traición y violencia, si estos deseos no se satisfaccen. Un ejemplo de esto lo he encontrado en la película basada en hechos reales que vi el sábado pasado con Hanno, mi amigo, donde la protagonista engañada acaba asesinando a su presunto novio, incitada por los celos que tiene de su amante y por la estafa que este comete con ella. ¿No pudo suceder igual con Mallord vista su trayectoria delictiva ? —preguntó Paola.Naturalmente que los participantes en la reunión quedaron sorprendidos de las palabras de Paola y se tomaron el tiempo suficiente para hacer preguntas y aclaraciones en torno a lo que había dicho. La reunión se encontraba en el punto más álgido y Ackermann llamó la atención de que se hacía necesario explicar con más detalles la situación y en ese preciso momento se le presentaba la ocasión de hacerlo. Se levantó de su puesto y dijo :—La proximidad a la víctima del presunto asesino me preocupa, es como un agresor invisible, ahora sabemos qué debemos hacer todos, incluido los medios de información, para identificar al agresor de Mallord. Me molesta hoy mucho escuchar de algunos compañeros presentes en esta reunión que Walser pueda ser el agresor porque él también es a la vez la víctima de una agresión de Mallord. Mi recomendación es que hablen con Walser como yo lo he hecho —dijo Ackerman.Walser era una víctima que había recibido un trato de algunos medios de comunicación deporable. Parecía que en las redacciones de periódicos, radios y televisiones aún convivían estereotipos en contra de los estafados. La recomendación del comisario era que leyeran el informe que había redactado Paola, allí presente, cuestionando los motivos por los cuales todavía existían y exponiendo casi toda la carrera estafadora de Mallord. En concreto, era

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triste ver como Walser había intuido correctamente que todo podría volverse contra él. Ser víctima de un chantaje no sucedía todos los días. Pero verse envuelto en una historia judicial era otro tipo de chantaje. La factura que recibió de la sala de acusación del cantón St. Gallen para seguir adelante con el caso no eran dos duros. También a Ginebra mandó una acusación. Allí había una causa abierta desde hacía ocho años contra Mallord. Es por ello que el comisario concluyó que era de mal gusto hacer creer que Walser era el asesino de Mallord. Según su opinión deberían reconocer algo que los demás no han visto o no han sabido ver: la mayor preocupación de Mallord era ganar la confianza de sus víctimas. El era un esnobista, es decir, una persona que imitaba con afectación las maneras, opiniones, etc, de aquellas personas que consideraba distinguidas y desarrolló una aversión muy fuerte contra aquellas personas que no poseían esas cualidades. —En este informe tendréis —dijo levantándolo con la mano —oportunidad de leer los casos donde Mallord estafó a la gente. Hay uno que realmente puede herir sensibilidades profundas, ya que se trata de unas estafas en cadena a una mujer inglesa. Yo espero que podamos sacar de esta historia conclusiones y pistas importantes para poder hallar al verdadero asesino de Mallord. —Puedes explicar mejor de qué se trata —preguntó Wolf—En este informe podrán ver que existen ciertas relaciones entre el crimen y las víctimas estafadas por Mallord en el pasado. Como he dicho, no se debería olvidar el caso de estafa que sucedió a esta mujer porque esto podría significar el momento álgido de cambio de estrategia. Esto no quiere decir que a través de ello nos hayemos sobre la pista decisiva, pero puede ser el momento en que encontremos una prueba que nos conduzca al agresor. Wolf fue a la reunión en su uniforme de comandante y para los asistentes a la reunión estaba claro que entre él y el comisario se desarrollaba una buena relación profesional. Esto no sorprendió a los presentes. A partir de ese día el comisario visitaría a Wolf en espacios de tiempo irregulares para mantenerlo informado de los avances realizados. Fue al final de la reunión cuando Wolf le comunicó este hecho: —Comisario, permíteme tutearte, la última vez que estuvistes en mi despacho me visitó el abogado del estado Müller, un viejo amigo mío, y me dijo : ¿por qué nos hacen algo así ? ¿No veis que los estafadores nos están robando cada vez más dinero y tomando el pelo? Yo estuve a punto de decirle que estos eran los malditos ingleses. Luego le dije que este caso lo llevas tú, y que me mantendrías informado de todo con regularidad. Es mi deseo de que sea así y me entregues un informe escrito una vez a la semana. Justamente en lo que concierne a las estafas y los estafadores hoy me he dado cuenta de que sin tu participación, Ackermann, no será posible de obtener un resultado concreto. Se podía vislumbrar qué tipo de atmosfera dominaba en el salón de reuniones en ese momento, cuando el comisario se levantó y dio por concluida la reunión, exactamente una semana antes de que sus investigaciones pudieran arrojar los resultados concretos a los que se había referido Wolf. El comisario halló pronto el camino sin buscarlo. Minutos después se acercó Paola y le hizo ver que, aunque deberían trabajar juntos con dedicación, también debían mirar por la salud del cuerpo. —¿Qué te parece si salimos a tomar algo ? —preguntó —. Debajo de este techo se pueden contar todavía muchas historias, pero es hora de comer. ¿No tendrás guardadas unas castañas en algún sitio?En lo que concernía a ella, se le podía notar la tensión de esos días. El comisario se acordó de que en la plaza que había al lado, esos días de adviento, estaban instaladas unas casetas donde se podía beber y comer algo, incluso castañas calientes.—No tengo guardadas ninguna pero en Werdmühleplatz hay un puesto de castañas —dijo el comisario.Paola aceptó su propuesta y salieron al pasillo que formaba una especie de espina dorsal del edificio. Daba la impresión de que andaban por un largo tunel porque apenas lo iluminaba la

