“Encuentros y cuentos” X Certamen de Relato Breve “Fernando Abraín”

Tirada: 800 ejemplares Asociación Codef Fundación Adunare. Centro EPA Codef. Depósito legal: XXXXXX

Encuentros

y cuentos

X CERTAMEN DE RELATO BREVE FERNANDO ABRAÍN

“Encuentros y cuentos” X Certamen de Relato Breve “Fernando Abraín”

Asociación Codef Fundación Adunare. Centro EPA Codef. Depósito legal: Z1460-2016

Se permite expresamente la reproducción total o parcial de esta obra.

Úsala, difúndela y disfrútala.

X CERTAMEN DE RELATO BREVE “FERNANDO Abraín”

AUTORAS

Alberto García Salas Ángel Casado Rodríguez

Mª Luisa González González Ascensión García Rubio

Blanca Purificación Ortíz Arruga

ILUSTRACIONES

Amparo Ortillés García

Encuentros y cuentos

En la sociedad actual ha tomado más fuerza que nunca la importancia de la escritura. Han surgido nuevos medios de comunicación donde el dominio del lenguaje escrito es básico. Las nuevas tecnologías nos acercan al mundo, a la gente. Correo electrónico, mensajes a través de teléfonos móviles, chats,... La necesidad de escribir para comunicarse resurge con fuerza en el comienzo de este siglo.

Pero escribir no es fácil, eso lo sabemos todos. Aprender a escribir es un proceso que dura toda la vida. Narrar nuestras historias, describir nuestros sentimientos, expresar nuestras ideas y ser capaces de hacerlo por escrito es un ejercicio complicado que exige un gran esfuerzo. La pereza, el miedo a equivocarnos, el no sentirnos capaces, la falta de resultados satisfactorios, son algunos de los obstáculos a superar.

Este libro es el ejemplo de que todas esas barreras

PRÓLOGO

pueden superarse. Aquí sólo encontraréis algunos ejemplos, pero fueron decenas las personas de todos los rincones de España que se sentaron y dedicaron un tiempo a dejar en un papel su historia. Queremos felicitar y dar las gracias a todas ellas y no sólo a las que aquí aparecen, pues todas y cada una de las que nos enviaron un relato han logrado algo importante. Os pedimos que leáis este libro con cariño pues es el resultado de los esfuerzos sinceros de muchas personas.

Este Certamen de Relato Breve nace en una Escuela de Personas Adultas, con el sueño de conseguir que los participantes de otras Escuelas semejantes se pusieran a escribir. Queríamos intercambiar historias, hacer nuestras las palabras, apropiarnos del lenguaje, porque de esta forma conseguimos ser

ciudadanos, adueñarnos de la realidad, dotar de mayor significado a las cosas, ser conscientes, ser críticos y poder dejar constancia de ello. Las páginas de este libro se han forjado en aulas de Adultos de toda España y allí es donde queremos que regresen.

A los educadores de EPA os pedimos que aprovechéis este recurso. Con esa finalidad fue creado. Que lo llevéis al aula, que lo leáis juntos, que sirva para mostrar a nuestros participantes que sólo hay que dar el primer paso, que los animéis a que escriban que se dejen llevar, que lean lo que han escrito, que lo corrijan, que lo vuelvan a escribir. Es difícil, lo sabemos, pero es un proceso. Sólo escribiendo se aprende a escribir. Sólo hay que emprender ese maravilloso camino.

Y este certamen pretende ser un acicate para dar el primer paso.

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ALBERTO GARCÍA SALAS Huerta del Rey - FECEAV

Valladolid

Yo tenía 25 años, las patillas afiladas y la Garda pisándome los talones…

¿Querrán creerme…? Solía dormir yo, por aquel entonces, en un sótano abandonado del Socialist Party, en Dublín, la capital de una Irlanda a la que yo había ido a buscar progreso.

BAJO LAS GAVIOTAS

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Lo encontré por una mezcla de casualidad y necesidad, cuando realmente el gran Dios me puso la soga al cuello.

Les contaré que en aquellos días yo huía de la justicia por varios casos precedentes de ocupación en Limerick (la ciudad de las “Cenizas de Ángela”) y no tenía dinero suficiente para pagar un alquiler, aunque trabajaba.

