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Vamos, SIM Una Lección en Milagros Paraguay - Dentro de un pequeño templo budista en Shiojiri, Japón, el misionero de 23 años Steven Kunkel, quien es de América del Sur, se sienta frente a un piano de cola y toca una de sus composiciones originales llamada “Creación”. Sentada cerca en el piso, una mujer budista escucha cautivada la música. Ella es la guardiana del templo y del adyacente centro budista de entrenamiento, y le está dando un tour a Steven que está con un pastor japonés y un equipo de medios de IMB. El improvisado concierto se desarrolla después de que Steven divisa el piano y le pide permiso a la mujer para tocarlo para ella. Ella observa y escucha, paralizada, cuando los dedos de Steven se deslizan por el teclado. Cuando él termina, ella quiere oír más. Su siguiente canción, otra original llamada “La batalla”, la deja igualmente cautivada. Al escuchar la música de Steven, yo también escucho mi propio corazón agitarse un poquito. Recuerdo la primera vez que lo oí tocar esas canciones al otro lado del mundo en Asunción, Paraguay. Fue el día después de que él fue nombrado por su iglesia como misionero a Japón. Steven se sentó al piano en la casa de sus padres y compartió su música con el amigo de la familia Jonathan Yao, fotógrafo de IMB, Rebecca Springer y conmigo. Mientras la conmovedora melodía de Steven llenaba la sala, miré brevemente a sus padres, los misioneros de IMB Tim e Iracema Kunkel, que escuchaban cerca. Estamos al servicio del movimiento misionero latino. Encuéntranos también en:

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Vamos, SIM

Una Lección en Milagros

Paraguay - Dentro de un pequeño templo budista en Shiojiri, Japón, el misionero de 23 años Steven Kunkel, quien es de América del Sur, se sienta frente a un piano de cola y toca una de sus composiciones originales llamada “Creación”. Sentada cerca en el piso, una mujer budista escucha cautivada la música.

Ella es la guardiana del templo y del adyacente centro budista de entrenamiento, y le está dando un tour a Steven que está con un pastor japonés y un equipo de medios de IMB. El improvisado concierto se desarrolla después de que Steven divisa el piano y le pide permiso a la mujer para tocarlo para ella.Ella observa y escucha, paralizada, cuando los dedos de Steven se deslizan por el teclado. Cuando él termina, ella quiere oír más. Su siguiente canción, otra original llamada “La batalla”, la deja igualmente cautivada.Al escuchar la música de Steven, yo también escucho mi propio corazón agitarse un poquito. Recuerdo la primera vez que lo oí tocar esas canciones al otro lado del mundo en Asunción, Paraguay. Fue el día después de que él fue nombrado por su iglesia como misionero a Japón.Steven se sentó al piano en la casa de sus padres y compartió su música con el amigo de la familia Jonathan Yao, fotógrafo de IMB, Rebecca Springer y conmigo. Mientras la conmovedora melodía de Steven llenaba la sala, miré brevemente a sus padres, los misioneros de IMB Tim e Iracema Kunkel, que escuchaban cerca.El gozo en sus ojos contaba una historia.Era una historia que comencé a escribir hace más de 13 años cuando Tim e Iracema eran misioneros de IMB en Salto, Uruguay. En aquel entonces yo trabajaba como escritora en la sede de IMB en Richmond, Virginia, pero sabía que Dios me estaba llamando para servirle en el extranjero como misionera.“No hay forma de que yo vaya”, le dije a Dios.Me encantaba viajar al campo misionero reportando historias acerca de los misioneros y sus familias. Pero, ¿ir yo como misionera?“Por favor, no me hagas hacer esto”, oré.

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Tenía muchas excusas y se las expresaba cada una a Dios; frecuentemente.“Olvídalo, Señor”, oraba realmente. “No tengo lo que se necesita”.¿Qué se necesita?

En medio de esa lucha, pasé una semana con la familia Kunkel en Uruguay. Steven solo tenía 10 años; su hermano mayor, John Glenn, tenía 12. Su hermana mayor, Julia, ya había dejado el hogar para asistir a la universidad.Con los pies en la tierra, auténtica y agradablemente Tim e Iracema abrieron su hogar a un fotógrafo y a mí esa

