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“Devocionario de Santiago, 1 y 2 Pedro y Juan Pastor Alex Donnelly LA EPÍSTOLA DE SANTIAGO Esta carta fue escrita por Jacobo. No el apóstol Jacobo, quien murió a una temprana fecha (Hch 12:2), sino Jacobo el hermano de Cristo (Mat 13:55), quien llegó a ser el líder de la iglesia en Jerusalén (Hch 15:13). Aunque no era un apóstol, Pablo lo describió como una de las columnas” de la Iglesia en Jerusalén (Gál 2:9), y fue casi la primera persona a quien Pablo visitó cuando fue a Jerusalén (Gál 1:19). Aunque la RV lo nombra, “Santiago” (Sant 1:1), el texto original en griego dice, ‘Iakobos’ (‘Jacobo’). El nombre, ‘Santiago’, se deriva de la abreviación de ‘Sanctus Iacobus’, que es como la Vulgata (la versión antigua de la Biblia en latín) lo nombra. Jacobo o Santiago (que es como lo llamaremos a partir de este momento, para evitar confusión) murió como mártir en el año 62 d.C. Por lo tanto, esta carta fue escrita antes de esa fecha. Algunos piensan que la carta fue redactada alrededor del año 50 d.C., que la hace uno de los primeros escritos del Nuevo Testamento. La carta de Santiago está dirigida a judíos que vivían fuera de Palestina (Sant 1:1), y refleja su trasfondo cultural judío. Por ejemplo, en Sant 2:2, la palabra, “congregación”, es la traducción del término, ‘sinagoga’. La Iglesia es presentada como si fuera una sinagoga judía. Aún no se había dado la separación entre la Iglesia y el judaísmo. Otra evidencia del contexto judío de esta carta es el nombre de Dios en Sant 5:4, “Señor de los ejércitos”. Aunque el autor era el hermano de Cristo, y llegó a ser el líder de la Iglesia en Jerusalén, se describe a sí mismo simplemente como, “siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (Sant 1:1). ¡Qué linda sencillez! A lo largo de la carta, Santiago mantiene esa humildad personal, tratando a sus lectores como “Hermanos míos” (Sant 1:2; 2:1; 3:1) o “Amados hermanos míos(Sant 1:16, 19; 2:5). Al buen estilo judío, la carta de Santiago pone mucho énfasis sobre la vida práctica – el manejo de la ira (Sant 1:19-20), el control de la lengua (Sant 1:26; 3:1-12), el cuidado de los necesitados (Sant 1:27), la separación del ‘mundo’ (Sant 4:4), el peligro de juzgar a los hermanos (Sant 4:11-12), y la vanidad de las riquezas (Sant 5:1-3). 1

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“Devocionario de Santiago, 1 y 2 Pedro y Juan”Pastor Alex Donnelly

LA EPÍSTOLA DE SANTIAGO

Esta carta fue escrita por Jacobo. No el apóstol Jacobo, quien murió a una temprana fecha (Hch 12:2), sino Jacobo el hermano de Cristo (Mat 13:55), quien llegó a ser el líder de la iglesia en Jerusalén (Hch 15:13). Aunque no era un apóstol, Pablo lo describió como una de las “columnas” de la Iglesia en Jerusalén (Gál 2:9), y fue casi la primera persona a quien Pablo visitó cuando fue a Jerusalén (Gál 1:19).

Aunque la RV lo nombra, “Santiago” (Sant 1:1), el texto original en griego dice, ‘Iakobos’ (‘Jacobo’). El nombre, ‘Santiago’, se deriva de la abreviación de ‘Sanctus Iacobus’, que es como la Vulgata (la versión antigua de la Biblia en latín) lo nombra.

Jacobo o Santiago (que es como lo llamaremos a partir de este momento, para evitar confusión) murió como mártir en el año 62 d.C. Por lo tanto, esta carta fue escrita antes de esa fecha. Algunos piensan que la carta fue redactada alrededor del año 50 d.C., que la hace uno de los primeros escritos del Nuevo Testamento.

La carta de Santiago está dirigida a judíos que vivían fuera de Palestina (Sant 1:1), y refleja su trasfondo cultural judío. Por ejemplo, en Sant 2:2, la palabra, “congregación”, es la traducción del término, ‘sinagoga’. La Iglesia es presentada como si fuera una sinagoga judía. Aún no se había dado la separación entre la Iglesia y el judaísmo. Otra evidencia del contexto judío de esta carta es el nombre de Dios en Sant 5:4, “Señor de los ejércitos”.

Aunque el autor era el hermano de Cristo, y llegó a ser el líder de la Iglesia en Jerusalén, se describe a sí mismo simplemente como, “siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (Sant 1:1). ¡Qué linda sencillez! A lo largo de la carta, Santiago mantiene esa humildad personal, tratando a sus lectores como “Hermanos míos” (Sant 1:2; 2:1; 3:1) o “Amados hermanos míos” (Sant 1:16, 19; 2:5).

Al buen estilo judío, la carta de Santiago pone mucho énfasis sobre la vida práctica – el manejo de la ira (Sant 1:19-20), el control de la lengua (Sant 1:26; 3:1-12), el cuidado de los necesitados (Sant 1:27), la separación del ‘mundo’ (Sant 4:4), el peligro de juzgar a los hermanos (Sant 4:11-12), y la vanidad de las riquezas (Sant 5:1-3).

Podemos resumir el contenido de la carta, usando el siguiente análisis de Santiago:

1. La Auténtica Espiritualidad (Sant 1:2-27): soporta las pruebas, resiste las tentaciones, y escucha la Palabra de Dios.

2. La Auténtica Fe (Sant 2:1 – 3:12): se muestra por la imparcialidad, buenas obras, y el control de la lengua.

3. La Auténtica Sabiduría (Sant 3:13 – 5:20): viene de Dios, es pacífica, da buenos frutos, se aparta del ‘mundo’, manifiesta humildad, no es seducida por los bienes materiales, tiene paciencia, y ora.

1 de Diciembre (Sant 1:1-8) ‘Cómo Reaccionar Antes las Pruebas’

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Los creyentes a quienes está dirigida esta carta estaban pasando por momentos difíciles (“pruebas”, v.2). Santiago les dice algo muy extraño: “tened [a esas pruebas] por sumo gozo” (v.2). ¿Cómo puede decir semejante cosa? Por la sencilla razón que sabe que en el plan de Dios, las pruebas tienen un propósito benéfico. Las pruebas producen “paciencia” (v.3). La palabra en griego significa ‘perseverancia’; es la habilidad de seguir adelante en la vida cristiana, a pesar de las luchas y las dificultades. Sin embargo, para que las pruebas resulten en perseverancia, el creyente tiene que tener la actitud correcta – tiene que estar dispuesto a esperar que Dios cumpla Su buena obra en él (v.4).

Para ello, es importante tener sabiduría. Lamentablemente, no siempre reaccionamos bien ante los sufrimientos en la vida cristiana. Por eso Santiago nos aconseja pedir a Dios la sabiduría necesaria para entender Sus propósitos en nuestras vidas (v.5); es decir, para saber lo que Él está queriendo hacer en nosotros por medio de las pruebas (ver Rom 5:3-5).

EJEMPLO: A Job le hacía falta esta sabiduría. Ante sus terribles pérdidas, Job primero reaccionó bien (Job 1:20-21; 2:9-10). Pero luego, comenzó a maldecir el día de su nacimiento (Job 3), y a cuestionar a Dios (Job 7). Dios tuvo que enseñar a Job sabiduría (Job 38-41), lo que produjo en él mayor entendimiento espiritual (Job 42:1-6).

‘Si vamos a pedir a Dios sabiduría, hay que hacerlo confiando que Él nos va a contestar’, dice Santiago; porque si dudamos de la bondad de Dios, no recibiremos respuesta a nuestro pedido (v.6-7). No debemos ser una persona de “doble ánimo” (v.8). En el idioma original del Nuevo Testamento (griego), la expresión, “doble ánimo”, es ‘dos almas’. Indica una persona que es a veces ‘espiritual’, y a veces ‘carnal’. A veces mira las cosas desde una perspectiva divina, y a veces desde una perspectiva humana. A veces entiende que Dios está queriendo hacer algo en él o en ella para su bien espiritual, y a veces simplemente se queja de sus sufrimientos, como una persona inconversa. ‘Eso no está bien’, dice Santiago; ‘si eres así, Dios no te dará la sabiduría para entender tus sufrimientos’.

REFLEXIÓN: ¿Estamos experimentando pruebas en nuestra vida cristiana? ¿Cómo estamos respondiendo ante esas pruebas? ¿Estamos pidiendo a Dios sabiduría para entender lo que Él quiere hacer en nosotros? ¿Estamos pidiendo con fe?

2 de Diciembre (Sant 1:9-18) ‘Resistiendo la Tentación’

Parte de la sabiduría divina es evaluar la vida a la luz de la eternidad y el plan de salvación. Por eso, el creyente (“hermano”) que es pobre, debe alegrarse por su riqueza espiritual (v.9). Dios lo ha ‘exaltado’ a ser Su hijo (ver 1 Sam 2:7-8). En cambio, el que es “rico” (v.10), y no es creyente, debe considerar que a la larga “se marchitará” (v.11). Para dicha persona, sería sabio dejar de confiar en las riquezas, y buscar a Dios.

Volviendo al creyente, Santiago describe la importancia de responder bien ante las tentaciones que se presentan en la vida (v.12-15). En primer lugar, cuando un creyente es tentado, nunca debe echarle la culpa a Dios (v.13). ¡Dios nunca nos incitará a cometer pecado! Aunque muchas tentaciones vienen de Satanás (por ejemplo, Mat 4:1-12), por lo general las tentaciones vienen de nosotros mismos (v.14). La “concupiscencia” es un fuerte deseo que surge de nuestro interior; puede ser un deseo del cuerpo o de la mente (Efe 2:3). Esos deseos (por ejemplo, el

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hambre), no son en sí pecaminosos; se vuelven pecaminosos cuando procuramos satisfacerlos en forma indebida, en contra de la ley de Dios.

El problema con los deseos de la ‘carne’ es que fácilmente nos ‘seducen’ (v.14b). Nos engañan, insinuando que si los satisfacemos, seremos realmente felices; o que tenemos el derecho de satisfacerlos; o que si no satisfacemos esos deseos naturales, nuestras vidas estarán vacías y sin sentido. Pero Santiago nos aclara cuál es la verdad del asunto (v.15). Si satisfacemos esos deseos en forma indebida, entonces cometeremos pecado; y si vivimos en el pecado, al final moriremos. Por otro lado, si resistimos la tentación, seremos recompensados por Dios, recibiendo “la corona de vida” (v.12b). En esta manera, Santiago coloca delante de nosotros dos caminos – uno que lleva a la vida, y el otro que lleva a la muerte; y nos exhorta a no errar en nuestra elección (v.16).

Para animar a los creyentes del primer siglo a escoger el buen camino, Santiago les hace recordar que Dios es el Autor de “toda buena dádiva y todo don perfecto” (v.17a). Él es nuestro Padre Celestial (v.17). ¡Él quiere que disfrutemos la vida! Por Su Espíritu Santo nos hizo renacer “por la palabra de verdad” (= el evangelio, v.18). Él tiene grandes planes para nosotros. A la luz de todo esto, debemos aprender a rechazar las tentaciones, y a vivir vidas que agradan a Dios.

REFLEXIÓN: ¿Hay alguna tentación en la cual caemos repetidas veces? ¿Por qué lo hacemos? Sería mejor reflexionar sobre la advertencia de Santiago, en los v.14-15, y pedir a Dios Su ayuda para decir ‘no’ a la tentación. Animémonos con la promesa del v.12.

3 de Diciembre (Sant 1:19-27) ‘Leyendo la Palabra de Dios’

Cuando pasamos por momentos difíciles (v.2), y no sabemos qué hacer (v.5), es importante escuchar la voz de Dios. Él nos habla por medio de la Biblia; pero eso no ocurre automáticamente, cada vez que leemos la Biblia. Muchos creyentes leen la Biblia sin escuchar la voz de Dios. Para aprovechar bien de la Biblia tenemos que hacer tres cosas:

1. ESCUCHARLA. Si queremos soportar la prueba debemos aprender a escuchar la voz de Dios, hablándonos por medio de Su Palabra. Santiago nos da ciertas pautas para ayudarnos a hacer eso.

