Y ENTONCES EL FIRMAMENTO SE DESPLOMÓ

8/14/2019 Y ENTONCES EL FIRMAMENTO SE DESPLOM

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Y ENTONCES EL FIRMAMENTO SEDESPLOM!

PJ RUIZ

2007


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ESCENA 1

Icamanbal hizo lo que el hombre del casco blanco le deca. Desconoca como se llamaba ni

quien era, pero saba que tena que obedecerle porque era de los de arriba, y nadie poda desobedecer

su voluntad sin pagar con la vida.

Pero se senta solo y humillado ante la forma de mandar de esos seres, si es que eran seres.

Nunca haba visto sus rostros, siempre tapados por aquel casco, pero estaba seguro de que no podan

ser de aspecto agradable o benvolo. Quizs esplndidos y resplandecientes si, pero nada de

benvolos.

Eran altos y en apariencia muy fuertes, siempre enfundados en sus ropas extraas que no

dejaban ver la piel y con aquellas cosas negras en la espalda que terminaban en un fino palito del

color y brillo de la plata sobre la cabeza. Hablaban raro, y no tenan boca visible. Nada saba sobre

sus costumbres, pues desarrollaban su vida dentro de las casas de luz, que de vez en cuando volaban

a otros emplazamientos sin que se supiese cmo ni por qu. Eran de una extraa manera de vivir,

pero eso no le importaba a Icamanbal, cuyo nico pesar era la tristeza que asolaba al mundo desde su

llegada.

Su crueldad y total desprecio por la vida de los pueblos a los que explotaban haba sido

tremendamente notoria, y no pasaba da sin que hubiese que lamentar la prdida de jvenes valiosos,

doncellas hermosas o viejos sabios. Nada era respetado por ellos: ni la edad, ni el sexo ni la posicin

social, nada. Era terrible, una zozobra para el orgullo de una nacin de guerreros que haba sido

enseada en las costumbres por el mismsimo Viracocha cuando haca siglos lleg de los cielos.


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Y las mujeres Ese haba sido el ultraje definitivo. Un triste amanecer aquellos demonios

descubrieron los placeres de la carne con las hembras humanas. Desde entonces las ms bellas de

cada poblado eran raptadas impunemente y violadas dentro de sus casas de luz una vez tras otra sin

que nadie pudiese hacer algo por evitarlo. No haban nacido bastardos de aquellas uniones, no, pero

ahora las jvenes eran repudiadas por el pueblo debido a su impureza, y muchas de ellas acababan

solas en la mendicidad, expulsadas incluso de sus familias. Las leyes antiguas eran inapelables en

ese asunto, y se aplicaban con dureza, pero a cambio de ello habra problemas para asegurar la

descendencia del pueblo guerrero.

Icamanbal y el del casco blanco llevaban horas acercndose al paso hacia la cumbre, un paso

del que solo l poda presumir de conocimiento, puesto que era nico heredero de los saberes del

anterior guardin, Iscaramund Irey, su padre, fallecido poco despus de la ocupacin.

Nadie en los pueblos del valle suba a aquellas montaas, pues se saba que los dioses haban

sido muy claros en la antigedad sobre su deseo de que esos lugares no fuesen violados.

Muy abajo haba quedado el fragor de sus hermanos cavando con las herramientas de metal en

los filones de la montaa, al lado de aquellas bestias de metal dorado que mordan la roca y la

trituraban con enorme facilidad. Era pavoroso verlas trabajar de cerca, pero desgraciadamente no

haba podido evitarlo y tuvo que hacerlo en ocasiones. Las nubes de polvo le provocaban malestar, y

siempre acababa cubierto de rojo, pero fueron muchas las veces que se estremeci al lado de

aquellas cosas. Su retumbar era fragor, y nada que conociese se le poda comparar en estruendo

mientras despedazaban la roca, extrayendo las vetas de oro con una facilidad y rapidez que ni mil

hombres podran igualar.


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Tambin estaban las otras,

las que portaban un gran rbol

de metal que se elevaba y

perforaba el suelo, pero esas

no le asustaban. Hacan

agujeros enormes por los

que miraban el interior del

mundo. Icamanbal pensaba

que alguna vez tocaran la piel

de la bestia que vive en las

profundidades y eso traera

problemas, pero a los de arriba no pareca importarles nada perturbar los ms grandes misterios. Tal

era su autosuficiencia.

Lo cierto es que las moles trabajaban sin cesar. Despus de ser despedazada la roca era subida

en bestias de carga que echaban humo y corran velozmente con sus patas negras redondas por

caminos bien marcados hasta la Hatsu-Hor, mucho ms abajo en el valle. As era como se llamaba a

la casa donde el oro se separaba de la piedra mediante el uso de enormes cantidades de agua que

caan desde la cumbre a travs de unas obras hechas por las manos de los hombres en el pasado bajo

el mandato de los dioses. Todo era aprovechado.

En aquel lugar, levantado con enormes piedras talladas que encajaban con maestra, conflua el

mineral extrado en los ms de veinte yacimientos que estaban siendo excavados a lo largo de toda la

veta. En varias ocasiones haba tenido ocasin de ver el edificio de cerca en pleno funcionamiento, y


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era algo que jams olvidara, aunque no accedi al prohibido recinto interior. Por un lado llegaban

las bestias humeantes cargadas de mineral y lo soltaban con estrpito en una boca de metal por

donde las piedras caan al interior. All, con el uso del agua el oro era manipulado en medio de un

estruendo increble, y al otro lado del edificio sala ya brillante y puro para ser llevado en otras cosas

humeantes hacia la casa de luz con forma de cigarro, la ms grande. Era una gran cantidad de

riqueza la que sala a diario.