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luz del día. Cuando salieron a la calle el comisario se quedó parado en el sitio donde caía el único rayo de sol del mediodía y dijo a Paola:—Ah, Paola.—¿Sí, comisario ?—Gracias por el informe. Hemos causado una buena impresión. —Esto me alegra mucho comisario —dijo Paola. —porque no ha sido fácil. Ahora estoy muy ocupada y casi no he encontrado tiempo para redactarlo, pero los archivos electrónicos que tenemos en la fiscalía e Internet han sido una gran ayuda. Las estafas de Mallord están muy bien documentadas periodísticamente en todos los países. Mallord era un estafador a escala global. Yo creo que ahora tenemos el caso bajo control.El comisario empezó a caminar pero Paola no se movió del sitio. Luego dio un paso adelante de tal modo que una parte de un rayo de sol cayó sobre su rostro y el comisario pudo ver su cara al descubierto, sin pinturas. Andaron unos cincuenta metros cuando olieron en el aire un olor penetrante de castañas calientes. El pensamiento de las castañas excitó a Paola. Se encontraban en la mitad de Werdmühleplatz, una plaza donde antiguamente había un molino, por eso le dieron el nombre de “mühle”. En el suelo se encontraba todavía la piedra del molino, alrededor de ella se encontraban ahora los puestos de comida. El comisario contempló la piramide en forma de árbol donde el coro de los niños esa tarde cantarían canciones navideñas. Estaba recubierta de ramas de cedro y engalanado con muchos focos y micrófonos.—¿Tienes tiempo esta noche para venir a oír cantar a los niños ? — preguntó a Paola.Paola andó unos metros más, donde el olor de las castañas se hacía más intenso hasta que se paró delante del puesto y pidió un saquito. Paola vio en esa propuesta un intento de Ackermann de llevarla a su terreno. Visto que esos días su relación con Hanno estaba en un punto muerto y que una noche con música navideña le haría pensar en otras cosas, la idea del comisario tomó en sus pensamientos un espacio nuevo. La propuesta del comisario desató una cadena de reflexiones en ella. Y por qué debería callar lo que en los últimos meses no iba bien con Hanno.—¿A qué hora cantan ? —preguntó—De las cinco y media a las seis —respondió.—No existe ninguna razón para no escucharlos —dijo.—Me gustaría poner de relieve —dijo el comisario —que mi propuesta solo tiene un carácter amistoso y profesional. Durante los últimos meses he estado expuesto en el desarrollo de mi trabajo a una serie de pequeños mal entendidos y errores. Yo creo que mi mujer es la culpable de ello. Comprenderás que ese desarrollo negativo para alguien como yo que no está acostumbrado a ello puede ser alarmante. —Te comprendo, parece que haya en tí un acusador que no está de tu parte. —Ella no es un defensor, ni un juez. Solo es un acusador que parece tener solo una cosa en mente : humillarme, derribarme, menospreciarme, juzgarme —dijo Ackermann.Entonces tú también necesitas un cambio que te haga sentirte vivo, ser libre, estar abierto. Atreverte a hacer algo nuevo —observó Paola con el saquito de castañas en la mano. —A eso no llego en absoluto porque ahora estoy ocupado completamente con el asesinato de Mallord.El comisario no esperó y tomó asiento en el banco al lado de Paola y comió lo que había comprado. No era la primera vez que Paola escuchaba esto. Paola vio que se trataba de un problema que lo ocupaba seriamente, sin embargo, vio la solución más tarde cuando oyeran cantar a los niños del coro. Quiza ese ritual de Navidad podría disolver lo que se había condensado en el alma del comisario durante largo tiempo. Ella sabía que el cometido de cada comisario en la realización de su trabajo era dejar rodar con cuidado los hechos del crimen. ¿Quién sabía cuantos errores, disputas, injusticias, y sospechas infundadas, cuantos arranques en falso y callejones sin salida se le podían atribuir a un comisario que no estuviera atento a la hora de realizar un análisis exaustivo para describir la trama del crimen? Por fortuna que se

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encontraba en buena armonia con los policías y demás personal participante en el caso presente. Nadie era perfecto aunque sí vulnerable a las acusaciones internas. El comisario no era culpable de nada pero podría volverse si no hiciera algo en contra de ello. El análisis forense sobre el crimen podría descubrir un nuevo factor en el modo de actuar del asesino. Esto podría permitir realizar un seguimiento de las huellas biológicas que Mallord tenía entre las uñas para al reconstrucción del crimen en base a la imagen pista y su secreción biológica, en esto trabajaban un equipo de seis personas. Lo que había sucedido entonces se podría saber. Paola se dejó llevar por estos pensamientos y le dijo que lo esperaba a las cinco en el puesto de castañas.—Si esto es así —respondió el comisario —me alegraré de ello. Él ya no estaba de servicio cuando se encontró con Paola a la hora acordada delante del puesto de castañas calientes. Y naturalmente que se alegró de verla de nuevo. Al comisario le era indiferente si Paola había nacido bajo la influencia de estrellas especiales, como solía decir, esa noche solo quería relajarse, beber vino caliente y escuchar el coro de los niños. —¿Todo bien ? —preguntó Ackermann cuando la vio delante de él.—Sí, ¿por qué preguntas ? —respondió Paola.—Por Hanno. —No me quejo —dijo —. Esta noche quiero dejar de pensar en él.