- ‘Deja de hablar’ (v.19a). Job no escuchó la voz de Dios hasta que dejó de reclamarle al Señor por la aparente injusticia de sus sufrimientos.

- ‘No te enojes con Dios’ (v.19b-20). La ira tapa nuestros oídos espirituales.

- ‘Apártate de todo pecado’ (“desechando toda inmundicia y abundancia de malicia”, v.21a). No podemos escuchar bien la Palabra de Dios si estamos viviendo en el pecado.

2. RECIBIRLA. No es suficiente escuchar la Palabra de Dios. Hay que interiorizarla; recibirla en nuestros corazones. ¿Cómo hacemos eso? Santiago nos orienta:

- ‘Sé dócil’ (“recibid con mansedumbre…”, v.21b). Si leemos la Biblia con enojo en nuestros corazones contra Dios, por las pruebas que estamos

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pasando, no aprovecharemos de la Palabra de Dios. Tenemos que escuchar la Palabra con mentes tranquilas.

- ‘Entiende la importancia de la Biblia’ (“la cual puede salvar vuestras almas”, v.21c). Las pruebas son difíciles; por lo general afectan nuestros cuerpos o nuestras emociones. Lo que Dios quiere hacer es salvarnos. Si las pruebas ayudan a eso (v.3-4), Dios las permitirá. La Biblia nos ayudará a entender la importancia de nuestras vidas (“almas”).

- ‘Estudia la Palabra’ (“el que mira atentamente en la perfecta ley”, v.25). No es suficiente leer la Biblia, hay que meditar en ella (Sal 1:1-3); estudiarla. Así el mensaje de la Biblia llegará a ser parte de nosotros.

3. OBEDECERLA. Esta es la parte más importante. Leemos la Biblia no sólo para conocer o entender ciertas cosas, sino para cambiar nuestro comportamiento (v.25). Lamentablemente, muchos de nosotros somos como el ejemplo que usa Santiago (v.23-24). ¡No nos engañemos (v.22, 26)!

Santiago resalta dos aspectos fundamentales de nuestro comportamiento como creyentes (en medio de las pruebas de la vida):

i. La compasión (v.27a).ii. La santidad (v.27b).

Nota: la palabra “religioso” (v.26) debe entenderse en el sentido de ‘espiritual’, y la frase, “La religión pura y sin mácula” (v.27), en el sentido de ‘La verdadera espiritualidad’.

REFLEXIÓN: ¿Qué cosas debemos tomar en cuenta, y aplicar en nuestras vidas, para mejorar nuestra lectura de la Palabra de Dios?

4 de Diciembre (Sant 2:1-13) ‘Haciendo Acepción de Personas’

Pablo generalmente empieza sus cartas con doctrina (por ejemplo, Efe 1-3), y luego va a la práctica (Efe 4-6). Pero Santiago une las dos cosas, enfatizando aspectos doctrinales en la medida que va tratando temas prácticos. En este pasaje Santiago trata el tema de la parcialidad, y comienza indicando que hay una profunda incongruencia entre la acepción de personas y la fe cristiana (v.1). Es interesante notar que Santiago, a pesar de ser el (medio) hermano de Cristo, lo describe como “nuestro glorioso Señor Jesucristo”.

El tema de la parcialidad en la iglesia no es nada nuevo. ¡Qué tremenda tentación es para los creyentes tratar mejor a una persona rica, que llega de visita a la iglesia, que a una persona común y corriente (v.2-3)! Santiago no tiene temor de denunciar eso como pecado (v.4). ¿Qué serían los “malos pensamientos” que él menciona en el v.4? Quizá cosas como el deseo de sacar provecho personal de los ricos, etc. O, que como “jueces” que se atreven a juzgar a los que llegan de visita, dichos creyentes tienen ‘malos criterios’.

El autor procede a mencionar varias razones por la cual la parcialidad a favor de los ricos es un grave error (es aquí donde empezamos a ver los aspectos doctrinales):

1. Es pasar por alto los criterios que Dios tiene en la elección (v.5). En esto, Santiago concuerda completamente con Pablo (1 Cor 1:26-29).

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2. Es favorecer a las personas que los maltratan (v.6b).

3. Es tratar bien a aquellos que “blasfeman” el nombre de Cristo (v.7).

NOTA: Santiago escribe a judíos (ver Sant 1:1b). Las personas que los oprimían eran probablemente judíos también. Un judío no hablaría mal de Dios (“blasfeman”), pero sí hablaría mal de Cristo, cuyo nombre “fue invocado” sobre los creyentes cuando se bautizaron (v.7). Pablo se describe como “blasfemo” entes de su conversión (1 Tim 1:13).

4. Es infringir la ley de Dios (v.8-9). Santiago procede a afirmar que quebrantar una ley (por ejemplo, la que ordena, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, v.8) es equivalente a quebrantar cualquier otra ley (por ejemplo, la que dice, “No matarás”, v.11). ¡Dios no hace acepción de leyes!

En su vida diaria, el creyente debe tomar en cuenta dos grandes principios:

i. Un día seremos juzgados (v.12). Santiago ya mencionó “la ley de la libertad”, en Sant 1:25. La ley de Moisés esclavizaba; la ‘ley’ de Cristo libera – porque la obedecemos libre y espontáneamente (por obra del Espíritu Santo y la nueva naturaleza que Dios nos da).

ii. La actitud de ‘misericordia’ debe triunfar sobre la actitud de ‘juicio’ (v.13).

REFLEXIÓN: Evaluemos honestamente nuestros corazones, y preguntémonos si a veces somos culpables de hacer acepción de personas (dentro o fuera de la Iglesia).

5 de Diciembre (Sant 2:14-26) ‘La Evidencia de la Fe’

Uno de los problemas que ha afectado el testimonio de la Iglesia a lo largo de los siglos es la presencia de personas en la Iglesia que dicen creer en Cristo, pero cuyas vidas no lo manifiestan; es decir, viven vidas poco o nada transformadas. La ‘fe’ de tales personas es nada más que una creencia intelectual. Santiago indica que tal ‘fe’ no salva (v.14), porque es una fe “muerta” (v.26).

Santiago usa un ejemplo para ayudar a sus lectores a entender lo inútil que es una ‘fe’ intelectual (v.15-16). El buen deseo (“calentaos y saciaos”), no abriga ni alimenta a una persona necesitada; se requiere algo más que palabras. De igual modo, simplemente decir, ‘yo creo en Cristo’, no es suficiente; se requiere alguna acción que evidencie la realidad de dicha fe. Según Santiago, la única evidencia que realmente vale es la evidencia de las obras (v.18). Una ‘fe’ que no produce buenas obras, es inerte, estéril, muerta.

Santiago lo confirma con tres ejemplos:

i. Los DEMONIOS (v.19): Ellos creen en Dios, pero no hacen nada por arrepentirse. Su ‘fe’ es inútil en cuanto a la salvación.

ii. ABRAHAM (v.21-23): Tuvo una verdadera fe, que se manifestó en la disposición de ofrecer a Isaac en sacrificio a Dios (ver Heb 11:17-19).

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iii. RAHAB (v.25): Evidencio la realidad de su fe, protegiendo a los espías.

Según Santiago, no se puede separar la fe de las obras (v.22); las dos cosas siempre van juntas. En el v.24, Santiago hace una afirmación que ha generado mucho debate: “el hombre es justificado por las obras”. Dicha afirmación parece contradecir lo que Pablo dice en Rom 4:2-5 y Efe 2:8-9. La aparente contradicción entre Santiago y Pablo desaparece cuando tomamos en cuenta el v.23. Lo que Santiago está diciendo es que la fe que justificó a Abraham, fue una fe que hizo obras.

Pero, para no equivocarnos en nuestra interpretación del v.24, habría que hacer una aclaración importante. Las obras no son la causa de nuestra justificación, sino el fruto de la fe que nos justifica (salva). Dios nos perdona, no porque hemos hecho buenas obras, sino porque creemos en Cristo. Pero, esa fe en Cristo produce buenas obras. ¡Esa es su naturaleza! Por consiguiente, si alguien dice tener fe, pero su fe no produce buenas obras, entonces esa ‘fe’ no es más que una creencia humana, y no salva.

REFLEXIÓN: Heb 11 está lleno de ejemplos de buenas obras que evidencian la realidad de la fe de los héroes del Antiguo Testamento. Si tuviéramos que añadir nuestro nombre a esa lista, ¿qué obras pondríamos como evidencia de la realidad de nuestra fe?

6 de Diciembre (Sant 3:1-12) ‘El Peligro de la Lengua’

El estilo de Santiago es comenzar cada nuevo tema con la frase, “Hermanos míos” (v.1), o algo parecido. En este pasaje, él se dirige a los que deseaban ser maestros en la iglesia. Les aconseja a que lo piensen bien, porque los que enseñan serán juzgados con mayor exigencia (v.1b). El peligro para el maestro no es sólo que podría equivocarse en su enseñanza, sino que podría ser culpable de hacer mal uso de su lengua (v.2). ¡Es tan fácil ofender a otros con lo que decimos! Para no caer en esa trampa hay que aprender a ‘frenar’ la lengua. El que aprende a hacerlo, es un “varón perfecto” (= ‘maduro’).

Santiago usa dos ejemplos para ilustrar que algo pequeño puede tener un impacto grande. Un “freno” (el cilindro de metal que se pone en la boca del caballo) sirve para controlar y guiar toda la fuerza de un gran caballo (v.3). Un pequeño “timón” puede determinar la dirección que tomará una embarcación, juntamente con los tripulantes y el cargamento abordo (v.4). Lo que Santiago desea recalcar, por medio de estos ejemplos, es que el buen uso de la lengua puede ayudarte, no sólo a guiar bien tu propia vida, sino también guiar bien la vida de otros. ¡Ese es el desafío para los que predican y enseñan en la iglesia!

Pero la triste realidad es que muchas veces usamos mal la lengua. Con ella nos jactamos de grandes logros, provocando un malestar en los que nos escuchan (v.5a). Santiago compara la iglesia con un “grande bosque”, que fácilmente es incendiado por “un pequeño fuego” – una palabra imprudente, que provoca tremendas reacciones en otros en la congregación (v.5b).

¿Por qué es la lengua tan dañina? En los v.6 y 8, Santiago ofrece una serie de explicaciones:

- Es “un fuego” (v.6a); es decir, es algo altamente peligroso.

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- Es “un mundo de maldad” (v.6a); la lengua es capaz de toda una serie de maldades verbales.

- Está “inflamada por el infierno” (v.6b); Satanás mismo se encarga de usar nuestras lenguas para el mal.

- Es “un mal que no puede ser refrenado” (v.8b); es tremendamente difícil domar la lengua. ¡Es mucho más fácil domar un animal salvaje (v.7), que ‘domar’ la lengua!

- Está “llena de veneno mortal” (v.8c); el mal uso de la lengua ‘envenena’ relaciones, matando amistades, y arruinando familias y matrimonios.

La maldad latente en la lengua nos lleva a maldecir a nuestro prójimo, habiendo primero bendecido a Dios, el Creador de nuestro prójimo (v.9). Con vehemencia Santiago declara, “Hermanos míos, esto no debe ser así” (v.10b). Tal uso de la lengua es totalmente antinatural (v.11-12); sin embargo, tenemos que reconocer que todos los días hacemos precisamente eso.

REFLEXIÓN: ¿Evalúa cómo usas tu lengua? ¿Eres culpable de usarla para jactarte de algo en tu vida? ¿Alguna vez has afectado un vínculo familiar o una amistad por el mal uso de la lengua? Pidamos a Dios que nos ayude a controlar nuestra lengua. Debemos escuchar antes de hablar (Sant 1:19).

7 de Diciembre (Sant 3:13-18) ‘Dos Clases de Sabiduría’

En el v.13, Santiago une tres temas importantes que viene tratando:

i. La importancia de la sabiduría (Sant 1:5).ii. La importancia de las buenas obras (Sant 2:14-26).iii. La importancia de controlar la lengua; “mansedumbre” (Sant 3:1-12).

Pero la mansedumbre se debe aplicar a cada área de nuestras vidas, y no sólo al uso de la lengua. Por ejemplo, debemos controlar nuestros sentimientos (“celos amargos”, v.14a), para que no nos lleven a jactarnos o a mentir (v.14b).