Sucede que cuando estás en la calle tirado, lo primero que aflora en ti es el instinto de saber dónde vas a dormir esa noche… así que “ocupé” aquel lugar, circunstancialmente.

Recuerdo que el frío húmedo de Irlanda se me metía hasta los mismos huesos…

…me recuerdo abriendo una horrible lata de carne de vaca envasada que había robado para comer y el agobiante estrés de una ciudad sobre mi cabeza, que no parecía dormir nunca…

…recuerdo el dolor de muelas que venía cada noche a decirme de nuevo que las cosas no iban bien…

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Y recuerdo la música de aquellas veladas a la semi-intemperie. Molly Malone sonando desde algún pub cercano, junto con un coro de gaviotas a lo alto que parecían, sin más, estar riéndose de mí.

Todo acabó cuando los Garda tiraron el tablón al que aquel agujero puse por puerta e irrumpieron en el sucio sótano donde yo dormía.

Fui arrestado por “squatting” (ocupación) y presté algo más que una declaración cuando les dije a aquellos señores Garda que la culpa

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de aquel asunto la tenía su gobierno y no yo y tal y tal…

Al poco regresé a España con las botas roídas, una jodida Cruz de Hierro colgando de mi cuello y la mirada perdida.

Esto ocurre cuando uno vive demasiado tiempo bajo las gaviotas.

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Ángel casado rodríguez FECEAV

Valladolid

Este es un relato basado en hechos reales, (las letras en negrita fueron escritas inmediatamente que pasó), ha sido redactado con algún cambio para darle forma literaria y que su resultado fuera más ameno.

CHICA VA EN AUTOBÚS Y VE A CHICO ANDANDO POR LA CALLE

¿DÓNDE ESTÁ?

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“Hacía tiempo que faltaba de la ciudad por razones de trabajo. Cuando se marchó a trabajar a otra ciudad, creía que “se iba a comer el mundo”, ahora volvía derrotado. Aunque estaba terminando el otoño, el día había sido caluroso. Era una hora en la que parecía que toda la gente de la ciudad hubiera salido a pasear. Ella iba mirando distraídamente a la multitud y a pesar de gentío le distinguió (era alto y tenía buen porte) caminaba cabizbajo, su cara era un reflejo de tristeza y dolor”.

CHICA LE DA MUCHA ALEGRÍA Y GRITA EUFÓRICA: ¡MI CHICO, MI CHICO!

“Del rostro de la chica emana lo mucho que debe y tiene que significar para ella esa persona, su exclamación y su alboroto hacen que las otras personas se fijen en ella al mismo tiempo que se implican”.

CONDUCTOR DEL AUTOBÚS QUE LE PREGUNTA, ¿TOCO EL CLAXON?

“Todo ha sido tan espontaneo, tal la fuerza de su grito, que todos los viajeros se sienten interesados, quieren conocer y saber lo que va a ocurrir y su desenlace”.

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CHICA LE DICE, ¡NO, QUE SE PUEDE ASUSTAR!

“Él camina tranquilamente –sin enterarse de nada, ajeno totalmente a los acontecimientos que van a suceder-, va con el cuidado de que el autobús no pueda pillarle, ya que la calle es bastante estrecha, y éste casi roza a los viandantes.

CHICA QUE QUIERE LLAMARLE POR EL MÓVIL, (pero se le ha olvidado).

“Él ha estado intentando hablar con ella a través del móvil, pero en ningún momento ha logrado establecer comunicación; quería quedar, quería decirle que volvía al ciudad después de bastante tiempo y tenía muchas ganas de verla. Cuando él la comunicó que se trasladaba a otro lugar a trabajar, no le pareció nada bien y su amistad había quedado bastante deteriorada. (Como siempre ocurre en los momentos más inoportunos nos hace falta aquello que de no ser así hubiera pasado desapercibido”).

VIAJERAS QUE LE OFRECEN SU MÓVIL.

“Han visto en la cara de la chica su ansiedad por comunicarse con él, y no sólo son solidarias,

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sino que en su interior quieren ser partícipes de los resultados de todo aquello”.