Para qu tanto oro? En el pasado, Icamanbal saba que ese metal haba sido el motivo de la

llegada de los dioses, y eso le pareca curioso. Por qu todos los seres que venan desde el cielo

necesitaban ese mal dorado que solo pareca hecho para la desgracia de los hombres? Acaso

adornar a sus mujeres, de las que no haba constancia, era tan importante como para hacer esas

expediciones sin fin? Haba muchas cosas que no entenda, pero esa le llamaba mucho la atencin.

Pero lo cierto es que, mientras buscaba respuestas que no estaban a su alcance, el indgena vea

como los de arriba seguan teniendo prisa en conseguir el metal que antao fue de los dioses.

Hoy no se haba acercado a las zonas donde la piedra era arrancada a la montaa con enormes

bocados por aquellas cosas con dientes, porque el hombre del casco blanco le haba dicho con su voz

metlica que le guiara a donde estaban las entradas de las cuevas antiguas, y el no haba querido

negarse. No en vano era l mismo quien haba suscitado, provocado esa orden. Ni siquiera haba

tenido tiempo de consultarlo con el chamn, pero ya la suerte estaba echada.

Adems, toda consulta con el viejo no serva de nada porque ya no estaba en contacto con los

dioses. Si hubiese sido as, ellos habran bajado para defender a sus hijos de la opresin a la que


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dioses para dominar el suelo. A cambio nosotros trabajamos durante generaciones para

ellos y conocimos sus andanzas por la negrura de arriba escuchando sus relatos. Venan

de un lugar perdido e hicieron obras que aun hoy perviven encaminadas a domesticar y

arrebatar a la tierra el metal dorado que tanto estimaban. Comenzaron a extraerlo con

nuestra ayuda, pero siempre se portaron bien con el pueblo, por lo que fueron venerados

a pesar de las duras jornadas de trabajo. En aquellos das no nos faltaba de nada, y el

trato era justo.

Pero pasadas las pocas ces el inters que los haba trado y cambiaron de

planes. Viracocha se lo dijo a nuestros gobernantes de entonces, anuncindoles que

haban decidido partir hacia el cielo de vuelta al hogar lejano, lo cual fue acogido con

consternacin por aquellos antepasados, que se sentan protegidos ante la suficiencia y

el esplendor de esos seres magnficos con pelo en la cara. Sin que pasase mucho tiempo,

pese a los ruegos de los hombres, los dioses llenaron todas las serpientes celestiales de

oro y dejaron las minas abandonadas, no sin antes darse cuenta de que haba una

enorme cantidad de metal dorado que no poda ser embarcado porque exceda el peso

que podan transportar.

Despus de intentar todos los medios y ver que era imposible, cavaron un profundo

tnel en la montaa ms alta de la ladera del valle y enterraron el sobrante que haban

reunido y que ya no podan llevar. Con extremo celo cerraron la boca del tnel y

Viracocha advirti a Manco Capac que no deba ser revelado el secreto ni tocado lo que

era suyo, porque alguna vez volveran, y aquel sitio que haba sido nombrado lugar

sagrado por los tiempos de los tiempos deba seguir inviolado y con los sellos cerrados.

Ese lugar, Ica, es la cueva que ves ante ti y que venero como lo que es. Tenlo presente y


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guarda este conocimiento para el futuro en la seguridad de que lo que yace dentro de ese

sitio no pertenece al hombre ni debe ser tocado por mano alguna, humana o celestial,

hasta que el mismsimo Viracocha venga a llevarse lo que un da enterr.

Pero ahora Icamanbal, sopesando la situacin, no tema aquel juramento que los antiguos jefes

haban hecho a los dioses, y estaba dispuesto a revelar a los de arriba el paradero del oro a cambio de

que su pueblo fuese liberado del yugo definitivamente. Ese era su plan, y si lo haca bien, el que

pareca ser jefe de los de arriba le haba prometido realojar a los suyos en algn lugar prspero y

lejano donde hubiese campos para cultivar y agua para regarlos. No saba si confiar, pero tampoco

poda esperar ni decidir, porque la suerte estaba echada desde el momento en que abri la boca y

pidi ser llevado ante alguien poderoso para hablarle cantidades de reservas de oro refinado que

haran temblar el mundo. No senta en ningn momento que estuviese traicionando a nadie por ello,

sino todo lo contrario. Si consegua salvar a los suyos entregando el metal de unos dioses que no

haban aparecido para defender nada de lo que decan proteger, sera recordado como benefactor, o al

menos eso crea.

El hombre del casco blanco le segua muy de cerca respirando fuerte a travs de las cosas que

salan del cristal negro que ocultaba su rostro. No hablaba. Se limitaba a estar a pocos pasos como le

haban dicho sus jefes, y saba que lo matara con la lanza de luz si era necesario, porque en el fondo

no terminaban de creerle.

Los de arriba ya haban demostrado muchas veces lo poco que les costaba arrebatar vidas.