EJEMPLO: El pecado de Ananías y Safira (Hch 5:1-11). Su celo del cariño y la estima que muchos tenían hacia Bernabé, por lo que él había hecho (Hch 4:36-37), los llevó a hacer lo mismo (Hch 5:1). Se jactaron de estar dando todo a la iglesia, pero mintieron (Hch 5:3-4, 8).

La ‘sabiduría’ que se jacta y miente no es una sabiduría que viene de Dios, sino que es “terrenal, animal, diabólica” (v.15). Es “terrenal”, porque actúa según los valores de este ‘mundo’ (Fil 3:19b; 1 Cor 2:6b-8); es “animal”, porque se basa sobre los sentimientos y los impulsos de la ‘carne’ (el ‘hombre natural’, 1 Cor 2:14; el hombre ‘sensual’, Judas 19; ‘animales irracionales’, Judas 10b); y es “diabólica”, porque es una ‘sabiduría’ impulsada por Satanás, que no conoce nada del temor de Dios. Dicha ‘sabiduría’ sólo produce “perturbación y toda obra perversa” (v.16b). Por lo tanto, hay que ejercer dominio propio, y no dejarse llevar por celos y contiendas (v.16a).

La verdadera sabiduría (para vivir correctamente) viene de Dios (“de lo alto”, v.17a), y tiene características muy diferentes a la ‘sabiduría’ de este mundo. Esta sabiduría es “pura, pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (v.17b). El resultado de una vida dirigida por dicha sabiduría es “justicia” y “paz” (v.18).

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REFLEXIÓN: Evaluemos la clase de ‘sabiduría’ que rige en nuestras vidas. ¿Produce pecado y contiendas, o produce justicia y paz? ¡Seamos honestos con nosotros mismos! ‘Por los frutos los conoceréis’.

8 de Diciembre (Sant 4:1-10) ‘Batallando Contra los Deseos de la Carne’

Santiago vuelve al tema de las pasiones (v.1; ver Sant 1:14). Hay ciertos placeres carnales muy fuertes, que generan una suerte de ‘guerra civil’ en el creyente (v.1b). Es la lucha entre la ‘carne’ y el Espíritu (Gál 5:17). Esos deseos también generan problemas interpersonales (v.2). ¿Qué debemos hacer frente a estos deseos carnales? En estos versos, Santiago nos indica algunas cosas que nos ayudarán a controlar esos placeres.

i. ORAR. Si hay algo que deseamos tener, y no va en contra de la ley divina, debemos pedírselo a Dios (v.2b). Hay que pedir con fe (ver Sant 1:5); pero también hay que pedir responsablemente; no “para gastar en vuestros deleites” (v.3b).

ii. EVALUAR. Antes de pedirle algo al Señor tenemos que evaluar bien nuestras motivaciones. ¿Nos estamos dejando influenciar por la forma de pensar del ‘mundo’ – incluyendo sus placeres y deleites (v.4)?

iii. DEJARNOS GUIAR POR EL ESPÍRITU SANTO. El Espíritu Santo nos guarda de las tentaciones de la ‘carne’ (v.5). Cuando un creyente desea algo pecaminoso, el Espíritu Santo le hace sentir que a Dios no le agrada eso.

iv. BUSCAR LA GRACIA DE DIOS. Cuando un deseo es muy fuerte, debemos acercarnos al Señor y pedir Su gracia para soportar la tentación (v.6).

v. SOMETERNOS A DIOS (v.7a). Esta es la clave para lograr la victoria en la ‘guerra civil’ que se desata en nuestras mentes y cuerpos (v.1). Hay que dejar que Dios gobierne en nuestras vidas, no esos deseos carnales.

vi. RESISTIR AL DIABLO (v.7b). Si Eva hubiera resistido al diablo, no habría caído en la tentación. José nos da el ejemplo a seguir, cuando resistió la seducción de la esposa de Potifar. Cristo también resistió a Satanás (Mat 4:1-12).

vii. ACERCARNOS A DIOS (v.8). Él es nuestro refugio y pronto auxilio en la tentación. Pero, no es posible acercarnos a Dios sin purificar nuestros corazones (v.8a).

viii. HUMILLARNOS (v.9-10). Tenemos que llorar por nuestros pecados pasados (v.9a), y humillarnos ante Dios, reconociendo nuestra debilidad espiritual (v.10).

Si hacemos estas cosas, Dios nos “exaltará” (v.10b); es decir, nos dará la victoria sobre el mal. De ese modo nos protegeremos contra “los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Ped 2:11).

REFLEXIÓN: ¿Estamos aprendiendo a batallar contra los deseos de la carne? ¿Qué victorias hemos logrado recientemente? ¿Qué debemos hacer para lograr mayores victorias en este campo de batalla espiritual?

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9 de Diciembre (Sant 4:11-17) ‘La Murmuración y la Jactancia’

Santiago vuelve al tema de la lengua. En Sant 3:1, él se dirige a los que querían ser “maestros”; ahora se dirige a la iglesia en general (v.11a). Exhorta a los creyentes a no caer en el pecado de la murmuración (v.11-12). Santiago afirma, ‘Murmurar contra un hermano es juzgar al hermano’ (v.11b). El juicio antecede la murmuración, y a la vez constituye un acto de juzgar (por ejemplo, cuando alguien dice de otro creyente: “el hermano es bien tacaño”).

‘Si haces eso’, declara Santiago, ‘murmuras contra la ley y juzgas la ley’ (v.11c). ¿Por qué dice eso? ¿A qué ley se refiere? A la ley en general; pero específicamente a la ley que dice que debemos amar a nuestro prójimo (Sant 2:8; Lev 19:18). Si murmuramos contra alguien no estamos guardando la ley; y al no guardar la ley estamos murmurando contra ella, y juzgándola. Es decir, estamos afirmando (por medio de nuestras acciones) que la ley hizo mal al prohibirnos murmurar contra alguien.

Dios nos dio la ley (v.12a), y no somos nadie para juzgar el comportamiento de otra persona (v.12c). Sólo Dios “puede salvar y perder” (v.12b). El verbo, “perder” (en griego) significa’ ‘destruir’.

Luego Santiago toca el tema de la jactancia. Al hacerlo, se dirige a los comerciantes (v.13). El mal uso de su lengua consistía en declarar (con cierto orgullo, v.16) lo que ellos iban a hacer: “Hoy y mañana iremos a tal ciudad…”. Se atrevían a decir cuánto tiempo iban a quedar (“un año”) y que el negocio les iba a ir bien (“ganaremos”).

Santiago les advierte de dos grandes verdades:

i. Nadie sabe el futuro (v.14a).ii. Nuestra vida es muy incierta (v.14b).

Ante estas dos grandes realidades, Santiago afirma que debemos decir, “Si el Señor quiere…” (v.15).

El autor sagrado no estaba en contra de hacer planes, y programar nuestro trabajo. ¡Es necesario hacer eso! El peligro es la soberbia y la jactancia (v.16). Es pensar que yo controlo mi vida. Como creyentes, debemos reconocer la soberanía de Dios sobre nuestras vidas, y someternos a ella día tras día.

REFLEXIÓN: ¿Murmuramos, a veces, contra otras personas? ¿Por qué lo hacemos? ¿Qué piensan otros de nosotros, cuando nos escuchan murmurar?

¿Somos culpables de jactarnos de los planes que tenemos para nuestras vidas? ¿Estamos dispuestos a humillarnos ante Dios, y dejar que ÉL dirija nuestras vidas conforme a Su voluntad?

10 de Diciembre (Sant 5:1-6) ‘Los Pecados de los Ricos’

Santiago ya ha hablado en forma negativa de los ricos (Sant 1:10-11; 2:6-7). En este pasaje lo hace en forma más sostenida y enfática. Claramente considera que las riquezas materiales son un fuerte estorbo para la vida de piedad. Como dijera el Señor, es muy difícil que una persona rica entre en el reino de los cielos. Sus riquezas lo engañan; confía en ellas en lugar de confiar en Dios.

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Los ricos a quienes Santiago se dirige no eran creyentes; por eso les advierte de “ las miserias que os vendrán” (v.1). Pero aún en el tiempo presente, ya experimentaban algunas ‘miserias’ (v.2-3a). Sus “riquezas están podridas” (v.2a), dice Santiago; sus “ropas están comidas de polilla” (v.2b); y su “oro y plata están enmohecidos” (v.3a). En otras palabras, todo lo que tienen carece de valor. Es más, todo lo que tienen testificará contra ellos, y será motivo de castigo en “los días postreros” (v.3b). ¿Por qué? Porque eran bienes mal ganados, a costa del sufrimiento de otros (v.4, 6).

Estas personas se enriquecieron, porque no pagaron a sus obreros (v.4a). No les pagaron, “por engaño”. Buscaron toda clase de pretextos y artimañas para no pagarles. No sólo eso, sino que habían maltratado físicamente a los trabajadores, hasta dándoles la muerte (v.6). Al parecer, lo hicieron por medio de las cortes. Sin embargo, el clamor de ellos “han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos” (v.4b). Ver Lev 19:13; Deut 24:15.

Todo esto nos hace pensar en lo que Dios dijo a Israel, por medio del profeta Amos (ver Amos 2:6-7; 3:9-10; 4:1; 5:12; 8:4-6).

El pecado de estas personas ricas, en el tiempo de Santiago, no era sólo la injusticia y el abuso de los pobres, sino una vida entregada a los placeres carnales (v.5). ¡Esta es otra de las trampas en la que caen los ricos! Vivieron “en deleites”; fueron “disolutos”; y habían ‘engordado sus corazones’. La abundante comida que disfrutaron los había engordado; pero eran como animales, engordándose para el ‘día de sacrificio’ (“día de matanza”) – el día del juicio de Dios.

REFLEXIÓN: No todos los ricos son así. ¡Es posible tener bienes materiales y ser un creyente! Sin embargo, debemos reconocer que los bienes materiales fácilmente nos ‘atraen’, nos ‘seducen’, y nos ‘llevan al pecado’ (ver Sant 1:14-15). Por lo tanto, no debemos envidiar a los ricos, sino orar por ellos, y lamentar el juicio que les sobrevendrá si no se arrepienten.

11 de Diciembre (Sant 5:7-12) ‘Cómo Enfrentar las Pruebas’

Habiendo hablado a los ricos (inconversos), Santiago ahora se dirige a los creyentes (“hermanos”, v.7); personas que en su mayoría eran pobres. A ellos, Santiago les da CUATRO consejos:

1. ‘Tengan Paciencia’ (v.7-8)

Quizá algunos de estos creyentes eran personas que trabajaban en los campos de los ricos, y habían sufrido la explotación a mano de ellos (v. 4; ver Sant 2:6). Ese sufrimiento podría haber sido parte de la prueba que Santiago menciona en Sant 1:2. ¿Qué debían hacer? Santiago les exhorta a tomar sus sufrimientos con ‘paciencia’. En este caso, la palabra en griego es ‘makrotumeo’, que significa ‘lento para la ira’. En vez de airarse por el maltrato que recibían de los amos, los creyentes debían aprender del mismo trabajo que tenían, como agricultores (v.7). La “venida del Señor” (v.8) sería el día del juicio final, cuando recibirían del Señor la recompensa (“el precioso fruto”, v.7) por haber vivido una vida entregada a Él.

2. ‘No se Quejen’ (v.9)

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Aquí la queja parece estar dirigida a otros creyentes, no a los terratenientes que les estaban explotando. Cuando estamos sufriendo a manos de otros, es muy fácil reaccionar mal contra aquellas personas que nos rodean. ‘Hay que tener cuidado’, dice Santiago; ‘el Juez de todos está cerca’. ¡No sólo juzgará a los ricos (inconversos), sino también a los creyentes!

3. ‘Miren el Ejemplo de Otros que Sufrieron Injustamente’ (v.10-11)

Una forma de animarnos en la vida cristiana es considerando el ejemplo de otros que vivieron antes, y nos dejaron un buen modelo. Santiago destaca a los profetas como ejemplo de paciencia bajo sufrimiento (v.10). También señala el caso de Job (v.11). Lo importante es recordar que el Dios que a veces permite sufrimiento (tiempos de prueba), es “muy misericordioso y compasivo” (v.11b).

4. ‘No Juren’ (v.12)

La presión del sufrimiento a veces nos lleva a hablar con imprudencia. ‘Debemos evitar eso’, dice Santiago, ‘controlando el uso de nuestra lengua’. Cuando queremos afirmar algo no debe ser necesario hacer un juramento; nuestra palabra (“sí” o “no”) debe ser suficiente.