CHICA QUE LLAMA A CHICO Y LE DICE, ¡TE ESTOY VIENDO! VOY EN EL BUS.

“El chico eleva la vista y la ve allí, su faz sufre una transfiguración, toda la sangre se le agolpa en la cabeza, al saber que la tiene tan cerca, después de haber pensado que ya no iba a verla mas; se siente muy emocionado y con gran alegría”.

CHICO DICE, ¡VOY CORRIENDO A LA PRÓXIMA PARADA!

“En esos momentos no se para a razonar. Sale a la carrera sin saber si le va a dar tiempo o no a llegar antes de que vuelva a arrancar el autobús, su corazón late tan apresuradamente que le parece tenerlo en la garganta, ya que no está acostumbrado a correr, pero el momento lo merece”.

VIAJERAS QUE LE DICEN, VA CORRIENDO.

“Todos los viajeros del autobús están pendientes de cómo se resolverá la historia y le dicen al unísono, ¡va corriendo! ¡va corriendo! Todo lo

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que ha sucedido en muy pocos minutos les ha conmovido, y sólo esperan un buen final”.

CHICA QUE SE BAJA DEL AUTOBÚS, CHICO QUE LLEGA CORRIENDO A LA PARADA.

“Ella se apea precipitadamente nada más parar el autobús. Incluso está a punto de caerse; el chico que llega exhausto, con la respiración entrecortada, sin aliento”.

SE DAN UN GRAN ABRAZO.

A medida que el autobús se aleja, el ruido de los aplausos se oyen lejanos… apagados. Fin de esta historia.

Ella también quiso probar fortuna fuera de su ciudad, donde no tenía trabajo; nada sé de ella, no tenemos ninguna comunicación. El contenido de este relato le conozco de memoria, por haberlo leído muchas veces en los últimos tiempos, y siempre con angustia me pregunto. ¿Dónde está?

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Mª LUISA GONZÁLEZ GONZÁLEZ

CPEPA La Puebla de Alfindén

Aula de San Mateo de Gállego

Zaragoza

Creo que todo pasa por algún motivo, y el regreso al pueblo que me vio nacer podría tener el suyo. Hace unos veinte años que me marché de allí y realmente no sabría explicar qué me prohibió el regreso, pues sólo allí, creo que fui feliz. Sólo está ahora y media de Madrid, así que no fue por la

REENCUENTROS

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distancia, mis padres se quedaron en él, hasta que, tras cinco años de visitas decidieron comprar un pisito cerca del mío y trasladarse también, para cuidarme decían ellos, aunque, yo creo que el motivo era bien diferente, ya que al ser hija única era todo lo que tenían, pero ellos no pasaban más de tres meses sin volver a darle su vuelta rutinaria y adecentar la casa que había quedado algo sola y abandonada, pero nunca descuidada.

Hace treinta y cinco días que mis padres tuvieron un accidente, así que me vi obligada a cumplir sus últimas voluntades y volver, para poder esparcir sus cenizas por los montes de Gredos. Así, que deshice el camino, y después de tanto tiempo volví al lugar de mis raíces. No reconocía bien el terreno, sólo parecía estar igual la casa de mis padres, ahora mía. El mismo color con las mismas plantas en la puerta, la percha con la chaqueta colgada, esperando a ser usada, el comedor tan limpio que se podía comer ahora mismo, mi habitación aun tenía mis vieja muñecas encima de la cama, como si la pequeña niña de

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entonces aún jugara con ellas, la cocina estaba dispuesta para ser usada, seguro que más limpia que la mía de Madrid, y con esa variedad de utensilios que ya nunca sabré para lo que sirven.

