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Zygmunt Bauman Trabajo, Consumismo y Nuevos Pobres (Libro Completo)

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Zygmunt Bauman

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'I'(tulo original en Ingles: Work, consumerism and the new poor.

Publicado por Open University Press. Buckingham

© Zygmunt Bauman, 1998

Esta edici6n se publica por acuerdo con

Open Universily Press, Buckingham

Traduccion: Victoria de los Angeles Boschiroli

Revision estilistica: Fernando Cordova

Diseiio de cubierta: ,Juan Santana

Primera edicion, enero 2000, Barcelona

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Editorial Gedisa, 1999

Muntaner, 460, enLlo., I"

Tel. 93 201 60 00

08006 Barcelona, Espana

correo electr6nico: [email protected]

htt pv/www.gedisa.corn

ISBN: 84-7432-750-4

Deposito legal: B. 1113-2000

Irnpreso par Carvigraf

Clot, 31 - Ripollet (Barcelona)

Impreso en Espana

Printed in Spain

Queda prohibida la reproducci6n total 0 parcial per cualquier media de

impresi6n, en forma identica , extractada 0 modificada, en caste llano 0

cualquier otro idioma.

Indice

ACRADECIMIENTOS •••••• 4 •••••••••• 4 . 9

INTRODUCCION 11

Primer a Parte

1.Significado del trabajo: pr-esent.acion de laetica del trabajo 17

Como se logro que la gente trabajara 20

"1'rabaje 0muera" 2H

Produci r a los productores 3:3

De "rnejor" a "mas" :37

2.De la etica del trabajo a la estotfca del consumo {3

Como se genera un consurnidor........... 48

El trabajo juzgado desde la estetica 53

La vocacion como privilegio 57

Ser pobre en uno. sociedad de consumo 62

Segunda Parte

3.Ascenso y caida del Estado benefactor 73

Entre la inclusion y la exclusion 76

El Estado benefactor, sin trabajo 81

lLa mayoria satisfecha?................................................. 87

El exito que provoco el fin... 93

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.•i•• ••

•~••

4.La etica del trabajo y los nuevos pobres............... 99

El descubrimiento de la "clase marginada" 103

La marginacion de la etica del trabajo 106

Ser pobre es un delito 113

Expulsion del universe de las obligaciones rnorales 120

Tercera parte

5.Perspectivas para los nuevos pobres 129

Los pobres, ya sin funcion 133

Sin funci6n ni deber moral............................... 140

lUna etica para el trabajo 0 una etica para la vida?.... 145

INDICE TEMATICO 153

Agradecimientos

En primer lugar, deseo agradecer a Venessa Baird, que me

eatirnulo a estudiar detenidamente las marchas y contramar-

chas ?e la etica del trabajo. Despues, a Peter Beilharz, quien

me hizo volver a los temas que, arios atras, irrterite desentra-

fiar en mi libro Memories of Class [Recuerdos de las clases so-

ciales], y que habfa desatendido desde entonces. Tarnbien a

~laus Offe, .qu,e acept6 compartir conmigo su vision, percep-

ciony conocrrnierrto del tema que tanto me apasiona, Por ulti-

mo -por ultimo en orden, aunque no en importancia-, quiero

senalar mi reconocimiento a Tim May, sin cuya paciencia de-

cision y cornprension del prop6sito del trabajo todos mis es-fuerzos habrian sido vanos.

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i'

IIntroducci6n

ISiernpre habra pobres entre nosotros: ya 10 dice la sabidurfa

popular. Pero esa sabiduria no esta tan segura ni es tan cate--

gorica sobre la diffcil cuesti6n de c6mo se hace pobres a los.

pobres y c6mo se llega a verlos como tales. Tampoco, hasta q.JJ~'

punto el modo como se los hace y se los ve depende de lamane-

ra en que nosotros (Ia gente comtin, ni ricos ni pobres) vivimos

nuestra vida y elogiamos 0 despreciamos la forma en que otros

10 hacen.

Es una omisi6n lamentable; y no solo porque los pobres ne-cesitan y merecen toda la atencion que podamos brindarles,

sino tarnbien porque solemos transferir nuestros temores y

ansiedades ocultos a la idea que tenemos de los pobres. Un ana-

lisis detenido del modo como 10 hacemos puede revelarnos al-

gunos aspectos importantes de nosotros misrnos. Este libro in-

tenta responder esos "como" y contar, tambien, la parte de la

historia de la pobreza amenudo pasada por alto, minirnizada 0

deliberadamente ocultada. Y al interitar esas respuestas, rea-

lizara tambien, quizas, algun aporte a nuestro autoconocimiento.

Siempre habra pobres entre nosotros; pero ser pobre quiere

decir cosas bien distintas segun entre quienes de nosotros esos

pobres se encuentren. No es 10 mismo ser pobre en una socie-

dad que empuja a cada adulto al trabajo productive, que serlo en

una sociedad que _.:.__gracias la enorme riqueza acumulada

en siglos de trabajo- puede producir 10 necesario sin la parti-

cipaci6n de una arnplia y creciente porci6n de sus miembros.

Una cosa es ser pobre en una comunidad de productores con

trabajo para todos; otra, totalmente diferente, es serlo en una

sociedad de consumidores cuyos proyectos de vida se constru-

yen sobre las opciones de consumo y no sobre el trabajo, la

capacidad profesional 0 e1empleo disponible. Si en otra epoca

"ser pobre" significaba estar sin trabajo, hoy alude fundamen-

11

I I

. .:.~

'.-a.J

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• talmente a la condici6n de un consumidor expulsado del.mer-

cado. La difere ncia modifica radicalmente la sit.uacion, tanto

en 10 que se refiere a Ia experiencia de vivir en la pobreza como

a las oportunidades y perspectivas de escapar de ella.

Este libra se propane examinar el desarrollo del cambia pro-

ducido a 10 largo de la historia moderna y pasar revista a sus

consecuencias, Yal mismo tiempo, considerar hasta que punto

son adecuados 0 no (como puede llegar a suceder) los recorda-

dos y probados medios de contener la pobreza creciente y miti-

gar sus sufrirnien tos. Solo asi sera posible comprenderla y

enfrentarla en su forma actual.

El primer capitulo recuerda los origenes de la etica del tra-

bajo, de la cual se esperaba -desde el comienzo de los tiempos

modernos- que atrajera a los pobres hacia las fab ricas,

erradicara la pobreza y garantizara la paz social. En la practi-

ca, sirvio para eritr-ena r y disciplinar a la gente, inculcandole

la obediencia necesaria para que el nuevo regimen fabril fun-

cionara correctamente.

En el segundo capitulo se relata el pasaje, gradual pero im-

placable, desde la primer-a hasta la actual etapa de la sociedadmoderna: de una "sociedad de productores" a otra "de consu-

midores"; de una sociedad orient ada por la etica del trabajo a

otra gobernadapor la estetica del consumo. En el nuevo mun-

do de los consumidores, la produccion masiva no requiere ya

mana de obra masiva. Por eso los pobres, que alguna vez cum-

plieron el papel de "ejercito de reserva de mana de obra", pa-

san a ser ahara "consumidores expulsados del mercado". Esto

los despoja de cualquier funcion uti! (real 0 potencial) con pro-

fundas consecuencias para su ubicacion en la sociedad y-sus

posibilidades de mejorar en ella.

El tercer capitulo analiza el glscenso y la cafda del Estado

benefactor. Muestra la intima conexi6n entre las transforma-ciones descriptas en el capitulo anterior, el surgimiento repen-

tino de un consenso publico que favorece la responsabilidad

colectiva por el infortunio individual y la igualmente abrupta

aparici6n de la actual opinion opuesta.

EI cuarto capitulo se ocupa de las consecuencias: una nueva

forma de producir socialmente y definir culturalmente a los

pobres, EI concepto tan de moda de "clase marginada" es ana-

lizado en detalle. La conclusi6n es que funciona como instru-

mento de formas y causas muy variadas, "alimentadas desde

I. -•~

12

el poder", que contribuyen a aquella rnarginacion y crean la

imagen de una categoria inferior: gente plagada de defectos

que constituye un "verdadero problema social".

POl' ultimo, se estudia el futuro posible de los pobres y Ia

pobreza, asi como la event ualidad de darIe ala etica del traba-

jo un nuevo significado, mas acorde con la situacion actual de

las sociedades desarrolladas. (,Es factible combatir la pobreza

y vencerla con ayuda de rnetodos ortodoxos, hechos a la rnedi-

da de una sociedad que ya no existe? LO deberemos buscar nue-vas soluciones, como separar el derecho a la vida de la venta de

mana de obra y extender el concepto de trabajo mas alla del acep-

tado por el mercado laboral? l.Y can que urgencia es necesar io

enfrentar estos problemas sociales para encontrarles respues-

tas practicas?

13

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1

El significado del trabajo:

presentacion de la

et.ica del trabajo

(,Que es Ia etica del trabajo? En pocas palabras, es una nor-

ma de vida con dos premisas explfcitas y dos presunciones ta-

citas.

La primera premisa dice que, si se quiere conseguir 10 nece-

sario para vivir y ser feliz, hay que hacer algo que los dernas

consideren valioso y digno de un pago. Nada es gratis: se trata

siempre de un quid pro quo, de u.n"doy algo para que me des";

es preciso dar primero para recibir despues,

La segunda premisa afirma que esta mal, que es necio y rno-

ralmente danino, conformarse con 10 ya conseguido y quedarse

con menos en lugar de buscar mas; que es absurdo e irracional

dejar de esforzarse despues de haber alcanzado Ia satisfaccion;

que no es decoroso descansar, salvo para reunir fuerzas y se-

guir trabajando. Dicho de otro modo: tr abajar es un valor en S1

mismo, una actividad noble yjerarquizadora.

Y la norma continua: hay que seguir tr abaja ndo aunque nose vea que cosa que no se tenga podra aportarnos el trabajo, y

aunque eso no 10 necesitemos para nada. Trabajar es bueno; no

hacerlo es malo.

La primera presuncion tacita -sin la cual ni el mandato

mismo, ni ninguna de las premisas serialadas resultarfan tan

obvios- es que la mayoria de Ia gente tiene una capacidad de

trabajo que vender y puede ganarse Ia vida ofreciendola para

obtener a carnbio 10 que merece; todqlo que la gente posee es

17l[ .

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una recorupunsa pOl'su t.rabajo anterior y pur estar dispuesta

a seguir trabajando, El trabajo es el estado normal de los seres

hurna nos: no trabajar es anormal. La mayor parte de la gente

cumple con sus obligaciones y seria injusto pedirle que com-

partiera sus beneficios 0 ganancias con los demas, que tam-

bien pueden hacerlo pero, por una u otra razon, no 10hacen.

La otra presunci6n sostiene que s610el trabajo cuyo valor esreconocido POl' los dernas (tr abajo pOI' el que hay que pagar

salarios 0 jorriales, que puede venderse y esta en condiciones

de ser comprado) tiene el valor moral consagrado por la etica

del trabajo. Este, aunque breve, es un resumen adecuado de la

forina que la etica del trabajo adopto en nuestra sociedad, la so-

ciedad "moderria".

Cuando se habla de etica, es casi seguro que a alguien no le

satisface la forma de comportarse de otros, que preferiria en-

contrar en e110sotra conducta. Pocas veces esta observaci6n

tuvo mas sentido que en el caso de la et.ica del trabajo.

Desde que hizo irr upcion en la conciencia europea durante

las primeras epocas de la industrializacion -y a traves de los

numer osos y tortuosos avatares de la modernidad y la "moder-

nizacion't-s-, la etica del trabajo sirvic a politicos, filosofos y

predicadores para desterrar pOl'las buenas 0 por las malas (0

como excusa para hacerlo) el difundido habito que vieron como

principal obstaculo para el nuevo y esplendido mundo que in-

tentaban construir: la generalizada tendencia a evit.ar, en 10

posible, las aparentes bendiciones ofrecidas por el trabajo en

las fabricas y a resist.irse al dtmo de vida fijado por el capataz,

el reloj y la maquina.

Cuarido el concepto hizo su aparici6n en el debate publico, la

malsana y peligrosa costumbre que la etica del trabajo debia

cornbatir, destruir yerradicar se apoyaba en la tendencia =-rnuy "humana- a considerar ya dadas las necesidades propias, y a

limitarse a satisfacerlas. Nada mas. Una vez cubiertas esas

necesidades basicas, los obreros "tradicionalistas" no le encon-

traban sentido a seguir trabajando 0 a ganar mas dinero; des-

pues de todo, lpara que? Habia otras cosas mas interesantes y

dignas de hacer, que no se podian comprar pero se escapaban,

se ignoraban 0 se perdian si uno pasaba el dia desvelandose

tras el dinero. Era posible vivir decentemente con muy poco; el

umbral de 10que se consideraba digno estaba ya fijado, y no

18I' -

r i l l

habia por que atravesarlo; una vez alcanzado el Iirnite no habta

urgencia alguna por ascender. Al menos, asi pintaban la situs-

ci6n los empresarios de la epoca, los economistas que se afana-

ban .por entender los problemas de esos empresarios y los

predicadores morales, ansiosos por que las cosas mejoraran.

La memoria historica permanece a salvo: la historia Ia es-

criben los triunfadores. No sorprende, por eso, que este cuadrnde situaei6n pasara a formar parte del esquema del rclato his-

tori eo y se convirtiera en la cron ica ofieial de la dura batal1'a

librada POl' los p ioner os de la razor i moderna contra 1 9 .irracional, ignorante, insensata e imperdonable resistencia al

progreso ..Segun esa cronica, el objetivo de la guerra era lograr

que los ciegos vieran la luz, obligar a los necios a emplear suinteligencia, y ensefiarles a todos a aspirar a una vida mejorva.

desear cosas nuevas y superiores, y ~a traves de ese deseQ-c-

mejoraI:se a sf mismos. E~ casu necesario, sin embargo, habia

que obligar a los recalcitrantes a actual' como si en realidadtuvieran esos deseos.

En la practica, los hechos sucedieron exactamente al reves

de 10que sugerian los prirneros empresarios en sus quejas con-

tra los lentos y perezosos brazos de los obreros; tarnbien al re-

ves de 10 que economistas y soci61ogos, mas adel an te.

c?~sidera~o.n verdad hist6rica comprobada. En rigor, la apari~

cion del r'egrrnen fabril puso fin al romance entre el artesano ysu trabajo: 10contrario de 10que postulaba la "etica del tr aba-

jo", La cruzada moral que la historia describio como una bata-

11apara iniroducir- la etica del trabajo (0 como Ia educacion

para poner en practica el "principio del buen rendimiento") fue

en realidad, un intento de resucitar actitudes caractcrtsticas

del pe_Iiodo preindustrial, pero en condiciones nuevas que las

despojaban de sentido. El prop6sito de la cruzada moral era

recrear, dentro d~ la fabr'ica y bajo la disciplina irnpuesta porlos patrones, e1compromiso pleno con el trabajo artesanal, la

dedicaci6n incondicional al mismo y el cumplimianto en el

mejor nivel posible, de las tareas impuestas. Las misrnas acti-

tudes que -cuando ejercia el control sobre su propio trabajo--

el artesano adoptaba espontaneamenta.

!I

19

 

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Como se Iogr-o que 1agerrte tJ.·abajara

John Stuart Mill se quejaba de "bus car en vano, entre las

clases obreras en general, el legftimo orgullo de brindar un

buen trabajo a carnbio de una buena rernuneracion". La un ica

aspir acion que encoritraba era, "en la mayoria de los casos, la

de recibir mucho y devolver la merior cantidad de servicios po-

sibles".' Stuart Mill se lamentaba, en realidad, por la conver-sion demasiado rapida de los antiguos artesanos (ya obreros) a

la racionalidad del mercado -desprovista de emoei6n y regida

poria relaei6n costo-beneficio-e-, y pOI'el rapido abandono de

los ultirnos instintos premodernos que estableefan uri profu n-

do cornprom iso del trabajador con su trabajo. En ese contexto

-y parad6jicamente- la apelaci6n a la etiea del trabajo ocul-

taba el primitivo impulso de apartar a los obreros de Ia

raciorialidad del mercado, que parecia ejercer un efeeto nocivo

sobre la dedicaci6n a sus tareas. Bajo la etica del trabajo se

promovia una etica de la disciplina: ya no importaban el orgu-

lIo0 el honor, el sentido 0 la finalidad. El obrero debia trabajar

con todas sus fuerzas, dia tras dia y hora tras hora, aunque no

viera el motivo de ese esfuerzo 0 fuera incapaz de vislumbr ar

su seritido ultimo.

El problema central que enfrentaban los pioneros de la mo-

dernizaci6n era la necesidad de obligar a la gente -acostum-

brada a darle sentido a su trabajo a traves de sus propias metas,

mientras retenfa el control de las tareas necesarias par a ha-

cerlo- a volcar su habilidad y su esfuerzo en el cumplimiento

de tare as que otros le imponian y controlaban, que carecian de

seritido para ella. La solucion al problema fue la puesta en mar-

cha de una instruccion rnecanica dirigida a habituar a los obre-

ros a obedecer sin perisar, al tiempo que se los privaba del

orgullo del trabajo bien hecho y se los obligaba a cumplir ta-

reas cu,yo sentido se les eseapaba. Como eomenta Werner

Sornbart, el nuevo regimen fabri l neeesitaba s610partes de se-

res humanos: pequerios engranajes sin alma integradcs,a. un

mecanisme mas complejo. Se estaba librando una batalla con-

tra las dernas "partes hurnanas", ya inuti les: intereses y ambi-

ciones carentes de irnportancia para el esfuerzo productivo, que

interferran innecesariamente con las que partieipaban de la pro-

duccion, La imposici6n de la Mica del trabajo implicaba la

renuneia a la libertad.

!III

" "~

•••••••. .

20

J'I

El verdadero sent.ido que las prcdicas rnorales pceserit.adus

como "etica del trabajo" tenian para las victimas de aquella

cruzada fue vividamente retratado en la descripcion efectuada

pOI'un pequerio industrial anonirno, formulada en 1806:

'j

Halle que los hombres sentian un gran disgusto haci a cualquier

regulariclad de horarios 0 de habitos ... Estaban sumamente des-

contentos porque no podian salir y eritrar como querran, ni Lenerel descanso que deseaban, ni continual' del modo como 10 habian

hecho en el pasado; despues de las horas de trabajo, adernas, eran

blanco de observaciones malintencionadas pOl'parte de otros obrc-

ros, Basta tal punta Ilegaron a manifestar su desacuerdo con la

totalidad del sistema, que me vi obligado a disolverlo."

En la practica, la cruzada poria etica del trabajo era la bata-

11apor irnponer el control y la subordinacion. Se trataba de

una lucha pOI'el poder en todo, salvo en el nombre; una batalla

para obligar a los trabajadores a acept.ar, en homenaje a la

etica y la nobleza del trabajo, una vida que ni era noble ni se

ajustaba a sus propios prineipios de moral.

La cruz ada tenia por objeto, tambien , separar 10que la gen-

te hacia de 10que consideraba digno de ser hecho, de 10que

tenia sentido hacer; separar el trabaio misrno de cualquier ob-

jetivo tangible y eomprensible. Si se la hubiera llegado a ineor-

porar total mente ala logica de lavida, laetica del trabajo habria

reemplazado a las demas acti ..idades hum anas (como reflexio-

nar, evaluar, elegir y proponerse fines), limitaridose a "eumplir

con las formalidades". Perc no estaba en cada uno dictarninar

a que ritmo esas formalidades se cumplirian. Con razon, los

critieos de la prornisoria e incipiente modernidad -en nombre

de 10que consideraban auteriticos valores humanos-c- mani-

festaban su apoyo al "dereeho a la holgazaneria".

_De haberse impuesto, la etica del trabajo habria separado

tambien el esfuerzo productive de las necesidades humanas.

POI' primera vez en la historia, se habria dado prioridad a "10

que se puede haeer" por encima de "10que es necesario hacer".

La aatisfaccion de las neeesidades habria dejado de regir la

logica del esfuerzo productivo y, 10que es mas importante, sus

limites; habria hecho posible la moderna paradoja del "creci-

miento por el ereeimiento misrno".

-, I

21

,j1I.

 

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Un result ado de la int.roduccionde maqui narias y de la organiza-

cion del trabajo engran escala es el sometirniento de los obreros auna mortal rutina mecanica y administrativa. En algunos de los

sistemas de produccion anteriores, se les concedfaa los trabajado-

res la oportunidad de expresar su personalidad en el trabajo; a

veces, incluso, quedaba lugar para manifestaciones artist.icas, y el

artesano obtenia placer de su trabajo ... EI autor an6nimo de An

Authentic Account of the Riots of Birmingham (1799) [Un reb toautentico de losmotines de Birmingham] explica la participacion

de los obreros en los disturbios diciendo que la naturaleza de su

trabajo era tal, que solo"se Ies enseria a actuar, no a pensar"."

Segun e1conrnovedor resumen de ,J . L.yBarbara Hammonds,

...Ios iinicos valores que las clases altas Ie pennitian a la clase

trabajadcra eran losmismos que los propietarios de esclavos apre-ciaban enun esclavo, El trabajador debia ser diligente yatento, no

pensar en forma aut6noma, deberle adhesion y lealtad s610a su

patron, reconocer que el lugar que Iecorrespondia en la economiadel Estado era el misruo que el de un esclavo en la econorrua de la

plantacion azucarera. Es que las virtudes que adrniramos en unhombre son defectos en un esclavo."

Por cierto que, en el coro de los llamados a someterse ----d6-

cilrnente y sin pensarlo- al ritmo impersonal, inhumane yme-

canico del trabajo de la fabrica, habia una curiosa mezcla entre

la mentalidad preindustrial y antimoderna de la economia

esclavista y la nueva y audaz vision del mundo maravilloso,

milagrosamente abundante, que -una vez rotas las cadenas

de la tradicion-i- surgirfa como resultado de la invencion hu-

mana, y ante todo del dorninio humano sobre-ia naturaleza.

Como observa Wolf Lepenies, desde fines del siglo xvn ellen-

guaje utilizado parareferirse ala "naturaleza" (es decir, a todo1 0 creado por intervencion divina, 10 "dado", no procesado ni

tocado por la razon y la capacidad hurrianas) estaba saturado

de conceptos ymetafor as mili tares. ~Francis Bacon no deja nada

librado a la imaginacion: la naturaleza debfa ser conquistada

y obligada a trabajar duro para servir, mejor que cuando se la

dejaba en libertad, los intereses y el bienestar humanos. Des--

cartes compare el progreso de la raz6n con una serie de bata-

llas victoriosas libradas contra la natura1eza; Diderot convoc6

a te6ricos y practicos a unirse en nombre de Ia conquista y el

22

s?Illet~nIiento de .la nat.uraleza. Kal'1 Marx defiriio el progreso

...historico como la irrefrenable rnarcha hacia el dominic total de

Ia naturaleza por el hombre. Apesar de sus diferencias en otros

temas, los pensadores mencionados no difieren en esto de

Claude Saint-Simon 0Auguste Comte.

Una vez explicitado el fin ultimo, el unico valor que se les

reconocia a los emprendirnien tos p racticos era el de acort ar ladistancia que todavia separaba a la gente del triunfo final so-

bre la naturaleza. La validez de otros criterios podia ser discu-

tida con exito y, poco a poco, anulada. Entre los criterios de

evaluacion gradualmente descartados, la piedad, la cornpaaion

y _Ia.asistenc~~ estuvieron en primer plano. La pied ad por las

victimas debilj taba la resolucion, la compasion hacia mas len-

to el ritmo de los cambios, todo cuanto detenia 0 demoraba la

marcha hacia el progreso dejaba de ser moral. Por otro lado 1 0

que contribuyera a la victoria final sobre la naturaleza era

bueno y resultaba, "en ultima instancia", etico, porque servia

"en el largo plazo", al progreso de la humanidad. La defensa

que el artesano hacia de sus tradicionales derechos la resis-tencia opuest.a por los pobres de la era prei.nduatr-ia! al regi-

men efectivo y eficiente del trabajo mecanizado era n un

obs~culo mas ent.re los muchos que la naturaleza, en su des-

coricierto, oponia en el camino del progreso pant demorar su

inminente derrota. Esa resistencia debia ser vencida con tan

pocoremordirniento como habian sido ya quebradas, desenmas- ~

caradas y anuladas otras estratagemas de la naturaleza.

Las figuras rectcras del magnifico mundo que habria de cons-

truirse sobre la base del ingeriio y la habilidad de los hombres

(ante todo, de los diseii."'adores de maquinas y de los piorieros en

su utilizaci6n) no dudaban de que los auteriticos portadores

del progreso eran las mentes creadoras de los inventores .•James\Y,,:tt sostuvo en 1785 que los demas hombres, cuyo esfuerzo

fisico EWanecesario para dar cuerpo a las ideas de los invento-

res, "deb ian ser consider-ados s610 como fuerzas mecan icas en

acccion. .. aperias deben utilizar eI r'azorrarnierito"." Mien tr as

tanto, Richard Arkwright se quejaba de que

... era dificil educar a los seres humanos para que "renunciaran a

sus desordenados e ineficientes habitos de trabajo, para identifi-carse conla invariable regularidad de las maquinas autornaticas".

Esas maquinas solo podian funcionar correctamente si eran vigi-

. . . . .23

 

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ladas en forrna const.an te ; y la idea de pa sar d i uz 0 mas horus po r

dia encerrados en una fabr ica, mirando una maquina, no Leshacia

gracia alguna a esos hombres y mujeres llegados del campo.

La resi st.encia a sumarse al esfuerzo combinado de 1ahuma-

uidad era, en sf misma, la tan mencionada prueba que demos-

traba la relajacion moral de los pobres y, a] mismo tiernpo, la

virtud inhererite a la disciplina implacable, estricta y rigida de

la fabrica, La tarea de lograr que los pobres y 10,?~~01un,t!3-li.a-

mente ocio;os" se'i)Us'ie~an a trabajar no era solo economica;

er a tambi~n- moral'. La's-o'pli-liones ilustradaadel mo~mento,

au~que-'ditlrieran---en otros aspectos, no discutian este punto.

La Blackwood's Magazine escribi6 que "la influencia del pa-

tron sobre los hombres es, de por st, uri paso adelante hacia el

progreso moral"," mientras que la Edinburgh Review comenta-

ba acidamerite sobre la cruzada cultural que se cstaba llevan-

do a cabo:

Los nuevos programas de beneficcncia no estan concebidos en el

espiritu [de la caridad] ... Se celebra su advenimiento como el co-rnienzo de un nuevo order, moral. . . en el cual los poseedores de

propiedades retornaran su lugar como paternales guardianes de

los menos afortunados ... para acabar, no con la pobreza (esto nisiquiera parece deseable), sino can las formas mas abyectas del

vicio, la indigencia y Inmiseria Iisica."

P. Gaskell, el escrit.or y activista social que paso a la historia

como uno de los arnigos mas filantropicos, afectuosos y compa-

sivos de los pobres, pensaba que, a pesar de todo, los objetos de

su compasion "apenas se diferenciaban, en sus cualidades esen-

dales, de un nino salvaje sin educacion"," y que precisaban de

otr as personas mas maduras que vigilaran sus movimientos yasumieran la responsabilidad de sus actos. Quienes contribuian

a la opinion ilustrada de la epoca coincidian en que los trabaja-

dores manuales no estaban en condiciones de regir su propia

vida. Como los nirios caprichosos 0 inocerites, no podian con-

trolarse ni distinguir entre 10 buena y 10malo, entre las cosas

que los beneficiaban y las que les haciarr dario. Menos aun oran

capaces de prever que cosas, a la larga, resultartan "en.su pro-

pio provecho". Solo eran materia prima humana en condicio-

nes de ser procesada para recibir la forma corr ecta: muy

=r":

proba hlernerrte, y al me nos por largo t.iernpo, serian vict.irnas

del carnb io social: los objetos, no los sujetos, de la transforrna-

cion racional de la sociedad que estaba naciendo. La etica del

tEaba.-j,oera uno ~~_ l_o .~ejes ~!_l_~_~~_?_!l1_pli_s_im~o_erogr.a~a-T I o l : a r yeducativo, y las tareas asi€Q:13das,tanto a los hombres ~en-

sa."n1"lentocomo a los de acc{6i'i-:-'{oI~aban~eI-mide'o ' d ' e 10 que

mj_s-;tatd~se~llan.1(~CenIre·10s'-panegiiistas d'e 'los nuevas carn---bios , " e T " p i - : - o c e s o 'Civilizador".C~~;'os'de[;.iasconjun tos de preceptos para una co-nducta

recta, decente y meritoria, la etica del trabajo era al mismo

tiempo una vision constructiva y la formula para lograr un tra-

bajo demoledor. Negaba legitimidad a las costumbres, prefe-

rencias 0 deseos de los destinatarios de semejante cruzada.

Fijaba las pautas para una conducta correcta pero, ante todo,

echaba un manto de sospecha sobre todo 10que pudiera haber

hecho, antes de su sometimiento a las nuevas reglas, la gente

destinada a esa transforrnacion. No confiaba en las inclinacio-

nes de esas personas. Libres para actuar como quisieran yaban-

donadas a sus caprichos y preferencias, morirfan de hambreantes que realizar un esfuerzo, se revolcarfan en la inmundi-

cia antes que trabajar pOI'su autosuperacion, antepondrian

una diversion momerita nea y effmera a una felicidad segura

pero todavia lejana. En general, preferirian no hacer nada an-

tes que trabajar. Esos impulsos, incontrolados y viciosos, eran

parte de la "tradicion" que la incipiente industria debia en-

frentar, combatir y =-finalmente-j- exterrninar. Tal como iba a

senalarlo Max Weber (en e x acertado resumen de Michael Rose),

la etica del trabajo, al considerar la tarea ya realizada, "equi-

valia a un ataque" contra el "tradicion alisrno de los trabajado-

res comunes", quienes "habian actuado guiados pOI'una vision

rtgid a de sus necesidades materiales, que los llevaba a preferirel ocio y dejar pasar las oportunidades de aumentar sus ingre-

sos trabajando mas 0 durante mas tiempo". El tradicionalismo

"era meriospreciado";"

POI'cierto que, para los pioneros del nuevo y atrevido mundo

de la modernidad, "tradicicn" era mala palabr a. Simbolizaba

las tendencias moral mente vergonzosas y conderiables contra las

que se alzaba la etica del trabajo: las inclinaciones de los indi-

viduos rutinarios que se conforrnaban con 10que tenian ayer,

se negaban a obtener "mas" e ignoraban 10mejor si, para 10-

grarlo, debian hacer un esfuerzo adicional. (De heche, se nega-

25

"

I

"~- 'r-

 

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ban a ent.regarse a un regimen extrano, violent.o, cruel, des-

alent.ador e incomprensible.) En la guer-ra contra e1 "tradi-

cionalisrno" de los pobres anteriores a la epoca industrial, los

enemigos declarados de la etica del trabajo eran, ostensible-

mente, la modestia de las necesidades de esos hombres y la

rnediocridad de sus deseos. Se libraron verdaderas batallas -las

mas feroces y despiadadas- contra la resistencia de esa mariode obra potencial a sufrir los dolores y la falta de digriidad de

un regimen de trabajo que no deseaba ni entendia y que, por

su propia voluntad, jamas habria elegido,

"Trab aje 0muera"

Se pensaba que la €lica del t.rabajo ma tarra dOBpajaros de

un tiro. Resolveria la demanda labor al de la industria nacien-

te yse desprerideria de una de las irritantes molestias con que

iba a toparse la sociedad postradicional: atender las necesida-

des de quienes, por una raz6n u otra, no se adaptaban a loscambios y resultaban incapaces de ganarse la vida en las nue-

vas condiciones. Porque no todos podian ser empujados a la

rutina del trabajo en la fabrica; habia inval idos, debiles, enfer-

mos y ancianos que enmodo alguno resistirfan las severas exi-

gencias de un ernpleo industrial. Brian Inglis describic asf el

estado de animo de la epoca:

Fue ganando posiciones la idea de que se podia prescindir de los

indigentes, fueran 0 no culpables de su situacion. De haber existi-

do algun modo sencillo de sacarselos de encirna sin que ello irnpli-

-cara riesgo alguno para la sociedad, es indudable que Ricardo y

Malthus 10habrian recomendado, y es igualmente seguro que los

gobierrios habrian favorecido la idea, con tal de que no irnplicar a

-un aumento en los impuestos.!'

Pero no se encontr6 "modo sencillo de sacarselos de encima" I

y, a falta de ello, debio buscarse una soluci6n menos perfecta . .I

EI precepto de trabajar (en cualquier trabajo, bajo cualquier

coridicion), (mica forma decente y moralmente aceptable de

ganarse el derecho a la vida, contribuyo en gran parte a encon-

trar la soluci6n. Nadie explic6 esta estrategia "alternativa" en

terrninos mas directos y categ6ricos que Thomas Carlyle, en su

ensayo sobre el cartismo publicado en 1837:

26

Si se les hace la vida imposible, necesariamente 5e reducira el

nurnero de rnendigos. Es un secrete que todos los cazadores de

ratas conocen: tapad las rendijas de los graneros, hacedlos sufrir

con maullidos continuos, alarrnas y trampas, y vuestros "jorriale-

res" desapareceran del establecirniento. Un metodo aun mas rapi-

do es el del arsenico; incluso podria resultar mas suave, si estu vie-

ra perrni tido.

Gert.rude Hirnmelfarb, en su monumental estudio sobre la

idea de la pobreza, revel a 10 que esa perspectiva oculta:

Los mendigos, como las ratas, podian efectivamente ser elirniria-

dOBcon ese metod 0; a] menos, uno podia apartarlos de su vista.

8610 hacia falta decidirse a tratarlos como ratas, partiendo del

supuesto de que "los pobres y desdichados estan aqui s610 como

una rnolestia a la que hay que lirnpiar hasta ponerle fin".lZ

EI aporte de la Mica del trabajo a los esfuerzos por reducir el

nurnero de mendigos fue sin duda invalorable. Despues de todo,

laetica afirmaba lasuperioridad moral de cualquier tipo de vida(no importaba 10 miserable que fuera), con tal de que se susten-

tara en el salario del propio trabajo. Armadas con esta regla eti-

ca, los reformistas bien intencionados podian aplicar el principio

de "menor derecho" a cualquier asistencia "no ganada mediante

el trabajo" que la sociedad ofreciera a sus pobres, y considerar

tal principio como un paso de profunda fuerza moral hacia una

sociedad mas humanitaria. "Menor derecho" significaba que las

condiciones ofrecidas a la gente sostenida can el auxilio recibi-

do, y no con su salario, debian hacerles la vida menos atractiva

que la de los obreros mas pobres ydesgraciados. Se esperaba que,

cuanto mas se degradara lavida de esos desocupados, cuanto mas

profundamente cayeran en la indigencia, mas tentadora 0, almenos, menos insoportable les pareceria la suerte de los traba-

jadores pobres, los que habian vendido su fuerza de trabajo a

carnbio de los mas miserables salarios. En consecuencia, se con-

tribuirfa asi.a la causa de la etica del trabajo mientras se acer-

caba el dia de su triunfo.

Estas consideraciones, y otras similares, deben de haber sido

importantes, en las decadas de 1820 y 18.'30,para los reforrnistas

de la "Ley de Pobres", que tras un debate largo y enconado

llegaron a una decisi6n practicamente unanirne: habia queli-

mitar la asistencia a los sectores indigentes de la sociedad (a

27

 

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quie nes Jeremy Bentham preferia Ilarnar el "desecho" 0 la "es-

coria" de la poblacion) al interior de las poorhouses [hospicios

para pobres]. La decision presentaba una serie de ventajas que

favorecian la causa de la etica del trabajo ..

En primer lugar, separaba a los "aute nticos msndigos" de

quienes -se sospechaba- solo se hacian pasar por tales para

evitarse las molestias de un trabajo estable. S610 un "mendigo

autentico" elegirta vivir rec1uido en un asilo si se lograba que

las condiciones en su interior fueran 10 bastarite horrendas. Yal limitar la asistenc ..ia a 10 que se pudiera conseguir dentro de

csos sorrli dos y miserables asi los. se lograba que el "certificado

de pobreza" fuera innecesario 0,mejor, que los pobres se 10 otcr-

garan a sf misrnos: quien aceptara ser encerrado en un asilo

para pobres pOI'cierto que no debia de contar con otra forma de

supervivencia.

En segundo lugar, la abolicion de la ayuda extcrria obligaba

a los pobres a pensar dos veces antes de decidir que las exig'en-

cias de la et.ica del trabajo "no eran para ellos", que no podian

hacer frente ala carga de una tarea regular, 0 que las dernan-

das del trabajo en las fabricas, duras y en cierto modo aborre-

cibles, resultabarr una eleccion peor que su alternative Hasta

los salarios mas miserables y la rutina mas extenuante y te-

diosa dentro de la fabrica "parecer-ieron soportables (y hast.a

deseables) en comparacion con los hospieios.

Los principios de la nueva Ley de Pobres tr azaban, adernas,

una linea divisoria, clara y "objetiva", entre los que podian re-

formarse y convertirse para acatar los principios de la etica del -

trabajo y quienes estaban completa y definitivamente mas alla

de toda redoncion, de quienes no se podia obtener utilidad al-

guna para la sociedad, pOI'ingeniosas 0 inescrupulosas que

fueran las medidas tornadas.

Por ultimo, la Ley protegia a los pobres -que trabajaban (0

que pudieran llegar a hacerlo) de contaminarse con los que no

habia esperanza de que 10 hicieran, separandolos con muros

rnacizos e impenetrables que, poco despues, eneontrarian su

replica en los invisibles, aunque no por eso menos tangibles,

rnuros del distanciarniento cultural. Cuanto mas aterradoras

fueran las noticias que se filtrar an a traves de las paredes de

los asrlos, mas se asemejaria ala libertad esa nueva esclavitud

del trabajo en las fabricas; la miseria fabril pareceria, en corn-

paracion, un golpe de suerte 0 una bendici6n.

28..

POl' 10 dicho hast.a aqui, puede inferi rse que el proyeeto de

separar de una vez y para siempre a los "aute nticos mendigos"

de los "falsos" ~apartando, de ese modo, a los posibles obje-

tos de trabajo de aquellos de quienes nada se podia esperar-

nunca lleg6 a gozar de total exito. En rigor, los pobres de las dos

categorias -seglin.la distincion legal, "merecedores" y "no

merecedores"- se influyeron mutuamente, aunque esta influen-

cia reciproca no. se yrodujo de modo que, en opinion de los

reformistas, justifieara Ia construccion de asilos.Es verdad que la creaci6n de condiciones nuevas particular-

mente atroees y repulsivas para quienes habian sido coride na-

dos al flagelo de la rnendicidad (0, como preferian decir los

reformistas, "quienes 10 habian elegido") hacia que los pobres

adoptaran una acti tud mas receptiva haeia los dudosos atrac-

tivos del trabajo asalari ado y que asi se prevenia la muy men-

tada arnenaza de que fueran contaminados porIa ociosidad;

pero, de hecho, los contamino la pobreza, cont.ribuyendo a per-

petuar la existencia que supuestamente iba a quedar elirriina-

da por Ia etica del trabajo. La horrenda fealdad de la vida en

los asilos, que servia como punto de referencia para evaluar la

vida en la fabrica, perrnitio a los patrones bajar el nivel de

resistencia de los obreros sin ternor a que se rebelaran 0 aban-

donaran el trabajo. Al fin, no habia gran diferencia entre el

destino que esperaba a los que siguieran las instrucciories de

la etica del trabajo y quienes se rehusaban a hacerlo, 0 habian

quedado excluidos en el intento de seguirlas.

- Los mas lucidos, escepticos 0 cinicos entre los reformistas

morales de esas primeras epocas no albergaban la ilusi6n de

que la diferencia entre las dos categorras de pobres (autent.icos

y fingidos) pudiera ser expresada en dos estrategias diferen-

ciadas. Tampoco cretan que una bifurcacion de estrategias se-

- mejante pudiera tener efecto practico, ni en terminos deeconomizar recursos ni en otro-beneficio tangible.

,Jeremy Bentham se negaba a distinguir entre los regfrnenes

de las diferentes "casas de industria": ioorhhouses" [asilos para

pobres], poorhouses [hospicios] y fabricas (adernas de las pri-

sicnes, rnanicornios, hospit.ales y escuelas)." Bentham insistia

en que, mas alla de su propcsito manifiesto, todos e80S est.able-

. Las workhouses eran mstituciones donde los internes erari obligados a

trabajar a cambio de cornida y aiojamiento. [T.]

29

 

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cirnientos se enfrentaban al mismo problema practice y com-

partian las mism as preocupaciones: imponer un patron unico

y regular de comportamiento predecible sobre una pobIaci6n de

internes muy divers a yesencialmente desobediente. Dicho de otro

modo: debian neutralizar 0 anular las variadas cost.umbrcs e

incli naciones humanas y alcanzar un modelo de condiicta uni-

co para todos. A los supervisores de las Iabricas y guardianesde los asilos de pobres les esperaba la misma tarea. Para obte-

ner 10 que deseaban (una rut.ina disciplinada y reitera tiva), se

debia someter a ambos tipos de internes -los pobres "trabaja-

dores" y los "no trabajador-es"- a un regimen identico. No es

de extrafiar que, en el razonamiento de Bentham, casi no apa-

recieran diferencias en la calidad moral de las dos categorias,

a las que se les otorga gran atenci6n y se les asigna import.an-

cia central en los argumentos de los predicadores yreformadores

eticos. Despues de todo, el aspecto mas importante de Ia est.ra-

tegia de Bentham era hacer que esas diferencias resultaran a1misrno tiernpo irrelevantes para el proposito declarado e irnpo-

tentes para no interferir con los resultados.Al adoptar esa posicion, Bentham se hacfa eco del pensa-

miento econornico de su tiernpo. Como habrfa de escribif John

Stuart Mill poco despues, a Ia economia politica no le interesa-

ban las pasiones y los motives de los hombres, "salvo los que

puedan ser considerados como principios frontalmente anta-

gcnicos al deseo de riqueza, es decir, la aversion al trabajo y el

deseo de disfrutar de inmediato los lujos costosos't.>' Como en

todoslos estudiosos que buscaban las leyes "objetivas" de la vida

econornica -leyes impersonales e ind.ependientes de la volun-

tad-. en Bentham la tarea de prom.over el nuevo orden que-

daba despojada de los adornos evangelicos comunes en el debate

sobre la etica del trabajo para dejar al descubierto su nucleocentral: la consolidaci6n de la rutina regular basada en una

disciplina incondiciorial, asistida y vigilada por una supervi-

sion ofectiva, de arriba hacia abajo. Bentham no tenia tiernpo

para preocuparse por la iluminacion espiritual 0la reforrna de

la mente; no esperaba que amaran su trabajo los internos

de instituciones comparables a panopticos, * Por el contrario,

• Edificios construidos para que, desde un solo punto, pudiera vigilarse

todo su interior: fue un diseno tipico, POf ejernplo, en las carcele s constru idas

durante el siglo XIX. [1.)

:3 0

Bentham daba por sentada la incurable averxinn al trabajo de

esos internos, y no se molest6 en cantar alabanzas a la fuerza '

mOl'a1mente ennob1ecedora del trabajo. Si los internos iban a

compOl·tarse segun los preceptos de Inetica del trabajo, ella no

sucederia como consecuencia de su conversion moral, sino por

haber sido arrojados a una aituacion sin otra alternativa que

actuar como si hubieran aceptado y asimilado en su coricienciael mandate irnpuesto. Bentham no puso esperanza alguna en

cultivar las virtudes de los elegidos, sino en la encrucijada de

hierro en que se hallaban, en su absoluta falta de eleccion. En

e1panoptico, ya fuera un asilo para pobres 0 una fabrica, "si un

hombre se niega a trabajar no Ie queda otra cosa por hacer, de

la manana a la nocha, mas que roer su pan viejo y beber su

agua, sin un alma con quien hablar .., Este aliciente es necesa-

riopara que de 10 mejor de sf; pero no hace falta mas que esto".

Para promover la etica del trabajo se recitaron inrrumera-

bles sermones desde los pulpitos de las iglesias, se esci-ibieron

decenas de relatos moralizantes y se multiplicar on las e8cue-

las dominicales, destinadas a Ilenar las mentes joveries conreglas y valores adecuados; pero, en la practica, todo se redujo

--como Bentham pudo revela rlo con su caracteristico est.ilo di-

recto y su notable claridad de pensamiento- a la radical eli-

rninacion de opciones-para la mana de obra en actividad y con

posibilidades de integrarse al nuevo regimen. El principio de

negar cualquier forma de asistencia fuera de los asilos era una

de las manifestaciones de la tendencia a instaurar una situa-

cion "sin eleccion". La otra manifeatacion de la misma estzate-

gia era ~mpujar a los trabajadores a una existencia precaria,

mantemendo los salarios en un nivel tan bajo que apenas al-

canzara para su supervivencia hasta el amanecer de un nuevo

dia de duro trabajo. De ese modo, el trabajo del diu siguienteiba a ser una nueva necesidad: siernpre una situaci6n "sin clec-cion".

