54
WILKIE COLLINS La dama de la Granja Glenwith

Wilkie Collins [=] La dama de la Granja Glenwith

Embed Size (px)

DESCRIPTION

cuento

Citation preview

  • WILKIE COLLINS

    La dama de la Granja Glenwith

  • 1

    I

    Soy un pintor de retratos y mi experiencia

    en este arte, si no ha servido para ms, al menos

    me ha permitido volcar mis habilidades en una

    gran variedad de usos. No slo he pintado,

    fielmente, hombres, mujeres y nios sino que,

    tambin, lo hice con caballos, perros, casas y,

    en una ocasin, hasta con un toro, gloria y

    terror de la comarca y el modelo ms difcil de

    retratar que he conocido.

    El animal se llamaba, apropiadamente,

    Relmpago y Trueno y perteneca a un

    caballero apellidado Garthwaite.

    Como escap de ser corneado por el toro

    antes de terminar mi cuadro, es, hasta ahora,

    difcil de entender, por qu Relmpago y

    Trueno odiaba mi presencia como si

  • 2

    considerara un insulto personal el mero hecho

    de quererlo retratar.

    Una maana, cuando ya tena el cuadro a

    medio terminar, iba con Garthwaite camino al

    establo, pero nos intercept el administrador de

    la granja para informarnos que Relmpago y

    Trueno se hallaba en un psimo estado de

    nimo y que sera riesgoso para m estar en su

    cercana. Mir a Garthwaite que sonri con

    aire resignado.

    No hay nada que hacer, slo esperar

    hasta maana. Qu le parece si nos vamos a

    pescar, ya que mi toro nos da unas vacaciones?

    Le respond, con toda sinceridad, que nada

    conoca de pesca. Pero Garthwaite, que era un

    apasionado pescador, no se intimidaba ni ante

    la mayor de las excusas.

    Nunca es tarde para aprender

    vocifer . Har de usted un pescador en poco

  • 3

    tiempo, si me presta atencin.

    Como era imposible esgrimir ms

    disculpas, sin riesgo de parecer descorts,

    acept su invitacin.

    Le llevar al mejor arroyo que hay en la

    vecindad. Llegaremos pronto hasta all.

    Me daba lo mismo si llegbamos tarde o

    temprano y si el arroyo era de lo mejor, pero

    hice lo posible por ocultar mis sentimientos y

    trat de parecer alegre y muy ansioso de

    comenzar la prctica.

    Cuando estuvimos frente al arroyo, mi

    amigo se dedic, de inmediato, a su tarea y yo

    pas dos o tres horas placenteras enganchando

    mi chaleco, mi sombrero, mis pantalones y mis

    pulgares; era como si un demonio se hubiese

    posesionado de mi anzuelo. Por cierto,

    pescamos poco. En lo que a m respecta, creo

    que los peces se enganchaban solos.

  • 4

    Luego de un tiempo, Garthwaite coment

    que ya tenamos lo suficiente y me sugiri que

    le siguiera a otro lugar. Nos pusimos en marcha

    ribera abajo.

    Cuando habamos caminado cierta

    distancia en silencio, bordeando el arroyo,

    Garthwaite dijo de repente:

    Aguarde un minuto. Tengo una idea. En

    vez de seguir por aqu, iremos a un lugar donde

    s, por experiencia, que hay buena pesca. Y,

    adems, le presentar a una dama cuya

    apariencia ser de sumo inters para usted y

    cuya historia, le puedo asegurar, es, an, ms

    extraordinaria.

    Puedo preguntarle por qu?

    Es una notable historia que tiene que ver

    con una familia arraigada en una mansin de

    estos alrededores. La dama se apellida Welwyn,

    pero los pobres de por aqu la conocen como la

  • 5

    Dama de la Granja Glenwith. Aguarde hasta

    que la vea antes de pedirme que le cuente ms.

    Vive muy sola y soy el nico visitante que

    recibe. Un amigo mo ser bienvenido a la

    granja (recuerde el escenario de la historia!)

    por consideracin hacia m que nunca abus

    de mi privilegio. El lugar est a slo dos millas

    de aqu y el arroyo cruza a travs del campo.

    Mientras marchbamos, el estado de nimo

    de Garthwaite se alter hasta el punto de

    quedarse inusualmente silencioso y pensativo

    como si la mencin del nombre de Welwyn le

    trajera recuerdos de algo. Como comprend

    que hablarle de cosas cotidianas sera

    interrumpirle, sin sentido, sus pensamientos,

    camin a su lado en completo silencio,

    mientras buscaba, con impaciencia, la vista de

    la Granja Glenwith.

    Llegamos, por fin, a una vieja iglesia,

  • 6

    levantada en las afueras de una bonita villa y,

    de inmediato, localizamos una puerta en medio

    de un muro que Garthwaite traspuso y

    comenzamos a seguir un sendero en direccin

    a una gran mansin.

    Era evidente que habamos entrado por

    una puerta privada y que nos acercbamos al

    edificio por la parte posterior. Lo observ con

    curiosidad y vi, en una de las ventanas de la

    planta baja, a una nia que pareca tener nueve

    o diez aos, mirndonos mientras

    avanzbamos. No pude dejar, ni por un

    momento, de observarla; su cutis fresco y su

    larga cabellera negra eran realmente

    hermosos. Pero haba algo en su expresin, un

    vaco en sus grandes ojos, una sonrisa

    inmutable, sin significado, en sus labios

    abiertos, que no pareca concordar con todo lo

    que era atractivo en su rostro; me sent

  • 7

    defraudado y aun conmovido aunque no saba

    decir por qu.

    Garthwaite, que marchaba pensativo, con

    la vista clavada en el suelo, se volvi y mir

    hacia donde yo miraba, se detuvo un instante y

    tomndome del brazo, me susurr con

    impaciencia.