¿Qué iba yo a hacer ahora? Después de un matrimonio acabado en rutina, porque ninguno de los dos conocía al otro, un trabajo que comenzó como un sueño hecho realidad, y que se había vuelto rutinario y pesado, con unos compañeros

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que sólo ven en mí a la separada que aún está de buen ver, y posible trofeo en alguna fiesta de fin de año. Ningún hijo que me hiciera seguir luchando, eso sí, mi pisito era precioso, nada que ver con la casa de más de cincuenta años de antigüedad que acababa de heredar, no creo que pueda encajar nada de ella en el piso. Estaba tan absorta en los pensamientos que no oí entrar a nadie, hasta que ya estaba dentro, -Me han dicho que habías vuelto y he venido para comprobarlo-. Dios que susto. Era Germán, mi compañero de juegos, el que me enseñó a nadar, jugar al fútbol, correr e incluso robar fruta en el campo de su tío, mi pareja de la adolescencia, el que antes de separarnos para ir casa uno por su lado, para labrarse un futuro, decidimos descubrir el sexo, para ir entrenados, dijimos, y del que no había vuelto a saber desde mi marcha. Me acordaba perfectamente de su cara, pero el que ahora mismo se encontraba en la cocina de mi madre era otro, se había convertido en un hombre muy atractivo, la misma figura, pero más alto y más fuerte, los

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mismos ojos, aunque éstos ya no reflejaban aquel brillo tan especial que los caracterizaban, ahora se tornaban fríos. Bueno, sí –le contesté toda nerviosa- tengo que arreglar unos asuntos de mis padres y…

Te invito a comer y así me pones al corriente –me cortó-. Pero éste que se habrá creído. Anduvimos por las calles, extrañas para mí, hasta que llegamos a un bonito restaurante al que miré con asombro. Aquí también se progresa aunque sea un pueblo –me dijo casi con reproche-. Nos acomodamos en la mesa, y mientras cenábamos le puse al día de mi deplorable vida, le informé que iba a quedarme una semana mientras ponía la casa en venta y arreglaba papeles. Él me contó, que en cuanto terminó la carrera volvió al pueblo y ahora era un profesor más del colegio, que había tenido relaciones pero en cuanto se ponían serias las cortaba, no quería ataduras, seguía hablando cuando observé que la chica que nos estaba sirviendo se ponía nerviosa y se sonrojaba cuando Germán la miraba, -estuvimos un tiempo juntos- me confesó, pero algo le pasaba conmigo, no mostraba

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ningún tipo de emoción. Cuando terminamos aquella fría cena, me acompañó de vuelta a casa, se despidió formalmente y allí me quedaba yo, con la sensación de vacío en el cuerpo, y sin saber cómo reaccionar hasta que llegó a la puerta y me reprochó -¿se puede saber por qué no has vuelto antes? Llevo veinte años esperando tu regreso, no me he atrevido siquiera a irme de vacaciones por si tú volvías-, dando un giro hacia mí, me mira fijamente a los ojos y observo que aquel brillo ha vuelto, -voy a besarte- me susurra ya más cerca, no puedo contestar, tengo el corazón en la garganta y no me lo permite, pero asiento y se lanza sobre mí agarrándome y besándome como nunca nadie ha hecho. A partir de ese momento nada fue como antes, ese es el momento en que mi vida comenzó por fin a tener sentido, así que la semana se ha convertido en dos meses, las vacaciones del trabajo en una excedencia de un año, a la que creo que acompañará la baja voluntaria del puesto, no he vendido la casa, más bien la estoy arreglando con la ayuda de Germán,

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y claro mientras tanto vivo con él, somos felices y ya nos hemos puesto en busca de los hijos, queremos por lo menos tres, y no tenemos tiempo que perder. Así fue, como la muerte de mis padres cambió el rumbo de mi vida y me hizo volver a mis raíces, el lugar, donde ahora pienso, no debí de haberme marchado nunca.

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Mª ÁNGELES GRACIA CAMPOS CPEPA Miguel Hernández

Huesca

- Venga hermana, démonos prisa en ponernos guapas que papá vendrá en cualquier momento, “por fin nos va a llevar de fiestas”, decía Rosario emocionada. Había conocido a un chico muy guapo que vivía en ese pueblo y esperaba volver a verlo un momento, a escondidas de la mirada inquisidora de su padre.

EN MI MUNDO

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- ¿Qué vestido me pongo, el rosa o el negro? Tienes razón, mejor el rosa que el negro es muy triste.

De repente, la puerta se abre y dos personas extrañas la cogen por los brazos.

- ¿Quiénes son ustedes? ¿a dónde me llevan?, ¡papá, papá! ¿Hermana quién es esta gente?

Nadie contesta a sus preguntas ni acude en su auxilio y esas personas se la llevan fuera de la habitación mientras le dicen, “tranquila, no te preocupes”.