REFLEXIÓN: ¿Cómo estamos reaccionando ante nuestras pruebas y sufrimientos? ¿Qué debemos aprender de este pasaje?

12 de Diciembre (Sant 5:13-20) ‘Qué Hacer Frente a la Enfermedad’

Santiago termina esta carta animando a los creyentes a acercarse al Señor, cualesquiera que sean las circunstancias en las que se encuentren. Si están afligidos, debe orar; si están alegres, deben cantar alabanzas (v.13). Si algún creyente está enfermo, debe llamar a los “ancianos de la iglesia” (= ‘pastores’), para que oren por él, y lo unjan con aceite (v.14).

Hay dos detalles que debemos notar aquí, para promover el buen uso de la práctica de ungir con aceite:

i. La palabra, “enfermo”, es ‘asteneo’ (en griego), que significa ‘débil’. Santiago está hablando de una persona tan débil, que está al borde de la muerte. Es la misma palabra que Pablo usa en 1 Cor 11:30 (“debilitados”).

ii. La persona está tan débil, que no puede IR a la iglesia, sino que llama a los “ancianos” de la iglesia, para que vayan a su casa para ungirla con aceite.

La unción con aceite debe estar acompañada de dos cosas:

- La oración (v.14-15). La “oración de fe” (v.15) parece ser una clase particular de oración, en la que Dios concede un don especial de fe, para pedir por la sanidad de la persona. Orar así resultará en la restauración espiritual y física de la persona: “salvará al enfermo, y el Señor lo levantará”, del borde de la muerte (v.15b).

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- La confesión de pecado (v.16). El contexto indica que la persona enferma es la que debe confesar sus pecados – quizá los pecados que produjeron la disciplina de Dios, evidenciada en esta enfermedad (ver otra vez 1 Cor 11:30, en el contexto de 1 Cor 11:29-32).

Para animar a los creyentes, y a los “ancianos” a confiar en Dios, Santiago declara que, “La oración eficaz del justo puede mucho” (v.16b), citando como ejemplo al profeta Elías (v.17-18). ¡Recordemos que Elías estaba orando por un pueblo bajo la disciplina de Dios!

Lo importante no es tanto la sanidad física, sino la restauración espiritual (v.19-20). No hay que esperar que el hermano (¡o nosotros!) sufra la disciplina de Dios, para confrontar el pecado. Si logramos que el pecador vuelva del error de su camino, le hacemos un gran servicio (v.20).

REFLEXIÓN: ¿Estamos sufriendo la disciplina de Dios en nuestras vidas? ¿Qué vamos a hacer al respecto?

¿Sabemos de un hermano o hermana que está viviendo en pecado? ¿Haremos algo para restaurarlo?

LA EPÍSTOLA DE 1 PEDRO

El autor de esta carta fue uno de los primeros seguidores de Cristo (ver Juan 1:40-42). Como joven, se había ganado la vida pescando, en el Mar de Galilea; pero dejó sus redes para ser un ‘pescador de hombres’ (Lucas 5:10). Durante los tres años de ministerio del Señor, Pedro llegó a ser uno de Sus amigos más íntimos; estando con Él en momentos tan especiales como la transfiguración (Marcos 9:2). Era de carácter impulsivo. A veces actuaba con osadía, como cuando se propuso caminar sobre las aguas (Mateo 14:28-29); pero en otros momentos, hablaba en forma insensata (Marcos 9:5-6). Tuvo momentos de revelación especial, como cuando reconoció que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios (Mateo 16:16-17); sin embargo, a veces se resistía a los planes de Dios, y fue llamado ‘Satanás’ = ‘adversario’ (Mat 16:21-23).

Pedro amaba mucho al Señor (Marcos 14:29-31, pero se confiaba demasiado en sí mismo. Su orgullo lo llevó a ‘tropezar’, negando tres veces conocer al Señor. Ese fue su momento más ‘bajo’. Sin embargo, fue restaurado al ministerio (Juan 21:15-19), y llegó a ser el líder de la Iglesia en Jerusalén (Hch 1:15-22). Cuando el Espíritu Santo vino sobre él, Pedro fue transformado. En su primer mensaje, ante judíos que habían participado en la muerte de Cristo, Pedro anunció el evangelio de Cristo, y 3,000 fueron convertidos (Hch 2:41). En las semanas siguientes vemos a Pedro ministrando, predicando y pastoreando con tremenda eficacia.

El Señor le encomendó a Pedro la tarea de evangelizar a los judíos, y llegó a ser conocido como ‘el apóstol de la circuncisión’ (Gál 2:7). No era un pensador tan profundo como Pablo, y a veces cometía torpezas – como cuando se apartó de los

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creyentes gentiles indebidamente (Gál 2:11-16). Sin embargo, mostró gran perseverancia, y una disposición de aprender y ser corregido.

Al trabajar tanto entre los judíos, es de suponer que Pedro redactó muchas cartas a iglesias judías. Sin embargo, las dos cartas suyas que tenemos en el Nuevo Testamento, fueron escritas a gentiles. En 1 Ped 1:1, el apóstol se dirige a “los creyentes de la dispersión”, que a primera vista pareciera ser judíos (ver el uso de la palabra, “dispersión”, en Sant 1:1). Sin embargo, al leer la carta nos damos cuenta que eran gentiles (1 Ped 1:18; 2:10). Eran creyentes que vivían en Asia Menor (hoy, Turquía); ver 1 Ped 1:1. Estaban pasando por momentos de prueba, probablemente causados por un tiempo de persecución (1 Ped 1:6-7; 3:14-17; 4:12-14). Pedro les escribe, animándoles también a vivir en santidad (1 Ped 1:14-16; 2:11-12; 4:1-4), y a gozarse en su salvación (1 Ped 1:6). Pone un tremendo énfasis sobre la seguridad de su salvación (1 Ped 1:3-5).

Esta carta fue escrita desde la ciudad de Roma, por el año 63 d.C.; unos tres años antes del martirio de Pedro. Aunque 1 Ped 5:13 hace referencia a “Babilonia”, este es un seudónimo de Roma. Pedro usa este nombre para evitar problemas con las autoridades romanas, si es que la carta cayera en sus manos.

El tema central de la carta es “la verdadera gracia de Dios” (1 Ped 5:12).

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13 de Diciembre (1 Ped 1:1-5) ‘El Privilegio de la Salvación’

Como hemos visto en la Introducción, aunque Pedro dirige esta carta “a los expatriados de la dispersión”, no escribe a judíos (como podríamos pensar por la palabra, “dispersión”; ver Sant 1:1), sino a gentiles. Eran creyentes dispersos en cinco provincias romanas (v.1b). Eran “expatriados”, no en el sentido de los judíos, quienes habían sido expulsados de Palestina, sino en términos espirituales. Estos creyentes vivían en el ‘mundo’, pero el mundo no era su ‘patria’; su ciudadanía estaba en el cielo, como dice Pablo en Fil 3:20. Al usar la palabra, “expatriados”, Pedro les anima a seguir el ejemplo de los patriarcas judíos (Heb 11:13-16).

A pesar de ser “expatriados”, tenían tremendos privilegios. Pedro procede a enumerarlos y describirlos (mencionando también algunas responsabilidades que estos privilegios conllevaban):

1. Habían sido escogidos por Dios para disfrutar la salvación (v.2). Con este tremendo privilegio venía la responsabilidad de “obedecer y ser rociados con la sangre de Cristo” (v.2b). Tenían que vivir vidas de obediencia, procurando siempre estar limpios de todo pecado.

2. Habían sido regenerados (“nos hizo nacer”) por el Espíritu Santo (v.3). Nacieron de nuevo para disfrutar “una esperanza viva” – una esperanza relacionada con la resurrección de Cristo (v.3b; ver Rom 6:4-5). Esta esperanza exige una nueva manera de vivir (Rom 6:11-13).

3. La esperanza también estaba relacionada con una “herencia” espiritual (v.4). Una herencia no sólo perfecta (“incorruptible, incontaminada e inmarcesible”, sino también segura (“reservada en los cielos para vosotros”).

4. Dios no sólo tenía la herencia guardada para ellos, sino que también los guardaba a ellos para alcanzar esta herencia (v.5a). Eran guardados nada menos que “por el poder de Dios”. Sin embargo,

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debemos notar las palabras que siguen – “mediante la fe”. Aquí está nuestra responsabilidad; tenemos que guardarnos en la fe, aprovechando del poder de Dios que obra en nosotros (Fil 2:12-13).

5. Finalmente, los creyentes tenían el tremendo privilegio de contar con una salvación ya preparada (“está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”, v.5b).

REFLEXIÓN: ¡Qué privilegio es la salvación que Dios nos da! Sin embargo, no debemos descuidar esta “salvación tan grande” (Heb 2:3); porque si lo hacemos, podríamos ‘deslizarnos’ de la fe (Heb 2:1).

14 de Diciembre (1 Ped 1:6-12) ‘El Sufrimiento y la Gloria’

La gran salvación (de la cual hablamos ayer) produce tremenda alegría en el corazón del creyente (v.6a). Sin embargo, Pedro es consciente de que los creyentes a quienes él escribe están enfrentando un tiempo de sufrimiento (v.6b). De este modo el apóstol nos indica que en la vida cristiana hay un equilibrio entre alegría y aflicción. No todo es alegría; hay tiempos de dolor. Sin embargo, la aflicción (si es que tuviera que venir) sería sólo “por un poco de tiempo”; no sería permanente.

Si somos Sus hijos, y Dios nos ama, ¿por qué permite dolor y sufrimiento en nuestras vidas? Pedro contesta, afirmando que el propósito de la aflicción es probar la calidad de nuestra fe (v.7). Si probamos el oro para ver su calidad, ¡cuánto más se debe probar la fe! La fe es mucho más importante que el oro, porque nuestra salvación eterna depende de ella (v.5). Por eso el creyente puede alegrarse aun en medio del dolor y el sufrimiento.

Si nuestra fe pasa la prueba, entonces será “hallada en alabanza, gloria y honra” (v.7b). Pero, ¿alabanza de quién? Podría ser de Dios (como el Autor de nuestra fe), o de nosotros (por haber soportado las pruebas, comprobando que nuestra fe era genuina). De todos modos, esa gloria y honra no serán otorgadas hasta que el Señor Jesús vuelva por segunda vez (v.7c).

En el v.8, Pedro describe algunas evidencias importantes de ser un verdadero creyente. Tal persona ama a Cristo (aún sin haberle visto), y se alegra tremendamente en la salvación. En realidad, esa alegría espiritual es una parte importante de la salvación (v.9).

Al hablar de la salvación de los creyentes del primer siglo, Pedro trae a la memoria los profetas del Antiguo Testamento. Lo hace, porque ellos fueron los que anunciaron esa salvación (v.10). NOTA: La “salvación” del v.9 es equivalente a “la gracia destinada a vosotros” (v.10). Pero los profetas hicieron más que predecir estas cosas; ellos mismos “inquirieron y diligentemente indagaron” acerca de esta salvación (v.10b). ¡Qué tremendo ejemplo y desafío para nosotros!

El tema central de su estudio fue la persona de Cristo (v.11). Es interesante notar este factor común entre los creyentes a quienes Pedro escribe, y los profetas del Antiguo Testamento. Ninguno de ellos había visto a Cristo – los profetas, porque

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vivieron antes de Cristo; y los creyentes, porque vivieron después de Cristo. Pero tanto los unos como los otros amaban a Cristo (v.8).

Aunque el Espíritu Santo reveló a los profetas algo de “ los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (v.11b), en realidad no entendieron todo lo que les fue revelado. En un sentido, no era necesario que lo entendieran, porque en el plan de Dios, los profetas simplemente “administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio” (v.12). ‘Administraban’, en el sentido de recibir la revelación de Dios, anunciarla a su generación, y luego redactarla para futuras generaciones. Es por su fidelidad en la administración de estas cosas, que ahora tenemos en la Biblia los libros proféticos.

REFLEXIÓN: Los profetas administraron la revelación de Cristo; los predicadores del primer siglo anunciaron la revelación de Cristo; los ángeles contemplan la revelación de Cristo; ¿y nosotros? ¿Qué haremos con la revelación de Cristo?