A media maana estaban muy alto, casi donde los dioses poco antes de marcharse para siempre

haban intentado levantar una nueva plataforma en la que posar sus pjaros de fuego. Esas piedras


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erigidas con maestra y que formaban parte de una obra que nunca lleg a terminarse marcaban el

lugar que haba sido utilizado por los chamanes para orar al sol desde antao a la llegada de cada

equinoccio, pero cuando los de arriba bajaron todas esas costumbres quedaron abolidas

instantneamente. Hasta el mismsimo chamn haba sido obligado a trabajar con los dems en los

filones.

Recordaba con odio el momento en que los de arriba bajaron.

Era el decimocuarto ahau-katn en el calendario de piedra, y estaba atardeciendo cuando en el

cielo aparecieron las luces. Eran muy brillantes y bonitas, y se movan con rapidez entre las nubes,

consiguiendo que todo el mundo estuviese atento a sus danzas areas. Icamanbal estaba en su casa

con madre y los hermanos cuando escuch el bullicio de los nios fuera y sali para ver qu estaba

aconteciendo. Cuando lo vio crey estar soando. Eran cientos de puntitos luminosos llenando el

azul que se tornaba rojizo porque el sol se esconda. Se fueron situando a lo largo de todo el valle, de

una punta a la otra, en un baile mgico que era contemplado con reverencia por miles de hombres,

mujeres y nios.

Entonces, abriendo las nubes, apareci una luz mucho ms grande que las dems, y se acerc al

poblado lentamente hasta que se manifest en todo su esplendor y se pos en la pradera que llevaba

al ro sin hacer el menor ruido. Tena forma de cigarro, como los que el chamn usaba para conjurar

a los espritus, y emita mucha luz. La gente corra aterrorizada, y el viejo brujo gritaba feliz que

eran los dioses que volvan a por su oro, sin saber aun que estaba equivocado.

Cuando de la casa de luz surgi una columna de seres vestidos con trajes extraos y cascos

blancos, el jefe del poblado se acerc feliz a ellos en misin de paz y les habl sumisamente


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esperando or los mandatos divinos de boca de los que haban trado tiempo atrs la civilizacin al

hombre. As pensaba. Haba reunido en poco tiempo a un selecto grupo de representantes de la

dinasta para recibir a aquellos dioses que supona llegados en misin de paz, cumpliendo su palabra

de que un da volveran. Igual se trataba del mismsimo Viracocha, haba confesado a algunos de sus

ms allegados. Era feliz el viejo con aquello, si.

Pero fue fulminado cobardemente sin aviso, sin recibir respuesta alguna, sin mediar una sola

palabra, as como otro centenar de personas a muchos de los cuales conoca Icamanbal. Hombres,

mujeres y nios, sin distincin. Aquellos seres con casco blanco usaban sus lanzas de luz que emitan

fuego para quemar a todo el que se acercase a la escena. Era horrible. Surga de la punta de aquellas

cosas un halo blanco muy brillante que se transformaba en llama y corra a devorar la carne,

dejndola chamuscada y maloliente como si hubiese estado en una pira ardiendo durante horas.

Sin que nadie se apercibiese cercaron el pueblo igual que estaban haciendo en otros de los

alrededores, y cuando la calma tensa se estableci, con la gente resguardada en lugares fuera de la

vista de ese mal, mandaron emisarios a hacer saber sus intenciones a los lderes locales, muchos de

los cuales sustituan temblorosos a los ya cados. La confusin era extrema. Qu hemos hecho a

los dioses? Gritaba el pueblo, que se senta terriblemente indefenso. Hasta que alguien avezado por

fin se dio cuenta de la realidad y grit a los dems que esos seres en realidad no eran los dioses.

Qu dura verdad!

Poco despus revelaron su propsito, que sonaba familiar, aunque cay como un mazo.

Queran oro, y lo queran ya. Ese era su motivo para acceder al valle sagrado, y ofrecan a cambio

del ms entregado trabajo la posibilidad de sobrevivir cuando acabasen su misin. Nada los

detendra ni haba posible eleccin que no fuese la muerte, as que el hasta entonces orgulloso pueblo


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guerrero del valle se vio obligado a trabajar en la esclavitud ms opresiva sin tener la menor

posibilidad de oponer resistencia, junto a animales fabulosos de hierro, surgidos del corazn de

aquellas casas de luz, y que destrozaban la montaa con mordiscos que sonaban como truenos.

Aquel haba sido un da muy triste, una afrenta para la poblacin Sulirami, y desde luego

estaba claro que esos seres no eran ni por asomo los justos dioses que eran el centro de sus plegarias.

A pesar de mostrar poderes de destruccin formidables no lo eran, porque los dioses hubiesen

respetado a sus criaturas, aunque solo fuese por respeto a tan manifiesta debilidad.

Al menos eso permiti que la fe permaneciese manteniendo unidos a los desgraciados, ya que

en su fuero interno, todos los habitantes del valle esperaban el da en que apareciesen los autnticos

seores del cielo para acabar con la lacra que los asolaba, pero a pesar de los rezos en silencio

pasaba el tiempo y no haba indicios de que fuesen a venir. Eran muchos ya los que desesperaban,

pero no estaba bien visto expresarlo en pblico, por lo que se vean obligados a callar.