En ambos casos, sin embargo, se corria un riesgo. En ubinwinstancia -gus tara 0 no-- se apelaba a las faeultades n)ciortaco

les de los trabajadoros, aunque fuera en una forma SllH1{IIIH'lIi

te degradada: para ser eficaces, ambos metodos nocf l8 i l ,a l1:111

que sus victimas fueran capaces de pensar y calcular, Ptll'!lI':W

pensar podia convertirse en un arma de doble filo] mWI 1111'11'1

en una grieta abierta en ese elevado muro, a Lraves dl ' b~'111:11

podian colarse facto res problerriaticos, irnpredeeibles 1'. illl'lIll

. . .. . ._ .

. . ."..

. .. .. ,bI

. . . .. . ..f i l l "

.. . . . .- - 

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. , . a vida digna 0Ia aspiracioncul ab les (Ia pasion humana pOI un , lf '.d

, . t) Yescapar aSI a orxa 0a decir 10 que se plensa 0 se steri e L , , '_

, d t didas adicionalee de segurtdest.ier ro. Hab13 que a op ar me 1 , " fisi-dad v ninguna ofrecia mayores garanttas que I?,coercion1 '

, ~ I ti0 en la red uccion de sa ar iosca Se podia corifiar en os cas IbOS, "ode raciones ahmentarias por debajo del,nivel de, SUbsistenL'1a

" ,., t mpida y nbicua aSI COUlDn pe-yen una vigil ancra irun er ru " . trivial. di tas a la violaci6n de cualqmer reg'la, pni

nas inrne ra b ara aunque fuer a, para que la miser~~ de los po res se acerc

mas a una situaci6n sin eleccion. , hEsto hacta de la etica del trabajo una predica sospec osa ~

1 int .d d oral de los seres humanoeengafios a. Contar con am egn am, .' tendermanipulados porIa nueva industria habria srgrrificado e,: .

1 - If it - d_ su libert.ad la unica tierra donde los individ uosos irnt es e, bilid d Peromorales pueden crecer y concretar sus I~espo~s~ I 1 ~ ~St6 or

la et.ica del trabajo -al menos en su pnm~r? ,epoca PI?, " 1 t te las poslblhdades de e egtr.

reducir, 0 eliminar cornp e amen , - t-No siempre existia la intenci6n de ser enganos?, como a~

poco se tenia siempre conciencia de ello. Hay mO~Iv~spara au- "~ d 1 etica eran mdiferentes a

poner que los promotores e a nueva blas consecuencias morales de. su accion, y les preocud~ada aun

, I'd d L crueldad de las me I as pro-menos su propia mmor a 1 a . a .puest as y adoptadas era sinceramente vista como un aspec~o

, di ~ bl de esa cruzada moral, un poderoso agen eIn ispe nsa e , . cuencia un elevado acto mo-moralizador en si ll1ISmOy, en conse '.. .ral. 8e ~elogiaba el trabajo duro somo un~ exper~encl~ ennqu~-

" d 1 . it que solo podia alcanzarse acedora: una elevaclon e, e~pln u. " , a obli artraves del servicio .ncoodicional al bien comun, 81P?r g

- . e ese trabajo se trans-ala gente a tr abajar duro y consegmr qu - ,'e

formara en un habi to hacia falta causar dolor, este ei a un pr -. d 1 b fie s futuros entre los cuales

cio razonable a cambID e os ene IClO , .destaban ante todo los morales, ganados a 10~~,rgode un~ VI ~_

esforzada. Como sefial a Keith McClelland" ~l para m,u~, os e. na obligaClon necesana , tam-

trabajo manual era una carga 0 u d "I" ' t dbien era "una acti vidad que debia ser cel:?ra a , :) en menos

del honor v la riqueza que traeria a la ~aclO.I~y,,cosa nolos traimport ante, par el progreso moral que implicaria para -

bajadores misrnos.

:32

.,,---

Producir a los productores

Las sociedades tienden a forrnarse una imagen idealizada

de si mismas, que les per rni tira "seguir su r umbo": identificar

y localizar las cicatrices, verrugas y otr as irnperfecciones que

afean su aspecto en el presente, as! como hallar un remedio

seguro que las cure 0 las ali vie. Ir a trabajar -conseguir em-

plea, tener un patron, hacer 10que este considerara uti], por 10

que estaria dispuesto a pagar para que el trabajador 10 hicie-

ra- era e1modo de transformarse en personas decentes para

quienes habian sido despojados de la decencia y hasta de la

humanidad, cua1idades que estaban puestas en duda y debian

ser demostradas. Darles trabajo a todos, convertir a todos en

trabajadores asalariados, era la formula para resolver los pro-

blemas que la sociedad pudiera haber sufrido como consecuen-

cia de su irnperfeccion 0 inrnad urez (que se esperaba fuera

transitoria),

Ni a la derecha ni a la izquierda del espectro politico se

cuestionaba el papel hist6rico del trabajo. La nueva concien-cia de vivir en una "sociedad industrial" iba acornpanada de

una conviccion y una seguridad: el numero de personas que

se transforrnaba n en obreros creceria en forma incontenible,

y la sociedad industr-ial terminaria por convertirse en una

suerte de fabr ica gigante, donde todos los hombres en buen

estado fisico trabajarian productivamerite. El e-mpleo univer-

sal era la meta no alca nzad a todavia, pero repr esent.aba el

modele del futuro, A la luz de esa meta, estar sin tr abajo sig-

nificaba la desocupaci6n, la anormalidad, la violaci6n a la

norma-. "A ponerse a tr abaj ar", "Porier a trabajar a la gente":

tales eran el par de exhortaciones imperiosas que, se espera-

ba, pondrian fin al rnisrno tiempo a problemas personales ymales sociales compar tidos. Estos modernos ealoga nes resona-

ban POl' igual en las dos versiones de la modernidad: el

capitalismo y el comunismo. El grito de guerra de la oposicion al

capitalismo inspirada en el marxismo era "El que no trabaja, no

come". La vision de una futura sociedad sin clases era la de una

comunidad construida, en todos sus aspectos, sobre el modelo

de una Iabrica. En la era clasica de la moderna socicdad indus-

trial, el trabajo era, al mismo tiernpo, el eje de la vida indi vidual

y el orden social, asi como la garantfa de supervivencia ("repro-

duccion sistemica") para la sociedad en su conjunto.

33

 

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Erupecemos por la vida individual. El trabajo d~ cada ,hom-

bre aseguraba su sustento; pero el tt.po de trabajo realiza do

definia el lugar al que podia aspirar (0 q~e pO,diar,eciamar),

tanto entre sus vecinos como en esa totalidad ln1ag-m~da ~l,a-

mada "sociedad". El trabajo era el principal factor de ub1caclO~

social y evalnacion individual. Salvo para quienes, por ,su n-

queza heredada 0 adquirida, combinaban una v~da de OClOcO,nla autosuficiericia, la pregunta "Quien es usted~' se resporidia

con el nombre de la empresa en la que se trabajaba y el cargo

que se ocupaba. En una sociedad recoriocida por su t,aiento y

aficion pam categorizar y clasificar, el tipo de traba}o era el

factor decisive, fundamental, a partir del cual se segUla, todo,l,o

que resultara de importancia para la convivencia. Definia qUl?-

nes eran los pares de cada uno, con quienes cada u~? pOd13

cornpararse y a quienes se podia dirigir; definfa tambien a sus

superior es, a los que debra respeto; y a los que estaban ?~r

debajo de el, de quieries podia espera,r 0 teni~ d,erecho a exigrr

un trato defererite. EI tipo de trabajo defima igualmente los

estandares de vida a los que se debfa aspirar y que se debia

obedecer, el tipo de vecinos de los que no se podia "ser men os" y

aquellos de los que convenfa mante~erse apartado. ~a carrara

laboral marcaba el itiriera rio de la vida y, retrospectivarnente,

ofrecia eI testimonio mas irnporta nte del exito 0 el fracaso de'

una persona, Esa carrera era la principal fuente de confianza 0

insegur idad , de satisfaccion personal 0 autorr eproche, de or-

srullo 0 de verguenza.

t> Dicho de otro modo: para la enorme y creciente mayoria de

varones que integraban la sociedad postradicio~al 0 modern a

(una sociedad que evaluaba y premiaba a sus mlembros, a p,a~'-

til' de su capacidad de eleccion y de la afirrnacion de su indivi-dualidad), el trabajo ocupaba un lugar central, tanto en la

construccion de su identidad, desarrollada a ~olargo, de tod,a

su vida como en su deferisa. EI proyecto de vida podia surgrr

de dive;'sas ambiciones, pero todas giraban alreded.or d~l. tra-

bajo que se eligi.era 0 se lograra. EI tipo de trabajo tem~ la

totalidad de la vida; determinaba no solo los derechos y obh?,a-

ciones rel acionados directamente con eI pro~e,so labora~, ,SlDO

tarnbie n el estaridar de vida, el esquema familiar, la aC,tlV1dad

de relacion y los entretenimientos, las norm as de propiedad y

la rutiria diaria. Era una de esas "variables independientes"

que, a cada persona, Ie perm itta dar forma y pronosticar, sin

34

ternor a equivocarse dernasrado, lot>dern as aspectot> de su exis-

tericia. Una vez decidido el tipo de trabajo, una ve?,.,imaginado

el proyecto de una carrara, todo 10 dernas encontraba su lugar,

y podia asegurarse que se iba a hacer en casi todos los aspectos

de la vida, En sfntesis: el trabajo era el principal punta de refe-

rencia, alrededor del cual se planificaban y ordenaban todaslas otras actividades de la vida,

En cuanto al papel de la etica del trabajo en la regulaci6n

del orden social, puesto que la mayo ria de los varones adultos

pasaban la mayor parte de sus horas de vigilia en el trabajo

(segun caiculos de Roger Sue para 1850, eI 70% de las horas de

vigilia estaban, en promedio, dedicadas al trabajo"), el lugar

clonde se trabajaba era el ambito mas importante para la inte-

gracion social, el ambiente en el cual (se esperaba) cada uno se

instruyera en los habitos esenciales de obediencia a las nor-

mas y en una conducta discipliriada. Alh se formaria el "carac-

tel' social", al menos en los aspectos rieceaa rios para perpetuar

una sociedad orderiada. Junto con el servicio militar obligato-rio --otra de las grandes invenciones modernas-, Ia fabrica

er:~la principal "inat.it.ucionpan6ptica" de Ia sociedad moderns.

Las fabricas producian numerosas y variadas mercancias;

todas elIas, adernas, modelaban a los sujetos dociles y obedien-

tes que eI Estado moderno neceait aha. Este segundo tipo de

"produceion" -aunque en modo alguno secundario- ha siclo

mencionado con mucha menor Irecuencia. Sin embargo, Ie otOl"-

gaba a la organizacion industrial del trabajo una funcion rnu-

cho mas fundamental para 1a nueva sociedad que la que podrta

deducirse de su papel visible: la prod uccion de la riquez a rna-terial. La irnportancia de esa funcion quedo documentada en

el panico desatado peri6dicamente cada vez que circulaba In

noticia alarrnan te: una parte considerable de la poblacion iJdult::t

- podia hallarse fisicamente incapacitada para trab~jaf ()nrOt,,,

ma regular y/o curnplir con el servicio militar. Cil; l~ ' J ' i ! ; .~ tHI~IIi1" I" ;11

fueran las razones explfcit.as para justificarlo, Ia bnraJI.(kv., fa

debilidad corporal y la deficiencia mental eran termid[j~,1101111111

amenazas que colocaban a sus victimas fuera del G u n : t ! , l o l !-II' I:.

nueva sociedad: la vig'ilancia panoptica sobre la que' df~scl'rtllt;:11

ba el orden social. La gente sin empleo era gente sil1iJc)l!IIT~III.

gente fuera de control: nadie los vigilaba, supervfsaba rli /;"

metfa a una rutiria regular, reforz ada por oportusras sa[u-il!

nos. No es de extrariar que el modelo de salud desan'olladil

I1~I

I.

 

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durante el siglu XIX por las ciericias ruedicas con cunciencia so-

cial fuera, justamente, el de un hombre capaz de realizar el

esfuerzo fisico requerido tanto por la fabrica como por el ejercito.

Si la sujecion de la poblacion masculi na a la dictadura me-

canica del trabajo fabril era el rnetodo fundamental pam pro-

ducir y mantener el orden social, la familia patriarcal fuerte y

cstable, con el hombre empleado ("que trae el pan") como jefe

absolutoe indiscutible, era su complemento necesario; no es

casual que los predicadores de la etica del t.rabajo fueran tam-

bien, por 10 general, los defensores de las virtudes fami liares

y de los derechos y obligaciones de losjefes de familia. Yderitro

de esa familia, se esperaba que los maridos/padres cumplie-

r~n, er:tr~ s~s mujeres y sus hijos, el mismo papel de vigilan-cia y discipli na que los capataces de fabrica y los sargentos del

ejerci~o ejercta n sobre ellos en los talleres y cuart.eles ..El poder

_para irnponer la disciplina en la sociedad moderria -segUn

Foucault- se dispersaba y dist.ribura como los vasos capi lar es

que llevan la sangre desde el corazon hasta las ult irnas celulas

de un organismo vivo. La autoridad del marido/padre, dentro de

la familia, conducfa las presiones disciplinarias de la red del

orden j', en Iuncion de ese orden, llegaba hasta las partes de la

poblacion que las instituciones encargadas del control no po-

dian alcanzar. .

POI'ultimo, se otorg6 al trabajo un papel decisivo en 10 que

los politicos pi'eserrtaban como una cueation de supervivencia

y prosperidad para Ia sociedad, y que erit.ro en el discurso 50-

ciologico can el nombre de "rcproduccion sisternica", El funda-

mento de la sociedad industrial moderria era la transformacion

de los recursos naturales con la ayuda, de fuentes de erierafa

utilizables, tarnbien naturales: el resultado de esa transfor~a-

cion era la "riqueza", Todo quedaba organizado bajo la direccion

de los duenos0

gerentes del capital; pero se 10 lograba gracias alesfuerzo de la mane de obra asalariada. La continuidad del pro-

ceso dependia, por lo tanto, de que los administradores del capi-

tal lograran que el resto de la poblacion asumiera su papel en la

produccion, .."

Yel volumen de esa produccion -punta esencial para la ex-

pansi6n de la riqueza- dependia, a su vez, de que "Ia mana de

obra" participara directamente del esfuerzo productivo y se so-

metiera a su logica: los papeles desempefiados. en la produc-

cion eran eslabones esenciales de esa cadena. El poder coercitivo

del Estado servia, ante todo, para "mercantilizar" el capital y

36

n

el trabajo, es decir, para que la riqueza potencial Detransfor-

mara en capital (a fin de ser utilizada en la produccion de mas

ri.queza), y la fuerza de trabajo de los obreros pasara a ser tr a-

bajo "convalor afiadido", El crecimiento del capital activo y del

empleo eran objetivos principales de la politica, Y el exito 0 el

fraca-so de esa polftica se media en funcion del cumplimiento

de tal objetivo, es decir, segun la capacidad de empleos que

ofreciera el capital y de acuerdo con el nivel de par tici paciori

en el proceso productive que tuviera la poblacion trabajadora.En resumen: el trabajo ocupaba una posicion central en los- .

tres nive les de la sociedad moderna: el individual, el social y

el rcferido al sistema de produccion de bienes. Adernas, el tra-

bajo actuaba como eje para urrir esos niveles y era factor prin-

cipal para riegocia r, alcanz ar y preservar la cornunicacion entre

ellos. -La etica del trabajo desernpefui, entonces, un papel decisivo

en la creacion de la sociedad moderna. El compromiso recipro-

co entre el capital y el trabajo, indispensable para el funcioria-

miento cotidiano y la saludable ccriservacion de esa sociedad,

era postulado como deber moral, misi6n y vocacion de todos los

miernbros de la comunidad (en rigor, de todos sus miernbrosmasculinos), La etica del trabajo convocaba a los hombres a

abrazar voluntariamente, con alegria y entusiasmo, 10 que sur-

gia como necesidad inevitable, Se trataba de '_;:nalucha que los

rcpresentantes de la nueva economfa -ayudados y arnpara-

des por los legisladores del nuevo Estado- hacian todo 10 posi-

ble par transforrnar en ineludible, Pero al aceptar esa necesidad

pOI'voluntad propia, se deponia toda resistencia a unas reglas

vividas como imposiciories extr.afia.s y dolorosas. En ol lugar de

trabajo no se toleraba la autonomfa de los obreros: se llamaba

ala gente a elegir una vida dedicada al trabajo; pero una vida

dedicada al trabajo significaba la ausencia de eleccion, la irn-

posibi1idad de eleccion y la prohibici6n misma de cualquier"

eleccion.

De "rnejo r" a "rn as"

Los preceptos de la etica del trabajo fueron pl'egonados COil

un fervor proporcionaI a Ia resistencia de los nuevos obreros

frente ala perdida de su libertad. EI objetivo de la predica era

vertce r esa resistencia. La nueva et.ica era solo un instrumen-

37

 

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Lo; el Ii n era 1aace ptacion del regimen fabril, COIl la perdida de

independencia que irnp licaba.

Toda razon que busca un objetivo permite elegir los medios

para alcanzarl o, hacer una evaluacion crrtica de e110sy (si rue-

ra necesar io) reemplazarlos POl' otros, en funcion de su eficacia

para 11egar aI result.ado buscado. La etica del trabajo y, en for-

ma mas general, la apelacion a los sentimientos y la conciencia

de los obreros fueron algunos medios -entre muchos- para

hacer girar los engranajes del sistema industrial. No eran los

medics mas eficientes; menos aun, los unicos concebibles. Tam-

poco los mas confiables; probablementa, Ia moralidad del tra-

bajo que los predicadores buscaban inculcar seguiria siendo,

como toda forma de moralidad, inconstante y erratica: una mala

guia para el comportarniento esperado y una presion demasia-

do inestable para regular el esfuerzo laboral, rigido y rnonoto-

no, que exigia la rutiria de la fabrica. Esta no podia corifiar en

sentirnientos morales y apelaciones a la responsabilidad (por

10 tanto, a la eleccion) para garantizar e1 ritmo inmu table del

esfuerzo ffsieo y Ia obediencia ciega al regimen de trabajo.Yahernos observado que, al dirigirse a los pobres e indolentes,

se recurria adernas a metodos de presion mas confiables, como

la reclusion obligatoria, el sometimiento legal, la negativa de

cualquier asrstencia salvo en el interior de los asi los, y hasta

las amenazas de castigos fisieos. L. e predica de la Hica del tra-

bajo requer ia una eleccion moral; la praciica del trabajo redu-

cia 0 elirninaba de plano la eleccion , y luchaba por asegurar

que los nuevos obreros -fuera 0no sincera su transfcrmacidn,

creyeran.o no en el evangelio de la etica del trabajo- se com-

portaran como si en verdad se hubieran convert.ido. La tenden-

cia general en las sociedades modernas, compart.ida poria

fabr'ica, era volvel' irrelevantes los serrtirn ientos de los hom-bres con respecto de sus acciones ('adiaf6ricos'), para que esas

acciones resu ltaran regulares y predecibles en un grado que

jamas podria haberse logrado si se las hubiera dejado libradas

a impulses irracionales.

La etica del trabajo parece ser un invento basicarnente euro-

peo; la mayoria de los historiadores estadounidenses compar-

ten la opinion de que no fue la etica del trabajo, sino el esprritu

de ernpresa y la rnovilidad social ascenderite, el lubricante que

aceito los engranajes de la industria norteamericana. El tra-

bajo, y la constante dedicacion al trabajo, fueron considerados

:3 8

casi desde Ull pr'incipio, tanto por los inmigrantas como por Ius

obl'eros nacidos en los Estados Unidos, como un medic antes

que unvalor en sf mismo, una forma de vida 0una vocacion: el

medio para hacerse rico y, de este modo, mas independiente;

el medic para deshacerse de la desagradable necesidad de tra-

bajar para otros. Hasta las condiciones de semiesclavitud en ta-

Beres de trabajo agotador era tolerada y soportada en nombrede la libertad futura, sin atribuir falsas cualidades ennoblecedo-

ras E sernejanto esfuerzo, No era precise arnar el trabajo ni

conaide rar]o un signo de virtud moral; se podia manifestar pu-

blicamente el desagrado que provocaba sin incu rr ir en el ries-

go de que la disciplina se derr'umbara, siempre que el sopor tar

las condiciones mas horreridas fuera el precio transitol'iamen-

te pagado por una libertad no demasiado lejana.

En opinion de Michael Rose;" la tendencia a despreciar y

dejar de lado la etica del trabajo se profundizo en los Estados

Unidos y alcanzo nuevo vigor al comenz ar el siglo xx: irnpor-

tantes innovaciones gerenciales difundidas en esos afios con-

tribuyeron a "destruir el cornprorniso moral con el esfuerzo enel trabajo. Pero es probable que hayan adqui rido el caracter

que alcanz aron porque no era posible confiar en el compromiso

moral con el esfuerzo", AJ menos, asf se 10 veia en Ia atmosfera

que reinaba en la tier-ra de las rrquezas y el enriquecimiento.

La tendencia culmino en el movimiento de gestion cientifica

iniciado POl' Freder-ick Winslow Taylor:

Pnicticamente, 1a ape lacion a Ia etica del trabajo no form6 parte

de su paquete de tecnicas de adrninistracio». Para Tayler, el com-

prorniso positivo con el trabajcrera estimulado, ante todo, con in-centivos monetarios cuidadosarnente calculados. EI modelo de obre-

1'0 elegido por Tayler no era el norteamericano native sino un

inmigrarite hcl andes, un tal Schmidt. La que Ie fascinaba de

Schmidt no era, por cierto, que se sintiera moralrnente oblicado a '

trabajar con (niciativa y eficacia, sino su capacidad de ent~sias-

marso ante 1a vista de un biJlete de un dolar, y su disposicion a

hacer 1 0 que Taylor Ie iridicara con tal de adueriarse del billete.

La decisi6n de no confiar en que los obreros se iusioriaran

con las cualidades ennoblecedoras del trabajo result6 cada vez

mas acertada, a rnedida que las desigualdades sociales se acen-

tuaron y la presion de la disciplina en Ia fabrica se volvio mas

39

 

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despiadada. No obstante, se hizo cada vez mas evidente la n~-

cesi dad de reducir las esp81'anzas de alcanzar el "sueiio amel:l.-

cano": todos los sufrirnientos en la [abr-ica seran una molest ia

transitoria, yel sometimiento a los capriehos del patron es s610

un medio para, llegado el momento, transforrnarse en ?atr6~,

La posibilidad de afirrnar la propia independencia se hizo mas

vaga y remota a medida que se estrechaban y llen~ban de obs-

t.aculos los eaminos que conducian desde el tr abajo manual a

la libertad de "trabajar por cuenta propia". Habia que buscarotras forrnas de asegurar la permanencia del esfuerzo en el

trabajo, separandolo de cualquier compl'omiso moral y de las

vi.rtudes del trabajo rnismo.Y la for-ma se oncontro, tanto los Estados Unidos como en

otras partes, en los "incentivos materiales a~ tl~a~ajo": recon:-

pensas a quienes aceptaran obedient~s la disciplina de la f~-brica y renunciaran a su independenc13, Lo que antes se habfa

logrado con serrnones -con el agTegado 0 no de la amenaza del

palo-, se busco cada voz rnas a traves de los seductores pode-

res de una zariahor ia. En lugar de afirmar que el esfuerzo en el

trabajo era el camino hacia un,:-vida moralme,nte ,superior, se

10 promocionaba corno un medic de ganar mas dinero, Ya no

importaba 10"mejor"; s610 contaba el "mas". . "

Aquello que a principios de la sociedad industna.1 hab13.s1do

un conflicto de poderes, una lueha por la autonomla y la hb,e,r-

tad, se transforrno gradualmente en la lucha par una po:c,lOn

mas zrande del excedente. Mientras tanto, se aceptaba tacita-

mente Ia estructura de poder existente y su rect.ificaciori que-

daba eliminada de cualquier programa, Con el tiempo, se

impuso la idea de que la habilidad para ganar una pOI:cio~

mayor del excedente era la unica forma de resta~rar la digni-

dad humana, perdida cuando los artesanos se reduJer~n a mana

de obra industrial. En el camino quedaron las ape laciories ala

eapacidad ennoblecedora del esfuerzo en. e] trabajo. Y.fueron

las diferencias salariales -no la presencia 0 la ausencia de la

dedicacion al trabajo, real 0 simulada-Ia vara que determine

el prestigio y la posicion social de los productores.

La transformaci6n del confl icto de poderes en la lucha par

los insrrosos monetarios, y las ganancias econ6micas, en el uni-

co camino hacia la autonomia y la autoafirmacion, tuvieron

honda influencia en el rumba general de desarrollo de la mo-

derna sociedad industrial"..Generaron el tipo de conductas que,

40

en sus ortgenea, la etica del trabajo habra intentado en vano

conseguir, cuando se apoyaba en la presion econ6mica y, en ....

ocasiones, fisica. La nueva actitud infuridio en la mente y las

acciones de los modernos productores, no tanto el "espfritu del

capita lisrno" como la tendencia a rnedi r el valor y la dignidad

de los seres hurna nos en funcion de las reeompensas econ6mi-

cas recibidas. Desplaz6 tambien , firrne e irreversiblemente, las

inotivaciones autentica mente humanas -----comoel ansia de li-

bertad- hacia el mundo del consumo. Y asi determin6, en gr;nmedida, la historia posterior de la sociedad moderria, que deja

de ser una comunidad de productores para convertirse en otra de

consumidores.

Esta ultima transforrnacion no se produjo en igual medida,

ni con las mismas consecuencias, en toda la sociedad moderna.

Aunque en todos los pafses avanzados se aplico una rnezcla de

coercion y estfmulos materiales para irnporier=la etica del tra-

bajo, los ingredientes se mezclaron en proporciones diferontes.

En la version cornunista del mundo moderno, por ejernplo, la

apel acion al consumidor que se oculta en e1productor fue poco

sistematica, poco convineente y carente de energta. POI' esta y

otras razories se profundizo la diferencia entre las dos versio-nes de la modei-nidad, y el crecimiento del eonsumismo que

transformo en forma decisiva la vida de Occidente aternorizo

al regimen comunista que, tornado por sorpresa, incapaz de

actualizarse y mas dispuesto que nunea a reducir sus per di-

das, tuvo que admitir su inferioridad y.claudicc.

Notas

1. .J. S. Mill, Principles uf Poliucai Economy, vol. II, 4- edicion. Londres:

John \V. Parker & Son, p. 3.37. [Przn.cipios de etonomia politico; COl'. alg urias

de sus aplicacionen a lo [ilosofia, Mexico-Buenos Aires, Fondo de Cultura

Econ6mica, 2" ed, 1951.12, Citado en S. Pollard (196:3), "Factnry discipline ill the industrial

revolution", The Economic History Reuiew, segunda sene, 16 (196:3-4): 254-71.

.3 . \V. Bowden (1925), Industrial Society in England towards the End of

the Eighteenth Century. Londres: Macmillan, pp, 274-275.

4. ,j, L. y B. Hammonds (1966), The Town Labourer 1760-1832 (primera

edicion: 1917), Lcndres: Longman, p. :307. LEltrabajador de la ciudad, Trad,

Antonio Gimeno Cuspinera. Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad So-

cial, 1987.1

5. \V. Leperries (1986), "Historisierung del' Nat ur und Entmoralisierung

del' Wisacnschaft.en seit dem 18. Jahrhundert", en A Peis l y A, Mohler

41

 

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(curupa.), Na.IUr urid Geslucht«, vol. 7. Munich: Schrcfte:»: de: Curl Friedrich

VaT! Siemens Stif tung ; pp. 263-288.

6. B. Inglis (1971), Poverty and the indus/rial Reuolution, Londres: Hodder

& Stoughton, p. 75.7. "Revolt of the workers", Blackwood's Magazine, vol. 52,1842, pp. 646-647.

8. "The claim of labour", Edinburgh Review, vol. 81, 1845, pp. ;304-305.

9. P. Gaskell (1836), Artisans and Mochinery . Londres: Frank Cass, 1968,

p.78.

10. Vew,e M. Rose (1985), Re-u.orking the Work EthIc: Economic \falues

an.d Socio-Culturai Polites. Londrris: B.'"1'.Batsford, p. 30.11. B. Inglis, op. cit.; p. 408.

12. G. Himmelfarb (1984), The ideas of" Poverty.' Enr;land in the Early

Industrial Age. Londres: Faber & Fabel' , p. 193. rLa idea de La pobreza; In-

glaterra a principios de La era. industrial. Mexico, Fondo de Culturu Econo-

mica, 1988.J

13. Vease su Panopticcn , 0 su inspect ion House, donde S8 encuent.ra la

idea de un nuevo principio de construcci6n disponiblc para todo tipo de csta-

blecimiento, segun el cual 58puede mantener a cualquier persona bajo vigi-

lancia, en B. Bentham (1843), The War/,s of Jeremy Bentham, vol. 4.

Edirnburgo: William Tait, pp. 40-126. [Antologia. Barcelona, Peninsula, 1991.]

14. J. S. Mill (1836), "On the definition of political economy; and on the

method of investigation proper to it" [EfLsayos sabre algunos cuestiories dis-

puto das en economia politico. Madrid, Alianza, 1997.1, en Collected Worhs,

vol. IV. Londres: Routledge & Kegan Paul, 1967, p. 321.15. K. McClelland (1987), "Time to work, time to live: some aspects of

work and the re-formation of class in Britain, 1850-1880", en P.,Joyce (cornp.),

The Historical Meanings of Work Cambridge: Cambridge Univeraity Press,

p.184.

16. R. Sue (1994), Temps et Ordre Social. Paris: PUF.·.Sue calcula que,

desde 1850, el tiempo pl:omedio' dedicado al tr abajo se redujo sistema-

ticamente; en.el momento de escribir su estudio habia llegado a s610 el 14%

de fa s hoi-as de vigilia.17. M. Rose, op_ cit_, p. 79.

42

2

De la etica del trabajo

a la estetica del consumo

La nuestra es una sociedad de consurnidoras.

Todos sabernos, a grandes rasgos, que significa ser "consu-

rnidor": usar las cosas, comerlas, vestirse con ellas, utilizarlas

para jugar y, en general, satisfacer -a traves de ellas- nues-

tras necesidades y deseos.T'uesto que eI diriero (en la mayorfade los casos y en casi todo el mundo) "media" entre el deseo y

su satisfaccion, ser consumidor tarnbien signifies -y este es su

significado habitual- apropiarse de las cosas destinadas al

consumo: cornprarlas, pagar pOI'ellas y de este modo conver-

tirlas en algo de nuestra exclusiva propiedad, irnpidiendo que

los otros las usen sin nuestro consentimiento.

Consumir significa, tarnbien, destruir. Amedida que las con-

sumimos, las cosas dejan de exist.ir, literal 0 espiritualmente.

A veces, se las "agota" hasta su aniquilacion total (como cuan-

do comemos algo 0 gastarnos la ropa ); otras, se las despoja de

su encanto hasta que dejan de despertar nuestros deseos ypier-

den la capacidad de satisfacer nuestros apetitos: un juguetccon el que hemos jugado muchas veces, 0 un disco al que he-

mos escuchado demasiado. Esas cosas ya dejan de ser aptaspara eI consumo.

Esto es ser consumidor; pero, ioaque nos referimos euando

hablarnos de una sociedad de consumo? (,Que tiene de espocffi-

coesto de formar parte de una comunidad de consurnidoraa? Yademas, lno son sociedados de consumo, en mayor 0menor

medida, todas las comunidades hurnanas coriocidas haataaho-

 

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ru? Las caracterfst icas apunt.adas en el par-rate anterior-sal-

VD, quiz as, la necesidad de entregar dinero a cambio de los ob-

jetos que vamos a consumir-s- se encuentran en cualquier tipo

de sociedad. Desde luego, las cosas que consideramos en condi-

ciones de ser consumidas. as! como el modo como 10 hacemos,

varian de epoca en epoca y de un lugar a otro; pero nadie, en

ningUn tiempo 0 lugar, pudo sobrevivir sin consumir algo.

Por eso, cuando decimos que la nuestra es una sociedad de

cnnsumo debemos considerar algo mas que el hecho trivial,cornun y poco diferenciador de que todos consumirnos. La_!:l1!lBs-

LrL! es "una comunidad de consumidores" en el misrno sentido

en que la sociedad de riuost.ros abuelos (la modern a sociedad

que vio nacer a la industria y que hemos descri pto en el capitu-

lo anterior) merecia el nombre de "socied ad de productores".

Aunque la humanidad venga produciendo desde la lejana

prchistoria y vaya a hacerlo siempre, la razon para llamar "co-

munidad de productores" a la primera forma de la socied ad

muderria se basa en el heche de que sus miembros se dedicaron

principolmente a la produccion; el modo como tal sociedad for-

maba a sus integrantes estaba determinado por la necesidad

de desempeiiar el papel de productores, y la norma impuesta a

sus miernbros era la de adquirir [a capacidad y la voluntad de

producir. En su etapa prosen te de modernidad tardia -esta

scbrunda modernidad, 0 posmodernidad-, la sociedad huma-

nn impone a sus miembros (otra vez, principolmente) la obliga-

cionde ser consumidores. La forma enque esta sociedad moldea

a sus integrantes esta regida, ante todo y en primer Iugar, por

la necesidad de desernperiar ese papel; la norma que les impo-

ne, la de tener capacidad y voluntad de consumir.

Pero el paso que va de una sociedad a otra no es tajante; no

todos los integrantes de la comunidad tjrvieron que abarido-

nar un papel para asurnir otro. Ninguna de las dos socieda-des mencioriadas pudo haberse sostenido sin que algunos de sus

miembros, al menos, tuvieran a su cargo la producci6n de co-

sas para ser consumidas; todos ellos, pOI' supuesto, tarnbien

corisumen. La diferencia reside en el enfasis que se ponga en

cada sociedad; ese cambio de erifas is marca una enorme dife-

rencia casi en todos los aspectos de esa sociedad, en su cultu-

1'ay en el destino individual de cada uno de sus miembros.

Las diferencias son tan profundas y univer sal es, que justifi-

can plenamente el hablar de la sociedad actual como de una

comunidad tota lrne nte dife re nt e de la anterior: una sociedad

de consumo.

EI paso de aq~~lla sociedad de productores a esta del consu-

mo signific6 multiples y profundos cambios; el pri mero es, pro-

bablemente, el modo como se prepara y educa ala gente para

satisfacer las condiciones impuestas pOI'su identidad social (es

decir, la forma en que se "integra" a hombres y mujeres al nue-

vo orden para adjudicarles un lugar en el). Las clasicas insti-

t.uciones "qus' moldeaban indi viduos -las ins titucionespanop ticas, que resu ltaron fundamentales en la primera eta-

pa de la sociedad industrial- cayeron en desuso. Con la rapi-

da disminuci6n de los ernpleo s, con el reemplazo del servicio

mrlitar obligatorio por ejercitos pequefios integrados por pro-

fesionales voluntaries, es dificil que el grueao de la poblaci6n

reciba la influencia de aquellas instituciones, El progreso tec-

_nolof,ricoleg6 al punto en que la productividad crece en forma

invel'samente proporcional a la disminuci6n de los empleos.

Ahora se reduce el numero de obreros industriales; el nuevo

principio de la modernizaci6n es el downsizing eel "ach i-

camiento" 0 reducci6n de personal]. Segtin los calculos deMar tin

Wolf, director del Financial Times, la gente empleada en laindustria se redujo en los parses de la Comunidad Europea,

entre 1970 y 1994, de un 30 a un 20%, y de un 28 a 16"/0 en los

Estados Unidos. Durante el mismo periodo, la producti vidad

industrial aumerito, en promedio, un 2,5% anual.!

El tipo de entreriamiento en que las instituciones pan6pticas

5e destacaron no sirve para la forrnacion de los nuevos consu-

midores. Aquellas moldeaban a la gente para un comportamien-

to rutinario y mon6tono, y 10 lograban limitando 0 elirnin ando

por completo toda, posibil idad de eleccion: la ausencia de ruti-

na y un estado de elecci6n permanente, sin embargo, constitu-

yen las virt.udes esenciales y los requisitos indispensables para

convertirse en auteritico consurnidor. POl' eso, ademas de vel'reducido su papel en el rriundo posindustrial posterior al servi-

cio militar obligatorio, el adiestr amiento brindado por las ins-

tituciones pan6pticas resulta inconciliable con una sociedad de

consumo. El temperamento y las actitudes de vida moldeados

pOI'elias son contraproducentes para la creacion de los nuevos

consumidores.

Idealmente, los habitos adqui ridos debe ran descansar sobre

los hombros de los consumidores, del mismo modo que las vo-

45

 

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caciones inspir-adas en la religion 0 en la etica (asi como las

apasionadas ambiciones de ot.ros tiempos) se apoyaron -tal

como 10 dijo Max Weber repitiendo palabi-as de Baxter- sobre

los hombres del santo protestante: "corno un manto liviario,

listo para ser arrojado a un lado en cualquier momento't ' Es

que los habitos son dejados de lade a la primera oporturH.dad y

nunca llegan a alcanzar la solidez de los barrotes de uria ja ula.

En forma ideal, por eso, un consumidor no deberfa aferral'se a

nada, no deberia comprometerse con nada, ja mas deber ia con-siderar satisfecha una necesidad y ni uno solo de sus deseos

podria ser considerado el ultimo. Acualquier jura~~~to ~e leal-

tad 0 compromise se deberfa agregar esta coridicion: Hasta

nuevo aviso", En adelante, impor ta ra solo la fugacidad y el ca-

racter provisional de todo compromise, que no durara mas que

el tiempo necesario para consurnir el objeto del deseo (0 para

hacer desaparecer el deseo del objeto), . .,Toda forma de consumo lleva BU tiempo: esta es lamaldicion

que arrastra nuestra sociedad de consumido:es y la ~rincipal

fuente de preocupaci6n para quienes comercian can bienes de

consumo. La satisfaccion del consumidor debeda ser instanta-

nea en un doble seritido: los bienes consumidos deberian satis-facer en forma inrnediata, sin imponer demoras, aprendizajes

o prolongadas preparaciones; pero esa satisfaccion d~beria ter-

minal' en el precise momento en que concluyera el tiernpo ne-

cesario para el consumo, tiempo que deberia reducirse ~ su vez

a su minima expresion. La mejor rrianera de lograr esta reduc-

cion es cuando los consumidores no pueden mantener su aten-

cion en un objeto, ni focalizar sus deseos pOl'demasiado tiempo;

cuando son impacientes, impetuosos e inquietos y, sobre todo,

faciles de entusiasmar e igualmente incliriados a perder su in-

teres en las cosas.

Cuando el deseo es apartado de la espera, y la espera se sepa-ra del deseo, la capacidad de consumo puede extenderse mu-

_. cho mas all a de los limites impuestos pOI' las necesidades

naturales 0 adquir idas, 0 por Ia duracion misma de los objetos

del deseo. La relacion tradicional entre las necesidades y su

satisfaccion queda entonces revertida: la prornesa y la espe-

ranza de satisfaccion preceden a la necesidad y son siempre

mayores que la necesidad preexistente, aunque no tanto que

irnpidan desear los productos ofrecidos por aquella prornesa.

En realidad, la promesa resultara mucho mas atractiva cuan-

46

to menas conucida resulte la necesidad en cuesti6n: vivir una

experiencia que estaba disponible, y de Ia cual hasta se ignora-

ba su existencia, es siernpre mas seductor. El entusiasmo pro-

vocado pOI'Laserisacion novedosa y sin precedentes constituyen

elmeollo en el proceso del consume. Como dicen Mark C. Taylor

y Esa Saarinen, "el deseo no desea Lasatisfaccion. POI'el con-

trario, el deseo desea e1 deaeo";" en todo caso, asi funciona el

deseo de un consumi dor ideal. La perspectiva de que el desco

se disipe y nada parezca estar en condiciones de resucitarlo, °el panorama de un mundo en el que nada sea digno de ser

deseado, conforman la mas siriiestra pesadilla del consumidor

ideal.

Para aurnentar su capacidad de consumo, no se debe (la"

descanso a los consumidores. Es necesa rio exponerlos siemprr-

a nuevas tentaciones man ten iendolos en un estado de ebulli-cion continua, de permanente exc itanion y, en verdad, de RW+c

pech a y recelo. Los anzuelos para captar la atencion ~ebeu

confirmar la sospecha y disipar todo recelo: "l,Crees ba.berlnvisto todo? [Pucs no viste nada todavia!",

A menu do se dice que el mercado de consumo seduce a IUl;

consumidores. Para hacerlo, ha de contar con consumidnn e:

dispuestos a ser seducidos y con ganas de serlo (asf como dpatron, para dirigir 1 :1 sus obreros, necesitaba tr abajadores eon

habitos de disciplina y obediencia firmemente arraigados), E,n

una sociedad de consumo bien aceitada, los consumidores bw._"

can activamente la seduccion. Van de una at.raccidn a otru,

pasan de tentacion en ten taciori, dejan un anzuelo para-picar

en otro. Cada nueva atracci6n, tentaci6n 0 carnada, es en cier-to modo diferente -y quiza mas fuerte- que la anterior. Alg'n_

parecido, aunque tarnbien diferente, a 10 que sucedia con :e:l~S,

antepasados productores: su vida era pasar de una vuelta d<i'

cinta transportadora a ot.ra vue Ita exactamente igual a Iaarr->terior.

Para los consumidores maduros y expertos, actual' de ese

modo es una compulsion, una obligacion impuesta; sin ernbar-

go, esa "obligacion" internalizada, esa imposibilidad de vivlr

su propia vida de cualquier otr a forma posible, se les present»

como un libre ejercicio de volun tad. El mercado puede haberlos

preparado para ser consumidores al impedirles desoir las tell"taciones ofrecidas; perc en cada nueva visita al mercado terr-

dran, otra vez, la entera sensacion de que son ellos quienos

Il'l

 

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mandan, juzgan, critican y eligen. Despues de todo, entre las

infinitas alternativas que se les ofrecen no Ie deben fidelidad a

ninguna. Pero 10 que no pueden es rehusarse a elegir entre

ellas. Los caminos para llegar a la propia i~E;~~idad, a ocupa r

un lugar en la sociedad humana y a vivir una vida que se reco-

nozca como significativa exigen visitas diarias al mercado.

En la etapa industrial de la modernldacrEabia' un hecho

incuestionable: antes que cualquier otra cosa, todos debian ser

ante todo productores. En esta "segundo. modernidad", en esta

modcrnidad de consumidores, la primera e imperiosa obliga-

cion es ser consumidor; despues. perrsa r en convertirse en cual-

quier otra cosa.

Como se genera un consunlidor

En arios recientes, l'epresentantes de todo el especlro politi-

cohablaban al unisono, con afior anz a y deseo, de una "recupe-

racion dirigida POl' los consumidores". Se ha culpa do con

frecuencia a la caida de la producci6n, ala ausencia de pedidos

y a la lentitud del comercio minorista poria falta de interes 0de confianza del consumidor (10 que equivale a decir que el

deseo de comprar a credito es 10bastante fuerte como para

superar el temor ala insolvencia). La esperanza de disipar esos

problemas y de que las cosas se reanimen se basa en que los

consumidores vuelvan a cumplir ~on su deber: que otra vez

quieran comprar, cornprar" mucho y comprar mas. Se piensa

que el "crecimiento econornico", la medida moderna de que las

cosas estan en orden y siguen su-curso, el mayor indice de que

una sociedad funciona como es debido, depende, en una socie-

dad de.consurnidores, no tanto de la "fuerza productiva del pais"

(una fuerza de lrabajo salud able' y abundante, con cofres l'e-pletos y emprendimientos audaces pOI'parte de los poseedores

y administradores del capital) como del fervor y el vigor de sus

consumidores. EI papel --en otros tiem pos a cargo del traba-

jo- de vincul ar las motivaciones individuales, la intcgracion

social y la reproduccion de todo el sistema producti vo corres-

ponde en la actualidad ala iniciativa del consumidor.