15 de Diciembre (1 Ped 1:13-21) ‘La Vida del Creyente’

¿Cómo debe un creyente vivir, en este mundo de pruebas y aflicciones (v.6)? Pedro menciona CUATRO cosas. Debemos vivir:

1. ‘Con Paciencia y Expectativa’ (v.13) Un día el Señor Jesús volverá. Debemos esperar ese día con paciencia y gran expectativa, sabiendo que será un día de salvación (“la gracia que se os traerá”). Ante ese gran día, el creyente debe tener una mente alerta (“ceñid los lomos de vuestro entendimiento”), viviendo en manera sobria (1 Ped 4:7; 1 Tes 5:6-8).

2. ‘En Santidad’ (v.14-16) El creyente está rodeado de personas que no tienen la esperanza de la Segunda Venida, y que viven simplemente para satisfacer los deseos de la ‘carne’. El creyente no debe vivir así, porque ya no está viviendo en ignorancia (v.14). Una de las grandes verdades que el creyente ha llegado a conocer es que Dios es santo (v.15-16; Lev 11:44). Ahora bien, si el creyente considera que Dios es su Padre Celestial (v.17a), entonces, como un hijo obediente (v.14a), debe vivir en santidad.

3. ‘En Temor y Reverencia’ (v.17) Dios no es sólo ‘Padre’, es también ‘Juez’. Él juzgará las obras de cada uno, incluyendo las obras de Sus hijos (v.17). Por lo tanto, dice Pedro, “conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (v.17b). Este “temor” es la reverencia que debemos a nuestro Padre Celestial.

4. ‘Con Entendimiento’ (v.18-21) El apóstol les hace recordar a sus lectores que ellos fueron “rescatados” de una vana manera de vivir (v.18a) ¡El ‘rescate’ fue costoso! El precio que se pagó no fue una suma de dinero (v.18b), sino una vida – “la sangre preciosa de Cristo” (v.19). Cristo murió como “un cordero sin mancha y sin contaminación” (v.19b). Estas palabras nos hacen recordar que la muerte de Cristo fue presagiada en el Antiguo Testamento, por medio de todo el sistema de sacrificios, que los judíos tenían que presentar ante Dios. Sin embargo, Pedro va más atrás en el tiempo, y declara que Cristo fue destinado a morir “desde antes de la fundación del mundo” (v.20a). ¡El plan de salvación es eterno! Pero el plan de salvación incluye mucho más que la muerte de Cristo. Cristo, habiendo muerto, resucitó, y ha sido glorificado a la diestra del Padre (v.21). ‘Ahora bien’, dice Pedro, ‘si hemos sido rescatados por medio de una salvación tan grande, ¿por qué seguimos viviendo en el pecado?’

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REFLEXIÓN: Evaluemos nuestras luchas, preocupaciones y pecados a la luz de estas cuatro características. ¿Por qué seguimos viviendo como lo estamos haciendo? ¿Cuáles de estas cuatro características debemos implementar en nuestras vidas, para mejorar nuestro comportamiento?

16 de Diciembre (1 Ped 1:22 – 2:3) ‘El Amor Sincero’

Dios tiene dos grandes propósitos al salvarnos: llevarnos a una vida de santidad (v.15), y enseñarnos a amarnos los unos a los otros (v.22). Pero, ¿cómo podemos amarnos sinceramente (“de corazón puro”)? Pedro menciona dos cosas importantes – tenemos que haber purificado nuestras almas (v.22), y tenemos que haber nacido de nuevo (v.23). Sin el nuevo nacimiento no vamos a querer amar a nuestro prójimo; y sin limpiarnos de muchas malas actitudes, no vamos a poder amar a nuestro prójimo sinceramente. ¡Cuántas personas aman a otros por algún interés personal, y no sinceramente!

Según Pedro, los dos agentes de esta renovación espiritual son el Espíritu Santo (v.22) y “la palabra de Dios” (v.23). Estos dos no actúan en forma independientemente el uno del otro, sino que el Espíritu Santo usa la Palabra de Dios para efectuar la obra de renovación espiritual en nosotros. Ambos agentes tienen cualidades especiales, que Pedro destaca. La Palabra de Dios “vive y permanece para siempre” (v.23b), mientras que el Espíritu Santo es una “simiente…incorruptible” (v.23a).

En los v.24-25, Pedro contrasta estos dos agentes con la fragilidad del ser humano. “Toda carne es como hierba”, dice Pedro, “se seca…se cae” (v.24); pero, “la palabra del Señor [en las manos del Espíritu Santo] permanece para siempre” (v.25a).

Los creyentes a quienes Pedro escribe habían escuchado esa Palabra, por el evangelio (v.25b), y eso los colocó bajo dos grandes responsabilidades:

1. Tenían que desechar todo pecado (1 Ped 2:1).2. Tenían que desear más y más esa Palabra, que Pedro afirma ser una “lecha

espiritual” (1 Ped 2:2).

Es sólo cuando el creyente se limpia de las cosas que Pedro menciona en el v.1 (“toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y todas las detracciones”), que es capaz de amar sinceramente, de todo corazón. Además, para amar de esa manera, el hijo de Dios tiene que aprender a crecer espiritualmente, y eso lo logra por medio de una buena alimentación espiritual (v.2).

REFLEXIÓN: ¿Estamos amándonos entrañablemente? Si no, ¿por qué no? ¿Será que no nos hemos limpiado de los pecados mencionados en el v.1, o que no hemos nacido de nuevo? ¡El verdadero creyente ama!

17 de Diciembre (1 Ped 2:4-10) ‘El Nuevo Pueblo de Dios’

En el Antiguo Testamento, los judíos tenían un templo en el cual podían ofrecer sacrificios a Dios; también tenían un grupo de sacerdotes que dirigían la adoración. Pero Pedro aquí declara que los creyentes gentiles son la nueva “casa espiritual y sacerdocio santo” (v.5a). Dios los ha salvado para que ofrezcan “sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (v.5b). Notemos ciertas cosas importantes aquí acerca de la adoración cristiana:

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- La adoración debe costarnos algo; es un ‘sacrificio’. Esto habla de esfuerzo, dedicación, y sacrificio de la ‘carne’.

- Cuando adoramos, ofrecemos sacrificios “espirituales”. Lo importante no es lo externo (lo ‘material’), sino lo interno (lo ‘espiritual’); no es lo que los labios dicen, sino lo que el corazón siente.

- Al adorar, no debemos preocuparnos por agradarnos a nosotros mismos, ni por agradar a las demás personas, sino a Dios; nuestra adoración debe ser ‘aceptable a Él’.

- Sólo podemos adorar por medio de Cristo – lavados en Su sangre, y aceptos ante Dios por medio del sacrificio de Cristo.

Para poder adorar de esta manera, tenemos que acercarnos al Señor Jesús (v.4a); en otras palabras, tenemos que estar disfrutando una comunión íntima con Él. ¡La adoración surge de esa comunión íntima con Él! Pero, ¿quién es Cristo? Pedro les hace recordar a los creyentes ciertas cosas importantes acerca del Señor Jesús:

i. Él es la “piedra viva…escogida y preciosa” (v.4b).ii. Él es la “piedra principal del ángulo” (v.6).iii. Él es “la cabeza del ángulo” (v.7c).

La “piedra…del ángulo” es la piedra principal de un edificio; la que sostiene todo el edificio. En este caso el edificio es el ‘templo’ espiritual, mencionado en el v.5. Israel debió haber sido ese ‘templo’ espiritual; pero, dado a que los judíos rechazaron a Cristo (v.7b), el ‘templo’ espiritual vino a ser la Iglesia (conformada mayormente por gentiles).

Este es un tremendo privilegio para los gentiles, y Pedro lo recalca en los v.9-10. Los gentiles ahora son lo que Israel fue llamado a ser: un “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (v.9a). Anteriormente, no eran el pueblo de Dios; pero ahora han llegado a serlo, por la misericordia de Dios (v.10).

Todo esto se lo debían a Cristo; por eso Cristo debía ser “precioso” para ellos (v.7a). Pero también se lo debían a Dios el Padre, porque fue Él quien los “llamó de las tinieblas a su luz admirable” (v.9c). Por eso, su responsabilidad como creyentes era alabar a Dios por Sus “virtudes”, y declarar Su bondad a todo el mundo (v.9b).

REFLEXIÓN: ¿Cuánto valoramos a Cristo? ¿Podemos decir, honestamente, que Él es “precioso” para nosotros? ¿Estamos anunciando las virtudes de Dios a un mundo rebelde contra Él?

18 de Diciembre (1 Ped 2:11-25) ‘Viviendo en un Mundo de Pecado’

En estos versos, el apóstol Pedro da una serie de exhortaciones acerca del comportamiento del creyente en este mundo. Veamos algunos de los principios que rigen nuestro comportamiento:

i. Somos “extranjeros y peregrinos” (v.11a). Como tales, no debemos aferrarnos de la vida en este mundo. Sabemos que tenemos algo mucho mejor que nos espera en el futuro, y eso nos anima a estar dispuestos a sufrir en esta vida por causa del Señor.

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ii. Tenemos una vida espiritual que debemos fortalecer (v.11b). Eso nos lleva a resistir las tentaciones carnales, porque el pecado nos debilita espiritualmente.

iii. Debemos vivir en tal manera que Dios sea glorificado ante los inconversos (v.12; ver Mat 5:16).

iv. Tenemos la responsabilidad de cumplir la voluntad de Dios, agradándole en nuestra forma de vivir, porque somos “siervos de Dios” (v.13-17).

v. En un mundo donde abunda la injusticia y el mal trato, no podemos esperar ser tratados bien siempre; lo que debemos procurar es la aprobación de Dios (v.18-20).

vi. Dios nos llama a seguir el ejemplo de Cristo (v.21), quien sufrió injustamente a favor de nosotros (v.22-25). Tenemos que poner nuestra mirada en Él (Heb 12:2-4).

En resumen, debemos desarrollar una vida en la cual ‘morimos’ al pecado, y vivimos “a la justicia” (v.24).

REFLEXIÓN: ¿Cuáles de estos principios debemos tomar más en cuenta para poder vivir una vida que agrada a Dios?

19 de Diciembre (1 Ped 3:1-7) ‘La Vida Matrimonial’

Pedro continúa el tema de cómo vivir en este ‘mundo’ para Dios, tratando el asunto de la vida matrimonial. Se dirige más a las esposas (v.1-6), seguramente porque había más mujeres en la iglesia que varones. Al igual que Pablo (Efe 5:22), Pedro pone énfasis sobre la sujeción (v.1a). En este caso, la motivación no es tanto reflejar la actitud de la Iglesia hacia Cristo (Efe 5:24), sino ganar al esposo a la fe cristiana (v.1b). Para ello, la conducta de la esposa es muy importante (v.2). El esposo quizá, busca lo externo (v.3); pero la mujer cristiana debe dar más importancia a lo interno (v.4), sin descuidar su apariencia física. La belleza interna “es de grande estima delante de Dios” (v.4b) – ¡aun si algunos esposos no lo valoran tanto!

El ejemplo a seguir son “aquellas santas mujeres que esperaban en Dios” (v.5); mujeres como Sara (v.6). Pedro, como judío, conocía bien las historias del Antiguo Testamento. Evidentemente, esperaba que las mujeres cristianas también las supieran, aunque eran gentiles, y no tan versadas en el Antiguo Testamento.

NOTA: Pablo describe a Abraham como nuestro ‘padre’ en la fe (Rom 4:1, 11); Pedro describe a Sara como la ‘madre’ de las esposas cristianas (v.6b).

Al dirigirse a los esposos (v.7), Pedro les exhorta a tratarlas sabiamente. El apóstol rompe los esquemas de ese tiempo (los esposos generalmente trataban mal a sus esposas), indicando que los maridos deben honrar a sus esposas, tratándolas como “coherederas de la gracia de la vida”. La palabra, “coherederas”, coloca a las mujeres al mismo nivel que los varones, en términos de dignidad y valor. ¡No eran ciudadanas de ‘segunda categoría’!

Es interesante notar la motivación que Pedro menciona: “para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (v.7b). ¿Qué significa esto? Quizá que si el esposo

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trataba mal a la esposa, eso dificultaría sus tiempos de oración juntos. El mal trato no motivaría a las mujeres a poder orar con libertad con sus esposos; y de todos modos, la falta de armonía entre ellos haría que Dios no escuchara sus oraciones. REFLEXIÓN: ¿Cómo anda nuestra vida matrimonial? ¿Qué cosas debemos mejorar

en nuestro comportamiento en el hogar?