Ya haban corrido muchos ciclos solares, casi seis desde entonces, pero Icamanbal no vea

tampoco cerca el momento en que los de arriba se fuesen y los dejasen en la ansiada libertad que les

quitaron de manera tan cobarde y agresiva. Por ello conminaba a su pueblo a trabajar duro e intentar

que llenasen sus casas de luz del metal dorado que necesitaban cuanto antes. Con esa idea, los

Sulirami estaban en las vetas de sol a sol, sin descanso, intentando araar con sus herramientas la

mayor cantidad posible de mineral entre sollozos y pesares, pero con la esperanza puesta en que

aquella situacin no se hiciese eterna. Pero ellos eran insaciables.


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Entonces fue cuando decidi hacer algo verdaderamente decisivo, y se dio cuenta de que

revelar su secreto mejor guardado poda permitir a los suyos tener un futuro y sobrevivir a la

opresin de aquella raza entregada a la consecucin de un oro cuyo fin desconoca.

Por qu todo el que llegaba desde el cielo clamaba por el brillo del suelo? No tena respuesta,

pero era as. Antiguamente fueron los dioses quienes excavaron en la piedra, y ahora los de arriba.

Icamanbal estaba confuso ante esta coincidencia, pero lo cierto es que comenzaba a considerar una

maldicin aquellas grandes vetas doradas que se haban revelado cuando en los tiempos en que las

aguas barrieron el suelo las montaas se elevaron, dejando al descubierto los preciosos filones.

Mucho se haba mordido en ellos, pero aun presentaban un aspecto bellsimo cuando el sol

incida, magnificando su brillo puro.

Finalmente, al atardecer, los dos caminantes de la ladera llegaron a la cueva donde los dioses

haban ocultado sus excedentes. La boca apareca descubierta porque, segn le haba revelado su

padre, un da la tierra tembl y la montaa decidi abrir su enigma de manera sorprendente. Y all

estaba!

Una entrada grande, oscura y polvorienta Una entrada vulgar.

Prohibida.

El de arriba, al ver que se detena unos instantes, le apret con la lanza de luz en la espalda sin

compasin. Lo estaba obligando a entrar, y el indgena no se hizo rogar. Encendi la tea que haba


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preparado en el pueblo con lquido de fuego y atraves la entrada a aquel reino de oscuridad que

nadie haba cruzado en milenios.

Pero, como si el sitio hubiese estado esperando, no anduvo tres pasos en el interior cuando

ocurri algo inesperado. Hubo un temblor y una gran roca se desprendi del techo, girando contra el

muro y aplastando al de arriba con un crujido seco que se amortigu con el de la carne al ser

reventada. Sus piernas se convulsionaban entre regueros de una sangre de color violceo mientras

Icamanbal gritaba intentando ayudarle, no por l, sino por su propia esperanza. Si aquel ser mora, su

futuro y el de su pueblo estaran muy comprometidos, porque nadie creera que haba sido un

accidente. Conoca muy bien la justicia de los de arriba, y lo ocurrido era una tragedia.

Pero no haba nada que hacer. Estaba totalmente aplastado, con la piedra inamovible encima de

su pecho y abdomen, y era imposible sacarlo de all. Dej de temblar.

Siguieron cayendo ms rocas haciendo peligrar tambin al indgena, que corri al exterior

mientras se aperciba de que era un temblor del suelo, uno de los grandes. Con su mirada entrenada y

habituada a los cambios del da, not que estaba ocurriendo algo muy extrao con las sombras en el

ambiente mientras la tierra se mova con los bramidos de la bestia en las profundidades.

Solo poda ser eso. El gran animal que hay en el interior del suelo y que de vez en cuando se

despereza se estaba moviendo. Lo habran tocado con sus cosas de acero? Imposible saberlo.

Sorprendido, observ que el sol, que habitualmente corra por el cielo de Este a Oeste, estaba

ahora movindose de Oeste a Este, hasta que muy despacio se puso de nuevo en el cenit, como si

fuese medio da. Y todo en menos de lo que tarda un ave en cruzar el valle! Haba sido como ver el


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tiempo correr hacia atrs, mientras las sombras cambiaban de posicin velozmente. Su pueblo era un

gran observador del astro rey, tal como les haban enseado los dioses, y esos cambios no pasaban

desapercibidos a nadie, por lo que no haba posibilidad de error.

Desde el este lleg despus como un muro un gran viento que casi lo levanta del suelo, pero

pudo asegurarse con fuerza tirndose contra las rocas mientras el polvo le cegaba los ojos. Soplaba

con enorme fuerza en la montaa.

Se asom con cuidado a la ladera para mirar el valle, con el pecho muy pegado al suelo que

segua convulsionndose, y vi que los hombres all abajo corran entre fogonazos de los de arriba,

pero lo ms impresionante es que las casas luminosas de aquellos seres que se hallaban en el cielo

estaban cayendo y se llenaban de fuego cuando tocaban tierra con gran estrpito. La ms grande con

forma de cigarro, a mucha distancia, estaba tambin precipitndose desde muy alto, y al caer se

levant una gran llama que toc las ya escasas nubes, cegando a Icamanbal durante unos instantes.

Fue como una bola de luz blanca que le hizo sentir calor a pesar de la distancia. Despus una seta

horriblemente negra subi girando sobre si misma y el rugido del trueno fue superado mil veces.

Todo tembl violentamente, y las rocas desprendidas de la ladera volaron sobre Icamanbal, lejos del

valle del oro, cuando algo invisible la golpe.

La casa de luz grande haba quedado destruida con todo lo que en ella haba.