semana.En una entrevista que nunca olvidaré, la pareja compartió cándidamente lo que experimentaron el día que supieron que Steven tenía autismo, un desorden cerebral evolutivo causante de problemas en la comunicación, el comportamiento y la interacción social.“Fue como si perdiera a un niño y otro hubiera nacido”, recordó Iracema. “Pero yo sabía que Dios tenía un plan para Steven”.“Al principio pensé: ‘Nada más empaquemos y vámonos a casa'”, admitió Tim. “Pero entonces me di cuenta de que cuando Dios nos llamó a la misiones, él sabía los hijos que íbamos a tener. Él permitió que esto pasara y él tiene un propósito en esto”.Los Kunkel vieron ese propósito desplegarse al estar fieles a su llamado misionero y al tratar de ayudar a Steven y a sus otros dos hijos a llegar a ser todo para lo que Dios los había creado que fueran. Al mismo tiempo, ellos compartían el evangelio, entrenaban a líderes uruguayos de iglesia y ayudaban a los bautistas uruguayos a iniciar iglesias.Debido a que Uruguay ofrecía pocos programas educativos para niños con autismo, Iracema estudió educación especial para poder enseñarle a Steven ella misma. Pronto, Dios abrió puertas para compartir a Cristo con familias uruguayas afectadas por el autismo. Otras puertas se abrieron a través de la amistad de los Kunkel con los uruguayos.

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“Muchas personas piensan que hemos estado lidiando con algo trágico” dijo Tim. “Pero cuando se dan cuenta que no sentimos de esa manera, nos ayuda a ser testigos del poder de Dios”.Yo vi ese poder una noche en un restaurante mientras compartía una comida con la familia Kunkel. Después de comer, Steven caminó hasta el encargado del restaurante y lo miró directo a los ojos.“¿Tiene helados?” preguntó en español.Sus padres miraban, asombrados de hasta dónde Dios había llevado a Steven. Seis años antes Steven no podía hablar inglés, mucho menos español.“Él es un milagro andante”, dijo Tim.Iracema añadió: “Una lección que he aprendido a través de Steven es que esos milagros no siempre suceden en un abrir y cerrar de ojos. Algunas veces Dios hace milagros a través de un largo proceso usando diferente tipo de personas.“El autismo nunca se cura. Pero yo siento que Dios ha ido sanando a Steven poquito a poco”.Después de regresar a Richmond, oré por las palabras correctas para contar esta historia familiar.“Llámala, ‘Una lección en milagros'”, parecía que Dios me decía.Poco después de eso, Dios hizo un milagro en mí también. Cinco meses después de que la historia fue publicada, yo fui nombrada como misionera de IMB.En los años que siguieron, perdí contacto con los Kunkel. Pero el año pasado en una reunión en Chile, oí que Iracema me llamaba.“Cuando vi tu nombre en la lista [de participantes], ¡no pude esperar para hablar contigo!” dijo. “¡No vas a creer lo que pasó con Steven! ¡Va a ser misionero en Japón!”

Durante la comida al día siguiente, ella y Tim compartieron el resto de la historia.A la edad de 15 años en Uruguay, Steven sintió el llamado de Dios a Japón. No había ningún japonés que viviera en Salto, así que Steven comenzó a tratar de aprender japonés por sí mismo. Iracema le compró un manual de conversación en japonés y él pronto lo dominó todo.

“Él no podía dejar de hablar de Japón”, recordó ella.

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Al año siguiente, IMB transfirió a los Kunkel a Paraguay, donde viven muchos inmigrantes japoneses. Steven asistió a la escuela japonesa, sirvió en una iglesia japonesa-paraguaya y aprendió a hablar y a leer japonés. En 2011 Steven visitó Japón con el amigo de la familia, Jonathan Yao, y ese viaje le abrió la puerta para servir como misionero voluntario allá.Tres semanas después de ver a los Kunkel en Chile, fui a Paraguay para asistir al servicio de nombramiento de Steven en la iglesia japonesa-paraguaya en Asunción.“He sentido hoy que muchas preguntas acerca del autismo de Steven han sido contestadas, como si un velo se hubiera levantado de mis ojos y estuviera viendo esto a través de los ojos del Señor”, me dijo Iracema después del servicio. “Estoy pensando, ‘para este día naciste, Steven'”.Unos meses después, también vi algunas cosas a través de los ojos de Dios.En la provincia japonesa de Nagano, nuestro personal de medios de IMB entrevistó a Steven acerca de su trabajo como misionero allá. Steven compartió lo que Dios había hecho en su vida.“Mi versículo favorito es Filipenses 4:13: ‘Todo lo puedo en Cristo que me fortalece'”, dijo Steven. “No importa lo incapacitado que usted sea o en qué clase de casa usted viva o de cuál país sea o de la raza que sea, usted solo sabe que si Dios está con usted, ¿quién pueda estar en contra suya?, porque a través de él podemos hacer todas las cosas”.Él añadió: “Estoy llevando a cabo el trabajo que Dios me llamó a hacer y siento que estoy siguiendo mi visión y mis sueños de lo que Dios quiere que yo haga en esta tierra”.Al escuchar la entrevista de Steven ese día, me di cuenta de que yo también estaba siguiendo el sueño de Dios para mí.“Gracias Señor por tu ‘lección en milagros'”, oré.

“…porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10).

Por la Junta de Misiones Internacionaleshttp://hispanos.imb.org/

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