20 de Diciembre (1 Ped 3:8-17) ‘El Testimonio del Creyente’

Habiendo enfatizado la importancia de la santidad (1 Ped 1:13-16 y 2:11-12), Pedro ahora exhorta a los creyentes a vivir en amor (v.8). En estas dos cosas se resume toda la ley de Dios: SANTIDAD y AMOR. Una expresión del amor cristiano es el deseo de bendecir a otros (v.9a). ‘Podemos hacerlo’, dice Pedro, ‘porque tenemos una tremenda ‘herencia’ de bendiciones’ (v.9b). Parte de esa herencia espiritual es la protección de Dios. Pero sólo podemos disfrutar de esa protección, si es que encaminamos bien nuestras vidas (v.10-13). Para ello, debemos controlar nuestra lengua (v.10b), apartarnos del mal (v.11a), buscar la paz (v.11b), ser justos (v.12a), y orar (v.12b).

Esa clase de vida no nos salvará de sufrir por causa del evangelio (v.14). Sin embargo, tendremos la satisfacción de saber que Dios nos bendecirá por ello (“bienaventurados sois…”, v.14b). Por lo tanto, no hay que temer dicho sufrimiento (v.14c). Más bien, debemos estar listos para “presentar defensa” ante cualquier persona que nos cuestiona acerca de la fe cristiana (v.15). Pero hay que hacerlo, tomando en cuenta tres cosas:

i. Hay que hablar “con mansedumbre” (v.15b). No debemos ponernos a discutir fuertemente con los inconversos. Debemos conversar con tranquilidad, aun ante provocaciones.

ii. Hay que hablar “con…reverencia” (v.15b). La palabra en griego es ‘fobos’ (= ‘temor’). En el v.14, Pedro anima a los creyentes a NO tener temor de los inconversos; pero aquí dice que debemos defender el evangelio con temor. El contexto indica que Pedro está hablando del temor a Dios; por eso la RV traduce, “reverencia”. Es importante dar testimonio de nuestra fe en Cristo conscientes de que estamos en Su presencia, y que Él escucha todo lo que decimos.

iii. Hay que tener una “buena conciencia” (v.16a). Nuestro testimonio debe estar refrendado con una vida ejemplar, y un buen comportamiento. Esto avergonzará a los que nos acusan injustamente de ser malas personas (v.16b). Si vamos a sufrir, debemos sufrir por hacer el bien, y no por hacer el mal (v.17)

REFLEXIÓN: Al leer estas tres cosas, recordemos que él que las escribe es el apóstol que un día negó conocer al Señor Jesús. ¡Qué no daría Pedro por poder volver a ese momento y defender el honor del Señor con un mejor testimonio! Eso nos lleva a considerar cuán importante es estar “preparados” para dar un buen testimonio ante el ‘mundo’ (v.15); y la mejor forma de estar preparados, es por medio de la oración (Mat 26:40-41).

21 de Diciembre (1 Ped 3:18-22) ‘Un Glorioso Salvador’El

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Aunque este es un pasaje breve, es ‘rico’ en contenido. Pedro comienza indicando que Cristo nos ha dado el buen ejemplo de una Persona que sufre injustamente, por hacer el bien (v.18a; ver el v.17, y 1 Ped 2:20-22). Él fue “justo” (= ‘santo’), pero sufrió por los “injustos” (= ‘pecadores’); y; y lo hizo, “para llevarnos a Dios” (v.18b). E. es decir, para salvarnos, y reconciliarnosándonos con Dios (1 Ped 2:24).Notemos la frase, “padeció una sola vez” (v.18a); nos hace recordar las palabras de Hebreos 9:28; 10:10, 12, 14. Qué triste que el que dice ser el sucesor de Pedro (el Papa) afirma que en cada misa el sacerdote católico vuelve a sacrificar a Cristo.

Lo que Pedro escribe en v.19-20 ha causado mucha discusión entre creyentes. Algunos afirman que aquí tenemos la doctrina del descenso de Cristo al infierno; un descenso que tuvo como propósito predicar el evangelio, con el como fin de, librar a ciertas personas que vivieron durantede la época del Antiguo Testamento – específicamente, a las personas que vivieron en los días de Noé. Sin embargo, dicha interpretación enfrenta muchas objeciones; en particular, la idea que después de la muerte, habría todavía la oportunidad de ser salvos (una enseñanza que contradice lo que leemos en Heb 9:27).

Hay ciertos detalles en el texto que nos permiten otra interpretación:

i. El verbo, “predicó” (v.19), es ‘kerusso’. Este verbo significa, ‘anunciar’; no, ‘predicar el evangelio’.

ii. Pedro no dice que Cristo predicó a espíritus humanos, sino simplemente a “espíritus” (v.19). En el Nuevo Testamento, cuando la palabra, ‘espíritus’, se escribe sin aclarar que son espíritus humanos, entonces por lo general significa ‘seres espirituales’ (normalmente, demonios). Ver Mat 12:45; Marcos 9:20; Lucas 9:39; etc.

iii. Pedro no dice que estos espíritus estaban en el infierno, sino simplemente que estaban “encarcelados” (v.19). Dichos espíritus son aquellos mencionados en Judas 6 y 2 Ped 2:4 (NOTA: la palabra, “infierno”, en este verso, debe ser traducida, ‘abismo’; no es la palabra, ‘gehena’, sino, ‘tartaro’).

Dichos “espíritus” son los demonios que pecaron en los días de Noé, apoderándose de los cuerpos de algunos varones, con el fin de tener relaciones sexuales (ver Gén 6:2, donde la frase, “los hijos de Dios” debe ser interpretada a la luz de Job 1:6). Por ese pecado, Dios condenó a esos demonios al ‘abismo’ (ver Lucas 8:31), de donde no hay salida hasta el día del juicio final.

El ‘anuncio’ del cual Pedro habla, en el v.19, fue la declaración del triunfo de Cristo sobre Satanás, en la cruz del calvario (Col 2:15). Algo del cual los demonios en el ‘abismo’ no se percataron, por estar en una suerte de cuarentena del universo material.

En el v.20, Pedro afirma que Noé y su familia fueron salvados POR el agua del diluvio (y no tanto, por el arca, que es lo que normalmente pensamos cuando leemos Gén 6-8). El expresarlo en esa manera, le permite a Pedro hablar del bautismo cristiano (v.21a). Pero debemos notar que el ‘bautismo’ del cual Pedro habla, no es el lavamiento del cuerpo (“las inmundicias de la carne”), sino el lavamiento de la conciencia (v.21b).

A diferencia de lo que escribe en 1 Ped 2:24 y 3:18, el apóstol no habla aquí (v.21) de la muerte de Cristo, sino de Su resurrección (como la base de nuestra salvación)

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. Obviamente las dos cosas están íntimamente relacionadas (Rom 14:9; 2 Cor 5:15; 1 Tes 4:14). Al hablar de la resurrección de Cristo, le permite a Pedro concluir mencionando Su exaltación y glorificación a la diestra del Padre (v.22).REFLEXIÓN: ¡Cuán glorioso es nuestro Salvador, el Señor Jesucristo! Murió para

salvarnos; triunfó sobre Satanás y los demonios; y está ahora a la diestra del Padre, reinando sobre toda autoridad y poder.

22 de Diciembre (1 Ped 4:1-11) ‘Honrando a Dios en Nuestras Vidas’

Los sufrimientos de Cristo en la cruz, por nuestros pecados (v.1a), llevan a Pedro a exhortar a los creyentes del primer siglo a luchar por dejar el pecado, y a vivir en santidad (v.1b-2). Dicha lucha no es fácil, por dos razones:

- L os deseos de la ‘carne’ son muy fuertes (v.2). Pedro habla de “concupiscencias” (griego, ‘epitumia’, que significa ‘un gran deseo por algo’; Lucas 22:15: 1 Tes 2:17). Lamentablemente, las “concupiscencias” también son deseos malos y engañosos (Efe 4:22).

- Los deseos de la ‘carne’ son “lo que agrada a los gentiles” (v.3a). Eso significa que todo el mundo se entrega a satisfacer los deseos de la ‘carne’ (v.3b), y critican a los creyentes por no hacer lo mismo (v.4).

Pero Pedro menciona dos grandes motivaciones por NO entregarse a los deseos de la ‘carne’:

- El creyente debe procurar hacer la voluntad de Dios, y no dejarse dominar por los deseos de la ‘carne’ (v.2b).

- Dios un día nos juzgará por cómo hemos vivido (v.5-6).

Hay que tener cuidado con lo que Pedro escribe en el v.6, de la predicación del evangelio “a los muertos”. Pedro no tiene en mente la muerte física, sino la muerte espiritual (Efe 2:1, 5). El evangelio no se puede predicar a personas que ya fallecieron; pero sí se predica a los que están ‘muertos’ espiritualmente.

La referencia al día del juicio final, le lleva a Pedro a exhortar a los creyentes a ser sobrios y estar en alerta, en oración (v.7b). Entre creyentes, debe haber amor ferviente (v.8), y un espíritu de ayuda mutua (v.9). Esa ayuda se extiende a los dones espirituales (v.10-11). Dios da a cada creyente por lo menos un don espiritual (v.10a); el creyente debe administrarlo bien (v.10b). Es decir, debe usarlo para la edificación espiritual de sus hermanos en la fe. Pero todo debe estar centrado en Dios, y ser para Su gloria (v.11). Lo que uno dice debe ser “conforme a las palabra s de Dios” (v.11a); y lo que uno hace, debe ser “conforme al poder que Dios da” (v.11b). ¡Que desafío! En esta manera, Dios será glorificado “por Jesucristo” (v.11c); es decir, por los ‘miembros’ del cuerpo de Jesucristo (los creyentes).

REFLEXIÓN: Nuestra vida, ¿glorifica a Dios? ¿O será que entregándonos a los deseos de la ‘carne’, deshonramos a Dios en nuestras vidas?

23 de Diciembre (1 Ped 4:12-19) ‘Tiempos de Prueba’

Pedro está escribiendo a creyentes que estaban experimentando un tiempo de sufrimiento y prueba (v.12a); ver 1 Ped 1:6. Al parecer, estaban experimentando

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persecución por ser creyentes. El apóstol les anima a no sorprenderse por ello (v.12a), “como si alguna cosa extraña os aconteciese” (v.12b). En este mundo de pecado y enemistad contra Dios, no es nada extraño sufrir por ser un seguidor de Cristo. Pedro había escuchado al Señor decir eso (Juan 15:18-20; 16:33); también lo había experimentado (Hch 4:1-3; 5:17-18, 33, 40). Ahora advierte a los creyentes gentiles a esperar lo mismo.

Pero el creyente no es llamado simplemente a soportar el sufrimiento, sino a gozarse en las pruebas (v.13a). Pedro dio un buen ejemplo de ello, en Hch 5:41. Una razón por la cual el creyente puede gozarse en las pruebas es que si soporta la prueba, también compartirá en la gloria de la revelación de Cristo, con gran alegría (v.13b). No podemos esperar participar en “la revelación de su gloria”, si no estamos dispuestos a participar en “los padecimientos de Cristo” (v.13). Pablo sabía eso (Fil 3:10; 2 Tim 2:12).

‘Aunque seamos perseguidos, y criticados por ser seguidores de Cristo’, dice Pedro, ‘somos personas dichosas (“bienaventurados”), porque el Espíritu de Dios reposa sobre nosotros – un Espíritu de gloria’ (v.14a).

Nunca debemos sufrir por ser personas malas (v.15); pero sí debemos estar dispuestos a sufrir por ser un “cristiano” (v.16). La palabra, “cristiano”, significa ‘un pequeño Cristo’; es decir, un seguidor e imitador de Cristo. Ver Hch 11:26.

Dios a veces permite que la Iglesia pase por tiempos de prueba. Es una forma en la que a veces Él juzga (evalúa) a Su pueblo (v.17a). Si Él lo hace con la Iglesia, cuánto más no lo hará con los incrédulos (v.17b-18).

REFLEXIÓN: ¿Estamos pasando por un tiempo de prueba y sufrimiento? Lo que debemos hacer es encomendar nuestras vidas a Dios, y hacer el bien (v.19). El tiempo de prueba siempre ha de ser breve (1 Ped 1:6), y producirá en nosotros “un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Cor 4:17).

