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En www.portalcomunicacion.com/ESP/aab_ent_wolton1.html
Fuente consultada en diciembre de 2010
Salvar a la comunicación y cuestionar el concepto de Sociedad de la
Información
Les proponemos leer esta entrevista realizada a Dominique Wolton,
en la que el autor aborda temas que van desde la información y el
conocimiento, hasta Internet y los medios masivos de
comunicación.
Dominique Wolton es investigador francés, Director de investigación del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) y coordinador de la revista Hermès;
autor de numerosos libros y ensayos publicados en revistas y volúmenes colectivos,
entre sus obras se encuentran "Elogio del gran público", "Internet ¿y después?",
"Pensar la comunicación", "La otra mundialización", "Sobrevivir a Internet" y "Hay que salvar a la comunicación".
Entrevista realizada por Pablo Rodríguez en Buenos Aires y publicada en el Portal de
la Comunicación (InCom UAB) . Pablo Rodríguez es Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, DEA "Communication,
Technologies et Pouvoir" de la Universidad de París I (Panthéon-Sorbonne) y
docente del seminario de Informática y Sociedad de la carrera de Comunicación
Social de la UBA.
Parte I. Información, conocimiento, acción
Portal de la Comunicación: Usted plantea en su más reciente libro, "Il faut
sauver la communication", que el término "sociedad de la información"
contiene cinco contradicciones. ¿Cuáles son?
Dominique Wolton: La primera contradicción está en la definición misma: la
sociedad es algo colectivo, mientras que la información es un mensaje, es algo
individual. En el mejor de los casos, se puede hablar de una "sociedad de la
comunicación", término que sí explica una relación posible entre lo individual y lo colectivo. Ocurre que desde hace 80 años hay en el mundo occidental más
información que comunicación. La segunda contradicción concierne la confusión
entre la performance de los canales de información y el contenido. En tercer lugar,
la "sociedad de la información" pertenece a una visión completamente occidental: supone una definición universal de la información que sencillamente no existe. Mi
cuarta objeción tiene que ver con el receptor. La información es únicamente el
mensaje que se transmite, no implica al receptor. Esto nos devuelve al primer
punto, a no confundir "comunicación" con "información". Por último, hay una
ambigüedad en la palabra "información". No se sabe si remite a una noción económica o a una noción política, es decir, si tiene alguna relación con la condición
de la democracia.
P.C.: ¿Y cuál sería la relación entre información, comunicación y
democracia?
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D.W.: En el siglo XVIII, los tres términos eran equivalentes. Sin embargo, en el
siglo XX, el mundo intelectual mantuvo el prestigio para la idea de democracia pero
desprestigió a la información y a la comunicación, en parte por la explosión
tecnológica que acabamos de mencionar. Y para mí esto es una injusticia intelectual. Considero que debemos volver a la equivalencia del siglo XVIII a la luz
de problemas que no son de aquel tiempo. Uno de los problemas fundamentales es
la contraposición entre dos filosofías de la comunicación: una tecnológica-
económica y otra humanística. Si ambas se solapan, el desprestigio de los términos
información y comunicación estará justificado. Por eso rechazo la filosofía tecnológica y económica de la comunicación. Después de todo, comunicar no es
otra cosa que negociar. Y la política es negociar.
P.C.: La historia del término "sociedad de la información" indicaría que la
información fue asumida como materia prima de una reestructuración del capitalismo. Daniel Bell, uno de los primeros en hacer este planteo,
distingue información de saber y de conocimiento. Usted en su libro habla
de la distinción entre información, acción y conocimiento.
D.W.: Ocurre que el término "sociedad de la información" nos hace creer que hay un continuum entre información, conocimiento y acción. Pero, para comenzar, hay
una discontinuidad entre información y comunicación. La información no crea la
comunicación, que se relaciona con el problema del otro. La acción no es la
continuidad del conocimiento, ni el conocimiento es la continuidad de la
información. Se trata de actividades intelectuales completamente diferentes. Uno se puede informar únicamente si tiene el conocimiento suficiente para manejar la
información; por eso, cuanta más información, más urgente es la pregunta por el
conocimiento. Y aun suponiendo que la relación entre conocimiento e información
sea óptima en un momento, eso no implica que automáticamente se pueda actuar, pasar al acto. La acción no es ni la información ni el conocimiento. Es otra cosa. De
este modo, el término "sociedad de la información" nos hace creer que están
resueltos aquellos problemas que no están para nada resueltos.
Parte II. Internet y Mass Media
P.C.: Sin embargo, ciertas formas de acción están relacionadas con las
tecnologías de la información. El caso de los movimientos
altermundialistas parecen demostrarlo.