    No comente que vimos a esa pobre

    criatura, cuando estemos delante de la seorita

    Welwyn. Ms tarde le contar por qu.

    Dimos la vuelta, de prisa, hacia el frente de

    la casa. Era una mansin antigua, con un

    parque delante y, aunque el jardn estaba

    cubierto de flores, algo me deprimi. Cuando

    mi compaero toc una campana ruidosa, de

    profundo gong, el sonido me sobresalt como

    si estuvisemos cometiendo un crimen al

    perturbar el silencio; as que cuando un viejo

    criado abri la puerta, apenas pude

  • 8

    imaginarme que seramos recibidos. Sin

    embargo, fuimos admitidos sin la ms leve

    demora y percib, de inmediato, en el interior,

    la misma atmsfera de quietud que exista

    afuera. No haba perros que ladraban nuestra

    llegada ni se oan sirvientes ni ninguno de los

    usuales ajetreos domsticos que acarrean las

    visitas inesperadas en el campo. El largo saln

    donde fuimos introducidos estaba tan solitario

    como el hall de entrada.

    Sin decir palabra, Garthwaite se acerc a la

    ventana; proponindome no interferir, me

    guard las preguntas pero lanc una mirada

    circular al saln para ver qu seales me

    proporcionaba sobre los hbitos y la

    personalidad de la propietaria de la casa.

    Dos estantes cubiertos de libros fueron los

    primeros objetos que me atraparon la atencin

    y, cuando me acerqu a ellos, me sorprendi no

  • 9

    hallar literatura contempornea; no haba all

    nada que fuere actual. Cualquier libro de los

    que hojeara, haba sido escrito quince o veinte

    aos antes. Todos los cuadros que colgaban de

    las paredes eran reproducciones de viejos

    maestros; lo ms moderno que posea el

    anaquel de msica eran composiciones de

    Haydn y Mozart. Y todo lo que examin, me

    indic lo mismo. El propietario de esas

    partituras viva en el pasado, viva entre viejas

    memorias y viejas asociaciones.

    Mientras estos pensamientos cruzaban por

    mi mente, se abri una puerta y apareci la

    dama. Por cierto, ya haba desaparecido su

    juventud, pareca ms vieja de lo que realmente

    era, como despus descubr. Pero no recuerdo

    haber visto en otro rostro, esa permanencia de

    la belleza de los tempranos aos, como lo vi en

    ella. La pena, evidentemente, haba atravesado

  • 10

    ese rostro puro y calmo que tena delante, pero

    le haba dejado resignacin. Su expresin era,

    todava, juvenil y fue slo cuando observ su

    cabello que creca blanquecino, sus manos

    delgadas, las tenues huellas alrededor de su

    boca y la triste serenidad de sus ojos, que

    advert la seal de la edad; ms que eso: la

    marca de alguna gran tristeza que se resista a

    ser vencida. Incluso desde su voz, poda

    advertirse que haba atravesado penurias en

    algn momento de su vida. Y que le pusieron a

    prueba esa noble naturaleza indoblegable.

    Se salud con Garthwaite como si fueran

    hermanos y era notorio que se conocan desde

    muy largo tiempo.

    Nuestra visita fue breve y la conversacin

    se mantuvo en un tono general, as que el juicio

    sobre la seorita Welwyn lo form ms por lo

    que vi que por lo que o. Me interes tan

  • 11

    vivamente la mujer, que me senta reacio a

    abandonar la casa, cuando nos levantamos

    para partir.

    Aunque su trato para conmigo no pudo ser

    ms cordial y bondadoso, percib que le costaba

    cierto esfuerzo reprimir, en mi presencia, la

    tristeza que pareca, a menudo, aflorarle.

    Tan pronto como dejamos a la seorita

    Welwyn, ya en camino hacia el arroyo, dentro

    de sus campos, le manifest a Garthwaite que

    la impresin que me produjo la dama era tan

    honda que deba hacerle varias preguntas con

    respecto a ella; omit preguntarle sobre la

    pequea nia que vi en la ventana trasera. l

    me respondi que su historia respondera a

    todos mis interrogantes y que comenzara a

    contarla apenas estuvisemos instalados para

    pescar.

    Marchamos unos cinco minutos hasta

  • 12

    llegar al borde del arroyo y, mientras me

    permita admirar el paisaje, Garthwaite se

    ocup de los preparativos de la pesca.

    Luego de ordenarme que me sentara a su

    lado, por fin satisfizo mi curiosidad y comenz

    a contar su historia, que la relatar en su propio

    estilo y, tanto como me sea posible, con sus

    propias palabras.

    II

    He sido amigo de la seorita Welwyn

    durante mucho tiempo para jurarle la verdad

    de lo que, ahora, estoy a punto de contarle,

    tanto como que conoc a su padre y a su joven

    hermana Rosamund y estuve relacionado con

    el francs que lleg a ser su cuado. Estas son

    las personas de las que le hablar y los

    personajes principales de mi historia.

  • 13

    El padre de la seorita Welwyn muri hace

    unos aos, pero lo recuerdo muy bien aunque

    nunca despert en m, ni en nadie que lo

    hubiese conocido, el ms leve sentimiento de

    inters. Cuando le digo que recibi de su padre

    una fortuna muy grande, ganada a travs de

    especulaciones riesgosas y afortunadas, que

    compr una mansin con el objeto de elevar su

    posicin social, sospecho que le estoy diciendo

    tanto acerca de l como a usted le interesara

    or. Era un hombre bastante vulgar, sin grandes

    virtudes y sin grandes vicios. Cuando le

    enumero que tena un pequeo corazn, una

    mente dbil, un temperamento cordial, una

    talla alta y un rostro agradable, le digo ms de

    lo que necesita decirse sobre la personalidad de

    Welwyn.