24 de Diciembre (1 Ped 5:1-14) ‘

Pedro termina la carta dirigiéndose a los líderes de la iglesia – los “ancianos” (v.1). Les insta a cuidar la congregación, exhortándolos a hacerlo de buen corazón (v.2), y a ser de ejemplo para los creyentes bajo su cargo (v.3). Pedro no adopta una actitud autoritaria (como apóstol), sino que se describe a sí mismo como un ‘anciano’ más (v.1b). Él motiva a los ‘ancianos’ con la promesa de una recompensa divina (v.4).

A los jóvenes, Pedro aconseja que se sometan, y que sean humildes (v.5a). A veces es difícil para los jóvenes ser así, pero Pedro cita Prov 3:34, indicando cómo Dios actúa frente a los soberbios y a los humildes (v.5b). El apóstol había aprendido de su propia experiencia, que cuando uno se humilla ante Dios, Él lo exalta a su debido tiempo (v.6). Dios también nos cuida, cuando confiamos en Él (v.7).

La contraparte de humillarnos ante Dios, es resistir al diablo (v.8-9). Aunque Cristo lo derrotó en la cruz (Col 2:15), y en Él somos más que vencedores (Rom 8:31-39), Satanás sigue siendo un enemigo formidable y peligroso. Con justa razón, Pedro lo compara con un “león rugiente” (v.8).

En cierta manera, Satanás era responsable por los sufrimientos de los creyentes en ese tiempo (v.9b). Sin embargo, Pedro promete categóricamente que Cristo les daría

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la victoria final (v.10). El sufrimiento de los creyentes siempre ha de ser algo positivo – nos perfecciona, nos afirma, nos fortalece en la fe, y nos establece como creyentes (v.10b). ¿A quién se debe todo eso? Al Señor Jesús. Él lo hace; Él usa aún a Satanás, para fortalecer y madurar al creyente. Por eso Pedro concluye dándole al Señor toda la gloria (v.11).

El apóstol concluye su carta, indicando quien es el escribano – un hermano llamado Silvano (v.12). Pedro manda saludos de “la iglesia que está en Babilonia” (v.13a). Esto no ha de tomarse literalmente. No hay evidencia que Pedro jamás haya viajado a Babilonia. El nombre, “Babilonia”, es un seudónimo de Roma. Tal como Babilonia representaba a todos los enemigos de Israel; Roma representaba a los enemigos de la Iglesia. Pedro está escribiendo esta carta de la ciudad de Roma, donde era acompañado por Marcos, a quien él llama, “mi hijo” (v.13). Este Marcos es quien escribió el segundo evangelio, bajo la dirección del apóstol Pedro.

REFLEXIÓN: ¿Estamos resistiendo a Satanás? El problema con muchos creyentes es que en vez de resistir a Satanás, casi nos entregamos a él, cediendo a tantas tentaciones, en vez de luchar contra ellas. ¡Qué Dios nos de mayor sabiduría!

LA EPÍSTOLA DE 2 PEDRO

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2 Pedro es una carta dirigida “a los que habéis alcanzado…una fe igualmente preciosa que la nuestra” (2 Ped 1:1). Si tomamos la palabra, “nuestra”, como una referencia a los judíos, entonces 2 Pedro fue escrito a creyentes gentiles. La carta es una suerte de ‘memorándum’, en el sentido que fue redactada para hacerles recordar a los creyentes ciertas cosas importantes (2 Ped 1:12; 3:1-2); cosas como la manera correcta de vivir la vida cristiana (2 Ped 1:3-11), y la necesidad de valorar las Escrituras del Antiguo Testamento (2 Ped 3:1-2).

El primer verso indica que el autor fue Pedro; sin embargo, 2 Ped 3:1 indica que es una segunda carta. Eso significa que esta carta fue escrita después del año 63 d.C., y antes del año 67 d.C. (la fecha en que Pedro murió). Según 2 Ped 1:13-14, el apóstol esperaba morir pronto; por lo tanto, esta carta representa su último ‘testamento’.

2 Pedro tiene varias características interesantes:

- U na referencia a la transfiguración de Cristo (2 Ped 1:16-18).- Una explicación de las Escrituras (2 Ped 1:19-21).- Una advertencia acerca de los falsos maestros (2 Ped 2).- Una descripción del fin del mundo (2 Ped 3).- Una referencia a las cartas de Pablo (2 Ped 3:15-16).

Pedro escribe esta carta preocupado por el peligro de los falsos maestros. Estas personas estaban introduciendo en la Iglesia “herejías destructivas” (2 Ped 2:1), aún negando la verdadera doctrina de Cristo. También estaba fomentando el pecado y la inmoralidad (2 Ped 2:10, 14, 18).

Para tener una idea del contenido de 2 Pedro, consideremos el siguiente bosquejo, tomado de la Biblia de Estudio de Ryrie:

1. El Saludo (2 Ped 1:1-2)

2. El Desarrollo de la Fe (2 Ped 1:3-21)

a. El Crecimiento de la Fe (v.3-11)b. El Fundamento de la Fe (v.12-21)

3. La Denuncia de los Falsos Maestros (2 Ped 2:1-22)

a. Su Conducta (v.1-3)b. Su Condenación (v.4-9)c. Sus Características (v.10-22)

4. Los Detalles del Futuro (2 Ped 3:1-18)

a. El Desprecio Burlón (v.1-7)b. La Demora Paciente (v.8-9)c. La Disolución Completa (v.10-13)d. La Diligencia Expectante (v.14-18)

25 de Diciembre (2 Ped 1:1-11) ‘Una Gran Salvación’

Pedro se presenta no sólo como “apóstol” (ver 1 Ped 1:1), sino también como “siervo” de Jesucristo (v.1). De ese modo, mantiene un buen balance entre su autoridad, y la humildad apropiada de un gran hombre de Dios. Escribe a creyentes

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de una segunda generación. Ellos no tuvieron la dicha de conocer a Cristo personalmente; sin embargo, tienen “una fe igualmente preciosa” (v.1) que la de los apóstoles y demás testigos presenciales de la vida de Cristo. Esa fe se explica, no por el gran ministerio evangelístico de Pedro, sino que se debió a la obra de Dios (“por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo”, v.1).

Tanto Pedro, como los creyentes a quienes escribe, deben su vida espiritual a la gracia de Dios (v.3-4). Notemos la frase que se repite: “nos han sido dadas” (v.3) y “nos ha dado” (v.4). Fue el “divino poder” de Dios que obró en ellos (v.3a); y obró “mediante el conocimiento” de Cristo (v.3b). La fe de esos creyentes era “igualmente preciosa” (v.1), porque se basaba en las mismas “preciosas y grandísimas promesas” (v.4a). Esas promesas (del evangelio del Nuevo Pacto; ver Heb 8:6) produjeron una nueva naturaleza divina en los creyentes (v.4b) – una naturaleza creada por el Espíritu Santo (Juan 3:5-8; ver Ezeq 36:26-27).

Aunque la salvación es una obra de Dios, el ser humano no es pasivo. Habiendo experimentado la gracia de Dios en su vida, el creyente tiene una gran responsabilidad. Debe huir de la corrupción que hay en el mundo (v.4c), y tiene que esforzarse por ‘añadir’ a su fe (v.5). Pedro detalla algunas cosas que debe ‘añadir’: “virtud” (v.5); “conocimiento” (v.5); “dominio propio” (v.6); “paciencia” (v.6); “piedad” (v.6); “afecto fraternal” (v.7); “amor” (v.7). Por un lado, esas cualidades son los ‘frutos’ del Espíritu Santo (Gál 5:22-23); sin embargo, el creyente es responsable por la manifestación de ellos. ¿Cómo lo logra? Básicamente, permaneciendo en Cristo (Juan 15:4-5).

Pedro indica que el conocimiento de Cristo (v.3 y 8) no es algo teórico, sino tremendamente práctico; debe producir mucha actividad espiritual (v.8). Si no lo hace, entonces la persona que dice conocer a Cristo “tiene la vista muy corta; es ciego” (v.9a), y se ha olvidado completamente del propósito de la salvación (v.9b). Ante ese peligro, Pedro insta a los creyentes a ocuparse de su salvación (v.10a; ver Fil 2:12-13), porque eso confirmaría su “elección” por parte de Dios, y produciría en ellos una tremenda firmeza espiritual (v.10b). Tenemos un ejemplo de esto en el testimonio que Pablo da de los creyentes en Tesalónica (1 Tes 1:4-10).

El creyente que se ocupa de su salvación tendrá otra gran recompensa – una “amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (v.11). Obviamente, eso no significa que uno se ha ganado la salvación por sus propios esfuerzos; sino que uno entra en el gozo de su Señor, como un “buen y fiel siervo” (Mat 25:21, 23), y espera las recompensas que Dios tiene preparadas para dicho creyente (2 Tim 4:6-8).

REFLEXIÓN: ¿Valoramos la gran salvación que Dios nos ha dado? ¿Lo estamos expresando por medio de un gran esfuerzo por vivir una vida cristiana que honra y glorifica a Dios?

26 de Diciembre (2 Ped 1:12-21) ‘El Fundamento de la Fe’

Pedro no tiene dudas de la verdadera conversión de los creyentes a quienes escribe (v.12b); sin embargo, siente la responsabilidad de hacerles recordar lo que Dios ha hecho en sus vidas (v.3-4), y de lo que ellos tienen que hacer frente al obrar de Dios (v.5-11). Por eso les escribe (v.12a), procurando ‘despertarles’ “con amonestación” (v.13). Así traduce la RV; pero la palabra en griego no significa ‘amonestación’, sino

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‘remembranza’. La BDLA traduce, “estimularlos recordándoos estas cosas”; y la NVI, “tengo la obligación de refrescarles la memoria”.

La urgencia de Pedro es que sabía que pronto iba a morir (v.14a); morir tal como Cristo le había advertido años antes (v.14b; Juan 21:18-19). Como un buen ‘padre’ espiritual, Pedro quiere dejar algo escrito, para que después de su muerte, los creyentes tengan algo tangible en sus manos, que les anime a seguir en la vida cristiana (v.15).

El apóstol se pone a pensar en el evangelio que ha predicado por años, y afirma la veracidad de ello (v.16). Pedro no se había dedicado a pregonar “fábulas artificiosas” (v.16b). ¡Él había sido un testigo presencial de la majestad de Cristo! Juan dice algo parecido en 1 Juan 1:1-3. Con tremenda emoción, Pedro trae a la memoria la experiencia en el Monte de la Transfiguración (v.17-18). No lo hace para jactarse, como otros lo harían; sino por el bien de los creyentes a quienes escribe. Pedro sabe que pronto iban a aparecer falsos maestros que negarían la verdadera doctrina de Cristo (2 Ped 2:1b). Por lo tanto, él quiere preparar a los creyentes para enfrentar esas herejías.

A pesar de lo grandioso que fue ver la transfiguración de Cristo, Pedro reconoce (con gran humildad) que hay una revelación aún más importante – una “palabra profética más segura” (v.19a). Está hablando de las Escrituras del Antiguo Testamento. Pedro anima a los creyentes a “estar atentos” a esa revelación (es decir, a leerla y estudiarla), porque es “una antorcha que alumbra en un lugar oscuro” (v.19b). Y es una revelación que seguiría alumbrando por todo tiempo, “hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (v.19c); es decir, hasta la Segunda Venida de Cristo. Él es “la estrella resplandeciente de la mañana” (Apo 22:16).

Ante la tendencia de los falsos maestros a distorsionar las Escrituras (2 Ped 3:16b), Pedro advierte que “ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada” (v.20). Es decir, nadie tiene el derecho de pasar por alto la interpretación que otros creyentes han dado a las Escrituras, e inventar su propia interpretación (como lo hacían los falsos maestros). El verdadero intérprete de las Escrituras es el Espíritu Santo, quien las dio en primera instancia (v.21). Y el Espíritu Santo es dado a toda la Iglesia, para que ella (la Iglesia invisible, compuesta de todos los verdaderos creyentes de todo tiempo) interprete las Escrituras correctamente.

REFLEXIÓN: ¿Estamos leyendo y estudiando adecuadamente las Escrituras? ¿Las estamos aprendiendo a interpretar correctamente, para no dejarnos llevar por falsos maestros, que hoy en día distorsionan la enseñanza de las Escrituras?