Habiendo dejado atras la "premodernidad" ~los mecariis-

mos tradicionales de ub icaciori social por mecanismos de

adsc ripcion, que condenaban a hombres ymujeres a "apegarse

48

· 1

.1

a su clase", a vivir seg<in los estand ares (perc no por encima de

ellos) fijados pam la "categorfa social" en que habian nacido--

l a modernidad cargo sobre el ind ivi duo la tarea de su

"autoconstruccion": elaborar la propia iden tida d social, si no

desde cero, 0.1menos desde sus cimientos. La responaabil idad

del individuo -antes limitada a respetar las f~onteras entre

ser un noble, un comerciante, un soldado mercenario, un arte-

sano, un campesino arrendatario 0 un peon l'u1'al- se amplia-

ba hasta llegar a la eleccion misma de una posicion social, y cl

derecho de que esa posicion fuera reconocida y aprobada por la

sociedad.

Inicialmente, el trabajo apa rccio como la principal her ra-

mienta para encarar la construccion del propio destino. La iden-

tificacion social buscada -y alcanzada con esfuerzo--- tuvo como

determinantes priricipales la capacidad para el trabajo, el lu-

gar que se ocupara en el proceso social de la produccion y el

proyecto elaborado a part.ir de 10 anterior. Una vez elegida, la

identidad social podia construi rse de una vez y para siempre,

para toda la vida, y, al menos en principio, tarnbien debian

defini rse la vocacion, el puesto de trabajo, las tareas para toda

una vida. La conatruccion de la identidad habria de ser resru-o

lar y coherente, pasando por etapas claramente definidas, y

tarnbien debia serlo la carrera laboral. No debe sorprender la

insistencia en esta motafora -la idea de una "const.ruccion't->-

para ex p res ar la naturaleza del trabajo exigido por la

autoidentificacion personal. EI curso de la carrera laboral, yla cons-

truccion de una identidad personal a 10largo de toda la vida,

llegan asi a complementarse.

Si11embargo, la elecci6n de una carrcra laboral ~reg<llar,

durable y continua-, coherente y bien estructurada, ya no esta

abierta para todos. S610 en casos muy contados se puede defi-

nil' (y menos aun, garantizar) una identidad permanente en

funcion del trabajo desernpenado. Hoy, los empleos perrnancn-

tes, seguros y garantizados son la excepci6n. Los oficios de an-

tafio, "de por vida", hasta hereditarios, quedaron confinados a

unas pocas indus trias y profesiones antiguas y estrin en rapida

disrninucion. Los nuevos puestos de trabajo suelen ser contra-

tos temporarios, "hasta nuevo aviso" 0 en horarios de tiempo

parcial [part-time]. Se sue len cornbinar con otras ocupaciones

y no garantizan la conti nuidad, menos aun, la permanencia.

El nuevo lema es flexibilidad, y esta nocion ca4a vez mas gene-

49 ._

 

1 .~ f: .).3\;~. l.t i:

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ralizada irnplica un juego de contratos y despidos con muy po-

cas reglas pero con el poder de carnb iarl as unilateralmente

mientras la misrna partida se esta jugando.

Nada perdurable puede levantarse sobre esta arena move-

diza. En pocas palabras: 18.perspectiva de construir, sobre la

base del trabajo" una identidad para toda la vida ya quedo en-

terrada definitivamente para la inmensa mayoria de la gente

(salvo, al menos por ahora, para los profesionales de areas muy

especializ adas y privilegiadas).Este cambio trascendcnte, sin embargo, no fue vivido como

un gran terremoto 0 una amenaza existencial. Es que la preocu-

paci6n sobre las identidades tarnbien se modifico: las antiguas

carreras resultaron totalmente inadecuadas para las tareas e

inquietudes que llevaron a nuevas busquedas de identidad. En

un rnundo donde, segun el conciso y contundente aforismo de

George Steiner, todo producto cultural es concebido para produ-

cir "un impacto maximo y caer en desuso de inmediato", la cons-

trucci6n de la identidad personal a 10 largo de toda una vida y,

por ariadidura, planificada a priori, trae como consecuencia pro-

blemas muy series. Como afirma Ricardo Petrella: las actuales

tendencias en el rnundo dirigen "las economfas hacia la produc-ci6n de 10 efimero y volatil -a traves de la masiva reducci6n de

la vidaut.il de productos y servicios-, y hacia 10 precario-Iern-

pleos ternpoi-aries, flexibles ypart-time'Y't"

Sea cual fuere la identidad que se busque y desee, esta debe-

ni tener -en concordancia con el mercado laboral de nuestros

dias- el don de la flexibilidad. Es preciso que esa identidad

pueda ser cambiada a corto plaza, sin previo aviso, y este regi-

da por el principio de mantener abiertas todas las opciones; al

menos, la mayor cantidad de opciones posibles. El futuro nos

depara cada dia mas sorpresas; pOI'10 tanto, proceder de otro

modo equivale a privarse de mucho, a excl uirse de beneficiostodavia desconocidos que, aunque vagamente vislumbrados,

puedan llegar a brindarrios las vueltas del destino y las sieru-

pre novedosas e inesperadas ofertas de la vida.

Las modas culturales irrumpen explosivarnente en la feria

de las vanidades; tarnbien se vuelven obsoletas y anticuadas

en menos tiernpo del que les lleva gan ar la atericion del publi-

co. Conviene que cada nueva identidad sea temporaria; es pre-

ciso asumirla con ligereza y echarla al olvido ni bien se abrace

otra nueva ..~as brillante 0 simple mente no probada todavia.

50

I,- ' ,q-,i < , - ' i f . , . ,_ , .~ : - ,.-, (I , - , ' i n' '. f , ~ . r V1 . . , . . . . . . _ . , - . _ ~ , _ ~ ' H'~ ' I ; , J

Seria mas adecuado ; 0 1 ' eso hablar de identidad;;'~-;{-phr~:-al:--;:_'-10 I.argo de la vida: muchas de ellas qu~danin abandonadas y

olvidadas, Es posible que cada nueva iderrtidadtperrnanazcn

incompleta y condicionada; la dificultad esta en como evitar su

anquilosamiento. Tal vez el termino "identidad" haya dejado

d.ese~'ut.il, ~a que oculta mas de 10 que revela sobre esta expe-

rre ncia de VIda cad a vez mas frecuente: las preocupaciones so-

bre la posicion social se relacionan con el ternor a que esa

identidad adquirida, dernasiado rigida, resulte inrnodificable.

La aspiracion a alcanzar una identidad y el horror que produ-

ce la sa tisfaccion de ese deseo, la mezcla de atracci6n y repul-

si6n que la idea de identidad evoca, se cornbinan para producir

un compuesto de arnbivalencia y confusi6n que -esto sl- .re-

sulta extraiiamente perdurable,

Las inquietudes de este tipo encuentran su respuesta en e1volatil, ingenioso y aiempre variable mercado de bienes de coo-

sumo. POI' definicion,jamas se espera que estos bienes-hayan

sido concebidos para consumo mornentaneo 0perdurable- du-

ren siempre; ya no hay similitud con "carreras para toda la

vida" 0 "trabajos de por vida". Se supone que los bienes de con-

sumo seran usados para desaparecer muy pronto; temporariny transitorio son adjetivos inherentes a todo objeto de consu-

mo; estos bienes parecerian llevar siempre grabado, aunque

con una tinta invisible, el lema memento mori [recuerda que

has de rnorir],

Parece haber una armonia predeterminada, una resonaucia

especial entre eaas cualidades de los bienes de consumo y Ia

ambivalencia t.ipica de esta socieclad posmoderna frente al pro',

blerna de la ideritidad. Las identidades, como los bienes do

consumo, deben pertenecer a alguien; perc s610para ser consu-

midas y desaparecer nuevamente. Como los bienes de consume,

las ident.idadas no dcben cerr ar el camino hacia otras idol'lLi:

dades nuevas y mejores, impidieudo la capacidad de cabsOl 'bl ; r"las. Siendo este el requisito, no tiene sentido buscarlas r e n ° <lll"liparte que no sea el mercado. Las "identidades compuestru-",

elabo radas sin demasiada precision a partir de las fiIUe!:ll.li;II~;

disponibles, poco durareras y reernplazables que se v~ficlml-fI'l!

el mercado, parecen ser exactamente 10 que hace falitra j);I1r'i!

enfrentar los desafios de la vida conternporanea.

Si en esto se gasta la energia liberada pOI'los problernn» d o ,

identidad, no hacen falta mecanismos sociales especiahzwllll!

 

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para 1a"re<Tulal.:ionnorrnativa" u el "mantenimiento de pau-

titS"; tampOoco parece n deseables. Los antiguos ~etodos

p;.mopticos para el control social pert.urbar ian las .funclOnes d~l

coris urniclor y resul tar ian desastrosos en una socled~d orgaru-

zada sobre el deseo y la eleccion. Pero, (.les ida mejor a ?tros

mutodos novedosos de regulaci6n normativa? La idea rrusma

de una regulacion , (.no es, almenos en escala mundial, cosa delpasado? 1\ pesar de haber resultado osencial para "porier a tra-

h.ijar a la gente" en una comunidad de .trabaJadores, (.no fer-

di() ya su razon de ser en nuestra soci edad de cons~m? El

prop(\sito de una norma es uaar ellibre albedr~o para lirrutar 0

eliminar la libertad de eleccion , cerrarido 0 deJando afuera to-

das las posibilidades menos una: la ordenada por la norma.

l'c'l'O el efecto colateral producido porIa supresi6n de la elec-

cio n -y, en especial, de la eleccion ~as repudiabl.e, desd~.el

PILDtOde vista de la regulacion norrnativa: ~na el~cclOnvola ti l,

l:aprichosa y facilrnente modificable- equival drfa a matar al

coriaumidor que hay en todo ser humane. Scria el desastre mas

lnJTible que podria ocurrirle a esta sociedad basada en el mer-

eado.La regulaci6n normativa es, entonces, "disfuncional"; ~or 10

tanto, inconveniente para la parpet.uaciori, el buen ~~nclOna-

rnierrto y el desarrollo del mercado de consumo; tarnbien es re-

chaz ada porIa gente. Conf1uyen aqu ilos intereses de ,los

consumidores con los de los operadores del mercado. Aqui se

hace realidad el viejo eslogan: "Lo que es bue no para General

Motors, es bueno para los Estados Unidos" (siempre que por

"los Estados Unidos" no 5e entienda otra cosa que la suma de

sus ciudadanos). El "espiritu del-consumidor", 10 mismo que

las empresas comerciales que prosperan a su costa, se rebelacontra la regulaci6n. A una sociedad de consumo le moI~~ta

cualquier l'estricci6n legal impuest.a a Ia liber~ad de e~ecclOn,

Ie pert.urba la puesta Iuera de la ley de los poslb~es objetos de

coris umo, y expresa ese desagrado can su arnplio apoyo a la

gran mayoria de las medidas "desregulatorias".

Una molestia similar se manifiesta en el hasta ahora desco-

riocido apoyo -aparecido en los Estados Unidos ymuch?~ ?tros

paises- a la l'educcion de los servicios sociales (Ia p.r~VlslOnde

urgent.es necesidades humanas hasta ahara admmlstrad~ y

zarantizada pOI'el Estado), a condici6n de que esa reducclon

~aya acompanada pOI'una disminuci6n en los impuestos. EI

52

eslogan "mas dinero en Ios bolsi.llos del cont.l'lbuyente"--tan

difundido de un extremo al otro del espectro politico, al punto

de que ya no se 10 objeta seriamenLe- se refiere al derecho del

consumidor a ejercer su eleccion, un derecho ya internalizado

y transforrriado en vocacion de vida. La prornesa de contar con

mas dinero una vez pagados los impuesLos atrae al elector-ado,

y no t.anto porque Ie permita un mayor consume sino por queamplia sus posibilidades de elecciori, porque aumenta los pla-

ceres de comprar y de elegir. Se piensa que esa promesa de

mayor capacidad de eleccion tiene, precisarneritc, un asombro-

so poder de seduccion.

En la practica, 10que importa es el medio, no el fin. La voca-

cion del corisumidor se satisface ofreciendole mas para elegir,

sin que esto signifique necesariamente mas corisurno. Adoptar

la aetitud del consumidor es, ante todo, decidirse por Ia fiber-

tad de elegit"; consumir mas queda en un segundo plano, y ni

siquiera results indispensable.

El trabajo juzgado desde la es tet ica

S610 colectivamente los productores pueden cumplir su vo-

cacion; la producci6n es una ernpresa colectiva, que supone la

division de tareas, la cooper acion entre los agentes y la coordi-

- nacion de sus actividades. De vez en cuando, ciertas acciories

parciales pueden llevarse a cabo en forma individual y selita-

ria; pero incluso en estos casos, resulta fundamental el modo

como esos trabajos individuales se encadenan con otras accio-

ues para conflu ir en la creacion del. producto final; Lambien

esto 10tiene muy presente quien trabaja en soledad. Los pro-ductores eatan juntos aunque actuen POl' separado. El trabajo

de cada uno necesita siernpre mayor cornunicacion, arrnorua e

iritegracion entre los individuos.

Con los consurnidores pasa exactamente 10contrario. El con-

sumo es una actividad esencialmerite individual, de una sola

persona; a la larga, siempre solitaria. Es una actividad que se

cumple saciando y despertando el desco, aliviandolo y provocan-

dolo: el deseo es siempre una sensacion privada, diffcil de co-

municar, El "consume colectivo" no existe. POI' cierto que los

consurnidores pueden reunirse para consurnir; pero, incluso en

esos casos, el consumo sigue sierido una experiencia pOI'com-

53

 

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pleto solitarra que se vive individualmente. La experiericia co-

lectiva s610 subyace, actua como fonda de aquella privacidad

para aumentar sus placeres.Elegir, es claro, resulta mas satisfactorio cuando se 10hace

en compania de otras personas que tarribien eligen, sobre todo

si la experiencia se realiza dentro de un templo dedicado al

culto de la elecci6n y repleto de otros adoradores de ese culto.

Este es uno de los placeres que se sienten, pOI'ejemplo, cuando

se sale a cenar a un restaurante donde todas las mesas est.anreservadas, 0 cuando se visita un centro cornercia l 0 un parque

de diversiones, llenos de gente, y se 10hace sob re todo en gru-

pos de ambos sexos. Pero 10 que se celebra colectivamente, en

estos cases y otros similar es, es el caracte r individual de la

eleccion y del consumo. Esa individualidad se ve reafirmada y

actualizada en las acciones copiadas y vuelt.as a copiar pOI'

multitud de consumidores. 8i asi no Iuera, nada ganaria el con-

surriidor al consumir en compafiia. Pero el consumo, como acti--

vidad, es un enemigo natural de cualquier coordinacion a

integracion: pese a todo, es inmune a la influencia colectiva.

Todo esfuerzo por superar la soledad endernica propia del acto

de consumo resu ltara, en definitiva, vano. Los consumidoresseguiran solos, aunque acttien en grupo.

La liberJ;ad de eleccion es la vara que mide la estratificaci6n

en la sociedad de consumo. Es, tarnbien , el marco en que sus

miembros, los consumidores, inscriben las aspiraciones de su

vida: un marco que d irig e los esfuerzos hacia la prop ia

superaci6n y define el ideal de una "buena vida". Cuanta ma-

yor sea la libertad de elecci6n y, sobre todo, ciianto mas se la

pueda ejercer sin restricciones, mayor seni ellugar que se ocu-

pe en la escala social, mayor el respeto publ ico y la antoest.ima

que puedan esperarse: mas se acercara el consurnidor al ideal

de la "buena vida". La riquez.a y el nivel de ingresos son impor-tantes, desde luego; sin elias, la elecci6n se vera lrmitada 0

directamente vedada. Pero el papel de la riqueza y los ingresos

como capital (es decir, como dinero que sirve ante todo para

obtener mas dinero) ocupara un plano secunda rio e inferior, si

no desaparece totalmente de las perspectivas de la vida y sus

motivaciories. La importancia principal de la riqueza y el in-

greso reside en que abren el abanico de elecciones disponibles.

La acumulaci6n, el ahorro y la inversion s610 tienen sentido

porque incluyen para el futuro la promesa de ampliar aun mas

54

las posibilidades de eleccion No estrin, sin ernba rgo, al alcance

de,Ja mayoria de los consumidores: si estos recursos fueran

practicados pOI'todos, provocarian un desastre. EI aumento del

ahorro y la disrni nucion de las compras a credito no anuncian

nada bueno; cuando aumenta el credito a los consumidores el

dato se toma como signo segu ro de que "las cosas mal'chan'en

1adirecci6n correcta". Una sociedad de consumo no puede vel'

bien un llarnado a demorar la £!ratificacion. La nuestra es una

-comunidad de tarjet.as de credito, no de libretas de ahorro. Esuna sociedad de "hoy y ahora"; una sociedad que desea, no una

comunidad que espera.

POI' eso =-digamcslc una vez mas- no necesita "norrnas

reguladoras" que instruyan y disciplinen, que todo 10 vigilcn

con su ojo panoptico, para garant.izar que los deseos humanos

se orienten hacia la ganancia de los operadores de rnercado.

Tampoco es preciso reforrnular las "necesidades de la econo-

mia" -una economia productora, ante todo, de bienes para el

consumo-, que adapte la vida social a los deseos del consumi-

dol', Basta con la seducci6n, con la exhibici6n de maravillas

aun no experimentadas, la promesa de sensaciones desconoci-das. AI mismo tiempo, es necesario minirnizar y eclipsar todo

1 0 probado antes. Perc todo esto es valido a condici6n des de

luego, de que el mensaje llegue a oidos reoeptivos, y todos los

ojos esten puestos en los objetos que presagian nuevas ernocio-

nes detras de las seria les que muestran. EI consumo, siempre

mas variado y rico, aparece ante los consumidores como un

derecho para disfrutar y no una obligacion para cumplir. Los

consumidores deben ser guiados por intereses esteticos, no pal'

normas eticas.

Porque es la estetica, no la etica, el elemento integrador en

Lanueva comunidad de consumidores, el que mantiene su CUl'-

so y, de cuando en ,cuando, la rescat.a de sus crisis. Si la et.ica

asignaba -valor supremo al trabajo bien realizado, la estet.ica

premia las mas intensas experiencias. El cumplimiento del

deber tenia su 16gica interna que dependfa del tiempo y por eso

10estructuraba, le otorgaba una or'ieritacion, le conferia senti-

do a nociones como acumulaci6n gradual 0 demora de las satis-

facciones, Ahora, en cambio, ya no hay razones para postergar

la btisqueda de nuevas experiencias; la unica consecuenciade

esa demora es la "perdida de oportunidades". Porque la opor-

tunidad de vivir una experiencia no necesita preparacion ni Ia

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just ifica: Ilega sin anuucia rse y se desvanece si no se aprove-

cha a tiernpo: 5e volatiliza, tarnbien, poco despues de habersela

vivido, Esa oportunidad debe ser tomada al vuelo; no hay otro

morncn to para hacerlo que el presente fugaz. En este se nti do,

ningun instante se diferencia do.otro; cada momento es bueno

(esta igualrnente "maduro") para el disfrute.

Y 1ae lcccion de ese momento es la unica de la que no dispo-

ne n quicnes optaron por la eleccion como modo de vida. No

cst.,i en e1 consumidor decidir cuando su rgi ra la oportunidad

de vivir una expe riencia alucinante; el consumidor debe cstar

siornpre dispuesto a abrir la puerta y recibirla. Debe mante-

nerso en alert.a constante, 1isto para reconocer, en todo mo-

mento, la oportunidad que se presenta y hacer todo 10 necesario

para aprovecharla 10 mejor posible.

Si la comunidad de productores -al buscar reglas inque-

hruntahles y las estructuras finales de las cosas- Cue esen-

cialmente platonica, nuestra sociedad de consurnidores es, pOI'

ul contrario, ari stotelica: pragmatica y flexible, se rige por el

principio de que no hay que preocuparse por el cruce del puen-

te antes (perc tampoco despues) de llegar a e 1 . La unica inicia-tiva que Ie queda al consumidor sensato es estar alh' donde

scpa que las oportunidades abundan, y en e1 momento en que

xc presenten en mayor nurnero. Esta iniciativa se adapta solo

n una sabidurra empirica, sin recetas infalibles ni formulas

materuaticas. En consecuencla, requiere mucha confianza y,

sohre todo, puortos seguros donde anclar. No puede sorpren-

del', por eso, que nuestra sociedad de consumo sea tarnbien el

paraiso del consejo especia lizado y la publicidad, tanto como

tierra fert.il para profetas, brujos y mercaderes de pociones rna-

gicas 0 desti1adores de piedras filosofales,

En resumen: la estet.ica del consumo gobierna hoy, alIi don-

de antes ]0 hacia la et.ica del trabajo. Para quienes comp1eta-

ron con exito el entrenamiento para el consumo, el mundo es

una inmensa rnatriz de posibi1idades, de sen saciones cada vez

mas interisa s, de experiencias mas y mas profundas, en el sen-

tido de 1a nocion alemana de Erlebnis [vivencia], difererite de

Erfahrung [experiencia]. Ambos terminos, aunque con mati-

ces dist.intivos, pueden traducirse como "experie ncia": Erlebnis

son "las cosas pOI' l as que atravieso a 10 largo de la vida", mien-

tras que Erfahrung es "la experiericia que me ensena a vivi 1'''.

El mundo y todos SLIS mat.ice» pueden ser juzgados pOI'las sen-

56

saciories y Erlebniuse que provocan; par su capacidarl de des-

pertar deseos que esjustamente la etapa mas placentera en eI

proceso del consume, mas aun que la satisfacci6n misma del

deseo. La diferente intensidad que presenta aquel despertar

de los deseos deterrni na la forma en que objetos, acontecimien-

tos y personas quedan sefia lados en el mapa de la vida; la bru-

jula mas usa da para moverse en 81 es siernpre estet ica, no

cognoscitiva ni moral.';

E1 estatus concedido al trabajo, 0 mas precisamente a 1;ta--rea desemperiada, no podia sino verse profundamente afecta-

do pOI' e.l actual ascendiente de los criterios esteticos. Como

virnos, el trabajo perdio su lugar de privilegio, su coridicion de

eje alrededor del eual gir aban todos los esfuerzos por const i-

tuirse a S1 mismo y coris tr uir-se una identidad. Pero, como ca-

mino elegido para el perfeccionamiento moral, cl arrepen-

tirnierito y la redencion, el trabajo dejo de ser, tambien, W1 centro

de atericion etica de notable intensidad. Al igual que otras acti-

vidades de la v-ida, ahora se somete, en primer luga r, al escru-

tinio de Ia est.et ica. Se 10 juzga sogun su capacidad de general'

experiencias p1acenteras. El tr abajo que no tiene esa eapaci-dad -que no ofrece "satisfacciones intrinsecas"- carece de

valor. Otros c r - i te r io s (entre ellos, s u vieja infl ue nc ia

moralizadora) no soportan Ia competcncia de Ia este tica ni pue-

den salvar al trabajo de ser condenado por irui til, y hasta de-

gradante, para el coleccionista de sensaciones estet.icas.

Lavocaci6n como privilegio

No hay nada demasiado nuevo en la clasificacion de los tra-

bajos en funci6n de la satisfacci6n que brinden. Siempre se co-

dicia ron ciertas tareas por ser mas gTatificantes y constituir

un medio para sentirse "realizado"; otras actividades fueron

soportadas como una carga. Algunos trabajos eran considera-

dos "trascendentes" y se prestaban mas faciimerite que otros

para ser te nidos en cuenta como vocaciones, fuentes de orgullo

y autoestima. Sin embargo, desde 1a perspectiva etica 'era im-

posible afirmar que un trabajo careciera de valor 0 fue ra de-

gradanto; toda tarea honesta conformaba Ladignidad humana

y todas servian por igual la causa de la rectitud moral v - la

redenci6n espiritual. Desde e1 punto de vista de 1a etica d'el

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trabajo, cualquier actividad (trabajo en sf) "hum anizaba", sin

importar cuanto placer inmediato deparara (0 no) a quienes la

realizaran. En terminos et.icos, la sensacion del deber cumpli-

do era la satisfaccion mas directa, decisiva y ---en ultima ins-

tancia- suficiente que ofrecia el trabajo; en este sentido, todos

los trabajos eran igual es. Hasta el irrtirno sentimiento de reali-

zacion personal experirnentado por quienes vivian su oficiocomo

autentico Ilarnado era equiparado a la conciencia de "la tarea

bien cumplida" que, en principia, est.aba a disposicion de todos

los trabajadores, incluso los que desempeiiaban las tareas masbajas y menos interesantes. EI mensaje de la etica del trabajo

em la igualdad: minimizaba las obvias diferencias entre las

disti ntas ocupaciones, la satisfaccion potencial que podian ofre-

eer y su capacidad de otorgar estatus 0 prest.igio, adernaa de

los beneficios materiales que brindaban.

No pasa 10 mismo con el examen estetico y la actual evalua-

cion del trabajo. Estos subrayan las diferencias y elevan cier-

tas profesiones a la categoria de acLividades fascinantes y

refinadas capaces de brindar experiencias esteticas -y hast.a

artisticas-, al tiempo que niegan todo valor a otras ocupacio-

nes remuneradas que solo aseguran la subsistencia. Se exige

que las profesiones "elevadas" tengan las mismas cualidadesnecesarias para apreciar el arte: buen gusto, refinarniento, cri-

terio, dedicaci6n desinteresada y una vasta educacion. Otros

trabajos son considerados tan viles y despreciables, que no se

los concibe como actividades dignas de ser elegidas voluntaria-

merrte. Es pos1ble realizar esos trabajos solo por necesidad y

solo cuando el acceso a otro medio de subsistencia queda cerrado.

Los trabajos de la primera categorta son considerados "inte-

resan tes"; los de la segunda, "aburridos". Estos dos juicios la-

pidarios, adernas, encierran complejos criterios est.et.icoa que

los sustentan. Su franqueza ("No hace falta justificaci6n", "No

se perrn ite apelar") demuestra abiertamente el crecimiento de

la estetica sobre la etica, que antes dominaba el campo del tra-bajo. Como todo cuanto aspire a convertirse en blanco del de-

seo y objelo de la libre eleccion del consumidor, el trabajo ha de

ser "interesante": variado, excitante, con espacio para la aven-

tura y una cierta dosis de riesgo, aunque no excesiva. EI traba-

jo debe ofrecer tarnbien suficientes ocasiones de experimental'

sensaciones novedosas. Las tare as monotonas, repetitivas, ru-

tinarias, carentes de aventura, que no dejan margen a la ini-

58

ciativa ni presentan desafios a la mente u oportunidades de

ponerse a prueba, son "aburridos". Ningun consumidor experi-

mentado aceptaria realizar'los por voluntad propia, salvo que

se encontrara en una sit.uacion sin eleccion (es decir, salvo

que haya perdido 0 se le este negando su identidad como con-

sumidor, como persona que elige en libertad). Estos ultirnos

trabajos carecen de valor estetico: por 10 tanto, tienen pocas

posibilidades de transformarse en vocaciones en esta sociedad

de coleccionistas de experiencias,

Pero 10 importante es que, en un mundo dominado por crite-rios estet.icos, los trabajos en cuesti6n ni siquiera conservan el

supuesto valor etico que se les asignaba antes. Solo seran ele-

gidos voluntariamente por gente todavia no incorporada a la

comunidad de consumidores, por quienes aun no han abrazado

el consumismo y, en consecuencia, se conforman con vender su

mana de obra a cambio de una minima subsistencia (ejemplo:

la primera generaci6n de inmigrantes y "trabajadores golori-

drina" provenientes de paises 0 regiones mas pobres 0 los resi-

dentes de paises pobres, con trabajo en las fabricas establecidas

pOI'el capital inmigrante, que viajan en busca de mayores po-

sibilidades de trabajo). Otros t.rabajado res deben ser forzados

a aceptar tareas que no ofrecen satisfaccion estetica. La coer-cion brusca, que antes se ocultaba bajo el disfraz mor-al de In

etica del trabajo, hoy se muestra a cara limpia, sin ocultarse.

La seducci6n y el estfmulo de los deseos, infalibles herr amien-

tas de integracion/rnotivacion en una sociedad de corisurrrido-

res voluntaries, carecen en esto de poder, Para que la gente ya

convert.ida al consumismo tome puestos de trabajo rechazados

por la este tica , se le debe presentar una situaci6n sin eleccion,

obligandola a aceptarlos para defender su supervivencia basi-

ca. Pero ahora, sin la gracia salvadora de la nobleza moral.

Como la libert.ad de eleccion y la movilidad, el valor estetico

del trabajo se ha t.ran sfo rrnado en pod eroso fa.ct.or e l l , '

estr atificacion para nuestra sociedad de consume, La ·eBttat:t=gema ya no consiste en limitar el periodo de trabaj~l ~I~ Jlil!i[ni~~lIrl

posible dejando tiempo libre para el ocio; pOI' e1contcario, .:lllwo

ra se borra total mente la linea que divide la vQcadqn , < r i l l ita

ause ncia de vocaci6n, el trabajo del hobby, las tareas pr(l(~1J('!J

vas de la actividad de recreaci6n, para elevar el tra'f:w.j,l)mlllllll

ala categoria de entretenimiento supremo ymas si i l l tbJ:ad. !1I111

que cualquier otra actividad. Un trabajo entretenWa ,1':: !"I i" I

hi'

 

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vilegio mas envidiado. Y los afort.unados que 10 tienen se lari-,

zan de cabeza a las oportunidades de sensaciones fuertes y ex-

perie ncias emocionantes ofrecidas par esos tr abajos. Hoy

abundan los "adictos al trabajo" que se esfuerz an sin hora rio

fijo, obsesionados par los desaffos de su tarea durante las 24

hams del dia y los siete dias de la semana. Y no son esclavos:

se cuentan entre la elite de los afort.unados y exitosos,

El trabajo rico en experie ncias gratificantes, el trabajo como

rea lizacion personal, el tr abajo como sentido de Ia vida, el tr a-

hujo como centro y eje de todo 10 que importa, como fuente de

orgullo, autoestima, honor, respeto y ncitoriedad ... En smtesis:

cl trabajo como oocaciori se ha convert.ido en privilegio de unospocos, en marca distiriti va de la elite, en un modo de vida que

la mayo ria observa, adrnira y contempla a la distancia, pero

oxperirnenta en forma vicaria a traves de la literatura bara ta

y 18.realidad virtual de las telenovelas. Ala mayoria se Ie niega

In oportunidad de vivir su trabajo como una vocacion.

EI "rnercado flexible de trabajo" no ofrece ni permite un ver-

dadero compromiso con ninguna de las ocupaciones actua les.

EI trabajador que se encari na con la tarea que rea liza, que S8

enarnora del tr abajo que se Ie impone e identifica su lugar en

el rnundo con la actividad quedesempefia 0 la habilidad que seIp exige, se transforrna en un rehen en manos del destino. No

es probable ni deseable que ella suceda, dada la corta vida de

eualquier emplco y el "Hasta nuevo aviso" implicito en todo

contrato. Para la mayorta de la gente, salvo para unos pocos

elegidos, en nuestro flexible mercado laboral, encarar el traba-

.io como una vocacion implica riesgos enormes y puede terrni-

nar en graves desastres emocionales.

En estas circunstancias, las exhorLaciones a la dil igencia y

In dedicaci6n suenan a falsas y huecas, y In gente razonable

haria muy bien en percibirl as como tales y no caer' en la tram- -

pa de la apa rerite vocacion, entrando en el juego de sus jefes y

patrones. En verdad, tampoco esos jefes esperan que sus em-

pleados crean en la sinceridad de aquel discurso: solo desean

que ambas partes [injari que el juego es real y se comporten en

consecuencia. Desde cl punto de vista de los empleadores, in-

duci r a su personal a tamar en serio la farsa significa archival'

los problemas que inevitablemente explotaran cuando un proxi-

mo ejerc ici o imponga otr a "reducci6n" 0 una nueva ala

"racionaliz adora". El exito demasiado rapido de los serrnones

60

moralizantes, por otro lado, resultaria contr'aproduce nte a lar-

go plazo, puesapart.arta a la gente de su verdadera vocacion: el

deseo de consumir.

Todo este complejo entretejido entre "1 0 que se debe" y "1 0

que no se debe hacer", entre los suefios y sus costos, la terita-

cion de reridirse y las ad vertencias para no caer en tales tram-

pas, se presenta como un espectaculo bien armado frcnte a un

publico avido de vocacion. Vemos c6mo grarides deportistas y

estrel las C Ie otros ambitos llegan a Ia cima de su carreia; pew

alcanzan 81 exito y Ia fama a costa de vaciar su vida de todo 10

que se interponga en su camino hacia el exito. Se niegan los

placeres que la gente cornun mas valora. Sus logros muestran

todos los sintornas de ser reales. Diffcilrnente haya un arnbien-

te men os polerni co y mas convincente para poner a prueba la

"cal idad real" de la vida que una pista de atletismo 0 una can-

cha de tenis. z.Quien S8atreveria a porier en duda la excelencia

de un cantante popular, reflejada en el deli rio turnul tuoso de

la muchedumbre que Ileria los cstadios? En este espectaculo

que se ofrece a todos no parece haber lugar para la farsa, el

engario 0 las intrigas det ras de bambalinas. Todo se presenta a

nnastra vista como si fuera real, y cualquiera puede juzgar 10

que ve. El cspectaculo de la vocacion se realiza abiertamcnte,desde el comienzo hasta el fin, ante multitudes de fana ticos.

(Esto, al menos, es 10 que parece. POl' cierto que la verdad del

espectaculo es el cuidadoso resultado de innumerables guio-

nes y ensayos generales.)

Los santos de este culto al estrellato deben ser, al igual que

todos los santos, aclmirados y erigidos como ejemplos, pero no

imitados. Encarnan, al misrno tiorrrpo, el ideal de la vida y su

imposibi lidad. Las estrellas de estadio y escenar.io son desrne-

suradamente rica s, y su devocion y su sacrificio, por cierto, dan

los frutos que se esperan del trabajo vivido como vocacion: la

lista de premios que-reciben los campeones de tenis, golf 0 aje-

drez, 0 las transferencias de los futbolistas, son parte esencial

del culto, como 10 fueron los milagros 0 los relates de rnart.irios

en el culto de los saritos de la fe.

"No obstante, la parte de la vida a que renuncian las estre-

lias es tan estremecedora como impresionantes son sus ganan-

cias. Uno de los precios mas al tos es el caracter t.ransitorio de

su gloria: suban hasta el cielo desde Ia nada; a la nada vuelven

y alli se desvaneceran. Precisamerite pOI'esto, las estrellas del

. 61

 

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deporte son los mejores actores en este juego moral de la voca-

ci6n: esta en la naturaleza misrna de sus logros el hecho de que

su vida uti! sea corta, tan breve como lajuventud misrna. En Ia

version de los deportistas, e I tr ab ajo como vocacio n es

autodestructivo, y su vida esta condenada a un final abrupto y

v.eloz. La vocacion puede ser rnuchas cosas, pero loque defini-

tivarnente no es (al merios en estos casos), es un proyecto de

vida 0 una estrategia para siempre. En la version deportiva la

vocaci6n es, como cualquier otra experiencia posrnoderna de

los nuevos coleccionistas de sensaciones, un episodic,

Los "santos puritanos" de Weber, que vivian su vida de traba-

jo como esfuerzos profundamente eticos, como la realizacion de

mand.atos divinos, no podian vel' el trabajo de otros --{:ualquier

trabajo-e- sino como una cuesti6n esencialmente moral, La elite

de nuestros dias, con igual naturalidad, considera que toda for-

ma de trabajo es ante todo una cuesti6n de satisfaccion estetica,

Frente a la vida que llevan quienes se encuentran en la escala

mas baja de la jerarquia social, esta concepcion --{:omo cual-

quier otra que la haya precedido-e- es una burda farsa." Sin

embargo, perrnite creel' que Ia "flexibilidad" voluntaria de las

condiciones ~e trabajo elegidas pOI'los que estan arriba==que,una vez elegidas, Sontan valoradas y protegidas-s- resultan una

bendicion para los otros, incluso para quieries Ia "flexibilidad"

no solo no significa libertad de accion, autonomfa y derecho ala

realizac.ion personal, sino entrana tarnbien falta de seguridad,

desarraigo forzoso y un Futuro incierto.

Ser pobre en una sociedad de consumo

En la edad dol'ada de la sociedad de productores la etica del

tr~bajo extendia su influencia mas alla de las plantas indus-

~nales y los muros de los asilos. Sus preceptos conformaban elIdeal de una sociedadjusta todavia por alcanzar; mientras tan-

to, servian como horizonte hacia el cual orie ntarse y como

panimetro para evaluar crfticarnente el estado de situacion en

cada momento. La condicion a que se aspi raba era el pleno

empleo: una sociedad integrada unicamente por gente de tr a-bajo.

EI "pleno empleo" ocupaba un lugar en cierto modo ambi-

guo, ya que era al misrno tiempo un derecho y ul1:~obligacion.

62

Segun desde que lado del "contra to de tr abajo" se invocara ese

pr incipio, una u otra modal idad saltaba a primer plano; peru,

como sucede con todas las normas, ambos aspectos debian es-

tar siempre prosentes para garantizar Ia validez general dD,!

pri ncipio. El pleno empleo como car acter ist.ica indispcnsnbk-

de una "sociedad normal" irnplicaba tanto un deber acopL::ldo

universal y voluntariamente, como un deseo cornpart.ido Pl\l'

toda Ia comunidad y elevado al rango de derecho UniV81'.snL

Definir una norma es definir, tarnbien, cuanto queda fU('I"il

de ella. La et.ica del trabajo encerraba, por ejemplo, el f~nI:HII!'

no del desempIeo: no trabajar era "anormal". Y, como pod(':~III:

per ar se , insistente presencia de los pobres se expUbd':li

alternativamente, por la falta de trabajo 0 por la fana dlf du.

posicion para el trabajo. Algunas ideas como las de Ch;u'j"I,Booth 0 Seebohm Rowntree (la afirmaci6n de que [~5 ~m~lhl!'

seguir siendo pobre aunque se cumplajornada cornpleta, Y !.jll"

por 10 tanto la pobreza no puede ser explicada pOI'e] dCR!1!J'I1UI'1

miento de la etica del trahajo) conmocionaron la op~nj6n i t ' l l : ' ,

trada bri.a nica. La sola nocion de "pobres que l~"~·atmJ!.w"

aparecia como una evidente contradicci6n en sf miSHl;;l,;':I lin

podia ser de otro modo mien tras la etica del trabajo runn 1 . 1 1 vi,:

ra su lugar en la opinion generalizada, como cura y E ; o . l u r i l l . 1 1

para todos los .rnales sociales,

Pero a medida que el trabajo dejaba de ser pun to de 0flC1J('1l

tro entre las motivaciones individuales por un lado y 1:1inLI'

gracicn de la sociedad y su reproducci6n por el otro, la 6ti(~u 11,,1

trabajo --(:omo dijimos- perdio su funci6n de primer princi

pio regulador, POI' entonces ya se habia retirado, 0 habta sido

apartada porIa fuerza, de nurnerosos campos de Ia vida :;>(')('i:iI

e individual, que antes regia directa 0 indirectamente. E1 St"e:tor de la sociedad que no trabajaba era qUiZ3su ultimo l"e,RII;iI\

0, mejor, su ultima oportunidad de sobrevivir, Cargal' la 11l.jBI'-

ria de los pobres a SUfalta de disposicion para el trabajo 1 1 1 d l 'ese modo, acuaarlos de degradacion moral, y preseritar- ~iJ :E)ll~

breza como un castigo pOI' los pecados cornetidos, fueron T m ; .ultirnos servicios que la etica del trabajo presto a la nueva s{)~

ciedad de consumidores.

Durante mucho tiempo, la pobreza fue una amenaza par-u.bsupervivencia: el riesgo de morirse de hambre, la falta de atJ.eu-

cion medica 0 la carencia de techo y abrigo fueron fantasmns

muy reales a 10 largo de gran parte de la historia. Todavia, eli

a: ~

 

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muchas partes del planeta, eSOBpe ligros siguen a la orden del

dia. Y aunque la coridicion de ser pobre se cncueritre por enci-

rna del urnbral de supe rvivencia, la pobreza implicara siempre

mala nutrici6n, escasa protccci6n contra los rigores del clima y

falta de una vivienda adecuada: todas, caracteristicas que de-

finen 10 que una sociedad entiende como estandares minimos

de vida.

La pobreza no se reduce, sin embargp, a la falta de cornodi-

dades y al sufrirniento fisico. Es tarnbien una condici6n social

y psicologica: puesto que el grado de decoro se mide por losestaridares establecidos por Ia sociedad, la imposibilidad de

alcanzarlos es en sf misrna causa de zozobra, angustia y rrioi-tifi-

caei6n. Ser pobre signifies estar excluido de 10 que se considera

una "vida normal"; es "no estar a la altura de los demas", Esto

g'enel'a sentimientos de verguenza 0 de culpa, que producen una

rcduccion de la autoestirna. La pobreza irnplica, tam bien, tener

ccrradas las oportunidades para una "vida feliz"; no poder acep-

tar los "ofrecimientos de la vida". La consecuencia es resenti-

miento y malestar, sentimientos que -al desbordarse- se

manifiestan en forma de actos agresivos 0 autodestructivos, 0

de ambas cosas a la vez.

En una sociedad de consume, la "vida normal" es la de los

consumidores, siernpre preocupados por elegir entre la gran

variedad de oportunidades, scnsaciones placenteras y ricas

oxpcriencias que el mundo les ofrece. Una "vida feliz" es aque-

lla en la que todas las oportunidades se aprovechan, dejando

pasar muy pocas 0 ninguna; se aprovechan las oportunidades

dt~las que mas se habla y, pOI'10 tanto, las mas codiciadas; y no

s() las aprovecha despues de los dernas sino, en 10 posible, an-

l.os. Como en cualqu ier comunidad, los pobres de la sociedad

dp corrsumo no t.ierion acceso a una vida normal;menos auri, a

una existencia feliz, En nuestra sociedad, esa lirnit.acion los

pone en Lacondicion de consumidores martqu.es: consumidoresdofoctuosos 0 Fruatrados, expulsados del mercado. A los pobres

de la sociedad de consumo se los define ante todo (y asi se

.iutodefinen) como consurnidores imperfectos, deficientes; en

ot.ra palabras, incapaces de adaptarse a nuestro mundo.

En la sociedad de consumidores, esa incapacidad es causa

cleterminante de degr adacion social y "exilio interne". Esta fal-

La de idoneidad, esta imposibil idad de cumplir con los deberes

del corisurnidor, se convierten en resentimiento: quien la sufre

~st,a excluid~ del b.anquete social que comparten los demas. El

urnco rerned io posibla, la unica salida a esa humillacion es su-

perar tan vergonzosa ineptitud como consumidor,

. Como revelaron Peter Kelvin y -Joarina E.•Jarctt en su estu-

dIO sobre los efectos psicosociales del desempleo en la sociedad

de c~nsumo, hay alg? particularmente doloroso para quienes

perdie ron el trabajo:' la aparicion de un "tiernpo libre que no

parece tener fin", unida a Ia "imposibilidad de aprovecharlo".

"~ran parte de la existencia diaria carece de estructura" -sos-

tlen,en los autores-, pero los desocupados no pueden darscla

en forma que reaul te razoriable, satisfactoria 0 valiosa:

Una de las quejas mas cornuncs de los desocupados es que se sien-

len encerrados en su casa... El hombre sin trabujo no s610se veCrustnldo y aburrido, [sino que] el hecho de verse asf (sensacion

~ue, p?~ cierto, coincide con la rea lidad) 10pone irritable. Esairr itabilidad es una caracterislica cot.idiana en la vida de un mari-do sin trabajo.>

Stephen Hutchens obtuvo las siguientes respuestas de sus

entrevlstados (hombres y mujeres j6venes sin trabajo) con res-

peeto a,I.tipo de vida que Ilevaban: "Me aburrfa, me deprimia

con facl.lt~~~; :s~aba Iama!,or parte del tiempo en casa, miran-

do el diario". No tengo dinero, 0 no me alcanza. Me aburro

muchfsir:no". "Paso mucho tiernpo en la cama; salvo cuando voy

a ~e.r azmgos? ~amos al pub si tenemos dinero ... y no hay mucho

mas q~e deClr . Hutchens resume sus conclusiones: "La pala-

bra mas us ada para describir la experiencia de estar sin traba-

jo es 'abun:i.do' ... EI aburrimiento y los problemas con el tiernpo:d . , '

es ecir, no tener nada que hacer' ".9

En la vida del consumidor no hay Iugar para el aburrimien-

to;_la cultura del consumo se PI'OPUSOerradicarlo. Una vida

Ieliz, segun la definicion de esta cult ur a, es una vida asesrura-da contra el hast.io, una vida en la que siernpre "pas a ~lgo":

algo nuevo, excitante; y exeitante sobre todo por ser nuevo. EI

rnercado de consumo, fiel cornpafraro de la cultura del consumo

y su _indispen~able com~lemento, ofrece un seguro contra el

ha~tlO, el espl in, el erinui ; la sobresat.uracion, la melancolia, la

Ilojedad, el hartazgo 0 la indiferencia: todos males que, en otro

tierripo, acosaban a las vidas repletas de abundancia y de con-

fort. El rnercado de consumo garantiza que nadie, en momento

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a1guno, llegue a sentirse desconso1ado porque, "al haberlo pro-

bado todo", agot6 1a fuente de placeres que 1a vida le puede

ofrecer.Como sefialo Freud antes del comienzo de la era del corrsu-

mo la felicidad no existe como estado; s610somos felices por

mo~entos, al satisfacer una necesidad acuciante. Inmediata-

mente surge e1abunimiento. El objeto del deseo pierde suatrac-

tivo ni bien desaparece la causa que nos llev6 a desearlo. Pero

el mercado de consumo resu1t6 ser mas ingenioso de 10 queFreud habia pensado. Como por arte de magia, cre6 el estado

de felicidad que -segUn Freud- resultaba inalcanzable. Y 10

hizo encargandose de que losdeseos surgieran mas rapidamente

que el tiempo que llevaba saciarlos, y que los objetos del deseo

fueran reemplazados con mas velocidad de la que se tarda en

acosturnbrarse y aburrirse de ellos. No estar aburrido -no

estarlo jamas-s- es la norma en la vida de los consumidores. Y

se trata de una norma realista, un objetivo alcanzable. Quie-

nes no 10Iogr an s610pueden culparse a sfmismos: seran blan-

cofacil para el desprecio y la condena de los dernas.