Pareca el fin de los das, pero saba que no poda ser as porque no estaba marcado en el

calendario de piedra que los dioses les haban otorgado nada similar para esas fechas. Ese no fallaba,

y contena la sucesin de las eras hasta el fin de cada ciclo, por lo que se trataba de otra cosa.

Habran venido a salvar al hombre? Lo dudaba. Y adems, estaban muriendo muchsimos humanos.


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Pero aunque no era el fin de los das, si fue una colosal batalla entre la tierra y el cielo. De los

lugares donde se haban estrellado las casas de luz surgan llamas enormes, y se vean muchos

hierros amontonados. Ms lejos, donde la gran casa con forma de cigarro se precipit, haba una

humareda negra que haba llegado al cielo, y arriba, insospechadamente, el Sol haba vuelto atrs y

ahora segua su curso con normalidad, camino de una tarde que haca mucho que tendra que haberse

convertido en noche. Pero aunque volva a ser medio da, todo se estaba oscureciendo sbitamente

ante aquellas humaredas negras. Parecan caer cenizas muy calientes desde el cielo sobre un lugar

que comenzaba a parecer la fragua de un demonio.

Vea a los suyos organizados en la distancia como puntitos, haciendo frente a los supervivientes

de los de arriba. Estos se defendan con sus lanzas de luz lanzando fuego, pero no bastaba para

contener la rabia de un pueblo iracundo que vea llegada su oportunidad de liberarse. Las flechas

atravesaban los trajes de aquellos seres que por fin moran como humanos, y eso no bastaba a sus

verdugos, que los mutilaban sin piedad. Tal era el odio acumulado.

Desde el risco a gran altura Icamanbal daba gracias a los dioses por aquel final inesperado a su

cautiverio, y agradeca la suerte de no haber tenido que profanar finalmente el santuario de su oro.

Se sinti consternado, y llor amargamente mientras abajo en el valle los suyos celebraban el

exterminio de los de arriba con gritos de jbilo que corrieron hacia la cima de la montaa a caballo

del viento.

Tambin los fabulosos animales de hierro haban callado para siempre entre las inslitas

llamas.


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Durante toda la tarde los vientos fueron en aumento, pero el hombre en la montaa no dej de

contemplar el horizonte mientras los suyos ms abajo retomaban el control con cautela y entusiasmo,

apenas pudiendo salir ya a campo abierto. Todos los supervivientes de los invasores fueron

ejecutados gloriosamente en presencia del pueblo, aunque nadie se atrevi a practicarles el rito de

arrancarles el corazn.

Y volvi a suceder!

Pero esta vez fue diferente y mucho, muchsimo peor. El sol, que estaba justo arriba se

bambole primero hacia el norte y despus hacia el sur con movimientos sinuosos pero

repetitivamente insistentes, aumentando cada vez la profundidad a la que llegaba en su alocado

vaivn, justo como un pndulo que se activase.

Paralelamente llegaron de nuevo los temblores desde abajo, pero esta vez fueron mayores.

Icamanbal no pudo mantenerse sentado, y se tendi de nuevo en un sitio seguro, lejos de

desprendimientos que pudiesen amenazarlo, y con una amplia visin del valle humeante. El rugido

del interior de la tierra era tan fuerte que supuso que la bestia de las profundidades estaba muy

enfadada con el sol, y se hallaba a punto de saltar para devorarlo. Tena mucho miedo mientras vea

desprendimientos de gran tamao descender la ladera al tiempo que las sombras se movan cada vez

ms rpido de izquierda a derecha y al revs.

Todo estaba desquiciado.


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Entonces, en uno de los bamboleos, el sol se ocult plenamente, y las estrellas aparecieron

como rayitas luminosas en un espectculo precioso pero inexplicable. Icamanbal pens que la bestia

haba engullido finalmente al rey del cielo. La noche se hizo a gran velocidad.

Pero tampoco la oscuridad estaba en su sitio, y aquellas estrellas conocidas se movan casi

circularmente, dejando estelas blancas en una danza que nadie haba conocido jams. Era imposible

ver las constelaciones en los lugares de siempre, aunque lo importante para muchos era conservar la

verticalidad.

La bestia de abajo no paraba de rugir, y como resultado el suelo se elevaba con violencia para

desplomarse despus. La luz de la luna apareci sorpresivamente detrs del horizonte, subiendo y

bajando como todas las cosas del cielo aquel da-noche, y a su luz pudo distinguir el horror que se

avecinaba.

Al fondo, un muro de agua negra precedido de refulgente espuma vena desde el mar cercano

anegando parte del valle, que ahora solo era distinguible por las enormes montaas de fuego que

eran los restos de las casas de luz. Todo lo que haba en los poblados donde antes haba estado la

casa de luz grande fue barrido por la fuerza de las aguas desencadenadas. Los incendios en la

distancia cesaron al instante, mientras el rastro de lo ocurrido iba siendo sepultado poco a poco.

El rugido del agua en la distancia lleg a la cumbre, que segua convulsa al pairo de aquellas

estrellas que cada vez se movan ms despacio describiendo crculos de menor tamao, hasta que

finalmente se estabilizaron.