—Si eso es así, no tengo yo que replicar —respondió Ackermann — ; Hoy me da todo igual. El invierno ha llegado, las tardes se dan la mano con las noches, igual que los niños que están subiendo en estos momentos al árbol pirámide a cantar. La vida es como es y ser comisario no significa ser un Dios que sabe todo. Paola y Ackermann se habían abrigado bien, corría un frío viento de invierno. Esa noche no necesitaban tener pensamientos obsesivos ni compulsivos ni tampoco pensar en la vida anterior ni en Mallord. —Te has abrigado bien con ese gorro que llevas puesto —dijo Ackermann.Paola y el comisario se encontraban en ese momento en una atmósfera diferente como si hubieran sido lanzados por una mano invisible a otro nivel del yo. Ni ella, ni Ackermann podían describir lo que sentían. La plaza estaba ya llena de gente y en un momento determinado todo a su alrededor se volvió brillante y silencioso. Luego una voz cálida dio la bienvenida a los presentes y los niños del renombrado coro empezaron a cantar un programa clásico de música navideña.Esa noche Ackermann durmió bien, pensando en la conversación con Paola y en los cantos de los niños del coro. Paola durmió de un sueño y al despertar al día siguiente se levantó muy contenta todavía oyendo en sus oídos las voces de los niños cantar las canciones navideñas que a ella tantos recuerdos le traían. Cuando Ackermann se despertó pensó primero en el crimen y no estaba seguro del color del abrigo que llevaba Paola esa noche, pero se acordaba que le dijo:—Las noches de invierno son tan poco amigables y oscuras. Esta iluminación es tan romántica y los niños tan encantadores con esos gorritos rojos tan bonitos que llevan puestos que se puede olvidar todo. —Es suficiente con los niños para olvidar todo —respondió el comisario.—Verdaderamente, Ackermann, esos gorros me recuerdan a los enanitos del bosque. Quizá añadió algo a ese comentario de Paola, no se recordaba muy bien, porque el programa duró solo media hora y Paola se despidió de él tan pronto como este terminó.Hanno, que se había levantado antes que ella y la esperaba sentado en la cocina preparando el café y leyendo el periódico, le dijo: —Mira qué noticia, han puesto el retrato de Mallord en primera página.Paola, mirando por la ventana el día gris que se avecinaba, se aproximó a Hanno, le dio un beso en la frente y por un momento no supo cómo tenía que reaccionar. Estuvo tentada de

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ignorar la noticia, pero como Paola ya le había informado de ello le pareció un poco tonto no decir nada. —! Oh Dios mio esto es ya escandaloso! —dijo al ver la fotografía de Mallord mostrando los bolsillos vacíos de sus pantalones de rayas ingleses y el siguiente comentario : Prefirió sacar el dinero de los bolsillos de otras personas.Ese fue el momento en que Paola se dijo para si misma que ese comportamiento era, precisamente, lo que lo había matado. Después desayunó y entró en el cuarto de baño a ducharse. Bajo la ducha se dio cuenta que Hanno no la había besado esa mañana como de costumbre. Hanno mantuvo a raya ese día su ímpetu natural de besar a Paola porque estaba molesto de que no le hubiera dicho nada de la noche anterior. Normalmente, Paola hubiera olvidado con rapidez ese acontecimiento pero visto que Hanno no le hizo mucho caso cuando salió de la ducha y lo encontró pensativo de nuevo le preguntó:—Tú no estás esta mañana tan cariñoso conmigo como yo esperaba, Hanno, ¿por qué ?—¿Ah, sí, Paola ?—Yo creo incluso, que estás molesto porque ayer fuí con el comisario a oír cantar a los niños del coro— dijo Paola.—¿Verdaderamente, Paola ?—Yo creo que sí, yo creo que sí —repitió Paola.—Yo creía que tenía un amigo verdadero desde hace tres años —insistió Poala.—Y lo tienes —respondió Hanno —pero me podías haber dicho antes dónde ibas. Para ello vivímos juntos como una pareja desde hace, justamente, ese tiempo. —Tú estás pasado de moda, Hanno, y estás celoso de un viejo comisario —respondió Paola.Y diciendo esto se levantó y se vistió para ir a la fiscalía. Ese mismo día Esteban había regresado del congreso forense de Alemania y Ackermann se acercó a su apartamento a darle la llave y ponerlo al corriente de las plantas. Quería asegurarse de que había regresado bien. Su humor era bueno. Antes de llamar a la puerta se recordó de la conversación que había mantenido con Paola la noche anterior. Esteban salió a abrirla, llevaba en la mano un paquete que le entregó por haber cuidado de las plantas.—Gracias —dijo Ackermann —he hecho lo que me dejastes escrito en la lista, excepto las del comedor, a ellas les he dado un poco más porque cuando te fuistes pusieron la calefacción y el cambio de temperatura les afectó.—Las has cuidado bien, sin embargo, aquí falta humedad, el aire está muy seco —observó Esteban —. Las plantas del balcon las bajaré al sótano a que pasen allí el invierno hasta la próxima primavera, y estas de aquí también. ¿A propósito comisario, has desayunado ya ? si no es así toma un café conmigo y hablamos del congreso.—En otra ocasión —respondió Ackermann —tengo que irme, tengo una cita con Wolf, me espera. Si quieres pásate esta tarde, bebemos algo juntos y me cuentas todo.Luego cogió el paquete y le dio las gracias otra vez. Se despidió de Esteban con una sonrisa en los labios y pensó en su hijo y en los regalos de Navidad que se aproximaban. Un viento frío lo recibió al salir a la calle, caminó unos pasos ocupado con el pensamiento del regalo de su hijo. Llamó su atención una pareja que miraba los escaparates. Atravesó el limmat a través del puente Rudolf-brunn-brücke y se dirigió a la oficina de Wolf. Llamó a la puerta y creyó que posiblemente Wolf había olvidado la cita que tenía con el comisario porque no dio ninguna respuesta. Esperó unos segundos hasta que volvió a llamar y entró sin esperar. Cuando el comisario entró en la oficina vio a Wolf pensativo leyendo el periódico. Después dijo:—Oh, pensé que te habías olvidado de la cita.—Yo me pregunto cómo puedes pensar eso, comisario. Pasa y ponte cómodo. Te estaba esperando. Quizá me puedas decir algo sobre la noticia de esta mañana en el periódico. Se trata de Mallord. Parece un inglés del siglo pasado, pero aquí él es mucho más jóven, ¿no?—Esto es posible —respondió Ackcermann.