Para paliar el aburrimiento hace falta dinero; mucho dine-ro, sise quiere alejar el fantasma del aburrimiento de una vez

para siempre y a1canzar e1"estado de fe1icidad". Desear es gra-

tis; pero, para desear enforma realist a y de este modo sentir el

deseo como un estado placentero, hay que tener recursos. El

_seguro de salud no da remedios contra el aburrimiento. El di-

nero es el billete de ingreso para acceder a los 1ugares donde

esos remedios se entregan (los grandes centres comerciales,

parques de diversiones 0 girnnasios); lugares donde el solo he-

cho de estar presente es 1apoci6n mas efectiva 0 profilactica

para prevenir 1aenfermedad; lugares destinados ante todo a

mantener vivos los deseos, insaciados e insaciables y, a pesar

de ello, profundamente placenteros gracias a la satisfaccionanticipada.El aburrimiento es, asi, el corolario psico16gicode otros fac-

tores estratificadores, que son especificos de 1asociedad de con-

sumo: la libertad y la amplitud de elecci6n, la libertad de

movimientos, 1acapacidad de borrar e1espacio y disponer del

propio tiempo. Probablemente, por conformal' ellado psicol6gi-

co de la estratificaci6n, el aburrimiento sea sentido con mas

dolor y rechazado con mas ira por quienes alcanzaron menor

puntaje en la carrera del consumo. Es probable, tambien, que

66

, ' ; .-

, 1

el deseaper ado deseo de escapar al aburrimiento -0, al me-

nos, de mitigarlo- sea el principal acicate para su acci6n.

Sin embargo, las probabilidades de lograr su objetivo son

infimas. Quienes estan hundidos en la pobreza notienen acce-

so a los remedios comunes contra el aburrirniento; cualqurer

alternativa inusual, irregular 0 innovadora, pOI'otra parte, sera

sin duda clasificada como ilegitima y atraera sobre quienes la

adopt en la fuerza punitiva del orden y la ley. Parad6jicamente

-0, pensandolo bien, quizano tan parad6jicamente-, es posi-ble que, para los pobres, tentar al destine desafiando el orden

y la ley se transforme en el sustituto preferido de las razona-

bles aventuras contra el aburrimiento en que se embarcan los

consumidores acaudalados, donde el volumen de riesgos de-

seados y permitidos esta cuidadosamente equilibrado.

Si, en el sufrimiento de los pobres, el rasgo constitutivo es el

de ser un consumidor defectuoso, quienes viven en un barrio

deprimido no pueden hacer mucho colectivamente para encon-

trar formas novedosas de estructurar su tiempo, en especial de

un modo que pueda ser reconocido como significativo y

gratificante. Es posible combatir (y, en rigor, se 10hizo en for-ma notable durante la Gran Depresi6n de la decada de 1930)

la acusaci6n de pereza, que siempre ronda los hogares de los

desocupados, con una dedicaci6n exagerada, ostentosa -yen

ultima instancia, ritualista- a las tareas dornesticas: fregar

pisos y ventanas, laval' paredes, cortinas, faldas y paritalones

de los nifios, cuidar eljardm del fondo. Pero nada puede haccr-

se-contra e1estigma y1avergucnza de ser un consumidor inep-

to; ni siquiera derrtro del guetocomp artido con sus iguales. De

nada si rve estar a la altura de los que 10 rodean a UJ1:(); el

estaridar es otro, y se eleva continuamente, lejos del barrio, a

t.raves de los diarios y la lujosa publicidad televisiva, que du-

rante las.veinticuatro hor as del dia promocionan las bendicio-nes del consumo. Ninguno de los sustitutos.que pueda inventar

el ingenio del barrio derrot.ara a esa competencia, dara satis-

facci6n y calmara el dolor de la inferioridad evidente. La capa-

cidad de cada uno comoconsumictor esta evaluada ala distancia,

y no se puede apelar en-los tribunales de la opini6n local.

Como recuerda Jeremy Seabrook,"? el secreto de nuestra 80-

ciedad reside en "el desarrollo de un sentido subjetivo de insu-

ficiencia ereado en forma artificial", ya que "nada puede ser

mas amenazante" para los principios fundacionales de la 80-

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ciedad que "Iagente se declare satisfecha con 10 que tiene". Las

posesiories de cada uno quedan derrigr adas, minimizadas y

empequefiecidas al exhibirse en forma ostentosa y agresiva el

desmedido consumo de los ricos: "Los ricos se t.ransforrnan en

objetos de adoraci6n universal".

Recordemos que los ricos, los individuos que antes se ponian

como modelo de heroes personales para la adoraci6n univer-

sal, eran self-made men [hombres que habian triunfado por su

propio esfuerzo], cuya vida era ejemplo vivo del resultado de

adherir a la etica del trabajo. Ahora ya no es asi. Ahora, el

objeto de adoraci6n es la riqueza misma, la riqueza como ga-

rantia de un estilo devida 10 mas extravagante y desmesurado

posible. Lo que importa ahora es 10 que uno puecla hacer, no 10

que deba hacerse ni 10 que se haya hecho. En los ricos se adora

su extraordinaria capacidad de elegir el contenido de su vida

(ellugar donde viven, la pareja con quien conviven) y de cam-

biarlo a voluntad y sin esfuerzo alguno. Nunca alcanzan pun-

tos sin retorno, sus reencarnaciones no parecen tener fin, su

futuro es siempre mas estimulante que su pasado ymucho mas

rico en contenido. Por ultimo -aunque no pOI'ella menos irn-

portante-, 10 unico que parece importarles a los ricos es laamplitud de perspectivas que su fortuna les ofrece. Esa gente

sf eata guiada por la estetica del consumo; es su dominio de esa

estctica -no su obediencia a la etica del trabajo 0 su exito fi-

nanciero, sino surefinado conocimiento de la vida-lo que cons-

tituye la base de su grandeza y les da derecho a la universal

admiraci6n.

"Los pobres no habitan una cultura aparte de lade los ricos

-sefiala Seabrook -; deben vivir en el mismo mundo, ideado

para berieficio de los que tienen dinero. Y su pobreza se agrava

con el crecimiento econ6mico de la sociedad y se intensifica

tambien con la recesi6n y el estancamiento."

En primer lugar, sefialernos que el concepto de "crecimientoecon6mico", en cualquiera de sus acepciones actuales, va siern-

pre unido al reemplazo de puestos de trabajo estables por "mano

de obra flexible", a la sustituci6n de la seguridad laboral por

"contratos renovables", empleos temporarios y contrataciones

incidentales de mana de obra, y a reducciones de personal, re-

estructuraciones y "racionalizaci6n": todo ella se reduce a la

disminuci6n de los empleos. Nada pone de manifiesto esta re-

laci6n, en forma mas espectacular, que el hecho de que laGran

68

Bretafia posterior a Thatcher -aclamada como el "exito eco-

n6mico" mas asombroso del mundo occidental, dir'igida por lamas ferviente precursora y defensora de aquellos "factores de

crecimiento"- sea tambien el pais que ostente la pobreza masabyecta entre las naciones ricas del globo. Eljil tirno Informe

- sobrg_I)_flsarrolloHumano, editado por el Programa de Desa-

rrollo de las Naciones Unidas, revela que los pobres britariicos

son mas pobres que los de cualquier otro pais occidental u

occiderrtal izado. En Gran Bretafia, alrededor de una cuarta

parte de los ancianos viven en la pobreza, 10 que equivale acinco veces mas que en Italia, "acosada por problemas econ6-

micos", ytres veces mas que en la "atrasada"Irlanda. Un quin-

to de los nirios brrtanicos sufren la pobreza: el doble que en

Taiwan 0 en Italia, y seis veces mas que en Finlandia. En total,

"la proporcion de gente que padece 'pobreza de ingresos' creci6

aproximadamente un 60bajo el gobierno [dela Sra. Thatcher]"."

En segundo lugar, a medida que los pobres se hacen mas

pobres, los ricos -:-dechados de virtudes para la sociedad de

consumo- se vuelven mas ricos todavia. Mientras la quinta

parte mas pobre de Gran Bretaria -el pais del "milagro econ6-

.mico" mas reciente- puede comprar menos que sus pares en

cualquier otro pais occidental de importancia, la quinta partemas rica se cuenta entre la gente mas acaudalada de Europa y

disfruta de un poder de compra similar al de la legendaria elite

japonesa. Cuanto mas pobres son los pobres, mas altos y capri-

chosos son los modelos puestos ante sus ojos: hay que adorar-

los, envidiarlos, aspirar a imitarlos. Y el "sentimiento subjetivo

de insuficiencia", con todo el dolor del estigma y la humillaci6n

que acarrea, se agrava ante una doble presi6n: la caida del

estandar de vida y el aumento de la carencia relativa, ambos

reforzados por el crecimiento econ6mico en su forma actual:

desprovisto de regulaci6n alguna, entregado al mas salvaje

laissez-{aire. -

El cielo, ultimo limite para los suefios del consumidor, estacada vez mas lejos; y las magrnficas maquinas voladoras, en

otro tiempo disefiadas yfinanciadas por los gobiernos para subir

al hombre hasta el cielo, se quedaron sin combustible y fueron

arrojadas a los desarmaderos de las politicas "discontinuadas".

o son finalmente recicladas, para hacer con ellas patrulleros

policiales.

69

 

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Not as

1. M, Wolf (1997), "Malt; pourq uui cette harn« de» rnarches?", L<! Mor ide

Diplomatique, junio, p. 15. _

2. M. Weber (1976), The Protestant Ethic and the Spirit oj" Capitalism,

lrad. al inglcs de T. Parsons. Loridres: George Alle & Unwin, p. 181. [La etica

protestante y el espiritu del capitalismo, Madrid, Editorial Revista de Der e-

cho Privado, 1955.1

:3. M . C. Taylor y E. Saarinen (cornpa.), lraagologies: Media Philosophy.

Londres: Routledge, Tclorotics, p. 11.

4. R . Petrella (1997). "Une machine inrerriale", Le Montie Diplomatique,

junio, p. 17.

5. Para una dist.incion entre espacios cognitivos, esteticos y morules, vea-

se Z. Bauman (1993), Posunoderri Ethics. Oxford: Blackwell.

6. Xavier Emmanuelli (Le Monde, 15 de abri! de 1997, p.ll) ridiculiza

otra ilusion, rnuy vinculada can est.a, provocada por la teridencia a proyectar

una interpretacion elitista sabre los estilos de vida de quienes estan mas

abajo en lajerarquia social. Puesto que una vida de viajes, movilidad y Iiber-

tad de los lfrnites impuestos par un hogar es un valor muy estimado entre los

turiatas de dinero, los jovenes 13ealejan de sus familias y acuden en masa a

las grandes ciudades en busca de "algo distinto". Sue len ser alabados (0 me-

jar, idea lizados como figuras romanticas) par su coraje y su confianza en si

nusrnos, que ~se supone-e-Ios pre parar a para vivir en una sociedad que pre-

mia la iniciativa individual (recuerdese la expresion "en tu propia bicicleta",

de Norman Tebbit). "No hay idea mas falsa", dice Emmanuelli, que la supo-

sici6n de que las idas y venidas de los hijos de los pobres "son viajes de inicia

cion", Ljue les permiten a estos jove ncs "encontrarse a tif mismos". Nada tiene

rnenos en cornun can un "transite iniciatico" que este vagar si n objeto ni

perspectiva. "No hay nada mas dest.ructivo", subraya Emmanuelli.

7. P. Kelvin y.J. E. ,Jarrett (1985), Unemployment: Its Social Psychological

Effects. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 67-69.B. Ibid., pp. 67-9, --

9. S. Hutchens (1994), Lzvzng a Predicament: }'clllng People Surviving

Unemployment. Aldershot: Avebury, pp. 58, 122.

10. ,J. Seabrook (1988), The Race for Riches: The Hum~n Cost of Wealth.

Basingstoke: Marshall Pickering. pp. 163, 164 Y 168-169.

11. Cit ado del inforrne de G. Lean y B. Gunnell, "UK poverty is [the] worst

in the 'West", Independent on Sunday, 15 dejunio de 1997:-

SEGUNDA PARTE

I. _

L_

 

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3

Ascenso y caida del

Estado benefactor

El concepto de "Estado benefactor" encierra la idea de que,

entre las obligaciones del Estado, esta la de garantizar a toda

la poblacion una situaci6n de "bienestar"; y esto implica algo

mas que Iasimple supervivencia: es una supervivencia con dig-

nidad, entendida tal como la concibe cada sociedad en su pro-

pia epoca. Para las instituciones administradas y financiadaspor el Estado, el concepto imponia la responsabilidad mas

amplia de atender el bienestar publico, 1 es decir, gararitizar

colectivamente la supervivencia digna de todos los individuos.

Ese bienestar podia ser considerado como una forma de seguro

colectivo contratado..en conjnnto, que cubria individual mente

a todos los miembros de la comunidad; esto es, una paliza de

seguro que promete compensaciones proporcionales a las nece-

sidad individuales, no al rnonto de las cuotas pagadas por cada

uno. El principio de bienestar publico, en su forma mas pura,

supone la igualdad ante la Qecesidad, equilibrando las desigual-

dades existentes en cuanto a capacidad de pago. Y el Estado

benefactor delega en sus organismos dependientes la respon-sabil idad de poner en practica ese pr incipio.

La idea de bieriestar publico en general, y de Estado bene-

factor en particular, mantiene una relaci6n arnbigua con la eti-

ca del trabajo. EI bienestar se relaciona con las ideas ceritrales

de la etica del trabajo de dos maneras ----Dpuestas y dificiles de

conciliar- que convierten al asunto en etemo tema de debate;

sin solucion aceptable para todas las partes hasta el memento.

73

 

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Por un lado, los part.idar ios de garantizar colectivamente el

bienestar individual reconocieron siempre el caracter normal--

de una vida sostenida par el trabajo; sefialaba n, sin embargo,

que la norma no es universal mente valida debido a que no too'

dos lograban un ernpleo permanente. Para que los preceptos

de la etica del trabajo fueran realistas, era preciso sacar de

apuros a quien Ie fuera mal. Tarnbien se debia ayudar, a los

que se ericontraban transitoriamente desocupados, a sobrelle-

var los tiempos difici les, mante niendolos en condiciones de"cornportarse normalmente" -esto es, de retomar algun em-

pleo- una vez que la economia se recuperara y se ampliara,

nueva mente, la disponibilidad de puestos de t.rabajo. SegUn

este argumento, el Estado benefactor resultaba necesario para

sostener la etica del trabajo como norma y medida de la salud

social, minimizando para lelamente los efectos ad versos de po-

ner en practica esa norma en forma constante y universal.

POl'otra parte, al garantizar "como un derecho" -inclepen-

dientemente del aporte realizado por cada uno a la riqueza co-

mun- una vida decente y digna para todos, la idea de bienes-

tar publico permitfa separar (explicita 0 implfcitamente) el

derecho al sustento de las contribuciones prcductivas "social-

mente utiles", que s610se consideraban posibles en el marco de

un empleo. AI mismo tiempo, hacia tambalear la premisa me-

nos cuestionada -mas sagrada, incluso---de la etica del traba-

jo: transforrnaba el derecho a una vida digna en cuesti6n de

ciudadania politica, ya no de desempefio economico.

La contradiccion entre ambos erifoques es evidente y legiti-

rna; no sorprende por eso que, desde su instauracion a comien-

.zos del siglo xx, el Estado benefactor haya sido objeto de pole-

micas. Con buenas razones, fue proclamado por algunos como

elcornplemento necesario de laetica del trabajo; por otros, comouna

eonspiraci6n polftica en su contra.No era este, sin embargo, el unico pun to en disputa. El Esta-

do benefactor, "les uri agente de represi6n 0 uri sistema para

ampliar las necesidades humanas y mitigar los rigores de la

economia de mercado'? lEs una ayuda para la acumul acion de

capital y el aumento de ganancias, 0 un salario social que hay

que defender yaumentar, como eldinero que segana trabajando?

lEs un fraude capitalista 0una victoria de la clase obrera?", se

preguntaba Ian Gough, intentando comprender la confusion

que parece ser el unico resultado de la prolongada controver-

74

sia", La respuesta es que el Estado benefactor ha sido t.odo eso

y mucho mas.

Sur'gio, en verdad, como punto de encuen tro, por un lado,

entre las presiones de una economia capitalista cargada de

problemas, incapaz de recrear -sola y sin ayuda polttica-c--Ias

condiciones para su propia supervivencia; y, por el otro, el

act.ivisrno de los trabajadores organizados, tarnbien incapaces

de encontrar, solos y sin ayuda del Estado, un seguro contra

los caprichosos "ciclos econ6micos". Fue necesario proteger yreafirmar el principio de desigualdad social, pero mitigando

sus manifestaciones mas inicuas y menos perdurables; esti-

rnular la aceptacion de la desigualdad, marginando a quienes

no lograran contribuir a la reproduccion de la sociedad, y ayu-

dar a cada integr ante de la comunidad a paliar el irripacto

desgastante de una economia sin control politico.

En virtud de esos irnpulsos poderosos y convergentes, aun-

que heterogeneos y contradictorios, en una etapa avanzada de

la sociedad moderna (industrial, capitalista, de mercado y

dernocratica), el Estado benefactor se afirm6, aunque "sobrede-

terminado" por cierto. Las pr esiones que Ie dieron origen y 10alimentaron con\rigor a 10 largo de los anos fueron tan fuertes,

que la opinion comun llego a considerar las prestaciones admi-

nistradas desde el Estado como un ingrediente natural de la

vida moderna, tan normal como las autoridades que se elegian

peri6dicamente, 0 como la moneda oficial de cada pais.

Hasta hace bastante poco tiempo, la opinion ilustrada com-

partia al pie de la letra ese difundido sentimiento. Incluso los

mas atentos y agudos observadores tenian dificultades para

imaginar una sociedad modern a que no estuviera admiriistra-

da por un Estado benefactor. En febrero de 1980, en uri trabajo

presentado en Perugia y publicado en octubre del ario siguien-

te, uno de los mas sagaces analistas de las tendencias contem-

por aneas, Claus Offe, aseguraba que el Estado benefactor, en

cierto sentido, se habra convertido en "una estructura irrever-

sible, cuya abolici6n exigir-ia nada menos que la abolici6n de Ia

dernocracia politica y de los sindicatos, asf como carnbios fun-

damentales en el sistema de partidos". Offe expresaba Sill wtalcoincidencia con la opinion dominante cuando descartaba "~]apostura de superar el Estado benefactor".como "no muchnmas

que ilusiones, politicamente impotentes, concebidas pOF a r ng u • .

75

 

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nos ideologos de la vieja clase media". De heche, las probabili-

dades de vivir fuera de un Estado benefactor le parecian prac-

ticamente imposibles:

Sin una politica de subsidies a la vivierida en °1'3nescala ni edu-. b ,

cacion 'public~, servicios sanit.arios y seguridad social obligatoria,el funcionamiento de una econornfa industrial serfa sencillarnente

inconcebible ... E 1 desconcertante secreto del Estado benefactor es

que, si su irnpacto sobre la acumulacion capitalista puede rosultardestructivo ... su abolicion seria sencillamente paralizante ... La

contradiccion es que el capitalismo no puede existir ni con ni sin elEstado benefactor."

Todo esto resultaba convincente cuarido Offe 10 escribio. Por

UtiOS afios, las ideas de abolir 0 incluso restringir las atribucio-

nes del Estado benefactor, de entr egar los seguros colectivos a

la iniciativa privada, de "desestatizar'', "privatizar" 0"desregular"

las prestaciones sociales, parecfan fantasias irnaginadas por

algun f6sil ideol6gico. Menos de dos decadas mas tarde sin

embargo, 10 imp ens able pas6 a la orden del dia, y un Estado

para nada benefactor, as! como una economia capitalista sin lared de seguridad que significan las garantias establecidas por

los gobierrios, se yen como alternativas viables y en camino de

tr-ansforrnarae en rea1idad en todas las sociedades ricas y "eco-

nornicamerite exitosas". En 1a actualidad, las presiones para

lograr que tales situaciones 8e concreten resultan abrumadoras.

GQue papel le cupo a la etica del trabajo, 0 que funcion sele

atribuyo en este cambio, que esta terminando drasticarnente

con el Estado benefactor'? GYque imp acto puede tener este ca-

taclismo en la futura evoluci6n del Estado?

Entre la inclusion y la exclusion

Hoy -despues de aries de martilleo mental a cargo de

Margaret Thatcher, Norman Tebbit 0 Keith Joseph, y tras el

C01tP d'etat "neoliberal" de Milton Friedman 0 Friedrich

Hayek- es dificil para muchos perisar en sir William Beveridze

(si no el padre, al rnerios el partero del Estado benefactor brit~-

nico) como en un liberal mas que un socialista 0 un critico de

izquierdas de las politicas socialdernocratas. Sin embargo, para

·-76

Beveridge, el proyncto de su generoso Eslado benefactor supo-

nia el total e i.nevitable cumplirniento de la idea de buena so-

ciedad que tenia n los viejos Iiberales: "Las cosas que mas de-

seo ver realiz adas son esencialmente liberales: transladar al

nuevo murido las grandes tradiciones vivas del Liberalismo".

Puesto que "la igualda d de libertades esenciales" fue el "fin

ultimo del Libera lisrno ... podemos y clebemos usar e1poder 01'-

ganizado ds: la comunidad para incremental' los derechos de

los individuos". Pero no todos los individuos gozaran de esaslibertades y esos derechos si la comunidad no garantiza, para

el los, tanto la ausencia de Necesidades como del temor a la

Necesidad; tanto el fill de la Dosocupacion como del tern or a

esa Desocupaciori, prcvocada por el desempleo ... "·;

Para un liberal como Wil liarn Beveridge, no era suficiente

proclamar la libertad para todos. Hacia fa1ta tambien asegu-

rarse de que todos tuvieran los rnedios y Ia voluntad de uaar

esa libertad con la cual, segun la ley, cont.aban. Y a part.ir de

esas precondi.ciones para la libertad, Beveridge red acto su

Report on Social Insurance and Allied Services [Informe sobre

la Seguridad Social y sus servicios relacioriados], presentado a

un gobierno prcocupado por conquistar la paz que iba a seguira la g-uerra a punta de ganarse. Ese Inforrne, en las propias

palabras de Beveridge,

propone un plan de Seguridad Social para garant.iz ar que cadaciudadano del pais, con tal de que trabaje y contr iouya en 10

que pueda, reciba un ingreso que 10 mantenga a cubierto de rie-cesidades cuando por cualquier razun -enfermedad, accidente,desempleo 0 vejez- se vea imposibiJ:.itadode trabajar y ganar 10

necesario para BU subsistencia horirosa y la de quienes de el de-pendan. Segui ra recibiendo ese ingreso aunque car ezca de bie-

nes y, si posee alguno, la renta no le sera reducida por ninguna

invest.igacion de ingre sos."

Es evidente que el informe fue escrrto al cabo de dos siglos

de dominic indiscutido por parte de la et.ica del trabajo. Esa

etica habia cumplido su misi6n. Yel merisaje habia calado hon-

do: todo var6n sana yen condiciones de tr abajar, 10 haria mien-

tras pudiera. A mediados del siglo ;0.::, esto 5e aceptaba como

•Mean« test: exarnen 0 invast igacion del estado financiero de una persona

para determinar si tiene 0 no del.'echo a recibi r asrstencia publica. [T.]

... -77

 

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verdad indiscutible. Lo unico que quedaba por resolver era que

hacer 81 , por cualquier r'azon, no habfa trabajo disponible 0 no

era posible tamar un empleo aunque 10 hubiera. Ese temor li-

mitaba Ia Iibertad, paralizaba la inici ativa, privaba ala gente

del coiaje necesario para enfreritar los riesgos. Un seguro co-

munitario disiparia temores paralizantes y devolveria1a Iiber-

tad que todo esfuerzo de autoafirrnacion necesita.. Pero esa Ii-

bertad exigia la ausencia de necesidades, la desaparicion del

desempieo, borrar para siempre el ternor a esos fantasmas.

La idea, concebida ante todo como medida preventiva e ins-

trumental, habrfa carecido de sentido si esas libertades no hu-

bieran alcanzado a cada miembro de la comunidad, y no s610

(una vez que el dario ya estuviera hecho) a aquellos que hubie-

ran fracasado: los infortunados 0 faltos de prevision que "no

poseyeran nada propio". Concentrar la ayuda en quienes mas

la necesitaran, como proponen hoy la mayqrfa de los politicos,

ni siquiera se habria acercado al ambicioso objetivo de

Beveridge. Ofr ecer asistericia una vez que el ternor hubiera

cumplido su tarea devastadora, y quela privacion y el desem-

pleo se hubieran tr'ansforrnado en rcalidad, no habria con.tr i-

buido al sueno liberal de lograr seres huma nos audaces, segu-ros, confiados e independientes.

1ncluso en terrninos de costos y efectos, una asistencia

"focalizada" sobre quienes realmente la necesitaran habrfa sido

un mal negocio. 8i la estrategia de Beveridge hubier:a funcio-

nado, el Estado benefactor se habrfa hecho innecesario poco a

poco; pe ro, al permitir que el miedo siguiera acosando ala gen-

te como 10 habia hecho en el pasado, solo se lagro multiplicar el

nurnero de victirnas. Y asf subio el coste de darles una mana a

quienes la precisaban. La tarea era eliminar el miedo rnismo

y esto s610 podia lograrse sl las prestaciones ofrecidas, en el

caso de los afortunados y precavidos que "poseyeran alga", "no

eran recortadas por ninguna investigaci6n de ingresos" .

. La propuesta de Beveridge recibi6 apoyo casi universal, pre-

cisamento porque eliminaba la investigad6n de ingresos. Po-

cos =-si es que alguno lleg6 a calcul ar lo->-vieron mal los costos

fiscales que implicarra, y practicamen te nadie se quej6 de "no

poder contribuir a ese beneficio social" del rniarno modo que los

mtegrantes de una familia aceptan que todos tienen el mismo

derecho al alimento, sin hacer primeroun inventario de la co-

mida disponible y averiguar si hay suficiente para calmar el ~

78

apetito de todos. Como se ria lan Alan Deacon y Jonathan

Bradshaw en su excelente historia sobre Ia investigaci6r:i de

ingTesos,'; e1 Inforrne Beveridge debi6 su "trernenda popular]-

dad", ante todo, a la promesa de abolir aquella investigaclcn,

Cuando el Proyecto de Seguro Nacional finalmente se tra.nl1l'"

formo en ley, la revista The Economist (2 de febrero de 194,H)

interpret6 que era una "virtual abolicion de la investigaclVIl

de ingresos". En realidad, esa abolici6n nunca se c0l1cret6: Oil

1948, habta en Gran Bretaria tres beneficios sociales otOq,,"; l l-

dos a partir de la inves tigacion de ingresos y que Iavorecian II

unos dos millones de personas, Pero ese numero se ha yuoll.[I

ins ignificante gracias al incesante aumento de servicios ol/tc'ni

dos, en los ultirnos anos, mediante la invest.igacion de ingrul;illti,

En diciembre de 1982, doce millones de personas 5e eocont.1'H

ban afectadaspor alguna forma de investigacion de ingresos tin

ritmo de crecimiento dificilruente igualado en ningun otro earn-

po de la vida publica.

La prestaci6n universal pero sel ectiva de los beneficios H[I~

ciales (otorgados a traves de la investigacicn de ingrescs) crou

dos modelos de Estado benefactor, totalmente diferenbes: dire '"

ren tes en su impacto social y cultural, en el modo como HOII

percibidos por las distin tas capas de la poblaci6n yen las pers-

pectivas de su destino politico.

Nad ie puso mas pas ion que Richard Ti trnuss y Peltli'

Townsend en la lucha contra el reemplazo, gradual pew inexo-

rable, de las arnbiciones universa listas por las practicas f;l01(w-

tivas. En un intento desesperado por frenal' la tenderutlal

Titmuss record6 en 19686 que "los servicios para los pobres CUt! ,

ron siempre pobres servicios": cuando quedan confinados a [fUK

sectores mas bajos de la poblaci6n, reconocidos par su C;;il'kCdu

fuerza politica y capacidad de ser escuch ados, los servicios [fo;(,)-

ciales selectivos atraen, por 10 general, a los peores prof!;)sfi'OI,;la"

les y administradores ..Ambos autores sostuvieron en repol.l-

das ocasiones, tarnbien, que adernas de esta desventaja - ..do

por S1 muy seria-, limitar las prestaciones a quienes demos-

traran su pobreza provocaba otras consecuencias de largo 01 -

cance que resultarfan perjudiciales para la comunidad. 8610

cuando estuvieran orientaclas a la sociedad toda, y fueran to-

madas por 10 tanto como un derecho de todos, podrfan "promo-

verla integracion social y un sentido de comunidad, como 10

habian hecho durante la guerra"."

7H

 

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La supresiori de la invest.igacion de ingresos lleva a la cornu-

uidad de beneficia>l'ios (en este caso, a la totalidad de la pobla-

cion) a considerar que e1dinero usado per el Est.ado benefactor

ha sido bien inver tido; despues de tcdo, esos fondos se gasta-

ron para cubrir los costos del rnejor, mas generoso y confiable

scgu ro contra todo tipo de infortunio "que pueda rcsol verse con

dinero". La comunidad llega a contemplarse a sf misma como

un hogar seguro, como el lugar donde se establece dia tras dia

el cquilibrio justo (y opt.irno) entre dereches y obligaciones. Si

la prestaci6n de servicios se ve lmit.ada par una invest.igacion

de ingresos, la comunidad queda dividida entre quienes dan

sin conseguir nada a cambia y los que consiguen sin dar. (Esta

ultirua idea qued6 rnuy bien ilustrada por David Blunkett,

ministro del recientemente electo "Nuevo Laborismo", quien,

(oncarta publicada en The Guardian del 29 de julio de 1997,

rr-clujo la funcion del Estado benefactor ~al que califica de "in-

oficaz e insostenible't=- a "pzisar dinero en efectivo de un seg-

rncrrto de la comunidad a otro".) La racionalidad del iriteres se

enfrcn ta, asi, a la etica de la solidaridad: y esta misma etica

pnsa a depender de 10 que uno "pueda pagar" 0, mejor dicho, de

.1 0 que este dispuesto a cornpartir politicamente.

La consecuencia general de investigar los ingresos es la di-

vision, no la integt-acion; la exclusion en lugar de la inclusion.

'L a nueva y mas reducida comunidad de contribuyentes cierra

fila::>y utiliza su poder politico para segregar a los ciudadanos

deficientes, y los castiga pOI'no ajustarse a los cstandares que

aquellos buenos conbjbuyentes proclaman como su rasgo dis-

tintivo. Un veredicto indigriado y moral ista --como el de R.Boyson,8 quien sostiene que "se les saca el dinero a los onergi-

cos, exitosos y previsores para darselo a los ociosos, fracasados

e jndolentes}J~ encuentra cada vez mas adhesiones. Quienes

rccibcn 10 que guarda un parecido asombroso con una extor-

sion tieneri que ser mdolentes: pOI'10 tanto, la mayoria puede

atribuir su buena fortuna a su prevision. Y tienen- que ser

indolerites, tarnbien , para que la mayorfa pueda contemplar

8U propia vida como una historia de exitos. Como observ6 Joel

F. Handler, la condena a los marginados reafirrna los valores

gen,uinos 0 supuestos del sector dominante de la sociedad: "Los

observadores construyen su propia imagen al construir las de

los otros".?

Pero el inventario de los dafios no term ina aqu i.Puede afir-

marse que el efecto ultimo de reducir la acci6n del Estado a un

80

\

I·I

.. '\

LI

sector pequeno ~y, segun la opinion general, inferior--· es el

empobrecimiento de la politica y la desaparici6n del interes en

la politica por parte de la ciudadania en general. Para la ma-

yor parte de los ciudadanos, su preocupacion poria cosa publi-

ca se limita a mantener lao manos del fisco 10 mas lejos posible

de sus bolsillos. Practicamente no hay otro interes: no esperan

que el Estado les brinde mucho mas; en consecuencia, encuen-

tran cada vez menos motivos para p_articipar activamente en

la vida politica de la comunidad. Junto con el "achicamiento"

del Estado benefactor, se ha marchitado y reducido la ciudada-

nfa politicamente activa.

EIEstado benefactor, sin trabajo

Estas parecen ser las "consecuencias no previstas" (0, como

dirian Zsuzsa Ferge y S.M. Miller,!? los resultados "cuasi

intencionales, dirigidos pero no planeados") de la tendencia a

investigar los ingresos. Uno se pregunta, sin embargo, si eli-minar de las tareas del Estado benefactor la creacion de senti-

mientos solidarios fue solo fatal miopia (como 10 insinuaron

Titmuss y Townsend, pOI'un lado, y los defensores de la "asis-

tencia focalizada", pOI'el otro), 0 el resultado no deseado, pero

inevitable, de balances econornicos desfavorables.

Como ya se dijo, tanto la expiosiva aparici6n del Estado be-

nefactor en el mundo industrializado, como su asombroso exito

inicial y la cast total ansencia de resistencias que encont.ro, se

debieron a un proceso de "sobredeterminacion": fue la conver-

gencia entre numerosos intereses y presiones, provenientes de

campos antagonicos, 10 que contribuyo a crearlo ymantenerlo.

Durante largo tiempo se atribuyo la necesidad de conservar

intactas sus prestaciones a un "contrato social" no escrito en-

tre las clases sociales que, de otro modo, se habrran entregado

a una lucha sin cuartel. La sorprendente persistencia del Es-

tado benefactor solia expl icarse pOI'su papel en la creacion y

mantenimiento de la paz social: protegia mejor la acaptacion

pOl'los obreros de las reglas establecidas pOI'sus patrones ca-

pitaliatas, y 10 hacia a un costo mas reducido que la etica del

tr abajo, cuyo unico sosten firme habian sido las medidas coer-

citivas.

81

 

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Inversamente, el actual hundimiento del Estado benefactor,

la rapida dcsaparicion del apoyo que tenia entre quienes se

desvivian por su funcionamiento, Iasercnidad con que se acep-

tan la reduccion y hasta la elimiriacion de sus prestaciones, e

incluso e1abandono de sus pri ncipios, que parecian inquebran-

tables, sugieren una "sobredeterrninacion" similar. Explicar el

cambia de actitud de Jasociedad por un cambio de guardia ideo-

logico, asi como pOI'los avances de la propaganda neoliber al,

rnonetar ista y neoconservadora, serfa porier el carro delantede los caballos. La pregunta a la que hay que responder prime-

1'0 es por que la propaganda neoliberal encontr6 un auditorio

tan amplio y, aparentemente, dio en el blanco sin encoritrar

resistencia. Claus Offe tiene raz6n cuando escribe en un arti-

culo de 1987, bajo el atinado titulo de "Democracy Against the

Welfare State'?" [i,La democracia contra el Estado benefactor?],

que la rapida perdida de apoyo sufrida pOI'el Estado "no puede

explicarse totalmente con razonamientos economicos y fisca-

les, ni a traves de argumentos politicos que subrayen el ascen-

sode elites e ideologias neoconservadoras; tampoco, invocando

la justicia y legitimidad moral del actualreordenamiento delEetado"."!

En rigor, estos argumentos tan frecuentes son, en ultima

instancia, racionalizaciones politicas yjustificaciones ideologi-

cas de las medidas adoptadas, mas que su explicaci6n. El

surgimiento de elites neoconservadoras no es una explicacion

de 10 anterior; es un fen6meno que debe ser compreridido en si

misrno. Otro misteiio que requiere, explicaci6n es pOI'que las

"invocaciories morales a la justicia y legitimidad", que en otro

tiempo impulsaron y estimu1aron la continua expansion del

Estado benefactor, aparecen hoy, casi siempre, a1 servicio de

su reducci6n y total desmantelamiento.

Estuviera 0 no acotado pOI'presiones contrapuestas, el exito -

inicial del Estado benefactor habria side inconcebible en una

sociedad dominada por el capital si no hubieran existido coin-

cidencias profundas entre los seguros publicos propuestos y

las necesidades de la economia capitalista. Entre sus numero-

sas funciones, el Estado benefactor vino a curnplir W1 papel de

fundamental importancia en la actualizacion y e1mejoramien-

to de lamana de obra comomercancia: a1 asegurar una educaci6n

de buena calidad, un servicio de salud apropiado, viviendas dig-

na~_yuna alimcntacion sana para los hijos de las familias po-

82

bres, brindaba a Ia industria capitalista un surninist.ro cons-

tante de mario de obra calificada (algo que ninguna empresa 0

grupo de empresas podrfa haber garantizado sin ayuda exter-

na). Y puesto que la reproducci6n del modo capitalista de pro-

duccion depende de la renovacion constante desu mano de obra

los futures trabajadores deben prepararse como "rnercancias''

que los eventuales ernpleadores esten dispuestos a comprn r,

Pero estos no podrian ni querrian hacerlo si 5e les ofreciera un

producto inferior, El Estado benefactor, por 1 0 tanto, se dedicoa forrnar un "ejercito de reserva", es deci r, nuevas carnadas dn

trabajadores siempre dispuestos a entrar en ser vicio activo,

educados y mantenidos en condiciones adecuadas hasta II

momento de ser llarnados a la fabrica.

Pero ahora, la perspectiva de que los ernpleadores necesiton

regularmente los servicios de ese ejercito de reserva, formadc

ymantenido por el Estado, son cada vez mas rernotas. Es ml!y

posible que la mana de obra actual mente desocupada HUnCH

mas vuelva a ser considerada como rnercancia, y no tanto p~'r~

que su cali dad se haya reducido sino, sobre todo, porque do~.aparecio la derrianda. La unica demanda que puede eurgir huy

(pedidos de trabajadores ocasionales, part-time y "flexibles", y

por 10 tanto no demasiado preparados 0 especializados) dejliln1

de lado, seguramente, aquella fuerza laboral educada, sana y

segura que se cultivaba en los mejores tiempos del Estado b8-nefactor, Incluso las cantidades relativamente pequerias deaquella antigua mana de obra especializada, que algunos sec-

tores de la industria moderria podrfan seguir necesitando, son

buscados y encontrados mas alia de las fronteras de cada pais,

gracias a la jrresti-icta libertad de movirnientos de que hoy di,.,..

ponen las finanzas y a la tan ponderada flexibilidad de la ern-

presa moderna. Un reciente comentario de Martin Woollacott

define bien L a tendencia:

EI consorcio suizo-sueco Asea Brown Boveri anuncio que reduclrtn

su personal en Europa occidental en unas 57.000 personas, al tiorn-

po que crcarta nuevos puestos de t.rabajo en Asia. Le siguin

Electrolux, con la noticia de que su plantel en todo el mundc ( 1 1 . ' 1ruinuira en un 11%, con la mayoria de los recortes enAmerica dill

Norte y Europa. Pilkington Glass preve tambien reduceionos im

portantes. En s610 diez dias, tres firmas europeas clausurnson

puestos de trabajo en un volumen comparable a las cifras prOpU~1 I1

 

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el proceso productive mientras aumenta, a1 rnisrno tiempu, la

libertad de las ernpresas en sus emprendimientos multinacio-

nales. Ahora, invertir en las prestaciones del Estado benefac-

tor ya no parece tan lucrative; los mismos efectos, y mejores,

pueden obtenerse a costos mas bajos. Las "facil idades" logradas

en lugares distantes -sin mayor dificultad y bajo los auspi-

.:\ cios de gobierrios poco exigentes-- rind en mejores dividendos.

. -~. Estos nuevos negocios brindan oportunidades sin responsabi-~l lidades; y, frente a condiciones tan buenas desde el punta de

Los empleadores de la epoca anterior habian acepta.do ~~n vista econ6mico, son pocos los empresarios sensatos que, pre-

gusto que el Estado se encargara de los costos de capacitacion sionados por las duras exigencias de la cornpetencia, insisten

y reproduccion de mano de obra, porque el futuro de la empl:e- en seguir cumpliendo con su responsabilidad frerrte a sus tra-sa capitalista dependfa del aumento de la fuerza de trabaJo: bajadores.

Pero la situaci6n fue cambiando. Hoy, la mayor parte de la ga- La nueva libertad de movimientos llegajunto a la liberacion

nancia surge de los gastos "iniciales" (que llegan hasta el 80% de .viejas cargas financieras: ahora ya no es precise costear la

de los costos totales), y que no incluyen el agregado de mano de renovacion de la fuerza de trabajo. Alla lejos, reserv as aparen-

obra adicional. Cada vez mas, la coritratacion de mano de obra temente inagotables de mano deobra, virgen ymaleable, atraen

deja de ser un activo para transformarse en un pasivo. A los las nuevas inversiones. En un planeta s610 parcialrnento ocu-

gerentes, sobre todo a los altos ejecutivos de las empresas li.~e- pado por comunidades de refinados consumidores, sigue ha-

res, se los premia por planificar y realizar con ex ito reduccio- .. biendo vastos terr ito rios con trabajadores sumisos cuyas nece-di to - sidades de consumo no es necesario estimular. Las terribleses de personal. Tal es el caso de 'Thomas Labrecque, irec r

6 exigencias de la lucha por la vida bastan y sobran, No haceeneral del Chase Manha ttan Bank, a quien se otorg una r~-

tribucion de n.ueve millones de dcla res .anuales en reconoci- falta inventar deseos..siempre· nuevos que reclamen satisfac-

miento por su papel en la eliminaci6n de 10.000 puestos de~--::~fI.i!J*---===Cc1o;O:nnv:;-i'et:'l;1r:rtna'nP~CieiCnO--:;niP~eac~e'asri';dSlaJid~el(s:!triu~n"eilvj:1'13 que eS1JS d-es1;l'cfs'e~ •

trabajo. Y las Bolsas de Valores comparten yapoyan las priori- Tal pa rece ser la logica de la reproducci6n capitalista: una

dades de los accionistas. Quiza por eso Louis Schweitzer, pre- vez que se las arreglo para utitizar los deseos del corisumjdor

siderite de Renault, se sinti6 sorprendido y hasta herido poria como principal fuerza movilizadora e integradora (y como el ca-

airada reacci6n de la opinion publica ante el eierre de las plan- mino para resolver conflictos y mantener el orden), el

tas de la empress en Belgica; sin embargo, la medida h~bi.a capitalismo tiende, a largo plazo, a valorar la importancia del

sido firmemente respaldada por la Bolsa de Valores -la ulti- desempleo. Cada nuevo lote de terreno explotado segun el modo

rna palabra en cuesti6n de buenos negocios- que respondi6 al capitalista de producci6n sufre, tarde,o temprano, de agota-

cierre con un alza del 12% en las acciones de Renault.P miento del suelo y resulta victima de la ley de rendimientos+ T'or engorrosos que resu lta ran desde el punto de vista decrecientes. Para- que la produtci6n siga siendo redituable, es

impositivo, los servicios de bienestar publico administ~ados _ P O l ' precise buscar nuevas tierras, hasta ahora no cultivadas. Esto

el EsLado representaban, para las empresas, una buena inversion: explica, en gran medida, la presion tendiente a elimiriar cual-

cada vez que una compafua deseara expandirse iba a requerir, quier barrera que se oponga al libre comercio y sobre todo ala

necesariamente, mana de obra adicional: y para eso tenia, siern- libertad de movimientos del capital. Y explica mucho mas si se

pre disponibles, a los beneficiarios del Estado benefactor. Aho- tiene en cuenta que esapiesi6n va unida auna segunda: la

ra, sin embargo --cuanc!9 los negocios se miden POl' el valor de que tiende a impedir los desplazarriientos de la mano de obra.

sus acciones y dividendos antes que por ~I volumen de su pro-. Porque hoy, en todo el mundo, a los Mahomas del capitalles

duccion-i-, la funcion de la mana de obra es ::ada vez me~or en conviene -y les cueata menos->- trepar a las rnontarias donde

tas pOl' losnuevos gobiernos de Francia yGran Bretana para crear

ernpleos ... Es notable que Alernania haya perdido un mjlJ6~ detrabajadores en-cincoancs, rnientras sus compatrias estan~edlca-das a levantar nuevas plantas industriales en Europa oriental,Asia yAmerica latina. Si la industria de Europa occidental se eata

mud~ndo en bloque, todos los argumentos sobre Iamanera de en-frentar el desempleo desde los gobiernos deben ser consideradosde importancia lirnitada.'? -,

8485

 

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est.a la mano de obra que convocara esas montafias hacia sus

tradicionales centros de produccion.1-\110 I'a, tanto el "ejercito de reserva de trabajadores" como ....

los costas para mantenerlo en condiciones de entrar en servi-

cia son mundiales; pero los servicios sociales dependen como

siempre de un Estado y -como la autoridad estatal misma~

siguen siendo locales. LOti brazos del Estado son demasiado

cortes para llegar a donde se los necesita. La antigua asisten-

cia del Estado perdi6 su importancia para la expansion y segu-ridad del capital. Los empresarios locales saben demasiado bien

que, para seguir siendo prosperos empresarios, deben dejar de

ser locales. Y para eso necesitan primeros ministros y cancille-

res, que actuen como agentes de negocios para presentarlos a

las autoridades de los paises donde decidan invertir, a fin de

ganar su amistad pOI'media de viajes diplornaticos y, si fuera

necesario, para financial' esos viajes ..