Rosario forcejea, ¡no quiere irse de allí con ellas!, grita todo lo fuerte que puede, pero nadie va a ayudarla; patalea e incluso intenta morderles, pero es inútil, son dos y tienen más fuerza que ella, la arrastran a un sillón donde la sujetan con un cinturón, la llevan a otra habitación y le empiezan a meter comida por la boca.

- Pero ¿qué hacen?, yo no quiero comer, no tengo hambre, ¡papá, hermana, ayúdenme!

Dios mío, ¿qué está pasando? Se pregunta Rosario mientras le introducen una cucharada tras otra por la boca que cuando puede la

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escupe, pero aún así no paran de darle de comer.

- ¡Papá, por favor, ayúdeme! Gritaba todo lo fuerte que podía. ¿Dónde se habrán ido mi padre y mi hermana que no me oyen?

Por fin, el plato se vacía y dejan de obligarla a comer, entonces se fija que a su alrededor hay más personas como ella, unas gritan también, pero otras sonríen y comen solas tranquilamente mientras hablan con sus raptores. Parecen estar a gusto e incluso disfrutar de la comida. ¿Será que ellas han querido estar allí? De repente se acuerda de las fiestas a las que pensaba ir con su familia y de ese chico tan guapo con el que quería bailar; ahora ya no podrá ir, quizás nunca más volverá a ver a ninguno de ellos… y una enorme angustia invade su cuerpo, sus ojos se llenan de lágrimas, el aire le falta en los pulmones y le cuesta respirar. Esa gente extraña empieza a hablarle fuerte, a gritarle su nombre y de repente alguien le pone una inyección y todo se vuelve oscuro…

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- Pobre Rosario, comenta Maite con Laura, todos los días igual, no sé cómo vamos a hacer para que no se angustie tanto.

- Algo habrá que hacer, desde luego, porque un tranquilizante tan fuerte todos los días no es bueno para su salud, aunque no sé qué es peor si eso o los ataques de angustia que le dan. ¡Cualquiera diría que le estáis haciendo algo malo!

- Bueno, esperemos que con el tiempo se adapte y no sea necesario, ya sabemos que al principio de venir casi todos se desorientan mucho.

- Sí, esperemos que sea así. Me voy, tengo que continuar dando la medicación al resto.

- Vale, muchas gracias por venir, luego nos vemos.

Laura sale por la puerta y se va al comedor grande. Está seria y triste, ver a los asistidos la deprime, las auxiliares trabajan mucho y es duro ver cómo, a pesar del cariño y del trato amable que ofrecen a esas personas, generalmente no consiguen de ellas ni una palabra de

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agradecimiento y lo desesperante es ver a algunos como Rosario que llegan a sufrir tanto. ¿Qué habrá en sus cabezas para llegar a estar tan angustiadas?

Maite, mientras tanto, recoge los platos, los vasos, los cubiertos y los baberos. Sus compañeras se han llevado a los residentes a sus habitaciones a acostarlos.

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Ese día le toca recoger el comedor a ella, cuando acabe irá a ponerle el pijama a Rosario y la echará en la cama; ojalá el tranquilizante le dure toda la noche, porque si se despierta antes tendrán que volver a ponerle otro; las barreras de sujeción no son suficiente para ella y cualquier día se hará daño de verdad.

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Todo está oscuro y en silencio. ¿Dónde estoy? Piensa Rosario mientras intenta incorporarse. Al hacerlo nota que está encerrada ¡la han metido en un cajón del que no podrá salir!

- ¡Papá, papá por favor venga, ayúdeme! Grita angustiada mientras toca todo a su alrededor intentando ubicarse.

Se da cuenta que el cajón no está cerrado del todo y decide saltar la barrera. “Tiene que salir de allí, tiene que intentar escapar y volver con los suyos”. Se agarra fuerte y da un salto pero… el suelo está lejos, mucho más lejos de los que esperaba y pierde el equilibrio cayendo con un

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fuerte golpe. Sus piernas no la han sujetado bien y ahora está tumbada en el suelo sin poderse mover y con un dolor intenso en la cadera. Dios mío ¿qué va a ser de mí? Piensa un momento antes de desmayarse por el dolor.