    Debo haber visto muy a menudo, cuando

    era pequeo, a la seora Welwyn, pero no le

  • 14

    puedo decir que la recuerde, salvo que era alta,

    buena moza y muy generosa y llena de bondad

    cuando estaba en su compaa. Superior a su

    esposo en todo; era gran lectora de libros en

    varios idiomas y su talento musical se lo

    recuerda todava en las fincas rurales de la

    regin.

    O que sus amigos se sintieron defraudados

    cuando se cas con Welwyn, rico y todo como

    era; y, luego, se sintieron sorprendidos de que

    preservara, al menos, la apariencia de ser

    perfectamente feliz con su esposo, quien, por

    cerebro y por corazn, no era digno de ella. La

    mayora supuso (y creo correctamente) que

    ella hall su gran felicidad y su gran consuelo

    en su pequea hija Ida, la dama de la cual, hace

    un momento, nos separamos.

    Desde los primeros pasos, la nia se

    pareci a su madre, heredando su gusto por los

  • 15

    libros, su amor por la msica y, por sobre todo,

    su serena firmeza, paciencia y bondad; desde

    los primeros aos de Ida, la seora Welwyn se

    encarg de su educacin. Era raro verlas

    separadas y los vecinos y amigos comentaban

    que la nia tena una maestra esmerada, cosa

    no muy comn entre los otros nios, que

    solamente alcanzaban una enseanza prctica;

    tambin decan que su imaginacin, de la que

    posea ms que una buena parte, era

    demasiado estimulada.

    Exista alguna verdad en esto; y habra sido

    ms si Ida hubiera tenido una personalidad

    comn o se le hubiese reservado un destino

    vulgar. Pero, desde el principio, fue una nia

    extraa y le estaba reservado un destino,

    tambin, extrao.

    Cuando Ida alcanz los once aos, era la

    nica nia de la familia pero, poco despus de

  • 16

    su cumpleaos, naci su hermana Rosamund.

    Aunque la seora Welwyn quera un hijo,

    todos, sin lugar a dudas, se sintieron

    complacidos con la llegada de esta segunda

    hija, pero toda esa felicidad se convirti en

    tristeza, cuando pocos meses despus, la seora

    Welwyn falleci.

    El seor Welwyn, que estaba realmente

    enamorado de ella y que sufri tanto como un

    hombre puede sufrir, no fue lo suficientemente

    fuerte como para permanecer en el lecho de

    muerte de su esposa, as que las ltimas

    palabras de la mujer no fueron pronunciadas a

    su esposo sino a su nia, quien, desde el

    comienzo de la enfermedad, permaneci con

    ella, hablndole espordicamente, sin mostrar

    nunca temor ni pena, salvo cuando se hallaba

    lejos de su vista.

    Cuando falleci y el seor Welwyn,

  • 17

    incapaz de hacer acto de presencia en la casa

    mortuoria a tiempo para el funeral de su

    esposa, dej el hogar y se fue a vivir con uno de

    sus parientes, en un lugar distante de

    Inglaterra, Ida, a quien l quiso llevar consigo,

    solicit quedarse.

    Antes de morir, le promet a mam que

    sera tan buena para mi pequea hermana

    Rosamund como ella fue para conmigo dijo,

    con simpleza, la nia. Ella me pidi, a cambio,

    que me quedara y asistiera a su entierro.

    Sucedi que se hallaban presentes un

    amigo de la seora y un viejo criado de la

    familia, que comprendieron a Ida mucho ms

    que su propio padre y le persuadieron de que

    no se la llevara.

    He odo a mi madre comentar que el

    aspecto de la nia en los funerales fue algo que

    no poda recordar sin que las lgrimas vinieran

  • 18

    a sus ojos y no lo pudo olvidar hasta el ltimo

    da de su vida.

    Me veo acompaando a mi madre, de visita

    a la vieja casa. Era un verano que estaba de

    vacaciones. Como era una maana radiante y

    no haba nadie en el interior, caminamos por el

    jardn.

    Cuando nos acercamos al parque, vi, en

    primer trmino, a una joven vestida de negro

    que lea, sentada en un banco; luego, una

    pequea, tambin de luto, que se mova

    lentamente sobre el csped hacia nosotros,

    llevando consigo a un beb al que trataba de

    ensearle a caminar.

    Me mir, era tan nia para ocuparse de

    esos menesteres que me detuve preguntndole

    a mi madre quin era. La respuesta fue la triste

    historia que le acabo de referir.

    Haca tres meses del entierro de la seora

  • 19

    Welwyn y, de un modo infantil, Ida intentaba,

    como haba prometido, ocupar el lugar de su

    madre en la vida de su pequea hermana. Le

    menciono slo este simple incidente porque es

    necesario, antes de continuar, que usted

    conozca en qu estrecha relacin se manejaron

    las hermanas, desde un principio.

    De todas las ltimas palabras que la seora

    Welwyn le comunicara a su hija, ninguna fue

    tan a menudo repetida como aquellas que le

    encomendaban el amor y el cuidado hacia la

    pequea Rosamund.

    Para algunas personas, la confianza que la

    moribunda deposit en una nia de escasos

    once aos era una prueba de ese deseo

    desvalido que se adhiere como consuelo ante la

    impotencia que provoca la llegada de la

    muerte. Y la confianza no fue defraudada. Toda

    su existencia futura fue una noble prueba de

  • 20

    que ella era acreedora a esa fe de la moribunda.

    En esa simple escena que le narr, est reflejada

    la nueva vida de las dos hermanas.

    Pas el tiempo, dej la escuela, viaj a

    Alemania y permanec all algunos aos para

    estudiar el idioma. En cada intervalo, regresaba

    a mi hogar y preguntaba por los Welwyn; la

    respuesta era siempre la misma. Que el seor

    Welwyn se diverta ofreciendo recepciones y

    que sus dos hijas nunca se separaban; que Ida

    segua siendo la misma muchacha extraa y

    serena que siempre haba sido y que

    continuaba actuando como madre para

    Rosamund.