Y el interes primordial, el eje alrededor del cual giraba toda

la organizaci6n del Estado benefactor, desaparece del proyecto

de que algu na vez fue sosten, Sin el, todo el edili~io se derrum-

ba; sabre todo, pierde su fundarnentacion politica. Al desapare-

cer las ventajasde financial' la educacion yIa reproduccion demana de obra (mana de obra que muy dificilrnente la industria

vuelva a necesitar), los empresarios de la nueva era ~ni bien se

les pide que compartan los costas de los servicios sociales-> ha-

cen usa de su nueva libertad para llevarse a otros parses, menos

exigentes, su dinero y sus empresas. En consecuencia, los go-

bier nos que insisten en rnaritener intacto el nivel de beneficios

se yen acosados por el temor a una "catastrofe par partida do-

ble": la rnult.iplicacion de los desheredados y el masivo exodo de

capitales (y de posibles fuentes de ingreso para el lisco).

Siempre es posible convencer a los empleadores de que se

queden; per o es necesario reducir para ella el costa de los ser-

vicios socialcs. En este caso, la garantia de una supervivencia

minima -nucleo central de la idea del Estado benefactor- es

un obstaculo mas que una ayuda. Aderrias, y esto es quiza 10

mas import ante, la creciente pauperizacion de la fuerza de tra-

bajo resultaria, tarde a temprano, contraproducente: los tra-

bajadores locales son tarnbien los consumidores locales, y el

exito econ6mico de los productores de bienes de consumo de-

pende de la solvencia y disposici6n para pagar que tengan esos

modestos pero numerosos consumidores.

86

A pesar de verse amenazado por el derrumbe de sus funda-

mentos economicos, (,no es posible mantener el funcionarnien-

to del Estado benefactor can el apoyo que goz6 en otro tiempo,

proveniente de todas las clases socia1es y mas alla de los lirni-

tes de los partidos politicos? Despues de todo, hasta hace poco

I la his tori a vino demostrando que, cuanto mas se arnplta una

democracia, mas presiona en defensa de los debiles y de algun

seguro colectivo contra la debilidad. Desde queel derecho al1lfQtfj

se universalizo, fue usado repetidas vecespara llevar a] gt~~bierno a politicos que prometian reparar en forma colectiva h)H

infortunios sufridos en forma iridi vidual. El principia dd E:~t(l"

do benefactor parecia segura en manos de la democracia, M(lil

auri , el crecimiento indetenible de la proeeccion a los d :8 'llii'lo H ~

adrninistrada par el Estado irrspi ro a los EQLit_@lag:os , a par~'.ir

de T. H. Marshall, a incluir los derechos sociales 'embfloci(\tl

misma de ciudadania democr atica, considerandn ! & \ J ssos dOl'u

chos como producto inevitable de la 16gica.Giemrrtnatica.. ,

Ciertas teorias populares explicaron esaJ'6gtca sugiriendc, HI'I

poco rornanticamente, que las practices deraocraticas co rnu 1 . 1 1

les cultivan un sentimiento de responsabilidad por e1 biG.p~l, ' .; t .HI·

de toda la comunidad, que es compartide=por todos.-Alr~1!1111,"analistas agregaron que, puesto qo.enadie'~1it5iqo.iera ~.osrklltH

puede sentirse segura sin una red de contemd6n confiabh: , II I

asegurarse contra una caida par debajo de los niveles ell ' IIUII

vida digna resultaba indispensable tambieri, como forma do PI'I!'

teccion colectiva, para quienes se encontra.rana.sBlvn, : !_Ho!lOdl '

otro modo: durante casi un siglo, la logica visible de 13dtllHI)CI111·'

cia hizo pensar que, aunque algunos necesiten-y c014flllb Uj'.

gencia- mas servicios sociales que otros, Iaexiste,ncin 1 , 10 n l . !! ' 1 lI

servicios y su disponibilidad universal benefician a todox,

;.La mayorfa safdsfecha?

Hace dos decadas que los hechos parecen negar I ll·ln. '11111l

deducciones. En un pais tras otro, la mayerta de los VlltllJ!1.1111

apoya a los partidos que, explicitamente, x·ec1amaa In ]'11.1111'

cion de las prestaciones sociales a prome,iJ.enreducir 1 1 1 1 1 1 1 1 1

puestos ala renta individual, 10 que tiene el mismo lllild.ll, I,ll

frase "Aumentar los impuestos'' es un anaterna en hncHl f l i t It,~politicos y una maldicion en los oidos de los, vo~anttHL

~., f l l

 

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5/11/2018 Zygmunt Bauman Trabajo, Consumismo y Nuevos Pobres (Libro Completo) - slidepdf.com

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La abrurnadora unanimidad sobre este punta manifestada

par todos los partidos sirvi6 a algunos anal istas para anunciar

el nacimiento de una "nuevasolidaridad", de un nuevo consen-

so politico que ilia "mas alia de Laizquierda y Iaderecha". Pero

se olvidan de que, no hace rnucho, e1 Estado benefactor tras-

cendia tarnbien a los partidos, y se presentaba como base y

expresion de una genuina solidaridad entre las clases sociales.

Efectivamente: las polit.icas del Estado benefactor contaron

siempre can amplio consenso democrritico. El conseriso se man-

tiene, como hace media siglo; s610que ahora se expresa justa-mente en sentido contrario. Lo que hace falta explicar es este

cambia de frente.

Ynadie explico mejor ese cambia y sus efectos politicos (hace

s610dos decadas, todavta impredecibles para los mas agudos

especialistas) que John Kenneth Galbraith en su debate sobre

la "mayoria satisfecha". (,C6mo es posible, se preguntaba, que

en una comunidad dernocratica lamayoria de los votantes apoye

el aumento de la desigualdad? Tal cosajarnas habia ocurrido; al

menos, desde que el voto es realmente dernocratico, desde que

5e extendi6 de las clases propietarias a todos los ciudadanos

adultos.

Pero debe de haber habido una buena razon. Los pobres eindolentes, los que nunca consiguieron bastarse a si mismos ni

Hegar a fin de mes sin ayuda de los demas, siempre fueron

minoria, incluso una insignificante minoria en 10 politico. Era

muy dificil que se presentaran a votar en las mesas electora-

les, y siempre result6 mas facil descuidar sus intereses y de-

seas. Esto, en modo alguno ponia en peligro las posibilidades

de un candida to. La mayoria que favorecia alguna forma de

redistribucion de la riqueza, la correcci6n de las desigualdades

y, sobre todo, las garantias colectivas de bienestar individual,

debia, par 10 tanto, provenir de otro sector. El "votarite media",

c6modamente instalado a una buena distancia de la pobreza

extrema, formaba sin duda parte de ella. Los que vot.aban en

favor de la red de contenci6n (sostenida por el Estado) deben

de haber sido quienes no tenian intenci6n de usarla en 10in-

mediato; gente que, incluso, esperaba sinceramente no tener

que usar lajamas, Aprimera vista, actuaron en forma altruista,

dispuestos a realizar un sacrificio personal a cambia del cual,

probablemente, no recibirian recompensa alguna en un futuro

cercano y, can suerte, jamas. t,Que los llevaba a comportarse:

asf?

88-

La mas probable es que el verdadero motivo fuera su falta

de seguridad en sf mismos. Haste entonces se las habia.n arre-

glado solos; pero, (,como saber si la suerte (puesto que era una

cuestion de suer te) les duraria siempre? Veian el mundo que

los rodeaba: toda forma de prosperidad era irregular,

tambaleante y variable; la mas espectacular de las fortunas

podia desvanecerse sin dejar rastro, arrastrando al abismo a

rnillares de existencias menores y mas vulnerables. (,Con que

recursos era necesario contar para estar real mente a-salvo? La

seguridad, (,norequiere, acaso, bases mas solidas que cualquier

cosa que puedan llegar a idear los mas esforzados? Parecian

preguntas razonables, quiza ret6ricas, perc que tenian una

unica respuesta.

Las circunstancias tienen que haber cambiado para que hoy

esas preguntas ya no se formulen; si aparecen, encuentran siern-

pre una respuesta del todo diferente. Boy, la mayor parte de

los votantes medias parecen serrtirse mas seguros si ellos rnis-

rna administran sus asuntos. Necesitan, todavia, un seguro

contra la mala suerte y otras contingencias, pues no las con-

trolan mejor que sus padres, pero suponen que el tipo de segu-

ro que pueden cornprar en forma privada les ofrecera mas y

mejores beneficios que los servicios de baja calidad que el Es-

t.ado les proporcionarfa. No es tanto una cuestion de confianza

sino una simple reflexi6n: cualquier forma de confianza en sf

mismo es siempre mejor que los riesgos inevitablemente aca-

rreados.

Esta nueva conviccion (0 resignacion a 10inevitable) altera el

equilibria entre los sacrificios par hacer para conservar los be-

neficios sociales yel valor de esos beneficios; modi fica, al rnenos,

la valoracion de ese equilibrio' enmomentos t.ranquilos y felices,

cuando recurrir a la asistencia del Estado parece una emergen-

cia-absolutamente improbable. Tener dinero en el bolsillo gra-

cias ala reduccion .de impuestos parece una perspectiva mejor

que laposibilidad, en gran medida abstracta, de recurrir a aque-"

lla asistencia, cuya calidad y cuyo atractivo se reducen dia tras

dia. La asistencia del Estado, para decirlo en terrninos sencillos

y actuales, "no rmde el dinero que cuesta". .

La forma enque el votante media considera el equilibrio entre

costas fiscales y beneficios sociales cambia tarnbien pol' otros

dos motivos que refuerzan indirectamente el deseo de confian-

za y autonomia, y hacen menos atractiva todavia Ia alternati-

va de recurrir a los servicios del Estado.

89

 

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En primer lugar, estan 108efectos a largo plazo del principio de

'investigaci6n de ingresos, Uno de estos efectos es el incesante y

continuo deterioro en In calidad de los servicios sociales, Como

puede esperarse, W1avez reservados para quienes los necesitan,

eSOBservicios ya no sufren la presion politica de los que "no los

precisan" (al menos hasta el memento), y se convierten en blanco

de medidas propuestas por los politicos que prometen reducir

irnpuestos para ganarse el voto de los afortunados, ya que lagen-

te mas necesitada carece de fuerza propia.No hace mucho, el nuevo gobierno socialista de Francia, al

priorizar el cumplimiento de los criterios presupuestarios que

iban a Ilevar a la moneda unica europea -entonces en proyec-

to-, adopt6 el criterio (por mucho tiempo evitado) de la inves-

tigaci6n de ingresos, e introclujo un techo a las asignaciones

familia res que, hasta entonces, eran de car acter universal. Re-

sumiendo_la experiencia de los otros pafses que habian segui-

do anteriorrnente el mismo rumbo, Serge Halimi observ6:

Se empieza pOl'nogarles a las clases medias el acceso igualitario

a determinadas prestaciones colectivas. Luego, esas prestacio-

nes aparecen asociadas a los mas pobres, los unicos que pasana beneficiarse con elIas. Y las cifras destinadas a las prestacio-

nes disminuyen mas y mas, segun la regla de que (en la ex.pre-

si6n estadounidense) "los prograrnas para pobres son progra-

mas pobres", Tarde 0 temprano, se descubren "estafas, engarios y

abusos'': una madre soltera, generalmente negra, que usa sus

cupones para comprar vodka (una cantinela demasiado repet ida

entre los seguidores de Ronald Reagan); los pobres son irrespon-

sables y solo tienen hijos para gozar de las prestaciones publicas,

_ etc. Laultima etapa se cumple cuando, una vez evaporada la po-

pularidad de los beneficios estatales, las clases medias, a las que

ya no les interesa sucontinuidad, aceptan laabolicion del Estadobenefactor, l~

, Lirnitar los beneficios de los servicios estatales a] segmento

politicamente margiriado del elector-ado resulta, asi, una rece-

ta perfecta para bajar la calidad de esos servicios a un nivel

que, a los ojos de los segrnentos algo menos ernpobrecidos, de-

terminant que, en comparacion, hasta la mas dudosa de las

aseguradoras privadas parezca un lujo. (Seria interesante, sin

embargo, rnedir hasta que punto el deterioro de los servicios

estatales hace bajar tambien la calidad de las prestaciones pri-

90

vadas y, en corisecuencia, reduce el nivel de atenci6n de la po-

blacion en general.) EI descenso constante en la calidad de los

servicios cs el mojor argumento contra el costo que represen-

tan: su calidad esta lleganclo a un nivel tan bajo que, para la

mayo rIa del electorado, cualquier cifra destinada a ellos es cli-

nero ar rojadoa 1abasura.

Otra consecuencia de la investigacion de ingresos es el es-

tigma que significa para los beneficiaries. El mensaje implicito

-aunque no se 10 forrnule en estos terrnirios-c- es: la necesidadde asistencia indica el fracaso para vivir al nivel de la mayo ria,

que no parece terier dificul tades para alcanzarlo. Solicitar un

berieficio es, por 10 tanto, admitir ese fracaso. Es tomar una

decision vergonzante, es automarginarse, porque lamayor parte

de Ia gente nunca parece recurrir al erario publico, (Todo 10

que la gente obtiene, como exenciori de impuestos, obtenci6n

de beneficios profesioriales 0 subsidios ernpresariales directos

o indirectos, aparece en las cuentas del Estado a su credito, no

como debito.) La perspectiva de solicitar beneficios no resulta

atract iva, y esto hace que cualquier otra alternativa parezca

mas deseable y razoriable, sin importar su calidad.

En segundo lugar, esta el surgimiento de la sociedad de con-.sumo y de la cultura consumist.a. El consumismo valera, mas

que nada, la elecciori: elegir, esa modalidad puramente formal,

pasa a ser un valor en sf misrno, tal vez el unico valor de esa

cultura que D O requiere, ni permite, justificacion. La eleccion

es el metavalor de Ia sociedacl de COnSmTI0,el valor que ruide y

jerarquiza los dernas. Y esto no puede extrariar: la capaciclad

de elegir que bene el consumidor es el ref1ejo de la competen-

cia, que a su vez es el alma del mercado. Para sobrevivir, y

mucho mas para prosperar, el mercado de consumo debe hacer

al consurnidor, antes, a su propia imagen: la competencia le

ofrece la eleccion , y la posibilid ad de elegir hace atr activa la

oferta.

EI mito del consumidor exigente, y el del mercado como pro-

veedor de la libre elecci6n y guardian de la libertacl de expre-

sar preferencias, se alimentan y cultivan reciprocamente. Siu

el primei-o, seria dificil imaginal' al segundo. El buen consumi-

dol' es el que aprecia el derecho a elegir mas que el objeto quese elegira, y celebra sus visitas al mercado como la publica

manifestacion de su sabiduria. La amplia var iedad de produc-

tos exhibidos, junto a la posibilidad de elegii uno entre muchos.:;;

~ J

 

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U\'1'08, eleva a cualquier aficionado a la categoria de conruueseur.

AI mi srno tiempo, sel' una persona habilidosa y cultivada en el

nrte de elegir es, en la sociedad de consume (una sociedad

cstratificada segun el talento para elegir), el honor mas cedi-

ciado. La conviccion de saberse capacitado para elegir es la

mris g<'atifica nte.15

lnversarnente, una situaciori sin eleccion -la necesidad de

tomar 10que se recibe s610 porque a uno no se Ie ofrece otr a

(:osa; 13 de no tener voz en la decision-s- es, en corisecuencia, el

.uitivalor en la sociedad de consumo. Estar incapacitado para

«lcg ir result-a, en sf mismo, degradante y hurn ill ante, irideperi-

dienternente de los efectos que tenga sobre el bienestar de quien

sufre esa situaci6n. Es, tambieri, una condicion profundamen-

tc insatisfactoria, triste, abu rrida y rnonotona. Los bienes al-

canzan todo su brillo y atractivo precisamente por haber sido

l11ugidos;si se suprime Ia elecci6n, su seducci6n se desvanece

sin dejar rastros. Un objeto "elegido libremente" tiene el poder

de otorgarle a qui en 10elige una distincion que los bienes "sirn-

plemente adjudicados" jamas podrrin briridarle. Uri consumi-

dol' maduro y experimeritado, par 10tanto, valorara la posibilidad

de elegir, COIltodos sus riesgos y sus trampas, desconocidas yhasta atemoriaantes, antes que la seguridad relativa que pue-

dan ofrecerle el racjonarnien to y el reparto previstos.:" El con-

xumidor ideal esta dispuesto a tolerar la inferior idad relativa

de l objeto de corrsumo s610 por haberlo "elegido libremente",

sin que se 10adjudicarari.

POI'todo esto, 13ordenada insti tucion del Estado benefactor -

()stj, en corrtradiccion absoluta con el climareinante en 10.so-

cierlad de consumo; y esto, independientemente de la calidad

de las prestaciones que ofrezca. Asf como la cornercializacion de

un producto no puede realizarse sin promover (aunque sea boca

a boca) el culto de la diferencia y 1 3 eleccion, el Estado benefac-

tor carece de sentido si no apela a las ideas de igualdad de-necesidad y de derechos de los hombres. EI corisurn ismo y . el

Estado benefactor son por 10 tanto incompatibles ..Y el que lle-

va todas las de per der es el Estado; la presion ejercida por Ia

mentalidad del consumidor es abrumadora. Aunque los servi-

cios ofrecidos por el Estado fueran de calidad muy superior,

cargarian siempre con una falla fundamental: les falta la su-

puestamente libre eleccion del consurnidor. Y este defecto los

descalifica, a los ojos de los consumidores fieles, creyentes y

devotes, mas alia de toda redenci6n.

92

'1 '

EI exj to que provoc6 el fill.

Dicho esto, algunas preguntas quedan sin contestar. (,C6mo

es posible que tantos miembros de la sociedad moderna se ha-

yan convert.ido en refinados cons umidores? (,Por que una rna-

yorta tan importante prefiere hacer sus propias eleccio~es de

consumo, en lugar de depender de una cobertura garantizad a,

sin.riesgos, para todas sus necesidades basicas? (,C6mo es posi-

ble que- esa mayoria se muestre tan conforrne, a pesar de haber

sido abandonada a sus propios recursos y l ibra da a su ingeriio

e inventiva? Quiz as el siguiente ejemplo permita vislumbrar

las razones.Durante la ultima deca da, una ola de protestas recorri6 los

Estados Unidos. Se trataba de oponerse a la Hamada "accion

afirmativa" [affirmative action] que, para borr ar antiguas dis-

eriminaciones basad as en el color de la piel, facilitaba el acceso

a los empleos, asi como la admision y la grad_uaci6n en las _uni-

versidades, de negros e hispanos (astadounidenses de ongen

lati noarnericano), Estos aspirantes, provenientes de estratos

sociales hasta entonces rnarginados, se encontraban en des-

ventaja para una competencia abierta con los "bl ancosanglosajones", mejor ubicados socialmente y que, por 10gene-

ral, habian recibido una educaci6n mas esmeruda, Aesa ola de

protestas contribuyeron, hay que decir lo, los miembros conser-

vadores de las Cortes Suprema y Federal, nombrados en la era

Reagan-Bush. Pero la protesta, en sf, era de esperarse, ya que

muchos padres de estudiantes blancos estaban desconcertados

e indignados porque otros alumnos, con calificaciories infe1:io-

res, ocupaban las vacantes que sus hijos no habia n consegU1?O

a pesar de haber logrado mejores resultados en las evaluacio-

nes. Lo sorprendente, sin embargo, fue el creciente nurnero de

afronorteamericanos que se sum6 a la protesta. De hecho, el

primer caridid atqdel Partido Dernocrata que gano una baricaen la Legislature estadual de California con una plataforma

que exigia el fin de la "accion afirmativa" fue Ward Cor:nerly,

un acaudalado empresario negro. Aunque censurado y difarna-

. do pOI'muchos activistas negros e hispanos, Connerly.obtuvo

un importante apoyo, abierto 0 tacite, en la cada vez mas flore-

cierite clase media negra norteamericana. El argumerito que

mas profundamente movil izo a ese creciente sector social y

etriico fue el de su dignidad y su auteritica afirrna.cion: la lla-

93

I

 

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mada "accion afirrnativa" ---entendian-- devaluaba y empe-

queriecfa los logros de los nurnerosos negros que "habian Uega-

do". Para ellos, habria sido mucho mas gratificante que nadie

hubiera podido considerar BUexito como inmerecido, como un

regalo en lugar del resultado de su esfuerzo consciente, su ta-

lento personal, su t.rabajo tesonero y la correcta etBcci6n de un

estilo de vida.

El argumento de quienes apoyaban a Connerly era simple:

"No necesitamos muletas", "Podernos arreglarnos nosotros so-los", Pero, (,de d6nde salio, repentinamente, tanta seguridad?

La respuesta la dio el rnismo Connerly: "Todos pueden !legar

porque el campo de juego, ahora, esta mas al alcance de to-

dos"."? Y aquicabe una reflexion: si el campo de juego se habia

igualado para todos era, precisamente, gracias ala "accion afir-

mativa"; allf esta el exito innegable y el logro hist6rico de aquella

polftica. Una de cada tres familias negras norteamericanas

cuenta, en la actualidad, con un ingreso igual 0 superior al

promedio estadounidense (35.000 dolares anuales); hace ape-

nas 25 afios, las que disponian de ese ingreso eran menos de

una cada cuatro. Mas de una de cada cinco familias negras

puede, ahora.jactarse de un ingreso anual superior a los 50.000

dolares que, en los Estados Unidos, constituye el indice de ri-

queza. Hay miles y miles de abogados, medicos y gerentes de

empresas negros, gente que es escuchada y puede hacerse es-

cuchar, (_Podda haber sucedido todo esto sin la "accion afirma-

tiva"? Segun una reciente investigacion llevada a cabo por la

Escuela de Leyes de la Universidad de Nueva York, de los 3.435

negros que ingresaron Como estudiantes de Derecho y, por 10

tan to, t.uvieron la posibilidad de acceder a una de las profesio-

nes mas lucrativas de los Estados Unidos, s610 687 habrian

estado en condiciones de ingresar de acuerdo con los resulta-

dos de sus exameries.

E n menos de un cuarto de siglo, la "accicn afirrnativa" logro

un rendimiento comparable al alcanzado por los fundadores

del Estado benefactor: "su propio exito implied su desapari-

cion". Pero, si fue asi, las cosas no sucedieron del modo como

los visionaries las habian imaginado. Gracias a la discrirnina-

ci6n positiva, una nueva clase media negra Burgio en los Estados

Unidos, ahora segura de 51 misma. Sus miembros no quieren

que se les recuerde que llegaron hasta alli, no por su propia

inteligencia y su esfuerzo, como hacen -0 se supone que ha-

94

cen~ otros estadounidenses, sino porque se los ayud6 cargan-

do los dados. Con toda Ia voz proc1amanque, si ellos "llegaron",

los dernas tarnbien pueden hacerl o; si alguno no 10 hizo es por-

que no 5e esfor zo 10 suficiente. Quienes 10 lograron, por 10 tan-

to, 10 hicieron zracias a que 10intentaron como debian.

'Para que todo esto resulte creible , sus cornpaneros de deati-

no mas pobres deben ser observados con sospecha y des den;

hace falta, sobre todo, exigir la eliminaci6n de "privilegios", de

ese irritante recordatorio que seriala un "triunfo" logrado conayuda. Quienes llegaron a la cima ya no necesitan las muletas

del Estado; es mas: estan ansiosos POl' deshacerse de ellas. Los

prirneros en llegar son los prirueros en declarar inuti l aquelln

ayuda y en quejar se por la sornbra inicua y degradante que

proyecta sobre quienes la reciben.

No es este, sin embargo, el significado que aquellas politicas

-tanto el Estado benefactor como la "accicin afirmativa't-e-hn-

bfan tenido para los creadores. Aquellos precursores sori,atOII

con la eliminaci6n de las privaciones que habian hecho OtlCt!HII

ria en principio la asistencia a quienes carecian de medios () 11\

discrirninacion positiva para cornpensar la desigualda:dI iJj'l"lI:i

trada a 10largo de generacioneB y, de ese modo, penI;lilh I~IU'

todos tuvieran las rnismas oportunidades. Pero sm;;~cHQ)I ' ~ I I

bastante diferente: aquellos a quienes la comunidad I C 6 . H O O t r i h l . '

yo a elevar por encima de su posicion inferior inicial no I~;I)I(I

dejaron de necesit.ar la ayucla sino que 5e convntiereu, Lum

bien, en sus fero~~s detractores. En cierto modo, la "aecidn ~Inl'

mativa" habia creado sus propios sepultureros. "Los {:l:dl,,(JHIH\

profesionales negros, que Ilegaron a la clase. media a.lta c J i ' l ' ! ' , 1 "

tamente desde la marginalidad del gueto, ticnen mas fllntl"ll

para seritirse moralmente superiores a sus colegas blancos pHl'11

censurar al "Estado ninera" :y, al hacerlo, parecer sinccrns l/

creibles. Ellos llegaron, elias 10lograron, probaron queq·Je J I ' f S : )dia hacer y ahora alientan a los dermis a hacer le mjs_u\t1,Pl'l,'II,

'pueden hacer 10misnio ahara que ya no existee] [Jd!?)I-\"nHillll

tell ajuste de puntajes en relacion con el color d.e p' iel '? 1 , : 1 111 \ 11

pasado, en la Escuela de Leyes de Universidad o@"i II\V!lH:1 1I1 fP '"

so un 5,9% de estudiantes negros. Este ario, des,plJlI'\H1.. hllll,'f

se suprimido la "discrtrni.nacion posit.iva", la p£lf)IWn'!OII J,I',II

del 0,7%. (.Quien se hara cargo, en la proximagcru-rurtou, ,I " IIIindignaci6n contra Ward Connerly'?,

IH I

 

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Los casas de la "accion afirrnativa' y el EsLado benefactor no

sun, desde luego, identicos: la idea de-los servicios sociales a

cargo del Estado estaba dirigida contra cualquier forma de dis-

crimiriacion y sin embargo, en su etapa final produjo una discri-

ruinacion que fue cualquier cosa merios "posit.iva"; pero su

mecanisme psicosocial "un exito que implica desaparici6n" fun-

ciona del mismo modo en ambos casas. La "mayoria satisfe-

cha" de Galbraith es, en no escasa medida,producto del Estadobenefactor y prueba de su exito.

Los servicios sociales a cargo del Estado no llegaron a reali-

zar el suerio de sus fundadores: exterminal', de una vez y para

siurupre, la pobreza, Ia humil lacion y el desaliento. Pero surgio

una generaci6n educada, con buena sal ud, confiada, segura de

H i misrna y celosa de su nueva independencia; y esta genera-

cion rechaz6 la idea de que es deber de quieries han t.riunfado

cl ofrecer su ayuda a-quienes siguen Iracasando. En los oidos

d(~esta gerieracion, de estos hombres y mujeres que "se hicie-

ron a sf misrnos" gracias ala asistencia de un Estado dispuesto

a ayudar, los argumentos sabre el irnpacto negative de los ser-vicios sociales resultan particularrnente reveladores. Aunque

no es tan clare, sin embargo, que esos argumentos sobrevivan

ala generaci6n mas dispuesta a aceptarlos como verdaderos.

Hay razones para suponer, como Martin Woollacott sostuvo

rccienternerite, que las medidas planteadas par los responsa-

bles de los ultirnos carnbios como solucion a las contradicciones

ruales 0 supuestas del Estado benefactor se reducen a:

sacar provecho, simplemente, de aquello que en terminos histori-

cos es s610un momenta: e1momenta en que e1capital social acii-

mulado por el Estado benefactor no se ha disrpado del todo, y los

nuevas costas provocados por su caida no lleg'arori todavia a serenorrnes. Eos costcs sociales -tanto los del Estado benefactor, como

los del neoliberal- son siernpre grandes, pero Jos de un Estado de

transicion entre ambos pueden ser corisiderados pequeiios, quiza

par ignorancia 0 po r ocultamiento. Yes posible que Lo sean, pero

5610 por un tiernpo.Y

Notas

1. "Bienesrar publico" [Public wel(arel es Ia expresion propu~ por Kirk

Marin en su arialiais sobre la distincion que Richard Titmuss establecio en

1955 entre bienestar fiscal, ocupacional y social. Luego de senalar que sepa-

96

~ .

rar el "bicnestar social" de los otros res u lt.a " en parte en/rano . '.I t b

. ." ~ >;0, pue sto queos res son, 0 vrarne nte, sociales , Mann propone hablar de bienest . ibli

"E rbl i di ~ arpu. r-co. s pu ICO.- lee ,\lann- en el sent.ido de que todos 10yen y practica-

mente t~~os 10ldentlfic~n can el Estado benefactor". Veass K Marin (1992)

The ,'v1~funlJo ( an English Unde!'clas:: The Social Divisions of Welfare and

;::bow. Buc~m.eh~m; Open Ur_llWrslty Press, p.13. Usa aquf la expresi6n

bieriest.ar publico" en uri sen tido alga difaranta del propuesto POl' Marin:

com.ou.na Idea genor aliz able a todas las formas, mas especificas, del bieries-

ta.r ~ndlv,ldu~1 garantl~ado colectiva~1e.nte, sin importar que forma adopte 18prcstacion TIl que instit ucion la administre.

2. I: Gough (1979), The Political Economy of the Wellare State. Loridres:Macmi.l lan, p. lL

3. C. Offe (1984), Contradictions of the Welfa,-e State. Londi-ss: Hutchinson

pp. 152-3 [Call tradicciones en el Estado del Bienestar. Mexico, Fondo de Cul-tura Economica, 1990, pp, 141-142.]

4. Sir W . Beveridge (1945), Why Iam a Liberal, citado en E. K Bramsted

y K J. Mel huish (cornps.), Western Liberalism: A History in Documents from

Lache to Croce. Londres: Longman, 1978, pp, 712 SS.

5:A Deacon y.J. Bradshaw (1983), Reserved for the Poor: The Means Test in

British. Soci~l Policy. Oxford: Basil Blackwell & Martin Robertson, pp. 1-42.

6. R. M. Titmuss (1868), Commitment to Welfare. Londres: Allen & Unwinp. 143. ' ,

7. A. Deacon yJ.Bradshaw, op, cit., p, 6.5.

8. R. Boyson (cornp.) (1971), Down with the Poor. Lond res: Churchill Pressp.5. '

9. J. F. Handler y J. Hasenfeld (1991), The Moral Corvstructiori ofPoverty

[La explicacion moral de la pobrez a]. Loridres: Sage, p. 16.

1~. Z. Fergo y S.M. Miller (cornps.) (1987), Dynamics of Deprivation CDi -narnica de la pauperizacion], Al~ershot: Gower, pp, 297 Yss.

11. C. Offe (1996), Modernity and the Slate: East, West. Cambridge: PolityPress, p. 172.

12.M. Woollacott (1997), "Bosses must learn to behave better again" TheGuardian, 14 de junio. '

13. D..Duclos. (1997), "La cosmccratoie, nouvelle classe planetaire", Le

}.londe Diplomatiqun, agosto, pp. 14-15.

14. S. Halimi (1997), "Allocation, equite, egalite", Le Monde Diplomatique,agost,o, p. 18.

15..Esto, desde lucgo, es una ilusion, como reiteradamente 10senal an los

estudiosos del consurnismo, pero una ilusion que orotcce la realidad v sin la

cual Ia rea.l~dad del rnel:cad? no podrfa funciona:r. De\echo, la pro;nesa y

In ostentaClOn de la eleccion (iacluso de una simple harnburguesa McDonald's

en cualqulera de sus encarnaciones) apelan al arnor a la elecci6n cultivado

can insistencia para atraer riuevos consumidores al mercado doride la varie-

d~? de la elecci6n. ya esta fijada y limitada en forma estricta. Elijan 10que

clijan, lo~ consu~ldol'es jaruas se apar taran de 10 que 5e Ics ofrece, y la ofer-

ta no esta determinada por la eleccion de los consurnidoras. La dictan geren-

tes que no fueron elegidos: los administradores de las empresas multiriacio-

nales que se acercan cada vez mas al gobierrio monopolico de los mere ados de

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~UIlIiUIIlO. Corno dcscubr.o .John Vidal ("Empir," of burgers", The Guurdian,

20 dejunio de 1997): "En echo sectoros, orst.re los que 5eencuentran 105 auto-

movi les, el espacio acrco, la electronica, el acero, los armaruentos y los me-

dios, las cinco mayores corporaciones controlan el 50% del mercado rnun-

dial". Y concluye: "Este poder ha dejado de se r s610 financiero: es tambieri

cultural. Est a crnpezando a regir 108 fundame ntos de la vida. Dioz corpora-

-Clones cunt.rolan en la actualidad casi todos los aspectos de la cadena rnun-

dial de los alimeritos. Cuat ro controlan el 90<;0de las export ..aciones mundi a-

les de maiz. trigo, t.abaco, te, pina, yut.e y productos forest ales".

16. Recordernos que una de las mas eficaces acusaciones en la camparra

que los paises occidentales ---durante los anos de la Guerra Fria~ lanzar cn

contra los regtmenes cornunistas. fue la que subrayaba la ausencia de elee-

cion en las tiendas. No irnportaba si los consurnidorcs sufrfan harnbre 0 pri-

vacion, 0 si se solucionaban 0 no sus necesidades basicas. Loque import.aba

~rnas que nada->- no era tanto Ia disporiibilidad 0 incluso Ia calidad de los

servicios medicos, como [a imposibilida d de clcgir e1medico; no los costos 0 la

disponibilidad de escuelas 0viviendas, sino, nuevamente, la ausencia de li-

bertad para elegirlos, Coincidcnternente, conviene senalar tarnbien que, en

los paises escandinavos -que jernas pudieron ser acusados de falta de de-

mocracia-s-, las objeciones a la ausencia de "elecciorr del consurnidor" socava-

ron gravernente el apoyo popular a sus excele ntes servicios sociales adminis-

trades por el Estado.

17. Esta cit.a y las siguientes provienen del articulo "God Bless (white)

America", de Martin Walker (The Guardian, 17 de mayo de 1997).

-IS. M. Woollacott (1997), "Behind the myth of the self-made man", The

Guardian, 17 de mayo.

88

4

La etioa del trabajo

y los nuevos pobres

A comienzosdal siglo XJX, quienes iniciaron la predica de la

etica del trabajo sabian muy bien de que estaban hablando.

Por aquellos anos, el trabajo era la unica fuente de riqueza:

producir mas, y aumentar lamano de obra en el proceso de pro-

ducciori, significaban practicamcnte 10 misrno. Los empr eaa-rios deseosos de producir aumentaban sin cesar' cr ecf a

tarnbien, el nurnero 'de miserables que se resistian a 'trabaja;'

en las condiciones impuestas por esos empresarios. Y la ebca

del trubajo aparecia, entonces, como la formula para que am-

bos grupos coincidieran. EI t.rabajo era el camino que, al mis-

mo tiernpo, podia crear la riqueza de las naciones y acabar con"Ia pobreza de los indi viduos.

A fines del siglo xx, la etica del trabajo vuelve a ocupar el

primer plano en el debate publico, tanto en e1 diagnostico de

los males social es como en su curaciori. Su importancia es deci-

siva en los program as de asistencia para reinserci6n en nue-

vos trabajos [wellare-to-work], inaugurados en los EstadosUnidos y que desde su iniciacion (y a-pesar de sus dudosos

resultados) fueron vistos con envidia por uri creciente numero

de polfticos enotros paises ricos, entre ellos Gran Bretaria. Como

serialan Handler y Pointer al referirse a los WIN [sigla de 101.'

"brof,'Tamasde reinserciori laboral estadounidenses que a su V€~;como palabra, significa triunfar]:

Desde los comienzos, y a 10 largo de su complicada historia, k~ re-

torica que justificaba los W1N tUYO escasa relacion con su impacto

99

 

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rfilal. La 'Jll.': p-e:t~enc iH i1die e que eiP : - ( i i £ t t ilrna 0 b L,UN 0] tl;ir> t: u S l 'B.B ulta-

dos", Las ooht! icas de Mistent.i!l hlb(l['ilL18ubaisten !!in sua dj,Yers&s

fQ tm1 ,H i ~ apes,~( d e una abr umad u oa c am . :P T c t, ba .a iC i n: ·: no i Q t ' ] ; 1 ' , B : r o n re -duci'r' en c : i f ; r ! i l i ! ! apmc:ii1lhl,esl I . e : cautidad de. pe:r:S0n.e;~ del?endi~ntes

d@ Ios ,pr-IJH"t'Il:IDWiscciales, nl devolvor 'i !l ~:.:}iIo 9cObtee su i'lui:.,o::lu;fi-

cii'ln~I].Par 10 t.:J:nt.o, ! J ; i ; ; , ; eausas de su rti.,ein.~·IJJ1imil"mtoiIlop'tLlIl.d!;'n

SBr sus aec!::.cil!lbti in.e:flck~:! l~pitre. la s pobn:: ; :, ; ', S . lUQ· ,- : ;u .evidente utl l i -dad .paru Cj;u l .e.na· no '1 0 So} "n . !

La r.esistenci~, real (I .aparen 1 ; 8 " a - apoyar losservicies socialosdlo!st .inudo$ a Qlue h)€l pobrss sa inocrporen al esfuerzo productive

no detiene en modo alguno al oracimiento de la productividad,

Las corpcraciones ya no ne.ce~t.,n mils t . rabajadol ' .ei3 para au-

rn..ntar sus ganancias, y, si l leg:an. a . nece.sitarlos" 1M ancuantran

tJciln1E'nte en otras partes yen mejores oondleinnas que en su

pM::;,Bu:pqu-e ae to contribuya a autn.i2U)tal'· In pobreza en los pai-

::i [ loS tT.lldic:ioTIalmente considarados rices. De acuerdo con el ult.i-

rno Informe sabre Desarrollo Humane de las Naciones Unidas,

l.:JOOmill~n,r;:~ de seres hurnanos viven, en todo el mundo, con

Dln!:d_,e:dol'de un dotal" diario, Frente a esta perspectiva, haste

100100millones de personas qUB E:'Elt~nbajo 18 Iinea de pobrasa

nn 100palses ricos de Occidcnte, donds D_8G161a~tica del trabejo,tieucn rnucho que perder t.odavfa.

E n . o l mundo de las g r a n des corporaciones, 1 S > 1progreso e s

ante lodo "reducci6n de personal". y elavanca tEcnolo!Jico equ i-

va lc :1 reemplazar seres humanoa pOT soH,w;ara ;~Jectr6nJ.co, La

mcdida de 10 engariosa que suane la condenaa los beneficia-

rios rie 103 nuevos prograrnas soeiales -a quie,neS! se acusa de

no querer tr abajar, de que bien podrfan ganarse la vida siaban-

doriar an sus habitos de dependeneia-s- 1&da.el modo en que las

Bolsas de Valores, esos involuritarros paro m.uy si.nceros portae

VOCES de las corporaciones. reaccinnan ante eade f1uctuacion

en Ias cifras de ern oleo, No s610 no PJaniiieal;lii; n -aign_oa Iuu no de_.ansiedad, me nos d u n de panico, cuando C l . ' ; E l C ! l 1 i B I nivel de des-

crnpl eo; reaccionan, sf, y 10 haeencon r9 .11t .uf iJ i ! I !SmO,fren te a la

noticia de que la proporcion d Q < trabaj'adm'B3' ecupados proba-

blemento no aurnentara. La not.icia de que entre junio y julio

de J.996 dismin u vo el nurnero de n uevos puestos de tra bajo en

los Estados Unidos y se elevo, por 1 0 tanto, el porcentaje de

personas sin emplco, apareci6 bajo e1 titulo de "Employment

Data Cheer Wall Street" [Las cifras sobre empleo aieL-rr8n a

10 0

IItV::.r;lISt,n~etj len forma coincidltlJte, las acciones de Dow -Ione s-

aubieren 70 puntas en i. J n d fa) 'J. En el g].g'i;m ;::;iCO conscrcio AT&T,

'8]. '{ ul? "f d e- e u s .€~~ciolOt~sument6 d~1 ~o1l?e I'll d in eo q:ue, ~u~>directives an U.riCI'C! ron el reoorte de 4D,uOO puestos de t;raJ:nlJo,~Y Bsla experie,uda. se repite, pr~k'ticarnen"l;e'a djat.lo, en todaslu Bol80a8 -de .V· l !1 lo~"~l : - . . . , _ _ j rnundo.A me'aida O;Uo!:; Ia idea de "reinsereion laboral" se~'J'ma o,{~bu-

l(lsEt. irrgenua" y failSB, mas claramcnte Be manifiea_l-ll 1a profurt-

da ~aos,foI'l11aci6n que S-BvtrUH!l produciende en 10 que. hl3!3: ta

ohm:a. S'E) eotiendJ~i por "prcaper idad", 8$f como por- "buerias" 0

"r.n~IF.ls" tendencia.s.eo In . vida £!conornic( ;\ . ; En un se r io y profun-

do - analiais 50bl'G elest.ado actual de-1M ~'Tandes corporacionesBll.toPM5· (publicadoen ellnteT'tUl-tloflo..!.1:lemld Tribune del 17

de noviembre de 1997 conel W:ulo de {,!European CompaniesGain frOID the Pain" [LI.' l,8.mpresas europeas ee b,~nefic:ia.n conlas clificultadesl, 'Y CllYO mJlt·()!)1a tico copete a E i :tl)laba "Cost-cu.t.t.ing has led:to pnJ.tlt!:l; ~fnotjobs" rEl reeorte de O~W:9 pro-duce gananeias, no pUJ~trJs de t.rab!-tjo], TOJJl Buerkle ~iea:l;·ej·Eltll

"desa1 ' l ' oUQ pnaitivo" de [a eecnomfaeuropea:

La .p-e~·:lope~dsa,jque lIn [1Htiomdo not.abl~mente, indic.a que Euro-"pcr Inc. nrnpieza I ! I . oo.9I&r;:har lo ~ frpt,!r)s d,e'la dojo(!)$Ol.nM!tltru!;t:ur3-

chi!) vi \>'1 dE 'B n te s 1JltimJ!)!j .!1fl~. S i g u J o a J : ! - d o lCi l " im>i!t - < ! ) c i - o . a asf. iJ l l ]_ad03

}lOI:' 1819 Q(ll)),.i;liti'r.iM norte::u]]£(riCSll L:lSErn ~!9t decm.d.a..de, 1980, 1j en. au

a fr a n 0;8 lop-·a.r- mi!.YOl"l2'3I ,ganHncia."i, 'I}Um e ro aa s . l5 .r oo .r 1! .Stu'0.Pt~!1 se

. - : h : : s i : t i C i Q r o . 1 l . , de m a n a de ohra, C)~i"tll.rOOQ t iqtJ. Jd~ur . r~~i,o~ ~}Q

E I :S > 3 -C lc ia l es 'y r aeionalizarun eu gei f l '~~rn;

1' torcierto .QU€l li!l!8 l 1 a :r .uB 'nd a iSc x e ce n a pasos aceleradoe ~lo4ue provoca la rt l'egds: d ~ Ie ;;! accioniatas y mere--ce l .a entusi asta -aprohacien de los Erxpertoo- a. 'peSHT Die los "efecto5 secunda-rios", 'pretendiaarnente mcnos ImpO!t .B.ot .Gcs, del nuevo e-xH-oeconomico, "Es poco probable que ,8s·t ;Rvigt lros ,3 y saludahle -

reoraanizacion de las corpor aciones redcsca 8~ desemplec enun f~lu.ro proxirno'', admite Buerkle. E n ~feet--O,s610 en los , li1t.:i-mos se is a;108, la fuerza de trabajo ocupada por la , ,io..dusttia SE'

redujo en un 17,9<:0 en Gran Bretana, un 17,6 en Aleruania y

un 13,4 en Francia. En los Estados Unidos, donde el "desarro-llo positivo" corne nzo aproxirnadarnente una decada antes, la

mario de obra industrial se redujo en "solo" un 6,1%, Pero esLos6 10 pudo ser as! po~'que, ya con anterioridad, se habian efec.~

tuado red ucciones a casi 10esenciaL.