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—Parece atractivo, pero quizá se trate de una foto retocada, ¿no es verdad ?—Yo no estoy seguro, pero es posible —respondió el comisario.—Dime, Ackermann ¿qué tipo de hombre era ese Mallord ? Seguro que has leído su biografía. —No, eso no lo he hecho, solo he leído el informe que redactó Paola sobre sus estafas.—Oh, pensé que lo habías hecho. —No, pero me he formado una idea muy precisa de él.Wolf levantó los ojos y dejó de leer el periódico, y poniéndolo a un lado dijo. —Si es así te escucho :—Los depredadores como Mallord caminan despacio, sin llamar la atención y sigilosamente se aproximan a las víctimas, se agachan y se arrastran simulando ser felinos y en el momento menos esperado atacan. Así me imagino yo a Mallord y a los estafadores en general —dijo Ackermann. Entonces no sabemos con exactitud cómo son esos felinos depredadores, preguntó Wolf.El comisario observó que todavía estaba pensativo y posiblemente no hubiera seguido con ese intercambio de palabras sobre los farsantes pero luego añadió: —Europa sufre una peste en este sentido, en la política, en la economía, en todas las esferas y actividades humanas pueden encontrarse esos depredadores. Mallord pertenecía a la especie de los esnobistas, pero no hay solo esa especie, están también la especie de los loyales, la de los mutantes, la de los semejantes, la de los agitados, la de los intelectuales, afables, reputados, extrovertidos y respetados, y otras muchas más.—¿Y esas también se arrastran ? —pregunto Wolf.—No solo eso, también suelen trepar —respondió Ackermann.—Tú afirmas que así son los estafadores, comisario Ackermann. —Verdaderamente así lo creo.—Verdaderamente, comisario, la fotografía de Mallord me lleva a pensar que él es un auténtico estafador. —Un auténtico estafador inglés desde los deciseis años —respondió Ackermann.—Pero todavía no has logrado formarte una idea precisa de quién lo asesinó —dijo Wolf.—¿Verdaderamente así lo crees ?—Eso parece para la opinión pública. Incluso causa la impresión de que Walser tiene algo que ocultar como si este hubiera estado de acuerdo con el negocio que le proponía Mallord. —Esto es muy lamentable y absurdo —dijo Ackermann.—Esto de aquí, comisario, es un periódico, un verdadero periódico, por eso he pagado un precio. Y el tipo de la fotografía es un auténtico estafador inglés, no uno de esos intelectuales, ni reputados, o esnobista, como dices, sino un auténtico estafador inglés —dijo Wolf.—Creo que estás en lo cierto.—¿Me puedes entonces explicar por qué el periódico no informa del asesino de Mallord ? Para mí esto es muy extraño —dijo Wolf.—Es posible que el periódico nos quiera hacer creer opiniones equivocadas porque a estas alturas de la investigación sabemos ya algunas pistas sobre el móvil del crimen que ahí no aparecen — respondió Ackermann.—¿Qué pistas son esas ? —preguntó Wolf.— Ni la prensa, ni los periodistas, solo el crimen en su excitante mezcla entre lo que nos cuenta Walser de Roberts, es el protagonista de la verdad. Quizá me tengas por un fanfarrón, pero qué diría la opinión pública si supiera que estamos sobre una pista decisiva. La noche del crimen en Wädenswil, Mallord estaba solo viendo la televisión o quizá hablando por teléfono con su mujer después de abandonar esta anteriormente el apartamento con sus dos hijas. Me recuerdo que Paola desechó a la mañana siguiente mi teoría del desengaño, ella dijo que debemos adentrarnos por la senda de las huellas para sentir el impacto que ellas producen, sin intermediarios, en nosotros. Pero el pensamiento me acompaño después y me puse en

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contacto con el jefe del departamento de Operaciones Internacionales de la Agencia Nacional inglesa contra el Crimen y me informó sobre la décima edición de la denominada « Operación Captura », con la que cada año las autoridades británicas inician una particular búsqueda de sus delincuentes por la costa mediterránea española. En España es relativamente sencillo pasar desapercibidos a los criminales en urbanizaciones en la costa que son un auténtico laberinto y que cuentan con una gran colonia británica. No en vano, fue en esta zona del sureste español donde residió años atrás y donde cometió dos de los muchos y millonarios fraudes que, desde su juventud, arrastra sobre sus espaldas. Le solicité información de todos los casos de estafas de Mallord en Inglaterra. Yo ya había contado que estaba sobre la pista adecuada porque me puso al corriente de un caso que es el que estamos siguiendo y que quizá nos conduzca al verdadero agresor o agresores— concluyó Ackermann.—Comprendo, Ackermann, de vez en cuando es bueno informarse en otros departamentos extranjeros —dijo Wolf.—Eso es verdad —respondió Ackermann. Un corto silencio se hizo presente en ellos. Después pareció que Wolf había tomado una decisión y dijo:—Comisario, como ya sabes conozco al abogado del estado Müller, que a su vez conoce a un policía que trabajó cinco años en el servicio de estructura criminal, propiedad privada y delitos monetarios y tenía unas metas y modelos muy ambiciosas cuando trabajaba allí. Yo creo que su sueño es trabajar una vez en un caso especial como el que nos ocupa.—¿Y pudo alcanzar sus metas con su modelo ? —preguntó Ackermann.—Oh, no sé, pero cuando pienso en esta oportunidad de trabajar contigo, me puedo imaginar muy bien la expresión de su rostro. Comisario, las bandas de estafadorers en Suiza y en todo el mundo siguen desarrollándose por medio de muchos timos ocultos, se hace necesario de actuar y le he recomendado que entre en tu equipo. El comisario rió levemente cuando escuchó a Wolf decir esto.—Según mi experiencia muchos policías se ven capacitados para desarrollar otras posiciones más altas sin satisfaccer las condiciones para ello. No todos son los adecuados —dijo Ackermann. Wolf por un momento parecía de reflexionar sobre lo que había dicho.—Esto que dices es cierto, comisario. Tú debes de estar contento porque parece que has alcanzado una posición alta, parece que tienes todo bajo control. En lo que se refiere a este caso, no sabría decir más —dijo Wolf.Al comisario no se le ocurrió ninguna réplica a lo que había dicho Wolf. Se levantó de su silla y se disponía a despedirse cuando Wolf se refirió de nuevo al nuevo ayudante mirando al suelo como si allí hubiera descubierto algo. Después de un instante dijo:—En lo que concierne a mi obligación comisario, cumpliré con mi promesa de ayudarte en todo lo que esté a mi alcance. Contemplaré el caso como terminado el día que Thomas Gruber y tú me informéis de haber encontrado al asesino de Mallord.La conversación termino en este punto y el comisario bajó a su oficina que estaba un piso más abajo. Con un papel en la mano entró en su despacho y saludó a Yolanda. —Buenos días Yolanda. ¿Todo en orden?—Todo está perfectamente en orden —respondió.—¿Hay algún problema con el nuevo personal ?—¿Nuevo ?—Sí, hoy o mañana llegará Thomas Gruber, un nuevo policía que va a colaborar conmigo en este caso. Por favor dale la bienvenida y búscale un sitio donde pueda sentarse y trabajar cómodamente, quizá junto a la ventana. Siempre surgen pequeños problemas cuando sin esperar aparece un policía nuevo —dijo Ackermann.—Entonces solo obtendremos provecho de su colaboración —dijo Yolanda.