    Fui ocasionalmente a la granja, cuando

    andaba por los alrededores, y pude comprobar

    la exactitud del gnero de vida que me haban

    pintado. Cuando Rosamund tena cuatro o

    cinco aos, Ida pareca ms su madre que su

  • 21

    hermana. Era paciente en sus lecciones, ansiosa

    por ocultar cualquier fatiga que pudiese

    sobrevenirle en su compaa, orgullosa cuando

    la belleza de Rosamund era advertida y tan

    presta a conocer y atender todo lo que

    Rosamund haca o deca, que era diferente a

    cualquier hermana mayor.

    Recuerdo cuando Rosamund se acercaba a

    su condicin de mujer y estaba de gran nimo

    con la idea de pasar algn tiempo en Londres.

    Era muy hermosa para esa poca, mucho ms

    elegante que Ida y, aunque todos en la comarca

    la conocan, pocos de los que admiraban su

    danza, su canto, sus pinturas y que se

    deleitaban al saber que ella hablaba francs y

    alemn, estaban al tanto de lo mucho que ella

    le deba, no a sus maestros sino a su hermana

    mayor. Fue Ida quien realmente encontr la

    manera de ensearle y quien le ayudaba en

  • 22

    todas sus dificultades.

    Aunque Rosamund no era desagradecida,

    haba heredado mucho del carcter de su padre

    y lleg a estar tan acostumbrada a deberle todo

    a su hermana que, nunca apreci como

    corresponda el profundo amor del que era

    objeto y, cuando Ida rechaz dos buenas

    propuestas de matrimonio, Rosamund se sinti

    ms sorprendida que nadie, asombrndose de

    que su hermana deseara permanecer soltera.

    Cuando se concret el viaje a Londres, del

    que le habl, Ida acompa a su padre y a su

    hermana, aunque si hubiera sido por ella, no

    habra ido; pero Rosamund manifest que se

    sentira perdida e indefensa en la ciudad, sin su

    presencia.

    Ida estaba siempre dispuesta a hacer lo que

    fuera por ella, as que fue a Londres, encantada

    de admirar todos los pequeos triunfos

  • 23

    logrados por su belleza, oyendo sin cansarse lo

    que decan de su Rosamund.

    Al final del verano, el seor Welwyn y sus

    hijas regresaron por un corto tiempo al campo,

    luego dejaron la casa para pasar el ltimo

    perodo del otoo y el comienzo del invierno en

    Pars. Llevaron excelentes cartas de

    presentacin y frecuentaron una muestra

    importante de la mejor sociedad parisina. En

    una de las primeras fiestas a las que

    concurrieron, toda la conversacin recay

    sobre la conducta de un cierto noble francs, el

    Barn Franval, que volva a su pas natal luego

    de una prolongada ausencia, acontecimiento

    que absorba la atencin de todos los presentes.

    Un amigo les refiri al seor Welwyn y a sus

    hijas quin era Franval.

    El Barn, que heredara muy poco de su

    padre, salvo su alto rango, se encontr, a la

  • 24

    muerte de su progenitor, que l y sus dos

    hermanas solteras tenan escasamente para

    vivir. Era, entonces, un joven de veintitrs aos

    que al serle imposible obtener una ocupacin,

    decidi abandonar Francia y dedicarse al

    comercio. Como se le ofreci, inesperadamente,

    una oportunidad, dej a sus hermanas al

    cuidado de un viejo pariente de la familia en su

    castillo de Normanda y zarp a las Indias

    Occidentales; extendi ms tarde sus viajes por

    toda Sudamrica.

    Despus de quince aos de ausencia,

    regresaba a Francia con una gran fortuna; su

    espritu independiente y su generosa devocin

    por el honor familiar y la felicidad de sus

    hermanas, eran admirados por todos, aun antes

    de su arribo a Pars.

    Los Welwyn oyeron la historia con mucho

    inters; Rosamund, que era muy romntica, se

  • 25

    sinti atrada por ella y coment que estaba

    ansiosa por conocer al Barn.

    Franval lleg a Pars, le fue presentado a los

    Welwyn, se encontr asiduamente con ellos, no

    caus buena impresin en Ida pero se gan el

    cario de Rosamund desde el principio y fue

    recibido con tan alta aprobacin por su padre

    que, cuando insinu visitar Inglaterra en

    primavera, fue invitado cordialmente a pasar

    algn tiempo en la Granja Glenwith.

    Llegu de Alemania para la poca en que

    los Welwyn retornaban de Pars y, de

    inmediato, me propuse reanudar mi amistad

    con la familia. Senta mucho cario por Ida, o

    la historia del Barn y, cuando me lo

    presentaron, me produjo una impresin tan

    desfavorable como la que le produjera a ella.

    No podra decir por qu me disgustaba;

    era, en realidad, un hombre educado y cantaba

  • 26

    notablemente bien. Estas dos cualidades eran

    ms que suficientes para atraer a una

    muchacha del temperamento de Rosamund y

    jams me sorprendi que l lograra sus favores.

    Tambin contaba con la aceptacin del padre,

    porque el Barn era un excelente jinete y como

    hablaba correctamente ingls y tenda a imitar

    los usos y costumbres del pas, el seor Welwyn

    entenda que semejante caballero era digno de

    consideracin.

    Le digo que me disgustaba sin poder darle

    una razn de mi disgusto. Aunque siempre era

    muy corts conmigo y, a menudo,

    cabalgbamos juntos y nos sentbamos a la

    mesa muy cerca uno del otro, nunca pude

    llegar a ser su amigo. Siempre me dio la

    impresin de un hombre que tena alguna

    reserva mental aun cuando expresara las cosas

    ms triviales y, de continuo, tena un dominio

  • 27

    de s que pareca acompaar sus palabras ms

    frvolas. Esto, no obstante, no era motivo para

    mi secreta antipata.