- ¿Qué ha sido ese ruido?, pregunta Isabel a Irene.

- No estoy segura, pero parece que ha venido de la habitación de Rosario. Vamos a comprobar que todo va bien.

- Sí, vamos corriendo, seguro que ha intentado saltar de la cama y se ha caído, cualquier día se abrirá la cabeza. Esta pobre mujer, después de un mes, aún no termina de centrarse y entender que está en una residencia de ancianos –comentan las auxiliares de noche-.

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ASCENSIÓN GARCÍA RUBIO

Aula de Cultura Valle Inclán

Madrid

En las tierras de Castilla, donde Machado soñaba…. nació una niña. En primavera, cuando los campos lucen llenos de vida y las flores perfuman con sus diferentes fragancias. Los padres eran labradores, los trabajos físicos ocupaban sus días, y la escasez económica era el pan de cada día. Allí, en ese pueblo con

METAMORFOSIS A LOS CUARENTA

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alma en el nombre, decidió comenzar sus experiencias de vida.

Dos hermanos la precedían, la niña crecía despacio buscando el cobijo en su padre, cobijo que por cierto, siempre encontraba. Recuerdos sencillos al calor de la lumbre de la chimenea baja (como era normal en los años cincuenta). En el vientre materno vivió experiencias que la marcaron, y que hasta pasados los cuarenta ignoró. La familia sufrió desencuentros, motivo por el que se mudaron desde la casa de la familia materna a otra casa muy antigua, construida en su mayoría de adobe, por lo que restaurarla fue el trabajo del cabeza de familia.

Los fríos inviernos, con nevadas de más de un metro de altura y que duraban días, obligaban a crear senderos para que la vida no se parase. El recuerdo de los padres haciendo pasillos en las calles con sus palas es imborrable. No había calefacción en las casas y gracias a esos muros de metro de anchura en sus fachadas y a las fogatas de la chimenea, sus habitantes resistían esos largos meses de invierno.

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En la escuela, sí había una estufa de leña y además regalaban una taza de leche en polvo calentita, que por cierto, era la única leche que la niña tomaba.

En esos tiempos los recuerdos ya van quedando guardados en el subconsciente, aunque sin matizar demasiados detalles. En mayo, ya al cumplir los 14, la escuela termina y al igual que los hermanos mayores, el destino, la situación económica, la esperanza de una vida mejor, en fin… todo, los llevó a Madrid.

Las emociones empiezan a dejar huella, en esa niña a la que habían arrancado de raíz y no sabía ubicarse, pues la tierra se había cambiado por asfalto. Se ocupaba de colaborar en casa y estudiar taquimecanografía que era lo que se llevaba en los años sesenta. Soñaba que volaba, que aun siendo una mujer se veía niña y por tanto los hombres aún no podían mirarla, y si se producía se ruborizaba con facilidad. A los 16, ya trabajaba en una oficina, contenta, aunque asustada por todo lo que aún desconocía. La vida en Madrid era muy, muy grande para ella, al igual que para tantas personas venidas desde provincias.

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Las costumbres del pueblo, se habían venido a Madrid con cada miembro familiar. Madrid invitaba a cambiar, a vivir la libertad sin pensar mucho más allá. Pasear, ir al cine, a los toros con el padre de las amigas, al río en verano con la familia, incluso a la piscina con las amigas, pero como es lógico a la piscina de mujeres.

Se observa, se escucha, y eso crea doctrina. Como es lógico, la religión marcó todo, generando un formato de vida limitadora. Esta etapa fue dura pues lo que pide el cuerpo lo tiene que destruir la “cultura”, o al menos así fue para ella.

Después aparecen los hombres y antes de conocer a ninguno en profundidad, se decanta por el que ella cree que es el mejor. Todo está prohibido. La ilusión por casarse, crear una familia, descubrir el sexo, llegar con su novio a decidir qué hacer en cada momento, hizo que esta etapa fuera, en ilusiones, la mejor.

Pero, aquí empezó a cambiar más de lo que creía en su formato de ver la vida. Los sueños e ilusiones no se hacían realidad. Sólo el de ser madre. Ser madre de tres hijos la ocupó

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mañana, tarde y madrugada. El trabajo de secretaria en una gran empresa alemana pasó al recuerdo.