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Después esta cogió un documento de los muchos que tenía sobre su mesa y dirigió su atención de nuevo a su trabajo. Por un instante no pensó más en ello. El comisario se dirigió a la pizarra y contempló lo que había escrito en ella unos días antes. Después caminó unos pasos y se dio la vuelta hacia Yolanda y le dijo:—Espero que Gruber sea introduciddo en su trabajo correctamente para obtener esos resultados que mencionas —dijo el comisario.—Puedo asegurarte de que así será —respondió Yolanda.—Me alegra de escuchar esto, te lo he dicho porque Gruber no ha trabajado hasta ahora en un caso de estas dimensiones. El comisario dirigió su mirada de nuevo a la pizarra y observó la primera alternativa que había escrito días antes: que se diera una semejanza con la víctima. Entre paréntesis estaba escrito que los sospechosos podrían tener algo en común con Mallord. Reflexionó unos instantes sobre ello. Después se recordó con claridad que en la conversación que había mantenido con el jefe del departamento de Operaciones Internacionales de la Agencia Nacional inglesa, este había mencionado que posiblemente Mallord tuviera en España una relación con un cómplice de allí e incluso que en Inglaterra había tenido una relación con una mujer también. Observó como Yolanda parecía que esperaba que el comisario le dijera algo. —El viernes pasado hablé con el jefe de la Agencia Nacional inglesa —le dijo —. Desgraciadamente tengo que reconocer que es necesario de investigar más en algunos aspectos de nuestra conversación. Tengo el presentimiento que en este tema no podemos ser indulgentes.—¿Cómo debo interpretar esto ? —preguntó Yolanda.—Nos debemos asegurar que en este caso Gruber puede empezar con buen pie, es por ello que es importante de aclarar con las autoridades españolas quién es Marta Sánchez y averiguar quién es la otra mujer inglesa a la que se refirió el jefe de la Agencia Nacional inglesa. Quizá sea necesario llamar a esos dos países para recabar información al respecto — respondió Ackermann.Yolanda permaneció unos segundos largos sin decir nada, luego miró al comisario y su rostro adquirió una cierta tirantez.—Entonces tengo que buscar un traductor que traduzca simultáneamente al teléfono.—Sí, utiliza el nuestro e infórmame del resultado. Es posible que alguien planeara el asesinato en otro lugar, alguien que tuviera algo en común con Mallord —dijo el comisario observando la alternativa número dos en la pizarra.—¿Crees tú, comisario ?—Sí, Yolanda, además necesito que busques todas las personas que hayan tenido algo que ver con Mallord, desde que tenía dieciseis años. Debemos de poner fin a esta desagradable historia, aunque bien sé, que si la suerte no te acompaña, no podremos satisfaccer el deseo de Wolf ni de la opinión pública. —No necesitas seguir insistiendo en ello, comisario, la suerte me ayudará más cuando venga Gruber y me ayude en esa tarea —respondió Yolanda.—Está bien, si alguien pregunta por mí comunícale que he salido a una reunión y que regresaré en unas horas —dijo Ackermann.Thomas Gruber fue a la comisaría después de acercarse a una joyería a recoger su reloj. Estaba de pie con un abrigo largo y unos zapatos relativamente grandes cuando se presentó delante de Yolanda. Esta creyó tener delante de ella a un camaleón porque su mirada giraba en el despacho en todas las direcciones sin necesidad de tener que mover la cabeza de su sitio. A Yolanda su sonrisa le pareció fingida. —Gruber —dijo cuando se presentó.—Hola, yo soy Yolanda. Este es un despacho placentero y espero que tu mesa de trabajo junto a la ventana te guste. El comisario ha salido a una reunión y me ha pedido de darte la bienvenida.

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Gruber reconoció un despacho militar como se podía esperar de un edificio de la policía del siglo pasado dominado por una ventana bastante grande con vistas al rio Limmat y a las torres gemelas de Frau y Grossmünster y con cristales dobles que separaban unas dependencias de otras. Él podía verlas de solo un golpe de vista aunque la luz débil de esa mañana las presentara amarillentas. —No es que no me guste este sitio —dijo Gruber —si no es que todavía no estoy acostumbrado a ello. Pero hay algo que no está en orden en este despacho. —¿Y qué es ? —preguntó por curiosidad Yolanda. —Dicho sinceramente, prefiero tener mi mesa allí detrás —dijo Gruber —señalando con el dedo el lugar adecuado, y a partir de ahora me puedes llamar Thomas. Yolanda preparó un café y algo de confisería para acompañarlo y en ese momento no podía imaginar que el día le tenía preparado algunas sorpresas inquietantes. Cuando terminaron de tomar el café escuchó unos golpecitos en la puerta. No le pareció que, ni en sus pasos ni en su modo de llamar hubiera algo amenazante y dijo: —Veremos quién es. Esto lo había dicho para si misma pero enseguida escuchó como respuesta:—Seguir en vuestros sitios, soy Wolf y vengo a saludar a Thomas Gruber. Me han comunicado que acaba de llegar —dijo. Vieron delante de ellos a un hombre corpulento de más de cinquenta años. Luego se aproximó a la mesa donde estaban y les dio su mano con una naturalidad que les pareció que lo hacía todos los días. Luego intercambió unas palabras con Gruber y permaneció delante de Yolanda en una postura militar. —¿Quiere tomar un café con nosotros ? el comisario llegará en cualquier momento —dijo Yolanda.—Me alegra mucho de escuchar esto, espero de no molestar —dijo Wolf.Yolanda se preguntó quién le había dicho a Wolf que Gruber había llegado. Después respondió que a ella no le molestaba su presencia en absoluto. —Oh, no comandante Wolf, usted es bienvenido, no todos los días recibimos su visita en este despacho.—Espero que os hayáis acostumbrado ya a él —respondió Wolf.El modo como Wolf lo dijo le pareció a Gruber que el comisario era nuevo en el lugar y esperó a que esa apreciación se correspondiera con la verdad. Gruber miró a Yolanda y a Wolf mientras intercambiaban esas palabras y se preguntó lo que habrían hablado de él durante el tiempo que estuvo en la ciudad, recogió su reloj y se comió un bocadillo en un puesto de comida al aire libre. Luego Yolanda rompió el silencio en el sentido de decir:—Estamos todavía organizando el despacho, Gruber acaba de llegar y todavía no ha tenido tiempo ni de quitarse el abrigo. Wolf miró al abrigo de Gruber. Por el corte de él se podía distinguir el talante de su portador. No era fácil de describir a Gruber solo por la ropa que llevaba pero Wolf veía en ello un signo positivo de la elección que había hecho. —El comisario se encuentra en una reunión y pronto estará aquí —dijo Yolanda —. Será una alegría hablar con él. Ackermann es una comisario fino y competente, esto se le nota.Gruber, que hasta ese momento había hablado poco, se inclinó hacía Yolanda y preguntó:—¿Qué debo comprender con ello ? Yo no lo conozco todavía, pero parece que el comisario Ackermann tiene algo que es digno de conocer.Yolanda agachó la cabeza silenciosa y notaba como los rostros de Wolf y Gruber la miraban con atención, después dijo:—No me corresponde a mí hablar sobre las características del comisario pero en relación con esa pregunta después de tantos años trabajando juntos la palabra que mejor lo puede definir es « sed de justicia ».