101

 

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No es de extrafiar, por esc, que en las encuest.as sobre pre-

ocupaciones y temores de los europeos conternporaneos figure

en un indiscutido primer plano -como realidad 0 como arne-

naza-> la falta de trabajo. Segun una de esas encuestas (realiza-

da por MORl), e185%de los finlandeses, el 78% de los franceses

y los suecos, el 73% de los alemanes y el 72% de los espaiioles

consideran a la desocupaci6n como el problema mas importan-

te de su pais. Recordemos que para ingresar ala union mone-

taria europea se establecieron criterios que debian aseguraruna "economia saludable"; entre esos criterios, sin embargo,

no se encontraba una reducci6n en el nivel de desempleo. En

verdad, los desesperados intentos por conseguir un nivel de

"salud econornica" aceptable se consideran el principal obstacu-

10 para elevar los niveles de empleo a traves de Ia creaci6n de

puestos de trabajo.

En otras epocas, Ia apologia del trabajo como el mas eleva-

do de los deberes -condici6n ineludible para una vida hones-

ta, garantia de la ley y el orden y solucion al t1agelo de la

pobreza- coincidia con las necesidades de la industria, que

buscaba el aumento de la mana de obra para incrementar su

producci6n. Pero la industria de hoy, raciorializ ada, reducida,con mayores capitales y un conocimiento mas profundo de su

negocio, considera que el aumento de la mana de obr a limita

la productividad. En abierto desaffo a las ayer indiscutibles

teorfas del valor -enunciadas por Adam Smith, David Ricar-

do y Karl Marx-, el exceso de personal es visto como una

maldici6n, y cualquier intento.-racionatizador (esto es, cual-

quier busqued a de mayores ganancias en relaciori con el capi-

tal inver tido) se dirige, en primer lugqr, hacia nuevos recortes

en el rnirnero de empleados. EI "crecimiento econ6mico" y el

aumento del empleo se encuentran, por 10 tanto, enfrentados;

la medida emlprogreso tecnol6gico es,_ahora, el constante re-

ernplazo y -si es posible-la supresion lisa y Ilaria de la manade obra. En estas circunstancias, los mandatos e incentives de

la etica del trabajo suerian cada vez mas huecos. Ya no reflejan

las "necesidades de la industria", y dificilmente se los pueda

presentar como el camino para lograr la "riqueza de la-naci6n".

Su supervivencia, 0mejor su reciente resur reccion en el discur-

so politico, s610puede explicarse POl' algunas nuevas funcio-

nes que de la etica del trabajo se esperan en nuestra sociedad

posindustrial.

10 2

,.~

t l .J

Como sugieren Ferge y Miller," la moderna propaganda en

favor de la etic~ del trabajo sirve para "separar a los pobres que

merecen atencion de los que no la merecen, culpando a estos

ultirnos y, de ese modo, justificando la indiferencia de la socie-

dad hacia e11os".En consecuencia, lleva a "aceptar la pobreza

como un flagelo inevitable originado en defectos persoriales; de

api sigue, inevitablernerite, la insensibilidad hacia los pobr~s y

necesitados". 0 en otras palabras: aunque ya no prometa redu-

cir la pobreza, la etica del trabajo puede contribuir todavia a Iar~conciliaci6n de la sociedad, que al fin acepta la eterna presen-

Cl~ de los pobres y puede vivir con relativa calma, en paz consigc

rrusrna, ante el espectaculo de la miseria,

EI descubrimiento de Ia "clase marginada"

EI terrnirio "clase obrera" corresporide a lamitologia de uu,:ei

sociedad en la cual las tareas y funciones de los ricos y ros po-

bres se encuentr an repartidas: son diferentes pero oomplemmi-

tarias. La expresi6n "clase obrcra" evoca la imagen de uua cInloil1

de personas que desempefia un papel detcrminado en Ia .s0eio~

dad. que hace una contribuci6n util al conjunto de ella Y; pG"l - ' 10

tanto, espera una retribucion.

El terrnino "clase baja", POl' su parte, reconoce la movilidudde una sociedad donde Ia gente esta en continuo rriovimiantc;donde cada po1ici6n es momentariea y, en principio, est a :BUill'til

a cambios. Hablar de "clase baja" es evocar a personas ~i!,1'J;l;l;jIl~

das al nivel mas bajo de una escala pero que todavfa plll!~(ll'n

subir y, de ese modo, abandonar su transitoz-ia situac:l61'1.II'inferioridad.

En cambio, la expresi6n "clase rnarginada" 0 "subclrtso"

[underclaeei corresponde ya a una sociedad que ha dejado til'ser integral, que renunci6 a incluir a todos sus integra:ntoH, y

ahora es mas pequeria que la surna de sus partes, La "oIn...,

margi nada" es una categoria de personas que esta PO l ' d d ~H .i 1 1

de las clases, fuera de toda jerarquia, sin oportunidadni Hiqlli;,ra necesidad de set readrnitida en la sociedad orgarfi1.lldH\ I ' :M

gente sin una funci6n, que ya no realiza contribuciooos IUil!l"

para la vida de los dernas y, en principio, no tiene 8t'1pl'nlllif.1I

de redencion.

 

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I He aqui un inventario de la clase marginal, segun Ia des-

eripcion de Herbert J. Gans.!

En funcion de su comportamiento social, 5e denomiria gente pobre

a quieoes ~J)andonan la escuela y no trabajan; si son rnujeres, alas que tienen hljos sin elbeneficia del tnat.rimonio y dependen de

II] a~ist)encia social. Dentro de esta elase marginada &61 definida,

[}sttin tarcbien los ain techo [homeless), los rnondigos y pordiose-((1S, los pobres adictos a1alcohol y las drogas" y los crirninales ca-llejeros. Como e1termino es flexible, sssuele adscribir tarnbien a

esta clase a 10:' ;1obres que viven en complejos habitacionales sub-

vencionados por el Estado, a los inmigrantes ilegales y a los rniern-

bros de pandi IIas juveniles, La rnisma Ilexibi lidad de Ia definicion

He presta a que el .tennino se use como rotu lo para estigmatizar a

l ,~1!10S las pobres, independien temente de su eompcr tarniento con-

erotn en 1 3 0 sociedad.

f . ) t J : , trata, par 10 visto, de un grupo sum anaertte he te rogeneo y

t'xi!'omadamente diverse. 2,Por que resulta raxonable ponerlos

u t.odos en una miarna bolsa? ;,Que tieneraen eornu n In madres

11I ) l t€ l l ' ascon

los,alcoholicos, 0 los inrnigrantes ilegales con losd('ioll\lrtores escol ares?

Hay un rasgo que tOd05 cornparten: los dernas no encuen-:

1' :1 ' :1[1 razon para que exist an: posiblernente imagineuqueesta-

rlun mejor si ell os no existieran.· S e arroja a 13 garite a la

w:tr,ginalidnd porque seIa ccris ider a detlnitivamente inu til.IJlgo sin 10 cual todos los dernas vivid amos sin problemas. Los

;nnl'ginales afean un paisaje que, sin ellos, serfa herrnoso; son

rnnla hierba, desagradable y hambrienta, que no agrega nada

It In,arrnoniosa belleza del ja rdm perc pi-iva a las plantas culti-

vudas del alirnerito que mer ecen. Todos nos berieficiarfamos sicle~aparecieran, -

Y puesto que son todos irrutales, .les pB1igJi'!D'l'>l!Je acarreandorninan la percepcion que de enos S;eJ tiene. Esos pehgros son

tan variados como ollos. Van desde ]a vleTeFlcia albim'ta, el ase-

sinato y el robo que acechan en eada cane DSI',;'lH'a,haesa '[a rno-

lesua y 13 vergi.ienza que produee el panerarna de ta miseria

humana al perturbar nuestra 'c[)ncien~li.a, : S l f l . J ohridar'J por su-puesto, "la carga que; signific.8.t!lllP'ara los recursos I<;:Otfl,1;H1eS",7

allt donde se sosnecha.un peligrQ, no tar'oa [(pmapafecer el te-rnor: Ia "clase marginada" esta :fol'h1rtda, esenctalrnente, por

personas que se destacan, ante tedo, {Dorls£J' eemidas .

a _104

La iruti lidady e l peligro pertenecen a la gran familia de

conceptos que \V, B. Ga1lie denomina "esencia,lrnente refu tables".

Cuando se los toma como criter-ios de dasificacion,. perrniten

incluir a los demonios mas ainiestros que acosan a UD<; t socie-

dad carcorriida por las dudas, que pone en tela de juicio cual-

quier uti lidad y siente temores disperses, sin objeto fijo, que

Ilot a n en el ambiente. Un mundo basado en esos conceptos nos

proporcio na un campo infi nitamente vasto para los "panic os

m or alos". Con muy poco esfue rzo, ia-clas ifi eac ion puede

ampliarse lP 'ara inclu ir en ella nuevas a:menazas y perrnit.ir que

algunos '~BHores descantados se m:ienten a un nuevo blanco,

'qtle SflF.a itlJ'anquiliza.n'tifplClr e] solo 'hecho de ser concreto.

ESll!,a es, probablements, una uti1idad ~t.remendamente. irn-

PIdlL't::'lntB~ que la .inutilidad de 13 clase margiriada le ofrece a

esta 6Qciecliad, en Ia que ningun oficio 0 profcsion est a seguro

de su propia utilidad a largo plazo. En estn sociedad convuW!b~

nada pOl' demasiadas ansiedades, e incapasds saber con algun

grado de certeza que hay que temer, la peligrosjdad de Ia clase

marginada ayurla a encontrar un camino para aplicar aquellasansiedades.

. QU]Z3S ,e.;ltiiJno sea del todo accidental e]descubrimiento de

la da5e marginada se produjo cuando Ia GlJer~a Fda ya se es-

taba estamcando, euarido perdia r apid arne nte su capacidad de

ajerroriaar, !p{j~(j} despues, el debate sobre la marginacion paso

a pi:~mer plano y So instaio enel centro .de la atencion publica

cuando el "Imperio Demonlaco" se habra d\err'Umbado.E} pdi-gro, ahora.rno arnenaza desde afuer a; no lOS, tampaco" e ]! "afuf-

ra internaIizado": no son puntos de apoyo, n cabeceras de puente,la quinta colum aa establecida Ig:loremJInig~s E?ld:.efl(),l , 'es. Las

ameriaz as de revolucion, inpujsadas y pc~p,aradas, d~sde 1 3 1 ex-

terior, han dejado de S_ep'r-€ales y ya nu n?s1JJta~ .c ,Fei!b les . "I{

fUlda

'qu'eda a ia vista que sea t e Q i oasttJ!rllte poderosoC'OIDO

p,9Jrareemplaz ae 8! la amen aaa de la eonspieacion 50M~etieo~comu~

nis I:.a.Los actos die ft:e~Tm'ism~ pohtil;::o =-ocasionalea, dispersos

¥ a menudc sifll objetl',F- pt"DVIJean fIe \i:uancl.Qlen cuandn a1gu~

nGS temores sobre Ia lSeguridad] p:etsanai,; !P€~,O son dernasiadceSItl0~'8:cl.'ioQ~inconei'{o.scomo pair;;] [:;onvert:i!['se en una prsocu-

pllei6.n serra SObf8 hi, integridad del Dr:rJerlJ ~OL:idJ., At niJ 'deneI'O~]'iiJUgal" donde !echmJ] ~'j,rCi?S, eelp E h g ; r ' i G ) l se \le'lolol:igadOJa i'esldil~

de'{:I)tro.de la s\J6ed.ad" [3Crere~' emsuei0J t'OCillJ. C8Sj nna ~'en10S

inchnados a peri,SHr que, lsi no b!l1hieFiiII una elase maJl'gilfladlia,

105 C.

 

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serra necesario inventar'la. En rigor, ha sido inveritada en el

momenta oportuno.

Desde luego: estono significa que no haya mendigos, drogadic-

tos 0madres solteras, el tipo de gente "miserable" 0"repugnante"

a la que habitualrnente se sefiala cuando quiere demostrarse Ia

existencia de una clase margi.nada. Lo que 51 quiere decir es que

la presencia de esa gente para nada demuestra la existencia deLilla autentica clase marginada. Ponerlos a todos en una unica

categoria es una. decision clasificatoria; no la consecuencia ne-

cesaria de los hechos. Fundirlos en una unica entidad, acusar-

los a todos, en forma colectiva, de ser absolutamente inutiles y

constituir un pe1igro para la sociedad, constituye un ejereieio

de elecciori de oalores y una eoaluacion, no una descripcion so-

ciologica. Y, por encirna de todo, si bien la idea de clase mar-

ginada se basa en cl supuesto de que la sociedad (esto es, la

totalidad que contiene en su interior todo 10 que le pennite exis-

tir, desarrollarse y sobrevivir) puede ser mas pequeiia que 13 surna

de sus partes, la clase marginada asi definida es mayor que la

suma de sus partes: el acto de integral' en una clase a todos

esos sectores marginales les agrega una nueva cualidad que

ninguno de aquellos sectores posee par si mismo. "Madre solte-

ra" y "mujer marginada", por ejernplo, no son la misma eosa.

Es preciso Iorzar los hechos (0 pensar muy poco) para tr ansfor-

mar a una en otra.

La marginaci6n de la etica del trabajo

La expresion "clase marginada" [underclassJ fue utilizada

pOl' prirnera vez par Gunnar Myrdal, en 196.3, para seiialarlos peligros de la desindustrializaci6n que -de aeuerdo can los

temores de este autor- llevar ia, probablement e, a que gran-

des sectores de la poblacion, quedaran desempleados y sin posi-

bil idad alguna de reubicarse en el mercado de trabajo. Tal cosa

sucederia, no pOI'deficiencias 0 defectos morales de esos secto-

res, sino lisa y llanamente por la falta de oportunidades de

empleo para quienes 10 necesitaran y buscaran. Y no seria la

consecuencia, tampoeo, del fracaso de la etica del trabajo en su ,

intento por estimular a la poblacion; serfa la derrota de la so-

ciedad en general para garantizar a todos una vida acorde can

los preceptos de aquella Mica. Los integrantes de la clase mar-

10 6

. i

.I

J .

'\'i

. ,, ',I~

u

ginada, en e J senti do que Myr dal Ie dio a Ia expresi6n, resulta-

ban las victimas de la exclusion. Su nuevo estatus no era, en

modo alguno, una automarginaci6n voluntaria; la exclusion era

produeto de la 16gica econ6mica, sobre la cual esos condenados

no podian ejercer control alguno.

E1concepto de clase rnarginada lleg6 al gran publico mucho

mas tarde -el 29 de agosto de 1977-, a traves de una not-a detapa de la revista Time. Y aparecio con una significaci6n rnuy

diferente: "un arnp lio sector de la poblaciori, mas intratable,

mas rna rgiriado de la soeiedad y mucho mas hostil de 10 quecualquiera hubiera podido imaginal'. Son los intocables.Ia nue-

va clase margin ada estadounidense". A semejante definicion

segufa una larga lista: delincuentesjuveniles, desertores esco-

lares, drogadictos, madres dependientes de la asistencia SQ~

cial , ladronzuelos, pircrnanos, eriminales violentos, mad.1:es

sblteras, rufianes, traficantes de drogas, pordioseros; nombras

que definen todos los explfcitos temores de la gente decente y

todas las cargas que se ocultan en el fondo de su conciencia.

. "Intratables", "marginados de la sociedad", "hostiles": Y l como

resultado de todo esto, intocables. Ya no tenia sentido tenderl(J.H

una mario: esa mana habria quedado suspendida en el Vilej'o,

Estas personas ya no tenian cura; y no la ten ian porque 1 < 1 ' 0 1 -

bfan elegido una vida enferma. '

Intocables significaba, tam bien, estar fuera del alcanc€l 'dl:~

1 3 . etica del trabajo. Las adverteneias, las seducciones, las €\.l?e-

laciones a la conciencia no podf'an atravesar el muro de aislu-mien to voluntario can respecto a todo 10 que tenia valor pant la

gente comun. Nose trataba s610 de un rechazo al trabajo. ()la elecci6n de una vida ociosa y parasitaria; era una hostilidad

abierta a todo 10 que represeritaba la etica del trabajo.

Cuando, en 1981 y 1982, Ken Auletta empreridic una .S(Wil'

de exploraciones al mundo de la "margi.nalidad" --'~obr,e, : r w ; . .que escribi6 en la revl.sta The New Yorker y que luegt'! e(1~t,()' tiD

libro muy lefdo y de gran influencia-, 10 hizo impu'lsacl.Q,. H!~-

gun el mismo admite, par la ansiedad que percibia err la IDfl]iO-

rta de sus conciudadanos:

Me pregunte: (.Quien es toda esta gente que e8M de.t·"Te,>Id (~ lltll

abultadas estadisticas del crimen, la asistencia social yhu'l d)'ngrw

-ydel evidente aumento en los comportamientos.anti'somal!')A,lllil'

ademas aflige a Iamayor parte de las ciudades estadounicienRI'8L;

In l7

 

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5/11/2018 Zygmunt Bauman Trabajo, Consumismo y Nuevos Pobres (Libro Completo) - slidepdf.com

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Pronto supe que, entre quienes est.udian Ia pobrez a, hay amplio .,

conseriso sabre la existencia de una clase margiriada (tanto negra

como blanca) disti nguible facilrnerite: que esta clase, por 10gene"

ral, se siento excluida de la sociedad, rechaza los valores cornun-

mente acept ados, y sufre de.ficiencias de cornportamiento, adernas

de las de ingresos, No es solo que tierrda n a ser pobres; para lamayoria de los nortcarnericanos, su coriducta resulta aberrante."

Observese el vocabulario, la construccion, la retorica del dis"

curse que origina y sostiene la idea de clase marginada. El textodeAuletta es quizas el mejor lugar para estudiar la idea, porque

--a diferencia de Ia mayor parte de sus menos escrupulosos su-

cesores- este autor no se dedica a "demoler a la clase margina-

da"; por el contrario, se aparta un poco para mantener la

objetivi.dad ymanifestarla, y 5ecompadece de los heroes negati-

vos de su historia en Ia misma rnedida en que los condena." I"

Observese que las "abultadas" estad isticas del crimen, la

usistencia social y las drogas apa recen mencionadas en una

sola ernision de voz, colocadas a un mismo nivel. En conse-

cuencia, no hacen falta argumentos, y monos aun pruebas, para

cxplicar POl' que fueron encontradas en los mismos barrios y

clasificadas como rnuestr as de un rnisrno comportamiento"nntisocial". No haceIalta demostr ar, en forma explicita, que

vivir del trafico de drogas y depender de la asistericia social

son hechos igualmente antisociales, calamidades de un misrno

tipo. La sugerencia implicita en esa direcci6n (que, sin duda,

asombrarra a mas de uno si se la explicitara) se logro con.una

simple estratagerna de siritaxis.

Observese, tarnbien, que la clase marginada rechaza los va- ~

lores establecidos; solo se siente exclnida. Esta cIase es la parte

activa y generadora de las acciones, Ia que tiene la iniciativa

en la conflictive relacion de dos bandos enfrentados, donde "la

mayoria de los nortearnericanos" es el antagonista. Yes justa"

mente el comportamiento de estes marginados -y solo de

e1108- el que resulta sometido a examen critico yes decIarado

aberrante. Por el contrario, son "la mayorfa de los norteameri-

canes" quienes, con todo derecho, presiden eljuicio; pero 10 que

se juzga son las acciories de la otra parte. Si no hubiera sido

por sus actos antisociales, no se la habria llevado ante Iajusti-

cia. La mas importante, sin embargo, es que tampoco habria

hecho falta que la corte sesionara, puesto que no se habria pre-

108

sentado casu algunu que examinar, ni delito que castigar, ni

negligenci a..algLma que reparar.

Ala ret6rica Ie siguen las practicas, de las que surge la con"

firmaci6n retrospectiva y de donde se extraen las pruebas que

podrian haber faltado la primera vez que la argumentaci6n se

uti lizo. Cuanto mas amplias y difundidas sean esas practicas,

mas evidentes res ult.ar-an las sngerencias que las origi.naron y

rne nor la posibilidad de que se identifique el subterfugio

ret6rico; menos aun, que sea objetado. La mayor parte del

material anecd6tico de Auletta proviene del Centro para laCapacitacion de Aptitudes de Wildcat, una instituci6n fun~a-

da con la noble intenci6n de rehabilitar y devolver a la SOCIe-

dad a los miembros de la clase margi.nada. i,Quienes podian

ingresar en el Centro? Cuatro requisites otorgaban iguales d~-

rechos para recibir la capacitaci6n correspondiente. E~candi-

dato debia se r un reciente ex convict.o , un ex adicto en

tratamiento de recuperaci6n, una mujer beneficiaria de los ser-

vicios sociales sin ninos rnenores de 6 afios, 0 un joven de entre

17 y 20 arios que hubiera abandonado sus e.studios. Sea quien

fuere el que haya establecido esas reglas, tierie que haber de"

term iriado de antemano que esos cuatro "tipos" -tan clara"

mente distinguibles para un ojo no entrenado-> sufren lamisma

clase de problema 0, mejor dicho, presentan: el mis~o probl.e-

rna y por 10 tanto necesitan la misma clase de tratarniento. Sin

embargo, 10 que eomenz6 como una decision de quien eatable-

cio las reglas de admision paso a ser una realidad para los alum"

nos del Centro de Wildcat: permanecian juntos durante largo

t.iernpo, estaban sometidos a un mismo regimen y recibian ins"

trucci6n diaria so b r e su desttno comun. Y, durante su

internaci6n, el Centro les suministraba la insercion social ne-

cesaria y por la que razonablemente podian trabajar. Una vez

mas, la palabra se habia heche carne.:"

Auletta se esfuerza por recordaries a sus lectores que lamaraina lidad no es una simple cuesti6n de pobreza; al menos,

que ~o puede ser explicada s6lo por ella. Sefiala que de los 25 a

29 millones de estadounidenses que, oficialmente, se encuen-

"tran por debajo de la linea de pobreza, se calcula que ~61?"unos

9 millones no se asirnilan"!' y "viven fuera de los lumtes co-

munmente aceptados por la sociedad", apartados como sstan

"por su comporLamiento 'descarriado' 0 anti.social".l~ Queda

irnplfcito que la elirninacion de la pobreza, 8. 1 de algun modo

109

 

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fuei-a posible, no terurinai-ia con el fenomerio de la marginalidad,

8i es posible ser pobre y, a pesar de ello, "vivir dentro de los

1imites aceptados", entonces deben ser otros los factores par

los que una persona termina en la clase margiriada. 8e pens6

que esos factores podian ser falencias ps icologicas y de corn-

portamiento, quizas intensificadas en situaciones de pobreza

pero no deterrninadas por ella.

De acuerdo con esta idea, el deseenso a la clase marginada es

LU1alecci6n, decidiclamente intencional 0 debida a uria actitud

de rebeldia. Es una elecci6n, incluso euando una persona cae en

lamarginalidad s610porque no hace, 0 no puede hacer, 10nece-

sano para escapar de la pobreza. En un pais de gente que elige

libremente es facil concluir, sin pensarlo dos veces, que -al no

hacer 10necesar:io----se esUl eligiendo otra cosa; en este caso, un

"comportamicnto antisocial". 8umeq,rirse en la clase marginada

es, tarnbien, un ejereicio de la libertad. En una sociedad de con-

surnidores libres, no esta permitido poner freno a 1apropia li-

bert ad; rnuchos dirfan que tampoco es permisible no restringir

la libertad de quieries usan su libertad para limitar la libertad

de otros, acosandolos, molestaridoloa, ameriazaridolos, arruinan-

do su diversion, representando una carga para su coriciencia yhaciendo que su vida sea desagradable de cualquier otro modopos ible.

Separar el "problema de la marginalidad" del "tema de la

pobreza" es matar varies pajaros de un tiro. El efecto mas ob-

vio -en una soeiedad famosa por su aficion a litigar- es ne-

garles a quienes se considera miembros de la clase ruarginada

el derecho de "reclamar por danos y perjuicios", prcsentandose

como \dctimas del mal funcionamiento de Ia socicdad. En cual-

quier lit.igio que se abra pOI'esta causa, se desplazara el peso

de la prueba, lisa y llanamente, sobre los mismos marginados:

son e1105quienes deben dar el primer paso y probar su volun-

tad y decision de ser buenos. Se haga 10que se haga, primero

debe ran hacerlo los marginados (aunque, desde luego, no fal-

taran consejeros profesiona les que, espontanearnente, les bri n-

darari asesorarniento sobre que es exactamente 10que deben

hacer). 8i nada ocurriera, y el fantasma de la marginaci6n se

negara a desaparecer, Ia explicacion serfa simple: tarnbien que-

darfa claro quien es el culpable. Si el resto de la sociedad tiene

algo que reprocharse, es s610el no haber sido 10bastante firme

como para restringir la torcida elecci6n de los rnarginados. Mas

110 ~..

policia, mas ca rce les, cas tigos cada v ez mas se veros y

atemOl'izantes pareeen ser 103medios mas concretes para 1'e-

parar el error.

Hay otro efecto que tal vez tenga corisecuencias mas profun-

das: la anormalidad del fen6meno de la marginalidad "norma-

liza" el problema de la pobreza, Ala clase marginada se la situa

fuera de las fronter as aceptadas de la sociedad; pero esta cla-

se, recordemos, es s610 una fracci6n de los "oficia lrnente po-

bres". La clase rnarginada representa un problema tan grande

y urgente que, precisamente por ello, la inmensa mayoria deb

poblacion que vive en la pobreza no es un problema que requie-

ra urgente solucion. Ante el panorama -a todas luces desagra-

dable y repul sivo-> de la marginalidad, los "simplernente

pobres" se destacan como gente dece nte que pasa por un perio-

do de mala suerte y que, a diferencia de los marginados, elegi-

ra 10correcto y encontrara par fin e1camino a tomar para volvei- .~

deritro de los lfrnites aceptados poria sociedad, Del mismo modo

que caer en la marginalidad y permaneeer en ella es unaelec-

ci6n, tarnbien 10es el salir de la pobreza; en este caso, clare

es ta , se trata de la elcccion corr ecta. La idea de elegir IH

marginalidad sugiere, tacitame nte, que otra eleccion IGgl"31'1<;1

10contrario, salvando a los pobres de su degradacion 'sGcial.

En la sociedad de consumo, una regia central y muy poco

objetada -precisamente por no estar escrita- es que Ia Iiber-

tad de eleccion requiere capacidad: tanto habilidad y como de-

cision para usar el poder de e1egir. Esta libertad no implica

que todas las eleceiones sean correctas: las hay, buenas-y rna-

las, mejores y peores. EI tipo de eleccion que se realice demos-

tr ar a si se cuenta 0 no con aquella capaci d ad. La cl ase

marginada es la suma de muchas elecciones individuales erro-

neas: su existencia demuestra la "falta de capacidad para. de-

gil'' ' de las personas que la rntegran.

En su ensayo -que tuvo gran influencia-e- sobre los origc-

nes de la pobreza actual," Lawrence C. Mead serial a a esa in-

capacidad como la principal causa de que la pobreza subsista

en medio de la riqueza, y del rotundo fracaso de las sucesivas

politicas estatales concebidas para eliminarla. Los pobres ca-

recen, lisa y llanamente, de la capacidad de apreciar las venta-

jas de una vida de trabajo; se equivocan en su escala de valores,

poniendo al "no trabajo" por encima del trabajo. POI' esa inca-

paeidad, dice Mead, la predica de Ia etica del trabajo cae en

11 1

 

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oidos sordosy no logra influerici a alguria sabre las elecciones

de los pobres:

La pregunta es si los necesitados pueden sel' responsables de sf

mismos y, sohre todo, si tierien Lacapacidad suficiente para regir

su propia vida ... l·i Sea eual fuere la causa externa que se invoque,

queda un misterio en el corazon del "no trabajo": la pasiuidad de

los muy pobres, que dejan pasar las oportunidades que se les pre-

sentan ... Para explicar el "no trabajo", tengo que recurrir ala psi-

cologta 0 a la cultura: en su mayorfa, los adultos rnuy pobres pare-

cen evitar el trabajo, no pOI'su situaci6n econornica, sino pOI'suscreencias ...16 A falta de barrer as prohibitivas para e1 empleo, la

cuesti6n de la persorialidad de los pobres surge como 1aclave para

comprender y superar la pobreza, La psicologfa es la ultima Iron-

tera en la busqueda de las causas que expliquen el escaso osfuerzo

. para el trabajo.. LPoI' que los pobres no aprovechan [las oportuni-

dades] can Ia misrna ftecuencia que la cultura sup one que 10 ha-

ran? iQuienes son, exactamerite'[" En el centro de la cultura de la

pobreza se encuentra laincapacidad para controlar la pro pia vida:

10que los psicologos denominan ineficacia.'?

Las oportunidades estan ahi; (,nosomas todos nosotros, acaso,

[a prueba palpable de que asi son las casas? Perc las oport.uni-

<lades deben ser reconocidas como 10 que son, y aprovechadas,Y para ella hace [alta tener capacidad: alga de iriteligencia, al-

guna voluntad y cierto esfuerzo en el momenta oportuno. Ob-viamente, a leispobres les Ialtan 13s tres cosas. Pensandolo bien,

Laincapacidad de los pobres es una buena noticia: nosotros

somas responsables porque les ofrecemos esas oportunidades;

ellos son irresponsables pOI'rechazarlas. Asi como los medicos

se dan par vencidos, contra su voluntad, cuando sus pacientes -

sisternaticamente se rehusan a cooperar con el tratarniento,

nosotros, ante la renuencia a tr abajar manifestada par los po-

bres, deberfanfos dejar de esforzarnos par seguir proporcionan-

doles oportunidades labor ales. Todo tiene un limite. Las

ensenanzas de la etica del trabajo son validas para el que estedispuesto a escucharlas; y hay oportunidades de tr abajo a la

espera de quien las quiera aprovechar, Lo dernas queda en

manos de los mismos pobres.' No tienen derecho a exigir mas

de nosotros.

Si la pobreza sigue existiendo, y aumenta en medio de la

crecierite riqueza, es porque la et.ica del trabajo result6 inefi-

112 . . . . '

.. ' _;

caz. Pero si pensamos que la ineficacia se debe a que sus man-

datos no fueron escuchados ni obedecidos, esta imposibilidad

para escuchar y obedecer s610puede explicarse par un defecto

moral 0 una intencicn criminal.

Repitamoslo: en su origen, la et.ica del trabajo fue el media

mas efectivo para llenar las fabricas, hambrientas de mana de

obra. Ahor a, cuando esa mano de obra pas6 a ser un obstaculo

para aumental' la productividad, aquella etica todavia puede

cumplir un papel. Esta vez sirve para lavar las manos y la

conciencia de quienes permanecen dentro de los limites acep-

tados de la sociedad: para exirnirlos de la culpa pOI'haber ar ro-

jado a la desocupaci6n permanente a un gran numero de sus

conciudadanos. Las manos y la conciencia limpia se alcanzan,

al rnisrno tiempo, condenando moral mente a los pobres y ab-

solviendo a los dernas.

Ser pohre es un deli to

El ensayo de Mead contra los pobres que "eligieron" no tra-bajar terrnina can un enfatico llamamiento: "Una politica so-

cial debe resistirse ala pobreza pas iva conjusticia y can firrneza--en gran medida, tal como Occidente contuvo al comunismo-s-

hasta que la cordura se imponga y el sistema combatido se

derrurnbe par su propia peso";" La metafora elegida resulta

impecable. Uno de los primeros servicios que la clase margina-

da bririda a la opulenta sociedad actual es la posibilidad de

absorber los ternores que ya no apuntan hacia un temible ene-

migo externo. La clase margiriada es el enemigo en casa, que

ocupa el lugar de la amenaza externa como el farrnaco que res-

tablecera la cordura colectiva; valvula de seguridad pam ali-

viar las tensiones originadas en la inseguridad industrial.

La clase marginada es particularrnerrte apta para cumplir

ese papel. Mead no deja de repetirlo: 10 que ernpuja a los norte-americanos decentes y "norrnales" a integral' un frente unido

contra los desertores escolares, los criminales y los parasites

de la asistencia social, es la horrible incoherencia que perciben

en todos enos: los marginados ofend en los mas preciados valo-

res de la mayoria al mismo tiempo que se aferran a ellos, y

pretenden disfrutar los mismos placeres de que gozan quienes

113

 

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se los ganaron trabajando. Dicho de otro modo: los estadouni-

denses norrnales guardan rencor a los marginados, porque los

suefios y el modelo de vida de estos ultirnos son asombrosa-

mente parecidos a los suyos. Y, sin embargo, esta semejanza

no puede ser considerada una incoherencia. Como Peter

"Townsend apunt6, la logica de la sociedad de consumo es for-

mal' a sus pobrcs como consurnidores frustrados: "El esti lo de

vida de los consurnidor es es cada vez mas inalcanzable para

los sectores de bajos ingresos, hist6ricamente definidos por una

capacidad fija de compra que les permite asegurar su subsis-

tencia 0 cubrir sus necesidades basicas"." Y, sin embargo.jla

sociedad de consumo educa a sus miembros, precisarnente, para

vivir esa incapacidad de acceder a los estilos de vida ideales

como la mas dolorosa de sus privaciories. .

Cada tipo de orden social produce los fantasmas que 10 ame-

nazan. Pero cada sociedad genera esas visiones a su propia

medida: a la medida del tipo de orden que lucha por alcanz ar.

En eonjunto, esas visiories tienden a ser fiel reflejo de la socie-

dad que las genera; cuando son amenazantes, sobre todo, sue-

len ser autorretratos de lamisma sociedad pero precedidos por

uri signo negativo. Dicho en terminos psicoanalfticos: las arne-

nazas son proyecciones de la arnbivalencia interna de la socie-

dad con respecto a sus propios modos y rnedios, con respecto a

la forma en que la sociedad vivey se perpetua. 'una sociedad

_ insegura de su superviveneia desarro lla la mentalidad de una

fortaleza sitiada. Y los enemigos dispuestos a asaltar sus rnu-

ros son sus propios "demonios internes": los temores reprimi-

dos que flotan en el ambiente, que impregnan su vida diar'ia y

su "norrnalidad" y, sin embargo, deben ser aplastados y exti r-

pados de la vida cotidiana para ser transformados en un cuer-

poextrano, si se quiere que la sociedad perdure. Esos fantasmas

se convierten en enemigos tangibles a los que es preciso 'corn-

batir una y ctra vez, a los que siernpre se esperara veneer.Siguierido la linea de esta regla universal, el peligro que

acechaba a1Estado moderno, constructor de un orden yobsesio-

nado por el, era la revolucion. Los enemigos eran los revol ucio-

narios 0, mejor, los reformistas exaltados, descabellados y

extremistas, las fuerz as 'subve rsivas que intentaban sustituir

el orden existente ~administrado pOI'el Estado--- para earn-

biarlo por otro, administrado por otro Estado: establecer un

nuevo orden, un contra-orden que revertiria todos y cada uno

114

de los principios segun los cuales vivia 0 aspiraba a vivir elorden actual'.

La idea que la sociedad se forma de sf misma ha cambiado

desde entonces; en consecusncia, el fantasma amenazante (el

orden social con un signa nega tivo) tom6 una nueva forma: EI

aumento de la crimirialidad registi-ado en los ultinios anos (un

proceso, observemos, producido en forma para lela a la dismi-

nucion de afiliados a lo_spartidos eomunistas y otros grupos

extremos, promotores de un""orden diferente") no es resultado

del mal funcionamiento 0 la negligencia de la sociedad, sino un

producto propio de la sociedad de consumo; es su resultado 16-

gico y (si bien no 10 es legalmente) tarnbien legitimo. Mas auer:

se trata de su prod ucto necesario e ineludible. Porque cuantc

mas elevada sea la demanda de consumo (es decir, cuanto maseficaz sea la seducci6n del mere ado), mas segura y prdspera

sera la sociedad de consumo. Pero simultaneamente crecElJ:'a

se ahondara la brecha entre quienes desean y pueden s,atisfa"-:

eel' sus deseos (los que han sido seducidos y actuan en t,eins!;-

cue ncia ), y quienes tarnbicn han sido seducidos per», siD!

embargo, no pueden actuar del mismo modo. La seduccioa df~mercado resulta asi, al mismo tiempo, el gran igualador Y e~

gran separador de la sociedad. EI estimulo al consume; paF£l

resultar eficaz, debe transmitirso en todas direcciones Y":lir1i.,

girse, indiscriminadamente, a todo el que este dispuesto l i l ! es~,

cucharlo. Pero es mas la gcnte que puede escuchar que TaqUQ

puede responder al mensaje seductor. Y a quienes no pueden

- responder se los somete diariamente al deslumbrante espe:ct~-

culo de los que sf pueden. EI consumo sin restricciones --'BEl r e sdice-y- es signo de exito, es la carretera que conduce ala famn y ;

el aplauso de los dernas. Tarnbien se aprende que poseer y, :oon-

surnir ciertos objetos, y llevar determinado estilo de vida, QH

coridiciori necesaria para la felicidad; tal vez, hasta para l~dig,-

nidad humana. .Si el consumo es la medida de una vida de exitus, ~e ~afeH~i-

dad y hasta de la dignidad humanas, eritonces han c..ard(j)l la....barreras que conte nian los deseos de los hombres. l F t i O D a : h l i O -

mente, ninguna adquisicion nueva llegue a satisfacernos CUIllO

en otros tiernpos prometia hacerlo el "mantenernos Bn IDnhJl l( ' !1 I1

nivel": ya no hay nivel en el que mantenerse ahora, 1 J L a . iiin.tHlil'

llegada se aleja a medida que el corredor avanza: , los obj.el.ivwI,cua ndo uno intenta alcanzarlos, se situan siernpre IUl~PIlI'HI I!

I I r t

 

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dos mas adelante. Continuamente caen los records; ya no pet-

recen tener fin los deseos de los hombres. Deslumbrada Ycon-

fundida, la gente observa que en las ernpreaas recientemente

privatizadas , Y de este modo "liberadas" -empresasqu.e se

recuerd an como instituciones publicas austeras, donde_slem-

pre faltaba el dinero----, los actuales directivos cob.ran sueldos

millonarios. rnientras que quienes fueron despedldos de~un-

ciones dil'ectivas son indemnizados, tambien con sumas rnillo-

nar'ias , por su trabajo chapucero y descuidado. D~ todos lados,

por todos los medios, llega recio y claro el mensaJ.e: ya no .hay

principios, salvo el de quedarse c.onla mayor cantld~d .~~slb~e;ya no hay regl as, salvo el nuevo ImperatlVo categ6nco. .Iuega

bien tus propias cartas".Pero no hay juego de cartas donde todas las manos sean pa-

rejas. Si el unico objetivo es ganar, quienes dan con una mala

rucha 8e yen tentados a probar cualquier recurso. Desde el

purrto de vista de los dueiios del casino, algunos recursos -los

que ellos misrnos permiten 0 dejan circular--:- son r:l?neda le-

gal; todo 10 que caiga fuera de su control esta prohibido ..Pero

la linea divisoria entre 10justo y 10 que no 10 es no se ve 19?aldesde la perspectiva de los jugadores, en especial de los que

intentanjugar. Mas aun, de los que aspiran a hacerlo y no pue-

den 0 no tienen acceso a los recursos permitidos. Pueden recu-

nil':ontonces, a cualquier recurso, sea legal 0no, ? aban~onar01 juego. Pero la sed uccion del mercado ha conver tido en irnpo-

sible esta ultima opcion.Desarmar, dcgr adar y suprimir a los jugadores frustrados

C::; , en una sociedad de consurnidores regida por el merc~~o,

parte indispensable de la integraci6n-a-t,.aves-de-la-se.duccwn.

Losjugadores irnpoterites e indolentes deben ser oxcluidos Son

productos de desecho del juego, que hay que descartar a toda

costa y pedir su cosacion de pages. Pero hay otra raz6n por _laque el juego debed. seguir produciendo esos desechos: a qure-

nes pennanecen junto al verde tapete se :e~ debe :nosLrar el

horrendo panorama de la alternatlva (la uDlca. posible, ~e les

repetira), para que sigan soportando las penunas y tenslOnes

de vivir en el juego. . .Considerada 1£1.aturaleza deljuego actual, la nuseria de los

excluidos --que en otro tiempo fue considerada una desgracia

provocada colectivamente y que, por 10 tanto, debfa ~er solu-

cionada por medios colectivos- s610puede ser redefmida como

116

un delit.o individual. Las "clases peligrosas' son con.sideradas

clases crirnirrales, y las carceles pasan a desernpefiar las fun-

ciones que antes les cabia a las ya casi dcsaparecidas institu-

ciones del Estado benefactor. Y , a medida que se reducen las

prestaciones de asistencia social, 10 mas probable es que

las carceles tengan que seguir desempei'i.ando ese papel, cada

vez con mayor interisidad.

La creciente multiplicaci6n de comport.amientos de1ictivos

no es un obstaculo en el camino hacia una sociedad consumistadesarrollada y que no deja resquicios. Por el contrario: es su

prerr equisito y acompaiiamiento natural. Y esto es asi, hay

que admitirlo, por numerosas razories. La principal de elias es,

quizas, el hecho de que quienes quedan fuera del juego -los

consumiclores frustrados, cuyos recursos no alcanzan a sat.is-

facer sus deseos y, por 10tanto, tienen pocas 0 ninguna posibi-

lidad de ganar si cumplen las reglas oficiales- encarnan los

"dernonios internos" que son especificos de la sociedad de con-

sumo. 8u marginacion (que llega £1.1elito), la severidad de sU13

sufrimientos y la crueldad del destino a que se los condena son

-hablando metaf6ricamente- el modo de exorcizar e130sde-

monios internes y quemar su efigie. Las fronteras del delito

cumplen la funcion de las llamadas her rarnientas sanitarias:

cloacas a las que se arrojan los ef1uvios inevitables, pero toxi-

cos, de la seduccion consumista, para que la gente que penna-

nece en el juego no tenga que preocuparse por su propio estado

de salud. 8i este es el estirnulo principal que explica el auge de

la "industria de la prisi6n"20 -tal como la denomina el

crirninologo noruego Nils Christie-, entonces la esperanza de

que en una sociedad desregulada y privatizada el proceso se-

haga mas lento es, al menos, pequeiia; y es mucho menos pro-

bable que se 10 pueda detener 0 revort.ir,

No hay lugar donde esta relaci6n se haya puesto mas de-

manifiesto que en los Estados Unidos, donde el dominio iirni-

tado del mercado de consurno -durante los arias del "vale todo",

en la era Reagan-Bush- lleg6 mas lejos que en cualquier otro

pais. Los afios de desregulaci6n y desmantelamiento de las pres-

taciones asistenciales fueron, tarnbien, los afios en que crecie-

ron Ia crirninalidad, la fuerza policial y la poblacion carcelaria.

Fue precise, tambien -para responder a los temores e iriquie-

tudes, los nervios y la inseguridad, el enojo y la furia de-Ja

rnayoria silenciosa (0 no tan silenciosa) de los consumidores

117

 

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honorables-c-, reservarles una suerte cada vez mas sangrienta

y cruel a los declaradcs criminales. Cuanta mas fuerza toma-

ban los "dernonios internes", mas insaciable era el deseo"de

castigar el deli to, de tener una justicia de mana dum. Bill

Clinton, integrante del ala progresista del Partido Dernocrata

(los llamados liberals en los Estados Unidos) gano la presiden-

cia con la prornesa demultiplicar las filas policiales y construir

prisiones nuevas y mas segu ras. Algunos observadores (entre

ellos, Peter Linebaugh, de la Universidad de Toledo, Ohio, au-

tor de The London Hanged [El ahorcado de Londres]) piensanque Clinton debi6 su triunfo ala muy publicitada ejecucion de

un hombre retardado, Ricky Ray Rector, a quien perrni tio en-

vial' a la silla elect.rica cuando era gobernador de Arkansas.