El marido trabajaba y estudiaba su carrera. El hombre era el que trae el sustento a la familia y por tanto la mujer queda para ser simplemente un ama de casa, sin ningún valor más. Aquí ya descubre que sus sueños son “matados” por la persona que más ama. Permite situaciones que la desconciertan. Busca en la religión llenar vacíos, que para nada se producen y casarse por la iglesia era como una condena “hasta que la muerte os separe”.

Presiente situaciones que más adelante se producen y que la llevan a pensar en la locura. “Puede ser que esté mal de la cabeza, ya que nadie me comprende”, -se decía a menudo-.

Sentía y sentía, soñaba y soñaba. Los 33 fueron determinantes en su vida. Al mirarse en el espejo un día, vio que la niña que creía ser había desaparecido. Se había pasado once años mirando a sus hijos crecer e ignorándose, como mujer. Aquí empezó la etapa: L QUE YO CREO NO TIENE QUE VER CON LA REALIDAD O ¿TAL VEZ LA REALIDAD ES DIFERENTE?

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¿Qué es lo normal? ¿Por qué a mí? Se preguntaba. Sentimientos, emociones, realidades diferentes. No comprendía, era una lucha de deseos sin razones. Un yo lo sé, pero no sé cómo explicarlo sin que me acusen de rara. Dificultades que desembocaron en enfermedades. Hasta aquí fue la etapa de vivir como gusano de seda, arrastrándome despacio, sin más preocupación que “comer hoja de morera”.

Pero todo llega al clímax, donde la explosión es inevitable y no queda más remedio que mirar y ver. Lo pasado, es la experiencia donde apoyarse para decir NO a todo lo que lleva sufrimiento, y por tanto empieza su búsqueda en los lugares donde la comprendían, le ayudaban a canalizar la información hacia la comprensión, y sobre todo al entendimiento de su propia realidad.

Este periodo de nueve años, fue de dureza máxima, al mismo tiempo que grandioso. Tocar lo no tangible, donde las limitaciones sólo eran mentales. Fue como estar dentro de su propio capullo, viviendo esa metamorfosis que en astrología llaman “muerte o resurrección” y que para ella fue formatear su mente, quitando

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todas las informaciones previas que ya no valían. Somos seres diferentes con formas de pensamientos distintas, ni buenos ni malos, simplemente diferentes.

Aquí ya volar, es lo cotidiano: el gusano se convirtió en mariposa. Disfrutar no depende de los demás, al igual que ser feliz. Los sueños ya no se destruyen, hacerlos realidad es aún más bonito que disfrutarlos. En una ocasión le dijeron… “Te queda por vivir lo mejor de tu vida”. En aquel momento no comprendía bien el alcance de esa frase, pero poco después lo comprendió perfectamente. Siempre, lo que queda pendiente es lo mejor y para lograrlo sólo tenemos que recordar que es nuestra obligación diaria hacer aquello que nos hace felices, y nunca permitir a nada, ni a nadie, que por pensar diferente destruya nuestro proyecto. Incluyendo a la familia, amigos o conocidos.

Quisiera dejar claro que esos nueve años fueron de transformación dolorosa, donde, todo lo que creía, se esfumaba sin remedio. Tenía marido, hogar dulce hogar, casa en la sierra, tres hijos maravillosos, una familia perfecta y después de ese tiempo, no quedaba nada donde asentar el presente. Los hijos decían que seguían siendo

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una familia y tenían razón. Poco a poco se descubrió la persona, con un montón de experiencias a sus espaldas. Ha aprendido a

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seleccionar a las personas, con las que quiso compartir y gracias a esos hijos y amigos de verdad, su vida cambió.

Ha aprendido que el ser humano tiene, además de cuerpo físico, cuerpo energético, emocional y espiritual. Que todos ellos se unen en armonía como el sistema circulatorio, muscular, óseo, etc. Que somos color, vibración y, sobre todo, AMOR.