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Gruber no tuvo la tentación de preguntarle más cosas y pareció quedarse satisfecho con la respuesta de Yolanda. Minutos más tarde llegó el comisario. —Ah, ahí parece que viene alguien, debe de ser el comisario —dijo Wolf.En el momento de decir esto llamó a la puerta y entró el comisario. Apenas dijo buenos días, se levantó Wolf y dijo:—Comisario, este de aquí es Thomas Gruber. El comisario se dirigió a él y le alargó su mano.—Comisario Ackermann —dijo con una sonrisa amistosa cuando Gruber se levantó para saludarlo —. Es una gran suerte de tenerlo en mi equipo. Estoy seguro de que aquí se sentirá como en su casa. —Sí, he sido recibido muy amablemente por su secretaria —dijo Gruber.El comisario tomó asiento en la mesa. —¿De de qué parte viene ?—De Thun —dijo Gruber y renunció a dar más detalles.—Muy bonito allí. Tengo un tio que vive cerca de Thun —dijo el comisario.—Yolanda nos ha contando que estuvistes en una reunión —dijo Wolf.El comisario no estaba sorprendido de haber encontrado a Wolf y Gruber en su despacho. Gruber no tenía aspecto de policía, sino de banquero. Le recordó a un director de banco que había conocido en los años de la gran crisis financiera en Zúrich. Era grande y corpulento con los pies bastantes grandes. Tenía una expresión de tirantez en el rostro y sus ojos no paraban de mirar de un lado a otro. Al lado de él, el comisario, parecía un enanito. Mientras que se servía un vaso de agua respondió a Wolf:—Fue una reunión privada con mi exmujer. Hace un año que nos separamos y todavía hay asuntos pendiente que solucionar. Esto desató un sentimiento de curiosidad entre los presentes y el comisario siguió diciendo:—Tenemos un hijo en común que vive no muy lejos de aquí y estudia en la universidad. David ha hecho un par de cosas que ha motivado nuestra reunión.Wolf, que estaba sentado junto al comisario se quedó sorprendido de esa explicación que no esperaba y levantó de la mesa su vaso y lo chocó contra el del comisario. —A tu salud, Ackermann. Yo creo que comprendemos tu situación muy bien y deseo que se mejore lo antes posible. Y que Gruber y tú podáis empezar a trabajar juntos en la aclaración del crimen de Mallord. Esto es lo que me ha movido a venir hoy a tu despacho. —Disculpa —dijo Ackermann —he pensado de que era necesario decirlo, sobre todo, ahora que he recibido refuerzos. No olvido que mi deber como comisario es de aclarar el caso y poner al corriente de ello a Gruber. Por eso he dado hoy instrucciones a Yolanda de preparar una mesa para él. No sé si seréis de la misma opinión que yo pero creo que debemos seguir con nuestra búsqueda con renovado ímpetu. Mallord ha dejado un reguero de historias torcidas por el mundo y haré todo lo que esté en mi mano para averiguar a quién ha perjudicado y quiénes están implicados en su muerte. Me gustaría que Gruber empieze junto con Yolanda esa tarea lo antes posible. Espero que nuestro nuevo compañero no tenga nada que objetar en contra.—No, en absoluto me alegra de haberos conocido personalmente. Ha sido muy agradable, pero tengo que reconocer que estoy un poco cansado del viaje y me gustaría descansar.—Naturalmente —dijo Ackermann —nos hacemos cargo de tu situación. —Quizá nos veamos mañana —dijo Wolf —. Y gracias por el café. Ackermann sintió como los ojos de Wolf lo examinaban de arriba a abajo y quiso decir algo al respecto pero Gruber se anticipó a él y dijo:—Gracias por todo comisario. Me alegro de empezar mañana mi trabajo con vosotros.El comisario se despidió de Wolf y Gruber con una sonrisa y cerró la puerta detrás de ellos.Después vio a Yolanda dirigirse a su mesa de trabajo.