D.W.: Sí. No se puede negar que Internet, por ejemplo, permite nuevas formas de acción. Pero para que la información genere una acción, hace falta una conciencia
política. Amnesty International existe porque hay una conciencia política mundial
sobre ciertos temas, no porque haya Internet; Internet simplemente es una
herramienta potente. Internet no va a crear nunca ningún militantismo. Pensar este
tema de otro modo es quedarse del lado de la técnica y no preguntar por el contenido, por el sentido. Para una acción tiene que haber una representación
global del mundo, y eso no puede ser creado por canales de información. Estos
canales sólo pueden hacer circular representaciones, pero la circulación por sí sola
no construye representaciones nuevas.
P.C.: Ese es su argumento para defender a la televisión y a los diarios
frente a Internet. En la televisión, uno se encuentra con cosas que no
eligió ver, mientras que en Internet se encuentra lo que se busca. ¿No es
eso desconocer que la idea de "navegar" en Internet supone también una cierta deriva por territorios que no se buscan?
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D.W.: Estoy totalmente de acuerdo, pero la lógica de Internet es la de la demanda.
Uno va a buscar algo, más allá de que lo encuentre o no, o de que encuentre otra
cosa que no era lo que imaginaba. En los diarios y en la televisión hay una oferta
ya preconstruida y una demanda potencial. En la lógica de la oferta, la interacción se produce en términos que no estaban supuestos, y que suponen una negociación
de sentido. En la radio, en el diario, en la televisión, hay una lógica de la alteridad.
Internet es la lógica de lo mismo. Con esto no estoy diciendo que haya algo bueno
y algo malo. Simplemente quiero decir que, desde el punto de vista de la
comunicación, y tal como yo la entiendo, Internet no tiene que ver con los mass media, no tiene el mismo modo de funcionamiento ni exige el mismo tipo de
respuestas.
P.C.: Las páginas de Internet también son una oferta preconstruida. O sea,
el usuario de Internet también estaría "negociando sentido".
D.W.: La diferencia es que las páginas y los portales en Internet son accesibles
según una guía cuyos criterios no conocemos, más allá de que efectivamente
usemos buscadores, por ejemplo. Lo que quiero decir es que en los mass media
hay una tensión en la construcción del sentido --por eso los estudios de comunicación basculan entre analizar la dominación del emisor y la del receptor--
que no está presente en Internet. Internet responde a una demanda individual y en
este sentido es simple: los mass media deben satisfacer una demanda
heterogénea, y eso es más complicado. Esto supone relaciones diferentes respecto
del conocimiento y a la acción. Creo que la relación entre Internet y los mass media es parte de un debate teórico central para los estudios en comunicación, pero a
condición de salir de la cuestión de las condiciones de apropiación técnica de estos
medios, que parece ser la única vía de reflexión posible hoy.
Parte III. Diversidad cultural y espacio público
P.C.: Usted señala que hubo varias etapas de la mundialización: primero
fue la mundialización política con la ONU, luego la mundialización
económica y hoy, de aquí en más, el problema central es la mundialización
cultural. ¿Qué se puede esperar de esta nueva mundialización si las dos anteriores no han sido especialmente exitosas, al menos en términos de
igualdad y libertad?
D.W.: No estoy de acuerdo con que la ONU, por ejemplo, no haya sido una
institución exitosa. Es el único marco político internacional a nuestra disposición. Sus documentos y disposiciones son las únicas reglas internacionales en vigencia.
Entiendo a dónde apunta usted, pero el hecho de que Estados Unidos no respete a
la ONU no quiere decir que la ONU no sirve. En cuanto a la mundialización
económica, es exactamente lo contrario de la política, dado que consiste en la
desregulación total de las relaciones industriales y comerciales. En la mundialización económica se trata de romper todas las reglas. Me parece que el
nacimiento de los movimientos altermundialistas se produce justamente cuando la
contradicción entre ambas mundializaciones se hizo evidente. Y la mundialización
cultural es el escenario creado por los problemas generados por la mundialización económica. Hubo una etapa en la que se creyó que la mundialización económica
abriría e integraría a las sociedades, como queriendo reproducir en algunos años lo
que en Europa tomó siglos. Ahora bien, en este siglo XXI se demostró que la
apertura de los países no suprime sus identidades, sino que las refuerza. Esto es claro, por ejemplo, en el tema de las identidades lingüísticas. Ahora la cultura es un
factor de conflicto, y la comunicación en este sentido es un acelerador de los
conflictos, porque todo el mundo ve todo. La mundialización cultural no tiene nada
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que ver, entonces, con el fin de los Estados-nación y el nacimiento de una cultura
mundial, sino que está en el centro de lo que denomino "un triángulo infernal"
formado por la identidad, la cultura y la comunicación. Lo que debemos tener en
claro es que la identidad es la condición, y no el enemigo como se suele pensar, de la comunicación.
P.C.: Al mismo tiempo, los movimientos altermundialistas han tomado un
camino distinto a la mundialización "desde arriba", como la política.