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Y el milagro ya estaba hecho. El da se haba convertido en noche llevndose a aquel pueblo de

opresores y limpiando la tierra, pero arrastrando tambin a su lado a centenares de hombres y

mujeres de su tribu y otras dems abajo. Durante aos sucesivos los supervivientes, muy diezmados,

borraron todo rastro de la existencia de los de arriba. Abrieron fosas enormes donde tiraron todos sus

hierros y cadveres, y enterraron la maquinaria minera superviviente a base de enormes agujeros y

mucho esfuerzo. No queran dejar constancia de lo que haba ocurrido no solo para poder recuperar

su orgullo, sino tambin para evitar que alguien de los de arriba apareciese algn da atrado por el

rastro de sus restos.

l, Icamanbal, con la ayuda de escribas y otros hombres versados, plasmara en piedra cuanto

haba visto para que las generaciones venideras tuviesen constancia de lo ocurrido.

ESCENA 2

Cuando Brian Coxx, catedrtico de antropologa en la Universidad de Milwaukee, termin su

disertacin al pie de las excavaciones en el Valle del oro ante un grupo de cuarenta alumnos

aventajados, todos asentan con reverencia. Todos menos uno.

Ese uno pensaba en lo terrible que era el hecho de que, dijera lo que dijese aquel erudito, sus

aseveraciones seran tenidas por verdades en estado de gracia, lo cual no contribua a aclarar las

grandes preguntas que haba que responder en torno al lugar donde estaban.


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Ese uno era Carlos Hidalgo.

Coxx, con un buen despliegue de medios y grficos, haba dedicado su hora y media de charla

a explicar como a su criterio el pueblo de los Sulirami haba llegado a la cumbre de su civilizacin

alrededor del ao 3000 a.J.C. en base a la extraccin de un oro que abundaba en las ms de veinte

yacimientos que se extendan a lo largo de todo el valle.

Pero Carlos, pese a los brillantes y enrevesados argumentos del cientfico, no lograba imaginar

donde haba ido a parar todo ese oro, y eso le daba vueltas constantemente cada vez que miraba

aquellas vetas mordidas con muchsima fuerza. Sabido era que los espaoles no llegaron a esa zona

que nunca exploraron, y que no fueron por tanto los responsables de su desaparicin, como sucedi

en otros lugares.

Por otro lado, la idea de que fuese usado para comerciar con joyas, como sostena Coxx entre

otros, no era creble porque tendra que haberse tratado de una cantidad mucho ms pequea que la

que sugeran los expertos gelogos que haban analizado los agotados filones, y por tanto tendra que

haber reservas acumuladas de enorme valor en algn sitio.

All se haban extrado entre veinticinco y cuarenta y cinco mil toneladas. Una cifra

astronmica, sin duda, y que daba para demasiados anillos y alhajas. Y sin embargo, no se haba

encontrado una sola joya entre las ruinas de los pueblos del valle. Ni una sola.

Y todo ese gran yacimiento se aseguraba machaconamente que haba sido explotado sin

herramientas de metal!


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Esas anomalas no eran resueltas del mejor modo en la exposicin, pero el afamado doctor ni

siquiera se haba atrevido a explicar el hecho de que la parte inferior del valle estuviese oculta bajo

una gruesa capa de sedimentos marinos a casi 2000 metros de altura!

De este modo, Carlos segua dando vueltas a sus conjeturas cuando son la frase ms esperada

por l aquella tarde.

- Alguna pregunta, caballeros?

- No, no doctor Coxx. Son la voz de Marcos Aranzubia, el cientfico jefe de las

excavaciones en tono de agradecimiento, que se levantaba dispuesto a poner fin a la

charla - Mis alumnos no tienen preguntas para usted, y le agradecen que haya sido tan

amable de dar esta magnfica conferencia.

- Doctor Coxx - las palabras de Carlos Hidalgo causaron el silencio de los concurrentes

que ya se levantaban para aplaudir cuando irrumpi en escena - yo si tengo algo que

quisiera preguntarle.

- Carlos, por favor salt Marcos Aranzubia intentando acabar con el acto sin dar

oportunidad al joven a formular una pregunta que estaba seguro por su conocimiento de

que sera embarazosa - el Doctor tiene compromisos importantes y no anda sobrado de

tiempo.

- No, no pasa nada, profesor Aranzubia. No tengo inconveniente en contestar al joven lo

que desee dijo Coxx con cierto aire de benevolencia poniendo su mano en el hombro

del viejo y dando un paso al frente. Deseaba agradar. Mir al hombre que se haba

atrevido a elevar su voz por encima de las dems y le cedi la palabra con un gesto

amable.


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- Gracias, seor. No le entretendr demasiado. Ver antes ha estado usted hablando

sobre la posibilidad de que los Sulirami hubiesen excavado toda esa montaa que est a

nuestra izquierda sin utilizar herramientas de metal, es decir, con el empleo de cuas de

madera, mazos rudimentarios y otras artes antiguas.

- Si, dicho as est quizs expresado muy a grosso modo, pero ciertamente eso creo.