    Ida me lo dijo, recuerdo, cuando le confes

    mis sentimientos hacia el Barn y trat, en la

    intimidad, de referirme lo que ella pensaba. No

    quiso oponerse a la eleccin de Rosamund y

    asista al crecimiento de esa relacin con un

    temor que trataba en vano de ocultar.

    Hasta su padre se dio cuenta de que ella no

    era feliz y comenz a sospechar el motivo.

    Recuerdo que brome, con toda la irreflexin

    de un hombre necio, comentando que Ida

    siempre se celaba desde nia si su hermana

    miraba a alguien que no fuera ella misma.

    El verano comenz a suplantar a la

    primavera, Franval visit Londres y regres a la

    Granja. Demor su partida a Francia y, al fin,

    se le declar a Rosamund y fue aceptado. Dada

  • 28

    su posicin, los arreglos de todo lo

    concerniente a la boda parecieron ser muy

    satisfactorios.

    El nico rostro triste en la granja era el de

    Ida. Por un momento, fue penoso para ella

    ocupar el segundo lugar en el corazn de su

    hermana, pero el disgusto secreto y la

    desconfianza que senta hacia Franval, ante la

    idea de que, pronto, sera el esposo de su

    hermana, la llen de un vago sentimiento de

    temor que no poda explicarse y que, adems,

    deba mantener oculto. Una sola cosa la

    consolaba: Rosamund y ella no se separaran.

    Saba que el Barn senta, ntimamente hacia

    ella, la misma aversin; intua que cuando

    fuera a vivir con su cuado, tendra que decir

    adis a la porcin ms feliz y esplndida de su

    vida, pero debido a la promesa que le haba

    hecho aos atrs a su madre, nunca dud y

  • 29

    cuando Rosamund le coment que deseaba que

    fuera a vivir con ella para que la ayudase,

    acept.

    El Barn era demasiado educado como

    hombre para parecer molesto cuando se enter

    de estos arreglos. Y as fue como qued

    convenido, desde un principio, que Ida ira a

    vivir con su hermana.

    III

    La boda se llev a cabo en verano y los

    novios pasaron su luna de miel en Cumberland.

    Cuando regresaron a la granja, se habl de una

    visita a las hermanas del Barn en Normanda,

    pero esta tuvo que ser aplazada a ltimo

    momento por el repentino fallecimiento del

    seor Welwyn.

    Aunque la visita fue slo propuesta,

  • 30

    cuando lleg la fecha de efectuarla, el Barn

    fue renuente a dejar la granja, porque no quiso

    abandonar la temporada de caza.

    Cada vez, pareca menos inclinado, a

    medida que pasaba el tiempo, a ir a Normanda

    y escriba excusas tras excusas a sus hermanas

    cuando llegaban las cartas urgindole a

    cumplir la prometida visita.

    En invierno, coment que no permitira

    que su esposa se arriesgara a un largo viaje; en

    primavera, que su salud no era muy buena; y

    en el verano prximo, que ya no era posible

    porque la Baronesa esperaba ser madre.

    Esas fueron las excusas que Franval les

    enviaba a sus hermanas en Francia.

    El matrimonio fue, en el ms estricto

    sentido del trmino, feliz ya que el Barn,

    aunque nunca perdi la extraa reserva de sus

    modales, era en un estilo peculiar y sereno, el

  • 31

    ms afectuoso y atento de los maridos. Iba, en

    ocasiones, a la ciudad por sus negocios, pero

    pareca dichoso de retornar a la Baronesa; era

    corts con su cuada y se conduca con

    deferente hospitalidad hacia todos los amigos

    de los Welwyn.

    En sntesis, justificaba ampliamente la

    buena opinin que Rosamund y su padre se

    formaran de l cuando le conocieron en Pars.

    Ni siquiera estas cualidades de su carcter

    tranquilizaron por entero a Ida y aunque los

    meses se sucedieron placenteros, esa secreta

    tristeza, esa aprensin irracional sobre la

    situacin de Rosamund, penda pesadamente

    sobre su hermana.

    Al comienzo de los meses de verano,

    sucedi un pequeo inconveniente domstico,

    que le indic a la Baronesa, por primera vez,

    que el temperamento de su esposo poda ser

  • 32

    afectado seriamente por la ms leve tontera.

    El Barn tena el hbito de recibir dos

    peridicos franceses, uno publicado en

    Burdeos y el otro en el Havre y siempre los

    abra en cuanto llegaban, lea por unos minutos

    con profunda atencin una columna en

    particular de cada uno de ellos y luego, como

    distradamente, los arrojaba al cesto de papeles.

    Su esposa y su cuada, en los primeros

    tiempos, se sorprendieron del modo en que los

    lea, pero no le dieron ms importancia al

    hecho cuando les explic que los reciba para

    consultar las noticias comerciales de Francia,

    que podan, espordicamente, ser de inters

    para l.

    Estos peridicos se editaban semanalmente.

    En la ocasin a la que me refiero, el peridico

    de Burdeos lleg puntualmente como siempre,

    pero el del Havre no apareci. Esta

  • 33

    circunstancia banal afect seriamente al Barn

    que escribi, de inmediato, a la oficina de

    correos y al corresponsal del peridico en

    Londres.

    Cuando su esposa, sorprendida por su

    intranquilidad, trat de cambiarle su

    malhumor, bromeando acerca del peridico

    extraviado, l le respondi con las palabras ms

    duras que ella le haba odo. Y, para ese tiempo,

    ella ya no estaba en condiciones de recibir

    expresiones hostiles de nadie y menos de su

    esposo.

    Pasaron dos das sin que recibiera

    respuesta a su reclamo y, en la tarde del tercer

    da, el Barn cabalg hasta la oficina de correos

    para averiguar.