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—Es una pena que se haya ido tan pronto. Ahora que acabas de llegar —dijo Yolanda.—Sí, a mi me hubiera gustado oírle decir algunas palabras sobre su modo de trabajar.Después se dirigió a su mesa y llamó a Esteban.—Sé que no tienes tiempo pero me agradaría saber si sabes algo más del resultado de la autopsia —dijo el comisario mirando varias veces a Yolanda que estaba concentrada buscando algo en Internet.—No, igual que siempre, una pena, todavía tengo que dejar a Mallord reposar en su cama de hielo. ¿Y vosotros sabéis algo más del número de implicados?—Los restos biológicos que encontramos en el apartamento de Mallord pertenecientes a diferentes personas desconocidas siguen siendo la única pista que tenemos —respondió al comisario al otro lado del teléfono —pero son seguramente más de cuatro personas.El tenía seguramente un día duro. Luego el comisario le preguntó si quería disfrutar de una tarde culinaria en su apartamento. —Ah, comisario esto es verdaderamente muy amable de tu parte, pero no sé si debería hacerte trabajar tanto esta noche en la cocina —respondió Esteban.—No es ningún trabajo. ¿Te parecería bien a las siete y media?—Esto sería verdaderamente muy amable de tu parte —repitió Esteban.—Bien, entonces te espero a la siete y media —dijo Ackermann —y podremos hablar juntos sobre lo que has hecho en el congreso forense. —Comisario, tengo que pasarme a comprar unas botellas de vino en casa de Schwander y de paso puedo recogerte con el coche en tu despacho y nos vamos juntos a casa. En caso de que tengas que comprar algo podemos hacer un alto en el camino y ahorrarte una marcha a pie al supermercado dijo Esteban.—Muy amable de tu parte, pero ya he comprado todo. Yo me preocuparé que todo esté preparado cuando llegues y la calefacción encendida. Esta vez tú eres mi invitado, Esteban —dijo el comisario.Esa invitacion era una oportunidad para el comisario de tratar la muerte de Mallord sin restricciones de tiempo ni distracciones de otro tipo y escuchar hablar a Esteban de lo que había vivído en Alemania. El comisario había preparado la invitación con gran cuidado, eran las visperas navideñas y decoró su apartamento con un pequeño árbol de navidad. Esto lo trasladó a un estado que le recordaba los tiempos de su niñez. Esteban debería estar ya de camino, eran las siete y media de la tarde y Ackermann estaba preparando el aperitivo cuando sonó el timbre en la puerta. Ackermann se dio cuenta durante el trayecto hasta ella que se olvidó de encender la velas del árbol de navidad. Esto era una negligencia si se piensa en el cuidado que había puesto en decorarlo. —¡Felíz Navidad ! comisario —dijo Esteban cuando Ackermann abrió la puerta —. He pensado que un Chàteau bauduc Sauvignon Blanc iría bien en esta ocasión. —Me alegra tu visita, Esteban, pero no era necesario de traer ningún regalo, con tu presencia es suficiente —puntualizó Ackermann.—Esta tarde me encuentro esplendido y tu hospitalidad me ha inspirado —respondió Esteban como en señal de que una gran alegría le inundaba el corazón. El comisario lo hizo entrar y lo condujo al comedor. Estaba contento de brindar con el champagner y probar el aperitivo que estaba sobre la mesa. —Hace unos momentos cuando estaba bajando me preguntaba si te gustaría escuchar la música clásica que he traído —dijo Esteban.El comisario sintió un sentimiento de alegría especial y puso la música que Esteban había traído después de rogarle que se sentara para tomar el champagner y encender las velas del árbol.—¿Y cómo van los resultados de tus investigaciones, habéis encontrado ya el arma blanca del crimen ? —preguntó Esteban al tiempo de brindar con el comisario.

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—No, todavía no. Ahora dirigimos nuestra atención a la búsqueda de personas con las cuales Mallord halla podido tener una relación delictiva. Además he recibido refuerzos de un nuevo ayudante, se llama Gruber— dijo el comisario.—Esto tiene que ver seguramente con la circunstancia de haberos alejados de los hechos, del agresor y del motivo del crimen —dijo Esteban.—Yo siempre he estado limitado en mi libertad de movimientos, pero ahora con Gruber espero de que podamos ampliarlos. ¿Y tú Esteban cómo ha ido todo en Alemania?—Yo creo que mi valoración de la conferencia se basa en el solo hecho de que llegué en un momento poco adecuado porque la mayoría de los forenses técnicos más importantes no estaban presentes y no pudieron participar en ella por motivos privados o de enfermedad. El profesor Wienes, y otros renombrados patólogos forenses estaban ausentes. Me lo tomé con humor pero debería de haber pensado que mi intervención sin ellos no sería la misma. Yo era consciente de que el tono de toda la conferencia giraría entorno a este hecho y por ello no fue posible de adentrarnos en terrenos forénses difíciles y discutir sobre temas de un modo adecuado que estaban en el programa, como la fonética y la fonología. Esto se me hizo patente ayer al mediodía cuando salí con el tren de regreso a Zúrich. Pero por otra parte mi viaje no fue del todo inútil ya que tuve oportunidad de saludar a muchos colegas e inferir muchas cosas de otros muchos asuntos relacionados con los métodos forenses nuevos que se utilizan hoy, como por ejemplo, la autopsia virtual que fue el tema de mi disertación.Ackermann escuchó con atención a Esteban y pensó que debía servir la sopa antes de seguir hablando sobre ese tema. —Mira Esteban que sopa de zanahorias que he preparado. Creo que va bien con este tiempo tan frío que tenemos ahora. Yo no estoy seguro si ese es tu deseo pero la última vez que comimos juntos en tu casa me dijistes que era tu sopa preferida —dijo el comisario.Esteban afirmó con la cabeza, luego se sentó, se sirvió una plato de sopa y aprovechó la ocasión para decir al comisario con una sonrisa socarrona:—Oh, mira a tu edad te has convertido en un verdadero cocinero.El comisario no vio en esta observación algo desagradable, él sabía que Esteban era a veces muy socarrón. Esteban era de procedencia latina y su manera de ser era diferente a la zuriquesa. No se sintió herido de ninguna manera porque tampoco quiso ofenderlo, sino solo decirle que la sopa tenía una sabor exquisito. —Yo no me tuve nunca por un buen cocinero —dijo el comisario —pero a la fuerza ahorcan y ahora que vivo solo tengo que aprender a hacer de todo como si fuera un estudiante.—Seguro que esto te mantiene jóven y me pregunto si no deberías cambiar de profesión, visto que el crimen de Mallord es un hueso duro de roer —añadió Esteban siguiendo con su manera encubierta de decir las cosas.Naturalmente que el comisario provó de rechazar con energía lo que había dicho Esteban en relación con el crimen, pero al mismo tiempo reconoció en sus palabras una cierta verdad y esperó a comer la sopa para responder. —No podemos ordenar todavía las cosas como es debido, nuestros especialistas están estudiando las huellas que recogieron en el apartamento donde fue asesinado Mallord ; todo parece indicar que fue allí donde tuvo lugar el crimen, la hora concreta no se puede saber con exactitud. Mallord habló entre las diez y las doche de la noche con Marta Sánchez en un área lejos de donde estaba que nos hace suponer fuera de cien kilómetros, es decir ella ya se encontraba huyendo con el coche. Es posible que condujera toda la noche mientras que Mallord estaba en casa. Según nuestras sospechas fue una huída planificada. No era la primera vez que lo hacían. Un año anterior hicieron lo mismo cuando huyeron desde España a Suiza para escapar del acoso de la policía. El arma del crimen no ha sido hallada porque lo más seguro es que el agresor o agresores se la llevaran después del crimen para deshacerse de ella posteriormente.