- Pero la verdad es que el volumen de tierra que se movi es sencillamente descomunal,

seor! hizo un parntesis deliberado, tenso, teatral, queriendo dar dramatismo a la

situacin. La cara de Coxx se torn de amable a seria - Y me temo que eso no se ha

tenido en cuenta para establecer ciertas afirmaciones. Si nos atenemos a los ltimos

estudios se habla ni ms ni menos de que casi catorce kilmetros cbicos de roca. Algo

extraordinario, sin duda, si no se dispona de metales para excavar ni otros utensilios,

como por ejemplo medios para transportar los desechos, que no aparecen por ninguna

parte. Todos hemos visto la forma en que la montaa fue agredida, y en verdad

sobrecoge. No hace mucho, como sin duda sabr, estuvo aqu un grupo de perforadores

mineros japoneses para investigar las tcnicas de los antiguos y dar su parecer a quienes

no sabemos de esto y no salan de su asombro ante la magnitud del corte. Aquellos

hombres, que conocen la piedra a la perfeccin, no daban crdito a que no se hubiese

usado algn tipo de artefacto para atacar la roca. Incluso dejaron marcados ciertos sitios

donde, a su parecer, aun eran visibles las marcas de enormes dientes, posiblemente de

acero como los usados por las excavadoras de hoy. Y eso sin tener en cuenta la

existencia de pozos perforados de seiscientos metros de profundidad por los que no

cabe un hombre y que nadie sabe como ni para qu se hicieron, como se revel en los

anlisis del subsuelo!

- Bueno, si. Esos pozos existen, pero sin duda tenan un objetivo religioso argument

Coxx con aire soberbio. Se le notaba irritado - Pensamos que una vez vaciados y


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llegados al fondo con cmaras posiblemente encontraremos restos humanos, porque

tenemos constancia de un brusco descenso de la poblacin Sulirami en aquellas fechas.

Qu pretende demostrar, joven? No se a donde quiere llegar con sus preguntas y

afirmaciones.

- Ah, si! Eso es cierto. Me refiero a lo del brusco descenso de la poblacin. Este parece

haber sido el escenario de enormes matanzas, pero volviendo a la cuestin de la minera

no le parece poco creble el hecho de que todo eso fuese hecho sin ms ayuda que

palos y manos? Perdone que insista, pero es que da la impresin de que pretende

pasarlo por alto sin decir nada al respecto.

- Carlos!...oh, disclpelo, doctor Coxx - De nuevo Marcos Aranzubia intentaba cortar

en seco lo que se estaba convirtiendo en un brusco tira y afloja que no le gustaba,

aunque todo el mundo estaba fascinado. Pero el estudiante levant categricamente su

mano sin ningn reparo y consigui de nuevo el silencio.

- Solo solo un momento, profesor. Tengo un par de cosas ms que consultar al doctor,

y no tengo reparo en cambiar de tema, ya que al parecer le resulta tan molesto el

anterior. A veinte kilmetros de aqu hay lecturas clarsimas de penetracin marina a

una altura imposible, una sedimentacin nica que est exactamente sobre las ruinas de

parte de esta cultura, y usted, como todos los arquelogos de prestigio que he

escuchado, no ha hecho ni mencin a ello. Por qu? S que conoce ese estrato y que lo

ha visitado en ms de una ocasin.

- Bueno, no podemos estar seguros de que esa tierra sea como usted dice una penetracin

marina. Es una afirmacin muy arriesgada teniendo en cuenta la altura a la que

estamos, no le parece? Algunos estudiantes asentan de conformidad con lo que

Coxx expona, pero Carlos no estaba dispuesto a remitir en lo que se estaba

convirtiendo en un ataque en toda regla.


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- No. Me afirmo en lo que digo, doctor Coxx. Ya era notable el enfado en los dos

cientficos ante la sorpresa de todos - Un metro de sedimentos marinos que

comprenden, entre otras lindezas, algas, arenas, sales Y el hecho de que estn justo

encima de las ruinas Sulirami no puede significar ms que la evidencia de una

catstrofe que diezm a esta poblacin hace un tiempo indeterminado, dejando

sepultadas parte de sus tierras.

- Mire, joven, yo no he venido aqu para discutir temas tan poco acadmicos como el que

propone, as que

- Poco acadmicos? Vaya! A lo mejor le suena el Doctor Chris Conrad, del MIT, o el

profesor Augusto Piero, de la universidad de Caracas. Ellos han estudiado el estrato y

estn seguros de que s es de lo ms acadmico. Est usted al tanto de lo que se ha

encontrado junto a la veta que est numerada como la 17 en el mapa que tiene delante,

usando desde la rbita un detector de anomalas gravitatorias como los que se utilizan

para encontrar impactos de asteroides?

- Pero Cmo sabe usted eso? Ni Coxx ni Aranzubia pudieron reprimir su gesto de

sorpresa. Esta vez Hidalgo sinti que los haba cazado de pleno.

- Ya veo que conoce esos anlisis. Y sin embargo tambin los pas por alto! Tampoco

es acadmica la constatacin de la existencia de una especie de enorme maquinaria

enterrada a pocos metros de la superficie junto a unas minas que han sido devoradas por

algo mucho ms grande que manos y cuas de madera? Doctor Coxx, esa cosa metlica

ha sido enterrada aposta por alguien en unos estratos que pertenecen a la poca en la

que los Sulirami repentinamente se interesaron por la minera. Tiene el contorno de una

enorme excavadora con brazo articulado Y ahora nadie quiere desenterrarla!

- Pero es usted consciente de lo que est diciendo? mquinas enterradas por los

silurami hace 5000 aos? Espero que no se ofenda si le digo que en toda mi vida he


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odo una falacia semejante. Debera tener ms cuidado al exponer ideas tan

descabelladas, muchacho.

- Tendr en cuenta sus consejos si ante los presentes es capaz usted de decir claramente

el contenido del hallazgo que se ha dado en llamar la estela de Icamanbal, y que se

mantiene en el ms grande secreto sin que se sepa el motivo, que no puede ser otro que

la ocultacin de algn tipo de prueba respecto al pasado de este lugar.