    Una hora despus de su partida, un

    caballero desconocido lleg a la granja y

    pregunt por la Baronesa. Al ser notificado que

  • 34

    ella no se senta en condiciones de recibir

    visitas, le envi un mensaje donde le transmita

    que su presencia era de suma importancia y

    que aguardara abajo, por una segunda

    respuesta.

    Cuando recibi este mensaje, Rosamund

    recurri, como siempre, al consejo de su

    hermana mayor y esta fue, de inmediato, a

    entrevistarse con el extrao.

    Lo que estoy capacitado de referirle acerca

    de esa extraordinaria entrevista y de los

    terribles acontecimientos posteriores, lo he

    odo de los propios labios de la seorita

    Welwyn.

    Ella se encontraba nerviosa cuando entr al

    saln; el desconocido la salud con cortesa y le

    pregunt, con acento extranjero, si era la

    Baronesa. Ida le corrigi y le expres que

    velaba por todos los asuntos de su hermana,

  • 35

    agregando que si la entrevista concerna a las

    cuestiones de su cuado, este no se hallaba en

    ese momento en la casa.

    El extranjero le respondi que estaba

    enterado de ello cuando arrib y que la visita

    ingrata que lo traa no deba ser confiada al

    Barn, al menos por ahora.

    Cuando le pregunt por qu, le dijo que l

    estaba all para explicarle, expresndole que se

    senta muy aliviado de poder confesarle este

    asunto a ella, que estara mejor preparada que

    su hermana para las malas noticias que,

    infortunadamente, se vea obligado a traer.

    El repentino desfallecimiento que le

    sobrevino cuando escuch estas palabras, le

    impidi responder. El extranjero sirvi un poco

    de agua de una botella, que estaba sobre la

    mesa, y le dio a beber, interrogndola sobre si

    se senta con fuerzas para or lo que tena que

  • 36

    confiarle.

    Extrajo de su bolsillo un peridico

    extranjero, mientras le explicaba que era un

    agente secreto de la polica francesa y que el

    peridico era el Havre Journal de la semana

    pasada; haba evitado que se le enviara al

    Barn como siempre. Lo abri y le pidi que

    leyera ciertas lneas que le daran una pista del

    asunto por el cual estaba all, sealndole la

    parte mientras le hablaba.

    Las lneas en cuestin se referan a

    entradas de barcos y decan: arrib el

    Berenice desde San Francisco con un valioso

    cargamento de pieles. Trae un solo pasajero, el

    Barn Franval, del Castillo Franval, en

    Normanda. Cuando la seorita Welwyn ley

    esto, su corazn se paraliz y comenz a

    temblar aunque era una tarde calurosa de

    junio. El visitante le dio a beber ms agua y le

  • 37

    pregunt cordialmente si tena valor para

    escucharle, se sent y volvi a referirse al

    peridico; cada palabra que l pronunci se le

    grab para siempre en su memoria y en su

    corazn.

    No hay ningn error le dijo acerca

    del nombre que figura en esa lnea que ha ledo

    y es tan cierto como que nosotros estamos aqu,

    que hay un solo Barn Franval con vida. La

    cuestin es cul de los dos es el verdadero

    Barn, el pasajero del Berenice o el esposo de

    su hermana. Las seoras del castillo no le

    creyeron al pasajero que arrib a el Havre la

    ltima semana, cuando les dijo que l era el

    Barn, as que la polica fue notificada y, de

    inmediato, sal de Pars. No perdimos tiempo en

    interrogar al hombre. Estaba extremadamente

    furioso.

    Encontramos que tena un extraordinario

  • 38

    parecido con el Barn y que estaba

    familiarizado con las personas y los lugares

    cercanos al castillo; entonces, le hablamos a las

    autoridades locales y examinamos en secreto

    los prontuarios de personajes sospechosos. Uno

    de estos deca lo siguiente: Hctor Augusto

    Mombrum, hijo de un respetable propietario

    de Normanda, bien educado, buenos modales;

    en malas relaciones con su familia. Carcter

    intrpido, astuto, inescrupuloso, aplomado.

    Puede ser reconocido fcilmente por su

    parecido con el Barn Franval. Condenado a

    veinte aos por robo.

    La seorita Welwyn not que el hombre la

    observaba para ver si poda seguir

    escuchndole. Este le pregunt, no sin cierta

    alarma, si quera que le sirviera ms agua. Ida

    slo atin a negar con su cabeza. El hombre

    sac un segundo papel de un anotador.

  • 39

    La prxima entrada, bajo el mismo nombre,

    era de cuatro aos ms tarde y deca as:

    Hctor Augusto Mombrum, condenado a

    cadena perpetua por asesinato y otros delitos.

    Escap en Toln. Se sabe que se dej crecer la

    barba y usa su cabello largo con la intencin de

    que sea imposible descubrirlo por aquellos que

    pueden dar aviso en su provincia natal al

    reconocerle su parecido con el Barn Franval.

    Haba otros detalles agregados, pero ninguno

    de gran importancia.

    De inmediato, examinamos al supuesto

    impostor explic el agente francs .

    Sabamos que si l era Mombrum,

    encontraramos en su hombro las letras T.F.

    que significan Trabajos Forzados. Como no

    hallamos nada, intercept los nmeros del

    Havre Journal de esa semana que iba a ser

    enviado al corresponsal de Londres. Llegu al

  • 40

    Havre el sbado y, de inmediato, me llegu

    hasta aqu.

    Continu hablando, pero ya la seorita

    Welwyn dej de escucharle. Su primera

    sensacin, al retornarle la conciencia, fue el

    agua sobre su rostro y observ que todas las

    ventanas del saln estaban abiertas para que le

    llegara aire y que ella y el hombre an seguan

    solos.