27 de Diciembre (2 Ped 2:1-9) ‘La Amenaza de Falsos Maestros’

En 2 Ped 1:19, Pedro declaró que las Escrituras son “la palabra profética más segura” (2 Ped 1:19). Sin embargo, tal como hubo “falsos profetas” en el Antiguo Testamento, que engañaron al pueblo de Israel (v.1a), lo mismo será cierto en la Iglesia; Pedro los llama, “falsos maestros” (v.1b). Ellos “introducirán…herejías destructoras”, pero lo harán “encubiertamente”, y llegaran al colmo de negar “al Señor que los rescató” (v.1c). La palabra, “Señor”, en griego, es ‘despotes’, que significa ‘Soberano’ o ‘Poderoso’. Parece casi ridículo, que pequeños seres humanos

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se atrevan a negar al Soberano Dios; negando, no tanto Su existencia, sino Su salvación, y la ética que Él exige como el Soberano Rey de reyes.

Las enseñanzas de estos falsos maestros eran “destructoras” (v.1c), no sólo porque traían “destrucción repentina” sobre sí mismos (v.1d), sino porque destruían la fe de muchos otros (v.2). Su motivación era netamente materialista (v.3a), pero lo único que ganarían, al final, sería “condenación” y “perdición” (v.3b).

Para ilustrar su enseñanza, y para que quede claro que el juicio de Dios sobre los falsos maestros no era nada nuevo, Pedro usa tres ejemplos del Antiguo Testamento:

i. Los ángeles (demonios) que pecaron (v.4). Ellos fueron arrojados, no tanto al “infierno”, como traduce la RV, sino al ‘abismo’ (‘tartaro’).

ii. Los habitantes del mundo antiguo, en los días de Noé (v.5). Su pecado está descrito en Gén 6:5.

iii. Las ciudades de Sodoma y Gomorra (v.6), que pecaron en forma atroz (Gén 19), y fueron reducidas a ceniza.

Pero lo que Pedro quiere enseñar no es sólo la realidad del juicio de Dios sobre los pecadores que se rebelan contra Él, sino también la habilidad de Dios de proteger a Su pueblo, en medio del juicio. Ejemplos de ello son el caso de Noé (v.5), y el caso de Lot (v.7-8). Sorprendentemente, Pedro describe a Lot como un hombre “justo” (v.7); como un hombre que “afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos” de los habitantes de Sodoma (v.8). ¡El relato en Génesis no daba entender que Lot era así!

La conclusión a la cual Pedro llega es doble:

- Dios sabe “librar de tentación a los piadosos” (v.9a).- Dios sabe guardar “a los injustos para ser castigados en el día del juicio”

(v.9b).

REFLEXIÓN: Estamos viviendo en días parecidos a los de Noé y Lot. ¿Quiénes son los falsos maestros que están amenazando la Iglesia en estos días? ¿Qué debemos aprender de estos ejemplos del Antiguo Testamento?

28 de Diciembre (2 Ped 2:10-16) ‘El Desenfreno del Pecado’

En el v.9, Pedro describió a los falsos maestros como “injustos”. Ahora procede a describir en mayor detalle sus vidas y su accionar. En primer lugar, son personas que se dejan llevar por la ‘carne’ (v.10a), particularmente cometiendo pecados sexuales (“concupiscencia e inmundicia”). Además, “desprecian el señorío”, y se atreven a hablar mal de “las potestades superiores” (v.10b). De esta manera, evidencian las características de Satanás, quien se atrevió a sublevarse contra Dios.

Es difícil entender a qué se refiere Pedro. Al parecer, estos falsos maestros se atrevían a hablar mal, no sólo de Dios, sino de los seres angelicales en general (ver Judas 8). Tenían una actitud insolente, creyéndose superiores a todos los demás;

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eran “atrevidos y contumaces” (v.10b). Cómo tantos falsos maestros hoy en día, que se atreven a ordenar a Satanás a ir al abismo (¡semejante disparate!), y hablan de Dios como si Él estuviera a su nivel – hasta supuestamente bromeándose con Dios.

A manera de contraste, Pedro describe la actitud y el comportamiento de los ángeles buenos. Ellos son “mayores en fuerza y en potencia” que los falsos maestros (v.11a); sin embargo, no pronuncian maldición contra las potestades malignas superiores a ellos (v.11b), sino que muestran el debido respeto. Judas provee un ejemplo (Judas 9). Pero los falsos maestros muestran su total ignorancia, “hablando mal de cosas que no entienden” (v.12a).

Pedro procede a decir cosas muy fuertes de estas personas:

- Son “animales irracionales”, nacidos para cazar y matar (v.12).

- Son “inmundicias y manchas”, en medio de la comunión santa de los verdaderos creyentes (v.13). Participan de la vida congregacional, pero todo el tiempo “se recrean en sus errores”.

- Son personas cuyos ojos están “llenos de adulterio…no se sacian de pecar…tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición” (v.14). ¡Qué terrible tener gente así en la iglesia!

- Son personas semejantes al falso profeta Balaam, a quien un animal bruto tuvo que reprender (v.15-16).

REFLEXIÓN: La descripción de Pedro es espantosa. ¡Pocos se atreverían a hablar así de los falsos maestros que afectan a la Iglesia hoy en día! Sin embargo, cuán importante es reconocer que cuando no se frena el pecado, se desborda totalmente en un desenfreno de inmoralidad y pecado. ¡Dios nos guarde de tales cosas!

29 de Diciembre (2 Ped 2:17-22) ‘El Peligro del Engaño Espiritual’

Como vimos el día de ayer, Pedro estaba muy preocupado por la presencia de falsos maestros en la Iglesia. Él estaba por morir, y tenía miedo que tales personas afectarían mucho a la Iglesia luego de su partida. ¡Pablo tenía la misma preocupación (Hch 20:29-30; 2 Tim 3:1-8; 4:3-4, 6-7)!

En este pasaje, Pedro continúa hablando de dichas personas. Notemos qué más dice de ellos:

- “ son fuentes sin agua” (v.17a). Prometen saciar la sed espiritual de sus oyentes, pero no tienen nada que ofrecerles. Prometen cosas como ‘las lluvias tardías’ del Espíritu Santo, pero son “nubes empujadas por la tormenta”; no cae ni una ‘gota’ de ellos. Terminarán en el ‘ojo de la tormenta’ del juicio de Dios (v.17b).

- Hablan palabras grandiosas e impresionantes (“palabras infladas y vanas”, v.18a), y prometen dar libertad espiritual a sus oyentes (v.19a). Sin embargo, terminan atrapando a las personas en sus pecados (v.18-19). ¿Por qué? Porque ellos mismos son prisioneros del pecado (v.19).

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- Por un tiempo dieron la impresión de haber escapado de la esclavitud al pecado, por su conocimiento de Cristo (v.20a); pero no fue algo real. Al final, se ‘enredaron’ otra vez en el pecado, y su estado final fue peor que al comienzo (v.20b). No lograron cumplir la exhortación de Heb 12:1.

‘Hubiera sido mejor para estas personas’, dice Pedro, ‘nunca haber conocido a Cristo, que haberlo conocido, y luego “volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado” (v.21b). Ese ‘mandamiento’ habrá sido el de arrepentirse de sus pecados y creer en Cristo.

En estos falsos maestros se cumplió el proverbio: “El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (v.22). Un proverbio tomado de Prov 26:11.

REFLEXIÓN: ¿Corremos el mismo riesgo, de volver al pecado? Examinemos bien nuestras vidas, para ver cómo estamos delante del Señor. No nos engañemos, como estos falsos maestros.

30 de Diciembre (2 Ped 3:1-9) ‘La Justicia y la Paciencia de Dios’

Pedro repite el pensamiento expresado en 2 Ped 1:13; desea ‘despertar’ el buen entendimiento de los creyentes (v.1), haciéndoles recordar las palabras de los profetas del Antiguo Testamento, y los mandamientos de Cristo (v.2). Pedro sabe que no es suficiente conocer las palabras de las Escrituras; hay que traerlas a la memoria, para que nos ayuden en momentos importantes (ver Sant 1:22-25) . Lo primero que Pedro les hace recordar es la burla de los incrédulos acerca de la Segunda Venida y el fin del mundo (v.3). Esa burla se dio en los días de Noé, cuando él construía el arca, y advertía a la gente del juicio venidero (2 Ped 2:5). La burla se repitió en Sodoma, cuando Dios estaba por destruir a la ciudad (Gén 19:14). ¡Qué trágico! Cuánto más se acerca el juicio de Dios, la gente menos cree, y más se burla. No nos debe sorprender. ¡No hay nada nuevo bajo el sol! Pasará lo mismo antes del fin del mundo.

La burla de los incrédulos se debe, en parte, a que los años pasan, y nada parece cambiar en el mundo; todo sigue igual (v.4). El problema es que la gente se olvida de lo que Dios ya hizo antes, cuando juzgó al mundo, por medio del diluvio (v.5-6). Pedro declara que tal como el mundo antiguo fue destruido por las aguas del diluvio, así también el mundo actual está reservado para el juicio. No un juicio de agua, sino de fuego (v.7). Ese juicio será aún más devastador que el diluvio (2 Ped 3:10).La segunda razón por la burla de los incrédulos es que no entienden que Dios no existe en el tiempo, como nosotros, los seres humanos. Por ende, para el Señor un día es como mil años, y vise versa (v.8). Eso significa que no debemos juzgar al Señor por haber ‘demorado’ el cumplimiento de Su palabra. Él “no retarda su promesa”, dice Pedro, “sino que es paciente para con nosotros…” (v.9a). Él ejerce Su paciencia, porque no quiere que nadie se pierda, “sino que todos procedan al arrepentimiento” (v.9b). El problema es que el ser humano, siendo pecador, no entiende los propósitos de Dios, y en vez de aprovechar de Su gracia, se abusa de ella (Rom 2:4).

REFLEXIÓN: Como creyentes, debemos recordar cada día que Dios juzgará nuestras acciones. Si nos conducimos en forma inapropiada, y Dios no nos castiga, no nos confiemos. Temamos a Dios, y enmendemos nuestras vidas antes que venga el juicio divino. ¡No abusemos de la gracia de Dios!

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31 de Diciembre (2 Ped 3:10-18) ‘El Fin del Mundo’

El apóstol concluye su carta describiendo los eventos relacionados con el fin del mundo. Ese día vendrá súbitamente, sin previo aviso, “como ladrón en la noche” (v.10). Pedro destaca el tremendo impacto de ese día, y la manera en que el juicio de Dios se manifestará en fuego sobre toda cosa creada (ver v.7).

i. Los cielos se encenderán (v.12b), “pasarán con grande estruendo” (v.10), y “serán desechos” (v.12b).

ii. Los “elementos” también serán quemados, “se fundirán” (v.12c), y “serán desechos” (v.10).

iii. “la tierra y las obras que en ella hay” también será juzgadas por el fuego (v.10c).

A la luz de este tremendo juicio que viene sobre la tierra, Pedro saca dos conclusiones importantes:

1. La necesidad de vivir en santidad (v.11), sabiendo que muy pronto todo lo que hacemos en esta vida será juzgado.

2. La necesidad de estar en espera (v.12a), no sólo del fin del mundo, sino también del comienzo de una nueva vida en una creación renovada (v.13).

Pedro, con la sencillez de un hombre ya avanzado en años, y esperando el fin de su propia vida, menciona los escritos de Pablo (v.15b). ¡Qué lindo saber que este gran siervo de Cristo no guardaba rencor (por la manera que Pablo lo corrigió en Antioquía; Gál 2:11-14) o ‘celo ministerial’! Reconoce que no todo lo que Pablo escribió era fácil de entender (v.16a); pero avala la autoridad de sus escritos, equiparándolos con las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento (v.16b).

Pedro termina con una palabra de exhortación, advirtiendo a los creyentes del peligro de ser arrastrados por el error de los falsos maestros (v.17), quienes ‘torcían’ el significado de las Escrituras, “para su propia destrucción” (v.16b). Una forma de salvarse de este peligro, era creciendo “en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (v.18a). Es lindo notar que Pedro usa el nombre completo de Jesús. Él es Señor, Salvador, y Mesías (Cristo). ¡Qué tremenda reverencia! Con justa razón concluye con una doxología: “A él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad” (v.18b).

REFLEXIÓN: ¿Estamos conscientemente esperando la Segunda Venida de Cristo? ¿Vivimos como personas que sabemos que muy pronto este mundo será destruido? ¿Estamos buscando primero, el reino de Dios y su justicia (Mat 6:33)? Que Dios nos ayude a establecer buenas prioridades en nuestras vidas.

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