- No se de qu me habla Carlos Hidalgo apag la grabadora. Ya tena todo lo que

esperaba de aquella charla en el valle. Es decir, nada.

ESCENA 3

- Oye, Marcos Quin es ese muchacho? Puede traernos problemas?

- En absoluto, Brian. Solo es un estudiante algo sagaz, un inconformista. Ya los

conoces uno de esos que se dedican a cacarear para cambiar las cosas. No llegar a

nada. Est aqu perfeccionndose durante estos meses, y participa en las excavaciones,

aunque habr que pensar en cambiarlo de sitio. No se como ha podido averiguar

- Da igual, da igual, hombre. Nadie lo creer como siempre ocurre, solo que habr que

tener ms cuidado en el futuro Pero sabes? en el fondo me fastidia jugar con la verdad

del modo que nosotros lo hacemos.


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- Por qu? Por un puado de hierros debajo de montaas de piedra? Brian, tenemos

que defender nuestras tesis, y no dejar que los nuevos descubrimientos nos devoren.

Hombres como tu y yo tenemos la labor de mantener la historia en su sitio sin que

degenere en un caos inservible.

- No, Marcos, no. En cierto modo estamos obligados a desentraar misterios, no a

enterrarlos con mentiras, que es exactamente lo que estamos haciendo.

- Brian, lo que est en juego lo exige, amigo.

- Lo que est en juego dices?... Lo que est en juego es la verdad, Marcos. La verdad.

Algn da, gracias a chicos como ese, se abrir camino y todo lo que hemos estudiado,

todo lo que hemos sido ir a parar directamente a la basura. Nuestros propios nombres

quedarn en entredicho, como estpidos o como canallas, eso el tiempo lo dir Has

visto los estudios que te envi el sbado?

- Si, los vi.

- Y no tienes nada que decir?

- Bueno si te refieres a lo que mantienen Arnold y Sanford de que se pudiese haber

producido una inversin de los polos no me parece muy racional. No puedo

imaginarme al sol cambiando aparentemente de curso porque la Tierra se est dando la

vuelta como un baln.

- Si, lo mismo me ocurre a m y sin embargo las fechas que se barajan coinciden con

los acontecimientos que se describen en la estela de Icamanbal. No se Me pregunto

que hechos extraordinarios vivi ese hombre en su tiempo y quienes eran esos que

excavaron la montaa usando mquinas como la que est enterrada all abajo en una

poca en que no haba mquinas. Vers, Marcos Una cosa es encontrar vasijas y

cucharas, y otra es esto. Estamos en un lugar que nos dice cosas increbles Y no

podemos contarlo! Aun tengo en mi mente ese trocito de la estela donde Icamanbal


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termina diciendo lo hicieron los de arriba. Ellos cavaron las minas y destruyeron al

pueblo. Y entonces el firmamento se desplom y la noche se hizo da. Despus nosotros

los enterramos. Eso es espeluznante.

- Bueno, ciertamente parece curioso, pero hay mucho que investigar aun sobre ese texto.

- Marcos, Marcos, amigo - Coxx, aun sentado, adelant un poco el torso y tom la

mueca de su colega. La voz era solemne y el rostro severo Cada vez me hago ms

preguntas sin respuesta Quines fueron los de arriba? Qu papel jugaron en nuestro

pasado? Se lo que me dice la razn, pero no puedo negar que lo que he visto aqu me

hace temblar. Y ya lo hemos constatado en muchos otros sitios!

- Lo se, amigo, lo se. Mira le tendi unos papeles No se si es buen momento, pero

quizs esto contribuya a aclararte las ideas. Son los estudios que encargaste sobre esas

piedras fundidas que extrajimos bajo el extrao sedimento marino de la parte baja del

valle.

- No puedo leerlo ahora, Marcos, no tengo mis gafas y sabes que me cuesta. Dime tu el

resultado.

- Bueno vers

- Dilo, amigo. Ya nada me va a sorprender en este lugar.

- Pues que esas piedras muestran restos de haber estado sometidas como sabes a mucho

calor.

- Ya

- Calor radiactivo, Brian. Miles de grados. La revelacin le dej algo traspuesto unos

instantes.

- Como como en Irak?

- Si. Como en el ziggurat de Borsippa.

- Una explosin nuclear?


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- Las vitrificaciones son inapelables. Si, as es.

- Dios santo, Marcos! Qu demonios pas en el mundo hace 5000 aos?

Ambos hombres guardaron silencio mirando los posos del t bien caliente. Haba sido un da

agotador y ya no tenan fuerzas para responder a ms preguntas.

ESCENA 4

Muy arriba, sobre la ladera, Juan Moribia, ltimo descendiente de la saga de Icamanbal,

permaneca sentado, atento a las evoluciones de los cientficos en el valle. Saba que su orgullo nunca

los dejara ver la verdad, y mientras eso fuese as, el oro oculto en la cueva semidesplomada estara a

salvo para que los autnticos dioses viniesen a por l el da que quisiesen. El era el ltimo guardin del

secreto, pero senta la necesidad de revelrselo a su primognito en breve, porque empezaba a sentirse

mal.

Haba odo relatos de los de arriba, y siempre se haba estremecido con ellos.

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Y ENTONCES EL FIRMAMENTO SE DESPLOMÓ