    En un primer instante, ella lo desconoci,

    pero de inmediato, le vinieron a la mente las

    crueles realidades que le haban llevado hasta

    all y despus de disculparse por no haber

    pedido ayuda cuando ella se desmay, le dijo

    que era vital que nadie en la casa, durante la

    ausencia de Franval, imaginara que algo

    anormal estaba sucediendo. Agreg que no

    aumentara su angustia refirindole ms,

    dejara que se recobrara para considerar cul

  • 41

    era la mejor forma de tratarlo con la Baronesa;

    l regresara a la casa, en secreto, entre las ocho

    y nueve de esa noche, listo para actuar cuando

    la seorita Welwyn lo deseara y darle a ella y a

    su hermana la ayuda y proteccin que

    pudieran necesitar. Luego de manifestar estas

    palabras, inclin su cabeza y, en silencio,

    abandon la habitacin.

    En los primeros minutos, penosos cuando

    se qued sola, Ida permaneci sentada,

    indefensa y sin habla. Despus, una clase de

    instinto le pareci decirle que deba ocultar

    esas noticias espantosas a su hermana, tanto

    como le fuera posible. Corri a las habitaciones

    de Rosamund y le coment, a travs de la

    puerta (ya que no confiaba en arriesgarse ante

    la presencia de su hermana) que el visitante

    haba venido por unos asuntos legales del

    padre y que se iba a encerrar para escribir unas

  • 42

    cartas extensas acerca de ello. Cuando entr en

    su propio cuarto, no tuvo conciencia de cunto

    tiempo pas sintindose vaca, salvo por una

    esperanza desvalida de que la polica francesa

    estuviese cometiendo algn error.

    Un poco despus del crepsculo, oy llover.

    El ruido de la lluvia y la frescura que trajo en

    el aire, pareci despertarla de un pavoroso

    sueo y, al retornar su razn, se sinti

    aterrorizada cuando el recuerdo de Rosamund

    vino a ella; su memoria regres al da del

    fallecimiento de su madre y a la promesa que

    hiciera en su lecho de muerte. Estall en

    lgrimas que la desgarraron, luego oy los

    cascos de un caballo y supo que su cuado

    haba vuelto; abandon, entonces, el cuarto y

    fue hacia el de su hermana.

    Por fortuna, la habitacin de su hermana

    estaba escasamente iluminada. Antes de que

  • 43

    pudieran intercambiar dos palabras, Franval, al

    que se le vea muy irritado, entr diciendo que

    haba esperado el arribo del correo y el

    peridico no vino en l; que se hallaba

    empapado y crea haberse resfriado. Su esposa

    le sugiri alguna medicina, pero l la

    interrumpi rudamente dicindole que no

    quera ningn remedio, slo irse a la cama. Y

    las abandon sin decir otra palabra.

    Rosamund se llev un pauelo a los ojos.

    Cmo ha cambiado le dijo,

    suavemente, a su hermana.

    Estuvieron en silencio por ms de media

    hora hasta que Rosamund se levant para ir a

    ver cmo estaba su esposo. Regres explicando

    que dorma y que esperaba se despertara bien

    en la maana.

    El reloj dio las nueve. Ida, al or los pasos

    del criado en la escalera, se reuni con l para

  • 44

    recibir la noticia de que el polica la esperaba

    abajo.

    Cuando l le pregunt si ella le haba

    comentado algo a su hermana o si haba

    pensado algn plan de accin, le contest

    negativamente y le cont que el Barn haba

    regresado a la casa, cansado y enfermo y se

    haba ido a dormir.

    El agente, con ansiedad, le susurr si ella

    saba que se hallaba solo y durmiendo. Al

    recibir su respuesta, le dijo que deba ir a su

    habitacin, de inmediato.

    De nuevo, se sinti desfallecer, pero l le

    explic que si no utilizaba esta oportunidad

    inesperada, poda tener resultados fatales. Le

    record que si el Barn era, en realidad,

    Mombrum, la sociedad le reclamaba y, tambin

    la justicia, y que si no lo era, el plan para llegar,

    de inmediato, a la verdad defendera a un

  • 45

    inocente de sospechas y al mismo tiempo le

    ahorrara al Barn el hecho de saberse

    sospechado.

    Este ltimo argumento surti efecto sobre

    la seorita Welwyn. La dbil esperanza de que

    las autoridades francesas estuvieran en un

    error le permiti al agente seguirla al piso

    superior, donde le seal la puerta. El tom la

    lmpara de su mano, abri con suavidad y

    entr al cuarto, dejando la puerta abierta.

    Ida mir a travs de la puerta y vio que

    Franval yaca de costado, sumido en un

    profundo sueo, con su espalda vuelta hacia

    ellos. En silencio, el agente coloc la lmpara

    sobre una pequea mesa de lectura, apart un

    poco las ropas de cama, tom un par de tijeras

    y con mucha suavidad y lentitud, comenz a

    cortar la porcin de camisn que le cubra los

    hombros. Cuando la parte superior de su

  • 46

    espalda qued descubierta, el agente tom la

    lmpara y la mantuvo cerca de su piel.

    La seorita Welwyn le oy exclamar algo

    por lo bajo, luego se volvi hacia donde ella

    estaba y le hizo una seal para que se acercara.

    Ida se acerc a la cama y mir hacia donde le

    indicaba. All, muy visible a la luz de la

    lmpara, se hallaban las letras T.F. sobre el

    hombro.

    Aunque no pudo moverse ni hablar, el

    horror de este descubrimiento no le hizo

    perder, de nuevo, el sentido y observ cmo el

    agente extenda las ropas de cama y retiraba las

    tijeras. Percibi que l la sacaba rpidamente

    del dormitorio y la ayudaba a llegar a la planta

    baja.

    Cuando estuvieron, otra vez, solos, le dijo,

    por primera vez con muestras de agitacin.

    Ahora, seora, por amor de Dios, sea

  • 47

    valiente y djese guiar por m. Usted y su

    hermana deben abandonar la casa de

    inmediato. No tienen algn familiar en los

    alrededores donde puedan refugiarse?

    No tenan.

    Cul es el pueblo ms cercano donde

    puedan pasar la noche?