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—A mí todo me hace pensar que se trate de un asesino desorganizado cuyo móvil fue motivado por un impulso de venganza. Lo más probable es que el asesino piense que los investigadores no puedan llegar a implicarle en los hechos —respondió Esteban dejando la cuchara sobre el plato vacío.—No tenemos indicios suficientes sobre quién o quiénes son los sospechosos o si hubiera habido movimientos entorno a su vivienda antes del crimen, es pronto para sacar conclusiones definitivas. Mallord no era una persona que dejara nada al azar. Lo que echo de menos en todo esto es la llave del apartamento de Mallord, no la hemos encontrado todavía —dio el comisario. —Sí, esto me parece una desaparición muy rara —puntualizó Esteban.—Quizá sea necesario que ampliemos el área de busqueda de los objetos y enseres desaparecidos en la redonda del apartamento. Mañana daré instrucciones a Gruber para que lleve a cabo esta misión.El comisario se levantó de la mesa y recogió los platos de sopa, no queria dar la impresión de ser un mal anfitrión y que Esteban no se sintiera bien servido. Luego sacó el cd que habían escuchado durante el primer plato y puso uno de los suyos. La música despertó la atención de Esteban porque era sin duda la música preferida de él. Cada tono que salía de ella lo transportaba a la India, al mundo del Feng Shui y de la armonía. Y se alegraba de la relación amistosa con el comisario que en ese momento se acercó a servir el segundo plato. —Tengo que decirte que ha sido un desafio hacer este plato, y creo verdaderamente que la cocina puede convertirse en mi pasatiempo favorito. Esteban contempló durante un momento el plato de carne que le había servido el comisario acompañada de unos trozos de polenta de color dorado. Entonces se dio cuenta que la conversación que habían mantenido de alguna manera empezaba a dar sus frutos y le había abierto el apetito y probó de comportarse adecuadamente aunque ya sospechaba que el comisario se habría dado cuenta de lo buena que estaba la carne porque repitió varias veces y cada vez que el comisario llenaba su copa de vino Esteban lo miraba con una sonrisa llena de satisfacción. En el transcurso de la velada hablaron y bebieron suficientemente como para que esto no pudiera notárseles en la expresión de sus rostros al día siguiente.Ackermann apareció en su despacho cuando Gruber estaba abriendo la ventana. Este no estaba todavía seguro de lo que se esperaba de él en una situación del género. Quizá hubiera debido sonreir cuando vio entrar al comisario en la oficina pero solo consiguió reaccionar al saludo del comisario:—Buenos días comisario.—Gruber, en los últimos días mis pensamientos lo ocupan muchas preguntas relacionadas con el crimen. Todavía me encuentro un poco indeciso en algunos puntos e inmerso con muchas dudas en otros por eso he decidido que vayas hoy al lugar de los hechos a buscar en los alrededores del apartamento objetos que pudieran estar relacionados con el crimen. Porque es posible que tú puedas tener más suerte que otros con tus métodos de trabajo.—En lo que concierne a esas preguntas sin respuesta espero de poder ofrecer el servicio profesional que se espera de mí, comisario. Recuerdo que en la prensa se especuló y se hicieron muchas observaciones al respecto —respondió Gruber.—Yolanda te pondrá al día de todo y quiero tener un informe lo antes posible sobre mi mesa — dijo Ackermann.Gruber miró al comisario desde su mesa y murmuró un sonido gutural como si tuviera cosida la boca o fuera mudo.—¿Has dicho algo ? —preguntó Yolanda.—No, solo quería decir que averiguar lo que ha dicho el comisario es algo que creemos fácil y quizá dónde pensemos hallar una cosa, luego en realidad encontraremos otra.—Sí, esto es lo que me ha pasado a mí ahora con esta historia que he descubierto —respondió Yolanda.

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Yolanda miró a la ventana y de nuevo su rostro tenía una expresión de duda como si quisiera descubrir en esa historia el móvil del crimen. Parecía más cansada que de costumbre. Después se levantó y se dirigió al comisario y dijo: —Disculpa comisario, creo que he descubierto una pista importante. No tenía sentido especular de si este u otro suceso hubiera cambiado el resultado de su búsqueda. Posiblemente el comisario sin este descubrimiento no hubiera tenido la oportunidad de descubrir el punto de viraje en el crimen. Leyó la noticia que Yolanda había descubierto y tuvo la impresión de ser esta una oportunidad para aclarar malentendidos y falsas suposiciones que de lo contrario quedarían sin respuesta. —Sin duda que esta es una noticia positiva porque veo que Mallord ha ejercido una presión psíquica muy fuerte sobre esa jóven artista, es necesario de ampliar nuestra área de búsqueda. Parto incluso del supuesto de que esa artista se pueda localizar —dijo el comisario.De este modo la naturaleza de la tercera alternativa se relacionaba con los resultados sospechosos que Ackermann había escrito en la pizarra.—Habla con Gruber —siguió diciéndole en comisario —y pídele que te ayude en esta tarea. Y despues habla con Paola y que haga todo lo posible por localizar a esa jóven artista y organizar una búsqueda digital y poder acceder a su dirección aunque tengamos que visitarla en su país. Mándale un mail con la noticia. Mi hipótesis principal apunta a que Mallord tenía más enemigos de los que creemos; en este caso está claro que abusó de ella. Así lo detalla esta noticia que acabas de pasarme. Ah, se me olvidaba, avísame cuando llegue la mujer de Walser, la he citado hoy aquí a las diez. Fin de la prueba de lectura.