Von esos ingredientes, vivir cada día es más hermoso. Que en la agenda personal tenemos que anotar algo que nos agrade de verdad. Recordar que si algo nos crea dolor es porque nos resistimos a cambiar algo a lo que estamos aferrados y que: AMAR no es QUERER ni DESEAR. Pasados los años, esa METAMORFOSIS valió la pena. Murió una forma de ver la vida y NACIÓ OTRA SIN LIMITACIONES Y PERSONAL.

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BLANCA PURIFICACIÓN ORTIZ ARRUGA CPEPA La Puebla De Alfindén

Zaragoza

Era temprano, apenas se intuía la claridad del día por el horizonte, pero ellos ya estaban en marcha, les hacía ilusión pasar un día en la montaña, como habían hecho durante años, incluso acompañados de sus hijos o, a veces, con grupos de amigos.

Llegaron pronto, el sol iluminaba los picos de ls montañas pero en el ibón sus sombras hacían

EXCURSIÓN

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que el agua tuviese una tonalidad gris casi metálica.

Decidieron pasear, ya se había pasado el tiempo de las largas caminatas pero el interés por la naturaleza seguía intacto. Vieron volar águilas majestuosas, corretear entre los árboles simpáticas ardillas y oyeron la llamada de las marmotas… y las flores, las flores eran únicas, el sol les daba de lleno y brillaban en todo su explendor.

Era mediodía, hora de reponer fuerzas. Comieron y se tumbaron en la mullida hierba.

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Ella recordó otras ocasiones en que hizo la misma excursión, lo feliz que había sido, y soñó. Soñó que su cuerpo joven, esbelto, fuerte, nadaba en esas aguas transparentes. La mirada de su amante la protegía y sus manos la izaban con delicadeza fuera del agua. Y ella, bella y querida, se sentía dueña del mundo y elevada hasta las nubes, veía los grandes valles, las altas montañas a sus pies, las personas parecían hormigas y los animales, juguetes movidos a su antojo. Sólo las aves se podían comparar con ella, y con ellas compartía ese vuelo poderoso, planeando en el cielo más azul que uno pueda imaginarse.

Sí, había montañas alrededor muy altas, obstáculos que superar y que supondrían un gran trabajo y mucho esfuerzo, pero no estaba sola. Miró hacia abajo, él la observaba con ojos de admiración, sin duda juntos afrontarían lo que tuviera quye llegar.

Despertó. Miró a su alrededor, nada había cambiado. Él seguía allí, a su lado y ella, emocionada por el sueño y fortalecido su amor por él, deseó que esa paz y la belleza que les rodeaba no desapareciera nunca.

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Él cogió su mano con una ligera presión que ella bien conocía y juntos, sin hablar, iniciaron el viaje de regreso. Volvían descansados, renovados, felices.

Sólo había sido una excursión.

Fernando Abraín ha sido una persona muy especial para el Centro de Educación de Personas Adultas CODEF de la Fundación Adunare. Importante, trascendente, simboliza el tesón y la entrega del voluntariado, que ejerció ininterrumpida-mente desde 1982 hasta su muerte, en el año 2004.

Como profesor de Graduado Escolar, en el horario nocturno, supo conjugar como nadie el papel de educador con el de amigo de las personas que participaban en sus grupos. Conservó siempre la relación con ellas, promoviendo un

FERNANDO

encuentro anual de cada promoción para disfrutar de la tertulia, impartiendo lecciones de vida con cada uno de sus comentarios, siempre centro de atención e interés para todos. Docente –como a él le gustaba definirse- e incansable orador y tertuliano, mago de la palabra.

Fernando ayudó a cientos de personas a despertar al sabio que llevaban dentro. Sus clases se impartían en el aula, pero también y sobre todo en el monte, de excursión por los pueblos más recónditos o en su casa, museo del saber. Y promovió como nadie el encuentro entre

educadores, la relación más allá de la coordinación, el gusto por aprender juntos, las jornadas pedagógicas de formación de formadores...

Rendirle homenaje con este certamen de relatos es mantener vivo su recuerdo a través de la palabra, aunque sea escrita y no hablada, porque podrá ser leída y compartida, promoviendo la valo- ración y la superación personal de quienes la escriban, tal como Fernando habría hecho en una sesión de creación literaria, un viernes cualquiera de 8’00 a 10’00.