D.W.: Estos movimientos más bien demostraron que la mundialización ya es un
hecho político y que plantea un nuevo escenario mundial. Que la cumbre del G-8 sea posible a condición de rodearse de seguridad así lo demuestra.
P.C.: En una conferencia reciente usted planteó justamente la relación
entre cultura y política cuando opuso la cuestión lingüística a la
constitución del espacio público. ¿De qué modo se relaciona el espacio público, ya sea nacional, regional o global, con la diversidad lingüística?
D.W.: El espacio público es un espacio simbólico, es decir, no está definido por las
fronteras. Puede haber un espacio público que supere a los Estados, aunque es
frecuente que el espacio público coincida con una nación. Para que haya espacio público debe compartirse una lengua, un código cultural, referencias históricas y
problemas comunes respecto de la acción política. Esto se construye a través de
siglos, por lo cual la cuestión de un espacio público establecido por una decisión
política, como es el caso europeo, no es un tema que aparece de un día para el
otro. Un espacio político no es un espacio público. La Unión Europea, para seguir con el ejemplo, puede convertirse en un espacio político, con su clase dirigente, su
Parlamento, etcétera; puede convertirse en un espacio común de intercambios
económicos, algo que está en la base del experimento europeo; pero no es tan fácil
hacer de ella un espacio público. En todo caso, lo que se está haciendo hoy es crear las condiciones culturales para que, a pesar de las diferencias lingüísticas, cada vez
más países se incorporen a ese espacio político.
Parte IV. Europa y Estados Unidos
P.C.: Usted dijo que el fracaso del "sí" a la Constitución europea es el comienzo de "la Europa política".
D.W.: Es el nacimiento de la Europa democrática. Esto es, que los pueblos han
opinado sobre qué quieren como espacio político común. El referéndum planteaba
"sí" o "no", y ahora que la respuesta fue "no" se trata de volver al terreno político. Creo que la experiencia europea es muy avanzada en relación con el resto del
mundo, porque se trata de un intento de cohabitación de 25 países con 20 lenguas,
que obliga, por ejemplo, a que la Unión Europea tenga 2000 traductores. Si este
intento tiene éxito, entonces tendremos un espacio político sin espacio público
común, y eso es un éxito, no un fracaso. Y será una buena noticia para todo el mundo, porque se demostrará que no es necesario compartir una lengua para
llegar a cierto nivel de relaciones políticas, económicas y culturales. No hace falta
comprenderse para hacer algo en común.
P.C.: ¿No hay un cierto evolucionismo europeísta en su interpretación? Europa ha sido el escenario de las matanzas más grandes del siglo XX.
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D.W.: Bueno, ocurre que Europa puede inventar una forma política novedosa
justamente porque fue el escenario de varios genocidios. A mí me parece que
fueron las guerras y las matanzas, y no el comunismo -que fue una justificación
temporal operatoria- el germen de la Unión Europea. Pensemos nuevamente en términos de diversidad cultural. Estados Unidos está como Europa en 1910, seguro
de su dominio indiscutible. Estados Unidos cree que no tiene nada que decir sobre
la diversidad cultural porque es la diversidad cultural misma, porque es el país del
melting pot, porque considera que la alteridad es el dato primero de su historia. Y
sabemos que no es así, no sólo porque se ve a diario cuando confronta con el Islam, sino porque quienes no estamos en Estados Unidos sabemos que podremos
querer adoptar el modo de vida norteamericano, pero no queremos ser
norteamericanos. Europa, en cambio, ya se enfrentó de modo sangriento con estas
cuestiones. Tomemos un caso más actual, el de la inmigración. Europa aún hoy atrae las poblaciones de todas sus ex colonias. A pesar de los problemas que
plantea la inmigración en el continente, está claro que los inmigrantes traen las
mismas cuestiones que los nativos de Europa: cómo buscar una unidad política que
zanje diferencias sin recurrir a la guerra. Y esto es algo muy útil para Medio Oriente, donde los enfrentamientos culturales son enormes, para Africa, donde hay
mucho odio, y para América Latina, cuya diversidad cultural es enorme. Con esto
no quiero decir que Europa tiene una fórmula mágica, que se puede extrapolar a
cualquier región. Cada región encontrará su modo.
P.C.: De todas maneras, el experimento europeo está seriamente amenazado por Estados Unidos, que pretende dividir el continente.
D.W.: Estados Unidos tiene una estrechez de miras notable, porque con 25 países,
Europa es una potencia considerable. Se entiende que lo que busca es dividir para
reinar y por el momento trata de retrasar la creación de esta Europa ampliada. Pero no es una estrategia viable a largo plazo. Creo que Europa está mostrando que
puede ser el lugar de puesta en acto de varias de las cuestiones de las que
hablamos respecto de la relación entre identidad, cultura y democracia. Y sólo
podrá consolidarse si rechazamos los pensamientos fáciles sobre cada uno de estos temas.