Dos afios despues, los adversarios del nuevo presidente, perte-

necientes a los sectores de extrema derecha del Partido Repu-

blicano, se impusieron en forma aplastante en elecciones

parlamentarias al convencer al electorado de que Clinton no

habra hecho 10suficiente para combatir la criminalidad y que

cllos harlan mas. La segunda elecci6n de Clinton se gano en

una carnpafia en que los candidatos rivalizaron en prometer,

cada uno mas que el otro, una fuerza policial fuerte y una poh-

tica implacable con los que "ofend en los valores de la sociedad

al mismo tiempo que se aferran a ellos", y apuestan a la vida

consumista sin contribuir a la reproducci6n de la sociedad de con-

sumo.

En 1972, cuando el Estado benefactor atravesaba su mejor

momento y poco antes de-que conienzara su caida, la Corte

Suprema de los Estado Unidos -reflejando el animo del publ i-

co-- dictamina que la pena de rnuerte era arbitr aria y capri-

chosa y, como tal, inadecuada para servir la causa de lajusticia.

Despues de muchos fallos, en 1988, la Corte permiti61a ejecu-

cion dej6venes de 16 afios de edad; en 1989, la de retrasados

mentales y finalmente, en 1992, en el vergonzoso caso deHerrer-a contra Collins, dictarnino que el acusado podria ser

inocente pero estaba en condiciones de ser ejecutado si los jui-

cios habian sido realizados en debida forma y se ajustaban a la

Constituci6n. La reciente Ley del Crimen, aprobada pOI'el Se-

nado y la Camara de Representantes, extiende el nurnero de

delitos pasibles de pena de muerte a 570, segun algunas inter-

pretaciones, 70. Con mucha publicidad y gran alharaca, en la

penitenciaria federal deTerre Haute, Indiana, se construy6 una

118

carnara de ejecucion dotada de los ult.irnos adelantos tecnicos,

con un pabell6n para condenados a muerte que puede albergar

hasta 120 convictos, A comienzos de 1994, un total de 2.802

personas esperaban su ejecuci6n en las carcelas estadouniden-

ses. De ellas, 1.102 eran afronorteamericanos y aa habian sido

condenadas a muerte cuando eran toda via rrfenor-es de edad.

La abruma:I0ra mayoria de esos presos que esperan ser ejecu-tados provrerien, puede suponerse, del inmenso y creciente

reservorio al que van a parar los rechazados por la sociedad de

consumo. Como sugiere Linebaugh, el espectaculo de la ejecu-don es "utilizado con cinismo por los politicos para ater'roriznr

ala creciente clase marginada", Al reclamar ese terrorismo do

la justicia, la mayorfa silenciosa estadounidense trata de t i~ 'brarse de sus propios ten-ores internos.

Segun Herbert Gans, "los sentimientos que las clases nUl:;

afortunadas albergan hacia los pobres [son una] rneecla 11t~

miedo, enojo y condena; pero es probable que el miedn ISI}U I'icomponente mas importante"." Esta mixtura de sentimJ:i'l!l1tuH

vale como elemento movilizador del publico, utilizable P{)F 'lo~

politicos, s610si el rniedo es intenso y verdaderamente g'ller~'n

dol'. La tan publicitada resistencia de los pobresra la eiftlcil ~ld

trabajo, as! como su rechazo a par ticipar del trabajo dm;~~1.nlcomo 10 hace la mayorfa honorable, bastan para provaeas [~I

enojo y la condena del publico. Pero, cuando a la idea. d l~ 1 0Hpobres inactivos se agregan alarrnarites notjcias sobre €riiclll"

nalidad en alza yviolcncia contra vida y propiedad de la pubJa,.

cion honorable, la condeja deja lugar al ternor: no obedecer IHI

etica del trabajo se convierte en un acto que aterroriea; min

mas de ser moralmente condenable.

La pobreza, entonces, deja de ser tema de politica r:;ociatpa.I'!I

convertirse en asunto de justicia penal y criminal. Los P9brllJ~

ya no son los margiriados de la sociedad de consume, d e n · l . ; . f J ' I , j L •

dos en la competencia feroz; son los enemigos declarados deIIIsociedad. Solo una delgadisima linea, muy facil de cruzar, se-

para a los beneficiarios de los planes de asistencia de 10$ tl "Un .

cantes de drogas, ladrones y asesinos. Quienes viven de IIiH

beneficios sociales son el campo de reclutamiento de las bun·

das criminales: firianciarlos es ampl.iar las reaervas que ali

merrtar an el delito.

_ '"

I Ij)

 

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Expulai on del universo de las obfig'acforres mor ales

Vincular la pobreza con la crimirialidad tiene otro efecto:

ayuda a deeter rar a los pobres del mundo de las ob1igaciones

morales.

La esencia de toda moral es el impulse a sentirse responsa-

ble por el bienestar de los debilcs, infortunados y sufrientes; la

pobreza convertida en delito tiende a anular ese impulso y es

cl mejor argumento en su contra. AJ convertirse en crirriinales--1'eales 0 posibles-, los pobres dejan de ser uri problema et.ico

.y nos liberan de aquella responsabilidad. Ya no hay obligacion

de defenderlos contra la cruel dad de su destino; nos encorrtra-

mos, en cambio, ante el imperativo de defender el derecho y la

vida de las personas decentes contra los ataques que se estan

Lramando en callejones, guetos y zonas rnarginales.

Lo dijirnos mas arriba: si en la sociedad actual los pobres sin

t.rabajo ya no son el "ejercito de reserva de mana de obra", des-

(h~ei pu.nto de oista de la economia no tiene sentido man tener-

los por' si llega a surgir la necesidad de convocar los como

productores. Peru esto no significa que asegurarles condicio-

no.'>dignas de existencia carezca de senti do moral. Es posiblequo su bienestar no resulte important.e en la lucha por la produc-

t.ividad y la rentabilidad, pero sigue ;iendo importante, todavia,

para 105 sentirnientos de responsabilidad moral que debemos a

todos los seres humanos, asi como para la autoestima de la

comuriida d misma. Gans abre au 1ib1'0con una cita de Thomas1 )(1i11e:

Cuando en algun pais del mundo pueda decirse Mis pobres son

fclices y no hay entre e1105 ignorancia ni dolores; las carceles est.an

libres de presos y mis calles de mendigos; los ancianos no sufren

necesidad, los impueatos no result.an opresivos ... , cuando puedan

decirse estas cosas, solo entonces un pais podra jactarse de su cons-lituci6n y su gobierno.

En las primeras etapas de la historia moderna, la et.ica del

trabajo tenia la clara ventaja de unir los intereses econ6micos

a las preocupaciories Micas, como estas expresadas pOI'Thomas

Paine. Es posible que llevar a los pobres a las fabricas haya

servido los intereses de industriales y comerciantes (incluso

que estes intereses hayan reforzado la propaganda en favor de

.1.20

, la etica del trabajo); pero el esfuerzo resporidio tarnbien a 1a

sensibi1idad del publico, preocupado, conrnovido y avergonza-

do por la rniseria de los sin trabajo. Frente a la insaciable sed

de mana de obra que vivia la naciente industria en expansion,

las inq uietudes morales encontraron una salida legit.ima y rea-

lista en el evangelic del trabajo. Era una coincidencia historica

entre los intereses del capital y los sentimientos morales de la

sociedad.

Pero la situaci6n ha- cambiado. El mensaje de la etica del

trabajo -aunque, en apariencia al menos, continue vigente-

entr6 en una nueva relacion con lamoral publica. En vez de

bi-irida r una salida a los sentimientos morales, se transform6

en un poderoso instrumento de la ver-sion que, a fines del siglo

xx, adopta Ia "adiaforizacion", el proceso por el cual los aetos

mora1mente repugnantes pueden ser liberados de condena.

"Adiafcrizar" una acci6n es declararla moralmente neutra;

0,mas bien, someterla a pruebas segun criterios no rnorales, al

misrno tiempo que se la exime de toda evaluaci6n moral. En la

actualidad, el llarnado de la etica del trabajo sirve para probar

el derecho a recibir la simpatfa y la solidaridad del resto de la

sociedad. Se piensa que la mayorfa de las personas a quieneseste llamado se dirija no pasaran Ia prueba; una vez rechaza-

das, se podra suponer sin remordimiento que ellas mismos se

situarori, pOI' propia elecci6n, al margen de toda obligacion

moral. La sociedad puede, entonces, liberarse de responsabili-

dades hacia esa gente sin sentirse culpable por faltar a sus

deberes. Lo cual no es un logro menor, si se tiene en cuenta la

presencia universal de los irnpul sos morales, asf como Ia es-

-pontanea sensibilidad ante la rniseria, el dolor y las humilla-ciones del proji rno.

Pero no es posible reprimir por completo el impulso moral;

'en consecuencia, la expulsi6n del mundo de toda obligaci6n

moral nunca puedeser completa.rAunque se silencie a las con-ciencias con el continuo bombardeo de informaciones sobre la

depravaci6n moral y las inclinaciones delictivas de los pobres

sin trabajo, los empecinados residuos del impulso moral en-

cuentran, de tanto en tanto, su via de escape. Esa salida la

proporciorran, pOI'ejemplo, las peri6dicas "ferias de caridad",

reuniones concurridas pero de corta vida, donde se manifies-

tan los sentimienLos morales contenicios, desencadenadas en

esas ocasiones ante el espectaculo de sufrimientos dolorosos y

121

- - ~ ~ - - - - - - - - ~ - - - - ~ - - - - ~ - - - - - - - - - ~ - t . ' . 

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rniserias devast.adoras. Pero - -corno toda feria y todo carna-

val- tarnbien esas reuniories cumplen la funci6n de vias de

escape, eternizando los horrores de la rutina cotidiana. Esas

Ier-ias de caridad perrniten, en definitiva, que la indiferencia

resulte mas soportable; fortalecen, en ultima instancia, las con-

vicciones que justifican el destierro de los pobres de nuestra -

sociedad.

Como explic6 recientemente Ryszard Kapuscinski, uno de

los mas formidables cronistas de Ia vida conternporanea, ese

efecto se logra mediante tres recursos interconectados, pues-

tos en practica por los medios de comunicaci6n que organizan

estas "ferias de caridad" .22

En primer lugar, parale1amente a la noticia de una harnbruna

persistente 0 de otra ola de refugiados que pierden sus hoga-

res, se recuerda a las audiencias que esas mismas tierras leja-

nas -alli donde esa gente "que se ve por television" esta

muriendo de harnbre 0 de enfermedades- son el lugar de naci-

miento de nuevos e implacables empresarios que desde alli se

lanzaron a conquistar e1mundo: los "tigres asiaticos". No im-

porta que esos "tigres" sean menos dell % de la poblaci6n s610

de Asia. El dato prueba 10que necesita ser probado: la miseria

de los hambrientos sin techo es resultado de su propia elec-

cion. Claro que tienen alterriativas: pero -pOl' su falta de vo-

luntad y decisi6n- no las tornan. El mensaje subyacente es

que los pobres son los culpables de su destine. Podrfan haber _

elegido, como los "tigres", una vida de trabajo duro y de ernpeci-

nado ahorro.

En segundo lugar, se redacta y edita la noticia de modo que

el problema de la pobreza y las privaciones quede reducido ala

falta de alimentos. La estrategia tiene dos efectos: se minimi-

za la escala real de la pobreza (hay 800 millones de personas

que sufren de desnutricion cronica; pero algo asf como 4.000millones, unos dos tercios de la poblaci6n mundial, viven en la

pobreza). La tarea de ayudar se limita, entonces, a encontrar

alirnentos para los que sufren harnbre. Pero, sefiala Kapus-

cinski, plantear asi el problema de la pobreza (como en una

nota de The Economist, que analiza el hambre bajo el titulo

"How to Feed the World" [Como alimentar al mundo]) "degra-

da terriblemente, y casi niega el derecho de vivir en una h.u-

manidad plena a quienes, supuestamente, se quiere ayudar".

La ecuaci6n "pobreza eharnbre" oculta otros numerosos y com-

12 2

plejos .aspectos de Ia pobreza: "horr'ibles condiciones cle vida Y !

d~ vivierida, enfermedades, analfabetismo, violencia, fami,lillRdisueltas, debilitamiento de los vinculos sociales, ausencia du

fu~ur_oy de productividad". Son dolores que no se pue,c;lenHU-

pnmI: ~~nl~che en polvo y galletas de alto contenido ~rotela{l.Kapuscinski recuerda que, en sus recorridos pOI'las barrioH

n~gros y las aldeas de Africa, se cruzaba connines q~e Ie rneu-

digaban "no pan, agua, chocolate 0 juguetes; sino balfg~n.f'w-l,

porque no ternan con que escribir en la escuela",Agreguemos algo mas: se tiene mucho cuidadoenevitar eunl-

quier asociacion entre las horrendas imageries de:-.naP'J.,bl'lIlIW{

--que tienen gran exito en los medios- y la tragedia tin IO N

pobres acusados de violar la Mica del trabajo. Sa rouestrl' II II I

gente con su hambre; pero, pOI'mas que eI televidentas« I'll

fuerce, no vera ni una herramienta de trabajo.,.J1i un tl:lJel'l 'nu

cult~vable, ni una cabeza de ganado en la imagen, .~onH~ ii i illl

hubiera conexi6n alguna entre las promesas hueces de la(IU~rl

del trabajo, en un mundo que ya no necesita mas, trabudaT[()I'''~,

y los ~olores de estas personas, mostradas como viacJiGl Pt!I'IIj'II'

~ara lI:npulsos morales contenidos. La etica del :traJnljll 1 1 I I l . .

ilesa, l~sta para ser usada nuevamente como el M.ti~Q I:l lW i'K

pulsara a nuestros pobres -los que tenemos-ea ef barM.n t:P!'

cano, aqui ala vuelta de la esquina-s- del refugio que, VantlftlUut.I\,

buscan en el Estado benefactor,

En tercer lugar, los espectaculos de desastres, tal c.(;)i:llo MOl!

presentados por los medios, sirven de Iundamente.ig ~:er~I(I""',Jlli

de un modo diferente, el constante retroceso moral d~ In 1 - : ' 1 1 1 1 1 , . , c,

comun. Adernas de servir como descarga a 10ssentimil'1I1,iIH

morales acumulados, el efecto a largo plazo es que;

La parte desarrollada del planeta se rodea con un clnti.li'on HIlII i I , j I

rio de falta de compromise y levanta un nU8V'Q Mum de 1'1uI'lfll, dll

alcances mundiales;·toda la informacion que nos Uega de "lillll\lIf'llll

ra" son imageries de guerra, asesinatos, drogas, saqueos, Dlft"'ltlI'

dades contagiosas, refugiados y hambre: algo que nos lHlWlIlIl.1I

senamente ...

Rar.a :-ez, a media voz y desvinculada de las escenas c i ( , ,I-(IU'

rr'as CIVilesy rnasacres, nos Uega inforrnacidn sabre Ios 111'11111

mentos utilizados; es menos frecuente, todavia, qUGtW 1I0~

recuerde 10que sabemos pero preferiamos no 'oir; eSlilkl lII'nll.,,"

 

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que transrorman t.ierrue lejanas en campos de muert.e salieron

de nuestras fabr'icas, celosas de sus libros de pedidos yorgul!o-

sas de su eficacia cornercial, alma de nuestra preciada prosperi-

clad. Violentas irnagenes de la autodestruccion de esos pueblos

se instalan en nuestra conciencia: son sfritesis de "calles rnaldi-

tas" y "zonas prohibidas", rcpresentacion magnificada de terri-

torios dominados por pandillas asesinas, un mundo ajeno,

subhurnano, fuera de toda etica y de cualquier salvacion, Los

intentos por rescatar a ese mundo de su propia briitalidad solopueden producir efectos momerrtaneos; ala larga, terminanin

en Iracaso. Cualquier salvavidas que se arroje sera manipulado,

inexorablemerite, para ser transform ado en nuevas trampas.

Entonces hace su ingreso la probada y confiable herrarnienta

de la adiaforizacion: el calculo sobrio y raciorial de costos y efec-

1<08. El dinero que se invierta en ese tipo de gente sera siempre

dinero malgastado. Y hay un lujo que-no nos podemos dar, como

tvdos coincidiran, y es el de malgastar nuestro dinero. Ni las

vrctimas clela hambruna como sujetos eticos, ni la posici6n que

.ulnptemos hacia enos represen tan un problema moral. La rno-

rulidad es s610para las ferias de caridad, esos momentos clepie-

dad .y compasion, explosivos e instantaneos pero de corta vida.l~llnnclo se trata de nuestra respon sahilidad colectiva (Ia de no-

I: l!Jtl'OS, los paises ricos) poria rniseria cronica de los pobres del

planeta, aparece el calculo econ6mico y las reglas dellibre mer-

lewin, In efic.iencia y la productividad reemplazan a los precep-

1~l)Srriorales. Donde habla la economia, que la etica calle.

Salvo que se tratc, desde 1uego, de la etica del trabajo, la

' : 1 [ Lienvariante que toleran las reglas econornicas. Esta et'ica

!IIO se opone a que la economia priorice la rentabilidad y la efi-

I'ilcia cornercial; por el contrario, son su complemento necesa-

aio y siernpre bien recibido. Pam los paises rices del murido, y

tl~)bretodo para los sectore& acaudal ados de las sociedades li-

cas, la et.icadel trabajo tiene una sola cara. Explica los deberes<If! quienes luchan contra las dificultades de la supervivencia;

nuda dice sobre los deberes de quienes lograron escapar de la

mera supervivencia y pasaron a tener preocupaciones mas

importantes y elevadas. En especial, niega que los prirneros

dependan de los segundos y liber a a estes, por 10 tanto, de toda

responsabilidad hacia aque llos.

En la actualidad, la Mica del trabajo es esencial para des-

acreditar la idea de "dependencia". La dependencia se ha trans-

124

l'

.

(

forrnado en una mala palabra. Se acusa al Est.ado benefactor

de fomentarla, de elevarla al nivel de una cultura que se

autope rpe tua: y este es el argumento supremo para desrnante-

lar ese Estado. La resporisabi lidad moral es la primera victi-

rna en esta guerra santa contra la dependencia, puesto que la

dependencia del "Otro" es s610el reflejo de la responsabilidad

propia, el punta de partida de cualquier relaci6n moral y el

supuesto en que se basa toda acci6n moral. Al mismo tiempo

que denigra la dependencia de los pobres como un pecado, la

etica del tr abajo, en su version actual, ofrece un alivio a los

escrupulos morales de los ricos.

Notas

1.J. F. Handler e Y. Hasenfeld (1991), The Moral Construction of Poverty.

Londres: Sage, pp. 139 y 196-197. Segun los autores, en el marco de WIN se

realizaron en 1971 unos 2,7 millones de cvaluaciones, pero solo se inscribie-

run 118.000 aspir antes, De estos, s610 el 20% conserve su empleo durante

tres meses par 10 rnerios. El salar io promcdio fue de 2 d6lares la hor a (p.141).

2. International Herald Tribune, 3-4 de agosto de 1996.

3. C..Julien (1996), "Vel's le choc social", Le Monde Diplomatique, sep-

tiernbre,4. Z. Forge y S.M. Miller (cornps.), Dynamics of Deprivation, Aldershot:

Gower, pp. 309-310.

5. H.•J. Gans (1995), The War against the. Poor: The Underclass and

Antipoverty Policy. Nueva York: Basic Books, p, 2.

6. Como sefiala Garis, "los alcoholicos que no son pobres pueden heber en

sus casas; a veces, incluso, en su trabajo, Es a los pobres a quienes se suele

cncontrar tirados en 13 cal le. Ademas, los aetos moralmente dudosos de los

ricos result.an, can frecuencia, totalmente legales. Tambien en esto se cum-

ple la 'regl a de oro': los duefios del oro son quienes ponen las reglas" (Ibid,

pp.4).

7. No irnpor ta que los gastos federales y locales en las distintas forrnas de

asistencia social suma ran no rnenos de 40.000 millones de dolares en 199:2,

10 cual es solo el 15% del prcsupuesto anual de Defensa durante el periodo

posterior a la Guerra Fda, 10.000 millcnes de dolares menos que el costaanual de las deducciones impositivas pOl'hipotecas, y solo una sexta parte de

los subsidies a las corpor acicnes y la deducci6n de impuestos a los r'icos. No

irnport,a, tampoco, que "los fabricantes de armas sean tan dependientes del

Pent.agono como las mujeres pobr es 10 son de la asisteucia social" (Ibid, pp.

82-84)_ '

8. K. Auletta (1982), The Uridercl ass, Nueva York: Randum House, p. xiii.

9. En los Estados Unidos, ellenguaje usa do geneI'a]mente en el actual

debate sobre e1 fenomeno de la rnarginacion coincide en gran rnedida con la

retorica inflexible, sin obstaculos, de Edward Banfield: "El indivi.duo de cla-

" . 125

,----------- -------------

 

..............

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- - - - - - - - - - - - - - - - - -se baja 'live al dia ... EI unpuiso gobierria su cornport.armento, 0 porque no

puedo autodisciplmarse para sacrificar la satisfaccion preserite ala futura, 0

porque carece de sentido de futuro. Es, en consecuencia, totalmente imprevi-

SOl'; para el no tiene valor 10 que no pueda consumir de inmediato. Su gusto

por la 'accion esta pur encirna de todo" (E. Banfield (1968), The Unheacenly

City: The Nature and Futuro! of our Urban Crisis. Boston: Little Brown, pp.

34-5). N6tese cjue la diatriba de Banfield contra la "clase marginada" suena

como una descripcion muy acertada del "consurnidor ideal" en una soeiedadde consumo. En este analisis, como en rnuchos otros, la "clase marginada" es

el bas ural dande se arrcj an los demonios que acosan al alma atormentada

del consumidor.

10. La investigacion de campo llevo a Auletta tan cerca de los objetos de

tratamiento estandarizado que no pudo dejar de observar 10 dcfectuosos que

re su lt a n , en term ino s empiricos , los rotulos y las clasific ac iones

generalizadoras. Hacia el final del libra (K. Auletta, op. cit.), que prcsen ta

una larga historia de la unificacion de la clase margiriada a partir de la

accion del Estado, el autor afirma: "La gran lecci6n que aprendi de mi traba-

jo pe.riodistico entre pobres y marginados es que las general.i.zaciones -icasi

calcomamas para e1 auto!-- corispiran contra toda comprensi6n. Resulta

paligrosisirno gener alizar acerca de la 'clase baja' ... a de las 'victirnas' ... 0

sobrc la 'virtual eliminacion' de la pobreza, 0 decir que el gobierno es 'el

problema'. Desde una altura de nueve mil metros, todo y todos parecen nor-

migas" (p. ·317). Como es de esper ar, nadie atendio estas advertencias. Para

el comentario periodistico, asi como en la opinion publica y los supuestos

analisis de los politi;os, el cstudio de Auletta 5610 sirvio pam rcforzar Ia idea

global que ya se tenia sobre la clase marginada.

11. K. Auletta, op. cit.. p. xvi,

12. Ibid, p. 28.

13. L.M. Mead (1992), The New Politics of Poverty: The Nonworking Poor

InAmel'ica. Nueva York: Basic Books.

14. Ibid, p. x,

15. Ibid, p. 12.

16. Ibid, p. 133.

17. Ibid, p.145.

18. Ibid, p. 26l.19. P. Townsend (199:3), Pouerty in /<:IU·OPf1, en Z. Ferge y S. M. MiIle!!"

(cornps.), Dynamics of Deprivation. Aldershot: Gower, p. 73.

20. N. Christie (199:3), Crime Control as Irulustry. Londros: Routledge.

21. H. ,J. Gans, op. cit., p, 75.

22. R. Kapuscinski (1997), Lapidarium Ill. Varsovia: Czytelnik, pp. 14655.

126

TERCERAPARTE

.0

 

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5

Perspectivas para

los nuevos pobres

Hay muchos modos de ser humano; cada sociedad elige e1

que prefiere 0 tolera. Si llamamos "sociedad" a un determina-

do conjunto de personas, con 1 0 que quedaimplicito que esas

personas tienen "una cierta relacion entre sf" y constituyen

una ~totalidad", 10 hacemos porque damos por sentada la elec-cion. (Pero esa eleccion, sin embargo, muy pocas veces es "deli-

berada", en e1sentido de haberse arializ ado diversas posibi li-

dades para escoger entre ellas lamas atractiva para todos. Sin

embargo, una vez hecha la eleccion, mas por omision que en

forma intencional, la forma que toma la sociedad ya no puede

cambiarse facilrriente+) Yes precisarnente aquella eleccion==o

sus huellas, que perdu ran insistentemente a traves del tiern-

po-lo que determina que una comunidad de personas difiera

netamente de otra: allireside la diferencia a que nos referirnos

cuando hablamos de sociedades diferentes. Si una deterrnina-

da comunidad constituye 0 no una "sociedad", hasta d6nde lle-

gan sus fronteras, quien forma 0 no forma parte de ella ... son

cuest iones que dependen de la fuerza con que se haya realiza-

do la elecci6n, del grado de control que sobre el conjunto ejer-

zan algunos individuos dirigentes y, par 10 tanto, tarnbien de

hasta donde se obedezca a esa direcci6n. La eleccion se reduce

ados imposiciones (0, mejor dicho, a una imposicion y su con-

secuencia): un orden y una norma para todos.

Milan Kundera, uno de los grandes novelistas y fil6sofos de

nuestro tiempo, defini6 enLa Valse au Adieux [El vaIs del adios]

12 9

 

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(Gallimard, 1976)2 "la apet.encia de orden" presente en t?das

las sociedades conocidas:

'" Un deseo de transforrnar el mundo hurnario en un t.odoo~'ganico,

donde todo funcione perfectamente de acuerdo can 10 previsto, su-

hordiriado a un sistema supra personal. La apetencia de orden es,

al mismo tiempo, una apetencia de muerte, porque Ia vida e~ unaconstante interrupci6n del orden, Dicho al reves: la apete~cw de

orden es un pretexto virtuoso, una excusa para l a v iol ent a

misantropia.

En rigor, la apetencia de orden no surge necesariame?te de

la misantropia, [es decir, de la resistencia a aceptar .]avida en

sociedad con todas sus irnpu.rezas]. Pero no puede smo provo-

carla, puesto que ofrece u~a ~xcusa par~ ~ualq.uier ac~i6n que

se originara en aquel sentirruento. En ultima Hlstancl~, cua~-

quier orden es uri desesperado intento por imponer uniforrn i-

dad, regularidad, prioridades predecibles al des orden ad? n:undo

humano; los humanos, sin embargo, tienden a ser distintos,

erraticos e irnpredecibles: Puesto que los humanos sornos, como

dice Cornelius Castoriadis, "seres que siernpre creamos algo

diferen.te que somos fuente permanente de alteridad y, en con-, . }, 3secuencia no hacemos sino modificarnos a nosotros rmsrnos ,

hay s610una posibi lidad de que el mundo humano deje de ~er

distirito erratico e impredecible: es su tumba. Ser humano sig-

nifica elezir siempre y carnbiar' siern pre esa elecciori; detener

cualquierO elecci6n ulterior y transformar en i'rrever'sibles I~s

elecciones realizadas con anterioridad. Implica, por"tanto, un

esfuerzo constante. La apeLencia de orden solo es concebible

zracias a esa "capacidad de clegir", irnplfci ta en el ser; todo

modele de orden implica una eleccion en 51 mismo, pero una

elecci6n que aspira a imponerse sobre cualquier op~ion y pouer

fin a la posibilidad de seguir eligiendo. Ese fin, .sm embargo,

no es seguro: le sigue la misantropia, sea 0 no mter:clOn~l ybienvenida: eel de5eo de ponerse al margen de la cor rierite irn-

pura de la vida]. El verrladero objeto de sospecha, r~chaz? y

odio para esa misantropia es la obstinada, empedermda e in-

curable excentricidad de los seres humanos, fuente perrnanen-

te de desorden.

La otra imposiciori es la norma. La norma es la proyecci6n

del orden sobre la conducta hurnaria. Nos dice que es portarse

13 0

bien en una sociedad ordenada; traduce al1enguaje de las elec-

ciones hurnarias, por asf decirlo, el concepto de orden. Si el or-

den e s una eleccion, tarnbisn 10es la norma; pero la e1ecci6nde

un orden limita Ia posible opci6n de pautas de comportamiento.

Se consideran normales s610 ciertas actividades; todas las de-

mas son consideradas anorrnalcs. "Anorrna l" equivale a aparta-

do del modele elegido; puede llegar a ser una "desviacion", una

forma extrema de anormalidad. La desviacion provocara la in-tervencion terapeutica 0 penal si la conducta en cuesti6n no s610

se aparta del modelo elegido sino que, tarnbian, excede el lfrnitede las opciones tolerables. Nunca se establece claramente la fron-

tera entre la simple anormalidad y la siniestra desviacion; PO!

10general, esta ultima es coridenada airadamente -ysin apela-

ci6n- pOI'haber violado los limites de la tolerancia.

La constante y consciente preocupaci6n por el orden y la nor-

rna -y el heche de que esta preocupaci6n ccnstituya un im-

portante tema de debate en la sociedad- serialan que no todofunciona como deberfa, que las cosas no pueden dejarse como

estim. Los misrnos conceptos de orden y de norma -que per-

miten establecer que elementos vienen al caso para el terna-s-

nacen de Ia conciencia de la irnperfeccion del mundo, del irn-pulso por hacer algo para cambiarlo. Ambos conceptus, pOI' 10

tanto, son "posit ivos" y "const ructivos": 'son motores que ao-

tuan para elevar la realidad hacia nive1es no alcanzados; son

presiones en favor de un carnbi o. El solo hecho de hablar de

orden y de norma funcio na como herramienta para irnponerese cambio.

Pero ei "deberIa" que ambos conceptos irnplican limita su

esericia: deja fuera grandes porciones de la compleja realidad

hurnana. Ninguna de las dos ideas tendria sentido si fueran

totalizadoras, aplicables a todas las personas y a toda su acti-

vidad. Pero se trata exactamente de 10contra rio: e1ordcn y fanorma declar an, enfaticarnente, que no todo 10que existe pue-

de formal' parte de una adecuada y eficaz unidad, que en ella

no hay lugar para cualquier opci6n. Los conceptos de orden yde norma son afilados pufia los que arne naz ari a la sociedad talcual es; indican, ante todo, la intenciori de separar, arnputar,

cor tar, expurgar y excluir. Promueven 10"correcto" al centearsu atenci6n en 10"incorrecto"; ideritifican, circunscriben y es-

tigmatizan esos segmentos de la realidad a los que se les n,i@p;u

el derecho de existir, que quedan condenados al aislamiento, olexilic 0 la extinci6n.

,.

1 1 . 1 1 .

 

Inst.alar y prornover el orden sigriifica poner en mareha la Cuando se los deja librados a sf mismos, se producen cosas

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exclusion, imponiendo un regimen especial sobre todo 10que

deben ser excluido, y excluyendolo al subordinarlo a ese regi-

men. La norma, por su parte -cualquier norma: Ia Miea del

trabajo es s610un ejemplo-, actua en f~rma indirecta, hacien-

doque la exclusion aparezca como simple autorriarg'ina lizacion.

En el primer caso, quienes terminan excluidos y desterra-

rim; son los que "alte ran el orden"; en el segundo, los que "no se

.idecuan a la norma". Pero, en ambos casos, se culpa a los ex-

t:luidos de su propia exclusion; las perspectivas del orden y lanorma reparten culpas de antemano, deciden a priori, yen con-

l.ru de los excluidos, el problema deln(XaXelV (sufrir) frente al

Twt£tV (hacer). A traves de sus acciones, serial adas como motivo

dC'exclusion -·acciones incorrectas-, los excluidos "eligen" su

]l]'opia desgracia; son, en el proceso, sus propios agentes. Que-

rial' oxcluido aparece como el resultado de un suicidio social; no

(Ik urra ejecucion pal"parte del resto de Ia sociedad. Es culpa de

los oxeluidos por no haber hecho nada, 0 no 10 suficiente, para

IhlJlir de la exclusion; quizas hasta la buscaron, sint.iendo que

f'Hn exclusion ya estaba escrita. Esa exclus ion no es simp1e-

11Wll!;e un acto de lirnpieza; es un acto de etica, un acto de jus-

Lidamediante el cual a cada uno se le da su merecido. Quienes!'I(~I:i('Lcny ejecutan la exclusion pueden sentirse los viTtuOSOS

rJ(!f(!m~oresde la ley y el orden, los guardianes de los valores

IJ(!~n:nanentesYlos parame.tros de la decencia.

~'~Rtasperspectivas dejan de lado la posibilidad de que, lejos

tll(~ cargur con la responsabilidad por su destino, los excluidos

l1 1 u :([;),nser las victirnas de fuerzas a las que no tuvieron la

o!,i()l'tunidad de resistir, menos aun de control ar, Es posible que

:11g-l1l10Sxcluidos hayan "alterado e1orden"; yesto, por 10 que son()por 10que se ha heche de ellos. Estan excluidos por las carac-

Luristicas que los definen pero que no eligieron; no por 10que

lricicron, sino porque la "gente como ellos" no tiene lugar en el

orrlcn de los demas, Es posible que ot.ros no se "ajusten a lanorma", no porque carezcan de volunt adpara hacerlo, sino

porque les faltan los recursos necesarios, recursos con los que

otras personas cuentan. Como esos recursos escasean, no es-

uin al alcance de todos.Ha quedado dernostrado, en consecuencia, que los excluidos

~o quienes estan a punto de serlo- no estan capacitados para

olcair su destino Permitirles esa libertad seria su perdicion ." b ' ._

horr endas. E110smismos se buscan todo tipo de desgraeias. Pero,

como la excluaion jarnas es un estado agradable, las conseeuen-

cias de aquella libertad son tan horr:ib1es para ellos como para

quienes viven dentro del orden y la norma. Privar a los exclui-

dos de su libert ad (libertad que, sin duda, usaran malo des-

preciaran) es una necesidad imperiosa para proteger la ley y el

orden; hasta podrfa afirrnarse que es para bien de los exclui-,

dos. La vigilancia policial, el control y la supervision de su con-

ducta son actos de caridad, verdaderos deberes eticos. Los dosfactores se entrecruzan y se mezclan en uri impulso para "ha-

eel' algo" con el segmento sumergido de Ia poblacion. La fuerza

de ese impulsoreside en la preocupacion par preservar el or-

den, pero invoca tarnbien el respaldo de los sentimientos de

misericordia y compasion. No obstante, sea cual fuere la fuer-

za que 10 anima, ese impulso tiende siernpre a "diferenciar"

ante la ley, a sacarles poder a quienes no saben como usarlo; a

somet erlos , por las buenas 0 por las mal as, al "sistema

suprapersonal" que evaden 0 desafian.

Desde siempre, ambos aspectos -la defensa del orden y la

compasi6n- se combiriaron y fundieron en la figura social de

los pobres, esa gente a la que se alimenta y se mantiene segun10 que cada epoca y lugar define como forma correcta y justa.

Pero los pobres son, ante todo, personas que no se "ajustan a la

norma", y esa norma es la capacidad de adecuarse a los

parametres que la definen,

Los pobres, ya sin funcron

Hasta ahora, toda sociedad conocida ha tenido pobres , Y -per-

mitaseme repetirio-- no es cosa de extrafiarse: la irnposicion

de cualquier modele de orden es un acto discrimiriatorio y

descalificador, que conde na a ciertos fragmentos de la sociedada la condici6n de inadaptados 0 disfuncioriales, ya que elevar

un modo de ser cualquiera al estatus de norma implica, al mis-

mo tiempo, que otras fonnas quedan, automaticamerite, por

debajo del nivel adecuado y pasan a ser "anormales". Los po-

bres, desde siempre, fueron y son el paradigma y prototipo de

todo 10"inadaptado" y "anorrnal".

13 3

 

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Cada sociedad adopto y adopt.a, hacia sus pobres, una acti-

tud ambivalente que le es caracteristica: una mezcla incornoda

de temor y repulsion, por un lado; ymisericordia y compasion,

por el otro. Todos estos ingredientes resultan ig'ualrnente in-

dispensables, Los prirneros permiten tratar a los pobres con la

dureza necesaria para garantizar la defensa del orden; los se-

gundos destacan el lamentable destine de quie nes caen por

debajo del est andar establecido, y sirven para empalidecer ahacer parecer insignificantes las penurias padecidas por quie-

nes 5e esfuerzan en cumplir con las norruas. De este modo,

oblicuo e indirecto, se les encontr6 siempre a los pobres, a pe-

sar de todo, una funci6n uti l en la defensa y la reproducci6n

del orden social y en el esfuerzo por preservar la obediencia de

1a norma.

Sin embargo, de acuerdo can el modelo de orden y de norma

que tuviera, cada sociedad molde6 a sus pobres a su propia

imagen, explic6 Sll presencia en forma diferente y les dio una

difererite funcidn, adoptarido estrategias distintas frente al

problema de la pobreza.

La Europa prernoderna estuvo mas cerca que su sucesora en

el intento de hallar una funcion importante para sus pobres.

Estos, al igual que todas las personas y las casas en la Europa

cristiana premoderna, eran hijos de Dios y constituian un es-

lab6n indispensable en la "divina cadena del ser"; como parte

de la creacion divina -y como el resto del mundo antes de su

desacralizaci6n por la moderna sociedad racionali sta-c- esta-

ban satuuados de-significado y prop6sito divines. Sufrian, es

cierto; pero su dolor encarnaba el arrepentirniento colectivo par

el pecado or-iginal ygarantizaba su redencion. Quedaba en rna-

nos de los mas afortunados la tare a de socorrer y aliviar a quienes

sufrian y, de este modo, practicar la caridad y obtener ~llostambien~ su parte de salvacion. La presencia de los pobres

era, por 10 tanto, uri regalo de Dios para todos 10'1. dernas: una

oportunidad para practicar el sacrificio, para vivir una vida

virtuosa, arrepentirse de los pecados y gariar la bendici6n ce-

lestial. Se podria decir que una sociedad que buscara el senti-

do de la vida en la vida despues de lamuerte habria necesitado,

de no contar con los pobres, inveritar otro camino para la sal-

vacion personal de los mas acomodados.

As! eran las cosas en el mundo premoderno, "desencantado",

donde nada de 10 existente gozaba el derecho de ser par el solo

13 4

heche de estar alh, y donde todo 10 que era debra dernostrar su

derecho a la existencia con pruebas legitimas y razonables, Mas

importante resul ta que, a diferencia de aquella Europa

premoderna, el nuevo mundo feliz de la modernidad fijo sus

propias reglas y no dio nada por seritado, sometiendo todo 10

existente al arial isis incisivo de 10 . raz on, sin reconocer limites

a au propia autoridad y, sobre todo, rechazando "el poder de los

muertos sobre los vivos", la autoridad de la tradici6n, de 1asabiduria ti-adicional y las costurnbres heredadas. Los proyec-

tos de orden y de norma reemplazaron la vision de una cadena

divina del ser. Adiferencia de aquella vision, el orden y la nor,

rna fueron creacio nes humanas, proyectos que debian S0l'

implerne ntados mediante la accion hurnana: casas por haeer,

no realidades creadas par Dios que deben ser acatadas. Si 10

realidad heredada ya no se adecuaba al orden proyectado POl'

los nuevos hombres, mucho peor para aquella realidad.

AEffue como la presencia de los pobres se transforrno en uri

problema (un "problema" es alga que causa incomodidad y pro-

voca la necesidad de ser resuelto, remediado 0 elimirrado). Los

pobres representaron, desde entonces, una amenaza y un ob::;-

t.aculo para el orden; adernas, desafiaron la norma.

Y fueron doblemente peligrosos: si su pobreza ya no le1'6una

decision de la Provide ncia, ya no tenfan razones para aceptar-

la can humildad y gratitud. POI' el contrario, encontraron todo

tipo de razones para quejarse y rebelarse contra los mas afo1'-tunados, a los cuales empezaron a culpar par sus privacionos ..

La antigua etica de la caridad cristiana parecio ya una teA.l~g:;l

intolerable, una sangria para la riqueza de 1 2 1 naci6n. El debl!!'de compar tir la buena suede propia can quienes no Ipgolhan

los favores de la fortuna habia sido, en otro tiempo, una SCHHa

ta inversion para la vida despues de la muerte. Pero y.a i'nqresistia el manor razonamient.o"; sabre todo, el raz onarninntn

de una vida de negocios, aqui y ahara, bien sobre la tierra,

Se agrego, muy pronto, una nueva arnenaza: los pobres.que

aceptaban mansarnente su desgracia como decision div{na:y no

hacian esfuerz o alguno par liberarse de la miseria eran tambi{\~!

inmunes a las tentaciones del trabajo en las fabricas y se rohu-saban a vender su mana de obra una vez satisfechas las eseaHml

necesidades que consideraban, par costumbre milenaria, "nut.u

rales". La permanente escasez de fuerza de trabajo fue obs12I ' I i{ ) J \

durante las prirneras decadas de la sociedad industrial. r...fl Jl D

1 : 1 1 ,

 

~.

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bres, incomprensiblemente satisfechos y resignados a su sue rte,

fueron la pesadilla de los nuevos ernpresa rios industriales: in-

rriunes al incentivo de W1 salario regular, no encontraban razon

para seguir sufriendo largas horus de trabajo una vez eonsegui-

do el pan neeesario para pasar el dia. Se forma un cireulo vieio-so: los pobres que objetaban su miseria genera ban rebelion 0

revolucion; los pobres resignados a su suerte frenaban el pro-

greso de la empresa industrial. Forzarlos al trabajo intermina-

ble en los talleres parecia una forma milagrosa de romper elcirculo.

AsClos pobres de la era industrial quedaron redefinidos como

cl ejercito de reserva de las fabr icas. El empleo regular, e1que

ya no dejaba lugar para 1amalicia, pas6 a ser 1a norma; y la

pobreza qued6 identificada con e1desemp1eo, fue una violaci6n

~lla norma. una forma de vida al margen de la normalidad. En

L; des circu~stancias, la receta para curar 1a pobreza y cortar

ti c raiz las amenazas a 1aprosperidad fue inducir a los pobres

=obligarlos, en caso necesario-- a aceptar su destino de obre-

1'Os.El rnedio mas obvio para conseguirlo fue, des de luego,

privarlos de cualquier otr a fuente de sustento: 0 aceptaban las

condiciones ofrecidas, sin fijarse en 10repulsivas que fueran, 0

rerumciaba a toda ayuda por parte de los dernas. En esa situa-

cion "sin altemativa", la pred.ica del deber etico habria sido

supcrfl ua; la necesidad de llevar a los pobres a la fabrica no

noccsitaba de impulsos moral es. Y, sin embargo, la etica del

trabajo sigui6 siendo considerada casi universalmente como el

rcrnedio eficaz e indispensable frente a la triple amenaza de la-

pobreza, la escasez de mano de obra y la revoluciori. Se espera-

bu que actuara como cobertura para ocultar la falta de sabor

de la torta ofrecida. La elevaci6n de 1apesada rut.ina del traba-

jo a la noble categoria de deber moral tendrta que endulzar los

.inimos de quienes quedaran sometidos a ella, al rnismo tiern-

po que calmar 1aconciencia moral de quienes los sometian. Laopci6n por la et.ica del trabajo se vio notablemente facilitada-y

hasta lleg6 a result ar natura1- por e1heche de que las clases

medias de la epoca ya se habian convertido a ella y juzgaban

su propia vida a Ia luz de esa et.ica.La opinion ilustrada del memento se encontraba dividida.

Perc, en 10que se referia a 1a etica del tr abajo, no habia des-

acuerdo entre quienes veian a los pobres como bestias sa1vajes

y obstinadas que era precise domar, y aquellos cuyo pensamien-

·1 '36

to 5e guiaba par la et.ica, la conciericia y la cornpasion. Por un

lado, John Locke eoncibi6 un programa integral para err adicar

la "pereza" y el "Iibert.inaje" a que los pobres se entregaban,

rec1uyendo a sus hijos en escuelas para indigentes que los for-

maran en el trabajo regular y a los padres en asilos para po-

bres cuya severa disciplina, un sustento minirno, el trabajo for-

zado y los castigos corporales fueranla regla. POl'el otro, -Iosiah

Child, que lamentaba e1destino "triste, desgraciado, impoten-

te, inu til y plag'ado de enfermedades" de los pobres, entendia-tanto como Locke-- que "poner a trabajar a los pobres" era

"un deber del hombre hacia Dios y 1aNaturalez a"."