    Era Harleybrook.

    A qu distancia est?

    Doce millas.

    Es mejor que tomen un carruaje

    enseguida, con la menor demora posible

    coment. Djeme que yo pase aqu la noche.

    Me comunicar con usted por la maana en el

    hotel principal. Puede realizar estos

    preparativos con el criado, si yo le llamo y usted

    le dice que debe obedecer mis rdenes?

    El sirviente recibi sus indicaciones, sali

    con el agente para vigilar que el carruaje se

  • 48

    preparase rpida y silenciosamente y la

    seorita Welwyn subi a ver a su hermana.

    Cmo las noticias terribles destrozaron a

    Rosamund, no puedo relatarlo. Ida no me lo

    cont ni le dijo nunca a nadie lo que sucedi

    entre ella y su hermana esa noche. No le puedo

    describir el shock que ambas mujeres

    sufrieron, excepto que la ms joven y dbil

    muri a causa de ello; que la mayor y ms

    fuerte nunca se ha recobrado ni se recobrar.

    Rosamund muri muy poco despus del

    nacimiento de su hija, pero la nia naci con

    vida y vive an. Usted la vio en la ventana

    cuando llegamos y yo le sorprend, me atrevo a

    creerlo, al rogarle que no le hablara de ella a la

    seorita Welwyn. Tambin habr notado un

    vaco en la expresin de la nia y temo creer

    que su mente tambin est vaca.

    Seguramente, querr saber qu sucedi en

  • 49

    la Granja Glenwith, luego que las dos

    hermanas partieron. He ledo la carta que el

    agente de la polica envi a Ida a la maana

    siguiente; y haciendo memoria, le relatar todo

    lo que desea conocer.

    Primero, sobre el pasado de Mombrum,

    debo decirle que era el preso fugado; por largos

    aos, haba burlado a la polica de toda Europa

    y Amrica. Aunque tuvo xito en el robo de

    fuertes sumas de dinero, habra sido capturado,

    al regresar a Francia, si no hubiese contado con

    la fortuna de hacerles creer a todos que era el

    Barn Franval. Si el Barn Franval hubiera

    muerto en el exterior, tena todas las

    probabilidades de no haber sido descubierto

    jams. Adems de su extraordinario parecido

    con el Barn, tena todo lo que se necesitaba

    para llevar a cabo su engao. Aunque sus

    padres no eran ricos, haba recibido buena

  • 50

    educacin y sus primeros aos los haba pasado

    en las proximidades del Castillo de Franval.

    Conoca cmo viva el Barn, haba residido en

    el pas hacia donde el Barn emigrara, le era

    fcil referirse a personas y lugares que estaban

    relacionados con el Barn y, por ltimo, tena

    la excusa de haber pasado quince aos en el

    exterior, si deslizaba algn ligero error ante sus

    hermanas. No es necesario que le diga que el

    autntico Barn fue acogido de inmediato, y

    recibido con todos los honores por su familia.

    De acuerdo al propio relato de Mombrum,

    se haba casado con la pobre Rosamund

    puramente por amor. La delicada e inocente

    muchacha le haba encandilado y la vida

    serena y fcil en la granja le complaca, por

    contrastar con su existencia peligrosa del

    pasado. Lo que hubiera sucedido si l se

    hubiese cansado de su esposa y de su hogar

  • 51

    ingls, no lo sabemos. Lo que aconteci la

    maana siguiente a la partida de su esposa y su

    cuada, se puede contar en pocas palabras.

    Tan pronto como los ojos de Mombrum se

    abrieron, se encontraron con el polica sentado

    muy cerca de su cama, con una pistola en su

    mano. Supo, de inmediato, que haba sido

    descubierto pero ni por un instante perdi la

    compostura, por la que era famoso.

    Declar que deseaba cinco minutos para

    considerar seriamente si resistira a las

    autoridades francesas en tierra inglesa y as

    ganar tiempo, obligando a un gobierno a

    solicitar la extradicin al otro o si aceptara los

    trminos oficialmente ofrecidos por el agente,

    si permita ser arrestado en secreto.

    Eligi la ltima opcin; se pens que elega

    esta porque supuso que podra escapar cuando

    se le antojara. Cualesquiera que fueran sus

  • 52

    motivos, dej que el agente le sacara,

    apaciblemente, de la granja.

    No pas mucho tiempo sin que su suerte le

    sorprendiera, porque trat de escapar de nuevo

    y, como se aguardaba que lo hiciera, fue

    baleado mientras haca el intento. Recuerdo

    haber odo que la bala le entr por la cabeza y

    lo mat en el acto.

    Finalizo mi relato. Hace diez aos que

    Rosamund fue enterrada y hace diez aos que

    la seorita Welwyn regres a ser un solitario

    habitante de la Granja Glenwith. Ahora vive

    exclusivamente en el pasado. No hay un solo

    objeto en la casa que no le recuerde a su madre,

    cuyos ltimos deseos vivi para obedecer.

    Aquellos cuadros que usted observ, en las

    paredes de la biblioteca, eran de Rosamund, los

    libros de msica son los mismos que ella y su

    madre ejecutaban en las tardes silenciosas de

  • 53

    verano. Ella no tiene nada que la ate al

    presente, salvo la pobre criatura cuya afliccin

    es el consuelo constante que la ilumina, y la

    gente del campo que la rodea, cuyas

    necesidades est siempre dispuesta a socorrer.

    Tarde o temprano, las noticias sobre sus

    limosnas llegan hasta nosotros y es muy amada

    en todos los hogares humildes. No hay ningn

    hombre pobre, no slo en esta villa, sino

    tambin muchas millas ms all, que no lo

    recibir a usted como se recibe a un viejo

    amigo, si le dice que conoce a la Dama de la

    Granja Glenwith.

    The lady of Glenwith Grange

    APEDEUTEKA GUINEFORT, 2015