En un sentido iridirecto, la concepcion del trabajo como "de-

ber del hombre hacia Dios" venia a bendecir 1a perpetuaci6n

de la pobreza. La opinion compartida era que, puesto que los

pobres se arreglaban con poco y se rehusaban a esforzarse para

- conseguir mas, los salar ios debian mantenerse en un nivel de

subsistencia minima; s610as i,cuando tuvieran empleo, los po-

bres se vertan igualmente obligados a vivir al dia y a estar

siernpre ocupados para poder sobrevivir. Como dice Arthur

Young, "todos, salvo los idiotas, saben que se debe mantener

pobres a las clases bajas; si no, jamas trabajaran". Los exper-tos economistas de 1aepoca se apresuraron a calcular que, cuan-

do los salarios son bajos, "los pobres trabajan mas y rea1mente

viveri mejor" que si reciben salaries mas altos, puesto que en-

torices se entregan al ocio y los dist.urbios.

Jeremy Bentham, el gran reformador que resumio la sabi-

duria de los tiempos modernos mejor que cualquier otro pensa-

dol' de su tiempo (su proyecto fue elogiado en forma casi uriani-

me pcr Ia opinion i1ustrada como "erriinentemente racional y

lumirioso"), avanzo un paso mas. Concluy6 que los incentives

econornicos de cualquier tipo no eran fiables para obte ner los

efectos deseados; Ia coaccion pura, en cambio, resultaria mas

efectiva que cualquier-ape1aci6n a la int.eligencia -par ciertoinconstante yhasta inexistente- de los pobres. Propuso la cons-

trucci6n de 500 hogares, cada uno de los cuales albergaria a

dos mil de los pobres que representaran "una carga mas pesa-

da" para la sociedad, rnanteniendolos alli bajo 1avigilancia cons-

tante y la autoridad abso1uta e indiscutida de un alcaide: Se-

gun este esquema, "los despojos, 1aescoria de la humanidad",

los adultos y los ninos sin medias de sustento, los mendigos,

las madres solteras, los aprendices rebe1des y otras gentes ..de

137

 

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su cal ana debian ser dotenidcs y Ilavados por la fuerza a esus

hogares de trabajo forzado administrados en forma privada,

donde "Ia oscoria se t.ransformaria en metal de buena ley". A

sus escasos criticos liberales, Bentham respondi6 air-ado: "Se

objeta Ia violacion de Ia libertad; se pide, en carnbio, la li~ertad

de actual' contra la socied ad". Entendia que los pobres, pOl'el

solo hecho de serlo, habian demostrado no tener mas capaci-

dad para ejercer su Iibertad que los nirios revoltosos. No esta-

ban en condiciones de dirigir su propia vida; habia que hacerlo

por ellos.Corri6 mucha agu a bajo los puentes clesde que gente como

Locke, Young 0 Bentham, con el ardor desafiante de quienes

exploran ticrras nuevas y v11.'genes,proclamaran esas ideas qu~,

con el tiernpo, se afirrnarf'an como una opini6n moderna Y urn-

versalmente aceptada sobre los pobres. Sin embargo, pecos se

atreverian a sostener hoy esos principios con arrogancia y fran-

queza sirnilares: si 10 hicieran, s6lo provocarian -indignaci6n.

Pero buena parte de esa filosoffa ha vuel to a ser, en gran rned i-

da, la base de polit.icas oficiales frente a quienes, por una u

otra razon, no son capaces de llegar a fin de mes y de ganarse

la vida sin ayuda publica. Hoy resuena e1eco de aquellos 'pen-

sadores en cada carnpana contra los "paraaitos", los "tram po-

sos" 0 los "dependientes de subsidies de desempleo", y en cada

advertencia, repetida una y otra vez, de que pedir aumentos

salariales es poner en riesgo "la fuente de trabajo". Donde el

irnpacto de aquella filosofia vue1ve a sentirse con mayor ~uerza

es en la reiterada afirrnacion -a pesar de las irrefutables prue-

bas en su contra- de que negarse a "tr abajar para vivir" es

hoy, como lo'fue antes, la causa principal de 1apobreza, y que el

unico rernedio contra ella es reinsertar a los desocupados en

el mercado laboral. En el folclore de las politicas oficiales, solo

como una mercancia podrf a la fuerza de trabajo reclamar su

derecho a medios de supervivencia que est an igualmente

mercantil.izados.Se crea, de este modo, la sensaci6n de que los pobres censer-

van la rnisrna funcion que tuvieron en los prirneros tiernpos de

la era industrial: el de reserva de mario de obra. Al reconocer-

les este papel, se echa un manto de sospecha sobre la honesti-

dad de quienes quedan fuera del "servicio activo", y 5e seriala

claramente la forma de "llamarlos al orden" y restaurar, asi, el

orden de las cosas roto POI' quienes e1uden el trabajo. Pero, en, , -138

\.

nueatros dras, la filosofta que intent6 capturar y articular las

realidades emergentes de la era industrial ya dej6 de funcio-

nar, anul ada por las nuevas realidades de estos tiernpos. Des-

pues de haber servido alguna vez como eficaz agente para

mstaurar el orden, aquella filcsofia se convirtio lenta pero inexo-

rablementc en una espesa cortina, que oscurece todo 10 nuevo

e imprevisible que apa rece en los actuales padecimientos de

los pobres. La et.ica del trabajo, que los reduce al pape! de ejer-cito de reserva de mana de obra nacio como una revel acion:

pero vive este ultimo periodo como'un verdadero encubrimiento:

En el pasado tenia sentido -tanto en 10 politico como en 10

econ6mico- educar a los pobres para conve rtirlos en los obre-

1"OS del manana. Esa educaci6n para la vida productiva lubri-

caba los engranajes de una economia basada en la industrtay

curnph'a Ia funci6n de "integrarlos socialmente", es decir, d emanterierlos dentro del orden y la norma, Esto ha dejado de ser

cierto en nuestra sociedad "posmoderna" y, ante todo, de con-

sumo. La economia actual no necesita una fuerza laboral rna-

siva: aprendio 10 suficiente como para aurnentar J1Q l s a I C ) Sill

rentablilidad sino tarnbien el volumen de su produce-ion, TerJt.l-

ciendo al mismo tiempo la mana de obra y los costas" AI ITIiS!l1Otiempo, la obediencia a Ia norma y la "disciplina social" qll;oda

asegurada por la seducci6n de los bienes de corisumo mas q , IUJ

pOJ"a coerci6n del Estado y las instituciones panoptieas, Td:1 I l 1o

en 10 econornico como en 10 politico, la comunidad de ll0S I~'(:)W';II'

rnidores posmodernos vive y prospera sin que el grueso [<doHW

miembros este obligado a cargar con la Cl'UZ de pesaQ:a.SJjorwr·

das industriales. En la pract.ica, los pobres dejaron de ' s m ' .'HIejercito de reserva, y las invocaciones a la etica del trabajo I ' l J l l ' ·

nan cada vez mas hue cas y alejadas de la rea1idad.

Los integrantes de la sociedad conternporanea son, ante] Lodll ,

consurn idores: s610en forma parcial y secundaria son ia1n~)iJ:~1I

productores, Para' ajustarse a la norma social, paea 5el' ~1I]

miembro corisurnarlo de la sociedad, es preciso responder cnn

velocidad y sabidurfa a las tentaciones del mercado de ,(ComHII

rno; es necesario coritribuir a la "demanda que agotara Ia ofer-

ta" y, en epocas de criais econornicas, ser parte de la "reactivaci61!

impulsada por el consumidor". Los pobres que carecen de IJII

ingreso aceptable, que no tienen tarjetas de credito ci'Ia perspectiva de mejorar su situacion, que dan al margen. E O ! C":Olll-'I\'

cuencia, la norma que violan los pobres de hoy, la norma ())Uyll

J.:Hj

 

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quebrantamiento loshace "anormales", es la que obliga a estar

capacitado para consumir, no la que impone tener uriempleo.

En la actualidad, los pobres son ante todo "no corisurnidores'',

ya no "desernpleadoa". Se los define, en primer lugar, como con-

surnidores expul sados del mercado, puesto que el deber social

mas importante que no cumplen es el de ser compradores acti-

vos y eficaces de los bienes y scrvicios que el rnercado les ofre-

ceoIndudablemente, en el libro de balances jle la socied ad de

consume, los pobres SOlI parte del pasivo; en modo alguno po-drran ser registrados en la columna de los activos presentes 0

futuros.De ahi que, por primera vez en la historia, los pobres resul-

Lan, lisa y llanamente, una preocupaci6n y una molestia. Care-

cen de meritos capaces de aliviar -menos aun, contrarrestar-e-

su defecto esencial. No tienen nada que ofrecer a cambio del

desembolso realizado por los contribuyentes. Son una mala in-

version, que rnuy probablemente jarnas sera. devuelta, ni dar a

gunancias; un agujero negro que absorbe todo 10que se le acer-

que y no devuelve nada a cambio, salvo, quizas, problemas. Los

miembros normales y honorables de Ia sociedad -los consurni-

d01'es- no quieren ni esperan nada de ellos. Son total menteinutiles. Nadie -naclie que realmente importe, que pueda ha-

him y hacerse oir-e- los necesita. Para ellos, tolerancia cero. La

sociedad esLaria mucho mejor si los pobres desaparecieran de la

e::;cena.[El mundo seria tan agradable sin elios! Nonecesitamos

a los pobres; por eso, no los queremos. Se los puede abandoriar a

f;U destino sin e1menor remordimiento.

Sin f'urrciort ni deber moral

En un mundo poblado de consumidores no hay lugar para el

Estado benefactor; aquel legado venerable de la sociedad in-

dustrial se parece demasiado a un "Estado nifiera", que con-

siente a los holgazanes, adula a los mal vados y encubre a los

corruptos. _Se afirma que el Estado benefactor fue una conquista logra-

da con esfuerzo per los pobres y desamparados; si efectivamen-

te fue la lucha de los pobres la que oblig6 a actuar a Bismarck,

Lloyd George 0Beveridge, esa lucha s610pudo Iograr su come-

140

.1

tido por'que los pobres contaban COil un gran "poder de negocia-

ci6n": cumplian una funcion importante, poseian algo vital e

indispensable para ofrecer a una socicdad basada en la pro-

duccion. Adernas de muchas otras cosas, el Est.ado benefactor

marco el camino necesario para mercantil izar la fuerza de tra-

bajo, hacicndola ante todo vendible y comprable; cuando la

demanda de mano de obra bajaba temporariamente, el Estado -

se encargaba de hacerla repuntar. Y el EsLado asumi6 esa ta-

rea porque los capitalistas no podian 0 no querian cargar conlos costos riecesarios, ni individual ni colectivamente. s:se con-sidera la doble funci6n (econ6mica y polrtica) que el empleo

desempefio en la primera epoca de la sociedad industrial, el

Estado benefactor -al reinsertar en el trabajo a los desocupa-

dos~ r'esu.lto una invers ion sensaLa y rentable. Pero ya no 10

es. Ya no es posible que todos B e transformen en product.ores:

tampoco es necesario que asi sea. Lo que fue una inversion

razonable se presenta, cada vez mas, como una idea empe-

cinada, un injustificable derrcche del dinero de los centrrbu-

yentes.

Por eso no puede sorprender que_.,pnicticamente en todas

partes, el Estado benefactor se encuentre en retirada. Los es-casos paises donde las prestaciones sociales permanecen in-

tactas -0 su desmantelamiento se realiza con lentitud 0mala

gana- son condenados por imprudentes y anacronicos, y reci-

ben serias advertencias de los nnevos sabios econ6micos y las

inst.ituciories bancarias internacionales -como le sucede per-

manentemente a Noruega- contra el peligro del "recalen-

tamiento de la econornia" y otros horrores de invencion recien-

teoA los parses poscomunistas de Europa oriental y central se

les dice, en terrninos muy precisos, que deben terminal' con las

protecciones sociales heredadas como condicion sine qua non

para recibir ayuda exterior y, desde luego, para ingresar en la

"familia de las naciories libres". La unica elecci6n que la sabi-duria econ6mica actual ofrece a los gobiernos es la opci6n en-

tre un crecimiento veloz del desernpleo, como en Europa, y una

catda aun mas veloz en el ingreso de las clases bajas, como en

los Estados Unidos,

Este pais lidera el nuevo mundo libre, .. libre de beneficios

sociales. En los ultimos veinte arios, los ingresos totales deJ 20%

de las familias estadounidenses mas pobres se redujeron en

un 21%, mientras que los ingreaos totales del 20% mas rico de

141

 

- - - - - - - - - - - - - - ............

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la poblacion aurnen taron en un 22%." La redistr ibucion del in-

greso desde los mas pobres hacia los mas ricos crece can una

aceleracion indetenible, Los severos recortes en 13 asigriacion

de beneficios, realizados recientemente ~que recibieron el apo-

yo eritusiasta de las tres cuartas partes de los miembros elec-

tos del Congreso ("el fin del Estado benefactor que conocemos",

en palabras de Bill Clinton)--, aumeritaran de 2 a 5 millones

e1numero de ninos que crezcan en la pobreza hasta el ana 2006,

y multiplicar an el nurnero de ancianos, enfermos y discapaci-

tadas que quedaran desprovistos de cualquier forma de asis-

tencia social. En el arialisis de Lore Wacquant, la pol itica social

estadounidense ya no se propone hacer retroceder la pobreza

sino reducir el nurnero de pobres, es decir, de personas oficial-

men te reconocidas como tales y, en consecuencia, COIl derecho

a recibir ayuda: "El matiz es significative: as! como en otros

tiempos un buen indio era un indio muerto, actua1mente un

'buen pobre' es un pobre invisible, una persona que se atiende

a S1mismo y nada pide. En pocas palabras, alguien que 5e com-

porta como S 1 no existiera. ,,",6

Puede sllPonerse que, si los pobres intentaran defender 10

poco que Tes queda de aquel escudo protector forjado por las

legislaciones sociales, no tardarran en darse cuenta de que ca-

recen de poder negociador parahacerse escuchar: mucho me-

nos para impresionar a sus adversarios. Pero les serfa mas

diffcil-todavia sacar de su serena imparcialidad a los "ciudada-

nos comunes", a quienes el coro de politicos exhorta continua-

mente a votar, no con su mente 0 su coraz6n, sino con su bolsillo,

Pero es poco probable que esa reacciori de los pobres llegue a

producirse alguna vez. Sus penurias no parecen importarles;

-y , si les importan, hay pocas pruebas concretas de su colsra, 0

de que esten decididos a actuar a partir de esa c6lera. Sufren,

desde luego, como sufrieron en todas las epocas; pero, a dife-

rencia de sus antepasados, los pobres de hoy no pueden 0 no

intentan hacer de su sufrimiento una cuesti6n de iriteres pu-

blico, Xavier Ernmanuelh explic6 recientemente esta sorpren-

dente pasividad de los pobres:

POI'cierto que la pobreza "clasica", heredada del pasado y trans-

rnitida de generaci6n en generaci6n, se mantuvo a pesar del pods-

1'050 crecirnienio eeonornico vivido pOI'los patses industriales.,. Pero

14 2

a,este fe,?omeno se agrega otro, curacterrstico de nuestro trornpo y

S10 precedente en cuanto a sus dimenaiones.

Se trata de la acurnulacion de conti-artedadcs, que hoy arroja a

individuos y farnilias enteras a la indigencia y, a menudo, a la ca-

n,e:perdida del ernpleo, desaparrcion de cualquier ingreso, desgra-

eras familiares, divorcios, separaciones, perdirla de la vivienda. £1

resultado es un exilio social: ruptur a de la red de interacciones e

intercambios, desaparici6n de cualquier puntos de apoyo, incapa-cidad de proyectarse hacia el futuro, POl' todo ello, e50S"excluidos"

dejan de tener exigencias 0 proyectos, no valoran sus derechos, no

ejercen su responsabilidad como seres humanos y ciudadanos ../-\sf

como dejaron de existir para los dernas, poco a poco dejan de eXIS"

til' para sf rnisrnos."

( En estos dias, los pobres no unen sus sufr-imientoa eo 1!J.JIl~

causa cornun. Cada consurnidor expulsado del meni:<;tdabme

su herida en soledad;.,.en el mejor de los cases, en conl.pS!liiade sufamilia, si esta no se ha quebrado todavia. Los constnrruidcres

fracasados estan solos, y, cuando se los deja solos mucho1 tiem.

po, suelen volverse solitarios; no vislumbran la forma len IqlLCla sociedad pueda ayudarlos, no esperan ayuda tampeeo, ni

creen que sea posible cambial' la suerte mas que gafia.ndn (~nlos pron6sticos del futbol 0 la loteria. -

No deseados, innecesarios, abandonados .., Gcuaies au )'u/'"

gar? La respuesta es: fuera de nuestra vista, En primer lug-·ar;.

fuera de las calles y otros espacios publicos que us amos n013(j,·

tros, los felices habitantes del mundo del consumo, 8i son 1 ' IJ"

cienJlegados a l pais y no tienen sus papeles en perfecto ordan,

mejor aun: pueden ser deportados y, de ese modo, quedar [tHill'a

de nuestra_responsabilidad. Si no hay excusa para su c l e p < . } J t l . I . I . -

cion, queda el recurso de encerrarlos en prisiones lejanas, / i l l n~~

posible en el desierto de Arizona, 0en naves ancladas iejo.Hd~\las rutas habituales, 0 en carceles de alta tecnologia tD!t.a.lnll' lI

te automatizadas;· donde no puedan vel' a nadie y pr0balll!'~

mente nadie, ni siquiera sus guardianes, les yea Ia cara d(;\}'llll'

siado seguido.

Para que el aislamiento fisico resulte infalible, se lOJ.'@f:1Wl'?;1i

can la separacion mental, euyo resultado es el dsstierrc dnflp'l-tivo de los pobres del universe de la empatia y Ia '~sblidBl'i(llLd,Al mismo tiempo que se los expulsa de las calles, tambl6n HII

los puede desterrar de la comunidad de los seres hun'l;a'n(.)~;hdIll

mundo de los deberes eticos. Para esto, hay que reesG;r ih i r l"

 

~tl

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historia: hay que porier dopravacion donde antes 5e leia priva-

••t cidn. Y los pobres ser an los "sospechosos de siernpre", a quienes

se ccrcara cada vez que aparezca un Iallo que altere el orden

publico, Y se pint.ara a los pobres como vagos, pecadores, carentes

de principios morales. Los medios colaboraran alcgremente con i -lia policia para prese ntar al publico avido de sensaciones esas

tr"l!lculentas imageries de "elementos criminales" que se revue 1-

can en el delito, la droga y la promiscuidad sexual 0 se refugian

en la oscuridad de las calles. Y se corifirrna ra que la pobreza es,ante todo, y quizas unicamente, una cuesti6n de ley y de orden,

!y. que se la deberia combatir del mismo modo que se cornbate

crralquier otro tipo de delito,Desterrados de la comunidad humana, desterrados incluso

f1 e nuestro pensamiento. Sabemos que sigue dcspues. La ten-

tacion es fuerte: eliminar de raiz un fen6meno convertido en

nutentica rnolestia, ni siquiera mitigada por cualquier consi-

deraci6n etica hacia el Otro, el que sufre; borr ar una mancha

en cl paisaje, eliminar un punta sucio que afea la imagen de un

nru ndo ordenado y una sociedad normal. Alain Finkielkraut

nos iecuerda, en un libro reciente, que puede suceder cuando

He silencian las consideraciones eticas, cuando se acaba lanrnpntfa y se derriban las ult.imas barreras de la moral:

La violericia nazi fue ejercida no porque gustara, sino por respeto

al deber; no por sadisrno, sino por virtud: no entregandose al pla-~

ccr, sino siguiendo unmetodo; no dando rienda suelta a impulsos

salvajes y abandonando oscrupulos, sino en nombre de valores

supariores, con cornpetencia profesional y teniendo siempre pre-

serite Latarea por cumplir,"

Corresponde agregar que esa violencia se comet.io en medio

del ensordecedor silencio de gente que se consideraba decente y

ot.ica-y,sin embargo, no veia por que las victimas de 1aviolencia-3quienes se habia dejado de contar, desde hacia tiernpo, entre

los miembros de la familia humana- merecian su compasion.

Parafraseando a Gregory Bateson: una vez que Ia perdida de

solidaridad moral se combina con una avanzada tecnologia para

clirninar todolo que pueda considerarse irrrtante, "su probabili-

dad de supervivencia sera la de una bola de nieve en e1 infier-

no", 9 Cuando las soluciones racionales para los problemas

irritantes se suman a 1aindiferencia moral, se obtiene una mez-

144 " " , _ .

cia explosiva. Posiblemente muchos seres humanos desaparez-

can en esa explosion; pero 1avictima principal sera la humani-

dad de los que se salvaron de la muerte.

No hemos llegado a ese punta todavia. Pero no falta tanto,

No neguemos esta perspectiva como si se tratara de una profe-

cia apocaliptica mas, olvidada antes de ser sometida a cornpro-

bacion. 0 tendremos que pedir perdon despues, demasiado

tarde, pOI'no habernos dado cuenta cuando todo era, todavia,

apenas 10 que es hoy: una amenazadora perspectiva para e1

futuro. Afortunadamente para la huma nidad, Ia historia esta

plagada de profecfas que jarnas se cumplieron. Pero muchos

cd~nenes -yquiz a los mas horrendos de Ia historia- se pro-

duje ron porque no aparecio a tiempo una advertencia 0 poria

complaciente incredulidad de quienes no quisieron escuchar el

llamado de alerta. Hoy, como en el pasado, la eleccion es nuestra.

lUna etica para el trabajo 0una et.ica

para la vida?

Hay una opcion. Pero es posible esperar que -frente a rea-

lidades que ocultan su origen humano y se disfrazan de necesi-

dades evidentes- muchos deSC31"tencualquier alternativa a

la opini6n generalizada, acusandola de "falta de realismo" y

hasta de ser "contraria ala naturaleza de las cosas". Irnazinar

la posibilidad de otra forma de convivencia no es el fuerte en

nuestro mundo de utopias privatizadas, conocido por su incli-

naci6n a reconocer las perdidas cuando ya se produjeron y a

s~stituir la administracion de la crisis pOI'lucubraciones poli-

ticas. Este mundo nuestro es menos capaz, todavia, de reunir

la vo1untad y la decision necesarias para hacer realidad cual-

quier alternativa a "mas de 10 mismo". L; calificaci6n de "falta

de realismo", de laqu e tanto se abusa en los choques politicos

actuales para rechazar de plano una propuesta, demuestra,

ante todo, la ausencia de vo1untad y decision.

Como sefialo hace poco Cornelius Castor iadis, la crisis del

mundo occidental "reside, precisamente, en el hecho de que

dej6 de cuestionarse a si mismo",'? Pero el "cuestionarse a sf

misrno" fue el secreto mas profundo en la busqueda asombrosa

y sin precedentes emprendida por el mundo occidental para

mejorarse a sf misrno, y que explica tambieri su igualmente

145

 

r

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asornbroso exito para alcanz ar el arnbicioso objet.ivo que se pro-

porna. Fue posible -ypar cierto, inevitable- "cuestioriarse a

sfmisrno" a partir del descubrimiento de que los fundarnentos

de todas nuestras elaboraciones son arbitrar ios y 10 seguir ansiendo. Siendo arbitrari os, bien pueden ser reemp1azados por

otros, con tal de que pueda argumentarse convincentemente

en favor del reernplazo. Perc ese autocuestionamiento del mun-

dooccidental parece haber desaparecido. Nos olvidarnos de que"tratar a una persona como una cosa 0 un sistema purarnente

mecariico no es merios, sino mas Imaginario que afirrnar que la

vemos como a una lechuza". Y una vez que 10 olvidamos, deja-

mos de plantearnos las preguntas que hicieron del mundo mo-

derno la mas inquieta e innovadora de las sociedades huma-

nas. He aquf algunas de ellas: "Bien, todo esta subordinado a

la eficacia; pero, .!,eficaciapara quien, en vista de que, can que

objeto? 8e logra el crecirniento econ6mico, es cierto; pero, .!,cre-

cirniento de que, para quien, a que costo, para Ilegar a d6nde'?".

Si estas preguntas no se formulan, desaparecen los obstacu-

los para elevar nuestra propi.a racionalizacion imaginaria, in-

cesante, continua, ilirnitada y autocomp1aciente (que lleva areemplazar a una persona "por un conjunto de rasgos parcia-

les seleccionados arhitrar iamente en funcion de fines tambien

arbitrarios") al rango de necesidad objetiva, relegando todas

las dudas al dominio exclusivo de "personas que no son serias,

com.o poetas y nove listas"."

Recientemente, Claus OfTe12present6 un planteo contundente

y persuasive para encontrar una soluci6n rq_dical a la crisis de

nuestro tiernpo. El nucleo de su propuesta es lila idea de que el

derecho a uri ingreso individual puede ser disociado de la ca-

pacidad real de obtener un ingreso", Pucde serlo, si, aunque a

condici6n de un tremendo carnbio de perspectiva: desde aque-

11abasada en t:_ltrabajo asalariado, como 10 determinaba laetica del trabajo, al reconocimiento de ur r derecho esencial y

una garantfa basica, dictados par la condici6n intrinseca y la

dignidad de todo ser hurnano:

Se logra esa disociacion financiando la seguridad social con im-puestos, elirninando la investrgacion de ingresos y la evaluacionde 10.disposicional trabajo, y reernplazando gradualmente el prin-cipiode equivalencia porel denecesidad. Por ultirno, reccnociendoaI individuo como fundamento esencial para el derecho [a los be-neficios sociales].Al transforrnar el sistema de seg'uridad social de

146

acuerdo can estes prrncipios, es posible llevar los valores de libetotad, igualdad y justicia social que caracterizaron al Estado bene-f~ctor a lafase de desarrollo enque ingresaron los Estados capi t : ; ,hstas, una etapa donde el objetivode plene empleoqued6 mnS1J11:1de 10 realista y deseab1e.

Hay que eaper ar, por cierto, que a Ia luz de 10 dicho . " . l obm

nuestra renuncia a cuestionar el mundo, las propuestas de (Jt' t ' I 'parezcan demasiado imprecisas. Y no podrfa ser c l e o o , t ~ · @ m(H. i1o ,

ahara que todos y cada uno de los partidos polieices deimrHu'tancia par ecen ir en direcci6n opuesta y yen lIDSsllOtcmH'l~ tiP

enfermedad como signos de recuperaci6n y las causas de hi I'nfermedad como remedies. No parece haber fuerz.a poUliC!lI dt'

importancia -a la izquierda 0 a Ia derecha del esp~d],'J pol(Uco- que, ante las ideas de Offe y otras similares, no 1Ii'8\iI(:e!()IH'

rechazrindolas, sea por oportunismo politico 0 simplemeJlt:1l )l1l1'1t

ganar votes. Y, si se los presiona en publico, los " P ' I Q J ] f 1 t J ' ( J ( ) , ' I " ' 1 1 1

ponsables' rechazarfan probable mente e1 proyecta cit! fI'llll1

basica garantizada basaridose en la imposibilidad ~fi[;udiHt.i!'l1

de financiarlo, 0 POl' su "falta de realismo" pohtiee ¥m~un(lIl1ico. Pasarfan por alto, sin embargo, el dudoso rea~['HIlI).dn""

cursos de moda como el de la administracion de l a s ' c ri t, dH,

Y sin embargo, como acertadamente seriala OIrc. ,- ~jlH 111'11

puestas son, en ultima instancia, conservadoras. ,N a pfi'IlPI)I 1 .1 'II

una revoluci6n, sino la conservacion de valores et lcoS! 1 < n~tl'lI\'

turas sociales que son basicos para la civilizaciorr ou~i\ ic -n 1 . 1 1 1 j

en circunstancias en las que las instituciones heredadus y-H IIII

pueden garantizar su propio funcionamiento. Y,plJle8Lo qllP limpropuesta~ tierien un objetivo tan conservador, - .

81 peso de la prueba cae sabre [sus'] adversarios .., 0 bten d1l.l1P1111

panel' final consenso social etico de Ia posguerra, 0 debOH dH!lIWi

t.rar que, en el largo plazo, se pueden curnplir SUS!3xlgundwl ]Ilil

medios distintoe que el deun ingreso basico, cosaque, ...nnH lIlIl'Btll!

sumamente dudosa,

Parecerfa que Offe subestimara la capacidad de I'CHhd,I'!II'11i

de sus adversarios, olvidando la posibilidad absolutaimmtr- 1'1•./11,

ofrecida porIa sociedad de consumo, de que {iecidII 11 , I'll lid, ' , Itodo 10 esperado, par "terrriinar con el aClli-rd'g~ jO~ iH l dl' III po, .

guerra", Offe formula como pregunta retorica 10q\.11\ \)11,1"11 I ~III

 

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lidad, un dilema practico. Pero, sea cual fue re la elecc~i6n que

se haza la decision no dejara de ser como ella describe. Las

conse~u~ncias soeiales y eticas de' oponerse a considerarlas se-

riamente negando su presencia son, lisa y llanamente, incal-

!Culables.Par mas radical que parezca el planteo de Offe, necesita 5er

acompanado de otro: el de disociar el trabajo del mercado deLrabajo. No hace mucho, Melissa Benn observe que "cuando los

hombres dedicados ala politica hablan del trabajo, se refieren

casi siempre al trabajo remunerado".l3 Esto no es del todo cier-

['0, ya que "trabajo remunerado" es 10que esta en la mer:te de

los politicos -hombres y mujeres- al hablar de trabajo. La

politica sigue siendo, en gran medida, c~sa de hombl'e~; au~-

que muchas rnujeres actuen en ella. Lo ciert.o es que la lde~b-

Iicacicn del trabajo con el trabajo remunerado fue una conqurst.a

histcrica de los varones que, como serialo Max 'Weber hace tiern-

po, montaron sus negocioslejos del hogar, donde dejaban a sus

mnjeres para que desempeiiaran las otras actividades necesa-

rius para vivir. Desde entonces, esas actividades dejaron delief consider adas trabajo Y, en ~onsecuencia, se transformaron

' ~ . 1 1"econ6micamente inviaibles".La idea de trabajo ingreso asi en la politica, donde se trans-

lonno en objeto de lucha en un terreno tarnbien monopolizado

I,H)1' varones: el campo de bat alla de los derechoe sindicales y la

knJslaci6n laboral. Asf, el "trabajo" qued6 restringido a las ac-

thddades que figuran en los libros de negocios; es decir, al tra-

h:.l!.joque se vende y que se eompra, que tiene un valor en el

lH'lll'cadoy, por 10 tanto, puede exigir una remuneraci6n mone-

tlU'iu. Qued6 fuera del Lrabajo, practicamente, todo 10pertene-

eiente al mundo de las mujeres; pero no solo eso. Cad a vez que

:-ii!l hablaba de trabajo, se olvidaban las tare as dornesticas 0a Iacrianza de los nirios, ambos territorios eminentemente femeni-

nos: y tampoco se hacia referencia a la infinidad de habilida-

des sociales puestas en practica y a las interminables horas

pasadas, en la administraci6n cctidiana de 10 que A. H. Halse!,y Michael Young denominan la "econornia de la moral". La etl-

en del trabajo coincidi6 con esa discriminacion concentrada y

no objetada: quedarse fuera del mercado Iaboral, realizando

tare as invendibles y no vendidas, signific6, en la lengua de la

~tica del trabajo, estar desempleado. Ir6nicamente, s610 a los

politicos de alto range se.Ies permite declarar publicamente su

J

I

,,

148

satisfaccion cuando, al abandonar un cargo representative -su

trabajo--, se disponen a "pasar mas tiempo con sus familias".

Las consecuencias de 10 anterior son, en muchos sentidos,

desastrosas. Contribuyen a la disoluci6n, gradual pero impla-

cable, de la comunidad y los lazos barrrales, de la "cohesion

social" euyo mantenimiento requiere tiernpo, trabajo y dedica-

ci6n. Dejan huellas profundas y, en general, negativas en laestructura y viabilidad de las farnilias. Erosionan gravemente

el suelo en que se arraigan las relaciories humanas y todo vin-

culo moral entre las personas. En general, han hecho y siguen

haciendo rnucho dano a la calidad de vida (que casi nuncase

distingue del "estandar de vida", tema siempre considerado

aparte), Ese dana no puede ser reparado ni compensado por

las ofertas del mercado, ni por el crecirniento en la capacidad

de consumo, ni por el sesudo asesorarniento del mejor consejero.

La emancipaci6n del trabajo de los calculos centrados en el

mercado -yde las restricciones que esos calculos imponen-

exigiria reemplazar la etica del trabajo, moldeada en favor del

mercado de trabajo, por una etica del trabajo bien realizado[workmanship]' Como senalo hace tiempo Thorstein Veblen,

"el instinto de hacer bien una tarea" es (a diferencia de la etica

del trabajo, que es solo una invenci6n rnoderria) una predispo-

sicion natural y perrnanente de Iaespecie hurnana. Los hurna-

nos somos, por naturaleza, seres creadores, y resulta degra-

dante suponer que 10que separa el trabajo del no trabajo, el

esfuerzo de Ia holgazaneria, es s610 la etiqueta que sefiala su

precio. Se mutila la naturaleza humana al sugerir que, sin un

pago, preferirfarnos permanecer ociosos y dejar que nuestra

capacidad ynuestra imaginaciorrse pudrieran y herrurnbraran.

La etica del trabajo bien realizado podria devolver a ese instin-

to ese ncial Ia dignidad y la importancia que la etica del traba-jo, nacida en la moderna sociedad capitalista, Ie neg6.

No sera la prirnera vez en Ia historia que nos encontremos

en una encrucijada. Y los cruces de caminos exigen decisiones.

La primera, y para nada obvia, es reconocer la encrucijada como

tal: aceptar que hay mas de un camino para seguir adelante y

que, a veces, la marcha hacia el futuro (hacia cualquier futuro)

supone giros violentos.

Nos sentimos tentados de rechazar la idea de Offe: disociarel

derecho a un ingreso de la capacidad de obtenerlo y apartar

el trabajo del mercado de trabajo. La propuesta nos suena como

1'19

 

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una .utopia mas; una mas en esta larga historia de los hom-

bres definida muchas veces con deaden como "e1 cementerio

de las utopias". Poi-que la nuestra es una epoca de utopias "in-

dividu ales", privatizadas; y esta de moda reirse de proyectos

que impliquen poner a prueba las opciones que se abren ante

nosotros.

Cualquier erudito serio y realista podrta concluir hoy que las

ideas propuestas por OfTgno merecen atencion. Y tendria bue-nos rnotivos para ello, Como"sostuvo recientemente Roger-Pol

Droit, "la realidad esta !lena, como un huevo. Yes practicarnen-

te imposible escapar de sus limites, Los creemos eternos, hasta

que son borrados por la historia". UY continua sefralando que en

la Grecia de Pericles 0 en la Roma de Cesar habria sido un dis-

parate pensar en un mundo sin esclavos, como habria sido im-

posible concebir un mundo sin reyes en 105 tiernpos de Bossuet.

Y ahora, GPorque estarnos tan seguros de que una econorma que

no sea esclava del mercado es una incongruencia y que la des-

igualdad creciente no puede ser frenada'? Droit concluye: "Mas

que detener el progreso de la utopia, quiza nuestro tiempo este

preparando el campo para su regreso. Cuanto mas repitamosque la polftica no deja espacio para los suerios, mas crecera e1

deseo de un mundo radicalmente distinto". Con seguridad que

Paul Ricceur estaria de acuerdo: hace mas de diez afios observ6

que en nuestro tiempo, bloqueado por sistemas en apariencia

invisibles, la utopia es nuestra arrna principal para impedir cual-

quier cier-re del debate." Yhace mucho rnenos tiempo, despues

- de terminar su revision de la historia latinoamericana, Fernan-

do Ainsa sugiri6 que en lugar de hablar de u-topia, un lugar que

no csta en ningun lugar, serfa mas apropiado pensar -enpan-

topia: el espacio de todos los 1ugares."En rigor, la propuesta de disociar el derecho a un ingreso de

la capacidad de obtenerlo es cualquier cosa menos una ideaconservadora. Por el contrario: de nuestro razonamiento surge

que haria falta un giro violento para ponerla en practica. Ha-

bria que renunciar a unos cuantos supuestos hoy sagrados (mas

que sagrados, por ser irreflexivos) sobre nuestro modo de vida.

Olvidarse, por ejemplo, de que la eficiencia es buena siempre,

sin importar para que sirva y cual pueda ser su consecuencia

en terminus de sufrimiento hurn ano. 0 que esto que se llama

"crecimiento econ6mico" ---que estadisticamente puede definirse

como "mas hoy que ayer, manana mas que hoy"- es bueno en

150 . .

sf rnismo, tarnbien, sin importar el dana que produzca a 1acon-

dici6n humana y a la naturaleza, esta conclici6n compartidapor toda la humanidad.

A quienes digan que la violencia del giro constituye, de poe

si, un poderoso argumento para no intentarlo, se les contesta-

ra citando una ve-zmas a Cornelius Castoriadis. Cuando uno

de sus entrevistadores le pregunt6: "i,Que quiere, entonces?

(.Cambiar a la humanidad?", Castoriadis respondi6: "NQ ; alglJmucho mas modesto: quiero que la hurnanidad carnbie, con-HIya 10hizo dos 0 tres veces".17

Hay, al rnerios, alguna esperanza de que la humanidad cum-

pia la hazafia una vez mas. Des pues de todo, coma: subtny<',

esplendidamente Patrick Curry, "la voluntaria inocencia d•.todos se esta convirtiendo en la unica alterriativa posibls frOIl"

te a la falta de solidaridad colectiva".18

Notas

1. No hay nada "necosario'' 0 "inevitable" en la eleccion. En. 1;ernlinol'{ ' 11~>i ! '

tractos, toda elecci6n es arbitraria y contingenlR.: siernpre podria habu,['HtJ'1)1'[1\'11"

tado en otro rurnbo (esto es, justarnente, 10 que nos perrnite hablar de " i ! . l i w

cion"), Pero toda eleccion, como sostiene Cornelius Castoriadia, se. e xp n~ H n ! 11 l

el "imaginario" que ..controla a la sociadad, por debajo del modo en QUO Ifill

miembros de esa sociedad se piensan a sf misrnos y piensan el mundn gIll' [(jll

rodea. Dado el caracter de hecho que tiene ese "irnaginario" -pr:(lna.l:lul\/lI,

incorporado como "segunda naturaleza" -, 10;.; integrantes de Ia 8ocieafu:l 11(1

perciben la elecci6n como tal ni son conscientos tampoco de su c< ) I' a .C1t n 'r ( '1 I 1 )

tingente, cosa que los distingue de ot.ras sociedades, La fuerza de sse cOflt.l·IJT

es ref1ejo directo de la abrurna dora "obviedad" de la eleccion y en COnH[\IlW.lIJI

ciavrefleja tarnbie n la dificultad de pensar la propia sociedad ]' f . . t w l l l : 4 fit"

dema~ fuer a ~e la perspectiva del "irnaginario' propio. No s~rrl:o$. ! : '11r, )J lnm

ror ejernplo, cuando nos refenmos a la epoca feudal, de de~a!! de . ll Ir lo ' "

concepto de economia, 0 de dejar de consider ar ecoriorriicos fenomanos (;jUII lin

10 eran para 13 gente de esa epoca" (C. Castoriadis (1987), The. bIlOl{'iwJ,f;YInstitution ofSociet.y , trad. al inglss de K Blarney, Cambridge: FoHny l'l'(!ll!i,

p. 163 UJa instiluci6n imaginaria de la sccieda.d, Barcelona, ThsqUQ~, :,alpd.1983).

2. Citado aquf siguiendo la traduccion de Peter Kusai (1993), l 'hCl t'hrr.tIJ"~~

Party, Faber & Faber. p. 8.5 .

3. C. Castoriadis (1997), "Anthropology, Philosophy, Poljt_ics", kudo I I ' ! ![)gles de D. A. Curtis (conferencia pronunciada en Lausana, S -U1> IB , e l i MIHIII,en Thesis Eleven, 49, pp. 103-104. .

 

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I' ~iJ.

-,

-,

•••

152. ,

•,

cultura del consumo 4:3-8, 52-5;3,

91-2, Ill,116-117

Curry, P 151

Indice tomat'ico

Deacon, A. 79democracia y pobres 82, 87, 88

dependencia 124

desempleo 11, 101Diderot, D. 22

discipliria 12, 18-24, 30, 35, 39

Droit, R.-p 150

Duclos, D. 97

aburrirniento 65

acci6n afirrnativa 94-96

adiaforizacion 121, 124

Ainsa, F. 150

Arkwright, R. 23

- Bacon, F. 22Banfield, E. 125-126

Bateson, G. 144

Berm, M. 148Bentham, ,J . 28, 31, 137

Beveridge, W . 76-7

bienestar publico, idea del 74-76

Blunkett, D. 80Booth, C. 63

Boyson, R. 80Bradshaw, ,J. 79

Buerkle, T. 10 1

Carlyle, T . 26

Castoriadis, C. 130, 145, 151

Child,J.137

Christie, N. 117

"clase marginada" 103-113, 119

Clinton, B. 118, 142

coercion 32, . 3 8 , 59, 1"37•.

Comte, A. 23

Connerly, W . 9:3-9.5consumidores expulsados del

mercado 12, 64-67, 114, 116,

139, 143

criminalizaci6n de la pobreza

117-125

culto a las estrellas del deporre y

el espectaculo 61-62

eje rcito de reserva de mana deobra 83, 86, 120, 136, 138

elecciori del consumidor 54-57,

59,62,66-7,91-92,111

Emrna nuel.li, X. 70, 142

estetica del trabajo 55-9, 68

estra tificacion en la sociedad de

consume 54,59,66-67,91-92

etica del trabajo, funci6n de Ia 12,

17-22,24,27,31,37,132,136-

137

exclusion 80,107, 131

Ferger Z. 81, 10:3

Ierias de caridad 121, 124f1exibilizaci6n laboral 49-50, 60,

83

Foucault, M. 36Freud, S. 66

Galbraith, J. K. 88, 96

Gallie, W . B. 105

153

 

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Gans, H..J 104, 119

Gaskell, P 24

Gough, 1. 74

Halirni, S. 90

Halsey, A. H. 148Hammonds, ,J. L. y 13. 22

Handler, .J. F. 80, 99Hasenfeld, Y. 99Himrnelfarb, G. 27, 152

Hutchens, S. 65

ideutidad 34, 45,50-1

incerit.ivos materia1es 48

Inglis, B. 26

inseguridad 89, 113, 117

instituciones panopticas 45, 52

investigaciori de ingresos 28, 77-

80,90-91

-Iaret.t, J. E. 05

Kapuscinski, R. 122-180

Kelvin, P. 6.5

Kundera, iV L 129-130

Lepen ies, \\1. 22

ley y orden 67,102, 129-135,144

liberalisrno 76-9

libertad 20, 28, .32,37-41,52,54,

77-8,110, 132-133

Linebaugh, P. 118

Locke, J. 137

"los pobres que no rnerecen [ayu-

da]" 27-30, 103

Malthus, T. R 26

Mann, K. 96-7

Marshall, T. H. . 87

Marx, K. 23

McClelland, K 32

Mead, L. C. 111-2

Mill, J. S. 20, 30

Miller, S. L v I . 82, 10:3

Mvrdal, G. 106-107

ria t.uru.lez a, conqu ista de la 28

Offe, C. 75,82, 146-150

orden social 35-6

Paine, T. 120

Petrella, R. 50

pleno empleo 62-3, 68-9, 74, 100pobres que trabaja n 63

pobres y su funci6n 133-5, 139-

140

pobrez a 64, 102, 110-113, 12:3,

13.5-6

proceso civilizador 25

reducci6n de personal 60-61, 68-

69, 100

regimen fabril 12.22, 26, 28, 38

rcgulacion normativa 52, 55

reinsercion en nuevos trabajos,

progr amas para.99-100remercantilizaci6n del trabajo 82,

86, 141

reproducci6n sistemica y trabajo

30

responsabilidad moral 120-125,

14:3-4

Ricardo, D. 26

Ricceur, P. 150

Rose, M. 25, 39

Rowntree, S . 63

Saarinen, E. 47

Saint-Simon, C. ~8Seabrook, J. 67solidaI"idad con los pobres tlO,

82~3

Sombart, W. 20

Steiner, G. 50

Sue, R. 35

Taylor, F. W.:39

Taylor, M. C. 47

ternores de Ia clase media 104-

105, 113-119, 134

I

'l'iLIUUtiS, R. 79, 81

tolerancia 131

Townsend, P . 79, 81, 114

trabajador tradicion alista 1tl, 2:3trabajo bien hech o, instinto del

149

utopia 145, 150

Veblen, T. 149

Vidal. J. 98

vuta nte medic ti8-B9

Wacquant, L. 142

Watt, J. 23Weber,1v1. 25,46,62, 148

Wolff, M. 45

Woollacott, LI"I.83, 96

Young, A. 137, 1:38Young, M. 148